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COMENTARIO SOBRE
EL DESFONDAMIENTO
DE LA CRÍTICA DE ARTE
CONTEMPORÁNEO
Alberto López Cuenca
La crítica de arte se ha ido haciendo cada vez más pres-
cindible. Su función de intermediación entre el arte
inédito e incomprensible y el público, su cometido de
árbitro del gusto, está abiertamente en entredicho. La
banalización y mercantilización del arte, su conversión
en un entretenimiento o en un costoso coleccionable,
explicarían por qué la crítica de arte se ha hecho cada
vez menos necesaria: la cuestión de su sentido o su lugar
en la historia entraña hoy poco interés. Aun cuando
esto sea probablemente cierto, para advertir cómo
deviene obsoleta la crítica es necesario pensar más allá
del ámbito estrictamente artístico. Su disolución como
una práctica distintiva parece correr en paralelo con el
hecho de que entre los momentos de producción, distri-
bución y recepción del arte ha habido cada vez menos
distancia. Esta compresión tiene implicaciones pues si
la producción, la exhibición o la acción del público no
aparecen ya separadas en la obra de arte entonces es
comprensible que el lugar propio y privilegiado de la
crítica se vea desplazado. La crítica se (des)integraría en
ese circuito más inmediato en el que opera el arte con-
temporáneo. El solapamiento entre estos momentos
no es sólo una condición propia de las artes plásticas o
escénicas sino de los modos de producción contempo-
ráneos –desde el sector automotriz al financiero–. En
estas condiciones, ¿podemos aún seguir hablando de
crítica?
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po que no se tiende a hablar de obras sino de proyectos)
se incluyen, tanto a la producción como a la interven-
ción, a la circulación y a su aparato crítico.
El signo en el posfordismo
En realidad, desde la perspectiva económica del deno-
minado posfordismo, esta integración se manifiesta
en la lógica de producción de valor del signo. La rele-
vancia del signo para la preponderante economía ter-
ciarizada actual –desde las finanzas al entretenimiento
pasando por la producción de saberes tecnocientífi-
cos– es mayúscula. Producir, circular y consumir signos
implica, tanto generar significado como, especialmen-
te, producir valor económico. Es evidente que no todos
los signos circulan y que no todos se consumen, pero la
estrategia parece consistir en maximizar los circuitos
en los que pueden absorberse y hacerse productivos.
Google, Tumblr, Youtube, Facebook o Instagram inte-
gran y revalorizan signos que de otro modo no genera-
rían valor. La expansión de las galerías, museos, revis-
tas especializadas, centros y escuelas de arte, bienales y
premios desempeñarían esta misma función de absor-
ción y normalización productiva de los modos de hacer
y los signos artísticos, que no habían sido necesaria-
mente productivos.
Así, frente al modo de producción de significa-
do paradigmático de la etapa fordista, que estaba aso-
ciado a la figura de la escritura alfabética y, con ello,
del autor único y del canal unidireccional de circula-
ción (de la mente del autor al libro publicado por una
editorial y de ahí a la biblioteca), el signo en el posfor-
dismo produce valor integrando y dilatando los distin-
tos planos de significación. En la medida en la que se
redefinen las condiciones de producción, de distribu-
ción y acceso en la segunda mitad del siglo xx, todos
esos momentos en el proceso de significación, es decir,
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entre los modos de hacer de unos y otros, como en esas
mismas fechas pone de manifiesto el trabajo de Lucy
Lippard, que ella misma ve en Six Years: The dematerial-
ization of the art object más cercano a la práctica de arte
conceptual que a la de la crítica de arte tradicional. Se
cruzan así las nuevas prácticas artísticas con el último
crítico moderno y el primer curador, dando como resul-
tado una ambigüedad en los roles que pone en cuestión
las categorías de productor y de crítico.
La aparición del curador pone de manifiesto el cam-
bio en las condiciones en las que se hace arte y se acce-
de a él. Las obras no son ya meros objetos producidos
por un artista específico, y recibidas por un crítico y una
institución especializada en su análisis sino que pasan
a circular de un modo mucho más abierto y participati-
vo en el espacio público y en nuevos lugares de exhibi-
ción. El curador no trabaja directamente con las obras,
ni con la crítica, sino que opera entre ambos. En estas
circunstancias, cabe ser escépticos a la hora de aceptar
las categorías de creador y crítico como si estuvieran
definidas claramente. Si algo ha caracterizado a la esce-
na de la producción cultural desde los años sesenta ha
sido precisamente la indistinción de estas figuras y sus
prácticas.
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re plane), que hace referencia a la condición horizontal
de los modos serigráficos de elaboración de muchas de
esas piezas.
El historiador del arte James Elkins se pregunta en
un breve ensayo, What happened to art criticism?, si hay
hoy algo así como una práctica precisa que pueda defi-
nirse como crítica de arte. En la tarea de dar respues-
ta a esta pregunta, Elkins ofrece un panorama más o
menos comprensivo de la situación de la crítica del arte
en los últimos años del siglo xx, donde asevera que se
produjo un refugio sistemático de esta disciplina en la
mera descripción. Un importante punto de inflexión
en los modos de entender y practicar la crítica del arte
que antecede a la situación actual se daría de nuevo en
los años sesenta entre un crítico moderno como Cle-
ment Greenberg, quien pedía que la crítica fuera fun-
damentalmente una tarea valorativa, frente a una con-
versa de esa crítica, Rosalind Krauss, quien entendía la
crítica como una indagación en torno a las elecciones
que anteceden a todo juicio crítico, esto es, una críti-
ca de la metodología crítica1. En todo caso, se trataba
de un repliegue de la crítica: de un cuestionamiento de
su tarea, de su lugar de enunciación y de su capacidad
para discriminar valorativamente el arte de su tiempo.
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significado pues sólo ciertos estamentos estaban san-
cionados para ejercerla.
Pongamos de nuevo la década de los sesenta como
horizonte, pues ahí radican algunos de los factores que
son determinantes, que empujan hacia la obsolescen-
cia de la crítica como una práctica separada, distintiva,
de análisis de objetos artísticos. ¿Qué significa ahí la
crisis de la autonomía del objeto artístico? Parece que
lo que comienza a suceder paulatinamente es que los
objetos que estaban en el museo moderno superan las
barreras del museo, se disuelven como objeto, se dilu-
yen en la práctica social. Con lo que nos encontramos,
fundamentalmente, es con que no tienen una especifi-
cidad como obra y dependen cada vez más claramente
de su contexto de inscripción y de las condiciones cam-
biantes en las que aparecen. ¿Qué ocurre entonces?
Ocurre que en la medida en que el arte no es autónomo
ni cerrado ni está circunscrito a un lugar especializado
sino que sale al espacio público e interviene en él, ya
no requiere un traductor, ya no hace falta alguien que
traduzca la experiencia a aquellos que quedan afuera,
porque la propia solicitud artística ya incluye al espec-
tador. Acaba con ello la intermediación privilegiada
del crítico. Comienza un proceso de desmediación de
la obra en el que entra todo el mestizaje de dispositivos
tecnológicos, de estrategias y prácticas que al operar
directamente en el espacio público ya no están separa-
das de él. Si en algo se convierte el arte contemporáneo
más característico es en una práctica que incide direc-
tamente en el espacio público: ni es un objeto ni está
hecho para su contemplación. Esto replantea las figu-
ras del receptor, del crítico y del artista. No es casua-
lidad que se recurra a estrategias discursivas como la
antropología, la sociología o la economía política para
entretejer estas propuestas.
Obras citadas
Elkins, James. What happened to art criticism? Colección
Prickly Paradigm. Chicago: University of Chicago
Press, 2003. Impreso.
Foster, Hal. «Art Critics in extremis». Design and Cri-
me (and other diatribes). Nueva York: Verso, 2002.
Impreso.
Kant, Immanuel. Crítica de la razón pura. Trad. Manuel
García Morente. Madrid: Tecnos: 2006. Impreso.
Lippard, Lucy R. Six Years: The dematerialization of the art
object from 1966 to 1972. Los Angeles: University of
California Press: 1973. Impreso.
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