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ESTEREOTIPOS

Apuntes adaptados de: https://www.studocu.com/es/course/uned/psicologia-social/147823

El primer autor que utilizó el concepto de estereotipo en ciencias sociales fue Walter Lippman, un
periodista experto en opinión pública, que toma el término del molde que utilizan los tipógrafos para
reproducir, una y otra vez, las mismas imágenes o caracteres de imprenta.

NOCIONES BÁSICAS EN EL ESTUDIO DE ESTEREOTIPOS


Es muy común que los términos prejuicio, estereotipo y discriminación se utilicen indistintamente, pero se
han definido diferencialmente.

Prejuicio puede conceptualizarse como una actitud hacia los miembros de determinados grupos y, como
tal, implica una valoración cuya valencia puede ser positiva o negativa. Cualquier actitud se basa en tres
tipos de componentes: cognitivo, afectivo y conductual. El componente cognitivo del prejuicio lo
constituyen los estereotipos que se mantienen sobre un grupo, el afectivo las emociones suscitadas por el
grupo, y el conductual la discriminación dirigida a sus miembros.

Los estereotipos sociales son creencias sobre las características que poseen un conjunto de personas y se
las aplicamos a cualquier persona del grupo, aunque no la conozcamos. Henri Tajfel define los estereotipos
como imágenes mentales muy simplificadas sobre personas o grupos que son compartidas, en sus
características esenciales, por gran número de personas. Como destaca el autor, es fundamental considerar
el consenso social y cultural existente sobre las características y atributos que constituyen un estereotipo
para poder comprender los procesos psicosociales que subyacen a su funcionamiento.
La organización de los estereotipos se basa en esquemas que contienen las creencias y expectativas sobre
un grupo específico y sus miembros. Esa estructura cognitiva comprende creencias sobre diferentes
aspectos como, por ejemplo, rasgos físicos (altos, morenos, débiles…), rasgos de personalidad (mentirosos,
hábiles, cariñosos…), roles y profesiones (obreros, amas de casa, enfermeras…) o valores y preferencias
(interesados por la cultura, religiosos, ecologistas…). Todas las creencias y expectativas sobre los atributos
de los miembros del grupo están relacionadas entre sí, constituyendo una especie de teorías ingenuas que
guían nuestras actitudes y conductas hacia ellos. Las características que constituyen el esquema de un
grupo tienen connotaciones evaluativas, debido a que cada una de ellas tiene una valencia que puede ser
positiva, negativa o neutra. Por lo tanto, los estereotipos son creencias que implican una valoración de las
personas a las que se les aplican.
No todas las personas los entienden de la misma manera. Por ello, es necesario diferenciar entre los
aspectos culturales y aquellos individuales. Así, los estereotipos pueden expresarse como las creencias
culturales sobre las características de los miembros de un grupo, o como las opiniones personales sobre
esas características. Por ejemplo, en un estudio realizado en el País Vasco sobre los estereotipos de los
gitanos se comprobó que, aunque se les describía con algunos rasgos neutro, como tradicionales (49%) y
religiosos (39%), la mayoría de los atributos que se mencionaban eran negativos: machistas (42%), incultos
(24%), desconfiados (21%), supersticiosos (21%) y sucios (18%). El concepto estereotipia se utiliza para
referirse al grado o intensidad con que una persona asume esas creencias estereotipadas y compartidas.

PROCESOS IMPLICADOS EN LA FORMACIÓN Y EL MANTENIMIENTO DE LOS ESTEREOTIPOS


Los estereotipos se aprenden, se mantienen y se modifican mediante el proceso de socialización, y su
transmisión se produce a través de diferentes fuentes. Aunque desde edades muy tempranas ya existe una
asociación entre determinadas categorías sociales y características, que deriva de la categorización. Los
niños son capaces de categorizar objetos (p.e. juguetes o utensilios de cocina), y personas por sus
características distintivas a simple vista.. Las creencias compartidas en una cultura se adquieren a través de
los agentes socializadores: la familia, la escuela, el grupo de pares o los medios de comunicación.
Las creencias estereotipadas son una consecuencia del proceso psicológico básico de categorización social.
Este proceso cognitivo permite organizar la complejidad del entorno que nos rodea en diferentes conjuntos
cuyos elementos compartes características. Los elementos de una categoría (p.e. plantas) compartes
muchas características y tienen poco en común con los que forman otras categorías (p.e. animales o
minerales). Por supuesto, no sólo clasificamos objetos, también categorizamos a otros seres humanos. En
este sentido, se aplica el término categorización social para hacer referencia al proceso que permite
clasificar a las personas en grupos, en función de las características que tienen en común (p.e. etnia, edad,
sexo o nacionalidad).
El proceso de categorización acentúa tanto la similitud entre los elementos de una misma categoría (efecto
de asimilación; p.e. todos los ambateños son alegres) como las diferencias entre categorías (efecto de
contraste; p.e. los quiteños trabajan más duro que los guayaquileños). Cuando se categoriza a las personas
por su pertenencia grupal, también se exagera la homogeneidad dentro de un mismo grupo y las
diferencias entre grupos. No obstante, hay una tendencia a percibir a los miembros de los exogrupos de
manera más homogénea que a los del propio grupo.
Otro sesgo vinculado a la categorización social, denominado esencialismo, radica en que, una vez que se
clasifica a las personas en grupos, existe una tendencia a percibir esas categorías sociales como “naturales”,
lo que implica que se les atribuya características esenciales a su pertenencia grupal. Es más fácil aplicar a
grupos que se definen en función de claves físicas visibles, como el sexo, la etnia o la edad que son
diferencias se pueden explicar sobre la base de causas biológicas subyacentes.
Como sucede con otros esquemas sociales, en general, el cambio de los estereotipos a nivel individual es
difícil, ya que se trata de estructuras cognitivas bastante rígidas. La razón es que se tiende a prestar más
atención a aquella información que confirma nuestras ideas y expectativas previas, ignorando la que es
inconsistente con nuestras creencias o modificándola hasta hacerla congruente con ellas, a no ser que la
incongruencia sea tan fuerte que llame de forma especial nuestra atención.
El sesgo denominado correlación ilusoria es un ejemplo de ello, este fenómeno consiste en sobreestimar el
grado en el que se relacionan dos sucesos o características. Por lo general, la relación se establece entre
miembros de grupos con bajo estatus o minoritarios y conductas infrecuentes, que suelen ser negativas.
Así, es más fácil que asociemos una conducta negativa (p.e. robar) a un grupo minoritario (p.e. los
inmigrantes)
Como ya se ha señalado, otro proceso que impide el cambio individual de los estereotipos es la tendencia a
reinterpretar la información inconsistente o a considerar el caso como atípico. Por ejemplo, si creemos que
los profesores de universidad son distantes, cuando nos encontremos con uno que se comporta de forma
más cercana pensaremos que es por una causa personal como el inicio de su carrera profesional, pero
difícilmente modificaremos nuestro estereotipo sobre ese grupo. Cuando nos encontramos con una
persona que no encaja con nuestras creencias sobre los miembros de su grupo, solemos incluirla en un
subtipo (una subcategoría especial que incluye a quienes no se ajustan totalmente al estereotipo
convencional). Por ejemplo, es probable que a Barack Obama se le haya incluido en un subtipo dentro de la
categoría de afroamericano (p.e. culto y competente).
Al clasificar a las personas, lo habitual es que se utilicen conjuntamente diferentes categorías (p.e. edad,
etnia, sexo, profesión). Seguramente, si tuviéramos que describir a Obama diríamos de él que fue el primer
presidente afroamericano que tuvo EEUU. Es decir, hemos clasificado a esa persona en función del sexo
(hombre), la etnia (afroamericano), la profesión (presidente) y la nacionalidad (estadounidense). Si a una
persona se la categoriza como mujer, negra y médico se le aplicarán características distintas a las que se
aplicarían a una mujer blanca que también sea médico.
Pero los estereotipos no sólo afectan a procesos cognitivos. La mayoría tienen connotaciones afectivas
(positivas o negativas) y motivacionales que influyen en esa categorización, lo que origina que se
distorsione la realidad y se tienda a exagerar las diferencias entre los grupos. En función de nuestros
intereses, las personas de otros grupos se pueden percibir de forma más o menos positiva.
Es evidente que los estereotipos no se mantienen igual a lo largo del tiempo ni en diferentes culturas, ya
que están estrechamente relacionados con el contexto social en el que se manifiestan, no siendo ajenos a
las relaciones entre grupos en esa sociedad y, por lo tanto, se modifican cuando cambian las relaciones
entre los grupos. Por ejemplo, en el cambio de las creencias sobre los roles de hombres y mujeres a lo largo
del último siglo.
El estereotipo sirve para describir a los miembros de otros grupos y guía el comportamiento hacia ellos, lo
que contribuye a configurar una realidad social dentro de una determinada cultura. Por ejemplo, las
consecuencias que puede tener que el estereotipo de los indígenas incluye la creencia de que tienen un
nivel escolar más bajo que los mestizos. Ello conduciría a que los profesores se comportan de modo
diferente con ellos en función de esa creencia, lo que originaría una disminución de su rendimiento escolar,
tal y como sugiere el proceso de la profecía autocumplida.
Los estereotipos son la base de la discriminación y sirven para justificarla.

LA MEDIDA DE LOS ESTEREOTIPOS


Hay que distinguir dos conceptos:
 el contenido de los estereotipos se refiere a las creencias compartidas en una cultura sobre qué
característica o atributos poseen la mayoría de los miembros de determinado grupo social.
 La estereotipia, describe el grado en el que una persona aplica esas creencias al evaluar a los miembros
de ese grupo y cómo se utilizan a la hora de realizar inferencias o juicios sobre ellos. Cuando el objetivo es
comprobar el contenido de los estereotipos sobre un grupo, lo esencial es hallar los atributos que se aplican
mucho a ese grupo y muy poco a otros con los que se le puede comparar. La medición de la esterotipia
requiere que se analice hasta qué punto cada persona suscribe el contenido de los estereotipos.
Los estereotipos, se miden con un instrumento concreto y adecuado a cada estudio. Entre estas medidas
están: listas de adjetivos, la estimación de porcentajes y la razón diagnóstica. [Se resumen algunos ejemplos
en el Cuadro siguiente]
Lista de adjetivos
-Describa los rasgos que definen más adecuadamente a los ambateños
-Seleccione, a partir del siguiente listado, los cinco adjetivos que mejor describen a los
ambateños
Estimación de porcentajes
¿Qué porcentaje de ambateños cree usted que es servicial?
Razón diagnóstica
-Estime el porcentaje de ambateños que son serviciales
-Estime el porcentaje de personas serviciales en la población general
Diferencial semántico o atributos bipolares
Señale en qué medida los ambateños son:
Antipáticos -3 -2 -1 0 1 2 3 Simpáticos
Escala tipo Likert
Utilizando una escala de 1 (nada) a 7 (totalmente), evalúe a los ambateños en las
características que presentamos a continuación:
serviciales, simpáticos…

LISTA DE ADJETIVOS
Esta técnica se ha utilizado para averiguar el contenido de estereotipos. El estudio lo realizaron Katz y Braly
con muestras de estudiantes estadounidenses a los que pidieron que seleccionaran, de una lista de 84
adjetivos, aquellos que consideraban más típicos de los diez grupos evaluados (estadounidenses de origen
europeo, estadounidenses de origen africano, alemanes, turcos, ingleses, italianos, irlandeses, japoneses,
judíos y chinos). Entre otros resultados, este estudio permitió comprobar que el contenido del estereotipo
de los estadounidenses blancos (a los que describían con atributos como trabajadores, inteligentes y
materialistas) era más positivo que el de los negros (a los que se atribuían características como
supersticiosos, holgazanes y despreocupados).
Es bastante habitual que la lista de adjetivos se obtenga a partir de estudios previos que emplean una
técnica de respuesta abierta, pidiendo a los componentes que generen libremente características que
describen a los miembros del grupo, seleccionándose, posteriormente, aquellos rasgos que se mencionan
con mayor frecuencia. Este tipo de técnica tiene la ventaja de que permite obtener características que no
están sesgadas por las creencias previas de los investigadores.
El estudio de Sangrador con una muestra nacional de 2.500 personas distribuidas proporcionalmente por
comunidades autónomas. Se elaboró una lista de 80 adjetivos. El procedimiento consistía en pedir a cada
uno de los entrevistados que eligieran los cincos adjetivos más típicos de: andaluces, aragoneses,
castellanos, catalanes, gallegos, madrileños, valencianos, vascos, españoles y europeos. Lo importante no
es el rasgo de los miembros de un grupo, sino la comparación entre grupos. Es decir, lo más definitorio de
ese grupo que de cualquier otro. Se opta por la “saliencia transversal”,) de la frecuencia con la que cada
adjetivo se aplica a los diferentes grupos étnicos del estudio. La máxima saliencia transversal se asigna a
aquellos rasgos cuya frecuencia de atribución ha sido máxima en comparación con el resto. Los resultados
de este trabajo, resumidos en el [Cuadro] han permitido conocer los rasgos fundamentales del estereotipo
de cada grupo étnico. Como puede observarse en ese cuadro, el contenido de los estereotipos es muy
diferente, tanto en cuanto al significado de los rasgos como a la cantidad de atributos distintivos que lo
componen. Por ejemplo, el estereotipo de los andaluces tienen muchos rasgos distintivos, y el de los
valencianos ninguno.
Andaluces
Alegres, abiertos, graciosos, juerguistas, amables, exagerados, charlatanes, vagos,
cariñosos, sencillos, bebedores, religiosos
Aragoneses
Testarudos, nobles, brutos, leales
Castellanos
Serios, conservadores, honrados, sobrios
Catalanes
Tacaños, trabajadores, independientes, cerrados, emprendedores, egoístas, individualistas,
materialistas, ambiciosos, antipáticos
Gallegos
Supersticiosos, desconfiados, hogareños, aventureros, humildes
Madrileños
Chulos, orgullosos, fanfarrones, clasistas
Valencianos
Ningún rasgo de máxima saliencia transversal
Vascos
Separatistas, fuertes, violentos, extremistas, comilones, tradicionalistas, idealistas
Españoles
Buena gente, amantes de su tierra, hospitalarios, generosos, solidarios, serviciales,
machistas, apasionados
Europeos
Fríos, inteligentes, responsables, prácticos, cultos

Una vez que se conoce cuáles son los atributos que constituyen el contenido cultural del estereotipo, se
puede utilizar ese listado para medir el grado de estereotipia de cada persona.

ESTIMACIÓN DE PORCENTAJES
Otro de los métodos que se ha utilizado frecuentemente para la medida de los estereotipos se basa en la
estimación del porcentaje de miembros de un determinado grupo que posee una característica o atributo.
El procedimiento consiste en pedir a los participantes del estudio que indiquen el porcentaje de individuos
de ese grupo que posee cada atributo. Este procedimiento, sugerido inicialmente por Brigham, puede
utilizarse con un doble objetivo, dependiendo de los intereses de la investigación. Por un lado, se puede
emplear para comprobar hasta qué punto un rasgo o característica se considera estereotípico. Por otro,
puede servir para medir el grado de estereotipia, una vez que se sabe cuál es el contenido de los
estereotipos. Supongamos que se ha comprobado que el contenido del estereotipo sobre un grupo incluye
rasgos “limpios” e “introvertidos”. Si una persona señala que otra que crea que son limpios el 30% e
introvertidos el 40%. De ese modo, se puede medir de forma escalar (con un rango de 0 a 100) hasta qué
punto cada persona suscribe el estereotipo.

LA RAZÓN DIAGNÓSTICA
La razón diagnóstica se concibe como una medida de los estereotipos que permite predecir la probabilidad
de asignar una característica más a un grupo que a otro. Esta medida, al igual que la anterior, es útil para
comprobar el contenido de los estereotipos como para evaluar el grado de esterotipia. Para calcular esa
razón, se divide el porcentaje asignado a los miembros de un grupo al que se supone que se estereotipa en
una determinada característica (numerador de la razón) por el porcentaje que se asigna a la población en
general o a los miembros de otro grupo con el que se les compara (denominador). Por ejemplo, para
determinar mediante la razón diagnóstica si el rasgo “religioso” esterotípico de los marroquíes se dividiría el
porcentaje que se asigna a ese grupo (supongamos que es 75%) por el porcentaje que se asigna a la
población general (p.e. 50%). Si la razón obtenida en la muestra es estadísticamente superior a uno ( cuanto
mayor sea, mejor refleja el estereotipo), esa característica es importante para representar al grupo. En este
caso, el porcentaje de marroquíes que se perciben como religiosos es mayor que el que se atribuye a las
personas en general (la razón diagnóstica sería 75/50=1,5). Por el contrario, si es inferior a uno, ese atributo
no representa al grupo; resultado que obtendríamos si se piensa que el rasgo ambicioso es menos probable
en los marroquíes (p.e. 20%) que en la población general (p.e. 60%). La razón diagnóstica en este caso sería
0,33 (20/60). Lo interesante de esta medida es que permite determinar la proporción en que una
característica se atribuye más a un grupo que a otro.

OTRAS MEDIDAS DE ESTEREOTIPIA


Gardner propuso el diferencial semántico para valorar el contenido de estereotipos, así como para medir
diferencias individuales. Cuando se utiliza con el objeto de estudiar el contenido de los estereotipos, se
considera que un rasgo forma parte del estereotipo cuando la media de las puntuaciones asignadas se
desvía significativamente de la media teórica (igualmente se puede utilizar este procedimiento con escalas
tipo Likert de diferentes rangos. Una de ellas puede ser la estimación de porcentajes que es, en realidad,
una escala de un rango de 0 a 100).

FUNCIONES DE LOS ESTEREOTIPOS


Los estereotipos además de la categorización, justifican las actitudes hacia los miembros de determinados
grupos, muchas veces reaccionarias, favoreciendo las desigualdades, la segregación, el enfriamiento mutuo
e, incluso, la agresión y las guerras. Por ello, se puede afirmar que los estereotipos no sólo reflejan las
situaciones sociales, sino que sirven para explicarlas, contribuyendo, a veces, a configurar la realidad social.
Según Tajfle, el funcionamiento y el uso de los estereotipos se pueden estructurar en dos bloques que
aluden, respectivamente, a las funciones individuales y sociales que cumplen este tipo de creencias.

Funciones individuales o psicológicas,


 función cognitiva asociada al proceso de categorización
 función motivacional, orientada a la defensa y protección del sistema de valores de cada persona. Así, a
pesar de que los sesgos pueden llevar a percepciones erróneas, los estereotipos nos aportan información
sobre la conducta esperada de una persona, en contextos diferentes, en función de su pertenencia grupal
(p.e. pueden explicar distintas actitudes y comportamientos de jóvenes y ancianos), con el consiguiente
ahorro de esfuerzo cognitivo.

Pero las categorías sociales no son neutras, ni tampoco los estereotipos asociados a ellas, sino que suelen
tener connotaciones positivas o negativas. En este sentido, se puede decir que los estereotipos cumplen
una función motivacional para la persona al corresponder a una división de su mundo social de acuerdo con
sus valores en categorías diferentes y, en general “mejores” y “peores”: mujeres versus hombres; negros
versus blancos o indígenas versus mestizos. El contenido de los estereotipos puede contribuir a mantener
los valores de la persona relacionados con diferencias sociales. Si alguien cree que las mujeres deben
ocuparse más de la casa y de los hijos y no dedicarse tanto a la vida profesional como lo debe hacer su
marido, lo podrá justificar sobre la base de los estereotipos (son más amables, más cuidadosas, pero menos
fuertes). De otra forma similar, las personas que defienden valores racistas o xenófobos podrían justificar la
discriminación y que haya más blancos en puestos importantes, o que no se dé un empleo a un indígena,
basándose en los estereotipos negativos sobre estos grupos.

Funciones de índole social.


 Generar diferencias en la valoración de unos grupos respecto a otros. Fundamentalmente, esta
diferenciación se aplica al clasificar (categorizar) a las personas como miembros del endogrupo o del
exogrupo. Debido al proceso de categorización, tendemos a acentuar tanto la semejanza entre las personas
de nuestro grupo, como las discrepancias que tenemos con las de otros grupos, de modo que las
diferencias “nosotros-ellos” sean patentes. De esta forma, una de las funciones sociales de los estereotipos
es, precisamente, valorar diferencialmente a los miembros del endogrupo y el exogrupo, fomentando la
visión positiva de nuestro grupo en comparación con los otros, es decir, produciendo “favoritismo
endogrupal” (p.e. los europeos son más cultos y los estadounidenses más materialistas).
 Creación y al mantenimiento de una ideología que permite explicar y justificar las acciones hacia
determinados grupos (guerras, prohibiciones y, en general, todas las conductas de discriminación).
 Justificación y racionalización de ciertas conductas discriminatorias. La percepción de los miembros de
unos grupos de forma más negativa que los de otros. Por ejemplo, la sobreprotección a las mujeres se
explica por el estereotipo femenino, o la negativa de ofrecer un puesto de trabajo a un mestizo puede
basarse en las creencias estereotipadas hacia este grupo étnico (p.e. incultos y sucios), claramente nocivas,
que se comparten en nuestra sociedad. Es precisamente ese carácter compartido lo que hace que los
estereotipos sirvan para explicar acontecimientos sociales: cómo actúan los grupos, por qué lo hacen y
cómo se conforma y mantiene la estructura social. Las guerras, los ataques terroristas y, en general, las
diferencias estructurales (p.e. de clase social o de género), basadas en la discriminación y en el desprecio
del otro por su pertenencia grupal, constituyen un triste ejemplo de esta función de justificación de la
discriminación.
 La amenaza del estereotipo. El uso de creencias estereotipadas puede ocasionar graves problemas para
aquellos grupos cuyo estereotipo es negativo. Este concepto se refiere al hecho de que el rendimiento de
una persona que pertenece a un grupo negativamente estereotipadado se ve afectado cuando es
consciente de los prejuicios asociados a su grupo respecto a una determinada tarea (p.e. las mujeres no
están capacitadas para la tecnología), de modo que llega a sentirse amenazada porque su rendimiento
pueda confirmar ese estereotipo negativo sobre las capacidades de su grupo. La explicación de este
fenómeno, ampliamente contrastado, se basa en diferentes procesos psicológicos que, si se dan juntos,
pueden ocasionar una especie de “hecatombe” que lleva al fracaso en la tarea.
 Control social. Los estereotipos controlan el comportamiento de las personas de dos maneras. Por una
parte, prescriben cómo deben ser y comportarse esas personas. En el primer caso actúan como un ancla
que marca lo que es normativo, ejerciendo así una presión implícita en los miembros del grupo
estereotipado para que se ajusten a las expectativas que se tienen sobre ellos. En el segundo caso, la
presión de los estereotipos es más explícita, y pueden dar lugar a sensaciones si una persona actúa de
forma contraestereotípica. Por tanto, al limitar las posibilidades de los miembros del grupo estereotipado,
los estereotipos refuerzan el poder de unos grupos sobre otros.
Además, de acuerdo con Fiske, existe una interacción entre el estatus de poder y la forma de estereotipar,
mediatizada por la atención. Las personas que carecen de poder prestan más atención a las características
individuales de los que sí lo tienen, ya que necesitan formarse impresiones precisas y particularizadas para
saber cómo tienen que comportarse con ellos. Por el contrario, las personas que ejercen el poder no
necesitan tener una imagen detallada de los grupos inferiores para dominar en las interacciones con ellos,
por lo que no prestan atención a sus características idiosincrásicas, se basan en el esquema general de los
estereotipos.
 Teoría de la justificación del sistema, en el que se aborda la importancia que tienen los estereotipos en
relación con las ideologías que sostienen un sistema social en el que existen desigualdades. La idea central
de esta teoría es que los estereotipos hacia los grupos que están en desventaja contribuyen a que se
mantenga el orden social establecido, a justificarlo y a reproducirlo. Por ejemplo, las diferencias de clase o
las diferencias entre hombres y mujeres como sistemas sociales injustos.
En un sistema con desigualdades sociales los estereotipos servirían a esa función ideológica de justificación
de sistema. Por ejemplo, la ideología en torno a la ética protestante del trabajo, que se basa en que cada
persona tiene lo que se merece (aquello por lo que ha trabajado y luchado), contribuye a mantener un
orden social injusto en el que existen diferencias de clase importantes. Los estereotipos sobre la clase baja
obrera (poco inteligentes, incompetentes, poco fiables…) pueden servir para justificar su situación
económica y así sustentar la ideología de los roles que se ocupan en la sociedad y, de ese modo, el sistema
existente. Siguiendo con su ejemplo, como los afroamericanos en EEUU, después de su esclavitud,
ocuparon puestos de clase obrera, se les asignaron esos estereotipos. Es decir, el contenido de los
estereotipos sobre los afroamericanos deriva de su pertenencia a la clase social baja.
Un argumento muy importante de esta teoría mantiene que los miembros de los grupos en desventaja
también sostienen esos estereotipos culturalmente aceptados pueden influir automáticamente en la
conducta de modo inconsciente. Los estereotipos compartidos e inconscientes explicarían cómo personas
que pertenecen a grupos estereotipados, y a las que esos estereotipos les perjudican, sin embargo los
suscriben y los aplican a otros miembros de su grupo, e incluso a ellas mismas.

EL MODELO DEL CONTENIDO DE LOS ESTEREOTIPOS


Fiske categoriza los estereotipos basándose en las relaciones estructurales que mantienen los grupos.
Según el modelo del contenido de los estereotipos, propuesto por estos autores, las creencias
estereotipadas pueden agruparse en torno a dos dimensiones:

a) competencia o capacidad instrumental como la inteligencia, habilidad, racionalidad,

b) cordialidad, amabilidad, honestidad, simpatía o sinceridad.

Según el modelo, cuando evaluamos a los miembros de grupos sociales podemos considerarlos altos o
bajos, tanto en competencia como en cordialidad. De este modo, estas dos dimensiones se pueden
combinar dando lugar a cuatro posibles categorías: competentes y cordiales, competentes y fríos (no
cordiales), cordiales e incompetentes, fríos e incompetentes [Cuadro]. Por tanto, los estereotipos pueden
contener características positivas y negativas conjuntamente, es decir, pueden ser mixtos. Esto se refleja en
que una alta competencia suele estar acompañado de baja cordialidad, mientras que una alta cordialidad
suele ir acompañada de baja competencia.
CORDIALIDAD COMPETENCIA
Baja Alta
Alta Prejuicio Paternalista Admiración
Bajo estatus, no Alto estatus, no
competitivos competitivos
Compasión, simpatía Orgullo, admiración
(Ancianos, (Endogrupo, grupos
discapacitados, amas aliados)
de casa)
Baja Prejuicio despectivo Prejuicio envidioso
Bajo estatus, Alto estatus,
competitivos competitivos
Desprecio, aversión, Envidia, celos
ira, resentimiento (Asiáticos, judíos,
(Receptores de ayudas ricos, feministas)
sociales, pobres)

Fiske postula que las creencias estereotipadas que se mantienen sobre los miembros de un grupo en
cordialidad y competencia derivan de las relaciones estructurales entre los grupos. Concretamente, de las
evaluaciones que realizamos acerca del estatus que poseen y de si compiten o no con nuestro grupo por la
obtención de recursos. Así,

1) los grupos se perciben como más competentes si tienen alto estatus y poder, y como más incompetentes
si su estatus y su poder es bajo; y
2) los grupos se perciben como cordiales si cooperan con nuestro grupo (o si no compiten con él por
recursos), y como fríos si compiten con él.

Dicen que el estatus y la competitividad, así como las percepciones de cordialidad y competencia derivadas
de estas variables, determinarían el tipo de emoción (p.e. envidia, compasión, desprecio o admiración) que
los grupos suscitan.
Resumen de los resultados obtenidos en la investigación utilizando el modelo de contenido de los
estereotipos
 Los grupos estudiados se agrupan según las dimensiones de competencia y cordialidad
 La mayoría de los grupos son valorados más altos en una dimensión que en la otra, es decir, existe un
estereotipo mixto sobre ellos
 Existe una relación positiva entre estatus percibido y competencia negativa entre competitividad y
cordialidad: la mayoría de los grupos de alto estatus y competitivos se valoran como competentes pero fríos
(por ejemplo, los asiáticos en EEUU, a los que se les considera muy competentes pero poco afectivos y
sociables).
 Existe una relación negativa entre las dos dimensiones de los estereotipos (cordialidad y competencia): la
mayoría de los grupos con alta cordialidad se valoran como incompetentes (p.e. las amas de casa).
 En función del estatus y del grado de competitividad que se percibe en un grupo, el tipo de emociones y
de prejuicio hacia los miembros de ese grupo varían. Por ejemplo, percibir que un grupo compite con el
nuestro genera emociones ambivalentes hacia sus miembros (p.e. envidia) cuando se los considera de alto
estatus (prejuicio envidioso) o negativas (p.e. desprecio) cuando se los considera de bajo estatus (prejuicio
despectivo).

LOS ESTEREOTIPOS DE GÉNERO


DEFINICIÓN Y COMPONENTES
Estereotipos de género: conjunto de creencias compartidas socialmente sobre hombres y mujeres, que
suelen aplicar de manera indiscriminada a todos los miembros de cada uno de estos grupos. No es difícil
recordar situaciones en las que se realizan afirmaciones del tipo: “las mujeres son más emocionales y
sensibles que los hombres”, o “los hombres son más egoístas y competitivos que las mujeres”. En no pocas
ocasiones a dichas afirmaciones les siguen otras como “no se puede generalizar”. Todos mantenemos
creencias sobre las características que poseen hombres y mujeres por el simple hecho de pertenecer a uno
de estos dos grupos. Así, tendemos a pensar, por ejemplo, que las mujeres son más emocionales, sensibles,
débiles, amantes de los niños, comprensivas, tiernas, o afectuosas que los hombres. Ellos son más
independientes, ambiciosos, duros, agresivos, competitivos, egoístas, o individualistas que las mujeres. Esto
no quiere decir que hombres y mujeres sean de este modo, sino que, comparativamente, tendemos a
percibirlos así.

En la investigación sobre el género,


 expresivo o comunal lo relacionado con la dimensión femenina
 instrumental o agente. lo relacionado con la dimensión masculina se denomina

Parsons y Bales distingue entre las orientaciones de rol instrumentales y expresiva.


 La orientación de rol instrumental hace referencia a los comportamientos dirigidos a la productividad,
eficacia, autonomía, independencia y competición para el logro de ciertas tareas.
 La orientación expresiva, por su parte, se refiere a todo lo relacionado con los factores afectivo/emocional
y relacional y la cohesión grupal.

Cuddy y sus colaboradores, al establecer las relaciones entre estos términos señalan que la competencia
está estrechamente relacionada con la dimensión de cordialidad y la agencia NO. Así, la agencia se refiere a
la realización de una acción eficazmente, mientras que la competencia alude a la posesión de habilidades y
capacidades, pudiendo tomar forma tanto de acción potencial como real.
En las investigaciones se solicitó a un primer grupo de estudiantes estadounidenses que indicaran cinco
características que, a su juicio, describieran a una “mujer típica” y cinco que describieran lo que la mayoría
de las personas consideraban una “mujer típica”. Posteriormente debían repetir esta tarea pensando en el
“hombre típico”. Los investigadores obtuvieron un listado de 122 adjetivos bipolares (p.e. independiente vs.
Dependiente). En una segunda fase, una muestra de hombres y otra de mujeres debían indicar el grado en
el que cada uno de esos adjetivos bipolares era aplicable a un hombre típico, a una mujer típica y a sí
mismos. Aquellos rasgos seleccionados por más del 75% de la muestra como rasgos que describían a las
personas de uno u otro sexo se consideraban estereotípicos. Los resultados revelaron que existían 41
atributos que diferenciaban claramente a mujeres y hombres, de los cuales, 29 eran más característicos de
los hombres (p.e. agresivo, independiente) y 12 de las mujeres (p.e. preocupada por los sentimientos de los
demás, con necesidad de protección).
Estereotipos de rasgo hacen referencia a las características de personalidad que se considera que definen
de manera diferente a hombres y mujeres. Aquí entrarían los ejemplos presentados hasta el momento (p.e.
las mujeres son más emocionales, sensibles, se preocupan más por los demás, y los hombres son más
agresivos, independientes, competitivos).
Estereotipos de rol incluyen las funciones que se consideran más apropiadas para hombres y mujeres. Así,
según los estereotipos, tradicionalmente las mujeres están más preparadas para cuidar de los hijos y
realizar tareas domésticas, mientras que los hombres lo están para ejercer el papel de líderes.
Estereotipos de ocupaciones por ejemplo, se espera que haya más mujeres maestras, peluqueras,
enfermeras o trabajadoras sociales porque estas actividades se consideran típicamente femeninas, mientras
que esperamos que las profesiones de piloto, mecánico, bombero, o carpintero sean desempeñadas por
hombres, pues son típicamente masculinas.
Características físicas que se consideran más propias de mujeres (p.e. voz suave, complexión ligera) y otras
de hombres (p.e. son más altos, más fuertes, tienen la voz grave). Estos componentes son relativamente
independientes, pero basándose en uno de ellos la gente extiende sus juicios a los otros tres.
Así, una vez asignada una etiqueta de género a una persona, realizamos inferencias sobre su apariencia, sus
rasgos de personalidad, sus conductas de rol y su ocupación. De este modo, la información sobre un
componente afecta al resto, ya que tratamos de mantener consistencia entre ellos. Por ejemplo, si nos
dicen que un hombre se encarga de las tareas del hogar y del cuidado de los hijos es bastante probable que
le describamos como una persona emocional y sensible. Y si nos dicen que una mujer es una ejecutiva,
probablemente la describamos como competitiva, fría y calculadora. En no pocas ocasiones, cuando uno de
los componentes del estereotipo no encaja con el resto, tendemos a pensar “yo no me la/lo imaginaba así”.

LAS DIMENSIONES DESCRIPTIVA Y PRESCRIPTIVA DE LOS ESTEREOTIPOS DE GÉNERO Y SUS FUNCIONES


Además de lo señalado hasta el momento sobre las dimensiones de expresividad/comunalidad e
instrumentalidad/agencia, los estereotipos de género tienen otras dos dimensiones con funciones
diferenciadas.
 Dimensión descriptiva de los estereotipos: cuando nos referimos a las características que se asocian
a hombres y mujeres. Es decir, con esta dimensión se hace referencia a cómo creemos que son y se
comportan hombres y mujeres.
 Dimensión prescriptiva, tiene un carácter normativo y perceptivo, e indica cómo deberían ser y
comportarse hombres y mujeres. Es decir, las características que son deseables y se esperan de
cada sexo.

No cabe duda de que los estereotipos de género son más normativos que otros como, por ejemplo, los de
edad o etnia. Así, el estereotipo femenino incluye prescripciones como que una mujer debería ser dócil,
tener habilidades interpersonales, cooperar con los demás y aspectos similares. La trasgresión de esta
prescripción puede dar lugar a fuertes sensaciones sociales. Imaginemos por ejemplo, cómo evaluamos a
una mujer que se comporta de modo agresivo, duro y competitivo. Normalmente esta evaluación es
negativa, porque esperamos que las mujeres sean cálidas, sensibles y dulces. Por su parte, si es un hombre
el que se comporta de forma cálida, sensible y dulce, también rompe las prescripciones asociadas a su
género (el estereotipo de los hombres incluye prescripciones acerca de que deben ser agresivos, fuertes,
competitivos) y también puede ser objeto de ciertas evaluaciones negativas.

En este sentido, Burgess y Borgida destacan funciones diferenciadas para el componente descriptivo y el
prescriptivo de los estereotipos de género.
Según estas autoras,
el componente descriptivo es automático y sobreaprendido y tiene una función cognitiva de categorización:
actúa organizando y estructurando el flujo de información sobre hombres y mujeres. Es decir, la dimensión
descriptiva de los estereotipos simplifica el procesamiento de la información, mediante la representación
esquemática de la realidad.
el componente prescriptivo es consciente y está relacionado con intereses motivacionales. Concretamente,
puede servir no sólo para reforzar o justificar el sistema de valores sexista de los individuos, sino para
mantener la estructura de poder social existente que favorece a los hombres, recompensando a las mujeres
y a los hombres que se conforman a roles de género tradicionales y sancionando a las mujeres y a los
hombres que violan esas prescripciones. Por tanto, es la dimensión prescriptiva de los estereotipos de
género la que cumple la función de justificación y mantenimiento del statu quo que los convierte en un
elemento de resistencia al cambio a través del cual discriminar intencionadamente. Los estereotipos de
género cumplen de este modo una función de mecanismo de control que determina lo que es normal, lo
que es aceptable y lo que se desvía de la norma.

En realidad, según los autores, las dos dimensiones de los estereotipos de género dan lugar a
discriminación, no intencionada.

 Los estereotipos descriptivos= automáticos y sobre-aprendidos=discriminación cognitiva (“fría”),


como resultado de procesos de categorización y estereotipia que se aplican de forma automática.
 Los aspectos prescriptivos= conscientes y provocan una discriminación intencionada, “caliente”
(hostil, intencionada) basada en reacciones emocionales negativas hacia quienes trasgreden las
prescripciones de su rol de género. Se trata de un tipo de discriminación que, según Fiske está
relacionada con la amenaza percibida por los hombres y posee una fuerte carga emocional,
tomando la forma de evaluaciones interpersonales negativas y llegando incluso al acoso sexual.

Es más probable que sean los hombres quienes discriminen basándose en creencias prescriptivas, debido a
que permite mantener las desigualdades de poder que les favorecen en la sociedad. En contraste, hombres
y mujeres pueden ser igualmente propensos a discriminar basándose en creencias descriptivas, porque se
trata de representaciones culturales que son compartidas por personas de ambos sexo. Por otra parte, la
discriminación procedente del componente prescriptivo es más fácil de detectar que la derivada del
componente descriptivo, debido a que la primera es más explícita.

Huci ha revisado los estereotipos de género desde la óptica de las funciones individuales y sociales que
cumplen. Por ejemplo, se ha comprobado que existen diferencias en la evaluación de un mismo trabajo
científico de que su autoría se atribuya a un hombre (se valora más) que a una mujer. Esta autora resalta,
también la función de justificación, es decir, la vinculación existente entre el contenido de los estereotipos
de género y las prácticas discriminatorias. El no asociar a las mujeres con la dimensión de competencia
(instrumental-agente), y sí con la afectiva (expresivo-comunal), sirve para justificar la ausencia de mujeres
en posiciones de poder en las organizaciones.

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