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REVISTA SEMANA

Enero 11 de 2020
EDICION 1967

PORTADA
Chuzadas sin cuartel
SEMANA revela las verdaderas razones que llevaron al Gobierno a retirar al comandante
del Ejército, general Nicacio Martínez. Habría precipitado su salida el uso ilegal de
sofisticados equipos para espiar a políticos, magistrados, generales y periodistas.

El viernes 27 de diciembre, cuando la mayoría de los colombianos disfrutaban de las


vacaciones de fin de año, el presidente Iván Duque hizo un sorpresivo anuncio: el retiro del
comandante del Ejército Nicacio Martínez.
En una rueda de prensa acompañado por la cúpula militar, dijo que el general Martínez
dejaba el cargo por razones personales. Sin entrar en detalles, agradeció sus 38 años de
servicio y anunció como nuevo comandante del Ejército a Eduardo Zapateiro, uno de los
oficiales más respetados de la institución.

El 27 de
diciembre el
presidente
Iván Duque,
junto al
ministro de
Defensa,
Carlos Holmes
Trujillo, y la
cúpula militar,
anunció el
retiro del
general
Martínez y
presentó al
general
Eduardo
Zapateiro como el nuevo comandante del Ejército (segundo de derecha a izquierda).
Aunque la noticia no tuvo mucho vuelo por las festividades navideñas, muchos colombianos
no le dieron crédito a las razones de su salida debido a que Martínez estuvo en el ojo del
huracán todo el año. Pero el país no sabía que detrás de la decisión estaba uno de los
escándalos más sensibles que podía afectar al Ejército y salpicar de paso al Gobierno
Nacional. Consciente de esta situación, el recién posesionado ministro de Defensa, Carlos
Holmes Trujillo García, encendió las alarmas y ordenó una investigación interna pocos días
antes de Navidad. ¿Cuál era el tema que tenía tan preocupados al ministro, las Fuerzas
Militares y a algunas agencias de inteligencia? ¿Cuál fue la verdadera razón de la salida del
general Nicacio Martínez? SEMANA revela la historia.
Te oigo desde la guarnición
En estos momentos el país necesita más que nunca los organismos de inteligencia para
combatir las disidencias de las Farc, las bandas criminales y las amenazas extranjeras. Sin
embargo, algunas unidades del Ejército se han dedicado en el último año a desplazar a sus
unidades móviles y utilizar sus equipos de última generación para saber en qué andan
algunos periodistas, políticos, magistrados, e incluso coroneles, generales y comandantes
de otras fuerzas. Después del escándalo de las chuzadas del DAS hace casi un década, y
la aprobación de la Ley de inteligencia, cualquiera pensaría que esas prácticas habían
quedado desterradas o al menos reducidas a su mínima expresión. Sin embargo, SEMANA
tuvo acceso a fotografías, documentos secretos, videos de seguimiento y más de una
docena de fuentes directas que demuestran que las chuzadas ilegales siguieron –al menos
el año pasado- más vivas que nunca. El primer indicio de que algo andaba mal llegó a
oídos de los organismos de inteligencia estadounidenses. Estos habían donado un par de
sofisticados equipos técnicos, pero empezaron a recibir información según la cual algunos
militares los estaban usando para fines ilegales. Y que algunos apoyos económicos para
pagar fuentes que pudieran entregar valiosa información terminaban en los bolsillos de
algunos oficiales. “Empezamos a notar que nos estaban pidiendo más dinero del habitual
con el pretexto de conseguir fuentes de mucho interés. Sin embargo, nos dimos cuenta que
estaban bajando la información de internet”, le dijo a SEMANA un integrante de inteligencia
extranjera que lleva más de dos años en Colombia.

Organismos de inteligencia estadounidenses, recibieron información de que


los equipos técnicos de interceptación que habían donado estaban siendo
mal utilizados.

Uno de los militares que trabaja en un batallón de ciberinteligencia lo confirmó: “Acá se


empezó a hacer lo que se hacía en otras unidades de inteligencia como la Rimec. Se creaban
informes falsos, basados en fuentes que no existían para conseguir unos recursos que se
repartían entre los mandos”. Según este oficial, estas malas prácticas siguen debido a que,
a pesar de las denuncias, la justicia y los entes de control nunca han actuado. Por ejemplo,
quedó en la impunidad el episodio de la Operación Andrómeda denunciada por SEMANA
hace cinco años, cuando un grupo de inteligencia del Ejército utilizó una fachada en el
segundo piso de un restaurante en el barrio Galerías para interceptar a los negociadores de
paz. A pesar de que en esa ocasión la Fiscalía allanó el lugar e incautó los equipos, sus
investigaciones no prosperaron. A diferencia de entonces, las chuzadas ilegales del último
año han tenido lugar desde las propias instalaciones de dos guarniciones militares, como
una manera de blindarlas y evitar un allanamiento sorpresivo de la justicia o el fisgoneo de
los medios de comunicación. “Lo que aprendimos de la Operación Andrómeda nos enseñó
a no dar papaya. Somos mucho más cuidadosos con los lugares, las personas que
trabajamos en esto y los equipos que estamos utilizando. Aunque todo está por fuera del
radar, nada de esto se puede hacer sin el conocimiento de los mandos”, explicó a SEMANA
uno de los militares que trabaja en los batallones de ciberdefensa, que decidió declarar
porque no está de acuerdo con lo que llaman “trabajos especiales”.
Esas actividades comprometen a batallones de ciberinteligencia (Bacib) que pertenecen a
las brigadas de inteligencia militar y al Batallón de Contrainteligencia de Seguridad de la
Información (Bacsi). Ambos dependen orgánicamente del Comando de Apoyo de
Inteligencia Militar (Caimi) y del Comando de Apoyo de Contrainteligencia Militar (Cacim).
Una de estas brigadas de inteligencia operaba en el corazón de Catam y la otra funciona en
el cantón de comunicaciones del Ejército, localizado en Facatativá. “En el caso nuestro,
recibíamos órdenes que venían directamente desde el comando sin ningún tipo de
requerimiento o documentos. Por la misión y los blancos estos estaban orientados a temas
estrictamente políticos, lejos de nuestra misionalidad y en los cuales no deberíamos
inmiscuirnos”, contó uno de los suboficiales de esa unidad que realizó estas actividades
ilegales durante todo el año pasado. No se refiere a un asunto menor. Este uniformado
puede tener la respuesta ante las denuncias de varios magistrados que han dicho
públicamente que creen estar chuzados y han pedido investigaciones a las autoridades,
como lo expresó recientemente la presidenta de la Corte Constitucional, magistrada Gloria
Ortiz. En su momento, algunos habían señalado a la Fiscalía General como sospechosa por
la posible mala utilización de su plataforma de interceptaciones conocida como el Sistema
Esperanza. Ese suboficial del Ejército le dijo a SEMANA que en un caso a él le asignaron un
número celular y le entregaron datos como el correo electrónico supuestamente de una
oficial que estaba afectando los intereses del Ejército. Pero resultó que el verdadero blanco
era una magistrada de la Corte Suprema de Justicia.

"Recibimos la orden de entregar parte de la información recolectada a un político del


Centro Democrático".

“Cuando se comenzó a desarrollar el trabajo, nos dimos cuenta de que las comunicaciones
eran de Cristina Lombana, quien había sido oficial del Ejército, pero quien es actualmente
magistrada de la Corte Suprema de Justicia. Le preguntamos a los mandos si había un error
porque se trataba justamente de una magistrada, lo cual claramente no podemos perseguir.
Nos dieron la orden de continuar el monitoreo, los seguimientos y, lo más grave de todo,
es que nos ordenaron entregar esa información directamente a un reconocido político del
Centro Democrático”, dijo a SEMANA uno de los militares. Para probarlo mostró correos y
apartes de comunicaciones personales de WhatsApp de la magistrada. Confirman esta
versión documentos secretos de inteligencia en poder de SEMANA, en donde la propia
contrainteligencia del Ejército había detectado el flujo de la información adquirida
ilegalmente y sus protagonistas civiles y militares. La magistrada Lombana tuvo hasta
mayo de 2019 el caso de manipulación de testigos contra el expresidente Álvaro Uribe y
lleva un proceso de corrupción que involucra varios políticos que habrían repartido
supuestas prebendas en Fonade, Fomag y otras entidades del Estado.
Este uniformado, que trabaja en una de estas compañías de ciberdefensa del Ejército,
afirma que Lombana no fue la única magistrada objeto de interceptaciones y seguimientos.
Otro militar activo de la misma compañía le dijo a esta revista que, en su caso, le habían
asignado como blancos políticos de todas las tendencias, en particular tres gobernadores,
tres senadores y dos representantes. Para sustentar su denuncia mostró a SEMANA
documentos, cuadros de contactos, extractos de comunicaciones y conversaciones de
WhatsApp de algunas de las víctimas. Esta revista se abstiene de publicar otros nombres
para no poner en riesgo la identificación de las fuentes y las investigaciones.

Algunas de las víctimas de las


actividades ilegales de varios
militares fueron el senador
Roy Barreras, el
exgobernador de Nariño
Camilo Romero y la
magistrada de la Corte
Suprema de Justicia Cristina
Lombana.

“Amparados bajo las


misiones legales y
autorizadas se
realizaban lo que acá
se conocía con el nombre de ‘trabajos especiales’. Los blancos se dividían dentro de las
diferentes compañías, la A, B, C y D. Al comienzo nunca sabíamos los nombres, los jefes nos
daban los datos como teléfonos, correos, etc y ahí empezábamos a buscar la información.
Conforme conseguíamos los datos nos dábamos cuenta del blanco. Los nuestros resultaron
magistrados de la corte. A mi compañero de la compañía B le tocaron los periodistas, ahí
estaba los mismos de siempre, según me dijo, pero no recuerdo los nombres”, contó a
SEMANA uno de estos uniformados. “En todo esto no solo estuvimos del Bacim –batallón
de ciberinteligencia-, también participó gente de las Baime 1 y 4 (batallón de inteligencia
militar)”, dijo a esta revista un segundo militar involucrado en los hechos. Estas últimas
brigadas de inteligencia se encargaban de realizar los seguimientos a diferentes personajes,
como el senador Roy Barreras. El militar encargado de esto último le dijo a SEMANA que
cuando Barreras denunció públicamente que lo estaban siguiendo e interceptando, se
activó una operación de contrainteligencia para cubrir su rastro y desviar la atención hacia
otras agencias de inteligencia. “Los mandos decidieron que el sospechoso obvio estaría en
otras agencias nacionales que cuentan con capacidades similares o en la misma cúpula de
la DNI (Dirección Nacional de Inteligencia)”, dijo el suboficial. SEMANA conoció, por otro
lado, carpetas presentes en los discos duros y en las memorias USB que contienen
presentaciones de informes, extractos de conversaciones y audios de entidades públicas,
ONG y medios de comunicación. Incluso, hay soportes en videos y fotografías de
seguimientos a periodistas de este medio de comunicación que adelantaban la
investigación. Hay carpetas que almacenaban información sobre funcionarios de la Dian,
colectivos de abogados, defensores de derechos humanos, entre otros.
¿Cómo chuzaban?
Parte de estas actividades ilegales se desarrollaron en el batallón de ciberinteligencia en
Facatativá. Lo que ningún colombiano sabe es que el 18 de diciembre a las 8:45 de la
mañana, una comisión de la Corte Suprema de Justicia y medio centenar de policías
judiciales adscritos a la Dirección de Investigaciones Especiales de la Procuraduría, allanaron
las instalaciones de esa unidad militar en busca de evidencia sobre las chuzadas. En ese
operativo cinematográfico, que duró casi 16 horas, hubo de todo: funcionarios judiciales
que buscaban computadores, oficiales del Ejército que trataban nerviosamente de
esconder información, tinterillos que buscaban obstaculizar el operativo, suboficiales que
escondían equipos, computadores desvalijados a última hora, uniformados que trataban de
sacar información subrepticiamente por la ventana, etcétera. Irónicamente, encabezaba
el operativo la magistrada Cristina Lombana, quien desconocía que ella misma estaba entre
las víctimas de las chuzadas. Los oficiales negaron realizar actividades ilegales e incluso
aseguraron que no tenían software o herramientas informáticas para acceder a llamadas,
correos electrónicos, conversaciones de WhatsApp. Sin embargo, SEMANA tiene en su
poder el contrato del año pasado por el cual el Comando de Apoyo de inteligencia militar
(Caimi) le compró una plataforma tecnológica llamada Hombre Invisible, a una empresa
española representada en Colombia por un exoficial de la Armada Nacional. “Más allá de
las innumerables irregularidades en la licitación y la evidente asignación a dedo de ese
contrato, esta herramienta nos permite hacer de todo: meternos a cualquier computador,
acceder a llamadas y conversaciones de WhatsApp y Telegram Web, descargar
conversaciones de chat archivadas o borradas, fotos y en general lo que tenga almacenado
en la memoria de la máquina infectada”, contó uno de los uniformados que maneja este
sistema. El documento describe que dicha plataforma permite sacar información de
computadores sin ser detectada. “La infraestructura debe estar diseñada para operar con
un número infinito de agentes activos”, dicen las características técnicas de la plataforma.
Significa que permite acceder de manera masiva, dirigida y perfilada a computadores con
sistemas operativos Windows y MAC. Esta poderosa herramienta tecnológica costó 2.999
millones de pesos, como consta en el contrato, y entró a operar en el segundo semestre de
2019. Además del Hombre Invisible que según las especificaciones no deja rastro, los
uniformados que se dedicaron a este tipo de actividades ilegales también acudieron a lo
que se conoce en el mundo de la inteligencia como equipos tácticos móviles, conocidos
como StingRay. Se trata de un dispositivo que se puede esconder en la bodega de un carro
o un maletín y puede interceptar llamadas de celular al simular ser una antena telefónica.
De esta forma, los teléfonos móviles se conectan al equipo y la información sale antes de ir
a la antena del operador.
EL HOMBRE INVISIBLE: Desde el año pasado el Comando de Apoyo de Inteligencia Militar
(Caimi) compró por 3.000 millones de pesos una plataforma tecnológica llamada Hombre
Invisible. Estos documentos describen algunas de sus características secretas. “Podemos
meternos a cualquier computador, acceder a llamadas y conversaciones de WhatsApp y
Telegram Web, descargar conversaciones de chat archivadas o borradas, fotos y en general
lo que tenga almacenado en la memoria de la máquina infectada”, contó uno de los
uniformados que maneja este sistema. Durante varios meses el entonces comandante del
Ejército ordenó entregar dos de estos equipos a dos coroneles, uno activo y otro retirado.
“No fueron destinados a misiones y operaciones oficiales, el solo hecho de que un retirado
maneje uno de estos equipos ya es irregular. Sabemos que fueron utilizados para
actividades políticas. Después de tres meses los devolvieron (finales del año pasado) sin
ningún registro de lo que hicieron. Todo lo borraron”, dijo un alto oficial de Inteligencia
militar. Todas estas herramientas de última generación para interceptar y acceder a
información confidencial resultan esenciales en la lucha contra el crimen organizado. Hoy
en día, la buena inteligencia (humana y tecnológica) es quizá la punta de lanza más efectiva
para ubicar y judicializar a las personas y grupos al margen de la ley, y también para proteger
la seguridad nacional. Por esta razón, y por la importancia que tienen, los encargados de
la operaciones de inteligencia deben respetar los protocolos, ajustarse a la ley y cobijarse
en la Constitución. Por eso resulta inaceptable que algunas manzanas podridas hayan
desviado su función, no para combatir el crimen en momentos en que el país más lo
necesita, sino para cometerlo. Lo cual, de paso, afecta la imagen de una institución tan
importante para la democracia y tan valorada por los colombianos como el Ejército
Nacional.
La persecución a SEMANA
Así fue el año de espionaje y amenazas contra periodistas esta revista. Envíos de sufragios
y lápidas, seguimientos al director y a periodistas, y equipos tácticos de interceptación al
pie de las instalaciones hicieron parte del operativo de inteligencia ilegal.

Lápidas y sufragios: en
el carro de uno de los
periodistas de semana
apareció esta lápida.
durante varios meses
los reporteros
recibieron más de una
docena de sufragios
con amenazas a ellos y
sus familias.
Durante 2019
algunos
periodistas de
SEMANA y hasta
las instalaciones
físicas fueron objeto de constante vigilancia y seguimiento de integrantes de la inteligencia
y la contrainteligencia del Ejército. Durante el primer semestre de ese año hubo sufragios,
amenazas directas, entre otras intimidaciones, como respuesta a las denuncias que
terminaron con la destitución, procesamiento penal y disciplinario, y encarcelamiento de
varios altos oficiales, entre ellos generales. SEMANA se había abstenido de revelar
públicamente este episodio para proteger las fuentes, la propia investigación y los
elementos de juicio y pruebas suficientes para hacer la denuncia. Como consecuencia de
una nueva etapa del proceso –esta vez sobre interceptaciones ilegales publicada en esta
edición– durante el último trimestre del año las amenazas aumentaron con envío de lápidas
funerarias, entre otras formas de presión e intimidación. A esto se sumó una campaña de
espionaje y seguimientos. “Un coronel de ciberinteligencia me ofreció 50 millones de pesos
para introducir un malware (virus) en los computadores de periodistas de Semana y así
poder acceder a la información”, confirmó a esta revista una fuente.
Esta revista tuvo acceso a algunas fotografías y videos que demuestran esas actividades
ilegales. Y con varias fuentes directas del propio Ejército corroboró que efectivamente
algunos de sus integrantes desplegaron una operación no solo para intimidar y tratar de
impedir que las investigaciones salieran a la luz. También para tratar de dar con las fuentes
que valientemente decidieron denunciar graves irregularidades que van desde casos de
corrupción hasta espionaje político.

Durante varios
meses –y de
manera
intermitente–
estuvo
estacionada
una camioneta
Toyota de color
negro frente a
las instalaciones
de SEMANA. En
su interior
estaba lo que se conoce como un equipo táctico –que si está en el rango adecuado, como
en este caso,– intercepta la señal de los celulares (ver recuadro). La verificación de las placas
permitió establecer que se trata de un vehículo asignado a los militares.
El aparato clave
Este es un equipo táctico móvil conocido como StingRay. Se trata de un dispositivo que se
puede esconder en la bodega de un carro o un maletín y es capaz de interceptar llamadas
de celular al simular una antena telefónica. De esta forma, los teléfonos móviles se conectan
al equipo y la información pasa por allí primero antes de ir a la antena del operador. Durante
varios meses dos de estos equipos fueron entregados a dos coroneles, uno activo y otro
retirado. “No fueron destinados a misiones y operaciones oficiales, el solo hecho de que un
retirado maneje uno de estos equipos ya es irregular. Sabemos que fueron utilizados para
actividades ilegales. Después de tres meses los devolvieron (finales del año pasado) sin
ningún registro de lo que hicieron. Todo lo borraron”, contó a SEMANA un militar.
Las labores de reportería de los periodistas estuvieron bajo vigilancia. En repetidas
oportunidades una joven mujer apareció en diferentes lugares, como cafeterías,
restaurantes y centros comerciales, pendiente de las reuniones con las fuentes. SEMANA
logró establecer con el comando de personal que se trata de una subteniente de
inteligencia, orgánica de un batallón de comunicaciones, cuyo nombre esta revista se
abstiene de revelar por ahora.
Esta mujer no estaba sola. En otras ocasiones iba acompañada de otro agente. Este también
con frecuencias merodeaba y permanecía largas horas frente a la entrada peatonal y al
parqueadero de SEMANA.

Durante varios días esta joven realizó seguimientos a periodistas de SEMANA. Esta revista logró conseguir su hoja de vida
militar como subteniente del inteligencia. En la foto de la derecha aparece cuando realizó uno de los seguimientos en un
centro comercial. En la de la derecha con un sudadera con sus apellidos (los cuales se omiten) durante un entrenamiento.
También tuvo vigilancia permanente un café cerca de las instalaciones de esta revista en
donde con relativa frecuencia el director, Alejandro Santos, se reúne con algunas fuentes.
Como si lo anterior fuera poco, SEMANA logró establecer que no solo militares activos
participaron de esas acciones. Un coronel retirado por vínculos con narcos y paras decidió
ayudar a la cúpula militar anterior, de la cual era muy cercano. Para ello acudió al servicio
de matones de la oficina de sicarios de San Andresito quienes se alternaban con los militares
activos las labores de seguimientos y vigilancias contra los periodistas de SEMANA.

Director vigilado: Varios agentes de


inteligencia vigilaban un café utilizado por el
director general de SEMANA para reuniones
con fuentes, como constata la foto con un
agente de inteligencia encubierto a la salida del
lugar.
Esta operación ilegal de inteligencia se
extendió al propio Ejército. Allí los
involucrados desataron una
persecución implacable contra los
militares que no se prestaron para estas y otras actividades ilegales, y por el contrario
denunciaron a los corruptos ante la propia institución y entidades de control. Ellos, oficiales
honestos, condecorados y con las mejores calificaciones, terminaron fuera del Ejército.
Oficiales con procesos penales y disciplinarios de todo tipo, y vínculos non sanctos,
ocuparon sus lugares. En este contexto, el nuevo ministro de Defensa y el recien
posesionado comandante del Ejército tienen la delicada misión de hacer una cirugía
profunda a una institución que requiere a los más honestos y más capaces para enfrentar
los flagelos de seguridad que azotan al país.

El gabinete de Duque: la hora del malabarismo


Iván Duque, el conciliador, enfrenta el reto de recomponer un gabinete sin aumentar su
distanciamiento con el furibismo. No será fácil.

En su época de candidato, a Iván Duque le preguntaron varias veces cómo se imaginaba su


gabinete presidencial. Siempre contestaba lo mismo: un gabinete técnico que dure los
cuatro años de gobierno. Sin embargo, el tiempo y la dinámica política han demostrado que
esa pretensión resultó una utopía para el hoy presidente.
Lo cierto es que la falta de gobernabilidad ha sido hasta ahora el común denominador del
paso de Duque por la Casa de Nariño. Y, a pesar de las presiones internas del Centro
Democrático, en el Ejecutivo están decididos a abrirles el Gobierno a los partidos para
garantizar así las mayorías parlamentarias en este año que comienza. Los alfiles políticos
que le hablan al oído al presidente llevan meses repitiéndole que ha llegado la hora de dejar
de confundir mermelada con representación política. Y todo apunta a que el jefe de Estado
está abriendo esa puerta.
Lo paradójico es que el gabinete de Duque es bastante bueno. La mayoría de sus integrantes
tienen idoneidad técnica para las carteras que manejan y trabajan de sol a sol a fin de dar
resultados. Entonces, el problema no es su desempeño, sino que este no va acompañado
de representación política. El día que entren partidos a la coalición de gobierno los perfiles
de los nuevos ministros podrían ser muy parecidos a los de hoy. La diferencia es que si los
partidos sugieren sus nombres, las respectivas bancadas apoyarían las iniciativas del
Gobierno en el Congreso. Aunque en principio se habló de acercarse a Cambio Radical, a
La U y a los liberales, la puerta con estos últimos quedó cerrada cuando César Gaviria, jefe
único del partido del trapo rojo, decidió enfilar a sus congresistas contra la Ley de
Crecimiento Económico. Esa reforma era absoluta prioridad para el Gobierno, y es previsible
que Duque no quiera llamar a su equipo a quienes hicieron lo posible por tumbarla. Con esa
jugada, en términos políticos, Gaviria salió perdiendo y se quedó con el pecado y sin el
género. Al final, el Gobierno pasó su reforma sin el apoyo del liberalismo, pero la herida en
Palacio quedó abierta. Así las cosas, para romper la dinámica en la que el Ejecutivo
propone y el Congreso ataja, como ha pasado desde que Duque asumió el poder, el
presidente tendrá que concentrarse en garantizar el apoyo de dos partidos: La U y Cambio
Radical. Si lo logra, a pesar de la oposición de los liberales, con esto se habría hecho a unas
mayorías lo suficientemente amplias para acabar con el dolor de cabeza del estancamiento
en el Congreso. Con esta nueva realidad política, los rumores de crisis ministerial han ido
cogiendo cada vez más fuerza y, según fuentes cercanas a Palacio, esta se daría más
temprano que tarde. Por lo pronto, está por llenar la vacancia en la cartera de Salud, de la
que renunció en días pasados Juan Pablo Uribe, y se especula que podría haber cambios en
Interior, Agricultura y TIC. Ha tomado más fuerza la versión según la cual el presidente
se alejará parcialmente de su idea inicial de un gabinete técnico y antipolítico, para darles
paso a figuras de prestigio avaladas por los nuevos socios. Para esos efectos, Duque se
reunió la semana pasada con los pesos pesados de los partidos que pretende conquistar.
No obstante, esa no será una tarea fácil con La U ni con Cambio Radical. Estas dos
colectividades están partidas por la mitad entre dos corrientes: los que quieren entrar al
Gobierno, y los que afirman que no es rentable montarse a un barco en medio de la
tormenta. Por los lados de Cambio Radical, la línea de los Char ve con buenos ojos el ingreso
al Gobierno, y la de Germán Vargas Lleras sigue teniendo serias reservas frente a esa
posibilidad. En La U pasa algo parecido. En estricto sentido, este es un partido que hace
parte de la coalición de gobierno. Pero a la hora de la verdad una mayoría importante de
sus congresistas, liderados por el senador Roy Barreras, se ha opuesto vehementemente a
las iniciativas de Duque. Desde que el primer mandatario presentó las objeciones
presidenciales a la ley estatutaria de la JEP, el Partido de la U ha estado mucho más cerca
de la oposición que de Palacio, y romper esa tendencia no será fácil. Duque tiene ahora
un problema adicional. Los partidos que lo han apoyado en todo desde que se posesionó,
principalmente el Conservador, ya empiezan a sentir que ese respaldo tiene que ser
retribuido con un par de sillas en el Consejo de Ministros. Entre los líderes políticos que
quieren participar en la coalición de Duque hay una consigna en la que todos coinciden: de
nada sirve ser partidos de gobierno sin hacer parte del mismo. Para reemplazar a Nancy
Patricia Gutiérrez han sonado nombres que gustan en las toldas uribistas, como los de
Miguel Uribe Turbay, Samuel Hoyos o Dilian Francisca Toro. Muchos pensaban que en las
reuniones de la semana pasada entre el presidente y los líderes políticos iban a hablar de
puestos, pero en realidad no tocaron ese tema. Más bien hubo un primer acercamiento en
torno a los posibles acuerdos programáticos que harían factible la entrada de los partidos
al Gobierno. De ese encuentro quedó una gran conclusión: La U y Cambio Radical están
dispuestos a hacerlo, pero el ofrecimiento de puestos no va a ser suficiente. Los dos han
manifestado la necesidad de que el Gobierno se baje de la idea de cambiar los acuerdos de
paz, cosa que no será fácil de vender en el Centro Democrático. Asimismo, le pidieron al
jefe de Estado que apoye una serie de reformas, entre las que se cuentan la política, la de
salud y la de justicia, para que así los partidos no solo hagan parte de la torta burocrática,
sino también de la definición de la agenda. En estas negociaciones de acuerdos
programáticos hay algo de cierto y algo de farsa. A la hora de la verdad, los partidos políticos
quieren aterrizar en el tema de los puestos. Tanto Duque como sus interlocutores se cuidan
de que el ingreso de los partidos al Gobierno se vea lo menos clientelista posible, pero en
el fondo siempre hay algo de eso. En todo caso, ha tomado más fuerza la versión según
la cual el presidente se alejará parcialmente de su idea inicial de un gabinete técnico y
antipolítico, para darles paso a figuras de prestigio avaladas por los nuevos socios. Por eso,
Duque ha intentado vincular a su gabinete a gobernantes regionales que han salido con un
gran prestigio. Eso ha sido difícil. Los más apetecidos, Álex Char y Federico Gutiérrez,
declinaron los ministerios que les ofrecieron. Lo que está claro es que el uribismo va a
luchar por no perder el dominio de los cuatro ministerios claves que hoy tiene bajo su
manto: Interior, Defensa, Hacienda y Cancillería. De estos, solo se ha hablado de relevo en
la cartera política, pues Carlos Holmes Trujillo García y Claudia Blum están recién
nombrados en sus cargos, y Alberto Carrasquilla no parece estar de salida. Para reemplazar
a Nancy Patricia Gutiérrez han sonado nombres que gustan en las toldas uribistas, como los
de Miguel Uribe Turbay, Samuel Hoyos o Dilian Francisca Toro. Es claro que en Palacio
están decididos a jugársela por encontrar la paz política. La pregunta que queda es si va a
ser posible, y si alcanzan los ministerios para dejar igualmente satisfechos al Centro
Democrático, a La U, a Cambio Radical y a los conservadores. Todo indica que se requerirá
una maniobra de malabarismo político para que el presidente pueda hacer los cambios que
considera necesarios, sin profundizar la división de su propio partido.

La Corte Suprema tocó fondo; autonomía judicial amenazada por falta de quórum
El alto tribunal pasa por una de sus peores crisis. El apetito burocrático y una pugna de
poder interna han llevado a una prolongada parálisis. Solo la Presidencia de la República
podría solucionar el
problema. Duro golpe a
la independencia de la
rama.

El 23 de enero, cuando
16 magistrados de la
Corte Suprema de
Justicia celebren su
primer encuentro de
2020, la crisis en este
tribunal llegará un punto
de no retorno. Ese día, el
actual presidente de la corporación, Álvaro García Restrepo, deberá dejar esta dignidad y la
escogencia de su sucesor se someterá a votación. Este asunto –que por reglamento debe
ser lo primero en el orden del día– detonará el desplome definitivo de la autonomía del
máximo tribunal.
La decadencia comenzó desde el 11 de diciembre de 2018, cuando el Consejo Superior de
la Judicatura publicó cuatro listas de aspirantes a ocupar igual número de vacantes en el
tribunal de cierre. Los meses pasaron, otros magistrados dejaron la corte, y la falta de
consensos llevó a que de los 23 magistrados reglamentarios quedaran solo 16.
Esta cifra constituye a su vez la mínima votación exigida para tomar decisiones cruciales,
como reemplazar a los siete magistrados que faltan o elegir a un fiscal general en propiedad.
Con una arista adicional: el 28 de febrero saldrá de la corte por periodo cumplido el
magistrado Ariel Salazar, lo que significa que el tribunal se quedará sin quórum y perderá
cualquier posibilidad de recuperarse solo. La única salida sería que el presidente de la
república interviniera.
La explicación al prolongado bloqueo interno de la corte es conocida. A quienes aspiran a
conseguir consensos se atraviesan los que prefieren mantener el control de las mayorías en
la corporación o van tras la torta burocrática. Por todo eso, la coyuntura de la elección del
próximo fiscal, que controla 22.000 cargos, la cosa está al rojo.
Históricamente, la corte ha sorteado la situación mediante acuerdos previos entre las salas
(Civil, Laboral y Penal) para presentar a sus candidatos de preferencia que los demás
respalden. Pero, este año, todos los intentos han sido torpedeados con votaciones en
blanco. En la Sala Penal han llegado a hablar hasta de traición, pues hay un puñado de
candidatos que alcanzan votos en Sala Plena (hasta siete) sin que nadie asuma de frente su
respaldo. Esta particularidad preocupa porque entre los nombres hay aspirantes con
pasado oscuro.
Antes del cierre del año, los magistrados quemaron las últimas cartas para superar la crisis.
Propusieron el voto público, barajaron nuevos candidatos para las salas, y el presidente
Duque aceleró el envío de la terna a pesar de su manifiesta reticencia a quemar a sus alfiles
en una elección bloqueada. Pero nada funcionó para evitar el próximo desenlace.
Costeños vs. Paisas
El actual vicepresidente de la corte, el cordobés Jorge Luis Quiroz, pujará por la presidencia
con su colega de la Sala Laboral.
Los magistrados llegarán de vacaciones este lunes y se encontrarán con una situación
devastadora. A la pelea de puestos se le sumará la elección de presidente y vicepresidente
de la corte. Por tradición, debería ocupar la presidencia Jorge Luis Quiroz, magistrado
cordobés que viene de ser vicepresidente. Pero a su aspiración le saldrá la competencia de
su compañero en la Sala Laboral, el magistrado manizaleño Gerardo Botero.
El manizaleño Gerardo Botero peleará la presidencia de la corte. Su candidatura tendría el
respaldo del llamado ‘bloque paisa’.
La división de la sala laboral viene del año pasado cuando en medio de otro letargo, Botero
retiró su aspiración a la vicepresidencia en favor de Quiroz. A esta pugna se le conoció como
‘paisas contra costeños’, y desde entonces se sabía que a futuro traería una verdadera
sinsalida pues ninguno daría su brazo a torcer ante la posibilidad de ocupar la presidencia.
En este contexto, muchos temen que se avecine un último evento fulminante. Hay quienes
rumoran que el magistrado Ariel Salazar precipitará su salida de la corte y presentará su
renuncia inmediata. Esto implicaría que el quorum quedaría deshecho en cuanto se la
acepten. SEMANA contactó a Salazar, quien no confirmó ni negó esta posibilidad.
Magistrado que se respete no quiere pisar las escalinatas del Palacio de Justicia este lunes,
porque viene un golpe al principio de separación de poderes y al sistema de pesos y
contrapesos establecido en la Constitución de 1991. A pesar de que el presidente de la
república está sujeto al control de la Corte Suprema, esta deberá acudir a él para salvar el
futuro del máximo tribunal.
El presidente Iván Duque se adelantó a sus propios planes y precipitó el envío de la terna
para elegir fiscal general, a pesar del bloqueo interno de la corte. Los abogados Camilo
Gómez, Clara María González y Francisco Barbosa no han conseguido la votación necesaria
para salir electos. Barbosa va a la cabeza con 10 de 16 votos necesarios.
Algunos creen que no necesitan la intervención del Ejecutivo y que la corte puede reformar
autónomamente su propio reglamento para modificar el quorum. Un intento en este
sentido salió muy mal en el pasado cuando eligieron a Viviane Morales como fiscal general.
En ese momento, solo había 18 despachos ocupados y ante la imposibilidad de ponerse de
acuerdo para darle 16 votos a alguno de los candidatos, acudieron a una interpretación de
la regla. Según ellos, la expresión “integrantes” se refería a los magistrados presentes y no
a la totalidad de los miembros que deben integrar la corporación. Con esta jugada,
declararon electa a Morales con 14 votos en una decisión que posteriormente tumbó el
Consejo de Estado.
El único antecedente de una corte sin quorum ocurrió luego del holocausto al Palacio de
Justicia, cuando murieron 11 magistrados de este tribunal. El presidente Belisario Betancur
tuvo que decretar el estado de conmoción interior y expedir un decreto para solucionar el
lío. Solo sobrevivieron 12 magistrados, y en consecuencia, la normativa presidencial redujo
el quorum y la mayoría para alcanzar decisión quedó en 8 votos. Algo similar tendría que
ocurrir ahora solo que ya no sería ocasionado por el peor ataque a la justicia sino por el
apetito voraz de los magistrados que van tras cargos burocráticos.
Este tribunal edificó su confianza a lo largo de muchos años, a partir de sentencias que
cambiaron el rumbo del país: sus magistrados castigaron el proceso 8.000, desmantelaron
la parapolítica y la yidispolítica. El Palacio de Justicia desapareció por las posturas
inamovibles de los magistrados frente a la extradición de capos de la mafia; en sus peores
enfrentamientos con el Gobierno, a la imponente sala plena donde sesionan le fueron
instalados micrófonos para chuzar sus deliberaciones.

Corte Constitucional podría limitar alcance del decreto que demarcó la línea negra
La Corte Constitucional está a punto de revisar un decreto de 2018 que pretende proteger
348 lugares sagrados de las comunidades indígenas del Caribe pero, para muchos,
paralizaría el desarrollo de tres departamentos. Los magistrados podrían limitar su
alcance.

Horas antes del cambio de gobierno de 2018, vio la


luz un decreto presidencial que cobijó con una
protección especial los lugares sagrados de las
comunidades arhuacas, koguis, kankuamas y wiwas.
Desde 1973, estas comunidades indígenas de la
Sierra Nevada comenzaron a reclamar el amparo del
Estado sobre la línea negra, término usado para referirse a los límites de esos territorios
ancestrales que establecen su conexión con la naturaleza y forman una especie de tejido
físico y espiritual.
El decreto 1500, firmado por el presidente Juan Manuel Santos, dispuso extender los 54
puntos originales para ampliar la protección a 348 zonas enumeradas en la directiva. Allí
aparecen resguardos, pueblos, ciudades, playas, piedras, ríos y hasta parte del mar. Pero
cuatro años de concertación entre los indígenas y el Ejecutivo no dejaron contentas a las
autoridades locales ni a los empresarios, que consideran que la norma puso en jaque el
desarrollo de tres departamentos: La Guajira, Magdalena y Cesar.
El nudo del debate gira en torno a si la protección especial de la que habla el decreto debe
cobijar en forma aislada los lugares identificados como de pagamento y de conexión con la
naturaleza, o se extiende por la “totalidad del territorio” como literalmente señala la norma.
Una interpretación literal de lo segundo ya comienza a dejar los primeros estragos en los
despachos judiciales. Por ejemplo, un juez de Soledad ordenó en desarrollo del decreto
realizar una consulta previa para la construcción de una vivienda en el municipio. Con un
agravante aún más sensible: que el territorio protegido abarcó áreas urbanas de ciudades
como Santa Marta o Valledupar, y playas de alta concurrencia de turistas como el Rodadero,
Taganga o Palomino. Así las cosas, algunos creen que hasta para el Festival Vallenato habría
que hacer consulta previa.
La Corte Constitucional ordenó por medio de reiteradas sentencias cumplirles a las
comunidades con este amparo especial. Ahora el mismo tribunal podría evitar que la
normativa se convierta en un problema insoluble.
Este alto tribunal estudia conjuntamente dos tutelas presentadas por las comunidades
indígenas de la sierra. Con estos recursos judiciales, buscan frenar un centenar de títulos
mineros otorgados sin consulta previa en la zona de incidencia. En las mismas solicitudes,
sugieren suspender el proceso de adjudicación de más de 300 licencias ambientales para
explorar y explotar de recursos naturales. Las comunidades se apoyan en el decreto
presidencial que reconoce y protege el territorio ancestral ampliado.
De un lado, las comunidades indígenas reclaman que las demarcaciones se entiendan como
hitos de referencia que conectan territorios integrales no aislados. Del otro, las autoridades
oficiales y los empresarios alegan que por esta vía el Estado quedaría obligado a consultar
cualquier intervención en el polígono resultante de unir los 348 puntos. Entre tanto, la
sociedad civil reclama de los magistrados que permita a las comunidades participar
activamente en la planeación del desarrollo general del territorio y no solo en cuanto a
autorizar obras y actividades puntuales.

"Las comunidades indígenas reclaman protocolos de consulta previa y criterios de


selección de proyectos que tengan incidencia".

Todas las visiones parecen coincidir en que las comunidades indígenas no están preparadas
ni interesadas en concurrir “libremente y de manera informada” a 100, 200, 300 consultas
previas sobre planes en los que no intervienen directamente. Por el contrario, ellas piden
fijar un protocolo de consulta previa que defina mecanismos de participación y
concertación, y que la corte establezca unos criterios claros para seleccionar los proyectos
que deban someterse a esta. Todo indica que la corte escuchará los clamores de uno y otro
lado.
Cambio de parecer
El debate en la corte comenzó hacia agosto de 2019 y se prolongó seis meses más de lo
esperado, dado el impacto de la decisión que está por tomar. El estudio del expediente le
correspondió al despacho del magistrado José Fernando Reyes Cuartas. Este desde el
comienzo apostó por proteger a las comunidades indígenas con la consulta previa, pese a
que el Ministerio del Interior ha manifestado que en algunos casos el área de afectación
está a por lo menos 10 kilómetros de distancia del lugar sagrado identificado por decreto.
El magistrado José Fernando Reyes cambió su ponencia y le propuso a sus colegas limitar el
alcance del decreto 1500 de 2018. La Sala Plena de la Corte Constitucional retomará el
tema cuando regrese de la vacancia judicial.
Esta postura no despertó mayor controversia entre los miembros de la sala plena de la
corte. En efecto, este tribunal viene construyendo una línea jurisprudencial mediante la cual
ordena realizar consulta previa aún cuando el área de impacto de un proyecto esté por
fuera de una zona espiritual o de resguardo. Esta concesión está enmarcada en que la
garantía constitucional para las comunidades étnicas cobija el territorio ancestral y no los
puntos aislados.
Pero sí despertó controversias entre sus colegas que el proyecto de fallo del magistrado
Reyes deja en firme, sin ninguna consideración adicional, un decreto que viene levantando
ampolla para algunos sectores. Y más teniendo en cuenta los aislados brotes interpretativos
que ya comenzaron a aparecer en despachos judiciales.
Pues bien, antes de salir a las vacaciones judiciales, el magistrado Reyes dejó un nuevo
borrador de sentencia para estudio de sus colegas. En el documento hace dos claridades
frente al alcance del decreto: 1) Que la garantía especial a la que se comprometió el Estado
no implica que forzosamente haya que consultar todas las actividades desarrolladas en los
territorios. Y 2) Que la consulta previa se aplicaría con el criterio de la afectación directa, el
cual debe establecerse a partir de los estándares delineados en el pasado por el alto
tribunal.
En efecto, la corte ha dicho que se debe medir la perturbación de estructuras sociales,
espirituales, culturales de las comunidades. También el impacto contra sus fuentes de
sustento y la forma de acceder a ellas; cuando la actividad obligue a que la comunidad se
reasiente en un lugar diferente o cuando una política, plan o proyecto recaiga sobre
cualquiera de los derechos de los pueblos indígenas.
En el debate que se avecina hay juristas que insistirán en cerrar aún más el cerco en la
sentencia, de modo que los lugares sagrados se sigan tratando como puntos aislados y no
como territorios integrales. No obstante, la misma Corte Constitucional estableció en el
pasado la obligatoriedad de proteger un espacio georreferencial “delimitado por un
polígono” y no “un conjunto de lugares sin conexión”. Así que volver sobre el terreno
allanado parece un debate regresivo.
En este panorama, los magistrados se disponen a retomar la discusión en las próximas
semanas. Y al parecer votarán en mayoría por una salida diseñada por el ponente Reyes que
resulta más salomónica que de choque.
Año nuevo, ¿Icetex nuevo?
En diciembre pasado, el Gobierno anunció una gran reforma a esta entidad crediticia.
¿Qué tan factible es que el cambio se materialice en 2020?

En medio de las masivas protestas de los últimos meses del año pasado, volvió a salir a flote
la inconformidad de los estudiantes universitarios con el Icetex, una entidad de crédito
estatal que se ha vuelto un verdadero dolor de cabeza para ellos. Por distintas
circunstancias, miles de jóvenes han pasado a engrosar la lista de deudores morosos o,
simplemente, no cumplen los requisitos necesarios para obtener un crédito educativo.
Para atender ese reclamo de los estudiantes, el 23 de diciembre el presidente Iván Duque
hizo los primeros anuncios de lo que él denominó un revolcón al Icetex. El plan propuesto
por el Gobierno no ha estado exento de polémica. Algunos dicen que los avisos del
presidente hicieron parte de una estrategia para desactivar a uno de los sectores más
importantes del paro nacional. Sin embargo, el presidente del Icetex, Manuel Acevedo,
sostiene que esta transformación comenzó hace 18 meses.
Varios sectores de la sociedad colombiana celebraron las ocho medidas propuestas por
Duque, que buscan dar mayores incentivos a los estudiantes que piden un crédito, y
condonaciones a cerca de 120.000 beneficiarios de préstamos. Pero aún persiste la
preocupación de que estos cambios se queden en palabras o se demoren en favorecer a los
603.989 usuarios activos del Icetex.
Sobre estas dudas, Acevedo aseguró que en la última semana de enero se reunirá la junta
directiva de la entidad para aprobar las cuatro primeras medidas que dependen
exclusivamente de ella. Y que espera ponerlas en marcha antes de finalizar el primer
semestre. Esos alivios incluyen la posibilidad de cambiar por una vez el tipo de crédito,
aumentar dos giros adicionales para los estudiantes que se atrasen en los semestres o plan
de estudios, condonar intereses corrientes vencidos y de mora entre 31 y 90 días, y ampliar
los plazos. En cuanto a las otras cuatro medidas, relacionadas con las condonaciones de
capital y deuda así como las formas de pago, el panorama no es tan claro, dado que para
hacerlas realidad es necesario presentar un proyecto de ley. “Estos casos son nuestra mayor
preocupación, pues lo raro en el Congreso es que un proyecto de ley pase”, dice Daniel
Torres, representante de los usuarios del Icetex. Por su parte, Acevedo señaló que en marzo
lo radicarán. “Somos optimistas de este proceso, hemos encontrado disponibilidad en las
diferentes bancadas para sacarlo adelante”. Estas ocho medidas son solo el comienzo de
esa transformación. En efecto, el plan de alivios es el primero de los cinco ejes temáticos
contemplados en la comisión de reforma al Icetex, conformada por los actores del sector.
Aún faltan los anuncios relacionados con la transformación tecnológica, los cambios en la
gobernanza y estructura de la entidad, las mejoras en el acompañamiento al estudiante, y
el tema que causará mayor polémica y en el que será más difícil llegar a un consenso: el
portafolio de servicios y las características de la financiación.
Al respecto hay posiciones encontradas. Los estudiantes dicen que los intereses son
exagerados y cubren a la mayoría de los deudores; Acevedo sostiene que el 67 por ciento
de los beneficiarios tienen cero tasa de interés. En el caso del 33 por ciento restante, el
funcionario precisó que la mayor tasa equivale a un 14 por ciento efectivo anual, la mitad
de cualquier crédito educativo de un banco. Sin embargo, aseguró que en las negociaciones
buscarán reducir esta tasa. Sin duda, el revolcón del Icetex planteará un duro pulso entre
el Gobierno y los estudiantes. Y será una de las cartas que jugará el presidente en 2020 para
reducir el creciente inconformismo de la comunidad universitaria.

Bojayá, bajo fuego cruzado


Los enfrentamientos entre las Autodefensas Gaitanistas de Colombia (Clan del Golfo) y el
ELN han confinado a más de siete mil habitantes de Bojayá y el bajo Atrato, han obligado
a decenas de familias a abandonar sus casas y han esparcido la zozobra por el territorio.
SEMANA estuvo allí.

En Boca de Opogadó, las casas —pobres, hechas de tablones descoloridos, pequeñas y


donde se hacinan seis y siete personas en una sola habitación— están clausuradas, cerradas
con candado desde afuera y solo unos cuántos habitantes persisten en vivir en el caserío,
que se levanta entre dos ríos: el verdoso Opogadó y el turbio Atrato. Ese cruce de afluentes
que desembocan en el océano ha sido la maldición de una gente que por fin encontró
tranquilidad después de los acuerdos de paz, pero que les duró muy poco.
La última semana de 2019, habitantes del corregimiento de Pogue alertaron sobre el
desembarco de trescientos hombres armados en las playas del caserío, a quienes llamaron
paramilitares. Las noticias llegaron hasta Bellavista, cabecera municipal de esa gran
comunidad conocida como Bojayá, y los líderes del Comité por los Derechos Humanos 2 de
Mayo alertaron a las autoridades departamentales. Eso terminó en amenazas contra Leyder
Palacio, quien tuvo que huir del Atrato medio y refugiarse en Quibdó.
Pero estos hechos, dice un habitante de Boca de Opogadó, no son más que el desarrollo de
una estrategia militar de las Autodefensas Gaitanistas de Colombia (AGC). Conocidas como
el Clan del Golfo, en esta parte del Chocó las nombran como “los mismos paramilitares de
siempre”. Incluso muchos los llaman el bloque Élmer Cárdenas de las AUC. Desde enero de
2018, la Defensoría del Pueblo ha advertido que los habitantes del río Atrato y sus afluentes
están en riesgo por los enfrentamientos entre las AGC y el ELN; sin embargo, las alertas
tempranas no han tenido eco.
Faustino Rodríguez Mosquera, habitante de Boca de Opogadó, tiene 56 años y a las doce
del día no ha podido salir a su lote para traer plátanos para el almuerzo. Dice: “Por aquí está
esa gente, los paracos, y nos tienen muy atemorizados. Mire la hora que es y yo no puedo
salir del caserío porque me da miedo caer en una mina”. Además de la violencia, el hombre
reclama por el abandono: no tiene electricidad ni agua potable ni alcantarillado. “El
problema es que aquí nadie nos ayuda, aquí nos morimos y ni se dan cuenta”.
La comunidad de Napipí recibe un
helicóptero del Ejército como si se
tratara de un ovni. Derecha,
Bojayá tiene mas de 7.000
personas confinadas por
miedo a las minas
antipersonales.
En Boca de Opogadó las casas
se levantan a más de un metro
del suelo y todas se comunican
por puentes improvisados que
permiten caminar cuando el Atrato crece e inunda la selva. Rodríguez dispone sillas en
zonas secas llenas de basura, plásticos que los pobladores fueron desperdigando por la
tierra. “El caserío está acabado por la violencia; la gente, por miedo, se ha ido corriendo; ha
huido y hemos quedado poquitos; es muy raro porque a los resistentes muchas veces nos
va mejor. Ellos se fueron hace tres meses porque mataron un pelao que era de aquí. Se
fueron unas veinticinco familias; se fueron para Turbo, Medellín, Vigía del Fuerte,
Bellavista”. Hubo tiempos ya lejanos en los que la ribera del río estaba muy habitada, pero
la violencia terminó por expulsar a las comunidades negras e indígenas, confinadas ahora
en pueblos y ciudades como Medellín y Quibdó.
Faustino Rodríguez sabe que los grupos armados imponen el miedo con los asesinatos para
que nadie se atreva a pasar por el río Opogadó, que tras algunas horas de navegación y un
día de camino conecta con el Pacífico, muy cerca de Panamá. “Aquí conocimos la violencia
el 20 de abril de 1980, cuando llegaron las Farc; no hubo problema hasta 1997 cuando
llegaron los paracos. Desde entonces esta ha sido nuestra suerte: la del miedo”.
Entre el 23 y el 27 de noviembre hubo cuatro accidentes de minas antipersonales en el
municipio, todos entre el río Cuía y el río Bojayá, por donde han subido las tropas del Clan
del Golfo después de pasar por Boca de Opogadó, Napipí y Carrillo, caseríos más cercanos
al Urabá antioqueño. Un funcionario de la alcaldía que no revela su nombre dice: “Fueron
cuatro accidentados, dos militares y dos civiles, que sacó la Cruz Roja. Uno era venezolano,
tengo información de que le amputaron el pie izquierdo. En una semana hubo cuatro
accidentes de mina en el mismo río. Por eso la gente no sale, están totalmente
incomunicados porque son comunidades sin señal de celular”.
Napipí es un caserío ubicado en una isla que se forma entre el río Atrato y el río Napipí.
Como todos los otros poblados de las riberas, las mujeres lavan la ropa en tablones
sirviéndose del agua oscura; ahí mismo pelan el pescado, justo mientras los niños nadan y
otros pocos defecan y orinan en baños portátiles. Napipí tiene una base del Ejército y este
jueves de enero un helicóptero aterriza para sacar a un soldado enfermo, mientras la
comunidad recibe a la aeronave como si se tratara de la llegada de un ovni, un milagro.
En Napipí viven desde octubre del año pasado más de diez familias que abandonaron
Carrillo después de los enfrentamientos entre las AGC y los elenos. Algunos testigos aún
guardan casquillos de 40 milímetros que dispararon durante dos días. Romualdo Palacio
Mosquera es el representante legal del consejo comunitario de Carrillo; tiene casi setenta
años y habla sobre lo que ocurrió el 13 de octubre: “El caserío queda a tres o cuatro horas;
depende de la panga. Ese día hubo un enfrentamiento de los grupos armados y nos mataron
a un compañero, a un viejito, cayó en el cruce de balas. Nos desplazamos 23 familias. Aquí
hay unos y otros están en Vigía del Fuerte. El caserío está solo, ya no vive nadie. Allá dejamos
algunas cosas. Nos tocó correr. El Chocó ha sido muy atropellado por la violencia, sobre
todo en este río, ahí en las cabeceras, y uno no puede decir nada porque cuando se sabe
quién dijo, ya uno es perseguido”.
Después de las denuncias por la llegada de los paramilitares a Bojayá, el Ejército aumentó
su presencia en el territorio.
Las comunidades se han enterado de que en los próximos días el presidente Iván Duque
visitará la región y reconocen que la violencia solo trae eso: la mirada de los gobiernos, nada
más logra atraer la atención. Hacen censos: comunidades de cincuenta, cuatrocientas y
hasta novecientas personas que necesitan viviendas, acueductos, energía, agua potable,
servicios que ya les han prometido y no llegan. Existen decenas de casas que se
construyeron y las familias no pudieron habitar porque no son adecuadas para la región:
intensifican el calor o no resisten los fuertes aguaceros que caen en la selva.
En su despacho, que parece a punto de caerse, Edilfredo Machado Valencia, alcalde de
Bojayá, trata de escuchar después de que un coma diabético le quitara la audición. Es un
hombre grande y fuerte, pero necesita ayudarse de bastón para caminar y de audífonos
especiales para oír. “El problema no se inició la semana pasada, aquí se anunció desde
junio de 2019 que había presencia de grupos paramilitares y del ELN en la región; el
Gobierno no le paró bolas a eso. A partir del cinco de noviembre por acá hubo
enfrentamientos entre las AUC y el ELN, tenemos temor de que haya minas en el territorio.
La comunidad no sale por esos dos motivos. Hay un confinamiento en la región de unas
siete mil personas, tengo nueve comunidades afro y veintiún comunidades indígenas que
no pueden hacer sus labores”, dice el alcalde. Con cifras a la mano, denuncia que los
habitantes del municipio tienen miedo de que se repita una masacre como la que ocurrió
el dos de mayo de 2002 en el antiguo caserío de Bellavista, donde murieron entre 74 y 119
personas que se refugiaban en una iglesia. Pero el alcalde dice que no conoce muy bien los
grupos que ahora se disputan el territorio, pero aclara que las amenazas a líderes sociales
como Leyder Palacio se deben a que denuncian e impiden el avance de los armados por
territorios ancestrales. “Se habla de que a la zona entraron trescientos hombres. El
comentario es que se pelean la salida al Pacífico. En Bojayá hubo el año pasado tres
homicidios: hubo un señor en Carrillo y dos en el río Bojayá, tres civiles miembros de las
comunidades, y eso nos preocupa mucho. Tenemos desplazamientos de comunidades
enteras y de familias que poco a poco dejan sus territorios. La gente que persiste no puede
cazar ni limpiar la finca porque pueden morir”.
Para los líderes de las comunidades de Bojayá, la presencia de tropas en Pogue confirma
que las AGC están ganando su guerra con los elenos, pues la toma del Atrato empezó el año
pasado desde Riosucio y ya controlan varios afluentes cercanos a la cabecera de Bojayá. Ya
en octubre de 2018, la página web Pacifista publicó un reportaje sobre los enfrentamientos
entre los grupos armados en el bajo Atrato, cosa del pasado desde que el Clan venció en la
guerra. El general Juan Carlos Ramírez, comandante de la Séptima División, dice que entre
las operaciones hechas el año pasado en la zona hicieron cincuenta y cuatro capturas en
2019, el doble de las hechas en 2018; también tuvieron dieciocho combates, frente a dos
de hace dos años. “Atacamos rentas ilícitas de la minería ilegal, tuvimos diecinueve capturas
por este hecho y la incautación de dos máquinas amarillas, tres dragas y quince motores;
se incautaron veintisiete armas cortas, catorce armas largas y más de seis mil cartuchos de
municiones. Pero también hicimos apoyo social a la caravana del bajo Atrato, jornadas de
apoyo en Riosucio y Carmen del Darién”. Sobre el desembarco de trescientos hombres
en Pogue la última semana del año pasado, el general asegura que hace unos días estuvo
en el lugar y habló con varios líderes de la comunidad. “Me dijeron que no habían visto ese
número de hombres. La versión que me entregaron es que un grupo armado y vestido de
civil se reabasteció en la comunidad; les informaron que iban a estar en el sector y que eran
muchos”. Este mausoleo, entregado a finales del año pasado, guarda los restos de las
víctimas de la masacre ocurrida el 2 de mayo de 2002. A la izquierda, la vida social de los
caseríos de Bojayá se ha visto afectada por el avance de los gaitanistas por el Atrato bajo y
medio. Para la fuerza pública es imposible pensar en que hayan desembarcado trescientos
hombres en un pequeño caserío donde no pueden atracar más de diez pangas. Dicen que
para transportar ese número de hombres armados hay que tener cerca de 40
embarcaciones, una cifra excesiva para los militares que vigilan el Atrato. Muchos
pobladores también creen que el número es exagerado para un desembarco, aunque sí
creen que la cantidad de combatientes que tienen las AGC en la zona puede acercarse, pero
esparcidos en varios pueblos y caminos. En efecto, la importancia de Bojayá es su conexión
con el Pacífico, por donde sacan la cocaína del Nudo de Paramillo hacia Panamá,
Centroamérica y Estados Unidos. Sin embargo, las comunidades también tienen dudas
sobre las relaciones entre algunos militares y las AGC, pues les parece extraño el avance
acelerado en el territorio. Por eso, la Séptima División ha decidido realizar “pruebas de
confianza y confiabilidad institucional” en las tropas que se encuentran en el norte del
Chocó. “Nosotros hemos atendido a todas las alertas tempranas de la Defensoría del
Pueblo, hemos enfrentado al Clan del Golfo y al ELN, pero también creemos que la región
necesita una respuesta institucional y social que estamos dispuestos a apoyar”, dice el
general Ramírez. Muchos habitantes de la cabecera municipal de Bojayá dudan que una
masacre como la de 2002 vuelva a ocurrir en el territorio. Sin embargo, los habitantes de
caseríos como Pogue, Boca de Opogadó, Carrillo o la isla de los Palacios, donde han vivido
enfrentamientos en los últimos meses, temen a las arremetidas nocturnas. Les horroriza
que en la noche las casas de madera se incendien y mueran todos. La historia ya les ha
enseñado que el horror no está lejos del Chocó.

Los 5 retos de Duque


Colombia creció bastante más que el promedio de América Latina en 2019, pero los
niveles de desigualdad aún son preocupantes. El Gobierno deberá priorizar estos desafíos
económicos en 2020.

¿Cuáles son los retos


de Gobierno Duque
en 2020? Según el
Dane, las
exportaciones
cayeron 6,2 por ciento
entre enero y
noviembre de 2019. El
presidente deberá
calmar la protesta
social y combatir el
desempleo.
El año que comienza le planteará duros desafíos al Gobierno. Ciertamente, el país creció en
2019 por encima de muchos de sus pares de la región, e incluso del promedio de la Ocde.
Pero es necesario resolver varios problemas económicos estructurales, como el desempleo
y la desigualdad. Estos se convirtieron en algunos de los detonadores de las protestas
sociales con las que terminó el año pasado y que probablemente continuarán en 2020.
El equipo del presidente Duque, en los 12 meses que vienen, deberá trabajar con
particular ahínco en estas cinco áreas.
1. Apaciguar el descontento social
La población está exigiendo soluciones inmediatas a problemas estructurales, como se vio
en la calle en 2019. El Gobierno ha abierto la puerta a un diálogo nacional, pero el Comité
del Paro ha presentado un pliego de 104 puntos, en el que pide, por ejemplo, frenar la
agenda económica, con temas trascendentales como las reformas a los sistemas pensional
y laboral. Así, el Gobierno queda en una encrucijada, pues muchos expertos sostienen que
dichas reformas son indispensables para solucionar problemas como el desempleo y la
inequidad, mientras que el Comité del Paro insiste en su inconveniencia. De hecho, este ya
ha convocado a nuevas jornadas de protestas para las próximas semanas. De no lograr
menguar el descontento social, podrían recrudecerse las manifestaciones, con graves
efectos económicos y una posible incidencia negativa en el crecimiento, como sucedió en
Chile.
2. Generar crecimiento y equidad
El país salió bien librado de 2019, un año marcado por un difícil contexto económico
internacional, protagonizado por la desaceleración económica, la migración y las constantes
tensiones comerciales entre Estados Unidos y China. Pero un crecimiento de 3 por ciento
no es suficiente. Según el Banco Mundial, el año pasado el país logró crecer a esta tasa
gracias al buen comportamiento del consumo, a que se recuperó la inversión extranjera
directa (IED) y al manejo responsable de la política monetaria. No obstante, este
crecimiento se ha visto opacado por la mala distribución del ingreso.
Hoy, Colombia es uno de los países más desiguales del mundo, con un coeficiente de Gini
que alcanza 0,49, en un rango en el que 1 es la desigualdad máxima y 0 representa la
ausencia de esta. La disminución de la pobreza monetaria también debe seguir como una
prioridad. Es cierto que Colombia pasó de tener 50 por ciento en 2002 a 27 por ciento en
2018, y ha hecho avances importantes en temas prioritarios como cobertura de salud,
educación y servicios públicos. Pero la población demanda más equidad. Por esto, resulta
fundamental cerrar 2020 con un crecimiento cercano al 4 por ciento.
En este contexto, el Gobierno debe buscar nuevas fuentes de crecimiento, aumentar las
exportaciones no tradicionales, disminuir el déficit en la balanza comercial y diversificar su
aparato productivo. Todo esto sin dejar de lado una mejor labor redistributiva.
3. Crear empleo
El deterioro del mercado laboral es evidente. Aunque mostró leves señales de recuperación
en el último trimestre, la tasa de desempleo no ha logrado bajar de 10 por ciento. La
situación preocupa, pues en el país habría 2,3 millones de desocupados y una tasa de
informalidad de 45 por ciento.
El Gobierno tiene claro que el desempleo plantea uno de los principales problemas del país,
por lo que se fijó la meta de reducirlo a una tasa de entre 7,9 y 8 por ciento de ahora a 2022.
Eso permitiría crear cerca de 800.000 puestos.
El presidente Iván Duque aclaró que harán esto por medio de políticas para reactivar varios
sectores, como la construcción, el turismo, la industria y el agro. También, con iniciativas
incluidas en la Ley de Crecimiento que buscan beneficios tributarios para las empresas que
generen más puestos de trabajo. No obstante, varios expertos han indicado que el
problema va más allá y que es necesario hacer una reforma laboral que flexibilice la
contratación.
4. Poner a andar la tributaria
El Gobierno le apostó a una reforma tributaria que contempla concesiones importantes a
las empresas, bajo la lógica de la confianza inversionista. Esto le ha costado fuertes críticas,
pues varios sectores consideran que los beneficios fueron desbordados y que no está
comprobado que provoquen efectos positivos a largo plazo en términos de crear empleo y
crecimiento económico. Para Sergio Clavijo, expresidente de la Anif, la tributaria tiene
varios elementos positivos como el impuesto al patrimonio, mayores tasas de renta a los
hogares ricos y la normalización. Sin embargo, reducirá el recaudo, por lo que el Gobierno
podría quedarse corto a la hora de cumplir sus compromisos fiscales. Ese diagnóstico
coincide con las estimaciones de Fedesarrollo, que prevé una caída progresiva del recaudo
de 0,5 puntos del PIB en 2020; 0,8 en 2021; 1 en 2022; 1,3 en 2023 y 1,4 en 2024, en los que
cada punto equivale a 10 billones de pesos.
Bajo esta perspectiva, el Gobierno deberá compensar los más de 13 billones de pesos que
costarán las exenciones y las medidas de carácter social incluidas en la Ley de Crecimiento,
que, sin duda, presionarán el déficit fiscal. Y también tendrá que demostrar que la tributaria
dinamizará la economía, como aseguró el ministro Alberto Carrasquilla cuando la norma
pasó por el Congreso.
5. Tramitar Reformas pendientes
La agenda legislativa del Gobierno en 2020 tampoco será fácil. Necesita las reformas
pensional y laboral para resolver la inequidad y disminuir el desempleo. Pero su poca
popularidad y la crispación social que atraviesa el país pondrán palos en la rueda a la hora
de tramitarlas.
Evidentemente, el país debe actualizar la normatividad laboral, pues esta ya no se adecúa
a dinámicas que se abren paso, como las nuevas formas de trabajo derivadas de las
plataformas digitales.
El Gobierno ya ha dado algunas luces sobre los elementos que incluiría en una eventual
reforma laboral, y le apostará a la flexibilidad. Esto, bajo la lógica de fomentar el empleo al
abaratar los costos laborales que acarrea en la actualidad un contrato tradicional.
Sin embargo, ya el Comité Nacional del Paro indicó en múltiples ocasiones que no está de
acuerdo con este tipo de medidas, pues, en su concepto, desmejoran las condiciones
laborales de los colombianos.
El tema pensional es aún más grave y necesita atención urgente. El actual sistema público
de pensiones –régimen de prima media– es uno de los principales causantes de inequidad
y requiere cambios de fondo. Esto porque subsidia a quienes más tienen, mientras que
excluye a los más pobres. Desde que se agotaron las reservas del antiguo Seguro Social,
hace más de 15 años, el gasto público en pensiones supera los 300 billones de pesos. Solo
en el año anterior hubo que destinar 40 billones más y, según la Anif, el pasivo pensional
actual representa una cifra cercana a 114 por ciento del PIB.
Tal vez, estas dos reformas plantearán los retos más difíciles para el Gobierno en 2020,
puesto que no cuenta con el capital político ni con la popularidad necesaria. E
indudablemente cualquier decisión que tome al respecto causará un gran eco en la opinión
pública. El Congreso también jugará un papel fundamental en esta tarea. Por eso, el reciente
apoyo de Germán Vargas Lleras y su partido, Cambio Radical, podrían facilitarle, en alguna
medida, el panorama al Gobierno. Pese a esto, la cosa no será sencilla.
ENTREVISTAS

“No vinimos a hacer cambios de imagen, sino a comunicar mejor”: Nassar


El periodista Hassan Nassar asumió como nuevo consejero de comunicaciones del
Gobierno. Asegura que hoy es más moderado que antes y que trabajará en un
mensaje más articulado, con énfasis en la pedagogía

El periodista Hassan Nassar asumió como nuevo consejero de comunicaciones del


Gobierno. Asegura que hoy es más moderado que antes y que trabajará en un
mensaje más articulado, con énfasis en la pedagogía. Foto: LEÓN DARÍO PELÁEZ

SEMANA: ¿Por qué decidió asumir un rol como funcionario público y dirigir las
comunicaciones del presidente Iván Duque?
Hassan Nassar: Es una oportunidad maravillosa de trabajar, ayudándole a un
Gobierno con el cual me identifico. Creo muchísimo en las banderas del presidente.
Él quiere trabajar por Colombia, buscando equidad y justicia social. Es un hombre de
mi generación al que le tengo admiración y respeto y, desde el punto de vista de
comunicaciones, hay una tormenta y una coyuntura difícil.

SEMANA: Desde que se anunció su llegada al Gobierno, le han recordado varios


trinos controversiales. En uno de ellos incluso usted cuestionaba el cargo que hoy
desempeña…
H.N.: Esas declaraciones de hace años me las quieren trasladar al 2020. Esas
opiniones tienen una fecha y un momento. Hice críticas frente a esta oficina de
comunicaciones y le voy a explicar por qué. Cuando era periodista y trabajaba en
Cablenoticias, llamaban al canal a pedirle a los dueños que yo le bajara el tono a mi
programa de opinión. Mis críticas siempre fueron con sustento, no fueron
personales.

SEMANA: ¿Se arrepiente de algunos trinos?


H.N.: Tengo más de 50.000 y no he borrado ninguno. Uno escribe sobre lo que está
pensando en el momento. Me señalan por decir algo en 2013 y afirmar otra cosa en
2020. Claramente he cambiado de opinión en mi vida muchísimas veces. No he
cambiado de principios, pero mi opinión sí después de conocer a una persona, leer
un libro, entender una dinámica, participar en un foro... Entonces, claro que me he
arrepentido de trinos que he puesto, porque a veces he sido injusto. Las redes
sociales son emocionales. Yo antes peleaba más, hoy soy más moderado, para mí ha
sido un proceso de aprendizaje.

SEMANA: Seguramente el ejercicio del nuevo cargo le podrá mostrar que es mucho
más fácil criticar que gobernar…
H.N.: Una cosa es estar en el sector privado y otra entrar a lo público. Esto es una
experiencia nueva y es enriquecedora. Una de las razones por las cuales he decidido
dar el salto es precisamente para entender la dinámica desde la otra orilla. Y, por
supuesto, es más fácil criticar que hacer, eso lo tengo presente.

"Uno escribe sobre lo que está pensando en el momento. Me señalan por decir
algo en 2013 y afirmar otra cosa en 2020".

SEMANA: Su nombramiento ha sido aplaudido por el Centro Democrático, pero


también ha sido cuestionado por un sector de la opinión pública. ¿Qué piensa?
H.N.: Siempre he estado en la lupa de la opinión, porque he tocado temas sensibles
de la vida nacional. He tenido un estilo de ver el mundo y hago preguntas que
algunos consideran irreverentes. Pero el problema ahora es ver cómo logramos
conectarnos con un sector del país que no está entendiendo el mensaje del
Gobierno. De pronto no estamos siendo efectivos en la manera de hacer pedagogía.

SEMANA: Incluso ha habido críticas por su título de pregrado en Estados Unidos, al


que Noticias Uno calificó de hecho como un título de nivel medio.
H.N.: Ahí hay una mala intención. Yo no puedo entrar a defender una universidad de
Estados Unidos como el Emerson College, en Boston, que tiene un prestigio enorme,
y donde estudié cuatro años. Allí escogí la comunicación política, ahí está el grado,
el título, las notas, todo. Se lo digo honestamente: si yo fuera el director del medio
que publicó esa nota, le diría al periodista que es muy mediocre haciendo su trabajo.
Y si yo fuera el director del medio que permite publicar una nota con ese contenido,
me sentiría todavía más mediocre. A mí no me nombran por un cartón, sino por tener
una experiencia amplia en medios de comunicación, produciendo contenidos.

SEMANA: Hoy el país está sumido en una evidente polarización. Desde las
comunicaciones del Gobierno, ¿cómo va a trabajar para que se logren consensos?
H.N.: En la estrategia debemos tener la capacidad de escuchar y estamos
escuchando. Los grandes objetivos de la comunicación son pedagogía, cultivar el
mensaje y mostrar resultados. Incluyen, por supuesto, un mensaje unificado,
articulado, con una narrativa propia y en las regiones. La idea es que nosotros
podamos decirle a la gente, de forma permanente, cuál ha sido la ejecución de las
políticas públicas y cuáles han sido sus resultados. Los problemas del país tienen que
mostrarse en su contexto. Este Gobierno está en la responsabilidad de conectarse y
mostrar resultados.

"Si yo fuera el director del medio que publicó esa nota, le diría al periodista que
es muy mediocre haciendo su trabajo".

SEMANA: Al presidente Duque no lo favorecen las encuestas, sus niveles de


aprobación están bajos. En el diagnóstico, ¿a qué atribuye esto?
H.N.: El país está viviendo un fenómeno que es global, que tiene que ver con el
malestar social. Mire el caso de Chile o Francia. Para mí las encuestas son una foto,
una radiografía. Hay que mirar, hay que analizar, hay que entender, pero la agenda
del Gobierno y la hoja de ruta no se dictaminan al vaivén de las encuestas. Tenemos
que comunicar mejor para que esas encuestas reflejen la gestión del Gobierno. El
presidente Duque no va a tomar decisiones basado en lo que está marcando una
encuesta, porque eso no tiene sentido.

SEMANA: ¿Cuál va a ser su estrategia entonces para que el presidente mejore la


conexión con los ciudadanos?
H.N.: Pues contarle la receta va a ser muy difícil, pero le puedo dar unos pilares
fundamentales. Es importante tener un mensaje unificado en el Gobierno, que sea
divulgado en las distintas plataformas, no solamente en los medios tradicionales,
sino también en lo digital. Hay que hacer mucha más pedagogía y explicar lo que se
está haciendo. Duque es un gran comunicador, un comunicador nato. Él no necesita
un manejo de imagen, es un colombiano íntegro, capaz, con liderazgo, inteligente.
Aquí no vinimos a hacer cambios de imagen, a lo que vinimos es a comunicar mejor.

SEMANA: Usted fue un crítico de la mermelada. ¿Hay mermelada en el actual


Gobierno?
H.N.: Si hubiera, algunos estarían diciendo que al Gobierno le estaría yendo muy bien
porque ya habría entregado ministerios y un montón de entidades públicas.
Seguramente no se hubiera generado un ahorro de más de 3 billones de pesos en el
funcionamiento de las entidades del Estado. Seguramente se hubiera derramado un
montón de contratos para que un montón de generadores de opinión y
organizaciones no gubernamentales estuvieran alabando al Gobierno. Vamos a sacar
adelante proyectos en medio de un debate sano, con acuerdos que sean
beneficiosos para el país. Aquí no estamos haciendo transacciones. La mermelada es
muy distinta a la gobernabilidad y todos los gobiernos del mundo saben que hay que
buscarla, pero basada en hechos que beneficien al país y no por hacer transacciones
de poder.

SEMANA: ¿El expresidente y senador Álvaro Uribe le hace bien o mal al Gobierno
Duque?
H.N.: Uribe es una figura emblemática. Es un jugador político al que el presidente
Duque le tiene aprecio, reconocimiento, cariño y agradecimiento. Y eso es más
importante que cualquier cosa en la vida.

SEMANA: Dicen que al presidente le faltan defensores en los debates. ¿Es así?
H.N.: Todos los gobiernos deben tener una artillería sólida, argumentativa, y eso no
incluye simplemente a quienes están en el Gobierno. Eso incluye a todos los
validadores que pueden estar en los sectores de opinión, en la academia, en los
tanques de pensamiento, a los ciudadanos, a los partidos, al Congreso. Hay que
defender un modelo de país, unos principios, unas ideas que trascienden el mandato
de turno. Y, claramente, en la estrategia de comunicaciones tienen que haber varios
actores involucrados, que no siempre son quienes están en el gobierno.

SEMANA: Ahora que usted dice que es un hombre más moderado, ¿sigue teniendo
la misma mirada crítica del expresidente Juan Manuel Santos?
H.N.: No tengo nada en contra de Santos como persona, ni en contra de sus hijos ni
de su esposa. Hice cuestionamientos a su Gobierno, pero le reconozco cosas muy
buenas que hizo. Se la jugó por unas banderas y las sacó adelante.

SEMANA: ¿Va a ser más prudente en Twitter?


H.N.: Sí, mi cuenta ya está en modo institucional. Se volvió supremamente aburrida,
prácticamente no trino. Ahora tengo que asumir una responsabilidad en la que mis
opiniones personales quedan a un lado. Cuando salga del sector público, mi cuenta
volverá a tener opiniones personales.
“Los únicos que no se dan cuenta son las FF.MM”
Leyner Palacios, uno de los más importantes líderes sociales de Bojayá, expone la muy
difícil situación que vive el Chocó. Su relato contrasta con lo que hasta ahora dicen haber
encontrado las autoridades en la zona.

Las valientes denuncias de Leyner Palacios sobre la presencia de las Autodefensas


Gaitanistas y el ELN en su región han volcado nuevamente la atención sobre su
departamento y levantado la preocupación de que se repita una masacre como la
perpetrada por las Farc hace 17 años. Relata una historia tan cruda como la realidad que
viven las poblaciones más olvidadas de la nación; una que se inscribe en medio de la disputa
por el territorio, el narcotráfico, la ausencia del Estado y las promesas incumplidas, incluso
las generadas por el proceso de paz. Que esta no sea la crónica de una tragedia repetida y
anunciada.

Luis Carlos Vélez: ¿Cuál es la situación actual en Bojayá?


Leyner Palacios: Hoy en Bojayá se vive una situación de crisis humanitaria generada,
primero, por la acción de grupos armados al margen de la ley; estamos hablando de las AGC
y el ELN. Y, segundo, por la falta de implementación del acuerdo de paz que tiene que ver
con temas de salud y educación. Esa falta de presencia del Estado hace más agudo el
conflicto. Hoy en Bojayá tenemos más de 600 hombres armados en las Autodefensas
Gaitanistas y más de 100 hombres del ELN. Eso ha generado un confinamiento de más de
7.000 personas en esas comunidades.

L.C.V.: El Ejército dice que no hay confinamiento…


L.P.: Ese es uno de los grandes temores que tenemos. En 2002 también negaron y
subvaloraron los anuncios y las alertas que estábamos generando las comunidades y mire
las consecuencias. Hoy los testimonios de muchas comunidades, pero también de la
Diócesis de Quibdó, de organizaciones étnico territoriales y la misma Defensoría del Pueblo
ratifican esa realidad. La ONU ha percibido y probado estas situaciones en los territorios.

L.C.V.: Las Fuerzas Militares han estado en el lugar y dicen que no han podido verificar
esas cifras. ¿De dónde salen los cálculos de 600 paramilitares y 100 hombres del ELN?
L.P.: De los informes de Naciones Unidas, las alertas de la Defensoría, y los testimonios de
las comunidades. Nosotros lamentamos que las autoridades militares sigan minimizando el
riesgo en el que están las poblaciones. No tenemos ninguna motivación para inventarnos
cifras. Las comunidades ven los grupos por los montes. Desafortunadamente este es un
problema que en el territorio los únicos que no se dan cuenta son las Fuerzas Militares. De
resto todo el mundo lo sabe.

L.C.V.: ¿Por qué cree que las Fuerzas Militares tienen otra versión?
L.P.: Tienen que actualizar su sistema de inteligencia, eso es necesario. Y en segundo
lugar, sí nos preocupa algún nivel de convivencia, complacencia u omisión.

"Bojayá necesita una propuesta productiva.La gente allá tiene covación agrícola".

L.C.V.: Cuando en Colombia se habla de paramilitares en la mayoría de los casos se está


hablando implícitamente de complicidad del Estado, ¿las Autodefensas Gaitanistas tienen
algún vínculo o beneplácito del Gobierno?
L.P.: Nosotros no podemos comprender cómo entran a Bojayá más de 600 hombres de los
grupos ilegales durante año y medio y las autoridades militares no toman las acciones
pertinentes. Eso le lleva a pensar a la comunidad muchas cosas.

L.C.V.: Pero, ¿hay vínculos concretos entre las autodefensas y el Gobierno?


L.P.: La fuerza pública está en muchos territorios y esto sigue siendo evidente. No lo he
planteado yo, sino la Defensoría del Pueblo, la Diócesis de Quibdó. Esta convivencia debe
ser investigada y que se impongan controles. Para estos casos también se creó la Comisión
Nacional de Garantías de Seguridad.

L.C.V.: ¿Esto es una lucha por territorio o por corredores de droga, como dice el Ejército?
L.P.: Para nosotros es una disputa por el territorio. En Bojayá existen muchas disputas por
el desarrollo minero-energético, pero también de infraestructura vial. Bojayá se considera
un lugar por el que pasará el canal interoceánico. Sin duda estos temas se mezclan con
fenómenos de narcotráfico pero no de forma exclusiva. Aquí confluyen muchos factores.

L.C.V.: ¿Esta situación actual es culpa de quién?, ¿del Estado por no llenar el vacío de las
Farc tras el acuerdo de paz?
L.P.: Es una realidad que tras la salida de las Farc el Estado no copó esos territorios. Hoy
insistimos en la importancia de profundizar la implementación del acuerdo de paz, una
salida negociada con el ELN, y una política de sometimiento de las AGC a la legalidad. Si el
Estado no toma en serio estas propuestas, las comunidades del pacífico estarán sometidas
a la muerte.
L.C.V.: ¿Qué papel juega ELN en el Chocó?
L.P.: Utilizan el territorio como refugio para guardar personas secuestradas, han venido
asesinando personas, hay violencia sexual y física contra las mujeres. Para nosotros, todos
los actores armados que hacen presencia en la región se han convertido en un fenómeno
de muerte. Por eso le hacemos un llamado al ELN para que dé muestras concretas de querer
la paz.

L.C.V.: ¿Le hubiera gustado ser congresista en representación de las víctimas?


L.P.: La voz de las víctimas es muy importante. Si me hubieran dado la voz o la posibilidad
estaría dispuesto, pero hay otras víctimas que pueden hacerlo.

L.C.V.: ¿Qué dice de la propuesta de la que habló el presidente para que esas curules sean
a través de los partidos políticos?
L.P.: Insistimos en la importancia de la implementación integral del acuerdo de paz. Allí se
planteó que estas circunscripciones tendrían un mecanismo y una fórmula específica para
elegirse. Dejarlas a merced de los partidos tradicionales es limitar la autonomía y la libertad
de las víctimas.

L.C.V.: Además de presencia militar, ¿qué más se necesita para que las cosas cambien en
Bojayá?
L.P.: La presencia militar es importante y es una obligación de Estado. Sin embargo hoy
todavía en Bojayá no se tiene un hospital de primer nivel para atender las enfermedades,
tampoco hay médicos ni la capacidad suficiente. El 50 por ciento de las comunidades no
tiene energía eléctrica. Se necesita un proceso de interconexión para que el fluido llegue de
forma permanente. No hay infraestructura escolar y tampoco docentes. Valoramos lo
hecho, pero se requiere una intervención más honda.
Las Farc se comprometieron con unas acciones reparadoras con el municipio de Bojayá, a
partir del acto en que pidieron perdón y esperamos que esas acciones sean llevadas a cabo
adecuadamente.

L.C.V.: Esas son necesidades básicas, pero eso no soluciona el problema económico de la
región…
L.P.: Claro que no. Bojayá necesita una propuesta productiva. La gente allí tiene una
vocación agrícola porque se da mucho el plátano, los cultivos de arroz. Allí hay una serie de
iniciativas de transformación del producto. Pero los costos para los campesinos para
transportar los productos son muy elevados, entonces se requiere una forma de transporte
fluvial para que los productores puedan llevar hasta Quibdó su comercio y ganen algo.

L.C.V.: Hoy que se revive la tragedia de Bojayá, 74 muertos durante un ataque con
cilindros bomba de las Farc, ¿qué piensa al ver a sus miembros en el Congreso?
L.P.: Yo soy una persona que he promovido la posibilidad de la reconciliación. Es importante
que estén allí, no tengo ningún inconveniente con eso. Lo que sí lamento es que los
gobiernos no hayan tomado una medida seria para garantizar la posibilidad de que las
víctimas se sentaran en el Congreso para expresar nuestras preocupaciones. El escenario
del Congreso es para ampliar la democracia.

L.C.V.: El proceso incluía no repetición, verdad y reparación. ¿Usted hoy se siente


reparado?
L.P.: La reparación es una obligación del Estado. Las Farc se comprometieron con unas
acciones reparadoras con el municipio de Bojayá, a partir del acto en que pidieron perdón
y esperamos que esas acciones sean llevadas a cabo adecuadamente.

L.C.V.: Usted siempre ha dicho que luego de la masacre, las Farc se llevaron personas vivas
y nunca se supo qué pasó con ellas. ¿Ya les contaron la verdad sobre ese hecho?
L.P.: En el marco del conflicto armado en la región hay más de 35 personas desaparecidas.
En el acuerdo de paz se planteó la creación de la Unidad de Búsqueda de Personas
Desaparecidas. Esperamos que nos puedan dar respuestas sobre esas 35 personas. Los
colombianos debemos entender que el acuerdo integralmente es una forma de equilibrar
la cancha que ha estado tan desbalanceada en materia de derechos humanos para la
población rural, y especialmente para el pacífico.

L.C.V.: Pero, entonces no les han contado la verdad, ni tampoco reparado


económicamente…
L.P.: En el acuerdo se creó la comisión para el esclarecimiento de la verdad. Eso las Farc lo
deben contar allí y en la Jurisdicción Especial de Paz. Nosotros esperaremos que lo cuenten
en esos estamentos. Pero en los últimos años el sistema de justicia ha sufrido una serie de
dificultades y eso ha retrasado nuestra posibilidad de acceder a esa verdad y a esa
reparación.

L.C.V.: ¿Tiene miedo por lo que le pueda pasar debido a sus denuncias?
L.P.: Por supuesto que tengo mucho miedo y temor.

L.C.V.: ¿Tiene hoy la protección necesaria?


L.P.: Hasta ahora están respondiendo y espero que protejan mi vida, la de mi familia.
también la de muchos líderes que se encuentran en mi misma situación.
OPINION

Daniel Coronell
La hojita olvidada
El acucioso Pretelt, que había presentado en dos meses su ponencia a favor de los
españoles, se tomó casi 22 para redactar la decisión que la anulaba.
El papel lleva más de un año a la vista de todos y contiene –aparentemente– el paso a paso
de un soborno millonario para comprar una decisión de magistrados de la Corte
Constitucional. Es una hoja de libreta, de esas que ponen en los hoteles para que los
huéspedes tomen notas. El hotel ya no existe con ese nombre. Para la época de los apuntes
se llamaba Trump Ocean Club y funcionaba en Punta Pacífica en la ciudad de Panamá. El
autor de las notas es un ejecutivo español llamado Edmundo Rodríguez Sobrino, presidente
de Inassa, la filial latinoamericana de Canal de Isabel II, multinacional española involucrada
en varias tramas de corrupción.
La primera anotación es la fecha: 12/09/15. Me llama la atención porque seis meses antes,
el 14 de marzo de 2015 para ser exacto, publiqué una columna llamada ‘Escobar & Pretelt’.

Allí mostraba que los nombres de los exmagistrados de la Corte Constitucional Rodrigo
Escobar Gil y Jorge Pretelt Chaljub –hoy condenados por el escándalo de Fidupetrol– habían
aparecido juntos en otro proceso. Un caso que empobreció a la ciudad de Santa Marta y en
cambio le dejó más de 50.000 millones de pesos a Recaudos y Tributos (R&T S.A.) una
empresa del cuestionado grupo Inassa. La columna y los documentos anexos se pueden
encontrar en semana.com.
Lo curioso es que la hojita de hotel, escrita por el presidente de Inassa y redescubierta por
el lector y tuitero César Marulanda (@cesarusa5), muestra hechos prodigiosamente
coincidentes. Empieza diciendo:
“2012. Inicio de esta alcaldía”. En ese año Carlos Caicedo, hoy gobernador del Magdalena
se posesionó como alcalde de Santa Marta y encontró que había heredado un contrato para
que un particular R&T S.A. recaudara los impuestos de la ciudad en contra de lo establecido
por la Constitución y la ley.
El acucioso Pretelt, que había presentado en dos meses su ponencia a favor de los
españoles, se tomó casi 22 para redactar la decisión que la anulaba.
El negocio para los españoles y sus socios era fabuloso porque se quedaban con el 7 por
ciento de lo que los contribuyentes pagaban en la vigencia corriente y el 13 por ciento de lo
recaudado en la vigencia expirada. La concesión le había costado hasta ese momento casi
32.000 millones de pesos a una ciudad ahogada en deudas. Por esa razón el alcalde Caicedo
inició un procedimiento administrativo para establecer la legalidad del contrato leonino, y
tratar de revocarlo.

El manuscrito del presidente de Inassa sigue contando:

—“Contratamos Rodrigo Escobar como abogado para una tutela.

—Tutela la ganamos en Sta Marta en 1ª y 2ª.

—Le pagamos 250 M

—La tutela va en 3ª súplica en la Corte Constitucional (el alcalde se mueve para que la
revisen) ante PRETEL”.

La hojita olvidada 2
Evidentemente el 18 de octubre de 2012 la Corte Constitucional notificó que el caso había
sido seleccionado y debía ser decidido en una sala de tres magistrados. El ponente fue Jorge
Pretelt, quien con notable celeridad, en apenas dos meses, presentó su proyecto de
decisión favoreciendo los intereses de la multinacional española.
Pretelt logró hacer mayoría con el magistrado Alexei Julio. El tercer magistrado, Luis Ernesto
Vargas, salvó su voto porque consideró que la administración de la ciudad tenía razón en
revocar el contrato.

Y aquí viene lo más interesante de la hojita, Edmundo Rodríguez Sobrino escribió:

—“GS y JN se reúnen con R. Escobar ? 600 M.

—(La sala tenía 3 Magistrados)

— Pretel ? Escobar ? 600

—Alexei Julio ? Pacheco ? 150”.

La hojita olvidada 3
El Confidencial, de España, que fue el primer medio que publicó el documento hace 14
meses, junto con las cifras resalta que hay dos directivos de Inassa cuyos nombres coinciden
con las iniciales GS y JN: Germán Sarabia, gerente de Inassa en Barranquilla y Jacobo
Noguera, gerente de R&T S.A. El mismo artículo indentifica a “Pacheco” como Víctor
Pacheco, el abogado condenado por el caso del soborno de Fidupetrol y principal testigo
contra Jorge Pretelt.
Frente al fallo antijurídico de los magistrados Jorge Pretelt y Alexei Julio, la ciudad de Santa
Marta interpuso un incidente de nulidad. La decisión fue anulada por la Corte Constitucional
en sala plena, incluso con el voto del magistrado Jorge Pretelt. Así como votó en contra de
la tutela de Fidupetrol por la cual ya fue condenado en primera instancia por concusión, es
decir por pedir plata.
Y aquí surge otra curiosidad. El acucioso magistrado Pretelt que había presentado en dos
meses su ponencia a favor de los españoles, se tomó casi 22 meses para redactar la decisión
que la anulaba.
La demora de Pretelt le costó a Santa Marta 19.715 millones de pesos adicionales que
entraron directo a los bolsillos de la empresa manejada por el autor de la reveladora hojita.

Vicky Dávila
Monsalve, un testigo blindado
Estoy convencida de que si los abusos fueran de un testigo a favor de Uribe, habría
portada en todos los medios y el debate no habría terminado.
Juan Guillermo Monsalve, el testigo estrella contra el expresidente Alvaro Uribe, goza de un
blindaje inexplicable y peligroso para encontrar la verdad y hacer justicia. Tanto, que resulta
sospechoso para los más suspicaces. El Estado tiene la obligación de protegerlo, eso no está
en discusión. Los investigadores aseguran que quieren matarlo. Otra cosa es que pueda
hacer lo que le da la gana en su sitio de reclusión. No nos digamos mentiras: Monsalve está
blindado porque su testimonio señala a Uribe.
Si fuese contra cualquier otro expresidente, quizá sería tildado de loco o de charlatán. Pero
no entraré en esas honduras. Es la Corte la que determinará si Monsalve dice la verdad o
no, aunque algunos solo estén dispuestos a aceptar que los magistrados condenen a Uribe
con ese testimonio.
Monsalve duerme en una cómoda habitación, sin rejas, cocina sus alimentos, tiene televisor
y puede recibir visitas. Ante estos privilegios, el testigo debería cumplir con unas
obligaciones mínimas: decir la verdad, no volver a delinquir y tener un comportamiento
intachable. Pero eso no parece ser lo que está ocurriendo. En un operativo sorpresa del
Inpec en la casa fiscal de La Picota donde se encuentra detenido, le decomisaron un celular,
un computador y una impresora. En el área común fueron hallados desde videojuegos hasta
whisky. Las autoridades también tienen unas fotografías que muestran al testigo
consumiendo licor con su papá, un hermano y un amigo, aparentemente en la visita que le
hicieron el 28 de diciembre. Todas las imágenes fueron colgadas en un perfil de Facebook
que manejaría Monsalve desde la cárcel bajo el nombre de Daniel Betancur. Este fue
cerrado tras la requisa. Otras informaciones de inteligencia hablan de que Monsalve tendría
actividades ilegales desde la reclusión. Eso debería ser investigado. Pero ¿quién se atreve,
si se trata de un testigo blindado?
Esta columna conoció que Monsalve habría aceptado su falta en el proceso disciplinario que
inició la dirección de La Picota en su contra por violar el régimen carcelario. Pero el Inpec
tiene las manos amarradas y muchas presiones. Por ser Monsalve quien es (el testigo
estrella contra Uribe), no pudo ordenar su traslado inmediato como lo haría en cualquier
otro caso. La Corte, que está en tiempo de vacancia judicial, tendrá que definir cuál será la
sanción para que el detenido esté seguro, pero que no abuse.
Estoy convencida de que si los abusos fueran de un testigo a favor de Uribe, habría portada
en todos los medios y el debate no habría terminado.
No puedo evitar decirles que me causó sorpresa que en las redes sociales se alzaran voces
importantes defendiendo a Monsalve y cuestionando a la ministra de Justicia y al director
del Inpec por haber ordenado y ejecutado el operativo. Si tenían información sobre los
excesos del testigo, su obligación era actuar, no ser cómplices. No sé si pretendían que se
hicieran los locos.
Otros, incluso, cuestionaron a SEMANA por publicar la noticia. Me pregunto si los
periodistas que critican se hubieran guardado la información solo por tratarse de Monsalve.
¡Grave! Estoy convencida de que si los abusos fueran de un testigo a favor de Uribe, habría
portadas en todos los medios y el debate no habría terminado. Ninguno habría descansado
hasta ver su traslado.
Los que están preocupados por los elementos que le fueron decomisados a Monsalve
pueden estar tranquilos. La ley dice que se trata de una violación al reglamento carcelario,
no de un delito. Así que estos serán devueltos por medio de un tercero que el mismo recluso
autorice. Mientras tanto, permanecen en cadena de custodia en el Inpec y nadie puede
tocarlos. Me da pena con sus defensores, pero el país sí debería saber qué hay en el teléfono
y el computador de Monsalve, con quiénes habla, qué dicen sus correos y cuáles son sus
movimientos desde La Picota. Al fin y al cabo, el testigo no podía tener esos elementos en
la prisión.
Entiendo que el tema Monsalve es muy sensible, ad portas de la definición de la situación
jurídica de Uribe. No se trata de desprestigiar al testigo, que en todo caso no tiene prestigio
porque es un delincuente consumado, condenado a 40 años de cárcel. Siempre será un
bandido. Tampoco denunciar sus excesos puede ser visto como un distractor que busca
ocultar una verdad. Se trata de ser justos, nada más. Los magistrados que han confiado en
él deben estar muy preocupados.
Ningún recluso debería tener privilegios. Ninguno. Todos deberían pagar sus penas o
afrontar sus procesos simplemente en condiciones dignas. Sin embargo, sé que el sistema
carcelario en Colombia fracasó por la corrupción. La plata y el poder lo pueden todo. Cuando
escribí esta columna, tampoco habían sido trasladados los compañeros de prisión de
Monsalve, Leonardo Pinilla, alias Porcino, procesado por el cartel de la toga y José Elías
Melo, expresidente de Corficolombiana, preso por Odebrecht.
No soy defensora de oficio de Uribe. Pero como he dicho en otras oportunidades, el
expresidente tiene que tener todas las garantías procesales, como cualquier colombiano —
ni más ni menos— y esto incluye que un testigo como Monsalve, que declaró contra él, no
esté blindado y se haya convertido en un intocable. Así, quieran o no, su testimonio genera
desconfianza. Si la Corte encuentra que Uribe es responsable de alguna conducta penal,
debe responder; eso tampoco está en discusión.

Salud Hernández-Mora
Claudia, líbranos de Petro
El problema para Petro es que en el universo de la izquierda también sienten cercana a
Claudia, representante de la nueva manera de hacer política.
Será el mejor antídoto contra el populismo destructivo de Gustavo Petro. Si a Claudia López
le va bien, no solo Bogotá sino Colombia ganarán. Su gestión, de resultar positiva, supondrá
un paso gigante para que un candidato razonable, y no un incendiario, venza en las próximas
presidenciales.
Aunque una parte de quienes detestan y temen a Petro piensan que ambos políticos son
idénticos, la verdad es que están en polos opuestos. Comenzando porque Claudia cree en
la democracia y respeta la Constitución, mientras que el ególatra los considera medios
necesarios ahora, y prescindibles después, para coronarse caudillo perpetuo, al mejor estilo
Evo Morales.
No olvidemos que Petro practica el peligroso juego de dividir a la sociedad, azuzando el odio
de clases, denigrando la economía de mercado y generando la percepción de que los
perversos son las víctimas que reclaman justicia y no quienes empuñan las armas con
cualquier excusa falaz.
Claudia, sin embargo, que fue una candidata dura y vociferante, comprendió enseguida que
una cosa es hacer campaña y oposición, y otra ponerse al frente del timón. Detuvo la
peleadera, se quitó los guantes, bajó del ring y comenzó a estrechar manos y tejer alianzas
con rivales. La carta de Duque que leyeron en su toma de posesión refleja el espíritu abierto
de los dos y las ganas de anteponer el interés general al particular. Ojalá que ni las ansias
presidencialistas del ministro de Defensa ni la presión de los antifuribistas del entorno de
Claudia interfieran en una relación beneficiosa para Bogotá.
Si bien lo que los bogotanos esperan es una alcaldesa concentrada en su ciudad, es
imposible desligar su papel del panorama general. Y el de América Latina es preocupante.
Que a estas alturas una propaganda muy bien orquestada consiga convencer a la región de
que el milagro chileno no es real, sino una distorsión informativa, que el país
latinoamericano que más progreso ha generado para los suyos requiere una cirugía de
fondo para transformarlo en un régimen estatista emite una clara señal de alarma.
Algo similar ocurre en Colombia, donde las marchas de 2019, que seguirán este año, sacaron
a flote el hondo resentimiento que late en una sociedad muy inequitativa desde tiempo
inmemorial. En un mundo de píldoras informativas superficiales, sesgadas y con frecuencia
mentirosas, resulta más fácil vender remedios populistas, resumidos en frases de impacto,
que los realistas, que siempre exigen, además de voluntad, tiempo, sudor y lágrimas.
El problema para Petro es que en el universo de la izquierda también sienten cercana a
Claudia, representante de la nueva manera de hacer política.
De ahí que muchos jóvenes, adictos a las redes sociales, vean en Petro al político de sus
afectos, al amigo de los pobres, el comprensivo con los vándalos, el exguerrillero que
encarna a Robin Hood, el progresista, el colega, el camarada. En suma, su candidato. Y no
son los únicos.
En la Colombia rural y en buena parte de la urbana, aún escucho de boca de adultos repetir
su nombre con esperanza porque, según dicen, es quien piensa en ellos, los invisibles, los
marginados, el líder que destronará a las élites capitalistas, incluidos medios de
comunicación hostiles a su causa.
El problema para Petro es que en el universo político y social de la izquierda también sienten
cercana a Claudia, hija de clase media que escaló con propio esfuerzo y meritocracia, sin
más pasado que barrer bajo la alfombra y representante de la nueva manera de hacer
política que pide la gente. Y cuenta con la simpatía de la influyente y aburridora secta de los
políticamente correctos, a la que pertenece un gran número de líderes de opinión.
Al adivinar que será una enemiga a batir, Petro comenzó sus ataques, no porque la vaya a
enfrentar en 2022, cuando no podrá estar la alcaldesa, sino por el espacio político que le
arrebata. Es consciente de que si no lo conquista, no gana.
NOTA: Regresó alias el Paisa –Hernán Darío Velásquez– a su reino de Huila y Caquetá, y
quedaron sus socios Santrich e Iván Márquez en Venezuela, protegidos por Maduro. En
Algeciras, Huila, ya dejó su impronta sanguinaria. Van tres muertos con Mireya, que
perteneció a las Farc, según vecinos que la estimaban. Habrá más desplazamientos y
asesinatos de civiles, de exguerrilleros y disidentes que no se sometan a las nuevas Farc-EP
que presentaron en agosto pasado en sociedad.
Es el matón por excelencia, un capo vengativo y peligroso para todos y con redes bien
estructuradas en provincia y en Bogotá, donde puso la bomba de El Nogal. El Ministerio de
Defensa y la cúpula de las FF. MM. no lo metieron en el cuadro de los criminales más
buscados por matar exguerrilleros, cuando debía figurar en primer lugar. Error que seguro
corregirán. No hay que esperar a que siga asesinando. Pregunten en Miravalle.

Alfonso Cuéllar
La JEP contra el reloj
Ya es hora de que conozcamos decisiones de peso sobre comandantes guerrilleros, al fin y
al cabo deben pagar por sus delitos.
La Justicia Especial para la Paz nació coja. Es una realidad para asumirla y no esconderla. De
nada sirve tapar el sol con un dedo porque para empezar, la distorsión genera desconfianza.
A mí, personalmente, me produce mucho malestar porque dificulta la toma de decisiones
en un tema fundamental.
La decisión de crear una comisión para escoger a los magistrados de la JEP fue una
equivocación, y se alertó desde el principio. Era un riesgo innecesario que se pudo corregir
cuando se hizo la renegociación del plebiscito en 2016. La credibilidad de la JEP estaba en
juego y muy a su pesar, no se cambió. La realidad es que el Comité de Escogencia no quedó
bien conformado cuando se seleccionó hace ya tres años.
No ayudó que tres de los cinco designados fueran extranjeros con posición política
antimilitar. Es histórica la posición de la fuerza pública de desconfianza ante las ONG. Una
desconfianza que se mantiene al día de hoy.
Es una estrella escarlata que afecta a los magistrados. Ignorarlo es un error. Se ha
convertido en la bandera de batalla de quienes ganaron el plebiscito. El Centro Democrático
lo convirtió en su eslogan de acabar con la JEP. Esa actitud se mantiene.
El expresidente Álvaro Uribe Vélez lo plantea continuamente y se queja de la falta de
mayorías en el Congreso que permitan reformar la JEP. El problema es que ya salió el tren:
la JEP existe. Intentaron cambiarla el año pasado y fracasaron estrambóticamente, les
dieron una paliza en las dos cámaras.
Lo que hay que cambiar es de estrategia, porque coja y todo, la JEP nació para quedarse. A
pesar de todas las críticas y reservas sobre el método para conformarla, los magistrados
han respondido. Alterar a estas alturas su trabajo es contraproducente. Es mejor trabajar
con ellos.
Evidentemente no será sin contratiempos y varios del Centro Democrático se opondrán, es
de esperar. Pero es lo que hay: una oportunidad de construir y no destruir. De adelantar y
no echar para atrás.
Ya es hora de que conozcamos decisiones de peso sobre comandantes guerrilleros, al fin y
al cabo deben pagar por sus delitos.
La JEP tiene desafíos que se pierden por el debate de su supervivencia. Al quitar las dudas
sobre su existencia, salen a relucir temas de funcionamiento. Allí tienen que mejorar. Y no
me refiero al caso de Jesús Santrich.
Ya lleva más de un año funcionando y no hay condena alguna. Parecería que les interesa
más la forma que el fondo. Muy preocupante. La paz gana adeptos con acciones. No es
difícil; los guerrilleros tiene mucho delito ya confesado. No hay que arrancar de cero.
El país espera resultados rápido y castigos ejemplares. El apoyo al acuerdo de paz no le quita
la responsabilidad a la Farc. En los últimos meses, se desvirtuaron estos victimarios. No es
factible lograr la paz si la Farc no ponen de su parte.
Allí el papel de la JEP es fundamental: es a ese tribunal al que le corresponde imponer las
penas. Tienen un amplio campo para generar precedentes. Por ejemplo, es inaceptable que
un condenado de la Farc siga en el Congreso. Va en contravía de los derechos.
Esto se logra con una JEP empoderada, no una débil. Pero la única manera de ganar puntos
es logrando hechos; hay que actuar. Y allí, francamente, la JEP va lenta.
Ya es hora de que conozcamos decisiones de peso sobre comandantes guerrilleros, al final
y al cabo deben pagar por sus delitos. Así lo acordaron en La Habana. No se puede perder
el norte; la justicia a la Farc era una piedra angular. Hay que cumplir con el deseo y
expectativa de las víctimas. Es lo mínimo.
La justicia a lo colombiano es original para el mundo. Nunca se había combinado justicia
sancionatoria con restauradora. La JEP tiene la obligación de fijar unos límites y está
corriendo el tiempo. ¿Cómo se definirá el sitio de reclusión que no es una cárcel? Nadie ha
propuesto una opción que cuente con el visto bueno de todos.
Nada fácil el tema. No hay oportunidad para los enemigos del acuerdo que quieren algo
imposible, que es ver a un guerrillero en pijama de rayas. No va pasar.
Ese es el quid del asunto: la JEP pierde con cualquier solución. Eso explica la reticencia a
proponer opciones. Sin embargo, este año es el día D para el tribunal y sus 38 magistrados.
Han sido serios: se han reunido con abogados de la Corte Penal Internacional de La Haya y
de la Corte Interamericana de Derechos Humanos de San José. Entienden que el apoyo de
la comunidad internacional es crítico. Que con esa bendición, pueden resistir la andanada
doméstica. Lo importante es romper el statu quo; la JEP pierde si todo sigue igual.

Antonio Caballero
Asesinatos
Hasta los nazis, que eran una pandilla de bandidos sin ley, se abstuvieron de bombardear la
casa de Churchill cuando estuvo a su alcance.
Rompe el derecho de la guerra el presidente Donald Trump al mandar matar al general
Qasem Soleimani, segundo hombre del régimen iraní. Porque a los jefes no se los mata. Es
como en el juego del ajedrez: al rey se lo amenaza y se lo acorrala, y ahí se termina la partida.
Pero no se lo come nadie: ni la torre, ni la reina, y mucho menos un peón. La persona del
rey es inviolable. Y así ha sido a lo largo de la historia, porque los reyes tienen entre sí una
solidaridad mayor que la que pueda tener cada rey con sus súbditos: con su pueblo. A los
reyes, a los jefes de Estado, a los primeros ministros o a los altos generales de un país los
pueden matar sus propios pueblos. Pero sus enemigos, no. Es por eso que el asesinato con
dron del general Soleimani, ordenado por el presidente Donald Trump, no es una simple
decisión de Estado, sino un crimen de guerra.
La tradición viene –o el derecho– de los romanos, que inventaron el derecho: “Roma no
paga traidores”, sentenció el Senado romano al rechazar el asesinato en Hispania del
rebelde lusitano contra Roma, Viriato, en el siglo segundo antes de Cristo. Y hasta en las
guerras civiles: Julio César hizo ejecutar a los asesinos que le entregaron la cabeza cortada
de su adversario Pompeyo. Pero, más allá de lo tradicional y lo jurídico, lo de no matar a los
jefes enemigos es más bien un imperativo ético, por injusto que pueda parecer: siempre se
ha considerado más respetable y legítimo exterminar a todos los soldados de un ejército
que matar a sus jefes, y se ha tenido por más limpia y respetable una guerra que un
homicidio. Será inmoral, pero es así. Y desde hace varios siglos esa prohibición está
consignada en tratados internacionales sobre las leyes de la guerra. Así los ingleses no
ejecutaron a Napoleón, y los aliados no ahorcaron al Kaiser alemán cuando terminó la
Primera Guerra, ni en la Segunda trataron de asesinar a Hitler, y hasta los propios nazis, que
eran una pandilla de bandidos sin ley, se abstuvieron de bombardear la casa de campo de
Churchill cuando estuvo a su alcance.
Hasta los nazis, que eran una pandilla de bandidos sin ley, se abstuvieron de bombardear la
casa de Churchill cuando estuvo a su alcance.
Porque por lo general ese tabú se ha respetado. Salvo, en los últimos tiempos, por parte de
dos países, que se consideran ambos elegidos de Dios, y por consiguiente por encima de las
leyes de los hombres: Israel y los Estados Unidos.
Israel ha asesinado a varios dirigentes de la resistencia palestina, a veces por teléfono, como
en el caso de Yahie Ayash, a quien le estalló el suyo en el oído. Tal vez también al propio
Yasser Arafat, presidente de la Autoridad Nacional Palestina, envenenándolo en su casa
presidencial de Ramala con un compuesto radiactivo. Los Estados Unidos lo han intentado
muchas veces, y logrado unas cuantas, con bastantes dirigentes de países extranjeros que
han considerado sus enemigos. El almirante japonés Isoroku Yamamoto en 1943. Y es
curioso que los comentaristas norteamericanos que en estos días han escrito sobre
Soleimani no mencionan sino ese caso, ocurrido en plena guerra abierta, y no los varios
ejemplos de dirigentes latinoamericanos asesinados por los Estados Unidos en tiempos de
paz: el dominicano Trujillo, el panameño Torrijos, el ecuatoriano Roldós, el chileno Allende.
O el cubano Fidel Castro, objetivo superviviente de por lo menos ocho tentativas de
asesinato de la CIA. “Despreciables criaturas”como llamó en su momento a los dirigentes
colombianos el presidente Teodoro Roosevelt cuando se negaban a entregarle el canal de
Panamá. Y otros extranjeros más, también de razas consideradas por ellos inferiores: el
congolés Lumumba, el iraní Mossadegh, el iraquí Sadam Hussein, el libio Gaddafi.
Y no solo ordenaron tales crímenes presidentes norteamericanos guerreristas (como, por
lo demás, lo han sido casi todos: Kennedy, Johnson, Nixon, Reagan, los dos Bush; y de ahí
para atrás), sino incluso aparentes mansas palomas como Carter y Obama, que recibieron
sendos Premios Nobel de la Paz. Bajo Carter, la CIA organizó el asesinato del arzobispo
salvadoreño Oscar Arnulfo Romero, incómodo para las operaciones del gobierno
norteamericano en América Central. Bajo Obama, el Pentágono mató en Pakistán al jefe de
Al Qaeda, Osama bin Laden, ante los gritos de gozo de la entonces secretaria de Estado,
Hillary Clinton. Y con varios jefes de la guerra civil yemení, Obama estrenó el método del
asesinato por dron teledirigido desde Washington: el mismo que Donald Trump acaba de
usar para dar muerte a Soleimani.
Para los Estados Unidos, no. Les complica la vida en el barril de pólvora del Medio Oriente.
Pero para Donald Trump, personalmente hablando, sí. Además de que distrae la atención
sobre el juicio de su impeachment, parece convertirlo en un verdadero “presidente de
guerra”, que es lo que más admiran los electores rasos norteamericanos. Y en particular los
partidarios de Trump: blancos y pobres. Los hace sentir fuertes, temidos, superiores, al
menos al principio de sus guerras. Después, cuando las empiezan a perder, el presidente de
los Estados Unidos es ya el siguiente.
Pero a Trump, por eso, lo van a reelegir. Y seguirá perdiéndolas.

Daniel Samper Ospina


Aportes de Colombia en la Tercer Guerra
La tercera guerra mundial es una oportunidad de oro para que se luzca Carlitos Holmes.
Confieso que soy un iluso y que en determinado momento supuse que esta semana,
efectivamente, estallaría la tercera guerra mundial: era una oportunidad extraordinaria
para que Iván Duque demostrara que, al igual que su menú nocturno, el gobierno de la
equidad está hecho de buena pasta.
No soy experto en asuntos de geopolítica. De por sí, el único chiita que conozco es Andrés
Jaramillo, cuyo restaurante queda en el pueblo que le otorga su gentilicio; y, aún hoy, cada
vez que alguien se refiere al conflicto de Oriente Próximo, supongo que está hablando de la
carretera a los Llanos Orientales que, pese a billonarias inversiones, con las primeras lluvias
quedó como si la hubieran bombardeado desde un dron.
No soy experto, digo, pero confío en quienes lo son, y los analistas advertían que la
explosión de un conflicto planetario tendría consecuencias imprevisibles, especialmente
para la economía universal: el valor del petróleo llegaría a las nubes. Y no se descartarían
nuevas alzas en el precio del Chocorramo.
Sin embargo, la tercera guerra mundial nos habría tomado con lo mejor que tenemos: el
veterano estadista Iván Duque, aquella versión criolla, acaso más rolliza, de Winston
Chuchill, dirige los destinos de la patria; el veterano Carlos Holmes se destaca en la cartera
de Defensa; la curtida Claudia Blum, experta en las complejas sensibilidades del golfo
Pérsico, sostiene las riendas de nuestra política exterior. Y su mano derecha en Estados
Unidos, Pachito Santos, domina las altas esferas del poder americano con la misma destreza
con que Iván Duque domina la pelota. De hecho, ante la inminencia de esta nueva guerra,
la canciller alcanzó a citar al embajador a una nueva cumbre en el restaurante del hotel
Mandarín, en Washington, donde se reúnen cuando necesitan privacidad:

–Esto es un desastre, Claudia, son un desastre: a Carlos Holmes le conseguí reunión con el
Pentágono, pero no hace nada: no tiene una agenda, no tiene una estrategia. El Pentágono
parece una ONG. Y mi Milo no está caliente.

Sin embargo, al final de la semana las aguas parecían regresar a su cauce, aunque en manos
del presidente de Estados Unidos todo resulta incierto.
La tercera guerra mundial es una oportunidad de oro para que se luzca Carlitos Holmes.

¿Habrá una tercera guerra mundial? El amago le conviene a Trump: es una cortina de humo
a la medida para distraer el juicio que prospera en su contra, y de paso asegurar su
reelección. Una estrategia que podría calcar de modo idéntico Álvaro Uribe para inventar
una guerra contra Oriente Próximo, es decir, Venezuela, desviar la atención sobre su caso
judicial y hacer elegir “al que diga Uribe” en 2022, que a mi juicio podría ser Rafael Nieto
(en caso de que durante la guerra no lo necesiten en calidad de petardo). O el propio Carlitos
Holmes, que ha hecho un trabajo soñado como ministro de Defensa. Saldría a tomarse el
mundo de la mano del general Zapateiro. Lanzarían una bomba al aeropuerto de Maiquetía.
El hongo del humo parecería un homenaje al peinado de Pachito Santos.

¿Habrá una tercera guerra mundial? Expertos aseguran que la lluvia de misiles acabaría con
nuestra especie. En ese caso, en la casa no nos hemos debido meter en la costosa
remodelación del estudio, que nada que terminan.

Y, pese a todo, si se desata el conflicto planetario, Colombia debe aprovechar la ocasión


para demostrarles a los hermanos norteamericanos que pueden contar con nosotros, ya no
solo para que nos ahoguemos en glifosato, sino para apoyarlos en su cruzada universal, sea
la que sea.

La tercera guerra mundial es una oportunidad de oro para que se luzca Carlitos Holmes.

En este momento, ya tiene extendido el mapa en la mesa de su despacho para enterarse de


primera mano en qué parte exacta de la geografía queda Irán, y marcar los lugares
estratégicos con las fichas del parqués con que solía matar el tiempo Luis Carlos Villegas.

–El país queda sobre este golfo, ministro…

–Entonces ofrezcamos la información que tenemos sobre el cartel del golfo. Y sugiramos
que sometan a forcejeos a los de Hizbulá.

–¿Incluyendo a Pachito Santos, ministro?

–¡Cómo así, general?

–Pachito también es bolá.

En el pesebre de Duque

Podrá ofrecer al Gobierno amigo de los Estados Unidos lo mejor de nuestra inteligencia
militar. Enviar un contingente del Esmad a Oriente Medio. Embutir ayatolas en carros sin
marcas de la Policía. Enviar a Teherán a los Name idem, los Name Teherán, para que
corrompan el sistema. Pedir a la vicepresidenta que acuse, sin pruebas, la presencia de
rusos en el envío de misiles y pregunte a Alí Jamenei, durante sus rezos, a quién le está
gritando. Ofrecer asesoría al ayatola del Valle de Aburrá para exportar al Medio Oriente su
concepto de asesinatos aplazados. Y permitir que el Pentágono estudie a fondo a Alejandro
Ordóñez para averiguar cómo funciona la mente de un fundamentalista religioso.

Con semejante asesoría, Irán quedará en las ruinas. Y durará en reconstruirse lo mismo que
la eterna remodelación del estudio de mi casa.

CONFIDENCIALES

La defensa del cobro para no tener pico y placa

La medida de despedida de Enrique Peñalosa que le permite no tener pico y placa en Bogotá
al que pague 4 millones de pesos al año ha sido ampliamente criticada como inequitativa y
discriminatoria. Por eso, llamó la atención una columna de Luis Guillermo Vélez en la que
asegura exactamente lo contrario. Su argumento es que hasta ahora los únicos que podían
evitar el pico y placa eran los ricos con carro blindado o con dos vehículos. Gracias al nuevo
decreto, los profesionales de clase media podrían acceder a ese privilegio.

¿Carlos Fernando o Juan Manuel Galán a la presidencia de 2022?

La familia Galán se encuentra en una encrucijada: cuál de los hermanos, Juan Manuel o
Carlos Fernando, debería aspirar a la presidencia en 2022. Por el millón de votos que sacó
Carlos Fernando en Bogotá contra Claudia López, se pensó que él era el primero en la fila.
No es así por ahora. Después de largos debates familiares, la cosa va en lo siguiente. Juan
Manuel iría por la presidencia en 2022 y Carlos Fernando por la Alcaldía de Bogotá en 2023.
De tener éxito, sería la primera vez en la historia del país en que los dos cargos de elección
popular más importantes quedarían en manos de dos hermanos.

Una peticion difícil de Claudia López a sus secretarios

Una de las primeras medidas de Claudia López como alcaldesa fue poner en práctica algunos
de los puntos de la consulta anticorrupción no aprobados. Uno de estos era difícil de
cumplir. Les pidió a sus secretarios que hicieran una relación, tanto en Colombia como en
el exterior, de sus inversiones y de las de todos sus familiares hasta el cuarto grado de
consanguinidad. Pese a las buenas intenciones, pocos colombianos conocen las finanzas de
sus primos, o incluso de sus hermanos.

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