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República de Colombia

Tribunal Superior de Bogotá D.C.


Sala Civil

TRIBUNAL SUPERIOR DE BOGOTÁ


SALA CIVIL

Magistrado Ponente:
MARCO ANTONIO ÁLVAREZ GÓMEZ

Bogotá D.C., diez (10) de marzo de dos mil diez (2010)

Ref: Proceso 15200600332 02

(Discutido y aprobado en sesión de 9 de marzo de 2010)

Decídese el recurso de apelación interpuesto por la parte


demandante contra la sentencia de 30 de julio de 2009, proferida
por el Juzgado 15 Civil del Circuito de Bogotá dentro del proceso
de la referencia.

ANTECEDENTES

1.- Los señores Nelly Cano Caballero (cónyuge), Deisy Paola y


Laura Vanessa Alonso Cano (hijas), Aquilino Alonso Alonso y
Anunciación Daza Martínez (padres) y Jaime, Misael, María
Evangelina, Álvaro, María Alicia, Ana Lucila y Aura María Alonso
Daza (hermanos), llamaron a proceso ordinario a la Clínica del
Occidente S.A. para que fuera declarada civil y
extracontractualmente responsable por la muerte del señor Jorge
Eliécer Alonso Daza y, por tanto, se la condenara a pagarles los
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daños materiales y morales ocasionados, en cuantías que se


precisaron de manera individual.

2.- Para sustentar su demanda, los familiares del señor Alonso


Daza refirieron que este trabajó aproximadamente 16 años al
servicio de la sociedad Italcol S.C.A., donde un elevador, el 13 de
septiembre de 2005 le aplastó la mano derecha, por lo que fue
llevado a la Clínica demandada, en la que duró hospitalizado
hasta el 12 de octubre de 2005, luego de haberle hecho lavados
quirúrgicos y cirugías, así como practicado lo que quirúrgicamente
se denomina un “colgajo, esto es, que le abrieron el abdomen y le
introdujeron allí la mano lesionada para su recuperación, lo cual
no funcionó, ya que lo que hicieron fue introducir una infección…”
(fl. 39, cdno. 1).

Agregaron que el 13 de octubre de 2005 el señor Alonso Daza fue


llevado nuevamente a la Clínica por presentar fiebre,
habiéndosele diagnosticado una infección urinaria que se trató
con medicamentos. Como la fiebre aumentó y, además, presentó
brote en la piel, al día siguiente fue ingresado otra vez al centro
hospitalario donde se le dejó en observación hasta el 15 de
octubre, cuando le dieron salida. No obstante, el día 16 de ese
mes tuvo que ser internado por una “infección generalizada”, para
fallecer el domingo 23 de octubre del referido año (fl. 39, cdno. 1).

3. La Clínica demandada se opuso a las pretensiones y


planteó, a manera de defensas, la “ausencia de responsabilidad
por inexistencia de culpa”; “ausencia total de relación de
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causalidad entre la atención brindada… del daño presuntamente


causado”; “ausencia de daño imputable a la Clínica”; “riesgo
intrínseco del procedimiento quirúrgico”; “inexistencia de la
obligación de indemnizar”; “ausencia de perjuicios materiales y
morales, exceso en la tasación de los mismos” y “atipicidad de los
elementos de la responsabilidad civil extracontractual”.

4. Tramitado el proceso se dictó la sentencia apelada, en la


que el Juez declaró probadas las excepciones propuestas y negó
las pretensiones.

LA SENTENCIA APELADA

Aunque el Juez de primer grado destacó, en forma liminar, que


entre el paciente y la Clínica demandada existió una relación
contractual para la prestación del servicio médico, lo que
evidenciaba el desatino de la demanda al haber planteado una
responsabilidad extracontractual, a renglón seguido se ocupó de
aquella porque “es deber del fallador aplicar la responsabilidad
correcta” (fl. 719, cdno. 1).

Con esta precisión resaltó los elementos de la responsabilidad


contractual, señaló los hechos que habían sido probados
(fallecimiento del señor Alonso, hospitalización en la Clínica,
tratamientos realizados, etc.), para, finalmente, concluir que
existían muchas dudas sobre la causa de su muerte, pues no se
practicó ningún dictamen pericial para establecer si los
procedimientos que se realizaron fueron los adecuados. En suma,
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para el juzgador no fue probada la culpa (si de responsabilidad


extracontractual se trata), ni el incumplimiento de los deberes del
contratante.

EL RECURSO DE APELACIÓN

La parte demandante solicitó revocar la sentencia, para lo cual


argumentó que las pruebas recaudadas permitían concluir que
hubo una falla probada en la atención médica del paciente Jorge
Eliecer Alonso Daza por parte de la Clínica del Occidente, por
cuanto se le dio de alta el 12 de octubre de 2005 “sin diagnosticar
que en dicho centro hospitalario había adquirido una infección
grave, debiendo ser internado al día siguiente”, y “llegando a la
irresponsabilidad de darle salida el quince (15) de octubre de la
misma anualidad, debiendo ser internado en la Clínica
nuevamente el dieciséis de octubre” (fl. 7, cdno. 7).

Para el impugnante la lesión sufrida por el señor Alonso no era de


mayor gravedad, pues se trató de un aplastamiento de su mano
derecha que los médicos dejaron de amputar para no
comprometer la vida del paciente.

Resaltó luego las declaraciones de Elsa Patricia Valbuena León y


Nancy Martínez Bonilla, para señalar que ésta última informó que
el 14 de octubre, tras observar que el paciente presentaba una
infección “con 4 cruces de bacterias” y de 12 a 15 leucocitos por
campo, le recomendó a la doctora Méndez que no considerara
común la infección urinaria y que lo hiciera ver por medicina
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interna porque había estado hospitalizado cerca de un mes (fl. 10,


cdno. 7).

Sobre el tema de la culpa, consideró que frente a la Clínica recaía


una presunción de culpa que se reafirmó con las aludidas
declaraciones. En lo tocante al nexo causal, acotó que el
accidente de trabajo “es determinador para la muerte ocurrida,
pero este resultado no es la consecuencia lógica de una sola
causa, sino que ocurrieron otras circunstancias”; y aunque “no se
pueden juzgar las calidades profesionales de los médicos,
quienes seguramente agotaron esfuerzos para salvar la vida de
Jorge Eliécer…, existen algunas situaciones que… son concausas
del hecho”, como por ejemplo haber optado por el procedimiento
del colgajo inguinal, en lugar de practicar la amputación; haberlo
dado de alta, pese a que en su interior presentaba una bacteria no
común que hizo presencia una vez realizada la intervención
quirúrgica y el colgajo, y no haberse realizado un control
infeccioso por parte del Comité de Vigilancia Epidemiológica (fls.
11 y 12, cdno. 7).

A juicio del recurrente, al señor Alonso no lo mató la lesión sufrida


sino una infección no común adquirida en la Clínica que, según la
ciencia médica, es denominada “infección nosocomial”, de la cual
se ocupó prolijamente. Esa bacteria estaba presente en la sala de
cirugías y no había sido controlada por la Clínica demandada.

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Finalmente, abordó el tema del daño causado a los demandantes


y de las razones por las cuales podían ser llamadas a responder
las personas jurídicas.

CONSIDERACIONES

1. Como el juzgador entendió, en forma equivocada, que el


litigio debía examinarse desde la perspectiva de la
responsabilidad contractual, pese a que los demandantes
plantearon sus pretensiones al amparo de la extracontractual, es
necesario que la Sala rectifique esa postura, antes de ocuparse
del derecho debatido, toda vez que por similares que sean una y
otra no es posible entremezclarlas, ni mudar de régimen a
conveniencia, so capa de una supuesta “ruptura de la ortodoxia
procesal” (fl. 719, cdno. 1).

En efecto, aunque la relación médico paciente de ordinario se


desenvuelve en el marco de una relación contractual, nada obsta
para que, si éste fallece por causa imputable a aquél, sus
herederos –y cualquier otra persona afectada- puedan situarse al
margen de ese negocio jurídico en orden a reclamar el
resarcimiento del perjuicio que la conducta dañosa del médico
pudo causarle a su patrimonio, aunque, como es apenas obvio,
también tienen a su alcance la acción indemnizatoria de los
perjuicios irrogados al propio paciente.

Todo dependerá de cuál es el perjuicio que debe ser resarcido: si


el ocasionado al paciente, evento en el que la responsabilidad
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será contractual, o si el generado a sus herederos, hipótesis en la


que la responsabilidad será aquiliana. En el primer caso los
demandantes obrarán jure hereditario; en el segundo jure proprio.
Así lo ha precisado la Corte Suprema de Justicia en jurisprudencia
que es útil memorar:

“1. Cuando la víctima directa de un acto lesivo, fallece como


consecuencia del mismo, sus herederos están legitimados para
reclamar la indemnización del perjuicio por ella padecido, mediante
el ejercicio de la denominada acción hereditaria o acción hereditatis,
transmitida por el causante, y en la cual demandan, por cuenta de
éste, la reparación del daño que hubiere recibido. Dicha acción es de
índole contractual o extracontractual, según que la muerte del
causante sea fruto de la infracción de compromisos previamente
adquiridos con el agente del daño, o que se dé al margen de una
relación de tal linaje, y como consecuencia del incumplimiento del
deber genérico de no causar daño a los demás.

“Al lado de tal acción se encuentra la que corresponde a todas


aquellas personas, herederas o no de la víctima directa, que se ven
perjudicadas con su deceso, y mediante la cual pueden reclamar la
reparación de sus propios daños. Trátase de una acción en la cual
actúan jure proprio, pues piden por su propia cuenta la reparación
del perjuicio que personalmente hayan experimentado con el
fallecimiento del perjudicado inicial, y su naturaleza siempre es
extracontractual, pues así la muerte de éste sobrevenga por la
inobservancia de obligaciones de tipo contractual, el tercero
damnificado, heredero o no, no puede ampararse en el contrato e
invocar el incumplimiento de sus estipulaciones para exigir la
indemnización del daño que personalmente hubiere sufrido con el
fallecimiento de la víctima-contratante, debiendo situarse, para tal
propósito, en el campo de la responsabilidad extracontractual.

“Se trata entonces de acciones diversas, por cuanto tienden a la


reparación de perjuicios diferentes. La primera, puesta al alcance de
los causahabientes a título universal de la víctima inicial, que se
presentan en nombre del causante, para reclamar la indemnización
del daño sufrido por éste, en la misma forma en que él lo habría
hecho. La segunda, perteneciente a toda víctima, heredera o no del
perjudicado inicial, para obtener la satisfacción de su propio daño.

“Sobre la última ha expuesto la doctrina de la Corte que “...cuentan


con legitimación personal o propia para reclamar indemnización las
víctimas mediatas o indirectas del mismo acontecimiento, es decir
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quienes acrediten que sin ser agraviados en su individualidad física


del mismo modo en que lo fue el damnificado directo fallecido,
sufrieron sin embargo un daño cierto indemnizable que puede ser:
De carácter material al verse privados de la ayuda económica que
esa persona muerta les procuraba o por haber atendido el pago de
expensas asistenciales o mortuorias, y de carácter puramente moral,
reservados estos últimos para ‘aquellas personas que, por sus
estrechas vinculaciones de familia con la víctima directa del
accidente, se hallan en situación que por lo regular permite presumir,
con la certeza que requiere todo daño resarcible, la intensa aflicción
que les causa la pérdida del cónyuge o de un pariente próximo’ (G.J.
Tomo CXIX, pág. 259)” (Cas. Civ. del 10 de marzo de 1994).” 1.

Por consiguiente, como de la demanda se deduce, pese a la


ausencia de los hechos 8 a 14, que los libelistas pidieron la
reparación de los daños que a su propio patrimonio les causó la
muerte del señor Jorge Eliécer Alonso Daza, era lógico que
encauzaran su pretensión por la vía de la responsabilidad
extracontractual, sin que su análisis pudiera afectarse por los
compromisos contractuales que existieron entre aquél y la Clínica
del Occidente.

2. Hecha esta precisión, cumple señalar que a los


demandantes les correspondía la ingente carga de probar los tres
elementos que configuran esa responsabilidad civil: el daño
-debidamente cuantificado-, la culpa y el nexo causal, en defecto
de los cuales su pretensión indemnizatoria no podía ser acogida.

En cuanto al segundo de esos requisitos, conviene recordar que


la responsabilidad médica solo puede deducirse a partir de la
culpa probada, toda vez que, en línea de principio, el galeno no
asume el compromiso de sanar o curar a su paciente, sino el de

1
C.S.J. Cas. Civ. Sentencia de 18 de mayo de 2005 M.P. Dr. Jaime Alberto Arrubla Paucar.
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aplicar sus conocimientos y realizar todos los esfuerzos que la


ciencia médica le permita para remediar sus dolencias, sin
perjuicio, claro está, de aquellos eventos en los que el facultativo
contrae una obligación de resultado, como acontece en el caso de
ciertas intervenciones con fines de simple estética.

Aún en la responsabilidad extracontractual no es posible perder


de vista que los médicos, por regla general, contraen una
obligación de medio y no de resultado, por lo que su deber de
prestación se concreta a dispensarle al paciente todos los
tratamientos y cuidados que tenga a su alcance, según la lex artis,
para conseguir su curación o paliar los efectos nocivos de su
dolencia.

Así lo ha considerado la Corte Suprema de Justicia, al expresar


que los médicos no se obligan “a sanar el enfermo, sino a ejecutar
correctamente el acto o serie de actos que, según los principios
de su profesión, de ordinario deben ejecutarse para conseguir el
resultado”2. Por consiguiente, si “el médico asume... el deber
jurídico de brindar al enfermo asistencia profesional tendiente a
obtener su mejoría, y el resultado obtenido con su intervención es
la agravación del estado de salud del paciente, que le causa un
perjuicio específico, éste [o sus herederos] debe... demostrar, en
línea de principio, el comportamiento culpable de aquel en
cumplimiento de su obligación, bien sea por incurrir en error de
diagnostico o, en su caso, de tratamiento…” 3.

2
Sala de Casación Civil, sent. de 3 de noviembre de 1997
3
Sala de Casación Civil, sent. de 13 de septiembre de 2002, exp.: 6199.
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Y en lo que atañe al nexo causal, que es el tercero de los


elementos de la responsabilidad civil, también es útil precisar que
en este tipo de juicios en los que se discute la responsabilidad
médica, los demandantes, por regla, también tienen la carga de
acreditar la relación de causalidad entre el daño ocasionado y la
conducta culposa del facultativo o del centro hospitalario, sin que
sea suficiente para ese propósito demostrar la simple relación
médico-paciente, sino que es indispensable demostrar que el
comportamiento negligente, imprudente o falto de pericia del
médico, generó una consecuencia dañosa que compromete su
responsabilidad.

Sobre el particular ha puntualizado la Corte Suprema de Justicia


que “…si bien, en principio, la responsabilidad médica parte de la
culpa probada, lo cierto es que, frente a la lex artis, ‘el meollo del
problema antes que en la demostración de la culpa está es en la
relación de causalidad entre el comportamiento del médico y el
daño sufrido por el paciente’4”5.

3. Al amparo de estas breves reflexiones, bien pronto se


advierte que los demandantes no probaron los elementos de la
responsabilidad civil extracontractual, como se los imponía el
artículo 177 del Código de Procedimiento Civil, pues no se
acreditó que el fallecimiento del señor Jorge Eliecer Alonso Daza
tuvo como detonante una conducta culposa de la Clínica del
Occidente S.A.

4
Sentencia 001 de 30 de enero de 2001, expediente 5507.
5
Sala de Casación Civil, sent. de 19 de diciembre de 2005, exp.: 381997-00491-01.
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En efecto, obsérvese que en el expediente existen dos grupos de


testigos: uno conformado por Luz Marina Suárez Herrera, Luis
Eduardo Pino Medina, Santiago Anzola Melo; Elizabeth Torres
Rodríguez, María Dora Suárez Botía, quienes, en general,
refirieron el drama vivido por la familia Alonso Cano a raíz del
accidente laboral que tuvo el señor Jorge Eliecer Alonso Daza y
de su posterior fallecimiento; como es apenas obvio, estos
testigos, por su falta de conocimiento profesional, nada aportan
sobre el tratamiento médico propiamente dicho. El otro grupo,
conformado por los médicos Elsy Lucía Puello Solano, Andrés
Mauricio Neira Grajales, Nancy Martínez Bonilla, José Luis Peña
Almario, Andrés García Martínez, Juan Carlos Hernández Forero,
María Teresa Ospina Cabrera y Elkin Vladimir Lemos Luengas,
quienes reiteraron, con mayores o menores explicaciones, lo que
consta en la historia clínica; por su vinculación, presente o
pasada, con la Clínica demandada y por su participación en el
tratamiento que se le dispensó al señor Alonso, sus versiones
merecen especial escrutinio, dado el innegable interés en el
resultado del juicio.

Queda el testimonio de Elsa Patricia Valbuena León, quien fue la


auxiliar de enfermería que le realizó limpieza a la herida del señor
Alonso cuando salió de la Clínica, cuyo dicho es prueba de los
síntomas que presentó durante la visita domiciliaria, pero que
nada aporta en lo tocante a la regularidad del procedimiento
médico aplicado. Su afirmación en el sentido de que “las heridas
ocasionadas por el accidente de trabajo no eran mortales”, y que,
“con buen manejo… se hubiera podido salvar”, no es más que
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una opinión carente de soporte científico, al punto que la propia


declarante reconoció que lo decía “sin tener conocimiento en este
momento, que fue lo que realmente se llevó a cabo en Clínica de
Occidente” (fl. 672).

Ahora bien, de la historia clínica se desprenden los siguientes


hechos:

a) Que para el tratamiento del trauma que presentó el


señor Alonso en su miembro superior derecho, con fracturas
múltiples, se le practicaron osteosíntesis en los huesos de la
mano, el cúbito y el radio, así como varios “lavados” en los que se
encontraron tejidos necróticos, algunos de ellos con pus, siendo
útil destacar que en el procedimiento quirúrgico que se verificó el
7 de octubre de 2005, la cirujana Nancy Martínez Bonilla, al entrar
a la sala de cirugía para realizar el “colgajo a distancia” (inguinal),
advirtió “que el metacarpiano que ha estado expuesto está
flotante y completamente necrótico”, razón por la cual, para poder
darle cobertura a ese hueso, “ortopedia realiza el desbridamiento
óseo”, lo que permitió realizar el “colgajo” (fls. 378, 381 vlto., 382,
389 a 396).

b) Que el 2 de octubre de 2005 el señor Alonso Daza fue


enterado por sus médicos de la “severidad de la lesión y las
ventajas vs desventajas de continuar intentando el salvamento del
dedo vs amputación del mismo” (fl. 378).

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c) Que en su primera hospitalización presentó una


disminución en los glóbulos blancos (como también lo refirió la
doctora María Teresa Ospina Cabrera; fl. 633), al punto que el 5
de octubre de 2005 se anotó que persistía la “leucopenía
importante” (fls. 363 y 381 vlto.).

Sin embargo, el 8 de octubre de ese año, un día después de


la cirugía en la que se le hizo el “colgajo inguinal”, ya presentaba
“recuperación leucocitaria” (fl. 384), y para el 12 de octubre, día
de su salida, el paciente “mostró progresiva (sic) incremento del
conteo de leucocitos” (fl. 363).

d) Que desde un comienzo el paciente presentó picos


febriles (38.5° centígrados y más), así como procesos infecciosos
que fueron tratados en un comienzo con gentamicina, luego con
vancomicina y más tarde con trimetropín sulfametaxasol (fl. 376).
Esos picos febriles se presentaron, incluso, el 6 de octubre de
2005, un día antes de la cirugía en la que se hizo la reparación del
cúbito y el radio y el colgajo inguinal (fl. 383).

Empero, es necesario resaltar que en las notas


postoperatorias de medicina interna y ortopedia de los días 8, 9,
10, 11 y 12 de octubre, se refirió que el paciente estuvo “áfebril”
(fls. 384 vlto., a 388).

d) Que el “colgajo microvascular” (a distancia e inguinal)


se le practicó al señor Alonso luego de descartarse la amputación,

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el uso de la piel del segundo dedo y un colgajo del brazo, ésta


última por daño en la arteria cubital (fl. 379).

e) Que todos los procedimientos médicos y quirúrgicos


contaron con el consentimiento informado del señor Alonso o de
su familia cercana, particularmente de la señora Nelly Cano, su
esposa (fls. 451 a 455).

f) Que los días 13 y 14 de octubre de 2005, el señor


Alonso asistió al servicio de urgencias de la Clínica demandada
por un proceso febril, habiéndosele diagnosticado una infección
urinaria que recibió tratamiento.

En la valoración que se le hizo el 14 de octubre se encontró


un “colgajo vital sin eritema… sin hematoma”, aunque con
“secreción serosa en área del puño”, pero “no hay mal olor”.
También se dejó constancia que el “parcial de orina era
francamente patológico” (fl. 461), por lo que según el testimonio
de la médico Nancy Martínez Bonilla, ella le recomendó a la
doctora Méndez, quien atendía al paciente, que lo hiciera ver por
medicina interna y que “esa infección urinaria no la considera (sic)
una infección urinaria común” (fl. 235, cdno. 1).

g) Que el señor Alonso fue hospitalizado nuevamente el


16 de octubre, por insuficiencia renal aguda, shock séptico, sepsis
de origen en tejido blando, hipotensión arterial, disnea leve y
leucocitosis marcada. En general, el paciente presentó “signos

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claros de sobreinfección del área quirúrgica y complicaciones de


la misma” (fls. 469, 471 y 624)

Además de suministrarle los antibióticos necesarios


(vancomisina y meropenen) y de soltársele el colgajo, el 17 de
octubre se le practicó un desbridamiento extenso de tejidos
blandos y una secuestrectomía, esto es, la remoción de un hueso
muerto desprendido de un hueso sano (fl. 469).

h) En los días subsiguientes el paciente presentó una


disfunción orgánica múltiple, que le provocó la muerte el 23 de
octubre de 2005 (fls. 474 a 507 vlto.).

De estos hechos se deduce que el señor Alonso, desde un


comienzo, presentó un proceso infeccioso; sin embargo, no existe
prueba de su vinculación a un tratamiento médico inapropiado por
parte de la Clínica. También se colige que ese proceso infeccioso
lo acompañó hasta su muerte, pero no puede afirmarse, más allá
de toda duda, que el síndrome de disfunción orgánica múltiple que
provocó tuvo como causa la realización del colgajo inguinal o de
cualquiera otro de los procedimientos quirúrgicos que se le
practicaron. Del mismo modo se puede sostener que
inmediatamente después de su salida de la Clínica, el 12 de
octubre de 2005, el señor Solano presentó complicaciones que lo
obligaron a retornar al centro médico; pero no se puede aseverar,
en forma concluyente, que ese egreso obedeció a una conducta
negligente, pues quedó visto que el paciente, para esa fecha, no

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presentaba signos de alerta especiales que impidieran adoptar


esa medida.

Es cierto que el señor Alonso tuvo un constante problema de


leucocitos, así como un marcado proceso febril, pero no existe
evidencia de errores en el procedimiento que se implementó para
tratarlos. Tampoco la hay de negligencia por no haberse realizado
la amputación de la mano o de uno de sus dedos, pues la historia
clínica da cuenta de que al paciente y a su familia se les
informaron las ventajas y desventajas de cercenar esa parte del
miembro superior derecho, habiéndose optado por el método del
colgajo inguinal, al que no se arribó de manera precipitada, sino
luego de descartar otras opciones.

La Sala no desconoce que la médico Nancy Martínez, el 14 de


octubre de 2005, recomendó un cuidado especial para el señor
Alonso, porque su infección urinaria no era común. Empero, a ello
no le sigue que hubo una falla médica en el tratamiento que se le
dispensó ese día, particularmente por no haber sido hospitalizado.
Menos aún se podría afirmar que la muerte de aquél tuvo como
una de sus causas adecuadas esa supuesta omisión.

De otra parte, en el proceso no existe prueba de la infección


nosocomial que el recurrente invoca como causa del fallecimiento
del señor Alonso. Por el contrario, las pruebas recaudadas, como
por ejemplo el testimonio del infectólogo Elkin Vladimir Lemos
Luengas, quien laboró para la Clínica en la época de los hechos,
permiten afirmar que “dentro del periodo año 2005 no se
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presentaron brotes de infección relacionadas con los aislamientos


microbianos encontrados en el paciente” (fl. 677).

De manera pues que no existe forma de asociar la muerte del


señor Alonso con el tratamiento que se le dispensó en la Clínica
del Occidente, ni es posible sostener que la Clínica y sus médicos
obraron con culpa, menos aún si se considera que su obligación
era de medio y no de resultado.

4. Puestas de este modo las cosas, se confirmará la sentencia


apelada, aunque no se condenará en costas del recurso, por no
aparecer causadas.

DECISIÓN

En mérito de lo expuesto, el Tribunal Superior del Distrito Judicial


de Bogotá, en Sala de Decisión Civil, administrando justicia en
nombre de la República y por autoridad de la ley, CONFIRMA la
sentencia de 30 de julio de 2009, proferida por el Juzgado 15 Civil
del Circuito de Bogotá dentro del proceso de la referencia.

Sin costas en esta instancia.

NOTIFÍQUESE

MARCO ANTONIO ÁLVAREZ GÓMEZ

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Magistrado

NANCY ESTHER ANGULO QUIROZ


Magistrada

RODOLFO ARCINIEGAS CUADROS


Magistrado

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