Dispuestas las sillas, formado el óvalo. No recordás quiénes estaban a tu lado;
te dejo, en cambio, evocar las náuseas, las ganas de huir. A tres asientos de distancia, tres personas, tres colores; ellas. Al papel lo tenía entre sus manos Abril, Agosto estaba a su lado. Cada una leía el fragmento que le pertenecía. Lloraban, y, ¿quién no lo habría hecho? De vez en cuando, alguien sacaba un pañuelo, de mano en mano iba llegando hasta las lloronas. Nadie podía levantarse, y, ¿quién se habría arriesgado? La hoja de los pecados estaba arrugada. Habían debido escribirlos todos, para no olvidar ninguno. Sin embargo, al menos uno, eludieron. ¿Qué les prometiste? Te protegieron. 1990, 1991 y 1987 dictaron sentencia, serían extirpados Agosto, Febrero, Junio, y Septiembre. Bajaste al jardín. Al lado de la puerta, el árbol, limpiatubos rojo; al lado del árbol, el bolso de Febrero. No necesitaste acomodarlo, solo fue poner un pie sobre el bolso y luego el otro sobre la rama del limpiatubos, el primero sobre el paredón y luego el último. Cuatro movimientos. Te agarraste de las rejas y saltaste por el espacio entre el hierro y la pared. Nunca entendiste porqué dejaron ese espacio, o el del níspero, o por qué no habían electrificado aún el portón, que por cierto nunca usaste para escaparte porque te daba miedo subir tan alto. Los habías visto treparlo como cucarachas; no te creías capaz. Mejor una mosca, creeme, te elevarás