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las radiaciones no ionizantes devienen la parte del espectro electromagnético cuya energía
fotónica resulta demasiado débil, un millón de veces menor que la necesaria para romper
enlaces químicos o atómicos y, por tanto, no originan ionización; o sea, la radiación no
ionizante es aquella que no es capaz de arrancar electrones de la materia que ilumina y como
resultado excita los electrones e induce reacciones químicas, provoca corrientes y puede
originar el calentamiento de los tejidos si la frecuencia supera los 30 GHz. Aunque estas son
mucho menos peligrosas que las radiaciones ionizantes por su efecto, tienen una fuerte
interacción con la materia.
Las radiaciones no ionizantes pueden tener su origen en la propia naturaleza o pueden ser
generadas por el hombre. A continuación se exponen en la tabla 1 las fuentes más frecuentes
que producen las diferentes tipos de ondas dentro de las radiaciones no ionizantes.
Diversas son las aplicaciones de las radiaciones no ionizantes en función del desarrollo social de
la humanidad; pero también la exposición a las radiaciones no ionizantes se relaciona con una
mayor incidencia de diversas formas de cáncer como son: leucemia, tumores cerebrales y cáncer
de mama.
Esto ha sido motivo de estudio de diversos investigadores, como es el caso de los integrantes del
Programa de Campos Electromagnéticos de California, los cuales con la intención de encontrar
evidencias científicas que respaldaran las aseveraciones teóricas formuladas respecto a los
efectos nocivos de este tipo de radiaciones, clasificó las probabilidades de relación causa-efecto
para las radiaciones electromagnéticas no ionizantes y las diversas enfermedades que se
considera pueden producir las cuales se presentan a continuación:
Las alteraciones de mayor intensidad se producen en los tejidos que tienen un mayor
por ciento de agua en ellos como es el sistema nervioso central. En órganos poco
perfundidos como el globo ocular el daño puede ser mayor puesto que la pérdida de
calor es más lenta. Otras estructuras en las cuales también se producen alteraciones
incluyen los órganos parenquimatosos y algunas glándulas como el hígado, páncreas,
ganglios linfáticos, las gónadas y órganos huecos como el estómago, la vejiga y la
vesícula biliar.
Uno de los efectos considerado por algunos autores como resultado del mecanismo
térmico es el aumento de permeabilidad de la barrera hematoencefálica, lo que permite
el paso de diversas moléculas desde la sangre al cerebro, entre ellas, moléculas tóxicas
que normalmente son detenidas por esta barrera.
Efectos no térmicos:
A pesar que la Organización Mundial de la Salud no le otorga una atención importante a
los efectos no térmicos de este tipo de radiaciones, se considera que las investigaciones
en este campo son limitadas y se requiere seguir ampliando la información acerca de
este particular, pues no existe consenso entre los grupos de investigadores. En ese
sentido, estudiosos del tema de estados unidos y de países miembros del Tratado del
Atlántico Norte (OTAN), niegan la posibilidad de que los campos de radiofrecuencias
provoquen algún tipo de respuesta biológica que no sea de origen térmico. Su
argumento fundamental es que este tipo de ondas no generan respuestas mutagénicas y
no influyen en la iniciación de cánceres. Por otra parte, los científicos rusos y de otros
países reconocen la acción acumulativa de este tipo de radiaciones, principalmente en
personas que han trabajado por cinco años o más con equipos de radiolocalización.
Algunos autores consideran que los efectos no térmicos de las radiaciones se producen
por mecanismos como la inhibición de la secreción de la hormona melatonina, por
interacción con los mecanismos de repolarización de neuronas, alteración en la
estructura y función de diversas enzimas, alteración de canales iónicos, u otros cambios
producidos por variados mecanismos como los hormonales, mutagénicos, entre otros.
Dichos mecanismos y los posibles efectos que se le atribuyen se describen a
continuación:
Efecto atérmico:
Se producen cuando hay energía suficiente para causar un aumento de la temperatura
corporal sin que se observen cambios en la temperatura debido al enfriamiento
ambiental.6 Los efectos biológicos observados por este tipo de radiación son
principalmente inducir corrientes eléctricas que pueden estimular las células nerviosas y
musculares. Estos cambios no tienen efecto alguno y son necesarios para compensación,
por ejemplo la elevación de la sudoración, el enrojecimiento y la sensación de calor.