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Laura Guererro

18-1614
Semana 11. Ensayo

Feminicidio en América latina y Republica


Dominicana

El feminicidio o femicidio es un crimen de odio, entendido como el asesinato de una


mujer por el hecho de ser mujer. Desde diciembre de 2018 el Diccionario de la lengua
española define feminicidio como el asesinato de una mujer a manos de un hombre por
machismo o misoginia. El término femicidio registra esporádicos antecedentes de uso en
el idioma inglés desde comienzos del siglo XIX. pero comenzó a difundirse desde que
Diana Russell lo utilizara en 1976 ante el Tribunal Internacional de los Crímenes contra
la Mujer y sobre todo desde que instalara el concepto con sendas publicaciones realizadas
en 1990 y 1992.
La definición más común de feminicidio es aquella que lo conceptualiza como el
asesinato de una mujer por razones de género siendo que en la actualidad cada 10
minutos es asesinada a una mujer por motivos de género.

El Plan Nacional contra la Violencia Hacia la Mujer 2009-2015 lo definió como los
homicidios de mujeres en condiciones de discriminación y violencia basados en el
género.  Algunas personas en cambio hacen una distinción entre femicidio y
feminicidio, expresando con el primero el asesinato de una mujer por el hecho de ser
mujer, y con el segundo, el «conjunto de femicidios en una situación de absoluta o
patente inactividad de los Estados para la persecución y evitación de tales crímenes.

El panorama en el país azteca es tan solo una muestra de la violencia de género que se
presenta en América Latina: tan solo en México, en 2019, se registraron 1006 casos de
feminicidio, y en el mismo año, Perú alcanzó la cifra más alta de la última década con
168. Por su parte, en Colombia, el pasado diciembre se registraron 51 casos, siendo
Antioquia el departamento de mayor repercusión con 11 hechos. A este panorama se
suma el dato que reveló Silvia Ferreyra, Coordinadora nacional del movimiento feminista
Mumalá en Argentina: se detectaron 3013 casos entre 2010 y 2019. Las tasas elevadas de
feminicidio en la región se complejizan debido a variables como la impunidad de los
agresores, el subregistro de casos, que se refiere a la cifra inexacta de los casos de
violencia de género que existen en América Latina, ya sea por miedo a denunciar y/o la
desinformación por parte de las autoridades, así como la tipificación del concepto de este.

Desde un punto de vista sociológico y psicológico a pesar del avance en el liderazgo de la


mujer, muy a pesar de los discursos oficiales que hablan de igualdad de género, persiste
la brecha en torno a las oportunidades y acceso a los puestos de dirección, los cuales son
eminentemente masculinos. A modo de ejemplos: de 22 ministerios en el país, solo hay
tres mujeres ministras. El Congreso posee 32 senadores, hoy con una mayoría masculina
aplastante, . En la Cámara de Diputados, de los 190 puestos hay solo 50 diputadas. Según
el libro de Karen Victoria , desde el año 1942 el país ha tenido 1.643 diputados, frente a
259 mujeres diputadas, para un 13% histórico, destacando 31 diputadas en el Distrito
Nacional en toda su historia. En la provincia que lleva el nombre de las Hermanas
Mirabal, no se ha elegido una diputada para esa provincia.
En la UASD con 481 años de vida institucional, solo tiene una rectora en toda su historia.
Actualmente los cuatro vicerrectores son hombres y de los nueve decanatos, solo hay dos
decanas. En el Ministerio de Educación, aproximadamente el 70% de su cuerpo
profesoral son femeninos, sin embargo, en los puestos de dirección la figura masculina es
preponderante, por ejemplo, el ministro actual es hombre y solo hay una viceministra de
los seis viceministerios correspondientes.
Ese resquebrajamiento del tejido social dominicano, se expresa en el comportamiento
antidemocrático en el escenario político, la perdida de la solidaridad, la violencia social ,
el crecimiento de los negocios ilícitos , la corrupción política y su blinda miento ante la
justicia, la exhibición de riquezas mal habidas, el asesinato a jóvenes delincuentes
aplaudido por parte importante de la sociedad, la escasa garantía a los derechos
ciudadanos; la creciente deshumanización, desprecio o devaluación extrema por la vida,
todos estos aspectos se convierten en abono para la ocurrencia del maltrato femenino y la
consumación de su caso extremo.

La mirada sociológica obliga a preguntarnos ¿Qué nos pasa cómo sociedad? ¿Por qué
desde la Procuraduría General de la República se insiste en las bondades del Plan
Nacional Contra la Violencia de Género, cuando tenemos esta visible realidad? Me
pregunto una y mil veces. ¿Dónde quedaron los dominicanos buenos, generosos? ¿Qué
estamos haciendo cada uno de nosotros? Definitivamente el Estado y sus instancias
tienen muchas debilidades en sus ejecutorias, pero también las entidades privadas y el ser
humano individual. Parece que la atomización social y otras características de la
postmodernidad, están haciendo su impacto brutal en la colectividad dominicana. La
intolerancia, la violencia, la no aceptación del otro.
Me pregunto ¿Qué pasa en los jóvenes después de durar varios años escuchando estas
barbaridades misóginas? Y el asunto no es prohibir, no, no, las acciones deben ir más
allá, ser preventivas, concientizada.
Inquieta que casos sonoros pudieran provocar efecto dominó y que, sirven de palanca a
los agresores para cometer sus agresiones; por ejemplo, el caso de Juana Domínguez, ella
fue asesinada un lunes y en esa semana se registraron unos cinco feminicidios más. Se
debe implementar protocolo en las formas en que los medios de comunicación tratan las
noticias de feminicidios a fin de evitar posibles rebotes y asegurar el respeto a las
víctimas y el dolor de sus familias; esto incluye aplicar normativas claras sobre la
publicidad, prohibir la cosificación de la mujer a través del uso de mensajes televisivos,
radiales, periodísticos, que incluya la promoción por las redes sociales. NO a la
presentación de la mujer como objeto sexual, como mercancía que se compra y se vende,
lo cual crea vulnerabilidad ante el poder, el dominio y el control.
Es urgente acrecentar la participación de las Ciencias Sociales en los procesos de
decisión pública: investigaciones sobre las temáticas, paneles de debates, discusión y
toma de conciencia.

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