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Miramos la realidad
“… habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que vuelva a Dios que por
noventa y nueve justos que no tienen necesidad de convertirse”[1].
El horizonte de alcanzar la santidad eleva nuestro corazón con muy buenos propósitos
de conversión. Anhelamos vivir el bien, la virtud. Sin embargo ¡Cuántas veces nos
encontramos con nuestra fragilidad y ruptura!
¡Cuántas veces queriendo hacer el bien, nos dejamos llevar por nuestras inconsistencias
o pecados! Y así ofendemos y hacemos sufrir a nuestros seres más queridos: cónyuges o
hijos.
Es en estos momentos que Dios sale a nuestro encuentro, para perdonarnos,
fortalecernos y recordarnos su infinito amor misericordioso. Él conoce lo más profundo
de nosotros mismos, y sabe muy bien qué camino tenemos que recorrer para alcanzar la
meta anhelada y se une a nuestro caminar, como el mejor de los amigos, pues, lo que
más quiere es que arrepintiéndonos de nuestros pecados alcancemos la reconciliación.
¿Quieres acoger el amor de Dios en el Sacramento de la Reconciliación?
1. El Sacramento de la Reconciliación
“Sabio es el Señor cuando deja a su Iglesia este sacramento del perdón de los pecados.
Sabe que todo hijo pródigo necesita escuchar que alguien en nombre de Dios le diga “yo
te perdono” para experimentarse realmente perdonado por Dios. Quienes han cometido
un pecado grave saben que por más que le pidan perdón a Dios “directamente”, nunca
terminan de experimentarse perdonados. Tampoco son capaces de perdonarse a sí
mismos. El modo instituido por el Señor para el perdón de los pecados ofrece al
pecador arrepentido la certeza de haber sido perdonado por Dios. Es por ello que quien,
venciendo su vergüenza y temor, acude humildemente al ministro del Señor a implorar
el perdón de Dios experimenta cómo “se le quita de encima un peso inmenso”, puede
“respirar nuevamente”, la paz vuelve a su corazón. Solo entonces él o ella misma
estarán también en condiciones de perdonarse a sí mismos y perdonar a los demás”[18].
b. Reconciliación con la Iglesia[19]
“Durante su vida pública, Jesús no sólo perdonó los pecados, también manifestó el
efecto de este perdón: a los pecadores que son perdonados los vuelve a integrar en la
comunidad del pueblo de Dios, de donde el pecado los había alejado o incluso excluido.
Un signo manifiesto de ello es el hecho de que Jesús admite a los pecadores a su mesa,
más aún, Él mismo se sienta a su mesa, gesto que expresa de manera conmovedora, la
vez, el perdón de Dios y el retorno al seno del pueblo de Dios”[20].
Al hacer partícipes a los Apóstoles de su propio poder de perdonar los pecados, el Señor
les da también la autoridad de reconciliar a los pecadores con la Iglesia. Esta dimensión
eclesial de su tarea se expresa particularmente en las palabras solemnes de Cristo a
Simón Pedro:
“A ti te daré las llaves del Reino de los cielos; y lo que ates en la tierra quedará atado
en los cielos, y lo que desates en la tierra quedar desatado en los cielos”[21].
A través de esto “Consta que también el colegio de los Apóstoles, unido a su cabeza,
recibió la función de atar y desatar dada a Pedro»[22].
c. Los nombres del sacramento
Este sacramento es conocido con diferentes nombres. Nos dice el Catecismo:
“Se le denomina sacramento de Conversión porque realiza sacramentalmente la llamada
de Jesús a la conversión[23], la vuelta al Padre[24] del que el hombre se había alejado
por el pecado.
Se denomina sacramento de la Penitencia porque consagra un proceso personal y
eclesial de conversión, de arrepentimiento y de reparación por parte del cristiano
pecador.
Es llamado sacramento de la Confesión porque la declaración o manifestación, la
confesión de los pecados ante el sacerdote, es un elemento esencial de este sacramento.
En un sentido profundo este sacramento es también una ‘confesión’, reconocimiento y
alabanza de la santidad de Dios y de su misericordia para con el hombre pecador.
También es sacramento del Perdón porque por la absolución sacramental del sacerdote,
Dios concede al penitente ‘el perdón y la paz’.
Se le denomina sacramento de Reconciliación porque otorga al pecador el amor de Dios
que reconcilia: ‘Dejaos reconciliar con Dios’[25]. El que vive del amor misericordioso
de Dios está pronto a responder a la llamada del Señor: ‘Ve primero a reconciliarte con
tu hermano’[26]«[27].
“Dios, rico en misericordia, por el grande amor con que nos amó, estando muertos a
causa de nuestros delitos, nos vivificó juntamente con Cristo”[28].
d. ¿Qué se requiere para hacer una buena confesión?
confesión consta de cinco pasos:
• Examen de conciencia: Es importante hacer un cuidadoso examen de
conciencia[29] que consiste en hacer una diligente búsqueda de los pecados cometidos
después de la última Confesión bien hecha.
• Dolor de corazón: Es “un dolor del alma y una detestación del pecado cometido con la
resolución de no volver a pecar”[30].
• Propósito de enmienda: El arrepentimiento ciertamente mira hacia el pasado, pero
implica necesariamente un empeño hacia el futuro con la firme voluntad de no volver a
cometer el pecado.
• Confesión: Por la confesión de los pecados al sacerdote, el hombre se enfrenta a sus
pecados; asume su responsabilidad y, por ello, se abre de nuevo a Dios y a la comunión
de la Iglesia con el fin de hacer posible un nuevo futuro. Estamos obligados a confesar
todos y cada uno de los pecados mortales, cometidos después de la última confesión.
Además, es recomendable la confesión de los pecados veniales, en miras a avanzar más
firmemente en el camino hacia la santidad
• Cumplir la Penitencia: La absolución quita el pecado, pero no remedia todos los
desórdenes que el pecado causó. Liberado del pecado, debemos todavía recobrar la
plena salud espiritual. Por tanto, debemos hacer algo más para reparar nuestros pecados.
Esto lo hacemos cumpliendo la “penitencia” que nos manda el sacerdote que nos
confiesa[31].
e. ¿Cuáles son los efectos del sacramento de la Reconciliación?
Los efectos del Sacramento de la Reconciliación son la reconciliación con Dios y con la
Iglesia, además de la recuperación de la gracia santificante, y el aumento de las fuerzas
espirituales para caminar hacia la santidad[32]. La confesión es un medio
extraordinariamente eficaz para progresar en nuestro camino para ser santos. En efecto,
además de darnos la gracia de perdón propia del sacramento, nos hace ejercitar las
virtudes fundamentales de nuestra vida cristiana:
• La humildad ante todo, que es la base de todo el edificio espiritual.
• La fe en Jesús Salvador y en sus méritos infinitos.
• La esperanza del perdón y de la vida eterna.
• El amor hacia Dios y hacia el prójimo.
• La apertura de nuestro corazón a la reconciliación con quien nos ha ofendido.
El Sacramento de la Reconciliación no solamente tiene un efecto curativo, (nos
devuelve a la amistad con Dios, nos devuelve la gracia); también hay otro factor que
con frecuencia olvidamos: es poderoso preventivo de caer en pecado. Recibimos no sólo
el perdón real e instantáneo sino que recibimos una gracia especial que nos previene
frente al pecado.
Como familias, debemos alentarnos entre los esposos y a nuestros hijos sobre la
bendición recibida ante este sacramento. Especialmente debemos enseñar el aspecto de
amor de este sacramento, y sobretodo enseñar con nuestro propio ejemplo y actitudes, al
acercarnos al confesionario, para que ellos sientan mucha confianza del perdón de Dios.
Por el sacramento de la Reconciliación recibimos el perdón real de Dios y la gracia
que nos previene frente al pecado.
Interiorizamos
¿Cómo vivo esto?
“Esta imagen concreta del estado de ánimo del hijo pródigo nos permite comprender
con exactitud en qué consiste la misericordia divina. No hay lugar a dudas de que en esa
analogía sencilla pero penetrante la figura del progenitor nos revela a Dios como Padre.
El comportamiento del padre de la parábola, su modo de obrar que pone de manifiesto
su actitud interior, nos permite hallar cada uno de los hilos de la visión
veterotestamentaria de la misericordia, en una síntesis completamente nueva, llena de
sencillez y de profundidad. El padre del hijo pródigo es fiel a su paternidad, fiel al amor
que desde siempre sentía por su hijo. Tal fidelidad se expresa en la parábola no sólo con
la inmediata prontitud en acogerlo cuando vuelve a casa después de haber malgastado el
patrimonio; se expresa aún más plenamente con aquella alegría, con aquella festosidad
tan generosa respecto al disipador después de su vuelta”[61].
Preguntas para el diálogo
• ¿Reconocen en el Sacramento de la Reconciliación el amor de Dios que sale a su
encuentro, cada vez que arrepentidos, se acercan a Él?
• ¿Son conscientes que es Cristo mismo quien les da su perdón, a través del sacerdote,
en el momento de la confesión?
• ¿Reconocen, la importancia de recibir el perdón del Señor, para vivir el perdón a sí
mismos y a los demás?
• ¿Qué importancia tiene el Sacramento de la Reconciliación en su vida y en la vida de
su familia?