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A ojo de buen cubero

Un virus invisible hizo visible el valor de lo público


Teresa Tovar Samanez

Estamos en tiempos de pandemia. No podemos pensar hoy en la educación sin considerar al


mismo tiempo la crisis social que afecta la vida de los educandos. Antes que las clases
virtuales, muchas familias están preocupadas por tener con qué comer, cómo pagar el
alquiler, el agua, la luz. El bono universal reciente es una medida acertada y habrá que
garantizar que se concrete.
El virus de la pandemia se ha hecho aliado del virus de la pobreza y la crisis sanitaria es a la
vez una crisis humanitaria. Después de esta sacudida universal, tendremos que imaginar cómo
queremos que sea la sociedad, porque ya no será la misma de antes. Tampoco el sistema
educativo.
Hay 2 dimensiones en la relación de la pandemia con la educación. En esta ocasión abordamos
la primera: el valor de la educación como bien público.
Se ha necesitado una pandemia para entender la importancia de la educación pública. El
COVID19 ha desnudado no sólo el alto grado de desigualdad social, sino la precariedad a la
que fueron sometidas la educación y la salud públicas. Vemos por la TV que no hay suficientes
camas, ni respiradores, ni mascarillas, ni equipos de protección. Pero no vemos que tampoco
hay luz agua y desagüe en todos los colegios (Sólo 4 de cada 10 los tienen) y la infraestructura
escolar está sumamente deteriorada (hay únicamente 18% de colegios en buen estado, el 25%
requiere reparación total o parcial) 1. Si se abrieran las escuelas, los niños estarían sobre
expuestos al virus, no sólo por el contacto social sino por las condiciones de salubridad. En las
escuelas rurales la situación es aún más grave.
La nueva sociedad después del coronavirus tendrá que asegurar que no exista ningún colegio
sin agua, luz, desagüe e internet. Tenemos una enorme brecha digital pues solo 60% de la
población accede a internet. Éste, al igual que el agua y la luz, son hoy servicios esenciales y no
se puede escamotear recursos para garantizarlos. Esperemos que se cumpla el anuncio del
presidente Vizcarra de que “priorizar salud y educación serán las bases del desarrollo de la
sociedad”(20 abr) y que las TICS (complemento de la necesaria educación presencial) sean de
apropiación universal, con maestros capacitados para usarlas.
El coronavirus también ha desvestido las miserias de la mercantilización de la educación, de
“esa apuesta en la cual el Estado debía desaparecer o minimizarse y dejar que la competencia
y el libre mercado hicieran el milagro de la calidad”2 y por la cual muchos colegios privados
podrían cerrar. Una fuerte proporción de ellos no tiene condiciones para garantizar una
educación virtual. Es la oportunidad para que una educación pública fortalecida atraiga a esos
alumnos. En este sentido va el anuncio gubernamental de generar las condiciones para acoger
a quienes quieran migrar de la educación privada a la pública. Hoy los bancos y las empresas
(entre ellas las escuelas-empresas) piden ayuda/salvataje al Estado que antes menospreciaron.

1
ESCALE 2018
2
Ex ministra Gloria Helfer
“Que se la pidan a la mano invisible de Adam Smith que todo lo regula, menos las crisis” dice
un maestro y líder social colombiano3.
Es la ocasión de apostar por la escuela pública de calidad, aquella que iguala y que permite
pensar el Perú como colectivo. Que desaparezcan las escuelas-empresa, los padres-clientes y
la formación para la competencia salvaje. Será un paso adelante en la perspectiva de eliminar
el lucro en la educación. Esta es un bien público, no una mercancía que privilegia a los que
pueden pagarla.
Todos los esfuerzos por achicar desde ahora las brechas son positivos. El sistema educativo
tuvo que responder sin mayor preámbulo ni tiempo para planificar. Funcionarios, directivos,
maestros y maestras están actuando con rapidez, con voluntad y con creatividad. Sin ser
perfecto, es un esfuerzo con signo esperanzador.
Pero se requieren decisiones más fuertes, de Estado. Hoy las diversas brechas se están
cubriendo sólo con transferencias temporales a salud y educación. Estamos no ante un
problema temporal, sino frente a un asunto estructural: configurar políticas de Estado
consistentes y solventes en educación y salud. Se impone tomar la decisión política de elevar
sustantivamente los presupuestos de estos rubros, achatados desde hace tiempo, y situados a
la cola del promedio de América Latina. Es hora de cumplir la meta de destinar al menos el 6%
del PBI a educación que estipula el Acuerdo Nacional.

3
Yesid González Perdomo, abril 2020

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