Está en la página 1de 2

DERECHOS POLÍTICOS

Podemos empezar señalando que ha sido el ensayo de Thomas H. Marshall “Ciudadanía y


Clase Social” de 1950 el que ha gatillado una serie de debates en torno a la concepción de la
ciudadanía, los derechos políticos y los derechos civiles y sociales. Basta para recordar las
discusiones que ha generado la concepción de ciudadanía de Marshall en autores como Adela
Cortina (en su ensayo Ciudadanos del mundo, Madrid, Alianza, 2005) o Luigi Ferrajoli (En sus
colección de ensayos, Derechos y garantías, la ley del más débil, Madrid, Trotta, 2009)  .

Marshall concibe a la ciudadanía como “un status atribuido a quienes son miembros de pleno
derecho de una determinada comunidad” (Citado por Ferrajoli en Derechos y Garantías, la ley
del más débil, Madrid, Trotta, página 98) y lógicamente relaciona este concepto a la idea de
moderna de Estado.

El origen de esta manera de ver a la ciudadanía como un “status” tiene su origen en la Roma
antigua, el status civitatis era una de las condiciones de los hombres romanos y libres, sin
embargo la noción de ciudadanía de Marshall se vincula a la “Declaración de derechos del
hombre y del ciudadano” de 26 de agosto de 1789. Léxico que sigue en parte las maneras de
participación política como el famoso “status du roi” (o estatus de realeza), que para algunos
autores como Quentin Skinner (ver su texto El Origen del Estado, Buenos Aires, Gorla, 2001),
ven en la mutación de este término los antecedentes de lo que Maquiavelo y otros
denominaron posteriormente Estado.

La Declaración de 1789 hacía una distinción entre hombre y ciudadano. Al primero, “hombre”,
se lo relacionó con la personalidad y la capacidad de obrar, y al segundo, “ciudadano”, se lo
relacionó con el ejercicio de los derechos políticos. El primero se desarrollo en el vocabulario
del Derecho Civil, y el segundo es parte del vocabulario político del Derecho Constitucional.

También es necesario recordarles las dos grandes tradiciones que nacen con la revolución
francesa y después de ella, el constitucionalismo y el Derecho Civil.

La Declaración de 1789 desarrolla en su artículo 6 los derechos políticos como el derecho a


concurrir personalmente o por medio de representantes a la formación de la ley como
expresión de la voluntad general, y el de acceder a todas las dignidades, puestos y empleos
públicos.

Y el Código Civil desarrolla el derecho a la personalidad jurídica como la capacidad de una


persona de realizar actos jurídicos con validez.

El ejercicio de los derechos políticos como el ejercicio de los derechos civiles han sido
históricamente limitados para la mujer. En el caso de los derechos políticos porque estos de
manera efectiva han sido derechos sólo para los varones durante mucho tiempo, y cuando el
feminismo entro al debate se logró una asimilación jurídica de las mujeres bajo la asunción del
sujeto masculino como parámetro.

En el caso de los derechos civiles, la mujer por mucho tiempo ha estado sujeta al marido y en
algunas legislaciones considerada menor de edad con capacidades de obrar limitadas,
generalmente subordinadas a su padre, al esposo y hasta a los hermanos. Pero hay algo más
que debemos decir al respecto. La tradición del Derecho civil puede ser casi la tradición del
Derecho moderno. Constituye la parte central de la currícula de enseñanza del Derecho y ha
sido concebido como el Derecho subsidiario por excelencia. Y si encontramos en el mismo un
derecho claramente patriarcal podemos concluir que una buena parte de la manera en la que
concebimos y aplicamos el derecho es también patriarcal.

No debe olvidarse que además de las fuentes formales del Derecho, como ser la norma, la
doctrina, la costumbre y la jurisprudencia, también se encuentran las fuentes no formales
como ser la formación de los abogados, fiscales y jueces, que son en última instancia los que
materializan el Derecho (de concepción abstracta) al caso concreto.

También podría gustarte