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Deuteronomio 8:1-9

Tema: el trato pasado de Dios con los seres humanos, da


seguridad para el futuro.
En este discurso de repetición de la ley, uno creería que
el gran énfasis estaría sobre la ley y la obediencia, pero
estamos viendo que el énfasis estuvo sobre el amor y la
obediencia.
Usted recordará que en el capítulo 7, aprendimos que el
Señor no amaba a los israelitas porque fuesen muchos.
En realidad eran pocos. Israel nunca había sido una
nación grande, hablando numéricamente. ¿Cuál sería
pues, la respuesta a aquel tipo de amor? ¡La respuesta
debía ser obediencia! Dios bendeciría a cualquier persona
que respondiese a Su amor. Y esa respuesta a Su amor,
debía ser la obediencia.
Llegamos ahora a la sección que trata de los reglamentos
religiosos y nacionales. Esta sección incluye este capítulo
8 hasta el capítulo 21. Leamos pues, el primer versículo
de este capítulo 8 de Deuteronomio, que da comienzo al
párrafo titulado,

El recuerdo del pasado debía estimular a la


obediencia
"Cuidaréis de poner por obra todo mandamiento que yo
os ordeno hoy, para que viváis, seáis multiplicados y
entréis a poseer la tierra que el Señor prometió con
juramento a vuestros padres."
Aquí estaba la nueva generación, en el lado oriental del
río Jordán. Estaban listos para cruzar al otro lado y entrar
en la tierra con mucha inquietud y esperanza. A medida
que Moisés les estaba preparando para entrar en la
tierra, les estimulaba a obedecer a Dios. Continuemos
con el versículo 2:
"Te acordarás de todo el camino por donde te ha traído el
Señor, tu Dios, estos cuarenta años en el desierto, para
afligirte, para probarte, para saber lo que había en tu
corazón, si habías de guardar o no sus mandamientos."
Dios quería que ellos se acordasen del pasado. Debían
ver que en el pasado, Dios había tratado con ellos,
probándoles y preparándoles...
Y Dios quiere que nosotros también nos acordemos de
nuestro pasado. Pablo lo expresó para el creyente, en su
carta a los Filipenses 1:6, de la siguiente manera: ". .
.estando persuadido de esto, que el que comenzó en
vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de
Jesucristo". Debemos recordar que Dios nos ha guiado y
que nos ha bendecido. ¿No es esto verdad en cuanto a
usted, estimado oyente? No puede usted decir que Dios le
ha guiado hasta esta misma hora? Si Él lo ha hecho en el
pasado, Él continuará haciéndolo en el futuro. Estos
recuerdos son para nuestro estímulo; para darnos
seguridad de cara al futuro.
Ahora, ¿Por qué probó Dios a los israelitas en el desierto?
Fue para humillarlos y para demostrar lo que
verdaderamente había en su corazón. Eso explica el por
qué Dios nos prueba a usted y a mi. A veces es como si
nos metiera en el horno y lo calentase mucho. ¿Para qué?
Dirá usted. Bueno, para probarnos y para humillarnos.
Recuerde que el cristiano no está exento de
enorgullecerse ni de desarrollar una excesiva confianza
en sí mismo. Podemos observar fácilmente la jactancia y
el orgullo con el cual el ser humano camina por la tierra
en el día de hoy. Por tanto, Dios ha de tomar a Su pueblo
y hacer que pase por pruebas para humillarlo.
¿Sabe usted que las pruebas realmente comprueban la
calidad del metal? Las pruebas revelarán si una persona
en verdad es hijo de Dios, o no. Es por eso que muchas
veces es difícil saber si un creyente es genuino o no. Una
persona que ha sido probada es alguien en quien se
puede tener confianza. Continuemos leyendo el versículo
3 de este capítulo 8 de Deuteronomio:
"Te afligió, te hizo pasar hambre y te sustentó con maná,
comida que ni tú ni tus padres habían conocido, para
hacerte saber que no sólo de pan vivirá el hombre, sino
de todo lo que sale de la boca del Señor vivirá el
hombre."
Nuestro Señor citó este versículo cuando fue tentado en
el desierto. Encontramos esto en Mateo 4:4 y también en
Lucas 4:4. Si el Señor Jesús no hubiera citado este
versículo, es probable que nosotros hubiéramos pasado
por alto la gran lección espiritual que hay aquí.
Dios ha sido bondadoso con nosotros. Nos ha bendecido
con cosas materiales, de muchas maneras. La lección
importante es que Dios nos da aquellas cosas, a fin de
que veamos que hay una riqueza espiritual, y esa riqueza
es la Palabra de Dios. La Palabra de Dios es la que hoy
constituye la verdadera riqueza para el hijo de Dios.
Continuemos con el versículo 4:
"El vestido que llevabas puesto nunca envejeció, ni el pie
se te ha hinchado en estos cuarenta años."
Luego dice: "Ni el pie se te ha hinchado en estos cuarenta
años". Un médico que también era misionero, explicaba
una vez que en un país del Oriente donde él vivía; la
gente tenía una dieta fija, sin variaciones. No recibían
todas las vitaminas que necesitaban, y por tanto
muestran los síntomas de una enfermedad llamada
beriberi, causada por la carencia en la dieta de la
vitamina B1, y uno de cuyos síntomas es la hinchazón de
los pies. Ahora, los israelitas sí recibieron todas las
vitaminas y el alimento que el cuerpo necesitaba. ¿Qué
comieron los israelitas por cuarenta años? Pues,
comieron el maná. Dios les dio a comer el maná, que fue
una comida maravillosa y milagrosa. Proveyó todo el
alimento que necesitaban para la nutrición adecuada y la
salud de sus cuerpos.
El maná espiritual es una descripción de la Palabra de
Dios. Es un alimento maravilloso que suplirá todas sus
necesidades. Aquí en el programa La Fuente de la Vida,
nos admiramos de cómo las cartas recibidas prueban esta
realidad. Recibimos muchísimas cartas y entre ellas
podemos encontrar la carta de aquel oyente que nos
contó que estaba pasando por una gran aflicción, y que
un día hablamos sobre cierto capítulo que le trajo
consuelo al corazón. Otro nos dijo que andaba alejado de
Dios, en pecado, y que había llegado a convertirse en una
persona fría e indiferente. Pero un pasaje concreto de la
Palabra de Dios le permitió restaurar su relación con
Dios. Otro escribió para decirnos que escuchó el
programa y que Dios le salvó al recibir al Señor Jesucristo
como su Salvador personal. Estimado oyente, la Biblia
suplirá sus necesidades individuales, sean cuales fueren.
Ahora, Dios prometió bendiciones temporales a la nación
de Israel si le servían. Leamos los versículos 5 hasta el 9
de este capítulo 8 de Deuteronomio:
"Reconoce asimismo en tu corazón, que, como castiga el
hombre a su hijo, así el Señor, tu Dios, te castiga.
Guardarás, pues, los mandamientos del Señor, tu Dios,
andando en sus caminos y temiéndolo. Porque el Señor,
tu Dios, te introduce en la buena tierra, tierra de arroyos,
de aguas, de fuentes y de manantiales, que brotan en
vegas y montes; tierra de trigo y cebada, de vides,
higueras y granados; tierra de olivos, de aceite y de miel;
tierra en la cual no comerás el pan con escasez, y donde
no te faltará nada; tierra cuyas piedras son de hierro y de
cuyos montes sacarás cobre."
Dios no da esta promesa hoy a los cristianos. Y
quisiéramos que usted lo note bien. Existe la noción
desequilibrada de que si usted es fiel, Dios le prosperará
con bienes temporales. Estimado oyente, eso no es
verdad. Dios prometió prosperar a Israel en la tierra.
Pero, no prometió prosperar al cristiano con los bienes
materiales de este mundo.
Hace unos momentos comparábamos el maná que Dios
proveyó a aquel pueblo en el desierto, con la Palabra de
Dios. Quisiéramos concluir afirmando que la Biblia, la
Palabra de Dios, nos presenta a Jesucristo, la Palabra de
Dios encarnada, que vivió entre nosotros, nos dejó Sus
enseñanzas, murió en una cruz por nosotros y resucitó.
Hemos dicho hoy que la respuesta al amor debiera ser la
obediencia. La respuesta que Él le pide hoy a usted,
estimado oyente, es que crea en el Señor Jesucristo, para
ser salvo. Y Jesús mismo, desde las páginas de las
Sagradas Escrituras, nos recuerda su invitación,
registrada en Juan 6:35, cuando dijo; Yo soy el pan de
vida. El que a mí viene nunca tendrá hambre, y el que en
mí cree no tendrá sed jamás.

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