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A ojo de buen cubero

El iceberg de los textos escolares: el derecho a la educación

Teresa Tovar Samanez

Detrás del debate sobre los textos escolares existe un iceberg. No es un asunto puramente técnico
pedagógico, sino tema de interés público que alude directamente al pleno ejercicio del derecho a la
educación.

Pensar en la educación como un derecho ha sido durante muchos siglos una utopía, que logró
alcanzarse en el espacio público. La escuela pública se constituyó en un instrumento poderoso para
hacer efectiva a la igualdad de oportunidades y el derecho universal a la educación.

Pero la educación pública viene sufriendo desde décadas atrás un grave deterioro, que coincide
históricamente con la implantación de un modelo que no puso control al mercado. Este, en lugar de
ser regulado por el Estado (garante del bienestar común), fue postulado como rector y locomotora
del desarrollo. Sectores ultra conservadores plantearon que la expansión irrestricta del mercado
chorrearía espontáneamente beneficios para todos. Mientras tanto se redujo fuertemente la inversión
pública en políticas sociales y educación.

Hoy sabemos que el crecimiento del sector privado en educación en el terreno del mercado no ha
producido un efecto igualador. Por el contrario, lo que ha chorreado es mayor desigualdad,
aumentando la brecha entre educación privada y pública. Pese a que el promedio de comprensión
lectora en el país ha crecido (de 15,9% en el 2007 a 28% en el 2010), la distancia entre los logros de
aprendizaje del sector privado y el sector público es mayor hoy: 25,8% que hace 4 años: 21,1%
(MINEDU). Esto ocurrió a la par del crecimiento silencioso de la educación privada, de modo que
actualmente alrededor del 30% de la educación básica se encuentra en manos privadas (hace 10 años
era sólo el 16%).

El crecimiento de la educación privada ha afectado a familias de escasos recursos que se han visto
obligadas a migrar a escuelas privadas como medio de escape de una educación pública que ya no les
garantiza el derecho a la educación. Son estas mismas familias las que hoy se ven sometidas a los
intereses de editoriales y colegios que incurren en prácticas abusivas y no éticas en relación a la venta
de textos escolares.

Corresponde al Estado intervenir con políticas de carácter general, que involucran también a las
escuelas privadas, justamente cuando la práctica de éstas últimas vulnera o afecta el derecho a la
educación. Naciones Unidas señaló claramente que Uno de los principales motivos para incluir la
educación entre los derechos humanos era que su realización no dependiese del mercado libre. Hoy la
punta del iceberg nos muestra que lo que está en contraposición es el interés de las editoriales de
elevar sus ventas a costa de presionar vía los colegios a las familias a adquirir nuevos textos cada año,
versus el interés superior de los niños y adolescentes a tener una escuela gratuita de calidad y ejercer
plenamente su derecho a la educación. Si priorizamos lo segundo, necesariamente tenemos que hacer
dos cosas: fortalecer la escuela pública (en peso y calidad) y vigorizar el rol del Estado como regulador
de la acción privada en educación. Es decir reposicionar el espacio de lo público para garantizar el
derecho a la educación.

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