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De forma parecida, Immanuel Wallerstein, [6] que tiene una postura similar a la de
Hirst y Thompson que veremos a continuación adopta explicitamente la naturaleza
exógena (si no ideológica) de la globalización actual cuando remarca que:
Mas, veamos con mayor detalle los argumentos de la Izquierda reformista para
sostener que la globalización es un "mito", o una ideología, refiriéndonos
específicamente a lo que probablemente es la exposición más sistemática de estos
argumentos hasta la fecha, el estudio de Paul Hirst y Grahame Thompson,[13]
quienes defienden hábilmente que el Estado-nación sigue siendo importante en el
marco de la economía de mercado neoliberal internacionalizada. Su argumento se
puede resumir de la siguiente manera:
*La apertura comercial se mide por la relación entre el comerció de bienes (importaciones y
exportaciones combinadas) con el PIB a los precios actuales. Fuente: Paul Hirst and Grahame
Thompson, Globalisation in Question, Tabla 2.5 (para los años 1913, 1950 y 1973) y estimaciones
basadas en el Informe del Desarrollo Mundial 1998/99 del Banco Mundial, tabla 20.
Pero ¿por qué los controles sociales efectivos sobre la economía de mercado
internacionalizada son inviables? Tomemos en consideración, en primer lugar, el
Estado. Si tenemos en cuenta el importante aumento de la penetración extranjera
en Bolsa y en los mercados de bonos que ha tenido lugar en el último cuarto de siglo
mas o menos, se hace evidente que ningún gobierno nacional hoy en día puede
seguir políticas económicas que sean desaprobadas por los mercados de capitales,
que tienen el poder de ejercer una presión económica intolerable sobre la respectiva
capacidad de endeudamiento del país, el valor de la moneda y los flujos de
inversión. Si suponemos, por ejemplo, que un partido socialdemócrata adopta, a
contracorriente, políticas para revertir la flexibilidad de los mercados de trabajo, o
bien, políticas más agresivas para frenar el efecto invernadero, se puede mostrar
fácilmente que en condiciones de libre circulación de capitales, esto daría lugar a
una fuga de capitales y a una presión sobre la respectiva moneda y los precios
bursátiles, es decir, a acontecimientos que podrían conducir fácilmente a una
situación de recesión, si no a una plena crisis económica. Es por estas razones que
Mitterand y Jospin tuvieron que abandonar toda idea de recurrir a las antiguas
políticas socialdemocrátas, mientras que Lafontaine tuvo que ser expulsado del
gobierno alemán cuando trató de aumentar la presión fiscal sobre las empresas
alemanas. [29]
Llegados a este punto, uno puede preguntarse: ¿qué pasa con la posibilidad de un
acuerdo internacional entre los países de la Tríada (el G7+1, por ejemplo) para
imponer estos controles efectivos? Como cualquier persona con un conocimiento
mínimo de la dinámica histórica de la economía de mercado y las estructuras de
poder político y económico que resultaron de esta dinámica puede asegurar, ésta es
solamente una posibilidad teórica. Esto se debe a que dichos controles
contravendrían violentamente la lógica y la dinámica de la economía de mercado
internacionalizada y, por tanto, se verían atacados directa e indirectamente por las
grandes corporaciones transnacionales, que no solamente controlan las economías
de mercado sino también, naturalmente, las fuentes de financiación de las
extremadamente caras campañas electorales así como los medios de comunicación
de masas, de los que depende fundamentalmente la promoción de los políticos
profesionales. Por lo tanto, reivindicar hoy en día la imposición de controles
sociales sobre las élites económicas con el fin de proteger eficazmente el trabajo y el
medio ambiente (más allá de los controles reguladores o relativamente indoloros
sobre sus actividades) equivale a exigir la restricción de la dinámica misma del
sistema del sistema de la propia economía de mercado – una dinámica que depende
fundamentalmente de la salud económica de las élites económicas y en particular de
la de las corporaciones transnacionales. Respecto a esto, los economistas liberales,
neoliberales y social-liberales siempre han estado en lo cierto: cualquier control
social efectivo sobre los mercados para proteger el trabajo y el medio ambiente
limitaría necesariamente la eficiencia económica (tal y como se define actualmente)
y por lo tanto la rentabilidad y los ingresos y la riqueza de las élites económicas.
Por tanto, es obvio que el cambio de rumbo general hacia la Derecha, que ha
caracterizado la forma neoliberal de la modernidad, ha inducido a muchas personas
de Izquierdas a trasladarse a la posición que una vez ocuparon los viejos social
demócratas- que a su vez se han desplazado hacia el liberalismo-social y han
aceptado de manera realista la irreversibilidad de la globalización actual. Esto no es
sorprendente si se tiene en cuenta el hecho de que una adopción de la naturaleza
sistémica de la globalización actual tendría serias implicaciones políticas. En otras
palabras, el reconocimiento por parte de la Izquierda del carácter sistémico de la
globalización la pondría en un serio dilema: o bien adoptar la globalización actual
con algunas reservas (como hacen los social-liberales) o bien rechazarla por
completo y impugnar la institución fundamental que nos ha conducido a ella en
primer lugar: el propio sistema de la economía de mercado. Es obvio que la
Izquierda de hoy en día, desmoralizada y generalmente conformista (con frecuencia
por medio del posmodernismo), ha optado por un camino intermedio entre estos
dos “extremos” que conlleva importantes reformas de la economía globalizada- las
cuales, sin embargo, son inverosímiles en el sistema de la economía de mercado.
Muy recientemente, además del enfoque sobre la clase capitalista transnacional que
he mencionado anteriormente, ha surgido otro enfoque marxista sobre la
globalización, que la ve como un “imperio”.[32] Este enfoque adopta una versión
más sofisticada de la teoría de la conspiración capitalista según la cual el capital,
frente a una crisis de su capacidad “para dominar su relación conflictiva con el
trabajo a través de una dialéctica social y política” recurrió a un doble ataque contra
el trabajo: en primer lugar, una campaña directa contra el corporativismo y la
negociación colectiva y en segundo lugar una reorganización de los centros de
trabajo a través de la automatización y la informatización, excluyendo de este modo
el trabajo mismo del lado de la producción”. [33] La hipótesis de Hardt y Negri es
que el neoliberalismo de la década de 1980 constituyó “una revolución desde
arriba”. Esta “revolución”, tal y como remarcan en su último libro, [34] fue
motivada por la acumulación de las luchas proletarias que funcionó como “motor de
la crisis” de la década de 1970, que a su vez formaba parte de los ciclos objetivos e
inevitables de la acumulación capitalista. La conclusión que sacan Hardt y Negri,
que también es la característica principal del Imperio, es que la globalización
contemporánea establece centros de poder no territoriales y que no depende de
fronteras y barreras físicas. Se trata de un aparato de gobierno sin centro y
desterritorializante que incorpora progresivamente a toda la esfera global dentro de
sus fronteras abiertas y expansivas. Como tal, debe ser bienvenida porqué es la
última concesión del capital a la fuerza de la subjetividad insurgente y contiene las
semillas de una globalización alternativa (comunista). Nuestra tarea política,
argumentan, no es simplemente oponer resistencia a estos procesos sino
reorientarlos y redirigirlos hacia nuevos fines.
NOTAS
[1] Véase, como prueba, Hirst y Thompson, “Globalisation in Question” (Cambridge: Polity
Press,1996)
[2] Ver T. Fotopoulos, ‘The Myth of Postmodernity’, Democracy & Nature, vol 7 no 1 (March
2001), pp. 27-76.
[3] Pierre Bourdieu, The essence of neoliberalism.
[4] Ver la entrevista a P. Bourdieu en Socialist Review, Issue 242 (June 2000).
[5] Pierre Bourdieu, Contre-Feux, tome 2, (Paris: Raison d'Agir, 2000).
[6] cfr. Wallerstein, Immanuel, Globalization or the age of transition? A long-term view of
the trajectory of the world – system, en el sitio internet de Fernand Braudel Center:
http://fbc.binghamton.edu/. En español: “¿Globalización o era de transición? Una visión a largo
plazo de la trayectoria del sistema-mundo”, Casa de las Américas, nº 219, abril-junio 2000
[7] L. Panich, ‘The New Imperial State’ New Left Review (March-April 2000).
[8] N. Chomsky, ‘Power in the Global Arena’, New Left Review (July-August 1998). Véase también
su entrevista publicada en el diario Atenés Eleftherotypia (25 Feb. 2001).
[9] John Gray, ‘Goodbye to globalisation’ The Guardian (27/2/2001).
[10] Perry Anderson, New Left Review (Jan/Feb 2000), p 10
[11] Véase por ejemplo la entrevista de P. Bourdieu publicada en Hangyoreh Shinmun (4 February
2000).
[12] Samir Amin en el “Foro Mundial de soluciones alternativas” de Milan, Il Manifesto/Epohi
(16/4/2000).
[13] Véase Hirst y Thompson, Globalisation in Question.
[14] ibid., p. 27.
[15] Hacia una Democracia Inclusiva, p. 62.
[16] NNUU-TCMD, Informe sobre las inversiones en el mundo, 1993.
[17] Charlotte Denny, The Guardian (August 31, 2001).
[18] En 1998 el índice de apertura comercial era de 51,1 para Francia, 58,2 para Alemania, 19,6
para Japón, 110,8 para Holanda, 56,7 para el Reino Unido y 24,3 para los EEUU, dando un índice
promedio de apertura comercial para los principales países comerciales de 53,4, Informe del
Desarrollo Mundial del Banco Mundial 2000/2001, Tablas 1 y 15.
[19] Hirst y Thompson, Globalisation in Question, p. 3
[20] Véase Tim Lang and Colin Hines, The New Protectionism (London: Earthscan, 1993), Cap.
3. En español: El nuevo proteccionismo. Barcelona:Ariel, 1996. Ver también The Ecologist, Vol. 22,
No. 4 (July-Aug. 1992), p. 159
[21] Hirst y Thompson, Globalisation in Question, p. 3
[22] Larry Elliott, The Guardian (11 December 2000).
[23] Hacia una Democracia Inclusiva, cap. 3
[24] Hirst y Thompson, Globalisation in Question, p. 4
[25] Hirst y Thompson, Globalisation in Question, p. 6.
[26] Hirst y Thompson, Globalisation in Question, p. 152.
[27] Hirst y Thompson, Globalisation in Question, p. 163.
[28] Hirst y Thompson, Globalisation in Question, p. 15.
[29] Noreena Hertz, ‘Why we must stay silent no longer,’ The Observer (April 8, 2001); ver
también el libro de N. Hertz, The Silent Takeover: Global Capitalism and the Death of Democracy,
(London: Heinemann, 2001).
[30] John Gray, False Dawn: the Delusions of Global Capitalism (London: Granta books,
1998). En español: Falso amanecer: los engaños del capitalismo global. Barcelona: Paidós, 2000).
[31] Véase Fredric Jameson, ‘Globalisation and strategy’, New Left Review (July-August 2000). En
español: Globalización y estratégia política.
[en línea]: http://www.uruguaypiensa.org.uy/andocasociado.aspx?375,887
[32] Michael Hardt y Antonio Negri, Empire (Cambridge, Mass.: Harvard University Press,
2001). En español: Imperio. Buenos Aires: Paidós, 2002.
[en línea]: http://www.ddooss.org/articulos/textos/Imperio_Negri_Hardt.pdf
[33] Michael Hardt y Antonio Negri, Labor of Dionysus (Minneapolis: University of
Minnesota, 1994), p. 240-241.
[34]Michael Hardt y Antonio Negri, Empire, p. 239.
[35] Hacia una Democracia Inclusiva, cap. 8.
[36] Véase, por ejemplo, Shlomo Avineri, ed., Karl Marx on Colonialism & Modernization (New
York: Anchor Books, 1969), p. 13; y Anthony Brewer, Marxist Theories of Imperialism (London:
Routledge and Kegan Paul, 1980), p. 18. En español: Teoría marxista del imperialismo (México:
Cuadernos de pasado y presente, nº 10, 1979)
[37] Ver G.P. Maximoff, ed., The Political Philosophy of Bakunin, p. 145. Véase, también, M.
Bookchin, The Philosophy of Social Ecology (Montreal: Black Rose Press, 1995) p. xvi.
[38] Fotopoulos, ‘The Myth of Postmodernity.’