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El término fue utilizado por primera vez por Tertuliano en su libro “Adversus
Praxeam” (contra Práxeas). Práxeas era un teólogo cristiano defensor de la unicidad
(Dios es un solo rey y no una pluralidad de personas).
En este periodo se dieron varias herejías que afectaron la fe desde el tercer siglo y
algunas han perdurado hasta hoy:
Hoy en día estás doctrinas aún permanecen con diferentes nombres, una de las más
reconocidas es el pentecostalismo unitario que se caracteriza por practicar el bautizo
en el nombre de Jesús y no de la trinidad como en las doctrinas tradicionales y
verdaderas, esto debido a que consideran que tanto el Padre, como el hijo, y el
Espíritu Santo son manifestaciones del mismo Jehová o Yahveh del antiguo
testamento.
Todas estas son herejías porque nos muestran que, aunque el Padre, el hijo y el
Espíritu santo son uno sólo en DIOS, no son eternamente independientes, pero
sabemos que son creencias erróneas porque las escrituras nos reblan la coexistencia
de Cristo desde el principio, así como diálogos entre Él y el padre en los evangelios y
porque en la gran comisión Cristo ordenó ir y hacer discípulos, bautizándolos en el
nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. La doctrina de la trinidad es central
en la fe cristiana y eliminarla sería un grave error, pues nuestra creencia en la
salvación requiere de Dios Padre que juzgue nuestros corazones, requiere de Dios hijo
que limpie nuestros pecados y también de Dios Espíritu Santo que nos capacite y dirija
para vivir conforme a la voluntad de Dios e imitando el comportamiento de Jesús.
Siendo así, nuestra fe cristiana requiere del Padre, del hijo y del Espíritu Santo,
siendo todos eternamente el único Dios verdadero pero al mismo tiempo tres personas
totalmente independientes para que nuestra creencia no se desintegre.