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Agradecemos a Tara Buss, Lindsay Mayka y Christopher Chambers-Ju por la excelente asistenc
de investigación, así como los valiosos comentarios de Julián Bertranou, Alejandro Bonvecchi, Ernesto Ca
Pradeep Chhibber, David Collier, Ruth Berins Collier, Tulia Falleti, Steve Levitsky, Jonah Levy, Katerina Li
Andrés Malamud, Stanislav Markus, Aila Matanock, María Victoria Murillo, Paul Pierson, Neal Richard
Ben Ross Schneider, Steve Vogel, Nick Ziegler y los participantes en presentaciones en la Universidad
California-Berkeley, la SAAP, la UTDT, el CIEPP y el CIPPEC. Esta es una versión actualizada de nue
artículo publicado en Studies in Comparative International Development ( SCID).
Doctorando en el Departamento de Ciencia Política de la Universidad de California-Berkel
(tombril@berkeley.edu).
Profesora Asistente en el Departamento de Ciencia Política de la Universidad de California
Berkeley (aepost@berkeley.edu).
1 Las pocas excepciones se circunscriben a los trabajos de Bates (1981), Adams (1998: 66-8
Savedoff y Spiller (1999), Gutner (2002: 455-476) y de Victor (2009), que exploran la dinámica de los co
troles de precios y los programas de subsidio en sectores, países y regiones particulares.
6 Para los productos que se comercian internacionalmente la manera típica de medir los subsidios
al consumo es calcular la diferencia entre los precios internacionales y los precios locales del producto,
generalmente manteniendo constantes los costos locales de comercialización y transporte (Coady et al.,
2006). Los subsidios al consumo de servicios públicos se implementan vía transferencias gubernamentales
que permiten a los proveedores ofrecer los servicios a precios que no alcanzan a cubrir las inversiones y
los costos de operación.
7 Dos ejemplos del sector de energía eléctrica sirven para ilustrar la diferencia entre los subsidios
al consumo y los subsidios a la producción. Los gobiernos pueden bajar los precios de la electricidad
en los hogares mediante un programa de subsidio al consumo por el cual los distribuidores de energía
eléctrica recibirían un monto de subsidio por cada kilowatt por hora que estas empresas provean a los
hogares. En contraste, los gobiernos pueden incentivar la inversión en la producción de energía con
fuentes alternativas mediante un subsidio a la producción que garantice a las distribuidoras de energía
que se cubrirá parcialmente el costo de comprar electricidad a generadores que usen energía solar
o eólica.
CUADRO 1
Subsidios al consumo de combustibles y derivados vs. Gasto en salud y
educación en selección de países de bajo y medio nivel de ingresos
8 Esta lógica se asemeja a aquella identificada por los estudios de economía política comparada
que afirman que los gobiernos tienen incentivos para proteger, vía políticas sociales, a los ciudadanos de
los riesgos que aparecen con la apertura económica (por ejemplo, Katzenstein, 1985; Garrett, 1998). Rudra
(2002) y Kaufman y Segura-Ubiergo (2001) concluyen, respectivamente, que los datos sobre países de
menor nivel de desarrollo y América Latina no permiten apoyar dicha "hipótesis de la compensación"; sin
embargo, sus análisis están construidos a partir de observar exclusivamente el gasto público en la segu-
ridad social (así como las partidas para salud y educación, en el caso del último de estos dos trabajos)
y, por lo tanto, no incluyen los subsidios al consumo al momento de operacionalizar el concepto de gasto
social o welfare spending.
9 Ver, por ejemplo, los trabajos de Chaudhry (1997: 22, 147-155), Jones Luong y Weinthal (2010:
60), y de Victor (2009: 20, 22).
10 La implicancia analítica de este punto es que muchos tipos de gobiernos -y no tan solo aquellos
liderados por partidos de izquierda, de los que se espera que tendrán preocupación por atender las ne-
cesidades de los sectores populares y que estén inclinados a intervenir en los mercados- tendrán fuertes
incentivos hacia la adopción de subsidios de amplio espectro al consumo como parte de su estrategia de
supervivencia política.
Las políticas de subsidio al consumo deberían ser consideradas parte del Estado
de Bienestar en los países en desarrollo debido a su importancia para la población;
sin embargo, las explicaciones que la literatura sobre el Estado de Bienestar ofrece
sobre el crecimiento y el enraizamiento de las políticas sociales sólo sirven parcial-
mente para dilucidar por qué los subsidios al consumo duran a lo largo del tiempo.
Las limitaciones de estas teorías se deben a la distinta naturaleza de las políticas
públicas que estudia la literatura del Estado de Bienestar, por un lado, y de las polí-
ticas de subsidio al consumo, por otro. Primero, los beneficiarios principales de los
subsidios son consumidores atomizados en lugar de grupos de interés organizados
políticamente. Segundo, el valor monetario de las políticas sociales más típicas -por
ejemplo, las pensiones o los seguros de desempleo- son visibles para quienes los
reciben y son atribuibles al gobierno porque operan vía un pago concreto de dinero;
en cambio, el monto de los beneficios provenientes de los subsidios al consumo tiende
a ser mucho menos claro para sus receptores, al tiempo que tampoco son beneficios
claramente atribuibles al gobierno, en especial en los casos en que los bienes o ser-
vicios subsidiados son provistos por empresas privadas11. Tercero, el nivel del gasto
público en subsidios de amplio espectro está muy afectado por la volatilidad de los
precios de los insumos claves (por ejemplo, combustibles y alimentos importados);
en contraste, los precios de los insumos para la provisión de la seguridad social y de
la salud pública no son tan volátiles.
Estas diferencias nos llevan a explicar el crecimiento y enraizamiento de las
políticas de subsidios mediante factores distintos de aquellos que subraya la literatu-
ra sobre el Estado de Bienestar. Específicamente, estudiamos dos mecanismos: los
shocks de precios y los incentivos que los gobernantes tienen para proactivamente
evitar los reveses políticos que los afectarían si cortaran subsidios sobre los cuales
los consumidores tienen poco o nulo conocimiento. En conjunto, estos factores son
suficientes para convertir a este tipo de subsidios en policy traps, políticas que se
convierten en trampas ya que rápidamente reducen el margen de maniobra de los
gobiernos que las adoptan o de aquellos que los suceden. A continuación pasamos,
entonces, a analizar cada uno de estos dos mecanismos que conducen al enraiza-
miento de las políticas de subsidios.
1 1 Ver el trabajo de Arnold (1990: 47-50) sobre la " traceabilit / de distintos tipos de políticas públicas
(es decir, el grado en que la población es capaz de atribuir una política pública al gobierno o, en otras pa-
labras, la capacidad de la población de "rastrear" que un determinado beneficio se originó en la acción de
gobierno). Nuestro argumento se apoya sobre los hallazgos de Mettler (201 1 ) acerca de cómo la mayoría de
los ciudadanos de Estados Unidos -que reciben beneficios del Estado por la vía de exenciones tributarias o
servicios subsidiados pero provistos por empresas privadas (por ejemplo, los préstamos subsidiados para el
pago de aranceles universitarios)- no son conscientes de su condición de receptores de ayuda estatal.
13 La literatura de la ciencia política que estudia el caso de Estados Unidos sostiene que es
más probable que los ciudadanos comprendan su autointerés con respecto a una determinada política
pública cuando los efectos de la misma son visibles, tangibles, grandes y seguros (Citrin y Green, 1990:
17). Estas condiciones no se cumplen plenamente en la mayoría de los subsidios de amplio espectro.
Mettler (2011) propone un argumento semejante, también para el contexto estadounidense, sobre la
invisibilidad relativa de los beneficios estatales instrumentados vía exenciones impositivas o vía subsi-
dios para beneficios que son provistos por empresas privadas. Los datos de opinión pública de Mettler
(201 1: 37) revelan que la mayoría de los estadounidenses no comprende que los beneficios que recibe
surgen de las arcas públicas.
14 Para una descripción de los subsidios a diversos combustibles que se administran de este modo
ver IMF (2013). Como propone la literatura sobre la "maldición de los recursos naturales" ( resource curse),
la probabilidad de que los ciudadanos supongan que los combustibles están subsidiados es mayor en los
países exportadores de hidrocarburos dado que allí la población espera que el gobierno redistribuya las
rentas que esos recursos generan.
15 Estudios recientes sobre América Latina -entre los que sobresalen los de Rhodes (2006), Baker (2009)
y Echegaray (en prensa)- argumentan convincentemente que los investigadores deben prestar mayor atención
a los rasgos actitudinales y al comportamiento político de los consumidores. Los hallazgos de esta línea de
investigación sugieren que la lógica olsoniana pura no siempre tiene poder explicativo y que en América Latina,
tras las reformas neoliberales, los consumidores tienen mayores niveles de conciencia y de predisposición al
activismo político, lo que puede otorgarles poder de veto. En esta región los consumidores han organizado
campañas para rechazar el pago de facturas de servicios públicos (Rhodes, 2006), han moderado la agenda
de los nuevos gobiernos de izquierda (Baker, 2009) y han armado boicots contra empresas privadas cuy
acción afecta el acceso a bienes públicos (Echegaray, en prensa). Dicho esto, sin embargo, en la evidencia
que presentan estos autores los consumidores tienen un papel reactivo: los ciudadanos desaprueban las
privatizaciones (Baker, 2009) o protestan vía campañas de no-pago de boletas o vía presentaciones judiciales
(Rhodes, 2006) luego de aumentos tarifarios altamente visibles (Rhodes, 2006: 5, 84-90). Se trata de consumi
dores que cambian sus actitudes o su comportamiento ex post. Asimismo, incluso en la caracterización que
hace Rhodes sobre las organizaciones de consumidores éstas no son ni tan abarcadoras ni tan fuertes com
las organizaciones sindicales y de jubilados de las que se ocupa la literatura sobre el Estado de Bienestar. En
suma, si bien es probable que los políticos estén atentos a las reacciones de los consumidores ante eventuales
cortes de subsidios, incluso a la luz de esta literatura no hay razones para sostener que la movilización de lo
consumidores es un factor principales la explicación de por qué crecen estos subsidios.
16 Sobre la dinámica de la "evasión de la culpa política" o blame avoidance, ver Weaver (1986).
el recorte de políticas sociales, el solo hecho de que se perciba como probable que
ocurra un castigo electoral suele ser suficiente para que los gobernantes sientan temor
ante estas eventuales reacciones y para que intenten evitarlas (Pierson, 1996: 151). Esta
dinámica es particularmente probable en situaciones en que, al percibirse políticamente
débiles, los gobernantes actúan con horizontes temporales cortos17. La percepción de
inseguridad política es más frecuente en los países en desarrollo porque allí los niveles
de volatilidad económica son más altos y el ejercicio del gobierno es, por ello mismo,
una tarea sujeta a mayores niveles de incertidumbre18.
El hecho de que estos subsidios beneficien en mayor medida a las grandes urbes
hace que los gobernantes sujetos a situaciones de incertidumbre política tengan parti-
cular aversión al recorte de estas políticas públicas. Tanto los gobiernos democráticos
como los autoritarios buscan evitar producir descontento en la población urbana debido
a que ésta, a diferencia de la dispersa población rural, tiene capacidad para organizar
protestas con alto impacto político en contra de eventuales aumentos de precios (Bienen
y Gersovitz, 1986). Para nombrar apenas algunos ejemplos, en países como Indonesia
(1997, 2003), Jordania (2000) y Mauritania (2008) intentos recientes de cortar relativa-
mente poco visibles subsidios al consumo de combustibles -esquemas en los cuales el
gobierno compensa a los distribuidores por la diferencia entre los precios controlados y
el costo del insumo- han tenido que dar marcha atrás luego de que la decisión gatillara
importantes protestas urbanas19. Estas manifestaciones contra aumentos de precios han
llegado, en algunos casos, a precipitar la caída de gobiernos (Bates, 1981 : 31 ; Bienen
y Gersovitz, 1986: 40-41; IMF 2013: 21). A la luz de estos ejemplos, los líderes políticos
tienen buenas razones para evitar irritar a los consumidores de las ciudades en tiempos
de alta competencia y/o inestabilidad política, aun cuando la población urbana no sea
una base de apoyo medular para la coalición de gobierno. De este modo, la estrategia
de eludir la culpa política -es decir, aquello que la literatura anglosajona denomina bla-
me avoidance- se constituye en una razón suficiente que empuja a los gobernantes a
mantener en pie los esquemas de subsidio, incluso en ausencia de acciones efectivas
de lobby por parte de beneficiarios de segundo orden.
Con el paso del tiempo, el creciente costo fiscal de los subsidios y los incentivos
políticos para evitar reducirlos se refuerzan mutuamente: a medida que se ensancha
la brecha entre, por un lado, el precio "real" o no subsidiado de los bienes y servicios
17 Los trabajos sobre la regulación de servicios públicos en contextos de debilidad institucional han
mostrado que los gobiernos, en su afán por evitar ser culpados por los votantes, tienden a esquivar los aumentos
de tarifas durante los períodos de alto nivel de competitividad electoral (Murillo, 2009; Post, 2014a, 2014b).
18 Sobre la volatilidad económica en los países en desarrollo pueden consultarse los trabajos de
Acemoglu et al. (2003) y de Wibbels (2006). A lo dicho en el cuerpo del texto debemos agregar que, en
estos contextos más volátiles, aumentar los precios de los bienes y servicios básicos puede derivar en
espirales inflacionarias y/o afectar negativamente el ciclo económico vía caída del consumo, todo lo cual
genera incentivos adicionales para que el gobierno baje los precios al consumidor.
iy En Indonesia la política de subsidio en combustibles tiene larga data: originalmente fue instalada
cuando el país aún era un exportador de petróleo; en 1997 los intentos de desmantelar los subsidios con-
dujeron a protestas en las calles y catalizaron la caída de Suharto; en 2003, un año antes de que Indonesia
pasara a ser un importador neto de petróleo, el plan del gobierno de salirse del esquema de subsidios
nuevamente se encontró con protestas, ante lo cual el gobierno decidió retroceder (IMF, 2013: 21-2). Por su
parte, en 2000 el gobierno de Jordania, importador neto de petróleo, también dio marcha atrás en su decisión
de recortar los subsidios en combustibles tras el estallido de protestas de gran escala (UNDP, 2012: 51).
Mauritania, importador neto de petróleo, en 2008 cortó los subsidios en combustibles, avivando protestas
que precipitaron un golpe militar; luego del golpe, los subsidios fueron restablecidos (IMF, 2013: 30-1).
a los hogares a destinar una parte mayor de sus ingresos al pago de los servicios
básicos. En el quintil más bajo de ingresos los hogares pasaron a asignar 15% de sus
gastos al costeo de los servicios de electricidad, gas natural, agua y saneamiento, y de
transporte en colectivo (Marchionni et al., 2008a: 42; Marchionni et al., 2008b: 27).
En ese contexto, los gobernantes tuvieron fuertes incentivos electorales para
tomar medidas que mitigaran los efectos que la crisis imponía sobre los votantes.
Eduardo Duhalde, presidente durante los 17 meses que siguieron al estallido de la
crisis, procuró estabilizar la economía. Como parte de esa agenda, Duhalde inme-
diatamente puso en marcha un proceso de renegociación de todos los contratos de
concesión de los servicios públicos, al tiempo que congeló unilateralmente las tarifas
pagadas por los consumidores, manteniendo los precios previos a la devaluación (Ley
25.561 , Decreto 50/02). La opinión pública respaldó los congelamientos dispuestos por
el presidente: en 2003, el 68% de los hogares se oponía a aumentar las tarifas como
mecanismo para compensar a las empresas de servicios públicos por los drásticos
cambios en sus costos luego de la devaluación de 2002 (OPSM, 2003: 13).
Néstor Kirchner asumió la presidencia en mayo de 2003 luego de haber obtenido
apenas 22% de los votos en un contexto de fragmentación del electorado peronis-
ta. Preocupado por su debilidad política de origen, Kirchner expandió lo que hasta
entonces habían sido pequeños programas de subsidios destinados a ayudar a las
empresas de servicios públicos en un marco que combinaba congelamiento tarifario
con inflación. El nuevo presidente decidió, asimismo, mantener los congelamientos
de tarifas para todos los consumidores en lugar de contener el costo fiscal mediante
un congelamiento que beneficiara sólo a los hogares de menores ingresos, tal como
estaba siendo estudiado durante la gestión Duhalde.
Durante los primeros años de su presidencia, el gobierno de Kirchner mantuvo
congeladas las tarifas residenciales de gas pese a que la inflación acumulada en el
período 2002-2004 alcanzó el 51 %22. Cuando en 2003 el precio del gas natural subió,
el gobierno decidió limitar el impacto de este aumento sobre las empresas distribui-
doras autorizándolas a encarecer las tarifas para usuarios no-residenciales: en los
hechos, se generó un subsidio cruzado desde los usuarios industriales de gas hacia
los consumidores residenciales23.
En el mismo sentido, el gobierno decidió mantener el precio de los boletos de
transporte público en los niveles previos a la crisis. A fin de ayudar a las empresas
de colectivos a soportar el congelamiento del precio del boleto, en 2003 el gobierno
les concedió subsidios directos por un monto cercano a los 316 millones de pesos24.
Como un paso adicional, el gobierno en su condición de regulador optó por ser menos
exigente en la aplicación de la normativa que obliga a las empresas de colectivos
a renovar sus flotas en forma periódica25. En la visión del Poder Ejecutivo, si no se
ofrecía un paquete de subsidios las empresas de colectivos se declararían en quiebra
y, en consecuencia, ocurriría una grave crisis en el sistema de transporte. Según los
22 Esta decisión no fue comunicada públicamente debido a que en la Presidencia se temía que la
medida complicara el proceso en curso de renegociación de la deuda externa iniciado tras el default de
2001 . Sin embargo, tres entrevistados que participaron de estas discusiones confirmaron que Kirchner
estaba comprometido personalmente en sostener el congelamiento tarifario.
23 Decretos 180 y 181 (2004).
24 Nuestros cálculos a partir de datos del CIPPEC, la Secretaría de Transporte y UCOFIN.
25 Entrevistas confidenciales con decisores claves, Buenos Aires, junio de 201 1 .
GRÀFICO 1
Subsidios para contener aumentos de las tarifas r
de gas natural y de boletos de colectivos, ajustados
(montos en millones de pesos con 2003 como año base)
1. Presiones de precios
Una vez adoptados los subsidios en Argentina, las presiones de precios ca-
talizaron el enorme crecimiento del costo de esta política pública. En el sector de
distribución de gas, el impacto fiscal de la decisión de mantener tarifas congeladas
para los hogares aumentó como consecuencia de la escasez creciente del hidro-
carburo en el mercado local (Cordiviola, 2010). Ante esa situación, el gobierno de
Néstor Kirchner optó por aumentar la oferta interna expandiendo las importaciones.
En 2004 su administración creó una nueva empresa estatal, ENARSA, que empezó
a subsidiar la diferencia entre el precio congelado del gas dentro de las fronteras
argentinas y el más alto precio del gas importado. De esta forma, el gobierno se
atribuyó el rol de defender a los consumidores de las fluctuaciones de los precios
internacionales del gas.
Esta vinculación automática de los niveles de subsidio con el costo de las impor-
taciones tuvo el corolario de disparar aumentos en el presupuesto de subsidios ya que
el precio del gas de Bolivia se triplicó entre 2004 y 2010 (ACIGRA 2010). Aun más, la
escasez local se agravó hacia 2008, forzando al gobierno a aumentar la cantidad de
gas importado a estos precios crecientes. A partir de 2008 el gobierno debió comprar
gas natural licuado (GNL) en el exterior a fin de complementar las importaciones de
gas natural; el precio pagado por unidad de GNL multiplicaba por seis el precio que
en 2004 tenía el gas natural extranjero (ACIGRA, 2010: 11).
El ciclo inflacionario, que se profundizó en el curso de la década, provocó aumen-
tos en insumos claves para otros servicios públicos. Si bien la inflación bajó su ritmo
con respecto al 41% de 2002, volvió a alcanzar dos dígitos a partir de 2005 y excedió
el 20% tanto en 2008 como a partir de 201 027. El encarecimiento de los insumos amplió
la brecha entre los costos reales de proveer los servicios públicos y los ingresos de las
empresas, atados a los precios congelados por el gobierno. En el sector de transporte
de colectivos la inflación promovió demandas salariales por parte de los trabajadores:
durante el período 2003-2010, el sindicato Unión Tranviarios Automotor (UTA) logró un
aumento del 90% del salario real (gráfico 2). Ciertamente, en términos generales el
salario real creció en este período pero la diferencia entre el salario de los choferes de
colectivos y el del conjunto de la población se duplicó. Para las empresas de ómnibus
era difícil financiar estos aumentos salariales porque la masa de sueldos equivalía
aproximadamente al 50% de sus costos operativos28. Debido a la preocupación política
27 Debido a la baja confiabilidad de los datos del INDEC a partir de 2006, los datos de inflación
provienen de las mediciones realizadas por el gobierno de la provincia de Santa Fe.
28 Como los balances de las empresas de transporte automotor de pasajeros no son publicados,
estimamos este porcentaje a partir de datos de las siguientes fuentes: el organismo regulador del transporte
del Municipio de Rosario, la Resolución 270/09 de la Secretaría de Transporte y entrevistas con represen-
tantes empresariales y sindicales del sector.
GRÁFICO 2
Salario mensual de los choferes de colectivos
y salario mensual para el conjunto de la economía, 2003-2010
(montos en pesos con 2003 como año base)
Fuente: Nuestros cálculos a partir de datos del Ministerio de Trabajo, Empleo y Seguridad Social y
de la base de datos SEDLAC (CEDLAS y World Bank).
Nota: Los datos del sector colectivos corresponden a la media del salario mensual de los choferes
de colectivos a diciembre de cada año. Los datos para el conjunto de los sectores corresponden al
segundo semestre de cada año.
29 Múltiples entrevistas confidenciales con decisores claves, Buenos Aires, junio de 201 1 .
30 Esta estimación agrega las transferencias del SISTAU a las empresas de colectivos de la llama-
da "Jurisdicción Nacional" y del GBA. Como el gobierno no hizo públicos los desembolsos del subsidio
en 2003 con nivel de desagregación por empresa, asumimos que la proporción de los fondos asignados
en 2003 a empresas radicadas en el GBA fue la misma proporción que en 2005 (es decir, el 25% de los
fondos asignados para la totalidad de la Provincia de Buenos Aires). La Resolución 84/02 del Ministerio
de Economía dispuso que la distribución provincial de los fondos SISTAU debía calcularse teniendo en
cuenta el número de pasajeros en lugar de seguir un criterio poblacional. En consecuencia, el ganador en
términos per cápita bajo este esquema de distribución interjurisdiccional fue el GBA al ser esta la región
con el mayor ratio pasajeros/población.
31 Esta afirmación se deduce del análisis que hicimos utilizando microdatos de la EPH del INDEC
para medir los cambios entre 2003 y 2009 en el número de incluidos en y excluidos de las redes de gas.
Los datos pueden ser solicitados a los autores.
32 Estos números resultan de la sumatoria de los fondos totales del SISTAU y de las Compensaciones
Complementarias (cálculos a partir de las bases de datos sistematizadas por el CIPPEC). Como no incluimos
los subsidios al gasoil, este es un cálculo conservador del tamaño de los subsidios al transporte automotor
de pasajeros. De acuerdo con Marchionni et al. (2008a), nuestro supuesto es que el 97% de los subsidios
tipificados como Jurisdicción Nacional fue distribuido entre empresas de colectivos del GBA.
39 Durante el primer invierno que siguió al decreto que en 2009 aumentó los precios del gas, las
organizaciones de consumidores, partidos de oposición y el Defensor del Pueblo de la Nación actuaron para
aumentar la visibilidad pública de esta medida que buena parte de la prensa definía como "tarifazo".
40 La Nación, 6 y 17 de noviembre de 201 1 .
41 La Nación, 24 de noviembre de 201 1 .
42 Feierherd et al. (2014: 7) calcularon que los hogares afectados por las nuevas tarifas se ubicaban
dentro del 5% más rico de la distribución del ingreso del país.
43 La Nación, 19 de marzo de 2012. Por su parte, menos del 1% de los hogares se inscribió en el
registro de renuncia voluntaria de los subsidios, echando por tierra la efectividad de esa alternativa como me-
canismo complementario para bajar el peso fiscal de esta política {La Nación, 16 de octubre de 2013).
44 Datos de la ASAP.
45 Página/12, 28 de marzo de 2014; La Nación, 28 de marzo de 2014.
46 Nuestros cálculos a partir de datos de la ASAP.
47 Ver, por ejemplo, las Resoluciones 1761/13 y 579/14 del MlyT.
49 Nuestros cálculos a partir de información publicada por la Comisión Nacional de Valores. Los
porcentajes corresponden a 2007 pero los balances de años previos respaldan esta afirmación sobre el
contraste entre sectores.
50 Este proceso de negociación fue descripto en múltiples entrevistas confidenciales con decisores
claves, Buenos Aires, junio de 201 1 .
empresas distribuidoras, las entrevistas en el sector indican que ésta goza de escaso
poder de influencia. Esta debilidad organizativa permitió a los gobiernos kirchneristas
tener negociaciones directas sobre las tarifas y otros aspectos regulatorios con cada
distribuidora individualmente, es decir, con una estrategia que diluye la influencia po-
lítica del empresariado del sector. Asimismo, mientras que el transporte de colectivos
está en manos de empresarios nacionales, la industria de distribución de gas está
dominada por empresas de capital extranjero. Tras los congelamientos tarifarios que
siguieron a la crisis de 2001-2002, los inversores extranjeros amenazaron con llevar
al gobierno a instancias de arbitraje internacional51. Esta estrategia sin dudas reforzó
la preferencia de Néstor y Cristina Kirchner por interactuar con empresarios locales y,
por ende y de modo contraproducente para los intereses de las distribuidoras, redujo
la influencia política de las compañías extranjeras.
En comparación, las empresas del sector transporte gozaron de un poder de
influencia mucho mayor. La industria de colectivos urbanos atravesó en la Argentina
un proceso de concentración de la propiedad en el que los grandes jugadores absor-
bieron decenas de empresas quebradas52. Durante la década de los 2000 el sector
evolucionó hacia una estructura caracterizada por tener un menor número de empresas,
firmas de mayor porte que en el pasado y asociaciones empresarias sólidamente ins-
titucionalizadas. Las dos cámaras dominantes -cada una liderada por uno de los dos
mayores grupos empresarios de colectivos- representaban los intereses del sector en
las negociaciones con el gobierno sobre subsidios53. Esta estrategia de negociación y
este modo de organización empresarial, contrastantes con los del sector gas, permitie-
ron a las compañías de colectivos obtener una proporción mucho mayor de beneficios
derivados del programa de subsidios. En la coyuntura posterior a la devaluación de
2002 las empresas del sector colectivos optaron por no oponerse a la decisión del
gobierno de Néstor Kirchner de congelar el precio de los boletos. A cambio, obtuvieron
dos concesiones: la postergación de la exigencia regulatoria de invertir para renovar
las flotas de ómnibus y ciertos recursos para compensar el encarecimiento del gasoil54.
Ya a partir de 2006 el gobierno comenzó a ser aun más benevolente con los reclamos
de los empresarios del sector: mientras que entre 2003 y 2006 los subsidios eran casi
por completo destinados al pago de los crecientes salarios, desde 2006 las nuevas
asignaciones de subsidios fueron tan generosas que las empresas de colectivos re-
cuperaron sus márgenes de ganancia y su capacidad de invertir. De esta manera, en
el período 2008-201 1 el número de coches nuevos comprados por las compañías de
colectivos multiplicó por siete el número registrado en el período 2002-200555.
En contraste, aun cuando los recursos fiscales destinados al sector gas también
crecían a ritmo vertiginoso, las empresas distribuidoras no resultaron ganadoras. Lejos
56 La única excepción en este patrón tuvo lugar en 2006, cuando Gas Natural Ban logró que el
gobierno le autorizara un modesto incremento de la tarifa residencial. El resto de las distribuidoras siguió
con sus tarifas congeladas de hecho (Cordiviola 201 0: 2; entrevistas confidenciales con tres representantes
de las empresas, enero y junio de 201 1 ).
57 La CABA es el distrito con mayor nivel de ingresos del país y su electorado es sólo superado
importancia por el de la Provincia de Buenos Aires. La CABA, a su vez, está imbricada en el GBA, la reg
que más se benefició de la política de subsidios. Dentro de esa área metropolitana, el sesgo favorab
la CABA fue superior al de otras jurisdicciones debido a dos razones. Primero, la CABA goza de la
desarrollada red de gas natural (allí 94% de los hogares está conectado, en el Conurbano, sólo el 70
lo que permitió que los precios del gas subsidiado alcanzaran prácticamente a la totalidad del electo
porteño. Segundo, el monto de los subsidios en colectivos en términos per cápita fue mayor en la CA
que en la región que la circunda, factor evidenciado en el hecho de que el precio de los boletos port
fuera menor que el de los boletos de los colectivos del Conurbano bonaerense.
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RESUMEN
SUMMARY
REGISTRO BIBLIOGRÁFICO