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Relaciones Internacionales: Un mundo, muchas teorías

Stephen M Walt,
Foreign Policy, Spring 1998, pgs.29-46.

¿Por qué deberían preocuparse las autoridades y los practicantes del estudio de los
asuntos internacionales? Esos que transmiten política exterior a menudo descartan a los
teóricos académicos (frecuentemente, uno debe admitir, con razón), pero hay un enlace
irreductible entre el mundo abstracto de la teoría y el mundo real de política.
Necesitamos que las teorías le den sentido a la gran afluencia de información que nos
bombardea diariamente. Aun en estos casos, las autoridades responsables, que son
desafiantes de la "teoría", deben confiar en sus (a menudo no comentadas) ideas acerca
de cómo trabaja el mundo para decidir qué hacer. Es difícil hacer buena política si uno
de los principios básicos de la organización es defectuoso, tal como es difícil construir
buenas teorías sin saber mucho del mundo real. Todo el mundo usa teorías -ya sea él o
ella sabe eso o no- y los desacuerdos acerca de la política usualmente estriban en
desacuerdos fundamentales acerca de los resultados en la forma y en como resulta la
distribución de las fuerzas básicas.
Tomando, por ejemplo, el debate actual en relación a como reaccionar frente a China.
Desde una perspectiva, el ascenso de China es el último ejemplo de la tendencia de los
poderes nacientes para alterar el balance de poder global de maneras potencialmente
peligrosas, especialmente si su crecimiento le genera una mayor ambición.
Desde otra perspectiva, la clave para comprender la conducta futura de China está en
entender si su comportamiento será modificado por su integración en los mercados
mundiales e (inevitablemente?) abrirá espacio a los principios democráticos.
Pero desde otro punto de vista se puede señalar que las relaciones entre China y el resto
de mundo estarán marcadas por asuntos de cultura e identidad: ¿Podrá China verse a si
misma (y también vista por los otros) como un miembro normal de la comunidad
mundial o como una sociedad singular que merece tratamiento especial?.
Igualmente, el debate sobre la expansión de la OTAN se ve diferente dependiendo de la
teoría que uno utilice. Desde una perspectiva "realista", la expansión es un esfuerzo para
extender la influencia del Oeste –desde el tradicional enfoque de los intereses vitales de
Estados Unidos- durante el período de debilidad rusa y con la posibilidad de provocar
una respuesta ruda de Moscú
Desde la perspectiva liberal, sin embargo, la expansión reforzará las nacientes
democracias de Europa Central y extenderá los mecanismos de manejo de solución de
conflictos de OTAN para una región potencialmente turbulenta. Un tercer enfoque es
enfatizar el valor de incorporar a la República Checa, Hungría, y Polonia dentro de la
comunidad de seguridad del Oeste, donde sus miembros comparten una identidad
común que ha hecho de la guerra algo largamente inconcebible.
Ningún de las perspectivas es capaz de captar toda la complejidad de la política mundial
contemporánea. Por consiguiente, estamos mejor con un arsenal diverso de ideas
irreconciliables en vez de una ortodoxia teórica sola. La competencia entre teorías
ayuda a revelar sus fortalezas y debilidades e incita a la consiguiente reformulación, al
revelar desperfectos en la sabiduría convencional.
Aunque deberíamos tener cuidado al enfatizar la inventiva y el abuso del discurso, le
deberíamos dar la bienvenida y promover la heterogeneidad de los estudios
contemporáneos.

¿DE DÓNDE VENIMOS ?


El estudio de asuntos internacionales es mejor comprendido como una prolongada
competencia entre las tradiciones realistas, liberales, y radicales. El realismo enfatiza la
propensión a sostener el conflicto entre Estados; el liberalismo identifica varias formas
para mitigar tales tendencias conflictivas; la tradición radical describe cómo el sistema
de relaciones entre Estados puede ser transformado. Las fronteras entre estas tradiciones
están poco definidas y un número importante de trabajos no calzan claramente dentro de
cualquiera de estas, pero los debates al interior y entre ellas son los que han definido la
disciplina.

El Realismo
El realismo fue la tradición teórica dominante durante el período de la Guerra Fría.
Plantea las relaciones internacionales como una lucha por el poder entre Estados
interesados en sus objetivos y es generalmente pesimista sobre los prospectos para
eliminar el conflicto y la guerra. El realismo dominó los años de la Guerra Fría porque
proporcionó explicaciones simples pero poderosas para la guerra, las alianzas, el
imperialismo, los obstáculos para la cooperación y otros fenómenos internacionales, y
porque su énfasis en la competencia era consistente con las características centrales de
la rivalidad soviética-norteamericana.
Por supuesto que el realismo no es una teoría particular ya que este pensamiento se
desarrolló considerablemente a lo largo del periodo de Guerra Fría. Los realistas
"clásicos" como Hans Morgenthau y Reinhold Niebuhr creyeron que los Estados, como
seres humanos, tenían un innato deseo de dominar a los otros, lo cual les condujo a la
guerra. Morgenthau también enfatizó las virtudes del sistema clásico, multipolar, del
balance de poder y vio la rivalidad bipolar entre Estados Unidos y la Unión Soviética
como especialmente peligrosa.
Por contraste, la teoría "neorrealista" desarrollada por Kenneth Waltz ignoró la
naturaleza humana y centró su atención en los efectos del sistema internacional. Para
Waltz, el sistema internacional consistía en un número de superpotencias, cada una
tratando de sobrevivir. Debido a que el sistema es anárquico (i.e., no hay autoridad
central para proteger a los Estados), cada Estado debía sobrevivir a su manera. Waltz
sostiene que esa condición conduciría a los Estados más débiles a balancearse en contra
rivales más poderosos. Al contrario de Morgenthau, afirmó que la bipolaridad era más
estable que la multipolaridad.
Un importante aporte al realismo fue adscripción de la Teoría Ofensiva –Defensiva
(Teoría de la Guerra), diseñada por Robert Jervis, George Quester, y Stephen Van
Evera. Estos estudiosos sostuvieron que la guerra era más probable cuando los Estados
podrían vencer a otros fácilmente. Cuando la defensa era más fácil que la ofensiva, sin
embargo, la seguridad era más abundante, los incentivos de expansión declinaban y la
cooperación estaba en condiciones de florecer. Por tanto, si la defensa tuviese la ventaja,
y los Estados pueden distinguir entre armas ofensivas y defensivas, entonces los Estados
podrían adoptar la manera de defenderse sin amenazar a otros; por consiguiente,
desalentar los efectos de la anarquía. Para estos realistas "defensivos", los Estados
solamente trataron de sobrevivir y las superpotencias podían garantizar su seguridad
mediante la formación de alianzas balanceadas y elegir las posturas militares defensivas
(como las fuerzas nucleares vengativas). Como es lógico, Waltz y la mayoría de los
neorealistas creyeron que los Estados Unidos fueron sumamente seguros en gran parte
de la Guerra Fría. Su temor principal era que su posición favorable podría verse
disminuida al adoptar una política exterior excesivamente agresiva.
Así, hacia el fin de la Guerra Fría, el realismo se había trasladado desde el la percepción
oscura de la naturaleza humana de Morgenthau y hacia un tono ligeramente más
optimista.

El liberalismo
El principal cambio al realismo se originó desde una amplia familia de teorías liberales.
Una de las perspectivas sostuvo la opinión que la interdependencia económica haría que
los Estados desistieran de usar la fuerza en contra del otro porque la guerra amenazaría
la prosperidad de cada uno de ellos. Una segunda visión, a menudo asociada con el
Pdte. Woodrow Wilson, vio la ampliación de las democracias como la llave para la paz
mundial basándose en el hecho que los Estados demócratas estaban intrínsecamente más
tranquilos que los estados autoritarios. Un tercer punto de vista teórico, más reciente,
plantea que las Instituciones Internacionales (como la Agencia Internacional de Energía
y el Fondo Monetario Internacional) pueden ayudar a superar los comportamientos
estatales autárquicos, alentando a los estados a privarse de ganancias inmediatas en
función de los mayores beneficios de una cooperación consolidada.
Aunque algunos liberales coquetearon con la idea que los actores transnacionales
nuevos, especialmente las corporaciones multinacionales, se iban apropiando
gradualmente del poder de los Estados, el liberalismo generalmente vio a los estados
como los actores centrales de las relaciones internacionales. Todas las teorías liberales
percibieron a la cooperación como la acción más penetrante, más aun que la visión
defensiva del realismo, pero cada perspectiva ofreció una receta diferente para
promoverla.

Aproximaciones Radicales
Hasta los 80’ el marxismo fue la alternativa principal para las tradiciones
representativas realistas y liberales. Dónde el realismo y el liberalismo daban por
supuesto al sistema estatal, el marxismo ofrecía a ambos una explicación diferente para
el conflicto internacional y un modelo para fundamentar las transformaciones del orden
internacional existente.
La teoría marxista ortodoxa vio al capitalismo como la causa central del conflicto
internacional. Los estados capitalistas luchaban en contra como consecuencia de su
incesante interés por beneficiarse y, además, se enfrentaban contra los estados
socialistas porque vieron en ellos las semillas de su destrucción. La teoría de
neomarxista de la "dependencia", por contraste, se enfocó en las relaciones entre los
poderes capitalistas desarrollados y los subdesarrollados, sustentando que los primeros –
ayudada por una alianza diabólica con las clases dirigentes del mundo en vías de
desarrollo- se había hecho ricos explotando a los últimos. La solución fue derrocar a
tales elites parásitas e instalar un gobierno revolucionario con el fin de lograr un
desarrollo autónomo.
Ambas teorías fueron largamente desacreditadas antes que la Guerra Fría finalizara. La
extensa historia de la cooperación económica y militar entre los poderes industriales
desarrollados mostró que el capitalismo inevitablemente no condujo al conflicto. Los
quiebres que dividieron al mundo comunista demostraron que el socialismo no siempre
promovió la armonía. La teoría de la dependencia sufrió contratiempos empíricos
similares como también se determinó que, primero, la activa participación en la
economía mundial fue el mejor camino a la prosperidad que el desarrollo socialista
autónomo y, segundo, muchos países en desarrollo se probaron a si mismos como
capaces de negociar exitosamente con corporaciones multinacionales y otras
instituciones capitalistas.
Si bien el marxismo sucumbió por fallas diversas, su herencia fue asumida por un grupo
de teóricos que tornaron en escrituras postmodernas la crítica literaria y de teoría social.
Este acercamiento "deconstructivista" fue abiertamente escéptico al esfuerzo de idear
teorías generales o universales como el realismo o el liberalismo. Ciertamente, sus
proponentes enfatizaron la importancia del lenguaje y del discurso para forjar resultados
sociales. Sin embargo, porque estos estudiosos enfocaron inicialmente la atención en
criticar los paradigmas representativos de la mayoría sin ofrecerles alternativas
positivas, permanecieron en una autoconsciente minoría hasta fines de los 80’.

La Política Doméstica
No todos los estudios sobre relaciones internacionales durante la Guerra Fría se
ajustaron a los paradigmas realistas, liberales o marxistas. En particular, un número
importante de obras enfocaron su atención en las características de los Estados, la
organización del gobierno o en líderes individuales. El estilo demócrata de la teoría
liberal le hicieron fijarse bajo estos encabezados, como lo hicieron Graham Allison y
John Steinbruner para usar la Teoría de la Organización y la burocracia política para
explicar el comportamiento de la política exterior; o como Jervis, Irving Janis, y otros,
quienes aplicarán la sicología social y cognitiva. En la mayoría de los casos, estos
esfuerzos no proveyeron una teoría general de comportamiento internacional, pero
identificaron otros factores que podían conducir a los estados a comportarse de modo
diferente de las predicciones o de las aproximaciones realistas y liberales. Así, mucha
de esta literatura debería ser considerada como un complemento para los tres
paradigmas principales mas que una aproximación distinta para el análisis del sistema
internacional como un todo.

NUEVOS METODOS EN VIEJOS PARADIGMAS


Los estudios en relaciones internacionales se han diversificado significativamente desde
el fin de la Guerra Fría. Las opiniones no americanas son más conspicuas, posen un
abanico mayor de métodos y sus teorías son vistas como legitimas. Además, nuevos
temas como el conflicto étnico, el medio ambiente y el futuro del Estado han tomado
posicionamiento en la agenda de los teóricos.

Pero el sentido del deja vu es igualmente espectacular. En lugar de resolver la lucha


entre las tradiciones teóricas, el fin de la Guerra Fría meramente ha implicado un nuevo
número de debates. Irónicamente, del mismo modo que muchas sociedades suman los
mismos ideales de democracia, libre mercado y derechos humanos, los especialistas de
hallan cada vez más divididos.
El Retorno del Realismo
Aunque el fin de la Guerra Fría llevó a que algunos autores declararan que el realismo
estaba destinado al basurero académico, los rumores de su defunción eran exagerados.
Una contribución reciente de teoría realista es su atención para el problema de las
ganancias relativas y absolutas. Respondiendo a los internacionalistas que indicaban que
las instituciones internacionales permitirían privarse de las ventajas de corto plazo por el
bien de mayores ganancias de largo plazo, realistas como Joseph Grieco y Stephen
Krasner apuntaron a que las fuerzas anárquicas obligan a los Estados a preocuparse por
ambas y por cómo estas son distribuidas entre los participantes. La lógica es franca: Si
un estado cosecha más ganancias que sus socios, gradualmente se fortalecerá, y sus
socios eventualmente se pondrán más vulnerables.
Los realistas también se han dado prisa para explorar una variada colección de nuevas
temáticas. Barry Posen ofrece una explicación realista para el conflicto étnico,
reparando en que la desintegración de los estados multiétnicos podría colocar a estos
grupos a merced del terror -en sentido anárquico- ya que cada facción pudiese tentarse a
utilizar la fuerza para mejorar su posición relativa. Este problema puede ser
particularmente grave cuando el territorio de cada grupo contuvo enclaves habitados por
sus rivales étnicos -como en el caso de Yugoslavia- por lo que cada sector se vería en la
tentación de "limpiarlo" (preventivamente) de minorías ajenas y expandirse para
incorporar a cualquier otro de su grupo étnico que se encontrase fuera de sus bordes.
Los realistas también le han advertido a la OTAN respecto a la ausencia de un enemigo
claro, con lo que probablemente afrontaran crecientes tensiones y, al expandirse hacia el
este podrían en peligro las relaciones con Rusia. Finalmente, estudiosos como Michael
Mastanduno han sostenido la opinión que la política exterior de los Estados Unidos
consiste generalmente en principios realistas, en cuanto a que sus acciones están
diseñadas para conservar el predominio de Estados Unidos y forjar una orden de
posguerra bajo los intereses americanos.

El desarrollo conceptual más interesante dentro del paradigma realista ha sido la


diferencia emergente entre las opciones "defensivas" y "ofensivas". Los primeros, como
Waltz, Van Evera, y Jack Snyder supusieron que los estados tuvieron pequeños
intereses intrínsecos en la conquista militar y sostuvieron que los costos de expansión
generalmente sobrepasaron los beneficios. Consecuentemente, mantuvieron la idea que
las grandes guerras de poder ocurrieron porque los grupos domésticos exageraron y
fomentaron las percepciones de amenaza y confiaron excesivamente en la eficacia de la
fuerza militar.
Esta perspectiva está siendo desafiada a lo largo de varios frentes. Primero, como
Randall Schweller señala, la suposición neorealista de que los estados solamente tratan
de sobrevivir “compusieron el mapa” a favor del status quo, ya que tal estado de
situación imposibilitó la amenaza de las naciones revisionistas depredadoras –como la
Alemania de Hitler o la Francia de Napoleón Bonaparte que "aprecian lo que codician
mucho más que lo que poseen" y llegan a arriesgar su aniquilación para lograr sus
metas. En segundo lugar, Peter Liberman, en su libro Does Conquest Pay?, usa varios
casos históricos -como la ocupación nazi en el oeste de Europa y la hegemonía soviética
sobre Europa del este- para mostrar que los beneficios de la conquista a menudo
exceden los costos; por consiguiente, pone en duda el hecho que la expansión militar
sea eficiente en base a tales costos. En tercer lugar, los realistas ofensivos como Eric
Labs, John Mearsheimer y Fareed Zakaria sostienen que la anarquía alienta a todos los
estados a intentar maximizar su fuerza relativa, simplemente porque ningún estado
puede estar seguro del momento y el cuando un estado revisionista pueda emerger.
Estas diferencias ayudan a explicar por qué disienten los realistas sobre los asuntos
como el futuro de Europa. Para los realistas defensivos como Van Evera, la guerra es
raramente lucrativa y usualmente resulta de un militarismo, hiper-nacionalismo o algún
otro factor doméstico distorsionador. Van Evera cree que tales fuerzas están
mayormente ausentes en la posguerra europea, concluyendo que en la región prima la
paz.
Por contraste, Mearsheimer y otros realistas ofensivos creen que la fuerzas anárquicas
de las grandes potencias compiten tanto con sus características internas como con la
seguridad que retomaran el control de Europa en cuanto Estados Unidos deje su
introspección.

Nueva Vida para el Liberalismo


La derrota de comunismo le dio inicio a una suerte de autocomplacencia en el oeste, el
cual es muy bien ilustrado por Francis Fukuyama respecto a que se había alcanzado el
"fin de historia". La historia le ha prestado muy poca atención a este alarde, pero el
triunfo del oeste le dio un estímulo notable a todas las posturas y perspectivas del
pensamiento liberal.
El desarrollo más importante e interesante ha sido el debate respecto a la “paz
demócrata". Aunque la fase más reciente de éste había comenzado antes que la Unión
Soviética sufriera su colapso, se tornó más influyente a medida que el número de
democracias comenzaron a aumentar y como esta situación demostraba que tal relación
comenzaba a acrecentarse.
La teoría de la “paz demócrata” es un refinamiento de la idea que las democracias
estaban, intrínsecamente, más tranquilas que los estados autocráticos. Ello se sostenía
en la idea que aunque las democracias parecían oponerse a las guerras, raras veces
actuaban en contra de otros estados. Autores como Michael Doyle, James Lee Ray y
Bruce Russett han ofrecido un sinnúmero de explicaciones para esta tendencia, siendo la
mas recurrida aquella que sostiene que las democracias abrazan normas de compromiso
que vedan el empleo de fuerza en contra de grupos adoptando principios similares. Es
difícil de pensar acerca de un debate más influyente, reciente y académico, en cuanto
que la creencia que "las democracias no pelean con otras" ha sido una justificación
importante para los esfuerzos de la administración Clinton para ampliar la esfera de
influencia de las normas demócratas.
Es irónico que la fe en la "paz demócrata" se haya convertido en la base de la política de
Estados Unidos al mismo tiempo que las investigaciones y estudios identificaban
criterios calificadores para esta teoría. Primero, Snyder y Edward Mansfield señalaron
que los estados pueden ser más propensos para la guerra cuando están en medio de una
transición demócrata, lo que significa que los esfuerzos para exportar la democracia
podrían empeorar las cosas. En segundo lugar, críticos como Joanne Gowa y David
Spiro han sostenido que la ausencia aparente de guerra entre las democracias se debe a
que estas ya han sido definidas.
Además, Christopher Layne ha apuntado que cuando las democracias se han acercado a
la guerra en el pasado, su decisión a mantener la paz se ha debido a que comparten
características democráticas. En tercer lugar, la prueba definitiva a la que las
democracias no se oponen entre ellas es delimitada a la época post 1945 y, como Gowa
ha enfatizado, la ausencia de conflicto en este período puede deberse más en un interés
común en contener a la Unión Soviética que la convergencia de principios demócratas
compartidos.
Asimismo, los institucionalistas liberales han continuado adaptando sus teorías. Por un
lado, los reclamos de fondo de la Teoría del institucionalismo se han tornado más
pausados con el paso del tiempo. Las instituciones son ahora señaladas como
facilitadoras de la cooperación cuando en cada estado esta la intención de hacerlo, pero
se comprende ampliamente que no pueden obligar a los estados a comportarse en las
formas que son contrarias a los intereses particulares de los estados. Por otra parte,
institucionalistas como John Duffield y Robert McCalla han extendido la teoría en
nuevas y sustantivas áreas, las más notable es el estudio de OTAN. Para los autores, la
alta institucionalización de OTAN explique el por qué ha podido sobrevivir y adaptarse
a pesar de la desaparición de su adversario principal.
La línea económica de la teoría liberal es todavía más influyente en el fondo. En
particular, ha sugerido que la "globalización" de mercados mundiales, el aumento de las
redes transnacionales y las organizaciones no gubernamentales y la veloz difusión de las
tecnologías de comunicaciones revierte el poder de los estados y concentra la atención
de temas como la seguridad militar desde la óptica de la economía y la asistencia social.
Los detalles son nuevos pero la lógica básica es familiar: inmersos en una sociedad
convertida en una red de conexiones económicas y sociales, los costos de
desestabilizarlas generarán acciones estatales unilaterales, especialmente, por medio del
empleo de fuerza
Esta perspectiva implica que la guerra permanecerá, con una remota posibilidad, entre
las democracias desarrolladas. Se sugiere, por tanto, que sumar a China y a Rusia en el
juego del capitalismo mundial será la mejor forma de promover la prosperidad y paz.
Mas aun si este proceso crea una clase media fuerte en estos estados y refuerza las
presiones por democratizar. Si se suman estas sociedades a la prosperidad, la
competencia se limitará solo al ámbito económico.
Esta perspectiva ha sido desafiada por autores que sostienen que el actual nivel de
"globalización" de estas sociedades es modesto y que las transacciones se llevan a cabo
en lugares moldeados y regulados por estados. No obstante, la creencia que las fuerzas
económicas reemplazan a la tradicional política de fuerza, generan un aceptación
extendida los académicos, expertos, y autoridades responsables. En tanto, el papel del
estado tiene la probabilidad de convertirse en un tema importante en estudios futuros.
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Teorías Constructivistas
Mientras que el realismo y el liberalismo tienden a centrar su atención en factores
materiales como el poder o el comercio, las aproximaciones constructivistas enfatizan el
impacto de las ideas. En lugar de tomar al estado para garantizar que las ideas subsistan
y sobrevivan, el constructivismo aprecia los intereses y las identidades de los estados
como un producto altamente maleable de procesos históricos específicos. Ponen mucha
atención en el discurso(s) predominante(s) en la sociedad, porque este refleja y modela
creencias e intereses y establece normas de comportamiento. Consecuentemente, el
constructivismo está especialmente atento a los cambios. Este acercamiento ha
reemplazado al marxismo como perspectiva radical preeminente en los asuntos
internacionales.
El fin de la Guerra Fría jugó un rol importante la legitimación de las teorías
constructivistas porque el realismo y el liberalismo fallaron en anticipar tal evento y
tuvieron problemas al explicarlo. El constructivismo, en cambio, tuvo una explicación:
Específicamente, el anterior presidente Mikhail Gorbachev revolucionó la política
exterior soviética porque aceptó nuevas ideas como la "seguridad común".
Además, vivimos insertos en adentro una era en la cual las viejas normas están siendo
desafiadas, los limites son disueltos y los asuntos de identidad se están tornando más
concretos e irreductibles, sorprendiendo que los estudiosos hayan planteado tales temas
desde perspectivas diferentes. Desde la perspectiva del constructivismo, de hecho, el
tema central en el mundo de posguerra es como los diferentes grupos conciben sus
identidades y sus intereses. Aunque el poder no es irrelevante, constructivismo enfatiza
el cómo las ideas y las identidades son creadas, desarrolladas y forjadas de la manera en
que los estados entienden y responden a su propia situación. Por consiguiente, tiene
importancia si los europeos se definen ellos mismos primordialmente en términos
nacionales o continentales; Si Alemania y Japón redefinen sus pasados adoptaran roles
más activos internacionalmente; y si Estados Unidos adopta o rechaza su identidad
como "policía global".
Las teorías constructivistas son muy diversas y no ofrecen un set unificado de
predicciones en cualquiera de estos asuntos. En un nivel puramente conceptual,
Alexander Wendt ha sostenido que la concepción realista de anarquía no explica
adecuadamente por qué ocurren conflictos entre estados. El tema central es cómo la
anarquía es entendida -en las palabras de Wendt, "la Anarquía es lo que los estados
hacen de él". Otra línea de la teoría del constructivismo ha enfocado la atención en el
futuro del estado territorial, sugiriendo que la comunicación transnacional y los valores
cívicos compartidos han transformado las lealtades nacionales tradicionales creando
nuevas formas radicales de asociación política. Otros constructivistas enfocan la
atención en el papel de normas, sosteniendo que el derecho internacional y otros
principios normativos han erosionado las tradicionales nociones de soberanía y
alterando los propósitos legítimos para los cuales el poder estatal puede ser utilizado. El
tema común en cada una de estas visiones es la capacidad del formar un discurso
político en el cual los actores se definen a si mismos y a sus intereses, modificando, de
tal forma, su comportamiento.
La Política Doméstica Reconsiderada
Tal como en la Guerra Fría, los estudiosos continúan explorando el impacto de la
política doméstica en el comportamiento de los estados. La política doméstica es
obviamente central para el debate acerca de la paz demócrata, y autores como Snyder,
Jeffrey Frieden y Helen Milner han examinado de que forma los intereses de los grupos
domésticos (internos) pueden distorsionar la formación de las preferencias estatales y
conducir a un comportamiento internacional ineficiente (subóptimo). George Downs,
David Rocke y otros también han explorado la forma en que las instituciones locales
(domesticas) pueden ayudar a los estados con el problema recurrente de la
incertidumbre, mientras los estudiantes de sicología han aplicado prospectos teóricos y
otras nuevas herramientas para explicar por qué a los tomadores de decisiones se les
olvida actuar según el estilo nacional.
La década pasada también fue testigo de una explosión de intereses acerca del concepto
de cultura, un desarrollo que se cruza con el énfasis del constructivismo en la
importancia de las ideas y las normas. Así, Thomas Berger y Peter Katzenstein han
utilizado las variables culturales para explicar por qué Alemania y Japón han evitado
políticas militares autoconfiadas; Elizabeth Kier ha ofrecido una interpretación cultural
de las doctrinas militares británicas y francesas en el período de entreguerras; Y Iain
Johnston ha investigado las continuidades en la política exterior china a través de una
arraigada forma de "realismo cultural". Las advertencias horrendas de Samuel
Huntington acerca de un inminente "choque de civilizaciones" son sintomáticas de esta
tendencia, en cuanto que su discusión estriba en el hecho que las afinidades culturales
amplias están suplantando las lealtades nacionales. Aunque estas y otras obras definen
la cultura en amplias y variadas formas y carecen de una explicación aclaratoria del
cómo surte efecto o qué tan perdurables estos podrían ser, las perspectivas culturales
han estado de moda durante los últimos cinco años. Esta tendencia es parcialmente una
reflexión del amplio interés en los asuntos culturales desde el mundo académico (y
también desde el debate público) y, al mismo modo, una respuesta para el surgimiento
de los violentos conflictos nacionalistas, étnicos y culturales desde la debacle de la
Unión Soviética.

LAS HERRAMIENTAS CONCEPTUALES DEL MAÑANA


Mientras estos debates reflejan la diversidad de los estudios contemporáneos acerca de
los asuntos internacionales, hay también signos obvios de convergencia. La mayoría de
los realistas reconocen que el nacionalismo, el militarismo, la etnicidad, y otros factores
domésticos son importantes; los liberales admiten que el poder es central para el
comportamiento internacional; y algunos constructivistas admiten que las ideas tendrán
mayor impacto cuándo sean respaldadas por el poder de los estados y reforzadas por las
fuerzas materiales. Los limites de cada paradigma están algo permeables, y ello da pie a
que exista una amplia oportunidad para el arbitraje intelectual.
¿Cuál de estas amplias perspectivas se analizan de forma mas ligera los asuntos
internacionales contemporáneos y de que manera los tomadores de decisiones se
mantienes más firmes al plantearse un esquema del curso de las relaciones
internacionales en el próximo siglo?
Aunque muchos académicos (y más que algunas autoridades responsables) se niegan a
admitirlo, el realismo entrega el marco teórico mas completo para comprender las
relaciones internacionales. Los estados continúan poniendo atención en el balance de
poder y preocupándose por la posibilidad de un conflicto mayor. Entre otras cosas, esta
fuerte preocupación respecto al poder y la seguridad se plantea a raíz que muchos
asiáticos y europeos están deseosos de conservar, y posiblemente, expandir la presencia
militar de Estados Unidos en sus regiones. Tal como el presidente checo Vaclav Havel
ha señalado, si a la OTAN no se sigue expandiendo, " podríamos dirigirnos hacia una
nueva catástrofe global...lo cual tendría un costo mayor que las dos Guerras Mundiales
". Éstas no son las palabras de un hombre que cree que la gran rivalidad de poder ha
sido prescrita por siempre.
Por lo que respecta a los Estados Unidos, la década pasada ha mostrado cuánto le ha
gustado ser el “número uno" y cuanto ello ha influido mantener una posición
predominante. Los Estados Unidos se han aprovechado de su superioridad actual para
imponer sus preferencias dondequiera que sea posible, a riesgo de molestar a muchos de
sus aliados mas antiguos. Ha impuesto una serie de acuerdos de control de armamentos
unilaterales a Rusia, ha dominado los problemáticos esfuerzos de paz en Bosnia, ha
dado los pasos necesarios para expandir la OTAN en el patio trasero de Rusia, y
preocuparse crecientemente del poder naciente de China.
Igualmente ha demandado repetidamente mayor confianza en el multilateralismo y un
mayor rol para las instituciones internacionales, pero ha tratado con desdén a ciertos
organismos -como Naciones Unidas y la Organización Mundial del Comercio (OMC)-
al ver que sus acciones no han sido acordes a los intereses de Estados Unidos. Rehusó
unírsele al resto de mundo en proscribir la producción de minas y fue poco cooperativo
en la cumbre medioambiental de Kyoto.
Aunque los líderes de Estados Unidos son adeptos a encubrir sus propias acciones bajo
la noble retórica del “orden mundial”, sus reales intereses mienten tras la mayor parte de
estas actuaciones. Así, el fin de la Guerra Fría no trajo el fin de política de fuerza, y el
realismo tiene la probabilidad cierta de permanecer como el único instrumento útil en
nuestra caja de herramientas intelectual.
Pero el realismo no explica todo, y un líder sabio también mantendría elementos de
otros paradigmas en mente. Las teorías liberales identifican los instrumentos que los
estados pueden usar para lograr intereses compartidos, resaltan las poderosas fuerzas
económicas las cuales los estados y las sociedades deben ahora afirmar, y ayudarnos a
comprender por qué los estados pueden diferir en sus preferencias básicas.
Paradójicamente, porque la protección de Estados Unidos reduce el peligro de
rivalidades regionales y refuerza la "paz liberal" surgida después de 1945, estos factores
pueden ubicarse en lugares relativamente más importante tanto como los Estados
Unidos continúen entregando seguridad y estabilidad en muchas partes de mundo.
Entretanto, las teorías constructivistas otorgan una mejor perspectiva al analizar cómo
las identidades y los intereses pueden cambiar con el paso del tiempo, provocando
cambios sutiles en el comportamiento de los estados y detonando, ocasionalmente y
sorpresivamente, cambios inesperados en las relaciones internacionales. Tiene
importancia si la identidad política en Europa continúa cambiando de posición desde el
estado nacional a regiones locales o, en un sentido más amplio, en la identidad europea,
tal como tiene importancia si el nacionalismo es gradualmente suplantado por el tipo de
afinidades civilizacionales sobre las que hizo énfasis Huntington. El realismo tiene poco
que decir respecto a estos temas, y las autoridades responsables podrían parcialmente
ciegas si ignoran totalmente estas posibilidades.
En resumen, cada una de estas perspectivas “irreconciliables” capturan aspectos
importantes de la política mundial. Nuestra comprensión sería pobre si solo nos
concentráramos en el pensamiento de solo una de ellas. El "desarrollo diplomático" del
futuro debería mantener el énfasis del realismo en el papel ineludible del poder, recordar
la conciencia del liberalismo respecto de las fuerzas domésticas y, ocasionalmente,
debería reflexionar sobre la visión constructivista del cambio.

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