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Curso: Terapia psicológica para niños de padres separados

Lic. en Psicología Olivera Noelia B.


Ficha Teórica:

Bloque 2: la separación y sus implicancias subjetivas.


Al darse el divorcio se dan diferentes tipos de conflictos como por ejemplo
conflictos familiares, personales, y por supuesto los conflictos emocionales.
Se considera, por tanto, de gran importancia comprender el tema de la emoción
haciendo un abordaje lo mas abarcativo posible de aquellos aspectos que
serán relativamente útiles para comprender un divorcio y sus posibles
consecuencias.
La emoción hace referencia a una condición subjetiva o sensación profunda
ligada a una determinada experiencia. Se relaciona con los sentimientos, el
afecto y con el estado de ánimo. Es un estado afectivo que va acompañado de
cambios conductuales, fisiológicos y hormonales pasajeros que se presentan
ante una situación o experiencia y produce cambios en el estado de ánimo
(Aranguren 2013, Citado en Contento Guerrero 2015).
Murawski (2020) expreso que Las emociones poseen características:
 Son gatilladas por situaciones o por fenómenos mentales
 Pueden ser variadas y estar en conflicto
 Pueden generar sensaciones desagradables y aparecer aunque
pretendamos evitarlas
 Están asociadas a un impulso para accionar de manera inmediata y en
algunas situaciones toman el control de la mente
 Son transitorias

A su vez estas poseen tres funciones:


 Función evolutiva: las emociones nos brindan información importante e
impulsan conductas que nos permiten mantenernos a salvo.
 Función motivacional: la motivación para llevar a cabo objetivos valiosos
es dirigida por las emociones y cambian si nos acercamos o no a los
mismos.
 Función Vincular: la forma de vincularnos con una persona depende de
las emociones que despierta en nosotros.

Cabe señalar aquí, que tanto los hijos como los padres, viven un proceso de
conflictos emocionales tras el divorcio.
Fuquen Alvarado (2003) señalo en uno de sus trabajos que el término
«conflicto» proviene de la palabra latina conflictus que quiere decir chocar,
afligir, infligir; que conlleva a una confrontación o problema, lo cual implica una
lucha, pelea o combate. Como concepción tradicional, el conflicto es sinónimo
de desgracia, de mala suerte; se considera como algo aberrante o patológico,
como disfunción, como violencia en general, como una situación anímica
desafortunada para las personas que se ven implicadas en él. Este también
surge cuando personas o grupos desean realizar acciones que son
mutuamente incompatibles, por lo cual la posición de uno es vista por el otro
como un obstáculo para la realización de su deseo; en este caso, el conflicto no
se presenta de manera exclusiva por un enfrentamiento por acceder a unos
recursos, sino por una indebida percepción del acceso a los mismos. Es por
ello, que un conflicto es un estado emotivo doloroso que se forma por una
tensión entre dos deseos opuestos que ocasiona contrariedades
interpersonales y sociales, donde además se presenta una resistencia y una
interacción reflejada muchas veces en el estrés, la cuales la forma más común
de experimentarlo.
Esta apreciación demarca tanto lo interno como lo externo como posible origen
a un conflicto y el divorcio puede considerarse como tal.
Diferentes autores fueron citados en el trabajo de Contento Guerrero (2015),
para poder señalar que, desde diversas perspectivas, las experiencias de
separación en la vida de los niños son innumerables y también formarán parte
de su desarrollo emocional. La mayoría de los niños tienden a percibirse a sí
mismos vulnerables ante la separación de sus padres, siendo por ello un
evento estresante que, si bien genera desajuste en todos los miembros de una
familia, será mayor en los hijos al no poseer habilidades cognitivas y
conductuales suficientes para afrontar la situación, afectando por lo tanto sus
emociones.
Las familias separadas por lo general pueden ofrecer un bajo soporte
emocional a sus hijos, debido a factores de inestabilidad familiar que son
influyentes. Es importante comprender el desarrollo emocional del humano de
forma normal teniendo como base, la crianza afectiva de sus dos progenitores,
la cual es esencial en su desarrollo físico y psicológico.

Teoría del apego, Dependencia emocional y conceptos de Diferenciación


e individuación:
En cada una de las teorías que se abordaran en este apartado será preciso
considerar y comprender los estilos parentales de crianza.
Las autoras Pierucci y Luna (2003) adhieren en un trabajo investigativo a
cuatro estilos parentales, diferenciados entre sí por el cuidado y control o
protección que ejercen los padres durante la crianza de sus hijos, trazando un
cuadrante que ubica las siguientes características parentales:
1) Cuidado óptimo: definido por alto cuidado y baja sobreprotección;
2) Compulsión afectiva: caracterizado por una combinación de excesivo
cuidado y excesiva sobreprotección;
3) Control sin afecto: identificado por una sobreprotección y escaso cuidado;
4) Negligente o descuidado: que se forma por la combinación de bajo cuidado y
baja sobreprotección.
Siguiendo a estas autoras y considerando lo expuesto señalan que fue el
estudio de las relaciones interpersonales y el reconocimiento de la relación con
la madre como la primera relación vital importante, lo que ha llevado a
centrarse en las características del vínculo entre progenitor e hijo. Todo ello
condujo al desarrollo de la teoría de apego, la cual se sustenta en un sistema
conductual; es decir, la relación del organismo con personas claramente
identificadas del entorno, en el que los límites se mantienen por medios
conductuales en lugar de fisiológicos.
Bowlby (1989) conceptúa el apego como cualquier forma de conducta que tiene
como resultado el logro o conservación de la proximidad con otro individuo
reconocido palmariamente al que se le considera más capacitado para
enfrentarse al mundo. Otros autores han definido dicho término poniendo
énfasis en los aspectos biológicos, y lo describen como una necesidad
biológica de búsqueda de protección por alguien considerado capaz y fuerte.
Otros lo ven como un proceso de desarrollo y evolución de la historia de apego
de cada individuo. Igualmente, se maneja el aspecto de la dependencia como
parte de la conceptuación del apego, así como la asociación del apego con el
amor.
Pierucci y Luna (2003) aluden al trabajo llevado a cabo por Ainsworth, Blehar,
Waters y Wall en 1978, al cual denominaron “la situación extraña”. El mismo
consistió en interacciones entre el niño, los padres y un adulto desconocido
hasta ese momento por el pequeño, observando y calificando las reacciones
del niño en dicha situación se definieron diferentes estilos de apego:
a) apego seguro, caracterizado por una demostración apropiada de angustia
cuando los cuidadores se retiran, seguida de una conducta reconfortante y
comportamientos positivos al regreso de los mismos. Se ha encontrado que
dichos individuos pueden desarrollar relaciones interpersonales estables y
pueden aproximarse a otros con facilidad ya que toleran niveles altos de
compromiso y confianza
b) apego de ansiedad-ambivalencia, cuando el individuo está inseguro de si su
progenitor será accesible o sensible o si le ayudará cuando lo necesite. Estos
sujetos reportan sentir con frecuencia que sus parejas no los quieren y, a pesar
de ello, desean estar extremadamente cerca de su pareja.
c) apego de evitación, el cual se caracteriza por una reacción defensiva y de
rechazo hacia el objeto de apego; estos sujetos reportan sentir incomodidad y
ansiedad al estar cerca de otros.
d) apego desorganizado o desorientado, que se define por una conducta
variable, inconsistente y contradictoria. Para algunos autores en esta cuarta
categorización están los definidos como Temerosos: la imagen que tienen
estas personas tanto de ellos como de los demás es negativa. No se relacionan
con los demás, puesto que tienen miedo al rechazo y al sufrimiento
consiguiente que éste les podría acarrear. Tanto los de evitación como los
temerosos evitan la intimidad y desactivan el sistema de apego, pero por
razones diferentes y de forma diferente.
Esta última categoría presenta controversias y diferencias entre diversos
investigadores, por lo que es muy discutida o simplemente no contemplada.
El objetivo del sistema de apego es el sentimiento de seguridad. Este
sentimiento de seguridad es el producto de la evaluación y el balance que hace
cada sujeto de una serie de factores tanto internos como externos (incluyendo
el estado de humor, de salud o enfermedad, el contexto y determinadas
situaciones) que puede tener como consecuencia la activación del sistema de
apego. Una vez activado, la seguridad se relaciona con indicios de la
accesibilidad de la figura de apego, mientras que la inseguridad lo está con
indicios de amenazas o dificultades a esa accesibilidad (Ainsworth y Bowlby,
1991).
Yaben y Rezola (2007) expresaron que en la infancia, la adolescencia y la edad
adulta pueden darse dificultades en la relación con la figura de apego (bien
sean los padres o la pareja) que debiliten la confianza en la accesibilidad de
esta última. En personas adultas, el miedo y el dolor a perder a la pareja, están
mezclados con enfado defensivo. Este cóctel emocional se puede observar
tanto en la interacción de parejas con problemas, que sienten que el otro es
inaccesible, o no responde a sus necesidades, como en la dinámica de las
personas ya separadas o divorciadas, y es un elemento que frecuentemente
debe ser trabajado por los terapeutas familiares.
Estas autoras recurren a los trabajos de Bowlby, Weiss e Izard para señalar
bajo evidencia teórica y empírica que, al parecer existen similitudes llamativas
entre los adultos en proceso de divorcio y los niños separados de sus padres.
Es sabido que las reacciones emocionales juegan un importante papel en la
dinámica de los individuos, siendo en el tema que nos preocupa especialmente
relevantes las de miedo, enfado y tristeza.
 Cuando el niño percibe dificultades de acceso hacia su figura de apego,
el miedo toma el control sobre otras actividades y activa el sistema de
apego, desplegando conductas que normalmente sirven para restablecer
el acceso a la figura de apego. El miedo también sirve como una señal
de comunicación hacia la figura de apego, alertándole sobre el estrés del
niño y provocando en él repuestas encaminadas a confortarle.
 El enfado, por su parte, es una respuesta del niño a su percepción de las
figuras de apego como continuamente inaccesibles. El papel del enfado
es, por una parte, motivar al niño para superar los obstáculos que le
impiden reunirse con su figura de apego, y por otra, comunicar a la
figura de apego su reproche, de forma que en el futuro no materialice
más su inaccesibilidad.
 La tristeza tiene lugar cuando se interioriza la pérdida de una figura de
apego, aceptando la evidencia de que no es ya accesible y que los
esfuerzos que eventualmente se puedan realizar para reestablecer
contacto con ella no tendrán éxito. La contrapartida conductual de la
tristeza es el abandono, y ofrece al individuo tiempo para aceptar
cambios indeseados y revisar los modelos activos.

Estas mismas emociones en personas que estaban en proceso de disolución


de sus matrimonios. Un miedo paralizador, y una intensa rabia hacia la figura
que sentimos nos abandona (correspondiente a la fase inicial de protesta) son
experimentados por las personas en proceso de divorcio. Y son seguidos por
tristeza y una gran sensación de soledad, correspondientes a la fase final de
desesperación, en la cual el mundo se percibe como vacío, desolado, muerto.
Weiss (1976) utilizó el término “distrés de separación” para referirse a los
sentimientos positivos que muchas personas separadas sienten,
paradójicamente, hacia la ex – pareja. La manifestación de esos sentimientos
positivos, muy similar a las reacciones de duelo, incluye pensamientos e
imágenes recurrentes del ex esposo, intentos de entrar en contacto con él/ella,
o de saber sobre él, y los mencionados sentimientos de vacío, soledad y pánico
al darse cuenta de la inaccesibilidad del mismo (weiss 1976. Citado en Yaben y
Rezola 2007).
Ahora bien, aludiendo al tema de la dependencia emocional que también es
considerado como relevante, Castelló (2000) menciona que si bien este
constructo no es estudiado con la misma profundidad de muchos otros, existen
algunos cuyo análisis ha permitido arribar y profundizar en el de dependencia
emocional delimitando sus similitudes, relaciones y diferencias. Uno de esos
conceptos es el de apego ansioso.
Las similitudes de éste concepto con la dependencia emocional son evidentes,
dado que en ésta se presentan los tres subcomponentes fundamentales del
apego ansioso: temor a la pérdida de la figura vinculada, búsqueda de
proximidad, y protesta por la separación.
La diferencia entre el apego ansioso y la dependencia emocional se basa en el
enfoque excesivamente conductual del primero. En su conceptualización los
fenómenos del apego y de la separación están minusvalorados afectivamente.
De hecho, las referencias explícitas a las emociones se producen cuando se
describe la reacción ante un apego exitoso (bienestar, alegría) o uno frustrado
(ansiedad, tristeza o ira), por lo que falta una mayor relevancia del componente
afectivo del vínculo. Bowlby otorga una importancia excesiva a una separación
puntual o al recuerdo de amenazas de abandono, y sin duda la tienen, pero
sólo si son un aspecto más de unas relaciones familiares perturbadas o
insatisfactorias.
Castello (2000) señaló que muchos autores han expuesto muy acertadamente
que lo patógeno no es en sí una separación temporal, sino la pérdida de
vínculos afectivos creados, y mucho más cuando no hay oportunidad para
crear otros nuevos o se producen situaciones de indefensión (peligros, soledad,
entorno desconocido).
Para el autor, existe la conclusión fundada empíricamente de que tanto las
experiencias repetidas de desamparo como la deficiente calidad de la relación
previa podían ser por sí mismas determinantes de la ansiedad de que se
produzca una separación, y por tanto del apego ansioso posterior. Esto
explicaría las diferencias individuales en las reacciones ante la separación.
En la dependencia emocional, la necesidad insatisfecha no es la de protección
y cuidado, única invocada en la teoría del apego, sino la de afecto, y así lo
demandan explícitamente las personas que sufren de carencias emocionales.
Las figuras vinculadas no son sólo “bases seguras”.
Castello (2000) cierra esta postura crítica y complementaria afirmando que los
dependientes emocionales presentan siempre un apego ansioso, pero
viceversa no sucede lo mismo dado que la ansiedad de separación se puede
dar también por otros motivos como la indefensión o la falta de capacidades
para desenvolverse en la vida cotidiana.
Para Rodríguez (2013) la dependencia emocional se desarrolla en el individuo
según diversos factores. La mayoría de los estudios lo asocian a la
sobreprotección de los padres, sin importar la cultura. Es decir, el autoritarismo
parental se vincula con la generación de dependencias en los niños,
adolescentes y adultos. Si en las relaciones parentales no se ocasiona la
capacidad de ofrecer al niño comportamientos independientes y autónomos,
sobreprotegiendo y evitando todo acto de construcción de su ser por sí mismo
(en especial en la adolescencia), el individuo tiene una alta probabilidad de
engendrar una dependencia emocional hacia los demás. Es decir, la
incapacidad de que el infante se desarrolle autónomamente y aprenda por
ensayo – error durante este período crítico.
Esta autora marca como características del dependiente emocional lo
siguiente:
Los dependientes emocionales son individuos muy motivados a complacer a
otras personas para lograr protección y apoyo. Generalmente, reúnen un perfil
psicológico donde se dejan influir, significativamente, por las opiniones de los
demás para cumplir sus expectativas y deseos. Sin embargo, cuando el
individuo adquiere el rol de complacer a un compañero o la figura de autoridad,
normalmente, el dependiente optar por complacer a la autoridad, ya que es el
personaje capaz de ofrecer mayor orientación, apoyo y protección. Por esta
razón, podemos generalizar que presentan un déficit de habilidades sociales,
con ausencia de asertividad, un alto índice de egoísmo y una exclusividad
impuesta. Los dependientes emocionales requieren de apoyo incondicional
manifestando actitudes extrínsecas para poder recibir la búsqueda de ayuda.
Su rol en la mayoría de las ocasiones es de subordinado o antidependiente,
ejerciendo, a veces, un papel pseudoaltruistra o de rescatador. El perfil
diferencial, muestra que tienen un acusado anhelo de estar con las personas
que quieren (“craving”) experimentando emociones negativas cuando no
sienten su cercanía, como el dependiente del tabaco cuando no tiene un
cigarro (abstinencia). Esta razón de adherencia produce que los sujetos
dependientes emocionales adquieran dificultad para romper las ataduras,
produzcan una amplia gama de emociones negativas, sean hiper dependientes
de las relaciones interpersonales, y finalmente, una pseudosimbiosis (estar
incompleto sin el otro). A su vez, esa dependencia tan parasitaria, produce que
tengan una gran claustrofobia hacia la soledad. En consideración a las
relaciones amorosas, presentan una acusada ilusión al principio, idealizando al
compañero, siendo primordial en su vida (después de una relación buscan otra
inmediatamente) y remarcando la exclusividad. los sentimientos se encuentran
a “flor de piel” en sus relaciones y que la indiferencia o la ruptura pueden llegar
a ser más dañinas que para el resto de los individuos. (Rodríguez, 2013 pp. 3 –
4).
En un proceso de divorcio, será necesario considerar si en alguno de los
conyuges existe dependencia emocional para predecir o prevenir en los hijos
ciertos estilos de apego con gama negativa y saber orientar nuestra
intervención en conocimiento de todo lo expuesto.
Pasando al siguiente concepto a analizar nos encontramos con el de
Diferenciación por su relevancia dentro del grupo familiar.
Según Vargas Flores (2015) Al nacer, un niño es totalmente dependiente de su
primer cuidador que suele ser por lo general, su madre. A medida que el niño va
creciendo, comienza a establecer ligas emocionales con el resto de la familia y
posteriormente con personas fuera de la familia y con el paso del tiempo se va haciendo
más independiente. Pero la independencia al que hace referencia el concepto de
diferenciación, más que ser de tipo social o económica, es de tipo emocional. Los seres
humanos viven parcialmente en función de lo que los otros humanos que están
alrededor hacen o dejan de hacer. La diferenciación es el equilibrio de la distancia
emocional entre el sujeto y sus seres íntimos como los padres, hermanos, amigos
cercanos, pareja e hijos.
Por ello consideraremos como una persona diferenciada a aquella que establece un
equilibrio entre la cercanía emocional con sus íntimos y sus propios proyectos, metas y
formas de pensar. Una persona diferenciada tiene sus propias metas en la vida y ocupa
su tiempo en trabajar en ellas, piensa por sí mismo y no se deja influenciar por los
demás, al mismo tiempo que sabe que pertenece al equipo o familia.
Desde el mismo autor se plantean como algunas características de las personas
indiferenciadas las siguientes:
• Confía en los demás y en sí mismo.
• Es poco reactivo al comportamiento de los demás.
• Establece un compromiso claro con los demás.
• Confía en su pareja y no tiene miedo a que lo abandonen.
• Ayuda a los demás sin esperar nada a cambio.
• Puede distinguir entre sus emociones y pensamientos y decide quién
manejará su comportamiento.
• Cuando hay una emergencia, reacciona inmediatamente pensando en la
forma de solucionarla
• No pierde la calma.
• No le afectan las críticas de los demás, aunque sea la crítica de su madre,
padre, pareja, hijos, hermanos.
• No le afectan los elogios, aunque si le agradan
El constructo enfatiza la habilidad de afrontar en forma adaptativa el estrés y la
ansiedad. A mayor nivel de diferenciación, más recursos psicológicos se tienen
disponibles para afrontar las situaciones que producen ansiedad y por lo tanto
implica un mejor nivel de ajuste psicológico. En un nivel cognocitivo, la
diferenciación del Yo incluye la habilidad para separar de forma exitosa los
sentimientos de los pensamientos, escogiendo entre ellos si guiará el intelecto
o la emoción.
En relación con lo previamente expuesto, en otro estudio Vargas Flores (2010)
ya había mencionado que en lo que a la familia y el tema que nos convoca
respecta, que cuando se relaciona con los íntimos (madre, el padre, los
hermanos, los amigos, la pareja y los hijos), esas relaciones que se van
formando son de diferentes tipos de acuerdo a la forma particular que tiene el
sujeto de responder al medio y al aprendizaje que recibe del mismo. Ésta teoría
de Bowen (1978), citada por el autor, es de corte intergeneracional, dado que el
grado de diferenciación va fluyendo de una generación a la siguiente y el
individuo lleva, de manera profunda, internalizados los conflictos, problemas,
formas de ver la vida, soluciones que han pertenecido a sus padres y a
generaciones pasadas y que le pertenecen. Dentro de esta interacción entre el
sujeto y la familia, se construyen las raíces de la identidad a través de un
proceso intergeneracional que involucra a los genes, la cultura y las
emociones.
Durante este proceso constante, las diferentes familias toleran grados
diferenciales de cercanía-lejanía. De esta forma, el sujeto va creciendo,
desarrollándose dentro de estos límites establecidos tanto por la familia como
por el sujeto mismo. Cuando los límites de la relación cercanía-lejanía son
amplios y la familia puede ser tolerante a dichos cambios, entonces el resultado
es un sujeto diferenciado. Cuando los límites son estrechos, el resultado es una
persona con un grado bajo de diferenciación.
el transcurso de la familia como una red multigeneracional de relaciones,
moldea el inter-juego entre dos fuerzas que se contraponen, pero que al mismo
tiempo se contrabalancean: la fuerza de la individualidad y la de la unión:
 La fuerza de la individualidad hace que el sujeto tienda a establecer sus
propias metas, objetivos, forma de pensar. Esto permite a la persona
crear y establecer su propia forma de analizar y reaccionar ante las
situaciones que le plantea la vida. Establece la lucha personal del sujeto,
independiente de los demás.
 La fuerza de la unión hace que el sujeto se una en metas, objetivos y
forma de pensar a la del grupo, en este caso, la familia, la cual es la
rectora, promotora y reguladora de todas estas actividades dentro del
grupo en su conjunto. Permite la lucha por la supervivencia del grupo.
Siguiendo a Vargas Flores (2010), se suele confundir a la diferenciación con
individuación, pero estos son dos constructos diferentes, aunque guardan cierta
relación entre sí. Los dos términos se han utilizado para referirse tanto a los
procesos individuales como a nivel familiar, así como a la interacción recíproca
entre el desarrollo del individuo y el sistema familiar. Ambos nos permiten
entender la separación del individuo de la familia y el desarrollo de una
identidad única.
Para poder comprender su diferencia primero se debe conocer que, desde el
psicoanálisis, la individuación se da en un sujeto cuando el conflicto de Edipo
se ha renovado en la adolescencia y proporciona los medios a través de los
cuales se llega a estar cada vez menos identificado con lo que los padres
introyectan y consecuentemente se está más interesado en los amigos, parejas
y personas extra-familiares. Por su lado, los teóricos de las relaciones objetales
también visualizan el proceso de separación psicológica como un proceso
intrapsíquico y se representa como la renuncia a las representaciones objetales
parentales, o en la búsqueda de la independencia y como el sentido único de la
identidad. Incluso Erikson señala en su teoría del desarrollo, una serie de
pasos para la separación, planteando el desarrollo del ego que busca el
adolescente en la búsqueda de su identidad, en la cual se inicia una re-
evaluación psicológica interna de las identificaciones infantiles y un
distanciamiento de la familia de origen.
la individuación se conceptualiza así desde diferentes teorías como la
separación que el sujeto hace de su familia de origen, el desarrollo y
crecimiento de la identidad personal, pero sin entrar en conflicto con la familia.
Con todo ello, si intentamos comprender la relación que guardan entre sí
ambos conceptos desarrollados podría decirse que:
A la individuación la definen como un proceso individual de desarrollo que
implica forjar un sentido único del yo y de la autonomía dentro del contexto
relacional de la familia. Mientras que la diferenciación se define como una
variable a nivel de sistemas familiar que describe los patrones de la regulación
de la distancia entre los miembros de la familia. Específicamente, se piensa
que la cantidad apropiada de distancia interpersonal entre cada uno de los
miembros de la diada familiar alienta tanto la intimidad como la individualidad
(Anderson y Sabatelli 1990. Citados en Vargas Flores 2010).
Para finalizar este apartado, cada definición y constructo desarrollado nos
permitirán un análisis más profundo de la separación o divorcio, tanto en los
padres como en los hijos y de la familia en sí. También nos permitirán una
comprensión de aquellos aspectos que son señalados como consecuencias del
mismo proceso.
Los Padres y el divorcio
Según Contento (2015) la mayoría de las familias tienen muchos cambios al
momento de la disolución de la pareja, tales como: estrés e inestabilidad
emocional para padres e hijos, cambio de roles, dificultades para establecer
relaciones sociales, inestabilidad financiera y conflictos internos. Cuando se
trata de un divorcio además de la pareja puede implicar a hijos u otros
familiares.
Desde diversos estudios y análisis coinciden en que el divorcio es un hecho
conflictivo, principalmente en sus primeras etapas.
Este mismo autor, propone una clasificación hecha por Bolaños en 1998, la
cual está basada en cuatro tipos de conflicto que se dan por una separación o
divorcio:
1) Conflictos psicológicos o emocionales: Los cuales son íntimos, y
probablemente, los conflictos más potentes en el divorcio. Se
producirían por una disfunción en los sentimientos de bienestar
emocional que pueden afectar de manera interna con sentimientos de
culpa, confusión, fracaso, y a su vez pueden provocan conductas
contrarias arraigando nuevos conflictos. Como resultado del divorcio los
padres pueden desplazar su fracaso hacia los hijos, y generan
conductas hostiles hacia los demás.
2) Conflictos comunicacionales: La ineficacia comunicativa es una relación
con los conflictos no resueltos, quienes impiden que por asuntos del
pasado haya una comunicación efectiva; el conflicto aumenta cuando
cualquiera de ellos siente que lo que dice está siendo incomprendido o
existe una malinterpretación y así al no llegar a una buena comunicación
suele aparecer la intervención de terceras personas como abogados. El
divorcio provoca un gran malestar en las parejas particularmente si
tienen dificultades para llegar a acuerdos y comunicarse sobre cómo van
a seguir siendo una familia después del divorcio.
3) Conflictos sustantivos: se tratan de los asuntos financieros y sobre la
custodia de sus hijos. En efecto de la conflictividad surgida en todo el
proceso de divorcio: hay desacuerdos surgidos en la separación de los
bienes económicos familiares; diferencias en los estilos de crianza y
educación de los hijos.
4) Conflictos sistémicos: Esencialmente afectan al sistema familiar y al
sistema legal, la patria potestad, la guarda y custodia y el acuerdo de
visitas pasaran a formar parte del vocabulario de la pareja y de la vida
familiar tras la ruptura. El conflicto que surge por la crisis dentro de la
pareja no es un problema legal (que en muchas ocasiones es donde
acaban para solucionar este conflicto) sino un problema de relaciones
interpersonales y por lo tanto para solucionarlo debieran buscar la forma
de reestructurar su vida y la de sus hijos.

Yárnoz Yaben (2010) expresó que la mayoría de los progenitores divorciados


experimentan niveles altos de conflicto durante los primeros tres años y
después ejercen la parentalidad en paralelo o de forma cooperativa, aunque un
25% de los progenitores continúa manteniendo el conflicto.
Cabe también mencionar que un estudio publicado por UNICEF menciona que
las consecuencias de los conflictos por divorcio pueden ir de moderadas a
graves, de transitorias a permanentes y que dependen:
 Del grado del conflicto previo, especialmente que se involucre o no a los
hijos.
 Del ejercicio o no de la coparen talidad (crianza conjunta de los hijos)
 De los efectos del deterioro económico y del estilo de vida que por lo
general trae aparejado.” (Unicef y Udelar, 2003. Citado en contento
2015).
Gosnzalez Verheust (2005) planteó que si bien las causas, tanto por las que
una pareja decide casarse como así también divorciarse, son muy variadas,
existe sin embargo desde algunos autores una clasificación que puede
englobarlas.
De ese modo, menciona estudios realizados por Kellerhals para decir que los
motivos por lo que las personas se casan, son por razones carismáticas,
pragmáticas, de status, de conformidad, determinado tipos de organización
familiar diferentes: jerárquico, sinárquico o compartimentado, estos tipos de
organización familiar pueden o no estimular la satisfacción de la vida
matrimonial, determinando la adaptabilidad de los cónyuges.
Por otro lado, menciona a Roussell quien considera que las causas
desencadenantes del divorcio son:
 falta de comprensión y comunicación
 desinteligencias en las funciones y en el reparto de las actividades
 falta de afecto
 incompatibilidad de intereses, valores y objetivos
 privación sexual.
Gonzalez Verheust (2005) toma estas causas y las engloba en:
Sentirse en ese entorno incapaz de alcanzar la plenitud, como necesidad de
creatividad personal (este aspecto se expresó sobremanera en el grupo
femenino), por poca atención del otro en la relación cotidiana, por una
inadecuada distribución en las tareas del hogar (esta situación se perfila en
hombre jubilados con mayor disposición horaria) y por infidelidad.
Esta revisión de la vida matrimonial, nos permite considerarla como un sistema
vivo en permanente interacción con otros sistemas y es desde este aspecto,
mediante la teoría sistémica se analiza al proceso de divorcio y sus
implicancias psicológicas, afirmando que un sistema se define como un
conjunto de elementos en interacción, que por su misma naturaleza consiste en
una interacción y ello significa que debe tener lugar un proceso secuencial de
acción y reacción para que podamos analizar cualquier cambio y/o
modificaciones del mismo. Un sistema es estable cuando las variables que la
componen permanecen dentro de límites definidos, se pueden considerar
relaciones estables las que son importantes para los integrantes, las que son
duraderas y entre ellas el ejemplo más clásico son las relaciones maritales, las
familiares; así el sistema sigue funcionando para mantener el equilibrio a lo
largo del tiempo, sin embargo si ese sistema sufre una fisura o un quiebre, el
sistema se rompe, por lo que la circularidad y retroalimentación desaparece,
eso sucede en la pareja que decide romper el vínculo matrimonial y entonces
su sistema se desestructura.
Desde estos principios y como abordaje de interpretación, observamos que el
divorcio plantea exigencias extremas para la pareja, quienes deben, al
separarse, reorganizar sus relaciones, deben encontrar la intimidad, debe
recuperar la confianza en sí mismo y modificar las redes sociales en la que
estaban integrados.
Siguiendo a la misma autora, hay dos modalidades de conducta después de la
disolución del vínculo: divorcio como etapa vital o como divorcio destructivo,
con actitudes totalmente diferentes por parte de los integrantes de la pareja
tanto a nivel personal como social.
El divorcio es, como puede observarse en múltiples investigaciones una
experiencia extremadamente dolorosa que invade el espacio vital
completamente, determinando distintos tipos de interacción y comunicación de
la pareja antes y después de decidir la separación.
Continuando con Gonzalez Verheust (2005), un tema importante a considerar
es, la imagen social negativa del divorcio y los efectos que esta situación
provoca en la pareja y su entorno, pudiendo determinar efectos emocionales y
otra serie de problemas o trastornos. Los ex-cónyuges, manifiestan
sentimientos diversos en las etapas de separación, así reconocemos
sentimientos de desilusión, desesperación, baja autoestima, confusión,
incertidumbre, resignación, optimismo, tristeza, dudas.
Las personas divorciadas y/o separadas, tanto varones como mujeres
coincidieron en la imagen social, se preocuparon y aún se preocupan: “por el
que dirán”, sobre la opinión de amigos y familiares y en algunos casos se han
sentido discriminados ante esta nueva vida.
En cuanto a los sentimientos que surgen a posteriori de la separación, existen
diferencias en cuanto a género:
Las mujeres expresan sentimientos de desilusión, confusión y baja autoestima
los hombres por lo general se manifestaron con sentimientos de confusión e
incertidumbre.
Según Vargas Flores (2015) A partir de los estudios de investigadores como Ahrons
y Wallisch en 1987 se obtuvieron cinco tipológicas de relaciones parentales divorciados.
Estas tipologías forman un continuo con los
ex cónyuges que va desde muy amable en un extremo (amigos perfectos) y en el otro
extremo están aquellos que han suspendido cualquier contacto entre sí (dúos disueltos)
y, otros tres grupos, colegas cooperativos, asociados enojados y los enemigos de fuego
se agruparon entre los dos extremos.
Yárnoz Yaben (2010) plantean como posible salida o prevención de conflictos
la coparentalidad, definida como aquella en la que los dos progenitores
interactúan positivamente, cooperan entre si y mantienen una relación de
apoyo mutuo centrada fundamentalmente en la crianza de los hijos e hijas,
estando ambos implicados activamente en las vidas de sus hijos. dicha
implicación, tome la forma que sea, en las vidas de sus hijos tiene indudables
ventajas para éstos, pero también para los progenitores.
Esta coparentalidad se considera desde la autora, uno de los factores que más
contribuyen al desarrollo armónico de los niños y niñas, aún después de
producido el divorcio. La necesidad de la pareja de progenitores de redefinir
sus roles después de que el divorcio haya tenido lugar, en un contexto de
emociones intensas y contrapuestas, es a veces una tarea exitosa, pero otras
veces, se ve entorpecida por la dificultad de uno o ambos progenitores de
adaptarse a la nueva situación y, dejando a un lado sus desavenencias,
colaborar codo con codo en la crianza de los hijos, o al menos, no boicotear o
interferir con los intentos del otro progenitor.
Desde Perez Testor (2009) No podemos olvidar que la separación y el divorcio
como ruptura vincular producen en la pareja una sensación de fracaso. En un
primer momento puede aparecer un sentimiento de liberación por la decisión
tomada o por haber decidido solucionar un problema insoportable o por haber
dado un paso decisivo hacia un nuevo camino. Pero la duda, la sensación de
haber fallado, la culpa, generan desazón y un profundo sentimiento de pérdida.
Nuñez Mederos (2017) expresa que el divorcio o separación conyugal no solo
constituye un fenómeno estadístico, demográfico y sociológico de
extraordinaria extensión y amplitud, sino que se caracteriza por ser
particularmente un proceso psicológico significativo con implicaciones
profundas en la vida de los individuos. Abarca múltiples definiciones: legal
(ruptura del contrato legal), económico (dos unidades económicas y no una),
físico (dos residencias), emocional (pasar de una dependencia a una
independencia afectiva), familiar (el cambio de estatus dentro de los grupos
familiares), que impacta en todas las facetas de la vida y exige una
reorganización cuidadosa en las mismas y en los sujetos afectados. Es por ello
que la ruptura conyugal se considera como una experiencia muy estresante
para ambos cónyuges, pero que llega en mayor medida a los hijos. 
Ésta autora adhiere al concepto que considera que los cambios en la vida
cotidiana y las actitudes psicopatógenas (como el autoritarismo, la
permisividad, el rechazo, la sobreprotección entre otros) que asumen los
padres hacia sus hijos, posteriores al divorcio, provocan problemas físicos,
emocionales, escolares y sociales a corto, mediano y largo plazo. Incluso en
otras investigaciones ha quedado demostrado que estas actitudes inadecuadas
son más frecuentes en la figura parental que queda al cuidado de los hijos
posterior al divorcio, llegando incluso a afectar la calidad de vida de los niños.
Contento (2015) expresa que debe remarcarse que en el matrimonio existen
dos tipos de lazos: los conyugales y los parentales, cuando existe el divorcio
solo afecta los primeros por que los lazos de parentalidad seguirán siempre.
Los padres que se están divorciando muchas de las veces no se preocupan del
efecto que el divorcio tendrá en sus hijos ellos se preocupan principalmente por
sus propios problemas procesando serios conflictos emocionales en ellos como
en sus hijos.
El divorcio y los hijos
El hecho de que los padres de un niño estén y permanezcan separados tiene
un efecto doloroso en el desarrollo emocional de sus hijos. Estos daños no
desaparecen una vez culminado el proceso de separación, sino que persisten
en el tiempo.
Vargas Flores (2015) en una de sus investigaciones, manifestó que todos los hijos
adultos de padres que continuaron en conflicto hablaron de la
angustia que sentían cuando trataban de maniobrar entre los padres y también
reflexionaron sobre cómo la relación de sus padres les afectó en todos los años,
haciendo hincapié en la importancia de esa relación a su comodidad con los arreglos de
la vivienda y en el proceso de transición de ida y vuelta entre los
hogares de los padres.
Desde el estudio de Nuñez Mederos (2017) se identificaron factores o
acontecimientos producidos posterior al evento divorcio-separación
potencialmente patógenos en la mayoría, debido a que son vivenciados por los
niños de forma desfavorable porque han actuado en un sentido negativo para
ellos, dentro de los mismos se encuentran: pareja post-conyugal, familia
reconstituida, cambio de residencia, escuela y amigos, pérdida de poder
adquisitivo, convivencia forzada con miembros de la familia de alguno de los
padres y disminución de la acción del padre con el que no conviven en la
mayoría de los escolares estudiados.
Esta autora marca en su estudio como algunos síntomas que pudieran llegar a
darse en los hijos: irritabilidad, angustia, tristeza, así como dificultades en la
atención, bajo índice académico, dificultades en las relaciones con los
coetáneos y adultos, intranquilidad, agresividad, la pérdida de apetito y
dificultades en el sueño, así como cefaleas, náuseas y vómitos.
Sin embargo, son diversas las manifestaciones que pueden aparecer en los
hijos. Por ello no solo la pareja que se separa reclama la ayuda especializada
para sus hijos, sino que los centros de educación infantil toman partido con el
rol de los maestros y asumen la responsabilidad de pedir ayuda por el
bienestar psicológico de sus escolares, los cuales muestran afectaciones
desde lo escolar, social y familiar. Sin embargo, es importante destacar que el
divorcio-separación en sí no constituye la causa esencial de las afectaciones,
sino que la aparición de factores o acontecimientos potencialmente
psicopatógenos (cambios en la vida de los hijos), unido a las actitudes
inadecuadas entre los ex cónyuges y hacia los niños, es lo que hace de este
evento un fenómeno de gran impacto negativo para los hijos. Estos elementos
identificados ofrecen un marco de actuación para la evaluación y la
intervención especializada, con el objetivo de fomentar la salud mental en estas
edades.
Muchos autores expresan que la provisión de estabilidad afectiva y emocional
que requiere el desarrollo infantil puede verse seriamente amenazada por la
separación o el divorcio de los padres, especialmente cuando el apego aún no
está suficientemente afianzado.
Para Pérez Testor (2009) En la medida que el divorcio conlleva la ruptura
familiar y por lo tanto la supresión de los puntos de referencia y la desaparición
momentánea de las líneas de desarrollo, constituye una experiencia de riesgo,
aunque los miembros de la pareja y los hijos pueden reaccionar de forma
normal o patológica en función de sus disposiciones estructurales propias, del
ambiente familiar previo y de cómo se desarrolle el proceso de separación. El
divorcio, en tanto que ruptura de equilibrio, conlleva sufrimiento para la pareja y
para los hijos, aunque no constituye una enfermedad por sí misma. Así, ningún
trastorno ni cuadro clínico son específicos de la situación de divorcio y los
síntomas que aparecen se elaboran a partir de la personalidad subyacente y su
nivel de evolución.
Tanto padres como hijos atraviesan por un duelo. Desde el modelo de
comprensión psicoanalítico, toda separación supone una pérdida. El ser
humano reacciona ante cualquier pérdida que le afecte organizando toda una
gama compleja de sentimientos, emociones, fantasías actitudes, conductas,
que afectan a la persona en su totalidad y a las que denominamos procesos de
duelo.
Perez Testor (2009) evoca a S. Freud y M. Klein quienes insistieron en que el
duelo por la pérdida externa (en el caso del divorcio sería la ruptura del vínculo
y la disolución del hogar), si es elaborado adecuadamente, lleva a la
reconstrucción del mundo interno enriquecido por una nueva experiencia. El
duelo por lo que se ha perdido supone un dolor por la pérdida, una percepción
de los sentimientos que nos unían a lo que se pierde y una sensación de que la
vida continúa a pesar de todo. El divorcio o la separación, como proceso de
duelo, son un factor de riego que debe ser tenido en cuenta.
Muñoz Ortega (2009) expreso que la separación de los padres implica en los
hijos:
1. darse cuenta y aceptar que sus padres tienen problemas
2. elaborar el duelo por la figura que desaparecerá de su entorno (padre o
madre que se va).
3. afrontar la carga emocional que implica la ruptura del vínculo afectivo delas
figuras que representan un modelo para su vida emocional adulta.
4. cambiar sus rutinas diarias.
5. enfrentar la sociedad que, aunque considera el divorcio como un hecho
aceptable, no deja de mirarlo como una situación irregular. La preocupación del
que dirán sus pares también se manifiesta en ellos.
Durante el proceso de duelo la persona debe descargar de afectividad el objeto
perdido y recuperar para sí toda la carga afectiva puesta en dicho objeto. Sin
embargo, en el caso de la separación de los padres el objeto se pierde
parcialmente. En la mayoría de los casos el padre que abandona el hogar ve a
sus hijos con cierta frecuencia lo cual no permite la desvinculación total, es
decir, el duelo por la pérdida del padre ausente es intermitente. Esta situación
hace que los niños no tengan un vínculo afectivo adecuado, pero tampoco una
desvinculación total.
Teniendo en cuenta que la relación de pareja es uno de los factores más
importantes para el desarrollo del niño y que su clima emocional necesita de la
cooperación de ambos padres, se puede afirmar que los conflictos o crisis de
pareja que no llegan a superarse, causando la ruptura definitiva de la relación
de los padres, imponen una carga emocional a los hijos, generando una serie
de pensamientos y sentimientos con respecto a sí mismo y con respecto a los
demás, que pueden causar impacto y posibles consecuencias principalmente a
nivel relacional.
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