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Lisiados de guerra: heridas que hay que cerrar

Envío encuestó a 350 lisiados, en distintos puntos del país, para conocer mejor sus problemas.
Nos acercamos así a esas heridas que quedarán abiertas aún cuando venga la paz. Heridas
que habrá que cerrar entre todos.

Chepe Concepción parece un lápiz. Está delgadísimo. Con la ayuda de dos muletas va
empujando su pierna derecha, seca, rígida. Perdió una parte de la rodilla y con ella el
movimiento. Sobre su cara, seria, medio irónica, sabe bien cómo administrar las sonrisas para
que los demás sonrían.

¿Qué por qué estoy así? Pues por el cachimbeo, ¡por defender la patria! Los doctores ya me
dijeron que voy a quedar renco, porque esta pata queda tiesa para siempre. ¿Que qué
pienso? ¡¿Qué voy a pensar?¡ Bien afligido al comienzo, porque ya no podía trabajar en nada
que tuviera caminata, ya no podía correr ni jugar béisbol. Y no podía correr ni jugar béisbol. Y
hasta hoy me siento amuhinado con las muchachas. ¿Que quién me ayudó? Yo mismo, mis
pensamientos. Y mirar que no sólo yo estoy así, sino que hay muchísimos. Coto de una mano,
de las dos manos, cotos de una pata, de las dos, ciegos, en silla de ruedas... Los compañeros
ayudan porque nos ponemos alegres. Porque si estamos tristes nos morimos y por cuenta,
con una pata muerta ya está bastante.

Chepe Concepción, de una comarca rural en la carretera Masaya-Tipitapa, con 20 años, es


uno entre los más de 3.500 lisiados que la guerra contrarrevolucionaria ha dejado en
Nicaragua.

"Cachorros" de los Batallones de Lucha Irregular en la primera línea


Los datos de la encuesta indican que el 75% de los lisiados de guerra tiene entre 18 y 25
años. La mayoría, pues, son jóvenes que cumplían con su servicio militar cuando fueron
heridos irreparablemente. Dicen también los datos que el 85% de los lisiados sufrió su lesión
en combate.

Desde finales de 1983, al implementarse la ley del servicio militar por primera vez en la
historia de Nicaragua- se comenzaron a formar los batallones de Lucha Irregular(BLI), que
resultaron decisivos en le exitoso enfrentamiento con los contras, que llevaban adelante una
guerra irregular.

La mayoría de los lisiados de guerra se encuentran entre los muchachos de estos BLI, que un
día - reclutados, también voluntarios- dejaron la escuela, la universidad, el arado, la fábrica, el
calorcito del hogar, la novia y la mamá para ir a la guerra.

Su juventud muy bien entrenada los hacía más capaces de aguantar caminatas, lluvias y
lodos, hambre y desvelos y las enfermedades de la montaña. Los "cachorros" de los BLI
tomaron el relevo a los "cachorros" - voluntarios en los Batallones de Reservas- y cambiaron
el curso de la guerra ya desde finales de 1985.

En 4 años, miles de jóvenes han pasado por las filas del Servicio militar Patriótico. Después de
cumplir los 2 años del servicio, miles tienen ya la categoría y el carnet de "desmovilizados". No
es pública la cifra de los que murieron en combate. Teniendo en cuenta la edad promedio de
los lisiados encuestados y su número total, podríamos calcular que unos 2.500 cachorros de
los BLI han quedado mutilados, discapacitados, como resultado de haber ocupado un puesto
en la primera línea de combate para responder a la guerra que Estados Unidos impuso hace 8
años al pueblo de Nicaragua.

En cada BLI van unos 16 jóvenes con formación como sanitarios, destinados a atender en el
primer momento a los heridos. SI las heridas son graves, salvar la vida dependerá en gran
medida de la rapidez con que se pueda evacuar al cachorro hacia un hospital. Los
helicópteros de fabricación soviética con que el ejército de Nicaragua cuenta desde 1984 han
sido una pieza clave en esta tarea. Pero muchas veces es larguísimo el camino que hay que
andar con el herido, a lomo de mula, cargándolo entre varios compañeros, hasta llegar a una
pista en donde puedan aterrirzar los helicópteros.

- Ese tiempo que se pierde es precioso - nos dice un sanitario del BLI "Santos López"-. Por
culpa de esos largos caminos en la montaña, muchos compañeros no pierden la vida, pero sí
una pierna, si es que van heridos porque pisaron una mina. Cuando llegan al hospital ya la
llevan arruinada, con gangrena, la no hay de otra que amputar.

Según el censo nacional de lisiados de guerra, más de la quinta parte de ellos son porque han
sufrido la amputación de uno de sus miembros. El 95% de éstos ha perdidos una de las
piernas y en ciertos casos, las dos.

La mayoría de estos amputados de las piernas fueron víctimas de la explosión de minas de


toda clase con las que los contras siembran los caminos de montaña y las trochas por donde
se internan los BLI. El objetivo de las pequeñas minas anti-personales - del tamaño de una
lata de sardinas - es precisamente ése: amputar.

- Amputar, no matar: eso es lo que buscan - dice el sanitario del "Santos López"-. Es doloroso
decirlo, pero aun caído es más fácil sacarlo de la montaña, mientras que para un herido se
necesitan cuatro hombres turnándose para cargarlo, cuidándolo. Un herido es una carga en el
momento y después de amputado trae toda una serie de nuevos problemas...

Habla Chepe Concepción, tan serio y con su sonrisa a chispazos:


- Yo estuve en 86 y 87 siempre en la quinta región, en el BLI. Pero los blises no es que
estemos instalados en un pueblo, no. Nos mantenemos siempre en la montaña. Nosotros
somos los que hemos hecho correr a los contras. Los blises somos los que hemos hecho
verga a esos contras cascarudos y a algunos, pues, nos toco quedar lisiados. Y algunos como
yo hasta perdimos la novia, porque la mía no me esperó y me cortó. Pero si yo no tuviera esta
pierna arruinada y caminara tranquilo, yo me iría de vuelta al servicio. A mí, para qué, me
gustaba aquello. Yo me fui voluntario y aunque quedé renco, no me arrepiento. ¿Por qué
arrepentirme? A veces sueño en la noche y estoy jugando béisbol. O sueño cuando andaba
en la montaña, que corría, combatiendo, que andaba con los demás compas en los lodazales,
caminando con mi mochila. Después ya me despierto y la pata, nada, que no se mueve...

Hablando con los cachorros lisiados no queda duda de que ha sido con una gran cuota de ese
entusiasmo y audacia que sólo se tienen en la juventud que Nicaragua le ganó la guerra a los
Estados Unidos.En Apanás, un hospital de la montaña

Cuando el obispo español-brasileño Dom Pedro Casaldáliga visitó por primera vez Nicaragua
en 1985 llegó hasta el hospital militar de Apanás, en Jinotega, y escribió después: "El hospital
más alegres que he visto en mi vida, aunque por definición, sean un poco triste todos los
hospitales del mundo".
Realmente se ve bonito el hospital con sus galerones de madera, entre las verdes montañas
del invierno del norte, cerca del lago artificial hecho con las aguas del río Tuma. El clima es
siempre fresco.

El hospital lleva el nombre de Germán Pomares. Se levantó en junio de 1984 como un hospital
de campaña para la más completa atención primaria a los combatientes heridos. Eran los
tiempos más duros de la guerra. Y aquella era una de las zonas de guerra más duras. En 4
años han sido atendidos 8 mil heridos y se han realizados 5 mil operaciones. La atención y
capacidad de Apanás en la respuesta sanitaria a los combatientes sólo es superada por el
hospital militar "Dávila Bolaños" de Managua, el mejor equipado de Nicaragua.

En enero, cuando visitamos Apanas, sus camas estaban más ocupadas de lo que lo estarían
dos meses después tras el cese al fuego iniciado con los Acuerdos de Sapoá. La mayor
distracción de los muchachos heridos era la novela que daba por la noche la televisión,
brasileña "Niña Moza", que andaba por sus penúltimos capítulos y que dejaba en suspenso
todas las tareas sanitarias, la plásticas y hasta las quejas y dolores.

Hablamos con Orlando, un religioso joven que pasaba unos meses trabajando como sanitario
del hospital:

- He visto muchas veces el proceso que termina en una amputación. El chavalo viene de la
montaña con su pierna herida, pero aún, que sí, que no, sin saber. Pero si lo sacaron muy
tarde de la montaña o por la inexperiencia de los sanitarios del BLI las curas no fueron bien
hechas, ya viene esa pierna con la gangrena. A los días, por más antibióticos, la pierna se va
inflamando, poniéndose morada, morada. Por más limpieza que hay en la sala, se crea un
hedor insoportable. El chavalo ya sabe: soy yo, estoy podrido, me van a amputar. Conocen
otros casos, han oído. El médico aún no les dice nada, pero ellos ya saben. En lo primero que
piensan es en la mamá. ¿Y cómo le voy a decir a mi mamá? El médico le dice: te vamos a
operar a ver si salvamos la pierna. Para que tenga una actitud positiva, pues. A veces la
mamá llega, porque le avisan que su chavalo está herido y ella sabe que van a amputar. Es
terrible verlos a los dos abrazados, llorando, antes de ir al quirófano el chavalo.Cuando
vuelven de quirófano, casi todos hablan con la anestesia. Muchos recuerdan cuando fueron
heridos. Es impactante, porque revivís con ellos el momento en que los fregaron. Se les graba,
lo repiten. Es una anestesia que puede durar a veces hasta un día entero. Y pasan hablando.
Cuando ya despiertan sienten en su cuerpo como un vacío. Así lo describen. Al momento que
se tocan y se dan cuenta de que no tienen su pierna, rompen a llorar. Es desgarrador.

En Apanás se reúnen muchachos de la ciudad y del campo. Entre los campesinos llegan
algunos que nunca habían visto una televisión, mucho menos una novela por televisión. Para
los que quedan discapacitados, las preguntas iniciales son diferentes. A los de la ciudad les
preocupa: ¿Qué va decir mi mamá?, ¿Me irá a dejar mi novia? Las inquietudes de los
campesinos son otras: ¿Cómo voy a poder sembrar?, ¿Cómo voy a montar a caballo?,
¿Cómo me voy a quedar sentado en una banca?

No siempre estas interrogantes se resuelven positivamente. Hay madres que se desesperan


ante la inesperada discapacidad del hijo o tanto lo sobre protegen que lo van anulando y
haciendo cada vez más desvalido. Hay novias que dejan al que quedó ciego o parapléjico o
mutilado. Y hay campesinos para los que la invalidez representa realmente el fin del mundo.

Faustino era pastor evangélico. Una mina le destrozó la pierna a la altura de la ingle. No era
posible ponerle una prótesis. Al volver a su lugar, lo primero y único que hizo fue hacerse
católico para poder beber sin remordimientos. Hoy pasa el día borracho, en una hamaca,
tratando de olvidar la mala hora en que perdió su pierna y las ganas de vivir.
Alvaro quedó hemipléjico, sin un ojo y sin una pierna. El tratamiento de rehabilitación no
mejoró su invalidez. Su madre lo cuida ahora como si fuera un niño pequeño, aunque Jacinto
puede caminar algo. Pero, "¿qué va a hacer ya, el pobrecito?"

- ¿A quién maldicen por su mal, Orlando?

- La gente que anda más amargada, la que pasa echando mierda o muestra resentimiento con
la revolución, son los muchachos que por escaparse de la guerra ellos mismos se meten un
tiro en una pierna o en una mano. Para que los lleven a l hospital, los curen y así zafarse. Hay
algunos casos. La mayoría son chavalos bien honestos que se han penqueado por una causa
y que a mí me hacían sentir un cobarde. Para ellos, la mayoría, está claro que hay que
maldecir de la guerra, que es la guerra del imperialismo norteamericano, que hay que maldecir
de la contra, que les quitó su pierna, un pedazo de su vida. A ninguno se le ocurre que "Dios
lo quiso así". A Dios ni se lo toqués, no tiene ninguna responsabilidad en su percance.

Bayardo perdió los ojos


Un 7% de los lisiados perdió uno de sus ojos en la guerra. EL 1% quedó completamente
ciego. Entre ellos está Bayardo González, 23 años.

Lo encontramos en el parque central de Granada, acompañado de una muchacha y de un


chavalito que quería quitarle el bastón con el que se guía para convertirlo en caballito y
cabalgar en él.

Bayardo lleva unos lentes de espejos como los de los rockeros, con los que disimula sus ojos
sin luz. Camina con seguridad y varias muchachas se detienen a saludarlo. Las conoce por la
voz y responde al saludo. Dice que tiene muchas novias. Y no le cuesta contar su historia,
aunque al recordar lo que pasó no puede ocultar -sí controlar- la emoción.

- En enero del 84 me tocaba el servicio. Y fui en cuanto me llamaron. Llevaba yo un recelo por
ahí dentro, no dejaba de sentirlo. Yo trabajaba manejando una máquina de lijar puertas en una
empresa de madera. Y estudiaba por la noche. Lo que yo quería era regresar pronto para
seguir estudiando. Ya al llegar a la escuela militar y convivir con los demás y con los
entrenamientos y las charlas se me fue quitando un poco ese recelo.

- Después de dos meses y medio de capacitación militar pasamos directamente a la montaña.


Como a los 15 días de andar por la montaña tuvimos el primer combate. Fue por el lado de
Wiwilí. El combate comenzó como a las 5 de la mañana, cuando ya era claro. Era mi primer
combate. Claro que sentí miedo. ¡Ay, mama mía! Pero me controlé, pues. A las dos horas yo
estaba cubriéndole una avanzada a los compañeros y quedé frente a un grupo de contras, que
estaban protegidos detrás de una gran roca, ellos cubriendo la retirada a los suyos.
Estábamos frente a frente, como a unos 30 metros. Pero yo estaba de viaje sin nada que me
cubriera, ni un árbol cerquita, sólo montecito que no cubre nada, zacate. Un contra se me
puso en la mira del AK, pero segundos antes de que yo disparara él disparó primero. La bala
me entró entre medio de los dos ojos y me salió por el cuello.

- Sentí el impacto, una vibración aguda en los oídos y lo miré todo negro. Me desmayé. Según
yo, ya estaba muerto, Estoy tiste, dije ¿Será esta oscurana el "otro mundo"? Volví a estar
consciente y llamé a los compañeros para que me sacaran de allí. Ya no sentía miedo. Yo
pensaba que era una herida no más. En ese momento no me imaginaba que iba quedare
ciego. Recuerdo bien clarito al contra que me disparó. Era como de 25 años, blanco, pero
negro crespo suelto, como el mío. Un poquito más bajo que yo, nada más que más recio. A
saber quién sería él. El fue lo último que yo miré en este mundo.
- Los médicos no me dijeron que yo iba a quedar ciego. Yo les preguntaba: ¿Por qué no miro?
Y ellos: Eso es así, no te preocupés. Pero yo conocía que era el sistema que usan los
médicos para que uno no se aflija. En realidad no me engañaban. Yo me iba preparando.
Chocho, pensaba yo tengo que superarme. Le doy gracias a Dios que mi familia me ayudó. Y
mi comunidad. Un día llegaron a Granada a verme. ¡15 personas a verme a mí! Aunque
hablaban suave, fui reconociendo las voces de la gente de mi barrio. Y era alegre que
hubieran venido sólo por verme a mí. Ese apoyo fue muy valioso.

- Cuando salí del hospital y vine a la casa seguía con la misma interrogante. No me decían.
Como que no se atrevían. Pero yo seguía preparándome. Me hablaban de que con una
operación tal vez... Un día le dije a mi hermana: ¿Qué tanto de posibilidades tengo yo de
mirar? El uno por ciento, me dijo. y ahí ya me di cuente. ¡El uno por ciento es el cero por
ciento, ¿verdad?! ¡¡Es totalmente nada! Pero como yo ya llevaba tiempo pensativo y
preparándome, eso me ayudó.

- Me sentí muchas veces desesperado. Pero me ponía a pensar: lo pasado, pasado, estoy en
lo que estoy y tengo que vivir el presente. Así analizaba, buscando cómo surgir en esta vida.
Un amigo que estudió conmigo me ayudó. El siempre me decía: Mirá, Bayardo, yo no voy a
descansar hasta que me mire detrás de un escritorio. Hasta que fuera un profesional, pues.
Trabajábamos y estudiábamos juntos antes de ir al servicio. Nos apoyamos en todo. Quince
días después de que yo quedé ciego, el murió en combate. Pensaba en él y decía: yo tengo
que superarme.

Después de superar las primeras tensiones de aislamiento, características en todos los


lisiados que visitamos, Bayardo fue al Centro para No videntes "Carlos Fonseca" de Managua.
Allí pasó unas semanas interno aprendiendo a usar el bastón para poder andar solo, a leer y a
escribir - también a máquina - en el método Braille y algunos oficios manuales. Hoy estudia
para terminar su secundaria valiéndose de una grabadora, porque no hay libros de texto en
Braille. Está en tercer año y ha quedado el primero de su aula en los últimos exámenes.

- Cuando salí del centro sentí como que me devolvieran la vista, porque ya puedo oír a donde
quiera. Una vez una compañera me preguntó que por qué estudiaba. ¿Y por qué estudias
vos?, le pregunté yo. Porque la respuesta que vos me vas a dar es la misma que la que yo te
voy a dar. Y es que yo me siento igual a ellos. Tal vez en algún problema importan, de
matemáticas, por ejemplo, es cuando pienso: si mirara, ya lo hubiera hecho. Porque yo miré
antes, ¿no? Yo sé lo que es mirar. Pero ya no paso añorando mirar, ya no pienso en eso.
Porque yo siento que miro. Sí, exactamente así lo siento.

En 1980 fue fundado en Managua el Centro para No-Videntes "Carlos Fonseca" - Carlos tenía
los ojos extremadamente miopes - para la rehabilitación de ciegos y semi-videntes. Es un
servicio gratuito del Ministerio de Bienestar Social, holandesa y del Uruguay. En el centro, los
ciegos aprenden a valerse por sí mismo: higiene personal, cocina, limpieza de la casa.
Practican deportes, aprenden a usar el bastón (los perros lazarillos están descartado por lo
cara que resulta su alimentación), el método Braille y oficios: cerámica, confección de
hamacas y de bolsos de macramé, jardinerías. En 1986, con el apoyo de la UNICEF, del
gobierno de Holanda y de Reveo, un organismo no gubernamental holandés, se inauguró en
Nicaragua la primera imprenta Braille de toda Centroamérica y la cuarta de América Latina,
que lleva el nombre de Rubén Darío. Entre los libros publicados están cuentos infantiles, libros
de texto, poemas y escritos de Sandino.

La barrera de la familia
Los meses de convalecencia en el hospital ayudan al herido que sabe que va a quedar lisiado
a superar el primer choque psicológico. Lo ayudan los compañeros, la vida de grupo. La sala
de convalecientes de Apanás es alegre y desordenada. Naipes, ajedrez, una guitarra y un
cancionero, la televisión con sus telenovelas, la radio. Y conocer chavalos que nunca se
habrían conocido. Los de León con los de Rivas. Los de Masaya con los de Jinotega. Los de
la ciudad con los del campo. A todos los amputados se les informa que podrán tener de nuevo
la pierna, el brazo que perdieron, y el saberlo les da seguridad. Volverán al colegio, volverán a
bailar. Y hasta ensayan ya a mover el muñón cortado al ritmo de la cumbia que suena
estridente en la radio.

Ricardo, 26 años, de Masaya, baleado en el vientre, perdió casi todo el intestino delgado y
tiene 4 saturaciones en el grueso. Pasó en el hospital militar de Managua año y medio.
Irregularidades en la atención de los mandos militares intermedios, en la eficiencia de algún
estudiante de medicina en la agilidad de las estructuras de apoyo a los combatientes
complicaron y alargaron su mal, poniéndolo al borde de la muerte, casi en la raya. Sin
embargo, Ricardo no guarda una gota de resentimiento.

Después de las operaciones y con la pérdida de tanto tramo de intestino su vida ya no es la


misma. No puede hacer grandes esfuerzos ni correr ni hacer deporte. Ni comer de todo.

- Manda a no engordar mucho y a comer legumbres, sobre todo, pero aquí con esta situación
económica, uno tiene que comer lo que halla.

Recuerda el hospital con verdadera añoranza y ha elaborado teorías sobre sus ventajas:

- Cuando a mí me dan de alta, salgo con la colostomía, esa bolsa para defecar, porque el
intestino tarda en funcionar, lo dejan como sellado. No quería salir de mi casa, me sentía todo
monótono, sólo estaba en cama con aquel entristecimiento y me miraba y decía: yo no era así,
mi cuerpo era normal. Mi familia mucho me chinchineaba. Me hacían todo. Pero eso no ayuda,
lo que hace es bajarte la moral. Lo lindo y lo bueno de hospital es que allí no se pueden
quedar los familiares a cuidarte a no ser que uno vaya para el otro lado más que para éste,
que se vaya a morir, pues. El que no esté la familia ayuda. Recuerdo un día que a mí me llega
a ver una enfermera: Dicen que no podes caminar, Ricardo. Y yo que no, que no puedo.
Entonces agarró la sábana y no sé cómo hizo que cuando siento ¡ya estoy de pie! ¿Y cómo
decías que no podías caminar? Y me metió en el baño: ¡ya no te voy a bañar más en la cama!
La familia no, todo te lo da en la boca. En el hospital tenés que poner de tu parte. Y cuando
uno ya aprendió, enseña a los que van llegando. En el hospital todos somos bien unidos.
Cuando uno va a la sala de operaciones todo los demás lo encomendamos a Dios. Tenés
ánimo, no te preocupés, vamos a estar al tanto tuyo... Y nos turneamos esperándolo para ver
cómo va su operación. Y cuando ya se divisa la camilla, ya sale uno en carrera a recibirlo, a
mirar cómo salió, a animarlo. Por toda esa unión, ese compañerismo, cuando salí del hospital,
el hospital me hacía falta. Por los compañeros. Y siempre que paso por allí, lo añoro.

Edgard, lisiado - un ojo y un oído perdido y afectaciones motoras en todo el cuerpo- es el


coordinador de los 18 lisiados de guerrra que haya en San Marcos. Los problemas más serios
los ha tenido no con los lisiados, con su resentimiento o su pasivisidad, sino con algunas
familias que los aíslan, resentidas con la revolución, a la que achacan la culpa de su dolor.

- En la comarca Pío XII hay uno costo de una pierna. Se lo llevaron al servicio y tuvo el
percance. Lo llevaron herido a su casa. Yo querido ayudarle a pensionarse, para que reciba
alguna ayudita económica. Pero su papá no deja que uno pase ni de la puerta. Hasta el
machete le alza a uno y lo putea vulgarmente. ¡Agarraron a mi hijo bueno y sano y lo fregaron!
¡Ahora no quiero nada de ustedes! ¡Al hijueputa de ustedes que venga, lo macheteyo!! Ha
agarrado a su chavalo y allí lo tiene encerrado de viaje como si fuera una criatura. Ni prótesis
ha permitido que le ponga. Ni platicar con uno le deja él. Así el chavalo no se desarrolla.

La reintegración del lisiado de guerra a la sociedad comienza en la familia. No siempre es


fácil. De un excesivo paternalismo inicial se pasa a veces a sentir al lisiado como una carga,
sobre todo si se trata de hacer frente a las diversas inmovilidades que producen las
monoplejias, hemiplejía o paraplejias (las padecen el 13% del total de lisiados). Tanto la
sobreprotección como el abandono pueden empeorar al lisiado física o psíquicamente. Vimos,
por ejemplo, a un campesino que anda en silla de ruedas por todos los lados en su comarca,
pero cuando va a la ciudad, si no tiene un familiar al lado se siente un enfermito desvalido.

En la Región IV han querido organizarse talleres para que las familias conozcan los cuidados
sanitarios elementales para atender al discapacitado y reciban también una formación
psicológica para saberlo tratar contribuyendo a su desarrollo. Pero todavía no hay ni los
recursos económicos y humanos suficientes para emprender esta tarea ni tampoco la
conciencia de esta necesidad en las familias. Se trata de un problema de toda la sociedad, al
que recién ahora, con la perspectiva del fin de la guerra, Nicaragua comienza a despertar.
"Compartamos el reto de su integración a la vida social" es el eslogan -quizá demasiado frío y
conceptual - que empezó a divulgarse en el primer spot televisivo sobre el tema.

El rechazo o la incomprensión de la familia, de los compañeros de trabajo, de la sociedad en


general, es el caldo de cultivo para los resentimientos. Y muchas veces, la camaradería y la
esperanza que el grupo ayudó a vivir en el hospital se transforma en decepción al salir a la
calle donde no es fácil trabajar, seguir estudiando o no haya suficiente apoyo económico o
escasea el apoyo moral. Cuando no aparecen las oportunidades es cuando se escucha una
pregunta que es un inmenso desafío y que oímos en la boca de algunos lisiados: "Yo le di un
pedazo de mi cuerpo a esta revolución, ¿ Y esta revolución que me va a dar ahora a mí?"

Una respuesta: piernas de cedro real


Cuando visitamos la industria ortoprotésica "Erasmo Paredes Herrera", contiguo al Hospital de
Rehabilitación para lisiados "Aldo Chavarría", Esteban, el director técnico, estaba regresando
de la India, a donde había ido a conocer la tecnología empleada en ese gran país para hacer
prótesis de pies a partir del caucho. Ese material permite que los pies artificiales puedan
enlodarse y mojarse sin daño. En Nicaragua, los pies se están haciendo con madera y resina
plástica, pero la tecnología india podría ser una tecnología apropiada a las características
climáticas de nuestros país.

En los tiempos del somocismo, quien perdía una pierna o un brazo, se quedaba para siempre
sin él no tenía dinero, viajaba al extranjero o solucionar su problema. En 1980, con el apoyo
del organismos canadiense Oxfam-Quebec, se creó un pequeño taller de producción de
prótesis -piernas fundamentalmente- para atender a los que habían quedado mutilados en la
lucha insurreccional contra Somoza. En dos años se produjeron en aquel taller 220 prótesis.
En 1982 el taller, cumplida su misión, dejó de funcionar. En 1984, con el incremento de la
guerra y en base a esta positiva experiencia, el Ministerio de Salud nicaragüenses y el Comité
Internacional de la Cruz Roja (CICR) decidieron crear una industria ortoprotésica con todas las
de la ley. "Hablando crudamente, ésta es una industria de repuestos humanos", dice Grace
Lola, directora.

EL CICR financió la instalación de la industria y se responsabilizó, con un equipo de 5 de sus


técnicos, de capacitar para este trabajo a 13 técnicos nicaragüenses. El CICR financia
también la importancia de los materiales que no se producen en el país. El presupuesto que
da el Ministerio de Salud a la industria sirve para la compra de los materiales nacionales,
especialmente la madera. Las piernas artificiales nicaragüenses se hacen con cedro real,
madera preciosa que por su gran dureza no se apolilla ni se raja ni se pudre. Las prótesis de
miembros superiores se hacen con plástico importado. El 95% de las prótesis que se
producen - y que se necesitan - son de los miembros inferiores.

La producción ha ido aumentando y perfeccionándose. EN 1986, cuando empezó a funcionar


la industria, se fabricaron 86 prótesis. En 1987 ya fueron 311. En 1988 serán entre 400 y 500.
En 1989 podrán llegar a ser 600, que es el máximo de la capacidad instalada de la industria.

- El nacimiento de esta empresa -dice Grace- está en relación con la guerra y con su
incremento. Y el desarrollo de la empresa está ahora en relación con las posibilidades de
lograr un cese al fuego permanente. Si la guerra sigue, habrá más amputados y tendremos
que ampliar la industria y preparar más técnicos. Pero si la guerra termina, ¿para qué hacer
esa inversión? Estamos a la expectativa. Y con la esperanza de no tener que desarrollarnos
más.

Hasta 1984 la gran mayoría de los lisiados por amputación salían al extranjero. Con la
solidaridad de la República Democrática Alemana, Bulgaria, Hungría, Checoslovaquia y Cuba
regresaban a Nicaragua caminando con sus prótesis. Pero la tecnología empleada en los
países europeos, adaptada a su clima, a su alimentación y a sus recursos industriales, no era
la más apropiada para ser usada después en Nicaragua. Como toda prótesis tiene una vida
útil de 3-4 años, surgen problemas cuando el lisiado tiene que pasar de la tecnología con la
que empezó a caminar a la que se emplea ya con éxito en la industria nicaragüense, que no
desmerece de la extranjera en nada. Actualmente, sólo están saliendo al extranjero algunos
lisiados a los que es preciso hacerles alargamiento de huesos, injertos y operaciones muy
específicas.

La ayuda solidaria que más aprecia en Nicaragua es la de donación o financiamiento de


materias primas bien concretas que no se producen en el país y que se emplean en la
confección - según la tecnología nacional- de prótesis, diversos aparatos de ortesis y hasta de
los zapatos ortopédicos. (Se hacen 120 al mes en la industria, pero la demanda es diez veces
mayor, debido a que causa un gran número de niños con pie plano).

- Sería más cómodo decir - dice Grace -: ¡dónennos mil rodillas! Y ya las tenemos aseguradas
para dos años. Pero ésa no es la gracia, porque aquí ya sabemos hacer la rodilla, la
articulación de la rodilla y el pie. Mejor es que nos donen los materiales que precisamos para
hacerlo nosotros.

En una sala de la industria vemos algunas conmoverdoras reliquias. Son las prótesis
artesanales que algunos lisiados se confeccionaron ellos mismos con materiales caseros -
jarras de plástico, latas, madera, pedazos de hierro- y que usaron antes de poder ir a la
industria, movidos por el enorme deseo de volver a caminar.

Aunque cualquier amputado (por accidente de tráfico o de trabajo o por enfermedad - son
muchísimos los casos de diabetes que provocan gangrena-), puede llegar a la industria en
ella, como las instalaciones sanitarias de todo país, los combatientes tienen prioridad. Para
ellos el servicio es totalmente gratuito, corriendo con los gastos el Ministerio de Bienestar
Social. A cubrir totalmente la demanda de los combatientes se dedica el 80% de la
producción. A los otros lisiados se le pide una colaboración económica voluntaria y cada quien
da lo que puede. Hoy, en las listas de espera están solamente no-combatientes adultos. Los
niños están también priorizados.

El caso más patético que recuerda Grace es el de Kenia, una niña de Siuna, de 8 años, que
en el ataque contrerrevolucionario a las minas (diciembre/87) perdió sus dos piernas, mientras
su abuela moría sobre ella, cubriéndola con su cuerpo del mortero indiscriminado con que los
contras castigaron ese día a la población civil.

- Mientras Kenia estuvo aquí con nosotros, nunca dejó de llorar. Era un gemido aterrador. La
niñita tenía también problemas emocionales y no aceptaba que hubiera perdido sus "dos
patitas". Después la sacaron al extranjero para tratamiento fuera, pero como es niña y está
creciendo tendrá que ir cambiando sus prótesis cada cierto tiempo. Aquí le tenemos las dos
patitas que nosotros le hicimos, aquí la seguiremos atendiendo.

La industria trabaja no sólo con fisioterapias. También cuenta con psicólogos y trabajadores
sociales.
- Nada haríamos -dice Grace- si el paciente sale con una prótesis muy buena
tecnológicamente, muy linda estéticamente, como ya las hacemos, y al salir es un marginado.
Ellos tienen a veces un miedo de salir porque temen ser rechazados. Y no dejan de tener
razón. Es un problema en las familias. Y es un problema en las empresas productivas, que no
los aceptan. Y es un problema de la sociedad entera. Haya que ser francos: vemos al hombre
discapacitado como a una persona incapaz de desarrollar sus habilidades, llena de
limitaciones. Y aquí uno aprende que con el discapacitado hay que tener paciencia. Algunos
se muestran exigentes, otros agresivos. Otros son comprensivos y agradecen. Pero todos
tienen un trauma y se requiere de un proceso, de un tiempo, para que ellos acepten y nosotros
los aceptemos. Para mí esto ha sido también un proceso. Yo no soy médico ni nunca había
trabajado en ninguna área de la salud. Soy ingeniero industrial y me pusieron aquí porque esto
es una empresa se pueda mirar solo como empresa. Aquí hay problemas humanos. Pero no
es con lástima que se ayuda a los que llegan. A mí me pasó al comienzo. Por cada caso,
llegaba a casa llorando. me angustiaba, cada uno me daba lástima. Ahora ya no, me encanta
trabajar con ellos, verlos con ánimo, darles ánimo, tratarlos como trato a cualquier persona
normal. La lástima no ayuda.

Cuando un lisiado llega al industria es ya una persona rehabilitada en otros hospitales. Es una
persona sana a la que le falta un miembro. Cuando es así, tarda unas 4-6 semanas en salir
caminando con su prótesis. Ese tiempo lo pasa interno en la industria, que tiene capacidad
para alojar a unos 40. Conocimos un caso en el que se batieron los records de rehabilitación y
prótesis: el del casi-médico Francisco Ortega, que perdió una pierna en la Operación Danto.

"Perdí la pierna, pero no se perdió la patria"


La operación Danto (marzo/88), en la zona fronteriza con Honduras, fue el golpe militar y
moral más contundente que el ejército sandinista ha propinado a la contrarrevolución en todos
los años de guerra. En los 15 días que duró la acción, los contras tuvieron mil bajas entre
muertos y heridos. En la Operación participaron 5 Blis, 2 unidades del ejército y algunas
pequeñas unidades de fuerza especiales y de aseguramiento, que tuvieron 34 muertos y 68
heridos, de los que 22 quedaron lisiados por amputación, a causa de la explosión de las minas
con las que los contras tenían cercados los acceso a los estratégicos campamentos que les
fueron prácticamente desmantelados en la operación.

El pueblo de Nicaragua conoció del operativo y de sus resultados exitosos en momentos de


emergencia nacional, cuando 4 mil marines norteamericanos llegaban a la frontera hondureña
a "poner orden". La televisión nicaragüense ofreció esos días la imagen de Francisco Ortega,
un médico de 24 años, que con su pierna amputada dijo sonriente, tranquilo: "Perdí mi pierna,
pero no se perdió la patria". Una frase de segundos, que se hizo famosa en pocas horas y que
levantó durante varios días la moral de casi todos.

Tres meses después, Ortega camino por las calles de Managua con una prótesis de cedro real
y con un bastón de metal.
- Dicen que lo ando para así parecer un renco elegante.

Todos los amputados de la Danto fueron súper-priorizados para su rehabilitación. Algunos


eran casos dramáticos: Salomé, un cachorro que perdió sus dos ojos y una pierna; otros dos
jóvenes, mutilados de ambas piernas... Con el esfuerzo de las fisioterapistas del Aldo
Chavarría y con el esfuerzo de ellos, se batieron récords en su recuperación. Y un proceso
que en su conjunto dura unos 8 meses, desde que se amputa hasta que se maneja bien la
prótesis, se redujo a pocas semanas. Interesaba probaré - y nunca se había probado en
ninguna parte - que en tan poquísimo tiempo un mutilado puede estar de nuevo caminando.
Era una prueba, y más todavía, era un importante espaldarazo moral a los que hicieron
posible tan decisiva victoria para Nicaragua. Cinco semanas después de ser operado,
Francisco Ortega estaba de nuevo caminando.

En otros operativos y combates Francisco, casi médico, había curado a bastantes cachorros
que habían sido heridos o habían perdido sus piernas por el efecto de las minas.

- Lo mío pasó el 12 de marzo. Ya habíamos tenido varios combates con la guardia.


Estábamos en un cerrito calentando algo para comer, cuando oímos una explosión como a
800 metros. Ya conocíamos el ruido: era explosión de mina. Escuchamos los gritos: ¡que pase
un médico! Subí en carrera con Ahmed, el político del BLI. Sabíamos que por allí todo estaba
minado. Vimos al compañero: había perdido la pierna. Lo atendimos y lo mandamos a
evacuar. Al rato, Ahmed y yo bajábamos de últimos, ya de regreso, bromeando sobre si
íbamos a caer, como cuando uno corta un chagüite. Me di cuenta de lo que había pasado
cuando miro a Ahmed llorando: ¿Qué te pasó, hermanito? Debajo de la rodilla no tenía pierna.
El primer vendaje y el torniquete me lo pusieron ahí mismo, con un pañuelo rojinegro de un
compañero.

Fue Francisco quien dirigió serenamente el tipo de vendajes y de torniquete, los antibióticos y
la inyección que tenían que ponerle.

- En ese momento no se siente dolor. En seguida pensé que no tenía pata pero que iba a
tener la vida. Me acordé de los cuatro compañeros amputados que ya había atendido esos
días en el operativo. Me había dolido verlos mutilados, pero traté de ponerme fuerte para
darles fuerza a ellos. Ah, pensé, si yo hice eso, no voy a salir ahora con otra chochada...
Ahmed me dice: No te ahuevés, hermanito. Yo no me ahuevo, le digo, "aquí hay hombre para
cualquiera". Era una frase de la novela "La Vorágine", que habíamos leído juntos y que
veníamos comentando al subir el cerrito. Ya vi que los demás compañeros se acercaban y
algunos venían llorando. Hombre, ¿qué me están llorando. Hombre, ¿qué me están llorando si
no estoy muerto? Ya me sacaron y comencé a revisarme a ver si estaba completo. La pierna
volada nunca apareció. La mina las pulveriza a veces.

Francisco termina su carrera de medicina en 1989. La experiencia de la amputación ha hecho


nacer en él la votación de especializarse en fisiatría. Sería el segundo médico nicaragüense
que sigue esta especialidad después de la revolución. De antes de la revolución hay sólo otro
3 especialistas.

- Yo pensaba antes de esto en estudiar psiquiatría o epidemiología. Pero miro que la fisiatría
integra lo mental que me gustaba de la psiquiatría.

-¿Qué reacciones emocionales has observado entre otros compañeros también mutilados?

-En el momento de la exposición y de la amputación, es lógica, es normal, algunos se afligen.


Pero ya después va subiendo la moral, el deseo de superarse. Entre todos nos damos fuerza.
En nuestro caso, ya en el avión que nos traía a Managua veníamos chileando. Si veíamos a
alguno decaído, en silencio nos poníamos de acuerdo para levantarle el ánimo. Después, en
la rehabilitación y en la industria, conocí a muchos lisiados más. Hay un gran ánimo. Yo miré a
todos impacientes porque les tomaran las medidas para ponerles la prótesis de una vez. Todo
mundo quiere su pierna para salir y volver a la vida. Yo creo que lo que predomina entre
nosotros los lisiados es un gran deseo de superación, de hacerle huevos al asunto...

- ¿Y cómo te sentís ahora con la prótesis?

- Bueno, cuando me la probaron, la primera vez que te la ponen, que te colocan en short
delante de un espejo para que te mirés, yo me sentí alegre. Nunca me había puesto a pensar
lo importante que es pararse uno sobre sus pies, dar un paso, caminar... Fue un momento
alegre. Ahora, ya un mes con la prótesis, tengo que reconocer mis limitaciones: no puedo
correr, no puedo jugar basketball, que me encantaba, no puedo caminar demasiado, porque a
las 5 cuadras ya me aprieta y me molesta. Y no puedo tomar los buses. Porque si aquí los
sanos tienen que ser atletas para correr y treparse a un bus, ¡nosotros...! Yo creo que lo más
difícil no es ni la amputación ni el proceso de rehabilitación. Lo más difícil es salir a la vida
normal, esos primeros meses desde que uno sale a la calle...

Al salir a la calle
"Rompiendo barreras" es el título de un documental producido estos años en Nicaragua para
que la conciencia sobre los problemas de los discapacitados se haga más masiva. Superadas
las primeras barreras -el primer trauma físico y psicológico, el hospital con el proceso de
curación y de rehabilitación, la adaptación a aparatos auxiliares - y superada también la
tentación del enclaustramiento familiar, hay muchas otras barreras que el lisiado tiene que
romper.

En esto, como en casi todo, la unión hace la fuerza. Unos 3 mil discapacitados - sea cual sea
el origen de su discapacidad - están hoy organizados y son activos en la Organización de
Revolucionarios Discapacitados Ernesto Ché Guevara. Son muchos más los afiliados. La ORD
fue creada en 1980 para agrupar a los lisiados de la guerra de liberación contra Somaza. El
Che Guevara, que superó la discapacidad de su asma para luchar por la liberación
latinoamericana, fue elegido para bautizar la organización.

Desde 1986, la ORD - conocida, extendida y apreciada ya en zonas bien aisladas del país,
como pudimos comprobar - ha tratado de reforzar los mecanismos para que los
discapacitados se encuentren periódicamente, se comuniquen y comuniquen a toda la
sociedad sus problemas. Como gremio, se coordinan con las instituciones estatales y
representan a los discapacitados ante ella: para becas, viajes, tratamientos, etc. El gran
objetivo es que el discapacitado sea uno más a la hora de conseguir empleo, de estudiar, de
hacer deporte, de divertirse, de tomar un bus o de circular por las calles en su silla de ruedas.
Que sea uno más a la hora de participar. El dirigente de la ORD, Fernando López -lisiado
insurreccional, en su silla de ruedas-, lo resume así: "El reto es sacar al discapacitado de su
casa y ponerlo en la calle".

Para empezar a lograr esto con los que no pueden caminar, y con el apoyo de Shia, un
organismos no gubernamental sueco, la ORD mantiene el único taller del país que fábrica
sillas de ruedas y las repara. Producen unas 25 al mes y tratan de venderlas lo más baratas
posibles. También facilita la ORD a los discapacitados otros materiales: bolsas, sondas,
catéteres, etc., que importan con donaciones solidarias.

Después de sacar al discapacitado a la calle, éste debe ganarse una autoridad moral
demostrando a la sociedad que es realmente una persona capaz. "Hasta que no lo miren con
sus ojos no lo van a creer", dice Fernando. En un primer momento, una de las actividades que
más puede romper los prejuicios es la competencia deportiva. Verlos haciendo deporte ayuda
a "creer". La ORD ha empezado a organizar estos juegos en distintos lugares del país. Los
primeros a nivel nacional se celebraron con éxito en Managua en nov/87. Carreteras - también
en sillas de ruedas, también para ciegos-, natación, baloncesto, tiro, ajedrez... El potencial
físico desplegado por los lisiados fue notable.

Fue durante la primera competencia deportiva organizada por la ORD en Granada para los
lisiados de la IV Región que conocimos a Roberto, un muchacho de Masatepe, 20 años, con
prótesis en el brazo izquierdo. Antes del percance como casi todos le llaman- era carpintero.
Venía de participar en las pruebas de tiro, aunque no ganó. Hacía tres meses que tenía la
prótesis. EL que su nuevo brazo terminara en un garfio - que reproduce los movimientos de la
mano era para él un grandísimo problema. Resultaba conmovedor su rostro, aún de niño,
cuando se miraba, abatido, su mano metálica. Todo lo injusto de esta guerra parecía estar
dentro de aquellos ojos:

- Al comienzo me echaba este chunche a la bolsa para que nadie me lo mirara. Me


amuhinaba. Porque no más lo miran ya comentan, se percatan y me da pena. Poco me lo
seco todavía. Cuando yo más me aflijo es cuando voy a una fiesta y saco a bailar conmigo.
Ahí sólo que estén mis primas, que si bailan conmigo. Quizá si yo tuviera algo que parezca
mano no me pusiera a pensar tantas cosas... Todo lo que nos han fregado esos contras. Uno,
para qué, a veces les tiene rencor.

Pero es más fácil preparar una competencia deportiva que asegurar empleo a los
discapacitados. Hay que prepararlos en un oficio adecuado - no siempre el que ya sabían - y
hay que preparar a las empresas y a la sociedad para que los acepten como cualquier otro
obrero.

Es en este aspecto en donde los problemas son mayores y más complejos de resolver. El
47% de los lisiados que encuestamos no estudiaba nada ni trabajaba en nada. El 90% recibía
ayuda económica del Estado, pero era una ayuda totalmente insuficiente para su propio
mantenimiento, mucho más para ayudar a la familia. Casi el 70% tenía nivel de estudios
primarios y el 95% deseaba aprender un oficio o estudiar para mejorar su situación y no ser
una carga en la familia. Lo más destacado en las respuestas de la inmensa mayoría era un
gran deseo de superación y la decisión gran ir, ya y a donde fuera, para empezar a hacer algo.
Un río desbordado en busca de cauces.

La única iniciativa sistemática que ha existido hasta ahora para capacitar a los lisiados en
oficios apropiados a sus posibilidades es el Centro Gaspar García Laviana, creado en
septiembre de 1979 en unas casas que se confiscaron a somocistas en un bonito reparto de
Managua. Se trataba de capacitar laboralmente a lisiados de la insurrección y a víctimas de la
poliomielitis, enfermedad que en pocos años logró erradicar la revolución. 260 jóvenes
salieron del Centro en esta primera etapa.

En abril/86, con apoyo del organismo Terre des Hommes (Suiza), se inició la segunda etapa
para la capacitación de lisiados de la guerra contrarrevolucionaria y otros discapacitados. En
el Centro hay lugar para 100 alumnos y talleres de hilandería, de corte y confección, juguetería
y reparación de radio y TV. Algunos egresados del Centro formaron una cooperativa de
costura en Managua con unos 12 miembros, que es bastante activa. El Instituto Histórico
Centroamericano (IHCA) abrirá este año una escuela de capacitación para lisiados con cursos
de 5 meses en mecánica automotriz y con otras materias de formación histórica y humano.
Pero saber un oficio no es todavía igual a tener un empleo. La durísima crisis económica que
vive Nicaragua y las medidas compactación - reducción de la burocracia estatal en aras de
mayor eficiencia - han causado muchos desempleados. También entre los discapacitados,
juzgados a priori como menos eficientes que los demás. Algunos lisiados con los que
hablamos expresaron algo así como un escándalo ante decisiones de este tipo. A otros con
los que hablamos, el Estado les había ofrecido el empleo de celadores, "cepe-efes". Un
chavalo de 19 años, con discapacidad motora en una pierna, lloró cuando habló de esta
oferta. "¿Cómo voy a hacer eso a mi edad?". Toribio, un campesino de Malpaisillo, activo
organizador de cooperativas y miliciano, con problemas de nefritis en la columna, estaba peor.
No le ofrecían nada. También lloró al contárnoslo: "Antes yo servía y ahora no servía y ahora
no sirvo. ¿Y cómo voy a alimentara esta cachimbal de hijos? El Estado ya no se acuerda de
este perro como está."

Los principales problemas que se enfrentan en el Centro Gaspar García Laviana tienen que
ver con la superación de diversas barreras. Barreras familiares sobre todo. La excesiva
dependencia de la familia provoca la evasión o el ausentismo en las clases. "Los tienen tan
chineados que aquí no se acostumbran" dice una psicóloga. Otros problemas económicos en
la familia también influyen en el ausentismo. Barrera emocionales: se sienten inferiores,
incapaces, y se inventan todo tipo de excusas físicas para no ir a clases, para llegar tarde o
tomarse descansos extra. Según María Auxiliadora Leyva, directora del centro, los lisiados son
especialistas consumados en simular males, enredar y tender trampas para no aceptar la
disciplina. Al final del curso, algunos inventan pretextos, que ahora son al revés: para
quedarse en el Centro y no volver a su comunidad, de la que se sienten desvinculados. No es
fácil romper barreras en la sicología de la mayoría de los lisiados.

Algunos casos son ejemplares. En julio de 1982, la sonrisa de Brenda Rocha se hizo popular
en toda Nicaragua. la guerra apenas comenzaba cuando Brenda, una miliciana de sólo 15
años, defendió con otros 6 milicianos voluntarios, la planta hidroeléctrica de El Salto, cerca de
Bonanza, del ataque de 100 contrarrevolucionarios. Brenda herida, fue la única sobreviviente.
La planta se salvó, pero Brenda perdió su brazo derecho. "Aquí está mi otro brazo para
trabajar donde sea necesario", repitió entonces, sonriente, en el hospital, en su casa y en
actos masivos. No eran sólo palabras. En julio/88 Brenda fue elegida por los jóvenes de
Managua como Presidenta de la Federación de Estudiantes de Secundaria. hasta llega a
ocupar esta responsabilidad, Brenda, con una gran voluntad, tuvo que hace un largo camino
para superar el dolor de su cuerpo mutilado y ganarse un espacio de igual a igual entre los
muchachos y muchachas de su edad.

Los psicólogos nicaragüenses han analizado, de diversos formas, cómo la guerra, este tipo de
guerra de desgaste decretada por el gobierno Reagan, ha afectado la sicología del pueblo de
Nicaragua. Concluyen que, en general, el resultado es un pueblo sano. Psicólogos del ejército
sandinista insisten en dato que consideran fundamental: el apoyo y el cariño con que la
sociedad en general acoge a los movilizados y a los movilizados del servicio militar da a éstos
una fortaleza psicológica que les permite participar en una guerra tan dura con una gran cuota
de sanidad mental. El hecho de que la guerra sea percibida mayoritariamente como la defensa
de la nación ante una agresión que viene del exterior, cohesiona psicológicamente a la
población civil y también a los combatientes, manteniéndolos unidos moralmente y
psicológicamente sanos. La vida cotidiana en Nicaragua confirma a cada momento y de
muchas formas este diagnóstico.

Esto no ha impedido que entre los lisiados de guerra el 4% lo sea por trastornos psicosis de
diversos orden. Cavan trincheras en el patio de su casa, cuando se ponen alterados
reconstruyen en su habitación el combate que más les afectó, sienten que la guardia los
persigue hasta el último rincón de la casa, se vuelven agresivos si tiene un arma entre las
manos, se vuelven alcohólicos, algún intento de suicidio, algún suicidio...

Hay lisiados con daños psiquiátricos que reciben alguna atención en un centro especializado
de Managua. Pero es la mayoría de los lisiados de guerra la que requiere de un trato
psicológico diferenciado, consciente, que es responsabilidad de toda la sociedad. En este
terreno muchas cosas están por hacer. Cuando llegue la paz muchas se podrán hacer.

El apoyo a los combatientes


Al incrementarse la guerra en 1984, el gobierno decidió la incorporación masiva de los jóvenes
al servicio militar. A la par, creó a fines de aquel año la Casa de Apoyo al Combatiente, que
debía resolver lo más eficazmente posible los nuevos problemas que esa movilización masiva
haría surgir. La Casa trabajaría en coordinación con el ejército, los comités barriales, las
organizaciones de mujeres y de jóvenes, los ministerios de salud, educación, trabajo y
bienestar social.

Se trata de tareas nuevas, para las que hubo que crear nuevas estructuras, nuevos canales y
personales: visitas de las familias a los movilizados, correo de doble vía, información a los
familiares sobre heridos o muertos, apoyo económico a las familias, a los heridos, a los
huérfanos, visita y traslados a hospitales, entierros, pensiones a las familias de los caídos...
Dos años después, atención a los desmovilizados para su reinserción en la sociedad. Entre
las tareas estaba también la de apoyar a los lisiados de guerra en todas las formas posibles.

A todas estas complejas tareas el Estado destina cada mes - en 1998 - 50 millones de
córdobas, según la información ofrecida por el propio Presidente Daniel Ortega a los
trabajadores de la salud y educación (junio/87), explicando los enormes aunque insuficientes
gastos sociales que pesan sobre el debilitado presupuesto del país.

Hay una Casa Nacional de Apoyo al Combatiente y Casas Regionales y Zonales.


Proporcionalmente al número de sus habitantes, es la Región IV (Granada, Masaya, Carazo y
Rivas, con más de 600 números de habitantes) la que tiene un mayor número de lisiados. El
22% del total nacional vive en estos cuatro departamentos. (En la Región III, Managua, con
casi un millón de personas, hay también un 22% de lisiados de guerra).

La Casa Regional de Apoyo al Combatiente de la Región IV tiene su sede en Granada., En


1987 prestó servicios de todo tipo a 40.436 personas con 132.640 acciones de apoyo,
abarcando a combatientes movilizados o desmovilizados, caídos, heridos, enfermos o lisiados,
huérfanos y a sus familiares.

- Hoy podemos decir que con nuestras acciones abarcamos al 100% de los afectados por la
guerra en la región. Ya no se nos escapa nada. Pero recibimos un presupuesto totalmente
insuficiente para todo lo que tenemos que cubrir...

Entrevistamos a Fernando Rivas director de la Casa Regional de Apoyo al Combatiente de


Granada, la CRAC, como la llamaba todos:

- Nos faltan muchas cosas. Y no tenemos con qué. Vehículos que ayuden a la movilidad de
los lisiados, clínicas especializadas en el tratamiento de la sicosis de guerra, aparatos de
ortesis, zapatos especiales, profesionales que vengan a trabajar en esto...Para que los
lisiados puedan sobrevivir, como tiene que sobrevivir toda Nicaragua.

-¿ Hay conciencia en las instituciones estatales del desafío social que representan los lisiados
de guerra?
- Yo diría que es hasta ahora que la revolución empieza a descubrir que tiene que hacer
acciones que garanticen el futuro de estos compañeros, de estos héroes, y yo creo que ése es
el merecimiento que tienen, porque gran mayoría de ellos quedaron lisiados en acciones
heroicas por defendernos a todos. para muchos esta problemática de los lisiados es nueva,
como en su momento fue nueva la que generó la movilización para el servicio. Yo creo que ya
va siendo necesaria una campaña nacional de sensibilización. Tenemos que capacitarlos y
emplearlos, tenemos que construir rampas allí donde haya gradas para que puedan subir en
sus sillas de ruedas, tendremos que invertir recursos materiales y humanos en ellos, pero la
verdad es que ahora todavía no se puede. no ha acabado la guerra...

- ¿Es a ustedes a quienes les corresponde informar a la familia que su hijo ha caído o está
herido o mutilado?.

- Sí. Es una tarea dura dar esas noticias. Pero las damos sin ocultar nada. La política de la
revolución es la política de la verdad. Una sola falla en esto nos haría perder la credibilidad
que nos hemos ido ganando, la confianza que hemos conquistado. Cuando llegamos a dar la
información, hay reacciones de todo tipo, reacciones alteradas, hay veces que hay
resentimiento... Es lógico. Pero el incremento de la agresión contrarrevolucionaria ha
provocado que el pueblo se vaya aclarando, que vaya identificando mejor quién des su
enemigo. No es lo mismo ir a comunicar la muerte o la lesión de un reservista en 82, 83,84,
que ir hoy a decir que un chavalo del servicio cayó o que está en tal hospital herido,
amputado. Hay una diferencia radical de ayer a hoy. La gente identifica quién es el culpable de
esta guerra, quién le causa sus dolor.

- ¿Trabajan psicólogos con ustedes?

- En algunas cracs hay trabajadores sociales, psicólogos, sociólogos. En esta crac nuestra no
tenemos ninguno de esos profesionales. Aquí tenemos experiencia práctica. Hemos aprendido
en la concreta, con los golpes, con las expresiones desagradables de las familias... Esta
revolución está necesitada de profesionales. Y los necesitamos de todas las especialidades.
pero lo que más tenemos en esta revolución es voluntad y disposición. Y con eso, ahí vamos
adelante.

-¿Y en la concreta, qué han aprendido en estos años sobre los lisiados?

Que lo más importante es hacerle comprender al compañero lisiado que debe aceptarse,
aceptar su realidad, y romper sus barreras. Nosotros tenemos también la tarea de animarlos a
salir de la casa, a salir a la calle. Hay que estarlos visitando, atrayendo. Es tarea con ellos y
con la familia. Hemos aprendido también que hay que sacarlos del ocio, para que su mente
esté ocupada y vuelvan a sentirse necesarios, importantes.
Cuando acabe la guerra, ¿se acabarán los cracs?

No se acabarán, porque siempre tendrá que haber ley del servicio militar y siempre tendremos
que apoyar a los cachorros. y sobre todo, porque el que termine la guerra no quiere decir que
los lisiados dejarán de serlo o que las madres de los caídos los van a ver renacer. En este país,
aunque la salud y la educación sean para todos, siempre los primeros lugares de todas las filas
tendrán que ser para los que en una etapa de esta revolución dieron una parte de su cuerpo,
dieron la vida, por defender el futuro.
Los lisiados movilizan a los lisiados
La realidad que palpamos visitando a los lisiados y conociendo los espacios en donde se les
atiende es que se ha hecho mucho, pero falta aún muchísimo por hacer. Y que no se ha
aprovechado aún el potencial que esta gente guarda esperando que una chispa lo
desencadene. Hay quien agradece más una visita que una pensión, pero hay quien busca
empleo y no lo halla y hay quien halla empleo, pero no está capacitado para desempeñarlo. Y
están los problemas psicológicos, a flor de piel o escondidos en lo más profundo, sin cicatrizar.
Y está, sobre todo esto, la falta de cauces concretos para entrar en la sociedad por la puerta
de todos.

En este largo camino que hoy queda por recorrer nos encontramos en Masaya con Moisés
Santana, lisiado de la insurrección, torturado en las cárceles de Somoza y lisiado en la guerra
con la contrarrevolución. Le faltan cuatro dedos de una mano, tiene heridas las dos piernas y
una bala está aún alojada a 4 centímetros de su columna vertebral. Lo que más ha
preocupado a Moisés en estos años es el resentimiento y la decepción que ha visto
acumularse entre los lisiados insurreccionales de Masaya - también entre los cachorros -,
especialmente porque no hallan empleo. O porque les cuesta hallarlo. O porque nadie los
entusiasma para que lo hallen.

De esa preocupación nació una iniciativa colectiva ya en marcha: la creación de una


cooperativa ganadera en el Ostional, a 8 kms. de la frontera con Costa Rica, en la que
tendrían trabajo más de 100 lisiados de la Región IV y sus familias. EL Ministerio de Reforma
Agraria entregó 1.400 manzanas de tierra y las primeras reses y el banco garantizó créditos y
asesoría técnica. Se ha pensado también en una red de ventas para comercializar en las
ciudades la leche, el queso y la crema que produzca la cooperativa.

Uno de los dirigentes de la cooperativa - lisiado - ha sabido captar hasta el fondo la necesidad
material y moral de los lisiados, sus hermanos de lucha y de dolor.

- Es que me preocupan tantos compañeros lisiados que han sido como abandonados por la
revolución. Lisiados insurreccionales, la mayoría. Y de los más jóvenes también. Yo no sé si
es que ellos no se han ocupado más de la revolución o que la revolución no ve por ellos. Pero
ahí están. Deambulan por las calles sin empleo y por eso se tiran al licor... Cuando
empezamos con la idea de la cooperativa, algunos dirigentes de organismos no nos
entendieron. Pero, ¿Cómo van a trabajar en el campo si nos tienen experiencia de eso? Lo
que yo miro es que aún no se da el apoyo suficiente, no se entiende. Este proyecto es para un
rescate. Hay que darles a entender a estos hermanos que la vida no es algo que se nos da
hecho, sino que es la oportunidad de hacer algo bien hecho. Y hay que explicarles que si la
revolución no nos ha ayudado más es porque no hemos organizado. Y tenemos que
organizarnos. A la cooperativa vamos a ir de todo: sin ojo, sin una pierna, lisiados con sicosis,
con parálisis de brazos, de piernas, borrachos, delincuentes, bonchistas, valeverguistas... No
hay condiciones ni cuotas. Para todos habrá trabajo. Va a ser una obra de rescate político y
humano. Estamos dispuestos a demostrar al pueblo nicaragüense y al mundo entero que los
discapacitados tenemos más fuerzas que el bueno y sano. porque para el bueno y sano todo
es sencillo y tal vez por eso ni le pone amor al trabajo. En cambio, nosotros lo más sencillo
que hacemos lo hacemos con sacrificio. Y por eso tal vez lo queremos más. Así vamos a
trabajar y a querer la cooperativa.

Esta cooperativa, por ser una iniciativa compleja y estar dirigida a agrupar a tanta gente, hasta
ahora dispersa y desunida, no va ser una obra fácil. No está siendo fácil. Pero por ser una
iniciativa surgida de los mismos lisiados, de la base, nacida de la compasión - " sentir con" los
lisiados- es un buen ejemplo de lo que hay que hacer, de lo mucho que se puede hacer
cuando se confía en el potencial que está hoy dormido en ellos.
La solidaridad de los lisiados con sus mimos hermanos lisiados es una solidaridad eficaz,
movilizadora, llena de esperanza, guiada por la comprensión y la paciencia. Una solidaridad
así es la que necesitará Nicaragua cuando al terminar la pesadilla de la guerra decretada por
el gobierno de Estados Unidos, inicie - victoriosa pero mutilada la reconstrucción de su
geografía u de su economía y pueda comenzar a cerrar heridas.

Brian Wilson, veterano de Vietnam, en Nicaragua


El norteamericano Brian Wilson, veterano de la guerra de Vietnam, que perdió sus dos piernas
arrollado por un tren cargado de armas para los contras y para el ejército salvadoreño y
hondureño, vino a Nicaragua en abril, con sus dos prótesis y sus bastón de lisiado. Vino para
recibir la Orden máxima de Nicaragua: la que lleva el nombre de Sandino. La recibió, la
agradeció y reiteró su solidaridad, que busca ser eficaz. Una solidaridad muy especial: la del
único lisiado gringo en esta guerra. Así habló Brian Wilson el día que lo condecoraron:

-En enero de 1986 visité Nicaragua y miré que muchos seres humanos estaban siendo
asesinados y mutilados en mi nombre de ciudadano norteamericano. Al regresar a Estados
Unidos, sentí el llamado a vender todo lo que tenía, a vivir pobremente y a trabajar cuanto
pudiera para terminar con la política militarista de mi gobierno contra el pueblo de Nicaragua y
El Salvador... Las piernas de los nicaragüenses se han hecho unas con las mía hice
simplemente lo que creo que hubiera hecho cualquier persona noble: intenté salvar a quienes
amo, quise evitar que ustedes fueran asesinados y mutilados. Y al hacerlo afirmé lo que creo:
que todos los hombres somos iguales y todos tenemos igual derecho a la vida. Nosotros los
norteamericanos no valemos más que ustedes. Ustedes los nicaragüenses no valen menos
que nosotros. El tren no se detuvo. La locura del militarismo atropelló y mutiló ese día a todas
las personas con conciencia del mundo entero... Nos pudimos a nosotros mismos y les
pedimos a ustedes que nos perdonen. Perdónennos por la política diabólica de nuestro país,
que les ha causado a ustedes tanto sufrimiento y a nosotros tanta vergüenza...

En aquella ocasión, Brian Wilson visitó en el hospital militar de Managua a Francisco Ortega,
que salía de la tercera operación a la que tuvo que ser sometido para dar por concluida la
amputación de su pierna.

- Ahí me preguntó él si yo sentía muchas molestias. Y como ya tiene experiencia, me dio


consejos para evitar unos calambres que se tienen siempre después de la amputación y me
recomendó que buscara la ayuda de un acupunturista. Me enseñó sus dos prótesis. Tranquilo.
Es un señor que se mira moralmente - y también físicamente - bien fuerte. El dice que ha
aprendido mucho de los nicaragüenses.

Mirando a Francisco Ortega, tan moralmente fuerte, viene enseguida el pensamiento: ...y los
nicaragüenses tenemos que aprender mucho de los lisiados.

- Vos, Francisco, ¿mantenés la frase aquella que te hizo famoso?

- Sí, yo dije eso porque así lo sentía. Y así lo siento. Perdí la pierna, pero no la patria ni la
revolución. Sería más doloroso que aquí viniera la guardia o un gringo a mandar. Preferimos
pasar hambre. Es cierto que el gobierno tiene errores. Pero esta revolución es el proyecto más
limpio que hemos tenido en Nicaragua. ¿De qué nos sirven los proyectos de esos jodidos, que
cuando aparecen 20 dólares se matan entre ellos? ¡Cómo destruirían al país si ellos fueran los
que mandaran! Eso sería una muerte permanente. Sería morir de pena moral. Como aquel
jefe indígena panameño que murió de pena moral con la conquista de los españoles. Eso
sería más triste. ¡Mi pierna es babosada! La perdí, sí, la perdí, pero no perdimos la patria.

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