Antonio Herrada, joven poeta holguinero, presentó en el marco de la Feria
su primer libro, Asimetría, publicado gracias a la gestión de Ediciones La Luz. Aprovecho su estancia en la ciudad y lo sorprendo con algunas preguntas puntuales. Desde las lecturas de tus primeros ejercicios advertimos una separación entre tu obra y el corpus lírico que ha caracterizado a la poesía holguinera. ¿Cómo asumes esa ruptura? Ciertamente yo no escribo como un poeta holguinero. A pesar de la amplísima cantidad de poetas con sus estéticas propias que han marcado y marcan el panorama poético de la provincia, en muchos lugares del país logra entenderse la poesía holguinera como un mismo cuerpo, debido a la presencia de elementos comunes, como una tendencia a la búsqueda de la imagen poética, un marcado lirismo, referentes literarios en común, y un acentuado refinamiento, que da lugar a una poesía, la mayoría de las veces formal y afianzada en muy selectos valores culturales. Yo crecí leyendo y aprendiendo de esa poesía y de esos poetas, pero hubo un momento en que me percaté que no tenía formación artístico-literaria ni como lector ni como estudiante de arte para asumir una poesía tan refinada, por lo tanto decidí desprenderme de ese cuerpo e intentar golpear con otros instrumentos. La poesía tiene también su relieve, sus zonas áridas, sus entrantes y salientes, ¿qué superficie de contacto encuentras entre la geografía y la concepción misma del poema? Siempre me llamó la atención el conocimiento científico, y ciertamente mucho más aún de la naturaleza. El mar me cautivaba. Por eso y por cierta facilidad para asumir las ciencias, decidí estudiar Geografía en la Universidad de La Habana. Tenía referencias de la carrera desde pequeño. Y como ya escribía y también lo hacía desde la infancia, me arriesgué y decidí estudiar una ciencia, para acentuar mi formación, pensando que la literatura o el periodismo lo harían de todas formas si mi vocación lo definía en el futuro. Pero la poesía nunca me abandonó. Te imaginas, con inquietudes poéticas, con ansias de escribir, y tu día a día con fórmulas, modelos, leyes y teorías, en las que ciertamente no aflora poesía precisamente. La Geografía me permitió un amplísimo conocimiento del mundo que habitamos y desde una óptica muy particular, la óptica espacial. Mirar desde arriba. Esto ha hecho que una sui géneris sensibilidad aborde mis poemas y los inunde. Con el alma de poeta y los ojos de geógrafo. El Premio Calendario viene a afirmar tu obra dentro del quehacer de lo que he definido en alguna ocasión como Generación Invisible… Háblanos de esa experiencia… El Premio Calendario fue una grata sorpresa, y ciertamente un espaldarazo para los más jóvenes poetas cubanos. Publicar un primer libro es algo grande, pero ganar un premio que dará luz un libro, y un premio como el Calendario, es de veras más de lo que uno puede pedir. Todos los escritores hemos sido de alguna manera invisibles, es algo contra lo que luchamos y ciertamente es un momento que debemos aprovechar. Ya lo había intentado con otros concursos, y siempre tuve algún resultado, aunque no lograba el premio. El Calendario era para mí el más inaccesible y por lo tanto el más deseado, y me iluminó. Por último, te mueves en dos ámbitos geográficos, la capital y esta provincia, ¿cómo te ves a ti mismo, poeta holguinero o habanero? Hay en La Habana mucha poesía y mucho combustible para un alma joven. Pero cada vez que vuelvo a Holguín entiendo el por qué soy poeta. Y no me asusta regresar. Es una ciudad que amo. Que me define. Que pocas veces se marchita. Siempre intenta crecer. No hay en mi poesía atisbos de la ciudad, y quizás queden pocas huellas de la poesía holguinera. Pero si soy un poeta holguinero. Desde los 9 años soy un poeta holguinero. Y no dejaré de serlo. Como la semilla de un árbol inmensamente grande.