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12/6/2020 Leyes (y transgresiones) de la narración policial - LA NACION

LA NACION | CULTURA

Leyes (y transgresiones) de la narración


policial
El autor de Acerca de Roderer advierte, con Borges, que la buena literatura de enigma
suele dependermenos de la observancia de ciertas reglas estilísticasque de su delicada
y sabia infracción

15 de agosto de 2009

Además de haber escrito diversos ensayos, es autor de las novelas La


mujer del maestro, La muerte lenta de Luciana B y Crímenes
imperceptibles, llevada al cine por el director español Álex de la Iglesia

E n su artículo "Leyes de la narración policial", (de 1933, recogido en Textos


recobrados ), Borges propone algunas reglas básicas o "mandamientos" para el relato
policial clásico. Estas convenciones, como señala con agudeza, "no propenden a eludir
dificultades, sino a imponerlas". Borges escribe explícitamente las siguientes seis:

1. Un límite discrecional de sus personajes

Los personajes deben ser pocos y bien determinados, de modo que el lector llegue a
conocerlos y a distinguirlos. "La infracción temeraria de esa ley tiene la culpa de la
confusión y el hastío de todos los films policiales."

2. Declaración de todos los términos del problema

Se deben disponer todas las cartas sobre la mesa, sin ases intempestivos de último
momento. A partir de cierto punto, el lector tendría que contar con todas las pistas
necesarias para encontrar por sí mismo la solución. "La variada infracción de esta
segunda ley es el defecto preferido de Conan Doyle. Se trata, a veces, de unas leves
partículas de cenizas recogidas a espaldas del lector por el privilegiado Holmes? Otras,
el escamoteo es más grave. Se trata del culpable, terriblemente desenmascarado a
última hora para resultar un desconocido, una insípida y torpe interpolación."

3. Avara economía de los medios

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Que un personaje se desdoble en dos puede ser admisible, señala Borges. Pero que dos
individuos finjan ser un tercero para proporcionarle ubicuidad "corre el seguro albur de
parecer una cargazón". La solución debe ser lo más limpia y neta posible, sin engorros
tecnológicos, artificios improbables o despliegues abrumadores de movimientos y
detalles. También: la solución debe poder inferirse con los recursos ya puestos en juego,
como otro reordenamiento de lo conocido.

4. Primacía del cómo sobre el quién

La verdadera intriga de un buen whodunit no es el nombre final de quién lo hizo, sino


cómo será el nuevo orden lógico más sutil, la verdad subterránea, que ilumina todo lo
leído de otra manera.

5. El pudor de la muerte

A diferencia de los thrillers del cine contemporáneo, en que la imaginación se dirige a


concebir crímenes cada vez más morbosos y cadáveres cada vez más chocantes, en el
relato policial clásico la muerte es como la jugada de apertura en el ajedrez, y no tiene
en sí misma tanta importancia. "[Las] pompas de la muerte no caben en la narración
policial, cuyas musas glaciales son la higiene, la falacia y el orden."

Una transgresión ejemplar a esta ley es Navidades trágicas , de Agatha Christie. La


idea, según se deja ver en la dedicatoria, surgió como un desafío, después de que su
cuñado le reprochó, justamente, que sus crímenes eludían la sangre. "Te quejaste de que
mis asesinatos se iban volviendo demasiado refinados, decadentes incluso. Sentías
profundos anhelos de ?un buen crimen violento, con mucha sangre´. ¡Un asesinato que
no ofreciera duda alguna de que era un verdadero asesinato!". Quizá lo más notable es
que en este crimen, estéticamente opuesto, Agatha Christie no deja de ser ella misma: el
chillido escalofriante, la escena brutal del crimen, la profusa sangre son todas claves
precisas de la resolución final.

6. Necesidad y maravilla de la solución

"Lo primero establece que el problema debe ser un problema determinado, apto para
una sola respuesta. Lo segundo requiere que esa respuesta maraville al lector." Esta
sensación de maravilla, aclara Borges, no debe apelar a lo sobrenatural. La solución de
un relato policial debe ser como la demostración de un teorema profundo: difícil de
imaginar a partir de las premisas, pero cuya necesidad se impone por el ingenio riguroso
de una explicación perfectamente lógica.

Además de estos seis axiomas declarados, dentro del artículo se postulan de manera
indirecta también algunos otros:

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El genuino retrato policial -¿precisaré decirlo?- rehúsa con parejo desdén las
aventuras físicas y la justicia distributiva. Prescinde con serenidad de los calabozos, de
las escaleras secretas, de los remordimientos, de la gimnasia, de las barbas postizas,
de la esgrima, de los murciélagos y de Charles Baudelaire y hasta del azar.

Podemos desglosar de aquí tres reglas más:

7. Desdén de las aventuras físicas

En el desdén de las aventuras físicas podría establecerse una de las diferencias


principales con la novela negra, o con el thriller cinematográfico. Borges observa que en
los primeros ejemplos del género, "la historia se limita a la discusión y a la resolución
abstracta de un crimen, tal vez a muchas leguas del suceso o a muchos años". Isidro
Parodi, el detective que imaginó junto con Bioy Casares, resolvía los casos desde el
encierro de una cárcel. Tanto en las aventuras de Sherlock Holmes como en las de
Hércules Poirot, la vida del detective a veces está en peligro inminente, pero estos
riesgos son efímeros y nunca la materia narrativa principal, salvo quizá en los casos
finales de ambos. C. Auguste Dupin, la anciana Miss Marple, el padre Brown y Perry
Mason son todos ejemplos de detectives a resguardo de las aventuras físicas.

8. Prescindencia de las consideraciones o juicios morales

Sobre la cuestión de la "justicia distributiva", La huella del crimen , de Raúl Waleis,


primera novela policial argentina -del año 1877, recientemente rescatada- tiene una
intención declarada de favorecer una nueva legislación, a través de la exposición de un
caso que desnudaría una falta en la justicia: "El derecho es la fuente en que beberé mis
argumentos. Las leyes malas deben conocerse por los efectos que su aplicación
produzca. Yo formo el drama en que aplico la ley vigente. Sus fatales consecuencias
probarán la necesidad de reformarla". Posiblemente, también las novelas de Perry
Mason y los relatos de Chesterton pueden verse dentro de cierto apego a los cánones de
la justicia y a las consideraciones morales sobre inocentes y culpables.

9. Rechazo del azar

En cuanto al rechazo del azar, son interesantes las reflexiones de Patricia Highsmith, a
quien no la asusta tensar la credulidad del lector:

Me gusta mucho que en los argumentos haya coincidencias y situaciones casi (pero no
del todo) increíbles, como, por ejemplo, el plan audaz que en el primer capítulo de
Extraños en un tren un hombre propone a otro al que apenas conoce hace un par de
horas [...]. Lo ideal es que los acontecimientos den un giro inesperado, guardando

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cierta consonancia con el carácter de los protagonistas. Puede estirarse al máximo la


credulidad del lector, su sentido de la lógica -es muy elástico-, pero no debe romperse.
(En Suspense, capítulo 5).

El azar puede aparecer en la narración a manera de elipsis, tal como en las comedias se
acepta que una puerta se abra para dejar salir a un personaje y otro aparezca de
inmediato. También, como el catalizador de una circunstancia propicia, que dé la
ocasión y oportunidad para un crimen cuando el motivo no es tan fuerte. Así ocurre, por
ejemplo, con la aparición del pariente lejano en coincidencia con el dato financiero en
Cuenta pendiente , de Cecil Scott Forester. El azar no debería jugar en cambio un papel
decisivo en la explicación final. Notablemente, en La muerte y la brújula , del propio
Borges, es un accidente fortuito, una muerte azarosa, lo que da al asesino la idea para su
serie y su emboscada.

10. Desconfianza o rechazo de las vías y protocolos de la investigación


policial

("Las cotidianas vías de la investigación policial -los rastros digitales, la tortura y la


delación- serían unos solecismos ahí.")

La investigación policial pertenece al orden prosaico de los hechos y el sentido común.


Esto suele establecer la diferencia entre el plano de la investigación oficial de la justicia
y la investigación paralela, del orden de la ficción -y excéntrica respecto a los criterios y
parámetros usuales- que lleva adelante el detective. En "La muerte y la brújula", como
una ironía, tanto el policía oficial como el detective paralelo tienen razón, cada uno a su
manera.

11. El asesino debe pertenecer al elenco inicial del relato

"En los cuentos honestos -señala Borges-, el criminal es una de las personas que figuran
desde el principio." Una variante más laxa dice que el asesino debe aparecer en la
primera mitad del relato.

12. La solución debe prescindir de lo sobrenatural, que sólo puede aparecer


como conjetura transitoria a descartar

La respuesta debe maravillar al lector, "sin apelar a lo sobrenatural, claro está, cuyo
manejo en este género de ficciones es una languidez y una felonía? Chesterton, siempre,
realiza el tour de force de proponer una aclaración sobrenatural y de reemplazarla
luego, sin pérdida, con otra de este mundo".

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13. La solución no puede incluir elementos o saberes desconocidos para el


lector

("También están prohibidos... los elixires de operación desconocida.")

Hasta aquí, las leyes que recoge Borges en su artículo. Algunas otras podrían ser, quizá:

14. Omisión de la vida privada del detective y de sus aventuras


sentimentales o sexuales

Regla vulnerada en todas las películas policiales, donde asistimos al divorcio obligatorio
del policía a cargo, a su vida rutinariamente desdichada y a su romance forzoso con la
actriz principal.

15. En el caso de un doble o triple desenlace, debe haber un escalamiento,


en que cada uno de los finales supere en ingenio y rigor al anterior

Como en la regla de los tres adjetivos que menciona Proust para los salones franceses, el
último está obligado a sobrepasar los dos primeros.

16. El asesino no puede ser el mayordomo (a menos que se trate de una


convención de mayordomos)

El asesino no puede ser un personaje demasiado lateral, que esté permanentemente


oculto, como una carta guardada.

17. El asesino no puede ser el inmigrante, o el fanático religioso, o el


sospechoso de extremismo político

Regla observada siempre con cuidado por Agatha Christie. Los motivos del asesinato
deben ser íntimos y el asesino debe pertenecer al núcleo íntimo de la historia. Esta regla
se deja a un lado de una manera particularmente decepcionante en Asesinos sin rostro ,
de Henning Mankell.

18. El asesino no debe ser el narrador

Regla admirablemente incumplida por Agatha Christie en El crimen de Roger Ackroyd ,


y de manera más previsible por Anton Chéjov en "Extraña confesión".

19. El asesino no debe ser el investigador

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Regla desoída por Agatha Christie en Navidades trágicas y por Juan José Saer en La
pesquisa .

¿Podría extenderse todavía más esta lista? Seguramente. Pero eso quizá daría lugar a
una ilusión equivocada, la ilusión de que el género puede capturarse y reducirse a un
formalismo de axiomas, a una lista de instrucciones y procedimientos. Una ilusión
simétrica y también equivocada -aunque popular en las mesas redondas, porque
permite la pose iconoclasta y las metáforas bélicas- sostiene que el género debe
dinamitarse, que hay que hacer saltar todas las reglas por los aires, que las leyes existen
sólo para ser violadas. Cualquiera que lo haya intentado sabe en todo caso que es difícil -
si no imposible- deshacerse de todas a la vez, y que hay en el género policial una tensión
y un desafío extraordinario entre lo que efectivamente ya está dicho, en la retórica
acumulada en miles de novelas, y aquello que todavía puede decirse, en el filo de las
reglas. Las leyes son, en este sentido, como la altura de una valla, que la astucia y la
creatividad deben saltar.

En una de las poquísimas ocasiones en que Borges concibe el plan de una novela propia,
(en el artículo "È vero, ma non tropo", de 1938, revista El Hogar ) no casualmente elige,
entre todos los géneros, la novela policial. La suya sería, declara, "un poco heterodoxa".
Y subraya que esto último es importante, porque "el género policial, como todos los
géneros, vive de la continua y delicada infracción de sus leyes". La delicada infracción de
sus leyes: el subrayado es nuestro.

adnMARCOS LÓPEZ

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