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E02-02-001
La situación de Colombia
Colombia, al igual que América Latina, no estaba exenta de padecer los efectos de la crisis
del sudeste asiático (ver Anexo 1), en particular escasez de crédito y caída de las
exportaciones. En toda la región se estaban negociando acuerdos con el FMI para prevenir
un contagio de la crisis del sudeste asiático que se originó a mediados de 1997, y que
propulsó las crisis rusa y brasileña de 1998. Se habían firmado acuerdos preventivos con
Argentina (1998), Bolivia (1998), México (1998), Perú (1999) y Uruguay (1999). Por su
parte, Brasil y Ecuador negociaron acuerdos en medio de una crisis cambiaria.
1
Un crédito stand by del FMI es un aval de esa institución al país solicitante para ser usado en caso de no
poder cumplir compromisos de pago con terceros.
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En la estructura del Estado colombiano, el gobierno está conformado por el Presidente de la República y sus
ministros. El Banco de la República (que tiene bajo su control la política monetaria, cambiaria y crediticia) a
partir de la Constitución Política de 1991, es un ente autónomo frente al gobierno. Antes de 1991, el gobierno,
Este caso fue escrito por el profesor Pascual Amézquita Zárate de la Universidad Sergio Arboleda en
Bogotá, Colombia, con el propósito de servir como material de discusión en clases, no pretende ilustrar
buenas o malas prácticas administrativas.
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gobierno central ascendía a 5,5% del PIB (siete billones de pesos), la deuda era de 9% del
PIB (12 billones de pesos) y el pago de intereses absorbía casi cuatro billones de pesos,
equivalente a más de una tercera parte de los ingresos corrientes de la Nación, para totalizar
más de 22 billones de pesos, o sea 50% del presupuesto nacional, o 20% del PIB
colombiano (ver Cuadro 1).
* IPC: Índice de Precios al Consumidor, calculado por la agencia pública colombiana DANE.
** IPP: Índice de Precios al Productor, calculado por la misma entidad.
Fuente: Banco de la República de Colombia (2002).
De otra parte, el PIB venía decreciendo desde el último trimestre de 1998 y en el transcurso
del año había alcanzado niveles negativos (ver Gráfico 1).
a través de la Junta Monetaria (cuyos miembros, en su gran mayoría eran nombrados por el mismo Presidente
de la República) trazaba esas políticas.
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300
-100
-500
-900
-1,300 -1,147
-1,285 -1,310
-1,700 -1,468 -1,548
-2,100
-2,341
-2,500
1991
1992
1993
1994
1995
1996
1997
1998
Fuente: Ministerio de Industria, Comercio y Turismo (2003).
Ello ocasionaba un creciente déficit en cuenta corriente (ver Cuadro 1), lo que impulsaba
un mayor financiamiento externo. Igualmente, la producción industrial venía decayendo en
los años anteriores y en 1999 se acentuó el descenso (ver Cuadro 2).
Por otra parte, el déficit público también venía creciendo a lo largo de la década de 1990
por dos caminos que se entrecruzaban: el aumento del gasto público y el comparativamente
lento crecimiento de los ingresos (ver Cuadro 3).
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Bienes y servicios sin valor agregado.
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La dinámica de este problema no fue evidente al inicio de la década, pues el mayor gasto,
consumo e inversión se financiaron con recursos transitorios, tales como el crédito a los
particulares, una amnistía tributaria y la revaluación del peso que le dio recursos al Banco
de la República, amén de la venta de importantes activos del Estado. Cuando esos efectos
se fueron difuminando se empezó a presentar el problema para mantener en marcha la
economía.
El resultado fue un creciente aumento de la deuda total del Gobierno Nacional Central (ver
Gráfico 3).
Adicionalmente, las tasas de interés venían en aumento. Para febrero de 1999 la tasa DTF
(que es el promedio de captación de bancos y corporaciones financieras para los Depósitos
a Término Fijo) era de 30,14%, cifra alta aún frente a una inflación de 16% (ver Gráfico 4).
La causa es explicable desde diferentes puntos de vista: para el ex ministro de Hacienda
Abdón Espinosa, con esto se pretendía contener la inflación así ello indujera una parálisis
económica (Espinosa, 1999). Para el analista César Giraldo, el objetivo perseguido era
contraer el consumo interno y dejar así mayor producción disponible para las exportaciones
(Giraldo, 2000). De manera no excluyente, otra razón sería poder captar recursos para
continuar financiando el gasto público.
Las tasas de interés estaban asociadas a otra arista del panorama: la tasa de cambio del peso
respecto al dólar. En el país regía el sistema de bandas cambiarias4. En septiembre de 1998
se había establecido un nuevo techo, y se fijó la tasa interbancaria en 80% para defenderla,
4
Sistema de tipo de cambio semiflexible que permite la libre flotación de la divisa en términos nominales
entre un límite superior (techo) y uno inferior (piso). Cuando el tipo de cambio se pega al piso o al techo de la
banda cambiaria, es el banco emisor el que entra a intervenirla, sea comprando o vendiendo divisas en el
mercado cambiario, respectivamente. Al tiempo que permite mantener cierta flexibilidad en el mercado,
también restringe variaciones extremas.
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pues para el gobierno era perentorio evitar una devaluación, aduciendo que afectaría a los
deudores privados en moneda extranjera, con una cartera de unos 17 billones de pesos, a
más del efecto en las cuentas públicas por la misma causa. Se entiende entonces que el
Banco de la República comprara pesos en el mercado abierto, induciéndola a través del alza
de intereses.
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devaluación el gobierno había subido las tasas de interés y con ello había paralizado la
economía. Pero, desde su punto de vista, era necesario perderle el miedo a la devaluación
(Dinero, 1999).
Otro analista económico, Beethoven Herrera (1999), planteó témalo siguiente: “Para
defender esa paridad cambiaria se han elevado las tasas de interés de modo tal que se ha
encarecido el crédito para la producción, se ha llevado el país a la recesión, y el desempleo
es apenas una consecuencia lógica. El rezago de los deudores de UPAC5 es explicable por
el elevado nivel de desempleo y el aumento astronómico de las cuotas”.
El primer camino implicaría aceptar las negociaciones con el FMI, como lo habían
mostrado los ejemplos de los países del sudeste asiático y varios latinoamericanos. El
segundo estaba condicionado por los acuerdos explícitos e implícitos que el país había
adquirido desde comienzos de la década de 1990.
De acuerdo con Dussel (2005) y Nadal (2003), la crisis mexicana de 1994 mostró que otro
aspecto del modelo, la liberación comercial, en vez de fortalecer la economía mexicana la
había debilitado y que en el bajo desempeño también tenía que ver el recientemente
firmado NAFTA (siglas en inglés del North America Free Trade Agreement).
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Las Unidades de Poder Adquisitivo Constante (UPAC) eran la forma de fijar las cuotas mensuales de los
deudores hipotecarios. En una primera etapa su incremento corría parejo al de la inflación, pero
posteriormente, a partir del 1992, se calculaba sumando a la inflación una tasa de interés fijada por el Banco
de la República, la DTF. Cuando esta tasa se disparó hacia los últimos años de la década de 1990, cientos de
deudores cayeron en cesación de pagos y perdieron sus viviendas.
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Para Ahumada (2002), Gonzáles (2001) y Echavarría & Villamizar (2006), muchos
empresarios latinoamericanos aceptaron las medidas del Consenso, pero, en menos de diez
años, los productores norteamericanos, directamente o a través de sus filiales, dieron cuenta
de los competidores del Sur6, lo que trajo como resultado una desindustrialización que echó
por la borda décadas de desarrollo, para no hablar de la catástrofe producida en el sector
agropecuario, mientras que las empresas más grandes –en general todas dedicadas a
actividades no transables— fueron a parar a manos del capital extranjero, vía la
privatización o la desnacionalización.
La crisis bancaria se había gestado casi un año antes, en el segundo semestre de 1998. Uno
de los motivos fue el fuerte crecimiento en las tasas de interés, que, por la forma en que se
liquidaban los pagos por hipotecas, hacía que estos crecieran más que proporcionalmente,
lo cual llevó a un creciente incumplimiento por parte de los deudores hipotecarios. Con ello
varios bancos se vieron en apuros para mantener los indicadores de solvencia establecidos
por ley.
Finalmente, el gobierno tuvo que intervenir a través de una serie de alivios a los deudores, a
la par que se instituyó un fondo para ayudar a los bancos en problemas a través de
recapitalizaciones, alimentado con un impuesto nuevo a las transacciones. Aun así, varias
entidades financieras debieron ser nacionalizadas, tal cual se estableció en normas como el
decreto 1167 del 29 de junio de 1999 emitido por el gobierno nacional. En total, el número
de entidades financieras se redujo de 147 en 1995, a 71 en 2001.
6
“Hasta el año (1998), las robustas ganancias procedentes de las exportaciones han contribuido con más de
una tercera parte del total del crecimiento económico de Estados Unidos a lo largo de los años 90”
(Washington Post, 19–2–99).
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Una nueva visita del FMI, que se esperaba para agosto o septiembre, se anticipó. Ante el
anuncio, el presidente de la Asociación Nacional de Instituciones Financieras (ANIF)7,
Armando Montenegro (1999), reiteró que sería conveniente que Colombia entrara en un
programa de ajuste con el FMI como el que habían firmado otros países de América Latina.
El ex ministro de Hacienda, Rudolf Hommes, quien había sido uno de los artífices de la
adopción en Colombia del Consenso de Washington a principios de la década de los
noventa, expresó igual opinión. Señaló que entrar en un programa con el FMI “permitiría a
Colombia realizar un programa gradual y ordenado de ajuste y complementarlo con planes
audaces de creación de empleo y reestructuración del sector real” (1999).
Fue en este contexto que el ministro Restrepo hizo su anuncio el 14 de junio de 1999:
“Colombia no está a las puertas de tener que suscribir un programa de acuerdo de
cumplimiento con el Fondo Monetario Internacional, como lo han tenido que hacer otros
países con dificultades económicas” (Restrepo, 1999a).
Entre las medidas más recientes adoptadas por el gobierno nacional para enfrentar la crisis,
el ministro mencionó una reorientación del gasto a favor de las obras públicas, aumento en
los subsidios de vivienda, los planes para la reconstrucción de la zona cafetera colombiana
(azotada por un terremoto seis meses atrás), nuevos programas bancarios y de
reestructuración de deudas, apoyo a cultivos con un alto valor agregado como el algodón,
promesa de sustentar el precio interno del café y otras medidas similares, todas destinadas a
la reactivación del aparato productivo. Agregaba que el alza en el precio internacional del
petróleo que se estaba dando en esas semanas incidiría de manera favorable en las finanzas
públicas. De otra parte, se haría un reajuste al sistema de transferencias de recursos a las
entidades subnacionales para dejar mayores disponibilidades al gobierno nacional.
El 16 de junio, para calmar los ánimos, afirmó: “La visita que el FMI tiene programada
para Colombia es de rutina, como todos los años. Y no es que haya un desembarco de
marines” (Restrepo, 1999b).
El deterioro externo y financiero llevó a la Junta Directiva del Banco de la República (que
incluye al ministro de Hacienda) a exigirle al gobierno un programa para suscribir un
Acuerdo con el FMI. Así lo expresó Antonio Hernández, miembro de la Junta: "nos
reunimos con el Presidente Pastrana en Palacio, el domingo 27 de junio (de 1999), la
condicionalidad de la junta en pleno fue de que el nuevo programa macroeconómico se
divulgaría sobre la base de que el gobierno se comprometía a ir al Fondo Monetario
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ANIF congrega a los principales actores institucionales del sector financiero de Colombia.
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Internacional. El gobierno vio que eso era inevitable dado el estado de nerviosismo de la
economía y de los mercados internacionales. Había que darles (sic) término a la
especulación y la intranquilidad cambiaria" (Giraldo, 2000).
Otro miembro de la Junta, Leonardo Villar, según indica Giraldo (2000), señaló que, dado
que el total de la deuda privada ascendía a 16 mil millones de dólares, cerca de 40% de la
deuda total (externa e interna), una devaluación del peso afectaría negativamente los
balances de quienes estuvieran endeudados en dólares. Explicó que esta fue la razón para
que se gastaran más de tres mil millones de reservas internacionales tratando de defender
inútilmente la banda cambiaria intentando que el dólar no desbordara los niveles previstos.
No se pudo defender la banda cambiaria y en cambio sí se disminuyeron las reservas
internacionales, con lo cual aumentaba la sensación de peligro para los acreedores.
Pero si se devaluaba la tasa de cambio, también los inversionistas externos tendrían pérdida
al intentar liquidar sus capitales y rendimientos. Giraldo sostiene que la pérdida de tres mil
millones de reservas fue por la presión de tales inversionistas por sacar sus capitales antes
que el dólar se saliera del techo de la banda, lo cual a su vez, paradójicamente, generaba
más presión sobre el dólar. Si el dólar se ponía por encima del techo, los inversionistas
tendrían que comprarlos más caros de lo previsto, con lo que se castigaría su rentabilidad,
medida en moneda externa.
Pero mientras el gobierno insistía en mostrar los logros en medio de la crisis, las exigencias
del FMI se mantenían inmodificables: buscar mayor crecimiento económico, alcanzar el
equilibrio macroeconómico, adoptar una política monetaria restrictiva y mantener un nivel
adecuado de reservas internacionales. El 28 de junio de 1999 el FMI envió al Gobierno un
memorando en el cual indicó:
En cierta medida, las dificultades actuales de Colombia están relacionadas con los
problemas de la economía mundial que se iniciaron el año pasado con la crisis
financiera internacional y con la recesión de algunos países vecinos. No obstante,
también refleja la necesidad de fortalecer las finanzas públicas, de avanzar en las
reformas estructurales, y de terminar de resolver los problemas que enfrenta el
sistema financiero (FMI, 1999).
En consecuencia, la Misión apoya el plan del Gobierno para fortalecer las finanzas
del sistema de pensiones y seguridad social, para mejorar la eficiencia de la
descentralización fiscal, para reestructurar y reducir el tamaño del sector público y
para darle a la administración tributaria mejores instrumentos y mayores recursos.
Deben continuar los esfuerzos para ampliar la base tributaria y para simplificar el
sistema tributario en los próximos años. En la búsqueda de la consolidación fiscal,
las reformas estructurales serán complementadas con una política de restricción del
gasto público. Para complementar los esfuerzos para reducir el desempleo, el
Gobierno ha incluido en su agenda una reforma al mercado laboral.
Como se observa, uno de los puntos clave en la identificación del problema fiscal era el
excesivo gasto público, según la explicación gubernamental. En particular, tanto el
gobierno como el FMI insistían, según queda visto, en que las transferencias de recursos del
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Estado nacional a las entidades subnacionales estaban absorbiendo crecientes recursos (ver
Gráfico 5).
Para mediados de julio de 1999, las fuentes de financiamiento externo parecían haberse
agotado. El país requería más de dos mil millones de dólares, y las entidades multilaterales
como el Banco Mundial (BM) y el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), se negaban
a conceder préstamos si no se contaba con el aval del FMI, por lo cual la solución que
encontró el gobierno fue iniciar conversaciones con el Fondo para obtener un desembolso
de tres mil millones de dólares.
“En el caso actual, a pesar que políticamente existen mejores condiciones en cuanto a las
posibilidades de negociación por el papel geopolítico que ocupa el país en los conflictos
regionales8, se negocia un paquete estándar con el FMI, incluso sin estar el país a las
puertas de una crisis cambiaria”.
¿Qué ocurrió en los tres momentos comparados? En 1967 la discusión del gobierno con el
FMI giró en torno a la conveniencia de adelantar una brusca devaluación del peso, lo cual
no fue aceptado por el presidente Lleras quien en cambio implantó el sistema de
devaluación gota a gota. En 1985 se requería desatascar unos créditos internacionales para
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En ésta época empezaron a instalarse en América Latina los gobiernos socialdemócratas con mensajes
antinorteamericanos y contra el FMI.
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lo cual se aceptó una monitoría del FMI, pero no se estaban buscando recursos bajo el
esquema stand by.
Ahora bien, uno de los temas que se abordó en las conversaciones de julio con el FMI, fue
el de la consecución de la paz en Colombia, erosionada por el conflicto armado que de
décadas atrás mantenía la guerrilla de las FARC9 con el Estado colombiano. El gobierno
expresó su deseo de que los gastos militares no se computasen en las metas fiscales y de
que la comunidad internacional aportara recursos para ese fin. Incidentalmente debe
mencionarse que el presidente de la Bolsa de Valores de Nueva York y otros altos
dignatarios de esa entidad, acompañados del ministro de Hacienda colombiano, se
reunieron con los máximos jefes de las FARC en una remota zona selvática el 26 de junio
de ese año 1999 (Clarín, 1999).
Por su parte, Juan Manuel Santos, ex ministro de varios presidentes en carteras económicas,
señaló, con relación a las repetidas advertencias sobre la necesidad de recurrir al FMI: “No
deja de ser una ironía que durante un año se hizo todo lo posible para no tener que acudir al
Fondo; se tomaron los correctivos en la dirección que el propio Fondo hubiera sugerido,
pero acabamos de todas formas en sus manos. Es el reconocimiento de que fracasó la
política económica, por lo menos ante los ojos de los mercados internacionales, que es lo
que ahora importa” (1999).
Entran, pues, prácticamente a cogobernar los técnicos del Fondo. Por más que el
gobierno diga que nada va a ser impuesto sino concertado, la verdad monda y
lironda es que nunca el Fondo ha soltado un peso sin imponer condiciones. Es
parte de su razón de ser. Lo importante a partir de este momento es que esas
condiciones no vayan a ser demasiado dolorosas, porque en materia social (y en
cualquiera otra) el palo no está para cucharas. O que como sucedió en Tailandia,
Indonesia o Corea, las recetas del Fondo no terminen por agravar la recesión, con
todo lo que eso implicaría (FMI 1999).
Era evidente que había temor sobre los ajustes en el gasto público y en su distribución que
estableciera el FMI, habida cuenta de las dificultades en el frente social.
El 12 de agosto, la firma Moody’s bajó la calificación del nivel Baa3, a Ba2, lo que puso a
los papeles colombianos en el grupo de inversiones especulativas. Según la agencia, “la
decisión refleja la mayor debilidad de los fundamentos económicos del país ante un
deterioro en sus finanzas públicas y en la balanza comercial”. Por su parte, Standard and
Poor’s, que tenía calificada la deuda de Colombia en BBB- anunció que “está a un paso de
ser rebajada”. Duff & Phelps también comunicó que ponía la calificación de inversión de
Colombia en un panorama de observación hacia una baja, y citó como motivos de su
decisión “presiones recientes sobre el peso y la banda cambiaria, una recesión económica
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Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia.
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Ahora que la Misión del FMI se había instalado en las oficinas del Banco de la República
de Colombia, la pregunta era si el monitoreo terminaría indicando la necesidad de un
préstamo stand by y, en consecuencia, de un plan de ajuste vigilado por la institución. A
pesar del anuncio del ministro Restrepo de junio de 1999, ¿habría que darle la razón al
FMI? ¿No eran suficientes las medidas anunciadas por el gobierno en los días previos y ya
en trámite ante el Congreso de la República?
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Referencias
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Restrepo, J. C. (1999b), “Rudolf Hommes está creando conflictos con el Fondo Monetario”
El Tiempo, 16 de junio.
Restrepo, J. C. (1999c), “Una llanta de repuesto de US$5.000 millones”, El Tiempo, 16 de
julio.
Santos, J.M., (1999), “Un fracaso reconocido”, El Tiempo, 23 de julio.
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A mediados de 1997 varios países asiáticos habían acumulado una masa de deuda e
inversión externa que volvió desproporcionada la carga de intereses y demás pagos respecto
a sus exportaciones e ingresos, por lo que los inversionistas se mostraban reacios a seguir
inyectándoles capital. Esta apreciación es evidente analizando la relación de la deuda
externa respecto al PIB, el gran peso de la deuda a corto plazo respecto al resto, la
proporción de ésta frente a las reservas internacionales –reservas de por sí muy altas y
dinámicas– y el peso del servicio de la deuda a corto plazo (ver Cuadro A-1).
Dos hechos externos aceleraron la crisis. Primero, una caída de las exportaciones del
este asiático sin una caída general de las tasas de crecimiento. Adicionalmente, las
monedas del Este asiático, ligadas al dólar, se revaluaron en más de 50% respecto al
yen japonés. En consecuencia, ‘insostenibles déficit en cuenta corriente’ ejercieron
creciente presión sobre las tasas fijas de cambio11.
De acuerdo con Sachs, la causa inmediata de la crisis fue una súbita salida de capitales,
para lo cual analiza los siguientes datos sobre entrada neta de capital a Corea, Filipinas,
Malasia, Indonesia y Tailandia: 1994, 47 mil millones de dólares; 1995, 70 mil millones;
1996, 93 mil millones; pero en 1997 el flujo neto fue negativo en 12 mil millones, es decir
105 mil millones menos de lo esperado, suma esta igual a 11% de lo que ingresó antes de
mediados de 1997, abocando, dice, a estos países a la crisis. El brusco cambio de dirección
10
Este apartado es una síntesis de Amézquita (2000), Asia: ¿una simple crisis financiera? Revista Nueva
Gaceta, Bogotá, Año 1 No. 0, primer semestre de 2000, ISSN 01246704. Para las referencias bibliográficas,
remitirse a la publicación.
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International Economic Highlights 1997 CEPAL – Washington Office, apartado I, 7. La declaración
corresponde al 29 de octubre de 1997.
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llevó al colapso bancario, en la medida en que dejaron de prestar y empezaron a cobrar para
buscar algún equilibrio12.
Pero otros indicadores estaban lejos de anunciar la crisis. Se contaba con una espectacular
tasa de crecimiento del PIB de la región cuando se compara con la del resto del planeta.
Además, salvo China y Taiwán, el resto de los países mostró durante la década de 1990
superávit en las finanzas públicas y muy elevadas tasas de ahorro13 (Columna I del Cuadro
1).
Cuando la crisis empezó a extenderse por los países asiáticos, el FMI planteó la exigencia
de que las monedas no se devaluaran, para lo cual la misma institución otorgó cuantiosos
préstamos14. Pero los países no resistieron el embate de los especuladores a pesar de sus
cuantiosas reservas internacionales, por lo cual los dineros del FMI cumplieron sólo un
cometido: garantizar que los inversionistas extranjeros pudieran retirar sus capitales a salvo.
No está por demás subrayar que para pagar el abultado endeudamiento se recurrió al recorte
del gasto social y a la congelación del salario cuando no al despido de millones de
trabajadores.
La caída de las economías del sudeste asiático pronto se extendió a Rusia y poco después
empezó a sacudir a Latinoamérica. Y en un proceso que tiene pocos antecedentes en la
historia del capital financiero, grandes masas de capital especulativo encontraron como
único refugio a Estados Unidos16. La paradoja es que para la época, mientras una tercera
parte del planeta sufría recesión en mayor o menor intensidad, Europa enfrentaba graves
problemas económicos y Estados Unidos mostraba una actividad económica frenética.
12
Ten trends in global competitiveness in 1998, Jeffrey D Sachs.
13
Nótese además que en medio de su gran crecimiento Estados Unidos tuvo durante los 90 una baja tasa de
ahorro.
14
En sólo el año fiscal abril 1998-1999 –cuando ya había pasado lo peor–, los desembolsos del Fondo para la
región ascendieron a 30 mil millones de dólares (Time, 1º de octubre de 1999).
15
Al respecto Sachs dice: "Yo lamento que el FMI esté tan influido por los bancos de inversión y la banca
comercial. El primer interés de ellos es valorizar y salvar sus inversiones en los países emergentes. Sus
recomendaciones son interesadas y no hay por qué esperar que sean serias o convenientes para los países y
sus habitantes... Mi recomendación es adoptar una estrategia realista, en la que el ajuste permita e impulse el
crecimiento. La política monetaria debe ser más libre para mantener tasas de interés moderadas y permitir la
devaluación de las tasas de cambio cuando se requiera. No creo en las ventajas de sacrificar la economía por
defender una tasa de cambio, especialmente si la situación proviene de shocks externos, en el crédito o los
términos de intercambio. Esta situación es insostenible, y los inversionistas lo saben” (entrevista concedida a
la Revista Dinero, 12–12–1998). En iguales términos suele expresarse el Banco Mundial.
16
El flujo neto de capitales hacia EEUU es como sigue (miles de dólares): 1990 = 140.992; 91 = 109.641; 92
= 168.776; 93 = 279.671; 94 = 304.460; 95 = 465.449; 96 = 563, 357; 97 = 733.441 (Fuente: Bureau of
Economic Analysis, International Investment Data, www.census.gov).
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De manera que no es de extrañar que todos los países latinoamericanos atraviesen por una
crisis que, como en el caso de Colombia, sencillamente no tenía precedentes en toda su
historia, quizá similar a la de los años de la década de los treinta.
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