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23/04/2020

Pasé a texto (adapté algunas cosas) la entrevista que le hicieron a Brener, el Lic. en Ciencias de la
Educación. Dice:

“El rol de los educadores es poder acompañar, poder sostener este proceso que van haciendo los
estudiantes de acuerdo a las posibilidades que tienen, de acuerdo a cómo avanzan y a quiénes
pueden ayudarlos (o no) y en ese sentido pienso en clave de una “oportunidad”. Eso también supone,
en la medida en que se garantice la manera de comunicarnos, la oportunidad para docentes y para
estudiantes de mantener el vínculo pedagógico. Ese es el desafío fundamental de la continuidad
pedagógica al que refieren las políticas públicas. No ver quién lee más páginas del cuadernillo o
quién resuelve mejor los problemas de matemática, porque vamos a encontrar dificultades tratando
de resolver (la clase) del mismo modo en que lo hacíamos en el aula, estando en un mano a mano
con los docentes y con los compañeros que entienden mejor porque están algo más avanzados.
  El tema es sostener el vínculo. Hay una oportunidad, porque lo que permiten estos recursos, como
el zoom, es una mayor horizontalidad y en ese sentido hay cierta familiaridad con las redes sociales,
a las cuales hay que atender en este momento. ¿Qué quiero decir con esto? Tal vez los adultos
podemos aprovechar la oportunidad, en estas circunstancias, de aprender cosas de nuestros
estudiantes, como manejar ciertas aplicaciones. Escucharlos, aprender de ellos en torno al chapoteo
que tienen en las redes sociales que nos parecen ajenas a algunos de nosotros. Es una oportunidad
para generar cierta horizontalidad. Lo de la horizontalidad lo digo porque, si hay que sincerarnos, la
pedagogía, la docencia, tiende a cierta dificultad a reconocer la horizontalidad. Mejor dicho, reconocer
que somos iguales pero diferentes. Entonces, esta circunstancia de la virtualidad permite también
esta horizontalidad, o en todo caso poner el eje o el énfasis en el trabajo compartido. Me parece que
se pueden generar situaciones de horizontalidad en este eje. Cuando digo “horizontalidad”, no estoy
negando la asimetría que supone que siempre el adulto o adulta es responsable por el otro y la otra, y
que cualquier cosa que hace supone tener un cuidado por el otro y anticiparse, en ese sentido no. La
planteo en función de un diálogo más fresco y más abierto en el que cada uno de nosotros tiene la
responsabilidad de fundamentar nuestra respuesta y si es en el campo del conocimiento, mejor. Esto
sirve para una reunión virtual de sala de 4 años (por más difícil que sea) o un encuentro en 2° año de
la Universidad y en el medio un montón de experiencias. Claro que son posibilidades a explorar, con
los límites de que pueda salir mal y con la fantasía de que pueda salir muy bien. Esto permite pensar
quizás que la subjetividad virtual requiere pensarse en sí misma. No es un reemplazo automático y
mecánico de las situaciones presenciales. Esto es lo que quiero indicar también, no es lo mismo que
si estuviésemos hablando en un lugar físico. Entonces, en ese sentido, debemos poder estar atentos
en que esto que está sucediendo supone un quiebre en los modos tradicionales en que nos
comunicamos, y si pueden advertirse las desigualdades que siguen existiendo, poder dar la mejor
respuesta (siempre desde el Estado y luego desde la población) a dichas desigualdades. Una vez
que accedemos a la conexión virtual, estar atentos a estas cosas. A un docente hay que advertirle
que la virtualidad no es tirarle por la cabeza a un estudiante tres libros de trescientas páginas y
setenta preguntas que cada respuesta corresponda a cada párrafo, esto sería aplicar el método
tradicional y sería deliberadamente insoportable. Es por esto que se requiere repensar el vínculo
pedagógico: ¿cómo hago una clase o encuentro virtual? Por ejemplo, Zoom es algo que está
circulando mucho y te ofrece de manera gratuita organizar una clase de 40 minutos. Lo mismo que
dura una hora cátedra. Habría que pensar cómo en ese tiempo yo puedo armar un encuentro para
transmitirle información relevante al grupo, para que cada uno participe y haga alguna pregunta,
mostrar algo más que a mí hablando. También hay que darnos el tiempo para chapotear y aprender la
lógica de la virtualidad. Creo que hay varios desafíos de los que se habla al mismo tiempo, al mismo
tiempo que seguimos estando preocupados, nerviosos porque vemos lo que pasa en el mundo con la
pandemia. Tememos lo que va a pasar en el mundo y en nuestro país porque pensamos en qué
sucederá cuando empecemos a desacuartelarnos, porque un país debe estar en movimiento, qué
pasa con la economía, ya venimos concibiendo el problema. Todo esto también condiciona mucho, y
en estas condiciones estamos intentando dar continuidad pedagógica, en estas condiciones estamos
intentando sobrevivir. 
  Quiero decir que aquel o aquella que intente normalizar esta situación se está equivocando o
naturalizando su privilegio. Es excepcional, transitoria la situación y, en todo caso, quizás como
complementaria. Pero no naturalizar que este sea el modo en el que nos vamos a vincular de ahora
en más. Será algo muy gradual, hay que reconocerlo como excepcional y entender que lo
fundamental es la manutención del vínculo. Pues así como en la pandemia nadie se salva solo, en la
educación nunca nadie resuelve solo. Los que resuelven solos son aquellos que naturalizan o
reconocen como objetivo el “sálvese quien pueda”, o la competencia como única manera de estar en
el mundo. La pandemia está poniendo en crisis (y bienvenido sea en ese sentido) de que nadie se
salva solo y los que apostamos a la construcción de una convivencia colectiva, entendemos que de
las crisis y de la pandemia y de la desigualdad se sale colectivamente. La escuela es, por definición,
un lugar de construcción colectiva. Por más que cada maestrito vaya con su librito y por más que el
individualismo imperante se meta por cualquier lado a la escuela, pero aquellos que entendemos que
la escuela es una pequeña sociedad, entendemos entonces que el desafío es colectivo. Cuando nos
ocurre esto, debemos pensar en Juan, en Marcela (en quienes conocemos dónde viven), y tenemos
que pensar que, multiplicando esas situaciones singulares, nos encontramos con la escuela. ¿Cómo
nos sostenemos en estas condiciones tan desiguales y tan distintas? En ese sentido, la complejidad
de este momento es ver cómo nos sostenemos los adultos entre sí, porque también hay que entender
que los docentes están en situaciones más comprometidas y de presión. Esto también se debe
pensar en los ministerios e inspecciones, en los directivos. Debemos tener mucha prudencia y que no
se nos salgan los estribos exigiendo mientras pensamos que vivimos otra situación igual que aquella.
Nunca olvidar la excepcionalidad.”

 “La escuela después… ¿con la pedagogía de antes?” de Philippe Meirieu


“Temo que la prisa por «salir» de la crisis nos haga olvidar las condiciones en las que entramos en
ella y que el «regreso a la normalidad» sea, según la lógica de la pendiente más pronunciada, un
«regreso a lo anormal».”

“Temo que las herramientas digitales que dominan hoy en día se basan en su mayor parte en una
lógica individual y técnica, y que estamos luchando, sin la formación adecuada, para utilizarlas para
construir verdaderos colectivos. Además, temo que los intereses financieros en juego sean tan fuertes
que nos conduzcan, a pesar de nosotros mismos, hacia una concepción comercial de la educación en
la que nuestros estudiantes, cada uno frente a su propia pantalla y en mutua indiferencia, consumen
software en lugar de compartir conocimientos.”

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