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CLASE: VIDA CONSAGRADA - P.

HAROLD
Por: Yesid Vargas Caro

La importancia del consagrado tiene origen en el rito o ceremonial que se realiza para consagrarse,
en otras palabras, el rito consagra a un consagrado. A partir de ahí se desprende toda una relación
con las referencias bíblicas, a partir de esta premisa, se comprende como en el Antiguo Testamento
se consagraban personas y lugares. En el Antiguo Testamento, Dios elegía (y hacia propiedad suya),
a personas y lugares que eran destinados como sagrados. Se consideraba peculiar, o no tan común, la
elección y unción de una persona determinada. Por esto, aquello que se consagraba era considera en
muy alta estima y recibía el respeto adecuado.
En la consagración se destaca el símbolo de la unción; lo ungido era lo consagrado. Aquello que es
ungido adquiere una identidad, entra en el orden de lo sagrado.
La acción de consagrar (consecrare) hace “algo” sagrado, entra en el ámbito de lo santum o sacrum.
Lo contrario es lo profano. Consagración es pasar de lo profano a lo divino. Existe una diferencia
entre lo dedicar y sagrado, Dedicar implica que es utilizado para… y sagrado es el objetivo de la
consagración, es decir hacer algo sagrado.
Se destacan tres efectos o pasos que se da en la consagración: inicialmente se da una elección por
parte de Dios, luego, se realiza la unción, y después, estas dos anteriores generan una identidad. Esta
dinámica de Dios genera una misión. En las referencias bíblicas se ve como Dios elige, unge,
adquiere una identidad (propiedad de Dios) y finalmente, adquiere una misión (mediación divina),
los ejemplos claros de esto adinámica divina se evidencian fácilmente en: profetas, reyes, liberadores
del pueblo, etc. Incluso se vale de personas ajenas a la fe para realizar su Obra. Un ejemplo
destacable es Ciro, quien hizo que regresara el pueblo elegido a Babilonia y construye un templo de
proporciones mayores que el edificado por Salomón. Ciro es considerado como un gran apoyo e
instrumento de Dios. Como aquel que ayudar al pueblo de Dios y aquel que consuela al su pueblo.
Consolar al pueblo representa la misión del ungido. Jesús mismo se denominó el ungido y su paso
terreno se revela como: sanador, liberador, proclamador de gracia. Jesús, representa al verdadero
ungido, al ungido por antonomasia. De lo anterior, se entiende como el lugar del consagrado es el
lugar de sufrimiento humano. El religioso está en lugares de sufrimiento y ahí en donde se vive el
drama humano, se destila la gracia del consuelo, por medio del aceite de consagración. El
consagrado se dedica a libera el alma de los que sufren y de alguna y por gracias divina consagra a
otros. Aquello que ha pasado por medio del aceite de consagración queda consagrado y tiene la
capacidad de consagrar. El señor envía una misión al consagrado, el sufriente.
Trayendo esto a nuestra realidad, a nuestra experiencia de vida, se puede evidenciar como Dios
realizó esta misma dinámica con nosotros, su pedagogía divina se evidencia en momentos históricos
representativos y de gran importancia en nuestra existencia, momentos que han quedado grabados en
lo más profundo de nuestro corazón como indudables y que conducen a un llamado, a desempeñar
una misión en su pueblo. Nosotros hemos sido elegidos para ser ungidos, para ser consagrados, con
una misión de ser mediación y consuelo. Hemos sido elegidos antes de la creación, somos propiedad
de Dios porque Él nos ha elegido.
Señor, has irrumpido en mi vida, en medio de la tribulación y en la alegría has sido mi sustento y
esperanza; me has mostrado tu misericordia, me has dado a conocer la dignidad humano-divina; me
has dado sentido a mi ser y ahora eres mi horizonte y las huellas que piso; y me has llamado a vivir
una vida consagrada, para conocerte amarte y servirte.

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