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CONSEJO DE ESTADO

SALA DE LO CONTENCIOSO ADMINISTRATIVO


SECCIÓN TERCERA-SUBSECCIÓN B

Consejero Ponente: Ramiro Pazos Guerrero

Bogotá D. C., catorce (14) de diciembre de dos mil dieciséis (2016)

Expediente: 37.772
Radicación: 050012331000200703117-01
Demandante: Rosalía de Jesús Patiño Flórez y otros
Demandado: I.S.S. y E.S.E. Rafael Uribe Uribe-En liquidación-
Naturaleza: Acción de reparación directa

Decide la Sala el recurso de apelación interpuesto por ambas partes en contra


de la sentencia proferida por el Tribunal Administrativo de Antioquia-Sala Novena
de Decisión, el 29 de julio de 2009, mediante la cual se accedió parcialmente a
las pretensiones de la demanda. La sentencia será modificada.

SÍNTESIS DEL CASO

A las 15.45 horas del 16 de enero de 2006, el señor Onofre de Jesús López
Betancur acudió al servicio de urgencias de la unidad hospitalaria León XIII de la
Empresa Social del Estado Rafael Uribe Uribe, en Medellín, por presentar dolor
opresivo en el pecho o “precordialgia”, presión arterial de 110/60 y frecuencia
cardíaca de 60”. Al momento del ingreso se clasificó su atención o “triage” como
prioridad II. A las 21.45 horas, mientras esperaba recibir atención sufrió un
“episodio sincopal súbito”. Fue ingresado a la sala de atención de urgencias, en
estado de inconsciencia. Se le iniciaron maniobras de reanimación, pero el
paciente falleció pocos minutos después.

ANTECEDENTES
1. Mediante escrito presentado el 16 de octubre de 2007, por intermedio de
apoderado judicial y en ejercicio de la acción de reparación directa establecida
en el artículo 86 del Código Contencioso Administrativo, los señores Rosalía de
Jesús Patiño Flórez; Jaime Ignacio López Arboleda, quien actúa en nombre
propio y en representación de sus hijos menores de edad David Esteban, Julieth
Andrea y Natalia López Madrid, y la señora Mónica María López Arboleda
interpusieron demanda de reparación directa en contra del Instituto de Seguros
Sociales y la Empresa Social del Estado Rafael Uribe Uribe (f. 39-57 c-1), con el
fin de que se hicieran las siguientes declaraciones y condenas:

3.1. Que se declare que la inasistencia médica hospitalaria y la posterior


muerte de ONOFRE DE JESÚS LÓPEZ BETANCUR, ocurrida el 16 de
enero del año 2006 se produjo como consecuencia de las fallas en que
incurrió el INSTITUTO DE SEGUROS SOCIALES y la EMPRESA SOCIAL
DEL ESTADO, RAFAEL URIBE URIBE, en la prestación del servicio médico
asistencial en la forma y términos expuestos en los hechos de la demanda.

3.2. Que como consecuencia de la anterior declaración, se condene solidaria


y administrativamente al INSTITUTO DE SEGUROS SOCIALES y a la
EMPRESA SOCIAL DEL ESTADO, RAFAEL URIBE URIBE a pagar todos
los daños y perjuicios que dichas faltas y la posterior muerte produjo.

3.3. Se condene a pagar el equivalente en pesos a MIL (1.000) SALARIOS


MÍNIMOS LEGALES MENSUALES que se encuentren vigentes al momento
de su pago, o la suma mayor o menor que su señoría estime pertinente,
como indemnización por PERJUICIOS MORALES, a cada uno de los
siguientes demandantes:
3.3.1. ROSALÍA DE JESÚS PATIÑO FLÓREZ (compañera permanente)
3.3.2. JAIME IGNACIO LÓPEZ ARBOLEDA (hijo)
3.3.3. MÓNICA MARÍA LÓPEZ ARBOLEDA (hija)
3.3.4. DAVID ESTEBAN LÓPEZ MADRID (nieto)
3.3.5. JULIETH ANDREA LÓPEZ ARBOLEDA (nieto)
3.3.6. NATALIA LÓPEZ MADRID (nieta)

3.4. Se condene a pagar el equivalente en pesos a DOSCIENTOS


CINCUENTA (250) SALARIOS MÍNIMOS LEGALES MENSUALES, que se
encuentren vigentes al momento de su pago, o la suma mayor o menor que
su señoría estime pertinente como indemnización por modificaciones en el
comportamiento de su vida familiar y social, y que se clasifican como
PERJUICIOS A LA VIDA DE RELACIÓN, a favor de los siguientes
demandantes:
3.4.1. ROSALÍA DE JESÚS PATIÑO FLÓREZ (compañera permanente)
3.4.2. JAIME IGNACIO LÓPEZ ARBOLEDA (hijo)
3.4.3. MÓNICA MARÍA LÓPEZ ARBOLEDA (hija)
3.4.4. DAVID ESTEBAN LÓPEZ MADRID (nieto)
3.4.5. JULIETH ANDREA LÓPEZ ARBOLEDA (nieto)
3.4.6. NATALIA LÓPEZ MADRID (nieta)

3.5. EN SU CONDICIÓN DE HEREDEROS, en virtud del derecho de


trasmisión (artículo 1014 C.C., sentencia 12009 de 10 de septiembre de
1998, LEGIS No. 324 de diciembre de 1998, página 1782), a título de
indemnización por PERJUICIOS MORALES sufridos en vida por ONOFRE
DE JESÚS LÓPEZ BETANCUR, el equivalente en pesos a MIL (1.000)
SALARIOS MÍNIMOS LEGALES MENSUALES que se repartirán entre los
herederos, de acuerdo a la legislación sucesoral.

3.6. EN SU CONDICIÓN DE HEREDEROS, en virtud del derecho de


trasmisión (artículo 1014 C.C., sentencia 12009 de 10 de septiembre de
1998, LEGIS No. 324 de diciembre de 1998, página 1782), el equivalente en
pesos a DOSCIENTOS CINCUENTA (250) SALARIOS MÍNIMOS LEGALES
MENSUALES, como indemnización por daños en el patrimonio a la
integridad corporal o fisiológica u orgánica, y que se denominan
PERJUICIOS A LA VIDA DE RELACIÓN o CAMBIOS EN LAS
CONDICIONES DE EXISTENCIA o PERJUICIOS DEL PLACER DE VIDA
que ONOFRE DE JESÚS LÓPEZ BETANCUR sufrió momentos antes de su
muerte.

3.7. Como indemnización por PERJUICOS PATRIMONIALES EN LA


MODALIDAD DE LUCRO CESANTE, la suma de dinero que resulte de la
aplicación de las pautas consignadas por nuestra jurisprudencia nacional a
favor de ROSALÍA DE JESÚS PATIÑO FLÓREZ (compañera permanente), y
que se calculan en las siguientes sumas de dinero, CINCUENTA Y SIETE
MILLONES OCHOCIENTOS TREINTA Y CUATRO MIL PESOS M.L.
($57.834.000), o el mayor o menor valor que llegue a probarse dentro del
proceso.

Se tomó como base para la liquidación de este perjuicio, el Salario Mínimo


Legal Mensual que SE PRESUME devengaba el difunto al momento de su
muerte, que era de CUATROCIENTOS OCHO MIL PESOS ($408.000)
mensuales; a dicha suma se la aumentará un 25% que es el equivalente a
las prestaciones sociales, es decir, la base para la liquidación de la
indemnización por lucro cesante es QUINIENTOS DIEZ MIL PESOS
($510.000).

Los demandantes fundamentaron sus pretensiones en los siguientes hechos:

-A las 15.45 horas del 16 de enero de 2006, el señor Onofre de Jesús López
Betancur acudió al servicio de urgencias de la unidad hospitalaria León XIII de la
Empresa Social del Estado Rafael Uribe Uribe, de Antioquia, acompañado de su
hijo Jaime Ignacio López Arboleda, por presentar dolor opresivo en el pecho o
“precordialgia”, presión arterial de 110/60 y frecuencia cardíaca de 60”.

-Al momento del ingreso se clasificó su atención o “triage” como prioridad II y se


le indicó que su atención quedaba en el turno 36.
-A pesar de la insistencia del paciente y de su hijo para que lo atendieran en
forma urgente, debió permanecer sentado durante seis (6) horas en la antesala
de urgencias, durante las cuales debió soportar intenso dolor en el pecho,
sudoración, debilidad y angustia, sin recibir atención médica.

-A las 21.45 horas presentó “episodio sincopal súbito” y solo en ese momento fue
ingresado a la sala de atención de urgencias, en estado de inconsciencia. Se le
iniciaron maniobras de reanimación básica, se le proporcionó soporte ventilatorio
a presión positiva, con tubo endotraqueal, se le practicó electrocardiograma
monitor que evidenció “Supra ST en DII”. Después de 3.5 minutos de
reanimación, el paciente falleció.

Afirma la parte demandante que la muerte del señor Onofre de Jesús López
Betancur se produjo como consecuencia de la inasistencia médica.

2. Las entidades demandadas dieron respuesta oportuna a la demanda, así:

2.1. La Empresa Social del Estado Rafael Uribe Uribe-En Liquidación-1 se opuso
a las pretensiones de la demanda (f. 65-70 c-1), y formuló las excepciones que
tituló como inexistencia de la obligación; diligencia y cuidado debidos;
inexistencia de nexo causal entre los hechos y el daño; causa idiosincrática del
paciente; tasación excesiva y no cierta de perjuicios; caducidad de la “acción de
nulidad y restablecimiento del derecho” (sic); prescripción y la genérica, las
cuales fundamentó con los siguientes argumentos: (i) la entidad prestadora de
salud actuó con diligencia y cuidado, brindándole al paciente la atención
especializada que requirió, de acuerdo con sus posibilidades; (ii) de conformidad
con la historia clínica del paciente, fueron las complicaciones postoperatorias las
que le causaron la muerte; (iii) el daño que se alega no es cierto ni directo; (iv) la

1Al contestar la demanda, el apoderado de la Empresa Social del Estado-En liquidación-afirmó


que la entidad había sido creada mediante Decreto 1750 de 2003 y que en ese momento, la
entidad estaba representada por el agente especial liquidador, quien le confirió el poder y,
además, aportó copia de la escritura 5956 de 26 de abril de 2007, de la Notaría 29 de Bogotá,
en la cual consta que mediante Decreto 405 de 14 de febrero de 2007, el Gobierno Nacional
designó a la Fiduciaria La Previsora S.A. para ejercer como liquidadora de la E.S.E. Rafael
Uribe Uribe (f. 72-86).
tasación de los perjuicios es excesiva. Los procesos de responsabilidad no
pueden convertirse en fuente de enriquecimiento para quien los promueva; (v) la
demanda se presentó por fuera del término de dos años previsto en la ley, y (vi)
puede haber operado la prescripción extintiva de las pretensiones económicas
reclamadas, situación que se demostrará con las pruebas que se recauden en su
momento.

2.2. El Instituto de Seguros Sociales se opuso, igualmente, a las pretensiones de


la demanda (f. 88-91 c-1). Adujo que la entidad era ajena a los hechos, porque
no intervino en la asistencia médica que se le brindó al señor Onofre de Jesús
López Betancur, como se infiere de lo consignado en la hoja de urgencias que se
allegó con la demanda. El paciente no consultó ni solicitó el servicio de urgencias
del ISS. La clínica León XIII fue escindida del ISS desde el 26 de junio de 2003 y
pasó a integrar la Empresa Social del Estado Rafael Uribe Uribe, conforme a lo
dispuesto en el Decreto 1750 de 2003. La parte demandante deberá acreditar
que el señor López Betancur estaba afiliado al Sistema de Seguridad Social en
Salud, para la fecha de los hechos.

Esa entidad formuló las siguientes excepciones: (i) ausencia de falla o


irregularidad en el servicio del Instituto de Seguros Sociales; (ii) inexistencia de
nexo causal; (iii) el Instituto de Seguros Sociales no causó daños a los
demandantes, y (iv) los perjuicios fueron tasados de manera excesiva. Señaló
que debe tenerse en cuenta que en la jurisprudencia se ha reconocido una
indemnización por perjuicios morales de hasta 100 salarios mínimos legales
mensuales vigentes.

3. En la sentencia objeto del recurso de apelación, proferida por el Tribunal


Administrativo de Antioquia se accedió a las pretensiones de la demanda (f. 184-
202), en los siguientes términos:

PRIMERO: DECLÁRASE administrativamente responsable a la EMPRESA


SOCIAL DEL ESTADO RAFAEL URIBE URIBE-EN LIQUIDACIÓN-, de la
muerte del señor ONOFRE DE JESÚS LÓPEZ BETANCUR, ocurrida el día
dieciséis (16) de enero de dos mil seis (2006), en el servicio de urgencias de
la UNIDAD HOSPITALARIA LEÓN XIII, adscrita a la ESE RAFAEL URIBE
URIBE.
SEGUNDO: En consecuencia de la anterior declaración, CONDÉNASE a la
EMPRESA SOCIAL DEL ESTADO RAFAEL URIBE URIBE, a indemnizar a
las siguientes personas en las siguientes sumas:

A favor de JAIME IGNACIO LÓPEZ ARBOLEDA, identificado con la cédula


de ciudadanía número 71.669.762 de Medellín (Ant), la suma de
CUARENTA Y NUEVE MILLONES SESENTA Y NUEVE MIL PESOS
($49.690.000) (sic), equivalente a cien (100) salarios mínimos legales
mensuales vigentes, por concepto de perjuicios morales.

En favor de MÓNICA MARÍA LÓPEZ ARBOLEDA, identificada con la cédula


de ciudadanía número 43.671.960 de Bello (Ant), la suma de de CUARENTA
Y NUEVE MILLONES SESENTA Y NUEVE MIL PESOS ($49.690.000) (sic),
equivalente a cien (100) salarios mínimos legales mensuales vigentes, por
concepto de perjuicios morales.

TERCERO: Todas las sumas así determinadas devengarán intereses


comerciales moratorios a partir de la ejecutoria de la sentencia.

Cuarto: DENIÉNGANSE las demás súplicas de la demanda. En especial,


absuélvese de toda responsabilidad al INSTITUTO DE SEGUROS
SOCIALES, de conformidad con lo explicado en la parte motiva de esta
sentencia.

A juicio del a quo, no está llamada a prosperar la excepción de caducidad


propuesta por la Empresa Social del Estado Rafael Uribe Uribe, dado que los
hechos objeto de esta acción ocurrieron el 16 de enero de 2006 y la demanda se
interpuso el 12 de octubre siguiente, esto es, dentro de los dos años siguientes.

En cambio, consideró que sí debía prosperar la excepción de falta de


legitimación en la causa propuesta por el Instituto de Seguros Sociales, por
cuanto no se demostró y ni siquiera se mencionó que hubiera incurrido en
comportamiento irregular alguno que hubiera dado lugar a la causación del daño.
Aclaró que la E.S.E. era un centro de imputación jurídica distinto al ISS, con
capacidad para procurar la defensa de sus propios intereses y que por no ser la
legitimación en la causa condición de la acción sino del éxito de la pretensión, el
hecho de que se hubiera accionado en su contra, sin haber tenido injerencia en
la producción de los hechos que se alegan no invalida el proceso, sino que da
lugar a un fallo favorable a sus intereses.

En cuanto a la responsabilidad atribuida a la E.S.E. Rafael Uribe Uribe, se


concluyó en la sentencia que de acuerdo con las pruebas que obraban en el
expediente, había quedado demostrado que el señor Onofre de Jesús López
Betancur fue sometido a una espera de alrededor de 6 horas, antes de ser
atendido por el médico de urgencias, a pesar de las constantes solicitudes
hechas por su hijo; hacia las 9.00 p.m. fue ingresado a la sala de urgencias en
brazos de este y otros pacientes; allí los médicos intentaron reanimarlo sin que
hubieran logrado el resultado, porque aquel había sufrido un infarto agudo de
miocardio, que al parecer correspondía al cuadro de síntomas con los que acudió
en busca de ayuda médica, con lo cual quedaba acreditado también el nexo
causal existente entre el resultado y la falla atribuida a la E.S.E. Rafael Uribe
Uribe, ocurrida en la unidad hospitalaria León XIII.

El Tribunal concedió las indemnizaciones trascritas, pero negó el reconocimiento


de las mismas a favor de quienes acuden como nietos del fallecido, por
considerar que los mismos no acreditaron la existencia del vínculo en tanto solo
se trajo al expediente la certificación del registro civil de su nacimiento y no en el
registro mismo, y dicho documento, en los términos del artículo 115 del Decreto
Extraordinario 1260 de 1970 no es apto para demostrar parentesco, además de
que en este los demandantes figuran como hijos del señor Jaime Ignacio López,
sin que se tenga certeza de que se trata del señor Jaime Ignacio López
Arboleda, este sí hijo del señor Onofre de Jesús López Betancur.

También negó el reconocimiento de la indemnización reclamada por la señora


Rosalía de Jesús Patiño Flórez, quien adujo ser compañera permanente del
señor Onofre de Jesús López Betancur, porque la prueba testimonial practicada
en el proceso dio cuenta de que la pareja convivió por un tiempo, pero que al
momento de los hechos y desde hacía un año, aproximadamente, se habían
separado, y que las declaraciones practicadas extraproceso no tenían capacidad
para desvirtuar su dicho, porque no cumplían los requisitos previstos en los
artículos 298 y 299 del Código de Procedimiento Civil.

Se abstuvo, igualmente, de reconocer indemnización por el “daño a la vida de


relación”, por considerar que ese perjuicio no fue demostrado.
En cuanto a la reparación de los perjuicios morales y a la vida de relación
presuntamente sufridos por el señor Onofre de Jesús López Betancur, que los
demandantes reclaman en calidad de herederos, consideró que no había lugar a
acceder a esas pretensiones, porque, justamente, la muerte de aquel es único
origen de los daños reclamados por los demandantes.

4. Ambas partes interpusieron oportunamente recurso de apelación contra la


sentencia.

4.1. La Empresa Social del Estado Rafael Uribe Uribe –en liquidación- solicita
que se revoque el fallo proferido por el a quo (f. 204-206). Manifestó que la parte
demandante no logró demostrar la inasistencia médica que relaciona en la
demanda. El señor Onofre de Jesús sufría problemas cardíacos difíciles de
tratar. Inclusive, es muy posible que aún en el evento de que en el servicio de
urgencias no hubiera habido congestión el día en el que falleció el paciente, ese
hecho de todas maneras se hubiera producido.

Añadió que el sistema de salud no estaba en capacidad de dar respuesta al


numeroso grupo de pacientes que ingresaban día a día, tanto al servicio de
consulta externa, como al de urgencias. A pesar del gran esfuerzo del personal
de los médicos y enfermeras, la demanda superaba sus capacidades.

Finalmente, señaló que los perjuicios alegados en la demanda no fueron


demostrados, en particular, el daño a la vida de relación, por tratarse de un
hecho fortuito, en el cual no se advirtió negligencia alguna imputable a la entidad,
y tampoco se probó el lucro cesante, dado que no está probado que el fallecido
recibiera pensión o renta alguna, si se advierte, además, que al momento de
morir tenía 76 años de edad.

4.2. La parte demandante solicita que se modifique la sentencia (f. 207-216), en


relación con los siguientes aspectos:

-Declarar la responsabilidad de las entidades demandadas por el daño moral


sufrido por el señor Onofre de Jesús López Betancur, cuya reparación reclaman
los demandantes en calidad de herederos, el cual afirma que se encuentra
acreditado con el testimonio de la señora Rosa Elpidia Posada Ossa, quien
describió los sentimientos de dolor, angustia, desesperación y dolor padecidos
por aquel durante las últimas siete horas de su vida, por el estado crítico de salud
en el que se encontraba y por la inminencia de su muerte. Señaló que,
precisamente, el error en el que se incurrió en la sentencia de primera instancia
consistió en declarar responsable a la entidad por la muerte del señor Onofre de
Jesús López Betancur, a pesar de que en la demanda se pidió que esa
declaración se hiciera por la inasistencia médica hospitalaria y posterior muerte
del compañero, abuelo y padre de los demandantes, la cual se produjo como
consecuencia de las fallas en las que incurrió la demandada.

-En relación con la reclamación de indemnizaciones formulada por la señora


Rosalía de Jesús Patiño Flórez señaló que si bien de acuerdo con el testimonio
rendido por la señora Gladys del Socorro Barrientos Correa la demandante y el
señor Onofre de Jesús no compartían el mismo techo durante el último año de
vida de este, sí existía afecto entre ambos y el fallecido quien atendía la
subsistencia de la demandante. Por lo tanto, solicita que se le reconozcan los
perjuicios materiales e inmateriales que reclama a su favor.

-También solicita que se reconozca la indemnización por el daño moral sufrido


por los demandantes David Esteban, Julieth Andrea y Natalia López Madrid,
nietos del fallecido, cuya filiación se acreditó con los registros civiles de su
nacimiento, en los cuales consta que son hijos del señor Jaime Ignacio López,
documentos que tienen pleno valor probatorio, conforme a lo previsto en el
artículo 105 del Decreto Extraordinario 1260 de 1970. Además, de acuerdo con
el testimonio de la señora Gladys del Socorro Barrientos Correa, estos
demandantes, entonces menores de edad, sufrieron daños morales y a la vida de
relación como consecuencia de la muerte de su abuelo.

-Finalmente, solicita la parte demandante el reconocimiento de los daños a la


vida de relación sufridos por los señores Jaime Ignacio y Mónica María López
Arboleda, hijos del fallecido, en los términos de la demanda, en el monto que la
jurisprudencia conceda esa indemnización.
6. Del término concedido en esta instancia para presentar alegaciones solo hizo
uso el Instituto de Seguros Sociales (f. 224-230), que solicitó que se confirmara
la sentencia en cuando declaró que esa entidad carecía de responsabilidad por
los daños sufridos por los demandantes como consecuencia de la muerte del
señor Onofre de Jesús López Arboleda.

CONSIDERACIONES

1. Los presupuestos procesales de la acción

Previo a analizar el fondo del presente asunto, resulta pertinente pronunciarse


sobre la competencia de la Sala, la procedencia de la acción, la legitimación en
la causa y la caducidad.

1.1. Competencia de la Sala

La Corporación es competente para conocer del asunto, en razón del recurso de


apelación interpuesto por ambas partes en un proceso con vocación de segunda
instancia ante el Consejo de Estado, dado que la cuantía de la demanda,
determinada por el valor de la mayor de las pretensiones, supera la cuantía
exigida por la ley vigente para ese momento2.

1.2. Procedencia de la acción

La acción de reparación directa es la procedente para resolver el conflicto


planteado, por cuanto se pretende la indemnización de los perjuicios sufridos por
los demandantes como consecuencia de las fallas en la prestación del servicio
médico requerido por el señor Onofre de Jesús López Betancur, el 16 de enero

2
El 16 de octubre de 2007, fecha en que se presentó la demanda, se encontraba vigente la Ley
954 de 2005, que establecía que la cuantía para que un proceso iniciado en ejercicio de la
acción de reparación directa fuera conocido en segunda instancia por esta Corporación la
pretensión mayor debía superar los 500 s.m.l.m.v -artículos 129 y 132 del C.C.A. subrogados
por el Decreto 597 de 1988-, aspecto que se mantuvo al momento de interponer el recurso de
apelación, y la mayor de las pretensiones de la demanda fue estimada en 1.000 salarios
mínimos legales mensuales, por concepto de perjuicios morales a favor de cada uno de los
demandantes, suma que para el momento de presentación de la demanda superaba la cuantía
para que esta Corporación conozca en segunda instancia.
de 2006, en la clínica León XIII de la ciudad de Medellín, la cual pertenecía a la
E.S.E. Rafael Uribe Uribe.

1.3. Legitimación en la causa

Quienes integran la parte demandante están legitimados en la causa, toda vez


que alegan haber sido afectados con los hechos que se considera causantes del
daño y la demandada es una entidad de derecho público. Al tratar el tema del
daño se hará referencia al derecho que pueda asistirle a cada uno de los
demandantes para obtener la indemnización de los perjuicios tanto por el daño
directo, como por el indirecto, reclamado en calidad de herederos del señor
Onofre de Jesús López Betancur.

1.4. La demanda en tiempo

Dado que la demanda se presentó el 16 de octubre de 2007 y los hechos por los
cuales se reclama la reparación ocurrieron el 16 de enero de 2006, se concluye
que aquella se presentó oportunamente, esto es, dentro de los dos años
previstos en el numeral 10 del artículo 136 del Código Contencioso
Administrativo, tal como fue modificado por el artículo 44 de la Ley 446 de 1998.

2. El problema jurídico

En los términos de la demanda, los actores pretenden que se les resarzan los
perjuicios que sufrieron, tanto el señor Onofre de Jesús López Betancur -los
cuales reclaman en su condición de herederos-, como ellos mismos, en tanto
damnificados, como consecuencia de la inasistencia y la posterior muerte del
primero, causada por las fallas en las que incurrieron las entidades obligadas a
brindarle el servicio médico hospitalario. En el recurso de apelación solicitan que
se concedan las indemnizaciones a favor de todos los que integraron la parte
demandante, en las cuantías en las que fueron solicitadas.

Por su parte, la E.S.E. Rafael Uribe Uribe manifestó en el escrito de respuesta a


la demanda y en el recurso que no era responsable de tales daños porque actuó
con diligencia y cuidado, brindándole al paciente la atención especializada que
requirió, de acuerdo con sus posibilidades y porque el señor Onofre de Jesús
sufría problemas cardíacos difíciles de tratar, inclusive, era muy posible que aún
en evento de que en el servicio de urgencias no hubiera habido congestión el día
en el que falleció el paciente, ese hecho de todas maneras se hubiera producido.
Señaló que el sistema de salud no estaba en capacidad de dar respuesta al
numeroso grupo de pacientes que ingresaban día a día, tanto al servicio de
consulta externa, como al de urgencias. A pesar del gran esfuerzo del personal
de los médicos y enfermeras, la demanda superaba sus capacidades.

En este orden de ideas, corresponde a la Sala pronunciarse sobre los siguientes


aspectos: (i) la responsabilidad patrimonial de la E.S.E. Rafael Uribe Uribe, dado
que si bien en el proceso también fue demandado el Instituto de Seguros
Sociales, el a quo lo absolvió de responsabilidad y sobre ese aspecto no versó la
apelación de las partes; (ii) se establecerá si hay lugar a proferir condena a favor
de la sucesión del señor Onofre de Jesús López Betancur, por la situación que
este vivió horas antes de su muerte; y (iii) se pronunciará sobre el derecho a la
indemnización de cada uno de los demandantes y la cuantía de esas
reparaciones, en su caso.

3. Análisis de la Sala

3.1. En relación con el daño que adujeron haber sufrido los demandantes, como
consecuencia de la muerte del señor Onofre de Jesús López Betancur, se cuenta
en el expediente con las siguientes pruebas:

3.1.1. Está demostrado que el señor Onofre de Jesús López Betancur falleció el
16 de enero de 2006, en la clínica León XIII de la ciudad de Medellín 3, como
consecuencia de un shock cardiogénico, secundario a infarto de miocardio,
según se consignó en el certificado y en el registro civil de la defunción (f. 10 y
15).

3Para el momento de los hechos, la clínica León XIII de Medellín era de propiedad de la ESE
Rafael Uribe Uribe, según consta en el Decreto 1750 de 2003.
3.1.2. También está probada la relación de parentesco que los señores Jaime
Ignacio López Arboleda y Mónica María López Arboleda adujeron tener con el
señor Onofre de Jesús López Betancur. En efecto, estos demandantes
demostraron ser hijos del fallecido, porque así consta en las copias de las actas
del registro civil de su nacimiento (f. 4-5).

3.1.3. De igual manera, en relación con los señores David Esteban López
Madrid, Julieth Andrea López Madrid y Natalia López Madrid, quienes aún eran
menores de edad y acudieron al proceso representados por su padre, el señor
Jaime Ignacio López, considera la Sala que resulta suficiente la prueba
documental aportada al proceso para acreditar su filiación con el fallecido.

En efecto, tanto el acta del registro civil como la certificación que expida el
notario sobre los datos consignados en dicha acta tienen mérito probatorio para
demostrar el parentesco. Así lo ha considerado la Sala:

Cuando se expida un certificado de registro civil de nacimiento y en él


consten los nombres de los progenitores del inscrito, dicho documento
constituirá prueba suficiente para acreditar el parentesco de consanguinidad
existente entre éste y aquéllos. En efecto, si tales nombres fueron indicados
en el correspondiente certificado, es porque el inscrito nació dentro de un
matrimonio legalmente celebrado o, siendo hijo extramatrimonial, fue
reconocido por su padre o se declaró judicialmente su paternidad. Y no
puede el juez exigir pruebas adicionales para establecer el parentesco, so
pena de desconocer la solemnidad prevista por la ley, de manera
excepcional, para la demostración de los hechos y actos relacionados con el
estado civil de las personas, conforme a lo dispuesto en el citado artículo
105 del Decreto 1260 de 19704.

No obstante, resulta necesario distinguir entre el certificado del registro civil,


mediante el cual el notario da fe de haberse celebrado el acto con el
cumplimiento de los requisitos legales, y el acta de nacimiento, que es la
versión escrita de la declaración que hace el interesado ante el notario. En
relación con el primero cabe predicar su carácter de documento público, con
respecto al cual el juez no puede exigir pruebas adicionales para demostrar
lo que en él consta sobre el parentesco del inscrito, pero el acta de registro
sólo da fe de que la persona que lo suscribe realizó las manifestaciones que
en ella constan5.

4Sentencia del 21 de septiembre de 2000, exp: 11.766.


5
Consejo de Estado, Sección Tercera, sentencia de 20 de abril de 2005, exp. 14.725, C.P. Ruth
Stella Correa Palacio.
En este caso, los demandantes trajeron sendos certificados del registro civil de
su nacimiento, expedidos por la Notaría Doce del Círculo de Medellín, en las
cuales consta que son hijos de los señores Jaime Ignacio López y Nelly Madrid
(f. 6-8), y aquél, como antes se señaló, demostró ser hijo del señor Onofre de
Jesús López Betancur. Para la Sala no hay razón para poner en duda la
identidad entre el demandante Jaime Ignacio López Arboleda, hijo del señor
Onofre de Jesús López Betancur y el padre de los entonces menores: David
Esteban López Madrid, Julieth Andrea López Madrid y Natalia López Madrid. Por
lo tanto, las certificaciones expedidas por el notario en relación con la filiación de
estos demandantes es prueba suficiente para tener por demostrado el hecho de
que todos ellos son nietos del fallecido.

La prueba del parentesco de consanguinidad, en el primero y segundo grados


(hijos y nietos), permite a la Sala inferir el dolor moral que les causó a los
demandantes la muerte del señor Onofre de Jesús López Betancur, ocurrida en
la unidad hospitalaria León XIII de Medellín, el 16 de enero de 2006.

3.1.4. En cuanto a la señora Rosalía de Jesús Patiño Flórez considera la Sala


que no se demostró la relación marital que la demandante adujo que tenía con el
fallecido.

En el testimonio rendido ante el a quo, por la señora Gladis del Socorro


Barrientos Correa (f. 134-136), manifestó que conocía tanto al señor Onofre de
Jesús y a su familia, como a la señora Rosalía de Jesús Patiño Flórez, por ser
vecina de todos ellos. Aseguró que le constaba que los señores Onofre López y
Rosalía Patiño tuvieron relación de pareja durante cinco o seis años; que
habitaron en la misma casa y el fallecido atendía la subsistencia tanto de ella
como de sus hijos, quienes estaban desempleados y de sus nietos, que aún
estaban en edad escolar y estudiaban. Aseguró que la señora Rosalía atendía
las labores del hogar y que desconocía si a esta le había sido sustituida la
pensión de jubilación que recibía el fallecido. También afirmó que desde el año
anterior a su muerte, la pareja no compartía el mismo techo, porque la señora
Rosalía se había ido a vivir a una casa vecina, aunque ellos se seguían
hablando. Aseguró, finalmente, que el señor Onofre era cuidado por su hija,
quien además atendía los deberes del hogar.

En resumen, de acuerdo con el único testimonio recibido en el proceso, al


momento de fallecer y desde hacía un año, la señora Rosalía Patiño Flórez no
convivía bajo el mismo techo con el señor Onofre de Jesús López Betancur, lo
cual permite inferir que no tenían la calidad de compañeros permanentes.

Es cierto que el solo hecho de que una pareja no comparta el mismo techo en un
momento dado no desvirtúa la existencia de la relación marital; sin embargo,
para hacer valer la condición de compañero permanente que le permita al juez
inferir la existencia de los daños alegados, debe estar demostrado en el
expediente que la relación subsiste y que esa falta de convivencia es meramente
temporal o circunstancial. Sin embargo, en este caso, no está demostrada esa
situación, porque la testigo lo único que afirmó es que la demandante y el
fallecido se siguieron hablando.

Cabe señalar que al proceso se trajeron declaraciones juramentadas, rendidas


ante la Notaría Veinticuatro del Círculo de Medellín, por las señoras Gladys
Cecilia Ramírez de Restrepo y Clara Luz Piedrahita Gutiérrez (f. 11), las cuales
no fueron ratificadas en el proceso.

Sobre el valor probatorio de las declaraciones extrajuicio, la Sala en sentencia


reciente consideró que dichas pruebas no pueden ser valoradas como
testimonios, pero sí como documentos declarativos de terceros:

1. Si bien es cierto que con anterioridad se ha mantenido que no es


procedente otorgarles a dichos medios de convicción la calidad de
testimonios6, esa circunstancia no impide que se valoren como documentos
declarativos emanados de terceros, como pasa a verse.

2. No desconoce la Sala que, efectivamente, las declaraciones extrajuicio


son solamente pruebas sumarias, en la medida en que la parte contraria no
pudo ejercer su derecho de contradicción al momento de la declaración, en
la medida en que no fue citado a la misma y, por tanto, no pudo tachar al
declarante, solicitar el rechazo de las preguntas realizadas -por

6
Al respecto véase, por ejemplo, la sentencia proferida por esta Subsección el 26 de julio de
2012, exp. 1999-00858 (ACU), C.P. Danilo Rojas Betancourth.
improcedentes, superfluas o por insinuar la respuesta-, ni tampoco
contrainterrogarlo.

3. Es por ello que, actualmente7, el artículo 229 del Código de Procedimiento


Civil requiere para darles plena validez a estos medios de prueba que sean
ratificados dentro del proceso, esto es, que se realice nuevamente el
interrogatorio sin permitirle al testigo leer su declaración anterior. Sin el
cumplimiento de dicho requisito el valor demostrativo de la prueba
testimonial se ve seriamente comprometido, de modo que no es susceptible
de ser tenida en cuenta, a menos que la ley expresamente así lo faculte.

4. Sin embargo, las declaraciones extrajuicio también tienen la naturaleza de


pruebas documentales, comoquiera que se trata de escritos o impresos de
contenido declarativo, definición que se encuadra con lo señalado al
respecto en el artículo 251 del Código de Procedimiento Civil8. Sobre dichos
medios de prueba la doctrina autorizada se ha pronunciado en el siguiente
sentido:

El documento, como el testimonio o la confesión, es el resultado de una actividad


humana; pero, como observa CARNELUTTI, mientras que los últimos son actos,
el primero es una cosa creada mediante un acto que sirve para representar algo.
Es decir, documento es toda cosa que sirve de prueba histórica indirecta y
representativa de un hecho cualquiera; puede ser declarativo-representativo,
cuando contenga una declaración de quien lo crea u otorga o simplemente lo
suscribe, como es el caso de los escritos públicos o privados y de los discos y
cintas de grabaciones magnetofónicas; puede ser únicamente representativo (no
declarativo), cuando no contenga ninguna declaración, como ocurre en los
planos, cuadros, radiografías, dibujos y fotografías. Pero siempre es
representativo y eso lo distingue de las cosas u objetos que sin ser documentos
pueden servir de prueba indiciaria, como una huella, un arma, una herida, etc.
(C. de P. C., art. 251)9.

5. Por ello, aun cuando sea imposible otorgarles a las declaraciones


extrajuicio el valor de testimonios, es viable darles el alcance de los
documentos declarativos provenientes de terceros, teniendo en cuenta que
en uno y otro caso el derecho de contradicción de la parta contraria se
garantiza mediante diferentes vías: así, mientras que en el primer caso se
debe dar a la contraparte la posibilidad de participar en el interrogatorio o en
su ratificación, para los documentos basta con correr traslado de los mismos,
a fin de que el interesado pueda contradecirlos y, si es del caso, tacharlos de
falso.

6. Ahora bien, este hecho no significa que su admisión, estándar probatorio y


valoración deba adelantarse bajo supuestos menos estrictos; por el
contrario, la actividad probatoria debe adelantarse con el total cumplimiento
de los requisitos exigidos para las pruebas documentales en el capítulo VIII
de la sección tercera del libro segundo del Código de Procedimiento Civil.

7 Cabe señalar que con anterioridad a la expedición de la Ley 1395 de 2010, sólo era
procedente aportar la declaración extrajuicio como prueba anticipada únicamente cuando el
deponente estaba gravemente enfermo.
8
“Son documentos los escritos, impresos, planos, dibujos, cuadros, fotografías, cintas
cinematográficas, discos, grabaciones magnetofónicas, radiografías, talones, contraseñas,
cupones, etiquetas, sellos y, en general, todo objeto mueble que tenga carácter representativo o
declarativo, y las inscripciones en lápidas, monumentos, edificios o similares (…)”.
9
Devis Echandía, Hernando, “Compendio de Derecho Procesal”, Tomo II, “Pruebas Judiciales”,
octava edición, Ed. ABC Bogotá, 1984, p. 387.
7. Por ello, tras verificar su autenticidad -circunstancia que normalmente
podrá determinarse con facilidad, siempre que la declaración se haya
rendido ante notario- y después de haber sido decretada como prueba, debe
correrse traslado de la declaración por un periodo de cinco días, durante el
cual podrá ser tachada de falsa. En dicha oportunidad la parte contraria
también podrá solicitar su ratificación, teniendo en cuenta que si no realiza
tal petición, la prueba podrá ser valorada sin ninguna consideración
adicional, como lo disponen el numeral segundo del artículo 277 del Código
de Procedimiento Civil10 y el numeral segundo del artículo 10 de la Ley 446
de 199811.

8. Adicionalmente, el juez al valorar los documentos contentivos de las


declaraciones extrajuicio debe aplicar las reglas de la sana crítica de un
modo aún más riguroso que si estuviera valorando la prueba testimonial
respectiva, teniendo en cuenta que existe una menor inmediación entre el
administrador de justicia y el medio de convicción. Por ello, debe realizar una
lectura integral de todos los elementos contenidos en el escrito, verificar las
condiciones personales del autor, así como la coherencia interna de sus
dichos, la ciencia del conocimiento que tiene sobre los hechos y la
coherencia externa del documento con los demás medios de prueba que
obren en el plenario12.

En el caso concreto, obra el acta de la declaración extrajuicio rendida


conjuntamente por las señoras Gladys Cecilia Ramírez de Restrepo y Clara Luz
Piedrahita Gutiérrez, cuyo contenido es el siguiente:

Que por espacio de quince (15) y doce (12) años respectivamente,


conocimos de vista, trato y comunicación al señor ONOFRE DE JESÚS
LÓPEZ BETANCUR (…), de estado civil SOLTERO; es cierto que por
espacio de doce (12) años, convivió en unión libre, bajo el mismo techo con
la señora ROSALÍA DE JESÚS PATIÑO FLÓREZ (…), hasta el día de su
fallecimiento, ocurrido en el municipio de Medellín, Antioquia, el día 16 de
enero de 2006, es cierto que de esa unión NO procrearon hijos, también es
cierto que el SUSCRITO (sic) dejó dos hijos reconocidos llamados MÓNICA

10
“Documentos emanados de terceros. Salvo disposición en contrario los documentos privados
de terceros sólo se estimarán por el juez: (…) 2. Los documentos privados de contenido
declarativo, se apreciarán por el juez sin necesidad de ratificar su contenido, salvo que la parte
contraria solicite ratificación”.
11
“Para la solicitud, aportación y práctica de pruebas, además de las disposiciones generales
contenidas en el Código de Procedimiento Civil y demás disposiciones se dará aplicación a las
siguientes reglas: (…) 2. Los documentos privados de contenido declarativo emanados de
terceros, se apreciarán por el juez sin necesidad de ratificar su contenido, salvo que la parte
contraria solicite su ratificación”.
12 Consejo de Estado, Sección Tercera, Subsección B, sentencia de 29 de septiembre de 2015,

exp. 37.939, C.P. Danilo Rojas Betancourth. El Ponente de esta sentencia advierte que se
aparta del criterio adoptado por la Subsección, por considerar que las declaraciones extrajuicio
carecen de valor probatorio porque no cumplen con los requisitos de ley, dado que no fueron
ratificadas, tal como lo exigen los artículos 229, 298, 299 del Código de Procedimiento Civil. Por
haber sido tomadas esas declaraciones por fuera del proceso, sin audiencia de la parte
demandada y no haber sido ratificadas, carecen de eficacia probatoria. El hecho de constar en
actas no muta la naturaleza de la prueba testimonial en prueba documental.
MARÍA y JAIME IGNACIO LÓPEZ ARBOLEDA, ambos mayores de edad.
Por lo que dejamos constancia que su esposa e hijos son los únicos
beneficiarios del inscrito ONOFRE DE JESÚS.

Salvo lo afirmado por las declarantes, ninguna otra prueba demuestra la


condición de compañera permanente del señor Onofre de Jesús López Betancur,
aducida por la señora Rosalía de Jesús Patiño Flórez. Por el contrario, resulta
muy significativo para la Sala que en la historia clínica suministrada por la
coordinadora de estadística y archivo clínico sede clínica León XIII que obra en el
expediente (f. 147-170), nunca se hizo mención a la existencia de la relación
marital sostenida por el señor Onofre de Jesús con la demandante. Consta en la
misma que en las consultas que tuvo desde el año 1997 en el Instituto de
Seguros Sociales, el paciente manifestó simplemente que estaba separado, tenía
dos hijos y estaba pensionado. Igual afirmación consta en las consultas de 13 de
abril de 2004 y 10 de agosto de 2004. En las hojas correspondientes a la
atención que se le brindó el 25 de agosto de 2005 y 6 de enero de 2006 se dejó
constancia de que el paciente había asistido solo a consulta. En la última
oportunidad, se consignó: “paciente de 76 años, pensionado, casado y separado
hace 30 años, con dos hijos”. El día de los hechos estaba acompañado de su
hijo. De igual manera, en la atención por sicología practicada el 12 de enero de
2006, se consignó: “señor de 76 años, separado hace “30 y pico” de años, con
dos hijos de 39 y 33 años más o menos. Asiste con la hija, la cual en el momento
está desempleada. El sustento lo proporciona el señor. Tiene un hijo que vive en
una pieza en el tercer piso y la esposa e hijos de este viven en el primero” (f. 169
c-1).

La historia clínica muestra que el señor Onofre de Jesús no mencionó durante


los años 1997 a 2006 a la señora Rosalía de Jesús como su compañera
permanente ni hay constancia de que esta lo hubiera acompañado a sus citas
médicas, de tal manera que pudiera concluirse que le prodigaba las atenciones
propias de los deberes de solidaridad que caracterizan las relaciones de pareja.
Cabe señalar que esos hechos, mirados de manera aislada, no serían suficientes
para desvirtuar la relación que se aduce; sin embargo, en este caso ratifican la
carencia de prueba de la relación marital que la demandante alega haber tenido
con el fallecido.

Las pruebas señaladas no son suficientes para reconocer a la señora Rosalía de


Jesús Patiño Flórez la condición de compañera permanente del señor Onofre de
Jesús López Betancur, pero sí lo son para acreditar su calidad de tercera
damnificada con el hecho. El testimonio de la señora Gladis del Socorro
Barrientos Correa y lo que consta en el acta de la declaración extrajuicio rendida
por las señoras Gladys Cecilia Ramírez de Restrepo y Clara Luz Piedrahita
Gutiérrez, que –se reitera- se valora como documento declarativo emanado de
terceros, permiten a la Sala concluir que sí existió una estrecha relación afectiva
entre aquellos, con fundamento en la cual se infiere la existencia del daño moral
sufrido por la demandante, en el grado señalado.

3.2. Se afirma en la demanda que la muerte del señor Onofre de Jesús López
Betancur, y los consecuentes daños sufridos por los demandantes por ese
hecho, son imputables a la ESE Rafael Uribe Uribe, por cuanto aquél se produjo
como consecuencia de la falta de atención que requería el paciente cuando
acudió a la clínica León XIII.

3.2.1. Está probado que al momento del fallecimiento, el señor Onofre de Jesús
López Betancur se hallaba en la unidad hospitalaria León XIII, a donde había
acudido desde las 3:44 p.m. del mismo 16 de enero de 2006, por presentar “dolor
precordial –ICC. Cefalea”, habiendo sido clasificada su solicitud de atención de
urgencia, como prioridad “II”, según consta en la hoja de clasificación, que
aparece firmada por la médica cirujana Leonor E. Prieto, del hospital Rafael
Uribe Uribe (f. 12).

La atención médica requerida por el paciente le fue brindada a las 21:25 p.m.,
esto es, casi seis horas después de haber demandado la atención de urgencias,
tal como constan en la historia clínica (f. 13), en la cual se relacionó lo ocurrido al
paciente y se resumen las maniobras de reanimación en los siguientes términos:

MOTIVO DE CONSULTA Y ENFERMEDAD ACTUAL


Ingresa paciente en brazos de acompañante por haber presentado episodio
sincopal súbito de menos de 5 minutos evolución, precedido de precordialgia
7 horas evolución.
(…)
EXAMEN FÍSICO
Ingresa paciente en brazos de acompañante inconsciente…, se inician
maniobras de reanimación básicas, se da soporte ventilatorio a presión, tubo
endotraqueal…EKG monitor se evidencia Supra ST DII. F.C. por monitor de
36. No pulsos. Después de 2.5 minutos de reanimación paciente fallece. Se
da informes a familiares. Se diligencia certificado de defunción. Se traslada
cadáver a la morgue.

La señora Rosa Elpidia Posada Ossa manifestó ante el a quo (f. 136-138), que el
mismo 16 de enero de 2006 acudió con su madre al servicio de urgencias de la
clínica León XIII de Medellín; que allí conoció al señor Jaime López, quien llegó
con su padre, un poco después de las 3:00 p.m. Ambos estaban muy
angustiados pidiendo que se atendieran a sus respectivos padres. Aseguró haber
observado al señor Onofre de Jesús López Betancur sudando, mientras
manifestaba que se encontraba muy mal. Aclaró que había mucha gente en la
clínica y que estaban atendiendo muy lentamente a las personas y solo
agilizaron el servicio después de las 6.00 p.m.

Agregó que aunque en ese momento, el señor Onofre de Jesús “se veía muy
bien, pero sí se veía cansado, sudando y quejándose mucho, pero era un señor
macizo, grandote, físicamente yo diría que estaba bien. Le pregunté qué le
pasaba y me dijo que sufría de la tensión, que era hipertenso y por esa razón
estaba allá”. Aseguró que los médicos no alcanzaron a atender al paciente.
Cuando este se mareó, lo cogieron entre cuatro personas y lo ingresaron al
consultorio y al momento dijeron que había fallecido.

En resumen, de acuerdo con las pruebas señaladas, el señor Onofre de Jesús


López Betancur ingresó al servicio de urgencias de la unidad hospitalaria León
XIII a las 3:44 p.m., por presentar dolor precordial y cefalea. Fue clasificado en el
“triage”13, como urgencia grado II y se le pidió esperar el turno de llamado. A las

13 “TRIAGE HOSPITALARIO - Clasificación de los pacientes con base a su grado de urgencia.


// Que es triage: -Método de selección y clasificación. -Define la prioridad para la atención de un
paciente en el servicio de urgencias según la gravedad de su estado clínico. -Esta valoración
clínica la realiza un médico de acuerdo a lo que comenta el paciente y a lo que encuentra el
9:25 p.m. el paciente fue ingresado en estado de inconsciencia, a la sala de
atención de urgencias, donde le practicaron las maniobras de reanimación, pero
falleció minutos después como consecuencia de un shock cardiogénico,
secundario a infarto de miocardio. Es decir, que la muerte del señor Onofre de
Jesús se produjo luego de una espera de casi 6 horas en el servicio de urgencias
de la unidad hospitalaria León XIII, sin que durante ese lapso se le hubiera
brindado atención alguna, por haber sido clasificada su urgencia como no
prioritaria, a pesar de presentar síntomas de dolor precordial y cefalea.
3.2.2. Para determinar cuál es el daño que resulta imputable a la E.S.E. Rafael
Uribe Uribe, por no haberle prestado al señor Onofre de Jesús López Betancur la
atención médica que requirió durante las 6 horas en las que permaneció en la
sala de urgencias de la unidad hospitalaria León XIII, de Medellín, debe tenerse
en cuenta, en primer término, la distinción que ha hecho la Sala entre el daño
derivado de una actuación médica y aquel que se relaciona con la omisión o
retardo en dicha prestación.

Las fallas que se presentan en el servicio médico que pueden dar lugar a derivar
la responsabilidad patrimonial de las entidades obligadas a prestarlo, son todas
aquellas que se constituyen en la causa del resultado adverso por el cual se
solicita reparación y las que son producto de la falta de previsión de los efectos
secundarios de un tratamiento; pero también lo son las omisiones o retardo de
las entidades médicas de utilizar los medios diagnósticos o terapéuticos
aconsejados por la ciencia y los protocolos correspondientes, o por no hacer el
seguimiento que corresponde a la evolución de la enfermedad, bien para
modificar el diagnóstico o el tratamiento y, en fin, de todas aquellas actuaciones
que demuestren que el servicio fue prestado de manera diferente a como lo
aconsejaba la lex artis ad hoc.

médico al examen físico. //El médico en el triage no diagnostica sino que establece la prioridad
en la atención. // Para qué sirve el triage: -Para identificar la gravedad de la urgencia de los
usuarios (riesgo vital) -Para determinar el tiempo máximo de espera para ser atendido en la
institución (nivel de clasificación: Rojo-amarillo-verde-blanco). -Para informar a los pacientes y
sus familias. Para disminuir la congestión del servicio”.
En: http://www.metrosalud.gov.co/inter/joomla/index.php/usuarios/triage
Dado que con la prestación del servicio médico se busca interrumpir el proceso
causal, que por causas naturales o externas, produce o amenaza con producir el
deterioro o la pérdida de la integridad corporal de una persona, con el fin de
lograr la curación, mejoramiento o, al menos, la sobrevivencia del paciente en
condiciones de dignidad humana, dicho servicio debe prestarse de manera
diligente y oportuna, de acuerdo con el estado del arte en la materia. Sin
embargo, no es posible calificar la actuación médica como indebida a partir,
simplemente, de los resultados obtenidos, hecha la salvedad de aquellos casos
en los cuales el resultado en sí mismo es demostrativo de la falla o del nexo
causal entre la intervención y el daño14, porque hay enfermedades incurables, o
que, al menos no pueden ser superadas con los conocimientos científicos
alcanzados, y hay tratamientos con efectos adversos inevitables, los cuales, sin
embargo, deben ser ponderados por el médico en el balance riesgo-beneficio y
advertidos al paciente con el fin de que éste decida libremente si se somete o no
a ellos.

La intervención médica es causa del daño cuando las condiciones de salud del
paciente se desmejoran o su muerte se acelera como consecuencia del
suministro de drogas que les producen una reacción alérgica, o cuando durante
una intervención quirúrgica se lesionan otros tejidos, por ejemplo. Pero, hay
eventos en los que la imputación de daños que se hace a las entidades
prestadoras de tales servicios tiene su fundamento en la omisión o tardanza en la
atención, bien porque el procedimiento a pesar de ser conocido se postergue, o
bien porque la demora en la práctica de los exámenes impida llegar al
diagnóstico cierto de la lesión o enfermedad y, brindarle en consecuencia el
tratamiento adecuado. En esos casos, los problemas probatorios resultan
relativamente simples en relación con las fallas, pero suelen ser muy complejo

14
Se ha acudido a reglas como res ipsa loquitur, desarrollada en el derecho anglosajón; o de la
culpa virtual elaborada por la doctrina francesa, o la versión alemana e italiana de la prueba
prima facie o probabilidad estadística, que tienen como referente común el deducir la relación
causal y/o la culpa en la prestación del servicio médico a partir de la verificación del daño y de la
aplicación de una regla de experiencia, conforme a la cual se considera que existe falla o nexo
causal entre un evento dañoso y una prestación médica cuando, según las reglas de la
experiencia (científica, objetiva, estadística), dicho daño, por su anormalidad o excepcionalidad,
sólo puede explicarse por la conducta negligente del médico y no cuando dicha negligencia
pueda ser una entre varias posibilidades, como la reacción orgánica frente al procedimiento
suministrado o, inclusive, el comportamiento culposo de la propia víctima.
tratándose del nexo entre esas omisiones y el resultado final, por cuanto no
puede perderse de vista que el paciente ingresa al servicio médico hospitalario
estatal con una enfermedad o lesión de base, que es la que finalmente explica el
resultado, consistiendo la falla en la prestación del servicio médico, generadora
de responsabilidad patrimonial, en la omisión de interrumpir ese proceso causal,
susceptible de serlo, de manera cierta o simplemente probable.

Haciendo referencia a los últimos eventos mencionados, es decir, aquellos en los


que se pretende la declaratoria de responsabilidad por la omisión o tardanza en
la prestación del servicio médico, para que haya lugar a imputar tales daños a la
entidad obligada a prestar ese servicio, debe quedar demostrado en el proceso,
de una parte, que el paciente demandó la atención médica y que la misma no le
fue prestada o que la prestación fue inoportuna y, de otra, que de haberse
prestado la atención adecuada el resultado habría sido favorable al paciente, por
cuanto puede suceder que a pesar de una atención oportuna y adecuada la
lesión o enfermedad que lo aquejaban no hubieran remitido.

3.2.3. En consecuencia, para establecer en el caso concreto si los daños sufridos


por los demandantes por la muerte del señor Onofre de Jesús son o no
imputables Empresa Social del Estado Rafael Uribe Uribe resulta necesario
valorar la historia clínica y la prueba pericial, que obran en el expediente, con el
fin de establecer si de haberle brindado la atención médica que este requirió
hubiera sido posible superar el infarto que le causó la muerte.

La historia clínica suministrada por la coordinadora de estadística y archivo


clínico sede clínica León XIII que obra en el expediente, en la cual figura
membrete de Instituto de Seguros Sociales, seccional Antioquia y Empresa
Social del Estado Rafael Uribe Uribe (f. 147-170), data de 1997. En ella se refiere
que el señor Onofre de Jesús López presentaba tensión arterial alta, tratada con
Captopril y Lovastatina. En la consulta de 27 de febrero se dejó anotado que se
le insistió al paciente sobre la dieta y el ejercicio que debía realizar. Se ordenaron
controles periódicos de su presión arterial. En el control de 22 de diciembre de
1998, se consignó que el paciente se encontraba en buenas condiciones
generales, aunque la “dieta, ejercicio y líquido están muy regular”. El 22 de junio
de 1998 se advirtió: “no cumple con control HTA”. En los controles siguientes no
se manifestó cambio alguno en su estado de salud. La tensión controlada con
medicamento. En la hoja de atención de 4 de julio de 2002 se anotó que el
paciente está “obeso”, pero manifestó sentirse muy bien y aseguró que caminaba
con frecuencia. En la cita siguiente, de fecha ilegible se señaló que el paciente
continuó ganando peso, por lo que se le insistió en la necesidad de “mejorar
factores de riesgo”. El 19 de enero de 2004, se consignó: “aún muy obeso,
sedentario. Hoy no ha tomado los medicamentos. Se le explica la necesidad de
tomarlos”. El día 21 siguiente, consultó por dolor en pie izquierdo, secundario a
trauma. Presentó equimosis y edema. Se anotó que el paciente no presentaba
precordialgia ni disnea. En la hoja de consulta de 13 de abril de 2004 se resumió
que el paciente presentaba tensión arterial alta controlada con medicamento
desde hacía 10 años, más o menos. Relató sentirse bien y al examen físico se
describió como “obeso”.

En el período más próximos a su fallecimiento, constan en la historia clínica del


paciente las siguientes anotaciones: consulta de 7 de enero de 2005, se
describió su condición de salud, así: “Paciente que viene a su control de presión
arterial un poco obeso, relativamente sedentario, con niveles de presión
descompensados, totalmente asintomáticos”. Se ordenó cita para la semana
siguiente. Asistió el 14 de enero de ese mismo año, oportunidad en la cual se
consignó lo siguiente: “se insiste en la importancia de tomar los medicamentos
como los tiene ordenados y la necesidad de mejorar factores de riesgo”. El 7 de
abril de 2005, se destacó que el paciente no presentaba precordialgia ni cefalea
ni disnea ni edemas. Caminaba poco, no fumaba, no llevaba dieta. El 10 de
agosto siguiente el paciente manifestó que 15 días antes había consultado por
dolor severo en la espalda. “Se siente asfixiado, con dificultad para dormir y tos”.
Al examen médico se consignó: “corazón rítmico sin soplos pulmonares, roncus
basales…No hay disnea ni síndrome de dificultad respiratoria”. Se hizo
diagnóstico presuntivo de bronquitis y se ordenó radiografía de tórax. El 6 de julio
de 2005, se refiere: “Paciente que viene a su control de presión arterial con
niveles descompensados, refiere disnea de esfuerzo. Su pulso está hoy más
bajito. Solicito EKG y evaluación prioritaria con el médico”. El 11 de julio siguiente
asistió al control con el resultado del ecocardiograma, que mostró: “ondas T
invertidas en derivaciones precordiales (V1-V4). No hay sintomatología
isquémica”. Al examen físico, se consignó: “no refiere disnea de esfuerzo ni
síntomas anginosos. Corazón rítmico sin soplos, pulmones hipoventilados.
Abdomen sin megalias”. Se hizo diagnóstico de hipertensión arterial,
coronariopatía, y se ordenó remisión a cardiólogo. El 25 de agosto acudió a la
clínica para practicarse radiografía de tórax ordenada, con la cual se concluyó
que el paciente presentaba otorrinolaringología, corazón y pulmones “bien”. Se
hizo diagnóstico de bronquitis crónica y enteropatía. El 6 de octubre de 2005 se
reportó que el paciente no presentaba síntomas de descompensación
cardiovascular. Refirió tos crónica agudizada durante la última semana. Está
siendo tratado por cardiólogo para coronariopatía. No masas ni soplos,
taquicárdico, pulmones roncus crepitantes, sibilancias escasas. El 4 de enero de
2006 se indicó que el paciente estaba en manejo con cardiólogo, por lo que se le
suspendieron los controles por enfermería y se remitió a trabajo social “para
evaluación y orientación familiar”.

En resumen, la historia clínica muestra que el paciente padecía de presión


arterial elevada, que era controlada con medicamentos, pero que el mismo no
siempre atendía las recomendaciones relacionadas con el manejo de los factores
de riesgo, en especial, el sobrepeso y el sedentarismo y, además, padecía un
problema coronario.

En el dictamen pericial, la cardióloga manifestó que cuando un paciente


presenta dolor precordial u otros signos sugestivos de síndrome coronario, la
atención debe clasificarse como urgencia de alta prioridad, por lo cual debe
procederse a la práctica de un electrocardiograma, dentro de los 10 minutos
siguientes, para descartar un infarto agudo de miocardio; además, se debe dejar
al paciente en reposo, controlarle sus signos vitales, suministrarle oxígeno, o
administrarle los medicamentos necesarios para el control de dolor, o
anticoagulantes. No obstante, en el caso concreto, la demanda se limitó a
valorar al señor López Betancur, clasificar su solicitud de atención de urgencia,
como prioridad “II”, subestimando sus signos clínicos y antecedentes, sin
prestarle atención alguna durante las 6 horas siguientes, al cabo de las cuales
se le practicaron las maniobras de reanimación, por haber sufrido un “episodio
sincopal súbito”, sin que estas hubieran producido efecto alguno, porque, como
lo afirmó la perito, “el tiempo es un factor determinante en el resultado final”.

De este material probatorio extrae la Sala la conclusión de que, aunque en este


caso se trataba de un paciente de 76 años, con antecedentes de hipertensión, de
más de 10 años, y que no siempre el atendía las indicaciones médicas
relacionadas con el control de los factores de riesgo, como la práctica de
ejercicios, la adecuada alimentación, la ingesta de los medicamentos con la
regularidad prescrita, tales antecedentes no excluyen la imputación del daño a la
entidad; por el contrario, confirman la existencia de la falla en la prestación del
servicio, ante una situación de urgencia evidente.

La cardióloga que rindió el dictamen pericial destacó la necesidad de brindar una


atención inmediata a los pacientes que acuden al servicio de urgencias con dolor
precordial u otros síntomas sugestivos de síndrome coronario agudo, a quienes
se les debe practicar de un electrocardiograma en los primeros 10 minutos, para
descartar un infarto agudo de miocardio, porque el tiempo es un factor
determinante en el resultado final. Además, señaló cuáles era las demás
medidas terapéuticas que se debían adoptar en casos como el padecido por el
paciente, que incluyen: reposo, control de signos vitales, monitoreo
electrocardiográfico, suministro de oxígeno, administración de nitroglicerina
venosa y de analgésico, anticoagulación y la práctica de cateterismo o fibrinólisis,
según cada caso. Sin embargo, como se señaló, la atención brindada al señor
Onofre de Jesús durante las 6 horas en las que permaneció en el servicio de
urgencias de la entidad demandada, a pesar de los síntomas que presentaba y
de sus antecedentes de salud, conocidos por la entidad, se limitó a clasificar su
urgencia y ordenarle que permaneciera en la sala, sin que se le diagnosticara ni
tratara el infarto que llevaba en curso, y ese tiempo de espera fue el que
determinó finalmente el resultado.

Del hecho de que paciente hubiera sobrevivido 7 horas, luego de que empezara
a sufrir el dolor precordial infiere la Sala que la entidad demandada pudo romper
el proceso causal que culminó con la muerte del paciente, si le hubiera brindado
la atención médica adecuada y oportuna. En pocos términos: la omisión de la
entidad de brindarle la atención requerida al paciente impidió la interrupción del
infarto que hacía curso cuando aquel llegó a la ESE Rafael Uribe Uribe y, por lo
tanto, dicha entidad deberá responder por los daños sufridos por los
demandantes como consecuencia de la muerte del señor Onofre de Jesús.

Cabe señalar, finalmente, que la congestión que pudiera existir el día de los
hechos de que trata este proceso, por la gran demanda en la atención del
servicio médico en la clínica León XIII, no exonera de responsabilidad a la
entidad demandada, la cual debía contar con el personal médico, paramédico y
administrativo suficiente para atender dicha demanda.

En consecuencia, se confirmará la sentencia impugnada, en relación con la


declaración de responsabilidad patrimonial de la entidad demandada por la
muerte del señor Onofre de Jesús López Betancur y se procederá a
continuación a pronunciarse sobre las indemnizaciones reconocidas en primera
instancia y a resolver los motivos de inconformidad de la parte demandante.

4. Indemnización de perjuicios

4.1 Perjuicios morales.

En relación con la indemnización de perjuicios morales a favor de los hijos y


nietos del señor Onofre de Jesús López Betancur, así como por la señora
Rosalía de Jesús Patiño Flórez, a quien se reconoció su calidad de tercera
damnificada, la Sala los tasará en un porcentaje señalado en la sentencia de
unificación dictada por la Sección15:

REPARACIÓN DEL DAÑO MORAL EN CASO DE MUERTE


NIVEL 1 NIVEL 2 NIVEL 3 NIVEL 4 NIVEL 5

Consejo de Estado, Sección Tercera, sentencia de 14 de agosto de 2014, exp. 27.709, C.P.
15

Carlos Alberto Zambrano Barrera.


Regla general Relación Relación Relación Relación Relación
en el caso de afectiva afectiva del 2° afectiva del 3er afectiva del afectiva
muerte conyugal de de 4° de no familiar
y paterno consanguinidad consanguinidad consanguinid (terceros
– filial o civil o civil ad o civil. damnifica
dos)
Porcentaje 100% 50% 35% 25% 15%

Equivalencia 100 50 35 25 15
en salarios
mínimos

En consecuencia, se reconocerá una indemnización de 100 salarios mínimos


legales mensuales vigentes a favor de cada uno de los señores Jaime Ignacio
López Arboleda y Mónica María López Arboleda, en su calidad de hijos del
fallecido; de 50 salarios mínimos legales mensuales vigentes a favor de los
señores David Esteban, Julieth Andrea y Natalia López Madrid, en su calidad de
nietos del fallecido, y a favor de la Rosalía de Jesús Patiño Flórez, como tercera
damnificada se le reconocerá una indemnización de 15 salarios mínimos legales
mensuales vigentes.

4.2. Daño a la vida de relación

No se accederá a la indemnización por el daño a la “vida de relación" reclamado


en la demanda, porque este daño no es reconocido por la jurisprudencia16. El
perjuicio inmaterial susceptible de reparación, distinto del moral, que se reconoce
es el daño a la salud, cuyo contenido está referido a la “afectación de la
16
En sentencias proferidas por la Sala Plena de la Sección Tercera de la Corporación, el 14 de
septiembre 2011, exp. 19.031 y 38.222, C.P. Enrique Gil Botero, se explicaron las razones por
las cuales se recogían las categorías de daños inmateriales distintos al moral y a la salud: “En
esa perspectiva, se insiste, la noción de daño a la vida de relación que sirvió al Consejo de
Estado para indemnizar los perjuicios inmateriales sufridos por el sujeto, diferentes al moral, no
es más que un concepto que ya no es utilizado por la doctrina y jurisprudencia italianas, en la
medida en que se ha reconocido independencia entre el perjuicio biológico o fisiológico –
relacionado con la órbita psicofísica del individuo– y otros perjuicios que afectan valores,
derechos o intereses de la persona que, en la actualidad, en Italia, serían indemnizados bajo la
panorámica del daño existencial (v.gr. la tranquilidad del ser humano, la seguridad, las
condiciones de existencia, entre otros)16, sin que esta última categoría se encuentre lo
suficientemente decantada en otras latitudes, razón para rechazar en esta instancia su
adopción en el derecho colombiano, máxime si de manera reciente fueron proferidas cuatro
sentencias de la Sección Unida (Sala Plena) de la Corte de Casación Italiana, en la que se
recoge el daño existencial dado, precisamente, de la amplitud y falta de delimitación conceptual
que implicaba (imposibilidad de objetivización)16.
integridad psicofísica del sujeto, y está encaminado a cubrir no sólo la
modificación de la unidad corporal sino las consecuencias que las mismas
generan, razón por la que, sería comprensivo de otros daños como el estético, el
sexual, el psicológico, entre otros”. Indemnización que solo se concede a la
víctima directa del daño.

4.3. Los perjuicios materiales

La indemnización por estos perjuicios fue reclamada solo a favor de la señora


Rosalía de Jesús Patiño Flórez. No se accederá a esa pretensión, porque la
demandante no acreditó que recibiera ayuda económica por parte del señor
Onofre de Jesús López Betancur, ni es posible inferir ese hecho, dado que esta
no demostró ser su compañera permanente, como antes se señaló.

4.4. Sobre el derecho de los demandantes a reclamar en calidad de


herederos por los daños sufridos por el señor Onofre de Jesús López
Betancur, cabe señalar lo siguiente:

4.4.1. En relación con la trasmisión del derecho de acción mortis causa, para
reclamar la reparación de los derechos inmateriales, la doctrina era de la opinión
de que por tratarse de un derecho personalísimo, íntimamente ligado a la
existencia de su titular, no podía transmitirse a sus herederos y que resultaba
“inmoral” aceptar que ese derecho que deriva del dolor pudiera ser susceptible
de actos de disposición. Pero, la Sala17, en contra de esos reparos, consideró
que tal derecho sí es transmisible, en tanto no se trata de disponer del interés
jurídico protegido, sino de la consecuencia que se deriva de su vulneración, la
cual se traduce en la configuración de una obligación indemnizatoria, idéntica a
cualquiera otro crédito que tenga su origen en un daño antijurídico. Los
sucesores mortis causa, en cuanto continuadores de la personalidad del
causante, ocupan la posición jurídica que este ostentaba frente a la totalidad de
los derechos y acciones de contenido patrimonial trasmitidas por el fallecimiento.
Dijo la sentencia en cita:

17Consejo de Estado, Sección Tercera, sentencia de 10 de septiembre de 1998, exp. 12.009,


C.P. Daniel Suárez Hernández.
De cara al ordenamiento jurídico colombiano y específicamente desde la
óptica del art. 90 de la Constitución Política es indudable que la
transmisibilidad del derecho a la reparación originado en daño moral
padecido por la víctima se impone, máxime si se tiene presente que, tanto el
ordenamiento jurídico privado ex-art. 2.341 Código Civil consagra como
regla general el resarcimiento de todo daño, y, en el ámbito penal, el daño
moral cuya resarcibilidad está consagrada expresamente ex-art. 103 Código
Penal, puede ser reclamado por “las personas naturales, o sus sucesores”;
de otra parte, no existe como se observó, en el ordenamiento colombiano
precepto prohibitivo y resulta incompatible a la luz de las normas precitadas,
afirmar la intransmisibilidad de un derecho de naturaleza patrimonial que
desde luego puede ser ejercido bien directamente por la víctima ora por los
continuadores de su personalidad, sucesores mortis causa, que en su
condición de herederos representan al de cujus, o dijérase más propiamente,
ocupan el lugar y la posición jurídica que ostentaba el causante frente a la
totalidad de los derechos y acciones de contenido patrimonial transmitidas
por virtud del fallecimiento.

No puede olvidarse que en esta materia se trata del reconocimiento en toda


su dimensión del principio fundamental de la dignidad de la persona y que
ante la vulneración de los derechos de la personalidad, emplazados
constitucionalmente bajo el rubro de derechos fundamentales, el libre
desarrollo de la personalidad, es un límite a las actuaciones antijurídicas de
todo orden a la vez que una reiteración del necesario respeto del individuo y
de su ámbito de libertad, frente a las actuaciones del Estado, valores éstos
superiores y por ende incompatibles con un tratamiento jurisprudencial que
prohíje distingos en el tratamiento y la disciplina del reconocimiento del
crédito indemnizatorio, fundados en diferencias extrañas al ordenamiento
jurídico colombiano en materia de derecho de daños, lo cual impone en aras
del mantenimiento de la unidad jurisprudencial, la precisión jurisprudencial
contenida en esta providencia.

Ese criterio jurisprudencial fue reiterado por la Sala, entre otras sentencias, en la
de 10 de marzo de 200518. Cabe señalar que en esa sentencia, el causante
había ejercido en tiempo la acción indemnizatoria y lo que se reclamaba
realmente era el reconocimiento de la condición de sucesores procesales. Sin
embargo, en la misma se precisó que: “si bien es cierto los perjuicios morales
dependen necesariamente del sentimiento de un individuo en particular, cuando
se solicita el reconocimiento de estos por parte de los sucesores procesales, no
es que se transmita el dolor, la angustia o la congoja causada por el daño a
quien en vida lo padeció y sufrió..., lo que se transmite es el derecho a reclamar
por tal sufrimiento de la persona que era titular del mismo y, por ende, legitimada
para demandar. En conclusión, como la señora Guzmán de Orjuela sufrió

Consejo de Estado, Sección Tercera, sentencia de 10 de marzo de 2005, exp: 16.346, C.P.
18

Ramiro Saavedra Becerra.


perjuicios morales antes de morir, el derecho a su reparación fue transmitido a
su sucesión”.

En sentencia de 26 de abril de 200619, se reconoció el derecho de los herederos


para reclamar la indemnización por el daño moral sufrido por el padre con la
muerte de su hijo, a quien sobrevivió. En esa oportunidad se reconoció el
derecho que asistía en tal caso a los herederos, aunque en la sentencia se
consideró que como no se había demostrado que los demandantes tenían dicha
calidad, la indemnización que se ordenó pagar debía favorecer a la sucesión y
no a aquellos en particular.

De igual manera, en sentencia de 12 de marzo de 2014 20, se reconoció la


legitimación de los parientes para reclamar a favor de la sucesión la
indemnización por los perjuicios no patrimoniales derivados a la afectación a
bienes constitucionales que sufrió su hijo y hermano, como consecuencia del
secuestro, tortura y muerte. Se afirmó en esa providencia que “proceder de
forma contraria en el presente asunto entrañaría el desconocimiento de los
valores, principios y fines que tanto los sistemas internacionales de protección
de los Derechos Humanos como la propia Constitución consagran, abandonar la
búsqueda de una sociedad justa y respetuosa de la dignidad humana de todas
las personas”.

En igual sentido, lo ha considerado la Corte Suprema de Justicia:

[L]os herederos de una persona fallecida, obtienen interés sustancial mortis


causa en la acción de su causante por el daño infligido a su esfera jurídica,
que ejercen por, en su lugar y para la herencia, en cuyo caso, el titular de los
intereses conculcados es el de cuius, la reparación concierne a éste y su
fallecimiento comporta la transmisión per ministerium legis de su derecho
(artículos 1008, 1011, 1040, 1045, 1155, Código Civil).

19 Consejo de Estado, Sección Tercera, sentencia de 26 de abril de 2006, exp. 14.098, C.P.
Ruth Stella Correa Palacio. Criterio que también ha sido sostenido por la Sala en relación con
otros derechos extrapatrimoniales, como el denominado daño a la vida de relación, en relación
con el cual la Sala ha señalado que “…una vez causado, se convierte en un derecho patrimonial
que puede hacer parte del acervo hereditario…”. Consejo de Estado, Sección Tercera,
sentencia del 15 de agosto de 2002, expediente 14357, C.P. Ricardo Hoyos Duque. Reiterada
en sentencia de la Sección Tercera, Subsección B, de 27 de marzo de 2014, exp. 27.687, C.P.
Stella Conto Díaz del Castillo.
20
Consejo de Estado, Sección Tercera, Subsección A, sentencia de 12 de marzo de 2014,
exp.28.224, C.P. Hernán Andrade Rincón.
Se trata de la acción correspondiente a la víctima transmitida por la muerte a
sus herederos para resarcir el daño por el detrimento de sus derechos,
valores e intereses jurídicamente protegidos, diferente a la personal por el
menoscabo directo, propio e individual experimentado por un sujeto a
consecuencia de la defunción del causante, respecto de cuya indemnización
tiene legítimo interés. Son acciones distintas por sus titulares, derechos
quebrantados y finalidad resarcitoria de daños diferentes; en el primer caso,
el heredero ejerce la acción iure hereditatis o transmitida por causa de
muerte, y en el segundo, la propia, iure proprio respecto de su daño, y el
detrimento recae sobre intereses de diversos titulares, cuyo contenido y
extensión, atañe al menoscabo recibido por cada cual. Así lo tiene sentado
la Sala: “[c]uando la víctima directa de un acto lesivo, fallece como
consecuencia del mismo, sus herederos están legitimados para reclamar la
indemnización del perjuicio por ella padecido, mediante el ejercicio de la
denominada acción hereditaria o acción hereditatis, transmitida por el
causante, y en la cual demandan, por cuenta de éste, la reparación del daño
que hubiere recibido. (...)Al lado de tal acción se encuentra la que
corresponde a todas aquellas personas, herederas o no de la víctima directa,
que se ven perjudicadas con su deceso, y mediante la cual pueden reclamar
la reparación de sus propios daños. Trátase de una acción en la cual actúan
jure proprio, pues piden por su propia cuenta la reparación del perjuicio que
personalmente hayan experimentado con el fallecimiento del perjudicado
inicial, (...).

Se trata entonces de acciones diversas, por cuanto tienden a la reparación


de perjuicios diferentes. La primera, puesta al alcance de los causahabientes
a título universal de la víctima inicial, que se presentan en nombre del
causante, para reclamar la indemnización del daño sufrido por éste, en la
misma forma en que él lo habría hecho. La segunda, perteneciente a toda
víctima, heredera o no del perjudicado inicial, para obtener la satisfacción de
su propio daño. Sobre la última ha expuesto la doctrina de la Corte que
‘...cuentan con legitimación personal o propia para reclamar indemnización
las víctimas mediatas o indirectas del mismo acontecimiento, es decir
quienes acrediten que sin ser agraviados en su individualidad física del
mismo modo en que lo fue el damnificado directo fallecido, sufrieron sin
embargo un daño cierto indemnizable que puede ser: De carácter material al
verse privados de la ayuda económica que esa persona muerta les
procuraba o por haber atendido el pago de expensas asistenciales o
mortuorias, y de carácter puramente moral, reservados estos últimos’ para
‘aquellas personas que, por sus estrechas vinculaciones de familia con la
víctima directa del accidente, se hallan en situación que por lo regular
permite presumir, con la certeza que requiere todo daño resarcible, la
intensa aflicción que les causa la pérdida del cónyuge o de un pariente
próximo’ (G.J. Tomo CXIX, pág. 259)” (cas. civ. sentencia de 18 de mayo de
2005, [SC-084-2005], exp. 14415)21.

Ahora bien, para que se trasmita el derecho de acción mortis causa es necesario
que el causante hubiera sobrevivido al daño, porque, de lo contrario, no se
habría logrado radicar en su haber el derecho a la reparación. Así ocurrió en los

21Corte Suprema de Justicia-Sala de Casación Civil, sentencia de 9 de julio de 2010, exp.


11001-3103-035-1999-02191-01, C.P. William Namén Vargas.
ejemplos que se mencionaron antes, como el del padre que falleció meses
después de la muerte de su hijo, o el de la víctima de secuestro y torturas, a
quien luego de esos daños se le causó la muerte. Por lo tanto, en los casos en
los que el daño se consolida con la muerte, no alcanza a radicarse en cabeza del
causante el derecho a la indemnización de perjuicios y, por lo tanto, no existe
patrimonio susceptible de trasmisión.

En el caso concreto, la parte demandante afirma que su reclamación no se limita


al daño que sufrieron por la muerte del señor Onofre de Jesús López Betancur,
sino que abarca también los sufrimientos físicos y emocionales que este padeció
durante las 6 horas en las que esperó ser atendido en la unidad hospitalaria León
XIII, en relación con los cuales se reclaman la reparación en calidad de
herederos del causante.

Considera la Sala que están acreditados en el expediente los sufrimientos


físicos, síquicos y emocionales padecidos por el señor Onofre de Jesús López
Betancur, durante las 6 horas que permaneció en el servicio de urgencias de la
unidad hospitalaria León XIII, sin recibir atención médica, por el infarto de
miocardio que hizo curso durante esas horas; sin recibir medicamentos para
reducir o anular el dolor precordial; cerciorándose de que sus posibilidades de
sobrevivencia se veían reducidas con el paso de las horas, siendo víctima de la
negligencia y desidia del personal médico y paramédico de la institución, que
dejó de lado la aplicación de los protocolos que debió cumplir rigurosamente en
su caso, en razón de la gravedad de su afectación y de la incidencia del tiempo
en el resultado. En consecuencia, se consolidó en el patrimonio del causante el
derecho a recibir la reparación por ese daño moral, el cual es susceptible de
trasmitir a sus herederos, y cuya indemnización fija la Sala en 100 salarios
mínimos legales mensuales vigentes, que habrán de reconocerse a favor de la
sucesión, dado que no está demostrada en el proceso la condición de herederos
de los demandantes.

No se reconocerá daño a la salud reclamado a favor de la sucesión del señor


Onofre de Jesús, por cuanto la condición física del paciente no es imputable a la
entidad demandada. Como se acreditó en el expediente, su salud se hallaba ya
deteriorada cuando este ingresó al servicio de urgencias de la clínica León XIII
de la ESE Rafael Uribe Uribe.

4.5. Entidad a cargo del pago de las indemnizaciones pecuniarias

Mediante Decreto 405 de 14 de febrero de 2007, el Presidente de la República


dispuso la supresión de la Empresa Social del Estado Rafael Uribe Uribe y, en
consecuencia, ordenó su liquidación, la cual debió concluir en un plazo de un
año, que podía ser prorrogado por el Gobierno Nacional, mediante acto
administrativo debidamente motivado22. Dicho proceso culminó el 18 de julio de
2008, tal como lo estableció el Decreto 2349 de 2008. Mediante contratos de
Fiducia Mercantil 018 y 019 de 2008, se le encomendó a la Sociedad Fiduciaria
de Desarrollo Agropecuario S.A. Fiduagraria S.A., el manejo de los remanentes
de la liquidación, la administración del patrimonio autónomo y de los procesos
judiciales y contratos que se ceden al patrimonio23. Por lo tanto, se dispondrá
FIDUAGRARIA S.A., en calidad de administradora del patrimonio autónomo de
remanentes de la extinta ESE Rafael Uribe Uribe, o quien al momento de
notificarse esta sentencia haga sus veces, pague las condenas pecuniarias
deducidas en esta sentencia.

4.6. Indemnización por bienes a derechos convencional y


constitucionalmente protegidos

Considera la Sala que el trato que se le dio al señor Onofre de Jesús López
Betancur el día de su fallecimiento en la clínica León XIII de la ESE Rafael Uribe
Uribe fue cruel, inhumano y degradante. Por lo tanto, en los términos señalados
en la sentencia de unificación proferida por la Sección24, se ordena como medida
de no repetición, el envío de sendas copias íntegras y auténticas de esta
providencia al Ministerio de Salud y a la Superintendencia Nacional de Salud
para que creen un link, en sus páginas web, con el fin de que se pueda acceder

22 El plazo de liquidación de la ESE Rafael Uribe Uribe fue prorrogado sucesivamente mediante
Decretos 2080 de 2007, 403, 1883 y 2349 de 2008.
23 En: http://www.fiduagraria.gov.co/wp-content/uploads/2014/12/Estfinfide-RAFAEL-
URIBE1.pdf, consultado el 20 de septiembre de 2016.
24
Consejo de Estado, Sección Tercera, sentencia de 28 de agosto de 2014, exp. 32.988, C.P.
Ramiro Pazos Guerrero,
al contenido magnético de esta providencia, con acceso al público durante un
período de 6 meses, que se contarán desde la fecha en que se realice la
respectiva carga de la información en la página web de esas instituciones25.

Debe advertirse que la anterior orden deberá ser cumplida por el Ministerio de
Salud y la Superintendencia Nacional de Salud, porque la ESE Rafael Uribe
Uribe ya fue liquidada. Dicha orden tiene una finalidad exclusivamente
pedagógica, a efectos de que situación como la descrita en la sentencia no se
vuelva a repetir; por lo tanto, no implica un pronunciamiento de responsabilidad
en contra de esas entidades, las cuales no fueron parte en el proceso.

5. Costas

De conformidad con lo establecido en el artículo 55 de la ley 446 de 1998 hay


lugar a condenar en costas a la parte vencida, sólo en la medida en que su
conducta sea temeraria porque no le asiste al demandar u oponerse “un
fundamento razonable, o hay de su parte una injustificada falta de colaboración
en el aporte o práctica de pruebas, o acude a la interposición de recursos con un
interés meramente dilatorio”26. En el caso concreto, no advierte la Sala
comportamiento temerario de ninguna de las partes en sus actuaciones
procesales. Por lo tanto, la Sala se abstendrá de ordenar condena en costas.

En mérito de lo expuesto, el Consejo de Estado, Sala de lo Contencioso


Administrativo, Sección Tercera, Subsección B, administrando justicia en nombre
de la República y por autoridad de la ley,

FALLA

MODIFÍCASE la sentencia proferida por el Tribunal Administrativo de Antioquia-


Sala Novena de Decisión, el 29 de julio de 2009, la cual quedará así:

25
Una orden similar se dictó en: Consejo de Estado, Sección Tercera, Subsección “A”,
sentencia de 12 de noviembre de 2014, exp. 38.738, C.P. Hernán Andrade Rincón.
26
Consejo de Estado, Sección Tercera, sentencia de 18 de febrero de 1999, exp: 10.775, C.P.
Ricardo Hoyos Duque.
PRIMERO: DECLÁRASE patrimonialmente responsable a la EMPRESA
SOCIAL DEL ESTADO RAFAEL URIBE URIBE-EN LIQUIDACIÓN-, por la
muerte del señor ONOFRE DE JESÚS LÓPEZ BETANCUR, en hechos
ocurridos el 16 de enero de 2006, en el servicio de urgencias de la unidad
hospitalaria León XIII.

SEGUNDO: Como consecuencia de la anterior declaración, CONDÉNASE a la


EMPRESA SOCIAL DEL ESTADO RAFAEL URIBE URIBE –EN LIQUIDACIÓN-,
o a la SOCIEDAD FIDUCIARIA DE DESARROLLO AGROPECUARIO S.A.
FIDUAGRARIA S.A., como administradora del patrimonio autónomo de
remanentes de la extinta ESE RAFAEL URIBE URIBE, o quien al momento de
notificarse esta sentencia haga sus veces, a pagar las siguientes condenas,
deducidas por perjuicios morales: para cada uno de los señores JAIME
IGNACIO LÓPEZ ARBOLEDA y MÓNICA MARÍA LÓPEZ ARBOLEDA cien
(100) salarios mínimos legales mensuales vigentes a la fecha de ejecutoria de
esta sentencia; a favor de cada uno de los señores DAVID ESTEBAN LÓPEZ
MADRID, JULIETH ANDREA LÓPEZ MADRID y NATALIA LÓPEZ MADRID
cincuenta (50) salarios mínimos legales mensuales vigentes a la fecha de
ejecutoria de esta sentencia; a favor de la señora ROSALÍA DE JESÚS PATIÑO
FLÓREZ quince (15) salarios mínimos legales mensuales vigentes a la fecha de
ejecutoria de esta sentencia, y a favor de la sucesión del señor ONOFRE DE
JESÚS LÓPEZ BETANCUR cien (100) salarios mínimos legales mensuales
vigentes a la fecha de ejecutoria de esta sentencia.

TERCERO: DENIÉNGANSE las pretensiones formuladas en contra del


INSTITUTO DE SEGUROS SOCIALES, y las demás súplicas de la demanda.

CUARTO: La EMPRESA SOCIAL DEL ESTADO RAFAEL URIBE URIBE-EN


LIQUIDACIÓN-o la SOCIEDAD FIDUCIARIA DE DESARROLLO
AGROPECUARIO S.A. FIDUAGRARIA S.A., como administradora del
patrimonio autónomo de remanentes de la extinta ESE RAFAEL URIBE URIBE,
o quien al momento de notificarse esta sentencia haga sus veces, dará
cumplimiento a lo dispuesto en este fallo, dentro de los términos indicados en
los artículos 176 y 177 del C.C.A.
QUINTO: Para el cumplimiento de esta sentencia expídanse copias con destino
a las partes, con las precisiones del art. 115 del Código de Procedimiento Civil y
con observancia de lo preceptuado en el art. 37 del Decreto 359 de 22 de febrero
de 1995. Las copias destinadas a la parte actora serán entregadas al apoderado
judicial que ha venido actuando.

SEXTO: Se ordena como medida de no repetición, el envío de sendas copias


íntegras y auténticas de esta providencia al Ministerio de Salud y a la
Superintendencia Nacional de Salud para que creen un link en sus páginas web,
con el fin de que se pueda acceder al contenido magnético de esta providencia,
con acceso al público durante un período de 6 meses, que se contarán desde la
fecha en que se realice la respectiva carga de la información en la página web de
esas instituciones

SÉPTIMO: Sin condena en costas

OCTAVO: Ejecutoriada esta providencia, devuélvase el expediente al Tribunal


de origen.

CÓPIESE, NOTIFÍQUESE, CÚMPLASE Y DEVUÉLVASE

STELLA CONTO DIAZ DEL CASTILLO


Presidenta

RAMIRO PAZOS GUERRERO


Magistrado
DANILO ROJAS BETANCOURTH
Magistrado

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