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Tratado de Criminología - Antonio García-Pablos de Molina PDF
Tratado de Criminología - Antonio García-Pablos de Molina PDF
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* CRIMINOLOGÍA
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ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA
Catedrático de Derecho Penal de la Universidad Complutense
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Valencia, 2003 IAÍÍ. lon i .'Ci/ i > 'f/isíqMl
ÍNDICE
ÍNDICE
CAPITULO II
© TIRANT LO BLANCH EL OBJETO D E LA CRIMINOLOGÍA: DELITO, DELINCUENTE, '«
EDITA: TIRANT LO BLANCH VÍCTIMA Y CONTROL SOCIAL ¿;
C/Artes Gráficas, 14 - 46010 - Valencia •- íifBí.t") v;r'»fa0Í£,bfí •ífi[8b/!i:)n9onrEl í'K
TELES.: 96/361 00 4 8 - 5 0 El objeto de la Criminología. Introducción 77
FAX: 96/369 41 51 a) Delincuente 77
Email:tlb@ vlc.servicom.es b) Delito 77
http://www.tirant.com c) Víctima 79
Librería virtual: http://www.tirant.es d) Control social del comportamiento desviado 80
'• DEPOSITO LEGAL: V - 607 - 2003 El «delito» como objeto de la investigación criminológica 85
I.S.B.N.: 84 - 8442 - 773 - O a) El concepto penal de «delito» como punto de partida: polémica doctrinal en
IMPRIME: GUADA LITOGRAFÍA, S.L. PMc V torno a la existencia de un concepto de delito privativo de la Criminología . 85
ÍNDICE
ÍNDICE
b) Problematización y relativización del concepto de «delito» en la moderna 6') Víctima y sistema legal 180
Criminología 93 k) La situación legal de la víctima en España: examen de algunas tipologías .. 186
c) Concepto jurídico formal (penal) de «delito» y concepto criminológico: eventua- a') Víctima testigo en causas criminales 186
les discrepancias 95 ']•• b') Víctima de bandas armadas y elementos terroristas 187
1') Ámbitos privativos de la Criminología 98 c') Víctimas de delitos dolosos violentos y de delitos contra la libertad sexual 188
agí; d') Víctima de delitos de vehículo de motor 190
TS 2') Renuncia a un concepto «unitario» de «delito» 101
5. El control social del delito (control social penal) como objeto de la Criminología 192
d) El delito como «problema social» y «comunitario». Implicaciones de este punto
a) La ampliación del objeto de la Criminología y el paradigma de control.
de partida 101
Remisión al labeling approach 192
e) Delito y reacción social 105
El delincuente 106 b) El control social penal: su actuación, agentes, estrategias, portadores y sancio-
nes 194
a) Diversas imágenes y estereotipos de «delincuente» 107
c) Control social «formal» e «informal» 196
b) El postulado de la «normalidad» del infractor. Sus fundamentos y consecuen-
d) Efectividad del control social penal y «normalidad» (constancia) del delito . 202
cias 108
e) Evolución y tendencias del control social penal. 203
4. La víctima como objeto de la Criminología 111
a) El «redescubrimiento» de la víctima: factores que explican el mismo 115 V) Proceso histórico de racionalización del control social formal, especialmen-
te del «penal» 204
b) Los pioneros de la Victimología: la aportación de v. HENTIG, MENDELSOHN
2') Proceso de racionalización del Derecho Penal 205
y otros. Tipologías posteriores: la interacción «delincuente»-«víctima» y diver-
3') Conflictos específicos y de escasa relevancia social (domésticos o protago-
sas formas de participación de ésta en su propia victimización 121
nizados por infractores jóvenes y menores) 206
c) El concepto de «víctima». Clases de víctima e implicaciones 127
4') Evolución histórica del control social: no es uniforme ni lineal 207
d) Vulnerabilidad de la víctima (victimization risk) 132
e) Vulnerabilidad de la víctima y riesgo de victimización: particular referencia a «lU iSl a ü feth/jisíjioim i í»
la victimización psicológica y sus variables 136 d5S
CAPITULO III
^'i"
1') Factores de vulnerabilidad de la víctima 136
2') Concepto de «lesión psíquica». Análisis pormenorizado de algunos supues- vas EL «SISTEMA» D E LA CRIMINOLOGÍA Y RELACIONES D E
tos típicos 138 ÉSTA CON OTRAS DISCIPLINAS (a,.!-.
1) En delitos contra la propiedad 140
2) En delitos relacionados con la conducción de vehículos de motor 140 1. Autonomía e interdependencia de las disciplinas que tienen por objeto el crimen 211
3) En los de malos tratos, abuso sexual y corrupción de menores 141 2. El «sistema» de la Criminología 212
4) En agresiones físicas y lesiones 142 a) Clasificación sugerida por la «concepción enciclopédica» 212
5) En agresiones sexuales 143 . ^,Jb) Otras clasificaciones. El emplazamiento de algunas disciplinas conflictivas
f) Los perjuicios que padece la víctima: victimización primaria y secundaria.. 145 ' »'• (Criminalística, Penología y Profilaxis) y grado de autonomía de otras (Victi-
( ^ Programas de asistencia, reparación y tratamiento de las víctimas: 152 mología) 214
1') Programas de asistencia inmediata 152 3. Las «relaciones» de la Criminología con otras disciplinas 216
2') Programas de reparación a cargo del propio infractor (restitution) 154 A) Con ciencias no específicamente «criminales»: 217
3') Programas de compensación a cargo de fondos públicos (seguros, a) Biología y ciencias afines 217
indemnizaciones, etc.) 156 .\¡}S. b) Psiquiatría 218
4') Programas de asistencia a la víctima-testigo 159 SBS c) Psicología 218
h) Victimología y política criminal: miedo al delito^ prevención y autoprotección 159 89S d) Psicoanálisis 219
i) La víctima y el sistema legal: percepciones y actitudes de la víctima hacia los e) Sociología 220
diversos agentes del control social formal: 167 f) Etología 221
1') La alienación de la víctima respecto del sistema legal. La resistencia a B) Con disciplinas que se ocupan prioritariamente del «crimen»:...- 221
'' denunciar el delito: factores que la explican e implicaciones de la misma '-1§8, a) Derecho Penal 222
El 2') Actitudes de la víctima respecto a la Policía y los Tribunales 170 j '-• b) Política Criminal 226
3') Influencia de las actitudes y cualidades de la víctima en las decisiones del IfiiStlOa gíl')iir!iI!B.?K¿i (S
TV 1 i sistema legal: percepción interpersonal, cogniciones y estereotipos 171 J.5I
4') El movimiento asociativo y su incidencia en el funcionamiento sistema CAPITULO IV
legal 172 FUNCIONES D E LA CRIMINOLOGÍA (O
j) Aportación de la moderna Victimología: recapitulación 173
1') En el ámbito etiológico (dinámica delictiva) 174 1. Funciones y rol de la Criminología 229
2') En elpreventivo 176 2. El conocimiento «científico» del fenómeno criminal y la crisis del paradigma
3') En el instrumental, como fuente alternativa de información 177 «causal-explicativo» 230
,^ 4') En el político-criminal 179 3. La Criminología como «central de informaciones» (clearing) 231
5') En el político-social y asistencial 179
10 ÍNDICE ÍNDICE 11
233
4. La Criminología, «ciencia práctica» 7') El experimento 310
5. La «lucha» o «control» de la criminalidad, como objetivo polémico de la Criminología. 8') Los tests psicológicos 311
Nuevo planteamiento del problema en la Criminología oficial de los otrora países 9') Métodos de medición 314
socialistas 236 10')Métodos sociométricos 315
6. La Criminología como factor de «legitimación» o como instancia «crítica» del orden ll')Métodos longitudinales 316
238
social. 239 12')Estudios de seguimiento (follow-up) 317
7. Recapitulación: el saber criminológico y sus funciones 13')Estudios paralelos e investigaciones con grupo de control 318
8. Valoración final 247
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PARTE SEGUNDA: . i&nfi ÍTÓÍOB •
.'.&J(A,¿fe^t«l>- CAPÍTULO V
HISTORIA DE LA CRIMINOLOGÍA "' '* '
Bsr MÉTODO Y TÉCNICAS D E LA INVESTIGACIÓN
ib
CRIMINOLÓGICA
CAPÍTULO VI
EVOLUCIÓN HISTÓRICA DEL PENSAMIENTO^^
El distinto método de las ciencias del «ser» (empíricas) y de las ciencias «norma-
CRIMINOLÓGICO: ETAPA « P Í ? Í ; C / £ 7 V T Í F / C A » Í Í ^ S l Q
tivas» 251
El método criminológico: reglas y momentos del mismo 252 1. Origen de la Criminología y coordenadas de la evolución histórica del pensamiento
a) Reglas o principios del método científico 252
criminológico 323
b) Sus fases o momentos: 253
2. Etapa precientífica: sus fuentes 326
1') Determinación del modelo 253
A) Directrices procedentes de las ciencias del espíritu 327
2') Momentos de la investigación 254
El método criminológico y su objeto 255 80* a) El pensamiento utópico 327
80t' b) La Filosofía política de la Ilustración y la obra de pioneros y reformadores: 328
a) La interdependencia: método-objeto 256
b) Limitaciones del método matemático-estadístico 257 íí* 1') La aportación de BECCARIA 329
c) Trascendencia de los problemas metodológicos 257 VI* 2') Ilustrados y enciclopedistas: 333
d) La polémica doctrinal sobre el método: jalones de la misma 259 eí* • a') MONTESQUIE 333
Técnicas de la investigación criminológica 259 -I2i> b') VOLTAIRE 334
A) Clasificación de las mismas. Particular referencia a las de índole '•'estadística» 259 asi' c') ROUSSEAU : 335
B) Particular referencia al método estadístico 261 Oe& E l a i a d d ' ) MANUEL DE LARDIZÁBAL 335
1') Por razón de la naturaleza y funciones de las mismas: 261 ÍS& c) Las primeras construcciones teóricas: 338
a) Estadísticas de «masas» o de «series» 261 SE* 1') FILANGIERI y ROMAGNOSI 338
b) Estáticas y dinámicas 261 2') FEUERBACH 339
c) Estudios de pronóstico y tablas de predicción S*'*' d) La denominada «escMe¿oc/ás¿ca» y su teoría situacional de la criminalidad: 339
d) Informes de «autodenuncia» {self-reporter survey) y encuestas de 262 oc^ .,.,j. 1') Postulados de la misma 342
«victimización» {victimization studies) Htifií ' 2') Posterior evolución del modelo clásico: el denominado «raeocZasíCísmo»
Excurso: cifra negra, procesos de atrición y técnicas de estimación de 262 '^^^ o moderno clasicismo 344
la criminalidad real: 263 ^*'*'B) Aportaciones procedentes de otros ámbitos y primeros tanteos empíricos:... 350
a») Los informes de autodenuncia 268 ^*'*' a) Los pioneros de la ciencia penitenciaria: 351
b») Las encuestas de victimización i^n 1') HOWARD 351
c») La criminalidad «reaZ» en España: ficha técnica e información que 274 ^h^ O, 2') BENTHAM 352
suministran las encuestas de victimización realizadas desde 1978 278 ^** b) Aportaciones empíricas: '. 354
d») Rasgos y tendencias apreciables en la criminalidad actual 287 '*'*' 1') En el ámbito de la Fisionomía 354
2') Por razón de sus «fuentes»: 291 ^^ ••• 2') En el de la Frenología 356
a') Estadísticas policiales 292 ^^'•^ •• 3') En el de la Psiquiatría 365
b') Estadísticas judiciales 296 4') En el de la Antropología 370
c') Estadísticas penitenciarias: 301
C) Particular referencia a algunas técnicas de investigación: 305
1') Reconocimiento médico 305 •''^^h^' CAPÍTULO VII í M í H C í Ó M R W l T i a O ^l
2') La exploración 305 EVOLUCIÓN HISTÓRICA DEL P E N S A M I E N T O
3') La entrevista 306 CRIMINOLÓGICO: LA DENOMINADA «ESTADÍSTICA MORAL»
4') El cuestionario 308 O «ESCUELA CARTOGRÁFICA»
1-51, h,
5') La observación 308
6') La discusión en grupo 309 La denominada «estadística moral» y el «mito lombrosiano» .
373
ÍNDICE ÍNDICE 13
¡ÍIíL'WüHÜíñlíififí'i'r'i'r'iiníw
ÍNDICE 15
4') Contaminantes ambientales 553 El modelo psicodinámico y la función mediadora del psicoanálisis entre la
5') Otras investigaciones ambientalistas 554 Psicopatología (Psiquiatría) y la Psicología 657
c) La Criminología «biosocial»: el modelo de JEFFERY 554 Postulados del modelo psicodinámico: particular referencia al Psicoanálisis y
5. La conducta agresiva humana y sus fundamentos bio-psicosociales 558 Teorías que lo integran (freudianos, neofreudianos y heterodoxos) 659
6. Teorías biologicistas: recapitulación final. Reflexiones críticas 564 El pensamiento de FREUD 661
a) El pansexualismo freudiano y sus implicaciones 662
b) Fases del desarrollo de la libido. Complejo de Edipo, neurosis y complejo de
culpa 663
'tffltfflüBPPififV'"'«'" "1"'»«
JIWIP ÍNDICE 17
c) La teoría del inconsciente: el determinismo íreudiano y las simbolizaciones 665 2') Su teoría del aprendizaje social (variable conductual) 709
d) División dinámica de la personalidad: el aparato intrapsíquico 666 3') La variable situacional 711
Aportación a la Criminología de otros psicoanalistas 668 4. Teoría cognitiva del «desarrollo moral» (variables cognitivas) 712
a) ALEXANDER y STAUB: neurosis, complejo de culpa y castigo 668 a) La denominada Psicología de la «Gestalt»: el crimen como estructura total y
b) REIK y su crítica a la concepción tradicional de los fines de la pena 670 unitaria 713
c) AICHORN (delincuencia juvenil y delincuencia «latente») y FRIEDLANDER 671 b) Teoría del desarrollo moral y cognitivo: 714
d) El crimen como producto de la sublimación de ciertas frustaciones emocionales 1') PIAGET y las fases del desarrollo o razonamiento moral 714
(HEALYyBRONNER) 672 2') KOHLBERT y su teoría de la criminalidad: etapa premoral, etapa de
e) La hipótesis de la «privación materna» (BOWLBY) 673 moralidad convencional y etapa de moralidad autónoma 715
El pensamiento psicoanalítico postfreudiano heterodoxo o revisionista 675 3') El «razonamiento legal» de TAPP 716
a) La «Psicología individual» de ADLERy la relevancia criminógena del «comple- 4') Otras construcciones: 717
jo de inferioridad» 675 a') El trabajo de JURKOVIC y PRENTICE 717
b) La «Psicología analítica» de JUNG y el «inconsciente colectivo» 678 b') El de SAGI y EISIKOVITS 717 '
c) Teoría del «desarrollo psicosocial del yo» de ERIKSON 679 c') La aportación de RIVAS, GARRIDO y otros 718
d) El pensamiento «sociológico» de E. FROMM . 680 c) Polémica en torno a la existencia de actitudes o valores específicamente
6. Recapitulación final. Aportación del piscoanálisis y reflexiones críticas. 681 criminales: 718
yVñ '..'. ÍBií.oín íJwab&ni 1') Inexistencia de un sistema de valores criminales: 719
«SjapjOBOi'i |g a') Conclusiones de POZNANIAK ., 719
S8g' CAPITULO XIV ' - .:,q b') BRAITWAITE y BRAITWAITE 720
EL MODELO «PSICOLÓGICO »:TEORÍAS CONDUCTISTAS, f c') Otras investigaciones 721
ees TEORÍAS DEL APRENDIZAJE, TEORÍA COGNITIVA Y £ 2') Existencia de un sistema de valores criminales 721
165 ANÁLISIS FACTORIALISTA (RASGOS O V A R L ^ L E S DE LA S 3') Otras líneas de investigación alternativas 722
PERSONALIDAD) . , , _„ í 4') Conclusiones de ENDLER y MANUSSON 722
ri Rrortt";Tr>.rf R.T /•.- 5. Modelos factorialistas («rasgos» o «variables de la personalidad») 723
1. Los modelos «psicológicos», en sentido estricto 687 na a) Crisis de la teoría de la «personalidad criminal» y coordenadas del moderno
se a) Conductismo versus psicoanálisis 687 Og modelo factorialista de «rasgos» 723
b) Conductismo versus teoría cognitiva y teoría del aprendizaje social 688 QQ b) Principales líneas de investigación sobre el modelo de «rasgos»: 724
Modelos biológico-conductuales (modelos de condicionamiento del proceso de 1') Revisiones generales (ARGYLE, YATES, WALDO y DINITZ, PÉREZ
socialización) 690 RIVAS, etc.) 725
a) El modelo de condicionamiento de EYSENCK: 690 j[g 2') Revisiones sobre la base del MMPI 725
1') Socialización y proceso de condicionamiento: aprendizaje «clásico» y apren- 3') Seguimiento de variables concretas: 726
dizaje «instrumental» 690 a') «Locus de control» 726
2') El grado de activación cortical (arousal): introversión, extroversión y b') Inteligencia 726
8£ neuroticismo 692 6. Recapitulación final: la aportación de las teorías psicológicas 728
3') La incidencia de los factores situacionales: prevención del delito y sociedad i- s'aiiíi£i,aúüjt.i!);v»«.tJi>0.<i,inT';)fi9¿,!a.:.ojiÍ9t! lab abhnyfxiqi.'i ae>taiííií0í»itía-
«permisiva» 694
4') Tratamiento del delincuente , 695 CAPITULO XV ;,„/. ,^
03 b) El modelo de PÉREZ SÁNCHEZ '. 696 EXPLICACIONES SOCIOLÓGICAS DEL HECHO CRIMINAL:
c) El modelo de TRASLER 698 Orv LAS DENOMINADAS «TEORÍAS PLURIFACTORIALES»
d) El modelo sociobiológico de JEFFERY: 700 "' (FACTOR APPROACH) (I) griesvíjí^a (C
1') Aprendizaje «operante» en el modelo biosocial de JEFFERY 700
2') La opción prevencionista y el factor físico-ambiental 700 1. Teorías «sociológicas» del crimen y moderna Sociología criminal. Clasificación de
3. Modelos socio-conductuales: el aprendizaje social 701 las teorías sociológicas actuales 731
a) La teoría del aprendizaje social de BANDURA: 703 2 Enfoques «plurifactoriales» (factor approach) 733
1') Conductismo moderado versus conductismo radical 703 a) Exposición de algunas formulaciones paradigmáticas: 734
2') El aprendizaje vicario u observacional de BANDURA: 704 V) HEALY 734
a') Aprendizaje vicario 706 2') El matrimonio GLUECK 735
fiaf' b') Refuerzo vicario 706 3') BURTON 735
c') Castigo vicario 707 4') M.A. ELLIOTy F.E. MERRIL 736
3') Actividad simbólica y autorregulatoria 707 b) Crítica a los enfoques plurifactoriales 738
b) El modelo de FELDMAN (integrado): 708 3. Enfoques plurifactoriales y Criminología «integradora»: el principio interdisciplinar 740
1') La predisposición individual (variable genética) 709
.x.^j^-i!j.,>...^KjKí a.) i:iLi.ríVíiA-ir.^q lA 'A •
'!!!!iti6)tíííít!IÍIÍW!l!!!SPWStíE''''¡I'ííf''"''!
ÍNDICE 19
CAPÍTULO XVI 1') La división del trabajo: la distinta función del Derecho en la sociedad
EXPLICACIONES SOCIOLÓGICAS DEL DELITO: ESCUELA «mecánica» y en la sociedad «orgánica» 787
ECOLÓGICA DE CHICAGO Y TEORÍAS AMBIENTALISTAS (II) 2') La «normalidad» &e\ áelito y SM «funcionalidad» 789
3') La «anomia» 791
1. La Escuela de Chicago: Sociología «urbana» y ecología social 743 B) La teoría anémica de MERTON: 793
2. Objeto y método de la Escuela de Chicago 745 1') La conducta desviada como reacción normal a las contradicciones estruc-
a) Los social problems 745 turales y modo (individual) de adaptación a la sociedad 795
b) La participant observation y la «empatia» 746 2') Cinco respuestas típicas al impacto diferencial de las contradicciones
c) El sustrato «ecológico» de la Escuela de Chicago 748 estructurales en el individuo: 796
3. Precursores y pioneros de la Escuela de Chicago 748 a') Innovadora 797
a) Escuela de Chicago y Estadística Moral 748 b') Ritualista 798
b) Precursores de la Escuela de Chicago: 749 c') Retraimiento 799
' 1') La «desor^amzaciów socíoZ» en THOMAS y ZNANIECKI 749 d') Rebeldía 800
«í' 2') La aportación de SIMMEL y WEBER ....y.."....y....! 750 3. Conexión de la teoría de la anomia con otros modelos: 801
c) El Departamento de Sociología de la Universidad de Chicago y la «Human 1') El estructural-funcionahsmo de MERTON como base exphcativa de la crimi-
' Ecology»: ^ ygO nalidad de las bandas en el modelo subcultural de COHÉN 802
^" 1') PARK: áreas naturales y teoría ecológica 75I 2') La variante psicosociolégica de CLOWARD y OHLIN 803
- •' 2') BURGESS: modelo teórico de desarrollo de la gran ciudad (axiate Growth). 751 3') La denominada teoría sistémica 804
3') MCKENZIE y los «mapas radiales» de la Escuela Ecológica 752 4. Implicaciones metodológicas, criminológicas, dogmático-penales y político-crimi-
4. Algunas investigaciones sobre «áreas criminales» de la Escuela de Chicago 755 p, nales del pensamiento funcionalista 806
a) ABBOT y BRECKINRIDGE 755 Ik El estructural-funcionalismo: aportación y valoraciones criticas 812
b) CLU. SRAM y l&sdelinquency Áreas: 75g
a') Conclusiones de los estudios de área de SHAW 757
b') Conclusiones de los trabajos de SHAWy MCKAY ...' 758 S^ B(--í%^ CAPÍTULO XVIII
5. Estudios de área realizados a partir de los años treinta 760 1^ EXPLICACIONES SOCIOLÓGICAS DEL CRIMEN: TEORÍAS
^^ a) Sobre la base de otros modelos urbanos: la aportación de LIND 760 SUBCULTURALES (IV) -..^^^.
• b) Áreas de «residencia» y áreas áe «comisión» 760
„ 1') La tesis de LIND ^gj 1. Origen y delimitación del concepto de «subcultura» 815
r^; 2') Conclusiones de WHITE 761 2. Principales enfoques subculturales 818
°J 3') La aportación de LOTTIER 761 a) La aportación de KOBRIN 818
° ' c) La relevancia etiológica de un espacio o área: los trabajos de TAFT ELMER e3í b) La teoría subcultural de COHÉN: 819
•^^ M. CLINARD y otros ' ^Q^ 1') Gratuidad, malicia y destructividad como notas de la subcultura (juvenil).
d) Un nuevo enfoque ecológico: la investigación de LANDER 762 Tgt Otras características 820
6. La aportación de la Escuela de Chicago: reflexiones críticas ...'..." 763 xa, 2') Actitud valorativa ambivalente (polaridad negativa) respecto a las normas
7. Teorías ambientalistas y prevención del delito: el denominado defensible Space 767 sai de la cultura oficial 820
a) Dos «tradiciones» de «estudios de área» 767 3') Génesis del conflicto y frustración del joven de la lower class: tres respues-
b) Análisis ecológico y prevención del delito: el defensible Space (NEWMAN): 769 888 tas típicas: 821
1') La aportación de KUBE 77O a') 'Elcollege boy (adaptación) 823
2') Las conclusiones de CHERRY 77O Í^Sg b') El comer boy (contemporización) 823
3') La investigación de O'DONNELL y LYDGATE 771 M8 c') El delinquent boy (frustación de status) y la denominada reaction
4') La obra de NEWMAN y su revisión por BOOTH 775 Sfü- formation 823
8. Enfoques «comunitarios» y «prevención» de la criminalidad: la denominada «psi- 4') La interdependencia recíproca de lo normal y lo patológico 824
^ cología comunitaria», sus paradigmas y programas de intervención 781 aaf c) La teoría de la «oportunidad diferencial», de CLOWARD y OHLIN: 824
\'dr 1') El concepto de «oportunidad diferencial» 826
.... •' • '• •• ' ..>.;,«!» 'í:ftfc''íf'S->íi i'ij ítdiSíiJOCixK • , ; ^. 89c 2') Formas de organización y estructura del slum: tipos de «respuestas colec-
::.l CAPÍTULO XVII m% tivas»: 826
;- TEORÍAS SOCIOLÓGICAS: CONCEPCIONES ESTRUCTURAL- 078 a') Subcultura «criminal» (integrada) 827
FUNCIONALISTAS (DE LA ANOMIA) Y SISTÉMICAS (III) b') Subcultura de «cora/Zícío» (desorganizada) 827
c') Subcultura «evasiva» o «abstencionista» 828
1. Teorías de la «anomia» y teorías «sistémicas»: el estructural-funcionalismo 785 3') Aportación criminológica e implicaciones político-criminales de la teoría de
¿- Teorías de la anomia: sus diversas formulaciones 787 CLOWARD y OHLIN: el programa de «lucha contra la pobreza» (War on
L
A) El pensamiento de DURKHEIM: 737 Poverty) de las Administraciones Kennedy y Johnson 829
SSSIiaa8!SíilS!SS!81ll(SSS!KBillK!L.iinai
ÍNDICE 21
3. Críticas a las teorías subculturales y evolución de éstas en la década de los años
sesenta 829
CAPÍTULO XX
a) Críticas al modelo simplificador de COHÉN 829
EXPLICACIONES SOCIOLÓGICAS DEL DELITO: TEORÍAS
b) Críticas a la teoría de la oportunidad diferencial de CLOWAED y OHLIN 831
DEL PROCESO SOCIAL: EL ENFOQUE INTERACCIONISTA
c) Polémica en torno al «componente de clase» y su relación con el concepto de
DEL LABELING APPROACH (VI)
«subcultura»: 832
fitíS 1') MILLER y \& «(sub)cultura de la clase obrera» 832
1. El modelo «ínteraccionista»: conducta desviada y reacción social 873
' 2') La teoría de los «valores subterráneos» de MATZA y SYKES; otras concep-
Postulados del labeling approach 876
96f: cienes subculturales que desligan «sM^cMtora» y «c/ase socí'aZ» 833
2. Orígenes del labeling approach: sus pioneros (THOMAS, TANNENBAUM,
" d) El análisis subcultura a partir de los años setenta: orientaciones y perspecti- LEMERT, etc) 880
vas 836 a) Tendencia radical y tendencia moderada del enfoque labeling 881
b) Microperspectiva y macroperspectiva labeling 882
i@e > CAPÍTULO XIX " ' ' ' ' ' -"^»oO .e 3. Interaccionismo simbólico y constructivismo social 883
4. La denominada «introspección simpatética»: significado del delito desde la óptica
EXPLICACIONES SOCIOLÓGICAS DEL DELITO: TEORÍAS ¿^ '
DEL PROCESO SOCIAL (TEORÍAS DEL APRENDIZAJE Y f' del autor 885
a) Autoconcepto y técnicas de justificación 886
TEORÍAS DEL CONTROL SOCIAL) (V) '-
b) Otros mecanismos de autodefensa: la «desviación secundaria» 886
I i tí 5. Los tres niveles del enfoque labeling 887
1. Criminalidad e interacción social: las teorías del proceso social (aprendizaje social, A) Impacto de la atribución del «status criminal» en la identidad del desviado: 889
control social y reacción social) 839 1') La «estigmatización» del desviado: interpretación retrospectiva, estereoti-
2. Teorías del aprendizaje social {social learning): sus principales formulaciones . 841 pos y «profecía autorrealizable» (self-fulfilling prophecy) 889
A) Teoría de la «asociación diferencial» (SUTHERLAND y CRESSEY): 842 2') Repercusión en la identidad del desviado: etiquetamiento y desviación
a) La tesis de SUTHERLAND: 842 secundaria 891
a') Organización social diferencial, aprendizaje y conflicto social 843 B) Proceso de atribución del status criminal («procesos de selección»): 892
b') Las nueve reglas del aprendizaje social 844 1') La ley como «marco abstracto de decisión»: ámbito de discrecionalidad de
b) Investigaciones empíricas y sus resultados 847 los agentes del control social 892
c) La revisión de CRESSEY 848 2') Investigaciones empíricas sobre el comportamiento de los agentes del
d) Críticas a la teoría de la «asociación diferencial» 848 control social y variables que inciden en el mismo: 894
B) Teoría de la «identificación diferencial», de GLASER, y teoría de los «roles» 851 a') Sobre la Policía 895
C) Teorías del «refuerzo diferencial» y del «condicionamiento operante»: particu- b') Sobre las autoridades judiciales 898
lar referencia a la aportación de AKERS y BURGESS 853 3') Naturaleza selectiva y discriminatoria del control social 899
D) Teoría de la «neutralización»: «técnicas de autojustificación» y «valores subte- C) El proceso de «criminalización primaria»: labeling approach y modelos de
rráneos» en SYKES y MATZA 857 «conflicto» 900
3. Teorías del control: un nuevo enfoque al problema de la desviación 861 6. Implicaciones político-criminales del labeling approach 902
a) Teoría del «arraigo social» (social Bond Theory): 862 a) Los diversión programs 902
1') Los cuatro factores que deciden la vinculación del individuo a la sociedad •• b) Los restitution programs 903
según HIRSCHI 863 -7. El enfoque labeling: reflexiones críticas y balance ñnal 903
2') Resultados obtenidos en investigaciones empíricas (selfreport study) por
HIRSCHI y HINDELANG 864
b) Teoría de la conformidad diferencial de BRIAR y FILIAVIN 864 ^3« —..-. CAPÍTULO XXI
c) Teoría de la contención, de REKLESS: 865 866 EXPLICACIONES SOCIOLÓGICAS DEL DELITO: MODELOS
1') Mecanismos internos o externos de contención y mecanismos de presión ^^ <CONFLICTUALES» (VU) ..,,.,.w„mi.üi i^
criminógenos (internal pushes, external Pressures y external Pulís) 866 o-
dS8 2') Verificación empírica de la teoría de REKLESS: sus resultados 867 1. Conflicto versus consenso: un nuevo paradigma. Postulados del modelo conflictual 911
d) Teoría del «control interior», de REISS 868 2. Clasificación de las teorías del conflicto: conflicto «cultural», conflicto «social» y
e) Teoría de la «anticipación diferencial», de GLAZER 869 concepciones «marxistas» de base conflictual 913
f) Crítica a la aportación de las teorías del control 870 3. Teorías del conflicto «social» 915
a) Antecedentes próximos del análisis conflictual: actualidad del mismo 915
b) Evolución de las teorías del conflicto: sus pioneros: 917
' . u\ •..->> j,' . ) ' M '* IP > 'HA D El modelo de DAHRENDORF 917
2') La formulación de VOLD 919
3') COSERySIMMEL 921
! c) Teorías del conflicto social; posteriores formulaciones: 925
SSííñSSSÍBÍiSíÜWHtiHfiHtmM!.!!
22 ÍNDICE ÍNDICE 23
san . , , ifoJOOS lUrJWlOO 1'» ' ' SIJjJlí ' f ' también, los diversos programas de prevención del delito y de reinserción del
OTIÍ . ' ' j h ' > í j i i -.1 'ivJiv K1 Í. ' >' ••'-•0 ni , if .j DO'ji'í delincuente.
4. Estructura del fenómeno criminal en la sociedad española, a tenor de la
- ,1,1.. , ,í Ti r, i; , T L?
información que suministran las estadísticas policiales, judiciales y penitencia-
Kar < j-'fX- n o í a i M i ' s a h ' í « . t í j y j o i s b i i í í-r IIÍI>IMI »
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rias.
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ñ\ll .. 'Ui^^idtnh •'ib¡)iii n^i inri b b ' 1 ' .uuc' Me sentiría, en verdad, muy satisfecho si esta obra llegara a transmitir al
"íVIl . , , . , í^aivivsntfji uf h í\')¡ ¡hjiíqy ) .> • 'i Í , Í ' <Jt paciente lector el aprecio, la fascinación y el prudente escepticismo que, a mi
TVl! „ ,v ,1. b'i 'í. Lno.Di li.Tíi'jj!.'! fj entender, debieran presidir el sereno análisis del problema criminal.
L , '•v at;í'*f! ('.)'!% '^Ifi'inof «j-ii ""'. lOíil', '^ni.') u> Aprecio, pasión —«empatia»—, en primer lugar, porque el crimen no es una
dVi! . , , . ij, ¡ji\'s¡ui^t,^o fA "-h
p^l) ,. , • ' "> <T.i.í íf t plaga, una maldición, sino un doloroso problema humano y social. Un problema
>í .... ijyua"- i> liilí'vw.f^ , ,i,i"> aHj37^\A<•^^í^ ^ ,i;,iiii> ifíii ' ' ' , < •
cercano, muy próximo, cuya existencia inevitable debemos asumir con sensibi-
Mi^ iio«i3 -o'-jbofr lidad y solidaridad, en lugar de ignorarlo, de alejarlo de nuestra reflexión con
_f'' «fi iimn M -1 1 • ' j ¡ > í llJ solemnes declaraciones de guerra. El crimen no interesa sólo ni fundamental-
t.^l ' 1
.""in ' b . lírtíhi! ( ' í mente a ciertos estamentos del sistema legal: nos afecta a todos, nos incumbe a
' "!j='W ,.'.íj i^hu '-..f-jíi.* .•,i\'S"i!sís(>q,»i3iBoío"i'nn'> i . -1^5 r'- n 'A i todos, nos compromete a todos.
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r ascinación, también, porque el crimen —como todo problema humano y
pr 1 -•>' Mi I ' <-£i<¡H.'-.'[ 'i social es un suceso complejo y enigmático, difícil de explicar con la sola ayuda
".í fjjt it,< 01 4 'iKCií" no ' • e esquemas doctrinales, incluso con los instrumentos de que disponen las
-tri ,•, K >»),.>•••,•«<.«/».-••••» 1 ^\^K^ ^nl^i<'5¡>' i 1 ' l> ciencias sociales y las ciencias de la conducta. Sabemos muy poco de las claves
PROLOGO
PROLOGO 29
del comportamiento criminal (¡actuamos, a menudo, como si supiéramos menos
todavía!), pero dicha carencia no debe suplirse con prejuicios dogmáticos, relegándola a lapobre condición de objeto neutro, pasivo, anónimo y fungible del
propios del despotismo no ilustrado, sino con la pasión que despierta en el suceso delictivo. La víctima sólo inspira, en el mejor de los casos, compasión.
científico lo desconocido, lo desconcertante... Procede, sin embargo, redefinir el rol de la víctima a la luz de nuestros
Actitud de reserva y cautela, por íiltimo, porque el progreso científico ha conocimientos actuales, tanto en el marco del Derecho Penal —material y
desmoronado viejos tópicos sobre la génesis del delito, sobre su prevención y procesal— como en el de la Política Criminal, la Política Asistencial, la
posibilidades de intervenir eficazmente en el hombre delincuente, pulverizando Criminología, etc. Porque la víctima puede contribuir de forma decisiva a la
los ingenuos y simplistas esquemas monocausales de antaño. Cada vez somos explicación de determinados complejos criminales (interacción delincuente-
más conscientes de que nuestros conocimientos sobre el fenómeno criminal son víctima), a la efectividad de los más variados programas de prevención del delito
parciales, fragmentarios, relativos, inseguros. La problematización y la (prevención secundaria atendiendo a ciertos colectivos) y, desde luego, al control
relativización del propio saber científico imponen, pues, una sensata actitud del rendimiento del sistema legal y mejora de éste (actitudes de la víctima hacia
escéptica lejos del optimismo naiv de otros tiempos. el sistema, colaboración con el mismo, etc.). Es obvio que el Estado «social» de
No es éste, desde luego, el momento de anticipar o resumir las conclusiones Derecho no puede seguir ignorando a la víctima inocente del delito.
a que ha llegado el autor. Pero quizá fuera oportuno subrayar cuatro ideas: No quisiera terminar este prólogo sin expresar mi agradecimiento a la
1. Control versus exterminio del crimen, como meta final. El objetivo utópico doctora doña Pilar Gómez Pavón, profesora titular de Derecho Penal de la
de erradicar el crimen de la faz de la tierra ha de ser sustituido por el mucho más Universidad Complutense por la valiosa colaboración que me ha prestado en el
realista de controlarlo razonablemente, asumiendo su inevitabilidad. Una momento de recoger y sistematizar el aparato estadístico de la presente obra. Y
sociedad humana, de hombres, no puede pagar, el precio elevado que exige «la al doctor don Andrés Canteras, profesor de Psicología Social de la citada
paz de los cementerios». Universidad, autor del anexo que el autor encontrará al final de aquélla.
2. Política criminal versus política penal. El control del delito no puede
descansar en el empleo sistemático de la pena como instrumento disuasorio, sino tr-ifos '"'atH ANTONIO GAECÍA-PABLOS
en una política criminal científica. El Derecho Penal —la «cirugía penal»—, Catedrático de Derecho Penal
cuya necesidad es incuestionable, tiene un preocupante coste social y su propia de la Universidad Complutense
efectividad como estrategia adecuada para la solución de los conflictos sociales Madrid, enero 1988
dista mucho de ser un dogma. El Derecho Penal es la «liltima ratio» y su
intervención, pues, subsidiaria. Mm-^. ÚZ »b .«smno A-^X' ira de lo,-- r^ ' ' .f>'r-ia, hasta
3. Prevención versus represión. Es necesario conocer y explicar científica- ;sde l,t ucif' -
mente el crimen, su génesis, su dinámica. Pero no para reprimirlo mejor, sino OTifr r ersi •
para prevenirlo. No se trata sólo —ni sobre todo—de mejorar el funcionamien- ^¡ i->-rnm;
to y la efectividad del sistema legal, sino de llevar a cabo los oportunos
programas de prevención primaria y secundaria, neutralizando los factores (
criminógenos y anticipándose al delito mismo. Leyes más severas, más jueces, 1SJV pr<
más policías, más cárceles..., como recuerda algún autor, puede significar más li" n-
reclusos, pero no necesariamente menos delitos. Procede, además, ampliar y .Mat>r •!
mejorar los posibles objetos de intervención. La política penal opera exclusiva- •hü
•iliográf
mente en el infractor potencial, tratando de disuadirle mediante un
contraestímulo psicológico, el castigo. Una política criminal moderna puede y •pi.
'i^priu^iqef:
juristas»), que h a visto ya tres ediciones en castellano (1992, 1994 y 1996, Ed. valúa la calidad y rendimiento del sistema legal (de la justicia criminal) y
Tirant lo Blanch), dos en brasileño («Criminologia. Una intodugao a seus elabora fórmulas alternativas al mismo.
fundamentos teóricos». Sao Paulo 1992 y 1997, traducida por Luiz Flavio Esta nueva edición del Manual no puede ignorar dicha evolución de la
Gomes) y una en catalán, preparada por la Dr- D'^ Rosa Fernández Palma Criminología, de la teoría y de la praxis criminológica. Por ello, se revisan en su
(«Criminologia». Edició experimental. Universitat Oberta de Catalunya. Bar- primera parte los conceptos y categorías fundamentales, especialmente la
celona 1998); obra, pues, menos ambiciosa, dirigida fundamentalmente a teoría de la víctima y la del control social, que h a n generado ya u n a muy
estudiantes de Derecho, que, no obstante, aborda la problemática de la preven- interesante bibliografía, durante los dos últimos lustros.
ción del crimen y de la intervención y respuesta al mismo, no contempladas en Se ha procurado actualizar también el aparato estadístico de la obra, dando
el Manual originario, anticipándose a la propia edición revisada que presento. cuenta de los informes y encuestas sociales —de ámbito estatal, autonómico o
Hoy, diez años después, creo llegado el momento de preparar u n a nueva local— realizados desde 1989, informes y encuestas de obligada consulta para
edición del Manual de Criminología, que revise y actualice la de 1989. Pues conocer la realidad del crimen (realidad y percepción del delito pueden ofrecer
siendo el saber científico no un saber ahistórico, químicamente puro, estático valores muy distantes), pero cuya consulta resulta cada vez más laboriosa por
y definitivo, sino un saber siempre abierto y provisional, dinámico, relativo, la dispersión de las fuentes estadísticas que ocasiona el mapa autonómico
cambiante, sólo el tiempo puede erigirse retrospectivamente en juez inexorable español.
de la validez de los conocimientos adquiridos, depurando o refutando, en su Por último, se incorporan al Manual dos nuevas Partes, totalmente novedosas
caso, la cientificidad de los mismos y el rigor con que se trasmiten y formulan. en la estructura inicial de la obra (Capítulos XXIII y XXIV), sobre prevención
Sólo el tiempo —arbitro y crisol de la experiencia— depara la perspectiva del delito (análisis de los diversos modelos de prevención de la criminahdad) y
histórica necesaria p a r a discriminar los grandes hallazgos y descubrimientos sobre reacción o respuesta al crimen (exposición de los diferentes sistemas de
científicos de las modas y espejismos efímeros, pasajeros; lo esencial, lo nuclear, solución del problema criminal y técnicas de intervención en el mismo);
de lo anecdótico y marginal; lo relativo y circunstancial, de lo permanente; lo cuestiones ambas que interesan a la Criminología, cada vez más, u n a vez
cierto, lo constatado, de lo probable, de lo posible o simplemente, de lo (aún) no superado el estrecho modelo causal-explicativo de las ciencias y las estériles
refutado. Y diez años después, h a transcurrido ya el tiempo necesario. controversias doctrinales sobre la etiología del delito. Preocupación temática
Ahora bien, precisamente durante estos dos lustros, la Ciencia criminológica comprensible, pues si es cierto que «estamos retornando al punto cero del saber
ha seguido su camino, descubriendo nuevos centros de interés, nuevas perspec- criminológico» y el crimen sigue siendo «un acertijo», es lógico que la elaboración
tivas, e incluso, nuevos paradigmas. de modelos teóricos explicativos retroceda a u n segundo plano en las priorida-
Se ha producido, sin duda, el definitivo afianzamiento del método empírico des de esta ciencia, y ceda el paso al reto de nuestro tiempo: la prevención del
e interdisciplinario, que pone fin a la histórica lucha de escuelas y al pernicioso delito y la intervención en este doloroso problema social y comunitario.
enfrentamiento de dos mundos tradicionalmente antagónicos: el de las «togas En España, por cierto, la Criminología ofrece u n panorama desigual de luces
negras» (el mundo del Derecho) y el de las «batas blancas» (de la Ciencia). Es y sombras. De una parte, h a n surgido nuevos Institutos universitarios y centros
indiscutible, también, el éxito arroUador de las técnicas de investigación docentes donde se imparten enseñanzas especializadas e interdisplinarias, de
cuantitativas y las encuestas sociales; y la irrupción de la víctima y el control base empírica sobre el problema criminal con el reconocimiento académico de
social en el escenario criminológico, que amplían —amplían y problematizan— los «títulos propios» de cada Universidad. Y se generaliza la inclusión de esta
el objeto tradicional de esta Ciencia. A ello se añade, desde luego, la necesaria disciplina en los planes de estudios de las licenciaturas de Derecho de las
contemplación del delito como problema social y comunitario, como hecho de la diversas Universidades, como asignatura «optativa», de acuerdo con una
Sociología de la normalidad, postulado éste (el de la «normalidad» del delito, tendencia que parece incontestable. De otra, se observa u n notable incremento
como fenómeno «social») que gana u n significativo consenso en la doctrina y de la producción científico-criminológica que, además, mejora sensiblemente en
desmiente la imagen patológica del crimen, y del infractor, esgrimido por la rigor metodológico y calidad. Se publica, pues, más y mejor, y los trabajos
Criminología clásica. O, también, el subrayado de la vocación «social» de la empíricos sobre el crimen dejan de contemplarse despectivamente por los
ciencia criminológica, coherente con un nuevo paradigma de ciencia que define penalistas como «género menor».
el saber científico como saber «práctico» (práctico versus teorético, especulativo, No obstante la Criminología española tiene ante sí u n largo camino si
academicista). Se observa, igualmente, un llamativo desplazamiento de los pretende alcanzar con plenitud el «rol» que a esta disciplina corresponde en el
centros de interés de la investigación criminológica: del ámbito teórico-doctri- ámbito científico-teórico, en el académico, el institucional, el social. Un arduo
nal de los modelos explicativos del crimen (etiológico) al ámbito sociocomunitario
camino de autocrítica y superación, no de reivindicaciones académico-labora-
de la prevención y la intervención; del análisis causal-explicativo de la crimina-
les, corporativas, sobre el rango del título o el acceso al mercado de trabajo. La
lidad, al examen de los diversos modelos de reacción y de respuesta al delito, que
Criminología española no puede seguir siendo u n a disciplina teorética y
34 PROLOGO PROLOGO 35
especulativa que da la espalda a los problemas acuciantes de la sociedad y al Pero a menudo también, se gana a pulso el teórico, el científico, dicha
hombre de su tiempo, que olvida la naturaleza «práctica» y la función «social» oledad,' cuando se desentiende de la realidad social e histórica y desprecia los
de la ciencia y predica aún rancias teorías de la «diversidad» del delincuente y problemas del hombre de su tiempo; cuando en lugar de comprometerse en la
el carácter patológico del crimen. Tiene que optar, sin reservas, por el método transformación de esa reahdad se limita a redefinirla arrogantemente con su
positivo, empírico, abandonando los dogmas sin respaldo científico, perjuicios criptolenguaje de impecables conceptos y categorías formales que dificulta la
subjetivos y actitudes intuitivas que sustituyen la realidad del crimen por transmisión de la experiencia científica a los operadores del sistema y Umita al
imágenes y percepciones viciadas de la misma. Tiene que abrazar, desde luego, máximo la practicidad del saber criminológico. No debiera olvidar el investiga-
el principio de la interdisciplinariedad, principio incompatible con trasnocha- dor sin embargo, que los teóricos sólo «siembran la semilla», pero la ciencia
das concepciones «piramidales», «jerárquicas», que pugnan con la unidad del tiene una trascendental función social: y los verdaderos cambios sociales, y el
saber científico y conducen a la denominada «barbarie de los especialistas». propio progreso, se reahzan, se materializan, «a pie de obra», gracias a la labor
Ahora bien, todo ello sin absolutizar ni sobredimensionar las cuestiones de quienes se comprometen, día a día, en la transformación de la realidad.
«metodológicas»: sin conceder más trascendencia al método que al objeto de la Permítanseme, para concluir, tres reflexiones personales sobre el problema
investigación y a los fines de ésta; sin preocuparse más de perfeccionar la pureza criminal su diagnóstico, prevención y respuesta al mismo— que sintetizan
y rigor metodológico de las técnicas de investigación, de las herramientas de las tesis fundamentales de esta obra.
trabajo, en definitiva, que de la investigación misma, en un alarde de empirismo En primer lugar, pienso que la moderna Criminología profesa u n a imagen
craso y narcisista que no es ya de recibo. mucho más compleja del suceso delictivo, y de los factores y variables que
La Criminología española, pues, no debe abandonar el sendero de la convergen en el escenario criminal. Junto a la persona del infractor cobra hoy
"ciencia", ni sucumbir a los interesados y perniciosos consejos de los hechiceros creciente protagonismo la de la víctima y el control social. El delito deja de
de siempre (hoy: «forjadores de la opinión pública»); expertos manipuladores identificarse con la fría decisión abstracta, ahistórica, atemporal, de un arque-
profesionales del miedo al delito, que dicen tener la receta mágica para resolver tipo de hombre algebraico que se enfrenta asombrosamente con la Ley como
uno de los fenómenos más inquietantes que desde la noche de los tiempos consecuencia de alguna patología o disfunción que lo hace «distinto», «diferen-
fascina, apasiona y preocupa a la humanidad: el fenómeno del crimen. Pues te». Antes bien, se contempla como conflicto o enfrentamiento interpersonal,
tales consejeros siempre han ahuyentado los demonios del mal a su modo: histórico y concreto, real, doloroso para todos, pero humano, cuasidoméstico,
sustituyendo el diagnóstico científico, desapasionado, de este doloroso proble- cotidiano: como problema social y comunitario. Por otra parte, la Ciencia ve en
ma social (problema, no plaga, ni tumor) y comunitario —problema de todos, el delincuente, salvo excepciones estadísticamente poco significativas, un
desde luego, y no sólo del «sistema legal»— por vehementes cruzadas para individuo normal, un hombre más de su tiempo, esto es, u n ser condicionado,
erradicarlo de la faz de la tierra; la empatia, por beligerantes perjuicios como los demás, por u n complejo entramado biológico que se transmite
dogmáticos y maximalismos políticocriminales; el control y la prevención hereditariamente; pero muy condicionado también por los demás, por los otros,
racional del delito por utópicas y radicales tesis que declaran incompatibles la por su entorno, por la comunidad. Un ser, por tanto, social, comunicativo,
realidad "patológica" del crimen con un sistema social sano, y propugnan, por abierto y muy sensible a eficaces procesos continuos y dinámicos de interacción
tanto, el total exterminio de aquella a toda costa y a cualquier precio. con otros hombres, con el medio. Un ser, pues, inacabado, receptivo, que mira
Duele reconocerlo, pero u n a Criminología con tales carencias corre el riesgo al futuro, capaz de trascender sus propios condicionamientos. Porque el hombre
de no ser tenida en cuenta por los poderes públicos y las instituciones, ni por los no es sólo Biología: es, también. Historia, Cultura, Experiencia.
operadores del sistema, ni por la propia comunidad. No contará con el apoyo y Carece, pues, de sentido el viejo dilema: hombre o sociedad, en el momento
la financiación que la investigación científica requiere, ni con el imprescindible de explicar la génesis del delito. Todo es mucho más complejo. La propia
reconocimiento académico y prestigio social. P a s a r á desapercibida cuando se decisión criminal no puede entenderse formal y estáticamente, prescindiendo
aborden importantes reformas penales, como lamentablemente ha sucedido de determinados procesos de aprendizaje y socialización del infractor, ni de
con el vigente Código penal español, y quienes la cultiven acabarán refugián- ciertas operaciones cognitivas matizadas por el contexto subjetivo de éste. Las
dose en u n coto hermético de inútiles saberes especializados incapaz de aportar rancias tesis clásicas del libre albedrío absoluto dan paso, hoy, a planteamien-
luz y soluciones al hombre hoy. rmjadc) o'ñ tos más complejos y relativizadores del suceso delictivo, que reconocen la
Se queja, a menudo, el investigador de su soledad. Y no le falta razón, porque relevancia etiológica de u n a rica gama de factores y variables (territoriales,
la sociedad, la opinión pública —y la propia dinámica político-electoral— espaciales, urbanísticas, ambientales, interpersonales, culturales, axiológicas,
esperan y rentabilizan más soluciones mágicas y espectaculares, a corto plazo, etc.). Todos ellos convergen e interactúan en el «escenario» delictivo y contribu-
del preocupante fenómeno del criminal, que diagnósticos científicos y yen al diseño final, muy selectivo, del perfil del hecho delictivo.
desapasionados del mismo, no siempre autoexculpatorios ni tranquilizadores.
36 PROLOGO PROLOGO TT
' E n segundo lugar, y por lo que a la prevención del crimen se refiere, parece roblema criminal: la resocialización del infractor, la reparación del daño
evidente la crisis de los modelos «disuasorios» e incluso «situacionales» supera- ausado a la víctima, la solución del conflicto mismo y la pacificación de las
dos por modelos «etiológicos» y «comunitarios» que propugnan u n concepto de relaciones sociales generales.
prevención positiva y social, a medio plazo que no se sirve de mensajes No quiero terminar este prólogo sin antes expresar mi sincero agradecimien-
disuasorios, ni de técnicas restrictivas, cuasipoliciales, sino de prestaciones to a algunas personas.
solidarias. Un a prevención primaria concebida «etiológicamente», esto es, que A mis discípulos de la Cátedra de Derecho Penal, los profesores de la
recaba y moviliza u n a actuación comunitaria tendente a paliar desequilibrios, Universidad Complutense, Dr. D. Fernando Santa Cecilia García y Dr- D- Rosa
necesidades básicas y situaciones carenciales, incidiendo en las raíces últimas Fernández; las muy pronto Doctoras Carmen Ocaña y Laura Pozuelo (profesora
del conflicto delictivo —no en sus síntomas, ni manifestaciones— con u n a esta última de la Universidad Autónoma de Madrid); al profesor Miguel
incisiva política social y asistencial. Prevención que no persigue la erradicación Fernández-Tapia, licenciado en Derecho y Medicina, y a Cecilia Lázaro,
del crimen, sino su control racional. Que pondera, desde luego, el coste social — colaboradora de mi Cátedra. Todos ellos me h a n prestado u n a ayuda de
no sólo la efectividad— de las diversas estrategias y técnicas de intervención. inapreciable valor que reconozco y agradezco.
Que opera a medio y largo plazo y procura comprometer a la comunidad, pues También, desde luego, a Julita Rodríguez Ruiz que h a «traducido» las más
la prevención del crimen no interesa exclusivamente al sistema legal y sus de mil trescientas páginas manuscritas con mi vieja pluma estilográfica,
instancias oñciales, sino a todos, y todos deben corresponsabilizarse solidaria- pasándolas fielmente a este artificio moderno al que todavía me resisto y llaman
mente en tal empresa. ordenador.
E n cuanto a los sistemas de reacción o respuesta al delito, es evidente la Al Gabinete Técnico de la Dirección General de la Policía, por facilitarme u n
crisis de la Justicia criminal y la insuficiencia de las fórmulas tradicionales de material estadístico de gran utilidad pero de difícil consulta, cuya reproducción
enjuiciamiento. La imagen de la diosa Justicia, estatua fría de mármol, ciega, en el Manual agradecerá, sin duda, el estudioso.
sorda y muda, que se venda los ojos... pero ciñe espada, parece, sin duda, A Fernando Álvarez Ude Aguirre (t), médico y humanista, amigo, que vivió
desmedida pero acierta al denunciar el formalismo de u n sistema tecnocrático intensamente la vida haciendo a todos el bien, a quien dedico especialmente
que decide —sanciona o absuelve— pero no resuelve; que actúa con «imperium», esta obra, como testimonio de afecto y agradecimiento.
no con «auctoritas»; que impone sus criterios, sin explicar ni convencer, ni Madrid, 1 de marzo de 1999 ;,
pretenderlo; que se preocupa exclusivamente de la pretensión punitiva del
3 • i ' ' !fi: ..n
Estado, pero se desentiende de las expectativas de las otras partes implicadas ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA
en el suceso criminal (infractor, víctima, comunidad); que, por tanto, ni resuelve Catedrático de Derecho Penal
dicho conflicto, ni concilla a sus protagonistas, ni pacifica las relaciones sociales de ¡a Universidad Complutense
a.- \Ai 'i
generales.
•íCio'' 1,
La solución no puede encontrarse, sin embargo, en fórmulas utópicas o , ü'rH Asi.
demagógicas, con pretensiones de universalidad, que propugnan u n a Justicia i> • f-n e j
«lega» y «aldeana», o «la devolución del conflicto» a los propietarios del mismo, ( tr- ¡ido
p a r a que éstos lo resuelvan privadamente sin intervención del sistema legal y . ''.'í<'' ;on
las agencias oficiales de éste («ladrones de conflicto»). Por el contrario, es !ñ:id.' • .'* 'f'B ••,!ie
necesario delimitar rigurosamente bajo qué presupuestos y en qué grupo de ^ '^n
. •>!(•
casos cabe sustituir la actuación de la maquinaria pesada del Estado —la
.' b ''H;,
Justicia criminal— por la más flexible de otras fórmulas pacificadoras de
conciliación y mediación. Pero con realismo, de forma progresiva, y sin merma ,, . a.
ni menoscabo de las garantías irrenunciables del ciudadano (y del principio de
'f
igualdad), riesgo que exhiben algunas propuestas bienintencionadas de inad- ICVj
misible faz privatista. En todo caso, es obvio que la calidad de u n sistema o
:l1
fórmula ideal de enjuiciamiento de conflictos no se mide exclusivamente por el e; «aS-
rigor lógico de sus normas, de su cobertura normativa; ni por su rendimiento
efectivo o capacidad disuasoria; ni por la profesionalidad de los operadores que ,,• ^\íX
le sirven, sino por otros indicadores. Fundamentalmente, el grado de satisfac-
ción de determinadas expectativas y pretensiones de los implicados en el .. \ xn
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isqlabí.^ - . - -... ,., Simoox^aaríao
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PROLOGO A LA TERCERA EDICIÓN - ^^
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I 1*3 ;ib.i > .b HitiJcmiiiuA í^.
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La excelente e inesperada acogida que h a dispensado el lector a este
Tratado de Criminología (denominación - l a de T r a t a d o - que, por cierto, sigue
pareciéndome incorrecta) superó, con creces, las previsiones más optimistas.
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El autor -lo confieso con t a n t a satisfacción como sorpresa- no podía imaginar,
í ^ i ^ q ^ ^ n v nn 'KO ..^^ -,, .,
desde luego, cuando concertó con la Editorial su publicación que en el año 2001
aín ^v^bíiti'3 (i, > ¡ í. otíHíííoin oiüilU^m a^fiískft,^^^ tendría que iniciar la preparación de su tercera edición. Pero lo cierto es que,
i.talerr.j aun siendo u n a obra de unas características muy concretas, esto es, u n a obra
, • . • ' • ! . f HK,'¿:;.T-,^q%ii
de consulta, densa, muy densa, y voluminosa, poco o nada amena y dirigida -
a precio disuasorio- al estudioso iniciado en esta especialidad, su segunda
|.lLí;5«/ií?U3r.v tí#iHS'#í edición se agotó a los pocos meses de ver la luz.
La presente 3- edición, como podrá comprobar el lector, no es, sin embargo,
una mera reimpresión, ni u n a versión corregida y actualizada de la precedente.
qwHie'" '*»' Incluye, por ejemplo, un nuevo capítulo, de casi cien páginas, sobre psicopatología
^ ,. ... ib ,1 ,bní)<B]. y psiquiatría criminal en que se analiza la delictogénesis e implicaciones
criminológicas de los principales trastornos mentales. Además, se revisa la
v^í^aoií .K^f dOjaA.s-AiDa^i.) o i p i o T ^ , ,¡, información estadística de la obra que se recoge en sus anexos y la relativa a las
' i. > 'i . '«.iii encuestas de victimización realizadas en España, capítulo V, con la inclusión de
otras encuestas posteriores. La nueva edición, como es lógico, da cuenta de la
bibliografía nacional y extranjera más reciente, y, sobre todo, aborda materias
y cuestiones de especial interés no contempladas en ediciones precedentes. Así,
M'i' y a título puramente ilustrativo, cabe citar las siguientes innovaciones: en el
n ,.<'•' C a p í t u l o II se examina la evolución histórica del control social (subapartado
o.e), así como la controvertida cuestión de las relaciones entre delito y reacción
social (2.e.), añadiéndose al estudio de la víctima del delito dos apartados que
versan, respectivamente, sobre la victimización psicológica y sus variables en
' f.l los diversos delitos (4.e.) y sobre la llamada violencia de género o malos tratos
intradomésticos (4.k.d".); el C a p í t u l o I I I incluye un nuevo epígrafe (3.A.a.)
aedicado a laBiología criminal y su rol en el sistema de la ciencia criminológica;
y el C a p i t u l o V aporta información actualizada sobre recientes encuestas de
victimización españolas (4.A.l.d.b" y c"), resumiendo y valorando las críticas
U^A^^T'^^^ '^^^^^^^^ P°^ ^^ moderna doctrina al aparato estadístico oficial
• • J, en el C a p í t u l o XI se relacionan las investigaciones empíricas más
recientes en el ámbito de \& genética criminal (1), de la neurofisiología (2), la
ociobiología y la bioquímica (4), analizándose el problema de la conducta
a ^ e s i v a humana y sus fundamentos biopsicosociales (5); el C a p í t u l o XXII
e añora datos relevantes sobre la evolución de la criminalidad en los otrora
40 PRÓLOGO
9tjp 8obi,' i » '»•»,' bb ••liiíirS' CanJCrimThe Canadian Journal of Criminology and Corrections
, .,i\< , I..Í'«, M a d r i d , d i c i e m b r e d e 2002 {OUawa):Mm^(^¡ííWk^í^m^Í^: r . J iInteMiiíll^
fcnjsíj •-fiif. ''\ ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA CpCrim Capítulo Criminológico (Zulia, V e n e z u e l a ) . '• ^ ^ S X
Catedrático de Derecho Penal ClStLawR
•' 1 . / , 'C '• I-i . •>
Cleveland State Law Review.
;n'iIy,o''i " i , i > • • j f ilTJ't:!--' íl'in
1 rv^' " , de la Universidad Complutense CPCr
Cuadernos de Política Criminal ( M a d r i d ) . -^
!- S 'T ' Í J nrimoi'* Biioqo < oiHU'tu f i' Cr
Criminology: an interdisciplinary Journal (Beverley
1 -i'rijjp.ji i í I A i 9f.íonnci'"j HiUs, CA). .- ...^ ........»„„--..
v >qr ' í j h n íj! '!i>0 3 Í I I H '^C DetS
Déviance et Societé ( G i n e b r a ) , "^"ti • ; -^'^vn^^.^lÉ.
1 ' 1 ^í^' 'U >£>t'r' DJT
fa ojrf, " i- Deutscher Juristentag. ^•
DRiZ
cj-ii r>íT!>. ..I f W^Ki .* í í 7 Deutsche Richterzeitung. 'r•
EDPC
Estudios de Derecho Penal y Criminología (Argenti-
r('JO-( Jo ,:;.M T ) ^ > i> ! >iH,01( tr na).
42 ABREVIATURAS ABREVIATURAS 43
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Compostela). NEJ
Neue Justiz (Berlín). 'i.
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Neue Juristische Wochenschrift (Munich y Frankfurt).
Abstracts on Criminology andPenology) (Amsterdam). NJW
Nuevo Pensamiento Penal (Buenos Aires). .
GA Goltdammer's Archiv für Strafrecht (Hamburgo). NPP
Quaderni di Criminología Clínica (Roma). t'^?
QCCL
GrKrim ^'' { Grundlagen der Kriminalistik (Hamburgo). La Questione Crimínale {'Bolonia).
Harvard Law Review. QCr
HarvLR Relación Criminológica (Venezuela).
Handwórterbuch der Rriminologie und der anderen RC
HwbKrim Revista de Ciencias Penales (Chile).
strafrechtlichen. Hilfswissenschaften (1- de., 2 to- RCP
Recht der Jugend. Zeitschrift für Jugenderziehung,
mos, Berlín-Leipzig, 1933-1936);Handwórterbuch der RdJ
Jugendpflege, und Jugenschutz, für Jugendfürsorge
Kriminologie (2- de., Berlín, 1966). und Jugend-strafrecht (Neuwied).
IJ Información Jurídica (España). •..,•. << -:, ,r Revista de Derecho Español y Americano (Madrid).
RDEA
IntJCrimPen International Journal of Criminology and Penology Revista de Derecho Penal (Argentina).
RDP
JB Justizblatt. Revista de Derecho Penal y Criminología (Argentina).
RDPC
JbS Jahrbuch für Sozialwissenschaft. ' ' " ' ' ' - -"Htí' R(E)EP Revista de (la Escuela de) Estudios Penitenciarios
Jcrim The Journal of Criminal Law, Criminology and Pólice (España).
Science (Chicago, III). RFDUC Revista de la Facultad de Derecho de la Universidad
JR Juristische Rundschau (Berlín). Complutense (Madrid).
JResCrim Journal ofResearch in Crime and Delinquency (Davis, RFDZ Revista de la Facultad de Derecho de la Universidad
Cal.) (Hackensack, N.J.). í},.fts*l/ de Zulia (Venezuela).
JSI The Journal of Social Issues (Michigan). RGD Revista General de Derecho (Valencia, España).
JSPs The Journal of Social Psychology (Provincetown). RGLJ Revista General de Legislación y Jurisprudencia (Ma-
JuS Juristische Schulung (Munich y Frankfurt). drid).
JZ_ ^-^íiaisps Juristenzeitung (Tübingen). ,j\ i rosiOVÍ RICPT Revue International de Criminologie et de Pólice
Kr Kriminalistik (Ramburgo). 'ÍOÍ:>;:?». Technique (Ginebra).
Krimé Kriminologisches Journal (Munich). rr^í^it^A RIDPrP Rivista Italiana di Diritto é Procedura Pénale (Milán).
KrimGegfr Kriminologische Gegenwartsfragen (hasta 1966, RIIDC Revista del Instituto de Investigaciones y Docencia
Kriminalbiologische Gegenwartsfragen) (Stuttgart). Criminológicas (Argentina).
KrKrim Kritische Kriminologie. RIPC Revista Internacional de Política Criminal (Naciones
KrSchrso'ri ^ Kriminologische Schriftenreihe (Hamburgo). Unidas).
KritJ Kritische Justiz (Frankfurt). i a., :,: RIPCI Revista Internacional de Policía Criminal (Interpol).
KZfSS ,íj3i;-, Kólner Zeitschriftfür Soziologie und Sozialpsychologie RIS Revista Internacional de Sociología (España).
(Colonia y Opladen). RJC Revista Jurídica de Cataluña (Barcelona).
La Lectura (Madrid). RPC Revista Policía Científica (Venezuela).
LawSocRev Law Society Review (Madison). RPP Revista Penal y Penitenciaria (Argentina).
MedSachVerst Der Medizinische Sachverstandige (Berlín). RSE Review of Social Economy.
MschrKrim MonatsschriftfiirKriminologie und Strafrechtsreform RSCrDPC Revue de Science Criminelle et de Droit Penal Compa-
(Colonia) (hasta 1931,Monatsschrift für Kriminalpsy- ré (París).
chologie und Strafrechtsreform; de 1937 a 1953, RUNC Revista de la Universidad Nacional de Córdoba (Ar-
-íjíK,r Monatsschrift für Kriminalbiologie und Strafrechts- gentina).
reform, Heidelberg). SchwZStr Schweizerische Zeitschrift für Strafrecht (Berna).
44 ABREVIATURAS
y
INTRODUCCIÓN
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El saber «científico» implica una veriñcación de las hipótesis y teorías que otorga
al mismo credibilidad, rigor. Aunque, a menudo, el núcleo de conocimientos
obtenido ratifique la «experiencia popular», limitándose a formular las leyes que
aquélla solo «intuía», su método y sistema distancian cualitativamente u n a y otra
forma de conocimiento.
Así, EXNER, F, Biología criminal en sus rasgos fundamentales, Barcelona (Bosch),
1946, pág. 17; enigual sentido: MERGEN. A., Die Kriminologie. Eine systematische
D a r s t e l l u n g . B e r l i n / F r a n k f u r t a.M., 1967 (Verlag F.v. Vahlen), pág. 3
y^Tatsachenwissenschaft»). SCHNEIDER. H. J., Kriminologie, 1987, W. de Gruyter,
Berhn-New York, pág. 89.
En este sentido, RODRÍGUEZ MANZANERA, L., Criminología, 1982 (Edit. Porrua),
Pag. 33, siguiendo el conocido esquema de M. BUNGE; MANNHEIM, H.,
^omparative Criminology, I. London (Routledge-Kegan Paul), 1965, pág. 13.
^or todos, BONGER, W. A.. Introducción a la Criminología, México (1943), Fondo
ae Cultura Económica, pág. 39
48 ANTONIO GAECIA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 49
que predomina la observación de la realidad sobre la perspectiva la Que se h a dicho gráficamente que es «un rey sin reino»^. Por ello,
normativista y el método abstracto, formal y deductivo propio de otras también, no puede ser ni es u n a definición pacífica.
ciencias. En cuanto a su objeto, la Criminología se ocupa del «crimen»
En efecto, si se analizan con atención algunas^ de las definiciones
(como infracción individual y como acontecimiento social), del infractor
convencionales de esta disciplina, podrá observarse que no existe u n
(contemplado como complejo bio-psico-social, esto es, del delincuente en
consenso paradigmático en la literatura científica sobre el propio con-
sus «interdependencias sociales»^), de la víctima del delito y del control
cepto, objeto, método, sistema o funciones de la Criminología: se discre-
social del comportamiento desviado (por tanto, de la incidencia que en
pa abiertamente sobre problemas capitales^", hasta el punto de que t a n
la génesis, volumen y dinámica de la criminalidad tiene la actuación
estéril d e b a t e" h a permitido afirmar a algún autor que es más lo que se
selectiva de ciertos mecanismos y procesos, oficiales o informales,
exponentes de la reacción de la sociedad frente al infractor). Por último,
la Criminología persigue u na pluralidad defines o metas, relacionados
con los diversos momentos, ámbitos y perspectivas del fenómeno crimi- 8 Cfr. MANNHEIM, H., Comparative Criminology, I., London, Routledge-Kegan
nal: descriptivos (información sobre la realidad de éste), etiológicos Paul (1965), pág. 18.
(sobre sus 'causas'), preventivos (control y neutralización del mismo), de 3 Entre las más conocidas definiciones de Criminología, cabe resaltar algunas.
intervención (respuesta al delito y tratamiento resocializador del delin- LÓPEZ REY, M.: «Ciencia que se ocupa de determinar las causas o factores del delito
afines deprevencióny de tratamiento del delincuente» (Introducción a la Criminología.
cuente).
Madrid. 1981. Instituto de Criminología de la Universidad Complutense, pág. 13):
La definición propuesta, sin embargo, constituye sólo un punto de QUIROZ CUARON A. y RODRÍGUEZ MANZANERA, L.: «Ciencia sintética,
causal, explicativa, natural y cultural de las conductas antisociales» (Quiroz
partida, metodológicamente necesario'^ para delimitar el ámbito especí- Cuarón, A., Evolución de la Criminología. Derecho Penal contemporáneo, número
fico de la Criminología. Requiere, por ello, de u na fundamentación 3 de 1965. México, D. F., pág. 17); EXNER. F.: «Biología Criminal es la teoría del
detenida y de ulteriores precisiones en torno al objeto, método, sistema delito como aparición en la vida del pueblo y en la vida del particular» (Biología
y funciones de esta disciplina; temas todos ellos polémicos en la actual Criminal, cit., pág. 15); MERGEN, A.: «La Criminología es una ciencia fáctica: su
misión es el análisis empírico, natural y social de la criminalidad, del delincuente
y cada vez más problematizada autocomprensión de la Criminología'', de
y de la víctima: su meta, la prevención y lucha contra el crimen» (Die Kriminologie.
cit., pág. 3); KAISER. G.: «Criminología es la totalidad ordenada del saber
«R- iSxc>S^is^ fgf) nósBi rol .'8of)Biir§fmB\aorMtBmaJala . experimental acerca del crimen, del infractor de las normas jurídicas, del compor-
tamiento socialmente negativoy del control de dicho comportamiento» (Kriminologie,
'dqhpÁh Biiss aa ñi^oloasm'i'iD el ^rídraeai cit., pág. 3); GOPPINGER. H.: «La Criminología es una ciencia empírica e
5 Según fórmula sugestiva de GOPPINGER, H., Criminología, Madrid (Reus), 1975, interdisciplinaria. Se ocupa de las circunstancias de la esfera humana y social
págs. 6 y ss. Del mismo: Kriminologie (4- ed. 1980). München. C. H. Beck'sche relacionadas con el surgimiento, la comisión y la evitación del crimen. Así como del
Verlagsbuchhandlung, pág. 1. tratamiento de los violadores de la ley» (Criminología, cit., pág. 1); L. J. SIEGEL:
%^ Como advierte MIKLOS VERMES, The fundamental questions of Criminology «Aproximación científica al estudio del comportamiento criminal y subsiguiente
fioj (1978. A. W. Sijthoff Leyden. AkadémiaiKiadó. Budapest, pág. 122), una definición reacción social al mismo» (Criminology. 1983. West Publishing Company. St. Paul.
•nr; precisa es imprescindible cuando se t r a t a de Ciencias, como la Criminología, de New York;. Los Angeles. San Francisco, pág. 4). Cfr. SCHNEIDER, H. J.,
£- base interdisciplinaria, cuyo objeto es compartido por otras que emplean sus Kriminologie, W. de Gruyter. Berlin-New York. 1987, págs. 84 y ss.
respectivos métodos y persiguen metas específicas. Pero no hay que sobrevalorar Sobre problemas criminológicos capitales objeto de abierto disenso. Vid. KAISER,
.id la importancia de las «definiciones». Según RADZINOWICZ, L. (En busca de la G., Kriminologie, cit., pág. 4; EISENBERG, U.. Kriminologie. cit., págs. 2 y ss.;
feií Criminología, 1961. Universidad Central de Venezuela, pág. 172), lo que se necesita MERGEN, A., Die Kriminologie. cit., pág. 25; GOPPINGER, H., Criminología, cit.,
i;. no es una definición, sino una buena «descripción» de sus funciones. A lo que puede págs. 1 y 2: RODRÍGUEZ MANZANERA, L., Criminología cit., págs. 5 y ss. En
añadirse: y u n a más rigurosa delimitación de su «objeto». general, vid. Kriminologie-Heute. vol. 11 (Her. MERGEN, A.), con aportaciones de
'' Resaltando la problematicidad que preside la discusión sobre la Criminología: ANDERSEN, Chr.; DOLEISCH, W.: ELLENBERGER, H; GLUECK, Sh.; MILLO,
, „ EISENBERG, U., Kriminologie, 1979 (Kóln-Beriin-Bonn-München). C. Heymanns E.; NAGEL,. W. H.; VÉRSELE, S. C ; WOLFGANG, M. E. (1961, Kriminalistik
k' Verlag, págs. 1 y ss.; KAISER, G.. Kriminologie. Ein Lehrbuch. 1980. Heidelberg- ^^ Verlag Hamburg).
A juicio de VÉRSELE, E. (Kriminologie-Heute, cit., pág. 103), se t r a t a de u n
Karlsruhe (C. F. MüUerJuristischer Verlag), págs. 4 y ss., delmismo: Criminología.
auténtico «diálogo de sordos». Probablemente deba buscarse la razón en los
f.fc: U n a introducción a sus fundamentos científicos, Madrid (1978). Espasa Calpe,
prejuicios y obsesiones de los especialistas que no asumen la necesidad de un
págs. 20 y ss.
50 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 51
escribe con relación a la Criminología que lo que se investiga empírica- Suele admitirse por la opinión mayoritaria^® que ésta es un a ciencia
mente^^; y que estamos retornando al «punto cero»^^ después de muchos
moírica; y que se debe ocupar, al menos, del crimen y de la persona del
lustros de tanteos y ensayos. Veamos algunos ejemplos significativos,
tomando cuatro definiciones ya clásicas. delincuente, así como de la ejecución de las sanciones penales, de la
orognosis y del tratamiento del infi:-actor; pero se polemiza respecto a
-¡i, Según EXNER^'', Criminoiogía es «la teoría del delito, en cuanto fenómeno que todo lo restante, por lo que es muy vasto el campo de lo problemático en
...y, se manifiesta en la vida de un pueblo y en la vida de un Individuo». LEFERENZ
la Criminología. Los contornos y extensión del llamado «campo previo»
prefiere definirla como «la ciencia del sery de la experíencla en el campo global de
'^^ la Administraciónpenal»^^. En un sentido distinto, SUTHERLAND y CRESSEY la de la criminalidad, la relevancia de los análisis de la «personalidad» del
^'^- conforman como la disciplina que se ocupa del «proceso real de gestación de las infractor, el significado mismo de la «reacción social» y del comporta-
leyes, de la Infracción de éstasy de la reacción frente a dicha Infracclón»^^; mientras miento de sus agentes, el rol y emplazamiento de la victimología o de la
DURKHEIM optaba por una fórmula más descriptiva y funcional: «Constatamosque criminalística, son, entre otros muchos, temas objeto de u na viva
• 11 existen una serle de acciones que tienen una característica externa común a todas
ellas: el que, una vez ejecutadas, desencadenan una específica reacción en la polémica.
sociedad que se denominapena. Hacemos con tales conductas un grupo^\i\QQnQúz Pero, en definitiva, y a los efectos de u n a mejor comprensión del
y le damos una rúbrica común: llamaremos delito toda acción castigada con una alcance de la definición propuesta, cabe distinguir en la doctrina
pena y haremos del delito así entendido el objeto de una disciplina científica
específica:la Criminología»'^'^. criminológica contemporánea un a acepción «resírící¿i;a>> y u n a acepción
«extensiva» de la Criminología^", o mejor: del objeto de ésta.
±mi birbBM
¿Qué tienen de común tan variados y heterogéneos puntos de vista? La acepción restrictiva circunscribe la Criminología a la investiga-
¿Existe, siquiera, alguna afinidad entre los mismos y las modernas ción del delito, de la persona del delincuente y de la ejecución de la pena.
teorías «críticas» que representan, entre otros, TAYLOR, WALTON y Queda, pues, fuera de su objeto buena parte de lo que denominamos el
YOUNG^® cuando sugieren u na Criminología concebida como «teoría «control social». Exponente de este modo de enfocar el quehacer
radical de la desviación y del control social»! ¿En qué se coincide y en qué criminológico serían, por ejemplo, las conocidas tipologías de delincuen-
se discrepa? tes, los estudios monográficos y longitudinales y las biografías descritas
con arreglo a criterios psicológicos, psicopatológicos y psicoanalíticos.
Ciertamente, el abanico doctrinal cubre un rico espectro de opciones
Autores, entre otros, partidarios del mismo pueden considerarse: EXNER,
y matices en consonancia con los diversos enfoques o perspectivas desde
SAUER, MEZGER, MANNHEIM, GEERDS, PINATEL, KAUFMANN,
los que puede examinarse el crimen: biológicos, sociológicos, etc., la
WURTENBERGER^^ Lógicamente, este paradigma científico se aviene
propia autocomprensión de la Criminología como disciplina científica y
mejor que cualquier otro a los postulados y exigencias de la denominada
las legítimas orientaciones ideológicas.
«Criminología positivista»'^'^: de u n a Criminología acrítica, sumisa al
'irííííT^ji «Y'í'i »' >»J ^í^obnkwí aol'sifc oín'>moiio^*¡
Uí orden legal; que explica el crimen etiológicamente con fórmulas
biopsicológicas, atribuyéndolo a disfunciones o patologías individuales
del infractor, y que predica, en última instancia, unos objetivos
trabajo «interdisciplinario», sin protagonismos ni monopolios. Lo que Ortega correccionales.
denominaba «barbarie de las especialidades». -'S?*i?í<:>riaarí3,:£d»b ^,, , ;>j9tciO:Í3;afl|í'Bin'& ,-
^^ Así, LEFERENZ, H., Aufgaben einer modernen Kriminologie, 1967, Schriftenreihe
der Juristischen Studiengesellschaft, Karlsruhe, 76, pág. 5. ' -• Bí 'ib y McfífKMÍiifeBLfeionalai.-BáBa.-sfi oi9^(f<M''Mlssáxí^'''^ '""•
'^ Cfr. KAISER, G., Kriminologie, cit., pág. 4, citando a los representantes de la
moderna criminología radical. ,^,^ ^ ^ Cfr., KAISER, G.; Kriminologie, cit., pág. 5.
" Biología criminal, cit., pág. 15. ' ' ;^^' '"' ' * ' Se sigue la acertada distinción de KAISER, G., Kriminologie, cit., págs. 4 y ss.
^* En: BKA-Forschung von aussen gesehen (Móglichkeiten der Zusammenarbeit, im Para más detalle, vid. KAISER, G., Kriminologie, cit., págs. 4 y ss.
Bereich der Kriminologischen Forschung), 1974, pág. 28. Utilizo el término «Criminología positivista» en el sentido de BARATTA, A.
1^ Principes de Criminologie, París, 1966 (Ed. Cujas), pág. 11. ' ' M wJU's,,^ rirninología y dogmática penal. Pasado y futuro del modelo integral de la ciencia
^^ Les regles de la méthode sociologique, París (1956), pág. 33. ,^'^' penal, en: Papers. Revista de Sociología, número 13. Universidad Autónoma de
^** Criminología crítica, 1977 (Siglo XXI Editores), México, págs. 21 y ss. "^"^ Barcelona 1980, págs. 17 y ss.) , _,.,,,,-,
52 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA
TRATADO DE CRIMINOLOGU. 53
^s^-^%Í9%;í;pí|>í^^a ::í^í0B-pff4l t í | ^ | g | ^ ^
^^ Para más detalle, cfr. KAISER, G.. Kriminologie, cit., pág. 5. El autor citado es
partidario, también, de esta concepción amplia y dinámica de la Criminología. En
de la personalidad de la víctima, carreras victimarías, tratamiento de la víctima);
este sentido se manifiesta mayoritariamente la Criminología norteamericana. Así, la reacción al crimen, a la criminalidad, la delincuencia y la desviación social (los
H¡s I LAERY J. SIEGEL (Criminology, 1983. West Publishing Company, St. Paul,. New controles sociales formales e informales); la desviación secundaría, etc. Para
g,j|j York, Los Angeles, San Francisco, pág. 4) define la Criminología como la «aproxi- SCHNEIDER, la ampliación del objeto de investigación a la víctima del delito y al
mación científica al estudio del comportamiento criminal y la subsiguiente reacción control social es, precisamente, el rasgo distintivo de la «moderna criminología» (op.
de la sociedad al mismo». Un ejemplo significativo de concepción amplia de la cit, pág. 91).
Criminología se halla en SCHNEIDER (Kriminologie, 1987, cit., págs. 86 y ss.)
^ La Escuela Austríaca: SEELIG, E., GROSS, H., etc.) atribuyó siempre a la
quien estima que el objeto y fiínción de la Criminología es el análisis (empírico) de Críminología, como función primaria, la lucha contra el delito. Cfr., RODRÍGUEZ
los procesos de criminalización y descriminalización. P a r a el autor integran, por DEVESA, J. M^ Derecho Penal Español, Parte General (1981), pág. 73. Asignando,
tanto, el objeto de esta ciencia del hombre y de la sociedad («Human-und también, a la Críminología la finalidad de «reducir la criminalidad» se manifiesta
Sozialwissenschaf») los siguientes procesos y sistemas: Los procesos sociales e LÓPEZ REY, M., Introducción a la Criminología, 1981, Madrid (Publicaciones del
individuales de criminalización y de descriminalización, así como los tránsitos
^^ Instituto de Criminología de la Universidad Complutense), pág. 15.
cambiantes de la conformidad, la desviación social y la criminalidad: el delito como
En este sentido, la Criminología no se limita a «describir» y «explicar» el fenómeno
manifestación individual y la criminalidad como manifestación colectiva o fenóme-
delictivo (como correspondería a las ciencias del «ser», en la conocida dicotomía de
no de masas (extensión de la criminalidad, estructura y formas de aparición de ésta, Viehweg) sino, también, a «prever» y «prescribir», esto es, a «actuar» como sucede
causas de las mismas, desarrollo, evolución, campo oscuro, etc.); id. de la desviación con todas las ciencias sociales {«ciencias de la acción», en la terminología de
social: el infractor (la dinámica psíquica y social de su personalidad, carreras Viehweg). Vid., FIGUEIREDO DÍAS, J./COSTA ANDRADE, M., Criminología, cit.
criminales, tratamiento del mismo); la víctima del delito (dinámica psíquica y social (1992), págs. 98 y 99.
54 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 55
va empírica, por la «no refutación»; la «explicación» de u n fenómeno, por Criminología) no parece exista ya obstáculo alguno p a r a reconocer a la
SM «comprensión»'^^. -SUUÍIBB. misma el atributo de «ciencia». Pues, en efecto, cuenta la Criminología
con los requisitos que u n a opinión muy extendida** exige para ello: un
Por ello el «neonaturismo» ha puesto de relieve la necesidad de revisar el
¡íiü paradigma convencionai de lo científico, el concepto clásico de «causa» y la propia
«objeto», u n «método» y u n cuerpo de «conocimientos» propio, fiable;
£,|^ metodología tradicionalmente empleada para analizar procesos «naturales» cuan- obtenido, por cierto, a lo largo de más de un siglo de investigación*^.
; *;, do la investigación verse sobre la conducta humana. Porque el hombre «trasciende» Como se expondrá a continuación, el objeto de esta disciplina (esto es,
a las circunstancias que le determinan y escapa a los estrechos esquemas
«reactivos», «causaies», de fuerza. En definitiva, porque no es mero «objeto», sino el delito, el delincuente, la víctima y el control social del comportamiento
«sujeto», y como tal debe ser contemplado. De ahí también que, precisamente en desviado), pertenece al mundo de lo «real», de lo empíricamente verifi-
; nombre de la fidelidad del naturismo al mundo empírico y a la recta comprensión de cable, no al de los valores, constituyendo un ámbito de investigación
~ '* los fenómenos que examina, propugne conciliar las exigencias del método científico delimitado, preciso^", con u n sustrato ontológico independiente de las
QAí convencionai con otros distintivos del humanismo, acordes con la subjetividad del
ssíí hombre: la experiencia, la intuición y la empatia*". normas jurídicas^K
La evoluciónde las ideas sobreelparadigmacientífico, como apunta IVIANNHEIIVI'*^, Por tanto, no puede insinuarse —para cuestionar la autonomía y
ha repercutido sensiblemente en el viejo modelo «causai-expiicativo» que había
cientificidad de la Criminología— que su concepto de «delito» coincida
venido identificándose con aquél.
La consecuencia ha sido doble. Por una parte, se ha relativizado el problema del con el jurídico-penal (siempre histórico, relativo, circunstancial) o sea
nexo causal, y la constatación de éste. Hoy parecen ya superados los pretenciosos decisivamente tributario del mismo, esto es, que carezca de u n objeto
conceptos de «causa» procedentes de las ciencias naturales, estimándose que en propio^^. El «delito» interesa a la Criminología como fenómeno «real»: la
las ciencias humanas y sociales bastan conexiones menos ambiciosas para afirmar
«valoración» (desvaloración jurídica) que la referencia implícita del
aquél. Así, el concepto de causa en la Criminología ha dado paso al de «factor», al
de f^K5/7á¿'/i95", en los conocidos esquemas plurifactoriales. E incluso gana terreno mismo al ordenamiento penal contiene es sólo u n punto de partida para
'•' ' la opinión de que no es posible mucho más que comprobar la mera correlación la Criminología, iutj 'Kii^!miiTu« sup n«i;>araTíotní ai'sro'ratw
eb t estadística, es decir, la cara externa o manifestación visible del nexo causal mismo.
:-efl. En segundo lugar, se reconoce expresamente que la Criminología es una
• disciplina «•^c/6'/7///^c'5^'a pesar de que aún no está en condiciones de formular «leyes»
_ '*. [iaws), sino meras «tendencias» {trendé), asociaciones, correlaciones entre fenó-
SBfs rnenos. Esto es: comienza a admitirse que conocimiento científico no significa
-•'•'' conocimiento exacto ni constatación de leyes causales universales, entendidas *8 E n este sentido, WEBB, V., y HOFFMAN, D., Criminal Justice as an Academic
éstas en el sentido de las ciencias naturales. Discipline, en: Journal of Criminal Justice, 6 (1978), pág. 349. RODRÍGUEZ
MANZANERA, L., Criminología, cit., pág. 15. E n contra, LÓPEZ REY, M., Intro-
; Se ha operado, pues, una verdadera crisis. Y ésta afecta a las bases del
ducción al estudio de la Criminología, 1945. El Ateneo. Buenos Aires, Argentina,
paradigma causal-explicativo, como podrá razonarse en páginas posteriores.
págs. 94 y 95; MANNHEIM, H., Comparativo Criminology, cit., I, pág. 20.
Asiste, pues, toda la razón a RADZINOWICZ al advertir que el porqué''í?<5¿/55A>
MERGEN. A., Die Kriminologie, cit., pág. 26. Después de ochenta años de investi-
bJY de la criminalidad debe ser abandonado"^; y a LÓPEZ REY cuando afirma que la
gación, decía SEELIG, E., en 1951 (Lehrbuch der Kriminologie, Nürenberg-
Criminología ya no puede definirse como una disciplina causal-explicativa cuya
Düsseldorf. Fachverlag Dr. N. Stoytscheñ", pág. 16), carece de sentido práctico
frj f) finalidad es la prevención del delito y el tratamiento del delincuente"'.
discutir hoy si la Criminología pertenece a las ciencias de la «naturaleza» o a las del
«espíritu».
Sentadas estas premisas (superación de los «esquemas causales- Así, SEELIG, E., Lebrbuch der Kriminologie, cit., pág. 16. El autor consideraba que
explicativos» como paradigma de lo científico en el propio ámbito de la el objeto de investigación de la Criminología viene dado por «las formas reales de
manifestación de la comisión del delito y de su lucha».
Según SEELIG, E., (Lehrbuch der Kriminologie, cit., pág. 16), el crimen es una
• n s t i a i v b í j .(21 rma ímhriruS ÍT,
realidad «natural», «biológico-sociológica», que se manifiesta a la investigación
"^ En este último sentido. EXNER advierte que la finalidad de la Biología Criminal
criminológica como «objeto» sin necesidad de acudir a valoraciones jurídicas para
no es «explicar» el delito (en su acepción científico-natural), sino «comprenderlo»
delimitarlo.
(Biología Criminal, cit., págs. 28 y 29).
Cñ-., SEELIG, E., Lebrbuch der Kriminologie, cit., pág. 16; EXNER, F., Biología
*" D. MATZA, El proceso de desviación. Madrid (Taurus). 1981, pág. 19.
Criminal, cit., pág. 17; también, EISENBERG, U., Kriminologie, cit., pág. 6; y
*^ Comparativa Criminology. cit., I, págs. 6 a 14. AVó
BRAUNECK, A. E., Allgemeine Kriminologie 1974, Reinbeck bei Hamburg, pág.
"'^ RADZINOWICZ, L., E n busca de la Criminología, cit., pág. 177. ñfivMf '
175, para quien la discusión versa sobre u n «problema aparente».
*' Introducción a la Criminología, cit., pág. 25. l Ó J .fiV
60 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 61
Lo mismo puede afirmarse respecto a sus «métodos» (empírico- Oue es una ciencia empírica significa, ante todo, que se basa más en
inductivos), que poco difieren, a menudo, de los empleados por otras hechos» que en «opiniones», más en la «observación» que en «argumen-
«ciencias». El problema tal vez reside, como observa L. J. SIEGEL^^, en o» o «silogismos»''^. El jurista parte de u n a s premisas «correctas», y
la naturaleza compleja y heterogénea de la misma Criminología, en su Heduce de ellas las oportunas consecuencias. El criminólogo analiza
interdisciplinariedad, lo que provoca, en disciplinas todavía jóvenes, la tinos datos e induce las correspondientes conclusiones. Sus hipótesis se
impresión de carecer de un a estructura acabada, y de aportar, tan sólo, verifican, doblegándose siempre a la fuerza de los hechos que prevalecen
u n a amalgama de informaciones y sugerencias procedentes de los más sobre los argumentos subjetivos «de autoridad». La Criminología adqui-
diversos ámbitos del saber y la experiencia. rió precisamente autonomía científica, como es sabido, cuando \a«Scuola
Desde una perspectiva radical o crítica, se ha diclio que el debate sobre el rango Positiva» generalizó el empleo del método empírico, es decir, cuando el
científico de la Criminología, su autonomía, la asignación de contenidos a la misma, análisis, la observación y la experimentación sustituyeron a la especu-
o la clasificación de éstos, cobran muy diversos significados a la luz o en función de lación y el silogismo en el examen de la realidad criminal, dominada
las relaciones con el poder. En último término, existirían dos modelos antagónicos
hasta entonces por el razonamiento abstracto, formal y deductivo.
de respuestas en tal controversia: las que legitiman el poder, porque no cuestionan
el funcionamiento selectivo del control social, y las que analizan críticamente éste. La Criminología, según esto, sería una ciencia «cetética», si se acepta la
Las primeras, se centran en la propia «conducta criminal», las segundas, en la dicotomía clasificatoria propuesta por VIEHWEG {«ciencias dogmáticas» versus
«reacción social» al comportamiento delictivo o irregular^". ciencias «ce/e/zír^s^en atención a la relación existente entre «problema»^ «dogma»
o «problema» y "teoría>?%^,^^^^^^^^ mmmmmám- .>
La Criminología, por ello, pudiera inscribirse en el paradigma de las
denominadas «ciencias blandas», pero, en todo caso, no cabe cuestionar FERRI supo contraponer brillantemente el método que utiliza el
su rango «científico», su «cientificidad». Por su objeto, por su método y por mundo del Derecho y el de la ciencia, antagonismo que explica por sí solo
la fiabilidad de la información que suministra sobre el fenómeno la vieja rivalidad entre juristas y científicos, togas negras y batas
criminal, es una auténtica ciencia. blancas.
b) La Criminología es un a ciencia empírica^''. Su objeto se manifiesta «Hablamos dos lenguajes diferentes. Para nosotros, el método experimental
(Inductivo) es la llave de todo conocimiento;para ellos, todo deriva de deducciones
al investigador como parte del mundo «real», como hechos y fenómenos lógicas y de la opinión tradicional. Para ellos, los hechos deben ceder su sitio al
constatables, mensurables, cuantificables®^ Estructuralmente ello im- silogismo; para nosotros, los hechos mandan... ;para ellos, la ciencia solo necesita
plica la exclusión de todo enfoque «normativo»^''. .^^ papel, pluma y lápiz, y el resto sale de un cerebro relleno de lecturas de libros, más
o menos abundantes, y hecho de la misma materia. Para nosotros, la ciencia
requiere un gasto de mucho tiempo, examinando uno a uno los hechos, evaluándo-
^^ Criminology, cit., pág. 5V " los, reduciéndolos a un denominador común, y extrayendo de ellos la Idea nuclear;
^* Así, ZAFFARONI, E.R., Criminología. Aproximación desde un margen. Bogotá para ellos, un silogismo o una anécdota es suficiente para demoler miles de hechos
(Colombia), 1988, Temis, págs. 5 y ss. Para el autor, diversas orientaciones, muy
" heterogéneas, dejan a salvo de todo análisis al sistema legal, porque el discurso • ••'••;<te' m ovitñmBil'i-lí
criminológico, en liltimo término, le auxilia y legitima (en este subgrupo incluye a la lolonimhO
Criminología positivista, tanto de orientación biologicista como psiquiátrica; a la dodo loq obiuí
'' teoría sociológica de la desviación; a la que se autodenomina 'cientifista', heredera del En este sentido, KAISER, G., Kriminologie, cit., págs. 6 y 7.
"^ neopositivlsmo; y a la que se define como 'ciencia causal explicativa' volcada sobre la ''' Vid., VIEHWEG, TH., Ideologie undRechtsdogmatik, en: MAIHOFER, W., Ideologie
realidad 'natural', según esquemas neokantianos); otras, por el contrario, cuestionan und Recht, Frankñirt, 1969 (Klostermann, V.), págs. 83 y ss. Mientras la propia
y analizan críticamente el funcionamiento del control social, conscientes de que éste estructura del pensamiento «dogmático-» hace a éste prisionero de ciertos aprioris,
" se halla en directa relación con la estructura de poder de la sociedad (así, la llamada de suerte que la solución del problema se convierte en mera prolongación de los
Criminología radical, la Criminología crítica, o la «nueva Criminología»). principios legislativamente consagrados, el denominado pensamiento «cetética»
Opinión unánime. Por todos, vid. KAISER, G., Kriminologie, cit., pág. 3. lanza sus premisas como hipótesis de trabajo, y las modifica o incluso retira si
Cfr. LARRY J. SIEGEL, Criminology, cit., pág. 6. P a r a u n análisis de las premisas parece necesario (Se trata, según VIEHEWG, de u n pensamiento «tentativo» que
del positivismo, vid. BUSTOS RAMÍREZ, J., en: El pensamiento criminológico, I, pugna con la actitud «dogmática» del investigador que se aferra a sus premisas,
Barcelona, 1983 (Ed. Península), págs. 31 y ss. ^ . . --- preso de ellas). Op. cit., pág. 86, Cfr. FIGUEIREDO DÍAS, J./COSTA ANDRADE,
^^ Así, MERGEN, A., Die Kriminologie, cit., pág. 25. '""''" ^' *• 'i'*'"P ^m^^ fi'^í M., Criminología, cit., págs. 99 y ss.
62 ANTONIO GAECÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 63
recabados durante años de observación y análisis; para nosotros, io contrario es factores, etc.^^, que revelan un prudente realismo en la ponderación de los resultados
i/erdad>^°. obtenidos. Desde luego, el descubrimiento y formulación de leyes universales o de
relaciones «causaies» saWsiana mejor las exigencias de un conocimiento científico
¡ Ahora bien, no debe confundirse el método «empírico» con el «experimental». Pero es obvio que incluso relaciones causales de estructura simple
que creyó haber descubierto la primitiva investigación criminológica no resisten hoy
j «empirismo», ni sería correcto caracterizar la Criminología como ciencia un análisis crítico actualizado'^^ porque es problemática la existencia de tales
j «experimental» o como ciencia «exacta». normas deterministas en la esfera suigenerisáe las ciencias sociales y humanas'^'.
Con razón, pues, afirma GÓPPINGER que la Criminología empírica no estará nunca
* La Criminología no agota su cometido en la mera acumulación de en condiciones de esbozar una imagen válida del criminal por antonomasia, ni una
* «datos», sino que h a de transformar éstos en «información», en un núcleo teoría del crimen que exprese algo más que opiniones. La realidad de la vida,
de «conocimientos». Es decir, tiene que interpretar''^ valorar y sistema- siquiera por la originalidad de sus protagonistas, no puede ser explicada empírica-
tizar aquellos, integrándolos en una«teoría» o marco general de referen- mente de modo completo y con pretensiones de validez general. La investigación
criminológica se hallará en constante cambio, dado que los conocimientos de las
cia. La autocomprensión de la Criminología como «ciencia del dato» es diversas ciencias del hombre y de los campos sociales se amplían, modifican y
excesivamente simplificadora. Olvida que no existe el terreno «neutro» corrigen continuamente, y sólo podrá aspirarse a obtener conocimientos parciales,
y «pacífico» de los datos®^, y que la mera praxis, sin la guía y fundamento fragmentarios, juicios de probabilidad'"'. El saber científico criminológico es, por
de u n a teoría que enmarque e interprete los resultados obtenidos, definición, un saber abierto, provisional.
deviene rutina o intuición, convirtiendo el método empírico en«empirismo '£SS^.Of,acmt3.íai);oHB¡BErr
craso» y las investigaciones en simple coartada de decisiones ideológicas Por último, el carácter pretendida y exclusivamente experimental
preconcebidas. que, a veces, se atribuye a la Criminología (porque se identifica, sin
Por ello, el método «empírico», fundamental en la Criminología, no puede
rigor, método «empírico» y método «experimental»), requiere alguna
reputarse exclusivo ni excluyente^^. Es más, la particular naturaleza de su «objeto» reserva. El método «experimental» es u n método «empírico», pero no el
'; (conductas «iiumanas», en último término) exige del investigador una actitud abierta único. La verificación de u n a hipótesis —su constatación empírica—
<••: y flexible capaz de comprender el significado de las mismas: el subjetivismo, la puede llevarse a cabo con las garantías que exige el conocimiento
\Btoff empatia, la intuición no son incompatibles con un «naturaiismo» rectamente enten- científico mediante otras técnicas que aseguran, también, la fiabilidad
dido^", pues éste ha de asumir la evidencia de que el hombre trasciende a la
íj., «causaiidad», a la «reactividad», a la «fuerza». De que es «sujeto» y no mero del resultado. En definitiva, la naturaleza del objeto predeterminará, en
cada caso, la idoneidad del método más adecuado para la investigación
(principio de la interdependencia del «método» y el «objeto»). La identi-
Sería erróneo, también, suponer que la Criminología suministra o ficación, por tanto, es incorrecta®''.
puede suministrar conocimientos exactos, precisamente porque se sirve
de un método «empírico». Dicho optimismo ingenuo carece hoy de
justificación.
Terminológicamente, incluso, no deja de ser llamativo el abandono en la Cfr. KAISER, G.. Kriminologie, cit., pág. 124. También: GARCÍA-PABLOS, A.,
Criminología contemporánea del concepto un tanto pretencioso de «causa», susti- ^ Problemas actuales de la Criminología, cit., pág. 102.
tuido por otros más modestos: relaciones, conexiones, correlaciones, covariantes. ^^ En este sentido, KAISER, G., Kriminologie, cit., pág. 124.
Así, OPP. K. D., Methodologie der Sozialwissenschaften. Reinbeck, 1970, págs. 37
j-W%i'!tma¿.»i!rj».í ííl, ..«i',i/a W Hfttf ¥,. áí V ' y siguientes; vid., formulando reservas semejantes: GÓPPINGER, H., Criminología,
cit., págs. 69 y 70: DOLDE, G., Theorie und Erklárung, en: KKW (1974), Freiburg,
*" FEERI, E., Polémica in difesa della scuola crimínale positiva, reimpreso en: Studi págs. 349 y ss., MEURER D.. Gehalt u n d E r k l á r u n g s w e r t funktionaler
sulla criminalitá, ed. altri saggi., 1886, pág. 244. ••-»:,»«;,, Kriminalitátstheorien, en: Festschrift für R. Lange, Berlín (1976), pág. 565; cfr.
^^ Así, MANNEHEIM, H., Comparative Crimínology. cít., I, pág. 4. 68 ^ ^ I S E R . G.. Kriminologie, cit., pág. 124.
^^ Vid. GARCÍA-PABLOS, A., Problemas actuales de la Criminología. Madrid (1984). Criminología, cit., pág. 72. En el mismo sentido, KAISER, G., Kriminologie, cit.,
Publicaciones del Instituto de Criminología de la Universidad Complutense, pág. gg págs. 10 y ss.
102. Vid. en este sentido, la crítica que formula LÓPEZ REY a determinadas orientacio-
^"^ Así, KAISER, G., Kriminologie, cit., pág. 7. , „.« ..o. lu nes biologicistas simplificadoras, sobre todo en el ámbito de la Psicología conductista,
''^ En este sentido, MATZA, D., El proceso de desviación, cit., pág. 19.-ffih'') ,.M para las que sólo es «científico», lo demostrable de forma experimental en los
64 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 65
Pero existe u n segundo reparo, al que se h a referido u n sector de la delictivo. Autonomía y especialización no son principios realmente
doctrina criminológica'''" cuestionando la naturaleza experimental de antagónicos, sino funcionalmente complementarios. La Criminología es
esta disciplina: el de los «límites» o «legitimidad» de la propia experimen- algo más que la Biología Criminal, que la Psicología Criminal o que la
tación en ciertos supuestos. Aun admitiendo que ésta fuera viable Sociología Criminal, pero tampoco puede prescindir de ellas. En puridad,
siempre —que no lo es^^—, parece que determinadas esferas en el sólo cabe hablar de u n a autonomía relativa y de u n saber científico
hombre deberían permanecer sustraídas para siempre a la injerencia de coordinado, libre de contradicciones, producto de la síntesis de conoci-
las ciencias experimentales, porque el «experimento» puede implicar un mientos sectoriales''''.
verdadero atentado contra la dignidad humana, proceder éticamente
Este punto de vista obliga a relativizar viejas disputas de escuela, así
inadmisible. \
como la óptica estrecha de algunos especialistas que polemizan respecto
c) Menos pacífica aún —por sus consecuencias implícitas— parece ser alas «cuotas» de participación y relevancia de sus respectivas disciplinas
la naturaleza interdisciplinaria de la Criminología, pues de la significa- en el tronco común de la Criminología. Tal actitud, en definitiva, no es
ción que se atribuya a tal concepto depende en buena medida la sino expresión de lo que Ortega denominara «barbarie de las especiali-
autonomía de la Criminología como disciplina científica, su sistema e zaciones», prejuicio que e n t r o n c a con t r a s n o c h a d o s e s q u e m a s
incluso el método de trabajo del investigador''^. «piramicZaZes»^^, jerárquicos, de las ciencias. La actual autocomprensión
del saber científico sugiere, por el contrario, enfoques «circulares»,
Históricamente, es obvio que la Criminología se h a consolidado como
preocupados no tanto de discutir cuál es la ciencia «suprema» y cuáles
disciplina autónoma en virtud de un sinuoso proceso de emancipación de
sus «auxiliares» —o de apelar a ingenuas declaraciones de autonomía—
las diversas ciencias especiales, afines y auxiliares, en torno a las que
como de coordinar los conocimientos obtenidos en cada ámbito científico,
nació'^^. Ahora bien, el análisis científico del crimen, como comporta-
a los efectos no ya de aportar informaciones complementarias, sino de
miento individual y como hecho social, requiere de u na pluralidad
valorar y controlar los resultados alcanzados en el propio seno de cada
coordinada de enfoques, ya que cada uno de ellos contribuye desde su
sector. De este modo puede establecerse un sistema de «retroalimenta-
particular óptica a un diagnóstico global, totalizador, del fenómeno
ción»'^^ en el que cada conclusión «particular» se corrige y enriquece al
fI8 ,B'?.;
contrastarse con las obtenidas en otros ámbitos y disciplinas,
propiciándose la necesaria síntesis libre de contradicciones.
confines del laboratorio. Planteamiento reduccionista que llega a negar, en conse- La interdisciplinariedad de la Criminología así entendida —con las
cuencia, el cientifismo del psicoanálisis, a pesar de su recia tradición empírica
innegables dificultades y exigencias que implica^^— es hoy u n principio
(Criminología. I, cit., pág. 117, nota 13, y 121).
Por todos, BONGER, W. A., Introducción a la Criminología, cit., págs. 49 y 50: «Si metodológico imprescindible, tanto desde el punto de vista conceptual
comparamos la ciencia que nos ocupa con las físicas, estaremos siempre en u n a coriao operativo. Representa, además, un a alternativa pacificadora y
posición desfavorable; a esto se debe la casi imposibilidad de la experimentación. realista a las dos concepciones extremas que desde sus particulares
Algunos pseudoexperimentos, realizados aquí/allá, no pueden llenar este enorme
vacío.» En términos semejantes se pronunciaba BERNALDO DE QUIRÓS: «La
Criminología es ciencia de observación, puramente, de observación directa, en que >8Í»<jnía.!í9fe;riMjdb«:«H';iS(ttc®^:ft9'tata© '
la experimentación desaparece por una necesidad moral, pudiendo hablarse sólo en 74
ella de experimentos, en sentido figurado, cuando los hace ante nosotros la propia 75
Cfr. RODRÍGUEZ MANZANERA, L., Criminología, cit., págs. 57 y ss.
naturaleza, en forma de hechos extraordinarios o anómalos» (Criminología, 1957. 76
RODRÍGUEZ MANZANERA, L., Criminología, cit., págs. 40 y ss. iií
México, Edit. Cajica, pág. 19). 77
RODRÍGUEZ MANZANERA, L., Criminología, cit., pág. 42.
Cfr. GÓPPINGER. 11., Criminología, cit., pág. 2. Sobre el problema, vid. Sobre el método interdisciplinario en la Criminología, vid. EISENBERG, U.,
RODRÍGUEZ MANZANERA, L., Criminología, cit., págs. 44 a 46. Kriminologie, cit., págs. 8 y ss.; GÓPPINGER, H., Criminología, cit., págs. 136 y ss.;
Vid. FIGUEIREDO DÍAS, J., y COSTA ANDRADE, M.A., Criminología, cit., pág. en cuanto a las dificultades del mismo, VODOPIVEC, K , Probleme des Strafvollzugs.
114 y ss. Ponencia, no publicada, que el autor defendió en 1972 en Tübingen, manteniendo
73
Sobre dicho proceso, vid. HERING, K. H., Der Weg der Kriminologie zur que un equipo criminológico interdisciplinario para su conjunción y buen funciona-
selbstándigen Wissenschaft, 1966. Kriminalistik Verlag. Hamburg. Kriminologische miento requerirá no menos de 10 a 15 años (cfr. EISENBERG, U., Kriminologie, cit.,
Schriftenreihe, vol. 23. pág. 10, nota).
66 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 67
enfoques niegan la complejidad del problema, bien degradando la A las ciencias «naturales», que han desbordado sus límites teóricos
Criminología a la condición de mero apéndice de la Biología Criminal, de ovectando, con éxito, el método empírico a fenómenos del campo
la Psiquiatría o de la Sociología Criminal; bien, a la inversa, configuran- oiritual, cuestionan la posibilidad de reconducir a clasificaciones
do la Criminología como «metadisciplina» o superestructura limitada a ^onvencionales superadas disciplinas complejas como la Criminología,
verificar los conocimientos y teorías existentes en otras disciplinas para uva naturaleza no se clarificaría dando satisfacción a tales pruritos
la aplicación de los mismos al ámbito específico del crimen (Clearing- clasificatorios.
Housef^; o a armonizar la totalidad de los resultados heterogéneos a) Tradicionalmente distinguía la doctrina entre ciencias de la
procedentes de los diversos campos del saber mediante u n a metodología naturaleza (Naturwissenschaft) y ciencias del espíritu (Geisteswissens-
integradora {«modelo integrado»y^. , . , . •. - r chaft); o, en u n s e n t i d o s e m e j a n t e , e n t r e «ciencias del ser»
^ ^ [BS sonirgiB 9h BñoB-^isa BOúqo BÍ o
(Tatsachenwissenschaft) y «ciencias normativas» o del «debe ser»
(Normativenwissenschaft)^^. La naturaleza «real» o «ideal» del objeto, el
carácter «inductivo» (empírico) o «deductivo» del método y la finalidad
é. CLASIFICACIÓN CIENTÍFICO-TEÓRICA D E LA CRIMINO- «causal-explicativa» o meramente demostrativa de las respectivas cien-
cias servían de criterios básicos a estas clasificaciones®^. Expresándolo
de otro modo: las primeras (ciencias de la naturaleza) se refieren a
Justificado el carácter «empírico» de la Criminología y su autonomía sucesos y procesos, verifican hipótesis y, además de servirse de símbolos
como disciplina «científica» carece de especial significación teórica^° la interpretados, requieren de la observación y/o de la experimentación:
tradicional polémica sobre el emplazamiento de la disciplina, sobre su por el contrario, las ciencias del espíritu producen enunciados y formu-
correcta clasificación en los diversos ámbitos del saber. lan proposiciones relativas a la relación entre signos, utilizan la lógica
y manejan símbolos formales, persiguiendo, ante todo, probar o demos-
La crisis del paradigma «causal-explicativo» como prototipo exclu- trar la corrección de aquéllas®^. ;,^í,,. „^. ^í,„„-,;+„v..... ^4,,
yente del cientifismo: la interdependencia de los fenómenos naturales y
culturales en las ciencias del hombre y la sociedad; y la propia evolución Según esto, y salvo alguna opinión aislada®'', la opinión mayoritaria
se ha manifestado a favor del emplazamiento de la Criminología entre
las ciencias de la naturaleza, invocando fundamentalmente su inequí-
voco proceder empírico®^.
^^ Así, FREY, E., Kriminologie: Programm und Wirklichkeit, en: Schweizerische
up ]'"í '"íi-,i( íq-'í')._ r?;;( BÍTITOH B Í (Í 'jjfii,
•^ Zeitschrift für Strafrecht 66 (1951), pág. 67. Sin embargo, como apunta EISENBERG,
Ui tal punto de vista implica u n a renuncia a la autonomía de la Criminología y el
Y reconocimiento de que carece de un método propio (Kriminologie, cit., pág. 9). Sobre
g.:; dicho e s t a t u s «superestructural» de la C r i m i n o l o g í a , como i n s t a n c i a •\ ".rp .ffi'* íBT^qo \r, ,f;"'.!i;bno. .J ob •<>'•>"
metadisciplinaria, vid. MANNHEIM, H., Vergleichende Kriminologie. Ein Lehrbuch
in zwei Bánden. 1974, Stuttgart, págs. 18 y ss.; y SACK, F., Probleme der
Kriminalsoziologie, en: Konig; Handbuch der empirischen Sozialforschung, II Sobre las clasificaciones dicotómicas heredadas del neokantismo: ciencias de la
(1969), Stuttgart, págs. 963 y ss. (cfr. EISENBERG, U., Kriminologie, cit., pág. 9). naturaleza/ciencia del espíritu (Dilthey); ciencias ideográficas/ciencias nomotéticas
^® Sobre eUmodelo integrado», períodos, GÓPPINGER, H., Probleme interdisciplinárer (Windelband); ciencias de la naturaleza/ciencias de la cultura (Rickert), vid.
Forschung in der Kriminologie, en: Tübinger Festschrift für E. Kern, 1968, págs. FIGUEIREDO DÍAS, J./COSTA ANDRADE, M., Criminología, cit. (1992), págs. 97
2 0 4 y ss.; EISENBERG, U., Kriminologie, cit., pág. 10 (en sentido crítico, mantiene y ss.
1 que el modelo «integrado» es algo distinto de la obvia interdisciplinariedad de la Sobre el concepto de «ciencia aplicativa», que añaden otros autores, vid. REYES, E.
Criminología, y que no es convincente pretender una integración más que «par- ^^ A., Criminología, cit., págs. 19 y ss. ' \
:^ ciah); también LEFERENZ, H.: Literatur-Bericht, Kriminologie (Teil I), en: ZStW g^ Vid. RODRÍGUEZ MANZANERA, L., Criminología, cit., pág. 32. ^Wf >0 -f^A ^
84 (1972), pág. 971; distinguiendo raéioáo «pluridisciplinario»e«interdisciplinario», Por ejemplo, la de MAYER, H., en: Strafrechtsreform für heute und morgen, 1962,
RODRÍGUEZ MANZANERA, L., Criminología, cit., pág. 39. Berlín, página 1; BIENCHI, H., Position and Subject-matter of Criminology, 1956,
*° Ajuicio de GÓPPINGER, H. (Criminología, cit., pág. 2), sería exclusivamente u n a 85 : | ^ s t e r d a m , pág. 121.
cuestión «metodológica». Vid. GÓPPINGER, H., Criminología, cit., pág. 9.
68 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGL»L 69
Sin embargo, una nítida y abierta contraposición entre «ciencias de la naturale- ontiene u n a implícita pero inevitable referencia a normas jurídicas^" —
za»^ «ciencias del espíritu», basada en los respectivos métodos y objetos de las n todo caso, a normas «culturales»—, sin perjuicio de que no sea ello
mismas, no parece hoy ya sostenible'"'.
Por de pronto —como algún autor ha destacado**'— preguntar si la Criminología
obstáculo insalvable p a r a admitir la autonomía científica de la
pertenece a las ciencias de la «naturaleza» o a las del «espíritu» induce a error si con Criminología. El crimen tiene, sin duda, un sustrato fáctico, u na mani-
ello se insinúa que el objeto de las primeras es de índole «natural», y «anímico» el festación «real», pero adquiere su verdadero significado por referencia a
de las segundas. Pues para una moderna y correcta concepción naturalística valores. 'La«desviación» carece de autonomía «oretoZóg'ica»:un a conducta
también lo «^5^//7/'¿/a/->^ puede formar parte del campo investigador de una ciencia del
se reputa desviada porque se define como tal, porque se le atribuye dicho
«ser», en la medida en que aparezca ante la misma como una manifestación «real»,
táctica. Los progresos de la Medicina somática en la investigación empírica de las carácter, no lo es per se^K
enfermedades mentales, por ejemplo, demuestran hasta qué punto cabe la experi- Por ello, no procede contraponer radicalmente las «ciencias de la naturaleza» y
mentación y el método causal-explicativo, científico-natural, en torno a fenómenos las «ciencias de la cultura». Las ciencias ''/75A/A5/6'5" tienen inequívocas connota-
espirituales^^. La distinción entre «ciencia de la naturaleza», y «ciencia del espíritu» ciones «culturales», y las ciencias de la «cultura» requieren cada vez más el auxilio
no puede trazarse, por tanto, con arreglo a una supuesta contraposición de sus de las ciencias de la «naturaleza». La Psicología, por ejemplo, no puede prescindir
«objetos», reales en el primer caso, espirituales en el segundo. No obstante, la de un enfoque biosocial y la Medicina de planteamientos psicosomáticos y comuni-
adscripción de la Criminología a las «ciencias de la naturaleza» sería válida de tarios. Del mismo modo, la Criminología es ciencia de la «naturaleza» en cuanto
admitirse que a éstas corresponde también el estudio del comportamiento del estudia el crimen como fenómeno real, pero es, también, ciencia «cultural», porque
hombre. oí./ijiW.uí?í viij.a*j£..A r..Aiut:i.? í j cS\/víiQ*3VJi ow*. i í j a x i * / ^i.# JllJiljlv l"JCi
aquél sólo se explica en un determinado contexto social, esto es, culturaP^.
Más polémica sería la caracterización de la Criminología como De todo ello puede deducirse que la polémica comentada es superfina
«ciencia de la naturaleza», por el contrario, si, partiendo de la distinción y estéril. Un siglo de investigaciones sobre el crimen ha permitido ya a
entre «ciencias del ser» y del «debe ser», se argumenta que a las «ciencias la Criminología adquirir el status científico de disciplina empírica, cuya
de la naturaleza» les corresponde u na explicación «causal» de «hechos», autonomía sólo le cuestionan algunos sectores de la Psiquiatría y de la
radicalmente «neutra», esto es, libre de toda referencia «normativa». El Sociología^^.
planteamiento cuestionado se esgrime por la doctrina tradicional, a
b) Suele distinguirse, también, entre ciencias nomotéticas y ciencias
propósito de la doble acepción, penal y criminológica, del concepto de
idiográficas^^.
delito, para poner de relieve que la Criminología, como ciencia del «ser»,
contempla aquél en su aspecto «fáctico», mientras para el Derecho — Según POPPER^^, unas ciencias se ocupan de la explicación causal de eventos
ciencia valorativa— el delito interesa en cuanto conducta valorada singulares, individuales (idiográficas), mientras otras tratan de descubrir y verificar
leyes universales (nomotéticas).
negativamente por la norma jurídico-penaP^. Tal simplificación no
puede convencer por dos razones. En primer lugar, porque los esquemas
«causales-explicativos», según se indicó, pugnan con la complejidad de 90
las ciencias de la conducta, al operar con u na imagen del hombre Vid. EXNER, F., Biología Criminal, cit., pág. 17.
91
Vid. MATZA, D., El proceso de desviación, cit., págs. 21 y ss. No asumo, con ello, la
puramente reactiva, degradada a la impropia condición de objeto. E n
concepción «definitorial» de delito del Labeling approach (concepción radical), sino
segundo lugar, porque desconoce que el concepto criminológico de delito que me limito a afirmar que el propio concepto de «delito» presupone una referencia
valorativa a ciertas normas. Sobre el problema, vid. PARSONS, T., The Social
92
System, New York, The Free Press of Glencoe, páginas 250 y 251.
93
Así, RODRÍGUEZ MANZANERA, L., Criminología, cit., pág. 29.
En este sentido, ya en 1945, LÓPEZ REY, M., (Introducción al estudio de la Cfr. KAISER, G., Kriminologie, cit., pág. 5. En sentido crítico, cuestionando la
Criminología, cit., págs. 94 y ss). .HrJtsmaociv autonomía de la Criminología, vid. SACK, F., Die Ost-West-Wanderung der
S E E L I G , E., Lehrbuch der Kriminologie, dt., pág. 17. .••••'-• Kriminalitát, en: Grundlagen der Kriminalistik (4), Kriminalistische Akzente,
Así, GÓPPINGER, H., Criminología, cit., pág. 2. Admitiendo, entonces, que una 1968, Hamburg, págs. 199 y ss.
ciencia de la naturaleza pueda tener por objeto al hombre mismo, no habría Sobre la distinción entre ciencias «idiográficas» y «nomotéticas», vid MANNHEIM,
inconveniente en reconocer tal carácter a la Criminología (así, SEELIG, E., W., Comparative Criminology, cit., I, págs. 6 y ss.
Lehrbuch der Kriminologie, cit, pág. 17). UKHW.; POPPER, K. R., The Poverty of Historicism, 1957, London, págs. 121 y ss. (y 143 y
Por todos, SEELIG, E., Lehrbuch der Kriminologie, cit., págs. 1 y ss. ) .f iV ss.).
70 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 71
^^ Así, por todos, MANNHEIM, H., Comparative Criminology, cit., I, págs. 6 y 12.
^' Así, MANNHEIM, H.. Comparative Criminology, cit., I, pág. 13. E n contra,
BIANCHI, H., Position and Subject of Criminology, cit., pág. 121, para quien la Cfr. FIGUEIKEDO DÍAS, J./COSTA ANDRADE, M., Criminología, cit. (1992),
Criminología es ciencia «normativa» por el mero hecho de que se ocupa de u n 100 f & s . 4 y 5 .
fenómeno, como el crimen, inseparable de concepciones y valoraciones. Asi, DAHRENDORF, R. Sozialwissenschaft und Werturteil, en: Gesellschaft und
^® MANNHEIM, H, Comparative Criminology, cit, I, pág. 13 (a non-policy-making reiheit. Zur soziologischen Analyse der Gegenwart. München, 1961, págs. 27 y ss.
discipline, piecemeal social engineering). Cfr. KAISER, G., Kriminologie, cit., pág. 64.
72 ANTONIO GAECIA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 73
u n forcejeo entre objetivos de la investigación criminológica y la política En la aún mayor dependencia o sometimiento de la Criminología del
social que, en definitiva, explica la existencia de los tres «modelos» a modelo socialista intervienen factores específicos, sobre todo, uno de
continuación citados. naturaleza ideológica: la férrea vinculación de aquélla al «marxismo-
leninismo», con todas sus consecuencias.
El modelo europeo occidental implica un a dependencia orgánica y
funcional más o menos estrecha de la Criminología respecto a las Así, la propia Criminología socialista se autodefine como mera «rama de ia
Jurisprudencia» o «eiementoparciaide ia dirección de ia sociedad», según fórmula
disciplinas jurídicas e instituciones del Derecho. Dicha posición subor- de LEKSCHAS'""^, resaltándose de este modo su función «instrumentai» a\ servicio
dinada de la Criminología, propia más bien de las disciplinas «auxilia- de una ambiciosa y arrolladora «poiítica criminai» consolidadora y guardián del
res», no puede atribuirse al proverbial e injustificado recelo hacia lo sistema. La Criminología se presenta, entonces, como «cienciaapiicada»en apoyo
empírico, como tampoco a actitudes soberbias o defensivas de muchos inmediato de la realidad práctica y de la legalidad socialista. En este cerrado marco,
es lógico que la investigación criminológica quede mediatizada por el dirigismo
juristas. Sus raíces son complejas y más profundas. "" "" "' " jurídico, bajo la supervisión incluso de los fiscales generales'"'', y que los «intentos
Influye, sin duda, la propia naturaleza de ia Criminología como ciencia joven e de evasión» de psiquiatras, psicólogos y sociólogos para sintonizar con el nivel de
interdisciplinaria; el pluralismo casi «errático» de su metodología^"^; la diversidad de las ciencias «experimentaies» de otros países se contemplase con recelo desde el
disciplinas especiales que, en el seno de la misma, se preocupan del crimen desde monolitismo metodológico del marxismo-leninismo. Pues éste, en definitiva, preocu-
sus respectivos enfoques; su orientación predominantemente teorética y los bruscos pado de la máxima efectividad del control social, duda —y no sin razón— de las
8<
desplazamientos de los centros de interés de la investigación (de la Biología a la garantías que al mismo pueda ofrecer el «antropoipgismo» o un imprevisible
/W I \\J\J<J H..Í-J XJ iK>yJt\^Ji\ \aX3i IV/l I O J S J O t l IMi
Psicología y la Psiquiatría, y de éstas a la Sociología, con el consiguiente cambio de X aaiimiii^
«empirismo»^'
paradigma), en pocos lustros explican, sin duda, la «situación marginai»''°'^ de la
Criminología, en contraste con el arraigo, estabilidad y uniformidad que ofrecen otras Muy distinto es, por último, el modelo angloamericano. En el «vasto
li. ciencias. Pero a estos factores históricos y estructurales se añaden otros como la
„^ desafortunada polémica entre penalistas clásicos y criminólogos, transida de errores laboratorio» criminológico que son los Estados Unidos^"®, la Criminología
por ambas partes, pero de la que resultó perdedora la Criminología europea, en nace y se establece entre las ciencias sociales y sociológicas, con clara
^' buena medida por los excesos del positivismo criminológico y sus pretensiones independencia de las disciplinas jurídicas, desde un principio, logrando
^ avasalladoras que generaría recelos y actitudes defensivas en muchos sectores un reconocimiento y estabilidad institucional en todos los ámbitos del
;J jurídicos. O incluso la no muy buena prensa de los criminólogos, tildados como
que careció en Europa. Razones de un éxito t a n espectacular tal vez
,, «bufones y cortesanos de ia Jurisprudencia»^'^'^; censura, desde luego, injusta,
\, porque cuando se subestima —como se ha subestimado y se sigue subestimando puedan ser tres: su rápida sintonización con los problemas reales que
en toda Europa aún— la trascendencia del aspecto «institucionai» para el éxito de preocupaban a la sociedad americana, la credibilidad y rigor del método
fii la investigación científica: cuando, por ausencia de cauces reales, no cabe una empírico e interdisciplinario utilizado en las investigaciones y la ausen-
fe investigación y una crítica organizadas, institucionalizadas (con todo lo que esto cia de una polémica o confrontación radical entre criminólogos y juristas
|j, implica en el ámbito profesional, académico, financiero, etc.), no puede esperarse
f ,^ tampoco una especial fiabilidad y rendimiento de aquélla, ni parece razonable
como la acaecida en Europai"*^.. ^ , \ -
'"' reprochar a los criminólogos una comprensible falta de dedicación profesionaP"".
-rr; -jj
'.i U't ; j I! , y i ,-¿174 ' u i J i 'J, mi,"i}¿í , t ( i g l J » ( J i J U O Pft, 3U_UliiJi»ií>JHi'.-". UMÍU-.J U i U i Jl
en los diversos países desde el punto de vista institucional y organizativo, vid.
RADZINOWICZ, L., En busca de la Criminología, cit., supra nota 6.
En comparación con la Criminología socialista, en todo caso, cfr. KAISER, G., Cfr. KAISER, G., Criminología, cit., pág. 51. Del mismo autor: Kriminologie, cit.,
Kriminologie, cit., pág. 83. pag. 85: «El concepto de la Criminología socialista trata de ponerse en práctica
Cfr. KAISER, G., Criminología. Una introducción a sus fundamentos científicos. mediante una estrecha vinculación metodológica, personal y organizativa de la
Madrid (1978), Espasa Calpe, pág. 44. 106 ''"•^^^^'•Sación criminológica con el Derecho Penal».
Así, WOLFF, J., Der Jurist in der Kriminologie, en: Kriminologisches Journal 107 ^'^•' citando a BAKOCZI, KAISER, G., Criminología, cit., pág. 49.
(München), 3 (1971), pág. 262. Cfr. KAISER, G., Kriminologie, cit., pág. 65. Sobre el recelo hacia el empirismo del marxismo-leninismo, vid. KAISER, G.,
Sobre este reproche a la falta de profesionalidad de los criminólogos, vid. BADER, 108 ^'^iniinología, cit., págs. 51 y 52.
K.S., Stand undAufgaben der Kriminologie, en: Juristen Zeitung, 7 (1952), pág. 17; Según expresión muy gráfica de RADZINOWICZ, L., En busca de la Criminología,
BRAUNECK, A. E., Der Junge Jurist und die Kriminologie, en: Juristische i„g cit., página 117.
Schulung, München/Frankfurt, 1966, página 222. Cfr. KAISER, G., Kriminologie, Sobre las coordenadas de la Criminología norteamericana, vid. RADZINOWICZ,
cit., pág. 65. P a r a un análisis de la evolución de las investigaciones criminológicas L.,Enbusca de la Criminología, cit., págs. 111 y ss. (especialmente, 121,127y 143).
74 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 75
La Criminología norteamericana surge, se consolida y progresa en el marco de
la Sociología; y nace básicamente para dar explicación científica a los problemas
planteamientos 'etiológicos', siempre en el marco del positivismo
que en verdad interesaban a la sociedad —los socialproblems—/las múltiples criminológico biologicista, p a r a cumplir u n a función auxiliar y
C'-í facetas del crimen como hecho individual y colectivo, el funcionamiento real de la legitimadora del Derecho P e n a P " , recibiendo un impulso teórico pode-
maquinaria judicial y la evolución de los principales programas preventivos. Enfoque roso en la década de los ochenta gracias a la Criminología crítica y
sociológico éste que, además de justificarse por sus resultados, se aviene a la visión radical de la 'reacción social'"^.
«optimista» de la vida que profesan los norteamericanos, al concebir el delito más
como producto de unas fuerzas sociales «corregibles» que precipitado de factores Por ello, advierte ZAFFARONI que la Criminología 'etiológica' latinoamericana
«endógenos»™. Frente al caótico ejemplo ofrecido por la Criminología europea fue, primero, racista (discurso a la medida de las minorías proconsulares de las
(disputas de escuelas, pluralismo metodológico casi errático, concepciones irrecon- repúblicas oligárquicas que entran en crisis a partir de la revolución mexicana) y
ciliables sobre el propio paradigma científico, etc.), el norteamericano supo conser- luego, sin abandonar el marco positivista, se convirtió en el complemento ideal de
var la sólida base y rigor que aporta el método empírico e interdisciplinario, un Derecho Penal neokantiano, legitimando con su toque de cientifismo, la actuación
abrazadera y cauce seguro por el que discurrió la investigación criminológica con selectiva y discriminatoria de éste. «La Criminología se ocupaba de la etiología de
independencia de las múltiples orientaciones y planteamientos que se constatan en las acciones de las personas seleccionadas por elpoder del sistema penal»''^^.
la misma. Por ello, este sociologismo mereció el crédito y respeto de todos, sin
provocar recelos y anticuerpos entre los penalistas, ni el inevitable alineamiento
ideológico de éstos frente a lo empírico, y pudo consolidarse la Criminología en el Desde la década de los ochenta, por tanto, el análisis crítico y radical
marco de las ciencias sociales. De hecho, las disputas endémicas entre psicólogos goza de gran predicamento.
o psiquiatras y juristas norteamericanos carecen de la virulencia que tienen en !-< i " í >!,•>,
Europa; y la actual «controversia» o «confrontación» de sociólogos y penalistas
parece más un fenómeno coyuntural, producto de la polarización política reflejada
en el lema Law and Orden"'.
J ' • lí
«delito», en cuanto implica u na referencia obligada a «normas», cambia criminalización o a la descriminalización —se argumenta—, resulta
con la evolución de la sociedad y de la cultura. Es, temporal y indicado u n concepto lato, material de delito; mientras que si aquélla
espacialmente, histórico, relativo, circunstancial. Del mismo modo que versa sobre la extensión, estructura y movimiento de la criminalidad,
el contenido y volumen de las conductas que se criminalizan ha variado las definiciones jurídico-penales cobran prioridad lógica*.
ostensiblemente en los últimos cien años^. La Criminología tradicional,
conservadora y respetuosa de las definiciones legales, consideró siempre
embarazosa la circunstancialidad y relatividad de su objeto, así como la c) El interés por la víctima como objeto de la Criminología —y la
coincidencia inicial y aparente del mismo con el del Derecho Penal, pues elaboración científica de u n a teoría de la víctima— es u n fenómeno
admitir que un a ciencia «empírica» y otra «normativa» tienen el mismo reciente, que tiene lugar a partir de la segunda contienda mundial.
«objeto» {«delito»), diferenciándose sólo por el «método» o forma de Aunque parezca paradójico, tanto la Criminología como el sistema penal
examinarlo, significaría tanto como confesar la incapacidad de la han volcado sus esfuerzos de forma exclusiva en el delincuente, abando-
Criminología para autodefinir su campo de investigación, negar su nando el estudio de la víctima, que sólo h a merecido de la sociedad
autonomía científica. En consecuencia, este planteamiento situaba a la compasión. ,^....ÍÚQ
Criminología tradicional ante u n a delicada opción: o subestimar el El dispositivo penal —el sustantivo y el procesal— surge histórica-
componente normativo que el concepto de delito implica por su implícita mente, de hecho, para «neutralizar» a la víctima^, disociándola y segre-
referencia a «normas» (culturales, en último término), o bien sentar las gándola de su posición natural junto al delincuente, a fin de recabar para
bases de u n concepto «criminológico» de delito (material) distinto del el Estado el monopolio de la reacción penal. De otro modo, como la
jurídico-penal, meta condenada de antemano al fracaso. experiencia ha demostrado, la víctima misma, los colectivos de víctimas
^^^En la actual discusión criminológica el problema h a perdido ya potenciales y la propia sociedad desencadenarían u n a política criminal
interés. De u n a parte, porque no parece contradictorio que una discipli- «emocional», en la que el Derecho Penal acabaría cumpliendo u n a mera
na empírica opere en un marco normativo. Que el concepto «criminológico» «función simbólica»^. Por otra parte, se comprende que las actuales
de «delito» contenga u na referencia mediata a pautas valorativas (cul- orientaciones «prevencionistas» releguen las consecuencias del delito al
turales, jurídico-penales) no significa que la Criminología carezca de ámbito extrapenal de las prestaciones sociales reparadoras y que la
objeto propio, de autonomía científica. De otra, porque lejos de esa víctima de aquél sólo interese en orden a u n a oportuna «profilaxis»'^.
obsesión academicista, punto de arranque de enfoques meramente Más difícil justificación tiene el tradicional olvido de la víctima por
fenomenológicos, a la moderna Criminología le interesan diversas parte de la Criminología, ya que delincuente y víctima son los dos
facetas más llamativas del «crimen» que su delimitación formal, concep- coprotagonistas del suceso criminal. Degradarla a la condición de
tual; preocupa, por ejemplo, su problematización, las funciones positi- destinatario fortuito, fungible y pasivo de aquél, carece de todo realismo,
vas que pueda cumplir como instrumento e indicador del control social, "•^ '• • >HÍ '.•¡¡n'i .MtyíM ,11"/
el volumen, estructura y movimiento de la criminalidad, las estrategias
criminalizadoras y descriminalizadoras, el efectivo reparto de la crimi- • i * ¡1=^ v'Kt' ' f'Ail-V i*fl
nalidad entre los distintos estratos sociales, etc.^. Finalmente, porque se * Por todos, KAISER, G., Kriminologie, cit., pág. 121. Véase, también, FIGUEIREDO
reconoce hoy la conveniencia de operar con diferentes conceptos de g DÍAS, J., COSTA ANDRADE, M., Criminología, cit., pág. 90.
«delito» según las respectiva s finalidades de la investigación Así, HASSEMER, W.. Fundamentos de Derecho Penal, Barcelona (Bosch), 1984,
criminológica: si se abordan problemas de política jurídica en torno a la g Págs. 92 y ss.
Una referencia a las principales investigaciones empíricas en relación a la citada
-)b fi'Ti'-i'ínri'í t.~\ / v t a - inf.1 /YCe t (^Tí •ve\ f-í r* Í-.T. OV
*:»''i i:inn «función simbólica» del Derecho Penal, en STEINERT, H., Über die Funktionen des
Strafrechts, en: Festschrift für Ch. Broda, 1976, Viena, págs. 350 a 355; ARROYO
U n a reseña sobre los cálculos estimados en que se cifra el incremento de conductas ZAPATERO, L., La reforma de los delitos de rebelión y terrorismo (Cuadernos de
criminalizadas en los últimos años, citando a SENFFEET, EXNEE y KANGOL, en: Política Criminal, 15, 1981, págs. 379 y ss.). Cfr. HASSEMER, W., Fundamentos
KAISEE, G., Kriminologie, cit., pág. 116. ,j,_,,,,j um-jui^-av anu SJIH-Í ^ de Derecho Penal, cit., pág. 95, nota 110.
^ Así, KAISER, G., Kriminologie, cit., pág. 116. nfíniíU ,.í, .H , H a a i í r / i H D a Cfr. HASSEMER, W.. Fundamentos de Derecho Penal, cit., pág. 96.
80 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 81
como pone de relieve la moderna Criminología*. Si t a n lamentable medida, al labeling approach o social reaction approach^^, impulsor de
laguna tiene alguna explicación tal vez pueda ser ésta que la sociedad una Criminología más dinámica e interaccionista, que desplaza el
se «identifica» con quien realiza las conductas prohibidas y se preocupa centro de interés de aquélla del delito y el delincuente al control social,
sólo de quien «femé», según conocidos esquemas psicoanalíticos®. Pero es a la propia reacción social; de las teorías de la «criminalidad» a las de la
obvio que en un futuro próximo el estudio de la víctima atraerá aún más «criminalización», cuestionando el propio paradigma «etiológico».
la atención que merece, puesto que la Criminología dispone ya de un Con el manido e impreciso concepto del «control social»^* —concepto
cierto núcleo de conocimientos sobre cuestiones trascendentales en sociológico neutro, descriptivo, pero que se utiliza también con miras
relación a la víctima del delito como: aptitudes y propensiones de los legitimadoras, unas veces, críticas, otras^'' —se hace referencia a ciertos
sujetos para convertirse en víctima, tipología victimarla, relaciones procesos sociales que recaban la conformidad del individuo, sometiéndo-
entre delincuente y víctima, grados de coparticipación o correspon- le a las pautas, modelos y requerimientos del grupo; cohesión, disciplina,
sabilidad de la víctima en el delito, influencias sociales en el proceso de integración son, pues, términos que describen el objetivo final que
victimización, daños y reparación, profilaxis criminal, comportamiento persigue el grupo, la sociedad, para asegurar su continuidad frente al
de la víctima como agente informal del control penal, etc.^°. La comportamiento individual irregular o desviado.
criminalización de determinadas infracciones, equívocamente denomi-
nadas «delitos sin víctima», con «víctima difusa» o «invisible» (recte: Por control social se entiende, afirma gráficamente St. GOHEN^^ el conjunto de
delitos contra intereses generales o generalizados), abre importantes «formas organizadas en que la sociedad responde a comportamientos y personas
que contempia como desviados, problemáticos, preocupantes, amenazantes, mo-
horizontes desde un punto de vista político-criminal a la investigación lestos o indeseables de una u otra manera» y añade; «Esta respuesta aparece de
criminológica, anclada todavía en el marco estático de la fenomenología^^. diversas formas: castigo, disuasión, tratamiento, prevención, segregación, Justicia,
resocialización, reforma o defensa social. Está acompañada de muchas ideas y
: fLfttl .ntftíl5fíClAft(lf)^Tí)a<>^-ficFMa;»\, o r * 1 o rn»r>r ¿^ "t/.
emociones: odio, venganza, desquite, disgusto, compasión, salvación, benevolen-
cia o admiración. El comportamiento en cuestión es clasificado bajo diversas
d) Finalmente, el análisis científico del control social del comporta- denominaciones: crimen, delincuencia, desviación, inmoralidad, perversidad, mal-
miento desviado h a ampliado y enriquecido el objeto de la investigación dad, deficiencia o enfermedad. La gente a la que se dirige esta respuesta es vista
criminológica en los últimos lustros^^. El mérito es debido, en buena como monstruos, bobos, villanos, enfermos, rebeldes o víctimas. Y aquellos que
responden (haciendo algo o estudiando la materia) —tareas que habitualmente se
confunden— son conocidos comojueces, policías, asistentes sociales, psiquiatras,
psicólogos, criminólogos o sociólogos de la desviación»'''^.
• obfvfo "\UñiíhÉíriíWém¡S xÉíol49áMtf!"íail&*é*M'
® t ~ Vid., por todos, GARCÍA-PABLOS, A., Problemas actuales de la Criminología, cit., •onuCísg B J .^óifí•^7a9^¥'«oiaB,sftee»3íüa•sb•'Oíl3^I* iuBtteto^o-staittBí:
/ pág. 83; del mismo, Derecho Penal. Introducción. Madrid, 1995 (Universidad
-Ofñ Complutense), págs. 49y ss.;yTAYLOE, I.; WALTON, P.; YOUNG, J., Criminología 1^ Vid. SCHUR, E. M., Reactions to Deviance: A critical Assessment, en: American
Crítica, 1977 (Edit. Siglo XXI), México, pág. 93. : ' ' •: • Journal of Sociology, Chicago. 1969 (75), págs. 309 a 322. Así, también, CLARK, L.
8 Así, EODRÍGUEZ MANZANERA, L., Criminología, cit., pág. 73. y GIBES, J.P., quienes sugieren se analice científicamente no las «causas» de la
1° Vid. HASSEMER. W., Fundamentos de Derecho Penal, cit. págs. 90 y ss.; KAISER, desviación, como h a hecho la Criminología tradicional, sino «la reacción» o reaccio-
G., Kriminologie, cit., págs. 179 y ss.; SCHNEIDER, H. J., Victimologie, Wissenschaft nes sociales al comportamiento desviado (Soziale Kontrolle: Eine Neuformulierung,
vom Verbrechensopfer, Tübingen, 1975, págs. 10 y ss.; MERGEN, A., Die en: Seminar. Abweichendes Verhalten, L, 1975 (Shurkamp), cit., pág. 155.
Kriminologie, cit., págs. 389 y ss.; MENDELSOHN, B., Victimology and Concepto al que se denomina, despectivamente, «término Mickey Mouse» (Cfr.
Contemporary Society's Trends. Victimology, en: International Journal, 1 (1976), COHÉN, St., Visiones de control social, cit., pág. 17). Por qué no gusta a los juristas
págs. 8 a 28; VON HENTIG, H., The Criminal and his Victim, 1948, New Haven- el concepto de control social: Vid., LÜDERSSEN, K., Einführung (en: Seminar.
Conn.; recientemente: SANGRADOR, L., La victimología y el sistema jurídico- Abweichendes Verhalten, I., cit., págs. 7 y ss.).
penal, en: Psicología Social y sistema penal (Compilación de F, JIMÉNEZ BURILLO ^^ Cfr. COHÉN, St., Visiones de control social, cit., págs. 17 y ss. También: BERGALLI,
y M. CLEMENTE), Madrid, Alianza Universitaria, 1986, págs. 61 a 91. R., El sistema penal español como el ámbito menos conocido del control social. En:
Sobre el estado actual de los conocimientos criminológicos en relación a la víctima Control social del delito: críticas y alternativas. Bilbao, 1991, págs. 115 ss.
de «delitos colectivos», vid. HASSEMER, W., Fundamentos del Derecho Penal, cit., ^^ (Salhaketa. Preso en Aldeko Elkartea).
pág. 97 y reseña bibliográfica contenida en la nota 115. Visiones de control social, cit., pág. 15.
12 GARCÍA-PABLOS, A., Problemas actuales de la Criminología, cit., pág. 97. COHÉN, St., Visiones de control social, cit., pág. 15. . .h
82 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 83
Este nuevo enfoque se haila, sin duda, muy controvertido^'', pero incluso quienes
|if, lo rechazan se ven obligados a admitir que no se puede estudiar ya la criminalidad la jurídico continental, es una teoría estatal del control social que concibe este
7 • prescindiendo de la «reacciónsocial»: que la teoría de la criminalidad presupone la concepto como control político de la sociedad centralizado en y por el Estado^".
'í t! *®°'''^ ^^ '^ «crimlnaiización»; que el efectivo funcionamiento del control del delito Ambas tradiciones representan, sin duda, dos visiones ideológicas diferentes de
p.,1 a,B configura el volumen, la estructura y la dinámica de la criminalidad, así como la organización sociaF^.
condiciona también la imagen que la sociedad se forja del delincuente^^. Los teóricos del controi suelen distinguir entre controles sociales «activos» y
«reactivos». Especialmente, los radicales y críticos, que propugnan la supresión de
los mecanismos «represivos» (abolicionistas) y se manifiestan a favor de unos
Según esto, parece obvio que a la Criminología h a de preocuparle no controles sociales «neutros» y «positivos>y^^.
sólo el delincuente, el delito y la víctima, sino también el control social, El control social «activo» viene integrado, según tal distinción, por aquellos
esto es: el estudio de los «mecanismos a través de los cuales la sociedad mecanismos que intentan prevenir un comportamiento socialmente no deseado. Se
trataría, por tanto, de controles «internos» que operan preventivamente mediante
despliega su supremacía sobre los individuos que la componen, consi-
una sutil pero eficaz labor socializadora y legitimadora. En último término, ésta
guiendo que éstos acaten sus normas»^°, y de modo muy particular, los de contribuye a una voluntaria internalización del deber y a actitudes individuales de
carácter <<pena/>> (el control social penal destaca entre todos los controles conformidad, siempre voluntarias, que orientan los procesos de motivación del
sociales por sus fines y medios, representando la dirección normativa de miembro del grupo^'. La principal agencia de socialización primaria es la familia, de
estructura más formalizada y racional). Debe, pues, ensanchar el socialización secundaria, la escuela.
Pero lo cierto es que, sin restar importancia al control interno y a la eficacia
ámbito tradicional de su objeto, incorporando al mismo el análisis
etiológica del fracaso del controi social activo en la génesis de la criminalidad^^ la
científico de los diversos sistemas normativos del control social (religión, socialización del individuo resulta insuficiente. El individuo sigue actuando como un
moral, ética, usos y costumbres, terapias varias), de sus portadores e trasgresor en potencia, conserva la capacidad de interpretar las normas —siempre
instancias (Iglesia, opinión pública, ciencias, familia y escuela, profe- susceptibles de violación— con plena autonomía, más allá aún del rol que le
sión, etc.), estrategias (prevención, socialización, represión), de sus corresponde; e incluso, la de redefinirtas y manipularlas, neutralizando el contenido
y significación de las mismas, lo que explica que el impacto de la socialización no
sanciones (positivas y negativas) y destinatarios, según sus respectivos ofrezca una imagen homogénea sino multiforme y diferenciaP^.
estratos sociales^^ Superado el momento preventivo, y como respuesta a la conducta desviada,
entran ya en acción controles sociales «reactivos». Estos, a su vez, suelen
'^'' El concepto de «controisociai», que procede de las ciencias sociales y políticas, clasificarse en «informaies» y «formales>fi°.
'*' extraño al análisis normativista del Derecho propio de la cultura jurídica continental,
El control social «informai» opera a través de grupos primarios (vg. familia,
enfrenta dos tradiciones, la sociológica y la politicológica^^. La primera, de corte
vecindad, etc.) o secundarios (vg. escuela, puesto de trabajo, partido político, iglesia,
anglosajón, refiere este concepto a la propia sociedad y es utilizado como categoría etc.) que en puridad no tienen como objetivo básico dicha función de control. Se
e instrumento central de la sociología para «anaiizar ia organización sociai y ei sirven de medios de muy diversa naturaleza, psíquica (vg. desaprobación, pérdida
desarroiio deiasociedadinclustriai>¡^^ que llevó consigo procesos dirigidos a inducir del estatus o de la estima social, aislamiento, reproche, ridiculización, rechazo, etc.),
la conformidad del individuo por medio de su socialización y represión. La segunda, física (violencia) o incluso económica (así, pérdida del puesto de trabajo, del salario).
^* Vid., BERGALLI, R., Control social punitivo, cit., pág. 4. , - ' ' -'i ;
^^ Un balance global del labeling approach desde una concepción próxima al mismo
Cfr., BERGALLI, R., Control social punitivo, cit., pág. 4. ' ' ' '
pero destacando sus puntos débiles, en: Dei delitti e delle pene, Rivista di studi
Así, a favor de unos controles sociales «activos», no «reactivos», se pronuncia
sociali, storici e giuridici sulla questione criminale, 1 (1983), enero-abril, editorial,
MELOSSI, D., Ideología e Diritto Pénale, en: Dei delitti e delle pene, 1/1991, cit.,
pág. 30 ss.; VERDE, Alf., propugna un control social «positivo» (en: Verso un
^'^ Por todos, KAISER, G., Kriminologie, cit., pág. 163. • ' "' "" '
controllo sociale «in positivo» in campo minorile, en: Dei delitti e delle pene, 1983,
^" Así, WOLFF, K. H., Soziale Kontrolle, en: Worterbuch der Soziologie, edit. por v. W.
2^ págs. 356 y ss).
Bernsdorf, 2,1969, Stuttgart, págs. 965 a 970. Cfr. KAISER, G., Kriminologie, cit.,
Vid. HESS, H., II controllo sociale: societá e podare, en: Dei delitti e delle pene, 3
págs. 160 y ss. 2g (1983), págs. 504 y 505.
^^ Cfr. KAISER, G., Kriminologie, cit., págs. 161 y ss. Vid. HIRSCHI, T., Causes of Delinquency, 1969, Berkeley; BOX, S., Deviance,
^^ Así, BERGALLI, R., Control social punitivo. Barcelona, 1996 (Bosch), págs. 3 y ss. Reality and Society, 1981 (London), págs. 121 y ss.; Cfr. HESS, H., II controllo
^^ JANOWITZ, M., Sociological theory and social control, en: American Journal of gg sociale, cit., págs. 508 y ss.
Sociology, 81(1), págs. 82 y ss. Cfr. BERGALLI, R., Control social punitivo, cit., pág. 3^ Cfr. HESS, H., II controllo sociale ..., cit., págs. 506 a 508. ^nim-iit.
4. Cfr. HESS, H., II controllo sociale ..., cit., págs. 508 y ss. taoy Jl ,.. , .^ -
84 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 85
La actuación de las instancias del control social informal se regula en normas 2. E L «DELITO» COMO OBJETO D E LA INVESTIGACIÓN
informales (usos, tradiciones, principios morales, criterios de reciprocidad, etc.),
etoí porque el Derecho positivo representa sólo el último límite que no pueden trasgredir CRIMINOLÓGICA
aquéllas (prohibición del castigo excesivo del niño por los padres o del maltrato de
Y< aquel por los maestros en la escuela, establecimiento de causas o supuestos de El primer problema que suscita el concepto de «delito» como objeto del
9br despido, etc.). Lo que no resta importancia a la actuación del control social informal análisis criminológico es el de su propia delimitación, ya que también el
3or en los procesos de socialización. Que sus presupuestos carezcan de una total
Derecho Penal se ocupa del crimen, por más que lo contemple desde u n
<•- determinación (conducta irregular o desviada); o que sus instancias y portadores
gocen de cierta espontaneidad en el momento de imponer la sanción (sanción punto de vista «normativo», no empírico.
Informal) y la forma o procedimiento de hacerlo, no deben ocultar la trascendencia
¿Opera la Criminología, como disciplina empírica autónoma, con u n
criminológica del buen o mal funcionamiento de estos mecanismos socializadores.
El llamado control social <'formal» se ejercita a través de instancias 'ad hoc', concepto material, sui generis, de delito distinto del jurídico-penal?
específicamente concebidas y disciplinadas para tal cometido: la policía, los tribu- ¿Existe u n concepto «criminológico» de delito, o, por el contrario, depen-
nales dé justicia, la cárcel, etc. Sus medios de actuación son muy variados, pero de el objeto de la Criminología de las definiciones jurídico-formales?^''.
siempre coercitivos, constituyendo la violencia, en todos ellos, el instrumento
esencial. El Derecho Positivo contempla de modo preciso y exhaustivo los presu- Como se fundamentará a continuación, la Criminología no puede
puestos, contenido y forma de actuar de estos mecanismos del control social. prescindir —ni debe— del concepto penal de delito que constituye un a
Existe, no obstante, una relativa intercambiabilidado fungibilidadfuncionalen la referencia lógica obligada, su punto de partida. Pero la coincidencia en
actuación de unas y otras instancias del control social. De una parte, el fracaso de
el objeto es sólo parcial, porque la Criminología no examina sólo el delito,
las instancias 'formales puede desencadenar la actuación supletoria de otras
instituciones que cumplan de modo "informal aquel cometido, subsanando la ni lo hace desde un enfoque «valorativo». Tiene, además, y de acuerdo
ausencia del controP^ De otra, es obvio que el control social puedo servirse con sus metas como disciplina empírica, unos intereses singulares: y
'voluntariamente de instituciones ajenas al mismo^^. unas valoraciones que no coinciden ni con las técnicas ni con los criterios
Desde el punto de vista de los efectos, no es fácil una distinción tajante entre axiológicos jurídico-penales. E n consecuencia, y según los objetivos de la
control social 'formal e 'informal. A veces, las sanciones del primero activan
sanciones informales que aparecen asociadas a aquéllas, y las refuerzan^^. Sin
investigación, la Criminología puede completar y enriquecer el concepto
descartar la posibilidad de que incluso instancias de control 'ficticiaá produzcan penal de delito acudiendo a otros esquemas. Pero carece de virtualidad
,BÍIin efectos reales, según explica el conocido teorema de Thomas^''. En todo caso, el el intento de sustituir éste, pues cualquiera otro, especialmente los que
,BÍ3e efecto preventivo que produce el control social, formal o informal, no debe ser se formulan desde la Sociología Criminal, la Etica o la Filosofía («con-
93. confundido con el control social activo, porque la conformidad se obtiene por la ducta desviada», «delito natural»), ha de ser por fuerza «valorativo», con
fuerza, no es voluntarían^.
ebib Finalmente, desde el punto de vista de la efectividad, la del denominado control
la inevitable dosis de circunstancialidad y relatividad, y sin la certeza
social «activo» es muy limitada y parcial, como lo demuestra la propia existencia del que aportan las definiciones legales. No se haría, en último término, sino
.(oiií
comportamiento desviado. Mientras la eficacia del control social «reactivo» ha sustituir la referencia a las normas penales por la referencia a otras
suscitado una rica y fecunda polémica^*^, porque la equivocidad del propio concepto normas menos precisas. La autonomía de la Criminología como ciencia
de efectividad y la pluralidad de fines que se asignan a la respuesta al delito hacen
empírica, por tanto, es relativa, porque no puede renegar del marco
difícilmente mensurable aquél. ,, . , ;,.„.,.. , . , . ,¡ ,. i ,.;•;
histórico y cultural en el que cobra sentido la conducta humana.
UJ OffiaV "-uhíAOit" ífibos SoijíTO's íii) Bngoqoíq ,.<sA .J!(1H!3V ; aa 0Í% gsq
a) El concepto «penal» de delito como referencia y punto de
" ! '^ í;-!\'Jí!oq ns« 9Í£;ab3 oííofino"» partida del análisis criminológico
• •• <*t ' fí^R 'i'^X' o
31
32
Cfr. HESS, H., II controllo sociale, cit., págs. 509 y ss. J H .Hcí'-iU bfl La Criminología no puede prescindir del concepto jurídico-penal
Cfr., HESS, H., ibídem. ^ - ' ' (formal) de delito que, por tanto, acota y orienta, por razones conceptua-
33
Así, la pérdida de estatus (sanción informal), vinculada a la pena privativa de
libertad (sanción formal). Cfr., HESS, H., ibídem.
34
Cfr., HESS, H., II controllo sociale, cit, pág. 510. '.«.ir ,-<:n,i¡ , ;;;. >|J,ÍK)?
35
HESS, H., II controllo sociale, cit., pág. 510. . ..vhtd-j,' , H gFS' ^ -ftO Vid. FIGUEIREDO DÍAS, J., COSTA ANDRADE, M., Criminología, cit., págs. 65
36
HESS, H., II controllo sociale, cit., pág. 512. • o ' , li^ " > HF.'l ^ <<') yss.;y90yss.
86 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA 87
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA
les y metodológicas, la investigación criminológica. Constituye aquél legislaciones Invalida la Investigación críminológlca teorética, desde el punto de vista
u n a referencia obligada, su punto de partida^®. científico. Los datos de la leypenal y los datos sobre delitos y delincuentes serviles
a las categorías legales deben ser procesados por el científico antes de utilizarlos».
En efecto, u na conducta deviene «delictiva» sólo cuando recibe el
estigma penal, cuando se conmina con un a «pena»^^. Las valoraciones Admitir el monopolio de la ley penal en la selección del objeto de la
individuales, éticas e incluso sociales no siempre permitirían u na Criminología significa, en definitiva, negar a ésta su autonomía cientí-
selección segura de estos comportamientos, entre otros motivos, porque fica' convertirla en un apéndice instrumental del Derecho Penal y
pueden hallarse en eventual contradicción con las «legales» únicas hacerla depender, servilmente, de la relatividad y circunstancialidad de
amparadas por el refrendo coactivo del Estado. Como afirma un conocido las decisiones legales. No puede compartirse, por tanto, la conocida
criminólogo norteamericano en este sentido, ni toda conducta «social- afirmación de TAPPAN (a propósito de la criminalidad de «cuello
mente» desviada es «delito», ni todo «delito» es considerado por la blanco» y con fines exculpatorios):
sociedad como comportamiento «desviado»'^°.
«La leypenal contiene la única definición admisible de delito; delincuente es la
9{)9i' ^ modo de ejemplo, bastaría recordar que dos conductas idénticas desde un persona que ha sido sentenciada y condenada por unjuez... y éstos son los únicos
punto de vista externo, biológico, pueden merecer valoraciones radicalmente sujetos que puede estudiar científicamente el críminólogo...; la única verdades la
contrapuestas: la relación íntima entre dos personas, no reprobada por la sociedad, verdad legal, y son los órganos del Estado los que determinan el objeto de estudio
puede constituir, sin embargo, delito de estupro si la mujer no ha cumplido cierta de la Criminología»'-'^.
edad o existe una relación jerárquica entre los miembros de la pareja. Y, a la inversa:
el acceso carnal, eventualmente reprochable entre dos personas no «libres», pero
A efectos penales, desde luego (por imperativo del principio de
\ :89 asumido por una sociedad permisiva, integra, sin embargo, una de las obligaciones
legalidad), sólo pueden reputarse «delito» las conductas descritas en la
aom, recíprocas de los cónyuges en el seno del matrimonio''^. En consecuencia, el análisis
empírico de la criminalidad «sexual» no puede desconocer las definiciones penales, ley, y «delincuente», la persona castigada por los tribunales de justicia.
ni ignorar la eventual discrepancia que a veces se produce entre éstas y las pautas Pero a efectos criminológicos, tal restricción carece de fundamento y
oiqsc sociales de comportamiento porque, incluso desde un punto de vista metodológico,
b0Í>íj carecería del marco referencial necesario para delimitar con éxito el objeto de la
pugna con el «realismo» propio de la Criminología como disciplina
9í/p8 investigación y para orientarla desde una base o punto de partida sólido.
empírica. Ni ésta circunscribe su análisis, como se verá, a los hechos
previstos en el Código Penal, ni considera sinónimos los términos
Ahora bien, sería erróneo deducir de esta conexión lógica y pragmá- «delincuente» y «condenado» o «recluso»; la Criminología ha de optar por
la «verdad real», no por la verdad «legal». Por ello, el criminólogo
tica la coincidencia radical del concepto jurídico y del concepto
examina legítimamente el hecho de la «prostitución» o el de la
SH?,^^°^°^'^° ^^ delito. -mmim'mip^haBinms'Qm «drogodependencia» —a pesar de que ni el ejercicio de la primera ni el
8B1Í0 Como advirtió SELLIN''^, «la sujeción al estudio del delito y de los delincuentes consumo de estupefacientes se castiguen por el Código Penal—; y se
BÍoasy^^ aceptación de categorías y formas específicas de delito según las respectivas
oo'i&m ifjnj ^? '•, - ;/( lüij^jf; íifí áiípioc|'3'/íÍBÍM W'.oíflSj ioq "..Wi.
3 fríxIúD 911 p [••) « 9 í i í l u i i u D V 00i'íOÍc.rrf
=** Vid., por todos, GÓPPINGER, H., Criminología, cit., pág. 4. TAPPAN, P. R., Who is the Criminal?, en: The Sociology of Crime and Delinquency.
^^ Así, MERGEN, A., Die Wissenschaft vom Verbrechen, 1961, Hamburg, págs. 58 y New York, 1962 (Wiley); resaltando el aspecto positivo de una definición «legal»
ss.; QUINNEY, R., Is Criminal Behaviour Deviant Behaviour?, en: British Journal (jurídico-penal) de «delito»: MICHAEL, J., y ADLER, M., Crime, Law and Social
of Criminology, Delinquency and Deviant Social Behavior, London, 5, 1965, págs. Science, New York, Harcourt, Brace, 1933, pág. 2; otros autores parten de las
138 y ss.; cfr. GÓPPINGER, H., Criminología, cit., pág. 3. definiciones penales, pero exigen, además, el efectivo funcionamiento de la maqui-
*" Sobre el problema, vid., por todos, LARRY J. SIEGEL, Criminology, cit., pág. 6 (el naria represiva del Estado, previa denuncia y constatación de la violación, así
_g autor cita, como ejemplos, el consumo de drogas y determinados supuestos de RECKLESS, W., The Crime Problem, New York, Appleton-Century-Crofts, 1950,
omisión de socorro que, con arreglo a la legislación norteamericana, pueden dar pág. 8; KORN, R., y McCORKLE, LL, Criminology and Penology, New York, Holt,
41 lugar a la no coincidencia de las valoraciones sociales y penales comentada). 1957, págs. 46 y ss.; formulaciones todas ellas que enlazan con el law in action al
42
Ejemplo que cita GÓPPINGER, H., Criminología, cit., pág. 3. que se refería ROSCÓE PÓUND (Interpretations of legal History, New York,
SELLIN, Th., Cultura, Conflicto y Crimen. Caracas, 1969, Ediciones Efofac, pág. Macmillan, 1923, capítulo III). Cfr. HUG D. BARLOW, Introduction to Criminology,
27. cit., págs. 6 y 7. ,
88 ANTONIO GAECÍA-PABLOS DE MOLINA
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 89
preocupa, legítimamente también, de la llamada criminalidad «oculta»
de formular un concepto «material» de delito, privativo de la Criminología
o de la «cifra negra» de ciertas conductas delictivas, aunque en ambos
V distinto del «jurídico-formal» (jurídico-penal).
supuestos el autor eluda la imposición y cumplimiento de la pena.
Es el caso, en primer lugar, del llamado delito natural.
Tampoco puede suscribirse, aunque por razones distintas, la tesis
central del labeling approach, que parte de u n concepto meramente GAROFALO"^ lo definió como «una lesión de aquellaparte del sentido moral que
consiste en los sentimientos altruistas fundamentales (piedady probidad) según la
definitorial de «delito». Y no ya porque cuestione el sustrato «ontológico» medida media en que se encuentran en las razas humanas superiores, cuya medida
del crimen, sino porque entiende que éste es un a «etiqueta», resultado es necesaria para la adaptación del individuo a la sociedad». FERRI y BERENNINI
del comportamiento selectivo de las instancias del control social, abs- propusieron otrafórnnula no más precisa: «Son acciones punibles las determinadas
tracción hecha de la conducta misma y de las definiciones legales que la por móviles individuales (egoístas) y antisociales que perturban las condiciones de
vida y contravienen la moralidad media de un determinado pueblo en un momento
desaprueban. ^.^.^ \, e-i^'imm^miiiyimm.^iñm*m*aM'-f^f<Hi dado»'"''. Otros autores, como HURWITZ'", invocan el criterio sumamente ambiguo
Como es sabido, para la filosofía interaccionista de la reaction de la «peligrosidadsocial», que adquiere connotaciones antropológicas cuando se
utiliza por algunos como sinónimo de «temibilidad» o «estado peligroso»'''^; o
approach, lo decisivo no es la conducta criminal o desviada (cualidad de pretenden resolver el problema contraponiendo los términos «asocialidad» y
la acción), ni la bondad de las valoraciones que la prohiben, ni el porqué «antisocialidad»^°.
de la desviación (teorías de la criminalidad), sino los procesos sociales de
interacción que, de acuerdo con el criterio discriminatorio del estatus La tesis positivista del «delito natural» ha recibido justamente toda
social y no del hecho ejecutado, atribuyen la etiqueta de «delincuente» a suerte de críticas^^: es ambigua e impracticable. Y t a n normativista —
u n a persona (teorías de la criminalización). O, dicho de otro modo, lo aunque pretenda no serlo— como la jurídico-formal, con la única
significativo no es el «crimen» en sí, sino el fimcionamiento del control particularidad de que las valoraciones a las que implícitamente remite
social cuyas instancias «crean» la criminalidad, «reparten» criminali- pertenecen a un ámbito sociocultural bastante más etéreo e impreciso
dad: el crimen, en sí, no existe, es u n atributo o etiqueta que se atribuye''*. que el del Derecho^^.
•' Dicha concepción, aunque no pretenda exculpar ciertas infracciones Tampoco convencen las formulaciones iusnaturalistas, en su intento
(mala guia prohibita), sino censurar la injusta selectividad del control de buscar u n a base ontológica al hecho criminal o de criticar el ius
social, hace depender, en definitiva, de éste, del control social, la noción
de delito (eficacia «constitutiva» del control social), vicio metodológico 'iHíf
que comparte con la antes expuesta tesis de Tappan —su antagónica—
hundertjáhrigen Bestehen des Deutschen Juristentages, 1860-1960,1, Karlsruhe,
y que cierra el paso a cualquier análisis teórico sobre la esencia del 1960, págs. 346 a 381). Cñ-. EISENBERG, U., Kriminologie, cit., pág. 7.
comportamiento criminal y factores etiológicamente relevantes del '^ GAROFALO, R., Criminología, 1885, págs. 30 y ss.
mismo. *^ FERRI, E., Principios, pág. 359. Cñ-. RODRÍGUEZ DEVESA, J. M^ Derecho Penal
Español, P.G. (1985), pág. 74, nota 17.
Objeciones semejantes merecen, por último, los intentos llevados a 2 HURWITZ, S., Criminology, 1952 (London), pág. 372.
cabo desde la Filosofía general, la Sociología e incluso la Antropología*^, Sobre el problema, vid. PINATEL, L., Criminología, Traite de Droit Penal et de
'í,mriñ-ih Ri Criminologie, III, 2^ ed. (1970). París, págs. 500 y ss.; MANNHEIM, H.. Vergleichende
Kriminologie. Ein Lehrbuch in zwei Bánden, Stuttgart, 1974 (en otro sentido). Cfir.
> .M.'áÁúiih b, ILÍAÍ! /.iVi ••.!:)iaa%> i ;v ¡ i&ti9(}:í^MtíiiíJ[j, ^^ EISENBERG, L., Kriminologie, cit., pág. 7.
Así, por todos, MERGEN, A., Die Wissenschaft vom Verbrechen. 1961, pág. 74.
Uno de sus representantes más significativos, H. S. BECKER (The Outsiders:
^^ También RODRÍGUEZ MANZANERA, L., Criminología, cit., págs. 22 y 23.
Studies i n t h e Sociology of Deviance, New York, 1963, Free Press, pág. 9), afirmaba:
Vid. HENTIG, V. Crime and its condictions, 1947, Parte Primera, passim. Cfr.
«Deviance is not a quality ofthe act the person commits, but rather a consequence
__.^ RODRÍGUEZ DEVESA, J. M^ Derecho Penal Español, P. G., cit:, pág. 74.
ofthe application by others of rules and sanctions to an offender. The deviant is one
to whom the label has been successfully applied; deviant behavior is behavior that Criticando acertadamente el concepto de «delito natural», PHILLIPSON, M., Die
people so label...». Paradoxie der sozialen Kontrolle und die Normalitát des Verbrechens, en: Seminar.
45 Abweichendes Verhalten, I., Suhrkamp (1975), págs. 127 y ss. Ajuicio del autor, el
Vid. LANGE, R., W a n d l u n g e n in der kriminologischen G r u n d l a g e n des
concepto de «delito» es inseparable de un contexto sociocultural, y de u n a s defini-
Strañrechtsreform, en: 100 J a h r e n deutsches Rechtsleben (Festschrift zum
ciones sociales que imponen determinadas normas de comportamiento.
90 ANTONIO GAECIA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 91
positum'^. Probablemente hayan sabido denunciar las insuficiencias del aiustarse mejor que el estrecho concepto jurídico-formal de delito a las
formalismo jurídico-positivista, y el relativismo valorativo de éste: la exigencias de u n a investigación criminológica realista y pluridi-
propia experiencia demuestra que en todos los sistemas, abstracción hecha mensionaP*^. Sin embargo, cabe cuestionar que contribuya a u n a satis-
de las coordenadas variables de tiempo y lugar, suele existir siempre un factoria autodefinición objetiva y segura del ámbito material de la
núcleo homogéneo y constante de valores socialmente compartidos, un Criminología.
consenso^^. Ahora bien, no han podido explicar por qué sólo se incriminan Primero, por su relatividad y circunstancialidad intrínsecas. No
con u n a p e na ciertas conductas, ni tampoco la historicidad y existen conductas desviadas in se o per se, ni puede elaborarse apriori
circunstancialidad de las prohibiciones legales, su evolución interna, las un catálogo de las mismas: u n comportamiento se define como desviado
notorias discrepancias que separan los diversos derechos nacionales, etc. El en la medida en que se aparte de expectativas sociales cambiantes^'', de
hecho de que no se haya ofrecido ningún criterio material y generalizador la mayoría social. La desviación no reside en la conducta misma, sino en
de «delito» —ni, por supuesto, un catálogo cerrado de «delitos naturales», de los demás.
prohihita guia mala, etc.— corrobora la imposibilidad del empeño.
Tal imprecisión resta rigor científico y operatividad al concepto de
En cualquier caso, si lo que se pretende es elaborar un concepto de «desviación». Las muy diversas acepciones doctrinales del mismo^^ y,
«delito» neutro, libre de valoraciones «formales» (penales), con respaldo sobre todo, la prolija y heterogénea relación de conductas concretas que,
empírico, la teoría del delito «natural» —^y sus afines— fallan (como por unas u otras razones, h a n merecido la etiqueta de «desviadas» —
falla, también, la «íeona de la desviación», según se verá después) ya que véase el ejemplo muy significativo del catálogo de San Francisco—^^,
todo concepto no formal de delito aparece forzosamente unido a valora- deben prevenir al criminólogo respecto a los riesgos del empleo de
ciones socioculturales; esto es: todo concepto no formal de delito es un instrumentos t a n equívocos al delimitar el ámbito de su quehacer
concepto normativo o valorativo. científico.
En efecto, en el ámbito de la Sociología se ha tratado de acuñar una En segundo lugar, el concepto de «desviación» no ofrece tampoco u na
noción estrictamente criminológica de delito acudiendo al término alternativa válida al subjetivismo, al relativismo y al formalismo del
desviación (conducta desviada, deviant hehavior, abweichendes concepto jurídico-penal áe «delito». Contrapone simplemente a éste otro
Verhalten, etc.)^^. Por su amplitud y aparente neutralidad, parecía concepto también subjetivo y valorativo —mucho más impreciso y
relativo—^°, con lo que no satisface el proyecto —por otra parte inviable,
como se dijo— de formular un a noción apriorística, objetiva y segura, de
53 Así, la contraposición: mala quia prohibita/prohibita quia mala.
54 En cuanto a la efectiva constatación de dicho consenso social en un momento dado iQaja'mplm^- 09X:
y en u n a concreta sociedad, vid. GAEEIDO GENOVÉS, V., Relaciones entre
Así, KAISER, G., Kriminologie, cit., pág. 119 y ss., para quien el concepto «norma-
sociedad y sistema legal, en: Psicología social y sistema penal, cit., págs. 48 y ss. (el
tivo» de la desviación enriquece u n a óptica estrictamente jurídica y, por ello,
autor relaciona las investigaciones empíricas que parecen demostrar la existencia
demasiado estrecha en las investigaciones criminológicas, si bien no puede susti-
de tal consenso). El punto de partida de la Criminología crítica y radical es el
tuir por completo el concepto penal de delito.
contrario: no existe consenso alguno en la moderna sociedad plural y democrática
^^ Vid., en este sentido, WISWEDE, G., Soziologie abweichenden Verhalten, 1979,
sobre los valores que integran el modelo o diseño social, sino conflicto (vg.,
S t u t t g a r t , p á g s . 18 y ss; O P P , K. D., A b w e i c h e n d e s V e r h a l t e n u n d
paradigma conflictual); el orden social, en consecuencia y según aquellas no recibe
Gesellschaftsstrukturen, Darmstadt, 1974, Neuwied, págs. 38 y ss; PARSONS, T.,
u n refrendo expreso o tácito de los ciudadanos que derive del conocimiento del
The Social System, New York, The Free Press of Glencoe, págs. 250 y 251; MATZA,
mismo y de su efectivo funcionamiento, sino —en último caso— un respaldo que
D., El proceso de desviación, cit. págs. 21 y ss.; VOLD, G. B., Theoretical Criminology,
descansa en la ignorancia por parte de aquéllos de cuáles son los principios que
cit. págs. 253 y ss.; VETTER, H. J., y SILVERMAN, I. J., Criminology and Crime.
realmente inspiran el sistema y su concreto modo de operar (tesis de POPITZ). Cfr.
An Introduction (University of South Florida), 1986, Harper-Row Publishers, págs.
GARCÍA-PABLOS, A., Problemas actuales de la Criminología, Madrid, 1984
« iiyss.
(Publicaciones del Instituto de Criminología), pág. 105 y ss.
g^ Ctr. KAISER, G., Kriminologie, cit., págs. 118 y ss. ,jii„.f-i;.,:„,f, - r „,
Vid. EISENBERG, U., Kriminologie, cit., pág. 7; KAISER, G., Kriminologie, cit.,
Vid. EISENBERG, U., Kriminologie, cit., pág. 7. !"";,'
págs. 118. Vid. LÜDERSSEN, K., Seminar. Abweichendes Verhalten. I., Die 60
Vid. KAISER, G., Kriminologie, cit., págs. 118 a 120. WP. 'P: ^'^^X :
selektiven Normen der Gesellschaft, (Suhrkamp), 1975, págs. 7 y ss (Einführung).
92 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA 93
TRATADO DE CRIMINOLOGLfV
base empírica, de delito independiente de valoraciones legales para uso oolítico criminale s - a n t a g ó n i c o s — de descriminalización o de
privativo de la Criminología.
neocriminalización. El concepto penal es u n concepto empírico, real y
En resumen: la autonomía de la Criminología como ciencia empírica e dinámico.
ni; f interdisciplinaria obliga a la misma a autodefinir su propio objeto. Contrario a dicha
autonomía sería negar tal posibilidad, haciendo coincidir el concepto criminológico
de delito con el derivado de las definiciones legales (Criminología como ciencia
t' «auxiliar» del Derecho Penal) o del funcionamiento del sistema penal (realismo b) Relativización y problematización del concepto de delito
\\_ sociológico legitimador). Ahora bien, no parece posible elaborar un concepto e n la m o d e r n a C r i m i n o l o g í a
^ j ¡ estrictamente criminológico de delito, autónomo, que prescinda de las valoraciones
j, legales formales (teoría del «delito natural», teoría de la desviación) porque El concepto de «delito» se ha visto sometido a un acelerado proceso de
T' cualquier intento no hace sino sustituir —o intentar sustituir— un determinado
relativización y de problematización, que no puede desconocerse en el
' concepto normativo (el legal) por otro concepto no menos valorativo que el anterior,
pero más ambiguo e impreciso, cuyas definiciones residen en terrenos metajurídicos: momento de trazar los contornos del objeto de la Criminología.
ideales (iusnaturalismo), socioculturales (teoría de la desviación, etc.). En último El citado proceso refleja un a importante crisis, en el plano axiológico,
término, es una contradicción lógica sugerir la existencia de un concepto neutro de
delito, dotado de sustrato empírico, desligado de las valoraciones legales. Como lo de los valores tradicionales''^
es también la suposición que subyace a dicha hipótesis: que una ciencia empírica No se trata, pues, de la conocida circunstancialidad o historicidad de
relativa al crimen, esto es, al comportamiento del ser humano en sociedad, deba ser
una ciencia aséptica, libre de toda valoración. las definiciones legales (penales) de delito, fácilmente constatable en
algunas figuras si se hace un somero seguimiento de la evolución del ius
El enfoque interaccionista del labeling approach, finalmente, no sólo positum o se compara éste con otros. Los movimientos político-crimina-
no ofrece un a alternativa al concepto jurídico-formal de delito, sino que les de neocriminalización (incriminación de conductas antes no castiga-
al propugnar un concepto «definitorial» de crimen niega la posibilidad das) y de descriminalización (fenómeno inverso) expresan ese continuo
teórica de elaborar un a noción criminológica de «delito» independiente cambio valorativo al que se hallan indefectiblemente expuestas las
del control social y de su concreto (injusto y selectivo) funcionamiento. decisiones de todo legislador. Pero la relativización y problematización
Aunque sus respectivos presupuestos ideológicos difieran radicalmente, del concepto de delito no se refieren a dicho fenómeno que, por otra parte,
las teorías de la reacción social {labeling approach) y las del law in action sólo afecta de modo sensible a concretas definiciones legales. Con el
(realismo sociológico) autoinvalidan cualquier intento de fundamentar término «relativización» tampoco se quiere aludir al acotamiento selec-
un concepto material, ontológico, de delito. En definitiva niegan la tivo y fragmentario de la realidad (criminal) que lleva a cabo la ley al
existencia de éste, al hacerlo depender del control social y sus instancias trazar sus definiciones, pues tal proceder viene impuesto preceptivamente
criminalizadoras. Sustituyen cualquier noción previa, o las definiciones por el principio de legalidad''^, limitación o servidumbre inherente a
legales, por el subproducto final —injusto, discriminatorio y capricho- cualquier concepto jurídico-penal de delito en el marco del Estado de
so— del funcionamiento del sistema, incurriendo en un claro círculo Derecho que es necesario asumir, por más que aporte, a menudo, un a
vicioso cuando t r a t a n de ofrecer, después, un perfil realista del delito o imagen pálida y mutilada del hecho delictivo, en claro contraste con la
u n a imagen general del infi:-actor. . ,,,. íñ"» ; f^y i,; comprensión global y totalizadora del mismo que persigue la Criminología.
Por relativización y problematización del concepto de delito se entiende
No obstante, los enfoques sociológicos (y, en particular, los de orien- el profundo cambio que se h a operado en el análisis del hecho criminal
tación interaccionista y conflictual) h a n desmitificado con saludable como consecuencia de las aportaciones de diversas disciplinas y enfo-
realismo el concepto formal y estático de delito de la Criminología ques (teorías anémicas, subculturales, psicoanalíticas, conflictuales.
clásica, llamando la atención sobre la insuficiencia de éste. La Ciencia
Criminológica, en efecto, no puede operar con u n concepto estrictamente f^oíohifflisO'ñí íífasalaiftesaBífiaídíirfi- .-.i^ ,aíX|aAH-A.KWlAa/.^!3ti jS
normativo de crimen ni desconocer los procesos sociales que preceden -
y suceden- a las definiciones del legislador penal, esto es, el proceso Vid. GAECÍA-PABLOS, A., Problemas actuales de la Criminología, cit., págs. 89 y
histórico y real de creación y aplicación del Derecho; y los movimientos ss.
Vid. RODRÍGUEZ DEVESA, J. M^ Derecho Penal Español, P. G., cit., pág. 176.
94 ANTONIO GAKCIA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 95
interaccionistas, etc.). Cambio o convulsión que si, acaso, no autoriza a Interiorizar las pautas de conducta convencionales o las delictivas. Se cuestiona, así,
hablar de u n cambio de paradigma científico, sí permite, al menos, el principio de culpabilidad, básico en el concepto de delito de la Criminología clásica.
Las doctrinas psicoanalíticas han contribuido, también, a este proceso de
contraponer, como hace un sector de la moderna Criminología, dos
relativización y problematización del concepto de delito con la sugestiva imagen del
orientaciones: la clásica o convencional {«positivista») y la «crítica»^^. delincuente como «alma atormentada»^^ que «busca la pena» para neutralizar
complejos de culpa originados en una infancia traumática. En todo caso, al convertir
La Criminología tradicional partía de un concepto de delito sólido, a éste en «chivo expiatorio» de una sociedad que castiga no porque la conducta lo
monolítico: el concepto legal. Su naturaleza «auxiliar» como disciplina merezca, sino porque necesita castigar (función consolidadora y liberadora del
subordinada al Derecho Penal obligaba al criminólogo a aceptar, sin crimen: los mecanismos de «proyección» y «expiación» como catalizadores de la
más, las definiciones jurídico-penales de delito. Se veía en las mismas un agresividad y frustración de la sociedad), el psicoanálisis desmorona el fundamento
auténtico correlato del Decálogo, dotadas de incuestionable respaldo ético del castigo y la propia racionalidad del mismo.
El modelo de conflicto ha rebatido, sobre todo, el principio tradicional de los
ontológico; y en el delito, el comportamiento socialmente nocivo y «interesesgenerales»^ e\ «biencomún», cuya vulneración se suponía encarnaban
disfimcional de u n sujeto distinto de los demás ciudadanos, patológico y las definiciones legales de delito de los diversos Códigos. Para las teorías conf lictuales,
reprobable, que se alzaba de modo incomprensible contra los pilares del las variables del proceso de definición se hallan en las relaciones de poder de los
consenso sociaP''. grupos sociales, de acuerdo con la estratificación social y los conflictos de intereses.
El concepto de delito carecería de todo sustrato ontológico, material: delito es lo que
Los dogmas de este modelo clásico, sin embargo, h a n sido objeto de define como tal el grupo que conquista el poder, de acuerdo con sus intereses.
diversas críticas''^. -_:.-,, - - ^ ¿ . ^ Finalmente, el enfoque interaccionista del labeling approach ha acuñado un
concepto definitorial de delito, sin otra referencia que el funcionamiento selectivo del
El estructura/-func/'ona//smo {\eor'\as de la anomia) ha rebatido la naturaleza control social (es el control social quien «crea» el delito). Para esta orientación
patológica que tradicionalmente se atribuía al delito, argumentando que éste es sociológica una conducta no es delito por las cualidades objetivas inherentes a la
consecuencia del normal funcionamiento del sistema social. Frente al principio del misma, o por los méritos de su autor, sino porque resulta etiquetada como tal por
bien y el mal (la sociedad representa el bien, el delito y el delincuente, el mal), las ciertos procesos de definición y selección sociales muy discriminatorios, que actúan
a^ teorías anémicas apelan a la funcionalidad del crimen, cuya etiología aparece unida con arreglo al criterio del rol y el estatus del afectado. En consecuencia, el concepto
—afirman estas teorías—a los procesos sociales ordinarios y cotidianos de un orden dedelitoseproblematizaal máximo. La investigación, según los teóricos del labeling
social intacto. approach, debe desplazarse de los factores criminógenos (variables independien-
Los paradigmas subcu/tura/es cuesX\or\an el carácter supuestamente consen- tes, en el enfoque de las teorías de la criminalidad convencionales) a los procesos
sual del orden social, por entender que una sociedad plural y democrática cuenta con de criminalización mismos, al concepto de delito (variable dependiente). Las teorías
una pluralidad de códigos axiológicos, todos ellos legítimos, que reflejan las chminalizadoras que propugna el labeling approach, por tanto, no son teorías
convicciones valorativas de los subgrupos y minorías. El delito, desde una óptica etiológicas ya que cuestionan incluso la noción de delito. ^ir>n0g
subcultural, no es el atentado a unos valores incuestionados, universales, sino la
^:' expresión simbólica de los valores privativos de un subgrupo o minoría que se rebela
B contra las definiciones oficiales. Por ello, el concepto de delito que utilice la Criminología no puede ser
^^B"Oi Las teorías de la socialización y el aprendizaje socialmds\X\Qn%x\ que el individuo ajeno a este proceso de relativización y problematización impuesto por
' M t Ü aprende el crimen a través de los mismos mecanismos de aprendizaje del compor- las ciencias sociales. Precisamente porque la Criminología, como ciencia
?0| ,. tamiento no delictivo. Lo que decide no es tanto la opción libre y culpable de alzarse empírica e interdisciplinaria, persigue un análisis global, totalizador,
.,: contra la ley, como la pertenencia —no escogida— del individuo a un grupo u otro,
multidimensional del problema del crimen.
esto es, los consiguientes procesos diferenciales de socialización que le permitirán
íihní
:*^istí4siatf-.if)/üy'oi3Bioq0:iBiiiBa»0'p.>fStóafiQ.©tooiüa^ c) C o n c e p t o j u r í d i c o f o r m a l ( p e n a l ) d e «.delito» y c o n c e p t o
criminológico: eventuales discrepancias mim.is-im^
•^^ Así, por todos, BAEATTA, A., Criminología y Dogmática Penal. Pasado y futuro del
modelo integral de la ciencia penal, en: Papers, Eevista de Sociología, Universidad
de Barcelona (1980), 13, págs. 17 y ss. La Criminología toma como punto de partida el concepto jurídico
'^^ Cfr. GARCÍA-PABLOS, A., Problemas actuales de la Criminología, cit., págs. 82 y penal de delito. Pero no opera sólo y exclusivamente con éste, ni s(
se
ss.
Vid. infra: capítulos XVII (teorías estructural-funcionalistas), XVIII (modelos !.j €S'is''Ví'iaa,\ \ ^h -f
somete siempre, y sin más, a las definiciones formales del Código Penal. 'nvestigar la etiología del hecho examinado real, sus formas de aparición
E n definitiva, el concepto legal sirve para delimitar y orientar el campo o fenomenología, su estructura interna y dinámica, etc. El penalista,
de la investigación criminológica, pero no como criterio único y excluyen- califica; el criminólogo, analiza. El penalista actúa desde la norma legal;
te, porque la Criminología, como ciencia empírica, aborda el problema el criminólogo, desde la realidad: el primero busca el significado que un
criminal de un modo sui generis, con u n a perspectiva distinta a la del comportamiento tiene para el Derecho; el segundo, el significado del
Derecho Penal y demás disciplinas jurídicas. Tiene unas necesidades y hecho desde u n punto de vista total y globalizador investigando la
fines propios, unas técnicas e instrumentos diferentes, unas valoracio- posición que corresponde al mismo en u n a imagen general del autor en
nes eventualmente diferentes, también, de las penales. El concepto sus interdependencias sociales^". E n este sentido cabe afirmar que el
penal y el concepto criminológico de delito son, unas veces, círculos Derecho Penal emite u n a calificación «formal», y la Criminología u n
concéntricos; secantes, otras. diagnóstico «real».
Las discrepancias nacen de las respectivas funciones del Derecho Determinadas infracciones «patr¡mon¡ales»[«hurtossustitut¡vos>>, «cleptomanía»,
Penal y la Criminología. etc.) que para el Derecho Penal sólo tienen interés, en su caso, como delitos contra
la propiedad, merecen, desde un punto de vista criminológico, una valoración mucho
Las definiciones penales de delito se orientan.a unas operaciones más matizada y diferenciada. A menudo pueden explicarse en función de impulsos
hermenéuticas (interpretación, calificación y subsunción) cuyo cometi- sexuales o de reacciones primitivas^' que nada tienen que ver con un supuesto afán
de lucro del autor. Lo mismo sucede —o puede suceder— con la piromanía^^ cuya
do no es otro que la aplicación de la ley. Los «tipos penales», por
calificación penal (tipicidad penal) suele distanciarse del entramado biológico y
imperativo del principio de legalidad, definen las conductas delictivas, motivacional real que caracteriza criminológicamente el significado de este compor-
para lo que el legislador tiene que dar u n corte parcial y fragmentario, tamiento, por más que desde una perspectiva externa presente engañosas afinida-
abstracto, que acota y aisla de la realidad un concreto supuesto de ella^'^. des con los delitos patrimoniales. La doctrina criminológica ha llamado la atención
La labor del jurista gira en torno a estos «tipos penales» abstractos, que desde un principio sobre estas discordancias valorativas, de modo muy especial a
propósito de ciertos delitos «sexuales», por razón de su morfología externa, que, sin
responden a decisiones valorativas, normativas. Debe comprobar si el embargo, desde un punto de vista estructural, merecen una calificación bien distinta.
hecho sucedido puede o no puede encajar —ser subsumido— en el Lo que sucede, también, en sentido inverso^^
supuesto de hecho de la norma, confrontando ambos. Se analiza, pues,
el hecho a los solos efectos de su eventual subsunción en la ley.
Las exigencias «garantistas» no operan, como es lógico, en la ™ Así, GOPPINGER, H., Criminología, cit., pág. 4.
Criminología (disciplina empírica) que puede analizar el fenómeno " Cfr. SEELIG, E., Lehrbuch der Kriminologie, cit., págs. 106 y ss., especialmente,
delictivo en su totalidad real y de modo directo; no a través de los tipos 107 (delincuente sexual y delincuente de reacciones primitivas). Ajuicio del autor,
legales, ni desde opciones normativas previas que encorsetany mediatizan numerosos casos de sustracciones llevadas a cabo por personas que gozan de un
la realidad de aquél. P a r a la Criminología, la correcta calificación cómodo estándar de vida y no padecen enfermedad mental alguna (Warenhaus-
diebinnen) se explican por impulsos primitivos, con connotaciones a menudo
jurídica del supuesto es algo secundario, formaP^, porque lo que interesa sexuales, ocultas; distintos de estos hurtos sustitutivos singulares (la cosa es
es obtener u n a imagen global del hecho y de su autor®^. posteriormente devuelta y el propio hurto se enmarca en un contexto de infidelidad
conyugal y de necesidad de expresar afecto) son los muy variados supuestos de
Lógicamente, por ello, no siempre coincidirán los diagnósticos cleptomanía en sentido estricto; la cleptomanía puede conectar con manifestacio-
criminológicos con las calificaciones penales. Pues mientras el penalista nes áe «labilidad de ánimo», o incluso con enfermedades psíquicas enmascaradas.
no tiene otra referencia que el «tipo legal», el cliché valorativo y abstracto Cfr. GOPPINGER, H., Criminología, cit., págs. 178 y ss. y 493 y ss. (y amplia reseña
de la ley, el criminólogo puede desentenderse de éste, trascenderlo, para ^^ bibliográfica allí citada).
Sobre l&piromanía, en general, vid.: SEELIG, E., Lehrbuch der Kriminologie, cit.,
-o:íL2.:'mit)jqBmQ9de abi^imi ehoAmiq ornas smoj págs. 106 y ss. (y bibliografía allí citada). También GOPPINGER. H., Criminología,
fiaíiTBYigííbxe^v .ofós'tBiíjqo^ofi'^oia-i ..«HAISC atici, •^it-. págs. 187 y ss. (para este autor, se explica, fundamentalmente, por una
73 labilidad de humor).
•^^ E n este sentido, GOPPINGER, H., Criminología, c i t , págs. 3 y 4. í^: ,:;;. ' w •^obre la no coincidencia rigurosa de los diagnósticos penales y los criminológicos en
•'^ Así, expresamente, BONGER, W. A., Introducción a la Criminología, cit., pág. 39. Orden a la caracterización de un hecho como delito sexual, vid., por todos, SEELIG,
'^^ Vid. GOPPINGER, H., Criminología, cit., pág. 4. E-, Lehrbuch der Kriminologie, cit., pág. 86.
98 ANTONIO GAECIA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 99
Corresponde precisamente a los teóricos de los modelos subculturales h') El l l a m a d o campo previo del c r i m e n y la esfera social del
(COHÉN, y otros) el mérito de haber llamado la atención sobre eventua- delincuente
les discrepancias entre la valoración jurídico-penal de u n hecho y la
significación criminológica del mismo. Así, COHÉN advirtió cómo, en el El hombre se hace delincuente sólo a través de la lesión de la norma
marco de la denominada criminalidad 'subcultural', ciertas conductas iurídica. Pero en numerosos reincidentes pueden apreciarse ya datos,
constitutivas de delitos contra el patrimonio (hurtos, robos, etc.), cobran rasgos y disfunciones «precriminales» mucho antes de la comisión del
u n a lectura científica bien distinta cuando se realizan por jóvenes delito, según una conocida hipótesis criminológica'^'^. La amplitud y
integrantes de pandillas, si el analista pondera las claves actitudinales, designación de dicho campo previo es problemática^'' porque ni se h a n
estructurales y motivacionales reales de tales comportamientos^*. constatado inequívocamente aquellos factores en todas las «carreras
criminales», ni faltan, tampoco, anomalías «predelictivas» en ciudada-
nos que no llegan a enfrentarse nunca con las leyes. E n cualquier caso,
1') Ámbito o perspectivaespecíficamgnte criminológica ..._,
parece obvio que el denominado campo previo sólo puede ocupar la
>8 lBrí0q OflosieQ tefiísa suo f.ot
Ciertamente la Criminología carece de u n concepto privativo de atención de las ciencias criminológicas. La intervención del Derecho
delito distinto del jurídico-penal. Este constituye su punto de partida, a Penal, como es sabido, requiere la realización, siquiera incompleta o
menudo trascendido por las particularidades y cometidos del análisis simplemente iniciada, del tipo penal (principio de ejecución), salvo en el
criminológico, empírico, que provocan, según se ha expuesto, valoracio- supuesto excepcional de los actos preparatorios punibles^®.
nes eventualmente discordantes. Desde esta óptica cronológica, existe, también, otro ámbito reservado
Criminología y Derecho Penal abordan, en todo caso, el suceso a la Criminología, que podríamos denominar posterior, posterior a la
criminal con enfoques diferentes. Puede, incluso, afirmarse que existe comisión del delito o al cumplimiento de la pena. P a r a el Derecho Penal
un ámbito o perspectiva de análisis específicamente criminológico: puede tener algún interés, pero a los solos efectos que le son propios (vg.,
zonas de la realidad criminal que sólo interesan a la Criminología, o que rehabilitación, reincidencia, etc.), excepcionalmente, y valorando hecho
interesan a esta disciplina empírica de un modo muy distinto a como a hecho. P a r a la Criminología, por el contrario, u n análisis evolutivo,
puedan interesarle al Derecho Penal. procesual, longitudinal del autor, de su conducta y actitudes, incluso
después del delito o de la extinción de la pena, constituyen parte
integrante de algunas de sus técnicas de investigación «dinámicas»
a') H e c h o s p e n a l m e n t e atípleos, relevantes p a r a la C r i m i n o l o g ía
(estudios longitudinales de «carreras criminales», follow-up o segui-
Prueba inequívoca de que la Criminología no se halla subordinada a miento de reincidentes, etc.).
las definiciones legales, al concepto penal de delito, es que se ocupe de El Derecho Penal se enfrenta al delito cometido, al hecho real, desde
conductas y hechos no sancionados en los códigos penales como delictivos. el tipo legal abstracto, con un enfoque normativo, aislando el aconteci-
El suicidio, el alcoholismo, la prostitución (su ejercicio), la miento fáctico del resto de la realidad personal y social del delincuente.
drogodependencia (el autoconsumo), etc., no se incriminan en el Código Sin embargo, el delito suele ocupar un espacio muy pequeño —a veces
Penal (español) y, sin embargo, interesan sobremanera a la Criminología es un mero paréntesis— en la vida del delincuente. La Criminología, por
en cuanto factores y situaciones criminógenos o significativamente ello, concede gran interés al estudio de determinados «círculos sociales»
asociados al delito''^. mñ:v.-:. :.:..• ..,. A,.^..,^,...~:~..-.-. :.- ,„, ' ,.L>-£ÍÍJb>iaa «•
-SitM •— ' í ' u-j ^^rrlO. / a
76
77
Cfr. GOPPINGER, H. Criminología, cit., págs. 6.
''* COHÉN, A.K., Delinquent Boys, The Culture of the Gang, 1955 (Glencoe), Illinois, Vid. KAISER, G., Criminología. Una introducción a sus fundamentos teóricos, cit.,
pág. 26 y ss. pág. 20.
Sobre el problema, por todos, vid. KAISEK, G., Kriminologie, cit., pág. 3 y aobre el problema del campo previo y sus implicaciones, vid. GOPPINGER, H.,
bibliografía allí reseñada; CEREZO MIR, J., Curso de Derecho Penal Español, Criminología, cit., págs. 6 y 7 (campo previo, état dangereux, actos sociales fallidos,
Madrid (Temos), 1981, págs. 69 y ss. y nota 24. d-eviantbehavior, etc.). •• ' •
100 ANTONIO GAECIA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 101
próximos al crimen, que configuran la personalidad del autor y en los que 9') Renuncia a un concepto unitario de «delito»
éste ocupa y consume su vida, su tiempo. Si el Derecho Penal pondera
conflictos ocasionales, puntuales, del individuo con parcelas concretas En los últimos años h a encontrado gran acogida u na nueva actitud
de la ley, la Criminología pone el acento en la personalidad total del etodológica, flexible, que acentúa la funcionalidad del concepto de
autor en sus interdependencias sociales™. delito», a los efectos de optar a favor de u n a noción jurídico-formal
ínenal) o material, según las finalidades de la investigación criminológica.
c') L a d i m e n s i ó n colectiva del delito La relativización y problematización del concepto mismo de delito,
operada en el campo de la sociología general; la insuficiencia, en muchos
P a r a el Derecho Penal, el crimen es, fundamentalmente, u n aconte- supuestos, de un concepto jurídico-formal de crimen, derivado de las
cimiento aislado y singular, individual. Sólo metafóricamente, utilizan- definiciones cambiantes del ius positum; y el fracaso de todos los
do una ficción estadística, cabe hablar de «la» criminalidad desde un intentos llevados a cabo hasta la fecha de acuñar un concepto material,
enfoque técnico-jurídico. «La» criminalidad, jurídicamente, es u n a abs- estrictamente criminológico de delito, h a n precipitado este plantea-
tracción: la suma o total de infracciones singulares acaecidas. miento pragmático y escéptico al propio tiempo. :>¡¿^^
Por el contrario, criminológicamente, el delito debe contemplarse no A tenor del mismo, carece de sentido cualquier decisión apriorística
sólo como hecho individual, sino también como hecho social, colectivo, y que condicione fatalmente —^y limite o impida— los propósitos de cada
como magnitud susceptible de cuantificación. Esta faceta o dimensión investigación. Procede operar en el sentido opuesto, y optar por un
suele trascender a conocidas definiciones ya clásicas de la Criminología^°. concepto penal de delito o por otro material de acuerdo con las caracte-
rísticas y exigencias de cada investigación criminológica. De este modo,
si se quieren estudiar cuestiones jurídico-políticas relativas a la
d') La p e r s p e c t i v a internacional ¡> mm'^fi^mímmmííi'mm: descriminalización, neocriminalización, etc., de determinados compor-
T. El método iuscomparatista tiene u n a virtualidad muy limitada en el tamientos, será necesario partir de u n concepto material de delito. Por
Derecho Penal. No obstante, significativas manifestaciones de la crimi- el contrario, si se pretende analizar el volumen, estructura y movimien-
nalidad moderna reflejan la complejidad e interdependencia que carac- to de la criminalidad, la definición jurídico-formal (penal) de delito
teriza la sociedad de nuestro tiempo. La Criminología, por ello, no puede parece debe tomarse como punto de partida®^.
quedar prisionera^^ de ningún concreto derecho positivo, subordinándo- listón flw'fA* -a \r íM^^otvvrtA
Pienso, sin embargo, que cualquier aproximación científica al crimen rt'Tí'^í .aoBo BT^ 80fi9fft toq o b a B J t . ;
sugiere la conceptuación de éste como problema social y comunitario.
En efecto, el crimen no es un tumor, ni u na lacra ..., ni u na epidemia Cfr., OUCHAECHYN-DEWITT y otros, en: Approches toward social problems: a
conceptual model Basic and Applied Social Psychology, 24 (1981), págs.275 a 287.
o cáncer social, como pretenden algunos patólogos. Tampoco un suceso,
^ír-, JIMÉNEZ BUEILLO, F., Psicología Social y sistema penal, Madrid, Alianza
u n a magnitud, un fenómeno, ni un dato, u n a cifra o un guarismo; universidad Textos (1986).
estadístico. Ni el justo castigo del cielo, según aserto de moralistas y] obre GARLAND, vid: VARONA MARTÍNEZ, G., La mediación reparadora, cit.,
sociólogos, para quienes «cada sociedad tiene el crimen que merece». Ni, ^ ^ag-121. Estas orientaciones radicales, de inspiración «sistémica» se desentienden
a génesis y etiología del problema criminal —del marco social y estructural de
104 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 105
privatistas radicales que subrayan la base confllctual e Interpersonal del problema
criminal y proponen la ^< devolución» de éste a sus propietarios, en el marco de una erradicación del crimen de la faz de la tierra, es u n a peligrosa e ilegítima
nueva <^justic¡a aldeana» y ^'lega» que sustituiría a las instancias oficiales del nuimera cuyos elevados costes no debe asumir u n a sociedad sana y libre,
sistema {«ladrones del conflicto»). La '•<cot¡dlaneidad> del delito es solo una fórmula ni siquiera en nombre de u n a mal entendida utopía.
que trata de expresar la absoluta 'normalidad' de aquel, como fenómeno inseparable
sí de la naturaleza tiumana y de la convivencia social. iii-«ííB'«»^a'WHi9f Finalmente, la naturaleza 'social' y 'comunitaria' del problema criminal
obliga a redefinir el rol efectivo de la sociedad en los tres ámbitos del análisis
La caracterización del crimen como «problema social» y «comunita- científico de aquel: el etiológico, el preventivo y el de la intervención.
rio» comporta importantes consecuencias de todo orden. í^fQilt'^ En efecto, la comunidad no es u n mero marco abstracto espacio-
Significa, en primer lugar, que el crimen afecta e interesa a la temporal, sino un escenario concreto, real, histórico cuya mediación da
comunidad misma, a todos sus miembros (el infractor sigue formando sentido y traza las coordenadas fundamentales del suceso criminal. No
parte de ella, es uno más), y no solo al sistema legal o a las instancias, cabe, pues, comprender el problema criminal prescindiendo de la comu-
agencias y operadores jurídicos de éste. El problema criminal debe nidad: cualquier modelo teórico explicativo del comportamiento crimi-
suscitar actitudes de corresponsabilidad y solidaridad en la comunidad. nal ha de captar dicha mediación. La prevención del delito h a de ser,
Y, desde luego, de empatia, hacia el infractor y su mundo, para entender también, prevención comunitaria: ha de implicar a la comunidad,
«desde dentro» la dimensión real y profunda de este drama tan cercano movilizando todos sus efectivos y recursos, solidariamente. Por último,
como enigmático, atíojf© ai «itp%hí?S^¥Í< la propia intervención en el problema criminal, en la víctima y en el
infractor, debe ser cada vez más u n a intervención comunitaria.
Empatia equivale a capacidad de situarse en el lugar de un tercero, de
comprender lo que éste siente, de entender sus vivencias, valores, actitudes,
^ • .
percepciones. Empatia no es sinónimo de 'simpatía' hacia el infractor, de complici-
r"^rr'T'."--V!"rf*"r'^'-^"'f;?írt.>i^'
dad con éste, sino de profundo interés y aprecio por el problema humano y social del e) D e l i t o y r e a c c i ó n s o c i a l
delito, compatible con la distancia y neutralidad que se exige al científico. Contraria
a la empatia es la actitud cansina y tecnocrática, sin alma, de quienes contemplan Por más que el concepto criminológico del delito sea un concepto real,
el crimen con criterios meramente formalistas, olvidando su trasfondo aflictivo y
^,9
conflictual, su carga humana de dolor. O la respuesta cínica e insolidaria de cuantos
fáctico -empírico, y no «normativo», a diferencia del concepto jurídico
r ' pretenden segregar esta amarga realidad, bien anatematizando al infractor, para formal— la constancia o apreciación del hecho criminal (de la delincuen-
justificar la intervención de los psiquiatras —o el bisturí de la pena—, bien enmas- cia) y el volumen de ésta dependen de u n a serie de operaciones y filtros,
carando con un cifrado lenguaje estadístico o pseudocientífico su verdadero en definitiva, de la reacción o control social, que evidencian su
significado como problema humano y comunitario. : : ,,'.,. , . , , » • . relatividad^^.a"'^" "i " " " AI>IU ue ««iia-jiiá yjiíawjmiso i9C Síioaiííu ÍU-Í
La caracterización del crimen como 'problema social' y 'comunitario' El crimen, en efecto, no es como cualquier objeto físico del mundo natural, como
un trozo de hierro^^. Aún cuando no se compartan los postulados radicales del
significa, también, u n poderoso límite a trasnochados objetivos «labelingapproach», en particular, la naturaleza defln/toríaláe\ delito (no ontológica)
políticocriminales. Los problemas sociales no se erradican, se controlan y la eficacia constitutiva 6e\ control social (éste crearía el delito, no se limitaría a
razonablemente. Y es necesario ponderar el coste que la sociedad paga declarar su existencia), nadie discute ya que difícilmente puede comprenderse la
para intervenir legítima y eficazmente, evaluando dicho «precio» y realidad del crimen, y su volumen, prescindiendo por completo de la reacción social
y de complejos procesos sociales de definición y selección^".
optando por los programas menos gravosos. Proponer, pues, la total
un
i^\il- 3í''T¡
Vid. REDONDO ILLESCAS,S., La delincuenciay su control: realidadesyfantasias,
en: Revista de Derecho Penal y Criminología de la UNED, n° 8, 2- época juHo 2001
éste— conformándose con el análisis del sistema mismo, de su eficacia y rendimien- Págs, 309 y ss.
87
to. De hecho, contemplan el crimen como mero «fenómeno sistémico» y asignan a la
Así, gráficamente, RüHTER, W., La Criminalidad —o el delincuente— a través de
Política Criminal el cometido de gestionar los riesgos estadísticos del sistema —^y
ias definiciones sociales —o etiquetamiento. En: Cuadernos de Política Criminal,
el sistema mismo— proponiendo actuaciones «económicas», «eficientes» y «eficaces»,
8(1979), págs. 51 a 53.
con el consiguiente déficit de solidaridad y erosión de los recursos comunitarios.
'Vid., en esta obra, inñ-., Parte Tercera, IV, 2, F.C. „ ,,,,,
106 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 107
Para que un hecho en apariencia delictivo merezca definitivamente la cualidad enfoques individualistas en atención a objetivos político-criminales. El
de criminal, esto es, para que se le atribuya tal condición, ha de superar una serie
de filtros^'' que manejan, con inevitable subjetivismo y ciertas cotas de discrecionalidad, centro de interés de las investigaciones —aún sin abandonar nunca la
las diversas instancias del sistema portadoras del control social. En buena medida, persona del infractor— se desplaza prioritariamente hacia la conducta
ÍBÍ criminal no es una cualidad objetiva inherente a ciertas conductas —éstas no son in delictiva misma, la víctima y el control social. En todo caso, el delincuen-
se o per se delictivas— sino un (des)valor o atributo negativo que se les asigna desde te se examina «en sus interdependencias sociales», como unidad
m el ordenamiento jurídico. Delito y reacción social, en este sentido, son términos
conceptualmente interdependientes.
biopsicosocial y no desde un a perspectiva biopsicopatógica como suce-
En primer lugar, la conducta controvertida ha de encajar inequívocamente en un diera con tantas biografías clásicas orientadas por el espíritu individua-
tipo penal, condicionamiento normativo esencial ya que los cambios legales — lista y correccionalista de la Criminología tradicional.
descriminalización o neocriminalización— deciden la propia realidad del crimen y el
volumen de éste. Pero otros factores pueden ser, también, determinantes: así, la a) Pero más significativo es la imagen que se profesa del hombre
conducta del denunciante (de hecho, en términos estadísticos, los delitos que delincuente: con qué prototipo de criminal se opera en la Criminología,
efectivamente se castigan son los denunciados, con independencia de que se trate porque son muchas y controvertidas las concepciones que se sustentan
de delitos públicos o privados); la de la policía (los criterios de intervención y la sobre el delito y el delincuente.
eficacia de la actuación policial); y la de los Jueces y Tribunales, quienes dentro de
la Ley, cuentan siempre con ciertos márgenes de discrecionalidad en el proceso de Cuatro respuestas al problema son paradigmáticas: la clásica, la
interpretación y aplicación de la norma jurídica a la realidad. Todo ello, sin olvidar que
positivista, la correccionalista y la marxista^^.
la actuación de las instancias oficiales del sistema no puede ser ajena al contexto
social, y que lejos de su ficticia asepsia se vé permanentemente influenciada por los El mundo clásico partió de u na imagen sublime, ideal, del ser humano
estados de opinión pública y, desde luego, por los medios de comunicación^".
como centro del universo, como dueño y señor absoluto de sí mismo, de
Por ello, cabe afirmar la relatividad del concepto de delito, su «problematicidad»^'.
sus actos. El dogma de la libertad —en el esquema clásico— hace iguales
j.jiaiji.j'v^fj jiet.»jt-J'v.i'ííi...^» 1
a todos los hombres (no hay diferencias cualitativas entre el hombre
delincuente y el no delincuente) y fundamenta la responsabilidad: el
absurdo comportamiento delictivo sólo puede comprenderse como con-
3. EL «DELINCUENTE». D I V E R S A S I M Á G E N E S Y ESTE- secuencia del mal uso de la libertad en u na concreta situación, no a
R E O T I P O S D E D E L I N C U E N T E . LA «NORMALIDAD» DEL pulsiones internas ni a influencias externas. El crimen, pues, hunde sus
,g INFRACTOR COMO POSTULADO raíces en un profundo misterio o enigma. P a ra los clásicos, el delincuente
es un pecador que optó por el mal, pudiendo y debiendo haber respetado
La persona del delincuente alcanzó su máximo protagonismo como la ley.
objeto de las investigaciones criminológicas durante la etapa positivista.
^Ipositivismo criminológico, por el contrario, destronaría al hombre,
El principio de la «diversidad» que inspiró la Criminología tradicional
privándole de su cetro y de su reinado, al negar el libérrimo control del
(el delincuente como realidad biopsicopatológica) convirtió a éste en el
mismo sobre sus actos y su protagonismo en el mundo natural, en el
centro casi exclusivo de la atención científica.
universo y en la historia. El hombre, dirá FERRI, no es el rey de la
En la moderna Criminología, sin embargo, el estudio del hombre Creación, como la tierra no es el centro del universo, sino «una combina-
delincuente h a pasado a un segundo plano, como consecuencia del giroi ción transitoria, infinitesimal de la vida... una combinación química que
sociológico experimentado por aquélla y de la necesaria superación dej puede lanzar rayos de locura y de criminalidad, que puede dar la
^^radiación de la virtud, de la piedad, del genio, pero no ... más que un
J.MOaM)(mM .üiV ^ orno de toda la universalidad de la vida»^^. El libre albedrío, concluye
iiijno'JiisxaiOfií'íJOi.iwi.ií
í^ J » J i í ^ U o
^8 Vid., citando a RUTTER, M. y GILLER, H. (Delincuencia juvenil, 1988, Barcelona:|
Martínez Roca), REDONDO ILLESCAS, S., ibidem. -.,,,,,„,-,,,..: la., GARCÍA-PABLOS, A., «Explicaciones estructural-funcionalistas del delito»,
"O REDONDO ILLESCAS, S., (op. cit., ibidem). .;,.„.:,„...,,>.,.,,. , 93 p ^ Delincuencia. Teoría e investigación. Madrid, 1987 (Alpe), págs. 165 a 193.
^^ Sobre l&percepción social del delito y el miedo al delito, vid., GARCÍA PABLOS, A., rn'' ^^' •^"' ^^ dinamismo biológico di Darwin, emArringheeDiscorsi., 1958, Milano
Tratado de Criminología, cit., págs. 149 y ss. , lUall'Oglio Ed.), págs. 351 y ss. - , „ „ . . , . „ . , „ . . . „„.H..C : .r. ,^.r-m:>mm^,^
108 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGL^ 109
FERRI, es u n a «ilusión subjetiva»^^. E n consecuencia, el positivismo qustancialmente de las cuatro tesis expuestas. A mi juicio, es el más
criminológico inserta el comportamiento del individuo en la dinámica de aiustado a la realidad, a tenor de nuestros conocimientos actuales; y el
causas y efectos que rige el mundo natural o el mundo social: en u n a único que permite la búsqueda serena y reflexiva de u n a respuesta
cadena de estímulos y respuestas, determinantes internos, endógenos científica al problema del crimen, libre de prejuicios.
(biológicos) o externos, exógenos (sociales) que explican su conducta Claro que cualquier estereotipo de hombre delincuente queda desmentido por
inexorablemente. El arquetipo ideal, casi algebraico, de los clásicos da una realidad compleja, plural, diversa: en puridad, no es más que un recurso
paso a u n a imagen materializada y concreta de hombre, semejante a una dialéctico. Además, la tradicional polémica entre deterministas y partidarios de libre
albedrío se ha relativizado notablemente, eliminando las posturas más radicales de
ecuación, a u n a fórmula, a una reacción química; y el principio de la ambos extremos. ,
«equipotencialidad», al de la «diversidad» del hombre delincuente, Ly ns. h' • >, r . i,.;SÍ-OÍ'';. •, >
sujeto cualitativamente distinto del honrado que cumple las leyes. Para
Hoy no podemos negar la imagen mucho más rica, dinámica,
el positivismo criminológico, el infractor es un prisionero de su propia
pluridimensional e interactiva del ser humano que aportan disciplinas
patología (determinismo biológico) o de procesos causales ajenos al
empíricas como la Psicología, las ciencias de la conducta, etcétera. El
mismo (determinismo social): un ser esclavo de su herencia, encerrado
individuo no es un ser solitario, desarraigado, que se enfrenta con su
en sí, incomunicado de los demás, que mira al pasado y sabe, fatalmente
libertad existencial, sin condicionamientos, sin historia (tesis de los
escrito, su futuro: un animal salvaje y peligroso.
clásicos); pero tampoco la mera concatenación de estímulos y respues-
w La filosofía correccionalista, a su vez, y el marxismo operan con tas, una máquina de reflejos y hábitos, preso de su código biológico y
diferentes imágenes del infractor. Aquélla, pedagógica, pietista, ve en el genético (tesis positivista), que mira sólo al pasado; ni u n a pieza
criminal u n ser inferior, minusválido, incapaz de dirigir por sí mismo — insignificante en el engranaje del universo social, mero observador
libremente— su vida, cuya débil voluntad requiere de la eficaz y pasivo del devenir histórico o víctima de las estructuras que él mismo se
desinteresada intervención tutelar del Estado. Desde la utopía y el^ dio. Antes bien, el hombre es un ser abierto y sin terminar. Abierto a los
eufemismo paternalista del pensamiento correccional (la «Besserungs- demás en un permanente y dinámico proceso de comunicación, de
theorie» alemana), el hombre delincuente aparece ante el sistema como interacción; condicionado, en efecto, muy condicionado (por sí mismo,
u n menor de edad, desvalido^^ por los demás, por el medio), pero con asombrosa capacidad para
ají
transformar y trascender el legado que recibió, y, sobre todo, solidario
- El marxismo, por último, responsabiliza del crimen a determinadas
del presente y con la mirada en el futuro propio y ajeno. Ese hombre, que
estructuras económicas, de suerte que el infractor deviene mera víctima
cumple las leyes o las infringe, no es el pecador, de los clásicos, irreal e
inocente y fungible de aquéllas: la culpable es la sociedad^''. . .'
insondable; ni el animal salvaje y peligroso, del positivismo, que inspira
b) Personalmente parto de la «normalidad» del delito y el delincuen- temor; ni el desvalido, de la filosofía correccional, necesitado de tutela y
te, postulado que t r a t é de razonar en otro lugar^'' y que difiere asistencia; ni la pobre víctima de la sociedad, mera coartada para
-- !-—-*-.-»* »j •.•^., ,„/,vjiixMJUj. itj. .J3t j u j s i ú . lái lia V ufcí'iyvf'
reclamar la radical reforma de las estructuras de aquélla, como procla-
man las tesis marxistas. Es el hombre real e histórico de nuestro tiempo;
que puede acatar las leyes o incumplirlas por razones no siempre
FERRI, E., Los nuevos horizontes del Derecho y el procedimiento penal, Madrid,
asequibles a nuestra mente; u n ser enigmático, complejo, torpe o genial,
1887 (Góngora), págs. 23 y ss.
Sobre la imagen del hombre delincuente que profesa el correccionalismo —y, en j héroe o miserable; pero, en todo caso, u n hombre más, como cualquier
particular, la Besserungstheorie alemana— vid.: GARCÍA-PABLOS, A., Estudios ' otro de los dé su época.
penales, 1984 (Bosch), págs. 36 y ss.
En cuanto a la imagen del hombre dehncuente de las teorías del conflicto, vid., infra Obviamente existen infractores anormales, como hay también anor-
capítulo XXL males que no delinquen. El postulado de la «normalidad» del hombre
^' «La normalidad del delito y el delincuente», en: Revista de la Facultad de Derecho i delincuente —y el de la normalidad del crimen— sólo pretende expresar
de la Universidad Complutense, núm. 11 (1986), págs. 325 a 346. Vid., también: Un claro rechazo a la tradicional correlación: crimen/anormalidad del
PHILLIPSON, M., Die Paradoxie dar Sozialen Kontrolle und die Normalitát des
Verbrechens, en: Seminar. Abweichendes Verhalten, cit., L, págs. 126 y ss.
infractor. Buscar en alguna misteriosa patología del delincuente la
lio ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 111
razón última del comportamiento criminal es u na vieja estrategia 4. LA V Í C T I M A C O M O O B J E T O D E LA CRIMINOLOGÍA^»
tranquilizadora. Estrategia o coartada, que, por otra parte, carece de
apoyo real, pues son tantos los sujetos «anormales» que no delinquen, Hasta la consolidación de la Victimología como disciplina científica^^,
como los «normales» que infringen las leyes.
la víctima —esto es, el estudio de la persona y del rol de la víctima—
,iXj Difícilmente cabe afirmar ya hoy que solo un ser patológico puede atreverse a
03-i quebrantar aquéllas, cuando la experiencia diaria —y las estadísticas— constatan
todo lo contrario: que cada vez son más los individuos «normales» que delinquen.
su La criminalidad económico-financiera, la de funcionarios y profesionales, la juvenil, 98 Sobre el rol de la víctima en la moderna Criminología, vid.: BERISTÁIN IPIÑA, A.,
i' la de tráfico, avalan esta evidencia. ¿La sociedad/judicatura atiende a «sus» víctimas?, en: Cuadernos de Derecho
Judicial, cit., págs. 161 y ss. BUENO ARUS, F., L'atenció a la víctima, en: Papers
No otra cosa significa, también, el postulado de la normalidad del d'estudis i formació, cit., págs. 107 y ss.; BUSTOS, J./LARRAURI, E., Victimología:
delito (normalidad, claro está, no en el sentido axiológico o valorativo, presente y futuro, hacia u n sistema penal de alternativas. Barcelona, 1993 (PPU);
DÜNKEL, F., La víctima en el Dret Penal, ¿en vies d'una justicia criminal orientada
sino en el estadístico y sociológico): toda sociedad, cualquiera que sea su cap a Fautor a una d'orientada cap a la víctima?, en: Papers d'estudis i formació, cit.,
modelo de organización y abstracción hecha de las numerosas variables págs. 63 y ss.; GARCÍA-PABLOS, A., Criminología, 4- edic, cit., págs. 69 y ss.; del
de tiempo y lugar, produce u na tasa inevitable del crimen. El comporta- mismo: La función de la víctima en el Estado social de Derecho. Víctima, Criminología,
miento delictivo es un a respuesta previsible, típica, esperada: normal. Política Criminal y Política Social, en Revista de Derecho Penal y Criminología.
Colombia, 1992 (Universidad del Externado), n° 46 (vol. XIV), págs. 55 a 81; El
¡Qué difícil parece conseguir un diagnóstico científico del problema redescubrimiento de la víctima: victimización secundaria y programas de repara-
criminal —un diagnóstico, por tanto, objetivo, sereno, desapasionado— ción del daño. La denominada victimización terciaria (Cuadernos de Derecho
Judicial. Madrid, 1993. Consejo General del Poder Judicial, págs. 287 a 320); Hacia
y diseñar una política criminal ecuánime y eficaz si no se admite la
una «redefinición» del rol de la víctima en la Criminología y en el sistema legal, en
normalidad del fenómeno delictivo, y la de sus protagonistas; si se parte, Estudios Penales en memoria del Profesor Agustín Fernández Albor, 1989. Santia-
por el contrario, de imágenes degradantes del hombre delincuente o de go de Compostela, págs. 307 y ss.; HERRERA MORENO, Myriam., La hora de la
actitudes hostiles, henchidas de prejuicios y mitos!. víctima. Compendio de victimología. Madrid, 1996 (Edersa); GIMÉNEZ SALINAS,
E., La conciliación víctima-delincuente: hacia u n Derecho Penal reparador, en:
La imagen humana del infractor que se profesa —y la del delito, como Cuadernos de Derecho Judicial, cit., págs. 345 y ss.; LANDROVE DÍAZ, G.,
problema social y comunitario— es radicalmente incompatible con Victimología, 1990, Valencia (Tirant lo Blanch); MARTÍNEZ ARRIETA, A., La
ciertos clichés y estereotipos intransigentes, reduccionistas, que hacen entrada en el proceso de la víctima, en: Cuadernos de Derecho Judicial, cit., págs.
53 y ss.; MAZA MARTÍN, J. M., Algunas consideraciones criminológicas, de interés
de determinados delincuentes —hoy sobre todo, el delincuente de «cuello judicial, sobre la víctima del delito, en Cuadernos de Derecho Judicial, Madrid,
blanco», símbolo de la criminalidad «expresiva» de nuestro tiempo— u n a 1994 (Criminología), cit., págs. 157 y ss.; MONTERDE FERRER, F., Victimología.
versión actualizada del otrora «enemigo del pueblo», sujeto diabólico y Proyecciones asistenciales prácticas, en: Cuadernos de Derecho Judicial, cit., págs.
deleznable, quintaesencia de la maldad y la perversión, merecedor del 243 y ss.; NEUMAN, E., Victimología y control social. Las víctimas del sistema
máximo rigor punitivo. penal, 1994, Buenos Aires, Editorial Universidad; PERIS RIERA, J., Proyecciones
penales de la victimología. Excesos dogmáticos ante deficiencias prácticas. Valen-
Dicha i m a g e n r e s u l t a degradante y conduce a r e s p u e s t a s cia, 1989 (Generalitat); RIVACOBAYRIVACOBA, M., Elementos de Criminología,
Edeval, 1982 (Valparaíso), págs. 251 y ss.; RODRÍGUEZ MANZANERA, L.,
desproporcionadas e injustas, de desmedida severidad, al desviar hacia Victimología. Estudio de la víctima, 2- edición, 1990 (Porrúa, S.A.), México; RUIZ
este infractor todas las iras y frustraciones colectivas, convirtiéndole en VADILLO, E., Cap on camina avui el Dret Penal, en: El Dret Penal i la víctima,
un verdadero «chivo expiatorio». Pero, sobre todo, oculta u n a perniciosa Papers d'Estudis i formació, III. 1992 (8) Generalitat de Catalunya. Centre
maniobra legitimadora, cínica, que utiliza intencionada y manipula- d'Estudis Juridics i Formació Especialitzada, págs. 7 y ss; SANGRADOR, J.L., La
victimología y el sistema jurídico penal, en: Psicología social y sistema penal
doramente el castigo 'ejemplar' de un infractor aislado —con frecuencia,
(Compilación de: Jiménez Burillo y Clemente, M.), Alianza Universidad Textos,
un poderoso caído en desgracia— como coartada tranquilizadora para la Madrid, 1986, págs. 61 y ss.; SILVA SÁNCHEZ, J. M^ La consideración del
moral colectiva, que lave la cara de un sistema corrupto y consiente comportamiento de la víctima en la teoría jurídica del delito. Observaciones
semejantes comportamientos ilegales, ostensibles e incluso generaliza- doctrinales y jurisprudenciales sobre la «victimo-dogmática», en: La victimología.
dos, al resto de los infractores. ' ífcíoY é a fílfe .; Cuadernos de Derecho Judicial, Madrid, 1993, págs. llyss.;TAMARITSUMALLA,
reparación a la víctima en el Derecho Penal. Estudio y crítica de las nuevas
112 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 113
había padecido el más absoluto desprecio por parte no sólo del sistema Desde los más diversos ámbitos del saber se ha llamado la atención sobre el
legal (Derecho Penal, Derecho Procesal, etc.), sino también de la Política desmedido protagonismo del delincuente y el correlativo abandono de la víctima.
Basten dos ejemplos, uno extraído del campo penal y otro de la Psicología Social.
Criminal y de la Criminología. La víctima, en el mejor de los casos, «La Criminología—afirma HASSEMER^™— ha dedicado exclusivamente al delin-
inspiraba sólo compasión.,mam^mmaiíumjís's 19 ,s; cuente todos sus esfuerzos de elaboración científica, tiempo, dinero, hipótesis e
investigaciones, sin preocuparse apenas por las víctimas de los delitos. Incluso la
En efecto, la Criminología Positivista —la tradicional— polarizó la reciente recepción de la Criminología por el Derecho Penal no ha pasado de ser
explicación del comportamiento delictivo en torno a la persona del recepción de las teorías de la criminalidad y de la criminalización, es decir, teorías
infractor. P a ra ella la víctima es un mero objeto, neutro, pasivo, estático, sobre el delincuente. Este fenómeno no se debe sólo a que la Criminología tenga
fungible, que nada aporta a la génesis del hecho criminal. poco que decir sobre la víctima, en comparación con los conocimientos de que
dispone sobre el delincuente. Se trata, también, de que al Derecho Penal le ocurre
. „ Algo semejante, aunque por razones distintas, sucede con el sistema lo mismo que a la Criminología: que carecen ambos de Interés realpor elproblema •
legal. El Derecho Penal, como derecho sancionador, punitivo, se halla de la víctima. En cualquier caso, el Derecho Penal está unilateralmente orientado
hacia elautor del delito... El examen de los fundamentos penales de la participación
volcado hacia el delincuente: su vocación retribucionista condena a la de la víctima en elcontrol social penal frente al delincuente muestra con claridad que
víctima inocente del delito a u n a posición marginal en el seno del mismo. el sistema penal disocia la unidad del delincuente y víctima propugnada por la
Por ello, en el proceso penal prima la preocupación del rol del acusado, Criminología. El Derecho Penal aleja a la víctima de su poiar ubicación frente ai
de sus derechos y garantías, sobre los derechos y garantías de la víctima, delincuente y ocupa por sí mismo esa posición, relegando a la víctima al ámbito de
la previsión social y al Derecho Civil sustantivo y procesal...». Un diagnóstico
careciendo el estatus procesal de esta última de un a correlativa defini- semejante arrojan los estudios de Psicología Social. Así, según SANGRADOR'°\
ción y consagración legal paralela o semejante a la del presunto culpable. «la víctima de los delitos ha sido considerada en las últimas décadas como el
personaje olvidado por el sistema jurídico penal y por la Criminología en general.
El Estado «social», por otra parte, dirige todos sus esfuerzos y Tradicionalmente la Criminología se ha centrado en la figura del criminal y ha tendido
recursos al penado, al recluso, olvidando que la víctima del delito a explicar el delito en base a las características de éste (biológicas y raciales,
también necesita, a menudo, de reinserción, de resocialización. Tam- sociales, económicas, psicológicas, ambientales, etc.), ignorando en buena medida
bién, pues, en el ámbito asistencial se detecta u n alarmante abandono ala victima. Por su parte, el sistemajurídico penal presta una atención al acusado
muy superior a la prestada a la victima: hay una enorme literatura sobre el rol del
de la víctima del crimen. Las prestaciones públicas le dan la espalda, la acusado, sus derechos, sus características, ios efectos de la sentencia, etc., al
ignoran. El Estado parece cruzarse de brazos y lavarse las manos, comol tiempo que se llevan a cabo costosas inversiones para la construcción de edificios
si el crimen no le incumbiera, como si fuera problema de terceros. Eli expresamente destinados al alojamiento de los condenados apena de cárcel. Entre
Estado de la impresión de contemplar el crimen como problema de otrosf tanto, la víctima queda a menudo reducida a un mero papel testifical y generalmente
desamparada ante las consecuericias del daño causado»,.
(de la víctima y del delincuente): «res Ínter allios acta».
Por último, la propia Política Criminal h a procurado anticiparse al
Desde la segunda contienda mundial la autoafirmación de la
crimen y prevenirlo operando casi exclusivamente sobre el infractor
yictimología se ha dejado sentir en todos los campos del saber científico,
potencial, desconociendo la interacción que existe entre autor y víctima
y la figura de la víctima cobra u n protagonismo creciente. Con razón se
y la posibilidad de diseñar programas y medidas eficaces con relación a
babla del «redescubrimiento» de la víctima^^^ y del punto final de u n largo
determinadas personas y colectivos con elevado riesgo de convertirse en ^
víctima. recorrido histórico iniciado con la «edad de oro» de la víctima^°^, que se
til- 'í J'f I ) , >' . 0 . 1 , ti-')
100
101 Fundamentos del Derecho Penal, cit., pág. 89.
tendencias político-criminales, Barcelona (1994), Fundación J a u m e Callis; VÁRELA | La victimología y el sistema jurídico-penal, en: Psicología social y el sistema penal.
f, CASTRO, L., Hacia nuevas presencias de la víctima en el proceso, en: Cuadernos • Compilación de JIMÉNEZ BURILLO Y CLEMENTE, cit., pág. 61.
102
, de Derecho Judicial, cit., págs. 95 y ss. VARONA MARTÍNEZ, Gema, La mediación Vid. SANGRADOR, J. L., La victimología y el sistema jurídico-penal, cit., págs. 62
reparadora como estrategia de control social. Una perspectiva criminológica. Tesis y ss.
103
doctoral. San Sebastián, 1997, págs. 91 y ss. •^fr. SANGRADOR, J. L., La victimología y el sistema jurídico-penal, cit., pág. 67,
^^ Sobre el problema, vid. VARONA MARTÍNEZ, G., La mediación reparadora..., cit., citando a SHAFER (The victim and his criminal. A Study in functional responsability,
,,, págs. 92 y ss. (y nota 207). New York, 1968. Random House, pág. 7).
114 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 115
había caracterizado por una progresiva pérdida de influencia de ésta, y puede contribuir en ocasiones a su propia victimización. Por otra parte, se han
por su «neutralización»^°'^. comenzado a estudiarlos negativos efectos del delito en las emociones, experien-
cias, etc. de la víctima, yapartirde su constatación se ha redamado la necesidad
Desde un punto de vista histórico, siguiendo a VARONA MARTÍNEZ^"'', cabe
de programas de asistencia y compensación a las víctimas».
distinguir la Victimología «effo/óff/ca» de los grandes pioneros de esta disciplina
(Hentig, Mendelsohn, Wolfgang, Amir, etc.), influida por la literatura y el psicoanálisis
•^ft^# y preocupada por explicar el distinto grado de participación en la génesis del delito
La Victimología, inicialmente circunscrita a la «pareja criminal»
de los diversos tipos de víctima (orientación que guarda estrecfio paralelismo con la (interacción delincuente-víctima) o a las víctimas de específicos delitos,
denominada victidogmática en el ámbito de la dogmática penal, y que se prolonga
hasta finales de la década de los sesenta); y la Victimología moderna, interaccionista amplió poco a poco su objeto a otros campos. Fruto de tal extensión son
(Gutotta, Fattah, Beristáin, etc.), impulsada por el movimiento internacional en favor las investigaciones que analizan las experiencias y actitudes de la
swaV de las víctimas / de los derechos humanos. víctima sobre el sistema legal y sus agentes (policía, proceso, jueces,
fiscales, abogados, funcionarios de prisiones, etc.) a lo largo de los
Actualmente, pues, el estudio de la víctima comienza a recuperar el diversos estadios del sistema jurídico, esto es lo que ha venido denomi-
interés que merece. La Criminología, el sistema legal, la Política nándose «Victimología procesal»^^''. El perfeccionamiento de ciertas
Criminal, la Psicología Social se hacen eco de tan imperiosa necesidad, técnicas estadísticas (encuestas de victimización) y el auge de la Psico-
a la par que se precisan e incrementan los conocimientos científicos logía Social, por otra parte, h a n convertido a la víctima en u n insustitui-
sobre la víctima. ble informador de la realidad criminal, como se pondrá de manifiesto en
otro capítulo de esta obra^°®.
Numerosas investigaciones empíricas suministran ya u n a valiosa
información sobre aptitud y propensiones de los sujetos para convertirse
en víctimas del delito, relaciones entre delincuente y víctima (interacción a) El «redescubrimiento» de la víctima: factores que lo expli-
recíproca), daños que padece la víctima del delito y mecanismos de can. Por qué perdió la víctima su inicial protagonismo y por qué lo
reparación, programas de prevención del delito dirigidos a ciertas recupera ahora son dos hechos que requieren alguna interpretación.
víctimas, influencias sociales en el proceso de victimización y supuestos
específicos de víctimas, el comportamiento de la víctima-denunciante El declive de la víctima en el sistema penal guarda u n estrecho
como agente del control social penal (lo que es decisivo para evaluar el paralelismo con el nacimiento del propio Estado y del «proceso penal»
funcionamiento efectivo de éste, la significación de la«cifra negra», etc.), como instituciones «públicas»: el Derecho Penal estatal surge, precisa-
intervención y terapia de determinadas víctimas, victimización «secun- mente, con la neutralización de la víctima, disociando a ésta de su
daria», autoprotección, etc. /•,•„,%.,,/ ,,. ., - » posición natural junto al delincuente.
Como advierte SANGRADOR'°^ «en las últimas décadas esa focalización en la Un análisis histórico de la evolución de los sistemas penales demuestra la
figura del criminal parece haberse trasladadopaulatinamente a la situación delictiva progresiva neutralizaciónáe la víctima, cuyo rol se difumina y debilita, desplazada
en sí mismay a los actores que la configuran, fundamentalmente dos: el delincuente por las crecientes competencias que asumen instituciones público-estatales. Como
0-í
y su víctima, y un tercero eventual: losposibles espectadores. A partir de este crucial consecuencia de la complejidad, cada vez mayor, de los sistemas políticos, por otra
cambio de perspectiva, las víctimas de los delitos, y singularmente de los delitos parte, los comportamientos delictivos son objeto de una sutil «redefinición»^°'^ y la
violentos, han comenzado a ser consideradas de otro modo y valoradas en justa
proporción al importante papel que juegan. Por una parte, ya no se las contempla
como un personaje neutro y pasivo, sinojugando un rol activo que modela el delito
Vid. MAISCH, H.-SCHÜLLER-SPRINGORUM, H., Procedural Victimology and
.ys .jjfta ,..1» IfAvfl orias'íaíl ísb aoj0s0ij Jfijj;' his contributions to victimological knowledge, en: DRAPKIN, L, Viano E., edits.,
Victimology: a new focus (vol. III),1975, Lexington (Mass.), Lexington Books, D. C.
Heath. Cfr. SANGRADOR, J. L., La victimología y el sistema jurídico-penal, cit.,
Vid. HASSEMER, W., Fundamentos del Derecho Penal, cit., pág. 92. Una intere- pág. 68.
sante explicación de este proceso histórico, en: VARONA MARTÍNEZ, G., La
Véase encuestas de victimización, concepto, información que suministran, limita-
105 mediación reparadora ..., cit., págs. 92 y ss. ¿v -jj ,.,i .1. .S00Aííí3kiAe'
109 ciones, etc (capítulo V, 4., excurso, b»).
106 La mediación reparadora ..., cit., págs. 94 y ss. ' M8fiüí)íii;,.i, '
Vid. SANGRADOR, J. L., La victimología y el sistema jurídico-penal, cit., págs. 67
La victimología y el sistema jurídico-penal, cit., págs. 61 y 62. , JITCY '.•/•:;•'; y 68.
Tre" ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 117
víctima se despersonaliza, alejándose del infractor, objetivándose. El Estado asume
el monopolio absoluto del iuspun/endien sus diversos momentos o fases (persecu- A SU vez, el resurgimiento de la víctima responde a u n a pluralidad de
'"-' clon, proceso, condena, etc.). Queda claro que el ciudadano carece de legitimación 'rcunstancias"^. En primer lugar, al legado de los pioneros de la nueva
para «manejarsu conflicto». Y que éste —el conflicto penal— es una propiedad de
la que se verá pronto y oficialmente desposeída la víctima. Como advierte un
ciencia: v. HENTIG, MENDELSOHN, etc., quienes demostraron la
, (,^, conocido radical, CHRISTIE^^", los operadores penales son como «ladronesprofe- ecíproca interacción de los miembros de la «pareja criminal»: autor-
sionales» que consuman un robo oficial del agravio personal de la víctima. víctima, contribuyendo a u n nuevo enfoque de esta última como sujeto
activo, dinámico, capaz de influir en la configuración del hecho delictivo
Pero un segundo dato —una experiencia criminológica contrastada— mismo, en su estructura y explicación. E n segundo lugar, al desarrollo
explica que el sistema penal desee neutralizar a la víctima: el temor de en el seno de la Psicología Social^^'^ de una rica gama de modelos teóricos
que ésta responda al delito con el delito, convirtiéndose en delincuente adecuados para interpretar y explicar los datos aportados por las
(víctima justiciera), o que se socialice el interés de la víctima por investigaciones victimológicas, huérfanas hasta entonces del oportuno
determinados grupos próximos a la misma en situaciones victimógenas marco de referencia (teorías de la equidad, de ADAMS y otros; teoría de
similares. Lo que desencadenaría peligrosas reacciones de venganza en la atribución, de KELLEY; teoría del mundo justo, de LERNER; teoría
nombre de la inseguridad, de la justicia o de la prevención del delito y de la indefensión aprendida, de SELIGMAN, etc.). E n tercer lugar, a las
una política criminal emocional, pasional, nada recomendable"^ importantes aportaciones experimentales de LATANE y DARLEY en la
década de los setenta sobre la dinámica de la intervención de los
Finalmente, conocidos mecanismos psicoanalíticos de proyección e
espectadores en las situaciones de emergencia; estudios de psicólogos
identificación justifican el escaso interés que despierta la víctima. sociales en torno a comportamientos de asistencia —o de abandono—
;' «En este laberíntico mundo que habitamos—dice NEUMAI^^'^—da la impresión hacia la víctima del delito capaces de arrojar luz sobre reacciones
•s, í cp; ijg gyg él criminal promueve una mayor identificación, una suerte de mayorrespeto, insolidarias y pasivas de testigos presenciales de algún crimen violento
cf é n parparte tanto del estudioso de las disciplinas penales como del hombre común. que habían asombrado a la opinión pública-^^^. E n cuarto lugar, al
, v;, Apela con su acto a las profundas solicitaciones inconscientes hacia el delito.
Solicitaciones inconscientes que no se canalizan porque factores constructivos de
perfeccionamiento y credibilidad que las encuestas de victimización
lapersonalidad, aprehendidos por razones de educación, posibilidades sociales de empezaron a adquirir en la década de los setenta. Tales técnicas de
,Í., toda índole (buena salud y economía) inhiben desplegar Pero la conducta delictual estimación de la criminalidad real se mostraron pronto como instrumen-
; ^^ reside en nuestra más esencial naturaleza y suele expresarse en actos fallidos, to muy útil para informar sobre la población efectivamente victimizada,
sueños, fantaseos y también en pequeños actos delictivos. El delincuente canaliza lo que potenciaría considerablemente la fuente de las mismas: la
esa tendenciay adjetiva lo que inconscientemente desearíamos realizar y trabamos
con el buen reflejo de los frenos inhibitorios. Esto acarrea una forzosa conclusión:
víctima. Los movimientos feministas, por último, al llamar la atención
nadie desea identificarse con la víctima o, en todo caso, tal identificación lo es en sobre la violencia específicamente dirigida contra la mujer (victimización
'i, grado superlativamente menor Por razones de temores, fantasmas, que la psicolo- sexual, violencia física, etc.), impulsaron numerosas investigaciones
gíaprofunda ha analizado—temores y fantasmas que nos acometenporque residen teóricas y concretos programas de asistencia a aquélla. Y sirvieron de
en nuestro interior— vemos en el delincuente el estilete latente, dañoso, injusto, modelo a otros colectivos de alto riesgo de victimización. Estos y otros
cruel pero de un sustancial atractivo. En cambio, la víctima nos parece innocua, sin
incentivos. Nadie desea ser robado, lesionado, torturado...»
factores contribuyeron a la consolidación de la Victimología durante los
años setenta.
Proliferaron desde entonces los congresos y simposios internacionales sobre criminológico^^®. Este apeló sistemáticamente a los intereses de la
temas criminológicos"'^. Aparece una publicación periódica en 1976: Victimology. Y
se multiplican y diversifican las aportaciones científicas, con sólido respaldo empí- víctima del delito, pero con el propósito de negar los derechos del
rico: estudios de victimización criminai Entre éstos destacan: los de victimización delincuente: esto es, como coartada defensista, antigarantista. Y desde
-'loi;
sexual (de CHAMBERS y MILLAR, de WEST, etc.), victimización de ancianos (de unos postulados ideológicos que no asume hoy el Estado de Derecho
COOK), de los espectadores (de SCHELEFF y SHICHOR), victimización de orga- (naturaleza monolítica del orden social, patología de la desviación,
nizaciones (de DYNES y QUARANTELLI), de victimización secundaria de las
víctimas debida a su paso por las diversas instancias del sistema jurídico penal (de diversidad del delincuente, necesidad del total exterminio de la crimina-
olío'
SHAPLAND y otros), de victimización en instituciones correctivas (de BARTOLLA, lidad, etc.).
MILLER y DINITZ), victimización por la policía (de BINDER y SCHARF), de
victimización de la propia policía por terceros (de LINDSEY), de estructura urbana
Nada más pernicioso que asociar la victimología a u n a lectura
y victimización (de DECKER, SHICHOR y O'BRIEN), etc."'. Fruto de estos esfuer- antigarantista de la respuesta al delito, o a un, defensismo político-
9l3B zos es la recepción en las legislaciones de algunos países, aún tímidamente, de criminal a ultranza, aunque tales riesgos se hallan presentes en algunas
iniciativas y propuestas, sobre todo en el plano asistencial (programas de compen- formulaciones criminológicas radicales. Es imprescindible, por ello,
sación, de restitución y de auxilio a la víctima de ciertos delitos).
conjurar tal peligro incluso cuando se sugieren propuestas t a n saluda-
bles e inocuas como la sustitución del control social formal por mecanis-
Dicho «redescubrimiento» de la víctima merece, sin embargo, un mos no oficiales, desinstitucionalizados; o cuando se arbitran procedi-
análisis cauteloso, lejos de interpretaciones anacrónicas, de un a lectura mientos de mediación y conciliación para abordar conflictos sociales de
antigarantista o de un indebido subrayado mercantil de las expectativas menor relevancia^^".
En todo caso, el movimiento victimológico persigue u n a redefinición
En efecto, la moderna Victimología no pretende un a inviable regre- global del status de la víctima y de las relaciones de ésta con el
sión a tiempos pasados, a la venganza privada y a la represalia, porque delincuente, el sistema legal, la sociedad, los poderes públicos, la acción
u n a respuesta institucional y serena al delito no puede seguir los política (económica, social, asistencial, etc.). Identificar, en consecuen-
dictados emocionales de la víctima. Y t a n sesgado como el olvido de ésta cia, las expectativas de la víctima y la aportación que cabe esperar de los
sería cualquier intento de examinar el problema criminal desde la sola numerosos estudios científicos sobre la misma con pretensiones mone-
óptica de uno de sus protagonistas. No es de recibo u n retorno a la«edad tarias, representa u n a manipulación simplificadora que la realidad
de oro» de la víctima^^*. Se requiere objetividad en el examen del empírica desmiente. Pues aquéllos demuestran hasta la saciedad —si se
problema de la víctima, distancia y desapasionamiento. Y, sobre todo,
realizan con una razonable inmediación temporal respecto al delito—
una clara conciencia de que el «iuspuniendi», en cuanto arma poderosa
que lo que la víctima espera y exige, ante todo, es justicia y no u n a
y devastadora, debe mantenerse en manos del Estado bajo un riguroso
compensación económica^^^
control, lejos de preocupantes visiones privatistas.
•'^* Tampoco cabe contraponer las expectativas de la víctima y los
derechos y g a r a n t í a s del infractor, como hiciera el positivismo «Se ha exagerado demasiado a favor de los delincuentes... (y la conciencia universal
reclama) se ponga fin a desmedidos sentimentalismos en favor de los malhechores,
cuando se olvidan la miseria y los dolores de tantos millones de pobres honrados...».
FERRI, E., Los nuevos horizontes del Derecho y del procedimiento penal, cit. IX.
116 Sobre la irrenunciabilidad delgarantismo, vid.; FERRAJOLI, L., El Derecho Penal
Una detallada información al respecto en: NEUMAN, Elias. Victimología, cit., mínimo, en: Poder y control, 1986 (Núm. 0), Barcelona (PPU), págs. 25 y ss.;
págs. 309 y ss.; SCHNEIDEE, H. J., Kriminologie, cit., págs. 753 y ss.: JOUTSEN, MELOSSI, D., Ideología e Diritto Pénale, en: Dei delitti e delle pene, 1 (1991), cit.,
M., The role of the victim in european criminal justice systems. A crossnational págs. 17 y ss.; GARCÍA-PABLOS, A., Derecho Penal. Introducción, cit., págs. 56 y
Study or the role of the victim. Helsinki, 1987, especialmente, págs. 293 y ss.; ss. (op. cit., 2^ Edd. págs. 104 y ss.); HASSEMER, W., Fundamentos del Derecho
117
HERRERA MORENO, M., La hora de la víctima, cit., págs. 128 y ss. Penal, 1984, Barcelona (Bosch), págs. 400 y ss.; SILVA SÁNCHEZ, J. M., Aproxi-
118
Vid. SANGRADOR, J. L.. La victimología y el sistema jurídico-penal, cit., pág. 61. mación al Derecho Penal contemporáneo, cot., pág. 25.
Sobre la «edad de oro» de la víctima, vid., HERRERA MORENO, M., La hora de la 121
Cfr., SANGRADOR, J.L., La victimología y el sistema jurídico penal, cit., págs. 88
víctima, cit., págs. 23 y ss.
y ss.
120 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 121
Precisamente por ello no tiene sentido buscar precedentes de la moderna
merecería «una simpatía filantrópica mayor que la que provoca el productor del
Victimologfa con anterioridad al marco general descrito: ni en el pensamiento de la
daño»; y, que, sin embargo, analiza la reparación o indemnización del daño como
Ilustración, ni en el mundo clásico, ni en el ideario del positivismo criminológico se
única pretensión de aquella en el marco de la política sancionatoria (excepcional-
^ hallan los primeros impulsos de un ambicioso «movimiento» que surge en la década
mente como sustitutivo penal). GAROFALO, por último, anunció el advenimiento de
Oíííífe de los cuarenta del siglo XX y tiene trascendentales implicaciones en el análisis del
n o k problema criminal. una «nueva Edad de oro de la víctima»™. Pero su famosa «Riparazione alie vittime
del delito» (1887) no trasciende las limitaciones endémicas del positivismo
-aaii En efecto, la dogmática abstracta y despersonalizada de la iiustración,
criminológico: la víctima sólo interesa como titular de un derecho resarcitorio o
pretendidamente aséptica, corona un proceso histórico inevitable de « voiatiiización
compensatorio que se integra, a su vez, en la política sancionatoria como un
victimai"^^. La instauración de una Justicia Penal «púbiica», en la que la víctima
instrumento más al servicio de la defensa social'=^\
ñtui apenas tiene un rol simbólico, limita al máximo sus aspiraciones y posibilidades
efectivas de participación. Como se ha dicho, con acierto: la víctima solo cuenta con
una «mezquina reserva civil»^^'^ para autodirigir sus expectativas, a pesar de los
escrúpulos críticos y amplios vuelos reformadores de los teóricos ilustrados. De
b) Los pioneros de la Victimología: la aportación de v. HENTIG
hecho, el utilitarismo de algunos de éstos, invocaría la reparación del daño y la y MENDELSOHN. Otras «tipologías» posteriores^^^—R. v. HENTIG
satisfacción a la víctima como funciones positivas del castigo^^". (1887-1974), alemán expulsado durante el período nazi y residente en
En el pensamiento ciásico, el «sujetopasivo» áe\ delito solo inspira pretensiones los Estados Unidos, y MENDELSOHN, israelita que acuñó el propio
reparatorias, resarcitohas. Así, CARRARA^^^ alabó entusiastamente la previsión del término Victimology (contrapuesto al de Criminology), son los pioneros
Código Penal toscano que constituía una Caja Pública con el importe de las multas
y sanciones pecuniarias para asegurar la reparación del daño ocasionado a las de esta disciplina joven. A ellos se debe u n a visión activa y dinámica de
víctimas del delito, estimando que dicha reparación sería de utilidad pública. Pero en la víctima, como sujeto inseparablemente unido al infractor, en u n
ningún momento, la víctima suscita un análisis general que trascienda el modesto continuo proceso de interacción con el mismo, y las primeras tipologías
ámbito civil indemnizatorio.
esbozadas en los años cuarenta^^^.
Tampoco lo consiguió —por razones diferentes— el positivismo criminoiógico,
desde su profundo defensismo antigarantista. El positivismo practicó un vacío H.v. HENTIG, en un poco conocido trabajo publicado en 1941 {Remarks on the
pietismo victimológico, al estilo del más genuino sentimentalismo burgués'^**, a tenor interaction ofperpetratorand victinf)''^, propugnó ya una concepción dinámica e
del cual las víctimas constituyen, sin más, un lamentable colectivo de «Justos frente interaccionista de la víctima del delito. La víctima —según HENTIG— no es un
al mai» compuesto por «millones de tristes honrados... y oprimidos por la humana «objeto», un elemento «pasivo», sino un sujeto activo que contribuye decisivamente
maldad»^'^\ Significativo es que la inabarcable obra lombrosiana solo conceda un en el proceso de criminalización, en la génesis y en la ejecución del hecho criminal.
par de párrafos a la víctima del delito^^'' y ello para razonar la utilidad preventivo- En consecuencia, el sistema penal —el proceso penal— no debía limitarse a velar
disuasoria de la reparación del daño. No mucho más relevante fue la aportación de sólo por los derechos y garantías del acusado, sino también, y sobre todo, por los
FERRI, autor para quien, según declaró solemnemente'^^ la víctima del delito de la víctima del delito.
En otra obra posterior y más famosa (The criminal and his victim, 1948, New
¥^'»y;nj*Wi viíKrJll'ja'
,,^^x«»í-t; .JS1l6»t|.í» ' . B l l l s a i V i B l i S B f p ' O j ; Haven) profundizaría dicho enfoque interaccionista, manteniendo que autor y
víctima se comportan como auténticos «socios», como una «pareja» {partnef}
122
Así, SHAPLAND, J., The Justice System and the victim, en: Victimology: An inseparable. La víctima —siempre según v. HENTIG— modela, configura, labra
International Journal, vol. 10, 1-4, Victimology Inc., U.S.A., 1985, pág. 597. Cfr. «su» propio autor y da forma al delito de éste. De un modo silencioso, más o menos
HEREERA MORENO, M., La hora de la víctima, cit., pág. 64. inconsciente, presta su consentimiento al mismo, coopera a su ejecución, conspira
123
Cfr. HERRERA MORENO, M., La hora de la víctima, cit., pág. 65. ,,,H.<.R- o provoca el crimen. «Interacción», «relaciónrecíprocaycambiante», «intercambio»
124
Sobre la aportación de BENTHAM, partidario de la constitución de un fondo de
compensaciones a cargo del Tesoro Público para cubrir los supuestos de insolvencia
del infractor, vid. LANDROVE DÍAZ, G., Victimología, 1990 (Tirant lo Blanch), 130
pág. 109. En cuanto al utilitarismo de LARDIZÁBAL, M., vid. el famoso Discurso Cfr. HERRERA MORENO, M., La hora de la víctima, cit., págs. 78 y 79.
131
sobre las penas del autor. Cap. IV, II, números 56 y 57. Así, HERRERA MORENO, M., La hora de la víctima, cit., pág. 79.
125 132
Cfr. HERRERA MORENO, M., La hora de la víctima, cit., pág. 75; LANDROVE Cfr. HERRERA MORENO, M., La hora de la víctima, cit., págs. 96 y ss.
133
DÍAZ, G., Victimología, cit., pág. 24 y ss. Sobre el concepto y rol de la víctima en el mundo ilustrado y en el positivismo
126
Cfr. HERRERA MORENO, M., La hora de la víctima, cit., pág. 76. ,„v >,., criminológico, vid. HERRERA MORENO, M., La hora de la víctima, cit., págs. 63
127
Cfr. HERRERA MORENO, M., La hora de la víctima, cit., pág. 76. y ss., y 71 y ss. Sobre la interacción delincuente/víctima, vid.: SERRANO MAÍLLO,
128
Cfr. HERRERA MORENO, M., La hora de la víctima, cit., pág. 77. A., Etiología, prevención y atención en Victimología a través del ejemplo de la
129
The Positiva School of Criminology, University of Pittsburg Press, USA (1968), «precipitación» en los delitos contra la libertad sexual, en: BFD (Boletín de la
págs. 101 y ss. Cfr., HERRERA MORENO, M., La hora de la víctima, cit., pág. 77. Facultad de Derecho de la UNED), 12, 1997 (separata), págs. 445 a 458.
134 Publicado en: Journal of Criminal Law and Criminology, 31 (1941), págs. 303 a 309.
122 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 123
... son términos utilizados por H. v. HENTIG para simbolizar esta perspectiva de víctima provocadora, imprudente, voluntaria o por ignorancia). En otros (víctima
O, interaccionista"^ agresora o provocadora, simuladora o imaginaria) lo correcto sería el castigo
-IpfTO La tipología de H. v. HENTIG es muy amplia e imprecisa^^*^. Edad, sexo y exclusivo de la víctima y no del supuesto infractor^"".
sboíi capacidad mental son, por ejemplo, criterios que utiliza en sus clasificaciones y a los
que concede relevancia «victimogenésica». Distingue, entre otras categorías, ELLENBERG y WOLFGANG siguieron los pasos de H. v. HENTIG
ornar víctimas deprimidas, adquisitivas, desenfrenadas, libertinas, solitarias, temerosas,
y MENDELSOHN, acentuando la interacción «autor»-«víctima».
o onc atormentadas, bloqueadas, luctnadoras, etc. Al examinar el delito de estafa contra-
nu Of pone las víctimas «resistentes» y las «cooperadoras», llamando la atención sobre H. ELLENBERG trató de clarificar la relación «autor»- «víctima», resaltando la
un fenómeno de interés: la víctima no sólo moldea al autor—cada víctima tiene «su» reversibilidad de ambas categorías. A su juicio, son muchos los delincuentes
autor—, sino al delito mismo, en el sentido de que ciertas personas o colectivos, por peligrosos que en su juventud o en su infancia fueron víctimas de abusos, malos
sus características (vg. inmigrantes con escaso nivel de instrucción), exhiben un alto tratos o explotación. Se es infractor primero, víctima después, o a la inversa, pero
riesgo de victimización. existe una intercorrelación. Para ELLENBERG el aislamiento social es uno de los
B. MENDELSOHN, cuya aportación a la Victimología supera, para algunos^^^ la factores decisivos de la «victimogénesis»o'^m^Q'ns\Q'n para devenir víctima, porque
ÍXü
de H. V. HENTIG, es autor de dos trabajos clásicos en la materia: New bio- genera falsas apariencias y puede inducir a comportamientos poco meditados.
psycliosociaiiiorízonts: Victimology, publicado en 1946, y la célebre conferencia Ciertos criminales escogerían siempre a sus víctimas entre individuos socialmente
ritr,
pronunciada en el Hospital Coitzea, invitado por la Sociedad de Psiquiatría de marginados'''^ WOLFGANG llegó a la misma conclusión que los pioneros de la
Bucarest (1947), donde se utilizó por primera vez, al parecer, el término Victimología, al constatar empíricamente que un tanto por ciento significativo de los
« Victimología»^ '^^. homicidios cometidos en Filadelfia habían sido «precipitados» por la conducta de la
MENDELSOHN insistió también en la interacción autor-víctima, así como en el propia víctima"^. Esta idea de víctima que «precipita» la conducta criminal se
au Í: activo rol que ésta desempeña incluso en orden a su propia victimización. Y
8jii§( formuló por primera vez precisamente por WOLFGANG: «Eltérmino... se aplica a
contrapuso significativamente los términos victimity, victimology, de una parte, y aquellos homicidios criminales en los que la víctima precipita el crimen de forma
criminality, criminology de otra, por entender que en el delito concurren ambos directa y positiva. El rol de la víctima se caracteriza por haber sido laprimera en usar
factores: los que derivan del infractor y los que derivan de la víctima misma^^^. la fuerza física contra su posterior asesino en el drama homicida. Los casos de
9 Eoín Partiendo del análisis de la motivación y de la reacción en la «pareja criminal», víctimapreclpitadora del crimen son aquellos en los que la víctima fue la primera en
nu S9 sostiene IVIENDELSOHN la existencia de una rica tipología victimarla. Desde este mostrar y utilizar el arma mortal, en propinar elgolpe en el altercado; en síntesis, en
sJnen- prisma criminológico, y según la mayor o menor contribución etiológica de la víctima comenzara servirse de la violencia física»^''^.
.lenim a la dinámica delictiva {«culpabilidad»), distingue MENDELSOHN cinco clases
islev £ principales de víctimas y numerosos subgrupos: a) víctima enteramente inocente o A esta orientación propia de un a fenomenología descriptiva respon-
aoi 10C víctima ideal; b) víctima de culpabilidad menor o por ignorancia (vg. un comporta-
miento irreflexivo o imprudente de la víctima desencadena el delito y determina su den otras conocidas tipologías: la del hindú FATTAH, la de E. NEUMAN
wsH i propia victimización); c) víctima voluntaria, tan culpable como el infractor (vg. suicidio y la reciente de M. JOUTSEN, clasificaciones, no obstante, que según
y loJu condicionado, suicidio por adhesión, eutanasia, etc.); d) víctima más culpable que KAISER no aportan demasiados conocimientos sobre el problema de la
el criminal (vg. víctima «provocadora», víctima «imprudente», etc.); e) víctima única
víctima y adolecen además, de u n considerable déficit empírico"^.
SI'' culpable (por ejemplo, «víctima-infractor», víctima «simulante», víctima «imagina-
ex ria», etc.). Según MENDELSOHN, el Derecho Penal debería ponderar las diversas
situaciones mencionadas en el momento de exigir responsabilidades. En ciertos
casos a la víctima le correspondería su tanto de culpa, lo que podría tenerse en
cuenta imponiéndola una pena algo menor que la del infractor (así, en los supuestos
140
Cfr. NEUMAN, E., La victimología, cit., págs. 57 a 62.
141
ELLENBERGER, H., Psychologische Beziehungen zwischen Verbrecher und Opfer.
En: Zeitschrift für Psychotherapie und Medizinische Psychologie, 4 (1954), págs.
i o : í AJi:í>i''fu {•
136
Cfr. SCHNEIDER, H. J., Kriminologie, cit., págs. 755 y ss. 261 y ss.
142
136
Cfr. NEUMAN, E., Victimología, cit., pág. 28, y su comentario a la tipología de v. Cfr. SANGRADOR, J. L., La victimología y el sistema jurídico-penal, cit., pág. 62.
La conocida obra en la que M. E. WOLFGANG llega a tales conclusiones es:
HENTIG. ; v 0íCf93r!aS íe'OTdog
137
Opinión de NEUMAN, E., Victimología, cit., pág. 29. '-' Patterns of criminal homicide, Philadelphia, 1958.
143
138 Vid. WOLFGANG, M. E.. Victim precipitation in Victimology and Law, ponencia
El término «victimología», según otros autores, tiene su origen en WERTHAM, F.
presentada al V Simposio Internacional sobre Victimología, celebrado en Zagreb
(1948). Así, KAISER, G., Criminología. Una introducción a sus fundamentos
teóricos, cit., pág. 93. (18 a 23 de agosto de 1985).
144
139
Sobre la aportación de MENDELSOHN vid. SANGRADOR, J. L., La victimología En cuanto al reproche dirigido a estas tipologías de falta de solidez empírica, vid.
y el sistema jurídico-penal, cit., pág. 62. KAISER, G., Criminología, cit., pág. 94.
124 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 125
FATTAH"^ distingue dos grandes tipos de víctimas: la víctima «provocadora»^
la víctima «participante». La primera desempeña un papel relevante en la génesis ]VI JOUTSEN"^ critica con acierto el estereotipo o imagen convencio-
del delito; la segunda se sitúa en la posterior fase de ejecución del mismo, al del hecho delictivo, que enfrenta de u n modo desmedidamente
facilitándola. A su vez, existirían numerosos subtipos. La víctima «provocadora» implificador dos comportamientos: el activo y malicioso del infractor y
admite un tipo «pasivo» de causación «indirecta» (vg., el propietario deja sin el pasivo e inocente de la víctima. Dicha contraposición, según JOUTSEN,
protección alguna la cosa al alcance de quien luego la sustrae) y un tipo «activo»,
de causación «directa». Este último presenta diversas variantes, según el grado de
un pálido reflejo «en blanco y negro» de la realidad, y desconoce el rol
consciencia de la víctima. Víctima consciente es la que incita a la acción como activo que puede desempeñar la víctima en la dinámica criminal. A su
agente provocador (vg., víctima instigadora o solicitante), lo que sucede en el aborto juicio, cabe distinguir siete supuestos o tipos de víctima, según el grado
practicado a petición de la embarazada o en la mutilación requerida por el lesionado de participación y formas de participación de ésta en la génesis del
para eximirse del servicio militar. Víctima no consciente es la que da lugar a la
delito: a) conscientious victim; h) facilitating victim; c) inviting victim; d)
causación del delito, sin que la voluntariedad de aquélla controle el curso de los
acontecimientos (FATTAH cita como modalidades: la víctima del acto cometido por provoking victim; e)consenting victim; f)instigating victim,y g)simulating
.20b otro en estado de legítima defensa, la víctima «precipitadora» áQ\ delito, etc.). La victim. M. JOUTSEN advierte, no obstante, que la tipología expuesta no
9tnf víctima «participante» cuenta también con un subtipo «pasivo» que se caracteriza significa que el mero hecho de hacer consciente a la víctima del riesgo
El 6 por su actitud favorable a la realización del crimen, manifestada a través del «simple permite ya prevenir eficazmente el delito. Pues numerosos estudios de
aoií deseo», «consentimiento», «sumisión», «complicidad», «indiferencia» («consenti- victimización, sobre estilos de vida de la víctima y delito o sobre
Bt &í miento» en todo caso viciado, no pleno), etc., y con un subtipo «activo» (víctima que
92 I: contribuye, colabora, coopera, coadyuva al delito).
«vulnerabilidad» de ésta (victimization risk), parecen demostrar que
E.NÉUMAN^"^ establece cuatro grandesgrupos de víctimas, con sus respectivos dicho riesgo de devenir víctima de u n delito o vulnerabilidad se halla
«W, subgrupos: a) víctimas individuales; b) víctimas familiares; c) víctimas colectivas; d) significativamente correlacionado con otros factores y características
víctimas sociales. Las víctimas individuales, a su vez, pueden carecer de actitud difíciles de modificar: la edad, el sexo, el origen étnico, la ocupación, el
victima! (víctima inocente, resistente, etc.), exhibir una actitud victimal culposa (vg., área de residencia, etc."*^
\-\% S' víctima provocadora solicitante, cooperadora, etc.) o incluso dolosa (vg., suicidio,
comportamiento de la víctima de ciertos timos). Las víctimas familiares (vg., maltrato En la tipología de M. JOUTSEN^''^ conscientious victim es aquella que se
de niños y mujeres) arrojan elevadas cifras negras y producen tales desequilibrios comporta en la forma que lo hubiera hecho un buen (diligente) padre de familia. Es
emocionales que muy frecuentemente esta población victimizada deviene criminal. la víctima «ideal» e inocente. A la segunda categoría: facilitating victim, pertenece
La víctima colectiva presenta tres subtipos: la comunidad como nación (vg., aquella que no toma las cautelas debidas frente al delito, la que omite las medidas
supuestos de traición o de rebelión), como comunidad social (vg., genocidio, delitos razonables que hubiera adoptado una persona prudente (vg., no cerrar la maleta o
de cuello blanco, censura y uso abusivo de medios de comunicación, etc.) y como la caja de caudales), haciendo de este modo más fácil al delincuente la ejecución del
específicos grupos sociales lesionados en sus derechos (vg., tortura, disposiciones hecho criminal. El comportamiento de la víctima en este supuesto puede ser
8ÍS legales criminógenas. etc.) a través del propio sistema penal. La denominada víctima «aprovechado» por un tercero ya decidido a perpetrar el hecho, o puede incluso
social comprende una serie de personas y colectivos que por su debilidad y falta de «generar» una decisión delictiva antes inexistente. Por inviting r/c///?? entiende M.
asistencia corren el riesgo de devenir víctimas del delito y de convertirse ellos JOUTSEN aquella que deliberada e innecesariamente asume un riesgo victimógeno
mismos en delincuentes (víctimas del sistema: vg., minorías, marginados, etc.). o acepta una determinada situación de peligro (vg. transitar un barrio conflictivo a
if(
altas horas de la noche y sin compañía). La innecesariedad de asumir tal riesgo
permite distinguir este supuesto del primero de los citados. La diferencia, a su vez,
de la inviting ^1 la faciliting K/^/Z/T? reside en el grado de consciencia respecto a la
.5^3 i. V. agfjq , jro r.ígi'í'.fmíi: . " , ! '>i . / ' . M ' I S V Í .••!'•> o situación de riesgo que se asume: en el caso de la facilitating victim, ésta actúa sin
j->4ni'.i'jh')a'j,''>-i-iii'or')v-^' 'A íi J-í rJ'íf,'ra'4 i precaución, pero tampoco es consciente del peligro que corre. Mientras la inviting
145 victimsaloe que es muy vulnerable y, sin embargo, no adopta las cautelas impres-
Cfr. NEUMAN, E., Victimología, cit., págs. 64 y ss. Sobre ABDEL EZZAT FATTAH ^^ cindibles. En cuanto a \aLprovoking K/ÍJ/Z/T?siempre según M. JOUTSEN, se trata de
y sus puntos de vista victimológicos véase de este autor: Vers une typologie
criminologique des victims, en: Eévue Internationale de Pólice Criminelle, 1967,
págs. 162 y ss.; Explanation of Criminal Behavior, en: Victims and society, ,.JK( .i.í.mbiv ei *JÍJ í'A'já ii-j i'Air
Washington, D. C , 1976, págs. 105 a 129 (E. C. Viano, edist.); Some recent 147
Theoretical Developments in Victimology, Victimology, 4, 1979, págs. 198 a 213; JOUTSEN, M., The role of the victim of crime in european criminal justice systems,
Victims' Response to Confrontational Victimization: A Neglected Aspect of Victim 148
1987, Helsinki, cit., págs. 74 y ss., especialmente 80 y ss. :::.• ,,;r;:,,;
J O U T S E N , M . , T h e r o l e o f t h e v i c t i m , cit.,pág. 87. -rairín-,»' u. ..•.J,.ñ
146
Research, en: Crime and Delinquency, 30 (1984), págs. 75 a 89. ; ,,_ 149
oobre los supuestos y formas de participación de la víctima en su propia victimización,
Victimología, cit., págs. 69 y ss. ;-í3f;lÁ>í
vid. JOUTSEN, M., The role of the victim, cit., págs. 80 y ss.
126 ANTONIO GABCIA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 127
aquella que se comporta de tal manera que determina al infractor al delito, c) El concepto de «víctima».— El concepto de «víctima» es un
precisamente como represalia o venganza contra la víctima. El delito no se habría oncepto problemático. Se discute quién puede ser víctima: si esta
cometido sin dicha previa provocación, si bien para estimar una conducta como
provocadora o no provocadora resulta imprescindible tener en cuenta no ya la acción ondición es privativa de la persona física o no; discrepan los autores
misma, sino la «percepción» de las personas implicadas (infractor y víctima). Una también en el momento de delimitar los agentes de la victimización o
Í011 categoría especial de provoking victimQ% la perpetrating victim, que se ha servido causas de ésta: si se es víctima sólo de los delitos y actos criminales o, en
0 8 A de violencia o astucia en un momento anterior, situando al después delincuente en su caso, de otros males, accidentes o sucesos de la más variada natura-
una genuina situación de necesidad de defensa (vg., violencia doméstica prolonga-
da). Un quinto tipo de víctimas es la consenting victim, esto es aquellas que, una vez
leza. Ni siquiera existe consenso en la doctrina científica sobre la
Í9b conocido el designio criminal del infractor, permiten a éste llevarlo a cabo, aun sin posibilidad de operar con un concepto unitario de víctima, pues, ajuicio
desear comprometerse deliberadamente en dicho crimen (vg., ciertos supuestos de de algunos, la realidad criminal lo impediría, siendo numerosas las
juego ilícito). Por instigating K/C'/Z/T?entiende M. JOUTSEN aquel grupo de casos en implicaciones, criminológicas y político-criminales, que derivan de las
los que la víctima misma, de forma deliberada, hace posible que se cometa el delito,
OflB respectivas acepciones del término «víctima». A la oportuna delimita-
cualquiera que sea el grado de connivencia de ésta con el infractor (vg., dejarse robar
para defraudar, después, a la compañía de seguros o concertar con un tercero el ción del concepto de víctima no h a colaborado, desde luego, el frivolo
robo con el mismo propósito). A diferencia del segundo tipo de víctimas {faciiitating), manejo de algunas expresiones equívocas o desafortunadas extraídas de
en la que ahora se analiza existe el deseo decidido e intencionado de resultar víctima su contexto {«crímenes sin víctima», etc.) ni la progresiva ampliación del
del delito mientras en aquél la conducta negligente de la víctima no perseguía significado originario de dicho concepto de víctima, que amenaza con
dup
desencadenar la comisión del hecho criminal. Por último, la simuiating victim es
aquella que, por diversas razones (vg., lucro económico, llamar la atención, etc.),
desvirtuarlo e inutilizarlo. Í . . , , , . , , . , Í , ,
alega la perpetración de un crimen que realmente nunca tuvo lugar. Con independencia de esta disputa científico-académica, existe, además, la
Í9 ,n inevitable controversia «icteoiógica«y «poiítica» sobre el rol y la función de la víctima.
Baste recordar la severa crítica que formula toda la Criminología de base confiictuai
Sobre estas y otras tipologías existen revisiones de interés, como las
marxistad\ concepto convencional de víctima, calificándolo de «construcción sociai
de COSTA ANDRADEi™ y HERRERA MORENOi^i. ^^.t^ de ios poderosos» o «mecanismo de defensa» de las clases dominantes para
Pocas tipologías toman en consideración el hecho de si delincuente y legitimar o enmascarar la explotación y el sometimiento de las clases oprimidas. De
acuerdo con esta orientación, las verdaderas víctimas son las víctimas del sistema
víctima se conocían antes de llevarse a cabo el crimen. A . MARCHIORI capitalista: las víctimas de la policía, de los tribunales, de la Administración
se debe u n a de ellas^^^. Sin embargo, como advierte KAISER^^^ se t r a t a penitenciaria, del poder del Estado, de las estructuras de dominación^^^.
de un dato muy ilustrativo desde u n punto de vista criminológico. Con
la consiguiente particularidad: en los delitos contra las personas y en los El concepto originario de víctima nace y se perfila en el seno de la
delitos sexuales suele ser muy superior el grado de conocimiento entre «pareja criminal»; esto es, la doctrina acuña el mismo analizando la
delincuente y víctima que entre los delitos patrimoniales (por ello, los interacción de los dos miembros del binomio: «delincuente»-«víctima».
primeros suelen calificarse de «delitos de relación»); es más, en determi- Por ello, inicialmente no hay más víctima que la persona humana, la
nados delitos (delitos contra la vida, lesiones corporales, amenazas, persona física. Los primeros estudios trataron de poner de relieve que
abusos sexuales contra menores, etc.) es usual que infractor y víctima se aquélla no es u n mero objeto, pasivo y fungible, sino u n sujeto; un sujeto
conozcan mucho^^* y que pertenezcan a u n mismo grupo familiar o social. que configura el hecho criminal, el autor del mismo y contribuye a su
propia victimización.
COSTA ANDRADE, M., A Vitima e o Problema Criminal, 1980. Coimbra Editoria, De este concepto de víctima como sinónimo de persona natural que
págs. 144 y ss. experimenta subjetivamente con malestar o dolor u n a lesión objetiva de
151
152
HERRERA MORENO, M., La hora de la víctima, cit., págs. 137 a 166. bienes jurídicos participan H. v. HENTIG, PAASCH, NAGEL, ZIPF y
HILDA MARCHIORI, Personalidad del delincuente, México, 1978. Edit. Porrúa.
153
Cfr. NEUMAN, E., Victimología, cit., pág. 67. r.i'3 :;í
154
Criminología. U n a introducción a sus fundamentos teóricos, cit., pág. 94.
Sobre el problema se h a n ocupado, entre otros, ROBINS, HOHENSTEIN, 1S5
E I S E N B E R G , BRAUNECK, SCHULTZ, SESSAR, etc. (cfr. KAISER, G., Sobre el problema, cfr. SCHNEIDER, H. J., Kriminologie, cit., pág. 758 (criticando
Criminología, cit., pág. 94). tal posición teórica).
128 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGLíV. 129
otros^''®. Pero es u n a acepción restrictiva que dejaría fuera de toda de un concepto lato de víctima que prescinde de la causa del proceso de
consideración victimológica un a rica y grave gama de comportamientos victimización.
criminales dirigidos contra personas jurídicas o intereses supraindi- Así, DADRIAN concibe la Victimología como el estudio de los procesos sociales
viduales. Una vez superado, además, el microscópico ámbito de la pareja a través de los cuales individuos y grupos son maltratados, con la consiguiente
criminal y los prejuicios psicologicistas de los primeros estudios generación de problemas sociales. Y STANCIU define la víctima, en una acepción
muy amplia, como aquella persona que sufre injustamente. También GALAWAY y
victimológicos, evidenció su insuficiencia, su estrechez. No puede discu-
HUDSON, junto al tipo de víctima «provocadora», «precipitadora del delito» y
tirse que las organizaciones, la sociedad misma, el Estado o la comuni- «autovictimizante», incluyen a las víctimas «políticas», las «biológicamentedébiles»
dad internacional pueden ser también víctimas de delitos^^''. Ciertos y «débiles socialmente»^^\
hechos criminales, por su propia naturaleza, lesionan o ponen en peligro
bienes e intereses cuyo titular no es la persona física, porque trascienden Algunos supuestos criminológicos se citan como especialmente
a ésta. Ello no significa, desde luego, que existan delitos «sin víctima»; polémicos en orden a la calificación de «víctima». Es el caso de las
significa que en estos campos de la criminalidad (criminalidad «finan- personas erróneamente acusadas por la justicia que padecen los efectos
ciera», de «cuello blanco», etc.), la acepción tradicional de «víctima», muy del sistema legal; de las víctimas que devienen después delincuentes
restrictiva, carece de operatividad, dado el proceso de «despersonali- precisamente por razón de dicha experiencia; del infractor que experi-
zación», «anonimato» y «colectivización» de la víctima que se ha produ- menta un efectivo sentimiento de victimización frente a la sociedad, o el
cido en los mismos^^®. de determinados colectivos, tradicionalmente sometidos, por su vulne-
si ,3érr* Precisamente porque en la delincuencia económica y en la wMe coi/ar-crz/nese rabilidad, a vejaciones no siempre sancionadas perlas leyes o castigadas
•firni' «volatiliza» o «difumlna» la víctima, un sector de la doctrina, entre quienes figura en la realidad^*^^. ._ ;, < ; ,;
\ís\A' KAISER^^^ entiende poco fructífero el intento de elaborar un concepto especial de
víctima. .x^g«|ó;moo lBft\^\»fitv. En cuanto a las personas acusadas erróneamente por la justicia, existe ya una
vasta bibliografía que pone de relieve los efectos que aquéllas padecen, muy
semejantes a los de cualquier otro supuesto convencional de victimización. Las
El concepto de víctima precisa de un a ulterior matización: su fiíente investigaciones de MORAN y ZIEDMAN'^^ y de SHICHOR'^" son muy significativas
o causa. MENDELSOHN propuso no identificar «víctima» Y «víctima del al respecto.
delito», pues, a su juicio, sólo u n a acepción amplia (padecimiento El supuesto de la víctima que deviene delincuente, bien por el impacto de la
experiencia victimarla, bien por la vía del aprendizaje, cuenta también con una sólida
derivado de cualquier factor: físico, psíquico, social, político, etc., o
base empírica. Así, el trabajo de WOLFGANG, FIGLIO y SELLIN^'== constata que un
incluso inferido por medios ambientales o técnicos)^^° evitaría que la tanto por ciento significativo —un 27 por 100— de personas arrestadas, en su
Victimología naciera ya, sin autonomía alguna, sometida a la
Criminología o al Derecho Penal. No obstante, predomina aún en la
doctrina victimológica, fiel a sus orígenes, u n a cierta tendencia al uso de
concepciones restringidas. Con significativas excepciones partidarias Cfr. SANGRADOR, J. L., La victimología y el sistema jurídico-penal, cit., págs. 65
o J r)(tfg'iítf *ófepa ti© omg'/SWiflil/! <^ y ss.
Cfr. SANGRADOR, J. L., La victimología y el sistema jurídico-penal, cit., págs. 65
y 66.
• .ííoiaBsiraiJaiv Btqo'i , MORAN, R.-ZIEDMAN, S., Victims without crimes: compensation to the not guilty,
^^'^ Cfr. KAISER, G., Criminología, cit., págs. 94 y ss. en: Victimology: a new focus (vol. 2), Lexington D.C., 1975, Lexinton-Books, D.C.
^" En este sentido, SCHNEIDER, H. J., Kriminologie, cit., págs. 755 y ss. Heaths (Drapkin, I.; Viano, E., edits.).
^^* Así, SCHNEIDER, H. J., Kriminologie, cit., págs. 756 y ss. SHICHOR, D., The wrongfully accused and the criminal justice system, en: op. cit.
^^^ Criminología, cit., pág. 94. BíiiJí 8 0 0 9 ; (nota anterior), vol. 3, 1975.
1*^° Sobre este punto de vista de MENDELSOHN, vid.: NEUMAN, E. Victimología, cit., El artículo 121 de la Constitución española dispone: «Los daños causados por error
pág. 30; SANGRADOR, J. L., La victimología y el sistema jurídico-penal, cit., págs. judicial, así como los que sean consecuencia del funcionamiento anormal de la
65 y ss. El punto de vista de B. MENDELSOHN se puede encontrar en: Une Administración de Justicia, darán derecho a una indemnización a cargo del Estado,
nouvelle Branche de la science bio-psycho-sociale: la victimologie. Révue i„„ 'Conforme a ley.»
'•'•; • Internationale de Criminologie et de Pólice Technique, X, núm. 2,1956, págs. 95 y WOLFGANG, M. E.; FIGLIO, R. M., y SELLIN, T., Delinquency in a birth cohort,
J
ss. Chicago, Chicago University-Press, 1972. , , . •, ,• - J 3 W . I «JSB
130 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 131
juventud habían sido previamente víctimas de delitos violentos. Otras investigacio-
nes llegan a una conclusión aún más radical, como es el caso de las realizadas por •í^ ^ SU eventual naturaleza societaria o anónima, su ausencia física,
S. I. SINGERi<=^ y por T. P. THORNBERRY-S. I. SINGER'^': un 64 por 100 de los la falta de una relación personal y directa de la misma con el infractor,
mu jóvenes que fueron víctimas de delitos se convierten en delincuentes cuando son son datos que operan como poderosos mecanismos de neutralización o
adultos, mientras sólo un 22 por 100 de los jóvenes que no tuvieron la experiencia
victimarla devienen criminales en la madurez.
justificación. Que intervienen a menudo en el proceso de deliberación
Y Vfi-
La hipótesis del «ofensorcomo víctima», esto es, del delincuente que experimen-
criminal y en las sutiles estrategias de racionalización y autoexculpación
ta un sentimiento de victimización por la sociedad o por el sistema —tanto si se trata nue pone en marcha el delincuente para salvar su«concepto de sí misino»
de una vivencia sincera y merecida como de una técnica de autojustificación o de V defenderse del complejo de culpa y la autodegradación (técnicas de
neutralización— parece haberse verificado convincentemente por NEWMAN, quien neutralización como por ejemplo: negación de la víctima, culpabilización
comprobó que un 75 por 100 de los infractores encuestados compartían tal de la víctima, negación de la ofensa, etc.). Y que, por ello mismo, una
sentimiento de victimización^'^''. Lo que, a juicio de DRAPKIN, bien pudiera ser uno
de los efectos de la pena privativa de libertad, que explicaría los elevados índices de eficaz prevención del delito recomienda tener en cuenta los efectos y
consecuencias derivados de dicho anonimato, colectivización y
despersonalización de la víctima.
En todo caso, procede resaltar un dato victimológico de primera El carácter anónimo o colectivo de la víctima explica que las organizaciones y
magnitud: la progresiva despersonalización, colectivización o anonima- personas Jurídicas {soáeáasies, empresas, etc.) sean, con más frecuencia que las
to que parecen caracterizar las relaciones entre delincuente y víctima en personas físicas, víctimas de determinados delitos. La despersonalización de
una amplia y significativa parcela de la criminalidad de nuestro tiempo. aquéllas es un mecanismo de neutralización o justificación del infractor, un aliciente
para la comisión del delito o un pretexto tranquilizador que rebaja su culpa. Así, por
Así, por ejemplo, en los delitos «financieros», en los de «cuello blanco», en ejemplo, en los hurtos a grandes aimacenes (i\dna despersonalización de la víctima
numerosos hechos criminales cometidos en nombre de personas jurídi- (empresa) permite al empleado infiel argumentar que no dañan a nadie —¡paga el
cas y empresas (o en perjuicio de éstas), delitos de fraude al consumidor, seguro!— (negación de la víctima) o que la empresa se lo merece por explotar a sus
delitos cometidos mediante ordenadores, etc. Dicho proceso de trabajadores (culpabilización de la víctima), que no son conductas delictivas, sino un
despersonalización, colectivización o anonimato de la víctima tiene su justo sobresueldo (negación de la ilicitud del acto), y que en cualquier caso se trata
de cosas de poco valor o incluso en mal estado. En cuanto a la criminaiidad
origen, sin duda, en las complejas relaciones de la sociedad postindustrial «informática» (delitos cometidos mediante los ordenadores), el hecho de que sea
y posee un trascendental interés criminológico, tanto desde un punto de muy difícil determinar la relación entre infractor y víctima existente —la ausencia,
vista etiológico (génesis del delito) como político-criminal (prevención despersonalización o anonimato de esta última—es también un factor decisivo. La
II
del mismo). estructura y despersonalización de las empresas implicadas, la extensión de sus
demarcaciones geográficas, la división del trabajo y el elevadísimo nivel de especia-
En efecto, numerosas investigaciones han puesto de manifiesto que lización, la complejidad de sus tecnologías, variedad de sus respectivos productos
y organigramas hacen casi invisible la criminalidad entre sociedades, ocasionando
la difícil identificación de la víctima —o su imposible individualiza- estos delitos, además, grave daño a la economía nacional y a los consumidores. Otro
tanto sucede con muchos delitos financieros^ con la criminalidad contra eimedio
•w7iít#?ff;^-?¡ís;i»aifiSR''^íwi-'WB3'JíiHÍ-4!^ ambiente. El anonimato y el carácter colectivo {«difuso») de la víctima (el orden
económico mismo, la sociedad) limitan al máximo la visibilidad social de estos
^'^^ SIMÓN I. SINGER, Homogeneous Victim-Offender Populations: A Review and delitos. El delincuente aprovecha la especial psicología de la víctima masa, indife-
some Research Implications, en; Journal of Criminal Law and Criminology, 1981 rente y poco motivada si la entidad del perjuicio concreto que se le ha causado no
(72), págs. 779 y ss. Cfr. SCHNEIDER, H. J., Kriminologie, cit., pág. 762. le compensan los gastos e incomodidades de una reclamación judicial, y, sobre todo,
18"? TERENCE P. THORNBERRY y SIMÓN I. SINGER, Opfer und Tater: Zur la injusta desconfianza, recelo y escepticismo con que la sociedad suele recompen-
Ubereinstimmung zweier Populationen, en: Das Verbrechensopfer, Bochum, 1979,
, i! edit. G. F. Kirchoff-K. Sessar, págS: 321 y ss. Cfr. SCHNEIDER, H. J., Kriminologie,
cit., pág. 762.
188 NEWMAN, J., The Offender as the victim, en: Victimology: A new focus, cit., vol
t sar a quien ha sido víctima de delitos de esta especie^ iü'>'j
i.<'(-•-
d) Vulnerabilidad de la víctima («victimization risk»).— Otro Hay momentos y espacios en los que determinados grupos de pobla-
de los temas favoritos de la Victimología es el de la «vulnerabilidad» de • 'n corren un alto riesgo de convertirse en víctimas de ciertos delitos.
la víctima; esto es, el riesgo que corre u n a persona o colectivo de personas Los estudios ecológicos y ambientales, analizados en otro lugar de esta obra^'^
determinadas de convertirse en víctima de ciertos delitos. Las investi- han llamado la atención sobre el especial atractivo que tienen para el crimen
gaciones llevadas a cabo durante los últimos lustros parecen haber determinadas zonas de la gran ciudad («áreas criminales') o espacios físicos de la
podido constatar dos datos: en primer lugar, que existen algunos misma (edificios de gran altura, ascensores, pasadizos, etc.), precisamente por el
diseño arquitectónico o urbanístico. Factores como el número y clase de accesos al
factores objetivos determinantes de la específica vulnerabilidad o riesgo inmueble, puntos de observación del mismo, posibilidad de identificar a los transeún-
de las personas en quienes concurran (situaciones criminógenas, cuali- tes como vecinos o extraños, estabilidad del vecindario y conciencia de territorialidad
dades y carencias de tales individuos, estilos de vida, estereotipos del mismo, funcionamiento de mecanismos de vigilancia y autoprotección, etc.
sociales, etc.); en segundo lugar, que los índices de victimización no se influyen decisivamente en las tasas de criminalidad. Existen, pues, «estructuras
reparten de forma homogénea en el cuerpo social, sino de modo muy victimógenas», situaciones objetivamente peligrosas''^
Pero sería erróneo suponer que basta, entonces, con alertar a la víctima
desigual entre sus diversos grupos y subgrupos. Algunos de ellos son potencial para que no asuma riesgos innecesarios. Autoconcienciar a la persona—
especialmente propensos a la victimización porque asumen riesgos
superiores a los de los restantes (recidivist victims), lo que puede
apreciarse, por ejemplo, en concretas profesiones con relación a especí-
I o colectivo de personas— más vulnerables a tales situaciones no es suficiente. Bien
porque algunas de ellas no tienen más remedio que asumir el riesgo (vg., vecino,
policía, etc.), bien porque éste depende también de otras circunstancias y variables
ficos delitos. El grado de integración o marginación social de la persona no situacionales (edad, sexo, ocupación, estilo de vida, etc.).
(o grupo al que ésta pertenece) y la mayor o menor proximidad y
exposición al riesgo derivada de su «estilo de vida» (vg., contacto mayor Determinadas circunstanciaspersorea/es del individuo pueden hacer-
o menor con extraños) son dos de los factores en los que suelen centrar le también especialmente abocado a la condición de víctima: no existe la
su atención los estudios de victimización. , ' - -"- víctima «nata», pero sí la víctima «propicia».
Limitaciones físicas, psíquicas o sociales pueden incrementar el grado de
E n todo caso, pues, el riesgo de victimización es un riesgo «diferen- vulnerabilidad o riesgo de victimización. Así, la debilidad corporal del individuo, su
cial», no igual, ni homogéneo, ni uniforme. Y u n riesgo «selectivo», escasa capacidad de defensa, poca decisión, el atractivo de su conocido potencial
asociado a ciertas variables (y no producto del azar, de la casualidad). económico, etc.'"*. La homosexualidad y el lesbianismo contribuyen también a
concitar la agresividad social, proyectando sobre ciertas minorías índices significa-
Según SEPAROVIC'^\ el pronóstico de victimización depende fundamental- tivos de victimización^'^. ,.' , ,
:... mente de tres factores: personales, sociales y situacionales. Entre los primeros
sofoi figurarían los estrictamente biológicos, como la edad, el sexo o la salud, y factores
psicológicos varios (vg., agresividad, alienación, despreocupación, etc.). De los La imagen que ofrece un a persona —la percepción social de ésta—
factores soc/a/esáesXaca la actuación victimogenésica de la sociedad misma, que puede ser relevante tanto en el perfil del infractor, como en el de la
•cixow victimiza a determinados grupos y minorías (inmigrantes, marginados, etc.). Los víctima.
!is!:.it s/tuac/ona/es haúan referencia a la infraestructura urbana, ecológica, etc.
íoíaf Una de las características típicas de determinados delitos, por ejem-
Un primer criterio de distribución del riesgo de victimización es plo, es la atractiva y triunfadora imagen del autor. Así, en los de «cuello
fundamentalmente objetivo y situacional, porque deriva de las caracte-
rísticas de ciertas estructuras victimógenas (ambientales, espaciales,
urbanísticas, ecológicas, etc.).
"^ Vid. infra, capítulo XVI, apartados 3 (Escuela de Chicago), 4 (algunas investigacio-
nes de área), 7 (prevención del delito según enfoques ambientalistas) y 8 (perspec-
tiva «comunitaria»).
173 9r- « * '
victim as an Agent of self-legitimation: Toward a d3raamic Explanation of Criminal Vid., por todos, SCHNEIDER, H. J., Kriminologie, cit., págs. 761 y ss.
174
Behavior, en: Victims and Society, Washington, D. C , 1976 (Edit. E. C. Viano), Cfr., SCHNEIDER, H. J., Kriminologie, cit., pág. 762.
175
págs. 105 y ss. Vid. NEUMAN, E., Victimología, cit., pág. 193. Estos colectivos de elevado riesgo
Victimology. Studies of Victims, 1985, Zagreb (especialmente, págs. 13 y ss.). Cfr. de victimización son, además, los que menos denuncian la comisión del delito
JOUTSEN, M., The role of the victim, cit., págs. 87 y ss. cuando llegan a padecerlo.
"T5T" ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA I
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 135
blanco», este último suele gozar de una excelente «tarjeta de presenta-
ción».
pero así como los conceptos de vulnerabilidad» de la víctima —y otros
semejantes— son conceptos estáticos, el de «estilo de vida» es un
Con la víctima sucede otro tanto, pero en sentido inverso. La imagen
perdedora de algunas personas (y en esto acierta, también, el intuitivo concepto dinámico que apunta al proceso de interacción simbólica entre
saber popular, fiel reflejo de la experiencia) las convierte en víctimas delincuente y víctima y al correlativo aprendizaje que tal mecanismo de
propicias del suceso crirninal. Son un auténtico blanco o reclamo para el comunicación implica"". El individuo aprende a ser autor o víctima a
delicuente. ¡WírtifeíeWisS&fM; ^j.^vés de complejos procesos sociales de interacción simbólica. El modo
infractor invocará razonamientos semejantes para justificar, o al menos degradar, su otros. No existe u n riesgo genérico ni homogéneo sino un riesgo
responsabilidad: la generalización de comportamientos de dicha índole, prueba de (Jiferencial que varía con cada persona y delito. Por ello, ante hechos
tolerancia social {«todos hacen /o m/smo>>), el tácito consentimiento del propietario similares, unas víctimas reaccionan y afrontan los mismos de forma
(coche «abandonado»), la ausencia de víctima y de daño («paga e/seguro»), la justa
compensación de otros hurtos por él padecidos^^^, etc.
adaptativa, y otras, lo hacen traumáticamente^^^.
fli*' hmáítá.& Conceptualmente, no deben confundirse los factores de riesgo (especial predis-
I
En cuanto al especial riesgo de victimización de determinados grupos posición de algunas personas para seducir al criminal) con el grado de vulnerabilidad
(física, psíquica o socioeconómica) que, aun cuando preexista al momento de la
y colectivos de personas, como policías, taxistas, encargados de restau- victimización, entra en escena una vez acaecida ésta, favoreciendo la producción de
rantes y gasolineras, turistas^*^^, menores^®*, ancianos^^^, divorciados^^'', trastornos o secuelas derivados del hecho criminal. No obstante, en la medida que
homosexuales, prostitutas y drogadictos^^^, etc., existen ya estudios de la percepción por el infractor de la «vulnerabilidad» de su víctima propicia el «paso
interés. ,, al acto», los factores de vulnerabilidad pueden considerarse, en bloque, como
»í- V eé^f-m'Mñ^ mmm^ rnmeffia«t'v#m
. ; „ , .1-
«elementos de riesgo», por más que se trate de conceptos distintos^^".
ÉL
138 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 139
1
actividad social e incluso la ocupacional de la víctima. Actitudes de hostilidad y
desconfianza hacia el mundo; retraimiento social; sentimientos de vacio, impotencia
y desesperanza, de «estar al límite», y «vivencias de extrañeza», son algunos de
Así, ESBEC EODRÍGUEZ, E., y GÓMEZ JARABO, G., Psicología Forense, cit., pág. aquellos rasgos^^l , ^ ,
168. ^ •e!a'ii->pisi>sfiO!t>í«»!fa!.omiid » ^ . . ^aíe .í-Ji>m
Según ESBEC RODRÍGUEZ, E. (Psicología forense, cit., pág. 168), solo en el varón
la condición de soltero-divorciado-separado correlaciona con niveles superiores de conduce a trastornos mentales (de conducta). Por el contario, el daño moral se
psicopatología. Por el contrario, la mujer víctima de violación que convive con su percibe conscientemente y se experimenta por la víctima más como perjuicio que
compañero sentimental exhibe mayores niveles de intrusión (revive intensamente como sufrimiento (Cfr. ESBEC RODRÍGUEZ, E./GÓMEZ JARABO, G., Psicología
los hechos) que la que vive sola o con sus padres, lo que se explica, probablemente, forense, cit., pág. 160.
200
como consecuencia de u n proceso de condicionamiento clásico. Así, ESBEC RODRÍGUEZ, E./GÓMEZ JARABO, G., Psicología forense, cit., págs.
Cfr. ESBEC RODRÍGUEZ, E., y GÓMEZ JARABO, G., Psicología forense, cit., 159 y 160.
201
págs. 168 y 169. Cfr. ESBEC RODRÍGUEZ, E./GÓMEZ JARABO, G., Psicología forense, cit., págs.
Vid. ESBEC RODRÍGUEZ,E./GÓMEZ JARABO, G.,PsicoZo^ia/bre?ise,cit.,pág. 169- 158 y 159^ nota 20 (referencia bibliográfica).
202
Cfr., ESBEC RODRÍGUEZ, E./GÓMEZ JARABO, G., Psicología forense, cit., pág- Así, ESBEC RODRÍGUEZ, E./GÓMEZ JARABO, G., Psicología forense, cit., pág.
169. 158, Tabla 17.
203
LesiónpstíjMíca y daño moral son conceptos que aluden a realidades diferentes. La Vid. ESBEC RODRÍGUEZ, E./GÓMEZ JARABO, G., Psicología forense, cit., págs.
primera opera en el ámbito inconsciente, y la desestructuración de la personalidadj 162 y 163.
140 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 141
La victimización psíquica merece u n examen pormenorizado en Aunque no exista consenso en la doctrina, todo parece indicar que la psicopatología
emergente guarda relación más con la habilidad de la víctima para manejar el estrés
determinados grupos de delitos^"*. que con la entidad del evento mismo^"''
1'.- Delincuencia contra la propiedad. En general, puede afirmarse
que las secuelas psicológicas de estos delitos carecen de evaluaciones 3'.- Malos tratos, abuso sexual y corrupción de menores.
empíricas rigurosas. a») Los malos tratos a niños constituyen u n a criminalidad de muy
Algunas investigaciones demuestran que la vivencia de ser atracado puede elevada cifra negra y gravísimo impacto psicológico en la víctima.
80ÍÍ resultar dramática para el psiquismo de la víctima: entre un 10 y un 30% de los
trabajadores de banca víctimas de un atraco a mano armadadesarrollan un trastorno Psicológicamente, el niño maltratado se manifiesta triste y decaído,
de estrés postraumático (TEPT). No menos pesimistas son los hallazgos de estudios apático. Puede presentar un retraso psicomotor y bajo rendimiento
europeos a propósito de robos en domicilios: aún sin existir contacto personal directo escolar, d e s a r r o l l a n d o incluso, r e s p u e s t a s de r e t r a i m i e n t o o
entre víctima y victimario, son importantes —e incluso duraderos— los problemas
antisociales . _ ujnminuSfWciJuáni >
emocionales (temor, sensación de desprotección, etc.) que acusa aquella como
consecuencia del delito. Otras investigaciones concluyen que un 10% de las Los estudios psicológicos establecen tres grupos-tipo de síntomas postraumáticos
víctimas de robos con violencia e intimidación o fuerza en las cosas padece, como en niños victimizados: grupo con síntomas intrusivos o de evitación, grupo con miedo
secuela, un daño psíquico d u r a d e r o - . ^ ^ ^ ^ , ^ ¿ , ^ ^ g g ^ _ ^ ¿ ^ ^ , ^ , y ansiedad generalizada, y grupo de miedo y pesadillas^'"
2'.- Tráfico rodado. La victimización psicológica ocasionada por vehí- Se h a n descrito importantes secuelas a medio y largo plazo asociadas
culos de motor constituye el evento traumático más firecuente y mejor a los malos tratos: retraso mental y bajos niveles de inteligencia
estudiado. La doctrina^"^ ha constatado tres fases (aguda, subaguda y la «verbal»; fracaso escolar; retraso en la adquisición del lenguaje; retrai-
reacción a largo plazo) de diversa duración con las que la víctima exhibe miento y trastornos sociales adaptativos; angustia y ansiedad, depre-
u n a particular sintomatología como consecuencia del impacto psicológi- sión, ideas suicidas; cuadros psicóticos; trastornos de identidad múlti-
co del traumatismo. ple; trastorno límite antisocial o de personalidad; alcoholismo; fracaso
La fase aguda tiene breve duración y durante la misma experimenta la víctima no orgánico de crecimiento; trastornos psicosomáticos; agresividad,
rves;
trastornos conductuales (agresividad, pánico, apatía ...), ansiedad y confusión. La irritabilidad, hostilidad, etc.^".
fase subaguda que sucede a la anterior, puede prolongarse durante semanas. En
ella se desarrollan los trastornos mentales, dominando el cuadro las reacciones La doctrina suele llamar la atención sobre el llamado «efecto espejo», esto es,
emocionales (ansiedad, depresión, etc.), junto al comportamiento social sobre el fenómeno comprobado de que la víctima de malos tratos durante la infancia
desadaptativo. Psicológicamente, se caracteriza por la intrusión (la víctima revive el practicará en la madurez los mismos malos tratos, pasando, pues, de víctima infantil
trauma). Algunos de sus síntomas son: fatiga, dolores corporales, traumafobia, a maltratador adulto, de niño maltratado a paciente psiquiátrico o criminal violento.
t ÜL
labilidad emocional, irritabilidad, transpiración, desasosiego, trastornos del sueño, Se habla, también, de criminalización de la víctima para designar tal realidad^'^.
BiOHí
reacción de alarma, tensión o rigidez, pérdida de iniciativa, cefaleas, humor depre-
sivo, debilidad, ansiedad, aislamiento, problemas digestivos, amargura, jadeo, b») El abuso sexual es u n a modalidad del maltrato infantil de
pesadillas, etc.^"^. Por último, la reacción a largo plazo —última fase— incluye particular trascendencia por su impacto psicopatológico.
trastornos mentales no orgánicos, y, en menor porcentaje, orgánicos.
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í-:,_^í:;* •:•
208
^"^ Se sigue la información que suministra la obra citada en este epígrafe: E S B E C En este sentido, ESBEC RODRÍGUEZ, E./GÓMEZ JARABO, G., Psicología forense,
RODRÍGUEZ, E./GÓMEZ JARABO, G., Psicología forense, cit., págs. 176 a 190. cit., págs. 177 y 178.
209
^"^ Vid. las investigaciones noruegas, el estudio de MIKE MAGUIRE y el de DÜNKEL Cfr. ESBEC RODRÍGUEZ, E./GÓMEZ JARABO, G., Psicología forense, cit., págs.
que citan ESBEC RODRÍGUEZ, E./GÓMEZ JARABO, G., Psicología forense, cit., 180 y ss.
210 •'
pág. 176.
Cfr., ESBEC RODRÍGUEZ, E./GOMEZ JARABO, G., Psicología forense, cit., págs.
^°'' Cfr., ESBEC RODRÍGUEZ, E./GÓMEZ JARABO, G., Psicología forense, cit., 211 180 y 1 8 1 .
refiriéndose a la investigación de Malt, págs. 177 y ss. ESBEC RODRÍGUEZ, E./GÓMEZ JARABO, G., Psicología forense, cit., pág. 181.
2"^ Vid. ESBEC RODRÍGUEZ, E./GÓMEZ JARABO, G., Psicología forense, cit., pág-
i
Así, ESBEC RODRÍGUEZ, E./GÓMEZ JARABO, G., Psicología forense, cit., pág.
177. , ,,. - - . , . . . ,: ... ..,.:, „ , , „ , . 181.
142 ANTONIO GAECÍA-PABLOS DE MOLINA 1 TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 143
Investigaciones empíricas solventes han podido constatar los siguientes extre- estresador, los elementos de vulnerabilidad personal y las consecuen-
mos: el niño, a pesar de su corta edad, intuye el abuso («algo raro pasaba»), aún
cuando no puede etiquetar el gesto sexual como «abuso» con conocimiento de
causa; solo a partir de los 7 a 9 años comienza a comprender el carácter abusivo del
f cias sociales y económicas del hecho tienen u n a importancia decisiva^^*^.
La edad y el sexo, son, por el contrario, factores que condicionan el
comportamiento sexual del adulto; casi un 20% de las mujeres, y casi un 10 de impacto psicológico del traumatismo.
varones, refieren abusos sexuales padecidos durante la infancia, en la mayor parte
•0. de las ocasiones llevados a cabo por miembros de la familia propia; la edad Mujeres y ancianos vivencian con especial dramatismo la agresión. Así, parece
prepuberal (10-12 años) —y no la pubertad— representa el momento de máxima haberse constatado una presencia llamativa de trastornos de estrés postraumático
vulnerabilidad de la víctima; la reacción prevalente en la víctima es de miedo y en la población femenina tanto en el caso de catástrofes naturales como en el de
,ob desconcierto; dicha experiencia sexual no suele relatarse; el abuso sexual intrafamiljar delitos violentos^^^. Las víctimas de estos delitos suelen referir, por este orden,
suele ser más perturbador que el extrafamiliar; el trauma es más severo cuanto más preocupación, miedo y pérdida de confianza; depresión, estrés, alteraciones deL-
cercana sea la relación entre infractor y víctima, cuanto mayor sea esta última y si sueño o problemas de salud; rabia y frustración^^^
o < se utiliza fuerza o coerción; el tipo de incesto más frecuente se realiza con hermanos
y primos, y es el menos traumático^^^ 5') Agresiones sexuales.
Las personas que sufren estos delitos —en particular, el de viola-
El incesto plantea u n a problemática específica, particularmente
ción— son las más intensamente victimizadas. La violación es uno de los
significativa en el caso del incesto padre-hija, cuando ésta se ve inmersa
hechos criminales más traumatizantes, genera de forma inmediata
en el escenario penal y el progenitor es ingresado en prisión o apartado
de la familia^^*. síntomas de trastorno de estrés postraumático y, a menudo, secuelas
psicológicas a largo plazo^^^.
La ruptura brusca de la relación paterno-filial puede generar profundos senti-
'•• • mientes de autoculpabilización que desencadenan respuestas violentas («acting- Según conocidas investigaciones^^", la violación ocasiona reacciones emociona-
-í-lt' outs»), tentativas de suicidio, graves depresiones o «acting-outs» sexuales. les severas, especialmente miedo, drepresión y rabia, con el consiguiente cambio
-f#t El descubrimiento del abuso durante la pubertad, produce en la víctima intensos de los estilos de vida de la víctima. Esta padece un incremento significativo de los
sentimientos de odio, frustración y culpa, al comprender el significado de la niveles de obsesión —compulsión, ansiedad, ideación paranoide, psicoticismo, etc.,
victimización^^^. que parecen correlacionar con la entidad de la fuerza o violencia empleada por el
agresor^2\ Un porcentaje llamativo de las víctimas desarrolla trastornos o transfor-
I '!. maciones permanentes de la personalidad.
4') Agresiones físicas y lesiones.
Se trata, también, de una problemática poco estudiada desde un
punto de vista empírico, de suerte que la repercusión psicológica de la
agresión suele inferirse más de la praxis diaria y la experiencia clínica
que de investigaciones dotadas de un a metodología rigurosa. 216
Así, ESBEC RODRÍGUEZ, E./GÓMEZ JARABO, G., Psicología forense, cit., pág.
184. Los autores citan un trabajo de FEINSTEIN y DOLAN, quiénes encontraron
En principio, parece que no existe correlación estadísticamente diferencias significativas respecto al estresador en la génesis del trastorno de estrés
significativa entre la magnitud del daño físico sufí-ido y la repercusión postraumático en el caso de víctimas de graves lesiones.
217
psicológica de la agresión. También aquí el carácter simbólico del Cfr., ESBEC RODRÍGUEZ, E./GÓMEZ JARABO, G., Psicología forense, cit., pág.
184.
218
Cfr., ESBEC RODRÍGUEZ, E./GÓMEZ JARABO, G., Psicología forense, cit., pág.
184, citando una investigación de HOUGH y McHEW.
''^>Hf,kf•^u^íil¿iJi}.''>i.^A•VílhUi^^ií JAdeiA ,>üa'^- <SBim, 219
Vid., ESBEC RODRÍGUEZ, E./GÓMEZ JARABO, G., Psicología forense, cit., pág.
186.
220
^^^ Vid. , citando la obra de D. FINKELHAE, ESBEC RODEÍGUEZ, E./GÓMEZ Cfr., ESBEC RODRÍGUEZ, E./GÓMEZ JARABO, G., Psicología forense, cit., pág.
JARABO, G., Psicología forense, cit., págs. 182 y 183. 186, citando el estudio de SHAPLAND. En general, sobre los efectos psicopatológicos
' " Así, ESBEC RODRÍGUEZ, E./GÓMEZ JARABO, G., Psicología forense, cit., pág. de la violación, vid., el Proyecto SARP («sexual assault research proyect»), de
183. 221
KILPATRIK y VERONEN (1984), ibidem.
^^^ Cfr., ESBEC RODRÍGUEZ, E./GÓMEZ JARABO, G., Psicología forense, cit., pág. Vid., ESBEC RODRÍGUEZ, E./GÓMEZ JARABO, G., Psicología forense, cit., pág.
184. 186, refiriéndose al listado de síntomas de DEROGATIS, y otros.
144 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 145
Suele describirse u n a fase de impacto agudo, en la que el schock f) Los «perjuicios» de la víctima: victimización «secundaria» y
traumático se matiza con sentimientos de culpabilidad de la víctima. Si resocialización de la víctima.— Una vez cometido el delito, todas las
el t r a u m a no es integrado, surge después u na acusada ansiedad crónica, xniradas se dirigen hacia el delincuente. El castigo del hecho y la
acompañada de tensión, fatiga, depresión, intrusismo, fobias, daño en el resocialización del autor polarizan en torno a su persona todos los
ajuste sexual con aversión al sexo, baja autoestima e incapacidad para esfuerzos del Estado. El proceso penal garantiza escrupulosamente la
disfrutar de la vida («síndrome traumático diferido de la violación», vigencia efectiva de los derechos del acusado reconocidos por las leyes.
formulado por BURGES y HOLMSTROM, que consta de dos subetapas: Por el contrario, la víctima inocente del delito sólo inspira, en el mejor
desorganización-reorganización)^^^. Muchas víctimas mejoran sensible- de los casos, compasión, a menudo desconfianza, recelo, sospechas... Sus
mente al ser evaluadas a los tres meses siguientes al hecho traumático, derechos no son objeto de un reconocimiento legal t a n solemne como los
pero a partir de este momento, y en u n período de cuatro años, no se del acusado. La sociedad olvida sus padecimientos, los propios órganos
reducen sensiblemente el grado de estrés y malestar de aquéllas^^^. e instancias del control penal, con su indiferencia burocrática,
incrementan y perpetúan los efectos nocivos derivados del delito
La clínica del trastorno por estrés postraumático de las víctimas de violación
presenta algunos síntomas característicos muy conocidos224. rememoración siste- {victimización secundaria). La Victimología t r a t a de llamar la atención
mática y persistente del trauma (pesadillas, «flashbacks», etc.) con la consiguiente sobre estos y otros extremos: sobre la variada y compleja gama de daños
respuesta conductual al suceso que se vivencia, lo que si tiene lugar durante la que padece la víctima, sobre el muy distinto origen y etiología de los
actividad sexual de la víctima conducirá a la identificación por ésta de su pareja con mismos (victimización primaria o secundaria), sobre la eventual necesi-
el violador, generando una progresiva aversión al sexo; alteraciones del sueño e
dad de reinserción o resocialización de la víctima estigmatizada y
imposibilidad de conciliar éste; complejo de culpa; evitación fóbica de las actividades
que la víctima asocie con la violación; desconfianza generalizada, en especial,
marginada por la propia experiencici criminal, sobre los programas de
respecto a los hombres; sentido muy acusado de vulnerabilidad, etc.^ss. tratamiento, etc. í!wmil.«te«aagiwtefiswewft,«í^^
20Í £: Claro que la correcta estimación de los perjuicios ocasionados a la víctima
f,Las investigaciones empíricas (estudios longitudinales) demuestran reclama un análisis, caso a caso, sin apriorismos, atento a la naturaleza del delito —
que, superada la fase aguda, se produce u n a mejoría inicial. Pero u n año y sus múltiples circunstancias—, así como a la personalidad de cada sujeto pasivo.
después de la violación, la víctima continúa experimentando los efectos Pero, sin incurrir en generalizaciones, puede afirmarse que el daño que experi-
menta la víctima no se agota, desde luego, en la lesión o peligro del bien jurídico y,
psicológicos de la agresión sexual, sobre todo, miedo y ansiedad. eventualmente, en otros efectos colaterales y secundarios que puedan acompañar
La mejoría inicial se produce entre los tres y los seis meses que o suceder a aquél. La víctima sufre a menudo un severo impacto ps/co/óg/coque se
añade al daño material o físico en que el delito consiste. La vivencia criminal se
suceden al hecho traumático. Pero después, no hay diferencias signifi-
actualiza, revive y se perpetúa. La impotencia ante el mal y el temor a que se repita
cativas ni mejorías sensibles hasta incluso pasado el año y medio de la ' producen ansiedad, angustia, depresiones, procesos neuróticos. Al abatimiento se
violación-'. ^ J,•^^iA„,í^,.^ ^ ()íí^iH/^'«. »"Í*/0;Í*'T 'i?Tfn>)»MKn]'M'nKi ;•'• unen no pocas veces otras reacciones psicológicas, producto de la necesidad de
• " • - • " " • í¡ • -1 til V/Tl^'íT i_tidtíu mi 11 u'i'"}U)\>'. j<
explicar el hecho traumático: la propia atribución de la responsabilidad o
autoculpabilización, los complejos. La sociedad misma, por otra parte, estigmatiza
a la víctima. No responde con solidaridad y justicia, tratando de neutralizar el mal
padecido, sino con mera compasión e incluso con desconfianza y recelo. El entorno
próximo de la víctima la señala, la etiqueta despreciativamente como persona
222 Vid. E S B E C R O D K Í G U E Z , E . / G Ó M E Z J A R A B O , G., Psicología forense, cit., p á g . :
«tocada», como "perdedor». La victimización produce aislamiento social y, en último
186..
término, marginación. Todo ello suele traducirse en una modificación de los hábitos
223 Cfr., ESBEC RODEÍGUEZ, E./GÓMEZ JARABO, G., Psicología forense, cit., pág. •as^ y estilos de vida, con frecuentes trastornos en las relaciones interpersonales. La
186, refiriéndose a la conclusión a que llegan KILPATRIK y otros. actuación de las instancias del control penal formal (policía, jueces, etc.) multiplica
224 Vid. referencia bibliográfica, en: ESBEC RODRÍGUEZ, E./GÓMEZ JARABO, G., fj: f ; y agrava el mal que ocasiona el delito mismo. En parte porque estas agencias,
Psicología forense, cit., pág. 186. Ni r altamente burocratizadas, parecen olvidar los perjuicios ya experimentados por la
225 Cfr., ESBEC RODRÍGUEZ, E./GÓMEZ JARABO, G., Psicología forense, cit., págs. ob f víctima, la psicología de ésta, su especial sensibilización y legítimas expectativas,
186 y 187. R-,: '. necesidades, etc. En parte también porque la víctima se siente despreciada,
22** Citando las conclusiones de los estuidos longitudinales de KILPATRIK, VERONEN, íii i; maltratada por ellas, como si fuera simplemente el objeto o pretexto de una rutinaria
MEZEYy TAYLOR, NADELSON, SANTIAGO, etc., vid. ESBEC RODRÍGUEZ, E./ ' investigación. Algunas situaciones procesales, como la confrontación pública de la
GÓMEZ JARABO, G., Psicología forense, cit., pág. 187.
IW ANTONIO GAECÍA-PABLOS DE MOLINA
147
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA
víctima con el agresor, son experimentadas por ésta como una verdadera e
. injustificada humillación. Con razón se ha dicho que, por desgracia, la víctima del b") La víctima de negligencias médicas es, tal vez, la más insatisfecha
, delito suele convertirse con demasiada frecuencia en víctima del sistema legaP^^ y con el funcionamiento de la justicia criminal. Y con razón, a menudo.
^ 1 ^' que esta victimización «secundaria» es aún más preocupante que la <<primaria>^'^.
La cifra negra de estos delitos sigue siendo muy elevada, de modo que sólo se
castigan supuestos de extrema gravedad y conductas imprudentes groseras,
Por lo demás, la situación de la víctima y su vivencia del hecho burdas. Sin embargo, y como reacción desmedida, pendular, a la tradicional postura
criminal depende en buena medida —entre otras muchas variables—• de resignación de la víctima, se constata un incremento acelerado y poco selectivo
del delito mismo, de su estructura y particularidades de todo tipo. —no siempre justificado— de la tasa de denuncias que entorpece aún más el
funcionamiento de la reacia vía penal: el perjudicado opta sistemáticamente por el
Así, algunos supuestos son paradigmáticos: ejercicio de acciones penales, creyendo, sin razón, que la gravedad objetiva del
resultado de la imprudencia lo justifica; o que el plus de intimidatoriedad de la
a") Los delitos imprudentes, contra la vida o la salud, con ocasión del querella criminal le coloca en una situación de privilegio en orden a la obtención de
tráfico de vehículos de motor plantean un a problemática específica, pero una efectiva reparación del daño. Lo que tampoco es cierto. Todo ello se traduce, ex
trascendental tanto desde un punto de vista cuantitativo (alta inciden- post, en una lamentable frustración de expectativas y emociones que la víctima
cia estadística de esta criminalidad) como cualitativo (ninguna otra imputará al sistema legal.
infracción expresa mejor la faz doméstica y cotidiana del problema La elevada cifra negra de las negligencias médicas se explica por diversas
razones (jurídico-procesales, psicológicas, sociológicas, etc.). El presunto infractor,
criminal). m&ismB'^um' m>&mM'-\St para empezar, no responde al esterotipo de delincuente, cuenta con excelente
imagen social. La prueba de la negligencia es una genuina prueba 'diabóiica',
Ante todo, se observa en el ciudadano (y, particularmente en la víctima) una
significativa sensación de frustración del sentimiento de justicia como consecuencia dificultada por el corporativismo y conocidos mecanismos de solidaridad 'horizontal'
9b 8j del lógico déficit retributivo que arrojan estos delitos. La opinión pública no suele (entre facultativos). La compleja división del trabajo (especialización) en los moder-
entender que el grave resultado que ocasionan no de lugar a una efectiva privación nos centros hospitalarios hace difícil detectar e individualizar la concreta conducta
de libertad del infractor. Pero lo cierto es que, en este ámbito de los otrora «cuasi imprudente que produjo el resultado dañoso (intervención sucesiva de una plurali-
smiío cíeíitos»üe la justicia penal solo cabe esperar una pobre función reparadora (además dad de profesionales en diversos Departamentos, con sus respectivos 'equipos
de la preventivo-general). médicos'). El propio acceso a los historiales clínicos del enfermo, y la valoración
,0 técnica (pericial), siempre decisiva, del comportamiento de un facultativo por otro
Precisamente por ello, la víctima percibe muy negativamente la respuesta
facultativo convierten en un calvaño el peregrinaje de la víctima, sumida en una lucha
insolidaria de «su» infractor que se desentiende por completo de aquella, y del mal
procesal desigual contra el médico y la Administración hospitalaria (responsable civil
causado, como si éste solo interesara a la Compañía aseguradora. De hecho, la
subsidiario).
mediación de ésta (única interlocutora usual de la víctima) rompe la relación
interpersonal que el delito generó e incomunica definitivamente a sus protagonistas. A todo ello se añade el juego perverso pero eficaz de sutiles técnicas de
«neutraiización» o «autojustificación» que restan gravedad al comportamiento del
La frecuente participación de infractores jóvenes en este tipo de hechos crimina-
facultativo (de ahí los conceptos excúlpatenos y eufemísticos de «riesgoquirúrgico»
les sugiere mecanismos informales y flexibles de conciliación, mediación y repara-
o «paro cardíaco», o el reiterado slogan: «la medicina no es una ciencia exacta>) o
ción del daño como fórmulas idóneas para resolver tales conflictos. Y, en todo caso,
incluso culpabilizan a la propia víctima (a la que se reprocha acudir a la vía penal para
la imposición de castigos «positivos» que permitan el reencuentro infractor-víctima,
cobrar su indemnización de forma intimidatoria, o utilizar el «accidente» médico
BSüBiT: la percepción del daño ocasionado a ésta y su reparación efectiva. —'""
como póliza de seguro para enriquecerse).
s r f Ib OOfUf
101
, ri .vc;,^ o:;iei»r,o?íebn^ !'j,Li'orMtinoiPBqfMU tie.nnD'tonia o'^'3efc6q c") Víctima de agresiones sexuales. La situación anímica de esta
.. ^^ - ^n» s i o g ^ ' tp 6*''-itJ^ £l f-h'-.Ma j . ' f i ' n J ' . f i / f l 9b omixoiq víctima, traumatizada por la experiencia delictiva, reviste particular
vulnerabihdad. ., , Ü ? ', sr :u}iT"rt ¡K
Por todos, SANGRADOR, J L , La victimologiay el sistema juridico-penal, cit., pág. Necesita, como pocas otras, una asistencia personal y psicológica inmediata,
72. sostenida, apoyo que nadie mejor que asociaciones privadas de ayuda a esta clase
228
Dicha victimización secundaria es aún más lamentable que la primaria por tres de víctimas pueden dispensar con conocimiento de causa. Suele ser reacia a la
razones: porque es el propio sistema legal quien, injustamente, perjudica, una vez denuncia de los hechos y a la colaboración con el sistema legal (por temor a la
más, a la víctima inocente del delito; porque estos males se experimentan de modo publicidad de los mismos, o a posibles represalias del autor, o consciente de las
particularmente intenso por la víctima, por venir de quien vienen y acumularse a dificultades probatorias) y su comprensible susceptibilidad y desconfianza hacen
los ya padecidos, y porque afectan al prestigio del sistema y a las actitudes de la que interprete como hostiles incluso trámites y diligencias rutinarias de la Policía o
víctima y de terceros respecto al mismo. la oficina judicial. La victimización secundaria es particularmente acusada en estos
delitos. Cada actuación procesal retrotrae a la víctima en el tiempo al drama que
148 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 149
padeció y se ve obligada a revivir. Percibe muy negativamente las actitudes de los
naturalmente- evidencian un severo fracaso personal, ya que el agresor no es un
funcionarios no especializados que la interrogan sobre las circunstancias de la
agresión sexual, viendo en las mismas un reproche o acusación velada a su propia extraño, un desconocido, sino que pertenece al núcleo íntimo de la víctima («su»
sao!. conducta. La versión manipuladora del defensor de quien laagredió,culpabilizándola, marido, «su» pareja, etc.). En segundo lugar, porque la frecuente dependencia
,8B16 a menudo, ante el propio Tribunal de lo sucedido opera como una humillación ulterior económica del sujeto pasivo respecto del maltratador mediatiza la autonomía de la
difícil de superar; humillación que se agravará más aún si la sentencia es absolutoria mujer y limita drásticamente su capacidad real de decisión. En demasiadas ocasio-
o prosperan conocidas técnicas de neutralización a favor del agresor («a/ffo habrá nes, el factor económico esclaviza a la víctima y blinda al agresor. Finalmente,
ñechopara que le suceda lo que le ocurrió...», «se lo mereció por haberlopro vacado porque a tales circunstancias se añade la ineficaz y desorganizada respuesa del
...», etc.). sistema legal, torpe, lento y poco motivado, que la víctima percibe muy negativamen-
leb.e Un incremento del rigor de las penas, sin embargo, no mejora la suerte de las te (victimización secundaria); y, desde luego, el mensaje corrosivo de las denomi-
si 8fc víctimas de agresiones sexuales. Antes bien, parece que la estrategia más eficaz nadas «técnicas de autojustificación» que legitiman el comportamiento delictivo del
apunta a un cambio de hábitos y actitudes sociales. Interesa que la víctima denuncie. maltratador y paralizan la intervención del sistema legal con falaces argumentos y
Y es trascendental tanto fomentar la actuación de asociaciones privadas de coartadas (así, por ejemplo, la redefinición de los malos tratos como problema
i' asistencia a la misma, como dotar al sistema legal de personal especializado para
entender su situación e intervenir positivamente en ella.
doméstico o interno de la pareja en el que el Derecho no debe interferir, la atribución
de tales «sucesos» o «incidentes» ocasionales a factores psicopatológicos (perso-
nalidad del agresor, influencia del alcohol, etc.) individuales del maltratador o incluso
a la propia víctima (supuesta provocación de la agresión por la conducta de la mujer
d") Victima de violencia y malos tratos intradomésticos. La violencia hacia la autoridad del varón).
en el seno de la familia -o de la pareja-, de la que suele ser víctima, El problema social de la violencia intradoméstica no se resuelve con estrategias
fundamentalmente, la mujer, se ha convertido en un grave problema exclusivamente jurídicas, sino con vastos planes integrales de intervención que
mejoren la respuesta del sistema (poderes públicos, instituciones, comunidad, etc.)
social, y comienza a tomarse conciencia de ello. a dicho problema en sus muy diferentes vertientes (sanitaria, psicoterapeutica,
-iiiiiuk '-°^ índices de victimización preocupan. Según una reciente macroencuesta -la socio-asistencial, policial, judicial, preventiva, etc.). Más y mejor información a la
aoqjij. primera realizada en España sobre una muestra de 20.000 mujeres entrevistadas- víctima para que sepa a tiempo qué debe hacer y a dónde ha de acudir si es objeto
nóiOB"s cerca de 650.000 mujeres españolas sufren actualmente los estragos de la violencia de malos tratos; mejora de los servicios y asistencia dispensada a la víctima de estos
Olio i< doméstica, realidad que reconocen un 4'2% de mujeres mayores de 18 años (en tres delitos y coordinación de las instancias que los presten; profesionalización de los
BfiDui ^^ ^3*^3 cuatro casos, el agresor es el marido, novio o compañero sentimental). En operadores sociales y jurídicos, procurando que la intervención de los mismos se
livb&l ^^^^, 35 mujeres perdieron la vida como consecuencia de tales malos tratos, en oriente, empáticamente, a la solución de los problemas de quien padece los malos
1999,42. No obstante, la cifra negra de estos delitos se supone muy elevada, como tratos; incremento de la efectividad del sistema legal, coordinando la eventual
gjj gp muy baja sigue siendo aún la tasa de denuncia de los mismos, a pesar de que la actuación de sus diversas jurisdicciones e instancias; reformas legales, materiales
lab ofi ^''^^''^3 parece haber vencido ya, afortunadamente, la tradicional y lamentable y procesales, que garanticen la posibilidad de adoptar medidas drásticas y eficaces
«Cf>\TN\í «cultura de la resignación». En 1998, se presentaron 20.043 denuncias por malos con prontitud, en situaciones de particular riesgo para la víctima; diseño y aplicación
o tratos en España. En 1999,21.778 (tasa de denuncia en ascenso pero todavía muy de programas de prevención que neutralicen ciertos valores y actitudes sociales
g inferior, proporcionalmente, a la que exhiben otros delitos). Pero, al igual que en proclives a la legitimación del comportamiento del maltratador, son algunas de las
bsiberr numerosos países de nuestro entorno, más del 70% de las víctimas de la violencia muchas propuestas sugeridas para controlar este grave problema social.
intradoméstica continúan conviviendo con sus maltratadores después de padecer El 30 de abril de 1998 se aprobó en España el primer Plan de Acción contra la
ésta, y muy semejante es el tanto por ciento de denuncias que se retiran por la mujer, violencia doméstica, que supuso una inversión de 4.773 millones de pesetas. Sus
o el de procedimientos penales que no llegan a buen fin por falta de la necesaria principales partidas se destinaron a «recursos sociales» (3.850 millones) y a
colaboración procesal de la víctima. programas de sensibilización y prevención (394 millones). Dicho Plan de Acción
Ib „ ^ QQI.^ jQjjQ gllQ^ aunque los datos debieran inquietar (más de un 14% de la
8j¡it significó un importante esfuerzo de los poderes públicos, como consecuencia del
población femenina sufre la violencia doméstica en algún momento de la vida), no cual se dotaron 40 servicios especializados de atención a la víctima de malos tratos
p parece asistamos a un progresivo e imparable incremento de los valores reales de en las Comisarías de Policía y 54 en las Comandancias de la Guardia Civil; además,
!"' esta criminalidad, sino, exclusivamente, de los estadísticos, fenómeno debido, en permitió la creación de 29 oficinas en los Juzgados y la organización de más de 300
^'¡ parte, a la mayor visibilidad diferencial de la misma y al correlativo ascenso de su tasa cursos de formación de profesionales; la apertura de 65 casas de acogida de
p, de denuncia; y, en parte también, desde luego, a la creciente sensibilización y víctimas de la violencia doméstica y la de centros de emergencia abiertos las 24
V-üf
^p concienciación de la colectividad respecto a tan doloroso problema social como horas, pisos tutelados, etc.
I" consecuencia de la positiva labor de los medios de comunicación y asociaciones de En tanto se elabora un nuevo Plan de Acción, el Gobierno ha anunciado la
víctimas de la violencia. inmediata adopción de diez medidas contra la violencia doméstica, consistentes en:
La vivencia de los malos tratos por la víctima es particularmente traumática. En 80i creación de un turno de oficio especializado en la materia para la defensa jurídica de
primer lugar, porque los malos tratos en sí mismos- y en la percepción social. la mujer víctima de malos tratos; incremento de la financiación destinada a la
creación de nuevas casas de acogida, centros de emergencia 24 horas y pisos
150 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 151
tutelados; establecimiento de un sistema de alarma conectado con la Policía local En España, el envenenamiento masivo ocasionado por el aceite de colza
y la Guardia Civil para proteger a las mujeres en especial riesgo; realización de una desnaturalizado de uso industrial, indebidamente desviado hacia el consumo
6ic ulterior campaña de sensibilización social contra la violencia doméstica; programa- humano (1981); el incendio de una conocida discoteca que incumplía toda la
si f ción de cursos de formación y sensibilización de profesionales que atienden a las normativa legal sobre espectáculos, donde perdieron la vida más de ochenta
-Ol víctimas de la violencia; id. dirigidos a la mujer maltratada para facilitar la inserción personas (1981); o el hundimiento catastrófico de la presa de Tous (1982) ofrecen
.at< laboral y la autonomía personal de ésta; seguimiento de los procesos y sentencias ejemplos típicos de este subgrupo de delitos. En los tres dramas pudo constatarse
¡9b dictadas por los tribunales, desde la reciente reforma L.0.14/1999, de 9 de junio, de un comportamiento negligente de autoridades o funcionarios públicos, decisivo para
-ne modificación del Código Penal de 1995, en materia de protección a las víctimas de la causación del resultado dañoso, que fundamentaría la responsabilidad civil ex
-iir. malos tratos y de la Ley de Enjuiciamiento Criminal, prestando especial atención al deiictode[ Estado declarada judicialmente después de interminables procedimien-
!^ de las medidas cautelares adoptadas por los mismos en supuestos de malos tratos; tos penales, todavía en fase de ejecución en el año 2003 (síndrome tóxico).
Y 8' atribución de la instrucción de las causas por malos tratos a un solo juzgado de Pocas veces merece el funcionamiento de la justicia criminal una percepción
sm instrucción; poner en práctica un programa de rehabilitación de maltratadores; sociaiXan negativa como a propósito de estos dramas colectivos. Pocas veces se
r»^ ampliar los servicios de atención a las víctimas. deteriora tanto la imagenáe\ sistema legal a los ojos del ciudadano. Paradójicamen-
-o?
I
lidad civil subsidiaria del Estado y se sustancian en genuinos particulares, en claro contraste con las escasas iniciativas del Ministerio Fiscal
macroprocesos. '"'°'"" "' "' ""-"""•"" -"""' cuando las diligencias (la instrucción, en general) apuntaba hacia Autoridades y
mine-mz'^ ¿»^^ác ?•;•!£> Funcionarios Públicos.
í'Scl
152 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 153
contaminar a esta última, desencadenando toda suerte de mecanismos de
autodefensa políticos y psicosociales de parte del entorno de los responsables. local) que desarrollan y gestionan tales programas con plena autonomía
El £
Eíne
Por lo demás estos procedimientos dirigidos contra Autoridades y empleados e independencia de la Administración^^^
públicos que convierten al Estado en eventual responsable civil subsidiario deparan
una oportunidad inmejorable para que la Administración Pública acredite su impar- Mención especial merece, en España, el movimiento asociativo particular en
neoe favor de la víctima, que ha experimentado un desarrollo espectacular durante los dos
cialidad procesal y los Tribunales la autonomía del «Juezde Berlín», garantía última
del ciudadano frente al Leviathan. Sólo entonces gozará el sistema legal de una últimos decenios.
Bisq percepción social positiva merecida, mostrando la justicia su faz humana. En otro Fruto de una imperiosa necesidad social, pero sin más bagaje que el espíritu
caso, seguirá ofreciendo aquélla la imagen de una diosa distante e impasible, solidario y la acusada sensibilidad de sus pioneros, ha dado lugar a la generosa
-nsif estatua de mármol ciega, sorda y muda. proliferación de una variada red de asociaciones privadas y oficinas que prestan una
Por lo que se refiere a los mecanismos psicosociales de autodefensa, la víctima trascendental e insustituible labor de asistencia a las víctimas del delito.
92 ai masa, los intereses difusos y la dimensión pública espectacular de estos Sin unidad de modelo, y plurales en su estructura, organización, fines y
•nsrr macroprocesos, configuran el marco ideal para que las «técnicas de autojustificación» funcionamiento, cubren con éxito el clamoroso déficit de solidaridad de nuestro
sifóe desplieguen toda su eficacia, bien negando la realidad del daño ocasionado por el Estado «social» de Derecho.
Btab culpable, relativizándolo, degradando su trascendencia; bien negando o mitigando Unas, tienen como destinatario a la víctima de determinados delitos. Otras, a la
la responsabilidad del infractor; bien, incluso, culpabilizando a la propia víctima de víctima, en general.
«afte la tragedia: estrategia o coartada semántica que encuentra fácil eco en los medios a") Entre las primeras, siguiendo un criterio cronológico, cabe citar la Asociación
^1 de comunicación, y martiriza cruelmente a las víctimas. ;ifi)S^j9§j,gf|^xf, de Mujeres Separadas y Divorciadas y la Asociación de Víctimas del terrorismo.
La Asociación de mujeres separadas y divorciadas se constituyó en 1973 y
funda, en 1989, la Federación del mismo nombre.
g) Programas de prevención, asistencia, reparación y trata- Cuenta, en la actualidad, con más de doce mil afiliadas, y atiende anualmente a
miento a las víctimas.— Una de las primeras manifestaciones de la unas cuatro mil mujeres víctimas de toda suerte de abusos y malos tratos. Su
Gabinete jurídico instrumenta un programa integral de asistencia legal, psicológica
Victimología fueron la formulación y ensayo de programas, estrategias y social. Desde principios de la década de los noventa, gestiona un Centro de
y mecanismos de asistencia, de reparación, compensación y tratamiento atención, recuperación y reinserción para mujeres y niños víctimas de la violencia
de las víctimas. Surgieron en la década de los sesenta (Nueva Zelanda, doméstica.
Inglaterra, etc.), diversificándose posteriormente para alcanzar tam- La Asociación de víctimas del terrorismo ^Q constituyó en 1981. Presta sus
servicios a cerca de mil quinientas familias damnificadas, siendo socios de la misma,
bién a supuestos diferentes: el de la víctima testigo, el de prestaciones
además de las víctimas directas, más de cuatro mil allegados de éstas.
en favor de la víctima como parte de la condena impuesta al infractor, Se trata de una entidad benéfico-asistencial, de ámbito estatal, que pretende
etc. Sólo en los Estados Unidos, se censaron en su día más de quinientos reivindicar los derechos de las víctimas del terrorismo de forma colectiva, dispensar-
programas de ayuda y compensación a la víctima, según la clase de les la ayuda material y moral que requieran, fomentar actitudes sociales de
víctima de que se trate, de los servicios ofertados, fines perseguidos, solidaridad hacia las mismas y promover las acciones judiciales que proceda para
hacer valer sus derechos en los oportunos procedimientos. Su labor se divide en
institución financiadora de los mismos, grado de autonomía de que cinco áreas: asistencial (asesoramiento y asistencia a familiares de las víctimas,
disfrutan respecto al sistema legal, etc^^" apoyo material y moral, defensa de sus intereses ante la Administración, etc.),
administrativa (solicitud y gestión de las ayudas, becas y prestaciones), jurídica
1') Programas de asistencia inmediata. Ofrecen servicios relaciona- (personación en los respectivos procedimientos), prensa y gabinete psicológico. Sus
dos con las necesidades más imperiosas, de tipo material, físico o fuentes de financiación, privadas fundamentalmente, tienen diverso origen
psicológico, que experimentan las víctimas de ciertos delitos frecuente- (donaciones de particulares, programas de formación de entidades financieras,
mente no denunciados. Sus destinatarios son, pues, colectivos muy etc.). Las subvenciones oficiales, con cargo a fondos públicos, no alcanzan siquiera
el discreto rango de lo simbólico.
específicos (ancianos, mujeres violadas o maltratadas, etc.). Corren a b") En cuanto a las asociaciones que dispensan sus servicios a favor de las
cargo, por lo general, de instituciones privadas (religiosas, de ámbito víctimas de cualquier delito, destacan las OficinasÚQ asistencia o ayuda, creadas
durante la década de los ochenta. Pionera fue la Oficina de Ayuda a la víctima del
delito, constituida en Valencia, el 16 de abril de 1985, que impulsó activamente desde
entonces la consolidación del movimiento asociativo. Con posterioridad se han obstante, un a rigurosa delimitación de sus presupuestos, porque no
establecido Oficinas de semejante orientación en: Barcelona (Abril 1989), Palma de siempre (ni en toda suerte de 'delitos', ni con relación a cualquier
Mallorca (Diciembre 1989), Alicante (Junio 1990), Bilbao (Octubre 1991), Castellón 'infractor' o 'víctima') cabe sustituir por ésta la reacción convencional al
(Junio 1992), Las Palmas de Gran Canaria (Septiembre 1993), San Sebastián crimen. E n otro caso, el desprecio poco realista a las exigencias de la
(Octubre 1994), Vitoria (Octubre 1995), Murcia (Octubre 1995).
La extraordinaria labor de información y asistencia que despliegan estas Oficinas prevención general puede determinar el fracaso de loables objetivos.
u}iu~~'está llamada a cambiar la imagen de nuestra justicia. De hecho han aportado ya a No obstante, sería ingenuo desconocer algunas de sus limitaciones. En primer
SE la misma una faz más humana y operativa. Por eso, a pesar de su origen privado, lugar porque parten de una supuesta naturaleza privada de la infracción —o al
sn terminarán insertándose orgánicamente en el propio sistema legal, como un servicio menos de la posibilidad de contemplar el crimen y la víctima desde tal perspectiva—
o parte esencial más de éste. lo que no siempre puede mantenerse teóricamente ni con arreglo al Derecho
Positivo. En segundo lugar, porque algunos crímenes hacen muy difícil todo
2') Programas de reparación o restitución a cargo del propio infractor propósito de generar o restablecer la necesaria relación personal de confianza entre
infractor y víctima. La capacidad económica del culpable, por último, frustra aquellas
(«restitution»). Tratan estos programas de instrumentar la reparación del modalidades de restitutionque consisten en el pago de una cantidad a la víctima por
daño o perjuicios padecidos por la víctima a través del pago de una cantidad el infractor^^". De hecho, por otra parte, la experiencia demuestra que «repara» el
de dinero, de la realización de una determinada actividad o de la prestación daño y se reconcilia, quien puede (económicamente), no quien quiere, ni debe. Yque
de ciertos servicios por el infractor mismo y en beneficio de la víctima. A al margen del sistema legal ciertas garantías individuales se debilitan o incluso
diferencia de los programas privados anteriores (de asistencia inmediata), desaparecen, riesgo inseparable de toda técnica desinstitucionalizada o informal de
solución de conflictos.
los de restitution discurren en el seno del sistema jurídico-penal y preten-
den desarrollar una positiva relación delincuente-víctima.
El Minnesota Restitution Center es un buen ejemplo de instituciones
Entre las ventajas que se esperan de estos programas se citan: la posibilidad de que promueven programas de reparación a cargo del delincuente con
contribuir a una mejora de las actitudes de los ciudadanos respecto al sistema, dado
excelentes resultados^^^. ü'-v';;. ;• • r»
que operan en el seno de éste; que permiten al infractor concienciarse y comprobar
los males ocasionados por su delito, perspectiva muy positiva en orden a su En España, los programas de mediación y reparación del daño
deseable resocialización; que las prestaciones personales del propio delincuente en
cuentan ya con un a valiosa experiencia en el marco de la justicia
favor de la víctima satisfacen los intereses objetivos y expectativas de ésta mejor aún
que las indemnizaciones estatales o los seguros. El modelo de 'restitution', además, juveniP^^.
implica una respuesta al delito razonable y humanitaria. Reclama una posición activa
Los programas orientados a u na reparación del daño a cargo del
por parte del infractor, quien no podrá limitarse a padecer un castigo; le compromete
personalmente, fomentando el desarrollo de una relación positiva del mismo con su propio infractor plantean u n a problemática específica^^^, pero no agotan
víctima. Sin duda, incidiría satisfactoriamente en la tasa de denuncia de delitos (que el contenido y rico repertorio de fórmulas integradas en el paradigma
es muy baja) y en la reducción de las contribuciones del ciudadano para el
mantenimiento de un sistema legal de este modo más barato^^^. Cabe añadir, por
t3fí.v!naí s'jr-f sX íib fcBÍmv-iaeiiíaiiíáííBeíiíioaaJiífeifaéggsfct!®^^
último, que estos programas mejoran el «clima social» e inciden positivamente, ÍO(íjr.Í ' l .
BOil
también, en las actitudes de la víctima, tanto hacia «su» infractor, como respecto del
sistema legal. ,{níí*i«< 234
•HSf: Cfr. SANGRADOR, J. L., La victimología y el sistema jurídico-penal, cit., pág. 85.
235
Vid. SCHNEIDER, H. J., Kriminologie, cit., pág. 779.
236
Vid. J a u m e MARTÍ y J a u m e FUNES, Mediación en la Justicia Juvenil. Barcelona,
Algún teórico de los programas de «restitution» entiende que estamos 1992 (Centre d'Estudis Juridics i Formado Especialitzada). Cfr. JIMÉNEZ SALI-
ante un nuevo «paradigma» de la justicia penal. Y que este modelo NAS, E., La conciliación víctima-delincuente: hacia u n Derecho Penal reparador,
sustituirá al fracasado modelo retributivo^ss. Es imprescindible, no en: La Victimología. Cuadernos de Derecho Judicial. Madrid, 1994, págs. 347 y ss.
237
Sobre el problema, vid.: La reparación a la víctima en el Derecho Penal. Estudio y
üiíjuorí .bjisBfioo ao' 9D sDBoeD B! 9!nmub crítica de las nuevas tendencias político-criminales, por TAMARIT SUMADLA, J.
232 M., Barcelona (1994), Fundación J. CaUis; PÉREZ SANZBERRO, Guadalupe,
Sobre los modelos de restitution vid.: SANGRADOR, J. L., La victimología y el
Reparación y conciliación autor-víctima, 1996 (Bilbao), tesis doctoral (y reseña
sistema jurídico-penal, cit., págs. 85 y ss.: SCHNEIDER, H. J., Kriminologie cit.,
pags. 779 y ss. e , > bibliográfica de las dos obras); VARONA, G., La mediación reparadora como
233 estrategia de control social. U n a perspectiva criminológica, 1997, San Sebastián.
Asi, BARNETT, R. E., Restitution: a new paradigm of criminal justice, en- Perspec- Tesis doctoral. Vid en el capítulo XXIV, 4, de este Tratado: «.modelo integrador».
tives on cnme victims (B. Galaway y J. Hudson edits.), 1981, Saint Louis, C. V. Mosby.
i
156 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 157
examinado. Este conoce, por ejemplo, la posibilidad de que el delincuen- car), solicitud expresa de las ayudas, eventual demostración de la falta
te realice prestaciones personales a favor de la víctima, de otros colecti- de medios que justifique dicha petición de indemnizaciones, etc.^^^
vos de víctimas (reparación «simbólica», no «económica» o de la propia
Que el moderno Estado <'Soc/a/»asum3i estos compromisos es de estricta lógica,
comunidad). Y, desde luego, cabe se persiga con la conducta del conde- y se aviene a las exigencias más elementales de justicia y solidaridad. Evita el más
nado más la «satisfacción» de la víctima, a través de u n sincero proceso absoluto desamparo de la víctima en los casos de insolvencia del infractor (o de
de comunicación interpersonal, de interacción, que la mera reparación imposibilidad de trabar su patrimonio). Reduce, sin duda, la endémica alienación de
económica del daño causado (reencuentro delincuente y víctima, percep- aquélla respecto al sistemajurídico-penal y lasociedad, de suerte que la potenciación
de la idea de solidaridad y reciprocidad en las relaciones sociales fomenta la
ción directa y personal del daño ocasionado, satisfacción y perdón, serían
posterior cooperación de la víctima con el sistema legal y mejora las actitudes de la
las fases intermedias de dicho proceso de conciliación y mediación). población general respecto a éste.
En determinados supuestos delictivos aliviaría el procedimiento de la previa
3') Programas de compensación a la víctima. La particularidad de los compensación a las víctimas una lógica pero no deseable carga emocional e
mismos estriba en el carácter público de los fondos con que se financian indignación contra presuntos infractores (funcionarios, autoridades, etc.). Interesa-
y el carácter monetario de las prestaciones que, en forma de seguros o ría, por ello, arbitrar las fórmulas oportunas que hiicieran posible la efectiva repara-
indemnizaciones, ofrecen a las víctimas de ciertos delitos, con el objeto ción del daño sin esperar (aunque, sin prejuzgar, tampoco) el fin de interminables
procesos en los que el tiempo corre en contra de la víctima.
de satisfacer parte de los costos de dicha victimización. Surgen en el área
anglosajona circunscritos, en u n principio, a los delitos de carácter
violento (vg., atentados terroristas). Su fundamentación suele encon- Transcurridos veinticinco años desde la puesta en práctica del prime-
trarse en la idea de solidaridad social hacia la víctima inocente y en la ro de estos programas (el neozelandés de 1963, referido a las víctimas de
necesidad de que el Estado asuma unos costos que tienen su origen en delitos violentos), la experiencia no parece haber confirmado los temores
su propio fracaso en la prevención del delito. y recelos iniciales sobre la repercusión de los mismos en el comporta-
miento de la víctima potencial, en las tasas de criminalidad y en el erario
No obstante, ni el Estado puede convertirse en una gigantesca aseguradora público. Más bien, todo lo contrario: lo que se pone en duda es la
o ñ e b un/Versa/, ni la víctima en tenedora de un&pó/izaáe máxima cobertura con cargo a
gx- fondos públicos. La idea, paternalista e irrealizable, del Estado-Beneficiencia cuenta efectividad que puedan tener.
con obstáculos presupuestarios y financieros insalvables. Los temores eran infundados. Las indemnizaciones a cargo del Estado no han
fomentado la despreocupación y negligencia de las víctimas potenciales. Ni la
La naturaleza, extensión y quantum de los perjuicios que estos inevitable «despersonalización» de la víctima que implican parece ser un factor
decisivo en el proceso de deliberación criminal. Tampoco consta influyan
programas t r a t a n de resarcir con las correspondientes compensaciones
significativamente en el desarrollo de la criminalidad, en los indicadores del compor-
económicas varían caso a caso. Entr e los costes que suelen ser objeto de tamiento de la víctima, ni en la frecuencia de las condenas. Por otra parte, las
cobertura figuran: las pérdidas económicas derivadas de la victimización, prestaciones no han generado gastos preocupantes para el erario público, ni la
las de ingresos o emolumentos procedentes de la incapacitación laboral, colosal burocratización que algunos sospechaban; entre otras razones, porque el
gastos de tratamiento y hospitalización, etc. Es frecuente que se asignen índice de delitos violentos no es muy elevado y porque las víctimas carecen de la
oportuna información sobre sus derechos y sobre tales programas^"".
también a las víctimas indemnizaciones por el sufrimiento padecido a
causa de la victimización y en concepto de apoyo a personas (vg.,
menores, ancianos, etc.) dependientes de las mismas^^®. Pero estas Pero la importancia objetiva de estos programas de compensación a
compensaciones con cargo a fondos públicos no son incondicionadas ni la víctima con cargo a fondos públicos no es obstáculo para reconocer
ilimitadas. El efectivo disfrute de las mismas se hace depender de algunas objeciones formuladas a los mismos. Y para corregir los defectos
diversos requisitos: inocencia de la víctima, cooperación de ésta con el o peligros de muchos de ellos.
sistema legal (previa denuncia del delito o comparecencia para testifi- -/ vjid fif""'jbiít.,3 lili 'í'vTt' •!! .-ri.iii H f;H6t
239
240
Cfr. SANGRADOR, J. L., La victimología y el sistemajurídico-penal, cit., pág. 88.
Cfr. SANGRADOR, J. L., La victimología y el sistema jurídico-penal, cit., pág. Vid. SCHNEIDER, H. J., Kriminologie, cit., págs. 778 y ss. , „ , „ , „ .KÍÍ.X >yi.,S.í i W "
158 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 159
En primer lugar, existe el riesgo de manipulación política, ya que la rentabilidad
electoral es siempre una tentación. Son, por desgracia, demasiados los programas 4') Programas de asistencia a la víctima-testigo. Se dirigen,
«victimagógicos» de imposible cumplimiento que no cuentan con tas prioridades específicamente, a la víctima que ha de intervenir como testigo en el
reales de la víctima y que utilizan a ésta de mero pretexto. proceso, por lo que no sólo se orientan en provecho de la víctima, sino en
En segundo lugar, parece obvio que sería un error político-criminal polarizar
todas las estrategias de apoyo a la víctima en torno a estos programas, por positivos
interés del propio sistema que necesita de su cooperación. Son los
que sean los resultados obtenidos con ellos hasta la fecha. Pues, como se apuntó program^LS más recientes. Con ellos se informa y aconseja a la víctima-
al resaltar las excelencias de los programas de «resfítution», consistentes en testigo, se facilita su actuación en el proceso, solventando los problemas
prestaciones personales del infractor a favor de la víctima, no se debe fomentar una raateriales de la más variada índole que puedan presentarse (vg., los
imagen pasiva de aquél, sino una positiva relación personal entre ambos (cuando
la,-.' sea posible). laborales) y se la protege del eventual impacto negativo que pudiera
BiVSi Por otra parle, la efectividad de los programas de compensación es mínima, y de
resultar de la propia dinámica procesal o del comportamiento de los
hecho vienen mereciendo unos juicios muy negativos y pesimistas incluso de sus agentes del control social penal formal (policía, juez, fiscal, abogado
beneficiarios. Pocas víctimas conocen de su existencia y menos aún llegan a defensor del presunto culpable) o informal (excesos de los medios de
y disfrutarlos. Algunas —según se desprende de recientes estudios— califican de comunicación sensacionalistas), etc. La figura del abogado de la víctima-
«victimizadora» su experiencia como solicitantes y manifiestan su propósito de no
testigo persigue la tutela de los intereses de ésta pero, a pesar de las
volver a pedirlas, si fuera el caso. Otras investigaciones llegan también a resultados
ú expectativas que despierta, carece aún de la necesaria definición.
descorazonadores en cuanto a la esperada respuesta de la víctima, su posterior
colaboración con el sistema, mejora de sus actitudes respecto a los agentes de éste
La finalidad fundamental del abogado de la víctima-testigo (abogado que el
(policía, juez, funcionario, etc.) e incluso más eficaz prevención y sanción del
t Estado financia, en su caso) es dispensar a aquélla el oportuno asesoramiento
crimen^''^ Un significativo trabajo de SHAPLAND^*^ observa que la mayoría de las
SBír víctimas que recibió una compensación del Estado hubiera preferido recibirla jurídico y asistencia personal durante todo el proceso y en las diversas instancias o
directamente del propio delincuente (aunque sólo fuera una parte de ella); sugiriendo momentos (ante la Policía, la Fiscalía y el Tribunal). Procura evitar, además, que
- •. I - como fórmula que el Estado anticipase las indemnizaciones y repitiera después sus conocidas estrategias de la defensa del presunto culpable (culpabilización de la
cuantías del infractor. víctima), comportamientos distantes, burocratizados o agresivos de los agentes del
control social formal (policía, fiscal, juez, funcionarios, etc.) o el sensacionalismo de
En España, una legislación muy dinámica regula las prestaciones a que tiene ciertos medios de comunicación incrementen los padecimientos derivados del delito
derecho, con cargo a fondos públicos, la víctima de delitos terroristas (y bandas (victimización secundaria: la víctima como víctima del sistema legal)^"^.
o armadas) y la de delitos vioientosy contra la libertadsexuai
p 1 En cuanto a éstos últimos, el R.D. 738/1997, de 23 de marzo, desarrolla el
régimen de ayudas y asistencia que contemplaba ya la Ley 35/1955, de 11 de En España, la Ley Orgánica 19/1994, de 23 de diciembre, áe protec-
diciembre. Pero elude toda referencia al régimen jurídico —más generoso, aunque ción a testigos y peritos en causas criminales, arbitra las medidas
todavía insatisfactoho— de las víctimas de actos terroristas, cuyo desarrollo regla- necesarias que garanticen la libre actuación de unos y otros, sin temor
mentario, todavía autónomo y distinto del anterior, se prevé en el artículo 93 de la Ley
a posibles represalias, tratando de conciliar el derecho a un proceso con
si ''n 13/1996, de 30 de diciembre y plasma en el R.D. 1.211/97, de 18 de julio.
De suerte que la actual normativa viene integrada por el R.D. 738/1997, de 23
todas las garantías y la tutela de los derechos fundamentales de testigos,
mayo (para las víctimas de delitos violentos y contra la libertad sexual); y, en cuanto peritos y sus familiares. „„; ' ^ • ™„, ^ '
a los delitos terroristas, por el R.D. 1.211/97, de 18 de julio, sobre ayudas y
resarcimiento a las víctimas, debiendo tenerse en cuenta, también, la Ley 32/1999,
de 8 de octubre. _ , ' • '> h) Victimología y Política Criminal: miedo al delito, preven-
ción y autoprotección^^'^.— De todo lo expuesto se desprende que un a
•:\t\'i furj
^*^ Cfr. SANGRADOE, J. L., La \dctiinología y el sistema jurídico-penal, cit., págs
y 89; SCHNEIDER, H. J., Kriminologie, cit., pág. 779
242
243
SHAPLAND, J.; WILMORE.J., y DUFF, P., Victima in the criminal justice system, Sobre esta figura del abogado de la víctima vid. SCHNEIDER, H. J., Kriminologie,
1985. Hampsliire, Gower. Llegando también a conclusiones muy críticas respecto cit., págs. 783 y 785.
244
a la efectividad del sistema de compensación: ELIAS, R., Victims of the system: Vid. ACKERMANN, W./DULONG, R./JEUDY, H.P., Positions pour une sociologie
crime victims and compensation in american politics and criminal justice, 1983. de l'insécurité, Paris, Maison des Sciences de l'Homme. 1982; AKER, R./SELLERS,
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J. L., La victimología y el sistema jurídico-penal, cit., págs. 88 y ss. P-, Pear of crime: The effect of improved residential security on a difficult to let
160 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 161
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164 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 165
moderna Política Criminal debe redefinir el rol de la víctima y las Un problema político-criminal grave, por sus implicaciones y conse-
relaciones recíprocas entre ésta y el sistema legal. Respeto hacia la cuencias, es el miedo al delito, el temor a convertirse en víctima del
víctima —que no compasión— y solidaridad social son los dos valores mismo. Pues en determinados supuestos implica desconfianza en el
que han de presidir la actitud y comportamientos del sistema —de todos sistema mismo, conduce a la autoprotección y a los excesos defensivos al
sus agentes e instancias— respecto a la víctima. De otro lado, conciencia margen de la ley y las instituciones, modifica los estilos de vida de
de la propia vulnerabilidad (personal o situacional), del riesgo que se sectores de la población, genera continuos comportamientos insolidarios
asume; esto es, autorresponsabilización y propósito decidido de cooperar hacia otras víctimas y desencadena u na política criminal emocional,
activamente con el sistema legal, son —deben ser— los que caractericen basada en el desmedido rigor, que pone en peligro las conquistas
las actitudes y comportamientos de la víctima con relación al sistema. liberales y humanitarias de nuestro tiempo. El miedo infimdado a la
criminalidad —^y a la victimización— suele ser u na pieza ñmdamental
La víctima no necesita compasión, sino respeto, asesoramiento, asistencia y
solidaridad: de los poderes públicos, de las instancias del control social penal, de su
de conocidos mecanismos psicosociales que en momentos de crisis
,869
entorno social, de los medios de comunicación. Una política criminal realista debe manipulan la realidad en aras de pretensiones políticas interesadas.
ÍMIB
noií basarse, ante todo, en una adecuada información. Información a la víctima sobre los Una oportuna invocación al peligro y a sentimientos irracionales de
,.M riesgos potenciales que asume y la eficacia de las diversas estrategias a su alcance alarma o temor —y la culpabilización de ciertos grupos o minorías
IBÍH (evitación de determinadas situaciones victimógenas, instalación de mecanismos desviadas como agentes del mismo— es u n reclamo poderoso. Concita la
..a, de autoprotección, defensa propia, resistencia física, en su caso, al agresor, etc.).
Una información satisfactoria elimina riesgos innecesarios o imprevistos y fomenta
atención general y la orienta deliberadamente hacia unos objetivos
ano i actitudes de responsabilidad y diligencia en la víctima potencial. Pero información llamativos; distrae o desvía aquélla de otros problemas sociales, sin
.am'v también a la sociedad, en general, y a los agentes e instancias del control social, duda prioritarios, que pasan a un segundo plano; proyecta la agresivi-
gxiil formal e informal, sobre los padecimientos efectivos que experimenta la víctima dad y emociones colectivas sobre minorías y colectivos marginales
,^n (derivados del delito o de la propia investigación) y sobre lo que ésta espera del (chivos expiatorios), con el consiguiente refuerzo de la cohesión y la
sistema. Así se evitarían injustas actitudes sociales hacia la víctima (mera compa-
solidaridad social (función integradora del delito), y, sobre todo, propicia
,.\,:. sión, recelo, culpabilización, marginación, etc.) y la correlativa actitud de pasividad,
reacciones hostiles y pasionales que impulsarán una política criminal
,08€ alienación y desconfianza con que aquélla responde a la burocrática insensibilidad
•aapi de los operadores del sistema. El segundo pilar de una política criminal eficaz es la rigurosa. La experiencia demuestra, además, que la espiral del temor
,á;tái sondaría reparaciónóe los daños de todo tipo padecidos por la víctima y la evitación infundado perjudica siempre a los mismos: a las clases sociales deprimi-
de otros males adicionales generados por el propio sistema legal (victimización das^^l
baR. secundaria). Para ello es necesario potenciar los programas de asistencia inmediata
a la víctima, de restitution y de compensación a la misma analizados en este capítulo.
El miedo al delito ha dado lugar a numerosas investigaciones empíricas en los
ifOíl Definir y reforzar su situación en el proceso, la representación de sus intereses, etc.
últimos lustros^^il Según éstas, es necesario distinguir el miedo irracional a la
(vg., legitimación activa de asociaciones que defienden intereses generales, figura
delincuencia del temor fundado —y personal— a llegar a ser víctima de ella. El
del abogado de la víctima testigo, beneficio de pobreza a favor de quienes
••'•¥M primero plantearía ya un problema en sí mismo, aunque carezca de fundamento
,9fni representan intereses colectivos, etc.). Y adoptar las cautelas necesarias para que
objetivo y pueda controlarse incrementando la información. Pero, en todo caso, no
la víctima no sea mero «objeto» del rito procesal, de estrategias agresivas de la
se trata de un temor uniforme y regular. Se experimenta de modo desigual según
,,A ,- defensa del presunto culpable o de injerencias en su intimidad de los medios de
bna :, comunicación. . ~, 4 •~'s j i^ ¡Jj 'Í<,í3fcJl fWU ¡lyioíírü í
i
págs. 117 y ss.; SKOGAN, W., Fear of Crime and Neighborhood Change, en:
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55, págs. 579 y ss. 201 y ss.
166 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 167
1') La alienación de la víctima respecto al sistema, su actitud de despreciable concluyen con una sentencia condenatoria^^'^. La «espantosa carica-
tura>^^^ que ofrece el sistema legal de sí mismo depara un ejemplo más de «profecía
desconfianza hacia éste y el sentimiento de indefensión e impotencia que autocumpf/da». El llamativo paralelismo existente entre las tasas de no denuncia y
suele exhibir explican, probablemente, la escasa colaboración de la la de no esclarecimiento de determinados delitos muestra la preclara intuición de la
víctima con las instituciones y el muy bajo índice de denuncia del delito víctima^^^, así como la operatividad de los mecanismos psicosociales antes citados.
padecido. Un tercer factor es el propósito justificado de evitar posteriores perjuicios
adicionales para el denunciante (victimización secundaria). La investigación que la
Esta reticencia de la víctima a denunciar tiene importantes repercu- denuncia desencadena y el proceso judicial deparan toda suerte de incomodidades,
siones en la efectividad del sistema y, con razón, preocupa. frustraciones y padecimientos a la víctima-denunciante. No sólo en el ámbito
material (pérdida de tiempo, de dinero, perjuicios laborales, familiares, etc.), sino en
ü^ En efecto, las encuestas demuestran que, de hecho, sólo se persiguen los delitos el anímico: la víctima se siente incomprendida por los agentes del sistema y
p ly denunciados. Por lo que la pasividad de la víctima, que tiene en sus manos la puesta humillada una vez más ante determinados momentos del proceso (confrontación
en marcha o activación del sistema punitivo, significa la peligrosa impunidad de una pública con su agresor) o estrategias de las partes (culpabilización de la víctima por
muy importante masa de hechos criminales. Ello incide, como es lógico, en el la defensa del infractor). Razones también para no denunciar.
^^^í proceso de motivación del infractor potencial, restando seriedad a las conminaciones En supuestos delictivos determinados existen, lógicamente, motivos también
íio> legales y degradando el deseable impacto disuasorio o contramotivador de las leyes específicos para no denunciar; miedo a posibles represalias por parte del denuncia-
[Q • penales. A su vez, la alienación de la víctima falsea todas las estadísticas oficiales do, síndrome de «manos sucias», pertenencia de la víctima a ciertos colectivos
e impide una estimación cuantitativa realista de la criminalidad efectiva^^^. El minoritarios o marginados, relación personal de la víctima con su victimizador, etc.^^^
resultado último no puede ser otro que la fatal confirmación o refuerzo de las
g£¡x: actitudes de desconfianza y pesimismo de la víctima acerca de la efectividad del
sistema, de indefensión, según los conocidos esquemas psicosociales de la «pro- En todo caso, las razones del distanciamiento de la víctima respecto
as fecía autocumplida». del sistema legal deben buscarse en el funcionamiento de este último y
en la percepción social de los principios que le inspiran. La alineación de
Las encuestas e investigaciones realizadas en los últimos años la víctima es u n a expresión inequívoca del rechazo al sistema de justicia
parecen demostrar que son muchos los factores que contribuyen a la criminal contemporáneo, al comportamiento de éste respecto a la vícti-
decisión de la víctima de no denunciar el delito^''*. ma, sus expectativas y necesidades, sus vivencias.
Unos derivan del impacto psicológico que el propio delito causa a la víctima: Sin duda alguna, el ciudadano —y la víctima, en particular— no
temor, abatimiento, depresión. A veces se desencadenan mecanismos de atribución están satisfechos con un a Justicia criminal «ciega, sorda, muda y que
interna o autoinculpación como posibles respuestas a un evento que la víctima no
ciñe espada». Una Justicia criminal burocratizada, tecnocráctica,
EÍ'! alcanza a explicarse. Todo ello refuerza la tendencia a no denunciar el hecho
delictivo. despersonalizada, pendiente más de castigar al culpable —y de su
Otro factor relevante es el sentimiento de impotencia o indefensión personal que
experimenta la víctima («nada se puede hacer ya»), unido al de desconfianza hacia
terceros: la víctima cree en la inutilidad y en la ineficacia del sistema legal. Y habría
que reconocer que no le faltan razones. Los estudios ponen de relieve que las tasas '^^^ Cfr. SIEGEL, L. J., Criminology, cit., pág. 77; VETTER, H. J., y SILVERMAN, I.
de atrición son elevadísimas, que de los delitos denunciados, muy pocos se J., Criminology and Crime, cit., págs. 55 y ss.; SANGRADOR, J. L., La victimología
persiguen, menos aún dan lugar al correspondiente proceso, y un porcentaje casi y el sistema jurídico-penal, cit., pág. 69. Sobre los procesos de «atrición» vid. infra,
capítulo V, apartado 4, a), V, excurso. También: GARCÍAPABLOS, A., Criminología.
^^ Una introducción, cit., 4- Ed. págs. 103 y ss.
Según denuncia de SCHEMBRI, A. J., The victim and the criminal justice system,
1976, en: Victims and society, Washington, D. C , Visage Press, edit. E. C. Viano,
253 Cfr. SANGRADOK, J. L., La victimología y el sistema jurídico-penal, cit., págs. ^'^ pág. 349. Como recuerda SANGRADOR, de los informes norteamericanos se
y ss. desprende que menos del 5 por 100 de los delitos cometidos agotan todo el recorrido
^^* Se trata, desde luego, de estudios más descriptivos que analíticos, pero de conside- 237 sistema legal (La victimología y el sistema jurídico-penal, cit., pág. 71).
rable interés. Vid., por todos, SANGRADOR, J. L., La victimología y el sistema ^e trata, pues, de u n caso característico de profecía autocumplida, mecanismo muy
jurídico-penal, cit., págs. 69 y ss. Véase en la literatura extranjera: SIEGEL, L. J-> conocido en la Psicología Social. Cfr. SANGRADOR, J. L., La victimología y el
Criminology, cit., págs. 65 y ss. (y bibliografía allí citada); VETTER, H. J-, y 258 ^^^^^'^a jurídico-penal, cit., pág. 72.
SILVERMAN, L J., Criminology and Crime, cit., págs. 39 y ss.; SCHNEIDER, S- vid. SANGRADOR, J. L.. La victimología y el sistema jurídico-penal, cit., págs. 72
J., Kriminologie, cit., págs. 215 y ss. ,.-. •— . - . - • ..,,,.— "•••" y ss. , • , 11V ,.,
170 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 171
rendimiento racional o productividad— que de la solución de los conflic- tiempos bien definidos. La víctima suele estimar satisfactorio su encuentro Inicial con
tos. Una Justicia poco o nada participativa, sin sentido comunitario, aquélla, exhibiendo una actitud claramente positiva; las críticas se circunscriben a
distante de los valores éticos, de la propia experiencia h u m a n a y el cuestiones puntuales y precisas (comportamiento rutinario u hostil en casos concre-
sentido común. Una Justicia en la que la víctima del delito no se siente tos, negativa a actuar, escasa consideración a las necesidades efectivas de la
víctima, trato poco acogedor en la investigación de determinados delitos, presiones
comprendida, ni escuchada, ni crea u n marco mínimo que permita a a la víctima para que formule una acusación contra el denunciado, etc.). Pero,
aquélla, al menos, expresar sus vivencias y emociones legítimas. finalizada dicha etapa inicial, la actitud de la víctima hacia la Policía se deteriora. La
razón estriba, probablemente, en el hecho de que la Policía no suele informar a la
E n la decisión de denunciar prevalecen otras motivaciones, según se víctima del resultado de las pesquisas e investigaciones, no existe contacto ni
desprende de diversos estudios: el deseo de venganza^'^^, el propósito de comunicación válida alguna entre ambas. Y se frustran las expectativas de la
obtener alguna compensación económica o de recuperar la cosa, el de víctima, que espera, al menos, esta satisfacción: que se la comuniquen los
prevenir posteriores victimizaciones, el mero imperativo moral de co- resultados obtenidos o que se la reconozca que se hizo todo lo posible^'^^
operar con la justicia, etc.^®*^ Existen, igualmente, valiosos trabajos sobre las actitudes y experiencias de la
víctima a su paso por el proceso penaP'''' (jueces, abogados, etc.).
Es posible, por tanto, conseguir unos niveles más satisfactorios de Coinciden todas ellas en una constatación: la víctima se siente maltratada por el
colaboración de la víctima con el sistema legal, incidiendo o neutralizan- sistema legal, injustamente maltratada. Sabe de la importancia de su colaboración
con la Policía y la Justicia y, sin embargo, comprueba cómo no recibe un trato
do los factores relevantes en su proceso de motivación. Ahora bien, equitativo que compense los perjuicios y molestias de todo tipo que dicha coopera-
paralelamente es necesario mejorar también los recursos e infraestruc- ción le ocasiona. Los profesionales del sistema ignoran sus actitudes y necesidades,
t u r a del sistema. Pues si sucede sólo lo primero, se produciría u n colapso, le niegan el rol que efectivamente ostenta. Es imprescindible, pues, redefinir el roí
al no poder dar respuesta el ordenamiento jurídico a un a superior de la víctima-testigo y concienciar a todos quienes intervienen en el proceso penal
de sus derechos y expectativas. Ponderar los perjuicios económicos, familiares,
demanda social. Si sus niveles de eficacia son muy reducidos cuando la laborales y de la más variada índole que experimenta la víctima cuando presta su
demanda es escasa, la situación devendría caótica al elevarse la tasa de colaboración a la Justicia. Atenderla e informarla puntualmente de las vicisitudes del
denuncias si el correlativo incremento de la capacidad operativa del proceso, del significado, a menudo enigmático para ella, de los ritos y ceremonias
sistema no se produce en proporción adecuada^'^^ procesales. De este modo, no sólo se haría justicia con la víctima: se fomentaría su
colaboración con el sistema legal y se mejoraría cualitativamente el funcionamiento
2') Las vivencias de la víctima-testigo a su paso por las distintas fases de éste^^^.
del proceso, sus percepciones y actitudes con relación a los agentes del
control social formal (policía, proceso penal, etc.) constituyen el tema 3') Hasta qué punto, a su vez, las características y actitudes de la
central de numerosas investigaciones criminológicas. víctima influyen en las decisiones del sistema jurídico-penal, de modo
Recientes investigaciones versan sobre el modo en que la víctima de un delito directo o mediatamente, a través de los correspondientes estereotipos,
percibe y valora su contacto con la Policíá'^^. Al parecer, dicha experiencia tiene dos es otro de los temas favoritos de la Psicología Judicial, brillantemente
retomados por la moderna Psicología Social (percepción interpersonal,
procesos cognitivos, etc.). Existe un proceso de interacción juez-víctima,
2^9 Vid. KAISER, G., Criminología, cit., págs. 96 y 97, citando a WEIS-MÜLLER y del mismo modo que existe un proceso de interacción delincuente-
f ^í BAGEHL; también SANGRADOR, J. L., La victimología y el sistema jurídico- víctima.
penal, cit., pág. 74.
2"^" Vid. SGHNEIDER, A. L.; BUCART, J. M., y WILSONII, I. A., The Role of attitudes Algunos trabajos llegan a la conclusión, por ejemplo, de que determinadas
. iu in the decisión to report crimes to the pólice, en: Criminal Justice and the victim, cualidades de la víctima, la especial relación de ésta con el agresor o ciertas
., : 1976. Beverly Hills, Sage, edit. W. McDonalds: SMITH, A. E., y MANESS, D. (Jr.), circunstancias explicativas de unaparticipación de la víctimaen su propia victimización
uí>r; The decisión to cali the pólice: reactions to burglary, en: Criminal Justice and the rtís A -v PfíT ¡401, 9Í) aoÍBdB-ií BOÍ oha
victim, Beverly Hills, Sage, edit. W. McDonalds. Cfr. SANGRADOR, J. L., La
victimología y'fel sistema jurídico-penal, cit., págs. 73 y 74. 263
^'^^ En este sentido, SANGRADOR, J. L., La victimología y el sistema jurídico-penal, Cfr. SANGRADOR, J. L., La victimología y el sistema jurídico-penal, cit., págs. 76
y 77.
cit., pág. 70. 264
^®^ Cfr. SANGRADOR, J. L., La victimología y el sistema jurídico-penal, cit., págs. 7" ^ír. SANGRADOR, J. L., La victimología y el sistema jurídico-penal, cit., págs. 77
265
yss.
y77. _, ,. , , , ._ - ...
id. SANGRADOR, J. L., La victimología y el sistema jurídico-penal, cit., pág. 81.
172 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA
f TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 173
(vg., delito provocado imprudentemente por ésta) influyen en la resolución judicial en ción de 28 de junio de 1985 del Consejo de Europa (acompañamiento a declaracio-
el sentido de reducir la condena del culpable^**^. nes y vistas, a reconocimientos en la Clínica Médico Forense, etc.).
Lo mismo sucede con algunos rasgos físicos y expresivos de la víctima: a través Durante el año 1996 prestó un total de 3.934 'atenciones', que incluyen más de
de la percepción interpersonai y de procesos cognitivos (categorización, efecto de 2.259 llamadas telefónicas (de índole jurídica, unas veces, de carácter 'asistencial',
halo, estereotipia, etc.) estudiados por la Psicología Social, el juez o tribunal acusa otras), y 1.675 visitas.
V6*fe el impacto de numerosos factores (indumentaria, porte y conducta de la víctima Otro ejemplo paradigmático es el del Servicio de Asistencia a las víctimas del
lÜl sexo, edad, raza, etc.). La respetabilidad o atractivo personal de la víctima es uno delito, gestionado por el Instituto de Reintegración Social de Euskadi, del Gobierno
el É de los rasgos de ésta cuya influencia en las decisiones judiciales ha tratado de Vasco (Departamento de Justicia), de Bilbao.
jn c verificarse por vía experimentaF'''. Y determinados estereotipos relacionados con el En 1995 intervino en 721 casos, con un total de 3.234 actuaciones. Sus objetivos
|f £ colectivo al que pertenece la víctima^*^^. La tendencia a culpabilizar a la víctima son: promover un mejor comportamiento del aparato judicial y policial, y una mayor
3Íjt m\sma {«algo fjabrá hecho», «las desgracias sobrevienen a quienes las merecen») interrrelación usuario-Administración Pública; así como los derechos de las víctimas
es un fenómeno psicosocial llamativo: las víctimas inocentes de delitos o Injusticias de hechos delictivos, a partir de una acción interconcertada entre Policía, Justicia,
£ no reciben ayuda ni socorro, porque la sociedad (teoría del mundo justo) no puede los recursos socio-sanitarios comunitarios disponibles y la potenciación de la vida
soportar la hipótesis siquiera de un orden en el que tales personas padezcan, sin asociativa en el entramado social de la ciudad.
1^ 1, razón, males no merecidos. Tal orden social sería injusto e imprevisible. Lo que se El Servicio informa y atiende a las víctimas. Y programa su intervención en tres
soluciona atribuyendo a la víctima inocente algún tipo de responsabilidad, niveles: primario (preventivo), secundario (intervención directa en el caso, psicoló-
culpabiiizándola^''l gica o legal, o derivación supervisada del mismo si no lo puede asumir el propio
servicio) y terciario (dirigido específicamente a la población victimizada para evitar
una nueva experiencia en el futuro).
4') El movimiento asociativo (oficinas de asistencia a las víctimas del El Servicio tiene su sede en el propio Palacio de Justicia.
delito) y su incidencia en el funcionamiento del sistema legal.
Expresión de un nuevo concepto (comunitario) del delito como proble- j ) L a aportación de la Victimología. Recapitulación.
ma social y, consiguientemente, de la Justicia Criminal como instru-
mento eficaz de solución de los conflictos, es el poderoso movimiento Esta acelerada eclosión de la Victimología, pletórica de pretensiones
asociativo de asistencia a las víctimas, integrado orgánicamente en el pero, a veces, desordenada y falta de los imprescindibles modelos
propio sistema legal, que ha aportado ya a éste u n a nueva faz humana, teóricos, suscita lógicos recelos en la com.unidad científica —por sus
un nuevo rostro solidario. excesos y déficit empírico—hasta el punto de hablarse metafóricamente
de los «partidarios» de la Victimología y de sus «contradictores»'^'"^.
Basten algunos datos, extraídos de sus respectivas «Memorias»anua\es, como
botón de muestra de la ingente labor que llevan a cabo estas Oficinas de asistencia Pero preocupa, sobre todo, el componente pasional y emotivo que
a la víctima. alienta algunas formulaciones de la Victimología más radical; el
,ao( La Oficina de ayuda a la víctima, de Valencia, intervino durante el decenio 1985/ antigarantismo defensista y justiciero de ciertos sectores de la misma; y
9.JY: 1995 en 32.946 ocasiones. En 1996, la Dirección General de Justicia de la
Generalitat fijó dos nuevos objetivos a la misma: destacar a sus técnicos en los
concretos tics privatistas, sospechosos; datos y tendencias, todos ellos,
Jai
Juzgados de Guardia (lo que dio lugar a 301 «atenciones») y llevar a cabo que alarman, tanto desde u n punto de vista dogmático, como político-
.üíi..
«programas de acompañamiento a victimas y testigos» s\QU\enáo la Recomenda- criminal y de estricta justicia. ^ ---^.-.—
Las investigaciones sobre la víctima del delito h a n adquirido durante
el último decenio u n interés muy significativo. No estamos, sin embargo,
266
ante un fenómeno coyuntural, pasajero —una «moda» como tantas
Cfr. SANGRADOR, J. L., La victimología y el sistema jurídico-penal, cit., pág. 82
y bibliografía allí citada.
267 ^a rai.t'itv arit •••» j i c " '(HT .'/í.'-í^-TTJOt.
Vid. SANGRADOR, J. L., citando los trabajos de J O N E S y ARONSON, L A N D Y ,
DENNO y CRAMER, DECKER y otros (La victimología y el sistema jurídico-penal, .!(-l ¡"tit
1 <
cit., págs. 82 y 83). 270
268 Asi, SCHNEIDER, uno de los más prestigiosos criminólogos de nuestro tiempo, h a
Cfr. SANGRADOR, J. L.. ibídem.
269 llamado la atención sobre los riesgos de una Victimología carente de modelos
Sobre el problema vid. SCHNEIDER, H.J., Kriminologie, cit., págs. 761 y ss-
teóricos, pletórica de excesos verbales y formulaciones equívocas, que, además,
(especialmente, 763); SANGRADOR, J. L., La victimología y el sistema jurídico- enfrenta infractor y víctima (Kriminologie, cit., págs. 787 y 788). ...^
penal, cit, pág. 83. ,, ,,„,..; :;h i'í 7 ;;r;KUf a,nj;V' 15 ,: - .1 ,o ,ní.)t.U:'MUY'ty. _b>
174 ANTONIO GARCLA.-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 175
otras—. El actual redescubrimiento de la víctima —tímido, tardío y xa3?^^-i tanto en la elección de ésta (cuando exista tal «elección») como en
desorganizado, por cierto— expresa la imperiosa necesidad de verificar, el «modus operandi» del sujeto activo y posterior racionalización o
a la luz de la ciencia, la fiínción «real» que desempeña la víctima del legitimación del comportamiento criminal. Se trata, pues, de comprobar
delito en los diversos momentos del suceso criminal (deliberación, científicamente, con un análisis diferenciador, ya que no caben genera-
decisión, ejecución, racionalización y justificación, etc.), revisando supe- lizaciones, si en la concreta decisión delictiva, por ejemplo, o en la
rados estereotipos clásicos producto del análisis simbólico, formalista y selección de la víctima, en la particular forma de ejecutar el crimen, o en
estático de la Criminología tradicional. Este nuevo enfoque crítico e los posteriores razonamientos autojustificativos del infractor juegan u n
interaccionista aporta u n a imagen mucho más verosímil y dinámica de papel relevante —y en tal caso, cuál, cómo, bajo qué presupuestos y por
la víctima, de su comportamiento y relaciones con los otros agentes y qué— determinadas circunstancias {«variables») de la víctima: circuns-
protagonistas del hecho delictivo, de la correlación de fuerzas que tancias objetivas, situacionales, personales, etc.^"^*. Pues si bien la
convergen en el escenario criminal. Y, lógicamente, sugiere actitudes y víctima no es u n mero objeto fungible y aleatorio, la efectiva contribución
respuestas muy distintas de la sociedad y de los poderes públicos de la misma a la génesis y dinámica criminal no puede estimarse
respecto al «problema» criminaP^^. Cabe pues esperar un a relevante homogénea y uniforme, sino diferencial, según el comportamiento de las
contribución de la Victimología en diversos ámbitos: en el criminológico, correspondientes variables.
en el político-criminal, en el político-social, e t c . . Así, y a título puramen- El problema presenta una gran dificultad, como lo demuestra el hecho de que las
te ejemplificativo, se pueden señalar los siguientes centros de interés: investigaciones criminológicas hayan constatado la existencia de una prolija gama
de situaciones victimológicas (diversas «clases de víctimas» según una equívoca
Primero: etiológico-explicativo. Los pioneros de la Victimología cues- terminología). Todo parece indicar a tenor de aquéllas que la víctima puede aportar,
tionaron ya con acierto la imagen pasiva y estática de la víctima del desde un punto de vista puramente etiológico o dinámico, una contribución más o
delito profesada por la Criminología clásica: un a víctima anónima y sin menos relevante a su propia victimización. Que las variables son muchas y muy
complejo el marco de sus respectivas interacciones. Que una misma característica
faz humana, objeto —no sujeto— del drama delictivo; ajena por completo de la víctima puede tener una significación decisiva —o nula— según el supuesto de
al infractor y al sentido o valor simbólico que éste pudiera atribuir al que se trate e incidir, a su vez, en momentos distintos del «iter criminis».
hecho; aleatoria, fungible, accidental e irrelevante en el «iter criminis».
A la moderna Victimología corresponde explicar —no sólo describir Percepción y actitudes recíprocas del delincuente y víctima^''®; y
fenomenológicamente— la interacción delincuente-víctima y sus varia- transcendencia criminológica de la denominada «víctima colectiva» o
bles^''^; cómo influyen —y por qué— en las distintas hipótesis típicas el «anónima»^"^^, son dos de los temas prioritarios para la moderna
modo en que el delincuente percibe a su víctima (o la víctima a su Victimología. El primero concreta alguno de los aspectos más significa-
infractor) o las diversas actitudes imaginables entre criminal y vícti- tivos de la «interacción» delincuente-víctima. El segundo aporta u n a de
;80l{')
-0:")£Ji[oa^Omi)::.: ,ijaÍ:íeXtTSí>B'aÍ8íy,^í>E:tíM£i:a aii:'^K''X> aU)'..' i
^" Vid., GAECÍA-PABLOS, A., La aportación de la Criminología al estudio del ^''^Cfr., RODRÍGUEZ MANZANERA, L., Victimología, págs. 126 y ss., analizando los
y problema criminal, en: Doctrina Penal, núm. 48 (1989), año 12, págs. 633 y ss.; del diversos supuestos de relación delincuente-víctima.
mismo: La resocialización de la víctima: víctima, sistema legal y política criminal '* Vid., a propósito del «riesgo de victimización»: SCHNEIDER, H.J., Kriminologie,
(en: Criminología y Derecho Penal al servicio de la persona. Libro homenaje a A. cit., págs. 760 y ss.; RODRÍGUEZ MANZANERA, L., Victimología, cit., págs. 126
Beristáin, 1989, San Sebastián, págs. 193 y ss.). y ss.
275
^'^ Sobre los factores y variables que intervienen en el proceso de victimización, vid.; Sobre la recíproca percepción —y actitudes— de infractor y víctima, vid.:
JOUTSEN, M., The role of the victim ..., cit., pág. 72 y ,ss.; RODRÍGUEZ RODRÍGUEZ MANZANERA, L., Victimología, cit., págs. 130 a 137.
276
MANZANERA, L., Victimología, cit., pág. 98 a 194 {«factores victimógenos» y En cuanto a las denominadas «técnicas de autojustificación» o «neutralización» en
«factores endógenos») y 139 a 159 (el «iter victimae»}; SCHNEIDER, H.J-, supuestos de víctima anómina o colectiva, vid.: SCHNEIDER, H.J., Kriminologie,
Kriminologie, cit., pág. 760 y ss. {«Der Prozess des Opferwerdens»). Examinando el cit., págs. 756 y ss.; RODRÍGUEZ MANZANERA, L., Victimología, cit., págs. 137
concepto de «precipitación» en los delitos contra la libertad sexual, vid. SERRANO y ss.; FATTAH, E.A., The Use of the victims As Agent of selflegitimation: Toward
MAÍLLO, A., Etiología, prevención y atención en Victimología ..., cit., págs. 448 y a dynamic Explanation of Criminal Behavior, en; Victims and Society, Washington,
ss. . , , . . . .... D.C., 1976 (Edit. E.C. Viano), págs. 105 y ss. .,,„.., ...... ,.„,.,..., ,,.,...«, ,
176 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 177
las características estructurales de ciertos campos de la criminalidad de información y tutela orientada a las mismas, puede y debe ser más
nuestro tiempo (por ejemplo: de la criminalidad «m/brmdíica», crimina- positiva en términos de prevención que el socorrido recurso a la amenaza
lidad financiera y de «cuello blanco», criminalidad contra el «medio de la pena, mensaje indiscriminado y abstracto a u n hipotético infractor
am-biente» y la «calidad de vida», etc.) decisiva en la dinámica criminal: potencial (prevención «victimal», versus prevención «criminal»).
en el proceso de deliberación y en su posterior racionalización por el
La prevención «victimal» añade a su comprobada efectividad otras
infi:'actor.
ventajas: sugiere u na intervención no penal de los poderes públicos —
de la sociedad en general— para prevenir el delito, lo que disminuye el
elevado coste social q u e la p r e v e n c i ó n «criminal» implica;
Segundo: Prevención del delito. La criminología clásica dirige todos
corresponsabiliza a todos, a la comunidad jurídica —y a la víctima
sus esfuerzos preventivos hacia el infractor potencial, por entender que
potencial, en particular— en la defensa de los bienes o intereses más
su eficaz neutralización o disuasión es el único modo de evitar el delito.
valiosos, evitando la puesta en marcha del sistema legal y su tardía
No hay, pues, otro posible destinatario de los programas de prevención
intervención; y propicia el diseño de unos programas de prevención de
de acuerdo con el protagonismo absoluto que se otorga al delincuente en
alto contenido social, dirigidos específicamente a los grupos y subgrupos
aquélla. La prevención se concibe, en consecuencia, como prevención
o colectivos necesitados de particular protección (jóvenes, tercera edad,
pensionistas, etc.).
La moderna criminología acepta, también, la posibilidad de prevenir
la delincuencia incidiendo en la víctima (potencial)^^''. El fundamento
científico de esta concepción («prevención victimal») complementaria, no Tercero: Metodológico instrumental. La víctima como fuente alterna-
sustitutiva, de la «criminal» parece incuestionable. El crimen es un tiva de información de la criminalidad: las «encuestas de victimización».
fenómeno altamente selectivo, no casual, ni fortuito o aleatorio: busca el Una información fiable y contrastada sobre el crimen real que existe en
lugar oportuno, el momento adecuado y la víctima propicia, también. La una sociedad es imprescindible, tanto para formular un diagnóstico
condición de víctima —el riesgo de llegar a serlo— tampoco depende del científico como para decidir los oportunos programas de prevención. El
azar o de la fatalidad, sino de ciertas circunstancias concretas, suscep- aparato estadístico oficial (estadísticas policiales, judiciales y peniten-
tibles de verificación. Coherentemente, si el riesgo de victimización se ciarias), tardío, falto de rigor y descoordinado, no suministra aquélla. Y
configura según las estadísticas como u n riesgo «diferencial»; riesgo que cuenta, además, con un a limitación estructural insalvable: sólo está en
se distribuye no de forma igual y uniforme —ni caprichosa— sino muy condiciones de ofrecer datos sobre la criminalidad «registrada» por las
discriminatoria y selectiva en torno a precisas variables, parece enton- agencias del sistema legal, y ello aún limitándose a aspectos muy
ces verosímil la posibilidad de evitar con eficacia muchos delitos diri- parciales de la misma. De algún modo puede afirmarse que mide más la
giendo específicos programas de prevención hacia aquellos grupos y actividad y rendimiento de las instancias oficiales del sistema, que las
subgrupos humanos que exhiben mayores riesgos de victimización^^^. oscilaciones reales y movimiento efectivo de la criminalidad. Existe, sin
Detectados los indicadores que convierten a ciertas personas —o colec- embargo, un a criminalidad «oculta» que no detectan las estadísticas
tivos— en candidatos cualificados, propiciatorios, al status de víctima, {«cifra negra»), de suerte que los valores «nominales» de éstas se
una meticulosa labor, científicamente diseñada, de concienciación, distancian progresivamente de los «reales» («proceso de atrición») con-
forme el sistema legal consume los sucesivos estadios de la investiga-
ción^™. Por otra parte, todo parece indicar que los datos estadísticos
oficiales, tampoco ofrecen, desde u n punto de vista cualitativo, un
^'^ Acentuando la importancia de tal estrategia prevencionista: RODKÍGUEZ
íi2i
MANZANERA, L., Victimología, cit., págs. 363 a 379 (quién contrapone: prevención
«criminal» y prevención «victimal»); SCHNEIDER, H.J., Kriminologie, cit., págs.
.-(, rW5 B-»«o .í'iOOf, hmha'M ai'-.risri}. ih ni-iirhjnílñ
772 y ss.; y 780 y ss.; JOUTSEN, M., The role of the victim, cit., págs. 88 y ss.
Cfr., GARCÍA-PABLOS, A., La resocialización de la víctima: víctima, sistema legal Sobre las limitaciones del aparato estadístico oficial, vid., GARCÍA-PABLOS, A..
y política criminal, cit., págs. 195 y ss. Criminología, cit., 4-Ed., págs. 87 y ss. ^
178 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 179
muestreo representativo y fidedigno de la criminalidad real, sumida ya Cuarto: Político-criminal. Víctima y miedo al delito. La víctima
en el descrédito la vieja teoría de las «relaciones constantes»^^° (entre desempeña, también, u n papel transcendente en u n problema político
crimen «real» y crimen «registrado»). Estas severas limitaciones y criminal que cada vez preocupa más a los poderes públicos: el miedo al
carencias de la estadística oficial confieren u n especial valor a las delito.
«encuestas de victimización». ^ ^íg|í¿ifW*y?3M¥*
Parece, pues, imprescindible que los poderes públicos disciernan,
Las encuestas de uictimización^^^ constituyen un a insustituible fiíen- caso a caso, la génesis y etiología del miedo al delito, su distribución,
te de información sobre el crimen «real»; insustituible pero alternativa incidencia en el cuerpo social y principales variables (edad, sexo,
ya que sus datos no proceden de las agencias del sistema legal (Policía, profesión, habitat, etc.); si tiene un fundamento real y objetivo o carece
Proceso Judicial, Administración Penitenciaria) sino de la propia vícti- de éste: a quién se teme más; qué hechos suscitan mayor temor; si dichos
ma del delito, pero sin los condicionamientos de las estadísticas oficiales. estados de opinión se corresponden —o no— con datos objetivos; cómo se
De hecho, operan sobre u n a rica gama de variables, suministrando una proyectan en los diversos estratos sociales y con qué consecuencias, etc.
imagen matizada y dinámica de la criminalidad en u n momento histó- etc.^*^. Mas aún si se tiene presente, como demuestran numerosos
rico dado, su perfil, tendencias, etc. estudios, que los estados de opinión (estereotipos incluidos) y los valores
Las encuestas de victimización permiten evaluar científicamente el crimen real, estadísticos a menudo siguen cursos divergentes. Que el temor al delito,
siendo la técnica más adecuada para cuantificar el mismo e identificar sus variables. esto es, el miedo a ser víctima de éste en el futuro, no siempre coincide
Contribuyen, también, al cálculo de la tasa de denuncia (test de responsabilización con las cifras reales de victimización. Así, quienes más temen al delito
del ciudadano y de su confianza en el sistema legal) y a la verificación de la
efectividad de éste. Son instrumentos imprescindibles para comparar las tasas
(tercera edad), no son —en términos estadísticos— las personas más
«ofic¡ales»úQ criminalidad (registrada) y no oficiales (reales), esto es, para detectar victimizadas; ni delinquen más (hechos más graves y con más frecuen-
la criminalidad «oculta»: la «cifra negra». Las encuestas de victimización aportan cia) los individuos a quienes la sociedad más teme (jóvenes); ni tampoco
dos datos muy significativos: la regularidad y constancia de las tasas reales de son estadísticamente más frecuentes los delitos que, de hecho, suscitan
criminalidad (a pesar de que las estadísticas oficíales arrojan un alarmante incre-
más alarma (los violentos)^^*.
mento del crimen registrado durante la década en curso); y la radical desproporción
entre los valores estadísticos oficiales (criminalidad registrada) y los valores reales Y SíiHr! Con distinto éxito se fian ensayado importantes programas comunitarios de
(crimen oculto). prevención del miedo: fundamentalmente, programas de vigilancia del barrio (pro-
En España, y bajo los auspicios del CIS, se han realizado tres encuestas de grama de Seattie, de Detroit, de Portland, de Chicago, de Kirkholt) y programas de
victimización, de ámbito estatal, en 1978,1979 y 1982, respectivamente, siendo un modificación del ambiente o vigilancia natural (proyecto de Portland, de Hardford;
síntoma poco tranquilizador la penuria empírica que desde entonces padecemos, en estudio de seguridad en establecimientos comerciales en Denver, St. Louls y Long
momentos de continuas y trascendentales reformas legislativas^"^. Beach)2''=, etc.
de la víctima exige u na intervención positiva de los particulares y de los de la misma (denuncia, abstención, etc), condicionan significativamente,
poderes públicos, dirigida a satisfacer solidariamente las necesidades y como se h a indicado, el grado de rendimiento del propio sistema penal,
expectativas reales de aquélla^®^. El delito (la victimización) es, desde
cualquiera que sean los indicadores y criterios de medición de la
este punto de vista, un «accidente social» más.
efectividad de éste. Pero la Justicia Penal puede y debe ser también
,1 Una vez cometido el delito, todas las miradas se dirigen hacia el evaluada desde el punto de vista de la calidad: lo que no depende sólo de
delincuente. El castigo del hecho y la resocialización del autor polarizan la corrección lógica de su aparato «normativo», de la capacidad y
en torno a su persona todos los esfuerzos del Estado. El proceso penal destreza de los operadores de dicho sistema o del volumen de crimina-
garantiza escrupulosamente la vigencia efectiva de los derechos del lidad detectada por sus agencias y castigada. Antes bien, u n a evaluación
acusado reconocidos por las leyes. Por el contrario, la víctima inocente de la Justicia Penal parece obliga a ponderar cuatro factores —y en todos
del delito sólo inspira, en el mejor de los casos, compasión: a menudo ellos tiene un papel destacado la víctima del delito—: cómo concibe el
desconfianza, recelo, sospechas. La Victimología trata de llamar la aten- hecho criminal y qué rol asigna a sus protagonistas; en qué medida
ción sobre la variada y compleja gama de daños que padece la víctima, sobre satisface las expectativas de éstos; cuál es su coste social; y cuáles son
el muy distinto origen y etiología de los mismos (victimización primaria o las actitudes de los usuarios actuales y potenciales de la misma.
secundaria), sobre la eventual necesidad de reinserción o resocialización de
En el modelo clásico de Justicia Penal, el crimen es un conflicto
la víctima estigmatizada y marginada por la propia experiencia criminal,
formal, simbólico y bilateral entre Estado e infractor. El sistema con-
sobre los programas de tratamiento, etc.
templa a la víctima, no como sujeto de derechos, sino como mero objeto
^^ La Victimología sugiere, pues, un a ambiciosa Política Social que o referencia de la investigación. Esta no persigue fundamentalmente la
mejore los insuficientes programas de «asistencia inmediata» a la reparación del daño del delito sino satisfacer la pretensión punitiva del
víctima del delito. Que potencie los programas, muy positivos, de Estado castigando al culpable. El delincuente contrae u n a deuda con el
reparación del daño con cargo al infractor a través de prestaciones Estado, nacida de la sentencia condenatoria, que se desvincula del hecho
personales. Que incremente la cobertura y dotación de los programas de cometido y de la persona de la víctima. La intervención del sistema legal
compensación a la víctima con cargo a fondos públicos. Que consolide y despersonaliza el conflicto —conflicto personal, concreto e histórico—
perfeccione los programas de protección a la víctima-testigo^^''. entre delincuente y víctima, neutraliza esta última y abre u n abismo
definitivo, irreversible, entre los dos protagonistas del suceso delictivo,
Sólo así se reconoce el rol muy activo que corresponde a la víctima en redefiniéndolo simbólicamente (el infractor se enfrenta con la «ley», la
el suceso criminal y se aporta al sistema una orientación social y
víctima es el «Estado», etc.). El sistema legal, en consecuencia, sólo
comunitaria imprescindible, si se pretende que la justicia recupere su
responde ante el Estado de la deuda que el delincuente contrajo con éste.
faz humana.
La solución del conflicto criminal es, también, u na solución formal,
ai,u«fcq(noy íjmfibín orf amiíDív r;J ,loboa vasíúi,'^ v nwiloT-í 'Añt impersonal: no intervienen criterios materiales ni de utilidad individual
(interés del infractor o de la víctima) o social (de la comunidad). Su
^^ Sexto. Víctima y Justicia penal. Las actitudes de la víctima hacia el
implacable automatismo, no guarda parangón alguno con la rentabili-
sistema legal (confianza, alienación, rechazo, etc.) y el comportamiento
dad de su intervención ni con los elevadísimos costes sociales de la
misma. El marco de expectativas, por otra parte, parece muy pobre. Del
infi:'actor, el sistema legal sólo espera el cumplimiento de la pena (que,
^^^ Vid., GAECÍA-PABLOS, A., Hacia una redefinición del rol de la víctima, en Libro por cierto, no le rehabilitará) y, en su caso, la satisfacción de las
homenaje al Profesor Fernández Albor, 1989, Santiago de Compostela, págs. 307 a
responsabilidades civiles derivadas del delito: obligación esta última en
328; SANGRADOR, J.L., La victimología y el sistema jurídico penal, cit., págs. 81
yss. favor de la víctima (aunque no sea siempre, de hecho, la pretensión única
'^^'' Cfr. SERRANO GÓMEZ, A., Problems relating to compensation for victims in ni prioritaria de ésta), que resulta muy fácil de eludir con u na permisiva
Spain, en: Victims and Criminal Justice, Freiburg, núm. 50 (1991), Max Planck y sistemáticamente fraudulenta declaración de insolvencia. De «su»
'" Institut; SERRANO MAÍLLO, A., La compensación en Derecho Penal, Madrid, mfiractor, la víctima no obstante suele esperar —y, sin éxito— mucho
1996.
182 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 183
más: no sólo castigo y compensación económica, sino actitudes y compor- distancia a ambos para evitar respuestas emotivas, pasionales: pero su
tamientos «personales» —no «procesales»— (arrepentimiento, disponi- intervención formal no debe despersonalizar el conflicto incomunicando
bilidad, etc.) que p r e s u p o n d r í a n u n «reencuentro» y «relación definitivamente a sus protagonistas. Resulta utópica la pretendida
interpersonal» impensables en el marco rígido y poco comunicativo del «resocialización» del infractor, si la propia mediación del sistema legal
proceso. Y del sistema penal, la víctima espera el tratamiento que radicaliza el enfrentamiento y cierra el paso a toda posibilidad de diálogo
merece un leal colaborador del mismo, que acude en solicitud de tutela entre los contendientes; si el infractor ni siquiera toma conciencia del
judicial por haber padecido los efectos del delito. Espera información mal causado porque la total ausencia del más elemental contacto con la
comprensible, respuesta pronta y j u s t a a su demanda y reparación eficaz víctima —con «su» víctima— impide un a percepción personal y directa
del mal que se le causó, fundamentalmente: expectativas no muy de los efectos del delito. La Justicia Penal no puede ser el principal
ambiciosas que, sin embargo, también se verán frustradas. obstáculo para el reencuentro del delincuente y la víctima, en aquellos
Parece, pues, necesario diseñar un nuevo modelo de Justicia Penal, supuestos donde éste sea viable y positivo. Por último, para que la
de faz h u m a na y mayor calidad. Punto de partida ha de ser la concepción Justicia Penal recupere su faz humana, tiene que orientarse más al
del suceso criminal como problema y como conflicto interpersonal e hombre —más al hombre que a la ley misma— y resolver efectivamente
histórico que enfrenta, en la mayoría de los casos, a dos seres humanos sus problemas. Tiene que ser resolutiva. Desde el punto de vista de la
concretos: delincuente y víctima. Con realismo, pues, aceptando que la víctima del delito —y de la comunidad— esto significa que la reparación
víctima no es una entelequia jurídica (el sujeto pasivo o titular abstracto del daño producido por el hecho criminal se convierte en uno de sus
del bien jurídico protegido), sino un protagonista del drama criminal, objetivos prioritarios. Porque castigar, en todo caso, no resuelve nada,
sujeto de derechos y destinatario —usuario— último del sistema, a mientras que la reparación del daño es siempre necesaria. La pena no
quien éste debe servir. Objetivar e institucionalizar la respuesta oficial soluciona los problemas de la víctima, ni es útil para el delincuente: y
al delito, desapasionadamente, poniendo distancia entre los contendien- tiene un elevado coste social. La reparación conviene a todos. Pero
tes, es imprescindible. Rodearla de ritos y símbolos, puede tener justi- reparar el mal del delito no significa necesariamente indemnizar a la
ficación. Pero despersonalizar dicha reacción, redefinirla en términos víctima: pues ni los efectos más pernicioso del crimen son de naturaleza
puramente formales, equivale a convertirla en un fin en sí misma, económica, ni la compensación pecuniaria es la única o principal moda-
olvidando su verdadera función institucional e incomunicándola de la lidad reparatoria. El catálogo de consecuencias jurídico-penales debe
sociedad. Un enfoque más profundo del problema criminal obliga, ampliarse, acogiendo en su poco imaginativo elenco actual —para los
además, a ponderar su vertiente «comunitaria». El delito no enfrenta supuestos en que sean indicadas— prestaciones personales del infractor
simbólicamente al infractor y al Estado, sino que expresa un conflicto a favor de la víctima (de «su» víctima, de otras víctimas o de la comunidad
entre tres protagonistas: delincuente, víctima y comunidad. Tres prota- en general). Una pena privativa de libertad de corta duración, por
gonistas cuyo marco de expectativas recíprocas es necesario redefinir ejemplo, tiene escasa utilidad: excepto en casos contados, ni se cumple.
con mayor ambición, lejos del enfoque formalista y simbólico tradicional. Sin embargo, su sustitución por prestaciones personales del culpable
Esta dimensión social y comunitaria debe hacerse sentir en el momento puede expresar mejor postulados de adecuación y congruencia entre
de arbitrar soluciones al problema criminal, reclamando solidaridad y delito y pena; y repercutir en beneficio de colectivos victimizados o de la
unos costes razonables (costes sociales). De otra parte, la víctima exige comunidad en general (trabajos comunitarios, prestaciones personales
un modelo de Justicia comunicativo y resolutivo. Comunicativo, en el a favor de entidades benéficas, actividades asistenciales, etc.). Que el
sentido de propiciar el diálogo entre las partes implicadas en el conflicto sistemadela Justicia criminal deba ser resoZMííf o significa, además, que
(entre víctima y sistema, entre víctima e infractor, etc.), la interacción. na de actuar como eficaz instrumento de solución de conflictos, operando
La víctima no puede seguir siendo mero objeto de la investigación un im^dicto pacificador de las relaciones sociales y del clima social. No
judicial, sino un partícipe activo de ésta, un sujeto de derechos, informa- solo está llamado a mejorar, por tanto, las relaciones personales infrac-
do, atento, colaborador y responsable de su marcha. Comunicativo, tor-víctima, sino las generales. Si el delito, como doloroso problema
también, en cuanto a la relación víctima-infractor. El sistema legal comunitario, abre un a herida en el tejido social, la Justicia penal debe
restañar dicha herida, no infectarla: debe resolver el conflicto, no
184 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 185
potenciarlo, ni agravarlo. El paso del sistema legal no puede asemejarse
Pienso, por el contrario, que los «operadores jurídicos» no h a n «con-
al del Caballo de Atila.
fiscado» ni «arrebatado» ilegítimamente el conflicto a sus genuinos
Por último, es imprescindible implicar y comprometer a la propia «propietarios». Y que la «devolución» de éste a los litigantes (autor y
comunidad en la respuesta al delito, precisamente porque éste debe víctima) implicaría u n a lamentable regresión, anacrónica y peligrosa, al
contemplarse como problema social y comunitario. Nada más pernicioso socaire de fórmulas utópicas, ingenuas, reprivatizadoras, de imprevisi-
que el actual aislamiento e incomunicación del sistema legal. bles consecuencias antigarantistas^^®. Ahora bien, el pensamiento abo-
licionista, que no opone una alternativa válida al sistema legal clásico,
Opto, pues, por un modelo particípatiuo, que movilice activamente
si acierta cuando critica el funcionamiento de éste, su actual orientación.
todas las energías sociales, que comprometa a la comunidad misma (no
Forzoso es reconocer, por ejemplo, su perfil burocrático, tecnocrático,
sólo a los agentes e instancias oficiales del control social formal) para
despersonalizado (que no tiene nada que ver con el «formalismo»
articular un a respuesta serena y solidaria al problema criminal.
garantista inherente a toda intervención jurídico penal); los excesos
Pero dicha propuesta ha de ser viable y realista, porque sólo de esta propios del giro instrumentalizador que marca su actuación (del sistema
manera cabe contribuir al progreso. Una justicia «lega», de «aldea», como se espera «rendimiento», productividad, trabajo «bien hecho» más que
se sugiere desde el abolicionismo radical o sectores afines no convence. «justicia», etc.); su déficit «participativo» y «comunitario»; su progresivo
Porque alimenta imágenes «privatizadoras» del grave conflicto crimi- distanciamiento de los valores éticos culturales, de la propia experiencia
nal, y soluciones poco respetuosas de las garantías ciudadanas a las que humana, porque le interesa más el castigo del culpable que la solución
no se puede ya renunciar. ----....--„-- efectiva del problema criminal, más el acierto técnico en la aplicación de
la ley al caso concreto que la Justicia material, que la reparación del
Por otra parte, participación y movilización social son términos daño ocasionado a la víctima y a la comunidad.
puramente descriptivos que no deben convertir la respuesta social,
comunitaria, al delito en u n a cruzada o declaración de guerra contra el No se trata, claro, de reclamar un a «justicia aldeana». Pero sí de
mismo. Expresan y reclaman actitudes de compromiso, de solidaridad, reconocer las profundas carencias del actual modelo representativo y
de empatia, no de beligerancia ni rechazo. De humanismo y sentido profesional de Justicia criminal.
comunitario, no de espíritu formalista y tecnocrático.
Un modelo preocupado más de la «respuesta» técnicamente correcta,
No comparto, desde luego, los postulados radicales del movimiento que de la «solución» del problema. Más de su propio rendimiento y
«abolicionista». Ni las formulaciones, moderadas, de algún sector doctri- productividad, que de la calidad de su intervención. Un modelo de
nal del mismo, partidario de un «nuevo modelo» de Justicia criminal. justicia «utilitarista», que se aparta de los valores éticos y comunitarios,
Modelo —dicen— de base comunitaria, vecinal («justicia aldeana», en de las instituciones culturales, del sano sentido común popular y de la
expresión de CHRISTIE), desprofesionalizado (lego), que, busca la experiencia humana. Que despersonaliza el conflicto criminal, redu-
solución efectiva del conflicto a través del arreglo, la negociación, el ciéndolo a la categoría de enfrentamiento simbólico entre protagonistas
pacto, la reparación del daño, más que el castigo del culpable. Una inertes, sin vida, sin emociones; incapaz de crear espacios donde aqué-
Justicia «participativa», que mira, que escucha, que comprende, bien llos —autor y víctima— comuniquen y exterioricen recíprocamente sus
distinta de la diosa tradicional, sorda, muda, ciega ... ciñendo o empu- vivencias y legítimas emociones, sintiéndose escuchados y comprendi-
ñando espada^*®. dos (el sistema legal ha sustituido el «ritualismo expresivo» que otrora
persiguiera por la mera «eficiencia administrativa»). Un modelo de
• •.;- íioiríf'0">'jfbfr"haloí'yf''Oj."^,rriffiíí.ni -^:i'yi'-mmu-^ ir.uÍ!' Justicia criminal escasamente «participativo», alejado del ciudadano y
de las demandas sociales, con exhibición de u n significativo «déficit
IL; í í j r ' j ' " ' t f ' ; ' í'-' : > i'f , t •; i • > Í I ¡ M •- ^ • ¡f. • ''!•-»
comunitario».
^^® CHEISTIE, Nils, La industria del control del delito. ¿La nueva forma del Holocaus-
to?, 1993. Buenos Aires. El Puerto, págs. 148 y ss. Cfr. VARONA MARTÍNEZ, G.,
'•' La mediación reparadora ..., cit., pág. 89. 289
Los entrecomillados subrayan las tesis de CHRISTIE, N., op. cit., págs. 156 y ss.
186 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 187
k) La situación legal de la víctima en España se fije como domicilio, a efectos de notificaciones y citaciones, la sede del propio
órgano judicial interviniente, etc. (art. 2). A tenor del artículo 3 de la Ley, los poderes
La situación de la víctima del delito (y del «perjudicado» por el hecho criminal) públicos cuidarán de evitar que a los testigos o peritos se les hagan fotografías o se
merece alguna reflexión. De carácter <'legal>, por cuanto la víctima de ciertos delitos tome la imagen de los mismos por cualquier otro procedimiento, otorgándoles, en su
¿Br.
cuenta con un régimen jurídico específico (delitos violentos dolosos y delitos contra caso, ia oportuna protección policial. Excepcionalmente, podrá facilitárseles docu-
la libertad sexual, delitos cometidos por bandas terroristas, delitos con ocasión del mentos de una nueva identidad y medios económicos para cambiar su residencia o
tráfico de vehículos de motor, víctima testigo en causas criminales). De carácter lugar de trabajo. A tenor del artículo 4, si cualquiera de las partes procesales
,os « criminológicc^, porque, en todo caso, la situación real y expectativas de la víctima solicitase motivadamente el conocimiento de la identidad de los testigos o peritos
difiere considerablemente a tenor de la naturaleza del delito de que se trate (vg. propuestos, cuya declaración o informe sea estimado pertinente, el Juez o Tribunal
imprudencia de profesionales, especialmente, negligencia médica, delitos culposos «deberá facilitar el nombre y los apellidos de los testigos y peritos, respetando las
cometidos con vehículo de motor, delitos contra la libertad sexual, delitos de restantes garantías reconocidas a los mismos en esta Ley». Finalmente, el apartado
terrorismo, delitos masa contra intereses colectivos, etc.), como se expuso en 5 del propio artículo 4 dispone que «las declaraciones o informes de los testigos o
páginas precedentes^^". peritos que hayan sido objeto de protección ... durante la fase de instrucción,
1) Desde un punto de vista normativo, el ordenamiento español conoce cuatro solamente podrán tener valor de prueba, a efectos de sentencia, sisón ratificados
casos de víctimas del delito que cuentan con una legislación «adhoo^. en el acto del juicio oral en la forma prescrita en la Ley de Enjuiciamiento Criminal
a') Víctima testigo en causas criminales (L.O. 1994 de 23 de diciembre). por quien los presentó. Sise consideraran de imposible reproducción, a efectos del
Particular mención merece la L.O. 19/1994, de 23 de diciembre, de protección a artículo 730 de la Ley de Enjuiciamiento Criminal, habrán de ser ratificados mediante
testigos y peritos en causas criminales. Según la Exposición de Motivos de la citada lectura literal a fin de que puedan ser sometidos a contradicción por las partes».
Ley, la experiencia diaria demuestra que el temor a sufrir represalias explica, a b') Víctima de bandas armadas y elementos terroristas [R.ü. 673/1992, de 19 de
menudo, la inhibición de testigos y peritos en causas criminales, por lo que junio). Las víctimas de bandas armadas y grupos terroristas han contado, durante
corresponde a los poderes públicos dictar las normas pertinentes que garanticen el los últimos años, con una legislación especial que regulaba las indemnizaciones
deber constitucional de colaboración con la justicia e impidan la no deseable otorgadas a las mismas con cargo a fondos públicos.
impunidad de presuntos culpables por ausencia de pruebas. La Ley persigue el La Ley 33/1987, de 23 de diciembre, de Presupuestos generales del Estado para
necesario equilibrio entre el derecho a un proceso con todas las garantías y la tutela 1988, desarrollada por el R.D. 1.311 /1988, de 28 de octubre, establece un derecho
^ ^ • .
de derechos fundamentales inherentes a los testigos y peritos y a sus familiares. Y a la reparación del daño, en su artículo 64.1, precepto que coincide esencialmente
confiere al Juez o Tribunal la apreciación racional del grado de riesgo o peligro y la con el contenido del artículo 24 de la derogada L.O. 9/1984, de 26 de diciembre. Pero
aplicación de todas o algunas de las medidas legales de protección que considere el artículo 64 de dicha Ley 33/1987, da lugar a diferentes regímenes de previsión,
indispensable, previa ponderación, a la luz del proceso, de los distintos bienes según la condición profesional de la víctima, lo que se traducía en la concesión de
jurídicos constitucionalmente protegidos; medidas que, en el marco del derecho de cantidades indemnizatorias diferentes en casos de idénticos resultados lesivos,
defensa, son susceptibles de recurso en ambos efectos. La reciente Ley es fiel al discriminación que corregiría el sistema uniforme introducido por la Disposición
espíritu de la doctrina del Tribunal Europeo de derechos humanos, y a la Resolución adicional decimosexta de la Ley 4/1990, de 29 de julio, de Presupuestos generales
827/1993, de 25 de mayo, del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, dictada del Estado para 1990. Por otra parte, la Disposición adicional decimonovena de la
a propósito del Conflicto concerniente a la antigua Yugoslavia. Ley 31 /1991, de 30 de diciembre, de Presupuestos generales del Estado para 1992,
introdujo una nueva modificación en el artículo 64 de la citada Ley 33/1987, con
Las medidas de protección previstas en la Ley son aplicables a quienes, en
objeto de resarcir ios daños materiales, si bien limitando su ámbito a los causados
calidad de testigos o peritos, intervengan en procesos penales. Y presuponen la
en la vivienda habitual. Por último, la experiencia aconsejaba prever un mecanismo
existencia, constatada por el Juez o Tribunal, de un peligro grave para la persona,
*_íx¡í. -. . legal que hiciera posible el pago anticipado y a cuenta de las indemnizaciones,
libertad o bienes de aquéllos, de sus cónyuges, o personas que se hallen ligadas por
.ofil9b'modificando también en este particular el artículo 64 de la Ley 33/1987.
análoga relación de afectividad, o sus ascendientes, descendientes o hermanos (art.
El Real Decreto 673/1992, de 18 de junio, regula «los resarcimientos por daños
1). De oficio, o a instancia de parte, pero motivadamente, el Juez o Tribunal acordará
a víctimas de bandas armadas y elementos terroristas».
la adopción de las medidas necesarias «para preservar la identidad de los testigos
í*^' ,-;< Su artículo 1 declara resarcibles por el Estado, los daños corporales, tanto físicos
y peritos, su domicilio, profesión y lugar de trabajo, sin perjuicio de la acción de
" como psíquicos, los gastos por razón de tratamiento médico de los mismos y los
contradicción que asiste a la defensa delprocesado»; enXre otras: que no consten
daños materiales ocasionados en la vivienda habitual de las personas físicas que,
en las diligencias que se practiquen su nombre, apellidos, domicilio, lugar de trabajo
como consecuencia o con ocasión de las actividades delictivas cometidas por
y profesión, y cualquier otro dato que pudiera servir para la identificación de los
bandas armadas o elementos terroristas, se causen a personas no responsables de
mismos, pudiéndose utilizar para ésta un número o cualquier otra clave; que se
dichas actividades. Los resarcimientos que procedan por daños corporales se
imposibilite su identificación visual normal en las mencionadas comparecencias; que
declaren compatibles con cualesquiera otros a que tuvieran derechos las víctimas
o sus causahabientes, no así los gastos por razón de tratamiento médico, que sólo
290
alcanzan hasta la cuantía no cubierta por cualquier otro sistema de previsión (art. 4).
Vid. supra, apartado 4a. El Real Decreto determina quienes son titulares del derecho de resarcimiento (art.
iLf íi
188 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 189
5) y en virtud de que criterio se determina el importe del mismo (art. 6), distinguiendo, intencionales, violentos, que produzcan la muerte, o lesiones graves, bien corpora-
a tal efecto, las lesiones que conlleven incapacidad laboral transitoria, las de carácter les, bien psíquicas. Es propósito de la Ley avanzar de forma prudente y selectiva,
definitivo no invalidante, las de carácter invalidante, y los casos de muerte. En este pero firmemente, ampliando en el futuro con realismo la cobertura de los daños que
U2 último caso, el resarcimiento será de 120 mensualidades del salario mínimo padece la víctima del delito, de acuerdo con una sólida convicción social en este
-U.. interprofesional vigente en la fecha en que se produzca la muerte, cantidad que se sentido. Para la valoración del daño causado por el delito, la Ley se remite a la
incrementará en 20 mensualidades más en razón de cada uno de los hijos que legislación de la Seguridad social. El concepto de beneficiario, abarca no sólo «alas
2S dependiesen económicamente de la víctima y, que a su vez, podrá experimentar un víctimas directas», sino también a terceras personas (víctimas indirectas), siempre
incremento adicional de hasta un 30% en consideración a las circunstancias que dependieran económicamente de la víctima principal. Para la cuantificación de
iBf personales, familiares, económicas y profesionales de la víctima (art. 6). De los las cuantías, se parte de las cuantías máximas correspondientes a cada una de las
«daños materiales», declara también resarcibles el Real Decreto 673/1992, «los clases de incapacidad contempladas por la legislación de la Seguridad social,
ob.' daños sufridos en la estructura o elementos esenciales de la vivienda habitual de las aplicándose ciertos coeficientes correctores en atención a la situación económica de
personas físicas» (art. 13). El importe del resarcimiento, comprenderá el valor total la víctima, al número de personas que dependieran económica de ella y al grado de
de la reparación de la estructura o elementos esenciales afectados de la vivienda y,
afectación o menoscabo sufrido por el delito. La ayuda económica se declara, por
en su caso, de las instalaciones o del mobiliario necesarios para recuperar las
tanto, incompatible con la percepción de indemnización que puedan declarar los
condiciones de habitabilidad de aquélla (art. 14). Por último, y a tenor del artículo 16,
Tribunales de Justicia en sus sentencias. Y el Estado se subroga en ios derechos de
si se hubieren reconocido ayudas públicas o concedido indemnizaciones derivadas
la víctima contra el autor del delito hasta el importe total de la ayuda concedida. La
de contratos de seguro que no alcancen los valores determinados conforme a las
gestión de este sistema de ayudas se confía ai Ministerio de Economía y Hacienda.
previsiones de este Real Decreto, el importe del resarcimiento consistirá en la
Las ayudas que regula la presente Ley son incompatibles, tanto con la percep-
diferencia entre la cuantía de dichas ayudas e indemnizaciones y los indicados
ción de las indemnizaciones que acuerden los Tribunales de lo Penal en sus
valores. Una referencia actualizada sobre la vigente legislación en la materia puede
consultarse en otro lugar^^^ sentencias, como con las indemnizaciones o ayudas económicas procedentes de
seguros privados o de régimen público de la Seguridad social. También, con los
c') Víctimas de delitos dolosos violentos y de delitos contra la libertad sexual \y. resarcimientos por daños a las víctimas de bandas armadas y elementos terroristas,
61f 35/1995, de 11 de diciembre). Una importante Ley 35/1995, de 11 de diciembre, anunciando la Ley una paulatina homogeneización de los diversos regímenes
orí:. regula las ayudas y asistencia a las víctimas de delitos violentos y contra la libertad jurídicos que regulan el derecho a la reparación de las víctimas, bien de delitos
m\ sexual. La citada Ley, en su exposición de motivos, reconoce el tradicional abandono terroristas bien de delitos violentos, equiparación que por razones de prudencia
oís que padece la víctima del delito, y la necesidad de que, contemplado éste como presupuestaria todavía no considera viable el legislador.
,nc problema social y comunitario, la respuesta al mismo tenga en cuenta no sólo la En cuanto a la asistencia a las víctimas (de cualquier delito), es propósito de la
0b pretensión punitiva del Estado, y la deseable reinserción del infractor, sino también Ley generalizar la atención psicológica y social a las mismas a través de la red de
la reparación del daño causado a la víctima. Esta preocupación por la víctima, en oficinas de asistencia a las víctimas que cuentan, hasta la fecha, con una experiencia
POi. particular de ciertos delitos, sería consecuencia del principio de solidaridad y de muy positiva a lo largo de nuestra geografía.
39ij trascendentales manifestaciones normativas, como el Convenio núm. 116, del La Ley, pues, «establece un sistema de ayudas públicas en beneficio de las
si í; Consejo de Europa, de 24 de noviembre de 1983, todavía no firmado por España y victimas directas e indirectas de los delitos dolosos y violentos, cometidos en
se que entró en vigor en 1988, y de la Recomendación del Comité de Ministros del España, con el resultado de muerte o de lesiones corporales graves, o de daños
Consejo de Europa a los Estados miembros, de 28 de junio de 1985, sobre la posición graves en la salud física o mental». Ayudas que se harán extensivas a «las víctimas
de la víctima en el marco del Derecho penal y del Derecho procesal. de los delitos contra la libertad sexual aun cuando éstos seperpretaran sin violencia»
La Ley regula, de una parte, las ayudas de contenido económico a la víctimas de (art. 1). El artículo 2 especificaquiénes serán beneficiarios de tales ayudas, bien como
delitos violentos dolosos (y de delitos contra la libertad sexual, aún cuando éstos se víctimas directas, bien a título de víctimas indirectas, «siempre que dependieran
perpetrasen sin violencia), y de otra, la asistencia a las víctimas de todo tipo de delito. económicamente» de la víctima principal. Dicho precepto regula el reparto de las
Las prestaciones económicas que, en concepto de ayudas públicas, el Estado ayudas caso de concurrencia de un pluralidad de beneficiario a título de víctimas
asume, descansan en el principio de solidaridad, subrayando la exposición de indirectas (art. 2.4). El artículo 4, por su parte, define el concepto de lesiones y daños,
motivos de la citada Ley que en modo alguno se trata, técnicamente, de entendiendo por lesiones graves «aquéllas que menoscaban la integridad corporal o
indemnizaciones, pues el Estado no puede asumir, sustitutoriamente, las debidas la salud física o mentaly que incapaciten con carácter temporal o permanente a la
por el culpable del delito, ni, desde otro punto de vista, sería razonable incluir en las persona que las hubiere sufrido» (par. 1). No se considera incapacidad permanente
mismas el daño moral provocado por el crimen. El nuevo sistema pretende ser aquélla que supongan un grado de minusvalía de, al menos, el 33%. En cuanto a las
selectivo, de suerte que sólo generarán ayudas públicas los delitos dolosos o lesiones corporales o los daños a la salud física o mental «habrán de tener entidad
^<4.w.jp••<í«jfi»nnij»BS9>'aoj'.aaoeravfrDS ZBfiWi) suficiente comopara que, conforme a la legislación de la SeguridadSocial, tuviera lugar
una declaración de invalidezpermanente en cualquiera de sus grados o una situación
^" Vid. GAECÍA PABLOS, A., Criminología, cit., 4^ Ed., pág. 100, y en particular, la de incapacidad temporal superior a seis meses» (art. 4.2). El artículo 5 establece el
cita de la ley 12/1996, de 19 de diciembre, de la Comunidad de Madrid; el R.D. 738/ régimen de incompatibilidades de estas ayudas públicas, con la percepción de
1997, del 23 de mayo; el R.D. 1211/1997, de 18.VII y la Ley 32/1999, de 17.XII. indemnizaciones señaladas por los Tribunales de justicia, o que puedan corresponder
i
190 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 191
por el sistema de seguro privado o régimen público de la Seguridad social. La Ley hace, 2) Por lo demás, la necesaria protección de la víctima del delito en nuestro país
no obstante, dos excepciones. En los supuestos de lesiones o daños determinantes de — sufrido colectivo de 38 millones de supervivientes, como alguien ha dicho con más
la incapacidad permanente o muerte de la víctima, «lapercepción de las ayudas será sarcasmo que catastrofismo— reclama un radical cambio de actitudes en la
9tc - . compatible con la de cualquier pensión pública que el beneficiario tuviere derecho
sociedad y en los poderes públicos.
Bl e ^\apercibir» (art. 5.3). Y las ayudas por incapacidad permanente «serán compatibles De la sociedad no espera la víctima compasión, sino información, respeto y
ató- con las de incapacidad temporal» (art. 5.4). asistencia. Del Estado, previsión eficaz y solidaridad.
Para la determinación del quantum de las ayudas, el artículo 6 distingue los Previsión, porque es preferible neutralizar riesgos que compensar daños. Y,
9te supuestos de incapacidad temporal, lesiones invalidantes, y muerte. Y contempla la sobre todo, porque la experiencia demuestra que muchos de estos últimos pueden
posibilidad de aplicar, en cada caso, ciertos coeficientes correctores sobre las preverse y evitarse. La vida, la salud, la integridad física, la seguridad de los
cuantías máximas, en atención a la situación económica de la víctima, y del ciudadanos —víctimas potenciales— deben contar con una protección eficaz,
beneficiario, del número de personas que dependieran económicamente de aquélla, primaria, derivada del buen estado de funcionamiento de los mecanismos de
y del grado de afectación o menoscabo que sufriere la víctima como consecuencia autoprotección con que cuenta todo sistema social. Grave sería confiar la tutela de
del delito (art. 6.2). En los supuestos de delitos contra la libertad sexual que causaren tales bienes jurídicos al efecto disuasorio de las normas penales: el Derecho Penal
a la víctima daños en su salud mental, «el importe de la ayuda sufragará los gastos siempre llega tarde y no puede suplir con eficacia a los dispositivos primarios de
del tratamiento terapéutico libremente elegido por ella», y aún cuando dichos daños autotutela del orden social. Interviene cuando éstos fracasan —lo que debiera ser
no sean determinantes de incapacidad temporal (art. 6.4 in fine). El artículo 10 excepcional— y las prestaciones que otorga a favor de la víctima son escasamente
permite la concesión de ayudas «provisionales» (punto 2), por importe no superior operativas y tardías; no contribuyen al mejor rendimiento del sistema y, en cualquier
al 80% de la cuantía total (apartado 4). Y el artículo 13 de la Ley declara a favor del caso, menos realistas que las que el propio sistema debe adoptar para prevenir los
Estado una acción de subrogación de pleno derecho, hasta el total importe de la riesgos de victimización de ciertos colectivos y personas. De hecho, algunos dramas
ayuda provisional o definitiva satisfecha a la víctima o beneficiario en los derechos recientes padecidos por la sociedad española demuestran tanto el clamoroso
que asistan a los mismos contra el obligado civilmente por el hecho delictivo. fracaso de los mecanismos primarios de protección de la vida, la salud y la seguridad
En cuanto a la asistencia a las víctimas, el artículo 15 de la citada Ley (apartados de los ciudadanos —a lo que no puede ser ajena la Administración Pública, en todos
1 y 2, respectivamente) Impone a los Jueces y fvlagistrados, miembros de la Carrera sus ámbitos— como la inadecuación de la respuesta jurídico-penal para satisfacer
cu. Fiscal, autoridades y funcionarios públicos que intervengan por razón de su cargo dignamente las justas pretensiones y derechos de las víctimas inocentes.
Bio en la investigación de hechos constitutivos de delitos dolosos violentos y contra la Urge, por razones de solidaridad—a las que debiera ser especialmente sensible
libertad sexual, el deber de informar a las presuntas víctimas sobre las posibilidades un Estado «social»— arbitrar programas de reparación y compensación de los
Bl í. y procedimiento para solicitar las ayudas reguladas en la Ley. Y a las autoridades perjuicios padecidos por la víctima con cargo a fondos públicos, para aquellos casos
9b policiales, encargadas de la investigación de tales hechos, asimismo el deber en que la insolvencia del condenado frustre las expectativas de aquélla a la
6Í0; «informara la victima sobre el curso de sus investigaciones, salvo que con ello se percepción de las indemnizaciones acordadas en la sentencia. Y ello, con carácter
ponga en peligro su resultado». El párrafo tercero del artículo 15 dispone que «el general, sin distinguir laclase de delito de que se trate, si bien la implantación de este
^%\ interrogatorio de la victimadeberá hacerse con respetoasu situaciónpersonal, asus nuevo modelo debe ser progresiva y cautelosa, por imperativos de realismo
derechos y a su dignidad». Y el párrafo cuarto, el derecho de la víctima a «ser (presupuestario).
aw informada en términos claros de las posibilidades de obtener en el proceso penal la Por las mismas razones (necesidad de una respuesta solidaria, pronta y eficaz)
restitución y reparación del daño sufrido y de las posibilidades de lograr el beneficio no debiera ser preciso esperar a que el tribunal dicte una sentencia firme para que
de la justicia gratuita. Igualmente deberá ser informada de la fecha y lugar de el Estado satisfaga, cuando corresponda hacerlo, la responsabilidad civil subsidia-
om celebración del juicio oral correspondiente y le será notificada personalmente la ria. Bastaría con que conste la causación del daño, su no atribuibilidad a «causa
resolución que recaiga, aunque no seaparte en ningúnproceso». El Ministerio Fiscal mayor» alguna (art. 106.2 de la Constitución) y la presumible insolvencia del
ñ£: cuidará de proteger a la víctima de toda publicidad no deseada que revele daños obligado o responsable principal.
c.Sf sobre su vida privada o su dignidad, pudiendo solicitar la celebración del proceso
Todo ello tal vez evidencie una vez más la conveniencia de abordar el fenómeno
penal a puerta cerrada, de conformidad con lo previsto por la legislación procesal
criminal —que es un fenómeno complejo y pluridimensional— como un problema.
(párrafo 5). El artículo 16 de la Ley se refiere a las oficinas de asistencia a las
Desde la óptica de la Política Social y Asistencial, más adecuada que la estrictamen-
víctimas, que según las posibilidades presupuestarias, se crearán en aquellas sedes
te quirúrgica (penal) para captar las necesidades de los afectados por el mismo. El
de Juzgados y Tribunales, o en todas aquellas Fiscalías, donde las necesidades lo
problema del crimen no es sólo ni principalmente el problema que suscitan los
exijan, precediéndose a establecer convenios para la gestión de las mismas con las
delincuentes. Ni debe preocupar sólo a ciertos profesionales (jueces, abogados,
Comunidades Autónomas y las Corporaciones locales.
funcionarios de prisiones), porque es un problema social, es decir, de todos. Un
d') Víctima de delitos de vehículo de motor Cabe citar, por último, la Ley 30/1995, problema, en definitiva, de bienestar social y de calidad de vida.
de 8 de noviembre, de Ordenación y Supervisión de los Seguros Privados, que ha 4(, i'"',rt brwj-í'f l no,,»»*-)!! KMX&VA ft'.iotíJio H a í j o d "ini, # •
racionalizado, objetivado y normalizado los derechos económicos de la víctima
[recte. perjudicado). T¡c¡níír.c«: a:^ ..íMyvííiK'-'-'JMwnv'^JWrf.sí'ii'íi'-'
;'!S0:iJCn'|,;P0Í )05:|'?r5b£>lSf!9e g^fpiOSíiOíií.. ,
192 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 193
5. E L C O N T R O L S O C I A L D E L D E L I T O ( C O N T R O L S O C I A L
P E N A L ) C O M O O B J E T O D E LA C R I M I N O L O G Í A
y a) L a a m p l i a c i ó n d e l objeto d e l a C r i m i n o l o g í a y el control
social penal. Como se puso de relieve, u n a de las tendencias más
i En efecto, la preocupación por el control social, sus portadores, instancias,
sanciones, etc. implica probablemente más que una mera ampliación del objeto
convencional de la Criminología: significa un nuevo modelo o paradigma ÚQ ésta
(paradigma de control) dotado, por cierto, de una considerable carga ideológica^''^
La Criminología «positivista», volcada en la persona del delincuente, no prestó
excesiva atención a los problemas del control social. Partía de una visión consensual
acusadas en la moderna Criminología estriba en la progresiva amplia- y armoniosa del orden social que las leyes —expresión de tal consenso— se
ción de su objeto, debida, sin duda, a una orientación más sociológica y " limitarían a reflejar. Los teóricos de la Criminología «positivista» no cuestionan las
dinámica de la misma. El protagonismo de la persona del delincuente definiciones legales ni el cuadro normativo al que éstas responden, porque admiten
que caracterizó a la Criminología tradicional parece haber dado paso a que encarnan los intereses generales. Y tampoco someten a crítica el concreto
un nuevo modelo de ciencia criminológica interesada, además —^y sobre funcionamiento del sistema, el proceso de aplicación de tales definiciones normati-
vas a la realidad. Piensan que las leyes sólo plantean un problema de interpretación
todo—, por la víctima y por el control social del comportamiento desvia-
reservado al juez, de subsunción del caso al presupuesto táctico de la norma; pero
do. A este giro metodológico no ha sido ajeno el labeling approach el dogma de igualdad ante la ley priva de carácter conflictivo a dicho proceso de
(teorías del etiquetamiento y de la reacción social), por la relevancia que aplicación de los mandatos legales. Las leyes, pues, —siempre según este punto de
otorga a los mecanismos del control social como configuradores de la vista— caen sobre la realidad social por su propio peso y no se experimentan
criminalidad^^^. desviaciones significativas de la premisa normativa al momento terminal del caso
concreto. El denunciante, la policía, el proceso penal, etc., son meras correas de
transmisión que aplican fielmente, objetivamente, la voluntad de la ley, de acuerdo,
por tanto, con los intereses generales a que ésta sirve. La población reclusa, en
Vid. infra, capítulo XX. Sobre el concepto del «control social» y su evolución en la
consecuencia, ofrece una muestra fiable y representativa de la población criminal
Sociología general, vid. BEGALLI, E., Control social punitivo, 1996 (Bosch), págs.
(real), ya que los agentes del control social (policía, proceso, etc.) se rigen por el
1 y ss.; COHÉN, St., Visiones de control social, Barcelona, 1988 (PPU), págs. 75 y
criterio objetivo del merecimiento (el hecho cometido) y se limitan a «detectar» al
ss.; BUSTOS RAMÍREZ, J., Control social y sistema penal, Barcelona (1997), PPU;
9ld infractor cualquiera que sea éste.
BONAL, R. y ROS, A., La representación social de la Justicia, Barcelona (1992),
80! Para el iabeiingapproach, por el contrario, el comportamiento del control social
Centre d'Estudis juridics i Formació Especialitzada; BERGALLI, R., El sistema
SOf- ocupa un lugar más destacado. Porque la criminalidad no tiene una naturaleza
penal español como el ámbito menos conocido del control penal (en: Control social
61 . «ontológica», sino «definitoriai», y lo decisivo es cómo operan determinados
del delito: críticas y alternativas. Bilbao, 1991. Departamento de Justicia del
19,':,
Gobierno Vasco), págs. 107 y ss.); JANOWITZ, M., Sociological theory and social
control, en: American Journal of Sociology, 81 (1), págs. 82 y ss.; MELOSSI, D., El
Estado del control social. Un concepto sociológico de los conceptos de Estado y allocazione dell'illegalitá pénale), Bologna, 1990, il Muhno-Ricerca; HESS, H., II
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293
1988, Milano; SGUBBI, F., II reato come rischio sociale (Ricerche suUe scelte di Vid. BUSTOS RAMÍREZ, J., Control social y sistema penal, Barcelona, 1987, PPU,
194 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 195
C'
d>^^
mecanismos sociales que atribuyen o asignan el estatus criminal: la calificación
jurídlco-penal de la conducta realizada o los merecimientos objetivos del autor pasan
a un segundo plano. Más importante que la Interpretación de las leyes es analizar
el proceso de concreción de las mismas a la realidad social, proceso tenso
conf lictivo, problemático. El mandato abstracto de la norma se desvía sustancialmente
I Conformidad, integración sociai, cohesión, automantenimiento—como sinóni-
mos de «estabilidad» social— son términos muy gratos al análisis estructural-
funcionalista, sistémico, que describen procesos fundamentales para la conserva-
ción o supervivencia de cualquier sociedad, encomendados al «controisociai».
Orientando los comportamientos ysolucionando eventuales conflictos^^'^ éste
distribuye y mantiene una escala de valores que la comunidad percibe como justa^^^;
;# al pasar por el tamiz de ciertos filtros altamente selectivos y discriminatorios que
,g. actúan guiados por el criterio del estatus social del infractor. Precisamente por ello asegura el buen funcionamiento del orden social e induce conformidad^'"'.
^^f. las clases sociales deprimidas atraen las tasas más elevadas de criminalidad, no En definitiva, pues, por control social se entiende el conjunto de procesos
jÍB,..,. porque profesen unos valores criminales per se—ni porque delincan más—, sino sociales dirigidos a inducir conformidad^^^. En este sentido, DEFLEM define el
íít&fifi porque el control social se orienta prioritariamente fiacia ellas, contra ellas. El control control social del delito como aquellos mecanismos sociales que se desarrollan para
í|ií social —sus agentes y mecanismos— no se limitan a detectar la criminalidad y a reaccionar frente al mismo (para prevenirlo, reducirlo y detectarlo) y para asegurar,
^ec identificar al infractor, sino que «crean» o «configuran» la criminalidad: realizan una así, la obediencia a las normas sociales^™. Para HABERMAS y su teoría de la acción
^|f|i|tj;f función «constitutiva». De suerte que ni la ley es la expresión de los intereses comunitaria, el control social vendría constituido por los mecanismos sociales que,
•96 c?' generales, ni el proceso de aplicación de ésta a la realidad hace bueno el dogma de de manera reactiva y proactiva se refieren al delito, definiéndose y ejecutándose por
., •• la igualdad de los ciudadanos. Los agentes del control social formal (policía, agencias estatales, o de libre mercado, guiadas por imperativos burocráticos y
económicos^°^
tribunales, etc.) no son meras «correas de transmisión» de la voluntad general, sino
«fiitros» al servicio de una sociedad desigual que, a través de los mismos, perpetúa
sus estructuras de dominación y potencia las injusticias que la caracterizan. En El control social penal es un subsistema en el sistema global del
,uu,,-., consecuencia, la población penitenciaria, subproducto final del funcionamiento
control social; difiere de éste por sus fines (prevención o represión del
-ne-iSa discriminatorio del sistema legal, no puede estimarse representativa de la población
-fe''^ criminal real, como no lo son tampoco las estadísticas oficiales. delito) y por los medios de que se sirve (penas, medidas de seguridad.
Je
IB
En efecto, el control social dispone de numerosos medios o sistemasnoxmaKwio^
El análisis del control social penal corresponde, en puridad, a la (la religión, la moral, la ética, la costumbre, la terapia, el Derecho Civil, Administrativo
Sociología criminal, por lo que la obligada remisión a la teoría sociológica o Penal, etc.); de diversos órganos o portadores ÚQ\ mismo (la familia, la Iglesia, la
del laheling^"^^ se completará en este momento con un somero apunte de Ciencia, el legislador, los partidos, los sindicatos, organizaciones varias, la Justicia,
los problemas generales que suscita el control social penal. etc.); de distintas estrategias o respuestas (prevención, represión, socialización,
etc.); de diferentes modalidades de 55/7c/<?/7e5(positivas: ascensos, recompensas,
distinciones, etc.; negativas: tratamiento clínico, reparación del daño causado,
b) El control social penal: su actuación, agentes, estrategias, sanción pecuniaria, privación de libertad, etc.), y de particulares destinatarios
(estratos sociales privilegiados, estratos sociales deprimidos, etc.).
portadores y sanciones.— Sociedad e individuo, conservación del
statu quo y cambio social, se hallan en permanente forcejeo, en cuanto
principios antagónicos. Es obvio, por ello, que la sociedad necesita KÍ3O0 .8B«rfO«=eSi.B'«J1'J3fqtóBfi »»• v^fííSt^-lSí
ejercer su dominio sobre los individuos que la componen, desplegando Tal sería el doble contenido del concepto de «integración social», o su doble función
una rica gama de mecanismos que aseguren la conformidad de éstos a (así: ARNAUD, A. J., FARIÑAS DULCE, M- J., Sistemas Jurídicos: elementos para
sus normas. Por control social se entiende el conjunto de instituciones, un análisis sociológico. Madrid, 1996. Universidad Carlos IIL Boletín Oficial del
estrategias y sanciones sociales que pretenden promover y garantizar Estado, pág. 31. Cfr., BERGALLI, R., Control Social punitivo, cit., pág, 1 y 2). T
297
Según formulación de FRIEDMAN, L., II sistema giuridico nella prospettiva delle
dicho sometimiento del individuo a los modelos y normas comunita- scienze sociali, Bologna; il Molino, 1978, pág. 58 (traducción de G. Tarello). Cfr.
" ^295
rias^^'^ (disciplina social). BERGALLI, R., passim.
298
Vd. COHÉN, St., Visiones de control social. Barcelona (PPU), 1988, págs. 15 y ss.
299
Cfr. COHÉN, St., Visiones de control social, cit., ibídem.
300
DEFLEM, M., Social Control and the Theory of Communicative Action, en:
International Journal of the Sociology of law, 1994 (22), págs. 355 y ss. Cfr.,
294
Vid mfra, capitulo XX VARONA MARTÍNEZ, G., La mediación reparadora, cit., pág. 107. :j «^
301
296
Cfr. KAISEK, G., Criminología, cit., pag. 82. Sobre el éxito de este enfoque Cfr., VARONA MARTÍNEZ, G., La mediación reparadora ..., cit., pág. 107. ''*
302
sociológico en la dogmática penal española contemporánea, vid. VARONA Sobre este enfoque sociológico del Derecho Penal, vid. GARCÍA-PABLOS, A.,
MARTÍNEZ, G., La mediación reparadora ..., cit., págs. 25 ss. y 105 y ss. Derecho Penal, cit., (2- Edición), pág. 2, ss. (y reseña bibliográfica citada en nota 1).
196 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 197
-I Es obvio, pues, que la Justicia constituye sólo uno de los posibles portadores culai" relevancia social o gravedad entran en funcionamiento las instan-
-lí entre otros muchos— del control social; que el Derecho Penal representa sólo uno cias formales (policía, proceso, etc.), que actúan de modo coercitivo e
-Bvwfc de los medios o sistemas normativos existentes; que la infracción legal contiene
imponen sanciones cualitativamente distintas de las sanciones sociales:
I
.«\£ nada más que un elemento parcial de todas las conductas desviadas; que el castigo
9í3é ° penal (la pena) significa la opción por una de las sanciones disponibles^"^ Eso sí, el sanciones estigmatizantes que atribuyen al infractor u n singular «sta-
•,'^^Btai Derecho Penal simboliza el sistema normativo más formalizado, con una estructura tus» (desviado, peligroso, delincuente, etc.).
más racional, y cuenta con el más elevado grado de división del trabajo y especifi-
30890, cidad funcional de entre todos los subsistemas normativos^"''. Según BURSIK y GRASMICK, el control social informal operaría en tres niveles
distintos: privado (familia y amigos), local (personas conocidas) y público (vecinos
y agentes externos)™''.
Cualquier análisis comparativo de los diversos sistemas debe partir
de dos premisas : la globalidad del control social y la relativa El control social «penal», como modalidad del llamado control social
intercambiabilidad de todos sus elementos (portadores, estrategias, formal, entra en funcionamiento sólo cuando h a n fracasado los mecanis-
medios y sanciones). El juicio sobre la adecuación al problema de uno u mos primarios del control social informal que intervienen previamente^"^.
otro subsistema, o sobre el grado de rendimiento y eficacia de los mismos
para resolver las tensiones o conflictos sociales, h a de ser un juicio Toda sociedad, en efecto, cuenta con unos dispositivos de autodefensa que
suelen ser suficientes para resolver conflictos cotidianos de escasa importancia. A
globalizador que capte el funcionamiento total del control social —^y de pesar de que actúan con cierta espontaneidad y sin someterse a procedimientos
todos sus subsistemas—, atento a la posible sustituibilidad o recambio formales, estos mecanismos tienen probada eficacia. Sus portadores o agentes son
recíproco de las partes que lo integran^°^. la familia, la escuela, la pequeña comunidad, la opinión pública, etc. Poseen,
» " , ' n'.f-.»T:-- "."7 íír57^'í^s-''s??l_'*í'?í'"^;^'f*?ttí?^^ lógicamente, sus correspondientes sistemas normativos y sus sanciones, que
aplican al individuo cuyo comportamiento se desvía de las expectativas del grupo.
Se trata de las instancias del controlsoc/a/informa/, cuya actuación es decisiva en
"' c) Control social formal e informal.— P a r a obtener la conformi- los procesos de socialización.
dad o adaptación del individuo a sus postulados normativos (disciplina Sería ingenuo restar importancia al control social «informal», porque desempeña
social) se sirve la comunidad de dos clases de instancias o portadores del un papel muy relevante en los procesos de socialización. Su naturaleza «informai»
control social: instancias formales e instancias informales. Agentes no limita la efectividad ni la trascendencia del mismo, todo lo contrario, le hace más
sutil, más duradero. Que los presupuestos de su actuación (conducta irregular o
informales del control social son, por ejemplo, la familia, la escuela, la desviada) no se hallen precisamente descritos; que sus portadores cuenten con
profesión, la opinión pública, etc. Formales: la Policía, la Justicia, la cierto margen de espontaneidad para determinar el castigo (sanciones informales),
Administración Penitenciaria, etc. de discrecionalidad; y que el propio procedimiento o forma de imponerlo, flexible, sin
especiales ritos, carezca de una regulación exhaustiva, no merman importancia al
Los agentes del control social informal t r a t a n de condicionar al control social informal. Antes bien, el efecto criminógeno de una ausencia o mal
miembro del grupo, de adaptarle a las normas sociales, de disciplinarle funcionamiento del mismo (por ejemplo, de los grupos primarios) es hoy una tesis
a través de un largo y sutil proceso que comienza en sus núcleos que goza de gran consenso en la moderna Criminología científica. Como la de la
indudable capacidad y eficacia preventiva de un control social informal en buen
primarios (familia), pasa por la escuela, la profesión y la instancia
estado de funcionamiento. s. -. i_:-•.„ .,..-- -.^—
laboral y culmina con la obtención de su actitud conformista, !„t, ,-,>
interiorizando el individuo las pautas y modelos de conducta transmiti-
Pero cuando el conflicto social reviste particular gravedad, su solución
dos y aprendidos. Cuando las instancias informales del control social
no puede quedar a merced de las instancias del control social «informal».
fracasan o el comportamiento desviado del individuo reviste u na parti-
Entonces interviene el Estado, a través de la justicia penal. Y lo hace
>i»m .S8R1 ÁUIT:» B-aolejuM Jniooft
306
^°^ Así, KAISER, G., Criminología, cit., pág. 83. .nUrv'j ¡Bbo8 ,,M ,M3J": BURSIK, R.J., GRASMICK, H.G., Neighborhoods and Crime. 1993, Lexington,
^°* Así, KAISER, G., Criminología, cit., pág. 83. 3<it %,•/ ííin-tijot ÍBaoJJjBa't:
..,>,..^„.. .„,.„.„„_.. N.A., Lexington Books. Cfr. VARONA MARTÍNEZ, G., La mediación reparadora,
^°^ Cfr. KAISER, G., ibídem. Frente a esta opinión muy extendida, VARONA 307
cit., pág. 108.
MARTÍNEZ, G., mantiene que control social formal e informal se comportan entre Contra un entendimiento rígido de este postulado que suele formularse de modo
sí tanto en términos de «complementariedad» como de «confusión» (La mediación demasiado categórico, vid.: VARONAMAETÍNEZ, G., Lamediación reparadora...,
reparadora .., cit., pág. 117). cit, pág. 117. ' ' "
198 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA
199
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA
El examen pormenorizado de la actuación de las instancias formales e informales interesa cada vez más a la Criminología que ve como se amplia progresivamente su
del control social excede las pretensiones y finalidad de la presente obra. El análisis objeto tradicional. La Psicología, la Sociología y la Psicología social, entre otras
científico de la actuación del sistema legaf''^, de Jueces"^^^ policía^^^, de fiscales disciplinas, han obtenido ya una valiosa información contrastada sobre las claves de
c la actuación de las diversas instancias del control social. Más allá de las cuestiones
Vi orgánicas, estructurales y corporativas tradicionalmente analizadas (o de los proble-
mas de «modeios», organización, imagen y efectividad) hoy preocupa sobremanera
la percepción social del funcionamiento del sistema legal y las actitudes del
GARRIDO GENOVÉS, V., Relación entre la sociedad y el sistema legal, en:
ciudadano hacia el mismo. Interesa, pues, un enfoque psicosocial.
Psicología social y sistema penal. (Compilación de Jiménez Burillo, F., y Clemente
El iabeiing approacii, cuyos postulados se analizan en otro lugar de esta obra,
M.), Alianza Universitaria Textos, 1986, Madrid, págs. 45 y ss.; SANGRADOR^
ha resaltado tres características del control social: su comportamiento seiectivoy
J.L., La victimología y el sistema jurídico-penal, en: Psicología Social y sistema
discriminatorio {Q\ criterio del <^statussoc\dí\» prima sobre el objetivo de los mereci-
penal, cit., págs. 61 y ss.; TOHARIA, J.J., La imagen de la Justicia, en: Psicología
mientos del autor de la conducta), la función constitutivao generadora de crimina-
social y sistema penal, cit., págs. 105 y ss.; MORALES DOMÍNGUEZ, J.F.,
lidad (los agentes del control social no detectan al infractor, sino que «crean» la
Estudios psicosociológicos en el campo del Derecho, en: Psicología social y sistema
infracción y etiquetan al infractor como tal) y su impacto estigmatizante{Q\ paso del
penal, cit., págs. 117 ss.; GARZÓN, Adela, Psicología social y tribunales de Justicia,
individuo por las agencias del control social formal marca el inicio de la «desviación
en: Psicología social y sistema penal, cit., págs. 135 y ss.; JORGE MESAS, L.F., La
secundaria» y de las «carreras deiictivas»).
eficacia del sistema penal, en: Criminología, Cuadernos de Derecho Judicial,
Madrid, 1994 (dirigido por GARCÍA-PABLOS, A.), págs. 57 y ss.; GARCÍA- La seiectividad<ÁQ\ control social formal tiene una doble manifestación: global y
PABLOS, A. , Problemas y tendencias de la moderna Criminología, en: Criminología, parcial. El sistema legal, en su conjunto, actúa selectivamente, contemplado su
funcionamiento como un todo. Pero cada una de sus instancias, la policial, la judicial
Cuadernos de Derecho Judicial, cit. (1994), págs. 317 y ss.; ROBERT, Ph., El
y la penitenciaria, arrojan un singular perfil de la realidad delincuencial, son, pues,
ciudadano frente a la justicia penal: actitudes y esperanzas, en: Justicia y cambio
filtros sucesivos que operan, también selectivamente. Modernas técnicas estadís-
r.
social, Papers d'estudis i formació, XII. 1990 (número especial), Generalitat de
ticas (métodos de atrición) lo demuestran^".
Catalunya. Centre d'Estudis Juridics i Formació Especialitzada, págs. 9 y ss.;
BONAL, R. y ROS, A., La representado social de la Justicia, Barcelona, 1992
(Centre d'Estudis Juridics i Formació Especialitzada de la Generalitat de Catalimya);
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Barcelona (1987), PPU; Las PoHcías locales: su imagen en la Comunidad de Madrid. y ss. Según el autor, el método de atrición permite conocer, no sólo el distinto perfil
Madrid (1991). Comunidad de Madrid; BONAL, R. y ROS, A., La representado delincuencial que arrojan las tres instancias oficiales (policial, judicial y peniten-
Si sodal de la J u s t i d a , Barcelona (1992), págs. 27 y ss.; MARTÍN FERNÁNDEZ, M., ciaria) sino el comportamiento que durante el curso del propio proceso asume el
La profesión de policía, CIS, Col. Monografías, núm. 111, Siglo XXI de España sistema en su conjunto. Un análisis estadístico demuestra como se reduce progre-
Editores, Madrid (1990); RECASENS iBRUNET, A., DOMÍNGUEZ FIGUEIRIDO, sivamente la intensidad de aquel (cada vez ingresan menos casos conforme se pasa
J.L., Aparato y espacio policial, en: Control social punitivo (por Bergalli, R., y otros), de la fase policial a la jurisdiccional y, a su vez, de ésta a la penitenciaria). Mediante
Barcelona (Bosch), 1996, págs. 25 y ss.; LÓPEZ GARRIDO, D., El aparato policial series temporales m á s o menos extensas puede constatarse cómo varían las
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Madrid (1987), Ministerio de J u s t i d a ; JIMÉNEZ BURILLO, F., Aspectos aplicar incluso el método de atrición en el seno de u n a instancia del sistema (vg. la
psicosociológicos de la policía, en: Psicología social y sistema penal (compilado por judicial) para comprobar el funcionamiento progresivamente menos efectivo de la
J. Burillo, F., y Clemente, M.) Alianza Universitaria Textos, Madrid, 1986, págs. 91 misma (reducción del inicial número de causas que recibió por distintas razones:
y ss.; GARCÍA-PABLOS, A., Policía y criminalidad en el Estado de Derecho, en: sobreseimiento, inhibición, incompetencia, etc.), relacionando dicho comporta-
202 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 203
Se acepten o no estas premisas teóricas, lo cierto es que hoy no puede yg
Últimos lustros, o al menos no en la forma tan acelerada y significativa que detectan
cuestionarse que la «reacción social» condiciona en buena medida el volumen y
las estadísticas oficiales^^'. En segundo lugar, porque el presupuesto teórico de la
estructura de la criminalidad^^^
opinión que se analiza —la ley del volumen constante del delito— se halla hoy muy
cuestionada. En efecto, la hipótesis del volumen constante se estima inservible para
el análisis del delito en sociedades pluriestratificadas y en vías de rápida transforma-
d) Efectividad del control social penal y «normalidad» del ción, por su rigidez estática, y porque presupone el mantenimiento de unas variables
delito.— Siguiendo la conocida hipótesis de ALLPORT^^^ —«hipótesis sociales (incluida la práctica de la denuncia por la víctima del crimen) de imposible
de curva J»—, suele entenderse que u n buen indicador del grado de control. Por ello, hoy prefiere hablarse de «normalidad» del delito (aunque tampoco
se disponga de indicadores adecuados de dicha «normalidad»), en lugar de
efectividad o imposición de un comportamiento normativo es la distribu- «constancia» del crimen^^^.
ción del mismo de acuerdo con un a curva en forma de J. La cultura, el Por otra parte, el control social penal cuenta con unas limitaciones estructurales
derecho, la costumbre y los restantes sistemas normativos ejercen una inherentes a la peculiar naturaleza del mismo. De suerte que no es posible exacerbar
presión sobre el individuo para reclamar su conformidad. Dicha presión indefinidamente su efectividad mejorando, cada vez más y de modo progresivo, su
normativa produce u n desplazamiento y la consiguiente distribución rendimiento. El castigo sólo es funcional si se circunscribe al comportamiento de una
minoría; en otro caso, pierde—como el crimen mismo—su función integradora. Sin
empírica en forma de J, con las cotas más significativas allí donde que sea ahora necesario reiterar que la lucha contra el crimen —o, mejor, su control
aquella es más intensa. racional— no puede agotarse en un perfeccionamiento de los instrumentos y
estrategias del control social del mismo, del control social penal, sino que ha de
«Como norma general se puede admitir que cabrá esperar una cualidad tanto
instrumentarse a través de programas de prevención primaria que ataquen las
menor en distribución normal cuanto mayor relación tenga con las normas socia-
raíces últimas del crimen (esto es, que actúen 'etiológicamente', no
les>fi'^°.
'sintomatológicamentá), no sus manifestaciones.
Como se ha dicho con razón, más leyes, más penas, más cárceles... significa
Sin embargo, la efectividad de un concreto sistema de control social más presos, pero no necesariamente menos delitos. Los inconvenientes de una
penal es u n tema problemático. Ni el incremento de las tasas de «sobreincriminación»^'^^ explican las actuales tendencias descriminalizadoras.
criminalidad registrada significa, sin más, u n fracaso del control social
penal, ni es viable un sistemático y progresivo endurecimiento de éste Las mayores garantías de éxito en orden a la prevención del delito
para alcanzar cotas más elevadas de eficacia. residen probablemente no en la superior efectividad o rendimiento del
control social formal (mejor funcionamiento del sistema legal), sino en
El incremento de los índices de criminalidad registrada se ha interpretado, a
menudo, como signo inequívoco de la «crisis» de la Justicia, como expresión del la más armoniosa integración o sincronización del control social infor-
g^ ^ fracaso del actual sistema del control social penal. Sin duda, porque se partía del mal y del control social formal. Y, desde luego, en la positiva mejora y
' i j I j , pnncipio del «volumen constante» de la criminalidad; siendo esto así —se pensa- transformación del «orden social».
b. ba—, si existe un volumen constante de crimen en la sociedad, cualquier aumento
• h a H - Aj-í.iffif>hi'^iH h.-íl 'r »fttrrfi-rff Kí, ^A^;UAnr^\„
notable del mismo hay que atribuirlo a un fallo o defecto del sistema de control del
mismo.
Pero el razonamiento no convence. En primer lugar, porque el incremento e) Evolución y tendencias del control social penal. Partiendo de
e una noción estricta de «control social», de la distinción entre control
efectivo de las tasas de criminalidad registrada en los últimos lustros no puede
interpretarse necesariamente como un incremento de la criminalidad real. Las social «formal» e «informal», y de la historicidad, fungibilidad y relativa
encuestas de victimización y los informes de autodenuncia han llamado la atención mtercambiabilidad de las diversas estrategias y métodos de actuación
sobre este extremo: no parece que la criminalidad real haya aumentado en los
de sus instancias cabe señalar algunas tendencias claras en la evolución
:'"S.o-.í r.vtj,;-)ii*,p.í&Cipjí í j í
del control social, al menos ciertas fases o momentos de la misma.
* 1 4 r V í í H A í * H t K , í f ^ r i : + f ^ * T 'J'^v-. :X> t > ; ' - ' O r r > .
miento selectivo con las correspondientes variables (sexo, edad del reo, clase social, 320
Cfr. KAISER, G., Criminología, cit., pág. 88. , •í.i'Or -^kq^.,,, ,,
f; tipo de delito, etc.). La selectividad del sistema legal tiene, pues, esta otra 321
Vid. infra, capítulo V, a, a), excurso: c» y d» (resultados que se desprenden de
manifestación. ij^jacis «•*«';•-'?! " determinadas técnicas de estimación de la criminalidad real). También: GARCÍA-
^^^ Por todos, KAISER, G., Criminología, cit., pág. 85.
PABLOS, A., Criminología. Una introducción, cit., págs. 49 y ss. (4- Ed., pág. 123).
^^^ ALLPORT, F., The J-Curve-Hypothesis of Conforming Behavior, en: Journal of 322
Cfr. KAISER, G., Criminología, cit., pág. 89.
Social Psychology, 5 (1934). , _, .: ,,, ;;: .; - - 323
Cfr. KAISER, G., Criminología, cit., pág. 90. •<•' « «^ á^aq ,Jh ,{\XGÍ) b a
204 TRATADO DE CRIMINOLOGL^ 205
1
ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA
Un concepto lato de control social, sin duda, permite plantear, como hace St. de tiempo"^^°. Que goza de buena salud. Que el célebre «Oráculo fúnebre por el
COHEN^^*' «si los profesores en las escuelas, los guardianes en las cárceles, los Derecho Penal Clásico», de FERRP^' sigue siendo una bella profecía incumplida.
psiquiatras enlas clínicas, los trabajadores sociales en los organismos asistenclales Asistimos, pues, solo a un proceso histórico de racionalización del mismo, que
vum
los padres en las familias, lospolicías en las calles, los Jefes en las fábricas... están pondera la necesidad ineludible de su presencia como instrumento eficaz de
BiBC
ocupados en última instancia, haciendo todos la misma cosa«. Pero una acepción solución de ciertos conflictos sociales, de una parte, y el grave coste que su
tan amplia y abstracta dificulta el análisis que se pretende. intervención inevitablemente depara, de otra^^^. En consecuencia, esperar una
progresiva retirada del Derecho Penal y su sustitución por otros controles sociales
eficaces pero menos gravosos parece una previsión realista que la experiencia
1') Cabría hablar, ante todo, de un proceso histórico de racionalización histórica avala. Vaticinar, sin embargo, la desaparición del Derecho Penal —a medio
del control social formal, especialmente del 'penaF, que es su modalidad plazo— sigue siendo una utopía.
más agresiva^^^. Dicha dinámica conduce no a la utópica desaparición
del mismo, sino a la evaluación empírica y realista de sus efectos, de su 2') Pero el citado proceso de racionalización del Derecho Penal afecta
impacto, con el objeto de asumir la necesidad de su intervención, pero no sólo a los presupuestos de la intervención de éste, sino a su propio
circunscribiendo ésta a los conflictos más graves que la reclamen, tanto contenido, porque no se t r a t a exclusivamente de delimitar y restringir
por razones de prevención general como estrictamente garantistas^^s al máximo las condiciones y requisitos del «ius puniendi» sino de
La idea de la subsidiariedad, o el postulado de la intervención mínima controlar su ejercicio: el contenido, extensión y formas concretas de la
del Derecho PenaP^'' expresan fielmente esta tendencia. reacción penal. Decisivo es no sólo cuándo (bajo qué presupuestos) puede
Claro que el pensamiento utópico apoya con vehemencia el desiderátum de intervenir el Derecho Penal sino cómo h a de hacerlo entonces^^^.
on
RADBRUCH: conseguir no ya un mejor Derecho Penal, sino algo mejor que el De hecho, la Ilustración marca el comienzo de un sinuoso pero decidido proceso
g3jlj¡ Derecho PenaP^^ Sin embargo, aunque muchos optimistas y radicales extiendan ya histórico comprometido con la razón y la humanidad que revisa y depura el arsenal
g>,¡j;:, el certificado de defunción del Derecho Penal y afirmen que tiene sus días punitivo. Fruto del mismo será la desaparición de las penas corporales, la mutilación
contados'^^ todo parece indicar que ia desaparición del Derecho penal no «es cosa y el tormento; el retroceso de la pena capital; la tendencia a limitar la duración
máxima de la pena privativa de libertad y a sustituir por penas de otra naturaleza la
.^íví f-i E;\ K l^kH .£Tj'i,r?Y/í.í-5íT-j'/vwi' prisión de corta duración; mejoras sustanciales del régimen de cumplimiento y
ejecución de las penas, etc., etc. "^ "^ ^y_
^^^ Visiones de control social, cit., pág. 18.
32S Vid. GAECÍA-PABLOS, A., Derecho Penal. Introducción, Madrid, 1995, Universi-
En consecuencia, el retroceso parcial y controlado del Derecho Penal,
dad Complutense. Servicio de Publicaciones, pág. 56 (2- Ed., págs. 104 y ss); del
mismo: El proceso de racionalización del Derecho Penal: su significado e de una parte, no significa renuncia alguna al marco de garantías que
implicaciones. En Eevista de Derecho Penal y Criminología de la Uned, 2001, págs. aquel simboliza; de otra, afecta a su contenido, extensión y condiciones
39 a 59. En este sentido, es ilustrativo u n pasaje de STRATENWERTH, G., (Die de ejercicio.
Zukunft des strafrechtlichen Schuldprinzips, 1- Ed., Heidelberg— Karlsruhe,
Müller, Juristischer Verlag, 1977 (Heft 4), págs. 5 a 7. Según el autor, asistimos a Por ello, advertía con razón NAUGKE que si prescindimos del Derecho Penal, no
un proceso histórico de racionalización de la intervención penal. En la sociedad es fácil encontrar un sistema de control menos represivo, ni menos arbitrario, ni más
primitiva los conflictos se resolvían mediante la venganza y respuestas privadas. selectivo. Y añadía el autor: existe incluso el riesgo de que su pretendida sustitución
La sociedad posterior, más evolucionada, reñrió tales conflictos primero a la figura sea una mera estafa de etiquetas, un cambio de titulares y víctimas, y no una
del Soberano, y después, a u n a moral convencional, lo que certificó el tránsito de la • '"'f'' • limitación del contenido y extensión del' ius puniendi, que es lo relevante^^".
pena privada a la pena pública, a la pena retributiva. La sociedad moderna,
concluye STRATENWERTH, interviene en el problema criminal partiendo de una
estricta distinción entre Moral y Derecho, y procura siempre fimdar sus decisiones
y estrategias en una previa «valoración racional de sus objetivos». 330 STATENWERTH, G., Die Zukunft, cit., ibídem.
^^^ Cñ-. GARCÍA-PABLOS, A., Derecho Penal. Introducción, cit., págs. 56 y 57, (2'^Ed., ^^ PERRI, E., Los nuevos horizontes del Derecho Penal y el Procedimiento. Madrid
pág. 104). (Góngora), 1887 (trad. Pérez Oliva), pág. 23.
^2^ Cfr. GARCÍA-PABLOS, A., Estudios Penales, cit., pág. 98y ss. y 121 y ss. del mismo: ^^^ Cfr. GARCÍA-PABLOS, A., Derecho Penal. Introducción, cit., pág. 56, (2^ Ed. pág.
Derecho Penal. Introducción, cit., pág. 56. (2- Ed., pág. 104 y ss.). 104).
^28 G. RADBRUCH, Rechtsphilosophie, 6- Ed. (1963), pág. 269. ^^3 Así, NAUCKE, W., Tendenzen in der Strafrechts Entwicklung, Karksruhe (1975),
329 Vid. STRATENWERTH, G., Die Zukunft des strañ-echtlichen Schuldprinzips, 1' C.F. Müller, pág. 22.
334
Ed. (1977), cit., págs. 5 a 7. . . iv , . , „ , , „ • . .>. , . . , , „ , ; . , , . Tendenzen, cit., pág. 22.
•We ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 207
3') Por último, en conflictos específicos y de escasa relevancia social 4') En todo caso, la evolución histórica del control social no es
(domésticos o protagonizados por infractores jóvenes y menores) se observa uniforme ni lineal. Se pueden apreciar quiebras, retrocesos, contradic-
una clara tendencia a sustituir la intervención del sistema legal y sus ciones que ponen en peligro el lógico hilo conductor del proceso y su
instancias oficiales por otros mecanismos informales, no institucionalizados, correcta valoración.
que operan con mayor agilidad y carecen de efectos estigmatizantes.
Por una parte, no puede ignorarse que el actual debilitamiento de los lazos
Los sistemas de 'diversión', los procedimientos de mediación y conciliación, de familiares y comunitarios explica en buena medida la escasa confianza depositada
oibam '"^P^ración del daño ('restitution) a cargo del infractor, entre otros, responden a tal en la efectividad del control social informaP'^. De otra, tampoco debe pasarse por alto
j . , ! orientación.
que algunas innovaciones aparentemente radicales no implican, en puridad, ruptura
Cabe hablar, por ello, de una estrategia diversificada o de bifurcación, en el alguna con el pasado porque se producen «en los márgenes» de la Justicia
^'~'\' sentido de que los mecanismos informales y desinstitucionalizados se reservan para criminaP"" o porque persiguen más complementar la actuación ineficaz de las
e i í f s i los conflictos poco graves, mientras subsisten modelos altamente represivos a cargo instancias del control social formal, con procedimientos más sutiles y sofisticados,
Oíípade las instancias del control social formal para los infractores más peligrosos o que proponer alternativas válidas o sustitutivos a aqueF'*^
• • considerados irrecuperables^^s, mmü^mmA-m-m-^ú:,
El diagnóstico de COHÉN, que se reproduce en la tabla adjunta, es justificada, tiene mucho que ver con los presupuestos ideológicos y demandas de la
significativo al respecto^^^. sociedad postindustrial, sociedad que sobrevalora la seguridad y cuyos requerimientos
represivos azuzan los mass media potenciando el miedo al delito^^".
' Por ello, aún cuando ciertas tendencias parezcan innegables (así, la
irrupción de nuevas modalidades trilaterales del control social formal,
TABLA
de mecanismos y sistemas desinstitucionalizados, desformalizados,
desjudicializados, etc.) no cabe duda que poco a poco se abre paso un CAMBIOS FUNDAMENTALES EN EL CONTROL DE LA DESVIACIÓN
nuevo lenguaje sobre el delito y el castigo, orientado a la Psicología, el
Fasel Fase 2 Fase 3
Trabajo Social y la Sociología. . . • • • • ^ . , : . , . . : -
.30b' •^ En España, los índices reales de criminalidad —según los expertos^*''— han 1. Introducción del Débil, descentralizado, Fuerte, centralizado Ataque ideológico: «Estado
sufrido un incremento sensible en la década de los ochenta, invirtiéndose Estado i.^tí.í»^,.T ^ ^ 'i. arbitrario ,„.,j •»- j . . racionalizado ., mínimo», pero intervención
significativamente la tendencia desde 1989 a lo largo de la década de ios noventa. intensificada y control extendido
Sin embargo, la población reclusa aumenta: en 1976 había 9.500 presos en todos 2. Sitio de control «Abierto»: comunidad, Cerrado, instituciones Ataque ideológico: «descarcelación
los establecimientos penitenciarios españoles y cerca de 45.000 en el año 2000, lo instituciones primarios segregadas: victoria del «alternativas comunitarias, pero
que equivale a un crecimiento próximo al 450%^"^. asilo, «Grandes Encarce- permanece la vieja institución y
Para algunos autores, dicho fenómeno es paradójico, pues un descenso de los lamientos» nuevas formas comunitarias ex-
índices reales de la criminalidad debiera ir seguido de la correlativa disminución del tienden el control
control social (de la intensidad de este último), no pareciendo racional que disminuya 3. Objeto del control Indiferenciado Concentrado Disperso y difuso
la criminalidad y, sin embargo, aumente el número de presos^"'. Porque, desde 4. Visibilidad del Público, «espectacular» Límites claros pero invisibi- Límites borrosos y el interior
luego, ni el labeling approach explica satisfactoriamente la paradoja denunciada, ni control lidad en el interior, «discreto» permanece invisible y disimulado
tampoco cabe suponer que el descenso de la criminalidad sea consecuencia 5. Categorización y Sin desarrollarse Establecida y fortalecida Más fortalecida y refinada
precisamente del mejor rendimiento del control social (como hay más delincuentes diferenciación de
en la cárcel, se cometen menos delitos). los desviados
El problema, sin duda, es complejo. La experienciadiariademuestra que si se crean 6. Hegemonía de la Aun sin establecer: la Establecimiento del mono- Ataque ideológico: «descrimina-
nuevas plazas e inauguran modernos centros, se ocupan inexorablemente éstos y los ley y del sistema ley penal es sólo una polio del sistema de justicia fización», «deslegafización», «de-
antiguos^''^ Quizás los «procesos de atrición» en nuestro país han sido y son tan de justicia penal forma de control criminal, y complementado rivación», etc, pero el sistema de
acusados (es decir, tal es el progresivo distanciamiento de los valores oficiales de la , con nuevos sistemas justicia penal no se debilita y
criminalidad que arrojan las sucesivas instancias del sistema legal respecto de los otros sistemas se expanden
valores reales) que el descenso de los índices de delincuencia no justifica, sin más, la 7. Dominación pro- Inexistente Establecida y fortalecida Ataque ideológico: «desprofesio-
correlativa disminución de la intensidad del control social en la misma proporción. En fesional nalización», «antipsiquiatna»,
todo caso, la creciente y progresiva expansión del Derecho Penal en nuestra sociedad etc., pero la dominación profe-
postindustrial^''^, sociedad de la información y de los mass media que demanda más sional se fortalece y se extiende
y más seguridad y la creciente intensidad del control sociedad, no siempre racional ni 8. Objeto de la in- Comportamiento Estado interno; «mente» Ataque ideológico: vuelta al
tervención exterior: «cuerpo» comportamiento, conformidad
Ai. extema, pero permanecen ambas
formas
propugnar una intervención mínima del Derecho Penal, cuando la realidad legis- 9- Teorías de la Moralista, tradicionales, Influidas por el positivismo Ataque ideológico: regreso a la
lativa demuestra la existencia de una poderosa «inflación» punitiva (Control social pena luego clásicas, «justo y el ideal del tratamiento: justicia, neoclasicismo parcial-
punitivo, cit.-, pág. 5). precio» «neopositivismo» ,,,,,; mente logrado, a pesar de que el
344 ideal positivista aun perdura
Vid. Tabla 1, en: Visiones de control social, cit., págs. 37 y 38, (vid. pág. 209 de este
Tratado). lO.Forma de control Inclusiva Exclusiva y estigmatizante Acentuación ideológica en inclu-
345
sión e integración: permanecen
Cfr., EEDONDO ILLESCAS, S., La delincuencia y su control: realidades y fanta-
ambas formas
346
sías, cit., págs. 7 y ss.
Cfr., REDONDO ILLESCAS, S., ibidem. <.>*>' '^ --^ i )í. í/ ' ^ < J'í/ /
'*^
348
Así, REDONDO ILLESCAS, S., ibidem. •'''^ ^ ' . ' ^^i^' T.l'
1. A U T O N O M Í A E I N T E R D E P E N D E N C I A D E L A S D I S C I -
iiorj! .K.,JE^"" '''*" "'*'•
P L I N A S QUE T I E N E N P O R OBJETO EL CRIMEN
•!n, •. •
3.500 pre Muchas —y muy diversas— disciplinas se ocupan de uno u otro modo
del delito, el delincuente, la víctima y el control social, con sus específicos
< !I .:\j
métodos y desde perspectivas y enfoques diferentes. Les une, ante todo,
í.
el contar con un objeto común: el hecho criminal. Pero sólo en el caso de
* algunas éste constituye el objeto prioritario o incluso exclusivo, mien-
o6«ln¡Di?ft._ J, 1 .V • i tras que las restantes se ocupan también del delito pero de forma
' f ' " r i,r,í,, 'í t
fibuate ^ -hüi;.a' iíiif ., "•• "'M t. ; • ' "
tangencial, sectorial.
• •^ 1' --' 'j,,' ^ ". r
La delimitación de la materia criminológica —y la de las disciplinas
ti (1 aoiu
•W^n '^ que versan sobre la misma, sus relaciones recíprocas, etc.— es, por
•
tanto, inevitablemente problemática. A ello contribuye, sin duda, la
i propia génesis y vicisitudes históricas de la Criminología como ciencia,
nobiit '' ! . la naturaleza pluridimensional y fragmentaria de ésta y la
;ia interdisciplinariedad de su método.
#as?iííjf»ib
Los pioneros de la Criminología, como es lógico, no se preocuparon de trazar los
9bi.").j«9'- ' ' . ' contornos de la nueva ciencia. Tampoco les inquietó de modo alguno que sus
investigaciones pudieran invadir campos acotados a otras disciplinas, o que abrieran
*•' , 't-iyb^'íd nuevos espacios^. Lo cierto es que, en la medida en que progresaba el conocimiento
TI ,
empírico sobre el crimen, fueron surgiendo, primero, y emancipándose, después,
otras tantas disciplinas con pretensiones de autonomía. Así nació, en primer lugar,
^•' " " ' l a Antropología Criminal; y, sucesivamente, la Psicología criminal, la Biología
criminal, la Sociología Criminal o la Victimología, etc.^. Pero este fenómeno lógico
de especialización, aparentemente centrífugo, no puede poner en peligro el principio
.1(1
' ' 1. lí^.bi elemental de unidad del saber científico ni el de coordinación funcional de los
conocimientos derivados de cada una de las disciplinas especiales. La ciencia
e - ,rl m1 i criminológica, como se apuntó ya, es una ciencia interdisciplinaria. Ninguno de los
..., _ saberes especializados que la integran, de las disciplinas que componen el tronco
6l ;: .
2) Relacionadas con el «proceso»: y denominaciones a menudo equívocas'', ya que ni la persecución del autor, ni la
Para agrupar a todas estas disciplinas suele utilizarse la denominación delimitación táctica del círculo de delincuentes, ni la puesta a disposición de éstos
Criminalística, denominación del creador de la que lleva este nombre (Gross), quien en manos de la Justicia son cometidos específicos de la Criminología'; de modo que
la definió como «el conjunto de teorías que se refieren al esclarecimiento de los integrar en ésta a la Criminalística, entendida como «ciencia aplicada de varias
casos criminales». Aunque hoy prefiere hablarse de «ciencia policial». disciplinas científico-naturales con sus específicas formas y técnicas de proceder»*
La Criminaiística o Ciencia Poiiciaise subdlvidiría en dos disciplinas básicas: la podría conducir a «exigencias desbordantes».
Táctica criminal y la Técnica criminal. La Táctica críminaiversa sobre el modus Semejante polémica existe, también, respecto a la Penoiogía. A finales del siglo
operancfimás adecuado (procedimientos técnicos, psicológicos y procesales) para XIX se identificaban en Francia Criminología y Penología^ pensamiento que
el esclarecimiento de los hechos e identificación del autor. La Técnica criminaise entronca, desde entonces, con la tradición angloamericana^", partidaria de incluir en
ocupa de las pruebas, analizando los métodos científicos existentes para demostrar el ámbito propio de la Criminología el estudio del cumplimiento y ejecución de las
fehacientemente una determinada hipótesis. penas.
Son subdisciplinas de la Criminalística, entre otras muchas, por ejemplo, la Esta pertenencia de la Penología a la Criminología suele cuestionarse por dos •
i\4eciicina forense, la Fisica y Química forense, la Toxicoiogía, la Fotografía, la caminos: bien afirmando la autonomía de la primera", bien considerando que la
Dactiloscopia, la Pericia caligráfica, la Psicología forense, Técnica de los Penología es una disciplina «aplicativa», técnica, y que la Criminología, en sentido
interrogatorios, etc. estricto, es una ciencia «pura», «teórica», no clínica^^^.
3) Represión y prevención ú%\ ÚQ\\\O: La tercera de las disciplinas polémicas es la Profilaxis, por cuanto cabe mantener
En relación con este capítulo, integrarían el ámbito propio de la Criminología, de que a la Criminología, como ciencia «empírica», le corresponde suministrar una
acuerdo con el enfoque enciclopédico de la escuela austríaca, la Penología, ciencia importante información en torno al crimen, pero no asumir una postura beligerante
que examina el cumplimiento y ejecución de las penas, siendo la Ciencia Peniten- respecto a éste, cometido de la Profilaxis, y cuyo impulso se halla lógicamente en las
ciariauua subdisciplina de la misma, que centra su objeto en las penas privativas de decisiones no empíricas de los poderes públicos'^
libertad. En el seno de esta última, cobra progresivo protagonismo la Pedagogía le :bSDiV!T9(ao .oinsimBnoJSBqBseD .sonoan soi ;•
Correccional preocupada de orientar la ejecución del castigo de modo que pueda
significar un impacto positivo, de reinserción social, en el penado.
^ Desde un punto de vista preventivo, la Profilaxis criminal asume como meta
prioritaria la lucha contra el delito, articulando las estrategias oportunas para incidir Criminología, cit., págs. 21 y ss. GÓPPINGER, H., Kriminologie, cit., págs. 12 y 13,
j3i eficazmente en los factores individuales y sociales criminógenos, anticipándose al EISENBERG, V., Kriminologie, cit., págs. 98 y ss.
^ Es muy ñ"ecuente utilizar el término Criminología, inadecuadamente, cuando en
tffibfé '^''"^^"- :9im3noqmo;3Wü}ütmBta»á^íJiJ!Mdít)ig:V'ábdif^rtp!6záHát.- puridad debía emplearse el de Criminalística. PINATEL pone el ejemplo de la
Academia Internacional de Criminología, que existió entre las dos guerras mundia-
- b ) O t r o s p u n t o s d e v i s t a , is iflhnftinmn'-i ah s'Kit Icnimh ,c.,< -r.'.rssO, r. í les. Se ocupaba realmente de temas de criminalística (Tratado de Criminología, cit.,
pág. 25).
j El planteamiento «enciclopédico» comentado no es, sin embargo, ' E n este sentido, GÓPPINGER, H., Kriminologie, cit., pág. 13. En este sentido
pacífico, f,. .Bbnuono e! eup omolne o obnum le y goínilsni o íjsnoiaiaoQaib contrario, manteniendo que la Criminalística pertenece al objeto de la Criminología:
SCHNEIDER, H. J., Kriminologie, cit., pág. 86.
La doctrina suele cuestionar fiíndamentalmente el emplazamiento 8 Así, LEFERENZ, H.; GÓPPINGER, H.,y otros: vid. GÓPPINGER, H., Kriminologie,
de la Criminalística, de la Penología y de la Profilaxis, discutiendo el cit., págs. 12 y ss. ' '"
grado de autonomía de la Victimología. ^ Vid. PINATEL, J., Tratado de Criminología, cit.. pág. 26.
^^ U n a reseña bibliográfica sobre la doctrina científica norteamericana, en PINATEL,
5, !., , Según una opinión autorizada, la Criminalística, como ciencia del «proceso», de
J., Tratado de Criminología, cit., pág. 26. Vid., además, BARLOW, H. D., Introduction
, jr 3p la materialidad del delito y prueba de la infracción no es parte integrante de la
to Criminology, cit., páginas 475 y ss.; TAFT, D. R./ENGLAND, R. W., Criminology,
gi ,[ Criminología, sino mera disciplina «auxiliar» del Derecho Penal, sin perjuicio de los
cit., págs. 281 y ss.; SCHAFER, ST., Introduction to Criminology, cit., págs. 3 y ss.,
30, j recíprocos y fructíferos intercambios que deben existir entre la Criminalística y la
167 y ss.; L. J. SIEGEL, Criminology, cit., págs. 401 y ss.
PH,q, Criminología'^. Habría que desvirtuar, según esto, conocidos prejuicios conceptuales
^^ U n a reseña bibliográfica de quienes mantiene n la autonomía de la Penología, en
* .íí;c?íi^.íc...j; RODRÍGUEZ MANZANERA, L., Criminología, cit., pág. 75. Sobre el problema, vid.
'\"
CEREZO MIR, J., Curso de Derecho Penal, P. G., Madrid (Tecnos), 1981, (2^ ed.),
pág. 70, nota 33.
12 Cfr. en sentido crítico también, RODRÍGUEZ MANZANERA, L., Criminología, cit.,
Sobre la Criminalística y la Ciencia Policial, vid.: KAISER, G., Criminología, cit.,
pág. 75.
y pág. 72 (y amplia reseña bibliográfica allí citada); RODRÍGUEZ DEVESA, J. M-,
'^3 Sobre la Profilaxis, vid. SEELIG, E., Tratado de Criminología, cit., pág. 2 1 .
Derecho Penal Español, cit., P. G., pág. 79, nota 17 (bibliografía); PINATEL, J.,
Fundamentalmente, MERGEN, A., Die Kriminologie, cit., págs. 481 a 498.
Tratado de Criminología, cit., págs. 24 y 25; Cfr., SEELIG, E., Tratado de
^^K^ ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 217
En el panorama general de la doctrina criminológica, junto a la tesis amplia de la
Escuela austríaca la Criminología soc/aZ/sfáasume, también, como objetivo irrenun-
01 ciable el de la lucha contra el delito^". principio interdisciplinario, pluridimensional e integrador que la inspi-
3£
En cuanto a la Victimología'^, carece de sentido cuestionar su conexión con las
ra. Uno de sus cometidos metodológicos decisivos será precisamente
ciencias criminológicas. Cabe tan sólo discutir cuál es el grado de autonomía que seleccionar de entre aquéllas, e incorporar a su propia investigación, los
pueda correspondería en el seno de aquéllas. campos o ámbitos de estudio y las técnicas respectivas, en cuanto
Por otra parte, no es aventurado augurar un brillante futuro inmediato a esta puedan interesarla como ciencia empírica del hombre en sociedad si
disciplina. Porque tanto el sistema penal como la Criminología han olvidado tradicio- permiten la comprensión global del crimen. Pues ésta no es posible desde
3B¡ nalmente a uno de los dos protagonistas máximos del fenómeno criminal: la víctima,
aislando y distanciando artificialmente a ésta del delincuente. De la etapa de oro de la la perspectiva parcial y singular de disciplinas sectoriales, como la
20.' víctima^^ —etapa por fortuna en su día superada— se pasó al más absoluto desprecio Psicología, la Psiquiatría o la Sociología. El psiquiatra, por sí solo, no
Blr y abandono de quien padece los efectos del delito. El proceso penal, el Derecho Penal podrá explicar satisfactoriamente —por ejemplo— el auge de la crimi-
ODl sustantivo e incluso la Criminología piensan sólo en el delincuente. La víctima parece nalidad de cuello blanco. Ni el sociólogo por qué —en idénticas situacio-
una abstracción, o una pieza fungible del universo social, con la que casualmente
Goiisiona el autor del crimen. Con razón se ha dicho que en la actualidad asistimos a
nes sociales— u n individuo actúa conforme a la ley, mientras otro opta
i9n por la vía del crimen^®. La Criminología, por tanto, coordina e integra los
un fenómeno de «redescubrimiento» de la víctima'^ Este nuevo enfoque es imprescin-
finí.
dible. Un sistema penal obsesionado por castigar al delincuente, que se desentienda conocimientos sobre el crimen, el delincuente y el control social deriva-
9tní
de la reparación efectiva de los perjuicios ocasionados a su víctima olvida una de sus dos de diversas instancias científicas, sin que pueda concebirse a modo
funciones capitales. Y una Criminología que rompa el binomio natural delincuente-
de parte o parcela de las mismas (Psiquiatría criminal. Psicología
víctima, ocupándose sólo del primero, cierra los ojos a media cara de la realidad. La
Justicia penal exige distancia de los hechos, desapasionamiento, objetividad; el criminal o Sociología criminal.).
protagonismo de la víctima podría conducir probablemente a una política criminal
emocional, beligerante, pasional. Pero el olvido de la víctima hace del Derecho un
instrumento ciego, dogmático e inhumano.
,ef - A) Entre las ciencias, no específicamente criminales, relacionadas con
la Criminología, destacan: la Biología, la Psiquiatría, la Psicología, el
ní).,L ffiuL. ,)-'.-3iOfibtí;j3éj>t.íTí',MSOl'-'nj,i'il':í 'íírim•r'^'•' la Psicoanálisis, la Sociología y la Etología^'^.
La Biología — y ciencias afines— guarda una relación muy estrecha con la
3. LAS «RELACIONES» D E LA CRIMINOLOGÍA CON OTRAS Criminología (y con los orígenes de esta disciplina) porque el ser humano es una
DISCIPLINAS CRIMINALES Y N O CRIMINALES ee ,*' compleja realidad biopsicosocial y la conducta delictiva cuenta con un incuestiona-
ble sustrato biológico. De hecho, algunos tratados de Criminología clásicos eran, en
puridad, tratados de Biología Criminal, como sucede con la conocida Kriminalbiologie
• La Criminología mantiene, conceptual y funcionalmente, estrechas de Exner^". En los capítulos X y XI se hará referencia a la aportación de cada una de
relaciones con otras disciplinas, criminales y no criminales, por razón del tales disciplinas en el marco de los denominados modelos teóricos explicativos del
i.\^^/ .'í! ^
9b.- comportamiento criminal de corte o sesgo biologicista, en particular, a la Biotipología,
.88'' a la Endocrinología, a la Genética, a la Neurofisiología, a la Sociobiología y la
->Sl i^q .írí.'!í;jíÚ4'Wí»ií. ) Sib f i ñ K - t f i - f T i Bioquímica, etc.
^* Sobre la concepción amplia de la Criminología en los países socialistas y sus ,nrl Naturalmente, el soporte biológico del ser humano no decide de forma fatal la
15 presupuestos ideológicos, vid. infra capítulo XXII. ve conducta de éste. Es solo la materia prima, el punto de partida, que interacciona con
Sobre la Victimología, vid. KAISER, G., Kriminologie, cit., págs. 179 y ss. (y sutiles factores psíquicos y sociológicos en un continuo y dinámico proceso de
bibliografía allí citada); GÓPPINGER, H., Kriminologie, cit., págs. 588 y ss. (y •ti JlXíffi^ M^
reseña bibliográfica del autor); HASSEMER, W., Fundamentos del Derecho Penal, • ') JU'' ÍC' 1-í Islff -1-
cit., págs. 90 y ss.: en cuanto al proceso de consolidación de la Victimología, desde i -; .£/T - >Ü , h ' t í ! ,
laobra de suspioneros,MENDELSOHN(1937,1940)yVv.HENTIG(Tíie Criminal 18
Así, GÓPPINGER, H., Kriminologie, cit., pág. 7.
and his victim, 1948), vid. SANGRADOR, J. L., La victimología y el sistema penal, 19
Sobre el problema, vid. KAISER, G., Kriminologie, cit., págs. 24yss.; GÓPPINGER,
en: Psicología social y sistema penal, por F. JIMÉNEZ BURILLO, V. GARRIDO H., Kriminologie, cit., págs. 7 y ss.
GENOVÉS y otros, cit., páginas 61 y ss.; LÓPEZ REY, M., Compendio de Criminología EXNER, F., Kriminalbiologie in ihren Grundzügen, 1939. Hamburg; del mismo,
y Política Criminal, Tecnos (1986), págs. 131 y ss.
Kriminologie, 3- Ed., 1949 (Berlín, Gottingen, Heidelberg). La obra reciente que
Vid. SANGRADOR, J. L., La victimología y el sistema penal, cit., pág. 67. analiza mejor los fundamentos biológicos y médicos del comportamiento delictivo
Vid. SANGRADOR, J. L., La victimología y el sistema penal, cit., pág. 62. se debe a GOPPNGER, H., y se halla traducida al español {Criminología. Madrid,
Reus, 1975, traducida por M-. Luisa Schwarck e Ignacio Luzárraga Castro).
218 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGLí^ 219
comunicación del individuo con los demás y con su entorno. Porque el hombre ocupa sólo marglnaimente del crimen (Psicología criminal), como lo demuestra la
trasciende su propia biología. Pero tampoco debe Infravalorarse la relevancia del propia denominación de las subespecialidades que la integran: Psicología general.
sustrato biológico en aras de enfoques sociológicos hoy dominantes. Psicología del desarrollo, Psicología diferencial. Psicología de los animales, Psico-
logía social. Psicología comparada. Psicología cultural, etc.; o sus múltiples aplica-
oláhij- Psiquiatría-^ y Criminología tienen intereses comunes e Intereses diferenciales. ciones (Psicología de la empresa, de la publicidad, médica, pedagógica, forense,
la f *La primera se ocupa de lo psíquicamente anormal, sus causas, manifestaciones y etc.)2^
Q¿5 tratamiento. Delito y delincuente interesan, también, a la Psiquiatría, aunque de La Psicología forenseaporXa, desde luego, una importante red de conocimientos
r forma marginal, pues los criminales psíquicamente anormales representan sólo una . valiosos sobre el crimen, pero la Criminología analiza éste desde una óptica
pequeña fracción de los anormales mentales, y la Psiquiatría abarca, además, otros interdisciplinaria más ampliaque trasciende el enfoque psicológico y no se circunscribe
^^ muchos campos ajenos al problema específico de la criminalidad anormal. Sin a la persona del autor. Incluso la Criminología «clínica» se ve hoy día obligada a
-in embargo, es obvio que el examen del campo psicopatológico que interesa a la contemplar problemas «sociológicos», por ejemplo. No obstante —y a pesar de las
-oí Criminología ha sido y sigue siendo privativo de la Psiquiatría (por ejemplo, distintas metas y objetivos de la Psicología y la Criminología— el progreso de la
; A diagnóstico empírico del delincuente en orden a su imputabilidad). Por su parte — primera abre importantes horizontes de colaboración ¡nterdisciplinaria en el marco
í I y éste es un ulterior dato diferencial— la Criminología contempla también el crimen de la política criminal, del procedimiento penal y de la ejecución penal (psicología del
I ^ producto de una personalidad «normal» no patológica, analizándolo desde perspec- delincuente, aportación de los informes periciales psicológicos, investigación de las
!• "í5" tivas diversas (sociológicas, por ejemplo). En el marco de la A/íedicinaiegai, cada día estructuras psicológicas de la decisión judicial, psicología de la «sociedad sancio-
cobra mayor importancia la Psiquiatría forense. Hasta el punto de que —como nadora», etc.)^''.
advierte WITTER— un 70 por 100 de los informes que se aportan a las causas El Psicoar7áiisisguarda, también, una estrecha relación con la Criminología, al
criminales son informes periciales psiquiátricos y psicológicos^^. Sería excesivo', sin ocuparse de problemas básicos y aspectos importantes del hecho criminal (así,
I embargo, pretenderque la Psiquiatría forense constituya «el núcleo de la Criminología proceso motivacional, valor simbólico de la conducta delictiva, funcionalidad de la
I en cuanto ciencia»^^ pues con ello se olvida que la coincidencia de objetos entre pena, etc.)^^ Pero su cuerpo de doctrina gira, fundamentalmente, en torno al
ambas disciplinas es sólo parcial, y que el enfoque respectivo del fenómeno criminal inconsciente humano —que el psicoanálisis trata de explorar mediante la introspec-
nos difiere: la Criminología no puede identificarse con la Psiquiatría criminal. ción—y los conflictos intrapsíquicos del individuo, determinantes de su personalidad
Í9 ,. Psicoiogiay Criminología operan, también, como círculos concéntricos y como y comportamiento.
planos secantes, con puntos de interés comunes y con intereses y valoraciones La contribución criminológicamente más significativa de las doctrinas
diferentes^". La Psicología estudia la «vida psíquica llamada normal» o, si se prefiere psicoanalíticas discurre en dos pianos: el teorético y el clínico, aportando una
BI nt expresarlo de otro modo, «la conducta y la experiencia no patológica de cada ser sugestiva explicación del delito y del castigo, y una nueva terapia útil para determi-
Bnu^. viviente, de los grupos y colectivos, sobre todo del hombre»^^. Pero esta joven nadas perturbaciones psíquicas. En efecto, el psicoanálisis ofrece una rica gama de
-B'!6 ciencia «empírica», con profundas raíces aún en las «ciencias del espíritu»^^ se explicaciones al comportamiento delictivo (por ejemplo: complejo de culpa de origen
edípico, debilidad o ausencia de «super-yo», primacía del instinto de destrucción o
v.' ^k^^,. u r !uiiiuj 't> mi n^JB¡golOltí^D^obBfB^} bebduq muerte, etcétera). Pero haaportado, también, una severacríticaalafundamentación
„ ., tradicional del castigo y a las funciones ideales atribuidas a la pena por el pensamien-
on ,-;f to hoy dominante en las ciencias penales (así, su teoría del delincuente como «chivo
^^ Sobre la Psiquiatría Criminal, vid. infra, capítulo XII, en cuanto a las relaciones de lElucj! expiatorio» de las frustraciones y agresividad colectiva «proyectados» sobre el
la Psiquiatría y la Criminología, vid. KAISEE, G., Kriminologie, cit., págs. 24 y ss. —sz" mismo, de la «sociedad sancionadora» que «necesita» del castigo, y no por razones
y 35 y ss.; GOPPINGEE, H., Kriminologie, cit., pág. 8. de justicia o prevención, etc.). Además, en el plano estrictamente clínico, sugiere una
22 WITTER, H., Grundriss der gerichtlichen Psychologie und Psychiatrie, Berlín,
Heidelberg, New York, 1970, pág. 1. Cfr. KAISER, G., Kriminologie, cit., págs. 37 seis Tj-K-noir-Hh mp v juo B! IÍ""> -.
yss.
^^ Así, STUMPFL, F,, Kriminologie und Psychiatrie, en: Psyichiatrie und Gesellschaft,
Ergebnisse und Probleme der Sozialpsychiatrie (edit. por H. Ehrhardt, D. Ploog y '' Cfr. GÓPPINGER, H., Kriminologie, cit., pág. 9.
H. Stutte), 1958, Berna, Stuttgart, págs. 249 y ss. Cfr. KAISER, G., Kriminologie, ^* Vid. JIMÉNEZ BURILLO, F., Notas sobre las relaciones entre Psicología y Derecho
cit., pág. 37. Penal, en: Psicología social y sistema penal, cit., págs. 21 y ss. Para el autor,
^* Sobre las relaciones entre Psicología y Criminología, vid. infra. capítulo XIV. siguiendo el esquema de MEGARGEE, E. I. (Reflections on psychology in the
También KAISER, G., Kriminologie, cit., págs. 37 y ss.; GÓPPINGER, H., criminal justice system, 1982, págs. 9 a 35, en: GUNN, J., y FARRINGTON, D. P.,
Kriminologie, cit., págs. 8 yss.; JIMÉNEZ BURILLO, F., Notas sobre las relaciones edtes., Abnormal offenders, delinquency and the criminal justice system, Wyley),
' entre Psicología y Derecho Penal, en: Psicología social y sistema penal, cit., págs. el psicólogo desarrolla su tarea en u n a triple fuente: evaluación, tratamiento y
15 y ss. entrenamiento: actividad que puede centrarse en la Policía, los Tribunales, las
^^ Vid. GÓPPINGER, H., Kriminologie, cit., pág. 9. 'M^OD rs •ÍÍ^JD ':,e ^ Prisiones y las Víctimas (op. cit., pág. 24). .,m,»»^4aA>i-M
^^ Como advierte GÓPPINGER, H., Kriminologie, cit., pág. 8. ' ' 'Sje.i J-IK-IR Sobre el Psicoanálisis, vid. infra., capítulo XIII. .>í x5 VX ííoiwíiq!-:,') ,jt_, ,...
220 ANTONIO GAKCIA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 221
determinada terapia y un específico mecanismo de comunicación entre médico La EtologíacQíX\\.Qm^\a el entramado o soporte biológico del comportamiento de
psicoanalista y paciente sin duda valiosos en relación con las neurosis y otros las especies vivas, delimitando, caso a caso, el componente «instintivo» y el
trastornos psíquicos. «adquirido». A través de la comparación del comportamiento humano y el animal
En la medida en que la doctrina psicoanalítica sea capaz de romper su tradicional trata así de verificar las reglas que rigen el sistema orgánico en su totalidad de
hermetismo, coherente pero dogmático, abriéndose definitivamente a las restantes acuerdo con los objetivos propios de la Biología==.
disciplinas y al mundo empírico, se ampliarán, sin duda alguna, sus posibilidades de La Etología ha operado con la hipótesis de que una rica gama de procesos y
colaboración. Tal vez entonces pueda ponerse fin al aislamiento e incomunicación cursos vitales —de los seres humanos y de otras especies (primates o mamíferos)
que ha padecido, y a la etiqueta de «ciencia solitaria» y «selecta» impuesta a la responden a claves hereditarias^^ La «fisiología de la agresión» tendría una base
misma desde sus inicios^". común en el hombre y en los vertebrados superiores^^ semejanza constatable en
La evolución de las tesis psicoanalíticas tradicionales hacia un modelo e incluso m numerosos procesos de aprendizaje (adaptación al medio, aprendizaje en sentido
lenguaje más psicodinámico, y el desplazamiento de las hipótesis tradicionales o estricto, etc.)="'.
dogmas del Psicoanálisis (complejo de Edipo, instinto de destrucción, conflicto Algunos etólogos estiman que esta disciplina puede aportar una valiosa perspec-
intrapsíquico infantil, etc.) hacia los procesos de socialización, los estados deficitarios tiva para el estudio de fenómenos como el miedo o la agresión, luchas de los seres
y ciertos procesos sociales, parecen apuntar en ese sentido^\ vivos por pretensiones jerárquicas y territoriales, comportamiento sexual de las
La Sociología ocupa un papel estelar en el capítulo de las relaciones de la especies, elección de la pareja, pautas del comportamiento grupal, ansias de
Criminología con otras disciplinas. posesión, etc.^^.
La Sociología persigue, como es sabido, un tratamiento científico sistemático de las Sería incorrecto, sin embargo, todo intento de extrapolar al ser humano los datos
reglas que rigen la vida social y de los mecanismos de control y efectividad de dichas o reglas que rigen el comportamiento de las restantes especies vivas. Un
reglas^^. El «delito» —esto es, la conducta que se «desvía» de un determinado tipo de reduccionismo simplificador de tal naturaleza ignoraría que el hombre no puede
«normas»: las jurídico-penales—interesa, también, a la Sociología (criminal), aunque prescindir de la mediación de pautas culturales de control"", y que dicha «base
no agote el estudio de éste su objeto, ni tenga en el mismo un lugar prioritario. común» biológica no permite fáciles generalizaciones. Cuando ello se olvida, se
Ciertamente, la Criminología no es sólo Sociología criminal, ni un apéndice de incurre en afirmaciones tan grotescas como la de LORENZ"^ que ve en el incremento
ésta: interesa el análisis del crimen desde otras perspectivas y enfoques, porque la de la criminalidad juvenil un fenómeno de degeneración genética.
realidad (total) del fenómeno delictivo es pluridimensional. Pero el análisis socioló- Una referencia más detallada a la aportación de éstas y otras disciplinas
86111 gico cobra progresiva importancia en la Criminología, pudiéndose constatar que ha (Antropometría, Antropología, Antropobiología, Frenología, Neurofisiología,
snu desplazado desde hace algunos lustros las tradicionales orientaciones biológicas o Biotipología, Endocrinología, Genética, etcétera) se llevará a cabo en capítulos
-icrnt biopsicológicas. En Estados Unidos, incluso, la Criminología se autodefinió como sucesivos.
9t!3l Sociología Criminal, coordenadas que no ha abandonado en ningún momento. La
negi razón tal vez estribe en dos factores, uno estrictamente criminológico, otro político-
onói criminal. El primero deriva de un significativo cambio de paradigma: el crimen no se
nóioi, contempla ya hoy como expresión de una personalidad patológica del individuo,
B) Relaciones de la Criminología con las ciencias «criminales». La
-riSíf: como hecho individual, singular y aislado, sino como hecho social, normal, como Criminología guarda, también, estrecha relación con otras disciplinas
oviric magnitud colectiva. El propio autor se analiza en sus interdependencias sociales, no
1.9 91 como entidad biopsíquica^^ El segundo factor, político-criminal, es la particular aíííív:»!! :aB ,IB'T9;*0£Í')3'T;.»Ü íab j-jfsfwi!) si BÜ oIlo-n.6P,9b ¿;>b aBiSíiabrta-J 8»i staog eocí
c idoneidad de las teorías sociológicas —frente a las biológicas o biopsicológicas—
6nu ef para servir de soporte a los imprescindibles programas de prevención del delito, fíTJmiií
anhelo de todo Estado «social» como el de nuestro tiempo. ^® Sobre el problema, vid. KAISER, G., Kriminologie, cit., págs. 42 y ss.
El análisis sociológico de la cuestión criminal, por tanto y sin desconocer el ^^ Así, SCHWIDETZKY, I., Kulturanthropologie, en: Anthropologie (edit. por Heberer,
interés de otros enfoques—, ha contribuido decisivamente a la evolución de las ideas G., y otros), 1970, Frankfurt, pág. 113. Cfr. KAISER, G., Kriminologie, cit., pág. 42.
. sobre el delito^". ^' Así, EIBL-EIBESFELDT, I., Liebe und Hass. Zur Naturgeschichte elementarer
tí ' F " ' . iv ! Verhaltensweisen, München (1971), pág. 331. Cfr. KAISER. G., Kriminologie, cit.,
pág. 42.
T í ^^ Así, WICKLER, W., y SEIBT, U. (edit.), Vergleichende Verhaltensforschung, 1973
30 Cfr. KAISER, G., Kriminologie, cit., pág. 41.
31
(Hamburg), páginas 329 y ss. Cfr., KAISER, G., Kriminologie, cit., pág. 42.
Vid. GARCÍA GARCÍA, J. y SANCHA MATA, V., Psicología Penitenciaria. Áreas ^^ Así, PLOOG, D., Zur Geschichte der Ethologie, en: Kriminologische Aktualitát, IV
de intervención penitenciaria, Madrid (UNED), 1985, págs. 36 y 37. Así, también, (edit. MERGEN, A.), 1969, Hamburg, pág. 21. Cfr. KAISER, G., Kriminologie, cit.,
KAISER, G., Kriminologie, cit., págs. 41 y 42. pág. 4 3 . t^'- '>y^'**í- .*.s-ív'-i-• m*-'
32
Cfr. KAISER, G., Kriminologie, cit., pág. 43. 0">)KbfWí5f; :'ffíhíJÍÍTtifth(Wíii *'' Vid. KAISER, G., Kriminologie, cit., pág. 43. '-••" "'•'^'-•••"
33
Vid. GARCÍA-PABLOS, A., Problemas actuales de la Criminología, cit., págs. 79 y ss. "^ LORENZ, K., Die Acht Todsünden der zivilisierten Menschheit, 1973, München,
34
Vid. infra, capítulos XV a XXI, ambos inclusive. pág. 65. Cfr. KAISER, G., Kriminologie, cit., pág. 43.
222 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 223
que tienen como objeto «específico» el crimen. De todas ellas cabe
destacar el Derecho Penal y la Política Criminal*^. jio «jurídico», cuya comprensión reclama un a actitud «axiológica» o
valorativa. La Criminología, por el contrario, se enfrenta al delito como
Derecho Penal y Criminología son dos ciencias distintas: la ciencia fenómeno «real», y se sirve de métodos empíricos para examinarlo. Los
penal es una ciencia «jurídica», «cultural», «normativa», del «deber ser»- criterios jurídico-penales no permiten una delimitación exhaustiva del
la Criminología un a ciencia «empírica», u na ciencia del «ser». La Ciencia objeto de la Criminología, por la misma razón que aquéllos no agotan,
penal, en sentido amplio, se ocupa de la delimitación, interpretación y tampoco, el significado «total» del crimen como hecho real.
análisis teórico-sistemático del delito (concepto formal), así como de los
Las relaciones entre Derecho Penal, en sentido estricto (Dogmática Penal), y
presupuestos de su persecución y sus consecuencias. El objeto de la Criminología han sido, históricamente, poco cordiales''^ La denominada Escuela
ciencia penal viene dado por las normas legales (objeto «normativo»), y Clásica se limitó a estudiar el crimen como hecho individual y como «abstracción
quienes cultivan la misma emplean un método «deductivo— sistemáti- jurídica». El delito era la infracción de la norma jurídica. Y el delincuente, el sujeto
co» para analizar el hecho «criminal». Al proceder metódico del mundo activo de dicha infracción. Se desatendió el estudio de sus causas, de los factores
del Derecho se referió gráficamente SOHM, subrayando la trascenden- individuales y sociales que propiciaban la criminalidad. Predominaba un afán
sistemático: elaborar un conjunto de categorías abstractas —un sistema— al que
cia que en el mismo tiene el «sistema» y sus categorías lógicas: «Del caos pudiera reconducirse cualquier hecho delictivo concreto y permitiese explicar su
se levanta un cosmos, de la revuelta masa, una grandiosa obra de arte: estructura lógica y requisitos. Para ello se acudió a un método formalista, abstracto
el palacio encantado del Derecho»*^. Éste se concibe, pues, cpmo fenóme- y deductivo, que hacía posible la construcción de impecables aparatos conceptua-
les, partiendo de una serie de dogmas extraídos del Derecho Natural. Este plantea-
miento, lógicamente, sólo pudo ofrecer una imagen «formal» del delito, insatlsfac-
Otoemsiáfii l8:rK3 ev taup'"'Si'taiRSíiisaitef ater. toria y sin vida, y resultó ineficaz en orden a la lucha contra el mismo"^.
La Escuela «positiva» (el positivismo «criminológico»), por el contrario, propug-
mmift-- nó un cambio radical del «objeto» y del «método» de la actividad científica. Delito y
Sobre el problema existe una bibliografía inabarcable. Véase, limitándonos a la delincuente dejan de ser abstracciones «jurídicas» producto de la «norma», desco-
í española, por ejemplo: MUÑOZ CONDE, F., en la «Introducción» al trabajo de nectados de la realidad histórica concreta. El centro de gravedad se desplaza de la
EOXIN, C. (Política Criminal y sistema del Derecho Penal), Barcelona, Bosch norma jurídica a la realidad social; de los dogmas y principios apriorísticos (libertad
(1972), págs. 5 a 14; MIR PUIG, S., Derecho Penal, P. G., Barcelona (PPU), 1984, humana, culpabilidad, justicia, etc.) a los factores individuales y sociales que
págs. 9 y ss.; GIMBEENAT, E., ¿Tiene un futuro la dogmática jurídico-penal? (en: explican el fenómeno criminal. El examen de esta realidad exigiría un nuevo método
Estudios de Derecho Penal, 2- ed., 1981, págs. 105 y ss.); COBO DEL ROSAL, M., de análisis: el método empírico, propio de las ciencias naturales. LOMBROSO, con
y VIVES ANTÓN, M., Derecho Penal, P. G., 1984 (Valencia), págs. 112 y ss.; su teoría del «delincuente nato», GAROFALO (que acuña el propio término
8£ _ POLAINO NAVARRETE, M., Derecho Penal, P. G., Barcelona, Bosch, 1984, págs. «Criminología») y FERRI (quien criticó la adecuación del método «jurídico» para
205 y ss.; QUINTERO OLIVARES, G., Derecho Penal, P. G., Barcelona (Edit. estudiar el crimen, con su conocido lema: «abajo el silogismo»), serían los pioneros
Gráficas Signo), 1986, págs. 233 y ss.; ZUGALDÍA ESPINAR, J. M., Consideracio- de una nueva ciencia: la Criminología, que nace enfrentada y como alternativa a la
nes sobre las tendencias del desarrollo de la Ciencia del Derecho Penal, en: Revista ciencia penal"*^.
Mexicana del Derecho Penal, 8 (1978), págs. 64 y ss.; CEREZO MIR, J., Curso de
Derecho Penal Español, Madrid, Tecnos (1981,2- ed.), págs. 64y ss. (especialmente,
81 y ss.); ANTÓN ONECA, J., Derecho Penal, 2" ed., Akal (1986), págs. 24 y ss.; Superada hoy ya, afortunadamente, la estéril lucha de escuelas —el
RODRÍGUEZ MOURULLO, C , Derecho Penal, P. G., Madrid (Civitas), 1978, pág. enfrentamiento de la Criminología y la ciencia penal y de sus dos
21; RODRÍGUEZ RAMOS, L., Compendio de Derecho Penal, P. G. Madrid, 1986
(Trivium), págs. 15 y ss.; SAINZ CANTERO, J. A., Lecciones de Derecho Penal, P.
mundos rivales: el de las batas blancas y el de las togas negras— parece
G. (I), Barcelona (Bosch) 1979, págs. 75 y ss.; LÓPEZ REY, M., Compendio de haberse asumido la idea de que no pueden disociarse la especulación
Criminología y Política Criminal, Madrid (Tecnos), 1985; GARCÍA-PABLOS, A., teórica y el análisis empírico. Que la comprensión y control eficaz de la
Problemas y tendencias actuales de la Ciencia Penal, en: Estudios Penales, criminalidad requieren de ambas. Criminología y Derecho Penal deben
Barcelona (Bosch), 1984, págs. 97 y ss. En cuanto al tratamiento del problema en
BV Ci
la doctrina extranjera, vid.: MONACO, L., Su teoría e prassi del rapporto t r a diritto
pénale e criminología (estratto da: Studi Urbaniti di scienze giuridiche, politiche ed
economiche, XLIX, 1980/81), 1983 (y amplio material bibhográfico analizado por el 44
autor); y ROXIN, C , Política Criminal y sistema del Derecho Penal, ya citada. Así, COBO DEL ROSAL, M., y VIVES ANTÓN, T. S., Derecho Penal, P. G.
SOHM, en: J.Z., 1909, pág. 1.021. Cfr. GARCÍA-PABLOS, A., Estudios Penales, (Valencia), pág. 112 («historia atormentada»).
1984 (Barcelona), Bosch, pág. 144. Sobre la denominada Escuela Clásica, vid. infra, capítulo VI. :J sraosi
Sobre el positivismo criminológico, vid. infra, capítulo VIII. ., ,.,..i.íuf orfo-nad
224 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 225
c o o r d i n a r s u s esfuerzos, sin p r e t e n s i o n e s de e x c l u s i v i d a d o decida las directrices político-criminales en cada momento, ha de ponderar, previa-
mente, la información criminológica disponible sobre el problema criminal, o bien
intransigencias, pues un a y otra disciplina gozan de autonomía por
obtenerla. En otro caso, sería tan imprudente como el cirujano que envía al quirófano
razón de sus respectivos «objetos» y «métodos», pero están llamadas a a su paciente sin practicarle con anterioridad elementales pero necesarias pruebas
entenderse, son inseparables*''. Un Derecho Penal distanciado de la hematológicas, cardiológicas y radiológicas.
investigación criminológica, sin respaldo empírico, corre el riesgo de flPlTtlBS O'.
convertirse en mero «decisionismo»; la actividad de los juristas, en De hecho, la evolución de las ciencias «penales» y «criminológicas»
simple «especulación» teórica; y la política criminal que lo inspire, poco apunta hacia este modelo «integrado», impuesto por la necesidad de un
sensible a la realidad social y a los conocimientos científicos, carecerá del método «interdisciplinario» en la comprensión y control del delito*''. La
rigor y seriedad que garantizan la propia efectividad de las leyes*®. La legislación y la praxis son cada vez más receptivas y sensibles al
imagen de un Derecho Penal de esta índole respondería a u n auténtico conocimiento criminológico. Y la Criminología se preocupa, cada vez
«despotismo no ilustrado». Pero tampoco puede prescindir la Criminología más, por inspirar científicamente ambas. La Dogmática penal se vuelca,
del Derecho Penal, ni por razones «conceptuales» ni por razones «funcio- se abre hacia la «realidad social»^", y las ciencias empíricas ofrecen su
nales» y «pragmáticas». La investigación criminológica requiere unas colaboración al legislador. En este proceso de recíproca aproximación ha
«pautas» y «referencias» mínimas para delimitar su propio objeto. Para jugado u n papel decisivo la Política Criminal^^. La Política Criminal, en
que sus «resultados» impregnen el tejido social, está llamada a incorpo- cuanto disciplina que ofrece a los poderes públicos las opciones científi-
rarse a normas y proposiciones jurídicas, pues en otro caso la experiencia cas concretas más adecuadas para el eficaz control del crimen, y las
criminológica carecería de repercusión. La Criminología sería una alternativas legales consiguientes, ha facilitado la recepción de las
«ciencia de profesores» y no u n a ciencia «práctica». La recepción efectiva investigaciones criminológicas y su transformación en preceptos norma-
de sus conocimientos remite, pues, a un marco legal que los asuma y tivos. Ha sido el puente necesario entre el saber empírico (Criminología)
transforme en proposiciones «normativas». Una praxis criminológica, y su concreción normativa (legislación penaF^). Por ello, se comparte hoy
desconectada del Derecho Penal, renuncia al instrumento que posibilita día la opinión de que Criminología, Política Criminal y Derecho Penal
la aplicación práctica del saber empírico con absoluto respeto de las son tres pilares del sistema de las «ciencias criminales», recíprocamente
garantías de seguridad e igualdad que rigen en un Estado de Derecho. interdependientes. La Criminología está llamada a aportar el sustrato
Estando las modernas disciplinas científicas que integran la Criminología en
£-,j,^ condiciones de suministrar una información válida y contrastada sobre el problema
gp-,, criminal (sobre su diagnóstico, técnicas de prevención e intervención en el mismo,
*^ Una famosa formulación del modelo integrado o totalizador de las ciencia penales
etc.) no parece admisible seguir especulando gratuitamente sobre el delito, reformar
es la de F. v. LISZT (Die gesamte Strafrechtswissenschaft); esquema que t r a t a de
la legislación penal o adoptar medidas y diseñar ambiciosos programas ignorando
coordinar las exigencias de una lucha eficaz contra el crimen, basado en el
o despreciando tal información. No se puede controlar «a ciegas» el crimen, ni incidir
conocimiento científico de sus causas (sociología, antropología, etc.) y las derivadas
con éxito en un problema cuya génesis, etiología, variables, perfil y tendencias se
de la seguridad jurídica y garantías individuales (método jurídico). Sobre F. v.
^®~ desconocen. El desinterés hacia el saber empíricocriminológico y ciertas actitudes
LISZT y Die gesamte Strafrechtswissenschaft, vid. infra. capítulo DC.
80jj hostiles al mismo, propias del despotismo no ilustrado, conducen al fracaso. Quien
^" Según expresión de una obra ya clásica: WÜRTENBERGER, TH., Die geistige
soy-
Situation der deutschen Strafrechtswissenschaft, Karlsruhe, 1957, pág. 31.
m u i f i 1' .^ ; i .
^ Vid., por todos, ZIPF, H., Introducción a la Política Criminal, Madrid, 1979
í'i.4 í'ji'í.rrrr") yu-iihnf. Í'-YV C (Edersa), especialmente págs. 9 y ss. (relaciones de la Política Criminal y la
Por todos, KOXIN, C , Política Criminal y sistema del Derecho Penal, cit., pág. 77. Criminología).
¿Cómo podrá el legislador establecer instrumentos válidos para la mejora del La Política Criminal pondera los resultados neutros que aporta la Criminología,
delincuente y para la contención de la delincuencia en una sociedad y cómo va a elaborando opciones y programas. La «cifra negra» detectada en ciertos hechos
poder el juez aplicar adecuadamente tales instrumentos, si tanto uno como otro criminales de modo empírico (saber criminológico), no desvela ya, sin más, cómo
poseen t an escasos e incorrectos conocimientos acerca de los implicados en el caso debe reaccionar la sociedad frente a aquéllos (opción político-criminal). La Política
penal? (HASSEMER, W., Fundamentos del Derecho Penal, cit., pág. 34). Así, Criminal implica u n a actitud valorativa y la formulación de propuestas concretas
también, ZUGALDÍA, J. M. (Consideraciones sobre las tendencias del desarrollo de de acuerdo con objetivos y metas previamente diseñados: la experiencia criminológica
la ciencia penal, cit., págs. 64 y ss.), propugnando u n a apertura de la Ciencia del constituye sólo su base o materia prima. (Cfr. ZIPF, H., Introducción a la política
Derecho hacia las ciencias sociales para contrastar sus decisiones. criminal, cit., págs. 9 y ss.). ,, ,. -,. ...^.— . ,. -... .. .......
226 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 227
empírico del mismo, su fundamento «científico». La Política Criminal, a Conviene observar, no obstante, que u n a adecuada respuesta del
transformar la experiencia criminológica en «opciones» y «estrategias» Estado de Derecho al problema del crimen no puede medirse exclusiva-
concretas asumibles por el legislador y los poderes públicos. El Derecho mente desde parámetros de eficacia. El Estado de Derecho conlleva el
Penal, a convertir en proposiciones jurídicas, generales y obligatorias, el obligado respeto a ciertas garantías individuales: legalidad, igualdad,
saber criminológico esgrimido por la Política CriminaP^ con estricto seguridad jurídica, etc. A ellas se refería ya F. v. LISZT al afirmar que
respeto de las garantías individuales y de los principios de seguridad e el «Derecho Penal es la infranqueable barrera de la Política Criminal»^'',
igualdad propios de un Estado de Derecho. la «Carta Magna del delincuente»^^ y asignarle la «función liberal del
Estado de Derecho», esto es: «asegurar el principio de igualdad en la
Carece, pues, de sentido plantear hoy «qué es lo que deja en pie la aplicación de la ley y la libertad del individuo frente al Leviathan»^^.
Criminología del Derecho Penal»^*; o «qué deja en pie el Derecho Penal
de la Criminología»^^. Una respuesta adecuada al «problema» criminal Dicha función «liberal», «garantista», «limitadora» —aunque a algu-
exige necesariamente el empleo coordinado de los tres enfoques: el nos parezca contradictorio o paradójico— corresponde al Derecho Penal,
criminológico, el político-criminal y el penal. Porque dicha respuesta porque sólo el Derecho Penal puede cumplirla.
sólo puede ser el precipitado o conclusión de u n proceso lógico que consta Ciertamente, el método técnico jurídico, el pensamiento sistemático,
de tres momentos: u n momento explicativo, un momento decisionaly un el razonamiento abstracto-deductivo y formalista de los penalistas
momento operativo o instrumental.
tienen importantes limitaciones y carencias. Sirven para instrumentar
La misión de la Criminología es aportar un núcleo de conocimientos decisiones, pero no para adoptarlas, ni ]3aYa fundamentar un diagnósti-
verificados empíricamente sobre el delito, el delincuente, la víctima y el co sobre el problema criminal. Los penalistas somos conscientes de ello:
control social del comportamiento desviado (modelo explicativo). sabemos que un a sobreestimación del pensamiento sistemático aparta
a la dogmática del problema, la incomunica y aisla de la realidad social
A la Política Criminal corresponde transformar esta información y propicia soluciones erráticas ajenas a las exigencias valorativas
sobre la realidad del crimen, de base empírica, en opciones, alternativas político-criminales^". Pero sabemos, también, que la respuesta al delito
y programas científicos desde u n a óptica valorativa (modelo decisional). en un Estado de Derecho no puede prescindir del Derecho Penal si se
El Derecho Penal concreta las opciones previamente adoptadas (la quieren respetar las garantías propias de éste. La generalización con-
oferta político-criminal de base criminológica) con el lenguaje del Dere- ceptual, el sistema, el proceder abstracto-deductivo, el formalismo son
cho, dándoles la forma de normas, de proposiciones jurídicas generales
y obligatorias (modelo instrumental u operativo). tcr Oí* iíí
El «poder informático», con los nuevos sistemas de obtención, almacena- En consecuencia, la tarea del criminólogo será siempre u n a tarea
miento, procesamiento y transmisión de informaciones, parece ampliar inacabada, abierta a los r e s u l t a d o s de o t r a s investigacione s
las funciones tradicionales de la Criminología, abriendo horizontes interdisciplinarias, dinámica, nunca definitiva. Por el contrario, la
desconocidos. Y ello es cierto, porque un a completa información, obteni- información que pueda suministrar u n banco de datos, por completo que
do «a tiempo real», permite racionalizar las decisiones y suministra un sea el programa del mismo, será siempre u n a información estática,
bagaje empírico e instrumental valioso*. Baste con pensar en los servi- rígida, cuyas claves traza inexorablemente aquél: el programa.
cios criminológicos de documentación que pueden crearse a través de la Por último, la concepción de la Criminología como mera central de
oportuna centralización de datos y en los útiles análisis secundarios que información (clearing) no sólo empobrece sus cometidos deseables, sino
con indiscutibles consecuencias prácticas cabe llevar a cabo a partir de que puede dar a la misma u n a orientación sesgada, parcial o incluso
la información que aquéllos suministren®. tendenciosa. En efecto, debiendo circunscribirse la información centra-
Ahora bien, ni la Criminología puede agotar su cometido en la lizada a los datos obrantes en los diversos archivos y registros, existe el
obtención y suministro de información centralizada sobre el crimen, por riesgo de que se limite aquélla de algún modo a la criminalidad registra-
importante que ésta sea; ni deben pasar inadvertidas las limitaciones de da o a determinadas manifestaciones llamativas de la delincuencia
la «informática decisional» en su aplicación al examen de la realidad convencional. La selectividad de los datos procesados conducirá a u n a
criminolósfica información también selectiva que verse exclusivamente sobre ciertos
* • afertu?í5bfi;3Í8.;í»U6iig<í'íS>o<oi3e ue v nemiio Í9 ....oaiDdiom delincuentes, cerrándose así u n lamentable «círculo vicioso». No es
La Criminología, como ciencia, h a de ser más que un gigantesco banco difícil suponer qué datos se recabarían por esa Central de Informacio-
de datos. Porque la obtención de datos no es un fin en sí mismo, sino un nes, de qué infractores e infracciones, por quien, en interés de quien y con
medio, y porque los datos son material «bruto», neutro, ambivalente, que qué finalidad (en todo caso, meramente represiva).
tiene que ser procesado e interpretado con arreglo a u n a teoría. No basta
su obtención y almacenamiento. Una Criminología así concebida corre-
U^UiUi
ría el peligro que corrieron los archivos y registros europeos de los años •J^'^"-
treinta, convertidos en cementerios de datos por el cariz «criminal- 4. LA C R I M I N O L O G Í A COMO «CIENCIA PRÁCTICA»'
biológico» de las informaciones recabadas. Un ligero cambio o evolución
de las ideas sobre el crimen (crisis de las teorías biológicas), de las Pero la Criminología es, también, un a ciencia práctica, destinada a
hipótesis de trabajo o de las teorías generales convirtió en estéril la ofrecer pautas y criterios para la solución de conflictos concretos, de
información acumulada^. problemas sociales. El saber científico criminológico nace del análisis y
observación de la realidad y está llamado, por su propia naturaleza, por
vocación, a retornar a esa misma realidad, para explicarla, comprender-
i/ai^aa» OMO^ la y transformarla en beneficio del hombre. Por ello, junto a la elucubración
teórica sobre sus principios básicos, cobra cada día mayor interés la
* Sobre el problema, vid. GARCÍA-PABLOS, A., Informática y Derecho Penal, en:
investigación criminológica orientada a las necesidades prácticas, como
Implicaciones socio-jurídicas de las tecnologías de la información. Los juristas ante
la revolución informática (Citema, 1985), págs. 39 a 49, especialmente, 41 y ss. manifestación de la vocación social de la ciencia. Lo que no debe
5 extrañar, por tratarse del planteamiento más útil y rentable, a corto
Sobre los llamados «análisis secundarios», vid. HEROLD, H., Die Bedeutung der
Kriminalgeographie für die polizeiliche Praxis, en: Kriminalistik, Zeitschrift für plazo, a los fines de la policía, del proceso penal, de la legislación y de la
die gesamte kriminalistische Wissenschaft und Praxis, 31 (1977), págs. 289 y ss. propia ciencia penitenciaria. Baste con pensar, por ejemplo, en análisis
Cfr., KAISER, G., Kriminologie, cit., pág. 15.
^ Así, HERRÉN, R., Lehrbuch der Kriminologie, I (Verbrechenswirklichkeit, 1979, Bwíi - -t <;>b VJR-I&Í'9¿! iif! ,£inBon9rafi9Jio(í ffiríir^^íÜRi-•ijr
Preiburg, páginas 15 y ss., cit. por KAISER, G., quien se expresa en el mismo sentido
(Kriminologie, cit., página 15). Sobre cómo terminaron convirtiéndose en un ^__ .,,sUi„..a ^,„;,-.,.:':Í ,.„r ...j,.,,.—— !„f.,. -f- - - - . ... . r..» ,. r .. ^,., ^^
«cementerio de datos» los obtenidos a principio de siglo con arreglo a concepciones Vid. KAISER G., Kriminologie, cit., pág. 16, y amplia reseña bibliográfica allí
biológicas después superadas: KAISER. G. Kriminologie cit., página 16. citada. " - •;
234 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 235
científicos sobre prognosis criminal, incidencia efectiva y aplicación de
diversos destinatarios de los mismos. La temática escogida, el método de
las reformas penales**, etc. Dicha aproximación de la Criminología a las investigación, la formulación de sus resultados y el propio lenguaje h a n
concretas exigencias de la vida cotidiana viene reclamada, además, por de orientarse a dicho fin. La Criminología tradicional, tildada hoy
la naturaleza interdisciplinaria y pluridimensional de su propio método despectivamente de positivista, supo al menos ofrecer a la praxis un
y por la finalidad última del conocimiento científico: dar respuesta a las núcleo armonioso de conocimientos, con un aparato conceptual e instru-
demandas sociales®. La excelente predisposición y receptividad que mental asumido sin grandes dificultades por los operadores del sistema.
muestran en nuestro tiempo la praxis y el legislador (no el español, sin La moderna Criminología —que se autodenomina «crítica»— corre el
embargo) hacia el saber criminológico ponen de relieve la necesidad de riesgo, por el contrario, de distanciarse peligrosamente de las instancias
que la Criminología pueda suministrar información fiable y pronta a los sociales que, en definitiva, están llamadas a asumir, traducir y aplicar
mismos, pues es u n hecho, t a n obvio como lamentable, que en ambos los conocimientos científicos. Aunque ello se deba, probablemente, al
ámbitos se adoptan diariamente urgentes y graves decisiones sin la carácter «fragmentario» de las investigaciones actuales, al pluralismo
oportuna base empírica, abriéndose un peligroso abismo entre teoría y metodológico que las inspira y al predominio de la aportación «crítica»
praxis, investigación criminológica y realidad social. El distanciamiento de la moderna Criminología sobre las exigencias sistemáticas y cons-
entre ambas, obviamente, conduciría a resultados funestos. Una tructivas más endebles en toda etapa de transición y cambio, parece
Criminología poco atenta a la realidad histórica se diluye en estériles imperiosa la necesidad de ajustar la transmisión de las informaciones
elucubraciones académicas. Cuando la praxis da la espalda a la expe- criminológicas a las expectativas de sus destinatarios sociales. Comen-
riencia científica o las decisiones legislativas se adoptan sin la impres- zando, incluso, por u n a depuración del «criptolenguaje» a menudo
cindible información criminológica, sólo queda la mera rutina, la arbi- utilizado que procede del campo de las ciencias sociales. Sólo entonces
trariedad, la ineficacia y el decisionismo. Nada más pernicioso, pues, el saber criminológico podrá ser practicable.
que teoría y praxis sigan «sus propios caminos» y se ignoren.
Ahora bien, la necesaria orientación de la Criminología a la praxis, a
^'^ La vocación «práctica» de la Criminología sugiere dos reflexiones las exigencias de la realidad, no debe mediatizar ni hipotecar, tampoco,
finales. En primer lugar, el criminólogo teórico debe esforzarse por su propio campo de investigación. Porque la sociedad, en definitiva, es
aportar no ya conocimientos útiles —la experiencia criminológica, en particularmente sensible a determinadas manifestaciones del crimen y
cuanto tal, siempre lo es— sino practicables, pensando en los muy a determinadas personalidades criminales. Y sólo confía en respuestas
severas y represivas, mas pasionales que justas, como ha puesto de
relieve el psicoanálisis. Una Criminología preocupada de satisfacer las
expectativas sociales tal vez sólo se interesaría por el delito convencio-
Cfr. KAISEE, G., Kriminologie, cit., pág. 16, y bibliografía allí reseñada. Véase nal, por el crimen utilitario, desatendiendo la investigación de otras
-TI;- también Arbeitspapiere aus dem Instituí für Kriminologie. Ruprecht-Karls, modalidades criminales menos llamativas, pero quizá mucho más
Heidelberg, que h a publicado los siguientes volúmenes: núm. 2 (1982), por TH.
ni FELTES (Strafaussetzung zur Bewáhrung bei freiheitsentziehenden Strafen von nocivas, que, sin embargo, no suscitan t a n t a alarma de la opinión
P mehr ais einem Jahr); núm. 1, por H. J. KERNER (edit.), con el título: Gefahrlich pública y de los sectores interesados e influyentes de la misma. Dicha
Oí oder gefáhrdet? Eine Internationale Diskussion zur Sanktionierung, Behandlung Criminología, en último término, se conformaría con suministrar a los
u n d gesicherten U n t e r b r i n g u n g von schwer oder widerholt delinquenten poderes públicos los datos empíricos adecuados para perfeccionar la
9(
Jugendlichen (1983); núm. 4 (1984), por H. J. PLEWIG. TH. y WEGNER (Zur
depresión de aquellas conductas, sin profundizar en la etiología de las
Genese von Devianz im frühen Jugendalter); núm. 5 (1984), por P. WULF,
Strafprozessuale kriminalpraktische Fragen der polizeilichen niismas ni plantearse la viabilidad de otras respuestas científicas
Beschuldigtenvernehmung auf der Grundlage empirischen Untersuchungen. alternativas.
El gran éxito de la Sociología Criminal norteamericana, en general, y de la escuela
de Chicago, en particular, fue, sin duda, el haber polarizado las investigaciones en
torno a los problemas sociales del momento: los Social Problems. Vid. infra, capítulo H) i
XVI. La Criminología «socialista» se presenta a sí misma como una «ciencia ' b ti<U<-'i , ( ' ' ' " ^ •' "">i j - ' ^ i l , í íiJiK^
aplicada» y «práctica» (vid. infra, capítulo XXII). I J '} i . f' * íri/ (no'omíK'l'' ' fíi,»'" ' ' , 1 íí
1' 1 ; io4
236 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 237
5. LA «LUCHA» O «CONTROL» DE LA CRIMINALIDAD COMO Los partidarios de esta tesis amplia invocan la conexión lógica y
OBJETIVO POLÉMICO DE LA CRIMINOLOGÍA. NUEVO fáctica que existe entre la teoría de las formas reales de comisión del
delito y la teoría de las formas reales de lucha o control del delito;
PLANTEAMIENTO DEL PROBLEMA EN LA
conexión e interdependencia que impide separar artificialmente u n a de
CRIMINOLOGÍA OFICIAL DE LOS OTRORA PAÍSES SO-
CIALISTAS otra 13 ivmra legíama tiíaHftwsr oraen
Este último punto de vista encuentra hoy gran acogida en la moderna
Parecerá, sin duda, obvio que el destino final de la Criminología es la Criminología, si bien desde planteamientos contrapuestos, al haberse
lucha contra la criminalidad; o, si se prefiere u n a formulación técnica asumido la idea de que no es posible ya analizar el crimen prescindiendo
menos agresiva, facilitar un núcleo firme de conocimientos empíricos de la propia reacción sociaP^.
que posibiliten el control y prevención del delito. Sin embargo, la propia Pero la polémica reseñada adquiere unas connotaciones singulares
doctrina criminológica discute desde sus inicios si dicho cometido perte- desde la doctrina criminológica oficial de los otrora países socialistas. En
nece al objeto específico de esta disciplina. efecto, reprocha ésta a la denominada Criminología «burguesa» precisa-
Tradicionalmente, incluso, gozó de cierto predicamento la tesis nega- mente el «conformarse con explicar el crimen, en lugar de extirparlo», el
tiva^". Partiendo de su naturaleza de ciencia «empírica», como es sabido, «quedarse a medio camino», renunciando a la necesaria «transforma-
pudo mantenerse que a la Criminología corresponde la explicación del ción» de las estructuras sociales criminógenas. La objeción, en definiti-
fenómeno delictivo, el análisis y descripción de las causas del mismo, va, de la tesis undécima de Marx a Feuerbach, censurando el quehacer
pero no las estrategias científicas, político-criminales o políticas para filosófico: «Los filósofos sólo han interpretado de diversas maneras el
combatirlo, competencia de los poderes públicos. Habría que distinguir, mundo, lo que importa es transformarlo». La Criminología, por tanto —
pues, conocimiento criminológico, en sentido estricto (sustrato de base según el pensamiento marxista oficial de los otrora países socialistas—
empírica que suministra la Criminología) y destino o utilización de dicho no debe resignarse a ofrecer explicaciones teóricas del crimen, sino que
saber criminológico, que implica previas decisiones metacientíficas ha de combatirlo. Ahora bien, el alcance profundo y las implicaciones
reservadas a los poderes públicos (problema político). En este sentido ideológicas, metodológicas y orgánicas de esta tesis, trascienden la mera
restrictivo cabe recordar un a definición ya clásica: Criminología es la y equívoca afirmación de que la Criminología persigue la «lucha contra
teoría del delito como aparición en la vida del pueblo y en la vida del el crimen». Baste, pues, ahora, con un a remisión al capítulo dedicado a
particular". la Criminología de los países socialistas, donde se analizarán detenida-
mente los postulados de ésta y sus consecuencias^^.
Por el contrario, la denominada escuela austríaca siempre concibió la
«lucha contra el delito» como objeto específico de la Criminología. Es o'^r+... En esta obra se opta por un modelo suigenerisúQ Criminología que se preocupa
más, la teoría de la lucha preventivo-represiva contra el delito (táctica del análisis del <<controlsociah y hace de la «prevenc¡ón>^ del delito un cometido
prioritario de la misma. Pero sin desvirtuar su naturaleza empírica a través de
criminal y técnica de la instrucción judicial), la teoría de la profilaxis del postulados ideológicos o desmedidas pretensiones político-criminales. Cuenta,
delito y la Criminalística integrarían uno de los dos grandes ejes en que
se divide el sistema de la Criminología^^. .U)f3n.' i"í'.i*-J .-TÍO) 5i''iuq,..na-";'
.'•«.m
* "'.íii^o' )\r^' 1 "11,q HohKu'1 <í i. "• í- f fi I 'S !•• h , 1. rn
»h /;} • ' i í ' ; > jjf j ' O Í Í Í \ ; Í . ' ' Í i ' í / í 1 - ..r>')'}íu'c • "'' f-• WK A favor de una tesis amplia, que incluye la lucha contra el delito entre los cometidos
de la Criminología, RODRÍGUEZ DEVESA, J. M^ Derecho Penal Español, cit., P.
G., págs. 73 y 74. P a r a el autor, no se pueden estudiar las «causas» del delito
"' Según KODRÍGUEZ DEVESA, esta tesis restrictiva domina aún el panorama prescindiendo del examen de los efectos que produce en el criminal y en la misma
doctrinal europeo contemporáneo (Derecho Penal Español, P. G., cit., pág. 73)- sociedad la respuesta del Estado al propio delito. También a favor de una tesis
^^ Según la conocida definición de EXNER, F., Biología criminal en sus rasgos omnicomprensiva: LÓPEZ REY, M., Compendio de Criminología y Política Crimi-
fundamentales, Barcelona (Bosch), 1946 (traducción de J. del Rosal), pág. 15. nal, cit., pág. 1.
^^ Vid. SEELIG, E., Tratado de Criminología, Madrid, 1958 (Instituto de Estudios Vid. GARCÍA-PABLOS, A., Problemas actuales de la Criminología, cit., pág. 97.
Políticos), traducción de RODRÍGUEZ DEVESA, J. M^ págs. 13 y ss. y 21 y ss. Vid. infra, capítuloXXIL , . . „ . , . „ ...j...,,,.,.,, ,..,..,, ,, ... .„......,.,„
238 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 239
pues, con una fundamentación propia y autónoma la formulación ambiciosa de los El modelo crítico, por el contrario, cuestiona las bases del orden social,
cometidos que se asignan a esta disciplina. su legitimidad excluyente, el concreto funcionamiento del sistema y de
kan
sus instancias, la supuesta libertad radical del individuo, la reacción
,oííí
social: el delito y el control social devienen «problemáticos». Mientras la
9^«
Criminología positivista legitima cualquier orden social y tiende a
6. LA CRIMINOLOGÍA COMO FACTOR D E LEGITIMACIÓN respaldar empíricamente la respuesta represiva a sus conflictos (el
O COMO INSTANCIA CRÍTICA D E L O R D E N SOCIAL único culpable es el individuo, el delincuente), la Criminología crítica
cuestiona todo orden social, muestra su simpatía por las minorías
La Criminología es u n a ciencia empírica, pero la actividad desviadas y mina el fundamento moral del castigo (la culpable es la
criminológica —la investigación, la praxis— no es «funcionalmente» sociedad), predicando, de algún modo, la no intervención punitiva del
n e u t r a p a r a el sistema social. Por ello, las diversas actitudes Estado^l
criminológicas oscilan, en u n amplio espectro, desde la legitimación del Evidentemente, ninguno de los dos modelos esquematizados conven-
status quo (conservadurismo) a la crítica directa de los fundamentos del ce. La Criminología no debe ser la coartada empírica legitimadora de un
orden social (criticismo). Como se ha dicho como frase muy gráfica, el determinado orden social, o un instrumento eficaz para conservar el
criminólogo, de hecho, o está a favor de la sociedad estatalmente status quo, refinando y potenciando la respuesta represiva contra sus
organizada, o bien opta a favor de determinadas minorías; pues, de disidentes; pero tampoco un agente de subversión y crítica social. El
algún modo, la politización que se acusa actualmente en las ciencias criminólogo, como científico, ha de buscar la verdad, recabando para sí
sociales afecta también a esta disciplina y polariza incluso el quehacer la posibilidad de «criticar» incluso las bases del sistema legal y su
empírico^^. funcionamiento; no es un mero «observador» o «testigo» de la realidad.
Desde esta perspectiva «funcional», cabe contraponer dos modelos Pero sin desvirtuar los cometidos de la Criminología, convirtiendo ésta
igualmente radicales y extremos: elpositivista conservador y el crítico. en una genuina Sociología política, o en pura Política Criminal.
La d e n o m i n a d a Criminología positivista es u n a Criminología
legitimadora del orden social constituido, porque no cuestiona sus
fundamentos axiológicos, las definiciones «oficiales» ni el propio funcio-
namiento del sistema. Lo asume como u n dogma, acríticamente, refu- 7. RECAPITULACIÓN: E L S A B E R CRIMINOLÓGICO Y S U S
giándose en la supuesta neutralidad del empirismo, de las cifras y las F U N C I O N E S "^r::z3"TX -;-;;;"7;-™"-7-"-—- •
estadísticas. Ni el delito ni la reacción social son problemáticos, porque
se parte de la bondad suprema del orden social y del efecto terapéutico La experiencia criminológica, según se h a indicado, debe contribuir
bienhechor de la pena. De este modo, el bagaje empírico criminológico positivamente a la mejor solución de los conflictos y problemas sociales.
refuerza, revitaliza, las definiciones legales y los dogmas del sistema, En el ámbito penal, por ejemplo, suministrará u n a valiosa información
aportando al mismo un fundamento más sólido, racional. La Criminología sobre el delito, el delincuente, la víctima y el control social; información
«positivista» opera, pues, como factor de legitimación y consolidación del que la Política Criminal ha de convertir en proposiciones, estrategias y
status quo''' tácticas (no necesariamente represivas) adecuadas para el control y
prevención del delito, inspirando la reforma de las leyes. La Política
Criminal, por ello, es la correa de transmisión del Derecho Penal y la
onl)! !•
Criminología, que posibilita el entendimiento entre u n a ciencia «norma-
"' Sobre el píoblema, Vid GAECTA-PABL(3S A .ProblemasactualesdeldCnminología, ijf.bsíOf> H'( <.i"!ri- V;>!' i" ' h ,f"< . ••,in<..i
<-it ,pass_ 101 y bb.
" Sobre el «modelo positivista» conservador, vid. GAECÍA-PABLOS, A., Problemas Sobre el «modelo crítico», vid. GARCÍA-PABLOS, A., Problemas actuales de la
actuales de la Criminología, cit., págs. 81 y ss. y 95 y ss. ^ j _ , - ... ,: .^:, Criminología, cit., págs. 84 a 95, especialmente 101 y ss. ;;,., ,.,^,_. „, ,,.
240 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 241
tiva» (Derecho Penal) y u n a ciencia «empírica» (Criminología). Entendi- No cabe duda, sin embargo, que la formulación y desarrollo de
miento imprescindible, ya que tanto quienes anhelan «un mejor Derecho modelos teóricos explicativos del comportamiento criminal es un objeti-
Penal», como quienes prefieren «algo mejor que el Derecho Penal», vo científico de primera magnitud. Que no se puede abordar rigurosa-
coinciden en la necesidad de unaPolítica Criminal de base criminológica mente el problema de la criminalidad sin u n conocimiento previo de su
capaz de convertir en módulos jurídicos, en proposiciones normativas génesis y dinámica, ignorando que se t r a t a de u n fenómeno muy
las exigencias resultantes del análisis empírico, de la Criminología. selectivo. Sólo desde u n a concepción mágica y fatalista, despótica o
doctrinaria (dogmática), tiene sentido la absurda actitud de desinterés
La información sobre el problema criminal que puede aportar la
Criminología, válida (por la corrección del método de obtención de la hacia la determinación de las variables de la delincuencia e integración
misma) y fiable (por la bondad de la propia información), tiene un triple de ésta en los correspondientes modelos teóricos. Refugiarse en
ámbito: la explicación científica del fenómeno criminal (modelos teóri- cosmovisiones sacras, apelar a la intuición y a la sabiduría popular o
cos), de su génesis, dinámica y principales variables; la prevención del ceder a la praxis rutinaria, son estrategias que no aseguran el éxito en
delito; y la intervención en el hombre delincuente. el delicado y complejo problema de controlar el crimen. Por otra parte,
JOB fftn , &mam^s^X}
el propio progreso científico reclama modelos teóricos más sólidos y
convincentes, metodológicamente mejor dotados y más operativos desde
a) La formulación de impecables modelos teóricos explicativos del un punto de vista político-criminal. Ambiguas referencias a la sociedad
comportamiento criminal h a sido el cometido prioritario asignado a la como explicación última del crimen o a la supuesta diversidad (patoló-
Criminología, de acuerdo con el paradigma de ciencia dominante en los gica) del hombre delincuente (al igual que la fórmula de compromiso de
países de nuestro entorno cultural. En los otrora países socialistas, sin F. V. LISZT: predispoción individual/medio anibiente), no son hoy
embargo, tal objetivo merece una atención secundaria, ya que prima, por argumentos de recibo^\ : " ' ! !|!,^,'
razones ideológicas y metodológicas, u n a concepción instrumental, A este superior nivel de exigencias se debe, sin duda, el abandono de
práctica, del saber científico, menos teórico y academicista, espoleada las teorías monocausales de la criminalidad, que fascinaron en otro
por la utopía político-criminal que aspira a la superación del crimen en tiempo. Y el claro intento de la moderna doctrina de formular modelos
una sociedad socialista. Interesa más prevenir el delito que explicarlo, cada vez más complejos e integradores paliando el déficit empírico que
más transformar la sociedad (capitalista) criminógena que elaborar acusaban algunas construcciones tradicionales (vg. ausencia de soporte
modelos teóricos explicativos^". El dogmatismo ideológico y la utopía
estadístico, falta del oportuno grupo de control, generalización indebida
político-criminal alimentan todavía trasnochados prejuicios doctrinarios
de hipótesis, etc.). ^^,^^^^ or.nmi: > • 'níHCffTFR QÍÍnHDxifnfcoq K? v w i
en la doctrina marxista ortodoxa (vg. teoría de los rudimentos, del
- :. io'n'/oíí:.')'^foT'.'í! ,iLb!T->joq ia)3í •
I contagio, de la desviación ideológica, etc.). Explicar científicamente el
comportamiento criminal, sigue siendo para la ortodoxia socialista b) l^aprevención eficaz del delito es otro de los objetivos prioritarios
«quedarse a mitad del camino», según el conocido reproche a la Crimino- de la Criminología.
; logia burguesa que representa la 11^ tesis de MARX a FEUERBACff".
La mera represión llega siempre demasiado tarde y no incide direc-
tamente en las claves últimas del hecho criminal. La Criminología, por
'''Y'o'f; n, i 1 . ;q HsbaLii'íhfi -,"-f<jiqTi o.la^rnKí rn.-. r-,1' orí) 8B' ello, no pretende suministrar información a los poderes públicos sobre
aquél, para castigar el delito más y mejor. Antes bien, el conocimiento
Así, LEKSCHAS, J., Theoretische Grundlagen der sozialistischen Kriminologie,
en: Sozialistische Kriminologie. Ihre Theoretische und Methodische Grundlegung
(por: BUCHHOLZ, E., HAETMANN, R., LEKSCHAS, J. y STILLER, E.), págs. 137
y ss. íiv' ""í IJ ((' ') ijl> i g í l l ü l l Ü . S i ? '
Hasta tal punto importa «transformar» la sociedad —y no formular modelos «momento parcial de la gestión de la sociedad socialista» (LEKSCHAS, Theoretische
teóricos explicativos del crimen— que según LEKSCHAS la Criminología es una Grundlagen der sozialistische Kriminologie, cit., págs. 76 y ss).
disciplina auxiliar de la jurisprudencia, dirigida a la mejor implantación de la ^^ E n este sentido, GARCÍA-PABLOS, A., La aportación de la Criminología, en:
sociedad socialista: u n «elemento parcial de la dirección de la sociedad», un Eguzkilore, núm. 3 (1989), San Sebastián, págs. 84 y ss. - -
•21T ANTONIO GAKCÍA-PABLOS DE MOLINA
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 243
científico (etiológico) del crimen, de su génesis, dinámica y variables más
significativas, debe conducir a u na intervención meditada y selectiva traumática, quirúrgica, negativa; negativa para todos, por sus efectos y
capaz de anticiparse al mismo, de prevenirlo, neutralizando con progra- elevado coste social. A falta de otros instrumentos, la pena puede ser
mas y estrategias adecuadas sus raíces. Naturalmente, se t r a t a de una imprescindible, pero no es u na estrategia racional para resolver conflic-
intervención eficaz, no de un a intervención «penal», ya que esta última, tos sociales: no soluciona nada. De hecho, los acentúa y potencia,
por su elevado «coste social» y nocivos efectos, debe ser siempre subsidia- estigmatiza al infractor, desencadena la «carrera criminal» de éste,
ria, de acuerdo con el principio de «intervención mínima». Intervención, consolidando su status de «desviado» (desviación secundaria) y hace que
í pues, que no se limite a incrementar el rigor legal de las prohibiciones, se cumplan fatalmente las siempre pesimistas expectativas sociales
I ni a incentivar el rendimiento y efectividad del control social formal, sino respecto al comportamiento futuro del ex penado («self-fullfilling-
E a dar respuesta al problema humano y social del delito con la raciona- prophecy»)^^. Por otra parte, la supuesta eficacia preventivo-general de
lidad y eficacia propias de la denominada «prevención primaria»^^. La la pena, tal y como se formula por los juristas y teóricos de la prevención
«selectividad» del fenómeno criminal, y la conocida relevancia de otras general, no deja de ser probablemente más que un a pálida e ingenua
^ técnicas de intervención no penales para evitar aquél, constituyen los imagen de la realidad, a la luz de los conocimientos empíricos actuales^®.
dos pilares de los programas prevencionistas^^. En segundo lugar, investigaciones llevadas a cabo sobre la efectivi-
I Tradicionalmente se había depositado demasiada confianza en el dad del castigo demuestran que el denominado «mecanismo disuasorio»
Derecho Penal (función preventiva general de la pena). Operándose, es mucho más complejo de lo que se suponía. De hecho, los modelos
además, con un diagnóstico extremadamente simplificador del «meca- teóricos que utiliza la moderna Psicología enriquecen la ecuación:
nismo disuasorio» que la amenaza del castigo desencadena. La preven- estímulo/respuesta, intercalando otras muchas variables ^'^. Dicho de
ción del delito, de hecho, era prevención penal, prevención a través de la otro modo: la mayor o menor eficacia contramotivadora o disuasoria de
pena. Y se asociaba, con notorio error, la eficacia disuasoria de la pena la pena no depende sólo —ni fundamentalmente— de su severidad, sino
a su rigor y severidad, sin ponderar otras variables sin duda también de otras muchas variables; y, sobre todo, de cómo son percibidas y
relevantes. valoradas por el infractor potencial. Así, por ejemplo: la prontitud con
que se imponga el castigo (inmediación estímulo/respuesta); el grado de
i La moderna Criminología, sin embargo, parte de tres postulados bien probabilidad de que efectivamente se imponga (falibilidad y percepción
distintos, que cuentan con u n sólido aval científico: la intrínseca nocivi- del riesgo); gravedad y contenido real del castigo (versus: rigor nominal);
dad de la intervención penal, la mayor complejidad del mecanismo ponderación subjetiva de otras consecuencias inmediatas anteriores al
disuasorio y la posibilidad de ampliar el ámbito de la intervención, antes eventual cumplimiento del castigo (vg. detención y privación provisional
circunscrita al infractor potencial, incidiendo en otros elementos del de libertad y otros derechos); respaldo informal que, en su caso, pueda
escenario delictivo^'''. „,.,,' t. !' recibir la conducta desviada —o el infractor— y capacidad de redefinir
Hoy parece obvio reservar la «pena» a supuestos de estricta necesi- la misma; clase de delito de que se trate (criminalidad instrumental o
dad, porque una intervención de esta naturaleza (penal) es siempre expresiva); mayor o menor condicionamiento del infractor, etc.^^.
los fines y funciones «ideales» que se asignan a aquélla por los teóricos Sin duda, ha pasado ya el tiempo de u n a Criminología teorética,
o desde posiciones «normativas». Esclarecer y desmitificar dicho impac- academicista y especulativa, exclusivamente preocupada por mejorar
to real para neutralizarlo, para que la inevitable potencialidad destructiva sus herramientas de trabajo, por cuestiones de método, con la obsesión
inherente a toda privación de libertad no devenga indeleble, irreversi- última de formular modelos abstractos explicativos del comportamiento
ble. P a r a que la privación de libertad sea sólo eso: privación de libertad criminal. Ha llegado, por fortuna, la hora de la Criminología científico-
y nada más que privación de libertad. Pero privación de libertad digna, social y práctica, volcada y comprometida con la realidad histórica, que
de acuerdo con los parámetros culturales mucho más exigentes de pretende aportar un diagnóstico fiable sobre el problema del crimen,
nuestro tiempo. Que no incapacite definitivamente al penado y haga para comprenderlo, prevenirlo e intervenir positivamente en el mismo.
inviable su posterior retorno a la comunidad una vez cumplido el castigo.
Dicha Criminología h a de inspirar la acción legislativa y los trabajos
Segundo: diseñar y evaluar programas de reinserción, entendiendo ésta
parlamentarios aportando datos e información muy útil para empren-
no en sentido clínico e individualista (modificación cualitativa de la
der las oportunas reformas legales. Ha de orientar, también, el compor-
personalidad del infractor), sino funcional; programas que permitan
tamiento de las Administraciones Públicas en torno al problema crimi-
una efectiva incorporación sin trauma s del ex penado a la comunidad
nal, subrayando el trasfondo social y comunitario de éste, lo que
jurídica, removiendo obstáculos, promoviendo u na recíproca comunica-
obligaría a complementar la tradicional función de «policía» con otras, de
ción e interacción entre los dos miembros implicados en cualquier
terapia: el individuo y la comunidad (individuo y sociedad: no se t r a t a de prevención positiva e intervención y asistencia. Y, desde luego, tiene que
intervenir sólo en el primero) y llevando a cabo una rica gama de penetrar en las actitudes de los diversos operadores jurídicos (jueces,
prestaciones positivas a favor del ex penado y de terceros allegados al fiscales, abogados, funcionarios de prisiones, etc.) cuya preparación y
mismo cuando éste retorne a su mundo familiar, laboral y social (la formación profesional se verá así muy enriquecida.
posible intervención no ha de terminar el día de la excarcelación, porque Quizás entonces dé la Criminología una muy distinta imagen de sí
la propia pena prolonga sus efectos reales más allá de ésta y tampoco misma. Y los medios de comunicación contribuyan a redefinir su verdadero
cabe disociar al ex penado de su medio y entorno). Tercero: mentalizar rol como disciplina científico-empírica: informar, con rigor, sobre el doloro-
a la sociedad de que el crimen no es sólo un problema del sistema legal, so problema social y comunitario del delito, para comprenderlo, para
sino de todos. Para que la sociedad asuma la responsabilidad que le formular xyn diagnóstico válido sobre el mismo que permita su control
corresponde y se comprometa en la reinserción del ex penado. De suerte racional y eficaz con el mínimo coste social, su prevención; y para intervenir
que el crimen se «comprenda», en términos «comunitarios»: como proble- positivamente en favor de todas las personas involucradas en este drama
ma nacido en y de la comunidad a la que el infractor perteneció y sigue (delincuente, víctima, etc.). Lo que, por cierto, poco tiene que ver con la
perteneciendo. Y se busquen mecanismos eficaces para que esa misma pobre y raquítica imagen convencional de la Criminología como mera
comunidad reciba dignamente a uno más de sus miembros. La llamada coartada represiva, legitimadora del sistema penal, que suministra 'muni-
«Piscología Comunitaria» cuenta ya con alguna experiencia sobre la ciones' a éste (empirismo) para castigar con mayor eficacia.
viabilidad de tales programas^^. "^^1 ''•'''' '^''
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Jii! ' 1 ' • • I. jJ 8. VALORACIÓN FINAL
Sobre Psicología Comunitaria y prevención del delito, vid.: FAVAED, A.M.. Puede reputarse ampliamente compartida la opinión de que la
Participation communautaire et prevention de la delinquence. Concepts et mode- Criminología ha de suministrar u na valiosa información científica a la
les, en: Libro homenaje a A. Beristáin, San Sebastián, 1989, págs. 157 y ss.;
Política Criminal sobre el delincuente, el delito, la víctima y el control
CASTAIGNEDE, J., Participation communautaire et prevention de la delinquence:
apports d'une recherche sur ce theme, en: Libro homenaje a A. Beristáin, cit., págs. social; información que esta última debe transformar en opciones,
^í« 115 y ss.; CLEMENTE DÍAZ, M., La orientación comunitaria en el estudio de la fórmulas y programas, plasmados, después, por el Derecho Penal en sus
delincuencia, cit., págs. 384 y ss. proposiciones normativas y obligatorias.
248 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 249
Esto es, que Criminología, Política Criminal y Derecho Penal repre-
sentan tres momentos inescindibles de la respuesta social al problema suministrar hoy la Criminología y qué grado de credibilidad y garantías
del crimen: el momento explicativo-empírico (Criminología), el decisional ofrece dicha información^®.
(Política Criminal) y el instrumental (Derecho Penal). Saber empírico y No es momento de pasar revista al estado actual de la experiencia
saber normativo no pueden «seguir sus caminos»^^ distanciados. criminológica con relación a temas t a n trascendentales como la etiología
Pero lo cierto, a pesar de esta communis oppinio es que sigue o génesis del comportamiento criminal, el significado de la víctima, los
existiendo en la realidad el lamentable «abismo» entre ambos. efectos preventivos y disuasorios de la pena privativa de libertad, el
tratamiento del delincuente, la reincidencia, el control de la criminali-
Conocida es la tradicional «querella» entre representantes de las dad, etc.^^
ciencias sociales y de las ciencias jurídicas. Los primeros h a n reprochado -i_^ j r„ _i r „:. ._L r„ „ .
siempre a la jurisprudencia que ésta no se interese por su colaboración^*. Pero sí cabe anticipar u n a valoración de conjunto: el fenómeno
Por su parte, los juristas, acusan a aquéllos de ocuparse t a n sólo de los criminal sigue siendo un «problema». Sabemos aún poco del hombre
«grandes temas» (metodología, teoría general, legitimación, estudio de delincuente, de la víctima, del castigo, del delito mismo. Tiene razón
las funciones, etc.), despreocupándose del Derecho Positivo^^. Lange cuando afirma que el crimen no ha dejado de ser un «acertijo»^®.
Y, de algún modo también Kutschinski, al lamentarse de que, a pesar de
El tiempo de las querellas doctrinales, de la «barbarie de los especia- tantos modelos explicativos, tanta s teorías, tantos intentos doctrinales
listas», ha pasado ya. El problema criminal es un grave problema social,
e investigaciones, «estamos retornando al punto cero del saber
y la reacción del Estado a través de la pena, demoledora, brutal. Por ello,
criminológico»^''. . - , , , . . . s-,
la función penal no puede seguir reposando sobre un a base t a n poco
sólida, exenta del más elemental respaldo o verificación empírica; Incertidumbre, ambigüedad, relatividad son notas características
oscilando sus decisiones entre el diletantismo y la arbitrariedad, los del saber empírico en torno al problema criminal*", sus sombras. Pero
prejuicios mágicos y las buenas intenciones, el oscurantismo y la estas «sombras» no permiten aventurar un «futuro incierto»*^ a la
intuición. Criminología, a.í / - ; / ; > • \ ; >
Carece, pues, de sentido el mutuo reproche. O las fáciles justificacio- La gestación del vigente Código Penal español, aprobado en 1996,
nes del secular y endémico malentendimiento. La contraposición «he- demuestra, por desgracia, el lamentable desprecio del saber criminológico
cho-valor», en principio válida para ilustrar los diversos objetivos y por parte del legislador y de los poderes públicos, y, en consecuencia, el
métodos del enfoque normativo y el empírico, no justifica, sin embargo, llamativo déficit y erratismo político-criminal que aquel exhibe*^. Tanto
la actual descoordinación de perspectivas en el examen de un mismo
problema, llamadas a complementarse, no a excluirse.
M\r Sería oportuno plantear, también, hasta qué punto está en condicio- ^^ Como plantea, acertadamente, MONACO, L., Su teoría e prassi del rapporto t r a
nes el saber empírico de aportar un núcleo de conocimientos sólido, diritto pénale e criminologia, cit., págs. 37 y ss.
fiable, científicamente verificado, sobre los principales problemas del ^^ Cfr. MONACO, L., Su teoria e prassi del rapporto t r a diritto pénale e criminologia,
cit., páginas 37 y ss.
fenómeno criminal. O lo que es lo mismo: qué información puede
^^ LANGE, R., Das Ratsel Kriminalitát. Was wissen wir vom Verbrechen? Frankfurt,
1970.
^ Cfr. KAISER, G.; Criminología. Una Introducción a sus fundamentos científicos,
füOj '\,riv'ii>. U\ass cit., página 161.
•s -A
f *" Así, MONACO, L., Su teoria e prassi del rapporto tra diritto pénale e criminologia,
Vid., por todos. GÓPPINGER, H., Kriminologie, cit., págs. 18 y ss. cit., página 45.
Cfr. MONACO, L., Su teoría e prassi del rapporto t r a dirítto pénale e criminología, En sentido escéptico, SACK, F., Probleme der Kríminalsoziologie, en: Wahlverhalten-
35 cit. pág. 59 y bibliografía citada en nota 6. Vorurteile-Kriminalitát, Handbuch der empirischen Sozialforschung, XII, Koning,
Cfr. MONACO, L., Su teoría e prassi del rapporto t r a diritto pénale e criminologia, R. (edit.), 1978, páginas 227 y ss.
cit., página 59, nota 7 (y reseña bibliográfica allí citada). *^ Cfr., GARCÍA-PABLOS, A. El proceso de reforma penal español: particular refe-
rencia al Proyecto de Código Penal de 1992, en: Libro homenaje a J u a n del Rosal,
250 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA
La desconfianza y el desprecio hacia el saber empírico tiene en El jurista y el criminólogo se sirven de u n método diferente: dogmá-
España raíces muy profundas que entroncan con nuestra más rancia tico, abstracto, deductivo, formal, el primero; empírico, inductivo e
tradición. P a r t e de culpa, desde luego, corresponde a la propia interdisciplinario, el segundo.-j^b sbgsb oíakto m isnimBxe rii
Criminología, teorética y especulativa, sin apenas bagaje empírico ni
estadístico, que se ha desentendido de los problemas reales y no ha El jurista tiene que subsumir el caso concreto que pretende enjuiciar
sabido satisfacer, con su análisis y propuestas, la demanda y expectati- en la norma, más o menos abstracta, del ordenamiento jurídico-positivo.
vas sociales. Pero no menos culpa tienen actitudes despóticas poco Norma y caso integran los dos elementos fundamentales de su reflexión.
ilustradas u oscurantistas de quienes quieren 'manos libres' y plena Esta discurre de la norma al caso y del caso a la norma, comparando,
discrecionalidad para decidir sobre el problema criminal como si de una analizando y ponderando arribase Interpretar la norma, aplicarla y
cuestión puramente 'política' se tratara. Desde tal punto de vista, el elaborar un sistema^ son tres momentos del quehacer jurídico en los
saber criminológico representa u n límite, un control de calidad que sistemas de Derecho codificado. En ellos el pensamiento «sistemático»
cuestionaría peligrosamente la racionalidad de todas las decisiones. prevalece sobre el «problemático»^, a diferencia de lo que sucede en el
denominado reasoning from case to case'' anglosajón que, más que
empírico-inductivo^, es u n modelo en el que tiene prioridad el pensa-
19 'ibñdc'KTi' .'i' ia^í'í ÍBiS' 1 u-'ihh'') "^^^'^•^•^r lyb nnr^fiih'' miento problemático; donde el caso singular es contemplado, también,
como un problema en el marco del orden jurídico y su solución se busca
por la vía de la analogía, del precedente judicial recaído en u n caso
semejante'^. . > ,-
La ciencia del Derecho tiene por objeto las normas jurídicas que
interpreta en sus conexiones internas, esto es, sistemáticamente. Su
ÉL
^^Cl
252 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 253
método básico es el método dogmático, y su proceder deductivo-sistemá- Estas exigencias han de orientar todos los pasos del investigador: cuando
tico'^. establece la finalidad de su propia investigación o determina las unidades de
investigación y las correspondientes definiciones operacionales, sus características
La Criminología, sin embargo, es una ciencia del «ser», «empírica», y (si es una investigación longitudinal o transversal, por ejemplo), representatividad
su método descansa prioritariamente en la observación y en la experi- del cómputo y de la muestra según las pretensiones de generalización de la misma,
mentación (método erapírico-inductivo). etc., y cuando después elabora y ejecuta el proyecto.
'' Así, GÓPPINGEE, H., Criminología, c i t , pag 15 ' n , H rf*r 1 < iu->
^° Cfr. PINATEL, J., Tratado de Criminología, cit., págs. 95 y ss. MIRALLES, T-,
' Cfr. GOPPINGER, H., Criminología, c i t , pag 62 Métodos y técnicas de la Criminología, cit., págs. 33 a 42.
En este sentido, GOPPINGER, R , Criminología, cit, pag 73 ' '''^<^''' '-' ^^ Vid. MIRALLES, T-, Métodos y técnicas de la Criminología, cit. págs. 241 a 246.
254 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 255
, 10) Validez de las «medidas» seleccionadas y del análisis estadístico: en la
ej Análisis e interpretación de los datos y formulación de hipótesis. Los datos
elaboración del proyecto y selección del muestreo, las medidas escogidas —y el
suministran una información «cualitativa» o «cuantitativa» según la naturaleza de la
análisis estadístico de los resultados que se obtengan— han de ser válidas
adecuadas. hipótesis a la que se orientan.
En uno y otro caso, serán estudiados, clasificados y codificados con arreglo a los
11) Interpretación de los resultados, el investigador ha de intentar una interpre-
correspondientes tipos de escala de medición, previamente convenida en el modelo
tación significativa de los resultados obtenidos, integrándolos en el marco teórico
teórico— operativo. Dadas las oscilaciones de las «variables» y «atributos» que los
^ existente, a fin de contribuir al progreso de los conocimientos sobre el problema.
mismos reflejan, la representación estadística de su distribución en porcentajes y
frecuencias, de los diversos tipos de dependencia causal entre variables, etc., cobra
sT 2. Fases o momentos de la investigación
particular interés"^.
'*" ' La investigación empírica es un proceso, un conjunto de operaciones distintas y
sucesivas, pero interdependientes, que recogen, de un modo sistemático, informa- No obstante, en el momento de formular hipótesis no puede olvidarse la
ciones válidas sobre un fenómeno observable, con el objetivo de comprenderlo y desventaja de la Criminología, como ciencia empírica, en comparación con otras
explicarlo'^. ciencias afines. En éstas, el alternar de hipótesis y comprobaciones de hechos que
caracteriza a las disciplinas empíricas puede proseguirse de forma inmediata, sin
Sus fases o momentos lógicos son cinco:
necesidad de «partir de cero». La Criminología, sin embargo, se encuentra aún en
a)DelimitaciónÚQ\ problema objeto de la investigación, en los términos expues- un estadio previo, siendo incalculable la masa de hechos vírgenes, faltos de
tos en el apartado anterior. verificación y comprobación'^. El investigador suele verse obligado a partir de la pura
b) Elaboración de un marco de referencia, que inserte la investigación en una observación, y ésta sólo después de un largo proceso puede dar lugar a plantea-
perspectiva teórica general. mientos e hipótesis de trabajo: la correlación entre comprobaciones de hechos e
c) Definición del modelo operativo, que permita obtener los mejores resultados. hipótesis es mucho más tenue y parcial que en otras ciencias donde no se produjo
El paso del modelo teórico al operativo se desarrolla, a su vez, en tres etapas: apenas nunca confusión del «ser» y el «deber ser»'^.
la definición de las dimensiones, la selección de indicadores referidos a éstas y las
observaciones particulares, acordes con los objetivos teóricos'^.
•D;V;: ^ .... . ...:^_ _.:, ..;, .,..,. ;.. :A_.^^.._-_^ ....;.,_^íWi©t>!O0•
El modelo operativo «instrumenta» la investigación y permite identificar y
, ; seleccionar las informaciones recogidas.
iswiui-.. ^ Recogida de datos. Es una fase tan decisiva como problemática y compleja.
.i^^ Problemática, porque la investigación empírica —a diferencia de la terapia— 3. EL MÉTODO CRIMINOLÓGICO Y SU OBJETO
''' debe ser neutra desde el punto de vista valorativo, objetiva. Y, sin embargo, por
completa y ambiciosa que sea, sólo podrá abarcar aspectos parciales, fragmentos, En puridad, no existe «un» método criminológico, sino diversos
del hombre, al que inevitablemente descompone, de forma artificial, cuando preten- métodos o «técnicas» de investigación. La naturaleza del objeto exami-
de analizarle en el complejo marco de sus interdependencias sociales. Cuando el
investigador selecciona los datos e información «relevante», por fuerza ha de
nado y las finalidades de la investigación misma determinarán, en cada
hacerlo con criterios de valor. caso, cuál es el más indicado. Conviene, pues, distinguir «método» (el
Compleja, también, incluso para la obtención de datos parciales. Pues, en la método empírico presupone un proceso cuyas características y fases se
i ,, medida en que éstos se alejen del ámbito de lo exactamente mensurable, las describieron en el apartado anterior) y «técnicas» concretas de investi-
comprobaciones objetivas se hacen cada vez más difíciles, incrementándose el gación; técnicas de la más variada especie, que serán objeto de estudio
q, riesgo de interferencia de concepciones personales, subjetivas'*.
en el apartado siguiente^®.
I' ^ En todo caso, la selección de datos debe evitar la tendencia a anteponer el
bfib^ objetivo de «la /77S>ÜAinformación posible» al de la «me/orinformación posible» ,•1 ,
(cantidad i/iSA5¿/5calidad y representatividad), así como la absolutlzación de algunos
HO métodos y conocimientos parciales'^.
nóiaBgissávflí ¡•9&t. -íf» 4i in ímjf'.'- >v r.i" j
^"^ Sobre el problema, vid. MIRALLES, T-, Métodos y técnicas de la Criminología, cit.,
Así, TREMBLAY, M. A., Introduction á la recherche dans les Sciences Humaines. páginas 252 y ss. y 477 y ss.
17
Toronto, McGraw-Hill. Cfr., MIRALLES, T-, Métodos y técnicas de la Criminología, Así, GÓPPINGER, H., Criminología, cit., págs. 69 y 70.
cit., pág. 247. ^^ Cfr. GÓPPINGER, H., Criminología, cit., pág. 71, comparando la evolución de la
13
Cfr. MIRALLES, T-, Métodos y técnicas de la Criminología, cit. pág. 250 y ss. Criminología con la mucho más favorable de la Medicina.
14
Cfr. GÓPPINGER, H., Criminología, cit., págs. 66 y 67. p3j(j.„jj ,;, goboJé^ ^^ PINATEL, J. (Tratado de la Criminología, cit., págs. 63 y ss.), contrapone el
Cfr. GÓPPINGER, H., Criminología, cit., págs. 67 y 68. ••'p^q'i '¡/.pj^s- | j : «método», en sentido estricto («reglas del método científico», etc.) y las «fuentes» de
la Criminología (estadísticas, biografías, follow-up, etc.).
256 ANTONIO GAECIA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 257
instrumentos científicos, fiables, que ponen a prueba y verifican la d) La polémica doctrinal sobre el método: jalones de la misma.
bondad de las diversas teorías e hipótesis^". Las concepciones criminológicas, en general—^y las metodológicas en
Disponer de un instrumental que permita medir, evaluar, el delito es particular—, h a n experimentado u n a profunda evolución en el pasado
un presupuesto decisivo para el éxito de cualquier investigación y, desde siglo. Hasta el punto de que todo cambio sustancial de las primeras
luego, para intervenir científicamente en la realidad delincuencial. Pero conlleva u n nuevo «método».
la problemática del «método» reviste especial complejidad^^. De una El paso de la escuela Clásica a la Positiva se caracteriza, ante todo,
parte, el paso del lenguaje teórico conceptual, al operativo, y al estadís- por la sustitución del método abstracto, formal y deductivo de la
tico-matemático, plantea dificultades epistemológicas considerables,
primera, por el método empírico, positivo, inductivo del positivismo
por la doble fiínción del lenguaje como instrumento y, al propio tiempo
criminológico.
objeto de la investigación social. De otra, la naturaleza sui generis,
social, del delito, realidad que suscita definiciones jurídicas y sociales Las corrientes funcionalistas, interaccionistas y marxistas verifican
discrepantes, relativiza y dificulta aún más la elección de un a metodo- sus respectivos marcos ideológicos con sendos métodos: el funcionalista,
logía adecuada. Y, desde luego, impide el consenso en la materia. De el interaccionismo simbólico y el materialismo dialéctico.
hecho, la experiencia parece abonar la necesidad de un pluralismo, El término «método» se comprende aquí en su acepción más lata: no ya en el
quizás sincretismo, metodológico. El investigador debe simultanear sentido de modus operandi[méXoáo empírico), o de «técnicas de investigación».
diversas 'fuentes' de datos y servirse, también, de métodos distintos que
permitan contrastar los respectivos resultados obtenidos (cuantitativos Como quiera que al exponer en su momento la evolución de las teorías
y cualitativos)^^.. ~ , -rr'- • de la criminalidad se h a r á la oportuna referencia a las premisas
it RníTArrr n BRrrr «aaJRr-fnTjaten scici/-..
metodológicas de cada escuela o directriz criminológica, baste aquí con
Pero esto no significa actitud alguna de recelo hacia los métodos
una remisión a los posteriores capítulos para evitar repeticiones innece-
matemático-estadísticos —uno de los métodos de la Criminología empí- 35
rica— sino u n a llamada de atención ante la Adecúente absolutización de sarias
los mismos, ante su empleo ilimitado e indiscriminado, ante su abuso. Q <i\\iaj^ '6 =!•••-' .a s^npjofidoiqmo j Y'-Í'^^'^^^^^^'-^ -- -'
Porque estos métodos son imprescindibles en la investigación empírica, Xáaoa/w
por ejemplo, para establecer repartos de fi'ecuencias y correlaciones o
para el análisis de hipótesis (análisis estadístico); ahora bien, la obser- 4. TÉCNICAS D E INVESTIGACIÓ N E N CONCRETO
vancia de las reglas matemático-estadísticas no puede suplir la necesa-
ria corrección material ni la rigurosidad en la recogida de datos^^. A) Enumeración y clasificación de las p r i n c i p a l e s t é c n i c a s de
investigación c r i m i n o l ó g i c a ,. ^ jyiíO'tJviii \
Como se ha resaltado acertadamente^*, pese a la especial preferencia
de la investigación empírica por los métodos «cuantitativos», la La Criminología, como ciencia empírica e interdisciplinaria, se sirve
Criminología no ha de abandonar el estudio del «caso particular». de un sinfín de técnicas de investigación.
J í > L
Sin pretensiones de exhaustividad, cabe citar, entre otras^'^: ,'J
>h --. r i.A
/i. v.'i-' íj, í.\ji.j*a\:wAj-^ t^ki^~ y.íi:iX.jíi.%:>tJ\} x.i / K>1
'" Así, CANTERAS MURILLO, A., La encuesta social en la medición del delito:
victimización y autodenuncia, cit., pág. 111.
'' Cfr., CANTERAS MURILLO, A., La encuesta social en la medición del delito: Sobre el problema. Detalladamente, MIRALLES, T-, Métodos y técnicas de la
victimización y autodenuncia, cit., págs. 111 y ss. Criminología, cit., págs. 53 a 91; también: Theoretical Methods Criminology (edit.
CANTERAS MURILLO, A., La encuesta social en la medición del delito: victimización por R.F. MEIER), 1985, Saga Publications.
y autodenuncia, cit., pág. 12. '^ Así, RODRÍGUEZ MANZANERA, L., Criminología, cit., págs. 54y 55; FIGUEIREDO
^^ Así, GÓPPINGER, H., Criminología, cit., pág. 78. DÍAS, J./DA COSTA ANDRADE, M., Criminología, cit., Coimbra Edit. (1984),
( págs. 113 y ss.
^* Cfr., GÓPPINGER, H., Criminología, cit., págs. 76 y ss. -s'-q
•--;.liiií¿k::-J-U\J~iiJx: -f -HiJíJIÍí\.iH.íi^t^i^f
260 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 261
1') Técnicas estadíst¡cas{^\iQ merecerán un estudio pormenorizado en su lugar). Cabe, pues, una perspectiva cualitativa o estructural{^q. grupos de discusión,
2') Biológicas {y<^., estudios genéticos). entrevistas, biografías, como técnicas de producción primaria; o el llamado análisis
3') Biotipológicas {yQ., estudios corporales para elaborar «tipologías»). estructural de textos, como producción secundaria); y otra cuantitativa o distributiva
o b t í i ^ 4') Antropoióg/cas (áe corte antropométrico, cultural, etc.). (vg. encuestas sociales).
^^ : 5) Psicológicas {^Qx ejemplo, tests, entrevistas, etc.).
• 6') A/iSíTÍ'C'^s (así, exploraciones con aparatos, análisis, etc.). " En el ámbito de las técnicas cuantitativas, existen a su vez, dos
kif"' 7'^ Sociológicas{\/Q., observación y experimentación de laboratorio o de campo).
|f{_ 8') Criminalísticas (por ejemplo, estudio del lugar de los hechos, análisis de opciones: el análisis o explotación de los datos oficiales obtenidos por las
laboratorio con técnicas dactiloscópicas, fotografías, químicas, etc.) instancias del sistema (policial, judicial y penitenciaria), esto es, técni-
9') C///7/ca5 (historial clínico del infractor). cas «secundarias», y las «primarias», que obtienen con autonomía plena
10') Biográficas {asÁ, los estudios longitudinales, biografías y autobiografías de y con métodos propios los datos deseados (vg. técnicas alternativas como
delincuentes).
las encuestas de vlctimización o los informes de autodenuncia)^''.
11') Documentales (miormes, expedientes, memorias de organismos, etc.).
12') Bibliográficas (producción científica: tratados, artículos de los diversos
expertos, etc.).
13') Psiquiátricas{BS\, exámenes del delincuente por especialistas, electroence- B) Particular referencia al método estadístico
falograma, etc.).
En cuanto a las técnicas estadísticas, cabe clasificarlas con arreglo a
Atendiendo a los campos de comprobaciones, cabe clasificar las dos criterios fimdamentales: la naturaleza y finalidad de las mismas, y
diversas técnicas en tres grandes grupos^''. . j,,- • ^ • su origen o fuente de procedencia.
. , 1') Comprobaciones documentales e informaciones escritas.
Así, entre otras muchas, la información que pueda brindar el Registro de 1') Por razón de su naturaleza se distingue entre: , ,„..,,
Antecedentes Penales, los sumarios y procedimientos penales, los «protocolos del
j-fj recluso» o los expedientes instruidos por autoridades tutelares de menores; o los a) Estadísticas de masas o de series^".
• informes que puedan recabarse de centros e instituciones (escuela, parroquia,
Las primeras abarcan lá totalidad de la actividad criminal de una población dada.
^ ayuntamiento, empresas, etc.).
Suministran una información valiosa sobre la composición y fluctuaciones del
'•^ 2') Comprobaciones con terceras personas^ comprobaciones sobre el medio o
fenómeno criminal.
P< entorno social.
Por ejemplo, entre otras, las encuestas a familiares próximos sobre la biografía, Las estadísticas de seriesX\enev\ por objeto verificar las anteriores y comprenden
P< sólo un número restringido de casos; permiten autentificar o contradecir los resulta-
historial médico y antecedentes sociales específicos del examinado: actividad
dos obtenidos por las estadísticas de masas.
laboral de éste, círculo de amistades; comprobaciones dirigidas a captar y describir
la «atmósfera» de la esfera social de aquél; en su caso, historiales médicos de las
# clínicas y testimonio de las víctimas.
,,. 3') Investigaciones y comprobaciones directas sobre la persona examinada. b) Estadísticas estáticas o dinámicas'*^.
Así, los reconocimientos médicos, las exploraciones y entrevistas, su observa-
|y ción, la discusión en grupo y el experimento, los tests psicológicos, los métodos de O, para ser más exactos, «formas de observación» estáticas o dinámi-
medición, los métodos sociométricos, etc. cas, ya que estos métodos apenas si tienen algo que ver con los del
"t'á'^ ÍVt t í í j rr^friJfííiJ^O^i ZixJ ÍLlímxii.'r.
moderno análisis estadístico (fórmulas matemáticas y modelos de eva-
Considerando la estructura de las respectivas técnicas de investiga- luación). , , . , . ,.,,j,j^:í .,<i -,,fcí>biÍK-
ción criminológica y la virtualidad generalizadora de los resultados
obtenidos, cabe distinguir dos grandes categorías: métodos cualitativos
y cuantitativos^^.
Cfr., CANTERAS MUTILLO, A., La encuesta social en la medición del delito:
40
vlctimización y autodenuncia, cit., pág. 113.
41
Distinción de PINATEL, J., Tratado de Criminología, cit., pág. 64.
^"^ Así, GOPPINGER, H., Criminología, cit., págs. 100 y ss. La terminología procede de EXNER, F., Kriminologie, cit., 1949, págs. 14 y ss. Cfr.
^^ Cfr. CANTERAS MURILLO, A., La encuesta social en la medición del delito: GOPPINGER, H., Criminología, cit., págs. 89 y ss., a quien se debe la puntualiza-
vlctimización y autodenuncia, cit., págs. 112 y 113. , ción terminológica que se asume en el texto («formas de observación»).
262 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 263
Las formas de observación e^/á/zt^s contemplan su objeto en reposo"^, en un
mismo período de tiempo. Expresan sus resultados en cifras «absolutas», sirvién- Por el contrario, los self-reporter survey (informes de autodenuncia)
»4Siiit dose de «figuras», normalmente un círculo con secciones del mismo. Así, en base V los victimization studies (encuestas de victimización) son técnicas de
a la estadística criminal de un año, se establece qué participación porcentual tiene investigación dirigidas específicamente al conocimiento de la criminali-
el sexo masculino o el femenino y los diversos grupos de edad en el volumen total
de la criminalidad registrada, y en los diversos tipos de delitos; qué cuota en ésta
dad real no registrada, que permiten desvelar algunos interrogantes de
8' significa cada delito en particular, su volumen y composición, etc. la «cifi'a negra».
ai. Por el contrario, las formas de observación í7'//7<3/77/£»5contemplan la criminalidad Unos y otros tienen aplicaciones diferentes. Los primeros (los self-
"ino^^wen movimiento», esto es, sus oscilaciones a lo largo de un determinado período. La
BnS'íc comparación, por tanto, de los respectivos datos estadísticos versa sobre ámbitos reporter survey) posibilitan el cálculo del número real aproximado de
QffjQ. temporales distintos. Las «curvas de criminalidad» se sirven entonces de «cifras infractores, así como la frecuencia con que lo hacen; constituyen un
" relativas», no de valores absolutos, y la representación gráfica de los resultados instrumento de trabajo útil para contrastar las tasas oficiales de
obtenidos suele llevarse a cabo mediante diagramas con columnas o curvas. criminalidad y, sobre todo, para evaluar las tasas de prevalencia de
Tanto los modelos estáticos como los dinámicos tienen en común la caracterís-
tica esencial del método estadístico: la comparación; comparación que puede ser
determinados delitos en referencia a concretos colectivos (vg. jóvenes);
«interna» (de grupos de delitos entre sí) o «externa» (contraponiendo la población facilitando (gracias al manejo de datos psicosociales) el estudio de
no criminal y la criminal)"^. carreras delictivas y el seguimiento en estudios con grupo de control de
B OÍSSflfl >9itígBl'j BdBO ,?.mv Boiaoéi SBÍ la variable escogida. Los estudios de victimización (victimization studies)
son más indicados para averiguar el volumen global y naturaleza de las
c) Estudios o esquemas de pronóstico y tablas de predicción. acciones delictivas cometidas durante u n período de tiempo y en u n
Las estadísticas son descripciones «transversales» del crimen (como las biogra- ámbito espacial determinado. Contribuyen, también, al mejor análisis
fías son descripciones «longitudinales»). Se limitan adeterminaciones «atomizadas» de la dinámica de la denuncia y persecución penal de los delitos''^.
del comportamiento examinado.
Las tablas de predicción y pronóstico evalúan las probabilidades de delinquir — odaiÍJrSb ísoíi oinua Ja na HHmhhm f^min'i ».i's* i
o de reincidir— de un sujeto determinado. En definitiva, pues, se proponen elaborar
E estadísticamente los resultados de los follow-upstudies, permitiendo el equivalente Excurso: cifra negra, atrición y técnicas de estimación de la
te a una experimentación criminológica''''. >ijisv noioenmoini ñn\¡ criminalidad real (informes de autodenuncia y encuesta de
.lÉfuffincí uii. victimización). La encuesta social y la estim.ación de las
nebneiQ; ^ •; t'-i6?Bhgoitnev ofatcío -¡Qq ^9^9i}^^\•\s^ sb sBoiísibBtas;
tasas reales de criminalidad g BBP tmwm i
'B .'(j) Estadísticas, «self-reporter survey» y «victimización studies»*''.
Las estadísticas reflejan valores de la criminalidad oficial «registra- La perpetración de u n hecho delictivo pasa, a menudo, inadvertida,
da». No pueden captar, como es lógico, el llamado «campo negro»'"^ que no trasciende a terceros, o trasciende, pero éstos, por muy diversas
no se recoge en las mismas. razones, no denuncian el mismo, de modo que ni siquiera llega a
conocimiento de la autoridad competente para perseguirlo y castigarlo.
-rm-R.-ríh. - ->r-tí.+..,¿ <xíOÍa,X:,vi9í'fíoy|)afi(nT{á'\!'oia;íXi9.?.6ia'io^
Otras veces la denuncia no da su fruto: no se abre la oportuna investi-
gación o arroja u n resultado final negativo. Pues la autoridad policial j
42
Así, EXís'ER F . KnmmologTe c i t , 1949, pags 14 v ss rif- '!f,fii oi la judicial filtran y seleccionan aquellas pretensiones punitivas que —
43
En general, sobre estas dos modalidades estadísticas, vid., GÓPPINGER, H.,
ajuicio de estas últimas— requieren y merecen la respuesta oficial del
Criminología^ cit., págs. 89 y 90.
44
En este sentido, PINATEL, J., Tratado de Criminología, cit., págs. 73 y 74. Estado. La propia persecución formal del hecho denunciado, por otra
45
Vid. CANTERAS MURILLO, A., La Encuesta social en la medición del delito: parte, no siempre concluye con una sentencia condenatoria para el
victimización y autodenuncia, en: Delincuencia, 1991, 3, n- 1/2, págs. 109 y ss. presunto infractor ni éste cumple, en su caso, u n hipotético castigo
Sobre el concepto de «campo negro», vid. MEIER, O., Dunkelziffer und Dunkelfeld, impuesto. Ni todo delito cometido trasciende, ni todo delito conocido se
1956, Bonn, págs. 4 y ss.; KAISER, G., Kriminologie, cit., págs. 233 y ss. (y
bibliografía allí citada); GÓPPINGER, H., Kriminologie, cit., págs. 158 y ss. (y /i)r1 ^oibüJáa íá; B-s£;q <.,^C.ÍV. qaS h: bouoH r j
iD'
bibliografía allí reseñada); SIEGEL, L.J., Criminology, cit., pág. 7; VETTER, H.J--
SILVERMANN, I.J., Criminology and Crime. An Introduction, cit., págs. 33 y ss.
Así, GÓPPINGER, H., Criminología, cit., pág. 96. Vid. infra, capítulo VI.
264 ANTONIO GAECIA-PABLOS DE MOLINA
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 265
denuncia, ni todo delito denunciado se persigue, ni todo delito perseguí- propios, sui generis. La «cifra negra» alude a un cociente (concepto
do se castiga, ni toda condena impuesta se cumple. aritmético) que expresa la relación entre el número de delitos efectiva-
mente cometidos y el de delitos estadísticamente reflejados. Por el
Estas y otras muchas circunstancias explican de antemano la insu- contrario, el término «campo negro» o «zona oscura», etc., comprende el
ficiencia de la información que sobre la criminalidad real pueden ámbito o conjunto genérico de acciones delictivas que no encuentran
suministrar las estadísticas oficiales y el ostensible distanciamiento reflejo en las estadísticas oficiales^^ y es, por tanto, u n concepto mucho
entre sus respectivos valores: los «reales» y los «registrados» o estadís- más ambiguo que se conforma con describir, sin ninguna cuantificación
ticos. Con razón se refirió ya EXNER''® a la «gran cruz de la estadística aritmética, la discordancia existente entre unos y otros valores.
criminal».
Si, como parece desprenderse de estimaciones recientes dignas de
En la Sociología Criminal se utiliza, precisamente, el concepto de crédito, u n elevadísimo número de delitos efectivamente cometidos ni
«atrición» para designar el citado distanciamiento entre los valores en siquiera llega a conocimiento de la policía^^, es obvio, entonces, que las
cada caso obtenidos (no sólo los «oficiales») y los reales: los primeros son estadísticas oficiales sólo detectan la punta del iceberg, pero no su
siempre más reducidos, inferiores. El fenómeno, inevitable, puede volumen real «sumergido», pues no son u n instrumento idóneo para
detectarse en cualquier segmento del proceso social a propósito del informar sobre el volumen, estructura, dinámica y desarrollo del fenó-
comportamiento de todos sus agentes e instancias criminalizadoras (vg., meno delictivo real. Dicha limitación intrínseca de las estadísticas
codelincuente que no delata, víctima que no denuncia, policía que no oficiales explica el interés que h a n despertado desde hace bastantes
investiga, fiscal que no acusa, juez que no condena, etc.). Obviamente, lustros otros instrumentos alternativos especialmente indicados por
los sucesivos recortes o filtros del hecho real («atrición» equivale a razones metodológicas (adecuación al objeto) para estimar y evaluar la
reducción, disminución, selección, etc.) se acumulan de forma progresi- criminalidad oculta, real: los informes de autodenuncia y las encuestas
va y alcanzan sus cotas máximas en el punto final de dicho proceso de victimización.
(«valores oficiales» del control social formal, versus «valores reales»)^^.
En el caso de este último (el control social formal) la discordancia entre Un segundo factor contribuye al éxito de estas técnicas: la crisis de la
valores «oficiales» y los reales, en perjuicio de los primeros, mucho más denominada «ley de las relaciones constantes» (postulado tradicional que
reducidos, se explica por el hecho de que los agentes e instancias de dicho estimaba «constante» el volumen de la criminalidad real y representa-
control formal tengan que operar con definiciones formales de delito y tivo, en todo caso, de ésta los valores de la «registrada»)^^.
estricto acatamiento de la legalidad penaF°.
Por su parte, los términos «cifra negra» y «campo oscuro» o «zona
oculta» t r a t a n de reflejar también la mencionada disfunción, pero desde " Cfr. GÓPPINGER, H., Criminología, cit., pág. 93; SCHNEIDER, H.J., Kriminologie,
una perspectiva diferente y con el auxilio de instrumentos conceptuales cit., págs. 182 y ss.
Así, SKOGAN, W.G., Dimensions of the dark ñgure of unreported crime (Crime and
- i u o í j f í i i JxiíijJ l ^ m ' ',-t ' j ' . i i , 4-^ ijl . 0 i> o'¡ coíiiirroíj K! Delinquency, 23, 1977, págs. 41 a 50). Cfr. BARLOW, H.D., Introduction to
iiv, üi 'f'.'ji/'í mifi^'j.'i í.^-ui oLsiLv íf 'f!' Oí^oTii Criminology, 1984, pág. 107. Otras estimaciones: SIEGEL, L.J., Criminology, cit.,
ife - !'hiin' págs. 77,85 y ss.; VETTER, H. J., y SILVERMAN, I. J., Criminology and Crime, cit.,
págs. 49 y ss.; KAISER, G., Criminología, una introducción a sus fundamentos
*8 EXNER, F., KrimiTiologie, Berlín (3 ed ), 1949, pag I S . ' ' ' ' Í-r- *^^>
científicos, cit., págs. 140 y 141; RODRÍGUEZ DEVESA, J. M-, Derecho Penal
E Sobre el «proceso de atrición», vid., CANTERAS MURILLO, A., La encuesta social
Español, P.G. (1985), págs. 82 y ss.; CANTERAS MURILLO, A., La encuesta social
f en la medición del delito: victimización y autodenuncia, en: Delincuencia, 1991 (3),
en la medición del delito: victimización y autodenuncia. En: Delincuencia, 1991, 3,
n^ 1/2.
^^ núm. 1/2, pág. 115.
^° Vid. ALVIRA, F., y RUBIO, M- A., Victimización e inseguridad: la perspectiva de
Sobre la crisis de la ley de las relaciones constantes y las opiniones de TH. SELLIN,
"'" las encuestas de victimización en España (ponencia presentada por los autores al
I. ANTTILLA, L. D. SAVITZ y otros, al respecto, vid.: SCHNEIDER, H.J.,
I Congreso Nacional de la Sociedad Española para el Estudio, Prevención y
Kriminologie, cit., pág. 183. En igual sentido: CANTERAS MURILLO, A., La
Tratamiento de la Delincuencia, que tuvo lugar del 2 al 6 de diciembre de 1986 en
encuesta social en la medición del delito: victimización y autodenuncia. En:
Las Palmas de Gran Canaria, págs. 2 y ss.), en: Revista española de investigaciones
Delincuencia, 1991, 3, núm. 1/2, págs. 114 y ss. _ ,. . , , :• ',•
sociológicas, 18 (1982), págs. 29 a 50. ,
•^w ANTONIO GAECÍA-PABLOS DE MOLINA
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 267
En efecto, desde QUETELET^* se presumía la existencia de una
relación constante entre la criminalidad «real» y la «registrada». Según válido para analizar socioestructuralmente la propia etiología de dicha criminalidad.
esto, la «cifra negra» era también u na magnitud constante y los datos Dar a conocer la afra negra (por contraste con los datos oficiales) y resaltar las
particularidades que rodean la etiología del crimen, con relación al agresor, y
estadísticos, aun muy inferiores a los reales, representativos de éstos respecto a la víctima, son dos de las principales funciones de la encuesta sociaP",
Por ello, no preocupaba un conocimiento preciso de la criminalidad real por cierto complementarias. A su vez, las encuestas sociales pueden contrastarse
a pesar de que existía plena conciencia sobre la limitada información que con otras técnicas que analizan y explotan datos oficiales (así: atrición, regresión,
sobre la misma pueden ofrecer las estadísticas oficiales. Cuestionada análisis de series temporales, tendencias, etc.), permitiendo la utilización coordina-
sin embargo, esta premisa teórica en el campo de la Sociología, el estudio da de todas ellas un conocimiento más realista y matizado del crimens^.
Es obvio que nosólocambiosde rumbo de la Política Criminal (neocriminalización
de la criminalidad real, su plena autonomía y la necesidad de contar con versus descriminalización) inciden significativamente en los valores estadísticos
técnicas e instrumentos ad hoc para su estimación, cobran creciente oficiales, sino también la propia reacción social, que condiciona el volumen y
interés metodológico^^. Pues no cabe duda de que cualquier modelo estructura de la criminalidad. Sería ingenuo desconocer, por ejemplo, la influencia
teórico que pretenda una explicación científica del comportamiento selectiva y discriminatoria de ciertas variables (sexo, edad, status del agresor, etc.)
delictivo y todo programa político-criminal dirigido a su prevención y en la actuación del control social formal, o incluso en los otros partícipes del delito
(vg. el fenómeno de la «caballerosidad» del infractor). Por ello es imprescindible el
control h a n de partir de la criminalidad efectiva, real, careciendo de la empleo de técnicas de investigación social diversas y complementarias capaces de
más elemental credibilidad y verismo si no cuentan con instrumentos estimar las tasas reales de criminalidad. tr " ^ P ' M í r s
adecuados para delimitar y cuantificar siquiera el problema al que se
refieren. Esa es precisamente la meta de los informes de autodenuncia Metodológicamente sigue constituyendo un problema la evaluación
y de las encuestas de victimización. del crimen real que padece u na sociedad. En primer lugar, porque
realidad del crimen y percepción de éste suelen discrepar. Imágenes y
P o r ú l t i m o , el i m p u l s o t e ó r i c o d e f i n i t i v o a f a v o r de estas técnicas de
investigaciónprocede dellabelingapproach. Porque ellabelingapproach
estereotipos interesados sobre el delito, fenómenos sutiles como el miedo
p o l a r i z a e n t o r n o a l a c i f r a n e g r a — s u a u t é n t i c a p i e d r a de t o q u e — las a la victimización y estrategias que manipulan dicho temor apelando a
m á s s i g n i f i c a t i v a s p r e m i s a s d e l m i s m o : l a « n o r m a l i d a d » d e l d e l i t o , su fibras muy sensibles del ciudadano mediante la guerra de cifras desfi-
« u b i c u i d a d » y l a a c t u a c i ó n s e l e c t i v a , d i s c r i m i n a t o r i a , d e l c o n t r o l sociaF^. guran y distorsionan la realidad. A esto se añade un segundo factor, que
Siendo, pues, abrumadora la desproporción que existe entre el número de delitos dificulta (desde u n punto de vista epistemológico) y relativiza (técnica-
que se cometen y el número de delitos que detectan las instancias del sistema legal, mente) el análisis del crimen, conduciendo a u n a dispersión metodológica
la medición y evaluación de la criminalidad real resulta una auténtica incógnita que inevitable: la naturaleza social de aquéP°. Las limitaciones propias del
solo cabe despejar mediante encuestas sociales, esto es, mediante consultas lenguaje, que es instrumento y objeto de la investigación social; el
representativas, bien al autor del delito, bien a la víctima^^. De este modo, la encuesta tránsito de los conceptos teóricos a los conceptos operativos y la traduc-
:' 5 ' social colma una significativa laguna, convirtiéndose en la técnica de investigación ción estadístico-matemática de éstos, así como la superposición
más adecuada para cuantificar la criminalidad real. Pero, además, es un instrumento
cronológica de definiciones sociales y jurídicas acerca de u n a misma
conducta irregular convierten la elección del método idóneo para anali-
'riíf¡:-l(rn;-rn
'•* "= •"- -: iií0ir:t;í3 HsniO .TOÍ .gisq .hSQi ,r§: zar el crimen en u n problema de primera magnitud. Por ello, la
:aVJir; V ..l,,.H .SSÍTTÍTV • s,=. .^S: investigación social científica sugiere un sano y fructífero pluralismo
metodológico. Parece conveniente contrastar los datos y resultados
55 «„K 1 ^ , V ^ * " ^ ^ E I D E E , H.J., Krimmologie, cit., págs 183 v ss
rectVada^r '" " " í - t ™ n t a l ad hoc pafa ^..{Z'^ilSZZun. vez • :'á liaÍJiii'j iix sílftraoiídfd y.) .ag '.', 8i^ .§1. q riO hae, xgoIoniairiO
MURILLO' r r ^ " " ' ^ ^ ' \^ «Ley de las relaciones constantes», CANTERAS
autodettndf'Fn-Vr'" "'"fl ' " ^" ™^'^^'^^°" ^'^ delito: victimización y
5e ^ ™ d e n u n c i a . -En. Delincuencia, 1991, 3, núm. 1/2, págs. 114 y ss
CANTERAS MURILLO, A., La encuesta social en la medición del delito: victimización
o o b r e e l t e m a v i d GARCIA-PARTn<í A la ui ' i' s»--LJ-^ y hs.
y autodenuncia. En: Delincuencia, 1991, 3, núm. 1/2, pág. 115.
^^ Pág. 93 (el labeüng^^otht^^^ ' ' " " " * " " ' ^ ' ^' ^" Criminología,
CANTERAS MURILLO, A. , La encuesta social en la medición del delito: victimización
^victimización
S m ^ n ^ a ly tautodenuncia.
T ' ' ^ ' ^ ' ' ' En:
^ ^ "^^ '^^^^^^^ ^'^'^' y autodenuncia. En: Delincuencia, 1991, 3, núm. 1/2, págs. 115 y 116.
Delincuencia, 1991, -3, núm.
'^ - l i1/2,
c i ópág.
n del delito:
115. CANTERAS MURILLO, A., La encuesta social en la medición del delito: victimización
y autodenuncia. En: Delincuencia, 1991 (3), núm. 1/2, págs. 110 y ss. J M 1
268 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 269
obtenidos a partir de diferentes fuentes y disciplinas para asegurar e Cronológicamente esta técnica precede a las propias encuestas de
incrementar el poder explicativo del modelo o hipótesis de trabajo. victimización, habiéndose utilizado ya en la década de los cuarenta, pero
Interesan tanto enfoques cualitativos y estructurales, como cuantitati- alcanzó popularidad y cartas de naturaleza a raíz del trabajo de J. F.
vos y estadísticos. Tanto el uso de técnicas de obtención primaria de SHORT y F. I. NYE (1958) sobre delincuencia juvenil y clase social.
datos, como el de investigaciones secundarias que explotan los obtenidos Desde entonces, y u n a vez generalizada, son muchas las investigaciones
por instancias oficiales. Tanto encuestas sociales que aportan una criminológicas que se h a n servido de los informes de autodenuncia®^.
información propia y autónoma sobre el crimen real no registrado, como A diferencia de lo que sucede con las encuestas de victimización,
otras técnicas de explotación de datos oficiales, complementarias pero conocen los informes de autodenuncia diversas modalidades en cuanto
muy útiles (vg. atrición, regresión, análisis de series temporales, ten- a la forma de estructurar las preguntas y elegir la propia muestra. Así,
dencias, etc.)'^\ mientras en el estudio de SHORT y NYE se emplearon, a la par, u n a lista
E n todo caso, la encuesta social es la técnica más adecuada no solo de conductas delictivas y antisociales, de u n a parte, y determinadas
para cuantificar la criminalidad real (contrastando la tasa oficial de variables sociodemográficas, con intención de cruzarlas, en el National
c r i m i n a l i d a d y la c r i m i n a l i d a d o c u l t a ) sino p a r a a n a l i z a r Youth Survey norteamericano, de 1967, por ejemplo, se operó exclusiva-
socioestructuralmente la propia etiología de aquélla''^. Informes de mente con entrevistas personales. Lo mismo puede afirmarse en cuanto
autodenuncia y encuestas de victimización merecen u n examen más a la selección de la muestra, si bien todas las investigaciones cuentan con
detenido''^ ,^.. ...^ ,,;,,,,,,, ,„.„>, uno o más «grupos de control» (unas veces se toman poblaciones escola-
BfíJJ 9!50DBq B 0 p ffiát res, otras no)^''.
'X'maB'gBmi .iBq&io&m 09le.ua.'éJéé eb iiojsqs-y'isq v; risniiio '< Tanto el diseño de muestras, como las variables escogidas, y el modo de obtener
o' á») Los informes de autodenuncia^^ o self-reportersürvey pretenden, la información deseada y estructurar su contenido, ofrecen un vasto repertorio de
rnediante consultas, encuestas y formularios dirigidos a la población opciones y modalidades poco homogéneas en este tipo de encuestas. Cabe
observar, no obstante, la tendencia a elaborar un diseño muestral progresivamente
general, obtener información fidedigna sobre la eventual participación
más complejo, lo que explica el escaso número de informes de autodenuncia de
en actividades delictivas durante un determinado período de tiempo, ámbito nacional^^.
con independencia de que éstas hayan sido o no denunciadas a la policía
;.: 5\0}9,,éíOln;
y perseguidas^^. En todo caso, se garantiza escrupulosamente el anonimato y
confidencialidad de la consulta y de la respuesta, lo que es particular-
mente comprobable cuando se procede a la distribución en masa de
^^ CANTERAS MURILLO, A., La encuesta social en la medición del delito: victimiza- cuestionarios.
ción y autodenuncia. En: Delincuencia, 1991 (3), núm. 1/2, págs. 112 y ss. A diferencia de lo que sucede con las encuestas de victimización
^^ CANTERAS MURILLO, A., La encuesta social en la medición del delito: victimiza-
ción y autodenuncia. En: Delincuencia, 1991 (3), núm. 1/2, pág. 115.
(técnica cuantitativa especialmente idónea para evaluar la cifra negra),
^^ Una completa reseña bibliográfica sobre ambas, en: CANTERAS MURILLO, A., La los informes de autodenuncia se orientan, ante todo, a pretensiones
encuesta social en la medición del delito: victimización y autodenuncia. En: cualitativas en torno a la etiología del delito y desde la perspectiva del
Delincuencia, 1991 (3), núm. 1/2, págs. 139 a 144.
«* Sobre los selfreport survey vid., entre otros: VETTER, H.J., y SILVERMAN, U-,
Criminology and Crime, cit., pág. 48 y ss. (y bibliografía ya citada); SIEGEL, L.J-,
Criminology, cit., págs. 67 y ss.; BARLOW, H.D., Introduction to Criminology, cit-,
págs. 111 y ss.; GOPPINGER, H., Criminología, cit., págs. 95 y ss.; KAISER, G-. FARRINGTON (1973), GOLD (1966 y 1970), GOLD y REIMER (1975), GOUD
Criminología, cit., págs. 137 y ss.; CANTERAS MURILLO, A., en Delincuencia (1969), HARDT y PETERSON-HARDT (1977), HINDELANG y cois. (1981),
femenina en España. Un análisis sociológico. Madrid, 1990. Ministerio de Justicia, HIRSCHI (1969), PETERSILIA (1978), SHAPLAND (1978), VOSS (1963), WALDO-
págs. 102 y ss.; SCHNEIDER H.J., Kriminologie, cit., págs. 184 y ss. ^^ CHIRICOS (1972), WILLIAMS y GOLD (1972), etc.
85 Cfr. CANTERAS MURILLO, A., Delincuencia femenina en España, cit., págs. 10^ ^^ Vid. CANTERAS MURILLO, A., Delincuencia femenina en España, cit., pág. 102.
y ss., quien cita los estudios de AKERS (1964), CLARK y TIFFT (1966), D E N T L E K g Así, CANTERAS MURILLO, A., Delincuencia femenina en España, cit., ibídem.
y MONROE (1961), ELLIOT y VOSS (1974), ERICKSON y EMPEY (1963), ** Vid. CANTERAS MURILLO, A., La encuesta social, cit., pág. 133.
I
270 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 271
infractor. Lo que justifica la utilidad de las mismas, ya que, de u na parte, detectado por las estadísticas, especialmente en el caso de las infraccio-
las encuestas de victimización ofrecen u na información pobre sobre nes menos graves. Por el contrario, parece revelarse esta técnica inves-
aquel, y, de otra, los datos oficiales estadísticos suelen presentarse de tigadora como instrumento poco idóneo en otros campos: vg., en el de la
forma agregada —no individualizada— y solo operan con algunas, muy delincuencia de «cuello blanco», prácticas monopolísticas delictivas, etc.
pocas, características sociodemográficas de los detenidos'^®. Los self-report permiten calcular el número de individuos de un a
E n todo caso, los informes de autodenuncia son el instrumento más determinada población que h a n cometido hechos delictivos de diversa
adecuado para estimar las tasas de prevalencia en determinados delitos índole, así como la frecuencia con que lo hicieron; permiten también la
y colectivos (por ejemplo, jóvenes), así como su etiología, facilitando, en comparación de los valores respectivos de la criminalidad real y la
base a datos psicosociales el estudio de carreras delictivas y las investi- registrada y, desde luego, hacen posible las investigaciones de corte
gaciones criminológicas que operan con grupos de controF°. longitudinal sobre «carreras delictivas» a lo largo de vastos períodos de
tiempo, así como todas aquellas otras que se propongan contrastar
Una de las ventajas prácticas del empleo de informes de autodenuncia grupos delincuentes y grupos de controF^.
consiste en la posibilidad de obtener valiosa y matizada información
sobre características personales del infractor (pobre, a menudo, en las Además, en la medida en que suelen contener numerosos ítems sobre
encuestas de victimización), modos de comisión del delito y, sobre todo, actitudes, valores y características personales del infractor, aportan
actitudes y opiniones de éste, lo que unido a otras variables una información útil para verificar las diversas teorías explicativas del
sociodemográficas, permite un enfoque psicosocial del problema de gran fenómeno criminal, completando nuestros conocimientos con una pers-
interés^^. Pero no termina aquí la operatividad de los self-report. pectiva que no pueden captar las estadísticas oficiales.
_. . ' Los informes de autodenuncia aportan datos relevantes sobre el infractor, su Los informes de autodenuncia ofrecen u na imagen mucho más
entorno familiar, características demográficas, personalidad, etc. Así, SHORT y realista, completa y matizada de la efectiva distribución de la delincuen-
NYE, en 1957, incluían cuestiones relativas a la ruptura del hogar; W\P&Q,W\, en cia en el cuerpo social, poniendo de manifiesto la actuación selectiva
1969, sobre interés escolar y motivaciones; ELLIOT (1983), sobre estructrura
""^r familiar, 5/5/¿/5profesional, fracaso escolar, tendencias religiosas, etc.; HINDELANG
(discriminatoria) del control penal, así como la incidencia injusta del
(1981), sobre autonomía, humildad, relación con amigos, padres y policía, motiva- factor clase sociaF* en el reparto de sanciones a los infractores.
ciones, nivel de conocimientos, etc.^^.
Que el volumen de la criminalidad no registrada es muy considerable,
preocupante, y que la mayor parte de la delincuencia real no es siquiera
Se h a n empleado, con excelentes frutos, para evaluar la delincuencia detectada y perseguida por el control penal son dos de los datos que
juvenil real (oculta), cuyo volumen sumergido es muy superior al evidencian reiteradamente los informes de autodenuncia^^.
.«un*
3fe|cM)'>''9Í>'#}íM%íJí|y-5í Hh íáfejHéi-
Este tipo de encuestas {self-report) tiene, no obstante, importantes
Vid. CANTERAS MURILLO, A., La encuesta social, cit., pág. 133.
limitaciones, como advierte la doctrina^'': informan sobre infracciones de
Así, CANTERAS MURILLO, A., La encuesta social, cit., pág. 135. Las encuestas de
autodenuncia distinguen entre «prevalencia» (número de personas que informan i.ohíolr.h.itsrff iiYtfhafncí nrfoffi rrfrp » R f n f-ivr-
haber realizado el mismo tipo de conducta criminal una o más veces en un período
de tiempo determinado) e «incidencia» (número de veces que se produjeron dichas Así, HOOD, R., y SPARKS, R., Kriminalitát. Verbrechen, Rechtsprechung und
conductas durante tal período temporal). La tasa de «prevalencia» se suele expresar Strafvollzug, Munich, 1970, pág. 12. Cfr. GÓPPINGER, H., Criminología, cit., pág.
como el % de población general que informó haber cometido cierto tipo de conducta 96.
74
delictiva. Por el contrario, la de «incidencia», en número de delitos por 100, 1000, Así, SIEGEL, L.J., Criminology, cit., pág, 70.
75
10.000 O 100.000 habitantes, siendo esta última más susceptible de comparación Por todos: CANTERAS MURILLO, A., Delincuencia femenina en España, cit.,
con los datos oficiales. págs. 102 y ss.
76
Unmodelo de cuestionario detallado en BARLOW, H.D., Introduction to Criminology, Así, VETTER, H. J., y SILVERMAN, I. J., Criminology and Crime, cit., págs. 49 y 50.
reproduciendo los ítems del Self Report Delinquency and Drogs-Use (National En general, todos los autores reconocen que los informes de autodenuncia se
Youth Survey), págs. 112-113. contraen a la delincuencia juvenil y, desde luego, a los hechos de escasa gravedad;
Vid., CANTERAS MURILLO, A., La encuesta social, cit., págs. 133 y ss. vid. SCHNEIDER, H.J. (Kriminologie, cit., págs. 209 y ss.), evaluando la informa-
272 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 273
escasa relevancia penal; aunque aportan datos valiosos sobre la etiolo- desarrollo correlativo de tales self-report en la población adulta^^. De ahí
gía del delito, no sucede lo mismo con relación a la víctima de éste; el que se ensayen durante los últimos lustros u n sinfín de mecanismos de
nivel de decisión que implica la autodenuncia hace que estas encuestas verificación o contraste complementarios: por ejemplo, comparar la
tengan escasa aplicabilidad a la población adulta, circunscribiéndose a información obtenida con la que puedan suministrar las estadísticas
lajuvenil; el tamaño de la muestra media de los informes de autodenuncia policiales (cuando ello sea posible, que no suele serlo), el testing across
(unos 1.500 individuos) es muy inferior al de las encuestas de victimización time (el individuo es preguntado dos veces por el mismo hecho)^°, etc.
(unos 60.000 casos), por lo que la utilidad de aquéllos como detector de Esto es, dado que la fiabilidad de los informes de autodenuncia es muy
la distribución espacial de la criminalidad se resiente, en términos limitada, se t r a t a de neutralizar de algún modo la escasa garantía que
comparativos; la propia t a s a de participación en los informes de ofrece el autoenjuiciamiento o la técnica de recogida de datos, de muy
autodenuncia es significativamente baja, y así como la fiabilidad de los difícil control, a veces, mediante la interrelación de los métodos de
mismos está acreditada, no puede asegurarse otro tanto de su validez, verificación y control existentes. Pues lo cierto es que no existen técnicas
muy difícil de medir". 'ícticíl alternativas para la estimación de la criminalidad real. Y que sólo cabe
la modesta pretensión metodológica de disminuir la probabilidad de
Se ha objetado recientemente a las encuestas de autoinforme^^ que la mayor
parte de los comportamientos que analizan no son delito en sentido' estricto, sino fallos, acudiendo a mecanismos de control complementarios que miti-
faltas, o incluso conductas meramente problemáticas; y que apenas se ocupan de guen las debilidades de los self-report^^.
la criminalidad de los adultos, entre otras razones, porque éstos no reconocen por
lo general los hechos al entrevistador, no están dispuestos a referirlos. En España, hasta el momento, se h a llevado a cabo u n único informe
de autodenuncia, por G. HUALDE y J. LOZONA, en Pamplona, y para
Por ello, la información que s u m i n i s t r a n los self-report debe la Fundación Bartolomé de Carranza^^.
interpretarse con suma cautela. Se t r a t a de u n estudio sobre la situación, comportamiento, actitudes
En efecto, el informante no siempre admite la comisión de hechos y valores de la juventud de Navarra, en el que se dedica u n apartado al
delictivos, aunque sean de escasa trascendencia y se le asegure la análisis de la delincuencia.
confidencialidad de la consulta. A menudo oculta la verdad, la desfigura La muestra representativa de 2.246 entrevistas a jóvenes de ambos sexos, con
o exagera, o simplemente olvida lo que en efecto sucedió. edades comprendidas entre los quince y los veintiún años, fue aplicada en Navarra
durante los meses de abril, mayo y junio de 1982. Se preguntaba a los encuestados
La propia traducción de las definiciones legales a u n léxico asequible si habían cometido algún o algunos delitos en el año 1981.
a los encuestados con frecuencia induce a error y no facilita la posterior Las áreas concretas de investigación fueron: I. Hechos contra la seguridad en el
comparación de los resultados obtenidos con los oficialmente registra- tráfico: 1) infracciones de circulación; 2) conducción después de un excesivo
consumo de alcohol. II. Hechos contra la propiedad: 1) hurto y robo de dinero y
dos. Tampoco resulta sencillo verificar la validez y fiabilidad de la
objetos: a) frecuencia e inicio de los hechos; b) tipo y valor de lo hurtado y robado;
información obtenida de los self-report, dado que no existen técnicas de ,Süíl] 2) hurto de uso y hurto o robo de vehículos de motor; 3) daños materiales a las cosas
contraste y medición absolutamente convincentes, aunque se intenten noiaí: o propiedades de otros. III. Hechos contra la integridad personal. IV. Hechos contra
algunas, según se verá a continuación. A todo ello se añade u n dato que " '-' la libertad sexual. V. Venta de drogas. VI. Manifestaciones ilegales''^
problematiza más aún dicho propósito metodológico: la mayor parte de
estos informes se contraen a la población juvenil y a hechos o actividades
^ P a r a una crítica de estas tecmcan de i n ve'^tigacion, \ i d SIEG E fj, L. J., Criminology,
muy heterogéneas —en todo caso, de escasa gravedad—, faltando el cit.,págs. 75y 76; VETTER,H.J.,ySILVERi\lAN,I.J., Crimmology andCrime, cit.,
págs. 53 y ss.; KAISER, G., Criminología, cit., págs. 138 y ss.; GÓPPINGER, H.,
Criminología, cit., págs. 98 y ss. orj-ísao-raa;». 3 '>B •:,
**° Vid. SIEGEL, L.J., Criminology, cit., pág. 76. ' ' '"' ' '
^^ Vid. KAISER, G., Criminología, cit., pág. 138.
ción que suministran los informes de autodenuncia realizados en los Estados ^ Sobre este informe de autodenuncia vid. CANTERAS, A., Delincuencia femenina
Unidos y en los países escandinavos. en España, cit., págs. 105 y ss.
" Así, CANTERAS MUEILLO, A., La encuesta social, cit., pág. 135 y ss. 83
Cfr. CANTERAS MURILLO, A., Delincuencia femenina en España, op. cit., págs.
™ Cfr. GARRIDO GENOVÉS y otros, Principios de Criminología, cit., pág. 119. 106, 107 y ss.
17T ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 275
b») Encuestas de victimización (victimization studies)^*. La técnica de las encuestas de victimización surgió en la década de los
Constituyen un a segunda fuente de información alternativa, ya que sesenta en los Estados Unidos. En 1963 se aplicó, por primera vez, un
sus datos no proceden de las agencias del sistema legal, sino de la propia cuestionario estructurado a u n a muestra de población para estudiar las
víctima del delito. víctimas del delito, generalizándose desde entonces la misma en otros
países: Francia, Gran Bretaña, Canadá, Suecia, Dinamarca, etc. En
a^; Suelen llevarse a cabo mediante cuestionarios estructurados en los
España, según se verá, se empleó por primera vez en 1978, debiéndose
que se pregunta al encuestado si h a sido víctima —o no— de algún delito
atribuir dicho mérito a Francisco Alvira Martín, catedrático de Sociolo-
(con independencia de que éste haya sido denunciado o no a la policía) gía de la Universidad Complutense, pionero en la materia.
durante u n período prefijado, y en caso afirmativo, de qué delito o
delitos, cuántas veces, con qué frecuencia, de qué modo, etc.®®. Pueden El hallazgo principal de estas encuestas —que contribuyó, desde luego, al gran
impacto de las mismas— fue la constatación de que obtenían valores de delitos
ofrecer, por tanto, u n a valiosa información sobre características perso- cometidos muy superiores a los detectados por las estadísticas: los duplicaban o
nales y perfil de la víctima, circunstancias que acompañan la comisión triplicaban. Por ello —entre 1970 y 1974—, se multiplicaron los estudios pilotos en
de los diversos delitos, modus operandi del infractor, actitud de la los Estados Unidos, con la pretensión de verificar la sorprendente información
víctima y relaciones de ésta con el agresor, alcance del daño o perjuicios derivada de tales victimizationstudies. Diseñados por la LawEnforcementAsistance
Administration^ con la cooperación del U.S. Bureau oftiie Census, darían paso a
derivados del crimen, tiempo y lugar de comisión de éste, etc.
un programa nacional [NationaiCrime Surve}) en dos niveles: urbano y nacional. El
Pero, ante todo, las encuestas de victimización permiten comprobar primero, suspendido en 1975, operaba con un muestreo estratificado en 26 grandes
ciudades, siendo familias y centros de trabajo sus unidades de análisis. El segundo,
si la víctima denuncia o no denuncia el delito a las autoridades encarga-
de ámbito nacional y con muestras estratificadas también que cubrían 60.000
das de su persecución y si ésta es efectiva^®. Se t r a t a de uno de los hogares y 15.000 lugares de trabajo.
instrumentos más útiles para llevar a cabo u na comparación de las tasas Este último tipo de encuestas es el que sigue realizándose en los Estados Unidos
de criminalidad oficiales y no oficiales, detectando las cifras «negras» de (integran la Coiiection of NCS DataT.
las infracciones de escasa trascendencia^'^. Obviamente, contribuyen a El Nationai Crime Survey (NCS) suministra una imagen rica y matizada del
volumen, estructura y características determinadas de la criminalidad en los Estados
u n a estimación del volumen real de la criminalidad —no aportan prueba
Unidos, sin las limitaciones propias de las estadísticas convencionales, como es el
definitiva alguna al respecto— y circunscriben su operatividad a los caso del Uniform Crime Report{\JC¥{), del FBI.
delitos convencionales (poco graves): en vano pretenderá obtenerse I0'n« Responde a la estructura típica de la «encuesta panel» y su publicación es anual,
información válida sobre otras manifestaciones de la criminalidad (vg., .g- .desde 1973. A diferencia de lo que sucede con otras estadísticas (UCR), del NCS
los denominados delitos «sin víctima» o aquellos otros en cuya comisión puede obtenerse información acerca de factores situacionales registrados en la
comisión del delito, hora en que tuvo lugar, tipo de arma eventualmente utilizada por
haya intervenido el encuestado)'^^. gb c-cio.jar .,( el agresor, número de personas implicadas en la comisión del hecho criminal —
como infractores o víctimas—, sexo del agresor, raza y edad del mismo, relación de
:,''' '*b\h\> V üOi? (d .BOrlcai ñrti '^h "i-iiiii -Í'KÍI, 1 SI' -oiv éste con la víctima. E incluso diversos datos relacionados con la víctima que no se
«* Sobre encuestas de victimización vid. ALVIRAMAKTÍN, F., y RUBIO RODRÍGUEZ, recogen en las estadísticas oficiales: así, descripción precisa de características
siiT M^ A., Victimización e inseguridad: la perspectiva de las encuestas de victimización sociodemográficas, situación de aseguramiento —o no— de los bienes, gastos
en España, cit. (y reseña bibliográfica que recogen los autores); GÓPPINGER, H., derivados del hecho delictivo, etc.^°.
Criminología, cit., págs. 96 y ss.; VETTER, H.J., y SILVERMAN, I.J., Criminology i'i En todo caso, el NCS ha puesto de relieve el elevadísimo y significativo número
and Crime, cit., págs. 55 y ss.; SIEGEL, L.J., Criminology, cit., págs. 76 y ss.; de delitos —incluso graves— que no llegan a conocimiento de la policía; la radical
BARLOW, H.D., Introduction to Criminology, cit., págs. 107 y ss.; CANTERAS desproporción entre el número de delitos que detectan las estadísticas oficiales
" MURILLO, A., Delincuencia femenina en España, op. cit., págs. 96 y ss.; (UCR) y los crímenes efectivamente cometidos, cuatro veces superior este último si
SCHNEIDER, H.J., Kriminologie, cit., págs. 187 y ss. se comparan los valores del UCR y el NCS; así como también la regularidad y
*^ Un modelo de cuestionario en BARLOW, H.D., Introduction to Criminology, cit., constancia de las tasas reales de criminalidad, a pesar de que las estadísticas
pág. 108.
^^ Así, HOOD, R., y SPARKS, R., Verbrechen, cit., págs. 12 y ss.
^"^ Así, CANTERAS MURILLO, A., Delincuencia femenina en España, op. cit., pág- / D r ' . a g i q ,4i'i OífiM.'iJísc ' ' ' ' "
loo, citando a CHAMBLISS; resumiendo la información que aportan estas encues- lí-inr/to
tas: SCHNEIDER, H.J., Kriminologie, cit., págs. 211 y ss. g^ Cfr. CANTERAS MURILLO, A., Delincuencia femenina en España, op. cit., pág. 97.
"^^ Cfr. SIEGEL, L.J., Criminology, cit., pág. 77. :«;. v • iíi v®l Cfr. CANTERAS MURILLO, A., Delincuencia femenina en España, op. cit., pág. 98.
276 ANTONIO GAECÍA-PABLOS DE MOLINA
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 277
categorías en las dos encuestas, por lo que no permiten extraer conclusiones válidas
sobre las tendencias del crimen, en general, ni sobre la evolución de delitos
específicos (The Crime Puzzle, cit., pág. 83). Véase, en particular, las tablas 6i y 6ii ^"'^ En este sentido: ALVIRA MARTÍN y RUBIO, Victimización e inseguridad: la
que aporta el autor. perspectiva de las encuestas de victimización en España, en: Revista española de
investigaciones sociológicas, GIS, n^ 18 (1982), págs. 29 y ss.; DE MIGUEL, A., La
"^ Sobre esta macroencuesta, vid. GARRIDO GENOVES, V. y otros. Principios, cit.,
sociedad española 1993-1994. Madrid, 1994 (Alianza), Q. C-47, tabla 7.1. Cfr.
págs, 122 y ss.
GARRIDO GENOVES, V. y otros, op. cit., pág. 124.
|°5 Tomo las conclusiones de: GARRIDO GENOVES, V. , op. cit., págs. 124 y ss.
'°^ Cfr. GARRIDO GENOVES, V. y otros, op. cit., pág. 124, nota 6.
Según STANGELAND, España presenta unos porcentajes de robos violentos
"" Cfr. GARRIDO GENOVES, V. y otros, op. cit., págs. 125 y 126.
semejantes a los de países como Brasil o Rusia, lo que se compensaría con los índices
Cfr. GARRIDO GENOVES, V. y otros, op. cit., pág. 126.
mucho más moderados -semejantes a los que se observan en otros países europeos- no Vid. DE MIGUEL, A., La sociedad española 1993/1994., Alianza Editorial, 1994.
de robos en domicilios (STANGELAND y otros. El blanco más fácil: la delincuencia u i Vid. PER STANGELAND, The Puzzle, cit., pág. 84.
en zonas turísticas. Valencia, 1998, Tirant lo Blanch, Cfr. GARRIDO GENOVES,
Criticando el rigor metodológico del macroinforme, PER STANGELAND, The
V. y otros, op. cit., págs. 124).
Crime Puzzle, cit.,_págs. 84 y 85.
Sería incorrecto inferir de estos datos, sin más, la menor agresividad sexual de la
"^ Vid. LAHOSA CANÉELAS, J. M-, La percepción de los ciudadanos de Barcelona de
cultura latina en comparación con la anglosajona ajuicio de GARRIDO GENOVES,
la seguridad ciudadana. Las encuestas de victimización, en: Papers d'estudis i
V. y otros (op. cit., pág. 124).
formado. El Derecho Penal y la víctima, 1992 (Marzo), núm. 8, pág. 202.
aL
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 283
282 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA
tivas entre 1978 y 1980. Las tasas de victimización del año 1980 son sólo ligeramente
anualmente"". Siguiendo tan necesaria iniciativa, han proliferado ya, afortunada- más elevadas. Más aún: la tasa global de victimización (que se tiene en cuenta en las
mente, investigaciones de semejante naturaleza en Alicante (1988 y 1989), Baleares
encuestas de 1978 y 1980) —esto es, victimización durante toda la vida, no constreñida
0 K (1989/1990), Sabadell (1989 y 1990), Mancomunidad de Municipios del Área
al año anterior— es casi idéntica en 1978 y 1980 (vid. cuadro I).
3BÍC Metropolitana de Barcelona (1989 y 1990), etc. El informe anual se elabora sobre la
Datos que desmentirían el supuesto incremento de la criminalidad real, en
base de 7200 entrevistas telefónicas a vecinos residentes en Barcelona (desde
abierto contraste con los valores reflejados en las estadísticas oficiales y estados de
.9l£.. 1984) y contiene preguntas sobre el número de veces que han sido víctimas del delito
ánimo u opinión colectivos. Un fenómeno semejante se ha constatado también en
oa£ en un año, precauciones que han adoptaron y miedo al crimen. También se
otros países'^".
3S2 entrevista a dueños de establecimientos comerciales, aunque en proporción redu-
2') Existe una ciara discordancia entre la tasa realáe criminalidad derivada de las
cida. Los datos de los sucesivos informes parecen avalar una actitud de moderado
optimismo"^ en el vecino, si bien todo parece indicar que las tasas reales de encuestas de victimización y la apreciada por el sistema Judicial variable según la
victimización han experimentado una reducción notable, especialmente desde clase de delitos: más del doble la primera en el caso de los delitos de violación y
1988. Las citadas encuestas, como ha advertido la doctrina"^ permiten comprender abusos deshonestos, a tenor de la encuesta de 1980 (vid. cuadro II).
mejor los mecanismos y factores que intervienen en la «construcción social» del Tal discordancia se explica, entre otras razones, porque no todo delito cometido
miedo. Porque el ciudadano no forja su imagen de la segundad sólo a partir de se denuncia. La tasa de denuncia oscila entre el 20 por 100 (por ejemplo, para la
experiencias personales victimizadoras: antes bien, influyen decisivamente otras violación y los abusos deshonestos) y el 60 por 100, según el delito^^^
cuestiones relacionadas con el bienestar social y la calidad de vida. Hasta el punto 3') La relación entre tasa de victimización y tamaño del lugar de residencia Q&
300
de que, en los últimos años, cobran progresivo interés como objeto específico de directamente proporcional: las tasas de victimización aumentan con el aumento del
miedo y preocupación tales problemas—y, correlativamente, menos las caracterís- tamaño del municipio. Ello es manifiesto en ciertos delitos (los sufridos a lo largo de
ticas de un concepto estricto y clásico de seguridad—. De las mencionadas toda la vida, los robos de coche, de cartera o dinero en la vía pública, etc.). No se
9b f
encuestas parece inferirse, también, la progresiva hegemonía cultural de los valores aprecia tal relación en los delitos de violación y delitos contra la libertad sexual, y es
ney
urbanos y mesocráticos que acaban entronizando una «ideología de la segundad» discutible en otros hechos criminales.
80ÍI
preocupante, capaz de sentir más la necesidad de proteger el domicilio y el Parece obvio que la ciudad y la delincuencia se hallan significativamente
80b'
patrimonio que la propia integridad física, y de subordinar cualquier otra exigencia asociadas (sin duda, por el mayor número de oportunidades que aquélla depara en
social a dicho concepto de seguridad"^. comparación con otros habitáis y por la debilidad diferencial del control social), ya
eérr
que tanto en 1978 como en 1980 las tasas de victimización se duplican al pasar de
smí Especial interés tiene, por último, la investigación realizada por PerStangeland
municipios de menos de 2.000 habitantes a municipios de más de un millón (vid.
-nu; sobre la criminalidad en Málaga"".
cuadro III).
261;
,\ f, 4')Lavariable ífé'í/^íT'''incide de una manera peculiar en las tasas de victimización
n« <»*»^f
En cuanto a las tasas de victimización, cabe extraer las siguientes y uniforme (con la sola salvedad del «robo en la calle»); las tasas más elevadas se
conclusiones^^^ de las tres encuestas de victimización de ámbito nacional aprecian en ios niveles de edad intermedios (de veintiséis a treinta y cinco años) —
a veces entre los treinta y seis y cuarenta y cinco años—, disminuyendo al aumentar
comentadas: >%'enibBÉtolxfasíJnbDÍl%!^iSnGÍdl'o3ÍílnDr^ o disminuir la edad.
V 1') Que si prescindimos de las tasas de victimización que arroja la encuesta Respecto al delito de «robo en la calle», no se constata ninguna pauta clara; en
«urbana» de 1979 (lógicamente muy superiores), no se aprecian diferencias significa- el caso de la violación y los delitos contra la libertad sexual la tasa de victimización
disminuye lógicamente con el incremento de la edad del sujeto pasivo.
Las elevadas tasas de victimización en edades intermedias —dato realmente
jsí hhhvuvx'; , fiñi-ifitrrnít.'/ mn^t^ , vñ-v<Xhrr t^V' ^L ,h t,
singular— tal vez se explique porque en ellas concurren simultáneamente dos
factores: posesión de bienes en proporción superior a otras edades y mayor
^" Vid. tablas que aporta LAHOSA CAÑELLAS en la obra citada, págs. 203 y 204. exposición al delito (número de salidas nocturnas, etc.) (vid. cuadro IV).
"^ Vid. LAHOSA CAÑELLAS, J. M-, La percepción de los ciudadanos de Barcelona,
5') En cuanto al comportamiento de la variable «niveleconómico» y su incidencia
cit., pág. 203. Véase también, el gráfico de PER STANGELAND, en: The Crime
en las tasas de victimización, las encuestas arrojan unos resultados que no
Puzzle, cit., pág. 86. "Oi:>,
"'^ LAHOSA CAÑELLAS, J. M«, La percepción de los ciudadanos de Barcelona, cit.,
o {'9 'tV'U !'
págs. 204 y 205.
""^ LAHOSA CANÉELAS, J. M^, La percepción social de los ciudadanos de Barcelona,
Una conclusión radicalmente distinta: RODRÍGUEZ DEVESA, J. M-, Derecho
cit., pág. 205.
Penal español, P.G. (1985), cit., págs. 86 a 90.
The Crime Puzzle, cit. Vid., especialmente. Capítulo 10 (principales hallazgos y 121
Un valioso análisis teórico de las tasas de denuncia en: SANGRADOR, J. L., La
resultados de la investigación) y Capítulo 11 (la población turística como objetivo victimología y el sistema jurídico-penal, págs. 68 y ss. (trabajo publicado en la obra
'- • específico de la criminalidad). colectiva: Psicología socialy sistema penal, cit., compilada por JIMÉNEZ BURILLO,
Resumo las conclusiones que extraen de las tres encuestas de victimización
P., y CLEMENTE DÍAZ, M.).
ALVIRA MARTÍN, F., y RUBIO RODRÍGUEZ, M^ A. (op. cit., págs. 16 a 28).
284 ANTONIO GAECIA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 285
coinciden con la información obtenida en otros países (anglosajones, sobre todo): CUADRO I
la relación entre renta y victimización es positiva, esto es, a mayor renta y mayor nivel D e l i t o s de q u e h a sido v í c t i m a
profesional, mayor tasa de victimización también. Ello podría justificarse en ciertos
delitos (vg., robo de coches o de vivienda), pero no en otros. Encuesta año
Prima, pues, el factor «oportunidad». Las personas más acomodadas tienen )i|,.-jMaHil> o., 4 aÜEa.6Í4..-^aQÍáán¿IBib4-
1978 1979* 1980
mayores posibilidades de resultar victimizadas, especialmente en los delitos contra
el patrimonio, que representan cerca del 70 o el 80 por 100 del total de la criminalidad Robo e n c a s a 2.3 4.4 2.6
(vid. cuadros V y Vi). líobo de coche -j^ 2.6 3.8 3
En otros países, por el contrario, la relación es la inversa: la criminalidad se Violación y/o a b u s o s d e s h o n e s t o s i' _ 0.3 4.4 0.2
concentra en los barrios menos privilegiados, y las capas que experimentan más Robo e n l a calle** |» 0.8 4.2 1
elevadas tasas de victimización no son las de superiores niveles de renta. Robo a r t e r a o bolso e n calle 2.2 2.3
6') La variable «sexo» se comporta de modo singular, como se desprende del Víct. de a l g ú n delito d u r a n t e t o d a l a v i d a * 11.1 11.2
cuadro Vil. En 1980 las tasas de victimización son muy semejantes para uno y otro
* La muestra de la encuesta de 1979 no incluía los municipios de menos de 20.000 habitantes,
sexo, e incluso la tasa es superior en la población femenina en ciertos delitos contra
de aquí las altas tasas que arroja. i i,^i | - | 3,(1
el patrimonio. Dos datos llaman la atención: que en los valores relativos a delitos ** Se refiere a sólo en la calle sin intimidación. 091,
experimentados a lo largo de la vida los porcentajes se mantienen idénticos en 1978 *** No se preguntó en 1979 g_(^ j g,(t J "g,5, j,;9,§ \\iZ I LL
y 1980 (13 y 9 por 100 para hombre y mujer respectivamente) y que en 1980 la tasa **** No es comparable. r^.^
de violaciones y abusos deshonestos es igual para el hombre y la mujer'^^. FUENTE: Todos los datos estadísticos transcritos (Cuadros I, II, III, IV, V, VI, VII) h a n sido
extraídos de Alvira Martín, F. y Rubio Rodríguez, M- A. Victimización e inseguridad, op. cit.
Robo en Robo de Violaciones Robo en Robo en Delitos a lo d») De lo expuesto debiera desprenderse la incuestionable utilidad de
vivienda coche la calle transportes largo de los informes de autodenuncia y encuestas de victimización como técni-
cas específicamente idóneas para estimar las tasas reales de criminali-
1978 1980 1978 1980 1978 1980 1978 1980 1978 1980 1978 1980 dad y analizar la delincuencia que no se refleja en las estadísticas
Menos 21 años - 2,6 _ 3,9 _ _ - 0,9 - 2,4 - 7,6 oficiales.
21 a 25 años 1,7 2,9 3,8 3,4 - - 0,4 1,7 1,7 3,1 10,1 8
26 a 35 años 1,8 2,5 3,3 4,5 0,6 0,5 0,7 0,5 2,6 2,3 13,2 13,8 No obstante, sería erróneo concebir estas técnicas como alternativas
36 a 45 años 2,6 2,7 2,4 2,8 0,1 0,3 0,9 1,2 2,1 2,4 11,4 11,5
o sustitutivos de las estadísticas convencionales, porque unas y otras,
46 a 60 años 2,2 2,9 2,7 2,7 0,2 0,2 0,6 1,2 2,2 2,2 12 11,5
Más de 60 años - 1,9 - 1,6 - 0,2 - 0,9 - 1,7 - 11,1 lejos de excluirse, se complementan. Precisamente el hecho de que
versen sobre objetos distintos y suministren información sobre el fenó-
m:-"' ,881 meno criminal desde perspectivas diferentes sugiere u n empleo coordi-
CUADRO V
nado de las mismas. Sólo así podrá obtenerse u na imagen global
'e<x Robo en Robo de Abusos Robo en la Robo Delito completa y matizada de la realidad del crimen.
, rí-r r r <-<
vivienda coche deshonestos calle transporte vida
y violación Un enfoque de tal naturaleza permite, sin duda, detectar signos y
Menos 18.000 pesetas 1,6 8,7
tendencias del fenómeno criminal. Entre otros: -r.~-<TivflíCJ',¥ V-i , ^ ; í U t
1,8 0,5 0,3 1
19.000-35.000 pesetas 2,3 2,7 0,3 0,8 1,9 11,7
36.000-45.000pesetas 2,7 4,7 0,4 0,6 3,3 12,7
45.000-65.000 pesetas 3,9 4 0,2 1,4 3,1 15,1 1") El crimen es u n suceso omnipresente en la vida social. Convivimos
Más 65.000 pesetas 3,5 7,6 1,3 4,5 22,4 con el crimen, protagonista inevitable de la vida cotidiana.
Para 1980 no se dispone de este cruce, porque no se preguntaron los ingresos, pero sí que se dispone Basten algunas cifras. En los Estados Unidos las estadísticas oficia-
del cruce con ocupación de parte de los delitos.
les muestran la comisión de unos 13 millones de delitos graves al año.
288 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 289
Informes de autodenuncia y encuestas de victimización ponen de fiables sobre criminalidad oculta parecen confirmar la hipótesis clásica
relieve, sin embargo, que el volumen real de hechos punibles graves (los crímenes más graves se cometen por individuos de la lower class y
rebasa los 40 millones, dada la tasa efectiva de denuncia y otras por integrantes de minorías), no cabe ya duda respecto a la ubicuidad del
circunstancias determinantes de la «cifra negra». Si a ello se añaden los delito: éste se reparte a lo largo de toda la estructura social, no es
delitos no recogidos en las encuestas de victimización (delitos «sin privativo de ningún estrato de la misma. Cosa distinta es la desigual y
víctima») y las pequeñas infracciones criminales, el volumen total discriminatoria incidencia del control social penaP^^.
estimado de delitos al año podrían superar los 100 millones^^*.
• 6") La criminalidad juvenil (comisión de infi-acciones penales de no Los datos que aportan las encuestas de victimización y las estadísti-
excesiva gravedad) se halla bastante más diñmdida de lo que rezan las cas oficiales en los Estados Unidos son muy aleccionadores al efecto: sólo
estadísticas oficiales. Puede calificarse de «normal» en el sentido de que un 20 por 100 del total de delitos denunciados se esclarecen por la policía
casi todo joven se h a enfi-entado alguna vez con la ley penal. Pero si mediante la detención del presunto responsable, resolviéndose, desde
normal es haber delinquido alguna vez, anormal es, también, haber sido luego, con mayor eficacia los crímenes violentos que, por ejemplo, los
sancionado penalmente por ello^^°¡<íu.«M»..«íiiuii¿i¿«. pequeños delitos contra el patrimonio. Pero las encuestas de victimización
advierten que sólo u n 30 por 100 de los pequeños hurtos se denuncian,
La cifi-a negra es elevadísima, pero no deben extraerse conclusiones de hecho, a la policía, de los cuales alrededor de u n 15 por 100 llegan a
precipitadas. Es cierto que el campo oscuro o negro de la criminalidad esclarecerse mediante el arresto del presunto autor. En consecuencia,
oculta es muy superior en los delitos menos graves que en los graves. sólo cuatro de cada 100 delitos de hurto denunciados a la policía se
Ahora bien, faltan a ú n estudios rigurosos que traten de llevar a cabo un esclarecen por ésta, previa detención del sospechosoí^^.
seguimiento sistemático de la información que arrojan los self-report y
encuestas de victimización, de u n a parte, y el esclarecimiento policial
posterior de los hechos supuestamente acaecidos, de otra^^S 9") El campo negro es mayor en los delitos leves que en los graves. La
tasa de denuncia es también más elevada en estos últimosi^*. Pero todo
parece indicar que mientras delitos aislados y poco graves son cometidos
7") Los jóvenes, contra lo que suele pensarse, son hoy día víctimas del con frecuencia, en cambio, infracciones reiteradas, contumaces y graves
delito en proporción superior a los adultos o personas de mayor edad. se cometen raras veces y sólo por lui número relativamente pequeño de
Ello no es sino u n a consecuencia del mayor tiempo que invierten en personas. .*fefeí#«WS«?9<>»te!á^*BÍ«lflfb^f
los lugares y momentos en que suele producirse el delito. E n España, a
Por lo tanto, y como sucede con la criminalidad registrada, conside-
tenor de los resultados que arrojan las encuestas de victimización antes
rando las variables «gravedad» y «frecuencia», la criminalidad «oculta»
reseñadas, el perfil de la edad de la víctima difiere (como el de su status
se comportaría también de acuerdo con u n a representación gráfica en
socioeconómico^^^), si bien los mayores índices de victimización se
forma de curva de Ji^''.
localizan en u n a concreta franja de edades (26 a 35 años), no precisamen-
abJshfR
te en la tercera edad. ,. .
;3Í im 09Í9írioa aoiíubB aoi airitaBÍ 10") Las diferencias, en buena medida considerables, entre campo
negro y criminalidad registrada permiten afirmar que el volumen y
8") El escaso éxito del control penal del crimen responde a una
estructura de la delincuencia resultan decisivamente configurados por
pluralidad de factores, no pudiendo ser achacado en exclusiva a ninguna la reacción y sanción socialesi^e. ,^,^,0,3 noiosisnoo BOU aiaixe
de las instancias o agentes que integran la reacción social. ,..., ,,. >,,,,únuB .as 0Í83 .obonsq ómsim
oqmsií 9b aoboiisq eglnaieüb B ,bBb¡fs9i ne .nsisrtsi ss ,3Sv
2') Por razón de sus fuentes:
12° Vid. KAISER. G., Criminología, cit., pág. 139. Como muy bien apunta el autor, en
i " la delincuencia juvenil carece de base empírica la distinción entre «criminales» y Por razón de sus fuentes las estadísticas oficiales pueden clasificarse
']i*r«no criminales», porque el comportamiento delictivo se presenta más como una en policiales, judiciales y penitenciarias, según procedan del ámbito
O cuestión de «grado» que de «calidad». Por ello, sería más correcto distinguir entre policial, del jurisdiccional o del penitenciario.
infractores sancionados sólo u n a vez o en escasas ocasiones y plurirreincidentes
(op. cit., pág. 140). ,,^ ,./_„, ¿, „,, .„_.„-,oq ¿Js.
151 Cfr. KAISER, G., Criminología, cit., pág. 140..-.1,..: •>.! :^..k,.;v.,,!í,,|-,., ,., 133
122 Así, SIEGEL, L. J., Criminology, cit., pág. 85. En España las tasas más elevadas de Cfr. SIEGEL L. J., Criminology, cit., pág. 8 5 . ' " ' ' Í^^'><'^--'H9-^''
134
victimización se detectan en los niveles intermedios de edad (veintiséis a treinta y 135
Cfr. KAISER, G., Criminología, cit., pág. 139
cinco años, e incluso treinta y seis a cuarenta y cinco). Cfr. ALVIRA MARTIN, F., 136
Cfr. KAISER, G., Criminología, cit., pág. 141.
y RUBIO RODRÍGUEZ, M^ A., Victimización e inseguridad, cit. pág. 24. Cfr. KAISER, G., Criminología, cit., pág. 141.
292 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 293
El contenido de la información que suministran, la técnica de obten- efectos recuperados, etc. En los delitos contra \as personas se suministran datos de
interés sobre la persona de la víctima, siendo de menor utilidad el análisis de las
ción de la misma y su utilidad varían en cada caso. infracciones contra la libertad sexual, la libertad y la seguridad. "
La persona del infractor interesa a las primeras (policiales), en La delincuencia/¡7i/e'/7/7es objeto de un capítulo independiente. Recoge datos
sobre hechos delictivos cometidos por personas comprendidas entre los dieciséis y
cuanto «detenido»; a las judiciales, como «condenado»; a las penitencia- los veinte años, especificándose lugar de la detención (capital o provincia), motivo
rias, como «penado» o «recluso». de ésta, eventuales toxicomanías, fugas de domicilio, número de detenidos que
actuaron solos, de reincidentes y jóvenes previamente sometidos a la jurisdicción de
menores, etc.
a') Estadísticas poZíciaZes. Las memorias de la Dirección General de Algunos delitos reciben, igualmente, un análisis diferenciado: tráfico de estupe-
facientes, delitos monetarios, falsificación de moneda.
la Policía Judicial se iniciaron en 1960 como instrumento de uso interno
Se facilita información sobre «extranjeros detenidos» y «extradiciones» (activas
y restringido, estructurándose en su forma actual desde 1984 (datos y pasivas). La memoria termina con una serie de «datos conjuntos policía y guardia
referidos a la criminalidad de 1983). Son —sin lugar a dudas y por civil» sobre delitos comunes de especial incidencia en la seguridad ciudadana.
razones obvias— las que ofrecen u n a imagen del delito más próxima a En la memoria de 1985 se adjuntan anexos estadísticos sobre la delincuencia
la realidad, habiendo mejorado sustancialmente en los últimos años común por provincias, tasa de criminalidad por 1.000 habitantes y actuaciones
contra el tráfico ilícito de drogas.
desde u n punto de vista metodológico. Aportan un a información cada
La ambigüedad de algunos conceptos («delitos indefinidos», «legislaciones
vez más completa y fiable, puntual y regular (periodicidad anual) sobre especiales», etc.), la falta de correlación de otros con las definiciones legales a que
el crimen en España, elaborada sobre los datos que, a su vez, suminis- implícitamente se refieren, y, sobre todo, el hecho de que la vasta y cada vez más
tran todas las comisarías existentes en territorio nacional. completa información que suministran estas estadísticas no sea fácil de verificar ni
de comparar con la que proporcionan las judiciales y las penitenciarias (y no sólo
W11,-t Distinguen dos categorías de hectios criminales: «conocidos» y «esclarecidos». porque versan sobre objetos distintos, sino por la ausencia de técnicas y lenguajes
Los primeros son los denunciados o conocidos por la policía. Se excluyen de este homogéneos) hace cada vez más necesario coordinar y homogeneizar las diversas
concepto: las infracciones correspondientes al ámbito de actuación de laguardiacivil estadísticas existentes.
(que podrían representar alrededor del 17,6 por 100 del total de delitos conocidos en En los últimos años el Ministerio del Interior ha elaborado un formulario norma-
1985) y, lógicamente, las administrativas, de tráfico y otras. Sólo en algunos casos, lizado para registrar las denuncias del ciudadano (un formulario en papel con una
pero no con carácter general, se distinguen las diversas formas de ejecución del variante informatizada). El formulario, técnicamente bien concebido, completo por
hecho punible: consumación, tentativa, etc. Por delitos «esclarecidos» se entienden los datos que recaba y fácil de cumplimentar, se utiliza tanto por la Policía como por
aquellos cuyo autor fue detenido in fraganti[aunque niegue la comisión del delito), la Guardia Civil y contribuirá, sin duda, auna mejora sensible del aparato estadístico
identificado (con independencia de que se halle detenido, preso, huido o ya hubiere oficial'^^.
fallecido), confeso (o existan pruebas sólidas de su implicación a juicio de la
autoridad policial); «esclarecidos» se reputan también aquellos que no son consti-
tutivos de infracción alguna, a tenor de la investigación llevada a cabo. Para una A las limitaciones indicadas —y otras muchas que suelen señalarse
\ "pl? correcta interpretación de los valores estadísticos conviene tener presente que no por los diversos autores^^** —cabe apuntar u n a importante reserva: un a
[ j , / , existe una correlación cronológica entre delitos «conocidos» y «esclarecidos» del
[ ' mismo período. Esto es, aunque ambos conceptos figuren en columnas consecuti-
• vas, se refieren, en realidad, a diferentes períodos de tiempo.
Las memorias de la Dirección General de ia Poiicía Judicial ofrecen una amplia 1^' Cfr. GARRIDO GENOVÉS, V. y otros, op. cit., págs. 131 y 132.
información sobre la criminalidad en el ámbito nacional, en el regional y en el local; Las estadísticas policiales tienen algunas limitaciones importantes, como h a
9B1 su distribución temporal (por meses del año) y evolución en términos comparativos puesto de relieve CANTERAS MURILLO, A. (La delincuencia femenina en España,
oír. con la del año anterior o anteriores. Los datos de ámbito regional son suministrados cit., págs. 84 y ss.), a saber: los datos no aparecen discriminados por sexo, siendo
por las respectivas Jefaturas Superiores de Policía, destacando, en cuanto a la posible sólo a partir de 1979 obtener dicha información para algunos delitos contra
minuciosidad de ia información, los relativos a infracciones contra la propiedad la propiedad y las personas (no en los restantes); no se hacen consta, tampoco, las
(especialmente, robo con violencia o intimidación en las personas): los de ámbito detenciones por grupos de edades; los datos sobre delincuencia juvenil, aunque se
provincial y local versan sobre los delitos conocidos y esclarecidos en la demarca- elaboran por departamentos distintos que pertenecen a un mismo gabinete, deben
ción de las respectivas Jefaturas Provinciales. obtenerse por separado (respecto a los generales), para completar estas últimas,
La información más completa y valiosa es la que se ofrece con relación a delitos siendo frecuente que entonces no casen las cifras totales; algunos conceptos y
contra \apropiedad, constando, entre otros conceptos: el valor de la cosa sustraída, definiciones parecen imprecisos o insatisfactorios (vg., «factores delincuenciales»,
número de personas detenidas, clase de objeto sustraído o modalidad de delito. «ambiente familiar: bueno o malo, situación económica: buena o mala», etc.); sólo
294 ANTONIO GAKCIA-PABLOS DE MOLINA 295
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA
estimación realista de los datos policiales registrados obligaría a tener En el ámbito autonómico, el fenómeno de dispersión citado afecta básicamente
presente la muy elevada cifra negra que incide en los mismos. Precisión a Cataluña, País Vasco y Navarra^"^. El problema se agrava en el caso de las Policías
que manifiesta la propia autoridad policial en sus memorias. locales, no solo por la multiplicidad de éstas que alcanzan números desorbitantes'''*
sino por los muy distintos criterios de actuación de las diversas policías en relación
„)!, La doctrina suele criticar la fiabilidad de las estadísticas policiales a las denuncias recibidas, lo que hace muy difícil la estimación de este importante
por diversas razones metodológicas, a ú n reconociendo que son las mejor capítulo de la delincuencia registrada'''^.
elaboradas de todo el aparato estadístico oficial.
Se censura, por ejemplo, que los datos procedentes de denuncias presentadas Una especial mención requiere el Boletín estadístico de la Dirección
-agpK'ante la Policía se hallen en un Anuario del Ministerio del Interior de información General de la Guardia Civil^^°.
Io reservada. Sin duda, sería muy positiva la publicación de los mismos^^^ por su interés
f^ objetivo.
Se t r a t a de una publicación de uso interno y restringido que da
-6t Por otra parte, y dado el sistema español de pluralidad de fuentes (en la recepción cuenta, bajo el epígrafe «servicio peculiar», de todas aquellas interven-
"" de ladenuncia)'"", las estadísticas policiales no recogen la totalidad de las denuncias ciones de la misma relacionadas con infracciones contra la propiedad,
£^ presentadas al existir otras posibles instancias receptoras. No incluyen, por ejemplo, las personas, etc. Ofrece también información sobre la delincuencia
las denuncias presentadas ante la policía local y autonómica que, según las diversas
juvenil y la comisión de «actos terroristas».
estimaciones, pueden representar entre el 10 y el 20% del total de las denuncias
%E interpuestas en el territorio nacionar''\ ni las denuncias formuladas directamente La técnica de recogida de datos y la propia estructura de estos
'®^ ante el Juez de instrucción, cuya incidencia estadística parece oscilar entre el 2%^''2
«boletines estadísticos» es muy semejante al de las memorias de la
tíf y el 4%^''^ de dicha cifra total.
t¥l;{'; , Finalmente, dado que la informatización de Comisarías y Cuarteles de la Guardia Policía Judicial. -,(,, r , • ,,,. . • , • , ' , , < f-nn-, . .'...ffiTiSfide;
ol03 üfQjyji gg yn proceso irreversible pero aún no concluido —y que la tediosa labor de La Guardia Civil representa el segundo bastión de las Fuerzas y Cuerpos de
®^ cumplimentar los formularios de denuncia no se halla libre de un cierto margen de Seguridad del Estado como instancia receptora de denuncias de delito. Aunque su
2^ error y subjetividad (en la calificación de los hechos, por ejemplo, en el momento de ubicación es predominantemente rural ejerce, de hecho, también una demarcación
la denuncia)— la información que aportan las estadísticas policiales debe interpretarse periférica en el extrarradio de los núcleos urbanos. A su competencia genérica para
'^'•' con cautela^"". investigar cualquier clase de delito, se añade la específica con relación al contraban-
BOX! ,io £1 clesarrollo normativo de las disposiciones constitucionales (art. 104 Gonstitu- do (e indirectamente, a las drogas), al control del tráfico rodado y a la delincuencia
""^^ clon Española, art. 1 LOFCSE y Estatutos de Autonomía) ha producido una clara medioambiental'^'.
^° diversificación o diáspora^"^ de las instancias policiales competentes para registrar En los últimos años, según los datos estadísticos de la Guardia Civil, ésta acorta
°" las denuncias de delito y una redistribución de los respectivos porcentajes en el la distancia respecto al Cuerpo Nacional de Policía en cuanto al porcentaje de delitos
volumen total de criminalidad oficial registrada. El Cuerpo Nacional de Policía sigue conocidos, bien por denuncias de ciudadanos, bien por sus propios atestados:
siendo la instancia de control que conoce de más delitos por su implantación urbana, 195.315 delitos en 1992, 202.854 en 1993, 208.719 en 1994, 224.384 en 1995,
Br. no obstante, y aún cuando el número de diligencias previas aumenta sensiblemente, 232.244 en 1996, 260.783 en 1997'=2.
Q, el de denuncias ante la Policía exhibe una clara tendencia a la baja. La razón no es
otra que la progresiva implantación de otras policías autonómicas y locales^''^
i'/'b -"¡icn '>b— noriGfn'-oiní 'ib Hojríbui'o*i}fiii'> ' \ ' - Í •>
desde el año 1980 se distingue entre delito y falta y la variable «sexo», como se dijo,
Sobre las Policías autonómicas, vid. ROLDAN, H., Concepto y alcance de la
se obtiene cruzada por el tipo de delito.
delincuencia oficial, cit., III.D.
^^'^ Así, GARRIDO GENOVÉS, V. y otros, op. cit., pág. 132.
"** Según RECASENS/DOMINGUEZ, en España hay unos 1.800 cuerpos de policía
" " Vid. ROLDAN BARBERO, H., Concepto y alcance de la delincuencia oficial, en;
local, con plantillas que oscilan entre 1 y 6000 agentes. En cuanto al número de
• • Revista de Derecho Penal y Criminología, 2- Época, n° 4 (UNED), 1999, págs. 681
efectivos, y según datos oficiales referidos a 1994, éste ascendía a 51.665, casi mil
a 712.
más que el de Policías Nacionales. Cfr. ROLDAN, H., Concepto y alcance de la
"1 Cfr. GARRIDO GENOVÉS, V. y otros, op. cit., pág. 132.
^ delincuencia oficial, cit., ULE., nota 21. •
^^^ Así, GARRIDO GENOVÉS, V. y otros, op. cit., págs. 139 y 141.
*** Cfr.ROLDÁN BARBERO, H., Concepto y alcance ..., cit., págs. 691 y ss. ""'
"^ Así, ROLDAN BARBERO, H., Concepto y alcance ..., cit., pág. 695. 150
Cfr. CANTERAS MURILLO, A., Delincuencia femenina en España, ob. cit., págs.
"* Cfr. GARRIDO GENOVÉS, V. y otros, op. cit., págs. 132 y 133.
85 y ss.
"^ Vid. ROLDAN BARBERO, H., Concepto y alcance ..., cit., págs. 690 y ss. 151
Cfr. ROLDAN BARBERO, H., Concepto y alcance ..., cit., págs. 688 y ss.
"'^ Así, ROLDAN BARBERO, H., Concepto y alcance ..., cit., págs. 687 y ss. 162
Cfr. ROLDAN BARBERO, H., Concepto y alcance ..., cit., págs. 689 y ss.
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 297
296 ANTONIO GAECÍA-PABLOS DE MOLINA
Con la entrada en vigor del Código Penal en 1996 la comparación y valor y utilidad— sobre la actividad de los tribunales penales durante
seguimiento de los datos estadísticos con los obtenidos en años anterio- el correspondiente año judicial.
res será probablemente problemática^^^. Por ello cobra interés la infor- Las Memorias de la Fiscalía General del Estado, de publicación
mación que arroja la última estadística que incluye datos procedentes anual, se elaboran y presentan por el Fiscal General del Estado al
tanto de la Policía Nacional como de la Guardia CiviP^*. Gobierno con motivo de la apertura de los tribunales.
Dicha estadística evidencia el alto porcentaje que exhiben los delitos contra la
Prestan especial atención a la evolución de la criminalidad en sus
propiedad en el total de la criminalidad: ocho de cada nueve delitos denunciados a
la Policía son delitos patrimoniales. En este sentido, el perfil de la delincuencia
manifestaciones más características y relevantes, así como al movi-
' española se asemeja mucho a la de los países de nuestro entorno^^^. miento de las causas durante el año en cuestión. Se completan con un
El robo más frecuente es el cometido en establecimientos comerciales, industria- «anexo estadístico» que recoge el número de diligencias previas, prepa-
les o de hostelería, mientras que menos de uno de cada cuatro robos tiene lugar en ratorias y sumarios incoados durante dicho período, clasificados por
viviendas^^^ provincias y delitos (no, sin embargo, el número y naturaleza de las
Por el contrario, los robos con violencia e intimidación no alcanzan las elevadas
causas que terminan cada año con sentencia condenatoria).
tasas que arrojan las encuestas de victimización, si bien uno de cada ocho robos
denunciados se ejecutan con violencia o intimidación. Se trata de porcentajes muy En cuanto a las Memorias del Consejo General del Poder Judicial —
^^^^ altos en comparación con otros países industrializados^^'. Y muy significativos,
también, comparados con los de los delitos contra las personas^^^ documento, como el anterior, de uso restringido que publica el Ministe-
En España se cometen unos mil homicidios, esto es, tres por cada cien mil rio de Justicia— y al Discurso de apertura de tribunales del Presidente
habitantes. del Tribunal Supremo baste con advertir, por ejemplo, que carecen del
Los delitos sexuales tienen una baja tasa de denuncia. En 1996 llegaron a más elemental criterio de clasificación estadística bivariada por sexo, lo
^ ' conocimiento de la Policía 1139 violaciones, volumen muy semejante al de homici- que, unido a otras muchas limitaciones y deficiencias, hace práctica-
r|¡nQ''59 .
-^ . "" • é^ríéicffnéí.tftóéf*^^g9T^lE>u--9-rvr:;i,;;Sníí. mente inútil el empleo de estas fuentes, cuya utilidad estadística es muy
Sobre las estadísticas policiales —y la información que suminis- limitadaiso. ;; ; • :,„,„„,„,,,;^;¡
tran— véase el «Anexo estadístico» (I). Las estadísticas de mayor interés son las elaboradas por el Instituto
Nacional de Estadística, cuya publicación se lleva a cabo de forma
resumida en el Anuario de Estadística a partir de las «Estadísticas
b') Estadísticas judíciaZes. La Memoria de la Fiscalía del Tribunal Judiciales de España»si bien sus datos sobre diligencias iniciadas cada
Supremo, el Discurso de apertura de tribunales del Presidente del año no coinciden con las ofrecidas por la Memoria de la Fiscalía General
Tribunal Supremo, las Memorias del Consejo General del Poder Judicial delEstado^s^
y las Estadísticas judiciales de España, que publica el Instituto Nacional
de Estadística, son cuatro fuentes de información —de muy distinto Dichas estadísticas son imprescindibles para conocer la criminalidad
registrada u oficial, si bien adolecen de u n lamentable y endémico
retraso, desde que en 1979 se interrumpiera la publicación anual de las
si t í yAiT.ÍO ¡ h'r. ^iPDrmon i(i.i 8¿ S m a S . >|> ;.sg;g^gygíJjg.^aQ.,g.gV5:Í'4aíraírf Rftfirt^^ AÍ'
Así, en 1987 se dieron a conocer los datos relativos a la criminalidad de 1981, y
^^^ En este sentido, GARRIDO GENOVÉS, V. y otros, op. cit., pág. 142. durante el año 1985 sólo se habían publicado los referentes a 1978. Con seis años
^^'^ Cfr. GARRIDO GENOVÉS, V. y otros, op. cit., pág. 133. de retraso, también —en 1986— se conocieron los datos sobre la criminalidad en
^^^ Cfr. GARRIDO GENOVÉS, V. y otros, op. cit., págs. 134 y ss.
1^^ Sobre el problema, vid. GARRIDO GENOVÉS, V. y otros, op. cit., pág. 134, nota 15. .títí«i,,{)Jibí^M i/i «^^tti Of A.vq,<,w', < > l > ' í W .n'v>!tj\5 8T>.\, ViOift^ ^^f
^'^^ Cfr. GARRIDO GENOVÉS, V. y otros, op. cit., pág. 134. ¡ ' -íi'i.í. "ib 8fc Udin^ liffí J b au.3 1 .p.c'ífa ^í ' U )fH,l Mip 'fJAl ,OJ!,í6diII?Hf8 ^^
íiígj 1 -ií^ ÍHi-''Q-ij i\v .xfn'yt „ i / n o!^/ I .-» .f
^^® Al año se denuncian más de 100.000 robos con violencia (básicamente, por el
S procedimiento del tirón) y solo 15.000 delitos contra las personas (aunque se 160
denuncian, al año también, unas 100.000 faltas contra las personas). Cfr. GARRÍ' En este sentido, CANTERAS MURILLO, A., Delincuencia femenina en España, op.
DO GENOVÉS, V. y otros, op. cit., pág. 134. 161
cit., pág. 138.
^^^ Cfr. GARRIDO GENOVÉS, V. y otros, op. cit., pág. 134.^„..., , . . , , . . ,.. . Cfr. ROLDAN BARBERO, H., Concepto y alcance ..., cit, pág. 696. -
298 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 299
1980. Las estadísticas judiciales que ofrecen datos del año 1992, se publicaron en
1995 y los datos relativos al año 1995 se publicaron en junio de 1998^^^. Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado en su conjunto son respon-
sables exclusivamente de u n tercio de las diligencias previas que incoan
Las estadísticas judiciales contienen, pues, u na importante informa- los Juzgadosi*'^
ción no sólo sobre los tribunales penales ordinarios, sino también sobre Así, según la Estadística de la Fiscalía General del Estado, en 1997 se incoaron
lajurisdicción de menores^^^ y realidad penitenciaria. Más aún: a pesar 3.087.667 diligencias previas, mientras dicho año la cifra de delitos conocidos por
Policía Nacional y Guardia Civil no superó los 954.587. Dicha diferencia, además,
de que las estadísticas penales militares siguen siendo «material reser-
parece ir in crescendo si se examinan las cifras de los últimos años^^'^. Significativo
vado», a tenor de la orden ministerial de 18 de febrero de 1953, las es, sobre todo, que los datos que arroja la Estadística policial permanecen estables
estadísticas judiciales consignan algunos datos relativos a los «delitos y, sin embargo, los de la Fiscalía General del Estado experimentan un ascenso
comunes» propios de aquéllas, si bien de muy escaso interés. alarmante durante el mismo período, de modo muy particular desde 1989, en cuanto
al número de diligencias incoadas^^^.
Las estadísticas judiciales (penales) se refieren a delitos «apreciados», «senten- Pero la relación estadística entre delitos denunciado a la Policía y diligencias
cias condenatorias» y «números de condenados». Los términos delito «apreciado» previas incoadas por el órgano jurisdiccional (tres diligencias judiciales por cada
y «condena» impuesta no son correlativos (una misma sentencia condenatoria delito denunciado a la Policía) no responde a la realidad, siendo, desde luego, más
puede apreciar varios delitos), lo que ha de tenerse en cuenta. La información verosímil la estadística policiaP'^''
ofrecida es, a menudo, equívoca: unas veces, por juzgados de instrucción y
audiencias provinciales (vg., número de causas tramitadas); otras, indiscriminada,
conjunta. Conviene advertir, por otra parte, que delitos «apreciados» o «condena- La información que suministran las estadísticas judiciales es incom-
dos» en un determinado año no significa, desde luego, que fiayan sido cometidos pleta, parcial y poco significativa, pese a que, en las últimas publicacio-
durante el mismo, resultando muy problemático todo intento de coordinar ambos nes se han mejorado algunos aspectos^''®. El tratamiento que merecen
tíl datos.
algunas importantes variables de la criminalidad (vgr., edad o sexo)
Los datos estadísticos hacen referencia a cada una de las figuras legales del
correspondiente título del Código Penal, pero en no pocas ocasiones lo hacen, de
sigue siendo pobre y poco precisa la constancia estadística de determi-
forma unitaria, a la totalidad de aquél, lo que incide en la validez y utilidad de la propia nados conceptos operativos y categorías jurídicas.
información de modo muy negativo.
Se han detectado algunas imprecisiones adicionales a propósito de las senten-
Los delitos («cometidos», «apreciados», etc.) aparecen clasificados por provin- cias dictadas por juzgados de instrucción y audiencias provinciales: no contabilizan
cias, con especial referencia a la naturaleza de los mismos, las penas impuestas, el las faltas aparejadas a un delito, y las que cuentan con auténtica autonomía
Bf-
grado de participación, la categoría de la población o el número de habitantes del estadística se recogen en una cifra global y unitaria sin las imprescindibles especi-
lugar en que se cometieron. ficaciones.
En cuanto a la información sobre el autor o autores del delito se consigna: sexo,
edad y grado de instrucción; falta toda referencia al medio social del delincuente y
los tramos de edad no siempre coinciden con los del censo de población.
166
166
Así, ROLDAN BARBERO, H., Concepto y alcance ..., cit., pág. 689.
. Es muy llamativo u n dato: las instancias judiciales informan en sus Cfr. ROLDAN BARBERO, H., Concepto y alcance ..., cit., pág. ibidem. Vid. nota 12.
Hace doce años la diferencia era menor. En 1985, mientras los órganos jurisdiccio-
estadísticas que reciben más causas que las que registra la policía, algo nales incoaban 1.142.106 diligencias previas, Policía y Guardia Civil tuvieron
anómalo y sorprendente que no puede responder a la realidad^^*. Pero de conocimiento de la comisión de 808.402 dehtos.
167
u n a simple confrontación de las respectivas estadísticas se deduce que Cfr. ROLDAN, H., Concepto y alcance de la delincuencia oficial, cit., III.B in fine.
V . rse r eb bsoilsnifriiip §! 3 sov lüisj eu :ab PJA líoonqa h rioieiD 92 Nyt' r n s , Según la información estadística que recaba el autor, en 1991 se habrían denunciado
-* "5d!o4Bói!rtüííVí5id¿rÍ9eo!6a38e-r'orc't9T a los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado 990.306 delitos, mientras se habrían
—. 'rn - m r i o i *!? --CBC" ns—^ néidíT'Rj osf incoado 2.089.120 diligencias previas. En 1992, 934.070 y 2.245.432, respectivamen-
162
te. En 1993, 938.612, por 2.426.049. En 1994, 901.696, por 2.536.376. En 1995,
Estadísticas Judiciales de España 1992, INE, Madrid 1995. 908.264, por 2.733.020. En 1996, 930.780, por 2.975.572. Y en 1997, 954.587
163 Sin embargo, hay que lamentar la desaparición de las mismas de materias que
168 (denuncias ante la Policía) por 3.087.667 (diligencias previas jurisdiccionales).
venían siendo objeto de u n completo tratamiento, en especial las estadísticas
169 Así, GARRIDO GENOVÉS, V. y otros, op. cit., pág. 140.
dedicadas al estudio de la población penitenciaria; asimismo han dejado de
Por ejemplo, los datos estadísticos relativos a juzgados de paz hasta el año 1985
incluirse los datos estadísticos relativos a la jurisdicción penal militar, si bien es
distinguían los condenados según sexo y clase de falta, no así por grupos de edad.
cierto que estos poseían menor interés criminológico. Se echa en falta, sin embargo, tal información en el tratamiento de los datos
En este sentido, GARRIDO GENOVÉS, V. y otros, op. cit., págs. 136 y 137. procedentes de los Juzgados de instrucción, fi'; . i'!,.H-irci ut imnnji::,, 4«b .gfiq
300 ANTONIO GAKCIA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 301
La información que arrojan las estadísticas judiciales merece alguna en la informatización de la información que recogen, etc.) no debe sugerir
reflexión adicional. ¡ÍBÍ sb oibtoi íu^ la inutilidad criminológica de esta categoría («diligencias previas»). Que
de 1987 a 1997 se haya pasado de 1.338.309 a 3.087.667 «diligencias
En primer lugar, y en cuanto a la fuente de dicha información, es muy previas» significa, al menos, que h a tenido lugar u n incremento del 130%
reducido el número de denuncias {recte: querellas) que se interponen de la delincuencia oficial registrada^^^
directamente ante el órgano jurisdiccional —entre el 2% y el 4% del
total—mientras crece el porcentaje de actuaciones judiciales que tienen En el anexo estadístico de la presente obra pueden consultarse las
su origen en partes médicos, al parecer, próximo al 15% en algunos tablas y gráficos sobre estadísticas judiciales: «Anexo estadístico» (II).
delitos contra la salud y la integridad de las personas"^. No obstante,
algunos autores creen detectar u n justificado incremento de la opción
del particular a favor de la querella ante el órgano jurisdiccional y c') 'Esía.áistica.spenitenciarias. La información estadística fundamental
hablan de un proceso de «privatización del Derecho Penal»^''^ relativa a la realidad penitenciaria española se encuentra en dos fuentes:
el Informe General de la Dirección General de Instituciones Penitenciarias
E n segundo lugar, y por lo que al propio concepto nuclear de «diligen- y las ya citadas estadísticasjudiciales que publica el Instituto Nacional de
cia previa» se refiere, es obvio que el mismo no puede ser u n indicador Estadística. Ambas fuentes son complementarias: mejor sistematizadas,
fidedigno de la criminalidad real y sí solo un referente de la delincuencia tal vez, las estadísticas judiciales; más detallada y minuciosa la informa-
oficial o registrada. El incremento de las «diligencias previas», desorbi- ción que arroja el informe. Este tuvo periodicidad anual hasta 1983 y
tado, no se corresponde, desde luego, con el más limitado ascenso del contiene, además, datos específicos sobre determinados extremos que no se
crimen real. Padece u na clara hipertrofia^'''^ ^or muy diversas razones. recogen en las estadísticas (vg., resumen de «actividades»: tratamiento
Ahora bien, tampoco parece correcta la afirmación de que las estadísti- penitenciario, sanidad penitenciaria, educación, cultura y asistencia reh-
cas judiciales solo reflejan el volumen del trabajo de los tribunales pero giosa, asuntos administrativos, económicos y funcionarios, obras y cons-
no el de la delincuencia r e a l " ^ Ciertamente las cifras de diligencias trucciones, trabajo en las prisiones, actividades de la Escuela Penitencia-
previas ofrecen un a imagen sobre dimensionada del crimen real, porque ria, Informática penitenciaria, conflictividad en las prisiones, etc.).
no siempre se incoan por u n hecho que constituye delito; y porque el
proceso de elaboración de las mismas da lugar a posibles duplicidades de La Estadística penitenciaria, que obra como capítulo independiente
modo que u n mismo delito se registra en varias diligencias"''. Pero estos en las estadísticasjudiciales, abarca tres apartados. El primero versa
defectos metodológicos (proceso de confección de las estadísticas, déficit sobre los establecimientos penitenciarios («distribución geográfica» de
establecimientos), distinguiendo la finalidad de cada uno de ellos (con-
ceptos: «diligencias», «detención», «cumplimiento» y «hospitalarios o
•>«rí x3fía ,hn V oiafMfioO ..H .OmAñMi PíAÜ
asistenciales»). El segundo consta de una relación de «series cronológicas»
Cfr. EOLDÁN BARBERO, H., Concepto y alcance ..., cit., pág. 696, citando el hasta el año en curso, relativa a la «población reclusa, delitos cometidos,
parecer de Stangeland, García y Márquez. penados, ingresados y libertades condicionales concedidas» (se hace
Así, R O D R Í G U E Z R A M O S , L., ¿Hacia u n Derecho Penal privado y secundario?, en: constar el total de la población reclusa, masculina y femenina, expresán-
Actualidad Jurídica. Aranzadi, n^^ 251 (20.VI.1996), págs. 1 y ss. Cfr. ROLDAN, H.,
Concepto y alcance de la delincuencia oficial, cit., III.F., matizando las perspectivas
dose las respectivas situaciones procesales: penados, procesados, dete-
y significado de dicho proceso «privatizador». nidos con especificación del sexo, en cada caso, y del concepto o causa de
172 Así, ROLDAN BARBERO, H., Concepto y alcance ..., cit., pág. 697. dicha situación procesal; con relación a los «penados», se distinguen
173 Tesis esta última que mantiene STANGELAND. Cñ'. ROLDAN, H., Concepto y edades, estado civil, duración de las penas y habitualidad de los mismos;
alcance de la delincuencia oficial, cit., ibidem. Según STANGELAND un mismo en cuanto a los «delitos», se parte de las rúbricas legales: contra la
accidente en el que se ven involucrados dieciocho vehículos puede registrarse en
diez Juzgados distintos, teniendo en cuenta el número de lesionados que denuncian
el hecho (a juzgados distintos) y el de hospitales que traten a aquellos (que
remitirán al Juzgado los correspondientes partes médicos). 175
Cñ-. ROLDAN BARBERO, H., Concepto y alcance de la dehncuencia oficial, cit-, Así, ROLDAN BARBERO, H., Concepto y alcance de la delincuencia oficial, cit.,
pág. 697, citando el parecer, entre otros de STANGELAND. pág. 699.
302 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 303
En el Anexo Estadístico contenido al final de esta obra se ha seleccio- Difiere, en puridad, de la entrevista, aunque a menudo se equiparan
nado la información relativa a los datos penitenciarios conforme a los una y otra técnica. La exploración persigue captar de manera exhausti-
siguientes parámetros: por un lado, la evolución de la población nacio- va la personalidad o algún campo de la personalidad del sujeto. Es el
nal, discriminándose la información en función del sexo, la situación modo más adecuado de investigar el aspecto psicopatológico de aquélla
procesal penal, o el tipo de delitos cometidos. Por otro, se consigna la que integra el diagnóstico psiquiátrico. Equivale, pues, la exploración
tipología delictivo, tanto de la población interna penada, como de la psiquiátrica a un depurado diagnóstico clínico en el campo médico-
interna total, añadiéndose además la evolución de la población reclusa somatico..jjj^^,-^^gllfj^j|5g^.Tg^^ggi,.g;,^^ i'tSítósró^.fsteK'ii^W» *&.*
media desde el año 1990 hasta el año 1996. oflóJgffiíQvli^»»" La exploración requiere una profunda formación especializada de índole psico-
lógica o psiquiátrica, tanto en quien la progranna como en quien la lleva a cabo: exige
í i"^ Así mismo, y pese al escaso valor criminológico del Informe, debido al no sólo unos conocimientos teóricos básicos sobre la especialidad sino también el
retraso que sufre, se h a n seleccionado algunos de los datos más relevan- dominio de la técnica diferenciada de exploración psiquiátrica, el más completo
tes e incluido en el anexo las cifras relativas al año 1993^^^. método de investigación psicopatológica y el dominio de ia exploración psicológica
para la indagación de contextos psíquicos^^^ Se lleva a efecto, generalmente, en
forma de con\/'Brsaciónenlxe dos. Es necesario un continuo análisis de los datos e
BI ai información que se registra, precediéndose a una reducción de las impresiones
complejas y a una síntesis subsiguiente de las aisladas en el ámbito total de la
^'^ La mencionada publicación se nutre, en especial, de los datos proporcionados imagen integrada de la persona examinada^**^.
semanalmente tanto por la, hoy, Secretaría General de Asuntos penitenciarios del *' ,' .i| . í;iii>|iiíioKirufarf'J £Í efc ^u iay>i , KofeoJSM ^'T ,Sff.Lli-
«1 Ministerio del Interior, como por la Direcció General de Servéis Penitenciaris i de .tijjfeTOr -ssi.q . I, ' ^sihO..H.í!5i
—— PH' .,,„ U^^ , , TI íir¡TiVt,í)-
Rehabilitado del Departament de Justicia de la Generalitat de Catalunya.
^'* Se aportan cifras de la población encarcelada, preventiva, y penada, discriminada son las que proporciona Instituciones Penitenciarias a través de su página de
por sexos, en u n análisis temporalizado por semestres (se ofrecen algunos ejemplos Internet [www.mr.es/instpeni/cifras.htm (datos a 18-7-1997)].
en el «Anexo Estadístico» de este Tratado). ^*"' Cfr., GÓPPINGER, H., Criminología, cit., pág. 106.
^'^ Informe General 1993, Secretaría de Estado de Asuntos Penitenciarios, Ministerio ^**^ Así, GÓPPINGER, H., Criminología, cit., págs. 106 y 107.
182
de Interior, Madrid, 1996. Véase Anexo III. Otras fuentes de consulta actualizadas Así, GÓPPINGER, H., Criminología cit., pág. 107. M ,1: , B 3 Í I
306 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA 307
TRATADO DE CRIMINOLOGL^
La exploración psicológica se inscribe en el dispositivo psicodiagnóstico. La La entrevista centrada (focused interview), técnica desarrollada por Merton,
entrevista, por el contrario, persigue la obtención de informaciones mediante la cuenta con unas hipótesis elaboradas de antemano, y a partir de las mismas, el
recogida de datos (subjetivos) que el examinado ofrece.
entrevistador polariza la entrevista haciendo un análisis en profundidad (por ejem-
plo, de una determinada experiencia y de los efectos que provocan uno o varios
3') La entrevista. Tiene, pues, u n a estructura más simple y menores estímulos), susceptible a menudo de técnicas comparatistas con otras personas
distintas^^°.
pretensiones que la exploración. Por ello, no precisa en quien la lleva a
La entrevista de preguntas abiertas contiene preguntas precisas pero que no
cabo (observador) u na especial cualificación, bastando con la formación condicionan rígidamente las posibilidades de respuesta. La libertad del entrevistador
propia de la técnica de encuesta^*^. El papel de éste —a diferencia de lo es reducida, pero no así la del entrevistado, cuyas contestaciones pueden abrir de
que sucede en la exploración— es el del intermediario neutral, si bien no improviso nuevas perspectivas a la investigación'^^
es fácil evitar que la persona o actitudes del entrevistador desencadenen Por el contrario, la entrevista ÚQ preguntas cerradas, próxima ya a los cuestiona-
rios estandarizados, circunscribe las posibilidades de respuesta al máximo, tanto si
determinadas reacciones en el entrevistado, ya que, en definitiva, la
se trata de preguntas formuladas en términos de alternativa (sí o no), como de «lista»
entrevista es u n a técnica basada en la comunicación entre dos personas (oferta preestablecida de contestaciones)'^^.
relacionadas por un mensaje^®"*. Según el grado de «dirección» que recabe el entrevistador y el modo de llevar la
conversación, cabe distinguir, también, diversas clases de entrevistas:
Existen numerosos tipos o clases de entrevistas, según el grado de Entrevistas dirigidaso no dirigidas. En las primeras, el entrevistador mantiene la
estandarización de las preguntas, de libertad de comunicación entre iniciativa y control de la comunicación, orientándola en el sentido deseado con los
entrevistador y entrevistado y profundidad de ésta, de estructuración, mensajes oportunos. Por el contrario, en las no dirigidas —que Rogers elaboró e
número de participantes, destinatario, etc. introdujo en el campo de la psicoterapia'''^— la estructuración de la entrevista es
mínima, porque se trata con ella de destacar el cuadro perceptivo del examinado
Así, suele distinguirse, atendiendo al primero de los criterios, entre entrevistas situándole en una disposición de ánimo favorable en la que se espera reaccione
' u «informales» y entrevistas «estandarizadas»^'*'^; o, siguiendo a Grawitzl^^ entre consigo mismo. Importa, pues, no tanto clasificar o interpretar los sentimientos del
• . entrevistas: clínica o libre, profunda, de respuestas libres, entrevista centrada entrevistado, como darle confianza y que se sienta comprendido"''*.
i " (focusedinterview), de preguntas abiertas y de preguntas cerradas. Entrevistas directas o indirectas. En las primeras, las preguntas efectuadas no
La entrevista //^/esignifica el máximo de libertad y de profundidad en el proceso pretenden obtener otra información que la que aparentemente persiguen, lo que no
de comunicación entre entrevistador y entrevistado. Interesa ponderar aquí no sólo sucede con las entrevistas indirectas'^^.
el contenido de lo que manifiesta el entrevistado sino también la forma en que lo Finalmente, atendiendo al número de participantes, a la instrumentación de la
hace. Esta modalidad de entrevista, con sus diversas submodalidades^''^ se utiliza propia entrevista y a la índole de sus destinatario cabe distinguir:
como técnica psicoanalítica y psiquiátrica. La entrevista convencional, ^^/^^^/(entrevistador-entrevistado), la entrevista
I La entrevista profunda se orienta a campos más limitados (por ejemplo, la común con piuraiidad sucesiva de entrevistados (examinado, familiares de éste,
«motivación»). El papel del entrevistador es más activo, al sugerir el objeto de etc.), la entrevista de grupo (pluralidad coetánea de examinados) y el tándem o
estudio y seleccionar los datos obtenidos^^^ en forma cualitativa, board-interview, es decir, el interrogatorio «cruzado» (pluralidad de entrevistadores
te fisic La entrevista de respuestas iibresse limita a sugerir el tema, pero las preguntas r • t ^ entrevistado único)""^.
OÍR'- "O se formulan anticipadamente, lo que confiere más libertad y reflexión al investi- Isno |_g entrevista c/s/y la consulta escrita, frecuente esta última cuando el destina-
Br gador'"''. tario es un grupo o colectivo social" íSí)(íé9l5' ^
ni i& 6 SVtiii BO . cu.,j!U}jic^ cíújxajiiyu aD üOIOBgEOni Et BIJ: 0*#ÍiO.tli.rji-i;,jiJJ.í. f'j Í>lÍ.iÜO ('Uí.>VÍ.J ;:.'"il.íOíj ^XÍÍjÚiííXXS-ÍA.^jf^^f l v ) l ) i f í I D O B '^•^ OV'1-Í-*|^1»-ÍJ|ÍW|
o
-éijjphiq aoííiSfríiioono!) sorm o-íaiupst .ofeiiíiaa \sA n 3 .nóbüioíq;
Sobre el problema, detalladamente, MIRALLES, T^ Métodos y técnicas de la BÍ*T;^<'\ - ¡rn ^í •.vúi-stnfi fil f t s i u p fiS BofoBriftfiGÍ-f:) VÍÍÍIÍ Bf)aͧÓÍ00í8q
Criminología, cit., págs. 343 y ss. (y reseña bibliográfica). También, GOPPINGER, • smaiíií BÍ ab oJeixÍG ÍK otoBU's as írobBsbií
H., Criminología, cit., páginas 107 y ss. 190
MIRALLES, T-, Métodos y técnicas de la Criminología, cit., págs. 350 y 351.
Así, MIRALLES, T^ Métodos y técnicas de la Criminología, cit., pág. 343; 191
Así, GOPPINGER, H., Criminología, cit., pág. 109.
GOPPINGER, H., Criminología, cit., págs. 107 a 110. 192
Así, GOPPINGER, H., Criminología, cit., pág. 109.
J^ Así, GOPPINGER, H., Criminología, cit., pág. 108. •r'^.lZJ^LL...
^"^^ MIRALLES, T-, Métodos y técnicas de la Criminología, cit., pág. 352.
GRAWITZ, M., Métodos y técnicas de las ciencias sociales, vol. II (1975), págs. 191 ^^^ Cfr. GRAWITZ, M., Métodos y técnicas, cit., pág. 109 y ss. Cfr. MIRALLES, T^
y ss. Cfr. MIRALLES, T^ Métodos y técnicas de la Criminología, cit., págs. 349 y ss.
187 Métodos y técnicas de la Criminología, cit., pág. 352.
Cfr. MIRALLES, T^, Métodos y técnicas de la Criminología, cit., pág. 350. 195
MIRALLES, T-, Métodos y técnicas de la Criminología, cit., pág. 353.
189 í l l ^ ^ J ? ^ í : ' ^ í ' ^ ' '^"' Métodos y técnicas de la Criminología, cit., pág. 350. 196
Cfr. GOPPINGER, H., Criminología, cit., pág. 108.
MIRALLES, T-, Métodos y técnicas de la Criminología, cit., pág. 350. 197
Cfr. GOPPINGER, H., Criminología, cit., págs. 108 y 109. .,,;,, , ,
308 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 309
La encuesta panel, en la que se entrevista a los mismos sectores de la población Además, suele emplearse para completar la información que sumi-
... _ sobre las mismas variables pero en épocas diferentes, al objeto de registrar los
-ms! cambios de opinión y conducta durante el período de tiempo interesado^^". nistren otras técnicas (cuestionario, entrevista, etc.) y verificarla, e
incluso como instrumento único o básico de trabajo, operando entonces
con un aparato conceptual muy preciso y un objeto perfectamente
4') El cuestionario. Es una técnica dirigida específicamente a estudios conocido y delimitado de antemano.
survey, grandes muestras y sondeos de «opinión», dada la estructura Particular aplicación tiene en la «terapia social», como instrumento
«normalizada» de las preguntas que utiliza. La calidad de la información y control simultáneo; así como, en la sociología, para el estudio de «roles»
que puede suministrar es, también, menor, puesto que responde a las (vg., sociograma)^°^.
. exigencias de los análisis «cuantitativos», presupone la homogeneidad del
La observación puede ser no estructurada {'pa.m recabar datos pero sin partir de
colectivo encuestado y, a diferencia de la entrevista, limita al máximo las
unas hipótesis muy concisas); o estructurada, si opera sólo con las variables y en el
posibilidades de respuesta y la ponderación de sus matices^^^. sentido de las hipótesis^"''.
ütíJWPfl''» El cuestionario es un instrumento de medición «cuantitativa», «normalizado», Cabe distinguir, también, entre una observación externa {B\ observador perma-
«calibrado» y de «doble aspecto»^™. nece ajeno al grupo, aunque receptivo) y una observación activa o participante,
Bl* Como instrumento «cuantificador», describe la influencia de la variable indepen- integrándose en el mismo como un miembro más. Esta última, junto con sus lógicas
diente sobre las dependientes, y resulta particularmente indicado en las investi- ventajas, presenta, también, serios inconvenientes, en la medida en que las
'£ gaciones de «verificación». Presupone, en tal sentido, una compleja labor de exigencias convencionales de toda investigación científica (neutralidad, distancia-
conceptualización y análisis operacional, así como la selección anticipada de los miento del objeto, no identificación con el mismo, etc.) corren el riesgo de diluirse^"^
indicadores que integran cada variable de la investigación. La observación activa o participante conlleva, a menudo, una aconsejable
Como instrumento «normalizado», exige una total homogeneidad y uniformidad escenificación, con el consiguiente reparto de papeles (Psicodrama).
tebc de las preguntas, a fin de posibilitar el posterior análisis comparativo de las Algunas investigaciones conocidas han acudido a la técnica de la observación
respuestas con técnicas estadísticas. de forma prioritaria. Así, en el campo de la Antropología Social, las de MALINOWSKI
one Como instrumento «calibrado», requiere ensayos previos con personas de (1923), M. MEAD (1961 y 1976) y MURDOCK (1949). Particularmente significativa
one características similares a las que integrarán la muestra, al objeto de perfilar y es la de B. WHYTE (1943) sobre una comunidad marginada de emigrantes italianos
corregir posibles errores en las hipótesis, conceptuación, formulación de las pregun- de Boston, investigación esta última semiestructurada, de más de tres años de
tas, etc. escrupuloso trabajo intensamente vivido, y que le permitiría concluir —frente a la
tesis oficial de la «desorganización social» de ciertas minorías marginadas— que la
En cuanto técnica de «doble aspecto», si bien se orienta prioritariamente al
Bí3i\ estudio de grandes muestras, puede cuantificar, también, unidades de observación delincuencia en pandillas de jóvenes de la denominada «segunda generación» no
,síeí s¡mples^°^ es producto de una supuesta «desorganización» social o de grupo^"''.
i 6 y oSkoíO
':'3©fcí^' •taínfte;,!.
5') La observación. Surgió esta técnica en la Antropología Social 6') La discusión en grupo. J u n to con el psicodrama, h a adquirido
generalizándose, después, para investigar determinadas parcelas del particular significación en el análisis y terapia de la personalidad, y en
ámbito psíquico y social del examinado, sobre todo, como complemento la terapia sociaP°''.
• . * i ^ l f l í i J ..UtlllilIH.(l.i)«J 1 I t)i ' c , s i ! J!.--!. n u . y -!Slfj;>rn ^^
de la exploración. En tal sentido, requiere unos conocimientos psiquiá-
tricos y psicológicos muy cualificados en quien la practica y u n a cierta
estandarización en cuanto al objeto de la misma^"^. ^Í^Í->ÍÍ
»)£
noír '!\0 ,Rí' •.rnrv , f i : i O i n H 4 0 0 .bN
Vid. GOPPINGER, H., Criminología, cit., pág. 111 (y amplia reseña bibliográfica
i-'f aírírr-tfi-«/s !t:/d'ivs'il <f«í S'^iünKwíífiíííiiísn a+K'iT' ^.ssi í .51 .T
sobre la discusión en grupo).
^"^ Vid. MAYNTZ, E.; JOLM, K , y HÜBNER, P., Einfürhung in die Methoden dar '1^ Vid. MIRALLES, T^ Métodos y técnicas de la Criminología, cit., págs. 328 y ss.
empirischenSoziologie, 1971 (ColoniayOpladen), págs. 168 y ss. Cfr. GOPPINGER, ^" Vid. MIRALLES, T^ Métodos y técnicas de la Criminología, cit., pág. 331 (y
H., Criminología, cit., págs. 111 y 112; MIRALLES, T"^, Métodos y técnicas de la
bibliografía allí reseñada).
Criminología, cit., págs. 329 y ss. '1^ Vid., por todos, MIRALLES, T^ Métodos y técnicas de la Criminología, cit., pág. 330
^^^ Cfr. GOPPINGER, H., Criminología, cit., pág. 111.
y ss. j i . . . ¡ ! „«•
^" Cfr. GOPPINGER, H., Criminología, cit., pág. 111. '1'^ Cfr. GOPPINGER, H., Criminología, cit., pág. 112. >05K:5, .
'12 Vid. GOPPINGER, H., Criminología, cit., pág. 112.
'flitt
312 ANTONIO GAECIA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 313
lidad, mediante el procedimiento de provocar en el individuo que se Todo test debe ser objetivo, fidedigno, válido, suficiente, susceptible
examina ciertas reacciones. De éstas se deducen, después, las oportunas de comparación, económico y útiP^^, requisitos no siempre presentes en
consecuencias (en orden a l a capacidad, actitudes, etc. de aquél) suscep- la rica y heterogénea oferta actual que, al parecer, oscila entre 20.000 y
tibles de análisis y comparación a través de métodos estadísticos. En 50.000 modelos^^l
este sentido, el test suele caracterizarse como «situación experimental
estandarizada»^^^ o supuesto «especial de experimento»^^^. Desde un punto de vista funcional se clasifican los tests, en: test de
eficiencia (test de inteligencia, tests de aptitudes y tests neuropsicológicos)
La particular idoneidad del test para el examen de la personalidad se y tests de personalidad (tests objetivos y técnicas proyectivas).
explica por la propia naturaleza del mundo psíquico, sólo accesible por
Los tests de intel¡genciamó& conocidos son la Escala de Binet-Simon (1911), con
medio de la «expresión», esto es, de la «deducción»: el test permite
sus sucesivas revisiones (Binet-Terman, de 1916); Stanford o Terman-Merhll, de
reconducir las afirmaciones incontroladas que se vierten en u n a explo- 1937 y 1960), que permite determinar la «la edad mental»; las escalas de inteligencia
ración, observación o experimento a un marco previamente definido, de Weschier-Bellevue (formas I, de 1939, y II, de 1940-1946) y el Weschier Adult
limitando el procedimiento de obtención de datos mediante ciertos Intelligence Scale (WAIS), de 1955, que además de tests de inteligencia general han
criterios y definiendo formalmente su contenido con precisas determina- sido objeto de investigación como posibles instrumentos de diagnóstico de una gran
variedad de condiciones patológicas; test de Raven (1938) y test de dóminos (D-48),
ciones. 219 de1944221
Siendo, además, distintas las personas que se someten al mismo test, Los tests de aptitudes ^\\QÚQX\ versar sobre las funciones mentales o sobre el
pensamiento conceptual, los primeros miden los rendimientos específicos de la
y distintas sus reacciones, cabe entonces ponderar estadísticamente las atención (tests de Toulouse Pieron, de Meili, etc .); la memoria (de Weschier, de
diferentes respuestas y clasificar las personas que se sometieron a Cattell, etc.); aptitudesperceptivo-motores (de retención visual, de Benton;guestáltlco
visomotor, de Bender; de la figura compleja, de Rey, etc.); test psicofisiológicos;
psicomotores (de destreza motora, de Stromberg; de actitud mecánica, de McQuarrie,
Pero el test es uno de los métodos, no el único, y sólo un método, que no debe etc.). Los tests de pensamiento conceptual miden la aptitud para la categorización.
sobrevalorarse ni absolutizarse. Del mismo modo que la exploración psiquiátrica no Así, los de Vigoisky-Hanfmann y Kasanin (para el estudio del deterioro mental), el
puede ni pretende captar totalmente la personalidad, tampoco los mejores tests son de Afasias (del lenguaje) y la batería de Luria^^^.
capaces de mostrar «la» personalidad —o ciertos campos psíquicos— «tal y como
Los tests á%personalidad^^ se clasifican en: cuestionarios de personalidad, tests
es»; proporcionan, a lo sumo, una «imagen» de la personalidad —o de sus muchas
objetivos de la personalidad y tests proyectivos de personalidad. Los primeros,
facetas— tal y como ésta se «manifiesta» y «deduce» de la prueba realizada, en el
unifásicos o multifásicos (según el número de rasgos que midan), pueden seguir
momento de hacerla, y en comparación con otras personas sometidas al mismo test
criterios de medición psicológicos clásicos (vg. tests de Allport o de Terman),
o con un valor «medio» estadístico calculado para éste^^".
nosológico-psiquiátricos (test MMPI) o análisis factorial y medir rasgos de adapta-
Baste con observar, por lo que se refiere a los tests realizados a delincuentes,
eb ,39 ción, interés o valores. Algunos de estos tests se refieren a tipologías de carácter (vg.
que son indicadores de la personalidad del autor en el momento de someterse a los Guilford-Zimmermann y 16 PF de Cattell), otros aspectos de personalidad patológi-
mismos; momento que no coincide necesariamente con la «personalidad media» de Ssíne-,
aquél en el momento del hecho, pues todas las vivencias posteriores a la conducta
criminal repercutirán en su propia personalidad, reflejándose de algún modo a la
e¡c, .aehora de someterse al test^^^ j v; ,DS:0íi«0O.5í;f©qBi ot) (KJíTSon^KíP.
222 Cfr. GÓPPINGER, H., Criminología, cit, pág. 114. " " ''
a é m íi-T^ ; Í ! ' !_ __ .,,,j,Cvt L/^VJÚ l o n s m íe 0 9 -isasMo ,ao{Í9 ara ^B- 22=^ Así GÓPPINGER, H., Criminología, cit., pág. 114.
'•^"••"- ' ' ' : , j ; l ü p t e q goqmsrj BobñíiiiTíiaJab eb .BviíBoilífn^ía v ''* Cfr. VALLEJO, J., BULBENA, A., GRAU, A., POCH, J. y SERRALONGA, J.,
Introducción a la psicopatología y psiquiatría, Barcelona (Salvat), 1983, págs. 151
y ss.; CABRERA FORNEIRO, J., y FUERTES ROCAÑIN, J . C , Psiquiatría y
^^•^ Así, PICHOT, P., Les Tests psychologiques en Psychiatrie, en: Gruhle, H.W.; Jung, Derecho dos ciencias obligadas a entenderse. Manual de Psiquiatría Forense,
R., y otros (edit.) Psychiatrie der Gegenwart, Forschung und Praxis, I y II, 1963, Madrid, (Cauce Editorial), 1997, págs. 109 y ss.; ESBEC RODRÍGUEZ, E., y
Berlín, Gottingen, págs. 181 y ss. Cfr. GÓPPINGER, H., Criminología, cit., pág. GÓMEZ JARABO, G., Psicología forense y tratamiento jurídico legal de la
113. discapacidad. Madrid (2000), Edisofer, S.L., págs. 304 y ss.
'^** Así, GÓPPINGER, H., Criminología, c i t , pág. 113. • • ., . ,. 225
Cfr., VALLEJO, J., BULBENA, A., y otros, Introducción a la psicopatología y
^^^ Así, GÓPPINGER, H., Criminología, cit., pág. 112. ''SUU ,aobai'<ocf ,£>iV psiquiatría, cit., págs. 154 y ss.
'2" Cfr. GÓPPINGER, H., Criminología, cit., pág. 113. . BR \ 226
Vid. CABRERA FORNEIRO, J., FUERTES ROCAÑIN, J . C , Psiquiatría y Dere-
221 GÓPPINGER, H., Criminología, cit., pág. 114. » ^XiíMíHHOD .-ñD
cho, cit, pág. 111. ^,_ ^_^, , . , . . , „ . , , ^ „ . . , . „ „ , UTÍiA. .,.„-. •
WL
TRATADO DE CRIMINOLOGLV 315
314 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA
no definen la magnitud de las diferencias entre las categorías de rango (vg. muy
eos (vg. autoanálisis de Cattell; EPI, de Eysenck; ansiedad, de Taylor; SN59, de
agradable, agradable, neutral, etc.).
Cerda; NAD de Costa-Molinari; Hamilton, de ansiedad y depresión, etc). Los tests
Las escalas de intervalo se llaman así porque el intervalo entre las clases se
objetivos de personalidad son, entre otros, los de los laberintos de Porteus, del dibujo
sucede con igual separación o frecuencia, por lo que los respectivos valores
en espejo, y de batería de Hartshome y May. Los tests proyectivos (de Rorschach,
corresponden a los de las cifras (la diferencia entre los valores de los puntos 10 y 12
Tat de Murray, test de Lowenfeld, de K. Machover, etc.) pueden subcJasIficarse en
de una escala de intervalo es la misma que entre los valores de los puntos 2 y 4). La
tres grupos: los proyectivo-gráficos (Goodenough, Koch, etc.); los que utilizan
escala de relación, sin embargo, tiene un auténtico punto cero, siendo poco utilizada
material diferenciado (así: test del nnundo, de Buhier; de frustración, de Rosenzweig;
en el campo psíquico^^^.
de apercepción temática, TAT; de asociación de palabras, de Jung, etc.); y los que
La fidelidad y validez de la escala suele verificarse con arreglo a diferentes
utilizan material indiferenciado (test de Rorschach)=^=^^.
técnicas {test-retest, multiple-form, spiithalf, etc.)^^^.
De los tests citados tienen particular interés los neuropslcológicos, que estudian
las funciones cerebrales superiores mediante las «unidades funcionales cerebra-
les» (Anokhin, Vigotski, Luria, etc., de la Escuela rusa). Y, para la Psiquiatría, el Los métodos de medición se utilizan en la Sociología, versando
MMPI, el de Macchover y el 16.P.F. de Cattell (con relación a los trastornos de la entonces sobre actitudes, percepciones y comportamientos individuales
personalidad); el de Wais y el de Raven, a propósito del retraso mental; el test de
o de grupo^^*. Pero tienen u na especial significación teórica y práctica en
Luria y el de Wais, también, en cuanto a las demencias; el MMPI y los proyectivos
de Rorschach y Macchover, para las psicosis; los cuestionarios de Hamilton, Beck la psicología de la personalidad (en forma de cuestionarios) al objeto de
y Zung-Gonde, con relación a los trastornos afectivos y de ansiedad^^".' averiguar hasta qué punto se halla pronunciada una determinada
cualidad.
Cabe resaltar aquí dos suertes de cuestionarios^^^: un primer grupo se perfiló
9') Métodos de medición. El concepto de «medida» alude a la comprobando, con fines clínicos, «algunas expresiones patológicas de dimensiones
cuantificación de u n a propiedad de un sistema concreto^^^; medir es de la personalidad», como es el caso del conocido MMPI (Minnesota Multiphasic
interpretar ciertas señales convencionales, como números, que suminis- Personaüty Inventory), test amplio de cuestionario, desarrollado para el diagnóstico
de particulares irregularidades psíquicas, que consta de tres escalas de validez y
tran, a su vez, un a imagen más o menos fiable de porciones o grados de diez escalas estándar; un segundo grupo de cuestionarios persigue obtener informa-
una propiedad^^°; magnitud, en consecuencia es el modo en que los ción sobre «dimensiones fundamentales» o «factores» de la personalidad (es uno
grados de un a propiedad se representan por números. Los métodos de de los instrumentos preferidos, por ejemplo de la Psicología «factoriaiista» de
medición pretenden, en definitiva, llegar hasta diferenciaciones cuanti- Eysenck).
tativas a través de la captación cualitativa de ciertos campos^^\ -BBIÍ Todos estos métodos de medición tienen sus limitaciones^^^, pero chocan, ante
, 4 todo, con la imposibilidad de cuantificar con exactitud cuanto sucede en el mundo
La medición presupone u n instrumento: la escala. '* " psíquico del hombre. Tai vez por ello, sería preferible utilizar la expresión «estima-
peiKN. ción gradual» antes que la de «medición»^^^
.8V)1£ Existen muy diversas clases y subclases de escala: nominales y ordinales, de
-igóloí intervalo o de relación, etc.
Las escalas nominales, no marcan diferencias cuantitativas entre las diferentes
expresiones de características consignadas en las mismas. Las ordinalescQ'n'(\ev\en 10') Métodos sociométricos. Son de preferente aplicación en el ámbito
o expresan una relación cuantitativa en progresión o regresión (mayor-menor) pero sociológico y socialpsicológico. Pretenden investigar las relaciones cam-
tíi ,íí(Ki ,:Sv¡ .£i;:yíü{iífni:ín ,,11 iídr'i'^í.q^fóí;
biantes de cada uno de los miembros de u n grupo menor o comunidad
.Ul -süq ,.ia .bigofonMahD ..H ^m'^JT¥\Oí investigando la frecuencia e intensidad de determinadas relaciones
elementales: atracción, repulsa, neutralidad, etc. Estas se reflejan, En cuanto a las biografías escritas por los mismos delincuentes, la
después, en forma de «sociograma», que describirá u n a red gráfica valoración deber ser muy matizada. La explicación e interpretación de las
significativa de tales relaciones entre los miembros del grupo, muy útil propias experiencias vitales interesa, desde luego, a la Criminología, pero
para ponderar la situación de cada persona en él (aislamiento, partici- es importante verificar la fiabilidad de la versión que aquéllos ofrezcan.
pación, liderazgo, etc.)^^**.
La biografías criminales tienen, por tanto, serias limitaciones. Ade-
m'ás, no todo delincuente está capacitado p a r a escribirlas, ni desvelan
11') Métodos longitudinales: estudios de «casos» y «biografías» crimi- posibles motivaciones ocultas, a menudo intuibles sólo por un tercero^*^
nales. ajeno al propio autor de las memorias o relatos. Pero, con las oportunas
reservas y cautelas, suministran u n material informativo útil y
Las estadísticas son descripciones «transversales» de la criminali- contrastable, más difícil a menudo de obtener por otros métodos^'*^, por
dad, inspiradas por criterios «cuantitativos». Los case studies o case cuanto la reproducción del «pasado» de u n a persona suele chocar con
histories y biografías (Ufe histories) son técnicas individualizadoras y obstáculos insalvables.
longitudinales de corte «cualitativo» que t r a t a n de desvelar la historia
del autor y de su hecho siguiendo el curso de su vida y de sus experien-
cias. 12')Estudios de «seguimiento»: los «follow-up». Los estudios/bZZoif-wp
Algunas de ellas, no obstante, pueden suministrar informaciones examinan la evolución del individuo durante un determinado período de
tiempo operando con u n a serie de factores psicológicos y sociológicos.
valiosas, susceptibles de tratamiento estadístico, a la luz de los datos
Son, pues, métodos dinámicos y evolutivos. i^.;.._-.
que aporten casos semejantes^^a. i^jabítenEíaet-.íwtowilvtite
Los case studies t r a t a n de recoger la información lo más completa Surgen a principios del siglo XX para verificar la efectividad del
posible sobre cada supuesto individualizado (descripción del comporta- tratamiento de los reclusos, cuando los partidarios de los contrapuestos
miento, historial familiar, trazos de la personalidad, pasado y presente sistemas penitenciarios (Auburn, Filadelfia, etc.) necesitan respaldar
del hogar, vecindad y círculo de amistades, oportunidades sociales, sus idearios con resultados empíricos^'*^. ---•----^•i----^ ---«----
experiencias en grupo, habilidades, preferencias, hobbies, oportunida- Estudios follow-up se h a n llevado a cabo para hacer u n seguimiento
des y actividades laborales, vida escolar, intereses, metas y proyectos, de las carreras criminales, del proceso de reinserción social del ex
etc.), acudiendo a la más variada gama de fuentes^*°. penado, y de determinados estados psicológicos de éste durante el
HEALY, en los Estados Unidos, practicó esta técnica para estudiar delincuentes cumplimiento de la condena.
juveniles de Chicago. La Judge Baker Foundation ha publicado, también, conocidos Los primeros de ellos tratan de investigar la génesis, evolución y manifestaciones
Oc case stucf/e^^^. de una «carrera criminal».
-í! Los individual case studies son un excelente método complementario de la Los segundos giran en torno al problema de la reincidencia y pretenden poner de
|jgU|,. Criminología, pero tienen, también, importantes limitaciones, por razón de la manifiesto hasta qué punto aquélla deriva del fallo del tratamiento penitenciario o de
' complejidad y dispersión de la fuente informativa, así como por la inevitable carga otros factores.
•8:
de la subjetividad que imprime el investigador al seleccionar los datos o intuicianismo Particularmente valiosos son, en este sentido, los estudios del matrimonio
en su ejecución^^^. GLUECK^'"' y del GLASER^*^. Los Glueck hicieron un seguimiento durante quince
f/ h i . í.<M . í •..'fí'^vr h PRÍ -HíiolSf.í!«t'>i- A'iw (li^ií! iP') vA ^nlA í ^ f i ^JV«^tvr^.H fí*.!ffjíimrh.>f v/'i . i rfi r 11,-1 i'i'T v J h . u a s S
238 GÓPPINGER, H., Criminología, cit., pág. 117. 243
Cfr. ENGLAND, D.R.-ENGLAND, R.W., Criminology, cit., pág. 73.
"^^"^ En este sentido, TAFT, D.R.-ENGLAND, Criminology, cit., pág. 71 a 73. ^** Para una reseña bibliográfica sobre el tema, vid. TAFT, D.R.-ENGLAND, R.W.,
^^^ Cfr. TAFT, D.R.-ENGLAND, R.W., Criminology, cit., pág. 72. Criminology, cit., pág. 73. '-^
245
^*^ Sobre el tema, vid., por todos, MANNHEIM, H., Comparative Criminology. A. Text Cfr., MIRALLES, T^, Métodos y técnicas de la Criminología, cit., pág. 320.
•T^ Book, I., London (Routledge-Keagan Paul), págs. 153 y 160. Cfr. PINATEL, J-, ^*' GLUECK, S.-GLUECK, E., 500 Criminal Careers. New York, 1930 (A.A. Knopf).
Tratado de Criminología, cit., pág. 72. ^*' GLASER, D., Defectiveness of Prison and Parole System, 1964, Indianápolis,
'*^ Cfr. TAFT, D.R.-ENGLAND, R.W., Criminology, cit., págs. 71 y 72. Bobbs Merrill Company.
318 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 319
años de quinientos ex reclusos del Massachusetts Reformatory, en tres períodos condiciones y status económico, etc.), y se comparan con el factor cuya influencia
sucesivos de cinco años, llegando a resultados más matizados y menos optimistas etiológica se examina. En la medida en que el grupo delincuente presente el factor
que los de la estadística oflciaF"**. en un porcentaje estadísticamente más significativo que el grupo no delincuente (lo
En cuanto a los fo/Zoiv-upque examinan el proceso de relnserción social del ex que se mide con diversas clases de tests), podrá establecerse aquella relación
píUiBarecluso, el trabajo de GLASER llamó la atención sobre la importancia prioritaria del causal.
pai, problema laboral, factor decisivo de la reincidencia, a su juicio, porque durante los La técnica de control se ha utilizado especialmente por la Biología Criminal
primeros meses que suceden a la excarcelación el liberado opta por replegarse a sus (herencia peyorativa) en estudios con gemelos monocigóticos y dicigóticos dirigidos
ai actividades marginales ilícitas si no encuentra una ocupación legaP*^. a demostrar la decisiva contribución del factor hereditario en el comportamiento
Zt-Í
Por último, estudios ío//o¡v-apse han realizado con éxito por COHÉN y TAYLOR delictivo. Para ello, las diversas investigaciones han tratado de verificar la siguiente
n£ investigando durante tres años en el ala de seguridad de la prisión inglesado Durhem hipótesis: que en los gemelos monocigóticos delincuentes su par gemelo es también
í"!-^^ a condenados a penas perpetuas^^". La supervivencia psicológica es, tal vez, el leit delincuente en una proporción estadísticamente más significativa que en los
" motiv de estos reclusos, según Cohén y Taylor^^^ gemelos dicigóticos delincuentes y sus pares^^"*. De particular interés fueron, entre
f Oq , Los estudios follow-up^tíoxe la reincidencia tienen la ventaja de suministrar una otros, los trabajos de Lange, Stumpfel, Hurwitz, Eysenck y Christiansen^^^.
"^información más completa, dinámica y matizada que la de las estadísticas oficiales,
/i/s ya que no se contraen a la reincidencia detectada, registrada sino a la real; abarcan
]frf¡ amplios períodos de tiempo (hasta quince años algunos de ellos), y constatan Metodológicamente, el gran obstáculo que tiene que vencer esta
j¡ 1 cambios cualitativos inasequibles a la estadística. Pero precisamente por todo ello técnica de investigación es la dificultad de seleccionar dos grupos
requieren de un complejo y conjuntado equipo de investigación, y ésta es difícil y homogéneos, para que sea posible la comparación entre el grupo de
'^•^ costosa"'52_
delincuentes y el de no delincuentes. Aunque la demografía h a progre-
3h,pi^oris!g ojpBjgtíííiaíf 1? íí||,§í/ifiiiíí),oííM:íí|b,aiX9kaaipttío\
sado, existen serias dificultades prácticas en el momento de asegurar la
'M '"' ^ mayor semejanza posible en los factores que tienen que permanecer los
13') Estudios «paralelos» e investigaciones con «grupo de control». Son mismos en uno y otro grupo. La formación del grupo de control es
técnicas estadísticas que junto al grupo experimental (delincuentes) problemática^^®.
examina, en términos comparativos, otro grupo de no delincuentes de
A la técnica del «grupo de control» se le h a objetado, además,
características homogéneas, tratando de investigar así la incidencia
diseccionar artificialmente la personalidad h u m a n a del medio o entor-
etiológica de un determinado factor o variable.
Así, por ejemplo, para determinar si la carencia materna durante la infancia^^^ es
no, operar con u n a perspectiva estática, y sus prejuicios individualistas
un factor criminógeno, se escogen dos grupos de personas —uno integrado por en el momento de seleccionar los factores objeto de investigación^'^''.
"^3 delincuentes, y otro por no delincuentes— de base lo más homogénea posible; esto
'fo' es, en los que concurran unas mismas circunstancias (edad, sexo, escolaridad,
, ;.-, i, .JSWOÍjapOiJ^I 9& o t a '
)vu,?'íd-•;;':i n,r,i!..'-5vri. ob^Btei^eoNa^Túísn , J
2« Cfr. MIKALLES, T^ Métodos y técnicas de la Criminología, cit., pág. 321. El estudio
se prolongó durante quince años. En los cinco primeros, la tasa de no reincidencia
•• se eleva a un 21,1 por 100; en los segundos cinco años, un 30 por 100 del total que
quedaba; en el tercer período, u n 41 por 100, también del total restante.
"^^"^ Cfr., MIRALLES, T^ Métodos y técnicas de la Criminología, cit., págs. 321.
2Í50 COHÉN, S. TAYLOR, L., The experience of Time in Long-Term Inprisonment,
1970. New Society, 431 (31 Dec); de los mismos: The Closed Emotional World of the
Security Prisión, 1971, New Edimburgh Review (15 Nov.); de los mismos:
Psychological Survival: the Experience of Longterm Inprisonment, 1972, London,
Penguin. 254
Vid. MIRALLES, T^ Métodos y técnicas, cit., pág. 318.
^'^i Cfr., MIRALLES, T% Métodos y técnicas de la Criminología, cit., pág. 321. 255
Sobre genética criminal, vid. infra, capítulo XI.
2^2 Así, MIRALLES, T^ Métodos y técnicas de la Criminología, cit., pág. 322. En cuanto a las dificultades prácticas para seleccionar dos grupos homogéneos,
^^^ Ejemplo, de MIRALLES, T^, Métodos y técnicas de la Criminología, cit., pág. 316. susceptibles de comparación, vid., por todos ..., MIRALLES, T-, Métodos y técnicas,
Sobre el problema, vid. WILLIAMS, H., Criminology and Criminal Justice, cit.,
cit., págs. 317 y ss.
págs. 60 y ss. 257
Así, MIRALLES, T-, Métodos y técnicas, cit., págs. 319 y ss.
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Capítulo VI:
Evolución histórica del pensamiento criminológico.
Etapa «precientífica»^
1. O R I G E N D E LA CRIMINOLOGÍA Y C O O R D E N A D A S D E
\
LA E V O L U C I Ó N H I S T Ó R I C A D E L P E N S A M I E N T O
CRIMINOLÓGICO
objeto como disciplina científica a mediados del siglo XIX (positivismo investigadores de Antropología médica. Psiquiatría, Psicología y Sociología se
preocupaban ya del crimen con planteamientos «criminológicos» ajenos al mundo
criminológico)*, interesará considerar, también, la aportación de otras
del Derecho, con un método empírico, positivo. En los campos de la Fisionomía
investigaciones empíricas sobre el crimen que, no obstante, se llevaron (LAVATER), de la Frenología (LAUVERGNE, MOREL, CUBÍ y SOLER), de la
a cabo con anterioridad; así como el pensamiento de autores utópicos, Psiquiatría general y de la Psiquiatría forense (PINEL, ESQUIROL, NICOLSON,
iluministas y reformadores, sin duda decisivos, y que se anticiparon en DESPINE, etc.), de la Criminalística, la Higiene Social y la denominada Estadística
siglos a la época de la denominada «lucha de escuelas». Partiendo, pues, moral (GUERRY, QUETELET), surgen numerosos estudios que entroncan con
conocidos postulados pos\eúores,áe\ positivismo criminológico. Este, el positivismo
de u n a conocida clasificación de las teorías sobre el crimen (teorías
criminológico, permitedelimitar—a finales del siglo XIX—el objeto específico de una
«extracientíficas», teorías «precientíficas» y teorías «científicas»), se nueva disciplina: la Criminología. LOMBROSO, GAROFALO y FERRI Inician las
analizarán aquí sólo las dos últimas. hostilidades contra la Ciencia Penal clásica, provocando la denominada «guerra de
escuelas»._ El positivismo potencia al máximo el estudio g//i?/gg/godel crimen, la
Carece de sentido, desde luego, la búsqueda del «certificado de nacimiento» de
búsqueda científica de sus «causas»^ Pero en el seno del mismo surgen desde un
la Criminología, porque cualquier intento de poner fechas concretas está condenado
principio diagnósticos encontrados: para el positivjsmo5/7/A<7/7<3/<?5/¿r¿7/^
al fracaso. Desde antiguo existen investigaciones sobre el crimen y una praxis. No
el origen del crimen reside en el propio delincuente como sujeto «distinto» por
es fácil precisar cuándo merecen éstas el rango de la cientificidad. Pero lo cierto es
razones congénitas y hereditarias; por el contrario, para las Xeoúas crimina/-^
que cabe constatar una notable proliferación de aquéllas en el siglo XV, coincidiendo
'sociológicas, <<todoeVmmáo es culpable, excepto el criminal». El binomio «indivi-
con el florecimiento de la Medicina iegaP. El principio procesal renacentista de la
duo»-«sociedad» sellaráTa posterior evolución del pensamiento criminológico».^
«búsquedadelaverdad material» estimuló, después, sinduda, el análisiscriminológico
Desde finales del siglo XIX cabe acusar una importante influencia de las
al propiciar la legislación del siglo XVI sobre peritos y médicos forenses la pondera-
corrientes soclológicaser\ la Criminología, con la publicación de las obras de TARDE
ción en el proceso de los dictámenes de estos expertos^.
(1882), DURKHEIM (Í895) y TONNIES (1895), quienes pondrán de relieve la
Contribuyó, sin duda, también, el pensamiento utópico (la utopía social de T.
«normalidad» estructural del delito como fenómeno social («parte integrante de toda
^"' MORO, por ejemplo); la filosofía política nue^ia, racionalista, de precursores de la
sociedad sana», según DURKHEIM),j^ la_de[propio delincuente, persona qu^ejTo_
'^"^ Ciencia Penal (Beccaria, ante todo) e ilustrados; jugando un papel decisivo,
difiere esencialmente ^ e s d e un punto de vista cualitativo^ de los demás ciuda-
probablemente, las ideas renovadoras y reformistas con que los pioneros de la danos (negación, pues, del principio positivista de la «diversidad» del criminal, que
moderna ciencia penitenciaria se enfrentaron al problema de la «situación de las mantuviera también V. LISZT, basándose en la patología celular de VIRCHOW)^
cárceles» (BENTHAM, HOWARD, entre otros). Las propias colecciones de casos, Forzoso es reconocer, sin embargo, que en Europa\oa esquemas sociológicos
""'" decasos realesextraídosdelajurisprudencia (como iasde PITAVALoFEUERBACH)^ no consiguieron mitigar siquiera la supremacía arrolladora de las tesis biológico-
?SL potenciarían una nueva óptica en el examen del crimen que irá sustituyendo constitucionales, como lo demuestra el éxito del psicograma—psicobiograma—de
fS-W progresivamente a la «clásica»: la empírica. Pues cinco lustros antes de Lombroso, KRETSCHMER (1921) para las investigaciones biológico-criminalistas y la prolife-
ración de los estudios biológico-hereditarios [como los realizados en mellizos por
LANGE, STUMPFL y KRANZ, en 1929,1935 y 1936, respectivamente). La hipótesis
de que a distintos tipos de constitución somática podrían corresponder determina-
(«precriminología»); HERING, K. H., Der Weg der Kriminologie zur selbstandigen dos temperamentos e inclinaciones (psicobiograma de KRETSCHMER); o la preten-
;(GS; Wissenschaft, cit., págs. 13 y ss., RODRÍGUEZ MANZANERA, L., Criminología, sión de encontrar a través del estudio de mellizos el porcentaje exacto de masa
;8{)< cit., págs. 143 y ss. hereditaria (método y propósito de los estudios biológico-hereditarios), muestran la
Is-iii Como afirma BONGER, W. (Introducción a la Criminología, cit.), «la Criminología, supervivencia y arraigo de concepciones «antropológicas» y «biológicas» que hoy
ríftf; junto con otras diversas ciencias, es hija del siglo XIX» (pág. 72). se conservan, sobre todo, en el ámbito de la Clínica^".
6
En particular, sobre la evolución de la Medicina legal, vid. GOTTLIEB, N., Die Situación muy distinta ha sido la de la.Criminología en los Estados Llnidps;ur\a
Bewertung gerichtsartzlicher Gutachten im 19 J a h r h u n d e r t bei der Beurteilung Criminología más dinámica y aperturista que en Europa, estrechamente vinculada
zweifelhafter Geisteszustande. Tesis Doctoral, 1965, Saarbrucken, pág. 4, Cfr. desde sus orígenes a la Sociología, donde apenas si encontraron eco y aceptación
KAISER, G., Kriminologie, cit., pág. 20. - ,-._.J..
Así, KAISER, G., Kriminologie, cit., pág. 21. ' '•* -'*' ' **'''-' -•=• " ' •
Sobre las colecciones de casos, vid.: PITAVAL, FR. G., Causes célebres et
interéssantes (París, 1734-1743, 20 volúmenes); también, el denominado «Nuevo
Pitaval», de HITZIG, E. y HARING, W. (2^ ed., 1857,60 volúmenes); FEUERBACH, Sobre el binomio «predisposición individual»-«medio o entorno» y su significado en
A., Merkwürdige Kriminalrechtsfálle, 1808-1811, 2 volúmenes. Cfr. HERING, K. la evolución de la Criminología europea, vid., KAISER, G., Kriminologie, cit., pág.
24.
H., Der Weg der Kriminologie zur selbstandigen Wissenschaft, cit., página 31 (y
reseña bibliográfica que allí se recoge ). También SCHNEIDER, H. J., Kriminologie, Vid., KAISER, G., Kriminologie, cit., págs. 27 y ss. n^.M! ,|oíHn - •;
cit., pág. 94 («Psicología criminal en el XIX y principios del XX). Vid., KAISER, G., Kriminologie, cit., págs. 25 y ss. 'vt^'oíu'hqm .:. .x..i .iji,.
326 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 327
sa^°; así como el impacto criminógeno de unas sanciones que no respondían a la Jurisprudencia del ancienne regime vigentes h a s t a finales del siglo
gravedad de los hechos que castigaban^^ XVIII; contra un sistema cuyas leyes respondían a la sola idea de la
Esbozó igualmente las bases de una genuina política criminal, basada en la prevención general o intimidación, y tomaba al delincuente como mero
fil acción preventiva eficaz del Estado «al margen de la represión penal» que neutra-
lizase las verdaderas causas del delito (miseria, desigualdad, etc.), y en la creación «ejemplo» para los demás. Leyes vagas y atroces, que se plasmaban en
de lo que el propio autor denominó un «Derecho Premial», que recompensare la realidad a través de un proceso penal arbitrario, secreto, inquisitorial,
también, al ciudadano virtuoso^^. Porque los ciudadanos de la Utopía «no sólo se basado en la confesión y en el tormento^^. Es lógico, por ello, que la
apartan de las maldades por temor al castigo, sino que incitan a la virtud con historia reservara a ilustrados y reformistas u n a misión esencial y
promesas de honores». La filosofía del castigo de MORO tiene un profundo
componente correccionalista. Por ello, aun siendo partidario de la proporcionalidad
valiosa, pero muy limitada: la crítica del «antiguo régimen» y el estable-
de las penas—la pena desproporcionada, según MORO, es un factor criminógeno— cimiento de las bases filosóficas y políticas del venidero.
, admite, también, la sentencia indeterminada, tesis que, por otros motivos, asumirá,
después, el positivismo criminológico.
Legalismo, humanismo e individualismo serán los pilares de la
escuela clásica, heredados de la Filosofía de las Luces^*^. El positivismo
aii
criminológico emprenderá otro camino distinto, como advirtió FERRF''.
También merece ser destacada u na propuesta de MORO: que los
poderes públicos arbitren las medidas necesarias para que el delincuen- Desde u n punto de vista metodológico, ilustrados y reformistas
te satisfaga con su trabajo a la víctima, compensando, así, el daño coinciden en sus planteamientos contraponiendo ley «natural» y ley
causado^l ^^ ^„, «positiva», estado «natural» y «contrato social». .iojoo?, o^
Gomo advierte RADZINOWICZ^^: «Todos estaban afectados por el auge del
análisis científico. Todos se volvían hacia la razón y el sentido común como armas
h) ha Filosofía política de la Ilustración: precursores de la contra el orden antiguo. Todos se erguían en contra de la aceptación incuestionada
Filosofía de las Luces e ilustrados.—Un segundo impulso al examen de tradición y autoridad. Todos encontraban fáciles objetivos en la ineficacia,
del problema criminal tiene su origen en la actitud crítica frente al corrupción y caos de las instituciones existentes. Todos protestaron contra la notoria
superstición y crueldad. Su visión de los derechos del hombre y los deberes de la
«antiguo régimen» de insignes «precursores» de la Filosofía de las Luces sociedad estaba en conflicto directo con lo que veían a su alrededor. Su punto de
(BECCARIA, LARDIZÁBAL, etc.), i l u s t r a d o s y enciclopedistas partida era la apelación a la ley natural, los derechos naturales y la igualdad natural,
(ROUSSEAU, MONTESQUIEU, VOLTAIRE, etc.), quienes sometieron interpretados por la voz de la razón.» < ^ ^». j ^^^
a la luz de la razón, del Derecho Natural, o —simplemente— de la - -^ „. -- - \m 03 ofí 9!jp AMrr^od s mdrno;
utilidad social, los presupuestos y el funcionamiento del viejo sistema,
del «viejo régimen». ' "; 1') Particularmente significativa en el nuevo planteamiento de «la
cuestión criminal» es la obra de un «precursor», BECCARIA^^, («De los
;8t Las tres corrientes fundamentales de la Ilustración^'': la racionalista delitos y de las penas», 1764); obra de gran difusión en la época, de la que
de MONTESQUIEU, la iusnaturalista de PUFFENDORF y la utilita- se ha dicho representa el manifiesto de la dirección liberal en el Derecho
rista de BENTHAM, encarnan u n a reacción contra el Derecho y la
ñii,
Cfr., BONGER, W., Introducción a la Criminología, cit., pág. 78. ANTÓN ONECA,
2" Utopia, cit, pdg 113 ,1 f
26
J., Derecho Penal, P. G. (Akal), cit., págs. 57 y ss.
" La diciria ejtíuuciuii de penas capitales en la plaza pabliv,a, ocgun MORO, era un 27
Vid. ANTÓN ONECA, J., Derecho Penal, P.G., cit., págs.. 60 y ss. ,...
espectáculo deprimente con el que, además, la pena perdía toda su eficacia, ü Cfr., MANNHEIM, H., en: Pioneers, cit., Introducción, pág. 15. ' '
incluso produciría el efecto contrario al deseado, si el castigo no es proporcionado Así, RADZINOWICZ, L., Ideology-Crime, London, 1966. Heinemann Educational
a la gravedad del delito. Cfr. RODRÍGUEZ MANZANERA, L., Criminología, cit., Books, página 4.
• pág. 190. Sobre BECCARIA, C. , vid., por todos, MONACHESI, E., en: Pioneers in Criminology,
^2 Cfr. RODRÍGUEZ MANZANERA, L., Criminología, cit., pág. 189. cit., páginas 36 a 49 (especialmente, bibliografía citada en págs. 49 y 50); una
^^ Vid. BONGER, W., Introducción a la Criminología, cit., pág.. 77. Valoración de la obra del autor desde el prisma anglosajón, en: VOLD, G. B.,
2-* Vid. SAINZ CANTERO, J. A., Lecciones de Derecho Penal, P.G., I, Barcelona, Ineoretical Criminology, cit., págs. 21 y ss. (y reseña bibliográfica de las páginas
Bosch, 1979, págs. 95 y ss. .;,, ,., ,, .,.., ..,_,,,,;:„,,,.,:, ,,,, ,.. . ,,,„,^i. 33 y 34); SAINZ CANTERO, J. A., Lecciones, cit., pág. 100, nota 8.
330 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 331
Penal, su grito de guerra y su programa táctico^°. Critica BECCARIA la unf concepción utilitarista de lapena^ Dado que, por el contrato social,
irracionalidad, la arbitrariedad y la crueldad de las leyes penales y los ciudadanos renunciaron a parte de su libertad en aras de la felicidad
procesales del siglo XVIII, residuo anacrónico muchas de ellas de Tixtilidad), la pena inútil atenta contra la justicia y, sobre todo, contra ías
preceptos históricos obsoletos. bases mismas del contrato social. Una pena inútil, afirma BECCARIA,
M- «Algunos restos de leyes de un antiguo pueblo conquistador—dice BECCARIA-— olvida que la autoridad h a de manda r a hombres felices, no a una tropa
al hechos compilar por un príncipe que reinaba en Constantinopla hace doce siglos de'esclavos; y ^ ^ e el castigo no puede fundamentar la convivencia en u n a
mezclados después con ritos lombardos y contenidos en farragosos volúmenes dé «temerosa crueldad»^®. Como otros penalistas de la Ilustración^^, entien-
intérpretes privados y oscuros, forman la tradición de opiniones que en una gran
de BE C CARIA que la pejmiejustifica porque esjniecesa.ria para prevenir
parte de Europa recibe todavía el nombre de leyes...»^\
futurps^delitos.
Y, partiendo de la idea del contrato sociaF^, fundamenta el principio «El fin de las penas —dice""— no es atormentar y afligir a un ente sensible, ni
de legalidad de los delitos y penas, la conveniencia de u n a política de deshacer un delito ya cometido... El fin, pues, no es otro que impedir al reo causar
nuevos daños a sus ciudadanos y retraer a los demás de la comisión de otros iguales.
prevención del crimen, y su teoría utilitarista del castigo.
Luego deberán ser escogidas aquellas penas y aquel método de imponerlas que,
BECCARIA, que se declaraba discípulo de M0NTESQUIEU3^ basa guardada la proporción, hagan una impresión más eficaz y más durable sobre los
ánimos de los hombres, y la menos dolorosa sobre el cuerpo del reo.»
su alegato contra el sistema penal de la Monarquía Absoluta en la teoría
del contrato social. Este sella el origen de la sociedad civil, de la
Propugna, por tanto, el autor u n a concepción prevencionista de la
autoridad y del propio derecho a castigar. ¡I/¡IN^UAH en^ivoib
pena, en la que se acentúan las exigencias de la prevención general: de
«Las leyes son las condiciones con que los hombres aislados e independientes
suerte que cuando C. BONESSANA clama por la proporcionalidad del
se unieron en sociedad, cansados de vivir en un continuo estado de guerray de gozar
una libertad que les era inútil en la incertidumbre de conservarla. Sacrificaron, por castigo, no es tanto por razones retributivas o expiacionistas, sino
eso, unaparte de ella paragozar la restante en segura tranquilidad», dice BECCARIA^". estrictamente prevencionistas. Porque, como razona''^ la pena cierta,
«Fue, pues —continúa^^— la necesidad la que obligó a los hombres a ceder parte pronta y proporcionada al delito es más eficaz que la pena dura, cruel*^.
de su libertad: y es cierto que cada uno no quiere poner en el depósito público sino
la porción más pequeña que sea posible...» Por lo tanto, concluye: «Toda pena que «Para que toda pena no sea violencia de uno o de muchos contra un particular
no se deriva de la absoluta necesidad, es tiránica..., todo acto de autoridad de ciudadano, debe esencialmente ser pública, pronta, necesaria, la más pequeña de
hombre a hombre, que no se derive de la absoluta necesidad, es tiránico»^^ las posibles en las circunstancias actuales, proporcionada a los delitos, dictada por
las leyes», concluye''^
E n u n conocido pasaje, denuncia el autor tres vicios perniciosos del confiscación®\ al empleo del tormento^^ etc., pudiéndose encontrar en la
ancienne regime: las leyes no responden a intereses generales, son misma valiosas reflexiones sobre temas relacionados con el proceso
genuinos «privilegios» de unos pocos*^; los poderes públicos piensan penal: la detención preventiva^^ sistema de pruebas^*, el jurado®^, la
erróneamente, que el modo de evitar la comisión de delitos es castigar publicidad de los juicios^*^, etc.
todo, incluso conductas indiferentes, lo que, en realidad, genera nuevos
crímenes*®; desde u n punto de vista técnicolegislativo por último, las
prescripciones legales adolecen de falta de claridad y precisión, conce- 2') Ilustrados y enciclopedistas.—Pero el planteamiento crítico, racio-
diendo unas desmedidas facultades interpretativas al juez. nalista y utilitario de la cuestión criminal encuentra su más típico
exponente en la filosofía ilustrada francesa del siglo XVIII, sin que con
E n su lugar, propone BECCAKIA u na política criminal basada en ello se desconozca la relevante aportación de autores como FEUERBACH,
cinco pilares: leyes claras y simples, predominio de la libertad y la razón en Alemania, o LARDIZÁBAL, en España.
sobre el oscurantismo, ejemplar funcionamiento de la justicia libre de
Todos estos autores —como después los representantes de la denominada
corrupciones, recompensas al ciudadano honesto, elevación de los nive- Escuela Clásica— encarnan el tránsito del estadio mágico al metafísico o abstracto,
les culturales y educativos del pueblo'*^. según la conocida formulación de COMTE en torno a las fases de la evolución del
«¿Queréis evitar los delitos? Haced que las leyes sean claras y simples, y que conocimiento humano. Simbolizan, pues, una actitud «precientlfica», no empírica,
toda la fuerza de la nación esté empleada en defenderlas... Haced que las leyes pero que supone un progreso en comparación con etapas precedentes de la
favorezcan menos las clases de los fiombres que los hombres mismos. Haced que experiencia del hombre^^. En tal sentido son también «precursores» de la ciencia
los fiombres las teman, y no teman más que a ellas. El temor de las leyes es Criminológica^^ IÍJB ISÜ ísüimtío bBbíiBíiofc
9t saludable, pero el de hombre a hombre es fatal —y fecundo de delitos... ¿Queréis ''>,B jjjeb loq ühmibQ'iq oihbaaoae La ,ii»íí;n..u
Í9i evitar delitos? Haced que acompañen las luces a la libertad. Los males que nacen
de los conocimientos están en razón inversa de su extensión, y los bienes lo están a') MONTESQUIEU (1689-1755), en su obra «Esprit des Lois>> (1748),
en la directa..., porque no hay hombre iluminado que no ame los pactos públicos, clama por la división de poderes, y por la abolición de las penas
claros y útiles a la seguridad común, comparando el poco de libertad inútil sacrificado
por él a la suma de todas las libertades sacrificadas por los otros hombres que sin
desmedidas, de la tortura, etcétera.
leyes podrían conspirar en contra suya... Otro medio de evitar delitos es interesar al Para el barón de MONTESQUIEU, la prevención del delito debe
consejo, ejecutor de las leyes, más a su observancia que a su corrupción... Otro
medio de evitar los delitos es recompensar la virtud... Finalmente, el más seguro,
ocupar el primer lugar en toda política criminal: un buen legislador —
pero más difícil medio de evitar los delitos es perfeccionar la educación...«"I
51
De los delitos y las penas, capítulo 25, págs. 68 y ss.
La obra de BECCARIA contiene, también, u n a severa crítica a la 62
De los delitos y las penas, capítulo 16, págs. 52 y ss. Califica esta práctica de «criterio
desigualdad del ciudadano ante la Ley*'', a la pena de muerte^" y la digno de caníbales» (pág. 52) estimándola «el medio más seguro para absolver a los
o:i B'iÚú Bfe criminales robustos y condenar a los inocentes débiles» (pág. 52).
De los delitos y las penas, capítulo 29, págs. 81 y ss. BECCARIA es muy critico
respecto al uso sistemático y arbitrario de la prisión provisional: «Porque parece que
en el presente sistema criminal... prevalece la idea de la fuerza y de la prepotencia
a la de la justicia; porque se arrojan confundidos en una misma caverna los acusados
,,!í " ..I -, y los convictos, porque la prisión es más bien un castigo que una custodia del reo...»
4S De los delitos y las penas, capítulo 41, pág. 105. . '• / " •'/< / / ' (pág. 82). Mtshi BW'jnf
54
46 De los delitos y las penas, capítulo 41, pág. 105. i >' i , ^•• De los delitos y las penas, capítulos 30 y 31 (págs. 84 y ss.). ^ ^
65
47 De los delitos y las penas, capítulos 41 a 46, inclusive. '> i ' Sobre la postura de BECCARIA en torno al «jurado», vid. SAINZ CANTERO, J. A.,
48 De los delitos y las penas, capítulos 41 a 45, págs. 105 a 110. Lecciones de Derecho Penal, cit.. I, pág. 104. (Vid. De los delitos y las penas, capítulo
49 De los delitos y las penas, capítulo 21, págs. 63 y ss. 66
14, págs. 48 y ss.)
50 De los delitos y las penas, capítulo 28, págs. 74 y ss. BECCARIA admite la pena de 57
De los delitos y las penas, capítulo 14, pág: 50.
muerte, excepcionalmente, en dos supuestos. No obstante, su pensamiento no es Sobre la distinción de COMTE, cfr., MANNHEIM, H., en: Pioneers in Criminology,
t a n claro y diáfano en este particular como en el resto de su obra. Cfr., SAIM^ cit. (Introducción), pág. 10.
CANTERO, J. A., Lecciones de Derecho Penal cit., I, pág. 105. ,,, ,„ d> Así, RODRÍGUEZ MANZANERA, L., Criminología, cit., pág. 198.
334 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 335
afirma CHARLES DE SECONDAT— h a de esforzarse más en prevenir c') g O y S S E A U (1712-1778), en su obra «El contrato social» (1762),
el delito que en castigarlo. Y las leyes penales tienen que orientarse a un formula la tesis de que el hombre es «naturalmente» bueno, y la sociedad
doble objetivo: e v i t a r el c r i m e n y p r o t e g e r al individuo'^''. quien le pervierte; tesis muy controvertida*''^.
MONTESQUIEU, por otra parte, atribuye^la crinimalijdad^^ El crimen surge, a su juicio, con el contrato social, esto es, a raíz del
antipedagógico de la impunidad: «Que se examine la causa de todasjas convenio a que llegan los hombres para pasar del «estado natural» a j a
corrupciones de costumbres; se verá que éstas obedecen a la impunidad ¿^vivencia organizada en forma^de Estado.
de los crímenes, y^nxt a la, moderación d^^^
Para ROUSSEAU, el delincuente vulnera dicho compromiso históri-
co, automarginándose de la sociedad civil, que debe contemplarle como
b') VOLTAIRE (1694-1778), como BECCARIA, se manifestó partida- un rebelde.
rio a ultranza del principio de legalidad y, por tanto, de la restricción del «Todo malhechor —afirma ROUSSEAU^^— al atacar al derecho social resulta
arbitrio judicial: los jueces «han de ser esclavos de la ley, no sus por sus fechorías rebelde y traidor a la patria, deja de ser miembro de la misma al
árbitros»®\ debiendo motivar sus fallos. «Pedimos —decía FRANQOIS- violar sus leyes y hasta le hace la guerra. Entonces, la conservación del Estado es
incompatible con la suya y es preciso que uno de los dos perezca y cuando se ejecuta
MARIE AROUET— que la Justicia no sea muda, como es ciega, que dé al culpable es más como enemigo que como ciudadano: Por lo demás, la frecuencia
cuenta a los hombres de la sangre de los hombres»^^. de los suplicios es siempre un signo de debilidad o de pereza en el gobierno. No hay
hombre malo del que no se pudiera hacer un hombre bueno para algo. No hay
P a r a VOLTAIRE, la pena ha de ser, ante todo, proporcionada y útil. derecho a hacer morir, ni siquiera por ejemplaridad, más que aquél que no se puede
Proporcionada a la personalidad criminal del autor, a la naturaleza del conservar sin peligro.»
hecho, al escándalo producido por éste, así como a la necesidad de -••--*.' •».»«%.
ejemplaridad que experimente la comunidad. Pero, fundamentalmente, En un Estado bien organizado existen pocos delincuentes, según el
debe ser útil. autor. El crim^en^demuestraj^ajnal^ .social, J a ^
«Castigad, pero castigad útilmente. Si se pinta a la Justicia con una desorganización del Estadofi.
venda sobre los ojos —concluye VOLTAIRE— es necesario que la razón
sea su guía»®^. '
d') Ilustrados españoles: MANUEL DE LARDIZABAL.—MANUEL
VOLTAIRE se pronunció, también, contra la pena de muerte por DE LARDIZABAL (1739-1820), denominado por SALDAÑA «el Beccaria
estimarla inútil (con alguna salvedad), y contra la pena de confiscación español»^®, es el más eximio exponente del pensamiento ilustrado en
«que arruina a los hijos por los crímenes de los padres»®''. España, esto es, del «cristianismo ilustrado»^", ya que trató de conciliar
En el ámbito procesal, criticó la tortura con la misma argumentación el racionalismo utilitarista propio de la Filosofía de las Luces con el
de BECCARIA, abominando del carácter secreto del procedimiento''^. l e n » ' 11
iwiiíit) Yorrr ge
r l ' ;fí¡riüiarvoiqi!Ói-ahíjEÍ&boi'¡3'i!id'TR'{03ítRi:sB.?iíiK08uigo;
«tHt^ O
1
64
Cfr. SAINZ CANTERO, J. A., Lecciones de Derecho Penal, cit.. I, pág. 98. ASÚA, L., Tratado, cit.. I, pág. 661».
65
Cfr., RODRÍGUEZ MANZANERA, L., Criminología, cit., págs. 198-199. Cfr., CEREZO MIR, J., Curso de Derecho Penal Español, cit., pág. 94. » •
336 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 337
componente ético y correccional que caracteriza la tradición española admite la posibilidad de u na interpretación extensiva de las leyes
desde SÉNECA^i. penales contraria a la filosofía ilustrada'^''. De ésta, también, se aparta
al rechazar, por ejemplo, el principio de igualdad de los ciudadanos ante
Su obra, dirigida a los expertos —no al gran público, como la de
la Ley PenaP** y cuando asigna al castigo, como se indicará, u n a función
BECCARIA— constituye u n anticipo ya de la codificación, y se contiene
correccional.
de forma extractada en su famoso «Discurso sobre las penas, contraído
a las leyes criminales de España para facilitar su reforma» (1782)''2. ' Pero la mayor originalidad de LARDIZÁBAL —y su mejor contribu-
Gira, fundamentalmente, en torno al castigo, y asume, con algunos ción— reside en la teoría de la pena, por su utilitarismo relativo™ o
matices diferenciales y reservas, las principales tesis de la Ilustración. moderado, terreno en el que probablemente supera a BECCARIA**".
Censura LARDIZÁBAL las leyes aún vigentes en España, leyes — P a r a LARDIZÁBAL, la pena sirve a u n fin general: la seguridad de
¿ice— que «más parece se escribieron con sangre y con la espada, que con los ciudadanos y la salud d e ja Re^úbli^^^ debe responder
tinta y con la pluma»•'^ propugnando u n a urgente y radical reforma de a las exigencias particulares derivadas de otros fines secundarios que
las mismas de acuerdo con la equidad, la justicia y la razón. condicionan la efectividad del primero. De estos últimos, el principal es
«la corrección del delincuente para hacerle mejor, si puede ser, y, para
Acepta LARDIZÁBAL, pero sólo matiz adámente, la concepción
que no vuelva a perjudicar a la sociedad»; después, la ejempíaridad: «el
contractualista (la teoría del contrato social) ilustrada conciliándola con
escarmiento y ejemplo para que los que no h a n pecado se abstengan de
la tesis del origen divino del poder. El iuspuniendi, por tanto, no deriva
hacerlo», y «la seguridad de las personas y de los bienes de los ciudada-
sólo del «contrato social», como entendiese BECCARIA^^ También se
nos», junto con «el resarcimiento o reparación del perjuicio causado al
distancia del pensamiento ilustrado ortodoxo al rechazar el principio de
orden social o a los particulares»^^ •
la división de poderes, de MONTESQUIEU™, principio que, por otra
parte, resultaba incompatible con la estructura del Consejo de Castilla. La pena, según LARDIZÁBAL, ha de ser impuesta por una autoridad
No obstante, es acérrimo defensor del principio de legalidad de los superior y ñjada en una ley (principio de legalidad); ser contraria a la
delitos y las penas y contrario al arbitrio judicial™, si bien LARDIZÁBAL voluntad de quien la padece (es un mal, no un bien); personal (nadie puede
responder por el delito de otro); fundamentada en la culpabihdad del sujeto
y proporcionada al delito cometido; ha de ser, también, púbhca (por razones
L'tí obfiníMontíb ,• ÜS;8í-ée de ejempíaridad), pronta (por razones de justicia y utilidad), irremisible en
Y Aii, ANTÓN ONEGA, J., Los fines de la pena según los penalistas de la aras al propio efecto intimidatorio del castigo (importa tanto la irremisibilidad
Ilustración, cit., pág. 422. Del mismo: El Derecho Penal de la Ilustración y D- como la severidad del castigo mismo), necesaria (se justifica sólo por
Manuel de Lardizábal. Madrid, 1967. Cfr., SAINZ CANTERO, J. A., Lecciones de
Derecho Penal, cit., I, págs. 163 y 164.
Madrid, Ibarra, 1782 (2^ ed., 1828). Cfr. CEEEZO MIR, J., Curso de Derecho Penal
mxia
Vid. Discurso sobre las penas, cit., núms. 43 a 46, págs. 75 y 76. Se discute entre los
Español, cit., págs. 93 y 94, nota 46.
Cfr., SAINZ CANTERO, J.A., Lecciones de Derecho Penal, cit., I, pág. 165. comentaristas si LARDIZÁBAL era o no partidario de la analogía. Cfr. CEREZO
Discurso sobre las penas, cit., capítulo I, núms. 5 y ss., y capítulo V, II, págs. 55 y MIR, J., Curso de Derecho Penal Español, cit., pág. 95, nota 53.
ss. y 110 y ss. (separata de la edición reparada por F. Bueno Arús, en la Revista de Discurso sobre las penas, cit., capítulo IV, II, núms. 56 y 57, pág. 100.
Estudios Penitenciarios, núm. 174. Madrid, 1967). Así lo cahñca CEREZO MIR, J., Curso de Derecho Penal Español, cit., pág. 95.
75 80
Aunque MONTESQUIEU influyó considerablemente en el pensamiento de Así, ANTÓN ONECA, J., El Derecho Penal de la Ilustración y D. Manuel de
LARDIZÁBAL. Vid. ANTÓN ONEGA, J., El Derecho Penal de la Ilustración y D. Lardizábal, cit. págs. 27 y 28. También CEREZO MIR, J., Curso de Derecho Penal
Manuel de Lardizábal, cit., pág. 26 y ss. Cfr. CEREZO MIR, J., Curso de Derecho Español, cit. pág. 96.
Penal Español, cit., pág. 94. Discurso sobre las penas, cit., capítulo III, núm. 1, págs. 77 y ss. Cfr., CEREZO MIR,
™ «Sólo las leyes pueden decretar las penas de los delitos y esta autoridad debe residir J., Curso de Derecho Penal Español, cit., pág. 96, nota 58.
,^^, únicamente en el legislador. Toda la facultad de los jueces debe reducirse única- Las referencias a la enmienda y cura del delincuente han permitido a algún autor
3 0 mente a examinar si el acusado h a contravenido o no la ley, para absolverle o considerar a LARDIZÁBAL «precursor del pensamiento correccionalista» (así,
*! condenarle de la pena señalada por ella» (Discurso sobre las penas, cit., capítulo U. RIVACOBA Y RIVACOBA, M., Lardizábal, un penalista ilustrado, 1964, Santa Fe,
'A núms. 32 y 33, pág. 72). > , , pág. 83).
338 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA. 339
razones de «absoluta necesidad»), lo menos rigurosa posible atendidas las Por su parte, ROMAGNOSI, elaborará un sistema en el que se a u n a n
circunstancias y útil («pues sería ciertamente una crueldad y tiranía las exigencias iusnaturalistas y las utilitarias^*^.
imponer penas a los hombres por sólo atormentarlos con el dolor, y sin que
Sin admitir la teoría del contrato social (ROMAGNOSI cree que las relaciones
de ellas resultase alguna utilidad...»)'^^. sociales se rigen por leyes « naturales» grabadas en la conciencia del hombre) llega
En cuanto a la pena de muerte, afirma el autor que «imponerla sin el autor a conclusiones muy semejantes a las esgrimidas por los contractualistas. Su
concepción de la pena, sin embargo, responde claramente al utilitarismo ilustrado.
discernimiento y con profiísión» sería cruel y tiránico. Pero la admite por La pena —advierte**'— no pretende atormentar al delincuente por un hecho ya
razones de prevención general para delitos especialmente graves. Su- pasado, sino «infundir temor a todo delincuente para que en el futuro no ofenda a la
giere LAKDIZABAL, pues, «mucha circunspección y prudencia» al sociedad». De suerte que si hubiera certeza respecto a la no comisión de delitos
prescribirla, limitando la misma a casos de absoluta necesidad®^. futuros, la sociedad carecería de legitimidad para castigar'*'*.
cursores, ilustrados, reformistas) y la aportación teórica de los primeros desligado de toda suerte de coordenadas, como mera «concreción» de los
«sistematizadores» de la moderna ciencia criminal, la llamada «Escuela postulados ideales de u n a instancia superior. Emplean, pues, un método
Clásica» o «Criminología clásica» completa el cuadro o repertorio de abstracto, formal y deductivo. Parten de los dogmas del Derecho Natural
ideas sobre el problema criminal que tienen su origen en las «ciencias del (concepto o imagen del hombre, de la ley, del delito, del castigo, etc.) para
espíritu». derivar de tales aprioris las principales tesis y normas sobre la cuestión
Los «clásicos» —grupo muy heterogéneo de autores, inconexo, y así criminal. Prescinden del análisis^iiel_hombre delincuente, máximo
denominados despectivamente por la Escuela Positiva^^—:_cisumieron el p^rotagonista de aquélla. Y de la propia realidadsoiia l o entorno del
legado liberal, racionalista, humanitario y reformador de la Ilustra^ individuo. El «objeto» de análisis, para los clásicos, no es el Derecho
ción^*, especialmente su orientación «iusnaturalista». " ^ s i t i v o (en ello se distinguirá el método clásico del positivismo jurídico),
ni el h o m b r e d e l i n c u e n t e o la r e a l i d a d c r i m i n a l (positivismo
La imagen del hombre como ser racional, igual y libre; la^teoría del criminológico), sino laíimagen^del de]ito_y_d.e]Ji£mbre^^^ del
pacto social, como fundamento de la sociedad civil y el poder; y la castigo y de la justicia, que aporta el Derecho Natural o la Razón^^.
concepción utilitaria del castigo, no desprovista de apoyo ético, constitu-
yen tres sólidos pilares del pensamiento clásico^^. "" ~ La Escuela Clásica, en consecuencia, simboliza el tránsito del pensa-
miento mágico, sobrenatural, al abstracto; del mismo modo que; el
Pero es en el ámbito metodológico donde se aprecia mejor lo que une positivismo implica el paso ulterior hacia el mundo naturalístico y
a todos los «clásicos», y lo que les enfrenta a los «positivistas». Los concreto''^. La afirmación del libre albedrío representa u n nuevo arque-
clásicos comparten las premisas básicas del iusnaturalismo, es decir, tipo de ser humano, capaz de autodeterminarse, de optar y decidir, no
jcreen en la existencia de un orden superior (Derecho Ñatural)7al que" mero juguete de fuerzas divinas o demoniales. No obstante, el método
debe subordinarse el Derecho Positivo. Este se concibe, históricamente abstracto, formal y deductivo, apartó a la Escuela Clásica del fenómeno
criminal mismo en u n delicado momento histórico en el que la difícil
adaptación de amplias capas de la sociedad de la época a las duras
exigencias del maquinismo y de la industrialización reclamaban un
por introducir ligeros retoques a los postulados básicos de aquél) y el «moderno control eficaz del delito. El liberalismo político, legalista y humanitario,
clasicismo» o rebrote tardío de los esquemas clásicos en la década de los setenta del
pasado siglo (Cfr. VOLD, G. B., Theoretical Criminology, cit., págs. 18 y ss., 26 y ss.
que inspira a la Escuela Clásica®* y su concepto abstracto ideal y formal
y 32 y ss.; SIEGEL, L. J., Criminology, cit., págs. 92 y ss. y 96 y ss.; VETTER, H. 1. de delito —desligado de la realidad empírica— demostrarían la incapa-
^ y SILYERMAN, I. J., Criminology and Crime. An Introduction, cit., págs. 239 y ss. cidad de aquélla para servir de soporte a u n a política criminal social y
y 254 y ss.). Se acepta, en principio, dicha sistemática, excepto en el particular de eficaz^®. La Escuela Clásica triunfó al impulsar el movimiento reformis-
, "• la calificación como clásicos de los tres autores citados al comienzo de esta nota.
ta, codificador y de sistematización de la ciencia penal, pero fracasó en
Clásicos fueron Carrara, P. Rossi, G. Carmignani, Rosmini, Ortolan, Tissot, etc.
Beccaria, en puridad, no es un clásico sino un precursor. Lo mismo que J. Bentham, la lucha, control y prevención del delito, n X aoiBiíSinoa aoni rr
más «ilustrado» que clásico. Feuerbach tampoco es un clásico, en sentido estricto.
En otro sentido: SCHNEIDER, H. J. (Kriminologie, cit., págs. 92 y ss.) quien Cabe hablar, en puridad, de u na «Criminología» clásica; o, si se
contempla la aportación de BECCARIA y HOWARD a propósito de «la Escuela prefiere, de un a «teoría de la criminalidad» de la Escuela Clásica, si bien
Clásica en el siglo XVIII». ofrece u na imagen «administrativa y legal»^°° aerifica, formalista, des-
^^ Cñ-. ANTÓN ONECA, J., Derecho Penal, cit., pág. 34; RODRÍGUEZ MANZANERA, preocupada de problemas capitales.
L., Criminología, cit., pág. 234.
^* Vid. LAMNEK, S., Teorías de la Criminalidad, 1980, México, Siglo XXI, pág. 18. 'fíV ' w -Y'
.! Resaltando, por el contrario, el componente iusnaturalista, ANTÓN ONECA, J.,
Derecho Penal, cit., páginas 35 y ss. "^ Distinguiendo el método de los clásicos del positivismo jurídico y del positivismo
Acertadamente advierte MIR PUIG, S. (Introducción a las bases del Derecho Penal, criminológico, MIR PUIG, S., Introducción a las bases, cit., pág. 175.
Barcelona, Bosch, 1976, págs. 175 y ss.), que en el seno de la denominada «Escuela ^'' Vid. VOLD, G. B., Theoretical Criminology, cit., pág. 31.
Clásica» coexisten dos muy distintas «teorías de la pena». La teoría del «contrato ^^ Cfr. MIR PUIG, S., Introducción a las bases, cit., pág. 176, nota 8.
social» tampoco se comparte por todos los clásicos (Cfr. VOLD, G. B., Theoretical ^'^ Vid. MIR PUIG, S., Introducción a las bases del Derecho Penal, pág. 178.
o Criminology, cit., págs. 20 y ss.). ^°" Así, VOLD, G. B., Theoretical Criminology, cit. pág. 26.
342 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 343
1') Dicha «teoría» criminológica puede sintetizarse en los siguientes llegar a actuar criminalmente, es u n delincuente potencial^"®, porque es
postulados: libre. ,
Y a) Normalidad del delincuente. Nada distingue al hombre delincuen- Son, pues, situaciones específicas las que pueden explicar, caso a
te "del no delincuente, porque todos los h o m b r e s son iguales caso, la opción del hombre a favor del crimen.
cualitativamente iguales^"^ e) Perspectiva o enfoque «reactivo» del problema criminal. La aporta-
(b) Irracionalidad del crimen. Los clásicos que asumen la doctrina del ción de la Escuela Clásica pertenece más al ámbito de la Penología que
«pacto social» ven en el crimen un a conducta <iirraciona]>, inconigrensi- al estrictamente criminológico^^''. Su teoría sobre la criminalidad no
ble, de quien en uso de su libertad no ha sabido escoger lo que realmente persigue tanto la identificación de los factores que determinan la misma
le interesa^°^, llevado por sus pasiones, etc. • (análisis etiológico) como la fundamentación, legitimación y delimita-
ción del castigo. No por qué se produce el delito, sino cuándo, cómo y por
Sin embargo, no todos los clásicos participan de estatesis^"^ de la irracionalidad
qué castigamos el crimen. Este enfoque reactivo tiene u n a fácil explica-
esencial del delito. Algunos de ellos advirtieron, por ejemplo, el impacto desigual e
injusto de las leyes en determinadas capas de la población, la iniquidad de algunas ción histórica: La Escuela Clásica tuvo que enfrentarse, ante todo, al
leyes e incluso el efecto criminógeno que desencadenan^"" adoptando posturas que viejo régimen, al sistema penal caótico, cruel y arbitrario de las monar-
en modo alguno legitimaban el statu qud^^. quías absolutas. No le podía corresponder a ella aún la misión ulterior
Del mismo modo que, también, algunos ilustrados pusieron el acento en la de investigar las causas del crimen para combatirlo. Era menester,
incidencia criminógena de los factores sociales^"".
primero, racionalizar y humanizar el panorama legislativo y el funcio-
^aóB'¥»WiJpí§b*í'éfe«ft»1M&'b©iü:fí namiento de sus instituciones, buscando u n nuevo marco, u na nueva
c) Prioridad del «hecho» sobre el «autor». El análisis de la Escuela fundamentación al mismo. En consecuencia, la Escuela Clásica se
Clásica se centra en eljhecho delictivo, pasando a u n segundo plano la enfrenta demasiado tarde con el problema criminal: se limita a respon-
persona del autor^"''. El hombre concreto no existe, existe el hombre der al comportamiento delictivo con un a pena justa, proporcionada y
abstracto, el prototipo o imagen de hombre, sujeto libre, racional, útil, pero no se interesa por la génesis y etiología de aquél ni t r a t a de
responsable de sus actos. El delincuente es sólo u n a abstracción para los prevenirlo y anticiparse al mismo"°. j
clásicos: el sujeto activo del delito. f) Desde u n punto de vista político-criminal, los estrechos plantea-
d) Explicación «situacional» del hecho delictivo. La Criminología mientos de la Escuela Clásica, formalistas y acríticos, son especialmente
clásica carece de una teoría «etiológica» del crimen. Profesa u n a exgli- tranquilizadores para la opinión pública y no menos funcionales para el
cación meramente situacional de éste. Dado que no existen diferencias poder constituido. Legitiman el uso sistemático del castigo como instru-
cualitativas entre el delincuente y el no delincuente porque todos los ' ' ",6r"«ít?;
I
SS^s humanos son iguales y libres, el crimen es consecuencia de un mal_ -sin'j! i r ! U ' 0 ¡ J d Í ? t Í ' ^ W 9 i f t>ÍXi9maÍ>6rJi;>B fíídÍ>BÍÍtam>i5V9li£Y SiísW
-USO de la libertad por razones circunstanciales. Cualquier hombre puede
^"^ Como problema «situacional», vid. MATZA, D., Delinquency and Drift, 1967, New
•jjj Jc-U,Aí Ji\¡ ^'títoVíifUtajlUí na MJ -tu i-kUiJ^tU r>UV York, págs. 11 y ss. Cfr. LAMNEK, S., Teorías de la criminalidad, cit., pág. 18.
^"^ La Escuela Clásica parte de un concepto «jurídico» de delito y de delincuente.
1"! Vid. TRABANDT, H., y TRABANDT, H., Aufklarungüber Abweichung, Stuttgart, Confróntese VOLD, G. B., Theoretical Criminology, cit., págs. 8 y ss.; JEFFERY,
1975, págs. 15 y ss. Cfr., LAMNEK, S., Teorías de la criminalidad, cit., pág. 18. CL. R., The Structure of American Criminological Thinking, en: Journal of
^"^ Vid. TAYLOR, L; WALTON, P., y YOUNG, J., The New Criminology, Harper-Row, Criminal Law, Criminology and Pólice Science, 46 (1956), págs. 663 y 664; ANTÓN
1973, New York, pág. 3. Cfr. VOLD, G. B., Theoretical Criminology, cit., pág. 29. ONECA, J., Derecho Penal, P.G., cit., págs. 35 y ss.; LAMNEK, S. Teorías de la
^"'^ Como apunta VOLD, G. B., Theoretical Criminology, cit., págs. 29 y ss. criminalidad, cit., págs. 18 y 19.
Vid. VOLD, G. B. (Theoretical Criminology, cit., págs. 30 y ss.), quien se refiere a Según LAMNEK, S. (Teorías de la criminalidad, cit., pág. 19), existe u n claro
Beccaria. 'Xv ¿M>^n'Xí.' paralelismo entre la Criminología Clásica y el moderno labeling approach, que se
VOLD, G. B., Theoretical Criminology, cit., pág. 31. revela en el común rechazo de la investigación de las causas del delito, en la
Cfr. BONGER, W., Introducción a la Criminología, cit., págs. 81 y ss. apreciación convencional de la desviación, en la delimitación definitorial de lo
Vid. LAMNEK, S., Teorías de la criminalidad, cit., págs. 18 y ss. , .- desviado y en el rechazo a una valoración negativa de la conducta desviada.
-'^^PS!
mentó de control del crimen, justificando la praxis y sus eventuales investigaciones dirigidas a averiguar los factores individuales y sociales
excesos. P a r a las autoridades, la teoría pactista del contrato social que propician el hecho criminal; en lugar de ello, vuelve los ojos a la idea
consolida el statu quoy resulta sobremanera atractiva; porque recuerda del castigo, de la retribución"*', del just desser^^% reviviendo la polémica
el insustituible rol de las estructuras de poder, el carácter egoísta e sobre la pena capital"^ y, sobre todo, sobre el efecto disuasorio y
irracional del crimen, la peligrosidad de los miembros de la lower class efectividad de las sanciones (deterrence)^^^.
en torno a los cuales suelen concentrarse las tasas más elevadas de
criminalidad, etc. Todo ello, además, sin cuestionar las bases del El moderno clasicismo aborda el problema del impacto disuasorio y
contrato social, la bondad o injusticia del mismo, los desequilibrios y efectividad de las penas (deterrence), tratando de desarrollar los esque-
desigualdades reales de las partes que suscribieron dicho convenio l í í a s clásicos a la luz de los conocimientos que hoy suministran las
tácito y los costes diferenciales que entraña para los diversos grupos y "ciencias de la conducta y de los datos aportados por investigaciones
subgrupos del cuerpo sociaP".
York, 1975, Basic Books; BAYER R., Crime, Punishment and the Decline of Liberal
2') P o s t e r i o r e v o l u c i ó n del m o d e l o clásico: el d e n o m i n a d o Optimisms, en: Crime and Delinquency, 27 (1981), págs. 190 y ss.
«neoclasicismo» o m o d e r n o clasicismo"^. Asistimos en la década de 116 Vid. SIEGEL, L. J., Criminology, cit., págs. 109y ss.; VETTER, H. J., y SILVERMAN,
los^séféñta-—del pasado siglo— a u n llamativo revival del clasicismo"^, I. J., Criminology and Crime. An Introduction, cit., págs. 257 y ss.
y de sus esquemas teóricos (let thepunishment fit the crime). A un tardío 1" Vid. SIEGEL, L. J., Criminology, cit., pág. 110 y ss.; VETTER, H. J., y SILVERMAN,
L J., Criminology and Crime. An Introduction, cit., págs. 257 y ss.
resurgir o retorno a la idea del castigo, de la retribución y del control 11^ Por todos, SIEGEL, L. J., Criminology, cit., págs. 105 y ss. (y reseña bibliográfica
social como medios eficaces de prevención del delito, en u n sentido muy del autor).
semejante al que en su día mantuvieron los autores clásicos. ^^^ Sobre la deterrence, vid. VOLD, G. B., Theoretical Criminology, cit., pág. 32, nota
25 (información bibliográfica sobre el problema); también: SIEGEL, L. J.,
Tres hechos explican, al menos en los Estados Unidos, tal cambio de Criminology, cit., páginas 97 y ss.; VETTER, H. J., y SILVERMAN, I. J., Criminology
enfoque^". El fracaso del positivismo en su intento de aislar e identificar and Crime. An Introduction, cit., páginas 257 y ss. Sobre el concepto del crimen
los factores criminógenos y de ofrecer u na teoría generalizadora del como opción racional, con las importantes implicaciones de este enfoque economicista
delito; el escaso éxito de los programas resocializadores, que tornaron (que suele hacer suyo la teoría «situacional») en el ámbito de la prevención, vid.:
BECKER, H.S., Crime and punishment: an economic approch, en: Journal of
ambiciosas expectativas en frustración social y desencanto; por último, Political Economy, 76 (1968), págs. 169 y ss.; CORNISH, D. y CLARKE, R.,
el incremento de las tasas reales de criminalidad y, en consecuencia, la Introduction (págs. 1 a 16) en: Cornish, D., Clarke, R., (edit.). The Reasoning
necesidad apremiante de dar respuesta a corto plazo y con eficacia a un Criminal: Rational Cholee Perspectives on Offending. New York, 1986 (Springer-
problema grave. ¡ ^ ^ , , . - , Verlag); de los mismos: Understanding crime displacement: an application of
rational cholee theory, en: Criminology, 25 (1987), págs. 933 y ss.; CUSSON, M., y
Esta nueva orientación, acusadamente neorretribucionista^^®, renie- PINSONNEAULT, P., The decisión to give up crime, en: Cornish, D., Clarke, R.
ga de los programas a largo plazo, de las metas rehabilitadoras, de las (edits.), The reasoning Criminal: Rational Cholee Perspectives on Offending, New
York (1968), Springer Verlag, págs. 72 y ss.; FRIEDMAN, MILTON y SAVAGE,
l i i .i;^iñq, The utility analysis of cholees involving risk, en: Journal of Political Economy, 56
(1948), págs. 279y ss.; PILIAVIN, I., GARTNER, R., THORTON, C. YMATSNEDA,
i'j ,\^i)himra'i') ífcjíj^TOüil'i R., Crime, deterrence and rational cholee, en: American Sociological Review, 51
"1 Así, VOLD, G. B., Theoretical Criminology, cit., págs. 29 y 30. (1986), págs. 101 y ss.; SIMÓN, H.A., Models of Man: Social and Rational
"=^ Vid.SIEGEL,L.J.,Criminology,cit.,págs.96yss.;VETTER,H.J.,ySILVERMAN , Mathematical Essays on rational H u m a n Behavior in a Social Setting, New York
r, I. J., Criminology and Crime. An Introduction, cit., págs. 254 y ss.; VOLD, G. B., (1957), Wiley; BLOCK, M., y HEINEKE, J., The alloeation of efíbrt under uncertainty:
Theoretical Criminology, cit., págs. 31 y 32; SCHNEIDER, H. J., Kriminologie, cit., the case of risk adverse behavior, en: Journal of political economy, 81 (1973), págs.
págs. 364 y ss. 376 y ss.; BECKER, G.S. y MURPHY, K , A theory of rational addietion, en: Journal
"^ Según expresión de VOLD, G. B. (Theoretical Criminology, cit., pág. 31). of Political Economy, 96 (1988), págs. 675 y ss.; NISBETT, R. y ROSS, L., H u m a n
" " Así, SIEGEL, L. J., Criminology, cit., pág. 97. inferenee: Strategies and Shortcoming of Social Judgements, Englewood Cliffs,
Ejemplos de dicha orientación neorretribucionista: WILSON, J. Q., Thinking about 1980 (Prentiee Hall); CHERNIAK, Ch., Minimal Rational, Cambridge, M.A. (1986),
Crime. New York, 1975, Basic Books; VAN DEN HAAG, Punishing Crimináis, NeW Mit. Press.
346 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 347
BARTEL (1979), con relación a lacriminalidad femenina, y por WILLIAMM.LANDES tales delitos habrían descendido de forma sensible para el infractor potencial,
(1979), a propósito del secuestro de aeronaves; por WILLIAM E. COBB (1973) Q
durante el citado período (entendiendo por «costes» y «riesgos» la duración media
KROHM (1973) y J. P. GUNNING (1973) en determinadas modalidades de robo' de las penas privativas de libertad impuestas a una persona condenada). Según S.
etcJ^' y R. SHINNAR, la tendencia paulatina de los Tribunales de Justicia a imponer penas
-"i^ En definitiva, todas estas doctrinas persiguen articular políticas de control del privativas de corta duración —y otros sustitutivos de éstas— habría reducido los
delito racionales desde un punto de vista económico^^^. Por ello, parten del principio costes de la comisión del delito para el criminal. De modo que existiría una clara
de quelas personas delinquen cuando el ratio de beneficios respecto de los costes correlación, para los autores citados, entre el incremento muy acusado de la
es mayor para el comportamiento criminal que para las alternativas no crimínale^ criminalidad y los cambios (mitigación) en el proceso y modalidades de ejecución de
El castigo, a tenor de tal concepción, es un costeúe la actividad delictiva, que siendo" las leyes penales: si se reduce la duración de la pena y la seguridad de su imposición
cierto, severo y con recursos (capital y mano de obra) puede disminuir las tasas de —afirman—, crecerá la criminalidad, puesto que se reducen los costes y riesgos del
aquélla. infractor en potencia^^^
Existen también diversas investigaciones sobre el efecto ¡ntimidatorioydisuaso- No es necesario resaltar, sin embargo, que un enfoque economicista riguroso
si!f r/oáe la aplicación de leyes penales.
tiene sólo una aplicabilidad relativa al mundo del crimen. No todos los delitos
G. TULLOCK (1980) y PH. J. COOK (1980), entre otros, manifiestan su responden a unos móviles racionales y económicos, ni puede suponerse que una
sír convencimiento de que cuando falla el control social formal (por ejemplo, en el caso opción racional, exclusivamente racional, separa las «carreras» criminales de las no
de huelgas de la Policía) se incrementan las tasas de criminalidad de forma criminales. El hombre no es tampoco un ser ideal y racional que opta, en cada
alarmante. El efecto duradero, a largo plazo, de una aplicación consecuente de las momento, de acuerdo con un análisis puramente económico de costes y beneficios.
leyes penales consistiría, entonces, en el afianzamiento de los valores de la Otro de los postulados del enfoque expuesto—el impacto preventivo y disuasorio de
sociedad, en la creación de hábitos ajustados a Derecho y en el respeto de las la pena— tampoco cuenta con el necesario respaldo empírico. Ni la pena intimida
bsj leyes^'^ Unas previsiones radicalmente optimistas sobre las posibilidades de lo que se supone ni lo hace de la forma que a menudo se piensa. Que la criminalidad
prevenir la criminalidad mediante el mencionado efecto disuasorio de las leyes aumente porque se ha experimentado una suavización de las penas es una tesis sin
penales, efectiva y eficazmente aplicadas, pueden hallarse en P. H. RUBÍN (1980). fundamento^^^: más bien podría mantenerse lo contrario, que las penas son cada vez
Según este autor, la sociedad tiene el crimen que quiere tener; esto es: puede reducir menos severas porque la criminalidad aumenta. La experiencia parece demostrar
la delincuencia todo lo que desee, bastando para ello con dedicar dinero y medios que los Tribunales cuentan con la superpoblación de las cárceles en el momento de
•••Oí para Policía, Tribunales y establecimientos penitenciarios que hagan muy verosímil dictar sus fallos. Y que una mayor intensidad en la acción policial —y en la de los
la detención y castigo de todos los delincuentes. Es fácil conseguir las máximas restantes controles formales—tiene menos repercusión de la que podía estimarse
cotas de prevención de la criminalidad incrementando la duración de las penas en la prevención del delito. Se cumpliría la profecía de JEFFERY: más Policía, leyes
privativas de libertad e imponiendo un castigo más severo a los delincuentes^^". más severas más cárceles, más delincuentes. Una política represiva bgsadaen el
Shlomo y Reuel SHINNAR (1975) han tratado de analizar, por su parte, la progresivo rigor de las penas y en la eficacia creciente del control social formal llena
comisión de delitos y la probabilidad de convertirse en víctima según la mayor o las cáj:ce|^^Sj;;rea^cá]x;ele§j]u^yas|queJ^^ llena] pero n^ con^_ne las tasas de
menor gravedad de las penas existentes y las modalidades de ejecución de éstas. Slrnínalidad real.^Éf Derecho comparadó"poñe"de' reiréve que'está' dinámTcá
Parten ambos de una constatación: la probabilidad de convertirse en víctima de cofíduce, paraciojícamente a la necesidad de acordar medidas de gracia —siquiera
determinados delitos a lo largo de toda la vida habría pasado en la ciudad y en el para aliviar la situación congestiva de los establecimientos penitenciarios— y al
estado de Nueva York de un 14 por 100 a un 99 por 100 de 1940 a 1970; ensayo de medidas sustitutivas de la pena privativa de libertad, cuyo efecto
correlativamente a dicho incremento, los costes y riesgos unidos a la comisión de estigmatizante empeora la suerte del infractor que padece su cumplimiento en las
instituciones cerradas convencionales^^^.
•^ir.-^nri r\cS. .•
nial y en la delincuencia organizada, pero no susceptible de generaliza- cuentan con algún respaldo empírico. Destacan, ante todo, las propues-
ción al resto de los hechos punibles. Extrapolar u n análisis de costes y tas que formulan los pioneros de la moderna ciencia penitenciaria,
beneficios a significativos campos de la criminalidad ajenos a motivacio- basadas en la observación directa y rico conocimiento de la realidad
nes y claves económico-lucrativas es tanto como desconocer la realidad, carcelaria de la época (reformadores, como HOWARD o BENTHAM;
mucho más compleja. De la realidad se aparta, también, el moderno médicos, como PINEL); y la experiencia empírica y criminológica que los
clasicismo cuando reitera su desmedida confianza en la ley penal (efecto cultivadores de sus respectivas disciplinas acumulan en torno al delito
disuasorio de ésta) y en las instituciones del control social format La y el delincuente algunos lustros antes de LOMBROSO (Fisionomía,
experiencia empírica h a desmitificado hoy día viejos tópicos y dogmas Frenología, Psiquiatría, Criminalística, etc.).
clásicos. No es ya razonable seguir esperando en la sociedad sin delito,
ni mucho menos suponer asequible dicha meta mediante el rigor de las
leyes penales o el más eficaz funcionamiento del control penal. Los _a)ljOs^oriñros delajrw^ernac^^^ —Dos ingleses, J.
problemas «sociales» —y el crimen es u n problema social— no se HDWARD (i"727-T790) y su'discípulo J. B E Ñ T H Á M (1748-1832), escu-
solucionan exclusivamente con leyes penales; por el contrario, al Dere- pan u n lugar destacado en la historia de las ciencias criminales.
cho Penal le corresponde u n papel muy secundario (como «ultima ratio», HOWARD, juez de Bedford y consejero del Parlamento para asuntos
«subsidiario») en el control y prevención del delito. El moderno clasicis- penitenciarios, recorrió más de cincuenta mil millas estudiando las
mo o neoclasicismo implica u n retorno extemporáneo a posiciones cárceles de su época, altamente motivado por l a situación real del
retribucionistas superadas. nüWfflr recluso (sin duda porque él mismo la experimentó en la prisión francesa
«Como apunta GARLAND^^*, a diferencia lo que sucedió con este enfoque de Brest, al ser capturado por los piratas)^^^. Su obra, «Situación de las
teórico y su incidencia en la Criminología de pasadas décadas, en la actualidad, el prisiones en Inglaterra y en Gales»^^'' (1777), u n auténtico «informe
Süüji análisis económico ha penetrado poco a poco en las políticas de prevención, sobre la geografía del dolor», como la califica BERNALDO DE QUIRÓS,
8ol 6! contemplando delincuente y víctima como agentes racionales, y sugiriendo progra- tiene un extraordinario valor descriptivo y obtuvo notable difusión en
9Si6r mas que modifiquen el riesgo de cometer o sufrir el delito. La idea surgió, según el
autor, en el sector privado de las Compañías de Seguros (estudios de costes) para
toda Europa.
Inspirar, después, desde los ochenta, las instituciones y prácticas estatales. De este „4 Pero HOWARD no sólo conoció, describió y denunció la realidad penitenciaria
modo, se llegó a la «Criminología de la vida cotidiana», esto es, a la concepción del del siglo XVIII, sino que propuso, además, y consiguió importantes reformas de la
delito como «evento normal y mundano». Y a la tesis de que corresponden a la misma, atravésde las Howard's Acts (Leyes de Howard), logrando, por ejemplo, que
Política criminal «la gestión de los riesgos delictivos», como si de cualquier otro se diera trabajo en las cárceles («Haced al hombre trabajador —decía— y será
riesgo social se tratase^^^». honrado»). ; :.•..«...,.. -.( o . . . ,^.,...f.,, ,:.,;,A . . - u . .,.:.., i , „ « . ¡ ^ v ^.;- .
J. BENTHAM tiene dos facetas muy diversas, aunque complementa- calculus) que lleva a cabo el autor, quien, como ser inteligente y racional,
rias: fue un pionero de la ciencia penitenciaria, pero también u n teórico buscará el máximo de felicidad o el mínimo de insatisfacción en todos sus
de lapena, representante, máximo tal vez, de las concepciones utilitarias actos. BENTHAM partía de una premisa elemental: el modo de evitar la
del castigo. Cabría citarle, incluso, como precursor de planteamientos comisión de delitos no puede ser otro que aprovechar el hedonismo que
que hoy denominaríamos político-criminales. rige el comportamiento humano. Que el delincuente potencial comprue-
Su obra: «Panópt¡co>>^^^ propone un nuevo diseño para la arquitectura carcelaria be cómo de su delito derivarían consecuencias más negativas que
en aras del control y tratamiento de los reclusos. El nuevo establecimiento, según positivas para el mismo.
BENTHAM, debiera ser circular, con una torre de vigilancia en medio, desde la que
un guardián ejercería el control total y permanente de los penados. Para su buen Aunque BENTHAM clamó por la proporcionalidad de las penas,
régimen y funcionamiento, sugiere el autor tres criterios: ausencia de sufrimiento denunciando un a legislación arcaica y brutal, como la inglesa de su
corporal, severidad (no puede encontrarse el recluso mejor que en régimen de tiempo^''^, y a pesar de sus afanes reformistas, de su preocupación por la
libertad) y economía (evitando gastos innecesarios)^''". El diseño arquitectónico de
este pionero de la ciencia penitenciaria fracasó en su país natal, y en el Continente.
situación real de los reclusos y la corrección efectiva de los mismos, su
En los Estados Unidos, sin embargo, algunos centros siguieron el mismo: la concepción del castigo se halla fuertemente inspirada por la idea de
penitenciaria de Western State (Pittsburg) y la de Atateville (Illinois)''*'. prevención general, de intimidación, llegando a sugerir, incluso, una
suerte de ley del tallón simbólica"^ que pretende exacerbar la apariencia
BENTHAM, com.openitenciarista, asumió buena parte de la doctrina externa de la pena, su valor ritual e impacto en la comunidad.
y normas de su maestro HOWAKD (separación de sexos, trabajo, Sus famosas «seis reglas» que simbolizan para muchos el paradigma
alimentación, higiene, etc.), poniendo especial énfasis en la atención penal de la Escuela Clásica"*', concretan los objetivos que BENTHAM
pública a los reos liberados, así como en la efectiva reforma y corrección asigna a la pena: prevenir los delitos; que, en todo caso, el criminal
del delincuente^''^. cometa el menos grave; o emplee no más fuerza de la necesaria; y todo
En cuanto filósofo de la pena, formuló BENTHAM su conocida ello del modo económicamente menos gravoso posible para la comuni-
fundamentación utilitaria del castigo"^. dad"^.
P a r a el jurista inglés, dolor y placer polarizan el comportamiento BENTHAM es, probablemente, el primer autor que utiliza el término
humano. Según esto, la conducta criminal responde, también, a una «Profilaxis Criminal»"*, sugiriendo que informes periódicos y estadísti-
genuina ponderación de factores, a un cálculo hedonístico (hedonistic cas criminales ilustrasen las decisiones legislativas de los poderes
. ^ ••* \JXJi3 ' públicos. Unos y otras, a su juicio, serían verdaderos «barómetros»
políticos, muy útiles para conocer los efectos reales de la legislación"^.
i r j - f r f T O í o fí''^t,\fJC\yf oh í t n i l f t-n-iríp fpt
La influencia—tardía— del pensamiento de BENTHAM en España fue conside-
mejora de las condiciones de trabajo de los mismos, y llevó a cabo visitas personales rable, sin duda gracias a la obra divulgadora de R. SALAS y T. NÚÑEZ'=°.
a los monarcas europeos para impulsar dichas reformas (Cfr. SCHNEIDER, H. J-, OiTlüO ü f j a i a B - 2 9 ~HD1B030M 9D 39UpiíSm 19— OñFMOqBn S90t tlU JHVX OípB
Kriminologie, cit., pág. 93). ^'30bi 0>> Elumioi stnaiuQis ei lEssooiq-3tn9b609iq
^^^ El título original era: «Panopticon, or the Inspection House», 1791 (vid. BONGER, ~ .-"''«...cíi9bnoo st j^ieóBO iñ v s'^eo uí steiv v
W., Introducción a la Criminología, cit., pág. 80 y nota 17). Véase Panoptique. París, "" Cfr. VETTER, H. J., y SILVERMAN, I. J. (Criminology and Crime. An Introduction,
1791, Imprimerie Nationale. Cfr. RODRÍGUEZ MANZANERA, L., Criminología, cit., pág. 244): Bentham propuso la previsión de sanciones generales graduales,
cit., págs. 193 y ss. = - cuando la arcaica y brutal legislación inglesa contemplaba más de doscientos
" " BENTHAM, J., Panoptique, cit., págs. 19 y ss. * ' " ' ' • ' — - - > ' " T ' - delitos «capitales».
"1 Cfr. VETTER, H. J., y SILVERMAN, I. J., Criminology and Crime. An Introduction, 145
Cfr. ANTÓN ONECA, J., Derecho Penal, P. G., cit., pág. 48 (vg., quemar al
cit., pág. 244. incendiario). , ,,
"^ Según BONGER, W. (Introducción a la Criminología, cit., pág. 80), Bentham es de 146
Por todos, SIEGEL, L. J. Criminology, cit., pág. 96.
los primeros autores que mantiene u n a orientación «ñnal» («Zweck Strafe») de la 147
Cfr. SIEGEL, L. J., Criminology, cit., pág. 95. ÍOGH .hN m
148
pena, correccional. Vid. RODRÍGUEZ MANZANERA, L., Criminología, cit., pág. 194. =H MV.
149
^''^ Véase BENTHAM, J., Introduction to the Principies of Moráis and Legislation, Cfr. RODRÍGUEZ MANZANERA, L., Criminología, cit., pág. 194. ,83.1
1780 (se cita, edición de Harrison, W., Oxford, 1967, Basil Blackwell). 160
Vid. ANTÓN ONECA, J., Derecho Penal, P. G., cit., pág. 48. ..-.-... JibñM
d
354 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 355
b) Aportaciones al saber criminológico desde diversos campos empíri- den con vicios y defectos anímicos, espirituales. Se asocia la belleza física
cos (Fisionomía, Frenología, Psiquiatría, Antropología, Estadística y la bondad, la maldad y la fealdad corporal. Etimológicamente, la
etc.) palabra «malhechor» podría significar no sólo persona que hace el mal,
sino, también, persona mal hecha^^l
En 1876 publicó LOMBROSO su «Tratado antropológico experimen-
tal del hombre delincuente», fecha oficial para muchos del origen de la D E L L A P O R T A ( 1 5 4 5 - 1 6 1 6 ) , con s u o b r a «De h u m a n a
Criminología como ciencia empírica autónoma. physiognomia»^^* fue el primer sistematizador de los conocimientos
fisionómicos, llegando a elaborar toda u n a técnica de la observación.
Pero, desde muchos años antes, se habían llevado a cabo las más
Puso el artista italiano especial énfasis en el estudio de la expresión
diversas investigaciones sobre el delito y el hombre delincuente con una
corporal, de los ojos, la risa y el llanto. Señaló algunos caracteres
metodología que, sin duda alguna, puede calificarse de empírica.
somáticos, a su juicio, de índole criminal (anomalías en la cabeza, frente,
La información suministrada por las mismas es, desde luego, frag- orejas, nariz, dientes, etc.)!^^. ^^|^^^^^y^,
mentaria, inconexa, rudimentaria. Probablemente, muchas de sus hipó-
Su aportación reside, no obstante, en el método que le permitió llegar
tesis pertenecen más al mundo de las creencias, de las convicciones
a las conclusiones anteriores: la visita de las cárceles y el análisis de las
populares, que al ámbito científico. A menudo, un falso empirismo se
autopsias de asesinos y delincuentes ajusticiados^^*^.
pone al servicio de supersticiones para t r a t a r de respaldar prejuicios sin
fundamento alguno. Se trata, pues, de tanteos y aproximaciones al LAVATER, J. C. (1741-1801), teólogo suizo, publicó entre 1775 y 1778
problema criminal de la mano de un método no abstracto y deductivo su famosa obra: «Die physionomischen Fragmente zur Beforderung der
sino analítico e inductivo, basado en la observación directa. Menschenkenntnis und Menschenliebe»^^''. P a r a el autor, hay un a
profunda interdependencia entre lo externo y lo interno en el hombre,
Interesa un a breve referencia a los diversos campos del saber, no por
porque la naturaleza misma es pura fisionomía^^®; cuanto sucede en su
el cientifismo y rigor de las conclusiones obtenidas, sino en cuanto el
alma se manifiesta en el rostro: la belleza o la fealdad de la cara tienen
método y algunas de sus hipótesis deben estimarse antecedentes del
justa correspondencia con la bondad o la maldad de su espíritu^^^.
positivismo criminológico. . V . r, ,
Anticipándose a los planteamientos frenológicos, mantuvo LAVATER
que existe u na correlación entre determinadas cualidades del individuo
1') La Fisionomía.—La Fisionomía versa sobre la apariencia externa y los órganos o partes de su cuerpo donde se supone tienen su sede y
del individuo y la interdependencia de lo somático y lo psíquico, el cuerpo emplazamiento físico las correspondientes potencias humanas. La vida
y la personalidad, lo externo y lo interno. intelectual podría observarse en la frente; la moral y la sensitiva, en los
Dicha correlación se suponía ya en el dramático «Edicto de Valerio» («cuando ojos y la nariz; lo animal y vegetativo, en el mentón^®".
tengas dudas entre dos presuntos culpables, condena al más feo»)^=\ En el propio
siglo XVIII, un juez napolitano —el marqués de Moscardi— estableció como Ssjí
precedente procesal la siguiente fórmula «Oídos los testigos de cargo y de descargo,
y vista tu cara y tu cabeza, te condeno...»^'^^.
•í3ux>l¡i
el . i r .
Se trata, pues, de u n a vieja idea: alma y cuerpo se hallan en una tO .'T-JÍ 1') ,Bto<^ií|
153
íntima relación, de modo que las deformidades somáticas se correspon- RODRÍGUEZ MANZANERA, L., Criminología, cit., pág. 181. =->>•' ••'•'¡•^on^m
164
IB ll.-l- 'U,J tíV b't^ S>D<Í Í'> r> A Jí?n'i1 ' ) (i 'T, .'A'J'^KO ^•ñ-ñ 155
De h u m a n a physiognomia, Sorrent, 1586.
156 RODRÍGUEZ MANZANERA, L., Criminología, cit., pág. 179.
... , - ...i,, íir;*ÁT Cfr. RODRÍGUEZ MANZANERA, L., Criminología, cit., pág. 179. " ^"''
157
^^1 Vid. KODRÍGUEZ MANZANERA, L., Criminología, cit., pág. 181. 158 Leipzig y Winterthur, 1775-1778, 4 volúmenes.
^^2 Vid. EODEÍGUEZ MANZANERA, L, Criminología, cit., pág. 180; TEJOS CANA- 159 Die physionomischen Fragmente, cit., págs. 49 y ss. _
LES, M., Las ideas penales y criminológicas de M. Cubí y Soler, Tesis doctoral- Die physionomischen Fragmente, cit., págs. 63 y ss. '•"''•'' ''' '''*** J'fíiíftc}'
Madrid, 1984, pág. 326, nota 58. , ,,.„,._..>,,..:,:„.. , - , _:-- Vid. RODRÍGUEZ MANZANERA, L., Criminología, cit., pág. 180. ••"5<?^^
356 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 357
Particularmente interesante es la descripción de LAVATER del que continuación de la obra de los fisionomistas^®^ sin llegar a superar en
denomina «hombre de maldad natural», porque constituye un verdadero ningún momento el estadio precientífico.
anticipo del «delincuente nato» lombrosiano^®^. Propugna la «teoría de la localización», esto es: cada función anímica
Éste y otros esterotipos fisionómicos^^^ responden, desde luego, a tiene su asiento orgánico en el cerebro; en el cráneo humano se manifes-
unas concepciones vulgares, precientíficas, sobre el crimen. tarían signos externos inequívocos de aquellas funciones, de modo que
obfeervando el cráneo puede llegar a conocerse la organización cerebral
Desde un punto de vista metodológico, carecen del más mínimo rigor. y, con ella, las claves del comportamiento del hombre, incluido el
Sin embargo, la ciencia fisionómica ha dejado su impacto en la historia delictivo. Etiológicamente, por tanto, la causa del crimen reside en
del pensamiento criminológico y en la praxis. Constituye, en cierto malformaciones y disfunciones cerebrales. Metodológicamente éstas
sentido, el germen de la Frenología. Impulsa los posteriores estudios pueden investigarse a través de la observación del cráneo.
antropométricos, de gran utilidad para conseguir la identificación del
delincuente concreto (problema éste no estrictamente criminológico sino GALL, F. G. (1758-1828), fue el fundador de la Frenología. Médico de
criminalístico). Y, sobre todo, llamó la atención a la Criminología sobre origen italiano, nacionalizado francés, publicó en 1810 su famosa obra^^^
la necesidad de observar al hombre delincuente. No se trata, desde «De craneología» o «Craneoscopia», como la denominaron sus partida-
luego, de exacerbar la trascendencia de los rasgos somáticos, de la rios^"'. ^..™.,<v~.....
expresión corporal; ni de operar con esterotipos, fruto de prejuicios sin Seguidor del inglés WILLIS, trató en u n principio, sin éxito, de
fundamento alguno. Se trata, simplemente, de rescatar el protagonismo localizar en el cerebro las diversas potencias y facultades anímicas del
del hombre delincuente como individuo. De elaborar teorías y modelos ser humano mediante investigaciones del sistema nervioso. Convencido
explicativos del delito que no prescindan del mismo. Y de llevar a cabo de la escasa viabilidad de su premisa «anatómica», sustituyó ésta por
una praxis judicial y criminológica más realista, en la que el criminal sea otra: como sucede con las actividades y funciones corporales —pensaba
algo más que el «sujeto activo», que un a abstracción^*^^. GALL^^^— así debe suceder, también, con cada actividad o función
anímica; que los instintos, potencias morales y facultades intelectivas
del hombre tienen que estar íntimamente relacionados con determina-
2') La Frenología^^'^.—La Frenología, precursora de las modernas dos órganos —órganos cerebrales—, de suerte que conociendo éstos a
Neurofisiología y Neuropsiquiatría, se desarrolla en el siglo XIX como través de sus signos externos en la constitución craneal pueden inferirse
aquéllas. .. --
i a ¿>i3tt&iííiíí t9í3Sí*fli«o><|8s«rMí: SBl :&'mii «jr;
LAVATER, G., L'art de Connaitre les Hommes par la Physonomie, Depélafol
Librairie, París, 1820, IX, pág. 247. Cfr. RODRÍGUEZ MANZANERA, L.,
Criminología, cit., pág. 180. «Tiene la nariz oblicua en relación con la cara, el rostro págs. 182 y ss.; HERING, K. H., Der Weg der Kriminologie zur selbstándigen
deforme, pequeño y color azafrán; no tiene puntiaguda la barba, tiene la palabra Wissenschaft, cit., págs. 33 y ss.
165
negligente; los hombros cansados y puntiagudos; los ojos grandes y feroces, Así, RODRÍGUEZ MANZANERA, L., Criminología, cit., págs. 182 y 184.
166
brillantes, siempre iracundos, los párpados abiertos, alrededor de los ojos pequeñas La obra en la que GALL plasma sus tesis frenológicas, es: Anatomie et phisiologie
manchas de color amarillo, y, dentro, pequeños granos color de sangre brillante du sisteme nerveux en general et du cerveau en particulier avec des observations
como el fuego, revueltos con otros blancos, círculos de u n rojo sombrío rodean la sur la posibilité de reconnaitre plusieurs dispositions intelectuelles et morales de
pupila, o bien ojos brillantes y pérfidos, y seguido una lágrima colocada a los ángulos l'homme et des animaux par la configuration de leurs tetes. París, 1810 a 1819,
interiores; las cejas rudas, los párpados derechos, la mirada feroz y a veces de cuatro volúmenes.
167
través.» Cfr. HERING, K. H., Der Weg der Kriminologie zur selbstándigen Wissenschaft,
Vid. HERING, K. H., Der Weg der Kriminologie zur selbstándigen Wissenschaft, cit., pág. 33. Sobre la obra de J. O. DE LA METTRIE, precursor de GALL, vid.
cit., páginas 31 y ss. , BONGER, W., Introducción a la Criminología, cit., pág. 85 y ss.
168
Sobre la aportación de la Fisionomía a la Criminología, vid. RODRIGUE/i Vid. HERING, K. H., Der Weg der Kriminologie zur selbstándigen Wissenschaft,
MANZANERA, L., Criminología, cit., pág. 181. cit. pág. 34. Sobre la obra de GALL, vid. TEJOS CANALES, M., Las ideas penales
Sobre la Frenología, vid. BAER, A., Der Verbrecher in anthropologischer Beziehung, y criminológicas de Mariano Cubí y Soler (Tesis Doctoral, Madrid, 1984. Universi-
Leipzig, 1893, págs. 7 y ss.; RODRÍGUEZ MANZANERA, L., Criminología, cit., dad Complutense), págs. 95 y ss. .
358 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 359
GALL, visitando un gran número de establecimientos penitenciarios
europeos, manicomios, y después de analizar cabezas de condenados a tmAidmka, mentaki s t ^ r i M t s
muerte —e incluso investigaciones sobre animales— elaboró u n a autén- RMHO
tica teoría sobre las muy diversas malformaciones cerebrales y craneales dcuttadet •KMuk'k léi'aiisu» '»
tipos, subtipos, variantes, etc. Trazó un conocido mapa cerebral, provis- perffecciCKmiwo (efinwniciiiu
to de treinta y ocho regiones, en las que residirían las facultades ímodvhM
•íltO-CMilB»
anímicas del individuo^®^, Y veintisiete órganos u organizaciones cere-
brales^^"; concretamente, creyó haber podido localizar u n instinto de
acometividad, u n instinto homicida, exterminador, u n sentido de patri- «odcstia
monio, u n sentido moral, etc."^ en zonas exactas del cerebro"^. reserva
169
dewMsüa
R O D R Í G U E Z M A N Z A N E R A , L . , Criminología, cit., pág. 183.
170
HERING, K. H., Der Weg der Kriminologie zur selbstándigen Wissenschaft, cit., ptlfMKlflM
pág. 34.
171
Cfr. HERING, K. H., Der Weg der Kriminologie zur selbstándigen Wissenschaft, «mtmmm
cit., pág. 35. MtíiMMHf insiiB»« domlsric»
172
P a r a los frenólogos, los criminales tienen muy desarrollados los centros del instinto
9b de defensa y de agresividad situados detrás de las orejas, y los centros cerebrales VrtüMfc
'^"^ lr--in'inq «ido tMr^^
>6It donde se localiza la tendencia homicida, que se encuentran arriba y al frente de los
pabellones auditivos. Cfr. RODRÍGUEZ MANZANERA, L., Criminología, cit., pág.
,ñB. 183: En particular, sobre el mapa cerebral que elaboró GALL, vid. TEJOS CANA-
ymmemo
LES, M., Las ideas penales y criminológicas de M. Cubí y Soler, cit., pág. 101 antoralof Mlw
(reproducción del mismo). Dicho mapa se reproduce en lámina, figura 1. «mw a lo« Mimalet
173
Cfr. RODRÍGUEZ MANZANERA, L., Criminología, cit., pág. 184. ('(•¡ir. V'Ofi.un '
-174 fríif v í P
Vid. HERING, K. H., Der Weg der Kriminologie zur selbstándigen Wissenschaft,
cit., páginas 35 y 36. . .tíl .;>p,<^ J¡ i .i, ••«rlr.fnErif.- FIGURA 1
Así, RODRÍGUEZ MANZANERA, L., Criminología, cit., pág. 183. , -^ t)8i , A | , . í Mapa frenológico de Gall !. i ' >jli
360 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 361
SPURZHEIM (1778-1832), colaborador y discípulo de GALL, propa- efectos perceptibles que produce el alma por medio del cerebro»: es, pues,
gó la obra de éste en Inglaterra, contribuyendo a difundir la hipótesis de la «Fisiología del cerebro».i***
que muchos trastornos y enfermedades psíquicas son en último término Su «Manual de Frenología»^"^^ resume en seis postulados el pensamiento del
afecciones cerebrales^^®. autor:
a) Las facultades o potencias del alma son innatas.
LAUVERGNE (1797-1859), médico de prisiones francés, cuya obra se b) El cerebro es el órgano del alma o la mente.
publicó en 1 8 4 1 " ^ creyó poder demostrar que la causa del crimen reside c) El cerebro es múltiple. Consta de diversos órganos a través de los cuales
en u n defectuoso desarrollo del cerebelo^^®, después de haber observado expresa el alma sus impulsos.
d) El tamaño de un órgano cerebral —en igualdad de circunstancias— es un
y analizado numerosos penados. indicador de la correspondiente facultad mental.
Como LAVATER, también LAUVERGNE aportaría un auténtico retrato robot de e) El tamaño y forma del cerebro se refleja en el tamaño y forma del cráneo. Éste
- delincuente, precursor de la descripción lombrosiana: «Tiene protuberancias acusa- se acomoda a la superficie del cerebro.
das —decía"^— y una facies especial marcada con el sello del instinto brutal e f) Toda facultad del alma tiene su lenguaje especial; esto es, todo órgano cerebral
O impasible. Sus cabezas son grandes y acabadas en punta; notables protuberancias en actividad produce un movimiento, expresión, gesto o actitud (lenguaje natural).
i] laterales y, haciéndoles compañía, enormes mandíbulas y músculos masticadores
..siempre en constante acción.»
CUBÍ Y SOLER se refiere expresa y explícitamente al «criminal nato»
—a quien denomina, también, «loco moral», «demente», etc.— años
i' ATTMEYER, en Alemaniai»^ y SAMPSON, en los Estados Unidosi^i; antes que LOMBROSO. Pero dicho «tipo» no se caracteriza, como lo
VOISIN (1794-1872), entre otros, en Franciai^^; GIROLAMI, en Italia^^^ hacía LOMBROSO, en función de estigmas físicos. CUBÍ Y SOLER tiene
y el español CUBÍ Y SOLER son otros representantes de la Frenología. en cuenta rasgos psicológicos de la personalidad^®*^. La causa última
MARIANO CUBÍ Y SOLER (1801-1875) merece u n a especial men- residiría en las organizaciones cerebrales del individuo, en la hipertrofia
ción. P a ra este ilustre mallorquín, la Frenología es u na ciencia (Filosofía de determinados instintos animales —incorregible, por cierto— y corre-
Mental) y u n arte (Craneología) que circunscribe su jurisdicción a «los lativa carencia de sentimientos morales.
«Hay individuos —dice CUBÍ Y SÜLER^**'— cuyo intelecto y sentimientos
' ; J 1. I . ^•rrn~:"("*"t'"t' morales son tan deprimidos, y cuyas propensiones animales son tan desarrolladas,
¿ á ^ «i-.i,á. W'? ..^M»!^
Uat-ififb^M&f:. kii^í l.,^,i.u..,..'. ,M..<u^—~í-»iM*lite'#i. que tienen una tendencia irresistible hacia el mal; son tigres o leones en forma
i*"» humana; nacen con un desmedido desarrollo de la destructividad, acometividad o
combatividad, adquisitividad, secretividad y amatividad, con la parte moral y la razón
1™ Sobre la obra del alemán SPURZHEIM, J. CH., vid. TEJOS CANALES, M., Las
más defectuosa, cuya organización constituye, naturalmente, al violador, al asesino,
ideas penales y criminológicas de M. Cubí y Soler, cit., págs. 100 y ss. (especialmen-
al estafador y otros criminales»'^^ «Hay casos —continúa^"'— en que los órganos
te, pág. 103, que reproduce el mapa cerebral diseñado por Spurzheim).
^'^'' La obra llevaba por título: «Les forcats consideres sous le rapport physiologique,
moral, intellectuel, observes a la bagne de Toulon». París, 1841.
"8 Siguiendo en este extremo la tesis de VOISIN (Cfr. HERING, K. H., Der Weg der ^^* Vid. DALLENBACH, K., Frenología frente a Psicoanálisis, XIII, núm. 50 de la
Kriminologie zur selbstándigen Wissenschaft, cit., pág. 36). Revista de Psicología General y Aplicada, Madrid, 1959, pág. 277. P a r a una reseña
1™ Vid. CONSTANCIO BERNALDO DE QUIRÓS, Las nuevas teorías de la crimina- de la amplia obra de M. CUBÍ Y SOLER, vid. TEJOS CANALES, M., Las ideas
lidad, cit., pág. 18. penales y criminológicas de M. Cubí y Soler cit., págs. 382 y ss.
^^^ Su obra principal: Theorie des Verbrechens auf Grundsátze der Phrenologie Manual de Frenología, o sea. Filosofía de entendimiento humano, fundada sobre la
basiert. Leipzig, 1842. fisiología del cerebro, 1843, Barcelona. Sobre el problema, vid. TEJOS CANALES,
^^^ La de SAMPSON: Criminal Jurisprudence, considered in relation to cerebral M., op. cit., páginas 107 y ss.
organisation. New York, 1846. Así, TEJOS CANALES, M., Las ideas penales y criminológicas de M. Cubí y Soler,
182 Cfr. RODRÍGUEZ M T ^ S Í Z A N E R A, L., Criminología, cit., pág. 186. Obras de VOISIN: j^ cit., páginas 255 y ss.
La organización cerebral defectuosa de la mayor parte de los delincuentes (183/, CUBÍ Y SOLER, M., Sistema completo de Frenología. Barcelona, 1843, págs. 365
discurso de ingreso en la Academia de Medicina), El hombre animal (1839), La 188 ^ ^^'
Epilepsia simulada y su diagnóstico, El tratamiento inteligente de la locura (184/)> Sistema completo de Frenología, cit., págs. 364 y ss.
etc. Cfr. RODRÍGUEZ MANZANERA, L., Criminología; cit., pág. 205. CUBÍ Y SOLER, M., La Frenología y sus glorias. Lecciones de Frenología, Barce-
1**" Vid. RODRÍGUEZ MANZANERA, L., Criminología, cit., pág. 186. lona, 1853-1857, pág. 170. -,_„„...---_,i.:.
•ww^sr
362 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 363
morales son de todo punto o casi de todo punto imbéciles; no pudiendo o casi no
pudiendo contrarrestar los ímpetus de los animales o brutales. En estos casos, los
Como buen frenólogo, se esfuerza CUBÍ Y SOLER en localizar en
individuos, a no intervenir un milagro, casi no manifiestan sentido moral. Los medios diversos lugares del cerebro las facultades y potencias del ser humano^^°,
m de corrección o excitación casi son inútiles.» La Frenología—concluye— reconoce
a estos delincuentes natos antes de que cometan sus crímenes.
incluidas las criminales.
«Hase descubierto —comentaba^^^— que cuando las partes laterales de la
cabeza son mucho más abultadas que las superiores, producen, por una ley o modo
de proceder natural, un irresistible impulso a robar, estafar, engañar...»
e n u n <-
Pero CUBÍ Y SOLER anticipa planteamientos genuinamente
antropológicos. Su descripción del criminal «nato» guarda inequívoco
et83 09 paralelismo con el denominado «tipo hipoevolutivo» al que se refiere la
moderna antropología^^l Y, al igual que LOMBROSO, no dudó en
tsídsieo
.(tBIUtSíS
relacionar sus características con determinadas tribus árabes de Arge-
lia y con los caribes.^^^
«OiSflí La tipología de CUBÍ Y SOLER, rica y variada, distingue tres grupos
80 ñB - básicos de delincuentes (criminal nato, reos por sugestión y ocasionales),
de rancio abolengo positivista; y numerosos subtipos (delincuente nato,
ladrón nato, anarquista nato, delincuente habitual, delincuente de
qí.órfii
ocasión, criminaloide, criminaloide por sugestión, pseudocriminal, de-
lincuente por pasión, etc.)^®*. CUBÍ Y SOLER, sin embargo, no se limitó
a «clasificar» tipos criminales, sino que se preocupó de llevar a cabo una
sñí
descripción casuística y pormenorizada de los rasgos craneales y de la
EOtnSiíTü personalidad de cada reo, con pretensiones teórico-didácticas^^^, par-
,3BbB!iC tiendo de la base de que no basta con la localización craneocerebral de
Bfm,'i t la facultad o potencia de que se trate, porque, a su juicio, no hay
o bst 1'
npss «órganos» del robo, asesinato, etc., sino «actos»; esto es, abuso de ciertas
,on,8B(, facultades, no facultades^^®vl9lSi|^í#íítíí'afa:fW?t»ftH¡M"J^^
BOHBQIC
CUBÍ, desde un punto de vista penológico, propugna algunos postu-
lados del correccionalismo, al partir de la premisa de que el delincuente
fj er
I' ' ,,M-.3aj«lft3'Beí¿«I.¡ FIGURA 2 míOiiife«b!Bw{e sii#'- i T í ' ' f IK T<* W H 1
Localización y nomenclatura frenológica de CUBÍ Y SOLER: 1, tactividad; 2, Vid. reproducción del mapa cerebral que diseñó M. CUBÍ Y SOLEE que se
acompaña en lámina, ñgura 2.
visualitividad; 3, Auditividad; 4, gustatividad; 5, olfatividad; 6, lenguajetividad; 7, 191
configuratividad; 8, meditividad; 9, individualitividad; 10, localitividad; 11, pesatividad; 192
Sistema completo de la Frenología, Barcelona, 1844, cit., pág. 335 y ss.
12, coloritividad; 13, ordenatividad; 14, contatividad; 15, movimentividad; 16, duratividad; Sobre el problema, vid. TEJOS CANALES, M., Las ideas penales y criminológicas
de M. CUBÍ Y SOLEE, cit., págs. 282 y ss.
17, tonotividad; 18, generatividad; 19, conservatividad; 20, alimentividad; 21, destruc- 193
tividad; 22, acometividad; 23, conyugatividad; 24, filoproletividad; 25, constructividad; 194
Así, CUBÍ Y SOLEE, M., Lecciones de Frenología, cit., págs. 173 y 183.
26, adquisitividad; 27, secretividad; 28, precautividad; 29, adhesividad; 30, habitavitidad; Sobre la tipología de M. CUBÍ Y SOLER, vid. TEJOS CANALES, M., Las ideas
31, chistositividad, 32, mejoratividad; 38, relatividad; 39, efectuatividad; 40, rectividad, penales y criminológicas de M. Cubí y Soler, cit.; págs. 274 y ss.
41, superiotividad; 42, benevolentividad; 43, inferioritividad; 44, continuatividad; 45, Vid. TEJOS CANALES, M., Las ideas penales y criminológicas de M. Cubí y Soler,
cit., página 279.
comparatividad, 46 causatividad, 47, deductividad. ._ _ .
CUBÍ Y SOLER, M., Lecciones de Frenología, cit., pág. 321. .,JÍ3 ,T9IOG
364 ANTONIO GAKCIA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 365
es un enfermo necesitado de tratamiento y la delincuencia u n a enferme- cretinos catalanes»2o^ —comarcas de Anso, Susqueda y Rupit, en las que
dad. aprecia elevadas tasas de bocio e imbecilidad—, realizando u n meritorio
trabajo de «campo».
oet «¿Cómo podrían los azotes —se pregunta^^^— ni las cadenas ni los martirios
gl g|j corregir un mórbido apetito, una inflamación de ojos, un dolor de vientre, que son La Fre/7o/og/3ha contribuido, también, a la decantación del saber criminológico.
Qijgpj casos análogos al de una irritación cerebral que forma al ladrón, al estuprador, al Sus esquemas iniciales, ingenuos, simplistas, quedaron pronto desmentidos, por-
asesino...?» que es inútil la búsqueda del punto o zona del cerebro en la que suponían se
encontraba la clave del crimen^»^ Pero otras disciplinas afines a la misma —la
Neurología, la Neuropsiqulatría, la Neurofisiología— han evidenciado que puede
Se manifestó, lógicamente, en contra de la pena de muerte y las penas
existir una correlación entre determinadas disfunciones o patologías cerebrales y
corporales^^®, postulando puntos de vista prevencionistas. concretos trastornos conductuales, incluidos los delictivos. En el ámbito clínico, los
fil 91911? «Jamás se han cometido menos crímenes —decía'"^— que cuando se ha progresos de la moderna Psicocirugía son incuestionables^"^.
r castigado menos, con tal que las personas que constituían el gobierno conocieren
o evitasen la acción de sus causas.» «No me pronuncio contra todo Código Penal
"•'•• —continúa^™—..., pero que sean correctivos y no aumentativos del crimen», y 3') La Psiquiatría^^^.—La Psiquiatría se consolida a lo largo del siglo
concluye: «Hay crímenes porque las leyes son malas...»^°^-«¿qué nombre se dará
XIX como disciplina científica autónoma, sin duda por el racionalismo
j,j^„, al quebrantamiento de una ley cuando esta misma ley es un cr¡men?»^°2
optimista característico del pensamiento ilustrado. Este desterró viejos
mitos y supersticiones sobre la enfermedad mental y su incurabilidad,
La aportación principal de CUBI Y SOLER se encuentra en el ámbito
haciendo posible u n análisis científico de la misma como si se tratase de
metodológico, en el empleo por el mismo de un método positivo experi-
cualquier dolencia somática^°^.
mentaP''^. CUBÍ Y SOLER visitó casi todos los presidios españoles y
muchos europeos. Entrevistó y examinó toda suerte de reclusos, presen- A finales del siglo XVIII, en el ámbito clínico, comienzan sus pioneros
tando y discutiendo posteriormente los informes que emitía^"*. Más aún, una labor entonces revolucionaria: distinguir los enfermos mentales de
su clientela no se circunscribió, como h a r á después el positivismo los delincuentes. En el siglo XIX se acuñan las primeras categorías
criminológico, a la población carcelaria. En 1843 visitó «el país de los psiquiátricas, su aparato conceptual, al principio muy rudimentario.
Pronto aparecen las primeras teorías: la equiparación de crimen y
locura, la teoría de la degeneración, la de la inferioridad, la teoría de la
locura moral, etc..sÉ-r^^imy>-:^ífysmmaf^m^mfísmMRm'^MiMb-aMs.
19^ CUBI Y SOLER, M., Sistema completo de Frenología, cit., págs. 417 y ss. PH. PINEL (1745-1826), médico francés, es considerado padre de la
158 «La pena de muerte es costumbre inmoral a la par que injusta» (M. Cubí y Soler),
Polémica religioso-frenológico-magnética sostenida ante el Tribunal eclesiástico de
Psiquiatría por su labor técnica y humanitaria. Su «Traite médico-
Santiago en el expediente que h a seguido con motivo de la denuncia suscitada
contra los libros y lecciones de Frenología y Magnetismo de D. Mariano Cubí y Soler,
1848, Barcelona, págs. 345 y ss. Cfr. TEJOS CANALES, M., Las ideas penales y
criminológicas de M. Cubí y Soler, cit., págs. 298 y ss.
199 CUBÍ Y SOLER, M., Sistema completo de Frenología, cit., pág. 418. Vid. CASTE JÓN, F., Cubí, precursor de Lombroso, en: Revista Española de
200 CUBÍ Y SOLER, M., Sistema completo de Frenología, cit., pág. 419. Criminología y Psiquiatría forense, I, núms. III y IV- II, núms. V, VI y VIII. Madrid,
201 Cfr. CASTEJÓN, F., M. Cubí y Soler, Antropólogo criminalista español anterior a ^^^ 1929-1930, págs. 173 y ss.
Lombroso, en: Archivos de Medicina Legal, 1928, Lisboa, págs. SlOyss. Cfr. TEJOS Una resena de las críticas que se formularon desde un principio a los frenólogos, en:
CANALES, M., Las ideas penales y criminológicas de M. Cubí y Soler, cit., pág. 301- 2j. BONGER, W., Introducción a la Criminología, cit,, págs. 97 y ss.
202 C U B Í Y S O L E R , M . , Sistema completo de la Frenología, cit., pág. 408. Sobre la moderna Psicocirugía, vid. TEJOS CANALES, M., Las ideas penales y
203 Así, QUINTILIANO SALDAÑA, Comentario científico-práctico al Código Penal de 208 *^"™nológicas de M. Cubí y Soler, cit., págs. 138 y ss. y 140 y ss.
1870. Madrid, 1920, s. p. cit. por CARNICER, R., Entre la Ciencia y la Magia- Vid. HERING, K. H., Der Weg der Kriminologie zur selbstándigen Wissenschaft,
Mariano Cubí. Barcelona, 1969, Seix Barrai, pág. 273. cit., págs. 36 y ss.; RODRÍGUEZ MANZANERA, L., Criminología, cit., págs. 202 y
20* Vid. CUBÍ Y SOLER, M., Lecciones de Frenología I, cit., págs. 230 y ss., Barcelona, ss.
1853. Cfr. TEJOS CANALES, M., Las ideas penales y criminológicas de M. CubiY Así, HERING, K. H., Der Weg der Kriminologie zur selbstándigen Wissenschaft,
Soler, cit., págs. 248 y ss. ,e>3olGf!'íT''l , D '<->n.oxy. i „ m , Í J Á J U ^ Y cit., página 36. _ ;. ; . ;
f
366 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 367
philosophique sur Falienation mentale», aparecido en 1801^^°, marca la Semejante fue la aportación de J. CH. GROHMANN (1769-1847),
coronación del saber psiquiátrico del siglo XIX. Y, al propio tiempo, el quien contempló las enfermedades mentales como «afecciones parciales
comienzo de u na nueva época tanto en el diagnóstico como en el de la inteligencia o de la voluntad», estableciendo u n claro paralelismo
tratamiento de las enfermedades mentales^" con u na metodología entre estas dolencias y las somáticas.^^*'
científico-positivista. Hssteltiísmíi^tmagítf PRICHARD, J. C. (1786-1848), psiquiatra inglés, que se ocupó,
Se reconoce a PINEL el mérito de haber realizado los primeros también, del problema de las «manías», ideó el término moral insanity,
diagnósticos clínicos, separando criminales de enfermos mentales y término en u n principio libre de toda connotación ética o moral.
evitando rigores inútiles; de haber fundado los asilos y psiquiátricos Pensaba PRICHARD en una forma de enfermedad en la que la «locura consiste
genuinos, e iniciar el oportuno tratamiento para los enfermos psíquicos. en una perversión mórbida de los sentimientos naturales, de los afectos, inclinacio-
Labor esta última similar a la que llevaran a cabo TUKE, en Inglaterra; nes, humor, hábitos, disposiciones morales e impulsos naturales sin trastorno
alguno digno de mención ni defecto en su intelecto o en sus facultades de percepción
CHIARUGI, en Toscana, y LANGERMANN, en Baviera^i^.
y raciocinio, y, particularmente, sin fantasías o alucinaciones enfermizas»^^^.
ESQUIROL (1772-1840) es el gran teórico de la Psiquiatría. Acuñó
las categorías y elaboró las distinciones que se impondrían en la Sólo posteriormente se irá matizando el concepto de «locura moral»
Psiquiatría del siglo XIX, contribuyendo decisivamente a la definitiva con tintes éticos. La falta de remordimiento del autor, su insensibilidad
consolidación de ésta como disciplina autónoma y científica, muy a pesar al mundo de los valores, serán características de la moral insanity. En
de la oposición de la medicina somática oficial. este sentido, MOREL mantendrá que la «locura moral» —compatible
con una inteligencia lúcida— se caracteriza por u n a ausencia total de
Tenía mejor preparación estadística que su maestro PINEL, y, sin
hábitos éticos, de respeto por las normas morales. No se trataría de u na
duda, mayor capacidad para observar y describir los problemas de la
dolencia mental propiamente dicha, sino de un déficit del núcleo moral
mente humana. Su teoría de las monomanías —locuras parciales,
de la personalidad^i^. También DESPINE, en su Psicología Natural,
sectoriales— desarrolla la de la folie raissonante, de PINEL; de entre
analizaría las facultades intelectuales y morales de locos y delincuentes,
aquéllas distingue ESQUIROL tres clases, según afecten a la inteligen-
para concluir que el criminal es un individuo sin libre albedrío ni
cia o entendimiento, al carácter, o a la voluntad: monomanías intelectivas,
apertura al mundo de los valores éticos: u n «loco moral»^^^.
afectivas e instintivas^^^. A diferencia de su maestro, que mantenía una
localización de las manías en determinadas visceras, ESQUIROL asu- El paralelismo entre crimen y locura cobra nuevo significado a la luz
me la teoría fi-enológica de GALL^^^ :,fmy,mmi.m.^ de la denominada teoría de la degeneración que surge en Francia, a
partir de la hipótesis del carácter hereditario de las enfermedades
Tanto PINEL como ESQUIROL tuvieron que enfrentarse a una
mentales.
convicción de la época: la de que todos estos y otros trastornos reflejan
una personalidad demoníaca, absoluta e incurablemente enajenada; La teoría de la degeneración, en el ámbito psiquiátrico, se apunta ya
una locura, por tanto, unitaria, total, indivisible^^''. ; .as la por P. LUCAS (1805-1885), cuyo «Traite philosophique et physiologique
-ií-t Kil ltí*>t
de l'hérédité naturelle» (París, 1847) se refiere a u n a tendencia criminal
transmisible por vía hereditaria y presente ya desde el momento del existe u n a subclase de delincuentes caracterizada por muy diversas
nacimiento del individuo^^". estigmas físicos y mentales, degenerativos, y transmisibles por vía de
herencia. Tal subespecie inferior —la de los delincuentes habituales—
Se esboza, después, por J. J. MOREAU, de Tours (1804-1884) y
evidencia u na falta total de «sentido moral», según THOMPSON, y —
formula definitivamente por B. A. MOREL (1809-1873), en su «Traite
añade^^^— lo mismo que acontece en toda familia o raza en la que se
des dégénerescences physiques, intelectuelles et morales de l'espece
aprecian tara s degenerativas, también entre éstos pueden observarse
humaine» (París, 1857). Según MOREL, estigmas físicos y psíquicos
numerosos estigmas congénitos, físicos (en el habla, en el caminar,
expresivos de tal degeneración explicarían las deformidades que el autor
audición, vista) o mentales (epilepsia, trastornos y enfermedades de la
creyó haber detectado en determinadas partes del organismo. Degene-
mente congénitas). E n u n sentido semejante, NICOLSON^^® creyó haber
ración, a su vez, que se traduciría, según MOREL, en diversas enferme-
detectado en criminales signos o distintivos psíquicos, como por ejemplo:
dades mentales: epilepsia, locura, debilidad y trastornos psíquicos, e
inestabilidad, insensibilidad, desidia, ligereza, debilidad mental, etc.
incluso en comportamientos criminales^^i CABANIS, GALL, CLAREE,
WINSLOW y otros acentuaron el paralelismo entre delito y enajenación Especial atención requiere la obra de H. MAUDSLEY (1835-1918),
mental, crimen y locura^^^. Pero siempre bajo los simplistas esquemas de que, como la de BROCA, LUCAS, VOISIN, THOMPSON y otros, tiene
la teoría de la degeneración que ve tanto en el delincuente como en el loco inequívocas connotaciones antropológicas.
u n degenerado. DALLY y DAVEY («Insanity and crime») reiteran este
P a r a MAUDSLEY, el criminal es u n a clase especial de ser vivo,
planteamiento.
inferior y degenerado; un a subespecie mórbida cuyas estigmas se
Particularmente significativa es la tesis de R.V. KRAFFT-EBING perpetúan por vía hereditaria^^^. No sólo el delincuente habitual carece,
(1840-1902), seguidor de MOREL, quien distingue la «locura moral» de según el autor, de «sentido moral»; muchos otros delincuentes eviden-
la «imbecilidad», concibiendo la moral insanity entre los supuestos de cian trastornos mentales, epilepsia o locura, o se a r r a s t r an tales taras
«degeneración psíquica». «La locura moral —dirá^^^— no es ninguna en sus familias, ya que a través del delito el criminal exterioriza sus
forma propia de enfermedad de la mente, sino un específico proceso impulsos enfermizos. Tales individuos —añade MAUDSLEY^^^— cae-
degenerativo en el campo psíquico que afecta al más íntimo núcleo de la rían en la locura de no ser delincuentes, o se libran de ella precisamente
personalidad, a sus relaciones profundas, éticas y morales.» porque son criminales. ,
«wissi l^s»» rsp; !^Mf*>f*<**«'-* * * ^ ^
THOMPSON (1810-1873) pondría el acento en el carácter hereditario
MAUDSLEY acentúa la trascendencia del factor hereditario al refe-
de la degeneración. En su obra: «The hereditary n a t u re of crime»^^*, y rirse al «sentido moral»: la falta del mismo se debería, a su entender, a
después de observar más de cinco mil reclusos, mantuvo la tesis de que un déficit congénito en la organización de la mente. Algunos individuos
—afirma MAUDSLEY— carecen de moralidad desde que nacen, aunque
-^t+í., ífiArÉ^i\ initts'^\* íiT/T.í*-i¡i¿?*f £ i í * £ » T i L i K , p I 4 ! ^ G . cuenten, a veces, con un a elevada inteligencia^^^.
^^° Cfr. HERING, K. H., Der Weg der Kriminologie zur selbstándigen Wissenschft, cit.,
pág. 39; RODRÍGUEZ MANZANERA, L., Criminología, cit., pág. 205.
^^^ Cfr. HERING, K. H., ibídem. Las tesis de este médico alemán educado en Francia,
parcialmente coincidentes con las de Lombroso, tienen inequívocas connotaciones
antropológicas. Así cuando afirma que el criminal es «una variedad morbosa de la ) . -í,.' fl >Li((ü
especie humana», y admite la existencia de u n proceso degenerativo, de degrada- ^^^ Véase, lambien, de THOMPSON: Psychology of crimináis, London, 1875; Cfr.
ción o selección al revés como consecuencia del «conjunto de las nuevas condiciones HERING, K. H., ibídem.
•"'•' creadas por el gran acontecimiento del pecado original» (Cfr. RODRÍGUEZ ^ NICOLSON, The morbid psychology of crimináis, en; Journal of mental science.
MANZANERA, L., Criminología, cit., pág. 206). London, julio-octubre 1873, abril-julio 1874 y enero-abril-julio 1875. Vid. HERING,
=^22 Cfr. HERING, K. H., ibídem. mÁMmUi. K. H., ibídem (pág. 43).
^2^ V. KRAFFT-EBING, R., Lehrbuch der Gerichtlichen í-sychopatíiologie, 1876. Cfr. ^^•^ MAUDSLEY, H., Le crime et la folie, París, 1888, págs. 27 y ss.
HERING, K. H., ibídem (pág. 40). ^^^ MAUDSLEY, H., Responsabihty in mental disease, London, 1874, Cfr. HERING,
224 THOMPSON, J. B., The hereditary nature of crime, en: Journal of mental science, K. H., ibídem (pág. 42). >AJíai'íí* ,-,ü ;,AMSlWAÁííí-Atíl.Aa
London, 1870, vol. XV, págs. 487 y ss. Cfr. HERING, K. H., ibídem. ^''^ Cñ-. HERING, K. H., ibídem. .msbldi ,.J .AHáVlASÍ^AMSa"., .,..„.,....
370 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 371
A los autores citados habría que añadir otros muchos. Baste con A VIRGILIO (1836-1907) —en su obra «Sulla n a t u r a morbosa del
mencionar a LEGRAND DU SALLE, TRÉLAT, AUZOUX, BRIÉRE DE delito», aparecida dos años antes que la de LOMBROSO— el propio
BOISMONT, DESCURET, DELIASAUVE, FOVILLE, FERRUS, etc^^o. término «criminal nato», que el autor utiliza con motivo del examen
antropológico de 276 condenados, operando con datos como las anoma-
lías congénitas, estigmas corporales, el nivel intelectual y determinadas
4') LaAntropología^^^.—Para la Antropología criminal, el delincuente enfermedades orgánicas, especialmente del sistema nervioso^^''.
pertenece a u na subespecie h u m a n a inferior, degenerada, mórbida. Es
un sujeto atávico, hipoevolucionado, cuyo cuerpo y cuya mente exhiben Junto a la obra de los alienistas ingleses y restantes autores citados,
estigmas que le delatan, identifican, como subhombre. procede mencionar, también, la aportación antropológica de la teoría de
la degeneración antes expuesta y, desde luego, los representantes del
La ciencia antropológica se desarrolla a partir de la década de los pensamiento evolucionista.
sesenta del pasado siglo. Contribuyeron a ello algunos pioneros de la
Frenología (GALL, LAUVERGNE). Pero, sobre todo, la obra de BROCA Entre los primeros, MOREL, quien mantiene que los descendientes
y la de DARWIN. Interesa, fimdamentalmente, porque algunas de sus del ser humano normal pueden degenerar en el curso de pocas genera-
hipótesis serán asumidas por LOMBROSO. ciones por el impacto de factores o circunstancias desfavorables; la
criminalidad reflejaría fases avanzadas de dicho proceso degenerativo^^^.
BROCA (1824-1880), neurólogo y patólogo, examinó numerosos crá- DALLY (1833-1887) asume igualmente la teoría de la degeneración. En
neos de delincuentes, creyendo haber detectado en los mismos anoma- su obra «Considérations sur les criminéis au point de vue de la
lías significativas; muchas de ellas, sin embargo, de carácter patológico, responsabilité» afirma que «el delito y la locura son dos formas de
lo que no es de extrañar porque la Medicina de la época partía de la decadencia orgánica cerebromentales»^^^. Al igual que MAUDSLEY,
hipótesis de que el delincuente es u n caso enfermizo^^^. quien en su «Crime and insanity» atribuye al delincuente el carácter de
THOMPSON (1810-1873) pubHcó en 1870^33 el resultado de sus «variedad degenerada del género humano»^'"'.
investigaciones sobre más de cinco mil presos, manteniendo la transmi- Délos evolucionistas, destaca DARWIN, CH. R. (1809-1882), natura-
sión hereditaria de las tendencias criminales. lista inglés, muy influido por R. MALTHUS (autor del «The Principie of
Conclusiones semejantes a las del médico escocés de prisiones son las Population, 1798) que propugnaría brillantemente tesis expuestas,
que obtiene WILSON del estudio de 464 cráneos de delincuentes, en también, por HUXLEY, TH. (1825-1895), y HAECKEL, E. (1834-1919).
1869234, y NICOLSON (1845-1907). P a r a este último, el delincuente es En 1895 —el mismo año en que BROCA funda la Sociedad Antropológica
u n a variedad mórbida de la especie humana^^^. (París)— publica DARWIN su obra «El origen de las especies por medio de la
selección natural». Y veinte años después, otra más polémica: «El origen del
A LUCAS (1805-1885) se debe la formulación del concepto de «atavis- hombre». Según el autor, existe en la naturaleza una lucha por la existencia a la que
mo», fundamental, después, en la obra de LOMBROSO^^l sólo sobreviven los más fuertes, los que consiguen adaptarse (ley de la selección
natural de las especies). Tanto las fuerzas físicas como las psíquicas del ser humano
se verían sometidas a un proceso evolutivo y de adaptación al medio, pudiéndose
establecer un claro paralelismo entre la situación humana y la de las demás especies
vivas animales desde el punto de vista de dicho proceso.
^^^ Vid. RODEÍGUEZ MANZANERA, L., Criminología, cit., pág. 204.
Vid. BONGER, W., Introducción a la Criminología, cit., págs. 110 y ss (y pág. 112,
nota 3); HERING, K. H., Der Weg der Kriminologie zur selbstándigen Wissenschaft,
•E' cit., págs. 44y ss.; GÓPPINGER, H., Kriminologie, cit., págs. 23 y ss.; RODRÍGUEZ 237
Cfr. RODRÍGUEZ MANZANERA, L., ibídem.
MANZANERA, L., Criminología, cit., págs. 205 y ss. "^'^ Cfr. RODRÍGUEZ MANZANERA, L., Criminología, cit., pág. 206; BONGER, W.,
Vid. BONGER, W., Introducción a la Criminología, cit., pág. 111. Introducción a la Criminología, cit., pág. 111, HERING, K. H., Der Weg der
^^^ Vid. supra, notas 210 y 211. Kriminologie zur selbstándigen Wissenschaft, cit., pág. 39; GÓPPINGER, H.,
^'* Cfr. GÓPPINGER, H., Kriminologie, cit., pág. 23. Kriminologie, cit., pág. 23.
^'^ Cfr. RODRÍGUEZ MANZANERA, L., Criminología, cit., pág. 205. 239
Cfr. BONGER, W., Introducción a la Criminología, cit., pág. 112.
'^^ Cfr. RODRÍGUEZ MANZANERA, L., ibídem. 240
La crime et la folie, cit., pág. 32.
372 ANTONIO GAKCIA-PABLOS DE MOLINA
cuantificación como cualquier otra magnitud. No se enfrentan al (Jelito sentantes de la Estadística MoraP. Lo cierto, en todo caso, es que el mito
como problema individual, sino como hecho social, tratando de indagar, lombrosiano* h a oscurecido injustamente la valiosa contribución de la
por ello, las «leyes sociales» que expliquenlaregularidad del mismo. La Estadística Moral a la Criminología, y los orígenes sociológicos de ésta,
decisión del individuo, síTlibre albedrío, es para todos estos autores un coetáneos con las más llamativas teorías antropobiológicas. Pero sería
dato estadísticamente irrelevante, un dato psicológico que no altera en incorrecto olvidar que QUETELET, GUERRY, etc., son los primeros en
términos signiñcativos la dinámica del fenómeno criminal. jconcebir el delito como fenómeno social; en aplicar métodos cuantitati-
vos al estudio de los problemas sociales; en propugnar vastos programas
Siendo —para la Estadística Moral— el delito, ante todo, u n hecho de reformas como remedio a los graves problemas que aquejaban a la
social, u n a magnitud colectiva, un fenómeno de masas, los métodos sociedad de su tiempo. Son, pues, pioneros de las ciencias sociales,
cuantitativos —y, en particular, el estadístico— devienen más que un grandes reformadores. _, ¡ ,, — -
medio o instrumento de trabajo auxiliar: casi u n fin en si mismos^,
expresión de la objetividad y el cientifismo en el análisis de un fenómeno.
Ciertamente, no pueden explicar por qué u n a persona concreta —y no
otra cualquiera— comete el delito. Pero sí son los únicos idóneos para
poner de relieve las coordenadas del acontecer criminal, las claves 2. LOS O R Í G E N E S D E LA ESTADÍSTICA MORAL
absolutas y relativas del mismo: las leyes de un suceso regular y
La Sociología Criminal,iiafigJgB..Ja prii^era„TOtad„del siglo XIX_al
constante que se cobra cada año u n inexorable «presupuesto» (budget
desarrollarse espectacularmente las ciencias sociales y hacer acto de
des crime).^
presencia la estadística criminaP.
El significado y aportación de la Estadística Moral es un tema
A comienzos del siglo XIX no preocupaban ya en Europa los excesos
controvertido. P a r a unos autores, la Estadística Moral representa el
e irracionalidades del sistema penal, sino el incremento de la crimina-
inevitable puente entre la Criminología clásica y la positiva''. P a r a otros,
lidad y los agobiantes problemas sociales derivados de la revolución
sellaría los comienzos genuinos, aunque lamentablemente olvidados, de
industrial, que pugnaban con el diagnóstico optimista y esperanzado de
la propia Criminología científica^. No faltan autores, incluso, que atri-
la Ilustración.
buyen a QUETELET —y no a COMTE— el certificado de nacimiento de
la Sociología'^; o que enjuician la moderna sociología criminal como mera «La creciente proletarización, la concentración en las ciudades, la abyección
evolución sofisticada de las tesis previamente sostenidas por los repre- ^ física y moral de un proletariado o subproletariado en masiva expansión, la elevada
' " " ' " tasa de enfermedad y delincuencia, vinculadas a la industrialización y a laexplota-
!0 íJB'ÍÍK-Sj aüí» Bbiii I *'*' • ción capitalista —dice T. PITCH^"— chocan con el ideal iluminista de un progreso
•tus íuiyok seguro hacia el bienestar y la felicidad.»
9 VI
ni
Surge, en consecuencia, la necesidad imperiosa de analizar y explicar
Así, HERING, K. H., Der Weg der Kriminologie zur selbstándigen Wissenschaft, de otro modo la preocupante «desorganización social». Y de adoptar
i lülíb;,;
cit., pág. 145. ,/ rÍjC> tV.rjL¥-- X.l-JlJ'-'~
kriminalstatistischen Forschung, Leipzig, 1927, págs. 5 y ss. :'ni^biyíif ,HaOM0íí .bí. ^'i'Áñauí ' eBlofí^ío afi! a!b MH :>0^ovB ñl 'núo'
Así, TAYLOR, WALTON y JOUNG, entre otros. Cfr. RODRÍGUEZ MANZANERA,
L., Criminología, cit., pág. 316. Así, RADZINOWICZ, L., y KING, J., The Growth of Crime, cit., pág. 79. Cfr.,
Como fundadores de la Sociología Criminal los considera RODRÍGUEZ SCHNEIDER, H. J., Kriminologie, cit., pág. 97 («Sociología Criminal en el XIX y
MANZANERA, L. Criminología, cit., pág. 316. En sentido m á s ambicioso aún: comienzos del XX»).
LINDESMITH, A., y LEVIN, Y., The Lombrossian Myth in Criminology, cit., para Opinión muy extendida, por todos, T. MORRIS, The Criminal Área. A Study in
quienes la Criminología tiene un origen sociológico (la estadística criminal, preci- Social Ecology, cit., pág. 42.
9
samente), si bien olvidado por el «mito lombrosiano». Así, BONGER, W., Introducción a la Criminología, cit., pág. 99. '''*^
6 10
En este sentido: LANDAU, D., y LAZARSFELD, P., voz: Quetelet, en: Enciclopedia PITCH, T., Teoría de la desviación social, Edit. Nueva Imagen, México (1980), págs.
Internacional de Ciencias Sociales, IX, 1977 Madrid, Aguilar, pág. 61. 40 y 41.
"mm
376 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 377
medidas eficaces, basadas en el conocimiento empírico, que restablez- Pero la fiabilidad de estos trabajos era limitada todavía. Carecían de
can el bienestar social y moral de la comunidad. A la ciencia —«doncella una base teórica sólida y definida. El material de datos respondía más
del b i e n e s t a r cívico»^^— le correspond e u n a decisiva función a estimaciones subjetivas que al necesario análisis objetivo de la reali-
reformadora^^. dad. Sus autores, meros empíricos, interpretaban en términos un tanto
De hecho, las ciencias sociales progresaron considerablemente a lo simplistas los resultados obtenidos^^.
largo del siglo XVIII en Francia e Inglaterra, prestando u n excelente La aritmética social francesa tomaría poco después la iniciativa, impulsada por
servicio al tercer estado en su lucha contra el anden régime. Pero una generación de excelentes matemáticos: M. J. A. DE CONDORCET (1743-
después se estancarían, bajo el paréntesis de la Restauración y el 1794), autor de «Tableau general de la science qui a pour objet l'application du calcul
aux Sciences politiques et morales»; P. 8. LAPLACE (1749-1827), cuya famosa
liberalismo individualista. El acelerado desarrollo económico y el auge
«Théorie analytique sur les probabilités» aparece en 1812; FOURIER (1768-1829),
de las ciencias naturales (teoría de la evolución), con sus métodos quien, junto a los anteriores, contribuye decisivamente a la consolidación de la
inductivos, contribuyeron, sin duda, a la definitiva consolidación de ciencia estadística sobre la base del cálculo de probabilidades^l QUETELET, en
aquéllas. La aportación de COMTE (1798-1857) fue decisivaí^ Bélgica, y GUERRY, en Francia, darán el impulso definitivo a la Estadística.
ADRIANO BALBI, publicaron ese mismo año un mapa estadístico en el que trataban empleo de expresiones ya convencionales como budget del crimen y
de correlacionar el factor «educacional» y la criminalidad en Francia^^. penchant au crime (presupuesto criminal e inclinación al delito).
Un párrafo muy citado de su Física SociaP® sintetiza el pensamiento
El espíritu reformador de los primeros científicos sociales, que se del autor:
creyeron en la obligación moral de dar u n a nueva respuesta a los graves
«En todo lo relacionado con delito que repite con regularidad las mismas cifras
problemas de su tiempo y prover de la oportuna base científica a la no puede haber equivocación, aun en el caso de delitos que parezca debían estar
política sociaP*; la progresiva identificación del paradigma científico con mucho más allá de toda previsión humana, como sucede con los asesinatos, los
los métodos cuantitativos y estadísticos: ^]_surgimiento di_ggns^os^de cuales se cometen por regla general a consecuencia de una discusión acalorada que
población, estudios demográficos y registros, cada vez i^^s j)jerfectos y se suscita sin motivos y, en apariencia, en las circunstancias más fortuitas. Sin
embargo, la experiencia demuestra que los asesinatos no sólo tienen lugar en las
complejos, en los diversos países europeos, hasta ía generalizada
mismas cantidades anuales, sino que las armas que se usan para cometerlos se
institucionalización de los mismos, terminarían por imponer u n nuevo emplean en las mismas proporciones. ¿Qué se ha de decir, entonces, de los delitos
enfoque del problema criminaL el estadístico. Análisis éste, sin duda que son el resultado de la premeditación? Esta regularidadco'n que se repiten los
alguna, precursor de la moderna sociología criminal. Y que manifiesta mismos delitos anualmente en el mismo orden y con que son registrados con las
u n cierto paralelismo con tres de los postulados fundamentales ^ e la mismas penas y en las mismas proporciones, es uno de los hechos más singulares
que nos enseñan las estadísticas de los tribunales. En mis variados escritos me
Escuela Ecológica de Chicago: concebir el delito, ante todo^, comojín JJU.Í .. propuse atraer la atención sobre este particular; no cesé de repetir cada año: Existe
Tenómeno colectivo^ sqcialj servirse de métodos cuantitativos para p^p»?' un presupuesto, que se sufraga con aterradora regularidad por las prisiones, que se
ponderar los datos relativos aL delito y el dehncuente y los factores o debe reducir, por encima de todo, a costa de los mayores esfuerzos, y este
variables de tiempo y lugar; resaltar la trascendencia de losJactores presupuesto es el destinado a los presidios y al cadalso. Y cada año las cifras
parecen confirmar hasta tal grado lo que pronostiqué que para ser exacto bien
socioeconómicos (pobreza, educación, densidad de población, etc.) en la
hubiera podido decir lo que sigue: la contribución que el hombre paga al delito es más
génesis de la criminalidad^^. regular que aquellas que debe pagar a la naturaleza o al Fisco. ¡Triste condición de
la humanidad! Podemos predecir cuántas personas mancharán sus manos con la
C(ji>='r- sangre de sus semejantes, cuántas serán falsificadores y cuántas serán
envenenadores, casi con la misma seguridad que somos capaces de decir con
anticipación los nacimientos y las defunciones que hayan de ocurrir. La_ sociedad.~f
3 . LA OBRA D E LOS P I O N E R O S D E LA ESTADÍSTICA MO- ^(HnÓD contiene en sí misma los gérmenes de todos los delitos futuros. Se prepara en cierto
grado para ellos y el criminal es tan sólo el instrumento que los realiza. Por lo tanto,
RAL 98 V M TSíDJjJaa 3Bi n u i í r i ü í a i y i . a u s j a u p » vu n-.
todo orden social acondiciona de antemano cierta cantidad de diversos delitos que
se producen como una consecuencia necesariaáe su organización.»
a) L. A. QUETELET (1796-1874), belga, es considerado fundador de
la Estadística Moral. Matemático, demógrafo, astrónomo y sociólogo,
publicó importantes obras: «Sur l'homme et le développement de ses Del texto transcrito se desprenden varios postulados, característicos
facultes, ou Essai de physique sociale» (París, 1835, dos volúmenes); de la Escuela Cartográfica:
«Recherches sur le penchant au crime aux différent ages» (1831); «Du a) El crimen es u n fenómeno social, de masas, no un acontecimiento
systeme social et des lois qui le régissent» (1848). Autor de diversos individual. El delincuente concreto, con su eventual decisión, no altera,
estudios cartográficos y geográficos en Europa, se ocupó, también, del en términos estadísticamente significativos, el volumen y estructura de
delito, siendo conocido, entre otros muchos méritos, por elaborar la la criminalidad. Procede, pues, distinguir dos niveles de abstracción o
famosa «curva de la distribución normal» o «curva Quetelet», y por el análisis^'': el psicológico-individual, que interesa exclusivamente a la
f,,„ .írf.,.
23
Vid. MORRIS T. The Criminal Área. A Study in Social Ecology cit. pág. 44. 26
24 Physique Sociale, I, págs. 95 a 97. QUETELET partía de las estadísticas francesas
Cfr. MORRIS T. The Criminal Área. A Study in Social Ecology cit. pág. 38.
sobre los asesinatos cometidos entre los años 1826 y 1831. El subrayado es mío.
En este sentido, MORRIS, T., The Criminal Área. A Study in Social Ecology, cit.,
^' Vid. MORRIS, T., The Criminal Área. A Study in Social Ecology, cit., págs. 39 y 40.
pág. 42. .„ -. -,.-,..,..... ,.. ........ .-.. .•• :.—-•• ,--:-
380 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 381
Psicología (motivaciones de la decisión del hombre concreto), y el individuos, y, en ambos de sus extremos, los casos excepcionales. Así, gente con
sociológico-colectivo, reservado a la Estadística: ésta se ocupa de los un nivel medio de inteligencia son mucho más numerosos que los genios y los
imbéciles. Ley que regiría, también, para la estatura, el peso, etc. E incluso para lo
hechos sociales, desligados del proceso de motivación individual. Su que QUETELET denominó penchant au críme o probabilidad estadística mayor o
titular o protagonista ficticio es el homme moyen: «Una ficción o criatura menor de que cometan el delito un número determinado de individuos en un
imaginaria referida a todo aquello que ocurre, y según el resultado determinado lugar y tiempo. Vid. figura 1.
medio obtenido en dicha sociedad»^^. Pero es en ésta donde residen, en No obstante, y a pesar del rígido determinismo estadístico que inspira la obra de
último término, las claves del delito. QUETELET, el autor cree en la posibilidad de hacer frente al crimen; de reducir el
«presupuesto» anual, incidiendo en los factores que condicionan \B. penchant au
b) El crimen es un a magnitud asombrosamente regular y constante. críme. Participa, pues, del optimismo de los reformadores sociales, optimismo
realista —eso sí— bien distinto de la fe ciega e ingenua en el progreso y la razón que
Se repite con absoluta periodicidad, con precisión «mecánica», producto
profesaban los ilustrados. ,,,
de «leyes» sociales que el investigador debe descubrir y formular. Como
cualquier otro fenómeno «natural», los hechos humanos y sociales —el I I 1
crimen es uno más— se rigen por leyes «naturales». A la Mecánica o Según QUETELET, existe u na inequívoca correlación estadística
Física Social corresponde observar la frecuencia media relativa, la entre determinados delitos y ciertos factores muy heterogéneos: el
distribución serial, etc., de este fenómeno social colectivo. Y precisamen- clima, la situación geográfica, el analfabetismo, la miseria, etc.
te porque existe un volumen regular y constante, predecir con exactitud La incidencia del factor climático en el delito («leyes térmicas») y las
la cantidad y calidad de futuros hechos delictivos (postulado muy correlaciones sexo-crimen, edad-delito, fueron algunos de los problemas
semejante a la «ley de la saturación» de FERRI)^^. que examinó el autor sirviéndose de un valioso aparato estadístico
existente ya en Francia.
c) Normalidad del delito. Estadísticamente hablando, el crimen es un
fenómeno «normal», esto es, inevitable, necesario, constante. Arroja un En cuanto al primero de los extremos (influencia del factor climático
presupuesto anual t a n inexorable como la tasa de nacimientos o defun- en la criminalidad), formuló QUETELET las denominadas leyes térmi-
ciones. Cualquier sociedad —y en todo m o m e n t o ^ ha de pagar este cas, cuya representación gráfica da lugar a tres curvas acampanadas,
tributo, inseparable de su organización, fatal, iseo .eeiotaer una de ellas invertida^^, que enuncian la distribución de los delitos
contra la vida, el patrimonio y el sexo durante las diversas estaciones del
d) El único método adecuado para la investigación del crimen como
año. (Figura 2.)
fenómeno social de masas es el estadístico, umno ta \ soiis BV
A tenor de las mismas, según QUETELET, las estadísticas demostra-
QUETELET, por su enfoque estadístico, defendió unas posiciones
rían^^:
claramente deterministas. Desde u n punto de vista social y político, no
era, sin embargo, u n fatalista, sino un reformador. Creía en la posibili- 1) Que en invierno se comete mayor número de delitos contra el
dad de reducir el crimen mejorando las condiciones de vida de la patrimonio que en verano. | /! \. \ I * •
humanidad^". 2) Que los delitos contra las personas se llevan a cabo fundamental-
^;jj|. En efecto mantuvo QUETELET que la vida toda del hombre se rige por leyes mente en verano. ' • I I
^, '• naturales, como la de las demás criaturas. De modo que si se contemplara o pudiese
'^' contemplar globalmente a la humanidad, las facultades del hombre: físicas, psíqui- 3) Que los delitos sexuales se ejecutan con mayor frecuencia durante
^' ' ' cas, sociales, aparecerían distribuidas de acuerdo con la ley de GAUSS^^; esto es, la primavera. ^fí*i.,4HWMi»»ttiM»*V-V'*^4*ÍIÍ-,s*.' •,-.)íi.."«¿,
feíi ¡i una curva en forma de campana en cuyo centro se sitúan la mayor parte de los
u
^^ Cfr. MANNHEIM, H., Comparative Criminology, cit., 1, pág. 97. J' l'iioitQ bu (• l'i > 'tí', 1
^^ Cfr. RODRÍGUEZ MANZANERA, L., Criminología, cit., págs. 316-317.
^° Así, BONGER, W., Introducción a la Criminología, cit., pág. 105. Cfr. RODRÍGUEZ MANZANERA, L., Criminología, cit., pág. 319. Vid. figura 2.
^^ Cfr. MANNHEIM, H., Comparative Criminology, cit.. I, pág. 97. Vid. figura 1. Cfr. RODRÍGUEZ MANZANERA, L., Criminología, cit., págs. 318 y ss.
382 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 383
Para una correcta interpretación del problema, conviene tener presente que
QUETELET concede gran importancia a fenómenos sociales y psicológicos asocia-
dos a cada estación. Es decir, que no es el dato climatológico, por sí mismo, el que
de forma directa aparece correlacionado con el delito, sino, sobre todo, los hábitos,
formas de vida, costumbres, etc., que aquél lleva consigo. Y ello, además, en países
con acusadas oscilaciones climáticas estacionales, cuando el ser humano dependía
aún considerablemente de circunstancias naturales externas inaccesibles a su
control. Lo que, por fuerza, significa la no extrapolabilidad de las «leyes térmicas»
ni a países tropicales, donde las curvas de criminalidad serían menos pronunciadas
en las distintas estaciones^*, ni a contextos socioculturales diferentes, si el progreso
tecnológico, por ejemplo, permite al hombre emanciparse de su ancestral dependen-
cia de la naturaleza y sus condiciones.
-^Bfrrgf, » • -
6JElfrancésA.GUERRY(1802-1866),contemporáneodeQUETELET,
reunió durante más de treinta años todas las estadísticas habidas en
Francia, Inglaterra y otros países europeos, realizando los primeros
estudios cartográficos sobre la criminalidad.
mmúM. o .KS:
Figura 2
Leyes térmicas de Quetelet. ^** Vid. RODRÍGUEZ MANZANERA, L., Criminología, cit., pág. 319.
Fuente: Rodríguez Manzanera, L., Criminología, pág. 319. ^'^ Vid. RODRÍGUEZ MANZANERA, L., Criminología, cit., pág. 320.
^^ Vid. RODRÍGUEZ MANZANERA, L., Criminología, cit., pág. 320.
'' Cfr. RODRÍGUEZ MANZANERA, L., Criminología, cit., ibídem. m ,m"-
384 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 385
Vid. las estadísticas utilizadas por GUERRY, en: MORRIS, T., The Criminal Área.
^'^ Así, MORRIS, T., The Criminal Área. A Study in Social Ecology, cit., pág. 44. A Study in Social Ecology, cit., pág. 46.
43
^^ Cfr. RADZINOWICZ, L., y KING, J., The Growth of Crime, cit., pág. 75. 44
Cfr. MORRIS, T., The Criminal Área. A Study in Social Ecology, cit., pág. 47.
*" Cfr. RODRÍGUEZ MANZANERA L., Criminología, cit., pág. 322. 45
Cfr. MORRIS T. The Criminal Área. A Study in Social Ecology, cit., pág. 48.
*i Así, RODRÍGUEZ MANZANERA L., Criminología, cit., pág. 321. ,,., .^ Cfr. MORRIS T. The Criminal Área. A Study in Social Ecology, cit., pág. 49.
386 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 387
delitos contra las personas, de una parte; e Instrucción y delitos contra el patrimonio, Journal of the statistical Society of London y Journal of British association for 1839,
de otra""^. siguen las directrices del citado pionero de la Estadística Moral (como algunos
autores que se mecionarán a continuación). Entre los continuadores de la obra de
GUERRY, figuran: PARENT-DUCHATELET, amigo del autor francés, que llevó a
cabo un importante trabajo estadístico sobre la prostitución en París^^; ROBRIQUET,
quien siguiendo el modelo del autor galo publicó un conocido estudio comparativo
4. P O S T E R I O R EVOLUCIÓN D E LA ESTADÍSTICA MORAL: de la criminalidad en Córcega y en Francia^^, semejante, en su enfoque, al de
PARTICULAR R E F E R E N C I A A V. MAYR Y A MAYHEW NIGEFORO^^ en relación con la delincuencia en la Sardeña.
a) La estadística como método dinámico. QUETELET reconoció El primer escritor que resaltó la conexión de los movimientos de la
explícitamente la dinámica de la criminalidad. Pero sus estudios, criminalidad con las transformaciones sociales fue, probablemente, el K^^
realizados en unos cuantos años, durante los que, además, no tuvieron criminólogo y estadístico belga E. DUCPÉTIAUX (1804-1868). En su
lugar acontecimientos sociales de especial relevancia, acentúan, como es libro «Le paupérisme dans les Flandres», publicado en 1850, mantuvo la
lógico, el aspecto estático del delito. A ello se une el hecho de que entre tesis de que la aguda crisis de 1845-1848 —crisis industrial con pérdida
los pioneros de la Estadística Moral se hallaba muy extendida la teoría de la cosecha de la patata— determinó un aumento considerable de la
del volumen constante de la criminalidad; esto es, la creencia de que ésta criminalidad: de un 87 por 100^'^. ruja^r^ifixt^iiix^". "^nu;
no experimenta cambios sustanciales por tratarse, en buena medida, de «C'est done un fait bien constaté: Taccroissement de la criminante dans les
una magnitud estable. Flandres a marché de pair avec l'extension de la misére», diría el autor^^.
•"' t j. 1 -•'•' • ? *í \1 r \
Progresivamente, sin embargo, comenzó a aceptarse la hipótesis del En el mismo sentido se pronunció L. M. MOREAU-CHRISTOPHE
movimiento del delito, de la dinámica del crimen. Bastó con el transcurso (1791-1888), poniendo de manifiesto en su obra «Du probleme de la
del tiempo necesario para que se comparasen los resultados obtenidos misére et de la solution chez les peuples anciens et modernos», la
por las diversas estadísticas. Este nuevo enfoque adquirió, por otra conexión existente entre el desarrollo industrial inglés durante los años
parte, particular significación ante la posibilidad de relacionar el men- 1814 y 1848 y el agudo crecimiento del pauperismo, que traería consigo
cionado movimiento de la criminalidad con las importantes transforma- superiores índices de criminalidad'''^.
ciones sociales acaecidas entretanto. Surge, así, u n a nueva etapa,
decisiva, en la Estadística MoraP^. Interesante es, también, la aportación del teólogo A. V. ÓTTINGEN
(1827-1905), autor de un a conocida obra: «Die Moral-Statistik in ihrer
b) De los numerosos cultivadores de la Estadística Moral cabe destacar a P. A.
Bedeutung fur eine Sozialethik», aparecida en 1868. V. ÓTTINGEN,
DUFAU, seguidor de QUETELET, pero con mejor formación sociológica que éste.
Publicó un importante Tratado de Estadística en 1840"^ También, B. MESSEDAGLIA, reiteró en sus publicaciones la tesis de que la existencia comprobada de
,on unas «leyes inmanentes» (estadísticas) en modo alguno significa una
L. BODIO y E. MOPURGO, representantes de la escuela italiana^. Y los alemanes
E) f.
ENGEL y WAGNER, cuyos planteamientos parecen, igualmente, muy próximos a concepción fatalista de los grupos humanos^''. Se ocupó de estudiar el
nio los del belga QUETELET=°. En Inglaterra, incluso, dos prestigiosas publicaciones: movimiento de la criminalidad y la conexión de éste con la guerra, los
precios de ciertos productos, la época del año, el clima, la profesión,
BUD\aifé'B'»feb\'é^tí é3;.rfdfonúWiq USE nfebWWWnértísf-
*^ Cfr. MOEEIS, T., The Criminal Área. A Study in Social Ecology, cit., pág. 50. Sobre
n .¡; la importancia que concede GUEEEY a la «desmoralización del pueblo» como factor Sobre la obra de PAEENT-DUCHATELET, vid. MOEEIS, T., The Criminal Área.
criminógeno, vid. SCHNEIDEE, H. J., Kriminologie, cit., pág. 98. A Study in Social Ecology, cit., pág. 52. , , .
*' Vid. BONGEE, W., Introducción a la Criminología, cit., pág. 106. ^^ EOBRIQUET, F., Crimes commis dans la Corsé. París, 1841. ,9¡iT ,1 .loV ^
*** DUFAU, A., Traite de statistique, ou Théorie de l'étude des lois d'aprés lesquelles ^^ NICEFORO, A., La Delinquenza in Sardegna. Palermo, 1897. SBÍBIOM
íi9- se développent les fais sociaux; suivi d'un essai de statistique physique et morale .__ Cfr. BONGEE, W., Introducción a la Criminología, cit., pág. 107. njl* ?Í|S^'»s*^
de la population frangaise. París, 1840. Le paupérisme dans les Flandres, cit., pág. 47. ^t>í} ívA- K W ^
*^ Cfr. HEEING, K. H., Der Weg der Kriminologie zur selbtándigen Wissenschaft., ^^ Cfr. BONGEE, W., ibídem. • " =' '.
cit., pág. 151. itóS-A ^atMsminm:} ivdl' fCMañOM : Cfr. HEEING, K. H., Der Weg der Kriminologie zur selbstándigen Wissenschaft,
'"' Cfr. HEEING, K. H., ibídem. ¿j3: A vi^a-iA Í B * kiáa ÍÍCÍT .T,®iaaOM :> cit, pág. 157. , .,:, ,....„„ .,, „ , . , . . , , i . . . „ ^ . i . „
ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 389
388
así como las variaciones cronológico-temporales de la misma, y su
confesión religiosa, edad, sexo e instrucción del individuo^^ A su juicio,
conexión con los procesos socioeconómicos''®. Concretamente, mantuvo
las estadísticas pondrían de relieve que en tiempos de crisis aumenta el
la existencia de u na clara correlación estadística entre los delitos contra
robo y, de manera especial, los delitos cometidos por mujeres y niños;
el patrimonio y el precio de los granos y semillas. «Cada penique de
mientras en tiempo de prosperidad se incrementaría la criminalidad
aumento en el precio de los granos —afirmó'^^— durante el período de
violenta y agresiva'^^
lg35 a 1861 supone un aumento en el número de robos equivalente a uno
por cada 100.000 habitantes.» El fenómeno se explicaría, ajuicio de V.
b) G. V. MAYE (1841-1925), catedrático de Ciencia Política en MAYR, simplemente: el alza de precios significa que u n gran número de
Munich, Presidente de la Oficina de Estadística de Baviera y, desde personas no puede ya hacer frente a sus primeras necesidades™.
1890, editor de la revista «Statistisches Archiv», h a influido decisiva-
mente en la evolución de la Estadística Criminal alemana con sus
publicaciones a lo largo de más de cuarenta años*'°. De entre éstas
destacan: «Statistik der gerichtlichen Polizei im Konigreichs Bayern»^!,
«Die Gesetzmássigkeit im Gesellschaftsleben»*'^, «Statistik und
Gesellschaftslehre»'^^^ «Kriminalstatistik und Kriminalátiologie»^*, etc.^l
G. V. MAYR polemizó con QUETELET al cuestionar el llamado
budget o «presupuesto» del crimen que defendía este último. Ajuicio de
V. MAYR, es insostenible la tesis del volumen constante de criminah-
dad. Todo lo contrario, las oscilaciones ambientales o temporales y
espaciales serían muy significativas'^^
Ahora bien, y a diferencia de V. ÓTTINGEN, V. MAYR mantuvo
posiciones similares a las de QUETELET en cuanto a la negación del
libre albedrío. P a r a V. MAYR el volumen y movimiento de la criminaU-
dad vendría fatal y necesariamente condicionado por factores sociales
que escapan a la libre decisión humana^^. V. MAYR trató de investigar
con la ayuda de métodos estadísticos los «componentes internos» de la
«masa delincuencial» (sexo, edad, situación famihar, instrucción, etc.),
Figura 3
Diagrama de V. Mayr. Robo y precio de granos en Baviera 1835/1861
68 Fuente: BONGER, W., Introducción a la Criminología, pág. 108.
Cfr. HERING, K. H., op. cit., pág. 156. .. „^
59 Cfr. BONGER, W., Introducción a la Criminología, cit., pág. 107- Sobre V. OTTIN GbJN
vid. SCHNEIDER, H. J., Kriminologie, cit., págs. 99 y ss. t jr a3OT/!Jía|i0fif«J'ii0i'BoiiáíOfíaasrBa-asftíMiK»-, íSJfl
60 Vid. HERING, K. H., op. cit., pág. 158. Vid. SCHNEIDER, H. J., Kriminologie, cit.,
Béitrage zur Statistik der Konigsreichs Bayern, cit., pág. 349. En cuanto a la
págs. 100 y ss.
61 En: Béitrage zur Statistik des Konigsreichs Bayern, 1867, Munich. distinción que trazó V. MAYR entre «estadísticas primarias» y «secundarias», y a
62 las que el autor denominaba «Motivenstatistik», vid. SCHNEIDER, H. J.,
Munich, 1877 ^-,-,
Vol. I, Theoretische Statistik, Freiburg, 1895 (2^ ed., Tubinga, 1914); vol. ííi, Kriminologie, cit., pág. 100.
Moralstatistik mit Einschluss der Kriminalstatistik, Tubinga, 1917. Vid. BONGER, W., Introducción a la Criminología, cit., pág. 107.
64 En: Monatsschrift für Kriminalpsychologie und Strafrechtsreform, 9, 1911-191f • Cfr. BONGER, W., Introducción a la Criminología, cit. pág. 108. Véase el famoso
65 Vid. HERING, K. H., Der Weg der Kriminologie zur selbstandigen Wissenschaít, diagrama de V. MAYR sobre la correlación delitos de robo-precio de las semillas en
Baviera, años 1835 a 1861 (figura 3). Criticando la supuesta correlación entre la
cit., págs. 158 y 159, nota 33.
66 Cfr. HERING, K. H., ibídem. •r'imrül jsb a^V/ 'M. ,M M ,i.Miíí;iH r curva del precio del trigo y la de los delitos contra el patrimonio, SCHNEIDER, H.
67
Cfr. HERING, K. H., op. cit., pág. 161. • ' « ' -!«cf. J., Kriminologie, cit. págs. 100 y 101. ., ,,^^ ^ . , ,. , • , , . , . ..•,,a*. «••
390 ANTONIO GAECÍA-PABLOS DE MOLINA
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 391
c) La Estadística Moral en Inglaterra contó con representantes verificar la hipótesis de la relevancia criminógena atribuida a la densi-
señeros: RAWSON W. RAWSON, FLETCHER, GLYDE y, sobre todo dad de población, llegando a u n a conclusión negativa en su obra «The
MAYHEW. localities of crime in Suffolk»''*'.
RAWSON W. RAWSON publicó en 1839 su obra «An Inquiry into the Pero la aportación más significativa es l a d e H. MAYHEW, a media-
Statistics of Crime in England and Wales»''\ tomando como referencia dos del pasado siglo. Su talante reformador e intensa actividad investi-
las estadísticas judiciales de los años 1835 a 1839 y, en particular, el gadora confieren a la obra de MAYHEW u n perfil singular, aunque no
número de delitos, clase o naturaleza de éstos e incidencia del factor sea suficientemente conocida. A diferencia de otros autores, no se limitó
edad y sexo en el volumen total de la criminalidad y en los concretos tipos a interpretar las estadísticas oficiales, sino que recabó personalmente la
de infracciones, tratando siempre de armonizar el libre albedrío indivi- información y los datos necesarios in situ, en las calles y tascas
dual con las leyes generales cuya existencia ponían de relieve los datos londinenses, reuniendo así un valioso material biográfico del mismo
regulares y uniformes derivados de las estadísticas''^. modo que lo harían después los representantes de la Escuela de Chicago.
RAWSON W. RAWSON es un representante genuino de la Ecología Su propósito era demostrar que el crimen es un fenómeno que se
Social. Lleva a cabo un análisis comparativo de la criminalidad en los perpetúa a través de actitudes antisociales y pautas de conducta
diversos distritos, distinguiendo a tal efecto cuatro clases de ellos: .transmitidas de generación en generación en un contexto social carac-
agrícolas, fabriles, mineros y metropolitanos. A su juicio, el empleo sería terizado por la pobreza, el alcohol, las deficientes condiciones de vivien-
u n factor decisivo, concediendo al proceso de concentración urbana más da y la inseguridad económica''''. Frente a posturas academicistas y
relevancia que a la densidad de población en sí misma considerada. Su moralizantes, sostuvo MAYHEW que el crimen no procede de la mera
análisis sobre la distribución de la industria y la tesis de que ésta tiene relajación moral —ni mucho menos de fuerzas sobrenaturales—, sino de
gran conexión con los fenómenos sociales y morales significa ya un las condiciones sociales del momento''^,^^ ,.ís;?itsiij,mji aaitsai.'
análisis de las relaciones espaciales del individuo y las instituciones^^.
Sus dos obras principales fueron: «London Labour and the London
R A W S O N W. R A W S O N c o n c l u y e : «El c r i m e n p r e v a l e c e
Poor», que se publica a partir de 1854 (como libro en 1862), y «The
significativamente en las grandes ciudades, sus porcentajes son muy
Criminal Prisons of London and Scenes from Prisons Life», esta última
inferiores en las zonas mineras, en Gales y en los distritos montañosos
escrita con J. BINNY. «London Labour and the London Poor» es un
del norte de Inglaterra; no habiendo diferencias estadísticas relevantes
excelente informe social sobre el Londres Victoriano, acompañado de
en los niveles de delincuencia en los distritos agrícolas y fabriles en los
mapas y tablas que reflejan la distribución por condados de quince
que no se siente aún la presencia de la gran ciudad''"'.
variables. MAYHEW pone especial énfasis en el crimen profesional y
J. FLETCHER, sucesor de RAWSON W. RAWSON en la Sociedad rechaza explícitamente tanto las tesis lombrosianas como la supuesta
Estadística de Londres, publicó en 1848 y 1849 su «Moral and Educational relevancia etiológica de la pobreza o de la falta de instrucción a las que
Statistics of England and Wales»''^, que gira en torno al problema de la apelaban sus contemporáneos'^''. MAYHEW es u n genuino precursor de
relación entre «instrucción» y «criminalidad». Otro miembro de la la Ecología Social, y su obra contiene u n análisis de áreas muy sugestivo.
influyente sociedad de estadística londinense fue J. GLYDE, quien, Demuestra, por ejemplo, que de las siete demarcaciones policiales de la
basándose en las estadísticas judiciales de los años 1848 a 1853, trató de ciudad de Londres, sólo dos de ellas —los distritos de Hoxton y
Westminster—totalizan el 65 por 100 de la criminalidad. Lo que le lleva
) í íí^ r:-z:M ,xi'jxu c o ' J l l i í f'i^J OJ I
HTilJH lí
;q:,,J;p.iííi|4f)I>.
''^ En: Journal Statistical Society London, vol. 2,1839.
76
'2 Cfr. MORRIS, T., The Criminal Área. A Study in Social Ecology, cit., págs. 53 y 54. En: Journal Statistical, cit., vol. 19, 1856, págs. 102 a 106.
77
"^ Vid. MORRIS, T., The Criminal Área. A Study in Social Ecology, cit., pág. 55. Vid. MORRIS T. The Criminal Área. A Study in Social Ecology, cit., pág. 61.
78
''* Vid. MORRIS, T., The Criminal Área. A Study in Social Ecology, cit., pág. 54. Vid. MORRIS T. The Criminal Área. A Study in Social Ecology, cit., pág. 63,
''^ En: Journal Statistical Society London, vol. II, 1848, págs. 344 a 366, y vol. 12,1849, comparando la postura de MAYHEW y la de QUETELET.
páginas 151 a 335. . . . . Cfr. MORRIS, T., The Criminal Área, A Study in Social Ecology, cit., págs. 60 y 61.
392 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 393
a mantener la tesis «ecológica» por excelencia: el delito como función de Las estadísticas «dinámicas» antes mencionadas, por otra parte
las oportunidades diferenciales deparadas por cada área®°. permiten constatar el «movimiento» de la criminahdad, su anáfisis
comparativo, detectando la correlación que pueda existir entre tales
oscilaciones y los problemas sociales.
**° Cfr. MORÉIS, T., The Criminal Área. A Study in Social Ecology, cit., pág. 62.
**i Cfr. RODRÍGUEZ MANZANERA, L., Criminología, cit., pág. 322.
*^ Vid. BONGER, W., Introducción a la Criminología, cit., págs. 53-54.
Capítulo VIII:
K'H' , f J"l~» '->'
cambio radical en el análisis del delito: los clásicos habían luchado asume el positivismo explica probablemente su teoría de la pena; esto es,
contra el castigo, contra la irracionalidad del sistema penal del «antiguo la prioridad que concede a la protección eficaz del orden social —frente
régimen»; la misión, histórica del positivismo,_j)or el contrario, será al planteamiento ilustrado, atento más a metas retribucionistas,
luchar contra el delito, luchar contra el delito a través de un conocimien- disuasorias o incluso de reforma del delincuente^^—; explica, también,
to científico de sus causas, (veré scire est per causas scire), al objeto de el llamativo rigor propugnado por el positivismo, que pone especial
proteger el orden social: el nuevo orden social de la naciente sociedad énfasis, como afirma JEFFERY^^, en las colonias de ultramar y en la
burguesa industrial. pena de muerte, evocando incluso la cruel «ley de la selección natural de
las especies» para justificar esta última; y explica, finalmente, el
En todo caso, la característica diferencial del positivismo criminológico principio de diversidad del hombre delincuente, es decir, la hipótesis de
reside en el método más aún que en los postulados a menudo contradic- que el criminal, desde u n punto de vista cualitativo, es u n individuo
torios y equívocos de sus representantes^: d método <<positivo>>,^mpírico, distinto (patológico) del ciudadano «normal»; hipótesis diametralmente
que t r a t a de someter constantemente la imaginación a la observación^ opuesta a la sustentada por los teóricos de la Ilustración que, en
y" los fenómenos sociales a las leyes férreas de ía naturaleza®. La definitiva, no pretenjie sino salvar el nuevo orden social atribuyendo el
«cosmogonía del orden y el progreso»'', la fe ciega en la omnipotencia del crimen y las preocupantes tasas de criminalidad al individuo".
método científico y en la inevitabilidad del progreso** sellan el proceder
metódico de la Scuola Positiva, .^jf^tí mvümfl ,a\o El positivismo criminológico abriría u n gran debate doctrinal en
varios frentes.
Desde un punto de vista histórieo-poUtico, el positivismo contribuyó
a la consolidación y defensa del nuevo orden social que devino, así, un Un primer frente lo constituyó la Escuela Clásica, que había tratado
«absoluto» incuestionable. La Ilustración se había limitado a criticar el de contemplar el crimen con u n método abstracto, formal y deductivo. El
«antiguo régimen». . •• . .," . f , , ,; grito de FERRI: «abajo el silogismo», representa la postura positivista en
esta contienda de «métodos», el rechazo de todo enfoque, como el de los
<
. La teoría del contrato social y de la función preventiva de la pena no clásicos, capaz de abordar el nuevo problema criminal prescindiendo del
eran suficientes para fundamentar positivamente el nuevo orden social hombre delincuente y de la realidad social misma.
burgués industrial. Todo lo contrario, el criticismo racionalista y meta-
físico de los iluminados podía ponerle en peligro. Era necesario, por ello, Una segunda polémica surge en el seno de la propia Escuela Positiva
fortalecer el naciente orden social, legitimarlo, protegerlo, y ése fue el entre quienes explican el delito como producto de u n a predisposición
proyecto político del positivismo, que absolutizóy entronizó quizás no el biológica del individuo (dirección antropobiológica) y quienes ponderan,
poder pero sí el orden burgués^. Su lema podría sintetizarse con palabras también, la incidencia etiológica de los factores sociales (dirección
de FERRAKOTTL orden y progreso sólo son posibles, como pilares sociológica).
fundamentales del nuevo orden social, bajo el manto protector de la Por último, u n tercer debate tiene lugar entre el positivismo y otras
filosofía positivista". Esta función legitimadora —ideológica^^— que escuelas no positivistas (Escuela de Lyon, funcionalista, etc.) de signo
sociológico, distanciadas, también, de los postulados «clásicos».
.ííT T. ¿n'aiM(~)''/fyrMA
Este triple debate sería decisivo p a r a la consolidación de la
^Tf-í
* Cfr. MANNHEIM, H., ibídem, págs. 10 y ss. y 254 y ss. Criminología, decantándose a lo largo del mismo las diversas posturas
^ COMTE, A., Discurso sobre el espíritu positivo. Aguilar, 1967, págs. 54 y ss. doctrinales.
•^ COMTE, A., Discurso sobre el espíritu positivo, cit., págs. 54 y ss.
' Así, BUSTOS, J., en: El pensamiento criminológico, cit.. I, pág. 34.
^ Así, WALSH, W. H., An Introduction to Philosophy of History, London, 1958, pag-
Vid. MANNHEIM, H., en: Pioneers, cit., pág. 16. En igual sentido: JEFFERY, CL.
155. Cfr. MANNHEIM, H., op. cit., pág. 14.
^ Vid. BUSTOS, J., en: El pensamiento criminológico, cit., I, pág. 33. R., The Historical Development of Criminology, en: Pioneers, cit., págs. 386 y ss.
1° FERRAROTTI, F., El pensamiento criminológico de A. Comte a Max Horkheimer, ^^ Así, JEFFERY, CL. R., The Historical Development of Criminology, cit., pág. 390.
Vid. MIRALLES, M- T-, Patología criminal: aspectos biológicos, en: El pensamiento
Barcelona, 1975 (Península), pág. 41.
" Así, BUSTOS, J., en: El pensamiento criminológico, cit. I, pág. 32. criminológico, cit.. I, págs. 51 y ss. :.,^^ ,. _. .. , ... ..... .,,. ,_., .,.„._ _
1
398 ANTONIO GAKCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 399
LOMBROSO (1835-1909), GAROFALO (1851-1934) y FERRI (1856- vaciarse de su propio mundo subjetivo. No obstante, la observación misma
1929) son los tres representantes más señeros de la Scuola Positiva. El queda permanentemente superada por su relatividad. La finalidad de la
órgano difusor de la misma fue la revista «Archivi di psichiatria, scienze ciencia no se agota en la acumulación de datos, sino en la interrelación de
penali e antropología crimínale». los mismos, formulando las leyes que regulan los fenómenos. El modelo
científico trasciende la mera descripción, reclama un análisis causal
^ El positivismo criminológico encontró u n a gran difusión en Italia y explicativo. Así, de lo que «es» podrá inferirse lo que «será»^^.
algunos países sudamericanos (en éstos, fundamentalmente, la direc-
triz sociológica de FERRI). Menor en Alemania, España y, sobre todo, en El silogismo transcrito, pretendidamente neutro y objetivo, permite al
Francia (por el impacto de la obra de LACASAGNE, TARDE y positivismo entonar una suerte de cosmogonía del orden y el progreso, ya
DURKHEIM). Y casi insignificante en los países anglosajones^^ que una ciencia que descubre las leyes que regulan los hechos —naturales
o sociales— permite establecer el orden de esa sociedad y un progreso
constante gracias al previo conocimiento de aquellos dictados inmutables.
Vigoriza, en último término, el orden social con un respaldo «empírico»^®
que, no obstante, cumple una coartada meramente ideológica.
2. LAS P R E M I S A S METODOLÓGICAS Y CRIMINOLÓGICAS
D E L POSITIVISMO En todo caso, el control social que Impulsa este empirismo o cientifismo, es un
control andró y etnocentrista'^ •
ria de la Escuela Positiva a concretos sistemas filosóficos o sociales c) La Escuela Positiva se presenta como superación del liberalismo
(COMTE, SPENCER, DARWIN, etc.) y poner de relieve que lo específico individualista clásico, en demanda de una eficaz defensa de la sociedad.
del Positivismo es el empleo de u n determinado método: el método Fundamenta el derecho a castigar en la necesidad de la conservación
«científico»^^, inductivo, experimental. ^ ^^ social y no en la mera «utilidad»^®; anteponiendo los derechos de los
«honrados» a los derechos de los «delincuentes». \J4\^t^ Vi
El propio FERRI destacaría ercámbio radical que supuso el positivismo en el
ámbito metodológico. «Hablamos dos lenguajes diferentes —explica el autor refi- «Se ha exagerado demasiado a favor de los delincuentes —dice una vez más
riéndose a los clásicos—. Para nosotros, el método experimental (inductivo) es la FERRP'—...Y la conciencia universal reclama «se ponga fin a exagerados
llave de todo conocimiento; para ellos, todo deriva de deducciones lógicas y de la sentimentalismos en favor de los malhechores, cuando se olvidan la miseria y los
opinión tradicional. Para ellos, los hechos deben ceder su sitio al silogismo; para dolores de tantos millones de pobres honrados»... «sin embargo, existe un hecho
nosotros, los hechos mandan...; para ellos, la ciencia sólo necesita papel, pluma y doloroso..., el hecho revelado por la estadística criminal es que la delincuencia
lápiz, y el resto sale de un cerebro relleno de lecturas de libros, más o menos aumenta continuamente, y que las penas hasta ahora aplicadas, mientras no sirven
abundantes, y hecho de la misma materia. Para nosotros, la ciencia requiere un para defender a los honrados, corrompen aún más a los criminales»^^; ... «la
gasto de mucho tiempo, examinando uno a uno los hechos, evaluándolos, reducién- insuficiencia de las penas hasta ahora usadas para contener los delitos; el aumento
dolos a un denominador común y extrayendo de ellos la idea nuclear. Para ellos, un continuo de las reincidencias; las consecuencias peligrosas y a veces absurdas de
silogismo o una anécdota es suficiente para demoler miles de hechos recabados teorías sobre la locura que razona y sobre la fuerza irresistible...; la exageración de
durante años de observación y análisis; para nosotros, lo contrario es ía verdad»^^. algunas formas procesales; el injerto inorgánico de instituciones extranjeras sobre
Y concluye; «La Escuela Criminal Positiva no consiste únicamente en el estudio el viejo tronco de nuestro procedimiento; todo esto y aún más reclamaba y reclama
antropológico del criminal, pues constituye una renovación completa, un cambio en la conciencia común un remedio científico y legislativo que quite ciertos abusos
radical de método científico en el estudio de la patología social criminal y de lo que que favorecen a los delincuentes y perjudican a los honrados»^^.
hay de más eficaz entre los remedios sociales y jurídicos que nos ofrece. La ciencia
de los delitos y las penas era una exposición doctrinal de silogismos, dados a la luz d) Los principales postulados de la Scuola Positiva se definen,
por la fuerza exclusiva de la fantasía lógica; nuestra escuela ha hecho de ello una
ciencia de observación positiva, que, fLjpcIándose en la Antropología, la Psicología también, por contraste a los de la Escuela Clásica. :>
y la Estadística Criminal, así como en el Derecho Penal y los estudios penitenciarios,
Si para esta última el delito es sólo un ente jurídico abstracto, u na
llega a ser la ciencia sintética que yo mismo la llamo Sociología Criminal, y así esta
ciencia, aplicando el método positivo al estudio del delito, del delincuente y del entelequia desconectada de su protagonista (el hombre delincuente) y de
medio, no hace otra cosa que llevar a la Ciencia Criminal Clásica el soplo vivificador su entorno (la realidad social), para el positivismo criminológico el delito
de las últimas e irrefragables conquistas hechas por la ciencia del hombre y de la es un hecho real, natural, empírico, histórico, concreto.
sociedad, renovada por las doctrinas evolucionistas»^'*.
Ideasque reitera FERRI en la Introducción a «Los nuevos horizontes del Derecho Por su orientación garantista, la Escuela Clásica acataba la defini-
y del Procedimiento Penal»: ción legal de delito^°. Los positivistas, por el contrario, entienden que la
«Esta es la innovación nuestra, no tanto en las particulares conclusiones como esencia del crimen no se agota en la violación de la norma jurídica que
en el método de estudio. Hasta ahora en todos los tratados de derecho criminal la aquél implica. Y se esfiíerzan por elaborar u n concepto natural de delito,
génesis natural del delito ha sido completamente descuidada; se considera el delito
de base sociológica, como sinónimo de comportamiento «antisocial», de
ejecutado como dato inicial, y sobre esto se construyen las teorías jurídicas,
ilusionándose con fáciles remedios, sin estudiar las causas del mal. Nosotros, por agresión a las condiciones esenciales de la convivencia^^.
el contrario, buscamos los datos y decimos... que es menester estudiar primero las
causas que producen el delito y después construir las teorías sobre el mismo...»^^- -Ji
tev= ,v •'4<
ÍTi I;
Los Nuevos Horizontes, cit., XVII.
2V
TíBfyhiiñi-jfil,» Los Nuevos Horizontes, cit., X 'U"
28
22 FERRI, E., Principios de Derecho Criminal, Madrid, Reus (1933), pág. 47. Los Nuevos Horizontes, cit., pág. 6.
29
Los Nuevos Horizontes, cit., pág. 9.
23 FERRI, E., Polémica in difesa della scuola criminale positiva, 1886. Reimpreso, en.
^^ Sobre el problema, vid. JEFFERY, CL. R., The Historical Development of
Studi sulla criminalita ed altri saggi, pág. 244.
Criminology, en: Pioners, cit., pág. 367.
2* Vid. RODRÍGUEZ MANZANERA, L., Criminología, cit., pág. 239.
^^ Sobre el concepto de «dehto natural», en GAFORALO, vid., ALLEN, F. A., en
25 FERRI, E., Los Nuevos Horizontes del Derecho y del Procedimiento Penal, M a d n ,
Pioneers, cit., págs. 256 y ss.
Edit. de Góngora (versión castellana de Pérez Oliva, L), 1887, IX.
402 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 403
Los clásicos acentuaron el binomio «delito»-«pena» como soportes del y la necesidad de u n sistema individualizador se explican por razón de
sistema. El delincuente es sólo el «sujeto activo» de la infracción, un tal perspectiva. El sistema del positivismo es igualmente asimétrico, ya
concepto lógico de referencia, como lo es el sujeto pasivo o el objeto que vuelca los esfuerzos científicos en la persona del autor despreocu-
material. Los positivistas, por el contrario, hacen bueno el dicho de que pándose de orientar, también, su análisis empírico al estudio del delito
no existe el delito sino el delincuente. Y confieren al examen de éste y de la ley penaP^
como realidad biopsíquica y social— el máximo interés. La persona del
' La Escuela Clásica afirmaba el libre albedrío del hombre. El positi-
delincuente ocupa el centro del sistema: el delito es sólo u n «síntoma» de
la peligrosidad o «temibilidad» del autor. vismo es determinista, la libertad h u m a n a un a «ilusión» subjetiva^®
según FERRL P a r a la Scuola Positiva, la conducta del hombre se halla
El estudio del delincuente por la Scuola Positiva es fundamentalmen- sometida a la ley de la causalidad —como los demás fenómenos natura-
te fenomenológico, tipológico. Da lugar a una rica gama de tipos crimi- les— y determinada por un complejo de procesos físicos y sociales^''. El
nales y clasificaciones^^ que parten del conocido esquema lombrosiano, mero hecho de vivir en sociedad —y no el libre albedrío— fundamenta
aceptándose la hipótesis de que algunos de ellos expresan anomalías la eventual responsabilidad criminal de quien infringe las leyes (princi-
orgánicas o psíquicas atávicas, de transmisión hereditaria, que convier- pio de la responsabilidad social)^^.
ten a tales delincuentes en u na variedad o subespecie infrahumana.
El positivismo criminológico antepone la eficaz defensa de la sociedad
Mientras los autores clásicos mantuvieron el principio (metafísico) o
al garantismo individualista de la Escuela Clásica, los derechos de los
dogma de la igualdad del género humano —no hay diferencias cualita-
ciudadanos «honrados» a los de los «delincuentes», la función protectora
tivas sustanciales entre el hombre delincuente y el no delincuente— los
de la pena a la función retributiva o incluso a la disuasoria y a la
positivistas propugnan la tesis de la diversidad del criminal (el delin-
reformadora^^. La pena es «defensa social», instrumento eficaz al servi-
cuente como persona distinta del ciudadano «honesto»)^^.
cio del bienestar social. Se desconfía de la eficacia de la prevención
El protagonismo del delincuente polariza el análisis positivista, general, aspirándose, fundamentalmente, a u na adecuada prevención
matiza todos sus planteamientos. P a ra la Scuola Positiva, no se castiga especial: procurando que el criminal no reincida, a través de un sistema
el hecho, el delito, sino al autor^^. El criterio de la medida del castigo lo de medidas y tratamientos de readaptación acordes con las caracterís-
da la temibilidad o peligrosidad del delincuente, no la gravedad objetiva ticas individuales de cada delincuente concreto. Por ello, las garantías
y nominal de la conducta, que tiene mero valor indiciarlo, sintomático.
La preferencia por el tratamiento, las medidas —en lugar de las penas— V '^'^•^--'^'.- ^--'oqsonoo Bfiu Bsslo'tq oarj^ofoifix-nha omsiYiii&ixq M
' ' ' ' í^Bttjfib ^^ Así, JEFFERY, CL. R., The Historical Development of Criminology, cit. (en:
Pioneers, cit.), pág. 373.
La necesidad de este análisis fenomenológico, tipológico, se fundamentaba por
^^ Así, FERRI, E., en: Nuevos Horizontes, cit., pág. 23.
FERRI: «... la conclusión más importante de la Antropología y de la Psicología
^' Sobre la relevancia del enfoque «causal» en el positivismo, vid. MANNHEIM, H., en:
criminal es que el delincuente, más que un tipo único casi algebraico de hombre
Pioneers cit. (Introducción), pág. 11. También: JEFFERY, CL. R., The Historical
como los demás, como los suponía y los supone la ciencia y la legislación clásica,
Development of Criminology, cit., pág. 379 (refiriéndose a la aportación de Pavlov,
presenta, por el contrario, diversas variedades antropológicas por los caracteres
Watsony Freud). Según SCHNEIDER, H. J. (Kriminologie, cit., pág. 91) la Escuela
orgánicos y psíquicos, con diversa potencia de actividad antisocial...» (Nuevos
Clásica creía que el hombre podía controlar su propio destino gracias al libre
Horizontes, cit., pág. 109).
albedrío: inteligencia y racionalidad como rasgos distintivos del ser humano, de su
Significativo, en este sentido, el testimonio de FERRI: «Que la Antropología comportamiento individual y social, fundamentarían un optimismo antropológico
criminal demuestra con hechos que el delincuente no es u n hombre normal, sino que muy acusado. Optimismo que no comparte la Escuela Positivista al concebir al
constituye u n a clase especial que, por anomalías orgánicas o físicas, representa en individuo como ser determinado por factores físicos, psíquicos o sociales que
parte, en la sociedad moderna, las primitivas razas salvajes, en las que las ideas y explican su conducta.
los sentimientos morales, si existen, es en embrión.» (Nuevos Horizontes, cit., pág.
La más clara fundamentación del principio de responsabilidad social, en FERRI, E.,
23.)
Los Nuevos Horizontes, cit., págs. 87 y 89.
^* Vid. JEFFERY, CL. R., The Historical Development of Criminology, en: Pioneers,
^^ Vid. ANTÓN ONECA, J., Derecho Penal, P. G., cit. (Akal), pág. 36. También:
cit., pág. 385.
JEFFERY, CL. R., The Historical Development of Criminology, cit., pág. 386.
404 ANTONIO GAECIA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 405
legales ceden al arbitrio judicial y penitenciario (principios de la indivi- diversa estructura y sensibilidad...; nosotros podemos distinguir en las relaciones de
• dualización de la pena y de la sentencia indeterminada)*". Las la sociología criminal las clases sociales en tres categorías: la dase más e/evada,
' formulaciones más extremas del positivismo renuncian, incluso al que no delinque porque es natural y orgánicamente honrada por efecto del sentido
moral, de los sentimientos religiosos y sin otra sanción que la de su conciencia o de
nullum crimen, nulla poena sine lege y sugieren u n a radical la opinión pública, obrando así, como nota SPENCER, solamente por costumbre
• desjuridización de la función penal, que pasaría de las manos del juez a adquirida o transmitida hereditariamente. Ésta categoría, para la cual el Código
«la de médicos, antropólogos, sociólogos, psicólogos, etc. Penal es perfectamente inútil, desgraciadamente es la menos numerosa de la
sociedad. Otra c/ase más bajá está compuesta de individuos refractarios a todo
-,' La lucha contra el delito, para el positivismo, es lucha contra las sentimiento de honradez, porque, privados de toda educación, en lucha constante
causas del delito''^ La Escuela Clásica confió ingenua y dogmáticamente y empeñada por la existencia, heredan de sus padres y transmiten a sus descendien-
en la" eficacia de láí ley penal, en su efecto preventivo-disuasorio tes, por el matrimonio con otros individuos delincuentes, una organización anormal
que representa, como veremos, un verdadero atavismo a las razas salvajes. De esta
despreocupándose de la «génesis natural» del delito, de su etiología. El clase se recluta en su mayor parte el contingente de los criminales natos, contra los
positivismo clama por un diagnóstico científico del problema criminal cuales las penas, como amenaza legislativa, son perfectamente inútiles, porque
(psicológico, antropológico, sociológico, estadístico, etc.) y por la articu- estos hombres, que no tienen un sentido moral que les haga conocer los riesgos
< lación de las estrategias necesarias para neutralizar los factores naturales inherentes al delito, consideran las penas como peligro de igual entidad
que los que acompañan a los oficios honrados. Por último, queda otra clase social
' criminógenos. En dicho programa, el Derecho Penal ocupa u n lugar de individuos que no han nacido para el delito, pero que no son honrados a toda
- secundario, porque se cuestiona la eficacia del mismo. La célebre prueba, que vacilan entre el vicio y la virtud, que no están desprovistos del sentido
' «oración fúnebre por el Derecho Penal clásico» deriva, según F E R M , de moral, que tienen alguna educación y cultura y para los cuales las penas pueden ser
' un a evidencia: la estadística prueba que el aumento, disminución o un motivo psicológico verdaderamente eficaz. Precisamente esta clase es la que da
un numeroso contingente de delincuentes de ocasión, contra los cuales las penas
} desaparición de los delitos tiene unas causas propias, un a dinámica son de alguna utilidad, especialmente cuando su aplicación está inspirada en
' social sui generis, independiente de las penas previstas en los códigos e principios científicos de disciplina penitenciaria y cuando son ayudadas por una
impuestas por los magistrados*^. Por ello, más importantes que las eficaz prevención social de las ocasiones de delinquir»"".
, penas son los «sustitutivos penales», esto es, u n conjunto de medidas de
orden económico, social, político, educativo, cultural, religioso, familiar,
etc., que inciden en lá realidad social de modo preventivo contrarrestan- ^ •.....,:.., --v%m..fihkrÁftiAlm
do de raíz las influencias criminógenas de la más diversa índole*^.
2. LOS P I O N E R O S D E LA SCUOLA POSITIVA
El positivismo criminológico profesa u n a concepción clasista y
discriminatoria del orden social, imbuida de prejuicios y acorde con el LOMBROSO, GAROFALO y FERRI fueron los pioneros de la Scuola
mito de la «diversidad» del delincuente. Un pasaje de FERRI parece Positiva.
ilustrativo al efecto: /
LOMBROSO representa la orientación antropobiológica. Su teoría
«...la sociedad no es homogénea e igual en todas sus partes, sino, por el de la criminalidad acentúa la relevancia de los factores biológicos
contrario, un organismo en el cual, como en el cuerpo animal, coexisten tejidos de
1;, „ - individuales y el carácter atávico-regresivo del delito. P a r a el autor,
/ i'v •jb
como veremos, determinados estigmas degenerativos, de transmisión
hereditaria, permitirían identificar al delincuente (nato) como ungenus
40
Vid. ANTÓN ONEGA, J., Derecho Penal, P G , cit, pág 37 homo delinquens, esto es: como u na variedad o subespecie mórbida del
41
Esto es: las causas específicas del delito, porque el positivismo entiende que el genero humano inferior.
delincuente es u n a persona cualitativamente «distinta» del no delincuente y, por
tanto, cree en la existencia de unas causas privativas del comportamiento criminal, No es correcto, sin embargo, identificar el pensamiento lombrosiano
causas distintas de las que explicarían el comportamiento no criminal. Vid. VOLD, con la teoría del delincuente nato. LOMBROSO evolucionó. De hecho, en
G. B., Theoretical Griminology, cit. pág. 47. íra.i.íiiHiu; aum,-.
42
FERRI, E., Los Nuevos Horizontes, cit., pág. 23. '?
43
Sobre los sustitutivos penales, propugnados por la corriente sociológica del positi-
vismo, vid. FERRI, E., Los Nuevos Horizontes, cit., págs. 269 y ss. Los Nuevos Horizontes, cit., págs. 250 a 252. Los subrayados son míos.
406 ANTONIO GAECIA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 407
el citado curso. Funda con ellos una verdadera «escuela», en la que LOMBROSO Diversos autores —ANTINORP^ HAVELOCK ELLIS'^" y BONGER''^, entre
es el antropólogo, FERRI el propagador y sociólogo y GAROFALO el estabilizador otros— han tratado de especificar las fuentes de LOMBROSO, ponderando la
y jurlsta^^; y, en el mismo año 1880, su órgano difusor: la revista «Arctiivio di influencia que ejercieron en el mismo sus «precursores» frenólogos, fisiónomos,
Psichiatria e Antropología Crimínale». También en 1880 la Cámara aprueba los psiquiatras, neurólogos, etc. Parece obvio, en este sentido, que LOMBROSO
nuevos manicomios judiciales, por los que denodadamente había luctiado conoció la obra de ESQUIROL, así como la del alienista francés MOREL. Que
LOMBROSO. Cosecha un gran éxito internacional al exponer sus tesis en el Primer muchos de sus planteamientos sintonizan con los de GALL, PRICHARD, LUCAS,
Congreso de Antropología Criminal, celebrado en Roma (1885). A pesar de su fuerte DESPINE, LAUVERGNE, WILSON, THOMSON, BROCA, MAUDSLEY, según se
oposición al Proyecto de Código Penal Zanardelli, manifestada en «Troppo presto», advirtió en páginas anteriores. Especialmente acusado parece el impacto que
un brillante alegato contra la orientación «clásica» de aquél, el Proyecto se convierte produjo en LOMBROSO el pensamiento de COMTE, y, sobre todo, el de DARWIN,
en Derecho Positivo (1889). Tres años después, y convencido por FERRI, ingresa VIRCHOW y HAECKEL^^ En todo caso, LOMBROSO es tributario del clima cultural
en el Partido Socialista, siendo elegido durante varios años representante municipal y filosófico de su época, del positivismo francés, del materialismo alemán y del
por un barrio obrero de Turín^^. Su carrera política fue breve y poco afortunada, pero evolucionismo inglés^''. ,
rica en experiencia. La revista «Avanti», órgano difusor del Partido Socialista,
recogería el ideario político de LOMBROSO. En 1897, publicó LOMBROSO «El
crimen. Causas y remedios», obra en la que aborda el problema de la criminalidad b) La tipología lombrosiana se consolida en la cuarta edición de
desde un enfoque prioritariamente sociológico, corrigiendo de forma ostensible sus L'uomo delinquente. Está integrada por seis miembros: 1) Delincuente
puntos de vista antropobiológicos sostenidos en L 'uomo delinquente. nato (atavismo). 2) Delincuente loco moral (morbo). 3) Delincuente
epiléptico (epilepsia). 4) Delincuente loco: a) alienado; b) alcohólico; c)
a) La obra de LOMBROSO es inabarcable, tanto por su extensión histérico; d) mattoide. 5) Delincuente ocasional: a) pseudocriminales; b)
como por la amplísima temática sobre la que versa: médica, histórica, criminaloides; c) habituales. 6) Delincuente pasional.
antropológica, psicológica, psiquiátrica, demográfica, política, espiritis-
a') Aunque la teoría lombrosiana suele identificarse con el primero de
ta, criminológica, etc.^* Al parecer, más de 650 publicaciones®^ entre las
los tipos, el autor redujo progresivamente la importancia porcentual del
que destaca L'uomo delinquente, cuya primera edición aparece en
delincuente nato en el total de la población criminal, h a s t a mantener que
1876®*'; la ya citada, El crimen, Causas y remedios^'', La donna
no superaría el tercio de la misma^^. snbtíte frííMr ¡m ÍFÍ:;
delinquente^^. Genio e follia^^, Antropometria di 400 delinquenti veneti^°,
II delitto politice e le rivoluzioni^\ Lepiu recenti scoperte ed applicazioni La idea de atavismo aparece estrechamente unida a la figura del
della Psichiatria ed Antropología criminale^^, etc. «i' B IK delincuente nato. Según LOMBROSO, criminales y no criminales se
distinguen entre sí en virtud de un a rica gama de anomalías y estigmas
de origen atávico o degenerativo. El delincuente es u n ser atávico;
— '..yifeii'svu cíuuuivtuüt (i aíjiüau-jíiHfciu ,üUJOí »Wla at-iunt:
®^ Así, LANDECHO, C. M-, La tipificación lombrosiana de delincuentes, cit., pág. 27. ,^:\ü '-n Esaes KRIRÍ pnijjs •c\<f\^'---. •••••• nfj.-'^ncmon^, efiii9Í'> f
Cfr. RODRÍGUEZ MANZANERA, L., Criminología, cit., pág. 214.
®3 Vid. M. E. WOLFGANG, en: Pioneers, cit., págs. 174 ss.
®* U n a reseña y clasificación de la obra de LOMBROSO, en: RODRÍGUEZ ''^ ANTONORI, G., I Precursori di Lombroso, Torino, 1900. El autor resalta la
MANZANERA, L., Criminología, cit., pág. 254. También, en: M. E. WOLFGANG, influencia de Della Porta, Lavater, Morel, entre otros.
en: Pioneers, cit., págs. 225 y 226. ^^ En: The Criminal, London-New York, 1913 (4- ed.), quien señala más de 22
®® RODRÍGUEZ MANZANERA, L., Criminología, cit., pág. 254. europeos como precursores de las tesis lombrosianas (capítulo II).
®^ L'uomo delinquente, 1- ed.. Milano, Hoepli, un volumen y 252 págs.; 2- ed., 1878, Introducción a la Criminología, cit., págs. 110 y ss. Sobre el problema, vid., M. E.
un volumen, 740 págs., Torino, Bocea; 4- ed., 1889, dos volúmenes, 1.241 págs., WOLFGANG, en: Pioneers, cit., pág. 177.
Torino, Bocea; 5- ed., 1896-1897, tres volúmenes, 1.903 págs., Torino, Bocea. "" Vid. M. E. WOLFGANG, en: Pioneers, cit., págs. 177 a 182.
®' Vid. Le crime, causes et remedes, París, 1899, Schleicher et C. En el texto se maneja '^ Así, M. E. WOLFGANG, en: Pioneers, cit., pág. 170.
la edición americana, según cita n.° 109. En u n principio, Lombroso mantuvo que al tipo del delincuente nato pertenecerían
®** LOMBROSO, C , y FERRERO, G., La donna delinquente, la prostituta e la donna entre u n 65 y un 70 por 100 del total de la población criminal. En su última edición
nórmale. Torino, 1903, Bocea. de L'uomo delinquente reduciría dicho porcentaje a un 40 por 100; por último, en «El
Genio e follia, Prelezione al corso di clinica-psychiatrica. Milano, 1864, Chiusi. crimen, sus causas y remedios», reconoce que sólo un tercio de los criminales son
'^° Rendiconti dell'lnstituto Lombardo, vol. V, fase. XII, 1872. delincuentes natos. Al parecer, la influencia de Ferri fue decisiva en este cambio de
®^ En colaboración con LASCHI, Torino, 1890, Bocea y n ,., '^„m ^up f criterio. Cfr. M. E. WOLFGANG, en: Pioneers, cit., páginas 193 y 204. También:
'^^ Torino, 1893, Bocea. :Í, H IM" uy ,4)'/A">"Í4x f SCHNEIDER, H. J., Kriminologie, cit., pág. 107. ,„„.„,, ,,,,, riiiÍBíí.Ui ...-•
ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 411
410
.^JÉ^^
412 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 413
efecto, los rasgos del «ladrón», del «homicida habitual» y del «delincuen- «nato» e incluso en el de cuantificar la importancia porcentual de dicho «tipo» en el
te» en generaP°. total de la criminalidad. Así, en un primer estudio antropométrico realizado a 383
criminales, detectó un solo estigma físico en un 21 por 100 y cinco o más anomalías
Además de tales estigmas físicos, somáticos, señaló LOMBROSO en un 43 por 100, concluyendo que, al menos, se requerirían cinco como indicadores
otras taras de diversa índole, sociales y morales, hábitos y costumbres del tipo antropológico «delincuente nato»^l En cuanto al segundo extremo,
del delincuente nato: peculiaridades sensoriales y funcionales como su LOMBROSO pensaba que un 65 ó 70 por 100 de los delincuentes pertenecerían a
dicho grupo, opinión que suavizó, al parecer por influencia de FERRP", reduciendo
notable analgesia (insensibilidad al dolor, al mero tacto), agudeza visual tal porcentaje a un más realista tercio del total.
proporcionalmente muy superior a la auditiva, gran agilidad, frecuente
mancinismo (zurdera) y mayor robustez de los miembros izquierdos,
Para verificar la hipótesis del carácter atávico y degenerativo del
insensibilidad afectiva, falta de sentido moral y remordimiento, cinis-
delito —el «salto atrás hereditario»— examinó LOMBROSO el compor-
mo, vanidad, impulsividad, crueldad, afán vindicativo, ociosidad, ten-
tamiento de algunas plantas carnívoras*® y ciertas luchas que se produ-
dencia al juego, a las orgías, uso frecuente del argot y de tatuajes
cen en el reino animal; así como hábitos y costumbres del hombre
obscenos, etcétera'^S propensión a asociarse con otros delincuentes
aborigen, de tribus salvajes o primitivas; e incluso del niño recién nacido.
formando bandas y elevados índices de reincidencia.
Tal proceder metodológico es debido a las particulares concepciones
Las anomalías y estigmas citados fueron para LOMBROSO la fuente básica y antropológicas, etnológicas y psicológicas del autor, inspiradas por un
primaria de información. De ahí el énfasis del autor en una tipología basada en evolucionismo sui ^ereerjs. rjta u t v i¥«»«i
factores orgánicos^^. Sin embargo, LOMBROSO vaciló en el momento de precisar
cuáles y cuántas anomalías eran necesarias para caracterizar un delincuente como b') La tipología lombrosiana no se agota en el «delincuente nato».
LOMBROSO se refiere, también, a u n segundo tipo que guarda acusa-
das semejanzas con aquél: el loco moral.
Los ladrones presentan u n a notable movilidad de la cara y las manos; ojos Le define, siguiendo a KRAFFT-EBING y a SCHÜLE así: «Una especie de idiota
pequeños, inquietos, frecuentemente oblicuos; próximas y tupidas las cejas; aplas- moral, que no puede elevarse a comprender el sentimiento moral, o si por la
tada y torcida la nariz; barba escasa y escasa, frecuentemente también, la cabellera; educación lo tuviera, ésa se estacionó en la forma teórica sin traducirse en la
frente casi siempre huidiza. Tanto los ladrones como los violadores tienen a menudo práctica; son daltónicos, son ciegos morales, porque su retina psíquica es o se
las orejas en forma de asa. Estos últimos suelen exhibir ojos centelleantes, rostro transforma en anestésica. Y como falta en ellos la facultad de utilizar nociones de
delicado, labios gruesos, párpados hinchados; por lo general son de estructura estética, de moral, los instintos latentes en el fondo de cada hombre toman en él
corporal frágil y, a veces, encorvados; la voz, con frecuencia, ronca, a veces ventaja.»*"^ ."._-,.
semiimpotentes y semialienados, tienen nariz y genitales mal conformados, sufren, • om3í9b3Ím-> o «6bBviBl» siaqsliqs Blas ,030flQyO J s « 4 •
obritíuiüiK;,- .^leenaíjQtBqsisbBíaivsb-oínuq le sbesb is-^orn eiuocví si nos omaileí
a menudo, de hernias y de bocio y no raramente son de edad avanzada. La blancura
de piel, el aspecto infantil, la abundancia de cabello, liso y afeminado se da en los
incendiarios. Para Lombroso, los homicidas habituales tienen el mirar frío, inmó- ^^ Véase LOMBROSO, C , L'uomo delinquente, 4^ ed., 1889, pág. 273. El autor relata
vil; sanguinario e inflamado, incluso; la nariz, grande siempre, aquilina y, sobre las anomalías craneales detectadas por él mismo en tres grupos: delincuentes
todo, aguileña; robustas las mandíbulas y abultados los pómulos, pelo ensortijado, condenados por homicidios a cadena perpetua (grupo 1: muestra de 346) o prisión
oscuro y abundante. Escasa barba, colmillos muy desarrollados, labios, por el (grupo 2: muestra de 363) y soldados itahanos no delincuentes (grupo 3: 711),
contrario, delicados; frecuentes contracciones faciales de u n solo lado del rostro, etc. distinguiendo, a su vez el número de anomalías identificadas, obteniendo, por cada
Por último, y siempre según el autor, generalmente todos los criminales tienen grupo, los siguientes resultados: a) Ninguna anomalía: en el primer grupo, un 11,9
orejas en forma de asa, cabello abundante, escasa barba, senos frontales prominen- por 100, en el segundo, 8,2 por 100, en el tercero, 37,2 por 100; b) una o dos anomalías
oí tes, barbilla sobresaliente, grandes pómulos... Vid. LOMBROSO, C , Della fossetta 47,2, 56,6 y 51,8 por 100, respectivamente; c) tres o cuatro anomalías: 33,9, 32,6 y
cerebellare mediana in u n crimínale, en: R. Ist. Lombardo di Scienza e Lettere 11 por 100; d) cinco o seis anomalías: 6,7, 2,3 y O por 100; e) siete o más anomalías:
Rendiconti, 1872, págs. 1.058 a 1.065, cit. en: M. E. WOLFGANG, Pioneers, cit. 0,3, 0,3 y O por 100.
pág. 187. Véase, también, ANIYAR DE CASTRO, L., La realidad contra los mitos FERRI, E., Studi critici sull'uomo delinquente di Lombroso, en: Rivista europea,
Reflexiones críticas en Criminología, Universidad de Zulia, Maracaibo, 1982, págs ^_, 1878. Cfr. M. E. WOLFGANG, en: Pioneers, cit., pág. 204.
11 y 12 (nota). MARTÍN GARCÍA, A., Antecedentes en el estudio de la delincuencia; Una exposición muy crítica del evolucionismo lombrosiano, en: BONGER, W.,
cit., pág. 35. Introducción a la Criminología, cit., págs. 116 y ss.
LOMBROSO, C , L'uomo delinquente, 5^ ed., 1897,1, págs. 388 a 568. LOMBROSO, C , L'uomo delinquente, Torino, 1889, Fratelli BoccaEdit., cit., según
Así, M. E. WOLFGANG, en: Pioneers, cit., págs. 194 y ss. RODRÍGUEZ MANZANERA, L., Criminología, cit., pág. 260.
414 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 415
Características del loco moral serían, entre otras: su corpulencia responsabilidad y enloquece, después, en la prisión) del loco delincuente (enfermos
física, analgesia, astucia, precocidad sexual y desviaciones frecuentes de mentales que delinquen sin la necesaria capacidad de entender y querer)^".
este instinto, incapacidad para la vida en familia, perversión afectiva,
vanidad morbosa, inteligencia natural intacta, holgazanería, desfacha- El subtipo «alcohólico»'^^ el «histérico»^^ y el «mattoide»''^ tendrían sus
tez en la comisión arrogante de hechos criminales. Al igual que el respectivas características distintivas. '
delincuente nato, el loco moral suele serlo desde la infancia o la ' e') El delincuente pasional es la quinta categoría básica de la tipología
pubertad, encontrándose porcentajes muy significativos de vicios y lombrosiana. Todos los delitos cometidos por este delincuente «de
criminalidad entre sus parientes y familiares próximos®'^. ímpetu» tienen como sustrato la violencia de alguna pasión (no sólo la
c') E n la tercera edición del L'uomo delinquente añade LOMBROSO pasión sentimental, también la religiosa, la patriótica, etc.)''''. El indivi-
un tercer «tipo» a los dos anteriores: el delincuente epiléptico, basándose duo pasional difiere de todos los tipos anteriores: no es un delincuente
para ello en dos nuevos casos reales, el del «conde belga» y el del soldado loco, ni un sujeto atávico o epiléptico, ni u n loco moral.
napolitano Misdea. Basándose, igualmente, en el estudio de un caso real —un noble diplomático
enamorado, sin saberlo, de una prostituta a la que daría muerte, suicidándose
Se trata, según LOMBROSO, de individuos violentos y agresivos. No después— atribuye al mismo, entre otros, los siguientes rasgos: persona joven,
padecen ninguna enfermedad mental declarada (vg., la sintomatología ausencia de asimetrías craneales y de los estigmas que suelen detectarse en
de la epilepsia convencional), ni el clásico estado alcohólico. Cometen delincuentes natos y locos, honestidad'^ afectividad desmedida, anestesia en el
delitos gravísimos sin experimentar, después, remordimientos, coinci- momento del delito seguida de una gran conmoción posterior a su ejecución (con
tentativa de suicidio, a menudo), gran capacidad de remordimiento —que les lleva
diendo al referirse a determinadas sensaciones (vértigos, temblores, a confesar el delito— y de enmienda.
pérdida del control, etc.) durante el acceso comicial. .^ »,.vn
„ j •(,; t Entre las principales características, rasgos, de este tipo señala LOMBROSO f) El delincuente «ocasional» —el sexto de la tipología de
éstas: destructividad, precocidad sexual y alcohólica, obscenidad, sonambulismo y LOMBROSO— se reconoce por el autor muy tardíamente, y, sin duda,
estados crepusculares, rapidez de cicatrización de las heridas, tendencia a la
holgazanería, canibalismo, vanidad, grafomanía y doble personalidad en la escritu-
por influencia de FERRI. No es u n tipo homogéneo, y consta de tres
ra, intermitencias y cambios de humor, amnesias frecuentes, propensión al tatuaje, subtipos: los pseudocriminales®®, los «criminaloides»^'' y los delincuentes
al empleo de ciertas expresiones reiteradas, al agrupamiento con otros enfermos, «habituales»*. , ' "' ''
etc."". 9"- n- ril f i ' i i >frin,.P< -!(ifr,
La tipología lombrosiana se completa con dos especies criminales el delito o la prostitución; precisamente por ello son más reducidos sus
relativamente autónomas: la mujer delincuente y el delincuente poZiíi- índices de participación en el crimen, comparados con los de la delin-
co. cuencia masculina^"^.
g') LOMBROSO se ocupó de la delincuencia femenina en su obra «La Este razonamiento le permite inferir a LOMBROSO que la mujer
donna delinquente, la prostituta e la donna nórmale», escrita en colabo- delincuente «nato» es doblemente excepcional —y mucho más temible
ración con FERRERO. La sistemática de dicha obra sigue u n notorio que su homónimo masculino—: en cuanto mujer y en cuanto delincuen-
paralelismo con la del L'uomo delinquente, lo que permite pensar que te. Un «monstruo» capaz de superar tendencias innatas y ancestrales
LOMBROSO no concibió a la mujer criminal como u n tipo sui generis, venciendo toda suerte de frenos e inhibiciones^"^.
independiente^^.
h') Por último, en su obra «El crimen político y las revoluciones», que
P a r a LOMBROSO, la prostitución es u n fenómeno «atávico», especí- escribió LOMBROSO junto con LASCHI, t r a t a el tema de la delincuen-
fico de la mujer, sucedáneo y, al propio tiempo, alternativo de la cia política. i^gooimdnoosoiaoa aaioíost aofie
criminalidad. La forma natural de regresión, en la mujer —afirma el
El interés de LOMBROSO por esta temática parece tener su origen en una
autor— es la prostitución, no el crimen: la mujer primitiva era impura, observación que le hizo LASCHI al visitar el Museo de la Patria de Turín: los grandes
no delincuente^"". Por ello, cabe detectar los estigmas degenerativos héroes y prohombres de la Patria exhibían características propias del delincuente
propios del delincuente «nato» con mucha mayor facilidad entre prosti- «nato». Como ya había sucedido a propósito de la donna delinquente, LOMBROSO
tutas que en el resto de la población femenina. O, lo que es lo mismo: el llega a la conclusión de que no existe un tipo unitario y homogéneo de «delincuente
político»^"''. ,8Mí»9HÍt;í»t>.:aS£Í«n:«! '
delincuente nato femenino abunda más entre mujeres prostitutas que
en las demás mujeres delincuentes^"^ Í-'? ' íii^ciál
c) La teoría de la criminalidad de Lombroso t r a t a de integrar
La prostitución, por otra parte —continúa LOMBROSO— opera atavismo, morbo y epilepsia.
como alternativa eficaz y segura para la mujer que puede escoger entre
LOMBROSO, en u n principio, profesó u na concepción exclusivamen-
te atávica del delincuente nato, a tenor de la cual éste, al no evolucionar,
no adquiría tampoco (o perdería, en su caso) el sentimiento moral,
denominaba «criminalidad evolutiva» (por oposición a la «criminalidad atávica»). convirtiéndose en un loco moral. Pero, después, completó este enfoque
Cfr. RODRÍGUEZ MANZANERA, L., Criminología, cit., pág. 268.
evolucionista con u n significativo componente morboso o patológico: su
^' Los criminaloides difieren, también, del delincuente «nato». Sonindividuos con una
cierta predisposición criminal, que no hubiera sido bastante sin la concreta fondo epiléptico (deficiente nutrición cerebral y mala conducción nervio-
oportunidad que se les presentó. Deslumbrados por el impacto antipedagógico del sa). La epilepsia, según LOMBROSO, detiene el normal desarrollo del
mal ejemplo, el mimetismo, llegan, también, muchos sujetos (criminaloides) a mdividuo, le convierte en un ser atávico, ya que la irritación de los
loc; delinquir. A este subgrupo pertenecen, igualmente, los inñ-actores poco hábiles que centros corticales le h a r á perder lo último que adquirió en su proceso
caen en las redes de la ley. Cñ-. RODRÍGUEZ MANZANERA, L., Criminología, cit.,
• págs. 268 y 269.
evolutivo: el sentido moral. De este modo, LOMBROSO sustenta u n a
^^ Lombroso consideró inicialmente a los delincuentes habituales como integrantes de teoría endógena de la criminalidad, neurofisiológica, de base epilépti-
u n «tipo» autónomo. Desde su 4- ed. del L'uomo delinquente, son un «subtipo» de los ca"s.
ocasionales. Cñ". RODRÍGUEZ MANZANERA, L., Criminología, cit., pág. 269 y
nota 411.
^^ Así, RODRÍGUEZ MANZANERA, L., Criminología, cit., pág. 269. ' . t n / < 1 » Í U f l >í- -llf, I I •>-, j ; . --1 I . , tUiVi. ( M .'1. u ilfáiIil,.lífV
^"^ Véase M. E. WOLFGANG, en: Pioneers, cit., págs. 191 y 192. P a r a Lombroso, la •-• ii'<-i'X'. *>fj t'íf, / i . ' OV^uf,,)f' g,'^ ^„ ^i._ I cSi5;,ñr*£
mujer «delincuente nato» se caracteriza por u n a falta llamativa de instinto ^102 h ,.1 t / ul. • •!, P ^ »»*
maternal. Y ostenta u n a serie de estigmas y rasgos diferenciales respecto a las Vid M E WOLF(}ANG, en Pioneers, cit, pag 192 -'
103
•: demás mujeres delincuentes o no delincuentes. No obstante, Lombroso admite Cfr. M. E. WOLFGANG, en: Pioneers, cit., pags. 191 y 192.
104
respecto al tipo femenino de delincuente nato una notoria suavización de las leyes j^g Cfr. RODRÍGUEZ MANZANERA, L., Criminología, cit., pág. 270.
del atavismo y de la degeneración (L'uomo delinquente, 5- ed., 1897, II, pág. 69). Sobre el denominado «trípode lombrosiano», vid. RODRÍGUEZ MANZANERA, L.,
^°i Vid. RODRÍGUEZ MANZANERA, L., Criminología, cit., pág. 270. Criminología, cit., pág. 271. , . . . . , . . „ , . . „ . ,:..,„..,™
É.
418 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 419
Como afirma NAKE refiriéndose a la concepción lombrosiana: «El delincuente LOMBROSO —como FERRI— acentúa la trascendencia del factor
nato es idéntico al loco moral, con base epiléptica, explicado por atavismo y con un clase social, hast a el punto de contraponer drásticamente la criminali-
tipo somático y psíquico especial»^°^. dad «violenta» de las clases sociales bajas y la criminalidad astuta y de
«fraude», propia de las clases altas. Contraposición que, además, funda-
Pero sería injusto afirmar que el enfoque antropobiológico lombrosiano menta LOMBROSO en la superioridad de estas últimas por ser clases
niega toda relevancia a los factores sociales y ambientales. Aun conce- hiperevolucionadas, modernas, mientras las bajas clases sociales repre-
diendo prioridad al sustrato biológico del individuo, LOMBROSO resal- sentan el pasado y la brutalidad atávica"^
tó la indiscutible interacción de los factores hereditarios y ambientales:
la naturaleza aporta la materia prima, la sociedad el marco adecuado y
las circunstancias en las que opera la estructura biológica^°^. d) En cuanto a las restantes ideas penales y criminológicas de
En la segunda edición del L 'uomo delinquente, analizó, de hecho, la relevancia LOMBROSO, cabe destacar su postura respecto al concepto «legal» de
etiológica de ciertos factores socioeconómicos (pobreza, precios de ciertos produc- delito y su teoría de la pena. .^ ¡^h eí-rnocrroiK ^/ c»>»/%+í.í.f^j-*." ^
tos alimenticios, la emigración, influencia del alcohol, de las bandas criminales,
corrupción policial, etc.), cuestiones, que, sin embargo, suprimió por completo en su LOMBROSO reconoció el trasfondo cultural del crimen, por lo que no
cuarta edición'°l se sintió vinculado a la definición legal ni a las clasificaciones jurídico-
penales del mismo"^. En un poco conocido artículo que publicó en 1875
E n su obra de madurez, «El Crimen, Causas y remedios», tal vez sin propugnó, incluso, u na genuina teoría pluricausal del comportamiento
excesivo rigor teórico ni sistema^°^ analiza de nuevo los factores sociales delictivo"^. En todo caso, la exacerbación de los factores antropobiológicos
y ambientales que influyen en el comportamiento criminal. La primera le llevaría a distinguir dos clases de criminalidad: la atávica —esto es,
parte de esta obra contempla las condiciones meteorológicas y climáticas, la genuina o verdadera criminalidad— y la evolutiva. A la primera
la incidencia de la raza, de la civilización, densidad de la población, el pertenecería, según LOMBROSO, no todo delincuente, sino sólo aquel
alcohol, factores educativos y económicos, religiosos, etc.^^°. La segunda «fatalmente predispuesto al crimen» por razones antropológicas, físicas
parte es un análisis profiláctico y terapéutico del crimen, que arranca de y psíquicas que le identifican y delatan como criminal.
la teoría de los sustitutivos de FERRI y sugiere u na serie de medidas A la segunda, un grupo de individuos definidos delincuentes por la
preventivas del delito. «ley», pero que no lo son, en puridad, desde un punto de vista antropológico:
afrco- .r'ltri'-'i'írfí-^ir. tlíí r*"'^ les falta, t a n sólo, la fortaleza de carácter necesaria para resistir a la
tentación a m b i e n t a l " ! . :
Por ello, aun cuando LOMBROSO no renuncia a su concepción atávica de la
criminalidad, algunos de sus «tipos» —el delincuente «ocasional» y el «pasional»—
Cfr. RODEÍGUEZ MANZANERA, L., Criminología, cit., pág. 271.
Así, M. E. WOLFGANG, cit., en: Pioneers, pág. 207. MARTIN GARCÍA, A.,
Antecedentes en el estudio de la delincuencia, cit., pág. 41 y ss. Como la autora
observa, Lombroso tuvo en cuenta y asumió, a menudo, postulados de la Estadística
Moral (relevancia del factor climático, por ejemplo). El famoso pasaje de LOMBROSO, difícilmente conciliable con la ideología política
Véase, LOMBROSO, C , L'uomo delinquente, 2^ ed. 1878, entre otras págs. H » . del autor y su filiación partidista, guarda u n estrecho paralelismo con otro no menos
120,156 374, etc., cit. por M. E. WOLFGANG, en: Pioneers, cit. pág. 208, nota 21; célebre texto de FERRI, también socialista y ya citado en páginas anteriores de este
vid., igualmente, y con relación a los factores citados en el texto, las páginas 363 a mismo capítulo (compárese: El crimen: sus causas y remedios, versión inglesa,
365, 260 a 262, 263 a 265, 368 a 370, 373 y 374, etc., ibídem. Boston, 1913, Little Brown, pág. 52, y Los Nuevos Horizontes del Derecho y el
Es una crítica reiterada al pobre análisis teórico —desde u n punto de vista 112
Procedimiento Penal, cit., págs. X, 6 y especialmente 250 a 252).
sociológico— de Lombroso. Así, VAN KAN lo tilda de «caótico» (Les causes 113
Así, M. E. WOLFGANG, en: Pioneers, cit., pág. 208.
économiques de la criminalité, París, 1903, Maloine, págs. 57 y 58). Cfr. M. i^- Etiología del delitto: Memorie del laboratorio di psichiatria e medicina légale della
WOLFGANG, en: Pioneers, cit., pág. 211. R. Universitá diPavia, Bologna, 1875, cit. por M. E. WOLFGANG, en: Pioneers, cit.,
Un resumen de las tesis de Lombroso en: M. E. WOLFGANG, en: Pioneers, cit., j^^ pág. 208, nota 20.
páginas 209 y 210. • .. . - LOMBROSO, C , El crimen, sus causas y remedios, cit., pág. 45. ..^^.-~,..—
ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 421
420
se aproximan considerablemente a la imagen antilombrosiana del individuo «nor- «deliberada selección social» que elimine los individuos sobremanera
-tffi rnal"; delincuentes, en definitiva, producto más del medio que de la naturaleza"^ antisociales. «Que la espada de Damocles penda sobre la cabeza de los
más terribles criminales»i^i.
El determinismo lombrosiano y la concepción fatalista del delincuen- LOMBROSO propugna una orientación utilitarista de la pena, al
te nato profesada por el autor h a n hecho palidecer su teoría de la pena servicio de objetivos sociales. P a r a ello, y siempre de acuerdo con el
que es poco conocida. diagnóstico antropológico, caso a caso, bastaría con dirigir hacia metas
P a r a LOMBROSO, tanto el delito como la pena son fenómenos comunitarias y altruistas la «energía» y «la pasión por el bien» que
«naturales» e inevitables, necesarios. El delito surge como consecuencia poseen ciertos delincuentesi^^.
de la vida social, y la pena encuentra su legitimidad en el derecho de la Como GAROFALO Y FERRI, propuso, también, mecanismos de
sociedad a defenderse. No h a lugar a la retribución ni a la venganza, compensación a la víctima por el delitoi^^.
simplemente a la autotutela del orden social. Si BECCARIA acentuó la
función intimidatoria y disuasoria del castigo, LOMBROSO potencia la
finalidad protectora de la pena, y, sólo en segundo lugar, la de reforma e) Procede, para terminar, un a valoración de la obra de LOMBROSO,
o mejora del delincuente"^.B ui ÍU^S'J i\ujj.>«i\aij ¿> de lo que ha aportado a la Criminología. Y ello no es fácil, por tratarse
La teoría de la pena de LOMBROSO, en todo caso, se articula en de uno de los autores más estudiados, pero, también, más sesgadamente
función del delincuente concreto —de su tipología criminal— y no del citados. Y porque su pensamiento evolucionó de modo significativo en
crimen abstracto. Por ello reclama u n tratamiento individualizador, que cuestiones trascendentales.
se ajuste a las características de cada caso"^ y distingue los cometidos Buena parte de su desmedido éxito tiene, sin duda, u n a explicación
del castigo según se dirija éste al delincuente «nato», al «ocasional» o al psicosocial» ajena a la bondad intrínseca de sus hipótesis criminológicas.
«pasional»^^^. Como buen positivista, se declara partidario de Xst senten- LOMBROSO sintonizó como nadie con un a de las preocupaciones de su
cia indeterminada, así como de la necesidad de encomendar a comisio- tiempo (explicación científica del crimen para su eficaz prevención) y
nes de expertos (antropólogos) la administración penal «como continua- supo comunicar, convencer, fascinar.
ción lógica y natural del trabajo del juez»"'', jj j ^ ,^„ ^„.
En buena medida, desde luego, porque su mensaje era tranquiliza-
La incorregibilidad del delincuente nato, individuo refractario a todo dor, al exculpar al orden social y atribuir la criminalidad a factores
tratamiento, explica que LOMBROSO haga u n a excepción a propósito individuales, patológicosi^*. Pero, también, porque —bien o mal— se
del mismo^^o y q^g sugiera incluso la pena capital como medida de sirvió de un método «positivo», basado en la observación directa del
«selección extrema» para defender la sociedad de los sujetos irreformables
que la amenazan. Como el poder de la «selección natural» resulta •?S*£»i^ •1€í9©K36fé^'S', OSyNatf ;ísV©i!%f ©fWéWmi:
insuficiente —argumenta LOMBROSO— procede completarlo con una
Para LOMBROSO la pena de muerte es «todavía desgraciadamente necesaria». La
postura de LOMBROSO, al respecto, es, a juicio de PINATEL equidistante del
«totalitarismo social» defendido por GAROFALO y la «defensa social humanitaria»
que profesaba FERRI (PINATEL, J., La vie et l'oeuvre de C. Lombroso, en: BuUetin,
"s Así, SELLIN, TH., ANew Phase of Criminal Anthropology in Italy, en: The Anna
Société Internationale de Criminologie, 1959, págs. 217 y ss.). Cfr. M. E.
9Í of the American AcademyofPolitical and Social Science, Modern Crime, 19áb ü^o^-
^^ WOLFGANG, en: Pioneers, cit., pág. 215.
págs. 235 y ss. Cfr. M. E. WOLFGANG, en: Pioneers, cit., pág. 211.
LOMBROSO, C , El crimen, sus causas y remedios, cit., pág. 448, ibídem.
"'5 Así, M. E. WOLFGANG, en: Pioneers, cit., pág. 213.
Sobre el problema de la víctima y la Scuola Positiva, vid. M. E. WOLFGANG, en:
11' L'uomo delinquente, cit., 2^ ed., pág. 429. Cfr. M. E. WOLFGANG, en: Pioneers, cit.,
Pioneers, cit., pág. 216 nota 46.
124
P^S-213. , . ^ E. En este sentido: LINDESMITH, A., y LEVIN, Y., The Lombrosian Mith in
118 LOMBROSO, C , El crimen, sus causas y remedios, cit., pag. á»b. oír. m- Criminology, en: The American Journal of Sociology, 1937 (42), pág. 670; también:
WOLFGANG, en: Pioneers, cit., pág. 214. RADZINOWICZ, L., Ideology and Crime, 1966, New York, Columbia University,
113 LOMBROSO, C. El crimen sus causas y remedios, cit., págs. 386 y 387, ibidem-
págs. 38 y 39. Cfr. VOLD, G. B., Theoretical Criminology, cit., pág. 40.
12° LOMBROSO, C. El crimen sus causas y remedios, cit., pág. 432, ibídem.
422 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 423
hombre delincuente, cuando la experimentación y los métodos de las permanente estado de interacción con el medio y los otros hombres. Olvida lo que
ciencias naturales arrollaban en Europa, y comenzaba a extrapolarse el el hombre es capaz de hacer de sí mismo, y hasta qué punto puede influir la sociedad
empleo de los mismos, como distintivo del cientiñsmo, a la medicina a en su suerte (el delincuente se «hace»). En todo caso, el diagnóstico, fatalista'''^'' de
la fisiología, a la psicología^^*^. \ •. n-' LOMBROSO sobre el delincuente «nato» es inadmisible, si, como parece, el autor
reputaba a éste no ya «predispuesto», sino «predestinado fatalmente» al crimen.
Sin embargo, como afirma SELLIN^^'^, fi-ente a las injustas críticas al
«mito lombrosiano», hay algo de perenne en la aportación de todo aquél ' El proceder metódico de LOMBROSO h a sido, también, muy contro-
que sea capaz de despertar t a n t a pasión por la búsqueda de la verdad. vertido. A su favor habla el esfuerzo del autor por encontrar un serio
El gran mérito de LOMBROSO no reside, probablemente, en la origina- respaldo empírico a sus hipótesis. No puede olvidarse que LOMBROSO
lidad de sus tesis antropobiológicas, ya que muchas de éstas eran ya formuló su teoría después de practicar más de 400 necropsias de
conocidas y el autor se limitó a sistematizarlas. Tampoco en la perfección delincuentes, habiendo observado directa y personalmente más de 6.000
de su método, pues tanto sus estudios antropométricos como sus criminales vivos^^^. P a r a verificar la naturaleza atávica del delincuente
inferencias estadísticas exhiben el escaso rigor de u n empirismo inci- llevó a cabo u n a investigación sobre 25.000 reclusos de las cárceles
piente. El gran mérito de LOMBROSO no es otro que el haber llamado europeas^^^. Las limitaciones y deficiencias —lógicas— de su método son
la atención sobre el protagonismo del hombre delincuente en el suceso atribuibles más al nivel de conocimientos de la época que al incorrecto
criminal, del hombre real, concreto, histórico. Que no existe el crimen enfoque del autor.
sino el criminal. Y sobre la necesidad de aproximarse al estudio de ese
LOMBROSO, víctima de un prejuicio positivista, identifica errónea-
hombre con un método científico, empírico, basado en el análisis y
mente criminal y recluso.
observación del mismo, libre de dogmas, aprioris o prejuicios.
Acepta, pues, acríticamente como objeto de investigación el resultado o
Tanto las tesis de LOMBROSO como su método h a n sido objeto de subproducto final, siempre discriminatorio y selectivo, del control penal. Su teoría del
enconadas críticas. delincuente «nato», en puridad, es una teoría del «recluso» nato, toda vez, como se
verá, que LOMBROSO no operó con el correspondiente «grupo de control», sino con
Se le ha reprochado, como es lógico, la escasa importancia que «reclusos» para verificar su hipótesis. .^^^ g^, ^ ^^^^^
concedió a los factores sociales, ambientales, por la misma razón que a
los sociólogos se les censura lo contrario: que infravaloren la relevancia Suele reprocharse a LOMBROSO el escaso rigor de su método
de la carga biológicogenética de cada individuo. La objeción es irrefuta- antropométrico y la arbitrariedad de las deducciones estadísticas que
ble, cierta. LOMBROSO exacerbó el impacto criminógeno del código llevó a cabo.
biológico, del legado hereditario que el hombre recibe de la naturaleza
Su enfoque antropológico —se ha dicho^^°— es más descriptivo que experimen-
(el delincuente «nace»). , ^ • . > •^^^vn
tal. Los estigmas y anomalías físicas constituyen la fuente directa y primaria de
"'•"'" Su determinismo le lleva, incluso, a establecer relaciones causa/es f\q\áas entre información, pero LOMBROSO no desarrolla ninguna técnica cuantitativa válida en
''*'• aquellos factores y el comportamiento criminal, como si la conducta del hombre
BJ pudiera asimilarse, sin más, a cualquier otro fenómeno físico y regirse por las férreas
í'>í leyes de la naturaleza (delito y delincuente como «fenómenos naturales», según
iTifír/ifT/,'í fif ii -j/ifOf»'^rf' orf r S ,^ 'Tí)
:£: expresión de LOMBROSO). La imagen lombrosiana del hombre delincuente como 127
LOMBROSO se refirió expresamente al criminal nato como «individuo fatalmente
ni ser solitario, encerrado en sí mismo, preso de su herencia, de su destino, pugna con
predispuesto al crimen...» (El crimen, sus causas y remedios, cit., pág. 45). Contra
i nuestros conocimientos actuales, con la imagen del hombre abierto a los demás, en
la opinión mayoritaria, un sector de la doctrina entiende, sin embargo, que
LOMBROSO no pensaba en la «predestinación», sino en la «predisposición» al
delito. Así, por todos, RODRÍGUEZ MANZANERA, L., Criminología, cit., pág. 273.
125 En el sentido del texto —y de la opinión mayoritaria— MARTÍN GARCÍA, A., en:
Vid. VOLD, G. B., Theoretical Criminology, cit., págs. 35 y 36.
126 Antecedentes en el estudio de la delincuencia, cit., pág. 42.
SELLIN, TH., The Lombrosian Mith in Criminology, en: American Journal oí 128
Así, RODRÍGUEZ MANZANERA, L., Criminología, cit., pág. 274.
Sociology, 1937 (42), págs. 896 y 897, criticando el artículo, del mismo título, de 129
Así, MIRALLES, T-, Patología criminal: aspectos biológicos, en: El pensamiento
Lindesmith y Levin. Cfr. VOLD, G. B., Theoretical Criminology, cit., pág. 40, nota
130
criminológico, cit., 1, pág. 56.
7.
Cfr. M. E. WOLFGANG, en: Pioneers, cit., pág. 194....,,.....,.. „ , , , . . „..,,,.«/.
424 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 425
el momento de ponderar la presencia o ausencia de asimetrías, sino meras decisiones con buen criterio, la existencia de tales estigmas, el origen o génesis de
subjetivas^^^ Apenas ejerce la necesaria autocrítica respecto a la fiabilidad de tales los mismos y el significado que se les puede atribuir.
fuentes de información^^^ generalizando, indebidamente, anécdotas o resultados
aisiados^^^ Hasta tal punto son arbitrarios algunos de sus puntos de partida que, por Son numerosas las investigaciones empíricas que niegan la existencia
ejemplo, ni siquiera tiene en cuenta la edad y estatura del individuo cuando analiza sus de supuestos rasgos degenerativos en los delincuentes examinados^^^.
medidas somáticas^^'', Pero, sobre todo, al subjetivismo de su método anatómico-
patológico se une la ausencia de una muestra representativa y válida, la falta del GORING^"" no detectó diferencias craneales en las medidas tomadas a estudian-
imprescindible grupo de control, lo que vicia el resultado de las investigaciones cuyos tes de Oxford y Cambridge en comparación con las de presidiarios, y sí, por el
datos no pueden extrapolarse a la población general"^. Los cambios de criterios de contrario —y muy significativas— entre estudiantes de Aberdeen y las Universida-
LOMBROSO respecto al número de anomalías exigidas como indicativo del tipo des antes citadas, concluyendo que «del solo conocimiento de las medidas encefálicas
«delincuente nato», y de la presencia de esta categoría en el total de la población de un estudiante sin graduar, es más fácil deducir si pertenece a una universidad
criminal, ponen de relieve la fragilidad de las deducciones del autor^^^ En descargo de inglesa o escocesa que vaticinar si llegaría con el tiempo a ser un profesor de
LOMBROSO, debe observarse que la Estadística de su época no manejaba aún universidad o un malvado presidiario» .
conceptos hoy casi rutinarios: error probable, desviación estándar, coeficiente de
variación, coeficiente de correlación, chi-square, porcentaje medio contingente, etcJ^'. Otros autores restan trascendencia a tales rasgos anatómicos por
considerar que los tiene toda persona o que carecen del significado
\ El peculiar y sui generis evolucionismo de LOMBROSO, hijo de su criminógeno pretendido.
época, y el enfoque antropológico rudimentario del autor tampoco Así, MANOUVRIER, quien irónicamente advertía: «No existe un hombre en el
convencen hoy. que no se pueda encontrar alguna anomalía muscular o de otra clase que no
Existen diferencias cualitativas esenciales entre el mundo vegetal o animal y el recuerde una conformación propia de los simios o los cuadrúpedos»; añadiendo:
de los hombres —el marco cultural, por ejemplo, el diferente rol de los instintos, «No hay nada que pueda servir para caracterizar al delincuente.... ni siquiera la
' etc.— que impiden extrapolar al comportamiento humano datos obtenidos en el famosa fossette verm/enne áe\ occipital que, según la maliciosa observación del
-' ámbito de las restantes especies vivas, incluso para fenómenos y situaciones profesor Benedikt, podría indicar, a lo más, una propensión a las hemorroides»^'*^
pretendidamente homogéneas. Tampoco parece confirmar la etnología que el
hombre aborigen fuese un salvaje criminal y la mujer una prostituta, o que los índices No faltan autores, por último, que niegan, en su caso, el carácter
de delincuencia de las tribus primitivas superasen significativamente los de las atávico de las malformaciones detectadas.
civilizaciones actuales. El atavismo no puede demostrarse con un análisis histórico
tan burdo que equipara hechos prescindiendo del significado cultural cambiante de El delincuente —se dice— no es siempre un degenerado. Los estigmas, cuando
los mismos y de sus respectivos contextos. Otro tanto puede afirmarse respecto a existen, tienen un origen patológico, no regresivo"^, o llevan el sello del estatus
la controvertida tesis lombrosiana que ve en el niño un individuo cruel y malvado"^ .,jy,,., social del delincuente^''^ A menudo, ni eso; se trata de un dato morfológico del que
El valor indicativo de los estigmas físicos es otro de los postulados más ¿I ,güC{,^pqlc^Hi;ri;j,fil B qep:jiJbcfti-rií .-WEE
polémicos de la tesis lombrosiana. La doctrina científica h a cuestionado,
Una información amplia, al respecto, en: BONGER, W., Introducción a la
Criminología, cit., págs. 123 y ss.
GÓRING, CH., The English Convict, 1913, cit. por BONGER, W., Introducción a la
Así,HOOTON,E.,The American criminal, AnAnthropologicalStudy,!, Cambridge, Criminología, pág. 130.
MANOUVRIER, M., La genése nórmale du crime, págs. 415 a 417. cit. por
1939 (Mass.), Harvard University Press, págs. 12 y 13, cit. por M. E. WOLFGANG,
BONGER, W., Introducción a la Criminología, pág. 123.
ibídem. Así, por todos, JELGERSMA, para quien las asimetrías anatómicas no tienen una
Así, KUEELLA, H., Cesare Lombroso, A Modern Man of Science, New York, 1910, explicación atávica ni tampoco acorde con la teoría de la degeneración funcional,
Rebman, pág. 56, cit. por M. E. WOLFGANG, op. cit., pág. 197. sino, simplemente, u n origen patológico. Cit. por BONGER, W., Introducción a la
En este sentido, HOOTON, E., The American criminal, An Anthropological Study, ^^^ Criminología, págs. 124 y 125.
134
cit., págs. 16 y 17, cit. por M. E. WOLFGANG, en: Pioneers, cit., págs. 197 y 198. Por todos, BAER: «El delito no es la consecuencia de ningún estado orgánico
136
Crítica de FERRI, E., Cfr. M. E. WOLFGANG, en: Pioneers, cit., pág. 195, nota 80. especial del delincuente... El tipo habitual de delincuente nato posee muchas señas
136
En este sentido, por todos, M. E. WOLFGANG en: Pioneers, cit., págs. 200 y 201- exteriores de deformidad física y mental, pero éstas no son ni colectiva ni indivi-
137
Vid. MIRALLES, T-, Patología criminal: aspectos biológicos, cit., págs. 59 y 60. dualmente prueba de u n a peculiaridad ta n bien marcada que lo distinga y
Cfr. M. E. WOLFGANG, en: Pioneers, cit., pág. 206. caracterice como algo típico entre sus semejantesycontemporáneos. El delincuente
"** Vid., por todos, BONGER, W., Introducción a la Criminología, cit., págs. 116 a 120-
426 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 427
no se puede extraer ninguna consecuencia sin incurrir en un absurdo círculo años recibiera las enseñanzas de Roberto Ardigo, maestro positivista cuya influen-
vicioso'"''. cia en FERRI sería decisiva'''''. Cursó estudios superiores en la Universidad de
Bolonia, con Pietro Ellero, representante, por cierto, de la llamada Escuela Clásica;
E n todo caso, la tesis lombrosiana del delincuente «nato» tiene todos y, después, en la de Pisa, junto a Garrara, máximo exponente de la citada escuela.
los inconvenientes de los «estereotipos»"'^ y su éxito desmedido eclipsó En 1877 presentó la tesis doctoral: «La negazione del libero arbitrio e la teórica
dell'imputabilita», brillante alegato positivista contra el dogma del libre albedrío
los primeros pasos de la sociología criminal europea (estadística moral). humano. Pero ni LOIVIBROSO, ni CARRARA, compartían la actitud y proceder de
Frente a la concepción «patológica» del delincuente sostenida por FERRI. Para CARRARA, FERRI «en lugar de aprender de nosotros ha venido a
enseñarnos»"^'; según LOMBROSO, además, el método investigadorde FERRI «no
LOMBROSO, la moderna Sociología criminal patrocina la tesis contra- era suficientemente positivista»'^^ reproche a su formación clásica que el propio
ria"®. Por otra parte, cada vez es más consciente la Criminología FERRI reconocería años después. De Pisa se trasladó a París, donde estudió
contemporánea de la selectividad y discriminatoriedad del control Antropología con QUATREFAGES durante un año, así como la ingente obra
penal, dato que impone u na serena reflexión antes de formular genera- estadística de QUETELETyGUERRY; fruto de esta labor será un importante trabajo
en el que revisa la obra lombrosiana: Studi Critici su L 'uomo delinquente del
lizaciones o estereotipos sobre «el» delincuente"l professore C. Lombrosé^'^. Quien años antes había ridiculizado las pretensiones de
LOMBROSO («cómo cree Lombroso que yo, un hombre de leyes, voy a tener que
;Í Bboí eíiaiJ aoí 4r medir cráneos de criminales para ser suficientemente positivista»)"", terminaría
B) ENRICO FERRI (1856-1929) 148 mo midiendo cráneos y cantando las excelencias de la nueva escuela: de la antropología
y la psiquiatría positivas frente a la abstracción, la metafísica y las «verdades eternas
de una ciencia criminal apñorística»"'^.
Nace E. FERRI en San Benedetto (Mantua), en el seno de una familia modesta'''^
Su padre era vendedor ambulante. Estudiante irregular, hasta que a los dieciséis
Monthly, 49, págs. 678 a 684 y 828 a 837, septiembre-octubre 1896; Scritti in onore
de E. Ferri per il cinquantesimo anno di suo insegnamento universitario, Torino,
1929, UTET: ANCEL, M., La défense sociale nouvelle. París, 1954, Cuyas;
lleva consigo aquellas huellas de degeneración que son frecuentes entre la gente de RODRÍGUEZ MANZANERA, L., Criminología, cit., págs. 217 y ss. y 339 y ss.,
la capa social más baja, de la cual procede por regla general. Estas huellas, que SELLIN, TH., E. Ferri: Pioneer in Criminology, en: The Positiva School of
adquiere o hereda en determinadas condiciones sociales, se afirman en él con Criminology, University of Pittsburgh, 1968; del mismo: Ferri, en: Pioneers in
intensaviolencia.»DerVerbrecherinanthropologischerBeziehung, 1893, pág. 411, Criminology, cit., págs. 277 a 300, MANZINI, V. Ferri, en: Encydopedia of the Social
cit. por BONGER, W., Introducción a la Criminología, pág. 127. Science, 1931, New York, vol. III; JIMÉNEZ DE ASÚA, L., E. Ferri: una estampa,
144 Cfr. BONGER, W., Introducción a la Criminología, cit., pág. 129. tres cartas de polémica y necrología, en: El Criminalista, VIII, 1948, Buenos Aires,
145 Vid. MIRALLES, T., Patología criminal: aspectos biológicos, cit., en: El pensamien- págs. 215 y ss.; GRISPIGNI, F., Ferri e la Scuola Positiva, en: Enrico Ferri, maestro
to criminológico, I, pág 60. de la scienza criminológica, Milán, 1941, págs, 53 y ss.; ALTAVILLA, E., La dottrina
Vid. BONGER W., Introducción a la Criminología, pág. 134: «El elemento anormal di Ferri di fronte alie scuole penali (op. cit.), págs. 13 y ss.; MASAVEU, J., Ferri,
del delito es social, no biológico. Con excepción de algunos casos especiales, el delito universitario y hombre de ciencia, en: Revista de Legislación y Jurisprudencia,
Bt ; se mantiene dentro de los límites de la psicología y de la fisiología normales. Este 1929, Madrid, págs. 697 y ss.; SAINZ CANTERO, J. A., Lecciones de Derecho Penal,
es el principio básico de la Sociología Criminal.) cit., págs. 135 y ss. (y bibliografía reseñada por el autor en la nota 26). MARTÍN
147 JEFFERY, CL. R., The Historical Development of Criminology, en: Pioneers, cit., GARCÍA, A., en: Antecedentes en el estudio de la delincuencia, cit., págs. 43 y ss.
í,il págs. 370 y 371. «En los libros de texto es un lugar común ya la observación de que el (y bibliografía allí citadas).
lOCj 99 por 100 de la población comete hechos por los que podría ser acusado de infracciones
149
Para una reseña biográfica del autor, vid. SELLIN, TH., Enrico Ferri, en: Pioneers
graves (crímenes). Menos de un 4 por 100 de los crímenes denunciados a la policía dan in Criminology, cit., pág. 277 y ss.; RODRÍGUEZ MANZANERA, L., Criminología,
tE;..i lugar a una sentencia que se traduce en pena privativa de libertad... De estos datos cit., págs. 217 y ss.
150
,iSf estadísticos hay que concluir que la población criminal difiere de la no criminal no en
151 Vid. SELLIN, TH., op. cit., pág. 279, nota 3. ,¡,:;s}.„.:_: ^^. ...^ '"
términos de variables sociológicas o psicológicas referidas a experiencias vitales del Cfr. SELLIN, TH., en: Pioneers, cit., pág. 280. '''- -»••" •««> -V»
152
infractor individual, sino en términos del proceso de adjudicación legal. El criminal Vid. FERRI, E., Polémica in difesa della scuola crimínale positiva, 1886. Reimpreso
h a sido capturado y condenado, después, en u n tribunal de Justicia. El problema, por en: Studi sulla criminalita ed altri saggi, págs. 234 a 329, especialmente, pág. 245.
tanto, se desplaza: del por qué y cómo ciertos individuos cometen hechos antisociales, Cfr. SELLIN, TH., op. cit., pág. 280 y nota 8.
153
al por qué y cómo se administra y aplica la ley penal.» Vid. Studi sulla criminalita ed altri saggi, cit., págs. 1 a 12.
148 154
Sobre E. FERRI, vid. FRANCHI, B., Enrico Ferri, il noto, il mal noto, e l'ignorato, Vid. Polémica in difesa della scuola crimínale positiva, cit. en nota 149.
165
Torino, 1908, Bocea; ZIMMERN, H., E. Ferri on homicide, en: Popular Science Cfr. SELLIN, TH., en: Pioneers, cit., pág. 281. ,ui; ín^vi-,«3^; .gsq ,.ii3
428 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 429
«Después de haber digerido y asimilado kilos de estadísticas criminales y de En 1882 acepta una cátedra en la Universidad de Siena, donde permanece
realizar, además, los oportunos estudios antropológicos—dirá el propio FERRr=6 cuatro fructíferos años. Perfila, entonces, su concepto de responsabilidad social,
comprendí que había adquirido ya un conocimiento de la realidad suficiente para legal, contemplando el /uspun/endícomo genuina «función social»; y escribe «La
emprender la construcción del sistema legal verdaderamente positivista.» La estan- Escuela Positiva de Derecho Penal», «Propiedad colectiva y lucha de clases»,
cia, pues, de FERRI en Francia sella su «conversión al método positivo»^^'. «Socialismo y criminalidad», etc.^'^^ El año 1886 fue decisivo para la vocación y
Decide trasladarse a la Universidad de Turín, donde LOMBROSO era profesor carrera política de FERRI. Acepta la defensa de un grupo de ciudadanos de Mantua
de Medicina Legal. Para obtener la oportuna habilitación, investiga sobre el sistema acusados de incitación a la rebelión, obteniendo un brillante éxito que le lanza a la
vida pública. Es elegido diputado a las Cortes Generales, por Mantua, y gana once
úñ\ jurado, publicando en 1880 una valiosa monografía en la que se declara radical
reelecciones sucesivas: hasta 1924. Poco a poco, su pensamiento político se
contradictor del mismo. Su lección inaugural versaría sobre los «sustitutivos pena-
aproxima al socialismo. Años después, reconoce que en 1886 «ya era un marxista,
les»^^^ Durante su estancia en Turín, también, completó los datos estadísticos
sin saberlo» por propugnar un «determinismo económico» muy próximo al materia-
obtenidos en Francia, que darán lugar a una obra interesante: los «Studi sulla
lismo histórico marxista; «Los hechos históricos individuales y sociales —afirmará
criminalitá in Francia del 1826 al 1878, secondo i dati contenuti nei Comptes
FERRP^^— son el producto directo o indirecto de las subyacentes condiciones
generaux de l'Administration de la Justice criminelle»^^'', donde se esboza ya su
económicas del individuo y de la colectividad.» En 1890 —y después de unos pocos
teoría de la criminalidad con acusado predominio de los factores sociales. Comienza
años como libero docenteQX\ la Universidad de Roma— es nominado para suceder
a editar «Archivio di Psichiatria» LOf\/IBROSO, y FERRI colabora en la revista del a CARRARA en la cátedra de Pisa. Lleva a cabo una intensa actividad política,
maestro con un trabajo significativo: «Del limiti fra diritto pénale ed antropología colabora en la fundación del Partido Socialista de los trabajadores, al que se
criminale»^^", en el que lleva a cabo una clasificación de los delincuentes base de su incorpora en 1893, y edita su órgano difusor: «Avanti». En 1892 funda «La Scuola
sistema racional de sanciones. La fecunda relación de FERRI y LOMBROSO, a Positiva», una importante revistajurídicadifusorade los ideales positivistas, contra-
quienes se une GAROFALO, cristaliza en una genuina nueva escuela: la Positiva. punto de la «Rivista Pénale» de L. LUCCHINI—portavoz del pensamiento clásico—
En 1879, al abandonar la cátedra de Derecho Penal de Bolonia PIETRO ELLERO, , que completará la labor del Archivio di Psichiatria lombrosiano. Su militancia política
este mismo le propone para sucederle. De modo que retorna como profesor a la y, más exactamente, las acusaciones que dirigió contra el Departamento de Guerra
Universidad en la que, tres años antes, se había licenciado, y publica sus famosos le valieron una sentencia condenatoria de once meses, cárcel y el exilio, hasta que
«Nuevos horizontes de Derecho Penal y Procedimiento», en 1880, antes de cumplir se comprobó la veracidad de las mismas. En 1906 sucedió a IMPALLOMENI en la
los veinticinco: obra cuya tercera edición, aparecida en 1892, se denominará cátedra de Derecho Penal de la Universidad de Roma. Viaja a Sudamérica, donde
Sociología Cnminale^*'^ Convencido de que los «hechos» deben preceder a las pronuncia ochenta conferencias en poco más de cien días'^' y causa un impacto
«teorías»'''^ y de que el futuro sistema penal tendría que ser administrado por extraordinario.'**"
expertos conocedores del hombre criminal, visita con sus estudiantes cárceles y
manicomios; iniciando en 1881 una investigación empírica con 699 presos de Cuatro años después, en 1912, es nombrado director del Instituto de Derecho
Castelfranco, Emilia y Pesaro, 301 pacientes del psiquiátrico de Bolonia y 711 Penal de la Universidad de Roma, que FERRI denominará: «Scuola di Applicazione
soldados como grupo de control, que lleva a cabo durante tres años; estudio Giuridico-Criminale». Su programa constaba de cuatro partes: el delincuente, el
somático y psicológico, basado en el análisis individual de cada caso^'^^ Además, delito, las sanciones y el procedimiento"'^ Terminada la primera guerra mundial,
culminaría entonces su monografía sobre el homicidio-suicidio^'^'' y la no menos abandona FERRI el partido socialista, decepcionado por la incapacidad de éste para
importante sobre el homicidio, asumir la responsabilidad del poder y llevar a cabo la deseada revolución''''^. Centra
,rrff =. ¡oíositni ieb r.;iG2-i9q BI eb asveij r, cDfc:buJ39 iee ¿o ;:>!•< 'i^fnno te sur
156 Polémica in difesa della scuola criminale positiva, ibídem. Cfr. SELLIN, TH., en: 166
Pioneers, cit. pág. 288. JÍOÍLÍOT M ^B / G.
Cfr. SELLIN, TH., en: Pioneers, cit., pág. 288.
166
1B7 FERRI, E., I contadini Mantovani al processo di Venezia imputati di «eccitamento
Así, SELLIN, TH., en: Pioneers, cit., pág. 282.
158 Vid. Dei sostitutivi penali, en: Archivio di Psichiatria, I, 1880. Cfr. SELLIN, TH., alia guerra civile», en: Difese penali, I, págs. 85 a 156, especialmente, pág. 8.
Obsérvese que Ferri, no obstante, mantiene que el crimen es «inevitable» y
en: Pioneers, cit., pág. 283.
consustancial a cualquier tipo de organización social (feudal, capitalista, socialista,
En: Annali di statistica, 2, vol. 21,1881. Reimpreso, en: Studi sulla criminalitá ed
etc.), en contraste con la tesis marxista ortodoxa de la superación del crimen en la
altri saggi, cit., págs. 17 a 59. Cfr. SELLIN, TH., en: Pioneers, cit., pág. 283.
sociedad socialista. Cfr. SELLIN, TH., en: Pioneers, cit., pág. 289.
En: Archivio di Psichiatria, I, págs. 444 y ss. Cfr. SELLIN, TH., en: Pioneers, cit., 167
Cfr. SELLIN, TH., en: Pioneers, cit., pág. 291. 5Í asrtigBq
pág. 284, nota 15. 168
Vid. SELLIN, TH., en: Pioneers, cit., pág. 287 y nota 19. Sobre la influencia de la obra de FERRI en el programa de oposiciones a Ayudantes
FERRI, E., Polémica in difesa della scuola criminale positiva, cit. Cfr. SELLIN, al Cuerpo de Prisiones, vid. MIRANDA LÓPEZ, M- J., Aportaciones sociológicas de
TH., en: Pioneers, cit., pág. 284. la Escuela Española de Criminología, en: Cuadernos de Política Criminal, 19
163
Sobre esta investigación empírica, vid. SELLIN, TH., en: Pioneers, pág. 287. (1983), pág. 209.
164 Sobre ambas monografías y sus sucesivas ediciones, vid. SELLIN, TH., en: Pioneers, 170
Vid. RADZINOWICZ, L., E n busca de la Criminología, cit., pág. 14.
c i t , pág. 288, nota 20. > -. «"4 ••••••^ ,-,.,.>..,.-. ,,., ,^..,. ...-.::: - Vid. FERRI, E., Sociología Criminale, 5- ed., I, págs. 11-12. : •• ' •
430 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 431
sus ilusiones en uno de los sueños nunca alcanzados por el positivismo: plasmar sus responsabilidad legal como contrapuesto al de responsabilidad moral,
ideales teóricos en módulos de vigencia jurídica, en ius positum. Preside la Comisión
,161-'^' su contribución pionera a la sociología criminal y la inmensa labor de
BJ» que elaboraría el Proyecto de Código Penal de 1921, iniciativa de laque se sentiría muy propaganda llevada a cabo para reclamar un a formación científica
,«39. orgulloso FERRI, aunque por inevitables compromisos el Proyecto asumía sólo
adecuada en los servidores de la función penaF'^^.
V no parcialmente los postulados positivistas^^\ Los nuevos aires políticos, sin embargo,
Butn hicieron naufragar el Proyecto. Triunfó el fascismo, y FERRI acepta, no obstante, ser
El 8 nombrado miembro de la Comisión encargada de un nuevo Proyecto de Código Penal;
9onc proyecto presentado en 1927, que se aprueba en 1930 (Código Penal Rocco- ' b) Una de las facetas más significativas de la obra de FERRI es la
Mussolini). En la quinta edición de su Sociología Crimínale, al referirse a la necesidad
metodológica. FERRI fue uno de los grandes teóricos de la Escuela
de profundas reformas sociales, justifica FERRI su colaboración con el régimen
fascista. A su juicio, éste habría asumido ya a través del Proyecto de Código Penal y Positiva que mejor cantó las excelencias del método positivo"'', como h a
otras disposiciones la adecuada prevención social de la criminalidad, haciendo buenos quedado expuesto en páginas anteriores. Ciertamente no asumió in tota
3snr muchos de los principios de la Scuola Positiva^^^. Lo cierto, probablemente, es que el el positivismo filosófico, pero sí afirmó que el método experimental,
colaboracionismo de FERRI se explica porque el régimen fascista encarnaba mejor
inductivo —el de GALILEO o BACON— era el único capaz de deparar
que ningún otro el principio de autoridad, la supremacía del orden social frente a los
excesos individualistas, la lucha eficaz contra el crimen frente al formalismo garantista el conocimiento necesario para abordar científica y eficazmente el
de los clásicos"^. El gran orador forense, autor de las célebres «Difese penali»^^" murió problema criminal"®, lejos de la fácil tentación del «fantástico silogis-
en 1929, un año antes de que se aprobara el Código Penal Rocco-Mussolini. mo», de la abstracción, del formalismo, del pensamiento deductivo
-6U/'' escolástico y metafísico. Sólo este método inductivo-experimental per-
a) La aportación de FERRI a la ciencia criminal y a la Criminología mitiría un análisis del delito acorde con tres conocidas exigencias del
es de notoria importancia. El mismo trató de sintetizarla en sus Principü positivismo: medir y cuantificar el fenómeno estudiado, adoptar una
di Diritto Criminale^'^^: postura neutra, objetiva, en la investigación, y enunciar las leyes
Bi n o it^).fff naturales que regulan inflexiblemente el suceso social examinado"''.
«Haber demostrado la Inexistencia del libre albedrío; que la defensa de la
^ n o b sociedad es el objetivo máximo de la justicia penal; los tres tipos de factores en la Psicología, positivista, Antropología criminal y Estadística social cons-
OfOE
génesis del delito; la clasificación de los delincuentes en cinco grupos; la estrategia tituyen para FEERP»» los tres pilares de la nueva disciplina criminal, de
de los sustitutivos penales como mecanismo indirecto de tutela del orden social; la la Sociología Criminal, de la que el viejo Derecho Penal «clásico» será
Oflo* motivación —y no la supuesta naturaleza objetiva del delito— como base del sistema mero apéndice. La Psicología positiva demuestra que el libre albedrío es
de sanciones; la propuesta de que se sustituyeran las granjas coloniales por el
aislamiento celular del recluso durante el día; la sentencia indeterminada, en lugar
una ilusión subjetiva. La Antropología criminal, que el dehncuente es u n
de penas con límites taxativamente prefijados en la ley; la solicitud de hospitales para individuo anormal, degenerado, atávico. La Estadística, que el crimen
Eltit delincuentes mentalmente enfermos; la abolición del jurado; el empleo generalizado tiene u n a dinámica propia, en la que apenas influyen las leyes penales
de la indemnización como castigo en el ámbito del derecho público, y el principio de y las sentencias de los magistrados.
que el crimen ha de ser estudiado a través de la persona del infractor.»
La Justicia criminal del futuro —continúa FERRpsi— ha de administrarse por
jueces que tengan suficientes conocimientos, no de Derecho Civil o Romano, sinb
Méritos a los que suelen añadirse por la doctrina: la propia consoli-
dación del término «delincuente nato», haber acuñado el concepto de
.8 gsq ,. a.
176
Así, SELLIN, TH., en: Pioneers, cit., pág. 278.
177
^''^ Vid Eelazione sul Progetto prelimmare di Códice Pénale italiano (Libro I), en: La Vid. FERRI, E., II método nel Diritto Crimínale, en: La Scuola Positiva, 1929, págs.
Scuola Positiva, N. S., I, págs. 1 a 130 (1921). El Proyecto se transcribe en las 116 y ss. Vid. SELLIN, TH., en: Pioneers, cit., pág. 282.
178
páginas 131 a 166. Vid. supra, nota 153.
179
"^ Págs. 11 y 12 (vol. I), cit. supra, nota 165 bis. Véase FERRI, E. Fascismo e Scuola Vid. BUSTOS, J., en: El pensamiento criminológico, I, cit., págs. 31 y ss.
9ü* Positiva nella difesa sociale contro la criminalitá, en: La Scuola Positiva, N. S., 1926 FERRI, E., Los Nuevos Horizontes del Derecho Penal y el Procedimiento, Madrid,
(6), págs. 241 a 274. OV-l í.lííJJiJ'
^^^ 1887, Góngora (versión castellana de Pérez Oliva, I.), pág. 400.
"^ Así lo entiende SELLIN, TH., en: Pioneers, cit., pág. 293. FERRI, E., II Congresso d'Antropologia Crimínale a Ginevra, en: La Scuola
"* Difese penali. Milano, 1925, UTET, 3 vol. ; Positiva, 1896 (septiembre), reimpreso, en: Studi sulla criminalitá ed altri saggi,
"^ Principü di Diritto Crimínale, Torino, 1928, UTET, XVI. . cit., págs. 216 a 2 3 3 (pág. 229). Cfr. SELLIN, TH., en: Pioneers, cit., págs. 296y 297.
432 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 433
de Psicología, de Antropología y de Psiquiatría. Que puedan llevar a cabo una ello, la negación del libre albedrío —continúa^*^**— no convierte al
profunda «discusión científica» sobre cada caso en lugar de limitarse a argumentar hombre en u n a máquina ni impone un diseño fatalista de la sociedad: el
con brillantes logomaquias. Siendo la «máxima defensa de la sociedad» el objetivo
prioritario de la justicia penal, el análisis de cada caso es un problema «científico» hombre es u n a máquina, pero que no está hecho a máquina. No es
—psiquiátrico, antropológico, psicológico—, no jurídico-formal, como si de la inter- necesario invocar el «libre albedrío» para fundamentar su responsabili-
pretación de un contrato privado se tratara ^'*^. dad ante la ley. El hombre responde, porque vive en sociedad^'^'', no
porque sea o deje'de ser libre. Se trata, pues, de una responsabilidad
Todo ello significa, como FERRI advirtió, «la oración fúnebre del «legal» o «social», no «moral», que permite atribuirle las consecuencias
Derecho Penal clásico»^^^, anclado en el garantismo individualista, naturales y sociales derivadas de sus propios actos por el mero hecho de
celoso valedor de los derechos del delincuente fi-ente al Estado, poco vivir en sociedad con los demás y haberlos ejecutado.
atento a los derechos prioritarios de la gente honesta que constituye la
El segundo postulado de FERRI es el de la finalidad de la pena: no el
inmensa mayoría^^". En los «Nuevos Horizontes del Derecho Penal y del
castigo del delincuente («pena castigo»), sino la defensa de la sociedad
Procedimiento» manifiesta FERRI que es precisamente el objeto asigna-
(pena-difesa) de acuerdo con el grado de peligrosidad del autor y el de
do a esa nueva ciencia —y su método— lo que identifica el ideal
reprochabilidad de su motivación. La gravedad del hecho mismo, su
positivista:
naturaleza, y la culpabilidad del infractor pasan a un segundo plano.
, «Estudiar, primero, el delito en su génesis natural, y, después, en sus efectos
jurídicos, para adaptar jurídicamente a las varias causas que lo producen los En efecto, según FERRI, el quantum del castigo no puede derivar de
diversos remedios, que, por consiguiente, serán más eficaces»^"^. Añadiendo: decisiones apriorísticas, ni de la sublimación de reglas abstractas
«Dicha disciplina comprendería el estudio científico del delito como hecho individual basadas en la naturaleza objetiva de la infracción misma sino de otros
jAv (condiciones somáticas y psicológicas del autor) a través de la antropología, la criterios científicos.
«íf psicología y la psicopatología criminal; y como hecho 5Í7C/5/(factores físicos y
socioambientales) mediante las estadísticas criminales, estudios monográficos y «Supuesto que la pena no debe ser castigo de la culpa moral, sino simplemente
-erx etnográficos comparativos, al objeto de sistematizar las diversas medidas de un medio de defensa social contra los delitos por los tres modos de eficacia
sb, defensa social: de naturaleza preventiva remotas (sustitutivos penales) o próximas preventiva... (que integran la denominada)/7Ai?i/e/7í7/y/7e5y06'c/5/(contra la repetición
g-jr (policiales), o de naturaleza represiva (penales, procesales, clínicas o terapéuticas, de los ataques por parte del delincuente), la prevención generai{con\xa la imitación
etc. del delito por parte de los que tienen malas inclinaciones) y prevención indirecta (o
89 U
para dar valor a los honrados y excitar en ellos odio y aversión al delito), es natural
r- í_t. f
decir, por tanto, que la pena, o sea, la defensa social, se debe medir con relación al
c) La negación del libre albedrío constituye el punto de partida del peligro futuro que el delito cometido determina, por la alarma producida y por su varia
pensamiento de FERRI. La fisiopsicología positiva h a demostrado — ^'; reproducción en determinadas circunstancias de tiempo y lugar», afirma FERRr^°.
argumenta FERRP^''— que el libre albedrío es u n a «mera ilusión»
subjetiva, sin fiíndamento alguno, que, además, depara «errores Pero, junto a este criterio de la peligrosidad —de la temibilidad del
ventajosísimos a los criminales en detrimento de la defensa eficaz de la autor, según expresión de GAROFALO (criterio orientador de cualquier
sociedad». El hombre se halla también sometido a las leyes de la estrategia «represiva»)— la Sociología Criminal ha de ponderar un
naturaleza, a la causalidad. Pero son muchas y muy diversas las causas segundo dato fundamental: el tipo del autor, la información que suminis-
que determinan su comportamiento, y la combinación entre ellas. Por tren la Antropología y la Psicología criminales sobre la persona del
..8VSi .)^iiq,.J»,aia9fiorH:i. HT ./!.iJLí; infractor. Cuestión de gran trascendencia porque el delincuente no es un
tipo único y homogéneo, casi algebraico —como suponían los clásicos—, y
'..S?>£ -Mka ..*Í3..B!rBiafioi*I:>:n9\.HT...>fiLIJ38 .!•
i»2 FERRI, E., ibídem.
^**^ A la «oración fúnebre del Derecho Penal» se refiere FERRI en: Los Nuevos
Horizontes, cit., pág. 23. a<.)¡4,|,i>lí, FERRI, E., Los Nuevos Horizontes, cit., pág. 37. -i^ ' • " t - i O - U . J i
^^* FERRI, E., en: Los Nuevos Horizontes, cit. (Introducción), X. BIOSÍIO? FERRI, E., Los Nuevos Horizontes, cit., pág. 89.
190
1*^^ FERRI, E., ibídem, IX. íí ,5í FERRI, E., Los Nuevos Horizontes, cit., pág. 107. A su «potencial individual de
^^^ FERRI, E., Sociologia Criminale, 5^ ed., cit., II, págs. 554 y 555. agresividad» se refiere FERRI, en: Principii de Diritto Criminale, 1928, págs. 237-
^' FERRI, E., Los Nuevos Horizontes, cit., págs. 24 y ss. 238.
434 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 435
la sanción h a de ajustarse a las características individuales, apreciadas un arma enmohecida, y en tal caso es mucho mejor hacerla desaparecer de las leyes
caso a caso, del delincuente^^^ La individualización del tratamiento y la después de haber prescindido de ella en la práctica. Por consiguiente..., llegamos
sentencia indeterminada son dos consecuencias lógicas del sistema por otro camino a ser abolicionistas»^^^
penal de FERRI.
El sociologismo moderado que propugna FERRI como teoría sobre la
°' La necesidad de plantear la justicia penal como u n debate «científico» génesis de la criminalidad, su programa político-criminal de los
y no «jurídico-formal», «legal», explica que FERRI se opusiera al sistema «sustitutivos» y la tipología del mismo, merecen un breve comentario.
áe jurado como mecanismo de enjuiciamiento de los delitos «comunes».
«Que el Jurado tenga carácter político —decía FERRP^— y por esto recoja las
simpatías de los liberales, es cosa evidente...; pero que los ideales democráticos, a d) P a r a FERRI (teoría de la criminalidad) el delito es producto de u na
que aspiramos no menos que otro cualquiera, deban conducir a excluir de los juicios anomalía «biológica», «física» y «social», a diferencia de otras tesis
penales la competencia científica de los jueces, para dejar la decisión de los arduos
contemporáneas que veían en el hecho criminal el resultado de anorma-
y peligrosos problemas de la justicia penal al arbitrio de la ignorancia popular, no
creemos que sea una cosa de desear...; en una cuestión de ciencia, esto es, de lidades exclusivamente biológicas o exclusivamente sociales, o incluso,
justicia penal, nos parece que no hay por qué invocar los ideales democráticos, sino un fenómeno «funcional»^^®. Su sociologismo, por tanto, es moderado e
el criterio de la capacidad científica.» .. „„i,».»v^,,,^,.., . „ , integrador. El propio FERRI lo explica así:
«Las acciones humanas, honestas o deshonestas, son siempre el producto de
En cuanto a la pena capital, tal vez sea demasiado generosa la su organismo fisicoquímico, y de la atmósfera física y social que lo envuelve; yo he
doctrina cuando considera a FERRI claro partidario de las tesis abolicio- distinguido ios factores antropológicos o individuales del crimen, los factores físicos
nistas, a diferencia de la postura contraria de GAROFALO —partidario y los factores sociales». Y continúa:« Los factores antropológlcosson: la constitución
de la pena de muerte— o de las ambiguas y equívocas manifestaciones orgánica del criminal (todo lo somático: cráneo, visceras, cerebro, etc.), la constitu-
ción psíquica (inteligencia, sentimiento, sentido moral, etc.), los caracteres persona-
de LOMBROSO^^^. Porque el defensismo y el rigor que inspira la «razón les (raza, edad, sexo, estado civil, educación, etc.), los factores //5/Í7ci5 (telúricos)
histórica»^®* de la Scuola Positiva, permiten cuestionar el fundamento son: el clima, el suelo, las estaciones, la temperatura, la agricultura, etc.; los factores
filosófico de tal abolicionismo. Un pasaje de los «Nuevos Horizontes» sociales son: la densidad de población, la opinión pública, la moral, la religión, la
parece ilustrativo al respecto: familia, la educación, el alcoholismo, la justicia, la policía, etc.»''^'.
,A;... " «... conformes con LOMBROSO, repetimos que el exiguo número de ejecucio-
nes capitales ha quitado a estas penas toda eficacia, tanto de selección como de Sin embargo, FERRI confiere un a clara prioridad criminológica
ejemplo. Para ser lógicos, sería menester, al menos 1.500 ejecuciones anuales, lo (etiológica) y político-criminal a los factores sociales. En primer lugar,
cual, si es muy fácil de decir, no lo es de ejecutar por ser imposible moralmente y por porque a ellos se debe, a su juicio, el incremento general de la crimina-
el estado actual de los sentimientos populares. La pena de muerte, tal y como está lidad. En segundo lugar, porque son los más accesibles a la acción del
l ^ i f en Italia, hace el efecto de los espantajos puestos en los campos sembrados para
1 ahuyentar a los gorriones..., ¿cómo queréis que los malhechores tengan miedo a un
legislador, que puede modificarlos, corregirlos^^*.
jj artículo del Código si en la práctica ven que es letra muerta?... (y añade refiriéndose
a las ejecuciones efectivas) éstas pueden considerarse como aplicaciones serias de
la pena de muerte, a las que en parte se debe un saneamiento de la sociedad, y esto ^^^ FERRI, E., Los Nuevos Horizontes, cit., págs. 378 y 381.
Í9fe porque se le ha librado de no pocos seres peligrosos que hubieran multiplicado su
El propio Ferri caracteriza su postura como intermedia y aporta u n conocido cuadro
rixí s; raza criminal. Para concluir: o la pena de muerte ha de ser una cosa seria y útil, y sinóptico de las teorías de la criminalidad de sus coetáneos. Vid. RODRÍGUEZ
Y .— entonces es necesario aplicarla en aquellas proporciones, o se la quiere tener como MANZANERA, L., Criminología, cit., págs. 344 y 345.
Para u n análisis detallado de los componentes de cada grupo de factores, vid.
FERRI, E., Los Nuevos Horizontes, cit., págs. 217 y ss. El autor advierte que
mientras los factores físicos influyen de modo casi homogéneo en todos los delin-
FERRI, E., Los Nuevos Horizontes, cit., págs. 109 y 110 cuentes, los antropológicos lo hacen de forma muy acusada en los delincuentes
FERRI, E., Los Nuevos Horizontes, cit., pág. 329. 4 lí- natos, locos y pasionales; y los factores sociales, sobre todo, en los delincuentes de
Vid. supra, nota 118. tf , „ V' „ Í f ocasión y por costumbre adquirida. Vid. FERRI, E., Los Nuevos Horizontes, cit.,
Sobre la «razón histórica» de la Scuola Positiva, y su defensismo, vid. FERRI, E., Los pág. 219. 18oa ,.a ,tíj,'
Nuevos Horizontes, cit., X. ^^^ FERRI, E., Los Nuevos Horizontes, cit., págs. 220 y 221. A•?=^á .,3 ,IEJ...... -
436 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGL^ 437
FERRI pone especial énfasis en la tesis de que el crimen tiene una a los factores psicológico-ocasionales del mismo, y no siempre. La
dinámica propia, como hecho de naturaleza social. La historia aporta complej a y heterogénea gama de factores criminógenos y la rica tipología
ajuicio del autor, infinidad de ejemplos que lo avalan^^^; y la estadística criminal (con sus también muy diversas respuestas a la intimidación
criminal demuestra hasta qué punto dicha dinámica se desentiende de legal) determinan que la pena no sea el único remedio válido para todos
las penas con que amenaza el legislador al infractor potencial, así como los impulsos criminales ni para todos los delincuentes. El ius puniendi
de las que efectivamente aplican los tribunales: el lenguaje represivo de debe adoptar un a «nueva dirección»: en lugar de u n a reacción violenta
la pena resulta, pues, ineficaz para combatir u n problema de profundas e intempestiva contra el fenómeno criminal ya desencadenado, procede
raíces sociales. una progresiva eliminación de los factores criminógenos, basada en el
Siguiendo, en parte, a QUETELET, reformula FERRI la «ley de la estudio de las leyes psicológicas y sociológicas^"^. E n definitiva, u n a
saturación» criminal. No obstante, advierte que la regularidad del delito política criminal científica, realista y preventiva que se anticipe al
—la existencia de u n volumen constante de la criminalidad— no debe crimen mismo, neutralizando sus propias raíces. Tal será el cometido de
entenderse en sentido fatalista desmedido, sino como un a realidad los sustitutivos penales, antídotos especialmente eficaces frente a los
natural «modificable». QUETELET exageró al referirse a u n inexorable factores sociales de la criminalidad y «de más fácil aplicación que la
presupuesto anual. La modificación del orden social, siempre ajuicio de metamorfosis universal social que predica la parte menos positiva del
FERRI, permite al hombre alterar sus magnitudes. Nuestra ignorancia socialismo, que con la impaciencia de generosas aspiraciones traspasa
sobre muchas leyes físicas y psíquicas, y sobre las condiciones del hecho, los límites de lo factible de estas medidas y olvida la tiranía de la ley de
nos impiden prever con precisión el nivel de la criminalidad, pero el la evolución aun en la vida de la sociedad»^°^. El legislador ha de hacerse
volumen y desarrollo de ésta es, en todo caso, efecto necesario e dueño de un a gran parte de los factores sociales, conociendo las leyes
inevitable de u n determinado ambiente físico y social, combinado con las fisiológicas y sociológicas que rigen el suceder individual y social, sus
tendencias congénitas y con los impulsos ocasionales del individuo («ley orígenes, condiciones y efectos. Sólo entonces, y através de las oportunas
de la saturación criminal»). ik58rfeéaÉ?'";oí^Slé reformas legislativas, políticas, económicas, civiles, administrativas y
penales, puede influir de forma indirecta pero eficaz en la evolución de
«Del mismo modo que en un volumen dado de agua a cierta temperatura se debe
la criminalidad^"*. La política criminal de los sustitutivos realiza uno de
disolver una determinada cantidad de sustancia química, ni una molécula más, ni
una molécula menos, así en un ambiente social, con determinadas condiciones los postulados del positivismo: luchar eficazmente contra el delito
fi3í'§ físicas o individuales, se debe cometer un determinado número de delitos, ni uno incidiendo en sus causas mediante estrategias científicas, poniendo
,XB'g.. más ni uno menos», dice FERRP™. ,., ., ... .. especial énfasis en su prevención.
-RnÍTítiTÁfisf.i«ih'f '.matfVt'Sni'[.?•>.-TO'iíirk.ír». R.' .flifciíiíí^ ís>.
No renuncia FERRI al uso de la pena, ni cuestiona por completo su
e) La ineficacia de la pena como instrumento capaz de neutralizar, en
utilidad, pero opta, desde luego, por u n Código preventivo a medio y
su caso, tan sólo los factores psicológicos del delito, pero no los restantes,
largo plazo «mucho más eficaz que los arsenales punitivos»^°^ porque «la
más importantes lleva a FERRI a formular su famosa teoría de los
estadística nos prueba que las penas tienen u na resistencia infinitesimal
sustitutivos penales^°^.
contra el choque de la criminalidad, cuando en el ambiente social se han
La Estadística Judicial europea, según FERRI, demuestra que el desarrollado los gérmenes deletéreos...»^°^.
mayor rigor represivo no otorga a los sistemas legales la pretendida
efectividad en orden a la defensa de la sociedad. El crimen responde a
unas claves propias. Alas penas les está, pues, reservada una operatividad
bien escasa en la lucha contra el delito, ya que sólo pueden enfrentarse
202
cü! vuir FERRI, E., Los Nuevos Horizontes, cit., págs. 248 y 249.
203
FERRI, E., Los Nuevos Horizontes, cit., pág. 269.
204
''" F E R E I , E Los Nucvoh Hoiizontcb, tit pags 238 > ss FERRI, E., Los Nuevos Horizontes, cit., págs. 269 y 270.
205
^"" FEERT E Los Nuevos Horizontes, cit pag 228 FERRI, E., Los Nuevos Horizontes, cit., pág. 303.
¿ni 206
FERRI, E , Los Nuevos Horizontes, cit., pags. 247 > ss. FERRI, E., Los Nuevos Horizontes, cit., ibídem. :i\o
438 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 439
Los sustitutivos penales se proyectan en todos los ámbitos del orden FERRI es considerado —y con razón— fiel exponente del positivismo
social: en el económico, político, científico, legislativo, religioso, familiar criminológico en su orientación sociológica. No debe olvidarse, sin
educativo, etcétera. embargo, que asumió buena parte del legado lombrosiano y de los
postulados de la antropología criminal, lo que excede, con mucho, el
A título meramente ilustrativo, éstas serían algunas de las reformas alternativas
que en sustitución de la pena proponía FERRI en los diversos campos^"^: en el
mero reconocimiento del «delincuente nato» en su tipología.
B' económico (libertad de emigración, impuestos progresivos, disminución de tarifas Para FERRI, las investigaciones antropológicas han puesto de relieve «que el
s aduaneras, impuestos a la fabricación y venta del alcoíiol, sustitución del papel hombre delincuente no sólo pertenece a una zona intermedia entre el hombre sano
moneda por la moneda metálica, eliminar barrios miserables, mejorar el transporte, y el loco..., sino que constituye propiamente una variedad antropológica que en las
bam
regular un seguro social para casos de accidentes, creación de instituciones de modernas sociedades civilizadas representa las razas inferiores y es una variedad
BOU crédito popular y agrario, etc.); de orden político (reforma electoral, reformas completamente diversa del tipo normal del hombre sano, adulto y civilizado»^^"; un
ir ' políticas y parlamentarias, descentralización burocrática, etc.); de orden científico{e\ «salvaje perdido en nuestra civilización... que reproduce los caracteres orgánicos y
progreso crea nuevas formas comisivas, pero también ha de aportar el «antídoto» psíquicos de la humanidad primitiva»^". Siguiendo las tesis lombrosianas, afirma
contra las mismas: vg.,1a fotografía, la química, latoxicología, la medicina forense); FERRI que homicidas y ladrones —los dos tipos más sobresalientes— presentan
de orden legislativo y administrativo {sm'pMca.áón de las leyes, cuya complejidad una serie de estigmas físicos y psíquicos. Entre los físicos: menor capacidad y
actúa criminógenamente, reforma de la legislación testamentaria, de la concursal, circunferencia craneana, agudo ángulo facial, mayor diámetro bizigomático y
reglamentación del «defensor de oficio», de centros para madres solteras, de capacidad orbital, menor desarrollo de la parte anterior y frontal y mayores y
patronatos de reos liberados, etc.); de orden religioso{pro\\\b\c\ón de procesiones exorbitantes las proporciones de la cara y mandíbulas, asimetrías craneales
públicas, de conventos, reducción del lujo de las iglesias, permitir el matrimonio de acusadas, prominencia occipital, desmedido desarrollo de temporales y parietales,
los ministros eclesiásticos, etc.); de orden /5/77///5A(establec¡miento del «divorcio», frente saliente, grandes arcos sobre las cejas, inferioridad manifiesta en el tipo de las
obligatoriedad del matrimonio «civil», preferencia de los casados para la obtención circunvoluciones cerebrales, anomalías congénitas de conformación en diversas
<5 ^
de ciertos empleos, etc.); de orden educativo(atíahetizaáón del pueblo, prohibición visceras, etc.^^^. Entre ios/75/^¿//c'05.'insensibilidad física o analgesia, insensibilidad
de espectáculos violentos, supresión de las casas de juego, restringir las publicacio- moral (no repugnancia a la idea de la acción criminal y falta de remordimiento una
nes deshonestas, proteger la infancia abandonada, etc.). vez ejecutada ésta) e imprevisión^!^.
f) Es muy conocida, por último, la tipología de FERRI, que suele C) RAFFAELE GAROFALO (1852-1934) 214
tomarse como u na de. las clasificaciones paradigmáticas del positivismo
criminológico. Consta de cinco miembros, al que se une un sexto en las iiJUaíií Nace en Ñapóles, en el seno de una familia aristocrática, católica y conservado-
adiciones a la quinta edición de la Sociología Crimínale: delincuente ra. Perteneció, desde muy joven, a la carrera judicial. Magistrado, primero, y
nato, delincuente loco o alienado, delincuente pasional, delincuente presidente del Tribunal de Casación, ocupó desde 1887 la cátedra de Derecho Penal
de la Universidad de Ñapóles. Desús obras destacan: Criminologí^^^ —de la que
ocasional, delincuente habitual y pseudodelincuente o delincuente in-
voluntario'^^^. . i •.,\ •
i Con gran realismo, advirtió FERRI que dicha clasificación pretende ser, como 210
FERRI, E., Los Nuevos Horizontes, cit., pág. 127.
r toda clasificación, un instrumento de trabajo; que sus «tipos» no eran tipos «reales», 211
FERRI, E., Los Nuevos Horizontes, cit., págs. 127 y 128.
^ sino «ideales»; que combinaba diversos criterios clasificatorios y resultaría, siempre, 212
FERRI, E., Los Nuevos Horizontes, cit., págs. 130 y 131.
" insatisfactoria, por la existencia muy frecuente de tipos «mixtos»^°^ De hecho, la 213
FERRI, E., Los Nuevos Horizontes, cit., págs. 131 y 132.
adición del delincuente «involuntario» (delito culposo o imprudente) rompe ia 214
Sobre R. GAROFALO, vid. ALLEN, FR. A., R. Garofalo, en: Pioneers., cit., págs. 254
homogeneidad de la tipología tradicionalmente sostenida por el autor. a 276 (y bibliografía allí reseñada). SAINZ CANTERO, J. A., Lecciones de Derecho
Penal, cit., págs. 133 y ss.; HERING, K. H., Der Weg der Kriminologie zur
selbstandigenWissenschaft, cit., págs. 75 y ss.; GAUTIER, A., Besprechung von R.
Garofalo, La Criminologie, París, 1888, en: ZSchSt, 1888, Bern, I, págs. 344 y ss.;
ZIMMERN, H., Criminal Anthropology in Italy, 10 Green Bag 342, 382 (1898); H.
)iiii un^í/í Ki !H5ia' B. E., Review of Garofalo, Criminology, 28 Harv. L. R., 221 (1914). Cifr. Francis A.
^"^ FEERI, E., Los Nuevos Horizontes, cit., págs. 270 a 303. ALLEN, Pioneers in Criminology, cit., pág 276; MARTÍN GARCÍA, A., en: Antece-
^"^^ Sobre la tipología criminal de FERRI, vid. SELLIN, TH., en: Pioneers, cit., dentes en el estudio de la delincuencia, cit. pág. 50 y ss. (y bibliografía citada por
284 y 285. .f/ii ?0V9.tíi<: so-J, ..A XAWJi: la autora). Y, en general, la bibliografía relativa a la Scuola Positiva, citada supra.
215
2"" Vid. SELLIN, TH., en: Pioneers cit., pág. 285. í.H HOV'»;^! V,^:Í , .3 .íííHa^.i Criminología, 1885, Ñapóles, 2- ed., Turín, 1891.
440 ANTONIO GAECIA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 441
esta disciplina tomaría, definitivamente su denominación—, D¡ un criterio positivo etc.), en lo estrictamente penológico (especial énfasis del principio de la
deltapenalit^^^, IItentativo criminoso con mezziinidoneP^. Cióchedovrebbeessere
un giudizio pénale'^", Riparazione alie vittime del deiittd^ ^, La superstizione socia- prevención especial como fundamento del castigo), etc. Sin embargo, su
é\; listé™, Deiia mltigazione deiie pene nei reati di sangué'^\ Studi recenti sulla fe ciega en el método empírico-inductivo, y la radical superioridad que
l9..< penaiité^^,e\c. reconoce a la sociedad respecto al individuo, son dos premisas básicas del
positivismo que comparte con LOMBROSO y FERRP^^
R. GAROFALO es conocido por su definición del «delito natural»; por
la importancia que asigna al «autor» en el sistema del Derecho Penal,
siendo éste el criterio que inspira la clasificación de las penas y la propia a) Según GAROFALO, el positivismo criminológico hablaba siempre
fundamentación de éstas (prevención especial); por haber propugnado del «delincuente», olvidando que este concepto presupone el de «delito».
con especial generosidad y «contra corriente» la pena de muerte acudien- Por ello, consideró u na necesidad lógica la definición de este último,
do al símil naturista de la ley de la selección natural de las especies; pero con independencia de las pautas legales. El concepto de delito
incluso por haber conseguido acuñar la actual denominación de la «natural» de GAROFALO pretende suministrar u n a noción de crimen
Criminología con más éxito que el propio LOMBROSO o FERRI. Sin autónoma, estrictamente criminológica, que permita delimitar el ámbi-
embargo, la verdadera aportación de GAROFALO trasciende el interés to y objeto de un a nueva disciplina empírica: la Criminología.
que puedan tener algunas de sus tesis. El mérito de GAROFALO reside,
«Por natural —afirmaba GAROFALO^^''— se entiende aquello que no es con-
de u na parte, en la labor de sistematización y divulgación de los
vencional, aquello que existe en la sociedad humana con independencia de las
postulados positivistas que supo llevar a cabo con notorio equilibrio y circunstancias y exigencias de una época determinada, o de los particulares puntos
capacidad de síntesis, evitando los excesos doctrinarios, con moderación de vista del legislador.» Y concluye así:« El elemento de inmoralidad necesaria para
y buen hacer. De otra, en su gran visión de estadista, preocupado más que un acto perjudicial se considere criminal por la opinión pública, es la lesión de
por la viabilidad de los principios positivistas que de la pureza teórica de aquella parte de sentido moral que consiste en los sentimientos altruistas fundamen-
tales: la piedad y la probidad. Además, la lesión ha de ser no en la parte superior y
los mismos. En efecto, no sólo consiguió un a brillante y rigurosa más delicada de estos sentimientos, sino en la medida media en que son poseídos
exposición sistemática del credo de la Scuola Positiva, sino que puso por una comunidad y que es indispensable para la adaptación del individuo a la
especial énfasis en la necesidad de que éste fuese algo más que u n credo sociedad. Esto es lo que llamaremos delito natural»
doctrinario: que asumido por el ordenamiento jurídico y por las institu-
ciones llegara a impregnar el tejido social a través de la praxis diaria de GAROFALO estima radicalmente contradictoria la hipótesis del
los tribunales. atavismo, de fondo epiléptico, como explicación teórica del delincuente
nato del antropologismo lombrosiano^^^. Por el contrario, considera
GAROFALO discrepa, a menudo, del pensamiento ortodoxo de sus
verdadero delincuente sólo a aquél que exhibe u n a falta de alguno de los
compañeros de escuela: en lo filosófico (determinismo moderado), en lo
dos sentimientos —o de ambos— antes citados: del sentimiento de
político (extremadamente conservador), en lo político-criminal (partida-
piedad (rechazo de la causación voluntaria de sufrimiento a los demás)
rio inequívoco de la pena capital), en lo criminológico (no comparte la
o del sentimiento de probidad (respeto a los derechos de propiedad
teoría de la criminalidad antropológica de LOMBROSO ni el
ajenos); vivencias ambas que, integrando la sensibilidad moral variable
sociologicismo de FERRI, critica las tipologías criminales de ambos,
de cada momento histórico, se presentan en estadios más o menos
avanzados y resultan esenciales para la convivencia sociaP^'^.
'> qí.V/ . / \l Z\ H'/JH fíi , t í ' / ..H - , to
" f f f i i .o'Oi» ' l'í T,ta«V " . 1 , -,
^^•^ Ñapóles, 1880 rhPS - . n U rtif' i ÍJ^OI u! íui ) . b .•oq i*.i i'.íjij-, ,iAiñ-'<^ !'•> / O, i-ííri!'> íj-'- - . j i i i . I ^oJ 3Í) sSvnaiMU^
^" Tuim, 1882, Loescher i ! /f„rj { r^^ , nu iií. í'. . T i ; '> ,'MAÍ ...-
"^^^ Tuiín, 1882, Loescher i r&fl r^: fy í m m n ) ','<J>\^ /')''l,3i.
^''^ T u n n , 1887, Bocea f í^ ' . , H ti ' t- " í / ' ' 223
Así, ALLEN, F. A., Garofalo R., en: Pioneers, cit., pág. 274. lia
^^'' París, 1895, F Alean n -• • <"• -- •*- v 224
Criminología, 2- ed., Turín, 1891, págs. 5 y ss., especialmente, pág. 30.
221
Cfr. SAINZ CANTEEO, J. A., Lecciones, cit., pág. 134, nota 22. SKÚIS&Í- 225
Cfr. ALLEN, F. A., en: Pioneers, cit., pág. 256.
222
1878, cit. por SAINZ CANTERO, J. A., ibídem. iVnÍHfi^'. 226
Vid. ALLEN, F. A., en: Pioneers, cit., pág. 257. - - -^ -
442 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 443
A primera vista pudiera entenderse que la construcción del delito natural de frontal. Pero todo esto no evidencia más que una cosa: que se han detectado con
,. GAROFALO representa una tardía manifestación o /eiz/Va/del ius gentium: wx\ más frecuencia ciertos caracteres del cerebro o del esqueleto entre criminales que
iíB ,í- en el resto de la población presumiblemente honesta. Nada más. En términos
alegato afavor de la elaboración, en el ámbito penal, de todo un código internacional
®*^P para los países europeos de homogéneo desarrollo culturaF^^. GAROFALO, sin antropológicos, añade GAROFALO, el «tipo asesino» no puede describirse con tales
Isfae embargo, explicitaría que no cabe formular un catálogo de «delitos naturales» datos^^".
apriorístico y de validez universal. No es viable, según GAROFALO, delimitar la
- materia «criminal» sobre la sólida base del amplio consenso, porque históricamente , En la teoría de la criminalidad de GAROFALO desempeña u n papel
han variado de modo ostensible los niveles del desarrollo social, dando lugar a . decisivo el concepto de anomalía psíquica o moral, esto es, la carencia en
diferencias significativas en la caracterización de un mismo comportamiento como
* ^ ^ «delictivo» según las circunstancias de tiempo y lugar. Científicamente —conclu- el delincuente de un adecuado desarrollo de la sensibilidad moral, de
ye— sólo puede estimarse «crimen» aquella conducta dañina para la sociedad que vivencias altruistas; defecto no mero producto de factores ambientales,
ofende los sentimientos morales de probidad y piedad, atendiendo a la vigencia sino condicionado por una base orgánica. Dicha «anomalía moral»,
media efectiva de tales valores en ia concreta sociedadúe que se trate^^*'. según GAROFALO, difiere claramente de la genuina enfermedad men-
tal. Porque no se t r a t a de u n factor patológico, en sentido estricto, sino
b) La teoría de la criminalidad de GAROFALO: más exactamente, su de una «variación psíquica», transmisible sin lugar a dudas por vía
diagnóstico sobre el hombre delincuente, se distancia tanto del análisis hereditaria, y que aparece con mayor frecuencia entre miembros de
antropológico lombrosiano como del sociologismo de FERRL «ciertas razas inferiores» que en las modernas sociedades civilizadas^^^
^I P a r a los clásicos el delincuente era u n a ficción: el sujeto activo del GAROFALO no llegó a delimitar, sin embargo, el soporte o base física de la
delito. Los positivistas invirtieron los términos del problema: no existe anomalía moral. Unas veces se refirió a un «misterioso atavismo». Otras, a cierta
el delito sino el delincuente. GAROFALO tuvo el mérito de destacar la degeneración moralúe más reciente origen. Para terminar afirmando que lo único
seguro era que los delincuentes poseen signos regresivos o características que
necesaria correlación entre el concepto de «delito» y el de «delincuente». denotan un menor grado de desarrollo evolutivo que los no delincuentes^^^.
La búsqueda, en tal sentido, de u na fórmula integrada, le aproxima a los
planteamientos clásicos, aun cuando se cuidara de manifestar que Los factores sociales y ambientales tienen un valor secundario en
«nuestro conocimiento del criminal no se limita al de sus actos»^^^. orden a la explicación e incluso a la prevención del crimen para
GAROFALO rechazó explícitamente la teoría antropológica radical, GAROFALO, dado que su teoría de la criminalidad es u n a teoría
estimando que no había conseguido demostrar su hipótesis: que el endógena que potencia el carácter congénito o hereditario de la anoma-
hombre delincuente sea u n tipo antropológico de hombre distinto. lía moral del individuo delincuente. La miseria económica, por ejemplo,
no sería causa de la criminalidad según el autor, si bien éste admitió que
Bisfo Es posible—argumenta GAROFALO—que el tamaño inusual de las mandíbulas
g signifique atisbos de brutalidad y violencia indiscutibles; tal vez, también, que la las condiciones económicas sí pueden determinar la concreta forma o
región occipital se halle mucho más desarrollada entre los delincuentes que la región modos de manifestación de aquélla^^^. Al adecuado clima familiar e
instrucción religiosa en los decisivos años de la infancia atribuye un
t,
importante valor «preventivo». j~ ,. ,
•Hh •. •i<k-\ 4-t \ j J i ' av'.'tiü "jn o>
227 Cfr. ALLEN, F. A., en: Pioneers, cit., págs. 257 y 258. «Sin duda alguna—afirma GAROFALO^^"—causas externas, como la tradición,
228 Cfr. ALLEN, F. A., en: Pioneers, cit., pág. 258. También: HEEING, K. H., Dar Weg los prejuicios, los malos ejemplos, el clima, las bebidas alcohólicas, y otras
der Kriminologie zur selbstándigen Wissenschaft, cit., pág. 76. Es de observar que
Garofalo, con el concepto de «delito natural», sólo pretendía delimitar el objeto
propio de la Criminología como disciplina empírica, y no, por ejemplo, limitar el ius Criminología, cit., págs. 101 y ss. Sobre el problema, vid. ALLEN, F. A., en:
puniendi de los Estados. Sin embargo, y de pasada, sugirió la posibilidad de Pioneers, cit., págs. 261 y ss.
231
emplazar aquellas infracciones que no encajaran en el concepto de «delito natural» Criminología, cit., págs. 87 y ss. Vid., al respecto, ALLEN, F. A., en: Pioneers, cit.,
en un Código aparte. páginas 262 y ss.; HERING, K. H., Der Weg der Kriminologie zur selbstándigen
En los delitos más graves, por ejemplo, estima que las circunstancias que rodean Wissenschaft, cit., pág. 77. ,. ~.
232
la comisión de los mismos permiten identificar al autor sin necesidad de acudir • Criminología, cit., págs. 87 y ss. " • "'-•" '' •>
233
como en los delitos «menores»— a los estudios psicológicos y antropológicos de la Cfr. ALLEN, F. A., en: Pioneers, cit., pág. 263, nota 47. - -— -
234
persona del delincuente. Cfr. ALLEN, F. A., en: Pioneers, cit., pág. 261. Cfr. ALLEN, F. A., ibídem. 'f MÍÍJJA .^^.
444 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 445
semejantes, no carecen de importancia. Pero en nuestra opinión, en la vida instintiva eficaz defensa de la sociedad contra la criminalidad, pero potenciando al
9up át del verdadero criminal siempre se halla presente un elemento específico que es
máximo la idea de prevención especial. El efecto disuasorio del castigo,
zcffúm congénito o liereditario —adquirido durante la tierna infancia, en los demás casos—-
aelBlncy que deviene inseparable de su organismo psíquico.» acentuado por la filosofía clásica y los puntos de vista convencionales, así
como la corrección del delincuente o la propia función retributiva del
c) La tipología criminal de GAROFALO rompe con el modelo positivo castigo pasan a un muy segundo plano.
convencional. Partiendo de la base de que el déficit orgánico de sensibilidad ' GAROFALO^^*^ defendió la pena de muerte, («contro la corrente»,
moral varía de unos individuos a otros, distingue GAROFALO cuatro según sus propias palabras), como consecuencia del «darwinismo social»
clases de delincuentes, según el grado de carencia que exhiban en los que inspira su obra. Existe u n proceso de selección natural de las
sentimientos morales altruistas de probidad y piedad: asesinos, delincuen- especies que condena a muerte a aquellas que no se adaptan al medio,
tes violentos, ladrones y criminales lascivos. Al primer grupo pertenecen los recuerda GAROFALO. Debemos seguir el ejemplo de la naturaleza y
genuinos delincuentes. Los restantes serían delincuentes «menores», sus- eliminar de la sociedad a quienes por u n déficit o ausencia de los
ceptibles de una subclasificación: criminales por defecto del sentimiento de necesarios sentimientos altruistas h a n demostrado su incapacidad para
piedad (delincuentes violentos) y criminales por defecto del sentimiento de adecuar su conducta a las exigencias de la convivencia social. La pena
probidad (ladrones). Los individuos «lascivos» integrarían un subgrupo de muerte, por tanto, no es sino u n mecanismo de selección artificial que
heterogéneo de delincuentes de difícil encaje^^^. sigue, simplemente, el sabio modelo de la naturaleza^^^. En el sistema de
El asesmoes el delincuente por excelencia y carece por completo de altruismo, penas de GAROFALO juegan u n papel decisivo, pues, dos ideas: la de
de sentimientos de probidad y piedad, de modo que delinque tan pronto como se eliminación de quienes representan u n serio peligro para la comunidad,
presenta la ocasión. En cuanto manifestación extrema de anomalía moral, apenas de una parte; y, de otra, la continua referencia al proceso de selección
se requiere un examen psicológico o antropológico para identificar este tipo de
natural, que opera como legitimación «moral» tácita del castigo. Ambas
criminal: las circunstancias de su propio delito le delatan (naturaleza del hecho
cometido, modalidades comisivas, etc.). explican, probablemente, el rigor, naturaleza y prelación de los instru-
El delincuente violentos?, un tipo «endémico» muy condicionado por factores mentos defensivos en cada caso indicados, según GAROFALO, que en
ambientales y sociales. Pero se trata, en todo caso, de un sujeto subnormal, inferior, último término se prescribirán de acuerdo con las características y
que por razones congénitas o hereditarias sufre un déficit significativo de su temibilidad del tipo criminal de que se trate^^^.
capacidad moral.
El ladrón—el segundo subgrupo principal entre los delincuentes menores— sí gg¡ La pena de muerte, por ejemplo, parece inequívocamente indicada, según
parece producto de factores sociales, del medio, más que cualquier otra clase de ^ * ' . GAROFALO, para quienes han evidenciado una completa ausencia de sensibilidad
delincuentes, si bien, a juicio de GAROFALO, algunas de sus manifestaciones moral y, por ello, una incapacidad definitiva para vivir en sociedad. Pero no sería
., habría que atribuirlas aun remoto atavismo o incluso aun déficit genérico de energía recomendable para delincuentes «menores» cuya anomalía moral se manifiesta en
! r.moral del individuo. ' " ' formas no tan extremas: produciría indignación social. Para éstos, la «eliminación»
admite grados, existen otras medidas. Así, con relación a ciertos tipos de criminales
violentos, ladrones profesionales y delincuentes habituales cabe la privación perpe-
Finalmente, en cuanto a los delincuentes lascivos, de difícil tua de libertad, o la deportación a colonias ultramarinas. En el caso de los
inordinación para GAROFALO, u n as veces son subtipos del criminal delincuentes jóvenes, altamente influidos por el medio, podría ser más adecuada la
violento, otras el resultado de meros desórdenes mentales; las más, reclusión indefinida en colonias agrícolas. A propósito de determinados delitos
casos caracterizados no tanto por ausencia del sentimiento de piedad situacionales, basta con expulsar al autor de su círculo social o profesional o con
privarle de ciertos privilegios cuyo abuso ha dado lugar a la comisión del delito. Por
como por los bajos niveles de energía moral y percepción moral.
último, existen verdaderos crímenes en los que, sin embargo, el delincuente no
expresa una clara anomalía moral: aquí la sanción más adecuada consistiría en la
.ÉML
446 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 447
reparación forzosa de los daños del delito y gastos ocasionados por el mismo, si es coactiva, equivale a u n castigo^*''. Pero tampoco comparte GAROFALO
necesario, incluso a costa de prestaciones laborales obligatorias por parte del
'' delincuente.^^^ el prevencionismo a la usanza de los clásicos. Pues, su elevado nivel de
i abstracción le hace inevitablemente incierto, inseguro. Y, sobre todo,
í
porque la sola idea de prevención no permite determinar la clase de
GAROFALO rechaza, como todos los positivistas, la idea de respon- castigo en cada caso necesario, ni la entidad de éste: datos todos ellos que
sabilidad moral, profesando un concienzudo determinismd^'^^, si bien imponen u na obligada referencia a las características (temibilidad) del
menos radical que FERRI. Tal rechazo, sin embargo, se explica mejor infractor concreto^^®. No obstante, debe observarse que GAROFALO
desde el punto de partida defensista inspirador de toda su teoría del abrazó el ideal prevencionista con todas sus insuficiencias con relación
castigo que desde concepciones filosóficas o metodológicas determina- a las infracciones muy numerosas que no encajan en el concepto de
das. De algún modo, incluso, tiene algo de contradictorio el intento de «delito natural»; que, en cuanto a éste, su postura se aproxima conside-
divorciar moralidad y responsabilidad moral, cuando procede de un rablemente a la de los clásicos, por entender que priman las caracterís-
autor que, como GAROFALO, abandera un a genuina «teoría estética de ticas del hecho mismo para la identificación del autor; y que, respecto a
los valores morales»^*^ El régimen penal que sugiere para los enfermos los «delincuentes menores», GAROFALO mantiene la necesidad de
mentales que delinquen—criminales, en definitiva, según GAROFALO— análisis psicológicos y antropológicos que especifiquen cuáles son los
responde a idéntico defensismo. Defensismo que el propio autor explícita: tratamientos científicamente adecuados, caso a caso, desiderátum
«Cuando tratamos de averiguar si un hombre es ciertamente responsable de lo individualizador opuesto al ideal prevencionista que el propio autor no
sfc '" que ha hecho... siempre terminamos descubriendo que no lo es. Esta es la falacia concretó ni esté probablemente aún hoy la ciencia en condiciones de
que se extiende por todo el sistema y a la que se debe la actual inefectividad de la
represión. Toda la culpa reposa en los dos principios de responsabilidad moral y de
hacerlo^'*®.
proporción penal»^"*^.
Políticamente discrepó también GAROFALO de sus correligionarios.
Mantuvo u na postura activa contra el socialismo, de la que es testimonio
Para GAROFALO, las teorías retributivas no hacen sino socializar la
su opúsculo «La superstizione socialista». Fue vicepresidente de la
venganza, y carecen de virtualidad para legitimar el castigo, entre otras
Comisión que, en 1921, y bajo la presidencia de FERRI, elaboró un
razones porque el delincuente no tiene la capacidad moral indispensable
Proyecto de Código Penal, adhiriéndose después vehemente al régimen
que presuponen aquéllas para expiar su culpa y regenerarse a través del
fascista.
cumplimiento del castigo^*^. Lo mismo sucedería con las teorías
;(S6 BJO;S ns shañmai BÍlsmoádié••/' .HÜ V Sfil .¿UBÍÍ .:.ih.ÍBTI-• ' ^ ¡•:^-¡','d--.vniu ,
correccionalistas, frente a las que muestra u n profundo escepticismo.
. , :••• \s ^;:•'> .
Acérrimo partidario del tratamiento individualizado, desconfía, sin
embargo, GAROFALO de las posibilidades de corrección del criminal a D) El positivismo criminolóeico en España "'' ''"^' ''
través de métodos educativos o pedagógicos. Primero, porque la base P. DORADO MONTERO (1861-1919)2«, R. SALILLAS (1854-1923) y
orgánica e indeleble que asigna a la anomalía psíquica o moral le hace C. BERNALDO DE QUIRÓS (1873-1959) son tres destacados represen-
pensar en la inalterabilidad de los factores criminógenos típicos. En tantes del positivismo criminológico en España.
segundo lugar, porque contra conocidos planteamientos utópicos o
eufemísticos, estima que toda privación de libertad, sea cual fuere el , <S t i I • . I J ' T
motivo u objeto de la misma (incluido el tratamiento), si es forzada,
d n c i i:>Wii-ii. 244
ofíiTi ,ioons-~ Í.1 i if..) r t ii norc. b >. . 1 . 1 F a"» ALLEN, F. A., ibídem.
La idea de temibilitá es formulada ya por GAROFALO en su obra «Di un criterio
positivo dalla penalitá» (Ñapóles, 1880). ;, ,,.-„,
239
Vid., ALLEN, F. A., en: Pioneers, c i t , pags 266 y 26,7 - -- - ^^'^ Así, ALLEN, F. A., en: Pioneers, cit., pág. 273. ..... r, ;mL<j,, .<>. =. :v¡,:;, •,
240
Así, ALLEN, F. A., en: Pioneers, cit, pag 268 .. ...,. \ J.»' W H> ^^^ Sobre DOEADO MONTERO, vid. RIVACOBA RIVACOBA, M., El centenario del
241
ALLEN, F. A., ibídem. ,it>--'fc, * ;< 'va nacimiento de Dorado Montero, Santa Fe, 1962; ANTÓN ONEGA, J., La Utopía
242
ALLEN, F. A., ibídem. •^> j M, *'I ,1>KÍL'»I < - ^ •«». u ib penal de Dorado Montero, Salamanca, Universidad, 1951; BARBERO SANTOS,
24a
ALLEN, F A . , o p . cit.,pág. 270. . . M .t , ^ Í ,IH . - / ivLL M., Remembranza del profesor salmantino Pedro García-Dorado Montero en el 50
448 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 449
(XSSL) D O R A D O M O N T E R O trató de armonizar nuestr a tradición positivistas. U n nuevo Derecho Penal que ejercería u n a ñinción tutelar,
correccionalista (GINER DE LOS RÍOS, CONCEPCIÓN DE ARENAL, ¿e patronato, dirigida a modificar y corregir la voluntad criminal
L. SILVELA, etc.) y los postulados positivistas ajenos a la misma. No es concreta y de acuerdo con un conocimiento psicológico profiíndo de las
por ello, u n positivista puro, ni u n correccionalista genuino, sino más causas de la criminalidad, caso a caso. La utopía de DORADO MONTERO
bien un «positivista crítico»^***. Conoció la obra de LOMBROSO y FERRI sugiere, pues, u n a auténtica «Pedagogía correccional», dirigida por la
durante su estancia en Italia, dedicando a ella sus primeros escritos Psicología^^^, en lugar de la tradicional Administración Penal. Los
(«Estado de la ciencia jurídica italiana en los momentos presentes», «La magistrados, abogados, etc., deberían ser sustituidos por ñmcionarios
Antropología Criminal en Italia», «El positivismo en la ciencia jurídica especializados, expertos en Psicología, Antropología (fisiología, anato-
y social italiana», aparecidos en 1886,1889 y 1891, respectivamente)2*3. mía, patología, higiene, terapia, etc.) capaces de diagnosticar y t r a t a r
El positivismo constituirá la base de la fundamentación científica y cada caso concreto científicamente, quienes asumirían competencias
filosófica de DORADO MONTERO. Sin embargo, la concreción penal de judiciales, administrativas y policiales^®^. Todos ellos orientados a con-
su pensamiento sigue fiel al correccionalismo, consiguiendo u n a armó- seguir u n a sola meta: no el castigo del delito, sino la corrección efectiva
nica fusión de los postulados k r a u s i s t a s (correccionalistas) y del delincuente^^*, su reforma. E n consecuencia, el t r a t a m i e n t o
positivistas^so. P a r a DORADO MONTERO la Justicia se halla en crisis, individualizado sustituye a la pena, siendo el criterio definidor del
el Derecho Penal retributivo, basado en la idea de castigo, «camina hacia mismo no la gravedad objetiva del delito cometido, en abstracto, sino las
su tumba»^^^. El cambio proñmdo exigido requiere la sustitución del exigencias pedagógicas concretas de cada delincuente. El juez deviene,
viejo Derecho Penal por u n nuevo Derecho correccional protector de los entonces, u n auténtico «médico penal» que ejerce la «cura de almas»^^^
criminales (como ya intuyeran los correccionalistas), si bien sobre bases sin restricciones de ningún tipo. La duración y contenido del tratamien-
.aor^iíaaíy^j'^ír,(..-.r::; '.i)OJA'''íOílAOn9fd,:.. to serán absolutamente indeterminados, ponderándose los anteceden-
alna m t ip.a t w i HC •! s >ti íMrríS>Ílfii'\na ía K - f t r t í í n c>Trr+no oftttia^r.
tes del autor, su peligrosidad real y respuesta a aquéP^''. P a r a DORADO
MONTERO, en todo caso —contra lo que mantuviera el positivismo—,
aniversario de la muerte, en: Problemas actuales de las ciencias penales y la el delincuente es u n menor, u n ser débil y necesitado de ayuda, frente al
filosofía del Derecho (Homenaje a Jiménez de Asúa, L., Buenos Aires, 1970, págs. que sólo se legitiman medidas de tutela y protección^^^, no penas. De
': ' 349 y ss.); SALDAÑA, Q., Dorado Montero, Madrid, 1920; LÓPEZ REY, M., Pedro modo que la «odiosa» función penal ha de tornarse de represiva en
Dorado Montero, en: Pioneers, cit. págs. 316 a 325; SAINZ CANTERO, J. A., en:
Lecciones de Derecho Penal, cit., págs. 196 y ss. (y bibliografía reseñada en nota 52);
JIMÉNEZ DE ASÚA, L., Don Pedro Dorado Montero, en: El Criminalista, III,
Buenos Aires, 1949, págs. 25 y ss.; COBO DEL ROSAL, M. y BACIGALUPO ,!•'
ZAPATER, E., Desarrollo histórico de la Criminología en España, en: Cuadernos de ^^^ DORADO MONTERO, P., El Derecho Protector de los criminales, cit.. I, pág. 81.
; Política Criminal, II (1980), págs. 34 y ss.; MIRANDA LÓPEZ, M^ J., Aportaciones ^^^ Cfr. LÓPEZ REY, M., Pedro Dorado Montero, en: Pioneers, cit., págs. 321 y ss.;
sociológicas de la Escuela Española de Criminología en: Cuadernos de Política SAINZ CANTERO, J. A., Lecciones, cit., págs. 199 y ss. Vid. DORADO MONTERO,
Criminal, 19 (1983), págs. 207 y ss.; CEREZO MIR, J., Curso de Derecho Penal cit., P., Bases para u n nuevo Derecho Penal, Manuales Gallach, Barcelona, págs. 76 y
págs. 103 y ss. ss.
2*** Vid. SAINZ CANTERO, J. A., Lecciones, cit., pág. 198; CEREZO MIR, J., Curso de ^^* DORADO MONTERO, P., Bases para u n nuevo Derecho Penal, cit., págs. 12 y 13,
Derecho Penal, cit., pág. 104. y 14 y ss. También: Misión de la justicia criminal en el porvenir, en: El Derecho
2*^ Sobre la ingente obra de Dorado Montero, vid. SAINZ CANTERO, J. A., en: Protector de los criminales, cit., I, pág. 415.
255
Lecciones, cit. pág. 196, nota 52. DORADO MONTERO era partidario del máximo arbitrio judicial, precisamente
'^^° Vid. RIVACOBA RIVACOBA, M., El centenario del nacimiento de Dorado Montero, por las connotaciones correccionalistas que rodean su concepción de la función
cit., pág. 85; ANTÓN ONECA, J., La Utopía penal de Dorado Montero, cit., pág. 30. penal. Pero dicho arbitrio ha de entenderse referido a unos jueces «formados ad
Una de las notas más características de la obra de Dorado Montero es que el autor hoc», con una «cultura realista», capaces de llevar a cabo un verdadero tratamiento
—contra uno de los postulados fundamentales del positivismo— no contrapone «higiénico y profiláctico, curativo y protector de los delincuentes». DORADO
individuo y sociedad para afirmar la supremacía de esta última. Vid. LÓPEZ REY, MONTERO, P., Bases para un nuevo Derecho Penal, cit., págs. 95 y ss.
256
M., Pedro Dorado Montero, en: Pioneers, cit., pág. 320. DORADO MONTERO, P., Bases para un nuevo Derecho Penal, cit., págs. 88 y ss.
257
^" DORADO MONTERO, P., Del Derecho Penal represivo al preventivo, en: El DORADO MONTERO, P., Bases para un nuevo Derecho Penal, cit., págs. 13,17 y
Derecho Protector de los criminales, Madrid, 1915,1, pág. 316. 36 y ss. .^ .^- . „ - , ,..;- : - ~ —--—_
450 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 451
preventiva, de punitiva en correccional, educativa y protectoral'^®, al criminal (búsqueda de sus causas) y del propio delincuente^^^. Su
servicio de u n utilitarismo rectamente entendido, inteligente, previsor orientación fue predominantemente «sociológica»^®®, si bien no prescin-
racional, menos egoísta y sentimental que el propio de u n idealismo dió nunca de la incidencia criminógena de los factores «antropológicos»:
, abstracto^^^. más que u n a observación del delincuente, preocupó a SALILLAS el
entorno o medio de éste, entorno que estudió con la ayuda de métodos
DORADO MONTERO no fue u n revolucionario, sino un utópico cuyo sociológicos y psicológicos.
correccionalismo entronca con la vieja tradición española y el pensa-
miento de Séneca^^". Algunas de sus ideas fueron asumidas por la De entre sus obras cabe destacar: «La vida penal en España» (1889),
Defensa SociaP''^ Uno de sus méritos consistió, sin duda, en haber «La reforma penitenciaria» (1904), «La Antropología en el Derecho
sabido limar los afanes defensistas extremos del positivismo criminológico Penal» (1889), «Evolución penitenciaria española» (1919), y, sobre todo,
gracias a su enfoque humanitario y correccionalista, propugnando al «El delincuente español: El lenguaje» (1896) y «Hampa» (Antropología
propio tiempo un nuevo sistema que toma como punto de apoyo no los picaresca, 1898), y «La teoría básica» (biosociología) (1901).
dogmas abstractos del clasicismo, sino las ciencias del «ser» y el método Para SALILLAS, el delincuente no es u na subespecie humana, fruto
positivo^^^. del atavismo; ni u na realidad patológica, sino una criatura del medio en
que vive, cuya naturaleza y desequilibrios son de la misma índole que los
de la sociedad y entorno que le rodean. Por ello, la raíz «inmediata» del
stfyi ^,) j ^ SALILLAS^'^s j^Q era jurista, sino médico. Ingresó en la Dirección
delito se halla en la constitución psíquica y orgánica del delincuente,
General de Prisiones, como oficial, ocupando diversas vocalías en el
pero su «raíz mediata» o «causa fundamental» está en el medio físico y
Patronato de la Trata de Blancas, Instituto de Reformas Sociales y
social del individuo, en su base de sustentación. Es este «medio», ajuicio
Consejo Superior de Protección de la Infancia, así como la Secretaría del
de SALILLAS, el que conforma la psiquis criminal; el que, en definitiva,
Consejo Penitenciario. Su obra es el exponente más claro del positivismo
hace al hombre delincuente: el delincuente es u n «producto del medio»^®^.
criminológico^" aunque no utilice el método experimental, pues preten-
En «Hampa», el autor identifica al prototipo de delincuente español con
de, ante todo, u na explicación «etiológica» y científica del fenómeno el «hampón» y el «picaro» de la época. SALILLAS propugnó u n a concep-
268 Vid. CEREZO MIR, J., Curso de Derecho Penal, cit., pág. 108. iríís")'bi B ridíoOifbcR/ni .W í)'5[vy:üí' '>'v Í •>,,''-jh «ÍMt'••»?!'
269 Sobre el autor, vid. SAINZ CANTERO, J. A., Lecciones de Derecho Penal, cit., págs.
II ^W ídíi TI 'A nMfíIMH'..o , ! < I- 4„
205 y ss., y nota 77.
Así, JIMÉNEZ DE ASÚA, L., La larga y ejemplar vida de Constancio Bernaldo de
Quirós, en: El Criminalista, 2- serie, V, 1961, Buenos Aires, págs. 231 y ss. Sobre los debates habidos en los diversos Congresos internacionales, vid.
Resaltando el enfoque «sociológico» de BERNALDO DE QUIRÓS al examinar el RODRÍGUEZ MANZANERA, L., Criminología, cit., pág. 222 y ss.; BONGER, W.,
problema de la «prostitución» y sugerir reformas «sociales»; comparando, incluso, Introducción a la Criminología, cit., pág. 241 y ss.
alguno de sus planteamientos al respecto con los de D. MATZA, MIRANDA LÓPEZ, SCHNEIDER, H. J. (Kriminologie, cit., pág. 91) distingue tres «épocas» en la
M- J. Aportaciones sociológicas de la Escuela Española de Criminología, en. Criminología: la de la Escuela Clásica, del siglo XVIII, la de la 'Escuela. Positivista
Cuadernos de Política Criminal, 19 (1983), pág. 211. de finales del XIX) y la «moderna Escuela» (de mediados del siglo xx).
454 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 455
2 . LA ESCUELA F R A N C E S A D E LYON^ asumieron sus tesis sobre la naturaleza del delito^ COUTAGNE —quien investigó
sobre la Influencia de las profesiones en la criminalidad^— y MASSENET (sobre la
de! Escuela criminal-sociológica o «escuela del medio» (milieu) como conexión de determinadas condiciones socioeconómicas y la criminalidad)^". Igual-
mente, suele citarse a AUBRY, y a una serie de médicos y antropólogos como
suele ser denominada— significa la más abierta contradicción a las tesis MANOUVRIER, genial contradictor de LOMBROSO", LETOURNEAU^^
de la Scuola Positiva, y, en particular, a la directriz antropológica BROUARDEL y TOPINARD".
lombrosiana. Integrada fundamentalmente por médicos —no juristas,
ni sociólogos— es heredera de u n a brillante tradición en la que figuran G. TARDE merece, en todo caso, un tratamiento independiente.
autores del prestigio de J. LAMARCK, E. GEOFFROY ST. HILAIRE y
L. PASTEUR (1822-1895). Frente a la relevancia capital que el sector La tesis fundamental de la Escuela de Lyon se resume en un
antropobiológico del positivismo atribuía a ciertos factores individuales, pensamiento muy simple: el criminal es, como el microbio o el virus, algo
supuestamente congénitos, de transmisión hereditaria, y atávicos, la inocuo, hasta que encuentra el adecuado caldo de cultivo que le hace
escuela francesa —llamada, también, escuela antroposocial—, pone el germinar y reproducirse; función esta última que desempeña el medio
acento en el «medio social» o «entorno» (milieu), del mismo modo que sus social respecto a la predisposición criminal individual latente en ciertos
antecesores resaltaron la importancia del medio ambiente- tanto en la sujetos.
formación de especies y variedades como en la etiología de enfermedades a) A. LACASSAGNE (1843-1924), médico y biólogo francés, profesor
infecciosas'*. Sin embargo, poco tienen que ver estos médicos con los de Medicina legal en Lyon, es autor de unos conocidos Précis de Médecine
sociólogos estadísticos, por más que a menudo exhibieran u n sorpren- Judiciaire^*, aunque su pensamiento criminológico se recoge en una
dente conocimiento de las causas sociales del delito^ bajo la influencia
—eso sí— de un cierto realismo radical o materialismo sociaF.
^ BOURNET, A., De la criminalité en Franca et en Italie, París, 1884, pág. 88;
'" El ideario de la denominada Escuela de Lyon se dio a conocer por
CHASSINAND, Etude de la statistique criminelle de la Franco au point de vue
LACASSAGNE con motivo del Congreso Internacional de Antropología medico-legal, Lyon, 1881, pág. 11.
Criminal celebrado en Roma, en 1885; y su órgano difusor fue la revista ^ COUTAGNE, Les influences des professions sur la criminalité. Cfr. HERING, K.
Archives de l'Antropologie criminelle et des sciences penales, fundada H., Der Weg der Kriminologie, cit., pág. 100.
por LACASSAGNE y TARDE en 1886, que se publicará bajo diversas ^^ MASSENET, Quelques causes sociales du crime, Lyon, 1893. J u n t o a los autores
cabeceras ,^.__^^ u aR.T,iahlA'sÍHfT PiínicofrinofírtR p.í^rtnbfiiní mencionados, cabe citar, también, entre otros, a KOCHER, RAUX, VILLERT,
9&3fj< El principal representante de la Escuela francesa de Lyon es LACASSAGNE. RAVOUX, MONGIN, MARTIN, etc.
" MANOUVRIER, L. (1850-1927), fue profesor en la Escuela de Antropología de
„_t.^ -Cabe citar, también, a MARTIN y LOCARD, como más directos y significativos
París. Defendió también, la tesis del «milieu social» por considerar que el crimen es
^ 'miembros de aquélla. A discípulos del primero: BOURNET y CHASSINAND, que «materia sociológica» y el delincuente «producto» de la sociedad. No propugnó, sin
OBort , embargo, u n a teoría «macrosociológica», abstracta, al admitir la posibilidad de
.^•XX oí^ía Í9Í> híi&in. R-iBimiq BÍ hmiá -ííbnBílxs.ea 9í.-p .ob- miles de influencias criminógenas variables caso a caso. Sobre la obra y aportación
del autor, vid. HERING, K. H., Der Weg der Kriminologie, cit., pág. 101 y nota 35;
BONGER, W.; Introducción a la Criminología, cit., pág. 122, resaltando la dura e
^^ ingeniosa oposición de MANOUVRIER a LOMBROSO.
LETOURNEAU, CH., L'evolution juridique dans les diverses races humaines,
^ Sobre la Escuela de Lyon, vid. BONGEE, W. Introducción a la Criminología, cit., París, 1891. El autor tradujo al francés la obra de LOMBROSO (L'uomo), que
pág. 137 y ss. («Escuela del medio ambiente»); RODRÍGUEZ MANZANERA, L., prologó. El mismo sostuvo inicialmente esta tesis que después abandonaría en aras
Criminología, cit., pág. 324 y ss.; HERING, K. H., Der Weg der Kriminologie zur de un sociologismo moderado que clamaba por reformas sociales. Acentuó la
selbstándigen Wissenschaft, cit., pág. 93 y ss. («escuela francesa»). relevancia criminógena del alcohol y la pobreza. Cfr. HERING, K. H., Der Weg der
* Así, BONGER, W., Introducción a la Criminología, cit., pág. 137. ^^ Kriminologie, cit, pág. 101.
^5 BONGER W.,ibídem. TOPINARD, P. (1830-1911), antropólogo francés, fue, al parecer, quien dio a
^ hs,í, HERING, K. H. Der Weg der Kriminologie zur selbstándigen Wissenschatt., nuestra disciplina su actual denominación, antes de que GAROFALO publicara la
"' cit, pág. 93. obra que, socialmente, consagraría la misma. Cfr. BONGER, W., Introducción a la
•^ Vid. HERING, K. H. Der Weg der Kriminologie zur selbstándigen Wissenscbaii., j^ Criminología, cit., pág. 39. 4a,aUAa ob s-tdo BÍ B oaol^
cit., página 97. París, 1878, Masson. .1 .Buq ,-.
456 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 457
pluralidad dispersa de publicaciones menores, así como en las actas de cuente presenta más anomalías corporales y anímicas que el hombre no
varios congresos internacionales de antropología criminaP^. delincuente^", pero estima que éstas son producto del medio sociaP^ y, en
amo Con ocasión de celebrarse en Roma el I Congreso Internacional de Antropología
todo caso, no explican el crimen sin el concurso del adecuado entorno,
'<"'• Criminal (1885), adoptó LACASSAGNEunaposturadefirme oposición a LOMBROSO
como lo demuestra el hecho de que se encuentran, también, en no
rebatiendo su hipótesis del atavismo según rezan las actas del citado Congreso: «Lo criminales. E n la aparición de tales anomalías juega un papel decisivo
importante es el medio social—argumentaba LACASSAGNE^**—.Permítaseme una la'pobreza, la miseria: las condiciones socioeconómicas^^. Ahora bien,
comparación tomada de la teoría moderna. El ambiente social es el medio en que LACASSAGNE —contra LOMBROSO— entiende que no son dichas
se cultiva la delincuencia; el microbio es el elemento delictivo que carece de anomalías las que «hacen» al delincuente, sino la relación siempre
importancia hasta el día en que encuentra el cultivo favorable a su nnultiplicación.
Creemos que el delincuente, con sus características antropométricas y las demás, cambiante del sistema nervioso central del individuo y el medio social
sólo tiene una importancia muy secundaria. Además, todas esas características sé que se traduce en imágenes más o menos equilibradas del cerebro^^.
pueden encontrar en gentes absolutamente honestas.» Concluyendo: «Las socie-
dades tienen los delincuentes que merecen»^^, tesis de acusado cariz sociológico Para LACASSAGNE cabe hablar de tres clases de hombres, de acuerdo con
que entronca con otra de las famosas manifestaciones del autor de claro abolengo otras tantas «topografías cerebrales»; esto es, según el emplazamiento en el
rusoniano: «A mayor desorganización social, mayor criminalidad; a menor desorga- cerebro de las tres funciones básicas del ser humano: las intelectivas (región frontal),
nización social, menor criminalidad; existe más criminalidad entre las sociedades y las afectivas (occipital) y las volitivas (parietal). La preponderancia —el desequilibrio,
los estados desorganizados que entre los estados y sociedades mejor organiza- en definitiva— de una u otra zona permitiría hablar entonces de un delincuente
frontal, parietal u occipital; o de una criminalidad de los afectos, de la acción, etc.^".
La teoría de la criminalidad de LACASSAGNE distingue, en la LACASSAGNE contempló, también, la influencia criminógena de las
etiología del delito, dos clases de factores: \qs individuales y lo&^cia- condiciones socioeconómicas en su artículo: «Marche de la criminalité en
les^^. Los primeros —los individuales— tienen u n a relevancia muy France de 1825 a 1880»^^, llegando a la conclusión de que, en términos
limitada, pues, en otro caso, se trataría no de un fenómeno criminal, sino estadísticos, existe u n a clara correlación entre los delitos contra el
estrictamente patológico: significan, a lo sumo, u n a «predisposición» al patrimonio y los cambios operados en las estructuras económicas. A su
delito, no u n a fatal determinación al mismo. Los decisivos —«determi- juicio, una representación gráfica del volumen y frecuencia de los
nantes» desde un punto de vista causal— serían para LACASSAGNE los primeros comparada con el crecimiento de los precios de ciertos produc-
factores «sociales». Estos desencadenan el hecho delictivo, haciendo tos de primera necesidad evidenciaría un paralelismo absoluto en las
germinar las tendencias e inclinaciones individuales que, por sí solas, no respectivas curvas. En un segundo trabajo publicado en 1882 —«La
podrían generar aquél. Reconoce LACASSAGNE que el hombre delin- criminalité comparée des villes et de campagnes»^^— examinó la distin-
ta incidencia criminógena de los factores económicos en la criminalidad
urbana y en la rural; la comparación de las curvas de u n a y otra
•?tíní)B ÍB ,j3iyBiJ8dí5 ,<-.B3rgóíoboBO'iOBm» ñ h o a . •.„•-..-• ,«,
• ütd(\9, np.R'í nrtp.RTRftWnÍTRv afitis'aonírnh:;.) aüíansuCteisí: demostraría, a su entender, que existen, además, otros factores
^^ Fundamentalmente en los Congresos de Roma (1885), París (1889), Bruselas (1892) ^^^ «www w w^ wiiiúiii^tv^ !í7 -j-.j'Áj c</J Ju ! it? í:?up (53«
S19
y Amsterdam (1901). Parte de sus tesis se recogen, también, en el prólogo a la obra -mo-^IQ O•t¡--.ínoD 19100 ¿Oto aoí n6 ;i6ninT¡9Q vegisllonsaabsisq
de E. LAUEENT (Les habitúes des prisons de París, 1891)- y en dos artículos: •UDCiq \ oDi>3ilqitiurn ÍÍÉP! 9B 39n&rn':9ij so! .oioiqo^q zém ol ato
,aéf Marche de la criminalité en France de 1825 a 1880 (en: Eévue Scientifique, 28,1881, • .ifn.o
Sí-'P págs. 674 y ss.), y La criminalité comparée des villes et des campagnes (en: Bulletm ^° Vid. HERING K. H., Der Weg der Kriminologie, cit., pág. 98. i«f' --
8ti' de la Societé d'Antropologie de Lyon, Lyon, 1882). Cfr. HERING, K. H., Der Weg dar ^^ LACASSAGNE en: Actas del 2.^ Congreso, cit., pág. 165 y 166; y del 1.°, págs. 176
Kriminologie, cit., pág. 97 y ss. 22
y ss. Cfr. HERING, K. H., Der Weg der Kriminologie, cit., pág. 98.
Actes du Premier Congrés International d'Anthropologie Criminelle, pág. 166. 23
Cfr. HERING, K. H., Der Weg derlSriminologie, cit., pág. 98.
" Ibídem, pág. 167. Un discípulo de LACASSAGNE, LOCARD, completó dicho Vid. LACASSAGNE, Marche de la criminalité en France, cit., supra (nota 14), pág.
'• '• pensamiento con otro: «Y yo digo, también: las sociedades tienen la policía que se 674 y 683; también, en: prólogo a la obra de LAURENT, pág. v y ss.
merecen.» Cfr. RODRÍGUEZ MANZANERA, L., Criminología, cit., pág. 325. ^* Vid. RODRÍGUEZ MANZANERA, L., Criminología, cit., pág. 325; HERING, K. H.,
^^ Vid. RODRÍGUEZ MANZANERA, L., Criminología, cit., págs. 325-326. 25
Der Weg der Kriminologie, cit., págs. 98 y 99.
^^ LACASAGNE, en: prólogo a la obra de LAURENT, cit., pág. III y IV; también, en: 26
Cit. supra, nota 14. /i ¡ >n\ ) / Í I-JI! . U /\ T)y,y','i-^ -1 !
La criminalité comparée, cit., pág. 7. Cit. supra, nota 14. ••> •'u >i>íi'^(t'i . ' , / * } i , i / . \ . " ' / / ; . ' ÁdUH .'tío *^
458 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 459
criminógenos, y que el fenómeno delictivo tiene, en cada caso, su propia el mismo proceso, con la única diferencia de que sólo podremos analizar los
etiología^^. elementos nocivos, en vez de examinarlos con el microscopio o cultivarlos en
geiatina»^^
La importancia trascendental que la Escuela francesa de Lyon
atribuye al medio social no ha de confundirse con la teoría situacional de AUBRY, como LACASSAGNE, distingue dos clases de factores
la criminalidad que profesaba la Escuela Clásica. cripiinógenos: los predisponentes (así, la herencia, el desequilibrio
Como advierte BERNALDO DE QUIRÓS, «no se trata de la teoría clásica de la nervioso, las deformidades anatómicas, etc.) y los transmisores del
ocas/ó/?;pues un mayor número de personas en quienes el sentido de la probidad contagio (entre otros: la educación, la familia, las presiones ambientales,
está arraigado no sienten la tentación, y otras la sienten, mas la resisten y vencen.
etc.).
El vencido, en cambio, lleva siempre la huella por imperceptible que sea, de un
estado morboso particular. Pero tampoco bastaría éste para el delito si el ambiente
social no lo excitara. Por otra parte, a menudo, el extremo del lucro, exigido por los
juristas para el delito, falta»^^
.1
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 461
460 ANTONIO GAECÍA-PABLOS DE MOLINA
•aL^
462 ANTONIO GAECIA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 463
P a r a explicar los modelos repetitivos del comportamiento criminal, philosophie Pénale, y siguiendo un enfoque muy semejante al de la
formuló TARDE sus tres conocidas leyes de la imitación^\ asociación diferencial de SUTHERLAND^^, resalta TARDE el origen
social del crimen, la conexión inequívoca del mismo con el medio social.
Según la primera ley, el hombre imita a otro en proporción directa al Sin embargo, no asume el determinismo social de los positivistas, cree
grado de proximidad o intimidad de la relación entre ellos existente y de en el libre albedrío*^. Opción individual y entorno son, para TARDE, los
su naturaleza. dos factores que condicionan las carreras criminales. Cuando mantiene
En las ciudades y núcleos muy congestionados, donde el contacto es estrecho TARDE que el slum, el submundo criminal y las propias prisiones sellan
y la vida muy activa e intensa, la imitación resulta muy frecuente y cambia a menudo el inicio de las carreras delictivas, en cierto sentido anticipa ya un
de dirección. Por el contrario, en los grupos humanos rurales, en los que la actividad
análisis sociológico de vanguardia: el seguido por la Escuela ecológica de
es menor y el contacto interpersonal menos estrecho, la imitación es, también,
menor y menos cambiantes sus pautas o modelos. En el primer caso, TARDE habla Chicago^^.
de moda, en el segundo, de costumbre:sox\ las dos formas de la imitación, que se
alternan con un ritmo irregular en toda sociedad..^A^'t
En TARDE puede encontrarse, también, apuntada u n a idea que
desarrollará posteriormente SUTHERLAND: la del delincuente como
A tenor de la segunda, el superior es imitado por el inferior. profesional que aprende su oficio. Según TARDE''^, asesinos, carteristas,
ladrones y timadores son individuos que, como les médicos, abogados,
Algunas manifestaciones de la criminalidad que otrora fueron reservadas a la etc., h a n tenido u n largo período de aprendizaje, en un a adecuada
realeza o a la aristocracia se democratizaron después, a finales del siglo XIX, y se
presentan en todos los estratos sociales. El liderazgo y la capacidad de dirección se atmósfera criminal, rodeado de los colegas y camaradas idóneos. Esta
asumirá, entonces, por la ciudad, cuyas pautas y modelos son imitados por la tesis será el punto de partida de SUTHERLAND, quien detallará en su
población rural. conocida obra «The professional Thief»_otros extremos de dicho aprendi-
^ i *-¡ í-i - i rv VJ-. í-a- r \ f ri"r«Trrt*ff\ •tof-..
zaje: el delincuente no sólo aprende su profesión, sino también los
La tercera ley de la imitación (ley de la inserción) destaca el carácter instrumentos, técnicas y medios comisivos necesarios, el lenguaje del
subsidiario o alternativo con que actúan ciertas modas criminales submundo criminal e incluso el correspondiente código de valores del
recíprocamente excluyentes cuando concurren en el tiempo. El incre- mismo*^. Todo ello significa que la moderna sociología criminal norte-
mento de la más reciente es correlativo al descenso de la anterior, salvo americana es, en buena medida, tributaria del pensamiento genial de
contadas excepciones. TARDE, quien, tal vez sin el rigor teórico de ésta y su colosal respaldo
empírico, formuló ya, con notable anticipación, algunas de sus má&
b) TARDE profesa un a teoríapsicosocial de la criminalidad. Discrepó
conocidas hipótesis*^.
abiertamente de la tesis antropológica del delincuente «nato» por enten-
der que es la sociedad misma, con su ejemplo bueno o malo que el El moderno sociologismo de TARDE se constata en su explicación
individuo «imita», la última responsable. El magisterio social, la peda- dinámica del problema criminal, paralelo a la evolución de la moderna
gogía social, para TARDE, es, desde u n punto de vista etiológico, mucho aO-HA''^' -••;«) tejlf88911583'
más importante que el clima, la herencia, el morbo o la epilepsia*^. Éste
—y no otro, exculpatorio— es el sentido de la famosa afirmación de 44
Así, WILSON VINE, M. S., en: Pioneers, cit., pág. 229.
TARDE: «Todo el mundo es culpable excepto el criminal»''^. En su 45
Vid. WILSON VINE, M. S., ibídem.
46
Resaltando, también, esta conexión: WILSON VINE, M. S., en: Pioneers, cit., pág.
230.
se transmite o conserva u n hábito, no por qué se produjo (Introducción a la Vid. TARDE, G., La criminalité professionelle, en: Archives d'Anthropologie
Criminología, cit., pág. 140). criminelle, 1896, vol. 11, Cfr. HERING, K. H., Der Weg der Kriminologie, cit., pág.
*Í^ Sobre las leyes de la imitación, vid. WILSON VINE, M. S., en: Pioneers, cit., págs. 103; WILSON VINE, M. S. En: Pioneers, cit., pág. 230. Cfr. SCHNEIDER, H. J.,
-,oX 231 y 232. Kriminologie, cit., pág. 99.
*^ TAEDE, G., La Criminalidad Comparada, La España moderna, s. f., págs. 27 y ss. SUTHERLAND, E. H., The Professional Thief, 1937 Cfr. WILSON VINE, M. S.,
*^ P a r a una interpretación del alcance de esta frase de TARDE, vid. GÓPPINGER, H., ibídem.
gatn Kriminologie, cit., pág. 25; SEELIG, E., Tratado de Criminología, Madrid (1958), Así, WILSON VINE, M. S., ibídem; también MERGEN, A., Die Kriminologie. Eine
Of.j; Instituto de Estudios Políticos (traducción de Rodríguez Devesa, J. M-), pág. 40. systematische Darstellung, cit., pág. 414. . -, - -, .
464 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 465
sociedad industrial y del fenómeno urbano. En efecto, según TARDE^° Aun manifestando toda suerte de reservas, según TARDE las estadísticas
con el progreso de la civilización los factores físicos (clima, situación parecen demostrar que en los núcleos urbanos se ha producido una lenta sustitución
de la violencia brutal de las zonas rurales. El crimen de la ciudad consiste
geográfica, etc.) van perdiendo relevancia y pasan a u n primer plano los fundamentalmente en actos de fraude, estafa, timos, etc.; mientras la criminalidad
factores sociales. Pobreza o riqueza no son, en sí mismos, factores del «campo» es una criminalidad violenta y primitiva. Este criterio psicosocial, y la
criminógenos, según TARDE, quien da más importancia al sentimiento contraposición correlativa: delitos contra la propiedad K^ASÍ/S del ¡tos contra la vida,
de felicidad o infelicidad, de satisfacción o insatisfacción de unas ha sido todo un lugar común en el pensamiento criminológico^^.
necesidades a menudo artificialmente hiperestimuladas. ha gran ciu- *
dad moderna, impersonal, conflictiva, anónima, que acumula riqueza y c) El T^iensaraxento filosófico y penológico de TARDE discrepa tanto del
tentaciones, donde el fenómeno de la imitación alcanza sus mayores positivismo criminológico como del clasicismo. ,
cotas y más débil resulta el control social y los grupos primarios, Partidario del libre albedrío, condiciona, sin embargo, la responsabi-
desempeña u n papel decisivo en la teoría de la criminalidad del autor. lidad penal del individuo a u n a doble exigencia: la «identidad personal»
* P a ra TARDE cinco son los factores que explican el incremento de las de éste consigo mismo antes y después de la infracción, y lo que
tasas de delincuencia: la quiebra de la moral tradicional, basada en el denomina la «similitud social», esto es, la adecuada integración o
sistema ético del cristianismo; el desarrollo en las clases media y baja de adaptación de aquél a su grupo o subgrupo sin la cual sólo cabría
un deseo de progreso y bienestar, determinante de un a alta movilidad aplicarle u na medida, no u na pena^*.
social y geográfica, con el correlativo debilitamiento de las clases La teoría de lapena de TARDE, así como sus puntos de vista en torno
1^ tradicionales y grupos primarios; el éxodo del campo a la ciudad, que a la función penal y al proceso, parten de u n a base psicológica muy
desequilibra el mercado del trabajo al no poder dar respuesta la oferta acusada. A su juicio, u n comité de expertos (médicos y psicólogos)
al desmedido y acelerado incremento de la demanda de trabajo; la debiera decidir, en el marco de la administración penal, sobre la
formación de subculturas desviadas, con el correlativo desmoronamien- responsabilidad del individuo. Y las penas impuestas orientarse, tam-
to del monolitismo social y axiológico, y, por último, la inseguridad de las bién, desde esta perspectiva psicológica, distinguiendo no sólo la clase y
clases sociales privilegiadas, de élite, que pierden su capacidad directiva gravedad del delito cometido, sino las características del penado: por
y dejan de servir como modelo de conducta^^ Problemas que TARDE ejemplo, según se trate de un delincuente rural o de u n delincuente
estima sólo pueden resolverse con u n fortalecimiento de los grupos urbano^^. TARDE cree, sin reservas, en el efecto disuasorio del castigo,
primarios, especialmente, de la familia y sus valores. Con ello, esboza por lo que es partidario de la pena capital como resorte preventivo*^®.
^ TARDE u na concepción subcultural y conflictual incipiente, adelantán-
' dose a conocidas formulaciones posteriores de la sociología criminal Desde u n punto de yista político^criminal, TARDE formula u n a
norteamericana. í...^"!._, 7jJ_ _ sugerencia de gran interés: si el dejincuente es un «profesional» —lo son, a^
al menos, algunos— la criminalidad es, entonces, u n a industria especial E. CARNEVALE demuestra el eclecticismo característico de la Terza
ejercida por un a determinada clase de individuos que producen^ieíítos~ Scuola en todas sus tesis^^. Así, basa la responsabilidad criminal en la
de acuerdo con las leyes generales del rnercadó. "CT la salud del delincuente, pero reconoce la necesidad de aplicar «medidas de
disminución de la producción (delincuencialse r e g i r á j i o r J ^ i £ ^ m i s ^ ^ seguridad» al no imputable. Analiza el crimen desde u n punto de vista
normas de la economía general y del concreto mercado al que pertenece «jurídico» y reconoce plena autonomía al Derecho Criminal, si bien
esa industria o actividad en particular. Como tal industria deBejccSüEem- critica el excesivo tecnicismo jurídico y sugiere se consideren los aspec-
plarse el problema del crimen, con todas sus consecuencias^'''. ~ ' tos sociológicos y antropológicos del fenómeno criminal. Proclama, por
Partidario del sistema celular, suavizado con u n fluido mecanismo de una parte, la «reforma social» como primer deber del Estado en la lucha
visitas al recluso, y de la libertad condicional, se mostró, sin embargo, contra la criminalidad, pero rechaza, por otra parte, la concepción
muy escéptico respecto al sistema del jurado, por entender que falta a lombrosiana del delincuente nato, proponiendo se distinga entre
sus miembros la necesaria preparación científica para adoptar decisio- «causalidad» y «fatalidad».
nes inteligentes^**. B. ALIMENA sigue u na orientación semejante^^. Su «positivismo
crítico» le lleva a negar la posibilidad de que el Derecho Penal sea
» uíoá ífiífü jfi mcjmjÁí'íUfid: '' ' absorbido por la Sociología (como pretendiera FERRI) y, sin embargo,
reconoce la conveniencia de que el examen dogmático del crimen sea
4 . ESCUELAS ECLÉCTICAS^^ ^ - ,Tl*f|«§p' complementado por la Sociología, la Estadística, la Antropología y la
Psicología. «A nosotros nos corresponde la tarea —decía ALIMENA— de
^ Se examinan a continuación, tres escuelas que pueden calificarse de integrar la exigencia jurídica con la exigencia psicológica y sociológica.»
«intermedias» o «eclécticas», porque trataron de buscar el difícil equili- Niega ALIMENA el libre albedrío y, sin embargo, admite la distinción
brio entre los postulados clásicos y los positivistas en los diversos entre imputables e inimputables, según se tenga o no aptitud para sentir
ámbitos (metodológico, filosófico, penal, criminológico, político-crimi- la coacción psíquica.
nal, etc.). No convencieron a neoclásicos, como DONNEDIEU DE
Los postulados de la Terza Scuola, fruto de un a actitud de «compro-
VABRES, ni a positivistas (FERRI las calificó de «meteoritos de corta
miso» realista, pueden sintetizarse en las siguientes tesis:^*
duración»)®^. Merecen ser citadas por el esfuerzo de síntesis que llevaron
a cabo más que por la escasa originalidad de las mismas en las diversas 1)Nítidadist¡nción entre disciplinas jurídicas y disciplinas empíricas, las primeras
necesitadas de un método lógico-abstracto y deductivo, las segundas de un método
áreas del saber. . . ^.. -, -, . - r- experimental, causal-explicativo. 2) Desde un punto de vista etioiógico, el delito se
A) La «Terza Scuola» italiana o Positivismo crítico^^.—Sus autores concibe como hecho complejo, como fenómeno social causado naturalmente y
producto de factores tanto endógenos como exógenos. 3) Rechazo de la «tipología
más representativos fueron ALIMENA, CARNEVALE e IMPALLO- positivista» (del concepto de «delincuente nato» y de las «clasificaciones» positivistas),
MENI. aceptándose tan sólo la existencia de delincuentes «ocasionales», «habituales» y
'^^. ^L! t>\''f u i •^m;.';i „/c-,'?i . ' ti .irrn/ «anormales». 4) Dualismo penal que permite conciliar el uso simultáneo de conse-
B^fo '-' ( iiy^i j '* • V.'-* .ííii.s-'i-í, t . ' ,\ T fni' otf cuencias jurídicas distintas: las «penas» y las «medidas» de seguridad. La Terza
'-r.'--^fiir¡^-t
^' Vid. Sobre esta concepción de TARDE del crimen como «industria» especial de
determinados «profesionales»: HERING, K. H., Der Wegder Kriminologie, cit., pág. CARNEVALE fue el primer autor en referirse a u n a terza scuola: Una terza scuola
di Diritto Pénale in Italia (en: Rivista de discipline carcerarie, 1891). Una reseña
^^ Vid. WILSONVIDE, M. S., en:Pioneers, cit., pág. 236. = ,:'^ completa de la obra de CARNEVALE, en: SAINZ CANTERO, J. A., Lecciones, cit.,
^^ Véase MANNHEIM, H., en: Pioneers, Introduction, págs. 29 y ss. págs. 140 y ss. (nota 37).
^° FERRI, E., Principios de Derecho Criminal, Madrid (1933), pág. 61. ALIMENA, B., Note di un criminalista, Módena, 1911 (obra que sintetiza el
^^ Sobre la Terza Scuola, vid. ANTÓN ONEGA, J., Derecho Penal, P. G., cit. (Akal), pensamiento del autor).
págs. 37 y ss.; MIR PUIG, S., Introducción a las bases del Derecho Penal, cit., págs. 64
ANTÓN ONECA, J., Derecho Penal, P. G., cit., pág. 38; MANNHEIM, H., en:
185 y ss. Pioneers, cit., págs. 29 y ss.
468 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 469
Scuo/ase opone, por ello, al monismo de la Escuela Clásica (exclusivismo de la pena Pero la figura más destacada fue F. von LISZT, cuya lección inaugu-
, retributiva) y al monismo positivista (sustitución de la pena por la medida). 5)
/' Filosóficamente, no opta por el determinismo radical del positivismo ni por el libre
ral en Marburgo (Programa de Marburgo, 1882) da nombre a la propia
albedrío absoluto del clasicismo. Conserva la idea de la «responsabilidad moral» escuela, conocida también como Escuela Sociológica Alemana. F. von
como fundamento de la pena, y la de «temibilidad» o «peligrosidad», compatible con LISZT adopta una postura equidistante de los postulados clásicos y de
aquélla, que autoriza la imposición de medidas de seguridad. 6) La finalidad de la los positivistas. Su teoría de la criminalidad y sus propuestas
pena no se agota en el castigo del culpable. Requiere, también, su corrección y
'metodológicas y político-criminales responden a u n a actitud ecléctica y
readaptación social, objetivo que trasciende el mero afán prevencionista o las metas
defensistas y expiacionistas. realista de compromiso.
En cuanto a lagénesis de la delincuencia, F. von LISZT, siguiendo los
I
B) La Escuela de Marburgo o Joven Escuela de Política Criminal^^— «nuevos horizontes» de FERRI, discrepa tanto de las explicaciones
En 1888rPRIÑSrVAN HAMÉL y VON LISZT fundan la Asociación antropobiológicas de LOMBROSO (teoría del delincuente «nato»)*^® como
Internacional de Criminalística; asociación que, desligada de la disputa de las tesis «ambientales» de TARDE («todo el mundo es culpable
o lucha de escuelas, pretendía «subrayar par a el criminalista la necesi- excepto el delincuente»). Sugiere, por el contrario, u n a comprensión
dad de investigaciones sociológicas y antropológicas», tomando «como pluridimensional del crimen que tiene en cuenta, como factores
tarea común la investigación científica del crimen, de sus causas y de los criminógenos, la predisposición individual y el medio o entorno^^. «Él
medios para combatirlo»*'®. Las directrices más acusadas de la Joven Helito —dirá von LISZT— es el resultado de la idiosincrasia del infractor
Escuela o «Escuela Sociológica» fiíeron*''': en el momento del hecho y de las circunstancias externas que le rodean
1) Sustitución de los planteamientos filosóficos de la Escuela Clásica por un claro en ese preciso ínstente»™; para F. voñ LlS2T7tres son las «c^usas/> de la
«.B:: «pragmatismo», que presupone el análisis y conocimiento de la realidad social. 2) criminalidad: los defectos de la personalidad, el déficit en los procesos de
Contemplación del delito como fenómeno natural y jurídico al mismo tiempo, socialización y la bancarrota de la justicia penal, fenómeno este último
compaginando el estudio empírico de sus causas y la elaboración dogmática del
sociopatológico que coadyuva al creciente incremento de las tasas del
mismo. 3) Dualismo penal, esto es, reconocimiento de dos clases de consecuencias
jurídicas distintas, dirigidas a objetivos diferenciados, pero complementarios: la crimen y de la reincidencia''^ Esta tesis «plurifactorial» fue asumida por
pena y la medida de seguridad. 4) La «defensa social» se configura como fin la propia Asociación Internacional de Criminalística que fundó von
prioritario de la Administración penal. 5) Eclecticismo filosófico en cuanto al proble- LISZT. Y determinó, h a s ta la segunda guerra mundial, el pensamiento
ma del «libre albedrío»: se ignora éste, admitiéndose, sin embargo, la existencia en criminólogo en Europa (fórmula «disposición/medio ambiente») y en
todos ios hombres de una impresión de libertad interna. El concepto de «estado
.....,„ peligroso» sustituye al de «responsabilidad moral».
Estados Unidos (concepciones «plurifactoriales») en cuanto a l a descrip-
*W<3tíeto jbeaQ {S .ovifsoiiqxe-lESUBO Jeínemh; ción y análisis causal de la delincuencia. .
íjisoq^ íab Bi-jnsiai.
A. PRINS expuso en 1910 su teoría del «estado peligroso», siendo el fii '.¡OQ) BraoíoaknnD rú loa IBÍJBH. OÍÍOQISÜ ísb nói.:iisiíif.uB BI or
primero en formular u n a teoría autónoma de la «defensa social», de la
gue se haría eco la propia ley belga de 1930 sobre anormales y habitua- '^^ F. von LISZT, Kriminalpolitische Aufgaben, 1889, pág. 308: «No existe un homo
tesioo e 9uptensqomeilsuG {>• .«astem'^ delinquens». Cfr. MIR PUIG, S., op. cit., pág. 224, nota 131. Sobre el problema, vid.
F. von LISZT, Aufsátze und Vortráge, Berlín, 1905,1, págs. 308 y ss.
69
«Ambas clases de tratamiento empírico del crimen, la biológica y la sociológica, no
sólo no se hallan en abierta contradicción u n a respecto a la otra, sino que se
complementan recíprocamente: sólo a través de la conjunción de ellas nos resulta
'^^Sobre la Joven Escuela alemana de Política Criminal, vid. GOPPINGER, H., posible una explicación causal de la criminalidad» (F. von LISZT, Aufsátze und
Kriminologie. cit., págs. 25 y ss.; HERING, K. H., Der Weg der Kriminologie cit., Vortráge, cit. II, págs. 234 y ss.).
pos págs. 173 y ss. (y reseña bibliográfica allí citada); MEZGER, E., Criminología, cit., 70
F. von LISZT, Das Verbreche n ais soziopathologische E r s c h e i n u n g , en:
,,,.í£- págs. 237 y ss.; MIR PUIG, S., Introducción a las bases del Derecho Penal, cit., págs- Strafrechtliche Aufsátze und Vortráge, II, pág. 234 (el autor siguió la concepción
216 y ss.; sobre la influencia de esta escuela en el pensamiento penal español, vid. ecléctica de FERRI). Véase, también de F. von LISZT, Lehrbuch des deutschen
CEREZO MIR, J., Curso de Derecho Penal, cit., págs. 108 y ss. Strafrechts, 26- ed., 1932 (Berlín, Leipzig), págs. 1 y 12.
^^ Vid. ANTÓN ONEGA, J., Derecho Penal, P. G., cit., pág. 40; GOPPINGER, H., 71
Cfr. KAISER, G., en: Criminología. U n a introducción a sus fundamentos científi-
Kriminologie, cit., pág. 26. cos, cit., pág. 36 (planteamiento que no reproduce el autor en la obra: Kriminologie.
^"^ Vid. MIR PUIG, S., Introducción a las bases, cit., págs. 216 y ss. Ein Lehrbuch, que normalmente se cita, págs. 24 y 25). . . _ , -,
470 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 471
La razón de su éxito tal vez deba buscarse no ya en la ambigüedad de todas las pre la limitación del poder punitivo del Estado, el sometimiento del
fiiao fórmulas de compromiso, sino en su practicabilidad, en su adecuación a la «praxis» inismo a «barreras infranqueables»''®. Y así dirá:
en su «realismo»'^. Pues si los datos criminológicos no se obtienen sobre una base
'^^^ multifactorial e interdisciplinaria, es fácil que descansen entonces en otros mecanis «En el Estado socialista será tan imprescindible la pena como en nuestro actual
orden jurídico, por mucho que la imagen global de la criminalidad pase a ser otra.
mos de «reducción a la realidad» ajenos a los de la práctica político-jurídica.
Pero precisamente porque tal Estado acentúa más intensamente que nosotros hoy
los intereses de la colectividad..., con mayor conciencia de sus objetivos y menos
' Pero el eclecticismo de F. von LISZT es particularmente acusado en prejuicios contra el individuo que se rebela, tanto más exactamente tendrá que fijar
su concepción metodológica. E n su Programa de Marburgo postuló por los presupuestos bajo los cuales el individuo sucumbe a la colectividad y determinar
una «Ciencia total (totalizadora) del Derecho Penal», de la que debían los límites hasta donde puede llegar la merma de protección jurídica»^'.
formar parte la Antropología Criminal, la Psicología Criminal y la
Estadística CriminaF^; y un a lucha preventiva y científica contra el Por ello F. von LISZT no subordina el Derecho Penal a las exigencias
delito, esto es, u na acción eficaz que partiese del conocimiento empírico de la Sociología Criminal o de su ambiciosa Política Criminal, ni el
de sus «causas»^", sentando así las bases de la moderna Política Crimi- método jurídico, abstracto y deductivo, a los científicos métodos natura-
nal. En ello se distancia F. von LISZT del movimiento «reformista» de la les, empíricos: porque atribuye al Derecho Penal un a función de «garan-
^ilustración y de las concepciones «clásicas»: tía» del individuo y de «límite infranqueabíe» de todo programa sociaF**.
Ño obstante, VÓÑ LISZT asume el pensamiento «determinista» del
2 «El siglo XVIII —afirmará F. von LISZT— quería combatir el delito sin estudiarlo.
f, El siglo XIX, en cambio, se apoya en la Estadística Criminal y en la Antropología
positivismo (negación del libre albedrío); y precisamente porque piensa
BÍ 3Í) '^'"''T^''^^'' ^s áeár, en la investigación científica del delito...»^=. que el ser humano no está exento de las leyes causales de la naturaleza,
sugiere la necesidad de un a pena «finalista»: de u n a pena que no sea
Frente al reinado solitario del Derecho Penal, del método deductivo mero castigo y que se ajuste mejor a la fase actual de evolución biológica
y abstracto, de la lógica puramente represiva y de u n a concepción liberal de la especie humana, tesis claramente influida por las concepciones
y abstencionista del Estado ante el problema de la delincuencia, F. von evolucionistas™.
LISZT opuso la apertura del Derecho al conocimiento criminológico, la ((.<f¡ .:Í:ÍÍ
colaboración de los métodos naturales en el marco de la Ciencia total del
Derecho Penal y un a política criminal científica y preventiva que C) La Escuela de la Defensa Social o Movimiento de la Defensa
incidiera anticipada y eficazmente en las causas del fenómeno criminal Social^°. — La idea «defensista» surge ya en la Ilustración, adquiriendo
de acuerdo con las premisas del nuevo Estado «intervencionista». Ahora un auge considerable en el marco del «positivismo»^^ FERRI se refirió,
bien, a diferencia del positivismo naturalista italiano, F. von LISZT no
sugirió la sustitución del Derecho Penal por la Criminología (por la !Í j-fA-
Antropología, por la Sociología o por la Biología Criminal); ni la de la "^ Vid. MIR PUIG, S.,op. cit., págs. 219 y ss. - . . ff»í - v-t-
pena por la medida de seguridad; ni la de los derechos individuales del '^ F. von LISZT, en: Über den Einfluss der soziologischen und anthropologischen
delincuente por los supremos derechos de la sociedad. F. von LISZT fue Forschungen auf die Grundbegriffe des Strafrechts, en: Strafrechtliche Aufsátze
respetuoso para con las conquistas del liberalismo, propugnando siem- und Vortráge, cit., II, págs. 81 y ss. Cfr. MIR PUIG, S., ibídem.
'^ El Derecho Penal, conforme al espíritu garantista que conserva F. von LISZT, sigue
R iflf feí- '1 ih r'orani'rrrn'í tJ «h ^- .inl > • 'n^ t y ( > - r f n " •! f, I ' T r-"ji
siendo la «Magna Carta» del delincuente frente al Leviathan, la «barrera infran-
queable de la Política Criminal». Vid. Über den Einfluss der soziologischen und
I'
•'^ Así, KAISER, G., Kriminologie, cit., pág. 25. anthropologischen Forschungen, cit., pág. 80. Cfr. MIR PUIG, S., op. cit. pág. 220.
^^ F. von LISZT, Strafrechtliche Aufsátze und Vortráge, cit., I, págs. 126 a 179 '^ Cfr. MIR PUIG, S., Introducción a las bases, cit., pág. 227.
(especialmente, pág. 178). **" Sobre la Defensa Social, vid. SAINZ CANTERO, J. A. Lecciones de Derecho Penal,
''* Vid. SCHMIDT, EB. Einführung in die Geschichte dar deutschen Strafrechtspflege, cit., páginas 148 y ss.; BERISTÁIN, A., Estructuración ideológica de la nueva
Gottingen, 1965 (3- ed.), pág. 364. También: Mitteilungen der IKV (Comunicacio- defensa social, en: Anuario de Derecho Penal y Ciencias Penales, 1961, págs. 410
nes de la Asociación Internacional de Criminalística), 1889,1. y ss.; MANNHEIM, H., en: Pioneers, cit. (Introduction), pág. 35.
'® F. von LISZT, Strafrechtliche Aufsátze und Vortráge, cit., I, pág. 291, Cfr. MIR ^^ Sobre esta conexión con el positivismo, vid. M. ANCEL, en: La Nueva Defensa
PUIG, S., Introducción a las bases del Derecho Penal, cit., pág., 221, nota 123. Social Buenos Aires, 1961, pág. 33 (traducción de Blasco y García).
472 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 473
por ejemplo, a la necesaria salvaguarda social frente a los actos contra- efecto, la existencia de u n derecho a castigar a favor del Estado. A su
rios a las condiciones de la existencia individual y colectiva. Pero por iuicio,lo cjuejprocede no es sancionar, sino «socializar» al delincuente; no
«Defensa Social», en sentido estricto^^, se entiende un determinado imponer «penas» en función del «delito» cometido, sino aplicar «medidas»
«movimiento de política criminal», cuya p r i m e r a formulación de defensa social, preventivas, educativas y curativas de acuerdo con j a
programática se debe a A. PRINS (1910) y que consolidan después P. «personalidad» de aquél (antisocialidad subjetiva)®''.
GRAMÁTICA y M. ANCEL, preocupado por articular u n a eficaz protec-
ción de la sociedad a través de la debida coordinación de la Criminología M. ANCEL, en su obra «La Defensa Social nueva, u n movimiento de
la Ciencia Penitenciaria y el Derecho Penal. Lucha realista contra la política criminal humanista» (1954), traza las pautas de lo que él mismo
criminalidad mediante instrumentos no necesariamente jurídicos, una advierte no es un a escuela más, ni un a dogmática innovadora, ni u na
nueva actitud hacia el delincuente y Política Criminal de signo huma- doctrina penal, sino un «movimiento de política criminal». Un movi-
nitario son tres de los postulados esenciales de la «Defensa Social»^^. Si miento preocupado no ya_por ej castigo del delincuente, sino portiia.
bien cabe distinguir en ésta diversas «etapas» y «orientaciones». protección eficaz de la comunidad, a través de estrategias ante todo
«extrapenales» que parten de u n conocimiento científico de la persona-
La primera etapa viene representada por la obra de A. PRINS:« La defensa social lidad de aquél y neutralizan su peligrosidad de forma individualizada y
y las transformaciones del Derecho Penal»*"*. La segunda se extiende entre las dos
guerras mundiales, y es el momento de la recepción de las tesis «defensistas» por
humanitaria. Propugnó M. ANCEL desjuridizar ciertas parcelas de la
las distintas legislaciones''^. Por último, la tercera etapa de la «Defensa Social» Ciencia Penal en aras de u n a eficaz Política Criminal; pero no en el
arranca de las circunstancias excepcionales de la posguerra, y aunque tiene un sentido positivista radical (disolviendo aquélla en la Biología, en la
, í i i a i . cuerpo de doctrina común, son muy marcadas también las diferencias que la Antropología o en la Sociología Criminal), sino en otro más moderado:
£'••>• separan de momentos anteriores (suele hablarse, por ello, de la «nueva» Defensa
integrar la Defensa Social en u n nuevo Derecho Penal concebido no como
^. Social)"''.
fin en sí mismo, sino como medio de lucha contra el crimen. El movimien-
to de la Defensa Social contempla al delincuente como un miembro más
Desde un principio se marcaron dos tendencias muy definidas,
de la sociedad cuya conducta debe analizarse y comprenderse, óptica
encabezadas, respectivamente, por F. GRAMÁTICA y M. ANCEL (esta
bien distinta a la adoptada por los «clásicos», que vieron en el criminal
última, mayoritaria). ,,
un pecador llamado a expiar su falta; o por los positivistas, para quienes
Para F. GRAMÁTICA, quien ya en 1945 fundó el Centro Internacio- éste no era sino u n animal peligroso o u n irresponsable condenado al
nal de Estudios de la Defensa Social, ésta significaba un sistema jurídico crimen por su naturaleza. Por ello, la vocación humanista de la Nueva
sustitutivo del sistema penal convencional. GRAMÁTICA negó, en Defensa Social reclama el tratamiento resocializador del delincuente
que proporcione a éste el sentido de su responsabilidad: que el hombre
8Ug, sea él mismo. Concepción que comporta un a finalidad «perfeccional»,
-á • -;íi'.?S.V, . n') qo .9. .') partiendo de la personalidad del autor, y u n a acción «realista» dirigida
M. AN(/EL advierte que la Defensa Social discrepa del positivismo criminológico en a «integrarle en u n a vida social libre y consciente». El «tratamiento
^ cinco extremos: 1) No admite el determinismo de este último; 2) Desaprueba la resocializador», basado en u n a completa investigación biológica, psico-
rígida clasificación o tipología de delincuentes, reafirmando la unicidad de la lógica y situacional del delincuente científicamente dirigida, constituye
personalidad humana; 3) Cree en la importancia de los valores morales, 4) Pretende
•í un equilibrio entre individuo y sociedad, reconociendo que ésta tiene deberes
para M. ANCEL no sólo la expresión de u na nueva actitud ante el
" respecto al delincuente; 5) Sustituye el ciego «cientifismo» positivista por una delincuente, sino también, y al propio tiempo, u na actividad de defensa
•( flexible orientación político-criminal. M. ANCEL, La Défense sociale nouvelle, de la sociedad y de lucha de ésta contra el crimen. Esa actitud de respeto
París, 1954, págs. 57 y ss. y 101 y ss. Cñ-. MANNHEIM, H., en: Pioneers, cit., pág. hacia la personalidad del delincuente, entendida como personalidad
' 35. humana propia, única e irremplazable, impidió, desde luego, que tales
^^ Vid. SAINZ CANTERO, L A., Lecciones, cit., págs. 150 y ss.3fel ma'&hd
A. PRINS, La défense sociale et les transformations du Droit Penal, Bruxelles,
1910.
Cfr. M. ANCEL, La nueva defensa social, cit., supra, nota 79, págs. 72 y ss.
'^^ Cfr., SAINZ CANTERO, J. A., Lecciones, cit., págs. 148 y 149. Sobre F. GRAMÁTICA, vid. SAINZ CANTERO, J. A., ibídem. X'i/IIAa .TÍO
474 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA
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>JE&fiSÍÍ£ • - •'' • -fi i-<í^ MODELOS TEÓRICOS EXPLICATIVOS
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• [ i b í ' i f . i.-'K-r;
Cfr. SAINZ CANTERO, J. A., Lecciones, cit., págs. 150 a 155. \HL) ."i
Capítulo X:
Ktí ttí*f* •j 1.. if Orientaciones biológicas: Antropología criminal,
' .•- >• , -'ü .. i
•ri rainal»* Biotipología criminal y Endocrinología
iOBOunsvüD ma.Liqp-jii. Cítminai \l/ .¿xniyiijpiütQ amoa;iiD:... .i
\:
1. EL M O D E L O «BIOLÓGICO» •iifeé'f kfeafüftR^f^itfféliífW^i^;
\^'
Con la «lucha de escuelas» se perfilaron en el panorama criminológico
tres orientaciones relativamente definidas: las biológicas, las psicológi-
cas y las.sociológÍGaSv-fHij8 eup sakisirahoaoo sb oshúa leb .oíamsfí ma
Las primeras miran de nuevo hacia el hombre delincuente, tratando
de localizar e identificar en alguna parte de su cuerpo —en el fiínciona-
miento de éste, de alguno de sus sistemas o subsistemas— el factor
diferencial que explique la conducta delictiva. Esta se supone conse-
cuencia, por tanto, de alguna patología, disfunción o trastorno orgánico.
Las hipótesis son t a n variadas como disciplinas y especialidades existen
en el á m b i t o de l a s c i e n c i a s: a n t r o p o l ó g i c a s , biotipológicas,
endocrinológicas, genéticas, neurofisiológicas, bioquímicas, etc.
Las psicológicas —entendido este término en su acepción más lata
posible— buscan la explicación del comportamiento delictivo en el
mundo anímico del h o m b r e , en procesos psíquicos a n o r m a l e s
(psicopatología) o en pulsiones o vivencias subconscientes que tienen su
origen en el pasado remoto del individuo y sólo pueden ser captadas a
través de la introspección (psicoanálisis); o, incluso, estiman que el
comportamiento criminal, en su génesis (aprendizaje), estructura y
dinámica (esto es, desde un punto de vista «conductual») tiene idénticas
características y se rige por las mismas pautas que el comportamiento
no criminal (teorías psicológicas, en sentido estricto).
Por último, las orientaciones sociológicas contemplan el hecho delictivo
como «fenómeno social», aplicando al análisis del mismo diversos marcos
teóricos precisos (ecológico, estructural, funcionalista, subcultural,
conflictual, interaccionista, etc.).
En todo caso, la actual polémica discurre por el cauce pacífico del
niétodo empírico, del método científico. No es ya, como en la época del
^JÁ.
478 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 479
advenimiento del positivismo criminológico, u n a polémica sobre el interdisciplinaria. Porque cualquier explicación científica del comporta-
propio método (abstracción versus método positivo). miento humano, si quiere ser plenamente convincente, h a de asumir la
Se discute sobre la bondad o conveniencia de los respectivos modelos evidencia de que el individuo es u n ser pluridimensional y complejo,
teóricos, sobre la prioridad de uno u otro enfoque. Reconociéndose que real, no un a imagen ficticia, abstracta. El código biológico constituye, sin
la Criminología es u n a ciencia interdisciplinaria, cualquier pretensión duda, el punto de partida obligado y, al propio tiempo, la materia prima
monopolizadora o excluyente de otras queda automáticamente descali- y pilar fundamental del continuo y fecundo proceso de interacción,
ficada; como cualquier hipótesis o teorías no susceptible de verificación. abierto y dinámico en el que se inserta la conducta del hombre.
Las orientaciones biológicas que a continuación se exponen arrojan Si, como parece —y contra lo que debiera suceder si fueran absoluta-
u n muy elevado nivel de empirismo (déficit inevitable de muchas mente válidos los postulados ambientalistas—, el crimen no se reparte
construcciones sociológicas y psicológicas). Sin embargo, el potencial de de forma homogénea en la población, sino que se concentra en reducidos
abstracción de las mismas es más reducido que en aquéllas. Poseen una grupos, el enfoque biológico tal vez pueda contribuir a la explicación de
incuestionable vocación clínica y terapéutica, que prima sobre otras este fenómeno^.
proyecciones del saber científico. El aprovechamiento político-criminal, Veamos algunas de las hipótesis prioritariamente biológicas:
por ejemplo, del núcleo de conocimientos que suministran no siempre se
verá libre de grandes dificultades prácticas: y de sospechas de todo tipo.
Aunque sea u n error identificar estas teorías —sin distinguir las
moderadas de las radicales— con el movimiento neo o poslombrosiano^
2. I N V E S T I G A C I O N ES E N EL ÁREA D E LA ANTROPOLOGÍA
lo cierto es que son las más próximas a alguno de los ideales del
positivismo criminológico, pues parten de la premisa de que el hombre
La Criminología, en sus orígenes históricos, se halla estrechamente
delincuente es «distinto» del no delincuente (principio positivista de la
unida a la Antropología. En u na primera etapa, la Antropología se
«diversidad») y que en dicho factor diferencial reside la explicación
identificaba con la Antropometría, ya que todos sus esfuerzos se orien-
última de u n comportamiento inaudito: el criminal. La búsqueda de un
taron a fundamentar u n a supuesta correlación entre determinadas
trastorno, patología, disfunción, etc., es u n a característica común a
características o medidas corporales y la delincuencia. Con LOMBROSO
todos los enfoques biológicos y el riesgo más acusado al que los mismos
se diversificó t a n estrecha óptica, abarcando las investigaciones
propenden: confundir lo distinto, lo diferente, y lo patológico; atribuyen-
antropológicas otros muchos ámbitos y perspectivas: fisionómicos,
do indiscriminada e injustificadamente a todo factor diferencial una no
organoscópicos, biográficos, étnicos, genéticos^ etc. No obstante, ha
comprobada relevancia criminogénica.
predominado en la Antropología el enfoque antropométrico (búsqueda
Constituyen las orientaciones biológicas el contrapunto de las teorías de ciertas medidas que faciliten, junto con otras técnicas, la identifica-
ambientalistas, la otra cara de la moneda. La gran tentación a la que se ción del delincuente), así como el estudio de las costumbres y hábitos de
hallan sometidas —y a la que, a menudo, sucumben sus sectores más los criminales y la de los factores físicos que pueden asociarse al
radicales— es la de generalizar indebidamente, viendo relaciones de comportamiento delictivo. Esto es, la evolución de la Antropología
causa a efecto y leyes universales donde, a lo sumo, sólo existe una criminal parece haber apuntado más hacia u n a Antropología biológica
correlación válida exclusivamente con relación al caso concreto exami- que hacia una Antropología cultural^.
nado.
A X / í úí \'3'i,vlíi{fC/J f..- j n ,*
Pero, con sus límites y condicionamientos, el enfoque biológico tiene
su lugar y su función en el seno de la Criminología científica ! rr- í t ' ' » . r í i í r r í r ! f'»f1<^ i-í! jr.
^ Cfr. GARRIDO GENOVÉS, V., Delincuencia y sociedad, cit., pág. 25. , en'
Así, RODRÍGUEZ MANZANERA,
;
L., Criminología,
' — ' "•-^-'a^^,
cit., pág. 280.
v.^.-., j ^ " t 5 - ^ ^ " .
En este sentido, RODRÍGUEZ MANZANERA, L., Criminología, cit., págs. 280 y
^ Cfr. GARRIDO GENOVÉS, V., Delincuencia y sociedad, cit., pág. 26. 281.
Jl
480 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 481
A) Los principales progresos en el campo de la Antropometría se aproximó considerablemente a la doctrina lombrosiana, admitiendo no sólo haber
identificado estigmas en la población criminal, sino incluso la posibilidad de describir
debieron a A. BERTILLÓN (1857-1914), hijo de médico y nieto de
características degenerativas diferenciales para los respectivos grupos de delin-
matemático, francés, que trabajaba en los archivos de la Súrété^ cuentes.
BERTILLÓN ideó un complejo sistema de medidas corporales, once
inicialmente, que unidas a la fotografía de los delincuentes, pretendía CH. B. GORING^, a quien suele atribuirse la dirección de u n valioso
servir como instrumento de identificación de éstos. El método despertó estudio biométrico-estadístico: «The English Convict: A Statistical
numerosas criticas y rechazos: «Su informe se lee como si fuera un Study»^° publicado en 1913, es conocido, fundamentalmente, como
chiste», le reprocharía uno de sus superiores. Pero lo cierto es que el antropólogo que refutó la metodología y tesis lombrosianas.
«bertillonaje» acabó siendo adoptado por las policías y presidios de todo Sin embargo, su contribución a la Criminología general no debe
el mundo*^. Según su creador, midiendo la estatura, la longitud de la ignorarse: potenció, como nadie hasta entonces, el empleo del método
cabeza, la del dedo medio, la máxima de los brazos, etc., pudieron ser estadístico; mantuvo u n a genuina «teoría de la criminalidad», original,
identificados muchos delincuentes que, en otro caso, hubieran escapado en perfecta sintonía con las preocupaciones actuales (su discurso sobre
a la acción de la Justicia^. el rol de la edad en la génesis del delito, por ejemplo, guarda un estrecho
>or eíí's Criticada la teoría lombrosianadel delincuente nato, no es necesario advertir que paralelismo con la obra del matrimonio GLUECK); sus investigaciones
vg,- el bertillonaje sólo puede ser entendido como un método de identificación del son u n testimonio demoledor de la función antipedagógica, criminógena,
i delincuente, unido a otras técnicas más modernas, en el marco de la Criminalística.
de lasprisiones, que no discrepa esencialmente de las tesis de CLEMMER;
Pero que, en modo alguno, aporta una teoría explicativa del hecho criminal
en el ámbito político-criminal y de profilaxis, GORING llegó a proponer
'm (Criminología). „_,. ^A^Í
^x; todo un programa de control del crimen, acorde con sus premisas: la
inferioridad hereditaria de la diathesis o propensión criminaP^
B) Las investigaciones llevadas a cabo en el ámbito específico de la
Antropología son, de u n modo u otro, tributarias de la herencia «The English Convict» fue la respuesta aun célebre reto de LOMBROSO^^ quien
lombrosiana. Lo que no puede extrañar si se repara en el amplio impacto había prometido abjurar de sus teorías si una comisión de expertos no encontraba
signos físicos, mentales y psíquicos significativamente diferenciales del examen
del genial veronés en los restantes campos de la Criminología^ Cierta-
comparativo de tres grupos humanos: cien delincuentes natos, cien individuos con
mente, no todos los antropólogos posteriores fueron lombrosianos o tendencias delictivas y cien individuos «normales». Se inició en 1901, concluyendo
neolombrosianos. Pero incluso los que discreparon del maestro, no en 1909. El equipo estaba integrado por diversos profesionales, entre los que
pudieron liberarse de su influencia. destacaba el famoso experto en estadística K. PERSON. Se examinaron unos 3.000
delincuentes convictos, todos ellos reincidentes; el grupo de control de no criminales,
Un ejemplo de lo dicho se encuentra en las dos figuras más señeras de la muy amplio, lo componían estudiantes de Oxford y Cambridge, pacientes de
Antropología Criminal: el médico de prisiones inglés CH. BUCKMAN GORING hospitales, militares, etc.; analizándose, en términos comparativos, treinta y siete
(1870-1919), y el antropólogo de Harvard E. A. HOOTON. El primero, aun propug- características físicas y seis rasgos psíquicos.
nando una tesis muy significativa: la inferioridad, de base hereditaria, del delincuen-
te, negó la existencia de un «tipo físico» de criminal. El segundo, por el contrario, se
El estudio «hiométrico», con sólido respaldo estadístico, de GORING
íii:.. sb armaki^&rBI .?]& no pretendía tanto desmentir las tesis lombrosianas, como el método con
'•I " •'•'.-••va !5 onugiB obom na nsírni^nos on gobsííuesi &o-A&mvU :a|fiasQ
Cfr. R O D R Í G U E Z M A N Z A N E R A , L . , ibídem.
Cfr. RODRÍGUEZ MANZANERA, L., Criminología, ibídem.
BERTILLÓN, A., La identificación antropométrica, Revista Mexicana de
Criminología, 1976, México, pág. 187, cit. en RODRÍGUEZ MANZANERA, L., Sobre CH. B. GORING, vid., fundamentalmente, E. D. DRIVER: «Ch. B. Goring»,
ibídem. 10
en: Pioneers, cit., págs. 335 y ss. (y reseña bibliográfica sobre el autor, en pág. 348).
Una reseña sobre la influencia de la obra lombrosiana en los diversos ámbitos del u London, 1913, His Majesty's Stationery Office.
saber criminológico, en: BONGER, W., Introducción a la Criminología, cit., pags- Sobre la aportación de GORING a la Criminología general, vid. E. D. DRIVER, en:
114 y ss., M. E. WOLFGANG, «Cesare Lombroso», en: Pioneers, cit., págs. 216 y ss. Pioneers, cit., pág. 336.
XOi (incluso en los Estados Unidos, op. cit., págs. 219 y ss.). También en: SCHNEIDEK, Cfr. VOLD, G. B., Theoretical Criminology, cit., pág. 58. Inicialmente, la obra
H. J., Kriminologie, cit., págs. 109 y ss.). pretendió haberse ajustado a la propuesta lombrosiana, pero luego no lo hizo.
482 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 483
que las obtuvo el maestro veronés. Según GORING, LOMBROSO se justifican las alegaciones de los antropólogos criminalistas. Contradicen su testimo-
nio en casi todos los puntos. De hecho, nuestras estadísticas manifiestan una
sirvió de un método «anatómico-patológico», basado en la observación conformidad alarmante con las similares de las clases obedientes a la ley, tanto en
directa, sin instrumentos de medición objetivos, que infería la supuesta lo relativo a las medidascomo a la presencia de anomalías físicasúB los delincuen-
normalidad o anormalidad del individuo de los estigmas así detectados. tes. Estamos obligados a aceptar las conclusiones finales mientras de los datos
En consecuencia, estimó indispensable el método estadístico, el único contenidos en una serie de estadísticas futuras no se derive una prueba adicional
que nos haga desechar o modificar una certeza manifiesta. Nuestra conclusión
que, a su juicio, podía ofrecer mediciones precisas, fiables, reproducibles inevitable debe ser que no existe lo que pudiéramos considerar un tipo físico ÚQ\
e independientes de los prejuicios del investigador^^ delincuente^'.
El resultado de esta investigación fue doble: por u n a parte, un
rotundo desmentido de la doctrina lombrosiana del delincuente como La teoría de la criminalidad de GORING parte de la relevancia
tipo físico propio, sui generis, en el sentido antropológico; de otra, el efectiva de los factores físico-constitucionales. El hecho delictivo, a su
sustrato empírico de su teoría de la inferioridad del criminal, de base juicio, no es producto de u na opción libérrima del individuo (teoría
hereditaria. clásica); pero tampoco, de una personalidad enfermiza y anormal (tesis
positivista); o mero contagio del ambiente y entorno (postulado socioló-
GORING no encontró los estigmas degenerativos a los que se refirió
gico). «Cabe hablar —afirma^^— de la existencia de u na diathesis
LOMBROSO. Comparando el grupo de delincuentes con el de control, no
criminal» o «proclividad delictiva, bien mental, bien moral o física,
halló más anomalías entre los primeros que entre los oficiales del «Royal
presente en cierta medida en todo ser humano, pero capaz de determinar
Bngineers». Tampoco pudo detectar peculiaridades estadísticamente
en el caso de algunos, eventualmente, que sean recluidos en prisión».
relevantes contrastando otras características en uno y otro grupo
(contornos nasales, color de los ojos, de la piel, zurdería, etc.). Las Dicha diatíjesisno sería observable de forma directa, sino inferible, y, a falta de
datos suficientes sobre el grupo de control (población no criminal), empleó dos
diferencias eran insignificantes. A la misma conclusión llegó al evaluar escalas para expresar los diversos grados de propensión delictiva de los varios
los treinta y siete rasgos físicos y seis psíquicos entre los diversos grupos subgrupos criminales atendiendo a la clase de delitos por ellos cometidos^^
criminales: ladrones, falsificadores, etc. En todo caso, no constató más
trazos diferenciales que los que puedan derivar del efecto selectivo del Donde sí observó GORING mayores diferencias entre delincuentes y
factor ambiental". no delincuentes fue en los respectivos niveles intelectuales, lo que le
Con un a sola excepción: el peso y estatura en todos los grupos permitió afirmar la existencia de un a elevada asociación criminalidad-
criminales suele ser —con la excepción de los estafadores— ligeramente déficit intelectual. .^v,^^.v™^^-v»^^ v^x^o» .w
inferior al peso y estatura media de la población generaP^; constatación « Los delincuentes ingleses —dirá— son seleccionados por su constitución física
que satisfizo a GORING, ya que le permitió argumentar a favor de su y por su constitución mental, que son independientes»; de modo que «la única
tesis de la inferioridad hereditaria del delincuente, verificada así a asociación física significativa con la criminalidad es, por lo común, cierto déficit
psíquico; y el único factor constitucional decisivo, de orden mental, en la etiología del
través de la medición objetiva de un a serie de índices (vg., habilidades crimen, es un déficit de la inteligenciax^".
mentales, y otros)^*^.
r' j í^ • itgf>«.i|
"•'' El rechazo de GORING a las tesis lombrosianas se sinteriza en un conocido 'iJit
pasaje: «Nuestros resultados no confirman en modo alguno el testimonio, ni
-U U -i >lna; 'u,. "j ) f bno. t i ' I /JHOí.) ÍI H GORING, CH. B., The EngHsh Convict, cit., pág. 173. Cfr. BONGER, W., Introduc-
1^ Vid. E. D. DRIVER, op. cit. (en: Pioneers), pág. 337. ción a la Criminología, cit., págs. 131 y 132.
" GOEING, CH. B., The English Convict, cit., págs. 196 a 214. Cfr. VOLD, G. B., GORING, CH. B., The Enghsh Convict, cit., pág. 26. Cfr. DRIVER, E. D., en:
Theoretical Criminology, cit., pág. 59. jw.i:jii-n 19
Pioneers, cit., págs. 338 y ss. ¡JK, ua ao fj^-isa SÍ aiaos .aorraoi ÍB mmq
^^ GORING, CH. B., The English Convict, cit., pág. 200. ' 20
Vid. DRIVER, E. D., ibídem. , ,, . - .... * . - «»
1" GORING, CH. B., The English Convict, cit., pág. 287, tabla 119. Cfr. VOLD, G. B., GORING, CH. B., The English Convict, cit., 263. Cfr. DRIVER, E. D., en: Pioneers,
Theoretical Criminology, cit., pág. 60. cit., págs. 341 y ss. ^ „_., . ., - , ; - i i
484 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 485
Más tarde reconocería GORING u n tercer factor criminógeno, en críticas que desencadenó el trabajo de GORING=^'. Las tesis lombrosianas, sin
embargo, resurgirían en los años treinta merced a la sofisticada y llamativa
aquellos delincuentes cuya inferioridad física o mental no había podido investigación del antropólogo norteamericano E. A. HOOTON.
demostrar: la inferioridad moraP^. La estructura de la edad de los
diversos grupos de delincuentes, muy semejante a la de la población C) E. A. HOOTON28 revisó la obra de GORING, criticando severa-
general en el caso de los delincuentes no habituales, esto es, los más mente su metodología y el alegato que en ella se contiene contra los
próximos a la población general en términos de diathesis (los «menos» postulados lombrosianos. A su juicio, GORING era un brillante estadís-
delincuentes); muy distinta en otros subgrupos (habituales, etc.), de- tico, pero implicado en sus especulaciones cuasi-fisiológicas, alejadas de
mostraría, ajuicio de GORING, que el déficit intelectual es un a fuente la realidad por la sofisticación y el prejuicio de sus análisis^^ Hasta el
primaria del delito^^ 3^OTíieka-,«.H.W&wJ«w punto de minimizar o incluso desconocer diferencias efectivas que sus
La inferioridad, en todo caso, se transmite por vía hereditaria, según propias investigaciones —las de GORING^"— habrían detectado entre
GORING^^. Los factores sociales tendrían u n a escasa relevancia delincuentes y no delincuentes. No pretendió HOOTON afirmar la
etiológica. Únicamente cabría establecer correlaciones significativas inequívoca relevancia etiológica de ciertas características físicas del
entre determinadas modalidades delictivas y concretas actividades, criminal, sino la necesidad de que fueran examinadas y reconocidas en
profesiones u ocupaciones, y clases sociales^''. términos «antropológicos», completándose, de este modo, el enfoque
psicológico, sociológico y psiquiátrico del fenómeno criminaF^ con u n a
P a r a GORING, no obstante, inferioridad no significa anormalidad. óptica tan necesaria como preterida.
Incluso si pudieran detectarse diferencias específicas entre delincuen-
tes y no delincuentes —afirma^^— tales particularidades no demostra- Su obra: The American Criminal: An Antiiropological Studf^, publicada en 1939,
generosamente financiada y de impresionante apariencia, pasa revista a un total de
rían que el criminal es u n individuo anormal; antes bien, que pertenece
17.000 individuos —14.000 reclusos y el resto un oportuno grupo de control— con
a «una clase de individuos normales seleccionados..., cuyas cualidades toda suerte de detalles en cuanto a mediciones y evaluación de éstas.
pueden presentar rasgos extremos en comparación con los porcentajes
medios». La tesis fundamental de HOOTON se resume así: el criminal es un
«The English Convict» fue, durante lustros, una obra paradigmática en cuanto al ser orgánicamente inferior, y el delito producto o resultante del impacto
rechazo de las tesis lombrosianas; todo ello sin perjuicio del inevitable encanto y del medio en un organismo humano de casta o rango inferior; de modo
fascinación que siguió despertando en los Estados Unidos, incluso, el nnito del «tipo
físico» de delincuente y del que es un claro exponente la obra de A. E. FINK: Causes
que sólo puede ser suprimido —el crimen— extirpando el sustrato físico,
ofCrime:BiologicalTheonesinthe United States, 1800-1919^. Kde las numerosas psíquico o moral de dicha inferioridad, o mediante su total segregación
en un medio socialmente aséptico^^.
iio©fai,:í»;itstrisrR';ri9i3j*}Wnt:
ít., •• Of«f(íh'2i'ÍflfsjHb>iOOtT/lfjp'?;ui-iOíffgífe
kot4 .fa
®^ ' ' ' <íJnrt->f ''^í'jíneimíínv>se-i obo'jfi{ií .^^ím\p\
21 Cfr. DRIVER, E. D., ibídem (pág. 342).
22 GORING, CH. B., The English Convict, cit., pág. 212. Cfr. DRIVER, E. D., op. cit., ®*f^^'' • : ••• liJutJ H .r.'3uq./:>b .')bu;íÜ)íO/^ .Lühf í o i ' o i . ' m\?i'¡>t
páginas 342 y ss.
23 GORING, CH. B., The EngHsh Convict, cit., págs. 365 y ss. Cfr. DRIVER, E. D., op.
cit., en: Pioneers, cit., págs. 344 y ss. Una referencia crítica a las tesis de GORING, en: VOLD, G. B., Theoretical
2* Vid. DRR^ER, E. D., en: Pioneers, cit., págs. 343 y ss. Criminology, cit., págs. 346 y ss.; DRIVER, E. D., en: Pioneers, cit., págs. 346 y ss.;
25 GORING, CH. B., The Enghsh Convict, cit., pág. 24. Cfr. VOLD, G. B., Theoretical GARRIDO GENOVÉS, V., Delincuencia y sociedad, cit., pág. 28.
' Criminology, cit., págs. 60 y 61. Según VOLD, el punto de vista de GORING Cfr. VOLD, G. B., Theoretical Criminology, cit., págs. 61 y ss. H •"•
equivale a afirmar que u n jugador profesional de baloncesto no es alto porque 30
Cfr. GARRIDO GENOVÉS, V., Delincuencia y sociedad, cit., pág. 29.
pertenezca a un tipo antropológico anormal, sino porque h a sido seleccionado, en Reproche frecuentemente dirigido a GORING por sus detractores. Cfr. VOLD, G.
parte al menos, sobre la base de su estatura precisamente (op. cit., pág. 61). 31
B., Theoretical Criminology, cit., pág. 60. ,..u>v>
'2'' U n a amplia reseña bibliográfica sobre los autores que se ocuparon del «tipo físico») 32
Vid. GARRIDO GENOVÉS, V., Delincuencia y sociedad, cit., pág. 29. , .^ .•••;,
•s en: VOLD, G. B., Theoretical Criminology, cit., pág. 61 y nota 22. La citada obra de 33
Harvard University Press, Cambridge, 1939. 'ÍÍAO.TÍD
FINK pasa revista a la de más de 35 autores que se ocuparon del problema. HOOTON, E. A., The American Criminal, cit., I, pág. 309. «ijíJa-joanIT
486 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 487
Según HOOTON, existen diferencias significativas entre delincuen- predecir la primera*". En segundo lugar, porque no demuestra el
tes y no delincuentes, y, a su vez, entre los distintos subgrupos crimina- carácter supuestamente hereditario de la inferioridad física. Finalmen-
les^^ te, por razones metodológicas: HOOTON parte de una falsa clasificación
Los delincuentes serían inferiores a los no delincuentes en casi todas de los delincuentes examinados, muchos.de los cuales habían sido
las medidas corporales (afirmación válida respecto a toda clase de condenados con anterioridad por delitos de muy distinta naturaleza que
criminales); en 19 de las 33 medidas computadas podrían apreciarse no tuvo en cuenta. Y desconoció un dato importante: que en el grupo de
diferencias ostensibles entre ambos grupos^^ control, en las diversas muestras, había t a n t a s o más acusadas diferen-
Algunos rasgos //s/ircs reflejarían fielmente la inferioridaci constitucional de los
cias aún que las que detectó después entre aquél y el grupo criminal o
delincuentes: poca trente e inclinada, cuello largo y delgado, hombros caídos^''; entre los diversos subgrupos de delincuentes*^,iJíiíj^',ij'¿y;xJia
labios finos, breves ángulos mandibulares, poco acusados maxilares, punto de
Pero, contemplada su obra en el momento histórico que vivía la
Darwin muy perceptible, orejas pequeñas con los bordes del pabellón auditivo
ligeramente enroscado, rostros tensos, mandíbulas estrectias, muy abundante Antropología criminal, el juicio no debe ser t a n riguroso.
secreción nasal, predominio de ojos azul-grisáceo, escaseando los ojos oscuros y
azul, con pliegues pronunciados y cejas poco pobladas; el tatuaje, por último, sería •d^\imi^^ií^Sim'm^-:^ • I Í - Í H A I rf j VüO
más frecuente entre delincuentes que entre no delincuentes. D) J u n to a los autores citados, debe resaltarse, también, la aportación
de VERVAEK, DE GREEF y DI TULLIO , .,.„.,.
P a r a HOOTON, la inferioridad física es relevante, ante todo, porque
Importante fue, por ejemplo, la contribución de L. VERVAEK, que
aparece asociada a la inferioridad mental, siendo causa de aquélla,
puso especial énfasis en el código biológico individual y en la herencia.
probablemente, la herencia, no factores circunstanciales o situacionales^''.
El medio social, a su juicio, no crea nada: se limita a desarrollar, o evitar
HOOTON, además, creyó poder constatar una clara correlación entre determi- el desarrollo, en su caso, de los caracteres hereditarios. P a r a VERVAEK,
nadas características físicas y las diferentes clases de delincuentes: así, los
individuos altos y delgados serían proclives a la comisión de asesinatos y atracos;
las ideas lombrosianas brindan soluciones válidas para los problemas
•1 los altos y corpulentos, homicidios, falsificaciones y estafas; los bajos, hurtos y etiológicos y de profilaxis del comportamiento criminal, del hombre
desvalijamientos; ios bajos y gruesos, violaciones y abusos sexuales^^ etc. delincuente; si bien, a su juicio, no debía circunscribirse la Antropología
al estudio de la organización corporal de aquél, ni a la búsqueda
Las conclusiones de HOOTON, sin duda, parecen hoy simphstas, frenética de cierto número de taras morfológicas y funcionales*^.
propias de u n enfoque primitivo y naif. De hecho suscitaron toda suerte También la del belga DE GREEF, uno de los partidarios de la teoría de la
de críticas^^. E n primer lugar, por el modo de convertir las diferencias «personalidad criminal», esto es, de la supuesta existencia de una entidad global
apreciadas entre los dos grupos: el de delincuentes y el de no delincuen- específicamente criminal, dotada en cuanto personalidad unitaria de unas caracte-
tes, en signos inequívocos de la inferioridad de aquéllos. Su razonamien- rísticas anatomofisiológicas propias, producto de una degeneración que tendría su
origen en diversas y múltiples taras''^
to es el ejemplo típico de razonamiento circular: la criminalidad le sirve
para definir la inferioridad, acudiendo, después, a esta última para
Heredero de la tradición antropológica italiana, DI TULLIO merece
1*
una especial consideración. Como representante de lo que el propio
LK>V -.n-í ,ÍY/VA')',} ')b .) - p i •I ^íi'n'Ai, autor denominó «una nueva fase en la evolución de la doctrina lombrosiana
34
Cfr. VOLD, G. B., Theorotical Criminology, cil , págs. 62 y ss. . .v'jolor
35
HOOTON, E. A., The American Criminal, cit., I, pág. 229. ^-' « m ' ' •' • "• .íooenimoíTib tú íyjs na3 .¿¡[s ^¡.n, jj^ q^, j g J/Í ^OMAOIIOW .-ñO **
36
HOOTON, E. A., The American Criminal, cit., I, pág. 304. -. .oÍ3i>:ñm m. .s OLIJUT
37
HOOTON, E. A., The American Criminal, cit., I, págs. 301 a 308. Tin') f;i;-
38 40
Vid. HOOTON, E. A., Crime and the Man, Harvard University Press, 1931. Así, VOLD, G. B., Theoretical Criminology, cit., pág. 64.
41
Cambridge, págs. 376 a 378. Cfr. VOLD, G. B., Theoretical Criminology, cit., pág- Cfr. VOLD, G. B., Theoretical Criminology, cit., págs. 63 y 64.
42
63. Sobre el autor, vid. BONGEE, W., Introducción a la Criminología, cit., pág. 273;
Cfr. GARRIDO GENOVÉS, V., Delincuencia y sociedad, cit., pág. 29; VOLD, G. B., RODRÍGUEZ MANZANERA, L., Criminología, cit., pág. 282.
Theoretical Criminology, cit., pág. 63, nota 27. Cfr. RODRÍGUEZ MANZANERA, L., Criminología, ibídem. .......-. „ ..^
488 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA «¡W
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 489
mL
490 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 491
de las teorías constitucionales. De hecho, representa u n a línea de problemas de carácter funcional, alergias, insomnios, sensible al ruido, introvertido,
etcétera'".
investigación dinámica, sometida a u n complejo marco teórico y plural
de factores integrados, cuyas categorías el autor no aisla de cualquier
SHELDON parte del somatotipo o primera «aproximación al estudio
I
posible interacción con factores ambientales'^. Su enfoque —e incluso su
básico de la variación h u m a n a sobre un fundamento objetivo». P a r a el
terminología— tiene claras connotaciones embriológicas. Parte del
autor, los tipos antes citados no son entidades unitarias sino grados de
blastodermo, unidad celular de la que procede todo individuo, distin-
tendencia e interrelación en el que predomina uno otro estrato; es decir,
guiendo tres capas concéntricas que, de dentro a fuera, reciben el
reconoce la existencia de u n a pluralidad flexible de somatotipos suscep-
nombre de «endodermo», «mesodermo» y «ectodermo». De acuerdo con
tibles de complejas combinaciones reflejadas en u n a puntuación del 1 al
los datos que suministran la Embriología y la Fisiología del desarrollo,
7'^. Operando, así, con unos 60 rasgos (postura, sociabilidad, apetito,
elabora dos tipologías, «física» y «mental» —rasgos corporales y caracte-
afectividad, tolerancia, ambición, espíritu de aventura, etc.) se efectúa
rísticas temperamentales correspondientes—, según el predominio del
la puntuación.
estrato en cuestión, de los órganos o funciones que representa: las .tíWÚáía..
visceras digestivas (endodermo), huesos, músculos, tendones, etc., del La clasificación de SHELDON tiene un fundamento experimental^, basado en la
sistema motor (mesodermo), tejido nervioso, piel, etc. (ectodermo)''^. historia de casos individuales; 200 jóvenes delincuentes de un centro de tratamiento
y reeducación en Boston. SHELDON observóquedichosjóvenes eran acusadamente
Según SHELDON, las características somáticas o «estáticas» darían mesomorfos y escasamente ectomorfos. Los porcentajes respectivos que el propio
lugar a tres «tipos»: el tipo endomorfo, el mesomorfo y el ectomorfo. SHELDON había detectado con anterioridad en un grupo de 200 jóvenes no
delincuentes, por el contrario, diferían en términos estadísticamente muy significa-
noo •<«'= El endomorfo evidenciarla: visceras digestivas pesadas y muy desarrolladas, tivos". Dicho de otro modo, en el grupo criminal se aprecia un predominio del tipo
Bnu con estructura somática relativamente débil; bajo peso específico, tendencia a la mesomorfoUás aún: SUTHERLAND, después de revisar las figuras aportadas por
.°^E gordura, formas redondeadas, miembros cortos, piel con vello y suave; el mesomorfo, SHELDON, llegó a la conclusión de que el más delincuente de aquellos jóvenes (por
gran desarrollo de las estructuras somáticas (huesos, músculos, tejido conjuntivo), sus carreras criminales) era significativamente más mesomorfo que el menos
Y,c alto peso específico, duro, erecto, fuerte y resistente; tronco grande, pecho con- delincuente'^.
\-l sistente, manos grandes; el ectomorfo, cuerpo frágil, alargado, delicado; extremida-
'^" des largas y delgadas, músculos pobres, tórax chato, huesos poco consistentes y
iT^^»^f¡nos, hombros caídos, cara pequeña, nariz afilada, pelo fino.
La conclusión de SHELDON —predominio acusado del componente
mesomorfo en el grupo de criminales en comparación con el de control—
fue pronto criticada. Fundamentalmente por razones metodológicas:
A cada tipo «físico» o «corporal», le corresponderían unos rasgos
por el criterio con que se seleccionaron los delincuentes, interesado y
caracterológicos y temperamentales propios, esto es, tres «tipos»: res-
parcial, según algunos; por la imprecisa definición de delincuencia de
pectivamente, el tipo viscerotónico, el somatotónico y el cerebrotónico.
SHELDON; o incluso argumentando que los diferentes grupos o varie-
El tipo viscerotónico es endomorfo; cómodo, lento, glotón, sociable, cortés,
amable, tolerante, hogareño, extravertido; el somatotónico, es mesomorfo; firme,
noí aventurero, enérgico, atlético, ambicioso, osado, valiente, agresivo, inestable,
slg escrupuloso, estridente, dinámico; el cerebrotónico es ectomorfo; rígido, rápido, 74
aprensivo, controlado, asocial desordenado hipersensible solitario, pleno de SHELDON, W., Varieties of Delinquent Youth, cit., págs. 14 a 30.
75
Según este procedimiento de puntuación, 7-1-1 sería el individuo endomórfico
ideal; 1-7-1, el mesomórfico ideal; 1-1-7, el ectomórfico ideal. Una persona con el
somatotipo 6-1-3, sería acusadamente endomórfica; con el somatotipo 1-7-2,
signiñcativamente mesomórfica, y muy ectomórfica si el somatotipo fuese, por
VíxneUes of Temperament, 1942; Ailas uf Man, 1954, tudas ellas publicadas por ejemplo, 3-2-6.
76
Harper, New York y Londres. 77
Vid. RODRÍGUEZ MANZANERA, L., Criminología, cit., pág, 292.
'2 Así, GAERIDO GENOVÉS, V., Delincuencia y sociedad, cit., pág. 30. Sobre En cuanto a las puntuaciones exactas obtenidas por SHELDON para los dos grupos
SHELDON, vid. SCHNEIDER, H. J., Kriminologie, cit. págs. 375 y ss. y sus significativas diferencias en orden a la mesomorfia y ectomorña (P = 001), vid.
"^^ Vid. GAEEIDO GENOVÉS, V., Delincuencia y sociedad, cit., págs. 30 y ss.; VOLD, CORTÉS, J. Delinquency and Crime, 1972, Seminar Press, New York, pág. 14. Cfr.
.isi G. B., Theoretical Criminology, cit., págs. 66 y ss.; RODRÍGUEZ MANZANERA, L., VOLD, G. B., Theoretical Criminology, cit., pág. 67. uuri ./ ísawwioyoi ,.ei
•:ú* Criminología, cit., págs. 292 y SS. Cfr. CORTÉS, J., Delinquency and Crime, cit., pág. 17. ' "íi K 6T&.83sq,4,iÍÉB
496 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 497
dades delictivas carecerían científicamente de relevancia ya que los fue similar a nuestras impresiones de diez años de investigación en el Hayden
tipos no podrían distinguirse en fiínción de índices somatotípicos ni Goodwlll Inn. Ello puede sintetizarse con una sencilla afirmación: allí donde se halla
presente una inadecuación esencial, dicha inadecuación se refleja también en la
psiquiátricos^^. Sin embargo, lo cierto es que el equipo de SHELDON ha estructura perceptible del organismo.»
venido haciendo un seguimiento concienzudo del grupo de 200 indivi-
duos a través de sucesivas evaluaciones a lo largo de los últimos treinta La mayor incidencia de la mesomorfia entre los delincuentes se ha
años y parece haberse confirmado la tesis inicial: este análisis longitudinal rftántenido, también, por otros autores que siguieron un a metodología
evidencia que la muestra de sujetos delincuentes apunta hacia el semejante a la de SHELDON.
componente mesomórfico, mientras el grupo de control, integrado por
unos 4.000 estudiantes de un college americano, es menos mesomórfico Así, STEWART (1980), al examinar los residentes de un psiquiátñco, niños y
jóvenes, constató que un 85 por 100 de los sujetos exhibía el temperamento de los
y más ectomórfico**°. mesomórficos^'*.
La obra de HARTL, MONNELLY y ELDERMAN^S pubHcada en
1982 y que compila todas las investigaciones somatotípicas, refi'enda la b) El matrimonio GLUECK, en dos investigaciones realizadas en
opinión de SHELDON: mientras la población general suele distribuirse 1950 y 1956, después de comparar dos grupos de 500 jóvenes —el grupo
de forma simétrica en u n hipotético mapa, la población criminal se criminal y el de control, y manteniendo constantes la edad, nivel
concentra en el cuadrante noroeste (mesomorfia), observándose sólo intelectual, factor racial, área de residencia, etc.— pudo observar que u n
contados casos en los restantes segmentos. Concluyendo: 60,1 por 100 de los delincuentes eran dominantemente mesomórficos,
proporción muy superior a la detectada en el grupo de controP^.
oqiJ isb " «El territorio somatotípico de la delincuencia se configura de este modo de forma
Toq i constreñida. Los adolescentes problemáticos, por consiguiente, son reclutados no Los GLUECK habían añadido a la tipología de SHELDON un cuarto grupo: el de
•."'• de todos los somatotipos disponibles, sino del área noroeste (mesomorfia), excitada los delincuentes «equilibrados», partiendo, además de un modelo «plurifactoñal»,
;, y débilmente ¡nhibida»^^ '8tesri3>«w^fTO!i»itetó.iíagtí en el que el «factor físico» es un componente más de la criminalidad pero no el
principal, ni desde un punto de vista etiológico-explicativo ni predictivo. El análisis del
matrimonio GLUECK incluyó, también, el de 67 rasgos de la personalidad y 42
SHELDON, por último, comparte y aprueba de modo enfático las
factores socioculturales, al objeto de comprobar cuáles de ellos se hallaban más
conclusiones más espectaculares de HOOTON en cuanto a la inferiori- asociados al delito''^
dad estructural y orgánica del delincuente, o sD oqxjT§ i9 íis o
«HOOTON considera de sentido común —explica SHELDON'*^'— que existan Constataron que los individuos mesomórficos, en general, exhiben
9¡ organismos humanos estructuralmente superiores e inferiores; y que tenga que unos rasgos especialmente idóneos para la comisión de actos violentos:
existir una relación entre inferioridad estructural y conductual... Su informe se
fortaleza física, energía, insensibilidad, tendencia a expresar por la
-9n elabora con un lenguaje de distinta hechura al empleado en el presente proyecto,
pero, sin duda alguna, la impresión general que obtuvo de sus 15.000 delincuentes acción sus tensiones y frustraciones, así como para liberarse de ciertos
frenos que inhiben las conductas antisociales, como sentimientos de
inadecuación, acusado sometimiento a la autoridad, inestabilidad emo-
cional, etc.^^. Verificaron, igualmente, otro dato significativo: que los
'^ Por todos, sintetizando las críticas a SHELDON, GAERIDO GENOVES, V.,
H)' - h ff<JÍ«-? I '^j n 1 rn Rí8;/i
Delincuencia y sociedad, cit., pág. 34.
^" Cfr. GARRIDO GENOVÉS, V., Delincuencia y sociedad, cit., págs. 34 y ss.
^^ HARTL, E. M.; MONNELLY, E. P., y ELDERMAN, R. D., Physique and delinquent
behavior, Academic Press, New York, 1982. Cfr., GARRIDO GENOVÉS, V., Delincuencia y sociedad, cit., pág. 37.
**2 HARTL, E. M.; MONNELLY, E. P., y ELDERMAN, R. D., Physique and delinquent En el grupo de control había constatado sólo u n 30,7 por 100 de mesomórficos. Véase
behavior cit., págs. 488 y 489. Cfr. GARRIDO GENOVÉS, V., Delincuencia y GLUECK, S. y E., Physique and Dehnquency, Harper, New York, 1956, pág. 9. La
sociedad, cit., pág. 35. B359 tasané»!- otra obra a la que se hace referencia es: Unraveling Juvenile Delinquency, Harvard
^^ SHELDON, W., Varieties of Delinquent Youth, cit., págs. 751 y 752. El autor se University Press, Cambridge, 1950.
remite a la obra de HOOTON: Crime and Man, cit., págs. 374 a 388. Cfr. VOLD, G. ^^ Physique and Delinquency, cit., págs. 27 a 3 1 . Cfr. VOLD, G. B., Theoretical
B., Theoretical Criminology, cit., págs. 68 y 69; SCHNEIDER, H. J., Kriminologie, Criminology, cit., págs. 69 y ss.
cit., págs. 375 y 376. ^' Physique and Delinquency, cit., págs. 221 a 226. Cfr., VOLD, G. B., ibídem.
498 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 499
individuos mesomórficos que llegaban a criminales ostentaban unos lustros, según advirtiera EYSENGK**^. Manifestando que la alta corre-
rasgos de personalidad no encontrados en todos los mesomórficos; así, la lación estadística exhibida por ciertas variables permitía inferir de las
susceptibilidad al contagio de enfermedades propias de la infancia, mismas las oportunas predicciones.
d e s t r u c t i v i d a d , conflictos e m o c i o n a l e s , etc.*^^. T r e s factores
Desde un punto de vista metodológico, lajnvestigación somatotípica de COR-
socioculturales, además, se hallarían estrechamente asociados con la TÉS pretendió corregir los defectos atribuidos a la de los GLUECK, para lo que utilizó
delincuencia en los individuos mesomórficos: desatención de las activi- , • precisas técnicas de medición, no limitándose al estudio de delincuentes
dades domésticas ordinarias, ausencia de diversiones y actividades de institucionalizados.
recreo en familia y falta de oportunidades de esparcimiento en el propio \r\it'-'n\'A
hogar^®. Comparando dos grupos de 100 individuos —cien delincuentes y
No obstante, y a pesar de que el trabajo de los GLUECK fue meticuloso y sólido, otros cien no delincuentes, como grupo de control—halló un a asociación
tampoco pudo librarse de numerosas críticas y reservas. Fundamentalmente, por las estadística significativa entre delincuencia y tipo corporal: un 57 por 100
características de la muestra del grupo criminal (delincuentes institucionalizados y de los delincuentes serían prioritaria y acusadamente mesomórficos, y
reincidentes), cuya singularidad impide generalizaciones válidas para el total de la sólo un 19 por 100 del grupo de control pertenecerían a dicho tipo, según
población criminal; pero, también, por una cierta imprecisión en el proceso de los respectivos somatotipos medios^^.
ir-'- asignación de tipos y raigambre constitucionalista que ha permitido a SUTHERLAND
calificar de «nueva frenología» la orientación de SHELDON y los GLUECK''". A su vez, CORTÉS, examinó la correlación existente entre tipo físico
o constitucional y temperamento, encontrando que la mesomorfia se
c) Por último, es necesario citar el enfoque biosocial de J. CORTÉS, halla asociada con la necesidad de éxito y poder^*; con agresividad,
psicólogo de la Universidad de Georgetown, a quien se debe una de las extraversión e impulsividad^^; del mismo modo que, según el experimen-
aportaciones más interesantes de la moderna teoría constitucionalista. to que el propio CORTÉS realizó, el factor físico aparece claramente
le on OT^CgLi análisis, por cierto, dinámico, plural e integrador, se aproxima mucho a la asociado a la autodescripción del temperamento de uno mismo®''. A estos
Isbai evaluación que el equipo de SHELDON hacía de las investigaciones tipológicas datos se uniría otro sociofamiliar: cuanto m á s mesomórfico es u n
treinta años después; para CORTÉS, el factor físico-constitucional no es inalterable, individuo delincuente, menos disciplina y control parece recibir en el
aém no es un producto definitivamente terminado, sino el resultado de un proceso
ámbito familiar®''.
dinámico y continuo de interacción en el que intervienen tanto la dotación genética
'•''' como las influencias ambientales que inciden en un sujeto, de manera distinta, en La tesis de CORTÉS es concluyente: criminales y no criminales
n s d j los diversos momentos de su vida^^. «nuíVfOipsaotjaíipJTO!
difieren: en \o físico, los delincuentes son más mesomórficos, dotados de
mayor energía; son —los delincuentes— potencialmente más agresivos
CORTÉS destacó con especial énfasis, frente a las críticas a las desde un punto de vista temperamental, y, motivacionalmente, exhiben
concepciones tipológico-constitucionalistas procedentes del ámbito de la una necesidad más elevada de éxito y poder®^ que los no delincuentes.
Sociología, que en modo alguno propugnaba u n «determinismo biológi-
co», desconocedor de la efectiva relevancia de los procesos de selección
social, sino simplemente verificar la que también puedan merecer otras
«variables» —las físicas—, injustamente preteridas en los últimos • n crii
• ' ' : • . . . .i CORTÉS, J. B., Delinquency and Crime: A Biosychosocial Approach, cit., pág. 40.
Cfr. VOLD, G. B., Theoretical Criminology, cit., págs. 71 y 72.
hl#*íí«ll»^í•^s^'^/ í ' t n 93
CORTÉS, J. B., Delinquency and Crime, cit., págs. 28 y 30.
94
Physique and Delinquency, cit., pág. 221. PÍJfí^tíL'M, CORTÉS, J. B., Delinquency and Crime, cit., págs. 88 y 101. Cfr. VOLD, G. B.,
89
Physique and Delinquency, cit., pág. 224. '" r Theoretical Criminology, cit., pág. 71, tabla 4-3.
90 95
Sobre estas criticas, vid. GAERIDO GENOVÉS, V., Delincuencia y sociedad, cit., Vid GARRIDO GENOVÉS, V., Delincuencia y sociedad, cit., pág. 39.
96
págs. 38 y 39 VOLD, G. B., Theoretical Criminology, cit., págs. 69 y 70. CORTÉS, J. B., Delinquency and Crime, cit., pág. 53. Cfr. VOLD, G. B., Theoretical
CORTÉS, J. B., Delinquency and Crime: A Biosychosocial Approach, New York, Criminology, cit., pág. 70, tabla 4-2.
97
1972, Seminar Press. Cfr. GARRIDO GENOVÉS, V., Delincuencia y sociedad, cit., Cfr. GARRIDO GENOVÉS, V., Dehncuencia y sociedad, ibídem. ' >-t" ^
98
pág. 9; VOLD, G. B., Theoretical Criminology, cit., págs. 70 y ss. CORTÉS, J. B., Delinquency and Crime, cit., pág. 348. - • .-".ASí^iíS!»-.. . --
500 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGL^ 501
Gran eco tuvo, también, la obra de L. BERMAN en los Estados y no la dolencia misma— la que provoca la agresividad y otras
Unidos^"®, quien aportó datos valiosos sobre la interrelación existente reacciones emocionales compensatorias criminógenas.
entre la actividad glandular, la personalidad y los problemas de compor- No menos importantes fiíeron las investigaciones endocrinológicas
tamiento; y, sobre todo, puso de relieve los espectaculares éxitos clínicos en Europa donde destacan nombres como los de L. HUNT, LANDOGNA
obtenidos en determinados casos a través de un tratamiento hormonal. CASSONE, VIDONI, BRANDINO, KINBERG, PENDE, KRONFELD,
Aunque sus investigaciones merecen serios reparos desde un punto de vista IVÍARAÑÓN; o sistematizadores del estado de la doctrina científica: DI
metodológico en cuanto a la selección del grupo de control, resultados estadísticos TULLIO, RUIZ DE FUNES, etcéterai".
obtenidos, etc., el informe que presentó el autor sobre 250 reclusos del Sing Sing de
Sin pretensiones de exhaustividad, cabe destacar, entre otras, la obra de LYONZ
New Yorkfueconcluyente: los criminales presentan una frecuencia en la distribución
HUNT"^ quien, de un muestreo de mil criminales, hallaría un 40 por 100 con
de los trastornos glandulares aproximadamente dos o tres veces superior a la
observada en el grupo de control de no delincuentes^™. endocrinopatías, especialmente hipertiroidismo en criminales pasionales, e
hipotiroidismo, en vagos y asocíales. En Italia, LADOGNA-CASSONE confirmaría
los resultados de HUNT, al apreciar en su estudio sobre 500 delincuentes sicilianos
En cualquier caso, todas estas explicaciones endocrinológicas difie- unasignificativa hiperfunción de la hipófisis; hipertiroidismo, en homicidas pasionales;
ren de las tesis lombrosianas, como ha puesto de relieve MOTTRAM^i°, hipofunción de la hipófisis, en delincuentes contra el patrimonio; y disfunción de las
en tres aspectos: no suelen mantener el carácter hereditario de tales gónadas o glándulas sexuales en delincuentes contra la moral y buenas costum-
bres"^ A semejantes conclusiones llega, también, VIDONI, con un muestreo de 116
trastornos glandulares, salvo alguna matización a propósito de delin- delincuentes de Genova; y BRANDINO, quien del examen de 605 internos obtiene
cuentes sexuales; consideran viable la curación de quien padece tales 99 supuestos de inequívocos trastornos endocrinos. Por su parte, KINBERG
disfimciones, mediante el oportuno tratamiento hormonal; y afirman sistematizaría los hallazgos de la moderna Endocrinología, concluyendo que más de
T i ; .5!.
que la influencia eventualmente criminógena de las mismas no es un 50 por 100 de los delincuentes jóvenes examinados padecían disfunciones
ha.'- hormonales considerables. Tesis refrendada por MJÓEN Y BRANTENBERG, en
directa, sino indirecta: es el sentimiento de anormalidad o inadecuación yum Noruega""; KRONFELD en Alemania"^, T. RIVAH RIVAH, en México"^
A G. MARAÑÓN (1888-1960) se debe una genial aportación que pone de
TlBrt ^ manifiesto las conexiones del mundo endocrino y ei psicológico y la influencia de la
jObni
actividad glandular en el comportamiento de la persona"^.
,obn)
DI TULLIO h a resumido así algunas de las conclusiones que se varones a través del suministro de drogas que reducen los niveles de
desprenden de los estudios endocrinológicos: se aprecian notas de testosterona: así, de ciertas hormonas femeninas, como estrógenos, que
hipertiroidismo y de hipersuprarrenalismo en delincuentes homicidas y reducen la potencia sexual del varón^^^, si bien se desconocen aún los
sanguinarios constitucionales; de distiroidismo, en los ocasionales efectos a largo plazo de tales terapias, todavía problemáticas^^".
impulsivos; de distiroidismo y dispituitarismo, en los delincuentes
contra el patrimonio; disfunciones en las glándulas sexuales, en los Muy numerosos estudios sobre criminalidad femenina h a n demos-
delincuentes contra la moral y buenas costumbres; hipertiroidismo, en trado, también, que la mujer comete un porcentaje llamativo de delitos
los delincuentes violentos; y dispituitarismo, en los ladrones, falsarios con motivo de los desajustes hormonales propios de la menstruación^^s
y estafadores"^. Sin embargo, no hay evidencia científica de que u n a alteración de los
niveles hormonales sea, por sí misma, la causa o factor determinante de
En los últimos años, especialmente en el marco de la delincuencia tales comportamientos de la mujer; antes bien, parece que dichas
agresiva y sexual, h a n proliferado investigaciones sobre la posible disfunciones no son sino u n factor más que contribuye, en unión de otros,
relación de los niveles de testosterona y la conducta criminal (masculi- a la explicación de aquéllos^^^.
na); así como h a sido objeto de debate el éxito de tratamientos de
naturaleza hormonal a delincuentes sexuales"^. No es sencillo, por ello, valorar la aportación de los actuales conoci-
mientos endocrinológicos a la Criminología, ni aventurar las perspecti-
La incidencia criminógena de un elevado nivel de testosterona (esteroide vas de futuro de esta disciplina en cuanto a u n a posible explicación
hormonal masculino), como determinante de agresividad en el varón, fue destacada
por L. E. KREUZ Y R. M. ROSE, en 1972, al detectar los autores un nivel superior
científica de determinados comportamientos delictivos y a la elabora-
al normal de dicha secreción en internos que habían cometido delitos violentos en ción de las oportunas terapias dirigidas al autor que padece disfunciones
comparación con los restantes reclusos y el correspondiente grupo de controP^". En hormonales. Falta, ante todo, u n a adecuada información^^'', y el
, ''• 1976, R. T. RADA llegaría a conclusiones semejantes, al comprobar índices muy
superiores de testosterona en niños antisociales, infiriendo de ello una clara n"- --—.-ri.- r ,,r —i.jys; 30fjsb .SVBMST sb oísauq BÚ sr;?f'í""'-"*ofofí3 BJ'
asociación de aquélla y las conductas agresivas^^^ estudios todos ellos que han
tratado de completarse, posteriormente, con otros de índole psicológico, midiendo, 12^ Vid. MONEY, J., Influence of Hormones on Psychosexual Differentation, en:
primero, con test, la inteligencia y hostilidad de internos y no internos, y verificando, Medical Aspects of H u m a n Sexuality, 2 (1968), págs. 32 a 42. Cfr. SIEGEL, L. J.,
después, los respectivos niveles de testosterona, aunque los resultados no pueden Criminology, cit., pág. 133; GARRIDO GENOVÉS, V., Delincuencia y sociedad, cit.,
calificarse de concluyentes'^^ pág. 74.
124 Como advierten S. MEDNICK y J. VOLAVKA, Biology and Crime, en: Crime and
En todo caso, y a pesar de la incertidumbre aún existente sobre la Justica, 1980, ed. N. Morris y M. Tonry (University Chicago Press, págs. 85 a 159).
1^5 Cfr. por todos, VOLD, G. B., Thaoretical Criminology, cit., pág. 111 y bibliografía
conexión cierta de la testosterona y la criminalidad, se h a n llevado a allí citada; GARRIDO GENOVÉS, V., Dehncuencia y sociedad, cit., pág. 74;
cabo, con diverso éxito, tratamientos clínicos de delincuentes sexuales GOPPINGER, H., Kriminologie, cit., págs. 512 y ss.
126 Sobre el problema, vid. SHAH, L., y ROTH, L. H., Biological and Psychophysiological
Factors in Criminality, en: Handbook of Criminology, D. Glaser Edit., 1974,
Chicago, RandMcNally págs. 101 a 173; VOLD, G. B., Thaoretical Criminology, cit.
DI TULLIO, B., Principios de Criminología Clínica y Psiquiatría Forense. Madrid, págs. 109 y ss.; GIBBENS, T. C. N., y PRINCE, J., Shoplifting, 1962; DALTON, K.,
1966, Aguilar, págs. 145 y ss. Premenstrual Symptoms, citado en BMJ del 24 marzo de 1973; HALL WILLIAMS,
"^ Vid. SIEGEL, L. J., Criminología, cit., pág. 133; GARRIDO GENOVÉS, V., J. E., Criminology and Criminal Justice, cit., pág. 37; con una amplia reseña
Delincuencia y sociedad, cit., págs. 73 y 74; GOPPINGER, H., Kriminologie, cit., 4"* bibliográfica: GOPPINGER, H., Kriminologie, cit., págs. 512 y ss. Como contrapun-
ao; ed., C. H. Beck, pág. 177 y ss. to sociológico, vid. CANTERAS MURILLO, A., Delincuencia femenina en España,
Bo KREUZ, L. E., y ROSE, R. M., Assesment of Aggresive Behavior and Plasma 1990 (Ministerio de Justicia. Centro da Publicaciones).
Testosterona in a Young Criminal Population, en: Psychosomatic Medicine, 34 12'' VOLD, G. B., Thaoretical Criminology, cit., pág. 111 («That which is forbidden by
121 '^^^'^2), págs. 321 a 332. Cfr. SIEGEL, L. 1., Criminology, cit., pág. 133. law is a crime, bat this has no necessary relation to the biology, or endocrinology,
RADA, R.T.; LAWS, D. R., y KELLNER, R., Plasma Testosterona Levéis in the of sex as such»). En cuanto a la influencia de la actividad hormonal en el
^ Rapist, en: Psychosomatic Medicina, cit. 38 (1976), págs. 257 a 268. Cfr. SIEGEL, comportamiento h u m a n o , vid. SHAH, A., y ROHT, L. H., Biological and
12^ Cfr •^Síírí'^' '^•' P'^^-}^^- '^«m..mj}..mviMí Psychophysiological Factors, cit., págs. 122 y ss.; D. E. J. MACNAMARA y
Ctr. SIEGEL, L. J., Criminology, cit., pág. 133. n SAGARIN, E., Sex, Crime and the Law, New York, 19,77, The Frae Press; KINSEY,
•; •-, .•*• .-•;•: • ; - ; - í i í í - "
506 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 507
complejísimo problema de la incidencia de la actividad glandular, Por otra parte, el tratamiento con hormonas sintéticas parece abrir
hormonal en el comportamiento humano requiere un examen riguroso nuevas expectativas, a largo plazo, a la penosa lucha contra la enferme-
más detenido, por ser cualquier dictamen científico incompatible con dad mentaP^^.
juicios simplistas producto de generalizaciones no verificadas. Pero sería utópico esperar de la Endocrinología más de lo que ésta
La Endocrinología general ha evolucionado, ciertamente, desde el pasado siglo. puede a p o r t a r . U n a t e o r í a de la c r i m i n a l i d a d e s t r i c t a m e n t e
La etapa inicial de sus precursores dio paso a la fecunda obra de quienes 'endocrinológica está condenada de antemano al fracaso, porque son
sistematizaron los conocimientos obtenidos hasta entonces (PENDE, BRANDINO, ' muchos los individuos no delincuentes que padecen, sin embargo,
DI TULLIO, VIDONI, RUIZ DE FUNES, etc.). Pero, en los últimos lustros, cabe disfunciones hormonales, y porque, en todo caso, sólo es viable la
apreciar lo que PINATEL denomina «reacción» o pensamiento «autocríticoo^^e^ gl
cuestionarse el dogma clásico que veía en las endocrinopatías la explicación del
conexión entre determinadas patologías endocrinas y concretas formas
í añá'y comportamiento delictivo. DE GREEF, SHELDON, el matrimonio GLUECK, TAFT, de criminalidad establecida de forma estadísticamente significativa.
HURWITZ, entre otros, representan esta nueva orientación menos optimista. Desde
entonces parece imponerse un enfoque relativizador y cauteloso en cuanto a la A este propósito conviene recordar el escaso éxito obtenido, en el
posibilidad de inferir del examen endocrinológico del caso concreto reglas ámbito criminal, por el tratamiento hormonal de los delincuentes
generalizadoras que establezcan una clara conexión entre las disfunciones hormo- sexuales^^^; e incluso el hecho de que algunos autores hayan cuestionado
nales y la actividad criminal. En parte, porque sigue sin conocerse el complejo mundo la incidencia de los desequilibrios hormonales en el comportamiento
hormonal'^'' y sus conexiones profundas con la psicología humana, con el tempera-
abio mentó y la conducta del individuo; en parte, también, porque son muchos, sin duda,
desviado agresivo^^* y sexuaP^*^ desde bases empíricas.
-Bio: los no delincuentes que padecen semejantes trastornos, lo que impide establecer Con todo ello, no sería justo incurrir en un criticismo «excesivo»,
89110 inequívocamente la deseada intercorrelación entre desequilibrio o disfunción glan-
según advierte TAPPAN^^*', minimizando la aportación de la Endocrino-
dular y comportamiento criminal^' •'?hfaiís:ii:',ívtnrtí/-
Í8 logía. Se trata tan sólo —como previene el famoso biólogo MONTAGU^^^—
La Endocrinología ha puesto de relieve, desde luego, la influencia de U' >í *l i -<í
la actividad hormonal en el temperamento y carácter del individuo, en < ' ¡ " í'lK'» .iiltds}
U' • 1
.-llíl í íi/.Hr- Mn'i d« nh 199 y ss.) señalaban que, salvo excepciones, no existe u n a clara conexión entre
tBOi^rií"-^ •' >-i t ( *MU \ H
disfunciones sexuales y conducta agresiva. Cfr. HALL WILLIAMS, J. E., Criminology
,t>Vfir
and Criminal Justice, cit., pág. 38.
-í" POMEROY y MARTIN, Sexual Behavior in the H u m a n Male, 1948; TARPÁN, P.
Aunque no sea suficientemente representativa, cabe citar, en este sentido, la
W., Crime, Justice and Correction, cit., págs. 105 y ss.; TAFT., D. R., y ENGLAND,
conclusión del Informe llevado a cabo en el New Jersey State Home for Boys (Cfr.
R. W., Criminology, cit., págs. 247 y ss.; GÓPPINGER, H., Criminología, cit., págs.
VOLD, G. B., Theoretical Criminology, cit., págs. 111 y 112), según el cual no habría
499 y ss.
diferencias sustanciales entre las disfunciones sexuales halladas en internos y en
128 PINATEL, J., Tratado de Criminología, cit., págs. 320 y ss.
no delincuentes. Sobre el tema, vid. la reseña bibliográfica del autor citado, pág.
i^s Así, M. F. ASHLEY-MONTAGU, The Biologist Looks at Crime, en: The Annals of
the American Academy of Political and Social Science, 1941, pág. 55: el mundo de i3fi }}}'^°^^^^- miJiuaDa&m
la endocrinología sigue siendo el mundo de lo «desconocido». También: R- G. 137 TAPPAN, P. W., Crime, Justice and Correction, cit., pág. 101. ;
HOSKINS, Endocrinology, cit., pág. 348. Cfr. VOLD, G. B., Theoretical Criminology, MONTAGU, M. F. A., Das Verbrechen unter dem Aspekt der Biologie, en: SACK,
cit., pág. 113. .^<'!ia.u,'. «» F., R. KÓNIG (edit.), Kriminalsoziologie, Frankfurt, 1968, pág. 241: «...Dado que
1=*" Así, VOLD, G. B., Theoretical Criminology, cit., pág. 113. '^ ' "• ' ' escribo como partidario del método científico, me atrevo a afirmar que ni una sola
1^1 En este sentido, siguiendo a DI TULLIO, RODRÍGUEZ MANZANERA, L., de las investigaciones sobre la aparente relación entre el defectuoso funcionamien-
Criminología, cit., _ __ ,. : to de las glándulas y la criminalidad h a sido realizada de manera científica, y que
508 ANTONIO GAECIA-PABLOS DE MOLINA
criminal». ¿Cabe hablar, en un sentido estricto, de u n a herencia «crimi- dejando sin considerar el influj o hereditario de los demás descendientes'^;
nal»? ¿Cuáles son los factores hereditarios y cómo influyen en la además, se contraen al análisis de un a familia concreta y determinada,
conducta delictiva? Dos datos, estadísticamente comprobados, impulsa- excepcional, lo que no permite hacer extensivos los resultados obtenidos
ron las más diversas investigaciones: el significativo porcentaje de ni generalizarlos dada la falta de representatividad de la muestra y la
personas unidas por un parentesco consanguíneo entre los enfermos imposibilidad de aplicar el método estadísticos®; reparos que se añaden
mentales y la presencia de u n gravamen hereditario morboso o 'al formulado desde la Sociología, por cuanto no parece correcto imputar
degenerativo muy superior en individuos criminales que en no crimina- exclusivamente a la herencia lo que es producto de u n a pluralidad
les, esto es, la denominada «herencia peyorativa»^. compleja de factores (entre otros, el aprendizaje, la influencia del medio,
Los ámbitos preferentes de la Genética criminal serían los estudios etc.)'^.
sobre familias criminales (genealogías-criminales, estudios estadísti- De los numerosos estudios sobre «familias criminales» (los de GEILL,
cos, etc.), estudios sobre gemelos y adopción, y las investigaciones sobre LUND, DESPINE, MAXWELL, GORING, etc.) deben resaltarse el
cromosomas. seguimiento que de la familia J u k e hiciera DUGDALE^; el de la familia
" Aunque no todos los defectos ni componentes biológicos pueden Viktoria, por MÓNKEMOLLER»; Kallikak, por GODDARD", el de la
atribuirse a la «herencia» —existen también «mutaciones» que se produ- familia Zero, etc.^°.
cen en el momento de la concepción, durante el embarazo, en el momento Así, DUGDALE halló que el fundador de la familia Juke tuvo 709 descendientes,
el nacimiento, o a lo largo de la vida del hombre^— las doctrinas que de los que 77 fueron delincuentes, 202 prostitutas y propietarios de burdeles, 142
ahora se examinan ponen especial énfasis en la trascendencia de la vagabundos, etc."; MÓNKEMOLLER, de los 76 miembros de lafamilia Viktoria, sólo
«carga hereditaria». *"••* A»'«KXIUIIUIT IK'IO'JJ;>'J iiüirjtiuiaiü» K
-j"}
* Así, EXNER, F., Biología criminal, pág. 213: con lo que, como señala el autor, «en
A) Familias criminales: genealogías de delincuentes -•" 'SÍS los nietos sólo se examina una cuarta parte, en los biznietos sólo una octava parte,
del sumario procedente para la herencia en cuestión».
ij í i o a 'ú
^ En este sentido, EXNER, F., Biología criminal, cit., pág. 213.
En puridad, se t r a t a más de «tablas de descendencia» que de «árboles ^ Las objeciones más rigurosas, en: SUTHERLAND, E., Principies of Criminology,
genealógicos» completos, ya que, por lo general, estas investigaciones 1934, Chicago-Philadelphia, págs. 76.4. Cfr. EXNER, F., Biología Criminal, cit.,
hacen un seguimiento de la descendencia de u n a sola parte o línea, pág. 212.
.it.'f o i i i i i c v ' i u i u u i u ' u i yj l u j 31.) .a;ji.tiJiiwii cMi at» ' DUGDALE, R., The Jukes, 1987, New York.
« MÓNKEMOLLER, en: Monatschrift für Krim. 4, págs. 537 y ss. Cfr. EXNER, F.,
Biología Criminal, cit., pág. 212.
^ H. GODDARD, The Kallikak Family: A Study in the Heredy of Feble-Mindedness,
Criminology, cit., págs. 99 y ss.; SIEGEL, L. J., Criminology, cit., págs. 128 y ss.; 1927, New York Macmillan.
HALL WILLIAMS, J. E., Criminology and Criminal Justice, págs. 28 y ss.; ^° A estos estudios pueden añadirse, como señalan MANNHEIM, H. (Comparativo
PINATEL, J., Tratado de Criminología, cit., págs. 348 y ss.; RODRÍGUEZ Criminology, I, cit., pág. 228): The Nam Family, por ESTABROOCK; y el segui-
MANZANERA, L., Criminología, cit., págs. 299 y ss.; GARRIDO GENOVÉS, V., miento que este mismo autor hizo de la propia familia Juke, publicado en 1916, con
Delincuencia y sociedad, cit., págs. 42 y ss., SCHNEIDER, H. J. Kriminologie, cit. el título: The Jukes in 1915 (Washington, D. C : The Carnagie Institution of
págs. 370 y ss. Washington). En general, vid. MANNHEIM, H., Comparative Criminology, cit., I,
2 Cfr., RODRÍGUEZ MANZANERA, L., Criminología, cit. pág. 299. págs. 229 y ss.; EXNER, F., Biología Criminal, cit., págs. 212 y ss.; SIEGEL, L. J.,
^ Como advierte VOLD, G. B. (Theoretical Criminology cit., pág. 99), quien recuerda Criminología, cit., pág. 128.
que la obra de DARWIN, la de MENDEL, GALTON, H. DE VRIES o WEISMAN y " Estos datos, que tomo de EXNER, F., Biología Criminal, cit., pág. 212, difieren
otros apuntan en esta dirección: enfatizar la importancia de las «variaciones sustancialmente de los que maneja, por ejemplo, SIEGEL, L. J. (Criminology, cit.,
(genéticas), a través de adaptaciones selectivas y mutaciones» descartando la idea pág. 128); según este último, DUGDALE se esforzó por localizar los descendientes
convencional de la herencia de características adquiridas. Cfr. A. de Ada Jukes —denominada ya la «madre del crimen», y perteneciente a una de las
SCHEINFELD, tres ramas de la familia—, encontrando, de entre mil, 280 indigentes, 60 ladrones,
Heredity in Humans, 1972, Philadelphia, Lippincott; RODERICK, G. W., Man and 7 asesinos, 140 criminales, 40 con enfermedades venéreas, 50 prostitutas, etc.,
Heredity, 1968, New York, St. Martin's Press; R. P. LEVINE, Genetics, New York, ESTABROOK, que continuaría el estudio de la famiha Jukes, obteniendo informa-
1968 Holt, Rinheart y Winston, cit. por VOLD G. B., op. cit., pág. 100, nota 1.
512 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 513
encontró 8 que eludieron el camino del delito'^. H. GODDARD, de las dos uniones anómalo, sino que valora numerosos casos no elegidos, ni seleccionados; para ello,
de Martín Kallikak, distingue dos ramas, también: una «buena», como la mujer de parte de un grupo de delincuentes, e investiga si en su ascendencia se dan
«buena familia» con la que contrajo matrimonio; y otra, «mala», procedente de su anomalías significativas (por su frecuencia) que puedan interpretarse constituyen
segunda unión con una mujer de baja extracción social". una «tara hereditaria»; o bien, se verifica si los descendientes —y demás familia—
de un grupo de anormales, siguieron o no una vida delictiva: por ambos caminos,
^' En tales resultados creyó verse un a confirmación de las teorías mediante una evaluación estadística de los resultados obtenidos en el mayor
, - número posible de casos, intentará constatarse y clarificarse la relación hereditaria
hereditarias, ya que no era fácil explicar, en otro caso, la elevada tasa de entre aquellas anormalidades y el delito'^.
criminalidad de los descendientes de u n a misma familia; índice lo
suficientemente significativo como para que no pudiera atribuirse sólo Junto a la importante obra de GORING, ya examinada en otro
a factores externos y ambientales, ya que también otras familias
lugar^^, destacan la de LUND (1918), quien observó que la proporción de
habrían estado sometidas a la presión de éstos sin que sus miembros
delincuentes condenados por delitos graves es mayor entre aquéllos
demostrasen tales inclinaciones criminales".
cuyos padres fueron también delincuentes, que entre aquellos otros uno
Sin embargo, y sin cuestionar la seriedad de tales investigaciones en su tiempo, solo de los cuales fue condenado; y estos últimos, a su vez, son más que
ai ^ no pueden éstas demostrar que la degeneración, transmitida por vía hereditaria, sea aquéllos sin padres penados^®; y la de BERNHARDT; éste dividió los
causa de la criminalidad: los altos índices de criminalidad de algunos grupos
familiares y clanes se explica fácilmente por razones distintas; por otra parte, el
criminales examinados en dos grupos: aquéllos cuyos padres no eran
í^líié hecho de que familias socialmente «cualificadas» produzcan asesinos o ladrones, criminales, pero sí sus abuelos u otros ascendientes; y aquellos que
V^- '' o miembros de familias «indeseables» sepan acomodarse a las exigencias comu- carecían de ascendientes criminales; observando que, en el primer
g'< nitarias, parecen desmentir la hipótesis comentada^^ grupo, la proporción de hermanos delincuentes era el doble que en el
« segundo (en ambos casos, partió de la base de que los respectivos
Las críticas de índole metodológica a los estudios de familias crimi- ambientes no eran criminógenos)^"; también los estudios de CONRAD
nales determinarían, posteriormente, el empleo de otras técnicas de sobre la epilepsia^^; y los de RIEDL sobre alcoholismo en jóvenes^^.
comparación y control para asegurar la fiabilidad y representatividad de
Los resultados, empero, no son siempre concordantes, y la representatividad de
los resultados^**. Surge, así, la Estadística Familiar (LUND, GORING, los mismos, en puridad, sólo podría asegurarse si se contara con datos homogéneos
BERNHARDT, CONRAD, RIEDL, etcétera), cuyos resultados, como se referidos a la población no criminal. Además, la lectura de las respectivas investiga-
verá, sistematizó fielmente EXNER. ciones debe hacerse con cautela, porque a menudo utilizan conceptos distintos de
«tara hereditaria»^^. *eafnomcuit'-i''»'»'i
La investigación estadística familiar no elige como punto de partida para analizar
la criminalidad de su descendencia un tronco cualquiera, estimado deficiente.
..'í Aun con estas y otras reservas, parecen dichos resultados muy
;, Ji) ífifiTin significativos, a juicio de EXNER, a quien debemos u n a minuciosa
Uu>' Is V I ' í
sistematización y valoración de los mismos, particularmente y según
ción de más de 2.000 descendientes, encontró, según SIEGEL—170 indigentes sus conocidas «tablas», en lo referente a la «tara hereditaria general»^*,
adicionales, 118 criminales, 378 prostitutas y toda suerte de desviados y antisociales
(Cfr. SIEGEL, L. J., Criminología, cit., pág. 128).
12 Cfr., EXNER, F., Biología Criminal, cit., pág. 212. u
13
El estudio de GODARD versa sobre los descendientes de Martin Kallikak, quien < u J Wl .rsA
vivió durante la revolución americana. P a r a ello investigó sus dos uniones senti- 17
Cfr. EXNER, F., Biología Criminal, cit, pag 214
mentales, una legítima y otra no, localizando 496 descendientes de la primera y 480 18
Vid. supra, capítulo X, B '
de la segunda. Entre los descendientes de esta última halló un número llamativa- 19
Sobre la obra de LUND, vid. HURWITZ, ST., Criminología, cit., págs. 84 y ss.
mente superior de criminales, desviados y asocíales. Cfr. SIEGEL, L. J., Criminology, 20
Sobre la obra de R. BERNHARDT (1930), Cfr. HURWITZ, ST., Criminología, cit.,
cit., pág. 128.
14 págs. 90 y ss.
21
Así, EXNER, F., Biología Criminal, cit., págs. 212 y 213. Cfr. RODRÍGUEZ MANZANERA, L, Criminología, cit., pág. 301.
15 22
En este sentido, SIEGEL, L. J., Criminología, cit., págs. 128 y 129. Cfr. RODRÍGUEZ MANZANERA, L., Criminología, cit., pág. 301. ...,.•. . -.-•<.
16 23
Un enfoque crítico moderado, en: MANNHEIM, H., Comparative Criminology, cit-, Vid. EXNER, F., Biología Criminal, cit., págs. 214 y 215. AW .brV '^
24
L, páginas 229 y 230. Vid. EXNER, F., Biología Criminal, cit., pág. 216, tabla I. ui , . J . , .YriaieíMían
514 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 515
la «tara hereditaria relativa a enfermedades mentales»^'' y «psicopatías»^^ de delincuencia entre delincuentes y sus respectivos familiares. Todo parece indicar
que los delincuentes tienen muchos más familiares que, a su vez, son delincuentes^^,
a la «criminalidad»^^ y «alcoholismo»^®. de suerte que la conducta criminal constituye una especie de tradición QX\ algunas
Según EXNER, los denominados «árboles genealógicos» permiten «presumir» familias^^. Paradigmático es el conocido Estudio Cambridge, de Farrington, Barnes
una hipótesis concluyente, sobre todo comparando los datos relativos a delincuen- y Lambert^^ investigación longitudinal de más de cuatrocientos jóvenes londinenses,
"' tes reincidentes y precoces, de un lado, y a delincuentes primarios y tardíos, de otro- pertenecientes a 397 familias, desde la edad de 8 a los 40 años, que comproueba
las taras hereditarias, en el primer grupo, son mucho más acusadas que en el la incuestionable asociación entre el comportamiento delictivo de estos jóvenes y el
de sus progenitores, hermanos y esposas^^.
segundo^^
P a r a STUMPFL, tales diferencias se hacen extensivas incluso a los Sin embargo, no se debe sobrevalorar la trascendencia de estas
parientes laterales de los mismos: entre los parientes de criminales investigaciones genealógicas en orden a la demostración de la influencia
reincidentes, el número de delincuentes es muy superior al hallado entre del factor genético en el comportamiento criminal. La dotación genética
parientes de criminales primarios. ¡D riaidmBJ condiciona, desde luego, la conducta h u m a n a y, por tanto, también la
conducta criminal. Pero no es el único factor, ni el decisivo. Además,
Ascenderían los porcentajes a u n 37 por 100 entre los hermanos del
estas investigaciones genealógicas (en puridad: «tablas de descenden-
primer grupo; a un 10,8 por 100 entre los hermanos del segundo; y, entre
cia») exhiben importantes limitaciones desde u n punto de vista
primos, a un 17,5 por 100 y un 6,3 por 100, respectivamente^".
metodológico al no contemplar el medio o ambiente, y atribuir solo a la
Como complementarios de los anteriores, deben citarse, también, los herencia lo que, sin duda, es producto de u n a pluralidad de factores.
trabajos que se ocupan no de la criminalidad de los padres del delincuen-
Ahora bien, si es cierto que la c r i m i n a l i d a d se c o n c e n t r a
te, sino de la de sus hijos: por ejemplo, los de KUTTNER^i y ERNST^^.
significativamente en líneas familiares*" —sin prejuzgar si ese hecho se
KUTTNER examinó los hijos supervivientes de todos los presos casados en el explica más por razones genéticas o por razones estrictamente ambien-
establecimiento de Straubing. Y observó que casi la mitad de aquéllos se converti- tales— los estudios genealógicos podrían aportar un punto de partida
rían, con el tiempo, en delincuentes; muchos, reincidentes; apreciando, además,
válido tanto para la predicción como para la intervención en el problema
una clara diferencia de la carga hereditaria entre los hijos propios y los hijastros^^
Parecidas conclusiones extrajo ERNST del seguimiento de 93 criminales reinci- criminal.
dentes: un 56 por 100 de sus hijos —y un 23 por 100 de sus hijas— fueron, también, \a uiiifíKii i-í 'U!ji>(.j .0 oquiQ nu noo
óbBb »• .s^'( \ ' . 9-taul otb'wnil^
penados; de ellos, más de tres veces lo serían, un 27 por 100 y un 2 por 100,
respectivamente^"
«eoc»'- 11..'- oif-j, f»-"'h'';3(lbntmíno)
Estudios posteriores de GUZE, CLONINGER y REICH^^ han podido constatar
• -• *ü -it : 'c ' aijnileii /¡nu o
Xut significativas conexiones intergeneracionales de rasgos psicopáticos y de las tasas
20( i-.i , ...i.'fii'•.iriatíwbu¡-.'OOibr'j.íXfl<*8oii',i9twia»o«so3ííoo!C'n -. 'jrnfjr
pan
1951; SHUFUYOSHIMASU, en 1961^2; EYSENCK, en 1964^3; SHIELDS CHRISTIANSEN halló unos índices de corcondancia de un 35,8 por 100 para
y SLATTER, en 1968^^; K. O. CHRISTIANSEN, en 1968 y 197455. gemelos univltelinos (24 casos de los 67 que contempló de varones) y de un 12,3 por
DALGAGD y KRINNGLEN, en 197656, etcéteraS^ 100 en gemelos bivitellnos varones (14 de los 114 casos examinados); la concordan-
cia criminal femenina sería menos cualificada; 21,4 por 100 («univltelinos») y 4,3 por
Desde la tesis fatalista, inicial, de LANGE (el crimen como «destino») 100 («bivitellnos»), de 14 y 23 casos, respectivamente. índices, desde luego,
a las más recientes y matizadas de CHRISTIANSEN, la Genética inferiores a ios encontrados en las investigaciones precedentes, pero más represen-
criminal h a puesto de relieve que el problema de la herencia de la tativos por la amplitud de la muestra, y que siguen evidenciando un diferente
comportamiento del par, según se trate de gemelo «monocigótico» o «dicigótico»^^.
«disposición delictiva» es muy complejo; y que, en todo caso, no es
correcta la alternativa: «herencia» o «medio». Los sucesivos trabajos
En todo caso, CHRISTIANSEN reconoció la relevancia del medio o
arrojan índices de concordancia menos optimistas y reclaman la consi-
entorno en la génesis de la criminalidad, de modo que la carga heredi-
deración de otras variables. . rmi üas
taria (monocigótico uersus dicigótico) no sería un dato excluyente, sino
Algunos de ellos merecen u n a consideración más detenida. un elemento más en el proceso dinámico de interacción personalidad-
Así, el de CHRISTIANSEN, por su rigor y exhaustividad. medio. Así como la necesidad de discriminar la incidencia del factor
genético según la clase o modalidad de la infracción delictiva, por haber
El mérito de su aportación reside no sólo en el número significativo de apreciado índices muy superiores de concordancia criminal en delitos
gemelos examinados: cerca de 6.000 pares, es decir, la totalidad de los sexuales que en delitos contra el patrimonio'^"; y en la más grave
habidos en Dinamarca entre 1881 y 1910; y la fiabilidad de las fuentes criminalidad que en la de menor trascendencia'^^. La ponderación y
(Registro oficial de gemelos y Registro de Penados); sino en el hecho de mesura de CHRISTIANSEN, cuyo trabajo no pudo llegar a concluir, se
haber partido de la población general, descendiendo sólo después a la ponen de relieve cuando el propio autor manifestó que los resultados por
criminaP^, matizando y precisando la posible lectura de los datos obtenidos. él obtenidos no demuestran inequívocamente la tesis de LANGE*'^ sobre
el papel predominante de la herencia en la explicación del fenómeno
"" ("'l.'.'t !' 4Í. •"V-
criminal.
52 SHUFU YOSHIMASU, The Criminological Significance of the Faily in the Ligth of Por su parte, SHUFUYOSHIMASU, profesor de Psicología Criminal
the Study of Criminal Twins, en: Acta Criminologiae et Medicinae legalis Japónica,
vol. 27, n.'í4 (1981), págs. 117 a 141. Cfr., MANNHEIM, H., Comparative Criminology, y Psiquiatría Forense de Tokio, hizo un minucioso seguimiento durante
cit., I, págs. 233 y ss. veinte años (1941 a 1961) de 28 pares de gemelos univltelinos y 18
5=* EYSENCK, H. J., Fundamentos biológicos de la Personalidad, Barcelona, 1970, Ed. bivitellnos. Y observó que los índices de concordancia variaron ostensi-
Fontanella. Cfr. RODRÍGUEZ MANZANERA, L., Criminología, cit., pág. 304. blemente en función del incremento de la criminalidad en el Japón antes
5* SHIELDS, J., MonocygoticTwins brought up apart and together, 1962. Cfr. HALL
y después de la contienda mundial. Según sus propios datos, antes de la
WILLIAMS, J. E., Criminology and Criminal Justice, cit., pág. 29.
55 CHRISTIANSEN K. O., La génesis de la delincuencia agresiva, en: Los rostros de citada conflagración halló sólo u n 50 por 100 para los monocigóticos y u n
la violencia, Venezuela, 1974, Universidad de Zulia, Maracaibo. Del mismo: O por 100 para los dicigóticos; mientras con posterioridad a la guerra los
lo-: Seriousness of Criminality and Concordance among Danish Twins, en: Crime, porcentajes se elevaron a u n 60,6 por 100 y u n 11,1 por 100, respectiva-
Bí: Criminology and Public Policy, edit. R. Hood, 1974, New York, The Free Press; mente. Advirtió YOSHIMASU, también, que entre los gemelos
ÍB también: Threshold of Tolerance in Various Population Groups Ilustrated by
Results from the Danish Criminologic Twin Study, en: A. V. S. de Reuck and R- W;*L >!^'^'^^''tóñÍTí^í^ A M''• fífS*•'Vfeá'^ íUHím •,AA0.
• Porter edit., 1968, Boston, The Mentally Abnormal Offender, Little Brown.
5** O. S. DALGARD y E. KRINGLEN, A Norwegian Twin Study of Criminahty, BJC,
CHRISTIANSEN, K. O., Seriousness of Criminality and Concordance among
vol. 16. (Julio de 1976), págs. 213 y ss. Cfr. HALL WILLIAMS, J. E., Criminology
Danish Twins, cit., Cfr. VOLD, G. B., Theoretical Criminology, cit., pág. 105.
and Criminal Justice, cit., pág. 31. '" CHRISTIANSEN, K. O., The Mentally Abnormal, cit., pág. 67. Cfr. HALLS
5' Una tabla con los resultados obtenidos por algunos de estos autores, en: RODRÍGUE/i ^ WILLIAMS, J. E., Criminology and Criminal Justice, cit., pág. 30.
MANZANERA, L., Criminología, cit., pág. 305.
CHRISTIANSEN, K. O., Seriousness of Criminality and Concordance among
•58 Como afirma RODRÍGUEZ MANZANERA, L., Criminología, cit., pág. 305. Una
Danish Twins, cit. por VOLD, G. B., en: Theoretical Criminology, cit., pág. 105, nota
crítica sobre el proceder metodológico contrario, que es el usual, en: VOLD, G. si->
13.
Theoretical Criminology, cit., pág. 105. 62
Cfr., VOLD, G. B., Theoretical Criminology, cit., pág. 106, nota 14.
520 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 521
• TO
8 f l ) f. •'ihi')"9r/p ^rñí^'-rr'-," Kt'yí^-'^O'f firtí
N. WALKER, Crime and Punishment in Britain, 1968 (2^ ed., págs. 50 y ss. Cfr.
HALL WILLLAMS, J. E., Criminology and Criminal Justice, cit. pág. 81.
^^ Sobre la investigación de YOSHIMASU, vid. MANNHEIM, H., Comparativa
'^^ SALEEM A. SHAH y LOREN H. ROTH, Biológica! and Psychophysiological
Criminology, cit., I, págs. 233 y 234. Pactors in Criminality, en: Handbook of Criminology, cit., págs. 101 a 107. Cfr.
'^* Cfr. RODRÍGUEZ MANZANERA, L. Criminología, cit., pág. 304, que transcribe las
HALL WILLIAMS, J. E. Criminology and Criminal Justice, cit., pág. 31.
tablas de Eysenck. ™ O. S. DALGARD y E. KRINGLEN, A Norwegian Twin Study of Criminality, cit.,
t t . KALLMANN, SexOffences., cit., págs. 3 8 y s s . Cfr., MANNHEIM,H., Comparativa
págs. 213 y ss. P a r a más detalle, vid. HALL WILLIAMS, J. E, Criminology and
Criminology, cit., I, pág. 233. Criminal Justice, cit., págs. 31 y 32.
''^ SHIELDS-SLATTER,HeredityandPsychologicalAbnormality,cit.porPINILLUD,
Vid., en un sentido critico, las objeciones de FORDE, R. A., Twin Studies, Inheritance
J. L., La mente humana, Salvat. 1970, pág. 58.
and Criminality, BJC, vol. 18 (enero de 1978), págs. 71 y ss. Cfr. HALL WILLIAMS,
^'' SHIELDS, J., Monocygotic Twins brought up apart and together, cit., ibídem, nota
J. E., Criminology and Criminal, Justice., cit., pág. 32.
5. Cfr. HALL WILLLAMS, J. E., Criminology and Criminal Justice, cit., pág- SO-
522 ANTONIO GAECIA-PABLOS DE MOLINA
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 523
Una valoración final de los estudios sobre gemelos debe ser, por investigaciones, que aquéllos no siempre son homogéneos, porque se
fuerza, prudente y crítica. A las reservas que en su día formulara el utilizan conceptos muy distintos de «concordancia»^*^.
propio EXNER''^ deben añadirse algunas reflexiones''^.
E n todo caso, es obvio que el crimen no puede definirse ni compren-
Los resultados obtenidos por algunas investigaciones no pueden derse exclusivamente como u n hecho «biológico», ya que se trata, ante
considerarse válidos por la mínima representatividad de la muestra, lo t9do, de u n suceso jurídico, histórico y culturaF^; el hombre, como afirma
que sucede, sin duda, con aquellas que analizan u n número muy GARCÍA ANDRADE**°, no es sólo «herencia» sino «historia». El anáfisis
reducido de pares de gemelos''*. A menudo, incluso no es fidedigno el de su comportamiento no puede pasar por alto el proceso dinámico de
diagnóstico utilizado en las mismas sobre el carácter monocigótico o interacción de los mucho y heterogéneos componentes de la personali-
dicigótico de aquéllos''^ o adolecen del frecuente prejuicio de centrar el dad humana: orgánicos y ambientales, entre otros.
examen en aquellos criminales de quienes se tenía noticia tuvieran
gemelos, círculo vicioso que condiciona el resultado final de la propia Desde un punto de vista metodológico, WALTERS y WHITE**^ en su
investigación''*^. Semejante proceder implica el desconocimiento de los revisión de los estudios de gemelos, han tomado la cautela de comparar los
denominados fenómenos de «rebelión contra la identidad»'''', esto es, la índices de concordancias de gemelos monocigóticos y dicigóticos del mismo
posibilidad de que los gemelos univitelinos tengan personalidades bien sexo, con el objeto de evitar un sesgo relevante de los resultados por razón
distintas, como algún autor cree haber constatado. Finalmente, convie- del factor sexo ya que el varón suele delinquir más que la mujer.
ne observar en el momento de ponderar los resultados de las diversas .SÍÍB91Í9 89 fiíiaÍBrn sí aidoa o8oxíf!v y e,tn?í >mdRií h c:
82
C) Estudios de «adopción:
3msi BÍ BsobímTím ,obBo'ñün9b's OÍI OÍ; ' SitU '^y-'f
Otra de las técnicas empleadas para ponderar la influencia genética
'2 EXNER, F., Biología Criminal., cit., págs. 205 a 212. El autor advierte, por ejemplo,
que sin restar importancia al factor hereditario, no puede desconocerse que la
o hereditaria es la de los estudios de adopción, esto es, del comporta-
personalidad h u m a n a está determinada, también, por el «mundo circundante» miento de criminales y no criminales, ambos adoptados, y en su relación
/^' (pág. 205); que cualquier diagnóstico sobre la conducta h u m a n a es siempre relativo con los padres biológicos y adoptivos, según sean estos últimos —o no
riC e inseguro si se pretende aislar el impacto de la carga hereditaria, entre otras sean— delincuentes.
-^ razones porque ésta, salvo en el caso de los gemelos univitelinos, nunca es idéntica,
y el «mundo circundante» raras veces es homogéneo e influye del mismo modo en Una de las primeras investigaciones sobre adopción fue la de L.
el hombre (páginas 205 y 206). EXNER, partidario del término «predisposición» KUTTNER, en 1938, quien llegó a la conclusión de que los hijos de
-B antes que del de «determinación» o «predestinación» (pág. 210) se cuida también,
se de prevenir frente al error de que ciertas «características delictivas» sean hereda- criminales delinquen con mayor frecuencia que los hijastros de los
das: únicamente, señala, «hay potencias hereditarias que posiblemente evolucio- mismos, siendo el factor genético —y no el ambiental— el único que
nan en dicha dirección (la criminal), pero que esta evolución en ningún caso se podría explicar dicho hallazgo**^ •--..,.-«..,< >.
realiza necesariamente, es decir: que la potencia heredada conduzca fatalmente al
desarrollo de dichas propiedades y que éstas deban conducir ineludiblemente al 1, }
delito es algo que no está demostrado y que no es demostrable» (pág. 207).
''3 Vid. CURRAN, D.J. y RENZETTI, C.M., Theories of Crime, Needham Hieghts
(EEUU), 1994, Allyn-Bacon;WALTERS,G.D.yWHITE,T.V.,Heredity and Crime, Cfr. EXNER, F , Biología Criminal, cit, pags. 228 y ss., en particular, la referencia
cit.; Cfr. GARRIDO GENOVÉS, ed. al, Principios, cit., págs. 278. al concepto amplio empleado por STUMPFL.
'* Como reconoce el propio EXNER, con relación a las primeras investigaciones sobre 80 ^^^'' ®? ^^^^ sentido, MANNHEIM, H., Comparative Criminology, cit., I, pág. 234.
gemelos. Cfr. EXNER, F., Biología Criminal, cit., pág. 228. GARCÍA ANDRADE, J. A., Raíces de la violencia, cit., pág. 83
^^ Cfr. HALL WILLIAMS, J. E., Criminology and Criminal Justice, cit., pág. 30. ^^ Cfr. GARRIDO GENOVÉS, V., op. cit., pág. 277. "^ Íi=;-f9íi90'
™ Así, VOLD, G. B., Theoretical Criminology, cit., pág. 105. Vid. HALL WILLIAMS, J. E., Criminology and Criminal Justice, cit., págs. 35 y ss.;
'^ Sobre la «rebelión contra la identidad», en el caso de gemelos unicigóticos, vil. VOLD, G. B., Theoretical Criminology, cit., págs. 106 y ss.; RODRÍGUEZ
SPENCER, J., Delinquent Behavior: Some Unanswered Questions, en: Eugenios MANZANERA, L., Criminología, cit., págs. 306 y ss., y bibhografía citada por estos
' Review, abril 1954, páginas 29 a 37. C&. VOLD, G. B., Theoretical Criminology, cit- ^^ autores; SCHNEIDER, H. J. Kriminologie, cit., págs. 371 y ss.
pág. 106. Sobre KETTNER, cfr. RODRÍGUEZ MANZANERA, L., Criminología, cit., pág.
306. .,
524 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 525
También, la de F. SCHULSINGER^*, de carácter psiquiátrico, quien confrontó delincuente en un 10,4 por 100 de casos; porcentaje que se eleva a un 11,2 por 100
con 57 jóvenes adoptados, de más de diecinueve años, psicópatas, con un grupo de si el padre natural no es criminal, pero sí el adoptivo, y al 21 por 100 cuando es el
control de otros 57 jóvenes adoptados no psicópatas, en circunstancias semejantes padre biológico —y no el adoptivo— el que tiene antecedentes delictivos; cuando
(sexo, momento de la adopción, clase social de los padres adoptivos, etc.); tanto el padre biológico como el de adopción tienen antecedentes penales, en un
I
-n comprobando, después, que mientras un 14,4 por 100 de los padres biológicos de 36,2 por 100 de casos el joven adoptado deviene delincuente*"*. En cuanto a la
los psicópatas adoptados padecieron algún tipo de trastornos o desviaciones «madre biológica», los porcentajes hallados serían del 18 por 100 y el 7 por 100,
(alcohol, abuso de drogas, criminalidad), sólo un 6,7 por 100 de los de los adoptados respectivamente, es decir, el adoptado delincuente tiene en un 18 por 100 de casos
no psicópatas las sufrieron. madre también delincuente (madre biológica) y sólo en un 7 por 100 es delincuente
Por su parte, R. CROWE, en lowa, llegaría auna conclusión semejante en cuanto la madre adoptiva del mismo^'*.
... i ^ . ' , . . ' . . , _ .1, f . ' -«B
a la presumible influencia de la carga hereditaria. Examinados los hijos de 41
-íi
mujeres condenadas que habían dado aquéllos en adopción entre los años 1925 y
I
di Pero ajuicio de los autores, no puede desprenderse de esta investiga-
1956, advirtió que, de un total de 52 niños, ocho habían sufrido 18 arrestos, siete
ex habían sido condenados y cinco encarcelados por más de tres años y medio;
ción un alegato irrefutable a favor de un modelo genético simplista de la
mientras sólo dos niños del grupo de control que seleccionó (buscando las mayores criminalidad^"; t a n sólo consideran lícito especular con la posibilidad de
afinidades posibles en cuanto a edad, sexo, raza, momento de la adopción, etc.) referir la conducta criminal a u n a «desventaja genética acumulativa»®^
fueron arrestados —una vez cada uno— y sólo uno fue condenado (ninguno de modo que algunos individuos, por razón de su legado genético, se
m ,; encarcelado)"^. encuentran en un a situación física y psíquica más proclive que los demás
miembros de la sociedad para sucumbir al crimen.
r,£ Pero el trabajo más reciente y valioso sobre la materia es el realizado
por HUTCHINGS y MEDNICK^^ Por otro lado, los estudios de adopción, como cualquier técnica de
investigación, tienen sus limitaciones y carencias. HUTCHINGS y
Se analiza en el mismo a unos 1.145 varones adoptados en Dinamarca entre
1924 y 1947, de los cuales se comprobaron antecedentes penales en 185. Habiendo
MEDNICK, por ejemplo, reconocieron, como básico, entre otros, el hecho
podido localizar a 143 padres biológicos, los autores seleccionaron un grupo de de que el mecanismo y modo de operar de las agencias de adopción
-£ control de 143 personas no criminales, en circunstancias similares. El resultado que conducen a seleccionar un hogar para el adoptado acorde con las
ai. obtuvieron puede resumirse con dos ideas: en primer lugar, que el comportamiento características de los padres biológicos del mismo'^^.
criminal es más verosímil que se produzca en el adoptado que tiene un padre
Oí biológico con antecedentes penales; conclusión derivada del hecho de que un 36,4 WALTERS y WHITE han revisado, también, los estudios de adopción^". La
por 100 de los jóvenes adoptados contaban con padres biológicos con antecedentes aT,« mayoría de las investigaciones sobre niños adoptados evidencian una mayor
criminales, pero un 37,7 por 100 de los jóvenes adoptados sancionados por concordancia delictiva entre hijos y padres biológicos (que oscila entre 3'1% y
infracciones menos graves y un 48,8 por 100 de los condenados por delitos graves mi 31 '5%) que la que muestran los controles (que varia entre 2'9% y 17'8%); es decir,
9J tenían padres biológicos con antecedentes penales"^; en segundo lugar, que los corroboran el presupuesto de tales estudios: si el influjo de la herencia en el
índices de criminalidad en los jóvenes adoptados aumentan selectivamente, en comportamiento criminal es más relevante que ei del entorno, los niños adoptivos
91 función de los antecedentes criminales de los padres, más de los naturales que de
los adoptivos; según se desprende de la investigación en HUTCHINGS y MEDNICK,
si ninguno de los padres del adoptado es criminal, el joven sólo se convierte en
Vid. de los citados autores, Considerations Regarding the Role of Biological Factors
in the Etiology of Criminality, en CICRIB, Sao Paulo, 1975, pág. 14. Cfr.,
H RODRÍGUEZ MANZANERA, L., Criminology, cit., pág. 306.
HUTCHINGS, B.-MEDNICK, S. A., op. cit., pág. 134. Cfr., VOLD, G. B. Theoretical
SCHULSINGEE, F., Psychopaty: Heredity and Environment, en: International Criminology, cit., pág. 108.
Journal of Metal Helth, 1972,1, págs. 190 a 206. HUTCHINGS, B.-MEDNICK, S. A., op. cit., pág. 140. Vid., de los mismos, Registered
CEOWE, R., The Adopted Offspring of Women Criminal Offenders (en: Archives of Criminality in the adoptive and biological parents of registered male adoptee's in
General Psychiatry, 27, 1972, págs. 600 a 603). S. A. MADNICK: Genetics, Environment and Psychopathology (1974).
91
B. HUTCHINGS y SARNOFF A. MEDNICK, Criminality in Adoptees and Their Cfr. VOLD, G. B., Theoretical Criminology, cit., pág. 109.
92
Adoptive and Biological Parents: A Pilot Study, en: Mednick and Christiansen Sobre las limitaciones de los estudios de adopciones, vid. HALL WILLIAMS, J. E.,
edts., Biosocial Bases of Criminal Behavior, New York, 1977, Gardner Press, págs- Criminology and CriminalJustice, cit. pág. 36, VOLD, G. B., Theoretical Criminology,
127 a 141. cit., págs. 108 y 109.
B. HUTCHINGS-S. A. MEDNICK, op. cit., pág. 131, tabla W. Cfr. VOLD, G. B-, Op. cit., Cfr. GARRIDO GENOVÉS, V., et al., op. cit., pág. 278 y ss. y tabla que
Theoretical Criminology, cit., pág. 107. elaboran a partir de la obra de WALTERS y WHITE.
526 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 527
deben de llevar a cabo una conducta —delictiva o no delictiva— más parecida a la El criterio básico para diagnosticar dichas disfunciones o defectos es
,„ ^„ de sus padres biológicos que a la de los adoptivos. el número de los cromosomas, por exceso o por defecto.
obne No obstante, aún cuando estas investigaciones mejoran desde un punto de vista
n metodológico a los estudios genealógicos y a los de los gemelos, han recibidos Cada célula contiene, como es sabido, 23 pares de cromosomas; uno de los
t serias objeciones^'', llegando sus detractores a la conclusión de que tampoco cuales (gonosomas) determina las características sexuales primarias y secundarias
,Oef demuestran que la herencia sea un factor decisivo del comportamiento criminal. La del individuo. En la mujer, ambos cromosomas son similares en tamaño y forma (XX)
g<»B; asociación entre tener un padre criminal y ser uno mismo delincuente carecería de contemplados en el microscopio; en el varón, difieren, siendo uno de ellos más
etnei consistencia^^ pequeño (XY).
' Finalmente, la trisomía XYY, al parecer más frecuente en la pobla- inicial de P. JACOBS puso de manifiesto que 12 de los 196 internos del hospital
padecían anormalidades cariotípicas, siete de ellos, el XYY. PRICE y otros hallarían,
ción reclusa que en la población generaP°\ en la masculina que en la
después, dos varones portadores del mismo entre los 119 recluidos en la sección de
femenina^"^ y ausente en la raza negra^"^, carece de un a sintomatología enfermos mentales. Dicho descubrimiento se consideró estadísticamente significa-
específica, aunque se señalan entre las características más comúnmente tivo, dado que el índice de XYY en la población normal se estimaba no superior al
detectadas en los portadores de la misma: la elevada estatura, pertur- 1,5por 1.000^'
•MP
baciones hormonales, defectos de conducta y adaptación al medio, déficit
intelectual, trastornos mentales, escasa afectividad, y, sobre todo JACOBS y sus colaboradores definieron a los varones XYY corao
agresividad. Agresividad que, en buena medida, deriva de una hipótesis «peligrosos, violentos y con propensión al crimen»^°®, coincidiendo los
no verificada: si el cromosoma (gonosoma) Y es el determinante de la primeros trabajos en que la característica más acusada de aquéllos era
masculinidad (XY), el portador de u n doble YY, en buen lógica, debiera una excepcional estatura^"'' y u na tendencia llamativa a ser internados.
ser un «superhombre»^"*, violento y agresivo. Se ponía, en todo caso, el acento más en la nota de «agresividad» que en
?^í-^ La composición XYY fue descubierta, en 1961, por SANBERG y sus colabora-
la de «subnormalidad»"°. -• ~?~^„; " " ^ . ^ T ' . 7 :.''""'"",'. ' .,
dores^"'^; sí bien, fueron GOURT y P. JACOBS, cuatro años después (1965), en un En 1968, MARY A. TELFER y otros colaboradores de su equipo en Pensilvania
m i:
hospital escocés de alta seguridad, para enfermos mentales, quienes llamaron la llegan a una conclusión semejante a la de P. JACOBS al detectar anomalías
He Vi. atención sobre las particularidades criminógenas de esta trisomíai'"'. El informe
cromosómicas en 12 de los 129 pacientes examinados, siete de los cuales tenían un
cromosoma femenino de más, y sólo cinco un cromosoma masculino. La muestra
í^r\n^i^i¡'\rr era, sin duda, escasa y no muy representativa"^
También en la Universidad de Wisconsin, R. F. DALY creyó haber verificado la
,.•,„., . asociación «estatura anormal»-«anormalidad cromosómica»"^.
101 De las investigaciones de JACOBS, CASEY y MOOR, realizadas en 1965, 1966 y
1967, respectivamente, parece inferirse que se h a n encontrado u n 2,4 por 100 de
El noruego J. NIELSEN llegó incluso a sugerir la conveniencia de
I reclusos con el factor XYY, por sólo u n 2,3 por millar en la población general. Cfr.,
í RODEÍGUEZ MANZANEEA, L., Criminología, cit., pág. 309. En la población adoptar las oportunas previsiones legales al objeto de exculpar de toda
{ reclusa se habría detectado en una proporción superior (entre el 1% y el 3%) a la pena al portador de la malformación XYY"^ invocando la inclinación al
hallada en la población general (01%). Cfr. GARIDO GENOVÉS, V., ed. al., op. cit., delito del mismo, supuestamente demostrada por la experiencia.
pág. 281 refiriéndose a los estudios de Akers, Currant y Renzetti.
i»2 Así, LÓPEZ REY, M., Criminología, cit., I, pág. 141. Cabe mencionar, también, algunas otras malformaciones cariotípicas
IOS Cfr. GARCÍA ANDRADE, J. A., Raíces de la violencia, cit., pág. 84. recientemente descubiertas: así, el 46XYQX, sobre el que h a llamado la
10* Vid. P. A. JACOBS, M. BRUNTON y M. M. MELVILLE, Aggressive Behavior,
Mental Subnormality and the XYY Male, en: Nature, 1965 (diciembre), 208 pág.,
1351 y 1352; W. H. PRICE, J. A. STRONG, P. B. WHATMORE, y W. R.
MCCLEMONT, Criminal Patients withXYY Sex-Chromosome Complement, 1966, « t U-''
; The Lancet, I, págs. 565 y 566; R. S. FOX, The XYY Ofender: A Modern Myth?, en: 10^ W. H. PRICE, J. A. STRONG, P. B. WHATMORE y W. R. McCLEMONT, Criminal
The Journal Of Criminal Law, Criminology and Pólice Science, 19/1 (62), págs. 59 Patients with XYY Sex-Chromosome Complement, en: The Lancet 1966(1), págs.
a 73, T. R. SARBIN y J. E. MILLER, Demonism Revisited: The XYY Chromosomal 565 y 566. vAQ^l/
Anormaly, en: Issues in Criminology, 1970 (5,2), pág. 199; H. HUNTER, YY 108 P. A. JACOBS, M. BRUNTON y M. M. MELVILLE, Aggressive Behavior, Mental
Chromosomes and Klinefelter's Syndrome, en: The Lancet, 1966 (1), págs 984 y ss.; Subnormality and the XYY Male, cit., pág. 1351.
LÓPEZ REY, M., Criminología, cit., I, págs. 136 y ss. (y ampha reseña bibUográfica ^°^ Cfr. VOLD, G. B., Theoretical Criminology, cit., pág. 117, quien denuncia el
• sobre la materia); GARCÍA ANDRADE, J. A., Raíces de la violencia, cit., pág. 84: peligroso riesgo científico (metodológico) de que, en razón a dicho prejuicio, se
para el autor, los portadores delXYY «suelen ser personas rubias, de hábito atlético, examinaran después sólo personas de elevada estatura.
con talla elevada, de escasa dotación intelectual aunque no oligofrénicos, cierto "O Así, HALL WILLIAMS, J. E., Criminology and Justice, cit., pág. 33.
carácter histeriforme, con afán de notoriedad, labilidad afectiva que en la mayor "^^ Sobre la investigación de M. A. TELFER, vid. Science, 1968, vol. 159, págs. 1249 y
parte de las veces se transforma en indiferencia, inestabilidad y alto índice de ss. Cfr. HALL WILLIAMS, J. E., Criminology and Criminal Justice, cit., pág. 33.
heteroagresividad». "2 E. F. DALY, en: Nature, 1969, vol. 221, págs. 472 y ss. Cfr. HALL WILLIAMS, J.
'"' A. A. SANBERG, y otros, An XYY H u m a n Male, The Lancet, (2), 1961. E., Criminology and Criminal Justice., cit., pág. 33.
P. A. JACOBS y otros: Aggresive Behavior, Mental Subnormality and the XYi "3 NIELSEN, J., XYY Syndrome in a Mental Hospital, en BJC, 1968, vol. 8, pág. 186.
Male, en: Nature, 1965 (208), págs. 1351 y 1352. Cfr. HALL WILLIAMS, J. E., Criminology and Criminal Justice, cit., pág. 33.
530 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 531
atención NIELSEN""*; y el denominado por KAHN la «variante y larga» Así, el de W. H. PRICE y P. B. WHATMORE"" llega a la conclusión
(the long Y variant)^^^ ya apuntada en otros anteriores de que los internos poseedores del citado
En cuanto al cariotipo 46XYQX, se encuentra, según NIELSEN, en cariotipo XYY eran considerablemente menos violentos que los restan-
un 1,5 por 100 de la población general, y en u n 9 por 100 de la reclusa. tes internos.
Morfológicamente no son personas altas, pero sí acusan u n a evidente En efecto, comparando nueve reclusos que presentaban tal malformación con un
agresividad y signos de violencia; datos todos ellos extraídos de un ' ' grupo de control de otros tantos reclusos del mismo establecimiento de máxima
estudio sobre 170 delincuentes y que confirmarían DRAPKIM, SEBBA seguridad hospitalaria con una composición cromosómica normal (XY), constataron
que precisamente en el grupo de control se producían los porcentajes más elevados
y WARMAN, del Departamento Genético de la Universidad Hebrea, al de delitos contra las personas: 21,9 por 100, frente al 8,7 por 100 habido en el
observar en los portadores de tal cariotipo diferencias de comportamien- colectivo de internos portadores del XYY. Lo que desmentiría, ajuicio de SARBIN
to en relación con el de sus familiares"*'. y MILLER'2°, la hipótesis convencional que asociaba el cromosoma Y adicional con
la agresividad o violencia.
Por lo que se refiere a la «variante Y larga», analizada por el inglés J. KAHN en
el Maudsley Hospital de Londres, en 1976, los resultados obtenidos distan mucho,
también, de la inequivocidad. Su trabajo inicial versó sobre 436 jóvenes internos y Particularmente crítico fue, en este sentido, el simposio celebrado,
un grupo de control de otros 254 muchachos"^. De hecho, el autor sólo encontró un durante 1969, en Cambridge^^^ en el que se concluiría que la supuesta
portador del XYY, y además, en el grupo de control. Su conclusión apunta aun «alto incidencia del cariotipo XYY en el comportamiento criminal es muy
6ii£ riesgo» de criminalidad, asociado a dicha malformación cariotípica. KAHN creyó
observar que los niños poseedores de ésta serían a menudo, difíciles, inquietos,
inferior a la que se hubiera pensado en u n principio; admitiendo,
el oi proclives a faltar a la escuela y con más problemas de adaptación al medio que los además, como verificado que los internos con esta anomalía cromosómica
otros niños. No obstante, KAHN, quien lamentó no haber podido tener información son menos violentos y agresivos que otros reclusos, y que los portadores
'" • respecto a los padres biológicos de los portadores de tales anomalías cromosómicas, del XYY parecen más propensos a la comisión de delitos contra el
reconocería que la incidencia estadística de aquéllas es tan poco significativa que patrimonio que a la de delitos contra las personas.
no justifica la adopción de medida alguna en orden a la prevención de la criminalidad;
a su juicio, sólo uno de cada mil varones nacidos podrían verse afectados por el XYY, En cuanto a los elevados índices de internamiento ya apreciados en
mientras la inmensa mayoría de los delincuentes tendrían la composición normal XY
varones que presentan el cariotipo XYY, los diversos autores ofrecen
(varones) o XX (mujeres)"^
explicaciones más o menos convincentes para restar significación a tal
evidencia: para HUNTER^^^, ello se debería a un prejuicio de jueces y
2') Trabajos má s recientes sobre la materia, sin embargo, parecen
psiquiatras, que tiene su origen en la apariencia externa física de los
relativizar, cuando no desmentir, las hipótesis iniciales sobre la inciden-
portadores del XYY, agravado por la subnormalidad que suele asociarse
cia del cariotipo XYY en el comportamiento criminal.
a los mismos; según KESSLER y MOOS, influirían, también, factores
sociológicos, como la frecuente pertenencia —en términos estadísticos—
Kxio L nota la ;IB0X9R X Byias'i^B^o Blnslofv ,oboJ eicloe ^\
"* Cfr., GARCÍA ANDRADE, J. A., Raíces de la violencia, cit., pág. 84, quien cita como
fuente de estos datos la comunicación presentada por CAMPS FIERA las X "^ W. H. PRICE y P. B. WHATMORE, Behavior Disorders and Pattern of Crime
Jornadas Médico Forenses Española, celebradas en Barcelona (1976). among XYY Males identified at a Máximum Security Hospital, en: British Medical
^^^ KAHN, J. —y otros—, A Survey of Y Chromosome Variants and Personality in 436 Journal, 1967,1, págs. 533 y ss. Cfr. VOLD, G. B., Theoretical Criminology, cit.,
Borstal Lads and 254 Controls, en: BJC, 1976, vol. 16, pág. 233. Sobre el denomi- págs. 117 y 118.
nado «cromosoma gigante», vid. RODRÍGUEZ MANZANERA, L., Aberraciones ^2° SARBIN, T. R., y MILLER, J. E., Demonism Revisited: The XYY Chromosomal
cromosomáticas y criminalidad, en: Revista Mexicana de Prevención y Readapta- Anomaly, en: Issues in Criminology, 1970 (5,2), págs. 199 y ss. Cfr. VOLD, G. B.
' '- ción social, 1974, II, n.- 13, págs. 29 y ss. Theoretical Criminology, cit., pág. 118. Sobre la investigación danesa llevada a cabo
"'^ Cfr., GARCÍA ANDRADE, J. A., Raíces de la violencia, cit., pág. 84. por HERMÁN A. WITKIN, SARNOFF A. MEDNICK y otros, en 1977, con resulta-
^^' Sobre los resultados de la investigación llevada a cabo por KAHN y metodología de dos positivos, vid. SCHNEIDER, H. J., Kriminologie, cit., págs. 378 y ss.
la misma vid. HALL WILLIAMS, J. E., Criminology and Criminal Justice, cit., ^^^ Cfr. HALL WILLIAMS, J. E., Criminologie and Criminal Justice, cit., pág. 34.
págs. 34 y ss. ^^^ H. HUNTER, YY Chromosomes and Klinefelter's Syndrome, The Lancet, 1966 (1),
^^^ J KAHN, A., Survey of Y Chromosome Variants and Personality, cit., pág. 233. página 984.
532 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 533
de u n número significativo de varones con el XYY a las clases sociales f) Es difícil —e incluso inviable— sugerir y articular programas de
menos privilegiadas^^^ prevención respecto a las personas portadoras del cariotipo XYY. Porque
CONKLIN^^* da cuenta de un a investigación esclarecedora —rela- dicha anomalía cromosómica sólo permite establecer conexiones o corre-
tivizadora— que se llevó a cabo en Dinamarca, seleccionando u n 15% de laciones con la criminalidad: puede ser u n «factor» pero no la «causa» de
los reclutas nacidos entre 1944 y 1947. La muestra era amplia (más de ésta. Porque u n programa amplio y riguroso de prevención obligaría a
4.000 reclutas), pero los casos positivos (que detectan la anomalía examinar la totalidad de la población, y no sólo la reclusa. Por último,
cromosómica XYY 47) fiíeron pocos: 12, de los cuales solo 5 exhibían porque u n a intervención genética de tal naturaleza invadiría, probable-
antecedentes penales por delitos menores. mente, la sagrada esfera de los derechos humanos.
E n resumen, y siguiendo la síntesis de LÓPEZ REY^^^ pueden g) La valoración jurídico-penal de las malformaciones cariotípicas
aceptarse como «conclusiones provisionales» en la materia, las siguien- reclama particular cautela. No obstante, bastaría con las normas conte-
nidas en la mayor parte de los códigos penales para ponderar, en su caso,
tes:
la constatada influencia de aquéllas en el comportamiento criminal
a) Los trabajos científicos realizados en torno al cariotipo XYY como enjuiciado.
expresión anómala del gonosoma XY versan casi exclusivamente sobre
varones con fi^ecuentes características somaticopsíquicas y circunstan- La dificultad sería mínima en aquellos supuestos —frecuentes— en
cias ambientales muy adversas. que la anomalía genética aparece unida a determinadas patologías
psiquiátricas que determinan la exención o mitigación de la responsabi-
f "^ b) Dado que el cariotipo XYY no es el único elemento endógeno lidad penal.
actuante en la persona, sólo cabe imputar al mismo, a lo sumo, u na cierta
«direccionalidad», que se configuraría en fiínción de los demás factores En los restantes, el problema no es jurídico-penal sino pericial: habría
endógenos y exógenos, pero no u n a «disposición» criminal ni una «cons- que demostrar la relevancia efectiva en la conducta criminal concreta de
titución» delictiva de aquélla. la malformación cromosómica, ya que ésta es u n «factor» más, y su
incidencia «causal» no puede presumirse.
í . c) Las investigaciones realizadas hasta la fecha se h a n llevado a cabo
casi exclusivamente en la población «reclusa», en internos, pudiendo En definitiva, pues, el estado actual de las investigaciones genéticas
estimarse que el número de estos portadores del cariotipo XXY no excede no permite hoy aún aventurar un juicio seguro ni definitivo sobre el
el 5 por 100. Interno y delincuente no son términos sinónimos. impacto real de determinadas anomalías cariotípicas en el comporta-
miento del hombre. En todo caso —y hasta la fecha— ningún trabajo
d) Las mismas ponen de relieve u na cierta conexión de dichas científico y fundado h a podido mantener que el portador del gonosoma
malformaciones cromosómicas y determinadas manifestaciones de la XYY deba convertirse, por fuerza, en delincuente.
criminalidad, sobre todo, violenta o agresiva y sexual; si bien dicha
«conexión» no permite formular pronósticos seguros y fiables (causalidad) A lo sumo, se ha insinuado la existencia en el mismo de u n riesgo
sino meras «correlaciones». La presencia del cariotipo XYY no conlleva, superior al medio de que su personalidad evolucione hacia pautas
antisociales. --—•-— -- .-:•-- --, ,:^ . ..;,:._,i. .-_
de forma inevitable, un a conducta anormal ni delictiva.
En ladoctrina española, TORRES SÁNCHEZ fue el primero en descubrir un caso
e) El cariotipo XYY no es hereditario. Se ha constatado, por ejemplo, de trisomía XYY: concretamente el de un homicida célebre: el «arropiero» o
que el padre no lo transmite necesariamente a sus hijos. «estrangulador del puerto», responsable de 16 muertes^^e También GARCÍA
ANDRADE ha referido un caso clínico muy significativo: otro homicida en el que
'vK*,- ii-fr.s<,ar r irartrínrr'fr) ífí'iht^^ destaca, a su juicio, no sólo el potencial de agresividad, sino lafutilidad de los motivos
123 S, KESSLER y R. H. MOOS, The XYY Karyotype and Criminality: A Review, en:
Journal of Psychiatric Research, 1970 (7), pág. 164.
12* Cfr. GARRIDO GENOVÉS, V., ed. al., op. cit., pág. 281.
125 LÓPEZ REY, M., Criminología, cit., I, págs. 140 y ss. ..«Bi Cfr., G A R C Í A ANDRADE, J. A., Raíces de la violencia, cit., pág. 84.
534 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 535
que le llevaron al crimen, así como la afectación de su afectividad, Inmadurez y No hay, pues, «genes criminales», genes que determinen el comporta-
retraso sexual, baja Inteligencia, etcJ^'. miento delictivo.
Mención destacada merece el trabajo de Á. MARTÍN LUCAS, de 1979^28^ g|^ ^1
Según la autorizada opinión de ALCÁZAR CÓRCOLES y GÓMEZ JARABO^^",
que llega la autora a las siguientes conclusiones: a) Las autosomopatías (disfunciones
sólo hay genes que codifican proteínas y enzimas estructurales que influyen en los
9- en los cromosomas no sexuales) son más lesivas que las alteraciones en los
procesos metabólicos, hormonales, y en otros procesos fisiológicos, que pueden
B gonosomas o cromosomas sexuales, b) Las cromosomopatías constituyen un factor
modificar indirectamente el riesgo de conducta criminal en ambientes particulares.
importante en la génesis del déficit intelectual de supuesta base hereditaria, c) Los
estados psicopatológicos y la conducta antisocial, en la mujer, no suelen presentarse
asociados a fórmulas cromosómicas anormales, d) Por el contrario, los trastornos
mentales y el comportamiento delictivo, en el varón, tienen un componente
cromosómico detectable. e) Aunque el «síndrome de Klinefelter» aparece, sobre
todo, ligado a cuadros psicopatológicos con más frecuencia que el cariotipo XYY 47, 2. I N V E S T I G A C I O N E S REALIZADAS E N EL ÁMBITO D E LA
el riesgo de comportamiento delictivo es similar para ambas aneuploidías M O D E R N A NEUROFISIOLOGÍA"!
cromosómicas; f) El cromosoma Yq-i-, si bien no es responsable primario de una
conducta antisocial, puede favorecer la manifestación de trastornos neurológicos, y,
por consiguiente, aumentar el riesgo de un comportamiento criminal. Es probable
El descubrimiento del electroencefalógrafo (EEG), aparato que per-
que el síndrome YY y la variante Yq— conlleven fenómenos similares^^''. mite el registro gráfico de la actividad eléctrica del cerebro, ha potencia-
n do u na serie de investigaciones tendentes a demostrar u n a clara corre-
8 Es necesario, pues, relativizar la relevancia de las investigaciones lación entre determinadas irregularidades o disfunciones cerebrales y la
sobre anomalías genéticas pues de ellas no se desprende, sin más, una conducta humana, en particular, la criminal.
asociación significativa entre dotación genética (malformaciones Desde entonces se h a n multiplicado los intentos de explicar concretas
genotípicas) y comportamiento criminal. conductas asociales, desviadas o delictivas (criminalidad violenta, sui-
s De u n a parte, tales investigaciones exhiben importantes deficiencias cidio, delitos sin motivos aparentes, trastornos graves de aprendizaje,
y limitaciones metodológicas. Se ha estudiado mejor —y aún nos encon- etc.) en función de patologías cerebrales (MDB: disfunción cerebral
tramos en u na fase inicial— la relación que pueda existir entre la mínima, EEG Abnormality o anomalía encefalográfica, etc.).
herencia genética y la vulnerabilidad a ciertas enfermedades que al Algunos de estos estudios se basan exclusivamente en la lectura e interpretación
crimen. Dicho de otro modo: la Genética se halla mucho más evoluciona- -"'; del electroencefalograma. Así, los de DUVA, VALVICKOVA, HASTERT, HODGE,
da que la Genética «criminal». Por ello, y como sucedió con los primeros 80b VETTER^^*^ que se limitan a examinar los gráficos de las respectivas ondas
cerebrales de delincuentes y no delincuentes en términos comparativos. Otros más
estudios sobre gemelos, el posterior perfeccionamiento metodológico de fiables, tratan de confirmar con la ayuda de tests psicológicos, como el RORSCHACH,
las investigaciones derrumbó las hipótesis iniciales que dejaron de ser los resultados del EEG: es el método seguido, entre otros, por ASSAEL, KOEN-RAZ
brillantes descubrimientos. •j / y ALPERN, quienes estudiaron jóvenes delincuentes en Israel hallando un elevado
lif índice de anomalías electroencefalográficas en los mismos"^
r. De otra, conviene reiterar que el ser humano no es solo biología, ni
herencia. Estas constituyen solo su materia prima, su punto de partida,
pero la conducta del hombre —y, por tanto, la delictiva también— '{omoy,,^
responde a u n complejo proceso dinámico en el que interactúan factores
^^° Fundamentos psicobiológicos del comportamiento agresivo y violento, en: Revista
tanto biológicos como ambientales. Española de Psiquiatría Forense, Psicología Forense y Criminología, 2 (1997), pág.
33. Cfr. GARRIDO GENOVÉS, V., ed. al., op. cit., pág. 282.
• vo :ov!í6oi)ín8!a yum ooiniio oaeo nu oblietsi sri HOAFiai'í;' 1^1 Cfr. SIEGEL, L. J., Criminology, cit., págs. 134 y ss.; HALL WILLIAMS, J. E.,
Criminology and Criminal Justice, cit., págs. 38 y ss.; y bibliografía citada por estos
autores; RODRÍGUEZ MANZANERA, L., Criminología, cit., págs. 311 y ss.;
^^^ GAECÍA ANDEADE, J. A., Eaíces de la violencia, págs. 85 y 86.
GARRIDO GENOVÉS, V., Delincuencia y sociedad, cit., págs. 60y ss.; SCHNEIDER,
A. MARTIN LUCAS, Análisis cromosómico y dermatoglífico de los trastornos
H. J., Kriminologie, cit., págs. 376 y ss.
mentales. Estudio de dos muestras de población: deficiente mental y penal. Madrid,
1979. Publicaciones del Instituto de Criminología de la Universidad Complutense. ^^2 Cfr., RODRÍGUEZ MANZANERA, L., Criminología, cit., pág. 312.
Análisis cromosómico, cit., págs. 148 y 149. ^^= Cfr., RODRÍGUEZ MANZANERA, L., Criminología, cit., pág. 312.
536 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 537
a) Uno de los trabajos más representativos en la materia es el que, en «crímenes sin motivo aparente» responden a anomalías cerebrales
1970 publica MONROE, posteriormente ampliado^^*, que llevó a cabo el graves que detecta el EEG; y que existe, también, u n a determinada
autor en la Patuxent-Institution de Maryland con casi un centenar de conexión entre ciertos hechos delictivos cometidos por jóvenes, producto
delincuentes cuya sentencia fue conmutada por u n tratamiento de de personalidades inmaduras y dependientes, y algunas disfunciones
duración indeterminada^^^. cerebrales.
MONROE obtuvo dos conclusiones fundamentales. En primer lugar, laevidencia
' En cuanto a la primera, STTAFORD CLARK y TAYLOR, en u n
de disfunciones neurológicas en sujetos no considerados anteriormente como
afectados de las mismas. De los 92 sujetos examinados 80 presentaron anormali- informe presentado a la Royal Commission on Capital Punishment
dades significativas. En segundo lugar, que sólo el 5 por 100 de los analizados sobre los resultados de un a investigación sobre 94 personas que espera-
acusaron anormalidades en el lóbulo temporal, convencionalmente considerado ban el juicio por asesinato, manifestaron haber encontrado anomalías
como centro de la agresividad. Por otro lado, MONROE pudo constatar que el grupo
electroencefalográficas en más de 40 de ellas, a pesar de que un examen
que manifestaba anomalías en el EEG era el más agresivo, antisocial y conflictivo
en la institución, presentando más cicatrices y marcas de nacimiento que el grupo clínico de los mismos no había permitido detectar particularidad alguna.
con un EEG regular"^
De ahí que advirtieran: «Parece difícil resistir a la conclusión de que existe una
significativa relación entre crímenes violentos aparentemente sin motivos y un
. No obstante, la conclusión principal expuesta ha sido muy cuestiona- defecto en el funcionamiento del cerebro, tal y como se observa a través de las
anomalías del EEG^^^.
da por quienes entienden que los elevados índices de anomalías
electroencefalográficas observadas en reclusos y enfermos mentales
La segunda posibilidad de relacionar las anomalías electroencefa-
pueden ser producto precisamente del régimen de «prisionización», y no
lográficas con el crimen se plantea por R. SESSIONS HODGE y W.
causa de la conducta que motivó tal internamiento. Así, SILVERMAN
GREY WALTER^^^, quienes conectan el «ritmo delta» (slower rhytms,
halló grandes semejanzas entre esquizofrénicos hospitalizados por corto
delta rhytms) observado en el EEG con manifestaciones propias de una
tiempo y reos condenados a penas privativas de libertad de corta
personalidad inmadura y no independiente, lo que, a juicio de los
duración; y entre esquizofrénicos hospitalizados por largo tiempo y
mismos, podría explicar muchos de los delitos juveniles.
reclusos penados a privaciones de libertad de larga duración^^''.
c) Las otras muchas investigaciones neurofisiológicas pueden
b) En el Reino Unido, los estudios electroencefalográficos h a n preten-
sistematizarse de acuerdo con u n a conocida clasificación de las
dido verificar dos hipótesis concretas: que muchos de los denominados
disfunciones examinadas^'"'.
••-mmmT)oa':Si'. 1') Disfunción cerebral mínima (MBD: minimal brain dysfunction):
definida como u n a anomalía de la estructura cerebral, suele asociarse a
134 MONEDE, E. E.; BALIS, G.; RUBÍN, J.; LION, J.; HULFISH, Me DONALD, M.;
BAECIK, D., Neuropsychiatric Correlations with Antisocial Behavior, en: CICEIB,
los casos extremos de la misma: comportamientos antisociales, desajus-
1975, Sao Paulo. Cfr., RODEÍGUEZ MANZANERA, L., Criminología., cit., pág. tes en los mecanismos cerebrales de estímulo y control, dislexia, proble-
312. mas de percepción visual, hiperactividad, agresividad, etc."^; u n a ma-
^^^ La investigación de MONEOE versó sobre 92 personas, 52 de las cuales se nifestación específica de tal anomalía serían las «reacciones explosivas»
prestaron voluntariamente a ella; la edad media de los examinados era de veinti-
nueve años; 62 por 100 blancos, 38 por 100 negros; 88IQ el coeficiente intelectual (fafT lifrM w ' h •„ -aHilu^fjiV xm-íi-rtüs 1 it'¿--i-wt''jf< rtrVr V A f T f í T
medio; 61 por 100 eran responsables de delitos violentos, 28,2 por 100 de crímenes
sexuales. Cfr., EODEÍGUEZ MANZANERA, L., Criminología, cit., pág. 312. 138 STTAFOED CLARK y TAYLOR, Report of the Royal Commission on Capital
'3^ Cfr., EODEÍGUEZ MANZANEEA, L., Criminología, cit., pág. 312. Punishment (1949-1953), Cmd. 8932, 400, pág. 139. Cfr. HALL WILLIAMS J. E.,
13'' En referencia a las criticas de SILVEEMAN, vid. MEDNICK, S. A., Considerations Criminology and Criminal Justice, cit., pág. 38.
Eegarding the Eole of Biological Factors in the Etiology of Criminality, cit., pág. 8. ^38 R. S E S S I O N S HODGE y W. GREY WALTER, J u v e n i l e Delinquency: a
. Cfr., RODEÍGUEZ MANZANEEA, L., Criminología, cit., pág. 313. Otras críticas a Electrophysiological, Psychological and Social Study, en: B. J. D., 1952 (3), pág. 155.
la fiabilidad de un diagnóstico estrictamente electroencefalográfico, en: WOLFGANG Cfr. HALL WILLIAMS, J. E., Criminology and Criminal Justice, cit., pág. 38.
y FEEEACUTI, The Subculture of Violence, cit., pág. 198. Cfr., al respecto, HALL " " Cfr., SIEGEL, L. J., Criminology cit., págs. 134 y ss. 'i# ¡ M . I M C Í ?
WILLIAMS, J. E., Criminology and Criminal Justice, cit., págs. 38 y 39. ^"1 Cñ-., SIEGEL, L. J., Criminology cit., pág. 134- . :ii¡¡q .ji-:, .iw-:^^-"-^^-^-' •
538 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA. 539
.,?_'" Sobresale, entre todas, la investigación llevada a cabo por D. WILLIAMS^''^ con
un grupo de 335 delincuentes agresivos, que dividió el autor en dos subgrupos: los 3') Otras disfunciones cerebrales. La hipótesis de que las dolencias
- violentos habituales y los ocasionales. Observó WILLIAMS que mientras un 65 por cerebrales pueden explicar muchos crímenes violentos h a tratado de
«!^. 100 de los primeros exhibían anomalías electroencefalográficas, sólo un 24 por 100 verificarse a propósito de concretas patologías: fundamentalmente, los
. de los delincuentes violentos ocasionales se desviaban de las pautas normales,
^„ r porcentaje —este último— que se reducía a un 12 por 100 (el mismo de la población
tumores. Diversos estudios clínicos parecen haber demostrado que
general) si se prescindía de aquellos que padecían algún daño cerebral, retraso incluso personas pacíficas afectadas por procesos tumorales en el cere-
': mental o epilepsia. En idénticas circunstancias, sin embargo, el índice de anomalías bro se tornan violentas y causan graves daños a familiares y seres
queridos por los cambios profundos de personalidad y problemas psico-
".(íTÚV.jn.rsP.^ffc sMind IrimjA'is.tri •.(IS-íM'l x^.m'^mAT^ \ivi-f\c,T<i'^ rtíitfxnift lógicos que aquéllos conllevan: episodios psicóticos, alucinaciones, irri-
tabilidad, depresión, accesos incontrolados, e incluso ataques homici-
"2 R. D. R O B Í N , R . M . S A R L E S , T . J . K E N N E Y , B . J . REYNOLDS y F. P. HEALD, dasisi.
.af,4 Adolescents Who Attempt Suicide, en: Journal of Pediatrics, 1977 (90), págs. 636 '•«?(
a 638. Cfr., SIEGEL, L. J,, Criminology, cit., pág. 135. .-if ' >rú'
"^ L. T. YEUDALL, Childhood Experiences as Causes of Criminal Behavior, 1977,
""^ Z. A. ZAYED, S. A. LEWIS y R. P. BRITAIN, An Encephalografic and Psychiatric
Canadá (Sánate of Canadá, Issue núm. 1, Thirteenth Parliament, Ottawa). Cfr.,
Study of 32 Insane Murderes, 1969, British Journal of Psychiatry, 115, págs. 1115
SIEGEL, L. J., Criminology, cit., pág. 135.
C. MURRAY, The Link between Learning Disabilities and Juvenile Delinquency, a 1124. Cfr. SIEGEL, L. J. Criminology, cit., pág. 135.
1976, Washington, D. C , Goverment Printing Office, pág. 65; vid., sobre el ^"•^ Cfr., SIEGEL, L. J., Criminology, cit., pág. 135.
problema también: B. C. McCULLOUGH, B. ZAREMBAy W. RICH, The Role ofthe ^'^^ R. S. AIND y T. YAMAMOTO B e h a v i o r D i s o r d e r s of Childhood, en:
Juvenile Justice System in the Link between Learning Disabihties and Dehnquency, Electroencephalography and Clinical Neurophysiology; 966 (21), págs. 148 a 156.
1979, State Court Journal, 3, pág. 45; HILL y SARGENT, A Case of Matricide, Cfr. Cfr. SIEGEL, L. L, Criminology, cit., págs. 135 y ss.
SIEGEL, L. J., Criminology, cit., pág. 135. ^*^ K. E. MOYER, The Psychobiology of Aggression, 1976, New York, Harper-Row. Cfr.
D. WILLIAMS, Neural Factors Related to Habitual Aggression. Consideration of SIEGEL, L. J., Criminology cit., pág. 136.
Differences between Habitual Aggressives and Other Who Have Committed ^™ Así, SIEGEL, L. J., Criminology, cit., pág. 136. ioic! srfT ..H.Q mm.'.
Crimes of Violence, en: Brain 1969 (992), págs. 503 a 520. Cfr. SIEGEL, L. J-. ^^^ En este sentido, MOYER, K. E., The Psychobiology of Aggressions, cit., págs. 25 y
Criminology, cit., pág. 135. 25. Cfr. SIEGEL, L. J., Criminology, cit., pág. 136.
540 ANTONIO GAKCIA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 541
Lo que sucede, también, con otros shocks traumáticos, que pueden 3. E S T U D I O S S O B R E EL S I S T E M A N E R V I O S O AUTÓNOMO
alterar la personalidad ocasionando graves trastornos de conducta (vg.,
accidentes de tráfico)^*^^. Particular mención exige u n a reciente hipótesis, que parte de las
De hecho, determinadas dolencias y patologías del sistema nervioso investigaciones de EYSENCK, según la cual el funcionamiento del
central (arterieesclerosis cerebral, epilepsia, demencia senil, síndrome sistema nervioso autónomo (autonomic nervous system) puede predispo-
de Korsakoff, corea de Huntington, etc.) suelen asociarse en numerosas iier a la persona a un comportamiento antisocial y, en su caso, delictivo.
investigaciones a pérdidas de memoria, del sentido de la orientación a) Las psicopatías —o «sociopatías», término este último que utiliza
trastornos emocionales, irritabilidad, accesos de cólera, etc.^^^. como sinónimo u n sector de la doctrina norteamericana— son el ámbito
preferido de numerosos estudios científicos para verificar esta hipóte-
Otros autores como W. ENKE (1955), LEMPP (1981), G. GOLLNITZ
sis^^^, dado que se supone que los psicópatas reaccionan a estímulos
(1965) y H. SZEWCZYK (1981) creen haber podido verificar u na sóHda
físicos de manera distinta a como lo hacen los no psicópatas. En efecto,
correlación entre trastornos conductuales (comportamientos antisociales
parecen existir evidencias de que, en los psicópatas, la respuesta del
de niños y jóvenes) y daños cerebrales padecidos en la infancia por los
-,154 sistema nervioso autónomo a determinados estímulos arroja unas
mismos^
medidas sui generis del pulso cardíaco, presión sanguínea, respiración,
.3 -X GARRIDO GENOVES^=^ siguiendo a Fishbein^^^ entiende que los estudios
lOlBV llevados a cabo lian podido constatar la existencia de un trasfondo psicofisiológico
tensión muscular, dilatación de pupilas y actividad eléctrica de la piel
9b Olí que evidenciaría un trastorno del sistema nervioso central relacionado probable- («resistencia galvánica») en comparación con las de las personas no
^® "^ mente con el comportamiento antisocial. Buena parte de tales estudios giran en torno psicópatas. Concretamente, unos bajos índices en los niveles de
^ a las psicopatías (el psicópata se caracteriza por ser un sujeto poco emocional, muy conductancia epidérmica y de reacciones «espontáneas» a estímulos
impulsivo, irresponsable y necesitado de experimentar nuevas sensaciones, exhi- ambientales físicos como el ruido o el dolor. Se ha investigado, por ello,
biendo bajos niveles de ansiedad ante situaciones de estrés). Los psicópatas
si los psicópatas experimentan de otro modo —o no experimentan— la
9': diferirían de los no psicópatas en tres parámetros fisiológicos: anomalías o singula-
ridades electroencefalográficas (mayor actividad de ondas cerebrales lentas, lo que sensación básica de ansiedad cuando anticipan mentalmente la posibi-
8:. , lidad del castigo (como lo hace la persona normalmente socializada) y si,
podría estar relacionado con perturbaciones cognitivas o quizás con un retraso
9UP madurativo del funcionamiento del cerebro, sobre todo en aquellos individuos en los en consecuencia, son sensibles a la amenaza de la pena^^®.
-919: que dichas ondas lentas coexiste con dificultades para aprender por la experiencia);
89'{9 desajustes cognitivos y neuropsicológicos y, en tercer lugar, respuestas De hecho, algunas investigaciones parecen haber demostrado la
electrodérmicas, cardiovasculares y otras. Para el autor, esta particularidad del posibilidad de incrementar el nivel de respuesta de algunos psicópatas,
-00 re
psicópata (ritmo lento de la estimulación cerebral, comprobada por el electroence- mediante inyecciones de la hormona «adrenalina» que potencia la
-ÍTtl falograma), coincidiría con la menor estimulación del sistema nervioso autónomo de
lom los psicópatas, tal y como se ha podido comprobar a través de investigaciones que actividad neurológica general de los mismos^™.
'- miden, comparativamente, la respuesta psicogalvánica y la presión arterial de El sistema nervioso autónomo o vegetativo juega aquí un papel primordial,
psicópatas y no psicópatas porque de él dependen determinadas reacciones del cuerpo humano que escapan
al control de la voluntariedad. Especialmente en situaciones de «lucha o huida» (figtit
orfíightj'pxe'para al cuerpo para un máximo rendimiento acelerando algunas de sus
')i'ií).<i,.', •
n.i<A./iArvÁii n H , r-!fvnj .a: funciones fisiológicas (dilatación de pupilas, estimulación de las glándulas de la
sudoración, aceleración del pulso cardíaco, etc.). En la práctica, los detectores de
mentiras pueden medir dicha función del sistema nervioso autónomo y servirse de
^^^ Cfr. C. E. LYGHT, edt., The Merck Manual of Diagnosis and Therapy, 1966, West
Point Pa: Merck, Cfr. SIEGEL, L. J., Criminology, cit., pág. 136. . " ' ' • ' '/TAeMHIM^ifaiv . ^ D M l ^ / g - b l e t . U i . í j á ''Lt gíq til loíoauoraP
'^' Cfr. SIEGEL, L. J., Criminology, cit., pág. 136.
Sobre trastornos en el proceso de maduración del niño y daños cerebrales, vid. , >>v . ,
SCHNEIDER, H. J., Kriminologie, cit., págs. 376 y ss. M1T ,>ia¥üíí: Sobre el problema, y, en particular, sobre los términos «psicopatía» y «sociopatia»,
^^^ Principios, cit., pág. 286. ' ' vid. SIEGEL L. J., Criminology, cit., págs. 148 y ss., y bibliografía allí citada.
'"'' FISHBEIN, D.H., The biology of antisocial behavior, en: J.E. Conklin (Ed.): New ^^^ Cfr. SIEGEL, L. J., Criminology, cit., pág. 149.
Perspectives in Criminology, 1996. Needham Heights (EEUU). Allyn Bacon, págs. ^^^ Vid., en este sentido, RATHUS, Psychology, pág. 545, Cfr. SIEGEL, L. J.,
34 y ss. Criminology, cit., pág. 149.
542 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 543
la misma precisamente para saber si el individuo dice o no la verdad. Pues el hombre casos elevados niveles de ansiedad. La persona extrovertida, por el contrario,
medio se halla condicionado para «anticipar» un eventual castigo caso de decir la experimenta menor ansiedad, tanto porque es menos sensible al dolor como porque,
mentira, y dicha «anticipación» produce una respuesta involuntaria con las consi- en la búsqueda de la estimulación que necesita, acudirá a comportamientos o
guientes alteraciones somáticas susceptibles de medición^'^°. actividades prohibidas. EYSENCK concluye que el psicópata —caso extremo de
extraversión— no desarrolla una conciencia adecuada precisamente por el modo de
i Numerosos estudios h a n destacado que tal reacción de ansiedad funcionar su sistema nervioso autónomo^^'. -
, anticipando el castigo futuro es u n factor primario de socialización del
niño. Y como es esencial la función del sistema nervioso autónomo en c) Otras investigaciones posteriores resaltan, también, la trascen-
relación a las situaciones de «lucha o huida» («fight or flight»), el nivel dencia del sistema nervioso autónomo. Por ejemplo, la de MEDNICK,
de socialización del niño puede depender, en buena medida, del funcio- para quien el tiempo de recuperación de conductancia de la piel (skin
namiento de dicho sistema. En concreto, si la respuesta del organismo conductance responserecovery: SCR) puede tomarse como medida de la
en dichas situaciones «fight or flight» se activa lentamente; o si alcanza respuesta del sistema nervioso autónomo; de modo que se podría
' muy bajos niveles cuando se anticipa el posible castigo; o si no se mensurar así cuál es el grado de «ansiedad» de u n a persona ante la
' desactiva rápidamente al cambiar la situación, aquel tendrá dificulta- amenaza (estímulo) de un potencial castigo observando la reacción de su
des en su proceso de socialización^''". organismo en dos tiempos: cuando anticipa la posibilidad del castigo y
cuando se remueve dicho estímulo.
b) Uno de los primeros en examinar este mecanismo fue EYSENCK,
.119 »*5pg^g MEDNICK, es crucial el tiempo que invierte el organismo en distender la
partiendo de los conceptos de «introversión»-«extroversión»^®\ «excita-
sensación de ansiedad, puesto que el miedo —y, en concreto, la reducción de éste—
ción»-«inhibición»^'^2. P a r a EYSENCK, ambos binomios se relacionan, en es el más poderoso refuerzo conocido por la Psicología. Si dicho temor desaparece
el sentido de que las personas introvertidas se caracterizarían por rápidamente, el individuo recibe un fuerte refuerzo para evitar la situación de un
elevados niveles de excitación y/o bajos niveles de inhibición; mientras potencial castigo^^^.
las extrovertidas, por todo lo contrario^''^.
Como el extrovertido presenta bajos niveles de estimulación, experimenta una
d) E n este sentido, según SIDDLE^'^'', la conexión entre tiempo de
,18' recuperación de conductancia (SCR) y comportamiento antisocial sería
necesidad de estímulo», mientras el introvertido —por estar sometido aun estímulo
más intenso y prolongado— reacciona en el sentido opuesto: tiende a evadirse del evidente. Los sujetos que manifiestan u na conducta antisocial (psicópa-
g j . estímulo^^". Por ello, según EYSENCK, la amenaza intimidatoria del castigo es tas, criminales adultos, jóvenes delincuentes) exhiben, también, unos
mucho más eficaz potencialmente respecto del introvertido, quien muestra en tales
tiempos de recuperación (respuesta) significativamente lentos (SCR) en
comparación con los del grupo de control.
'unir.
viM-'i' i'. lí)í,l'„>„
En todo caso, y a pesar de que el funcionamiento del sistema nervioso
I''" Así, EYSENCK, H. J., Crime and Personality, 1964, Boston, Houghton Mifflin, autónomo sin duda condiciona determinada suerte de respuestas en
págs. 100 a 119: S. A. MEDNICK, A biosocial Theory of the Learning of Law- ciertas situaciones, la hipótesis de que predisponga al comportamiento
Abiding Behavior, en: MEDNICK y CHRISTIANSEN, cit., págs. 1 a 8. Cfr., VOLD, criminal no puede estimarse concluyente. La conexión «causal» no queda
G. B., Theoretical Criminology, cit., pág. 119 y nota 58. verificada de modo inequívoco. . i.
i«^i Cfr. VOLD. G. B.. Theoretical Criminology, cit., pág. 120.e^'''''^'"' ®'^"<^'
162 EYSENCK, H. J., Crime and Personality, cit., págs. 34 a 36. Sobre la dicotomía .yi;i .gf.q .Jr> ,r)oI'mirnnO í'i-ni'nmdT ,.8 .{) , 0 . 1 0 7 ib «*'
«introversión»-«extroversión», que procede de JUNG, cfr. VOLD, G. B., Theoretical 'artjiíO-laoi) , 9 J B 3 rrsvo-jaH ÍBXfn9bo-i:í-;í)í3 , . f l , í ) a : í a j a a 3 ' * '
Criminology, cit., pág. 120. Sobre la teoría de EYSENCK, vid. PÉREZ SÁNCHEZ, — iiifJQjalaa ..tia .fífirt a VÍ^3 .'a'aka Ai) iOTfif .vv.iAci'fñ-^dafíAovúl .
J., Teorías biológico-factoriales y delincuencia, en: Delincuencia. Teoría e investi-
^"'^ EYSENCK, H. J., Crime and Personality, cit., págs. 39 a 43. Cfr. VOLD, G. B.,
gación, cit., págs. 78 y ss.
Theoretical Criminology, cit., pág. 121.
^^^ EYSENCK, H. J., Crime and Personality, cit., págs. 68 a 87. Los conceptos citados
^^^ MEDNICK, op. cit., págs. 2 a 4. Cfr. VOLD, G. B., Theoretical Criminology, cit., pág.
tienen su origen en PAULOV. Cfr., VOLD, G. B., Theoretical Criminology, cit., pág. 122.
120. ^'^^ DAVID A. T. SIDDLE, Electrodermal Activity and Psichology, en: MEDNICK y
^^* EYSENCK, H. J., Crime and Personality, cit., págs. 99 y ss. Cfr. VOLD, G. B., CHRISTIANSEN, op. cit., págs. 206 y 207. Cfr., VOLD, G. B., Theoretical
Theoretical Criminology, cit., págs. 120 y 121. Criminology, cit., pág. 121.
544 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 545
La objeción estriba en el hecho de que dicho sistema autónomo no consecuencias negativas derivadas de sus actos tanto en relación a su
escapa totalmente —y siempre— al control, siquiera remoto, de la propia persona como a la de su víctima. Dicha falta de anticipación
voluntariedad^*'**, al menos en algunas situaciones. emocional ante estímulos aversivos se ha comprobado experimental-
t-- .. EDELBERG'''^ por ejemplo, ha observado que los plazos de recuperación de mente: respuestas de conducción de la piel poco intensas en la anticipa-
J conductancia (SCR) guardan relación con las propias actitudes del individuo, y, en ción del shock eléctrico, del ruido; bajo ritmo del pulso, escasa duración
i particular, con las metas hacia las que éste orienta su conducta. A conclusiones de los efectos captados"*, muy lenta recuperación autónoma (de la
rra- semejantos llega SIDDLE^™ con motivo del examen de las oscilaciones del ritmo • .conductancia de la piel)"^. y, lo que es clínicamente más significativo: las
^ cardíaco.
investigaciones de MEDNICK insinúan la incapacidad del psicópata
para aprender del castigo, de modo que u n determinado sustrato
Esto es, cabe aducir que, tal vez, no es el particular funcionamiento biológico le impediría formar u n a conciencia social"^. Tal vez su bajo
del sistema nervioso autónomo la causa, sino la consecuencia de deter- nivel de activación (arousal), quizá cierta dificultad para verbalizar la
minados tipos de personaHdad"^ _^|, Q^J,..,,. contingencia implícita en el condicionamiento aversivo, determinan el
Ciertamente, la hipótesis comentada carece aún de verificación reducido condicionamiento autónomo del mismo para aprender (para
científica: no puede estimarse demostrado que exista u n a correlación ser condicionado) por un estímulo doloroso o aversivo (castigo)"''.
inequívoca entre el sistema nervioso autónomo y la conducta delictiva.
Las investigaciones llevadas a cabo h a s t a la fecha, además, en su
mayoría, no cuentan con el oportuno grupo de control, versando casi )ÍBJfí9ídraB as
siempre sobre reclusos, proceder metodológico que permite cuestionar 4. OTRAS APORTACIONES D E LA M O D E R N A BIOLOGÍA
de antemano la fiabilidad de los resultados obtenidos o, al menos, la
CRIMINAL Y D E LA SOCIOBIOLOGÍA: PARTICULAR R E -
posibilidad de generalizar los mismos"^. .-^ *-.
F E R E N C I A A LA BIOQUÍMICA"»
Sin embargo, existe ya u n a relevante bibliografía al respecto. Así,
sobre la menor sensibilidad fisiológica y emocional del psicópata, toman- La Sociohiología que, en 1975, publica E. O. WILSON significa un
do tres indicadores: el nivel basal de emocionalidad del mismo, que suele nuevo impulso a las explicaciones del crimen desde bases biológicas"®.
ser más lento; sus respuestas galvánicas de la piel, espontáneas, con La característica más destacada de este enfoque reside en la considera-
frecuencia, también, menores; y la respuesta ante estímulos de semejan- ción del factor biológico, el ambiental y el proceso de aprendizaje como
te naturaleza, provocados experimentalmente, que parecen avalar la recíprocamente interdependientes; interacción, de hecho olvidada, tan-
hipótesis de u n a h i p o a c t i v i d a d emocional del p s i c ó p a t a a la to por las teorías biológicas clásicas (hoy cuestionadas desde un punto
estimulación"^. Constan, del mismo modo, trabajos científicos que, en de vista metodológico), como por las sociológicas, que habían prescindido
principio, ponen de relieve la incapacidad del psicópata para anticipar del componente biológico de la conducta humana., ,/ " .;
La Sociobíología, según WUson^^o gg ocupa de los fundamentos biológicos de la
BbenD ., >' íu >ix tñú'' ísi-l >"jf-'-ví)jhíí(i'
conducta social en las diversas especies animales, incluido el ser humano. Uno de
sus centros de interés —en todo caso, por lo que afecta a la Criminología— es el
i'^» Cfr. VOLD, G. B., Theoretical Criminology, cit., pág. 122.
i'^s EDELBERG, R., Electrodermal Recovery Rate, Goal-Orientation and Aversión, en:
Psychophysiology, 1970 (6), págs. 527 a 539, cit. por SIDDLE, op. cit., pág. 208. Cfr., "'^ Cfr. GARRIDO GENOVÉS, V., op. cit., págs. 55 y 56. j , í,.,,; ^ , U^BUÍÍ nSÍ »*
VOLD, G. B. Theoretical-Criminology, cit., pág. 122. "' Cfr. GARRIDO GENOVÉS, V., op. cit., pág. 58. ') , > -, rfJOOHOO
"" SIDDLE, DAVID A. T., Electrodermal Activity and Psycopathy, cit., pág. 208. Cfr. "'^ Cfr. GARRIDO GENOVÉS, V , op. cit., págs. 56 y ss. \\% ¡ijír
VOLD, G. B. Theoretical Criminology, cit., pág. 122. I" Cfr. GARRIDO GENOVÉS, V., op. cit., págs. 59 y 60. ? ¡^^ nnu
"1 Así, VOLD, G. B., Theoretical Criminology, cit., pág. 122. Una amplia reseña sobre el problema, en: SIEGEL, L. J., Criminology, cit., págs.
"2 Así, GARRIDO GENOVÉS, V., Delincuencia y sociedad, cit., pág. 52. 130 y ss.
"^ Cfr. GARRIDO GENOVÉS, V., op. cit., págs. 52 a 54. Del mismo: El psicópata. Un E. O. WILSON, Sociobiology, 1975, Cambridge, Mass. Harvard University Press.
camaleón en la sociedad actual. 2- Ed. Algar (2000), págs. 65 y ss. ° Cfr. GARRIDO GENOVÉS, V. y otros, op. cit., págs. 287 y ss.
546 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 547
estudio del comportamiento agresivo, su génesis y etiología, sus manifestaciones dicho aprendizaje no se controla a través de procesos «sociales» de
fenomenológicas y, sobre todo, sus funciones^^^ interacción, sino por otros de naturaleza bioquímica y celular. El
Aún cuando el análisis filogenético del comportamiento agresivo constituye una hombre aprende gracias a un complejo mecanismo en el que intervienen
línea de investigación todavía incipiente, todo parece indicar que su posterior
-B desarrollo científico aportará información y conocimientos muy útiles para la el cerebro y el sistema nervioso central. C. RAY JEFFERY resume este
nr Criminología^*^. De hecho, se ha observado que la investigación de la conducta de punto de vista en los siguientes términos:
los animales, de cuyo reino forma parte el hombre, permitirá, sin duda, un mejor
«Código genético y código cerebral son de naturaleza bioquímica, y comprenden
conocimiento del comportamiento de éste, sugiriéndose la existencia de interesan-
la estructura bioquímica de genes y de la transmisión nerviosa al cerebro. El tipo de
tes paralelismos entre algunas formas de agresión animal (la llamada agresión
«territorial», la de «dominación», la «sexual», la «disciplinaria», etc.) y determinados comportamiento (respuesta) que exhibe un organismo depende de la naturaleza del
comportamientos delictivos del hombre, entre los que se incluirían las agresiones medio (estímulo) y de la forma en que dicho estímulo se cifra, se transmite y se
defensivas, el homicidio, la violación y el maltrato infantil; del mismo modo, un sector descifra por el cerebro y el sistema nervioso... No heredamos ya el comportamiento
de la doctrina científica considera que, tal y como sucede en el mundo animal, ciertas como se hereda la estatura o la inteligencia. Heredamos una capacidad de
situaciones precipitan o propician la conducta agresiva del ser humano (vg. el interacción con el entorno. Sociopatía y alcoholismo no se heredan, sino que un
encuentro con desconocidos, la presencia de bienes atractivos y la densidad preparado bioquímico de tales comportamientos se encuentra presente en el
Doblacional)^^^ .>4i.|i!íiMnmt ii3MJ.w»iiuítvMijjKi:u.Krjj»i cerebro; de modo que, si se da un cierto tipo de medio, de entorno, producirá
sociopatía o alcoholismo^'^.
a) Para la moderna Sociobiología, el hombre es u n organismo biosocial, De ahí que expresé el propio JEFFERY de modo muy gráfico con esta
de modo que su comportamiento se halla influenciado por condiciones fórmula su concepción: Código genético x medio = Código cerebral x
físicas y por factores ambientales^**''. Premisa de la que se desprenden medio = conducta^^^.
importantes consecuencias en el ámbito de la Biología Criminal en
orden al principio tradicional de la «equipotencíalidad» y al propio b) Examinados ya en páginas anteriores diversos componentes bioló-
concepto del «aprendizaje». gicos (genéticos, neurofisiológicos, endocrinológicos, etc.), resta una
breve referencia a los factores «bioquímicos». Fundamentalmente, a
Mientras los criminólogos tradicionales suponían que todos los hom- determinadas investigaciones llevadas a cabo para verificar la influen-
bres nacen con u n idéntico potencial de aprendizaje y realizaciones cia en la conducta de ciertas sustancias (vitaminas, glucosa, testosterona,
(«equipotencíalidad») y que, por tanto, la conducta es controlable por contaminantes, etc.)^^''. •tífa.8©f,#it<sr^¿iisQ¿b-i«tó!eíiis.i,ítv,
fuerzas sociales (padres, escuela, etc., seguirían su posterior desarrollo),
la moderna Biología Criminal mantiene que no existen dos personas r) Déficit de minerales y vitaminas. La Sociobiología parece haber
idénticas, y que los diversos modelos y pautas del comportamiento llegado a la conclusión de que un déficit o dependencia de ciertas
humano son producidos por la combinación del código genético y el medio vitaminas y minerales que el desarrollo cerebral requiere, sobre todo en
o entorno. los primeros años de la vida, puede provocar en la persona graves
problemas físicos, mentales e incluso de comportamiento. De ahí que
P a r a la moderna Sociobiología, en segundo lugar, todo comporta- diversas investigaciones hayan tratado de comprobar la conexión entre
miento social, incluido el criminal, es comportamiento aprendido. Pero determinadas vitaminas y dietas y la conducta criminal.
!S 39 —- onifcnO B¡ 6 ElocjíB 9up c! loq .OKBC obo" m • a9i9:p.' 9b aoiín
L. HIPPCHEN ha mantenido la tesis de que u n a insuficiencia de
Vitamina B —B3 y B6— guarda un a estrecha relación, a menudo, con el
ir.,1 t j ! u ^ | : i q ,..i!'J . v y o i o j j t í i
^^^ En cuanto a las distintas formas de agresión y las funciones de ésta, vid. ALCAZAK iXDíuGivJ
COECOLES, M.C. y GÓMEZ JARABO, G., Fundamentos psicobiológicos del 185
comportamiento agresivo y violento, en: Revista Española de Psiquiatría forense. C. RAY JEFFERY, Criminology as an Interdisciplinary Behavioral Science, en:
Psicología Forense y Criminología, 2 (1997), págs. 31 y ss. Cfr. GARRIDO GENO- Criminology, 1978 (16), págs. 161 y 162. Cfr. SIEGEL, L. J., Criminology, cit., pág.
VÉS, V. y otros, ibidem. - -;;• 131.
182 Así, GARRIDO GENOVÉS, V. y otros, op. cit., pág. 289. Cfr. SIEGEL L. J., Criminology, cit., pág. 1 3 1 . ' •'' •' ' ' " ' v
183 Así, GARRIDO GENOVÉS, V. y otros, op. cit., pág. 289. 'MOm Sobre la influencia de factores «bioquímicos», vid. SIEGEL, L. J., Criminology, cit.,
184
Cfr. SIEGEL, L. J., Criminology, 1975, cit., pág. 130. KStüSi! , páginas 131 y ss. , ,
548 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 549
comportamiento antisocial. Según el autor, la dependencia de la vitami- En efecto, tanto crlminólogos como dietistas han tratado de comprobar la
Influencia de ladieta alimentaria en el comportamiento del individuo y, particularmen-
na B3 es la causa principal de «hiperactividad» entre la población te, en la conducta criminal, partiendo de la hipótesis de que ciertas sustancias (una
juvenil, pudiendo ocasionar serias enfermedades mentales antes de la dieta rica en las mismas) podría explicar trastornos conductuales o alergias que, a
edad de los veinticinco años si el adolescente no recibe el tratamiento su vez, provocarían estos últimos. Se piensa, por ejemplo, en el pan de trigo, los
adecuado. Su efecto criminógeno derivaría, ajuicio de HIPPCHEN, del huevos, la leche, el pescado, ciertos tipos de carne, el maíz, el cacao, el azúcar, los
colorantes y conservantes, algunos componentes del queso y del vino (la tiramina),
hecho de que tal déficit o dependencia provoca en el joven u na intranqui- del chocolate (la feniletilamina) y de la cafeína, a los que se asocia un plus de
lidad y desasosiego que le lleva a hábitos y actividades como el alcohol, agresividad y desórdenes conductuales^^''.
el abuso de drogas, ausencia de la escuela, merodeo, vandalismo y Se manejan tres hipótesis para fundamentar la relación entre estos componentes
violencia, etc.^®**. Al parecer, continúa HIPPCHEN, la mayor parte de los de la dieta alimentaria y la agresividad^^^. La primera, supone que la carencia de
esquizofrénicos y niños con problemas conductuales y de aprendizaje determinados aminoácidos que se encuentran en productos como la leche, los
huevos o ciertas carnes (y que son necesarios para la producción biológica de tres
acusan un a clara dependencia de la vitamina B3 y B6.^^^ tipos de neurotransmisores nerviosos (la serotonina, la dopamina y la noradrenalina)
Y ocurre, también, lo contrario: que u n exceso —o u n déficit, en su explicaría una menor existencia en el organismo de estas sustancias determinantes
en la inhibición de la agresividad. Una segunda hipótesis relaciona, por el contrario,
caso— de ciertos minerales en el cuerpo humano, puede explicar un el consumo de carbotiidratos refinados (que se hallan en comidas y bebidas
comportamiento anormal del individuo. Como sucedería, según mani- azucaradas) con la hipoglucemia. Precisamente, la agresividad y la destructividad
fiesta C. C. PFEIFFER^'"', con minerales como el cobre, el magnesio y el son, junto a otros muchos (nerviosismo, depresión, etc.) algunos de los síntomas de
la hipoglucemia'^^ La tercera, sugiere una clara conexión entre el consumo de
9Ínc. ciertos colorantes y aditivos, los carbohidratos refinados (que pueden contener
física Por ello, recientes trabajos se han ocupado de la incidencia de ladieta alimentaria tóxicos como el plomo o el cadmio), la cafeína y la feniletilamina (que contiene el
m en el comportamiento del hombre, específicamente el criminal. B. d'ASARO, C. chocolate) o ciertas carencias vitamínicas y el curso de procesos alérgicos, con la
GROSSBACK y C. NIGRO^^V por ejemplo, examinando en términos comparativos consiguiente agresividad, hiperactividad y hostilidad que tales procesos suelen
la dieta de los internos, observaron un consumo excesivo en éstos de café y azúcar en exhibir.
mi
relación con la dieta del correspondiente grupo de control. Y A. SCHAUSS ^^^ —quien
cree haber constatado una significativa reducción de las tasas de reincidencia entre
los delincuentes sometidos a prueba mediante un tratamiento nutritivo controlado—, Semejante planteamiento es el del denominado «enfoque bioquímico»
,BJ contrastando la alimentación de un grupo de control de no delincuentes, comprobó («hiochemical approach»), iniciado en los Estados Unidos —por el Nobel
un consumo de leche muy superior entre los primeros, los criminales (hombres y LINUS PAULINO— que representa la «Psiquiatría Ortomolecular».
19 mujeres) . jKJ^i^íjtí ^J ,9,'c^i^^f!^^s ,p;m\if?'^,^jS¡f Para éste y otros autores, un significativo desajuste o desequilibrio de la
balanza bioquímica del ser humano, especialmente en su juventud, por
una dieta errónea, defectuosa metabolización de ciertas sustancias o
L. HIPPCHEN., ed., Ecologic-Biochemical Approaches to Treatment of Delinquents inadecuada concentración de otras en el organismo, puede determinar
and Crimináis, New York, 1978, Von Nostrand Reinholds, pág. 14.
importantes trastornos conductuales^"''.
L. HIPPCHEN» Ecologic-Biochemical Approches to Treatment of Delinquents and
Crimináis, cit., pág. 14. LINUS PAULINO, en 1968, puso de relieve cómo enfermedad mental y trastor-
C. C. PFPEIFER, Mental and Elemental Nutrients, 1975, Canaan, Conn., Creats nos de conducta eran causados, en muchos casos, por una respuesta del organismo
Publishing. Cfr. SIEGEL, J. L., Criminology, cit. 132.
B. D. ASARO, C. GROSSBACK y C. NIGRO, Polyamine Levéis in Jail Inmates,
Journal of Orthomolecular Psychiatry, 1975 (4), págs. 14 a 152. Cfr. SIEGEL, L. J-,
Criminology, cit., página 132. 194
A. G. SCHAUSS,. Differential Outcomes among Probationers Comparing Cfr. GARRIDO GENOVÉS, V. y otros, op. cit., pág. 283, citando a GLICK, L.,
Orthomolecular Approaches to Conventional Casework Counsenil. Informe pre- Criminology, 1995. Needham Heights (EEUU), Allyn-Bacon.
196
sentado a la reunión anual de la Sociedad Americana de Criminología, 1978, Texas, Cfr. GARRIDO GENOVÉS, V. y otros, op. cit., pág. 284, siguiendo a CURRAN, D. J.
Dallas, noviembre de 1978. Cfr., SIEGEL, L. J., Criminology, cit., pág. 132. y RENZETTI, C.M., Theories of crime, 1994. Needham Heights (EEUU). Allyn-
193
A. SCHAUSS y C. SIMONSEN, A critical Analysis of the Diet of Chronic Juvenile Bacon.
196
Offenders, parte I, en: Journal of Orthomolecular Psychiatry, 1978 (8), págs. 149 a Cfr. GARRIDO GENOVÉS, V. y otros, op. cit., pág. 284, citando a ADLER, F.,
157; Parte II (de los mismos y J. BLAND), op. cit., págs. 222 a 226. Cfr. SIEGEL, MUELLER, G.O.W. y LAUFER, Criminology. Nueva York, 1995. McGraw-Hill.
197
L. J., Criminology, cit., pág. 132. Cfr. VETTER, H. J., y SILVERMAN, I. J., Criminology and Crime, cit., pág. 415.
550 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 551
humano de algún modo anómala que tendría su origen en defectos constitucionales
de aquél, en una dieta alimentaria defectuosa o en una acumulación irregular de que no contemplan los estudios llevados a cabo. En todo caso, tampoco
elementos esenciales. Hasta el punto de que PAULING recomienda como terapiade es obvio que la información que aportan las mismas sobre la población
los citados trastornos de conducta el restablecimiento de un óptimo equilibrio reclusa puede extrapolarse, sin más, a la población generaP°^.
químico del cerebro y el sistema nervioso^'''*.
2') Hipoglucemia^°^.— El cerebro es el único órgano que obtiene su
a^
efiergía exclusivamente de la combustión de hidratos de carbono. Por
Los partidarios de dicho enfoque bioquímico h a n reiterado esta tesis:
ello, la falta de niveles adecuados de glucosa en sangre, o u n brusco
muchas clases de comportamientos delictivos no son, en puridad, reac-
descenso de los mismos, puede deteriorar su funcionamiento, afectando
ciones psicosociales, sino síntomas o manifestaciones de desequilibrios
al metabolismo. Irritabilidad, ansiedad, depresiones, aturdimiento y
metabólicos o bioquímicos: dietas defectuosas, nutrición deficitaria,
confusionismo suelen ser algunos de los síntomas de la hipoglucemia^"^.
intoxicación por no metabolización de sustancias nocivas para la salud
Criminológicamente, la hipoglucemia interesa por cuanto suele traducirse
o para el buen funcionamiento del organismo, etc. Según esto, suele
en comportamientos agresivos, violentos, y en atentados contra la
opinarse que la hiperactiuidad característica en muchos jóvenes que
libertad sexual. Existe ya hoy un a interesante bibliografía científica que
llevan a cabo comportamientos antisociales y delictivos —hiperactividad
trata de fundamentar la conexión entre la hipoglucemia y dichas
que se traduce en u n estado de inquietud y desasosiego, falta de atención
conductas delictivas, destacando las aportaciones de BOLTON, WILDER,
y agresividad— tiene dos causas muy concretas: u n déficit nutritivo o un
HILL y SARGANT, SCHMIDT, BRAJKOVICH, ASCH, etc.^»*, que
bajo nivel de azúcar en sangre (hipoglucemia); y tanto uno como otro
relacionan el consumo de carbohidratos refinados (que se hallan en
guardan estrecha relación con la dieta alimentaria, rica en azúcares
comidas y bebidas azucaradas) con la hipoglucemia, entre cuyos sínto-
refinados y aditivos que ocasionan el mencionado desequilibrio
mas se citan el nerviosismo, la depresión y conductas destructivas. Así
ortomolecular, según la opinión de THORTON, JAMES y DOERNERi^^.
opinan Adler, MüUer y Laufer^"^. . , , ;
,; S. SCHOENTHALER ha llevado a cabo durante varios años un interesante
estudio sobre la influencia de la dieta alimentaria en la disciplina interna de diversos HILL y SARGANT, por ejemplo, relacionan la hipoglucemia con el asesinato,
centros para jóvenes de Alabama, Virginia y California. Para ello, y sin que se creyendo haber podido demostrar que cierto asesino delinquía cada vez que
comunicase a los encargados de informar sobre régimen y disciplina de los diez padecía un brusco descenso de la tasa de glucosa en sangre^"^. Otros trabajos,
establecimientos ni a los cinco mil jóvenes afectados, se alteró la composición de la como el de PODOLSKY, asocian la hipoglucemia con agresiones sexuales gra-
.V dieta alimentaria, buscando un menor consumo de azúcar: bebidas ligeras fueron eb Ififio.
sustituidas por zumos; dulces y snaks por fruta, verduras, etc. El resultado fue un 'f Míj;:n"i!u<jVí \4^;^t^ u i j - f i ^ ' i%Xtí>JVtfm¿iliíUhl»H:^I3':iSiñim KMffllWPÜ' •
significativo descenso en la conflictividad^°°.
200
Cfr. VETTER, H. J., y SILVERMAN, I. J., ibídem. Vid. SCHOENTHALER, S.J.,
En todo caso, estamos ante u n a sugestiva hipótesis que acaba de
Diet and delincuency: a multi-state replication (memoria de la investigación). 1983;
formularse y necesita, aún, ser aquilata y verificada. del mismo, y DORAZ, Types of offenses wich can be reduced in an institutionalized
El problema de la incidencia de la alimentación en el comportamiento setting using nutritional intervention, en: International Journal of Biosocial
Research, 4 (1983), págs. 74 y ss. Sobre los resultados de la investigación, vid.
agresivo no está, desde luego, resuelto. Las investigaciones realizadas GARRIDO GENOVÉS, V. y otrtos, op. cit., pág. 284.
hasta la fecha no arrojan unos resultados concluyentes y muestran, 201
Sobre el problema, vid. GARIDO GENOVÉS, V. y otros, op. cit., pág. 285, para
además, serias carencias y limitaciones metodológicas, por lo que no quienes las investigaciones sobre intervención dietética tienen medidas estadísti-
cabe imputar a la dieta alimentaria lo que quizás se debe a otros factores cas muy pobres.
202
Sobre la hipoglucemia, vid: GÓPPINGER, H., Kriminologie, cit., pág. 177. M' "~
203
Cfr. SIEGEL, L. J., Criminology, cit., págs. 132 y ss. ^ '^
204
í. (i'nrri->'r .;t,'.. '.A^'K)'/. f
Vid. GARRIDO GENOVÉS, V., Dehncuencia y sociedad, Madrid (1984), Mezquita,
página 75 y ss. ,i,íi;:uu<,:..st...l.;iC
205
^^^ Cfr. VETTER, H. J., y SILVERMAN. I -T . ibidcm Cfr. GARRIDO GENOVÉS, V. y otros, op. cit., pág. 284. - £'-' ' • ° "
206
•^"^ THORTON, W. E.; JAMES, J. A., y DOERNER. W. G., Delinquency and Justice, D. HILL y W. SARGENT, A Case of Matricide, en: Lancet, 1943 (244), págs. 526 y
Glenview II., Scott, Foresman, 1982, pág. 82. Cfr. VETTER, H. J., y S I L V E R A Í A N , 527.
207
•í I. J., ibídem. E. PODOLSKY, The Chemistry of Murder, en: Pakistán Medical Journal, 1964
(15), páginas 9 a 14. ' . ,= -- . .,:_-. -.,. ._:Í...
í^S^\
"•: c .
552 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 553
^^, ves^°^. En 1973, BOLTON estudió una tribu peruana, manteniendo la tesis de que la Sabido es que las alergias pueden producir en ciertas personas
ctíi'fiR elevada conflictividad social apreciada en la misma tenía una clara base clínica: la sensibles reacciones de hostilidad. SPEER describió, en 1954, el síndro-
hipoglucemia de sus habitantes^"". 0ie de la tensión y fatiga alérgicas, que expresa el patrón conductual
Al parecer, en la población reclusa algunos autores han detectado, también característico de quien se halla bajo el efecto de un cuadro alérgico^^^.
. „ „ ^ índices estadísticamente significativos de hipogiucemia^°^ Recientemente, SCHMIDT^
_ •" BRAJKOVICH y ASCH afirman haber encontrado un elevado porcentaje de delin-
pero la ecuación alergia-agresividad no es fácil de verificar científica-
"^^ cuentes juveniles reincidentes—88 por 100 de una muestra de 26 individuos—con mente, por muchas razones sintetizadas por GARRIDO GENOVÉS: se
tP bajos niveles de azúcar en sangre^^". trata de afecciones frecuentísimas, con u n amplio y difuso marco
sintomatológico, de enojosa diagnosis, que pueden tener su origen en u n
Y: Como en el caso de las tesis bioquímicas, es necesario también a sinfín de factores o agentes alérgicos (polen, inhalantes, drogas, alimen-
propósito de la hipoglucemia u n a postura cautelosa, porque falta aún la tos usuales, etc.) y cuya base fisiológica ha dado lugar a numerosas
evidencia pretendida. Una cosa es que determinados delitos se cometan hipótesis^^^. En consecuencia, cualquier teoría al respecto debe contar
bajo el estado de hipoglucemia, y otra muy distinta que pueda genera- con la oportuna verificación mediante grupos de control representativos
lizarse la relevancia etiológica de la misma en el comportamiento de la población general. E investigaciones de estas características no
antisocial o delictivo. Carecemos hasta el momento de la información existen hasta la fecha, o al menos no constan, a pesar de que es
necesaria. amplísima la bibliografía científica sobre las alergias^".
'^ 3') Alergias.—La Sociobiología ha investigado también la eventual 4') Contaminantes ambientales.—Otras investigaciones recientes
incidencia de las alergias nerviosas y de las alergias cerebrales en el han desplazado el centro de interés hacia el efecto de determinados
comportamiento desviado, en general, y en el delictivo, en particular, ya contaminantes ambientales en la conducta: entre otros, el plomo, el
que implican u n a respuesta desmedida e inusual del organismo humano cadmio, mercurio y algunos gases inorgánicos como la clorina y el
a ciertas sustancias extrañas al mismo. Al incidir en el cerebro, parece dióxido de nitrógeno. Dichas sustancias pueden ser letales cuando
podrían ocasionar u n buen número de trastornos emocionales y alcanzan ciertos niveles, pero, en todo caso, producen desajustes emocio-
conductuales, por tanto. nales y de comportamiento.
A. R. MAWSON y K. J. JACOBS, en 1978^", mantuvieron la existencia de un Una serie de trabajos asocian el consumo o ingestión de aditivos al crimen
claro paralelismo entre el consumo de determinados cereales y la tasa nacional de mismo. Así, ios de C. HAWLEY y R. E. BUGKLEY^^'' llaman la atención sobre la
homicidios en los Estados Unidos. -^ ••• ••.--.-.., r.- agresividad y hostilidad que pueden producir en los jóvenes sustancias colorantes,
aditivos y condimentos alimentarios.
Diversos estudios, entre los que cabe destacar el de O. DAVID^'^ han puesto de
Pero no es tarea fácil fundamentar la correlación. No está científica-
relieve la influencia del plomo alojado en el torrente sanguíneo en la conducta de
mente demostrado que la hiperemotividad o hiperemocionabilidad que muchos jóvenes antisociales, determinando, al parecer, índices preocupantes de
puedan conllevar ciertas reacciones del organismo determinen la res- hiperactividad. ap Y''•a .agto^
puesta violenta criminal en términos estadísticamente significativos BP f, 18 íí54bq 'í^
como para formular u n a tesis con pretensiones generalizadoras.
^^2 Cfr. GARRIDO GENOVÉS, V., Delincuencia y sociedad, cit., pág. 76.
'"" Cír. GARRIDO GENOVES, V., Delincuencia y sociedad, cit., pag. 7. '^^ Cfr. GARRIDO GENOVÉS, V., ibídem.
2°s Así, J. A. YARYURA-TOBIAS y F. NEZIROGLU. Violent Behavior Brain
^" Cfr. GARRIDO GENOVÉS, V., ibídem.
Dysrhythmia and Glucose Dysfunction, a New Syndrome, en: Journa l oí
'^^^ C. HAWLEY y R. E. BUCKLEY, Food Dyes and Hyperkinetic Children, en:
Orthopsychiatry, 1975 (4), págs. 182 a 188. Cfr. SIEGEL, L. J., Criminology, cit-,
Academy Therapy, 1974 (10), págs. 27 a 32.
pág. 133. 216
O. DAVID, S. HOFMANN, J. SVERD, J. CLARK y K. VOELLER, Lead and
210 Cfr. GARRIDO GENOVÉS, V., ibídem. Hyperactivity. Behavior Response to Chelation: A Pilot Study, en: American
2 " A. R. MAWSON y K. J. JACOBS, Corn Consumption, Tryptophan, and Cross Journal of Psychiatry, 1976 (133), págs. 1155 a 1158. Cfr. SIEGEL, L. J., Criminology,
National Homicide Rates, en: Journal of Orthomolecular Psychiatry, 1978 (i), cit., pág. 134.
págs. 227 a 230. Cfr. SIEGEL, L. J., Criminology, cit., pág. 133. ,„,^-,„,.,
554 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 555
La radiación procedente de luz artificial (tubos fluorescentes, televisión, etc.) se
asocia, también, en recientes investigaciones a comportamientos agresivos y Según JEFFERY, la Criminología tradicional ha incurrido en graves
antisociales. A tal conclusión llega, por ejemplo, J. OTT^^^. errores que h a n ralentizado su progreso^^*'. Fundamentalmente, cuatro:
las inferencias no proceden de un a observación directa del hombre —o
5') Otras investigaciones ambientalistas. En la década de los sesenta de la conducta delictiva, que apenas se analiza con este método— sino
se h a n multiplicado las publicaciones científicas dirigidas a resaltar la de procedimientos introspectivos; el pensamiento psicosocial sigue afe-
incidencia en la conducta h u m a n a de factores ambientales. Entre otras rrado al falso prejuicio de la equipotencialidad, teoría que niega las
muchas, dos de ellas requieren especial mención. La primera: diferencias genéticas y mantiene que todos los individuos poseen la
Environmental interaction. Psychological Approaches to one Physical misma capacidad de aprender en un ambiente dado; se pone un desme-
Sorroundings, de D. CANTER, P. STRINGER, y la colaboración de I. dido énfasis en el ambiente social, con olvido de la relevancia del
GRIFFITHS, P. BOYCE, D. WALTERS y CH. KENNY^^», pone especial ambiente físico; Biología, Psicología y Sociología continúan disociadas
énfasis en la relevancia etiológica de los factores: térmico^^^ acústico^^", como d i s c i p l i n a s : la C r i m i n o l o g í a no es, a ú n , u n a cienci a
luminoso^^S espaciaP^^, urbanístico^^^ y naturaP^*. Es, pues, u n enfoque interdisciplinaria. Por ello, a juicio de JEFFERY, la llegada del
que representa el contrapunto de las teorías constitucionalistas. La conductismo fue positiva en la medida en que permitiría la superación
segunda obra paradigmática: Environmental Stress^^^, editada por G. del método introspectivo, pero, también, negativa al consagrar de hecho
W. EVANS, llama la atención sobre los denominados «factores la teoría de la equipotencialidad y los modelos ambientalistas^^^.
estresantes»^^*^. El modelo sociobiológico de JEFFERY se basa tanto en \a psicología
' ^ c) La «Criminología hiosocial»: el modelo de JEFFERY. Una particu- ambiental, como en la psicología del aprendizaje y la psicofisiología^^°.
lar consideración merece la fecunda obra de JEFFERY^^'^, que, sin duda Una teoría estrictamente social no le parece convincente. Así, de la del
alguna, significa la aportación teórica más completa y congruente en el «aprendizaje social» advierte que olvida el rol del refuerzo primario y de
ámbito de la moderna Sociobiología. los mecanismos biológicos, exacerbando los principios del aprendizaje
más allá de los datos de la conducta manifiesta. Perspectiva igualmente
. o i ñ a i m B J H.H1
crítica mantiene respecto a los enfoques conflictuales. Ningún acto
puede ser considerado en sí mismo criminal prescindiendo de la reacción
2" J. OTT, The Effects of Light and Radiation on H u m a n Healthy, and Behavior, en: social, pero es el acto desviado el que crea la etiqueta —dice JEFFERY^^^—
.«• Ecologic-Biochemical Approaches to Treatment, cit., en: L. HIPPCHEN, edit., cit., y no lo contrario, como pretende el labeling approach. El modelo teórico
págs. 105 a 183. Cfr., SIEGEL, L. J., Criminology, cit., pág. 134. de JEFFERY descansa en el conductismo skinneriano y en las condicio-
218 Surrey University Press in association with International Texbook Company
nes biológicas (código genético y estructura bioquímica y celular del
Limited, 1975.
21^ Op. cit., págs. 21 y ss. cerebro) que repercuten diferencialmente en el aprendizaje de las
22" Op. cit., págs. 55 y ss ' ' • ., . > • < .sufc pautas delictivas. *8SPtí>
221 O p . cit., p á g s . 8 1 y s s ^' .•';> '•- '^" ' - • t-í -•'•
222 Op. cit, págs. 127 y ss. i , .., > u . -n 'i "• , hZ'X^ El componente conductista de su teoría hace del comportamiento
223 Op cit., págs. 165 y ss. criminal un comportamiento aprendido, pero a través del mecanismo
22* Op. cit., págs. 281 y ss.
del denominado aprendizaje «operante». P a r a JEFFERY, la conducta
225 Program in Social Ecology and the PubMc Research Organization. University oí
CaUfornia, Irvine, Cambridge University Press. Cambridge, London, New York,
New Rochelle. Melbourne, Sidney, 1982. / T í - ^ í T i. r\ .^r\
criminal constituye u n a conducta reforzada, reforzada positivamente El prevencionismo político-criminal enfrenta a JEFFERY con las
(el lucro, por ejemplo, en los delitos patrimoniales) o negativamente (vg. concepciones conservadoras dominantes. Con buen criterio entiende
supresión de un estímulo doloroso, aversivo, o reducción de u n estado de que incrementar o mejorar —sofisticar— la represión, concediendo más
ansiedad o fi^ustración). Como respuesta operante, se mantiene por sus medios a los poderes públicos para luchar contra el delito, no resuelve el
consecuencias sobre el medio del individuo en función de la probabilidad problema criminal. Simplemente alimenta el conocido «círculo vicioso»:
del refuerzo menos la probabilidad del dolor o el castigo: lo que varía caso nías policías, más arrestos, más juicios, más prisiones, más gente que
a caso e individuo a individuo, según los respectivos códigos genéticos regresará a ellas. JEFFERY, además, invoca la actual inefectividad del
experiencias personales, condiciones biológicas y ambientales y antici- castigo, tal y como hoy se administra. E n puridad —argumenta— el
pación de las futuras implicaciones^^^. impacto intimidatorio y disuasorio, fundamento último de la pena, opera
ya de otro modo. Habría hoy que hablar del efecto que produce en los
La teoría de JEFFERY del aprendizaje biosocial es formulada por el legisladores, jueces, gobernantes y público en general, esto es, de su
autor como alternativa a tres modelos que rechaza: un modelo de efecto «reforzante», pero no de su impacto en el criminaP^''. A su juicio,
castigo-intimidación, basado en planteamientos ultraconservadores; el es necesaria u n a óptica preventiva o prevencionista, que parta de la
enfoque conflictual marxista, utópico, confiado en u n a sociedad socialis- interacción organismo humano-medio, y de la naturaleza y génesis
ta futura que se supone resolverá el problema de la delincuencia; y el (aprendizaje) de la conducta criminal: especialmente de los refuerzos
modelo liberal, de ingeniería social, que propugna u n determinismo positivos y negativos que integran el denominado modelo operante.
social sin reparar en absoluto en el código genético o componente Mucho más eficaz que castigar, o que agravar las penas, será suprimir
biológico de la conducta^^^. —o reducir— el refuerzo positivo que el delincuente recibe con la
"' Según JEFFERY, la conducta h a de reflejar tanto las variables conducta criminal (vg., medidas situacionales que hagan difícil la
ambientales como lasgenéticas. El aprendizaje es un proceso psicobiológico comisión del hecho) y, al mismo tiempo, crear mediante un a adecuada
que incluye cambios en la estructura bioquímica y celular del cerebro. política social, de empleo, etc., opciones alternativas gratificadoras (vg.,
trabajo, servicios sociales para todos los ciudadanos), capaces de neutra-
Dicho proceso puede describirse como u n sistema de información que
lizar los refuerzos negativos que condicionan el comportamiento crimi-
fluye del ambiente al organismo, según la fórmula que antes se transcribió:
nal.
código genético x ambiente = código cerebral x ambiente = conducta^^'^. El i.*-,,
tipo de conducta (respuesta) exhibido por u n organismo depende del «Debemos proporcionar a los jóvenes oportunidades legítimas —
carácter del ambiente (estímulo) y la forma en que el estímulo es afirma JEFFERY^^^— pero en u n contexto general de bloqueo de las
codificado, transmitido y decodificado por el cerebro y el sistema nervio- oportunidades ilegítimas.» Consciente, sin embargo, de la incompren-
235
so sión de que suelen disfrutar los programas prevencionistas, a pesar de
En el nuevo modelo biosocial de JEFFERY, tres elementos juegan un que son absolutamente necesarios, comenta irónicamente: «Si los legis-
papel destacado: la orientación preventiva, la potenciación del ambiente ladores son incapaces de aprender, ¿por qué deberíamos suponer que los
físico y el enfoque singular del conductismo que el autor profesa^'^^. delincuentes van a aprender mediante el castigo?»^^^.
S.fioqí;
ÍT» "H * * > ^ l '
• »T, : v"
.,vfí>iqv,y;j.,^
^^^ Cfr. GARCÍA GARCÍA, J., y SANCHA MATA, V., op. cit., ibídem.
'^^^ Cfr. GARRIDO J G E N O V É S , V., Delincuencia y sociedad, cit., pág. 86. 237 JEFFERY, CL. R., (edit.), Punishment and deterrance; A Psychological statement
234 JEFFERY, CL. R., Criminology as a interdisciplinary behavioral science, cit., págs- (Biology and crime, 1979, Sage). Cfr. GARRIDO GENOVÉS, V., Dehncuencia y
149 y ss. sociedad, cit., pág. 86.
235 JEFFERY, CL. R., Criminology as a interdisciplinary behavioral science cit., pág- 238 JEFFERY, CL. R., Crime Prevention Trough Environmental Design, London,
161. 1977, Sage, Página 314.
236 JEFFERY, CL. R., Criminology as a interdisciplinary behavioral science, cit., pag- 239 JEFFERY, CL, R., en: Criminology: White or Wither?, Criminology 15,3, págs. 283
158 y ss. y ss.
558 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 559
La potenciación del espacio físico —el propio «diseño urbano», por Las teorías instintivistas refieren la conducta agresiva del hombre a
ejemplo— es otro de los elementos claves en el modelo biosocial de un instinto innato, condicionado filogenéticamente cuya presentación es
JEFFERY. P a r a el autor, el crimen es muy selectivo en sus formas de natural y espontánea.
aparición, lugar, variables personales y situacionales, etcétera. Existi- Junto a Darwin, que sienta las bases del pensamiento instintivista
ría u na clara correlación entre determinados espacios físicos y específi- actual en su obra El origen de las especies (1859), otros autores h a n
cas conductas criminales, por lo que, en orden a la prevención del delito mantenido la naturaleza primaria de la agresividad humana. Así, R.
resulta imprescindible reemplazar la perspectiva del conflicto cultural Ardrey, quien atribuye al instinto homicida del hombre un a función
por u n moderno enfoque ecológico que pondere la trascendencia del adaptativa, Sorel, Koestler, etc.^^*. Cabe hablar, a su vez, de dos
espacio físico, del marco urbano y su adecuado diseño y haga mucho más suborientaciones instintivas representadas, respectivamente, por mo-
difícil la comisión de hechos criminales^^°. delos etológicos (Konrad Lorenz) y psicoanalíticos (Freud y otros).
En cuanto al tratamiento del delincuente, JEFFERY sustituyó el Para Lorenz, la pulsión de agresión en los animales es un instinto primario,
modelo skinneriano puro por u n modelo complejo, biosocial, de la independiente de los estímulos externos, cuya misión sería la conservación de la
conducta, propugnando el control ambiental (físico) y la simultánea especie y sin ninguna relación con el principio del mal. Cumpliría tres funciones: la
selección del más fuerte en bien de su perpetuación, la agresión intraespecífica con
intervención sobre las condiciones biológicas relevantes en los procesos la finalidad de proporcionar un territorio donde incluso el más débil disponga de un
de aprendizaje. Ingeniería genética; incidencia en el equilibrio bioquímico espacio vital idóneo y, por último, la creación de un orden jerárquico que afiance una
cerebral a través de la dieta, estimulación o psicofármacos; control de las estructura social sólida^''^. La agresividad, portante, es unafuerza instintiva primaria,
contingencias de refuerzo o castigo de la conducta mediante el diseño que responde a estímulos internos y en cuya génesis y desarrollo no intervienen
sustancialmente influencias externas, la experiencia ni la educación. Dichos estímu-
ambiental o la terapia de conducta; empleo del adecuado diseño urbano los endógenos provocan una tensión interna que genera inquietud e impulsa a la
para potenciar la interacción social, etc., son algunas de las fórmulas acción, aprovechando la oportunidad favorable. Pero no darían lugar a comporta-
sugeridas por el autor^*^ en el marco de un tratamientopriuacío (privado mientos violentos, negativos, sino a funciones reguladoras cotidianas y necesarias
porque implica intrusiones en la esfera íntima del individuo) que según ,riOfc!'i para asegurar el equilibrio social. Además, como recuerda Leyhausen^"'^ —discípulo
JEFFERY debiera llevarse a cabo fuera del recinto de las prisiones^*^, edab r de Lorenz— para mantener la convivencia es necesario inhibir la agresividad, y al
ua obf desviarse ésta con frecuencia hacia un enemigo común, se refuerzan los lazos de
esto es, donde el comportamiento criminal se gesta y consolida, en su solidaridad y la integración social. Por ello, y según Lorenz, la agresión destructiva
sede natural. es una función equivocada del instinto, una desviación de éste,
rfü! i*jíí4'M s'JCfJíJffiuTTfvcfo fíenavof eoi B i f i r r o i -ea! « Freud, en una primera etapa, entiende que la agresividad es un instinto
^sl •f ^b vh í»'f • n ' componente del sexual, tiene naturaleza reactiva, defensiva, no determinada
biológicamente^''^. Posteriormente, en 1920, cambia de opinión optando por un
enfoque biológico. Según éste, la destructividad se convierte en un fenómeno
5. LA CONDUCTA H U M A N A AGRESIVA Y S U S F U N D A M E N - primario de la vida, pero, a diferencia de Lorenz, para quien tanto la motivación
agresiva como las inhibiciones de ésta serían innatas, Freud mantiene que mientras
" : T O S BIO-PSICO-SOCIALES ^^^"^^^ -^m'^mm^i^
el impulso agresivo tiene una base biológica, su inhibición se conforma durante la
infancia con la formación del super-yo o conciencia^'"'.
Dos grupos de teorías h a n tratado de explicar la agresividad humana:
las instintivistas y las ambientalistas'^'''^.
2** Cfr. VALLEJO, J., BULBENA, A., y otros, Introducción a la psicopatología, cit.,
pág. 342.
•"JA. ^*® LORENZ, Konrad, Sobre la agresión: el pretendido mal, Madrid, 1971. Edit. Siglo
Fundamentalmente, en la obra citada supra, nota n.- 214. XXI. Cfr. VALLEJO, J., BULBENA, A., y otros, op. cit., págs. 342 y ss.
246
^*^ Cfr. GAECÍA GAKCÍA, J., y SANCHA MATA, V., op. cit., pág. 49. Cfr., VALLEJO, J., BULBENA, A. y otros, op. cit., pág. 343.
247
^*^ Cfr. GARCÍA GARCÍA, J., y SANCHA MATA, V., ibídem. Freud mantuvo este punto de vista en su obra «Una teoría sexual», publicada en
^^' Vid. VALLEJO, J., BULBENA, A., GRAU, A., POCE, J. y SERRALONGA, J-, 1905. Cfr. VALLEJO, J., BULBENA, A. y otros, op. cit., pág. 343.
Introducción a la piscopatología y psiquiatría, Salvat, 1983 (reimpresión), págs. 341 Freud revisa su opinión inicial en su obra «Una teoría sexual», publicada en 1905.
y ss. Cfr. VALLEJO, J., BULBENA, A. y otros, op. cit., pág. 343.
560 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 561
También Melanie Klein considera que ia agresividad es una pulsión primaria al da— en niños que observan tales situaciones^''*. En todo caso, la conducta agresiva
servicio de la autoconservación, por lo que deviene destructiva cuando no se no es innata, se aprende. Se aprende a través de la observación de modelos y pautas
preordena a la satisfacción vital necesaria^"'* de conducta agresivas.
Las teorías ambientalistas, por el contrario, ven en la agresividad no b) La agresividad, como todo fenómeno referido al hombre, debe
un instinto primario, ñlogenéticamente programado, sino el producto de analizarse desde los tres planos o niveles que configuran la realidad
las influencias del medio —de factores psicológicos, culturales o socia- 'biopsicosocial del ser humano: el físico o biológico, el psíquico o mental
les—; no tiene, pues, naturaleza innata, sino adquirida. Un importante y el social o cultural.
sector de la doctrina psicoanalítica, la Escuela de Yale y la teoría del
La conducta agresiva hunde sus raíces más profundas en un concepto
aprendizaje social apoyan estas concepciones ambientalistas^^"
entramado biológico, neuroanatómico, como h a n demostrado interesan-
. '"" Destacados psicoanalistas se opusieron a la existencia de un instinto primario de tes investigaciones sobre determinadas áreas del cerebro y del encéfalo.
muerte en el sentido freudiano. Es el caso de Adier, de Reich (que rechaza la
configuración de la pulsión de muerte como pulsión primaria e innata), de Hartmann, Existen determinadas zonas del cerebro (zonas periventriculares) que al ser
-jtíj,- Mitscherlich y otros. Particular interés tiene el punto de vista de E. Fromm cuando estimuladas dan lugar a ansiedad y temor, originando conductas evitativas; y otras,
<^'~' distingue entre una agresión «benigna» y una agresión «maligna». La primera, por el contrario (hipotalámicas, r. septal, rinencéfalo, tálamo, núcleo caudado), que
propia de los animales, es defensiva y filogenéticamente programada para defender producen placer y ponen en marcha conductas de aproximación. Ello demuestra la
los intereses vitales; desde un punto de vista biológico cumple unafunciónadaptativa, existencia de un sustrato neuroanatómico relacionado con la expresión o inhibición
desapareciendo con el cese o interrupción de la amenaza. Por el contrario, la de respuestas emocionales conectadas directa o indirectamente con la conducta
(j^. agresión «maligna» —específicamente humana— no se halla programada agresiva^^^. Y existen, también, zonas encefálicas relacionadas directamente con la
•1 • genéticamente, no tiene naturaleza adaptativa, ni es placentera su satisfacción, agresividad. Así, parece haberse comprobado que rabiay agresión pueden provocarse
porque, según Fromm, «solo el hombre puede ser destructivo más allá del fin de o activarse por estimulación de ciertos centros (amígdalas, hipocampo, hipotálamo
f-ü; defenderse o de obtener lo que necesita»^^^ lateral) o por ablación de otros (de los bulbos olfatorios, de la corteza singular o del
•""éSi También la Escuela de Yale descarta la existencia en el hombre de una pulsión septum); pero, también, que ia agresividad puede reducirse o inhibirse mediante la
jfllt: autónoma y primaria de la agresión, y su conocida hipótesis frustración-agresión, estimulación del núcleo caudado, de las zonas de la circunvolución singular, del
;inr\ aunque demasiado simplista y generalizadora (no parece que la frustración debe septum, el hipotálamo posterior, por ablación del sector posteromedial de la corteza
0^ conducir siempre y necesariamente a la respuesta agresiva) ha demostrado su orbitomedial o por amigdalectomia bilateral. Todo ello parece evidenciar la existen-
ÉV: validez científica^^^. as: \{ cia de una compleja red de conexiones que modula la conducta agresiva en función
•*•' Por último, Bandura y Waiters al desarrollar la teoría del aprendizaje social E-n¡ de un sistema dual excitatorio-inhibitorio, que permanece al servicio de procesos
ofr concedieron atención prioritaria a las contingencias de reforzamiento de las res- ^3 V psíquicos superiores^^'^.
j?b' puestas agresivas. Para los autores, que hablan de una agresión instrumental (forma El cerebro humano, desde un punto de vista filogenético, representa una fase o
riu de obtener otros fines) y de un aprendizaje discriminatorio (que se debe a la etapa más evolucionada y compleja que el cerebro denominado reptil, primitivo (sin
00: gratificación diferencial y es tanto o más importante que la inhibición en el momento conciencia, ni memoria —este último— e incapaz de adaptarse a nuevas situacio-
^ó de no movilizar conductas agresivas en situaciones apropiadas), la hipótesis nes); y más evolucionado, también, que el cerebro «neomamífero» hace posible una
36 frustración-agresión resulta insuficiente ya que respuestas especialmente significa- mejor adaptación al medio, ia comunicación verbal y pautas elaboradas de relación
BI • tivas se aprenden en situaciones que no implican frustración alguna^^^ Waiters, por interpersonal con la consiguiente repercusión en la representación mental del
su parte, comprobó que los modelos agresivos recompensados provocan más mundo^'^
agresión que otros donde la conducta agresiva es castigada —o no recompensa- Esta evolución f ilogenética explica que conforme se avanza hacia sistemas más
complejos de expresión emocional y pautas conductuales más elaboradas, también
la expresión de la agresividad experimenta cambios cualitativos relevantes. Por ello,
,ot,ajLí y a diferencia de lo que sucede en el mundo animal, la agresividad humana
249
Cfr. VALLEJO, J., BULBENA, A. y otros, op. cit., pág. 344. .;•• trasciende la estricta defensa de los intereses vitales de la especie y se sitúa en un
250
Cfr. VALLEJO, J., BULBENA, A., y otros, op. cit., págs. 345 y ss. '
251
Cfr. VALLEJO, J., BULBENA, A., y otros, op. cit., pág. 345. .í'£8,aBq ,.Jio ao .aoTTo ^ ,f:.y !3a.r . O t a j J A V .tT
252
El principio de la «frustración»-«agresión» se formuló por DoUard en 1937. En 1941,
Milter, Sears, Mowrer, Doob y el propio Dollard revisaron el planteamiento inicial, ^^^ Cfr. VALLEJO, J., BULBENA, A., y otros, op. cit., pág. 347. LTAV.-fíD
abandonando la suposición de que la frustración conduce siempre a algún tipo de ^'"^ Cfr. VALLEJO, J., BULBENA, A., y otros, op. cit., pág, 332. ^ t á J J A V . *
agresión. Cfr. VALLEJO, J., BULBENA, A., y otros, op. cit., págs. 346 y ss. '^^^ Cfr. VALLEJO, J., BULBENA, A., y otros, op. cit., pág. 333. • • " TJLá,V .-w'
257
Cfr. VALLEJO, J., BULBENA, A., y otros, op. cit., págs. 346 y 347. Cfr. VALLEJO, J., BULBENA, A., y otros, op. cit., págs. 333 y ss. ^^^ •''-
562 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 563
área invadida por las pasiones, el resentimiento y la biografía del individuo. Deja de Es obvio que ciertos factores políticos y económicos inciden de forma relevante
ser, pues, positiva, biológicamente adaptativa y se convierte en «maligna», destructiva en la génesis de la conducta agresiva. La sociedad actual es una sociedad violenta.
disfuncionaP*' En ella las necesidades existenciales del individuo se orientan básicamente hacia el
consumo y la competencia, lo que ocasiona un estado permanente de frustración
edPero en la génesis de la conducta agresiva intervienen, también, la que explica las pulsiones agresivas^'^''.
personalidad del sujeto e importantes condicionamientos psicológicos Por otra parte, la técnica limita sutilmente los mecanismos de inhibición del acto
violento al quebrar la relación directa sujeto-objeto. La mediación o interposición de
que modulan la interacción del sustrato biológico examinado y del instrumentos a través de los que se despliega la violencia permite una agresión
contexto social. Es el denominado segundo nivel que conforma la realidad técnica desprovista de su sentido humano y personal, aparentemente aséptica. La
del hombre: el psicológico. En efecto, la estructuración psicológica del víctima no sufre una agresión directa del hombre, el adversario no está visible, se
individuo —^fruto, a su vez, de condicionamientos bio-psico-sociales— está diluye, y de este modo resulta más difícil inhibir la conducta agresiva^^^.
en la base de toda conducta hiunana y confiere a ésta su carácter estricta-
mente persoíiaZ, hasta el pimto de que el hombre es capaz de trascender su Ahora bien, el hecho de que factores biológicos (vg. foco temporal
propia realidad biológica elaborando sobre la base de su existencia pasada izquierdo), psicológicos (ambiente familiar inadecuado) o sociales (vg.
una conducta más acorde con la situación sociaF®^. grupos raciales marginados) puedan explicar aisladamente concretos
comportamientos agresivos no basta si se t r a t a de comprender el
blr; Algunas investigaciones empíricas clásicas han constatado la relevancia de
ndi^ ciertos condicionamientos psicológicos en la génesis de la conducta agresiva. Así, fenómeno de la agresividad en toda su dimensión. P a r a ello, esto es, para
la muy conocida de McCord^"" demostró la influencia decisiva del contexto familiar aprehender las claves últimas del comportamiento humano es impres-
del niño; y, en un sentido semejante, otra anterior de Bandura y Walters^^^ subrayaba cindible ponderar la interacción de los tres niveles que conforman la
la repercusión incuestionable del ambiente familiar del niño durante los primeros realidad biopsicosocial del ser humano^'^'^.
Üli.l años de la infancia en el comportamiento agresivo del mismo, debido a la defectuosa
Idb adquisición de controles internos y a una mala identificación con los padres. Una La Sociobiología ha arrojado luz al respecto, ofreciendo una imagen mucho más
si 8 relación paterno-filial fría y distante, y un contexto familiar marcado por las relaciones compleja e interactiva de los factores que intervienen en la génesis del comporta-
l9b hostiles entre los cónyuges y el empleo de métodos disciplinarios agresivos con los miento humano agresivo y de los condicionamientos genéticos, psicobiológicos y
Bse hijos contribuiría significativamente al aprendizaje por éstos y posterior desarrollo de sociales de éste.
-ns; pautas de conducta agresivas. A tenor de las investigaciones actuales^''^ todo parece indicar que la agresividad
noi: n 9 9 1 ' tiene naturaleza adaptativa y funcional para el individuo y la propia especie humana.
Todo parece indicar, por tanto, que el entorno familiar, la educación del niño y las
308 relaciones interpersonales (paternofiliales) determinan la estructuración de una No es una regla universal de conducta (ni en el mundo animal, ni en el del hombre)
dinámica psicológica que explica buena parte de la interacción sujeto-objeto y su sino una capacidad o tendencia que se hereda y hace posible dar respuesta positiva
OSñ relación con la conducta agresiva^^^ a ciertas situaciones de tensión y estrés. Ahora bien, lo que se transmite por vía
nia) oviíti genética es una dimensión de pautas agresivas, una secuencia completa de
respuestas a situaciones de tensión y estrés que comprometen la supervivencia: no
Finalmente, junto a los dos niveles examinados —el biológico y el el comportamiento delictivo. Respuestas agresivas específicas como la conducta
psicológico— existe un tercer plano o superestructura social no menos criminal no se seleccionan por la evolución, ni se heredan. No existen genes
importante para explicar la génesis de la conducta agresiva porque es criminales. Que un factor predisposicionai a ciertas pautas agresivas seleccionadas
capaz de condicionar formas colectivas de convivencia y pautas sociales genéticamente para hacer frente a determinadas situaciones pierda su originaria
80 Mf). funcionalidad como respuesta adaptativa y de paso al comportamiento criminal no
de comportamiento. De hecho no pocos fenómenos individuales hunden puede atribuirse a la herencia ni a la evolución filogenética sino al resultado de la
sus raíces en situaciones de orden general y sociaP^^. interacción entre el individuo y un contexto concreto^*''*. ,ii-fut^Lx-j^^^
258
Cfr. VALLEJO, J., BULBENA, A., y otros, op. cit., pág. 334.
259
Cfr. VALLEJO, J., BULBENA, A., y otros, op. cit., pág. 335. 264
Cfr. VALLEJO, J., BULBENA, A., y otros, op. cit., pág. 337. ; j I jí.
260
Cfr. VALLEJO, J., BULBENA, A., y otros, op. cit., pág. 335. >l¿i la 265
261 Cfr. VALLEJO, J., BULBENA, A., y otros, op. cit., págs. 337 y 340.
Cfr. VALLEJO, J., BULBENA, A., y otros, op. cit., pág. 336. 266
262 Cfr. VALLEJO, J., BULBENA, A., y otros, op. cit., pág. 341.
Cfr. VALLEJO, J., BULBENA, A., y otros, op. cit., pág. 336. i',JJ í 267
263 Cfr. GAEEIDO GENOVÉS, V. y otros, op. cit., pág. 290.
Cfr. VALLEJO, J., BULBENA, A., y otros, op. cit., pág. 336. 268
Cfr. GAERIDO GENOVÉS, V. y otros, op. cit., ibidem.
564 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA 565
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA
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hlíí ''pj-l'l
'o-»iy{Mbr<í-.ur^/: tdi'hvjv ÍBT 5ldííS-)í(rt; bBb'f!E9TSmr4b9í{ ^ En general, respecto a las teorías psicológicas, psiquiátricas y psicoanalíticas, vid.
i'':'fO'9-f fi/u' • s M -'.f, .ín<;n"t nu ^b ní-LíBor^fro af K •»ixfd MANNHEIM, H., Comparative Criminology, I, cit., págs. 282 y ss. (capítulos XVI,
XVII y XVIII y bibliografía allí citada); VOLD, G. B., Theoretical Criminology, cit.,
págs. 124 y ss.; HALL WILLIAMS, J. E., Criminology and Justice, cit., págs. 43 y
aín-inri^'V!' .íH-j-^'u mjímaníXi as, '-íiipAfíK'^o-íítagíiiaud
ss.; KAISER, G., Criminología. Una introducción a sus fundamentos científicos,
•TovBíii.xj' '>•> iTo.rtiiinau ¿uresíáda gjjp -iOjj'bí¥Íhm-sh t-üqü-ííj cit., págs. 37 y ss. y 65 y ss.; GÓPPINGER, H., Criminología, Cit., págs. 8 y ss. y 150
.H«>íilí>b l««X y ss., VALLEJO, J.; Introducción a la Psicopatología y Psiquiatría, Barcelona
(Salvat), 4« Ed. (reimpresión del 2000), Cap. I.; EY, H.; BERNARD, P., y BRISSET,
CH., Tratado de Psiquiatría, Toray; CODON, J. M., y LÓPEZ SAIZ, I., Psiquiatría
jurídica penal y civil. Aldecoa; VETTER, H. J., y SILVERMAN, I. J., Criminology
and Crime. An Introduction, New York, Harper-Row, Publishers, 1986, págs. 379
•i ,¡
y ss.; MIRALLES, T-, Patología Criminal: la personalidad criminal, en: El pensa-
miento criminológico, cit., 1, págs. 69 y ss.; GARCÍA GARCÍA, J., y SANCHA
MATA, V., Psicología Penintenciaria. Áreas de Intervención terapéutica. Madrid
(UNED), 1985, págs. 35 y ss.; LÓPEZ REY, M., Criminología, cit., L, págs. 112 y ss.
Para u n a reseña bibliográfica más específica a propósito de cada uno de los tres
enfoques (psiquiátrico, psicoanalítico y psicológico), véanse los respectivos epígra-
fes.
^ Vid. VETTER, H. J., y SILVERMAN, I. J., Criminology and Crime. An Introduction,
'.VIS Cit., pág. 380. .-., .«, ., , .... .. ,...,.„.,...,i.;........;.. .-,.-, — ...- ,
TRATADO DE CRIMINOLOGLi»i 571
570 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA
a la crítica^^ y a la posible verificación de sus tesis^^, la apertura hacia ésta sigue do desprenderse, como tampoco lo ha conseguido el Psicoanálisis. Sin embargo,
constituyendo todavía un reto y una necesidad. sería injusto exacerbar la herencia positivista de la Psicología o reprocharla que siga
anclada en el pasado contribuyendo a «fundamentar la etiología de la personalidad
Tampoco puede desconocerse la evolución que h a n experimentado criminal en patologías de la mente» del individuo^^; lo es, también, el proceder
tanto la Psiquiatría como la Psicología y el Psicoanálisis. contrario: identificar la actual Psicología con uno de sus muchos enfoques, como
hacen quienes censuran a la (moderna) «psicología sin alma»^". La Psicología
Es obvio, por ejemplo, que si bien la Psiquiatríasoméláca y poskraepeliana puede contemporánea, aunque haya centrado sus esfuerzos en cuestiones metodológicas,
' ' ' •', estimarse aún vigente en España, a través de la praxis terapéutica, según afirman cuenta con un rico y sofisticado abanico de modelos teóricos explicativos de la
moi FÁBREGAS y CALAFAT", sin embargo, ha experimentado cambios muy profundos conducta humana que impide juicios simplistas y generalizadores^^
S6fi en su marco teorético. Por de pronto, el centro de gravedad parece hoy desplazarse En cuanto al Psicoanálisis, postfreudianos y revisionistas han provocado un
de la Psiquiatría «pesada» (psicosis) a la «ligera» (neurosis)'^. La clasificación conven- cambio significativo en sus premisas iniciales, poniendo el acento más en la
j, cional de las enfermedades y trastornos mentales se diversifica, pasando aun primer defectuosa formación del super-yo (en la defectuosa interiorización, por tanto, de
* ^ ¡ ^ plano la funcionalidad y objetividad de unas y otros, esto es, la determinación del normas y valores) que en conflictos intrapsíquicos o traumas del pasado (complejo
' aspecto concreto del comportamiento o la facultad humana que haya podido resultar de Edipo, instinto primario de agresión, fracaso del super-yo en el control del «ello»,
afectada y su impacto en la personalidad del individuo'^. El modelo «clínico», orgánico etc.)^^; más en los procesos de socialización y en determinados «estados deficitarios
o biofísico de enfermedad mental" es sólo uno de los muchos modelos de la actual criminógenos» que en concretos traumas del pasado que dejan su huella en la
Psiquiatría, noel único;junto al mismoconviven el «conductista»^^ el «psicodinámico»^^ personalidad frágil del niño^^ más incluso en la psicología colectiva que en la
' el sociológico»2°, originando otras tantas tendencias en el seno esta disciplinad^. individual^".
L--.-- Singulares son, también, las coordenadas que marcan la evolución de la
801/1 Psicología. Ésta, como es sabido, fue emancipándose progresivamente de la 91ÍÍ-I9 aaiixj^mi'gijb B Bsnaimoa XIX oígia IsB lií^ftq B OÍÓP V
£jji. Filosofía a lo largo del siglo XIX, y en su decisivo recorrido hacia el método empírico
riguroso, recibió un poderoso impulso de las disciplinas médicas y afines (fisiólogos,
neurólogos, evolucionistas, etc.). Tradición biológica^^ de la que aún no ha consegui-
II. FUNDAMENTOS PSICOPATOLÓGICOS DE LA CONDUC-
TA DELICTIVA: ENFERMEDAD MENTAL, TRASTORNOS
^^ Vid. VALLEJO, J., Introducción a la Psicopatología, cit., pág. 30. (se cita siempre MENTALES Y CRIMINALIDAD
la 4- Ed., reimpresión del 2000, salvo advertencia en contrario).
13 Así, VETTEE, H. J., y SILVERMAN, I.J., Criminology and Crime. An Introduction a) La anormalidad del crimen-29
cit. pág. 387. En cuanto al déficit empírico de la doctrina psicoanalista y a la
necesidad de distinguir «inferencia» y «observación», vid.: VALLEJO, J., Introduc- La sociedad, siempre alarmada y perpleja por el crimen, h a atribuido
ción a la Psicopatología, cit., págs. 30 y ss.; LÓPEZ REY, M., Criminología, cit.. I, a menudo éste a supuestas anomalías mentales del autor.
pág.; 182, quien censura la elevada carga especulativa de la doctrina psicoanalista.
" FÁBREGAS, J. L., y CALAFAT, A., Política de la Psiquiatría, Madrid (Zero), 1976,
pág. 27 (cit. en: MIRALLES, ' P , El pensamiento criminológico, cit.. I, pág. 74).
^^ Así, VALLEJO, J., Introducción a la Psicopatología, cit., pág. 10 ^^ Cfi-. MIRALLES, T.-, en: El pensamiento criminológico, 1, cit., pág. 69 y ss.
1*^ Vid. J. E. HALL WILLIAMS, Criminology and Criminal Justice, cit., págs. 44 y 45, ^^ Cfi". KAISER, G., Criminología. Una introducción a sus fundamentos científicos,
quien se refiere a la clasificación propuesta por la Organización Mundial de la Salud. cit., pág. 40.
" Sobre sus postulados, vid. VALLEJO, J., Introducción a l a Psicopatología, cit., págs. ^^ Básicamente, estos modelos teóricos son: el «psicodinámico», el «biológico-
14 y ss. conductual», el del «aprendizaje social», el «cognitivo» (desarrollo moral y cognitivo)
1^ Sobre el conductista, vid. VALLEJO, J., Introducción a la Psicopatología, cit., págs. y el «factorialista» (rasgos de la personalidad). Cfr. GARCÍA GARCÍA, J., y
16 y ss. SANCHA MATA, V., Psicología Penitenciaria. Áreas de intervención terapéutica,
Sobre el órgano-dinamista, vid. VALLEJO, J., Introducción a la Psicopatología, cit., cit., págs. 35 y ss.
págs. 15 y ss. ^•^ Vid. GARCÍA GARCÍA, J., y SANCHA MATA, V., Psicología Penitenciaria, cit.,
^° Sobre el sociológico, vid. VALLEJO, J., Introducción a la Psicopatología, cit., págs. pág. 36.
18 y ss ^' Vid. KAISER, G., Criminología. Una Introducción, cit., pág. 41, quien recoge la
En cuanto a las diversas «tendencias», vid. VALLEJO, J., Introducción a la opinión, entre otros de AICHORN y MALINOWSKI.
Psicopatología, cit., págs. 18 y ss. '^^ Vid. KAISER, G., Criminología. U n a Introducción, cit., pág. 70.
^^ Así, MIRALLES, T., en: El pensamiento criminológico, I, cit., pág. 69. Sobre la ^® Sobre el concepto de enfermedad mental, vid. VALLEJO, J., en: VALLEJO RUILOBA.
evolución de la Psicología Criminal en el siglo XIX y principios del xx, vid. Introducción a la psicopatología y psiquiatría, 4- Ed. (reimpresión del 2000),
SCHNEIDER, H. J., Kriminologie, cit., págs. 94 y ss. Masson, págs. 4 y ss. •, , „, _, :.,•
574 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 575
Unas veces, por la influencia de concepciones mágicas y primitivas MAUDSLEY (1835/1918), inglés pionero de la teoría de la insanity, estableció
que hacen del criminal un verdadero endemoniado, un poseso, un una correlación directa entre «enfermedad mental» y «delito», afirmando el carácter
maldito. Otras, mediante el proceso de generalizar indebidamente hereditario de los rasgos psicológicos que determinarían la «degeneración mental»
causante del crimen^**.
patologías que, en efecto, se detectaron en la población reclusa. Otras
en fin, sin más argumento que la suposición —ingenua o prepotente -
El positivismo criminológico sustituirá la teoría de la «locura mental»
de que sólo el individuo anormal puede atreverse a cuestionar u n orden
'por la de lapersonalidad criminal, es decir, por la hipótesis de que existe
social perfecto^". El resultado último, en cualquier caso, es inevitable-
un conjunto de rasgos —una personalidad— específicamente criminal,
mente el mismo: se equiparan los conceptos «conducta acorde con la
un entramado o estructura psicológica delictiva in se.
norma» (en sentido sociológico o jurídico) y «normalidad»; y, a su vez
«normalidad» y «salud». Dicho razonamiento, como es lógico, conduce a Dicha suposición, desde luego, destacaba la insuficiencia de las teorías biológi-
identificar, también, «conducta desviada» y «anomalía»; «anomalía» y cas y sociológicas en el momento de explicar la etiología del crimen. Pero el éxito
inicial de la teoría de la personalidad criminal reside en su plena coherencia con dos
«enfermedad». Con lo que la categoría «enfermedad» es confundida con
de los postulados del positivismo criminológico: el principio de diversidad ÚQ\
exigencias derivadas del «deber ser» que encuentran su expresión en las delincuente (sería, desde un punto de vista cualitativo, distinto, diferente de los
normas legales^\ demás ciudadanos «normales» que cumplen las leyes), y la necesidad de aislar,
mensurar/cuantificaraqueWos factores patológicos que inciden de modo causal en
El primer enfoque entronca con el pensamiento de la antigüedad el individuo y le determinan al delito.
clásica^^; sólo a partir del siglo XIX comienza a distinguirse entre
delincuente y enfermo mental, y es contemplado este último como La teoría de la personalidad criminal se halla, sin embargo, hoy
cualquier otro enfermo^^. Dicho proceso de diferenciación, en todo caso, abandonada^^, por más que en la década de los setenta, como se verá,
fue lento y espinoso, como lo demuestra el éxito de la teoría de la locura YOCHELSON y SAMENOW intentasen resucitarla, con escaso éxito^l
moral (moral insanity, schwachsinn), sustentada por PRICHAKD (1835),
u-, ,, A su fracaso han contribuido diversas razones^^; sobre todo, el impacto del
DESPINE y otros, y las investigaciones de NICOLSON, tratando de
98B'" "Situacionismo», que desconfía de las estructuras típicas obtenidas por procedi-
verificar la tendencia a la locura del delincuente^^. -. mientos metodolóqicamente insatisfactorios; la qeneralización del análisis del
nóro
En un momento posterior, la teoría de la insanity llegará a mantener crimen desde la óptica del defensibie space, durante los años setenta; la dificultad
la naturaleza hereditaria de la enfermedad mental y el sustrato^e^iéííco de sostener que existen estructuras psicológicas sólidas, intrínsecamente delictivas,
gl(j;„ cuando la experiencia demuestra lo contrario, que no se «es» criminal, sino que se
de la misma como expresión de la inferioridad del infractor^^. g4pQ¡^ «actúa» como tal'"'; el auge de los modelos «interaccionistas» y «conflictuales», que,
-Elqaeb 'X'-. -
-T4^ ,¡í SiijBiUpsStj £ i dfc büDSVfcíQ &£) Giínt.wi iS
^^ «Crime is a sort of outlet in wich their unsound tendencies are discharged; they
^° Eespecto a la no aceptación del orden social como signo de «locura», vid. MIRALLES, would go mad if they were not crimináis, and they do not go mad because they are
T- en: El pensamiento criminológico, cit., pág. 71. crimináis» (Cfr. SCOTT, P., HENRY MAUDSLEY, en: Pioneers in Criminology,
=*i Como afirma GOPPINGER, H. (Criminología, cit., pág. 151). cit., pág. 212).
^^ Sobre las concepciones «demoniacas» de la locura y la criminalidad, vid. VOLD, G. ^'' En este sentido, por todos: GARRIDO GENOVÉS, V., Dehncuencia y sociedad, cit.,
B., Theoretical Criminology, cit., pág. 125. Sobre la evolución histórica, vid.: pág. 236; sobre la «personahdad criminal», vid. SCHNEIDER, H. J., Kriminologie,
, j GOPPINGER, H., Criminología, cit., págs. 151 y ss.; VOLD, G.B., Theoretical cit., págs. 394 (citando a PINATEL y otros) y 417 y ss. (desarrollos recientes de la
Criminology, cit., págs. 125 y ss.; SIEGEL, L.J., Criminology, cit., págs. 140 y ss.; teoría de la personalidad criminal en la Unión Soviética).
' GARCÍA ANDRADE, J.A., Raíces de la violencia, cit., págs. 16 y ss.; GARCÍA- '' YOCHELSON, S., y SAMENOW, S. E., The Criminal Personality, vol. I: A Proñle
PABLOS, A., Criminología, cit., 4^ Ed., págs. 238 y ss.; ROCABENNASAR, M., en: for Change, New York, 1977, Jason Aaronson. Cñ-. GARRIDO GENOVÉS, V.,
<-:i .: «Locosy culpables», de QUINTERO OLIVARES, G., Aranzadi Edit., 1999, págs. 73 Delincuencia y sociedad, cit., pág. 238.
y ss; VALLE JO, J., en: VALLE J O RUILOBA, J., Introducción a la psicopatología ^^ Vid. GARRIDO GENOVÉS, V., Delincuencia y sociedad, cit., págs. 236 a 239.
y la psiquiatría, 4- Ed. (reimpresión del 2000), Masson, págs. 6 y ss. •*" Se piensa en la tesis de D. MATZA y SYKES, G.: el «criminal» comparte habitual-
^^ Vid. GARCÍA ANDRADE, J. A., Raíces de la violencia, cit. pág. 16. mente los valores «convencionales», no profesa unos valores propios, genuinamente
^* Cfr. GOPPINGER, H., Criminología, cit., pág. 24. eoraq; «i B:nW'j3i delictivos. Es más, ciertas conductas criminales no reflejan, en puridad, modelos
^^ Vid. SIEGEL, L. J., Criminology, cit., pág. 140. .aa v I .sgíjq ,..., ,=c.. contrarios a los de las clases medias, sino «valores subterráneos» del sistema
576 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 577
al problematizar la propia definición de «delito» (variable dependiente), trasladan el posibles modelos de la actual Psiquiatría, (con él coexisten; el conductista, el
centro de interés de los factores tradicionales (biológicos, psicológicos, etc.) a psicodinámico, el sociológico, etc.; \o'> aea-r»vife
determinados procesos sociales; por último, los resultados del moderno enfoque
«cognitivo», que cuestiona no sólo el método, sino la utilidad de indagar sobre una
^ concreta variable de la personalidad, de modo transituacional y prescindiendo de las
Hoy no cabe mantener ya que el delincuente sea u n loco, o que la
otras variables"^. locura genera necesariamente criminalidad; tampoco —y por las mis-
mas razones— la tesis contraria: la normalidad de todo delincuente,
Pero, en todo caso, tanto las viejas concepciones demoniales, como la porque las generalizaciones, carentes de respaldo empírico, son falsas.
teoría de la locura mental, de la insanity, o la de la «personalidad Más bien, habría que reconocer que nuestra información es aiin deficitaria;
criminal», son escalones de un razonamiento cuya premisa es el rechazo que contamos con serios obstáculos metodológicos para formular conclu-
de la normalidad misma del crimen y de su protagonista. La necesidad siones al respecto; y que es necesario relativizar la confianza depositada
de demostrar que el delincuente es, desde un punto de vista psicológico, en el saber empírico, cuando se pretende establecer cierto tipo de
anímico, distinto del individuo «normal»; y que, precisamente por ello, relación entre perturbaciones psíquicas y conducta desviada.
delinque: porque es anormal. ^•vb-ii'ma%-r. Se ha descrito gráficamente el complejo proceso histórico de consolidación de
,mUO 9Up «3SU „,_ la Psiquiatría como disciplina científica: «¿De qué rigor, de qué ciencia se está
ns i§2|JS0 obom sb n^loní 9up apoiooloísq geiof^st 3o!l9upfi'vsa?^n%'. hablando?. La medicina tuvo siempre serios problemas para hallar una ubicación
sólida en el marco de las ciencias exactas. El drama de la psiquiatría ha sido aún
b) ha Psiquiatría, en cuanto ciencia que se ocupa de lo psíquicamente
peor, entre una medicina mal colocada, una fisiología inexistente y el acoso continuo
anormal es, sin duda, la disciplina mejor predispuesta a explicar el de las áreas psicológicas procedentes de la filosofía especulativa''^ Como tal la
comportamiento delictivo como producto o expresión de patologías del psiquiatría nació después de la Revolución francesa e inició un amplio vaivén que
psiquismo humano. Sería erróneo suponer, sin embargo, que existe una le ha acercado y alejado de la medicina, de un pretendido método científico, entre
teoría p s i q u i á t r i c a explicativa de la c r i m i n a l i d a d , u n a teoría otras razones porque aumenta y consolida las dificultades del modelo médico a la
hora de ofrecer respuestas al enfermar. La psicología, originada a partir de una
generalizadora compartida por la communis opinio. Como se verá, no filosofía dividida, al entrar en acción no hizo sino complicar con sus especulaciones
puede afirmarse que todo comportamiento criminal tenga u n a base una metodología que pretendía ser positivista sin lograrlo en demasía. Entre una
psicopatológica, ni se h a podido demostrar siquiera u n a correlación psiquiatría teórico-práctica, anclada en problemas etiológicos y una psicología
inequívoca entre enfermedad o trastorno mental y delito. especulativaque pretendió comprenderlo y abarcarlo todo, surgió el peso pesado del
problema individual, patológico, social y aún cultural de la llamada «enfermedad
La moderna Psiquiatría, en todo caso, ha experimentado una evolución sensible. mental», o «enfermedad nerviosa», zona de difusa frontera y no poca varianza
Si bien la Psiquiatría somática y postkraepeliana por ejemplo, puede seguir vigente expresiva. Psicología, psicopatología y psiquiatría han constituido en ocasiones uno
en la praxis terapéutica, su marco teórico ha sufrido cambios significativos, despla- de los más lamentables espectáculos de confusión, probablemente sin parangón en
zándose el centro de gravedad de la psiquiatría «pesada» (psicosis) a la «ligera» el conocimiento humano»"^. •^"' '"^ "" * " " " «"' "^"^
^j , (neurosis)"^. La clasificación convencional de las enfermedades y trastornos menta- !__ _ r_ _ - .-'1 r 1 •.
ampliamente reconocidos, de una u otra forma, por éste. Cfr., GAERIDO GENO- U n a síntesis de los postulados de cada uno de los modelos teóricos, en: VALLEJO,
VES, V., Delincuencia y sociedad, cit., pág. 238. J., Introducción a la Psicología, cit., págs. 14 y ss. (el «conductista», págs. 16 y ss.;
'^^ Sobre los estudios de variables de la personalidad, vid. GARRIDO GENOVES, V., el «psicodinámico», págs. 15 y ss.; el «sociológico», págs. 18 y ss., etc.).
Delincuencia y sociedad, cit., págs. 239 y ss. PICHOT, P., Un siécle de Psychiatrie. Basel: Rogar Dacosta, 1983.
*^ Cfr., VALLEJO, J., Introducción, cit., págs. 3 y ss. "' Así, ROCABENNASAR, M., en: Locos y culpables, de QUINTERO OLIVARES, G.,
Aranzadi Edit., S.A., Colección Divulgación Jurídica. Pamplona, 1999, págs. 73 y
'^^ Como afirma, HALL WILLIAMS, J.E., Criminology and Criminal Justice, cit.,
74.
págs. 4 4 y 4 5 . , __ ,,„,^.i..
578 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 579
E n primer lugar, la Psiquiatría debe delimitar con precisión las mediante el establecimiento de un a serie de categorías y reglas genera-
diversas categorías o entidades gnoseológicas (psicopatía, neurosis les. Equivale, pues, a la semiología de la Psiquiatría*^.
etc.), lo que, a su vez, presupone u na definición de anormalidad» y ¿e Cabe, desde luego, apreciar manifestaciones patológicas en las diver-
«enfermedad mental», de «salud» psíquica y de «trastorno». En segundo sas funciones psíquicas.
lugar, h a de analizar con instrumentos fiables y en términos compara-
tivos la relevancia etiológica de tales patologías en la población reclusa , • En la inteligencia^^, como es el caso del retraso mental, de ciertas
y en la población no penal, cuantificando u n a y otra. Por último, y en su inhibiciones de aquélla (vg. depresivo ansiosas, por aislamiento o de
caso, especificará las correlaciones constatadas entre cada u n a de las índole psicosocial) o del deterioro de las funciones cognoscitivas (demen-
diversas entidades psiquiátricas y las correspondientes conductas
delictivas. También cabe señalar trastornos del pensamiento y el lenguaje^h
Psiquiatría y Psicopatología son disciplinas con sus respecivos ámbitos y alteraciones del curso de uno y otro, cuantitativas (vg. pensamiento
ani.m,, competencias. inhibido, acelerado, ideofugitivo, perseverante, prolijo, disgregado, etc.)
La Psiquiatría es una especialidad médica que tiene por objeto el estudio de las y alteraciones que afectan a su contenido, cualitativas: así, las ideas
alteraciones psíquicas, cualquiera que sea su origen, en lo que concierne a su delirantes, ciertos fenómenos extraños al «yo», ideas sobrevaloradas,
naturaleza, prevención y posibilidades terapéuticas. La Psicopatología es una
ideas obsesivas, etc.
ciencia en sí misma que estudia los signos y síntomas de la enfermedad mental,
diferenciando las distintas funciones psíquicas del ser humano y estableciendo unas Se describe, igualmente, la psicopatología de la memoria, apreciándo-
B reglas y conceptos generales: se puede decir que la Psicopatología es la semiología
de la Psiquiatría"*'. La Psiquiatría se ocupa de las alteraciones, anomalías o
se alteraciones cuantitativas (por exceso: hipermnesias; por defectos,
Si
& trastornos mentales (retraso mental, demencias, esquizofreniay trastornos psicóticos, amnesias, globables o parciales), y alteraciones cualitativas (casos de
neurosis, psicopatías o trastornos de la personalidad, etc.); la segunda versa sobre confabulación, de pseudología fantástica, del llamado «deja vu j a m á i s
los trastornos de la inteligencia, de la memoria, del pensamiento, de la voluntad, de vu», etc.)^^.
ñ'- • la conciencia, de la atención, de la percepción, de la afectividad, de los instintos,
etc.''^ Se conoce, también, un a psicopatología de la voluntad, en la que se
examinan alteraciones cuantitativas, como la abulia (apatía) y cualita-
' f Veamos los obstáculos que ha de salvar este proceder metodológico y tivas, como sucede con los actos en «corto-circuito», la denominada
la información obtenida. obediencia «automática» y el «negativismo»^^.
c) Psicopatología criminal: ámbitos y funciones psíquicas afectadas
por posibles patologías. La Psicopatología criminal se ocupa de los signos
y síntomas que constituyen la enfermedad mental, dicotomizando —y Vid. CABRERA FORNEIRO, J., y FUERTES ROCAÑIN, J . C , Psiquiatría y
estudiando— al hombre delincuente en sus diversas funciones psíquicas Derecho, dos ciencias obligadas a entenderse. Madrid (1997), Cauce Editorial, págs.
119 y ss.; CABRERA FORNEIRO, J., y FUERTES ROCAÑIN, J . C , Psiquiatría y
Derecho, cit., págs. 119 y ss.; VALLEJO, J., Introducción a la psicopatología y
psiquiatría, 4- ed. reimpresión 2000, págs. 145 y ss.
Así, CABREKA FORNEIRO, J. y FUERTES ROCAÑIN, J . C , Psiquiatría y Dere- Vid., CABRERA FORNEIRO, J. y FUERTES ROCAÑIN, J . C , Psiquiatría y
cho (dos ciencias obligadas a entenderse). Manual de Psiquiatría forense, Madrid Derecho, cit., págs. 119 y ss.; VALLEJO, J., Introducción a la Psicopatología y
(1997), Cauce Editorial, pág. 119. VALLEJO, J., Introducción a la psicopatología y Psiquiatría, cit., 4- Ed. 2000, págs. 341 y ss.
61
psiquiatría, cit., pág. 2. Vid. CABRERA FORNEIRO, J. y FUERTES ROCAÑIN, J . C , Psiquiatría y
Cfr., CABRERA FORNEIRO, J. y FUERTES ROCAÑIN, J . C , Psiquiatría y Derecho, cit., págs. 123 y ss.; VALLEJO, J., Introducción a la Psicopatología y
Derecho , cit., págs. 119 a 143; J. VALLEJO, A. BULBENA, A. GRAU, J. POCH y Psiquiatría, cit., 4* Ed. 2000, págs. 207 y ss.
J. SERRALLONGA, Introducción a la Psicopatología y Psiquiatría, Barcelona, Vid. CABRERA FORNEIRO, J., y FUERTES ROCAÑIN, J . C , Psiquiatría y
1983 (reimpresión), Salvat, págs. 160 a 318 (4^ Ed., reimpresión del 2000, págs. 145 Derecho, cit., págs. 127 y ss.; VALLEJO, Introducción a la Psicopatología y
a 341); criticando «los más lamentables espectáculos de confusión» que, en ocasio- Psiquiatría, cit., 4- Ed. 2000, págs. 169 y ss.
53
nes, han brindado Psicología, Psicopatología y Psiquiatría, vid. Vid. CABRERA FORNEIRO, J., y FUERTES ROCAÑIN, J . C , Psiquiatría y
:ROCABENNASSAR, Derecho, cit,-págs. 130 y ss. . „ . , , , „ , .„,,,„4 ,v,.n..i. .,,i:a ,, .,f,.l,V Viir-i.Sí.p*(> -s-
M., op. cit., págs. 74 y ss.
580 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 581
Igualmente, alteraciones y trastornos de la conciencia: alteraciones instinto de conservación de la especie (vg. trastornos y disfunciones
cuantitativas (vg. obnubilación, sopor, coma, hipervigilancia, etc.), alte- sexuales).
raciones cualitativas (así, el estado confusional o el estado crepuscular) A la Criminología interesa investigar no la incidencia de estos
y alteraciones que afectan a su contenido (como los trastornos de la trastornos y alteraciones en la imputabilidad del sujeto, o en su capaci-
conciencia del «yo corporal», del «yo psíquico» o del mundo circundan- dad civil, sino la criminogénesis de los mismos, esto es, la relevancia
etiblógica que puedan tener en la génesis del comportamiento delictivo.
Se conoce, del mismo modo, la psicopatología de la atención^^ y Tal correlación —que no relación causal— debe estudiarse por grupos de
orientación temporo-espacial, que puede dar lugar a u n descenso anóma- delito, sin generalizaciones carentes de fundamento, por lo que corres-
lo del nivel de atención (hipoprosexia) o a cambios, también patológicos, ponde a la Parte Especial de la Criminología, no a esta Introducción. En
continuos en la focalización de la atención. onsii^f todo caso, existe u n lamentable déficit empírico en esta materia, solo
paliado —y parcialmente— cuando las diversas alteraciones y trastor-
Se describe, también, la psicopatología de la percepción^^, a la que nos integran alguno de los tipos o nosologías (enfermedades mentales)
pertenecerían las alucinaciones (visuales, auditivas, olfativas, gustativas, que describe la Psiquiatría.
táctiles, cenestésicas y del esquema corporal, motrices, etc.), esto es, ;!91 ';,¿Ji:-'
percepciones sin objeto real; las pseudoalucinaciones (que se producen hiW.': ñn •• 4 íiíAftó4' ilie^ai' ^ni i ^láH' 'fc
en el espacio interno del sujeto); las alucinosis (el sujeto es consciente de d) Los conceptos de salud mental y enfermedad mental.
las mismas) y las ilusiones (falsificación de un a percepción real).
La primera dificultad reside en la propia noción de «enfermedad» o
Existe u n a psicopatología de la afectividad^'^, como sucede en el caso «trastorno» mental, que dista mucho de ser pacífica, como sucede
de las disforias (maniaca, depresiva, angustia, etc.), o en el de otras también con su reverso: el concepto de «salud», de «normalidad» mental.
alteraciones de aquélla (vg. labilidad afectiva, incontinencia afectiva,
ambivalencia afectiva, paratimias, temple delirante, etc.). Si en el campo de la Medicina somática tales definiciones suscitan
problemas, más aún en el de laPsiquiatría^^. Las fronteras entre la salud
' Y u n a psicopatología de los impulsos^^, que incide bien en el de y la enfermedad, la normalidad y anormalidad son, en buena medida,
conservación del «yo» (trastornos en la alimentación, como la anorexia circunstanciales, relativas, cambiantes.
nerviosa, la bulimia o la potomanía y trastornos en el instinto de
defensa, como la autoagresividad o la heteroagresividad), bien en el Ello se debe, ante todo, a que la propia idea de normalidad psíquica
)'. ^ ! ,», • puede merecer muy diversas acepciones: la médica (ausencia de sínto-
mas), la estadística (salud promedio), la psicodinámica (equilibrio del
aparato intrapsíquico), la subjetiva (valoración y percepción de la propia
J . C , Psiquiatría y
salud), la procesual (contemplación longitudinal del devenir vital),
Vid. CABRERA FORNEIRO, J., y FUERTES ROCAÑIN,
Derecho, cit., págs. 132 y ss.; VALLEJO, J., Introducción a la Psicopatología y forense (valoración judicial), etc.*^". Pero también a la inevitable influen-
Psiquiatría, cit., 4- Ed. 2000, págs. 145 y ss. cia del contexto socioculturaP\ a los estándares normativos derivados de
J . C , Psiquiatría y
Vid. CABRERA FORNEIRO, J., y FUERTES ROCAÑIN,
Derecho, cit., págs. 135 y ss.; VALLEJO, J., Introducción a la Psicopatología y
'•f f;
Psiquiatría, cit., 4- Ed. 2000, págs. 159 y ss.
Vid. CABRERA FORNEIRO, J., y FUERTES ROCAÑIN, J . C , Psiquiatría y 59
Como advierte GARCÍA ANDRADE, J. A. (Raíces de la violencia, cit., pág. 13), la
Derecho, cit., págs. 136 y ss.; VALLEJO, J., Introducción a la Psicopatología y
Psiquiatría conoce el caso de enfermos que no sólo carecen de síntomas o de
Psiquiatría, cit., 4- Ed. 2000, págs. 191 y ss.
J . C , Psiquiatría y conciencia de enfermedad, sino que se encuentran patológicamente bien.
Vid. CABRERA FORNEIRO, J., y FUERTES ROCAÑIN,
Vid. VALLEJO, J.; BULBENA, A., y otros: Introducción a la Psicopatología, cit.,
Derecho, cit., págs. 138 y ss.; VALLEJO, J., Introducción a la Psicopatología y
págs. 52 a 58.
Psiquiatría, cit., 4- Ed. 2000, págs. 221 y ss.
J . C , Psiquiatría y Así, por todos, HALL WILLIAMS, J. E., Criminology and Criminal Justice, cit., pág.
Vid. CABRERA FORNEIRO, J., y FUERTES ROCAÑIN,
43. Sobre la necesidad de distinguir lo «extraño», lo «incomprensible» y lo «anor-
Derecho, cit., págs. 141 y ss.; VALLEJO, J., Introducción a la Psicopatología y
mal», vid. LÓPEZ REY, M., Criminología, cit., pág. 120.
Psiquiatría, cit., 4- Ed. 2000, págs. 701 y ss •- • -,:,
582 ANTONIO GAKCIA-PABLOS DE MOLINA
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 583
valores culturales, históricos'^^. Ni siquiera categorías psiquiátricas
Asociación de P s i q u i a t r í a A m e r i c a n a . No o b s t a n t e , a efectos
aparentemente pacíficas, como la esquizofrenia, pueden sustraerse a tal
criminológicos, solo interesan en esta obra los aspectos relativos a la
contexto®^. Por último, el etiquetamiento de u na persona como «enferma
delictogénesis, sin que puedan abordarse en la misma con el detenimiento
mental» es inseparable de ciertos procesos sociales de interacción, que
imprescindible los presupuestos psiquiátricos y clínicos de cada clase o
tienen su dinámica propia y no siempre se guían por el criterio objetivo
tipo de trastorno'^®, ni siquiera sus consecuencias legales en orden a la
de los merecimientos del autor o las características intrínsecas de su
irnputabilidad o a la capacidad de obrar civil.
conducta'^'*; esto es, la reacción social constituye u n a importante variable
en los procesos de definición y selección de ciertos individuos como Ajuicio de los expertos, parece que oligofrénicos y psicópatas son los
«enfermos mentales». dos grupos que entran más a menudo en conflicto con el ordenamiento
Que los conceptos de «salud» y «enfermedad» (mental) sean problemáticos,
penaF". Pero también ha de hacerse referencia a los trastornos orgánicos
imprecisos —y sus contornos variables, cambiantes— por el claro condicionamiento (cognoscitivos), esto es, al «delirium» y las «demencias»; a los relaciona-
sociocultural que gravita sobre los mismos, y que la reacción social, de hecho, dos con el consumo y dependencia de las drogas; a la «esquizofrenia» y
{aéíí distribuya discriminatoriamente la etiqueta de «enajenado», no significa —como se
otros trastornos psicóticos, en particular, a la «paranoia»; a las «psicosis
afirma desde sectores radicales, y desde la llamada antipsiquiatría— que la maniaco-depresivas», o «trastornos bipolares», y a las depresiones; a las
«enfermedad mental» refleje más un «status social» que determinadas condiciones
«patológicas»***; que se trate, en definitiva, de un tema «social», no «médico», por
«neurosis», y trastornos somatomorfos, facticios y disociativos; a las
la supuesta ausencia de criterios objetivos y específicos para su definición. Tal «parafilias» y otros trastornos sexuales; a los que afectan al control de
perspectiva desconoce los propios presupuestos de la Psicopatología, su cientificidad, los impulsos (en concreto, la ludopatía, la cleptomanía y \apiromanía);
t
y acentúa desmedidamente la influencia cierta pero secundaria de factores etc.
o Di
socioculturales. -m'VM.-m.mnmí'-mnítí a.i
En todo caso, es necesario relativizar la relevancia de las diversas nosologías y
la aportación de las mismas al conocimiento científico de las diversas enfermedades
e)Nosologías psiquiátricas y relevancia criminológica de las diversas mentales por el importante déficit psicobiológico que padecen y por su muy limitada
anomalías, alteraciones, trastornos y enfermedades psíquicas. capacidad predictiva.
«El avance de las clasificaciones americanas^\ con todos sus defectos, —señala
De las muy diversas clasificaciones de trastornos psíquicos y enfer-
Roca Bennassar— parece evidente. Aíiora bien, de cara al ideal de diagnóstico
medades mentales''^, dos merecen especial mención: la del CIÉ. 10®^, de como estrategia de comportamiento y predicción, de cara a la mejor comprensión de
la Organización Mundial de la Salud, y la del hoy DSM.IV*^^ de la r;;; la enfermedad mental para el derecho penal, resultan tan conflictivos como cualquier
on 05
otra clasificación previa. La psicopatología pasó de una nosotaxia al «more botáni- al efecto entre u n retraso mental «leve», u n retraso mental «moderado»,
co» a una dudosa clasificación etiológica, usando hipotéticas fuentes «grave» y «profundo»^®.
% anatomopatológicas, para abrir finalmente una nosología que debía ser eminente-
El retraso mental ^<leve» representa el 85% de los retrasos mentales. Afecta a
^ mente clínica y que para ello quizá le bastaría con las últimas páginas kraepelinlanas,
quienes tienen un cociente intelectual (Cl) entre 50-55 y 70'**. Son sujetos educables,
Ó-' pero la psiquiatría que surge de esta psicopatología está en una interseccióri
capaces de realizar tareas no cualificadas y,de adquirir ciertas habilidades socio-
j^ peligrosa. Con la idea de huir de criterios etiopatogénicos, se hacen evidentes
laborales, pero que no alcanzan una total autonomía económica. Suelen vivir
" concesiones a otros campos de la metodología de acceso a la enfermedad mental.
c« El resultado pasa a ser voluminosos tratados que describen bastante pero pronos-
aol ffietican muy poco, prácticamente nada. No se ha ganado un ápice en validez predictiva
y quizá las modernas contribuciones a las nosologías deberían precisamente
abordar esta problemática: intentar afinar los criterios nosológicos «per se» y, al
CABRERA FORNEIRO, J., FUERTES ROCAÑIN, J . C , PsigMiaíría^-DerecAo, cit.,
propio tiempo, intentar perfilar los síntomas que permiten dibujar una mayor validez
págs. 191 y ss.; ESBEC RODRÍGUEZ, E., GÓMEZ JARABO, G., y otros. Psicología
-BnoKp^gcJIJva a i^g entidades clínicas definidas. La validación de criterios de respuesta
forense y tratamiento jurídico legal de la discapacidad, cit., págs. 349 y ss.;
Y «n'if adecuada o nula a los psicofármacos es, sin ir más lejos, un buen ejemplo'^.
ANASTASI, A., Tests psicológicos, 1973 (3^ Ed.), Aguilar Edit., Madrid: DELAY, J.'
'¿'sRoai Y, desde enfoques psicobiologicistas más exigentes, se han subrayado las
y PICHOT, P-, Manual de Psicología, Barcelona (1969), 2^* Ed.; GUILFORD, J.P.,
^^r „ .carencias de una Psicopatología anclada en los modelos hoy vigerites: «Lo que
La naturaleza de la inteligencia, Buenos Aires, 1977, Edit. Paidos; SÁNCHEZ
resulta difícil saber es si esta psicopatología surgida de una psiquiatría empirista no
BARRANCO, A., Las oligofi-enias. Monografías Roche, 1976 (Sevilla); SLATER, E.
ha tocado prácticamente su techo, como insinuó años atrás Kurt SCHNEIDER. Con
y COWIE, V., Genética de los trastornos mentales. Barcelona (1974), Salvat Edit.;
;ib loi los modelos vigentes, encabezados por el médico tradicional, no existen posibilida-
en general, vid. DSM.IV-, cit., págs. 41 y ss.; Sobre el retraso mental (oligofrenia),
:(asA') des de alcanzar una teoría general, globalizadora, capaz de explicar estos niveles
vid., también,: BREGMAN, J.D., HARRIS, J . C : Mental retardation. En: KAPLAN,
—fisiológico, neuroendocrino y conductual— que subyacen a la complejidad de
H.I. y SADOCK, B.J., Comprehensive Textbook of Psychiatry, 6- Ed. (1995),
comportamientos humanos. Todas las insuficiencias de la psiquiatría y de la
Baltimore, WilHams and Wilkins; STENBERG, R.J. y DETTERMAN, D.K., ¿Qué
Y psicopatología subsiguiente arrancan de esa serie de errores, bien intencionados
es la inteligencia? Enfoque actual de su naturaleza y definición. Madrid, 1988.
2f pero persistentes a lo largo de la evolución del conocimiento. Los datos
Pirámide; GREENSPAN, S. y GRANFIELD, J.M., Reconsidering the construct of
Bi pslcopatológicos han sido regocidos desde un prisma empirista, y aún hoy, son los
mental retardation: implications of a model of social competence, en: Am. J. Ment
mejores de que disponemos a la espera de los resultados que un modelo como el
Retard, 96(4), 1992, págs. 442 y ss.; MASI, G., Considerations of psychopatology in
s! psicobiológico vaya desgranando, en su trabajo teórico y experimental. Si entende-
mental retardation. Minerva Psichiatr. 35(2), 1994, págs. 81 y ss.; PELACHANO,
os mos el organismo humano como un proceso evolutivo, en el que las últimas
V., El retraso mental, en: Belloch, A., Sandin, B., Ramos, F (dir.). Manual de
# propiedades emergentes son aquéllas calificadas como «psicológicas», veremos la
Psicopatología. Madrid, 1995. McGraw Hill; REBER, M., Mental Retardation, en:
lá posibilidad de estudio de estas «funciones específicamente humanas», desde una
Psychiatr. Clin. North. Am. 15 (2), 1992, págs. 511 y ss.; VITIELLO, B. y BEHAR,
perspectiva biológica. El denominado «fenómeno psíquico» así contemplado no
D., Mental retardation and Psychiatric illness, en: Hosp. Community Psychiatry,
deriva sino de funciones neuro-endocrinas, biológicamente evolucionadas, suscep-
43(5), 1992, págs. 494, y ss.; SZYMANSKY, L.S., y CROCKER, A.C., Retraso
tibles de ser analizadas por la psicología. Se trata de que esta psicología sea capaz
mental, en: KAPLAN, H.I., SADOCK, B.J. y CANCRO, R. (dir.): Tratado de
,,{ de establecer criterios de valoración de paramefrosque puedan superponerse a los
Psiquiatría, Barcelona (1989), Salvat, 2^Ed.; GONZÁLEZ, A. yAYMAMI, M.N., en:
,( hallazgos de otras áreas del estudio del conocimiento humano y que sean útiles para
VALLEJO, J., op. cit., (4- edición, reimpresión de 2000), págs. 341 y ss.
A' relacionar con conductas humanas y actos individuales o colectivos»^^
Los apartados 1' a 9', ambos inclusive, se recogen en el trabajo con el que el autor
de esta obra contribuye al Libro homenaje al Profesor Cerezo Mir, J.,La Ciencia del
l')ljas oligofrenias («retraso mental»). La relevancia criminológica Derecho Penal ante el nuevo siglo, Madrid (Tecnos), 2002, págs. 1.589 a 1.613.
del retraso mental, esto es, del déficit congénito o precoz del desarrollo El C L resulta de la división de la edad mental por la edad biológica o cronológica.
El criterio del C.I. es muy operativo, pero insuficiente, desde luego, para diagnos-
de la inteligencia^^ depende de su mayor o menor gravedad. Se distingue ticar el retraso mental, porque las pruebas psicométricas deben valorarse con
•x*íil,/V^a:i)*v^ O y i d d A V ; aa V • • ^gr-. mucha prudencia y siempre en el marco de un determinado contexto socio-cultural
1 •;cií'b3-ii5>J fi)'t}jí:iJ| (Por todos, ESBEC RODRÍGUEZ, E., GÓMEZ JARABO, G., y otros. Psicología
a-.sí -t..i..a.
•I.
'2 ROCA BENNASSAR, M., op., cit., pág. 90. forense y tratamiento jurídico legal de la discapacidad, cit., págs. 351 y 352). Sobre
™ Cfr., ROCA BENNASSAR, M., op. cit., págs. 92 y ss. la medición de la inteligencia, vid.: ANASTASI, A.., Tests psicológicos, 1973, cit.;
^* No hay que confundir este déficit o insuficiencia congénito —o precoz— Q^^' MATARAZZO, J.: Medida y valoración de la inteligencia del adulto. Barcelona,
además, no evoluciona, con el proceso de deterioro irreversible propio del declive 1976 (Salvat Ed.); PICHOT, P., Los tests mentales. Buenos Aires, Edit. Paidos,
normal de la edad y del devenir histórico biográfico del ser humano que constituye 1963 (2^ Ed.); WECHLER, D., La mesure de Fintelligence de Fadulte. Paris, 1956,
la demencia. Sobre el «retraso mental» (las oligofrenias), vid., en: VALLEJÜ, ^J-; Presses Univ. France.
Introducción a la psicopatología y la psiquiatría, cit., 4- Ed., 2000, págs. 341 y SS-;
586 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 587
oligofrénico p a r a que se desencadene u n a explosión i r r i t a d a y fascinación por el fuego de quien no anticipa las consecuencias futuras
descontrolada que no guarda proporción alguna con las pretensiones de sus actos o ve en el fuego, complacido, u n instrumento de torpe
económicas de aquéP''. venganza''^.
En cuanto a los delitos contra la vida y la participación del oligofrénico en los Por último, y aunque con menor incidencia estadística, se han asociado a
gsnaiimismos, existen opiniones enfrentadas. Unos autores mantienen que un 9% de los determinados supuestos de oligofrenia concretas conductas de particular relevancia
gfif 67l^oiTiicidas son oligofrénicos^^. Otros, por el contrario, no detectaron Cl. inferiores a , • forense y criminológica. Así, las «neurosis de renta» que suelen estructurar los
la media de la población normal entre homicidas^^ En cualquier caso, la motivación retrasados mentales cuando padecen un accidente de tráfico, porque se liberan de
^ suele ser pobre, escasa y muchas veces estúpida, sin que el oligofrénico manifieste su propia angustia proyectando al otro la responsabilidad existencial de su precarie-
;signos de arrepentimiento^". dad^'^. También, ciertas estafas, que pudieran parecer casos tragicómicos por la
actuación del oligofrénico («tontos de salón», en la terminología de Wirsch) y que,
sin embargo y a pesar de la escasa estructuración lógica del «negocio», arrastran
El oligofrénico se implica, también, en delitos contra la libertad a numerosas víctimas''^ Y, sobre todo, ciertos delitos de «nostalgia» atribuidos por
sexual (vg. violación y pedofilia), influyendo, sin duda, el hambre sexual Krelsobmer^** a jóvenes oiigofrénicos que se trasladan del campo a la ciudad y cuya
neurosis da salida a reacciones primitivas violentas como solución del conflicto que
de aquel, que condiciona u n a situación proclive al asalto de la mujer, y
vivencian^^ BiunautwDiiBinjsirüeuB t»upB,uuiyuii>iiiiiirwaBiil»!uuiLjeu.^
cierto componente vindicativo que concurre con tal déficit, pues ha sido
con frecuencia víctima de burla y menosprecio que hacen germinar en el
mismo actitudes de hostilidad y venganza^\ Por ello, la violación que El caso excepcional de la licantropía —los niños lobo— merece
ejecuta el oligofrénico es, a menudo, primitiva y especialmente brutal. valoraciones discrepantes. Unos autores la trataban a propósito de las
Como sucede, también, con los actos de pedofilia que en el caso del oligofrenias^"", otros consideran a estos pacientes esquizofrénicos
oligofrénico pueden ser indistintamente homo o heterosexuales^^. paranoides afectados de un delirio de transformación y de un sadismo
zoofílico subyacente^°^
Se han descrito índices significativos de retraso mental, también, entre colectivos
IW proclives a la conducta antisocial, como es el caso de los vagabundos^^; y, sobre
9t todo, entre las prostitutas''^ incrementándose los índices de riesgo cuando a la
discapacidad del oligofrénico se añaden factores criminógenos como el alcohol y la 2') De entre los trastornos orgánicos cognoscitivos, destacan el
droga. «delirium» y las «demencias» que, sin embargo, tienen menor interés
criminológico^''^. •'''";"^""•' " • •" '';'-''- "'
'" El delito de incendio forma parte, también, del limitado repertorio
criminal del oligofrénico. Pero la motivación de éste no es la del
pirómano, ni la del incendiario por interés, sino la de la estúpida
*"^ Vid. GARCÍAANDRADE,J.A., op. cit., pág. 263. <n u-
^'^ Vid. GARCÍA ANDRADE, J.A., op. cit., pág. 262. -r/,; .
t.-i t.\}e-lx^ ^' Vid. GARCÍA ANDRADE, J.A., op. cit., págs. 262-263. ' , h >><,'•>
Bfoíiefoiv i
^'^ Cfr. GARCÍA ANDRADE, J.A., op. cit., págs. 265 y ss.
/ [;l B 3BD60OJ- "^ Cfr. GARCÍA ANDRADE, J.A., op. cit., ibidem.
**' Vid., G A R C Í A A N D E A D E , J.A., op. cit., pág. 261.
^''^ Así, entre otros, GARRIDO GUZMÁN, en España. Cfr. CABRERA FORNEIRO, J., 1"° Así, GARCÍA ANDRADE, J.A., op. cit., pág. 269.
FUERTES ROCAÑIN, J . C , Psiquiatría y Derecho, cit., pág. 196. ^"1 En este sentido, JIMÉNEZ CUBERO, cit., por MARTÍNEZ PEREDA {Magia y
^"^ Por ejemplo, DEBUYST. Cfr., CABRERA FORNEIRO, J. y FUERTES ROCAÑIN, delito en España, 1991. Bilbao, Edit. Laida). Cfr., GARCÍA ANDRADE, J.A., op.
cit., pág. 269.
J . C , op. cit., pág. 196.
^° Cfr., GARCÍA ANDRADE, J.A., Psiquiatría Criminal y forense, cit., pág. 262. ^"^ Sobre el «delirium», vid. CABRERA FORNEIRO, J. y FUERTES ROCAÑIN, J . C ,
^^ Cfr., GARCÍA ANDRADE, J.A., Psiquiatría criminal y forense, cit., pág. 262. Psiquiatría y Derecho, cit., pág. 205 y ss.; GRAU, A., en: VALLEJO, J., Introducción
82 Cfr., GARCÍA ANDRADE, J.A., op. cit., pág. 262. a la psicopatología y la psiquiatría, cit., 4- Ed., 2000, págs. 628 y ss.; con relación
''^ Cfr.,GARCÍAANDRADE, J.A.,op. cit.,pág. 261. ' -•"---• a las «demencias», vid. VALLEJO, J., cit., 4^ Ed., 2000, págs. 631 y ss; CABRERA
^* Así, VELASCO ESCASI-ECHELECU {Estudios sobre la prostitución. Anales de FORNEIRO, J. y FUERTES ROCAÑIN, J . C , op. cit., págs. 203 y ss.; ESBEC
medicina forense. Madrid, 1951), detectaron u n 28'8% de débiles mentales entre las RODRÍGUEZ, E., GÓMEZ JARABO, G., Psicología forense, cit., págs. 349 y ss.
i prostitutas recluidas en u n reformatorio de Aranjuez. Cfr., GARCÍA ANDRADÜi Sobre los trastornos orgánicos cognoscitivos, en general, vid. DSM.FV-, págs. 130 y
ss.; GRAU, A., en: VALLEJO, J., op. cit., (4^ Ed., 2000), págs. 623 y ss.
J.A., op. cit., pág. 262. ."!.":i,.:í-nv
590 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 591
;6 La delictogénesis más frecuentemente asociada al «delirium» son los ees se explican por un a doble razón: en la tercera edad se produce u n
delitos contra las personas, sobre todo lesiones, e incluso homicidios^"^. incremento de las tendencias de esta Índole como mecanismo de compen-
sación del declive que se aprecia, incluso hormonalmente, tanto en el
j. Lo usual, sin embargo, es que los episodios tengan lugar en pacientes graves y
envejecimiento testicular como en el tejido ovárico; en segundo lugar,
g ¡. hospitalizados, si bien cabe que se produzcan fuera de los centros sanitarios
gjjj. inducidos por el consumo de ciertas sustancias. Por tanto, los hechos de relevancia porque a ello se une u na sensible disminución de los controles éticos, lo
I criminológica son los que suceden en una fase previa de predeliriuní°''. que facilita el ataque sexuaF°®. Se describen, por último, delitos patrimo-
niales del anciano demente que exhiben rasgos llamativos de puerilidad,
E n cuanto a las demencias, el conflicto con el ordenamiento penal se innecesariedad e impulsividad. Así, robos patológicos, por puro capri-
produce, sobre todo, en los inicios de la enfermedad, manifestándose cho, de objetos que aquel no necesita, y que el anciano olvida de
ésta a través de trastornos de conducta, con desinhibición de tipo sexual inmediato, mostrándose sorprendido cuando es descubierto y haciendo
(abusos, agresiones, etc.), y comportamientos irregulares: agresividad gala de u na gran irritabilidad y labilidad emocional. Con la evolución de
verbal, comisión de pequeños hurtos, etc.^°^. la enfermedad, el demente llega a perder la propia conciencia de culpai°®.
Los problemas criminológicos que suscitan las demencias en los cuadros psico-
{ orgánicos —en particular, en la vejez— se explican por el deterioro orgánico-
cerebral que, unido a factores emocionales y sociales incrementan la agresividad y 3 ) Trastornos relacionados con el consumo y dependencia del
93' disminuyen las inhibiciones noéticas del anciano^"^ alcohol y drogas. En cuanto a los «trastornos relacionados con sustan-
f
cias»^^", cabe diferenciar según la clasificación del DSM-IV y del CIÉ-10,
8(í' El homicidio por celos es uno de los delitos de más frecuente comisión los trastornos relacionados con el alcohoP" y los relacionados con las
durante la vejez, probablemente por la proclividad al paranoidismo que diversas drogas"^. í«R',as3iJor!í¡^t0>aí«í>lwapw i^i Í*» Í
sufre la tercera edad^°^. A continuación figuran los delitos sexuales, muy
a menudo intrafamiliares (relación abuelo/nieta), cuyos elevados índi- ifib
'139' •{ fe'áíibmfoíttxí¿BÍTfba'i^(
108 Vid. GARCÍAANDRADE, J.A.,op. cit, pág. 298.
103 Vid. CABRERA FORNEIRO, J. y FUERTES ROCAÑIN, J . C , op. cit., págs. 205 y 10^ Vid. GARCÍA ANDRADE, J.A., op. cit., ibidem.
ss. lio Vid. DSM-IV, Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales, cit.,
10* Cfr. CABRERA FORNEIRO, J. y FUERTES ROCAÑIN, J . C , op. cit., ibidem. códigos FIO a FIO.9 (relacionados con el alcohol) y F l l a F19.1 (trastornos
105 Sobre las demencias, cfr., CABRERA FORNEIRO, J. y FUERTES ROCAÑIN, relacionados con otras sustancias. En cuanto a los trastornos «por consumo de
J . C , op. cit., pág. 206; también: GARCÍA ANDRADE, J.A., Psiquiatría criminal, alcohol», el DSM-IV distingue: la (¿eperederecia (F10.2X) y el a6ííS0 (FlO.l). Entre los
cit., pág. 294. Sobre las demencias, vid., también, DELAY, J. y BRION, S., Les trastornos «inducidos por alcohol», la intoxicación por alcohol (FIO.00), la abstinen-
démences tardives, Paris, 1962, Ed. Masson; STREJILEVICH, M., Aspectos cia de alcohol (FIO.3), el delirium por abstinencia (FIO.4), o por intoxicación
psiquiátricos de las demencias, en: Vidal, G., Bleichmar y Usandivaras, R-, (FIO.03), la demencia y el trastorno psicótico por alcohol (FIO.51).
Enciclopedia de Psiquiatría. Buenos Aires, 1977. Ed. El Ateneo; THOMSON, A., 111 En lo que se refiere a aspectos psiquiátricos y clínicos, vid,: PÉREZ DE LOS
Fundamentos neuropatológicos de las demencias, en Enciclopedia de Psiquiatría, COBOS, J. y GUARDIA, J., en: VALLEJO, J., Introducción a la piscopatología y
cit., Buenos Aires, 1977; BULBENA, A. y CERVILLA, J., en: VALLEJO, J., op. cit., psiquiatría, cit., 4^ Ed., 2000, págs. 649 y ss.; CABRERA FORNEIRO, J. y
(4^ Ed., 2000), págs. 593 y ss.; BERRIOS, G., Alzheimer's disease: A conceptual FUERTES ROCAÑIN, J . C , Psiquiatría y Derecho, cit., págs. 232 y ss.; ESBEC
: : history, en: Geriatric Psychiatry. Wiley, 1995. Chichester; BRAYNE, C , RODRÍGUEZ, E. y GÓMEZ JAEABO, G., Psicología forense y tratamiento jurídico
CALLOWAY, R.: Normal ageing, impaired cognitive function, aiid senile dementia legal de la discapacidad, cit., págs. 322 y ss.; GARCÍAANDRADE, JA., Psiquiatría
of the Alzheimer's types: a continuum?, en: Lancet, 1 (1988), págs. 1265 y ss.; criminal y forense, cit., págs. 334 y ss.
BULBENA, A., El comportamiento demencial, en: Manual práctico de psiquiatría ^1^ En cuanto a la psicopatología y psiquiatría de la d r o g o d e p e n d e n c i a, vid. CASAS,
para el médico general. Barcelona, 1989 (Organon); BURNS, A. y HOPE, T., M., DURO, P. Y PINET, C , en: VALLEJO, J., Introducción a la piscopatología y
Clinical Aspects of dementias of oíd age, en: Psychiatry in the elderly, 1997, Londres psiquiatría, cit., f Ed., 2000, págs. 669 y ss.; CABRERA FORNEIRO, J. y
(Oxford University), págs. 486 y ss.; ROBERTS, J.K.A., y cois.: Main causes of FUERTES ROCAÑIN, J . C , Psiquiatría y Derecho, cit., págs. 209 y ss.; ESBEC
dementia, en: Neuropsychiatric disorders, Londres, 1993 (Wolfe). RODRÍGUEZ, E. y GÓMEZ JARABO, G., Psicología forense y tratamiento jurídico
^0^ Cfr., GARCÍA ANDRADE, J.A., op. cit., ibidem. legal de la discapacidad, cit., págs. 319 y ss.; GARCÍAANDRADE, J.A.,Psiquiatría
10' Vid. GARCÍA ANDRADE, J.A., Psiquiatría criminal, cit., pág. 299. criminal y forense, cit., págs. 326 y ss.
592 ANTONIO GARCLA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 593
a) Alcohol.- El alcohol es u n importante factor criminógeno que media de los demás adictos'^"; así como un brusco descenso de la participación del
enriquece el fichero judicial"^. Ocasiona importantes trastornos alcohólico en hechos criminales a partir de los 55 años, que se explica por diversas
razones'^^ Se observa, también, el predominio del tipo leptosomático en el colectivo
somáticos, psíquicos y sociales. Perturba las facultades de elección alcohólico y el «mejor beber» del pícnico cuya participación en dicho colectivo es, en
juicio y raciocinio del sujeto, y potencia la agresividad de éste"*. Pero el términos estadísticos, muy inferior^^^. Los índices de reincidencia en el delito de los
perfil de la delictogénesis del alcohol depende de la naturaleza aguda o alcohólicos son muy elevados, sobre todo de aquellos que exhiben ya un inicio de
crónica de la intoxicación etílica. E n la intoxicación aguda, predominan • deterioro psico-orgánico. Lo son, igualmente, el porcentaje de internamientos
' ' psiquiátricos previos, por lo general, de breve duración y escasa efectividad^^l De
los delitos de injurias y los delitos contra las personas, en la crónica los citados estudios se desprende la clara interrelación entre el alcohol y la
episodios reiterados de violencia intrafamiliar. violencia^^".
E n la intoxicación aguda, el comportamiento delictivo se explica por
la exaltación de la vitalidad del sujeto unida al descontrol psicomotor La base psicopática de la dependencia del alcohol parece acreditada,
que éste sufre durante la misma. Se h a n descrito, como usuales, así como la alta incidencia de los distintos tipos de neurosis en el
pulsiones incendiarias, abusos sexuales de carácter homosexual, altera- colectivo de alcohólicos. También parece muy acusada la tendencia al
ciones del orden público y, desde luego, delitos contra la seguridad del alcohol del débil mental delincuente y los bajos índices de criminalidad
tráfico, delitos estos últimos de colosal incidencia estadística"^. en los alcohólicos depresivos^^^. La ingestión excesiva de alcohol por los
psicóticos esquizofrénicos es u n hecho muy estudiado y conocido'^^®.
En el caso de la intoxicación crónica, el amplio deterioro que ésta
induce abarca todas las actividades sociales y familiares, siendo fre- g | ^, ¡H*' Las formas de psicosis tóxicas agudas en sus diversas manifestaciones clínicas
cargadas de agresividad (cuadros de alucinosis, estados confusionales y delirantes,
cuentes, entre otros, los delitos sexuales, estafas y agresiones y delitos distimias epileptoides y descompensaciones afectivas de oligofrénicos) constituyen
de omisión"*^. Y en las alucinosis alcohólicas, delitos violentos contra líOia ^j,.^ grupo muy significativo en el binomio alcohol-violencia^^^.
supuestos enemigos"^. Particular interés psiquiátrico y criminológico aop De las psicosis alcohólicas, las más peligrosas son aquellas donde concurre
tiene el denominado «delirio celotípico» del alcohólico que suele dar alguna lesión cerebral y la celotipia o paranoia alcohólica. Un elevado pronóstico
delincuencial merecen, también, los alcohólicos oligofrénicos^^'.
lugar a graves delitos contra las personas, incluidos el homicidio, al creer
el paciente ser víctima de engaño sexual por su cónyuge"^.
b) Otras toxicomanías. El DSM.IV y el CIÉ. 10 se ocupan y describen
Se ha subrayado con apoyo en diversas investigaciones empíricas"*' la baja trastornos muy diversos, cuya gravedad oscila entre la mera intoxica-
•"*' participación criminal de la mujer alcohólica, que suele circunscribir su comporta-
*" miento desadaptativo al hogar o a la ludopatía y al consumo de fármacos, frecuen- ción y el consumo perjudicial, de un a parte, y cuadros psicóticos e incluso
^" temente asociados al alcoholismo femenino. También parece haberse constatado demenciales, de otra, todos ellos secundarios al consumo de sustancias
'''" una edad superior en los delincuentes alcohólicos en comparación con la edad psicotrópicas. Desde u n punto de vista psiquiátrico-forense, la
•ítí,-:
drogodependencia es un estado de intoxicación periódica o crónica que
'SOÍJ 0'i\':.:>'1í¿^^ yJS-MWV.D-l-3 I » V r/l'Ji'/M<^9Í~
"' Así, ESBEC RODRÍGUEZ, E. y GÓMEZ JARABO, G., Psicología forense y trata-
miento jurídico legal de la discapacidad, cit., pág. 322. ^^° Según GARCÍA ANDRADE, J.A., (Psiquiatría criminal y forense, cit., págs. 358),
"* Vid. ESBEC RODRÍGUEZ, E. y GÓMEZ JARABO, G., op. cit., pág. 322. la edad media del mayor porcentaje de consumidores de alcohol que delinquen
"^ Vid. CABRERA FORNEIRO, J. y FUERTES ROCAÑIN, J . C , Psiquiatría y oscila entre 35 y 45 años, mientras que en el caso de los otros adictos la ñ"anja de
Derecho, cit., págs. 238 y 239. edad se sitúa entre los 20 y 25 años.
""^ Vid., CABRERA FORNEIRO, J. y FUERTES ROCAÑIN, J . C , Psiquiatría y 121 GARCÍAANDRADE, J.A., op.cit., pág. 358.
Derecho, cit., pág. 240. 122 GARCÍAANDRADE, J.A, op.cit., pág. 359. ,)ÍÍÍaMJÍi>'] A i í ' í g a í
" ' Cfr. CABRERA FORNEIRO, J. y FUERTES ROCAÑIN, J . C , op.cit., ibidem.. 123 GARCÍA ANDRADE, J.A., op. cit., pág. 359. wrLhqmJ.sB v. 2 r t -e-
"'^ Cfr. CABRERA FORNEIRO, J. y FUERTES ROCAÑIN, J . C , op.cit., págs. 240 y 124 GARCÍA ANDRADE, J.A., op. cit., ibidem. „(,i;.í i 3 \ 80'5;>í;iqo a ..
241. 126 GARCÍAANDRADE, J.A., o p . c i t , pág. SeO.-íoqodryfíoixüíni !8,K¡
"^ Vid. GARCÍA ANDRADE, J.A., Psiquiatría criminal y forense, cit., pág. 357, 12"^ GARCÍA ANDRADE, J.A., op. cit., ibidem. CÍBÍIHÍ» •¡oif.froiaBaixo.iííi Jí-.c :'
refiriéndose a u n a investigación realizada por el mismo sobre una muestra de 1.300 12^ GARCÍAANDRADE, J.A., op.cit., ibidem. onmmm.:
delincuentes. 128 GARCÍAANDRADE, J.A., op.cit., pág. 360. .r.<.
594 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 595
afecta negativamente al individuo y a la sociedad, originado por el reacciones de ansiedad, delirium, estados confusionales, estados de
consumo repetido de un a droga natural o sintética^^*'.
agresividad, etc.) suele traducirse en delitos contra la vida y la integri-
Las características de la drogodependencia, según la Organización Mundial de dad, delitos contra la libertad sexual, etc.; a lo que debe añadirse la
la Salud, son: un deseo invencible o necesidad imperlosade continuar consumiendo significativa tasa de suicidios en el particular de ciertas drogas (vg. LSD)
la droga y de procurárselo por todos los medios; una tendencia a incrementar
progresivamente la dosis (tolerancia); aparición de un síndrome de abstinencia que pueden originar alucinaciones e inducir conductas autolíticas.
cuando se interrumpe bruscamente el consumo; y daño para el propio sujeto y la Es un tema discutido en la Psiquiatría si existe un perfil de personalidad del
sociedad^™. el ñe o_,
"drogodependiente, es decir, ciertos rasgos estables y homogéneos, previos a la
El CÍE.10, de la OMS, denomina a todos los cuadros relativos al consumo de adicción, que expliquen su proclividad a ésta. La doctrina no ha logrado un consenso
drogas «Trastornos mentales y del comportamiento debidos a sustancias claro al respecto, ya que si bien consta la existencia al menos de tales rasgos de la
,RF Psicotropas». Con independencia de la clase o tipo de sustancia, describe seis personalidad, no es tan obvio si éstos precipitan el consumo de tóxicos, o si, por el
cuadros: intoxicación aguda, consumo perjudicial, síndrome de dependencia, sín- contrario, es el consumo de las sustancias tóxicas el que modifica y confirma la
drome de abstinencia, trastornos psicóticos y síndrome amnésico. personalidad del drogodependiente'^^. Lo que parece cierto es que en muchos
Por su parte, el DSM.IV distingue entre «trastornos por consumo de sustancias» trastornos de la personalidad (psicopatías) la droga opera como mecanismo
y «trastornos inducidos por sustancias» .Ene! primer caso, diferencia entre «depen- compensatorio de las insuficiencias del sujeto, lo que explica la presencia significa-
dencia» y «abuso» de sustancias. En el segundo, entre «intoxicación» y.«abstinen- tiva del consumo de tóxicos en aquéllos^^"*. Se describen, también, estados morbo-
cia»^ sos latentes (vg. esquizofrenias) que afloran precisamente precipitados por el
03 V obBÍblfÍ89 ' / f i m orbfírí nrr s<^ an'irr;
consumo de drogas; y personalidades con rasgos específicos de inestabilidad,
Desde un punto de vista criminológico, esto es, en cuanto a la impulsividad y escasa tolerancia a la frustración que se descompensan con la
ingesta de drogas, llevando a cabo comportamientos criminales violentos seguidos
delictogénesis inducida o asociada a la droga, hay que distinguir la de estados amnésicos completos^^^
criminalidad instrumental que se orienta, precisamente, a la obtención •i;n
y financiación de la droga, de la criminalidad inducida por los efectos
"" Criminológicamente es oportuno subrayar que el adicto realiza el
directos de la droga misma^^^.
mayor número de hechos delictivos no durante el síndrome de abstinen-
La delincuencia instrumental abarca u n heterogéneo conjunto de cia, sino bajo el síndrome amotivacional (que se confunde a menudo con
hechos criminales que el adicto lleva a cabo para pagar en el mercado el anterior), esto es, en u n momento o fase anterior no impregnada por
clandestino la droga (vg. hurtos, robos, estafas, falsificación de recetas el tóxico ni dinamizada por la carencia, sino justamente dirigida a
médicas) así como otros comportamientos degradantes que se preordenan evitarla^^®.
exclusivamente a tal fin (vg. prostitución). En los cuadros de intoxicaciónagudax\o es frecuente la comisión de delitos por
la peculiar situación en que se sumerge el drogadicto cuando se coloca bajo la
La criminalidad ocasionada por los efectos directos de la droga (es influencia de los tóxicos de su elección. Cabe excepcionar, desde luego, la
decir, por los trastornos psicóticos inducidos por ciertas sustancias, conducción de vehículos a motor en tales circunstancias que la Ley penal criminaliza'^^
Durante el síndrome de abstinencia, que constituye una genuina enfermedad
sistémica física o psíquica'^^ ya no es frecuente la comisión de delitos por el
,í
adicto'^", o bien éstos son toscos, impremeditados, violentos, de escasa rentabilidad emocional del conflicto que genera las conductas delictivas tiene unas bases
para el autor, e impulsivos"". Los tiechos delictivos tienen lugar fundamentalmente biofisiológicas, una dinamización motivacional comprensible y una relación íntima
bajo el denominado «síndrome amotivacional», momento anterior y previo al con factores desencadenantes de las instituciones sociales que dificultan la ordena-
•^^ «síndrome de abstinencia», cuando el adicto presiente la cercana presencia de este ción de las perspectivas, en una peculiar fascinación por la violencia, como
( Q 8 J último, casi llega a sentirlo, a vivenciarlo, a sufrirlo, experimentando un «ansia respuesta a la violencia del entorno"^. El tercer subgrupo se nutre de individuos
.8 anticipatoria» o síndrome psíquico por la ausencia de droga o falta de dinero para deteriorados e insuficientes que se encuentran en las primeras fases de la enferme-
; adquirirla que el drogodependiente asocia al síndrome de abstinencia"'. Durante el dad y cuyas alteraciones psíquicas más significativas son la disminución de las
tsb be ,,síndrome amotivacional" el único motor del comportamiento del adicto es la facultades intelectuales, el deterioro de la capacidad de juicio y control de los
si s 3C obtención de la droga, que evite la deprivación y aporte el tóxico que devuelva a aquel impulsos, merma del pensamiento abstracto, pérdida de la memoria, cambios de
oenear g| perdido equilibrio psicoorgánico, manteniendo el adicto en esta fase el conoci- personalidad y alteraciones del estado de ánimo con frecuentes depresiones"^
Bl 90 3 rnjento, la deliberación y decisión necesarias para conseguir lo único capaz de Los pequeños traficantes al servicio de las organizaciones de la droga, verdade-
t9 w ^ ' movilizar su precaria existencia: la droga. Por ello, los hechos criminales cometidos ras víctimas de éstas, no suelen exhibir lógicamente síntomas de gran hondura
^ bajo dicho síndrome amotivacional'pueáen ser fríos, utilitarios, al amparo de una psicopatológica, porque se hallan aún en los primeros estadios de la enfermedad.
^ • necesidad no actual pero sí próxima, que dirige una voluntad razonada"^ El narcotráfico no emplea a enfermos en situación de delirium, de trastornos
omsinB;
-g "
psicológicos severos, amnesias muy avanzadas o delirios alucinatorios; ni a enfer-
mos demasiado irritables o descontrolados, por razones obvias. Pero, en todo caso,
r Uno de los tipos criminológicos más interesantes del submundo de la los pequeños traficantes sometidos a la disciplina del negocio multinacional de la
droga es el pequeño traficante, personaje casi siempre psicológicamente droga padecen trastornos orgánicos acompañados de anomalías conductuales
alterado, víctima del negocio multinacional de aquéP*^. detectables tan pronto el curso de la enfermedad multiplique los comportamientos
_ __^._ Los estudios empíricos parecen constatar, en efecto, que se trata de individuos desadaptativos de aquéllos"".
* • vulnerables y manipulados, que asumen riesgos desproporcionados a cambio de
contrapartidas que una personalidad madura y responsable nunca justificaría"". 4 ) Esquizofrenia y otros trastorno s psicóticos. Particular refe-
Suelen describirse tres subgrupos"=^. El primer subgrupo, el más numeroso, estaría rencia a la paranoia («trastorno delirante»).
fe integrado por personalidades psicopáticas, cuyo trastorno de la personalidad les
aboca precisamente al tráfico de drogas y en el que, además, participan por su a) La esquizofrenia es la enfermedad mental por excelencia y, de
iV condición de drogodependientes. Padecen, por tanto, una doble patología psiquiá- otra p a r t e , l a m á s frecuente de l a s psicosis endógenas^^°. La
trica: el trastorno de la personalidad y el trastorno mental por consumo de sustancias
tóxicas. Se caracterizan por una escasa resonancia emocional, pobreza en sus esquizofrenia^^^ incapacita al sujeto para valorar la realidad y para
motivaciones (a menudo sufren el síndrome amotivacional), inestabilidad emocional
(alternan fases de profunda tristeza y de exaltación siempre transitorias), existencia ' ••^'iVr'.sts-.fus^'
volcada hacia lo inmediato, lo concreto, plagada de fracasos personales, escolares,
familiares y sociales, etc., rasgos todos ellos potenciados por la adicción. El segundo Cfr. GARCÍA ANDRADE, J.A., op. cit., pág. 355.
subgrupo""^ está constituido por personas que actúan bajo la influencia de conflictos 148 Cfr. GARCÍA ANDRADE, J.A., op. cit., pág. 355.
existenciales, conflictos de considerable carga emocional que tienen su origen en 149 Cfr. GARCÍA ANDRADE, J.A., op. cit., pág. 356.
diversos tipos de frustración y generan angustias, depresiones, agitación, exalta- 150 Así, GARCÍA ANDRADE, JA., Psiquiatría criminal y forense, cit., pág. 207. Según
ción, alteraciones de los niveles de conciencia y percepción, etc. El desorden el autor, la esquizofrenia tiene preferencia por el sexo femenino y, desde u n punto
de vista constitucional, por el tipo leptosomático.
Sobre esta enfermedad (esquizofrenia), vid.: SERRALONGA, J., en: VALLE JO,
J., BULBENA, A., y otros: Introducción a la psicopatología y psiquiatría, cit.,
(rempresión de 1983), págs. 533 y ss.; del mismo, en: VALLEJO, J., op. cit., (4- Ed.,
i3« A s í , ESBEC RODRÍGUEZ, E., GÓMEZ JARABO, G., op. cit., ibidem. reimpresión del2000), págs. 455yss.;ESBECRODRÍGUEZ,E.,GÓMEZ JARABO,
1*" A s í , G A R C Í A A N D R A D E , J.A., Psiquiatría criminal y forense, cit., pág. 338. G., y otros: Psicología forense y tratamiento jurídico-legal de la discapacidad, cit.,
"1 Cfr. ESBEC RODRÍGUEZ, E., GÓMEZ JARABO, G., Psicología forense, cit., pág. págs. 332 y ss.; CABRERA FORNEIRO, J., y FUERTES ROCAÑÍN, J.C, Psiquia-
323. tría y Derecho, cit., págs. 245y ss.; GARCÍA ANDRADE, JA., Psiquiatría criminal,
"=^ Así, GARCÍA ANDRADE, J.A., Psiquiatría criminal y forense, cit., pág. 338. cit., págs. 207 y ss.; ROCABENNASSAR, M., op. cit., págs. 95 y ss.; FENTON, W.S.
i« Vid. GARCÍA ANDRADE, J.A., op. cit., pág. 352. y MAGLASHAN, T.H., Natural history of schizophrenia subtypes, IL positive and
"* Vid. GARCÍA ANDRADE, J.A., Psiquiatría criminal y forense, cit., pág. 353. negative symtoms and long-term course, en: Arch. Gen. Psychiatry, 1991,48, págs.
"s Vid. el examen de estos tres subgrupos en: GARCÍA ANDRADE, J.A., op. cit., págs- 978 y ss.; HYMAN, S.E., Acute Psychoses and catatonía, en:Brown, L., Manual of
354 y ss. "A '••&'VHS9S r^stoSTütftJ»' Psychiatric emergencies, 1988 (2^Ed.); GELENBERG, A.J., The catatonic syndrome,
i « Vid. GARCÍA ANDRADE, J.A., op. cit., ibidem. rfj.i:,>fn3 ns tiownna'l. en: The Lancet, 1976 (1), págs. 1339 y ss.; CARPENTER, W.T. Jr. Y BUCHANAN,
598 TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 599
ANTONIO GAECÍA-PABLOS DE MOLINA
" '" . , . : ; J O ..?f .^^JS^IÍÍfiáííítiíaÍBÍ'líjsíiJBís bioas-i,,,,. 180 Así, CABRERA FORNEIRO, J., FUERTES ROCAÑÍN, J.C, op. cit., pág. 256.
181
174 Según, CABRERA FORNEIRO, J., FUERTES ROCAÑIN, J.C, op. cit., pág. 256,
Cfr. VALLEJO, J., op. cit., 4^ Ed., 2000, págs. 489 y ss. {. íJ'/P í la paranoia es, quizás, la única psicopatología que puede compartirse y difundirse
175
Cfr., VALLEJO, J., op. cit., 4^ Ed., 2000, pág. 490. '•«¿"^." entre varias personas.
176
Vid. VALLEJO, J., op. cit., ibidem. 182
Así, GARCÍA ANDRADE, J.A., op. cit., págs. 228 y 229.
177
Vid. CABREEAFOENEIRO, J., FUERTES ROCAÑÍN,J.C., op. cit., págs. 256 y ss. 183 Vid. CABRERA FORNEIRO, J. y FUERTES ROCAÑÍN, J.C, op. cit., pág. 256;
178
El mundo Paranoide, Madrid, 1974, Edit. Labor. GARCÍA ANDRADE, J.A., op. cit., pág. 228.
179
Vid. CABRERAFORNEIRO, J., FUERTESROCAÑÍN, J.C, op. cit., págs. 256-257.
604 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA. 605
Suele ser buen trabajador, aunque frío y distante. Amante padre de sus hijos, aunque histórico-biográfico y las conductas amenazantes o agresivas incipientes, previas,
rígido y autoritario. Fiel esposo o esposa, aunque celoso y desconfiado^^". Ahora del paranoico proporcionan signos de alarma fiables que anticipan el crimen^^". Se
bien, posee un colosal potencial de agresividad, latente pero siempre dispuesto, que advierte, en este sentido, que la progresión sintomática y delictiva del paranoico es
Q. tiene su origen en la sólida implantación y convencimiento de su propio delirio, y en relevante en orden a la prevención del homicidio^^'. Algunos trabajos demuestran
' ' rasgos determinados de la personalidad del paranoico^^^ que existe un promedio de unos cinco años antes de la comisión del hecho
id criminal-^^ así como la presencia de síntomas o síndromes y circunstancias
oh estresantes inmediatamente anteriores a aquélla.
En la temática del delirio, sin embargo, el paranoico se convierte de
perseguido en perseguidor^**^ y puede devenir extremadamente peligro- Los delitos del paranoico dependen, como es lógico, de la naturaleza
so, con respuestas desproporcionadas y fatales que incluyen el homici- o clase de delirio que padezca. Son usuales los de injurias, desacatos y
dio. Es, en cierto sentido y sin generalizar, un criminal en potencia^®''. Se resistencia a la autoridad; los de acusación y denuncia falsa; y los delitos
cree en posesión de la tínica verdad y legitimado para infringir las contra la vida^^^. snebiosi énu obneíasQ obi ert BS Diennoej y isiew soeeu
normas —absurdas y artificiosas— legales, que solo rigen para los ^„^___^ :)ue9SBl)?r-'-•'-•• •' " • > ' — • --"-'---'^••••ugnifótos*^'-'*^--'-*-
demás mortales. En los delirios mesiánicos, el enfermo se considera el
elegido de Dios y poseedor de la razón universal, por lo que comete el 6 ) Trastornos del estado de ánimo y del humor. Los trastornos
crimen por el bien de todos en un gesto sublime y heroico incompatible «bipolares» (psicosis «maniaco-depresiva») y las depresiones.
con toda suerte de arrepentimiento^**®. El paranoico celotípico, y el
Las alteraciones patológicas del estado de ánimo preocupan desde
persecutorio, ven en el crimen el castigo ejemplar que merecen sus
antiguo, porque el mundo de los afectos, de los sentimientos, constituye
provocadores, la única salida posible, en u na actitud justiciera que les
un aspecto fundamental del ser humano^''''. Criminológicamente, sin
impulsa inexorablemente a ejecutarlo. No es infrecuente, por otra parte,
embargo, estos trastornos tienen menor relevancia que otros^^^.
que sus sentimientos de odio y venganza se hayan ido forjando de forma
lenta y callada a lo largo de años^**^.
.. i El delito del paranoico es frío y premeditado, reflexivo. El autor suele
mantener u n a distante arrogancia respecto al mismo. Aun cuando los
190 Así, CABRERA FORNEIRO, J. y FUERTES ROCANIN, J . C , op. cit., pág. 339.
expertos consideran que el comportamiento criminal del enfermo puede 191 Cfr. CABRERA FORNEIRO, J. y FUERTES ROCAÑÍN, J . C , op. cit., ibidem.
predecirse en parte, lo cierto es que la aparente normalidad de éste, su 192 Cfr. CABRERA FORNEIRO, J. y FUERTES ROCAÑÍN, J . C , op. cit., pág. 339,
inteligencia siempre al servicio de u n delirio lógico, verosímil, y sus artes refiriéndose a la investigación de HAFFNER Y BÓKER {Crimen of violence by
simulatorias propician el fatal exceso de confianza de la víctima. mentally abnormal offenders. A Psychiatric and epidemological study in the
Federal Germán Republic, Cambridge, 1982, University Press).
Un sector de la doctrina estima que el paranoico no es del todo impredecible 193 Vid. GARCÍA ANDRADE, J.A., op. cit., pág. 231.; CABRERA FORNEIRO, J. y
' porque la naturaleza de su trastorno, la dinámica de su personalidad, el análisis FUERTES ROCAÑÍN, J . C , op. cit., pág. 261.
194 Sobre las d e p r e s i o n e s, vid.: LÓPEZ IBOR ALIÑO, J.J., Las depresiones. Barce-
lona, 1977. Ed. Toray; del mismo: Los equivalentes depresivos. Madrid, 1972 (Ed.
Paz Montalvo); MENDELS, J., La depresión. Barcelona, 1972, Ed. Herder;
'*** Vid.CABRERAFORNEIEO,J.,FUERTESROCAÑÍN,J.C.,Ps¿gM¿aírioyDerec/io, SÁNCHEZ TURET, M., Bases bioquímicas de los trastornos afectivos, en: Anuario
cit., pág. 260. Psicol., 14 (1976); VAN PRAAG, H., Neuroendocrine disorders in depressions and
Sobre los rasgos de la personalidad del paranoico (desconfianza, rigidez y autori- their significance for the monoaminehypothesis of depressión, en: Acta Psychiatr.
tarismo, hipertrofia del Yo, juicios erróneos pasionales, fanatismo y resentimiento, Scandinav. ,57,1978; AKISKAL, M. y McKINNEY, W., Overview of recent research
mecanismos psicóticos de defensa, como la negación de la realidad y la proyección), in depressión, en: Archiv. Gen. Psychiatric, 32,1975; ANGST, J., Classiñcation and
y características de su delirio insidioso (progresivo, lúcido, coherente, etc.), vid. prediction of autcome of depressión, en: Schattader Verlag, Stuttgart (1974);
VALLEJO, J., op. cit., 4^ Ed., 2000, págs. 494 y ss. BECKER, J., Depressión: Theory and Research. New York, 1974, John Wiley and
^'*'* Vid. GARCÍA ANDRADE, J.A., op. cit., pág. 231. . ,^ s .'icuBtB- Sons: BURROWS, G., Handbook of studies on depressión. Amsterdam, 1977,
'**' Vid. CABRERA FORNEIRO, J., FUERTES ROCAÑÍN, J . C , op. cit., pág. 261. Elsevier-North-Holland (Biomedical Press); CASTILLA DEL PINO, C , Un estudio
^®** Cfr., GARCÍA ANDRADE, J.A., op. cit., págs. 231; CABRERA FORNEIRO, J. y sobre la depresión, Madrid, 1966 (Edit. Península); COPPEN, A., Indoleamines and
FUERTES ROCAÑÍN, J . C , op. cit., pág. 261. affective Dissorders, en Segal, D., Yager, J., Sullivan, J. (dirs.). Boston, 1976,
^"'^ Vid. CABRERA FORNEIRO, J. y FUERTES ROCAÑÍN, J . C , op. cit., pág. 261. Foundations of Biochemical Psychiatry, Butterworth; FRIEDMAN, R. YKATZ, M.,
606 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 607
Los hoy denominados «trastornos bipolares» (psicosis maniaco-depresiva), se
secundarios podrían consistir en procesos psíquicos o bien somáticos^°\ Desde un
describen por primera vez como entidad propia, y bajo el nombre de «locura
punto de vista sindrómico, se suelen clasificar los trastornos afectivos en: depresión
circular», por Falret, en 1854'''^ quien subraya que en la misma alternaban fases de
exaltación anímica (manía) y psicomotora con períodos de inhibición y depresión psicótica, neurótica, endógena e invoiutivá°'^.
orbe separados ambos por prolongados intervalos lúcidos de aparente normalidad' La Organización Mundial de la Salud (CÍE.10), bajo los epígrafes F30.F39
aeior Posteriormente recibiría otras denominaciones: «locura a forma alterna» (Delaye distingue entre los «trastornos del humor» (afectivos): episodios maníacos, trastor-
1860), «psicosis periódica» (Kirn, 1878), «psicosis maniaco-depresiva» (Kraepelin' nos bipolar, episodios depresivos, trastorno/depresivos recurrentes, trastornos
1879^^'. Para este último, se trata de un trastorno de la afectividad, en el que se , • afectivos persistentes y otros trastornos del humor^"^. El DSM.IV, por su parte,
suceden cíclicamente cuadros de melancolía y de manía, de pronóstico y evolución diferencia «episodios afectivos», «trastornos del estado de ánimo» y «especificacio-
muy similar, extremo éste (su naturaleza «fásica» y la reversibilidad, con recupera- nes» , aportando una clasificación discutible pero muy operativay homogeneizadora.
ción de la normalidad del enfermo) lo que la diferencia de las demencias precoces, Los episodios^&'\ax\: episodios «mayor», episodio «maniaco», episodio «mixto» y
de evolución irreversible y deteriorante^^^. episodios «depresivos», trastornos «bipolares», trastornos «ciclotímicos», trastorno
bipolar no especificado y otros trastornos del estado de ánimo^"''.
Desde Kleist y Leonhard se ha ido gestando una reordenación nosológica con el
objeto de distinguir las psicosis afectivas mo/iopo/ares{iases de un solo sentido, sea
depresivo, sea maníaco) de las bipolares (fases alternantes, maniacas y depresi- La psicosis maniaco-depresiva es un a enfermedad fásica, por exce-
vas), restringiendo la psicosis maniacodepresiva a las psicosis afectivas bipolares^^l lencia^"^. Puede darse u n único cuadro maníaco, o bien depresivo, o la
Los distintos tipos o formas de trastornos de los afectos tienen importantes
.a implicaciones clínicas y, desde luego, criminológicas. 9l« i»
Las c/as/f/cac/ones actua\es de los trastornos de los afectos son muy dispares.
Kielholz distingue entre depresiones endógenas, somatógenasypsicógenas o 201 Cfr. CABRERA FORNEIRO, J. y FUERTES ROCAÑÍN, J . C , op. cit., págs. 266-
reactivas^°°. Otros autores prefieren hablar de «Trastornos afectivos primarios y 267.
secundarios», partiendo de criterios clínicos-genéticos. En los primarios, no se 202 Cfr. CABRERA FORNEIRO, J. y FUERTES ROCAÑÍN, J . C , op. cit., págs. 271 y
habría constatado una relación del trastorno con otra patología psíquica o somática, 272.
subdividiéndose, a su vez, en unipolares (solo maníacos, o solo depresivos) y 203 Cfr. CABRERA FORNEIRO, J. y FUERTES ROCAÑÍN, J . C , op. cit., págs. 270 y
bipolares (alternancia de la fase maníaco y la depresiva). En el seno de las ss.
unipolares, se diferenciaría la depresión mayor, de la menor Los trastornos 204 Cfr. CABRERA FORNEIRO, J. y FUERTES ROCAÑÍN, J . C , op. cit., págs. 267 y ss.
-'j.c qu,
206 Sobre el «trastorno bipolar» (psicosis maniaco-depresiva), vid. GARCÍA
ANDRADE, J.A., op. cit., pág. 241. Vid.: LÓPEZ PINERO, J., De la melancolía a la
' í-, /v psicosis maníaco-depresiva. Madrid, 1970, Publicaciones Roche; PERRIS, C , A
f^.tp.Jíwirrtv'r. study ofbipolar (manie-depressive) and unipolar recurrent depressive psychopresivo,
en: Confrontaciones psiquiátricas, Rhodia, 14, 1978; SIVADON, P. Y cois.. Les
The psychology of depressión: Contemporary theory and research, New York, 1974,
psychoses maniaco-depressives, ECM., 1979; ROSENFELD, H., U n a investigación
Joh Wiley and Sons; SCHOU, M. y STROMGREM, E., Origin, Prevention and
de la teoría psicoanalítica de la mania y de la hipomanía, en: Revista Psicoanal., 21
Treatment of Affective Disorders, Academie Press. Londres, 1979; sobre los
(APA), 1964; SHAPIRO y cois.: Histocompatibility antigens and maniaco-depressive
trastornos depresivos, en general, vid.: DSM.IV-, cit., págs. 345 y ss.
196
Sobre la p s i c o s i s afectiva, en general, vid.: VICTA, E.; en: VALLEJO, J., op. cit., disorders, en: Arch. Gen. Psychiatry, 33 (1976); SCHOPSIN, B., Maniac Illness,
4^ Ed., 2000, págs. 564 y ss.; ESBEC RODRÍGUEZ, E., GÓMEZ JARABO, G. y New York, 1979 (Raven Press); en general, sobre la psicosis bipolar, vid. DSM.IV^,
otros, Psicología forense, cit., págs. 341 y ss; CABRERA FORNEIRO, J. y FUER- págs. 358 y ss. Y también, AKISKAL, H.S., El espectro clínico predominante de los
TES ROCAÑÍN, J . C , op. cit., págs. 265 y ss.; GARCÍA ANDRADE, J.A., op. cit., trastornos bipolares, en: Vieta, E., Gastó, C. (dirs.): Trastornos bipolares, Barcelo-
págs. 237 y ss. na, 1997 (Springer), págs. 194yss.;ANGST,J.,Epidemiologieduspectrebipolaire,
196 en: Encépale, 21 (1995), suppl. 6, págs. 37 y ss.; ELLICOT, A., HAMMEN, C ,
Cfr., CABRERA FORNEIRO, J., FUERTES ROCAÑÍN, J . C , Psiquiatría y Dere-
GITLIN, M. y cois., Life Events and the course of bipolar disorder, en: Am. J.
cho, cit., pág. 265; BULBENA, A., en: VALLEJO, J., op. cit., (reimpresión de 1983),
págs. 624 y ss. Psychiatry, 147 (1990), págs. 1.194 y ss.; VIETA, E., en: VALLEJO, J., op. cit., (4^
197 Ed., 2000), págs. 541 y ss.; GOODWIN, F.K. y JAMISON, K.R.: Manic-Depressive
198
Cfr. CABRERA FORNEIRO, J. y FUERTES ROCAÑÍN, J . C , op. cit., ibidem. Illness, New York, 1990 (Oxford University); RAMONA, R. y BEBBINGTON, P.,
Vid. BULBENA, A., en: VALLEJO, J., Introducción a la psicopatología y psiquia-
Social influences on bipolar affective disorders, en: Soc. Psychiatry Epidemiol, 30
tría, cit. (reimpresión de 1983), pág. 624.
(1995), págs. 152 y ss.; ROMANS, S.E. y McPHERSON, H.M., The Social networks
Cfr. BULBENA, A., en: VALLEJO, J., op. cit. (reimpresión de 1983) , pág. 625, of bipolar affective disorder patients, J. Affect. Disord. 25 (1992), págs. 221 y ss.;
quienes analizan las diferencias de todo orden que se aprecian entre las psicosis VIETA, E. y CIRERA, E., Trastornos bipolares orgánicos, en: Vieta, E. y Gastó, C
«monopolares» y las «bipolares». (dirs.): Trastornos bipolares, Barcelona (1997), Springer, págs. 479 y ss.
Cfr. CABRERA FORNEIRO, J. y FUERTES ROCAÑÍN, J . C , op. cit., pág. 266.
608 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 609
alternancia de éstos, existiendo la posibilidad de fases de menor inten- El trastorno bipolar moviliza la constitución y la herencia, según
sidad psicopatológica (cuadros subdepresivos o hipomaníacos). Tam- parecen demostrar los estudios genéticos^^^. Desde finales de los cin-
bién puede cursar la psicosis ciclotímica con cuadros mixtos^"'^. cuenta, las investigaciones científicas se polarizan en torno a las bases
" Clínicamente, la fase depresiva y la maniaca presentan síntomas bioquímicas de los trastornos depresivos^^^. La edad de comienzo se sitúa
distintos y, en consecuencia, una diferente vocación o proclividad alrededor de los treinta años en los trastornos bipolares, mientras los
criminógena. unipolares suelen comenzar más tardíamente (entre los cuarenta y los
cincuenta años)^". Se discute, también, si existe u n tipo de personalidad
En la fase depresiva, la tristeza se corporaliza y la Inhibición afecta a los
y «otx rnovimientos y al lenguaje. Igual dificultad se manifiesta en la esfera ideativa
—o ciertos rasgos de ésta— proclives a las psicosis de los afectos, si bien
omofe fluyendo el pensamiento de forma lenta. Las racionalizaciones del depresivo se todo indica que el biotipo pícnico y el temperamento sintónico-ciclotímico
impregnan de nihilismo y autoculpabilización, incidiendo en todos los sentimientos concentra el mayor número de estos trastornos^^^.
del enfermo que acusa un significativo deterioro físico, alteraciones del sueño y el
-B'3'%B apetito^"'', pérdida de energía, falta de interés o placer por las actividades habituales, ^; _ Kretschmer, estimaba que al esquizofrénico correspondía un biotipo asténico y
„ j ^ etc. Suele evolucionar en fases recurrentes de recaída, seguidas de periodos libres un temperamento esquizoide; y al maníaco-depresivo, un biotipo pícnico (contorno
redondeado, estatura media, cara ancha, cuello corto y grueso, vientre gordo y
' de síntomas con total restitución del nivel previo de actividad y características de la
hombros redondeados y un temperamento cicloide (oscilaciones de euforia y
persona del enfermo; o alternarse con episodios maníacos™. En todo caso, el eje
depresión), así como ciertos rasgos de personalidad (sujetos sociables, bonacho-
nuclear de la depresión es la tristeza vital y profunda que afecta a todas las esferas
nes, cordiales, etc.)^^''. .> ' .
—intra e interpersonal— del enfermo^"^ •; -utoridaci., G de i&siofies, -UPÍS fes'Jüaí úr,
í)ftS ' La fase /775/7/5C5representa la otra cara de la misma moneda y se caracteriza por
la sintomatología inversa; euforia, irritabilidad, exaltación, incremento de la actividad En el momento de ponderar la criminogénesis de los trastornos del
V social, laboral, sexual, gran fluidez del pensamiento (incluso fuga de ideaé), afecto, conviene tener presente que la mayor parte de los que se
locuacidad, sentimientos de grandeza y acusada autoestima, disminución de la
\ • necesidad de dormir, predisposición a emprender negocios de riesgo, actividades
presentan en la actualidad no son de naturaleza psicótica, sino reactiva
peligrosas y gastos desmedidos, hiperactividad psicomotora^^". Las manías pueden o situacionaP".
.8 evolucionar como las depresiones, dado que el trastorno bipolar puede cursar con
Al fases depresivas, maniacas o mixtas. En todo caso, cabe afirmar que la delincuencia asociada a los mismos
B\ ÍS •;!• Suele describirse un 5tí¿'/,^c/?5A3'/7c/Í7b-c/á?/¿7ode particular interés criminológico, es menos relevante que la asignada a otras patologías psiquiátricas^^®.
A dado que el enfermo exhibe una significativa agresividad con tendencia a realizar
,«• conductas amenazadoras o querulantes, acompañadas de una actitud de descon-
fianza y actividad delirante^". ^12 Vid. BULBENA, A., en: VALLEJO, J., BULBENA, A, y otros, op. cit., (reimpresión
de 1983), págs. 628 y ss.; GARCÍA ANDRADE, J.A., op. cit., págs. 242 y ss.
^IJJ Cfr. GARCÍA ANDRADE, J.A., op.^dC'pág. 242. 212 Vid. GARCÍA ANDRADE, J.A., op. cit., págs. 242 y 243. El autor destaca que
algunos estudios establecen una conexión entre la depresión y lesiones genéticas
Í^!^^A!^^^^^ ANDRADE, J.A., op. cit., págs. 240 y 241; también, CABRERA del cromosoma 11 (op. cit., pág. 240).
, -, FORNEIRO, J. y FUERTES ROCAÑÍN, J . C , op. cit., págs. 272 y ss.; BULBENA,
^1* Cfr. BULBENA, A., en: VALLEJO, J., BULBENA, A, y otros, op. cit., (reimpresión
A en: VALLEJO, J., BULBENA, A. y otros, op. cit., (reimpresión de 1983), págs.
de 1983), pág. 628.
598 y ss.
^^^ Así, BULBENA, A., en: VALLEJO, J., BULBENA, A, y otros, op. cit., (reimpresión
Z 7^'l- C ^ I ^ E R A FORNEIRO, J. y FUERTES ROCAÑÍN, J . C , op. cit., pág. 272.
de 1983), pág. 636.
Vid. BULBENA, A., en: VALLEJO, J., BULBENA, A. y otros, op. cit., (reimpresión
de 1983), pág. 598. 21** Cfr. BULBENA, A., en: VALLEJO, J., BULBENA, A, y otros, op. cit., (reimpresión
de 1983), págs. 635 y 636. KRETSCHMER, en la última edición de su obra
Vid. BULBENA, A., en: VALLEJO, J., BULBENA, A., y otros, op. cit., (reimpresión
«Constitución y carácter» (1961) observó, en u n a muestra de 1.361 casos de
de 1983), págs. 638 y ss., quienes señalan cuatro síntomas básicos: exaltación del
trastorno bipolar; un 64'6% de pícnicos, un 19,2% de leptosomáticos, u n 6'7% de
humor (euforia), aceleración psíquica (curso del pensamiento voluble y prolijo,
atléticos, u n 1'1% de displásticos y u n 8'4% de pacientes sin arquitectura corporal
actividad imaginativa repleta de ideas expansivas de grandeza, delirio verbal, fuga
definida (Cfr. BULBENA, A., en: VALLEJO, J., BULBENA, A., y otros, op. cit.,
, de ideas, etc.), hiperactividad psicomotora, alteración del estado somático general
(incremento del hambre y la sed, aunque el paciente tiende a adelgazar, aumento (reimpresión de 1983), ibidem).
™ Así, CABRERA FORNEIRO, J. y FUERTES ROCAÑÍN, J . C , Psiquiatría y Dere-
^^^ de las secreciones, descenso de la necesidad del sueño, etc )
cho, cit., págs. 265 y ss.
Cfr., BULBENA, A., en: VALLEJO, J., BULBENA, A. y otros, op cit (reimpresión
de 1983), pág. 640. ^'** Así, CABRERA FORNEIRO, J. y FUERTES ROCAÑÍN, J . C , op. cit., pág. 275,
citando la opinión de LOGONES, FERNÁNDEZ Y ROJAS, CIAFARDO, etc.
610 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 611
La fase depresiva puede dar lugar a diversas conductas irregulares imposibles), delitos sexuales (por exaltación de la libido) y usurpación de
o delictivas. Así, la falsa autoimputación como consecuencia de ideas títulos y honores (en la creencia imaginaria de su posesión). Y, desde
delirantes de indignidad, culpa y ruina personaF^^. También graves luego, muy frecuentes episodios de prodigalidad sintomática, porque la
delitos de omisión del deber de socorro —o de comisión por omisión euforia patológica lleva al maníaco a un a gestión de sus bienes sin
cuando la depresión es intensa, porque entonces los sujetos no reaccio- control y racionalidad alguna^^^.
nan ante la situación de estrés frenados por la lentitud ideativa y la ' E n puridad, el comportamiento delictivo es más frecuente durante los
inhibición motora propia de la depresión^^°. Se h a n descrito igualmente estados hipomaníacos o premaníacos. Entonces puede cometer el enfer-
delitos patrimoniales (vg. robos) cometidos por jóvenes depresivos mo delitos de falsedad, de estafa, de exhibicionismo, delitos contra la
siendo el robo, al parecer, un síntoma de la enfermedad que padecen^^i libertad sexual, de allanamiento de morada o de matrimonio ilegal,
El gran riesgo de la fase depresiva lo constituyen las conductas ocultando su estado civil auténtico^^''. No, sin embargo, —y aunque
autolíticas y el suicidio, conducta ésta última que en España solo parezca paradójico— en la fase maniaca propiamente dicha.
encuentra u n a tipificación penal parcial (auxilio e inducción). La peligrosidad criminal del maníaco en la fase aguda o crítica («la furia
En cuanto al riesgo real de suicidio del enfermo depresivo, no puede olvidarse maníaca») es más limitada de lo que se pudiera sospechar. En primer lugar, por la
que éste y el paranoico son los pacientes que más disimulan, aparentando una eficacia preventiva del tratamiento farmacológico. En segundo lugar, porque la
mejoría inexistente^^^. irritabilidad del maníaco, si bien puede dar lugar a la comisión de delitos de desacato
••-!.«íi fcfueíino'"':".; , ' y desobediencia a la autoridad, o de lesiones, suele resultar en cierta medida
sintónica con sus víctimas, y, además, la aceleración y exaltación que experimenta
J u n t o al suicidio puro y simple, cabe citar como delito típico de la le dificulta la consumación exitosa de sus propósitos^^'.
depresión el «suicidio ampliado», que no se debe confundir con el «doble
suicidio por amor» o «pacto de muerte». En el suicidio ampliado, el En los periodos interfásicos, la peligrosidad criminal del maníaco-
enfermo, después de m a t a r a sus seres queridos, pone fin a su vida; les depresivo carece de relevancia^^^.
mata por amor, para salvarles de las graves ruinas que anuncia el
delirio^^^ y luego se suicida, pero la muerte de los seres queridos no es Por lo que se refiere a las distimias (cuadros de depresión prolongada,
consentida por éstos. de escasa entidad, que suelen asociarse a factores estresantes manifies-
tos) se h a n descritos hechos delictivos por omisión en el ámbito castrense
La fase maníaca es, lógicamente, más delictógena que la depresiva, como el abandono de servicio de armas^^®. ,.,„ „„^ • ,
si bien la clase de delitos depende de la naturaleza e intensidad de la >HT ;f8ver) egi .líRíí'
manía. El comportamiento criminal, no obstante, se detecta con facili-
dad porque ni el enfermo premedita su comisión —ésta es poco elabora- 7) Trastornos de ansiedad («neurosis»), somatomorfos, facticios
da— ni se esconde o excusa después de llevarla a cabo^^*. y disociativos^^°. .
ÍTQ Í } híioUnifiñ ,RvÍH9ado bñbamv^fiñ «i -ih f^- ooí'.fíiftwf»'!
Se h a n descrito, durante la fase maniaca, delitos de homicidio, de eí<i!cr;í*¥Uíl»íi.iAitíÍB-íéci%at»:
lesiones, de estafa (por exaltación tímica y acometimiento de empresas
^^^ Vid. CABRERA FORNEIRO, J. y FUERTES ROCAÑÍN, J . C , op. cit., pág. ibidem.
VAiU'¡?i\ t •< i. 'i I J Á 7 ^^ ,.íi.i-A 22e Vid. GARCÍA ANDRADE, J.A.,op. cit., pág. 248. - _
^'^ Vid. GARCÍA ANDRADE, J.A., op. cit., pág. 248. - '^.>-' ~ ''^ • '«'• ^^•"
Ji^ Vid. CABRERA FORNEIRO, J. y FUERTES ROCAÑÍN, J . C , op. cit., pág. 275. ^^^ Igual que la de cualquier ciudadano no enfermo, según CABRERA FORNEIRO y
Vid. GARCÍA ANDRADE, J.A., op. cit., pág. 246, quien cita el ejemplo de una FUERTES ROCAÑÍN (op. cit., pág. 276).
i-:-!. anciana que no auxilió a su nieto de tres meses de edad, muriendo éste en la bañera ^^^ Vid. ESBEC RODRÍGUEZ, E. y GÓMEZ JARABO, G., op. cit., pág. 345.
ante la pasividad de la abuela. ^^^ Sobre las «neurosis», vid.: VALLE J O RUILOBA, J., en: VALLE JO, J., BULBENA,
Cfr. GARCÍA ANDRADE, J.A., op. cit., pág. 246, refiriéndose a una investigación A. y otros: Introducción a la psicopatología y la psiquiatría, cit., (reimpresión de
222 ^ ^ e d l i c o t t . d/rmH^vwaMísr 1983), págs. 423 y ss.; del mismo: 4- Ed. (reimpresión del 2000), págs. 363 y ss.;
Vid. G A R C Í A ANDRADE, J.A., op. cit., pág. 243 ' CABRERA FORNEIRO, J. y FUERTES ROCAÑÍN, J . C , op. cit., págs. 283 y ss.;
'J^ Vid. CABRERA FORNEIRO, J. y FUERTES ROCAÑÍN, J . C , op. cit., pág. 275. GARCÍA ANDRADE, J.A., Psiquiatría criminal y forense, cit., págs. 303 y ss.;
Vid. CABRERA FORNEIRO, J. y FUERTES ROCAÑÍN, J . C , op. cit., ibidem. ESBEC RODRÍGUEZ, E., GÓMEZ JARABO, G. y otros: Psicología forense, cit.,
612 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 613
El concepto de «neurosis» h a evolucionado en sentido inverso al de las simbólica de un conflicto psíquico que tiene sus raíces en la historia infantil del sujeto
y constituyen compromisos entre el deseo y la defensa» (Laplanche-Pontalis)^^^
psicosis, esto es, de un enfoque orgánico a otro actual, más personalista^^i.
^\'^ El término se idea por el médico escocés Cullen, en 1769, quien concibe estos Las neurosis no son enfermedades, ya que no consta exista u n a causa
ílíá' trastornos como afecciones nerviosas fisiológicas y generales, sin fiebre ni leslón^s^
,,, Desde un principio el estudio de las neurosis enfrenta dos posiciones, la
orgánica subyacente que provoque el espectro clínico propio de estos
anatomopatológica y la fisiologista funcionalista, si bien ambas suponían la existen- cuadros. El peso etiológico del trastorno recae sobre contingencias
•''^"' cia de un sustrato orgánico o base biológica. A finales del siglo XIX se desgajan de fundamentalmente psicológicas^^*'. La neurosis es u n trastorno menor.
las neurosis varias enfermedades (vg. demencias, epilepsias, parálisis general A diferencia de la psicosis, la neurosis no provoca una ruptura de la
, progresiva, etc.) quedando reducidas aquellas a cuatro formas: la neurosis obsesi-
realidad. Se inicia durante la infancia^^^, al crear el niño de personalidad
va, la histeria, la hipocondría y la neurastenia^s^. Janet, después, consideró estos
" '^ trastornos como secundarios aun descenso de la tensión psicológica, consecuencia débil e insegura, un mundo exterior incierto y amenazante, si bien el
^'^^ de un agotamiento cerebral que altera la realidad psíquica del sujeto^^i. Pero Ja conflicto neurótico puede tener otra génesis (vg. reacciones a problemas
ti • aportación fundamental procede de Freud, quien sugiere una lectura psiologicista, reales del mundo exterior o a factores somáticos). La angustia constituye
. ^ ^, refiriendo las psiconeurosis a conflictos y traumas psicosexuales sufridos en épocas su núcleo fundamental (excepto en las neurosis obsesivas), a partir del
, "• tempranas de la Infancia: «afecciones psicógenas cuyos síntomas son la expresión
cual emergen otros fenómenos psicopatológicos: irritabilidad, fobias,
inquietud, déficit de atención y concentración. E n las neurosis obsesi-
:! ff;oo s! B isgul rsb sbsi,
vas, la tristeza, el sentimiento de culpa y la duda prevalecen como
págs. 357 y ss.; CATTEL, R., La naturaleza y medida de la ansiedad. En: Psicología sentimientos nucleares del cuadro^^®.
contemporánea. Barcelona, 1975 (Edit. Blume); EYSENCK, M.J., Fundamentos
biológicos de la personalidad. Barcelona, 1970 (Edit. Fontanella); EYSENCK, H. J., Las neurosis son trastornos dimensionales, es decir, cuantitativos. No hay, pues,
Estudio científico de la personalidad. Buenos Aires, 1971 (Edit. Paidos); del mismo: neuróticos y no neuróticos, sino personas con alto o bajo nivel de neuroticismo^'l
Psicoanálisis, ¿mito o ciencia?, en: Rachman, S. (dir.). Ensayos críticos de psicoa- La personalidad del neurótico exhibe algunos rasgos significativos. El neurótico
nálisis. Madrid, 1975 (Edit. Taller); LÓPEZ IBOR, J J . , La Angustia vital. Madrid, tiene un mal control de su vida instintiva y afectiva, por lo que está sometido a una
1950 (Edit. Paz Montalvo); LÓPEZ PIÑEIRO, J . y MORALES, L, Neurosis y lucha pulsional que le ocasiona penosas tensiones internas. No logra armonizar sus
< psicoterapia. Un estudio histórico. Madrid, 1970 (Espasa Calpe); MINER, G., The deseos, a menudo reprimidos, con las normas dictadas por su conciencia y por el
evidence for genetic components in the Neurosas, en: Areview. Arch. Gen Psychiatry, mundo externo. Inseguridad, sentimiento de culpa e inferioridad, de frustración, y,
29, 1973; ESTEVE, Monserrat, Bases bioquímicas de la angustia, Anu. Psicolog., sobre todo, ansiedad, son rasgos del neurótico, quien sobrevive penosamente
7 (1972); SIMS, A. y PRIOR, P., The Pattern ofMorality in Severe Neuroses, en: Brit instalado en el uso sistemático y patológico de ciertos mecanismos inconscientes de
J. Psychiatr., 133 (1978); THOMAS, E. y DEWALD, L., Experimental Neurosis: defensa del '•^^o^'^''^.
Neuropsychological Análisis, en: Maser, J. y Seligman, M. (dir.). Psychopathology: El neurótico posee una llamativa hiperactivación neurofuncional (elevado nivel
Experimental Models. 1977, San Francisco (Freeman and Company); ULMAN, L. de arousal). Padece trastornos de la afectividad y del mundo instintivo, y diversos
Y KRASNER, L., El modelo psicológico, en: Millón, T. (dir.). Psicopatología y síntomas físicos cuya vía de expresión más frecuente es la vía neurovegetativa
personalidad. México, 1974 (Interamericana); VALLEJO RUILOBA, J., Estudio (sobre todo, la astenia neurótica, producto de la tensión que sufre).
psicofisiológico de la enfermedad obsesiva, Barcelona (1978). Revista Depart. Psiq.
Facultad de Medicina, 5., 4; en general, vid. DSM.IV-., págs. 401 y ss.; Vid. también: El fracaso de los mecanismos de defensa del equilibrio del «yo»
ALONSO FERNÁNDEZ, F., Formas actuales de las neurosis, Madrid, 1981
desempeñan un papel crucial en la explicación de la clínica neurótica. El
(Pirámide); MINER, G., The Evidence for Genetic Components in the Neuroses. A
review. Arch. Gen. Psychiatry, 29 (1973), págs. 111 y ss.; SHAPIRO, D., Los estilos neurótico t r a t a de protegerse frente a la angustia y la tensión interior
neuróticos. Buenos Aires, 1971 (Psique); SIMS, A., Neurosis in society, Londres, que generan los conflictos psíquicos que padece. Se sirve para ello de
1983, McMillan Press; SLATER, E. y COWIE, V., Genética de los trastornos
mentales. Barcelona, 1974 (Salvat); TYRER, P., Neurosis Divisible?, en: Lancet, 1 IPíijji :!)í}^:3iín'>' i^^iMví^Mímf^
(1985); págs. 685 y ss.; del mismo: Classifícation of neurosis, Chichester, 1989
(J.Wiley); VALLEJO, J., Las neurosis desde u n a perspectiva integral, en: Ballús, Cfr., VALLEJO, J., en: VALLEJO, J., op. cit., 4^ Ed., 2000, págs. 379 y ss.
236
C. (dir.): Psicobiología. Barcelona (Herder), 1983. Cfr., VALLEJO, J., en: VALLEJO, J., op. cit., 4^ Ed., 2000, pág. 368. S
237
231 Cfr., VALLEJO, J., en: VALLEJO, J., op. cit., 4^ Ed., 2000, pág. 364. Cfr., VALLEJO, J., en: VALLEJO, J., op. cit., 4^ Ed., 2000, pág. 371.
238
232 Cfr., VALLEJO, J., en: VALLEJO, J., op. cit., 4^ Ed., 2000, ibidem. Cfr., VALLEJO, J., en: VALLEJO, J., op. cit., 4^ Ed., 2000, págs. 371 y ss.
239
233 Cfr., VALLEJO, J., en: VALLEJO, J., op. cit., 4^ Ed., 2000, ibidem. Cfr., VALLEJO, J., en: VALLEJO, J., op. cit., 4^ Ed., 2000, págs. 368 y 369.
240
234 Cfr., VALLEJO, J., en: VALLEJO, J., op. cit., 4^ Ed., 2000, ibidem. Cfr., VALLEJO, J., en: VALLEJO, J., op. cit., 4^ Ed., 2000, pág. 371.
614 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA
615
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA
determinados mecanismos de defensa, pero no lo consigue por utilizar- su propia naturaleza insegura, angustiada e inestable conspira contra
los de forma ineficaz y patológica.
el mismo^*^. De hacerlo, es más autoagresivo que heteroagresivo^**'.
Tales mecanismos de defensa, descritos por Anna Freud, son: represión
Así, Lempp, en 1979, solo constató la presencia de dos neuróticos, en una
* fantasía, sublimación, desplazamiento, racionalización, proyección, identificación'
muestra de 80 jóvenes homicidas, y Garrido Guzmán, un 2'5 de neuróticos entre los
8- introyección, conversión, regresión, punición, anulación, formación reactiva, dene-
sujetos acusados por delito de lesiones^"^.
8BÍ0J gación, negación, aislamiento y condensación^"'.
.ion ^ ° ^ trastornos neuróticos, en general crónicos, representan un porcentaje
'„ f ,,elevadísimo del total de los trastornos psiquiátricos^"^ alcanzando una también El delito del neurótico se manifiesta, por lo común, como reacción
significativa incidencia en la población general. Han sido objeto de toda suerte de anómala y desproporcionada, que explota a través de los denominados
enfoques teóricos2''^ si bien las investigaciones más recientes sugieren la existencia
actos en corto circuitd^'^^. Su actuar es, a menudo, compulsivo, irresistible
Í9 tíí de bases biológicas anómalas que explicarían la particular sensibilidad o vulnerabi-
sBOi lidad de los neuróticos. Según éstas, las personas con ansiedad, con obsesiones o para aquel.
eY0,j cuadros conversivos, tendrían un sistema de alarma hiperactivado. Su angustia se El neurótico es una personalidad egocéntrica, narcisista e inmadura cuya
I u, generaría por un desequilibrio neurobioquímico^"*. impulsividad incontrolada determina que sus trastornos afectivos y estados emotivo-
pasionales se traduzcan en fuerzas cr¡mino-¡mpelentes^''l Pero como el neurótico no
' Tanto el DSM.IV como el C Í E . 10 se refieren a estos trastornos con rompe con la realidad, su delito es histórico y comprensible, aún cuando a veces sea
necesaria una interpretación psicodinámica para que su conducta cobre sentido^^".
diversas clasificaciones de los mismos.
La comisión del delito opera a modo de experiencia catártica, liberadora de los
El DSM.IV distingue entre «trastornos de ans¡edacl>\ que incluirían los «trastor- conflictos y represiones que sufre^^\ siendo un infractor que cuenta con excelente
nos de angustia», con o sin agorafobia, los «trastornos fóbicos», los «trastornos pronóstico resocializador OP*-.* V í ' ^ l í W H V . J ! ' «.í^'t**«.f l"^WIC>MMÍi.f4/aWf «r.
.3SaG obsesivo-compulsivos» (F42.8), los trastornos por estrés postraumático, por estrés
agudo y el trastorno de ansiedad generalizada (F41.1); los trastornos somatomorfos
En particular, los trastornos de ansiedad pueden generar delitos
(que pueden subdividirse en: trastorno de somatización, por dolor, hipocondría,
Bnu'É dismorfofóbico corporal y de conversión), los trastornos disociativos i^q. amnesia contra el patrimonio (vg. hurtos) y conductas sexualmente desviadas
disociativa, fuga disociativa, trastorno de despersonalización y trastorno de identi- como el exhibicionismo. Los trastornos conversivos apenas provocan
dad disociativo); y trastornos facticios. conflictos con la legalidad. Los trastornos obsesivos, por el contrario, sí
V El CÍE.10- se refiere a los «trastornos neuróticos, secundarios a situaciones
9t
son proclives a tales conflictos (vg. cleptomanía, piromanía, etc.)^^^.
estresantes y somatomorfos», distinguiendo: trastornos de ansiedad fóbica, otros
trastornos de ansiedad, trastorno obsesivo compulsivo, reacciones a estrés grave y En este último caso, la conducta neurótica es compulsiva, y tratándose de delitos
trastorno de adaptación, trastornos disociativos (de conversión), trastornos patrimoniales (vg. robo) el autor no obtiene ganancia material con el delito, ya que
somatomorfos y otros trastornos neuróticos. su motivación es otra^^^.
Especial interés tienen los «6'5/5í3fc'5ofeC(?/5//i/£75»,seguidosdeposterioramnesia,
durante los cuales el neurótico puede realizar hechos delictivos sin posible control
Las neurosis suelen exhibir u n a muy limitada delictogénesis. El de sus actos^^". No obstante, hay que distinguir estos trastornos, que pueden
neurótico no entra fácilmente en conflicto con la legalidad penal ya que
iiJiHHouAírHJfaA^.
245
V Í.£j-Kljn3ffí En opinión de BONNET, cit. por CABRERAFORNEIRO, J.,yFUERTESROCAÑIN,
H 'f
241 J . C , op. cit., pág. 294.
Cfr., VALLEJO, J., en: VALLEJO, J., op. cit., 4- Ed., 2000, pág. 374 y ss. 246
242 Según CABRERAFORNEIRO, J., y FUERTES ROCAÑÍN, J . C , (op. cit., pág. 294)
Cfr., VALLEJO, J., en: VALLEJO, J., op. cit., 4^ Ed., 2000, pág. 363. Según
su agresividad suele traducirse en delitos de lesiones, no de homicidios.
CABRERA FORNEIRO, J. y FUERTES ROCAÑÍN, J . C , op. cit., pág. 283, algunos 247
Cfr. CABRERA FORNEIRO, J., y FUERTES ROCAÑÍN, J . C , op. cit., pág. 294.
autores estiman que las neurosis constituyen el 50% de las patologías psiquiátricas. 248
Cfr. CABRERA FORNEIRO, J y FUERTES ROCAÑÍN, J . C , op. cit., ibidem.
Sobre el problema, vid. VALLEJO, J., en: VALLEJO, J., op. cit., 4« Ed., 2000, pág- 249
Vid. GARCÍA ANDRADE, J.A. op. cit., p á g . 3 0 9 . f'i r .V ,\íJi:,L
377, quiénes citan teorías: genéticas, neurofisiológicas, dinámicas (Janet), 250
Vid. GARCÍA ANDRADE, J.A. op. cit., pág. 309. ' ' '^f^
organodinámicas (Ey), biodinámicas (Masserman), de la timopatía ansiosa (López 251
Vid. GARCÍA ANDRADE, J.A., op. cit., pág. 308.
Ibor), psicoanalíticas, teoría pauloviana (de las neurosis experimentales), 252
Vid. CABRERA FORNEIRO, J., y FUERTES ROCAÑÍN, J.C, op. cit., pág. 294.
conductistas, sociogénicas (K. Horney), etc. 253
244 Cfr. CABRERA FORNEIRO, J., y FUERTES ROCAÑÍN, J.C, op. cit., ibidem.
Cfr., CABRERA FORNEIRO, J. y FUERTES ROCAÑÍN, J . C , op. cit., pág. 296. 254
Vid. CABRERA FORNEIRO, J., y FUERTES ROCAÑÍN, J.C, op. cit., pág. 294.
616 ANTONIO GAKCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 617
ocasionar una eventual pérdida de ia identidad y alteraciones relevantes en la también, muy mediatizada por controles sociales y culturales capaces de
conciencia, la memoria y la percepción del entorno, de supuestos frecuentes de influir decisivamente en los roles masculinos y femeninos, e incluso de
sobresimulación^^^ determinar el nivel de satisfacción orgásmica. Por último, se compartan
o no las concepciones psicoanalíticas, nadie cuestiona la relevancia de
También los trastornos somatomorfos, y, en particular, la hipocon- los {actores psicológicos en el ámbito sexuaP'^".
dría, porque dan lugar a delitos contra el honor de las personas (injuria
' Las diversas clasificaciones internacionales de los trastornos sexuales parten de
calumnia, etc.) y contra la Administración de Justicia (vg. acusación y ia consideración de que una conducta sexual es anómala o irregular cuando la
denuncia falsa), siendo muy frecuentes las demandas contra profesiona- capacidad del sujeto se halla limitada, viéndose obligado éste a una conducta
les por mala praxis sin fundamento objetivo^^''. repetitiva y estereotipada como única vía de obtener la plena satisfacción orgásmica,
con independencia de que se desvie o no de la norma estadística^'^\
Por último, cabe señalar que los rasgos de la personalidad del El DSM.IV distingue entre «disfunciones sexuales», <<parafiiias» y «trastornos de
neurótico (inseguridad, inestabilidad emocional, elevados niveles de ia identidadsexuai» (transexualismo). Entre las disfunciones sexuales se encuen-
ansiedad, etc.) predisponen a aquel a la comisión de delitos de impruden- tran los trastornos del deseo sexual, de la excitación sexual, trastornos orgásmicos
y trastornos sexuales por dolor. A las parafilias pertenecen: el exhibicionismo, el
cia y de omisión^^^. •.,rt:,i^;^uii-<jii{fíiii^áaxiKtiji\i'.t)imu\iJotí^i
fetichismo, el frotteurismo, la pedofilia, el sadismo, el masoquismo, el fetichismo
Desde un punto de vista psicodinámico, como es sabido, el estudio psicoanalítico trasvestista y el voyeurismo.
del inconsciente, la interpretación de los sueños, la asociación de ideas, el origen La clasificación de los trastornos sexuales del CÍE.10 distingue entre «disfunciones
'^j^jg^; libidinoso de la energía psíquica y los diversos complejos (Edipo, Electra, etc.) sexuales no orgánicas», trastornos de la «identidad» sexual, trastornos de la
pretenden explicar la comisión por el neurótico de algunos delitos como el parricidio inclinación sexual (parafilias) y trastornos de la «orientación» sexual.
o la cleptomanía^''^.
Las disfunciones sexuales tienen más interés clínico que psiquiátrico
8 ) Trastornos sexuales: particular referencia a las parafilias. o criminológico.
La conducta sexual tiene, sin duda, un triple fundamento bio-psico-
Las parafilias son los trastornos de mayor relevancia médico-legal y
sociaP^®. Desde un punto de vista biológico, la conducta sexual se regula
criminológico. Constituyen fantasías sexuales, repetidas e intensas, de
desde distintos niveles. Existe, primero, un control hormonal. Después,
tipo excitatorio, de impulsos o de comportamientos sexuales, que, por lo
un segundo control a partir del sistema nervioso, a través de dos
general engloban: objetos no humanos, sufrimiento o humillación de uno
circuitos: uno, largo y ascendente desde la médula hasta la corteza, y
mismo o de la pareja o participación de terceros (incluidos infantes) que
otro más reducido, lumbosacro. A nivel cortical se sitúan los dispositivos
no consienten. Dicho comportamiento —el impulso, o las fantasías—
de regulación rinencefálico e hipotalámico. Pero la sexualidad se halla,
provocan malestar clínico significativo o deterioro del enfermo en los
ámbitos social, laboral, etc.
u' <. íV,
La parafilia conlleva un déficit insuperable para establecer relaciones afectivas
255 Cfr. CABEERA FOENEIRO, J., y FUERTES ROCAÑIN, J . C , op. cit., ibidem. adultas y maduras con personas del sexo opuesto y frecuentemente van acompa-
256 Vid. CABRERA FORNEIRO, J., y FUERTES ROCAÑIN, J . C , op. cit., págs. 294 y ñadas de sentimientos de culpa y vergüenza^*'^.
295. De las parafilias, y por su delictogénesis, destacan: la pedofilia (F65.4), ia
25^ Vid. CABRERA FORNEIRO, J., y FUERTES ROCAÑIN, J . C , op. cit., pág. 294. necrofilia (F65.9), el sadismo (F65.5) y el exhibicionismo (F65.2). Menor interés
258 Vid. CABRERA FORNEIRO, J., y FUERTES ROCAÑIN, J . C , op. cit., pág. 295.
25S Sobre los trastornos s e x u a l e s , en general, vid.: POCH, J., en: VALLEJO, J-,
BULBENA, A. y otros, op. cit., págs. 300 y ss.(reimpresión de 1983); OTERO, A., en:
VALLEJO, J., op. cit., (4^ Ed., reimpresión 2000), págs. 273 y ss.; CABRERA 260
FORNEIRO, J. y FUERTES ROCAÑÍN, J . C , op. cit., págs. 297 y ss.; GARCÍA Vid. CABRERA FORNEIRO, J., y FUERTES ROCAÑIN, J . C , op. cit., págs. 299 y
ANDRADE, J.A., op. cit., págs. 97 y ss.; ESBEC RODRÍGUEZ, E, GÓMEZ 300.
261
JARABO, G. y otros, op. cit., págs. 347 y ss. BRANEROFT, J., Desviaciones de la Vid. CABRERA FORNEIRO, J., y FUERTES ROCAÑIN, J . C , op. cit., págs. 303 y
conducta sexual, Barcelona, 1977 (Edit. Fontanella); CASTILLA DEL PINO, C-, 304.
262
Problemas generales de Psicopatología, Madrid, 1978 (Alianza Ed.); SEGAL, H-, Vid. CABRERA FORNEIRO, J., y FUERTES ROCAÑIN, J.C, op. cit., pág. 303 y
Traducción de la obra de Melaine Klein, Buenos Aires, 1977 (Edit. Raidos). 304.
618 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 619
tienen otras, como: la gerontofilia (F65.9), el fetichismo (F65.0), el voyeurismo
con otros tipos de personalidad (vg. neurótica). El exhibicionista de estructura
(F65.3), la croprofilia, el frotteurismo (F65.8), el fetichismo transvestista (F65.1), ia
perversa —a diferencia del neurótico— no se siente angustiado ni culpable, usa
zoofilia, etc.
nstTt precauciones premeditadamente para no ser detenido y obtiene más placer cuanto
La pedofilia (deseo intenso y recurrente de mantener relaciones sexuales con mayor sea el escándalo de su conducta y peligro, que asume al realizarla"^. Para el
impúberes, tanto de tipo heterosexual como homosexual) suele asociarse a otras ' psicoanálisis, en el exhibicionista existe una angustia de castración acompañada de
T patologías como el retraso mental, las demencias y el alcoholismo, así como a deseos autopunitivos"".
ciertos rasgos de la personalidad (inmadurez e inestabilidad emocional)263 £| En cuanto al voyeurismo o escoptofilia{<^vn\mx\»), parafilia de menor intensidad
pedófilo comete, por lo general, delitos de abusos sexuales en niños, de pornografía que no constituye en sí misma una actividad patológica, integra con el exhibicionis-
infantil y de corrupción de menores^^". mo un binomio dialéctico. Refleja, eso si, la persistencia de placeres sexuales
El sadismo, como el masoquismo, provienen de una patológica «erotización del infantiles no genitales en la sexualidad adulta^''. No obstante, en la escalada de la
Isairp dolor» y según las teorías psicodinámicas se explicaría como consecuencia de una perversión sexual, no es excepcional que ésta debute como voyeurismo, dando
mala identificación sexual con los padres durante la infancia y de la fijación del paso, después a actitudes extiibicionistas, primero ante mujeres, más tarde ante
individuo en las fases oral-sádica y sádico anal^'*'^, esto es, una regresión a placeres niños, y luego al acoso sexual, al abuso y, finalmente, a la violación"^. El voyeur<no
arcaicos. Sádico y masoquista establecen un binomio inescindible, excepto en las es peligroso. Plantea conflictos cuando resulta sorprendido por los afectados, pero
estructuras criminales perversas^*^^, asesinas, donde el «otro» es negado —porque huye, frecuentemente, cuando se advierte su presencia"'. Según la interpretación
no importa su existencia, ni sus deseos— aún cuando aceptara el papel de víctima. psicoanalítica, este trastorno se debe a una fijación del placer infantil de mirar, por
El abanico de formas que genera el sadismo es muy variado: desde' la relación de lo que la voracidad visual del voyeur tiene carácter regresivo"^
dominio-sumisión no sexual, al crimen contra la vida que comete el perverso sexual El fetichismo es una parafilia relativamente frecuente, sobre todo en el varón,
sanoí- sádico^^^. Frecuentemente este enfermo es impotente, y busca su satisfacción incluso en homosexuales, que obtienen excitación y satisfacción sexuales con
BI 9b sexual mediante actos sádicos^''''. En las estructuras perversas estas pulsiones se objetos, esto es, descartando la relación genital^'^. Por lo común, no va acompañado
asumen sin angustia ni complejo de culpa, sucediendo lo contrario en las estructuras de angustia, ni compromete al sujeto en una lucha interior como sucede con otras
neuróticas^^^. El sádico se ve implicado, por lo general, en delitos de agresión sexual prácticas sexuales perversas. El fetichista obtiene una plena satisfacción orgásmica^"".
0 0 £13 y lesiones^^". También en delitos contra la vida. El vampirismo, como un apéndice Desde un punto de vista psicoanalítico, en el fetichismo se da una muy intensa
más de la orgía criminal, es una manifestación excepcional de la violencia sádica, angustia de castración^^^. La escasa delictogénesis del fetichismo se constriñe a las
que hunde sus raíces en supersticiones y culturas ancestrales^'^ infracciones patrimoniales (robo)^''^.
El exhibicionismo %% una de las parafilias más usuales y más detectadas por la
justicia crimina|272. Se trata de un trastorno frecuente en individuos (por lo general,
varones) casados y con relaciones sexuales normales, pero, a veces, también mero
síntoma psicótico (fases maníacas, demencias, esquizofrenias, etc.) o compatible
Vid. POCH, J., en: VALLEJO, J., BULBENA, A. y otros, op. cit., (reimpresión de
1983), pág. 324; GARCÍA ANDRADE, J.A. (op. cit., pág. 122) considera útil la
yrjp '.'asíi
distinción que traza DHAT entre exhibicionistas pasivos (el trastorno es secunda-
263
rio a u n a patología mental) y exhibicionistas activos, auténticos sexópatas estos
Vid. CABRERAFORNEIEO, J., y FUERTES ROCAÑIN, J . C , op. cit., págs. 304y ss.
264
últimos en los que la conducta se carga de obsesión y angustia.
Vid. CABRERA FORNEIEO, J., y FUERTES ROCAÑIN, J . C , op. cit., ibidem. Sobre 274
Vid. POCH, J., en: VALLEJO, J., BULBENA, A. y otros, op. cit., (reimpresión de
la pedofilia o «paidofilia», vid.: POCH, J., en: VALLEJO, J., BULBENA, A. y otros, op.
1983), pág. 323.
cit., (reimpresión de 1983), pág. 318, quienes advierten que si bien la relación sexual 275
Vid. POCH, J., en: VALLEJO, J., BULBENA, A. y otros, op. cit., (reimpresión de
suele ser más masturbatoria que copulatoria, los casos criminales pueden arrojar 1983), pág. 323. ' ,ii3juuitíj, i ii>i. .g..
actos aberrantes de cualquier índole, incluyendo la muerte de la víctima. 276
Cfr. GARCÍA ANDRADE, J.A., op. cit., pág. 121. , """ '
Vid. POCH, J., en: VALLEJO, J., BULBENA, A. y otros, op. cit., (reimpresión de 277
Vid. CABRERA FORNEIRO, J. y FUERTES ROCAÑÍN, J . C , op. cit., pág. 305.
1983), págs. 321 y 322. También, CABRERAFORNEIRO, J. y FUERTES ROCAÑIN, 278
Vid. POCH, J., en: VALLEJO, J., BULBENA, A. y otros, op. cit., (reimpresión de
J . C , op. cit., pág. 305.
266
1983), pág. 323.
Vid. VALLEJO, J., BULBENA, A. y otros, op. cit., ibidem. 279
267
Cfr. POCH, J., en: VALLEJO, J., BULBENA, A. y otros, op. cit., (reimpresión de
Vid. VALLEJO, J., BULBENA, A. y otros, op. cit., ibidem. " '
268
1983), pág. 318.
Vid. VALLEJO, J., BULBENA, A. y otros, op. cit., ibidem. 280
269
Vid. POCH, J., en: VALLEJO, J., BULBENA, A. y otros, op. cit., (reimpresión de
Vid. POCH, J., en: VALLEJO, J., BULBENA, A. y otros, op. cit., (reimpresión de
1983), ibidem.
1983), pág. 322. 281
270
Sobre las diversas interpretaciones del fetichismo en la teoría psicoanalítica, vid.,
Vid. CABRERA FORNEIRO, J. y FUERTES ROCAÑÍN, J . C , op. cit., pág. 305.
271
POCH, J., en: VALLEJO, J., BULBENA, A. y otros, op. cit., (reimpresión de 1983),
Vid. GARCÍA ANDRADE, J.A., op. cit., págs. 108 y 109.
272
págs. 318 y 319.
POCH, J., en: VALLEJO, J., BULBENA, A. y otros, op. cit., (reimpresión de 1983), 282
Según GARCÍA ANDRADE, J.A., (op. cit., pág. 121), el robo del fetichista no puede
pág. 323.
confundirse con el robo patológico, de motivación sexual, que comete el cleptómano.
620 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGLA 621
La necrofilia, grave trastorno de la sexualidad, es excepcional, y aparece 9 ) Trastornos en el control de los impulsos: especial referencia
fj, asociada a severas perturbaciones psiquiátricas (vg. psicosis, retraso mental, etc) a la cleptomanía, a la piromanía y a la ludopatía (o juego
Q\ Desde un punto de vista criminológico, el necrófilo puede cometer delitos de patológico).
)0; inhumaciones iíegaie^^^.
ot.^-. Entre los «trastornos de la identidad sexual» merece una mención especial el Las actuales nosologías psiquiátricas describen bajo este epígrafe
«transexuaiismo», esto es, la disarmonía entre sexo biológico y sexo psicológico o clasificatorio ciertos trastornos del control de los impulsos, residuales,
bsbiar rechazo del propio sexo, que suele conllevar un deseo vehemente de cambio de
.girtoio sexo (a través de la cirugía) unido, a menudo, a una actividad delirante muy
tío recogidos en otros epígrafes específicos. Tienen todos ellos en común
8©tBux acusada^*''*. Suele subyacer un serio trastorno de la personalidad, y en algunos la dificultad para resistir u n impulso, una motivación o u na tentación de
jst 9b £ casos, significativas alteraciones de índole psicótica^''^ detectándose una mayor llevar a cabo u n acto perjudicial para el propio sujeto o para terceros.
otKiBb incidencia del mismo en el varón. La criminogénesis de este trastorno deriva no del Este, por lo general, acusa u na sensación de tensión o activación interior
^ñB 9 trastorno mismo, sino de la marginalidad que le rodea, que a menudo conduce a la
ooAviBv prostitución y al lumpen^"*'. Como subtipo de especial conflictividad en el amplio
antes de realizar la conducta, experimentando placer, gratificación o
OTsq ,í. espectro de los transexuados se describe el homosexual prostituto, que mezcla su liberación en el momento de llevarla a cabo, con o sin posterior senti-
ndiOBti latente homosexualidad, su tendencia femenina frustrada a medio conseguir y su miento de culpa, arrepentimiento o autorreproche^^°. Los trastornos de
•joq ^-jg virilidad parcialmente amputada^''^ mayor interés criminológico son: el trastorno explosivo intermitente
Los trastornos sexuales examinados deben distinguirse de los trastornos sexua- (F63.8), la cleptomanía (F63.2), la piromanía (F63.1). y la ludopatía o
.ndiKv,' les secundarios a las neurosi^'^^.
juego patológico (F63.0).
nf
A modo de síntesis, cabe afirmar^®^ que los trastornos de mayor El trastorno explosivo intermitente se caracteriza por la aparición de
interés criminógeno se dan en el varón; la fi^anja de edades más episodios aislados en los que el individuo no puede controlar los impulsos
conflictiva corresponde a la década de los veinte; la mayor cuota de agresivos, dando lugar a violencias o daños en la propiedad.
participación en la delincuencia sexual la ostentan los oligofrénicos, El grado de agresividad expresada durante el episodio es, además,
psicópatas (sobre todo, el subtipo sádico) y neuróticos; y los delitos de desproporcionada respecto al estímulo que lo provoca o a la intensidad del factor
más fi:-ecuente comisión son las agresiones sexuales (violación), en todas psicosocial estresante que lo precipita. El sujeto experimenta los episodios agresi-
,obun vos como raptos o ataques en los que el comportamiento explosivo va precedido de
sus variantes (vg. tentativas de violación, violación acompañada de .bEbil' una sensación de tensión o activación interior, y seguido inmediatamente de una
homicidio o robo, e incluso, comportamientos incestuosos o pedofílicos). 9b 36 sensación de liberación, pudiendo sentirse aquel consternado, con remordimientos,
eofíin arrepentido o avergonzado por su conducta agresiva^^\ Entre episodios explosivos
j.)-f':n". -'. •' iDP'i.ií f-3;e'07i''.í.qdBÍ»inofoi;f.fliíX9SXíií9TÁHfí BSinJ Í9b ?.' se pueden observar signos de impulsividad y agresividad generalizados. El trastorno
Boibo puede ser desencadenado por un fracaso laboral, académico, por problemas
familiares, por accidentes, hospitalización, etc.^^^. Es necesario descartar que el
episodio agresivo se explique por la presencia de otro trastorno mental (vg. psicótico,
283
Vid. CABRERA FORNEIRO, J. y FUERTES ROCAÑÍN, J . C , op. cit., pág. 304. maníaco, etc.) o sea debido a los efectos fisiológicos directos de algunas sustancias
284
Cfr. POCH, J., en: VALLEJO, J., BULBENA, A. y otros, op. cit., (reimpresión de (vg. drogas) o a una enfermedad somática (como traumatismos cerebrales, Alzheimer,
1983), pág. 327; también, OTERO, A., en: VALLEJO, J.,op. cit., (4^Ed., reimpresión etc.)23^
del 2000), págs. 277 y ss.; CABRERA FORNEIRO, J. y FUERTES ROCAÑÍN, J . C ,
op. cit., pág. 307.
285
Vid. POCH, J., en: VALLEJO, J., BULBENA, A. y otros, op. cit., (reimpresión de
1983), pág. 328. n-
286
Cfr., CABRERA FORNEIRO, J. y FUERTES ROCAÑÍN, J . C , op. cit., pág. 307.
290
287
Vid. GARCÍA ANDRADE, J.A., op. cit., pág. 122, citando a DOMÍNGUEZ Vid. DSM.rV, cit., págs. 625yss.; CABRERAFORNEIRO,J., FUERTES ROCAÑÍN,
MARTÍNEZ, ROMERO POLANCO y CAPILLA RONCERO {«El cambio de sexo... J . C , op. cit., págs. 313 y ss.; GARCÍA ANDRADE, J.A., op. cit., págs. 369 y ss.;
en los travestistas y sus problemas legales. Revista española de Medicina Legal, ESBEC RODRÍGUEZ, E. y GÓMEZ JARABO, G. y otros, op. cit., págs. 352 y ss.
291
núm. 12-13, Madrid). Cfr. TURÓN GIL, V.J., en: VALLEJO, J., op. cit., (4^ Ed.), págs. 701 y ss. Vid. el
Sobre los trastornos sexuales, inconscientes, unas veces, compensatorios, otras (vg- denominado por MAEK y ERVIN, «síndrome de descontrol» (Violence and the
donjuanismo) —en las neurosis— vid. POCH, J., en: VALLEJO, J., BULBENA, A. Brain. 1970, Harper and Row, New York).
292
y otros, op. cit., (reimpresión de 1983), págs. 328 y ss. (¡¡/¡A ,Í,Í!*>HJ Cfr. DSM.IV, cit., pág. 626. rm.'Trrjiv' n.tj i'ih o <n)«j( j .t .n ¡.s
293
289
Así, GARCÍA ANDRADE, J.A., op. cit., pág. 129. , ,;dín ía li' JVÍ¡IÍ«,;:!Í; Vid. DSM.IV., cit., ibidem. . • - PÍ» /i''(b . - .^ • . •, n
622 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 623
Común a todos estos trastornos en el control de los instintos e Impulsos es la entre otros muchos delitos, puede cometer quien padece un trastorno antisocial de
existencia de desórdenes psicopatológicos, condicionamientos psicosociales apren- la personalidad y actúa con arreglo a un patrón general desviado^^^.
didos y factores genético-hereditarios. Lo que apunta a una base común f isiopatológica
relacionada con mecanismos neuronales de la afectividad y los instintos en la que La piromanía se caracteriza por u n patrón de comportamiento que
se implican los diversos núcleos del sistema límbico^^'*. Desde un punto de vista
61B'
neuroquímico, parece que el sistema serotoninérgico está relacionado con la
lleva a provocar incendios por puro placer, gratificación o liberación de
,89Í génesis de los impulsos y la incapacidad para controlarlos en determinadas la tensión. El pirómano ejecuta múltiples incendios, siempre de forma
ílÜf situaciones^*'^. deliberada y meticulosa, muy elaborados. Experimenta u n a activación
emocional excepcional antes de cada episodio; exhibe un a llamativa
El trastorno explosivo intermitente puede explicar algunos delitos fascinación o atracción por el fuego y su parafernalia. Suelen ser testigos
contra la vida y la integridad en forma preterintencionaP^'^. de excepción y vigilantes regulares del fuego en sus vecindarios, o
voluntarios decididos para colaborar espontáneamente en las labores de
"•"La cleptomanía se caracteriza por un a dificultad recurrente para extinción. Experimentan un a sensación de bienestar, alivio o liberación
resistir el impulso de robar objetos que no son necesarios para el uso de aquella tensión cuando contemplan complacidos el fuego y sus efectos
personal o por su valor monetario. El cleptómano experimenta el devastadores o participan en sus consecuencias. Provocan, pues, el
impulso de robar como egodistónico, y es consciente de que se trata de fuego, por placer y gratificación, no por móviles lucrativos, ni políticos;
una acto equivocado y sin sentido. Suele temer su arresto, y se siente ni por cólera o venganza, ni por resentimiento; ni para ocultar u n a
deprimido o culpable del delito. No planifica éste, ni ejecuta el delito de actividad delictiva previa, ni como respuesta a ideas delirantes o
forma cautelosa y elaborada. Actúa sólo, sin cómplices. Experimenta alucinaciones^"". /,ieiiifitó)(ae.«#0,sto:Qa«9t(ie(9qBSiBftt?b0^
una sensación creciente de tensión antes del robo, seguida de bienestar,
alivio o liberación u n a vez ejecutado^^^. El cleptómano no usa lo que j La piromanía es un trastorno más usual en el varón. Constituye un problema
BJ '
relevante en la infancia y en la adolescencia (más del 40% de las personas
sustrae porque no lo necesita, ni tiene especial valor, lo devuelve
arrestadas en los EEUU, por piromanía son menores de 18 años), aunque se estima
inesperadamente o acumula^^*. infrecuente durante la niñez. La provocación de incendios durante la juventud parece
Se trata de un trastorno más frecuente en la mujer. Aparece asociado, a menudo, más propia de trastornos disocíales que de comportamientos de piromanía en
ala ansiedad, depresión (trastorno depresivo mayor) y trastornos de la personalidad. sentido estricto. El diagnóstico de piromanía no debe establecerse cuando el
i,^ No debe confundirse con los robos ordinarios (finalistas) y sustracciones de incendio sea consecuencia de un deterioro del juicio asociado a demencias, retraso
escasa entidad en los comercios. Ni con los frecuentemente cometidos por niños mental o intoxicación por ciertas sustancias. Tampoco cuando la provocación del
.,, para llamar la atención de los adultos. Ni con las infracciones patrimoniales del fuego se explique como conducta característica de trastornos disocíales, de episo-
dios maníacos, o como respuesta a ideas delirantes o alucinaciones (vg.
„, psicotico, secundarias a delirios y alucionaciones, como sucede en episodios
esquizofrenias)^"^
maníacos (vg en la esquizofrenia) o en las demencias. Ni con los hurtos y robos que,
Las tendencias pirómanas tienen un comportamiento filo y ontogenético que
• ,<aq gví teínem oniot?£•:oiíc -iDB.oiteseiqel loq supiiq/ysaov^aeiQ^ puede constatarse en niños normales durante ciertas etapas del desarrollo5°^
Cfr. CABRERA FORNEIRO, J. y FUERTES ROCAÑÍN, J . C , op. cit., pág. 313, cit. 299
a DE LA GÁNDARA. Cfr., DSM.IV, cit., pág. 629; CABRERA FORNEIRO, J. y FUERTES ROCAÑÍN,
295
Cfr. CABRERA FORNEIRO, J. y FUERTES ROCAÑÍN, J . C , op. cit., ibidem. J . C , op. cit., págs. 315 y ss.; GARCÍA ANDRADE, J.A., op. cit., pág. 372, quien
296
Vid. CABRERA FORNEIRO, J. y FUERTES ROCAÑÍN, J . C , op. cit., pág. 315. subraya las explicaciones psicoanalíticas de la cleptomanía (op. cit., pág. 371 y 372).
300
297
Sobre la cleptomanía, vid.: TURÓN GIL, V.J., en: VALLEJO, J., op. cit., (4^ Ed., Vid. DSM.IV, cit., pág. 630; CABRERA FORNEIRO, J. y FUERTES ROCAÑÍN,
2000), pág. 704; McELROY, S.L., Hudson, J . I , Pope, H.G., y cois.: Kleptomania J . C , op. cit., págs. 316 y 317; TURÓN GIL, V.J., en: VALLEJO, J., op. cit., (4^ Ed.,
clinical characteristics and associated psychopatology, en: PsicoL. Med., 21 (1991)) del 2000), pág. 707; KOSON, D.K., y DVOSKIN, J.: Arnostic study, 1982, Bull. Am.
págs. 93 y ss. Acad. Law, 10, págs. 39 y ss.; BARNETT, W. y SPIZTER, M., Pathological fire-
Cfr. DSM.IV, cit., pág. 628; CABRERA FORNEIRO, J. y FUERTES ROCAÑÍN, setting 1951-1991: a review, en: Med. Sci. Law, 1994. 34 (1), págs. 4 y ss.
301
J . C , op. cit., págs. 3 15 y ss.; GARCÍA ANDRADE, J.A., op. cit., pág. 371, quien Vid. DSM.R^, cit., págs. 630 y 631: CABRERA FORNEIRO, J. y FUERTES
enfatiza como específico del comportamiento del cleptómano la angustia y 1^ ROCAÑÍN, J . C , op. cit., pág. 316.
302
conducta compulsiva derivada de ella. Vid. CABRERA FORNEIRO, J. y FUERTES ROCAÑÍN, J . C , op. cit., pág. 316.
624 ANTONIO GAECIA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 625
aportando la teoría psicoanalítica diversas explicaciones de la «angustia del fue- enfermedades médicas relacionadas con el estrés (úlceras, hipertensión,
go»^°^, y de la fascinación por el fuego.
migraña, etc.f°^.
El juego patológico debuta pronto en los adolescentes varones, y más tarde en
Eljuego patológico (ludopatía) se caracteriza por u n comportamiento las mujeres. Aunque algunos ludópatas caen atrapados desde su primera apuesta,
de juego desadaptado, recurrente y persistente, que altera la vida lo usual es que el curso de la adicción sea más insidioso. El patrón de juego puede
personal, familiar o profesional del enfermo. ser regular o episódico, y el curso del trastorno, crónico. En general, se constata una
progresión en la frecuencia de juego, la cantidad que se arriesga, la preocupación
aoiofw ^1 iLKJópata experimenta una significativa preocupación por el juego, reviviendo por el juego y las necesidades de financiación. La necesidad imperiosa de jugar
experiencias pasadas de juego, planificando la próxima aventura, o pensando la aumenta en los períodos de estrés o de depresión^"^
forma de conseguir el dinero que necesitará para volver a jugar. Muchos de ellos
afirman que buscan acción (estado de activación, de euforia) más que dinero. Sólo
al aumentar sus apuestas o incrementar los riesgos consiguen producir y mantener En todo caso, la pérdida de juicio crítico y el juego excesivo pueden
los niveles de excitación deseados. Los ludópatas, por lo común, continúan jugando aparecer en episodios maniacos, y en trastornos antisociales de la
a pesar de los muchos intentos y esfuerzos por controlar su adicción, sintiéndose en personalidad, lo que descartaría la genuina ludopatía^"**.
todo caso irritables e inquietos cuando tratan de abandonar ésta. A veces el juego
es una estrategia para escapar de sus problemas o para liberarse de la disforia que El retrato del jugador compulsivo h a sido descrito por LESIEUR
padecen (depresión, culpa, ansiedad, etc.). Aunque todos los jugadores pueden
siguiendo el simil del cazador cazado, del pescador envuelto en sus
hacerlo durante cortos períodos de tiempo, los ludópatas se caracterizan porque
juegan a medio plazo, no siendo extraño que en alguna ocasión pretendan enjugar propias redes^°''.
todas sus pérdidas de una sola vez abandonando su habitual estrategia de juego. En una primera fase, el individuo descubre el juego, acaso por azar (variables
Para ocultar su ludopatía, el enfermo miente a su familia y terapeutas. Cuando su «fe» culturales) y se siente fascinado, excitado por aquel (aprendizaje bio-psico-social).
dinero y crédito no le permiten financiar el juego, surgen los comportamientos Una eventual ganancia puede operar como refuerzo positivo, favoreciendo la
ffím' antisociales de carácter instrumental (vg.: falsificación, fraude, estafa, robo, etc.). La adopción de la conducta. Al principio, el sujeto todavía juega por diversión. Después,
dependencia del juego a menudo le hace comprometer o perder más de una relación ^''^^ progresivamente, el juego se convierte en una necesidad, primero psicológica, y
interpersonal, algún trabajo, oportunidad laboral, etc.^"" "^H luego económica y social. Se pasa, entonces, de la fase de inducción a la fase de
aoe consolidación. El individuo siente la necesidad de jugar en pos de una excitación, un
No se debe confundir el juego patológico con el juego social ni con el estado vivencial concreto (genuina dependencia) y del reto que el juego plantea a
3v SU amor propio. Pero además tiene que jugar para alimentar la ansiedad y la tensión
juego profesionaP°^. El juego social tiene lugar entre amigos y compañe- que genera su propia querencia^^".
ros, su duración es limitada, y las pérdidas, previamente determinadas,
aceptables. En el juego profesional los riesgos son limitados, y la La delictogénesis del juego plantea en la actualidad un grave proble-
disciplina, capital. : ""r;:,'"" ' ^
ma social. El ludópata, en expresión de LESIEUR^", tiende a convertir-
La ludopatía es un trastorno más usual en el varón. Suele asociarse se •" ti ,:;
a trastornos depresivos, siendo significativo el porcentaje de ludópatas
que intentan conductas suicidas. El ludópata parece predispuesto a
^°'^ Cfr. DSM.IV, cit., pág. 632. Se estima que u n 20% de los ludópatas han intentado
el suicidio. Y que 1/3 de los ludópatas son mujeres. Consta, también, una elevada
i ^ i í l í • / t r í / .ftl tu'Jííai
VI Me comorbilidad de la ludopatía con abuso y dependencia de ciertas sustancias y con
5°5 Vid. GARCÍA ANDRADE, J.A., op. cit., pág. 374. '•h.-^^R.,- el trastorno antisocial y límite de la personalidad (Vid. CABRERA FORNEIRO, J.
^o" Vid. DSM.IV, cit., pág. 632. Consultar: GONZÁLEZ IBÁÑEZ, A., en: VALLEJO, J-, y FUERTES ROCAÑÍN, J . C , op. cit., pág. 317)..
op. cit., (4^ Ed., 2000), págs. 714 y ss. '"' Vid. DSM.IV, cit., pág. 633. '^^ "^^^"'"^^ '"'* -'^'
^°^ Sobre la distinción, vid. GARCÍA ANDRADE, J.A., op. cit., págs. 376 y 377; DEL ^"' Cfr. DSM.IV, cit., ibidem.
TORO, A., La imputabüidad del ludópata, Madrid, 1990, Centro de Estudios '^"^ Cfr. ESBEC RODRÍGUEZ, E., GÓMEZ JARABO, G. y otros, op. cit., pág. 353,
"' Judiciales; ESBEC RODRÍGUEZ, E., GÓMEZ JARABO, G., op. cit., págs. 356 y ss.; citando a Lesieur.
^ DSM.IV, cit., pág. 633. Sobre la ludopatía, vid.: IBÁÑEZ CUADRADO, Angela y ^^° Vid. ESBEC RODRÍGUEZ, E., GÓMEZ JARABO, G. y otros, op. cit., ibidem.
' SAIZRUIZ, J.,La]udopatía: una nueva enfermedad. Edit.Masson, 2000; también: ^" LESIEUR, H.R., The Case, Career of the compulsive gamler, 1984, Schenkman
GONZÁLEZ IBÁÑEZ, A., El juego patológico, en: VALLEJO, J., op. cit., {4- Ed., PublishingCompany, Cambridge. Cfr. ESBEC RODRÍGUEZ,E., GÓMEZ JARABO,
2000), págs. 714 y ss. G. y otros, op. cit., pág. 353.
626 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 627
se en maestro de la conducta precriminal. En efecto, en un principio el a») A mediados del pasado siglo más de doscientos términos distintos e incluso
jugador compulsivo delinque para solventar sus deudas y financiar el contrapuestos se utilizan como sinónimos de psicopatía, atribuyéndose casi sesenta
juego. P a r a ello explota a su familia, a sus amistades, a la empresa, etc. características diversas a la personalidad psicopática y más de una treintena de
comportamientos han llegado a asociarse a esta anormalidad, según CASON^i=.
Atrapado en su juego, realiza comportamientos que sorprenden al Psicopatía, sociopatía y personalidad antisocial, suelen emplearse como sinóni-
propio ludópata y le ocasionan un profundo abatimiento del que éste no mos, mereciendo amplio reconocimiento la definición que ofrecía inicialmente el
sabe salir más que ... jugando. Solo en u na fase ulterior de su adicción DSM III (Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders), de la Asociación
abandonará sus fantasías, aceptando que las supuestas ganancias que Americana de Psiquiatría: «el término (psicópata) se reserva a individuos que están
básicamente sin socializar y cuyos patrones de conducta les llevan a continuos
espera del juego no le permitirán reparar los daños inmensos que su conflictos con la sociedad. Son incapaces de una lealtad relevante hacia individuos,
enfermedad h a ocasionado a terceros, y a sí mismo^^^. grupos y valores sociales. Son extremadamente egoístas, insensibles, irresponsa-
• l ' - ! f ••<) i;
bles, impulsivos e incapaces de sentirse culpables y de aprender de la experiencia
del castigo. Su nivel de tolerancia de frustraciones es bajo. Tienden a culpabilizar a
10') Las p s i c o p a t í a s o trastornos de la personalidad. Desde que los otros o a racionalizar de modo plausible su propia conducta»^^^
Muy conocida es, también, la fórmula de SCHNEIDER quien definía las perso-
en 1896 definiera KRAEPELIN la personalidad psicopática, la doctrina
nalidades psicopáticas como aquéllas que por su anormalidad sufren o hacen sufrir
psiquiátrica ha polarizado en torno a esta categoría buena parte del a la sociedad^^^
debate científico. E n el momento de verificar posibles conexiones entre ,lBno? Las numerosísimas tipologías existentes^^^ tampoco han contribuido a clarificar
anomalías o trastornos psíquicos y crimen, el concepto de psicopatía ha Bbr.m el concepto de psicópata, que sigue siendo impreciso (vg. DI TULLIO, CATALANO
bBbio Y CERQUETELLI, KAHN, GÓPPINGER, etc.), a pesar de los esfuerzos doctrinales
ocupado un papel estelar, a pesar de que su delimitación no concite
-iínsq de algún autor3i9.
precisamente consenso alguno (con razón se ha dicho que no existe «el»
psicópata^'^^ ni dos psicópatas iguales): el número y heterogeneidad de
las personalidades psicopáticas (tipologías), la etiología muy diversa (1988); CLEGKLEY, H., The mask ofsanity, S. Luis: Mosby (197&); COOKE, et. a l :
que se atribuye a tales cuadros clínicos y los rasgos de la personalidad Psychopathy: Theory, research and implications, Dordrecht: Kluwer; DOLAN, B. y
COID, J., Psychopathic and antisocial personality disorders, Londres (1993),
descritos en cada caso demuestran la complejidad del problema^". Gaskell; VALDES, M., Trastornos de personalidad, en: VALLEJO, J., op. cit., (4-
Ed., 2000), págs. 571 y ss.
nóisriéffS! _ ..,„ , ^^^ Vid., MIRALLES, M.T., El pensamiento criminológico, L, cit., pág. 83. De hecho,
desde que en 1899 Kraepelin contemplara los «estados psicopáticos» como una de
las trece categorías básicas de su célebre clasificación, casi todas las tipologías de
^^'^ Vid. ESBEC RODRÍGUEZ, E., GÓMEZ JARABO, G. y otros, op. cit., pág. 355. la primera mitad del pasado siglo se refieren, de uno u otro modo, a las «psicopatías»,
^^^ En este sentido, GÓPPINGER, H., Criminología, cit., pág. 167. «sociopatías» o «personalidades anómalas». Cfr,, POCH, J., en: VALLEJO, J.,
^^* Sobre el problema, vid., de especial interés: t r a s t o r n os de la personalidad: una BULBENA, A. y otros: Introducción a la Psicopatología, cit., (reimpresión de 1983),
perspectiva psicobiológica. Por: BERNARDO, M., ROCA, M., Barcelona, 1998 págs. 394 y 395.
(Masson). BOURGOIN, St., Asesinos. Edit. Planeta, 1993 (Barcelona); GARRIDO ^^^ DSM {Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders, 1968 (2- ed.),
GENOyÉS, V., El Psicópata, Edit. Algar, 2^ Ed., 2000; ORTIZ VALERO, T., Washington, D.C., pág. 41.
LADRÓN DE GUEVARA, J., Lecciones de Psiquiatría forense, Edit. Gomares ^'^ SCHNEIDER, K, Klinische Psychopatologie, 1971 (3^ Ed.), Stuttgart, pág. 17. El
(Granada), 1998; RAINE, A., SANMARTÍN, J., Violencia y psicopatía. Estudios autor distinguía hast a diez clases de personalidades psicopáticas (hipertímicos,
sobre violencia. Edit. Ariel, 2000; ALBERGA LORENTE, R,, Psicopatías y delin- deprimidos, miedosos, fanáticos, vanidosos, lábiles, explosivos, fríos, abúlicos y
cuencia, en: Los delincuentes mentalmente anormales. Madrid, 1961-1962 (Facul- asténicos).
tad de Derecho); ZALBA, M., Personalidades psicopáticas, en: Curso de ^^* Cfr., GARCÍA-PABLOS, A., Criminología. Una introducción a sus fundamentos
neuropsiquiatría forense y criminología. Escuela de Medicina Legal. Madrid, 1955 teóricos, 4^ Edición (2001), pág. 282..
(MarbanEdit.), págs. 335 y ss.; POCH, J., en: VALLEJO, J., BULBENA, A., GRAU, ^^^ Así, CRAFT, M. (Psychopatic Disorders and Their Assessment, 1966, Londres
A., POGH, J. y SERRALLONGA, J., Introducción a la psicopatología y psiquiatría, (Pergamon) después de revisar el desarrollo histórico de esta categoría ta n ambi-
cit. (Reimpresión de 1983), págs. 653 y ss.; MACK, J.E., Estados límite en gua, concluye que dos son los rasgos distintivos de una personalidad psicopática:
Psiquiatría. Barcelona 1977), Ed. Toray; CABRERA FORNEIRO, J. y FUERTES una incapacidad para responder emocionalmente en situaciones en las que se
ROGAÑÍN, J.G., Psiquiatría y Derecho, cit., Cauce Ed., Madrid (1997), págs. 331 y esperaría alguna respuesta, tratándose de u n a persona normal; y una irresistible
ss.; GARCÍA ANDRADE, J.A., Psiquiatría Criminal y forense, cit., Madrid (1993), tendencia a actuar impulsivamente. De donde derivarían otros rasgos secundarios:
Edit. Cera, págs. 147 y ss.; MELOY, R., Thepsychopathic, Northvale, NJ.: Aronson agresividad, ausencia de sentimiento de culpa, falta de motivación o pulsión
positiva, no influenciabilidad por el temor al castigo, etc.
628 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 629
b») En este sentido, CRAFT^^", después de revisar el desarrollo del En el área emocional interpersonal destacan la locuacidad y encanto superficial
concepto de «psicopatía», h a concluido que existen dos rasgos distintivos del psicópata. Su egocentrismo y grandioso sentido de la propia valía, narcisismo y
elevada autoestima son, también, rasgos característicos del mismo. Así como su
de la personalidad psicopática (primarios): un a incapacidad de respon- total ausencia de remordimiento y sentimiento de culpa, y su falta de empatia o
der emocionalmente en situaciones en las que esperaría u na respuesta capacidad de ponerse en lugar de los demás y apreciar los sentimientos de éstos.
tratándose de un individuo normal, y u n a irresistible tendencia a actuar El psicópata es un manipulador nato, miente y engaña con convicción, e incluso sin
impulsivamente. De tales características primarias se derivarían otras necesidad. Y padece un déficit muy relevante de afectividad que le incapacita para
secundarias: agresividad, ausencia de sentimiento de culpa, imposibili- sentir de modo profundo y sincero las emociones humanas: ni siquiera muestra su
organismo respuestas psicofisiológicas asociadas al miedo o la ansiedad.
dad de ser influido por el castigo o por consecuencias aversivas del En cuanto a los aspectos más característicos del estilo de vida del psicópata,
comportamiento antisocial y u na falta de motivación o pulsión positiva. llama la atención la particular impulsividad de éste, consecuencia más de su deseo
permanente de alcanzar la satisfacción inmediata que del carácter o temperamento
También, Garrido Genovés llega a idénticas conclusiones al revisar del psicópata. El psicópata exhibe un deficiente control de la conducta, actúa, sin
el concepto de psicopatía a la luz de las más recientes investigaciones más, pasa a la acción sin que funcionen los mecanismos inhibitorios que permiten
psiquiátricas. a los demás humanos frenar sus tendencias agresivas. Necesita, por otra parte, una
301
excitación continuada e increscendo, mostrando un hambre desmesurada por vivir
La investigación revela que la psicopatía se compone de dos tipos de constela- nuevas sensaciones, incompatible con una vida normal y rutinaria. No asume sus
%^ ciones de rasgos (o dimensiones). La primera incluye el áreaemocional o interpersonal, responsabilidades (vg. las familiares) ni le preocupa la repercusión negativa de su
es decir, todos aquellos atributos personales que hacen que el sujeto se desentienda comportamiento en terceras personas de su entorno. La carrera del psicópata se
de su componente más básicamente humano, o lo que es lo mismo, su capacidad inicia en la infancia, manifestando signos muy precoces de destrucción y violencia
para tratar bondadosamente a los otros, su capacidad de sentir pena o arrepenti- de modo persistente, sorprendiendo su percepción positiva de actos crueles hacia
prt". miento y su potencial para vincularse de una manera realmente significativa (o los demás. Estos y otros rasgos hacen del psicópata un individuo especialmente
«sentida») con sus semejantes. El sujeto con estas carencias es alguien profunda- preparado para acometer las empresas criminales más absurdas y para ejecutar
mente egocéntrico, manipulador, mentiroso y cruel. La segunda constelación de loq
1. í.
delitos con una violencia desproporcionada y gratuita.
rasgos remite a un estilo de vida antisocial, agresivo, donde lo importante es sentir ast.r
Semejantes son las conclusiones de HARE^^^ y de ALBERP^^. Tan sólo habría
tensión, excitación, sin más horizonte que el actuar impulsivo y dictado por el ,8o:
que distinguir dos subgrupos básicos de psicópatas: el sociópata primario o
capricho o los arrebatos. La persona resultante se comporta de modo absurdo, sin 9b i-
ideopático (de CLECKLEY) y el psicópata neurótico (acuñado por CRAFT) o
que parezca obtener nada valioso de sus actos, con poco autocontrol y ninguna meta olnif
sintomático3^^ para delimitar los contornos de esta categoría en la opinión «oficial»
que «parezca lógica» a la vista^^^. . -xiy, '.Í,Í}^V\ UX ,.; te. ,<: que se comenta.
«íh : i / í r r f c i ^ r t n n rtrítirricits-; ^ Oí.' ne •m^ ..efíi
El autor distingue constelaciones de rasgos (o dimensiones) propios Según ésta, por otra parte, existe u n a correlación indiscutible entre
de la psicopatía en el área emocional/interpersonal y lo que denomina psicopatía y delincuencia, empíricamente constatada^^*^. Pues aun cuan-
aspectos del estilo de vida del psicópata^^^. „ ,,. , do las investigaciones hasta ahora realizadas deben completarse con un
más matizado análisis factorial, la imagen de u n prototipo de delincuen-
-,{•«',' " ! » i W ^ « ! > , J \ r ' i B ' í « - H f i ' l p •Hl-iMnWH-^ U-J'5*>Rft'fw.\?/U«<,r •'»
te mal socializado, extravertido, neurótico e impulsivo goza de gran
320 predicamento, así como la hipótesis de que los psicópatas representan.
CKAFT, M., Psychopatic disorders andtheir assessment, Londres, 1966 (Pergamon).
Véase, por todos, el libro editado por DAVID COOKE et al.,(1998) Psichopathy:
Theory, research and implications, Dordrecht: Kluwer. Robert Haré (1991) ha
creado el Haré Psychopathy Checklist Eevised (PCL-R) para evaluar estas dos •i i<\ rt+riof fi.-í Q Tf fii'í rr.' ••> ish RfttK-iíiT .tíll'IAY
dimensiones o constelaciones de rasgos (Toronto Multihealth Systems). Otras
obras interesantes para estudiar la personalidad y estilo de vida del psicópata son HARÉ, R.D., A Conñict and Learning theory analysis of psychopatic behavior, en:
las siguientes: B. DOLANy J. COID (1993), Psychopatihic and antisocial personality Journal of Research in Crime and Delinquency, 1965, 2(1965), págs. 12 a 19.
disorders, Londres: Gaskell: D.T. LYKKEN (1984), «Psychopathic personality», en ALBERT, R.S., BRICANTE, T.R. y CHASE, M., The Psychopatic personality: a
Encydopedia ofPsychology (pp. 165/167), Nueva York: Wiley; J.R. MELOY (1988), content analysis of the concept, en: Journal of General Psychology, 1959,60 (1959),
Thepsychopathicmind,lS¡ort-v&le,'N.J.:Aionson;W.McCOED(1982y.Thepsychopath
págs. 17 a 28.
and melieu therapy, NY.: Academic Press; Cfr., GARRIDO GENOVÉS, V., El Vid. AUBREY, J. YATES, Terapia del Comportamiento, 1980 (5^ reimpresión),
psicópata. Un camaleón en la sociedad actual. Algar Editorial, 2000, pág. 34. México, Ed. Trillas, pág. 241.
322
Resumo la exposición que efectúa el autor en las páginas 35 a 49 de la obra citada. Cfr. AUBREY, J. YATES, Terapia del Comporamiento, cit., pág. 251.
630 TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 631
ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA
327
Vid. AUBREY, J. YATES, Terapia del Comportamiento, cit., pág. 251. 334 GÓPPINGER, H., Criminología, cit., págs. 173 y ss.
Cfr. POCH, J., en: VALLEJO, J., BULBENA, A. y otros: Introducción a la 335 Vid. GARRIDO GENOVÉS, V., El psicópata, cit., págs. 97 y ss., cuya exposición
Psicopatología, cit., (reimpresión de 1983), págs. 394 y 395.
sigue el texto.
Vid. MIEALLES, T^, en: El pensamiento criminológico, cit.. I, pág. 82. 336
330 Contra la distinción entre psicópatas primarios (concepto clásico) y psicópata
SCHNEIDER, K., KlinischePsychopathologie, 1971 (3^ ed.), Stuttgart, pág. 17. Cfr.
secundario (más inestables emocionalmente y capaces de experimentar angustia y
GÓPPINNGER, H., Criminología, cit., págs. 174 y ss. -Sobre la aportación de.K.
ansiedad), GARRIDO GENOVÉS, V., quien parte de una caracterización gradual
SCHNEIDER, vid. SCHNEIDER, H.J., Kriminologie, cit., págs. 382 y ss.
I
y polimorfa de la psicopatía (op. cit., págs. 104 y 105). „
Cfr., MIRALLES, T-, en: El pensamiento criminológico, cit., pág. 82. En este sentido, CLECKLEY {The Mask ofSanity, pág. 350), cit. por GARRIU'-'
332
Cfr., MIRALLES, T-, en: El pensamiento criminológico, cit., pág. 82.
GENOVÉS, V. (op. cit., pág. 108).
GÓPPINGER, H., Criminología, cit., págs. 173 y ss. ,^ - - -i-
632 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 633
muchos psicópatas parecen indiferentes a los logros de los demás, sienten rara vez nervioso autónomo (nivel de activación cortical) lo demostrarían según EYSENCK,
envidia y su necesidad de ser admirados es menor, mientras los narcisistas pocas
MEDNICK, etc.^''».
veces tienen un historial delictivo o antisocial acusado como sucede con los
psicópatas. En cuanto a las investigaciones empíricas, con grupo de control o sin él
(población reclusa) dirigidas a comprobar la relación psicopatía-criminalidad, sus
El trastorno antisocial de la personalidad (propio del delincuente habitual, de
-ni prolongado historial criminal, que vive en un submundo marginal) solo recoge las
resultados —equívocos, desconcertantes e incluso contradictorios— dan pie a toda
-19 suerte de interpretaciones^''^ La discusión científica sobre el problema sigue, pues,
características esenciales de los aspectos conductuales de la psicopatía, no sus
aoí abierta^"^.
dimensiones o rasgos de la personalidad. No todos los sujetos que padecen el
trastorno antisocial de la personalidad son necesariamente psicópatas.
Como advierte CLECKLEY^^^ no debe confundirse el psicópata ni con el 1") En los últimos lustros se aprecia u n a decidida tendencia a
036
oportunista sin escrúpulos ni con el delincuente habitual. comprobar empíricamente el correlato fisiológico de las psicopatías.
El oportunista sin escrúpulos, que no tiene por qué presentar las otras caracte-
rísticas del psicópata, a menudo logra asentarse económicamente con provecho Aunque dicha verificación no pueda estimarse conseguida, si h a n
(vg. los que progresan por las jerarquías de la mafia). El psicópata, por el contrario, adquirido g r a n p r e d i c a m e n to a l g u n a s hipótesis ( e s t r i c t a m e n te
por su aversión a las reglas, difícilmente encaja bien en estructuras férreas. fisiopatológicas o biosociales) que creen hallar el sustrato de las
Delincuente habitual y psicópata tampoco son conceptos equiparables. Siguien-
OtÓÉJ psicopatías en el sistema nervioso autónomo o vegetativo, en el nivel de
do a CLECKLEY, el psicópata típico^^^ rara vez se aprovecha de los beneficios que
-Bqr
genera por el delito, y casi nunca se implica de modo consistente en la carrera activación cortical del individuo («arousal») o incluso en disfunciones
-lote
criminal; en comparación con el mismo, el infractor habitual parece una persona neurofisiológicas.
tenaz, al menos en sus propósitos antisociales. El delincuente habitual persigue
,ooif
objetivos comprensibles, aunque con medios y procedimientos rechazables. El Precisamente por ser la personalidad psicopática u n caso «extremo»,
afile límite, ha sido el campo preferido de numerosas investigaciones empí-
psicópata, por el contrario, pretende metas no siempre asumióles, comprensibles
nsc por los demás, e incluso a menudo comete el delito sin lograr ventaja material alguna. ricas dirigidas a contrastar los más dispares modelos teóricos explicati-
El delincuente común suele protegerse a sí mismo, el psicópata no pocas veces se vos de la criminalidad. Así, por ejemplo, las de EYSENCK (modelos
3EI
pone en situaciones que le perjudican y actúa de forma notoriamente insensata, y
.OlÍ3 biológico-conductuales o de condicionamiento del proceso de socializa-
sin necesidad alguna. El psicópata no suele cometer crímenes muy graves, ni
ofKr ción) —cuya hipótesis ha revisado, entre nosotros, PÉREZ SÁNCHEZ—
ingresa por largo tiempo en prisión. Es cierto que los criminales muy violentos y
S;£Q
crueles tienen una elevada probabilidad estadística de ser criminales psicópatas, y TRASLER (ambas se exponen en el capítulo XIV, II, a, b y c); las
B1RC
pero la mayoría de los psicópatas no se convertirán en este tipo de sujetos. Del realizadas en el campo neurofisiológico, por A. J. RABIN y otros muchos
Obi;'
mismo modo, hay criminales violentos cuya agresividad es producto de un largo sobre d i s f u n c i o n e s c e r e b r a l e s m í n i m a s ( M E D ), a n o m a l í a s
aprendizaje en determinadas subculturas y no de rasgos psicopáticos de la perso-
Sí o-
nalidad. Por último, el psicópata no «pone su corazón» en el delito. Salvo subtipos electroencefalográñcas (EEG abnormality: «ritmo delta», «ritmo lento»,
Of¡:C: ^ ' j ¡ ív-'í !??ííiiJ3fV •
muy concretos (vg. el criminal en serie), el delito característico del psicópata se
percibe por éste como un mero accidente, como algo que ha de suceder,
m-k.ym
Una información sobre las investigaciones que creen haber hallado dicho correlato
d») La personalidad psicopática, plantea hoy, entre otros, dos proble- orgánico en el sistema nervioso autónomo o vegetativo, en el nivel de activación
mas fundamentales: su supuesto correlato orgánico o fisiológico, cuya cortical del individuo («arousal») o en disfunciones neurofisiológicas, en: GARCÍA-
verificación h a n i n t e n t a d o numerosos autores ; y la relevancia PABLOS, A., Tratado de Criminología, cit., 2- Ed., págs. 541 y ss. (estudios de
EYSENCK, MENDNICK, TRASLER, RABIN, SIDDLER, VOLAVCA, etc.).Vid.,
criminógena de la misma.
recientemente: GARRIDO GENOVÉS, V., El psicópata, Algar Editorial, págs. 65
La existencia de un condicionamiento biológico o sustrato orgánico de la y ss.
n.wj psicopatía parece haberse comprobado por investigaciones neurofisiológicas y Una información sobre la inabarcable bibliografía existente al respecto, en:
biosociales. Ciertas anomalías cerebrales (ritmo delta, ritmo lento, etc.) y del sistema GÓPPINGER, H., op. cit., págs. 172 y ss.; SCHNEIDER, H., H.J., op. cit., págs. 388
y ss.
idoxag'Si',; La imprecisión del concepto de psicopatía (el sinñn de definiciones de esta entidad
gnosológica), el déficit empírico y cuestionabilidad metodológica de muchas de las
^^^ The Mask ofSanity, pág. 34, cit. por GARRIDO GENOVÉS, V. (op. cit., pág. 100). investigaciones realizadas y la equivocidad de los resultados obtenidos (necesitados
^"^^ The Mask ofSanity, cit., págs. 261 y 262 (Cfr. GARRIDO GENOVÉS, V., op. cit., siempre de u n a interpretación) hacen, por fuerza, problemática la relación entre
págs. 100 a 102). psicopatía y criminahdad. Cfr., GARCÍA-PABLOS, A., Tratado de Criminología, 2^
Ed., cit., pág. 544.
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 635
634 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA
que segregan soluciones que favorecen dicha conductancia). Pero no sólo esto. Se
etc.), etc., y sobre todo, los recientes estudios sobre el sistema nervioso han comprobado igualmente que, comparando las respuestas del sistema
autónomo o vegetativo (ANS) del propio EYSENCK, MEDNICK, neurovegetativo de reclusos psicópatas y de reclusos no psicópatas una vez
SIDDLE, etc., que operan con conceptos como el «nivel de estimulación estimulados ambos de antemano, por vía experimental, el sistema neurovegetativo
cortical», «SCR» («skin conductance-recovery») indicadores del grado de de los reclusos psicópatas reacciona de una manera menos espontánea, tanto antes
como después de ser estimulado; y que, desde luego, ante estímulos provocados,
actividad del sistema nervioso. como ruidos, descargas eléctricas, etc., la respuesta es acusadamente inferior a la
Al estado actual de nuestros conocimientos científicos sobre las del individuo medio no psicópata. De donde podría inferirse que los psicópatas
exhiben una capacidad de reacción o respuesta a las sensaciones muy inferior a la
personalidades psicopáticas se refiere u n importante trabajo de de los no psicópatas. A una conclusión semejante se llega, también por vía
SARNOFF A. MEDNICK y JAN VOLAVKA, publicado en 19803*^ que experimental, en cuanto a la representación anticipada por el psicópata de las
revisa y evalúa aquéllos. consecuencias negativas derivadas de su acción, para sí o para terceros. La
respuesta, provocada mediante una experiencia dolorosa, del sistema neurovegetativo
Como apuntan los autores citados, la mayor parte de los psiquiatras definen al del recluso psicópata al anticipar y asociar dicha sensación, demuestra una muy
psicópata como persona sin sentimientos: no experimenta complejo alguno de culpa inferior excitabilidad emocional del mismo en comparación con la reacción del
—se piensa— por el mal que ha causado, ni vergüenza o mala conciencia. Es recluso no psicópata (vg., pulsaciones, reacción galvánica de la piel, etc.).
s b fe incapaz de aprender, de modo que la amenaza de la pena, o la imposicióri de ésta,
g^{{0 no le hacen modificar su conducta en el futuro. No puedecontrolar sus impulsos, ni
prever las consecuencias de sus actos anticipadamente. En nuestro país, GARRIDO GENOVÉS, h a resumido el resultado de
Pero la psicopatía ha dejado de ser un «valor entendido». Hoy se intenta las principales investigaciones empíricas que h a n tratado de verificar el
«om demostrar con una metodología empírica que existe un sustrato real, fisiológico, sustrato orgánico de las psicopatías, distinguiendo entre «estudios de
rnm '^^*''^s de toda personalidad psicopática.
emoción que no emplean el lenguaje» y los que si lo emplean^**.
.^ ; Como advierten SARNOFF A. MEDNICK y JAN VOLAVKA, numerosas investi-
-íjBO gaciones tratan de demostrar, mediante mediciones periféricas del sistema nervioso A los estudios que no se sirven del lenguaje para valorar las emociones
goíaí vegetativo (vg. frecuencia del pulso, presión sanguínea, respiración, conductancia (fundamentalmente, la capacidad del sujeto para anticipar miedo o ansiedad cuando
-BSÍl eléctrica de la piel, etcétera), la pobreza de sentimientos del psicópata, su muy esperan un estímulo doloroso pertenecerían los que analizan la respuesta de las
limitada capacidad de reacción sensitiva y la falta de la necesaria predisposición en glándulas sudoríparas, del ritmo cardíaco, del parpadeo, etc.
el mismo para representarse anticipadamente las consecuencias negativas que se Según tales estudios, los psicópatas experimentarían mucho menos miedo que
8BÍ :•
desprenden de su acción, para sí y para sus víctimas. los no psicópatas^''^
80 do i Uno de los indicadores favoritos en diversos estudios es el nivel de «reacción Lo demostraría, por ejemplo, la menor conductancia eléctrica de la pieP"'' del
aíúí: galvánica de la piel» o grado de conductancia eléctrica de ésta. El «detector de
' rmm: psicópata.
,«OÍfi mentiras», por otra parte, ha impulsado y facilitado numerosos trabajos al respecto, Pero los psicópatas no solo serían menos sensibles al miedo, sino que dispon-
midiendo la resistencia de la piel, que depende de la actividad, mayor o menor, de
las glándulas sudoríparas de las palmas de las manos (y aquélla, a su vez, de la zm'-e drían de un mecanismo mental hábil para desconectar las señales de miedo
procedentes del entorno, a tenor del significado descenso de la tasa o ritmo cardiaco
irritabilidad del sistema nervioso vegetativo). Lógicamente, las personas cuyo observado en los mismo ante el estímulo doloroso. Expuestos psicópatas y no
OJ: sistema neurovegetativo es muy sensible —y se halla, por tanto, a menudo en psicópatas a un sencillo experimento (en el que esperan una pequeña descarga
IV tensión— tienen una elevada conductancia eléctrica en su piel (porque la hipersen- eléctrica al final de una cuenta atrás), mientras el ritmo cardiaco se eleva en estos
He sibilidad produce una hiperactividad de las glándulas sudoríparas y la sal que éstas últimos porque los estímulos son amenazantes, dicho ritmo desciende en ios
SÍ .. segregan aumenta la conductancia eléctrica de la piel); mientras las personas poco psicópatas quienes se protegen del dolor desconectando de la ansiedad asociada
.,.hiY emocionales, insensibles, tienen una baja capacidad de conductancia eléctrica, por a la amenaza de la descarga^''^
la razón inversa. .qo,.
vtinin ob'únes. n') tiion'»u ni X}Á&^ íi'j 3d) .07
De acuerdo con estas premisas, se ha medido la reacción galvánica de la piel de
:(i'. . reclusos psicópatas, constatándose que el nivel de la misma es ligeramente inferior
que en los reclusos no psicópatas, de donde se desprendería que el psicópata 344 El psicópata, cit., págs. 68 y ss. Sintetizando las conclusiones que resultan de los
parece ser en menor medida estimulable y excitable desde un punto de vista diversos estudios, vid., pág. 82.
sensitivo. Su nivel de conductancia eléctrica es menor, porque lo es, también, la 345
El psicópata, cit., págs. 68 y ss.
respuesta de su sistema neurovegetativo (y, por tanto, la actividad de las glándulas 346 Cfr. LYKKEN, D.T., The antisocialpersonalities, 1995, Nillsdale, N.J.: Erlbaum,
dt>i
citado por GAREIDO GENOVÉS, V., op. cit., pág. B9.
_ '__ ( / . fíl )b 31í 347 Cfr. HAEE, R. y SCHALLING, D. (edits.), Psychopathic behavior: Approaches to
research, 1978 (Chichester: Wiley), cit., por GARRIDO GENOVÉS, V., op. cit., pág. 70.
^*^ Cfr. SCHNEIDER, H.J., Krimmologie, cit, pags 388 y ss \V ^ '' "^\ ¡jü
^nsr ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 637
Otras investigaciones demuestran, también, la singular respuesta del psicópata
Interesan, también, investigaciones que exploran la capacidad de comprender
ante imágenes de muy distinto contenido emocional: el individuo normal parpadea
las metáforas, es decir, ciertos recursos del lenguaje que atesoran su riqueza
mucho cuando las imágenes que observa son desagradables, y poco si las percibe
como agradables. Los psicópatas, sin embargo, parpadean lo mismo ante unas u emocional. Aquellas demuestran que los psicópatas, aún cuando usan metáforas en
otras imágenes, lo que demostraría que para ellos el valor emocional de imágenes su lenguaje engañoso y manipulador, no comprenden el profundo contenido
antagónicas sería muy similar^""'. emocional de las metáforas. Entienden el sentido literal, pero no el emocional de las
BIB frases. Metáforas que los no psicópatas valoraban muy negativamente, eran
Un último experimento evidenciaría la muy limitada capacidad el psicópata para
valoradas como muy positivas por los psicópatas, y viceversa^^l
sentir y responder a las emociones en comparación con el no psicópata, consideran-
El lenguaje incongruente del psicópata es consecuencia de la dificultad o
do la muy diferente forma de procesar ciertas imágenes y las respectivas reacciones
incapacidad de éste para captar el valor real y profundo(emocional) de las palabras,
del ritmo cardiaco, actividad eléctrica, movimiento músculos faciales, etc. En efecto,
su sentido. Por ello, el psicópata incurre en una continua incongruencia, salta de un
todo parece indicar que el no psicópata mientras imagina frases de fuerte contenido
asunto a otro, extrae conclusiones que no se infieren de su argumentación, y, desde
emotivo experimenta una aceleración de su ritmo cardiaco, su respuesta eléctrica se
ovift incrementa y muestra un sutil movimiento de sus músculos faciales. Los psicópatas, luego, es menos sensible ante las inflexiones emocionales que muestra su interlo-
yun por el contrario, no evidenciarían diferencias significativas en los indicadores citados cutor, como parece haberse constatado en estudios experimentales^^^ La incon-
gruencia del lenguaje del psicópata es un indicador del déficit semántico-emocional
I9b al representarse imágenes de muy distinto significado emotivo^"''.
que éste padece y guarda estrecha relación con la grave incapacidad del mismo para
En cuanto a investigaciones que emplean y valoran el lenguaje, para analizar las aprender de la experiencia, ya que para aprender de la experiencia la memoria ha
emociones, las actuales ciencias neurológicas han aportado una información muy de almacenar los sentimientos vividos y el psicópata fracasa en este ámbito.
sbc valiosa en torno a la actividad eléctrica cerebral mediante el uso del electroencefa-
lograma, el escáner, etc. Por último, algunas investigaciones empíricas sobre la lateridad cerebral pare-
ÍQl! cen haber demostrado que los psicópatas tienen dificultades para procesar el
Así, el electroencefalograma registra un distinto potencial evocado en el caso de
material emocional en su hemisferio derecho y que necesitan emplear ambos
psicópatas y no psicópatas que leen palabras emocionalmente neutras, positivas y hemisferios de modo menos diferenciado, lo que implica una organización más
negativas. El experimento demostraría que los no psicópatas reaccionan con mayor difusa de la actividad cerebral^'^".
rapidez y acierto ante las palabras de fuerte contenido emocional que ante las
ObOE
neutras (en el potencial evocado, las primeras y las últimas ondulaciones son más
8KÍ9
largas ante los estímulos emocionales que ante las palabras neutras). Por el 2") De los modelos teóricos más recientes explicativos de la psicopatía
contrario, los psicópatas dan la misma respuesta en rapidez y precisión de recono- destacan dos: el biológico-conductual o de condicionamiento del proceso
cimiento, y en sus potenciales evocados ante todos los estímulos, sin diferenciar las
9Up C de socialización, de EYSENCK, TRASLER y otros (condicionamiento
palabras neutrales de las de poderoso contenido emocional; es decir, no se sintieron
clásico o aprendizaje por asociación de estímulos); y el modelo biosocial
teb ~' afectados por la connotación y sentido emocional implicados en aquéllas^^".
Otros experimentos se llevaron a cabo mediante el escáner para medir la de SARNOFF-A.MEDNICK, en parte expuesto al contemplar las
-n ..ÍQ; activación cerebral (del fluido sanguíneo que circula en los diversos lóbulos) ante un investigacones realizadas sobre el sistema nervioso autónomo o
cbsm determinado estímulo (palabras neutras o palabras de alto contenido emotivo). La neurovegetativo, modelo que descansa, por el contrario, en el aprendi-
conclusión fue que los cerebros de los psicópatas mostraron mayor actividad que los
zaje operante o instrumental.
ün y cerebros de los no psicópatas ante las palabras de carga emotiva que ante las
palabras neutras; esto es, los psicópatas han de esforzarse más para reconocer y Para EYSENCK y TRASLER la conciencia es un «reflejo condicionado». El niño
procesar las palabras con carga emocional que las neutras'^^ —og<
aprende a apartarse del delito gracias a los castigos que le aplican sus padres,
eoJnc
reprimiendo así unas tendencias hedonistas y amorales innatas. Cada vez que es
,0Í16V
castigado, el niño asocia la sanción impuesta («estímulo incondicionado») a las
348 noo b
Cfr. PATRICK, C.J., Emotion and psychopathy: Starling new insights. conductas prohibidas («estimulo condicionado»), y, de este modo (aprendizaje
sjnor
Psychophysiology, 1994 (31), págs. 319 y ss. Cit. por GARRIDO GENOVÉS, V., op.
349
cit., pág. 70. (Se cita la 2- Ed., salvo advertencia en sentido contrario).
,y aa u ,ojs)«^/ ^u,
Cfr. PATRICK, C.S., CUTHBERT, B.N. y LANG, P.J., Emotion in the criminal
psychopath: Fear image processing, en: Journal of Abnormal Fsychology, 1994 ^^^ Vid. HAYES, J. y HARÉ, R.D., Psychopathy and confusión ofemotional polarity
350
(103), págs. 523 y ss. Citado por GARRIDO GENOVÉS, V., op. cit., pág. 71. during processing of metaphorical statements, original no publicado que cita
Vid. WILLIAMSON, E., HARPUR, T.J. y HARÉ, R.D., Abnormal processing of GARRIDO GENOVÉS, V., op. cit., pág. 76.
affective words by psychopaths, en: Psychophysiology, 1991 (28), págs. 260 y ss., 353
Vid. WILLIAMSON, S.E., Cohesión and coherence in the speech of psychophatic
361
citado por GARRIDO GENOVÉS, V., op. cit., pág. 74. crimináis, tesis doctoral, 1991 (British Columbia, Vancouver), citado por GARRI-
Así, Intratar et. al., Abrain imaging study of semantic and affective processing m DO GENOVÉS, V., op. cit., pág. 77.
psychopaths, en: Biological Psychiatry, 1997 (42), págs. 96 y ss., cit. por GARRIDO 354
Vid. HARÉ, R., Psychopathy, affect and behauior, pág. 126 y ss., cit. por GARRIDO
GENOVÉS, V., op. cit., págs. 74 y ss. GENOVÉS, V., op. cit., págs. 78 y ss.
638 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 639
«clásico» por asociación de estímulos) forma y desarrolla poco a poco una concien-
cia o «reacción condicionada» de miedo y ansiedad ante comportamientos semejan- ante el temor ai castigo y se recupera muy lentamente. Tal déficit del sistema
tes en el futuro; esto es, una poderosa instancia de control interno, autónoma, que neurovegetativo de los psicópatas sería, según MEDNICK, hereditario y congénito.
ofc operará en lo sucesivo como eventual factor disuasorio. Según EYSENCK, los No es necesario reiterar que este modelo teórico, muy sugestivo, carece aún de
ZB psicópatas exhiben una característica incapacidad para condicionarse derivada de verificación empírica.
HB una muy limitada actividad cortical («arousal»). En efecto, la capacidad de SARNOFF A. MEDNICK describe así la respuesta de las personalidades
condicionamiento depende de la actividad del córtex que controla el comportamiento psicopáticas: lenta recuperación del sistema neurovegetativo una vez excitado por
O i humano. Los individuos introvertidos tienen una elevada activación cortical y, por el temor (al castigo); hipoactividad congénita; planificación del comportamiento
,2t ello, unaconsiderablecondicionabilidad;porel contrario, los extrovertidos, muestran prohibido; reducida y lenta mitigación de dicho temor al castigo, escaso o nulo
nu bajos niveles de activación cortical, son más rápidos que los introvertidos en el refuerzo (recompensa) de los mecanismos inhibitorios frente al comportamiento
9b desarrollo de la inhibición reactiva, pero, también por ello, se condicionan y prohibido a causa de la pésima capacidad de recuperación del sistema
-o! socializan peor que los introvertidos en rapidez e intensidad. Los psicópatas arrojan neurovegetativo; reducida capacidad de aprendizaje del comportamiento social-
-ac una puntuación más extrema aún que la de los individuos extrovertidos. La acusada mente aprobado^^^
ten proclividad de los psicópatas hacia el comportamiento criminal se explicaría,
Bit entonces, porque el delincuente es un sujeto que no ha conseguido formar una En España, GARRIDO GENOVÉS h a aportado u n modelo biosocial
Bfl conciencia sólida, bien debido a que tienen una pésima capacidad de condicionamiento
congénita.bien al defectuoso proceso de socialización (fracaso de los padres, que explicativo de la psicopatía que merece especial mención.
-91i no han sabido condicionarle eficazmente)^^^.
Dicho modelo contempla junto a la vulnerabilidad biológica indivi-
l9 EYSENCK resume en cuatro fases la dinámica criminal: defecto congénito de
200 dual de ciertos sujetos (déficit emocional y cognitivo con la consiguiente
condicionamiento en las personalidades psicopáticas por una insuficiente activación
SBfí cortical; comportamiento criminal instintivo, natural, que se refuerza; falta de
dificultad para percibir emociones y sentimientos, para regular su
conciencia, del desarrollo de un reflejo condicionado que permita asociar conducta impulsividad y para experimentar miedo o ansiedad) el singular proceso
delictiva y castigo o angustia en el sentido de los procesos de condicionamiento o de aprendizaje y socialización (socialización y endoculturación) al que se
aprendizaje «clásico»; ausencia de todo resorte personal inhibitorio del comporta- ven sometidos en determinadas sociedades genuinamente sociopáticas^^^.
0?'-
miento criminal a causa de la pésima capacidad de condicionamiento^^'^.
El modelo biosocial de SARNOFF A. MEDNICK parte del aprendizaje operante Punto de partida del modelo biosocial de GARRIDO GENOVÉS es el déficit
o instrumental (el hombre aprende por las consecuencias de sus actos, castigos o cognitivo que sufre el psicópata: lo que CLECKLEY denominaba «afasia semánti-
feí;. recompensas). El niño aprende el comportamiento correcto a través del castigo del ca»='^°.
que no lo es, en el seno de la familia y de sus padres. Evita la pena o el temor de ser CLECKLEY observó en su día que el pensamiento, la palabra y las emociones
O {: castigado no haciendo aquello por lo que ha sido penado. Anticipado mentalmente del psicópata son un mero simulacro como consecuencia de dicho déficit; un defecto
el castigo —el temor a ser castigado— desarrolla mecanismos de inhibición frente selectivo que le impide integrar determinados componentes esenciales (los afectivos
-fb! y emocionales) de la experiencia normal y cotidiana. Al no poder experimentar los
al comportamiento desaprobado. La mitigación de dicho temor es el más natural y
poderoso «refuerzo» («recompensa») porque potencia aquellos mecanismos sentimientos que constituyen la tragedia y el triunfo de la vida ordinaria, no son
inhibitorios. MEDNICKargumentaasí^'^': el niño quetiene un sistema neurovegetativo capaces de aprender de la experiencia ni dirigir o preordenar sus actos como las
muy sensible —y que se recupera, también, muy pronto del miedo al castigo- personas normales. La acción —afirmaba CLECKLEY— es lo que les delata porque
cuenta con un rápido y buen refuerzo para inhibirse de comportamientos el razonamiento del psicópata, en apariencia normal, e incluso brillante, es mera
desaprobados, aprenderá fácilmente a actuar con arreglo a la ley. Por el contrario, racionalización, pero no integra ni aprecia la experiencia, el sentido, el valor de la
aEÍs
9Í£V si el sistema neurovegetativo del niño es poco sensible y activo, si responde con vida^^\
lentitud y dificultad ante el temor al castigo, significará un refuerzo muy escaso frente Siguiendo a CLECKLEY, concluye GARRIDO GENOVÉS que el déficit cognitivo
al comportamiento prohibido, de modo que el aprendizaje del comportamiento del psicópata le inhabilita para asimilar y procesar la información emocional que
aprobado socialmente será muy lento, si es que incluso tiene lugar. En conclusión, recibe, carencia probablemente más acusada respecto a estímulos negativos que
el psicópata aprende mal —o no aprende— el comportamiento prescrito por las leyes provocarían miedo y ansiedad en las personas normales. En el psicópata se
porque el sistema nervioso vegetativo de los mismos reacciona poco, mal y despacio
358
359
Cfr. SCHNEIDER, H.J., op. cit., pág. 392.
) U« f Pli/ I ffr 1 (- I ''i "9.1 Ihi.!* , i'n
360
Vid., El psicópata, cit., págs. 80 y ss., especialmente, 93 y ss.
^^s Cfr. SCHNEIDER, H.J., op. cit., págs. 390 y ss The Mask ofSanity, cit., pág. 379. Cfr. GARRIDO GENOVÉS, V., op. cit., págs. 80
^^'^ Cfr. SCHNEIDER, H.J., op. cit., pág. 391. y ss.
361
^^^ Cfr. SCHNEIDER, H.J., op. cit., págs. 391 y ss The Mask ofSanity, cit., págs. 369 a 374, citado por GARRIDO GENOVÉS, V., op.
cit., págs. 80 y 81. .._, , .^.„^ . ^,., , . , , . . _ , _ , , .^.;,;yiii.^
"»?f"
produciría, por ello, una doble disociación: entre sentimiento (ausente) y razona- La discusión científica sobre la psicopatía sigue, pues, abierta^^^.
miento (este se halla falto de carga y fundamento emocional); y entre juicio y También en la doctrina penal española^®^. Sin duda, la vacilante y
conducta (comportamiento y valoración previa de la situación son incongruentes)^^^
Dicho de otro modo: en los psicópatas falla la «inteligencia emocional» o habilidad
contradictoria jurisprudencia de nuestros tribunales al resolver sobre la
de manejar los sentimientos propios y ajenos, de discriminar entre ellos, y de utilizar responsabilidad criminal del psicópata —plena, la mayoría de las veces,
tal información para guiar los pensamientos y acciones de uno mismo, según la atenuada, otras^''°— da buena fe de la imprecisión de esta categoría
conocida definición de P. SALOVEY y J. MAYER^'^l Y fracasan, desde luego, en el tísiquiátrica y del grado de incertidumbre que domina, por tanto, la
control de sus impulsos, ya que éste exige la capacidad de regular las emociones praxis judicial.
propias, y la de reconocer las ajenas (empatia), lo que no consiguen los psicópa-
tas^^'*. Se comprende, por ello, que el término «psicopatía» haya sido objeto
En el momento de explicar la génesis de la psicopatía, GARRIDO GENOVÉS de toda suerte de críticas, y que las investigaciones sobre «personalida-
subraya la importancia del aprendizaje y aplicación a la vida cotidiana de valores
éticos que este desorden dificulta. La acción moral —razona el autor— es más un
des psicopáticas» —a cuyos resultados se h a r á referencia después— se
hábito que un conocimiento. Requiere tanto el conocimiento como la aceptación de contemplen con elevado escepticismo^''^.
íah)
los códigos morales vigentes y la capacidad de aplicarlos a la vida diaria. El sujeto
aprende a ser un ser normal cuando practica la virtud de modo cotidiano. En el caso
Existen t a n variadas descripciones de esta entidad gnosológica, que
del psicópata, fracasa dicho proceso de aprendizaje, y buena parte de culpa obviamente u n a misma persona puede devenir psicópata, según la
-ivil
corresponde a las características de la sociedad actual; una sociedad anómica y teoría o clasificación que se utilice, o el psiquiatra que la aplique^''^. De
9ínt psicopática que propugna el relativismo axiológico, el individualismo a ultranza y el hecho, como advierte CLECKLEY^''^, en la praxis clínica suele utilizarse
SSB • cinismo; una sociedad que exalta el triunfo económico a toda costa y a cualquier una acepción t a n laxa que realmente cualquier criminal podría ser
0S9Í precio, bendiciendo el engaño, la manipulación, las relaciones y emociones super-
ficiales, la insensibilidad ante las desgracias ajenas, la búsqueda de sensaciones reputado «psicópata». Proceder censurable, ya que, según resalta el
9 8 9;
eSEg nuevas, etc. propio CLECKLEY^''*, ni la mayoría de los psicópatas son delincuentes
En síntesis, la psicopatía remite a un trastorno de origen biológico, influido y ni la mayoría de los delincuentes, psicópatas. Las tipologías resultan, a
íiotts potenciado por factores culturales y sociales^'^^. El psicópata padece unas graves veces, tan ambiguas que asignan a la personalidad psicopática del
-iíné deficiencias emocionales y cognitivas que determinan su vulnerabilidad biológica.
Pero éste cuenta con dos mecanismos fundamentales de transmisión cultural. El
delincuente unos «rasgos» que, en puridad, no parecen privativos de
39nc primero, un proceso de socialización inefectivo que somete a sujetos especialmente éste, sino compartidos por otras muchas personalidades no crimina-
oto« vulnerables (desde un punto de vista biológico) a pautas que exacerban el egocen- les3'5_
9fv; --^hc
2CM trismo y la violencia. El segundo mecanismo es la endoculturación, que fomenta el
individualismo pernicioso y la competitividad, el triunfo económico a cualquier precio -' fi-Krt^' ^!'r>,
noc y la satisfacción inmediata y sin límites de los impulsos, todo ello, potenciado por el
I- í? sistemático bombardeo de los medios de comunicación que transmiten y adoctrinan
a los ciudadanos en tal doctrina^^''.
368
A su vez, la neuropsicología parece corroborar la hipótesis de que el aprendizaje Vid. GÓPPINGEE, H., Criminología, cit., pág. 172.
cultural mencionado puede afectar a la misma evolución biológica, de modo que una Vid. EODEIGUEZ DEVESA, J.M^ Derecho Penal Español, cit, P.G. (1985), pág.
sociedad psicopática puede favorecer el desarrollo de estructuras nerviosas (bioló- 588 nota 11; COBO DEL EOSAL, M. y VIVES ANTÓN, T.S., Derecho Penal, P.G.,
gicas) más predispuestas a la explotación y a la insensibilidad a los demás, cit., pág. 471.
&ÜP modificando el patrón de conexiones neurales (sinapsis) del sistema nervioso^^'' Sobre lajurisprudencia del Tribunal Supremo español a propósito de las psicopatías,
vid.: EODEÍGUEZ DEVESA, J.M^ Derecho Penal español, cit., P.G., pág. 589, nota
is ri3-^ 1 P'R' r <"- '' '""cíMnR y f.nt ;rn -IIÍ n° 16. Véase, también, la nota final del presente capítulo.
371
Vid. GÓPPINGEE, H., Kriminologie, cit., pág. 173. Cfr. SCHNEIDEE, H.J.,
362
Cfr. GAEEIDO GENOVÉS, V., op. cit., págs. 81 y ss. Kriminologie, cit., págs. 392 y ss.
372
363
Cfr. GAEEIDO GENOVÉS, V., op. cit., pág. 84: «Los psicópatas son estúpidos si Así, SUTHEELAND, E. y CEESSEY, D., Principies de Criminologíe, París (1956),
evaluamos su inteligencia emocional». . , Cuyas. Cfr. MIEALLES, T-, en: El pensamiento criminológico, cit.. I, pág. 83.
373
364
Cfr. GAEEIDO GENOVÉS, V., op. cit., pág. 84. «íut ü-, «^ v..vVv«, V? CLECKLEY, H., The Mask of Sanity, 1976 (5^ ed.), Mosby, St. Louis, pág. 263. Cfr.,
365
GAEEIDO GENOVÉS, V., op. cit., págs. 93 y ss.: («una visión integrada — VOLD, G.B., Theoretical Criminology, cit., pág. 148.
374
biosocial— de la génesis de la psicopatía»). CLECKLEY, H., The Mask of Sanity, cit., págs. 188 a 221. Cfr. VOLD, G.B.,
366
GAEEIDO GENOVÉS, V., op. cit., págs. 93 y ss. fsq ,Jt-> .••fii',:t)A\-, U&: 375
Theoretical Criminology, cit., pág. 149.
367
GAEEIDO GENOVÉS, V., op. cit., pág. 96. í'3 l 08 .s^fiq ,.Ji Así, GÓPPINGEE, H., Criminología, cit., pág. 173., ,,:,,,,,,, ,r , . r
642 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 643
Para algún autor, como LEFERENZ^'^^ por ello el término «psicopatía» se ha La tercera crítica, fiíndamentalmente ideológica, reitera u n argu-
4 convertido en un «tópico» superfluo y perturbador, y sería más correcto sustituir el mento ya expuesto: la «enajenación mental» es un a mera «definición
mismo por la descripción precisa de lo que en cada caso concreto se estima
social»^**\ y los psiquiatras —como afirma H. J. STEADMAN^**^— «agen-
«psicopático».
tes conservadores del control social».
Una segunda objeción apunta a la escasa fiabilidad de los resultados
Desde este enfoque (antipsiquiátrico), la imprecisión del término «psicopatía»
obtenidos por las investigaciones realizadas en la población reclusa y los ' ' sirve al objetivo político y moral de mantener el orden constituido^^^. No sólo carece
errores de predicción sobre el comportamiento de psicópatas. de todo sustrato científico, sino que se orienta a la preservación del statuo quo, del
código normativo-social^''^ patologizando cuanto se desvía de sus estándares
Los índices de psicopatía detectados en la población carcelaria oscilan, de unos valorativos. Una aplicación selectiva de categorías como ésta se convierte en
investigadores a otros, entre el 14,5 por 100 (estudio llevado a cabo en 1935 por poderoso instrumento del «Estado terapéutico»^'*'^, que fulmina al disconforme y
STUMPFL sobre delincuentes primarios) y e l l 00 por 100 del total (según FREY, de reclama docilidad, que exige rendimiento, productividad y íiuye de toda conflictividad3''^
acuerdo con una muestra de delincuentes precoces y reincidentes, analizada en que confunde intencionadamente lo extraño, lo incomprensible y lo anormaP^'. La
1951); lo que sugiere una imagen realmente extrañaf^ de la incidencia de la llamada «psiquiatrización de la vida social»^^^ tendría, pues, un contenido político,
psicopatía en la criminalidad registrada, poco digna de crédito. En los propios ya que el etiquetamiento de un individuo como psicópata mantiene intactos los
9I/p establecimientos penitenciarios, los porcentajes de reclusos clasificados como valores de la norma que éste discute, no puede o no quiere aceptar^*'''. Extremando
BÍ r «psicópatas» varían de forma alarmante de un centro a otro^^^ dato éste anómalo este planteamiento crítico, HALLECK^^° hia llegado a afirmar que tanto la criminalidad
en el que sin despreciar la influencia de las distintas concepciones de la salud y la como la enfermedad mental responden a un mecanismo idéntico de adaptación
enfermedad o la particular sensibilidad de quienes realizan el diagnóstico y la
clasificación, sin duda intervienen también factores infraestructurales, como el
tí>a número de plazas disponibles en los establecimientos psiquiátricos^''^. 'umi'-sstmmqías^j.Mñmmv •
Los graves errores de predicción sobre el comportamiento de psicópa- 192; STEADMAN, H. J., The Psychiatrist as a Conservative Agent of Social Control,
tas^^° es otro de los argumentos esgrimidos contra la solidez científica y en: Social Problema, 20 (2), 1972, págs. 263 a 271; BRODSKY, ST., Psychologist in
utilidad de esta categoría psiquiátrica. , the Criminal Justice System, 1973, University of Illinois Press, Urbana, págs. 142
y ss.; KOZOL, H.L.; BOUCHER, R.J., y GARÓFALO, R.F., The Diagnosis and
Treatment of Dangerousness, en: Crime and Delinquency, 18 (1972), págs. 371 a
LEFERENZ, H., Neue Ergebnisse der gerichtlichen Psychiatrie, en: Fortschritte 392; MORRIS, N., The Future of Imprisonment, Chicago, 1974, University of
der Neurologie, Psychiatrie und ihrer Grenzgebiete, 22 (1964), págs. 369 y ss. Cfr. Chicago Press. Cfr., por todos, VOLD, G.B., Theoretical Criminology, cit., págs. 150
GÓPPINGER, H., Criminología, cit., pág. 172. 381
y ss.
Así, GÓPPINGER, H., Criminología, cit., pág. 172. Véase la reseña que aporta este Vid. VETTER, H. J. y SILVERMANN, I. J., Criminology and Crime. An Introduction,
autor sintetizando el resultado de las diversas investigaciones empíricas realiza- cit., pág. 383.
382
das por STUMPFL (1935), SCHMID (1936), FREY(1951), RIEDL, RATTENHUBER, STEADMAN, H. J., The Psychiatrist as a Conservative Agent of Social Control, cit.,
SCHNELL, SCHIED (1936), MICHELL (1952), REISS (1922), VERVAECK(1935), págs. 263 y ss.
383
etc. Vid., también, EXNER, F., Kriminologie, 1949 (3- ed.), Berlín, págs. 183 y ss.; Vid. VETTER, H. J., y SILVERMAN, I.J., Criminology and Crime. An Introduction,
' también: CRAFT,M., PsychopathicPersanalities:AReviewofDiagnosis, Aetiology, cit., pág. 383.
384
Prognosis and Treatment, en: The British Journal of Criminology, Delinquency 385
Vid. MIRALLES, T-, en: El pensamiento criminológico, cit., I, pág. 83.
andDeviantSocialBehaviour,l (1960/61); GIBBENS,T.C.N.,yotros:Psychopathic KITTRIE, N.N., The Rigth to be Different, London, 1971, Johns Hopkins Press, Cfr.
and neurotic offenders in mental hospital (en: De Reuck, A.V.S., R. Porter, edit.), 386
MIRALLES, T^, en: El pensamiento criminológico, cit., 1, pág. 86.
The Mentally Abnormal Offender Londres, 1968; KAUFMANN, H., Kriminologie, Según PÁBREGAS, J.L., y CALAFAT, A., la Psiquiatría y el PsicoanáHsis se han
I (Entstehungszusammenhánge des Verbrechens), 1971, Sttugart, págs. 45 y ss. y utilizado «para atender, tranquilizar, adaptar a la normal convivencia a los
182 y ss.; vid. también, SCHNEIDER, H.J., Kriminologie, cit., pág. 392. disconformes, a los nerviosos, a los absentistas laborales, a los miedosos y apren-
378 Cfr. GÓPPINGER, H., Criminología, cit., págs. 172 y ss.; LÓPEZ REY, M., La sivos, para que todos acudan dócilmente a su trabajo, rindan más y no planteen
Criminalidad. Un estudio analítico, cit., págs. 190 y ss.; MIRALLES, T^ en: El 387
problemas» (Política de la Psiquiatría, cit., pág. 28).
pensamiento criminológico, cit.. I, pág. 83, nota 14; Cfr. SCHNEIDER, H.J., Vid. LÓPEZ REY, M., Criminología, cit.. I, pág. 120.
Kriminologie, cit., págs. 392 y ss. 389
Cfr. MIRALLES, T-, en: El pensamiento criminológico, cit.. I, pág. 86.
Cfr., LÓPEZ REY, M., La Criminalidad. Un estudio analítico, cit., págs. 190 y 191; 390
Vid. MIRALLES, T-, en: El pensamiento criminológico, cit., I, pág. 87.
también, HALL WILLIAMS, J.H., Criminology and Criminal Justice, cit., pág. 47- HALLECK, S.L., American Psychiatry and the Criminal: A historical Review, en:
Sobre el problema, vid. MORRIS, N. y HAWKINS, G., The Honest Poütician's American Journal of Psychiatry, 121 (1965), págs. 1 y ss. Cfr. VETTER, H.J. y
Guide to Crime Control, Chicago (1970), University of ChicagoPress, págs. 185 a SILVERMAN, I.J., Criminology and Crime. An Introduction, cit., págs. 383 y 384.
644 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 645
activa al estrés: el estrés que conduce a la enfermedad mental —argumenta 90 por 100 (6.000 reincidentes); STUMPFL, de nuevo, un 99 por 100 (entre 195
HALLECK— es el mismo estrés que conduce al crimen. multirreincidentes); FREY, un 23 por 100 (35 delincuentes primarios precoces), un
ÍSOIOS 60 por 100 (160 jóvenes delincuentes precoces), y un 100 por 100 (27 jóvenes
criminales precoces y 70 reincidentes como grupo de control)^^^.
3") Muchas son las investigaciones empíricas dirigidas a comprobar BRODSKY='''^ recopilando los estudios realizados entre 1918 y 1970 sobre
la correlación existente entre determinadas anomalías psíquicas y el condiciones psíquicas de los infractores, observó que los diversos autores habrían
comportamiento criminal; sus resultados, equívocos, desconcertantes e detectado entre un 1 y un 2 por 100 de trastornos psicóticos en la población
examinada. De los datos aportados por BRODSKY^''^, baste con resaltar dos: los
incluso contradictorios, dan pie a toda suerte de interpretaciones y
índices de «normalidad» y los de «psicopatías». Sobre los de normalidad son
teorías. discrepantes: 41 por 100, según GLUEK, entre 608 presos de Sing-Sing: 85 por 100,
P a r a u n a valoracióil correcta de aquéllos, parece necesario distinguir para OVERHOLSER (5.000 criminales de Massachussets); 82,3 por 100, ajuicio de
BROMBERG y TH0í\/1PS0N (9.958 infractores de New York antes de comparecer
los estudios realizados en la población reclusa, de aquellos otros que, ante la sesión general de la Corte); 83,8 por 100, en el trabajo de SGHILDER
además, contaron con el correspondiente grupo de control. (delincuentes convictos ante el tribunal antes citado); 62 por 100, en el de BANAY
(presos de Sing-Sing); 80 por 100 en la investigación de POINDEXTER (100
reclusos); 15 por 100, en la de SGHLESSINGER y BLAW (500 presos); 4,7 por 100
a') Respecto a los primeros, todo parece indicar que se h a n detectado para SHANDS (1.720 criminales admitidos en la prisión central de N. Carolina); 21,3
por 100, según el propio BRODSKY (32.511 reclusos militares).
índices significativos de anomalías y perturbaciones psíquicas en la
Otro tanto sucede con los porcentajes atribuidos en cada caso a las diversas
población reclusa —más en la femenina que en la masculina^^^—; índices patologías: 12 por 100 de psicóticos y 28,1 por 100 de retrasados mentales, según
que oscilarían, según las diversas tesis, entre u n 10 por 100 y un tercio GLUECK; 15 por 100 de no normales, para OVERHOLSER; 1,5 por 100 de
del total de la misma^*^^ si bien muy pocos son los pacientes que ingresan psicóticos, 6,9 por 100 de psiconeuróticos, 6,9 por 100 de psicópatas, 2,4 por 100
de débiles mentales, a juicio de BROMBERG y THOMPSON; 1,6 por 100 de
en los hospitales psiquiátricos procedentes de los establecimientos
psicóticos, 4,2 por 100 de neuróticos, 7,3 por 100 de psicópatas y 3,1 por 100 de
penitenciarios, o de los tribunales de justicia^^^. Lo problemático es la débiles mentales en el estudio de SGHILDER; 1 por 100 de psicóticos, 20 por 100
interpretación de tales datos. V ("a HSM'MKW TU de emocionalmente inmaduros y 17 por 100 de psicópatas, en el de BANAY; 20 por
100 de enfermos mentales, en el de POINDEXTER; 85 por 100 de trastornos de
\ E n cuanto a la incidencia de la psicopatía en la población carcelaria, conducta y carácter, en el de SCHLESSINGER y BLAU, 3,5 por 100 de psicóticos,
los investigadores ofrecen porcentajes muy dispares, aunque no es 55,8 por 100 de psicopatías, 19,8 por 100 de trastornos pasajeros y un 5,3 por 100
posible comparar éstos por tratarse de muestras no homogéneas y de de otras anomalías, en el de SHANS; 77,1 por 100 de alteraciones de carácter y
conducta y 1 por 100 de otros trastornos, en el de BRODSKY^^^
técnicas de investigación también distintas^^"*.
i . , " STUMPFL halló un 14,5 por100 entre 166 individuos que delinquieron una sola
I "*"'' vez; SCHMID, un 18 por 100 entre 502 delincuentes primarios); RIEDL, un 40 por 100
Sería erróneo, sin embargo, inferir de estos datos obtenidos de la
I . (80 delincuentes habituales); RATTENBUBER, un 45 por 100 (113 delincuentes población reclusa resultados concluyentes sobre la incidencia de ciertas
I ' sexuales peligrosos); SCHNELL, un 48,7 por 100 (502 multirreincidentes); SCHIEDT, patologías psíquicas en la conducta delictiva. Por muchos y diversos
[ un 63,7 por 100 (245 reincidentes); MICHEL, un 83 por 100 (302 delincuentes motivos, abstracción hecha de la escasa homogeneidad de los estudios
r „,, habituales); REISS, un 88 por 100 (131 autoresdedelitosgraves); VERVAECK, un
mismos y de sus reiteradas contradicciones.
' - ( j q j , ih ,f>'> fi)j''jienVrt'»(-5 I 4
ía i,r>.ii..)tiñiM 1,-. f '>". {A í#.' .rJ.',i>JK
^^^ Vid. HALL WILLIAMS, J.E., Criminology and Criminal Justice, cit., pág. 46. gg^ Vid. GÓPPINGER, H., Criminología, cit., pág. 172 y bibliografía allí citada.
^^^ Así, HALL WILLIAMS, J.E., Criminology and Criminal Justice, cit., pág. 46; BRODSKY, S., Psychologists in the Criminal Justice System (1972), Washington,
también, GIBBENS (Cfr. LÓPEZ REY, M., La Criminalidad. Un estudio analítico, D.C. American Psychological Association. Vid. VETTER, H.J. y SILVERMAN, I.J.
(Criminology and Crime. An Introduction, cit., pág. 389), quienes reproducen la
cit., pág. 193).
tabla de BRODSKY.
^®^ Vid. HALL WILLIAMS, J.E., Criminology andCriminalJustice , cit., pág. 46; según 397
Cfr. VETTER, H. J. y SILVERMAN, I. J., Criminology and Crime. An Introduction,
el autor, menos de u n 1 por 100; véase, también, la conclusión de GIBBENS sobre
cit., pág. 389.
el problema en Gran Bretaña (Cfr. LÓPEZ REY, M., La Criminalidad. Un estudio
Cfr. VETTER, H. J. y SILVERMAN, I.J., Criminology and Crime. An Introduction,
analítico, cit., pág. 193);GÓPPINGER, H., Criminología, cit., págs. 172 y 173.
cit, pág. 389.
^'^* Vid. GÓPPINGER, H., Criminología, cit., pág. 172. „ ,v. v.<v..<-:...-.•
646 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 647
Ante todo, no procede identificar sin más, los términos recluso y Las investigaciones sobre rasgos (patológicos) de la personalidad no
delincuente, como hacen con poco rigor quienes extrapolan a la pobla- detectan características diferenciales muy acusadas en el grupo de
ción criminal no institucionalizada los datos extraídos de la población delincuentes, sino u n a distinta interrelación de los trazos de la persona-
reclusa. Se olvida así que esta última no siempre ofrece u n a muestra lidad en comparación con el grupo de no delincuentes.
representativa de la primera y que la mera institucionalización del
infractor (proceso, sentencia, condena, encarcelamiento) condiciona Así, SCHUESSLER y CRESSEY, en un informe de 1950 que evalúa
decisivamente todo diagnóstico objetivo sobre su psiquismo, al potenciar los trabajos realizados durante veinticinco años en los Estados Unidos*"^
eventuales anomalías preexistentes y crear, sin duda, otras nuevas^^**. sobre la base de test objetivos de personalidad en delincuentes y no
Por ello, en parte, no pueden sorprender sobremanera los porcentajes de delincuentes, concluyeron no habría podido verificarse que la delincuen-
trastornos mentales que sugieren algunas investigaciones carcelarias. cia se asocie a determinados rasgos de la personalidad, porque las
Nada tienen de extraño''"'', aunque —precisamente por esta razón— diferencias observadas entre los dos grupos carecería de la relevancia
tampoco demuestren nada; los elevados índices de oligofrenia hallados necesaria para fundamentar tal correlación estadística""'^.
en la misma*°^ suelen citarse como ejemplo paradigmático al respecto. Parecida es la tesis del matrimonio GLUECK"*"^, después de compa-
Por otra parte, estas investigaciones sobre la población reclusa se han rar dos grupos homogéneos de 500 delincuentes y no delincuentes,
llevado a cabo sin el contraste del correspondiente grupo de control; y ponderando no sólo aspectos cualitativos y dinámicos de la inteligencia,
carecemos, desde luego, de información fiable respecto al impacto de sino también la extensión y naturaleza de patologías psíquicas de
unas y otras anomalías psíquicas en la población general. De modo que acuerdo con el test Rorschach. Las analogías entre los dos grupos fueron
no parece posible aventurar hasta qué punto pueden guardar tales más acusadas que las diferencias'""'.
patologías u na correlación específica con la conducta delictiva o con Es cierto que algunos «rasgos» parecen bastante acusados en el grupo criminal:
otros factores y variables que concurrían también en la población dificultades de adaptación e inestabilidad (+11), psicopatías (-1-6,9); sin embargo, las
carcelaria, pero no privativos de ella.v r y acnuDsmrii sínsmn suposiciones se desvanecen al constatar que el neuroticismo es más significativo en
el grupo no criminal que en el criminal (-11,2).
En todo caso, desconociendo el significado porcentual de las distintas perturba-
ciones psíquicas en la población no criminal —que también tiene su «cifra ne-
Análogos son los datos que arrojan las investigaciones realizadas con
gra»'>02— cuantificar la relevancia de éstas en la delincuencial resulta arriesgado, ya
que cualquier hipótesis presupone la comparación de dos magnitudes; más aún si el test MMPI (Minnesota Multiphasic Personality Inventory), extenso
la meta pretendida no es confirmar o negar la existencia de una conexión genérica cuestionario de 550 preguntas, de uso frecuente en la psiquiatría clínica
, entre enfermedad mental y crimen, sino la específica que pueda constatarse entre para el diagnóstico pronto de trastornos psíquicos en adultos*"^; cuando
•'• determinadas patologías psíquicas y concretas manifestaciones delictivas.
b') En cuanto a los estudios con grupo de control, semejante parece ser SCHUESSLER, K.F. y CRESSEY, D.R., Personality Characteristics of Crimináis,
la información que suministran. en: American Journal of Sociology, 55 (1955), págs. 476 a 484. Vid. VOLD, G.B.,
Theoretical Criminology, cit., págs. 139 y ss.
SCHUESSLER, K.F. y CRESSEY, D.R., Personality Characteristics of Crimináis,
cit., pág. 476. Vid. VOLD, G.B., Theoretical Criminology, cit., pág. 139. Los autores
399 utilizaron 30 diferentes escalas de personalidad, concluyendo que de 113 compara-
Así, BRODSKY, S., Psychologists in the Criminal Justice System, cit., pág. 66. ciones entre los dos grupos, 42 por 100 mostraron diferencias a favor del no
400
Vid. HALL WILLIAMS, J.E., Criminology and Criminal Justice, cit., pág. 46. criminal, mientras el resto quedaría sin especificar.
401
Vid, por todos, GÓPPINGER, H. (Criminología, cit., pág. 170), y la nota bibliográ- GLUECK, SH. y GLUECK, E., Unraveling Juvenile Delinquency, New York, 1950,
fica que el autor aporta con relación a la incidencia de la oligofrenia en la población Commonwealth Fund. Cfr., VOLD, G.B., Theoretical Criminology, cit., págs. 140 y ss.
reclusa. Según el autor, el oligofrénico probablemente participa más en la comisión Véanse las dos tablas relativas a la «patología mental» y a los «rasgos básicos del
de delitos, pero también asume u n riesgo mayor de ser detenido. En el caso de la carácter» de uno y otro grupo, en: Unraveling Juvenile Delinquency, cit., págs. 239
psicopatía, desconocemos su incidencia en la población general (así, y 241, respectivamente.
SCHNEIDER, 407
De otro parecer, WALDO, G.P. y DINITZ, S., Personality Attributes of the
H.J., Kriminologie, cit., pág. 392).
Criminal: An Analysis of Research Studies, 1950-1965, en: The journal of Research
Cfr. LÓPEZ REY, M., Criminalidad. Un estudio analítico, cit., pág. 193, nota 12.
648 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 649
413
Vid. ESBEC RODRÍGUEZ, E./GÓMEZJARABO, G.,Psicología forense, cit., pág. 328.
414
DSM-IV, cit., págs. 662 a 666.
415
El trastorno disocial (DSM-IV: F91.8; CIÉ 10: 312.8) es u n patrón repetitivo y
in Crime and Delinquency, 4(2), 1967, págs. 185 a 202. Ajuicio de los autores, 28
persistente de comportamiento en el que se violan los derechos básicos de otras
de los 29 estudios llevados a cabo entre 1950 y 1965 con arreglo al MMPI arrojan
personas o normas sociales importantes propias de la edad, manifestándose por la
diferencias significativas entre el grupo de delincuentes y el de no delincuentes:
presencia de, al menos, tres de los siguientes criterios: agresión a personas y
sobre todo, en su escala 4 (psicopatías). Vid. VOLD, G.B., Theoretical Criminology,
animales (actitud fanfarrona, amenazante y pendenciera, crueldad hacia personas
cit., pág, 147, nota 44.
y animales, participación o provocación de peleas utilizando armas u objetos
Vid. VOLD, G.B., Theoretical Criminology, cit., págs. 144 y ss. peligrosos, etc.), provocación de incendios y causación de daños en el patrimonio
MONACHESI, E.D., Personality Characteristics of Male Delinquents, en: Journal ajeno, conducta falsa y mendaz para obtener beneficios o incumplir obligaciones,
of Criminal Law and Criminology, 4 1 (1950), págs. 173 y 174; del mismo: Some allanamiento de morada ajena, robo de objetos de cierto valor sin enfrentamiento
Personality Characteristics of Delinquents and Non-delinquents, en: Journal oí con la víctima, violación grave de normas sociales (absentismo escolar, salidas
Criminal Law and Criminology, 38 (1948), págs. 487 a 500. nocturnas del hogar no autorizadas, etc.), todo lo cual provoca u n deterioro
Vid. VETTER, H.J. y SILVERMAN, I. J., Criminology and Crime.An Introduction, clínicamente significativo de la actividad social, académica, laboral, etc. (DSM IV,
cit., pág. 388, también en sentido crítico. págs. 94 y ss.). Despreocupación por los sentimientos ajenos y falta de empatia,
Así, WALDO, G.P. y DINITZ, S., Personality Attributes of the Criminal, cit., págs. incapacidad para mantener relaciones personales, baja tolerancia a la frustración
185 a 202. Cfr. VETTER, H.J. y SILVERMAN, I.J., Criminology and Crime. An con descargas de agresividad, ausencia de complejo de culpa e incapacidad para
Introductions, cit., pág. 388. TANNENBAUM reprocha a los estudios sobre rasgos aprender de la experiencia o del castigo, marcada predisposición a culpar a los
de personahdad el planteamiento «tautológico» o «circular» de los mismos (Personality demás y desinterés irresponsable respecto a las normas son algunos de los rasgos
and Criminality: A summary and implications of the literature, en: Journal o del trastorno disocial de la personalidad, según el CIÉ 10 (Cfr., CABRERA
Criminal Justice, 5 (1977), págs. 225 a 235). Vid., también, VOLD, G.B., Theoretical FORNEIRO, J. y FUERTES ROCAÑIN, J.C., Psiquiatría y Derecho, cit., pag. 339).
416
Criminology, cit., págs. 147 y 148. Vid. CABRERA FORNEIRO, J. y FUERTES ROCAÑIN, J . C , Psiquiatría y
Vid. DSM-IV, Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales. Barce- Derecho, cit., pág. 341.
lona (Masson), págs. 646 y 649. ^^IUÍJ.. -, .OÍ..-:,.... •.J-IIC,.,.;,...^..^ . . . . . .
650 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 651
hacia las normas de la convivencia, su frialdad de ánimo e incapacidad Tiene razón H. WILLIAMS cuando afirma que, salvo excepciones determinadas,
para aprender por la experiencia y el castigo, les hace peligrosos. la conexión de la enfermedad mental y el crimen es muy tenue. Sabemos, sin duda,
Particular interés tienen para la Criminología los psicópatas hipertímicos mucfio más sobre enfermedades y trastornos mentales desde un punto de vista
psicopatológico y clínico que criminológico. A la Psiquiatría Criminal corresponde
(especialmente bajo la influencia de bebidas alcohólicas), los psicópatas verificar la relación específica que pueda existir entre cada una de las categorías o
paranoides (por su suspicacia y pendencia) y los psicópatas explosivos entidades nosológicas (psicosis, esquizofrenia, epilepsia, oligofrenia, neurosis,
(en los que prevalece la reacción impulsiva en cortocircuito)*". psicopatía, paranoia, etc.) y concretos comportamientos criminales (homicidio,
19 S. hurto, injurias, etc.)''^^^.
Qh & Cada tipo de psicópata tiene una cierta predisposición delictiva'*'^: el hipertímico, ,ont;orrw o í
por su ligereza, suele ser un mal pagador que olvida sus promesas y compromisos-
Ios psicópatas con afán de notoriedad, parecen proclives a la comisión de calumnias
No obstante, en el momento" dé'pronunciarse sobre la relación que
B3o
y acusaciones falsas; los lábiles de estado de ánimo, a la prodigalidad, etc.; sin pueda existir entre enfermedad o trastornos mentales y delito sería más
embargo, los denominados «antisociales» (reate; trastornos antisociales de la correcto distinguir, discriminar, tanto la naturaleza de la alteración o
personalidad) y los «explosivos» exhiben una particularidad conflictividad (estos anomalía psíquica, de un a parte, como la índole del delito, de otra, pues
últimos, durante los episodios de exaltación psicomotora y colérica). cualquier postulado generalizador que correlacione, sin más, enferme-
dad mental y crimen resulta erróneo.
Como se ha señalado recientemente''^^, los estudios clásicos que
III. LA P E L I G R O S I D A D D E L E N F E R M O M E N T A L sugerían u n a significativa asociación entre cuadros psicóticos o
demenciales y violencia pecaban de notorios vicios metodológicos. Hoy,
f Psicopatología y Psiquiatría circunscriben sus competencias a los
sin embargo, rigurosas investigaciones longitudinales h a n podido esta-
procesos mentales patológicos, al delincuente enfermo. Este, según la
blecer y constatar de modo empírico que individuos con trastornos
opinión mayoritaria, debe entenderse, desde u n punto de vista numéri-
mentales severos exhiben u n riesgo estadísticamente significativo de
co, estadísticamente poco significativo, ponderando el total de la pobla-
implicarse en la comisión de delitos violentos. Esto es, delitos de
ción criminal''^^. La sociedad teme, y teme mucho, al enfermo mental (por
particular gravedad (vg. homicidio múltiple, homicidio por móviles
cierto, más por la imprevisibilidad e incomprensibilidad de todo indivi-
sexuales, etc.) o modalidades agravadas de aquellos por la concurrencia
duo psicótico, que disminuye las posibilidades de u n a efectiva preven-
del ensañamiento, la alevosía, etc. suelen aparecer asociados a relevan-
ción, que por el peligro objetivo que éste representa)''^". Sin embargo, el
tes patologías psíquicas del autor''^*. La correlación, pues, no se establece
delincuente psicótico significa un porcentaje muy reducido en el total de
genéricamente entre enfermedad mental y crimen, sino de forma más
la población criminal, muy inferior del que pudiera pensarse, pues la
matizada: entre las patologías psíquicas más severas, de u n lado, y las
experiencia demuestra que la mayor parte de los infractores de la ley son
manifestaciones violentas y más graves de la delincuencia, de otro.
sorprendentemente normales desde u n punto de vista psíquico: el
problema consiste, a menudo, no en que determinadas personalidades Investigaciones empíricas demuestran, por el contrario, que la corre-
se hallen mal estructuradas o inadaptadas, sino que se encuentran bien lación existente entre delitos atribuidos a trastornos mentales graves
dispuestas y adaptadas a la vida y a los valores criminales*^^ (psicosis, demencia, etc.) y la criminalidad de la población general o la
referida a disfunciones psíquicas menos graves (así, abuso de ciertas
m.
420
En este sentido, GARCÍA ANDRADE, J.A., Las raíces de la violencia, cit., pág. 22. JibBEC R O D R Í G U E Z , E . y GÓMEZ JARABO, G., Psicología forense... di., págs. 89
421
Como afirma WING, J.K., Reasoning about Madness, 1978, pág. 33. •^it/lU
652 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 653
sustancias, trastornos de la personalidad, etc.) es mucho más significa- la psicopatía (S. 9.XII.1988) y que en el DSM.IV dan lugar a la descripción de una
tiva y acusada en el segundo caso. Dicho de otro modo: la relación o docena de subtipos. El Tribunal Supremo trae a colación tal variedad (psiquiátrica,
asociación estadísticamente constatada entre meros trastornos del fenomenológica o tipológica) para fundamentar u n a de las directrices más reitera-
carácter, abuso de sustancias (patologías ligeras) y criminalidad, en das en su doctrina: que, desde un punto de vista jurídico-penal y en cuanto a la
relevancia de las psicopatías en la imputabilidad de quien sufre estos trastornos,
general, parece mucho más alta, más severa, de suerte que los cuadros no caben soluciones generalizadoras ni criterios apriorísticos, sino decisiones, caso
incapacitantes explican solo un pequeño porcentaje del total de la a caso, que ponderen la muy distinta incidencia psicológica de la psicopatía en el
delincuencia^^^ sujeto por razón de una rica gama de variables (así, S. de 21.III.1995, 12.V. 1995,
24.XI.1997, etc.) que pueden concurrir e interactuar de distinta manera en cada
Estudios transversales en la delincuencia juvenil han evidenciado la presencia
supuesto concreto.
porcentualmente llamativa de desórdenes de conducta (vg. disocial, déficit de
4.- La primera cuestión, de relevancia teórica, que aborda el Tribunal Supremo en
atención con hiperactividad, etc.) abuso de sustancias, trastornos específicos del
orden a una más precisa delimitación conceptual de las psicopatías es la de la
desarrolloy problemas afectivos, detectándose igualmenteen los jóvenes infractores
naturaleza patológica —o no patológica— de estos trastornos. ¿Es el psicópata un
un pobre funcionamiento adaptativo, bajo cociente intelectual, historial familiar de
enfermo?. »')J&í*í
trastornos psíquicos y criminalidad y prevalencia de estresores psicosociales
Ante todo, llama la atención que la doctrina jurisprudencial baraj a modelos teóricos
severos''^^ .
y categorías psiquiátricas no siempre homogéneas cuando se refiere a las psicopatías.
En la población adulta, se observan en el grupo criminal altos índices de
Algunas sentencias, por ejemplo, llegan a declarar que la psicopatía es la más
trastornos de personalidad y consumo abusivo de determinadas sustanciase^?.
característica de las neurosis (S. 4.X. 1994) o que puede equipararse a las oligofrenias
(la de 9.XII.1988 cita, en este sentido, u n a determinada directriz jurisprudencial).
La configuración conceptual y reZeuancia penal de las psicopatías en Pero más allá de caracterizaciones puntuales, insatisfactorias desde un punto de
la Jurisprudencia del Tribunal Supremo español merece u n a reflexión vista científico-teórico, la doctrina jurisprudencial maneja distintos modelos de
psicopatía. Así, mientras numerosos fallos reproducen literalmente el concepto de
más detenida''^®. Schneider refiriéndose al individuo que como consecuencia de sus trastornos o
i-mo í>-fr A f n p anomalías de personalidad sufre y hace sufrir a los demás (por ejemplo, S.
rv H0ÍÍÍ9D oh 1 l.XI. 1987 y 10. V. 1988), otros identifican este trastorno con el concepto de sociopatía
(S. 9.XII.1988) o asumen, sin más, los rasgos y dimensiones que el DSM.III (S.
Así, ESBEC RODRÍGUEZ, E. y GÓMEZ JARABO, G., Psicología forense y trata- 2.VI.1997) o el CIE.IO (S. 11.V.1995) asocian a las psicopatías.
miento jurídico-legal de la discapacidad, cit., pág.90. La doctrina jurisprudencial h a cambiado de criterio en el momento de caracterizar
426 Cfr., ESBEC RODRÍGUEZ, E. y GÓMEZ JARABO, G., Psicología forense y la psicopatía como genuina enfermedad mental. Lo negó categóricamente durante
tratamiento jurídico-legal de la discapacidad, cit., pág. 90. muchos años, como se expondrá a continuación, lo reconoce, sin embargo, en la
427 Así, ESBEC RODRÍGUEZ, E. y GÓMEZ JARABO, G., Psicología forense y trata- actualidad de forma más o menos explícita (El psicópata es un enfermo mental, vg.
miento jurídico-legal de la discapacidad, cit., pág. 90. S. 29.11.1988). El psicópata, quizás lo sea (S. 4.X.1994). Hoy predomina el primer
1.- La Jurisprudencia del Tribunal Supremo utiliza tradicional y prioritariamente punto de vista, al recogerse los trastornos de la personalidad en las más modernas
el término psicopatía para referirse a los trastornos de la personalidad, si bien en nosologías psiquiátricas (DSM.IV y CIE.IO-), dato al que h a sido muy sensible la
algún fallo concreto prefiere el de sociopatía (S. 31.III.1982) o el de trastorno reciente doctrina jurisprudencial. No obstante, coinciden unas y otras directrices
antisocial de la personalidad que, en definitiva, son variedades o especies del jurisprudenciales en que el psicópata no es u n enajenado en el sentido del derogado
supraconcepto o categoría superior. La denominación técnicamente más correcta y art. 8.1- del Código Penal de 1973. El psicópata —reitera hasta la saciedad el
aceptada por las nosologías del DSM.IV y del CIE.IO («trastornos de la personali- Tribunal Supremo— podrá ser o no ser u n enfermo mental, pero no es u n enajenado.
dad») no cuenta aiin con una implantación clara y definitiva. Tradicionalmente, el Tribunal Supremo h a negado que el psicópata sea un enfermo
2.- El Tribunal Supremo reconoce en diversos fallos recientes que la compleja mental. A diferencia de la psicosis (genuina enfermedad mental), la psicopatía se
problemática que suscitan las psicopatías h a generado a menudo una doctrina contempla como mero trastorno del carácter, del temperamento o los afectos que no
jurisprudencial incluso contradictoria (vg. S. 27.III.1985), porque se trata de un modifica significativamente la capacidad intelectiva y volitiva del individuo.
tema abierto, en todos los sentidos (así, S. 29.11.1988). Y es que, en efecto, aún La Jurisprudencia h a matizado la naturaleza de las psicopatías definiéndola con
cuando alguna sentencia lo niegue (por ejemplo, la de 4.X.1994) las de 29.11.198° diversas fórmulas (por contraposición a «enfermedad mental»). Así, la Sentencia de
E
y 22.VI del mismo año inician u n giro copernicano en la doctrina jurisprudencial. 4.X. 1982 las caracteriza como mero defecto permanente, sin hondura, endógeno y
3.- Parte el Tribunal Supremo, acertadamente, del polimorfismo clínico de las congénito («de la cuna al sepulcro», según expresión que reitera la Jurisprudencia),
psicopatías (S. 22.11.1988), esto es, de la innegable riqueza fenomenológica y que no suele afectar ni a la inteligencia ni a la voluntad —precisa un fallo de
tipológica que caracteriza en la vida real a estos trastornos, según la experiencia 9.XII.1988— (no limitaría la capacidad de discernimiento, ni la de autodetermina-
psiquiátrica y clínica. Algún fallo jurisprudencial se hace eco, por ejemplo, de las ción), sino al carácter, al temperamento, a los afectos, a la vida vegetativa y a la
muy diversas tipologías que tradicionalmente enriquecen la categoría genérica de
654 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 655
parte emocional de los sentimientos. Se t r a t a de «meras atiplas cuantitativas»(S. como una facultad abstracta, categorial, sino como capacidad para comprender la
^i 19.XII.1985), de simples «variaciones anormales de u n a personalidad normal» (S. ilicitud de su conducta y de actuar en consecuencia; esto es, como normalidad del
-i 27.III. 1985), es decir, «desviaciones no morbosas ni patológicas» —psicológicas, por proceso de motivación. Ello conduce a u n concepto esencialmente graduable de
£ tanto, o caracterológicas, no cualitativas— como afirma la Sentencia de 19.XII. 1985- imputabilidad, y a una noción de psicopatía cuya relevancia reclama un análisis
o, como precisa la S. de 19.XII.1995, de «dolencias endógenas y anormalidades diferencial, caso a caso, ponderando un rico abanico de factores y variables (origen
congénitas de individuos normales que tienen conocimiento de la ley y voluntad de y duración del trastorno, clase de delito, personalidad del autor, naturaleza e
infringirla», pues, en puridad, el individuo que padece estos trastornos conserva sus intensidad del impacto psicológico del trastorno, etc.).
controles e inhibiciones pero lo que sucede es que «no los quiere utilizar» (S. Con arreglo a la doctrina tradicional del Tribunal Supremo, las psicopatías carecen
25.XI.1993). Según esta orientación jurisprudencial, las psicopatías no son, pues de relevancia penal, dado que son u n mero trastorno caracterológico o temperamen-
enfermedades mentales sino «reacciones vivenciales anómalas» (S. 23.IV. 1986) tal que no afecta a la inteligencia ni a la voluntad del sujeto (así, S. de 3.V.1982).
«maneras de ser» de un individuo cuyas tendencias experimentan una desviación De ordinario, según fórmula que reiteran numerosas sentencias, «ni siquiera la
cuantitativa (S. 22.XI.1983); personalidades anormales, pero no «enfermas» (S. atenúan (la responsabilidad criminal) a menos que se presenten asociadas a otras
6.II.1982). Según advierte u n a Sentencia de 11.III.1988, la psicopatía es u n simple dolencias mentales o insanias de mayor fuste y gravedad» (S. de 12.XI.1979 y
«desequilibrio anclado en el fondo endotímico-vital del individuo»; o, por utilizar la 19.XII.1981). De hecho, se h a apreciado como circunstancia atenuante (analógica)
fórmula muy expresiva de la sentencia de 10.V.1988, no enfermedad mental en en el caso de psicopatía pseudológica de Rorschach asociada a rasgos paranoides (S.
sentido estricto, sino mera «desarmonía caracterológica» o «anomalía de l a perso- 25.XI. 1993); o en el de psicopatías explosivas en las que probablemente concurre u n
g nalidad» que ataca a su sistema afectivo y degenera sus sentimientos, pero sin daño cerebral objetivable no dictaminado unánimemente (S. 27.VI.92); a una
E superar el rango propio de la «mera extravagancia ... o rareza caracterológica y personalidad psicopática desorganizada y descontrolada por el alcohol (S. 9.VI.92);
.( temperamental». a psicopatías explosivas (S. 16.IV.91) e impulsivas (S. 16.VII.90); a psicopatías
9 Sin embargo, a partir de las Sentencias de 29.11.1988 y de 22.VI.1988, la doctrina sexuales latentes que se potencian por el alcohol (S. 9.XII.1988); a psicopatías
9 jurisprudencial ha experimentado un giro muy significativo hacia la caracteriza- asocíales (S. 3.V. 1982), etc.
e ción de la psicopatía como verdadera enfermedad mental (así, S. ll.V. 1995), loque Con la entrada en vigor del Código Penal de 1995, la psicopatía sigue operando —
o no prejuzga, desde luego, su relevancia penal en orden a la imputabilidad o ya de forma más generalizada— como circunstancia atenuante analógica (art.
i inimputabilidad del sujeto que la padece, pues a tal efecto lo que interesa es el 66.2-, con relación al artículo 20.6-) y, excepcionalmente, como eximente incomple-
£ impacto psicológico concreto del trastorno en la capacidad de conocer la ilicitud de ta (art. 68 con relación al 21.1-) si se acredita su particular intensidad (sü impacto
.'< la conducta y en la autodeterminación del individuo (S. 4.XI. 1999). Las psicopatías, en el psiquismo del individuo) o concurre con otras anomalías y trastornos psíquicos
como dice una sentencia de 19.1.2000, expresan una clara patología porque afectan (vg. esquizoide, paranoide, toxifrenias, retraso mental, etc.). La psicopatía explosi-
1- a la organización y cohesión de la personalidad, y al equilibrio emocional y volitivo va suele subsumirse en el trastorno mental transitorio del artículo 20.1-, párrafo
9 del enfermo. En el momento de identificar los rasgos y dimensiones de la personá- segundo (vg. S. de 7.IV. 1998). Aún cuando alguna sentencia admite la hipótesis de
is lidad psicopática, alguna sentencia generaliza, refiriéndose a la agresividad como una eventual exención completa de la responsabilidad criminal del psicópata (así,
.; característica común a todas las psicopatías (así, S. de 29.11.1988); otras, sin S. 16.VII.1990), no consta que Sentencia alguna del Tribunal Supremo haya
T embargo, señalan u n a pluralidad de rasgos: insensibilidad, impulsividad y frialdad declarado la inimputabilidad por este concepto. En términos estadísticos, podría
8 de ánimo (S. 19.XII.1995); egocentrismo, falta de empatia y labilidad afectiva (S. afirmarse, como hace la Sentencia de 14.VI.1995, que el efecto propio de las
E 2.XI. 1983); estructuración no armónica de la personalidad, inestabilidad de ánimo, psicopatías se aproxima más al atenuatorio genérico que al de las eximentes
8 respuestas conductuales desproporcionadas al estímulo, insensibilidad a la angus- incompletas. La eximente incompleta se aprecia, no obstante, bien con relación a
o tia (11.V.1995); pobreza general de sus reacciones afectivas, falta de autocrítica e las psicopatías profundas, bien en los casos en que el trastorno de la personalidad
I; incapacidad para aprender de la experiencia, y otros rasgos en consonancia con la aparece asociado a otras alteraciones, anomalías o enfermedades, lo que no es
j descripción del DSM.IV (vg. S. 2.VI. 1997). infrecuente como advierten, entre otras, las Sentencias de 19.XII. 1995 y 24.XI. 1997.
o 5.- En cuanto al régimen penal de las psicopatías, no puede desconocerse que el Sucede, por ejemplo, cuando a la psicopatía se añade la debilidad mental (S. 4.X.95),
9 cambio normativo que introduce el vigente Código respecto al de 1973 h a influido el alcohohsmo crónico (S. 11.X.1995), la adicción a la cocaína (S. 19.XII.1995) o a la
o. lógicamente en la doctrina jurisprudencial en torno a las psicopatías. Las Senten- heroína (S. 24.XI.1997), rasgos paranoides (S. 7.IV.1998), etc. El efecto atenuatorio
cias de 4.x. 1994 y 1.X.1999 lo explican: el Código Penal de 1973 eximía de cualificado de estos cuadros psiquiátricos complejos donde la psicopatía se asocia
n responsabilidad criminal al enajenado, concepto éste de base patológica, morbosa, a otros trastornos no constituye novedad alguna, porque la Jurisprudencia había
9. que en virtud del giro psicologicista de la interpretación jurisprudencial exigía un mantenido tradicionalmente tal criterio cuando la psicopatía concurre, por ejem-
Y impacto máximo del trastorno en la inteligencia y voluntad del sujeto, capaz de plo: con lesiones cerebrales precedentes (S. 2.VII. 1984,8.VII.1986, etc.); oligofrenia
,'• anularlas por completo (S. 20.V.1981), lo que, desde luego, no tenía lugar en las en sus primeros grados (S. 2.VII.1989,4.X.1994, etc.); histeria (S. 9.V.1986); rasgos
9 psicopatías. Por el contrario, el vigente Código penal ha suprimido deliberadamen- esquizoides (S. 12.VII.1989, 15.III.1979, etc.); neurosis (S. 28.III.1989); epilepsia
-I te la referencia concreta a la enajenación que impedía incluir las psicopatías en el (S. 4.X.1982); labilidad profunda (S. 28.III.1989). Y, desde luego, en las llamadas
fi ámbito de su artículo 8°. Y, además, contempla la imputabilidad del individuo no
656 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA
aiaiii-
El modelo psicodinámico: explicaciones
8 Bserteistí-l^- ,'ii3»*M«:latkfoíi¿yte<jo«,'ibq;; ittíjfsfei^jífiíilfe::!* psicoanalíticas del crimen^
; VBDÍÍ h9v sb noiísíBii B
1. EL M O D E L O «PSICODINÁMICO» Y S U F U N C I Ó N MEDIA-
DORA
áoib BiaQíxxBiqoíq aem'no
La Psicopatología (criminal) parte de la hipótesis de que determinadas
disfunciones, anomalías o enfermedades psíquicas explican otros tantos comporta-
mientos antisociales y delictivos, según ha tratado de exponerse en el capitulo
BííiS w ^ t /. 1 1 anterior.
;(Sf>I7tí a/io'i.ij ; La Psicología, por el contrario, analiza el comportamiento delictivo como cual-
BB)Jí5qoM'ái4 •" - )] ''-li f^ -.1 í-iii.ínií. t i . ' . ' ' i o. ' ¿ivirioiqxe 8BJ quier otro comportamiento humano normal, por estimar que no existe diferencia
cualitativa alguna entre uno y otro, desde el punto de vista estrictamente conductual
(esto es: estructura del comportamiento, proceso de aprendizaje del modelo, etc.).
— obflB ií-.
El psicoanálisis —o, si se prefiere, el llamado modelo psicodinámico—
oJasq:!.. i j « ' bítí i<;i > • f .aíi ' j u i " ' ^ ür £>j
representa u n puente o instrumento de comunicación entre el enfoque
BOOIlípíBií f'.Ofí i psiquiátrico y el psicológico. ii^.,/í:iv^Kit:rR rf¿- -MI • «p
-igoli;
En efecto, nacido en el seno de la clínica —y como terapia para ciertas
dolencias psíquicas concretas (histerias y neurosis)— pronto se convir-
tió en una teoría general; e incluso, en más que una teoría o modelo: en
..; iU'"i ¡••ib ,íuíMít; 'jüii-tía-u' •"''!> -JrffiOi o j .\ una auténtica «cosmovisión»^. El análisis imaginativo de la estructura
í i h h o q , -I i - 1 ' • -ti !' 15). ítj- I .'J.l •'" J'''l Jí> !¡'.(1 i9K»s«u^t>í.,tLi «,u'íiCJy^ííJff(^JS9y,ig4,íi®f5ra;jp©»pj^p»:#^;9r3^
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' ' " p ü'-in-jíiv,; !<>í-', ,ii£ J.JÍÍ it. --ÍH U fe-ijij/íf)
i; oíjf,.. ., '
^ Sobre el enfoque psicoanalítico del crimen, vid. LÓPEZ REY, M., La Criminalidad.
bul) «¡V H Un estudio analítico, cit., págs. 196 y ss. (y bibliografía allí reseñada); MIRALLES;
. 89 00 ,,
' f ' j . i i . ' •-. i;¡,tnoíu ji iifOí .wf-iiítí "í.iju.ffi ,í>í»*JÍa<?^ T-, en: El pensamiento criminológico, cit., I, págs 75 y ss.; RODRÍGUEZ
MANZANERA, L., Criminología, cit., págs. 386 a 392; GARCÍA-GARCÍA, J., y
SANCHA MATA, Psicología Penitenciaria, Áreas de intervención terapéutica, cit.,
págs. 35 y ss.; VOLD, G. B., Theoretical Criminology, cit., págs. 141 y ss.; HALL
psicopatías graves o profundas (así, Sentencias de 13.V. 1981,17.11,1981,28.III.1989, WILLLAMS, J. E., Criminology and Criminal Justice, cit., págs. 55 y ss. (y reseña
6.XII.1982, 24.1.1991, 6.XI.1992, etc.)... bibliográfica, págs. 68y ss.); VETTER, H. J., y SILYERMAN, I. J., Criminology and
En todo caso, la Jurisprudencia no se conforma con la concurrencia inequívoca de Crime. An Introduction, cit., págs. 384 y ss.; MANNHEIM, H., Comparative
la psicopatía o nosología psiquiátrica; exige, además, el impacto psicológico rele- Criminology, cit., I, págs. 312 y ss. (y bibliografía citada por el autor); MEZGER, E.,
vante de la enfermedad en la capacidad del sujeto para comprender la ilicitud de Criminología, cit., págs. 80 y ss. (y bibliografía que el autor reseña), KAUFMANN,
su conducta y autodeterminarse en consecuencia en el momento de la comisión del H., Kriminologie, cit.. I, págs. 59 a 80; KAISER, G., Kriminologie. Ein Lehrbuch, cit.
delito; y, desde luego, la conexión psicológica (causal) entre el trastorno de la págs. 131 y ss.; SANCHA MATA, Víctor, Psicoanálisis y delito, en: Delincuencia.
personalidad y el concreto hecho criminal llevado a cabo (S. 24.XI. 1997,12.VII. 1999, Teoría e investigación, cit., págs. 55 a 72.
etc.). RODRÍGUEZ MANZANERA, L., Criminología, cit., pág. 361.
658 ANTONIO GAECIA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 659
12 Vid. VALLEJO, J., BULBENA, A., y otros: Introducción, cit. (reimpresión de 1983), .miiiiji'í u 3,i»/ü^^..
vf.A ,'.;(!"\T
págs. 21 y ss.
13 FEEUD, S., Obras completas, Madrid, 1948, Ed. Biblioteca Nueva. ' hf •'" P a r a una interpretación más detenida, vid.: GLOVER, E., The Roots of Crime,
" FEEUD, S., The Ego and the Id, en: Complete Psychological of Sigmund Preud, vol. London (1960), págs. 35 y ss.; FRIEDLANDER, K., The Psycho-analytical Approach
XIX (1948), London, Hogarth, pág. 52. to Juvenile Delinquency, London (1947), págs. 17 y ss.; BROWN, A. C , Freud and
15 Cfr. KAISER, G., Criminología. Una introducción, cit., pág. 41. EODRÍGUEZ the Post-Freudians, 1961 (Harmondsworth), págs. 20 y ss. Cfr.
MANZANERA, L., Criminología, cit., págs. 368. MANNHEIM, H.,
664 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 665
En la teoría psicoanalítica, el complejo de Edipo ocupa u n lugar c) Pero la aportación más significativa de FREUD reside en la
estelar por su estrecha relación con laneurosisy el sentimiento de culpa. trascendencia que atribuye al inconsciente su famosa «división topográfica
Evocando la célebre tragedia griega en la que EdIpo, sin saberlo, da muerte a su del psiquismo» (preconsciente, consciente, inconsciente), así como en el
padre y se casa con su propia madre, mantiene FREUD que durante la etapa fálica descubrimiento del aparato intrapsíquico y sus tres instancias —yo,
el niño experimenta una atracción sexual hacia el progenitor del sexo opuesto, unido
a un sentimiento de odio hacia el de su mismo sexo^^. Dicha tendencia incestuosa
ello, super-yo— (división «dinámica»).
debe superarse satisfactoriamente (suele serlo a través de un proceso de identifica- FREUD potencia al máximo la función del inconsciente en el proceso
ción y sublimación), pues, en otro caso, produce graves disfunciones en la
estructuración de la personalidad, llegando a generar un complejo de culpa
mental. El inconsciente es la parte trascendental del psiquismo humano:
criminógeno. la parte «sumergida, invisible del iceberg que configura el sector más
vasto y en muchos sentidos poderoso de nuestra mente»^^.
Muchos delincuentes jóvenes lo son, según FREUD, porque no han Distinto del «preconsciente» (al preconsciente pertenece lo que, aun siendo
resuelto su problema edípico^^. El individuo que no fiíe capaz de superar todavía no consciente, puede traerse al mundo de lo consciente), el inconsciente
contiene «nuestros impulsos instintivos y recuerdos reprimidos»^*; experiencias
éste, experimenta u na necesidad de castigo con la que persigue — traumáticas de la niñez que han permanecido ocultas, desconocidas y olvidadas. El
también inconscientemente— un alivio psíquico de su complejo dé Edipo inconsciente no es visible pero existe: almacena todas aquellas vivencias. Junto al
por el odio a la figura paterna. El sentimiento de culpa, de este modo, pensamiento o el sentimiento conscientes hay también un pensamiento y un
induce al individuo a la comisión del delito porque conlleva un requeri- sentimiento inconscientes: un conjunto de fuerzas reprimidas y recónditas que
gobiernan los pensamientos, emociones y acciones conscientes del hombre.
miento autopunitivo: el sujeto busca la pena, la necesita^^. P a r a ello,
como advierte FREUD^", no tiene que «matar» al padre: muchos compor-
tamientos delictivos, por su contenido simbólico, expresan dicho odio a La acentuación del inconsciente implica, en el plano filosófico, u n
aquél y deben interpretarse como «sustitutivos» del mismo^^ Y porque determinismo radical; en el criminológico, la tesis de que todo delito
el culpable busca el castigo inconscientemente, inconscientemente tam- tiene alguna motivación profunda, oculta para el propio autor, incons-
bién comete errores en la ejecución del crimen, deja pistas a la autoridad ciente.
que puedan descubrirle, siente la necesidad incontenible de regresar al Filosóficamente, la trascendencia que FREUD atribuye a las fuerzas
lugar donde llevó a cabo aquél y, por último, confiesa su culpa^^. inconscientes convierte al individuo en mero instrumento, símbolo o
reflejo de las mismas. Pugna, pues, con la concepción clásica del libre
Jfi'ííS R í l f i i ' ! R T ft«'fH/rr+oH''as
albedrío. Habla a favor de las tesis deterministas.
Comparative Criminology, cit., I; págs. 315 y ss. También, RODRÍGUEZ Criminológicamente, parece resolver el problema de los crímenes
MANZANERA, L., Criminología, cit., págs. 373 y ss.; VALLEJO, J.; BULBENA, A.,
y otros, Introducción, cit. (reimpresión de 1983), págs. 35 y ss. absurdos, sin motivos, irracionales; e incluso ofrece nuevas vías de
^' Vid. FREUD, S., Nuevas aportaciones al Psicoanálisis, en: Obras Completas, I, cit., interpretación al significado genuino de muchos delitos. La clave se
págs. 779 y ss. También en: El delincuente por sentimiento de culpabilidad, en: halla en el inconsciente del autor que se expresa, de forma indirecta,
Obras Completas, cit., páginas 1.001 y ss.
simbólica.
^^ FREUD, S., El delincuente por sentimiento de culpabilidad, cit., págs. 1.001 y ss.
Cfr., RODRÍGUEZ MANZANERA, L., Criminología, cit., págs. 372 y 379.
1^ MEZGER, E., Criminología, cit., pág. 84. ' ' f -,v> ; f A.HÍ
FREUD, S., El delincuente por sentimiento de culpabilidad, cit. passim. Cfr.,
MIRALLES, T^, El pensamiento criminológico, cit.. I, pág. 80. Vid., FREUD, S., Metapsicología, en: Obras completas, I, cit., págs. 1.043 y ss. Sobre
Así, falsificar la firma paterna en un cheque simboliza, equivale o significa dar ^'^^ este aspecto capital de la doctrina de FREUD, vid. MANNHEIM, H., Comparative
muerte al padre, el robo en casa habitada expresa un comportamiento incestuoso •/•''•' Criminology cit., I, página 312 (referencia bibliográfica en pág. 410); RODRÍGUEZ
con la propia madre, etc. Cfr. MIRALLES, T-, El pensamiento criminológico, cit.. I, MANZANERA. Criminología, cit., págs. 374 y ss.; MEZGER, E., Criminología, cit.,
pág. 80. ' '.'' págs. 81 y ss.; VOLD, G. B., Theoretical Criminology, cit., págs. 131 y ss.;
Sobre el complejo de culpa, su fundamento edípico y consecuencias del mismo, véase KAUFMANN, H.; Kriminologie, cit., págs. 59y ss.; VETTER, H. J., y SILVERMAN,
VOLD, G. B., Theoretical Criminology, cit., págs. 131 y ss. (y reseña bibliográfica, I. J., Criminology and Crime. An Introduction, cit., pág. 386.
'•^ pág. 133, nota 14). ^^ Cfr. MANNHEIM, H., Comparative Criminology, cit., I, pág. 312.
666 ANTONIO GAECÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 667
La vida diaria, según FREUD, ofrece un caudal inagotable de 5//7/c/77,35de cuanto Según FREUD, el equilibrio de estas tres instancias asegura la
acontece en el inconsciente. Los «actos fallidos» o los «sueños» abren paso así a estabilidad psíquica del individuo; sus disfunciones, desajustes o falta
una sutil red de simbolizaciones de alto valor interpretativo y terapéutico^^ El de sincronización y armonía, los diversos procesos patológicos. Es lógico,
comportamiento criminal es también un comportamiento pleno de sentido, de
significado. Falsificar la firma del padre, para FREUD por ejemplo representa la
por ello, que la doctrina psicoanalítica utilice como hipótesis explicativa
exteorización de un deseo parricida inconsciente; cometer un robo en casa fiabitada, del delito la ausencia de súper-yo (AICHORN). O que conceda vital
la de un acto incestuoso con la propia madre, etc.^^ importancia al concepto de neurosis (FRIEDLANDER). El crimen sería
consecuencia bien de u n fracaso en la interiorización de las normas y
d) El llamado aparato intrapsíquico o división dinámica de la perso- valores convencionales (triunfo del «ello», del principio del placer), bien
nalidad, merece especial consideración. FREUD distingue tres instan- de una mala estructuración del «yo», incapaz de controlar las fuerzas
cias mentales: el ello, el yo y el súper-yo^'^. instintivas del «ello» y las exigencias sociales del «super-yo» (neurosis).
El i3//ces la estructura básica y primarla. Integra todos los componentes naturales La estructura dinámica del psiquismo conduce al concepto de neuro-
e involuntarios de la vida del individuo: fundamentalmente, sus impulsos innatos o sis^", fundamental en la teoría psicoanalítica; esto es, la «afección
instintos, sexuales y agresivos (aunque no sólo los biológicos ya que también los
deseos reprimidos intervienen en su formación). El «ello» se rige por el principio del psicógena cuyos síntomas son la expresión simbólica de un conflicto
placeryconsX\\uye una estructura «originaria», esto es: aí nacer somos puro «ello». psíquico que tiene sus raíces en la historia infantil del sujeto y constitu-
Para la doctrina psicoanalítica, el hombre es, por naturaleza, un ser antisocial, yen compromisos entre el deseo y la defensa^^.
egoísta, insolidario^^.
La neurosis implica un grave desequilibrio en la interrelación de las tres
El/ese desarrolla por diferenciación del aparato psíquico en su contacto con la
instancias de la personalidad, en virtud de la cual una determinada tendencia es
realidad externa («una parte del e/Zomodificada») —decía FREUD—. Se sitúa entre
las demandas del «ello» y la realidad exterior intentando satisfacer las exigencias del reprimida y fijada en el inconsciente —en lugar de acceder al mundo consciente—
mismo, pero asegurando la estabilidad del individuo; desempeña, pues, una función por razón de un acontecimiento natural o traumático que el individuo experimentó de
mediadora como intermediario entre el «ello» y el medio. El «yo» se rige por el forma muy intensa. Al no evolucionar su inconsciente, se produce una regresión al
principio de realidad y su actividad puede ser consciente (percepción, procesos pasadd^^. La neurosis presupone un conflicto interno anclado en el pretérito. Los
intelectuales, etc.), preconsciente e inconsciente (mecanismos de defensa)^^. síntomas neuróticos responden al intento fallido del «yo» de conciliar los requeri-
mientos contrapuestos del «ello» y del «super-yo». Son, pues, fórmulas de compro-
El super-yoes una formación que se desprende del «yo» (durante la represión
miso entre el «impulso» y la «defensa»^'.
del Edipo) introyectando la figura paterna. Capitaliza los valores morales inducidos
socialmente a través de la identificación con los padres. Sede de las fuerzas
represivas que generan autocrítica y culpabilidad (censor), actúa sobre el «yo» para FREUD estableció u n claro paralelismo entre neurosis y criminali-
que éste inhiba los deseos más intolerables. El super-yo se rige por el principio del dad, por entender que tanto el comportamiento del neurótico como el del
deber
delincuente responden a unos mismos procesos, a claves psicoanalíti-
SrqOICB U.ÍÍJ3 BDB-5. .119 fíjqB"t3J \ Í39JÍT i) » U :5»<í
camente afines. E n ambos casos existe un conflicto mental proñmdo la ALEXANDER y STAUB asumen la teoría freudiana del complejo de
actuación defensiva del «yo» que reprime en el inconsciente ciertas Edipo. Ajuicio de los autores —y desde u n punto de vista evolutivo— no
tendencias del «ello» y la respuesta simbólica (conducta delictiva ha5' diferencias «congénitas» entre el individuo delincuente y el no
síntoma neurótico) como expresión del fracaso de la función mediadora delincuente, sino factores educacionales. Aquéllas comienzan a perfilar-
del «yo» y de los desequilibrios intrapsíquicos. No obstante, según se con ocasión de la «lucha edipiana» que tiene lugar en la denominada
FREUD, dos diferencias separan al neurótico del criminal en cuanto al '«'etapa de latencia»: el individuo «sano» consigue vencer el complejo de
nivel de concienciación y desencadenamiento de la agresividad: en el Edipo reprimiendo o sublimando sus impulsos antisociales, mientras el
neurótico hay algo secreto para su propia consciencia, en el criminal su criminal sucumbe a aquéV J'm^»oomtmn«--^B9fmm
hecho es secreto para los demás; el criminal pasa a los hechos, al acto;
lo que el neurótico generalmente imagina pero no llega a hacer^*. La tipología de ALEXANDER y STAUB distingue dos grandes grupos
de delincuentes: crónicos y situacionales. Estos últimos, a su vez, se
subdividirían en tres categorías: delincuentes «neuróticos», delincuen-
tes «normales» y delincuentes «enfermos», cada u n a con su respectiva
etiología y terapia.
4. APORTACIÓN A LA CRIMINOLOGÍA D E O T R O S PSICOA-
NALISTAS El criminal «neurótico» opta por el delito como salida a un conflicto
psíquico que tiene lugar entre las tendencias sociales y las antisociales
Junto a FREUD, destaca la obra de otros psicoanalistas cuyas tesis de su personalidad. Cabe hablar, pues, de un a etiología «psicológica». El
tienen especial aplicación al ámbito criminológico: ALEXANDER- delincuente «normal», por el contrario, se identifica con modelos crimi-
STAUB, REIK, AICHORN, FRIEDLANDER, BOWLBY, etc. nales por motivos sociales, pedagógicos, educacionales. La etiología de
este tipo delincuencial debe calificarse de «sociológica». Por último, los
a) F. ALEXANDER y H. STAUB, médico psicoanalista, el primero y delincuentes «enfermos» padecen u n condicionamiento orgánico, patoló-
colaborador de W. HEALEY^^; jurista, el segundo, publicaron en 1929 gico. Desde un punto de vista etiológico, sólo la Biología puede explicar
una obra ya clásica en la doctrina psicoanalítica: «El delincuente y sus la génesis de estas personalidades anormales^®. , _ „ '^t. „
36
jueces»
En buena lógica, y siguiendo el pensamiento psicoanalítico ortodoxo,
En la misma contemplan ALEXANDER y STAUB tres cuestiones de ALEXANDER y STAUB sugieren un a política criminal diferenciada,
especial interés que resuelven dentro de la más estricta ortodoxia del que se ajuste a las características de cada subtipo.
psicoanálisis: explicación del comportamiento criminal (génesis de éste),
tipología (clases de delincuentes) y terapia en cada caso apropiada. En cuanto al delincuente «neurótico», propugnan la abolición de todo
resorte expiatorio, punitivo (de la «pena» convencional); y, en su lugar,
el sometimiento del mismo a un a terapia psicoanalítica^^. La pena,
según ALEXANDER y STAUB, sólo se justifica en los demás supuestos,
ya que el individuo «neurótico», por su complejo de culpabilidad edípico,
^* Vid. RODRÍGUEZ MANZANERA, L., Criminología, cit., pág. 379; VOLD, G. B., autopunitivo, «busca» el castigo. La pena, lejos de contramotivaríe, es un
.- Theoretical Criminology, cit., págs. 133 y ss.; MEZGER, E., Criminología, cit., págs.
'' 82 Y 83; VETTER, H. J., y SILVERMAN, I. J., Criminology and Crime. An
Introduction, cit., pág. 386.
'' Vid. ALEXANDER, F., Y W. HEALY, Roots of Crime: Psychoanalytics Studies,
1935. Cfr. HALL WILLIAMS, J. E., Criminology and Criminal Justice cit., págs. 58 ^'' ALEXANDER, F., Y STAUB H., El delincuente y sus jueces, cit., pág. 50. Cfr.
Yss. RODRÍGUEZ MANZANERA, L., Criminología, cit., pág. 381.
ALEXANDER, F., Y STAUB, H., Der Verbrecher und sein Richter, 1929 (edición ^** ALEXANDER, F., Y STAUB, H., El delincuente y sus jueces, cit., pág. 69. Cfr.
9i. inglesa, The Criminal, The Judge and the PubHc, 1931; en lengua castellana: El SANCHA MATA, V., Psicoanálisis y delito, cit., pág. 61.
•5, delincuente y sus jueces desde el punto de vista psicoanalítico, Madrid, 1961, ^^ ALEXANDER, P., Y STAUB, H., El delincuente y sus jueces, cit., pág. 228. Cfr.
Biblioteca Nueva). RODRÍGUEZ MANZANERA, L., Criminología, cit., pág. 382.
670 ANTONIO GAECÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 671
«estímulo» criminógeno que u na correcta política criminal debe reservar delincuente; que castigamos para dar satisfacción a una necesidad social de
para los delincuentes normales (no neuróticos)*". sancionar, proyectando sobre la víctima propiciatoria del infractor sentimientos
colectivos inconscientes de culpa y frustración.
b) Otro psicoanalista ortodoxo fue TH. REIK, estrecho colaborador de
FREUD, especialmente conocido por dos obras de psicoanálisis aplicado: c) A. AICHORN es, probablemente, el primer autor que aplica u n
«El impulso a confesar» y «Psicoanálisis del crimen»*^.
esquema psicoanalítico puro al análisis de la delincuenciaji/ue?iiZ, con su
Parte REIK de la importancia del sentimiento de culpa, que explica- obra «Wayward Youth»**. Su aportación más destacable consiste en
ría, a su juicio, el interés —a menudo desproporcionado e irracional— de haber introducido en la literatura psicoanalítica el concepto de «delin-
la opinión pública por el delincuente desconocido y por el crimen cuencia latente»^^.
mismo*^. E interpreta dicho complejo al modo que lo hiciera FREUD, Según AICHORN, la predisposición delictiva no es un producto determinado en
esto es, como «causa» y no como «consecuencia» o resultado del delito. El el momento del nacimiento del individuo, sino que se halla configurada por una
individuo, según esto, delinquiría para ser castigado, aliviando así relación emocional a través de las primeras experiencias vitales y el impacto que
aquella vivencia inconsciente de Edipo. A esta reacción autopunitiva por ejerce el medio sobre el niño. Éste nace como un ser asocial y reclama la satisfacción
de sus instintos sin atender al mundo que le rodea. Precisamente, conducir al niño
el complejo de culpa atribuye REIK un hecho muy común: que el de dicho estado asocial a un estado social es el cometido de todo el proceso
delincuente no lleve a cabo u n a ejecución del todo perfecta del acto educacional. Ahora bien, el desarrollo de algunos niños no sigue ese curso normal,
criminal, primero; y que se vea impelido, después, a confesar su autoría. de modo que continúan siendo asocíales o simulan tan sólo su adaptación,
Concurrirían, pues, en aquél dos impulsos de signo contrario: uno generándose así un estado de «delincuencia latente»''^. Éste se dará, sobre todo —
consciente, dirigido a borrar todo rastro del delito; y otro inconsciente, precisa AICHORN—, en personalidades que reclamen una gratificación inmediata
de sus instintos (actuación impulsiva); que antepongan sus exigencias propias a las
que le induce a delatarse para expiar su culpa. de los demás, o satisfagan aquéllas sin atender al criterio de lo bueno y lo malo
(ausencia de complejo de culpa)"*'. Con este planteamiento, pues, evoca AICHORN
En el ámbito político-criminal, el planteamiento de REIK conduce al uno de los temas favoritos de la doctrina psicoanalítica: la lucha entre el principio del
rechazo indiscriminado de la pena como mecanismo disuasorio y preven- «placer» (ello) y el principio de «realidad» (yo).
tivo del crimen, por estimarla incapaz de acceder al mundo de lo
inconsciente y de neutralizar el complejo de culpa, fuente de toda AICHORN, por otra parte, resiste a la tentación de propugnar una
conducta criminal. Habría que sustituirla por otras medidas preventi- teoría unitaria de la criminalidad, ya que distinguió nítidamente delin-
vas y profilácticas*^. cuencia y neurosis'^^. P a r a AICHORN, no todo criminal es u n neurótico.
De algún modo, REIK anticipa ya las críticas que un sector de la El delincuente neurótico es sólo un tipo más: un individuo que sufre por
moderna doctrina psicoanalítica (teoría de la «psicología de la sociedad sus malos actos, a diferencia de otros que no experimentan sentimiento
sancionadora») dirige a las funciones convencionalmente asignadas a la
pena por la concepción tradicional: retribución, prevención general y
prevención especial. -•cjj 5^-7c uiua ¡ít '-Jii iCt •{ Mdtli Kl/^i/s.
** AICHORN,A., Waywardyouth,New York, 1935, Viking.Vid.,también:Delinquency
La referida «psicología de la sociedad sancionadora» pone de relieve que no and Child Guidance: Selected Papers, 1964 (cit. por HALL WILLIAMS, J. E.,
l*t-^ castigamos por razones de justicia, ni para prevenir el crimen o resocializar al Criminology and Criminal Justice, cit., pág. 55, nota 2).
*^ Vid., por todos, FRIEDLANDER, K., Latent Delinquency and Ego Development,
en: Searchlights on Delinquency (1949), edit. Eissler, K. R., New York, 1956,
International Universities Press, págs. 205 y ss. Como advierte WILLIAMS, este
;J° Cfr., MEZGER, E., Criminología, cit., pág. 84. concepto no debe confundirse con el de latencia freudiano —fase o período de
Sobre la obra de EEIK, vid. RODRÍGUEZ MANZANERA, L., Criminología, cit., latencia— (Criminology and Criminal Justice, cit., pág. 55, nota 2).
pag. 382. ^ '^ El autor utiliza el término dissocial. Vid. HALL WILLIAMS, J. E., Criminology and
_^' Cfr. RODRÍGUEZ MANZANERA, L., Criminología, cit., pág. 382. Sobre este Criminal Justice, cit., pág. 56.
^ RPÍ^I?*° autopunitivo inconsciente, derivado del complejo de culpa, al que se refiere *'' Cfr., AICHORN, A., Waywardyouth, cit. Cfr. SIEGEL, L. J., Criminology, cit., pág.
43 í : , («autotraición»), vid. SANCHA MATA, V., Psicoanálisis y delito, cit., pág. 59. 143. .,.,. K ¡ - '
Vid., MEZGER, E., Criminología, cit., pág 84 ""^ Vid., SIEGEL, L. J., Criminology, cit., pág. 143. .:, • ., . u ... ,. ..> --•
672 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA T TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 673
alguno de culpa por ellos e incluso aprovechan tal circunstancia y se deseos frustrados y de privaciones causantes de u n a profunda insatis-
recrean. facción en el niño.
K. FRIEDLANDER, discípulo de AICHORN, en su conocida obra «Latent Los autores comprobaron que mientras el grupo de no delincuentes había
Delinquency and Ego Development»'*^^, atribuye dicho estado de criminalidad latente experimentado unas relaciones humanas más satisfactorias que el de delincuentes,
a un pobre entorno familiar que debilita el «yo» y daña el «super-yo». El criminal, éstos últimos carecieron en su momento de vínculos afectivos sólidos, lo que
según FRIEDLANDER, por razón de un déficit significativo en sus relaciones , - explicaría el índice de trastornos emocionales detectado en los mismos, así como
familiares, carece del necesario control sobre los impulsos del «ello». En consecuen- el no desarrollo de un «súper-yo» que les protegiese frente aconductas antisociales^".
cia, el principio del «placer» rige sus acciones y reclama una gratificación inmediata
de sus instintos^".
e) La doctrina psicoanalítica inglesa, representada por J. BOWLBY
En un sentido semejante, se pronuncian F. REDL y D. WINEMAN, para quienes
el origen del comportamiento antisocial reside en experiencias familiares destructivas y sus colegas de la Clínica Tavistock, h a seguido unas coordenadas
sufridas durante la infancia, que deterioran el «ego»^^ Éste se dividiría en dos propias^^. BOWLBY^'' concede u n a singular relevancia criminógena a la
segmentos: uno débil (esta parte débil del yoexpWca conductas impulsivas y, sobre experiencia infantil de privación o separación de la madre.
todo, la impaciencia, ansiedad, desesperanza y «bajos niveles de ebullición» del
individuo), otro fuerte, extrovertido, confllctivo, que atrae aliados criminales y Comparando un grupo reducido de delincuentes contra el patrimonio con otro de
rechaza el principio de autoridad^^. La debilidad y desdoblamiento del /^determinan, no delincuentes, observó en el primero un número de casos, a su juicio significativo
por ello, el grave deterioro de la capacidad de control de los propios actos, siendo (17 de 44), de niños que habían sido separados de sus madres seis meses o más
incapaz el individuo de orientar su conducta con arreglo a pautas convencionales. durante sus primeros cinco años de vida. A su vez, y entre éstos, la mayor parte de
tales niños (14 de 17) exhibían una acusada incapacidad para establecer relaciones
interpersonales con los demás, desarrollando un carácter muy significativo
d) Para terminar, un sector de la doctrina psicoanalítica opera con dos (affectionless character). De ambos datos inferiría BOWLBY que la experiencia
hipótesis que merecen especial mención: el crimen, como producto de la infantil de separación de la madre es un poderoso factor criminógeno.
«sublimación» de ciertas frustraciones emocionales (HEALY y
BRONNER), o, concretamente, como resultado de la experiencia infantil La hipótesis de BOWLBY fue inmediatamente contestada por soció-
de separación de la madre (teoría de la maternal deprivation, de logos (WOOTTON) y psicólogos (CLARKE, ANDRY, etc.)^^
BowLBY). .^^; _, ,K,.,„. ...,.,..:.,•,:,. ,.:. :.:„Í„:,,., .'.^..:. ANDRY^® pondría de relieve la necesidad de analizar la experiencia
HEALY y BRONNER, después de u n a investigación empírica en tres infantil de separación, tanto de la madre como del padre o de ambos. A
ciudades norteamericanas, llevada a cabo con el correspondiente grupo su entender, el número de casos de privación materna detectados por
de controP^, concluyeron que la conducta criminal es el resultado de BOWLBY en el grupo delincuente no sólo no sería significativo, sino todo
lo contrario. Demostraría que la privación materna apenas influye en la
mayor parte de conductas desviadas. La hipótesis de BOWLBY, según
.88 \'<S '?^\i\i\ ^f'í a n r i t í r r l . f « n f r f T r f r i \\rxci tY)/\¡/-irf rnrrc •;r T.
FRIEDLANDEE, K , Latent Delinquency and Ego Development, cit., pág. 207. Cfr.
SIEGEL L. J., Criminology, cit., pág. 143. HEALY, W., y BRONNER, A. L., New Light on Dehnquency and its Treatment, cit.,
Vid. SIEGEL, L. J., Criminology, cit., pág. 143. Sobre FRIEDLANDER, vid. pág. 7 ss. Cfr. HALL WILLIAMS, J. E., Criminology and Criminal Justice, cit., pág.
SANCHA MATA, V., Psicoanálisis y delito, cit., págs. 61 y 62. 57.
55
REDL, F., y WINEMAN, D., Children Who Hate: The Disorganization and Vid. HALL WILLIAMS, J. E., Criminology and Criminal Justice, cit., págs. 59 y ss.
Breakdown of Behavior Controls, New York, 1962, Collier Books. Cfr. SIEGEL, L. Sobre esta hipótesis y otras afines, vid. SANCHA MATA, V., Psicoanálisis y delito,
J., Criminology, cit., pág. 144. cit., págs. 65 y ss.
56
Vid. REDL, F., y TOCH, H., The Psychoanalytic Perspective, en: Psychology of BOWLBY, J., Forty-Four Juvenile Thieves: Their Characters and Home-Life, 1946;
Crime and Criminal Justice, ed. TOCH, H. (New York, 1979, Holt Rinehart and del mismo: Maternal Care and Mental Health (1951). Cfr., HALL WILLIAMS, J.
Winston), pág. 194. Cfr. SIEGEL, L. J., Criminology, cit., pág. 144 y ss. Cfr. HALL E., Criminology and Criminal Justice, cit., págs. 60 ss.
WILLIAMS, J. E., Criminology and Criminal Justice, cit., pág. 57. Vid. HALL WILLIAMS, J. E., Criminology and Criminal Justice, cit., págs. 61 y ss.
HEALY, W., y BRONNER, A. L., New Light on Dehnquency and its Treatment, ANDRY, R. G., Delinquency and Parental Pathology, 1960. Del mismo: Faulty
1936. También: Delinquents and crimináis: their making and unmaking, NeW Paternal and Maternal Child Relationships. Affection and Dehnquency, en: British
York, 1926, Macmillan. Journal of Delinquency, VIII (1957-1958), pág. 34. -,:--, - ...-"
674 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 675
ANDRY, exacerba la importancia de lo que no representa más que un GKYGIER*''' Y B. WOOTTON. Para esta última, no consta que la experien-
reducido «subgrupo» del total de la población criminal. cia citada produzca un daño irreversible en los niños, antes bien, los
delincuentes por razón del affectionless character representan u n subgrupo
También critica, aunque mucho más matizada y con mayor respaldo
de mínimas proporciones en el total de la población criminaP®.
empírico, parece la conclusión de LITTLE^^. Según LITTLE, descono-
ciéndose hoy la incidencia de la «separación materna» en la población Por último, en la década de los setenta, M. RUTTER'^'^ ha revisado la hipótesis
' ' de BOWLBY, contribuyendo positivamente a depurar su verdadero valor. Según
general, no es posible establecer comparaciones ni verificar la hipótesis RUTTER, la expresión maternal deprivation incluye supuestos heterogéneos y
de BOWLBY. Por ello, añade LITTLE, el proceder correcto consiste en
poner de manifiesto la correlación que pueda existir entre aquélla y otros 4 dispares. Habría que distinguir, a su juicio, la falta de vínculos afectivos materno-
filiales (privation) de la posterior ruptura de los mismos por la experiencia de la
factores, como fecha' de la primera comparecencia del joven ante los separación (deprivation);Q\ impacto a corto plazo de ésta y sus consecuencias de
largo alcance, que variarían según la edad del niño, sexo, temperamento y otros
tribunales, curriculum delictivo, tipo de infracciones, etc.
factores^^ RUTTER concluye que estas últimas se deben más a una falta o déficit
Partiendo, pues, de una diferenciación de tres clases de infractores (los que no (privation) ú& vínculos afectivos materno-flliales que a cualquier tipo de pérdida o
han sufrido una experiencia de separación; los que la han padecido una o dos veces; perturbación posterior de los mismos (deprivation).
y los que la han vivido en tres o más ocasiones), llega LITTLE a algunas conclusio-
nes.
Primera: que así subdividida la población criminal, no existen diferencias
apreciables entre los tres subgrupos en cuanto a importantes factores (primera
condena, número y frecuencia de otras condenas anteriores y posteriores a la salida EL P E N S A M I E N T O PSICOANALITICO P O S T F R E U D I A N O
del establecimiento).
Segunda: que no consta pueda relacionarse la privación materna con determi-
HETERODOXO O REVISIONISTA
iKn-t.t i f T t PXIt
nada clase o clases de delitos, si bien es elevada la incidencia de crímenes sexuales
y lesiones corporales severas en el grupo de los que no padecieron aquélla. Entre los psicoanalistas posfreudianos, heterodoxos, tres merecen
Tercera: que, por el contrario, la privación materna sí parece influir en la pronta una mención destacada por cuanto representan otras t a n t a s «escuelas»
comparecencia del individuo ante los tribunales'"'. o «suborientaciones»: ADLER («psicología individual»), J U N G («psicolo-
gía analítica») y ERICKSON (teoría del desarrollo psicosocial»).
Contra la supuesta relevancia criminógena de la privación materna
se han manifestado, también, H. LEWIS^^ O'CONNOR^^ S. NAESS^^^ a) A. ADLER (1870-1937), médico vienes prestigioso y, durante diez
años, colaborador de FREUD, es autor de u n a extensa obra de la que
destacan: «Estudio sobre las inferioridades orgánicas» (1907), «El senti-
-íííR RÍTIRÍRní í T A r i R ' j i t f f KT o r m Ri«ieíT+on do de la vida» (1933), «Teoría y práctica de la Psicología del individuo»,
LITTLE, A., Parental Deprivation, Separation and Crime: A Test on Adolescent entre otros títulos*^*^.
Recidivist, en: British Journal of Criminology, voL 5, n° 4 (1965), págs. 419 ss. Cfr.,
HALL WILLIAMS, J. E., Criminology and Criminal Justice, cit., págs. 61 ss. :ioo Bífeírilíio.'^^ 9UD K.SvsgaVx'íxíív biiWoE ÉHu BSqobs .emq siío "oq .í-iajQA
60 LITTLE, A., Parental Deprivation, Separation and Crime, cit., pág. 429. Cfr. HALL 30 ei 'isbneiqmoo eb SÍEIT . 0 U 3 m sb oenáí omainirmefó* •
WILLIAMS, J. E., Criminology and Criminal Justice, cit., pág. 62.
LEWIS H., Deprived Children, 1954, pág. 83. Cfr. HALL WILLIAMS, J. E., de la madre es u n factor aislado, sin incidencia criminógena específica. Cfr. HALL
Criminology and Criminal Justice, cit., pág. 62. Ni los índices de delincuencia WILLIAMS, J. E., Criminology and Criminal Justice, cit., pág. 62.
serían significativamente más elevados en el grupo de los individuos que padecie- *^* GRYGIEE, T., Parental Deprivation: A Study of Delinquent Children, en: British
ron la «privación materna», ni se apreció en ellos u n a particular incapacidad para Journal of Criminology, IX, 3 (1969), pág. 209.
la comunicación con los demás, según LEWIS. '^ WOOTON, B., Social Science and Social Pathology, 1959. Cfr. HALL WILLIAMS,
O'CONNOE, N., The evidence for the permanently disturbing effects of mother- J. E., Criminology and Criminal Justice, cit., págs. 64 y ss.
66
child separation, en: Acta Psychologica, XII, 1956, pág. 174. El autor no pudo RUTTER, M., Maternal Deprivation Reassessed, 1981 (2.9 ed.). Cfr. HALL
constatar ningún tipo de efecto negativo permanente derivado de la separación de WILLIAMS, J. E., Criminology and Criminal Justice, cit., págs. 64 y ss.
la madre. Cfr., HALL WILLIAMS, J. E., Criminology and Criminal Justice, cit., RUTTER, M., Maternal Deprivation Reassessed, cit., págs. 121 y ss.
pág. 62. Una reseña de la obra de ADLER, en: RODRÍGUEZ MANZANERA, L., Criminología,
NAESS, Mother-child Separation and Delinquency, en: British Journal of cit., página 385. Sobre el significado de la obra de Adler, vid. una referencia
Delinquency, X, págs. 22 y ss. P a r a el autor, la experiencia infantil de separación bibliográfica en: KAUFMANN, H., Kriminologie, cit., pág, 66, nota 50.
676 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 677
Su «Psicología individual» gira entorno a tres principios que, según freudiano opone un método «finalista», centrando su análisis en el aspecto o faceta
«racional» de los fenómenos psicológicos'".
ADLER, determinan la conducta humana: el sentimiento de inferiori- Por último, ADLER concede a los factoressoc/a/esuna importancia decisiva en
dad (condicionado por razones genéticas, orgánicas o meramente el desarrollo psíquico del individuo, pues, a su juicio, éste depende más del ambiente
situacionales), la ambición de poder (que t r a t a de compensar el complejo social que de una supuesta organización psíquica generara
de inferioridad) y el sentimiento de comunidad (moderador de ambos)®^. 03f8C| S
El «complejo de inferioridad» juega u n papel muy significativo en el ' Desde u n punto de vista criminológico, la originalidad del pensamien-
pensamiento criminológico de ADLER, para quien el delincuente es un to adleriano reside en el significado que atribuye al complejo de inferio-
individuo débil que h a padeicido u n déficit primario de cooperación con ridad, base de reacciones neuróticas que, según el autor, genera conduc-
los demás)™. i»>3flS(¿«sWílttQs«je}ohí»-s aü- tas delictivas a través de conocidos mecanismos compensatorios. El
delincuente es u n acomplejado. El crimen le permite llamar la atención
El sentimiento de «comunidad» es un concepto paralelo al «súper-yo» freudiano:
de los demás, interesarles, afirmar su imagen de sí mismo ante los
su ausencia o debilidad explicaría las disfunciones de la personalidad criminad. En
finja ambición de poder y su función compensatoria del complejo de inferioridad otros^®. Se cumple así la fórmula: inferioridad orgánica o social-complejo
en ADLER— guarda un cierto correlato con los mecanismos de «sublimación» de inferioridad-tendencia al poder-supracompensación-delito^^.
analizados por FREUD, si bien desprovista de las connotaciones sexuales caracte-
rísticas en el fundador del psicoanálisis^^.
La actitud arrogante de muchos criminales no hace sino expresar —
razona ADLER— un complejo de inferioridad inconsciente de los mis-
mos; éste les impele a demostrar que son superiores a sus víctimas y a
Tres notas distancian la «Psicología individual» de ADLER del credo
las propias autoridades; e incluso a atribuirse hechos delictivos en los
psicoanalítico ortodoxo: su rechazo del «pansexualismo» freudiano, la
que nunca participaron''^.
adopción de u n método «finalista» (frente a la actitud determinista de
FREUD) y la relevancia atribuida al ambiente social en el desarrollo PoUtico-criminalmente, la «Psicología individual» de ADLER contie-
psíquico del individuo. ne uno de los mensajes más corrosivos del psicoanálisis contra el sistema
ADLER, como JUNG y otros posfreudianos^^ relativizaría el pansexualismo AQ penal. Pues, al estimar que la causa del crimen reside en el «desaliento
FREUD. La ambición de poder es el motor del hombre, según ADLER, Y no el sexo. social»™, lógico es que sugiera la total sustitución del mecanismo
El sexo se presenta simplemente como una de sus muchas manifestaciones represivo clásico (la pena) por terapias pedagógico-sociales psicológica-
posibles. Por ello, aunque ADLER asume significativos esquemas y construcciones mente indicadas que no desalienten más a ú n al individuo y refuercen su
freudianos (teoría de la neurosis, complejo de Edipo, fases del desarrollo de la
hostilidad hacia los demás. La pena, según esto, no protege a la sociedad,
personalidad), liberaa los mismos de su carga «sexual» originaria, reinterpretándolos.
Así, entenderá que la libido no es la causa última de la neurosis, explicando tanto el sino que exalza al delincuente con el «honor de la retribución», con la
problema edípico como la evolución de la personalidad desde el más amplio y «aureola del romanticismo» y le incita, en consecuencia, más y más al
asexuado prisma del poder. delito»".
ADLER, por otra parte, adopta una actitud teleológica que contrasta con el
determinismo férreo de FREUD. Trata de comprender la conducta del individuo no
sólo en función de sus «causas», sino de sus «fines» y «objetivos». Al «determinismo» S t - " V r,Í2bro)fí*t -•'i.'tdin ,-j-ií'ib ^M/OOIJITI
HÍ; ,. ,'3'J.Jr fi. i> iT) i}íií, ¿^4i>!ofti 1 >, Mientras FREUD, ajuicio de E. FROMM, pondría el acento en el aspecto irracional
rfaijiíh 'biiíCí A iuv.íi.:iw.'¡il ij.ír'4tí,"l, T de los fenómenos psíquicos. Vid. MANNHEIM, H., Comparative Criminology, cit.,
I, pág. 331. ..^- -.:• .
^^ Vid. ADLER, A., El sentido de la vida, Barcelona (Miracle), 1970, págs. 75 y ss. y ^' ADLER, A., El sentido de la vida, cit., pág. 135. ^'^"^ "''f*'"'
112 y ss.; del mismo: Teoría y práctica de la psicología del individuo, Buenos Aires '^^ Cfr. MANNHEIM, H., Comparative Criminology, cit., I, pág. 330.
(Paidos), 1961, páginas 23 y ss. ' Vid. MEZGER, E., Criminología, cit., págs. 91 y ss.
™ MANNHEIM, H., Comparative Criminology, cit., I, pág. 330. ^^ ADLER, A., El sentido de la vida, cit., pág. 134. nnoqó -.r •; , i-
'' EODRÍGUEZ MANZANERA., L., Criminología, cit.» pág. 390. Ese es el título de una conocida obra de SCHMIDT: El criminal como expresión del
'^^ Vid. MANNHEIM, H., Comparative Criminology, cit., I, pág. 330. desaliento social (Der Verbrecher ais Ausdrucksform sozial Entmutigung, 1931).
Esta es una tendencia muy acusada en los «neopsicoanalistas», según KAUFMANiN, ^^ Cfr. MEZGER, E., Criminología, cit., págs. 90 y ss. ^^':'^">i '
H., Kriminologie, I, cit., pág. 65. Vid. MEZGER, E., Criminología, cit., págs. 90 y ss. ^ S5íOc
678 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 679
b) C. G. J U N G (1870-1961), representante de la llamada «psicología colectivo» u n a posible explicación a las atrocidades históricas de pueblos
analítica» y autor de una valiosa obra científica**^, es conocido, funda- Que se dejaron arrastrar por «arquetipos-imágenes» con funestas conse-
mentalmente, por la tipología psicológica que propuso, así como por su cuencias por desgracia bastante conocidas®^.
famosa teoría del inconsciente colectivo.
El pensamiento de JUNG tiene, por otra parte, puntos de coincidencia y de
E n cuanto a la tipología psicológica, J U N G distingue entre discrepancia con el de FREUD.
«introvertidos» y «extrovertidos», clasificación básica muy utilizada ' ' Gomo buen heterodoxo, censura el excesivo énfasis que ponen los freudianos
en el instinto sexual. Aunque conserva el término «libido», lo hace privándole de la
desde entonces por las investigaciones sobre psicopatía y reincidencia^a
connotación sexual originaria. La libido—para JUNG—es una energía vital que sirve
que h a conseguido más eco en la moderna psicología que las propias tesis de sustrato al instinto de autoconservación equivalente al «élan vital» de Bergscn"».
freudianas*^^. . rr _ i>..
CiC?V5> 1 •
Sin embargo, se muestra conciliador en cuanto a las técnicas terapéuticas (por
ejemplo, de los delincuentes neuróticos)''^ a pesar de que JUNG se ocupa más del
De esta clasificación deduce JUNG una consecuencia: que los rasgos histéricos
futuro que del pasado biográfico del individuo y ve en su situación presente la clave
son más probables en los extrovertidos que en los introvertidos, mientras con los
de las neurosis^".
estados de ansiedad y neurosis obsesivo-compulsivas sucedería justo lo contrario"".
Pero la aportación a la Criminología más original de JUN G reside en c) Paradigmática es, también, la teoría del desarrollo psicosocial del
la idea del inconsciente colectivo o conjunto de vivencias de la humani- «yo» de ERIKSON, quien tiene en cuenta aspectos sociales —y no sólo
dad, acumuladas a lo largo de la historia a modo de legado cultural, que intrapsíquicos o mentales— en el desarrollo evolutivo del individuo.
cada hombre revive en su persona y se transmiten por la herencia. ERICKSON distingue ocho etapas, en función de otras tantas «adquisi-
JUNG concedió gran importancia a este «depósito de la experiencia ciones psicosociales» —definidas bipolarmente— que el sujeto debe de
ancestral» por entender que, a lo largo de los siglos, acumula imágenes conseguir en cada una. Además, según ERICKSON, existen unas
generales y arquetipos, modelos culturales y pautas de conducta incons- cualidades esenciales básicas que permiten al individuo pasar de un a
cientes pero decisivos en la explicación de la conducta individuaP®. fase a la siguiente. Cada etapa implica u n progresivo enriquecimiento
del «yo»^^.
La teoría del inconsciente colectivo, al invocar la transmisión heredi-
taria de los arquetipos y vivencias culturales, permite a algún autor
:. ••-,i'>/r,n" . " . • t i ^ ^ ' ^ r^^."íí-í ií".i-í i»^ f^¡frs.í.\-.sí^ i.,j 1*^ «¡...Í....V f.i í^i*
plantear si existe u n «inconsciente colectivo criminal», y si dicha hipó-
tesis coincide con la noción de «atavismo» esgrimida por la Scuola Vid. LÓPEZ REY, M., La Criminalidad. Un estudio analítico, cit., pág 202
Positiva^*'. Tal vez no falte razón a quienes creen ver en el «inconsciente Vid. LÓPEZ REY, M., La Criminalidad. Un estudio analítico, cit., pág 201. Pero su
concepto de la libido difiere, también, de la de ADLER. Vid. MANNHEIM, H.,
^ 4 lJ\VJasJ'-^f fcí^hífcy^ í
Comparative Criminology, cit.. I, pág. 331.
Vid. MANNHEIM, H., Comparative Criminology, cit., I, pág. 331.
90
Cfr. MANNHEIM, H., Comparative Criminology, cit., 1, pág. 332.
91
ERIKSON, E., Infancia y sociedad. Capítulo VIL Ajuicio del autor, el desarrollo
C. G. JUNG es autor, entre otras, de tres obras: Psicología y Psicopatología de los
psicosocial del «yo» se ajusta a ocha fases: sensorio oral, muscular anal, locomotivo-
fenómenos ocultos (1902); Teoría del Psicoanálisis; y Los tipos psicológicos, contri-
genital, de latencia, pubertad y adolescencia, adultez joven, adultez y, por último,
buciones a una Psicología analítica; sobre JUNG, vid. KAUFMANN, H, Kriminologie,
madurez. Cada fase enriquece al individuo, según ERIKSON, con especificas
cit., I, pág. 67, nota 52 (reseña bibliográfica); también, MANNHEIM, H., Comparative
adquisiciones psicológicas. Así, la primera le aporta confianza (versus desconfian-
Criminology, cit., I, pág. 412, nota 75.
za), la segunda, autonomía (versus vergüenza, duda), y así sucesivamente las
U n a reseña sobre tales investigaciones en: MANNHEIM, H., Comparative
restantes fases: iniciativa (versus culpa), industria (v. inferioridad), identidad (v.
Criminology, cit., I,
83 confusión del rol), intimidad (v. aislamiento), generatividad (v. estancamiento) e
Vid. MANNHEIM, H., Comparative Criminology, cit., I, pág. 333.
84 mtegridad (v. desesperación). En cada fase o etapa u n a concreta «cualidad esencial»
Tesis que se opone a la de EYSENCK. Cfr. MANNHEIM, H., Comparative
haría posible el tránsito a la siguiente. De la primera a la segunda: el impulso y la
Criminology, cit. I, pág. 332.
85 esperanza; de la segunda a la tercera, el autocontrol y la fuerza de voluntad;
Sobre las connotaciones «racistas» del pensamiento de JUNG, vid. LÓPEZ REY, M-,
dirección y propósito, de la tercera a la cuarta: etc. (método y capacidad; elevación
La Criminalidad. Un estudio analítico, cit., págs. 201 ss.
y fidelidad; afición y amor; producción y cuidado; renuncia y sabiduría serían otras
Vid. EODEÍGUEZ MANZANERA, L., Criminología, cit., pág. 391.
tantas «cualidades esenciales»). - - : -,-i-'- ^,^4-
Á
680 ANTONIO GAECIA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 681
Como afirma H.J. EISENCK muchas de las tesis freudianas parecen EISENCK, el pretendido complejo edípico reside en u n hipotético
no susceptibles de operativización científica; otras, no h a n podido ser conflicto intrapsíquico en el seno de u n aparato mental cuya trinitaria
aún confirmadas de modo convincente; las más, hacen referencia a estructura psíquica resulta inobservable, lo que distancia aún más la
hechos que encuentran u n a explicación satisfactoria acudiendo a otras relevancia criminógena de aquél del paradigma de lo científico.
teorías psicológicas más acordes con el método de la ciencia^^®. La doctrina psicoanalítica ortodoxa h a sido tildada, también, de
i
í'^ 2'. El déficit empírico denunciado, como es lógico, resta consistencia 'timocéntrica porque atribuye a las pulsiones instintivas y a los afectos
a las construcciones psicoanalíticas de más directa aplicación al fenóme- una función reguladora de toda la actividad mental del individuo, en
no criminal. contraste con la moderna psicología cognitiva que concede mayor
protagonismo a las operaciones intelectuales del «yo»^^^.
Elpansexualismo que inspira toda la teoría de FREUD por ejemplo,
ha sido abandonado por los neofreudianos (FROMM, SULLIVAN, Otras hipótesis esgrimidas por el psicoanálisis con pretensiones de
ERIKSON, etc.) y, desde luego, por los posfreudianos heterodoxos generalidad sobre la etiología del comportamiento delictivo se hallan
(ADLER, JUNG). Constituía, sin duda, el «talón de Aquiles» del psicoa- igualmente cuestionadas. Así, la ausencia del «super-yo», que fracasa en
nálisis^". el prototipo de delincuente «justiciero»^^^; el instinto de agresividad o
destructividad innata, cuya evidencia discute la Antropología cultu-
''•' El complejo de culpa, de origen edípico, como hipótesis psicoanalítica ral^^'^ y, en todo caso, sólo convendría a especificas modalidades delictivas;
preferida para explicar el crimen, tampoco parece convincente. Es una el carácter antisocial del criminal, sujeto inquieto, inconformista, inca-
generalización desmedida"^, porque no todo criminal lo sufre. Por el paz de aplazar la satisfacción de sus deseos, imagen contradictoria con
contrario, cabe mantener que la mayoría de los delincuentes t r a t an de ciertos hechos criminales que requieren una preparación intensiva y
eludir el castigo en lugar de buscar éste por supuestas tendencias especial destreza en el autor (delincuencia profesional y corporativa,
autopunitivas^^^. La Antropología cultural, por otra parte, ha desmen- delincuencia de «cuello blanco», etc.)^^®; incluso la identificación delin-
tido la pretendida universalidad del complejo de Edipo^^°, del que se ha cuente-neurótico ha sido posteriormente matizada o desmentida^^''.
dicho gráficamente que «navega por la literatura como el buque fantas-
ma por los mares: todo el mundo habla de él, algunos creen en él, pero Los términos irónicos o despectivos con que algunos autores se
nadie lo ha visto»^^\ En todo caso, como afirma H.J. EISENCK12^ el refieren a l a s p r i n c i p a l e s c o n s t r u c c i o n e s y s i m b o l i z a c i o n e s
supuesto complejo de Edipo prueba muy poco, nada. Una cosa —dice el psicoanalíticos^^* reflejan el lógico rechazo a hipótesis y teorías
autor— es que todo niño de cuatro años perciba a su padre como rival generalizadoras que, a pesar de su originalidad sugestiva, no cuentan
(proposición empírica en cierto sentido verificable), y otra distinta que con el debido respaldo empírico. Carencia especialmente grave cuando
la no superación del mismo sea u n factor decisivo del carácter y sus se trata de abordar el problema del crimen.
patologías (constructo psicoanalítico específico susceptible sólo de una 3'. Desde un a Tpers^pectiva.político-criminal, las tesis psicoanalíticas
justificación científica indirecta muy compleja). A su vez, concluye H.J. adolecen de u n a limitada practicidad. Esto es, resulta problemático
insertar las mismas en cualquier programa político-criminal realista y
•íüi I,
^^^ Ensayos críticos al psicoanálisis, cit., pág. 24.
ci I; r'i
"^ Así, EODRÍGUEZ MANZANEEA, L., Criminología, cit., pág. 378. 124
Así,
T
EISENCK,
'
H.J., Psicoanálisis,' cit.,' Irpág.
G
27.
"** Así, RODRÍGUEZ MANZANERA, L., Criminología, cit., pág. 378. ^^ Vid. RODRÍGUEZ MANZANERA, L., Criminología, cit., pág. 376.
"'' Vid. VETTER H. J., y SILYERMAN, L J., Criminology and CrimE. An Introduction, ^ Cfr. VALLEJO, J.; BULBENA, A., y otros: Introducción, cit. (reimpresión de 1983),
cit., pág. 386. pág. 41.
^2" Cfr. VALLEJO, J.; BULBENA, A., y otros: Introducción, cit. (reimpresión de 1983), ^"^^ Así, VETTER, H. J., y SILVERMAN, I. J., Criminology and Crime. An Introduction,
pág. 4 1 . 12, Cit., p á g . 3 8 7 .
'^^ Cfr. RODRÍGUEZ MANZANERA, L, Criminología, cit., pág. 378. J2g Vid. supra, en este mismo apartado 4.a) (ALEXANDERy STAUB) y 4.c) (AICHORN).
12^ EISENCK, H.J., Psicoanálisis, cit., pág. 16. Vid. supra, nota 112.
686 ANTONIO GAECÍA-PABLOS DE MOLINA
del infractor^. La conducta criminal se analizará, entonces, en función De este modo, para la teoría del aprendizaje social, el individuo no
de los estímulos que la provocan y los refuerzos que la mantienen. Pues comete el delito debido al impulso de fuerzas internas (explicación
se estima que las pautas de la respuesta, habitualmente atribuidas a psicoanalítica) o de estímulos externos (hipótesis conductista radical)
factores internos del individuo, pueden inducirse, eliminarse y restable- sino de u na compleja y recíproca interacción continua de determinantes
cerse modificando las influencias externas del medio^. personales y ambientales en los que ciertos procesos simbólicos, vicarios
V autorregulatorios juegan u n papel predominante'' .
b) Conductismo (radical) versus teoría cognitiva y aprendizaje social.
•y '^ ^^ raetores geju"
P a r a el conductismo radical, el comportamiento humano (y, por tanto Se analizan, pues, los siguientes modelos^
el criminal también) se explica dinámicamente como mera concatena- 1) Modelos biológico-conductuales (modelos de condicionamiento del
ción de estímulos y respuestas, de acuerdo con su imagen del hombre
proceso de socialización). Se t r a t a de u n conjunto de construcciones
como máquina de reflejos y hábitos*. Sin embargo, todo parece indicar
teóricas que explican no cómo se aprende el comportamiento criminal,
que la conducta h u m a n a se rige por claves más complejas y organizadas.
sino por qué ciertas personas (los delincuentes) fracasan en la inhibición
Y que no deben excluirse, sin más, de la indagación científica todos los
eficaz de las conductas socialmente prohibidas cuando el resto de los
determinantes internos pretextando la inaccesibilidad del observador a
ciudadanos h a n aprendido a evitarlas. Particular interés tienen las
los mismos o la supuesta falta de relevancia etiológica, causal, de los
teorías de EYSENCK, TRASLER, MOWRER, Y la ya expuesta
procesos cognoscitivos. Por ello, la teoría cognitiva ha puesto especial
(sociobiológica) de JEFFERY. , ^ ^ . « j , ^ ^ y « ^ i ^ & » ^ , 3 f o
énfasis en la percepción del mundo por el delincuente a los efectos de
comprender el propio comportamiento criminal; en el contexto subjetivo 2) Modelos socioconductuales o del aprendizaje social. Intentan
del autor, en el desarrollo de las variables cognoscitivas («desarrollo explicar cómo se aprende el comportamiento criminal insistiendo en la
moral», por ejemplo), normas y valores del mismo, autoconcepto, etc.^. importancia de la observación y la imitación de modelos. Aun sin
descartar el interés que para todo aprendizaje tiene el condicionamiento,
El conductismo h a utilizado como modelo de aprendizaje fundamen- las teorías del aprendizaje social resaltan el del refuerzo positivo directo
talmente la concepción skineriana del aprendizaje operante (la conducta y, sobre todo, el mecanismo del aprendizaje vicario. Se h a r á aquí una
se controlaría por sus consecuencias inmediatas), y sólo en menor referencia obligada a las tesis de BANDURA, FELDMAN y otros.
medida la del aprendizaje clásico o pauloviano (por asociación de
estímulos). Por el contrario, las teorías socioconductuales del aprendi- 3) Teorías el desarrollo moral y del proceso cognitivo. Atribuyen el
zaje social ponen el acento en el llamado aprendizaje vicario-observacional comportamiento criminal no al defectuoso condicionamiento del proceso
u observación de modelos. e-'JJUJá; aoi ,í)V9tl9"
de socialización del autor, o a concretos aprendizajes, sino a ciertos
procesos cognitivos: a su percepción del mundo, al propio contexto
Se trata, pues, —en el caso de este último— de un mecanismo de aprendizaje
t abreviado. Observando las conductas de otras personas y las consecuencias de subjetivo del delincuente, al grado de desarrollo y evolución moral del
ttu i esas conductas, el individuo aprende sin necesidad de un tedioso proceso de ensayo mismo, valores y normas, y otras variables cognoscitivas de la persona-
f. y error; sin necesidad de experimentar personalmente —expost—\as consecuen- hdad. Se contemplarán las opiniones de PIAGET y KOHLBERG funda-
cias de los actos propios^ mentalmente.
4) Modelos factorialistas de rasgos o variables de la personalidad.
. _^irrmi ni &'i:>íiBaian3:Í9b 8u^ Bai Abandonada la hipótesis de la «personalidad criminal», los modelos
Vid. BANDURA, A., Teoría del aprendizaje social, cit., pág. 20. factorialistas t r a t a n de identificar rasgos de la personalidad (variables)
^ Cfr. BANDURA, A., Teoría del aprendizaje social, cit., pág. 19. Cfr. MIGUEL relacionados con el comportamiento criminal; dimensiones de la perso-
TOBAL, J. J., La aproximación conductual al comportamiento delictivo, en:
Delincuencia. Teoría e investigación, cit.. pág. 97 y ss.
* Cfr., en sentido crítico, RODRÍGUEZ MANZANERA, L., Criminología, cit., pág-
397. En este sentido, BANDURA, A., Teoría del aprendizaje social, cit., págs. 25 a 27.
^ Vid., BANDURA, A., Teoría del aprendizaje social, cit., pág. 24 y ss. Hago mía, pues la clasificación que siguen SANCHA MATA, V., Y GARCÍA
Así, BANDURA, A., Teoría del aprendizaje social, cit., pág. 26 y ss. GARCÍA, J., en: Psicología penitenciaria, cit., págs. 38 y ss.
690 ANTONIO GAECIA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 691
nalidad del infractor de validez transituacional, independientes de otras nsicópatas, quienes exhiben más elevados niveles de extroversión y
variables y dotadas de poder predictivo. Todo ello, sirviéndose de neuroticismo (el n e u r o t i c i s m o , s e g ú n EYSENCK, potencia la
instrumentos objetivos de medición y cuestionarios como el MMPI. Los condicionabilidad de los introvertidos y los defectos de condicionabilidad
rasgos y variables consideradas son innumerables (extroversión-intro- de los extrovertidos)^".
versión, locus de control, esperanza-desesperanza, etc.). Se dará cuenta
sólo de algxmas formulaciones recientes. El modelo de condicionamiento de EYSENCKreconoce que la conduc-
' ta criminal se halla fuertemente influenciada por factores genéticos,
como lo están, también, otras variables de la personalidad.
Pero el proceso de socialización —y el defectuoso condicionamiento
2 . M O D E L O S BIOLÓGICOS-CONDUCTUALES ( M O D E L O S del individuo— desempeña un papel decisivo en la génesis de la conduc-
[ ; D E CONDICIONAMIENTO D E L P R O C E S O D E SOCIALI- ta delictiva. La calidad de los condicionamientos, el propio grado de
I ZACIÓN) condicionabilidad del individuo y las técnicas de educación empleadas
con el mismo (permisividad versus rigidez, por ejemplo) explican que
unos inhiban los comportamientos delictivos y otros no.
Un primer grupo de modelos explicativos del comportamiento crimi-
nal refieren éste a la socialización del individuo, y dicha socialización a Según EYSENCK, el niño va asociando el castigo («estímulo incondi-
procesos de condicionamiento. La razón es obvia: la mayor parte de los cionado») a las conductas prohibidas («estímulo condicionado») y, de este
hechos delictivos constituyen conductas adquisitivas para las que no se modo, poco a poco, forma y desarrolla u n a «conciencia» o «reacción
requieren especiales técnicas ni habihdades. Por lo que, desde un punto condicionada» de miedo y ansiedad ante comportamientos semejantes
de vista etiológico, no importa saber cómo se aprendieron los hábitos en el futuro: esto es, un a instancia de control interno, autónoma, que
criminales, sino por qué algunos individuos no inhiben ciertas conductas actuará en lo sucesivo como factor disuasorio. Podría parecer poco eficaz
socialmente prohibidas, mientras el resto de los ciudadanos aprenden a y seguro dicho mecanismo de condicionamiento —continúa EYSENCK—
evitarlas. El comportamiento delictivo, pues, parece derivar entonces de en comparación con las poderosas resistencias contingentes a los actos
fallos o deficiencias en el condicionamiento del proceso de sociahzación''. delictivos. Y sin embargo, no lo es. El condicionamiento explica un
importante sector de la conducta socializada del ser humano. Investiga-
ciones empíricas con animales h a n demostrado, además, que su impacto
a) El m o d e l o de c o n d i c i o n a m i e n t o de EYSENCK. puede ser asombroso^^.
I f 1') Según EYSENCK, el comportamiento social se adquiere a través De hecho —concluye EYSENCK— la reacción autónoma o conciencia condicio-
de un proceso de condicionamiento, cuyo resultado final depende, nada aventaja, como factor de disuasión, a la propia amenaza del castigo que la ley
básicamente, de tres variables: la condicionabilidad de cada individuo representa, por tres razones poderosas: por su inmediación, por su anticipación y por
su inevitabilidad. En efecto, mientras el castigo tarda en aplicarse, la reacción
(esto es: la rapidez de adquisición y la resistencia a la extinción de las autónoma de miedo y angustia suscitada por la comisión del delito se produce
respuestas condicionadas, lo que, en buena medida depende del código
genético de la persona), el grado de condicionamiento y el modelo de éste.
La condicionabiHdad, para EYSENCK, guarda u n a estrecha y significa-
tiva relación con la introversión: a mayor introversión mayor ^° Sobre el modelo de EYSENCK, vid.: GARCÍA-GARCÍA, J., y SANCHA MATA, V.,
condicionabilidad. Los delincuentes, por ello, serían personas más Psicología Penitenciaria, cit., págs. 38 a 46; también, GARRIDO GENOVÉS, V.,
extrovertidas —peor condicionadas— que la población general. Y los Delincuencia y sociedad, cit., págs. 254 a 260, de los que se toma la presente
exposición. Recientemente:PÉREZ SÁNCHEZ, Jorge. Teorías biológicos-factoriales
y delincuencia, en: Delincuencia. Teoría e investigación, cit., págs. 76 y ss.
^^ Sobre los conocidos experimentos de WATSON Y, sobre todo, SOLOMON, a los que
HKÍKAH nhi>rrí.»ote se refiere EYSENCK para demostrar la importancia que tiene el condicionamiento,
Asi, GARCIA-GARCIA, J., Y SANCHA MATA, V., Psicología penitenciaria, cit. vid.: GARCÍA-GARCÍA, J., y SANCHA MATA, V., donde se describen tales
Pág. 39.
experimentos, Así como el realizado por el propio EYSENCK (págs. 41 y 42).
692 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA 693
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA
inmediatamente; el castigo sigue a la comisión del hecho criminal, la conciencia Dicha hipótesis que EYSENCK considera haber verificado experimentalmente"
condicionada o reacción autónoma también le precede; la imposición del castigo, por se completa con una constatación adicional: el neumf/c/smo provoca un genuino
último, es azarosa, puede tener lugar o no, mientras la respuesta condicionada de supercondicionamiento reforzando tanto los hábitos antisociales en el extravertido
miedo y ansiedad es inevitable^^.
como los hábitos socializados en el introvertido.
EYSENCK, por ello, considera más efectivo el aprendizaje clásico — Los extravertidos exhiben bajos niveles de activación cortical, son
por asociación de estímulos— que el instrumental. A su juicio, el más rápidos en el desarrollo de la inhibición reactiva y disipan ésta más
denominado aprendizaje «instrumental» es poco eficaz como mecanismo lentamente. Por ello, los extravertidos se condicionan y socializan peor
de disuasión contra el comportamiento criminal porque la consecuencia que los introvertidos en rapidez e intensidad. Y la predicción apunta a
aversiva (pena) que sigue a aquél se aplaza considerablemente (imposi- más elevados índices de conductas criminales en los extravertidos^^.
ción no inmediata, ni segura), con lo que se infringe un a de las reglas
elementales de la efectividad del «condicionamiento operante» (esto es: La segunda «dimensión»: el neuroticismo, se asocia a labilidad emo-
el que se lleva a cabo a través de las consecuencias de la propia conducta cional, inquietud e hipersensibilidad^'^. Su base física (equivalente al
en el sujeto que la realiza). La intimidación penal es mucho menos arousal en la otra dimensión) reside en el sistema nervioso autónomo
efectiva que el condicionamiento «clásico» (asociación del acto prohibido lábil de los individuos de elevado neuroticismo, propensos a reaccionar
o estímulo condicionado con el estímulo incondicionado o castigo), ya que fuertemente, con acusados síntomas de ansiedad a los estímulos doloro-
el proceso de socialización forma y desarrolla en el individuo una sos, índices significativos de neuroticismo interfieren los procesos de
conciencia (reflejo condicionado) o respuesta autónoma estable, durade- aprendizaje social, de modo que las predicciones de EYSENCK asocian
ra y sólida que actuará, en lo sucesivo, como poderosa instancia de los mismos a la criminalidad.
control interno de los actos no deseados sirviéndose de implacables FELDMAN explica así la relación entre extraversión, neuroticismo y criminalidad:
agentes punitivos: los sentimientos de ansiedad y culpa. «Los individuos altos en N (neuroticismo) y bajos en E (extraversión) tienen una
fuerte capacidad para adquirir reacciones condicionadas de miedo; las personas
Así lo afirma explícitamente EYSENCK: «Nosotros esperaríamos que una altas en N y E muestran reacciones lábiles pero fracasan en adquirir respuestas de
reacción general de miedo y de displacer autónomos lleguen a asociarse con todas miedo a causa de su pobre condicionabilidad. Para cualquier nivel dado de E, cuanto
las actividades antisociales, a causa de la generalización del estímulo...»'^. más alto es el nivel de N, más alto es el nivel de delincuencia esperado. El sujeto
'VHL Maninuú •«98 íf)D BIíSs: MJbaoo Bl Bb 10 estable introvertido (o extravertido) será el más socializado; él condiciona bien, y el
2') La conducta delictiva, por otra parte, guarda estrecha relación con exceso de ansiedad no interfiere. El extravertido neurótico será el menos efectiva-
mente socializado, él es un pobre condicionador en cualquier situación y su alto nivel
la personalidad, ya que ésta juega u n papel destacado en el proceso de en N interfiere todavía más. El introvertido neurótico y los extravertidos estables
condicionamiento del comportamiento social según EYSENCK. A juicio
del autor, la variable de la personalidad que influye más en aquel C^witin; • m n0 9gii!«>íwtoí.fitó€í:ío|éCí>>fs&kf>S«ríGÍbil^^ tioUmkc
proceso es el mayor o menor grado de activación cortical (arousal) del
individuo, arousal que es más elevado en las personas introvertidas que
" De las diversas investigaciones de EYSENCK, destacan: Crime and Personality,
en las extrovertidas (las primeras presentan, por tanto, una mejor Londres, 1964, Routledge-Kegan Paul; del mismo y EYSENCK, S. B. J., A factorial
condicionabilidad que las segundas). ,i, study of psycoticism as a dimensión of personality, en: Mult. Beh. Research, 1968,
págs. 15 a 32; EYSENCK, S. B. J., y EYSENCK, H. J., Crime and Personality: an
empirical study of the three factor theory, en: British Journal of Criminology, 1970
(10), págs. 225 a 239; de los mismos: Personality differences between prisioners and
Controls en: Psychol. Reports, 1977 (40), págs. 1.023 a 1.028; EYSENCK, H. J.., El
modelo de condicionamiento del proceso de socialización, en: Análisis y modifica-
: . ción de conducta, 1981, vol. 7, núms. 14 y 15. Vid. PÉREZ SÁNCHEZ, J., Teoría
biológico-factoriales y delincuencia, cit., págs. 48 y ss.
EYSENCK, H .Dchncupncia y personalidad Madrid. Marova, 1976, págs 146 y ss. ^^ Vid. GARCÍA-GARCÍA, J., y SANCHA MATA, V., Psicología penitenciaria, cit.,
Cfr. GARCÍA-GAECÍA, J., y SANCHA MATA, V., Psicología penitenciaria, cit., pág. 41 y ss. Como apunta PÉREZ SÁNCHEZ, J., La teoría de la activación cortical
Pág. 41. •: '3! (arousal) correlaciona la necesidad de estimulación y la baja susceptibilidad a la
Cfr., GARRIDO GENOVÉS, V., Delincuencia y sociedad, cit., pág. 256. • í" estimulación aversiva (Teorías biológico-factoriales y delincuencia, cit., pág. 89).
694 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 695
ocuparán una posición intermedia en socialización y, por consiguiente, en el nivel de El modelo de EYSENCK es rico en consecuencias en orden a la
delincuencia, ya que en cada caso la posición de una dimensión baja la socialización prevención de la criminalidad y el tratamiento del delincuente.
mientras la otra la apoya»".
Para el autor, el sistema educativo desempeña u n rol decisivo en la
En la segunda edición de «Crime and Personality» cita ya una tercera prevención del delito. Un desmedido culto a la permisividad perjudica la
dimensión: el psicoticismo. Los individuos de significativa puntuación efectividad del proceso de socialización porque restringe el número de
en la misma exhibirían perfiles semejantes a los del psicópata: sujetos 'ensayos de condicionamiento al dejar de castigar adecuadamente con-
solitarios, insensibles, inhumanos, hostiles hacia los demás, crueles, ductas negativas del niño. Sería oportuno un sistema que mantenga una
necesitados de nuevas sensaciones, etc. disciplina adecuada: suficiente para asegurar el condicionamiento ne-
cesario y no t a n severa como para generar procesos neuróticos en el
EYSENCK no ha especificado el soporte o base física de esta dimensión
sensiblemente asociada a la delincuencia. educando.
4') E n cuanto al tratamiento del delincuente, sugiere EYSENCK tres
P a r a EYSENCK, pues, es obvio que existe u n a relación inequívoca criterios^": la conveniencia de incidir, de modo directo (mediante dro-
entre comportamiento delictivo y puntuaciones elevadas en extraver- gas), en el sistema nervioso del penado, o con idénticos procedimientos
sión, neuroticismo y psicoticismo, «prescindiendo de las grandes dife- cuando éste padece alguna disfunción endocrina; acudir a técnicas de
rencias políticas, sociales y culturales entre los diversos Países»^*. modificación de conducta sobre la base del denominado condicionamiento
3') Finalmente, siempre según Eysenck, es necesario ponderar, operante (vg., economía de fichas), si bien tales sistemas no ofrecen
también, la incidencia áe factores situacionales que determinan el grado perspectivas esperanzadoras u na vez que el recluso se reincorpora a su
y tipo de condicionamiento, junto a la condicionabilidad individual. medio originario; y situar los programas de tratamiento rehabilitador en
el marco de los regímenes abiertos, donde parece deben ser más eficaces
Porque esta última no constituye la única variable. Es más: las y operativos.
c o r r e l a c i o n e s a n t e s m e n c i o n a d a s ( e x t r a v e r s i ó n elevada-bajo
condicionamiento) valen en semejantes condiciones ambientales, no si 5') El modelo explicativo de la criminalidad de EYSENCK ha susci-
éstas difieren. tado un a viva controversia. Seguidores y detractores del mismo h a n
tratado de verificar empíricamente las dimensiones de la personalidad
Una educación permisiva, por ejemplo, reduce el número de ensayos de en criminales y en grupos de control; los efectos de concretas variables
condicionamiento (en comparación con otra más estricta) lo que incide en la eficacia
del aprendizaje. Puede suceder, por otra parte, que un individuo haya sido condicio- (así, el efecto feedback sobre la extraversión); e incluso, el comporta-
nado no a evitar ciertas conductas antisociales, sino a todo lo contrario: con lo que, miento de éstas en determinados delitos o conductas antisociales dife-
si es introvertido, se condicionará bien, pero para convertirse en un individuo renciadas (vg., vagabundos y ociosos)^^ Existe ya u n a abundante y
antisocial, mientras si es extravertido, se condicionará mal, teniendo más posibilida- prolija literatura científica que evalúa y revisa la obra de EYSENCK.
des de sustraerse al aprendizaje delictivo^^
Críticas severas para la metodología y conclusiones del autor^^; o
an
^^ Cfr. GAEEIDO GENOVÉS, V., Delincuencia y sociedad, cit., págs. 257 y ss.
FELDMAN, M. P., Criminal Behavior: A Psychological analysis, Londres, 1977, de la conducta delictiva en los años recientes» (El modelo de condicionamiento, cit.,
13 Wiley, página 145. Cfr. GARRIDO GENOVÉS, ibídem. pág. 20). Cfr. GARCÍA-GARCÍA, J., Y SANCHA MATA, V., op. cit., págs. 42 y 43.
^ í EYSENCK, H. J., El modelo de condicionamiento del proceso de socialización, cit., ^° Cfr., GARCÍA GARCÍA, J., Y SANCHA MATA, V., Psicología penitenciaria, cit.,
"'- pág. 10. Cfr., GARRIDO GENOVÉS, V., Delincuencia y sociedad, cit., pág. 258; pág. 44 y ss.
GARCÍA-GARCÍA, 1., y SANCHA MATA, V., op. cit., pág. 42. ^^ Vid., GARRIDO GENOVÉS, V., Delincuencia y sociedad, cit., pág. 254 y ss.
«El culto a la permisividad, ta n sobresaliente en los paises occidentales —dice ^^ Por ejemplo, los de TAYLOR, WALTON y JOUNG, de 1973; GUERRA, de 1980;
Iso EYSENCK— en los últimos treinta años, h a tenido el efecto de reducir el número BURGESS(1972),HOGHUHIyFODDEST(1970),MACK(1969),CHOKAUNGAM
*' de ensayos de condicionamiento al dejar de castigar adecuadamente las conductas (1974), BLACK y GREGSON (1973), etc., todos ellos citados por GARRIDO
•'st negativas de los niños... lo cual, entre otros factores, ha contribuido al crecimiento GENOVÉS, V., op. cit., pág. 255.
696 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 697
confirmaciones —parciales, unas veces, totales, otras— del modelo
de delincuentes, la teoría de EYSENCK sólo ha alcanzado u n a verifica-
eysenckiano^^.
BÍ 0f Prescindiendo de las objeciones genéricas al método e hipótesis conductistas^"
BÍao se ha reprochado, de modo específico, a Eysenck: que no precise respecto a qué tipo
k ción parcial, incompleta.
El perfeccionamiento de la metodología inicial del autor y la introduc-
de delitos y de delincuentes tiene validez su modelo teórico; la indeterminación del ción de nuevos diseños, por otra parte, no sólo obliga a u n a atenta
sustrato genético del mismo, así como la consistencia conductual derivada de sus evaluación de aquella, sino que abre nuevas perspectivas.
postulados; que no distinga debidamente la predisposición genética diferencial al
condicionamiento de la calidad diferente de las oportunidades de condicionamiento En efecto —continúa PÉREZ SÁNCHEZ— el hecho de que tanto la
que el individuo puede experimentar, confundiendo, pues, el factor genético con variable «P» psicoticismo, como la variable «E» extraversión», guarden
factores ambientales-culturales (vg., estilo de educación recibido); que trace las
oportunas asociaciones entre dimensiones de la personalidad y delincuencia sin
una estrecha relación con la conducta antisocial según demuestran
observar la acusada mediatización social que gravita sobre algunos individuos, de numerosas investigaciones (no así la variable «N», siempre en el modelo
modo singular por su elevado grado de participación en las actividades sociales, de EYSENCK) sugiere la búsqueda de lo que puedan tener en común uno
como es el caso de los extravertidos; por último, suele censurarse que Eysenck y otros rasgo de la personalidad. PÉREZ SÁNCHEZ llega a la conclusión
relacione la pobre socialización o pobre condicionamiento con la criminalidad, sin
más. Se argumenta que la teoría de Eysenck sirve para explicar el aprendizaje de
de que la «necesidad de estimulación» es el dato común que explica la
la conducta criminal, marco en el que los factores de la personalidad operan como relación de las variables «E» y «P» con la delincuencia: una acusada
factores predisponentes; pero no convence en el momento de explicar por qué se necesidad de estimulación sería elemento esencial en la génesis de la
comete el hecho delictivo y por qué el autor reitera, mantiene y conserva el conducta antisocial, loo ñau 89 maBksm'úgQ ob hubmeosi
comportamiento ilegal, extremos en los que la ecuación: costes-recompensas
parece ofrecer argumentos más concluyentes^^ «Si buscamos aspectos comunes en las variables que aparecen relacionadas
con el delito, encontraríamos que los sujetos con alta extraversión o/y con alto
.^.-'A.Ltiwjji> l a ::3u '
psicoticismo serían unas personas impulsivas, arriesgadas y con una fuerte nece-
sidad de estimulación necesaria para conseguir una ejecución óptima en su vida
b) La h i p ó t e s i s de la necesidad d e e s t i m u l a c i ó n c o m o rasgo de cotidiana. Pensamos que los citados fenómenos pudieron ser el centro, la parte
la personalidad: n e c e s i d a d d e estivaxúaLcióny actividad cortical fundamental, que explicara la relación de las variables «E» y «P» con la delincuen-
(«arousal»). . , •• . . f ^ . . . .,-yi>..-.;.,y-^r •.••, cia»^^.
Esta sugestiva hipótesis, propugnada entre nosotros por PÉREZ Según esto, las personas con gran necesidad de estimulación para
SÁNCHEZ, parte de u n a revisión crítica de la teoría de la criminalidad
conseguir un rendimiento óptimo (debido a un bajo nivel de activación
de EYSENCK.
cortical, probablemente) serían las más propensas a las conductas
Según PÉREZ SÁNCHEZ^^ después de treinta años de investigación antisociales que impliquen estimulación. Por ello —siempre ajuicio de
científica y más de u n centenar de trabajos sobre varias decenas de miles PÉREZ SÁNCHEZ— se ha podido detectar en todo tipo de personalida-
.£2, des antisociales (tanto en psicópatas, como en drogadictos o en indivi-
tOi'. tíTf íí=
f.í'í 'in>-i V cr;o[oi\<}orn r^ s'íjjq BSTSV duos considerados normales) u n a significativa necesidad de estimulación
(«hambre» de estímulos). Necesidad, por otra parte, más acusada en el
varón que en la mujer (en ésta, las puntuaciones de las otras variables
Cfr. GAEEIDO GENOVES, V., op. cit., ibídem. Una completa información sobre las
mvestigaciones llevadas a cabo en España siguiendo cuestionarios de EYSENCK relacionadas con la necesidad de estimulación y la conducta antisocial
para medir variables de la personalidad, en: PÉEEZ SÁNCHEZ, J., Teorías «P» y «E» son, también, menores que las del varón, como sus índices de
Diologico-factoriales y delincuencia, cit., págs. 83 y 84. criminalidad)^».
Así, la crítica que le dirige LÓPEZ REY, M., Criminología, Madrid, 1973 (Aguilar),
Bdí- ••) .ft!:i;raxj;!f!Í{9f)'
25 pag. 117 (crítica al conductismo radical, en puridad).
Una reseña de todas estas criticas, en: GARRIDO GENOVÉS, V., Delincuencia y .88
:0- iirrsiA A 'j V'jríi»ar0
S W * Í J ^'*' ^^^^' ^^^ ^ ^^°' ^^""^ """^^ evaluación de la Teoría de EYSENCK, vid.
fi^Hi^Z SÁNCHEZ, J., Teorías biológico-factoriales y delincuencia, cit., págs. 80 y 27
ss. PÉREZ SÁNCHEZ, J., Teorías biológico-factoriales y delincuencia, cit., pág. 85.
28
Teorías biológico-factoriales y delincuencia, cit., págs. 84 y ss PÉREZ SÁNCHEZ, J., Teorías biológico-factoriales y delincuencia, cit., págs. 88 j
89. ... . . . . ,. . ,. _„„..
698 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 699
i
700 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA. 701
d) En cuanto al modelo sociobiológico de JEFFERY, ya examinado en ámbito adecuado para llevar a cabo con éxito el control de la criminali-
otro capítulo de esta obra^^, baste con recordar ahora tres ideas. dad, baste con u na remisión a lo ya expuesto en u n capítulo anterior^**.
JEFFERY parte de la hipótesis de que el comportamiento delictivo,
<n;s(i
como cualquier otro comportamiento, se aprende. De hecho, el autor
asume u n modelo conductista skinneriano que rechaza la introspección
como método de examinar la conducta y llevar a cabo las oportunas 3. M O D E L O S SOCIOCONDUCTUALES: EL A P R E N D I Z A J E
inferencias. «SOCIAL» fioioDsíaa Booñbaass «oyha^óo eof y isaiif:
Pero el modelo de aprendizaje de JEFFERY tiene u n importante
componente biológico, genético: es un modelo biosocial. A su juicio, el La teoría del aprendizaje social es la variante del conductismo más
código biológico traza importantes diferencias entre unos individuos y próxima a las teorías sociológicas del aprendizaje por transmisión
otros en orden a la capacidad de aprender en u n ambiente dado. cultural o asociación diferenciaP^. Su premisa es que la adquisición de
JEFFERY rechaza, pues, expresamente la denominada ley de la pautas y modelos criminales se lleva a cabo a través de un proceso de
«equipotencialidad», que presupone lo contrario, y lamenta que el aprendizaje evolutivo que descansa en la observación y en la imitación
evidente triunfo del conductismo sobre la introspección propia de los del comportamiento criminal de otros (aprendizaje vicario, observacional
análisis psicodinámicos signifique la consolidación de las tesis o proceso de modelado).
a m b i e n t a l i s t a s y, por t a n t o , que se p e r p e t ú e el mito de la Este modelo teórico se h a utilizado, a menudo, para explicar la
equipotencialidad^®. génesis de la criminalidad violenta^°. Su principal valedor es BANDURA,
siendo importantes las contribuciones al ámbito específico de la
De otra parte, el modelo de aprendizaje de JEFFERY descansa en el
Criminología de FELDMAN y GLASER. Según este punto de vista
principio del aprendizaje operante (aprendizaje por las consecuencias
(social learning approach) el crimen —en particular, el crimen violen-
derivadas de la conducta que experimenta personalmente el autor), no
to— es aprendido por el individuo y representa una respuesta normal a
en el denominado «clásico» (asociación de estímulos) ni en el «vicario» u
las situaciones y experiencias vitales del mismo. P a r a BANDURA, el
observacional, característico del aprendizaje social. De hecho, JEFFERY
individuo no nace como sujeto violento, sino que aprende a ser violento,
reprocha a este último que olvide la importancia del refuerzo primario
a actuar así, a través de sus vivencias diarias, de su interacción con los
y de los condicionantes biológicos. Olvide que el comportamiento crimi-
demás. Sobre todo por el impacto que tienen durante su niñez ciertos
nal constituye un a conducta «reforzada» (tanto por un refuerzo positivo
ejemplos que provienen de personas especialmente significativas. Al
como negativo), u n a respuesta «operante», mantenida por sus conse-
observar como los otros emplean la violencia para conseguir sus propó-
cuencias, de acuerdo con u n a compleja fórmula (código genético del
sitos, siendo a menudo recompensados por ello (cine, televisión o incluso
individuo, experiencia personal del mismo, condiciones biológicas y
ambientales, anticipación por aquél de las consecuencias futuras
presumiblemente derivadas de sus actos, etc.^''). rit3í0f[>3jucf iojooq s\üs,5»rí:-!-\qo 19D aBriosi 8fu —ímnsi-i '*{«:
En cuanto a la opción prevencionista de JEFFERY —y su certera ^^ Sobre el problema, vid.: GARRIDO GENOVÉS, V., Delincuencia y sociedad, cit.,
crítica a los sistemas legales represivos basados en la idea de intimida- pág. 85 y ss.
ción—, y a la trascendencia que asigna al factor ambiental-físico como ^^ Aunque la teoría del aprendizaje social que se examina en el presente capítulo sea
una teoría psicológica, se aproxima a las teorías sociológicas que operan con el
concepto de aprendizaje: fundamentalmente, a las teorías de la asociación diferen-
cial contempladas en el capítulo XIX (XIX 2-), donde se pondrán de relieve dichas
conexiones.
Vid. supra, capítulo XI, D6. *° Una de las críticas que se formulan al modelo de BANDURA es, precisamente, ésa:
36
Cfr. GARRIDO GENOVÉS, V., Delincuencia y sociedad, cit., pág. 85. su reduccionismo, al polarizar todo el análisis y explicación del complejo fenómeno
37
Vid. GARCÍA-GARCÍA, J., y SANCHA MATA, V., Psicología penitenciaria, cit.. criminal en torno a la «agresividad» y la «violencia». Vid. CLEMENTE DÍAZ, M.,
pág. 47. El enfoque psicosocial en el estudio de la delincuencia, cit., pág. 136.
702 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 703
en la vida real), los comportamientos agresivos de los adultos van --sin necesidad de que el sujeto experimente personalmente las conse-
modelando la conducta del niño, quien aprende de este modo a actuar cuencias de sus propios actos— gracias a la operatividad de ciertos
violentamente. Los factores biológicos y los psicológicos pueden predis- símbolos y procesos autorregulatorios.
poner al individuo, pero la activación definitiva de las tendencias
Pero la teoría del aprendizaje social, aunque se aproxime a las teorías
criminales, violentas, se debe al entorno social, ambiental. Por ello
sociológicas de la asociación diferencial (SUTHERLAND), sigue siendo
BANDURA pone especial énfasis en la forma que adopta el comporta-
una teoría psicológica: psicosociológica.
miento social violento, lo. frecuencia con que se expresa, la situación en
que tiene lugar y los objetivos específicos seleccionados por aquél, como
extremos todos ellos ampliamente condicionados por las variables del
a) El aprendizaje social e n BANDURA.
aprendizaje social*^
1') Según BANDURA, el comportamiento criminal es comportamien-
Pero, como modelo teórico, el del aprendizaje social trasciende el to aprendido. «Si exceptuamos los reflejos elementales —argumenta—, las
ámbito estricto de la criminalidad violenta. Con el mismo t r a t a de personas no están equipadas con un repertorio innato de conductas.
explicarse, también, el proceso de adquisición de normas de conducta en Tienen que aprenderlas. Las pautas de respuesta nuevas pueden
general, de juicios y valores, y el desarrollo del autocontrol, esto es, la adquirirse por experiencia directa o por observación»"**. Ahora bien,
capacidad de tolerar la demora de un a recompensa, de posponer recom- BANDURA advierte que el progreso de nuestros saberes actuales sobre
pensas inmediatas en favor de metas y objetivos a medio y largo plazo, el comportamiento del hombre obliga a superar trasnochadas y drásti-
de trazarse auto-recompensas y castigos, etcétera*^. cas alternativas respecto al carácter exclusivamente innato o exclusiva-
En cuanto teoría conductista, propone u n análisis directo del compor- mente aprendido de aquél. Carece hoy de sentido propugnar u n
tamiento humano (rechazo de la introspección del psicoanálisis) y ambientalismo radical o u n constitucionalismo extremo*^: «Natural-
explica el mismo en función de los mecanismos propios de todo proceso mente —añade*''— los factores biológicos juegan u n papel en el proceso
adquisitivo, lejos de la supuesta influencia de fuerzas ocultas que yacen de adquisición: los factores genéticos y hormonales afectan al desarrollo
en el pasado y operan por debajo del umbral de la consciencia. físico y éste, a su vez, puede influir sobre las potencialidades de la
conducta.» ,. , .• =^., . ^. - - .. r r
Como teoría del aprendizaje, pone el acento en el proceso de adquisi-
ción de los comportamientos delictivos (el delito se aprende como En el marco de dicho punto de partida integrado, contrapone
cualquier otro comportamiento social) y no en la condicionalidad del BANDURA dos modelos explicativos del comportamiento criminal: el
individuo o en los déficits del proceso de socialización de éste"*^. psicodinámico (psicoanálisis), basado en la introspección, y el conductista
(con sus diversas variantes: radical, moderado, etc.), que analiza direc-
Frente a las demás teorías del aprendizaje, que suelen descansar en
tamente la conducta, insertándola en el conocido mecanismo estímulo-
el mecanismo del aprendizaje operante —y, en menor medida, en el
respuesta.
aprendizaje clásico— las teorías del aprendizaje social potencian la
raodalidad vicarial u ohservacional (observación e imitación de conduc- Como buen conduct/staxechaza BANDURA la introspección y el mentalismo. A
tas criminales de otros), técnica que implica un aprendizaje abreviado su juicio, el psicoanálisis, además, infiere los determinantes internos de la conducta
a partir de la conducta misma de la que se suponía eran sus causas, utilizando
indebidamente la descripción como explicación'*'; interpreta fácilmente sucesos
j 'í'JÍ>i>í,t>' '•.•1(3 Svjí^ííil'i.' .riil,S..'DiT''-"'1/. i-<u ilv"!..»,. pasados, pero carece de operatividad predictiva respecto a los futuros""; sin que
Clr. SIEGEL, L. J., Criminology, cit., págs. 145 y 146. ,üoSí'\y;,a;¿ J f ..3^tjiiifiauiwaíi<8 ^sifeasM^itefe *feoí>T ,.A .AÍíUQKÍAa '"
*' Así, GARCÍA-GARCÍA, J., Y SANCHA MATA, V., Psicología penitenciaria, cit.,
44 A
pág. 50.
Asi, BANDURA, A., Teoría del aprendizaje social, cit., pág. 31.
Al modelo de aprendizaje de BANDURA que se examina en el apartado siguiente
Así, BANDURA, A., Teoría del aprendizaje social, cit., pág. 31.
ó se le reprocha no conceder la debida importancia al proceso de socialización, tal vez
BANDURA, A., Teoría del aprendizaje social, cit., pág. 31.
porque el autor acentúa en demasía el aprendizaje base del mismo (Cfr. CLEMEN-
BANDURA, A., Teoría del aprendizaje social, cit., pág. 15.
TE DÍAZ, M,, El enfoque psicosocial, cit., pág. 138.
BANDURA, A., Teoría del aprendizaje social, cit., pág. 1 7 . . . : :Í íi l'jh shosT
704 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA. 705
haya demostrado, tampoco, su capacidad de producir cambios psicológicos signi- respuestas y se experimentan sus efectos» (aprendizaje «operante»). Tal aprendi-
ficativos en el individuo al desarrollar sus premisas teóricas: no consta, por ejemplo zaje, por las consecuencias (inmediatas)ÚQ la respuesta, es el más rudimentario y
a juicio de BANDURA, que al hacerse conscientes al propio sujeto sus impulsos se basa en la experiencia personal y directa sobre los efectos positivos o negativos
internos dejen de actuar éstos como instigadores de su comportamiento criminal, ni de las propias acciones. Se trata, pues, de un proceso de reforzamiento diferenciad,
siquiera que se hagan más susceptibles de control"''. El hecho obvio —por último-— cuasi mecanicista, en el que se seleccionan las formas de respuesta que han tenido
de que la frecuencia e intensidad de una determinada conducta varía notablemente éxito y descartan las restantes de un modo automático o inconsciente.
según situaciones y momentos, pone de manifiesto que los supuestos impulsos , • Las consecuencias de las respuestas cumplirían una triple función: suministrar
internos no ofrecen una explicación concluyente^". información al individuo (momento del proceso de aprendizaje que no puede
sustraerse a cogniciones del sujeto), incentivarle o motivarle, anticipando las
qu Pero BANDURA opone diversas reservas al conductismo radical, que consecuencias previsibles en el futuro de comportamientos similares, y reforzar o
fortalecer automáticamente las respuestas^^; función esta última controvertida, ya
le permiten perfilar su concepto del «aprendizaje social» como opción que el reforzamiento parece un medio apto para regular conductas ya aprendidas,
integradora: «... Las personas no están ni impulsadas por fiíerzas para activarlas, pero ineficaz para crearlas, siendo más razonable suponer que el
internas, ni en manos de los estímulos del medio. El funcionamiento individuo no suele aprender conductas sin observarlas antes en otros^°; circunscri-
biendo incluso su operatividad a esta función activadora, según BANDU RA, es obvio
psicológico se explica, más bien, en términos de u n a interacción recípro- que la conducta no se regula por sus consecuencias inmediatas, sino que es
ca y continua entre los determinantes personales y ambientales»''^ necesario buscar determinantes más allá de tales consecuencias próximas aislada-
Al conductismo radical, en efecto, reprocha BANDURA desconozca la importan- mente consideradas, pues en otro caso no podría explicarse por qué continúan
cia etiológica causal de determinados procesos cognoscitivos, una vez constatado llevándose a cabo comportamientos que sólo reciben un refuerzo ocasional^\
—como parece haberlo sido— que cuando las personas se sirven de ayudas de
üj^.; naturaleza congnoscitiva generadas por ellas mismas, aprenden mucho mejor a
Aun sin restar importancia al condicionamiento de evitación que rige los
conducirse (y retienen más ese aprendizaje) que cuando se les refuerza por una
^^ ejecución repetitivas^. procesos de socialización, la teoría del aprendizaje de BANDURA descansa
-te Una cosa es el difícil acceso a las cogniciones del individuo o la escasa fiabilidad sobre el mecanismo del modelado, observación o aprendizaje vicarial. Este
Mm de los métodos utilizados para la evaluación de los mismos (vg., autoinformes) y otra es —afirma—, indispensable para la propia supervivencia humana. Abre-
^jlj muy distinta —y rechazable, según BANDURA^^— considerar espúreos todos los via, acorta, el proceso de aprendizaje y permite asumir la experiencia de los
, , determinantes internos de la conducta o cuestionar sus relevancia.
demás, haciéndola propia, sin necesidad de acudir a u n tedioso sistema de
ensayo-error con el riesgo y los costes inherentes®^ a éste.
2') Pero el dato que especifica y diferencia el enfoque de BANDURA
«Por fortuna los humanos —dice Bandura'^^— aprenden la mayor parte de su
es su concepto de aprendizaje (vicario u observacional, modelado).
conducta a través de la observación, por medio del modelado: al observar a los
P a r a fundamentar su tesis, contrapone BANDURA el aprendizaje demás, nos hacemos idea de cómo se efectúan las conductas nuevas y, posterior-
mente, esta información codificada nos sirve como guía de la acción. Evitamos
operante y el aprendizaje social, analizando lo que denomina determi-
errores innecesarios, aprendiendo, con ejemplos, cómo se deben hacer las cosas
n a n t e s antecedentes^'', d e t e r m i n a n t e s consecuentes^'' y «control (al menos de forma aproximada) antes de hacerlas por nosotros mismos.»
cognitivo»^®. , w-i fir r.-ryV^y^'lñ' 'ií}í~f/í-<^""v^"
^ «Tradicionalmente —recuerda BANDURA^'— las teorías psicológicas han par- Las consecuencias externas —dice BANDURA*'*— regulan, en buena
Pj;',. tido del supuesto de que sólo puede darse el aprendizaje cuando se efectúan medida, la conducta del hombre; no naturalmente las consecuencias
inmediatas y aisladas, momentáneas, sino las consecuencias globales agresión es recompensada, no castigada o ignorada, se produce el resultado
opuesto, incentivándose la comisión de actos de tales características^**. Existe,
que aquél procesa y sintetiza con u n a información retroactiva a partir de incluso, base experimental a juicio de algunos, para afirmar que, bajo ciertas
secuencias de sucesos. De este modo se opera u n importante refuerzo. premisas, observar el castigo ajeno puede ser tan efectivo para inhibir la conducta
Pero —añade BANDURA— el hombre guía sus acciones, en parte, por transgresora como experimentarlo personal y directamente^^
las consecuencias que observa en los otros y, también en parte, basán-
dose en consecuencias que crea por sí mismo, esto es: las consecuencias ' Dado que el sistema de sanciones legales descansa, en buena medida,
«vicarias» y las «autoproducidas»®®. en los efectos inhibitorios del castigo ejemplar, BANDURA reitera el
El aprendizaje vicario acentúa el rol de la observación de las conse- eventual impacto criminógeno de u n clima generalizado de infracción e
cuencias del comportamiento de los demás, sirviéndose de los conceptos impunidad: la observación de transgresiones que no se castigan tiende
de esfuerzo vicario, refuerzo vicario, castigo vicario, etc. Se parte, pues, a aumentar la aparición de la conducta prohibida en los observadores™.
de la hipótesis de que el individuo puede comprobar a menudo, en la vida De todo ello desprende BANDURA que atendiendo a los éxitos y a los
diaria, las acciones ajenas, observando cómo son recompensadas, casti- fracasos de los demás el individuo modifica sus propios pensamientos,
gadas o ignoradas. A través de la observación de los éxitos y equivoca- sentimientos y acciones^^
ciones de los otros adquiere u n a experiencia propia, aprende. La obser- Más aún: el observador suele aprender más rápido que las personas que le
vación del éxito de u n comportamiento ajeno, por lo general, incrementará sirvieron de modelo, porque puede concentrar su atención en descubrir las solucio-
la tendencia a actuar en el mismo sentido, mientras la observación del nes correctas, lo que explicaría la superioridad del refuerzo vicario en ciertos
comportamiento que se castiga producirá el efecto opuesto. Más aún: la ámbitos^^ y la pluralidad de funciones que cumple: de información, motivación,
observación de las consecuencias de las conductas de los otros determi- aprendizaje emocional, valoración, influencia, etc.'l
na, en parte, la fuerza y propiedades funcionales de los reforzadores
externos.®^ 3') El concepto de auto-refuerzo y la referencia a los mecanismos auto-
regulatorios completan el modelo del aprendizaje social de BANDURA.
^^ El refuerzo vicario se produce cuando el individuo vigoriza la tenden- Con razón advierte el autor que si la conducta individual estuviera
cia a realizar u n a conducta determinada al haber observado cómo otros regulada exclusivamente por las consecuencias externas, bien experi-
eran recompensados por realizarla. ,\X"' ¡^ "f*"'7 \ "- mentadas por el sujeto, bien observadas en otros, se ofrecería u n a falsa
Efecto que también tiene lugar con relación a las conductas delictivas: cuando imagen del hombre como sujeto (recte: objeto) sometido a las influencias
otras personas participan en actividades placenteras, inhibidas por prohibiciones situacionales. El hombre se comportaría como u na veleta y se negaría —
sociales, y dichas actividades no se castigan, el efecto que se produce en los contra toda evidencia— que existe una fuente personal de control sobre
observadores es el de incrementar la tendencia a acciones semejantes y en el mismo
la conducta''*. Lo cierto —añade BANDURA— es que debido a sus
grado observado en los modelos que han recibido recompensas^^.
K>í\i '••i^l'Jí^f: 1 i w c><;?j«iA"- ^ í ^ v p i ; t ÍV/f isr»;.- capacidades de simbolización y de reacción ante su propio comporta-
miento, el ser humano es menos dependiente de los apoyos externos
El denominado castigo vicario es otro de los mecanismos del apren-
mmediatos^^ Mediante el auto-refuerzo, los individuos mejoran y man-
dizaje social. Con él se lleva a cabo el efecto inhibitorio de ciertas
conductas a través de la observación de sus consecuencias negativas en
los demás. Su impacto h a sido muy estudiado a propósito de la agresión
de comportamientos violentos. qs wo si-roai ,.t^.
El testigo de una acción violenta efectivamente castigada, por lo general, acusa
BANDUEA, A Teoría del aprendizaje social, cit., pág. 146.
^ , una reducción en la tendencia a imitar la misma; mientras si observa que dicha 70
Así, BENTON,cit., por BANDUEA, A., Teoría del aprendizaje social, cit., pág. 147.
71
BANDUEA, A.Teoría del aprendizaje social, cit., pág. 148.
/ . f f ; f í f ^ f e P f ~\-\' lv)rü':JÁ4f?^.áÍH:i-*4&,«««»i:-i.t.l-,„. •trofei 72
BANDUEA, A.Teoría del aprendizaje social, cit., pág. 152. " ' ' T'TO X
73 BANDUEA, A.,, Teoría del aprendizaje social, cit., págs. 149 y ss.
^^ BANDUEA, A., Teoría del aprendizaje social, cit., pág. 122. 74 BANDUEA, A.,, Teoría del aprendizaje social, cit., págs. 152 a 156. .•3-ñi
'^^ BANDUEA, A., Teoría del aprendizaje social, cit., pág. 144. 75 BANDUEA, A., Teoría del aprendizaje social, cit., pág. 157.
67 BANDUEA, A., Teoría del aprendizaje social, cit., pág. 146. BANDUEA, A., Teoría del aprendizaje social, cit., pág. 158. i
708 ANTONIO GAKCIA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 709
tienen su propia conducta, aplicándose a sí mismos recompensas siem- nredisposición individual (variable genética) incide fundamentalmente
pre que sus conductas se ajusten a ciertas normas autoprescritas''^- en la adquisición de las pautas criminales; los factores situacionales
mecanismo que sugiere la auto-regulaCión de la conducta por el ser (variable labeling) afectan, ante todo, al mantenimiento o perpetuación
humano. de la conducta infractora; las variables de aprendizaje (clásico, operan-
te observacional, etcétera) son los factores criminógenos por excelencia,
l a s co Como afirma BANDURA: «Una vez que una persona aprende a asignarse a si
misma criterios y a generar autorreacciones condicionales puede controlar su propia interactúan con los anteriores y despliegan su acción tanto en el
conducta a través de consecuencias autoproducidas. El desarrollo de funciones momento adquisitivo del modelo criminal como en el de ejecución de la
autorreactivas, portante, proporciona ai ser humano la capacidad de dirigir su propio conducta infractora y mantenimiento del estatus criminal.
comportamiento»^''.
Mientras la incidencia de estos últimos componentes del aprendizaje es muy
homogénea en el amplio espectro de la población delictiva, los factores genéticos
Actividad simbólica y capacidad auto-regulatoria son dos piezas actúan selectivamente, siendo más acusada la repercusión de los mismos en los
clave en el aprendizaje social. La primera hace posible el pensamiento individuos con problemas psicológicos o con puntuaciones extremas en las dimen-
reflexivo: por medio de símbolos verbales o icónicos, el individuo procesa siones de la personalidad"". Todo individuo, por tanto, se encuentra expuesto a la
influencia de modelos criminales y no criminales: el contenido y resultado del
sus experiencias y las preserva en forma de representaciones que le
aprendizaje de tales modelos dependerá de la interacción de las variables mencio-
servirán de guía de su futuro comportamiento. La capacidad de acción nadas.
intencional se basa precisamente en dicha actividad simbólica. Las
capacidades auto-regulatorias confieren al hombre la posibilidad de 1') En cuanto a la predisposición individual (factor genético),
ejercer u n control sobre su propia conducta, generando apoyos FELDMAN asume la teoría de la personalidad de EYSENCK para
cognoscitivos y consecuencias desencadenadas por las mismas conduc- explicar la adquisición diferencial de respuestas condicionadas, a favor
tas. Sin duda, afirma BANDURA''®, estas funciones auto-regulatorias se o en contra de la ley. La socialización exitosa, a su juicio, dependerá de
crean por influencias externas y se sirven ocasionalmente de su apoyo, un óptimo encuentro de las técnicas pedagógicas adoptadas y los
pero u na vez establecidas, determinan en parte el comportamiento del atributos de la personalidad del individuo.
hombre. 1^*'„, .' . .%
No obstante, y salvo en el caso de los individuos con puntuaciones extremas de
las dimensiones eysenckianas (extraversión, neuroticismo y psicoticismo), el rol de
la predisposición de la personalidad explicado por EYSENCK a través de una
^^^b) El modelo de aprendizaje social de FELDMAN. condicionabilidad más o menos intensa y rápida que deriva de la formación reticular
de fuerte carga genética"^ no es tan acusado en FELDMAN.
El modelo de FELDMAN™ es un modelo complejo e integrado, porque,
según el autor, en los diversos momentos del proceso de aprendizaje
social intervienen factores genéticos, situacionales y conductuales. La 2') La teoría del aprendizaje de FELDMAN distingue dos supuestos:
adquisición y el mantenimiento de la conducta delictiva se hallan en se puede aprender a delinquir y se puede aprender a no delinquir®^. El
función del peso específico e interacción de las citadas tres variables: la mdividuo aprende a no delinquir debido a la socialización temprana,
cuyo poder restrictivo es mantenido por consecuencias positivas deriva-
das del cumplimiento de las normas, y por refuerzos negativos que
proceden de su ruptura. De modo que un entrenamiento deficiente en
""^ BANDURA, A., Teoría del aprendizaje social, cit., pág. 158. conductas socialmente aceptadas puede generar u n repertorio domina-
'''' BANDURA, A., Teoría del aprendizaje social, cit., pág. 172. do por actividades legalmente prohibidas
78 BANDURA, A., Teoría del aprendizaje social, cit., pág. 27.
79 De FELDMAN, P., vid. The Making and Control of Offenders, en: FELDMAN, P-,
y ORFORD, J., editores, Psychological Problems: The social Contex, Chichester, i a;jw.v,THí:)iP': >j-,i.¿ ^ i aiJ/liJ r
1980, Wiley-Sons, del mismo: Criminal Behavior: A Psychological Analysis, Lon-
dres, 1977, Wiley. Sobre la obra y pensamiento de FELDMAN, vid. GARRID^ Cfr. GARRIDO GENOVÉS, V., Delincuencia y sociedad, cit., págs 240 y 241.
GENOVÉS, V., Delincuencia y sociedad, cit., págs. 240 y ss. GARCÍA GARCÍA, J-> Así, GARRIDO GENOVÉS, V., Delincuencia y sociedad, cit., pág. 243.
y SANCHA MATA, V., Psicología penitenciaria, cit., pág. 51 y ss. ., Cfr. GARRIDO GENOVÉS, V., op. cit., pág. 241.
710 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 711
El individuo puede aprender, también, a delinquir, por el efecto 3') Las variables situacionales operan, fundamentalmente, u n a vez
directo del refuerzo diferencial, modelamiento social e inducciones adauirido el modelo criminal, decidiendo la ejecución del comportamien-
situacionales. La conducta delictiva se mantendrá después como conse- to aprendido y la conservación o perpetuación de dichos modelos.
cuencia de ciertos procesos cognitivos autojustificadores que acompa-
ñan y subsiguen a la conducta criminal: fenómenos de autopersuasión®^ Las variables situacionales precipitan la comisión, dando la señal
cambios de valores, etc., que se potencian en su caso por la falta de oportuna. Ello sucede tanto en los delitos contra el patrimonio como en
contacto del delincuente con la víctima^* y ponen de relieve un dato los delitos contra la vida.
significativo: el individuo, a menudo, acomoda sus pensamientos y Según FELDMAN, la mayor o menor probabilidad de que se ejecute un delito
actitudes, ex post, a sus líneas de actuación, de modo que los cambios patrimonial depende, entre otros factores, de los siguientes: mayor o menor
cognoscitivos se producen después de la conducta criminal, en lugar de probabilidad de detención y castigo del autor, relevancia de los incentivos, existencia
o inexistencia de alternativas legitimas y de modelos de transgresión, grado de
precederla y motivarla^^. Otro mecanismo de mantenimiento de los
destreza y habilidades requeridas para su comisión, personalidad e identidad de la
modelos criminales es, desde luego, el refuerzo que deriva de los propios víctima (que sea o no extraña), nivel de autoestima del infractor, etc. Algunos de
actos antisociales^^. estos determinantes operan, también, respecto a los delitos contra las personas:
presencia de modelos de agresión que puedan ser imitados, previa conmoción
Aunque la mayoría de las investigaciones sobre aprendizaje son estudios de emocional en el individuo, desaparición de ciertos refuerzos válidos relevantes en el
'ém laboratorio, existen en la actualidad ya otros realizados con jóvenes, en sus habitáis proceso de reflexión que precede a la decisión criminal, etcétera''".
naturales, que según FELDMAN verifican la hipótesis del aprendizaje observacionai
o vicario:y no sólo en el seno de determinadas subculturas criminales, sino con
relación, también, a ia denominada criminalidad de «cuello blanco»'^^: «Parece, por En definitiva, el componente final de la teoría de FELDMAN entronca
p-m tanto —concluye FELDMAN"'^—, que el concepto de clase delincuente debe ser con las concepciones interaccionistas del «labeling approach», que acen-
revisado, ya que dondequiera que haya una combinación de modelos criminales de túan el impacto criminalizador de ciertos procesos sociales y su inciden-
i^t éxito, recompensas de fácil obtención, una baja probabilidad de ser detenido y un
-'SBL niínimo castigo, la probabilidad de hechos delictivos es considerable.» cia discriminatoria en el cuerpo social. De modo que el individuo cuya
disposición genética e historia específica de aprendizaje sugiera una
singular inclinación al acto delictivo, será, de hecho empujado por el
Prueba de la importancia de la observación como mecanismo de
propio sistema legal a la carrera del crimen mediante contactos
aprendizaje social es el papel relevante que FELDMAN asigna a la
estigmatizadores reiterados con el mismo^^.
televisión como procedimiento adquisitivo de modelos criminales violen-
tos. «La televisión —afirma FELDMAN— es u n tutor estupendo. Ense- Por último, concluye FELDMAN que apenas son ya necesarias teorías ad/?ocde\
ña cómo agredir y en consecuencia describe el valor funcional de la fracaso sociaipara explicar el comportamiento delictivo; comportamiento éste que
no es patrimonio de ciertos grupos marginados, si bien determinados ambientes
conducta agresiva»^®.
favorecen la adquisición de conductas criminales a través de la exposición de
bF>'imjrfír-i .) rtP ' S i ; v . i t > o '•
modelos e interrelaciones de carácter persuasivo o de experiencias directas''^.
^"^ Vid. GARCÍA GAECf A, J. y SANCHA MATA, V., Psicología penitenciaria, cit., pág. Al modelo del aprendizaje social pertenecen, también, las menos
53. conocidas formulaciones de ROTTER y de STAATS. El primero hace
** Así, MILGRAN, cit. por FELDMAN (Cfr. GARCÍA-GARCÍA, J., y SANCHA MATA, mas hincapié en las expectativas y control posible de la conducta que en
V., op. cit., pág. 53). 6l propio proceso observacionai; el segundo, en el estudio de las activi-
**' Cfr. GARCÍA-GARCÍA, J., y SANCHA MATA, V., Psicología penitenciaria, cit.,
págs. 53 y 56.
dades sociales (sobre todo, respecto al condicionamiento verbal bajo
^^ Cfr. GARRIDO GENOVÉS, V., Delincuencia y sociedad, cit., pág. 241.
Züí i ^£i r'iO¿-t< fOtiüñf
'^^ Cfr. GARCÍA-GARCÍA, J., y SANCHA MATA, V., Psicología penitenciaria, cit.,
pág. 52. Refiriéndose a los trabajos, entre otros, de KNIGHT y WEST, CLINARD,
GARCÍA-GARCÍA, J., y SANCHA MATA, V., Psicología penitenciaria, cit., págs. 53
etc. y 54.
^*^ FELDMAN, P., The Making and Control of Offenders, cit., pág. 193. 91
92
Cfr. GARRIDO GENOVÉS, V., Delincuencia y sociedad, cit., pág. 243.
*^ FELDMAN, P., The Making and Control of Offenders, cit. pág. 194 (cit. en:
PELDMAN, P., The Making and Control of Offenders, cit., págs. 213 (cit. en:
GARCÍA-GARCÍA J., y SANCHA MATA, V., op. cit., pág. 53). GARCÍA-GARCÍA, J., y SANCHA MATA, V., op. cit., pág. 54). -..i'^Ci -I-ív/
• ^
Tales procesos cognitivos o cogniciones son valiosos determinantes Se exponen, a continuación: los postulados de la Psicología de la Gestalt(a)M
internos de la conducta. De difícil acceso y evaluación, pero indiscutible teoría del desarrollo moral y cognitivo, con sus diversas formulaciones: teorías del
desarrollo moral, del razonamiento moral y legal, etc. (b); la teoría de las normas y
interés en el momento de interpretar y comprender el complejo compor- valores específicamente criminales y su revisión (c); algunas investigaciones
tamiento del hombre^^. empíricas de orientación cognitiva (d).
No son vivencias del pasado, fuerzas ocultas que yacen en el inconsciente, ni
meros rasgos de la personalidad; son determinantes internos de la conducta, a) La P s i c o l o g í a d e la Gestalt (M. WERTHEIMER, W. KOHLER,
actuales, de incuestionable relevancia etiológica, causal. Lo demuestra el hecho de K. KOFFKA, K. LEVIN, etc.). P a r a la teoría de la Gestalt todo fenómeno
que incluso los partidarios del modelo «operante» no tienen más remedio que
a»i ponderarlos, si bien traduciendo dichas operaciones cognoscitivas en términos
psíquico es u n a unidad inescindible, u n a unidad vital, un complejo o
^^^' conductuales y achacando sus efectos a la acción directa de fenómenos externos . estructura (Gestalt) que no puede descomponerse analíticamente sin
perder su esencia. Lo que sucede, también, con el crimen, fenómeno o
-n/ri-Sfi r i r k r i ' V ó í i Ti-» ^ r » /••? r L T -.•,, r« - ¡ o .\-fi r'^íT^i"-* . o o rU
^3 Sobre los modelos de ROFFEE y STAATS, vid. CLEMENTE DÍAZ, M., El enfoque
psicosocial en el estudio de la delincuencia, cit., págs. 134 y 135.
Así, los BANDUEA Y FELDMAN ya analizados. Vid. BANDUEA, A„ Teoría de
^* Vid. SIEGEL, L. J., Criminology, cit., pág. 144.
gg aprendizaje social, cit., págs. 191 y ss.
^5 Así, BANDUEA, A., Teoría del aprendizaje social, cit., pág. 24. Sobre las teorías del
Por ejemplo, el de WEEDELL Y YENDALL, sobre «impulsividad». Cfr., GARCÍA
desarrollo cognitivo-moral, véase el trabajo de GAREIDO GENOVÉS, V., publicado
gg GARCÍA, J., Y SANCHA MATA, V., op. cit., pág. 63.
con este título en: Delincuencia. Teoría e investigación, cit., págs. 111 a 127 l,y
igj, Vid. GARCÍA-GARCÍA, J., Y SANCHA MATA, V. op. cit., pág. 56.
bibliografía que el autor reseña).
®^ Cfr. BANDUEA, A., Teoría del aprendizaje social, cit., pág. 24. Cfr. SIEGEL, L. J., Criminology, cit., pág. 144. . _.. : y,;» :Í.J
714 ANTONIO GAECÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 715
estructura total, compleja, organizada y distinta de los elementos que interesantes y de entrenar sus reflejos. Mientras, durante el cuarto y último estadio
hayan podido concurrir en su producción^°^. evolutivo (etapa de las operaciones formales) madura plenamente, siendo capaz de
utilizar un razonamiento lógico-abstracto. Es entonces cuando concebirá las normas
La percepción individual desempeña un papel decisivo en la Psicolo- sociales como producto de la voluntad humana, y no como entes sagrados e
gía de la Gestalt. inmutables^»"
Siguiendo a PIAGET, una subárea del modelo de «desarrollo moral» lo consti-
La percepción prepara y regula la acción, por operar como mecanismo de , ' tuye la llamada foma de perspectiva o role taki'ng. Con este concepto aún poco
^ adaptación del individuo al medio. La modificación de la conducta es contemplada, preciso se hace referencia a la habilidad del sujeto para diferenciar su propio punto
pues, en función de la estructura de la situación perceptiva entre el «yo» y el «mundo de vista del de los demás, captando al mismo tiempo perspectivas múltiples de un
exterior» que, lógicamente, puede generar un comportamiento delictivo^°2 |_g evento social. Algunas investigaciones (KURDEK; WALKER, etcétera) parecen
rp percepción de cada individuo varía, según sea éste más proclive a unas u otras haber constatado una significativa correlación entre las etapas del desarrollo
' / cualidades globales del objeto: las estructurales, las constitutivas o las expresivas. cognitivo, el role-takingye\ razonamiento morale^ adolescentes, operándose con
la hipótesis, incluso (SELMAN) de que las demoras en el desarrollo cognitivo
El delincuente —según los psicólogos de la Gestalt— no reacciona a incrementan el riesgo de problemas de comunicación interpersonaP"^.
estímulos específicos, sino a la configuración u organización total de
objetos que los rodean. Tales configuraciones son genuinas estructuras 2') Mayor interés tiene para la teoría de la criminalidad la formula-
o elementos mentales, que deben ser contempladas como experiencias ción de KOHLBERT^"^, quien comparte la premisa básica de la concep-
unitarias: cómo se producen las «leyes» que gobiernan sus cambios, de ción cognitiva, esto es, que la forma en que un a persona organiza sus
qué factores dependen, etc.^°^ razonamientos en torno a las leyes y normas genera patrones de
conducta eventualmente delictivos^"^. Partiendo de las tesis de PIAGET,
Por ello, los partidarios de la Psicología de la forma (Gestalt) se
mantiene KOHLBERT la existencia de seis estadios en el proceso de
oponen tanto al conductismo como al factorialismo. Pues entienden que
formación del razonamiento moral del individuo, durante los cuales se
el delito es algo complejo, organizado, u na estructura total, y no una
perfilan sus decisiones y juicios sobre el concepto de lo justo y lo injusto
simple respuesta a u n estímulo, ni un conjunto cuya esencia pueda
de distinta manera.
captarse descomponiendo por vía analítica sus rasgos o factores.
Tales estadios del desarrollo moral se reconducirían a tres grandes etapas: la
premoral[se buscan gratificaciones inmediatas, tratando el individuo de evitar, sin
más, el castigo); la convencional {mero acatamiento formal de las reglas y respeto
b) Teoría del desarrollo moral y cognitivo.
a la autoridad por el hecho de serlo); la de moralidad autónoma, caracterizada por
1') El gran iniciador de la teoría cognitiva fue J. PIAGET (1896-1980), el profundo respeto a los derechos y opiniones de los iguales, y a los principios
morales universales^"'*.
si bien no llegó a aplicar sus hipótesis a la explicación del comportamien-
to criminal. Según PIAGET, el individuo desarrolla su capacidad de
razonar a lo largo de un proceso en el que se pueden distinguir una serie
de etapas o estadios, que se inician con el nacimiento y culminan a los
doce o trece años —o más—; un proceso evolutivo cada uno de cuyos 104
Vid. PIAGET, J., The Moral Judgement of the Child, Londres, 1932, Keagan Paul.
momentos matiza el grado de desarrollo moral del individuo y las Cfr. SIEGEL, L. J., Criminology, cit., pág. 144. Vid. GARRIDO GENOVÉS, V.,
características singulares de su razonamiento y respuestas. Teorías del desarrollo cognitivo-moral, cit., págs. 112 y ss. (periodo «egocéntrico»,
etapa de «realismo moral» y etapa de «relativismo moral»).
105
Así, en el primer estadio (sensomotor), el niño se limita a reaccionar a los Sobre el modelo «Role Taking», vid. GARRIDO GENOVÉS, V., Teorías del desarro-
estímulos del medio de la manera más primitiva, tratando de alcanzar los objetos llo cognitivó-moral, cit., págs. 113 y ss.
106
«K <., ::,y:r KOHLBERT, L., Stages in the Development of Moral Thought and Action, New
York, 1969, Holt, Rinehart and Winston; del mismo: Development of moral
•-•^:X4. '»••••• , «Síjq .,ip ,isiam character and moral ideology, en: Review of Child Development Research, vol. I,
New York, Russel Sage Foundation, 1964.
^"1 Cfr. RODRÍGUEZ MANZANERA, L., Criminología, cit., pág. 396. 107
Vid. GARRIDO GENOVÉS, V., Delincuencia y Sociedad, cit., pág. 298.
^"^^ Cfr. RODRÍGUEZ MANZANERA, L., Criminología, cit., págs. 396 y 397. 108
Sobre las seis fases de evolución moral, vid. SIEGEL, L. J., Criminology, cit., pág.
103
Cfr. RODRÍGUEZ MANZANERA, L, Criminología, cit., ibídem. 145. .-..t.t» .iv"H
716 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 717
Clasificando delincuentes y no delincuentes de acuerdo con su grado 4') FLAVELL y ENRIGHT h a n elaborado recientemente u n nuevo
de evolución moral en el estadio oportuno, KOHLBERT y sus colabora- modelo de «cognición social» (FLAVELL) con u n componente de desarro-
dores hallaron diferencias significativas: mientras la mayor parte de los llo (ENRIGHT), partiendo de la hipótesis de que dicho proceso evolutivo
no criminales (grupo de control) pertenecen a los estadios tres o cuatro interviene decisivamente en el ajuste conductual del niño según consta-
los delincuentes exhiben u n nivel llamativamente bajo de razonamiento taran SELMAN, SHURE y otros"^
moral en comparación con los no delincuentes de su mismo medio social ' El éxito de los enfoques cognitivos h a dado lugar en los últimos años
y background^°^ encuadrándose, por lo general, entre los estadios uno y a la proliferación deprogramas terapéuticos para delincuentes, tenden-
dos. De aquí desprende la teoría del desarrollo moral o cognitivo que los tes a elevar la capacidad razonadora de éstos y, en particular, a que
individuos que obedecen la ley sólo para evitar el castigo o que piensan superen la etapa «convencional» mediante el empleo de discusiones de
exclusivaifiente en sus propios intereses (razonamiento moral caracte- dilemas sociales"*.
rístico de los estadios menos avanzados) son más proclives al delito que
aquellos otros que ven en la ley un instrumento positivo para toda la Siguiendo el enfoque cognitivo se h a n llevado a cabo ya numerosas
sociedad y que simpatizan con los derechos de los demás. De algún modo, investigaciones, con resultados diversos no siempre concluyentes"^.
pues, sugiere, también, la teoría cognitiva que los delincuentes más Confirman, de algún modo, las premisas cognitivas, entre otros; el trabajo de
peligrosos participan de una «orientación moral» distinta a la de los JURKOVIC y PRENTICE"^ quienes comprobaron cómo los individuos evaluados
ciudadanos respetuosos de las leyes, sui generis, menos «evolucionada»; como psicópatas eran moralmente menos maduros que los neuróticos y los
subculturales; el de RUMAy MOSHER"^ constatando que la etapa de razonamien-
que el origen o explicación última del comportamiento criminal reside en
to moral de los 36 delincuentes evaluados correlacionaba significativamente con
el anómalo estancamiento o interrupción de dicho proceso evolutivo; y todas las medidas del sentimiento de culpa, excepto la perturbación del habla;
que la mejor terapia preventiva contra el delito consiste en inmunizar al FODOR"^ que repartió a 40 delincuentes y 40 no delincuentes el cuestionario de
sujeto con un elevado razonamiento moral"". KOHLBERT para evaluar sus respectivos estadios del desarrollo moral, observando
que los primeros obtenían puntuaciones significativamente más bajas que el grupo
3') Por su parte, TAPP"^ ha progresado en la verificación y redefinición de control; y, sobre todo, el de SAGI y EISIKOVITS, que otorga, también, calificacio-
nes superiores al grupo de control en un test de moralidad, incluyendo Ítems sobre
de las hipótesis cognitivas, si bien refiriéndose no al razonamiento
«moral», sino al razonamiento «legal». Su conclusión es muy similar a la
de KOHLBERT, Y, como éste, pone especial énfasis en la no superación
por el niño de la etapa preconvencional, entre los diez y los catorce años,
por entender que tal disfunción evolutiva tiene un profundo impacto "^ Cfr. GARRIDO GENOVÉS, V., ibídem; del mismo, refiriéndose al modelo de
FLAVELL y ENRIGHT: Teorías del desarrollo cognitivo-moral, cit., págs. 114 y ss.
criminógeno^^^. y 120 y ss.
^" Una información al respecto en: GARRIDO GENOVÉS, V., Delincuencia y socie-
dad, cit. páginas 299 y ss.
Una interesante información sobre los resultados obtenidos aplicando tanto el
modelo del «desarrollo moral», como el «rol-taking», en: GARRIDO GENOVÉS, V.,
Cfr. SIEGEL, L. J., Criminology, cit., pág. 145. Vid.: GARRIDO GENOVÉS, V., Teorías del desarrollo cognitivo-moral, cit., págs. 117 y ss.
Delincuencia y sociedad, cit., pág. 299 y ss.; GARCÍA-GARCÍA, J., y SANCHA "** JURKOVIC, G., y PRENTICE, N., Relation of Moral and Cognitive Development
MATA, V., Psicología penitenciaria, cit., págs. 56 y ss. to Dimensions of Juvenile Delinquency, en: Journal of Abnormal Psychology, 1977,
Vid., en este sentido: KOHLBERT, L.; KAUFMANN, K.; SCHARF, P., y HICKEY, V. 86. págs. 414 a 420. Cfr. GARCÍA-GARCÍA, J., y SANCHA MATA, V., Psicología
J., The J u s t Community Approach in Corrections: A Manual (Niantic, Conn: penitenciaria, cit., págs. 57 y 58.
117
Connecticut Department of Corrections, 1973); Cfr., SIEGEL, L. J., Criminology, RUMA, E. H., Y MOSHER, D. L., Relationship between moral judgment and guilt
cit., pág. 145. in delinquent boys, en: Journal of Abnormal Psychology, 1976, 72, 2, págs. 122 a
111
„ '^ ° naíiu'! ,jíoxi ,«0' 127. Cfr., GARRIDO GENOVÉS, V., Delincuencia y sociedad, cit., pág. 299 y 300.
118
112 Cfr. SIEGEL, L. J., Criminology, cit., pág. 145 • • PODOR, E. M., Delinquency and susceptibility to social influence among adolescents
TAPP, J. L., A Child's garden of law and order, en: Psych. Today, 1970 (4), págS- 29 as a function of level of moral development, en: Journal of Soc. Psychology, 1972,
a 31; del mismo: Psychology and the law: an overture, en: An. Re. of Psychology, 86,2, págs. 257 a 260. Cfr. GARRIDO GENOVÉS, V., Delincuencia y sociedad, cit.,
1976, págs. 359 a 414. Cfr., GARRIDO GENOVÉS, V., Delincuencia y sociedad, cit., pág. 300.
pág. 299.
1.
718 ANTONIO GAECIA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 719
resistencia a la tentación, etapa moral, sentimientos que siguen a la comisión de un ello, son muchas las concepciones criminológicas que acentúan el valor
delito, juicio en relación a la gravedad del castigo y confesión, etc."^ «expresivo» de la conducta desviada, atribuyendo a la misma u n a
í
720 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 721
sociedad tratan de justificar su propio comportamiento o neutralizar el reproche que por encima incluso de las imágenes subculturalesi^°; debiendo admitir-
merece. se, tan sólo, algunas diferencias a propósito de determinadas normas
891 proscritas (prohibición del robo, de la violencia, etc.). De suerte que en
Un año después, en 1981, BRAITWAITE y BRAITWAITEi^e llegan, tales ámbitos los valores criminales de la correspondiente subcultura
también, a u na conclusión negativa al intentar verificar la hipótesis, autorizan o permiten —no exigen, de modo necesario— la comisión del
empíricamente, de que las elevadas tasas de criminalidad de la lower hecho delictivo; interpretación, por otra parte, que coincide con la
class responde al hecho de que éstas profesan unos valores distintos de conocida tesis de la «deriva» (drift) o de los valores subterráneos
los convencionales, unos valores criminales per se. sustentada por D. MATZA.
Para BRAITWAITE y BRAITWAITE, no hay evidencia alguna de la supuesta
asociación clase social-delincuencia, valores criminales-criminalidad. Ni el delito
2') Otro sector de la doctrina científica, sobre la base de trabajos
puede entenderse como expresión de los valores específicamente criminales de la llevados a cabo con la escala de ROCKEACH, llegan a la conclusión
/oíverc/ass{ies'\s de MILLER), ni como consecuencia del rechazo de unos valores opuesta: que existe una relación directa entre valores y criminalidad. Si
convencionales que inicialmente había asumido el desviado (tesis de MERTON), o los valores —término más ambicioso que el de actitud— actúan como
del desmoronamiento de los mismos (tesis de la «disociación», de DOWNES). guía para el desarrollo, mantenimiento y cambio de la conducta —se
dicei^i— ^g^Q suponer en buena lógica que los sujetos que exhiben estilos
Éste es, también, el punto de vista de BARRONi^V; y de SHERVINi^», de vida desviados poseen, también, sistemas de valores desviados. Que
quien desmentiría la tesis de MERTON y COHÉN al constatar que tanto una conducta delictiva persistente, por definición, presupone un siste-
los delincuentes como los no delincuentes asumen los valores de las ma de valores en el infractor desviado distinto en algunos puntos
clases medias, estimando aún más estos valores los delincuentes de la cruciales, bien por u n rechazo consciente o inconsciente de los valores
lower class que los propios estratos sociales medios. Tales resultados oficiales, bien por la no internalización de los mismosi^^.
coinciden, en lo esencial, con los obtenidos por KRATCOSKI y
KRATCOSKI129. De hecho, dos investigaciones realizadas también con la escala de ROCKEACH,
en 1971 y 1974, comparando los sistemas de valores de la población reclusa y del
Por su parte, un conocido trabajo de SHORT y STROOTBECK refuta correspondiente grupo de control avalarían la tesis de que existen diferencias entre
ambos.
igualmente la hipótesis de que los delincuentes lo son por apreciar más
El primero de los trabajos parece demostrar que los sistemas de valores de los
los valores prodelictivos que los estándares convencionales de la socie- grupos delincuentes se asemejan más entre sí de lo que se deriva de la comparación
dad oficial; por el contrario, los autores llegan a la conclusión de que con cada uno de sus grupos de controP^^^ Los criminales rechazarían aquellos
todos los grupos sociales estiman satisfactoriamente los valores medios. valores (terminales) que carecen de relevancia personal inmediata («mundo en
paz», «igualdad», «salvación»), mientras sucedería lo contrario con aquellos otros
valores que aportan una satisfacción personal inmediata («felicidad», «placer»). Los
delincuentes aprecian en mayor medida que el grupo de control valores como
«autocontrol», «sabiduría» (tal vez por representar cualidades de las que son
126 BRAITHWAITE, J., y BRAITHWAITE, V., Delinquency a n d t h e question ofvalues, deficitarios). Las mujeres delincuentes exhiben, en conjunto, un sistema de valores
en: I. J. of Offender Ther. and C. Criminology, 1981, 25, 3, págs. 273 a 289. Cfr., más «masculino» que las que componen el grupo de control (énfasis de valores
GARRIDO GENOVÉS, V., Delincuencia y sociedad, cit., págs. 311 y ss. como «vida excitante», «sentido de realización», «independencia», etc.).
1^' BARRON, M. L., Juvenile Delinquency and american valúes, en: American
— sociological Review, 1951, 16, págs. 208 a 214. Cfr. GARRIDO GENOVÉS, V.,
Delincuencia y sociedad, cit., página 316.
12® SHERWING, R. C , Social class valúes and deviant behavior. An empirical test of SHORT, J. F., y STRODTBECK, F. L., Group process and gang delinquency, 1965.
some theories of delinquency, 1968. University of Connecticut, Cfr. GARRID^ University of Chicago Press, Chicago. Cfr. GARRIDO GENOVÉS, V., Op. cit.,
GENOVÉS, V., op. cit., página 316. ibídem.
131
129 KRATCOSKI, P. C , y KRATCOSKI, J. E., The balance of social status grouping COCHRANE, R., Valúes as correlatos of deviancy, en: B. J. Soc. Clin. Psychol.,
within schools as an influencing variable on the frecuency and character ot 1974, 13, pág. 258.
132
' • delinquent behavior, en: FRIDAY, P. C. YSTEWART, V. L., edits., Youth crime and COCHRANE, R., The structure of valué systems in male and female prisoners, en:
' juvenile justice, Nueva York, 1978, Praeger, págs. 160 a 170. Cfr. GARRID^ ^g B. J. of Psychol., 1971, 11, pág. 73.
GENOVÉS, V., op. cit., ibídem. ^ Cfr. GARRIDO GENOVÉS, V., Delincuencia y sociedad, cit., pág. 322.
722 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 723
El segundo de los estudios sigue arrojando diferencias de interés entre reclusos oxiológicamente neutro que permita justificar el mantenimiento de
y controles: «armonía interior», «placer», «sabiduría» y «autoestima» son valores
más positivamente estimados por reclusos, delincuentes, drogadictos y homo-
unos patrones desviados sin necesidad de operar con valores y normas:
^ ^ ' sexuales, mientras el valor «ambición» era menos apreciado por todos que en el orientación e s t a ú l t i m a que siguen, e n t r e otros, E N D L E R y
B'ííS caso de los controles^^". Tanto reclusos como delincuentes muestran mayor interés I^ÍANUSS0N"2_
'^ '• por los valores que aseguran una gratificación inmediata que aplazada. Aprecian de
Desde ella, se mantiene que, debido a la historia conductual del sujeto, determi-
modo muy especial, unos y otros, «sabiduría» y «autocontrol», por las mismas
' ' nadas situaciones poseen un significado determinado para individuos concretos. No
razones antes expuestas. Los delincuentes juveniles otorgan gran relevancia a
se trataría, entonces, de explicar la delincuencia en función de unos determinados
valores como «honesto», «obediencia», probablemente por la situación de «Invita-
valores, sino de constatar, simplemente, el dato objetivo de que ciertos patrones
!- '^^ dos»queexperimentanenlasescuelasdereforma. Contrasta el muy bajo deseo de
conductuales llevan a una persona a una concreta percepción de la realidad^''^.
[ . logro, de realización o ambición que se constata en los delincuentes —y no en los
I J-! reclusos adultos—. Los drogadictos, por su parte manifiestan su particular sistema
I íTOX- (je valores: rechazo déla ética del éxito (de la clase media) y de las fuerzas opresoras
i 8 .i del «yo», exhibición de una filosofía liberal, etc.'^^ No obstante, el propio autor
! oni< reconoce que de todo ello no cabe inferir, sin más, la existencia de un especifico
; sistema de valores delictivo, ni la correlación necesaria de éste con el comportamien- 5. ANÁLISIS FACTORIALISTA: «RASGOS» D E LA P E R S O -
.. to criminan^'': si, además, «el núcleo de los sistemas de valores de todoslos grupos NALIDAD
^ ^ ^ desviados y de los controles son bastante similares, reflejando ello así la cultura
9 i ' j básicamente similar en donde los valores de todos los individuos se desarrollan»^^'', a) El denominado «modelo factorialista» se caracteriza por la preten-
parece muy difícil que pueda establecerse una psicología diferencial en base a los
valores que dudosamente permiten trazar una tipología delictiva clara'^'*. sión de identificar, con u na metodología diferencial factorialista, rasgos
de la personalidad que expliquen la consistencia de ciertas conductas.
3') Pero, incluso siguiendo la escala de ROCKEACH, existen investi- En particular, t r a t a de verificar h a s t a qué punto el comportamiento
gaciones que cuestionan la existencia de marcos o sistemas valorativos criminal se halla asociado a determinadas características estables de la
específicamente criminales. personalidad del infractor («rasgos» o «variables de la personalidad»).
Así, las de BALL-ROCKEACH (desmintiendo la correlación valores y violencia En su lugar se dio cuenta de la hipótesis de la «personalidad crimi-
._, interpersonal), DEITZ (1972) y POLAND (1978) y FEATHER, en 1975^39 nal», viejo mito positivista hoy desterrado; así como de los esfuerzos
llevados a cabo, sin excesivo éxito, en el campo de la Psicopatología
4') Descartada, pues, la existencia de un «sistema» de valores crimi- general y de la Criminología para fundamentar posibles correlaciones
nales como explicación etiológica del delito, la investigación se ha entre concretos rasgos de la personalidad y específicas conductas
orientado en dos direcciones, sin perjuicio de admitir la operatividad de antisociales"*.
la hipótesis comentada en el ámbito estrictamente terapéutico^*" o de
En la actualidad, el modelo de rasgos, desvinculado de sus anteceden-
rehabilitación del delincuente: proñmdizar en el significado de concre-
tes ideológicos (de la teoría de la «personalidad criminal»), es más
tos valores, como el del «autocontrol»"^ o perfilar u n modelo
consciente de sus propias limitaciones y perspectivas. Busca el respaldo
seioiiv éíb fi::;Si'"'Sf);•f@'íieiiool*í'eq«'!r|tlóf.ftófwtí'nofe.eypiafe
metodológico de instrumentos de medición objetivos. Se inserta en
modelos teóricos complejos, que ponderan la situación y, desde luego, la
1^* Cfr. GARRIDO GENOVÉS, V., Delincuencia y sociedad, cit., pág. 323.
1^^ Cfr. GARRIDO GENOVÉS, V., op. cit., ibídem. AÍ;X''«/"Í, ü . í , Al"ia..t,.'-% /.tfíCT
^^^ COCHRANE, R., Valúes as correlates of deviancy, cit., pág. 266. Cfr. GARRIDO "^ ENDLER, N., Y MAGNUSSON, D., Toward an interactional Psychology of
GENOVÉS, V., op. cit., ibídem. Personality, en Psychological Bulletin, 1976, 83, págs. 956 a 974. Cfr. GARRIDO
^^•^ COCHRANE, R., Valúes as correlates of deviancy, cit., pág. 266. GENOVÉS, V., op. cit. páginas 284 y ss.
^^* Así, GARRIDO GENOVÉS, V., op. cit., pág. 326. "' Cfr. GARRIDO GENOVÉS, V., op. cit., pág. 285.
^^^ Cfr. GARRIDO GENOVÉS, V., op. cit., pág. 326. ' ^ j Vid. supra, capitulo XII. Sobre «personalidad» y «conducta antisocial» vid. PÉREZ
" " Así, GARRIDO GENOVÉS, V., op. cit, pág. 329. i vf' t SÁNCHEZ, J., Teoría biológico-factoriales y delincuencia, en: Delincuencia, teoría
"^ Cfr. GARRIDO GENOVÉS, V., op. cit. págs. 330 y ss. < iX ', >''¡ e investigación, cit., . ,
724 ANTONIO GAKCÍA-PABLOS DE MOLINA
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 725
interpretación que de ésta hace el sujeto (las «variables cognitivas»). Y
la conocida tesis factorialista de EYSENCK^'''', y los resultados obteni-
revisa todos sus planteamientos, cuestionando, por ejemplo, la natura-
dos, aplicando el MMPI, en diversas investigaciones, baste ahora con
leza y operatividad de los «rasgos» (si realmente se t r a t a de realidades
una breve referencia a otros trabajos recientes.
psicológicas que «producen» la consistencia de una conducta, o de meros
constructos útiles para explicarían*^; si poseen —o no— poder predictivo Ante todo, los que implican u n a revisión general del modelo de rasgos.
estas variables psicológicas de la personalidad respecto al futuro com- Es el caso del realizado por ARGYLE^^^, quien llega a la conclusión de que en el
portamiento delictivo del individuo, etc.); y el fundamento mismo del delincuente suelen coincidir alguno o algunos de los siguientes rasgos: conciencia
modelo factorialista: esto es, la búsqueda de dimensiones válidas de la débil y escaso sentimiento de culpa; actitud de rechazo hacia la autoridad y
personalidad de carácter transituacional que operen con independencia tendencia al agrupamiento con otros delincuentes; impulsividad y mínimo autocontrol;
de las restantes vaiiables"*^. agresividad y percepción inadecuada de los sentimientos de los demás; también el
de YATES^^^, acentuando algunas variables de la personalidad propias del delin-
d Este nuevo enfoque, más complejo (modelo teórico) más relatlvlzador (preten- cuente: una orientación vital hacia el presente; mayor impulsividad; bajo nivel de
siones explicativas y predictivas) y mejor instrumentado (test y cuestionarios) ansiedad, alto nivel de extraversión y alto índice de idiosincrasia. Por su parte,
permitirá llevar a cabo trabajos de psicología diferencial, de base factorialista, en WALDO y DINITZ —como PÉREZ'^^—, después de revisar un elevado número de
grupos y subgrupos de delincuentes de Indudable Interés^'*'. Pero no pueden estudios, encontraron índices significativos de diferencias entre el grupo criminal y
desconocerse sus limitaciones en el ámbito criminológico. No en vano se ha el no criminal, si bien los resultados dependían de la naturaleza más o menos
cuestionado la fiabilidad de los mismos en el particular del autoconocimiento y objetiva de la técnica empleada: las pruebas de rendimiento, por ejemplo, discrimi-
""'^^ sinceridad del recluso y la escasa correspondencia entre los Informes elaborados naban menos que las objetivas, y éstas menos aún que las proyectivas. Los autores
so'í por éste y su conducta reaP''^ concluyeron que las pruebas de personalidad sirven más para detectar rasgos de
.gfiiyiíDnoo 8fij-x9r3 9h Bx'inaíaxafro-i a i nouo'úaKa aun 1 personalidad diferenciales entre subgrupos de delincuentes que entre éstos y los no
delincuentes. Conclusión que comparte PÉREZ^'^". RIVAS —y sus colaboradores—
De hecho, parece haberse comprobado, además, que las supuestas mantienen una postura igualmente escéptica, de reserva, al no haber podido
diferencias detectadas entre delincuentes y no delincuentes se reducen comprobar la existencia de factores de personalidad específicos en los delincuentes.
en la medida en que se objetiviza la técnica evaluadora; de suerte que, En un estudio de contrastes realizado por los mismos, parece observarse que son
aspectos globales y covariaciones —no rasgos singulares de la personalidad—
por ello, las de carácter proyectivo aprecian siempre rasgos específicos
donde quizá se trazan las diferencias^^^.
muy discriminatorios entre ambos grupos, mientras las denominadas
pruebas «objetivas» no advierten perfiles tan acusados y las de «rendi-
Un segundo grupo de trabajos va orientado a revisar la literatura y
miento» apenas permiten trazar diferencias relevantes^*^.
resultados obtenidos con el MMPI, inventario de personalidad muy útil
b) El modelo factorialista ha generado u na inabarcable producción —sobre todo, su escala 4: «Pd», Psicopatía— cuyas 14 escalas primarias,
científica de la que ni siquiera es posible dar cuenta. Son innumerables con el tiempo, habían dado lugar a más de 500 escalas adicionales.
los rasgos de la personalidad cuya relevancia etiológica h a n tratado de •'• Especialmente meritorio es el esfuerzo revisor y de síntesis de GEARING II
verificar unos y otros autores (extraversión, neuroticismo, autocontrol, (1979)1=^ Los ámbitos de aplicación del MMPI preferenciales parecen ser: la
impulsividad, ansiedad, inteligencia, locus de control, etc.). Expuesta ya contraposición delincuentes primarios i/ersusdeWncuentes reincidentes (estos últi-
f -iO /!t')
11
r f^biíoq 'iup ,zo\piq¡no:' muhba ' iWrt'/fMaíH wiii-m^vO M» iowaqas»*! i&'H3ñímiúitc:íyaimsmm'^
^^^ Vid. supra, apartado 2.a. SÁNCHEZ, J., Teorías biológico-factoriales y delincuen-
Así, MISCHEL, cit. por GAECÍA-GARCÍA, J., y SANCHA MATA, V., Psicología cia, cit., págs. 76 y ss.
penitenciaria, cit., pág. 60. '^' Cfr. GARCÍA-GARCÍA, J., y SANCHA MATA, V., op. cit., 62 y ss.
146
Cfr. GAERIDO GENOVÉS, V., op. cit pág 239 v X ! l ú „"' \ ^^^ Cfr. GARCÍA-GARCÍA, J., y SANCHA MATA, V.,op. c i t , ibídem.
147
En este sentido, GARCÍA-GAECÍA, J., y SANCHA MATA, V., op. cit. pág. 65. '''' Cfr. GARCÍA-GARCÍA, J., y SANCHA MATA, V., op. cit., ibídem.
148
bobre tales limitaciones, vid. GARCÍA-GARCÍA, y SANCHA MATA V., op. cit., ^^^ Cfr. GARCÍA-GARCÍA, J., y SANCHA MATA, V., op. cit., 63.
pag. 60. ' ^^^ Cfr. GARCÍA-GARCÍA, J., y SANCHA MATA, V., op. cit., pág. 64.
^^'^ GEARING, II, M. L., The MMPI as a primary differenciator and predictor of
r A R P T n n ' ™ Í ^ , ° ^ ' ^ ' ^ ^ ^ ' ^ " ^ ' ^ ^ ^ ^ ' J-' y SANCHA MATA, V., op. cit., pág. 63;
GARRIDO GENOVES, V., op. cit., pág. 240. behavior in prisons: A methodological critique and review of the recent literature,
Psychological Bulletin, 1979, 86, 5, págs. 929 a 963. '
726 TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 727
ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA
mos con puntuaciones elevadas en las escalas de psicopatía e hipomanía), la üueden ejercer u n a mayor o menor influencia indirecta en específicos
búsqueda de un indicador específico de la desviación sexual, para identificar y comportamientos delictivos al incidir en el fracaso escolar, desarrollo
nc predecir la homosexualidad, y de los rasgos de una personalidad predispuesta a la moral, autocontrol o en la posibilidad de acceder a las metas sociales por
adicción, sin que la homosexualscale (Hsx) o la heroin experimentalscale, hayan
arrojado hasta la fecha resultados satisfactorios; y, por último, la clasificación de los
vías legítimas^si.
.8!
subgrupos criminales (delincuentes socializados versus delincuentes solitarios y Parece obvio, por otra parte, que ciertas manifestaciones de la
runawayP''. Particular interés tiene el sistema sugerido por MERGARGEE^^^ por 'criminalidad se hallan significativamente asociadas a elevados índices
facilitar una rápida y fiable clasificación penitenciaria de los reclusos.
de inteligenciai'^2
Un tercer grupo de investigaciones opera con concretas variables de A principios de siglo, gozó de gran predicamento la tesis de la inferioridad
intelectual del delincuente^*=^ basada en los porcentajes de imbecilidad detectados
la personalidad: locus de control, desesperanza, inteligencia, etc. en la población reclusa. Durante los años treinta ganó terreno la opinión contraria,
Al «locus de control» suele invocarse con relación a la conducta mejorando la puntuación media del grupo delincuente conforme se perfeccionaban
los instrumentos objetivos de medición^'^*. Desde entonces, la polémica enfrenta
violenta y al comportamiento de ciertos grupos étnicos y subculturas, posiciones irreconciliables. Un sector de la doctrina admite una diferencia sustancial
para fundamentar que el delincuente posee, a menudo, u n «locus» más de ocho puntos entre delincuentes y grupo de control, de acuerdo con los resultados
«externo» que el grupo de control de no delincuentes, esto es, que no se que arrojan los diversos trabajos (muchos dé ellos aplicando los test STANFORD-
siente responsable de lo que le acaece en la vida —no se ve a sí mismo BINET y WELHSLER-BELLEVUE)i'==. Otros autores, como RAVINDRANATH y
como agente de las recompensas y castigos que puedan acontecer—, sino DAVID niegan diferencias relevantes entre ambos grupos o consideran inviable todo
intento de aislar la inteligencia de su marco socioambiental, por preceder éste a dicha
que atribuye todo al destino, a fuerzas externas ajenas a su control. El variable en cuanto factor causal del delito^'^^.
locus «interno» iría asociado a u n a mayor capacidad personal y
autoestima, a una condición social más favorable, por lo que cabe Los representantes actuales de ambas posiciones son HIRSCHI y
predecir, a su vez, menores índices de reincidencia en los delincuentes
HINDELANG (tesis diferenciadora)^*^'', de u n a parte; y SIMONSl^^ de
con «locus interno» que en los delincuentes con «locus externo»^^''.
otra (negando diferencias significativas).
En cuanto a la inteligencia, como variable de la personalidad, y su En España, ALARCÓN y PURÓN detectaron niveles intelectuales
posible relación con el delito, subsiste la polémica, si bien ésta se plantea inferiores en la población reclusa a la media de la población general, así
hoy en otros términos. Tradicionalmente se discutía si la inteligencia
genera criminalidad, es decir, si un déficit en dicha facultad^^°, entendi- 'I íií: ¡íi'-m^ioñi íiíus si o (!Bnoi\!Svi9ado Y fíínEieqo ,OOÍ2BÍ'
da en un sentido indivisible, uniforme y monolítico, produce, por sí solo iq !B eíosníne ss 6iooioG¡2'=Jfil.bsbiÍBnoavaq si 8b x eíivüii,,
y de modo directo, delincuencia. En la actualidad, se distinguen varias i*^! Vid. GARCÍA-GARCÍA, J., y SANCHA MATA, V., Psicología penitenciaria, cit.,
clases o tipos de inteligencia (verbal y no verbal), admitiéndose que pág. 66. También: PÉREZ SÁNCHEZ, J., Teorías biológico-factoriales y delincuen-
cia. Teoríaeinvestigación, cit., pág. 75; CEAD'ANCONA,M-Angeles, Inteligencia
y delincuencia, en: Delincuencia. Teoría e investigación, cit., págs. 287 y ss.
^^"^ Cfr. HALL WILLIAMS, J. E., Criminology and Criminal Justice, cit., págs. 51 y ss.
^^"^ Una referencia bibliográfica al respecto, en: GARRIDO GENOVÉS, V., Delincuen- ^"^ Vid. VOLD, G. B., Theoretical Criminology, cit., págs. 75 y ss., especialmente, 79 y
cia y sociedad cit., págs. 266 y ss. ss.
MEGARGEE, E., Anew classification system for criminal offenders, en: Crim. Just. ^^* Vid. VOLD, G. B., Theoretical Criminology, cit., págs. 79 y ss.
and behavior, 1977, 4, págs. 107 y ss. ^^^ Cfr. GARRIDO GENOVÉS, V., Delincuencia y sociedad, cit., pág. 227.
^^^ Sobre esta variable, vid. GARRIDO GENOVÉS, V., Delincuencia y sociedad, cit., ^'^'^ Cfr. GARRIDO GENOVÉS, V., op. cit., ibídem. Vid., VOLD, G. B., Theoretical
págs. 276 y ss., también: PÉREZ GARCÍA, Ana M% Papel modulador de las Criminology, cit., págs. 79 y ss.
expectativas de control en la conducta delictiva, en: Delincuencia. Teoría e inves- '^®'' HIRSCHI, T., y HINDELANG, M. J., Intelligence and Delinquency: A revisionist
tigación, cit., págs. 338 y ss. Review, en: American Sociological Review, en: 1977, págs. 571 a 587. P a r a los
Sobre la relación existente entre bajos niveles de inteligencia y criminalidad, vid.: autores, u n bajo cociente intelectual tiene una incidencia criminógena indirecta, al
lo HALL WILLIAMS, J. E., Criminology and Criminal Justice, cit., págs. 49 y ss. propiciar el fracaso escolar.
,9- (quien cita, entre otras en este sentido, las opiniones ya paradigmáticas de SIMONS, R. L., The meaning of the I. Q. dehnquency relationship. American
GORING y GODDARD). , , Sociological Review, 43, 1978, págs. 268 a 270.
728 ANTONIO GAECIA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 729
como un porcentaje superior de deficientes mentales en comparación con b) Un segundo cometido de la Psicología empírica consiste en clarifi-
los de la población no criminaP^^. car y desmitificar ciertos procesos reales que sirven de soporte a la más
No obstante, y sin perjuicio de diversas críticas a la metodología importante institución jurídica relacionada con el crimen: el castigo. La
empleada"", el centro de la discusión se ha desplazado a temas concre- reflexión jurídico-penal —la dogmática-— cuando se pronuncia sobre la
tos, al objeto de verificar correlaciones específicas. Así, el estudio de función «disuasoria» de la pena y su impacto preventivo-general, lo hace
SLAVSON, distinguiendo la inteligencia verbal y el razonamiento 'siempre, por su normativismo, desde el plano del «deber ser», operando
abstracto de la inteligencia no verbal y la aptitud mecánica"^; o los de con imágenes ficticias a menudo apartadas de la realidad. A la Psicología
MARCUS, HECHT y JURKOVIC y HOLLAND"^ que t r a t a n de com- corresponde desvirtuar el estereotipo intelectualista de delincuente y el
probar los índices de inteligencia general y de otras aptitudes mentales simplismo idílico con que suele describirse el impacto contramotivador
en los respectivos tipos de delincuentes y delitos. del castigo, supuestamente uniforme, infalible y atento, sobre todo, a su
rigor nominal. Demostrar la compleja ambivalencia de este peligroso
instrumento, las muy diversas variables que inciden en el proceso de
motivación y de disuasión, contribuirá, sin duda, desde u na posición más
problematizadora, a la búsqueda de estrategias político-criminales
6. TEORÍAS PSICOLÓGICAS D E LA CRIMINALIDAD: VA- científicas y eficaces capaces de prevenir la criminalidad con racionali-
LORACIÓN FINAL dad, sin pasión, reduciendo el absurdo coste social de la «huida hacia el
Derecho Penal». •••''•' .,.-.= .. ,., ..,„.^,.,,»,,., .,.,•«..„..,,»*,.
La aportación de la moderna Psicología empírica a la Criminología
tiene un triple ámbito de incidencia u operatividad: ^ c) En el ámbito clínico, terapéutico, no es necesario resaltar la
perspectiva que se ofrece a la experiencia psicológica"^.
a) En primer lugar, elabora y formula las correspondientes teorías y
modelos sobre la génesis del comportamiento criminal. Cumple, pues, En todo caso, los amplios cometidos reservados a la Psicología
u n a ñmción explicativa de la etiología del delito. empírica en el marco del sistema penal —que tienen por objeto el delito,
A diferencia de los modelos psicodinámicos, basados en la introspección, la
el delincuente, la víctima y los agentes del control social: Policía,
moderna Psicología empírica opta por una observación directa de la propia conduc- protagonistas del proceso e instituciones penitenciarias— se concretan
ta. Al describir los procesos de condicionamiento y socialización, el mecanismo del en tres tipos de actividades básicas: de evaluación, de tratamiento y de
aprendizaje (clásico, operante y observacional) o la sutil incidencia de las variables entrenamiento "*.
cognitivas y de la personalidad, la Psicología se enfrenta al problema de la génesis,
estructura, desarrollo y dinámica del comportamiento criminal con las mismas claves La denominada Psicología comunitaria, pieza fundamental en los
y patrones con que analiza cualquier otro comportamiento, esto es, en términos programas depreuención del delito, será objeto de análisis más detenido
Bions puramente conductuales, contribuyendo a una explicación científica del mismo.
y diferenciado en u n capítulo posterior, dada su conexión con las teorías Capítulo IV:
ecológicas y ambientalistas^''^.
Explicaciones sociológicas del delito (I)
1. TEORÍAS SOCIOLÓGICAS D E L C R I M E N Y M O D E R N A
SOCIOLOGÍA CRIMINAL Rmpirnsi«4h.
i
732 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 733
en la insinuación de modernas tesis subculturales y confiictuales propias de la sociológicas que arrojan u n diagnóstico etiológicó sobre la criminalidad,
Sociología actual.
^oi( Por último, de las numerosas escuelas «eclécticas», la de MARBURGO destaca
de aquellas otras, también sociológicas, que sólo informan acerca de la
entre todas ellas por sus claves sociológicas; connotaciones apreciables en su génesis de la delincuencia renunciando a cualquier pretensión etiológicó
dualismo metodológico (la ciencia «global» del Derecho Penal reclamaría, también análisis sobre sus «causas» (vg., el «labeling approach»).
un análisis empírico del crimen como hecho «social»); en su diagnóstico etiológicó
o teoría de la criminalidad (concurrían la «predisposición individual» y el «medio Hecha tal salvedad, y dejando constancia de los matices diferenciales
social» en la explicación del delito); y, sobre todo, en su ambiciosa política criminal que separan a unas y otras teorías, se analizarán a continuación:
(lucha científica contra la criminalidad, incidiendo eficazmente en las causas
«sociales» de la misma). .•itt«ftÍ)J&dW Y o s e t"t. 3'I«I íftiTíi ^,
^ • -
A) Construcciones que carecen de un marco teórico definido (esque-
Ahora bien, ninguna de estas tesis ^sociológicas sólo en u n sentido mas «plurifactoriales» o factor approach). ^ ümoioqiA protonda'':
muy lato— pretendió integrar el comportamiento criminal en u n modelo
o marco teórico de relación de los acontecimientos sociales. Constituye- B) Teorías, en sentido estricto: inass'iqgi aoí siínlH (B
ron, eso sí, explicaciones fragmentarias del suceso delictivo, pero sin 1. Teoría «ecológica» (Escuela de Chicago) y teorías ambientales.
cohesión entre ellas, carentes de unidad y pretensiones teóricas 2. Teorías «anémicas», estructural-funcionalistas y sistémicas.
generalizadoras. Son u n antecedente claro, pero sólo un antecedente, de
la moderna Sociología Criminal. Concepciones sociolósicas, en sentido 3. Teorías «subculturales».
estricto, son aquéllas que parten de u n modelo teórico de relación de los 4. Teorías del «proceso social»:
acontecimientos sociales, y de un a determinada teoría de la sociedad, y
pretenden insertar el comportamiento criminal en los mismos. Presupo- a') Teorías del aprendizaje (exclusivamente la de la «asociación
nen, como es lógico, u n preciso aparato conceptual, unos esquemas y diferencial»). •; • -
técnicas que fueron acuñándose en el proceso de autodeterminación de b') Teorías del «control». f,i' •, £•• -.1/
la Sociología general como disciplina científica autónoma, y la consi-
guiente aplicación de dicho instrumental al examen del delito. Este c') Teorías «interaccionistas». íii/;/!i,4.ni/".l (AJh .'» ki-íH,lt-
cambio metodológico, producto del positivismo, se acusó de forma 5. Teorías del «conflicto» (con o sin base marxista).
generalizada muy pronto en los Estados Unidos, donde la Criminología • '\ . ,• ' 1 itf'-'. / .h>t; v^íf
se concebiría como u n campo parcial de la Sociología, como Sociología
Criminal. A Europa llegó, sin embargo, después de la Segunda Guerra < • . , ' • • ' ' ' • ( ' , , . A'i''f •ítá«'..4'j ;•
que, sin excesivas pretensiones teóricas, pero con un método empírico sistematizar y generalizar el resultado de sus investigaciones sin
inductivo, atribuyen el comportamiento criminal a la concurrencia de incurrir en u n ciego empirismo.
una pluralidad de factores heterogéneos (rasgos básicos del delincuente,
vida familiar del mismo, incidencia de la escuela, organización del Así, por ejemplo, HEALY constató como variables eventualmente
tiempo libre, etc.)^- Su ámbito temático preferido es la delincuencia determinadoras de la desviación criminal: males hereditarios, anomalías
juvenil y el leit motiv de las diversas investigaciones la idea de desorga- mentales, constitución física anormal, conflictos anímicos, mal ambiente
nización^. El principio plurifactorial dominó la Criminología norteame- familiar, amistades inadecuadas, frustración de expectativas del indivi-
duo, condiciones insatisfactorias para el desarrollo infantiF, etc.
ricana entre 1915 y 1950 y posteriormente se apuntaron al mismo en la
propia Union Soviética -^rj^oj^-, 5. ^ «j?¡;. nsoBtno aup gswobainig HEALYfue, probablemente, quien utilizó por primera vez el principio plurifactorial
en la Clínica de Psiquiatría de Chicago (1915) en colaboración con el Tribunal de
Menores, acudiendo a enfoques psiquiátricos y de psicología profundad !
a) Entre los representantes de enfoques «plurifactoriales» puede
citarse a HEALY, el matrimonio GLUECK, BURT, ELLIOT y MERRILL, El matrimonio GLUECK llamó la atención sobre otras tanta s cir-
WEINBERG, TAPPAN, CAVAN, CALDWELL, etc. Más difícil es resu- cunstancias ya mencionadas (rasgos básicos del individuo, vida fami-
mir o sintetizar el diagnóstico etiológico que ofrecen estos autores, por liar, escuela y organización del tiempo libre). Al matrimonio GLUECK
la diversidad de datos a los que atribuyen significado criminógeno y por se debe, sin duda, la más famosa investigación multifactorial, también
la ausencia de una genuina «teoría» o marco referencial que permita en el ámbito de la d^lincuejicia juvenil, publicada en 1950 bajo el título
«Unraveling Juvenile Delinquency»''^.
Gomo es sabido, los GLUECK eran partidarios de acumular e integrar conoci-
mientos sólidos y seguros, para con ello alcanzar otros conocimientos suplementa-
rios; a cuyo fin, y durante diez años, examinaron mediante equipos interdisciplinarios
í and Contemporary Problems, núm. 23, págs. 703 a 724. En particular, una (asistentes sociales, psicólogos, antropólogos y psiquiatras) quinientas parejas de
j, completa reseña bibliográfica sobre el análisis plurifactorial y la criminalidad delincuentes y no delincuentes, buscando factores diferenciales entre ambos en
juvenil, en: J. E. HALL WILLIAMS, Criminology and Criminal Justice, cit., págs. orden no sólo al examen etiológico, sino también al de pronóstico. Tomando como
* 89 y ss.; MANNHEIM, H., Comparativo Criminology, cit., II, págs. 606 y ss.; LÓPEZ campos preferentes de investigación la familia, la escuela, el municipio, estructura
' EEY, M., Criminología, cit., I, págs. 228 y ss.; SCHNEIDER, H. J., Kriminologie, de la personalidad.... etcétera, partieron de la contemplación de cuatrocientos dos
cit., págs. 396 y ss. factores o elementos comunes a ambos grupos, seleccionando progresivamente los
2 Así, GLUECK, SH., y GLUECK, EL., Jugendliche Rechtsbrecher, 1963, Stuttgart, de mayor relevancia; ajuicio de los autores, a los efectos de una correcta prognosis,
cit., pág. 185. éstos serían fundamentalmente tres: la vigilancia del joven por su madre, la
.^ Según J. E. HALL WILLIAMS (Criminology and Criminal Justice, London, 1982, severidad con que ésta le eduque y la armonía familiar.
Butterworths págs. 89 y ss.), cinco factores polarizan las investigaciones en la
materia en orden a la etiología de la criminalidad juvenil: hogares deshechos (the BURTON advirtió la existencia de ciento setenta «condiciones» o
• brochen home), tensiones familiares, disciplina y relaciones familiares, criminali-
dad en el seno de la propia familia y abandono del niño (neglect). En un sentido
factores que, a su juicio, desencadenarían en el niño un comportamiento
semejante, D. J. WEST y D. P. FARRINGTON (Who Becomes DeHnquent 1973): no deseable*^. . .^ -^^^ "••• - -•— - . . . - , - . ~^-~- ^.-
crueldad pasividad o abandono materno, disciplina estricta, severa o errática de la
madre, conflictos paternos, escaso control del niño por los padres, hogares deshe-
chos por divorcio o abandono, neurotismo materno, inestabilidad emocional de los
padres, etc. También: L. J. CARR, Delinquency Control, New York, 1941, págs. 104 HEALY, W., The Individual DeHnquent, 1922, Boston, Little, Brown, cit., págs. 130
y ss. Vid. COHÉN, A. K., Mehr-faktoren-Ansátze, en: Kriminalsoziologie (por F. y ss. El autor estimó relevantes u n a relación de ciento treinta y ocho factores, la
Sack y R. Konig, edit.), pág. 219 («Soziale Desorganisation»), en sentido crítico. mayor parte de ellos «psicológicos», aunque también «biológicos» y «socioculturales».
* Como advierte SCHNEIDER, H. J., (Kriminologie, cit., pág. 397) se ha caracteriza- Así, GÓPPINGER, H., Criminología, cit., pág. 54.
do el delito por el Allumions Institut soviético, en 1976, como «el resultado de un GLUECK, SH., y EL., Unraveling Juvenile Delinquency, Cambridge-Mass., 1950;
complejo efecto recíproco de muchas circunstancias... en el marco de las cuales la una excelente información sobre el trabajo de los GLUECKS, en: SCHNEIDER, H.
personalidad desempeña u n papel relevante» (para otras manifestaciones del J., Kriminologie, cit., págs. 398 y ss.
principio plurifactorial en la, URSS, vid. págs. 417 y ss. de la obra citada). BURT, C , The Young Delinquents, London, 1944, págs. 600 y ss. .^^^^tn
A
736 ANTONIO GAECIA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 737
Particularmente representativa es la opinión de M. A. ELLIOT y P. pero éste es, tal vez, el punto débil de los enfoques plurifactoriales: la
E. MERRIL, quienes, también sirviéndose de un método empírico usencia deliberada de un marco teórico y de u n principio sistemático y
inductivo, infieren como explicación de la conducta desviada (del niño) rdenador, que convierten el método empírico inductivo en u n empirismo
la acumulación o concurso de u na pluralidad heterogénea de hechos que craso, en mera intuición guiada por decisiones subjetivas o por la llana
tal vez, por sí solos, aisladamente, no hubieran podido motivar aquélla. experiencia popular. Los esquemas plurifactoriales se quedan, pues, a
-jy El niño —dicen— es capaz de superar quizás uno o dos «hándicaps» (la muerte ifiedio camino sin adquirir el rango de «teoría criminológica»; en parte
''*• de uno de sus padres, la pobreza o una mala salud, por ejemplo); pero si a esto se por las razones ya expuestas, y en parte, también, por circunscribirse y
/"•¡t añade el desempleo y alcoholismo del cabeza de familia, la inestabilidad de una autolimitarse a un a concreta y determinada temática (delincuencia
\^ madre que no sabe estar en su sitio, el subdesarrollo anímico del propio niño que deja juvenil, sobre todo)i^
9b pronto la escuela para trabajar, las pésimas condiciones de la vivienda familiar y
malas compañías, parece entonces que todos los factores en tal contexto se alzan De lo expuesto puede deducirse que los «esquemas plurifactoriales»
contra el niño. Si éste deviene criminal, concluyen ELLIOT y MERRIL, no suele ser han obtenido particular éxito en la praxis criminológica (clínica), en la
• por una razón única, sino por la acumulación de siete o a veces más circunstancias
ejecución penal y en laprognosis^^; circunscribiendo deliberadamente su
- í que les colocan en desventaja^. ,
*^p W 80Br atención temática a la delincuencia «juvenil», acerca de la cual h a n
aportado valiosas informaciones y conocimientos^^. Las miras terapéu-
'' > Como podrá observarse, predomina en todos los enfoques plurifactoriales
ticas y pragmáticas del modelo «plurifactorial» le h a n incapacitado en
la clave sociológica, aunque indudablemente algunos de los representantes
cuanto teoría generalizadora de la criminalidad.
más destacados de tales corrientes acusen reminiscencias biológicas muy
significativas (así, el matrimonio GLUECK)^°. Como doctrinas sociológi- Históricamente surgieron como reacción alpositivismo biológico, siendo mérito
cas, por tanto, entroncan con las tesis pluridimensionales y eclécticas de indiscutible de los mismos haber demostrado la insuficiencia y parcialidad de
cualquier teoría «monocausal»^^ ya que el crimen es, sin duda, un fenómeno mucho
FERRI y von LISTZ, si bien profimdizan y mejoran las mismas, sustituyen- más complejo y su análisis requiere «una mayor amplitud del campo visual», esto es,
do, además, el silogismo y la especulación de aquellos autores por un un mayor realismo libre de prejuicios dogmáticos. Tal vez por ello, las orientaciones
método experimental e inductivo, empírico^^. «plurifactoriales» representan en el espectro de las ideas criminológicas el eclecti-
cismd'' más significativo, ocupando un espacio intermedio y conciliador entre las
Los planteamientos plurifactoriales o multifactoriales se caracteri- teorías biológicas de la «predisposición» y las sociológicas del «medio»; o, por
zan y diferencian de otros, ante todo, metodológicamente. Parten de la expresarlo de otro modo, entre las teorías de la «personalidad» y las del «control
experiencia (método empírico inductivo), pero renunciando a cualquier tBq'/t ,-
marco teórico que pueda condicionarla o mediatizarla.
Como afirman WOLFGANG y FERRACUTI, refiriéndose ai «principio angloame-
^^ Para una critica de los enfoques plurifactoriales, vid. COHÉN, A. K., Mehr-
ricano de la pluralidad de factores»: «Se trata de reunir una cantidad de datos
faktoren-Ansátze, en: Sack, F., y Konig, R. (edit.), Kriminalsoziologie, 1968,
procedentes de fuentes accesibles, con independencia de cómo se inserten concre-
Frankfurt, págs. 221 y ss. Cfr. H. D. BARLOW, Introduction to Criminology, cit.,
tamente esos datos en un marco teórico; de hecho, este método de causación
págs. 35 y ss.
múltiple —añaden— utiliza los datos tal como llegan, para desarrollar nuevos puntos
A pesar de sus limitaciones teóricas, diversos autores entienden que el análisis
de vista que se desea surjan de las conclusiones que por vía de inducción se
plurifactorial es u n principio metodológico hoy dominante. Vid.: GÓPPINGER, H.,
obtengan en los análisis finales de los datos recogidos»^^.
Criminología, cit., pág. 58, refiriéndose al enfoque plurifactorial-integrador,
BARLOW, H. D., Introduction to Criminology cit. pág. 36; SCHAFER, St.,
Introduction to Criminology (1976, Reston, V. A.; Resten PubHshing Co.), pág. 85.
" M. A. ELLIOT y MERRIL, F. E., Social Disorganization, New York, 1941, págs. H Criticando la utilidad del mismo: LAMNEK, S., Teorías de la criminalidad, cit.,
y ss.; en este mismo sentido, M. H. NEUMEYER, Juvenile Delinquency in Modern ^. págs. 25 y 202 y ss.
Society, 1949, New York, págs. 62 y ss. " Cfr. GÓPPINGER, H., Criminología, cit., pág. 55.
^° Vid. LAMNEK, S., Teorías de la criminalidad, cit., pág. 23. Cfr. COHÉN, A. K., Mehr-faktoren-Ansatze, cit., pág. 219; BARLOW, H. D.,
" Vid. GÓPPINGER, H., Criminología, cit., pág. 54; LAMNEK, S., Teorías de la Introduction to Criminology, cit., pág. 34.
criminalidad, cit., pág. 24. Sobre dicho eclecticismo, vid. BARLOW, H. D., Introduction to Criminology, cit.,
^2 WOLFGANG, M. E., y FERRACUTI, F., The Subculture of Violence, Towards an pág. 34; LAMNEK, S., Teorías de la criminalidad, cit., pág. 24, quien subraya que
Integrated Theory in Criminology, 1967, Londres, pág. 41. el enfoque plurifactorial combina variables biológicas y socio-psicológicas. -
738 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 739
social» o «interacción», distinguiéndose netamente de otras concepciones prece- flatos, situaciones y factores para iniciar su labor, decide contar con
Pv dentes también eclécticas por el método inductivo y empírico que utilizan. dichos elementos y excluye otros en virtud de u n a opción personal,
m deológica o intuitiva (no verificada empíricamente aún) que, en todo
Í;^ b) Sin embargo, los esquemas plurifactoriales tienen numerosos caso, mediatizará y orientará el curso de la propia investigación.
^ puntos débiles que justifican el progresivo desprestigio teórico de aqué- Carece, pues, de sentido ocultar esa «decisión» previa y su indiscutible trascen-
^' líos a partir de los años cincuenta, después de casi tres décadas de ' dencia, dado que nunca se podrá disponer de todos los datos necesarios y que la
indiscutible protagonismo. Ya se ha apuntado el déficit teórico del que información del científico será, por fuerza, parcial y selectiva^^
adolecen —con sus consecuentes limitaciones— por falta de u n marco
general de referencia en el que pueda insertarse la explicación de la Por otro lado, la precisión y rigor científico de los esquemas
conducta desviada^**. En este sentido, algún autor ha denunciado que los plurifactoriales —más descriptivos que etiológicos—^^ deja mucho que
esquemas «plurifactoriales», al «acumular» información y tomar los desear; en las diversas investigaciones de este carácter, predomina la
datos «según vienen», no es que renuncien a u n a rigurosa teoría, sino que obsesión por identificar «factores criminógenos» singulares sobre el más
son la negación de cualquier teoría; son un mero «segmento» —que no complejo cometido de f u n d a m e n t a r el efecto criminógeno y la
teoría— en la historia criminológica, que no supera el rango de los intercorrelación o interacción entre los mismos^^; se atribuye a todos,
conocimientos «vulgares». Ciertamente, u n a teoría, por buena que sea, indiscriminadamente, u n a supuesta incidencia causal y etiológica por el
no basta; pero la praxis criminológica, sin el fundamento y orientación hecho estadístico de que acompañan la aparición del hecho delictivo sin
de u na teoría, confiada a su propia dinámica, está condenada al fracaso. diferenciar ni interrelacionar el comportamiento de cada factor singular
Porque, sin u na teoría científica, el método empírico se convierte en justificando la aportación respectiva de los mismos al suceso criminaP''.
«empirismo craso»^^. La búsqueda de datos y acumulación de conoci- COHÉN ha reprochado a los esquemas plurifactoriales confundir «factor» y
mientos obtenidos por u n a vía supuestamente empírico-inductiva, se «variable»; «factor» y «causa», y análisis estadístico y teoría científica, ofreciendo,
torna en un a labor ciega, guiada a lo sumo por la intuición y el por otra parte, una explicación superficial que prescinde inadmisiblemente de la
subjetivismo; y, en definitiva, el resultado final reflejará simplemente la compleja interdependencia de los concretos problemas sociales, como pueda ser la
experiencia popular, de acuerdo con viejas explicaciones «ad hoc» del conducta desviada y el sistema social globaF^
SCHNEIDER, H. J., sintetiza en los siguientes términos las principales objecio-
comportamiento delictivo, fieles a la máxima «lo malo produce lo malo»^". nes al principio plurifactorial (Kriminologie, cit., pág. 397): 1) Opera fundamental-
Metodológicamente, además, cabe formular numerosos reparos a los mente con reclusos, esto es, con un grupo específico de la población seleccionado
por el sistema penal. En consecuencia, las características que se detecten en dicho
enfoques plurifactoriales, como h a n destacado HARTUNG, COHÉN y el grupo de internos no tienen por qué ser necesariamente extrapolables a la población
mismo GÓPPINGER. criminal general. Por el contrario, pueden derivar, de algún modo, de la acción
El punto de partida de los mismos, aunque pretenda ser objetivo y
neutral, no lo es. En efecto, cuando el investigador preselecciona ciertos orrttin if f í t r i ? fr 4 t'í'-ifT &tr'.j í> í T / \ ^ 1 "*"''""5ÍdB0i)in I
"jjVjíuí'Ojh^ol
^' Cfr. GÓPPINGEE, H., Criminología, cit., págs. 55 y 56.
Como apunta COHÉN, A. K., Mehr-faktoren-Ansátze, cit., págs. 221 y ss.
^® Por todos, COHÉN, A. K., Mehr-faktoren-Ansátze, cit., pág. 221: «Un enfoque Los enfoques plurifactoriales destacan meras «correlaciones» o «asociaciones» (esto
multifactorial no es una teoría, es la renuncia a la búsqueda de una teoría.» Asi, es, llaman la atención sobre el hecho estadístico de que el delito suele ir acompañado
también: LAMNEK, S., Teorías de la criminalidad, cit., pág. 25. por ciertos factores lo que no equivale a demostrar la eficacia «causal»-«etiológica»
^^ Critica que dirigen, por ejemplo, SUTHEELAND y CEESSEY a los estudios de los mismos). Cfr. HIESCHI, TE., y SELVIN, H. C , False Criteria of Causality
plurifactoriales de HEALY. Cfr. GÓPPINGEE, H., Criminología, cit., pág. 54. m Delinquency Eesearch, en: Social Problems, 1966, págs. 254 a 268.
^° Vid. COHÉN, A. K , Mehr-faktoren-Ansátze, cit., pág. 223, para quien los esquemas Cfr. GÓPPINGEE, H., Criminología, cit., pág. 56. No siempre puede afirmarse que
plurifactoriales responden al aforismo popular «algo malo causa siempre algo Un factor precedente o concomitante al hecho criminal haya de ser negativo
malo», esto es: «consecuencias o resultados malos h a n de tener causas también necesariamente, según CEESSEY. Según COHÉN, A. K. (Mehr-faktoren-Ansátze,
malas; y causas malas han de producir necesariamente malos resultados». Según cit., pág. 22), los esquemas plurifactoriales confunden «factor» y «causa», presupo-
Oi COHÉN, el razonamiento criticado es muy simple: ciertos factores, especialmente niendo ficticiamente que todo factor posee en sí mismo un «potencial criminógeno».
el «hogar deshecho», producen u n a «tendencia a la desviación». COHÉN, A. K., Mehr-faktoren-Ansátze, cit., págs. 220 y 221. ,,:,„,„,, . o.j
740 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 741
a selectiva del sistema penal o de la propia institucionalJzación (encarcelamiento); 2) m aciones sobre el crimen procedentes de otras disciplinas afines a la
r. Desde un punto de vista metodológico, la comparación que el principio plurifactorial misma (Clearing House)'^''.
' r_. suele llevar a cabo para inferir los factores criminógenos tampoco satisface. Porque
^"^ contrapone el grupo de reclusos (grupo experimental) y otro grupo de no reclusos Uno de los partidarios más representativos de la Criminología
(grupo de control), en lugar de comparar reclusos (delincuentes) y no delincuentes. «integradora», GÓPPINGER, resume así el nuevo manifiesto:
P Al despreciar el campo oscuro y la cifra negra de la criminalidad, es obvio que sin
ij pretenderlo— pueden incluirse delincuentes (no conocidos) en el grupo de control «De la misma manera que el médico no observa al enfermo sólo desde puntos
;. de no reclusos; 3) El principio plurifactorial es una teoría exclusivamente referida a de vista químicos, físicos o sociales, sino con una óptica superior, la médica —
la persona del autor. Investiga sólo las características personales, corporales, aunque emplea los análisis de estas ciencias en el diagnóstico y en la terapia—,
" psíquicas y sociales del autor, no las que hacen referencia, por ejemplo; a la víctima también la Criminología debe esforzarse por contemplar su objeto —ya se trate del
& cala sociedad misma. Clasifica, por ello, y estigmatiza al infractor, sin poder mostrar delincuente en sus interdependencias sociales, ya de la totalidad del fenómeno del
9j cómo neutraliza y elimina la reacción social dichos factores criminógenos que exhibe crimen como tal— no sólo desde puntos de vista sociológicos, o biológicos, o
^1 el autor; 4) Por último, el principio plurifactorial equipara en relevancia todos los psicológicos, o dogmáticos, etc., sino con una v/s/ón crím/no/ógica supeúor»^^. Y
.i factores supuestamente criminógenos que, consciente o inconscientemente, ha añade; «En una Criminología así entendida no se trata únicamente, por supuesto,
preseleccionado antes de iniciar la investigación; sin percatarse de que unos tal vez del problema metodológico, sino de determinar la posición (interdisciplinar) de la
fi' tengan un poderoso significado etiológico en la producción del delito, pero otros, sin Criminología como ciencia...; se trata de una Criminología que, en definitiva, intenta
M duda, inciden muy poco o nada en su causación. Más aún, el principio'plurifactorial valorar, con su propia visión, sólo criminológica, los resultados de sus diversas
fg trata de fundamentar el valor criminógeno de ciertos factores, sin preocuparse por investigaciones e integrarlos en la contemplación «criminológica».., esto es, de la
^. explicar la relevancia diferencial de los mismos, el modo en que operan, su estructura correcta valoración de muchos resultados obtenidos con métodos diversos en
y dinámica, incidencia recíproca, etc. observaciones parciales que sólo mediante la coordinación de los mismos en el
marco de un análisis sistemático omnicomprensivo adquieren su valor real»^^.
^RiftTíiT} viH'i^tie'Ifi ééArgiw Wf'-ib átV
; , ,1',' . -o'dnr Como es sabido, el instituto de Criminología de Tübingen practica,
ijtlfit>. liijíi'i!n<-i:> pcilRnrticli.(
desde 1962, esta Criminología empírica, multidisciplinar (Derecho,
3 . E N F O Q U E S P L U R I F A C T O R I A L ES Y CRIMINOLOGÍA Medicina, Psiquiatría, Psicología, Sociología y asistencia social) y
íÁ «INTEGRADORA» ;dD3<5íÍ!í»»iti3.«BlébBidrertMt pluridimensional, cuya premisa teórica más característica parece ser la
necesidad de contemplar al delincuente no como individuo aislado, sino
'"' Aunque puedan existir ciertas semejanzas externas, no sería correcto en el contexto de sus interdependencias sociales^^. En cuanto a sus
confundir, sin embargo, estos enfoques plurifactoriales o multifactoriales investigaciones, el procedimiento seguido consiste en seleccionar dos
con la denominada Criminología integradora que algunos autores grupos de personas, un grupo de reclusos y un grupo de control de no
propugnan como principio «teórico» y ciertas instituciones utilizan en la reclusos, reclutado este líltimo por elección casual de entre la población
«praxis» criminológica^*^. El problema que suscita la «Criminología de edad semejante en u na determinada región, confrontando después
integradora» no es tanto el de una teoría de la criminalidad más — los resultados que van obteniéndose con el análisis de los cortes trans-
aportación p r o b a b l e m e n te ajena a sus pretensiones— como el
metodológico o incluso el de la propia autocomprensión de la Criminología
• n <í
como ciencia empírica multidisciplinar y pluridimensional, propósito 10 yvii'ni 1^
bastante más ambicioso que el de interrelacionar o coordinar las infor-
i¡;afii( T)fi n i 1' r J ,Ob»i
Ahora bien, los «pioneros» de la Escuela de Chicago matizan la prepara el camino a las posteriores teorías del aprendizaje, de las
relevancia criminógena del factor «espacial» con un característico enfo- subculturas y del conflicto; concepciones éstas que, en buena medida, no
que ecológico. La imagen de la «ciudad» como «macroorganismo», a son sino «diversificaciones» del tronco común^.
semejanza de cualquier ser vivo; la continua referencia a conceptos y
procesos orgánicos y biológicos (simbiosis, equilibrio biótico, invasión
dominación, sucesión, áreas naturales, etc.); y el propio modelo de
«crecimiento radial» (axiate Growth) de las grandes urbes del medio 2. OBJETO Y M É T O D O D E LA ESCUELA D E CHICAGO
oeste norteamericano, divididas en zonas concéntricas que irradian su
actividad desde u n centro neurálgico hacia la periferia (gradient of a) Desde 1860 numerosos grupos de emigrantes de todos los lugares de Europa
activity), evidencian el trasfondo «ecológico» de dicha teoría espacial o llegan a Norteamérica y se asientan en las ciudades del mGcfío oeste. El impacto de
tales movimientos migratorios se hace sentir especialmente en Chicago, que cuenta
1 ambientad. con 110.000 habitantes en 1860 y rebasa los 2.000.000 en 1910. La inmigración
masiva y el proceso vertiginoso de industríaiizaciónaea'n un nuevo tipo de habitat^,
I De este modo, la Sociología urbana deviene Ecología humana y social
de organización, estructuralmente distinto del tradicional. La gran ciudad se convier-
I (Human Ecology). ^ ^ ' ^ A ^ •'•'/"'*'»^"V/- ./A^./^-'X/X-'N.^'-V^^./X
te en «crisol» (meitingpotj de etnias, religiones, culturas y cosmovisiones. Pero
! ^*^ Por ello —y no sin razón— suele asociarse a la Escuela de Chicago con también en un preocupante foco úe problemas sociales, derivados del cambio social
' y del conflicto cultural: pobreza, marginación, suicidio, alcoholismo, prostitución,
\ la Ecología Social y con su llamativo análisis topográfico que pone criminalidad. En definitiva, el problema de la integración a la sociedad norteameri-
especial énfasis en el impacto criminógeno de la «desorganización cana de «culturas» con personalidad propia: el de la adaptación conflictiva a una
~* urbana», así como en determinados modelos de distribución del delito nueva estructura urbana e industrializada de grupos muy heterogéneos (costum-
por áreas o zonas de la gran ciudad. Sin embargo, como se apuntó, sería bres, lengua, educación, riqueza, raza, etc.) y móviles^.
incorrecto —excesivamente simplificador— identificar la Escuela de . _ . ^ .-..:A...
1^ Chicago con la denominada «teoría ecológica». Porque la Escuela de Este trasfondo explica el particular énfasis—desmedido, ajuicio de
Chicago es más que u n a teoría de la criminalidad, más incluso que una algunos— que puso la Escuela de Chicago en el cambio del entorno
escuela sociológica: constituye el germen y el crisol de las más relevantes espacial, ambiental (environment) y la impronta subjetivista de las
concepciones de la Sociología Criminal. Atenta al impacto del cambio teorías «ecológicas»^. Que se manifestara, fundamentalmente, como
social, particularmente acusado en las grandes ciudades norteamerica- Sociología urbana, preocupada por aspectos muy concretos y externos
nas desde la segunda mitad del pasado siglo (industrialización, inmigra- del mid-west norteamericano^": el crecimiento de las ciudades, la expan-
ción, conflictos culturales, etc.); e interesada por \os grupos y culturas sión de la industria y el ferrocarril, el mosaico de razas y nacionalidades,
minoritarios y conflictivos, supo sumergirse en el corazón de la gran el movimiento de la población, la distribución de los servicios, la
ciudad; conocer y comprender «desde dentro» el mundo de los desviados, anatomía de ciertos barrios yghetos (China Town, Little Italy, Chicago's
sus formas de vida y cosmovisiones, y trató de analizar los mecanismos North Side, etc.), las formas de vida de determinadas minorías y tipos
de aprendizaje y transmisión de dichas culturas asocíales*. humanos (el hobo, los bum, los tramp, etc.). Pues la «Ecología humana» t
ub ,--r\ ,eL n hFÍ>i .j i'
''^' Heredera, pues, del espíritu de los «reformadores sociales» europeos
y americanos del siglo XIX, la Escuela de Chicago esboza, insinúa y
Cfr. BALAN SONLO, K., Subcultura y delito, en. Delincuencia. Teoría e investiga-
ción, cit., pág. 145 y ss. También: VARONA MARTÍNEZ, G.: La mediación
• > " f ' ) . M'& -/'ua tíl^í'íij g reparadora, cit., pág. 45 y ss. .rr'.'tC'
^ Cfr. MORRIS, T., The Criminal Área, cit., págs. 7 y ss., VOLD, G. B., Theoretical ^ Cfr.MORRIS,T., The Criminal Área, cit., págs 2 a 4. *
•i-i- Criminology, cit., págs. 181 y ss.; PARK, R. E., Race and Culture, en: CoUected g Cfr. TAMAR PITCH, Teoría de la desviación social, cit. págs. 56 y ss.
/ Papers of R. E. Park, vol. I (edit. H. Glencoe, III), 1950, pág. VIII (la ciudad como Así, refiriéndose a la obra de THOMAS y ZNANIECKI, PITCH, T., La teoría de la
«organismo» social). g desviación social, cit., pág. 47.
* Vid. TAMAR PITCH, Teoría de la desviación social, cit. págs. 57 a 59; MORRIS, T., i„ Vid. MORRIS, T., The Criminal Área, cit., pág. 4.
The Criminal Área, cit., págs. 2 ss. , . , . . , , , . >,,,_.^.,,..,,,.,i,., ,..., .,. ,>J^... Cfr., ALIHAN, M. A., Social Ecology. A Critical Analysis, cit., págs. 6 y ss.
746 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 747
se ocupa, ante todo, de los procesos sociales y el profundo cambio social ción de un nutrido número de investigaciones de Sociología urbana, exponentes de
"acaecido a partir de la segunda mitad del siglo XIX que se polarizó enTas~ la metodología propugnada por Park. Entre otras^'^, en 1923, McKENZIE publica
grandes urbes". Es lógico, por ello, que la Escuela de Chicago hiciera de «TheNeighbourhood.AStudyofColumbusOh¡oi^;yANDERSEN,N.,«»TheHobo».
The Sociology of the Homeless Man»'**. En 1927, aparece «The Gang», de
las «condiciones» del cambio social «hechos» o «datos» reales que consti-
THRASHER^s. gn 1928, «The Ghetto», de WIRTH, L.==°; en 1929, «Gold Coast and
tuirían el objeto básico de su atención. Y que su análisis de la vida social the Slum», de ZORBAUGH, H/"', y «Delinquency Áreas», de SHAW, CL.^^.
se circunscribiera a los aspectos más externos y concretos de aquéP^
Dicha preocupación existencial, pragmática y autobiográfica por \o^ problemas En todo caso, la Escuela de Chicago no se limita a describir, sino que
oeste sociales —más que «académica»— fue manifiesta en uno de los pioneros de la pretende comprender y explicar los problemas sociales en su correlación
Escuela de Chicago, R. E. PARK, periodista antes que sociólogo'^ nacido en con la nueva estructura urbana, partiendo de^HlYeEsQa esquemas con^
Minnesota (1864) en el seno de una comunidad de emigrantes escandinavos, quien
g trabajó durante veinticinco años de reportero en Chicago e investigó las condiciones ceptuales y modelos de crecimiento y organización metropolitanos^^.
^,, sociales y la vida real de esta ciudad, obsesionado por el problema de las «culturas HcKENZIE establece, por ejemplo, una clara analogía entre el Ecosistema
aff-ürip;marginales» y de la «asimilación» de las mismas en la sociedad norteamericana. y la metrópoli^*. Y BURGESS diseña un modelo «espacial» que sirve de
!., Anticipando una de las directrices capitales de la Escuela de Chicago, PARK marco a sus investigaciones^^ i«í#ftll -m WN^ñk «W^
y-, advertiría que la ciudad, la región, la comunidad, debían de contemplarse no ya como
leiossB- mero ámbito geográfico-espaciál, sino en su dimensión écóTógicarcónTolJ7íirsü¥¡le" Frente a los estudios clásicos del West Side (1914)^'^, inspirados por
ppy-'^clase_de^_«o_rganismq """ una orientación correccionalista y simplificadora; o la íacmosa. Encuesta
-\~v.
*' b) La Escuela de Chicago generalizaría el empleo de métodos empí- -i«ytif/T*!;»1fíb '>íi' «'T^íf :'itHfíí*íí'ií*i>Mrf».':
ricos, de investigaciones de «campo», y de técnicas estadísticas ya más 1^ Particularmente representativa es la obra colectiva: The City, de la que son
perfeccionadas. PAKK adoptó el método antropológico de la observación coautores PARK, BURGESS y McKENZIE (Chicago, 1928, The University of
activa, participativa («participant observation»), pues su interés por Chicago Press).
1' McKENZIE, The Neighbourhood. A Study of Columbus Ohio. Cfr. MORRIS, T., The
conocer los conflictos sociales «desde dentro» —desde el mundo del Criminal Área, cit., pág. 3.
desviado— con datos fluidos y de primera mano, procedentes de la 18 ANDERSEN, N., The Hobo, 1923 (Chicago), University of Chicago Press.
observación directa, le obligaría a sumergirse en las entrañas de la gran is THRASHER, F. M., The Gang. A Study of 1313 Gangs in Chicago. Chicago, 1927
ciudad, sustituyendo los trabajos académicos, literarios, por sus propios (University of Chicago Press).
cuadernos de notas y experiencias personales". ^^o WIRTH, L., The Ghetto, 1928 (Chicago), University of Chicago Press.
^1 ZORBAUGH, H., The Gold Coast and the Slum, Chicago, 1929 (University of
i^Bfyíi Desde un célebre artículo que publicara en 1915 («The City: Suggestions for the Chicago Press). Del mismo: Natural Áreas of the City, en: The Urban Community,
g| Investigation of Human Behaviour in the Urban Environment»)'^, tal sería la orienta- Chicago (1925), edit. Burgess.
^^ SHAW, CLIFFORD. Dehnquency Áreas. A Study of the Geographie Distribution of
School Truants, Juvenile Delinquents and Adult Offenders in Chicago (1929).
Cfr. MORRIS, T., The Criminal Área, cit., pág. 4, contraponiendo los dos modelos.
También: GARRIDO GENO VÉS, V., Delincuencia y sociedad, cit., pág. 184.
" Por esta razón, según T. MORRIS, la teoría ecológica cristalizó en u n a Sociología
McKENZIE señaló que el «ecosistema» de la comunidad h u m a n a era la metrópolis
urbana de la «gran ciudad» marginando el análisis de otros núcleos de población y su entorno próximo. Como en el ecosistema «natural», los elementos «abióticos»
(rurales), matización que, en puridad, no es consustancial al enfoque ecológico (The controlan los elementos «bióticos» de la gran urbe (entre aquéllos figuran las
Criminal Área, cit., pág. 4). condiciones climáticas y geológicas; y, sobre todo, las económicas que atraen o
12
Así, ALIHAN, M. A. Social Ecology, cit., pág. 6. expulsan gentes según sus respectivas habilidades o «roles»). La analogía «ecológica»
13
PARK retornaría en 1914 a la Universidad de Chicago como lector de Sociología. es aún más acusada entre volumen de población-recursos económicos (comunida-
Cfr. MORRIS, T., The Criminal Área, cit., págs. 2 y 3. des urbanas) y cuantía de elementos bióticos-fertilidad de los abióticos (ecosistema).
Cfr. MORRIS, T., The Criminal Área, cit., pág. 3; MATZA, D., El proceso de
2J. Cfr. GARRIDO GENOVÉS, V., Delincuencia y sociedad, cit., pág. 184.
desviación, cit., págs. 30 y ss.; TAMAR PITCH, Teoría de la desviación social, cit.,
Sobre el modelo espacial de BURGESS, vid.: The Growth of the City, en: The City
pág. 55.
(PARK BURGESS y McKENZIE), Chicago, 1928 (University of Chicago Press),
PARK, R. E., trabajo publicado en la American Journal Sociology, vol. 20 (1915), y
2g págs. 51 y ss. Cfr. MORRIS, T., The Criminal Área, cit., pág. 4.
en: Human Communities, New York (Free Press), 1952, págs. 13 a 51 (edit. R- >^-
West Side Studies, New York, 1914 (Russell Foundation). Sobre tales estudios, vid.
Park).
M A T Z A , D., El proceso de desviación, cit., págs. 30 y ss. •' ••'' •'-••*'--"*- •**-'
748 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 749
de Pittsburgh (1914)2^, que contemplan la desviación «desde fuera» T3AWSON, F L E T C H E R , M A Y H E W , etc.), responden en buena medida
conformándose con atribuir los problemas sociales a las deficientes un enfoque «ecológico». E n todo caso, tres datos concretos permiten
condiciones de vida (un pobre círculo vicioso tautológico: «las cosas stablecer un razonable paralelismo entre la Estadística Moral y la
malas resultan de las malas condiciones»)^^ la Escuela de Chicago Fscuela de Chicago: ambas contemplan el crimen como fenómeno social,
procuró enfrentarse al problema de la desviación «desde dentro», esto es electivo; la cuantificación de los datos relativos al delito y al delincuente
tratando de comprenderlo desde el «mundo del desviado», desde la óptica íes permite ilustrar variaciones cualitativas, en orden a las variables de
del sujeto mismo, «tal y como se le aparece a éste»^^ Por ello, si bien no tiempo y de lugar; y conceden gran relevancia etiológica a los factores
llegó a superar la actitud correccionalista propia de todo movimiento de socioeconómicos objetivos, tal como la pobreza, educación, densidad de
reformadores sociales, fue capaz áe penetrar profunda y delicadamente población, etc., en la génesis del comportamiento criminaF^.
en el interior del fenómeno examinado, de captar su sentido y sintonizar b) Pero, sin duda, el antecedente próximo de la Escuela de Chicago se
con sus protagonistas, potenciando la apreciación, la empatia e impri- encuentra en la obra de THOMAS, W. L, y ZNANIECKI, F., «The PoHsh
miendo a las investigaciones u n giro subjetivista lleno de realismo, que
Peasant in Europe and America» (1918), valioso análisis de los proble-
constituye tal vez su más valioso legado^".
mas de integración a la sociedad norteamericana de una comunidad
c) Pero es el sustrato ecológico el que diferencia el método de aproxi- polaca que emigró al nuevo mundo. Dicha obra formula ya el concepto de
mación de la Escuela de Chicago al mundo del desviado frente a las más desorganización social como explicación última de la conducta desviada
vagas concepciones «subculturales»: la hipótesis de que los «desviados» 'y proclama la necesidad de conocer ésta «desde dentro»; enfoque
se concentran en un «espacio particular» de determinadas característi- metodológico que h a r á n suyo los «patólogos sociales» al examinar los
cas creando un «área cultural aislada» en el seno de la gran urbe. La problemas de integración y adaptación, y que daría lugar, posteriormen-
significativa obra de ANDERSEN sobre los «hombres sin hogar» («The t e , a una rica gama de investigaciones de «campo», que constatarán el
Hobo», 1923) refleja la mezcla de naturahsmo y espíritu correccional que hecho de la diversidad culturaP^.
caracteriza a la Escuela de Chicago; y, ante todo, la feliz síntesis de dos Para THOMAS Y ZNANIECKI, la génesis de la conducta antisocial de estas
perspectivas aparentemente contradictorias que la misma consigue: la minorías polacas tiene su origen en el desmoronamiento de los vínculos comunita-
Etnografía y la Ecología^^ /7¿75que eran la base de la organización social originaria cuando se insertan en un
sistema capitalista desarrollado cuyos objetivos y pautas prevalecen sobre los viejos
valores ligados al espíritu de'" cbinunidad. El control social primario, entonces, se
debilita y los instintos naturales del individuo, no controlados ni canalizados hacia
otro sistema de normas considerado también válido, dan paso a la conducta
irregular. Si la integraciónáe\ individuo en torno a valores compartidos es el elemento
3 . P R E C U R S O R E S Y P I O N E R O S D E LA E S C U E L A D E distintivo de un grupo social, la idea de la desorganización social, causa y efecto de
CHICAGO í p i i . J . Tí^ ! ^ J H I T , * f
comportamientos inconformistas, expresael proceso contrario: «una disminución de
rJo!c la influencia de las reglas de conducta existentes sobre los miembros individuales
a) Muchas de las investigaciones sociológicas llevadas a cabo en el del grupo». Por ello, según THOMAS Y ZNANIECKI, la única estrategia eficaz
respecto a dicha patología social es incidir positivamente en las «actitudes» de las
siglo XIX por la denominada£;sto(¿ísí¿caMoraZ (QUETELET, GUERRY, minorías desintegradas, generando un «reacondicionamiento» de las mismas que
origine un nuevo «instinto» social, un nuevo impulso hacia la «solidaridad» activa.
•> StJ,
1 > ¡'-OT ¡<:
/ (I') iKt'rtf ,tii'/a1<iMií'f!is I' ifd-i^oirx j i l '
^' The Pittsburgh Survey, New York (1914), Survey Associates. Kussell Saga
Foundation (editor Paul Kellog). Cfr. MATZA, D., El proceso de desviación, cit., pág- 32 Sobre el paralelismo existente entre la Estadística Moral y la Escuela de Chicago,
33 y ss.
vid. MORÉIS, T., The Criminal Área, cit., pág. 42.
Cfr. MATZA, D., El proceso de desviación cit., págs. 33 y ss.
^^ Cfr. TAMAR PITCH, Teoría de la desviación social, cit., págs. 51 y ss. Sobre el
^^ Así, MATZA, D., El proceso de desviación, cit., pág. 37.
concepto de «desorganización social», vid. SCHNEIDER H. J., Kriminologie, cit.
Cfr. MATZA, D., El proceso de desviación, cit., págs. 36 y ss.
págs. 419 y ss.
Cfr. MATZA, D., El proceso de desviación, cit., pág. 38. ,,, ^,. ^^^ ¿^^
750 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 751
«I Pues, en último término, el problema del emigrante no es otro que el de quien se su habitat un equilibrio natural, dinámico. R. PARK fue el primer autor que aplicó este
_ encuentra en un nuevo escenario sin una guía moral por desconocer el «contrato esquema ecológico a la comunidad humana^^
Y social» o no haberlo interiorizado plenamente^".
PARK, BURGESS y McKENZIE trazaron las directrices básicas del b) BURGESS, siguiendo esta imagen «ecológica» anticipada por
modelo ecológico. RECKLESS, THRASHER, SHAW y McKAY, sobre PARK, trazaría el modelo teórico de desarrollo de la ciudad norteame-
todo, aplicaron el mismo al análisis de la delincuencia. ricana que puede estimarse representativo de la Escuela de Chicago''^.
oíaí-r-"' La Ecología es una rama de la biología que contempla las plantas y los animales
t'b en sus relaciones recíprocas con su habitat natural. La vida vegetal y animal se
PARK traslada el modelo «ecológico» a las comunidades h u m a n a s partiendo de un
rjb muestra como un todo complejo o entramado en el que cada parte depende de las
concreto modo de organización política de la sociedad: el del laissez-faire. Cfr.
otras en algunos aspectos de su existencia. Para sobrevivir, el organismo busca en
VOLD, G. B., Theoretical Criminology, cit., pág. 182; MORRIS, T., The Criminal
«!.,-• í > « » I Í U l » l Área, cit., pág. 13.
>h\\
PARK, R. E., HumanCommunities, cit., pág. 118. Véase, también: McKENZIE, The
'lWnoOib?u-,oj^9i híi DíineisneD Lr.btií.!' Concept of Dominance and World Organisation, 1927; y en: H u m a n Ecology
Resaltando la conexión del análisis de THOMAS y ZNANIECKI con el pensamiento (Encyclopedia of the Social Sciences, 1942). Cfr. MORRIS, T., The Criminal Área,
de DUEKHEIM, TAMAR PITCH, Teoría de la desviación social, cit., págs. 52 y ss. cit., págs. 6 y ss. En sentido crítico, ABBOTT, E. The Tenements of Chicago, 1908-
SIMMEL, G., The metrópolis and mental life (1893), en: The Sociology of G. Simmel, 1935 (Chicago, 1936).
Free Press, Glencoe, 1950 (edit. K. Wolfe). Cfr. GARRIDO GENOVÉS, V., Delin- Sobre el enfoque ecológico de PARK, R. E., vid., VOLD, G. B., Theoretical Criminology,
cuencia y sociedad, cit., pág. 183. cit., págs. 183 y 184; MORRIS, T., The Criminal Área, cit., págs. 11 y ss. Referencia
36 a otros autores (Chamberlain, Colbert, Homer Hoyt, etc.) que siguen una orienta-
WEBER, A., The Growth of the city in the nineteenth century: A Study in statistics
(original de 1899), New York, 1963, Cornell Press, Ithaca. Cfr. GARRIDO GENO- ción semejante en: MORRIS, T., The Criminal Área, cit., pág. 14.
VES , V., Delincuencia y sociedad, cit., págs. 183-184. Vid. BURGESS, E. W., The Growth of the City, en: PARK, BURGESS, McKENZIE
Cfr. RAISER, TH., Das Lebende Recht. Rechtssoziologie in Deutschland. Baden- (The City), Chicago, 1928, The University of Chicago Press, págs. 51 y ss. Vid. infra.,
Baden, 1995. el modelo de crecimiento urbano de Burgess (gráfica).
752 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 753
c) Este sería, también, el punto de partida de McKENZIE, para quien «el *^ McKENZIE, The Metropolitan Community, cit., en The Criminal Área (MORRIS,
conocimiento de los procesos ecológicos resulta básico en todas las ciencias T.), pág. 9.
sociales, por cuanto las instituciones políticas y sociales tienen un sustrato ** McKENZIE, The Concept of Dominance and World Organisation (1927), cit. Cfr.
espacial», de suerte que la estabilidad de aquéllas se halla fuertemente MORRIS, T., The Criminal Área, cit., pág. 8.
"^ McKENZIE, en: The Neigbourhood. A Study of Columbus Ohio, cit. Cfr. MORRIS,
condicionada por la estabilidad de las relaciones espaciales"*^. Según T., The Criminal Área, cit., pág. 8.
*^ Vid. MORRIS, T., The Criminal Área, cit., pág. 8; VOLD, G. B., Theoretical
í,ií'l:^i-tl.:torfi';í¡-rn-í>«írrr W '^ ftP'V- Criminology, cit., págs. 184 y ss.; GARRIDO GENOVÉS, V., Dehncuencia y
*^ McKENZIE, en: H u m a n Ecology (Encyclopedia of the Social Sciences), cit., Cfr- sociedad, cit., págs. 184 y 185. '. = -•' - "
MORRIS, T., The Criminal Área, cit., pág. 6. '" BURGESS, E. W., The Growth of the City, cit., pág. 62. ./^flüO h.
754 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 755
Este modelo radial del crecimiento de la gran ciudad (axiate Growth) -ocial). Decrecen progresivamente con el distanciamiento de tales áreas
cuya representación gráfica en forma de mapas (mapas radiales) carac-
porque los roles facilitadores del sistema trófico gratifican con seguridad
• "
teriza a la Escuela de Chicago, guarda, según ésta, una estrecha relación económica y estatus al individuo cuyo nivel adquisitivo le permite
con la distribución geográfica de la criminalidad por áreas o zonas mudarse a zonas mejores que, por tanto, cobijarán a clases sociales
(«áreas criminales») y su dinámica. menos conflictivas^^
Existiría en todo núcleo urbano industrializado u n determinado Dicho esquema, conocido con el nombre de gradiente ecológico (gradient), fue
«espacio», geográfica y socialmente delimitado —una zona de transición formulado ya por McKENZIE y responde a la concepción de la ciudad como
«organismo» vivo cuya actividad —como la de cualquier otro ser vivo— irradiaría
o terreno entremedias, de nadie^*'— donde se concentrarían las tasas más desde un foco neurálgico central (la City, el distrito de los negocios) hacia su periferia
elevadas de la criminalidad. Áreas a la sombra de grandes edificios de (zonas residenciales)^^.
oficinas y almacenes de la City, qué'constituye el emplazamiento y base
de operaciones propicio de j a s bandas ,^ripünales (Glangland)^^. El
descubrimiento de estas «zonas dé'tránsitb)) altamente deterioradas y
con pésimas condiciones de vida e infi-aestructura, residencia forzosa de
4. ALGUNAS I N V E S T I G A C I O N ES S O B R E ÁREAS CRIMI-
las clases sociales más conflictivas (minorías, emigrantesTetcTexpíica-
ría el debilitamiento del control social y los índices alarmantes de NALES D E LA ESCUELA D E CHICAGO: C. SHAW, R. D .
delincuencia apreciados en^la^mism sb Béié ¡m MCKAY Y F. M. T H R A S H E R i^».a«M9tfpas-'fe0!
r •"""? Dato que conduce, según BARNES y TEETERS, a una de las hipótesis de la Chicago contaba ya, desde 1899, con el primer Tribunal Tutelar de
i , __K„, Escuela de Chicago: la criminalidad surge en los confines de la civilización y de las
• ' esferas de buena reputación, y en municipios que muestran insuficiencias en las Menores de su época: el de HuU House. La ciudad, además, acusó de
t condiciones de vida^°. modo muy especial durante los años veinte la resistencia a la «ley seca». u
I 8B19L1 Tal vez por ello, la delincuencia jiíi;e«.¿Z y la criminalidad organizada
De otra parte, los primeros ecologistas de la Escuela de Chicago polarizaron el interés de los investigadores sociales de la Escuela de
relacionaron directamente la oscilación de las tasas de criminalidad con Chicago^^.
la aproximación o distanciamiento de los grupos humanos respecto a a) Uno de los primeros estudios de área fue debido a dos mujeres
dichas zonas de transición. En una hipotética área metropolitana, y a estrechamente vinculadas al movimiento de reformadores sociales en la
tenor de la síntesis de sus axiomas espaciales y conductuales, las tasas Universidad de Chicago: «The Delinquent Child and the Home» (1912),
de conducta desviada aumentan conforme nos aproximamos a aquéllas de ABBOT y BRECKINRIDGE^^ Aun carente de u n a sóhda base teórica
y decrecen en la medida en que nos distanciamos de las mismas. y referido al Chicago de principios de siglo, marcó ya la pauta de
Alcanzan sus niveles más elevados en la zona de transición, donde se posteriores investigaciones. Las autoras centraron su atención en los
encuentran las peores viviendas de emigrantes y clases bajas que no problemas sociales de las poblaciones emigrantes, si bien concluyeron
llegan a adaptarse al habitat urbano e industrial y carecen de medios que el factor determinante de la criminalidad es más la privación
económicos para escapar a otras zonas menos deterioradas (movilidad económica propia de sus bajos status que la inadaptación urbana y
culturaPl , .j t . 4 r í
.ainnuu .<nW"i, -rio,vj¡(ii! n i-i^'mp>:fi^xñ^''ñ
i
modelo urbano de referencia la ciudad de Chicago. Pronto se sintió la focos industriales y comerciales.
necesidad de verificar hasta qué punto era válido para otras ciudades y Así, colocando los respectivos índices en una misma escala logarítmica, pudo
núcleos urbanos dotados de un a fisionomía propia. demostrar que existe una diferencia significativa entre ambos, relevante en aquellas
ciudades que cuentan con un distrito comercial secundario en sus periferias:
Este fue el objetivo de A. LIND (1930), de la Universidad de Hawaii, en relación mientras los índices citados —ambos— decrecen en la medida en que nos
con la criminalidad de Honolulú («Some Ecological Patterns of Community distanciamos del área comercial céntrica, los de comisión de delitos lo hacen
Disorganization in Honolulú»'^). Observó el autor que la distribución de aquélla también, pero más acusadamente en las zonas II y III (áreas de «transición» y
seguía el mismo modelo espacial constatado en las grandes urbes norteamericanas, viviendas de los trabajadores) y mucho menos en las zonas IV (zona residencial) y
si bien su diagnóstico sobre la génesis del comportamiento desviado difería V (zona de cambio).
sustancialmente en atención a las características singulares de las islas Hawaii. La
8BÍ población indígena de éstas era polinésica (chinos, japoneses, filipinos, etc.), muy
heterogénea, y cada subgrupo contaba con concepciones culturales diversas: la LOTTIER, al analizar la distribución del delito en el área metropoli-
promiscuidad «sexual» para los polinesos o el suicidio en la comunidad nipona, por tana de Detroit, seis años después, llega a u n a conclusión semejante: los
ejemplo, no son síntomas de desorganización social, sino prácticas tradicionalmente índices de criminalidad experimentan la misma tendencia —un ligero
SÍ3 { aceptadas. De modo que mientras la asimilación cultural llevada a cabo en las crecimiento— en los contornos o límites de la ciudad donde termina el
ciudades norteamericanas se vio favorecida por la aceptación mayoritaria de una
cultura común, los patrones de conducta impuestos por ley a la población polinésica
distrito metropolitano y comienza la correspondiente comarca. A su
en Hawaii (los de la «América blanca») eran unos de los muchos existentes y juicio, la explicación residiría en la existencia de distritos comerciales
carecían del refrendo generalizado de la población indígena. Para ésta no merece- «satélites» en las afueras o extrarradio de la ciudad''^.
•2DqL rían el rango delictivo conductas que los tribunales castigaban como tai (vg. riñas,
el juego, etc.). En consecuencia, el análisis subculturaláe LIND hace concluir al autor
que la propia presión coercitiva ejercida sobre la comunidad indígena provoca un
conflicto con la ley, fuente de criminalidad y problemas sociales'^. c) Un tercer problema que polarizaría diversas investigaciones de
áreas es el de la propia relevancia etiológica de éstas en la génesis de la
criminalidad: si produce delincuencia determinado espacio por sus
b) SHAW definió las «áreas criminales» como «aquéllas donde la particulares características o si se limita a atraer a los individuos que
aeüncuencia ocurre más frecuentemente»^*, ambigüedad que suscita un por distintas razones son proclives a aquélla. Y, en cualquier caso, cuáles
• i^)¿A-í!') u ( : Í Í l y y n » une
son tales factores y su relación con el marco espacial de referencia.
^ ('M. í3'Sí){^ijt > . J h i ' í H p , , , ( i J ü o y "f 1 i(rn3HijFí)Uej[/* i/ "
Vid. SIEGEL, L. (Criminology, cit., pág. 171), quien recuerda la opinión generali- JHj'"fi"'WT'( ! , ' -i.í ^ ^ ' O ' Df'ui- IS m / ^ Kb
zada que asocia el crimen con la inferioridad racial y los grupos étnicos. tP . .1 ii F 'fn
70
SHAW-McKAY, Juvenile Delinquency and Urban Áreas, cit., págs. 162 y 163. LIND, A. W., Some Ecological Patterns of Community Disorganisation in Honolulú,
71
Vid. MOEEIS, T., The Criminal Área, cit., págs. 92 a 106. cit., págs. 206 y ss.
72
The American Journal of Sociology, 1930 (vol. 36), págs. 206 a 220. R. C. WHITE, «The Relation of Felonies to Environmental Factors in Indianapolis»,
73
Cfr. MOERIS, T., The Criminal Área, cit., pág. 93. *"í en: Soc. Forces, 1932 (10), págs. 498 a 513.
74
Cfr. MORRIS, T., The Criminal Área, cit., ibidem. ''^'^^ •' ' '^•^'-^ ''•''•'' ' " LOTTIER, ST., The Distribution of Criminal Offences in Metropolitan Región, en:
Journal of Criminal Law and Criminology, 1938 (29), págs. 37 a 50.
762 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 763
D. TAFT no llegó a resultados concluyentes en la investigación que Analizando factorialmente las siete variables junto a la tasa delictiva,
llevo a cabo en Illinois (1942), porque la muestra era muy reducida e extrajo LANDER dos factores (variables independientes): un factor de
incompleta. Pero sí pudo constatar la inestabilidad residencial de los anomia (que interpreta en el sentido de DURKHEIM y se asemeja al
delincuentes y la significativa concentración de éstos en distritos de concepto de «desorganización social» de SHAW y BURGESS), y otro
pensiones y albergues (rooming house districts), sin duda porque son los factor, que denominó socioeconómico. Su conclusión: la delincuencia (en
que ofrecen alojamiento al más bajo coste™. En igual sentido, ELMER Baltimore) se relaciona directamente con la anomia de un área y no con
resaltó años antes en su estudio sobre Minneapolis y St. Paul (1925) que las características económicas de la misma. Observó, por otra parte, que
el vacío normativo o los mayores obstáculos para las agencias del control la correlación entre los dos factores era elevada —si bien dicha asocia-
social informal tienen lugar no en las áreas de un a elevada densidad de ción es «estadística—, lo que, a su juicio, «provee una explicación al hecho
población, sino en las de rápido cambio demográfico^^. de que la delincuencia se relaciona fuertemente con las propiedades
socioeconómicas de u n distrito...; las áreas caracterizadas por inestabi-
Por último, M. CLINARD, en lowa (1942), partiendo de un concepto
lidad y anomia son frecuentemente los mismos distritos que también
^' amplio de «urbanización», aplicable también a pueblos y pequeños
evidencian malas viviendas, bajas rentas y masificación. Pero la delin-
núcleos en los que cabe apreciar diversos grados de movilidad física y cuencia está fundamentalmente relacionada con la anomia, y no con las
^ solidaridad local, constató que el radio de acción del comportamiento pobres condiciones socioeconómicas del distrito»*^''.
delictivo oscila en relación directa al grado de «urbanización» de las
áreas de procedencia del delincuente. A su juicio, fenómenos como eT
«liderazgo», las «bandas» y la criminalidad «organizada» serían privati-
vos de los núcleos urbanos donde los contactos son «impersonales»^".
6. LA APORTACIÓN D E LA ESCUELA D E CHICAGO: R E -
d) Todas las investigaciones hasta ahora citadas respetan en líneas
F L E X I O N E S CRÍTICAS
generales —a pesar de su criticismo— la metodología y postulados
básicos de SHAW. Con u na meritoria excepción acaecida veinticinco
A) La aportación más destacada de la Escuela de Chicago discurre en
años después de la obra de éste: el trabajo de LANDER (1954)®\ que
el ámbito metodológico y político-criminal.
aporta nuevos enfoques y salidas a la teoría ecológica contemporánea
como, por ejemplo, la precisa definición del concepto de «desorganización 1'. Sus investigaciones de «campo» inauguran u n a tradición irrever-
social» (anomia) y su relación con el comportamiento desviado^^. sible en la Sociología Criminal, que ha ejercido notable influencia en
posteriores estudios demográficos, urbanísticos y ecológicos.
El propósito del autor fue descubrir en qué medida siete variables sociales
relacionadas con la población, viviendas y características socioeconómicas de los La Escuela de Chicago, por otra parte, ha impulsado el análisis
yO t respectivos distritos influían en la tasa delictiva, extrayendo, mediante el análisis
suhcultural de la desviación, permitiendo u n mejor conocimiento de ésta
B 1 9. factorial, los factores subyacentes que explicasen las intercorrelaciones entre las
«desde dentro» —desde el propio mundo del desviado—, de los estilos de
f% , . . - - < • - " * • • • • • - ' vida y cosmovisiones de las minorías, de los mecanismos de aprendizaje
y transmisión de sus valores y pautas de conducta. En este sentido, la
TAFT, D. Testing the Selective Influence of Áreas Delinquency, en: The American teoría del «contagio social» de PARK, aun evocando viejos tópicos, tiene
79 Journal of Sociology, 1912 (48), págs. 202 a 213.
el mérito de señalar al «grupo» como transmisor directo de los modelos
ELMER, M. C «Maladjustment of Youth in Relation to Density of Population», en:
i^roceeding of American Sociological Society, 1925 (Chicago). Cfr. MORRIS, T., The
de conducta criminales, claro precedente de la teoría de la asociación
^^ Crimmal Área, cit., pág. 96. c?'/ere/2('/aZ de SUTHERLAND-^l , ., .«.,>;->. "( .-r-" (i,
CLINARD M. B. The Process of Urbanisation and Criminal Behaviour, en: The
«1 TAMníí''' '^°^™^1 °f Sociology, 1912 (48), págs. 202 a 213 a H a 4H ' ÍT . tf*í<
El empirismo de la Escuela de Chicago, por último, ha impuesto el l\ ALIHAN®\ entre otros, advierte que la Human Ecology descansa
necesario análisis estadístico de los datos policiales y judiciales relativos en una falsa analogía de las comunidades h u m a n a s y las restantes
al crimen, enriqueciendo y depurando el examen de éste^''. formaciones de plantas y animales. Inadmisible, a su juicio, porque las
^^**2'. Desde un punto de vista criminológico, ha resaltado las elevadas orimeras se rigen por fuerzas culturales y legales no asimilables a las
tasas de criminalidad de las «áreas» pobres y deterioradas de la gran nue gobiernan la supervivencia de otras especies en el mundo natural.
ciudad, advirtiendo, no obstante, que dichas tasas no son consecuencia Contemplar la gran ciudad a modo de «macroorganismo» social, explicando su
directa de condiciones económicas®''. proceso de expansión o la distribución geográfica del crimen con conceptos
fifí ecológicos, es una licencia desafortunada que distorsiona la realidad, en lugar de
, ' E n cuanto «teoría de la criminalidad», es probable que la Escuela de describirla, según ALIHAN.
Chicago haya exacerbado la incidencia criminógena «genérica» del
factor espacial (environmental factor), en perjuicio de la oportuna 2'. La teoría ecológica es, fundamentalmente, un a manifestación más
identificación de los factores específicos o índices de desorganización de la Sociología urbana, que circunscribe su análisis a la gran ciudad.
social, así como de la relación de éstos en el marco ambiental de Desatiende, por tanto, los problemas sociales de las comunidades
referencia de acuerdo con el modelo ecológico de interacción social. «rurales» y de los núcleos de población menores®^.
Pero aun cuando la idea de «desorganización social» es muy imprecisa Parte, además, de un modelo de ciudad sui generis, ajustado tal vez
—más descriptiva que etiológica— y no se h a n verificado conexiones a las características de las grandes urbes del mid-west norteamericano,
«causales» inequívocas entre la criminalidad y aquellos «índices» o pero no generalizable. La hipótesis de los «círculos concéntricos» en
«factores» específicos, lo cierto es que la Escuela de Chicago ha sabido torno al distrito de los negocios es más teórica que realista, a juicio de
poner de relieve los altos índices de delincuencia de ciertas áreas que, en diversos investigadores®^.
todo caso, atraen y polarizan los problemas sociales.
3'. Se ha reprochado, también, a la teoría ecológica que opere con un
Político-criminalmente, el espíritu de los «reformadores sociales» de la esquema espacial excesivamente generalizador. Suponer que existe un a
Escuela de Chicago sugiere no sólo un estudio riguroso de estas áreas, sino, correspondencia simple entre las propiedades de u n área concreta y las
sobre todo, una actitud de compromiso e intervención por parte de los características de quienes viven en ellas constituye u n a falacia: la
poderes públicos: vastos y ambiciosos programas de reordenación y «falacia ecológica», en expresión de ROBINSON®*. ,
equipamiento urbano, de mejoras infraestructurales de las grandes urbes,
B i a q o sb yín;)in9vnoDríc ¡9 ofxBiLn'
aliviarían, sin duda, los problemas sociales, contribuyendo al reforzamiento
del control social. Los de Chicago^^ y Boston®® son prueba de ello.
"^ ALIHAN, M. A., Social Ecology, A Critical Analysis, Columbia University Press,
New York (1938). Cfr. MORRIS, T., The Criminal Área, cit., págs. 11 y ss.
Por más que McKENZIE t r a t a r a de aplicar su análisis posteriormente al área
B) Pero la teoría ecológica ha sido objeto, también, de numerosas metropolitana y a zonas de su extrarradio. Cfr. MORRIS, T. (The Criminal Área,
objeciones, cuestionándose su modelo de crecimiento urbano, metodolo- cit., pág. 4), justificando el proceder de la Escuela de Chicago al polarizar su enfoque
gía y resultados®". 7 " - " " - - " - H 1 -•"•;'^^' "<r-..Ui en tomo al proceso de urbanización.
^^ Así, ABBOTT, E., The Tenements of Chicago 1908-1935, Chicago (1936),
l í í í ' r f h - f r - i f i r t - r í f ! í >. I-SÍ11 ..í-n-f»-'- '•>' íulf^ñ'j-- ZORBAUGH. Natural Áreas of the City, 1925; MORRIS, T., The Criminal Área,
cit., págs. 15 y ss. Este último autor demuestra que el esquema «ideal» de la Escuela
^'^ Así, VOLD, G. B., Theoretical Criminology, cit., pág. 199. '^^^f^^^"^ de Chicago no conviene a la particular estructura de la ciudad de Londres (op. cit.,
'^^ Cfr. VOLD, G. B., Theoretical Criminology, cit., pág. 199. pág. 16). Resalta, frente al factor «espacial», la importancia del fenómeno «clase
El «Chicago Área Project» estuvo en marcha durante veinticinco años hasta el social» en la estructuración de todo núcleo urbano (op. cit., pág. 17), y los problemas
fallecimiento, en 1957, de SHAW. Cfr. VOLD, G. B., Theoretical Criminology, cit.,
específicos de las «minorías» étnicas en orden al establecimiento de las mismas en
págs. 196 y 197.
g la gran urbe (op. cit., págs. 17 y 18).
^^ Una valoración crítica en W. B. MILLER: The Impact of a «Total Community»
Sobre esta crítica de ROBINSON, W. S. (Ecological correlations and the behavior
Delinquency Control Project, en: Social Problems, 1962 (10), págs. 168 a 191- of individuáis, en: American Sociological Reviev*? 75 —195— págs. 351 a 357), vid.
^° Vid. BALAN SONLO, K., Subcultura y deUto, cit., págs. 150 y ss
GARRIDO GENOVÉS, V., Delincuencia y sociedad, cit., pág. 194.
'^^s
766 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 767
4'. E n particular, algunos aspectos y tesis de la obra de SHAW han Chicago— con las cifras «oficiales» de la Policía y la Administración de
sido objeto de numerosas objeciones. Que no haya distinguido satisfac- Justicia, dado que la actuación de las agencias legales del control social
toriamente, por ejemplo, las áreas de «producción» de criminalidad y las es discriminatoria y ciertos barrios son siempre objeto de un a vigilancia
áreas de «comisión». O la propia validez de las «tasas de criminalidad» más estrecha y rigurosa que las restantes áreas de mejor reputación de
(delinquency rates), el significado de las «culturas» de las comunidades la ciudad. 1 * Ifir"©:
locales y la naturaleza misma del entorno físico^^.
^^<• JONASSEN^'^ califica de «determinismo ecológico» la teoría de la criminalidad de
eb ^B^ la Escuela de Chicago, por más que SHAW, anticipándose a esta crítica, admitiera .3í: ®Tc!08 nóJOBmtotr
' ' que las correlaciones apreciadas entre tasas de delincuencia y ciertas variables no
Ql pueden expresarse en términos de «causa» «efecto», sino como resultado de un 7. TEORÍAS A M B I E N T A L E S Y P R E V E N C I Ó N D E L DELITO:
fjsmm tercer factor'^^. Y BALDWIN^^ también en sentido critico advierte que por la misma EL D E N O M I N A D O « D E F E N S I B L E SPACE»
• t „ ú razón que para SHAW Y McKAY las características sociales y físicas de ciertos
**^ barrios «producen» delito, podría mantenerse lo contrario: que los delincuentes
a) Dos «tradiciones» de estudios de área'.103
^^~ tienden a «concentrarse» en aquellas áreas por la vis atractiva de sus características^^
referí iuicio íáí! »•
Otros autores critican no ya la supervaloración del factor espacial, La posterior evolución de las teorías espaciales a partir de los años
sino el propio concepto de las delinquency áreas y su significación. cuarenta se caracteriza por u n progresivo distanciamiento de las mis-
mas respecto al primitivo modelo ecológico de la Escuela de Chicago^°^.
HAYNER, entre otros, resalta la posibilidad de un control social y prevención
„ efectiva del crimen en las mismas^™. Y DOWNES^"^ estima tautológico el concepto Existen, sin duda, dos tradiciones en materia de estudios de área
de «desorganización social» que se supone característica básicade las delinquency inicialmente bien diferenciadas: la norteamericana y la inglesa. El
' áreas, por cuanto las tasas de delincuencia de un área determinada es el criterio modelo norteamericano acusa u n a preocupación prioritaria por el co-
definidor de la desorganización social y ésta, a su vez, se convierte en módulo de
ni/. rrecto empleo de las técnicas «estadísticas», cuyo refinamiento es palpa-
ponderación de las tasas de delincuencia.
Un modelo ecológico puro contribuye, además, a desplazar el problema criminal ble en las investigaciones de los últimos lustros. El inglés, más pragmá-
=-^' ^^ de un área a otra. Pero no lo elimina. tico, por la experiencia de los council houses, examinando el impacto de
la reubicación de las familias en nuevos barrios y siempre con un enfoque
5'. Por último, desde u n punto de vista metodológico, ROBINSON^"^ «microscópico» y particularizado^"^.
ha resaltado el inconveniente de operar —como hace la Escuela de El análisis estrictamente «ecológico» tiende a ser sustituido desde los
años cincuenta por el de área social y por métodos estadísticos
'^^ Vid. MOEEIS, T., The Criminal Área, cit., págs. 85 y ss. multivariados^^'^.
^«5 JONASSEN, C. T., «AEevaluation and Critique of some of the Methods of Shaw and t '• •
McKay», en: American Sociological Review, 1949 (vol. 14), págs. 608 a 615. i I.
9'' SHAW, CL., Delinquency Áreas, cit., pág. 21. Cfr. MOEEIS, T., The Criminal Área,
cit., pág. 91. ^°^ Cfr. GARRIDO GENOVÉS, V., Delincuencia y sociedad, cit., pág. 192.
98 Cfr. GAEEIDO GENOVÉS, V., Delincuenciay Sociedad, cit., pág. 192; (GÓPPINGER, '2 Cfr. GARRIDO GENOVÉS, V., Delincuencia y sociedad, cit., pág. 193.
H., Criminología, cit., pág. 40 y bibliografía allí citada. Las investigaciones en Inglaterra h a n sido tradicionalmente más «estudios de
89 TAFT y ENGLAND consideran que existe un fenómeno de inmigración selectiva en área» que estudios «ecológicos» en sentido estricto, como advierte MORRIS, T. (The
virtud del cual los delincuentes buscan ciertas áreas que por ello devienen Criminal Área, cit., pág. 101). P a r a u n a reseña detallada de las mismas, vid.
delinquency áreas y los no delincuentes otras distintas. TAFT, D. E. y ENGLAND, MORRIS, T., op. cit., páginas 101 y ss. El citado enfoque microscópico lleva a los
E. W., Criminology, cit., págs. 160 y ss. autores británicos a diferenciar sectores y calles de u n a misma área o barrio,
1"" HAYNEE, N. S., Delinquency Áreas in the Puget Sound Eegion, en: American análisis que, además, contempla otros datos no siempre ponderados por los
Journal of Sociology, 1933, págs. 314 a 328. ecologistas de la Escuela de Chicago. Por ejemplo: cómo adquieren aquéllos u n a
1" DOWNES, D., The Delinquent Solution, London (1967), Eoutledge Keagan Paul, reputación desfavorable y cómo dicha reputación persiste en el tiempo y amplifica
pág. 71. las tasas delictivas (Cfr. GARRIDO GENOVÉS, V., Dehncuencia y sociedad, cit.,
i°2 ROBINSON, S., Can Delinquency bymeasured, New York, 1936, Cfr. MORRIS, I-, i„g pág. 193).
The Criminal Área, cit., págs. 57 y ss. Vid. GARRIDO GENOVÉS, V., Delincuencia y sociedad, cit., págs. 194 a 196.
768 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 769
El análisis de área social (SHEVKY, WILLIAMS, BELL, etc.)"^, h) Análisis ecológico y prevención del delito: el defensible Space"'
pretende relacionar la estructura interna de las ciudades con los cam-
bios acaecidos en el seno global de la sociedad, operando con tres Desde la importante obra de NEWMAN («Defensible Space», 1973)ii^
postulados básicos: el rango social, la urbanización y la segregación. las investigaciones ecológicas parecen orientarse a la prevención del
delito a través del diseño arquitectónico del espacio urbano, buscando,
Tienen, sin embargo, el inconveniente de sucumbir a menudo a la llamada
«falacia ecológica» (suponer que lo válido para una concreta «área» es válido además, u n a correlación específica entre determinados lugares de la
necesariamente también para los residentes de la misma); limitación que podrían ciudad y sendas manifestaciones delictivas.
superar con información sobre las familias individualizadas.
Este nuevo enfoque fue sugerido incluso por autores como JEFFERY"^,
quien se manifestó partidario de sustituir el conocido paradigma del
Los métodos estadísticos multivariados (LANDER, etc.), investigan
conflicto cultural por un análisis más atento al entorno físico-ambiental,
la incidencia de una serie de «variables» independientes en las tasas de
criminalidad (variable dependiente), aplicando el análisis factorial para al constatar que el crimen es muy selectivo en cuanto al lugar de
constatar las intercorrelaciones entre dichas variables. comisión (la mayoría de las áreas urbanas no son propicias al mismo).
Por ello, a juicio de JEFFERY, carecen de sentido los mapas de áreas
80F Aunque este método es ambicioso y prometedor, se ha reprochado al mismo el tradicionales, que pretendían delimitar las zonas criminógenas. Lo
inevitable subjetivismo del investigador en la preselección de las variables y en la
g., interpretación de los resultados así como una cierta «circulahdad» que conduce a
correcto sería u n a búsqueda de la relación espacio específico-tipo de
incluir la propia variable dependiente (tasa delictiva) entre las variables independien- delito^".
tes^"^ • ^ • •
Los principales estudios ecológicos orientados a la prevención del
m. delito a través del diseño arquitectónico urbano son los de KUBE"^,
, E n todo caso, como a p u n t a BLOCK^"^, unos y otros diseños de CHERRYi", o'DONELL y LYDGATEi", NEWMAN"^, B O O T H " ^
investigación han permitido instrumentar análisis precisos sobre distri- GILLIS y HAGAN120, RONCERi^i y ROYNERi^^.
bución espacial del delito: modelos de distancia espacial víctima-delin-
cuente en relación al lugar del crimen, métodos de diferenciación y
factorialización de áreas de alta-baja t a s a delictiva, etc. Al parecer, el
factor «clase social de área» ha probado su validez en numerosos estudios "1 Vid. GARRIDO GENOVÉS, V., Delincuencia y sociedad, cit., págs. 207 a 221;
ecológicos"". SCHNEIDER, H. J., Kriminologie, cit., págs. 341 y ss.
112 NEWMAN, D., Defensible Space, McMiUan, 1973. New York.
113 JEFFERY, C. R., Crime Prevention-through environmental design, 1977, Sage,
Beverly Hill.
"* Cfr. GARRIDO GENOVÉS, V., Delincuencia y sociedad, cit., pág. 207.
KUBE, E., Urban Planning, architecture and crime prevention, en: Pólice Studies,
SHEVKY, E., y WILLIAMS M., The social área of Los Angeles. Analysis and 4 (1), 1981 págs. 9 a 15.
tipology, University of California Press., California (1949); SHEVKY, E., y BELL, CHERRY, R. S., Crime prevention through environmental design, en: Pólice Chief,
W., Social área analysis: «Theory, Illustrative application and computational 48 (12), 1981 págs. 48 y ss.
procedures», Stanford University Press, Stanford (1955). Cfr. GARRIDO GENO- ^" O'DONNELL, C. R., y LYDGATE, T., «The Relationship to crimes of physical
108 ^ ^ ' ^ ' ' -'-^^li^'^usncia y sociedad, cit., pág. 194. resources», en: Environment-Behaviour, 12 (3), 1980, págs. 207 a 230.
Vid. BALDWIN, J., Ecological and Areal studies in Great Britain and the United 11^ NEWMAN, D., Defensible Space, 1973, New York, McMillan.
States, en: Crime and Justice, 1^ (1979), págs. 47 y ss. Cfr. GARRIDO GENOVÉS, BOOTH, A., «The built environment as a crime deterrent. A reexamination of
109 ^•' •'^'^li^'^u'^ncia y s o c i e d a d , cit., p á g i n a 1 9 4 - 1 9 5 . defensible space», en: Criminology, 18 (1981), 4, págs, 557 a 570.
120
BLOCK, R., Community, environment and violent crime, en: Criminology 17, 1 GILLIS, A. R., y HAGAN, J., «Density, delinquency and design formal and informal
(1979) págs. 16 a 57. Cfr. GARRIDO GENOVÉS, V., Delincuencia y sociedad, cit., control and the built environment», en: Criminology, 19, 4 (1982), págs. 514 a 529.
121
pág. 196. RONCEK, D. W., «Dangeroux places: crime and residential environment», en:
Asi, TIMMS, D., The urban mosaic: toward a theory of residential differentiation, Social Forces, 60 (1),1981, págs. 74 a 96.
122
University of Cambridge Press, 1971. Cambridge. Cfr. GARRIDO GENOVÉS, V., ROYNER, B., «Crime Prevention and the environment. Street attacks in city
Delincuencia y sociedad, cit., pág. 196 («desigualdad social-delincuencia»). centres», en: Pólice Research Bulletin, 37 (1981), págs. 10 a 18.
770 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGL^ 771
A los que debe añadirse la valiosa aportación de «geógrafos del delito» 3' Late, pues, en ambas investigaciones la idea de que la prevención
como G. ABEYIE, que analizan éste desde un enfoque «espacial»- _j 1 crimen requiere u n análisis situacional más sólido que el suminis-
ÁNGEL o el propio REPETTQi^s. trado por los genéricos estudios de área tributarios de la obra de SHAW
ri Particular mención merecen los resultados obtenidos en algunas de yMcKAY. Este es el objetivo básico de O'DONNELL y LYDGATE (1980)
g supera el tradicional análisis de áreas, permitiendo un a relación
ellas: específica: tipo delincuente-tipo de delito-lugar donde se produce; y
1'. KUBE (1981), por ejemplo, evalúa aquellas medidas que, a su juicio, son útiles aporta una valiosa información para la reestructuración y remodelación
en el campo del diseño arquitectónico urbano para prevenir la delincuencia de barrios^^*^. ^
Fundamentalmente ocho: limitación de la densidad de población por unidad de
hogar; valor de diversión de las áreas centrales de la ciudad y su necesario O'DONNELL y LYDGATE codificaron los recursos físicos en el distrito metropo-
incremento en términos residenciales; evitación del desarrollo de ghetos;cxeaáón litano de Honolulú y recogieron información sobre los delitos denunciados a la Policía
de nuevas formas de identificación, orientación y comunicación; logro de condicio- durante los años 1972 a 1975, excluyendo aquéllos que pudieran acusar más
nes óptimas para socializar niños y jóvenes en las áreas residenciales; mayor significativamente una actuación selectiva o discriminatoria de la misma^^^ Las
participación de los trabajadores sociales y de la Policía en los proyectos de tablas I y 11 reflejan la relación de las categorías empleadas para codificar los
8BeT reordenación urbana; orientación del control formal, de los trabajadores sociales y recursos y las medias —y desviaciones típicas— de los recursos físicos evaluados,
oJ . de la Policía, a modificar las oportunidades de comisión de delitos; e inclusión de la respectivamente. En cuanto a las relaciones apreciadas entre recursos físicos y
prevención de oportunidades para el delito en el planeamiento de las áreas criminalidad, sólo consideraron las de una especial consistencia (0,40) a lo largo de
residenciales^^''. los cuatro años abarcados. Al objeto de evaluar la relación existente entre los
2'. CHERRY (1981), siguiendo un planteamiento similar, acentúa la importancia recursos físicos, los datos relativos a éstos fueron sometidos a un análisis factorial,
de dos factores en orden a la prevención de posibles delitos en un lugar determinado: de donde se extrajeron dos factores: el c/oivr7toi4//7 dusmess {negocios en el centro
hb la idoneidad del mismo para ser observadoo vigilado y el grado de accescque ofrece de la ciudad) y los «negocios turísticos»; el primero, compuesto por cinco variables,
a terceros, atendiendo en ambos casos a las características urbanísticas y arquitec- con distintas saturaciones mínimas: servicios de construcción (0,85), servicios
• t' i tónicas de aquér^^. financieros (0,60), servicios médicos (0,48), servicios misceláneos (0,40) y bienes
di .'f--
al detall (0,47); el segundo, por otras cinco: entretenimiento (0,91), residencias de
OUC' paso (0,90), consumo de alcohol (0,80), lugares para comer (0,01) y bienes al detall
.i' X •".íi .'J. ! , f. (0,71). Los autores identificaron cinco patrones de relación: recursos físicos —delitos,
tratando de constataren cada patrón, mediante un análisis de regresión múltiple, la
La denominada «geografía del delito» es un enfoque espacial desarrollado durante correlación de recursos físicos más asociada a cada delito durante ios años 1972 a
los dos últimos lustros del pasado siglo, sobre todo, por BEUKGES-ABEYE («The 1975, tal y como revelan las tablas III, IV, V, VI y Vil.
geography of crime and violence: a spatial and ecological perspective», 1980, New 6TO,í>£¡Íüflt¡ni 3
York, Columbia University Press) quien le deñne como «el estudio de la manifes-
Según se desprende de las respectivas tablas, en los delitos de
tación espacial de los actos criminales... de la organización social y cultural de la
conducta criminal desde un punto de vista espacial» («The geography of crime, cit., vandalismo sólo u n concreto lugar supera el corte mínimo: las «residen-
pág. 2). El autor opera con las teorías de la «morfología urbana», desarrollando un cias permanentes», lo que atribuyen los autores a que tales hechos son
modelo de dicha morfología aplicada a barrios bajos y ghettos. Cabe destacar en esta cometidos por jóvenes en los vecindarios donde residen. En cuanto a los
dirección también, la obra de ÁNGEL, S. («Discouraging crime through city robos con escalamiento, la relación más significativa se aprecia con los
planning», 1968, Berkeley, California University Press), quien puso de relieve las
concomitancias de la evaluación del tráfico y de la criminalidad, correlacionando espacios que ofrecen mayores oportunidades: residencias permanentes
ambas, y la de EEPETTO, T. A. («Residential crime», 1974, Cambridge, M. A. y de paso, consumo de alcohol y entretenimiento. Las falsificaciones con
Ballinger) que estudia los crímenes «en el lugar de residencia» y sugiere con recursos físicos fuente de riqueza: bares, oficinas, servicios financieros,
FOWLEE, la hipótesis siguiente: la proximidad a zonas de residencia de sujetos iugares de comida, etc. Fraude, hurto y robo aparecen asociados con las
delincuentes es el factor principal de los robos entre vecinos (Cfr. CLEMENli!'
DÍAZ, M. La orientación comunitaria, cit., págs. 398). ÍZ;7,CÍ;:;3
124 46
Cfr. GARRIDO GENOVÉS, V. Delincuencia y sociedad, cit:, págs. 207-208.
125 Por ejemplo: si la situación de los inmuebles permite su observación por patrulla > 126
si el aparcamiento es adecuado; si el acceso a los apartamentos es muy visible Cfr. GARRIDO GENOVÉS, V., Dehncuencia y sociedad, cit., pág. 209 (citando la
personas ajenas; si los niños pueden jugar en lugares fácilmente vigilables; si 127
opinión de NEWMAN sobre la obra de O'DONNELL y LYDGATE).
aceras, por su ubicación y amplitud, evitan el paso de transeúntes a los apártame Vid. GARRIDO GENOVÉS, V., Delincuencia y sociedad, cit., págs. 209 y ss., de cuya
tos, etc. Cfr. GARRIDO GENOVÉS, V., Delincuencia y sociedad, cit., pág. 208. obra se toman los datos de la presente exposición.
772 ANTONIO GAKCIA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 773
TABLA I TABLA II
C a t e g o r í a e m p l e a d a s p a r a l a c o d i f i c a c i ó n d e los r e c u r s o s e n el e s t u d i o de ivfpdias y d e s v i a c i o n e s t í p i c a s d e l o s r e c u r s o s físicos e v a l u a d o s , s e g ú n
', O'DONELL y LIDGATE (1980) O'DONNELL y LYDGATE (1980)
Según esta investigación, el prototipo de edificación que concentra más eleva- índices de delincuencia que se detectan en otros barrios urbanos con tráfico menos
das tasas de criminalidad reuniría una serie de peculiaridades muy significativas- intenso.
serían, por lo general, bloques de grandes dimensiones y superíiabitados, de más El «Defensible Space» no propugna una colectivizaciónOÍ^Q sofoque la libertad
fea; de siete pisos; parte integrantes de complejos arquitectónicos gigantescos. Incomu- individual sometiendo ésta aun control de todas las actividades humanas y espacios
nicados con el tráfico rodado de la ciudad, cuyos edificios de vivienda se extenderían vitales. Pe.''o tampoco incita a la autodefensaa\ margen de las instituciones oficiales.
sin orden ni concierto a lo ancho de un espacioso terreno. Los aledaños, anexos Se trata, por el contrario, de potenciar ciertos intereses comunes y relaciones
zonas colindantes y limítrofes al inmueble permiten toda suerte de movimientos y e¡ interpersonales de vecindad en aras de una mayor eficacia de los controiessociaies
libre acceso de cualquier transeúnte a aquél. Falta una división y una ordenación del informaies, de llevar a cabo una acción planificadora y preventiva de las criminalidad
terreno en su conjunto y de sus diversas partes o elementos que delimiten las en laque ladelimitación de espacios (públicos, semipúblicos, privados y semiprivados),
respectivas funciones de los mismos, sus destinatarios y, en su caso, responsabi- la clara distinción e identificación de vecinos y de extraños y el autocontrol de ciertos
lidades. Suelen carecer de portero, y tanto el vestíbulo, como el ascensor, las ámbitos (accesos, entradas, pasadizos, etc.), juegan un papel decisivo^^^
escaleras y los pasillos son accesibles a cualquiera. El anonimato y la ausencia de Sin embargo, las investigaciones realizadas sobre el defensibie space no son
noim. todo sentido de vecindad, de comunidad, hace que los habitantes del inmueble no concluyentes, porque suelen versar sobre dimensiones muy aisladas. El análisis de
se sientan responsables —y experimenten como problema «propio»— de lo que regresión múitipie demuestra que muchas de las variables contempladas por
sucede más allá de los límites de sus viviendas. Falta de sentido de la «territoriali- NEWMAN apenas explican las oscilaciones de la criminalidad"', a excepción, tal
dad» que se explica porque no existe la oportuna delimitación y deslinde de lo público vez, de la capacidad de observación o vigilancia variable, cuya incidencia sí parecen
y lo privado, lo semipúblico y lo semiprivado; y porque los espacios públicos (calles, corroborar numerosos trabajos"''.
plazas, etc.) y colindantes (zonas verdes, lugares de recreo) desembocan directa-
mente, sin terrenos intermedios, en las propias viviendas. De este modo, al no
contemplarse los vestíbulos, corredores, ascensores, pasillos..., etc., como luga- Por ello BOOTH (1981) trató de evaluar un mayor número de dimensio-
res semipúblicos o semiprivados, de acceso a las viviendas y uso reservado para los nes en torno a a m b a s v a r i a b l e s : accesibilidad y observación.
habitantes de ésta, quiebra el presupuesto del buen funcionamiento del control
social informal de estos espacios, fracasando la observación y vigilancia debidos por
Metodológicamente, además, su trabajo presenta dos características dife-
parte de aquéllos. Lo que sucede, también, con zonas verdes, lugares de recreo y renciales: por u n a parte, la criminalidad se mide y cuantifica a través de
terrenos próximos: la infrautilizacion de los mismos, su defectuoso equipamiento y declaraciones de las propias víctimas; de otra, trata de ponderar el
ar ? progresivo abandono les convierte especialmente propicios para la comisión de
sentimiento de responsabilización de aquéllas respecto a las áreas públi-
delitos por la ineficacia del control sociaP^*.
cas, comprobando si existe la supuesta correlación entre las variables
Y, NEWMAN cree haber podido verificar algunos datos, así: 1) Que los edificios con citadas y el sentimiento de responsabilidad de los convecinos^^^.
B¡ 3t más de siete pisos son los más idóneos para la perpetración de hechos criminales.
La criminalidad aumenta con el aumento de pisos del edificio; 2) El tanto por ciento Tomó BOOTH dos muestras, una experimental (que había sido víctima de delitos
' TU de delitos que se cometen en ascensores es muy elevado (un 31 por 100 de los de robo con escalamiento o vandalismo), y un grupo de control, compuestos ambos
T te atracos en viviendas, según el autor constata), decreciendo inmediatamente cuando por setenta y tres parejas de viviendas, contrastadas de acuerdo con una serie de
se incrementan las posibilidades de observación y vigilancia (vg., instalación de variables. Evaluando cada vivienda en función de su accesibilidad y capacidad de
circuitos cerrados de televisión o cámaras); 3) Los espacios de mayor peligro son los observación, se construyeron cinco medidas de accesibilidad y seis de capacidad de
que necesariamente tienen que transitar los ocupantes de las viviendas para observación, como refleja la tabla VIII.
abandonar éstas o para retornar después, a las mismas si carecen de genuinos
«observatorios» naturales que les sirvan de protección o de patrullas policiales de
'>q89 s b <o')rrdonofTi» oJrr^í-íf'í'J '<u
•tU >í'<.j'jí,íTiitJi'.h>í' •=•; '
vigilancia; 4) Ciertas vías (pasadizos, calles vacías, salidas de la ciudad, etcétera) í.-b
incitan al crimen. Los primeros, porque permiten a extraños vagar sin obstáculo 135
alguno ni peligro de ser identificados como tales por espacios libres, buscando la Cfr. SCHNEIDEE, iJ. J., op cit.. págs. 344 y ss.
136
ocasión propicia. No sólo hacen fácil el acceso y la huida e impiden la identificación SCHNEIDER, H. J., ibídem.
137
del extraño, sino que deterioran el sentimiento de comunidad del inmueble y Según crítica de BOOTH, cit. por GARRIDO GENOVÉS, V., Delincuencia y
dificultan el funcionamiento eficaz del control social informal^^^. En cuanto a las vías 138
sociedad, cit., pág. 219.
de salida de las ciudades, algunas investigaciones ponen de manifiesto que la Así, los trabajos de: WALLER, I., y OHIKIRO: Burglary: the victim and the public,
criminalidad callejera violenta se duplica en las mismas, en comparación con los University of Toronto Press, Toronto, 1978; REPPETTO, T. A., Crime Prevention
throughenvironmentalpolicy: Aerifique, en: Am. Scient, 20(1976), págs. 257a288;
''?:'«-M«"fr!:W <""'l U t i » V ijJV t '..t u 'fj>jytjd'>'i j u ' 4fi' MOLUMBY, T., Patterns of crime in a university housing project, en: Am. Behav.
Scient. 20 (1976), págs. 247 a 259, etc. Cfr. GARRIDO GENOVÉS, V., Delincuencia
139
y sociedad, cit., pág. 219.
^^^ Cfr. SCHNEIDER II J op c i t, pags 34,3 y sb BOOTH A. The built environment as a crime deterrent (A reexamination of
'.3?
1^* Cfr. SCHNEIDER, H J , op c i t, pags 343 > ss >c. defensible space), cit., págs. 557 y ss.
780 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 781
£ TABLA VIII rloctrinales. En la práctica, sin embargo, no hay obstáculo alguno para
Accesibilidad y o p o r t u n i d a d para observar, s e g ú n BOOTH (1981) vie el diseño arquitectónico urbano pondere las mismas en el momento
Accesibilidad
de proyectar nuevos barrios y viviendas"^.
Oportunidades para observar
• Sin obstáculos (cadenas, verjas, etc.) • No se puede ver desde la calle
• Una o más dimensiones superiores a los
. 400 pies • No se puede ver en más de una
dirección antes de utilizarse. 8 E N F O Q U E S «COMUNITARIOS Y P R E V E N C I Ó N D E LA
• Tres o más personas presentes ' No se puede ver a una distancia CRIMINALIDAD: LA D E N O M I N A D A «PSICOLOGÍA CO-
superior a los 50 pies antes de utili-
\ zarse MUNITARIA», S U S PARADIGMAS Y M O D E L O S D E IN-
• Señales de uso ' No se puede ver desde la puerta de la TERVENCIÓN143
vivienda.
• Rodeado por centros públicos ' No se puede ver desde la ventana de
I- la vivienda. La perspectiva ambientalista que ahora se expone, con profundas
rsyusiBqiis •iünElipt'. > No se puede ver desde el porche o connotaciones ecológicas, enraiza con el pensamiento prevencionista de
balcón de la vivienda la sociología urbana (Escuela de Chicago) cuya herencia recogerían
Fuente: GARRIDO GENOVÉS, V., Delincuencia y sociedad, cit., pág. 220. posteriormente los geógrafos del delito (GEORGES-ABEYIE, etc.), y los
más variados modelos psicosociales (teorías estructural-funcionalistas,
del aprendizaje, subculturales, del control social, interaccionistas, etc.).
El autor obtiene dos conclusiones^'*".
a) Los datos ambientales que incrementan el acceso o limitan la oportunidad de Surge a mediados de los años sesenta como reacción, por un a parte,
l y •«•) observación de las áreas públicas no son factores decisivos para explicar la al desencanto y crisis producida en el seno de los modelos psicológicos
delincuencia, conclusión avalada por las opiniones recogidas en las entrevistas. Sí clínicos —y en la propia praxis (escepticismo ante los efectos de la
-íWo
lo son, sin embargo, en relación a aquellas áreas ubicadas en el interior de los
S'jídi grandes edificios y bloques de viviendas (vg., zonas oscuras, corredores, etc.). psicoterapia, insatisfacción por el resultado de los modelos de entrena-
b) De acuerdo con la tesis de NEWMAN, el sentido de responsabilidad comuni- miento psicológico—); de otra, como expresión de u n cambio sociopolítico
taria o de autorresponsabilización con los problemas del área es más acusado en obvio, que exigía un papel más activo de las pequeñas comunidades, en
aoíiiS!
eod.'íif:
aquellos espacios que tienen un acceso limitado y proveen amplias oportunidades perjuicio del monopolio ejercido hasta entonces por el poder central. Muy
de observación o control. ligada a la «Psicología ambiental», la denominada «Psicología comuni-
9b "^i'"
taria» se caracteriza por su trasfondo ecológico y por la orientación de
Parece obvio, pues, que es necesario resaltar la importancia del éste tanto hacia las personas como hacia los sistemas"*, esto es, por un
ambiente físico en el escenario del delito. Ahora bien, la obra de BOOTH concepto nuevo de «intervención», de su objeto, técnicas y destinatarios.
demuestra que es insatisfactorio un concepto «monolítico» de espacio
basado exclusivamente en datos físicos, con desprecio de la dimensión Punto de partida de la psicología comunitaria es la constatación del impacto
negativo de las instancias oficiales (Policía, tribunales de justicia e instituciones
«social» del medio: es imprescindible ponderar las variables del vecinda- penitenciarias) legales en la solución del «problema criminal», sobre todo en el
rio (estabilidad, composición y organización)^^^. El elevado costo econó- marco de los grandes núcleos urbanos úonúQ la participación de la comunidadSQ
mico de un a reconstrucción del ambiente físico es otra de las objeciones
reahstas que pone a prueba la viabilidad de algunas propuestas
142
i «TT^ait En este sentido, GARRIDO GENOVES, V., Delincuencia y sociedad, cit., pág, 221.
143
•5t IJT Sobre el problema, vid., por todos, CLEMENTE DÍAZ, M., La orientación conuuii-
n'j>jj.4.T.YÍ taria en el estudio de la delincuencia, en: Psicología social y sistema penal, cit., págs.
140
Cfr. GARRIDO GENOVES, V., Delincuencia y sociedad, cit., págs. 220 y 221. 383 y ss., de la que se toma la información expuesta.
141 144
Así, BOOTH, criticando a NEWMAN (The built environment as a crime..., cit-, Así, NIETZEL, M. T., Crime and its modification: a social learning perspective,
págs. 568 y 569). Cfr. GARRIDO GENOVÉS, V., Delincuencia y sociedad, cit., pág- New York 1979, Pergamon Press. Cfr. CLEMENTE DÍAZ, M., La orientación
221. comunitaria, cit., pág. 390.
782 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 783
halla muy debilitada. De ahí que se perfilen dos orientaciones teóricas: una radical Una intervención comunitaria efectiva, desde un punto de vista
que propugna la no intervención absoluta, y otra moderada, que sugiere la exclusiva
intervención de cada comunidad afectada por el crimen mediante «centros sociales»
onductual, respondería a las siguientes directrices, según NIETZEL:
" " " e instituciones mediadoras intermedias. La primera, representada, entre otros, por
m a) La intervención tendría u n impacto preventivo. Si no de prevención
._„. SCHURR"^ entiende que la mejor manera de prevenir la criminalidad es no
orimaria, sí al menos de prevención secundaria.
» pj intervenir, no hacer nada, ya que cualquier intervención, como la experiencia
» i j ; demuestra, produce resultados no deseados, incluso criminógenos. El fracaso del Desde CAPLAN, suelen distinguirse tres clases de prevención: la primaria, la
40' sinfín de programas emprendidos hasta la fecha^'*'' se invoca por los partidarios de secundaria y la terciaria. La primaria actúa sobre toda la sociedad, antes de que se
A J Í í la «radical-non intervention». Por el contrario, el principio de la «no intervención llegue a producir y manifestar el problema (así, los programas que Intensifican
- 0 3 activa» o de la «intervención comunitaria», propugnada, entre otros, por NIETZEL, procesos de educación, o una más justa distribución de la riqueza, o un incremento
^ _ . invoca la necesidad de una «reorganización de la vida urbana, estimulando las de la ocupación). A la prevención primaria se han dirigido los programas de
'^ instituciones mediadoras entre la vida particular y privada del ciudadano y las psicología ambiental de prevención del delito (vg., «Defensible space»). La preven-
' '"* instituciones públicas»^'*' y pone el acento en los denominados centros sociales ción secundaria caracteriza aquellas intervenciones que inciden en sectores espe-
y en la familia como unidad socializadora del individuo cuyos vínculos primarios cíficos de la población, en los que cabe suponer que el problema social se presentará
, j p ¿ ^ debilita la gran ciudad—. Dichos «centros sociales» pretenderían, pues, robustecer prioritariamente. A este modelo responden los programas realizados, desde una
r . los vínculos familiares y comunales, fomentar las relaciones entre los distintos óptica estructural funcionalista, en sectores deprimidos, clases más desfavorecidas,
. '^ grupos de la comunidad y organizar programas destinados al bienestar de la misma, predelincuentes, barrios bajos, etc.: operan selectivamente, y en un momento
nnrit ^^^ y^g participación activa de los individuos en los problemas de sus comunida- posterior. Por último, la denominada prevención terciaria —institucional o no
ao[3¿:, des'*^. institucionalizada^ tiene como destinatario el delincuente, el penado^^".
,8,GJ8xltó/IOí»nüI-iBlíJJaíJ'fl39 SBílOSJ,) a9!BÍ0OaOD£aCI ÜQÍebO'
La Psicología comunitaria responde a u na orientación fundamental- b) La intervención tendrá lugar en aquellos lugares donde se presenta
mente conductual (lo que no es sinónimo de «conductista»). Ello es lógico, el problema (orientación ecológica), en la propia comunidad.
porque dicha orientación —y no otras, como la intrapsíquica, la biológi-
Los programas comunitarios no pueden ser «islas institucionales», desvinculados
co-conductual de la personalidad, o el propio conductismo puro— es la del ambiente «local» donde se desenvuelve el individuo. No basta, tampoco, con que
más ajustada a los fines perseguidos: la intervención fuera del labora- tengan lugar «en» la comunidad, sino que han de estar «basados» en ella. Un
torio, que despliegue su eficacia en la misma comunidad. programa comunitario debe ofrecer al individuo, por ejemplo, asesoramiento legal,
asistencia médica y psicológica; debe dotarle de habilidades sociales para que sea
no '- En efecto, la denominada Psicología comunitaria parte del reconocimiento de capaz de conseguirse un empleo, instrucción suficiente, etc.^''^
y que el aprendizaje humano se desarrolla, ante todo, gracias a la mediación de una
serie compleja de procesos cognitivos superiores (vg., atención, memoria, pensa-
miento, lenguaje, etc.), y de que el aprendizaje por información verbal, básico en c) La intervención no se conforma con pretender una adaptación
®' multitud de programas comunitarios, carece de sentido al margen del aprendizaje personal del individuo, como si éste fuere el único destinatario. Preten-
" sociar"^ de, sobre todo, producir cambios institucionales, objetivo prioritario, que
trasciende el individualismo convencional y microscópico.
4
t' >^nCO Ü 3 9 BilBÍinun'C • A . n n l n »^n pi í.( H|tiB'
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Este nuevo enfoque permite operar con variable psicosociales en el
5 r)«> ^1^- > 1, momento de prevenir el crimen eficazmente.
•^^íiMfdo'^^''^^'^'''^ ^rv«i>mt. 'sbfisihat Su postulado, pues, podría definirse así: incidiendo sólo en el individuo, no
"= SCHURR, E. M., Radical-noiíIntervention, Englewood Cliffs, 1973, Prentice Hall. siempre se acaba modificando el sistema, el medio; sin embargo, modificando la
Cfr. CLEMENTE DÍAZ, M., La orientación comunitaria, cit., pág. 391. institución, es probable que modifiquemos también al individuo. Una reorganización
"^^ Cfr. CLEMENTE DÍAZ, M., La orientación comunitaria, cit., pág. 391. ambiental incide, también, en la conducta de los miembros de la institución^^l
"^ Así, JIMÉNEZ DURILLO, F., Tratamiento y prevención de la delincuencia («vio-
. :, lencia y marginación social»), por JIMÉNEZ BURILLO, F., y otros, 1982, Murcia.
150
Secretariado de Publicaciones de la Universidad, págs. 29 a 42. Cfr. CLEMENl-C' Cfr. CLEMENTE DÍAZ, M., op. cit., pág. 383 y ss.
151
DÍAZ, M., ibídem. Vid. SMYKLA, J. O., Community-Bassed corrections: principies and practicas,
"** Vid. ANDER-EGG, E., Metodología y práctica del desarrollo de la comunidad, 1980, New York McMlllanPublisher, Co., 1981. Cfr. CLEMENTE DÍAZ, M., op. cit., págs.
Barcelona. El Ateneo. Cfr. CLEMENTE DÍAZ, op. cit., págs. 391 y ss. 393 y ss.
152
"^ Cfr. CLEMENTE DÍAZ, M., op. cit., pág. 392. Cfr. CLEMENTE DÍAZ, M., op. cit., págs. 392 y ss.
7^ ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA
< Existirían, a su juicio, dos formas de sociedad: la mecánica y la 2') La tesis durkhaniana de la normalidad del delito, ya paradigmática,
orgánica''. es sugestiva en su fundamentación y fecunda en consecuencias político-
La primera responde a los estadios más primitivos de la evolución social. Es una criminales. El símil del «dolor» como síntoma de «enfermedad» constitu-
mBi sociedad autosuficiente, monolítica, uniforme. Cuenta con una mínima división del ye su punto de partida'^ y puede sintetizarse en dos proposiciones:
trabajo e idénticos valores compartidos por todos sus miembros. La solidaridad
social descansa en la uniformidad, y los grupos que la integran se hallan relativamen- Primera. La posibilidad de que se produzcan conductas «desviadas»
te incomunicados entre sí. es inevitable, desde el momento en que la «convivencia social» se concibe
Por el contrario, la sociedad «orgánica» —más compleja, dinámica y evolucio- como convivencia «reglada» (las «reglas» sociales sólo son susceptibles de
aaor nada— acusa una notoria división del trabajo: sus diferentes segmentos dependen
un cumplimiento parcial).
unos de otros. La solidaridad social se obtiene de la diversidad de funciones que
desempeñan aquéllos. Segunda. Las formas de la conducta «anémica» están predetermina-
das, caso a caso, por el tipo social dominante y su estado de desarrollo^^.
Ajuicio de DURKHEIM, el Derecho cumple u na distinta función en
Toda sociedad, advierte DURKHEIM, mantiene su cohesión interna
cada uno de estos modelos de sociedad; y el crimen, en consecuencia
(«solidaridad social») mediante la presión que ejerce la conciencia
requiere, también, un a valoración distinta.
colectiva (uniformidad) sobre sus individuos (diversidad). Dicha presión
En la sociedad «mecánica», la ley preserva la solidaridad social reforzan- admite los más diversos grados: desde la mera reprobación «moral» de
do la uniformidad de sus miembros en torno al grupo. Por ello, la función la conducta a la imposición de un a «pena». Pero inevitablemente siem-
del Derecho se agota en la represión de toda conducta que se desvíe de las pre existirá un grupo de personas, más o menos numeroso, pero en todo
normas vigentes en un momento determinado. En la «orgánica», por el caso identificable, que no satisfará las exigencias de uniformidad de
contrario, el rol del Derecho consiste en regular la necesaria interacción de
los grupos que la componen, arbitrando los oportunos mecanismos ib iHa..UJiuy! -i*;***rfí^i^*yf|:iM:!:>iUtó:4;|,j^í;iAiii-, «S víl.«i|.í-
u n a sociedad incapaz de regular satisfactoriamente las relaciones entre la Aig'/'¿TO/7consolaba a los obreros, enseñándoles a contentarse con su suerte; les
«productores-consumidores» y «empresarios-asalariados, obreros»; o de mostraba que el orden social es providencial y les hacia esperar de un mundo futuro
definir el significado del trabajo para el individuo^^. las justas compensaciones a las desigualdades de éste. Moderaba, por otra parte,
a los patronos, recordándoles que los intereses terrenos deben subordinarse a otros
íW En su obra posterior, El suicidio, DURKHEIM desarrolla la teoría de más elevados. El propio poder temporal por la supremacía que ejercía sobre la
la anemia al constatar estadísticamente que las tasas de suicidio se actividad económica, convenía su desarrollo...; y las corporacionesáe los diversos
incrementan de modo significativo tanto en períodos de depresión como oficios, al reglamentar los salarios, el precio de los productos y la producción misma,
fijaban indirectamente el nivel medio de las rentas, nivel éste que, porfuerza, permite
de prosperidad económica; aparente contrasentido que atribuye a la efi buena medida regular las necesidades.
trascendencia no ya de la efectiva regulación social de las interacciones
económicas de los diversos grupos, sino de cómo percibe el individuo sus
En la moderna sociedad, dichos «poderes morales» h a n experimenta-
necesidades y el modo en que son satisfechas. El suicidio (anómico) no
do una profunda crisis, desmoronándose el entramado de reglamenta-
tiene su origen en la pobreza —la miseria protege contra el suicidio—,
ciones que aportaban coherencia y equilibrio a sus miembros. La religión
sino en u n a situación de crisis o de desorganización colectiva; cuando la
ha perdido su imperio. Los poderes públicos asumen y practican el
sociedad no está en condiciones de ejercer el necesario «poder regulador»
ideario del laissez faire, dando rienda suelta a las incontroladas apeten-
que sirve de límite y moderación a las pasiones y expectativas individua-
cias de las fuerzas económicas, que se ven liberadas de todo límite. Dejan
les, pero que hace posible, también, la satisfacción de las mismas en un
de ser u n factor regulador y moderador de la vida económica para
contexto general de equilibrio y armonía^®. H>lHUa abi
convertirse en instrumento y servidor de ésta. Explosiona la «apoteosis
-íRgílO? La felicidad de los seres vivos, argumenta DURKHEIM, descansa en el equilibrio del bienestar», convertido en fin supremo de los individuos y sociedades.
5ul; entre necesidades y mediosúQ satisfacerlas. Los animales consiguen el mismo con De este modo, se genera un estado de crisis permanente que deviene
''•"' una espontaneidad automática porque dependen de condiciones puramente «ma-
tjft feriales». No así el fiombre, cuya sensibilidad es un abismo sin fondo que nada
normal (anomia)^^
\^ puede colmar. Ni en la constitución orgánica, ni en la psicológica, del ser tiumano se Por ello, según DURKHEIM, la anomia es un factor regular y
Qj^ encuentran límites a sus pasiones. Sólo, pues, un poder regulador moral y externo
al individuo es capaz de «limitar» las «necesidades» de éste, de «moderarlas»,
específico de suicidios: u na de las fuentes que alimenta su contingente
' ' poniéndolas en armonía con los «medios» y fiaciendo factible la satisfacción de las anual. Suicidio —el anómico— que difiere, por su etiología, de otras
mismas^' modalidades de suicidio (el egoísta y el altruista) de distinta estructura.
JiJ RT, í\5ff\r\r^r\ \\\ M trí^mr>/^«^ í \;^, -^ta > 1 i \ r <
El suicidio «egoísta», afirma DURKHEIM, se debe a que los hombres no perciben
La sociedad, en efecto, h a trazado históricamente diversos modelos de ya la razón de estar en la vida; el «altruista», a que esta razón les parece encontrarse
«reglamentación», modelos más o menos satisfactorios, pero en todo caso fuera de la misma vida; el «anómico», del sufrimiento que produce una vida
«útiles», porque cuando se limitan las expectativas, dice DURKHEIM, desorganizada; esto es, no de la manera de estar ligados los individuos a la
IfciOi
sociedad, sino del modo en que ésta disciplina sus vida^^.
«cada uno, por lo menos en general, está entonces en armonía con su
condición y no desea más que lo que puede legítimamente esperar»^". ^m(?«
Í>U ?.3jr; B) Teoría anómica de MERTON
La sociedad tradicional, añade DURKHEIM, había conseguido dicho equilibrio
mediante un sistema de «poderes morales» que disciplinaban la vida humana en Robert K. MERTON, en u n conocido trabajo publicado en 1938, que
todos sus ámbitos. En las relaciones socioeconómicas e industriales, por ejemplo. después revisaría y ampliaría^^, desarrolló la teoría de la anomia
sometiendo a un severo análisis las contradicciones estructurales de la material como meta máxima y obligada para todos los ciudadanos,
sociedad norteamericana industrial. mientras la estructura social restringe a ciertos grupos de la población
el acceso efectivo por vías institucionales lícitas a dichas aspiraciones^^.
<íi^ Según MERTON, existía un a acusada tendencia en la teoría psicoló-
gica y sociológica de los dos últimos decenios a atribuir el funcionamien- Así fundamenta MERTON las dos proposiciones^básicas de su teoría
to defectuoso de las estructuras sociales a las deficiencias del control de la anomia: <>p r>(r\r»'~pi r
social sobre los impulsos biológicos imperiosos del hombre. A su juicio, 1'. Las contradicciones de la estructura cultural (objetivos) y la
sin embargo, la frecuencia variable de la conducta disconforme o desvia- estructura social (medios institucionalizados) producen u na tendencia
da y el hecho comprobado de que ésta sigue pautas y formas distintas en a la anomia en la sociedad americana que afecta con particular intensi-
las diferentes estructuras sociales contradicen tal hipótesis. dad a las clases bajas.
P a r a MERTON, la conducta «desviada» es u n a reacción, normal Toda sociedad traza los objetivos y metas culturales que constituyen
(esperada) a las contradicciones de las estructuras sociales. el marco de referencia de las expectativas y ambiciones de sus miembros.
;K La estructura social ejerce u na presión definida sobre los,miembros Pero al propio tiempo define, también, regula y controla los modos
de la sociedad que les induce a adoptar comportamientos «disconformes». admisibles de alcanzar aquéllos: cauces institucionalizados que suelen
Pero las tasas más elevadas de éstos se concentran en determinados coincidir con los sentimientos de la mayoría, no regidos necesariamente
grupos, lo que demuestra que no dependen de las tendencias biológicas por la idea de eficacia, sino por representaciones axiológicas, de «va-
individuales, sino del impacto diferencial de dicha «presión», que se lor» 26
- . t . „.;.., J „ _r...
experimenta en función de las respectivas situaciones sociales. La El adecuado equilibrio entre las dos fases dé la estructura social, propio de una
conducta desviada, por tanto, es la reacción normal: u n modo de sociedad bien integrada, puede quebrarse en dos supuestos limite: cuando se
concede una importancia casi exclusiva a la obtención, a toda costa, de los objetivos
adaptación individual a las contradicciones de la estructura sociaP''.
culturales sin el correlativo respeto de los procedimientos institucionalizados que
33- Su diagnóstico, como veremos, discrepa en diversos extremos del análisis delimitan el acceso legitimo a los mismos (el caso, según MERTON, de la sociedad
durkhaniano. Las «necesidades» del individuo que la sociedad no es capaz de norteamericana); o cuando, en sentido contrario, se olvidan aquéllos y la adhesión
ai
«satisfacer», no son necesidades «naturales» —como entendiera DURKHEIM— estricta a la conducta institucionalmente prescrita se convierte en un rito (sociedad
sino cu/tura/es, creadas e impuestas por la propia estructura cultural. La «cultura», tradicionalista «neofóbica» que hace del conformismo y la estabilidad su meta
por tanto, en lugar de limitar y moderar dichas apetencias, las //7c//'5/provoca, de máxima).
modo que la conducta desviada aparece como mecanismo de adaptación normal del
individuo a disfunciones estructurales en el seno de la misma sociedad. Por otra
Ajuicio de MERTON, la cultura norteamericana exalta como valor
parte, mientras DURKHEIM veía en la «anomia» una situación de crisis transitoria
del poder social de regulación, debida al acelerado y desorganizado cambio social supremo la acumulación de riqueza, símbolo de éxito y prestigio, de
impuesto por el proceso de industrialización, MERTON define aquélla como una status social.
disfunción estructural endémica, crónica, estable, inherente a cierto modelo de
El dinero, por su carácter altamente abstracto, anónimo e impersonal, es el
sociedad (la norteamericana), cuyas contradicciones internas producen una tenden-
,,;; criterio más adecuado para expresar esa meta: no importa de qué forma se ha
cia a la misma, que incide de modo desigual en los diversos grupos sociales.
«cuello blanco» demuestran que no es exclusiva de las clases bajas. Pero parte de u n individuo que, sin embargo, permanece sumiso a las normas
aun a pesar de la «ideología de clases abiertas» de la sociedad americana institucionalizadas. Consciente de la imposibilidad de acceder a aquél y
la presión de la estructura social es más acusada en estas últimas de los riesgos de frustración de las «altas aspiraciones», el individuo
porque encuentran obstáculos insalvables para acceder a los objetivos neutraliza la intensa ansiedad por el status rebajando el nivel de sus
culturales. Por ello, también, el comportamiento «innovador» se concen- propias aspiraciones (renuncia o autorreducción de las metas cultura-
tra prioritariamente en la «lower class». Cuando los canales de movili- les): opta por la seguridad que le reporta el férreo y rutinario acatamien-
dad vertical se cierran en u n a sociedad que exalta la opulencia económi- to de las normas institucionalizadas y se aferra ciegamente a éstas.
ca y el ascenso social de todos sus miembros, la conducta desviada se
La reacción ritualista, aun cuando no suela contemplarse como «problema
convierte en la «reacción normal» de los estratos menos favorecidos^^
social", responde a la estructura del comportamiento desviado. El individuo se
convierte en un «virtuoso de la burocracia», sometiéndose de modo tan extremo a
Este análisis teórico explica, según MERTON, las diversas correla-
las reglamentaciones por el profundo complejo de culpa que genera su no confor-
ciones entre la delincuencia y la pobreza. midad con los objetivos culturales. El ritualismo social, además, puede incubar
"3U3 \
agudas respuestas de genuina «rebeldía», ya que periodos prolongados de intensa
• atiaie « La pobreza no es una variable aislada que opere de la misma manera en todas
sumisión desencadenan, a menudo, explosiones de rechazo de los propios cauces
-'"DíjíTÍn Partes; es una más dentro de un complejo de variables sociales y culturales
institucionalizados (rebeldía).
g. interdependientes e identificables como tales. La pobreza en sí y la consiguiente
limitación de las oportunidades no bastan para producir un alto índice de conducta
,\'; . criminal. Ni siquiera la notoria pobreza en medio de la abundancia conduce Los individuos de la clase media se hallan significativamente repre-
necesariamente a este resultado. Pero cuando la pobreza y las desventajas que sentados en este modo de adaptación, ya que las pautas de socialización
comporta en la competencia por los valores culturales aprobados por todos los de aquélla fomentan la estructura caracterológica más predispuesta al
Bhíü miembros de la sociedad van unidas a un gran énfasis cultural en el éxito pecuniario
VíO"l como objetivo dominante, los elevados índices de conducta criminal son el resultado ritualismo: es en la clase media baja donde los padres ejercen una
«normal». Las estadísticas elementales (y no necesariamente fidedignas) de la presión más continua y eficaz sobre sus hijos para que acepten los
delincuencia indican que la pobreza tiene menos relación con la delincuencia en la imperativos de éxito y ascenso social.
rtoic, Europa sudorienta! que en los Estados Unidos. Las posibilidades económicas de los
pobres en dichas zonas europeas parecen más limitadas incluso que en los Estados c') Retraimiento^^.—Se t r a t a de u na respuesta estrictamente «indivi-
Unidos, de modo que ni la pobreza ni la correspondiente restricción de las oportu- dual» y «minoritaria» caracterizada por el rechazo simultáneo de los
nidades bastan para explicar la diferencia de la correlación. Sin embargo, cuando objetivos culturales y de los medios institucionalizados. Quienes optan
tenemos en cuenta la configuración general —pobreza, limitación de oportunidades
-íí) é'.e y asignación de objetivos culturales— parece posible encontrar una explicación de por ella (psicóticos, parias, vagabundos, proscritos, drogodependientes,
por qué en nuestra sociedad existe una mayor correlación entre la pobreza y la etc.), constituyen, en términos sociológicos, un verdadero «cuerpo extra-
delincuencia que en otras sociedades caracterizadas por una estructura de clases ño», están en la sociedad pero no forman parte de la sociedad. La
'-'\ • rígida y por símbolos del éxito diferentes para cada clase»='^. sociedad, además, les rechaza porque no aportan nada positivo a la
misma.
b') Ritualismo^*.—Este modo de adaptación implica u na actitud de
En efecto, el «conformista» contribuye al buen funcionamiento del engranaje
rechazo de los elevados objetivos culturales del éxito económico por
social; el «retraído», por el contrario, parece un «riesgo improductivo». El «innova-
dor» tampoco acata los «medios institucionalizados», pero, al menos, es «listo» e
intenta, a toda costa, acceder a los objetivos culturales, mientras aquél ni siquiera
Í'D hí'jo'i
atribuye valor al éxito; como el «ritualista» el «retraído» rechaza, también, las
aspiraciones que define la estructura cultural, pero el primero respeta las costum-
MEETON, R K , Estructura social y anomia, cit, págs 82 a 86rtT^Hphi(Hnr
• ' ' bres, el retraído» presta escasa atención a las prácticas institucionales.
^^ MERTON, R. K., Estructura social y anomia, cit., pag. 88. P a r a otras explicaciones
f
teóricas sobre la incidencia de la pobreza en la criminalidad, vid. SCHNEIDER, H.
J., Kriminologie, cit., págs. 404 y ss. Sobre la correlación «nivel socioeconómico» y
«delincuencia», vid. GARRIDO GENOVES, V., y SANCHÍS MIR, J. R. (Nivel
socioeconómico y delincuencia), en: Delincuencia. Teoría e investigación, cit., págs.
237 y ss.
Vid. MERTON, R. K , Estructura social y anomia, cit., págs. 92 a 96. g Vid. MERTON, R. K., Estructura social y anomia, cit., págs. 96 a 100.
800 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 801
Desde un punto de vista etiológico, el retraimiento expresa u n a vagancia y demás manifestaciones evasivas del individuo. La trascen-
conducta evasiva, de derrotismo, quietismo y resignación, ante un dencia criminal del tipo rebelión será más frecuente, sobre todo cuando
conflicto: es un mecanismo de huida. El individuo lucha entre dos se matice políticamente e implique la ejecución de actos en sí mismos
opciones contrapuestas: acatar la obligación moral interiorizada, si- delictivos. Por último, la reacción innovadora no debe reputarse por
guiendo las vías legales que conducen de hecho al fracaso, o dejarse fuerza criminal, aunque lo será si los procedimientos «eficaces» que
llevar por las presiones que le sugieren el uso de medios eficaces, pero escoge el desviado en lugar de los institucionalizados tienen tal carácter.
ilegales, ya que no puede acudir a procedimientos a la vez legítimos y En el caso particular de las altas finanzas no siempre será fácil delimitar
exitosos. El conflicto se resuelve entonces de modo drástico: abandonan- un «buen negocio» de u n a «colosal defraudación»^'^.
do tanto los objetivos culturales como los medios institucionalizados, con Recientemente se ha acudido al expediente teórico de la anomia para explicar
una huida completa. No esperará ya ninguna de las recompensas del el perfil y tendencias muy singulares de la criminalidad en los antes llamados «Países
sistema, pero se librará de las fi"ustraciones inherentes a u n a búsqueda del Bloque del Este» cuando a finales de la década de los ochenta y comienzos de
continua y estéril de aquéllas. .'ÍW^ &WV los noventa pasaron de forma súbita y acelerada del modelo socialista a la economía
de mercado y al régimen de las libertades sin un período de transición que permitiera
asoüsa En todo caso, el retraimiento es un modo de adaptación «individual» y realizar previamente los cambios y reajustes imprescindible que tan radical convul-
personalísimo, no colectivo. Incluso cuando este «desviado» entre en contacto con sión política, social y económica reclamaba, en la sociedad y en sus ciudadanos^''.
otros y participe de sus subculturas, no cabe la unificación con éstos bajo la égida El sentimiento de desorientación, inseguridad y frustración que experimenta el
de un nuevo credo cultural. ¡m-mj: ciudadano como consecuencia del repentino derrumbamiento de los valores tradi-
cionales explicaría según este enfoque teórico el alarmante incremento de los
nc índices de criminalidad y el perfil de ésta.
f p d') Rebelión^"^.—Como tipo de adaptación colectiva, lleva a lo indivi-
duos situados fiíera de la estructura social ambiental a imaginar y tratar
61 «<"' '-'-& ••aj|^._3up-,pt
de conseguir u n nuevo orden social. U n orden social radicalmente
distinto, dotado de normas culturales y representaciones del éxito más
3. C O N E X I Ó N D E LA TEORÍA D E LA ANOMIA CON OTROS
satisfactorias que establezca u n a correcta correspondencia entre las • ^Kjri JLJ " • T ^ j o m ;
MODELOS
ideas de mérito, esfuerzo y recompensa.
„,; A diferencia del mero «resentimiento», la rebelión reclama un verda-
La teoría de la anomia h a sido objeto de numerosas formulaciones que
dero cambio de valores.
desarrollan y enriquecen el esquema inicial de DURKHEIM y MERTON.
Desde un punto de vista «dinámico», la rebelión tiene dos momentos: en el
primero, se niega la adhesión a la estructura social, declarando al sistema barrera Pero, también, constituye el punto departida de otras teorías ajenas
u obstáculo insalvable para la satisfacción de objetivos legitimados; en el segundo, al estructural-funcionalismo. Parece necesario resaltar aquí su co-
se transfiere dicha adhesión a nuevos grupos poseedores de nuevos mitos. El nexión con el enfoque subcultural y el giro psicosociológico que experi-
«mito», por ello, cumple una doble función: atribuye a la estructura social la causa
menta en la obra de CLOWARD y OHLIN, sin perjuicio de que tanto las
jig de todas las frustraciones y presenta a los ciudadanos capaces una alternativa viable
¡3v a aquélla. t e o r í a s s u b c u l t u r a l e s ( C O H É N ) , como l a s del a p r e n d i z a j e
fi ^:*;;- ¿-í ?o"3m fs ,oieq ,<^3obBsil6noiDuli?ani eoibsm» eol BÍBOB oooamBí «ic! (SUTHERLAND) o la de la «oportunidad diferencial» (CLOWARD y
La releyanciapenal de los cinco «modos de adaptación» es, lógicamen- . í'Lfi teh i#fó'nftn\íÍRol!ífétTflo'á-^-i-'R%9bi8no'j TOJLia I-Í ,?,hm'<hA .5661 J['ÍHY' vw<*H
te, diversa. La respuesta «conformista» no plantea problemas. Tampoco
la ritualista, por su rígido apego a las normas institucionalizadas. La
opción del retraimiento puede adquirir connotaciones criminales en la Cfr. VOLD, G. B., Theoretical Criminology, cit., pág. 217.
^** Vid. FRANKOWSKI, S. y WASEK, A., Evolution of the Polish criminal Justice
medida en que la ley penal contemple y prohiba la drogadicción, System after world war two. An overview. En: European Journal of crime, criminal
law and criminal justice, 2 (1993), págs. 143 y ss.; Cfr., por todos, KURY, H.,
OBERGFELL-FUCHS, J. y FERDINAND, Th., Desarrollo de la sociedad y evolu-
ción de la delincuencia: una comparación internacional, en: Revista de Derecho
Vid. MERTON, R. K., Estructura social y anomia, cit., págs. 100 y ss. Penal y Criminología (2« Época), Uned, n^^ 6 (Julio del 2000), págs. 312 y 317.
802 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 803
W
OHLIN), se analicen con el necesario detenimiento en otros capítulos de pero las teorías subculturales lejos de romper con la tradición
esta misma obra. niertoniana, h a n procurado conciliar ésta con las directrices ecológicas
.t^ ^ 1') La «anomia» como explicación de la delincuencia de bandas («gang
¿e la Escuela de Chicago, partidaria de u n a visión pluralista de la
sociedad. El matiz diferencial entre uno y otro enfoque de la criminali- 6e.
delinquency»).- c ^ y t . t u ' - V a 1^4-. ^ dad de las bandas reside en que la teoría ecológica centra su análisis en
COHEN^'', como es sabido, se sirvió del estructuralismo mertoniano ia estructura interna délas bandas, mientras la subcultural se ocupa de
para analizar el problema de la criminalidad de las bandas. A su juicio las condiciones sociales que dan origen a la formación de las mismas''^.
el comportamiento criminal juvenil se produce más en grupos que de
2') La variantepsicosociológica de CLOWARD y OHLIN (teoría de la
forma individual. Y la mayoría de las veces se t r a t a de una rebelión
oportunidad diferencial)*^.
simbólica (no utilitaria), maliciosa y negativa (destructiva) contra los
valores de las clases medias por parte de individuos de las clases bajas CLOWARD y OHLIN contribuirían decisivamente a la integración
que pretenden de este modo conseguir unstatusy consideración entre los de las tesis anómicas y las subculturales, aportando u n enfoque más
componentes del propio grupo. matizado que entronca con la tradición ecológica y las teorías del
aprendizaje.
No obstante —y a pesar de que las teorías anómicas y las subculturales parecen
•;9 • llamadas a la integración""— el análisis de MERTON y el de COHÉN difieren en La teoría de la «oportunidad diferencial» subraya la trascendencia del
extremos esenciales. Para MERTON el crimen tiene naturaleza «utilitaria». Para
barrio o vecindad en orden al aprendizaje y posibilidad efectiva de ejercitar
COHÉN, simbólica. En MERTON, la conducta desviada es una opción o respuesta
«individual»; en COHÉN, una respuesta colectiva, de grupo. Según MERTON, el el rol criminal*''. Mientras MERTON mantiene que la clase baja tiene un
desviado busca con su conducta el éxito económico. Según COHÉN, un s/5/¿/5que acceso muy limitado a la consecución del éxito por vías institucionales
ie dé prestigio entre los suyos. A juicio de MERTON, el delito es un «modo de lícitas, CLOWARD y OHLIN matizan la eficacia de este factor estructural
adaptación» del desviado, que reacciona de este modo a las presiones de la con una referencia a los procesos de aprendizaje y oportunidades diferen-
estructura social. A juicio de COHÉN, un acto de rebelión frente a los valores de las
clases medias, negativo, destructivo. MERTON subraya la finalidad «normal» del
ciales unidos a la pertenencia del miembro de las clases bajas a un barrio
8C o vecindad determinados. Con ello se produce una clara aproximación a los
desviado de acceder —si bien por vías ilegítimas— a los objetivos culturales de las
clases medias. COHÉN enfatiza la idea de «frustración» como determinante deJa enfoques ecológicos de las «áreas criminales» de SHAW y McKAY y a la
respuesta criminal''\ En último término, las teorías anómicas y las subculturales propia teoría del aprendizaje de Sutherland*^.
•JUi parten de dos modelos muy distanciados del orden social .las primeras profesan una
concepción monolíticadel mismo, negando la posibilidad de un pluralismo axiológico Por otra parte, CLOWARD y OHLIN revisan también la concepción subcultural
en el seno de la sociedad; por el contrario, las segundas admiten la existencia de de COHÉN. A diferencia de éste, estiman que no son los jóvenes incapaces de
sistemas de valores divergentes creados por los respectivos subgrupos en torno a acceder por vías lícitas a las pautas culturales de las clases medias quienes
los cuales se organizarían los individuos.*^! Q M t s r t í f t í ^ í a i f t í M a Mi delinquen; sino sólo aquéllos que, estando dotados para alcanzar un sfáfusen dicha
clase media, se ven imposibilitados de hacerlo por las limitaciones derivadas de su
Vid. COHÉN, A. K., Delinquent Boys: The Culture of the Gang. The Free Press, t En este sentido, BALAN, K., Subcultura y delito, en: Delincuencia. Teoría e
New York 1955. Además, el autor considera —apartándose, con ello, del análisis investigación, cit., págs. 152 y ss.
ecológico— que el gang (la zona de las bandas) no carece de «organización», de Vid. CLOWARD R. A., Illegitimate Means, Anomie, and Deviant Behavior, en:
«sistema de normas» o de «control social», sino que cuenta con u n sistema propio y American Sociological Review, 24 (1959), págs. 164 a 176; del mismo autor y
específico en buen estado de funcionamiento. Cfr. GÓPPINGER, H., Criminología, OHLIN, U., Delinquency and Opportunity, New York, Free Press, 1960.
cit., pág. 47. Sobre las concepciones subculturales, en su conexión con el estructu- Así, CLOWARD, R. A., Illegitimate Means, Anomie and Deviant Behavior, cit., pág.
ral-ñincionalismo, vid. VOLD, G. B., Theoretical Criminology, cit., pág. 219 y ss. 168.
Cfr. BARATTA, A., Criminología libérale e ideología della difesa sociale, en: Cfr. VOLD, G. B., Theoretical Criminology, cit., pág. 219; SIEGEL, L. J., Criminology,
Estratto da: La Questione Crimínale, 1 (enero-abril 1975, Bologna, 11 Mulino), West Pubhshing Company, 1983, St. Paul, págs. 186 y ss.; GÓPPINGER, H.
págs. 16 y 17. Bi 3i) m Criminología, cit., pág. 43; BARATTA, A., Criminología libérale e ideología della
Así, VOLD, G. B., Theoretical Criminology, cit., págs. 219 a 221. O i ínat difesa sociale, cit., pág. 17 y ss. ••
804 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 805
clase de procedencia. Además, consideran que la respuesta subcultural no es Las categorías jurídico-penales básicas experimentan, en consecuen-
necesariamente simbólica («no utilitaria»), sino que admitirla varias modalidades cia, una profunda revisión.
(«criminal», «conflictiva» y de «retraimiento») en función de las diversas oportunida-
des ilegítimas que el joven de las clases bajas puede hallar en su medio, con lo que La violación de una norma (delito) se estima socialmente disfuncional,
enriquecen la rígida tipología subcultural de COHEN^^ no ya porque lesione o ponga en peligro determinados bienes jurídicos,
9 BitOaJ Bl msp « 9 9í)t88T 8; sino porque cuestiona la «confianza institucional» en el sistema^^. El
3') El pensamiento estructural-funcionalista inspira, sin duda algu- d'elito es, ante todo, la «expresión simbólica de una falta de fidelidad
na, u n conjunto de teorías que aparecen en el seno de la Sociología hacia el Derecho»: u n a amenaza para la integridad y estabilidad socia-
jurídica alemana moderna (teoría sistémica de la prevención integradora) les^^, particularmente nociva cuando la infracción aparece de modo
y entre cuyos representantes destacan AMELUNG, OTTO, JAKOBS, manifiesto, visible. La teoría sistémica, por ello, adopta un enfoque
LUHMANN, etc.*^ .. , . . „ ;. . , . „ „ T ^ . «sintomatológico», para el que preocupa más la manifestación de u n
En común tienen todas ellas que trasladan el centro de atención al hecho disfuncional que las causas del conflicto mismo que puedan
generar aquél.
sistema social, subordinando a su buen funcionamiento —a la produc-
ción de u n eficaz consenso, por tanto, y sus equivalentes funcionales— Para la teoría sistémica, el Derecho Penal no se limita a proteger bienes jurídicos,
cualquier valoración ético-política, individual o colectiva^**. sino funcione^'*: la confianza institucional en el sistema y la seguridad de los
coasociados en su buen funcionamiento. Este axioma inspira también su concep-
Desde esta óptica sistémica, el individuo no es más que un «subsistema físico- ción «simbólica» de la cuipabiiidad. Para comprobar, fundamentar y graduar ésta no
iBÍic
psíqu¡co»''^ mero centro de imputación o adscripción de responsabilidades, y el importa si el sujeto «pudo» y «debió» comportarse de otro modo: la exigencia
ais s propio Derecho un «instrumento de estabilización social, de orientación de las funcionalista de restablecer la confianza en el Derecho mediante la contraposición
aaÍB acciones y de institucionalización de las expectativas»'^". Al «subsistema penal» simbólica de una pena será el criterio decisivo al respecto, exacerbándose así la
LírTjj corresponde asegurar la «confianza institucional» de los ciudadanos, entendida concepción « normativista», que prescinde de todo contenido psicológico-cognoscitivo
_j,jo^ dicha función como forma de integración en el sistema social (lo que en organizacio- en el juicio de reproche=^^ ^ " " " ' "^ "">•' '-'""^"-^o ^u ,.«.ra%^ on,»,,,
nes elementales llevarían a cabo mecanismos espontáneos de confianza recíproca jlfcOCS ?-^iafjl9Í0 91*n9 89nOÍOB¡91 3Bl
om; entre los individuos de una sociedad).
económicas, déficit cultural, etc.), como mantienen otras teorías socioló- ^ la estructura y tasas de la criminalidad. Pero al margen de estas
gicas. El crimen no tiene su origen en el impacto —nocivo— de ciertos situaciones anémicas, el crimen contribuye positivamente a la estabili-
factores sociales, ni en la descomposición del sistema o el efecto de dad y consolidación del sistema (función «integradora») y al necesario
contagio de u n medio en sí mismo criminógeno. Por el contrario, se cambio social (función «innovadora»)*^^.
estima inseparablemente unido a las estructuras cotidianas de un orden
social «intacto»: al normal funcionamiento de un sistema que «produce» "ijaia lab oinsixut:
delincuentes como también produce ciudadanos honrados®". 5') Legitimación «funcional» de la pena
Como resaltan las teorías de la anomia, el crimen es u n a conducta Para la doctrina funcionalista (teorías «simbólicas» de la pena, teoría
desviada más, que surge de la propia estructura social, de su inadecua- «sistémica», etc.), la pena —como cualquier otra institución social— no
ción o contradicciones internas para satisfacer las demandas y expecta- se justifica por razón de supuestos fines ideales que se atribuyen a la
tivas del individuo; esto es, de u n a crisis, desajuste o déficit estructural misnia (retribución, prevención general, prevención especial), sino por
derivado de la forma de organización o del estado de desarrollo del «tipo las funciones que efectivamente cumple en orden a la conservación del
social». Tales disfunciones, transitorias o inherentes a ciertos modelos sistema y a la confianza de los individuos en el buen funcionamiento de
de sociedad, provocan la conducta irregular como respuesta o modo de éste. Tiene, por ello, un condicionamiento estructural, no axiológico.
adaptación normal del individuo. Desde un enfoque funcionalista, carece de sentido toda discusión
•';::S-.:::*6:t'fcv Of^-u-í-.-^r sobre los fines «resocializadores» de la pena^^, pues al castigo correspon-
de exclusivamente u n a función preventivo-integradora en beneficio de
4') Normalidad y funcionalidad del delito .^^, | ^^.j. la estabilidad del sistema. ívV'V'" ' f ' ' j ' •lis^siíí' <f i
El funcionalismo no sólo aporta u n a teoría macrosociológica sobre la . ;irí 190 Ai-vobBUwHnoiantfiBIIIQKV,; •'" ' •• '-i
génesis de la criminalidad, sino una reflexión profunda en torno a las 'iOíbrM.ff íf^id» ísb 8o,tqs3.noa aoí e obsír^iaB BKÍBA frSie.hh m r\
«funciones positivas» que cumple el delito y su «normalidad». 6') Revisión de los postulados de la dogmática penal liberal
El pensamiento tradicional partía de la nocividad intrínseca de la La exigencia funcionalista de asegurar la confianza institucional en
conducta desviada, síntoma inequívoco de u n a peligrosa patología el sistema comporta u n a profunda revisión de los pilares del Derecho
individual y sociaP^ P a r a la teoría de la anomia, por el contrario, el Penal liberal (conceptos de «delito», «pena», «bien jurídico», «culpabili-
delito es «parte integrante de u n a sociedad sana», y el delincuente, dad», etc.).
«factor del funcionamiento regular de la vida social». Un fenómeno, Para el funcionalismo, el delito interesa más como expresión simbó-
pues, de la «Sociología normal» «la otra cara de la convivencia reglada» lica de infidelidad hacia el Derecho que como lesión o puesta en peligro
ya que las leyes de u n a sociedad orgánica sólo son susceptibles de un de bienes jurídicos. Y lapena, no como instrumento justo orientado a la
cumplimiento parcial (uniformidad versus diversidad). Patológico, en prevención general y a la prevención especial, sino como medio de
todo caso no lo sería el delito mismo (su mera existencia, siempre que no integración y solidaridad social, esto es, como reacción necesaria de la
rebase ciertos límites), sino las alteraciones bruscas e incontrolables de sociedad que asegura la vigencia efectiva (reconocimiento) de sus nor-
mas y restablece la confianza institucional en el sistema.
í'rtolorrinTn.T orrrRivr.traocr \ñ KV.1 (úMfn iTQSS 9 S f i 9 U 3 n í i 3fa
^^ De algún modo puede afirmarse que la proposición más original del funcionalismo
es ésta: reconocer que algo estimado «bueno» y en perfecto estado de funcionamiento
(el sistema) produce algo «malo» (el delito); y que de algo reputado «malo» desde la
óptica del sistema (el delito) derivan cometidos y aportaciones «positivas» para el Sobre las ventajas económicas y de la más variada índole que, por otra parte, depara
sistema mismo (función «integradora» de la conducta desviada). el delito (en orden, por ejemplo, al mantenimiento de ciertas profesiones que viven
^^ Sobre la «nocividad» o «disfuncionalidad» de la desviación en el pensamiento del mismo, de su existencia), vid. EISENBERG, U., Kriminologie, Heymanns
. tradicional, vid. GAECÍA-PABLOS, A., Problemas actuales de la Criminología, cit., Verlag, Kóln-Berlin-Bonn-München, 1979, págs. 62 y ss.
págs. 82 y ss. ,. , Cfr. BARATTA, A., Integración-prevención..., cit., pág. 547.: ohlñ^ih fí,t8S
810 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 811
Desde este punto de vista, el concepto tradicional del bien jurídico se cultural según la situación y status del individuo, etc.). En puridad,
diluye, sustituido por u na ambigua referencia a las «funciones sociales» debieran propiciar un análisis objetivo del fenómeno delictivo, libre de
o necesidades del sistema. La función del Derecho Penal —afirma la prejuicios y excesos defensistas; y la instrumentación consiguiente de
teoría sistémica— no se agota en la tutela estricta de bienes jurídicos ambiciosos programas de controlde la criminalidad, fomentando u na
sino que la trasciende: al Derecho Penal corresponde preservar el buen efectiva igualdad de oportunidades en el acceso de todos a los objetivos
funcionamiento del sistema y la confianza de sus coasociados en el cülturales^^. •«»j*(í4.f* itPM'-^-itH «íf»!«>w»ew?ii •;'**»•
mismo.
Sin embargo, el trasfondo ultraconservador y despersonalizado que
Por idéntica razón, la idea clásica de culpabilidad se normativiza subyace en la doctrina funcionalista sugiere una valoración más caute-
(funcionalizada) hasta sus últimas consecuencias, de modo que la losa.
capacidad del individuo de haber actuado de otra forma no integrará ya
la base del juicio de reproche. La absolutización del sistema; la concepción «simbólica» del delito y
la pena, y la revisión de las categorías fundamentales de la dogmática
La «renormativización» del criterio subjetivo de la imputación penal penal liberal (bien jurídico, culpabilidad, etc.), significan, en términos
significa que aquél (el reproche) se formula tomando como única pauta político-criminales, la crisis de uno de los axiomas más delicados: la
las exigencias funcionalistas de restaurar la confianza institucional en naturaleza subsidiaria del Derecho Penal.
el sistema (normativamente), y no cognoscitivamente; es decir, se
prescinde de todo el sustrato psicológico-individual referido al autor en Por otra parte, el iuspositivismo extremo; y el modelo tecnocrático,
sus concretas circunstancias. acrítico que profesa la teoría funcionalista, generan el riesgo de conver-
tir ésta en un mero instrumento teórico o coartada legitimadora de
Si se repara en la función limitadora del mspuniendiy garantista que cualquier sistema^^ - _ . ,
la dogmática clásica había asignado a los conceptos del «bien jurídico» y
de la «culpabilidad» quedará patente cómo el funcionalismo rechaza los Una perversión no siempre fácil de evitar de los postulados sistémicos,
pilares fundamentales del Derecho Penal «liberal» con los riesgos que tal por ejemplo, conduce a analizar prioritariamente la criminalidad paten-
opción entraña'^''. te y manifiesta, que es la «disfuncional» (desprecio de la criminalidad
oculta), prevaleciendo la «visibilidad diferencial» de la infracción sobre
la etiología real de los conflictos, que no siempre se «producen» en el
7') Implicaciones político-criminales del funcionalismo segmento social d o n d e se e x t e r i o r i z a n (polític a c r i m i n a l
«sintomatológica»), y desde luego, traslada el centro de gravedad de la
No cabe un a valoración político-criminal inequívoca y unitaria de las investigación a la criminalidad de las clases bajas^\ •
teorías funcionalistas, porque de hecho pueden inspirar los más diversos
^ _ „ , , .;-f.b-
y contrapuestos programas de prevención y control del delito. Existe en
todas ellas, sin embargo, u na tendencia de signo conservador endémica,
orientada al mantenimiento del statu quoyasu deliberada y sistemática ^ Sobre la influencia del pensamiento de CLOWARD y OHLIN en programas y
decisiones legislativas concretas de la sociedad norteamericana (The Juvenile
legitimación.
Delinquency Prevention and Control Act de 1961, el programa de lucha contra la
Sería injusto desconocer que algunos de sus postulados rebosan pobreza del presidente Johnson iniciado ya durante la administración Kennedy,
tolerancia y realismo («normalidad» del delito, la conducta desviada etc.), vid. SIEGEL, L. J., Criminology, cit., págs. 191 y ss.; VOLD, G. B., Theoretical
Criminology, cit., págs. 223 y ss.
como «modo de adaptación» a las presiones de la estructura social,
Véanse las observaciones criticas de BARATTA, A., Integración-prevención..., cit.,
diversa intensidad de las contradicciones de la estructura social y la págs. 548 y ss.
Las teorías funcionalistas se preocupan, casi exclusivamente, de la criminalidad de
las clases bajas, como advierte SIEGEL, L. J,, Criminology, cit., pág. 191. El sesgo
w...>fí i."~; ríY:.í"í"i''i •!(""• I ,íriít5n.'i(>:y.'.nA aí> ,aff'
interesado de tal examen se debe, en parte, a sus propias premisas ideológicas: la
suposición de que también las clases «bajas» creen en los «valores» de las clases
En este sentido crítico, BARATTA, A., Integración-prevención..., cit., pág. 537- «medias», y es la imposibilidad efectiva de acceder por vías legítimas a tales
812 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 813
5. R E F L E X I O N E S CRITICAS: VALORACIÓN FINAL También el déficit empírico, que pesa sobre proposiciones t a n signi-
ficativas como la «función integradora» del delito™, carencia que trataría
1'. En el «haber» del estructural-funcionalismo figura, sin duda de colmar con un a poco satisfactoria carga «especulativa».
alguna, la concepción del «crimen» como fenómeno social y normal; como Se le reprocha, igualmente, que establezca una correlación unitaria
u n a manifestación más de «conducta desviada» que, por otra parte e indiscriminada entre la estructura social y el comportamiento desvia-
cumple importantes funciones positivas en orden a la estabilización del do, cuando —objeta u n sector doctrinaF^— debiera verificar la relación
sistema y el cambio social. que existe entre determinados sectores o subsectores de las estructuras
Las teorías anémicas, a diferencia de otras explicaciones sociológicas sociales y concretas manifestaciones delictivas.
del crimen que referían éste al contagio o desorganización social, o a Tal imagen unitaria de la criminalidad suele reputarse ficticia y en
concretos factores sociales, han sabido formular una teoríageneralizadora pugna con la diversidad fenomenológica y etiológica del hecho delictivo.
según la cual el comportamiento desviado es una función del tipo social
dominante y su estado de desarrollo. O, dicho de otro modo: el normal Por último, se le objeta también al funcionalismo que su diagnóstico
funcionamiento del sistema social «produce» criminalidad, y la natura- sobre la génesis de la criminalidad prescinda por completo del compo-
leza de ésta (volum.en, composición, tasas, etcétera) depende de la nente biopsicológico individual que, parece, de algún modo condiciona e
estructura y evolución de cada tipo de sociedad. ,, ^„^ incide en la transmisión, al menos, de cualquier sistema de conducta''^.
- ü'iq ío ,itíGí ais jyA ío-axro'j has rro.rifT9V;»'rí '•QUIQÜ- ™ Así, MAYS, J. B., Crime and the Social Structure, Londres, 1963, pág. 68. Cfr.
GÓPPINGER, H., Criminología, cit., pág. 44.
iiíji objetivos culturales compartidos lo que explica el comportamiento desviado, lógi- ^^ Crítica muy generalizada que formulan, entre otros: COHÉN, A. K., Abweichung
camente más frecuente en aquéllas. Cfr. VOLD, G. B., Theoretical Criminology, cit-, undKontrolle, 1968 (München), págs. 131yss.;HAFERKAMP,H.,Kriminalitátist
pág. 224. normal, 1972 ( S t u t t g a r t ), págs. 48 y ss.; OPP, K. D., K r i m i n a l i t á t u n d
'^^ En este sentido, NETTLER, G., Explaining Crime, New York, McGraw-Hill, 1978 Gesellschaftsstruktur, 1968, (Berlín), Neuwied, páginas 109 y ss.; GERHARDT,
(2^ ed.), págs. 228 a 230. Cfr. VOLD, G. B., Theoretical Criminology, cit., pág. 224. U., Rollenanalyse ais Kritische Soziologie; Soziologische Texte, 72, Berlín (1971),
'^^ En este sentido crítico, LEMERT, E. M., Social Structure, Social Control, and Neuwied, págs. 47 y ss.; Cfr. GÓPPINGER, H., Criminología, cit., pág. 45.
Deviation, en: CLINARD, M. B. (Anomie and Deviant Behavior, New York, 1964, '2 Así, MORRIS, T., A Critique of Área Studies, en: WOLFGANG, M. E., SAVITZ, L.,
.„ i- The Free Press), págs. 57 a 97. Cfr. VOLD, G. B., Theoretical Criminology, cit., pág- y JOHNSTON, N. (edit.), The Sociologyof Crime andDelinquency, 1962, New York-
-v, 224. Londres, págs. 198 y ss. C&. GÓPPINGER, H., Criminología, cit., pág. 45.
814 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA
9 c) El político y político-criminal Sobre las concepciones «subculturales», vid. COHÉN, A. K., Delinquent Boys. The
Culture of the Gang, 1955. Glencoe, Illinois (y London, 1956, Eng. Ed.); del mismo
Desde un punto de vista político —y político-criminal— los esquemas y SHORT, J., Sociological Research in Delinquent Subcultures, en: The Journal of
estructural funcionalistas responden a designios claramente conserva- Social Issues, vol. XIV, n° 3 (1958), págs. 20 a 36; KOBRIN, S., Sociological Aspects
of the Development of a Street Córner Group: an Sploratory Study, en: The
dores del «statu quo» legitimadores de cualquier sistema social.
American Journal of Ortopsychiatry, vol. XXXI, n- 4 (1961), páginas 712-719;
Potencian la «reacción penal» como vía más eficaz de mantenimiento WOLFGANG, M. E., y FERRACUTI, F., The subculture of violence. Towards an
integrated theory in Criminology, Tavistock, 1967, Londres, YINGER, M.,
Contraculture and subculture, en: American Sociological Review, vol. XXV, n- 5
Polarizan el centro de gravedad de la investigación exclusivamente (1960), págs. 625 a 635; CLOWARD, R. A., y OHLIN, L. E., Delinquency and
Opportunities. A Theory of Delinquent Gangs, 1900. Glencoe; MILLER, W. B.,
en torno a la criminalidad «disfuncional», esto es, la criminalidad
Lower-Class Culture as a Generating Milieu of Gang Delinquency, en: The Journal
abierta y ostensible de las clases bajas""^. of Social Issues, vol. XIV, n° 3 (1958), págs. 5 a 19; del mismo: Violent Crime in City
Gang, en: The Annals of the American Academy of Political and Social Sciences, n"
Y propician inevitablemente u n a política criminal sintomatológica —
364 (1966), págs. 96 a 112; SAFFIRSO, L., Saggio introduttivo en CLOWARD, R.
que no etiológica— más atenta a la «manifestación» externa de un A., y OHLIN, L. E., Teoría delle bande delinquenti in America, Bari, Laterza (1968);
conflicto que a las «causas» del mismo"". i'>vfb SHORT, J. F. (Jr.), Differential Association with Delinquent Friends and Delinquent
Behavior, en: Pacific Sociological Review, I n-4 (1958), págs. 220 a 1.225; del mismo:
Street Córner Groups and Patterns of Delinquency: a Progress Report, en: The
,üí>í B J . ' , J ' . 3 Bii j ; I! O 4i<í) jjiíffo'ítijy;) t,
American Cathohc Sociological Review, XXIV, n - 1 (1963), págs. 13 a 32, del mismo
y STRODTBECK, F. L., The Response of Gang Leaders to Status Threats: an
Observation on Group Process and Delinquent Behavior, en: The American Journal
of Sociology, LXVIII, n- 5 (1963), págs. 571 a 579; de ambos: Group Process and
Gang Delinquency, Chicago-Londres, 1965, The University of Chicago Press;
En este sentido, BAKATTA, A., Integracion-provención , c i t , pag-, 534 y ó 44 y ss. WHYTE, W. F., Little Italy. Uno slum italo-americano (edición original: Street
(«modelo tecnocrático»). Córner Society. The Social Structure of an Italian Slum. Chicago, 1943); SYKES,
Limitación de DURKHEIM admite expresamente (vid. Las reglas del método G. H., y MATZA, D., Subterranean Tradition of Youth, en: The Annals of the
sociológico, cit., pág. 86) y que el sector doctrinal reprocha al análisis funcionalista: American Academy of Political and Social Sciences, n° 338 (1961), págs. 102 a 118;
por todos, GÓPPINGER, H., Criminología, cit., pág. 45. MATZA, D., y SYKES, G. M., Juvenile Dehnquency and Subterranean Valúes, en:
En este sentido, GAECÍA-PABLOS, A., Problemas actuales de la Criminología, cit., American Sociological Review, XXVI, n= 5 (1961), págs. 712 a 719; J. E. HALL
pág. 90. WILLIAMS, Criminology and Criminal justice, cit., págs. 116 y ss.; MAYS, J. B.,
Las teorías socio-estructurales ignoran la criminalidad de la clase media y de los Crime and Social Structure, 1963, Londres; también BALAN SONLO, Katy,
estratos más privilegiados. Así, SIEGEL, L. J., Criminology, cit., pág. 191. Subcultura y delito, en: Delincuencia. Teoría e investigación, cit., págs. 145 y ss.;
Cfr. BARATTA, A., Integración-prevención..., cit., pág. 545. SCHNEIDER, H. J., Kriminologie, cit., págs. 434 y ss.
816 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 817
criminalidad de jóvenes y adolescentes de las clases bajas, organizados organización social distinta, de unos códigos de valores propios o
en bandas. Carece, pues, de pretensiones generalizadoras. ""ambivalentes respecto a los de la sociedad oficial: de los valores de cada
"subcultura*.
Surge, además, tarde, en la década de los cuarenta, adquiriendo carta
de naturaleza con la famosa obra de CQHEN «Delinquent Boys» (1955) En todo caso, es necesario un examen singularizado de las diversas
teorías subculturales, porque la propia noción de subcultura recibe,
rar Qg gig^n modo, el concepto de «subcultura» se rescató de la tradiciónmertóniana
para cobrar nuevas dimensiones y perspectivas. Lo utilizaron ya las teorías de la 'según los autores, acepciones distintas. A menudo se utiliza como
anemia y, desde luego, la Escuela de Chicago, puesto que la delincuencia juvenil y sinónimo de subsociedad o, simplemente, para designar la mera diferen-
la criminalidad organizada han sido tradicionalmente dos focos prioritarios de ciación de roles. Otras, sin embargo, en el sentido bien distinto de
atención de la Criminología en los Estados Unidos. Pero las teorías «subculturales», contracultura, lo que acredita la peligrosa ambigüedad de este término^.
aun sin romper frontalmente con ambos precedentes, aportan un análisis sui generis
gff
del fenómeno criminal. •-•¥ ^-•, En principio puede tomarse como paradigmático el concepto de subcultura
'1 BO R¡ ofrecido por COHÉN: «Un sistema de valores y creencias que fomenta la comisión
de actos delictivos, confiere rango social a sus miembros por razón de tales hechos
~^©„Soncepto de subü^^^ la existencia de
y especifica la clase de relaciones que se han de mantener con las personas ajenas
_una sociedad plural, con diversos sistemas de valores «div.ergentes» en al mundo social de los delincuentes».
torno a los cuales se organizan los grupos desviados. Implica la necesi-
dad de examinar desde dentro el mundo de estas minorías, desdeÜa A la «su^iiltur-a» pertenecerían las siguientes características, según
Óptica de los^propiosdesviados, contemplando el delito como u na opctón la opinióit^mayoritaria'^:
colectiva, áe «grupo». Y, en el caso específico de la delincuencia <<juvenil»,
como u na decisión simbólica de rebeldía hacia los valores oficiales de las .a) La subcultura es u n grupo de rasgos diferenciales respecto a la
clases medias, muy distinta de la actitud «racional» y «utilitaria» de la sociedad oficial porque institucionaliza particulares formas de ver el
criminalidad de los adultos. Premisas todas ellas difíciles de asumir poi mundo o cosmoy¿s¿orees.,>r{i>í>rrí'pfrRbfiR Wi**¿íffA^b<íí^
las teorías de la anemia. ^íi•-éfe*i«^?^'«M^wt;ííW:^#>•eH^fl« b) Su código axiológico o sistema de valores cuenta con un a cierta
Por otra parte, las^teorías subculturales discrepan también del autonomía, si bien no llega a independizarse por completo de la cultura
análisis «ecológico» de la Escuela de Chicago. No les interesa tanto la dominante.
estructura interna dejas^^^^^ el ori^ere^de éstas, estrecha- c) La subcultura tiene también u na organización interna que regula
mente ligado al prob,k_majdalaesíraít/'ímcióa¿ociaLRepresentan, pues^ las relaciones de sus miembros. Estructuralmente se aprecia en la
enfoques de «clase social»^, no ecológicos ni espaciales o ambientales. misma un grado de cohesión y un entramado de relaciones similar al que
Paradlas concepciones subculturales no son determinadas «áreas» (urba- pueda existir en la sociedad convencional, i
nas) deterioradas («desorganización social») las que generan la crimina-
d) L a s subculturas surgen en u n modelo de sociedad plural y
lidad de las clases sociales bajas que habitan las mismas, sino todo lo
heterogénea'^. El^proceso de interacción con otras personas que padecen
contrario: las subculturas criminales son un producto del limitado
semejantes problemas de adaptación social genera un sentimiento de
acceso de las clases bajas a los objetivos y metas culturales de las clases
solidaridad de grupo y determinados estándares comunes®. La partici-
medias^; instrumento que ofrece a aquéllas la posibilidad de obtener
formas de éxito alternativas y sucedáneos en sus ghettos restringidos^
P a r a las teorías jiobculturales, el delito no es consecuencia de la
desorganización social, de la carencia o vacío normativo, sino d ^ u n a Vid. PITCH T. Teoría de la desviación social, cit., pág. 115.
Vid. PITCH T. Teoría de la desviación social, cit., pág. 114. it-^f aí-!r\ ^ m
Vid., HALL WILLIAMS, J. E., Criminology and Criminal Justice, cit., págs. 116 y ss.
Vid. FERRACUTI, F., y WOLFGANG, M. E., II comportamiento violento, 1966.
i
^ Resaltando el componente clasista de las teorías subculturales, MANNHEIM, H-, Giuffré Edit. Cfr. RODRÍGUEZ MANZANERA, L., Criminología, cit., pág. 363.
Comparative Criminology, cit., vol. II, pág. 499. Así, COHÉN, A. K , Delinquent Boys. The Culture of the Gang. New York, 1955
Cfr. SIEGEL, L. J., Criminology, cit., págs. 182 y 183. H ,iM(ii:i^•TH^ (The Free Press), pág. 59.
818 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 819
pación en la subcultura aporta así a sus miembros el status que les niega criminalidad existía un auténtico dualismo de valores o normas, los de
la sociedad mayoritaria. Es, por ello, un mecanismo sustitutivo de la sociedad «oficial» y los de ciertas minorías.
participación social, u na «minisociedad» de recambio para ciertas mino-
rías^ que gracias a una infraestructura organizativa y singular cuadro' Apartándose de los postulados de los ecologistas de la Escuela de
de valores obtienen de su integración en la subcultura el necesario^ Chicago concluyó que tales «áreas» no se c a r a c t e r i z a b a por u n a ausen-
sentimiento de pertenencia e identidad, de camaradería y estima. Por cia de valores (deterioro, desorganización social), ni siquiera por el
otra parte, la subcultura prepara al joven para u na carrera criminal de "predominio o hegemonía de las pautas de conducta delictivas respecto a
adulto, razón por la que todas estas teorías relacionan estrechamente la las de la cultura de la sociedad oficial, sino que en las mismas coexistían
adolescencia de los delincuentes de clases bajas, las bandas y subculturas ambos códigos axiológicos: el criminal y el convencional.
y las carreras delictivas ^°. A su juicio, las subculturas criminales se originan en una situación de hostilidad
£ de grupo. Son_en definitiva, una expresión «colectJva»_de_Jas_adaptaciones_d£l
r.^.Procede ahora examinar las principales formulaciones doctrinales. individuo a las necesidades defensivas del «yo». El conflicto cultural generado en
esta situación se reflejaría psicológicamente en la interiorización por el delincuente
ec3irt^,3elBí9Í3nos.6"i iOQ5nid.m3!niajefi...>i»occonos''9i9Ítí
de una actitud vaiorativa ambivalente, dualista, que acreditaría, por ejemplo, su
destructividad agresiva^^
El c¡;)np,ppto de, «subcultura» se utiliza por primera vez en la Sociología COHÉN, director de Orientación del Indiana State Institution for
por A. M. LEE («Levéis of culture as levéis of social generalization», juvenile delinquents, trató de verificar por qué se observan tasas de
1945), según WOLFGANGy FERRACUTL Su posterior recepción por la criminalidad desproporcionadamente elevadas en las estadísticas ofi-
Sociología Criminal se debió, sin duda, al hecho de que los estudiosos de ciales entre los jóvenes de las clases bajas de los barrios pobres (slum),
la delincuencia juvenil durante los años cincuenta vieron en el mismo un concluyendo que el comportamiento delictivo del joven refleja un a
instrumento útil para analizar y describir una de sus características _protesta contra las normas y valores de las clases medias de la cultura
jmás llamativas: la tendencia de los jóvenes a organizarse en bandas. Las norteamericana. Puesto que la estructura social impide al joven de las
investigaciones de los penitenciaristas sobre el mundo de las prisiones clases bajas el acceso_al bienestar por vías^ legales, experimenta un
(subculturas carcelarias) propiciaron, también, el éxito de este concepto jconflicto «cultural» o estado de frustración^'^ que determina la integra-
hasta entonces infrautilizado por las teorías de la anemia y la Escuela _ción del mismo en u na subcultura, separada de la sociedad o cultura
de Chicago". oficial y que posee un sistema de valores directamente enfrentados a los
de aquélla; un a subcultura «no utilitaria, maliciosa y negativa»^^ que
toma sus normas de la sociedad convencional para darles inmediata-
;H 8p-7
a) La aportación de KOBRIN' mente la vuelta. Dicha actitud «ambivalente» o «polaridad negativa» que
caracteriza a las subculturas explica que para éstas sea correcto u n
En 1951 KOBRIN, preocupado por el problema de la delincuencia comportamiento sólo por el hecho de que lo prohiba la cultura oficiaP®.
juvenil de Chicago, observó que en las áreas de más elevadas tasasjie
El modelo explicativo de COHÉN persigue un análisis global de la conductaúQ\
joven, que pondere todos sus componentes: sociales (estratificación social), cultu-
^ Cfr. GÓPPINGEE, H., Criminología, cit., pág. 17. Vid. MAYS, J. B., Crime and
Social Structure, 1963, Londres, págs. 90 y ss. • .u ;OiwJua:.jr//.M?í.;ri,.i>iv ^^ KOBRIN, S., The Conflict ofValues in Dehnquency Áreas, cit., págs. 656 a 660. Cfr.
1" Vid. SIEGEL, L. J., Criminology, cit., pág. 183. " '" - -TT-riv PITCH, T., Teoría de la desviación social, cit., pág. 114.
" Cfr. MANNHEIM, H., Comparative Criminology, cit., II, pág. 510. 14
COHÉN, A. K., Delinquent Boys, cit., págs. 24 y ss. y 132 (status frustration).
^^ KOBEIN S. The Conflict ofValues in Delinquency Áreas, en: American Sociological 15
COHÉN, A. K., Delinquent Boys, cit., pág. 25 y ss. pu,!ii:i<_-
Review, XVI (1951), págs. 653 a 662. 16
COHÉN, A. K., Delinquent Boys, cit., pág. 28 y ss. PEHÍ'H' -
^^P
820 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 821
rales (diversos valores de las respectivas clases sociales y problemas de adapta- restricción o limitación que trate de ejercerse desde el exterior de la
ción) y psicológicos (frustración)^'.
propia subcultura (autonomía)^\
Según COHÉN, l a ^ u b c u l t u r a criminal se caracteriza por varias 3') P a r a COHÉN, la subcultura criminal es u n a cultura de grupo
notas: (como explícita el subtítulo de su obra: «The Culture of the Gang»), y no
una solución «privada» «individual», en el sentido mertoniano^^.
i(l') Es gratuita (no lucrativa), maliciosa, destructiva.
Admite la existencia de una pluralidad de tipos de delincuentes
Gratuita, no utilitaria, en el sentido de que los propios hechos juveniles, algunos de los cuales vendrían determinados no ya por
criminales no persiguen la obtención de u n beneficio económico, sino factores subculturales, sino psicogenéticos. Pero su enfoque es socioló-
otros objetivos. \ ij~f©!FiBni^0 9eaetenimii3s •• - ~..~^^ gico: a COHÉN no le preocupa por qué u n joven pasa a formar parte de
«Robar por el placer de robar —dice COHÉN— independientemente de consi- una determinada subcultura, sino por qué existen las subculturas
deraciones de ganancia y de provecho, es una actividad a la que se atribuye va/or, criminales y cuál es la génesis de las mismas.
audacia, prestigio y una profunda satisfacción. En los esfuerzos empleados, "eíTel-
U2 ,:.
riesgo que se corre al robar cosas que, con frecuencia, son —más tarde— Por esta razón, tampoco aborda exhaustivamente un problema muy concreto:
desechadas, destruidas o regaladas, no hay un cálculo en términos racionales cómo se explica que jóvenes de una misma clase y entorno (corner-boys) se
inspirados en un criterio cualquiera de utilidad»^''. mantengan dentro de la ley, mientras otros se integran en subculturas delictivas. No
" S i * •« e - < i >
obstante —y aun tratándose de una cuestión que COHÉN relega al dictamen de
psicólogos y psicoanalistas— no oculta el autor la trascendental importancia de
Maliciosa, por cuanto la satisfacción deriva precisamente de la factores temperamentales y familiares. Concretamente, la fam///aóe\ joven de las
disconformidad de los otros. bajas clases sociales juega un papel decisivo en la génesis de las subculturas
criminales. Ahora bien, no la estructura interna de lafamilia, sino el rol de ésta en una
Negativa, destructiva, porque se enorgullece de hacer aquello que es estructura social de clases^^.
incorrecto según los estándares de las clases medias. •í'gísSfr
u2')l Una actitud valorativa arrj,bivalente, cuando menos (polaridad El problema, en definitiva, es: cómo y por qué surgen las subculturas,
negativa) respecto a las norma's de; Ist cultura oficial. y cómo se relacionan éstas con la sociedad oficial o mayoritaria.
Se trata —afirma COHÉN— no ya de «un conjunto de reglas y un modelo de vida Estratificación social, dualismo normativo (valores de las clases
distintos a las normas de la sociedad adulta respetable o bien indiferente ante ésta medias versas valores de las clases bajas), conflicto y actitud ambivalente
o por añadidura en conflicto con la misma. Resultaría admisible definirla, por lo del joven de las clases bajas, y frustración son los conceptos más
menos, por su polaridad negativa en relación a estas normas. Es decir, lasubcultura
destacados del modelo de COHÉN.
• 'I í delincyentetorriasusnorrnasdelaculturacircundante,perolasinvierte.Laconducta
.f;t del delincuente es justa, según los principios estándares que rigen su subcultura, P a r a COHÉN, u na y otra clase social tienen sus respectivos códigos
.- precisamente porque es injusta según las normas de la cultura circundante»^''. de valores. La clase media, por ejemplo, pone u n especial énfasis en la
íKVrrííTIR» h í f Jfi'íR Rfí-lfíT R f[Arn? movilidad social, en la eficiencia y en la responsabilidad individuales, en
Hedonismo inmediato. Hedonismo inmediato porque la subcultura la racionalidad para perseguir sus objetivos, en el respeto a la propiedad,
propugna una satisfacción inmediata, «ya mismo», frente a la posposición en la constructividad en el uso del tiempo libre y, sobre todo, en el ahorro
o postergación del placer que caracteriza la actitud de las clases me- y en la postergación o aplazamiento del placer. La clase social baja, por
dias^". Espíritu de grupo, además, en cuanto intolerancia de toda el contrario, concede mayor significación a la fuerza física y a la
colectividad y mucho menor que las clases medias al ahorro y a la Según COHÉN, dicho conflicto admite tres opciones: adaptación
posposición del placer^''. „jw^^w, .,: (college boy), transacción o pacto (córner boy) o rebelión frente a los
valores de las clases medias (delinquent boy)^^. ,,Mc^
Pero las familias de las clases sociales bajas, que t r a t a n de seguir los
patrones y modelos impuestos por las clases medias (middle Class El college é>oy Irata de asumir los valores culturales y sociales de las clases
medias, a pesar de las insalvables carencias escolares, sociales e incluso lingüísticas
Measuring Rods) carecen de las técnicas socializadoras necesarias para para adaptarse al estilo de vida de aquéllas.
que sus jóvenes satisfagan las demandas de la sociedad norteamericana El córner boy representa la respuesta más común, acomodaticia y
(esto es, de la cultura dominante de las clases medias). Hándicap contemporizadora. No rompe frontalmente con la sociedad oficial, pacta y convive
insalvable que impide a aquéllos el éxito^®. con ella. Acepta las limitaciones que derivan de su pertenencia de clase y trata de
aprovechar las oportunidades del medio. Es fiel a los valores de su grupo, pero no
'^ El joven de las clases sociales bajas participa en buena medida de opta de modo manifiesto por la vía del delito.
ambos sistemas de valores. Aunque pertenece a la clase trabajadora, sus El delinquent boy resuQ\ye su <<frustrac¡ón de status» enfrentándose de forma
abierta á'los'vat&res convencionales de las clases medias. Como dice COHÉN, la i
propios padres se sienten atraídos por el estilo de vida y modelos de la
subcultura delincuente no acepta «pactar». No tolera ninguna «ambigüedad». V
clase media^*^, actitud reforzada por el sistema educativo que promueve Seguir las normas de la subcultura delincuente, definidas en su polaridad negativa
los estándares de ésta y responde a sus exigencias. Un continlio bombar- respecto al sistema de calificación social respetable, la propia inconformidad del
deo institucional le sugiere la aceptación de la cultura convencional delincuente respecto a los principios-estándares de la clase media, le ubican más
como requisito imprescindible del éxito y estima sociales^^. Pero al alto que el muchacho de collegemás ejemplar^".
enfrentarse con los valores de las clases medias, se encuentra en una
situación de desventaja, porque no sólo no se aplican a sustatus, sino que En la opción criminal (subcultura delincuente) COHÉN asigna u n
disminuyen la estima de sí mismo. valor explicativo muy sugerente a un concreto proceso psicológico,
psicoanalítico, que denomina reacíionformation^^. Se trata, en definiti-
El conflicto se produce inevitablemente cuando el joven de las clases va, de un mecanismo dirigido a compensar la angustia del joven de las
soéiales bajas da irriportancia a la «estima» (en el sentido de las clases clases bajas que parájcoñseguir la estima social se alza contra los valores
medias) y se identifica con éstas, y, al mismo tiempo, interioriza los valores de las clases medias. Estos, al haber sido interiorizados por el joven, ti
de su propia clase; puesto que encontrándose ubicado, de hecho, en una siguen actuando en su subconsciente y le producen un sentimiento de
posición social inferior —y en desventaja— no podrá satisfacer las démaií- angustia. P a r a neutralizar dicha angustia se pone en marcha un
das del grupo de referencia y se enfrentará con un problema de adaptación. mecanisniq psicológico de «formación reactiva» que explica ciertas
La asimilación de los estándares de la clase media le lleva a tomar características de la delincuencia subcultural (así, la violencia) y algu-
Conciencia de sus limitaciones en el juego competitivo y a desarrollar
actitudes ambivalentes respecto a los valores de una y otra clase^^. r^.i.íjo oj-íci
,,--i píiÍKírfúyrhfíibBbiíídBBfloqsQ'iBÍfl9\Bioíishñesíneisboebf;!
M-sqeaTÍe:ri0..,ddt,&^-tte®8«ilillíS ís^filj',bííbila}l ; 2^ La distinción de dos «tipos» de conducta en los jóvenes de la «lower-class»,
^* COHÉN, A. K., Delinquent Boys, cit., págs. 84 y ss. Cfr. T. PITCH, Teoría de la representados por el «comer boy»y el «college boy», procede de WHITE, W. F., Little
desviación social, cit. pág. 116; MANNHEIM, H., Comparative Criminology, cit., II, Italy. Uno slum Ítalo americano (edición original: Street Comer Society. The Social
pág. 508; SCHNEIDEE, H. J. Kriminologie, cit., págs. 434 y ss. Structure of an Italian slum, 1943. Chicago), COHÉN, A. K., DeUnquent Boys, cit.,
25 Vid. SIEGEL, L. J., Criminology, cit., pág. 183; COHÉN, A. K , Delinquent Boys, págs. 128 y ss.
cit., páginas 97 y ss. ^^ Cfr. SIEGEL, L. J., Criminology, cit., pág. 184; PITCH, T., Teoría de la desviación
^'^ COHÉN, A. K , Delinquent Boys, cit., págs. 87 y ss. social, cit., pág. 117; COHÉN, A. K , Delinquent Boys, cit., pág. 128 y ss.;
2^ Sobre la influencia en el joven de la lower class de los valores y estándares de las MANNHEIM, H., Comparative Criminology, cit., II, pág. 509.
«clases medias» (Middle-Class Measuring Rods), vid. SIEGEL, L. J., Criminology, ^^ COHÉN, A. K , Delinquent Boys, cit., págs. 131 y ss. Sobre dicho mecanismo
cit., págs. 183 y 184; COHÉN, A. K , Delinquent Boys, cit., págs. 84 y ss. psicológico, vid. SIEGEL, L. J., Criminology, cit., pág. 185; PITCH, T., Teoría de la
^® Vid. T. PITCH, Teoría de la desviación social, cit., pág. 117, explicando los términos desviación social, cit., páginas 117 y ss. En sentido crítico: KITSUSE, J., y
de dicho «conflicto» o «ñ-ustración» en el pensamiento de COHÉN; COHÉN, A. K., DETRICK, D., Delinquent Boys. A Critique, en: American Sociological Review, 24
Delinquent Boys, cit., págs. 65 y ss. (1958), págs. 20 y ss.
824 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 825
ñas formas paradigmáticas de la misma (delitos de las bandas contra la En su conocida obra Delinquency and Opportunity^^ (1960) parten
propiedad). CLOWARD y OHLIN de la existencia de subculturas independientes en
Porque el distintivo de tal mecanismo es la intensidad desproporcionada de la el seno de la sociedad. Subcultura criminal, para CLOWAHD-y OHLIN,
ge-
respuesta conductual al estímulo. La violencia incomprensible ÚQ la respuesta, la es aquélla en la que ciertas formas de actividad delictiva son un requisito
hlperacción —afirma COHÉN— se torna comprensible cuando reparamos que su indispensable para el desempeño de sus roles dominantes^''.
M cometido no es sólo responder al estímulo externo, sino proteger al agente frente a —1
una amenaza interna—la angustia—que compromete sus defensas.
Como COHÉN, entienden que la subcultura delincuente tiene su-V
Así puede entenderse, también, la peculiar actitud de los delincuentes de bandas
contra el patrimonio, en cuanto símbolo de las clases medias: el robo colectivoú%\ origen en la frustración que experimenta el joven de las clases sociales
'fe grupo, gesto institucional en la subcultura delincuente, no es sólo un modo de
agenciarse una cosa; es un medio que constituye la antítesis de los sobrios y
bajas al t r a t a r de conseguir, sin éxito, elstatus económico codiciado^^. La
subcultura criminal brota en las áreas donde aquél carece de oportuni-
diligentes «esfuerzos cotidianos de la profesión»^'^. dades para triunfar siguiendo las pautas de conducta institucionalizadas,
lícitas: «Aspirar a las nietas socialmente prescritas bajo condiciones que
4') En otra de sus obras, por último (The Sociology ofthe DeviantAct), imposibilitan el legítimo acceso a las mismas —afirman los autores— es
aporta COHÉN u n a descripción más compleja de los fenómenos desvia- "un preludio ya de la desviación»^^.
dos, enlazando con la tradición naturalista del funcionalismo y de la El conflicto que genera tal frustración se plantea entre los objetivos
Nueva Escuela de Chicago. Al considerar los diversos modos en que las o metas prescritos por la cultura dominante y las propias aspiraciones
desviaciones pueden formar bloques y facilitarse unas a otras un habitat de los jóvenes de las clases bajas, un a vez concienciados del grado de
favorable, sostiene uno de los postulados «irónicos»^^ característicos del probabilidad efectiva de alcanzar dichas metas. Cuando el fracaso en el
funcionalismo: la interdependencia recíproca de lo «normal» y lo «pato- intento de mejorar la propia posición social es atribuido por el adolescen-
lógico». te al tipo de organización social más que a sí mismo, se verifica un
«No sólo lo que deploramos y lo que apreciamos son parte de un mismo tejido sentimiento de privación injusta referido a las normas oficiales. Enton-
fe sin costuras —afirma COHÉN—, sino que, en realidad, están tejidos de las mismas ces, el joven, que ve pocas esperanzas de progresar por vías o procedí- ^
jT;;v\:fibras»^*. , . „ .;.....,. .^„„-:., ..^ , . - ^ . - á .Í.. mientos legítimos, se uñirá a oj;ros con semejantes ideas, integrando una
r,i-.
subcultura criminal. El respaldo del grupo les h a r á dominar el senti-
•P%>^c) La teoría de la «oportunidad diferencial» de CLOWARD, R., y miento de deshonra, el temor o la mala conciencia por sus comporta-
OHLIN, L. ••()> •ííixp-' •t<Bvir.)asT• • m ^a. ? «si^oioaisq jnientos delictivos, suministrándoTes la participación en la subcultura
Al examinar las teorías de la anomia se destacó ya la conexión del
pensamiento de estos autores con el análisis mertoniano, sus analogías
y diferencias'^^ Procede ahora, por tanto, contemplar aquél desde la l t^'Tíil"! í .
óptica de las concepciones subculturales. ___ ^^ CLOWARD, R., y OHLIN, L., Delinquency and Opportunity: A Theory of Delinquent
Gangs. New York, The Free Press, 1960.
) 1 UU\>'' .1 '>t ' J t r 3' CLOWARD, R., y OHLIN, L., Delinquency and Opportunity, cit., pág. 7; sobre los
H ,V 1 .Hv )x ¡i 1 • nq autores vid. BALAN SONLO, K., Subcultura y dehto, cit., págs. 158 y ss.
1 •I
" ^ 4iÍí i. nj"« ! • » " ! / n U'i h rí. 3^ Sin embargo, ajuicio de BORDUA, existiría u n a diferencia entre los puntos de vista
de COHÉN y CLOWARD OHLIN al respecto, en el sentido siguiente: para COHÉN,
32 COHÉN, A. K , Delinquent Boys, cit., págs. 133 y ss.; Cfr. PITCH, T., Teoría de la los jóvenes de la «lower class» que integran las bandas criminales son los adolescen-
desviación social, cit. pág. 118. tes incapaces de satisfacer las exigencias de las «clases medias» (esto es: las
^3 Se utiliza este término («ironía») en la acepción que da al mismo D. MATZA (El impuestas por el «sistema educativo») mientras, según CLOWARD y OHLIN, se
proceso de desviación, cit., págs. 33 y ss.). trataría sólo de aquéllos que sintiéndose dotados (equipped) para alcanzar el status
'•^•^ COHÉN, A. K., The Study of Social Dissorganization and Deviant Behavior, en: R. de la clase media, chocan con el obstáculo insalvable que deriva de su extracción y
K. MERTON, L. BROOM y L. COTRELL (compiladores) Sociology Today, 1959, procedencia social (Cfr. BORDUA, D., Delinquent Subcultures: Sociological
New York, Basic Books Inc., págs. 473 y 474. Cfr. D. MATZA, El proceso de Interpretations of Gang Delinquency, en: Ann. Amer. Acad. Pol. Soc. Sci., vol. 338
desviación, cit., págs. 106 y 107. ,, (1961), págs. 120 y ss. Cfr. SCHNEIDER, H. J., Kriminologie, cit., págs. 436 y ss.
^^ Vid. VOLD, G. B., Theoretical Criminology, cit., págs. 219 y ss. «yiíq .{nóQ-l ^'^ CLOWARD, R., y OHLIN, L., Delinquency and Opportunity, cit., pág. 85.
1
1
826 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 827
criminal la oportunidad de conseguir el éxito personal y la plena interna y organización del slum; y proporcionan diversos «medios» u
Satisfacción a través de la aprobación gue^reci|)en de s^^^ "" oportunidades a sus miembros: la subculturacrirninaircrimí/za/^are^sj,
la subp:^ltura cQnflictiva (confUcTjmigs) y la subcúltufa abstencionista
1') Pero la aportación específica de CLOWAKD y OHLIN reside en la o «evasiva» (fetreatist gangs).
noción de cfpojtunidad diferencial (differential opportunies) que integra „—^ ,/'^ -"",,.. •
el pensarriiento mertoniano en el enfoque ecológico de la Escuela de a') La subcultura criminal nace en los slum integrados, donde existe
Chicago y la teoría de la asociación diferencial. 'una criminalidad adulta estratificada según la edad y con estrechos
vínculos con la organización convencional de su entorno.
Consideran los autores que no basta identificar tensiones estructura-
les y presiones hacia la desviación social para comprender la génesis de La subcultura cumple tres funciones básicas. Hace posible el necesa-
la conducta desviada (mecanismo efectivo de adaptación social en el rio aprendizaje á.e\]oYen, a quienes los delincuentes adultos le enseña-
sentido mertoniano), ni las posibles formas de ésta. Por ello, y para rán las normas del mundo criminal y las técnicas adecuadas para llevar
% explicar por qué los jóvenes de las clases bajas se orientan hacia modelos a cabo con éxito sus actividades, preparando su «carrera» delictiva
criminales —cómo las tensiones estructurales originan adaptaciones adulta. Crea u n marco efectivo de oportunidades, ofreciendo a sus
colectivas desviadas— acuden a la teoría anémica y, concrétament^^l integrantes vías alternativas para conseguir sus objetivos con éxito. Y
concepto de oportunidad diferencial (diferentes grados de acceso a articula un mecanismo de control del comportamiento del joven para
medios legítimos e ilegítimos), de procedencia ecológica. Según estóTel limitar el empleo de medios ilegales que podrían poner en peligro
origen de la conducta desviada —y la concreta modalidad o forma ^ u i ~ innecesariamente su propio beneficio (vg., la violencia irracional y
ésta adopte— depende no de variables como la edad o el sexo, sino del disfuncional)*^.
tipo de ambiente social en que tiene lugar: de la efectiva organización b') La subcultura de conflicto va unida al slum desorganizado, donde
social del slumy del mayor o menor número de oportunidades (legítimas la movilidad social y geográfica es muy elevada y existe una alta tasa de
o ilegítimas) que éste depare a sus miembros*^. precariedad en todos los componentes de la vida social. Como falta la
^' ~~ Si el área ecológica en la que reside un individuo proporciona a éste oportuna integración de los valores convencionales y los delictivos, falta
también u na estructura estable de oportunidades ilegítimas. En conse-
la oportunidad de un éxito personal a través de actividades relacionadas
cuencia, la criminalidad en estas áreas es marcadamente individualis-
,' con el crimen (vg., robo, crimen organizado, etc.), sin duda alguna hará
ta, poco remunerativa, sin cobertura**. , .
uso éste de tales oportunidades ilegítimas para obtener provecho econó-
I mico. Se asgciaráiMLotrosjóxen Los jóvenes optan entonces por la violencia y el conflicto permanente con otras
bandas como forma de adquirir status, reputación y prestigio, ya que su grado de
Ahora bien, no todas las áreas de clases sociales bajas tienen idéntica frustración es mayor al no ofrecerles estas áreas muy deterioradas oportunidades
organización ni la estabilidad suficiente para ofrecer el mismo grado de (ni legitimas, ni ilegítimas) ni expectativas, y han carecido, también, de un aprendi-
oportunidades ilícitas. Existe, también, u n reparto desigual en el propio zaje de técnicas delictivas refinadas de adultos que puedan servirles de modelo. La
subcultura de conflicto, en definitiva, es el modo de asegurar el difícil acceso al placer
slum de posibilidades de acceder a los bienes y metas culturales por vías y a las oportunidades en ciertas áreas deprimidas''^
ilícitas*^. E/ «bopper», individuo jactancioso que esgrime armas para ganarse el respeto
lU'joirr, ,.ii (ijt.ií'i
de sus rivales y atenta violentamente contra personas y propiedades, es el prototipo
^ " 2') Frente al concepto unitario de «subcultura» de COHÉN, CLOWAKD humano más representativo de esta subcultura*'^.
y^)HLIN^distinguen tres tipos de suhculturas; tres tipos de «respuestas
colectivas», que se corresponden con otras tantas formas de estructura
*=^ CLOWAKD, R., y OHLIN, L., Delinquency andOpportunity, cit., págs. 23 y ss. y 171
y ss.
« Vid. SIEGEL, L. J., Criminology, cit., pág. 186; PITCH, T., Teoría de la desviación
*** CLOWARD, R., y OHLIN, L., Delinquency and Opportunity, cit., pág. 73.
social, cit., pág. 121.
*5 CLOWARD, R., y OHLIN, L., Delinquency and Opportunity, cit., pág. 24.
''^ Sobre el problema, vid. PITCH., Teoría de la desviación social, cit., pág. 122.
*' =
' Cfr. SIEGEL, L. J., Criminology, cit., pág. 187.
é
"2 Cfr. SIEGEL, L. J., Criminology, cit., pág. 187.
828 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 829
c') Por Último, lasubcultura evasiva o abstencionista agrupa a jóvenes La complejidad del submundo juvenil urbano responde, sin duda, !
que no h a n conseguido el éxito codiciado ni siquiera a través de procedi- mejor a la existencia de unadiversidad de gangs, en el sentido propuesto
mientos ilícitos. Es producto, pues, de un «doble fracaso»*''. Según por CLOWARD y OHLIN, que al rígido esquema subcultural de COHÉN.
CLOWARD y OHLIN, la conducta abstencionista surge del difícil acceso Además, el supuesto carácter «no utilitario», «malicioso» y «destructivo» \
a oportunidades delictivas, tanto si el obstáculo procede de «prohibicio- de la única «subcultura criminal que COHÉN reconoce pugna con los
nes interiorizadas» por el joven como de la propia organización social de elevados índices estadísticos de delincuencia patrimonial detectados en
su entorno*®. el slum^}.
La clientela de esta subcultura es residual, ya que algunos jóvenes del 3') Por otra parte, el análisis de CLOWARD y OHLIN —a diferencia
slum consiguen adaptarse a la subcultura «criminal» aprendiendo sus de otros modelos teóricos— tiene importantes implicaciones político-
normas y técnicas (ilícitas o violentas), o incluso se acomodan a las criminales en orden al tratamiento y rehabilitación del delincuente,
oportunidades que les depara el medio, pactando con la cultura domi- como puso de relieve el programa de «lucha contra la pobreza» «War on
nante (el córner boy, en la terminología de COHÉN). Poverty» de las administraciones Kennedy y Johnson.
El integrante de la subcultura «abstencionista» se refugia en la droga, el alcohol^ Pues mientras COHÉN, MILLER, SHAW o McKAY consideraban
etc., para permanecer insensible e indiferente al rñuñdo convencional dérque se
evade. Para hacer frente a sus hábitos desarrolla una serie de actividades delictivas:
que el joven de las clases sociales bajas mantiene valores y actitudes en
tráfico de drogas, prostitución, comisión de delitos no violentos, etc. Su stafas directa oposición a los de la cultura de las clases medias, para CLOWARD
personal deriva precisamente de la actitud de distanciamiento que mantienen y OHLIN no existe tal polaridad. Al argumentar que muchos jóvenes
respecto a la sociedad oficial'"'. delincuentes comparten los valores y metas de la sociedad oficial, siendo
la ausencia de vías legítimas para acceder a los mismos el factor que
P a r a CLOWARD y OHLIN los tres tipos de subcultura están sujetos explica la desviación criminal, este punto de partida posibilita en
a cambios, en función de las transformaciones que se operen en el slum. términos realistas los programas de prevención del delito y de rehabili-
De hecho, constatan un continuum temporal entre u n a y otra según el tación del desviado. No será necesario un cambio de las actitudes básicas
grado de asimilación de la población inmigrada. En un primer momento, del individuo, sino u n a actuación de los poderes públicos incisiva que
los jóvenes inmigrados recurren al uso de la violencia para conseguir su provea de oportunidades legítimas de éxito al joven que ciertamente cree
status. En una segunda etapa, se organizan pragmáticamente en bús- en los valores convencionales®^.
queda de provecho, empleando procedimientos más funcionales. Por
último, cuando abandonen aquellos el slum por haber logrado ya un
cierto provecho económico, quedarán sólo los fracasados, que volverán al
uso de la violencia o se retraerán en subculturas abstencionistas^".
3. CRÍTICAS A LOS M O D E L O S D E C O H É N , CLOWARD Y
Con independencia de las objeciones que merezca la tesis de OHLIN: EVOLUCIÓN D E LAS TEORÍAS SUBCULTURALES
CLOWARD y OHLIN, lo cierto es que el modelo explicativo de la E N LA DÉCADA D E LOS A Ñ O S S E S E N T A
delincuencia juvenil urbana de estos autores parece más matizado y l>BD.tyXJDÍiTT89ÍJ» .«DBiJf^ ao:j» í
realista que el de COHÉN. a) La concepción subcultural de COHÉN ha sido blanco específico de
"Biuítuoats sJ?9 tib oviíEírí9S9iq9i ecm o' STI
tres críticas:
E n lo metodológico se le reprocha un significativo déficit empírico. A
juicio de MANNHEIM, por ejemplo, las conclusiones del autor derivan
"•^ Cfr. SIEGEL, L. J., Criminology, cit., pág. 188; PITCH, T., Teoría de la desviación
social, cit., pág. 122.
** CLOWARD, R., y OHLIN, L., Delinquency and Opportunity, cit., págs. 196 y ss.
*« Cfr. SIEGEL, L. J., Criminology, cit., pág. 188. ^^ En este sentido, SIEGEL, L. J., Criminology, cit., pág. 188.
50
"" PITCH, T., Teoría de la desviación social, cit., pág. 123. .r..í5í:MB;-í!&
Cfr. ^^ Así, SIEGEL, L. J., Criminology, cit., pág. 188.
830 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 831
más de la experiencia personal del mismo al frente de la institución parece reflexiva, racional, coherente con u n sistema de valores alterna-
antes señalada que de estudios de «campo», empíricos^^. tivo, sino «emotiva», producto de u n conflicto «psicológico» inconsciente
La teoría subcultural de COHÉN, por otra parte, ha sido tachada de que no se traduce en u na toma de conciencia realista ni en proyectos
ambigua. P a ra PITCH, COHÉN no explica satisfactoriamente la géne- colectivos^''.
sis de la propia subcultura, ni en qué sentido cabe hablar de u n a cultura Por último, se h a objetado también a COHÉN el monolitismo de su
de la «clase obrera», ni si se t r a t a de un a genuina «subcultura» o —más 'concepto de subcultura, excesivamente simplificador. No parece realista
bien— de u na «contracultura». ¿Surge, de hecho, de u na efectiva contra- suponer que existe un a única «subcultura» criminal, uniforme; ni
dicción entre las aspiraciones individuales y u na estructura de oportu- tampoco basar la contraposición entre la delincuencia de adultos y la
nidades discriminatorias —se pregunta el autor— o COHÉN presupone, juvenil en la «gratuidad», «negatividad», «destructividad», etc., de esta
como parece, la coexistencia de objetivos enfrentados, antagónicos?^*. última, como h a n puesto de relieve CLOWARD y OHLIN'^**.
í' ' COHÉN no relaciona la cultura de la clase obrera con una particular situación b) La teoría de la «oportunidad diferencial» de CLOWARD y OHLIN
n a n t í social unificadora que lleve a una conciencia colectiva de problemas comunes, sino
ha sido también cuestionada desde diversos puntos de vista, si bien es
j que se limita a constatar cómo ciertos valores están más difundidos en esa clase que
n f i a / g|^ otras. Incurre, por ello, en un planteamiento circular viciado, porque primero su fuerte «componente de clase» el que h a polarizado las críticas.
n s ee define e identifica las respectivas clases, aislando arbitrariamente dos series de
En cuanto a la metodología seguida por los autores, cabe reseñar la
( I H / : valores que supone propios de cada una; y, luego, los interpreta aposteriorl, como
8SÍI9 condicionantes de la conducta de los miembros de los grupos que los profesan; misma objeción formulada a la obra de COHÉN: que es u na construcción
r grupos previamente identificados con arreglo a este solo criterio subjetivo y apriorís- teorética y parcial de la delincuencia juvenil de bandas en los Estados
" " " " tico=^ Unidos, carente de todo respaldo empírico y de datos de primera mano,
9irp -íoJSBi i.9 8í>maixn gol B lelje'j'jB iiisq ?.»íí'.:\Vra9Í BW« ob cuyos resultados —sin verificación— no pueden generalizarse^^.
^ Resulta igualmente imprecisa en el modelo de COHÉN la naturaleza
En los años sesenta, diversas investigaciones h a n tratado de poner a
de la «subcultura delincuente» y sus relaciones con la sociedad o cultura
prueba el modelo explicativo de CLOWARD y OHLIN, siendo sus
oficial. Siguiendo la conocida distinción de M. YINGER^^ cabría suscitar
resultados contradictorios por el momento.
si se t r a t a de un a genuina subcultura o de un a contracultura; esto es, si
la denominada por COHÉN «subcultura delincuente» se presenta como J. LANDIS y F. SCARPITTI (1965), después de encuestar a un grupo de jóvenes
' • "8- presos y a un grupo de escolares (grupo de control), comprobaron que los jóvenes
resultado de la toma de conciencia de un concreto grupo humano en una
--' -i delincuentes percibían más acusadamente que los no delincuentes la efectiva
situación conflictiva y frustradora, que elabora u n sistema alternativo , '', limitación de oportunidades''". Dicino resultado se confirmaría por el estudio de J.
de normas propias en contradicción con las pautas valorativas dominan- SHORT, R. RIVERA y R. TENNYSON (1965) sobre bandas de delincuentes,
tes, disfuncional (contracultura); o si dicha «subcultura criminal» res- ••^'•'•í quienes encontraron que la percepción por el joven del limitado acceso a las
ponde a las características específicas de toda «subcultura» en sentido . • ,e oportunidades o vías licitas se asociaba más a la delincuencia de éste que la
percepción del acceso a las oportunidades ilegítimas''^
estricto (subsociedad funcional que comparte los valores de la cultura
dominante). La «subcultura criminal» de COHÉN tiene algunos datos . ' ' , • • . ' ; ' ' . < ' ' ^ ' , ' - - -
i
^^ M. YINGER, Contraculture and Subculture, en: American Sociological Review, Membership and Delinquency, en: American Sociological Review (30), 1965), págs.
XXV, número 5 (1960), págs. 625 a 635. 56 y 57. Cfr. SIEGEL, L. J., Criminology, cit., págs. 189 y 190.
832 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 833
Sin embargo, y a pesar de tales evidencias, otras investigaciones parecen sociales es el de la misma comunidad de la lower class; un sistema, a su
desmentir la tesis de CLOWARD y OHLIN,
m Así, L FANNIN y M. CLINARD (1965), operando con dos muestras de jóvenes
juicio, estructurado autónomamente desde hace mucho tiempo, íntegro
^^ ' delincuentes de clases medias y bajas, hallaron que existen diferentes actitudes y y completo, distinto del de las clases medias, cuya génesis guarda
,t n ' valores en una y otra clase social: los jóvenes de las clases sociales bajas se sentirían relación con un conjunto de intereses comunes, de situaciones ambien-
^ más rudos, fuertes, violentos, peligrosos y audaces que los jóvenes de las clases tales y de problemas cotidianos de sus miembros. La conducta de éste
ürg" "W ^g^jgg- los delincuentes de las clases medias se considerarían a sí mismos más leales, será desviada cuando se enfrente con las pautas convencionales al
é inteligentes, refinados, pulcros y peores que aquéllos. La clase baja quisiera ser (meta
if ideal propia) más dura, fuerte y violenta que la clase media; y esta última, más leal, seguir sus propios valores, lo que sucede a menudo, ya que los individuos
jg, afortunada y firme^^. A conclusiones semejantes llegaron M. ERIKSON y L. EMPEY, de la lower class ante opciones alternativas se rigen por el criterio del
jt también en 1965, al constatar que la pertenencia a una u otra clase conlleva ciertas menor coste y la ventaja inmediata. : Í-J.-ÍÍ :;?.
imágenes, valores y representaciones colectivas cuya repercusión en la conducta del
' " " joven desmiente los esquemas de la teoría de la ocasión diferencial**^. En consecuencia, la oposición a las normas de las clases medias sería
y. un requerimiento subcultural no intencionado, malicioso y directo, sino
Todo ello sugiere, al parecer, la hipótesis de que en un área concreta automático, debido a las diferencias existentes entre los dos modelos,
pueden existir más de un tipo de banda de los descritos por CLOWARD culturales'^''.
y OHLIN (bandas criminales, de conflicto y abstencionistas); además, Para W. MILLER existe, pues, una auténtica cultura de las clases bajas. Y la
aquéllas no se especializarían en particulares clases de conductas cada llamada «subcultura criminal» no sería más que un subproducto de la misma. A su
juicio, la tendencia a asociarse en un grupo de pares del mismo sexo es una
una, siendo menos intensas las obligaciones recíprocas de los miembros característica del estilo de vida de los varones adultos de cíase baja, cuya educación
de las mismas®*. ha corrido a cuenta, por lo general, de mujeres, y que, de este modo, aprenden los
t: •
c) El componente de clase del modelo subcultural, más acusado en aspectos esenciales del rol masculino. Por ello, los principales «valores» y
«estándares» de los adultos de clase baja y de los jóvenes que integran las bandas
CLOWARD y OHLIN que en COHÉN, es otro de los temas polémicos. callejeras (dureza, astucia, etc.) giran en torno a la virilidad^''.
ñ En la moderna Sociología pueden apreciarse dos orientaciones con-
trapuestas: la de W. MILLER, para quien existe u n a cultura de las La hipótesis de MILLER—que, por cierto, no tiene u n a orientación
«clases bajas», autónoma e independiente, y la de otros muchos autores «económica» a pesar de ser u n a teoría de «clase»— parece contar con el
que matizan la correlación subcultura-clase social o incluso la niegan respaldo de diversas investigaciones empíricas realizadas en Gran
(teoría de los «valores subterráneos» de D. MATZAy SYKES), concedien- Bretaña (T. MORRIS, D. M. DOWNES, etc.''^).
do primacía, por ejemplo, a conflictos generacionales o de otro tipo®^.
2') En sentido opuesto, MATZA y SYKES™ (1957) estiman que la':
1') P a r a W. MILLER*^® (1958), el sistema cultural que ejerce una delincuencia juvenil no t r a t a de expresar los valores propios de u n a /
influencia más directa sobre la conducta del joven de las bajas clases subcultura autónoma, supuestamente enfrentada a las normas conven-'
clónales de las clases medias, a los valores homogéneos y uniformes de y
\ <• la sociedad oficial. Por el contrario, ven en la misma u n conflicto í
•^2 FANNIN, L., y CLINARD, M., DilíeroiiOc:. in the Gonception of Selí as a Male generacional que hace surgir a la superficie unos valores «subterráneos» \
among Lower —and Middle—Class Delinquents, en: Social Problems, 13 (1965), de las propias clases medias. , ,, „ ,„ . „ .
págs. 205 a 215. Cfr. SIEGEL, L. J., Criminology, cit., pág. 190.
^'^ La Mar EMPEY-Maynard EEICKSON, Class Position, Peers and Delinquency, en:
Sociology and Social Research, 49 (1965), págs. 268 a 282. Cfr., SIEGEL, L. J-,
Criminology, cit., pág. 190. :ig9 £ gQ Cfr., PITCH, T. Teoría de la desviación social, cit., págs. 109 y 110.
^* Cfr. SIEGEL, L. J., Criminology, cit., pág. 190. í Sobre la «Focal Concern Theory» de MILLER y los valores que desarrolla la «lower-
®^ En general, sobre la correlación «clase social»/«criminalidad», vid. SCHNEIDER, class» (trouble, toughness, smarthess, excitment, fate, autonomy), vid. Lower-Class
H. J., Kriminologie, cit., págs. 407 y ss.; GARRIDO GENOVÉS, V., Delincuencia y Culture, cit. páginas 14 a 17. íionnívesD s:
sociedad, cit., págs. 142 y ss. Cfr. SCHNEIDER, H. J. Kriminologie, cit., págs 438 y ss. ' 'vT
'^'^ MILLER, W. B., Lower-Class Culture as a GeneratingMilieu of Gang Delinquency, SYKES, G. H., y MATZA, D., Techniques of Neutrahzation: a Theory of Delinquency,
en: The Journal of Social Issues, XIV, TI- 3 (1958), págs. 5 a 19. en: American Sociological Review, XXXI, n^ 6 (1957), págs. 664 a 670. >. LJ. =
834 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 835
P a r a MATZA y SYKES, el joven delincuente no adopta u n a actitud BLOCH y jilED-EEHOFFER (1958) h a n criticado, también, el com-
deliberada de antagonismo o enfrentamiento directo respecto a los poneiíte «clasista» del modelo subculturaij^por entender que la banda es
valores convencionales, sino que con frecuencia los comparte. De hecho, un fenómeno universal propio de la juventud de todas las clases sociales,
tiene mala conciencia al infringirlos, como ponen de relieve las «técnicas
de neutralización» o de «autojustificación» que idea para compensar el
complejo de culpabilidad. En la raíz de la delincuencia juvenil se hallan,
por otra parte, valores cómo W'amor por la aventura y el peligro, el
É que supliría, en las sociedades más desarrolladas, los ritos de transición
á la edad adulta de las culturas primitivas. P a r a los autores, la crimina-
lidad juvenil tiene u n a explicación «intergeneracional» y no de «clase».
• Las bandas juveniles reflejan los problemas y dificultades de la adolescencia
desprecio de la monotonía cotidiana, la ostentación y la generosidad en frente al mundo adulto, problemas comunes al joven de cualquier clase social, raza
o cultura. Sus índices son más elevados en la juventud de las clases bajas por el
el uso del dinero, tjue sustentan la base ideológica de la leisure class adicional problema de adaptación al statusáe la clase media que padecen aquéllas,
descrita por VEBLEN . ^^^^^^^^ g.^,^^ mmfmm<Sémmmm- pero las causas y formas de manifestación de la misma son idénticas en una y otra
«Hemos supuesto con demasiada facilidad —afirmaba— que el delincuente clase sociaP'*.
onia profesa unos valores desviados y opuestos a los de la sociedad general. Esto se
debe en parte al hecho de que partimos de una visión demasiado simplificada del MANNHEIM (1965), siguiendo semejante enfoque crítico, mantiene
sistema de valores de los individuos que respetan la ley. Con la prisa de crear un
estándar para ponderar la desviación social, hemos reducido el sistema de valores
que la subcultura criminal no es u n fenómeno privativo de los jóvéñé'sde
^1
de toda la sociedad al de la clase media. Hemos ignorado tanto el hecho de que la Tas clases sociales bajas, sino común a todos los estratos sociales,
sociedad no consta exclusivamente de una clase media, como que la clase media constatable, además, en ciertos grupos (occupational or professional
está muy lejos de ser homogénea»^^^ ¡ol sb gbiv 9b oüíae IsbBaiféhsí» groups), actividades e incluso áreas geográficas delimitadas. La llamada
subcultura criminal, a su juicio, representa la parte visible de un
MATZA y SYKES apelan a dichos «valores subterráneos» de las iceberg; porque detrás de esa minoría juvenil que viola las leyes se halla
clases medias; valores que están en conflicto, sin duda, con otros valores un amplio y vasto sector social de la misma clase y de la misma
de la misma clase, pero que, a pesar de ello, son reconocidos y aceptados subcultura, que directa o indirectamente la apoya y la alienta, como los
por muchos en el marco de u n código axiológico no siempre armonioso y delincuentes de «cuello blanco» son respaldados por su subcultura^®.
coherente: la exaltación del riesgo y la aventura, del trabajo fácil, de la
Existe, pues, una subcultura criminal no sólo en ciertos sectores de la
agresividad y la violencia, propugnados por un a supuesta subcultura
clase trabajadora o de las bajas clases sociales, sino mutatis mutandis,
juvenil autónoma, no difieren en absoluto de la ideología de la leisure de
también en las clases sociales privilegiadas, en las clases medias, etc. La
las clases medias.
white-collar crime o ciertos gremios de pequeños comerciantes y cons-
Según esto, el joven delincuente no es un extraño en el cuerpo social, tructores son ejemplos indiscutibles de subculturas. ^,. . „-.,^,„
sino un reflejo o caricatura inquietante de éste'''^. Pertenece a una •> 1^ ,9VüL lli S9U£
La única diferencia —más especulativa que empírica— que existe entre la
situación de élite que «consume sin producir»; contexto propicio para que subcultura criminal descrita por COMEN, CLOWARD y OHLIN y estas otras
afloren los «valores subterráneos» que el joven adopta. La delincuencia subculturas, viene dada por sus respectivas clientelas: la primera se nutre funda-
juvenil va unida más a u n conflicto generacional que a u n problema de mentalmente de jóvenes y adolescentes, estas últimas de adultos de los más
diversos ámbitos de la vida social^''.
«clases sociales».
Por ello, MANNHEIM considera necesario ampliar el objeto de los estudios
subculturales, aplicando este análisis a la criminalidad de los adultos de todas las
of
clases sociales. . . . .
:> si omc'} ,sbjoo0Oj -njín íjñnEjjríaíívxix Brn.'j
71 VEBLEN, T., Teoría de la clase ociosa, México, Fondo de Cultura Económica.
72
«' •• ••,'íj'fobBJiJUí sb 'íoqil RohBv isi'ífta'f9ÍD oh.ja ,iT9GI) ITlí3ÁíIííiá"i
MATZA, D., y SYKES, G. H., Juvenile Delinquency and Subterranean Valúes, en:
American Sociological Eeview, XXVI (1961), págs. 715 y ss.; Cfr. PITCH, T., Teoría |
de la desviación social, cit., págs. 110-111. '" BLOCH, H., y NIEDERHOFFER, A., The Gang: A Study of Adolescent Behavior,
1958. New York, págs. 54 y ss.
MATZA, D., y SYKES G. H., Juvenile Delinquency and Subterranean Valúes, cit.,
^ MANNHEIM, H., Comparativo Criminology, cit., II, pág. 514. niKMj
página 717. En sentido crítico, PITCH, T., Teoría de la desviación social, cit., págs-
'^^ MANNHEIM, H., Comparative Criminology, cit., II, pág. 514. '¡'¡'•AÓS ... -
111 y 112. i, ;: ,. .
836 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 837
Pero en los últimos lustros, la desmedida relevancia que otorgan al gubcultura, tratando de verificar h a s t a qué punto es posible provocar
factor «clase social» las teorías subculturales cuenta ya con un significa- tales cambios en la misma desde «fuera»™.
tivo rechazo doctrinal avalado por numerosas investigaciones empíri-
En cuanto a las perspectivas de futuro del enfoque subcultural, existe
cas. Se ha llegado a la conclusión de que los modelos subculturales diversidad de opiniones.
/] exacerban, sin motivo alguno, el impacto criminógeno de la pertenencia
del joven delincuente a los bajos estratos sociales. Las teorías del control , Un sector doctrinal considera ya agotada la aportación del mismo,
I social y del conflicto —y, sobre todo, muy diversas investigaciones siendo partidario de compensar su inevitable ambigüedad e imprecisión
I empíricas al respecto— ponen de manifiesto que la cifi-a y tasas «reales» con una apertura o planteamientos «psicosociales» enriquecedores^".
y-/ de criminalidad (otra cosa son las «oficiales») no se distribuyen a lo largo Otros autores, por el contrario, detectan a partir de los años sesenta
/ de la pirámide social de acuerdo con el criterio de la pertenencia del un profundo cambio social que obliga a replantear sobre bases distintas
individuo a un a u otra clase social. Antes bien, los «informes de el fenómeno de las subculturas. La oposición o rechazo de los valores
autodenuncia» y otras técnicas de estimación de la criminalidad real convencionales de las clases medias no es hoy ya privativo de la lower
demuestran que no hay diferencias significativas entre la criminalidad
class. Los respectivos contornos de la delincuencia juvenil «gratuita»,
de los jóvenes que pertenecen a bajos estratos sociales y la criminalidad
«maligna» y «destructiva» de las bajas clases sociales y la representada
[ de los jóvenes de otros estratos sociales. Lo que sí existe es u n muy
por otros movimientos sociales o políticos juveniles de las propias clases
! desigual reparto de las «chances» de resultar criminalizado y de la medias parecen más difusos. Ello ha modificado sustancialmente el
efectiva distribución oficial de la criminalidad, como las estadísticas cuadro interpretativo tradicional que circunscribía y limitaba la delin-
revelan. cuencia juvenil subcultural a u n sector muy preciso de la población: un
Las aportaciones, entre otros, de G. HARDMAN, F. L NYE, J. F. sector con problemas de adaptación que le impelían a optar por compor-
. SCHORT, V. J. OLSON, M. GOLD, D. REIMER, CH. R. TITTLE, W. J. tamientos desviados, incomprensibles desde la ética «utilitarista» de las
VILLEMEZ, D. A. SMITH, etc., desmitificando viejos tópicos de la clases medias.,,,;j,.:o C^^PÚMÜÍ cuunm- íüCMizan la füadtvre?; por fi!t:
Sociología Criminal de la mano de la experiencia empírica, refuerzan la El estudio de las «subculturas» —y de las «contraculturas»— según
citada tendencia crítica hacia los modelos subculturales, si bien desde este punto de vista, trascendería el ámbito de laloiver class, permitiendo
u n a perspectiva diferente^^. en un futuro próximo la comprensión unitaria de numerosos movimien-
i:, I No deja de ser significativo que uno de los últimos desarrollos teóricos del modelo tos protesta de amplia extracción social y sólo a p a r e n t e m e n t e
^,, subcultural —el de TH. N. FERDINAND, formulado en 1980 («Delincuency in heterogéneos®^ ^
Developing and Developed Societies», D. Shichor/Delos H. Kelly editores: Critical
Issues in Juvenile Delincuency. Toronto, págs. 279 a 296— prescinda de las
connotaciones «económicas» y de «clase». .„
•fi'ij's-rrtf-i ! f f i l i a l 1»*^
la lower class, debido a u na serie de déficits y carencias que concurren 2. T E O R Í A S D E L A P R E N D I Z A J E SOCIAL («SOCIAL
en el mismo (pobreza, bajo status, etc.), pero, sin duda, también los LEARNING»)^
individuos de la clase media y alta pueden devenir delincuentes si sus
procesos de interacción con las instituciones sociales resultan pobres o Las teorías del aprendizaje social parten de la hipótesis de que las
destructivos. claves de la conducta h u m a n a hay que buscarlas no en determinados
rasgos inconscientes de la personalidad, ni en el desarrollo cognitivo de
Las t e o r í ^ dql «pi:oc9sp so^ialv en todo caso, ofrecen diversas res-
patrones, o modelos de comportamiento durante la infancia del indivi-
puestas al problema de la criminalidad y su génesis. Cabe hablar
duo, sino en el aprendizaje que la experiencia vital diaria le depara a
básicamente de tres subgrientaciones^: las teorías del aprendizaje social
éste^. El hombre actuaría de acuerdo con las reacciones que su propia
(social learningX'TSs teorías del control social (control theóryT^nag-— conducta recibe de los demás, de modo que el comportamiento individual
teorías del etiquetamiento o de la reacción social (labeling ápproacK~ se halla permanentemente modelado por las experiencias de la vida
Derstfective) cotidiana. Según este punto de vista, el crimen es u n a respuesta a
_ _„ ^ ' Qh aóonIII snu ^BnamiíaIs aiíp 8B1 fiíBqa^:•
rC) P a r a las primeras, el crimen es producto de un proceso de aprendizaje situaciones reales que el sujeto aprende: nada necesariamente anormal
social, normal. El comportamiento criminal se aprende, del mismo modo ni signo de una personalidad inmadura^: u n comportamiento o hábito
que el individuo aprende también tanta s conductas y actividades lícitas adquirido, como BANDURA ha tratado de demostrar, siguiendo un
o meritorias, en su interacción con otras personas y grupos, a través de modelo psicológico, a propósito de la criminalidad violenta''. El delin-
un complejo proceso de comunicación. Se aprenden así no sólo las cuente aprende normas, valores y conductas asociadas a la actividad
conductas delictivas, sino los propios valores criminales, las técnicas criminal; esto es, el aprendizaje social incluye no sólo las pautas
comisivas y los m e c a n i s m o s subjetivos de r a c i o n a l i z a c i ó n o delictivas, sino también las técnicas adecuadas para llevarlas a cabo y
autoiustificación del comportamiento desviado. , • ' una gama de mecanismos psicológicos de autodefensa y aseguramiento
r"' . ' ~ . . (vg., neutralización del complejo de culpabilidad, etc.).
\ Según las teorías del control, todo individuo podría actuar criminal-
mente, si bien dicho potencial delictivo es neutralizado por sutiles
vínculos sociales que reclaman de aquél u na conducta conformista. ^ Sobre las teorías del aprendizaje, vid. E. M. GAGNI, The Conditions of learning,
New York (1970), HOLT, RINEHAKT and WINSTON; Melvin H. Marx (edit.),
Cuando fracasan dichos mecanismos de control, quiebra su lógico Learning: Theories, 1970; Learning: Interactions, 1970; y Learning: Processes,
sometimiento al orden social y se produce el delito, asnevoi, at 1969 (Macmillan, New York); E. A. LUNZER y J. F. MORRIS, edit., Development
(^' Por último, la teoría del labeling approach contempla el crimen como in Human Learning, New York, 1968, Elsevier; J. DEESE y S. H. HULSE, The
mero subproducto del control social; el individuo se convierte en delin- Psychology of Learning, New York, 1967 (McGraw-Hill); J.-F. HALL, ThePsychology
of Learning, Philadelphia, 1966 (Lippincott); L. E. ROSS, Learning Theory, en:
cuente no porque haya realizado u n a conducta negativa, sino porque
International Encyclopedia of the Social Sciences, New York, 1968 (Macmillan y
determinadas instituciones sociales le h a n etiquetado como tal, habien- Free Press); C. R. JEFFERY, Criminal Behavior and Learning Theory, en: Journal
do asumido el mismo dicho «status criminal» que las agencias del control of Criminal Law, Criminology and Pólice Science, 56 (1965), págs. 294 a 300; D.
social distribuyen de forma selectiva y discriminatoria. El labeling GLASER, Criminality Theories and Behavioral Images, en: American Journal of
approach, por ello, no es u n a teoría de la criminalidad, sino de la Sociology, 61 (1956), págs. 433 a 444; Cfr. VOLD, G. B., Theoretical Criminology,
cit., págs, 229 y ss. Vid. supra, capítulo XIV.
«criminalización», que se aparta del paradigma etiológico convencional
Vid. SKINNER, B. F., The Behavior of Organism: An Experimental Analysis (New
y potencia al máximo el significado de la «desviación secundaria» York: D. Appleton), 1938, cit., por SIEGEL, L. J., Criminology, pág. 145.
(carreras criminales). ^ Cfr. SIEGEL, L. J., Criminology, cit. págs. 145 y 146.
', Sül
Sobre la adquisición y aprendizaje de pautas de conducta violentas, vid. BANDURA,
ni'V ,<IJO\ •J\ A., Aggression: A Social Learning Analysis, 1973, Englewood Cliffs, N. J.: Prentice-
iU'í: ijéq . ia .vgokíriirai'' Hall; del mismo: Social Learning Theory, 1977 (id.); The Social Learning Perspective:
• -'r- ' '-'• - -, .•i!i 9 . í r p • Mechanisms of Aggression, en: Psychology of Crime and Criminal Justice, 1979,
|í> f l ' i f T ! New York, Holt, Rinehart and Winston (edit. H. Toch), cfr. SIEGEL, L. J.,
En este sentido, SIEGEL, L. J., Criminology, cit., págs. 201 y ss. Criminology, cit., pág. 146.
fl
.1 r;
842 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 843
Cuatro son las formulaciones más conocidas de la teoría del aprendi- cia (IQ) del infractor, llegó a la conclusión de que no puede referirse la
zaje social: v^njieatj, uaju flííiíw», <íw.'>^ pvi'u, as conducta desviada a disfunciones o inadaptación de los individuos de la
^:,e la c\ii:$e medi,a y alta puedíjn '--• - " lower class, sino al aprendizaje efectivo de valores criminales, hecho que
podría suceder en cualquier cultura^^
A) Teoría de la asociación diferencial (SUTHERLAND y
Su punto de vista inicial, después rectificado'^', era, pues, netamente sociológico,
CRESSEY)i° ya que polarizaba el análisis en tomo a las relaciones sociales (frecuencia, intensi-
Se propugna ya por E. H. SUTHERLAND en los años treinta", y, dad y significado de la asociación), minimizando el interés de los rasgos diferenciales
de la personalidad del individuo'*. En un principio, además, SUTHERLAND
posteriormente, también por su colaborador D. CRESSEY. circunscribió su teoría de la asociación diferencial a ciertas clases de delitos
a) El primero, en sus investigaciones sobre la «criminalidad de cuello (actividad delictiva sistemática, profesional, etc.) para configurarla, después, como
teoría generaiizadora válida para explicar cualquier comportamiento criminal'^
blanco», la delincuencia económica profesional y los niveles de inteligen- Concretamente, la aplicó en su famosa obra «White Collar Grime»'^.
R R: Bffij 3S na.mr'D ís .Bíaiv '>fc oímia BÍSB aim'
a') El presupuesto lógico de la teoría sutherlaniana del aprendizaje
1" Sobre la teoría de la «asociación diferencial», vid.: M. E. OLSEN, The Process of viene dado por la idea de organización social diferencial, que, a su vez,
Social Organization,NewYork(1968),Holt,RinehartyWinston;D.MAETIND ALE, conecta con las concepciones del conflicto social.
Institutions, Organizations and Mass Society, Boston, 1966 (Houghton Mifflin); D.
R. CRESSEY, Application and Verification of the Differential Association Theory, Organización social diferencial significa que, en el seno de la comu-
en: Journal of Criminal Law and Criminology, 43 (1952), págs. 51 y 52; del mismo: nidad, existen de hecho diversas «asociaciones» estructuradas en torno
Other People's Money, The Free Press, Glencoe (Illinois), 1953 págs. 147 a 151; del
a también distintos intereses y metas. El vínculo o nexo de unión que
mismo: The Differential Association Theory and Compulsive Crimes, en: Journal
of Criminal Law Criminology and Pólice Science, 45 (1954), págs. 49 a 64; J. F. integra a los individuos en tales grupos y subgrupos constituyendo el
SHORT, Jr., Differential Association and Delinquency, en: Social Problems, 4 sustrato psicológico real de los mismos es el ostentar unos intereses y
(1957), págs. 233 a 239; del mismo: Differential Association with Delinquent proyectos comunes que se comunican libremente unos miembros a otros.
Friends and Delinquent Behavior, en: Pacific Sociological Review, 1 (1958), págs. Dada la divergencia que existe en la organización social, resulta inevi-
20 a 25; también: Differential Association as a Hypotesis: Problems of Empirical
Testing, en: Social Problems 8 (1960), págs. 14 a 25, A. J. REISS, Jr., y L. RHODES,
An Empirical Test of Differential Association Theory, en: Journal of Research in
Crime and Delinquency 1 (1964), págs. 5 a 18; M. L. DE FLEUR y R. QUINNEY, 12 E. H. SUTHERLAND, «White Collar Criminality», en: American Sociological
A Reformulation of Sutherland's Differential Association Theory and a Strategy of Review, 5 (1940), págs. 2 a 10. Cfr. SIEGEL, L. J., Criminology, cit., pág. 202.
Empirical Verification, en: Journal of Research in Crime and Delinquency, 3 1^ SUTHERLAND admitió solo excepcionalmente una eventual incidencia de los
(1966), págs. 1 a 22; SH. GLUECK, Theory and Fact in Criminology: A Criticism of factores individuales en la «asociación», llegando a ejemplificar que diferentes
Differential Association, en: British Journal of Delinquency, 7 (1956), págs. 92; a trazos de la personalidad o circunstancias ambientales podrían afectar el contacto
/ •• 109; J. B. CORTÉS, Delinquency and Crime, Seminar, New York, 1972, págs. 166 con los modelos criminales (Principies of Criminology, cit., 1939, pág. 7). Pero en un
a 178, L. REED ADAMS, The Adequacy of Differential Association Theory, en: trabajo postumo del autor éste afirmaba que no es posible explicar el delito con la
Journal of Research in Crime and Delinquency, 11 (1974), págs. 1 a 8; R. L. sola hipótesis teórica de la asociación diferencial, considerando imprescindible la
BURGESS y R. AKERS, A Differential Association. Reinforcement Theory of inclusión de las diferencias individuales en una teoría global (E. H. SUTHERLAND,
Criminal Behavior, en: Social Problems, 14 (1968), págs. 128 a 147; REED ADAMS, Critique of the Theory, en: The Sutherlands Papers, Indiana University Press,
Differential Association und Learning Principies Revisited, enj^ocial Problems, 20 1956, Bloomington A. K. Cohén, A. R. Lindesmith y K. Schuessler, edit.). Como
(1973) págs. 458 a 470; A. COHÉN, A. LINDESMITH y K. SCHUESSLER, The observa BALAN SONLO, K. (Subcultura y delito, cit., pág., 152) en dos matices
Sutherland Papers, Indiana University Press, 1956, Bloomington; A. E. LISKA., importantes se aparta SUTHERLAND de los postulados de la Escuela de Chicago.
Interpreting the Causal Structure of Differential Association Theory, en: Social Primero, entiende que los factores socioeconómicos no deciden por sí solos el delito
Problems, 16 (1969), págs. 485 a 492; JEFFERY, C. R. Crime Prevention Through (vg., White-collar Crime). Segundo, estima imprescindible añadir al análisis
Environmental Design, Sage, 1977, Beverly Hills (págs. 235 a 267 y 311 a 318); del sociológico del crimen, una perspectiva individualizadora (psicologicista).
mismo: Criminal Behavior and Learning Theory, en: Journal of Criminal LaW, ^ En este sentido, VOLD, G. B. Theoretical Criminology, cit., pág. 235.
Criminology and Pólice Science, 56 (1965), págs. 294 a 300. ^'^ Así, VOLD, G. B., Theoretical Criminology, cit., pág. 237.
" E. H. SUTHERLAND, Principies of Criminology, Philadelphia-Lippincott, 1939, Dryden Press, New York (1949), capítulo 14, págs. 234 a 256 («A Theory of White
págs. 4 a 9. Collar Crime»).
844 ANTONIO GAECIA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 845
table que unos de esos muchos grupos suscriban y respalden modelos de 2'. La conducta criminal se aprende en interacción con otras personas,
conducta delictivos; que otros adopten u na posición neutral, indiferente- mediante u n proceso de comunicación.
y otros, por último, se enfrenten de modo activo a los valores criminales Según SUTHERLAND, por tanto, se requiere un aprend/zajeact/vo'por paú.e áe\
y profesen los valores mayoritarios^^. individuo. No basta con vivir en un medio criminógeno, ni con manifestar, por
supuesto, determinados rasgos de la personalidad (bajo cociente intelectual) o
f^^'La denominada «asociación diferencial» será, pues, u n a consecuencia situaciones frecuentemente asociadas al delito (desorganización familiar, por ejem-
lógica del principio de aprendizaje a través de asociaciones o contactos plo). Para convertirse en delincuente es necesario un proceso de aprendizaje de las
en u n a sociedad plural, conflictiva^®. paajtas y modelos criminales; proceso en el que participan activamente los demás^^.
De hecho, SUTHERLAND evoca explícitamente la teoría del conflicto SUTHERLAND a s u m e de este modo el p u n t o de vista del
sociaP^ El crimen, a su juicio, tiene naturaleza política: es producto de
interaccionismo de MEAD y DEWEY, rechazando los postulados
definiciones emanadas de ciertas autoridades; definiciones —añade—
mecanicistas del behavorismo entonces imperante. El autor acentúa la
que en la sociedad conflictiva no siempre se comparten por todos los
trascendencia de la «interacción social» y basa el aprendizaje en un
grupos. La adquisición por el individuo de un determinado comporta-
proceso de «comunicación»^^.
miento es un proceso de aprendizaje social, no político-legal. La capaci-
dad o destreza y la motivación necesarias para el delito se aprenden a 3'. La parte decisiva de dicho proceso de aprendizaje tiene lugar en el
través del contacto con valores, actitudes, definiciones y pautas de seno de las relaciones más íntimas del individuo con sus familiares y
conducta criminales. allegados. La influencia criminógena depende del grado de intimidad
del contacto interpersonal.
b') P a ra SUTHERLAND no se «nace» delincuente. El crimen no se
«hereda» ni se «imita»^° ni se «inventa»; ni es algo «fortuito» o «irracio- Es muy inferior, por ejemplo, la de los poderosos medios de comunicación de
masas que la de familiares, amigos o pares, porque estos últimos matizan la
nal»: el crimen se aprende. El autor resumió su teoría de la asociación interpretación de las experiencias diarias y contribuyen de un modo muy eficaz a que
diferencial con nueve proposiciones^i: aHmbobéíWpaeffiifl^i el individuo supere la barrera del control social y asuma los valores delictivos^".
•' 1'. La conducta criminal se aprende. Se aprende como se aprende
también el comportamiento virtuoso o como el hombre aprende cual- 4'. El aprendizaje del comportamiento criminal incluye el de las
quier otra actividad: a través de idénticos mecanismos. técnicas de comisión del delito —muy simples, a veces, muy sofisticadas,
otras—, así como el de la orientación especifica de los correspondientes
móviles, impulsos, actitudes y la propia racionalización de la conducta
" Vid. VOLD, G. B., Theoretical Criminology, cit., pág. 236. Como advierte BALAN
delictiva.
,; SONLO, K. (Subcultura y delito, cit., pág. 153) SUTHERLAND pretendía armoni-
,.._-. zar el análisis sociológico y el psicológico del delito, buscando u n a teoría Se aprende, pues, no sólo el modelo o pauta de comportamiento criminal, sino
,¡ omnicomprensiva válida tanto para el hecho colectivo del crimen como para su también el modus operandi o técnicas de ejecución del mismo; se aprende el
:; , dimensión individual, tanto para el rico como para el pobre, para el joven o el adulto. lenguaje (argot) y demás símbolos e instrumentos de comunicación con el mundo
I De ahí la finalidad de dos conceptos paralelos usados por el autor: organización criminal; se aprende, por último, el propio rol criminal, que el individuo asume y
diferencial (delito como fenómeno «social») y asociación diferencial (comportamien- racionaliza (mecanismos de refuerzo y autojustificación que tratan de neutralizar la
to delictivo individual). conciencia de culpabilidad), etc.
1** Así, VOLD, G. B., Theoretical Criminology, cit., págs. 236 y 237. Para el autor, esta Esto es, se trata de un proceso de aprendizaje como cualquier otro.
teoría significa tanto como afirmar que «quien anda con ladrones es muy probable
que termine convirtiéndose también en un ladrón»; que «quien se asocia con ¡rf> ÍR !rí>')r.nDJobnhí Aiof! 'ííair>'!''>ií f iisiiotíaiTít 'Min Í'O BÍ>?,b9nt BIÍIÜ
metodistas antes que con católicos romanos es más lógico que acabe siendo
metodista». ^^ «La criminalidad no puede producirse sin la ayuda de los demás» (Cfr. SIEGEL, L.
19 Cñ-. SIEGEL, L. J., Criminology, cit., pág. 202. , M ?„ ^ J., Criminology, cit., pág. 203).
20 Resaltando las diferencias entre SUTHERLAND y TARDE (contra la opinión de ^^ Vid. BALAN SONLO, K., Subcultura y delito, cit., pág. 153.
MANNHEIM), vid. BALAN SONLO, K., Subcultura y delito, cit., pág. 153. ^^ Cfr. SIEGEL, L. J., Criminology, cit., pág. 203. En sentido opuesto al de
21 E. H. SUTHERLAND y D. CRESSEY, Principies of Criminology, cit. (10^ ed.), págs- SUTHERLAND (en cuanto a la influencia de los medios de comunicación) se
80 a 82. pronuncia BANDURA.
846 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 847
c) CRESSEY, discípulo y colaborador de SUTHERLAND, es, desde el diversas objeciones, por su vaguedad, déficit empírico y excesivos
fallecimiento de éste en 1950, el principal valedor de la teoría de la niveles de abstracción.
asociación diferencial. E n un conocido trabajo^®, ha sistematizado y
Se ha censurado, por ejemplo, laambigüedad de la proposición sexta
tratado de contrarreplicar las principales objeciones dirigidas hasta
sutherlaniana. ¿Qué significa un «exceso» de definiciones favorables al
entonces contra aquélla, precisando proposiciones equívocas de la for-
comportamiento delictivo? ¿Ha contado alguien realmente —objetan
mulación sutherlaniana inicial.
entre otros, SH. GLUECK*^— el número de los modelos que favorecen
En este sentido —puntualiza CRESSEY— la teoría de la asociación una infracción de la ley y el de los que no favorecen la misma? ¿Ha sido
diferencial no establece una correlación directa entre el número de posible demostrar que en la experiencia predelictiva de la mayoría de los
contactos personales del individuo con modelos delictivos y el aprendi- criminales aquéllos h a n sobrepasado a éstos?*^. Dicha premisa, pues,
zaje de éstos, pues en tal caso habría que admitir que precisamente padece un elevadísimo grado de abstracción*^ y resulta difícilmente
quienes combaten el delito (policías, jueces, etc.) están más expuestos a verificable desde u n punto de vista empírico*'^.
la influencia de las pautas criminales por su continuo y estrecho trato Por ello, DE FLEUR y QUINNEY han tratado de reformularla acudiendo a la
con delincuentes. Lo decisivo, segiin el autor, no es la mera conexión con lógica simbólica y al modelo interaccionista. Según tal planteamiento, el aprendizaje
éstos, sino el hecho de que prevalezcan las definiciones favorables a la de motivaciones, actitudes y técnicas criminales, así como el predominio de los
criminalidad^''; no es la cantidad, sino la calidad del modelo lo que modelos delictivos sobre los convencionales, debe explicarse como un proceso que
tiene lugar en los grupos primarios del individuo y a través de una interacción
importa. si''t^¡nMiíii£'tíf^ií; ':^"sí^m'¿n 'Áúi-f,kr>x*ír^x'''éáñÚAU^it4,i'-éání- simbólica*^
"' Por otra parte, añade CRESSEY, el predominio de los modelos
delictivos no significa que deban ser necesariamente criminales los Un sector de la doctrina cuestiona el propio valor etiológico de la [
propagadores de tales pautas de conducta. Malos consejos paternos o la teoría anahzada. Las investigaciones de SHORT, REISS y RHODES — U*
admiración de la sociedad hacia ciertos crímenes impunes (juego, white- se dice— pueden demostrar sólo que los delincuentes tienden a asociarse
collar crime, etc.) tienen, también, un impacto antipedagógico indiscu- y relacionarse ante todo con otros delincuentes, pero no que dichas
tible aunque no procedan de violadores de la ley^® > ,,) ,;,j,. conexiones o contactos sean precisamente la causa de la criminalidad.
Con todo, CRESSEY reconoce que la teoría de la asociación diferencial de
Se trataría, más bien, de un a consecuencia lógica: el individuo procura
nóiost SUTHERLAND no explica por qué una persona expuesta a la influencia de modelos siempre seleccionar a sus afines, a quienes manifiesta ideas, actitudes
í'3 f'ó' criminales sucumbe a la misma, mientras otra, en idénticas condiciones, es capaz y conductas semejantes a l a s propias**'. La cuestión sería, entonces, otra:
de superarla. Tampoco sería correcta ni realista la suposición de que todo acto
criminal responde aun aprendizaje de pautas sistemáticas y racionales de conducta:
tal prejuicio desconoce la existencia de crímenes absurdos producto del aislamiento
y anonimato dej autor^^
*^ Así, GLUECK, SH., Theory and Fact in Criminology: A Criticism of Differential
Association, en: British Journal of Delinquency, 7 (1956), págs. 92 a 109.
d) La teoría de la asociación diferencial aporta u n modelo teórico *^ Sobre el problema, vid. GÓPPINGER, H., Criminología, cit., pág. 50 y bibliografía
generalizador, capaz de explicar también la criminalidad de las clases allí citada.
medias y privilegiadas'^''. Sin embargo, se h a n dirigido a la misma *^ Así, M. L. DE FLEUR y R. QUINNEY, A Reformulation of Sutherland's Differential
Association. Theory and a Strategy of Empirical Verification, en: Journal of
Research in Crime and Delinquency, 3 (1966), pág. 22.
*** Así, SHORT, J. F. (Jr.), Differential Association as a Hypothesis: Problems of
^** CRESSEY, D. Epidemiologies and Individual Conduct: A Case from Criminology, Empirical Testing, en: Social Problems, 8 (1960), pág. 24. Cfr. VOLD, G. B.,
en: Pacific Sociological Review 3 (1960), págs. 128 a 147. Cit. por SIEGEL, L. J-, Theoretical Criminology, cit., pág. 241.
Criminology, cit., pág. 230. •. 'w ^.-ir.un J . . I , J H / *^ M. L. DE FLEUR y R. QUINNEY, A Reformulation of Sutherland's Differential
^'' Cfr. SIEGEL, L. J., Criminology, cit., pág. 205. Association Theory..., cit., pág. 9. Cfr. VOLD, G. B., Theoretical Criminology, cit.,
'* Cfr. SIEGEL, L. J., Criminology, cit., pág. 205. pág. 241.
^s Cfr. SIEGEL, L. J., Criminology, cit., pág. 206. *^ «Birds of a feather flock together», afirman gráficamente los GLUECK (GLUECK,
"" Así, SIEGEL, L. J., Criminology, cit. pág. 206. SH., y GLUECK, E. T., Unraveling Juvenile Delinquency, New York, 1950,
850 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 851
¿Por qué pertenece un individuo a la asociación a la que pertenece y no ¿Hasta qué punto no sería más cierto, afirma GLUECK, que ciertas técnicas
a otra? ¿Por qué busca determinadas esferas de contacto a menudo criminales son «inventadas» —no «aprendidas»— por el individuo, y que se aprende
ajenas y distantes de su medio, mientras otras personas de su entorno más aún el comportamiento convencional que el propio comportamiento delictivo?^".
rechazan estas conexiones?*^.
Las pretensiones generalizadoras de la teoría de la asociación dife-
¿Cómo explicar, según corroboran investigaciones llevadas a cabo en Tubinga
,, con reclusos y el correspondiente grupo de control, que ciertos marcos de relaciones
rencial constituyen, sin duda, el «talón de Aquiles» de la misma, porque
' . y contactos, completamente naturales para unos, resultan inaceptables para otros, 'no todo crimen es producto de u n aprendizaje social normal. Puede
•' • aun cuando la distancia entre el medio familiar y aquellas zonas era aproximadamen- explicar probablemente ciertos hechos delictivos, de acuerdo con el más
3< te la misma para los individuos de ambos grupos?"**. limitado alcance que atribuía el propio SUTHERLAND a este esquema
^;fi i3 ív^N^Krax; .liqavimsmmM&Mmiim^fi
teórico en su formulación inicial (actividad delictiva sistemática y
En todo caso, parece desmedido e incorrecto el intento de reconducir profesional)^®; tal vez, también, aquellos otros que cometen ciudadanos
toda actividad criminal a un proceso social, normal, de aprendizaje. Hay «honrados» con cierto beneplácito social, según confirman los self-
sin duda, experiencias que no son aprendidas*^, factores ocultos e reporter-studies^^ (corrupción, lesiones y daños con motivo de conflictos
inconscientes^" que influyen en la conducta. El crimen no siempre laborales o acontecimientos deportivos, defraudaciones fiscales, etcéte-
responde a patrones racionales y utilitarios: existen crímenes absurdos, ra). Pero no todos''''.
ocasionales, espontáneos, impulsivos, ajenos por completo a cualquier
mecanismo de aprendizaje^^ La teoría de la asociación diferencial
menosprecia los instintos primitivos del individuo (agresividad, sexua- B) Teoría de la «identificación» diferencial (GLASER)
lidad, posesión, etc.): instintos que explican numerosas conductas La convicción de que el concepto sutherlaniano de aprendizaje,
antisociales del niño y no cabe atribuir a aprendizaje social alguno'^^; debidamente revisado, ofrece un marco teórico satisfactorio para anali-
además, no pondera suficientemente las diferencias individuales, igno- zar la conducta delictiva, explica se hayan formulado desde entonces
rando que aun cuando la personalidad criminal no se hereda, determi- diversos esquemas y modelos que toman como punto de partida la teoría
nados rasgos o trazos del individuo generan en éste probablemente un de la asociación diferencial. . ^ . . —c ,_i
potencial criminógeno más elevado que en quienes carecen de tales
factores^^. Es el caso de D. GLASER®^ y su teoría de la «identificación», según la
cual el aprendizaje del delito implica más identificación con roles
criminales que asociación o contactos con delincuentes.. -—>, «
P a r a GLASEE, la criminalidad no se produce por interacción directa cación con criminales en los mass media), bien como reacción negativa
o comunicación con grupos sociales y sus subculturas, esto es, por contra las fuerzas que se enfrentan a la criminalidad^^.
aceptación de sus correspondientes modelos de conducta, sino a través
de sutiles mecanismos de identificación con determinadas personas que No obstante, la teoría de la «identificación» de GLASEE concibe la
proporcionan al individuo sus propias pautas de comportamiento. Iden- conducta delictiva como u n a conducta que el individuo preselecciona
tificación, afirma GLASEE, equivale a «elección de otra persona, desde intelectualmente y aprueba de antemano, descartando la posibilidad de
cuya perspectiva observamos nuestra propia conducta»^®. En el curso de situaciones casuales donde no operan tales mecanismos de identifica-
complejos procesos sociales, continúa GLASEE, el individuo elige deter- ción. Lo que, probablemente, más que ajustarse a la realidad no es sino
minadas personas o grupos sociales, con los que se identifica. No es un prejuicio con desmedida carga especulativa'^''.
necesario que coincida físicamente con ellos, ni que pertenezcan a su
entorno: les elige y toma de los mismos sus valores, actitudes y modelos.
No se «asocia», sino «identifica» con unos y otros. Í?|*ÍÍ« C) Teorías del refuerzo diferencial (Differential Reinforcement) y
del condicionamiento operante (operant conditioning)
«Una persona sigue el camino del crimen —concluye GLASEE— en
la medida en que se identifica con personas, reales o ficticias, desde cuya Tales teorías son u n intento de explicar el crimen como u n a modali-
perspectiva su conducta criminal parece aceptable»''". Tal teoría pone el dad más de comportamiento «aprendido», si bien incorporando al modelo
acento en los procesos de interacción, que mediatizan la elección de los de aprendizaje de SUTHEELAND diversos elementos de la teoría
modelos, incluyendo la interacción del individuo consigo mismo en la conductista''^ como son los «estímulos reforzadores».
racionalización de su propia conducta. Esta perspectiva hace que la De suerte que estamos en presencia de u n a reformulación de los
teoría de la identificación sea diferenciada para cada caso individual de esquemas originarios de SUTHEELAND, matizados con uno de los
criminalidad, integrativa de las condiciones anómicas, de las fi"ustracio- enfoques de la moderna teoría psicológica (fundamentalmente, el deno-
nes precedentes, de los códigos morales aprehendidos, de la participa- minado «condicionamiento operante»).
ción en el grupo o de otros elementos de la vida de u n individuo^^.
A pesar, pues, del sustrato psicologicista que subyace a cualquier
La reformulación que lleva a cabo GLASEE tiene el mérito de teoría del «aprendizaje» —y que ya fue objeto de examen pormenorizado
incorporar la teoría de los roles y otros aspectos de los modelos actuales en el capítulo XIV de esta obra— se justifica ahora y en este lugar una
del aprendizaje al esquema inicial de SUTHEELAND, excesivamente nueva referencia a ciertos autores (BUEGESS, AKEES, etc.) porque
rígido, haciéndose eco, además, del incuestionable impacto de los medios priman en los mismos la clave sociológica sobre el e n t r a m a d o
de comunicación de masas en la conducta del individuo, problema éste psicologicista y, en todo caso, por la afinidad de sus posiciones a las de
muy minimizado por SUTHEELAND^l Así, GLASEE resaltaría la SUTHEELAND.
posibilidad de una identificación del individuo con delincuentes, bien a
Para la teoría del «refuerzo diferencial», el crimen es un comporta-
través de u n a relación positiva con los roles criminales (vg., la identifi-
miento aprendido; pero el mecanismo de adquisición se precisa mejor
con ayuda del denominado «condicionamiento operante» (aprendizaje a
través de las consecuencias de la acción misma), bien a través de
situaciones no «sociales» —que refuercen o impliquen u n a discrimina-
^^ D. GLASEE, Criminality Theories and Behavioral Images, cit., pág. 440. Cfr.
1 ...nt.^ A tí mA-^íhf' A' a fi y'^'^O'.r,
GÓPPINGER, H., criminología, cit., pág. 51.
'"' D. GLASEE, Criminality Theories and Behavioral Images, cit., pág. 440. Cfr.
GÓPPINGEE, H., Criminología, cit., pág. 51. ga T •
®^ D. GLASEE, Differential Association and Criminological Prediction, en: Social ^'•^ Cfr. GÓPPINGER, H., Criminología, cit., pág. 51. . '] J>
Problems, VIII n'' 1 (1960), págs. 6 a 14. Cfr. T. PITCH, Teoría de la desviación ''* Cfr. GÓPPINGER, H., Criminología, c i t , pág. 51. -., ' ' v
social, cit., pág. 66. '^^ Vid. SIEGEL, L. J., Criminology, cit., pág. 206; PITCH, T., La teoría de la desviación
*^^ Así, VOLD, G. B., Theoretical Crimninology, cit., pág. 242. - í 3 .rsaluf'. ir. •Jo social, cit., págs. 67 y ss.
854 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 855
ción a favor de la conducta delictiva— bien en el marco de la interacción y de controlar los mecanismos de refuerzo e inhibición antes citados
social, cuando la conducta de los otros produce semejante impacto. (asociación diferencial).
En estos términos, la teoría se presta a u n a verificación empírica más Una determinada conducta tiene lugar, según esto, cuando el individuo percibe
las ventajas de la misma sobre sus alternativas; es decir, cuando los mecanismos
fácil, sobre todo en las experiencias de laboratorio con pequeños grupos. de refuerzo de tal comportamiento prevalecen sobre los estímulos negativos. La
Además, como la reformulación en base a la teoría de los roles, la delictiva se produce cuando las definiciones positivas o neutralizadoras de ésta
investigación se extiende más allá de los límites de la subcultura, en un contrarrestan las negativas. De modo que cabe esperar el comportamiento desviado
modelo que hace especial hincapié en el aspecto individual del proceso en la medida en que haya sido objeto de un refuerzo diferenciai sobre otro
de aprehensión. Por tanto, esta teoría es un a típica teoría conductista, comportamiento alternativo y aparezca definido como justificado o deseable™.
Posteriormente —una vez iniciado el individuo en actividades delictivas— su
y, en tal sentido, séxibica dentro de u na de las tendencias más afortuna- conducta se verá apuntalada por diversos factores (refuerzo social, contacto con
das —especialmente en la actualidad— de la ciencia social norteameri- pares desviados, ausencia de castigo y rechazo por padres y allegados, etc.). Así,
cana*'®. la conducta desviada surge por imitación, pero se perpetúa gracias al respaldo
sociaP, tesis que AKERS considera haber podido verificar empíricamente en una
a) En efecto, ajuicio de AKERS*''', el individuo aprende a comportarse investigación llevada a cabo con 3.065 jóvenes drogodependientes de ambos
socialmente a través de un condicionamiento operante, de suerte que su sexos'^.
conducta es controlada por un a serie de estímulos a los que sigue. Las
pautas del comportamiento humano en sociedad se adquirirían a través Las limitaciones de este enfoque —por lo que a las teorías de la
del impacto condicionante y modelador que ejerce el comportamiento de criminalidad aquí examinadas se refiere— derivan de la propia esencia
los demás. La conducta del individuo —añade AKERS'^^— se refuerza del conductismo, ajeno al problema de las «causas» (últimas) de la
cuando obtiene gratificaciones positivas o evita castigos (refuerzo nega- desviación y de su marco general de referencia^\ .«r mm^f^vi^urvin-
tivo); la misma conducta se enerva o debilita mediante estímulos
negativos (castigos) o pérdida de gratificaciones (sanción negativa). Que > nn
ii Vi ' •fí>;ri, BJíi'i '-O ^ohHUi »«"< ^oi sh i
surja o persista un comportamiento desviado dependerá del grado de
ventajas o desventajas asociadas a dicho comportamiento y a otros ™ AKERS, R.; KROHN, M., y otros, cit., pág. 638. Cfr. SIEGEL, L. J., Criminology,
comportamientos alternativos (teoría del refuerzo diferencial). cit., página 207.
" Cfr. SIEGEL, L. J., Criminology, cit., pág. 207.
Según AKERS^^, el individuo aprende a evaluar su propio comporta- '^ AKERS y sus asociados (op. cit., págs. 636 a 655), encuestaron a 3.065 jóvenes de
miento a través de un proceso de interacción con personas y grupos ambos sexos sobre actividades relacionadas con drogas y alcohol sobre el modo en
especialmente significativos para el mismo: sobre todo aquellos grupos que percibían las diversas variables o factores del aprendizaje social y el «refuerzo
diferencial». Ponderaron cómo captan los encuestados las reacciones de sus padres
y personas que tienen capacidad de imponerle sus modelos de conducta y seres queridos ante tales actividades ilícitas; el número de personas admiradas
: , por aquéllos involucradas en las mismas; y si dichas personas castigarían o no
castigarían a los jóvenes por u n eventual abuso de estas sustancias. AKERS
^'^ Vid. T. PITCH, La teoría de la desviación social, cit., págs. 67 y 68. asegura haber constatado una sólida correlación entre el abuso de drogas y las
*^' Vid. AKEES, R., Deviant Behavior, a Social Learning Approach, 2- ed. (1977), : diversas variables del aprendizaje social, haciendo especial hincapié en la asocia-
Belmont, Massachussets, Wadsworth; del mismo y KROHN, M., LONZA-KADUCE, ción o contactos diferenciales. Cfr. SIEGEL, L. J., Criminology, cit., pág. 207
L., y RADOSEVICH, M., Social Learning and Deviant Behavior: A Specific Test of 73 rp pjrpQjj^ Teoría de la desviación social, cit., págs. 69 y 70. Por lo que se refiere a
a General Theory, en: American Sociological Review, 44 (1979), págs. 636 a 655; del la desviación social, el enfoque conductista no encara las causas generales, ni los
mismo y BURGESS, R. L., A Differential Association-Reinforcement Theory of modos de manifestación de la conducta no conforme, sino que se detiene en la causa
Criminal Behavior, en: Social Problema, 14 (1968), págs. 128 a 147. Cfr. SIEGEL, más próxima, es decir, aquélla que no debe deducirse de un cuadro de referencia
L. J., Criminology, cit., pág. 206 y 207; VOLD, G. B., Theoretical Criminology, cit., general (véase la anomia), sino que puede detectarse directamente en el ambiente
páginas 242 y 243. donde se verifica la conducta. Sobre esa causa se puede actuar: el enfoque
"** Cfr. SIEGEL, L. J., Criminology, cit., págs. 206 y ss. ^ conductista es el que se vincula más inmediatamente a las exigencias del sistema
^^ En: AKERS, R.; KROHN, M.; LONZA-KADUCE, L., y RADOSEVICH, M., Social dominante para garantizar la conformidad. Mediante la noción de estímulos
Learning and Deviant Behavior: A Specific Test of a General Theory, cit., págs. 637 reforzadores y discriminantes se pueden emplear técnicas de behavior modification
y ss. Cfr. SIEGEL, L. J., Criminology, cit., pág. 207. (modificación de la conducta) actuando precisamente sobre estos mismos estímu-
856 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 857
>
858 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DB CRIMINOLOGLV 859
autojustificando así la conducta desviada de los patrones de las clases buena medida, es más u n reflejo o inquietante «caricatura» de la misma
medias^^. sociedad que u n «cuerpo extraño» de ésta®^.
La teoría de la neutralización, utilizada por los autores para explicar ¿Qué función desempeñan las técnicas de justificación? ¿Cuáles son
la delincuencia (suhcultural) juveniP^, parte de un a imagen diferente éstas?
del desviado, de la desviación, de la estructura de las clases sociales y de SYKES y MATZA fundamentan la no existencia de u na radical
la propia subcultura criminal. , ^j^^ íitfV'K'Vtf'r \ y % v c \ V f P contradicción entre los valores del delincuente y los convencionales de
Para MATZA, la subcultura criminal es relativamente amorfa. Carece de roles la sociedad en diversos datos empíricamente constatados: el complejo de
I- formales y valores rígidos, vertebrándose gracias auna mera tradición oral. En modo culpabilidad del infractor, el hecho de que éste admire y respete a
alguno representa un todo uniforme y monolítico, autónomo e independiente, que ciudadanos honestos y seleccione sus víctimas, o que participe, como
enfrente su propio código normativo ai de la sociedad oficial. Antes bien, según
SYKES y MATZA, se inserta en un modelo de cultura plural que es, a la vez, ética
cualquier otro, en muchas de las actividades sociales licitas. Ello
y desviada"*. De hecíio, el joven acusa dicha ambivalencia, oscilando a menudo su significaría que, compartiendo los mismos valores de las clases medias,
conducta de uno a otro extremo, de la conformidad a la rebeldía''^ el delincuente juvenil desarrolla u n a variada gama de mecanismos de
En la base misma de la subcultura juvenil se hallan valores CQxno el amor a la autojustificación de su conducta criminal que le permiten apartarse
aventura y el peligro, el desprecio a la monotonía cotidiana y la rutina, la ambición
ROI í temporalmente de aquéllos y participar en los valores subterráneos de
por el dinero, como signo de ostentación y gratificación inmediata, el trabajo fácil, la
ÍB0fí agresividad, etc., que integran la ideología de la leisure class: valores subterráneos esa misma sociedad^". La conducta delictiva, según esto, procede de la
de capital importancia, ya que son compartidos por muchos, aunque entren en neutralización de los valores y modelos socialmente aceptados, que tiene
aoÍR colisión con los convencionales"'^ de las clases medias; y el joven es muy sensible lugar m e d i a n t e el empleo de u n conjunto de racionalizaciones
a los mismos si la sociedad no le provee de metas y roles específicos"'.
estereotipadas del comportamiento ilegaP^
Todo ello sugiere a los autores u n a reflexión critica: hemos partido de Las técnicas de neutralización o autojustificación serían fundamen-
u n a visión demasiado simplificada del sistema de valores de los indivi- talmente cinco^^: la exclusión de la propia responsabilidad; negación de
duos que respetan la ley al reducir el sistema de valores de toda la la ilicitud y nocividad del comportamiento; descalificación de quienes
sociedad al de la clase media, desconociendo que la sociedad no se han de perseguir y condenar éste; apelación a la supuesta inexistencia
compone sólo de clases medias y que la clase media dista mucho de ser de víctima del mismo, e invocación de instancias y móviles superiores.
homogénea; y hemos supuesto que el desviado profesa unos valores La exclusión de la propia responsabilidad es un mecanismo de
propios, rebelándose contra los de la sociedad, cuando realmente no hace autojustificación mediante el cual el delincuente se presenta a sí mismo
sino participar en valores subterráneos de amplia aceptación®*^; y, en como «impulsado» irremisiblemente hacia el delito por las circunstan-
cias que le rodean, con lo que «prepara» la desviación y la conducta
criminal, evitando de este modo sutil el choque frontal con la norma
jurídica.
En definitiva, el modo más sencillo de defenderse de la reacción negativa de la ^,-.
J H Í >i.-,
-i >íí-j'fr> :íO', í.'^' i"!
sociedad consiste en «redefinir» el propio comportamiento desviado como una ;scv A-n ! hrhím.ir^'.; -^ísjc-n '^\s nH i- ^í'. i-,.^' q ,íM i ;
conducta «realmente no criminal». Vid. VOLD, G. B., Theoretical Criminology, cit.,
[>í -^t
pág. 262.
83 89 Cfr. T. PITCH, La teoría de la desviación social, cit., pág. 111.
SIEGEL, L. J., Criminology, cit., pág. 208. .. -.; , ,,-
84
SIEGEL, L. J., Criminology, cit., pág. 208. '.••.••.".-—:-!"« Vr ftVPAf.T I^-A,
90 Cfr. SIEGEL, L. J., Criminology, cit., pág. 208. Sobre una de las finalidades
MATZA, D., Delinquency and Drift, cit., pág. 51. primordiales que persiguen las técnicas de autojustificación (preservar la autoimagen
Vid., T. PITCH, La teoría de la desviación social, cit., págs. 110 y 111. Sobre la del desviado como no delincuente), vid. VOLD, G. B., Theoretical Criminology., cit.,
leisure class, vid. VEBLEN, T., Teoría de la clase ociosa. México. Fondo de Cultura págs. 262 y ss.
91 SYKES, G. y MATZA, D., Techniques of Neutrahzation, cit., págs. 664 a 670.
Económica; vid., MATZA, D., Subterranean Tradition of Youths, cit., pág. 116.
87
SYKES, G., y MATZA, D., Techniques of Neutralization: A Theory of Delinquency,
92 Vid. GARCÍA-PABLOS, A., Problemas actuales de la Criminología, cit., págs. 147
cit., págs. 664 a 670. a 150; BARATTA, A., Criminología libérale e ideología della difesa sociale, cit.,
Cfr. T. PITCH, La teoría de la desviación social, cit., págs. 110 y 111. págs. 21 y ss.
i
860 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 861
Con frecuencia el lenguaje popular, debidamente manipulado o instrumentado, delincuente, se sacrifican en aras del respeto a normas y deberes que
define —«redefine», para ser más exactos— un comportamiento criminal como
proceden de subgrupos sociales a los que el criminal pertenece.
mero «accidente», «mala suerte» que puede suceder a cualquiera, simple «traspié».
Sobre tales técnicas de neutralización se han llevado a cabo diversas investiga-
ciones empíricas^^. R. BALL='^ R. REGOLI y E. POOLE^'s consideran haber podido
verificar la premisa fundamental de la teoría de la neutralización. Por el contrario, el
La negación de la ilicitud (penal) de la conducta es otra técnica de self-reportstudyÚQ HINDELANG llega a la conclusión opuesta: que delincuentes y
autolegitimación o autojustificación del comportamiento desviado, que no delincuentes profesan valores distintos^^ -'"'J^OIJUB ^vr^n
pretende restar importancia o trascendencia al mismo, atenuar el ilícito.
A menudo se invoca para ello la conocida distinción entre ilícito penal e La teoría de la neutralización explica satisfactoriamente por qué
ilícito administrativo; o la contraposición material: mala quiaprohibita- muchos jóvenes infractores no culminan sus carreras criminales al
prohibita quia mala. La conducta que t r a t a de «neutralizarse» se alcanzar la madurez. Por otra parte, que el delincuente no rechace los
presenta, lógicamente, como u na conducta formalmente prohibida, pero valores convencionales de la sociedad parece u n a tesis realista y clari-
intrínsecamente indiferente; como mala quia prohibita, pero no nociva ficadora, muy adecuada para comprender determinadas manifestacio-
ni inmoral per se. ^ ^^^.^.^ ..VAf^f^yia,
nes de la criminalidad. No obstante, adolece de un a inevitable ambigüe-
y¿, , El lenguaje facilita, también aquí, la buscada degradación del ilícito penal. Un dad y carga especulativa. Pues el problema —la piedra de toque de este
^^1 ^ acto «vandálico» se redefine como una mera «perturbación del orden». Un «hurto modelo teórico— sigue sin u na respuesta empíricamente contrastada:
de uso», como una toma en préstamo. Una lucha cruenta entre pandillas rivales,
yiKr como un «conflicto privado». O una «detención ilegal» cometida por funcionario
¿precede o subsigue el mecanismo autojustificador al comportamiento
i39í' público, como una mera «retención». criminal que t r a t a de neutralizar?; ¿es la «causa» de que éste tenga lugar
•iB'ggi.í"0íii9i,ftTSí'f oíjMóí) lírí5'a.eiJ^- o una mera «coartada» expost'?^''
La negación de la víctima —negación de la condición efectiva de
víctima— t r a t a de presentar el hecho criminal como un acto de justicia,
a través de u n a descalificación del sujeto pasivo que «merecía» tal
«castigo». Este es justo, deseado por la comunidad, obra de la providencia 98
3. TEORÍAS DEL CONTROL
que se ha servido de la mano del «ejecutor»: un castigo merecido, y no un
acto criminal. Las llamadas teorías del control plantean el problema de la desvia-
ción criminal en otros términos: si todo individuo cuenta con el potencial
La descalificación de quienes han de reprobar el hecho criminal es
••X^í
otro de los mecanismos de neutralización de la conducta delictiva.
Consiste, en definitiva, en desviar la atención inicialmente centrada en a m í^'HiH
la conducta criminal hacia las motivaciones y conducta de los ciudada- ''^ Vid. SIEGEL, L. J., Criminology, cit., pág. 210.
nos respetuosos para con la ley. Como éstos han de desaprobar la ^^ BALL, R., An Empirical Exploration of Neutralization Theory, en: Criminología, 4
conducta delictiva, son presentados como hipócritas, injustos, malva- (1966) págs. 22 a 32. En sentido semejante: M. W. MINOR, The Neutralization of
dos, corruptos, parciales, etc., a fin de restar legitimidad y relevancia al Criminal Offense en: Criminology, 18 (1980), págs. 103 a 120. Cfr. SIEGEL, L. J.,
Criminology, cit., pág. 210 y nota 27.
reproche de aquélla. .^^
'^^ R. REGOLI y E. POOLE, The Commitment of Delinquents to Their Misdeeds: A
Finalmente, G. M. SYKES y D. MATZA se refieren al reclamo a Reexamination, en: Journal of Criminal Justice, 6 (1978), págs. 261 a 269. Cfr.
instancias superiores. Apelando a valores éticos superiores (solidaridad, SIEGEL, L. J., Criminology, cit., pág. 210 y nota 28.
^•^ M. HINDELANG, The Commitment of Delinquents to Their Misdeeds: Do
patriotismo, lealtad) a veces el delincuente —o u na subcultura determi- Delinquents Drift?, en: Social Problems, 17 (1970), pág. 509. Cfr. SIEGEL, L. J.,
nada— t r a t a de justificar un comportamiento criminal. El hecho crimi- Criminology, cit., pág. 210 y nota 29. i,. ..I ,j:30aiK .-ñÚ ""'
nal se presenta como un «sacrificio», incluso heroico, debido a lazos de ^^ Así, SIEGEL, L. J., Criminology, cit., pág. 210.
lealtad más poderosos que la propia ley. De este modo, expectativas y ^^ Por teorías del control no entienden todos los autores lo mismo. Cfr. HALL
deberes que derivan de la sociedad en general y que se aceptan por el WILLIAM, J. E. Criminology and CriminalJustice, cit., págs. 145 y ss.; GÓPPINGER,
H., Criminología, cit., páginas 51 a 53.
>
862 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 863
necesario para violar las leyes y la sociedad le ofrece numerosas O de interés y sensibilidad hacia los demás, carece, también, del indis-
oportunidades para hacerlo, ¿por qué, pues, muchos de ellos las obede- pensable control disuasorio, encontrando expedito el camino del crimen.
cen?
Lo que puede suceder con independencia del estrato social al que
' Para la teoría criminológica clásica, la respuesta se encuentra en el pertenezcan"^.
miedo al castigo, elemento básico del control social. Los teóricos del 1') Cuatro factores decidirían el arraigo o vinculación del individuo a
control, sin embargo, acudiendo a un análisis sociológico, ven en el miedo la sociedad, a juicio de HIRSCHPo^.
al castigo sólo uno de los muchos vínculos del individuo con el orden
social: no el único ni el prioritario. El individuo evita el delito — a') Apego y consideración hacia personas («Attachment»). Sin u n
aseguran— porque es el primer interesado en mantener u n comporta- sentimiento de afecto por las personas, el individuo pierde la capacidad
miento conforme a las pautas y expectativas de la sociedad; porque tiene de relacionarse coherentemente con el mundo y de desarrollar u na
u n a razón actual, efectiva y lógica para obedecer las leyes de ésta: la conciencia social (vg., psicópatas). El apego a los padres es el vínculo
comisión del delito le depararía más inconvenientes que ventajas''^. primario que asegura el arraigo social indispensable de todo individuo;
sin el mismo, difícilmente interiorizará éste sentimiento de respeto
' ^ Lo que no puede explicar con la misma convicción la teoría del control hacia los otros y hacia la propia autoridad.
es por qué entonces hay personas que delinquen^"". La respuesta de las
control theories apuntan a la existencia de diversas y contradictorias b') Identificación y compromiso con los valores convencionales
concepciones o códigos morales en el seno de la misma sociedad. («commitment»). El tiempo y esfuerzo empleados en líneas de acción
convencionales (educación, ahorro de dinero para el futuro, cualificación
De las teorías del control merecen un examen particularizado las profesional, etc.) son decisivos porque cuanto más se comprometa el
formulaciones de HIRSCHI (social bond theory), BRIAR y PILIAVIN individuo con los valores convencionales (propiedad, reputación, presti-
(commitment to conformity), RECKLESS (containment theory), REISS gio, etc.), tanto más difícil será que delinca, siquiera por miedo a poner
(control interior) y GLASER (differential anticipation theory). en peligro su situación adquirida. --••-•'««:"- c+r-rnx:?-'?-'^-'-:-* -
c') Participación en actividades sociales («involvement»). Ajuicio de
'í^ a) Teoría del arraigo social («social bond theory») HIRSCHI, u na intensa participación del individuo en actividades con-
vencionales (vg., escuela, esparcimiento, familia, etc.,) le aisla de un a
Se formula por Travis HIRSCHI en su obra Causes of Delinquency,
eventual tentación delictiva, mientras el ocio y la desocupación poten-
aparecida en 1969^°^
cian ésta.
Según HIRSCHI, todo individuo es un infractor potencial, y sólo el d') Creencias («belief»). La probabilidad de delinquir sería más acusa-
miedo al daño irreparable que pudiera ocasionarle el delito en sus da en aquellos individuos que carecen de las creencias y códigos morales
relaciones interpersonales (padres, amigos, vecinos, etc.) e institucionales compartidos generalmente por quienes se hallan en u na misma situa-
(escuela, trabajo, etc.) le frena. La causa de la criminalidad resultaría, ción social. Pues el desarraigo, la insolidaridad y el vacío moral, impiden
pues, del debilitamiento en el joven de esos lazos o vínculos que le unen desarrollar valores como el respeto a los derechos de los demás y la
con la sociedad. Cuando el individuo carece del necesario arraigo-social admiración hacia el código legal, frenos importantes de la conducta
-,, III i'jTioí 'ti"upnii J U ' O j/i'-ii.fiíimit) / •(
desviadaí"^
MeJ«Tvi>í' ir,a J Í J ^•^•AH Hinn ) !» í n-ñ
J w!-q ,
^9 Cfr. SIEGEL, L. J., Criminology, cit., pág. 211. -' ,r-'-v
1"" Cfr. SIEGEL, L. J., Criminology, cit., pág. 211, citando a T. HIRSCHI, Causes of i«2 Cfr. SIEGEL, L. J., Criminology, cit., pág. 212.
Delinquency, cit., pág. 34.
103 HIRSCHI,T., Causes ofDelinquency, cit., pág. 231. Cfr. SIEGEL, L. J., Criminology,
1"! T. HIESCHI, Causes of Delinquency, Berkeley, 1969, University of California. Vid.
cit. pág. 212.
del mismo y GOTTFREDSON, M., Understanding Crime: Current Theory and ^"^ HIRSCHI, por otra parte, estimó que existía u n a cierta correlación recíproca entre
Research (1980). Vid. SIEGEL, L. J., Criminology, cit., págs. 211 y ss. los diversos factores mencionados. Una persona, por ejemplo, que rechaza toda
864 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 865
2') El propio HIRSCHI ha tratado de verificar empíricamente las principales mismos y recupera sus referencias o patrones normales; en segundo
hipótesis de su teoría, sirviéndose de un minucioso se/freportstuc/yúsXúbwáo entre
cuatro mil jóvenes estudiantes de California. Del mismo extrajo cinco conclusiones%
lugar, la evidencia de que existe un grado variable de compromiso y
que confirman aquélla^°^ aceptación de los valores convencionales que se extiende desde el mero
a'. Los jóvenes que demuestran un gran apego a sus padres son menos proclives miedo al castigo hasta la representación de las consecuencias del delito
a la comisión de hechos delictivos. en la propia imagen, en las relaciones interpersonales que se aprecian,
b'. Conductas que demuestran que un individuo comparte los valores convencio- eíi el status y actividades presentes y futuras, etc.
cont nales, como el tratar de conseguir una buena educación, no callejear, rehusar la
ÍW
bebida, suelen ir asociadas al comportamiento convencional. Lo qué significaría que, en situaciones equiparables, u n a persona con
c'. Los jóvenes que participan en actividades convencionales (deberes, trabajos elevado grado de compromiso o conformidad hacia los valores convencio-
de casa, etc.) se hallan menos implicados en hechos delictivos. Por el contrario, los
f. • que suelen involucrarse en actividades no convencionales son más proclives al nales es menos probable que se involucre en comportamientos delictivos
Offi'.' crimen. que otro individuo con inferior nivel de conformismo. Y a la inversa: dado
d'. Los delincuentes jóvenes mantienen escasas o distantes relaciones un cierto estímulo que ofrezca garantías de éxito o chances suficientes,
interpersonales. Los no delincuentes demostrarían un claro apego a sus pares. incluso un individuo con alto coeficiente de conformidad puede sucumbir
Oi9q e'. Delincuentes y no delincuentes comparten semejantes creencias sobre la
a la tentación del delito.
sociedad.
A juicio de los autores, el individuo trata de mantener relaciones
Otro conocido intento de verificar empíricamente el modelo teórico de positivas con la gente y de obtener así la aprobación de las personas cuya
HIRSCHI se debe a M. HINDELANG^os, en Nueva York. El autor obtuvo protección y afecto aprecia (padres, amigos, maestros, etc.). Después, su
resultados muy semejantes, excepto en el particular del apego del propio interés por ajustarse a las pautas convencionales condiciona la
delincuente a sus pares: HINDELANG observó que u n a estrecha iden- elección de amistades, optando por las que manifiestan semejantes preocu-
tificación con los pares guarda relación directa con actividades crimina- paciones y valores. De este modo se construirían los vínculos sociales que
les, mientras HIRSCHI llegó a la constatación inversa. „.j.5. ^.., reclaman e imponen conformidad; lazos o raíces en cuyo desarrollo inter-
vienen factores como el afecto por los pares, aspiraciones ocupacionales,
apego hacia los padres, preocupación por los resultados escolares, miedo a
b) Teoría de la conformidad diferencial («commitment to las privaciones materiales y sanciones rmidas al arresto, etc.
conformity»)
BRIAR y PILIAVIN acentúan la relevancia de un factor muy concreto: la relación
Se mantiene por S. BRIAR e I. PILIAVIN, y parte de dos premisas^"^; temprana del individuo con sus padres; relación decisivamente positiva cuando la
disciplina sirve para promover y reforzar comportamientos aprobados por la socie-
en primer lugar, la posibilidad de que estímulos pasajeros puedan
dad; pero muy negativa si el padre no recompensa con afecto la obediencia del hijo,
afectar en mayor o menor medida la tabla de valores y la propia conducta si le ignora o no es capaz de ofrecerle modelos de conducta adecuados, pues
del individuo en tanto éste se halla expuesto a la influencia de los entonces desmorona las ataduras que unen al niño con la sociedad y la propia base
sobre la que se asienta la obediencia voluntaria^°l ,
Bi n 9 I19BD aorrij
terísticas individuales del infractor. ¿Cómo es posible que u n individuo Los externos proceden de la coacción normativa que ejercen la socie-
que vive en u n área pobre y de elevadísimas cotas de criminalidad se dad y los diversos grupos sociales para controlar a sus miembros. De este
resista al delito? Indudablemente —según la teoría analizada— porque modo se promueven el sentimiento de pertenencia a la comunidad y
concurren en el mismo determinadas cualidades personales que le otros factores fundamentales, como consistente código moral; el refuerzo
aislan y protegen del crimen. La sociedad, desde luego, produce una de los valores, normas y objetivos convencionales; la supervisión efectiva
serie de estímulos, de presiones que impelen al individuo hacia la y disciplina; y unos roles sociales plenos de sentido.
conducta delictiva. Pero éstos son contrarrestados por unos mecanismos 2') Mecanismos de presión criminógena, de tres clases
internos o externos de contención (containments) que le aislan positiva-
mente. '' Impulsos internos («internal pushes»); comprenderían factores es-
trictamente personales, como el descontento individual, la hostilidad,
obíA tal efecto, distingue RECKLESS"i. nslni c rebelión, conflicto psicológico, ansiedad, necesidad de un a gratificación
'^^1') Mecanismos de contención (internos y externos) inmediata, inestabilidad.
Los internos residen, en definitiva, en la solidez de la personalidad Presiones externas («external pressures»): de origen exógeno, que
individual; así, un buen autoconcepto, acusado «ego», alto grado de fomentan también la conducta desviada. Así, las condiciones de vida
tolerancia de frustración, metas y proyectos definidos, etc."^. adversas (vg., pobreza, desempleo, inseguridad, desigualdades, acceso
muy limitado a los bienes culturales, etc.).
Influencias externas («external pulís»): la conducta desviada de com-
pañeros, miembros de otros subgrupos y subculturas criminales, así
2^ ed., págs. 402 y ss. Cfr. SIEGEL, L. J., Criminology, cit., pág. 214. Del mismo: W.
como la influencia de los medios de comunicación de masas, etc., ejercen,
'^U\ RECKLESS, S. DINITZ y E. MURRAY, Self Concept as an Insulator against
Delinquency, en: American Sociological Review, 21 (1956), págs. 744 a 746; también, u n a fuerza atractiva criminógena que incide en el individuo.
también: The Good Boy in a High Delinquency Área, en: Journal of Criminal Law,
Criminology and Pólice Science, 48 (1957), págs. 1.826 y ss.; W. RECKLESS, S.
Según RECKLESS, pues, los dispositivos de contención operarían
DINITZ y B. KAY, The Self-Component in Potential Delinquency and Potential como diques contra la potencial desviación del individuo de las normas
Non-delinquency, en: American Sociological Review, 22 (1957), págs. 566 a 570; W. legales, aislándole de las fuerzas criminógenas; de las presiones, impul-
RECKLESS y S. DINITZ, Pioneering with Self-Concept as a Vulnerability Factor sos e influencias que le incitan al delito. De los mecanismos de conten-
ÍV3K
in Delinquency, en: Journal of Criminal Law, Criminology and Pólice Science, 58
ción examinados, los «internos» (inner containments) serían los más
(1967), págs. 515 a 523.
111 Cfr. SIEGEL, L. J., Criminology, cit., pág. 215.
operativos en u n a sociedad como la norteamericana"^. En todo caso, un
112 RECKLESS concede una gran importancia al «autoconcepto» o concepto que tiene individuo que contara con ambos sistemas de autoprotección sería
uno de si mismo. Como a ñ r m a GÓPPINGER, H. (Criminología, cit., pág. 52), el menos proclive al delito que quien sólo dispone de uno de ellos en buen
«concepto de si mismo» es el «componente diferencial de reacción, que explica por estado de funcionamiento. El pronóstico parece claramente desfavora-
qué algunos caen en la tentación y otros no, por qué algunos tienden hacia
ble cuando ambos se encuentran debilitados.
conductas socialmente inaceptables, mientras que otros se alejan de ellas. El
concepto de si mismo y de los demás ofrece firmeza frente a los golpes de la vida en ¡ , RECKLESS ha intentado, también, una verificación empírica de su teoría de la
la elaboración interna de las experiencias. Consiste en lo que en el hombre ' ' ' criminalidad"". Para ello, llevó a cabo una primera investigación en un área de
permanece de sus vivencias, por ejemplo, actitudes, opiniones, prejuicios, etc.». Un elevados índices de criminalidad. Seleccionó 125 good boys basánáose en la
concepto favorable de si mismo «procura firmeza frente a la presión de lo repugnan- ,'. ^ opinión de sus profesores, analizando los informes y autoevaluaciones de los
te, frente a la atracción de las subculturas criminales, así como en los impulsos propios jóvenes sobre sus trayectorias, expectativas, relaciones familiares, etcétera.
causados por el descontento y las experiencias frustrantes».
Según la fuerza y la integridad de esta firmeza se puede hablar de un concepto de
si mismo favorable o desfavorable. Pero también las condiciones exteriores, ífconao AW A t..ri -.t>fiJ IOG . ívar/s!'! ÍE!>Í5-;:iloíao8 /lE-ji-iamA:ÍÍ:J .'/ongiíDfiHyQ .íSHXsafi
la vida familiar o la organización social en derredor, pueden repercutir positiva-
mente, incluso teniéndose un concepto de si mismo muy desfavorable, en cuanto ^^^ RECKLESS, W., ContainmentTheory, cit, pág. 402. Cfr. SIEGEL, L. J., Criminology,
cit., pág. 215. •^dfgúki'M'ámmrmsUí- ^-•
proporcionan por si mismas una cierta firmeza. (RECKLESS, W. C. Halttheorie, en: 114
MschrKrim, 44,1961, pág. 10). Cfr. GÓPPINGER, H., Criminología, cit., pág. 52. Cfr. SIEGEL, L. J., Criminology, cit., págs. 215 y ss. do-fs«:,3;!,f('to ÍB8ÍB'(€
868 ANTONIO GAECfA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 869
RECKLESS llega a la conclusión de que el aislamiento del crimen es un proceso tado de u n a relativa falta de normas y reglas interiorizadas, de un
continuo que refleja la internalización de los valores no criminales y la conformidad desmoronamiento de controles erigidos con anterioridad y/o de u n
fiacia las expectativas de terceras personas muy significadas"''. En una investiga-
ción posterior de «seguimiento» (follow-up) RECKLESS compararía los goodboys
conflicto entre reglas y técnicas sociales. La desviación social es enten-
con otros jóvenes cuyos maestros consideraban delincuentes potenciales, consta- dida como la consecuencia funcional de controles personales y sociales
> tando diferencias significativas en cuanto a las relaciones con los padres, autoconcepto débiles, de suerte que el control personal sólo se contempla como el
y sentido de responsabilidad social de los jóvenes de uno y otro grupo"^, diferencias aspecto internalizado del control social. El reconocimiento del grupo
'**^'' siempre a favor de los del primero. Cuatro años más tarde, RECKLESS, MURRAY, delincuente como instancia de control para el propio obrar lleva a la
DINITZ y SCARPITTI, partiendo de la misma muestra, trataron de analizar los
cambios y evolución experimentados en ambos grupos de jóvenes"^. Los autores negación de las normas de la sociedad entera. REISS atribuye la
fiallaron una significativa estabilidad del autoconcepto y del comportamiento perso- conducta delictiva a u n fracaso del grupo primario; en primer término,
,ij -. nal en los «good boys» quienes conservaban una mejor imagen de si mismos y una a un fracaso de la familia, que no ha conseguido proporcionar al niño
u o i j superioridad «conductual» —también un mayor 'optimismo' que los jóvenes del papeles sociales adecuados y hacer compatibles estos papeles con sus
grupo de control—, pudiendo entenderse corroboradas las proposiciones de
necesidades, con ayuda del control social. Así explica el hecho de que
- RECKLESS, si bien son muchas las voces críticas que han denunciado la falta de
9XJB rigor metodológico de éste " ^ >g|^qf., ífifliíaíj^3||irf^;s>,S|-ptoifi ,
hijos de familias con concepciones sociales contradictorias se hagan
criminales o hasta reincidentes con mucha mayor frecuencia que los de
d) Teoría del control interior, de A. J. REISS^'^ familias bien integradas. El fracaso de estas personas lo deduce, entre
otras causas, de un «Yo» o un «Super-Yo» muy poco pronunciados en
Por sus conexiones con el Psicoanálisis y la Cibernética, la teoría del ellas, de u n a base moral o control interior escasos, respectivamente.
control interior de A. J. REISS guarda un estrecho parentesco con la de Como control interior debe comprenderse, en este contexto, la medida
RECKLESS, incluso en sus carencias, ya que t r a t a de fundamentar el efectiva de la internalización de concepciones de valores de normas
proceso de formación del «yo», del «concepto de uno mismo», sin excesivo
reconocidos 120 ) llHi .?,?.oV:» •'ísujoi f,1 si) Bbsiv89b jBí;)ubno3 BI B amil
respaldo empírico.
.... íiubvríhni IB ít^oii aup aoaiaBd aoíuamv eoí Bb BL
Como teórico del control, REISS rechaza los dos submodelos explica-
tivos de la conducta criminal más usuales: que ésta provenga de la e) Teoría de la anticipación diferencial («differential anticipation
presión que ejercen en el individuo determinadas estructuras o condicio- theory») poins o aonaínu fioa ..3J9 .OÍTIB;
nes sociales; o que el propio desviado, en virtud de u n proceso de Se formula por D. GLASER^^i^ quien t r a t a de conciliar con ella la
atracción o identificación con los valores delictivos, aprenda éstos, los teoría del control social y los conceptos básicos de la asociación diferen-
asuma. Por el contrario, REISS contempla la delincuencia como resul- cial. Su postulado es muy siraple: la decisión de cometer o no cometer un
delito se halla determinada por las consecuencias que el autor anticipa,
neiid rt?>«oífo'9feiOími9:li9jrk} * 'Up^up' =:' ' ' por las expectativas que se derivan de su ejecución o no ejecución.
Tales expectativas descansarían en tres factores: ' . , . „ . ,*>w.,
"5 Así, EECKLESS, W.; DINITZ, S., y MUREAY, E., Self-Concept as an Insulator
against Delinquency, cit., pág. 746. a') Los vínculos sociales que u n a persona desarrolla a lo largo de su
"« RECKLESS, W.; DINITZ, S., y KAY, B., The Self-Component in Potential vida. Estas ligaduras reclaman conformidad con el orden social y las
Delinquency and Potential Non-delinquency, cit., págs. 566 y ss.
"•^ SCARPITTI, F.; MURRAY, E.; DINITZ, S., y RECKLESS, W., The Good Boy in a
expectativas de los demás, propiciando u n a respuesta del individuo de
High Delinquency Área: Four Years Later, en: American Sociological Review, 23 acuerdo con los estándares de los otros. r)fí¡ñ ¡-'.'-•-.aúrií-úif-i nslpr..
(1960), págs. 555 y ss. ^ ' í'ioqsor)9b,9ualoS,^.'''•'-'rmnB:íxe v •ÍOVÍBÍÍÚÍÍ-ÍVJO?. loiÍÍIO')febBbíbsin
ii« Por todos: SCHWARTZ, M., y TANGRI, S., A Note on Self-Concept as an Insulator
against Delinquency, en: American Sociological Review, 30 (1965), págs. 922 a ^26.
120
Cfr. SIEGEL, L. J., Criminology, cit., pág. 216. Vid. GÓPPINGER, H., Criminología, cit., págs. 51 y 52.
"^ A. J. REISS, Delinquency as the Failure of Personal and Social Controls, en: ^^^ GLASEE, D., Crime in Our Changing Society, New York, 1978, Holt, Rinehart and
American Sociological Review, 16 (1951); Unraveling Juvenile Delinquency, en: Winston, págs. 126 y ss. Vid. SIEGEL, L. J., Criminology, cit., pág. 216. Vid.
Appraisal of Research Methods, en: American Journal of Sociology, 57 (1951). SIEGEL, L. J., Criminology, cit., pág. 216.
870 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 871
b') El aprendizaje diferencial de modelos, gustos y aptitudes que ^ de una misma familia, crecidas en u n mismo ambiente y con idéntica
determinarán si el individuo encuentra plena satisfacción con el com- ducación, u n a se inclina por el crimen y otra por la conducta conforme?
portamiento delictivo o con el convencional. • por qué u n a de ellas desarrolla un concepto de sí mismo relativamente
*" c') La evaluación por el propio individuo, según sus percepciones y favorable (un control interior intacto) mientras la otra adquiere u n
experiencia personal, de los riesgos y perspectivas derivados de la autoconcepto relativamente desfavorable?^^^ ¿Por qué jóvenes sin apego
conducta conforme a Derecho y de la conducta desviada^^^. a los valores convencionales se abstienen, sin embargo, de delinquir; o
.por qué delinquen jóvenes con u n muy considerable grado de compromi-
En definitiva, pues, según GLASER, las expectativas deciden el so e identificación con dicho orden socialT^^e ¿Cómo surgen, en definiti-
comportamiento futuro. El individuo se inclina por el delito si de su va y cómo se fortalecen o debilitan esos mecanismos de adhesión y
comisión se derivan más ventajas que desventajas, considerando sus compromiso con éste? ¿Qué es lo que determina el concepto de uno
vínculos con el orden social, relaciones con otras personas y experiencia mismo?i2^.
precedente. Ahora bien, tales expectativas, a su vez, dependen del
mayor o menor contacto de cada individuo con los modelos delictivos, !'i
ificias("^'í"
esto es, del aprendizaje o asociación diferencial.
•ir- ^> ú '\<
uno mismo, etc., son criterios o enfoques que pueden aplicarse, también
para el esclarecimiento de la criminalidad de las clases sociales privile-
giadas.
Por otra parte, y aunque algunas de sus concretas formulaciones
. "¡I J-" I I ,ti\ / I
pequen de abstracción e insuficiente respaldo empírico, lo cierto es que '" . I I • i u 11 í I '^ ".
muchos de sus conceptos y postulados sí son, al menos, susceptibles de •boiii * ' i" , ' t .•'-1 1 >í -
cuantificacióny constatación. Lo que no puede afirmarse de importantes / <
.-•t
proposiciones estructural-funcionalistas, por ejemplo^^^.
Pero las teorías del control dejan, también, numerosas cuestiones sin
respuesta. ií}B"Mí?9iTcS9i'Míi^ofiftfiftt«mh'-»Si^4fr^ so..
¿Existen relaciones funcionales —y, en su caso, cuáles— entre la
medida del control social interior y exterior?^^*. ¿Por qué, de dos personas
125
«2 Vid. SIEGEL, L. J., Criminology, cit., pág. 216. 3.rrííOLai9rttK>;:.ÍJ IK^ Vid. GÓPPINGER, H., Criminología, cit., pág. 53.
126
12^ En este sentido, SIEGEL, L. J., Criminology, cit., pág. 217. a:gh4::;m Así, SIEGEL, L. J., Criminology, cit. pág. 218.
4
127
124 Vid. GÓPPINGER, H., Criminología, cit., pág. 52. .ít:ví íü' • Cfr. SIEGEL, L. J., Criminology, cit., pág. 218.
fí-,
Capítulo XX:
Teorías del proceso social: El modelo
pgaflftaí*8'>n£ívoi^p-rq5¿."^ÍV3Í4^o,7BÍ interaccionista o paradigma de control (VI)
Se trataba, en puridad, más de unajsxplicación científica de los procesos de W. I. THOMAS*. La criminalidad no es como u n trozo de hierro, como
de criminalización, de las carreras criminales y de la llamada «desvia- j j n objeto físico, sino el resultado de un proceso social de interacción
ción secundaria» que de u n modelo teórico más, al estilo convencional, ¿definición y selección): existe en los presupuestos normativos, valorativos,
sobre la génesis y etiología del delito. siempre relativos, variables, circunstanciales, de los miembros de una
sociedad^. El labeling approach, por tanto, relativiza y problematiza el
Según esta perspectiva «interaccionista», no puede comprenderse ya
concepto de delito; o, si se prefiere, cuestiona la propia «variable
el crimen prescindiendo de la propia reacción social, del proceso social
¿ependiente», con lo que carece de sentido el paradigma etiológico^°. No
de definición o selección de ciertas personas y conductas etiquetadas
^interesan las causas de la desviación (primaria), sino los procesos de
(labeling approach) como criminales''. Delito (conducta desviada) y
criminalización, porque, en definitiva, según este enfoque, una persona
reacción social son términos interdependientes, recíprocos, insepara-
deviene delincuente cuando otras personas muy significativas le etique-
bles. La desviación no es un a cualidad intrínseca de la conducta, sino
tan con éxito como tal. El control social crea la criminalidad. Por ello, el
atribuida a la misma a través de complejos procesos de interacción
interés de la investigación se desplaza desde el desviado y su medio
social. Como l a belleza, se halla en los ojos del observador'', en las hacia aquellos que le definen como desviado, analizándose más los
definiciones sociales. mecanismos y funcionamiento del control social o la génesis de la norma
El labeling approach supera el paradigma eíioZóg'íco tradieienal, que los déficits de socialización del individuo. Las carencias no se buscan
problematizando la propia definición de la crirninalidadj. en los controlados, sino en quienes ejercen el control, y el desviado pasa
'y"'7 La Criminología clásica, fiel a un modelo pos/t/V/sfádemaóo de las ciencias de |
^3. convertirse en «víctima» de los procesos de definición y selección
\ /, la naturaleza asumía las definiciones legales de delito como incuestionables, (paradigma de control)^^. El interaccionismo simbólico pone especial
reconociendo a las mismas un auténtico sustrato ontológico. La criminalidad se I énfasis en el significado que tiene el delito para su autor, en los efectos
" ' contempla como un objeto material más del mundo externo. Ser delincuente—como ] del etiquetamiento del mismo como desviado (estigmatización) y en su
1^ / ser enfermo o impedido— constituye una propiedad de la persona, del mismo modo j posterior asunción del status criminal (desviación secundaria) más aún
que el carácter delictivo de su conducta expresa una cualidad negativa inherente a|
ir
ésta; población reclusa y población criminal son, desde un enfoque tradicional,-
que en la etiología del propio comportamiento delictivo.
términos idénticos. Este consenso sobre el marco definicional y distribución de la|
,i criminalidad permite a la Criminología clásica centrar su estudio en la búsqueda de En síntesis, pues, los principales postulados del labeling approach
las «causas» de aquélla (paradigma etiológico); esto es, la identificación de las son:
variables independientes (predisposición individual, medio o entorno, etc.) para el
factor («variable dependiente») criminalidad. a') Interaccionismo simbólico y constructivismo social como esquema
explicativo del comportamiento humano.
Según el labeling approach^ por el contrario, el delito o el ser criminal La realidad social se construye sobre la base de ciertas definiciones y
como atributos de una persona (o de su comportamiento) tienen natura- el significado atribuido a las mismas a través de complejos procesos
leza sociaZj' definitorial, no ontológica. Integran u n a realidad social que_ sociales de interacción. El comportamiento del hombre, por tanto, es
se «construye» a partir de definiciones; según reza elconocido teorenm inseparable de la interacción social y su interpretación no puede prescin-
dir de dicha mediación «sim&óZica». El concepto que tiene el individuo de
sí mismo, de su sociedad y de la situación que ostenta en ésta, son
importantes claves del significado genuino de la conducta criminal.
'A:>:. ,.\ fí J ítM' jfi ^^ini-jh'M "'íVi.f.ují
O; Desviación y reacción social son recíprocamente interdependientes. Los procesos de criminalización, además, responden al estimulo de la
visibilidad diferencial de la conducta desviada en un a concreta sociedad;
^ b') Introspección simpatética como técnica de aproximación a la esto es, se guían más por la sintomatología del conflicto que por la
realidad criminal para comprenderla desde el mundo del desviado y etiología del mismo (visibilidad versus latencia)^*.
captar el verdadero sentido que éste atribuye a su conducta.
e') Efecto criminógeno de la pena. La reacción social no sólo es injusta
c') Naturaleza definitorial del delito. El delito carece de sustrato (discriminatoria), sino intrínsecamente irracional y criminógena.
material u ontológico. Una conducta no es delictiva í?i se o per se
(cualidad negativa inherente a la misma), ni su autor criminal por Lejos de hacer justicia, prevenir la criminalidad y reinsertar al
merecimientos objetivos (nocividad del hecho, patología de la persona- desviado, su impacto real convierte a la pena en u n a respuesta intrínse-
lidad); el carácter delictivo de un a conducta y de su autor depende de camente irracional y criminógena. Porque exacerba el conflicto social en
ciertos procesos sociales de definición, que atribuyen a la misma tal lugar de resolverlo; potencia y perpetúa la desviación, consolida al
carácter, y de selección, que etiquetan al autor como delincuente. desviado en su status criminal y genera los estereotipos y ideologías que
se supone pretende evitar, cerrándose, de este modo, u n lamentable
/« E n consecuencia, la criminalidad es «creada» por el control sociaLLas «círculo vicioso» (self-fulfilling prophecy)^^.
instancias o agencias del control social (Policía, fiscalía, judicatura, etc.)
no «detectan» o «declaran» el carácter delictivo de un comportamiento, La pena culmina u na escalada dramática y ritual de «ceremonias de
sino que lo «generan» o «producen» al etiquetarlo así (función constitu- degradación»^® del condenado, estigmatizándole con el sello de u n status
tiva del control social). ^ «irreversible»". El penado asume u na nueva imagen de sí mismo y
redefine su personalidad en torno al rol de desviado, desencadenándose
., La imposibilidad de trazar u na nítida fi:ontera entre delincuentes y la denominada «desviación secundaria»^^.
no delincuentes (o de conocer la dimensión real de la criminalidad y sus
formas de aparición) prescindiendo del concreto funcionamiento del f) Paradigma de control. La naturaleza definitorial de la criminali-
control social, el papel creador de Derecho atribuido al juez; y l a ' dad impone la sustitución del paradigma etiológico por el paradigma de
inaccesibilidad de la «esfera interna» del delito, son datos invocados por , control. Dado que la criminalidad no preexiste a la ley ni a los procesos
los teóricos del labeling para fundamentar la supuesta función creadora de criminalización, sino que son éstos los que la «crean» (como no existe
de criminalidad («constitutiva») del control social ^^. la categoría de los delincuentes: un a persona adquiere oficialmente tal
condición si así le etiquetan las agencias formales del control social, con
d') Selectividad y discriminatoriedad del control social. independencia de su conducta), lo decisivo será el análisis de dichos
El control social es altamente discriminatorio y selectivo. procesos de definición (génesis de la ley o criminalización primaria)^'' y
de selección (actuación criminalizadora de las instancias del control
El comportamiento delictivo es mayoritario y ubicuo, pero la etiqueta social). Los factores que puedan explicar la desviación primaria carecen
de «criminal» es un «bien negativo» que los mecanismos del control social
reparten con el mismo criterio de distribución de otros bienes positivos
(fama, riqueza, etcétera): el status y el rol de las personas. De modo que
las chances y «riesgos» de ser etiquetados como delincuentes no depen- / r r ' a.
1* GARCÍA-PABLOS, A., La normalidad del delito y el dehncucnte, cit.. pág. 344.
den tanto de la conducta ejecutada (delito) como de la posición del 1^ Sobre la self-fulfilling prophecy, vid. BECKER, H. S., Outsiders. Studies in the
individuo en la pirámide social {statusY^. Sociology of Deviance, New York, 1963, Free Press of Glencoe, págs. 34 y 35.
1'^ La expresión «status degradation ceremony» es de GARFINKEL, H., Conditions of
Success ful Degradation Ceremonies, en: American Journal of Sociology, 61 (5),
1965, págs. 420 y ss.
J /J.HiirH-jH .rt ).í^ÁM " Así, ERIKSON, K. T., Notes on the Sociology of Deviance, en: Social Problems, 9
(1962), páginas 311 y ss. Cfr. WOLD, G. B., Theoretical Criminology, cit., pág. 263.
12 Cfr. HASSEMEE, W., Fundamentos del Derecho Penal, cit., págs. 82 y 83. •
^^ El concepto de «desviación secundaria» procede de LEMERT, E. M., en: Social
1^ Vid. BARATTA, A., Criminología y Dogmática Penal, en: Papers, Revista de
Sociología, 13 (1980), pág. 29 y nota 30. Pathology, New York, 1951 (McGraw-Hill), págs. 75 y 76.
880 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 881
de interés, por tanto, y el propio enfoque etiológico que caracterizó a las GOFFMAN25, K. ERIKSON^^ A. CICOUREL^^, H. BECKER^», E.
teorías convencionales de la criminalidad es sustituido por u n enfoque SCHUR2^ T scHEFF^o, F. SACK^i (este último en la República Federal
definitorial o paradigma de control que pone su acento en los procesos de Alemana), etc.
criminalización (definición y selección). Su éxito en los Estados Unidos tal vez pueda atribuirse adosfactores^^. En primer
JSÍ En suma —y como apuntan VETTER-SILVERMAN^»— el labeling approach lugar, a las limitaciones de las teorías convencionales de la criminalidad, incapaces
acentúa dos proposiciones: la trascendencia de la reacción socialexx el proceso de de generalizar sus hipótesis explicativas. El labeling approach, por el contrario,
atribución del status delictivo al individuo, y el interaccionismo simbóiico como aporta un modelo teórico válido para cualquier comportamiento delictivo: una sola
rr teoría para todos los delitos. En segundo lugar, a la necesidad profundamente
I,. perspectiva idónea para explicar el impacto del proceso criminalizador en el
desviado. sentida en los conflictivos años sesenta de la sociedad norteamericana de verificar
el funcionamiento efectivo de las instituciones que integran el control social (escuela.
Policía, Administración de Justicia, administración penitenciaria, familia, etc.). De
ÍB >Q ;oi-KJ\ hecho, el labeling approach'polaúza su análisis en torno a la naturaleza, estructura
y funciones del control social y sus diversas instancias.
2. O R Í G E N E S D E L LABELING APPROACH
a) En el seno del labeling approach coexisten, sin embargo, dos
Aunque la perspectiva labeling adquiere el rango de modelo teórico
tendencias: u na radical y otra moderada^^. La primera exacerba la
hacia los años sesenta, cabe señalar ya en los escritos de MEAD (1917-
función «constitutiva» o «creadora» de criminalidad que los teóricos de
1918), THOMAS (1923), TANNENBAUM (1938) y LEMERT (1951)
este enfoque atribuyen al control social. De suerte que el crimen no es
valiosos y significativos antecedentes de la misma^^.
sino una «etiqueta» que la Policía, los fiscales y los jueces (instancias del
La obra de MEAD, junto con la de H. BLUMER, sienta las bases del denominado control social formal) colocan al desviado, con independencia de su
«interaccionismo simbólico». THOMAS, por su parte, llamaría la atención sobre la
conducta o merecimientos objetivos^*. El ordenamiento jurídico —según
importancia del significado que el individuo asigna a las cosas y situaciones en el
~- momentode «construirse» la realidad social (teoremadeTHOMAS). TANNENBAUM esta tendencia radical— no traza un a frontera segura y definitiva entre
'••^ elaboró los rudimentos de la moderna teoría del labeling (tagging, para el autor) al la conducta desviada y la permitida, sino meros «marcos de decisión»
;>: resaltar cómo etiqueta la sociedad al desviado y en virtud de qué proceso cambia abstractos. Las agencias del control social formal concretarán aquélla
éste de personalidad, identificándose y asumiendo posteriormente el status áe
desviado (the dramatlzation ofevll/^ Particular interés tiene el concepto de «desvia-
do» que aporta LEMERT y su distinción entre «desviación primaria» y «secundaria», r>0'^c;rri ia.iHiá
caso a caso, llevando a cabo u na función «definitoria», t a n selectiva y selección (comportamiento del control social) son muy proclives a los modelos del
discriminatoria como el propio proceso de creación de las leyes confiicto sociai y B. tesis radicales. Mientras que los que centran su análisis en el
(criminalización primaria)^^. P a r a la dirección moderada, sin embargo impacto del etiquetamiento en la identidad del desviado (estigmatización, desviación
secundaria, etc.) suelen optar por un moderado interaccionismo simbóiico.
sólo cabe afirmar que la justicia penal se integra en la mecánica del
control social general de la conducta desviada. Esto significa, por una smifOj^
parte, que el proceso de estigmatización inherente al sistema penal (y
cuya parcialidad no se justifica) es inseparable del proceso general del
control social; de otra, que procesos de etiquetamiento semejantes 3. INTERACCIONISMO SIMBÓLICO Y CONSTRUCTIVISMO
tienen lugar también en el seno del control social informal (vg., niño SOCIAL
tildado de «oveja negra» por la familia, o de «alumno difícil» por el
maestro, etcétera), como pone de relieve el interaccionismo simbólico. P a r a el labeling approach, conducta desviada y reacción social son
términos recíprocamente interdependientes, del mismo modo que el
'd. b) A su vez, cabe igualmente u na ulterior matización que afecta a la
comportamiento delictivo no puede aislarse de determinados procesos
temática y al posicionamiento ideológico de los teóricos del labeling
sociales que le definen como tal. La condición de «criminal» no evoca
approach, partiendo de la distinción entre u na «macroperspectiva» y
ciertas cualidades negativas de un a acción humana, inherentes a ésta,
u n a «microperspectiva» labeling^''.
ni tampoco concretos rasgos de la personalidad de su autor. Desde la
'- El enfoque del labeling ha sido utilizado, con particular acierto, para perspectiva relativizadora del labeling approach, lo decisivo es el proce-
analizar el efecto que produce en el desviado el proceso de atribución del so social de definición y selección de unas u otras conductas como
status criminal (estigmatización, desviación secundaria, etc.). Pero, desviadas o delictivas. Porque la «realidad» social se «construye» sobre
también, con el propósito de explicar los dos momentos anteriores: el el significado atribuido a determinadas «definiciones»: si se definen
proceso de creación o génesis de las normas legales (proceso de defini- ciertas situaciones como reales —decía W. I. THOMAS^^— éstas serán
ción) y el proceso de aplicación de las mismas (proceso de selección) a la reales en sus consecuencias.oj oaiitn'o s iik n'i 'Ammm f.
realidad social. . , :.
•^" ' Este enfoque metodológico entronca, como se verá, con el pensamiento de G.
El primer cometido, esto es, el análisis del impacto del etiquetamiento en la H. MEAD (18631931)"°. MEAD no sólo destacó la relevancia de las condiciones
identidad del autor y su conducta (microperspectivalabeling)?,^ inscribe en el marco sociales en la génesis del comportamiento humano, sino también el rol que
psicosocial. Bajo expresiones como «carrera criminal» (H. S. BECKER), desviación corresponde al propio individuo respondiendo a aquéllas e interpretándolas como
secundaria (LEMERT) o «modelo de círculo vicioso» (S. QUENSEL)^', se describen protagonista activo de un proceso de recíproca interacción en el que es tanto creador
los procesos de socialización en un rol delictivo; sucesos sociales guiados por los como producto o resultado de su medio social, sujeto y objeto"^ de un mismo proceso.
• 'I'"' elementos de la interacción que reaccionan y se definen recíprocamente, y que los
teóricos del iabeiing examinan, como es lógico, de la mano del interaccionismo De forma s u c i n t a p u e d e n r e s u m i r s e l a s p r i n c i p a l e s t e s i s
simbóiico.
interaccionistas con tres proposiciones*^:
El segundo ámbito del iabeiing approach (proceso de definición y de selección),
.88 vi! por el contrario, pertenece al plano sociai generai (macroperspectiva iabeiing),
a) Los seres humanos actúan sobre la base del significado que tienen
encontrando en los esquemas confiictuaies un modelo explicativo especialmente
para ellos las cosas que les rodean. 1! ¡i'' IZ^ ••^"p-
propicio^**. En consecuencia, los autores partidarios de la perspectiva iabeiing a)¿Q
aplican este enfoque a los procesos de definición (criminalización primaria) y • ; ' v . , y,q\( «6a=láteqrnienóioo9q30-itni'- eb ovilBastilso ia Ba-i^vam .''"YriJOC
' aq IsnirniíD oínoknstioqmoa Í9 srisií eup obsoitinpie la iiitíuo39t ,«uuj ^
!'*fi ;ii!í»si*i.4ii ••'«i-í'i'JíífIt.íY 't, í f ' í í l f í ' . w - " ! \\) .ti íitnau iniísbaic;
35 THOMAS, W. I., The Unadjusted Girl, Boston, 1923, Little, Brown, pág. 81.
Vid. HASSEMER, W., Fundamentos del Derecho Penal, cit., pág. 85.
36 Sobre MEAD, G. H., vid. VOLD, G. B., Theoretical Criminology, cit., pág. 255.
Así, RÜHTTER, W., La Criminalidad, cit. págs. 54 y ss. 41
37 Cfr. VOLD, G. B., Theoretical Criminology, cit., pág. 255.
QUENSEL, S., Wie wird man kriminell?, en: Kritische Justiz, 4 (1970), págs. 375 42 Así, BLUMER, H., Simboliclnteractionism: Perspective andMethod, 1969, Prentice-
a 382. „ / • ,. -,;:„-, Hall, Englewood Cliffs, págs. 2 y 3, cit. por VOLD, G. B. (Theoretical Criminology,
Por todos, BECKER, H. S., Outsiders, cit., pág. 9. A K / i A OIÜOÍ";;; :
cit., págs. 255 a 258).
884 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 885
Psicólogos y sociólogos han desatendido ese componente simbólico ÚQ\ com- 4. SIGNIFICACIÓN QUE A T R I B U Y E AL C R I M E N EL DELIN-
i; portamiento humano, esto es, el significado que ei propio individuo atribuye a las
/ cosas. Para los primeros, la conducta del individuo puede explicarse en función de C U E N T E : LA D E N O M I N A D A «INTROSPECCIÓN
ciertos factores: estímulos, motivos conscientes o inconscientes, organización de la SIMPATÉTICA»^^ f ,
personalidad, procesos de percepción, etc. Los sociólogos ponen el acento en el
5/a/z/5social y sus demandas, los roles sociales, las exigencias culturales, normas La técnica de la sympathetic introspection permite captar el sentido
y valores, las presiones de la estructura social, etc. Pero unos y otros olvidan que lo
importante no son tales factores, psicológicos o sociológicos, sino, en todo caso, la
que para el delincuente tienen las definiciones de sí mismo, de su
significación (simbólica) que pueda atribuir a los mismos cada Individuo según sus situación y de su sociedad.
circunstancias y experiencias.
A ella se debe la atención que suele prestarse a las palabras del propio
criminal, al modo con que éste describe, autojustifica y racionaliza su
b) El significado de tales cosas deriva o procede de la interacción social proceder"*^; a relatos autobiográficos^'' de delincuentes; y, sobre todo, el
que cada uno tiene con los otros. Es decir: no reside en las cosas mismas esfiíerzo de algunos criminólogos por reconstruir el significado real que
ni en el individuo que las observa o conoce, sino en el proceso de una determinada acción tiene en la vida de la persona, sometiendo a un
comunicación recíproca de éste con los demás y con la sociedad. El análisis simbólico y sistemático las palabras e ideas de ésta**^.
carácter criminal de un acto, por ello, no es ni un a cualidad intrínseca
del acto mismo, ni mero subproducto de la mente humana; se trata, por El interaccionismo concede especial relevancia a la definición de uno
el contrario, del significado o atributo que confieren a dichos comporta- mismo, a la imagen que tiene el delincuente de sí (self-image, «definition
mientos el contexto social y cultural del individuo, ¿^ifigi, ofhimself»): imagen que, en todo caso, cada persona se construye en el
proceso de interacción y comunicación con los demás.
c) El proceso de interacción social es un proceso abierto, dinámico, en
el que los significados atribuidos a las cosas se acuñan y modifican Ciertas conductas desviadas (desviación expresiva), determinadas
permanentemente a través de la interpretación o redefinición que hace estrategias del delincuente (técnicas de neutralización) e incluso el
la persona de los mismos en su continuo contacto y comunicación social. tránsito de la desviación p r i m a r ia a la secundaria, pueden explicarse a
El individuo es, al propio tiempo, creador y receptor de significados. través de la imagen que tiene el delincuente de sí mismo. Bien como
Determina los símbolos y es determinado por ellos. intento de proclamar un a determinada imagen, bien como esfiíerzo
significativo por conservar a ultranza la imagen convencional a pesar
P a r a el interaccionismo, el comportamiento humano debe ser com- del carácter delictivo de su comportamiento, bien como mecanismo de
prendido siempre en el contexto del proceso interactivo en el que el autodefensa fícente a la reacción social. t, .,:
individuo se halla incurso. Tres definiciones le condicionan de modo muy
En efecto, la necesidad fansiedadjáe demostrar una determinada «imagen» de
particular: la definición de sí mismo, la definición de la sociedad en la
uno mismo podría explicar mejor que cualquier criterio biológico una rica gama de
que vive y la definición de su situación en el seno de dicha sociedad''^. conductasdesv¡adasydelictivaS(^í/6'5K/^c/(7/76'.í^AiS's/K5y'aparentemente «irracionales»
En consecuencia, si se quiere descubrir el significado auténtico que un determl- o «sin motivos», sobre todo en el marco de ia criminalidad juvenil y subcultural
^lyfí nado acto tiene para el individuo que lo realiza —el auténtico, el verdadero— será (hábitos sexuales, consumo de drogas y alcohol, conducción temeraria de vehículos
necesario penetrar en el mundo de éste, en el de sus símbolos y valoraciones, de motor, participación en manifestaciones ilegales de protesta social y desobedien-
trascendiendo la mera observación externa de los acontecimientos. Tal actitud, cia civil, desordenes públicos, etc f^
desde COOLEY'"', merece el calificativo de «introspección simpatética» y pretende, ,noj(io-rA)l ft'iSf ) í " o / w i y ^hlí lítp'"*!Í!,iiintj-«'^ aT 'i T d ,
ante todo, descubrir el significado que tiene el comportamiento criminal para el
propio delincuente.
45
1 f ! Tí", / !•>?, fí i1 !</• -"ti Vid. VOLD, G. B., Theoretical Criminology, cit., págs. 258 y ss.
48
43 Vid. VOLD, G. B., Theoretical Commulugy, cit., pag«. 257 y ss. Cfr. VOLD, G. B. Theoretical Criminology, cit., pág. 259, nota 17.
47
*" COOLEY, CH. H., Human Nature and the Social Order, New York, 1902, Ch. Cfr. VOLD, G. B. Theoretical Criminology, cit., pág. 259, nota 18.
Scribner's Sons, págs. 8 4 y ss. Cfr. VOLD, G. B., Theoretical Criminology, cit., pág- Cfr. VOLD G. B. Theoretical Criminology, cit., pág. 259, nota 19.
258. , f Cfr. VOLD G. B. Theoretical Criminology, cit., pág. 259. ^,,t,
886 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 887
4 La imagen de uno mismo ilustra, también, uno de los postulados de Conservar la imagen de uno m/smo\n\ac\a es decisivo, por cuanto los «crimina-
les» tienen peor condición en la escala social que los no criminales. Por ello, el
la teoría de la criminalidad interaccionista: que el comportamiento delincuente trata, ante todo, de mantenerla; y el proceso de información a quienes
delictivo se ejecuta por personas que no se definen a sí mismos como pueden etiquetarle como criminal obligándole a aceptar dicho status es utilizado
delincuentes. frecuentemente como técnica de control sociaP^
Por ello, también, cuando la reacción social es particularmente negativa y el
f' Dicha idea se sostuvo por D. MATZA^". Según MATZA, el delincuente delincuente no puede neutralizarla justificando su conducta como no criminal, se verá
juvenil no profesa unos valores propios, distintos de los de la sociedad obligado a otra estrategia defensiva. Reconocerá haberse visto involucrado en un
oficial, sino que comparte los valores convencionales de las clases tiecho delictivo, prometiendo cambiar en lo sucesivo. Lógicamente, dicha defensa es
medias. Es más: no se considera a sí mismo delincuente. Y dado que el menos sólida y eficaz que la anterior, pues admite el carácter criminal de su conducta
y, para conservar al menos en el futuro su imagen de no desviado, cede una parte de
comportamiento que lleva a cabo pugna con su propia autoimagen, para
ella (la del presente) siendo requerido a abandonar su comportamiento delictivo^''.
conservar ésta se ve obligado a t r a t a r de justificar aquél, redefiniéndolo 3oaft;>í>' Una última estrategia defensiva, subsidiaria de las dos anteriores, se produce
como no delictivo. Tal es el cometido de las técnicas de neutralización o • ' cuando el desviado no quiere o no puede poner fin a su trayectoria criminal. En un
justificación, que la doctrina ha podido constatar en numerosas moda- determinado momento no tendrá más remedio que organizar una defensa que
lidades delictivas^^ Bl íi MK-f^iífÉff tíSí Í incorpore la conducta delictiva a su propia autoimagen, de modo tal que pueda negar
o neutralizar el reproche de la reacción social. Adoptará entonces, diversas formas
c. En definitiva, se t r a t a de un sutil mecanismo de autodefensa frente «desviadas» como definiciones de sí mismo, imágenes en las que el comportamien-
to delictivo es reputado componente normal o natural del rol asignado al individuo.
a la reacción social. El crimen desencadena normalmente u na reacción
En la medida en que éste se considera a si mismo desviado y reorganiza su propia
negativa en los demás (intervengan o no las agencias oficiales del control imagen en función de tal desviación, mitiga la eventual reacción sociaP^ El citado
social) y, a menudo, también en la persona misma del autor (aunque no mecanismo de autodefensa surge, por tanto, en el marco de la denominada
siempre lo reconozca). El modo más simple de defenderse frente a tal desviación secundaría;en\enú\enáo por «desviación secundaria», con LEI\/IERP^
reacción consiste en «redefinir» el comportamiento delictivo razonando la que tiene su origen en una redefinicióna^ue hace el sujeto de su propia imagen,
asumiendo la etiqueta de criminal e identificándose con ella.
por qué no se t r a t a de un acto verdaderamente «criminal». De este modo,
el individuo puede conservar su autoimagen de «no delincuente» mien-
El proceso de atribución del «status» criminal y los «efectos» del
tras continúa llevando a cabo conductas delictivas^^.
mismo en el individuo se examinarán posteriormente.
'. i'jí > '••/; '.) íi')'^i\m.i BÍ BSíiB'rtk? B -lEviaarios toq ovil;:
á
Kriminologie, cit., págs. 763 y ss.; SANGRADOR, J. L., La victimología y el sistema 55 Vid. VOLD, G. B., Theoretical Criminology, cit., pág. 263.
jurídico-penal, en: Psicología y sistema penal, cit., págs. 83 y ss. 56 LEMERT, E., Social Pathology, New York, 1951, McGraw-Hill, págs. 75 y 76.
888 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 889
lugar a su etiquetamiento®^. La etiología de la desviación primaria reacción social más aún que la propia conducta en sí que BECKER califica a quienes
carece de especial interés para los mismos. crean las leyes de moralentrepreneurá^'^. Sin embargo, tal afirmación no debiera
interpretarse en su acepción «causal» genuina*"*, en el sentido de que ciertos hechos
La razón es obvia. Para el labelingapproach, el delito tiene naturaleza definitorial, delictivos (hurto, robo, violación) existen porque se han definido precisamente como
í^íiiir no «ontológica». Es una cualidad «atribuida» a ciertas conductas, un "Status>> delictivos, de modo que no sucederían en el caso contrario. Dicha tesis radical
le asignado a su autor^". Como afirma K. ERICKSON^^ «la desviación no es una confunde el mundo «real» y la «valoración jurídica» del mismo. En puridad, no
Bi propiedad inherente a ciertas formas de comportamiento, sino una propiedad procede extraer del /abe//ngapproachtí\aQr\ós^\co alguno sobre la etiología del delito
m-SM conferida a las mismas por la audiencia que directa o indirectamente las observa». ya que sus teóricos se despreocupan de la desviación primaria, de sus factores y
¿.-^ •••
variables, comenzando el análisis del crimen en su fase terminai:en la de la reacción
sociaP^ El valor «constitutivo» que corresponde a los agentes del control social debe
^ En consecuencia, al problematizarse y relativizarse la propia defini-
interpretarse en su acepción simbólica, de acuerdo con las premisas del
ción de «delito», el análisis se desplaza de la persona del autor o del hecho interaccionismo: el etiquetamiento no «causa» la criminalidad, pero los modelos o
mismo a losprocesos sociales de criminalización^°; esto es, a los procesos pautas sociales de comportamiento derivados de la reacción social condicionan la
de definición (criminalización primaria) y de selección (atribución del naturaleza y significado atribuido a aquéllos, así como sus implicaciones y conse-
cuencias. La sociedad determina cómo ha de contemplar la gente tales actos y
status criminal), y al impacto que en la identidad del desviado produce
su etiquetamiento como tal (desviación secundaria). Lo decisivo será
investigar no por qué u n a persona comete u n determinado delita, sino
por qué ciertas conductas se definen socialmente como desviadas (pro- El labeling approach tiene, pues, tres niveles explicativos, cuyo orden
ceso de creación de las normas legales o criminalización primaria); qué lógico procede invertir:
concretos procesos sociales explican la selectiva aplicación dentales V Bjawiqagí si BSÜB-ÍXÍS ofaBJvaab fib isiaupris B1 ,9tiBa e i
reormas, etiquetando como delincuentes a las personas a quienes de^
hecho se les asigna el «status» de desviado (procesos de selección); X£QSio A) Impacto de la atribución del status criminal erit Ig. identidad del
ea;^erimen.ía el individuo en su identidad el nuevo status de desviado c(ue desviado ; . ... - > • - . . .:,?,....'.•-.;...,.= ••;>':;•-•
se le atribuyó (estigmatización, desviación secundaria, etc.)'^^
' "Los teóricos del labeling se refieren a dos efectos concretos del
Conviene, en todo caso, no exacerbar la eficacia creadora de crimina- etiquetamiento: la estigmatización del desviado y la alteración sustan-
lidad («constitutiva» en lugar de «detectadora») que el sector más radical cial de su identidad"'. -"^^^"""""^ '^^ x, «^^^a^ ^^úi^mnu^lüqw «J
del labeling approach asigna a la reacción sociaP^.
r) La mera etiqueta de «desviado» produce ya estigmas. El individuo
Ciertamente, éste mantiene que una conducta es criminal porque así la define y se convierte en u n proscrito de la sociedad, que recibe pública condena.
etiqueta la sociedad: no por su contenido intrínseco. Hasta tal extremo importa la
A menudo, ésta culmina u n verdadero proceso ritual de «ceremonias de
degradación»*^^ que le aislan de los demás ciudadanos «honorables» y
=« Cfr. PITCH, T., La devianza, 1975 (1^ ed.), Firenze, pág. 124. En igual sentido, •^^ BECKEE, H. S., Outsiders, Studies m the Sociology of Deviance, cit., págs. 9 y ss.
SCHUR (adscribed status). *'* E n el sentido del texto (teoría moderada): VETTER, H. J., y SILVERMAN, I. J.,
^^ ERICKSON, K., Notes on the Sociology of Deviance, cit., Social Problems 9 (1962), Criminology and Crime. An Introduction, cit., págs. 362 y 371 y ss. También,
páginas 307 y ss. SCHUR, E. M., Labeling Deviant: Its Sociological Implications, New York, 1971
**" Así, KITSUSE, J. J., Societal Eeactions to (deviant) Behavior: Problems of Theory (Harper-Row), pág. 16.
and Method, en: Social Problems, IX, n- 3, págs. 247 y 248. ^^ Vid. VETTER, H. J., y SILVEEMAN, I. J., Criminology and Crime. An Introduction,
'^^ Vid. BECKEE, H. S., Outsiders, Studies in the Sociology of Deviance, cit., págs. 9 cit., pág. 372.
y ss., quien distingue el proceso «político» de definición de la conducta desviada 66 VETTER, H. J., y SILVEEMAN, I. J., Criminology and Crime. An Introduction, cit.,
(creación de normas) y el de «aplicación» de tales definiciones o etiquetamiento páginas 362 y 363. 'ihíg&fúWm mas BWoSíjsaM -•
(procesos de selección), que marcará el comienzo de las «carreras criminales». ^'^ Vid. SIEGEL, L . J . , Criminology, cit., pág. 220. • ., ; , "
'^^ Cfr. AKEES, R., Deviant Behavior: A Social Learning Approach 1973, Nadsworth s« Vid. GAEFINKEL, H., Conditions of Successful Degradation Ceremonias, cit.,
(Belmont, Ca.), pág. 24. págs. 420 a 424. ,^^,^ ,,,,,,,„. , ,.„,,;,„. , «.: ,. ,, , „ . ^ . , » ^ . - • - -
890 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 891
privan de toda suerte de beneficios sociales (repercusión negativa en el Con la estigmatización de u n a persona el proceso de interacción
ámbito familiar, vecinal, social, laboral, etc.). entra, pues, en un a fase cualitativa distinta^*, siendo decisivo a tal efecto
el sello que imprimen las instancias oficiales del control social en el
un El status de desviado, por otra parte, tiende a consolidarse a través desviado; todo u n engranaje burocrático, inseguro de sí mismo, que
de u n sutil mecanismo psicosocial de redeñnición de la personalidad, de asumirá de buena voluntad los «clichés sociales» (estereotipos) sobre el
interpretación biográfica retrospectiva, basada en esterotipos y en la delito y el delincuente; y que, lejos de contrarrestar su propio impacto en
denominada «profecía de autocumplimiento»^^. el desviado, recrudecerán el mismo, potenciándolo; convirtiendo al
El mero etiquetamiento no sólo aisla al desviado, le margina y proscribe, «sujeto» cada vez más en «objeto» y deteriorando progresivamente su
sometiéndole a un trato social discriminatorio, sino que provoca una imagen de sí mismo^®. El internamiento del desviado en u n a institución
reconstrucción biográfica o interpretación retrospectiva de su personalidad. penitenciaria representa el punto más crítico de dicho proceso, porque
El pasado y el presente del individuo se examinan desde el prisma del nuevo al estigma de la pública condena se unen los t r a u m as y privaciones de
status (criminal) al que ha sido adscrito, al solo objeto de refrendar el todo orden inseparables del actual régimen de cumplimiento de las
mismo. Dicha «lectura retrospectiva» permitirá reconstruir la personali- penas privativas de libertad.
dad total del desviado, encontrando sin duda en tiempos remotos —e De este modo, se cierra el fatal «círculo vicioso'>^^ ya que los «estereotipos», por
incluso en actos inocuos— antecedentes y presagios de su actual condición su propia dinámica ponen en marcha el mecanismo psicosocial de las denominadas
de proscrito que, de este modo, se ratifica y convalida^". profecías autorrealizables (self-fulfillingprophecy), a cuyo maleficio no podrá sus-
traerse el desviado, que hará buenos los pronósticos y expectativas en él deposita-
- Por otra parte, la etiqueta de desviado cataliza la respuesta y , , •. dos.
expectativas sociales (estereotipos), anticipando fatalmente el compor-
tamiento futuro de éste (self-fulfilling prophecy). 2') Una ulterior consecuencia del «etiquetamiento» del individuo
La sociedad no contempla al desviado tal y como éste es, sino según como desviado tiene lugar en su propia identidad o concepto de sí mismo
«espera» que sea^^. Operan, pues, decisivamente una serie de prejuicios o (self-identity) cuando asume dicha imagen de proscrito, se identifica
estereotipos convencionales respecto a aquél y su conducta previsible que profundamente con ella y redefine o reestructura su personalidad de
limitan sus oportunidades reales y le consolidan en el status de desviado. acuerdo con el nuevo status adquirido. ;,, ,
De un joven etiquetado ya de «delincuente», por ejemplo, todos (familia, En efecto, llegado a un cierto punto (desviación secundaria), el
Qt>.Dí? individuo puede verse compelido a aceptar la etiqueta de desviado como
maestros, vecinos, autoridades, etc.) esperan una futura actividad criminal. Será el
•*' primero en resultar detenido y acusado si se produce algún delito. Los padres de los parte integrante de su personalidad, organizando un estilo de vida en
9Í otros jóvenes les aislarán de sus hijos para evitar el contagio, sintiéndose en todos torno a la desviación^l Dicho giro cualitativo, que SCHUR denomina
y los demás ámbitos de las relaciones interpersonales el estigma del nuevo status
social «negativo»^^, con lo que tales jóvenes desde luego, verán coartadas sus
role engolfmenf^, es el momento final de un proceso frecuentemente
posibilidades de participar efectivamente en actividades y grupos convencionales^^. desencadenado por algún contacto o experiencia negativa del individuo
con los agentes del control social formal (detención, juicio, encarcela-
t /it-Baíbiíía'íálaBíSílítí-íta-W ,,»ifM;. miento, etc.). El etiquetamiento, en todo caso, es un evento que acompa-
'^^ Vid. VETTER, H. J., y SILVERMAN, I. J., Criminology and Crime. An Introduction,
cit., págs. 364 y ss.
^ Cfr. SIEGEL, L. J., Criminology, cit., pág. 221.
'1 Vid. VETTER, H. J., y SILVERMAN, I. J., Criminology and Crime. An Introduction,
cit., pág. 365. ^5 RÜHTER, W., La Criminalidad, cit., pág. 59. .íyHaA5,;f, ífi^,íiai^W,
'^ Vid. RÜHTER, W. (La Criminalidad, cit., pág. 59). Según el autor, la persona ™ RÜHTER, W., La Criminalidad, cit., pág. 60.
«etiquetada» recibe junto a los «estigmas» propios, u n «status social negativo». '''' Sobre la distinción entre «desviación primaria» y «secundaria», vid. LEMERT,
'^ Respecto a este efecto restrictivo, vid. BECKER, H. S., Outsiders, cit., págs. 34 y 35 Social Pathology, cit., pág. 77. También TANNENBAUM, F., Crime and the
(el etiquetamiento limita las «opciones legítimas» del desviado); también, RÜHTER, Community, cit., págs. 19 y 20 (dramatization ofevil).
W., La Criminalidad cit., pág. 59. ™ SHUR, E. M., Labeling Deviant: Its sociological Implications, cit. (cfr. VETTER, H.
^* Cfr. RÜHTER, W., La Criminalidad, cit., pág. 59. -, -• J., y SILVERMAN, I. J., Criminology and Crime. An Introduction, cit., pág. 365).
892 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 893
ña a la persona para siempre y que cambia su vida por completo''^: sus propiciada por el carácter «definitorial» de la criminalidad y la inaccesi-
nuevas señas de identidad, patrón y eje del status social adquirido®°. Un bilidad de la esfera interna del delito®*'. Más aún que el mandato
status que tiende a eclipsar a cualquier otro^^ y, por lo general, sin normativo abstracto importa el proceso de concreción del mismo a la
retorno. realidad sociaP'', proceso éste dinámico y conflictivo, condicionado por
La irreversibilidad del status áe desviado se explica por diversas razones. En un sinfín de factores e intereses. Nada más erróneo que suponer —
primer lugar, porque no existe una «ceremonia terminal» que simbolice el levanta- mantienen los partidarios del labeling— que detectado un comporta-
miento de los estigmas"^ al desviado y la recuperación de su anterior identidad. De jaiento delictivo su autor resultará automática e inevitablemente «eti-
yj modo que, aun cuando éste se hubiere rehabilitado plenamente (vg., tratamiento quetado». Antes bien, los agentes del control social disfrutan de u n
exitoso), desde un punto de vista formal sigue vivo el diagnóstico o veredicto
amplio margen de discrecionalidad en la selección que efectúan, produ-
originario («desviado»). No se ha producido ningún cambio «visible» que permita
cancelarlo, revisión a la que, por otra parte, no suele ser muy propia una sociedad ciéndose toda suerte de forcejeos, pactos y transacciones*^
que opera con estereotipos indelebles"^. En segundo lugar, por que tal rechazo social
Que se etiquete o no etiquete a una persona como desviado, y, en su caso, la
4|p afianza al desviado en la desviación, al forzarle a permanecer o retornar a su clase de etiqueta y el trato que pueda recibir después de una eventual detención, son
subcultura para superar el aislamiento y neutralizar una negativa imagen de sí hechos que dependen de numerosas variables: de determinadas características
mismo. En acierto sentido, la participación en la subcultura representa el escalón sociales (5/<3/¿/5Índividual y familiar, raza, clase social, etcétera), de circunstancias
final del proceso de aceptación del status de desviado y cumple importantes
relativas al hecho ejecutado, de la reacción pública al mismo, de las actitudes de los
funciones"'*.
agentes del sistema respecto al desviado y sus valores, del grado de tolerancia de
la comunidad, de la concreta actuación policial, de la efectividad de ésta, de los
recursos disponibles"*' o de la singularidad del propio desviado en la sociedad y su
B) Proceso de atribución del status criminal (proceso de selección) capacidad de resistirse al etiquetamiento^", etc.
V) P a ra los teóricos del labeling la definición de la conducta desviada Una teoría del «labeling» rectamente entendida —como advierte
no se resuelve definitivamente en el momento normativo. Ni la aplica- MELOSSP^— debiera ocuparse no sólo de los comportamientos indivi-
ción de las definiciones legales a la realidad —al caso concreto— es un duales y de la interacción existentes entre quien pone la etiqueta y el
problema secundario, de lógica formal (subsunción). Todo lo contrario. etiquetado, sino también de los elementos socioestructurales variables,
La ley configura t a n sólo u n marco abstracto de decisión^^, en cuyo seno los cuales afectan al grado de probabilidad de que u n concreto compor-
los agentes del control social formal llevan a cabo u n a función «creadora»
iü \-
fi9 B I ; ! ' / M,-, ,'i,»íío fifí o(>rrf,sffTR^'jo hfí-feiffjrfí'-'t'ifj ,,•'', o h 'yUnvv
í. "'aobi,íV ^^ Cfr. HASSEMER, W., Fundamentos del Derecho Penal, cit., págs. 82 y ss.
'^ SIEGEL, L. J., Criminology, cit., pág. 221. ^^ Sobre la necesidad de concebir hoy el «Sistema Penal» no como complejo estático de
^° Master opivotal status, segúnBECKER,H. S. Cfr. VETTER,H. J.,y SILVERMAN, normas, sino como complejo dinámico de funciones al cual concurre la actividad de
I. J., Criminology and Crime. An Introduction, cit., pág. 365 las diversas instancias oficiales, desde la del legislador h a s ta la de los órganos de
81 VETTER, H. J., y SILVERMAN, I. J., Criminology and Crime. An Introduction, cit.. ejecución penal y de los mecanismos informales de la reacción social, vid. BARATTA,
página 366. jpi.ia A., Criminología y Dogmática penal, cit., págs. 26 y 27 («proceso de criminalización»),
^^ Así, ERICKSON, K. T., Notes on the Sociology of deviance, en: BECKER, H. S. también, GARCÍA-PABLOS, A., Estudios Penales, cit., pág. 136 («Derecho efecti-
(edit.), The Other Side, New York (1964), The Free Press, cit., págs. 16 y 17. vamente vivido», Law in action).
83 VETTER, H. J., y SILVERMAN, I. J., Criminology and crime. An Introduction, cit., **^ Vid. VETTER, H. J., y SILVERMAN, I. J., Criminology and Crime. An Introduction,
página 366. cit., pág. 367 («Bargaining and Negotiation»).
*** Vid. VETTER, H. J., y SILVERMAN, I. J., Criminology and Crime. Introduction, ^^ Así, VETTER, H. J., y SILVERMAN, I. J., Criminology and Crime. An Introduction,
cit., página 367. P a r a los autores, la subcultura es el nuevo «hogar» del desviado. cit. págs. 367 y 368; también, KITSUSE, J. J., Societal Reactions to (deviant)
' ' Sus cometidos básicos consistirán en facilitar a éste el mecanismo psicológico Behavior, cit., pág. 28 («de la situación, lugar, biografía personal y social; y de las
" • (racionalización y neutralización de las actividades desviadas), el técnico o instru- actividades burocráticamente organizadas de las instancias del control social»);
mental (modus operandi delictivo) y el situacional e infraestructural (contactos, VOLD, G. B., Theoretical Criminology, cit., págs. 266 y ss.
oportunidades y servicios indispensables). "" Así, SIEGEL, L. J., Criminology, cit., pág. 220.
**® Cfr. HASSEMER, W., Fundamentos del Derecho Penal, cit., pág. 85. '' El Estado del control social. México. Siglo XXI, 1990. - • ^ '5 ,f
894 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA 895
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA
tamiento sea definido como «normal» o como «desviado». E n este marco factores clave es el porte del joven, su apariencia física^™ y actitud hacia la Policía.
teórico, en consecuencia, el Estado es un a «variable dependiente. Efectivamente, una actitud hostil no implica ni demuestra que el joven comparta los
valores criminales. Pero lo cierto es que recibe un trato más indulgente el que se
COHÉN y SCULL''^ han señalado con acierto que fueron la Criminología y la muestra arrepentido de la infracción, respetuoso con la Policía y preocupado por las
Sociología marxistas emergentes las que desarrollaron aspectos del control social sanciones que el joven que adopta una postura insolente, provocadora o irrespetuo-
__ de la teoría del «labeling» en una dirección que devolvió el Estado al centro del sa^°^ A una conclusión semejante llegan CHAMBUSS y NAGASAWA^°== con la
.g escenario. encuesta de «autodenuncia» que realizaron entre estudiantes blancos, negros y
-ü japoneses, todos ellos procedentes de bajos estratos sociales y áreas de elevadas
tasas delictivas, comparando tales datos con los índices oficiales de arrestos. Al
^j 2') En los últimos años se han llevado a cabo numerosas investigaciones fuerte énfasis que la cultura japonesa pone en el respeto a la autoridad atribuyen los
con el propósito de identificar los factores que influyen la decisión de los autores citados el menor número relativo de arrestos que padecen estos últimos en
agentes del control social formal: Policía^^, proceso^*, ñscales^"^, jueces^*^. comparación con los jóvenes blancos y negros.
Particular interés tienen las que t r a t a n de explicar por qué y cómo
hace uso la Policía del margen de discrecionalidad que ostenta en el Quién sea la víctima y cómo presenta ésta su denuncia a la Policía es
momento de adoptar sus «decisiones» definiendo u n a situación como otro de los factores relevantes, en opinión de BLACK^°^. Influyen, por
delictiva o no delictiva. De ellas parece desprenderse que existe una ejemplo, las preferencias manifestadas por el denunciante, según soli-
pluralidad de factores que contribuyen significativamente: relativos cite u na respuesta «oficial» o se conforme con u n a gestión informal.
unos, a la persona del infractor, o al denunciante; otros, a la estructura También, la identidad del presunto infractor y su vinculación con la
organizacional y operativa de la Policía e incluso a circunstancias comunidad (la reacción policial difiere si se t r a t a de extranjeros, foras-
externas a la misma^^. teros, desconocidos, familiares, amigos, etc.). La propia actitud de la
víctima hacia la Policía (cortés, respetuosa, hostil) puede explicar u n a u
PILIAVIN y BRIAR^^ en un conocido estudio, creen poder demostrar con datos
que el proceso de interacción de la Policía con el infractor condiciona en buena otra opción, así como, al parecer, no existe discriminación alguna
medida la respuesta de ésta al delito. Para los autores, las decisiones de la policía atendiendo a la raza del denunciante^"^.
descansan más en ciertos «estereotipos» que en datos objetivos, relativos al hecho
mismo. En el momento de «definir» una situación, sería decisiva la estimación La propia estructura organizativa y operativa de la Policía condiciona
vi. policial de la persona y carácter del infractor, estimación basada en prejuicios (edad sustancialmente la actividad de ésta y sus resultados.
raza, peinado, compostura, etc.). BLACK y REISS''^' coinciden en que uno de los
CICOUREU°^ analizando en términos comparativos los índices de criminalidad
juvenil de dos ciudades con semejante población, concluye que las diferentes tasas
COHÉN, St., SCULL, A., Social Control and the State: Historical and Comparative BLACK, D. J., y REISS, A. J. (Jr.), Pólice Control of Juveniles en: American
Essays. 1983. Oxford, Roberston. Cfr., VARONA MARTÍNEZ, G., La mediación
Sociological Review, 35 (1970), págs. 63 a 77.
reparadora, cit., pág. 63. loo Cfr. VOLD, G. B., Theoretical Criminology, cit., pág. 267 y bibliografía allí citada.
Una reseña bibliográfica en: BARATTA, A., Criminología y Dogmática Penal, cit., MI Vid. WERTHMAN, C , y PILIAVIN, I., Gang Members and the Pólice, en: Bordua,
pág. 28, nota 28 c).
D. J. (edit.), The Pólice, New York, 1967 (Wiley), págs. 46 y ss. Cfr. VOLD, G. B.,
Sobre el proceso penal, vid. una información bibliográfica en: BARATTA, A.,
Theoretical Criminology, cit., pág. 267.
Criminología y Dogmática Penal, cit., pág. 28, nota 28 f).
CHAMBLISS, W. J., y NAGASAWA, R. H., On the Validity of Official Statistics. A
Sobre la actuación de los fiscales, vid. BARATTA, A., Criminología y Dogmática Comparative Study of White, Black and Japanese High School Boys, en: Journal of
Penal, cit., pág. 28, nota 28 d). Research in Crime and Delinquency, 6 (1969), págs. 71 a 75. Cfr. VOLD, G. B.,
Sobre las decisiones judiciales, vid., BARATTA, A., Criminología y Dogmática
Theoretical Criminology, cit., página 268.
Penal cit., pág. 28, nota 28 e); también: BERGALLI, R., La recaída en el delito:
BLACK, D. J., The Production of Crime Rates, en: American Sociological Review,
modos de reaccionar contra ella (Barcelona), 1980, págs. 262 y ss.
35 (1970), págs. 733 a 748. Vid. VOLD, G. B., Theoretical Criminology, cit., págs.
Vid. VOLD, G. B., Theoretical Criminology, cit., págs. 266 y ss.; SIEGEL, L. J.,
268 y 269.
Criminology, cit., págs. 221 y ss.; VETTER, H. J., y SILVERMAN, I. J., Criminology Una exposición detallada de las conclusiones de BLACK en: VOLD, G. B., Theoretical
and Crime. An Introduction, cit., págs. 368 y ss.
Criminology, cit., págs. 268 y 269.
PILIAVIN, I., y BRIAR, S., Pólice Encounters with Juveniles, en: American Journal CICOUREL, A. V., The Social Organization of Juvenile Justice, New York, 1968
of Sociology, 69 (1964), págs. 206 a 214. (Wiley), páginas 58 y ss. Cfr. VOLD, G. B., Theoretical Criminology, cit., pág. 270.
896 ANTONIO GAROIA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 897
de delincuencia obtenidas reflejan simplemente las respectivas estructuras cia, producen un determinado estilo de trabajo o personalidad en la Policía que
organizativas de las agencias de control. Los más elevados porcentajes de crimina- condiciona, a su vez, el modo de percibir y de responder ésta a las exigencias
82 í lidad y de reincidencia apreciados en una de ellas responderían a la mejor ambientales.
2BI implantación, organización y profesionalidad —y, por tanto, a los mejores resulta-
-ou; dos—de la división o departamento policial competente. En este sentido, LOFLANDi^e Ciertos estereotipos convencionales sobre el delito y el delincuente,
B! r ha encontrado una clara correlación entre el volumen de las personas identificadas,
arrestadas o perseguidas por la Policía y la infraestructura, entrenamiento y por último, y concretas presiones exógenas pueden incidir, también, en
8Bb especialización de ésta. Y SUTHERLAND CRESSEY^»', pusieron de relieve hasta la actuación discrecional de la Policía.
lA A qué punto el dramático incremento de las tasas de criminalidad en un momento dado
CICOUREL"^ ha puesto de manifiesto la repercusión de las teorías vulgares de
(Nueva York, 1950-1951) se explica por una simple razón técnica: el cambio de los
la criminalidad y de conocidos «clichés» o estereotipos en la posterior persecución
sistemas policiales hasta entonces en uso de registro e informe de las actividades
del delito. En la jurisdicción de menores y jóvenes se produciría un evidente «círculo
áe\\c(\va.s frecord/ngyreport/ngsystBmJ. _ ^._:Í:..:
vicioso» porque los criterios generalmente reputados válidos para explicar el delito
(pobreza, hogar deshecho, desorganización social, etc.) se asumirán oficialmente
Otro de los factores que influyen las decisiones policiales es el modo por aquélla para guiar la selección de los jóvenes delincuentes. De modo que tanto
en que la Policía concibe y define su propio trabajo. la definición oficial de los individuos criminales como la de las acciones delictivas se
hallan fuertemente influenciadas por las estructuras organizativas y políticas de las
BITTNER^"** ha demostrado cómo afectan a la actividad de la Policía —y sus agencias del sistema penal y por las características personales de sus miembros"^.
resultados— en un barrio concreto (Skid Row) los diversos «estilos» y «concepcio-
nes» acerca de la propia función policial. A su juicio, las definiciones policiales de una
situación son definiciones adhocy se basan más en factores como el conocimiento Factores políticos y ambientales pueden ejercer, en su caso, u n a
personal por la Policía de la comunidad y sus vecinos que en categorías jurídicas influencia significativa.
formales^"^. GOFFMAN"", para explicar el ámbito de discrecionalidad permitido a los
ir .8' SEIDMAN y COUZENS analizaron los programas de reducción de la criminali-
funcionarios y la trascendencia del aspecto informal del mismo, llamó la atención
dad emprendidos por la Administración Nixon y la repercusión de los mismos en la
Bffi; sobre la gestión de las diversas instituciones del control social (manicomios,
actividad policial, criticando el procedimiento «estadístico» con el que se consiguie-
prisiones, etc.), poniendo especial énfasis en el staffy sus concepciones más que
ron los objetivos «político-criminales» trazados"". A las presiones políticas tenden-
en los internos. SKOLNICK^", por su parte, mantiene que dos elementos concretos
tes a exigir de la Policía una mayor eficiencia, entendida ésta en el sentido de una
BflC —peligro y autoridad— combinados con una constante presión que reclama eficien-
mayor aproximación de los índices de criminalidad «registrada» y criminalidad
«esclarecida», se refieren las investigaciones de SKOLNICK"*^ ya citadas.
/oeñfr ''-nmoj '^onim leí íis obnR-
..bbsidOQ 9ínBi&iTi92 no;' •nh « h lio Semejantes resultados arrojan las investigaciones llevadas a cabo en
LOFLAND, J., Deviance and Identity, Prentice-Hall, 1969, Englewood-Cliffs. Cfr. la República Federal Alemana sobre la actuación policial^^^. De ellas
VETTER, H. J., y SILVERMAN, I. J., Criminology and Crime. An Introduction, cit.,
pág. 368.
parece desprenderse que el principio de legalidad es compatible con u n
107 SUTHERLAND, E. H., y CRESSEY, D. R., Criminology, 8^ ed. (1970). Lippincott, poder de decisión limitado pero propio, tanto en la adopción y atribución
Philadelphia, pág. 28. Cfr. VOLD, G. B., Theoretical Criminology, cit., pág. 271. Así, definiciones como en el despliegue de las oportunas estrategias de
en Chicago, los delitos violentos contra el patrimonio pasaron de 1.263 a 14.544 en
un periodo de tres años; y los robos en casa habitada, de 879 a 18.689 en igual
tiempo. Lo mismo sucedió en Nueva York: u n a revisión del sistema policial de
registro de la delincuencia determinó u n incremento de u n 254 por 100 de ésta. íffS z,'i-l, •^f' ofifíti h ífá ».N ''»4í r J , 'I ' T
BITTNER, E., The Pohce on Skid Row: A Study in Peace Keeping, en: American
Sociological Review, 32 (5), 1967, págs. 699 a 715. Cfr. VOLD, G. B., Theoretical ^^^ CICOUREL, A. V , The Social Organization of Juvenile Justice, cit., capítulos 4-7
Criminology, cit., págs. 271 y ss. Cfr. VOLD, G. B., Theoretical Criminology, cit., pág. 273.
Cfr. VETTER, H. J., y SILVERMAN, I. J., Criminology and Crime. An Introduction, "^ Así, VOLD, G. B., Theoretical Criminology, cit., pág. 273.
cit., 1" SEIDMAN, D., y COUZENS, M., Getting the Crime Rate Down Political Pressure
GOFFMAN, E., Asylums, 1961. Garden City, N. Y. Double day Anchor. Cfr. and Crime Reporting, en: Law and Society Review, 8 (3), págs. 457 a 494. Cfr.
VETTER, H. J., y SILVERMAN, I. J., Criminology and Crime. An Introduction, cit., VOLD, G. B., Theoretical Criminology, cit., pág. 271.
pág. 369. 115 Cfr. VETTER, H. J., y SILVERMAN, I. J., Criminology and Crime. An Introduction,
SKOLNICK, J. H., Justice Without Trial, New York, 1966 (Wiley), Cfr. VETTER, cit., página 369.
H. J., y SILVERMAN, I. J., Criminology and Crime. An Introduction, gil., pág. 369. 11*' Vid. BERGALLI, R., La recaída en el delito, cit., pág. 261.
898 ANTONIO GAECIA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 899
selección^^''. El ámbito de discrecionalidad policial, particularmente labeling subrayan la influencia decisiva en la actitud del juez de ciertas
acusado en relación a delitos menos graves, tendría según BRUSTEN^is categorías sociales (vg., clase social del acusado, relaciones familiares
u n a clara incidencia selectiva en perjuicio de las clases sociales bajas regulares o irregulares del mismo, situación laboral, etc.), no parece
debido a diversos factores: la especial vigilancia y control a que son pueda afirmarse lo propio respecto al contenido de la sentencia.
sometidos los barrios de trabajadores, los estereotipos que sirven de guía Las investigaciones empíricas realizadas en la República Federal
a la selección policial, la consiguiente interacción social: agente del Alemana por OPP y FEURERT^^s, PETERS124 y otrosíes, por sus limita-
control social-clases sociales deprimidas, etc."^. ciones metodológicas y resultados obtenidos no pueden estimarse con-
Menos concluyentes son, por el contrario, los trabajos que pretenden cluyentes. Lo mismo cabe afirmar respecto a las norteamericanas: aun
verificar los márgenes de discrecionalidad de las autoridades judiciales admitiendo que el factor racial (referido al infractor) tiene mayor
y la eventual aplicación selectiva de sus definiciones, etc.^^°. relevancia que otros, de los últimos estudios de LEMERT (1976),
N E T T L E R (1978), T I T T L E (1975), W E L L F O R D (1975) y
P a r a el labeling approach, el juez crea Derecho aplicando sus parti- PATERNOSTER-IOVANNI (1984), parece desprenderse que, en mate-
culares concepciones: si la ley habla sólo «en» y «por» la palabra el juez, ria criminal, las características del hecho mismo siguen siendo más
quien habla en realidad no es la norma legal abstracta, sirio el concreto importantes que otras variables ^^®.
agente del control social formal. Lo que parece especialmente obvio a
propósito de la inaccesible esfera interna del delito: dado que ésta no es 3') E n todo caso, la selectividad o discriminatoriedad del control social
observable, los agentes del control social formal (jueces) deciden al constituye una de las premisas fundamentales del labeling approach.
respecto, atribuyendo al individuo cualidades o intenciones que nadie Como razona SACK^^^, el crimen es u n comportamiento ubicuo que se
puede detectar^^^ distribuye en igual medida por todos los grupos sociales: un comporta-
Sin embargo, la directa e inmediata vinculación del juez a la ley, más miento normal y mayoritario, según demuestran las encuestas de
próxima que la de otros agentes del control social formal, reduce el marco «autodenuncia» (self-reporter survey) y los estudios sobre «cifra negra»
de discrecionalidad de sus decisiones^^^. Por ello, aunque los teóricos del
....^.,i /•k Í O •-'•iiJ cíjí 1 ¡ . j t í t ^ u c ü v M t CM< liT^í^stii: 123 OPP, K. D., y PEUKERT, R., Ideologie und F a k t e n in der Rechtsprechung. Eine
soziologische Untersuchung über das Urteil im Strafprozess, München, 1971. La
"' Así, FEEST, J., y LAUTMAN, E. (edit.): Die Polizei, Soziologische Studien und particularidad de este trabajo reside en el método empleado: casos ficticios. Los
Forschungsberichte, 1971, Opladen; BEUSTEN, M., Determinanten selektiver autores llegan a la conclusión de que las «variables sociales» inciden en la
Sanktionierung durch die Polizei, en: FESST, J., y BLANKENBURG, E., Die graduación de las penas. Cfr. BERGALLI, R., La recaída en el delito, cit., págs. 262
Definitions-macht der Polizei. Strategien der StrafVerfolgung und soziale Selektion, y 263.
Dusseldorf, 1972. Cfr. BERGALLI, R., La recaída en el delito, cit., pág. 261. 124 PETERS, D., Die Genese richterlicher Urteilsbildung und die Schichtverteilung
"^ BRUSTEN, M., Determinanten selektiver Sanktionierung durch die Polizei, cit., der Kriminalitát, en: Kriminologisches Journal, 4, págs. 210 a 232, de la misma:
pág. 44; en igual sentido, PETERS, D., Die Soziale Herkunft der von del Polizei Richter in Dienst der Macht. Zur Gesellschaftlichen Verteilung der Kriminalitát,
aufgegrifen Táter, en: FEEST, J., y LAUTMAN, R. (edit), 1971, cit., págs. 93 a 106. Stuttgart (1973). La autora operó con casos hipotéticos y con la observación paralela
Cfr. BERGALLI, R., La recaída en el delito, cit., pág. 261. de supuestos reales, concluyendo que las categorías sociales de los acusados
"^ Vid. BERGALLI, R., La recaída en el delito, cit., pág. 261. determinan tanto la definición de criminalidad como su eventual agravación. Más
^^° Una referencia bibliográfica en RÜHTER, W., Abweichendes Verhalten und aún: la particular incidencia de la criminalidad oficial en las clases sociales bajas
labeling approach, 1975. Koln-Berlín-Bonn-München, págs. 137 y 138. respondería exclusivamente a la actuación selectiva y discriminatoria del control
121 Vid. HASSEMER, W., Fundamentos del Derecho Penal, cit., pág. 83. social. Cfr. BERGALLI, R., La recaída en el delito, cit., pág. 263.
125
1^2 Este sigue existiendo en determinadas jurisdicciones no punitivas. (Vid. EMERSON, En materia de delincuencia de tráfico se han llevado a cabo, también, diversas
R. M. Judging Delinquents, Chicago 1969, Aldine; SHIBUTANI, T., Improvisad investigaciones, dirigidas a verificar un eventual comportamiento discriminatorio
News: A Sociological Study of Rumor, Indianapolis, 1966, Bobbs-Merril; Cfr. de los jueces. Cfr. BERGALLI, R., La recaída en el delito, cit., pág. 263.
126 Así, VETTER, H. J., y SILVERMAN, I. J., Criminology and Crime. An Introduction,
VOLD, G. B., Theoretical Criminology, cit., pág. 273); y en aquellos supuestos donde
la conducta desviada se describe con notoria flexibilidad, como suele suceder a cit., pág. 372.
propósito de la delincuencia de menores (Cfr. VOLD, G. B., Theoretical Criminology> 2' SACK F., Neuen Perspektiven in der Kriminalsoziologie, en: Sack, F., y Konig, R.
cit, pág. 270). -, , (edit.), Kriminalsoziologie, Frankfurt, 1968, págs. 431 a 475. j ^SRO'JIS ""
^
900 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 901
de la criminalidad, delincuencia de cuello blanco (White-Collar Crime), este nuevo enfoque en que el proceso de creación, modificación o
etc.^^®. Sin embargo, la población penitenciaria se nutre de modo muy derogación de leyes poco tiene de natural, espontáneo y altruista. Sería
significativo de las bajas clases sociales. Esto —siempre según SACK— ingenuo suponer —afirman^^*— que las normas jurídicas proceden de
no demuestra que los individuos pertenecientes a los bajos estratos Ün amplio consenso social, y que se orientan a la efectiva y necesaria
sociales delincan más (por supuestas anomalías o carencias), sino que tutela de intereses generales. Antes bien, en u na sociedad plural y
están más expuestos que los de las clases medias y privilegiadas al riesgo democrática las variables verdaderas de todo proceso de definición
de ser definidos y seleccionados como delincuentes por las instancias del deben lojealizarse en las relaciones de poder existentes entre los diversos
control social. Dicho de otro modo: la m m i n a l i d a d es como un «hien gruposi^*'. PQJ, g^Q^ QI análisis del labeling, aplicado a los procesos de
negativo»^"^^ que la sociedad r e p a r t e ' ^ r a v é s de ciertos mecanismos y criminalización primaria (creación de las leyes) entronca con los «mode-
procesos con arreglo a los mismos criterios de distribución de los bienes los conflictuales»: en las normas penales —y sus reglas de aplicación—•
positivos: rol, status social, etc., pero en relación inversa y en perjuicio se verá el resultado del conflicto entre grupos socialesi^'^^ conflicto!
de las clases sociales menos favorecidas^^". En consecuencia, tanto el resuelto a favor del que tiene mayor «poder»!^''. Porque, como afirma
marco general de definición (leyes establecidas) como el proceso de RÜHTER^^^, un a sociedad caracterizada por obvias estructuras de\
selección dirigido por las instancias del control social formal (aplicación dominio y poder no admite ninguna definición general de criminalidad
de las leyes), tienden a asegurar la atribución del status criminal de aceptada por todos, sino que impone la «imagen» de criminalidad
acuerdo con imágenes y estereotipos que, de este modo, se perpetúan necesaria para el mantenimiento de tales estructuras; imagen cuya
(modelo de círculo vicioso)^^\ ^.^^^v--., ^^,1-..,.. r.i.»-.( ,-»»- consecuente aplicación (en perjuicio de los desprivilegiados) a la socie-
dad configurará la propia realidad criminal de acuerdo con tales defini-
ciones.
C) Elproceso de «crimínalización primaria»: «labeling approach» y
modelos de «conflicto» . , , , •. Para el sector más radical del labeling approach, un a conducta
deviene delictiva porque se prohibe por la ley, y sólo porque ésta la
ri Una de las consecuencias del labeling approach es la necesa ' «define» como delictiva, con independencia de otros factores (valor o
revisión del modelo de «consenso» como teoría explicativa de la génesis desvalor intrínseco de la acción misma). Y la ley «define» u na conducta
de las normas legales^^^. Desde BECKER^^^, coinciden los partidarios de como delictiva porque interesa tal definición a ciertos grupos, sin que
ti importen consideraciones ajenas a ellos (vg., bien común). Es, pues, la
misma sociedad la que crea los delitos al aprobar las leyes^^^, de igual
1^^ SACK, F., Afirma que entre u n 80 y u n 90 por 100 de la población ha cometido modo que es la sociedad, también, la que crea o suprime la desviación al
alguna vez un hecho previsto en la ley penal como delito, según demuestran
°' diversos estudios citados por el a u t o r vid. N e u e n P e r s p e k t i v e n in der .'ij^írííMiíSíijsjsiiitó'igi|;íí4,jí^w í^fjfr
Kriminalsoziologie, cit. pág. 463.
129 Vid. PETERS, D., y PETERS, H., Theorielosigkeit und politische Botmassiegkeit
"* Cfr. VETTER, H. J., y SILVERMAN, L J., Criminology and Crime. An Introduction,
Destruktives und Konstruktives zur deutschen Kriminologie, en: Kriminologisches
.,,-, cit., pág. 370. - ' - ".•^:
" Journal, 3 (1972), páginas 241 a 257. Cfr., BERGALLI, R., La recaída en el delito,
®^ Vid. BARATTA, A., Criminología y Dogmática Penal, cit., pág. 22.- ' ^ ' " • •
cit., pág. 247.
'36 Vid. RÜHTER, W., La Criminalidad, cit., pág. 55.
1^° Vid. BARATTA, A., Criminología y Dogmática Penal, cit., pág. 29: «La variable
Sobre el papel crucial que desempeña el concepto de «poder» en el labeling
" principal de la distribución desigual de los status de delincuente parece indudable-
approach, vid. BERGALLI, R., Origen de las teorías de la reacción social (un aporte
mente ser, a la luz de las investigaciones recientes, la posición ocupada por el actor
al análisis y crítica del labeling approach), en: Papers, Revista de Sociología.
potencial en la escala social.»
Barcelona, núm. 13 (1980), págs. 88 y ss. También VOLD, G. B., Theoretical
131 BECKER, H. S., Outsiders, cit., págs. 9 y ss. Cfr., RÜTHER, W., La Criminalidad,
Criminology, cit., pág. 280.
cit., páginas 56 y 57. 138
RUHTER, W., La Criminalidad, cit., pág. 55.
132 Una referencia bibliográfica sobre el proceso de creación de las leyes desde la 139
«Society creates crime by passinglaws». Cfr. VOLD, G. B., Theoretical Criminology,
perspectiva del labeling, en: BARATTA, A., Criminología y Dogmática Penal, cit.,
cit., pág. 274, para quien tal formulación procede de MICHAEL, J., y ADLER, M.
pág. 27, nota 28 a).
J. (Crime, Law and Social Science, New York, 1933, Harcourt, Brance, págs. 5 a 20).
133 BECKER, H. S., Outsiders, cit., pág. 131. * - " -' ' '
902 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 903
definir en cada momento qué conductas deben estimarse normales o Así, el joven que ha causado lesiones aun peatón conduciendo bajo la influencia
desviadas. El proceso de definición o selección opera en todo caso de de bebidas alcohólicas sería sometido a un tratamiento de seis meses antes de que
idéntica forma, tanto si quienes ostentan el poder utilizan como criterio tuviera lugar el juicio, retirándosele la acusación caso de cumplir con éxito todo el
programa rehabilitador. De este modo podrían evitarse, además, los estigmas
las características objetivas de la conducta como si optan interesada- inherentes a la sanción penal.
mente por otros"". WolíP sí^pfts^SSPáÉaíf?" Estos programas ofrecen, a menudo, asesoramiento, servicios educativos y
familiares y asistencia médica. „ , , ^ .^,.«,„..e,«,
Un análisis histórico y realista demostraría que toda prohibición beneficia
siempre a alguien en ia medida en que con ella se redistribuyen los beneficios
, 9b sociales. Unas veces se trata de intereses concretos (seguridad personal, adquisi- b) Los «restitution programs» son, también, opciones «sustitutivas»
ción de poder, lucro económico). Otras, de un beneficio simbólico: del triunfo de una de las convencionales. P a r a evitar el estigma inherente a un «juicio», se
concepción o modo de vida. Pero, en cualquier caso, toda prohibición consolida las
relaciones de poder existentes entre los diversos grupos sociales, ya que sólo el que le ofrece la posibilidad al infractor de devolver a la víctima del delito lo
tiene más poder es capaz de definir a los demás como desviados^''^ Este grupo sustraído, de indemnizarla; o bien, de realizar algún trabajo útil para la
finí- obtendrá así ei apoyo de las agencias del control social oficial, institucionalizando comunidad.
formalmente su dominación y supremacía sobre los otros grupos^'*^, siempre según
los teóricos del labeling. j-*-r -iii n •'••••
GIBBS"*, por ejemplo, afirma que el laheling no está en condiciones ^ vas, inherentes a las mismas. Quienes caracterizan el delito como
de distinguir la conducta desviada de la no desviada, porque no puede producto de meras definiciones históricas, como etiqueta o status atri-
precisar a priori qué requisitos h a n de concurrir para que la conducta y buido a u n a persona por determinados procesos de selección^^'^ con
su autor sean o no etiquetados. Si la criminalidad no es más que el independencia, incluso, del comportamiento actual de aquélla, exacer-
resultado de u n a «definición» —añade HASSEMER"®— habría que ban la función efectiva de la reacción social y la interpretan, indebida-
investigar los presupuestos de tal definición, los factores que explican mente, en un sentido «causal», muy apartado del simbólico que mere-
por qué las instancias del control social se inclinan en u n sentido o en ^ce^^"*. Una cosa es que la justicia penal se integre en la mecánica del
otro^''", enfoque olvidado por el labeling approach. control social general de la conducta desviada —apunta HASSEMER^^''—
y otra muy distinta que cree o produzca ésta, que la genere. Mantener
Un reproche liiuy generalizado a los teóricos del labeling es el de lo segundo sería tanto como confundir «desviación primaria» y «desvia-
haberse desinteresado por completo de la desviación primaria y su ción secundaria»-^^®.
génesis o etiología^^\ tratando de sustituir un paradigma (etiológico) por
otro (paradigma de control), en lugar de corregir o reelaborar el primero De algún modo, incluso, la polémica sobre la zona oscura tan avivada por el
/5^5'///7gi'a/7/7A(?5cA(en la «zona oscura» están las conductas de hecho no criminalizadas
con el análisis de la reacción sociaP^^ o de reconocer que ambos son que, en puridad, debieran estarlo), se vuelve contra quienes la alientan. Puesto que
complementarios^^^. '^ITÍO si la delincuencia es tan sólo el resultado de una definición, no cabe entonces hablar
de «zona oscura». Cuando los valedores del /abe/inga,pQ\3.n a la «zona oscura»
El efecto creador de criminalidad que el sector más radical del están reconociendo implícitamente otros indicadores e instancias normativas «crea-
labeling approach atribuye al «control social» ha sido blanco, también, doras» de criminalidad, cuyas definiciones no coinciden con las definiciones tácticas
de frecuentes reparos. del control sociar^''.
consiguiente asignación al mismo de un rol criminal, sólo ratifica o (nocividad, daño causado, etc.) siguen siendo más decisivas que cual-
confirma («sella») unas experiencias precedentes, u n a realidad diferen- quier otra variable sociaP®*'.
cial. Pero no se debe enfatizar la trascendencia del etiquetamiento
2') Controvertido es, también, h a s t a qué punto influye negativamen-
formal ni desconocer que en muchos casos (vg., subculturas) el individuo
te en la autoestima del desviado o concepto de sí mismo su etiquetamiento.
busca vivamente y consolida un a identidad desviada incluso antes de
haber sido etiquetado de modo oficial u oficioso^®^. Quiebran, pues, las Auna conclusión afirmativa llegan AGETON y ELLIOP^^ en el estudio longitudinal
premisas de la self-fulfilling prophecy. de 2.616 jóvenes caiifornianos; según los autores, el contacto con la Policía afecta
más a la propia imagen de aquéllos que cualquier otro factor (vg., influencia de su
Por último, desde u na persipectivapolítico-criminal, suele reprochar- par). No obstante, se trataría de una incidencia diferencial: muy superior, por
se al labeling approach su falta de realismo e incapacidad para abordar ejemplo, en los jóvenes de bajas clases sociales (incidencia negativa), menos
acusada en los de las clases medias y alta y poco significativa en los de ciertas
los problemas básicos de la cuestión criminal. La crítica descansa en tres minorías (negros, hispanos, etc.).
datos: el hecho de que el labeling no se interesa por la etiología de la También FARRINGTON^^^ quien comprueba cómo la actitud del joven que ha
«desviación primaria»; el que se preocupe más de criticar la selectividad experimentado dicho contacto se torna más hostil y agresiva, incrementándose así
del control social y su impacto negativo, sugiriendo u na radical (pero su propensión a involucrarse en actos delictivos.
Otras investigaciones, sin embargo, parecen demostrar lo contrario.
utópica) no intervención, que de analizar científicamente los factores y
Así, LIPSETT''' examinó a 265 jóvenes delincuentes juzgados por tres distintos
variables de las definiciones del control sociaP*^^; finalmente, el que no tribunales, evaluando mediante cuestionarios el concepto que tenían de ellos
se haya podido verificar el éxito de los programas alternativos sugeridos mismos —y de sus jueces— antes y después de sus respectivos juicios. Aun cuando
por el labeling approach (diversión, restitution programs) en orden a la LIPSETT no tuvo en cuenta la sentencia recaída ni el delito motivo del proceso, su
evitación de los «estigmas» propios del control social formal y a la conclusión fue espectacular: el contacto de los jóvenes con la justicia no había
afectado negativamente ni al autoconcepto de los mismos ni a su imagen de los
reducción de las tasas de reincidencia^*^*. demás; finalizado el juicio, y con independencia de toda suerte de variables (edad,
clase social, trato recibido, etc.), superarían la experiencia sin dificultades.
c') Desde un punto de vista empírico, las numerosas investigaciones
FOSTER, RECKLESS y DINITZ llegan, también, a un resultado negativo al
realizadas en torno a las proposiciones fundamentales del labeling analizar cómo repercute en la propia imagen el primer contacto de 196 jóvenes con
(selectividad del control social, estigmatización, incidencia negativa del la Policía"". Las entrevistas realizadas a éstos evidenciaron una general despreo-
etiquetamiento en la propia imagen, impacto criminógeno del mismo, cupación de los mismos ante el suceso, salvo en el particular de la previsible actitud
etc.) no pueden estimarse concluyentes. , , j j ^ ,^^^,^, „, policial de futuro y la incidencia de éste en sus expectativas u oportunidades de
empleo.
1') Una de las proposiciones del sector más radical del labeling: que
la decisión de etiquetar a un individuo como desviado se disocia del 3') Tampoco puede estimarse verificada la hipótesis de que el
contenido actual de su conducta, se halla muy cuestionada. Con etiquetamientoprodiíce crimen. O como, tal vez, sería preferible formu-
SILBERMAN^^^, un buen número de investigadores creen haber podido
comprobar que, de hecho, las personas «etiquetadas» suelen ser culpa-
bles de los delitos que se les acusa; de modo que los márgenes de ^"^^ Así, VETTER, H. J., y SILVERMAN, I. J., Criminology and Crime. An Introduction,
discrecionalidad del control social formal son bastante más reducidos. cit., pág. 372, resumiendo el resultado de otras investigaciones.
167
E n la justicia penal, las características objetivas del hecho cometido AGETON, S., y ELLIOT, D., The Effect of Legal Processing on Self-Concept, 1973,
Boulder Colorado, Institute of Behavioral Science. Cfr. SIEGEL, L. J., Criminology,
cit., pág. 224.
,Í51J 168
FARRINGTON, D.; OSBORN, S. G., y WEST, D. J., The Persistence of Labeling
' y 1 Il.HUi
Effects, en: British Journal of Criminology, 18 (1978), págs. 277 a 284. Cfr. SIEGEL,
182 Vid. VOLD, G. B., Theoretical Criminology, cit., pág. 265. L. J., Criminology, cit. pág. 224.
163 Vid. HASSEMER, W., Fundamentos del Derecho Penal, cit., pág. 86; también, LIPSETT, P., The Juvenile Offender's Perception, en: Crime and Delinquency, 14
SIEGEL, L. J., Criminology, cit., pág. 228. "•': •-' "ri;- (1968) página 49. Cfr. SIEGEL, L. J., Criminology, cit., pág. 222.
170
i'^* Así, SIEGEL, L. J., Criminology, cit., pág. 228. FOSTER, J.; DINITZ, S., y RECKLESS, W., Perception ofStigmaFollowing Public
i«s SILBERMAN, CH., Criminal Violence, CriminalJustice, New York, 1978, RandoDi Intervention for Delinquent Behavior, en: Social Problems, 20 (1972), pág. 202. Cfr.
House, página 254. Cfr. SIEGEL, L. J., Criminology, cit., pág. 222. SIEGEL, L. J., Criminology, cit., pág. 222.
908 ANTONIO GAECIA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 909
larla: que genera más crimen del que evita"^; ni, desde luego, la categorías elementales del mismo (reacción social-desviación; estigma-
supuesta inseparabilidad de los dos términos fundamentales del labeline • carrera criminal; etiquetamiento-conducta desviada)^^°.
etiquetamiento y carrera criminal, estigma y desviación. La moderna doctrina es consciente, pues, de la necesidad de ulterio-
Algunas investigaciones, ciertamente, parecen poner de relieve que el mero res investigaciones sobre el impacto diferencial efectivo del etiquetamiento,
OU etiquetado incrementa por sí sólo los índices de comportamientos criminales del distinguiendo diversas variables^**^ Y así, lejos del simplismo apriorís-
desviado. Así, por ejemplo, las de GOLD, GOLD y WILLIAMS y WOLFCANG^'^ tico de los teóricos más radicales, h a n ido perfilándose con el adecuado
Otras, de THORNBERRY, McEACHERN, MEADE y HANEY, arrojan resultados
menos concluyentes^'^. Sin embargo, un conocido trabajo empírico de TITTLE^^" refrendo empírico algunas conclusiones precisas y matizadas^^^.
^oa. que parte del examen de 16 estudios longitudinales de ex penados e individuos erí THORSELL y KLEMKE^^^ mantienen que los efectos del etiquetamiento varían
W libertad condicional, desmiente todas las predicciones del labelingdS demostrar que según el estadio de la carrera cr¡minalúQ\ desviado. Si ésta se halla en sus orígenes,
3¿r los índices de reincidencia son mucho más bajos de lo esperado (entre el 24 y el 68 es probable que el contacto con las instancias del control social formal ponga fin a
por 100, con un porcentaje medio del 44 por 100). Según el autor, todo parece indicar la misma en lugar de potenciarla. Así lo estima, también, CAMERON'^", al constatar
que hay carreras criminales sin etiquetamiento alguno de sus protagonistas; que que los ladrones de almacenes noveles abandonan usualmente sus actividades
éste, a menudo, se produce una vez consolidada ya la identidad criminal; y que delictivas si son detenidos (sin duda porque no considerándose a sí mismos
incluso una vez etiquetado el individuo puede no surgir la carrera,delictiva"^. «ladrones» antes del arresto, el nuevo rol carece del necesario respaldo de grupo,
Aun resultado semejante, contrario también a las previsiones del labeling, llegan y el etiquetamiento produce su rechazo).
otros autores. Importa distinguir, también, el modo o procedimiento de imposición del propio
Así, investigaciones sobre consumo de marihuana, falsificación de cheques, etiquetado. A juicio de THORSELL y KLEMKE^''^ el impacto de éste difiere según se
ciertas malversaciones, etc., parecen demostrar que estos infractores inician y lleve a cabo de forma privada, confidencial («advenencia» del manager de los
ya, estabilizan sus carreras sin necesidad de etiquetamiento alguno (VETTER grandes almacenes al cliente) o en audiencia pública, con el ceremonial del proceso
SILVERMAN)i'l SUTHERLAND constató que carteristas y buncoartistsÚQN\Qx\Qx\ criminal. ^',\¿. •Konc) ^;.,,;-'lyi vid SiiajjS .M.';'/-m'í-!:.?-¡, iwn
profesionales consagrados antes de que el control social formal les etiquete^^^
CAMERON^^í' y COHN-STARK^'^ por su parte, concluyen en un estudio sobre
Las relaciones entre la instancia criminalizadora y el individuo
hurtos en almacenes que, una vez detenidos estos delincuentes, no suelen reincidir.
etiquetado pueden ser igualmente decisivas. Así, mientras el joven de
una subcultura, en la que encuentra apoyo de todo tipo, se siente menos
4') De todo ello se desprende que el labeling no ofrece un a explicación
vinculado a las personas que le etiquetan como desviado —y es menos
satisfactoria del origen, del desarrollo y de la consolidación de la
accesible a la influencia de éstas— cualquier otro joven delincuente es
desviación. Que probablemente incluso no pretendió en sus orígenes
capaz de poner fin a su carrera delictiva sólo por el hecho de sentirse
sugerir la existencia de u na correlación automática entre las dos
negativamente valorado por personas a las que estima^^®. La reacción de
r^dv
171
Así, VOLD, G. B., Theoretica] Criniinology, cií., púg. 266. ^ '' Sobre el problema, vid. VETTER, H. J., y SILVERMAN, I. J., Criminology and
172
Cfr. SIEGEL, L. J., Criminology, cit., pág. 224. Crime. An Introduction, cit., pág. 874 y bibliografía allí reseñada.
173
Vid. VETTER, H. J., y SILVERMAN, I. J., Criminology and Crime. An Introduction, 181 Cfr. VETTER, H. J., y SILVERMAN, I. J., Criminology and Crime. An Introduction,
cit., pág. 373. cit., página 374.
TITTLE CH., Labeling and Crime: An Empirical Evaluation, New York, 1975, J. Cfr. VETTER, H . J , y SILVERMAN, I. J., Criminology and Crime. An Introduction,
Wiley, páginas 157 a 179. Cfr. SIEGEL, L. J., Criminology, cit., pág. 223. cit., págs. 374 y ss
175
Cfr. SIEGEL, L. J., Criminology, cit., pág. 223. THORSELL, B. A. y KLEMKE, L. W., The Labeling process: Reinforcement and
176
VETTER, H. J., y SILVERMAN, I. J., Criminology and Crime. An Introduction, cit., deterrent. En, Law and Society Review, 7 (1972), págs. 372 a 392.
página 372. 184 CAMERON, M. O., The Booster and the Snitch, cit. Cfr. VETTER, H. J., y
Vid., VETTER, H. J., y SILVERMAN, I. J., Criminology and Crime. An Introduction, SILVERMAN, I. J., Criminology and Crime. An Introduction, cit., pág. 374.
cit., página 372. 185 THORSELL, B. A., y KLEMKE, L. W., The labeling process: Reinforcement and
CAMBRÓN, M. O., The Booster and the Snitch, New York, 1964, The Free Press; deterrent, cit. Cfr. VETTER, H. J., y SILVERMAN, I. J., Criminology and Crime.
Cfr. VETTER, H. J., y SILVERMAN, I. J., Criminology and Crime. An Introduction, An Introduction, cit., página 374.
cit., pág. 372. 186 THORSELL, B. A., y KLEMKE, L. W., The Labehng process: Reinforcement and
Cfr. VETTER, H. J., y SILVERMAN, I. J., Criminology and Crime. An Introduction, deterrent cit. Cfr. VETTER, H. J., y SILVERMAN, I. J., Criminology and Crime. An
cit., pág. 372 _. , . ,.,, , _.„.,_,^.. ,.^„,„, „,.,,,,.-.. ..,...„..^. Introduction, cit., pág. 375.
910 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA
hdad, desde luego, existe; pero depende de lo fácil o difícil que resulte
1. CONFLICTO VERSUS CONSENSO: UN NUEVO ENFO-
eliminar de raíz el propio «etiquetamiento». Pues, como han constatado
SCHWART y SKOLNICRi^^ el mero arresto de un individuo (sobre todo QUE DE LA «CUESTIÓN CRIMINAL»^
de las clases sociales bajas) disminuye ya sus oportunidades laborales
La Criminologíaposííiüisía cimentaba el orden social en el consenso,
sin que la sociedad se pregunte la causa y el resultado de tal medida.
atribuyendo a la desviación u n carácter patológico y disfuncional.
j5^wU«)0.iííO BsnoQj sM—ortBiíooD i9-roq .(H0.u\no3 !&>
' ' ^ sí 9b r --
oquip ob
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oiqoíq 19H 'id'C.'ñonni o^i círsi'mbsrjoia ) Jiic, -A I9 ,r\v Group Affiliations, 1955, The Free Press, Glencoe; COSER, LEWIS, A., The
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.r;v<:, .y,f;'i , j ; : ; ,no:.í"¡j:íDo-!Jn!
912 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 913
Como afirma William J. CHAMBLISS^, el pensamento positivista se a) El orden social de un a sociedad plural no descansa en u n supuesto
resume en cuatro proposiciones: consenso, sino en el disenso. El conflicto es inherente a aquélla, porque
a) El orden social se fundamenta en el consenso. la sociedad moderna es antagónica y conflictiva.
b) El conflicto es funcional, en todo caso, cuando contribuye a un
''" b) El Derecho representa y tutela los valores básicos del sistema.
cambio social positivo. No expresa u n a realidad patológica, sino la
c) El Estado garantiza en la sociedad pluralista un a aplicación propia estructura y la dinámica del proceso social.
neutral de las leyes anteponiendo los intereses generales de la sociedad
c) El Derecho representa los valores e intereses de las clases dominan-
a los particulares de los diversos grupos.
tes, no los intereses generales de la sociedad.
d) La Criminología examina las causas del comportamiento criminal
d) La justicia penal integra el mecanismo del control social y gestiona
que apartan a ciertas personas de dicho consenso.
la aplicación de las leyes de acuerdo con los intereses de las clases
Las teorías del conflicto, por el contrario —las teorías del conflicto en dominantes.
sentido estricto*—, parten de la tesis de que no es la integración
e) El comportamiento desviado es u n a reacción al desigual e injusto
normativa la que garantiza el mantenimiento del sistema y promueve
reparto de poder y riqueza en la sociedad^.
sus cambios necesarios, sino el conflicto, aunque parezca paradójico^
ová'-t Lógicamente, cuestiones como la decisiva influencia de unos y otros grupos de
ni 'Consideran que el crimen es u na ñmción de los conflictos existentes poder en la configuración de la ley penal y posterior control de su aplicación, el
en toda sociedad, sin que por ello tales conflictos deban reputarse funcionamiento discriminatorio y sesgado de la Justicia y la correlación existente
necesariamente nocivos o disñmcionales. ,„ , j ,„ ,,» i ., u-, entre el sistema capitalista de libre empresa y las tasas de criminalidad, ocupan la
atención prioritaria de los teóricos del conflicto^
- Sus postulados básicos son: cJi-1 ."iü.M.aTíiíObot
,jf-[i, '..) /j-iu.Kii') J51JJ13B .T ;.TJV8H W9i
B b'iBw.jj :Í».4I,.. ,¿ m .lijU ,.íi ,'iHOQ>í¿IíiHAO ;íiüni!or.J ÍÍSIBÍIBSÍI SUÍI.'JÍD-:
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jínno3 aaiií') bñ& aRBiO :o;ng:ai hh :(8fle!) \"í;í B ñ
2. CONFLICTO CULTURAL, CONFLICTO SOCIAL Y CON-
and Conflict, 1976, New York, Academic Press;. O. WEIGEIT, The Politics of C E P C I O N E S CONFLICTUALES M A R X I S T A S
Punishement, Harper-Eow, 1973, New York; S. L. HILLS, Crime, Power and
,-- Morality: The Criminal Law Process in the United States, New York, 1971, Las muy diversas teorías del conflicto pueden clasificarse en tres
,S^ Chandler; ST. SHAFEK, The PoHtical Criminal, New York, 1974, The Fres Press;
grupos:
;-t' CEA D'ANCONA, M- Ángeles, Las orientaciones críticas en el estudio de la
•t' delincuencia, en: Delincuencia. Teoría e investigación, cit., págs. 195 y ss., GAKRI- a) Teorías del conflicto cultural (D. R. TAFT, SELLIN, etc.).
•9 DO GENOVÉS, V., Eelaciones entre la sociedad y el sistema legal, en: Psicología
.0-, social y sistema penal, cit., págs. .45 y ss.; SCHNEIDEE, H. J., Kriminologie, cit., No son teorías del conflicto, en sentido estricto. Atribuyen la crimina-
Ju págs. 441 y ss. lidad bien a contradicciones internas de la cultura de u n a sociedad
S? Vid. VOLD, G. B., Theoretical Criminology, cit., págs. 298 y ss.; PITCH, T., Teoría (desmoronamiento de sus estructuras heredadas, crisis de valores
'"'•' de la desviación social, cit., págs. 133 y ss.; SIEGEL, L. J., Criminology, cit., pág.
234. oficiales, doble moral, calidad de ejemplos de conducta específicos, etc.);
^ Cfr. W. J. CHAMBLISS, Functional and Conñict Theories of Crime, en: W. J.
O CHAMBLISS y M. MANKOFF editores, Whose Law, What Order?, 1970, New
York, Wiley, págs. 4 y ss.
* Excluyo, pues, las denominadas teorías del «conflicto cultural», que no son teorías
- " del «conflicto» en sentido estricto. En el seno de estas últimas, incluso, existen Cfr. SIEGEL, L. J., Criminology, cit., pág. 234. Contraponiendo el modelo «consen-
•'"í importantes diferencias de matiz: unas implican meras «correcciones» del análisis sual» y el paradigma de «conflicto», desde u n punto de vista «epistemológico» y
"' funcionalista; otras, una explicación distinta de la dinámica del sistema social. Vid. «poHtico»: GARRIDO GENOVÉS, V., Relaciones entre la sociedad y el sistema
,/L PITCH, T., Teoría de la desviación social, cit., pág. 133. ^...,,.-.^, penal, cit., págs. 45 y ss. >,.t,i,..., ..J.UÍ,., ,4 tp O.ÍXJ,X*...,^
?»íí. Así, PITCH, T., Teoría de la desviación social, cit., pág. 133. ¡t'% 'jxi. Vid. SIEGEL, L. J., Criminology, cit., pág. 234. r 'ns.; neo Íe;íb) ib t,ius iümo
914 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 915
esto es, al cambio social, como mantiene TAFT®; bien a conflictos entre 3. TEORÍAS D E L CONFLICTO SOCIAL
los diferentes grupos culturales de una sociedad, según la versión de
SELLIN^, más próxima a las teorías que se analizan en este capítulo. i B snimiiaeib ienaq
a) Actualidad del enfoque conflictual.
OH 6j Teorías del conflicto social. ^ 't" Las teorías del conflicto tienen, sin duda, u n a larga tradición en el
Mantienen que el crimen es producto de los conflictos históricos pensamiento sociológico que hunde sus raíces en el análisis marxista del
existentes en toda sociedad. delito, el Derecho y la Justicia. La actual difusión y éxito de las mismas,
sin embargo, es u n fenómeno relativamente reciente, que puede atri-
c) Teorías del conflicto de corte marxista. ^^'***^H-^' ^n'-'-^'
buirse a tres factores^^.
Entroncan con elpensamiento marxista ortodoxo (MARX, ENGELS), En primer lugar, a investigaciones empíricas llevadas a cabo en las
polarizando el análisis del conflicto criminógeno en las estructuras de la décadas de los años sesenta y setenta (self repórter studies). Estas
sociedad capitalista. A este enfoque pertenecen la Criminología «críti- encuestas h a n demostrado que, contra lo que pudiera inferirse de las
ca», la llamada Criminología «radical» y la Criminología (neo)marxista estadísticas criminales oficiales, el delito se reparte por igual a lo largo
o «nueva» Criminología^". ,..aau 80.Í de toda la estructura social («ubicuidad del crimen»); que no es monopo-
Se analizarán, por tanto, sólo las teorías del conflicto «social» y las lio de las bajas clases sociales, sino un a conducta incluso «mayoritaria»,
interpretaciones conflictuales marxistas y neomarxistas, excluyendo omnipresente en la totalidad del espectro social.
las llamadas teorías del «conflicto cultural»".
i.-,. , ,„ •.,,.., • . „ , . . , . „ , . ., ,,....„„,,...,,.,,,,;. ,:. ,-.üteliqssBmeteiete
'wiQ'i iíí1\¡ifl,'is,Hí f, ¡.«^/Mv^si yii-v'iíithij ísb mmiñ
« TAFT, D. R., Criminology, 1956, New York, págs. 115 y ss. y 341 y ss. en los márgenes o zonas divisorias de culturas vecinas, o bien, cuando el Derecho de
^ T. SELLIN, Culture Conflict and Crime, en: Social Science Research Council, 1938, una se extiende al territorio de otra distinta (colonización) o u n grupo humano
New York, págs. 32 y 33. concreto inmigra a una zona geográfica ajena (inmigración).
^•^ Se adopta, a efectos expositivos, la clasificación propuesta por SIEGEL, L. J., Aunque SELLIN pondera la influencia de los mass media, que pueden difundir
Criminology, cit., pág. 234. pautas de conducta en contradicción con las convencionales, su hipótesis del
" De estas últimas, baste con una sucinta referencia al pensamiento de TAFT y conflicto cultural encontraría el ámbito específico de aplicación en la delincuencia
SELLIN. de los inmigrantes. Concretamente de la llamada «segunda generación»., cuyos
;ji) TAFT deduce la criminalidad de la cultura de u n a sociedad. Sería producto, a su jóvenes cuentan con dos «culturas» a menudo contradictorias: la originaria de
juicio, del cambio social, guardando una relación estrecha con contradicciones procedencia (familiar) y la «adoptiva» (norteamericana). Sobre SELLIN, vid.
internas de la cultura misma: descomposición de relaciones tradicionales, carácter SCHNEIDER, H. J., Kriminologie, cit., págs. 443 y ss.
dudoso de estructuras heredadas, crisis de los valores oficiales, calidad insatisfac- Se h a objetado a la teoría del conflicto cultural que no está demostrado que las tasas
toria de los ejemplos de conducta o modelos, etc. P a r a el autor los elevados índices de criminalidad sean significativamente inferiores en las sociedades con menor
-i'' de criminalidad de la sociedad norteamericana encontrarían explicación en el índice de conflictos de tal naturaleza. Y que no es obvio que el eventual conflicto
;iI desmoronamiento de las estructuras tradicionales, en la doble moral y en la alta entre dos culturas no específicamente criminógenas deba provocar u n a «salida»
, competitividad propios de dicha sociedad (Criminology, cit., págs. 341 y ss.). criminal (Cfr. GÓPPINGER, H., Criminología, cit., pág. 47).
SELLIN atribuye la delincuencia no ya a conflictos «globales» con la totalidad de la Pero, en todo caso, el modelo explicativo de SELLIN interesa como antecedente de
cultura de una sociedad, sino a conflictos parciales entre los diversos grupos las teorías examinadas en este capítulo porque, según el autor, tanto en los
culturales (Culture Conflict and Crime cit., págs. 29 y ss.): conflictos o contradiccio- conflictos primarios como en los secundarios, el Derecho no representa un supuesto
nes entre las normas de conducta de éstos. Los conflictos surgen, según SELLIN, consenso de los miembros o grupos de la sociedad, sino las normas de conducta de
en la medida en que una sociedad deviene compleja, porque entonces una misma la cultura dominante» (Cfr. VOLD, G. B., Theoretical Criminology, cit., pág. 299).
situación puede ser objeto de regulaciones distintas, total o parcialmente contradic- Una explicación teórica de la criminalidad juvenil en Israel es la que aporta S.
torias, según las normas de conducta de los diversos grupos o subgrupos que la SHOHAM. Su parentesco con las del conflicto cultural es evidente, al llamar la
integran, con los que el individuo se identifica. Los conflictos, para el autor, son de atención el autor sobre la ausencia de consenso axiológico en el seno de la familia
dos clases: «primarios» (entre dos culturas divergentes) y «secundarios» (estos como factor criminógeno básico (Cfr. SCHNEIDER, H. J., Kriminologie, cit., págs.
últimos se producen cuando una determinada cultura genera varias subculturas, 444 y ss.). j.^,...
cada una de ellas con sus normas de conducta propias). En todo caso tienen lugar 12 Vid. SIEGEL, L. J., Criminology, cit., págs. 237 y 238.
916 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 917
Siendo esto así, el hecho de que las estadísticas oficiales no registren de modo Derecho para el logro de sus intereses privativos o para imponer a los
significativo la participación de las clases medias autorizaría a concluir que la justicia
demás grupos sus propios valores morales.
<-4j. penal discrimina a la lower class. Numerosos criminólogos, basándose en tales
investigaciones empíricas, afirmarán que el sistema penal no es sino un mecanismo Por último, el clima de controversia política y social que vivió la
(Q de control de las clases sociales bajastí\x\q\úomás al mantenimiento del statuquo sociedad norteamericana durante la década de los sesenta (movimientos
que a la protección de los intereses generales y del ciudadano honesto.
fe] de protesta y contraculturales) propiciaría igualmente el éxito de las
teorías conflictuales. Entre otras razones, porque éstas contemplaban el
E n segundo lugar, a la excelente acogida que, también a partir de los
hecho cotidiano del «conflicto» como un fenómeno normal, adoptando un
años sesenta, mereció u n enfoque teórico concreto: el labeling approach.
análisis crítico frente a la reacción de los poderes públicos al crear y
fEiil '-^ hipótesis fundamental del labelingapproacl?.-que el delito no es una «cualidad aplicar la legalidad a los disidentes. .bneaaiq s
? c r r pgggijygj, ^g |g acción, ontológica, material, sino «atribuida» (naturaleza no
«ontológica», sino definitorlalja ciertas personas a través de complejos procesos de
interacción scc/^/altamente selectivos, de suerte que lo decisivo no es la propia
conducta, sino el status ÚQ\ autor; así como la otra premisa teórica del «labeling b) Evolución de las teorías del «conflicto social»: la aportación
approach»: el comportamiento discriminatorio—constitutivo, no meramente «decla- de DAHRENDORFy VOLD. El «conflicto» en COSER y SIMMEL.
rativo»— del control social, potencian, sin duda, el análisis conflictual, hasta el punto
;"* de que no parece ya viable el estudio del delito desligado del de la «reacción social», R. DAHRENDORF y G. B. VOLD son dos pioneros del enfoque
incluso si no se comparte el valor «constitutivo» que el labeling approach SiS\qna al conflictual. Del primero se ha dicho que su obra ha adquirido para éste
control sociaP^. el rango de u n auténtico «catecismo»^*^. En cuanto a VOLD, la edición
original de su Theoretical Criminology es el primer texto que sigue a los
La difusión del labeling approach no sólo ha reforzado el análisis de postulados básicos de la Sociología del «conflicto»". La obra de COSER
las teorías del conflicto, sino que ha hecho surgir u na verdadera escuela y SIMMEL, por otra parte, interesan aquí porque amplían o rebasan el
de criminólogos capitaneada por R. QUINNEY, A. TURK y W. análisis estrictamente funcionalista, atribuyendo a la «desviación»
CHAMBLISS, que h a n tratado desde entonces de identificar la crimina- social unas funciones que anticipan ya el posterior enfoque de las teorías
lidad «real» en los Estados Unidos, llamando la atención sobre dos del conflicto^*. ^-i -" >
extremos: la desigual distribución del poder y la riqueza en la sociedad
V. DAHRENDORF^^ es uno de los primeros autores que sitúa el
americana y el funcionamiento de su justicia penal como genuino
mecanismo del control social". Su tesis central, como advierte D. conflicto social no sólo en el centro de la dinámica del sistema, sino en el
GREENBERG^'', puede resumirse en un a idea: la ley penal no es propio eje de equilibrio del mismo.
producto de un consenso moral o de los intereses comunes de toda la A su juicio, el modelo de sociedad funcionalista basado en el «consen-
sociedad, sino del poder relativo de los diversos grupos que se sirven del so» resulta utópico, sin apoyo real, porque supone que todo cambio social
normal proviene de u n proceso «orgánico», patológico, explicable sólo por
•"^ bivdaás'te 9Hp'¥;:issafff{iríariÍBi)afa-aoiaifií*íí;jíljí>Ji3a^ factores extraordinarios en lugar de asumir la evidencia contraria: que
ísofe 8 sísaaikiíKitKfo a triBfáKixílBaqes im iSrasfiíuoiSü b mi
no existe tal consenso. Que el cambio (fundamental change) es, de hecho.
La Criminología «critica», que parte de un modelo «conflictual» de base marxista,
supera no obstante los postulados del labeling approach, ya que no refiere la
conducta delictiva a la «reacción social» fundamentalmente, sino a la estructura
social (capitalista). Sobre el problema, vid. CEA D'ANCONA, M- Ángeles, Las
orientaciones críticas en el estudio de la delincuencia, cit. págs. 198 y ss. Sobre la 16 Así, TAYLOR, I.; WALTON, P., y YOUNG, J., The New Criminology: For A Social
Criminología crítica, vid.: SERRANO GÓMEZ, A., La Criminología crítica, en: Theory of Deviance, 1973, London, Routledge and Keagan Paul, pág. 240.
Anuario de Derecho Penal, 1983, págs. 49 y ss. " Así, THOMAS J. BERNARD, en: Theoretical Criminology, 1979, cit., pág. 282.
Vid. MEIER, R., The New Criminology: Continuity in Criminological Theory, en: 1** Cfr. PITCH, T., Teoría de la desviación social, cit., págs. 135 y ss.
Journal of Criminal Law and Criminology, 67 (19M), págs. 461 a 469. Cfr. SIEGEL, 19 R. DAHRENDORF, Class and Class Conñict in Industrial Society, 1959, Stanford,
L. J., Criminology, cit., pág. 238. Connecticut: Stanford University Press; del mismo: Out of Utopia: Toward a
^^ GREENBERG, D., Crime and Capitahsm, 1981, Palo Alto, California: Mayfield Reorientation of Sociological Analysis, en: American Journal of Sociology (64), 2,
Publishing página 3; Cfr. SIEGEL, L. J., Criminology, cit., pág. 238. págs. 115 a 127, 1958.
918 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 919
el estado normal de toda sociedad: se produce continuamente y en todos 1". Toda sociedad está sometida continuamente a u n proceso de
sus niveles, porque siempre hay individuos que no comparten el orden cambio.
social y se encuentran en condiciones de t r a t a r de sustituirlo. Hasta tal 2". Toda sociedad muestra disenso y conflictos por doquier. El conflic-
p u n t o es n o r m a l dicho proceso social de cambio que, según to social es omnipresente.
DAHRENDORF, los sociólogos debieran estudiar más los factores que
interfieren el mismo que los factores que lo impulsan^". 3". Todo elemento de u na sociedad aporta su contribución a la
desintegración y al cambio de aquélla.
Algo semejante mantiene DAHRENDORF respecto a la idea del
«conflicto»: nos preguntamos por sus causas, cuando lo realmente 4". Toda sociedad se basa en la coerción de algunos de sus miembros
anormal no es la presencia, sino la ausencia de conflictos y debiéramos sobre los otros^''. "'"•" — — •-- —
sospechar de la sociedad que no dé muestras de ellos. Podemos suprimir- Sin embargo, DAHRENDORF rechaza el concepto marxista de «cla-
los temporalmente, regularlos, encauzarlos y controlarlos, pero ni el se», «estado» y «conflicto», por considerar que el proletariado ya no es una
mejor de los filósofos ni el más eficaz de los dictadores será capaz de clase homogénea, unitaria y cohesionada de individuos paupérrimos y
erradicarlos de un a vez para siempre^^. >AvlWf*"^;'ASWaiAWi sin cualificación. Los trabajadores, en la actualidad —argumenta—
;»ifpOi Para DAHRENDORF, el modelo «conflictual» no está llamado a sustituir al integran diversos grupos: especialistas, semiespecialistas y no especia-
0133 modelo funcionalista de «consenso», pero sí a complementarlo por ser el más lizados, cuyos intereses respectivos no necesitan tanto unos de los
; ^. idóneo para explicar el cambio social^^. En definitiva, afirma, las sociedades se otros^®.
mantienen cohesionadas no por el consenso, sino por el constreñimiento; no por una
*"*-'•' " concordia universal, sino por la coerción y violencia de unos sobre otros^^. Es lógico, por ello, que el revisionismo de DAHRENDORF haya sido
objeto de toda clase de críticas desde u n análisis marxista ortodoxo.
*' No obstante, el análisis de DAHRENDORF, específicamente dirigido '.ni - ím Así, se le ha reprochado su visión puramente «economicista» y simplificadoradel
a la sociedad capitalista «avanzada»^*, difiere de modo ostensible del ¿f,] pensamiento de MARX^'. Que relegue el ámbito del conflicto a la esfera política^".
pensamiento marxista ortodoxo, aproximándose en algunos extremos a Que reduzca el concepto de «clase» o «grupo» a una mera «asociación» basada en
la perspectiva funcionalista. intereses objetivos, desligando el cambio social de la dinámica del proceso econó-
•A •'• mico^^, concepto éste —el de «cambio»— que ni siquiera puede reconducirse a la
is ;,;.; Según DAHRENDORF, toda sociedad constituye un entramado plural y compe- í . categoría parsoniana de la «innovación». Y, sobre todo, que su modelo conflictual
!' titivo de «grupos» de intereses, articulado a través de cierto tipo de «relaciones» se aproxima al enfoque funcionalista cuando DAHRENDORF sugiere veladamente
(imperatively coordinated associations). La desigual distribución de poder y autori- que los roles de dominación y subordinación son complementarios, integrándose
dadgenera en cualquier clase de organización social (en la capitalista, en la feudal, funcionalmente para el mantenimiento de la estructura social^".
en la socialista) dos «grupos»: los que detentan el poder y la autoridad y los
sometidos al control que ejercen los primeros. Donde quiera que existan tales
condiciones, existirán también, por fuerza, conflictos. Ahora bien, estos conflictos no 2'. G. B. VOLD tiene el mérito de haber trasladado al ámbito de la
siempre evidencian un desmoronamiento de la estabilidad social. Pueden ser Criminología los esquemas conflictuales elaborados por DAHRENDORF
''-'>' • «funcionales», contribuyendo a un desarrollo más justo y efectivo del orden social y otros en el seno de la Sociología general. Su teoría criminológica del
conflicto, sin embargo, no puede s u m i n i s t r a r u n a explicación
Cuatro postulados resumen el modelo «conflictual» de DAHRENDORF:
tíi'^^'"^ j -/ ' f T , G
•(n.i-ti '^i^ nofif / tii í í í / n 25 DAHRENDORF, R., Class and Class Conflict in Industrial Society, cit., pág. 48.
26 DAHRENDORF R., Class and Class Conflict in Industrial Society, cit. Cfr.
20 Cfr. VOLD, G. B., Theoretical Criminology, cit., pág. 300. SIEGEL, L. J., Criminology, cit., pág. 238.
21 DAHRENDORF, R., Gut of Utopia, cit., págs. 126 y 127. 2"^ Así, PITCH, T., Teoría de la desviación social, cit., pág. 140.
22 Vid. VOLD, G. B., Theoretical Criminology, cit., pág. 301. 28 Citando a PIZZORNO, PITCH, T., Teoría de la desviación social, cit., pág. 141.
23 DAHRENDORF, R., Out of Utopia, cit., pág. 127. 29 PITCH, T., Teoría de la desviación social, cit., pág. 142. ^j. „,j
2^* Vid. PITCH, T., Teoría de la desviación social, cit., págs. 140 y ss 30 PITCH, T., Teoría de la desviación social, cit., pág. 141. , , . í',
920 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 921
generalizadora del delito. Pues, como el propio autor advierte^^, se
Con ello no quiere afirmar el autor sólo que ciertos delitos^^ reflejan de
circunscribe estrictamente a ciertas situaciones en las que los hechos
modo específico determinadas tensiones sociales, sino algo más: que la
delictivos surgen de la confrontación de grupos que pugnan por mante-
propia realidad del crimen parece inseparable del proceso social y su,.
ner su síaías. al dicha proceso socií.
dinámica antes comentada.
La criminaiidad que no guarde una relación directa con la lucha existente entre
'^ Tal sería, en la opinión de VOLD, el trasfondo del conocido concepto sociológico
• los diversos grupos de intereses (vg., delitos impulsivos), deberá analizarse con
de «delito» aportado por E. SUTHERLAND cuando este último autor lo definía no ya
arreglo a otros enfoques teóricos.
como comportamiento o acto individual previsto en la ley, sino como gama de
interrelaciones o situación sociaP".
Según VOLD, el conflicto es inherente a la dinámica social: se trata
—afirma el autor— de «uno de los procesos sociales básicos de los que Porque, según VOLD, la totalidad del proceso político de creación del
depende el continuo devenir social»^^. vji^Wvajat
Derecho, de violación de la ley y de aplicación del ordenamiento jurídico
La orientación psicosocial de su teoría del conflicto descansa en la al infractor refleja directamente el hondo conflicto que existe entre
concepción interaccionista de la formación de la personalidad y en la del diversos grupos de intereses y su pretensión de luchar por el control del
comportamiento colectivo, concepto este último (collective behavior) poder policial del Estado.
estrechamente unido al de «proceso social»^^. Asume, pues, la tesis de El conflicto entre los valedores de la ley y quienes la violan —continúa VOLD^^—
que el hombre es un ser «grupal», parte y producto al mismo tiempo del existe ya con anterioridad a la promulgación de la norma. Después, constituye la
grupo. Y la sociedad, el resultado de un tenso equilibrio dinámico entre propia base de ia instancia legislativa. Se prolonga durante el proceso penal y
grupos con intereses contrapuestos, que rivalizan entre sí para mante- culmina durante el tratamiento en prisión del delincuente. Conflicto, pues, por
""^ doquier: entre miembros de la legislatura, en el Parlamento; entre acusación y
ner o mejorar sus respectivos status. La «acción colectiva», por tanto,
'"""^ defensa, en el proceso; entre funcionario y recluso, en el establecimiento peniten-
debe estimarse un principio normal de toda organización social: los ciario; entre oficial de vigilancia y penado en libertad bajo palabra, en el régimen de
diversos grupos nacen o desaparecen continuamente en función de las libertad condicional. ,.<-. .. n-» .-4-v..-,-Kn. . >,,-,•.
necesidades de sus miembros^*.
3'. La aportación, por último, de COSER*» y SIMMEL'^i —circunscrita
El conflicto entre los diversos grupos se produce, a juicio de VOLD, cuando
devienen competitivos y operan en un mismo campo de interacción, esto es, al al ámbito de la Sociología general— merece, también, u n a mención.
! solaparse o entrecruzarse sus respectivos intereses^^. Pues, aunque no pueden ser considerados «pioneros» ni genuinos repre-
sentantes de las teorías del conflicto, influyeron en éstas indirectamen- Todo ello conduce a u n modelo social en el que el «conflicto» desempe-
te. Primero, al resaltar los cometidos positivos que desempeña la ña funciones semejantes a las de la «integración normativa»*''.
«desviación», con u n análisis que rebasa los límites del enfoque En efecto, de acuerdo con algunos planteamientos de SIMMEL,
funcionalista. En segundo término, porque COSER y SIMMEL dejaron concibe COSER el conflicto como proceso operante hacia la integración
u n a significativa huella en el pensamiento de otros teóricos del conflicto del grupo. Más aún: como «forma de socialización». De modo que
como VOLD y DAHRENDORF. apurando al máximo las posibilidades teóricas que brinda la interpreta-
L. COSER integra la perspectiva parsoniana a su teoría de la ción funcionalista del universo social, llegará a afirmar que para el
desviación, apurando al máximo las posibilidades que brinda el análisis mantenimiento del grupo t a n necesario es el conflicto social como el
fiíncionalista del «conflicto»^^. propio consenso*^.
Siguiendo a DURKHEIM, considera que el delito no es siempre El conflicto —argumenta COSER— es u n a auténtica «válvula de
«disfimcional» para el grupo. Antes bien, promueve u na mayor cohesión seguridad» del orden social; mantiene las divisiones sociales y los
social y ética en torno a la norma violada y contribuye a la redefinición sistemas de estratificación; y estimula el necesario cambio normativo,
de la misma. El acto desviado, según COSER, señala con más claridad siempre que la hostilidad y el antagonismo se mantengan dentro de
los límites de la conducta lícita y, por tanto, el rechazo colectivo del ciertos límites bien definidos y no cuestionen la legitimación del sistema
infi'actor consolida la unidad del grupo. .íf^,ftgp mismo.
No obstante, al examinar COSER las funciones de la desviación en el seno del El conflicto, ante todo, canaliza la agresividad y frustraciones repri-
lOf
grupo mismo y en las relaciones de éste con el mundo exterior, discrepa de midas, impidiendo que dicha carga pasional alcance u n nivel peligroso,
DURKHEIM. Porque, ajuicio de COSER, laexpulsión del desviado resultadisfuncional destructor. Si no hubiera oportunidad de expresar el disenso, la hostili-
^,, jj para el propio grupo en ciertos supuestos límite^l
dad, el individuo se sentiría anulado. El conflicto libera un a agresividad
reprimida capaz de destruir las propias bases del consenso, consolidan-
El punto de partida de la teoría de la desviación de COSER es la
do así éste. Es u na válvula de seguridad que da salida y neutraliza la
distinción entre desviación social «innovadora» y desviación social
tensión social*^.
«criminal»: el innovador actúa en bien de toda la colectividad, mientras
el delincuente busca la consecución de sus intereses particulares. La Pero, además —y aquí sigue el autor un concepto de «conflicto»
categoría de la «innovación», que implica un cierto tipo de cambio asimilable al de «competencia»**^—, es un expediente psicológico adecua-
sistemático, entendida como com.portamiento orientado a u na mejor do para mantener la estratificación social. El conflicto establece y
adaptación del sistema al mundo exterior y a la solución de algunos conserva la identidad y los límites de sociedades y grupos. Las hostili-
conflictos internos, ocupa un lugar fiíndamental en el pensamiento de dades estructuradas y los antagonismos recíprocos permiten mantener
COSER. Determina los mecanismos decisivos para el propio equilibrio las divisiones y los sistemas de estratificación: impiden que desaparez-
del sistema, a diferencia de la significación bien distinta que asignaba can progresivamente los límites entre subgrupos de u n sistema social*®.
a la misma MERTON al incluir en ella supuestos típicos de desviación Pero el conflicto cumple tal función no sólo en una sociedad de «castas»,
criminal**. sino también en u n a organización social como la norteamericana; en un a
• i }-. n i^p' í^ t ! o ! h ) ' , ,if,ni'ií rii A j . ^i^o sociedad donde la movilidad social vertical se halla institucionalizada,
4 )í VI/ "" J O ÍI íi r • u íf X) p" 11 n 1 iprr
, "^ y Jt I , ' ) ' ' ' 1 .'i I i(" it í «'iidi'"' )-' I j¡nr>
" Sr?€ ^ íllj i) ! 1/ í >oí i< )<•>-''''> hfí' í (Tjjjri Tj
LluMl
*2 Vid. PITCH, T., Teoría de la desviación social, cit., págs 134 y 140. -:•!'."-•
45 PITCH, T., Teoría de la desviación social, cit., pág. 135. íj,*
''^ L. COSER, Some Punctions of Deviant Behavior and Normativo Flexibility, en: The
46 PITCH, T., Teoría de la desviación social, cit., pág. 136.
American Journal of Sociology, Vol. LXIX, n^ 2 (1962), págs. 172 y ss.
47 Cfr. PITCH, T., Teoría de la desviación social cit., pág. 138.
*" Vid. PITCH, T., Teoría de la desviación social, cit., pág. 135. P a r a COSEE el ejemplo Cfr. PITCH, T., Teoría de la desviación social cit., pág. 138.
Cfr. PITCH, T., Teoría de la desviación social, cit., pág. 138. •Jífl. .-nJ
paradigmático de conducta «innovadora» es la del científico.
924 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 925
que concede clara prioridad al status «alcanzado» sobre el status «atri- En última instancia, pues, COSER —siguiendo a los «patólogos
buido» —añade COSER*'"— la hostilidad entre los diversos estratos se sociales»— equipara «conflicto» y «diferenciación de roles». El conflicto
mezcla con u na fuerte atracción positiva hacia aquéllos del vértice de la se convierte en u n parámetro de racionalidad y funcionalidad que
jerarquía social. Si no hubiera antagonismo, los grupos de status se contribuye al armónico desenvolvimiento de los roles sociales, en base a
desvanecerían al difuminarse los límites entre ellos y el exterior. O, la diferenciación de éstos y a la existencia de u n contexto normativo
dicho de otro modo: la ideología de la competencia, basada en una compartido^^ „ _, • , ._ .„,_:- _ , j .
estructura social de estratos, incentiva a quien se encuentra en una -iÍ8 80l ñioOB X^l SÍ BUp 9»
posición desventajosa: t r a t a de motivarle positivamente hacia los valo-
res del sistema y le fuerza a aceptar su status efectivo^^ c) Teorías del conflicto social modernas e investigaciones
empíricas: referencia a la obra de W. CHAMBLISSyR. SEIDMAN,
Por último, el conflicto cumpliría u n a tercera función positiva, siem-
R. QUINNEY, A. TURKy otros.
pre que se desarrollara también en un contexto normativ amenté delimi-
tado: promover la necesaria modificación de las leyes, de acuerdo con el 1') Teorías del conflicto y administración de la justicia penal: el
cambio de las circunstancias sociales. Gracias a aquél, afirma COSER, análisis crítico de W. CHAMBLISSyR. SEIDMAN.%-¡Y.:SIBM(
la sociedad puede concienciarse de la trascendencia de las normas y de
Desde los años setenta, diversos autores^* h a n acudido al enfoque
los valores conculcados por el infractor: recuerda, actualiza y revitaliza
«conflictual» para analizar el funcionamiento de la justicia penal,
los mismos. E impulsa el reajuste de las relaciones sociales al cambio
concluyendo que éste no es sino un a función de las relaciones de poder.
previo experimentado^^ ^i,í«;^M4M>«ji-(!;^!,f^Wii;?íjt#'»%sií?^
Los pioneros de tal orientación fueron W. CHAMBLISS y R. SEIDMAN
Pero, en todo caso, para el autor el conflicto «funcional» es un conflicto limitado;
"^ un conflicto sobre objetos particulares que deja a salvo las bases del sistema y
con su obra: Law, Order and Power^^. Y su tesis: que el poder del Estado
O; presupone un marco de consenso: el denominado conflicto «realista» («instrumen- —que encarna la justicia penal— no es u n mecanismo neutro, capaz de
-f tal», en la terminología mertoniana) o «innovador», característico de aquellas resolver pacíficamente los conflictos sociales (teoría del consenso), sino
g, conductas que infringen las normas institucionales para asegurar la consecución de la expresión misma del conflicto permanente característico de nuestra
metas y objetivos culturalmente prescritos. Porel contrario, el conflicto «disfuncional»
sociedad, cuya estructura y funcionamiento responde a los intereses de
(el «no realista») cuestiona la legitimidad del sistema mismo, implicando toda la
^,( personalidad del individuo afectado. En consecuencia, pone en peligro la estructura los grupos de poder (teoría del conflicto)^®. ,-íii,,«i5írt«*rte AÍV»,
del orden social, ya que significa más que el mero rechazo de las vías legales y la
Los autores verifican la hipótesis «conflictual» en los dos momentos
correlativa opción a favor de cauces ilegítimos.
más significativos del sistema: el de la creación del Derecho en la
instancia legislativa y el de su posterior aplicación por los tribunales de
Según COSER, por otra parte, el conflicto «no realista» —el
justicia.
disfuncional— surge en situaciones de represión del conflicto «realista»,
por f a l t a de t o l e r a n c i a , de p e r m i s i v i d a d social, de c a u c e s P a r a CHAMBLISS y SEIDMAN el proceso real de creación de las
institucionalizados que den salida a éste. La intensidad de u n conflicto leyes dista mucho de la imagen bucólica que patrocina el modelo del
que amenaza de destrucción el consenso social —afirma COSER— no consenso. El supuesto «bien general», los «intereses públicos», no expli-
deriva del conflicto mismo, sino de la rigidez de las estructuras de una can en términos realistas la génesis del Derecho, inseparable de las
sociedad monolítica que acumula hostilidades sin encauzarlas, que
radicaliza aquél.
^^ Cfr. PITCH, T., Teoría de la desviación social, cit., págs. 139 y 140.
.gSff ,4ía^,IfiÍ')p8,íW)J:í,0J.^fe l!i . " ! JÍÍ4 5" Entre otros: ST. L. HILLS, E. QUINNEY, E. D. WKIGHT, C. A. HAKTJEN, B.
KRISBERG, H. E. PEPINSKY, etc. Cfr. VOLD, G. B., Theoretical Criminology, cit.,
Cfr. PITCH, T., Teoría de la desviación social, cit., pag 136 pág. 308, nota 36.
51
Cfr. PITCH, T., Teoría de la desviación social, cit., pag. 137. ^^ Law, Order and Power, Addison-Wesley, Reading, 1971.
52
Cfr. PITCH, T., Teoría de la desviación social, cit., pág. 139. 56 W. CHAMBLISS y R. SEIDMAN, Law Order and Power, cit., pág. 4.
926 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA 927
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA
actividades de ciertos grupos de interés^''. Incluso cuando la ley refleja forman parte hace posible el comportamiento sesgado, discriminatorio
unos valores «morales» —añaden CHAMBLISS y SEIDMAN— éstos y mediatizado del control penal®^.
son los valores de determinados grupos que se imponen a los valores
morales de otros. El ordenamiento jurídico no expresa, pues, con neutra- 2') R. QUINNEY y la «realidad social del crimen».
lidad u n inexistente código de valores mayoritario, producto del consen- Hasta su conversión oficial al marxismo, la obra de R. QUINNEY
so social, sino los particulares intereses y concepciones de concretos «The Social Reality of Crime»'^^, es u n claro exponente del análisis
grupos. La posibilidad de que la ley acoja los sistemas de valores propios conflictual no marxista^^.
de cada uno de los grupos que integran u n a sociedad pluralista no se
El autor parte de la normalidad e inevitabilidad del conflicto en todo
reparte por igual entre todos ellos. Por el contrario, guarda u n a estrecha
tipo de sociedades. Y atribuye éste al desigual reparto del poder, a la
relación con la posición política y económica de los mismos: con las
lucha por el poder como mecanismo dirigido a la consecución eficaz de los
estructuras de poder^'^.
intereses particulares. En toda sociedad —afirma QUINNEY®*^— los
E n cuanto al segundo momento, el de la aplicación del Derecho, conflictos entre personas, grupos sociales y culturales son inevitables,
CHAMBLISS y SEIDMAN llegan a idénticas conclusiones, tomando consecuencia natural de la vida social. La distribución diferencial del
como referencia la decisión de los jueces y tribunales que sientan poder produce conflictos; conflictos que tienen sus raíces en la pugna de
precedente o doctrina al resolver casos dudosos; esto es: el ámbito los diversos grupos en busca del poder.
supuestamente más objetivo y libre de valores del sistema^^. Ajuicio de
El modelo «conflictual» de QUINNEY puede resumirse en seis propo-
CHAMBLISS y SEIDMAN, la jurisprudencia tampoco es neutral. Los 67.
jueces «crean» Derecho, en último término, fundamentando sus fallos en siciones
criterios «valorativos»; pero tales referencias axiológicas no proceden del Primera: naturaleza definitorial del delito. Según QUINNEY, el
Derecho natural, sino, ante todo, de sus propias concepciones persona- delito es u n a definición de la conducta h u m a n a que procede, en las
les'"'. Además, diversos factores sociológicos (extracción social del juez, sociedades organizadas políticamente, de determinados agentes e ins-
rol de la magistratura, tipo de formación de los magistrados, etc.) tancias autorizados. Con ello, sigue QUINNEY las tesis fundamentales
contribuyen a que los valores y criterios de las decisiones judiciales del enfoque interaccionista de la desviación: naturaleza «definitorial»
beneficien de antemano más a las clases privilegiadas que a las depri- del delito y eficacia «constitutiva» del control social. E n efecto, para
midas**!. . > ÍÍ ,•,, :] fef rtñ'jñ¡i<rf >;í)'ruj QUINNEY el delito es u na «definición», carece de sustrato ontológico: el
juicio que hacen ciertas personas (autoridades) sobre las acciones de
En definitiva —concluyen CHAMBLISS y SEIDMAN^2_^ ^^^to en su
propia estructura como en su funcionamiento las «agencias oficiales»
actúan en servicio de los intereses de los grupos de poder cuando crean
o aplican el Derecho. El interés «público» o los «intereses generales» son •^^ W. CHAMBLISS y R. SEIDMAN, Law Order and Power, cit., pág. 269.
tenidos en cuenta sólo en la medida en que coinciden con los intereses *"' Little, Brown, Boston, 1970. Otras obras de R. QUINNEY: Critique of Legal Orden,
1973 Little, Brown, Boston; Criminal Justice in America: A Critical Understanding,
particulares de aquéllos. La naturaleza «burocrática» de tales «agen-
1974, Little, Brown, Boston; Class, State and Crime: On the Theory and Practice
cias» y la conexión de las mismas con la estructura «política» de la que of Criminal Justice, 1977, New York McKay; From Repression to Liberation, en: R.
A. Scott y J. D. Douglas, New York, Basic Books; R. QUINNEY y J. WILDEMAN:
The Problem of Crime, New York, 1977, Harper-Row, 2^ ed.
®° Así, VOLD, G. B., Theoretical Criminology, cit., pág. 317, quien distingue dos
57 momentos en la obra de QUINNEY, el segundo de ellos de orientación marxista. A
W. CHAMBLISS y R. SEIDMAN, Law Order and Power, cit., pág. 73. una orientación muy semejante responde la teoría del conflicto de K. F. SHUMANN
58
W. CHAMBLISS y R. SEIDMAN, Law Order and Power, cit., págs. 473 y 474. en la literatura criminológica del ámbito germano parlante (Cfr. SCHNEIDER, H.
59
W. CHAMBLISS y R. SEIDMAN, Law Order and Power, cit., pág. 75. J., Kriminologie, cit., pág. 447).
60
W. CHAMBLISS y R. SEIDMAN, Law Order and Power, cit., págs. 125 a 151. ^'^ R. QUINNEY, The Social Reality of Crime, Little, Brown, 1970 (Boston), págs. 9 y
61
W. CHAMBLISS y R. SEIDMAN, Law Order and Power, cit., págs. 95 a 115.
62 :<'!•• S S .
W. CHAMBLISS y R. SEIDMAN, Law Order and Power, cit., pág. 503. ^•^ R. QUINNEY, The Social Reality of Crime, cit., págs. 15 a 23.
928 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 929
otras, juicio independiente de las cualidades o características de las La tesis de QUINNEY difiere aquí en dos extremos de otras teorías del conflicto
acciones mismas''®. Dicho de otro modo: no existe «el» crimen, sino semejantes, como la de VOLD". En primer lugar, en cuanto a los titulares o
protagonistas del conflicto. Para VOLD, éste enfrenta a «grupos de intereses
personas «criminalizadas» a través de ciertos procesos de formulación y organizados», mientras OUINNEY mantiene que la lucha se produce entre «seg-
aplicación de las definiciones legales que, por tanto, «crean» la crimina- mentos de la sociedad» organizados (vg., profesionales, trabajadores, etc.) o no
lidad. u^íSíJiíiaiBBacpeueiiicBHBXM^jBfEf m.a|fiiaiioiiS' organizados (por ejemplo, reclusos, enfermos mentales)'^. En segundo lugar, por las
propias pretensiones generalizadoras de una y otra teoría conflictual. VOLD
Segunda: formulación de las definiciones de delito. Las deñniciones circunscribía la validez de su análisis conflictual a ciertos hechos delictivos. QUINNEY,
de delito describen comportamientos que entran en colisión con los por el contrario, considera que toda manifestación de la criminalidad puede explicar-
intereses de aquellos «segmentos» de la sociedad que tienen el poder de se con este esquema, incluyendo los crímenes (impulsivos, etc.) que VOLD excluía.
A su juicio, también las personas que actúan por impulsos emotivos o irracionales
control sobre la Policía. representan un «segmento social» —si bien no «organizado»—con normas, valores
Los preceptos legales, según esta proposición típica de las teorías del y orientaciones ideológicas semejantes, comunes'^. La conducta de tales personas
sería definida como criminal por quienes tienen más poder y están en condiciones
conflicto, representan los intereses de quienes detentan el poder en la de proteger así sus intereses. La ausencia de una confrontación «política» externa,
sociedad. Donde quiera que exista u n conflicto entre grupos sociales, visible, en estos casos no significa —continúa QUINNEY— que no existan conflictos
aquéllos que ostentan el poder configuran el Derecho en su propio entre los diversos segmentos sociales, sino que uno de ellos ostenta un poder
beneficio, sojuzgando a los rivales^^. Tales grupos modificarán, si es hegemónico sobre los demás, hasta el extremo de que la lucha real adquiere el mero
rango de actos individuales de resistencia por proceder del segmento no «organiza-
preciso, las condiciones sociales; promoverán iniciativas para que se do».
protejan intereses políticos, económicos o religiosos y cambiarán, inclu-
so, las concepciones generales sobre el interés «público».
Cuarta: desarrollo de los modelos de comportamiento en relación a las
Tercera: aplicación de las definiciones de delito. Las definiciones de definiciones de delito. Los modelos de comportamiento se estructuran —
delito se aplican por aquellos «segmentos» de la sociedad que poseen el en un a sociedad organizada por segmentos— en función de las definicio-
poder de configurar la administración de la ley penal velando por su nes de delito. Según QUINNEY—y de acuerdo con las proposiciones de
cumplimiento. ~:^--„, „ ,„,j , ^ ^ v ,-„^„,^ ,v»-„,-^--:;..•• la llamada «asocjacióre diferencial» de SUTHERLAND— cada segmento
Por tanto, los intereses de los grupos que detentan el poder se hacen social cuenta con un sistema normativo propio, con pautas de conducta
sentir no sólo en el momento legislativo (creación de las definiciones que se aprenden y transmiten a sus miembros en sus respectivos
legales), sino también cuando el Derecho se administra y aplica (aplica- ámbitos culturales y sociales. Que dichos modelos «normales» de com-
ción de las definiciones legales). Las actividades encaminadas a hacer portamiento se etiqueten de «delictivos» por la ley depende de la mayor
cumplir las leyes, según QUINNEY, se orientan igualmente a la protec- o menor proximidad del segmento a las estructuras de «poder» que
ción de los intereses del poder, siendo tres los factores que deciden la formulan las «definiciones legales». Influyen, desde luego, diversas
efectiva imposición de las sanciones penales: las expectativas de la variables sociales (oportunidades de acceso legítimo al éxito, procesos
comunidad en orden al proceso discriminatorio de la aplicación de las interpersonales de asociación e identificación, experiencias y concepcio-
leyes, la visibilidad de la infracción y el nivel de denuncias de los nes propias de cada segmento), pero la probabilidad será tanto mayor
particulares, y la ideología y comportamiento de las agencias oficiales cuanto menor sea el grado de poder e influencia del segmento concreto
encargadas de hacer cumplir las leyes''". en el mecanismo de creación de las leyes y de aplicación del Derecho.
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^** R. QUINNEY, The Social Reality of Crime, cit., pág. 16. ' ^1 Cfr. VOLD, G. B., Theoretical Criminology, cit., págs. 302 y 303. '
^^ E. QUINNEY, The Social Reality of Crime, cit., págs. 17 y ss. Esta segunda '2 R. QUINNEY, The Social Reality of Crime, cit., pág. 38.
proposición es muy semejante a la tesis conflictual de VOLD (Cfr. VOLD, G. B., ^^ R. QUINNEY, The Social Reality of Crime, cit., págs. 249 a 252 (en relación con la
Theoretical Criminology, cit., páginas 287 y ss.), a quien el propio QUINNEY cita. «criminalidad violenta»). E n similar sentido: A. T. TURK, Conflict and Criminality
™ R. QUINNEY, The Social Reality of Crime, cit., pág. 18. ,...., .-, - -i. • en: American Sociological Review, 31 (1966), pág. 342. ; A-Ü , r í.-i"i«:iup"",*l "'
930 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 931
1
QUINNEY asume la doctrina «interaccionista» del labeling approach a este necesidades de éste. Cuando determinados modelos de comportamiento
respecto cuando afirma que las personas etiquetadas de «delincuentes» tratan entran en conflicto con los intereses del poder, sus agentes —el sistema
después de adaptarse al nuevo «status>> aprendiendo a desempeñar el rol criminal de la justicia penal— los define como criminales.
con el que se identifican. Lo que, a su vez, aumenta las posibilidades de que la
conducta futura de las mismas sea definida como criminal. El delito, desde esta En consecuencia, QUINNEY combina un enfoque interaccionista del delito
perspectiva interaccionista, tiene una estructura dual e implica no sólo la conducta (labeling approach) y \in modelo del conflicto social semejante al sustentado por
de las personas «etiquetadas», sino también la de quienes ostentan el poder de VOLD y DAHRENDORF'^ Pero se aparta inequívocamente del pensamiento
«etiquetar» a aquéllas: es, pues, el resultado final de unas experiencias comunes, marxista ortodoxo en aspectos sustanciales. Su obra no utiliza el término «clase»
continuas y recíprocas'". social, sino el de «segmento». En ningún lugar de la misma se afirma que el poder
político resida en un grupo particularáe la sociedad y que la causa del delito guarde
relación directa con los «modos de producción». Por último, QUINNEY rechaza la
Quinta: «construcción» de las concepciones de delito. Las diversas naturaleza «patológica» que el marxismo atribuye a la criminalidad''^.
concepciones sobre el delito se «construyen» y difunden en los segmentos Fiel a una orientación marxista «suigenerls» es la obra de SUMNER, C. (La
sociales a través de los medios de comunicación. Sociología de la Desviación. Una Necrológica)''^. Para el autor, el concepto de
«desviación» ha perdido consistencia como categoría científica por falta de consen-
^_ QUINNEY parte de la sociología contemporánea del «conocimiento» so sobre su presupuesto (la «normalidad»). Asistimos, a su juicio, a una extraña
o «constructivismo sociaW^: el mundo en el que vive el hombre es coalición entre la izquierda y la derecha criminológica con el objeto de marginar el
fundamentalmente «subjetivo» y producto de la «interacción social». análisis «etiológico», centrando todos los esfuerzos en la prevención del delito, el
Según QUINNEY, la noción de «delito» puede referirse bien al concreto control de la policía y las víctimas. Pero el propio concepto de «control» habría
fracasado, también, porque presupone consenso y políticas penales coherentes. En
acaecer tal y como los individuos lo «experimentan» de modo personal, consecuencia, estima que vivimos bajo una lamentable «censura»: una cultura de
bien a las concepciones de la realidad que diversos procesos de interacción la «censura». ..iMaitf'W.i
social —incluidos los mass media— crean y transmiten a aquéllos. Pero,
en todo caso, las diferentes imágenes del crimen se «construyen» y 30 Conflicto y criminalización: AUSTIN TURK80
«difunden» como parte de un proceso «político» que impone u na particu-
lar jerarquía de valores e intereses en nombre de un supuesto «bien A. TURK p r o p u g n a u n modelo de conflicto próximo al de
general». Las concepciones del crimen —concluye el autor— se constru- DAHRENDORF, radical, totalizador y no marxista. Modelo basado en
yen desde el poder «con intención» y ofrecen u n a visión interesada de la las «relaciones de poder» existentes en cualquier sistema económico (no
realidad: son un «acto político». Quienes ostentan el poder imponen «su» sólo el capitalista) que, a su juicio, explica satisfactoriamente el fenóme-
realidad a los otros y amoldan la opinión pública a sus definiciones de no de la desviación y el de la criminalización desde un a perspectiva
delito: la «realidad» del crimen, por tanto, es la más sutil e insidiosa neutra, objetiva, libre de valores^^
forma del control sociaF^. p.y, ^ Según TURK, los individuos difieren unos de otros en el modo de percibir y
comprender los fenómenos sociales. Dichas divergencias les lleva al conflicto. Cada
8 Sexta: la realidad social del crimen. La realidad social del crimen se persona o parte en conflicto trata de llevar a la práctica su respectivo modo de pensar
construye a través de la formulación y aplicación de las definiciones de y actuar, lo que ocasiona una lucha deliberada sobre la distribución de los recursos
delito, el posterior desarrollo de los modelos de conducta referidos a las
mismas y la construcción de las concepciones del crimen. '- '- ' ' . ' ' . t . ' U f J Í X J )-•fcJt'íftih.M
77
Según QUINNEY, las ideas que profesa la sociedad sobre el delito son Vid SIRGEL. L -I, Oiminology cit, pag 243 -"^ •' r^^•^.''-».r rrrf'• m-
^ Vid. VOLD, G. B., Theoretical Criminology, cit., págs. 312 j ss.
controladas por el poder y la justicia penal actúa para asegurar las ^' ^ The Sociology of Deviance. An Obtuary, 1994. Buckingham, Open.
**" A. TURK Criminahty and Legal Order, 1969, Chicago, Rand McNally; del mismo:
Conflict and Criminality, en: American Sociological Review, XXXI, n- 3 (1966),
'* Cfr. SIEGEL, L. J., Criminology, cit., pág. 242. - - - - • " • « - ,. r.-^,. págs. 341 y ss.; Analyzing Ofñcial Deviance: For Nonpartisan Conflict Analysis in
'^ Vid., por todos, P. L. BERGEE y TH. LUCKMANN, The Social Construction of Criminology, en: Radical Criminology: The Coming Crisis, 1980, edit. J. Inciardi
Eeality, Doubleday, Garden City, 1966. Cfr., VOLD, G. B., Theoretical Criminology, (Beverly Hills, California: Sage Publications), páginas 78 y ss.
cit., pág. 304. ^^ Vid. TURK, A., Analyzing Official Deviance: For Nonpartisan Conflict Analysis in
''^ R. QUINNEY, The Social Reahty of Crime, cit., pág. 304. -......-> .<. •„,„,.,. .,..., Criminology, cit., págs. 78 y ss. Cfr. SIEGEL, L. J., Criminology, cit., pág. 243.
932 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 933
t^ítf disponibles y el acceso efectivo a las metas perseguidas. Quienes comparten Distingue TURK entre normas «culturales» y normas «sociales»: las primeras
affir> creencias y actitudes semejantes se agruparán. De este modo, los conflictos se aparecen asociadas a formulaciones verbales de valores, las últimas a concretos
institucionalizan y adoptan la forma de sistemas de estratificación: los diversos modelos de comportamiento actuales**^. Desde el punto de vista de las autoridades,
grupos de conflicto se convierten en una parte fija, independiente, de la estructura las normas culturales hacen referencia al Derecho «escrito», las sociales al Derecho
O J M social. Tales sistemas se caracterizan por la explotación económica, explotación «vivido», aplicado. Según TURK, el conflicto será más probable cuando exista un
•K3Q f, sostenida por la dominación política %x\ sus más variadas modalidades: desde la acuerdo muy estrecho entre la norma cultural anunciada por las autoridades y sus
violencia física a las más sutiles formas de persuasión política. El «poder» es el modelos de conducta actuales; y, también, un elevado grado de congruencia entre
atributo básico que determina la posición de un grupo en la estructura social: los el modo en que evalúan el supuesto los individuos que poseen el atributo en cuestión
igbo cambios que pueda experimentar un grupo en su posición no reflejan sino cambios o que realizan la conducta y sus normas «sociales» respectivas**'. La formulación de
Qtj-je. en la distribución del poder. Los miembros de un grupo, a su vez, comparten sus TURK presupone que no se dicte ni ejecute norma alguna sin que antes surjan
j ^ S5 experiencias con los otros integrantes del mismo, con los de los grupos antagonistas diferencias culturales o sociales entre autoridades e Individuos. La probabilidad del
y el entorno que les rodea en un decisivo proceso de intercomunicación. Las conflicto, para TURK, depende del grado de «organización» y del nivel de «sofisti-
j; relaciones humanas —concluye TURK— son esencialmente dinámicas, cación»^" de unas y otros. El conflicto es más probable cuando los individuos están
QB g Interdependientes y se hallan sometidas a un continuo cambio. Por ello, el conflicto «organizados». Y cuando autoridades e individuos actúan con bajos niveles de
•nesr representa el proceso social básico''^. sofisticación^^.
.:iííin ^\-
La concepción del «orden social» de T U R K se d i s t a n c i a En cuanto al segundo problema, tres factores, según TURK, determi-
significativamente del modelo de consenso. P a r a los teóricos de este nan la mayor o menor probabilidad de que un conflicto conduzca a la
último, el orden social surge de la internalización por los individuos de criminalización de los individuos: la evaluación de la conducta prohibi-
las normas y valores que encarna y expresa la ley. TURK, por el da por la Policía y grado de coincidencia de la misma con la que efectúen
contrario, mantiene que dicho orden social descansa en un equilibrio los tribunales^"; el «poder» relativo que detenten quienes aplican la ley
«consenso»-«coerción» sostenido por las «autoridades». Estas han de y quienes se resisten a ello, y el «realismo» del conflicto, esto es, las
procurar que las relaciones de poder no sean ni excesivamente coerciti- consecuencias derivadas de éste en orden al incremento o reducción de
vas ni excesivamente consensúales e igualitarias^^, y sólo en la medida las expectativas de éxito de uno y otro grupo^^
en que lo consigan, los ciudadanos asumirán como inevitables, sin íq;.;í i;.';ta)ciuj-
iíí''jKc;!.'J.iaíí);j'Jísi'jDx?ii^
cuestionarlos, los roles sociales de la autoridad. Según TURK, todo
orden social descansa en este mecanismo de «condicionamiento». Las
relaciones de autoridad se consolidan no porque los individuos —de '•^ A. TURK, Criminality and Legal Order, cit., págs. 36 y ss. -ífi&ítífc
forma consciente o inconsciente— crean en la justicia y legitimación del ^' A. TURK, Criminality and Legal Order, cit., págs. 55 y ss.
orden social establecido, sino en tanto h a n sido condicionados para ** El concepto de «sofisticación» es utilizado por TURK como sinónimo de «conocimien-
to de modelos o pautas en el comportamiento de los otros que es utilizado con
aceptar como u n hecho más de la vida que dicho orden es el que existe
pretensiones de manipularlos». Cfr. VOLD, G. B., Theoretical Criminology, cit.,
y con el que cuenta la autoridad»*. },eWMfe. mmwo ékfld. pág. 306.
A. TURK, Criminality and Legal Order, cit., págs. 58 a 61. Por el contrario, el riesgo
Partiendo de este análisis del orden social, formula TURK un a teoría de conflicto será inferior si autoridades e individuos son muy «sofisticados», ya que
de la «criminalización» que pretende especificar bajo qué condiciones las las primeras buscarían estrategias más sutiles que la coerción para conseguir sus
discrepancias culturales y sociales entre autoridad e individuos condu- fines y los individuos sabrían acceder a sus objetivos sin precipitar un conflicto con
cirán a u n conflicto; bajo qué otras tendrá lugar la criminalización en el el poder del Estado.
A. TURK, Criminality and Legal Order, cit., págs. 65 a 67. Si Policía y Tribunales
seno de éste; y en qué medida influye el grado de pobreza de u n individuo
coinciden en la nocividad de la conducta, el índice de arrestos será muy elevado y
en la probabilidad de ser etiquetado como criminaP^. muy severas las sentencias. Si la Policía encuentra ofensiva la conducta prohibida,
jíí - r
\i pero no los Tribunales, la tasa de detenciones será alta, y benignas las sentencias.
-TRírt'íC.rfní'tl'T -Í€Í>{ :«>iif;fvi>f I \i-r- íírtO a i \ I Si sucediera a la inversa, los arrestos arrojarían índices bajos y los fallos condena-
**2 A. TURK, Analyzing Official Deviance, cit., págs. 78 a 91. ./_,•.« torios penas muy severas.
*^ A. TURK, Criminality and Legal Order, cit., pág. 42. s! 11 f' A. TURK, Criminality and Legal Order, cit., pág. 70. El «realismo» de un conflicto
*" A. TURK, Criminality and Legal Order, cit., pág. 44. viyLsnif ,'AH' significaría —para las autoridades— la posibilidad de mantener la relación de
^^ A. TURK, Criminality and Legal Order, cit., pág. 53. ' ' r < i.ci , poder invirtiendo escasos recursos en la aplicación de las leyes, y, desde el punto de
m
934 ANTONIO GAKCIA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 935
Por ello el análisis «conflictual» de TURK aplicado al delito se aparta de las manifiesta, por ejemplo, que determinados problemas del individuo seguirán siendo
premisas de la «teoría de la desviación» yasume el enfoque del iabeling approacii irresolubles en tanto no se destruyan las estructuras sociales y culturales del
(teorías de la criminaiización). Con dos consecuencias fundamentales: que momento^'.
<: probiematizae\ propio concepto de «conducta desviada» —instrumento, a su juicio Por otro lado, TURK discrepa ostensiblemente de las tesis marxistas. No habla
de quienes detentan el poder en el marco conflictual para criminalizar a quienes de «clases», ni de «clase dominante», sino de «partes» fparíiesjde \a sociedad: \as
2U2 \ carecen del mismo''^—; y que establece una estrecha relación entre tres factores que «autoridades» y los «individuos», cada una de ellas con sus respectivos valores e
P-' ' desvinculaba la Criminología clásica: posición de las partes en el conflicto, tipo de intereses y cuyo efectivo reconocimiento por las leyes dependerá del grado de
,; conducta discriminada y sanción efectiva que aplica la autoridad legítima^^. «poder político» que unas y otros posean. Además, se opone a una drástica
dicotomía del cuerpo social que dividiría éste en dos: las élites dominantes,
E n efecto, según TURK, hacerse criminal es distinto que llevar a cabo monopolizadoras del poder político, y las masas, privadas por completo de éste.
Según TURK, el poder no se distribuye socialmente de una manera tan nítida y
u n a conducta delictiva. Una persona es valorada —favorable o desfavo- simplista, ni las leyes reflejan sólo los intereses de la élite dominante, ni ésta se ve
rablemente— no por su comportamiento, sino por concretas reacciones libre por completo del riesgo de la criminaiización^^.
de los demás que le «perciben» como «infractor» o no infractor. En
consecuencia, lo decisivo no es la conducta misma y sus cualidades, sino Por ello, desde u n enfoque marxista riguroso, se h a reprochado a
los procesos sociales de valoración y asignación de status que tienen TURK que su análisis discurra en un contexto político abstracto, y que
lugar en un contexto de conflicto; procesos que si cuentan con el refrendo desvincule las «relaciones de poder» de las relaciones económicas y
de las autoridades públicas constituyen la «criminaiización» y, cuando sociales de «clase»®^. . - ^ ' >.
carecen de tal respaldo oficial, la «estigmatización». La etiqueta «oficial»
de la conducta, en todo caso, marca el origen de su carácter delictivo, del Las teorías del conflicto expuestas —no marxistas— h a n sido objeto
«status criminal». Criminaiización equivale, por tanto, a «atribución de de numerosas criticas. <^ím.^^mip^^í¡^k^f^i*liJ^:•(^l^;li^^i
status», lo que desde u n análisis conflictual significa que la conducta Se las reprocha, en primer lugar, que no sean capaces de explicar satisfactoria-
delictiva no se examina ya en sí misma como fenómeno objeto de mente la génesis o causación del comportamiento criminal. Pues, en efecto, si fuere
explicación, sino que se convierte en u n a de las diversas variables cierto, como pretenden, que el delito surge de un conflicto de poder: de un conflicto
entre quienes detentan el poder y quienes carecen del mismo, lo lógico sería que
existentes o vinculadas a la probabilidad de la criminaiización®*. Se hace estos últimos dirigiesen el comportamiento criminal hacia y contra los poderosos. Lo
especial hincapié —afirma TURK— no en la conducta criminal de que realmente no sucede. Y dicha contradicción no puede obviarse ni eludirse con
individuos sospechosos, arrestados y detenidos, sino en el proceso un supuesto desplazamiento del conflicto, como insinúan algunos teóricos. Las
conflictual que define como criminales a unos contendientes adscribién- teorías del conflicto de poder tampoco aclaran convincentemente la desigual
distribución de la criminalidad entre los diversos grupos sociales. Parten de la
doles el correspondiente status^^.
premisa de que los grupos poderosos criminalizan a los que carecen de poder: lo
Finalmente, es oportuno recordar dos notas del modelo de TURK, que, de ser cierto, debiera traducirse necesariamente en una elevadísima sobrecar-
ga de criminaiización de ciertos grupos (niños, jóvenes, mujeres, tercera edad, etc.),
comunes a todas las teorías del conflicto «social» aquí examinadas: su que carecen de poder en nuestra actual sociedad. Las estadísticas oficiales, sin
elevado nivel de abstracción y el fundamento no marxista del mismo. embargo, demuestran todo lo contrario. Se objeta, también, a las teorías del conflicto
la extrema simplificación con que operan al identificar «poder» con «poder político»
La obra de TURK refleja un pensamiento profundamente abstracto, teorético; y
o «económico», desconociendo que existen otras muchas clases de poder (moral,
''í' sus proposiciones sobre el «cambio social» bordean la utopia'^ cuando el autor
científico, ético, etc.). Y que se limiten a diferenciar sólo dos grupos de individuos:
los que tienen todo el poder y los que no tienen ninguno, cuando realmente no existe
tO U v i I b -f {.írlGiurrrn ) JIJÍ
en la actual sociedad tan drástica alternativa; ni hay individuos faltos por completo
ía
t •„. „'-íf de poder, ni ésta es una situación generalizada, porque la dinámica social fuerza a
vista de los infractores, un cierto compromiso con las autoridades para que forzando los diversos grupos aun continuo proceso de transacción y compromisos. Finalmen-
al máximo la legalidad y, sin renunciar a aplicarla, no lleguen a hacerlo.
^^ Vid. PITCH, T., Teoría de la desviación social, cit., pág. 145. IV< !
^^ Vid. PITCH, T., Teoría de la desviación social, cit., pág. 143. ,. . , „ , , . .
^•^ TURK A., Conflict and Criminality, cit., pág. 341. j -[ • .>!« 97
TURK, A., Criminality and Legal Order, cit., pág. 58. • i'Vy tat
^^ TURK A., Conflict and Criminality, cit., pág. 345. ^ sna;. 98
TURK, A., Criminality and Legal Order, cit., pág. 33. -' -•' «
^"^ E n este sentido, SIEGEL, L. J., Criminology, cit., pág. 244. f ij'vjvr! ,,..»„. Cfr. PITCH, T., Teoría de la desviación social, cit., págs. 145 y 146.
936 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 937
te, el propio paradigma de conflicto, esto es: la supuesta inexistencia, en la sociedad jjian ciertamente superiores los índices de delincuencia de aquéllas, si
lou .. plural de nuestro tiempo, de un tácito consenso entre todos sus componentes sobre bien atribuyen este dato real a la necesidad de sobrevivir de los
las principales definiciones y principios axiológicos del orden social, parece muy
deprimidos, a motivaciones egoístas de diversa índole^"'' o al hecho de
í debilitado después de algunas investigaciones empíricas (GRAEME NEWMAN, CH
í W. THOMAS, R. J. CAGE, S. C. FOSTER, etc.). De ellas se desprende más bien'todo que tales clases sociales profesen unos valores u ostenten unos intereses
9 2©!. lo contrario: el ciudadano es más o menos consciente de lo mal que funciona el radicalmente enfrentados a los convencionales de las clases medias.
9b ot sistema, de la selectividad y discriminatorledad del control social y de sus operado- Existen i n v e s t i g a c i o n e s que p a r e c e n d e m o s t r a r la a c t u a c i ón
BoifS!' res. Pero, no obstante, sobre las definiciones oficiales (legales) de lo delictivo o no discriminatoria del sistema penal, pero otras arrojan el resultado
,; delictivo, sí existe un llamativo consenso a pesar de las notorias diferencias
contrario: que la Administración de Justicia no es parcial exclusivamen-
,. existentes entre los diversos grupos sociales, tanto en el aspecto político como en
V el económico, cultural, etcétera^"". te con los pobres y grupos minoritariosi°l "*,|mí#f-Í!ait*il«lÍftí«M^í
D. JACOBS y D. BRITP"^ examinaron, por ejemplo, la relación que pudiera existir
fatMeiíieütó - Rü pov su c&^j. entre el uso de la fuerza por la Policía con resultado mortal, el porcentaje de grupos
d) Algunas investigaciones empíricas de orientación minoritarios en una población y otras variables como el número de delitos violentos,
«conflictual». área geográfica, etc. A juicio de los autores, los datos obtenidos avalan la teoría
«conflictual» si bien sólo parc¡almente;Qs\.o es, la tasas de homicidios causados por
A diferencia de las investigaciones dirigidas a la evaluación del la autoridad demostraría una discriminación económica pero no una discriminación
modelo «consensual», las ahora reseñadas ponen menos énfasis en la racial.
A. LIZOTTE'"' trató de verificar igualmente el modelo «conflictual» tomando
validez de las hipótesis de un a u otra teoría del conflicto y, en su lugar,
como muestra ochocientos dieciséis casos criminales enjuiciados por los tribunales
pretenden demostrar t a n sólo que los «principios» básicos del modelo de de Chicago en el período de un año. Para ello, y con un complejo método estadístico,
conflicto cuentan con el refrendo empírico. Tres de ellos son objeto de un analizó los efectos de ciertas variables legales (arrestos precedentes, gravedad del
interés prioritario: las tasas de criminalidad relativas de las clases caso, no constitución de fianza, cuantía de ésta, influencia del asesoramiento de
bajas, el comportamiento discriminatorio de la justicia penal y la letrado en el fallo, etc.) y del statusáQ\ administrado (ocupación, raza, etc.) en las
sentencias condenatorias.
evolución histórica del Derecho Penal como exponente de los intereses El autor, de acuerdo con la hipótesis «conflictual», halló significativas desigual-
de las «clases dominantes»^°\ dades en las resoluciones jurisdiccionales asociadas al factor racial y ocupacional.
Tanto los trabajadores blancos como los negros recibirían penas de prisión mucho
Sus resultados no pueden estimarse concluyentes ni definitivos^"^. más severas que los trabajadores de «cuello blanco», existiendo el doble de
i Algunas de ellas, desde luego, parecen demostrar que las clases probabilidades de que los primeros siguieran en prisión^™.
TH. CHIRICOS y G. WALDO^"^ son de otra opinión después de examinar diez mil
privilegiadas cometen tantos actos delictivos como la lower class. Sin
cuatrocientas ochenta y ocho sentencias condenatorias de internos en tres Estados
embargo —y en todo caso—, carece de verificación empírica la hipótesis
de que las elevadas tasas relativas de criminalidad de las clases bajas
responda precisamente al comportamiento sesgado, discriminatorio, de Vid. J. TOBY, The New Criminology is the Oíd Sentimentality, en: Criminology, 16
la Administración de Justicia^°^. Pues no faltan criminólogos que esti- (1979), páginas 513 a 526. Cfr. SIEGEL, L. J., Criminology, cit., pág. 244.
Vid. CH. WELLFORD, Labeling Theory and Criminology: An Assessment, en:
i^iy*'^ n^HS- "'^ «Ji.-.,í\.w,v -f*- Social Problemas, 22 (1975), págs. 332 a 345. Cfr. SIEGEL, L. J. Criminology, cit.,
pág. 244.
106
Cfr. SCHNEIDER, H. J., Kriminologie, cit., págs. 448 y ss ü¡ D. JACOBS y D. BRITT, Inequality and Pólice Use of Deadly Forcé: An Empirical
Así, SIEGEL, L. J., Criminology, cit., pág. 244. Assessment of a Conflict Hypothesis, en: Social Problems, 26 (1979), págs. 403 a
Una amplia información sobre las investigaciones empíricas dirigidas a verificar la 412. Cfr. SIEGEL, L. J., Criminology, cit., págs. 244 y 245.
107
hipótesis del conflicto, en el particular aspecto del «pluralismo axiológico» (inexis- A. LIZOTTE, Extra-Legal Factors in Chigago's Criminal Courts: Testing the
tencia de u n único código de valores compartido por todo el cuerpo social), en: Conflict Modal of Criminal Justice, en: Social Problems, 25 (1978), págs. 564 a 580.
GARRIDO GENOVÉS, V., Relaciones entre la sociedad y el sistema penal, cit., Cfr. SIEGEL, L. J. Criminology, cit., pág. 245.
págs. 48 y ss. Extra-Legal Factors in Chicago's Criminal Courts, cit., pág. 577.
109
Vid. M. HINDELANG, Race and Involvement in Common Law Personal Crimes, TH. CHIRICOS y G. WALDO, Socioeconomic Status and Criminal Sentencing: An
en: American Sociological Review 43 (1978), págs. 109 a 125. Cfr. SIEGEL, L. J-, Empirical Assessment of a Conflict Proposition, en: American Sociological Review,
Criminology, cit., pág. 244. . ^ „, , _ . . . _ . 40 (1975), págs. 753 a 772. Cfr. SIEGEL, L. J., Criminology, cit., pág. 245.
938 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 939
jg 'f. del sudeste norteamericano. Los datos obtenidos por los autores demostrarían Si bien hunden sus raíces en el pensamiento de MARXy ENGELS, la
•tnf inequívocamente —a juicio de éstos— que el 5/5/¿/5 socioeconómico del infractor
convicto no guarda relación con la severidad de la pena impuesta por los tribunales.
moderna Criminología marxista recibe u n impulso decisivo y renovador
9Í) Dicha conclusión, que contradice la hipótesis del modelo conflictual, vendría avalada con la obra de I. TAYLOR, P. WALTON y J. YOUNG «The New
8» por el hecho de que se verificó en tres Estados diferentes y para un total de diecisiete Criminology», publicada en 1973. Dicha obra entronca con las directri-
¡asi clases diferentes de delitos"". ítMJrtcaDfcoB-gei, ces de la National Deviancy Conference (NDC), organización constituida
en 1968 por u n grupo de sociólogos británicos, quienes desde u n enfoque
En un caso límite, pero muy significativo, sí pueden considerarse ,«interacGÍonista» (labeling approach), criticaron el sesgo conservador de
verificados empíricamente los postulados de la teoría del conflicto: en el la Criminología inglesa y norteamericana, y, sobre todo, su estrecha
de la pena capital. Esta se ha reservado, de hecho, a individuos de los dependencia financiera de las agencias gubernamentales. La tesis
más bajos estratos sociales o pertenecientes a determinadas m i n o r í a s " \ fundamental de estos autores es la del labeling approach: que, actual-
mente, el control social no constituye u n a mera respuesta al delito, sino
un factor generador de desviación criminal. En 1973 se operó una
I- 30l 9b OiOiui A .; significativa escisión en el seno de la National Deviancy Conference
4. TEORÍAS D E L CONFLICTO SOCIAL D E INSPIRACIÓN cuando ésta profundizó en el examen de la naturaleza política del control
social. Un sector de la misma seguiría definitivamente la perspectiva del
M A R X I S T A : C R I M I N O L O G ÍA «RADICAL», CRIMI-
labeling approach, otro, por el contrario, el pensamiento marxista.
NOLOGÍA «CRÍTICA» Y «NUEVA» CRIMINOLOGÍA
En los Estados Unidos, a finales de los años sesenta, surgió una
a) Las teorías del conflicto social que ahora se analizan asumen escuela criminológica «radical» en torno a la Universidad de California,
fielmente los postulados del marxismo ortodoxo, contemplando el cri- en Berkeley, espoleada por los acontecimientos políticos y culturales de
men como fimción de las relaciones de producción de la sociedad la sociedad norteamericana (guerra del Vietnam, motines carcelarios,
capitahstaii^. ,e^,feH;JBGfo^^Trtbo.-\íÍ3y/óqlf^-síy>; movimientos feministas y de derechos humanos, etc.). Los autores más
ISffOfDftqL 'A \ «• . 'í TOlStóf ÍÉ'éEbB1003B 39lBti0l0Dlbanui d9n0);-bt0391 3B representativos de esta orientación marxista fueron, entre otros, A.
PLAIT, P. TAKAGI, H. y J. SCHWENDINGER, R. QUINNEY, W.
óDnElí! oüeüov áb a 201 «iLir
CHAMBLISS y B. KRISBERGn^.
"° TH. CHIRICOS y G. WALDO, Socioeconomic Status and Criminal Sentencing, cit.,
b) Criminología marxista contemporánea: proposiciones teóricas.
Pág-767. mrvRí--
111 Así, SIEGEL, L. J., Criminology, cit., pág. 245. ^ ' La Criminología marxista contemporánea ha conseguido formar un
11^ Estas teorías del conflicto son teorías sobre la criminalidad «de» la sociedad
cuerpo de doctrina incorporando al pensamiento originario de MARX y
capitalista. Las explicaciones que ofrece la Criminología marxista al hecho de la
8' , delincuencia «en» los países socialistas se examinará en otro apartado posterior. ENGELS aportaciones posteriores, entre las que destacan la obra de G.
En todo caso, existen importantes diferencias entre las teorías del conflicto no RUSCHE y O. KIRCHEIMERi" y la de W. BONGER^^ P a r a la teoría
. T- > marxistas examinadas en el apartado anterior y las que ahora se contemplan, fieles
:;: al enfoque marxista ortodoxo.
Para las teorías del conflicto no marxista, el crimen es producto normal de las social como confrontación de «clases» antagónicas, una de las cuales subyuga y
:.; tensiones sociales. Carece de significado patológico. El orden social consta de una domina a la otra sirviéndose del Derecho y de la justicia penal. El conflicto,
! pluralidad flexible de grupos, segmentos y estratos que compiten por el poder inherente a la sociedad capitalista, por último, es un conflicto de clases enraizado
político sin llegar a monopolizarlo por completo. Las estructuras de dominación se con los modos de producción de aquélla y la infraestructura económica (Cfr. VOLD,
articulan sobre la base de un poder «diferencial» no absoluto, siendo éste sólo uno G. B., Theoretical Criminology, cit., págs. 315 y ss.)
de los factores que inspiran la creación y el proceso de aplicación de las leyes. Por "^ Vid. SIEGEL, L. J., Criminology, cit., págs. 246 y 247. Véase CEAD'ANCONA, M^ Án-
último, estas teorías sitúan el conflicto, por lo general, en u n ámbito político y geles, Las orientaciones críticas en el estudio de la delincuencia, cit., págs. 196 y ss.
abstracto, desconectado de los modos de producción e infraestructura socioeconómica "'' G. RUSCHy O. KIRCHEIMER, Punishment and Social Structure, New York, 1939,
de la sociedad capitalista. Columbia University Press.
j Por el contrario, el análisis marxista ortodoxo ve siempre en el crimen u n producto ^'^^ Sobre el pensamiento de W. BONGER, vid. A. TURK, introducción y notas a
histórico, patológico y contingente de la sociedad capitalista. Contempla el orden «Criminality and Economic Conditions», Bloomington: Indiana University Press,
940 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 941
marxista, según se expondrá, la causa primordial del crimen reside en Postulados del modelo radical serían^^®
la naturaleza competitiva de la sociedad capitalista. Los individuos de a') El conflicto fundamental se produce, en la sociedad capitalista,
las clases oprimidas cometerían el delito por frustración, resentimiento entre la clase dominante y la clase trabajadora. La criminalidad es un
o necesidad. La riqueza fomenta el crimen porque éste es un instrumen- «bien negativo» que limita los derechos, chances y recursos de los que
to de la lucha social que afianza y perpetúa las respectivas posiciones de una sociedad dispone. Mediante la criminalización —que descansa en la
las clases enfrentadas en dicho conflicto. El Derecho y la Justicia operan propiedad y en la estructura de poder de u n a sociedad— se mantiene la
como mecanismos de control de las clases oprimidas al servicio de estructura clasista de ésta y el sometimiento de las clases trabajadoras
quienes detentan la riqueza y el poder. Sólo u na sociedad basada en los por las clases dominantes que ostentan la propiedad de los medios de
postulados socialistas sería capaz de dar respuesta y solución al proble-
producción y el control de tales medios. El poderío económico la permite
ma del crimen.
utilizar el Estado como instrumento de dominación criminalizando en el
Las teorías radicales, en sentido estricto, difieren de las teorías del marco de la lucha de clases cualquier comportamiento contrario a sus
conflicto antes analizadas (no marxistas), y de las interaccionistas intereses. La clase dominante impone su ideología de modo que el
(labeling approach). P a r a las primeras, la propiedad pi:ivada de los sistema de valores oficiales sojuzga a la clase trabajadora y se pone al
medios de producción o la lucha de clases apenas si intervienen en la servicio de aquélla.
explicación del conflicto de poder que genera la criminalidad, esto es: en b') La criminalidad proviene de las contradicciones del sistema
la criminalización de los que carecen de poder, efectuada por quienes lo capitalista. Por ello, las estructuras de poder, clasista, de aquel se hacen
detentan, fenómeno válido tanto para la sociedad capitalista como para sentir en las definiciones de delito y en los procesos de criminalización.
la socialista. Las teorías del labeling, por el contrario, acentúan la Los delitos de los poderosos no se criminalizan, porque los capitalistas
relevancia del proceso de interacción entre infractor y portadores del tienen la fuerza suficiente para impedirlo. Se habla, por ejemplo, de
control social, destacando el valor simbólico que tienen ciertas definicio- delitos «económicos», delitos del «gobierno» y delitos de las instancias del
nes sociales (etiquetamiento, estereotipos), así como la actuación selec- «control» como muestras de tal privilegio. A los delitos económicos
tiva de las instancias criminalizadoras. Las teorías radicales, a diferen- pertenecen, entre otros, los de contaminación ambiental, evasión de
cia de las anteriores, apelan al conflicto de clase en la sociedad capita- impuestos, fraude a los consumidores, etc. Delitos de gobierno serían la
lista, a la estructura clasista de ésta y de su sistema legal como corrupción (soborno, cohecho, etc.), el abuso de poder político, etc.
mecanismos de los que se sirve la clase dominante para oprimir a la clase Delitos de las instancias del control: los delitos de la justicia penal, del
trabajadora en el sistema capitalista. Aunque muchos de los represen- sistema legal, de la Policía, de los órganos de la ejecución penal, etc. A
tantes de esta orientación del conflicto gusten en autopresentarse y estos hechos criminales habría que añadir otros muchos, ausentes de los
definirse como «marxistas», no son pocos los criminólogos soviéticos que códigos y textos legales, pero que suponen conductas socialmente daño-
niegan a los mismos tal calificativo. La etiqueta de «radicales» refleja sas en perjuicio de los derechos fundamentales del hombre tutelados por
adecuadamente la extremosidad de sus tesis, la ausencia de todo la Constitución, como el racismo, imperialismo, colonialismo y otras
compromiso o transacción en sus planteamientos, el abierto rechazo de formas de sometimiento y explotación, los atentados contra el derecho de
la Criminología conservadora tradicional y el de las reformas liberales todos a u na vivienda decorosa, a un sustento adecuado, a la dignidad
introducidas en el sistema, y un a actitud que se caracteriza por el humana y a la autodeterminación, etc. Estos hechos criminales gozan de
retorno a las «raíces» en el momento de ofrecer alternativas al pensa- un trato de favor por ser los cometidos por las clases dominantes, a
miento tradicional. diferencia de los delitos convencionales contra las personas, que proce-
den del envilecimiento de las condiciones de vida del sistema capitalista,
1969. Cfr. SIEGEL, L. J., Crimmology, cit., págs. 247 y ss. También, desde luego, >0;.« :Í A G 1, J. í 1 r^ J :: í ! : j 'íUCírjíí ^i ,3-jo.í.íí fi^.^ .!. i/,-".^ju ::• s.¡ v^ •-.X>ÍÍ M''*'^*
debe citarse la obra de MELOSSI, D. y PAVAKONI, M. Cárcel y fábrica. Los
orígenes del sistema penitenciario (Siglos XVI-XIX). México, Siglo XXI {2r ed.),
U6 Cfr. SCHNEIDER, H. J., Kriminologie, cit., págs. 40 y ss.
1985. >* i,I >>^trf-
942 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 943
ejemplo—, de tal suerte que éste suministra así los medios necesarios a una serie pios axiológicos y las bases del sistema mismo, esto es, acepta la ficción
de grupos que, de otra forma, serían una carga insoportable para el Estado. de un Derecho «neutral» que protege supuestos intereses generales. Y
d». Especial interés tiene el pensamiento de R. QUINNEY, que evolucionó de un
supone que tal Derecho se administra y aplica imparcialmente, sin
enfoque conflictual a un análisis marxista riguroso^^". Según QUINNEY, el objeto de
la Criminología es poner de manifiesto la función real del Derecho en la sociedad discriminaciones sustanciales, orientado a la realización de la justicia.
capitalista, esto es, la salvaguarda de la clase dominante. De este modo —según el análisis marxista comentado— el criminólogo
9>«i> A su juicio, la sociedad norteamericana se basa en un sistema económico
capitalista avanzado. El Estado se estructura en ella para servir a los intereses de legitima explícita o tácitamente un sistema social injusto y criminógeno,
la clase dominante: la clase capitalista. La ley penal es un instrumento del Estado y haciéndose cómplice del mismo y contribuyendo a la represión de las
de la clase dominante para conservar y perpetuar el orden social y económico clases oprimidas^22.
existente. El control del crimen en la sociedad capitalista se lleva a cabo a través de
una serie de instituciones establecidas y administradas por una élite gubernamental Al examinar al «desviado», da por buenas las definiciones oficiales y
que representa los intereses de la clase dominante con el objeto de preservar dicho el funcionamiento selectivo del control social, admitiendo como objeto
orden «doméstico». Las contradicciones internas del sistema capitalista avanzado incuestionable de su investigación el subproducto final contingente que
exigen que la /oiverc/asspermanezca subyugada a toda costa mediante la violencia
y coerción del sistema legal. Por ello, sólo una nueva sociedad basada en el ideario
aquél suministra.
socialista podría hallar solución al problema del crimen. Su experiencia y conocimientos profesionales aportarán un valioso
e». El impacto necesariamente criminógeno del sistema capitalista se denuncia,
sustrato empírico al sistema que potencian su efectividad^^^.
también, por B. KRISBERG^^^ en su obra «Crime and Privllege», quien considera el
delito «función de los privilegios» que existen en la sociedad capitalista. El crimen, Por ello, autores como PLATT124 reclaman u na nueva Criminología
según KRISBERG, es «creado» por los poderosos para asegurar las estructuras de
«crítica» del sistema, capaz de autodefinir su objeto y metas con indepen-
dominación, ya que permite desviar la atención de la violencia e injusticia social que
ejercen aquéllos sobre las masas manteniendo a éstas sojuzgadas y oprimidas. La dencia de las definiciones legales , zi%r, -f^^z bi
sociedad capitalista descansa sobre el privilegio de ciertas clases sociales, enten-
diendo por privilegio la posesión de ciertos bienes que son positivamente estimados
por un grupo social particular en un momento histórico; pero, también, determinados 3') El método «histórico»-«analítico» de las investigaciones marxistas.
nóír derechos —a la vida, libertad, felicidad, etc.— o rasgos y cualidades del individuo
(inteligencia, sensibilidad, humanidad...). Los criminólogos marxistas se sirven muy raras veces de los estándares
Para KRISBERG, la fuerza, esto es, el uso efectivo de la violencia y la coerción y métodos de las ciencias sociales porque consideran inhumanas todas
es el factor decisivo en el momento de determinar qué grupo social puede definir y las técnicas de medición de la Criminología liberal-positivista. Recha-
Üip.'. conservar los privilegios.
zan, también, las investigaciones puramente empíricas, utilizando en su
lugar u n método de investigación histórico y analítico. Dicho método
2') Finalmente, el pensamiento marxista h a denunciado la función
permite u n análisis del fenómeno criminal «macrosociológico» (vg., cómo
legitimadora de la Criminología «positivista» tradicional y su falta de
afecta el proceso de acumulación de riqueza a las tasas de criminalidad)
autonomía científica, por considerar que ésta se limita a acatar las
o «microsociológico» (incidencia de las interacciones criminales en los
definiciones legales del sistema capitalista contribuyendo servil y
individuos que viven en la sociedad capitalista). En todo caso, el análisis
acríticamente a la perpetuación de u n orden injusto.
í
del desarrollo histórico de las instituciones y agencias del control social relieve de qué modo inciden en una mujer que ha sido víctima de un delito de
de la sociedad capitalista (Policía, Administración de Justicia, Derecho violación las expectativas de una sociedad capitalista'^^.
Penal, sistema penitenciario, etc.), es uno de los planteamientos más
característicos de la metodología marxista^^^. b') El análisis histórico polariza igualmente buena parte de las
investigaciones criminológicas marxistas. Con él t r a t a de demostrarse
O' Las investigaciones marxistas son, pues, más analíticas, descriptivas
que los cambios de la legislación penal responden a la evolución del
y situacionales que metódicas y estadísticas^^''.
capitalismo económico. ii>yii!iij^jj.J^!_,jJiijii'iDn±'j¿>ióti.iQ-^^^^
a') Especial atención dedican al estudio de las relaciones entre delito Así, M. RUSTIGAN concluye que las reformas legislativas introducidas en la
víctima, delincuente y Estado. Dos temas —dos postulados capitales del sociedad inglesa durante el siglo XIX son el resultado de la presión del mundo de las
marxismo— son objeto de la mayor parte de los trabajos: el delito —^y su finanzas para imponer una protección de la propiedad acorde con sus intereses'^^'
control— como función del capitalismo y el sistema de la justicia penal R. PETCHESKY destaca las conexiones existentes entre las industrias relacionadas
como justicia de clase^'^\ con el mundo de las prisiones y el capitalismo a lo largo del siglo XIX"". Y P. TAGAKI
describe la situación y régimen penitenciario como exponente de un sistema de
Así, W. CHAMBLISS analiza el proceso a través del cual llega a definirse el control estatal centralizado sobre los individuos desviados"'^. «BTrroiiir;
comportamiento «desviado» como «delictivo» en la sociedad norteamericana^^^
01
Con un enfoque marxista muy similar, T. CÁRTER y D. CLELLAND, tratan de
La evolución de las modernas agencias policiales constituye otro de
comprobar si la reglamentación del proceso en los tribunales de jóvenes delincuen-
tes es, también, reflejo de una estructura social de clases^^^. Por su parte, D. los focos de interés para el análisis histórico marxista, que t r a t a r á de
GREENBERG y D. HUMPHRIES, estudian la relación entre clase social y pronun- relacionar el capitalismo económico y el control de los disidentes políti-
-t
ciamientos judiciales, evaluando fiasta qué punto privan las estructuras de poder a cos que aquéllas aseguran.
los individuos de la /ower class de los beneficios derivados de la revisión de
sentenciase^'". En general, no parecen desprenderse conclusiones definitivas e Los trabajos de S I . SPITZER y T. SCULL sobre la historia de las policías
inequívocas de tales investigaciones^^^ 9b m privadas'^^; el análisis histórico efectuado por D. HOFFMAN en torno a los excesos
Por último, otro de los ejemplos representativos del análisis marxista —y de su policiales en la represión de la International Wokers of the World"^ y el de S.
.8
método— lo ofrece el trabajo de H. y J. SCHWENDINGER, que pretende poner de HARRING, relativo a la evolución de la moderna Policía'^', responden a esta
Bít'ji- ! i.'.i.. .•. -'A L 'u-dy.''wciiií-ijíri'ftímitfíV-?ío,ori '"uisíxiBraeosoiom' orientación. , ,
Hfibo ' •'. n i.i-"-- - . . , ,
O fTfOfMTr irii f r r-í,
Cabría añadir, por último, orientaciones actuales, minoritarias, como cuando ofrecen como única alternativa al crimen la sustitución radical
las que se autodenominan realismo radical, comunitaristas, constituti- de aquél y aspiran a u na sociedad (socialista) paradisíaca sin delito.
vas e incluso abolicionistas de nuevo cuño^^^.
•-•ÍBÍIB
Siguiendo muchos teóricos del conflicto el enfoque «interaccionista»
(labeling approach), cabe dirigir a los mismos las objeciones que merece
dicho análisis.
5. TEORÍAS DEL CONFLICTO: REFLEXIONES CRÍTICAS En cuanto a las teorías conflictuales de orientación marxista orto-
doxa, baste con reiterar algunas de las críticas específicas a las que ya
^; En general, puede admitirse que la aportación más positiva de las se ha hecho mención en páginas anteriores. Fundamentalmente, las
teorías del conflicto reside en la crítica y desmitificación del paradigma limitaciones propias de su método histórico-analítico. Pero, también, la
«consensual». Con notorio realismo, h a n puesto de relieve que la socie- rigidez dogmática de algunos de sus conceptos capitales (vg., clase
dad moderna es u n a sociedad plural y, por tanto, necesariamente social, propiedad versus control de los medios de producción, etc.), no
«conflictiva». Y que el conflicto puede contribuir de modo decisivo a la siempre adecuados para analizar objetivamente el fenómeno criminal
integración y al cambio social, como el propio «consenso». de la sociedad capitalista avanzada"".
J., 29 (1975), págs. 439 a 443; GODÓNY, J., Eeport on Criminological Eesearches otrora socialistas sugiere u na breves reflexiones sobre los postulados
in the National Institute of Criminology and Criminalistics in Hungary, en: Crime convencionales del pensamiento marxista oficial y las investigaciones
and Industrialization. First Seminar for Criminologist from Socialist and criminológicas llevadas a cabo durante los últimos años.
Scandinavian Countries in Helsinki, 1976, Stockolm, págs. 234 a 252; DZIALDOW,
R., Jugendkriminalitát in Polen (reelaborado por R. Barim: conclusiones de los La nueva situación política e histórica priva de actualidad —que no
informes presentados por los institutos de países del este en la FU), Berlín, 1971; de interés— a buena parte de ellas, si bien —y esto es positivo— resalta
PLATH, D., y REUTER, L., Bekámpfung rowdyhafter Verhaltensweisen, en: N. J.' la historicidad y la contingencia del propio saber científico, u n saber
26 (1972), págs. 284 a 289, MINKOWSKI, G. M., Massnahmen zur Vorbeugung der
siempre relativo, dinámico e inacabado, abierto al ñituro y muy condi-
Jugendkriminalitát, en: N. J., 26 (1972), págs. 168 a 173, BÓHME, K. M.;
MOLDENHAUER, K.; TENNER, G., y WITTKOPF, E., Zur Entwicklung der cionado por el marco histórico-social. Es, pues, u n momento especial-
Wirtschaftskriminalitát in der Deutschen Demokratischen Republik, Teil II mente idóneo para hacer balance y extraer las oportunas consecuencias
K r i m i n a l i s t i k u n d forensische Wissenschaften, 8 (1972), págs. 25 a 33; de la confi:'ontación de los respectivos modelos.
89e BERKHAUER, F. H., Wirtschaftskriminalitát in Deutschland. Ein Systemvergleich
zwischen der Deutschen Demokratischen Republik und der Bundesrepublik 'l^í^^ l o q ,BíaiÍBf Doa bcbaboe .eí eb'úomm sa obíisí
Deutschland, en: ZStW 87 (1975), págs. 788 a 825; SCHROEDER, F. C , Das .smaiíTí BI noa s'
Sowjetrecht, en: Aus Politik und Zeitgeschichte Beilage zur Wochenzeitung «Das
Parlament» vom 8. VIII. 1962. págs. 413 a 431; del mismo: Versagen der
gesellscháftlichen Rechtspflege in der Sowjetunion, en: Recht in Ost und West, 16
2. E L M É T O D O MARXISTA-LENINIST A Y LA CRIMINO-
(1972), pags. 265 y ss.; del mismo: Jugendstrafrecht und Jugendkriminalitát der LOGÍA SOCIALISTA
DDR im westdeutschen Schrifttum, en: Deutschland Archiv, 11 (1978) págs. 497 a
500; FRIEBEL, W.; MANECKE, K.; ORSCHEKOWSKI, W., y otros: Gewalt-und ^'^Los autores tal vez más representativos de la Criminología socialista
Sexualkriminalitát. Erscheinungsformen, Ursachen, Bekámpfung, 1970, Ost Ber- (LEKSCHAS, GERZENSON, KARPEC, etc.), coinciden en u na doble
lín; FRIEDRICH-EBERTSTIFTUNG, edit.: Kriminalitát, Strafvollzug und
ResozialisierunginderDDR, 1977,Bonn;BISCHOF,J.;MEINEL,J.,yRÓSSGER , apreciación: que la Criminología «socialista», esto es, la Criminología
W., Vorbeugung und Bekámpfung der Gewalt und Sexualkriminalitát, en: Staat marxista-leninista^, es radicalmente distinta en sus orígenes, evolución,
und Recht, 26 (1977), págs. 417 a 419; FRIEDRICH-SCHILLER UNIVERSITÁT método y concepciones de la que denominan «Criminología burguesa»,
J E N A (edit.), R ü c k f a l l k r i m i n a l i t á t . K r i m i n o l o g i s c h e , s t r a f r e c h t l i c h e , hasta el punto de resultar inviable la comparación entre ambas; y que
strafprozessuale und kriminalistische Probleme, Jena, 1978; BAUER, R. W., y
SVENSSON, R., Symposium zu methodologischen Problemen und neuren
el comienzo genuino de la Criminología socialista entronca con la obra
empirischen Ergebnissen der Forschung des Rechtsbewüsstsein der Persónlichkeít, de ENGELS «La situación de la clase trabajadora en Inglaterra» (1845)
en: NJ (1976), págs. 204 a 207; REUTER, L., Erfahrungen und Probleme der y el propio pensamiento de MARX. Ambas afirmaciones son correctas,
Rechtspropaganda in der UdSSR, en: Staat und Recht (20), 1971, págs. 1.746 a y porque la Criminología socialista tiene sus coordenadas específicas,
1.760; RENNERT, H., Untersuchungen zur Gefáhrdung der Jugend und zur será objeto de estudio por separado, partiendo de un a breve síntesis de
Dunkelziffer bei sexuellen Straftaten, en: Psychiatrie, Neurología und medizinische
Psychologie, 17 (1965), págs. 361 a 367; SHICHOR, D., The New Criminology: Some la aportación de sus pioneros: ENGELS y MARX.
Critical Issues, en: BritJCrim 20 (1980), págs. 1 a 19; C. WRIGHT MILLS, The
Marxist, 1970 (6- reimpresión); Soviet Criminology, 1969 (compilación de P. H.
En todo caso, y a modo de introducción, deben resaltarse cuatro
Solomon, Jr.); M. D. SHARGOVODSKI, The Causes and Prevention of Crime, en: características singulares de la Criminología socialista, para situarla
Soviet Review, V. 3, 1964; R. HARTMANN Die Bürgerliche Kriminologie am debidamente en el marco más amplio y general de las ideas y escuelas
Scheidewege, en: Wíssenscháftliche Zeitschrift der Humboldt Universitát zu criminológicas:
Berlin,XVII, 5 (1968); VODOPIVEC, KOBAL, BAVCONy SKALAR, Kriminologija,
Lubljana, 1966; LÓPEZ REY, M., Criminología, Madrid (Aguilar), 1973,1, págs.
167 a 215; KAISER, G., Kriminologie. Ein Lehrbuch, 1980, C. F. Müller Juristischer
Verlag. Heidelberg-Karlsruhe, págs. 78 a 87, MERGEN, A., Die Kriminologie. Fine
Systematische Darstellung, 1967, Berlín, Frankfurt A. M., F. VAHLEN GMBH, ^ La Criminología socialista se basa en la metodología del marxismo-leninismo. Vid.
págs. 12 y ss.; SCHNEIDER, H. J., Kriminologie, cit., págs. 413 y ss.; LEKSCHAS, ;> GERZENSON, A.; KARPEC, I., y KUDRAZAWZEW, W., Kriminologie. Lehrbuch,
J.; HARRLAND, H.; HARTMANN, R., y LEHMANN, G., Kriminologie. Theoretische '• cit.; BUCHHOLZ, E.; HARTMANN, R.; LEKSCHAS, J., y STILLER, E.,
Grandlagen und Analysen, 1983, Berlín Este. „ ,j .í-í\>/íxiJaiX)-j.M Sozialistische Kriminologie, cit. Por todos, KAISER, G. Kriminologie. Ein Lehrbuch,
cit., págs. 82 y ss.; LÓPEZ REY, M., Criminología, cit.. I, págs. 169 y ss.; MERGEN,
A., Die Kriminologie. Fine Systematische, Darstellung, cit., pág. 12.
954 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 955
a) Desde u n punto de vista ideológico, parte del «materialismo todas sus implicaciones, aporta seguridad y coherencia a la Criminología
histórico» y «dialéctico», de la absoluta primacía de la infraestructura socialista, pero restringe, del mismo modo, sus posibilidades y capacidad
económica como factor determinante del cambio social y restantes crítica, sometiéndola a un singular dogmatismo^.
«superestructuras», y de la comprensión de la historia como producto de d) Por último, desde un punto de vista orgánico y funcional, la
la lucha de clases. Tales premisas condicionan su teoría de la crimina- Criminología socialista es u n a disciplina «auxiliar» de las ciencias
lidad, que será u n a teoría «exógena». Pues, frente al individualismo de jurídicas, sin autonomía alguna, dependiendo a menudo los centros de
la Scuola Positiva (sobre todo en su dirección antropológica), la investigación directamente del Ministerio de Justicia o de la Fiscalía
Criminología «socialista» halla la causa última de la delincuencia fuera General del Estado®. El recelo ideológico del marxismo-leninismo hacia
del hombre mismo: en el «sistema» capitalista, en la organización lo estrictamente «empírico»'', y la desconfianza en el Psicoanálisis, la
económica de la sociedad burguesa. Y, en buena lógica, mantiene que el Psicología y la Sociología, explican el monopolio tradicional de los
«crimen» es un fenómeno histórico unido a ésta, que morirá de muerte «juristas» y el escaso éxito conseguido por la i n v e s t i g a c i ó n
natural cuando se consolide la sociedad socialista, por ser ajeno, extraño interdisciplinaria.
e incompatible con la misma. . , „ . . » . ..».,,
Í£) oviJíatfej, : ,.,..., íBqforr í i - ....,.,..
b) Desde un punto de vista político-criminal, la Criminología «socia- •ari i R«fnfr¡' • Pi i tW<!»?fíiíí*f rttíi;.
lista» no pretende «explicar» el delito, sino «luchar» contra la criminali-
dad, a fin de conseguir su total erradicación. No quiere «quedarse a 3. LA EXPLICACIÓN D E LA CRIMINALIDAD E N E N G E L S ,
medio camino»^, según frase muy sugestiva de KARPEC, sino que busca M A R X Y OTROS P I O N E R O S D E L P E N S A M I E N T O MAR-
el más efectivo control social posible. Por ello, y a diferencia de un a XISTA
buena parte de la Criminología occidental, no es u n a Criminología
teorética, sino, ante todo, u n a Criminología «práctica» y «aplicada»^, que a) Suele cifrarse el origen de la Criminología «socialista» en la obra de
se proyecta sobre la vida cotidiana; y que concede más importancia a la ENGELS «La situación de la clase obrera en Inglaterra», aparecida en
«prevención» de la criminalidad que a su propio estudio «etiológico» o 1845, por razón de que se esbozara ya en ella el diagnóstico marxista
búsqueda de sus causas. De aquí se desprende, también, que para la sobre la génesis de la criminahdad. En efecto, F. ENGELS (1820-1895)
Criminología «socialista» el control social de la desviación no sólo no es puso en relación ésta con la lucha de clases en el seno de la nueva
problemático, sino que se prolonga más allá del campo penal, de modo sociedad industrial, con la rebelión del proletariado contra la burguesía.
que el evidente éxito conseguido en la «lucha» contra el crimen implica El robo, para ENGELS, sería la forma más primitiva de protesta,
siempre el correlativo detrimento de la libertad individual. aunque —precisamente por ello— no llegara a ser jamás reflejo general
c) Desde u n punto de vista metodológico, la Criminología socialista del espíritu de la clase obrera^.
exhibe un llamativo y férreo monolitismo, impuesto por su vinculación
l'Wl>l''í^l' ' ! ( " ! ' tj ) h H J ' l í U j j l IJlí ' l i l i l y l>OJ Si.) ÍJÍI» í n
al marxismo-leninismo, que contrasta con el pluralismo casi errático de
la Criminología occidental rica en directrices y orientaciones (biológicas,
psicológicas, psiquiátricas, sociológicas, eclécticas, etc.) y víctima, tam-
bién a menudo, de su propio empirismo. El marxismo-leninismo, con 5 Vid. LÓPEZ REY, M., Criminología, cit., I, págs. 177 ss. y 183 ss.; MERGEN, A., Die
Kriminologie. Eine Systematische Darstellung, cit., págs. 12 y ss.
'^ Vid. KAISER, G., Kriminologie, cit., pág. 85; LÓPEZ REY, M., Criminología, cit.,
I, página 169 y 181.
^ Cfr. KAISEE, G., Kriminologie, cit., pág. 83. SegúnMEEGEN, A. (DieKriminologie 7 Cfr. LÓPEZ REY, M., Criminología, cit., I,'pág. 176.
Eine Systematische Darstellung, cit., pág. 15), la Criminología én los países 8 Vid. F. ENGELS, Biografía del Manifiesto Comunista, Editorial México, S. A., 1949
socialistas no es tal Criminología, sino pura Política Criminal. pág. 152, donde se sintetiza el pensamiento del autor. También: The Condition of
" Cfr. KAISER, G., Kriminologie, cit., pág. 83; LÓPEZ REY, M., Criminología, cit., I, .; the Working Class in England in 1844, London, Alien and Unwin, 1950. Sobre
pág. 177. ENGELS, vid. SCHNEIDER, H. J., Kriminologie, cit., págs. 410 y ss.
•mi
956 ANTONIO GAECÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 957
b) K. MARX (1818-1883) sienta las bases de u n a nueva concepción LOMBROSO el segundo de ellos— pueden estimarse continuadores del
dialéctica, materialista y determinista de la sociedad y del hombre^. pensamiento socialista.
Aunque el pensamiento «criminológico» de MARX fue impreciso e
F. TURATI^^ cofundador del Partido Socialista del Trabajo italiano, considera
inconcluso, pueden resaltarse dos tesis muy conocidas del autor con «criminógeno» al sistema «capitalista», basándose en que éste genera graves
relación al delito: su «superabilidad» histórica y su «utilidad». Para diferencias entre ricos y pobres, causa de la codicia y la violencia que, a su vez,
MARX, el crimen es un producto «patológico» del sistema capitalista, provocan el delito. TURATTI creyó encontrar un sólido fundamento a su tesis en la
que quedará abolido cuando desaparezca la sociedad de clases. Pero, al curva de la criminalidad, paralela, a su juicio, a la génesis del proletariado, lo que
demostraría que la miseria y la desigual distribución de la riqueza son los principales
propio tiempo, el crimen produce ciertos «beneficios» en la sociedad
factores criminógenos, y que el escaso porcentaje de criminalidad explicable por
burguesa, según MARX: produce la ley, los tratados, la administración componentes individuales (biológicos, psíquicos, etc., inferior al 10% según el autor)
de justicia, los abogados y procuradores y demás categorías propias de desaparecería progresivamente con un mejor orden socioeconómico basado en la
la división del trabajo que crean, a su vez, nuevas necesidades y nuevos cultura y el bienestar materiaP".
medios para satisfacerlas^". Anticipándose a tesis funcionalistas actua- N. COLAJANNP^ mantuvo una tesis semejante: a mejor distribución de la
riqueza, menor criminalidad; a mejor organización social, menor criminalidad. El
les —y, en todo caso, a la famosa formulación de DURKHEIM— afirmó
factor «económico» tiene, para COLAJANNI, una influencia indiscutible en la
MARX que el crimen tiene, también, un impacto «social» positivo (al criminalidad: directa, al obligar al individuo a hacer frente a sus necesidades de forma
agitar los sentimientos morales y estéticos e interrumpir la monótona criminal si carece de otras posibilidades, o indirecta, al provocar situaciones
seguridad de la vida burguesa) y «económico» (en el mercado de trabajo, criminógenas (guerras, hambre, prostitución, vagancia, alcoholismo, etc.)^^
al detraer una parte de la población y crear múltiples ocupaciones)". d) Finalmente, particular interés merece la obra del criminólogo marxista holan-
dés W. BONGER «Criminología y condiciones económicas», publicada en 1916^''.
c) Otros autoresi2, F. TURATTI (1857-1932) y N. COLAJANNI (1847- Como «sociólogo», entendió BONGER que el factor determinante de la criminalidad
es el «ambiental» (social) —aunque existan circunstancias «personales» que hagan
1921), contradictores ambos de la Scuola Positiva —discípulo directo de
más propensos a ciertos individuos al delito—, razón por la que, a su juicio, el
fenómeno delictivo requiere una explicación «sociológica». Lógicamente, encuentra
ésta en el «sistema de producción» y en la «lucha de clases». Todas las manifes-
taciones de la criminalidad reflejarían las relaciones entre las diversas clases
^ Sobre la influencia decisiva de la infraestructura económica del capitalismo, y, en económicas y las condiciones socioeconómicas, pues el factor económico es
particular de los medios de producción, vid. MAEX, K., Grundrisse: Introduction to siempre la fuerza primaria y decisiva. Para BONGER, un sistema productivo basado
the Critique of Political Economy (traducción de M. Nicolaus), New York, 1973. en la propiedad privada y el provecho individual fomenta el egoísmo y el crimen: es
Vintage, págs. 106 y 107; también: Zur Kritik der politischen Okonomie, 1859 criminógeno^^ Una tesis similar puede encontrarse, también, en LENIN: la causa de
(Prólogo a la edición de 1897, pág. XI).
^^ K. MAKX, Theories of Surplus Valué, vol. I, London, 1969, Lawrence and Wishart,
págs. 387 y 388.
^ No obstante, y a pesar del aparente «funcionalismo» al que se adscribe el texto 13 F. TURATTI, II delitto e la questione sociale, 1883.
citado de MAEX, según TAYLOR, I., WALTON, P., y YOUNG, J., entienden MAEX " Sobre TURATTI, vid., BONGER, W. A., Introducción a la Criminología, cit., págs.
pretendía enfatizar con el mismo la naturaleza criminógena del sistema capitalis- 142 y 143. También, RODRÍGUEZ MANZANERA, L., Criminología, cit., págs. 330
ta, ridiculizando el p a r a d i g m a «consensual-funcionalista» (vid. The New y 331.
Criminology: For A Social Theory of Deviance, London, 1973 Eoutledge and Keagan 15 COLAJANNI, N., Sociología Crimínale, cit. por BONGER, W., Introducción a la
Paul, pág. 212). Sobre la «utilidad» del crimen, vid. K. MARX, Bénéfices Secondaires Criminología, cit., pág. 143.
du Crime. En: Deviance et Criminalité. París, 1970, Libraire Armand Colin, págs. i*' Sobre COLAJANNI, N., vid. BONGER, W. A., Introducción a la Criminología, cit.,
84 y 85. pág. 143; también, RODRÍGUEZ MANZANERA, L., Criminología, cit., págs. 331
^^ Ajuicio de BONGER, W. A. (Introducción a la Criminología, cit., pág. 143), deben y ss.
incluirse en esta orientación marxista: A. BEBEL (1840 1913), autor de; Die Frau " Otras obras de W. A. BONGER: Religión and Crime (1913), Race and Crime
und der Sozialismus (1883); B. BATTAGLIA (90), La dinámica del Socialismo (traducido al inglés en 1943), Introduction to Criminology (publicada en 1936). Los
(1886), P. LAFAEQUE (1842-1911), Die Kriminalitat in Frankreich, 1840-1886 artículos de W. A. BONGER se han reproducido en el primer volumen de la colección
(1890) y P. HIESCH (t 1868), Verbrechen und Prostitution (1897). También habría postuma de sus obras («Verspreide Geschriften», 1950). Vid. RADZINOWICZ, L.,
que citar a ZDEAVO, MISLOV, SCHNEIDEE, KELINA y RASHKÓVSKAIA En busca de la Criminología, cit., pág. 102.
(autores de: Derecho Penal Soviético. Parte General. Edit. Temís, Bogotá, 1970); 1** Sobre la aportación de W. A. BONGER, vid. RADZINOWICZ, L., En busca de la
vid. SCHNEIDEE, H. J „ Kriminologie, cit., pág. 412 y ss. criminología, cit., págs. 101 y ss.; SIEGEL, L. J., Criminology, cit., págs. 247 a 249.
958 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 959
la delincuencia se halla en la explotación, la necesidad y la miseria de las masas; esto La etapa stalinista supuso, sin embargo —y en todos los países del
es, en la dinámica del sistema de producción del capitalismo. De donde extrae LENIN
dos consecuencias: la criminalidad desaparecerá con la desaparición del capitalis- orbe socialista—, u n estrangulamiento de la Criminología, un parénte-
mo («no sabemos con qué rapidez y en qué medida, pero sí sabemos que va a sis de treinta años^\ E n 1929, por ejemplo, la Sección de Derecho y
desaparecer», decía el autor) y la que entre tanto se produzca, en el periodo de Estado Soviético de la Academia Comunista y de su órgano «Revolución
transición hacia el socialismo, se explica precisamente por la reminiscencia y Derecho» acusa de desviacionismo a todas las investigaciones llevadas
criminógena de hábitos «burgueses» aún no extirpados^l
a cabo con u n enfoque biológico y psiquiátrico, por entender que las
conclusiones obtenidas respecto a la herencia, características constitu-
«'%: cionales y mentales del criminal, etc., contradecían la tesis marxista. Lo
que conduce a la supresión del importante instituto citado.
4. ETAPAS Y O R I E N T A C I O N E S D E LA CRIMINOLOGÍA
Por último, la era KHRUSHCHEV significó, al menos, im cierto impulso
SOCIALISTA
y respaldo gubernamental a las ciencias sociales. Ciertamente no llegó a
'''Fí 'tiir/'-ídnfi-
considerarse la criminalidad en los países socialistas como un «problema
a) Panorama general de la investigación criminológica en los países social», pues ello contravendría uno de los dogmas del marxismo-leninismo
socialistas (incompatibilidad del crimen con el sistema socialista), pero, de hecho, a
partir de los años sesenta surgen los primeros manuales de Criminología
, No existe u n a línea de continuidad en la investigación criminológica,
y puede cursarse esta disciplina como asignatura en facultades y centros
ni ésta es uniforme y homogénea en todos los países socialistas. Pues
oficiales^^. Así, en 1963 se crea, bajo la directa dependencia de la Procioradiiría
aunque discurra siempre por el marco estrecho del marxismo-leninismo,
General de la Unión Soviética, el «Instituto de la Unión para el estudio de
las visicitudes políticas h a n influido decisivamente en las directrices y
las causas del delito y la formulación de medidas preventivas»; en 1965
pautas criminológicas. : r. ' " T—......
GERTSENZON publica el primer manual soviético de Criminología («In-
r Cabe, por de pronto, distinguir tres «etapas» bien definidas, y, a su troducción a la Criminología Soviética») y, un año después, en 1966,
vez, trazar las orientaciones peculiares de cada país^". La primera etapa, aparece la primera obra oficial de Criminología («Criminología Soviética»),
la leninista, expira a finales de los años veinte. La segunda es la obra colectiva de dieciséis autores, entre los que destacan: GERTSENZON,
estalinista, que, de hecho, se extiende hast a la década de los sesenta. La KARPEC y KUDRAZAWZEW, que vería una segunda edición en 1968 con
última arranca de dicha década y se prolonga hasta el declinar político el título abreviado de «Criminología». De 1966 data, también, el primer
de STALIN y consiguiente afirmación de KHRUSHCHEV. manual de Criminología en la República Democrática Alemana, obra de E.
BUCHHOLZ, R. HARTMANN y J. LECKSCHAS, denominado
El período leninista permitió, con las naturales limitaciones, una
«Criminología Socialista».
cierta actividad criminológica, de corte biosociológico y psicológico,
interdisciplinaria, pues el materialismo histórico no se sintió incompa- No obstante, esta evolución tiene características diferenciales en los
tible con el empirismo. Se realizaron investigaciones en establecimien- respectivos países socialistas^^. La Criminología en la República Demo-
tos penitenciarios, sobre todo por médicos, publicadas por los centros de crática Alemana, por ejemplo, acusa u n a preocupación muy marcada
Saratov y Rostov, durante la década de los años veinte. En 1925 el hacia la elaboración conceptual, teórica y sistemática, propia del genio
Comisariado del Pueblo creó incluso el Instituto Estatal para el Estudio alemán y ausente, a menudo, en los modelos criminológicos «prácticos»,
de la Criminalidad y del Delincuente, dividido en cuatro secciones: la
socioeconómica, la penitenciaria, la biopsicológica y la de criminalística,
y dotado de una oficina de Estadística.
21 Vid. LÓPEZ REY, M., Criminología, cit., I, págs. 179 y ss. •' • '•
22 Vid. LÓPEZ REYM., Criminología, cit.. I, págs. 179 y ss. Vid. SOLOMON, P., Soviet
! ..1 > k . •>
Criminology, Cambridge. Instituí of Criminology, 1969. N° 1.
^^ Cfr. RODEÍGUEZ MANZANERA, L., Criminología, cit., págs. 334 y 335. 23 Cfr. LÓPEZ REY, M., Criminología, cit., I, págs. 78 y ss.; KAISER, G., Kriminologie,
2" Vid. LÓPEZ REY, M., Criminología, cit., I, págs. 177 y ss. Lehrbuch, cit., págs. 79 y ss. ... , ,, ... .. .. .- „ , . ,-,
960 ANTONIO GAKCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 961
que ven en la Criminología básicamente un a «ciencia aplicada». Es lista». Pero carece de sentido en la sociedad socialista, es extraña, ajena
probablemente, la que ha sabido plasmar mejor en la legislación las e incompatible con ésta^®. La criminalidad morirá de muerte natural
medidas preventivas y el control social de las conductas desviadas^*. cuando se supere la sociedad burguesa, ya que su causa última no reside
^' La Criminología yugoslava, por su parte, destaca por la flexibilidad en el hombre, sino en las estructuras económicas de un determinado
y realismo de su metodología interdisciplinaria, lejos del dogmatismo modelo social, intrínsecamente criminógeno. De ahí que la Criminología
marxista-leninista que tanto limita las posibilidades de la investigación socialista persiga la total erradicación del crimen de su seno, y no
y crítica criminológica; y por otra circunstancia singular, poco frecuente admita, siquiera, ciertos índices de criminalidad razonables^^.
en los restantes países socialistas: la publicación de estadísticas crimi-
Este punto de partida, utópico y dogmático, se torna consiguientemente en una
nales actualizadas, si bien sólo judiciales y penitenciarias. En el plano actitud severa de incomprensión iiacia la normalidad del crimen y del criminal,
«ideológico», un sector de la Criminología yugoslava afirma la existencia propugnando la «lucha» social contra ambos, el «desprecio universal», el «aisla-
de otros factores criminógenos, además del económico (así, BAVCON) y, miento» y la «extirpación» de dicho «cuerpo extraño»^". Porque la Criminología
en consecuencia, admite que la criminalidad no es ajena y extraña al «socialista» tiene a gala «no quedarse a medio camino», ni conformarse con
«explicar» el porqué del delito en lugar de luchar contra éste y transformar las
sistema socialista. En algunas obras colectivas, como la Criminología de estructuras sociales criminógenas^^
VODOPIVEC, KOBAL, BAVCON y SKALAR (1966), se estudia tam-
bién el delito como «fenómeno individual» (la personalidad del autor,
Pero tales declaraciones no parecen satisfactorias ni suficientes ante
cuestiones sobre la herencia, interacción entre ésta y el mundo circun-
la evidencia de que la criminalidad no ha desaparecido en los países
dante, procesos psicológicos básicos, etc.), con importantes concesiones
socialistas: que existen, desde luego, fenómenos delictivos semejantes,
a enfoques psicológicos y sociológicos^^.
a veces idénticos, a los que tienen lugar en países capitalistas.
Algún otro ejemplo de desviacionismo ideológico cabe señalar en
Polonia y Hungría, países en los que, desde la década de los sesenta, se í ,<^t>,^fiao^í,pl,9fá üf ,fc>ii}.í ».»
constata un claro florecimiento de la Criminología. Así, en Polonia, no
parece acatarse la tesis oficial de que la delincuencia desaparecerá con J u g e n d k r i m i n a l i t á t u n d Pádagogik, en: Neue J u s t i z , Berlín, 1964, 18/8;
el socialismo; y SZABO, en Hungría, tras concebir la criminalidad como R E N N E B E R G , Die g e s e l l s c h á f t l i c h e n G r u n d l a g e n d e r s c h r i t t w e i s e n
Z u r ü c k d r á n g u n g der K r i m i n a l i t á t u n d die Aufgabe des sozialistischen
«fenómeno social», atribuye al menos al hombre u n a «capacidad Strafgesetzbuches der DDR, en: Staat und Recht, 1963, 10/12; SAKKAROV: Der
configuradora» de su propia vida y del delito, apartándose, pues, del XXII Kongress der Kommunistischen Partei und die Aufgabe der Liquidierung der
exclusivismo que la doctrina marxista asigna al factor socioeconómico Kriminalitát in der Soviet Union. En: Die sovietische Justiz, 1962, Nr. 6. Cfr.
como causa de la delincuencia^". MERGEN, A., Die Kriminologie. Eine Systematische Darstellung, cit., págs. 12 y
. -í. ss.; Cfr. SCHNEIDER, H. J.; Kriminologie, cit., págs. 414 y ss.
^^ La criminalidad, para el marxismo, es una consecuencia del pasado histórico, cuyas
raíces no ha podido extirpar aún el socialismo. Como dice MERGEN, A. (Die
h) Explicaciones teóricas del crimen: teoría de los rudimentos y de Kriminologie, cit.,pág. 13),unsurvivalsofthepast. Cfr. KAISER,G.,Kriminologie.
la desviación ideológica^^i^, -i,,. Lehrbuch, cit., pág. 84.
Jiii{*WOT^SS»-f IWlaf J»Í1,J»«"t^-Jiíí,J
2^ Vid.: FREIBURG, A., Zur Jugenkriminalitát in der DDR, cit., págs. 489 y ss., ANE,
H., Die Jugendkriminalitát in der DDR, cit., Berlín, 1976 (Politologische Studien,
P a r a el marxismo, la criminalidad no es un mal inevitable, sino el 7); HARRLAND, H., Zu einigen Aspekten der Kriminalitát und ihrer Ursachen,
subproducto histórico de un a sociedad de clases, de la sociedad «capita- cit., págs. 159y ss.; HENNIG, W., y LEKSCHAS, J., Das historisch bedingte Wesen
der Kriminalitát und Grundlinien Kriminologischer Forschung in der DDR cit.,
págs. 1.147 y ss.; BUCHHOLZ, E., y HARRLAND, H., Gedanken zur Entwicklung
der Kriminalitátsvorbeugung in der DDR, cit., págs. 322 y ss.; Cfr. KAISER, G.,
^* Cfr. LÓPEZ EEY, M., Criminología, cit., I, págs. 192 y ss. 3ÍJ S5ríÓ..I J
Kriminologie, cit., págs. 84 y ss., MERGEN, A., Die Kriminologie, cit., págs. 12 y ss.
^' Cfr. LÓPEZ REY, M., Criminología, cit., I, págs. 202 y ss. 3 » Sa>'TO,J :
^0 Vid. KAISER, G., Kriminologie, cit., pág. 89.
^'^ Cfr. LÓPEZ REY, M., Criminología, cit., I, págs. 208 y ss. "'
^^ La Criminología socialista hace buena la tesis 11 de MARX a FEUERBACH: «Los
^"^ Vid. SHARGORODSKI: Ursachen und Verhütung der Kriminalitát, en: Soviet
filósofos se han limitado a interpretar el mundo de diversas maneras, pero lo que
Sociol., 1964, 3/1; E. MANNSCHAIZ, en: Ursachenforschung aus dem Gablete der
importa es cambiarlo.» "• • " ,.. ».-...i.-.' .->.. ..-^... • ,»•'>.• :.-.--.....J ..I,,™...- >«
962 ANTONIO GAECIA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 963
¿Quiere esto decir —y se reconoce— que también el sistema «socialis- Se pensará entonces que la criminalidad —concretamente la que se produjo en
la Unión Soviética entre 1918 y 1938— debe contemplarse más bien como
ta» es criminógeno, que produce su propia criminalidad? ¿Significa esta consecuencia tardía y «objetiva» de las estructuras sociales y económicas, del
evidencia, tal vez, que existen unos factores criminógenos neutros zarismo, de la guerra civil, del analfabetismo, de la escasez de viviendas, de la falta
respecto a cualquier sistema? El marxismo-leninismo, desde luego, no de programas juveniles, del alcoholismo, etc.^''.
admite siquiera la hipótesis de que el sistema socialista genere delin-
cuencia. Sería contradictorio con sus premisas reconocer que ésta Una vez estabilizado, sin embargo, el sistema socialista, la doctrina
constituye un «problema social» en u n a sociedad sin clases donde se ha oficial acude a otro planteamiento con claras connotaciones «subjetivas»
abolido la propiedad privada y no hay contradicción alguna entre los y «psicológicas»: la delincuencia aparecerá condicionada por factores
intereses individuales y los colectivos. Por ello se ve obligado el marxis- subjetivos, en el sentido de «carga» o «vicio» de u na herencia psíquica del
mo a explicaciones dogmáticas y artificiosas, t a n imposibles de verificar nasado que continúa aún activa^^.
empíricamente como lo es la tesis de que el crimen desaparecerá en la
Gomo ejemplo de dicha herencia suele citarse un cierto afán insano por poseer,
todavía no conocida sociedad sin clases. una mentalidad de pequeño burgués dirigida hacia el lucro personal que todavía
subsiste (en forma de codicia, etc.).
s Es lo que sucede con las teorías de los «rudimentos», de la «contami-
nación» y de la «desviación ideológica»: t r a t a de explicarse la criminali-
dad como resultado de la influencia de diversos restos y vestigios aún no
superados de la mentalidad capitalista (teoría de los rudimentos) o de los
agentes del imperialismo capitalista extranjero (teoría de la contamina- cit., pág. 13 (citando un texto de la Fiscalía General del Estado: Festschrift für A.
BAUMGARTEN, Berlín). En Yugoslavia, Polonia y otros países socialistas no ha
ción) que producen el efecto de una «desviación ideológica»^^. llegado nunca a profesarse la tesis radical de los «rudimentos» o, en todo caso, no
de forma mayoritaria. Cfr. LÓPEZ REY, M., Criminología, cit.. I, págs. 198 y ss. y
Pero la propia doctrina oficial h a experimentado, con el tiempo, una
209 y ss.; BUCHHOLZ, HARTMANN, LEKSCHAS y STILLER (Sozialistische
cierta evolución, ya que la sola teoría de los «rudimentos» no puede Kriminologie, 1971, págs. 204 y 205) reconocen que la teoría de los rudimentos no
justificar por qué una persona puede encontrarse fascinada por tales puede explicar el hecho comprobado de que el crimen prolifera más en las grandes
vestigios del capitalismo, ni por qué dicha persona resulta así motivada ciudades y en determinados espacios de éstas que en los pequeños niicleos rurales;
a cometer un delito^^. esto es, aumentan sus tasas precisa y paradójicamente allí donde las estructuras
m^múf-mmánmm^^vm ssé. sociales, económicas y culturales del socialismo han avanzado más. P a r a funda-
mentar este hecho, acuden los autores a la teoría de la «desorganización social»: las
f.'rfi lifl.l'tí/iíir í í-ath/xíf-
relaciones sociales y el control social informal —según esta teoría— se hallan
intactos en las pequeñas ciudades y núcleos rurales, mientras que el anonimato que
caracteriza el modo de vida en las grandes ciudades perjudica a aquellos, daña los
^^ Sobre la teoría de los «rudimentos», vid.: LEKSCHAS, J., Theoretische Grundlagen
vínculos primarios del individuo y genera crimen. Cfr. SCHNEIDER, H. J.,
der sozialistischen Kriminologie, en: BUCHHOLZ, E.; HARTMANN, R.;
Kriminologie, cit., págs., 414 y 415. Otros autores, conservan la teoría de los
e LEKSCHAS, J., y STILLER, G. (edit.). Sozialistische Kriminologie, 2^ ed. (1971),
rudimentos como único modelo explicativo de la criminalidad en la sociedad
págs. 108 y ss.; G. LEHMANN, en: Germán Democratic Republic, Int, Handbook,
socialista, pero distinguen tres fases o momentos históricos hasta la plena conso-
2, 1983, págs. 235 a 256, Cfr. SCHNEIDER, H. J., Kriminologie, cit., págs. 414.
lidación de dicha sociedad admitiendo la inevitabilidad del delito en tanto no se
.1 Sobre la teoría de la «desviación ideológica», vid. BUCHHOLZ, E., Die sozialeii
culmine tal evolución con el advenimiento definitivo del comunismo (así, LEKSCHAS,
,, Bedingungen der Kriminalitát in der Deutschen Demokratischen Republik, en:
J.; HARRLAND, H.; HARTMANN, R., y LEHMANN, G., Kriminologie. Theoretische
, BUCHHOLZ, E.; HARTMANN, R.; LEKSCHAS, J., y STILLER, G. (edit.):
Grundlagen und Analysen, 1983, Berlín Este).
:.•: Sozialistische Kriminologie. Ihre theoretische und methodische Grundlegung,
Berlín (1971), págs. 213 y ss. Cfr., sobre el problema, MERGEN, A., Die Kriminologie, ^^ Cfr. MERGEN, A., Die Kriminologie, cit., págs. 13 y ss. («survivals of the past»).
cit., págs. 13 y ss.; GÓPPINGER, H., Criminología, cit., pág. 37. En general, vid. Según la doctrina oficial, se t r a t a de «excesos ocasionales» que terminarán desapa-
supra, nota 28. reciendo cuando la sociedad socialista acabe con la explotación del hombre, el paro,
^^ Vid., manteniendo la tesis oficial: RENNENBERG, Die Gesellschaftlichen la pobreza, el antagonismo de clases, etcétera.
Grundlagen... cit. 10/12; SHARGORODSKI: Ursachen und Verhütung der ^^ Según SAKKAROV (Der XXII Kongress der Komunistischen Partei und die
Kriminalitát, en: Soviet Sociol, 1964, 3/1; en sentido crítico, E. MANNSCHATZ, en: Aufgabe der Liquiedierung der Kriminalitát in der Soviet Union, cit., Nr. 6), las
Ursachenforschung auf dem Gebiete der Jugendkriminalitát und Pádagogik, en: raíces de la criminalidad se hunden en el pasado capitalista y siguen determinando
Neue Justiz, Berlín, 1964,18/8; vid., también, en MERGEN, A., Die Kriminologie, el presente como si se t r a t a r a de u n a «pesadilla» que atormenta al hombre.
964 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 965
Finalmente, la Criminología socialista, desde la década de los sesen- En todo caso, para la Criminología socialista el crimen es siempre un
ta, h a comenzado a replantear el dogma de la «superación» total de la fenómeno de «patología» sociaF'', de anormalidad, que puede y debe
criminalidad en la sociedad sin clases, admitiendo algunos autores tratar de erradicarse con un adecuado y eficaz sistema de control y
(especialmente yugoslavos y polacos) que ni la elevación del estándar de prevención. En modo alguno se halla dispuesta a asumir la inevitabilidad
vida ni los modernos métodos de adoctrinamiento e integración del (Je la delincuencia o incluso ciertos índices constantes, crecientes a
individuo en la comunidad están en condiciones de erradicar aún menudo en nuestros días, de criminalidad, como sucede con la denomi-
fenómenos como la criminalidad o la propia alienación^*^. nada «criminalidad del bienestar», unida precisamente a las sociedades
superdesarroUadas y opulentas. Admitir —como admite la Criminología
«burguesa»— un budget des crimes sería tanto como resignarse a
prescindir de sus propias premisas ideológicas^*^.
Cfr. MERGEN, A., Die Kriminologie, cit., págs. 13 y ss.; LÓPEZ REY, M., Sin embargo, en este prejuicio dogmático reside, sin duda alguna, el punto más
Criminología cit., I, págs. 196, 198 y 209. En efecto, poco a poco parece insinuarse débil de la Criminología socialista. Primero, porque la supuesta incompatibilidad del
ái un análisis revisionista y más matizado de la génesis de la criminalidad en la crimen con un determinado modelo de sociedad (el socialista) es una tesis doctrinaria
sociedad socialista, especialmente fecundo en la doctrina polaca y yugoslava. Así, diariamente desmentida por la realidad y por las estadísticas: sólo desde la utopía
el polaco LESZEK LERNELL, rechaza la teoría de los rudimentos manteniendo que puede hablarse de una sociedad sin delito. Segundo, porque tal premisa conduce a
lejos del simplismo de la misma, el mero cambio de los miodos de producción no unas pretensiones político-criminales desmedidas: la total erradicación de la delin-
termina con el delito, ya que subsisten aún en la sociedad socialista conflictos, cuencia, meta que sólo puede alcanzarse con el precio de la pérdida de la libertad
desigualdades y déficits en las relaciones interpersonales generadores de crimina- y a costa de una tensión asfixiante de los instrumentos del control sociaP^.
lidad (Grundriss der allgemeiner Kriminologie, Warschau, 1973, págs. 214 a 220).
Bí Los yugoslavos: L. BAVCON, B. SKABERNE, R. VODOPIVEC (Die Kriminalitát
Oí in der sozialistischen Gesellschaft. Erwiderung auf Lekschas'Kritik, en: Revija za c) Funciones asignadas a la Criminología socialista y autodefinición
Kriminalistiko in Kriminologijo, 19 (1968), págs. 105 a 109; SEPAROVIC Zvonimir
9f Paul, en: Yugoslavia, Int, Handboock, 2 (1983), págs. 629 a 659, y otros, reconocen
de la misma
Oí que la abolición de la propiedad privada no acaba, por completo, con la alineación
de suerte que el delito sigue siendo u n hecho en la sociedad socialista y sólo una La Criminología socialista suele autodefinirse como la «ciencia que
:s lenta evolución de ésta podrá eliminarlo. El crimen tiene unas raíces más profun- examina el estado de la criminalidad, su dinámica, causas y medidas
ai das. Gran predicamento h a adquirido en los últimos lustros la denominada teoría para su prevención en la sociedad socialista»''", «aplicando los principios
-f; de la «alienación», defendida, entre otros, por los yugoslavos M. MILUTINONIC
(Comtemporary Criminology, en: IntJCrimPen, 2 (1974), págs. 213 a 223), L.
BAVCON, M. COBAL, L. MILCINSKI, K. VODOPIVEC y B. UDERMAN
(Sozialpathologie Ljubljana, 1968) y por el criminólogo soviético U. S. DZEKEBAJEW (Vergleichende Kriminologie: Jugoslawien), SCHNEIDER, Psychologie, 1981, págs.
(Kriminalitát ais kriminologisches Problem, 1974, Alma-Ata). Según esta teoría, el 1.048 a 1.062, y por el húngaro M. VERMES (The Fundamental Questions of
crimen es consecuencia de determinadas contradicciones socioeconómicas que se Criminology, Leiden-Budapesto, 1978). Cfr. SCHNEIDER, H. J., Kriminologie,
dan en la sociedad capitalista de clases y en la etapa de transición de ésta a la cit., págs. 415 y ss., de la que se toma esta reseña.
sociedad socialista. Porque ésta última, aun suprimiendo la propiedad privada de Cfr. MINKOWSKI, en: Neue Justiz, Berlín (1964), 18 a 21; HUGO-LUNGWITZ, en:
los medios de producción, no puede erradicar todavía la explotación del hombre y Neue Justiz, Berlín (1964), págs. 17 y ss.; LEKSCHAS, J., precisamente porque
el sistema de clases heredado de una etapa anterior. Incluso en la sociedad considera patológica la criminalidad e incompatible con el orden socialista, se niega
socialista existen, pues, contradicciones criminógenas: por ejemplo, desigual distri- a admitir que sea un «mal eterno», inseparable de toda sociedad de hombres
bución de los bienes económicos como consecuencia de u n insuficiente desarrollo (Theoretische Grundlagen der Sozialistischen Kriminologie, en: Sozialische
económico, no satisfacción de necesidades materiales e intelectuales básicas en los Kriminologie, cit., por BUCHHOLZ, E.; ILARTMANN, R.; LEKSCHAS, J., y
más bajos estratos sociales, conflictos entre intereses individuales y sociales, STILLER, G., págs. 4 4 y 72). Vid., también, VOLD, G. B., Theoretical Criminology,
competitividad y anhelo de beneficios, rechazo del socialismo en la conciencia del cit., págs. 313 y ss., para quien el carácter «patológico» del crimen es uno de los
hombre, tendencias burocratizadoras negativas, reacciones irracionales contra la postulados definidores de la criminología «marxista» frente a las concepciones
criminalidad y la desviación social, etc. El propio principio plurifactorial se «conflictuales» no marxistas.
38
defiende, también, en algunos sectores de la Criminología socialista. Así, por los Sobre el problema, críticamente, KAISER, G., Kriminologie, cit., págs. 89 y ss.
39
polacos: B. HOLYST (Kriminologie, Warschau, 1986) y J. JASINSKI (en: Poland, Vid. KAISER, G., Kriminologie, cit., pág. 90.
40
Int. Handbook, 2, 1983, págs. 511 a 525); por los yugoslavos: SEPAROVIC GERZENSON, A.; KARPEC, I., y KUDRAZAWZEW, W., Kriminologie: Lehrbuch,
(Yugoslavia, Int. Handbook, 2, 1983 págs. 629 a 659) y VODOPIVEC, K- cit. (PostdamBabelsberg, 1967), pág. 17. ., , • "-i
966 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA 967
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA
del materialismo histórico y dialéctico al campo especial de la investiga- 3) Que no es u n a disciplina autónoma, sino instrumental de la
ción y control de la delincuencia»''^
• j^^gprudencia, de las disciplinas jurídicas** y, en definitiva, del Estado,
a Los diversos autores resaltan como características de la misma: dirigida a la mejor implantación de la sociedad socialista. Se afirma,
incluso, que es u n «elemento parcial de la dirección de la sociedad»
1) Que concibe el crimen como fenómeno social, en conexión con
( L E C K S C H A S ) * ® , orientado a la consecución del socialismo.
determinadas estructuras económicas, y no como acontecimiento «indi-
vidual» explicable desde supuestas patologías del autor, al modo que lo Como dice el autor citado: «La función de la Criminología socialista consiste, por
tanto, en aportar una contribución a la implantación total del socialismo en todas las
hace la Criminología «burguesa»*^. jA.aBírislj
esferas de la vida material e ideológica y, en especial, también en la vida cotidiana»'"^.
2) Que pone el acento más en laprevencióny control efectivo del delito
en la lucha contra éste, que en el mero examen etiológico, explicativo de 4) Por último, la Criminología socialista pretende ser, ante todo, u n a
la criminalidad. No interesa, pues, «interpretar» la génesis de la delin- ciencia práctica y aplicada, más que u n a disciplina teorética, de profe-
cuencia, sino «transformar» las causas económico-sociales que la produ- sores, como suele suceder con la Criminología «burguesa»*''. Ello signi-
cen, a diferencia de los objetivos menos ambiciosos que se propone la fica que uno de sus objetivos inmediatos y prioritarios será el de formular
Criminología «occidental»*^. y ofrecer proposiciones concretas a los órganos del Estado, a quienes
corresponde la lucha contra el delito, para que dicha lucha sea científica
y eficaz. Se preocupa, pues, m á s que la Criminología «occidental» por
proponer medidas concretas de prevención y control. Entre otras, la
elevación del nivel cultural y educativo del pueblo y el de la disciplina
41 social.
GERZENSON, A.; KAEPEC, L, y KUDRAZAWZEW, W., Kriminologie: Lehrbuch,
cit., pág. 21. Como afirma BUCHHOLZ: «La disminución de la criminalidad debe conseguirse
42
«Mientras la Criminología burguesa concentra su atención en la personalidad del mediante la ampliación del elemento del orden en todos los campos de la vida social,
delincuente, con lo que en la mayoría de los casos deja a u n lado las cuestiones empezando por la familiar..., a lo que deben contribuir la vigencia de una ley sobre
relacionadas con sus verdaderas causas en la sociedad burguesa, o también, si se la enseñanza unitaria y las medidas para la cualificación profesional de los trabaja-
t r a t a de las causas de la criminalidad, las analiza desligadas de la forma de ser del dores»''^
capitalismo como orden social, la Criminología Soviética investiga la criminali-
dad... como un fenómeno social» (GERZENSON, A., KARPEC, I., y KUDRAZAWZEW,
W., Kriminologie: Lehrbuch, cit., pág. 12). La Criminología «socialista» reprocha a
la «burguesa» que ésta no reconozca la existencia de profundos conflictos sociales,
inherentes a la naturaleza y contradicciones de la sociedad capitalista, sino que los
** GERZENSON, A.; KARPEC, I.; KUDRAZAWZEW, W., Kriminologie: Lehrburch,
enmascara refugiándose en explicaciones biológico-individuahstas del delito. Vid.
cit., pág. 27. Los autores se refieren a la «Criminología y otras r a m as de la Ciencia
RESCHETNIKOW, F. M., Die derzeitige amerikanische Kriminologie, Moscú,
Jurídica», definiendo a la primera como «ciencia social que pertenece al campo de
1965, Cfr. SCHNEIDER, H. J. Kriminologie, cit., pág. 414.
43 las ciencias jurídicas» (op. cit. pág. 25). Tal concepción de la Criminología repercute
El reproche básico de la Criminología «socialista» a la «burguesa» es que ésta, hasta
en el ámbito «organizativo», de modo que las investigaciones criminológicas suelen
ahora, se h a limitado a explicar e interpretar el crimen, sin conseguir eliminarlo,
llevarse a cabo en Institutos Jurídicos o adscritos a Ministerios de Justicia
neutraHzando los factores determinantes del mismo. Vid. LEKSCHAS, J.,
(Kriminologie: Lehrbuch, cit., págs. 42 y ss.).
Theoretische Grundlagen der Sozialistischen Kriminologie, en: Sozialistische
^^ «Elemento parcial de la dirección de la sociedad» o «momento parcial de la gestión
Kriminologie, cit. (BUCHHOLZ, E.; HARTMANN, R.; LEKSCHAS, J.; STILLER,
de la sociedad socialista» (LEKSCHAS, J., Theoretische Grundlagen der
G.), págs. 137 y ss.
SoziaUstischen Kriminologie, en: BUCHHOLZ, E., HARTMANN, R.; LEKSCHAS,
Sobre el problema, vid. BAVCON, L.; SKABERNE, B.; VODOPIVEC, K : Die
J., y STITTER, G., Sozialistische Kriminologie, cit., págs. 76 y ss.
Kriminalitát in der Sozialistischen Gesellschaft. Erwiderung auf Lekschas Kritik,
*^ LEKSCHAS, J., Theoretische Grundlagen, cit., pág. 71.
en: Revija za Kriminahstiko in Kriminologijo, 19 (1968); STILLER, G., Marx'Lehre
*' Cfr. KAISER. G.. Kriminologie. cit.. pág. 83.
über die Ursachen und die Bekámpfung der Kriminalitát sowie ihre Anwendung
""^ Así, BUCHHOLZ, E., Die Sozialen Bedingungen der Kriminalitát in der Deutschen
in der Deutschen Demokratischen Republik, en: K. Marx, Begründer der Staats-
Demokratischen Republik, en: BUCHHOLZ, E.; HARTMANN, R.; LEKSCHAS, J.,
undRechtstheorie der Arbeiter Klasse, Berlín (Ost), 1968; KAISER, G., Kriminologie,
y STILLER, G. (edit.), Sozialistische Kriminologie. Ihre theoretische und
cit., págs. 84 y ss.; GÓPPINGER, H., Criminología, cit., pág. 38.
methodische Grundlegung, cit. (1966), págs. 205 y ss. .i ,• nii i .¡-MII^ .TOUI
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 969
968 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA
contacto con las instituciones encargadas del control y prevención del crimen a fin
El control del crimen —en la Criminología socialista— no ofrece de lograr la adecuada coordinación de esfuerzos''^
reparos, no se cuestiona, a diferencia de lo que ocurre en la sociedad
«burguesa» que t r a t a de legitimar el mismo porque aparece como De todo ello cabe inferir, pues, que los mecanismos del control social
«problemático»'"'. Por ello, mientras en ésta la lucha contra el crimen se se encuentran perfectamente elaborados y ensayados por la Criminología
reserva a los órganos del Estado (aunque nominalmente se afirme que socialista. A diferencia de la «burguesa», aquélla se ha manifestado
es «tarea de todos»), en la socialista es u na responsabilidad compartida partidaria de reducir al máximo el riesgo de la desviación del individuo,
y asumida por los diversos protagonistas sociales (empresas, organiza- captando sus actitudes y conciencia jurídica, esto es: dirigiendo activa-
ciones, fábricas, escuelas, etc.), de modo que se articulan científicamente mente los procesos de socialización mediante una atenta «educación» y
todas las estrategias y modalidades imaginables de control y preven- «propaganda» legal psicológicamente orientada®^.
50
ción' ^iWtíívH Y-'í^AJ; .4i^vW-fí¿i t i i í ,:s,S,:,-.
Baste como ejemplo alguna disposición legal de la antigua República
Democrática Alemana: d) Resultados obtenidos en las investigaciones criminológicas
r Artículo 90 de la Constitución: «La lucha contra el delito y su prevención
Sl¿36r\.
A pesar del recelo marxista hacia el «empirismo», h a n proliferado ya
concierne a la sociedad socialista, al Estado y a todos los ciudadanos.»
Artículo 3 del Código Penal: «Los encargados de empresas, órganos del Estado en los últimos años investigaciones de esta naturaleza en los países de
e instituciones, los presidentes de cooperativas y de organizaciones tienen la la órbita socialista. El fenómeno tal vez se deba a la constatación de que
obligación de educar a los ciudadanos contra maquinaciones ideológicas hostiles y también u na investigación empírica puede «consolidar» y «reforzar» el
no tolerar violaciones de la legalidad y disciplina socialistas, haciéndoles responsa- sistema, más que a un giro metodológico reaP^. Dada la orientación
bles de establecer una cooperación estrecha que prevenga el delito y reeduque al
delincuente. A tal efecto, eliminarán las causas y condiciones del delito y reforzarán
«práctica» de la Criminología socialista, que es —ante todo— u na
la legalidad y disciplina. Los órganos estatales y jurisdiccionales se hallan obligados Criminología «aplicada», las referidas investigaciones h a n versado
a prestar la asistencia necesaria.» sobre problemas «candentes» (delincuencia de «menores», «gamberrismo»,
Artículos 26, 32, 46 y 47 del Código Penal: Allí donde se ha cometido un delito, delitos cometidos bajo la influencia del alcohol, criminalidad económica
o allí donde un delincuente se halla empleado, las personas e instituciones antes y de funcionarios, delincuencia sexual y violenta, delitos de tráfico,
mencionadas deberán cooperar estrechamente con los trabajadores y grupos para
la discusión y aplicación de medidas adecuadas tan pronto como una sanción no etcétera), con el propósito político-criminal deliberado de ofrecer fórmu-
privativa de libertad es impuesta, aquéllas están obligadas a proteger la actividad las concretas que permitan su erradicación^''. El resultado «oficial»; más
reeducadora del grupo correspondiente sobre la persona sentenciada; y se esforza- significativo parece ser la progresiva reducción de la criminalidad y de
rán especialmente en lograr la reintegración de los ciudadanos condenados a pena los índices de reincidencia en los Tpaíses socialistas^^.
de prisión, debiendo ayudar a la organización colectiva de trabajadores en dicha
reeducación y reinserción del delincuente. Del mismo modo, las personas y
BÍOf
9b <.
dirigentes citados tienen la obligación de recabar la cooperación de todos los
trabajadores en las causas criminales, y asumen importantes obligaciones, como
cumplimentar las peticiones y recomendaciones de los órganos judiciales, cooperar Vid. LÓPEZ REY, M., Criminología, cit., I, págs. 193 y ss
en la puesta a prueba del delincuente y en su reinserción social y profesional, evitar Vid. KAISER, G., Kriminologie, cit., págs. 86 y ss. WP ,J U II 'V. 1 J l i M^I
que personas con riesgo de delinquir lleguen a cometer el delito y mantener estrecho 53
Vid. KAISER, G., Kriminologie, cit., pág. 85.
54
ffOdRfsr
Cfr. LÓPEZ REY, M., Criminología, cit., I, págs. 180 y ss.; KAISER, G., Kriminologie,
cit., págs. 85 y ss.
ir í^l,•!^.^o^ Deo'jítiof
Es incuestionable el hecho de que las tasas de criminalidad de los países socialistas
49 son muy inferiores a las de los países capitalistas. Sobre este problema, vid.
Vid. KAISEE, G., Kriminologie, cit., págs. 83 y ss.
50 CONNOR, W. D., Deviance in Soviet Society. Crime, Delinquency, and Alcoholism,
Como afirma WINKELBAUER (Volkspolizei, Berlín, 1964, págs. 95 y 96), la
New York, London, 1972; HELLMER, J., Zur Kriminalitat in beiden Teilen
superación de los factores criminógenos arraigados en la etapa capitalista prece-
Deutschland, en: Festschrift für R. Maurach (edit. por F. C. Schroeder y otros),
dente reclama la «acción colectiva» de «todos los ciudadanos»: todos los trabajadores
1972, Karlsruhe, págs. 641 a 658; FREIBURG, A., Zur Jugendkriminalitát in der
son llamados a colaborar en la lucha contra el delito. La lucha contra el delito —su
DDR en KZfBS 27 (1965), págs. 489 a 537. Cfr. KAISER, G., Kriminologie, cit., pág.
prevención y control— es «cosa del pueblo» (así: CEEUZBURG, en: Shóffe, Berlín,
86. E n sentido crítico: SCHROEDER, F. C , J u g e n d s t r a f r e c h t u n d
1964, págs. 11/8 y 11/9: Cfr. MERGEN, A., Die Kriminologie, cit., pág. 16).
970 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 971
Ahora bien, no es fácil comparar o extrapolar estas conclusiones a los reflejo «estadístico», a pesar de su trascendencia cualitativa y cuantita-
correlativos ámbitos de la Criminología «occidental». El proceso de tiva, por lo que u n análisis limitado a las estadísticas oficiales (judicia-
elaboración de los datos, los datos mismos y su posible significación les) que prescindiera de la ponderación de aquéllas falsearía la realidad.
crirninológica deben contemplarse a la luz de los respectivos «sistemas»
y no aisladamente. El menor gravamen de la criminalidad en los En todo caso, el aparato «estadístico» de la Criminología socialista
sistemas socialistas responde, ante todo, al intenso control social, que merece serias reservas. Porque tales estadísticas no existen, o se
reduce al máximo el riesgo de la conducta desviada o irregular^*'. Sería publican tardíamente. Porque, con frecuencia, versan sobre períodos
ingenuo desconocer, por ejemplo, la existencia de un a responsabilidad lejanos poco actuales. Porque, a menudo, no discriminan cualitativamente
legal que se prolonga más allá del Derecho Penal, y el espectacular los datos que constatan, limitándose a ofrecer porcentajes poco signifi-
despliegue de todos los dispositivos y estrategias científicas del control: cativos''^. Late, pues, en el fondo, la sospecha de manipulación política,
educación legal, propaganda legal, integración social, adoctrinamiento^''. confesada por aquel juez moscovita para quien lo decisivo no es publicar
Tales técnicas de controP*^, por otra parte, no siempre tienen el adecuado las estadísticas, sino contribuir al progreso del socialismo®". Progreso
que reclama la confianza en el sistema y u na actitud optimista en los
resultados de la lucha contra el crimen.
Pero, sin perjuicio de las puntualizaciones y reservas expuestas al
Jugendkriminalitát der DDE in westdeutschen Schrifttum, Deutschland Archiv,
11 (1978), págs. 497 a 500. Cfr. KAISER, G., Kriminologie, cit., pág. 86. hecho evidente de que los índices de criminalidad y reincidencia son más
^^ Según KAISER, G. (Kriminologie, cit., pág. 86), influyen decisivamente la existen- favorables en los países socialistas, procede ponderar algunos datos muy
cia de una responsabilidad jurídica que va más allá del propio Derecho Penal y la significativos que derivan de fuentes oficiales de aquéllos.
efectiva movilización de todos los instrumentos disponibles del control social. Vid.
ESER, A., Gesellschaftsgerichte in der Strafrechtspflege, Tübingen, 1970; En primer lugar, el elevado porcentaje, en el total de la criminalidad,
BORUCKA-ARCTOWA, M., Citizen Participation in the Administration of Justice: que corresponde a la delincuencia juvenil^\ esto es, de personas nacidas,
Research and Policy in Poland, en: Zur Soziologie des Gerichtsverfahrens (Sociology crecidas y educadas en la sociedad socialista que, por tanto, no h a n
of the Judicial Process, recopilado por L. M. FRIEDMAN y M. REHBINDER,
Jahrbuch für Rechtssoziologie und Rechtstheorie, 4, Opladen, 1976, págs. 286 a
experimentado el impacto de otras formas de vida. Los índices de esta
299); SCHROEDER, F. C , Versagen der gesellscháfthchen Rechtspflege in der criminalidad representan un serio motivo de reflexión. Pues, de no
Sowjetunion. Recht in Ost und West, 16 (1972), págs. 265 y ss. Cfr. KAISER, G., admitirse explicaciones «biológicas» a tal fenómeno —claramente
Kriminologie, cit., pág. 86. «desviacionistas» e incompatibles con las teorías del marxismo— com-
^^ Lógicamente, los índices de «reincidencia» son, también, mucho más satisfactorios prometerían el dogma de la erradicación del crimen en la sociedad
en los países socialistas; como contrapartida, el volumen relativo de población
carcelaria (penados y preventivos) en estos países supera el nivel medio de los
socialista y el supuesto monopolio criminógeno de la sociedad burguesa.
países occidentales (Cfr. KAISER, G., Kriminologie,, cit., págs. 86 y 87).
En segundo lugar, se aprecian unas magnitudes estadísticas constan-
^® Las teorías del aprendizaje social han tenido, también, impacto en los países
socialistas. En los últimos años h a n proliferado investigaciones sobre «educación tes —y no decrecientes— en ciertos sectores de la criminalidad (delitos
legal», « p r o p a g a n d a legal», etc. ( R e c h t s b e w ü s s t s e i n , R e c h t s e r z i e h u n g ,
Rechtspropaganda, etc.). La propia Psicología juega u n papel importante como
medio de propaganda legal e instrumento al servicio de la Administración de ,'<ía'ví j .ioii'ip.íd ,'rxt KifTíH tM)
Justicia. Vid. KLOTSCHKOW, W., HARRLAND, H., Sozialistische Integration KAISER, G., Kriminologie, cit., pág. 87; SHICHOR, D., The New Criminology:
und wissenscháftliche Forschung zu Problemen der Kriminalitátsbekámpfung, en: Some Critical Issues, BritJCrim 20 (1980), 1-19.
N J 29 (1975), págs. 439 a 443; BAUER, R. W., SVENSSON, R., Symposium zu Sobre algunos datos estadísticos relativos a la criminalidad en la URSS y en la
methodologischen Problemen und neuren empirischen Ergebnissen der Forschung DDR, vid. LÓPEZ REY, M., Criminología, cit., I, págs. 188 y ss. (especialmente 195).
des Rechtsbewüsstsein der PersonHchkeit, N J 1976, págs. 204 a 207; REUTER, L-. En general, KAISER, G., Kriminologie, cit., pág. 88.
Erfahrungen und Probleme der Rechtspropaganda in der UdSSR, Staat und Recht, «Publishing statistics, but making progress». Cfr. PFEIFER, G., Justice in Moscow,
20(1971), págs. 1.746 a 1.760; DETTENBORN, H.; FRÓHLICH, H. H.,y LEKSCHAS, 1964, New York. Cfr. KAISER, G., Kriminologie, cit., pág. 89.
J., Gegenstand und Aufgaben der Rechtspñegepsychologie, N J 26 (1972), págs. 70 E n Moscú y Leningrado, más del 50 por 100 de los casos llevados ante los jueces, son
a 75; del primer autor: Selektivitát des Rechtsbewüsstseins der Personlichkeit und casos de «gamberrismo». Cfr. LÓPEZ REY, M., Criminología, cit., I, pág. 191. Vid.,
Soziale Wirkung des Rechts, Staat und Recht, 28 (1979), págs. 127 a 137. Cfr- también: KAISER, G., Criminología. Una introducción a sus fundamentos cientí-
ficos. Madrid (1978), Espasa Calpe pág. 53. .v.. '•.;.. .;•-. • •, •.J'^^í .ií! W
972 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 973
contra la propiedad privada, lesiones, violación, robo, homicidio, etc.)'^^ en lo que aventaja, sin lugar a dudas, a l a Criminología «occidental». Ello
muy a pesar de la eficacia de los mecanismos de control antes aludidos' se explica por la propia autodefinición de aquélla como ciencia «práctica»
y no sólo esto: la distribución de la delincuencia por edades, el porcentaje y «aplicada» y por los objetivos finales que se traza a sí misma: contribuir
de la criminalidad de la mujer, las características típicas de la persona- a la total erradicación del crimen. A diferencia de lo que sucede a la
lidad del inñ-actor, los problemas de los grupos y bandas criminales, la Criminología «burguesa», más preocupada por «explicar» teoréticamente
delincuencia sexual y la de tráfico y otros muchos fenómenos delictivos el crimen que por «combatirlo», y escéptica respecto a la posibilidad real
presentan extrañas semejanzas en los países socialistas y los occidenta- e incluso legitimidad de todo intento de eliminarlo por completo de la
les. Lo que tal vez permita deducir la existencia de unos factores convivencia. Los puntos más débiles y criticables de la Criminología
criminógenos «neutros» respecto al sistema o modelo social, aunque tal «socialista» son tres: su férrea subordinación y dependencia a un
conclusión no satisfaga las explicaciones marxistas del delito®^. determinado marco ideológico, que se traduce en la instrumentalización
de la misma al servicio de éste y en el dogmatismo de muchas de sus tesis;
? . . i í 5 ; 4 . w ; ; > ^ í ^ ^ i:^^^'^' vM^-
'ft'Wtes'^ el monolitismo metodológico (marxismo-leninismo) de sus planteamien-
tos, en contraste con la riqueza de enfoques observada en la Criminología
5. RECAPITULACIÓN FINAL: CRIMINOLOGÍA «SOCIALIS- «occidental», y, en consecuencia, un claro recelo hacia el empirismo, que
Jt TA» Y «CRIMINOLOGÍA B U R G U E S A »^4 limita las posibilidades de la investigación criminológica y disminuye su
capacidad crítica en los países socialistas; y, por último, sus desmedidas
El aspecto más positivo de la Criminología socialista reside en la pretensiones político-criminales: el utópico exterminio del crimen en la
perfecta elaboración y praxis del control social y prevención del crimen. sociedad socialista. Utópicas y desmedidas, porque cuando se declara la
incompatibilidad de ésta con el delito se crea u n modelo inflexible e
intolerante de convivencia, donde cualquier conducta irregular o desvia-
Vid., entre otras muchas investigaciones: DZIADOLW, E., Jugendkriminalitát in da es anormal —como lo sería, también, todo delincuente—, trazándose
n Polen, cit. Berlín, 1971; PLATH, D., REUTEE, L., Bekámpfung rowdyhafter
unas metas sólo alcanzables a través de la presencia asfixiante de los
B Verhaltensweisen, NJ 26 (1972), págs. 284 a 289; MINKOWSKI, G. M., Massnahmen
zur Vorbeugung der Jugendkriminalitát, N J (26) 1972, págs. 168 a 173; FREIBUEG, controles sociales en la vida cotidiana. La Criminología «burguesa» no
O ha conseguido éxitos t a n llamativos en su lucha contra la criminalidad,
A., Zur Jugendkriminalitát inde r DDR, KZfSS 27 (1975), págs. 489 a 537, BOHME,
9. K. M., MOLDENHAUER, K., TENNER, G., WITTKOPF E., Zur Entwicklung der pero, en todo caso, nunca ha pretendido el exterminio de ésta, ni pagar
Wirtschaftskriminalitát in der Deutschen Demokratischen Eepublik, Teil; II, por ello el alto precio de la libertad; antes bien, entiende que son
I Kriminalistik u n d forensische Wissenschaften, 8 (1972), págs. 25 a 33;
normales ciertos índices de delincuencia; que existe incluso, u n cierto
BEEKHAUEE, F. H., Wirtschaftskriminalitát in Deutschland. Ein Systemvergleich
zwischen der Deutschen Demokratischen Eepublik und der Bundesrepublik volumen de criminalidad constante y creciente, unido al progreso y al
Deutschland, en: ZStW87 (1875), págs. 788 a 8 2 5 ; SCHEOEDER, F. C., Die Planer desarrollo, inextirpable; y asume el riesgo de la «desviación», en lugar de
erfüllungsfálschung ais Form Komunistischer Wirtschaftskriminalitát, en: Msch controlar de cerca el curso de los procesos de socialización del individuo,
Krim 62 (1979), págs. 140 a 148; FRIEBEL, W.; MANECKE, K.; ORSCHEKOWSKI,
con el adoctrinamiento y la pedagogía social.
W., y otros, Gewalt und Sexualkriminalitát. Erscheinungsformen, Ursachen,
Bekámpfung (Ost) Berlín, 1970; BISCHOF, J.; MEINEL, J.; EOSSGEE, W., Cabe, no obstante, presumir para los próximos años un a recíproca
Vorbeugung und Bekámpfung der Gewalt-und Sexual Kriminalitát, en: Staat und
Eecht, 26 (1977), págs. 417 a 419; DÁNIS, S., Aktuelle Probleme und Aufgaben im aproximación de los dos modelos criminológicos analizados. El «occiden-
Kampf gegen die Kriminalitát, N J 33 (1979), págs. 259 y 260; GODONY, J., Eeport tal» h a de ser menos «individualista» y más «práctico», más «aplicado»,
on Criminological Researches in the National Institute of Criminology and poniendo el acento menos en el análisis teorético de las «causas» del
Criminalistics in Hungary, en: Crime and Industrialization, First Seminar for delito y más en el de su «control» y «prevención». El «socialista», por su
Criminologists from Socialist and Scandinavian Countries in Helsinki, Stockolm,
parte, debe flexibilizarse, renunciando a su excesiva carga dogmática e
1976 (págs. 234 a 252), IRK, F., Kozúti Balesetek (StrassenunfáUe), 1979, Budapest.
Cfr. KAISER, G., Kriminologie, cit. pág. 86. ideológica, emprendiendo el ya iniciado camino del empirismo y de la
Así, KAISER, G., Criminología. Una introducción a sus fundamentos científicos, autonomía de la investigación criminológica.
cit., página 54. ;í>fíSirE>w B{íisrrtOíJiB»8fi*«srKMO«aiiKi aiü'i ri.,.is-,.i.s J-IUSÍI'.--
Vid. KAISER, G., Kriminologie, cit., págs. 89 y ss. ,,,,. .,,.,,., ^ ... .,„^^,,
974 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 975
Oi El trascendental cambio político que se ha producido en los llamados países del tampoco pueden sustraerse los otrora países socialistas. De otra parte, el cambio
Bloque del Este a finales de los ochenta y comienzo de los noventa explica el nuevo político explica también el descenso significativo de los altísimos porcentajes de
«f
perfil y tendencias de la criminalidad en los mismos, así como la aceleración del encarcelamiento que exhibían los países del Bloque del Este (amnistía y medidas
Ti de gracia)"".
proceso de aproximación de ambos modelos de Criminología''^.
6Í Con anterioridad al citado cambio, por ejemplo, la tasa de criminalidad registrada Los países del Bloque del Este viven en la actualidad bajo un nuevo marco
ai y la cuota de encarcelamientoie comportaban de forma muy distinta en los países político, social y económico. Pero el tránsito del Estado socialista que cierra sus
ÍB industriales occidentales y en los socialistas del «Bloque del Este". En los primeros fronteras y extrema los mecanismos del control de sus ciudadanos (si bien les
la tasa de criminalidad registrada era mucho más alta y, sin embargo, más baja — garantiza un estándar mínimo de vida) al Estado democrático y social de Derecho,
en términos comparativos— la de encarcelamiento'^'^. Que en los países socialistas de la libre competencia y la economía de mercado, exige previos y profundos
Bi la tasa oficial de crimen registrado fuese significativamente más baja tendría fácil reajustes en las estructuras de la sociedad, en sus valores, y en las actitudes y
1\ explicación teniendo en cuenta las muy diferentes condiciones de vida de los países hábitos de los ciudadanos. Por ello, cuando dicho cambio es un cambio radical, y se
rií del llamado «Bloque del Este» (menos libertad, presión asfixiante del control social, produce de forma súbita y acelerada —sin transición— y, además, las sociedades
;B'
penas más severas, menores oportunidades de delinquir, etc....). Que en los países que lo experimentan son sociedades sin recursos, en el umbral de la pobreza, más
socialistas, lógicamente, los porcentajes de encarcelamiento \uesen más severos que cambio estamos ante una auténtica convulsión o colapso-'^.
-asiix que en los países occidentales industrializados sería coherente con el rigor de los Las teorías de ia 5/7C/77/5 explican satisfactoriamente el sentido de desorienta-
órganos de persecución penal de los países del Bloque del Este, propio del sesgo ción, de inseguridad, y de abatimiento que experimenta el ciudadano cuando
ideológico y pautas políticocriminales de los modelos socialistas. contempla el brusco y repentino desmoronamiento del marco de valores tradiciona-
ua 9V.Í El cambio social y político acaecido en estos últimos lustros ha generado una 80bE}' les y sus consecuencias^".
situación genuinamente anémica de desmoronamiento súbito y radical de los Con el nuevo marco político, social y económico, y como consecuencia de la
valores y reglas tradicionales. El acelerado incremento de la delincuencia —y el perfil forma en que ha tenido lugar tan importante convulsión, los países del antiguo
de ésta— es una manifestación más de la mencionada situación de anemia. Se Bloque del Este han visto caer sus exiguos Ingresos/jeAC^/p/fee incrementarse las
comprende, pues, que la tasa de criminalidad experimente desde comienzos de la tasas del desempleo. La esperada recuperación económica ha sido una recupera-
9-'3if:! década de los noventa un ascenso muy severo en los países del denominado ción anémica. Han aumentado los índices de suicidio y las muertes por intoxicación
«Bloque del Este», si bien sin alcanzar los niveles que dicha tasa alcanza en los alcohólica, han descendido significativamente las tasas de natalidad y las expecta-
países occidentales industrializados''^ Se trata, pues, de un proceso normals\ que tivas de vida^\ El ciudadano de los otrora países socialistas, experimenta con
profunda frustración el imposible acceso a las metas de bienestar y prosperidad que
K o l Í:ÍÍ>.-- ¡•*+fTP;í*'ÍÍ»tt '''íé'^éiv le oferta la economía de mercado, y la permeabilidad de sus nuevas fronteras
constituye el mejor escaparate de su impotencia. Las tasas de criminalidad sufren,
Sobre la criminalidad en los otrora países socialistas y su posterior evolución, vid.: lógicamente, un ascenso severo al reducirse, además, la presión de las instancias
KURY, H., Crime development in the East and the West: a comparison, en: Raska, formales e informales del control social. Y con los índices de la delincuencia se
E. Y Saar, J. (edits.). Crime and Criminology at the end of the century. IX. Baltic incrementa, también, el sentimiento general de inseguridad y, desde luego, el miedo
Criminological Seminar (Mayo de 1996), 1997 (Tallinn), págs. 187 y ss.; KURY, H., al delito, que, a su vez, potencian las actitudes punitivas de la sociedad, esto es,
OBERGFELL-FUCHS, J., Crime and development and fear of crime in nuevas tendencias autoritarias e intransigentes que reclaman más represión, más
postcommunist societies, en: Szamota-Saeki, B., Wojcik, D. (Edits.). Impact of rigor'^.
political, economic and social changa on crime and its image in society, 1996, SCHEINOST ha relacionado razonadamente la criminalidad con cambios
Varsovia, págs. 117 y ss.; KURY, H., OBERGFELL-FUCHS, J., y WÜRGER, M., sociopolíticos de la sociedad checa: «la profunda transformación de nuestra socie-
Kriminalitát und Einstellung. Ein Vergleich zwischen Ost-und Westdeutschland., dad —una transformación económica básica relacionada con un enorme cambio de
2000. Freiburg; SIEMASZKO, A. (Edit.), Crime and Law Enforcement in Poland on
the threshold ofthe 21>='century, 2000, Varsovia; BIENKOWSKA, E., Die wichtigsten
Aspekte der Kriminalitátsentwicklung im heutigen Polen: die letzte Dekade, en:
Boers, K , Ewald, U., Kerner, H.J., Lantsch, E., y SESSAR, K , (edit.). Sozialer Cfr. KURY, H., Sobre la relación entre sanciones y criminalidad, cit., ibidem.
Umbruch und Kriminalitát in Deutschland, Mittel-und Osteuropa, 1994, Bonn, 69 Vid. KURY, H., OBERGFELL-FUCHS, J. y FERDINAND, Th., Desarrollo de la
págs. 27 y ss. sociedad y evolución de la delincuencia: u n a comparación internacional, en: Revista
Cfr., KURY, H., Sobre la relación entre sanciones y criminalidad, o: ¿qué efecto de Derecho Penal y Criminología (2^ Época), 2000, rf 6 (julio), págs. 308 a 313.
preventivo tienen las penas?, en: Revista de Derecho Penal y Criminología (2002), Cfr. KURY, H., OBERGFELL-FUCHS, J. y FERDINAND, Th.„ Desarrollo de la
número extraordinario, págs. 281 y ss. sociedad y evolución de la delincuencia, cit., pág. 317.
En Polonia, la frecuencia media (número de hechos punibles por 100.000 habitan- Cfr. KURY, H., OBERGFELL-FUCHS, J. y FERDINAND, Th., op. cit., págs. 309
tes) asciende a 2.775 en el año 1998. En Alemania, dicha frecuencia media era de a 313.
7.869 el mismo año. Cfr. KURY, H., Sobre la relación entre sanciones y criminali- 72 Cfr. KURY, H., OBERGFELL-FUCHS, J. y FERDINAND, Th., op. cit., págs. 309
dad, cit., pág. 282. y 317 (sentimiento de inseguridad-miedo al delito); 358 y ss. (actitudes punitivas).
976 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA
•V
de mercado y una nueva acumulación de capital sin un marco legal adecuado, una
reconstrucción básica de la legislación así como de las agencias de aseguramiento
001 de la misma, la poderosa ola de población de jóvenes nacidos entre 1974 y 1976, la Ltí prevé 'ú en
conciencia social y el sistema de valores, hiasta cierto punto también la apertura de
38' fronteras y la ola migratoria que pasa por el territorio de la República checa>>^3 i. T:Uito de i .ni
eOltíiT
-9ÍD0r SiíC -í !C»2«|©b,80 V 1
9 b 010
SCHEINOST, M., The national and international factors of the rise of criminality
in the territory of the Czech RepubHc towards the end of the century. En: GiHnsky,
Y y Kostjukovski, Y (edits.), Crime and Criminology at the t u r n on the XXI Century,
St. Petesburg, 1999, pág. 78.
Así, KURY, H., OBERGFELL-FUCHS, J. y FERDINAND, Th., op. cit., págs. 313
y 314.
Cfr. KURY, H., OBERGFELL-FUCHS, J. y FERDINAND, Th., op. cit., págs. 313
a 318.
ñ
Cfr. KURY, H., OBERGFELL-FUCHS, J. y FERDINAND, Th., op. cit., págs. 318
a 334.
Capítulo XXIII:
ae
rtv ', -TiiTP j a Docte^Ubu lií' íip peí I, -ciu,- La prevención del delito en un Estado social y
democrático de Derecho^
.nn
¿irttfi,ikléiH!tiib% íAí ytíitrm^é^nú- :mñ~tí(M '«rA) C)ÍIO¿íKM»íJifev-s-iíI
1. LA P R E V E N C I Ó N D E L DELITO E N E L E S T A D O «SO-
' • > ! r- !(->. ,\ ^,q'..'\.r..ar. •••:
CIAL» Y «DEMOCRÁTICO» D E D E R E C H O
_™M5:Ííy^^- Si^ duda, éste es el enfoque científicamente más satisfacto- del penado. Se trata, pues, no tanto de evitar el delito como de evitar la
rio, y el más acorde con las exigencias de un Estado «social» y democrá- reincidencia del infractor. El concepto de prevención se equipara, así, al
tico de Derecho7\ de prevención «especial», mucho menos ambicioso por razón de su
destinatario (el penado, no el infractor potencial ni la comunidad
oínaxijí jurídica), efectos pretendidos (prevenir simplemente la reincidencia del
¡jiSUAi o^úah í'í oífííix »^ .hV. \^-.
\v.r\\'->»
ya penado, no evitar la criminalidad) y medios utilizados para la
consecución de aquéllos (la ejecución de la pena y el tratamiento
2 . EL CONCEPTO D E «PREVENCIÓN» Y S U S D I V E R S O S
rehabilitador).
l9 C O N T E N I D O S
Í9fc En sentido estricto, sin embargo, prevenir el delito es algo más —y
Todas las Escuelas criminológicas se refieren a la prevención del también algo distinto— que dificultar su comisión, o que disuadir al
delito. Que no basta con «reprimir» el crimen, que es necesario anticipar- infractor potencial con la amenaza del castigo. Desde un punto de vista
se al mismo, prevenirlo, es ya un tópico. Pero u n tópico a veces equívoco «etiológico», el concepto de prevención no puede desligarse de la génesis
o vacío de contenido, por las muchas acepciones que se asignan al del fenómeno criminal. Reclama, pues, u n a intervención dinámica y
concepto de prevención. . ,^,,,.,, ^^ ....^, «u^,/^ ,.UII.J-^t.vtÍÍ^ »y positiva que neutralice sus raíces, sus «causas». La mera disuasión deja
Áq t>*í of,t ,ii<i'->'ítiini un •' i-i.sar' éstas intactas. De otra parte, la prevención debe contemplarse, ante
todo, como prevención «social», esto es, como movilización de todos Tos
a) Prevención, disuasión y obstaculización del delito efectivos comunitarios para abordar solidariamente u n problema «so-
cial». La prevención del crimen no interesa exclusivamente a los poderes
En efecto, un sector doctrinal identifica la prevención con el mero públicos, al sistema legal, sino a todos, a la comunidad, pues el crimen
efecto disuasorio de la pena. Prevenir equivale a disuadir al infractor no es un cuerpo «extraño», ajeno a la sociedad, sino u n problema
potencial con la amenaza del castigo, contramotivaríe. La prevención, en comunitario más. Por ello, también, conviene distinguir el concepto
consecuencia, se concibe como prevención criminal (eficacia preventiva criminológico de prevención —concepto exigente y pluridimensional—
de la pena) y opera en el proceso motivacional del infractor (disuasión). del objetivo genérico, poco exitoso, por cierto, implícitamente asociado al
concepto jurídico penal de prevención especial: evitar la reincidencia del
Pero otros autores entienden también por prevención el efecto disua-
penado. Pues este último implica u na intervención tardía en el problema
sorio mediato, indirecto, perseguido a través de instrumentos no pena-
criminal (déficit etiológico); acusa u n marcado sesgo individualista e
les, que alteran el escenario criminal modificando alguno de los factores
ideológico en la selección de sus destinatarios y en el diseño de los
o elementos del mismo (espacio físico, diseño arquitectónico y urbanís-
correspondientes programas (déficit social); y concede un protagonismo
tico, actitudes de las víctimas, efectividad y rendimiento del sistema
desmedido a las instancias oficiales del sistema legal en el liderazgo de
legal, etc.). Se pretende así, poner trabas y obstáculos de todo tipo al
aquéllos (déficit comunitario).
autor en el proceso de ejecución del plan criminal mediante una interven-
ción selectiva en el escenario del crimen que «encarece», sin duda, los
, q u l g «Uiisupij ;uiix.)yr,'Uí- ^'IBIÍISÍI-'U
costes de éste para el infractor (vg. incremento del riesgo, disminución sn 3inoi;)98
de beneficios, etc.), con el consiguiente efecto inhibitorio. b) Prevención «primaria», «secundaria» y «terciaria»^
P a r a muchos penitenciaristas, finalmente, la prevención del delito no No debe extrañar, por ello, que goce de especial predicamento —desde
es un objetivo autónomo de la sociedad o los poderes públicos, sino el Caplan— la distinción entre: prevención «primaria», «secundaria» y
efecto último perseguido por los programas de resocialización y reinserción
<>,-vJ"> ' Unul ^itt'ir, ií-«»f. ítólibf!) \^,v ui.koirb'A f--i t.i n-
• 'ífI fih Í.P.IA:.Í'ÍT-Í;„'W,.,;t,v;k;t¿,:.vt. 5 Sobre esta distinción, vid. KAISER, G., Introducción a la Criminología., Madrid
'OHAD hi
i. (Dykinson), 1988, 7^ Ed., pág. 125 y ss.; CLEMENTE DÍAZ, M., La orientación
Vid. GARCÍA-PABLOS, A. Criminología, cit., pág. 364 y 365. comunitaria en el estudio de la delincuencia., en: Psicología social y sistema penal,
984 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA 985
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA
La llamada prevención secundaria, por su parte, actúa más tarde en El problema de la prevención y control del delito gozó siempre de
términos etiológicos: no cuando —ni donde— el conflicto criminal se particular atención en la Criminología «socialista», que desde un prin-
produce o genera, sino cuando y donde se manifiesta, cuando y donde se cipio se autodefinió como ciencia práctica, aplicada'^ y comprometida con
exterioriza. Opera a corto y medio plazo, y se orienta selectivamente a
concretos, particulares, sectores de la sociedad: aquellos grupos y a
íí>'>dt
subgrupos que exhiben mayor riesgo de padecer o protagonizar el ^ Sobre estos programas, vid.: CLOWARD, R., y OHLIN, L., Delinquency and
problema criminal. La prevención secundaria se plasma en la política opportunity: atheory of delinquentgangs., 1961. Chicago, Free Press; COHÉN, A.,
The delinquent subculture., en: Rubington, E., y Weinberg, M.S.: Deviance: the
interactionist perspective, New York, 1981 (M. Millan Publisher Co), págs. 264 y
- 265; SCHEITZGEBEL, R.L., Sucesos privados en lugares públicos, en: BANDURA,
Madrid, 1986, (Alianza Editorial), compilación de Jiménez Burillo y Clemente, A., RIBES, E., Modificación de conducta: análisis de la agresión y de la delincuen-
págs. 383 y ss.; GARCÍA-PABLOS, A., Criminología, cit., pág. 367 ss. cia, 1980, México (Trillas), págs. 91 a 111. Cñ-., CLEMENTE DÍAZ, M., La
•^ Así, KAISER, G., Introducción a la Criminología., págs. 125 y 126. orientación comunitaria en el estudio de la delincuencia., cit., págs. 384 y ss.
' LÜDERSSEN, Kriminologie, 1984 (Baden-Baden), págs. 151 y ss. Cfr., KAISER, ^ En general, sobre la Criminología «socialista», vid.: GARCÍA-PABLOS, A.,
G., Introducción a la Criminología., cit., pág. 126. Criminología, cit., 2001 (Tirant lo Blanch), pág. 357 y ss; del mismo, véase, supra,
Capítulo XXII. .„.;,,,.:-.,,
986 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 987
el sistema. Ningún otro modelo criminológico ha sabido desarrollar con calidad. También deben ponderarse los «costes», y «riesgos» de un a
t a n t a convicción la teoría y praxis del control social del comportamiento drástica reducción de los índices de criminalidad cuando tales resulta-
desviado, conectando la investigación de las «causas» de la criminalidad dos se obtienen mediante determinados medios y con consecuencias
con la minuciosa elaboración de planes y estrategias de prevención de la conocidas (restricción asfixiante de la libertad del ciudadano).
misma. La Criminología socialista proclamó como objetivo prioritario el En todo caso, dogmas anacrónicos como la «anormalidad» del delin-
prestar apoyo inmediato a la «praxis» y verter sus conocimientos y cuente; la historicidad y contingencia de la desviación criminal, «cuerpo
experiencias hacia los órganos de persecución penaP"; cuidando de «no extraño» al sistema socialista; la naturaleza exclusivamente patológica
quedarse a mitad de camino»^\ en claro reproche al academicismo
y disfuncional de ésta; su posible y deseable extirpabilidad^®; actitudes
teorético de la Criminología burguesa exclusivamente obsesionada por
aberrantes como la del absoluto y universal desprecio que merece el
«explicar» el delito, en lugar de combatirlo. Sus portavoces oficiales,
infractor"; o políticas criminales agresivas y maximalistas, a modo de
siguiendo el espíritu de la conocida tesis decimoprimera de MARX a
cruzadas que pretenden utópica e ilegítimamente erradicar el crimen y
FEUERBACH, y la naturaleza «instrumental» de la Criminología al
eliminar el mero riesgo de la desviación dirigiendo los procesos de
servicio de la jurisprudencia y «como elemento parcial de la dirección de
socialización del ciudadano mediante u n a presencia asfixiante de los
la sociedad» ^^ socialista, reiteraron ser función prioritaria de aquella
mecanismos del control social, no parecen hoy compatibles con los
ciencia no ya «interpretar» la génesis de la criminalidad, sino «transfor-
presupuestos axiológicos del Estado «social» y democrático de Derecho.
mar» las causas económicosociales que la producen. Y erradicarlas,
Ni siquiera en aras de u n a eficaz prevención del delito y del óptimo
contribuyendo a la total implantación del socialismo en las diversas
esferas de la vida material e ideológica, así como en la propia vida rendimiento del sistema legal, i J s 9íJíj,;(ííxni;?H9 41^ ?<:
cotidiana^^. ..:,,..:.•-/-.", El espectacular giro experimentado por la Criminología «burguesa»,
cada vez más interesada por la prevención del delito como lo demuestran
La Criminología —en puridad, la Política criminaP'*— socialista ha los miles de programas de los que existe noticia^®, no deben difuminar las
conseguido «éxitos» indiscutibles en la prevención del delito. Pero profundas diferencias que separan ambos modelos criminológicos. Pre-
forzoso es reconocer, también, que el concepto de prevención cobra en venir el crimen significa en uno y otro marco político algo muy distinto.
este marco ideológico connotaciones muy singulares^^. Y que el rendi-
miento del control social no es el único ni principal indicador de su ,,,,.._ Durante los últimos cincuenta años la mayoría de los países industriales acusa
' ' uns¡gnificativoincrementodelatasadedelincuenc¡acomúnregistrada(polic¡almente).
; ' ' También en los países del antes llamado «Bloque del Este» se observa un fenómeno
• . -> semejante a partir del trascendental cambio político que tuvo lugar en los mismos a
' 1 finales de la década de los ochenta y comienzo de los noventa: el ascenso de la
^^ Vid., KAISER, G., Introducción a la Criminología., cit., págs. 66 y 67. l i . ,, criminalidad común registrada".
" Cfr., GARCÍA-PABLOS, A., Criminología, cit., pág. 369; KAISER, G., Introducción
a la Criminología., cit., pág. 67.
12 Así, GERZENSON, A.; KARPEC, l y KUDRAZAWJEW, W., Kriminologie: Lehrbuch.
Aktuelle Beitrage der Staats und Rechtswissenschaft, 1967, Heft. 20, Bd. 1 y 2., ^"^ La Criminología socialista sustenta una teoría 'exógena' de la criminalidad (vid.,
Postdam, Babelsberg, pág. 27; LEKSCHAS, J., Theoretische Grundlagen der GARCÍA-PABLOS, A., Criminología., cit., pág. 370.
í Sozialistischen Kriminologie, en: BUCHHOLZ, E., HARTMANN, R., LEKSCHAS, ^^ Sobre dicha actitud de 'desprecio' absoluto hacia el infractor, vid., KAISER, G.,
J. y STILLER, G.: Sozialistische Kriminologie. Ihre theoretische und methodische Introducción a la Criminología, cit., pág. 69. Desde coordenadas antropológicas y
Grundlegung, Berlín, 1971, págs. 76 y ss. uprnisti ori'l culturales muy distintas, la sociedad japonesa cultiva, también, una «cultura de la
1^ Así, LEKSCHAS, J., Theoretische Grundlagen, cit., pág. 71. •- : . vergüenza»: el delito estigmatiza a la propia familia, al grupo del infractor (vid.
^* Como matiza MERGEN, A., Die Kriminologie. Eine Systematische Darstellung, Ruth BENEDICT: The Chrysanthemum and the Sword, 1946. Boston).
1967 (Berlín, Frankfurt), Vahlen, F., págs. 15 y ss. 1® Unos 6.500 programas de prevención h a n contabilizado, para el decenio 1965 a
^^ Por de pronto, la prevención y control del delito deja de ser 'problemática'; y no se 1975 en los Estados Unidos, WRIGHT y DIXON (Community Prevention and
reserva a los órganos del Estado, ya que se entiende que «es cosa del pueblo» y debe Treatment of Juvenile Delinquency. AReview of Evaluations, en: JResCrim., 1977,
asumirse por todos los agentes sociales como 'acción colectiva'. Cfr., MERGEN, A., pág. 36). Cfr., KAISER, G., Introducción a la Criminología., cit., pág. 125.
• '- Die Kriminologie., cit., pág. 16; también, GARCÍA-PABLOS, A., Criminología, cit., 1^ Vid. KURY, H., Crime development in the East and the West: a comparison, en:
pág. 369 y ss. RASKA, E., SAAR, J. (edit.), Crime and Criminology at the end of the century. IX.
988 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 989
Con anterioridad al citado cambio político dos datos concretos distinguían la se desplaza, por tanto, de la ley al sistema legal, de las penas que el
realidad criminal de unos y otros países: en los del Bloque del Este, la tasa oficial de
ordenamiento contempla a la efectividad de éste; todo ello desde la
criminalidad era mucho más baja que la de los países occidentales según las
estadísticas policiales; sin embargo, la cuota de encarcelamiento en los otrora concreta y singular percepción del autor, cuyo proceso motivacional
países socialistas era más elevada que en los países industriales occidentales y las deviene más complejo.
penas más duras. Con el nuevo marco político de los países del «Bloque del Este»
-»RÍ<
la situación criminológica se ha invertido. La cuota de encarcelamiento se ha
reducido sensiblemente en estos últimos, mientras la tasa de criminalidad registrada
ha emprendido un incremento dramático, aún sin alcanzar todavía el nivel que a) Modelo clásico
ostenta en los países occidentales^"
Atener de un a opinión muy generalizada, el Derecho Penal simboliza
la respuesta primaria y natural, por excelencia, al delito, la más eficaz.
Dicha eficacia, además, depende fundamentalmente de la capacidad
disuasoria del castigo, esto es, de la gravedad del mismo. Prevención,
3 . M O D E L O S TEÓRICOS D E P R E V E N C I Ó N D E L DELITO. disuasión e intimidación, según esto, son términos correlativos :_el
^1 E X P O S I C I Ó N Y R E F L E X I O N E S CRÍTICAS incremento de la delincuencia se explica por la debilidad de la amenaza
penal; el rigor de la pena se traduce, necesariamente, en el correlativo
La respuesta tradicional al problema de la prevención del delito se descenso de la criminalidad. Pena y delito constituyen los dos términos
concreta en dos modelos muy semejantes: el clásico y el neoclásico. de una ecuación lineal. De hecho, muchas políticas criminales de nuestro
Coinciden ambos en estimar que el medio adecuado para prevenir el tiempo (recte: políticas penales) responden a este modelo falaz y
delito ha de tener naturaleza «penal»^^ (la amenaza del castigo); que el simplificador que manipula el miedo al delito y t r a t a de ocultar el fracaso
mecanismo disuasorio o contramotivador expresa fielmente la esencia de la política preventiva (en realidad, represiva) apelando en vano a las
de la prevención; y que el único destinatario de los programas dirigidos «iras» de la Ley.
a tal fin es el infiractor potencial. Prevención equivale a disuasión, a
disuasión a través del efecto inhibitorio de la pena. Las discrepancias El modelo tradicional de prevención no convence en absoluto, y por
son accidentales. El modelo clásico polariza en torno a la pena, y al rigor muchas razones. -
o severidad de ésta, la supuesta eficacia preventiva del mecanismo 1 Ante todo, la supuesta excelencia del Derecho Penal como instrumen-
intimidatorio. Participa, además, de un a imagen estandarizada y casi i to preventivo —frente a otras posibles estrategias— parece más produc-
lineal del proceso de motivación y deliberación. El denominado modelo I to de prejuicios o coartadas defensistas que de un sereno análisis
neoclásico, sin embargo, refiere la efectividad del impacto disuasorio o científico de la realidad^^. Pues la capacidad preventiva de un determi-
contramotivador más al funcionamiento del sistema legal, tal como éste nado medio no depende de su naturaleza (penal o no penal) sino de los
es percibido por el infractor potencial, que a la severidad abstracta de las efectos del mismo. Conviene recordar, a este propósito, que la interven-^
penas. En orden a la prevención de la criminalidad el centro de atención ción penal tiene elevadísimos costes sociales^^. Y que su supuesta
efectividad dista mucho de ser ejemplar. La pena, en puridad, no o
, -if;jinoríu-in . C »v,
disuade: atemoriza, intimida. Y r e f l ^ j n á s la inipotencia, el fracaso, la
ausencia de soluciones que la convicción y energía imprescindibles para
Baltic Criminological Seminar, 1966 (22 al 25 de Mayo), Tallin, 1997 (págs. 187 y
ss.). j ,1 l>í\ M
20
Vid. KURY, H., Sobre la relación entre sanciones y criminalidad, o: ¿qué efecto 'f.:>!"\ , 1 ' 1 - 1 9 7 i<l
preventivo tienen las penas?, en: Eevista de Derecho Penal y Criminología (UNED),
Número extraordinario sobre el Congreso de Derecho Penal y Criminología celebra- Sobre el problema, criticando la 'huida hacia el Derecho Penal', GAECIA-PABLOS,
do en la Universidad a Distancia en Noviembre del 2000 (págs. 281 y ss.). A., Problemas y tendencias actuales de la Ciencia Penal, en: Estudios Penales,
Criticando que la represión penal sea el instrumento de prevención: SACK, F., Barcelona (Bosch), 1984, pág. 123.
Právention durch Eepression? Aus der Sicht eines Kriminologen, en: Polizei und Vid., GARCÍA-PABLOS, A., La supuesta función resociahzadora del Derecho
Právention (BKA), 1976, Wiesbaden, págs. 36 y ss.
Penal, en: Estudios Penales, cit., pág. 95.
990 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGL^ 991
abordar_ los problemas sociales] Ninguna política criminal realista previsor, calculador, que no se aviene a la realidad por generalizar unos
puede prescindir de la pena, pero tampoco cabe degradar la política de clichés decisionales ni siquiera válidos para la delincuencia económica
prevención convirtiéndola en mera política penal. Que u n rigor desme- convencional (menos aún, desde luego, con relación a la denominada
dido, lejos de reforzar los mecanismos inhibitorios y prevenir el delito, criminalidad «simbólica» o «expresiva»)^°. Pues lo cierto es que el
tiene paradójicamente efectos criminógenos, es algo, por otra parte, infractor indeciso valora y analiza más las consecuencias próximas e
sobre lo que existe evidencia empírica^^. Más dureza, más Derecho inmediatas de su conducta (vg. riesgo de ser detenido, prisión provisio-
Penal, no significa necesariamente menos crimen. Del mismo modo que nal, etc.) que las finales o definitivas (gravedad de la pena señalada por
el incremento de la criminalidad no puede explicarse como consecuencia la ley p a r a el delito). Sus previsiones y actitudes, además, sitúan en
exclusiva de la debilidad de las penas o del fracaso del control social. planos muy distintos los «riesgos» improbables de padecer aquella pena
El modelo de prevención clásico, en segundo lugar, revela u n análisis y los beneficios seguros derivados de la comisión del hecho criminal.
Precisamente porque cuenta con librarse del castigo decide cometer el
demasiado primitivo y simplificador del proceso motivacional y del
delito^^. La certeza, pues, de unos beneficios inmediatos, seguros, preva-
propio mecanismo disuasorio^^, pues , como a d v i e r t e n KURY^*^,
lece sobre la eventualidad de unos riesgos que descarta o contempla
DÓLLING^'' y VILLMOW^*^ —entre otros muchos— quienes suponen
como improbables, por graves que éstos sean.
que la eficacia disuasoria del castigo depende del rigor o severidad del
mismo interpretan de modo simplificador y reduccionista u n marco de Las ciencias empíricas, finalmente, h a n demostrado la complejidad
relaciones psico-sociológicas mucho más complejo en el que interactúan del mecanismo disuasorio.[Todo parece indicar que en el mismo intervie-
un sinfín de v a r i a b l e s . ^ , , ^ f ^ ^ ^ ^ ^ r HiíMíHS'í&i;y nen muchas y diversas variables, que interactúan, además, de forma no
Profesa, en efecto, u n a imagen intelectualizada del infractor, casi siempre uniforme. La gravedad nominal del castigo, el rigor de la pena,
algebraica, ingenua, al suponer que la opción delictiva es producto de un es sólo u n a de ellas, de suerte que su concreto efecto inhibitorio o
balance de costes y beneficios; de u n a fría y reflexiva decisión racional contramotivador depende, caso a caso, del comportamiento e interacción
en la que el culpable pondera la gravedad de la pena señalada al delito de las demás variables^^.j Así, por ejemplo, u n a pena de seis años de
y las ventajas que éste le puede deparar^''. Estereotipo de delincuente privación de libertad ti'ene, sin duda, u n efecto intimidatorio muy
distinto en los siempre diferentes procesos motivacionales. No decide
sólo la duración del castigo (la duración abstracta y nominal de la pena):
la naturaleza del delito de que se trate, el tipo de infractor, el grado de
^* Sobre los efectos criminógenos de una pena desproporcionada, vid., GARCÍA-
PABLOS, A., Problemas y tendencias actuales de la Ciencia Penal, cit., pág. 123.
^^ Vid., ALVIRA MARTÍN, Francisco, El efecto disuasor de la pena, en: Estudios "Ylai hi k,.'>bí;íi«iijif3 x dOjgípajSj^ olun^'j
penales y criminológicos, VIL, (1984), Santiago de Compostela, págs. 11 y ss.
^^ KURY, H., Sobre la relación entre sanciones y criminalidad, o: ¿qué efecto preven-
^° Distinguiendo el efecto disuasorio de la pena en la delincuencia 'instrumental' (vg.
tivo tienen las penas?, en: Revista de Derecho Penal y Criminología, número
patrimonial) y en la 'expresiva' o 'simbólica' (vg. droga, delitos pasionales, etc.) y
extraordinario a propósito del Congreso de Derecho Penal y Criminología celebrado
manteniendo que falta dicho efecto en la última —o es muy reducido—: ALVIRA
en Noviembre del 2000 en la UNED, pág. 304.
MARTÍN, F., El efecto disuasor de la pena, cit., pág. 17 y 18. Sobre el delincuente
^^ DÓLLING, D., Was lásst die Kriminologie von der erwarteten spezial-und general
de las altas finanzas, el medio ambiente —en general, el crimen organizado—, etc.,
. práventiven Wirkungen des Jugend Kriminalrechts übrig?, en: Bundesministerium
que si condiciona la comisión del crimen a una positiva ponderación previa, racional
der Justiz. Das Jugendkriminalrecht ais Erfüllungsgehilfe geselschaftlicher
y objetiva, de los riesgos y beneficios, vid.: KURY, H., Sobre la relación entre
Erwartungen?, 1995, Bon, pág. 155.
sanciones y criminalidad ..., cit., pág. 308.
^* VILLMOW, B., Diversión auch bei wiederholten und schwereren Delikten:
^^ Muchos estudios empíricos demuestran precisamente que el delincuente padece
Entwicklungen und Kontroversen in Hamburg, en: Deutsche Vereinigung für
u n a «distorsión perceptiva», esto es u n a defectuosa percepción de la realidad que
Jugendgerichte und Jugendgerichts hilfen, DVJJ; Kinder und Jugendliche ais
le hace considerarse inmune a la ley y el castigo. Vid., ROSS, ROBERT, R.,
Opfer und Táter. Právention und Reaktion. Dokumentation des 24. Deutschen
FABIANO, E. y GARRIDO GENOVÉS, V., El pensamiento prosocial. El modelo
Jugendgerichtstages vom 18. bis 22 Serptember 1988 in Hamburg, 1999 (Godesberg),
cognitivo para la prevención y tratamiento de la delincuencia. Monográfico de la
págs. 428 y ss.
Revista «Delincuencia», 1990, n - 1 , pág. 31.
^^ Vid., ALVIRA MARTÍN, F., El efecto disuasor de la pena, cit., pág. 11.
32 En este sentido, GARCÍA-PABLOS, A., Criminología., cit., pág. 374 y ss.
992 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 993
apoyo informal que pueda recibir el comportamiento desviado^^, la pronti- informal que éste espera del entorno social si comete el delito, etc.^^;
tud e inmediación de la respuesta al mismo, la personalidad del delincuen- incluso, a lo que las investigaciones de Góttingen denominan «la expe-
te, el modo en que la sociedad y el delincuente perciban^'' el castigo riencia penal subjetiva»^^
(adecuación, efectividad, etc.) son circunstancias que condicionan decisiva-
mente el poder disuasorio concreto de aquél. Dicho de otro modo: una pena El efecto disuasorio real de la pena (de la amenaza o conminación penal) se halla
muy condicionado por \3, percepción subjetiva c/eiinfractorres'pec'LO a la virtualidad
de seis años de privación de libertad no intimida siempre lo mismo, ni de la efectiva imposición del castigo si comete el delito. Determinante será, en este
intimida siempre y en todos los casos más que una pena privativa de ' sentido, no la mayor o menor severidad nominal de la pena abstracta, sino el mayor
libertad de dos, de tres o de cinco años. o menor porcentaje de riesgo que asocia el delincuente potencial a la comisión del
delito valorando las circunstancias concretas del caso (grado de dificultad que
El rigor de la pena no es, desde luego, —a tenor de las investigaciones entraña la ejecución del delito, pericia y capacidad propia para llevarla a cabo
empíricas— el único ni el principal factor. No se puede asociar, por tanto, exitosamente, efectividad real del sistema legal, etc.).
severidad del castigo y efecto disuasorio de éste, sin ofrecer un a imagen En dicho cálculo o evaluación de las consecuencias próximas derivadas de la
comisión del delito, las investigaciones empíricas pj^recen haber verificado dos
simplista de un a realidad mucho más compleja en la que intervienen extremos^**. En primer lugar, que el infractor —sobre todo, el habitual— adopta-una
numerosas variables psicológicas y sociológicas. Todo parece indicar que actitud marcadamente más optimista en la ponderación de riesgos que el ciudadano
en el proceso de deliberación el infractor pondera el riesgo-—maypr~o^ respetuoso de lasjeyes. Tal actitud puede deberse a una cierta distorsionen la~
menor— de ser descubierto (siempre subjetivamente apreciado), sibien percepción de la realidad , o «síndrome de optimismo» no justificado, característico
del perfil psicológico del infractor, o todo lo contrario: al pragmatismo y experiencia
dicha evaluación del i-iésgo es un a variable de escasa significación y al
de éste, que le permiten valorar con realismo la escasa efectividad del sistema legal
parecer solo tiene relevancia en infracciones menores. Pero más aún que y, portante, la alta probabilidad de cometer el delito impunemente. Enjegundo lugar,
el riesgo a ser descubierto, determinadas circunstancias y condiciones que, a su vez, ef grado de optimismo tí\\\ere según la naturaleza del delito y la
relativas al proceso de socialización (transmisión de normas y valores, '-' ''-^ personalidad correlativa de su autora El delincuente sexual, por ejemplo, no suele
encuadramiento del individuo en u n concreto contexto social, grado de -• •; i • siquiera plantearse la posibilidad de ser castigado. El delincuente contra el patrimo-
nio y la seguridad vial, por el contrario, calcula racionalmente los riesgos de la
vigencia real de las normas y presión de éstas sobre el comportamiento comisión del delito. Más aún lo hace, sobre todo, el delincuente en el ámbito
desviado) poseen un decisivo peso específico disuasorio^^. Entre estas socioeconómico y el medio ambiente, y, desde luego, las corporaciones en el
últimas variables, las diversas investigaciones conceden especial signi- particular de las sanciones pecunañas^^ En el caso del delincuente terrorista, el
ficación al mayor o menor grado de conciencia de la obligatoriedad de la -• ''í efecto disuasorio del castigo —incluido el de máximo rigor— depende menos de la
'ir;, i percepción subjetiva del autor sobre el riesgo de imposición de aquel y de su
norma en cuanto compromiso y experiencia moral del sujeto, medida
severidad que en el de otros delincuentes.
según la reprochabilidad del hecho; a la frecuencia de la comisión del
delito en el círculo de amigos y allegados al infractor; a la reacción
No le faltaba razón, pues, a BECCARIA al mantener ya en 1764 que
lo decisivo no es la gravedad de las penas, sino la prontitud con que se
impongan; no el rigor o la severidad del castigo, sino su certeza o
^^ Sobre la relevancia de otra variable: la posibilidad de 'redefinir' el rol de delincuen-
te, vid. ALVIEA MARTÍN, F., El efecto disuasor de la pena (citando las investiga- infalibilidad: que todos sepan y comprueben —incluido el infractor
ciones de TOBY), cit., pág. 18. potencial, decía el autor— que la comisión del delito implica indefecti-
"* El efecto disuasorio solo puede producirse, en todo caso, a través de la representa- blemente la pronta imposición del castigo^". Que la pena no es un riesgo
ción simbólica o anticipación cognitiva del castigo. Dicha mediación simbólica futuro e incierto sino un mal próximo y cierto, inexorable. Pues si las
obliga a poner el acento en la «percepción subjetiva» de aquel. Vid. ALVTRA
í.iUKlKi.Hüc: ,.í>!v ,aoDol 'loq ,£-.?r8B,loo3n BisuDga o Ofn8í:)rcBlo on-'.Bbosn IB irídoy
MARTÍN, F., El efecto disuasor de la pena., cit., pág. 14 y 15.
Cfr. KURY, H., Sobre la relación entre sanciones y criminalidad, cit., págs. 303 y
304, sintetizando los resultados de las investigaciones de: BOCK (1991), VILLMOW
:. :JIJT ..I .noLmira ,,8.D .íEraoaa .obíinaa sj.
(1999), SCHUMANN (1984), DÓLLING (1984), SCHÓCH (1988), HEINZ (2000), ^' Por todos, SCHÓCH, H., Zur Wirksamkeit der Generalprávention, en: Prank, C. y
MÜLLER-DIETZ (1996), etc. otros. Der Sachverstándige im Strafrecht/Kriminalitatsverhütung, 1990, págs. 91
y ss.
Vid. La síntesis acertada que realiza HEINZ, W., Kriminalpolitik an der Wende
^^ Cfr. GARRIDO, V. y otros. Principios de Criminología, cit., págs. 196 y ss.
zum 21. Jahrhundert: Taugt die Kriminalpolitik des ausgehenden20. Jahrhunderts
^^ Cfr., GARRIDO, V. y otros. Principios de Criminología, cit., págs. 196 y ss.
für das 21. Jahrhundert? Bewáhrungshilfe, 2000, págs. 147 y ss. ;_,^,, j^,
*o De los delitos y las penas, Madrid (Aguilar), 1974, págs. 128 a 134. ,, ,,„,=,,»
994 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 995
leyes nacen para ser cumplidas, habrá que convenir con el ilustre gectores de la delincuencia (vg. ocasional). Pero no cabe esperar dema-
milanés, que sólo la efectiva aplicación de la pena confirma la seriedad siado del mismo. El sistema legal deja intactas las «causas» del crimen,
de la conminación legal. Que la pena que realmente intimida es la pena actúa tarde (desde u n punto de vista etiológico), cuando el conflicto se
, que se ejecuta: que se ejecuta pronto, que se ejecuta de forma implacable" manifiesta (opera, pues, sintomatológicamente). Su capacidad preven-
^y habría que añadir: que se percibe por la sociedad como jusiaTy^ tiva, en consecuencia, tiene unos límites estructurales insalvables. A
} merecida. .; - medio y largo plazo no resuelve por sí mismo el problema criminal cuya
is ;^0-/-:. stesfe snoQ sk th Ijfefwmofí
dinámica responde a otras claves.
b) El modelo neoclásico uo'asionBíenuoib eísí o En segundo lugar, y contra lo que a menudo se supone, no parece ya
razonable atribuir los movimientos de la criminalidad (el incremento o
Para la denominada escuela neoclásica (o moderno clasicismo) el el descenso de sus índices) a la efectividad —mayor a menor— del
efecto disuasorio preventivo aparece más asociado al funcionamiento sistema legal. Ni la fragilidad de éste, sin más, determina u n ascenso
(efectividad) del sistema legal que al rigor nominal de la pena*^ Sus correlativo de la criminalidad (de la criminalidad «real», naturalmente,
teóricos, de hecho, atribuyen la criminalidad al fracaso o fragilidad de no de la «oficial» o «registrada»), ni una mejora sensible de su rendimien-
_ aquél, a sus bajos rendimientos. Mejorar la infraestructura y la dotación to reduce en la misma medida los índices de criminalidad. No existe tal
del sistema legal sería la más adecuada y eficaz estrategia para prevenir correlación porque el problema es bastante más complejo y obliga a
la criminalidad: más y mejores policías, m á s y mejores jueces, más y ponderar otras muchas variables. Por la misma razón, mejorar progre-
mejores cárceles. De este modo se «encarecen» los costes del delito para siva e indefinidamente los resultados de la prevención del delito a través
" el infractor, —aseguran—, que desistirá de sus planes criminales al del sistema legal, potenciando el rendimiento y efectividad de éste es
comprobar la efectividad de u n sistema en perfecto estado de funciona- una pretensión poco realista, condenada al fracaso a medio plazo*®. De
miento"'^. La sociedad, concluyen los partidarios de este enfoque neoclásico, una parte, porque no falta razón, quizás, a quienes invierten la supuesta
tiene el crimen que quiere tener, pues siempre podría mejorar los relación de causa a efecto, afirmando que no es el fracaso del sistema
resultados de la lucha preventiva contra el mismo, incrementando legal lo que produce (causa) el incremento de la delincuencia (efecto),
progresivamente el rendimiento del sistema legal; perfeccionando el sino este último (el aumento de la criminalidad) el que ocasiona la
equipamiento y dotación de éste. Invirtiendo más y más recursos en sus fragilidad y el fracaso del sistema legal*^. Y de otra, porque no se deben
necesidades h u m a n a s y materiales cabría siempre esperar y obtener, de confundir la criminalidad «real» y la «registrada», suponiendo errónea-
forma sucesiva e ilimitada, más éxitos y mejores resultados*^. mente que los valores de esta última constituyen u n indicador seguro de
la eficacia preventiva del sistema legal. Más y mejores policías, más y
Pero este modelo de prevención tampoco convence. mejores jueces, más y mejores prisiones —decía a este propósito un
' E n orden a la prevención del crimen, la efectividad del sistema legal autor— significa más infractores en la cárcel, m á s penados, pero no
es, sin duda, relevante, sobre todo a corto plazo** y con relación a ciertos necesariamente menos delitos*''. Una sustancial mejora de la efectividad
del sistema legal incrementa, desde luego, el volumen de crimen regis-
<^ajr!.' • HHnp nm<i h¡^í)0 '*o^í4^^. Jal) 11:913fcsrqnii %+gpTfí n' • trado, se captura más crimen y reduce la desproporción entre los valores
«oficiales» y los «reales» (cifra negra). Pero no por ello se evita mas
* Sobre el moderno clasicismo o escuela neoclásica, por todos, vid., SCHNEIDER, B!i'i.t:..ín,«-j5Vj;rr-:oq f ;í;,.'"JjKf r i-i u u f>o'j'-
H.J., Kriminologie., 1987 (Walter de Gruyter), págs. 364 y ss.
*2 E n este sentido, BECKER, G.S., EHRLICH, L, TULLOCK, G., COOK, Ph. J-, - '.^'yvJ^> • . r f ( .'"-ílü '
R U B Í N , P.H., etc. Cfr., GARCÍA-PABLOS, A., Criminología, cit., pág. 375 y ss. de lo que se suponía en la observancia de las leyes Vid , KAISER, G-; ^^ ^°
^'^ Así, R U B Í N , Paul H., The Economics of crime. (Ralph Andreano-John J. Siegfried- a la Criminología., cit., pág. 121.
44
editores: The Economics of Crime), 1980, págs. 13 a 25. "^ Vid., GARCÍA-PABLOS, A., Criminología, cit., págs. 376 y ss. Q^^
Investigaciones empíricas parecen demostrar, por ejemplo, que disuade más al ""^ Vid., GWYNN NETTLER, Explaining Crime, 2^ Ed., 1978, pág- ^ " ''
infractor indeciso el riesgo de ser descubierto que la gravedad nominal, mayor o SCHNEIDER, H.J., Kriminologie., cit., pág. 368.
menor, de la pena. Que el marco legal de ésta o su medición judicial influyen menos "' Así, JEFFERY. Cfr., GARCÍA-PABLOS, A., Criminología, cit., ibidem-
996 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 997
crimen ni se produce o genera menos delito en idéntica proporción: se variables: si es cierto —o no— que la amenaza de la pena evita la
detecta más crimen. Mala política criminal aquella que contempla el comisión de delitos y previene la criminalidad; si la imposición y
problema social del delito en términos de mera «disuasión», desenten- cumpHmiento de la pena concreta mitiga —o no— el riesgo de reinciden-
diéndose del imprescindible análisis etiológico de aquél y de genuinos cia del infractor. E n definitiva, sí existe evidencia empírica de que la
programas de prevención (prevención primaria). pena satisface las necesidades y expectativas sociales^" que los modelos
disuasorios asignan al castigo.
Pésima política criminal aquella que olvide que las claves de una
prevención eficaz del crimen residen no en u n fortalecimiento del control Verificar empíricamente la efectividad real del castigo es, sin duda, una imperiosa
necesidad. De Jieciio, sin embargo, las numerosas teorías que esgrime la doctrina
social «formal» sino en u na mejor sincronización del control social sobre las funciones de la pena carecen de sustrato científico —de apoyo empírico—
«formal» y el «informal»''^ y en la implicación o compromiso activo de la y, por tanto, no están en condiciones de legitimar el castigo'^'. Son especulaciones,
comunidad. 13 jai, » voaJiwili proposiciones normativas, que operan en el ámbito del debersery que la realidad
ítiiei J:í>'£'iK';"
empírica no refrenda. Algún autor ha censurado recientemente el contrasentido de
Es imprescindible distinguir entre «política criminal» y «política que la propia justicia criminal —institución estatal que despliega una intervención de
penal», si no se quiere privar de contenido y autonomía el propio trascendencia máxima para el individuo y la sociedad— haya eludido todo control
concepto de «prevención». Este último reclama cierta política criminal empírico sin preocuparse de comprobar científicamente si dicha intervención
(de base etiológica, positiva, asistencial y social, comunitaria), no fórmu- cumple los objetivos que la legitiman^^ pero la propia Criminología empírica se ha
desentendido también del estudio de la realidad del castigo, y de la efectividad de
las represivas o intimidatorias, meramente sintomatológicas, que se las diversas sanciones, hasta hace pocos lustros^^. Los estudios econométricos
desentienden de las raíces del problema criminal y prescinden de toda sobre la eficacia preventivo general de la pena se inician en la década de los setenta
información científica al respecto. o finales de los sesenta^*; y el estado de la investigación al respecto, según Bock, es
en la actualidad «más que pobre»^^. Más recientes aún son los metaanálisis que
i
998 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 999
tratan de evaluar las investigaciones empíricas sobre la eficacia preventivo especial
m de la pena. De hecho, las decisiones políticas se rigen más por actitudes y elevados de reincidencia se apreciarían en los penados que padecieron
percepciones de la población (que pulsan las encuestas) que por criterios científico
á empíricos de racionalidad y utilidad^'*.
condenas más rigurosas y estrictas**".
En cuanto a la eficacia preventivo general de la pena, los autores
b) Se ha afirmado en una obra de reciente publicación^^ que son pocos estiman que aquella parece más asociada al riesgo o probabilidad de
los estudios empíricos dirigidos a verificar los efectos reales del castigo descubrimiento del delito que al rigor o severidad nominal del castigo
(en particular, la capacidad disuasoria de éste) —todos, se advierte, mismp^^, todo ello siempre desde la percepción subjetiva del infractor,
realizados por psicólogos, sociólogos y criminólogos— sorprendiendo "^ue evaluaría, caso a caso, la entidad del mencionado riesgo o probabi-
que la doctrina penal se haya desentendido del problema, y que se limite lidad de ser detenido. La gravedad de la pena y de su régimen de
a crear, interpretar y aplicar las leyes. ~^ cumplimiento carecería de relevancia en orden a la capacidad disuasoria
de aquélla como instrumento de prevención'^^, lo que podría predicarse,
^ Los autores de la obra citada, partiendo de la experiencia empírica, también, de la pena capital y su nula incidencia en las tasas de
entienden que ésta refuta los postulados básicos de los modelos homicidios®^.
disuasorios. Desmentiría, desde luego, la supuesta encada preventivo
especial de la pena (en el delincuente concreto que la padeció), incapaz
de evitar su reincidencia. Y solo verificaría, parcialmente además, las
c) Las tesis de la obra reseñada merecen alguna matización.
exigencias de la prevención general en cuanto que el riesgo o probabili-
dad de que se descubra el delito y detenga al infractor (y_no el rigor del En primer lugar, no parece razonable se reproche indiscriminada y
_castigo) parece ser un elemento esencial en orden a la prevención de la categóricamente a la doctrina penal no haberse esforzado por verificar
criminalidad^^. con un método empírico los efectos reales del castigo. Ni tampoco que se
identifique a aquélUa con los postulados de los modelos disuasorios.
El fracasopreventivo-especial de la pena —siempre según los autores
mencionados— se habría constatado en una investigación de REDON- En efecto, la crítica desconoce que la Ciencia del Derecho, a pesariie„
DO, FUNES y LUQUE sobre la reincidencia en el delito^^jmjs^pñncipal su indiscutible aproximación a la realidad social, a los sistemas sociales
conclusión fue que la prisión,/)er se, no previene ni evita la recaída^eiid^ y al mundo empírico durante los últimos lustros, no es ni puede ser una
delito. Del estudio examinado se desprendería —contra las premisas y ciencia empírica, sino normativa. No corresponde, pues, a la misma la
postulados de los modelos disuasorios— que los índices de reincidencia verificación empírica de la capacidad disuasoria real de la pena y sus
aumentan con el incremento de la frecuencia de ingreso en prisión del variables, sino a otras disciplinas.
infractor y con el de la duración de la prisión y rigor de_las condiciones
de cumplimiento y extinción de la condena. Esto es: la probabilidad de Or.r . .10
reincidir aumenta en proporción al número de veces que el infractor
había ingresado en prisión, y a la duración de ésta. Y los índices más
60
Cfr., GAEEIDO, V. y otros, Principios ..., cit., págs. 192 y 193. Los autores citan
1 ' Uíf , ti }í ¡fui I otras investigaciones que también refutan los postulados de los modelos disuasorio's,
si bien discrepan en parte de las conclusiones de la de Eedondo, Funes y Luque.
'! r. Concretamente, las de LIPTON, MARTINSON y WILKS, de 1975 {The effectiveness
«9
of correctional treatment: A Survey of treatment evaluation studies. New York.
^^ Como advierte, con razón, KUEY, H., Sobre la relación entre sanciones y crimina- Praeger), y BRODY, de 1976 [The Effectiveness of Sentencyng. Home Office
lidad ..., cit., pág. 291. Research Study, 35. Londres, HMSO), Según estas últimas el efecto de la cárcel en
^' GAKEIDO, V. y otros, Principios ..., cit., págs. 191 y ss. HÍUÍH .Aivitm SÍ; la vida futura de los condenados es mínimo, no apreciándose diferencias sustancia-
^^ GAKEIDO, V. y otros, Pr¿w«p¿os..., cit., pág. 199. ' "' les en la conducta posterior entre quienes cumplieron penas de corta o de larga
^^ Justicia Penal y reincidencia. Barcelona, 1994. F u n d a d o J a u m e Callis. La inves- duración (GARRIDO y otros, op. cit., pág. 194). '¡vi,»,,:)
61
tigación, realizada sin grupo de control, ponderó la reincidencia de una muestra de Cfr., GAEEIDO, V. y otros, Principios ..., cit., págs. 194 y ss.
62
485 delincuentes por un período de seguimiento de tres años y medio. Cfr., GAEEIDO, V. y otros, Principios ..., cit., pág. 199. '"jñAí)
63
Cfr., GAEEIDO, V. y otros. Principios .., cit., págs. 197 y 198. " ' \ m
1000 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 1001
r Por otra parte, sería injusto ignorar que u n a de las constantes pena es solo un «medio», no un «fin», en si misma. Castigamos, pues, «ne
/históricas de la evolución del Derecho penal moderno es, precisamente peccetur», no «quia peccatum est», ya que —afortunadamente— la pena
/ su progresiva racionalización y autolimitación: la necesidad imperiosa jia perdido su aureola mágica, sacra y solo se legitima en cuanto cumpla
/ de verificar y controlar sus objetivos®'' sometiendo a u na abierta crítica las funciones que se le asignan. La historia y la experiencia h u m a n a han
el efecto real de sus instrumentos. La crisis definitiva de las llamadas avalado su eficacia preventivo-general como instrumento al servicio del
teorías absolutas de la pena®^, el debate sobre la (supuesta) función control y evitación del delito, pues sus fracasos —ciertos y llamativos,
\ resocializadora de ésta®®, los serios esfuerzos por someter a límites el como demuestran los índices de criminalidad— no pueden ni deben
principio intimidatorio, distinguiendo entre intimidación y prevención 'ensombrecer aquélla. Sabemos que, a pesar de la pena, siguen
(general positiva)®'', la búsqueda de sustitutivos y alternativas a la pena cometiéndose delitos. Pero, sin duda alguna, es fácil suponer que se
de prisión clásica, reduciendo en todo caso su duración y mejorando el cometerían muchos más, y que .devendría imposible la convivencia, hoy
régimen de cumplimiento de la misma®® expresan, inequívocamente, la por hoy, sin la pena.
mencionada tendencia racionalizadora de la Ciencia Penal.
Además, la doctrina penal contemporánea —y sobre todo, la llamada
'^ Tampoco parece correcto identificar la opinión dominante de la teoría de la prevención general positiva— subraya hast a la saciedad que
doctrina penal contemporánea sobre los fines de la pena con los postu- no pueden identificarse los conceptos de prevención general e intimida-
lados de los modelos disuasorios, abiertamente criticados, por cierto, en ción o disuasión. La pena, según dicha tesis, sería u n poderoso instru-
páginas precedentes de esta obra. La doctrina penal española, a mi mento de integración social, de suerte que su capacidad disuasoria
juicio, no comparte las premisas metodológicas ni las implicaciones pasaría a u n segundo plano comparada la misma con su «fuerza creadora
políticocriminales de un paradigma que polarice el debate sobre el de costumbres» al actuar como «indicador» y «censura» de la conducta
castigo en torno a la idea de intimidación eficaz q que iegitima-éste prohibida formulando el correspondiente tabú®®.JLaj)ena^ cumple, por_
apleando a sus brillantes éxitos preventivo generales_y, prexe.ntivo tanto,-:--_se insiste—una función «pedagógica», de ejemplaridad, «ético-
especiales. Menos aíín, que asocie tal efectividad al rigor y severidad del social», reforzando la pretensión de vigencia de las normas jurídicas en
castigo, desconociendo otras muchas variables. i|.ít Tá conciencia de la comunidad a través del «veredicto» que la conmina-
ción legal entraña^".
Existe, en efecto, un amplio consenso doctrinal cuando se define la
pena como «amarga necesidad» según fórmula que utilizó con éxito el Desde la famosa obra de BECCARIA( 1764), sin embargo, sabemos no
Proyecto Alternativo de Código Penal alemán (1966). La pena nació solo que la necesidad es el fundamento último del castigo («toda pena que
como institución —y se justifica, día a día-z:^px(r-¥azones de.estricta no se deriva de la absoluta necesidad es tiránica»), decía el autor^^ sino
necesidad social, como instrumento indispensable para la salvaguarda que la propia eficacia intimidatoria de la pena no depende de su rigor y
de la sociedad y prevención del crimen. Los penalistas hemos entonado severidad, sino de la certeza («infalibilidad») y prontitud con que se
hace ya tiempo el «definitivo adiós a Kant y Hegel», aceptando que la imponga, entre otros factores. La pena «cierta», «pronta», «necesaria» y
naía go-roii;,!,; io.í'.CS'f y Sfef .TOfiq*,.iK) V.- kÍK\io«rÁ',ñoí.íó'V ^V ,Du.t: «proporcionada» al delito —aseguraba el Marqués de Beccaria— es más
— Hoq aoí nBÍj/tai í i'iidfnEí 'nsp 89f i obcyi tasv eficaz que la pena dura y crueF^. La pena injusta o desproporcionada
^* Portodos, STRATENWERTH, G.,DieZukunftdesstrafrechtlichenSchuldprinzips. aterroriza, no intimida, desacredita al sistema y a menudo produce
''f * 1- Edición (1977), Heidelberg-Karlsruhe, Müller Juristischer Verlag (4), págs. 5 a efectos criminógenos, según acredita u n a dilatada experiencia históri-
•• 7. Cfr., GARCÍA PABLOS, A., Derecho Penal. Introducción, cit., (2^ Ed.), pág. 104. ca. Esta ha demostrado, también, los riesgos de un a concepción estrie-
'^^ Sobre el problema, vid., GARCÍA PABLOS A., Derecho Penal, Introducción, (2'
Ed.), cit., págs. 132 y ss. os! .^üq •u^liolJ-
^'^ Cfr., GARCÍA PABLOS, A., Derecho Penal. Introducción, cit., (2^ Ed.) págs. 159 y
ss. Cfr., GARCÍA PABLOS, A., Derecho Penal. Introducción, cit., (2^ Ed.) págs. 143 y
^^ Cfr., GARCÍA PABLOS, A., Derecho Penal Introducción, cit., (2^ Ed.), págs. 141 y 144, citando a H. Mayer, Cerezo, Antón Oneca y otros.
ss. Así, STRATENWERTH, G., Strafrecht, A.T., cit., pág. 26.
®^ Cfr., GARCÍA PABLOS, A., Derecho Penal. Introducción, cit., (2^ Ed.) págs. 104 y De los delitos y de las penas. Madrid, Alianza, 1969, Cap. III, pág. 28.
72
ss. De los delitos y las penas. Capítulo 47, pág. 112.
1002 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 1003
tamente intimidatoria del castigo, que entroniza el terror penal, mediatiza
atribuirse la recaída en el delito en tales casos solo y exclusivamente a
al penado en aras de fines prevencionistas y esgrime la pena pública
la pena, ni es correcto extrapolar esta conclusión, desde luego, con
por decirlo con palabras de Hegel— como «el amo que levanta el bastón
pretensiones de universalidad, a todos los supuestos de reincidencia
contra el perro»^^.
afirmando la inutilidad del castigo.
f Que los alarmantes índices de reincidencia demuestran, en buena No obstante, se comparte la aprecración básica de la obra comentada (fracaso
medida, el fracaso preventivo especial de la pena, es casi u n tópico en el preventivo especial de la pena en orden a la evitación de la reincidencia) siempre que
debate doctrinal sobre los efectos reales del castigo. Ahora bien, sin no se confunda ia mínima capacidad preventivo especial de la pena —cierta— con
desconocer que ni el incremento de la criminalidad responde necesaria la efectividad del tratamiento. Pues, como se observará a continuación los más
recientes metaanálisis no descartan el efecto preventivo-especial del tratamiento,
y exclusivamente al fracaso del control social formal, ni la pena se
sino el de la pena.
justifica solo o prioritariamente por exigencias de prevención especiaF*.
Finalmente, y contra lo que mantiene AKERS''^ la doctrina penal no Por lo que se refiere al (relativo) fracaso preventivo general de la
ignora la denominada «disuasión informal»^'^, esto es, la existencia de pena^®, tampoco parece sea ésta, en puridad, la conclusión que se
sanciones o consecuencias sociales negativas asociadas a la comisión de
un delito e imposición de la pena que, desde luego, pueden intervenir en
78 TITTLE, Ch.R. y A.R. ROWE, Certainty of Arrest and Crime Rates: A Further Test
los procesos motivacionales y disuasorios con indudable eficacia preven-
of the Deterrence Hipótesis. Social Forcé 52,1974, págs. 455 a 462; SAMESON, R.
tiva. Lo que sucede es que el lenguaje abstracto del Derecho oculta una y J. COHÉN, Deterrent Effects ofthe Pólice on Crime: A Replication and Theoretical
dimensión importante del problema y da la falsa sensación de que al Extensión. Law and Society Review 22, 1988; págs. 163 a 191; WILSON, J.O. y
jurista solo le interesa un análisis formal del mismo''''. BARBARA BOLAND, The Effect of Pólice on Crime. Law and Society Review 12,
1978, págs. 367 a 384; ANDERSON, L.S., CHIRICOS, Th.G. y WALDO, G.P.,
Formal and informal sanctions: a comparison of deterrent effects, en: Social
Problems, 1977 (25), págs. 103 y ss.; JACOB, H., Deterrent Effects of Formal and
i ' d) En cuanto al radical fracaso preventivo especial y preventivo Informal Sanctions. Law and Policy Quarterly 2, 1980, págs. 61 y 60; JENSEN,
general de la pena que se t r a t a de fundamentar empíricamente en la G.F., M. ERICKSON, and J.P. GIBBS, Perceived Risk of Punishment and Sell-
o b r a c o m e n t a d a ( P r i n c i p i o s de C r i m i n o l o g í a ) , p r o c e d e n dos Reported Delinquency. Soical Forces 57, 1978, págs. 57-78; LOGAN, C.H., Arrest
puntualizaciones. Rates and Deterrence. Social Science Quarterly 56, 1975, págs. 329 a 344;
LUNDMAN, R.J., One-Wave Perceptual Deterrence Research: Some Grounds for
'* Ante todo, que no cabe generalizar las conclusiones que se obtienen the Renewed Examination of Cross-Sectional Methods. Journal of Research in
de investigaciones realizadas sin el necesario grupo de control, como Crime and Delinquency 23 (1986), págs. 370 a 388; MEIER, R.F. and W.T.
JOHNSON, Deterrence as Social Control: The Legal and Extralegal Production of
sucede con la mayoría de los trabajos que se citan con el objeto de ilustrar Conformity. American Sociological Review 42, 1977, págs. 292 a 304; MINOR,
la incapacidad de la pena para prevenir la reincidencia. Ni puede W.W., A Deterrence-Control Theory of Crime. In R.F. Meier (ed.), Theory in
Criminology. Beverly Hills: Sage, 1977, págs. 117 a 137; MINOR, W.W. and J.P.
,-jíj « í i j j p iisxíi, Vzt JSUH i.U J ^ » « t > " - O J Í Í 9 Ü I B « B D B X I O I " HARRY, Deterrent and Experiential Effects in Perceptual Deterrence Research: A
Repliction and Extensión. Journal of Research in Crime and Delinquency 19,1982,
'^ Cfr., GAECÍA PABLOS, A., Derecho Penal. Introducción, cit., {2" Ed.) págs. 141 y págs. 190 a 203; PATERNÓSTER, R., L.E. SALTZMEN, T.G. CHIRICOS and G.P.
ss. WALDO, Perceived Risk and Deterrence: Methodological Artifacts in Perceptual
'^^ Cfr., GARCÍA PABLOS, A., Derecho Penal. Introducción, cit., (2^ Ed.) págs. 156 y Deterrence Research. Journal of Criminal Law and Criminology 73, 1982, págs.
ss. 1.238 a 1.258; del mismo, Perceived Risk and Social Control: Do Sanctions Really
''^ Críminologícal Theories, 1997. Los Angeles. Eoxbury Publishing Company. Cfr., Deter?. Law and Society Review 17, 1983, págs. 457 a 479; PATERNÓSTER, R.,
GARRIDO, V. y otros. Principios..., cit., pág. 199. L.E. SALTZMAN, G.P. WALDO, and T.G. CHIRICOS, Estimating Perceptual
'"' Sobre la disuasión informal, vid. GARRIDO, V. y otros, Principios..., cit., págs. 198 Stability and Deterrent Effects: The Role of Perceived Legal Punishment in the
y 199. Inhibition of Criminal Involvement. Journal of Criminal Law and Criminology 74,
Naturalmente —y aunque no suela explicitarse— cuando el jurista pondera el 1983, págs. 270 a 297; PATERNÓSTER, R., and L. lOVANNI, The Deterrent Effect
efecto disuasorio de la pena de prisión, no contempla solo la duración nominal o of Perceived Severity: A Reexamination. Soical Forces 64, 1986, págs. 751 a 777;
efectiva de ésta, sino todo lo que implica una privación de libertad en la esfera PATERNÓSTER, R., The Deterrent Effect of the perceived certainty and severity
personal, profesional, laboral, familiar, social, etc., etc. of punishment: a review of the evidence and issues, en: Justice Quarterly, vol. 4, n-
1004 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 1005
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1006 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGL^ 1007
De Otra parte, cuando se habla del efecto preventivo general del castigo se fracaso de la pena privativa de libertad (del encarcelamiento) incapaz de
piensa en algo más que el mero impacto intimidatorio, disuasorio, de éste en ei
infractor potencial; y, desde luego, suele asociarse no ya a la pena abstracta y reducir las tasas de reincidencia.
nominal que la ley señala al delito sino al funcionamiento del sistema legal y sus Pesimista fue la conclusión de Robert Martison^' cuando entonó el radical
.TiJf diversas instancias (policía, tribunales, etc.). «nothing works», y más matizada, pero también negativa, la obra de este mismo
autor en colaboración con DOUGLAS S. LIPTON y J. WILKS''^
Otro tanto cabe afirmar de la investigación de D.A. ANDREWS y J. BONTA, para
Por lo demás, las investigaciones empíricas más recientes parecen
quienes el efecto medio del encarcelamiento sobre la prevención es del -0'02. Por
corroborar —con distintas precisiones y matices— los dos postulados el contrario, dicho efecto medio es positivo (-i-0'13 por coeficiente pi) entre tratamien-
que se analizan. ^mñ¡'i hottalogimi Rcwew 42. to en instituciones cerradas y prevención, lo que demuestra según Andrews y Bonta
que el efecto del tratamiento correccional es más intenso y positivo, en términos de
En cuanto a la eficacia preventivo especiaP^ del castigo, recientes prevención de la reincidencia, que el de las sanciones penales no acompañadas del
metaanálisis que se comentan en el Capítulo XXIV®° demuestran el oportuno tratamiento. Además, a juicio de los autores, comparando el efecto
preventivo especial del encarcelamiento con el de otras posibles medidas y técnicas
-II9G mBimanmtí mam^mi&^m'ú MÍÍMÍÍMWÍ-MJS tefocf;»'. de control (vg. vigilancia policial, libertad condicional vigilada, custodia en libertad,
etc.), todo indica que cuanto más profunda e intensa sea la presión del sistema penal
ra ANDREWS, D.A., I. ZINGEE, E.D. HOGE, J.BONTA, P. GENDEEAU y P.T. (vg. encarcelamiento), menos probable será que el penado deje de delinquir de
CULLEN, Does Correctional Treatment Work? A Psychological Informed Meta- nuevo una vez cumplida la condena (-0'07 por coeficiente pi)^^.
Analysis. Criminology 28, 1990, págs. 369 a 404; CULLEN, F. Y P. GENDEEAU, LIPSEY, en su metaanálisis sobre 397 estudios en torno a programas de
The effectiveness of Correctional Eehabilitation. En L. GOODSTEIN y D . L ! tratamiento halla una relación global entre prevención y tratamiento del 0'172 medido
MACKENZIE, eds., The American Prison: Issues in Eesearch Policy. New York: según el effectsize. Para el autor, los tratamiento más útiles son los diseñados para
Flenum Press, 1989; LAB, S.P. y WHITEHEAD, J.T., An Analysis of Juvenile delincuentes de mayor riesgo, los que contemplan, también, a familiares y amigos
^ Correctional Treatment. Crime &Delinquency 34, 1988; No. I: 60-83; LIPSEY, ••^'~ cercanos al infractor, los que requieren un contacto fluido y prolongado con
M.W., Design Sensitivity Statistical Power for Experimental Research. Sage 9P'- asistentes sociales, los que no se agotan en la función estrictamente correccional y
' Publications: Thousand Oaks, C.A.; del mismo, Juvenile Delinquency treatment: A
-' Meta-analytic Inquiry intho the Variability of Effect; En Meta-analysis for
' Explanation: A Casebook. T.D. COOK, H. COOPEE, D.S. COEDEAY, H.
; HAETMANN, L. V. HEDGES, E. J. LIGHT, T.F. MOSTELLER, New York: Russell
Sage; del mismo, What do We Learn from 400 Eesearch Studies on the Effectiveness Juvenile Delinquency treatment: A Meta-analytic Inquiry into the Variability of
' of Treatment with Juvenile Delinquents?. En What Warks: Reducing Offeding. Effects. In Meta-analysis for Explanation: A Casebook. T.D. COOK, H. COOPEE,
Edited by J a m e s McGuire: John Wiley & Sons: Chichester, England; LIFTON, D.S. CORDRAY, H. HARTMANN, L.V. HEDGES, R. J. LIGHT, T.F. MOSTELLER.
' Douglas S., The Effectiveness of Correctional Treatment Eevisited Thirty Years New York: Ruseel Sage, 1992; del mismo, What do We Learn from 400 Research
Later, 12th International Congress on Criminology in Soule, South Korea; LIPTON, Studies on the Effectiveness of Treatment with Juvenile Delinquents?. In What
D., S., MARTINSON, E. Y WILKS, J., The Effectiveness of Correctional Treatment, Works: Reducing Offending. Edited by J a m e s McGuire: John Wiley & Sons:
New York: Praeger Publishers, 1975; MARTINSON, R., What Works? Questions Chichester, England, 1995; LIPTON, D.S., The Effectiveness of Correctional
and Answers About Prison Reforme. The Public Interest 15, 1974, págs. 22 a 45; T r e a t m e n t Revisited Thirty Years Later. 12th Internationa l Congress on
ANDREWS, D.A. and James Bonta, The Psychologyof Criminal Conduct. Cincinnati: Criminology in Soule, South Korea, 1998; LIPTON, D.S., MARTINSON, R. And
The Anderson Pubhshing Co., 1998; ANDREWS, D.A., I. ZINGER, R.D. HOGE, J. i Wilk, J., The Effectiveness of Correctional Treatment. New York: Preager Publishers,
BONTA, P. GENDEEAU, and F.T. CULLEN, Does Correctional Treatment Work? : 1975; MARTINSON, R., What Works? Questions and Answers About Prison
A Psychological Informed Meta-Analysis. Criminology, 28,1990; págs. 369 a 404; Eeform. The Public Interest 15,1974; págs. 22 a 45; del mismo, New Findings, New
CULLEN, F. And P. GENDREAU, The Effectiveness of Correctional Rehabilitation. Views: A Note of Caution regarding Sentencing Eeform. Hofstra Law Eeview 7,
In L. Goodstein, and D.L. MacKenzie, eds., The American Prison: Issues in 1979; págs. 243 a 258; PALMEE, TedB., Matching Worker and Client in Corrections.
Research Policy, New York: Plenum Press, 1989; GEEENBEEG, David F. and Social Work 18, 1973, págs. 95 a 103.
• RONALD C. KESSLEE, The Effect of Arrests on Crime. A Multivariate Panel **° Vid. Infra., Cap. XXIV, 3.5'.
• Analysis. Social Forces 60, 1982; págs. 771 a 790; LAB, Steven P. and John T. ®^ What Works? Questions and Answers About Prison reform, The Public Interest, 15
' WHITEHEAD, An Analysis of Juvenile Correctional Treatment. Crime & (1974), págs. 24 y ss.
Delinquency 34, No. 1,1988, págs. 60-83; LEEMAN,P.,Community Treatment and ®^ The Effectiveness of Correctional Treatment, New York, 1975, Prager Publischers.
Social Control: A Critical Analysis of Correctional Policy, Chicago: The University ^^ The Psychology of Criminal Conduct, 1998, Cincinnati: The Anderson PubHsching
' of Chicago Press, 1975; LIPSEY, Mark W., Design Sensitivity Statistical Power for Co., especialmente, pág. 263. Cfr., FEEDINAND, Th., Does Punishment Work?,
Experimental Research. Sage Publications. Thousand Oaks, C.A.; 1990; del mismo, cit., págs. 335 y ss. (traducido por A. SERRANO MAÍLLO).
lUlU ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 1011
ofertan, además, programas de otra naturaleza, y los denominados programas
multlmodales'"'. En este mismo sentido, ANDREWS y BONTA''^ estiman que los La incapacidad de la pena de muerte"^ para prevenir el delito parece, sin
programas más efectivos son los que se centran en casos de especial riesgo, en embargo, obvia, aunque no pueda hablarse, desde luego, de la existencia de un
Isoib hábitos y actitudes específicamente criminógenas y los que se ajustan a los estilos
omai personales del penado.
LIPTON''^ después de revisar la efectividad preventivo especial de tratamientos
Bieq
de muy diversa naturaleza,llegó a la conclusión de que mientras el castigo es inútil SORENSON, J., WRINKLE, R., BREWER, V. y MARQUART, J., Capital
para prevenir el delito (la prisión no mitiga a las tasas de reincidencia), el tratamiento punishment and deterrence: Examining the effect of execution on murder in Texas.
puede ser eficaz, especialmente, la supervisión intensiva del infractor en comunidad, Crime and Dehquency, 45 (1999), págs. 481 y ss.; THOMSON, E., Effects of an
los programas educativos para jóvenes y los tratamientos de inspiración cognitiva o execution on homicides in California. Homicide Studies, 3 (1999), págs. 129 y ss;
basados en el aprendizaje social. ZITELMANN, R., Mehrheit pládiert für Todesstrafe. Umfrage: 55 Prozent wollen
LAB y WHITEHEAD, menos optimistas, rechazan la posibilidad de un efecto hárteste Sanktion bei Kindesmord. Die Welt, 14 agosto de 1998; SNELL, T., Capital
rehabilitadoráe\ tratamiento, excepto en el caso de los programas de desjudicialización punishment 1998. U.S. Department of Justice, Office of Justice Programa. Bureau
eíS.íífl; («diversion>>)^^.di3oq ZÍ of Justice Statistics Bulletin, 1999. Washington; Mignon, S.I., Holmes, W.M.,
H^.iiuq 1ÍUMBÍ10IV .0v; icnínc» Pólice recruits' a Hitudes toward the death penalty. Criminal Justice Policy
'* En cuanto a la eficacia preventivo general de la pena (y de las diversas Review, 1999, 10., págs. 29 y ss.; BAILEY, W.C, The Deterrent Effect of the Death
Penalty for Murder in California. Southen California Law Review 52, 1979, págs.
instancias del sistema legal) existe una experiencia empírica difícil de 743 a 764; Disaggregation in Deterrence and Death Penalty Research: The Case of
abarcar, tanto por su volumen como por su dispersión. Aparte de la ya Murder in Chicago. Journal of Criminal Law and Criminology, 74,1983 , págs. 827
examinada en torno a la eficacia disuasoria del castigo y sus variables^^, a 859; Murder and Capital Punishment:An Analysis of Televisen Execution
interesan las investigaciones realizadas sobre la efectividad de la Publicity. American Sociological Review 55; 1990, págs. 628 a 633; Deterrence,
Policía, sobre la pena de muerte y sobre la pena privativa de libertad. Brutalization and the Death Penalty: Another Examination of Oklahoma's Return
to Capital Punishment. Criminology 36,1998, págs. 7 1 1 a 733; BAILEY, W.C. and
y isno-; Las consecuencias de la hue/ga cíe /apo//aay su repercusión en los índices de
R.D. Peterson, Murder and Capital Punishment: A Monthly Time Series Analysis
criminalidad es uno de los temas clásicos (huelgas de Boston, Montreal, Helsinki, of Execution Publicity. American Sociological Review 54, 1989, págs. 722 a 743;
etc.). De tales investigaciones se desprende un incremento selectivo de la delincuen- Capital Punishment, Homicide, and Deterrence: An Assessment of the Evidence,
cia, esto es, aumenta el número de delitos graves (por ejemplo, los robos con in Studying and Preventing Homicide, edited by M.D. Smith and M.A. Zahn.
violencia) pero no, vg. el de los asesinatos. En la hipótesis contraria, una especial Thousand Oaks, CA: Sage, 1999, págs. 223 a 245; BALDUS, D. and J. COLÉ, A
'o efectividad de la Policía disminuye la comisión de ciertos delitos, pero no la de otros"^. Comparison of the Works of Thorsten Sellin and Isaac Ehrlich on the Deterrent
Effects of Capital Punishment. Yale Law Journal 18, 1975, págs. 170 a 18;
'' ' K BOWERA, W.J., The Effect of Execution Is Brutalization, Not Deterrence. 1988,
págs. 49 a 89, in Capital Punishment: Legal and Social Science Approaches, edited
by K.C. Haas and J.A. Inciardi. Newbury Park, CA: Sage; BOWERS, W.J. andG.
Pierce, The Illusion of Deterrence in Isaac Ehrlich's Research on Capital Punishment.
LIPSEY, M. W., Juvenile Delinquency treatment: A Meta-analj^ic Inquiry into the Yale Law Review 85,1975, págs. 187 a 208, del mismo, Deterrence or Brutalization:
Variability of Effects, en: Meta-Análisis for Explanation: A Casebook. New York, What Is the Effect of Execution?. Crime and Delinquency 26,1980, págs. 453 a 484;
fafi
1992: Russell Sage, págs. 98 y ss. y 122 y ss. Del mismo: What do We learn from 400 COCHRAN, J.K., M.B. CHAMLIN, and M. SETH, Deterrence or Brutahzation?An
Research Studies on the Effectiveness of Treatment with Juvenile Delinquents?, Impact Assessment of Oklahoma's Return to Capital Punishment. Criminology, 32,
en: What Works: Reducing Offending, 1995, Chischester (England), Edit. J.Mcquire: 1994, págs. 107 a 134; DECKER, S.H. and C.W. KOHFELD, The Deterrent Effect
John Wiley-Sons. Cfr. FERDINAND, Th., op. cit., pág. 336. of Capital Punishment in the Five Most Active Execution States. A Time Series
The Psychology of Criminal Conduct, cit., págs. 261 y ss. Cfr. FERDINAND, The., Analysis. Criminal Justice Review 15, 1990, págs. 173 a 191; EHRLICH, I.,
op. cit., pág. 336. Participation illegitimate activities: a theoretical and empirical investigation.
The Effectiveness of Correctional Treatment Revisited Thirty Years Later, 12- Journal ofPoliticalEconomy 81(3), 1973, págs. 521 a565; del mismo, The Deterrent
International Congress on Criminology in Soule, South Korea, págs. 26 y ss. Cfr. Effect of Capital Punishment. Working Paper 18, National Bureau of Economic
FERDINAND, The., op. cit., págs. 337 y ss. Research, 1973, del mismo, The Deterrent Effect of Capital Punishment. A
An Analysis of Juvenile Correctional Treatment, en: Crime-Delinquency, 1988,34, Question of Life and Death. American Economic Review 65,1975, págs. 397 a 417;
ns 1, págs. 77 y ss. Cfr. FERDINAND, Th., op., cit., pág. 340. del mismo. Capital Punishment and Deterrence. Journal of Political Economy 85,
88
Vid. supra..., en este mismo Capítulo XXIII, 3.a), a propósito de la crítica al modelo 1977, págs. 741 a 788; FOX, J.A., Persistent Flaws in Econometric Studies of the
clásico de prevención. Deterrent Effect of the Death Penalty: A Discussion of Layson's Findings. Testimony
Sobre el problema, vid. FERDINAND, Th., op. cit., pág. 331. t..-. .;• to the Subcommittee of Criminal Justice, Committee on the Judiciary, U.S. House
of Representativos, May 7,1986; FOX, J.A. and M.L. RADELET, Persistent Flaws
1012 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA. 1013
de vista preventivo general, ni preventivo especial, cabe esperar que un c) El enfoque situacional como modelo prevencionista
endurecimiento del castigo reduzca los índices de delincuencia juve-
niP^^ a'. I n t r o d u c c i ó n
- ' E n resumen: la imprescindible verificación empírica de la efectividad Se analizan, a continuación, u n conjunto muy heterogéneo de teorías
del castigo y sus variables se plantea hoy en u n marco ambiental muy que contemplan el crimen como opción racional, utilitaria, instrumen-
singular por el incremento de las tasas de la delincuencia durante las tal, altamente selectiva (el delito busca el espacio adecuado, el momento
últimas décadas y el de la actitud punitiva de u n a sociedad alarmada e oportuno, la víctima propicia, etc. etc.) propugnando, en consecuencia,
insegura como la de nuestro tiempo, transida de conflictos y frustracio- una intervención específicamente dirigida a neutralizar aquellas situa-
nesi24, coyuntura que explica u n a confianza injustificada en la eficacia ciones de riesgo (oportunidades) que ofrecen u n mayor atractivo al
del castigo, en la severidad de la pena, y en políticas penales de infractor.íVfTorr>Ruíríí .«ateL'MiíJafi .H9Íe"fO{trn9.i sfífHííirTRvl ««AÍ
desmedido rigor («zero-tolerance», ley conocida como «three-strikes» • E l postulado de la selectividad del crimen, postulado paradigmático de la llamada
etc.) de elevados costes sociales. Sin embargo, y aún cuando el castigo prevención situacional, revela el inequívoco parentesco de este análisis con las
cuenta con u n a secular legitimación ética y moral que pocos cuestionan, teorías espaciales y ambientalistas expuestas en otro lugar de esta obra^^'. Por otra
desde u n punto de vista científico, estrictamente, empírico, no hay parte, el subrayado utilitarista del delito, como opción racional e instrumental,
aproxima, también, la llamada prevención situacional al enfoque neoclásico,
evidencia de su efectividad preventivo general.ÍNo hay constancia de que
economicista, que ve en el crimen una opción reflexiva, calculada, oportunista, que
el rigor de la pena o el aumento de las cuotas de encarcelamiento ¡Jéics pondera los costes, riesgos y beneficios en función siempre de una oportunidad o
reduzcan las tasas de la criminaHdad y eviten el delitol Este tiene sus sv. ,bfc- situación concreta^^'^.
claves propias, su propia dinámica, ajena en buena medida —como en su j ' C v ; ' ü v .'•.""•*.:""^!./v¿::',-^ 'fcí^x*.,•...* ->"ni.,Mv%.' f. ^^ ^. % ^r-^.^-*\r'
día advirtió FERRIi25_ al sistema penal, a las leyes que dictan los No se trata, en puridad, de u n modelo o paradigma prevencionista en
poderes públicos y sentencias que ponen sus tribunales. La prevención sentido e s t r i c t o , sino de h i p ó t e s i s y t e o r í a s d e s o r d e n a d a s y
a través del Derecho Penal cuenta con unas limitaciones estructurales fragmentariamente insertas en u n marco teórico aún poco preciso y
obviasi26. Pero, lamentablemente, las decisiones políticas y las políticas definido.
criminales prefieren optar por un Derecho Penal simbólico que sustituye
"-'"' Todas estas orientaciones tienden a sustituir los modelos clásicos explicativos
criterios científico-empíricos de utilidad y eficacia como legitimación del "O- del delito (de base socio-estructural o psico-dinámica) por un análisis estrictamente
castigo (instrumental) por la fácil cobertura de actitudes y expectativas 'i'J situacional. Algunas de ellas toman en cuenta de forma prioritaria los espacios
sociales no siempre regidas por principios de racionaHdad y proporción. j-- //5/¿r¿'5;otras, el comportamientoáe\ individuo en dichos espacios físicos. Y no faltan
- " autores que incluyen estas teorías situacionales entre lo que denominan teorías
- i> integradoraso generalesáe \Si cnmmaMaá^^'^ 3-«oc?mK?aif)'
•x.-, ...¿Títóibñíef o\
. - .goÍ3©8S9b Í:C fiol ojLBlq otio.0 a ..s&Tísmte« s i -
ítLíJ.mW
^^"^ Las teorías espaciales, que arrancan del modelo «ecológico» tienen, como se indicó,
DOLLING, D., Mehrfach auffallige Junge Straftáter-Kriminologische Befunde una clara vocación 'prevencionista' más acusada aiín que la 'etiológica'. Vid., supra,
-Gfi und Reaktionsmoglichkeiten der Jugend Kriminalrechtspflege. En- Zentralblatt capítulo XVI, 7 (Teorías ambientales y prevención del delito).
für Jugendrecht, 1989, págs. 313 y ss. Cfr. KUEY, H., Sobre la relación entre ^^^ Sobre este enfoque economicista, vid. supra, capítulo VI, 2.A).d,2' (El moderno
sanciones y criminalidad, cit., pág. 308. clasicismo o neoclasicismo), cuyos principales representantes (Becker, Ehrlich,
Cfr. KUEY, H., Sobre la relación entre sanciones y criminalidad, cit., págs. 281 y Tullock, Rubin, etc.) contemplan el crimen como 'opción económica' (economic
ss. cholee) y racional, reclamando u n a respuesta del sistema que se ajuste tanto en lo
126 ^^"^•^^' ^•' Los nuevos horizontes ..., cit., págs. 233 y ss. u^^liX^líZ . operativo como en lo decisional al binomio costes-beneñcios.
Como afirma HEINZ (Kriminalpolitik an der Wende, cit., pág. 157), «la criminali- ^"^^ En este sentido, ROLDAN, H., La seguridad privada en la prevención del dehto, en
dad está influida por un amplio número de factores económicos, sociales, individua- La Ley (6.II.2001), pág. 4. El autor considera ejemplos representativos de la
, t-í . les y situacionales que se hallan regularmente fuera de la influencia del sistema primera opción (espacialista en sentido estricto) a SHERMAN, GARTIN y
jurídico-penal». BUERGER. De la segunda , a F E L S O N. Y de la t e r c e r a a H I R S C H I y
1020 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 1021
Las numerosas investigaciones empíricas realizadas durante los b'. E v o l u c i ó n d e las t e o r í a s p r e v e n c i o n i s t a s d e orientación
últimos lustros de acuerdo con este enfoque, son fruto del más riguroso situacional
pragmatismo, que busca éxitos preventivos a corto plazo, operando con
el criterio de la relevancia estadística de determinadas variables Las teorías prevencionistas, de orientación situacional (espaciales,
espaciales, temporales, personales, situacionales. Esto es, se desvincula ambientalistas, etc. etc.) se desarrollan, fundamentalmente, a lo largo
deliberadamente la prevención de la criminalidad de todo análisis y de las dos últimas décadas (del pasado siglo XX). Entre sus principales
diagnóstico etiológico de este problema social. Dicho de otro modo: la representantes cabe citar a: CLAREE, R., FELSON, M., COHÉN, L.,
denominada «prevención situacional» no se interesa por las «causas» del 'CORNISH, B., TREMBLAY, P., HARRIS, P.M., etc., etc.i^o. Particular
delito (prevención primaria), sino por sus manifestaciones o formas de relevancia tiene la aportación de las investigaciones de CLARKE, R. y
aparición, instrumentando programas que se limitan a neutralizar las FELSON, M.i3i_
«oportunidades» (variables temporales, espaciales, situacionales, etc.),
pero dejan intactas las raíces profundas del problema criminal. A juicio de MEDINA ARIZA, principal valedor en España de este
modelo prevencionista en ciernes^^^, la prevención situacional del delito
No es de extrañar que estas teorías situacionales prescindan de toda nace en la unidad de investigación del británico Home Office cuando R.
referencia a la etiología del delito y renuncien al variado repertorio CLARKE era su director. En 1976 el Home Office realizó u n estudio
teórico de modelos explicativos del mismo. sobre suicidios, constatando que cuando el gas tóxico (método de suicidio
De una parte, y en el ámbito general de la propia Criminología, se aprecia, preferido hasta el momento por los ciudadanos británicos) fue sustituido
le» también, un cierto clima de hastío y escepticismo respecto a la virtualidad y por el gas natural en sus domicilios, el número total de suicidios
perspectivas del más elemental de los objetivos de esta ciencia: la explicación del disminuyó significativamente. R. CLARKE interpretó este hecho en el
crimen. Lo que avala no ya el éxito de otros paradigmas o modelos teóricos
explicativos del delito no etiológicos (por ejemplo, el de control), sino el claro
consenso tácito existente en torno a pretensiones en otro tiempo secundarias: la
\ o prevención y la intervención en el problema criminal. Hoy interesa más, pues, ^"^^ Una completa reseña bibliográfica sobre la prevención situacional, en: MEDINA
prevenir el crimen e intervenir en el mismo, que elaborar nuevos expedientes ARIZA, JUAN J., El control social del delito a través de la prevención situacional,
teóricos explicativos del comportamiento delincuencial. Pero de otra parte, la Revista de Derecho Penal y Criminología, Universidad Nacional de Educación a
sov sociedad exige hoy a sus políticos e instituciones un control del delito eficaz, con Distancia, n- 2 (1998), en prensa (Se cita la paginación provisional del propio autor).
resultados a corto plazo, que evidencien la rentabilidad de los recursos públicos e i^*! De los muchos partidarios de este enfoque (COHÉN, L.E., CORNISH, D.B.,
inversiones destinadas a tal fin. Los programas de prevención primaria concitan HARRIS, P.M., BRANTINGHAM y BRANTINGHAM, P.J. y P.L., MAYHEW, R.,
escaso entusiasmo porque nadie apuesta por intervenciones altruistas a medio y ROSS, H. etc.), destacan: CLARKE, R., y FELSON, M. Vid: CLARKE, R. (edit),
largo plazo cuyos éxitos, difíciles de evaluar, cosecharán en cualquier caso otros. Es Situational Crime Prevention. Successful Case Studies, 1992. Albany, NY: Harrow
lógico, por tanto, optar por estrategias abreviadas de prevención que, por contar con and Heston; del mismo: The distribution of deviance and exceeding the speed limit,
un sólido apoyo estadístico (alta selectividad temporal, espacial y situacional del en: The British Journal of Criminology, 36, 2 (1996), págs. 169 y ss.; del mismo:
crimen) aseguran, al menos, a corto plazo los rendimientos deseados. Crime Prevention Studies, Preventing Mass Transit Crime, 1996, vol. 6, Monsey
(NY), Criminal Justice Press; CLARKE, R. y FELSON, M. (edits.), Routine Activity
and Rational Cholee. Advances in Criminological Theory, vol. 5 (1993), New
La denominada «prevención situacional» centra todas sus investiga-
Brunswick, Transaction Publishers; CLARKE, R. y HARRIS, P.M., A rational
ciones y programas de intervención, de hecho, en la delincuencia cholee perspective on the targets of automobile theft, en: Criminal Behavior and
utilitarista de las bajas clases sociales urbanas, que alarma al ciudada- Mental Health, 2 (1992), págs. 25 y ss; CLARKE, R., y WEISBURD, D., Diffusion
no. Su mensaje es, por tanto, social y político criminalmente conservador of crime control benefits: Observations on the reverse of displacement, en: Crime
y defensista. Se t r a t a de prevenir eficazmente el crimen, sin analizar ni Prevention Studies, vol. 2 (1994); FELSON, M., Crime and Everyday Life. Insights
and Implications for Society, 1994, Thousand Oaks, CA, Pine Forge Press; del
incidir en las raíces últimas de este doloroso problema social. mismo, A crime Prevention extensión service (en: Crime Prevention Studies, vol.
K< (jujind S'iíeuo ownyíj.d ib i- a c a í i-^b o' n i oraoj o/'jh-íS^ 3, Monsey 1994, New York, Criminal Justice Press, edit. Clarke, R.); del mismo:
' s í í . f>iípv'jq;í)Gbriij^y9 í i\.H y J i ' I J O Í I •fasífU'^ Those who discourage crime, en: Crime and Place. Crime Prevention, vol. 4, 1995
(John, E. y Weisburd, D., edits.). Cfr., MEDINA ARIZA, J. J., El control social del
GOTTFREDSON. Con buen criterio estima que la teoría de las actividades delito, cit., ibidem.
rutinarias o cotidianas de FELSON es una de las teorías situacionalistas.
i^'^ Vid. MEDINA ARIZA, J. J., El control social del delito, cit. ..., ibidem. -^ - •
XUÜ
ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 1023
sentido de que del m.ismo modo que muchos de los ciudadanos que
habían adoptado la seria decisión de suicidarse renunciaron a materia- criminal, altamente selectivo, que merece un análisis autónomo capaz
lizarla al carecer de la oportunidad de hacerlo en la forma escogida, sin de identificar y valorar sus variables principales (oportunidad).
buscar un método alternativo, muchos delincuentes harían lo propio En efecto, la Criminología tradicional subordina la prevención del delito al estudio
esto es, renunciarían a la comisión del delito, si una inteligente política previo de sus causas. Cualesquiera que fueren éstas (teorías de la criminalidad),
preventiva incidía en el factor «oportunidad» disminuyendo las posibi- entienden los partidarios de la denominada prevención situacional, el análisis
tradicional comporta inequívocas connotaciones deterministas, tanto en la explica-
lidades de éxito del infractor. Casi al mismo tiempo, en los Estados ción misma del delito como en el modo de entender la intervención preventiva en el
Unidos, JEFFERY, R^''^ NEWMAN, O.^^^y GOLDSTEIN, H.^^s propon- mismo^^**.
drían un modelo de prevención criminal basado en la modificación del
ambiente físico^^'^, incluso a través del diseño arquitectónico y urbanís- Por ello, a las teorías etiológicas de la criminalidad oponen los
tico y un modelo policial no reactivo sino proactivo que diseñase políticas
partidarios de la prevención situacional las llamadas teorías del cri-
y estrategias de prevención situacional. La noción «espacio defendible»,
men^^^. Y al enfoque etiológico y determinista otro meramente descrip-
de NEWMAN^^'^ sugeriría, por ejemplo, la adopción de muchas medidas
tivo, situacional, atento a una evidencia empírica: que el delito no es un
atentas a la selectividad temporal y espacial estadísticamente significa-
fenómeno casual, fortuito, aleatorio, sino selectivo, que busca el lugar
tiva del crimen (reducir la altura de los edificios, controlar los puntos de
oportuno, el tiempo idóneo, la víctima propicia, precisamente por tratar-
acceso, modificar el aspecto externo llamativo de ciertas construcciones,
se de un a opción racional, instrumental. Así, —afirman los partidarios
mejorar la iluminación, incrementar el tráfico peatonal, etc. etc.).
del modelo situacional— mientras las teorías de la criminalidad preten-
den prevenirlo a través de ambiciosos e irrealizables programas sociales
y de desarrollo económico que alteren el entorno social, o mediante
c'. F u n d a m e n t o del m o d e l o p r e v e n t i v o s i t u a c i o n a l: s u s p r i n c i p a - utópicos proyectos de rehabilitación que conviertan al infractor en
les tesis
Ay modélicos ciudadanos, las teorías del crimen sugieren u na intervención
en las situaciones y contextos donde éste se manifiesta con una signifi-
' Las teorías preventivas, de base situacional, se presentan a sí cativa relevancia estadística, esto es, incidiendo en el factor oportuni-
mismas como alternativa fecunda al modelo clásico y etiológico de dad"*^. Racionalidad e instrumentalidad del crimen, selectividad de éste
prevención de las denominadas teorías de la criminalidad. Conciben el en sus formas de aparición a tenor del factor oportunidad e intervención
crimen como una opción racional e instrumental. Y propugnan, ante preventiva situacional son tres nociones que definen el hilo argumental
todo, una intervención preventiva en las variables más relevantes del
de este nuevo modelo en ciernes. Í;,, jiiovinuesi!'; i- :* ín(,
suceso criminal al que reconocen u na dinámica propia.
En las muy heterogéneas teorías de la prevención situacional el
a) Teorías de la criminalidad versus teorías del crimen. Los teóricos
concepto de oportunidad pasa a un primer plano porque es el que
de la prevención situacional reprochan a la Criminología tradicional su
permite explicar por qué el delito se concentra en determinados espacios
análisis etiológico, determinista, desconocedor—dicen— del componen-
y momentos. Pero su contenido es poco homogéneo. Unas veces el
te racional de la conducta humana, y de la dinámica del propio acto
incremento de oportunidades (se t r a t a siempre de un criterio diferen-
''•'IHiL. cial) tiene su origen en cambios sociales y tecnológicos. Otras, en estilos
••?'aJ«í^, i ..íiíisi •}„i5;,;tijIBMt 4iSÍtH^^
íf4i
de vida que conllevan u na mayor exposición a lugares, situaciones y
133
personas peligrosas. Otras, incluso, conectan con la variable sexo, edad elemento, el facilitador del crimen, es decir, personas que suministran
o clase social. las herramientas necesarias para el delito^**^, elemento que guarda
Como lian demostrado COHÉN y FELSON^''^ momentos de bienestar económi- indiscutible parentesco con la «disponibilidad de cómplices» a la que se
.'(: 00 pueden propiciar un aumento significativo de oportunidades criminales, y según refiere TREMBLAY"^.
é; todos los indicios el riesgo de vlctimización se comporta de forma distinta según las
La teoría de las actividades rutinarias de FELSON y OCHEN explica el incremen-
i£^.. variables sexo, edad, y clase social en la medida en que unas y otras conllevan
to de las tasas de criminalidad como consecuencia, a su vez, de un incremento del
tetflSi distintos estilos de vida y, en consecuencia, una mayor o menor exposición a
factor riesgo {oportunidad) de comisión del delito (o de exposición a éste) determi-
3 situaciones de riesgo^^.En todo caso, según FELSON"^ el crimen tiene una
nado por el cambio de los estilos de vida y de la organización social. Para los autores,
dinámica propia ajena a cuestiones estructurales y sociopolíticas como ia desigual-
los cambios estructurales de la vida moderna en cuanto a las actividades rutinarias
'J' r'', dad, la pobreza, el desempleo, la justicia social y el sistema del bienestar. Lo decisivo
de las personas incrementan las tasas de la delincuencia, porque la sociedad
w i : " * a tal efecto es observar los contextos espacio-temporales que delimitan su comisión:
moderna ofrece al delincuente potencial más objetivos asequibles, más víctimas
tí7? ' cómo se produce en el tiempo y en el espacio, en qué situaciones y bajo la
propicias y mejores oportunidades. Permanentes desplazamientos de un lugar a
T0"'" convergencia-estadística de qué factores.
otro, por ejemplo, aumento del tiempo que se pasa fuera de casa, aumento y mayor
[r
visibilidad de las propiedades y de las transacciones explicarían que el gran
•3 COHÉN y FELSON h a n ofrecido sugestivas formulaciones teóricas escaparate de la sociedad del consumo exhiba tentadoramente al infractor potencial
de la noción de oportunidad con su conocida «routine activity approach» más y mejores oportunidades para delinquir: más objetos a su alcance, más
víctimas, más circunstancias y situaciones de exposición al riesgo, mejores técnicas
o enfoque de las actividades cotidianas. A tenor de la misma, el crimen
e instrumentos para la comisión del delito. La teoría de las actividades rutinarias
se produce cuando convergen en tiempo y espacio tres elementos: la " confiere, pues, a la actividad criminal naturaleza ecoiógicademaáa de la interacción
presencia de un delincuente motivado, un objetivo alcanzable y la '•• ''' de elementos en el espacio-tiempo, afirmando la interdependencia entre delincuente
ausencia de un guardián capaz de prevenir su comisión"''. El propio y víctima, en el sentido de que la estructura espacial y temporal de actividades
F E L S O N " ^ h a a ñ a d i d o dos f a c t o r e s m á s q u e i n c r e m e n t a n ,,. rutinarias lícitas del ciudadano (víctima) influiría al afirmar la interacción de elemen-
tos en el espacio-tiempo, y sostener la interdependencia entre delincuentes y
significativamente la oportunidad criminal o riesgo de que se cometa el víctimas^'"'. No en vano, para esta teoría la estructura temporal y espacial de
delito: la ausencia del denominado supervisor íntimo (persona próxima ?•; n actividades rutinarias lícitas de los ciudadanos (víctimas) juega un papel decisivo en
al infractor que neutraliza o frena su potencial delictivo) y el comporta- •;;; í-j la configuración del factor oportunidad.
miento del denominado gestor del espacio o personas con competencia
para controlar y vigilar algunos de éstos (portero, vigilante, conductor de Las teorías de la prevención situacional, de otro lado, subrayan las
autobús, etc. etc.). Por su parte, CLARKE sugiere la inclusión de otro dimensiones temporal y espacial del delito, fuertemente asociadas a la
distribución de los objetivos y del movimiento cotidiano de los
infractores"^.
i .(', .Bísn ,Jh no u 1. i S
"1 Vid. COHÉN, L. y FELSON, M., Social Change and Crime Rate Trends: A routine
M'
Activity Approach, en: American Sociológica! Review, vol. 44 (1979), págs. 588 y ss.
Cfr., MEDINA ARIZA, J. J., op. cit., pág. 4 y ss.
^^^ Sobre la información que aportan al respecto las encuestas de victimización, vid.,
supra. capítulo V, 4°. "8 Cfr. MEDINA ARIZA, J. J., op cit., pag_ 4, nota 4_
"=* FELSON, M., Crime and everyday life, 29. Ed. (1998). Fine Forge Press, Thousand i« TREMBLAY, P., Searching for co-offenders, en: CLARKE, R., y FELSON, M.,
Oaks., págs. 19 y ss. Cfr. ROLDAN, H., La seguridad privada en la prevención del (edits). Routine Activities and Rational Cholee. Advances in Criminological Theory,
delito. La Ley, 6.IL2001, págs. 4 y ss. 1993, vol. 5, New Brunswick, NJ, Transaction Publischer, Cfr. MEDINA ARIZA, J.
"* Vid. COHÉN, L. y FELSON, M., Social Change and Crime Rate Trends, cit. (1979), J., op. cit., pág. 4, nota 4.
mantienen que el crimen se produce cuando concurren temporal y espacialmente i« Vid. GARRIDO GENOVÉS, V. y otros, op. cit., págs. 203 y 204.
u n infractor motivado, u n objetivo alcanzable y la ausencia de un tercero, con i« Vid. BRANTINGHAM, P.J. y BRANTINGHAM, P. (edits), Environmental
capacidad para intervenir en la situación y disuadir al delincuente (Cfr., MEDINA Criminology, 1991 (2- Ed.), Prospect Heights, II, Waveland Press; de los mismos:
ARIZA, J. J., pág. 4). Criminality of Place. Crime Generators and Crime Attractors, en: European
"5 FELSON, M., Those who discourage crime, cit., Cfr., MEDINA ARIZA, J. J., op. Journal on Criminal Policy and Research. Crime Environments and Situational
cit..., pág. 4, nota 4. _ ,.....„ Prevention, 3 (3), 1995, págs. 5 y ss. Cfr. MEDINA ARIZA, J. J., op. cit., pág. 7.
1026 ANTONIO GAECÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 1027
Numerosas investigaciones empíricas han demostrado que existen determina- Por el contrario, la sustracción de vehículos para uso temporal sucedía, sobre todo,
'BU-IB "^°^ «puntos calientes»^^" porque ciertas áreas o lugares y momentos aumentan las en automóviles deportivos de fabricación americana y aspecto atractivo. Por último,
" oportunidades criminales, buscando selectivamente el crimen tales «HOT POTS» y en cuanto al robo de vehículos para su uso permanente, se observaban índices
muy semejantes en vehículos muy caros y vehículos, no tan caros, deportivos de
fabricación extranjera. La constatación de inequívocos índices diferenciales de
Por último, como apuntan CORNISH y CLARKE^" las teorías de la riesgo de victimización, según las características de los respectivos modelos
prevención situacional enfatizan el componente racional de la conducta acreditaría el componente racional, instrumental de estas infracciones. En orden a
delictiva. Conciben, pues, el delito como unaopción racional, instrumen- la observada 'racionalidad' del crimen, se entiende fácilmente que los vehículos
tal, orientada a satisfacer determinadas necesidades y objetivos: dinero, alemanes, sobre todo los descapotables, fueran un objetivo idóneo para la sustrac-
ción de objetos de sus interiores, por la calidad de los equipos de radio de los mismos.
status, aventura, etc. etc.^^^.
El beneficio, pues, era elevado y la dificultad para conseguirlo, reducida. Que estos
be ^
mismos vehículos no fueran sustraídos para uso temporal, se explica, también, por
Diversas investigaciones empíricas sobre robo de pisos y robo de el hecho de que carezcan de cambio automático, lo que dados los hábitos y gustos
vehículos h a n puesto de manifiesto la instrumentalidad del delito, esto del usuario norteamericano entraña un inconveniente. Este enfoque economicista
es, su racionalidad en cuanto opción calculada que pondera en el caso aclara, del mismo modo, por qué, sin embargo, los vehículos de fabricación
concreto costes y beneficios, riesgo y rendimientos. americana concentran los índices más elevados de sustracción para uso temporal.
Son potentes y llamativos, esto es, modelos que se ajustan a la imagen que pretende
De todas ellas, particular interés tiene la realizada por CLARKE y dar de sí mismo el infractor joven, y, además, tienen cambio automático y no suscitan
HARRIS, en 1992, quienes analizan los robos de vehículos de motor sospechas cuando y donde suelen ser utilizados. Por último, que sean los modelos
partiendo de una clasificación de los modelos de automóviles y distin- más caros, de lujo, los que experimentan un índice más elevado de sustracción para
guiendo, a su vez, caso a caso, el mayor o menor riesgo en que cada uso permanente se comprende por el beneficio que la reventa depara a sus
sustractores.
modelo incurría, bien de que se sustrajeran objetos materiales del
interior de los mismos, bien de que fueran robados para u n uso temporal
o incluso permanente^^^. d'. Técnicas de p r e v e n c i ó n s i t u a c i o n a l
Comprobaron estos autores que los índices más elevados de sustracción de
objetos del interior de los automóviles se daba, significativamente, en vehículos de
La prevención situacional persigue u n a reducción eficaz de las
•.!Vi fabricación alemana, dotados de buenos equipos de radio, y en los descapotables. oportunidades delictivas a través de un a incidencia y modificación del
ambiente o escenario del crimen que incremente los riesgos o dificulta-
des (costes) y disminuya correlativamente las expectativas y beneficios
^^'^ Sobre la selectividad espacial del crimen y los denominados 'hot spots', vid. ECK, asociados a la comisión del mismo.
J. y WEISBUKD, D. (edits), en: Crime and Place. Crime Prevention Studies, vol. 4,
1995, Cfr., MEDINA ARIZA, J. J., op. cit., pág. 3. Dicha concentración
Como advertía uno de sus teóricos^*'*, las diversas técnicas de preven-
; ' estadísticamente selectiva del crimen en ciertos espacios físicos responde a la ción situacional h a n de dirigirse de modo muy selectivo a específicas
misma lógica que la alta selectividad espacial de otros fenómenos estudiados por la formas de la criminalidad. Implican el diseño, manipulación o gestión
estadística y conocida por las Compañías de Seguros (vg. los «puntos negros» en sistemática y permanente del espacio, entorno, medio o ambiente. Y
materia de tráfico de vehículos de motor).
tienen que instrumentarse de manera tal que, en la percepción del
^^1 CORNISH, D.B. y CLARKE, R. (edits.), The Reasoning Criminal. Rational Choice
Perspectives on Offending. New York, 1986, Springer Verlag; de los mismos: delincuente potencial, impliquen u n incremento de los riesgos y dificul-
'" Understanding crime displacement: An application of rational choice theory, en: tades de la opción delictiva con la consiguiente reducción de los benefi-
•Y' Criminology, vol. 25 (1987), n^ 4, pág. 933 y ss. Cfr. MEDINA ARIZA, J. J., op. cit., cios esperados. E-^li":,; .., , . _ , . . , ; * llt i .1^:
•••• p á g . 6.
^^^ En cuanto a la instrumentalidad del crimen como opción racional y económica, Según CLARKE^=^ todo proyecto de prevención situacional comprende varias
postulado de la teoría neoclásica (BECKER, EHRLICH, y otros), vid., supra: etapas. Primero se obtiene información sobre la naturaleza y dimensiones del
capítulo VI, 3. Excurso.
Un análisis, desde este enfoque economicista, del robo de vehículos de motor, en:
CLARKE, R. y HARRIS, P.M., A rational choice perspective on the targets of ^^^ CLARKE, R. (edit), Situational Crime Prevention. Successful Case Studies, 1992,
" automobile theft. En, Criminal Behavior and Mental Health, núm. 2 (1992), págs- Albany, NY: Harrow and Heston, cit. Cfr., MEDINA ARIZA, J. J., op. cit., pág. 11.
25 y ss. Cfr., MEDINA ARIZA, J. J., op. cit., pág. 6. . ^^"^ Cfr., MEDINA ARIZA, J . J . , o p . cit, pág. 12. .••" •
1028 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 1029
concreto problemadelictivo.Acontinuación, se analizan las condiciones situacionales Una primera posibilidad consiste en el examen y centroide entradas^ saiidas,
,0- que permiten o facilitan la comisión de delitos en el ámbito examinado. Después, se cuya finalidad no es tanto excluir personas no deseadas como incrementar el riesgo
390iDr lleva a cabo un estudio sistemático de los medios, estrategias e iniciativas capaces de detección de quienes no cumplen los requisitos para acceder o abandonar un
eb eo\ de bloquear las oportunidades existentes, optándose por las más prometedoras determinado espacio. Las alarmas utilizadas por establecimientos comerciales
eb seí económicas y sencillas. Finalmente, se evalúa la experiencia introduciéndose los cuando se tratan de sustraer ilegalmente objetos de los mismos o los procedimientos
3 o l ^ cambios necesarios en función de los resultados obtenidos. convencionales de aduana e inmigración serían ejemplos de este subgrupo de
técnicas preventivas. También la denominada vigiiancia formaio^ue llevan a cabo la
policía y personal de seguridad privado para disuadir a los delincuentes potenciales.
^ Las numerosas técnicas de prevención situacional pueden clasificarse La videovigilancia constituye una modalidad más que la moderna tecnología ofrece
en cuatro grandes grupos: las orientadas a incrementar la percepción del al servicio de la vigilancia formal. A idéntico objetivo se orienta la vigiiancia por
esfuerzo asociado con un particular delito, las que incrementan la empieados, esto es, la función supervisora que éstos realizan y, desde luego,
percepción del riesgo, las tendentes a reducir las recompensas esperadas acredita un relevante impacto preventivo. Por último, también la vigiiancia naturai,
propiciada por las características arquitectónicas, urbanísticas, convivenciales del
y, por último, las que persiguen potenciar los sentimientos de culpa del propio habitat (así, mejora de iluminación e infraestructura, de servicios, modifica-
mfi-actor . :'«'¥«í3n^*'iíKt'l6ífo*'#r«tfl ción del diseño arquitectónico y urbanístico, movilización de vecinos a través de
asociaciones de barrio, etc., etc.).
Un primer conjunto de técnicas de prevención situacional pretende
incrementar el esfuerzo o dificultad de la comisión del delito en la
percepción individual del infi"actor. Un tercer conjunto de técnicas preventivas de orientación situacional
pretende reducir laganancia o recompensa del delito, los beneficios y
Ello puede conseguirse, por ejemplo, mediante la instalación o establecimiento
9.L' de barreras físicas (vg. candados, materiales reforzados, mecanismos que rechazan expectativas positivas asociadas al mismo en la percepción delinfi:-ac-
objetos falsos, etc.) que dificultan los objetivos o planes criminales (entorpecimien- tor.
tos de ios objetivos).
Una medida muy eficaz consiste en el despiazamiento deiobjetivo. Es lo que
También, mediante el denominado controide accesos, es decir, delimitación de sucede cuando, por ejemplo, se sustituye la utilización del dinero como medio de
determinados espacios físicos (oficinas, fábricas, residencias, etc.) a través de
pago por otros objetos (fichas o tarjetas en las cabinas telefónicas) lo que evita la
obstáculos materiales (vallas, puertas, etc.), personales (recepcionistas, porteros,
concentración y manipulación de importantes sumas de dinero en estos y otros
Sí? etc.) o incluso técnicas (por ejemplo, claves o contraseñas para acceder a cuentas
lugares (gasolineras, supermercados, etc.); unafinalidad semejante se persigue con
I-í bancarias o servicios informáticos).
las medidas que dificultan y controlan la adquisición de drogas y sustancias
Otra medida preventiva que persigue incrementar el esfuerzo es la desviación de psicotrópicas en las farmacias, productos que explican la alta siniestrabilidad de
transgresores con la que se trata de mitigar la posible convergencia en tiempo y estos establecimientos. Otra de las estrategias preventivas más eficaces consiste en
espacio de infractores tentados de cometer el delito. Así, la inutilización de ciertos la identificación de iapropiedadcQn signos indelebles que alertan sobre el origen de
espacios físicos (cierre de determinadas calles, la limitación temporal del uso de
la cosa sustraída. Con ello no sólo se consigue su eventual recuperación, sino que
concretos establecimientos o espacios con el objeto de evitar concentraciones en los
-ff: se dificulta la reventa de este material en el mercado negro, con la correlativa
mismos, por ejemplo, establecimiento de una hora de cierre de tales locales), etc.
devaluación del mismo. Por último, la llamada eiiminación dei beneficio es otra
etc.
medida operativa y eficaz que inutiliza el uso o funcionamiento de la cosa sustraída
ni, Por último, otra técnica que persigue el incremento del esfuerzo con fines haciendo poco rentable para el infractor la comisión del delito (así, por ejemplo, la
Y preventivos es el llamado controide faciiitadores, u objetos que se utilizan decisiva- previa instalación en equipos electrónicos de códigos o claves que sólo el propietario
íyi. mente en la comisión de delitos (así, las armas de fuego y su control, pertenecen a
este subgrupo de técnicas preventivas). ., ; , conoce). ;u' oi.//iic!í
fcf rÁit.-i-^,''i/4-'.
instancias del control social formal o informal. Más aún, como conse-
cuencia de la evolución social, se observan inequívocos cambios que
i nraxis^**^, un nuevo modelo de prevención en el que el Estado, y en
narticular la policía y demás agencias del control social formal, pierden
afectan de modo muy relevante a la eficacia de los mecanismos tradicio- el rnonopolio del control y prevención del delito, que se concibe, como
nales del control social formal e informal. problema comunitario, responsabilidad de todos^®**.
Bmsf ^p efecto, el control social Informal, según advierte FELSON'''=, ha perdido Es cierto que el crimen se concentra significativamente en torno a concretos
^'^® efectividad como consecuencia de la progresiva incorporación de la mujer al espacios físicos de la gran ciudad^''^ y que el factor oportunidadno puede despreciar-
^^^'- mercado de trabajo, la precariedad del empleo, el creciente poder económico, se en el momento de explicar la distribución y tasas de la criminalidad ocasional.
8B3T autonomía y libertad del mundo juvenil, la masificación escolar, etc. Pero tambiéri Tampoco es un descubrimiento de la teoría de las actividades rutinarias que un
sucede lo propio con el control social formal, incapaz de dar respuesta con su actual cambio sensible de los estilos de vida genera o propicia nuevas formas de
cSÍBí estructura, dotaciones y costes aun problema social cuyos índices alcanzan valores delincuencia o un incremento de ésta al contar el infractor potencial con nuevos
6b or preocupantes en buena medida por razón de las nuevas oportunidades que el instrumentos y más víctimas. En definitiva, que cambios significativos de la organi-
SB! £ cambio económico, social y tecnológico depara al infractor. zación social aumenten el riesgo del delito, que incrementen las oportunidades de
que se cometa y, en último término, las propias tasas de criminalidad no es un
oib' hallazgo reciente. Y, desde otro punto de vista: que la mejora de las condiciones
Por ello, las estrategias convencionales de prevención, deben comple- económicas y de la calidad de vida de una sociedad puedan no conducir necesaria-
mentarse con otras, rutinarias, cuasidomésticas, asociadas a los estilos mente al correlativo descenso de sus tasas de criminalidad, sino todo lo contrario,
de vida, hábitos, costumbres y actividades rutinarias del individuo y de al incremento de éstas, tampoco es una paradoja inexplicable.
las organizaciones. Siendo el riesgo de victimización un riesgo diferen- La teoría de las actividadesrutinaríasno es, en puridad, una teoría explicativa de
la criminalidad, sino una teoría de la victimización. No fundamenta por qué ciertas
cial, selectivo, no cabe duda que una elemental actitud de cuidado y personas delinquen^^", sino por qué el crimen tiende a buscar ciertos espacios y
vigilancia, de responsabilidad y cautela, por parte de la víctima poten- ciertas personas. Por otra parte, afirmar como afirman los valedores de esta teoría
cial en determinadas situaciones mitigará sensiblemente aquél con que quien se expone más al riesgo de devenir víctima del delito resulta más
éxitos preventivos muy relevantes. victimizada parece una obviedad^^^ en la que suelen incurrir quienes sobrevaloran
la relevancia del factor oportunidad. ,, ,,.
¡•rtiti Que la víctima, de hecho, puede contribuir con su conducta —legítima, desde
luego— a su propia victimización, es una constatación empírica incuestionable. Otra
cosa distinta es que este dato pueda utilizarse, manipularse, por el infractor como convencionales del control social (Routine precautions, criminology, and crime
técnica de autojustificación, por ejemplo, culpabilizando a la víctima. Realidad prevention, en: Hugh D. Barlow (edit). Crime and Public Policy; Putting theory to
empírica y falseamiento ideológico de la misma pertenecen, pues, a ámbitos Work, 1995, Boulder, CO: Westview Press. Cfr., MEDINA ARIZA, J. J., op. cit., pág.
diferentes. La experiencia diaria demuestra el riesgo que comportan ciertos hábitos, 19 y 20.
estilos de vida, y situaciones, así como la eficacia preventiva de conocidas medidas '^^' Sobre la teoría y praxis de estas medidas preventivas en la actualidad, vid.
' y í rutinarias (evitar ciertos lugares a determinadas horas, instalar pequeñas alarmas, MEDINA ARIZA, J. J., op. cit., págs. 20 y ss.
í. iíi í utilizar un radio-cassette extraíble, no exponer ciertos objetos de valor a la vista, ^^^ Sobre la necesidad de contemplar la prevención del delito como «problema»; y como
etc.). problema «de todos», especialmente de la «comunidad» —y no solo del sistema legal
y sus instancias oficiales—, con todas las implicaciones que se derivan de este
«postulado» en orden a la prevención de la delincuencia, vid. GARCÍA-PABLOS, A.,
La teoría de la prevención situacional ha potenciado estas estrategias
La prevención del delito en el Estado social de Derecho, en: Estudios Penales y
o precauciones rutinarias como mecanismo autónomo o vía indepen- Criminológicos, XV (1992), Santiago de Compostela, págs. 77 y ss. Las llamadas
diente de prevención a la que augura u n brillante futuro en los próximos 'precauciones rutinarias' no son, pues, técnicas preventivas propias —ni exclusivas,
lustros^®^. De hecho, gana terreno progresivamente en la teoría y en la desde luego— de un modelo 'situacional' sino, como se propugna desde la moderna
Victimología, medidas elementales de neutralización del riesgo de victimización,
./••lo i v?9Vi .c'jvfii artívfiiá -Tol 'í'nioH UÍSDOH ranivitü >iríXi'rCÍ 5.50línoiiíio'l,. J . H ,'
asumidas de forma voluntaria, prudente y responsable por personas y colectivos
í, 1, Á.írífA AVí\n:iff:
que exhiben una especial vulnerabilidad y son conscientes de ella.
.r-¡ i .'nit! ..,tí-i . n i 169
^^^ Sobre el progresivo menor rendimiento de las técnicas del control social convencio- Vid. GARRIDO GENOVES, V. y otros, op. cit., pág. 206.
nal (tanto del 'formal' como del 'informal'), vid. FELSON, M., Crime and Everyday "° En este sentido, AKERS, R. L., Criminologícal Theories, 1997. Los Angeles:
Life, cit., cfr., MEDINA ARIZA, J. J., op. cit., pág. 20. RoxburyPubhschingCompany. Cfr. GARRIDO GENOVÉS, V. y otros, op. cit., pág.
166 PQJ. gÜQ^ FELSON, M. (op. cit., ibidem) estima que estas técnicas situacionales 207, quien duda de la capacidad explicativa del fenómeno criminal de esta teoría
tienen gran futuro. E incluso CLARKE, R., y el propio FELSON, M., hacen de las que, no obstante, entiende formalmente bien construida.
IVl
mismas un nuevo modelo de prevención (situacional) distinto de los mecanismos Vid. AKERS, R.L., op. cit. Cfr. GARRIDO GENOVES, V. y otros, ibidem
1034 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 1035
f. Reflexiones críticas a las t e o r í as p r e v e n c i o n i s t a s de o r i e n t a c i ó n previsión y neutralización con estas técnicas preventivas, lo que explica el éxito de
situacional las mismas en concretas formas de la delincuencia violenta (violencia doméstica,
etoc vandalismo juvenil, secuestros aéreos, etc.)^'^
El todavía poco definido modelo en ciernes de prevención situacional
ha sido ya objeto de numerosas críticas. Algunas de ellas son comunes b") La supuesta racionalidad de la opción delictiva (racionalidad e
a toda teoría criminológica que sobredimensiona el factor oportunidad instrumentalidad de la decisión criminal) es otro tópico que se generali-
en la explicación de la génesis o etiología del delito. O cualquiera de las za y extrapola indebidamente por las teorías de la prevención situacional
variables que expresan la selectividad estadística del crimen en sus ' más allá de los casos de autores e infracciones donde tal premisa resulta
formas de manifestación (especialmente, las variables temporales y cierta y comprobada. Las teorías criticadas operan con una imagen
espaciales). Otras objeciones, se comparten también con las concepcio- ficticia de autor que calcula y pondera racionalmente los pros y contras
nes economicistas, neoclásicas, que examinan el delito como opción (costes y beneficios) de la opción criminal; y atribuyen a todos los delitos
racional, utilitaria e instrumental, contemplando al infractor como una estructura lógica, instrumental, que sólo cabe predicar de manifes-
individuo pragmático que actúa guiándose por el binomio coste/rendi- taciones concretas de la criminalidad (delincuencia económica, profesio-
miento, coste/beneficio («economic cholee»). Por último, un tercer grupo nal, financiera, etc.), no generalizable ni extrapolable a otras formas del
de críticas y objeciones se dirige específicamente contra estas teorías crimen no instrumentales (vg. criminalidad expresiva, simbólica,
situacionales censurándoles su escasa eficacia al prescindir de todo subcultural, etc.)"".
análisis etiológico del problema criminal. O formulando contra las
mismas un amplio abanico de reparos éticos (falta de legitimidad) y c") Las teorías de la prevención situacional yerran al sobrevalorar
políticocriminales. »p.Mrí#»%6 'm^M'^im-rnik factores y variables ocasionales. Como se ha recordado a las teorías
ecológicas, espaciales y ambientales, el espacio físico —la ocasión, la
a") En efecto, aunque el crimen es un fenómeno altamente selectivo, oportunidad, en definitiva— puede atraer o favorecer la comisión del
dicha selectividad tiene una repercusión muy distinta según la clase de delito, pero solo eso: no crea, ni genera criminalidad"^. Confunden, pues,
delito de que se trate. Por ello, el factor 'oportunidad' carece de una causa (prevención primaria) y síntoma (prevención situacional) por lo
incidencia homogénea y no puede invocarse, ni desde un punto de vista que la prevención, así entendida —prescindiendo de cualquier análisis
etiológico, ni preventivo, como criterio inexorable, con pretensiones de etiológico— es u na prevención ineficaz, sin alma, cínica. Interviene allí
universalidad. No cabe duda que ciertos delitos exhiben un inequívoco donde y cuando el delito se manifiesta (síntoma), pero no en sus raíces
perfil situacional, ocasional, como puede constatarse estadísticamente, o causas, donde y cuando se genera aquel (etiología).
pero no todos. Otros muchos, no. Por ello, las técnicas de prevención
d") Una prevención orientada a criterios rigurosamente espaciales,
situacional carecerán de virtualidad y eficacia respecto a aquella parce-
por otra parte, obstaculiza, aplaza o desplaza la comisión del delito, pero
la de la criminalidad exenta de tales componentes 'oportunísticos' (vg.
no lo evita. Sus efectos, por tanto, no son tan positivos como pudiera
delincuencia expresiva o simbólica, delincuencia pasional, etc.).
Los partidarios de la prevención situacional reconocen la lógica de estos reparos
pero tratan de minimizarlos con diversos datos y argumentos. Así, advierten que si "^ Así, MEDINA ARIZA, J. J., op. cit., págs. 25 y 26, revisando las conclusiones
bien las técnicas de prevención situacional son especialmente idóneas para contro- obtenidas por TEDESCHI y FELSON (racionalidad e instrumentalidad de la
lar ciertos delitos (los 'ocasionales') de menor gravedad (bagatelas), estas infraccio- violencia), compartidas por DOBASH, POLK, NEDEGAAED, y otros; CLARKE
nes tienen, desde un punto de vista estadístico, cuantitativo, una gran relevancia y (éxito preventivo de las técnicas situacionales en aeropuertos a finales de la década
repercusión social, apareciendo de hecho asociadas a manifestaciones más graves de los setenta); FELSON (id. con relación a los actos vandálicos de los 'ultras' en
de la criminalidad^'^. En segundo lugar, observan que incluso en los delitos más estadios de fútbol); HOMEL, BJOR, KNUTSSON y KUHLHORN (respecto a
serios y alarmantes pueden constatarse componentes situacionales susceptibles de violencia juvenil durante los fines de semana); LA VIGNE (violencia carcelaria);
LLOYD (violencia doméstica), etc.
.••|-/l.r>-,-;ii!o>" > í-.í.fif 'Tii-j/'i,:'. ñí '' Sobre estas críticas, y con relación al modelo economicista neoclásico con el que las
En este sentido, MEDINA AEIZA, J. J., citando investigaciones de Wilson, Kelling, teorías situacionales se emparentan, vid. supra, capítulo VI, 2, A), d), 2').
'-'Ole y otros (op. cit, págs. 24 y 25). ^^ Sobre estas objeciones, y a propósito de las teorías espaciales, vid. supra, Capítulo
XVI,6B. ..-...,fe-,,.,-..,.,, ^-
1036 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 1037
suponerse, ni con carácter general (cualquier clase de delitos), ni, desde supuestos y bajo qué condiciones es más probable que se produzca el citado
luego, a medio y largo plazo. Salvo en supuestos de u n a demanda desplazamiento (teoría de la adaptabilidad del delincuente, de la familiaridad del
criminal rígida, el crimen buscará otro espacio físico menos protegido espacio físico, de las propiedades que estructuran selectivamente la decisión
criminal, etc.). Por último, un sector de la doctrina de la prevención situacional mitiga
otro momento más idóneo, otra víctima más vulnerable, otra situación
los efectos negativos del desplazamiento con la noción complementaria de la
menos arriesgada ... para conseguir sus objetivos. Dicho desplazamien- difusión de beneficios, esto es, invocando la influencia positiva y bienhechora de la
to, además, tendrá con frecuencia connotaciones sociales regresivas y prevención así orientada más allá de la situación o contexto concreto, personas y
discriminatorias, ya que el infractor buscará las áreas y espacios cuyos momento cronológico de la intervención misma. A su vez, la comprobación de tales
titulares no puedan financiar el coste de los dispositivos de protección efectos secundarios, pero ciertos y saludables descritos por CLARKE, WEISBURD^**^,
esto es, los de más bajos niveles de renta; y, a su vez, los poderes públicos HESSELING^**^ y otros, habría permitido mejorar el diseño y rendimiento de los
programas de prevención, sugiriendo determinadas estrategias muy eficaces^^".
polarizarán los esfuerzos preventivos (entendidos en una acepción El efecto de «desplazamiento», portante, admite una rica gama de manifesta-
meramente policial y restrictiva) en torno a los grupos y subgrupos ciones y merece un juicio matizado. El desplazamiento como observa REPETTO^''^,
definidos 'ex ante' como poblaciones 'conflictivas' (siempre minorías y puede dar lugar a la comisión de otro tipo de delito, o dirigir la acción del infractor
bajos estratos sociales). hacia otro objetivo menos protegido, hacia otro lugar distinto o momento de comisión
diferente. O puede impulsar una innovación o mejora de las técnicas delictivas. Pero,
Los teóricos de la prevención situacional reconocen el efecto de « desplazamien- de otra parte, el efecto de «desplazamiento» puede ser maligno o benigno, según
' /c^^que provocan las técnicas de inspiración situacional, pero matizan el significado los casos. Maligno, por ejemplo, si lleva consigo la ejecución de un delito más grave
y relevancia del mismo. En primer lugar, advierten, dicho desplazamiento puede (vg. el cristal antibala no impide el robo sino que éste da paso a la toma de rehenes
producirse, pero no es inevitabie y tiene, en todo caso, alcance limitado'^'*. En para su comisión); benigno, si la modalidad criminal sustitutiva reviste menor
segundo lugar, añaden, no siempre el desplazamiento debe reputarse negativo: gravedad que la inicialmente pretendida. En ciertos supuestos, sería cuestionable
existe un desplazamiento benigno y un desplazamiento maligno. No cabe, pues, si se trata de un desplazamiento maligno o benigno (vg. el atracador frustado se
censurar todo desplazamiento si significa aparición de formas alternativas de convierte en traficante de drogas)^***^.
criminalidad menos graves y serias, o una nueva distribución demográfica o En España, todo parece indicar que las medidas de seguridad instaladas en
geográfica del delito socialmente menos nociva''^ En tercer lugar, observan que ya bancos, farmacias y gasolineras fueron eficaces y, a tenor de la estadística policial,
se conocen los mecanismos internos y condiciones del desplazamiento, de suerte consiguieron reducir sensiblemente el número de atracos a tales establecimientos.
que siendo éste previsible pueden diseñarse las estrategias situacionales adecua- Además no consta que tal descenso diera lugar a un incremento correlativo del
das para neutralizarlo. Así, HEAL y LAYCOCK^^^, GABOR^'^ ECK^"", CORNISH y número de atracos a otros locales y blancos menos protegidos^^''. En cuanto a la
CLARKE^'^\ entre otros, han formulado diversos criterios para explicar en qué sustitución del radiocaset convencional por el de carátula extraíble que impide el uso
YÍ:S del objeto sustraído parece ha producido un doble efecto positivo: evitar el robo de
* r , t \i .P.
jvrlao'fq BviariBqza s i a n a b f í s í a l n a í i s m n i B A U
i^« Vid. MEDINA ARIZA, J. J., op. cit., pág. 28, revisando las conclusiones de CLARKE,
ECK y HESSELING, R. (Displacement: A review of the literature, en: Crime CLARKE, R. y WEISBURD, D., Diffusion of Crime control benefits: Observations
Prevention Studies, vol. 3, 1994), entre otros.
177 on the reverse of displacement, en: Crime Prevention Studies, vol. 2 (1994). Cfr.,
Cfr., MEDINA ARIZA, J. J., op. cit., pág. 30 y 31, refiriéndose a las investigaciones MEDINA ARIZA, J. J., op. cit., pág. 33 y ss.
de BARR y PEASE con relación al denominado «desplazamiento benigno» (BARR, HESSELING, R., Displacement: A Review of the Literature. En: Crime Prevention
R. y PEASE, K., Crime placement, displacement and deflection, en: Tonry, M., y Studies, vol. 3 (1994). Cfr., MEDINA ARIZA, J. J., op. cit., pág. 33.
Morris, N., edits., Crime and Justice: A Review of Research, vol. 12,1990, Chicago, Así, CLARKE, R. y WEISBURD, D., sugieren, entre otras medidas: la distribución
University of Chicago Press).
178 gratuita y aleatoria de dispositivos de seguridad de elevado coste, no accesibles a
Vid. HEAL, K. y LAYCOCK, G., Situational Crime Prevention: From Theory Into todos; la concentración de tales mecanismos en los objetivos más vulnerables y
Practica, London, 1986, Home Office.
179 visibles; la divulgación y publicidad de tales medidas para incrementar el efecto
GAJBOR, Th., Crime displacement and situational Prevention: Toward the
disuasorio en los infractores potenciales, etc. Cfr., MEDINA ARIZA, J. J., op. cit.,
devolopment of some principies, en: Canadian Journal of Criminology, 32 (1990), pág. 34.
180
págs. 41 y ss.; Cfr., MEDINA ARIZA, J. J., op. cit., págs. 31 y ss. 185
Crime Prevention and the displacement phenomenon. En: Crime and Delinquency,
ECK, J., The Treat of crime displacement, en: Criminal Justice Abstracts, 25
1976 (22), págs. 291 y ss. Cfr. GARRIDO GENOVÉS, V. y otros, op. cit., pág. 813.
(1993), págs. 527 y ss. Cfr., MEDINA ARIZA, J. J., op. cit., págs. 31 y ss. 186
181 Cfr. BARR, R. y PEASE, K., Crime placement, displacement and deflection, 1990,
CORNISH, D.B. y CLARKE, R., (edits.), The Reasoning Criminal. Rational Choice en: Crime and Justice: A Review of Research, vol. XII, págs. 277 y ss., cit. por
Perspectives on Offending, New York, 1986, Springer Verlag. Cfr., MEDINA GARRIDO GENOVES, V. y otros, ibidem.
ARIZA, J. J., op. cit., pág. 32.
Cfr. GARRIDO GENOVÉS, V. y otros, op. cit., pág. 813.
1038 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 1039
los radiocasetes protegidos y, también, el de vehículos de motor, en generaP^**. Como se hasubrayado acertadamente, el efecto más perverso del situacionalismo
En el extranjero existen conocidas investigaciones empíricas sobre el efecto —y de su insistente reclamo a la autoprotección— puede ser su derivación
desplazamiento, como la de HESSELING que revisó 55 estudios sobre la materia. inevitable, pero peligrosa, hacia la tenencia de armas^''^. Países donde dicho
De ellos, 33 detectaron tal efecto, si bien la criminalidad que se generaba en otras fenómeno se ha generalizado, como los Estados Unidos (por razones, desde luego,
^ áreas peor protegidas era menos extensa y menos nociva (desplazamiento benigno) complejas) conocen los riesgos de la dinámica defensa-agresión y las consecuen-
--I que la prevenida. Otros 16 estudios de los revisados no constataron efecto de cias de tan nocivo círculo vicioso. Por ello no debe pasarse por alto el dato que recoge
desplazamiento alguno y 6 observaron la denominada ^^ difusión de beneficiosa^ (en el Anuario Estadístico del Ministerio del Interior; en España existen más de dos
áreas cercanas donde no se realizó ningún esfuerzo preventivo específico también millones y medio de escopetas en poder de particulares^^"; así como el también muy
descendieron las tasas de criminalidad)^^'*. elevado número de armas blancas, instrumento, por cierto, que se ha convertido en
^B Dicha í< difusión de beneficios» se ha observado igualmente en otras investiga- el favorito de los homicidas'^'^.
ciones. Así, la de CHAIKEN^'°, demostró que la intensificación de la labor policial en No obstante, como afirma ROLDAN^^^ la gestión de la seguridad personal es un
el metro de Nueva York de las patrullas nocturnas redujo, también, la criminalidad hecho sociológico incontestable que, además, ha encontrado reconocimiento jurídi-
diurna porque el delincuente se limitó, sin más, a evitar este medio de transporte co en la propia dogmática penal (relevancia del comportamiento previo de la víctima
menos seguro ya para el mismo. del delito a los efectos de la imputación objetiva, de la realización del tipo o de la
ruÉM De todo ello cabría concluir que las medidas de prevención que se examinan no determinación de la pena).
,m producen necesariamente un efecto de desplazamiento hacia otros blancos, ni, en
t\\i\ su caso, éste es siempre negativo. Y que, en principio, parece que contribuyen a un
9Vf: descenso de la criminalidad, no neutralizado por la mayor nocividad del delito
La obsesiva proliferación de técnicas situacionales de prevención
39r realmente cometido. Aunque estas técnicas de prevención se han aplicado preferen- evocan la imagen de u na cultura orwelliana. Las ciudades se convierten
lOn temente a delitos menos graves —y a fenómenos relativos al ordenpúbiico— no en fortalezas, las viviendas en fortines y guaridas seguras. La ideología
9fdi deben infravalorarse, ya que tanto el miedo al delito como las infracciones menos de la seguridad altera nuestros estilos de vida e impone prácticas
se graves guardan una relación directa con la criminalidad grave^^^
insolidarias. La prevención del crimen adquiere connotaciones estricta-
Los estudios más recientes llaman la atención sobre la particular eficacia
ne > preventiva de dos de las muchas técnicas de seguridad: las de rediseño ambiental mente policiales, defensistas, frente al enemigo común, impulsando
,!sta y las de vigilancia^^l estereotipos perversos del infractor y estados de opinión exacerbados
.301 que retroalimentan victoriosas cruzadas contra el delito pictóricas de
1 t.
La seguridad privada no persigue, desde luego, objetivos de justicia, No hay datos fiables en España sobre la incidencia de la seguridad
ni la protección de intereses colectivos. Quien concierta servicios priva- privada en la prevención de la criminalidad. Tampoco sobre la deseable
dos de seguridad es porque desconfia de la eficacia de los servicios colaboración de la seguridad privada con las instancias de la seguridad
públicos, de la lentitud y escaso rendimiento de éstos. Pretende, pues, la pública, colaboración requerida legalmente toda vez que la seguridad
tutela pronta y efectiva de sus intereses con un coste proporcionado^"^, privada participa en las tareas y cometidos del control social formal. Lo
por más que desde un punto de vista normativo el ordenamiento jurídico cierto es que la seguridad privada se rige por unos principios propios y
configure la seguridad privada como medio de prevención del delito que actúa con arreglo a los mismos^^". Quizás solo cabe por tanto aspirar a
h a de contribuir al mantenimiento de la seguridad pública^°^. Ahora que procure u na prevención intensa en el orden clientelar y al menos
, fr*!is'Í9'ínm.úV'AI' r a l
diñisa respecto a los demás ciudadanos^^^. O dicho de otro modo menos
'o-mnswr3(i(sas~'M.''túit'jfíH-f'^'
2»* Cfr. EOLDAN, H., op. cit, pág. 5. :,'. '
2"^ Así, MUÑOZ USANO, F., Visión integral de la seguridad interior en los países de 210
Así, STANGELAND, citado por ROLDAN, H., op. cit., pág. 6.
la Unión Europea, como necesidad derivada de sus procesos de liberación, en: 2U
Cfr. ROLDAN, H., op. cit., pág. 6.
Seguritecnia, págs. 50 y ss. (1994), cit. por EOLDAN, H., op. cit., pág. 6.
^^ La vigilancia privada en estas superficies beneficia no solo a quien la contrata, sino
206 Cfr. ROLDAN, H., op. cit., págs. 5 y 6. ^i^iv ,tci«*.8d) fiBtwTinjo? st
a todos los que las habitan. Cfr. ROLDAN, H., op. cit., pág. 6. 't
20' Cfr. R O L D A N , H., op. cit., pág. 6. ,-. 213
Cfr. ROLDAN, H., op. cit., pág. 6, citando la opinión de VAN DIJK.
20« Cfr. R O L D A N , H., op. cit., pág. 7. 214
Cfr. ROLDAN, H., op. cit., págs. 6 y 7, en relación a los procedimientos de
20^ Así, Exposición de Motivos de la Ley de Seguridad Privada de 1992. Cfr. negociación de la seguridad privada. .,) i. ;,jiuí:¡ .; ,;• • T-^^ -*
ROLDAN, 215
Cfr. ROLDAN, H., op. cit., pág. 6. >,.» J^BC , tiu .CK^.H M A Í , . ,
H., op. cit., pág. 6.
1044 ANTONIO GAECÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 1045
exigente: que la seguridad de los que pueden pagar no afecte negativa- destinatarios naturales (infractor potencial o el penado) de tal interven-
mente a la seguridad de los que no pueden pagar^^^. ción, al extender ésta a otros protagonistas del fenómeno delictivo (vg.
la víctima) y a datos, factores o elementos que convergen de modo
decisivo en el escenario criminal (vg. espacio físico, diseño arquitectóni-
co, habitat urbano, clima social, etc.). • > "•'• ^ '^-'
5." ANÁLISIS Y EVALUACIÓN D E LOS P R I N C I P A L ES PRO- Es, precisamente, ese soporte empírico que suministran las discipli-
GRAMAS D E P R E V E N C I Ó N D E L DELITO nas criminológicas lo que distingue u n a prevención científica del crimen
de u n a intervención caprichosa, arbitraria y a ciegas en éste; u n a
a) El éxito de la filosofía «prevencionista» ir.,,: . V prevención racional, reflexiva, del mero intuicionismo diletante, el
3' voluntarismo político o el despotismo no ilustrado, actitudes impropias
Asistimos durante los últimos lustros al éxito arrollador de la filosofía de un moderno Estado social y democrático de Derecho.
prevencionista, a tenor del asombroso número y variedad de los progra-
mas de prevención del delito ensayados en los diversos países. La
información sobre éstos todavía es parcial, fragmentaria y no permite la h) Referencia a los más significativos programas de prevención.
imprescindible evaluación científica de los resultados obtenidos. Pero,
en todo caso, cabe hablar ya de u n giro sustancial criminológico y De los innumerables programas de prevención conocidos, baste con
políticocriminal, de un genuino nuevo paradigma: el prevencionista. una somera información sobre los presupuestos teóricos, directrices y
A su definitiva consolidación h a n contribuido probablemente dos contenido de algunos de ellos:
factores. E n primer lugar, el fracaso ostensible del modelo represivo
clásico, basado en una política penal disuasoria como única respuesta al V. P r o g r a m a s d e p r e v e n c i ó n s o b r e d e t e r m i n a d a s «áreas geográfi-
problema del delito. La comunidad científica parece haber tomado
cas»
conciencia de la escasa efectividad real y elevados costes sociales de
dicho modelo que, por cierto, se enfrenta demasiado tarde —y mal— con Operan estos programas sobre el factor «espacial» y acusan u n a
el fenómeno delictivo y olvida que política penal y política criminal no inequívoca inspiración «ecológica». Su presupuesto doctrinal (Escuela
son la misma cosa. En segundo lugar, el propio progreso científico y la de Chicago) es la existencia en todo núcleo urbano industrializado de un
útilísima información que diversas disciplinas aportan sobre la realidad determinado espacio, geográfico y socialmente delimitado, que concen-
delincuencial. Si el crimen no es un fenómeno casual, fortuito y aleatorio, tra las más elevadas tasas de criminalidad: áreas muy deterioradas, con
producto del azar o la fatalidad, sino un suceso altamente selectivo, como pésimas condiciones de vida, pobre infraestructura y significativos
aquéllas revelan (el crimen sabe escoger el momento oportuno, el espacio niveles de desorganización social, residencia obligada de los grupos
físico adecuado, la víctima propicia, etc.), una información empírica humanos más conflictivos (emigrantes, minorías raciales, marginados,
fiable sobre las principales variables del delito abre inmensas posibili- etc.) y menesterosos^^^. El espíritu reformista de los teóricos de la
d a d e s a su prevención eficaz. L a Criminología, como ciencia Escuela de Chicago sugirió u n a actitud social de compromiso y de
interdisciplinaria, t r a t a de identificar aquéllas, explicando de qué forma intervención por parte de los poderes públicos en estas áreas deprimidas
interactúan y cómo configuran dinámicamente el muy complejo y (vastos programas de reordenación y equipamiento urbano, mejoras
selectivo hecho criminal. Por ello, el progreso criminológico enriquece infraestructurales, dotación de servicios, etc. etc.), al estimar que de este
nuestros conocimientos sobre el delito y sugiere nuevas estrategias de modo se aliviarían los «problemas sociales» de las grandes urbes, con el
prevención cada vez más ambiciosas, ampliando incluso el círculo de
^•"^^ Sobre los postulados 'ecológicos' que sirven de fundamento a estos programas vid.:
Cfr. ROLDAN, H., op. cit., pág. 6., citando la opinión de LARRAURI. supra, cap. XVI, 4 y 5.
1046 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 1047
correlativo refuerzo de los mecanismos e instancias del control social y ciudadanos, los niveles de salud, educación, cultura, los servicios e
disminución de los índices de delincuencia^^®. infraestructura, etc. Interesa, pues, u na intervención social y comunita-
nt ria, a través de prestaciones positivas, no u na estrategia disuasoria,
Los programas de Chicago y Boston fueron testimonio fiel de tales
premisas doctrinales^^''. represiva y policial. Tales áreas geográficas deben ser objetivos priori-
tarios de política social, no ghettos, «reservas», ni «zonas de alto riesgo».
„ Sin embargo, u n a política prevencionista que opere básicamente
sobre el factor espacial, de área (de área geográfica) no puede convencer. .gjiiTpiffKíJi
Exhibe un pernicioso déficit científico, al asignar al medio físico una 2'. P r o g r a m a s de p r e v e n c i ó n del delito e n el d i s e ñ o a r q u i t e c t ó n i c o
desmedida relevancia etiológica en la génesis de la criminalidad. Evi- y u r b a n í s t i c o dirigidos a la r e m o d e l a c i ó n de la convivencia
dentemente, aquel «atrae» pero no «crea» delito. Por otra parte, el vago humana
concepto de «desorganización social», «leit motiv» de estos programas,
oculta un peligroso desconocimiento de los factores que actúan en el Desde la famosa obra de Newman, publicada en 1973, («Defensible
marco espacial de referencia: es una auténtica coartada. Y, faltando un Space»), las investigaciones ecológicas sustituyen el análisis de área por
análisis situacional más sólido sobre tales variables^^°, forzoso es reco- un enfoque microscópico^^^ que detecta específicas correlaciones estadís-
nocer que dicha política criminal, en puridad, no previene el crimen sino ticas entre espacios concretos de la gran ciudad y determinadas mani-
que lo desplaza a otras áreas, no lo evita, lo relega y postpone. Pero a festaciones delictivas. Partiendo de tal premisa, que hacen suya geógra-
estas carencias y limitaciones se unen objeciones ideológicas más gra- fos del crimen, r e p r e s e n t a n t e s de orientaciones sociobiológicas
ves: el riesgo de que los programas de base espacial, de área, sean (JEFFERY)^^^ y de la llamada Psicología Comunitaria, los programas de
profundamente regresivos, antisociales y discriminatorios. Primero, prevención se orientan hacia la reestructuración urbana^^^ y utilizan el
porque el lógico esfuerzo preventivo suele perder todo contenido social
(prestaciones a favor de ciertas áreas), adoptando un cariz puramente
policial y represivo. Prevenir significa, entonces, controlar, vigilar, f)Ji,'«it?'%5í'^J -t'rafVífl'ía Jr}i¡^BlbJt¡i^f'ii«l
reprimir. En segundo lugar, porque de hecho se controla, se vigila y se ^^1 Este enfoque microscópico h a predominado en los estudios de «área» —que no
reprime siempre a los mismos —los grupos humanos que habitan los «ecológicos»— del Reino Unido. Vid., MORRIS, T., The Criminal Área, cit., págs.
barrios conflictivos y «peligrosos»—, acentuándose de este modo el 101 y ss.
impacto selectivo y discriminatorio del control social so pretexto de una 222 JEFFERY propuso sustituir el paradigma de conflicto cultural por un análisis
inteligente acción preventiva (recte: policial), i^ ilifoMífgs «físico-ambiental», al constatar que el crimen es muy selectivo en el momento de
escoger su escenario espacial; a su juicio, la biisqueda de la correlación: espacio/
En términos de prevención, entendida ésta en su acepción genuina delito tendría más interés que los tradicionales mapas de áreas. Vid. supra. Cap.
(prevención primaria), lo deseable es que el Estado «social» vuelque XVI, 7.
^^^ La literatura cientíñca al respecto es ya amplísima. Vid.: Novelles Approches de
todos sus esfuerzos, positivamente, en favor de las áreas geográficas Criminologie Clinique (sous la direction de OTTENHOF, R., et PAVARD, A.M.),
deprimidas, mejorando la calidad de vida en ellas, el bienestar de sus Érés, págs. 84 y ss. (Études de Criminologie Urbaine); FAVARD, A.M., La prévention
dans la ville, en: Ármales de Vancresson, n= 24 (1987), págs. 101 y ss.; LEMAITRE,
• í,!/ A., Recherches sur l'insécurité urbaine et sa prévention, Revue Internationale de
218 1 ^,, .''WÍHÍ l^'íj'l ^if o u criminologie et de pólice technique, Vol. XLII, 2., 1989 (abril-junio), págs. 185 y ss.;
Cfr., supra, cap. XVI, 6.
219 FAVARD, A.M., Observatoire permanent et prévention situationnelle, en: Revue
Vid., con relación al «Chicago Área Project», VOLD, G.B., Theoretical Criminology,
science criminelle, 2,1989 (abril-junio), pág. 380 y ss.; GAZZOLA, A., La prévention
cit., pág. 196 y ss.; y en cuanto al Proyecto de Boston: MILLER, W.B. (The Impact
de la déviance en milieu urbain, en: Revue Internationale de Criminologie et de
of a «Total Community Delinquency Control Project», en: Social Problems, 1962,10,
pólice technique, vol. XLI, 1988 (octubre-diciembre), págs. 411 y ss.; REPETTO,
págs. 168 y ss.).
220 T.A., Crime Prévention through environmental policy, en: American Behavioral
Esta es una objeción reiterada que los posteriores estudios espaciales (Defensible Scientist, 20 (1976), págs. 275 y ss.; MAYHEW, P., Situational prévention: two
Space) dirigen a los teóricos de la Escuela de Chicago y, en particular, a los análisis proposals for research in the context of crime and public housing, en: Crime and
'ecológicos' (Cfr., GARRIDO GENOVÉS, V., Delincuencia y sociedad, cit., págs. 208
Public Housing. Research and Planning Unit., Paper G. London: Home Office
y ss.).
(Hough and Mayhew edits.), 1982.
1048 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 1049
diseño arquitectónico^^* para incidir positivamente en el habitat físico y
los escenarios criminógenos, sus edificaciones y anexos, remodelando
ambiental, procurando neutralizar el elevado riesgo criminógeno o
sobre otros parámetros la convivencia urbana. De u n a parte, se dificulta
victimario que exhiben ciertos espacios y modificar, también de forma
la comisión del delito («Target Hardening») mediante la interposición de
satisfactoria, la estructura «actitudinal» y «motivacional» del vecino o
barreras reales o simbólicas que incrementan el riesgo para el infractor
habitante de éstos^^^. :_ ^ __..,.__ — " « " ^ * * a v^i.* fié;9S^^\m Ja-s/t
..... i ; j . . ; potencial (vg. medidas dirigidas a mejorar las vías de acceso a los
Constando, pues, la significativa incidencia de los factores arquitec- recintos, los puntos de observación activa y pasiva, iluminación, etc.). De
tónicos, urbanísticos y ambientales^^e en la delincuencia ocasional o t r a , se f o m e n t a n a c t i t u d e s p o s i t i v a s en el v e c i n d a r i o , de
surge una nueva concepción prevencionista que pretende intervenir en responsabilización y solidaridad («sentido de comunidad»); actitudes
lí")"; L.\-t-\i ¿t \ imprescindibles para mejorar el rendimiento del control social informal
1,5 í. 1- •
...;. Por o t r a ;: ya que, según todos los indicios, las elevadas tasas de delincuencia no se
ü^otiv" de H«t,<v- explican sólo y exclusivamente por razón de las características físicas y
224 En cuanto a una intervención preventiva a través del diseño arquitectónico, vid.: arquitectónicas de ciertos espacios, sino por el anonimato y ausencia de
NEWMAN, O., Defensible Space, New York, 1972 (Macmillan); NEWMAN, O. y sentimiento de vecindad de sus habitantes que en parte genera el propio
FRANCK, K.A., The Effects of building size on personal crime and fear of crime, en: habitat urbano y que, desde luego, deteriora la efectividad del control
Population and Environment, 5 (1982), págs. 203 y ss.; SHAFFER, G.S. y social.
ANDERSON, L.M., Perceptions of the security and altractiveness of urban parking
lots, en: Journal of environmental Psychology, vol. 5., n- 4 (1985), págs. 311 y ss.; En definitiva, pues, se t r a t a de u n a arquitectura preventiva que
MAYHEW, P., Defensible space: The current status of a crime prevention theory,
en: The Howard Journal, 18 (1979), págs. 150 y ss.; FOWLER, F., Reducing aprovecha la selectividad espacio-ambiental del crimen urbano.
residential crime and fear: The Hartford neighborhood prevention program. ,^<05ípff'. Los programas de prevención menos ambiciosos persiguen simplemente neu-
Boston, Center for Survey Research, August., 1979; ÁNGEL, S., Discouraging ,ff B */ trallzar la peligrosidad de ciertos lugares (gasolinera, entidad bancarla, supermerca-
Crime Through City Planning, 1968, Berkeley,C.A.,Universityof California Press; aup do, parking, bloque de apartamentos, etc.) Incrementando las medidas de control y
GOMMER, R., Crime and Vandalism in University Residence Halls: a confirmation g'^ij, vigilancia de los mismos. Tienen un neto cariz policial (vg. asegurar la identificación
of defensible space theory, en: Journal of environmental Psychology, vol. VII, n - 1 , de extraños al Inmueble y visitantes —y el seguimiento ininterrumpido de éstos—,
1987 (marzo), págs. 1 y ss.; MCINNIS, P., BURGESS, G., HANN, R. y AXON, L., ' " V* el control del exterior desde el interior del recinto, potenciar el uso de los espacios
The Environmental Design and Management (EDM). Approach to Crime Prevention - u n ; anexos, etc.). Distribución o reparto de los recursos económicos de un determinado
in Residential Environments (Program Branch User Report, n° 1984-84). Solicitor espacio urbano, accesibilidad al mismo y posibilidades de vigilancia u observación,
General of Canadá, 1984; PHELAN, G.F., Testing Academic Notions ofArchitectural activa y pasiva, que éste ofrece son los factores más relevantes cuya remodelación
Design for Burglary Prevention. How Burglars Perceive Cues in Suburban pretenden aquellos programas. _ , _;_
Apartment Complexos. Documentación presentada a la reunión anual de la
American Society of Criminology, Atlanta. Georgia, 1977; POYNER, B., Design
Against Crime: Beyond Defensible Space, Cambridge, 1983, Cambridge University A muchos de estos programas me he referido ya al examinar las
• Press; WILLIAMS, J.E., Hall, Criminology and Criminal Justice, Butterworths. propuestas concretas o estrategias preventivas que sugieren las llama-
London (1982), págs. 233 y ss.; FREHSEE, Fórdert der moderne Stádtebau die das teorías «situacionales» de CLAEKE y otros^^^ Dichas estrategias
' Kriminalitát, en: Ist Straffalligkeit vermeidbar. Moglichkeiten der General
perseguirían cuatro objetivos: incrementar en la percepción del infractor
pravention, 1982, Bochum (edit. Kury); KUBE, Stadteban, Wohnarchitektur und
Kriminalitát. Pravention statt Reaktion, 1982, Heidelberg. potencial el esfuerzo necesario para cometer el delito y la dificultad de
^^^ A este propósito, vid., CLEMENTE DÍAZ, M., La orientación comunitaria en el llevar a cabo ésta con éxito (lo que se podría conseguir mediante
estudio de la delincuencia, cit., págs. 396 y ss. (refiriéndose, en concreto, a la obra instalación de barreras físicas que entorpecen los planes y objetivos del
de NEWMAN). delincuente; mediante el control de accesos a través de obstáculos
Sobre la influencia de factores 'ambientales' en el comportamiento humano, vid. materiales, personales o técnicos; mediante la desviación de transgresores
' Introducción a la Psicología ambiental (Compilación de JIMÉNEZ BURILLO, F. y
1 ARAGONÉS, J. I.), Madrid, 1986 (Alianza Editorial), capítulos VII (calor, frío, y con el control de aquellos instrumentos que suelen utilizarse en la
iluminación, radiaciones, etc.), VIII (estímulos sonoros, ruido), IX (medio físico
' 'construido', vivienda y diseño de edificios), XI (problemas sociopsicológicos del ./•);-'rifí^)í! )• if'/AM , — X -
' medio urbano), XII (diseño arquitectónico y barreras ambientales: espacios públi-
cos y habitat), XIII (estrés ambiental). ) fV^W
Vid. supra 3.c).d'. (en este mismo capítulo). 'TWÍ ,Y.^to
1050 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 1051
ejecución del delito; incrementar el riesgo inherente a la comisión del Estos programas, aún a pesar del enfoque microscópico que les
delito (con el control de entradas y salidas, con la llamada vigilancia caracteriza (frente a los programas de área geográfica), saben aprove-
formal, con la de los empleados, y con la vigilancia natural que depara char la relevancia criminógena de ciertos espacios físicos para diseñar
el propio habitat, etc.); reducir las ganancias o recompensas derivadas una intervención preventiva y eficaz contra el delito. Ya que éste busca
del delito, los beneficios y expectativas que el infi-actor asocia a su selectivamente determinados espacios físicos (y prueba de ello son las
comisión (lo que se conseguiría bien desplazando el objetivo, bien «correlaciones estadísticas» constatadas), los programas examinados
marcando la propiedad del objeto para impedir su reventa y facilitar la tratan de remodelar el habitat urbano, neutralizando la peligrosidad de
recuperación del mismo, bien inutilizándolo para su posterior uso por el aquéllos. Más allá de un a mera arquitectura defensiva, los más ambicio-
infractor). Una última estrategia, de distinta naturaleza, perseguiría sos persiguen un a remodelación de la propia convivencia urbana, puesto
incrementar los sentimientos de culpabilidad del delincuente a través, que el anonimato, la indiferencia, la masificación y la insolidaridad que
por ejemplo, de campañas que refuercen la condena moral de su caracterizan a la gran ciudad de nuestro tiempo, debilitan sensiblemen-
conducta, que sensibilicen a la sociedad o que premien positivamente el te la efectividad del control social. El crimen, sin duda, es muy selectivo
comportamiento conforme a las normas de conducta. al escoger el espacio 'físico' propicio. Pero lo cierto es que la gran urbe
Otros, sin embargo, asocian los objetivos prevencionistas a una actual, que aglomera masas de individuos anónimos, sin vínculos, ni
efectiva reestructuración del habitat urbano. Reclaman mejoras de raíces, ni conciencia de vecindad, ni identificación o apego a su habitat,
infraestructura, servicios y equipamiento; la adecuada división y ni positivas relaciones interpersonales, constituye un 'escenario social'
reordenación del territorio, aledaños y zonas colindantes; y precisas particularmente idóneo. Porque a las características arquitectónicas del
«barreras simbólicas», o reales que definan u n espacio como «público», espacio físico se añaden un a determinada estructura y organización
«común», o «privado», delimitando sus respectivas fronteras^^®. Van, social que genera específicas actitudes, motivaciones y comportamien-
pues, mucho más allá de una estrategia puramente defensiva, ya que tos en quienes integran dicho escenario (delincuente, víctima, especta-
intentan conseguir un cambio cualitativo en las actitudes individuales dor o testigo del delito, etc.) ciertamente funcionales para el éxito del
(«sentido de comunidad») y en el propio modelo de convivencia urbana, suceso criminal.
más comunicativa y solidaria, reclamando un activo compromiso «comu- Con todo ello, no debiera olvidarse que los programas analizados más
nitario» en la prevención del crimen^^^. que prevenir el delito dificultan su comisión o desplazan la misma hacia
otros lugares. Y que, por tanto, no son programas de prevención 'prima-
1 í'
ria', pues las raíces últimas del crimen permanecen intactas. Tienen,
además, u na inmanente vocación represiva que pronto se impone,
228 Para una exposición más detallada de la obra de NEWMAN y de los numerosos sustituyendo a la imprescindible intervención social.
estudios espaciales de orientación preventiva, vid., supra. cap. XVI, 4 y ss.
(investigaciones de Kube, Cherry, O'Donnell y Lydgate, Booth, etc.). ; ; í l ' Pero tampoco se debe sobredimensionar la capacidad preventiva de estos
^^^ Siendo el crimen un problema «comunitario», nada más lógico que requerir un serio programas espacio-ambientales. Un concepto monolítico de espacio, por de pronto,
compromiso de la propia comunidad para su prevención. Cfr., al respecto: FAVARD, basado en datos exclusivamente físicos con desprecio de la dimensión social del
A.M., VEUNAC, M., y CASTAIGNEDE, J., Participation communautaire á la medio, resulta insatisfactorio. Es menester ponderar, también, variables sociales
prévention de la délinquance. Conditions de mise en oevre et d'effectivité, 1987 (vg. estabilidad, composición y organización del vecindaho)^^". Las investigaciones
. (Roneo); LEWIS, D. y SALEM, G., Community crime-prevention. An Analysis of a sobre el «defensible Space», además, parecen poco concluyentes al ocuparse de
developping strategy, en: Crime and Delinquency, 1975; Crime Prévention Issue, dimensiones muy aisladas: muchas de las variables contempladas por Newman
por: Cantrell, B. (A Commitment to Crime Prévention); SUNDERLAND, G.B. (The
Community: APartner in Crime Prévention), CROWE, T.D. (An Ounce of Prévention:
' A New Role for Law Enforcement) y COTTER, B.J. (The FBI's Dual Approach to
Crime Prévention), en: FBI Law Enforcement Bulletin, 1988 (octubre), vol. 57, GARRIDO GENOVÉS y VIDAL DEL CERRO, M.B., Ñau Llibres, 1987, Valencia,
núm. 10, págs. 2 y ss.; DAVIDSON II, WILLIAMS, S. y ROBINSON, M.J-, págs. 107 y ss.); WRIGHT-DIXON, Community Prévention and Treatment of
Psicología comunitaria y modificación de conducta: un programa comunitario para Juvenile Delinquency. A Review of Evaluations, en: J. Rescrim, 1977, págs. 35 y ss.
la prevención de la delincuencia, en: Journal of Corrective Psichiatry and Behavioral 230 Cfr., GARRIDO GENOVÉS, V. (citando las conclusiones de BOOTH), Delincuencia
Therapy, 1975, 21, págs. 1 y ss. (en: Lecturas de Pedagogía Correccional, por y sociedad, cit., pág. 221.
WST ANTONIO GAECÍA-PABLOS DE MOLINA
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 1053
(«Defensible Space»), por ejemplo, apenas inciden significativamente en las osci-
Ahora bien, la noción de «prevención comunitaria» es poco precisa. En un
j, laciones de la delincuencia, según advierten numerosos análisis de regresión
sentido amplio, se habla^^^ de prevención, «basadaeniacomunidad», incluyendo en
^ múltiple^^^ En cuanto a los programas que persiguen dificultar la comisión del delito
i'^ («Target Hardening») mediante el adecuado diseño arquitectónico y urbanístico la misma tres «submodelos»; prevención sobre los ambientes de riesgo o áreas
JS cabe reiterar la objeción dirigida, en general, a todos los programas estrictamente criminógenas, prevención situacional y prevención comunitaria, en sentido estricto.
.s espaciales: que no previenen el delito, lo desplazan hacia otras áreas menos En su acepción más precisa, sin embargo, prevención «comunitaria» se opone,
gnkg protegidas, dejando intactas las raíces profundas del problema criminal; y que tienen precisamente, a prevención «situacional». Prevención comunitaria quiere decir,
f • una inspiración policial y defensiva, no etiológica. para algunos, prevención «integradora», «incluyente», que rechaza el castigo y
propone alternativas reconciliatorias y de reforma sociaP^^ concepto en todo caso
difuso, que enlaza con el de solidaridad y control colectivo^^^. Para otros, no obstante,
prevención comunitaria es sinónimo de «seguridad de la comunidad» («community
y. Programas de orientación «comunitaria» safety»), expresión que evoca el problema de las relaciones entre el poder estatal
y la sociedad civil y la colaboración de lo público y lo privado, lo central y lo local^^".
El marcado giro «comunitario» es una de las tendencias más caracte- Se discute, incluso, si el concepto de comunidad (participación de la comunidad)
rísticas de la moderna Criminología empírica. El crimen se define como debe entenderse como «medio» o como «fin»^^^ y si aquel equivale a «altruismo
«problema comunitario», la prevención del delito como «prevención organizado» o a «convivencia local».
A la idea de una «prevención comunitaria» y a programas de esta naturaleza se
comunitaria» y la intervención en el mismo, también, como «interven- refieren, desde perspectivas ideológicas diferentes, numerosos teóricos. Así, desde
ción comunitaria». Más aún: el concepto de comunidad ha llegado a el llamado nuevo «realismo radical», MATTEWS, subraya la necesidad de desarro-
convertirse en un recurso simbólico para el control social contemporá- llar nuevas formas de policía locales, controladas democráticamente^''", sustituyen-
neos^^: se habla de «policía comunitaria»^^^ de «justicia comunitaria», etc, do la tradicional policía «de estilo militar» por otra policía de base «comunitaria»
etc. «community policing»). También algunos representantes del «comunitarismo»,
como BRAITHWAITE y PETTITse manifiestan escépticosrespectoalacriminalización
y apelan a la prevención del delito a través de la construcción de la conciencia de los
Acertadamente, FAGET advirtió que asistimos a una transformación ciudadanos, los movimientos sociales y la comunidad, esto es, a un control social
del modelo penal represivo clásico en un modelo de integración social, dialógico y participativo dentro de una comunidad dotada de sentido^'''.
orientado hacia una política criminal participativa, anclada en una «i-;>.-
ideología de la inserción, la prevención, la individualización y la parti- En el futuro, sin duda alguna, estos programas cobrarán un creciente
cipación de la comunidad^^*. Prevención, pues, y comunidad son concep- protagonismo y efectividad. En definitiva, son los que asumen con mayor
tos necesariamente interrelacionados. Hasta el punto de que ya no coherencia la naturaleza social y comunitaria del problema criminal y
puede comprenderse la prevención del crimen en un sentido 'policiaV, ni
los que ensayan, con un realista y operativo enfoque local, casi domés-
siquiera 'situacional', desligada de la comunidad: la prevención es
prevención comunitaria, prevención «en» la comunidad y prevención tico, fórmulas proactivas, participativas y solidarias para abordarlo. La
«de» la comunidad. Reclama una movilización de todas las fuerzas vivas, prevención, en ellos, tiene un contenido positivo, no negativo ni
una dinamización social, y una actuación o compromiso de todas ellas en
el ámbito local.
^^'^ Así, GARRIDO GENOVÉS, V./LÓPEZ LATORRE, M^ J., La prevención de la
delincuencia. El enfoque de la competencia social, Valencia (1995), Tirant lo
Blanch, págs. 331 y ss.
Como advierte BOOTH (The Built environment as a crime deterrent. A
'^^^ Cfr. VARONA MARTÍNEZ, G., La mediación reparadora ..., cit., pág. 79.
232 reexamination of defensible space, en; Criminology, 18 (1981), 4, págs. 557 y ss.
^^'^ Cfr., VARONA MARTÍNEZ, G., La mediación reparadora ..., cit., pág. 127.
233 Cfr. VARONA MARTÍNEZ, G., La mediación reparadora ..., cit., págs. 127 y ss.
^^* Cfr., VARONA MARTÍNEZ, G., La mediación reparadora..., cit., pág. 130. «Se pasa
Cfr., VARONA MARTÍNEZ, G., La mediación reparadora ..., cit., págs. 127, nota
de la prevenció^ituacional —dice la autora citando a HUGHES—, como elemento
326, citando a GOLDSTEIN, BITTNER, SIMONy FEELEY, SKOLNICKy BAYLEY,
de gestión, a una prevención multiinstitucional que invoca la participación de toda
McLANGHLIN, MARTIN, NORMANDEU, FIELDING y otros. Contraponiendo
la comunidad en la lucha contra el delito».
un concepto «militarizado» de policíay un concepto «comunitario», vid.: MATTHEWS,
2^3 Cfr., VARONA MARTÍNEZ, G., La mediación reparadora..., cit., pág. 128, citando
R., Crime Prevention. Disorder and Victimisation: Some Recent Western
a NELKEN.
234 Experiences, International Journal of Sociology of Law, 1994 (22), págs. 87 y ss.
2*" Cfr., VARONA MARTÍNEZ, G., La mediación reparadora ..., cit., pág. 72.
Cfr., VARONA MARTÍNEZ, G., La mediación reparadora ..., cit., pág. 127.
^*i Cfr., VARONA MARTÍNEZ, G., La mediación reparadora ..., cit., pág. 78. .
TÜ5T ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 1055
, Por tanto, la prevención eficaz de la criminalidad de jóvenes y voca el éxito económico, rápido, fácil y mediocre, no asociado al esfuerzo
menores obliga a dirigir la mirada hacia la sociedad de los adultos: hacia personal digno, de algunos adultos supuestamente triunfadores.
los modelos y pautas de conducta de ésta, hacia su marco de valores c) Criminalidad subcultural y rearme axiológico positivo. E n térmi-
«oficiales» o «subterráneos». Algunos de estos valores, modelos y pautas nos de prevención, no se t r a t a sólo de evitar mensajes sociales
de conducta son inequívocamente criminógenos (vg. violencia, corrup-
antipedagógicos, de neutralizar los valores negativos, sino de llevar a
ción, insolidaridad, etc.), de suerte que el magisterio social ejerce una
cabo u n magisterio positivo: de aportar al joven y al menor pautas de
labor antipedagógica. Lo mismo sucede cuando se percibe u n flagrante
'conducta y modelos que den un sentido a su existencia, de ofrecerle
divorcio entre los valores sociales «oficiales» y los «subterráneos» que la
alternativas e incentivar su compromiso y participación. Pues muchas
propia sociedad practica: las contradicciones generan, siempre, actitu-
de las conductas irregulares de estos infractores son conductas
des negativas y lecturas perversas incluso de modelos inobjetables.
subculturales, esto es, simbólicas: significan —o quieren significar— la
Sólo, pues, u na profiínda revisión de los valores sociales proclamados huida, la evasión activa de u n a sociedad cuyo orden de valores no
y vividos por la sociedad adulta garantiza la prevención eficaz de la comparte el joven; o incluso el rechazo abierto y la rebeldía hacia las
criminalidad de jóvenes y menores. La modificación radical de ciertos pautas de conducta y actitudes oficiales de la sociedad adulta. Es
comportamientos de los adultos, de determinados ejemplos, será a decisivo, pues, que la sociedad adulta sepa ofrecer u na sugestiva
medio o largo plazo, la estrategia preventiva más duradera y estable. alternativa de valores al joven y que éste pueda optar a favor de la
participación y el compromiso por el cambio social, en lugar de supuestas
b) Aprendizaje ohservacional y mensajes antipedagógicos. La socie-
actitudes de pretendida rebeldía o improductivo nihilismo que debieran
dad adulta debe evitar ciertos mensajes equívocos, susceptibles de una
lectura criminógena por el joven o menor. Hjatmif^ir desmitificarse. ISÍJtí i 0 1 ! U Q l t > l 4 U A K M J I S » \ t í J í s U Í S l J i!K y j . j p U V I Ü l J í
Si la adquisición de habilidades cognitivas ha demostrado ser una Por EOSS, ROBERT R., FABIANO, E. y GARRIDO GENOVÉS, V., en: Delincuen-
eficaz técnica de intervención resocializadora, porque aisla al delincuen- cia, 1990, n^ 1 (monográfico), págs. 71 y ss.; ROSS, ROBERT, R., Prevención de la
•-.;.í;jr-") ••d'iífu -an-.>K-rjf-:_,"'jf ji! •-;. •; delincuencia a través del entrenamiento cognitivo (en: Lecturas de Pedagogía
íh [v.-júinu
correccional, cit., págs. 135 y ss.).
258
En este sentido, ROSS, ROBERT, R., FABIANO, E. y GARRIDO GENOVÉS, V., El
^^^ Sobre estos programas psicosociales, de orientación cognitiva, vid. El pensamiento pensamiento prosocial, cit., pág. 93.
259
prosocial. El modelo cognitivo para la prevención y tratamiento de la delincuencia. Cfr., ROSS, ROBERT, R., FABIANO, E y GARRIDO GENOVÉS, V., El pensamien-
to prosocial, cit., págs. 93 y ss. .c.!.,i.(.,,,,<..Gb -..Í,I,J ,,.,..„„.,,,«,«-
1064 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 1065
«sustitutivos» penales: ensayan fórmulas alternativas a la intervención tos— la pena privativa de libertad de corta duración, ni la intervención del control
drástica del sistema legal (en conflictos poco graves) para liberar al social formal. De otra parte, cabe apreciar un giro cualitativo en la orientación de
infractor del indeleble impacto estigmatizador de aquél. algunos de estos programas: que tratan de producir un efecto positivo en el infractor
(actitudinal, motivacional), en lugar de configurarse negativamente, con la sola
Aunque todos estos programas se enfrentan demasiado tarde con el pretensión de evitar el impacto estigmatizador del sistema legal (vg., programas de
problema criminal (dado que presuponen la «desviación primaria») negociación y conciliación delincuente-víctima, de reparación del daño a través de
tienen verdadero interés desde el punto de vista preventivo porque prestaciones personales o de trabajos en favor de la comunidad, etc.); o dar una
última oportunidad al infractor. Son, pues, más ambiciosos.
seleccionan un destinatario perfectamente identificado, controlado; y
porque dicho destinatario exhibe elevadísimas tasas de reincidencia. A - n o í'\nwy íl^r» ^p
lo que se añade u n dato peculiar del perfil de la criminalidad urbana de
b') Programas de intervención
nuestro tiempo, que avala la eficacia preventiva de intervenciones de
estas características: en la gran ciudad, no hay tantos delincuentes como
Un segundo subgrupo de programas pretende producir u n efecto
delitos se cometen, sino bastantes menos; lo que sucede es que aquéllos
reinciden mucho. resocializador en el penado, con el objeto de que no reincida, a través de
una intervención (tratamiento) en el mismo. La finalidad específica de
Qj&^ ííj |íj>|xi9ffí:|fíü^i,,.Sv*afíaP.r'iOJxí3loí:V;/.,aD3 '-•••' dicha intervención es pedagógica o terapéutica, no preventiva; (el
impacto preventivo se produce, pues, de forma mediata, extrínseca).
a') Programas que articulan mecanismos alternativos a la interven-
ción del sistema legal o que mitigan ésta Técnicas de intervención en el medio penitenciario existen innume-
rables^'^^ bien de psicoterapia (métodos analíticos, psicodrama, terapia
Parten de un postulado del «labeling approach» de relativa eviden- familiar, análisis transaccional, grupos de encuentro, terapia corporal,
(,^^260. q^g i^ intervención de las instancias «oficiales» del control social terapia de realidad), bien de modificación de conducta (técnicas aversivas,
formal es siempre negativa, estigmatizadora, pues genera la carrera basadas en el control de contingencias, de modelado, de habilidades
criminal del infractor sellando definitiva y ritualmente su condición sociales, de intervención cognitivo-conductal, etc.).
irreversible de «desviado» («desviación secundaria»). E n buena lógica, Particular interés tienen las técnicas orientadas a la prevención
entonces, se sugiere reemplazar la intervención del sistema legal por siguiendo el modelo cognitivo. Parten de estudios empíricos que parecen
otros mecanismos que eviten dicho impacto criminógeno: o que lo haber detectado significativas carencias o disfunciones en procesos
mitiguen. No otro es el origen de la libertad vigilada bajo prueba cognitivos del infractor. Fracasa, en éste, la llamad a cognición
(«probation») o bajo palabra («parole»); de los sistemas de apoyo al interpersonal, el control de sí mismo y de la impulsividad, el pensamien-
i n f r a c t o r p r i m a r i o («advocacy»), de i n s e r c i ó n o r e i n s e r c i ó n to abstracto y la percepción social. El delincuente, por ello, exhibe una
(«reintegration»), de asesoramiento («counseling»); y, en general, de los poderosa rigidez cognitiva, un inequívoco «locus de control externo»,
sustitutivos («diversión»): arresto fin de semana, días-multa, trabajos a bajos niveles de autoestima y acusado «egocentrismo»^^^.
favor de la comunidad, reparación del daño y conciliación («restitution»),
etc., etc. ".'\'-'.,','. ,! .,'.V;^ ' ,, ' ^'''''"" "'" ';""'""-: "^ En consecuencia, se pretende neutralizar tales limitaciones cognitivas
con un variado espectro de técnicas de solución de problemas, de
Naturalmente, el ámbito de aplicación de estos programas es muy limitado:
habilidades sociales, de control emocional, de razonamiento crítico, de
suelen reservarse a los infractores primarios, jóvenes y a conflictos de escasa
gravedad, pues no cabe sustituir con carácter general —y para todos los supues- • i/\4 {--. t ri <•
"'B íqffíoínt:-» odob xióbrrovs-íqis.
(:-;:••• 1 ñi.ir.
agíiCJ-joa'í,-
261
Cfr., CLEMENTE DÍAZ, M. y SANCHA MATA, V., Psicología Social y Penitencia-
" El efecto necesariamente estigmatizador de la intervención del sistema legal es un
ria (Ministerio de Justicia o Escuela de Estudios Penitenciarios). Madrid, 1989,
postulado polémico del «labeling approach»; un examen más riguroso de las
págs. 105 a 129. Sobre el tema, vid., infra., capítulo XXV (Parte Quinta) de esta obra,
premisas del «labeling approach», en esta misma obra, supra, cap. XX. Sin
apartado f).
necesidad de compartir tales presupuestos doctrinales, los sistema de «diversión» 262
mantienen tesis semejantes. Vid., ROSS, EOBERT, R., FABIANO, E. y GARRIDO GENOVÉS, V., El pensa-
miento prosocial, cit., págs. 22 a 31. .,,,-, , „, ,., i,,,jau,H:j,,, u^u i.,-¡i;.jAy m ,.i»i»;
1066 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 1067
desarollo de valores, de habilidades de negociación, de pensamiento
creativo^^^, etc. comunitario. Se trata de un compromiso solidario de la comunidad —no
gólo del sistema legal y las agencias oficiales de éste— que moviliza todos
gus efectivos para solucionar un conflicto doloroso. El protagonismo y
liderazgo de dicha intervención corresponde a la comunidad.
^ . B A S E S D E UNA M O D E R N A POLÍTICA CRIMINAL D E
P R E V E N C I Ó N D E L DELITO 6. La prevención del delito implica prestaciones positivas, aportacio-
nes y esfuerzos solidarios que neutralicen situaciones carenciales,
Una moderna política criminal de prevención del delito debe desean- • conflictos, desequilibrios, necesidades básicas. Sólo reestructurando la
sar sobre las siguientes bases: ,,.,»jtt«*/o^Mífe convivencia, redefiniendo positivamente la relación entre sus miembros
—y la de éstos con la comunidad— cabe esperar resultados satisfactorios
1. El objetivo último, final, de un a eficaz política de prevención no es en orden a la prevención del delito. Una prevención puramente «nega-
erradicar el crimen, sino controlarlo razonablemente. El total extermi-
tiva», cuasipolicial, sobre bases «disuasorias» carece de operatividad.
nio de la criminalidad y las cruzadas contra el delito son objetivos
utópicos y poco realistas que pugnan con la «normalidad» del fenómeno 7. La prevención del delito, la prevención científica y eficaz del delito,
criminal y la de su protagonista. ., ^ . a-i-.^., presupone una definición más compleja y matizada del «escenario»
criminal, y de los factores que interactúan en el mismo. Requiere un a
2. En el marco de un Estado social y democrático de Derecho, la estrategia coordinada y pluridireccional: el infractor no es el único
prevención del delito suscita inevitablemente el problema de los «me- protagonista del suceso delictivo, puesto que otros datos, variables y
dios» o «instrumentos» utilizados, y el de los «costes» sociales de la
factores configuran éste. Los programas de prevención deben orientarse
prevención. El control exitoso de la criminalidad no justifica el empleo
selectivamente hacia todos y cada uno de ellos (espacio físico, habitat
de toda suerte de programas, ni legitima el elevado coste social que
urbano, colectivos victimarios, clima social, etc.). Pero u na prevención
determinadas intervenciones implican.
estrictamente «situacional» no basta.
3. Prevenir es más que disuadir, más que obstaculizar la comisión de 8. Se evita, también, delito previniendo la reincidencia. Pero, desde
delitos, intimidando al infi:'actor potencial o indeciso. Prevenir significa luego, mejor que prevenir «más» delito, sería «producir» o «generar»
intervenir en la etiología del problema criminal, neutralizando sus menos criminalidad. Dado que cada sociedad tiene el crimen que merece,
causas. Contramotivando al delincuente (con la amenaza de la pena, o una política seria y honesta de prevención debe comenzar con u n sincero
con un sistema legal en excelente estado de fiancionamiento) quedan esfuerzo de autocrítica, revisando los valores que la sociedad oficialmen-
aquéllas intactas, no se atacan las raíces del problema sino sus síntomas te proclama y practica. Pues determinados comportamientos crimina-
o manifestaciones. Lo que no basta. >-^fm'^ ífíM'-M^WM **' '. ^ •'" les, a menudo, entroncan con ciertos valores (oficiales o subterráneos) de
4. La efectividad de los programas de prevención debe plantearse a la sociedad cuya ambivalencia y esencial equivocidad ampara «lecturas»
medio y largo plazo. Un programa es tanto más eficaz cuanto más se y «realizaciones» delictivas. En todo caso, la Política Social es un
aproxime etiológicamente a las causas del conflicto que el delito exterio- excelente y eficaz instrumento preventivo.
riza. Los programas de prevención «primaria» son más útiles que los de
prevención «secundaria», y éstos que los de prevención «terciaria».
5. La prevención debe contemplarse, ante todo, como prevención «social»
y «comunitaria», precisamente porque el crimen es un problema social y
soicíirfiáüfi'glft: iéríqrttí'^-^ ••
ácírt<Sfííó%ifes sofoe^agsi iBt&qm BÜBO—b^blmimooBl no'> mz
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Parte quinta:
MODELOS DE REACCIÓN AL DELITO
E INTERVENCIÓN
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^n
Ca]?ííM/o XXIV:
1. INTRODUCCIÓN
,N
La Criminología analiza el fenómeno delictivo y sus formas de
aparición {fenomenología criminal); lo describe y explica con sus técnicas
Olla e instrumental; hace un diagnóstico causal, científico y etiológico del
mismo, examinando los diversos modelos teóricos explicativos de este
^^' .5 JVld^Nr 4K¿i i, Vil A doloroso problema social y comunitario (etiología criminal); y aporta un a
valiosa información, empíricamente contrastada, en orden a la preven-
ción eficaz del delito.
Pero a la Criminología científica corresponde, también, un a ulterior
función que se estudia en el presente Capítulo: evaluar la respuesta
social y legal al delito, ponderando la calidad de la intervención que los
diversos sistemas existentes arbitran, sus presupuestos, fundamentos
y efectos.
Dicha evaluación de los sistemas, modelos y paradigmas de respuesta
al delito parte hoy del necesario reconocimiento de dos postulados
criminológicos, que gozan de amplio consenso científico, relativos a la
propia comprensión del crimen como problema social-comunitario jala
pluralidad de expectativas, individuales y sociales, antagónicas, que
aquel genera. ñk/s* .•:7Wt.--.í';--^ ^, ; , ? , • • ;., >. 5 Í.
El primero, esto es, la concepción del crimen como problema social y
comunitario^ (no como mero fenómeno patológico, lacra, epidemia o
castigo del cielo, según gráficas metáforas) obliga a valorar los méritos
de un sistema no sólo en función de su supuesta efectividad, sino de otros
parámetros. Parece obvio que ni la capacidad disuasoria (crimen evita-
do), ni el rendimiento efectivo de un sistema (crimen castigado) deben
considerarse indicadores determinantes de la calidad de éste, si cierta-
mente se admite que el crimen es un doloroso pro6Zema social, comuni-
íi:rs.:.
'ÍL-
Vid. en esta misma obra, supra, cap. II, d).
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 1073
tario, y que, como tal, debe ser tratado. El sistema, pues, mejor, el más
saludable, no abandera cruzadas ni guerras santas contra el delito, ni objetivo primario cuya satisfacción, se supone, produce un saludable
persigue su erradicación de la faz de la tierra —ni el exterminio de] efecto disuasorio y preventivo en la comunidad.
infractor— sino que articula un control razonable del crimen, con el
menor coste social posible. Idea fórmulas y mecanismos que permitan a) Sus postulados mmfmmm^^^^m.mm%fi-
abordar este doloroso problema y resolverlo satisfactoriamente. Encau-
za y da salida a las tensiones y antagonismos que el citado conflicto C o b e r t u r a n o r m a t i v a completa, sin fisuras , de claro sesgo
(interpersonal y comunitario) exterioriza. xntimidatorio; maquinaria legal bien dotada, eficaz e implacable; y
sistema en perfecto estado de funcionamiento que aplica con rigor y
El segundo postulado tiene, también, importantes consecuencias, en
prontitud las penas, demostrando la seriedad de las conminaciones
orden a la valoración de la respuesta al delito. Pues si el crimen no se
legales, son los pilares del modelo clásico de respuesta al delito.
concibe a modo de duelo simbólico entre Estado e infractor, sino como
conflicto real que implica a una pluralidad de protagonistas^, con sus En consecuencia, prevenir eficazmente la criminalidad a través del
legítimos intereses y expectativas, lógicamente entonces la bondad del impacto disuasorio del sistema constituye el «leit motiv» de este paradig-
sistema de reacción al delito no vendrá dada sólo, ni de forma prioritaria, ma en el que cualquier otro objetivo (vg. la reparación del daño causado
por el grado de satisfacción de la pretensión punitiva del Estado (castigo a la víctima, la resocialización del infractor, etc.) pasa necesariamente
del delincuente). Habrá que ponderar, además, las justas expectativas a un segundo plano.
de la víctima (reparación del daño), del propio infractor (resocialización),
de la comunidad (pacificación de las relaciones sociales), etc. Reparación b) Críticas a d i c h o m o d e l o ^ fH;*#st?
del daño causado, resocialización del infractor y pacificación de las
relaciones sociales son, pues, metas irrenunciables de cualquier sistema Como se ha apuntado ya en su lugar^, este modelo ofrece numerosos
de respuesta al delito y h a n de ser tenidas en cuenta en el momento de reparos.
evaluar la calidad de la intervención en este complejo problema social.
En primer lugar, porque opera con u na imagen extremadamente
A tal efecto, y desde un punto de vista criminológico, cabe distinguir
simplificadora del mecanismo disuasorio y preventivo, desconociendo
modelos o paradigmas de respuesta al delito según el objetivo que
que el impacto psicológico de la pena no es u n a magnitud uniforme,
prevalece en cada sistema: el disuasorio (prevenir la criminalidad), el
homogénea, lineal, sino relativa, circunstancial, diferenciada, no sus-
resocializador (reinsertar y rehabilitar al infractor) y el integrador ceptible de juicios ni pronósticos generalizadores.
(reparación del daño, conciliación y pacificación de las relaciones socia-
E n segundo lugar, porque los modelos disuasorios —por el
reduccionismo que les caracteriza— suelen experimentar una peligrosa
inercia que se traduce en fórmulas de rigor desmedido. Dichaperversión
del sistema se acentúa cuando unos y otros identifican conceptualmente
el efecto «disuasorio» y «preventivo» de aquél y el efecto puramente
2 . EL M O D E L O «DISUASORIO» CLÁSICO í so i s naiafg «intimidatorio» de la pena; o cuando confunden «intimidar» y «atemori-
-'i' .3ü'íJ9i zar» o «disuadir» y «aterrorizar», evocando la vieja imagen crítica
El modelo clásico de respuesta al delito pone el acento en la preten- hegeliana del Estado que usa el castigo como pueda hacerlo el amo que
sión punitiva del Estado, en el justo y necesario castigo del delincuente, alza el bastón contra su perro''.
_ .., ....^,.,.....^ r;:j :íiip 9jrínx;s 98 s 1 X * > Xj-i,
í Á1 11 • U
^ En este sentido GARCÍA-PABLOS, A., Criminología, cit. 4^ Ed., (Introducción). ^ GARCÍA-PABLOS DE MOLINA, A., Derecho Penal. Introducción., Universidad
Parte Quinta, págs. 429 y ss. - ' •"' • Complutense. Servicio de Publicaciones, 2000, (29 Ed.), págs. 137 y ss.
* HEGEL, Rechtsphilosophie, 1821, pág. 99.
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 1075
Por otra parte, existe hoy ya evidencia empírica irrefutable de que la
severidad del castigo (el rigor norainal de la pena) es sólo una de las ^gjxiporal y espacial de obligada referencia. Pero este análisis simplificador
variables que intervienen en el mecanismo disuasorio, pero no la única flue polariza su atención en la persona del delincuente y en la pretensión
ni la principal; de suerte que la eficacia preventiva, a medio y largo plazo punitiva del Estado, con lamentable marginación de los otros sujetos
de un sistema, no debe ponderar exclusivamente la intensidad de] implicados en el fenómeno criminal (víctima, comunidad, etc.) y de sus
estímulo aversivo (castigo): la naturaleza de la infracción, la personali- legítimas expectativas, carece de fundamento científico.
dad del infractor, la prontitud con que se imponga la sanción, el
Como es sabido^, la actual Criminología empírica profesa un a imagen
rendimiento del sistema legal y percepción que del mismo tenga el
ciudadano, el grado de apoyo informal que se dispense a la conducta mucho más compleja, realista y dinámica del suceso delictivo y de los
delictiva, etc., son otras de las variables que influyen en el complejo factores que interactúan en el mismo. Frente al tradicional monopolio
proceso disuasorio®. ,. • , excluyente que ejerció la persona del infractor, cobra hoy un progresivo
protagonismo la figura de la víctima y se asigna u n rol muy activo a la
Todo ello, sin olvidar que la. prevención rectamente entendida tiene comunidad. Una y otra —víctima y comunidad— juegan un papel de
un profundo contenido social y comunitario. Que no puede circunscribir- notable relevancia tanto en la indagación de la génesis y etiología del
se, sin más, al mensaje intimidatorio, negativo y cuasi policial, de la crimen (modelos teóricos explicativos) como en el diseño de los muy
amenaza penal, ni a la intervención tardía y demoledora, implacable, de diversos programas de prevención de éste y de intervención en el
la maquinaria pesada del Estado''. Dicho de otro modo, incluso si debiera problema criminal. En consecuencia, si se respetan tales premisas,
ser evaluado un sistema atendiendo exclusivamente a su capacidad parece imprescindible acomodar el sistema a las exigencias de la víctima
disuasoria, no bastaría con ponderar el rigor intimidatorio de sus del delito y de la comunidad. Será necesario verificar si aquel da
sanciones y el grado de efectividad de éstas (mayor o menor cifra negra). satisfacción a las mismas: si propicia la efectiva reparación del daño que
¡Pues no se t r a t a sólo de castigar, de castigar pronto, de castigar bien, de el delito causó, si contribuye a la solución real de los conflictos y pacifica
castigar mucho! ; • ^". el clima social, las relaciones sociales, etc. Un sistema obsesionado por
colmar la pretensión punitiva del Estado, que exhiba la «fuerza victorio-
Por otra parte, cabe reprochar al modelo clásico-disuasorio su estre- sa del Derecho» sobre el culpable como instrumento preventivo-disuaso-
cha y sesgada visión del suceso delictivo. En efecto, según el mismo, el rio, intimida pero no convence, y potencia los conflictos en lugar de
crimen sólo expresa un enfrentamiento formal y simbólico entre Estado resolverlos.
e infractor (los dos únicos protagonistas del conflicto). La víctima, pieza
aleatoria, fungible, accidental, no cuenta, o bien ocupa una posición Finalmente, incluso desde u n punto de vista normativo, el modelo
marginal. Y la comunidad parece un «tercero» ajeno al drama, mero disuasorio clásico manifiesta serias limitaciones y carencias por su
espectador del mismo, que delega en el sistema legal para que éste incompatiblidad estructural con principios informadores del ordena-
aplique su severa cirugía. La comunidad —«la sociedad»— en el paradig- miento jurídico de diverso rango jerárquico que aquel desconoce o
ma clásico, es una mera abstracción, una figura retórica: el marco mediatiza. Así, por ejemplo, el m a n d a t o constitucional de la
«resocialización» del infractor (art. 25) o el régimen privilegiado de la
'"••'•••' ' ''" -''.i' i'iüii,; iii..»a j'-l);ffoijv (i :..ti.icn^ iu S.Ü «onoJfib': responsabilidad civil «ex delicio» (reparación del daño ocasionado por el
delito) que articula el Código Penal (artículos 109 y ss.)*^ como prueba del
^ Sobre el problema, ALVIEA MARTÍN, F., El efecto disuasorio de la pena, en:
Estudios penales y criminológicos, págs. 11 y ss. Santiago de Compostela (1984).
^ En este sentido, GARCÍA-PABLOS, A., Programas y estrategias de prevención del
delito, en: Kevista de la Facultad de Derecho de la Universidad Complutense, n- 79
(Madrid), 1992, pág. 158. P a r a un desarrollo matizado de la idea de prevención ' Vid. GARCÍA-PABLOS, A., Programas y estrategias de prevención del delito, cit.,
disuasoria o negativa y su crítica, incluyendo los «elementos positivos» de aquélla, pág. 146.
vid. ALVAREZ GARCÍA, Feo. Javier, Consideraciones sobre los fines de la pena en ^ El régimen privilegiado (reforzado) de la responsabilidad civil derivada del delito
el ordenamiento constitucional español. Granada (2001), Gomares, págs. 115 y ss. demuestra la importancia que concede nuestro ordenamiento a la reparación del
y 157 y s s . .l:i; 3 f ;j ^ll!-i,t urírro. daño padecido por la víctima del crimen. Cfr. GARCÍA-PABLOS, A., Derecho Penal,
Introducción., cit., (2- Ed.) pág. 81.
TTTTT ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 1077
interés prioritario del legislador por la víctima, ocupan en el modelo
disuasorio u na posición puramente marginal. y ello, naturalmente, desde pretensiones más utilitarias que dogmáti-
cas, más realistas que doctrinarias. Dicho realismo ha llevado a ponde-
rar con rigor las investigaciones empíricas en torno a la pena privativa
de libertad convencional, que demuestran el efecto estigmatizante,
destructivo y a menudo irreparable (irreversible) de la pena reina, de la
3. EL MODEL O O PARADIGMA «RESOCIALIZADOR» pena por excelencia, tomando sincera nota de la gravedad de esta
denuncia.
Un segundo modelo o paradigma subraya como objetivo específico y
prioritario del sistema (aunque no excluyente) la reinserción social del El modelo resocialízador asume, con todas sus consecuencias, la
infractor. E n virtud de un saludable giro humanista, el paradigma n a t u r a l e z a social del p r o b l e m a c r i m i n a l . El p r i n c i p i o de
resocialízador reclama u na intervención positiva en el penado que corresponsabilidad y solidaridad social, enraizado normativamente con
facilite el digno retorno de éste a la comunidad, su plena reintegración las esencias del Estado (social) contemporáneo constituye el soporte
sociaP. teórico de la intervención penal positiva en el infractor" que se asigna
al sistema, entre otros objetivos, como meta primordial.
Ja Pues u n Estado «social» no puede conformarse con la aflictividad de
(^ 1'. Sus fundamentos teóricos. El modelo resocialízador, por su orien- las penas y el efecto disuasorio-preventivo de un engranaje legal en
itación humanista, traslada el centro de gravedad del debate sobre las perfecto estadxude funcionamiento: el castigo ha de ser útil, también,
/ funciones del sistema del efecto preventivo-disuasorio de éste a su para el infractor mismo. No hay castigo peor que el castigo inútil, ni
impacto positivo y bienhechor en la persona del penado. El hombre, actitud más rechazable que la de quienes en nombre de dogmas o
pues, y no el sistema, pasa a ocupar el centro de la reflexión científica: ficciones pseudolegitimadoras prefieren ignorar los efectos reales de la
lo decisivo —se piensa, con buen criterio— no es castigar implacable- pena.
mente al culpable (castigar por castigar, en definitiva, es un dogmatismo,
o una crueldad), sino orientar el cumplimiento y ejecución del castigo de El paradigma resocialízador propugna, por tanto, neutralizar en la
modo tal que éste pueda reportar alguna utilidad al propio infractor. medida de lo posible los efectos nocivos inherentes al castigo, a través de
una mejora sustancial del régimen de cumplimiento y ejecución de éste;
El paradigma resocialízador destaca, además, por su realismo^''. No' y, sobre todo, sugiere u na intervención positiva en el penado que lejos de
le interesan los fines ideales de la pena, ni el delincuente abstracto, sino estigmatizarle con u n a marca indeleble le habilite para integrarse y
el impacto real del castigo, tal y como éste se cumple, en el penado participar el mismo en la sociedad, de forma digna y activa, sin traumas,
concreto de nuestro tiempo; no la pena nominal que contemplan los limitaciones ni condicionamientos especiales. No se trata, por supuesto,
Códigos, sino la que efectivamente se ejecuta en los actuales estableci- de alcanzar objetivos sublimes, conversiones milagrosas, ni cambios
mientos penitenciarios. Implica, pues, un giro hacia lo concreto, lo real, cualitativos de personalidad: no existe la pretensión oculta de hacer del
lo histórico, lo empírico, en el momento de evaluar la efectividad del delincuente u n «hombre nuevo», ni la perniciosa tentación que denun-
sistema y la calidad de la intervención de éste en el problema criminal. ciara William SARGANT: «la conquista de la mente humana»^^. Se t r a t a
—eso sí—, en interés exclusivo y real del penado, y contando con su
colaboración efectiva (no solo con su consentimiento formal)— de aplicar
^ Sobre la problemática de la re socialización, vid. La reseña bibliográfica que aporto
en: Estudios Penales, 1984 (Bosch), pág, 18 y ss. Sobre los conceptos de reeducación ?S."í (,• ítíí' íí-gísfl 41,1 t/í.M ^ M*-i VMi\nMhf?m
y reinserción social que utiliza el art. 25.2 de la Constitución española, vid.
ALVAEEZ GAECIA, Feo. J., Consideraciones sobre los fines de la pena en el " Vid. ROXIN, C , Strañ-echtliche Grundlagen Probleme, 1973 (Walter de Gruyter),
ordenamiento constitucional español, Granada, 2001 (Gomares), págs. 26 a 85. pág. 1 y ss. (especialmente págs. 24 y 25).
^° Vid. GAECÍA-PABLOS, A., Estudios Penales, cit., pág. 56 (trascendencia ^^ William SARGANT, W., La conquista de la mente humana. Fisiología de las
metodológica del paradigma de la resocialización). conversiones y del lavado de cerebro. Madrid, Aguilar, 1964 (traducción de Agustín
Santiago Luque). ;
•'M'l'ül^iu GAKOiA-PABLOS DE MOLINA
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 1079
unas técnicas y terapias científicamente avaladas que faciliten la
posterior integración social del infractor, que no le limiten sino que / lucha contra las estructuras sociales, la radical no intervención del
potencien sus expectativas y posibilidades de participación social. ,- I Derecho Penal o su utópica supresión.
L
El ideal resocializador—y lallamadaideología deltratamiento—han
abierto un doble debate, de muy diversas características y pretensiones: a) De la «euforia» a la «crisis» del ideal resocializador. Una primera
un debate normativo— doctrinal, y un debate empírico. Ambos merecen aproximación al problema examinado desconcierta. ¿Cómo se pueden
un análisis por separado.
explicar posiciones doctrinales t a n enfrentadas en torno a u na cuestión
2\El debate doctrinal sobre la resocialización del delincuente. La idea nuclear, fundamental? ¿Por qué, desde presupuestos ideológicos anta-
de resocializar al delincuente ha generado en la doctrina penal las gónicos, se coincide no obstante en la aceptación o en el rechazo de los
actitudes más dispares. Para unos, se trata de la anhelada alternativa objetivos resocializadores o se discrepa abiertamente desde credos
al retribucionismo y su fracaso implicaría un retorno inevitable hacia afines?^^ ¿No es extraño que la resocialización del infractor, meta tanta s
éste. Así se expresa por ejemplo, K. PETERS, autor que simboliza la veces exaltada, genere hoy actitudes de escepticismo y desencanto,
lucha sincera por una ejecución humanitaria de las penas en Alemania llegándose a declarar por partidarios de la misma que «puede ganar
desde premisas liberal-conservadoras^^. Para otros, de un imperativo muchas batallas, pero ... ha perdido la guerra»?^^.
ideológico. Baste recordar las democracias populares, partidarias fervo- El concepto de «resocialización», en e f e c t o , ^ ambiguo e impreciso.
rosas y entusiastas de la resocialización del infractor —del cambio de la Aglutina, además, concepciones muy heterogéneas del hombre, y del
actitud interna de éste en el sentido de la moral socialista— precisamen- castigo, que solo coinciden en su hostilidad al retribucionismo. Pero,
te por coherencia con el humanismo socialista y la indispensable unidad precisamente por ello, por la calculada equivocidad de los lemas y
del Derecho y la Moral socialistas" . Sin embargo, la idea de banderas, puede convertirse en u n a caja de sorpresas. A la clarificación
resocialización, como la de tratamiento, es radicalmente ajena a los de este término importado, no h a contribuido mucho su vertiginosa y
postulados y dogmas del Derecho Penal clásico, que profesa un acrítica recepción por el mundo del Derecho, que lo liberó paradójica-
retribucionismo incompatible con aquella^^. Y su legitimidad (la del mente de toda suerte de controles sobre el contenido real del mismo.
ideal resocializador) se cuestiona desde las más diversas orientaciones
científicas progresistas o pseudoprogresistas: la llamada Criminología Ahora bien, la polémica sobre la resocialización del delincuente no es
crítica, determinados sectores de la Psicología y del Psicoanálisis, una polémica vacía, academicista, meras palabras. Suscita, por el
ciertas corrientes funcionalistas, neomarxistas e interaccionistas, etc.,^'' contrario, los problemas más acuciantes del Derecho y obliga a replan-
etc. Algunos, incluso, afirman que la resocialización del delincuente es tear la función última de éste. ,
una mera utopía, un mito, un engaño; o, simplemente, una declaración \ • "-.(iro-'-'': i^-rtCif-ñím' H'-jí'i . i'íjrrp .g^nfefS )is^t'5iii ; ih tu.n
ideológica", progugnando entonces, como única alternativa válida, l a ^
b) Antirretribucionismo, concepción asistencial del Derecho y
neorretribucionismo. El pensamiento resocializador carece de un funda-
&nn¡A mento filosófico e ideológico unitario. Antes bien, en el mismo se
• mí.
»'í o b if/-ri n< refugian concepciones muy heterogéneas que solo comparten el común
rechazo de las tesis retribucionistas. Todas ellas, aunque por diversas
13 PETEES, K., Die ethischen Voraussetzungen der Resozialisierung und
Erziehungsvollzuges, en: Festschrift für E. Heinitz, zum 70 Geburtstag, 1972 razones, invocan la función resocializadora del castigo; tanto las
antirretribucionistas radicales, como las partidarias de u na orientación
(Walter de Gruyter), págs. 501 y 515.
asistencial del Derecho o las neorretribucionistas moderadas, se alinean
" Así, STILLER, G., Grundfragen der erziehcrischen Wirksamkeit des sozialistischen
Rechts.Beider Gestaltung des entwickelten gesselschaftlichen Systems in der
DDE, en: Staat und Eecht, 1969, pág. 1437 a 1445.
!«.A I ; .
' ' Cfr. GAECÍA-PABLOS, A., Estudios Penales, cit., pág. 20. •HJ^.^mnim'
^'^ Cfr. GARCÍA-PABLOS, A., Estudios Penales, cit., págs. 58 y ss. ''=" '" ''• 1*^ Cfr. GARCÍA-PABLOS, A., Estudios Penales, cit., pág. 21.
" Cfr. GARCÍA-PABLOS, A., Estudios Penales, cit., pág. 20. - • '' - 19 PETERS, K., Die ethischen Voraussetzungen, cit., pág. 501.
1080 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 1081
bajo el lema de la resocialización. Pero, en consecuencia, éste tiene en Por último, a la resocialización se apela también desde u na determi-
cada caso un contenido diferente.
nada política criminal que persigue la coactiva adaptación del infractor
"'" Bajo la bandera de la resocialización militanj„en primer lugar, al statu quo mediante un Derecho Penal eficaz. Aunque dicho concepto
quienes profesan un antirretribucionismq^ dogmático) y apelan a la se contraponga al de retribución, se trata, sin embargo, de un a versión
supresión del Derecho PeríáT clásico. La resocialización sería la alterna- moderna y actualizada del retribucionismo, ya que las pretensiones de
tiva a^ste^o. m&mñti»ñm'§mí éste de eficacia, defensismo y adaptación coactiva del delincuente se
.aseguran precisamente a través de los programas de resocialización,
._ '' Ahora bien, en el momento de delimitar el contenido de tal alternativa, se
j;^ ; aprecian, al menos, dos suborientaciones distintas. Ante todo, la orientación pero tal neorretribucionismo puede ser a ú n m á s nocivo que el
cibernética y planificadora {<•<Planungsrecht») que concibe el Derecho como instru- retribucionismo del pasado siglo, expresión del Derecho Penal liberal de
mento y expresión de una sociedad que autocontrola y dirige su propio proceso de la época, puesto que el pensamiento de la resocialización no está
cambio. Desde este punto de vista, el concepto de resocialización reflejaría la necesariamente comprometido con u n a tradición liberal ni ha dado,
esencia de un nuevo Derecho Penal no dirigido al pasado, a las relaciones
hasta la fecha, prueba de ello^^. =Siftoíí)':^M[tó'MÍ. #'-'fí«ÍíéMil
individuales autor-víctima, sino al futuro, como poderoso medio de configuración y
cambio social, y de autocontrol de[ mismo. Una segunda acepción del c) El concepto de resocialización plantea numerosos interrogantes. Se
antirretribucionismo invoca ía idea de la resocialización para dispensar mayores
oportunidades sociales a los diversos grupos y estratos de la población en aras del discute su propio encuadramiento sistemático o ámbito, esto es, si la
principio de igualdad real. Quienes así opinan, critican el Derecho Penal retribucionista, polémica sobre la resocialización del infractor interesa a la teoría de la
su radical insoiidaridad y el impacto discriminatorio del sistema en los diversos pena (esencia y fines del castigo) o al más limitado y modesto de su
grupos sociales. El concepto de resocialización expresa, entonces, la vasta tarea ejecución. Se cuestiona, también, cómo h a de concebirse el proceso
pedagógica y social que asume el sistema para dispensar mayores oportunidades
resocializador de aproximación del individuo a las pautas y modelos
sociales a todos los ciudadanos, cuotas superiores de igualdad real.
sociales: si en un sentiáo funcional (adaptagión), o en otro más profundo,
que supone modificaciones cualitativas de la personalidad del delin-
Los partidarios de una concepción/^sísferecia/)del Derecho Penal
cuente (corrección, mejora, enmienda, etc.). La dinámica de dicho
asignan al término resocialización un contenido diferente. P a r a estos
proceso y el grado final de acercamiento o identificación del individuo a
autores, el Derecho Penal no ha de ser u n Derecho volcado en el hecho
las exigencias sociales son objeto, también, de vivas polémicas, como
cometido, con vocación retributiva {«Tatvergeltungsstrafrecht») sino un
sucede con el problema de la legitimidad de los medios que, en cada caso,
Derecho resocializador y asistencial que produce efectos bienhechores
se utilicen para conseguir el ideal resocializadorA^í^iQ Mi : o
en la persona del autor («Tatereinwirkungsstrafrecht»); ujL-Derecho—
compensatorio, r;e^am^or de los pexjuiciqs padecidos por la víc.tima^_ a') Un sector de la doctrina, en efecto, estima que la resocialización del
rehabilitador del delincuente, que contempla el crimen como doloroso culpable constituye el fundamento de toda la función penal: la razón de
accidente social ylas sanciones penales a modo de remedios asistenciales. ser del sistema. Otro, actualmente mayoritario, partiendo de la distin-
Esta orientación goza de gran predicamento en el específico ámbito de ción entre «fines de la pena» y «fines de la ejecución de la pena» —
la ejecución de las penas y en el de la reparación del daño en favor de la distiricióh en parte artificial— entiende que el objetivo resocializador
víctima, pero encuentra serios obstáculos en conflictos criminales gra- afecta sólo y exclusivamente al limitado y concreto ámbito de laejecución
ves, donde todavía sigue resultando controverdida un a respuesta pura- de las penas, como principio orientador de ésta. Con ello, se otorga al
mente asistencial y rehabilitadora al delito, y, desde luego, la compren- concepto de resocialización u n contenido mínimo y se convierte en
sión de éste como mero accidente sociaF^. sinónimo de ejecución humanitaria del castigo^^. '''^' '-' ,M; ; Ü /i
)-J! JJv,f í J ( í j
-j>;"rr'):'0(!' -;".;-'no< >iíaf d-í* IO-JIÍ r!i"!' ,;rí'. j ( í i ó lo; )nf El debate parece poco esclarecedor porque todo intento de distinguir entre y^/?^^
penado con los valores sociales la auténtica convicción moral y acata- Napuede afirmarse, sin embargo, que los programas resocializadores
miento interno de aquéllos por el mismo {programas «máximos»)^". rnáxim_os}ganen actualmente terreno, ni que estén libres de objeciones^^.
Los programas «míni^mo^, como se verá, plantean un problema de Se les reprocha sus fines defensistas y manipuladores encubiertos. La
credibilidad, d e ^ e c t i v i d a d * ^a que vacían de contenido el concepto de conformidad entre el comportamiento externo y la actitud interna del
resocialización. ILos máxirnoi^ suscitan serios reparos en orden a la infractor garantiza, desde luego, la plena incardinación de éste en la
legitimidad de un a intervención de tales pretensiones en el marco de la disciplina social. Pero toda aproximación del Derecho a la Moral se
sociedad plural y democrática. traduce, a menudo, en fórmulas de extremo rigor, porque suele subyacer
a la misma u n a no confesada tendencia a la absoluta posesión de la
El debate referido se inició cuando representantes de posiciones persona, a la conquista de su mente.
ideológicas liberal-conservadoras llamaron la atención sobre la progre-
siva desertización que el ideal resocializador experimentaba en los Los programas resocializadores [máximos)no responden, pues, a la idea de
autodeterminación, sino a la de imposición, por más que apelen a objetivos altruistas
modernos textos legales y la extrema dificultad, por tanto, de llevar
y tutelares. La pena asume en los mismos impropios y autoritarios objetivos de
aquél a la práctica, con un mínimo de estabilidad y eficacia, desde el ^ I, adoctrinamiento ideológico^", de manipulación del individuo a costa del sacrificio de
neutralismo moral y axiológico: una llamada al mantenimiento de la , ' su libertad personal y otros derechos fundamentales: implican, por tanto, una
legalidad sin ulteriores exigencias morales convierte el concepto de intromisión abusiva e ¡legítima por parte del Estado^^ Por otro lado, y según
resocialización en letra muerta^\ recuerdan quienes cuestionan estos programas, el pretendido efecto resocializador
ííi'' '- máximo pugna con la estructura de la actual sociedad democrática y pluralista en la
El efecto resocializador eficaz y duradero, se advertirá, no puede ki,á • que, por definición, no existe un único marco de valores, sino un conjunto heterogé-
descansar en el miedo a J a pena, ni en la conformidad formal del ^, f ,: neo de sistemas normativos, con sus inevitables contradicciones y conflictos. Dicha
V sociedad, por ello, no puede ofrecer al individuo ese modelo unitario y definido de
comportamiento externo con la ley. Sin la interiorización moral de la •''' •' pautas de conducta porque ella misma no las tiene^^ Tratar de hacerlo, en todo caso,
norma, que presupone una determinada actitud axiológica, referida a ' 'f precisamente a través de la pena parece una terapia poco indicada: una quimera,
valores, falta el fundamento estable a su fuerza determinadora. No cabe T;a mezcla de tabulación y de cinismo. „ . . „ . „ „ „ . ; , . , „ . . „ . . .
resocialización alguna si detrás de la conducta respetuosa de la ley
existe un clamoroso vacío moral o contradicciones sensibles entre las Un sector doctrinal minoritario, por último, ha creído encontrar en la
pautas legales y las convicciones personales íntimas del infractor. En «pedadogía de la autodeterminación» la [codiciada tercera ví^?^'. Sin
consecuencia, como reitera dicho sector doctrinal, si se prescinde del embargo, toda terapia emancipadora implica necesariamente u n a im-
fundamento moral de la resocialización, si se niega el derecho del Estado posición si su vehículo es la ejecución penal. Y, aunque se propugne lo
a corregir al ciudadano o si se cuestiona la legitimidad de un a ejecución contrario, no es fácil imaginar terapia social autodeterminadora alguna
de la pena orientada a la modificación de la personalidad o convicciones libre de toda carga valorativa, neutra. ..- ., ^ ..,^
del penado, sólo cabe entonces una vacía e inútil llamada al respeto
formal de la legalidad^^.
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i
1090 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 1091
resocializados, pueden serlo y quieren cooperar a su tratamiento ^ la prevención general en la respuesta de los ordenamientos jurídicos
rehabilitador: otros muchos no requieren rehabilitación alguna porqug modernos a significativas parcelas de la criminalidad de nuestro tiempo
están perfectamente socializados (vg. los delincuentes «ocasionales») o
(delincuencia política, criminalidad económica y financiera, tráfico
no son ya susceptibles de ella (por ejemplo, los plurireincidentes v
rodado, drogas y narcotráfico, contravenciones, etc.), lo que pugna, de
h a b i t u a l e s «incorregibles»), o r e c h a z a n cualquier intervención
hecho, con las solemnes declaraciones programáticas en favor de la
resocializadora invocandp, con legitimidad para hacerlo, el «derecho a
no ser tratados»^^ ' ' j-esocialización del delincuente®^.
pero la oposición actual más enconada al ideal resocializador es una
El pensamiento resocializador, como se ha apuntado por la doctrina oposición ideológica, que cuestiona la legitimidad misma del tratamien-
pone el acento unilateralmente en la dignidad del infractor, ignorando to rehabilitador y el impacto presuntamente positivo de éste. Dicha tesis
los intereses no menos legítimos de la sociedad y de la víctima. Y no parte de la concepción del crimen como «producto social» y culpabiliza
puede armonizar con coherencia dos principios antagónicos: la naturale- del mismo a las estructuras sociales. Su lema puede resumirse con un
za de la pena (la pena, en cuanto retribución del hecho culpable, es un
simple aserto :.^e_se^resoda]ice la sociedad^ no el penado^®.
mal) y la incidencia positiva de ésta en el delincuente (la pena como bien f
que se prescribe en interés del infractor). La artificiosa distinción que' Se objeta al tratamiento, para comenzar, su radical inefectividad e
algunos propugnan entre un a conminación legal abstracta dirigida a incluso su impacto necesariamente antipedagógico, por juzgarse absur-
fines prevencionistas (en interés de la sociedad) y una ejecución de 1& da la pretensión de adaptar un hombre a la sociedad aislándole, sin
¡pena concreta, orientada a metas resocializadoras (en bien del infractor) embargo, de forma coactiva de la sociedad. De u n a intervención t a n
no resuelve la contradicción^^. , ^_ : Í . - ¿ „ « . contradictoria, advierte SIMSON, solo cabe esperar u n a terapia
desintoxicadora, purificadera, pero nada más®^.
Tampoco es pacífica la «filosofía de la adaptación» por cuanto el juicio
de futuro sobrejajiecesidad de resxLcialización o el éxito del tratamiento \ Al tratamiento se reprocha, también, su afán manipulador: implica
jiidicado careffjide^ases..científícas sólidas. Y todo pronóstico sobre la i —se dice— u na ingerencia ilegítima en los derechos fundamentales del \
personalidad de un individuo, basado en u n a concreta manifestación o , recluso que deja de ser sujeto para convertirse en objeto del mismo®®.^_j'
perspectiva aislada de la misma, parece sesgado y parciaF^. En_todo Por último, se observa que el tratamiento en el seno de las institucio-
.f caso, difícilmente puede^^^^^^ la p e n a como i n s t r u m e n t o nes penitenciarias no puede producir un efecto resocializador ya que la
a j;esocializador^yálid_o. Porque j a penC^eiSgraatizarncT reha.bilita. JSQ participación del recluso en la subcultura carcelaria le obliga asumir e
limpia, mancha. ¿Cómo jDuede apelarse a su función resocializadora interiorizar los valores de ésta, valores criminales antagónicos a los de
cuando consta empíricamente todo lo contrario? ¿Cómo se explica el la sociedad oficiaP^. Desde la obra de CLEMMER se admite la existencia
impacto rehabilitador del castigo y la reinserción social del penado ai, en
la estimación social, suele ser más el mero hecho de haber curnplido la
pena que la propia comisión del delito, lo que implica un grave demérito
a los ojos de los conciudadanos?^'' ,.,, ,.,. o = «.. ,j;,. un lutir- 88 En este sentido, KAISER, G., Resozialisierung und Zeitgeist. Strafe, Behandlung
oder Etwas Drittes, en: Festschrift für Würtenberger, 1977 (Berlín), cit., pág. 370.
Por último, se ha advertido que ciertas penas en vigor son radical- Cfr. GARCÍA-PABLOS, A., Estudios Penales, cit., pág. 63.
mente incompatibles con objetivos resocializadores (vg. penas_privati- ^^ Cfr. GARCÍA-PABLOS, A., Estudios Penales, cit., pág. 63 y ss.
vas de libertad de larga duración). Y que es muy acusada la tendencia 8' SIMSON, Behandlung statt Strafe, pág. 264 a 266. Cfr. GARCÍA-PABLOS, A., op.
cit., pág. 67. En igual sentido, PLACK, A., Pládoyer für die Abschaffung des
•S'RBq ,.ji;) f)r(i..:;íint
'inM nar Strafrechts, 1974, Liszt Verlag ... pág. 112 y ss., y LEFERENZ, en: Die gefáhrdete
Mensch in der Sicht der Wissenschaften, 1970, Stuttgart, pág. 45. Cfr. GARCÍA-
.svñ. aa'íhaJB'A ..A ,30JaA-í-.M:
81 Cfr., GARCÍA-PABLOS, A., Estudios Penales, cit., pág. 60. P A B L O S ^ , Estudios Penales, cit., pág. 67.
^2 Cfr. GARCÍA-PABLOS, A., Estudios Penales, cit., págs. 60 y 61 ^^ Vid., KAISER, G., Resozialisierung und Zeitgeist, cit. pág. 363.
„^„.,^j.í^-j.
En este sentHn J^LUIJKJO, A., üstudios T:.-
snMi\/rTr>uATTo-n.r, Penales,
V. cit., págs. 60 y 61.
~. *^^ Vid. GARCÍA-VALDÉS, C , La nueva penología, en: Temas de Derecho Penal, 1992
83 En este sentido, SCHMIDHAUSER, Eb., Vom Sinn der Strafe, cit., págs. 62 y 63.
8" Cfr. GARCÍA-PABLOS, A., Estudios Penales, cit., pág. 62. (Madrid), Servicio Publicaciones Facultad de Derecho de la Universidad
Complutense, pág. 128 y ss. - - — . ,.....>... ..•...-•—.. • . .,..^-.
1092 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 1093
de un «código del recluso», así como la de un proceso de adaptación de la voluntad real de aquél no puede hablarse de tratainieTito,_siao-de
éste a la subcultura carcelaria, _ cuyos pasos intermedios serían la jYianipulación, de adoctrinamiento, y surge el fantasma de la «naranja
«desculturalización» (pérdida de las capacidades vitales y sociales míni- mecánica».
mas para la vida en libertad: del control situacional, de la propia
iniciativa y de la autoresponsabilidad) y la «prisonización» (asunción del Transcurridas más de dos décadas desde que se aprobara la Ley
código de valores, usos y tradiciones de la vida penitenciaria)^". A todo Orgánica General Penitenciaria—Ley que consagra normativamente el
ello se añade por críticos y escépticos, que ni la Ciencia dispone aún de modelo de intervención científica en las prisiones españolas— parece
información suficiente y contrastada para diseñar modelos concretosV~ ' abrirse paso un razonable optimismo entre los expertos en cuanto a las
diferenciados de tratamientos resocializadores, porque falta el impres- posibilidades y el futuro próximo de los programas de resocialización del
cindible consenso empírico previo al respecto; ni la Administración penado sobre la base de la experiencia obtenida a lo largo de los últimos
Penitenciaria dispone d é l o s medios e infraestructura necesaria para lustros. .>^áí.r&^W,rrrnnr,-.r
una intervención científica e individualizada con todas sus implicaciones^" Todo parece indicar que a través de la ejecución penal pueden
y consecuencias. , ,. ~~ obtenerse resultados positivos en tres niveles: evitando el aprendizaje
por los internos de nuevas actitudes y hábitos delictivos, influyendo
sobre el comportamiento de aquéllos en la prisión, e incidiendo en la
3'. El debate criminológico sobre la resocialización del penado es un conducta futura de los penados^^. Una evaluación realista del esfuerzo
debate científico empírico, libre, por tanto, de especulaciones, de actitu- desplegado durante el período citado arroja tres conclusiones^^. La
des puramente ideológicas, o de estériles «torneos oratorios»''^ Versa primera, que optando por un determinado modelo integrador y científico
sobre hechos concretos, sobre realidades constatables y discurre en el de intervención (que no es el médico clínico tradicional) resulta viable la
ámbito o esfera del «ser», no el mundo normativo del «deber ser». positiva reestructuración de la realidad carcelaria, del habitat peniten-
Interesa sobremanera a la Criminología verificar científicamente si ciario, controlando sus efectos más nocivos (aislamiento, inmersión en
cabe una intervención positiva, bienhechora, en el infractor a través de la subcultura carcelaria, etc.) y generando otros satisfactorios para el
la ejecución de la pena. Si es posible diseñar, con criterios empíricos, una recluso (vg. actividades de aprendizaje, adquisición de expectativas de
intervención penitenciaria que favorezca la adquisición por el recluso de futuro prosociales, superación de adicciones, etc.). La segunda conclu-
patrones de conducta prosociales. Qué objetivos concretos habría que sión: que desarrollando dicho modelo psicoeducativo, basado en los
perseguir y cómo habría que orientar la Administración Penitenciaria y postulados de la Psicología del aprendizaje social y operante, en la
la propia ejecución penal para alcanzarlos. Qué modelo de tratamiento reeducación cognitiva, y su definida orientación comunitaria, progresa-
y qué técnicas concretas de intervención serían más adecuadas: cuáles mos hacia u na ejecución de la pena privativa de libertad más racional y
se están utilizando actualmente y con qué resultados. humana que abre el paso a otras formas de sanción diferentes en el
futuro. La tercera y última conclusión, que dicha noción del tratamiento,
El debate presupone, como es lógico, la libre y decidida colaboración atenta más a miras educativas que clínicas y estructurada para dispen-
del penado, pues, en otro caso, cualquier intervención sería rechazable: sar prestaciones sociales —no para ejercer control (predominio de
tanto desde un punto de vista ético, como estrictamente pedagógico. Sin
'I, t - Ü t
) ! ^AVftíOFA-;! ¡r» )h". Mí! ?í.
pnm ; Z L ^ d T ^ W ' ™ "'' ' " ' ° ' ' ' " ^^ tratamiento pemtenciario en el
^^ Así, ALARCÓN, J., El tratamiento penitenciario en el primer decenio de la LOGP,
cit., pág. 19.
^^ Así, REDONDO, S., Reflexiones sobre la intervención penitenciaria, en: Papers
d'Estudis i Formació, n - 5 (1989), pág. 157 y ss ;.,„,.;.> ...j ..„. .......,,i..
y ss. ( e s p e d i e n t e 202) ^'^^^^^^^'^^^ ^ 1 - Pasiones españolas, dt., pág. 200
1096 ANTONIO GAKCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 1097
meta inmediata, la mejor convivencia posible en la prisión, y como fín intervención'''^ El modelo que se propone, por el contrario, subraya la
mediato, la reinserción social del recluso*^®.
importancia del medio físico y del diseño arquitectónico carcelario, del
Así, pues, frente al concepto tradicional de tratamiento, entendido en clima de convivencia o ambiente en las prisiones, del nivel de participa-
su acepción clínica y restrictiva como conjunto de actividades específica ción y motivación de los internos en los distintos programas de activida-
y exclusivamente dirigidas a la neutralización etiológica del comporta- des; y reclama el análisis empírico de la propia institución, de los
miento criminal concreto, que sólo tiene en cuenta la persona del penado elementos que la integran y de las relaciones de los mismos con la
y el virus inaprehensible causante del delito —verdadera entelequia— conducta de quienes conviven en ella'^^. El giro que este nuevo paradigma
en aras a su futura reinserción social, debe prosperar un concepto representa viene avalado por fiables investigaciones empíricas en el
pluridimensional, amplio y realista de intervención, de naturaleza marco de la Psicología ambiental y la Ecología social.
psicoeducativa y contenido asistencial, que pondera las expectativas y Así, numerosos estudios demuestran que factores como el hacinamiento, el
exigencias de todos los implicados en la función penal y orienta ésta de clima social carcelario o la violencia en la prisión condicionan decisivamente el
forma que los diversos ámbitos de la vida carcelaria cotidiana incidan comportamiento de los internos. Y que cambios organizativos sustanciales en
positivamente en el recluso; aborde de modo satisfactorio los problemas materia de clasificación de los reclusos, horarios, aprovechamiento de espacios
físicos disponibles, permeabilidad de movimientos en el interior de la prisión, etc.
diarios de la prisión; y contribuya a una posterior reinserción del evitan o minimizan determinados t/cs penitenciarios negativos'^. Lo mismo cabe
penado. En este sentido, cuestiones como el clima de convivencia en la afirmar de la arquitectura carcelaria y su influencia en la conducta del interno: un
cárcel, la animación sociocultural, la propia arquitectura carcelaria, su nuevo diseño de celdas, galerías, patios y la evitación de controles físicos innece-
estructura organizacional, la política de permisos, la asistencia social sarios podrían producir efectos encomiables'''. Incluso actividades de estricta
postpenitenciaria, las medidas adoptadas con relación a la droga o el animación sociocultural merecen una evaluación muy notable porque mejoran las
relaciones interpersonales, aminorando el cuma de violencia y crispación; quiebran
SIDA de la población reclusa, no pueden quedar al margen de una el aislamiento comunitario de la prisión, crean fecundos espacios de encuentro en
intervención bien diseñada^". el seno de ésta y dispensan un positivo entrenamiento de habilidades sociales y
ocupacionales''^.. , . i . • r . i
c) El marco de la intervención: modelo clásico versus modelo IVdO BV 90918U .i».«OSaSi\B'\BJK[V SD (iHíUa nif Bl.
ambientalista. E n cuanto al marco de la intervención penitenciaria Cualquier modelo de intervención ha de enfrentarse a una serie de
(marco espacial, ambiental e institucional) parece, también, necesario retos y problemas, estructurales, funcionales, relaciónales y estricta-
corregir algunos vicios del modelo clásico que determinaron el fracaso
mente técnicos. - . r 1. , - , X
del tratamiento rehabilitador tradicional en el ámbito carcelario, asu-
miendo ahora los postulados de la Ecología h u m a n a y social y de la ' ciol ííü fioíSifiÍJU'iíiíM j.;,í ' oá^'^yimsobi.iy.iJ'íii'rí
Psicología ambiental. ^ , „ .. ,. ., _ ™-
'^ Vid. REDONDO ILLESCAS, S., Reflexiones sobre la intervención penitenciaria,
En el modelo clásico, predominaron siempre las medidas estructura- cit., pág. 206.
les sobre las de naturaleza organizacional y las de control negativo '^ En este sentido, entre otros: GARCÍA, J., La prisión como organización y medio
total de vida, cit. pág. 34 y ss.
(sanciones) frente a las de control positivo (refuerzo de comportamientos ^^ Vid., GARCÍA, J., La prisión como organización ..., cit., ibidem. Cfr. REDONDO
satisfactorios de los reclusos). Primó una atribución internalista de la ILLESCAS, S. y GARRIDO GENOVÉS, V., Diez años de intervención en las
conducta del penado, al negarse relevancia causal a los factores ambien- prisiones españolas, cit., pág. 203 y ss.
tales. Y se depositaron ciegas esperanzas en el cambio positivo de las Así, NIETO, J.M-., La influencia de la arquitectura penitenciaria en la conducta,
en: Presó i Comunitat: Primeres Jornades Penitenciarles de Catalunya, Barcelona
prisiones, y de los internos, sin introducir los oportunos programas de
(Departamento de Justicia), 1988, págs. 196 a 204. También: REDONDO ILLESCAS,
S., Reflexiones sobre la intervención penitenciaria, cit., pág. 157 y ss. Cfr. REDON-
DO ILLESCAS, S. y GARRIDO GENOVÉS, V., Diez años de intervención ..., cit.,
pág. 211 y ss.
^^ Así, GARCÍA, J., La prisión como organización y medio total de vida, en: Revista de Vid. ARNANZ, E., Animación sociocultural penitenciaria. Apuntes para u n debate
Estudios Penitenciarios, 238 (1987), pág. 33 y ss.
sobre la animación sociocultural en el marco del tratamiento penitenciario, cit., por
™ Vid., REDONDO ILLESCAS, S., y GARRIDO GENOVÉS, V., Diez años de inter- REDONDO ILLESCAS, S. y GARRIDO GENOVÉS, V., Diez años de intervención
vención en las prisiones españolas, cit., pág. 235 y ss. : ^i.».
..., c i t . , p á g . 2 0 7 . : =í.:,-'^ ••: • ' ' - •- -i
TUW ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA. 1099
La intervención penitenciaria p a r t e ya de u n a limitación o
programas, que condiciona su implantación, permanencia y éxito no parece tampo-''
condicionamiento estructurar'^, derivada del escenario en el que tiene co asegurada""..
lugar. La clase de programa que pretenda llevarse a cabo, el perfil de los
internos, las posibilidades ,de personal y la eventual participación
¿)Problemasy retos de los programas de intervención. Técnicamente,
comunitaria, entre otras variables, determinarán la forma en que ha de
¿esde la mera óptica pedagógica y del aprendizaje, los programas de
estructurarse la prisión a fin de no frustar el éxito de los programas
intervención suscitan varios problemas®^.
resocializadores. Cómo ha de disponerse el escenario de la comunidad
(«setting») para realizar satisfactoriamente un programa de interven- El primero, la existencia del conocido mecanismo del «contracontrol»
ción, es un segundo problema previo de capital importancia. que dificulta la eficacia de los programas resocializadores al contrapo-
ner a éstos otras normas y pautas antagónicas que rigen en el seno de las
Sobre la intervención penitenciaria gravitan, también, limitaciones subculturas carcelarias («código del recluso»).
funcionales, propias del rol y actividades que h a n de desplegar los
distintos profesionales implicados en el programa rehabilitador. Una dificultad adicional específica de los programas penitenciarios
de rehabilitación reside en la denominada ausencia o déficit de «genera-
Todo ello explica el crédito de que disfruta el régimen de «prisión abierta», según
•':' algunos el más adecuado para conseguir los objetivos resocializadores^^. Opinión, lización» de los mismos. Esto es, según todas las evaluaciones empíricas,
•y no obstante, asumible con las debidas reservas, pues lo decisivo no es donde se existen serios obstáculos para que los ex penados lleven a la práctica en
-•5 realiza un programa de intervención sino el contenido de éste; y la prisión abierta, sus ambientes habituales, recuperada la libertad, cuanto aprendieron,
por sí sola, no produce impacto resocializador alguno si no va acompañada de
programas rehabilitadores, fuertemente vinculados a la comunidad, orientados a la
como internos, en los establecimientos penitenciarios, dado el trascen-
n, ^r adquisición, mantenimiento y generalización por el penado de nuevos patrones de dental cambio de escenario que la excarcelación supone. Precisamente,
conducta prosociaP^. esta dificultad explica, en parte, el éxito de los «programas comunita-
I -T-v^ nv
rios». m oífc!í'íiSí«Srfe!Mri#í fiíiMi'5!bMááfeítí4i3f'}-ÉJÍi^^
Desde un punto de vista relacional, parece ya obvio^quejtodcrgrogra- ÍGÍS ié% Sf
/ ma de intervención debe romper el tradicional aislamientojíomunitario
K j de la institución carcelaria, estableciendo una vinculación-profunda^ e) Crisis de las tipologías tradicionales de delincuente y moderno
entre comunidad y prisión. Hoy, por cierto, se estima fundamental concepto de «carrera criminal». La Psicología y las ciencias de la
implicar a la comunidad en los programas de rejiabilitacióny sigue educación investigan qué clase de tratamiento es el más indicado a
constituyendo un reto la correcta articulación de los recursos^comunita- propósito de cada delincuente o grupo de delincuentes, pues tanto si
rios y los servicios profesionales^^. aquél se lleva a cabo en la prisión como en la comunidad parece
imprescindible un a intervención diferencial o prescriptiva. A tal fin, se
Programas genuinamente comunitarios, sin embargo, que operen con las ha operado tradicionalmente con tipologías o clasificaciones de delin-
Aih
variables específicas relevantes de los penados sometidos a los mismos y de la
comunidad concreta que les sirve de marco, son pocos. La aceptación social de tales
cuentes, que h a n sido hoy muy perfeccionadas con la ayuda de modernas
técnicas de investigación (vg. análisis de «cluster», como el MMPI). Sin
embargo, las tipologías tienen reservada u n a utilidad mucho más
modesta: se hallan en crisis®^.
0e. '¡¡i 'st nóíosIqebB'sD obBfas
3t,' n^ eüisitírnií teb ' '!0si9q
"5 Sobre el problema, vid., GARRIDO GENOVÉS, V. y REDONDO ILLESCAS, S., El
tratamiento y la intervención en las prisiones, cit., pág. 306.
'^ En este sentido, BONAL, R., La comunidad y el régimen abierto. En, Revista de
Estudios Penitenciarios, 240 (1988), pág. 109 y ss. Vid. GARRIDO GENOVÉS, V. y REDONDO ILLESCAS, S., El tratamiento y la
'** Así, REDONDO ILLESCAS, S. y GARRIDO GENOVÉS, V., Diez años de interven- intervención ..., cit., pág. 308.
ción ..., cit., pág. 230. Vid. GARRIDO GENOVÉS, V., y REDONDO ILLESCA, S., El tratamiento y la
^^ Vid. GARRIDO GENOVÉS, V. y REDONDO ILLESCAS, S., El tratamiento y la intervención ..., cit., pág. 308 y ss.
intervención ..., cit., pág. 307 y ss. Vid. GARRIDO GENOVÉS, V., Técnicas de tratamiento para delincuentes, Ma-
drid, 1993 (Cera, S.A.), págs. 51 y 52. .«• •{, <,.u .«.^IÍU
1100 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 1101
Las tipologías clásicas h a n fracasado. Ni como instrumento de predic- manejo de los contextos interpersonales. En dicha situación de equilibrio influirían
ción de la reincidencia, ni como estrategia maximizadora de los efectos decisivamente ciertos recursos o habilitades cognitivas de la persona, la debida
armonía entre individualidad o sociabilidad y determinadas aptitudes sociales de
del tratamiento pueden exhibir un balance favorable; Su capacidad de aquélla. Autoestima positiva, locus de control interno, empatia y aptitudes para
diagnóstico, indicador de la intervención preventiva más idónea, ha abordar problemas ¡nterpersonales, serían, por ejemplo, algunas de las habilidades
sido, por lo general, decepcionante. Ello se debe, tal vez, a que no captan cognitivasúQ mayor relevancia. El mantenimiento de sólidos vínculos sociales (con
el aspecto dinámico y situacional de la conducta delictiva, sino sólo familiares, amigos y compañeros, etc.) junto a la autonomía en la selección de metas
rasgos concretos de la personalidad del infractor y determinadas carac- personales, por su parte, contribuiría al correcto balance entre sociabilidad e
individualidad. Las mencionadas tiabiiidades sociales, por último, harían fluida y
terísticas fenomenológicas del suceso delictivo, lo que no permite aven- operativa la transacción con el medio, coordinando de forma eficaz la autonomía y
turar el futuro comportamiento de aquel ni los factores que interactuarán los recursos cognitivos del sujeto, de un lado, y su adecuada socialización, de otro**^.
cuando abandone la prisión^^.
La aproximación tipológica parece, también, poco lítil para el análisis Todo parece indicar, por tanto, que las investigaciones sobre carreras
causal, etiológico: no aclara ni explica el proceso que culmina, tipo a tipo, delictivas matizadas por el principio de competencia psicosocial pueden
en la conducta delictiva, la génesis o dinámica del comportamiento aportar un a información empírica valiosa en orden a la génesis y
criminal. Todo parece indicar, pues, que dicha metodología sólo tiene un dinámica del comportamiento delictivo, esclareciendo las variables y
«poder heurístico» o interpretativo, muy modesto. E n su lugar, por el factores del proceso; y al diseño de los programas de intervención más
contrario, gana terreno de forma paulatina una nueva categoría, concep- adecuados, con el objeto de promover los recursos personales y sociales
tual y metodológicamente, más útil: la de «carrera criminal»^*. del penado y la efectiva participación social del mismo. ^ .
Los muy diversos modelos teóricos, de corte sociológico, que atribu- Los de finalidad/jedag'ó^íca pura, según vayan dirigidos a cualquier
yen el crimen a procesos, causas y conflictos sociales, han esclarecido, sin interno o a reclusos que presenten ciertas deficiencias o discapacidades,
duda, la génesis y etiología del fenómeno delictivo, pero el esfuerzo ge denominan genera/es, en el primer caso (vg. educación y formación
realizado, con éxito, en el ámbito causal-explicativo, no se ha visto
profesional a diversos niveles), o especiales, en el segundo (vg. progra-
acompañado por un interés semejante en orden al diseño de progi-amas
mas específicos para disminuidos físicos o deficientes mentales).
de intervención y al tratamiento rehabilitador del delincuente.
Naturalmente, otros muchos programas de intervención tienen, también, una
Un__tercejrjno_delo es el modelo médicji/ que desde su prisma clara vocación pedagógica, pero entendida ésta en un sentido amplio y genérico,
patologizador, ve en la conducta delictiva el mero síntoma de una como sucede en los modelos psicosociales de orientación cognltlva^^.
enfermedad o trastorno psicopatológico subyacente, necesitado de cura
a través de la oportunajerapia. Siendo falsa su premisa, no puede Los tratamientos de orientación psicológica admiten un sinfín de
extrañar que tampoco produzca resultados rehabilitadores satisfacto- métodos y técnicas de intervención (así: psicoterapia individual, psico-
rios una praxis que basa la intervención penitenciaria en aquélla. Más terapia en grupo, psicodrama, asesoramiento en grupo, asesoramiento
a ú n : el déficit científico-empírico de los llamado s «programas psicológico, técnicas de modificación de conducta, etc.).
correccionales» reside no tanto en la falta de solidez de sus postulados A su vez, cada técnica puede dar lugar a diversas submodalidades. Así, entre las
teóricos como en la ausencia absoluta de marco o modelo alguno; vacío técnicas terapéuticas grupa/es, cabe distinguir: la terapia analítica, el ps¡cgd.rama,
conceptual y referencial que condena al fracaso cualquier esfuerzo bien los grupos de encuentro, la terapia de la realidad, la terapia de Ja Gestait, la terapia
intencionado. ^,, „/,.//VÍ?Í<;^/TÍ{?/;/"'' familiar, el análisis transaccional, la terapia integral, etc. Y entre las técnicas de
modificación de conducta, las aversivas, las basadas en el llamado aprendizaje
Frente a los referidos modelos, gana adeptos un nuevo paradigma, operante (vg. economía de fichas y contrato conductual), el entrenamiento en
habilidades sociales y la modificación de conducta cognitiva.
psicosocial, de cariz educativo, relativamente autónomo y desligado de
las teorías explicativas del crimen, que pretende neutralizar ciertas
deficiencias del infractor en sus procesos de socialización (en actitudes, Con carácter general, la intervención psicológica conoce tre^clases de
habilidades, razonamientos, etc., requeridas para el correcto ajuste programas, basados, respectivamente, en los principios del aprendizaje
social) mediante la aplicación de técnicas cognitivas y conductuales que operante, el aprendizaje social y la psicoterapia (el denominado apren-
le permitan desarrollar todos sus recursos individuales. Todo ello, dizaje clásico no tiene, apenas, aplicación en el ámbito penitenciario)^".
naturalmente, sin perjuicio de la necesaria prestación al recluso de los 1') Los programas que siguen el modelo del aprendizaje operante se
adecuados recursos «sociales». „ , .,-... .>.>*..»JÍ».UJ4 sirven de procedimientos de refuerzo positivo, de refuerzo negativo y de
^•i.i . r^&m eb ,lfiíT0Í3J3';f nhm'yih o oío/; ai- '".'•> ñYr'jií'jb i .>. control aversivo^K
' Los de refuerzo positivo utilizan como estímulo las visitas extra al interno, la
g) Métodos concretos de tratamiento en el ámbito penitenciario hay
-'.ora supervisión reducida o cualquier otro privilegio (vg. así, el procedimiento de econo-
muchos y variados. Según la naturaleza o principio dominante de la Eí,,; , míadeficiíaá). Con ellos parece haberse conseguido una mejora de la conducta del
intervención, suelen distinguirse cuatro grupos: médicas, pedagógicos, _,,.-., recluso en la prisión y la efectiva participación del mismo en las actividades
psicológico-psiquiátricos y sociológicos^^. fbi('tgi " académicas, profesionales y culturales organizadas por la Administración Peniten-
ciaria. Difícil de evaluar es, sin embargo, la eficacia de tales programas en la futura
Los tratamientos de índole médica, clínica, pueden ser farmacológicos
o quimioterápícos (vg. empleo de antidepresivos, de neurolépticos, etc.),
y quirúrgicos. (*,.«*te}«íT=t' fl!i.i.::,vMi¡»¿»T.. y'-.VM^t&mí'Si-Mñmñ^&sMi
^^ Vid. GARRIDO GENOVÉS, V., Técnicas de tratamiento para delincuentes, cit.,
pág. 73.
^° Vid, por todos, GARRIDO GENOVÉS, V., Técnicas de tratamiento para delincuen-
te, cit., pág. 42 y ss.
Í^-^^^^'SZ¿^^^ - f lación jurídica y práctica ^^ Vid., por todos, GARRIDO GENOVÉS, V., Técnicas de tratamiento para delincuen-
tes, cit., pág. 42 y ss. Sobre el aprendizaje «operante» vid. GARCÍA-PABLOS, A.,
supra, cap. XIV, 2.
1104 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 1105
conducta del ex recluso, cuando ya no cabe suministrar a éste refuerzos alternativos jxes alternativas (en la constricción dada del «aquí y ahora»), motiván-
al comportamiento criminal al haber recuperado su habitat natural. dole para que se someta al tratamiento idóneo.
' Los de refuerzo negativoacMÚen a la asignación de tareas laborales o académi-
cas, de vigilancia y de supervisión (estímulo). Junto a esta terapia, carente aún de los oportunos estudios evaluatorios, cabe
-M' La aplicación combinada y simultánea de programas que incluyen ambas clases citar, también la «terapia ÚQ grupo del conocimiento corporal», especialmente
de refuerzos se ha llevado a cabo en España, con notable éxito, bajo diseños idónea para individuos que exhiben desórdenes y trastornos de personalidad {\/Q.
ambientalistas. psicópatas), pero prematura aún en el ámbito penitenciario. Postulado principal de
6,.... esta intervención es que la identidad y la autoconfianza del individuo guardan
Los programas de controlaversivo (castigo, coste de respuesta y tiempo fuera)
.OOilí
han demostrado escasa utilidad a medio plazo, pudiendo ocasionar, incluso, efectos estrecha relación con su conocimiento del propio cuerpo («el cuerpo vivido consti-
contraproducentes en orden a la resocialización del interno. tuye nuestro ser-en-el-mundo», afirma MERLEAN-PONTY) de suerte que la cons-
ciencia y la vida del hombre son el pilar del proceso de autoreflexión''^. En
consecuencia, el tratamiento busca la armonización de una serie de dimensiones
^ 2') De los programas orientados hacia el aprendizaje «social» sobresa- físicas y psíquicas: la conciencia del cuerpo, la conciencia emocional, la función
len los de «hogar de grupo», que reciben distintas denominaciones psicomotórica, la acción espontánea, la capacidad de verbalización y la función
(AchievementPlace, Teaching-Family, Padres enseñantes, etc.). En tales interpersonal. !^S¿i»^},§l^s{>'ii^«ieíS'^^'- *?'
programas, u na pareja bien entrenada, dirige un hogar de grupo
integrado por seis jóvenes delincuentes, sirviéndose de diversas técnicas De los muy diversos modelos y métodos de tratamientos, tres merecen
de intervención (vg. economía de fichas, habilidades sociales, modelado, una examen más detenido por la especial significación e incidencia de los
etc.). La experiencia demuestra que estos hogares de grupo contribuyen mismos en el ámbito penitenciario: los de orientaciónpsicodíreómíca, las
al aprendizaje de conductas prosociales y disminuyen los comporta- técnicas de modificación de conducta y los programas de inspiración
mientos delictivos. Cuenta, también, con la preferencia por parte de los cognitiva.
propios jóvenes infractores^^. 9b 0Éíki®}iíJberfiijF ^^ *jMrfffyrwv-
B) Las técnicas de modificación de conducta^"^, muy arraigadas en el sus consecuencias (por ejemplo: se identifica conducta delictiva y agresión).
orbe anglosajón, cobran especial predicamento durante los últimos Predominan, pues, las investigaciones de laboratorio {vi\ siquiera se realizan en el
veinte años, siendo de gran utilidad tanto desde un punto de vista clínico medio penitenciario) con el inconveniente de a/s/are\ análisis de un problema social
de su entorno natural (sociedad) o específico (cárcel). Los trabajos, además, operan
como institucional. Se ha comprobado la eficacia de las mismas en orden
con variables muy concretas y singulares, lo que no permite captar ni evaluar las
a la eliminación de conductas antisociales y antirreglamentarias en el muchas dimensiones del problema de forma compleja e integrada. Y los períodos de
seno de la prisión, en la mitigación de hábitos y dependencias (alcoho- «línea base» son excesivamente breves. Prescinden, lamentablemente, de la
lismo, drogadicción), en la motivación del interno para elevar su nivel necesaria intervención 50c/a/olvidando que el tratamiento que incide sólo en el
educativo, cultural y profesional o participar en programas de entrena- individuo limita de modo sensible su propia efectividad. Falta en la mayoría de los
programas de modificación de conducta, por otra parte, una saludable orientación
miento en habilidades sociales y comportamiento asertivo o adquisición comunitaria, limitación o sesgo fruto de la investigación de laboratorio, experimental,
de información a través de modelos^"^. poco preocupada por cuestiones aparentemente extra o metaconductuales. Tampo-
co prestan aquéllos la adecuada atención a importantes variables cognitivas (vg.
No obstante, y a pesar de los razonables resultados que deparan, autoestima, locus de control, etc.) que toda intervención debiera ponderar"".
suscitan numerosos recelos y críticas no siempre fundados. En esta mala
imagen han influido varios factores^"®. En primer lugar, el hecho de que En el marco teórico, las técnicas de modificación de conducta trasla-
fruto de una mala información, se asocian por muchos estas técnicas a dan el centro de gravedad de la persona del infractor (supuestamente
prácticas psicoquirúrgicas, psiquiátricas o farmacológicas despiadadas distinta, en términos cualitativos y estructurales de la persona que
con las que, en realidad, poco tienen que ver. El fantasma latente de la cumple las leyes, según la conocida teoría de la «diversidad») al compor-
naranja mecánica ha sembrado temor y descrédito a estas intervencio-
tamiento delictivo mismo, subrayando la esencial identidad que existe,
nes, dando pie a toda suerte de reparos éticos y deontológicos que, por
desde u n punto de vista conductual, entre aquel y el comportamiento
desgracia, no se circunscriben a los excesos de ciertas técnicas aversivas
positivo, respetuoso de las normas^^^. Lo que es u n acierto, y libera la
hoy en desuso. En segundo lugar, la llamada nueva Criminología, de
reflexión teórica —y la propia intervención— de consideraciones ajenas
orientación radical, que ha alimentado ideológicamente las críticas
al mundo empírico-científico.
contra la filosofía del tratamiento, denunciando no ya sus prejuicios
individualistas, esto es, la suposición ingenua de que basta con interve- De las numerosas técnicas de modificación de conducta, cabe desta-
nir en la persona del infractor, sino la propia ilegitimidad de la interven- car"^:
ción misma y el contrasentido de reinsertar a alguien en un modelo de 1) Técnicas aversivas. Intentan asociar un patrón comportamental no
sociedad (capitalista) desigual, injusta y criminógena. deseado a un estímulo desagradable, o reorganizar la situación de tal
¿ •••' Forzoso es reconocer, no obstante, que las técnicas de modificación de conducta manera que las consecuencias de un determinado comportamiento sean
:-;-f|t) ofrecen todavía serios reparos metodológicos^"^ La mayor parte de los programas desagradables para quien lo pretende llevar a cabo. En ambos casos, se
aqSj: se orientan más a la Psicología experimental que a la Psicología social, con todas trata de que se establezca u na conexión entre el comportamiento que se
quiere eliminar y la reacción aversiva.
Cronológicamente son las primeras técnicas de modificación de conducta
106 GARRIDO GENOVÉS, V., Técnicas de tratamiento para delincuentes, cit., pág- utilizadas y, sin duda, las más proclives a excesos (por ello, también, las más
123 y ss.; CLEMENTE DÍAZ, M., Programas y tratamientos conductuales: su impopulares). Han acompañado a la institución penitenciaria desde los orígenes de
aplicación en instituciones penitenciarias, en: Psicología social y sistema penal, cit., ésta, pero en la actualidad su incidencia en la población reclusa es muy limitada,
págs. 303 y ss.; CASTAÑO LÓPEZ MESAS-CASTAÑO ZAPATERO, A., Trastornos circunscribiéndose a delincuentes sexuales y psicópatas. Se recomienda el empleo
de personalidad: perspectiva de la psicología del aprendizaje, Madrid (1993), Área
de Sal
.Í'L¡ .:jRq .:ú-! ,BriBbiiSjínoq .; 'íii:>oa Ktgol ' '"'
1"'' Vid. SANCHA MATA, V., Psicología social y penitenciaria, cit., págs. 121 y 122-
.BhBíoisaiitiBii Y ÍKiv p BCíiuhnifñ ,.V .A'í AM AHD>I//
108 Cfr. CLEMENTE DÍAZ, M., Programas y tratamientos conductuales, cit., págs- 303
y 304. "" Cfr. CLEMENTE DÍAZ, M., Programas y tratamientos conductuales, cit., págs. 316
109 Cfr. CLEMENTE DÍAZ, M., Programas y tratamientos conductuales, cit., págs. 304 y 317.
y 305. ^11 Cfr. CLEMENTE DÍAZ, M., Programas y tratamientos conductuales, cit., pág. 317.
^1^ Vid. SANCHA MATA, V., Psicología social y penitenciaria, cit., pág. 122 y ss.
1110 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 1111
de estas técnicas aversivas exclusivamente cuando se inalla en peligro la propia ^espusstas agresivas, violentas y conflictivas. Como reforzadores de
integridad del individuo y procede una intervención inmediata"^. tales conductas deseadas se utilizan los más variados: la comunicación
yis a vis, las llamadas telefónicas, los permisos, etc. De hecho, las diversas
2) Técnicas basadas en el control de las contingencias. Las principales evaluaciones coinciden en los resultados obtenidos: estos programas, a
son: el sistema progresivo, la técnica de economía de fichas y el contrato pesar de sus limitaciones, contribuyen a un indiscutible enriquecimiento
conductual, entre otras.
vocacional y de nivel de estudios de los internos; permiten constatar una
El sistema progresivo^^'*, que introduce en España MONTESINOS mejora significativa en todas las áreas conductuales (especialmente en
parte de un diseño gradual del cumplimiento de la privación de libertad ' comportamientos simples que no requieren una especial elaboración); y
por fases o etapas («grados»). La fase inicial se caracteriza por un intenso consiguen la implaintación de conductas de interacción en la población
control del interno y por su régimen muy estricto en cuanto a condiciones reclusa hasta niveles razonables"^.
materiales y libertad de movimientos. La última etapa es el régimen Los programas de economía de fichas son fáciles de llevar a cabo. La
abierto. Se «progresa» de un a fase a otra conforme van obteniéndose del generalización de sus efectos puede estimarse aceptable, sin que consten
recluso conductas y respuestas más socializadas. fenómenos de tolerancia o saturación significativos en los mismos. Han
; , Los sistemas progresivos permiten constatar que las conductas más reprobables conseguido, desde luego, u n cambio en la vida diaria del interno"*^. Pero
afn. y antisociales (vg. violencia, autolesiones, etc.) se dan en las fases iniciales o menos no deben ignorarse sus condicionamientos y carencias. Ante todo,
avanzadas, y en internos con puntuaciones más bajas en las diversas áreas porque la eficacia de estos programas depende, en buena medida, del
"" * conductuales. En todo caso, parece han contribuido a una mejora sensible de la
medio en el que se practican (prisión).
.:Mg motivación de los internos jóvenes en tareas formativas, culturales y escolares"*.
Provocan, a menudo, ansiedad en los reclusos. Reclaman un entrenamiento-
Los programas de economía de fichas descansan en los principios del previo, en los responsables, y una selección de los internos que, al no tener lugar,
limitan la posible efectividad de los mismos. Pecan de artificialidad, de suerte que los
condicionamiento operante, constituyendo, sin duda, la técnica más reclusos tienen la sensación de «ser tratados como niños». Y, a menudo, en lugar
difundida en el medio correccional. Su fundamento es muy simple: el de incentivar conductas o interacciones útiles para la vida en libertad (vg. habilidades
interno obtiene fichas por sus conductas definidas como satisfactorias sociales necesarias para la búsqueda de empleo o para consolidar relaciones
en los correspondientes programas (la ficha, como realizador condicio- interpersonales), refuerzan otras solo relevantes en el ámbito penitenciario. A todo
nado y generalizado, se asocia a mejoras personales, educacionales, ello hay que añadir un defecto en el que suelen incurrir casi todos estos programas:
olvidar que el sistema de fichas debe ir pasando de razón fija, a intervalo fijo, de éste
académicas, sociales, etc. de aquél). Dichas fichas se cambian, después, a intervalo variable y, por último, a sistema de méritos"^
por objetos de consumo, mejoras regimentales o privilegios de otro orden
para el recluso que las ganó"*^.
3) Sistemas de autogobierno y contrato conductual. Los sistemas de
Con estos programas suele promoverse la participación del recluso en autogobierno pretenden dotar al interno de un repertorio conductual
cursos de formación y tareas educativas, o el mantenimiento de hábitos adecuado para que pueda, en su momento, abandonar el mundo de la
de higiene y autocuidado. También se fomentan conductas positivas de marginación y el delito. No suele ser la base única del tratamiento, sino
interacción social, comportamientos altruistas, etc. O se t r a t a n de evitar una de las técnicas utilizadas en la intervención. Su difusión y genera-
lización se explican por el éxito de u n conocido programa de tratamiento
de menores {Achievement Place) que se sirvió del mismo. Sus logros,
"3 Vid. CÁCERES, J., Técnicas aversivas, en: MAYOR, J., y LABRADOR, J., Manual aunque inferiores a los sistemas de economía de fichas, parecen consi-
de modificación de conducta, Madrid (1984), Alhambra. Cfr. SANCHA MATA, V.,
Psicología social y penitenciaria, cit., pág. 122.
"" Vid. SANCHA MATA, V., Psicología social y penitenciaria, cit., pág. 122 y ss.
"s Vid. SANCHA MATA, V., ibidem. "•^ Vid. CLEMENTE DÍAZ, M., Programas y tratamientos conductuales, cit., pág. 308.
"'^ Vid. SANCHA MATA, V., Psicología social y penitenciaria, cit-, pág. 124 y ss. "** Vid. CLEMENTE DÍAZ, M., Programas y tratamientos conductuales, cit., pág. 307.
También CLEMENTE DÍAZ, M., Programas y tratamientos conductuales, cit., pág- "9 Vid. CLEMENTE DÍAZ, M., Programas y tratamientos conductuales, cit., págs.
306 y SS. 307 y 308.
'1«C
'1112
ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 1113
derables. E s t a técnica opera sobre la base de u n a progresiva
responsabilización del recluso que, poco a poco, asume mayor participa- conductismo radicaP^^^ propugna la necesidad de incorporar y valorar
ción y control del funcionamiento de la instalación carcelaria^^°. los diversos fenómenos y operaciones cognitivas del individuo en orden
a la comprensión de su conducta y a la eficaz intervención en la misma:
El llamado contrato conductual consiste en un compromiso formal del qué y cómo piensa aquél, cómo percibe su mundo, cómo razona, cómo
interno con la institución penitenciaria, en el que se hace constar lo que comprende a los demás, qué es lo que aprecia y estima de sí y de los otros,
ésta espera del recluso, así como las consecuencias del cumplimiento —. cómo intenta solucionar sus problemas, serían cuestiones fundamenta-
o de la frustración, en su caso— de las expectativas contractuales. Más les porque integran el «contexto subjetivo» del autor. En consecuencia,
utilizado en establecimientos de protección y reforma de menores que en los partidarios de este modelo de terapia sugieren programas que
centros penitenciarios convencionales, suele formar parte de sistemas
incidan positivamente en el razonamiento del interno, en sus atribucio-
de intervención «motivacionales» complejos^^^
nes (como explica o a qué imputa éste lo que le sucede o acaece), en sus
" ' •*-'"^ El contrato conductual hace posible una más intensa participación del interno en autoevaluaciones y expectativas, en su percepción y valoración del
^'f su propio tratamiento. Disminuye la percepción casi lúdica e infantil del sistema de mundo externo, empleando técnicas que mejoren sus habilidades perso-
• .;t economía de fichas, y el riesgo de ciertos fenómenos nocivos desde un punto de nales y sociales, su capacidad para resolver problemas interpersonales,
¡ j ' vista tratamental que suelen acompañar a la intervención en el ámbito penitenciario su empatia, su autoestima, su limitada percepción de la realidadi^^, etc.
(vg. contracontrol y atribución externa de refuerzos y cambio de conducta). Facilita
la generalización de las conductas ya adquiridas en un tratamiento de economía de La terapia cognitiva parte, pues, de la premisa de que el funcionamiento cognitivo
fichas previo y consolida, en todo caso, las relaciones entre internos e institución^^^^. del sujeto es una pieza clave para su eficaz resocialización, por lo que, a tal fin,
interesa sobremanera incrementar el nivel de aquél, objetivo específico de ciertos
4) Tratamientos de orientación conductual, aunque no exclusivamen- métodos orientados a potenciar el análisis autoracional, el autocontrol, el razona-
miento medio-fin, el pensamiento crítico^^^ etc.
te conductuales son, también, algunas técnicas utilizadas con psicópa-
tas, que ponderan ciertas variables intrapsíquicas; los de modelado
(cuya premisa es que la conducta prosocial se aprende o incrementa a La teoría cognitiva no pretende aportar u n a explicación etiológica del
través de la observación y la imitación); y el entrenamiento en habilida- crimen, pero constata conexiones relevantes entre el comportamiento
des sociales, técnica ésta de naturaleza cognitivo— conductuaV^^. criminal y ciertas operaciones y procesos cognitivos del autor.
Cabría referirse, entonces, a un cierto déficitcognitivoX\^\co o muy frecuente en
C) Técnicas de intervencióny tratamientos de orientación cognitiva^^*. el infractor cuyo perfil se caracterizaría por algunas de las siguientes notas'^^:
La moderna teoría cognitiva interesa más como «modelo» para la a) Escaso autocontrol. El actuar impulsivo es un rasgo típico en muchos
práctica de programas de intervención (tratamiento) y prevención que infractores. Estos suelen carecer de un eficaz filtro reflexivo que medie entre el
como «modelo explicativo» del delito. Crítica respecto al «dogma de la impulso o estímulo y las conductas de los mismos. La impulsividad dificulta el propio
análisis cognitivo de la situación y empobrece el diagnóstico sobre ésta. Se trata de
inmaculada percepción», del realismo ingenuo, y contraria tanto a las
un verdadero déficit, de una limitación.
«corazonadas psicoanalíticas» como a la «grotesca psicofobia» del
&
1116 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 1117
posible la posterior experimentación de las mismas sin el riesgo que ello pregunte siempre por el porqué de las cosas, el quién, el cómo, etc.), la
suele suponer para la autoestima o las relaciones personales en una objetividad (dando mayor importancia a los hechos sobre las meras
situación real. Una vez adquirida la habilidad, se prosigue con un
opiniones), la flexibilidad (frente a los dogmatismos, prejuicios e
entrenamiento de transferencia a la situación real.
intransigencias), la sensatez y el respeto hacia los puntos de vista de los
-" Las habilidades sociales cuyo entrenamiento suele recomendarse con relación a demás, etc. • f^,f^ii^f--^^¡^^^^pi.M•¿i
-aildl delincuentes o población de riesgo son, entre otras: habilidades iniciales de conversa-
ñbeu. ción (vg. iniciar y mantener una conversación, aprender a escuchar, etc.), habilidades El razonamiento crítico se proyecta en cuatro áreas: persuasión (habilidad para
valorar las ideas de otros, que dificulta la manipulación propia), detección de errores
sb ov ^^ expresión (vg. exteriorizar el agrado, el enfado, formular una queja o protesta, etc.),
^.:^ habilidades de respuesta a otro u otros (vg. responder a un elogio, saberse disculpar, en el discurso de uno mismo o de los demás, correcta comprensión de los conceptos
etc.), habilidades de planificación (aprender a fijarse metas y objetivos, a establecer básicos de un debate (vg. asunciones, hechos, inferencias, etc.) y ampliación de
prioridades, a tomar decisiones, etc.), habilidades alternativas a la agresión (vg. miras (ponderar otras opiniones antes de llegar a una conclusión personal).
r 1 ^ técnicas de relajación, de autocontrol, etc.), habilidades situacionales(vg. cómo buscar
' empleo, cambiar de residencia o resolver una crisis matrimonial). 5') Desarrollo de valores. No basta con dotar al individuo de ciertas
habilidades sociales. Sin incurrir en un ilegítimo adoctrinamiento, ni en
B. El entrenamiento en habilidades sociales se complementa usualmen- una terapia moralizadora impropia de la sociedad plural de nuestro
te con otras técnicas y acredita excelentes resultados a corto plazo y con tiempo, parece oportuno estimular en el infractor u n debate axiológico
respuestas muy concretas (por ejemplo: habilidades de atención, de libre y sincero, haciéndole confrontar su sistema de valores con otras
conversación, de entrevista, de trato con la policía, de manejo de alternativas que gozan de u n amplísimo consenso social: así, la necesi-
problemas y situaciones determinadas, etc.). Falta por demostrar su dad de respetar los sentimientos de los demás, el no causar daño a
efectividad a medio y largo plazo y, sobre todo, el tránsito de la situación terceros, la bondad del altruismo y las conductas solidarias, etc.
experimental a la real (generalización).
•'- La técnica citada opera con «dilemas morales» que se suscitan a los participan-
'"' 3') Técnicas de control emocional. No siempre podrá evitarse que el • '"^ tes para su discusión en debates debidamente estructurados.
infractor se implique en situaciones conflictivas y de estrés interpersonal
que elevan de forma insoportable los niveles de activación emocional. 6') Habilidades de negociación. Ante un conflicto interpersonal, cabe
Interesa, por tanto, reducir o controlar ésta en dichas situaciones una respuesta abusiva (imposición de los intereses propios), u na res-
provocadoras o entrenar al individuo y dotarle de habilidades cognitivas puesta evasiva (así, la droga, como modo de negar o eludir el problema),
para que haga frente a tales conflictos incluso bajo un elevado estrés con una respuesta conformista (aceptación, sin más, de las exigencias
respuestas automatizadas.wM ««•»}A-trt<*f« ajenas) o u na respuesta «negociadora», que busca salidas al problema,
cediendo y transigiendo.
Las técnicas de control emocional se utilizan, sobre todo, con relación a
conductas coléricas, pero parecen útiles, también, respecto a otras emociones: La dificultad de esta técnica, que dotaría al individuo de habilidades de gran
.Oíi miedo, ansiedad, sobreexcitación, etc. El procedimiento consiste en instruir al '""' " utilidad en la interacción social, reside en la negativa percepción de la misma por el
V delincuente sobre las «claves» de la emoción que se pretende controlar: en qué . delincuente, quien la asocia, erróneamente, a actitudes de debilidad propias del
situaciones se provoca o genera y por qué; cuáles son los síntomas que anuncian '''•f «perdedor». Exige, además, una fuerte personalidad y excelentes dotes de
su aparición, los indicadores fisiológicos y psicológicos de la misma y qué medidas ^ '•'!' interrelación en el individuo que se somete a este aprendizaje.
^ concretas deben adoptarse para controlar tal activación emocional. Se entiende,
^•' pues, que la percepción acertada de ésta, implica ya un cierto grado de control y de
7') Razonamiento creativo. La «rigidez cognitiva» conduce a u n razo-
?•• capacidad para hacer frente al problema.njtJátrjií c
namiento «lineal», reduccionista, que limita las opciones del individuo y
su propio horizonte vital. Éste se aforra a sus ideas frente a toda
4') Técnicas de razonamiento crítico. Se t r a t a de enseñar al infractor
evidencia y persiste en el uso de sus opiniones y marcos referenciales
a discurrir de una manera lógica y racional, que le permita, a su vez,
aunque surjan situaciones distintas, o más complejas, dado que dicho
evaluar el pensamiento, las actitudes y las conductas propias y de
modo de razonar depende de patrones cognitivos fijos. La técnica del
terceros. Esta terapia, que implica continuas discusiones en grupo,
pensamiento crítico o creativo permite generar nuevos patrones
pretende desarrollar la curiosidad intelectual (que el individuo se
conductuales, nuevas ideas, nuevos instrumentos, (así: enseñar al
•^ITO"
ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 1119
sujeto a considerar los aspectos positivos, los negativos y los interesan-
tes de una idea, a ponderar todos los factores relevantes en torno a un responsables del mismo; f) Por último, el tratamiento será continuo y dinámico,
acomodándose a la evolución de la personalidad del interno durante el cumplimiento
problema o situación, evaluar las consecuencias y secuelas de una
de la condena.
decisión, elaborar reglas, establecer metas y prioridades, generar alter- La oportuna individuaiización úe\ tratamiento, según el artículo 63 de la Ley,
nativas y otras opciones a la que se presenta, tener en cuenta puntos de presupone la observación de cada penado y la clasificación del mismo, con el objeto
vista diferentes de otras personas, tomar decisiones, etc.). de destinarle al establecimiento cuyo régimen se acomode mejor al tratamiento
prescrito. Dicha clasificación tendrá en cuenta la personalidad y el historial del
^O^ap interno y, además, la duración de la condena, el medio social al que éste retornará
una vez extinguida aquella y todas las circunstancias que puedan influir o condicio-
4'. La resocialización del penado: marco legal y normativo. Principios nar el buen éxito del tratamiento.
y directrices de la L.O. general penitenciaria 1 ¡ 1979, de 26 de septiem- Cada seis meses, como máximo, se revisará la clasificación de cada interno,
bre, modificada por RD. 19011996, de 9 de febrero (BOE. del 15 de pudiendo determinar su respuesta al tratamiento una progresión o una regresión de
febrero). grado (art. 65).
La Ley contempla la posibilidad de organizar en los centros correspondientes
Desde un punto de vista estrictamente normativo, la Ley Orgánica General «programas basados en el principio de comunidad terapéutica» para grupos
Penitenciaria española (L. 1/1979, de 26 de septiembre) contiene importantes determinados de internos cuyo tratamiento lo requiera (art. 66.1-). Y concede
*' ' 'í' previsiones sobre el «tratamiento». Como es sabido, parte dicha Ley de un concepto especial atención a los programas «de asesoramiento psicopedagógico y de
.'?.\iQ estricto de «tratamiento», en el sentido que propugna ALARCÓN, y de una rígida psicoterapia de grupo», así como a la terapia de componamiento ... tendente a
^'cj...3£ distinción entre «actividades regimentales» (propias del régimen penitenciario) y modificar el sistema de actitudes del interno» (art. 66.2-). En el programa de
.,, «actividades específicas de tratamiento». tratamiento se integra, también, ia formación y eiperfeccionamiento profesionai de
El tratamiento consiste, según declara el artículo 59.1 - de la citada Ley, en «el aquellos reclusos cuya readaptación social lo requiera (art. 66.3-).
conjunto de actividades directamente dirigidas a la consecución de la reeducación Concluido el tratamiento o próxima la libertad del interno, se emite un informe
. y reinserción social de los penados». Pretende hacer del interno una persona «con sobre los resultados de aquel y un juicio de probabilidad sobre el comportamiento
la intención y la capacidad de vivir respetando la ley penal, así como de subvenir a futuro del recluso (art. 67).
sus necesidades», procurando desarrollar en aquel «una actitud de respeto a sí Aunque la ley distingue «régimen» y «tratamiento», el artículo 71 precisa que «el
mismo y de responsabilidad individual y social con respecto a su familia, al prójimo fin primordial del régimen de los establecimientos ... es lograr en los mismos el
y a la sociedad en general» (art. 59.2°). ambiente adecuado para el éxito del tratamiento», de suerte que «las funciones
En consecuencia, dispone el artículo 60.1- (de la referida L.O. General Peniten- regimentales deben ser consideradas como medios y no como finalidades en sí
ciaria), los servicios encargados del tratamiento indagarán todas las «peculiaridades mismas».
de la personalidad y ambiente del penado que puedan ser un obstáculo ...» para la El Regiamente penitenciario, aprobado por R.D. 1.201/1981, de 8 de mayo,
consecución de aquellos fines, sirviéndose de «todos los métodos de tratamiento y desarrolló estos principios. Particular mención debe hacerse a los artículos 1,3 y 4
los medios, que respetando siempre los derecfios constitucionales no afectados por del mismo. El primero declara «fin primordial» (de las Instituciones penitenciarias)
la condena, puedan facilitar la obtención de aquellos». «la reeducación y la reinserción Social de los sentenciados...». El artículo 3.1 - exige
Es voluntad de la ley que «el interno participeen la planificación y ejecución de • • el respeto de «la personalidad y dignidad humana de los recluidos». Y el 4, proclama
su tratamiento», debiéndose estimular, por tanto, su interés y colaboración en éste íí «principio inspirador» del cumplimiento de penas y medidas de seguridad privativas
(art. 61).
íj de libertad... «la consideración de que el interno es sujeto de derecho y no se halla
El «tratamiento», según reza el artículo 62 ha de inspirarse en s&sprincipios: a) excluido de la Sociedad, sino que continúa formando parte de la misma». La reciente
Estará basado en el estudio científico de la constitución, el temperamento, el reforma del citado Reglamento, aprobada por el R.D. 190/1996, de 9 de febrero
carácter, las aptitudes y las actitudes del penado, así como de su sistema dinámico- ' consolida y potencia los pilares del sistemaprogresivd^\ •>í,i.\yi JfJ ui
tenciario que se limite a dar respuesta a las necesidades primarias del Como advierte REDONDO^^^ se han publicado hasta la fecha ocho trabajos de
infractor está condenado al fracaso. revisión meta-analíticos, seis en el ámbito norteamericano y anglosajón, dos en el
• ^é*!?':- En segundo lugar, el propio Ideal resociallzador tiene que relativizarse, con europeo. El más antiguo se debe a la norteamericana GARRETT, quien analizó en
f realismo, y ganar en concreción. Su interpretación correcclonallsta, incluso clínica, 1985, 111 programas de tratamiento con delincuentes juveniles en instituciones de
;: - debe dar paso a otra meramente funcional, que concibe tal meta u objetivo no a modo reforma, obteniendo un tamaño del efecto promedio de R=18. Lo que significa que los
., de cambio cualitativo de la personalidad del penado, de las actitudes, motivaciones tratamientos evaluados lograron, como promedio, un 18% de mejora en las puntuacio-
y estructuras más íntimas de éste, sino como oferta del sistema al infractor, dirigida nes en los sujetos tratados en relación con los no tratados'^*'. En 1986 y 1987, un grupo
a enriquecer el horizonte personal y vital del mismo (en interés de éste, no del de investigadores norteamericanos realizaron sendos estudios en 35 y 90 programas
. sistema) y a potenciar efectivamente sus posibilidades de participación social. de intervención para delincuentes juveniles (GOTTSCHALK y GENSHEINER, entre
otros)^^^, obteniendo en ambos casos un idéntico tamaño del efecto de R=10, esto es,
Por otra parte, no cabe disociar el ideal resociallzador del marco histórico
una mejora del 10% de promedio en las puntuaciones de los sujetos tratados en
concreto de la realidad carcelaria, de la forma en que se cumple y ejecuta la peña
comparación con los que no lo fueron. En 1989, WHITEHEAD y LAB, norteamericanos
privativa de libertad y el modo en que la experimenta el infractor: de las facetas
también, analizaron 50 programas con delicuentes juveniles, hallando una efectividad
domésticas y cotidianas de la prisión que significan el día a día del penado.
promedio de R=12^^''; y en 1990, ANDREWS y otros, publicaron una revisión de 154
Difícilmente puede diseñarse una intervención positiva en éste sin una previa mejora
programas de tratamiento de delincuentes, juveniles y adultos, hallando un tamaño del
sustancial de las condiciones de cumplimiento de la pena y del régimen de ejecución
del castigo. La resocialización del infractor sería un concepto sublime pero vacío de efecto medio de R=10, es decir, una mejora global del 10% en los sujetos sometidos
contenido -y el tratamiento, un eufemismo- si los teóricos siguen especulando a intervención respecto al resto de los delincuentes que no fueron tratados^^^ No tan
inútilmente sobre la interpretación de categorías y conceptos trascendentales y se optimistas fueron, por último, los resultados del muy ambicioso esfuerzo de revisión
desentienden de los problemas concretos que la ejecución de la pena privativa de debido a LIPSEY, publicado en 1992, que evalúa 395 programas de intervención en
libertad suscita: la clasificación del interno, el régimen de permisos y visitas, las delincuentes juveniles, llevados a cabo entre 1945 y 1990, esto es, más de 40.000
comunicaciones, etc. etc. eb <Mi delincuentes tratados a lo largo de casi cinco décadas. El autor halló una efectividad
801B n. promedio que oscila entre un 0,5 y un 0,8, lo que representa un porcentaje de mejora
•>. } . v , !t'I3H!!6lK!
ssL^tíjrntrS;:^
142
146 - ^ ^ a t Works?. Questions and Answers About Frisen Eeform, The Public Interest,
15 (1974), págs. 22 y ss; y, especialmente; New Findings, New Viewe: Anote of
Caution Eegarding Sentencieng Reform, en: Hofstra Law Review, 7 (1979), pág.
143 244.
DOUGLAS LIPTON S T h l l ^ Í f r o f ' ^^T""'' ^^'•' REDONDO, S., Mdem. ^^'^ The Psychology of Criminal Conduct, 1998, Cincinnati: The Anderson Publisching
Co., págs. 263 y ss.
"8 Ibidem.
"s En este sentido, REDONDO, S., Criminología aplicada, cit., págs. 199 y 200.
is" Cfr., REDONDO, S., Criminología aplicada, cit., pág. 200.
151 Cfr., REDONDO, S., Criminología aplicada, c i t , pág. 201. .,
1126 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 1127
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'Alternativen zur Strafjustiz und die Garantió individueller Rechte der Betroffenen Wiederherstellung des Rechtsfriedens, Bonn, 1989, págs. 545 a 558; MARSHALL,
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das Rechtssystem', M s c h r K r i m 1993, págs. 50 a 56; KAWAMURA, G., Bedeutung einer dritten Partei im System von Ausgleichsverfahren zwischen
'Arbeitsschritte bei der praktischen Durchführung des Táter-Opfer-Ausgleichs', Táter und Opfer', en: MARKS/RÓSSNER (eds.), Táter-Opfer-Ausgleich. Vom
en: ARBEITSGRUPPE TOA-STANDARDS IN DER DBH, Táter-Opfer und zwischenmenschlichen Weg zur Wiederherstellung des Rechstsfriedens, Bonn,
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1
1130 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 1131
aus der Sicht des Strafrichters', en: KATHOLISCHE AKADEMIE TRIER, del mismo autor: 'Die Stellung des Opfers im Strafsystem', en: Recht und Politik
Straffálligkeit und Wiedergutmachung. Probleme der Kriminalitát und des Táter- 1988, págs. 69 a 76; también: 'Zur Wiedergutmachung ais einer dritten Spur im
Opfer-Ausgleichs, 1981, págs. 61 a 78; también: 'Zur Befreiung des Strafrechts vom Sanktionensystem', en: ARZT/FEZERAVEBER/SCHLÜCHTER/RÓSSNER (eds.),
zivilistichen Denken —am Beispiel der Schadenswiedergutmachung (§ 5 6 I I Nr. 1 Festschrift für Jürgen BAUMANN zum 70. Geburtstag, (Gieseking), Bielefeld,
StGB), en: JAHR (dir.), Gedáchtnisschrift fur Dietrich SCHULTZ, Koln, 1987, 1992, págs. 243 a 254; SCHMITZ, C , 'Was ist Táter-Opfer-Ausgleich?', en:
págs. 253 a 269; también: 'Schadenswiedergutmachung—ein kriminalrechtHches Braunschweiger Hefte zum Jugend-, Sozial- und Gesundheitswesen n-12 (1988),
Konzept?', en: KAISER/KURY/ALBRECHT (eds.), Kriminologische Forschung in págs. 98 a 113, también: 'Bedingungen und Probleme des Tátigkeitsfeldes Táter-
den 80er J a h r e n . Projektberichte a u s der B u n d e s r e p u b l i k D e u t s c h l a n d Opfer-Ausgleich am Beispiel der Geschichte des Braunschweiger Modellversuches',
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mismo autor: 'Strafrechtstheoretische Überlegungen zur Wiedergutmachung' en: SCHÓCH, H., 'Wiedergutmachung und Strafrecht. Symposium aus AnlaB des 800.
ESER/KAISER/MADLENER (eds.), Neue Wege der Wiedergutmachung im Geburtstages von Friedrich Schaffstein (Neue Kriminologische Studien, Band 4)
Strafrecht, Freiburg i. Br., 1990, págs. 355 a 366; también, 'Was bedeutet Táter- (Wilhelm F i n k ) M ü n c h e n , 1987; del m i s m o : 'Táter-Opfer-Ausgleich im
Opfer-Ausgleich —notwendige Begriffsbestimmungen', en: HERING/RÓSSNER Jugendstrafrecht', en: SCHÓCH (ed.), Wiedergutmachung und Strafrecht, München,
(eds.), Táter-Opfer-Ausgleich im allgemeinen Strafrecht, (ForumVerlagGodesberg) 1987, págs. 143 a 158, del mismo: 'Der Alternativ-EntwurfWiedergutmachung', en:
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Konfliktschlichtung', en: MARKS/RÓSSNER (eds.), Táter-Opfer-Ausgleich. Vom S t r a f r e c h t s p r a x i s , Bonn, 1993, p á g s . 359 a 379; S C H R E C K L I N G , J.,
zwischenmenschlichen Weg zur Wiederherstellung des Rechtsfriedens, Bonn, 'Bestandaufnahmen zur Praxis des Táter-Opfer-Ausgleichs in der Bundesrepublik
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Community, (Sage) London, Newbury Park, New Delhi, 1989, págs. 14 a 26; 'Wohin konnte sich unser Strafrecht entwickeln? Tendenzen und Alternativen
PFEIFFER, CH.,' 'Táter-Opfer-Ausgleich —das Trojanische Pferd im Strafrecht?', u n t e r dem Aspekt der Wiedergutmachun g ais Sanktion', en: PIEB (ed.),
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1132 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 1133
respaldada por la sociedad, que operaría, así, como poderoso instrumen- El modelo oparadigma resocializador, por el contrario, pone el acento
to preventivo. Cualquier otro objetivo o finalidad (corrección del infi^ac- en la necesidad de intervenir de forma positiva y bienhechora en la
tor, reparación del daño, etc.) pasa a un segundo plano. persona del infractor, como parte esencial e integrante de cualquier
respuesta al delito, reintegrándole a la comunidad jurídica u na vez
cumpHda la pena. •• Yrom- ;;
Bagatellfálle?', en: BMJ (ed.), Táter-Opfer-Ausgleich. Zwischenbilanz und
-'. Perspektiven, Bonn, 1991, págs. 191 a 194; VÁRELA CASTRO, L., 'Hacia nuevas
Por último, el modelo que se analiza a continuación integra en el
,' presencias de la víctima en el proceso', en: CGPJ, Cuadernos de Derecho Judicial. La sistema de respuesta al delito la satisfacción de otras expectativas
n Victimología, Madrid, 1993, págs. 95 a 159; VIET, F., 'Táter-Opfer-Ausgleich. Bereicht sociales: la solución conciliadora del conflicto que el crimen exterioriza,
;J aus der Praxis der Jugendgerichtschilfe Braunschweig', en: Táter-Opfer-Ausgleich in la reparación del daño causado a la víctima y a la comunidad por aquel
.( Braunschweig, Braunschweiger Hefte zum Jugend-, Sozial- und Gesundheitswesen
y la propia pacificación de las relaciones sociales. Puede hablarse, por
(i 12 (1988), págs. 18 a 69; VOB, M., 'Anzeigemotive, Verfahrenserwartungen und die
n Bereitschaft ven Geschádigten zur informellen Konfliktregelung. Erste Ergebnisse ello, de un modelo integrador, ya que procura contemplar los intereses,
,1 einer Opferbefragung', MschKrim, 1989, págs. 34 a 51; WALTER, M., Wandlungen expectativas y exigencias de todas las partes implicadas en el problema
:i in der Reaktion auf Kriminalitát. Zur kriminologischen, kriminalpolitischen und criminal, con armonía y ponderación. / v aobinfUfi asnaíob o
b insbesondere dogmatischenBedeutungvon Diversión', ZStW 95(1983), págs. 32 a68,
del m i s m o : ' T á t e r - O p f e r - A u s g l e i c h s t a t t S t r a f e — z u m W a n d e l im El modelo «integrador» parece, sin duda, más ambicioso en cuanto a
•A Kriminalitátsverstándnis-', en: MARKS/MEYER/SCHRECKLINGAVANDREY(eds.), sus objetivos últimos. Por otra parte, exhibe un a clara vocación de
S' Wiedergutmachungund Strafrechtspraxis, Bonn, 1993, págs. 63 a 69; WALTER, M./ flexibilidad en orden a los procedimientos que arbitra para alcanzarlos,
. SCHULDZINSKY, W., 'Der Táter-Opfer-Ausgleich und seine Verórtung im System
al propugnar vías alternativas al sistema legal y soluciones informales,
r> strafrechtlicher Sozialkontrolle', en: OSTENDORF (ed.), Strafverfolgung und
Strafverzicht, Festschrift zum 125 jáhrigen Bestehen der Staatsanwaltschaft desinstitucionalizadas, comunitarias. Late, pues, la convicción de que el
í Schleswig-Holstein, (Cari Heymann),Koln y otras, 1992, págs. 559 a 577; WEIGEND, crimen es un conflicto interpersonal y que su solución efectiva, pacifica-
'•'' T., 'Viktimologische und kriminalpolitische Überlegungen zur Stellung des Verletzten dora, debe encontrarse por los propios implicados en el mismo, «desde
íi im Strafverfahren', ZStW 96(1984), págs. 761 a 793, del mismo: 'Freiwilligkeit ais dentro», en lugar de imponerse por el sistenaa legal con criterios
Funktionsvoraussetzung alternativer Konfliktregelung?, en: JUNG (ed.), Alternativen
zur Stra:Qustiz und die Garantie individueller Rechte der Betroffenen, Bonn, 1989,
formalistas y elevado coste sociaP^^ . "^ . ,,
págs. 149 a 159, también: 'Restitution in den USA, EN: ESER/KAISERTMADLENER
Calificar de «modelo» o «paradigma» estas nuevas tendencias quizás
(EDS.), Neue Wege der Wiedergutmachungim Strafrecht, Freiburgi. Br., 1990, pág.
111 a 128, también: 'Sanktionen ohne Freiheitsentzug', GA1992, págs. 345 a 367, y, sea un exceso dialéctico, porque los innumerables y poco homogéneos
también: 'Táter-Opfer-Ausgleich in den USA', MschKrim 1992, págs. 105 a 114; procedimientos de conciliación, mediación y reparación —por sus muy
WEITEKAMP, E., 'Can Restitution Serve as a Reasonable Alternativo to plurales orígenes, ambigüedad de metas y contradictoria instrumenta-
Imprisonment? An Assessment of the Situation in the USA', en: MESSMER/OTTO ción técnica— no ofrecen hoy por hoy u na imagen unitaria y coherente,
(eds.), Restorative Justice onTrial. Pitfalls andPotentialsofVictim-Offender Mediation
—International Research Perspectives- (Kluwer Academic Publischers), Dordrecht/
sino confusa, fragmentaria. Es más: exhiben un significativo déficit en
Boston/London, 1993, págs. 81 a 103; WRIGHT, M., 'Victim-Offender Mediation as sus marcos teóricos, aún inconclusos, y relevantes indefiniciones, lagu-
step towards a restorative system of justice', en: MESSMER/OTTO (eds.), Restorative nas y antinomias en aspectos políticocriminales, criminológicos, orgáni-
Justice on Trial, (Kluwer Academic Publishers), Dordrecht/Boston/London, 1993, cos, procesales, etc. que cualquier sistema convencional de respuesta al
págs. 525 a 539; WRIGHT, M./GALLAWAY, B., 'Mediation and Criminal Justice.
Victims, Offenders and Community, (Sage), London, Newbury Park, New Delhi,
delito debe superarías. ^^^^^^ h..,!m'Lry-nu¥ kto¿ i - .vlW
1989; WOLF, J., 'Konfrontation im Táter-Opfer-Ausgleich', en: ARBEITSGRUPPE No obstante, y como en su día sucediera con el también ambiguo e
TOA-STANDARDS IN DER DBH, Táter, Opfer und Vermittler, Bonn, 1989, págs. 52 indefinido lema de la «resocialización», los actuales conceptos de «media-
a 81; YANTZI, M.D., 'Das Táter-Opfer-Aussohnungsprojekt (VORP) in Kitchener
(Ontario), Kanada —(Wieder) Aussohnung zwischen Táter und Opfer ais Alternative
liMM)
zu traditioneller Justiz-', en: JANSSEN/KERNER (eds.), Verbrechensopfer, '*f'^ ;srií '! hn fiiTrhi''iiir'h'') fiíiév ,í(íoW
Sozialarbeit und Justiz, Bonn, 1986, págs. 329 a 343; y, por último, ZIPF, H.,
'Schadenswiedergutmachung, gemeinnützige Arbeit, Táter-Opfer-Ausgleich', en: ^^^ Sobre el modelo conciliatorio, vid. PÉREZ SANBERRO, Guadalupe, Reparación y
Verhandlungen des Zehnten ósterreichischen Juristentages (lO.OJT), II/2, Abteilung conciliación. Autor-víctima, 1996 (Bilbao), tesis doctoral.
Strafrecht, Wien, 1988, págs. 75 a 125. . • 156
Cfr. GARCÍA-PABLOS, A., Criminología, cit., (4^ ed.), pág. 480 y ss.
1134 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 1135
ción», «conciliación» y «reparación» cautivan, habiendo polarizado, des- crimen liberándola de tradicionales connotaciones patológicas, solida-
de la década de los ochenta, los principales debates teóricodoctrinales riamente, en lugar de articular reacciones defensivas frente al «enemigo
sobre la justicia criminal. Representan —o parecen representar— la común». Y que da entrada, sin complejos —pero, sin arrogancia— a
nueva savia rejuvenecedora del sistema, capaz de aportar, con su saberes extrajurídicos y a operadores (mediadores) con el propósito de
discurso positivo y optimista, alternativas válidas al nihilismo del diseñar procedimientos de comunicación e interacción ágiles que facili-
«nothing works» que atenaza a aquéP^^. ten las soluciones de los conflictos.
Para empezar, el estandarte de la «Justicia restaurativa» que abandera Las excelencias, por tanto, del «modelo integrado» frente al «enjuicia-
este genuino «movimiento» ha sabido sintonizar con las exigencias miento» convencional parecen evidentes: persigue metas y objetivos más
sociales y expectativas de nuestro tiempo en torno al doloroso problema exigentes, se sirve de cauces flexibles e informales y paga costes sociales
del crimen —problema social y comunitario de primer rango— mejor, también menores. •.• r c 4- i ^* • r
desde luego, que los viejos y caducos clichés categoriales de la rancia Sin embargo, son muchos los interrogantes que suscita el ideal de la
dogmática penal, cada vez más retórica, que ciencia. De suerte que a llamada «justicia restaurativa» y relevantes, muy relevantes, sus
conceptos o dogmas manidos y vacíos de contenido (vg. resocialización, implicaciones.
rehabilitación, etc.), cargados de frustración, los sistemas de «restitution»
No son claros, desde luego, ni unívocos sus antecedentes ideológicos,
y «conciliation» han opuesto un nuevo lenguaje de formas, conceptos,
ni sns presupuestos político-criminales, dado que los modelos de conci-
técnicas y categorías sugerentes, atractivas^®*^. Y no sólo eso: aportan un
liación, mediación y reparación beben en fuentes muy dispares. Las dos
análisis diferente del conflicto criminal y fórmulas también diferentes
tradiciones histérico-culturales del control social desembocan, por cami-
de intervención en el mismo. Los sistemas y procedimientos de media-
nos diferentes, en fórmulas alternativas, sustitutivas o complementa-
ción, conciliación y reparación rescatan la dimensión interpersonal del
rias del sistema legal, en procedimientos informales de solución de los
crimen, real, histórica y concreta. Proponen una solución («gestión»)
conflictos. Éstos constituyen, en efecto, la propuesta emblemática de los
participativa de dicho conflicto, flexible y comunicativa, ampliando el
sistemas de «diversion»^^^. Pero, también, del pensamiento «abolicionis-
círculo de personas «legitimadas» para intervenir en ella. Todo mediante
técnicas y procedimientos operativos, informales (desinstitucionalización)
en aras de u n a justicia que resuelve el conflicto, da satisfacción a la
víctima y a la comunidad, pacifica las relaciones sociales interpersonales
y generales e incluso pacifica y mejora el clima social. Sin vencedores ni Australian Institut of Criminology, pág. 36 y ss.; MATTEWS, R., Crime Prevention.
Disorder and Victimisation: Soma Recent Western Experiences. International
vencidos, sin humillar ni someter al infractor, sin amenazar a éste con
Journal ot Sociology of Law, 1994 (22), págs. 87 a 104.
las «iras» o el «peso» de la ley^^^, sin apelar a la «fuerza victoriosa del 161 Paj-g^ y n a referencia bibliográfica sobre la «diversión» y su incidencia en los modelos
Derecho». Una justicia de base comunitaria^'^" que asume la realidad del de mediación y conciliación, vid.: VARONA MARTÍNEZ, G., La mediación repara-
dora, cit., pág. 329, nota 38; GIMÉNEZ SALINAS, Esther, La conciliación víctima-
delincuente. Hacia u n Derecho Penal reparador, en: La victimología. Cuadernos de
Derecho Judicial. Madrid, 1993 (Consejo General del Poder Judicial), pág. 354.
^^"^ Sobre el nihilismo y el «nada funciona» (nothing works), vid.: BLOMBERG, Th., V é a s e , en g e n e r a l , sobre la «diversión»: H E I N Z , W., D i v e r s i ó n im
COHÉN, St., edits., Punishment and Social Control, cit., 1995, págs. 83 y 84, Cfr. Jugendstrafverfahren der BundesrepublikDeutschaland, en: Bundesministerium
VARONA MARTÍNEZ, G., La mediación reparadora, cit., pág. 125. der J u s t i z (edit). Diversión in Jugendstrafverfahren des Bundesrepublik
Deutschland. 1992. Bonn; STORZ, R., Judenstrafrechtliche Reaktionen und
15** Vid. VARONA MARTÍNEZ, G., La mediación reparadora, cit., pág. 121, citando la
legalbewáhrung, en: HEINZ, W., y STORZ, R.,: Diversión imJugendestrafverfahren
obra de FEELEY y SIMÓN.
der Bundesrepublik Deutschland, 1994 (3^ Edic), Bonn, págs. 131 y ss.; VILLMOW,
158 Vid., GARCÍA-PABLOS, A., Criminología, cit., (4^ ed.), pág. 494.
B., Diversión auchbei wiederholten oder schwereren Delikten: Entwicklungen und
1''° Sobre el subrayado comunitario, vid.: VARONA MARTÍNEZ, G., La mediación
Kontroversen in Hamburg, en: Deutsche Vereinigung für Jugendgerichte und
reparadora, cit., pág. 76y ss.; CHRISTIE, N., Limits to Pain, Oxford (1981), Martin
Jugendgerichtshilfen - D V J J (edit.), Kinder und Jugendliche ais Opfer und Tater.
,, f Robertson, pág. 97 y ss.; BRAITHWAITE, J., Juvenile Offending: New Theory and
Pravention und Reaktion. Dokumentation des 24. Deutschen Jugendgerichtstages
Practico. En: National Conference on Juvenile Justice. Proceedings of a Conference
vom IS.bis 22 September 1998 in Hamburg, 1999 (Godesberg), págs. 427 y ss.
Held, 22.24 September, 1992, Edit. Lynn Atkinson y Sally-Anne Gerull. Canberra:
1136 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 1137
ta» de la «non radical intervention»^®^ y de las tendencias victimológicas Los propios objetivos finales de este nuevo 'paradigma' parecen
que surgen en la década de los cuarenta^^^. Sin olvidar las corrientes discurrir por niveles lógicos diferentes, y exigen u n esfuerzo conceptual
L«reprivatizadoras» radicales^^*, partidarias de la devolución del conflicto de armonización que mitigue inevitables antagonismos. Pues no sería
a sus protagonistas, orientaciones, como es lógico, muy proclives a estas correcto equiparar modelos de reparación, orientados a satisfacer expec-
vías alternativas del control social formal. Todo ello demuestra, sin tativas individuales de la víctima y modelos de conciliación que afrontan
embargo, que la racionalidad del nuevo modelo tiene y cuenta con una la solución de un conflicto interpersonal atendiendo exigencias bilatera-
fundamentación ideológica muy variada: la necesidad de evitar el les; ni cabe suponer, tampoco, que el impacto pacificador de las relacio-
impacto estigmatizante del sistema legal y sus agencias e instancias nes sociales generales —y del clima social— se intente o alcance de modo
oficiales («diversión»), la mejor satisfacción de las justas expectativas de similar en uno u otro submodelo. Reparación, conciliación y pacificación
uno de los p r o t a g o n i s t a s del conflicto criminal («movimientos no son magnitudes homogéneas, ni metas comunes predicables de u n
victimológicos»), la intrínseca falta de legitimación activa del sistema mismo paradigma.
para arrebatar el conflicto a sus 'propietarios' («abolicionismo» y tenden-
La imprecisa autodefinición de esos modelos «trilaterales» de media-
cias privatizadoras radicales), etc. O lo que es lo mismo: que falta una
ción, conciliación y reparación incide, lógicamente, no sólo en sus metas
base común, un sustrato ideológico homogéneo, un hilo conductor a sus
últimas, sino también en el contenido de las fórmulas que proponen para
muy diversas manifestaciones^^^.
a in ..iyo3¡ abordar los conflictos y en el modo de fundamentar la legitimación de los
-VJiUi:} Bíj V>f>^W terceros que h a n de intervenir o gestionar la solución de aquéllos. Poco
tienen en común, por ejemplo, las tesis moderadas que contemplan estos
procedimientos informales como genuinas 'terceras vías'^^^, o como
En cuanto al movimiento abolicionista y su relación con los sistemas de mediación mecanismos 'sancionatorios' en el seno del sistema penaP'^'', con las
y conciliación, vid.: CHEISTIE, N., Conflicts as Property, en: British Journal of
radicales 'eunómicas'^'^^, que sugieren la «negociación», o las abolicionis-
Criminology, 17 (1977), pág. 1 y ss.; Cfr. VAEONA MARTÍNEZ, G., La mediación
reparadora, cit., pág. 86 y ss.; GIMÉNEZ SALINAS, Esther, La conciliación tas y reprivatizadoras, contrarias a la intervención del sistema legal —
víctima-delincuente, cit., pág. 356. «ladrones oficiales» del conflicto, «confiscadores» de éste— que propug-
Subrayando la influencia de las tesis victimológicas en los sistemas de mediación nan su «devolución» a los implicados en el mismo («propietarios»)^*^^.
y conciliación, GIMÉNEZ SALINAS, E., La conciliación víctima-delincuente, cit.,
pág. 347 y ss. Desinstitucionalizar, desoficializar, desjuridicidar, desformalizar,
Sobre las tendencias «privatizadoras», en general: GIMÉNEZ SALLINAS, E., La privatizar, desjudicializar, son términos y conceptos que, a menudo, se
conciliación víctima-delincuente: hacia un Derecho Penal reparador, cit., pág. 356 ¡
utilizan con escaso rigor, como si de sinónimos se tratase. Pero que no lo
y ss. Con relación a las tesis radicales, vid.; CHRISTIE, N., Conflictus as Property,'
cit. (1977), págs. 1 y ss.; BIANCHI, H., Justice as Sanctuary.Toward a new System \ son.
of Crime Control, 1994. Bloomington, Indiana University Press, pág. 58 y ss. Cfr.
VARONA MARTÍNEZ, G., La mediación reparadora, cit., pág. 309 y ss.
Prueba de la citada ausencia de un sustrato ideológico homogéneo es el propio i 1*^^ Vid., GIMÉNEZ SALINAS, E., La conciHación víctima-delincuente, cit., pág. 355 y
concepto de «Justicia restaurativa» que sirve de abrazadera al vasto entramado de ¡ ss. (Entre el abolicionismo y la privatización. La tercera vía). Sobre el problema,
doctrinas y reaHzaciones inspiradas en las ideas de mediación y conciliación. Vid., j vid.: PÉREZ SANZBERRO, G., Reparación y concihación, cit., pág. 299 y ss.
VARONA MARTÍNEZ, G., La mediación reparadora, cit., págs. 99 y ss. quien cita j 167 Propuesta de GIMÉNEZ SALINAS, E., La conciliación víctima-delincuente, cit.,
como representativos a: ZEHR, H., (Changing Lenses: A New Focus for Crime and - págs. 350 y 359. Según la autora, mediación y conciliación nacen «dentro» del
Justice, 1990. Scottdale: Herald Press); WRIGT, M. (Justice for Victims and i Derecho Penal, deben ubicarse en el seno del mismo y regirse por sus principios
Offenders. A restorative Responso to Crime. Filadelfia, 1991. Open University . generales, aunque se lleven a término de forma extrajudicial, antes o fuera del
Press); BURNSIDE y BAKER (Justicia relacional, 1994);BOTTOMS, A.E. (Avoiding \ proceso. Sobre la tercera vía que propone ROXIN, y en general, el rico espectro de
Injustice, Promoting Legitimacy and Relationships, en: Relational Justice Repairing i opciones, vid., PÉREZ SANZBERRO, G., Reparación y concihación, cit., págs. 299
the Breach, 1994, Winschester: Waterside Press); CRAGG, W. (The Practice of j y 300.
Punishment. Towards a Theory of Restorative Justice, 1992, Londres, Routledge); 1*^* Tesis de BIANCHI, H., Justice as Sanctuary. Toward a new System of Crime
FATIC, A. (Punishment an Restorative Crime-Handling. A Social Theory of Trust, Control, cit., 1994, págs. 58 y ss. y 171 y ss.
1995, Aldershot: Avebury); BERISTÁINIPIÑA, A. (quien opta por la denominada: ^^^ CHRISTIE, N., Conflicts as Property, cit. (1977), British Journal of Criminology,
«Justicia recreativa»). 17, pág. 1 y ss.
TRS" ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 1139
Por la misma razón, no queda claro el grado de autonomía orgánica
y funcional de estos procedimientos informales respecto del sistema actitudes y vivencias más íntimas y exigentes"^, producto de la percep-
legal. Si mediación y conciliación se comportan en términos de alterna- ción directa y personal del mal causado a la víctima y del proceso de
tiva, sustitutivo, complemento o sucedáneo con relación al enjuiciamien- interacción con ésta; habiéndose enfatizado incluso —por un sector
to convencional. Si cabe hablar, en puridad —o, no— de un a recíproca doctrinal— que, al margen de los valores éticos, la mediación sería una
intercambiabilidad o fungibilidad de la actuación de unas y otras mera gestión de conflictos, que no mejoraría cualitativamente los
instancias (formales e informales) del control social; esto es, si se admite estándares de la justicia tradicional"^.
la posibilidad de formular apriorísticamente criterios generales que Otras cuestiones técnicas de gran calado y trascendencia siguen
delimiten sus ámbitos y competencias respectivos. suscitando u n a viva polémica entre los partidarios de la mediación y la
^^ Ni, por supuesto, cual es el rol que se asigna a la comunidad"^ —y qué conciliación, sin que se vislumbre la posibilidad de u n elemental consen-
se entiende por comunidad (si se t r a t a de un marco simbólico, de un so. Así, son inabarcables las modalidades concretas de mediación y
medio, o de una referencia final) en estos procedimientos de conciliación conciliación que se conocen o sugieren; el rol, contenido, perfil y funcio-
y mediación—; cuestión de particular interés en un momento del saber nes, en cada caso, del tercero (negociador, arbitro, mediador, etc.)"''; las
científico-criminológico en que no cabe ya comprender el delito al propias «formas» de la mediación-conciliación, atendiendo al número,
margen de la comunidad, y cuando tanto la prevención como la interven- actividad, legitimación y grado de autonomía e imparcialidad de aquel
ción en el problema criminal se definen como prevención comunitaria y (sistemas unilaterales, bilaterales y trilaterales)"^; los posibles 'estilos'
como intervención comunitaria"^ , _5-... i.^ :oq, .IÁÍ ÍÜOj iin de mediación (penal, terapéutico, compensatorio, conciliatorio, etc.)"^;
y, desde luego, las muy diversas fórmulas procedimentales que se
' ' P o r otra parte, los teóricos de la mediación, la conciliación y la arbitran como cauce o marco de comunicación para resolver el conflic-
reparación proclaman las excelencias de estas fórmulas —dicen, «acti- to"''. Un análisis histórico, iuscomparatista y antropológico debiera
vas», «incluyentes», «comunicativas» y «participativas»"^— estimándolas alertar sobre la imposibilidad de llevar a cabo con éxito un seguimiento
cualitativamente más acabadas y exigentes que las del enjuiciamiento riguroso de estas instituciones, instituciones de mil caras, de curso
convencional. Sin embargo, y a pesar de atribuir a aquéllas la capacidad V ¡.•..•l..HÍ!<-'.¡
de operar valiosos cambios actitudinalesy motivacionales en el infractor .Jli W I T j f r r r K I ^7^.ff
les de los años sesenta, surgiendo en los países anglosajones movimien- La victimología, al reclamar el derecho de la víctima a participar en
tos de opinión favorables a la búsqueda de vías alternativas al sistema el tratamiento de «su» conflicto con el («su») infractor sin los formalis-
legal («diversión»), esto es, instancias no oficiales y mecanismos infor- mos, distanciamiento y artificios técnicos propios de la intervención
males que pudieran resolver con eficacia y menor coste los conflictos^^^. I legal, potenció la creación de espacios de comunicación más flexibles y
Se pensaba que fórmulas como la mediación, la conciliación o la repara-"» wKf espontáneos, como la conciliación, la mediación y la reparación. Estos,
ción evitarían el impacto estigmatizador de la pena (y de la mera desde luego, parecían más idóneos que el procedimiento penal para
intervención de las instancias oficiales del control social formal), alivia- satisfacer los daños morales relacionados con ciertos estados y senti-
rían la sobrecargada Administración Penal solucionando al margen de mientos (vg. humillación, ira, miedo, etc.) que impiden a la víctima
la misma un buen número de conflictos de escasa importancia y permi- asimilar de forma racional y constructiva la experiencia delictiva vivi-
tirían la satisfacción de los legítimos intereses de la víctima del delito^^°. dai32.
•r^é}¥- Los postulados de la «cZ/Vers/bn» tienden lógica y naturalmente a potenciar la Conciliación, reparación y mediación, aparecerían unidas al actual
•• intervención de las instancias informales del control social. ^^' «redescubrimiento» de la víctima, expresión del creciente protagonismo de ésta y
De hecho, el XIII Congreso Internacional de Derecho Penal, celebrado en To/c/o del nuevo rumbo de la respuesta al problema criminal. De hecho, los monografistas
(1983), abordó la discusión monográfica de la mediación, bajo el prisma de la de la mediación— conciliación suelen vincular los antecedentes próximos de éstas
^, filosofía de la ^^d/Vers/b/?». al movimiento de atención y compensación a la víctima^^^. En el éxito creciente de
' ^' El «labeling approach», por su parte, aportaría un significativo refuerzo teórico ,,^t , tales figuras juega un papel crucial la comprobación de que el sistema legal
'XU'ú g impulsaría numerosos proyectos orientados a la solución de conflictos mediante \ .^ convencional aleja al infractor de su posición natural junto a la víctima, quebrando
olo'-" o a través de la actuación flexible de agencias informales, no institucionalizadas. artificialmente un binomio inescindible. Las sanciones que aquél impone, además,
Entre otros, LILLY, GULLEN y BALL (1989), DIGNAN (1992), KLAPMUTS (1976), incrementan la pasividad e indiferencia del delincuente respecto a «su» víctima y a
KOS-RABCEWICZ-ZUBKOWSKI (1983), JOUTSEN (1982), GEORGE (1983), la sociedad. Y propician, al propio tiempo, la cosificación de ésta, su neutraliza-
-Mfif. DOMONDON (1983), MARKS y RÓSSNER (1989), HANAK (1982), MOORE (1994), ción^^".
FATHISOROUR (1984), MATSUO (1983), BYNUM y THOMPSON (1996), llevaron El movimiento internacional de apoyo a la víctima ha sugerido, también, la
;, a cabo contribuciones de gran interés, siempre siguiendo las directrices teóricas del
conveniencia de potenciar procedimientos informales de solución de conflictos,
«labeling approach»'"'
como la mediación y la conciliación^^^
",. Así, la Recomendación21, del Comité de Ministros del Consejo de Europa, sobre
asistencia a las víctimas y la prevención de la victimización, alude de modo explícito
J. a la mediación. El borrador de Handbook, elaborado por un Grupo de Expertos
.!:•:'"',> >íi'JÍ':í.\."'f~!iVÜ')Oh>.. r, ÍS'J^K, (1977), sobre derechos e intereses de la víctima en procedimientos ante la Corte
Internacional, se refiere, también, a la «justicia restaurativa», a la reparación y a la
•'-^^ Sobre los diversos programas conciliatorios, vid. SCHNEIDER, H. J., Kriminologie, „ mediación. La reparación incluiría no sólo aspectos materiales o económicos, sino
cit., pág. 854 y ss.; SIEGEL, L. J., Criminology, West Publishing Company, 1983, ..,„ el reconocimiento público del daño causado, junto con disculpas del infractor a su
págs. 228 y ss.; GARCÍA-PABLOS, A., Criminología. Introducción, cit, 4- Ed. págs. ,, j„,' víctima, todo ello a través de procedimientos informales. El texto del Borrador reitera
,,, 487 y ss.; sobre el problema, más detenidamente, vid. infra, en este mismo capítulo, ,^p la conveniencia de fomentar la «restitución creativa» o prestación de servicios y las
apartado 3, in fine. ,',,, prácticas de mediación desde los distintos organismos de asistencia a las víctimas.
^^^ Sobre las diversas circunstancias que explican el éxito de las ideas de reparación Por último, la Recomendación 12/1986, del Comité de Ministros del Consejo de
y conciliación en la década de los setenta, vid.: HARTMANN, A., Schlichten oder
Richten. Der Táter-Opfer-Ausgleich und das (Jugend) Strafrecht, 1995 (Wilhelm
Fink), München, págs. 96 a 107; FREHSEE, D.; Schadenswiedergutmachung ais
192 Vid. PÉREZ SANBERRO, G., Reparación y concihación, cit., pág. 19 y ss. Sobre el
Instrument strafi"echliche Sozialkontrolle. Ein kriminal politischer Beitrág zur
tema, vid., también: CHRISTIE, N., Conflicts as Property, en: The British Journal
Suche nach alternativen Sanktionsformen, Berlín, 1987 (Kriminologische und
sanktionenrechtliche Forschungen, I, pág. 3 y ss. (Dunker-Humblot). Cfr. PÉREZ of Criminology, 1977, págs. 1 a 15; ZEDNER, L., Reparation and Retribution: Are
SANZBERRO, G., Reparación y conciliación, cit., pág. 14 y ss.; GIMÉNEZ SALI- they Reconciliable?, en: The Modern Law Review, 1994, pág. 231 y ss.
NAS, E., La conciliación víctima-delincuente: hacía un Derecho Penal reparador, 193 Así, JESIONECK, U., (1992) y PELIKAN, Ch. (1989). Cfr. GIMÉNEZ SALINAS,
cit., pág. 348 y ss.; VARONA MARTÍNEZ, G., La mediación reparadora..., cit., pág. E., La conciliación víctima-delincuente, cit., pág. 359, nota 24.
147 y ss. iS'i Vid., BERISTÁINIPIÑA, A., De leyes penales y de Dios legislador. Alfa y Omega.
1990. Madrid, pág. 209 y ss. Cfr., GIMÉNEZ SALINAS, E., La concihación víctima-
^^^ Vid. yARONA MARTÍNEZ, G., La mediación reparadora, cit., pág. 329, nota 38; delincuente, cit., pág. 350.
GIMÉNEZ SALINAS, E., La conciliación víctima-delincuente, cit., pág. 354 y ss. 196 Vid. VARONA MARTÍNEZ, G., La mediación reparadora, cit., pág. 336 y ss.
^^TT
HI ^'^f^\
"'! .
196 Cfr., VARONA MARTÍNEZ, G., La mediación reparadora, cit., págs. 339 y 340. ^°i Cfr., VARONA MARTÍNEZ, G., La mediación reparadora, cit., pág. 76 y ss.
19^ Vid. PÉREZ SANZBERRO, G., Reparación y conciliación, cit., pág. 21 y ss. ^°2 DUFF, A., Punishment, Citizenship. Responsability, en: Punishments, Excuses
198 MATTEWS, R., utiliza conceptos como «community policing», «neighborhood and Moral Development, 1996, edit. H.T. Aldershot, Aveburg. Cfr., VARONA
policing», «consensus policing» que subrayan la importancia del marco comunita- MARTÍNEZ, G., La mediación reparadora, cit., pág. 79 y 89.
• " ' rio. Cfr., VARONA MARTÍNEZ, G., La mediación reparadora, cit., pág. 72. ^"^ Cfr., VARONA MARTÍNEZ, G., La mediación reparadora, cit., pág. 84 y ss. La
19S Cfr., VARONA MARTÍNEZ, G., La mediación reparadora, cit., pág. 76 y ss. autora subraya la influencia de la filosofía de FOUCAULT y de HABERMAS en el
200 Cfr. VARONA MARTÍNEZ, G., La mediación reparadora, cit., pág. 76 y ss. La obra pensamiento abolicionista. ,.0
• paradigmática de esta tendencia es: Not J u s t Deserts: A Republican Theory of ^"^ Cfr., VARONA MARTÍNEZ, G., La mediación reparadora, cit., pág. 86.
Social Control, de Braithwaite y Petit, publicada en 1990, y, también, Crime, 205
CHRISTIE, N., Limits to Pain, 1981, Oxford, M. Robertson, pág. 97 y ss. Cfr.,
Shame and Reintegration, del primero de ellos (1989). VARONA MARTÍNEZ, G., La mediación reparadora, cit, pág. 87 y ss. i,.
1146 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 1147
trabajo como organización productiva dirigida al cumplimiento racional de sus 2'. Expectativas que genera este paradigma. El modelo integrador ha.
9 objetivos, con olvido, sin embargo del sano sentido común popular y de los valores. despertado considerables expectativas. Aunque en sus orígenes tuviese
,f CHRISTIE prefiere la otra justicia 'de aldea que, en su simbolismo, no es ciega, ni un ámbito bastante reducido (infracciones patrimoniales cometidas por
3 empuña una espada^^^ Finalmente, BIANCHI propone un nuevo modelo de control
3 penal («eunómico») que el autor caracteriza, frente al represivo clásico («anómico»)
infractores primarios jóvenes) padeciendo un a insuficiente y casi caótica
como «comunicativo, horizontal, responsabilizador, educativo, innovador, orgánico aplicación, hoy aspira a convertirse en u n a «tercera vía», con vocación de
terapéutico, racional, oposicional —en lugar de adversativo, de derecho real' universalidad (no excluiría ninguna clase de conflictos) que arbitra
funcional, liberalizador y reparador»—2°^. El autor sugiere un sistema que propicia mecanismos eficaces de solución real de éstos, de modo no institucional,
la responsabilidad activa y participación de los implicados en el conflicto criminal
informal y al margen de las instancias del control social formal.
(«situación problemática») y descansa en la negociación, en el arreglo. Más aún:
resucita la vieja idea del santuario, del asilo, con relación a los autores de delitos El modelo «integrador» redeñne el propio ideal de justicia. Concibe el
violentos, quienes encontrarían en los mismos, bajo garantía del Estado, ámbitos de
crimen como conflicto interpersonal concreto, real, histórico, rescatando
inmunidad frente a la acción de la justicia con el único requisito de que estos
«fugitivos» contribuyan a la solución pactada del conflicto delictivo mediante la una dimensión de éste que el formalismo jurídico había neutralizado.
negociación y el arreglo^"''. Orienta la respuesta del sistema más a la reparación del daño que el
. ,;: -uoBTísqtn <i9no!osio8rn iiugeenoo eisq oanooi 360") .tiviü orioeisc infractor causó a «su» víctima, a las responsabilidades de éste y las de la
En todo caso, los programas anglosajones de la década de los setenta, comunidad, que al castigo mismo^^". Se propone, pues, intervenir en
respondan al modelo puro de mediación-conciliación (Reconciliation dicho conflicto constructiva y solidariamente, sin metas represivas,
Programs) o al de reparación (Restitution Programs) e implican un buscando soluciones. Y no desde su 'auctoritas\ sino a través del pacto,
cambio profundo en la tradicional distribución de roles entre el Tribunal del consenso, del arreglo, de la composición: mediante la negociación,
y los implicados porque parten de la premisa de que el crimen debe confiando en la capacidad de los implicados para encontrar fórmulas de
concebirse como un conflicto interpersonal. Por ello, el núcleo de la compromiso. La «justicia restaurativa» no gira ya en torno a la idea
conciliación no viene constituido por la infracción misma sino por la excluyente y obsesiva del castigo, sino de la reparación, la conciliación
voluntad de compromiso y asunción de responsabilidades de las partes y la pacificación. Enfatiza la relevancia de ciertas instituciones prima-
en orden a su solución. El sistema, en consecuencia, deposita un a firme rias, de la educación, de la comunicación^", de la reconstrucción de
confianza en la capacidad y autonomía de los individuos para resolver, «vínculos informales positivos»^^^ como garantía del acatamiento de las
pacífica y eficazmente, los conflictos en que puedan hallarse inmersos. normas y prevención del delito. El modelo «integrador», por tanto, ofrece
Y conlleva, desde luego, u na decidida tendencia a desjudicializar y y evoca u n a nueva imagen de la justicia, de faz humana, que ya no es una
desjuridicidar aquellos, optando por la mediación flexible de instancias diosa distante, con los ojos vendados, sorda y muda, ni ciñe espada. Una
no oficiales de carácter comunitario y por procedimientos informales, justicia más lega que profesional, próxima al ciudadano, de marcado
siempre más pacificadores'"'^. perfil comunitario, pacificadora, comunicativa, participativa,
integradora. Que comprende los conflictos, «desde dentro» y t r a t a de
coi3t\'3 / 'ji'feí' íu ''^*".9íT'ii ^.m ,ts Mií ¡"•=»?Oíq fir'^-' ^ R¡ -,; -m-: "••> - •" ^1 : v eup\
nsuiTi.;'-"'a'.''f.D.>tip ¡Pífm"Tifií.ij --t-Tú^- .1 * - j Arw,¡^r'^i • .-'t'.'i.íc'•.b'v
buscar soluciones a los mismos, no de imponerlas. Constructiva, no
represiva. Que sintoniza con los valores éticos, con el sentido común
ciudadano, con la experiencia h u m a n a y comunitaria, sin refugiarse en
^°^ CHRISTIE, N., La industria del control del delito. ¿La nueva forma del Holocaus-
to?, 1993, Buenos Aires. El Puerto, pág. 148 y ss. Cfr., VARONA MARTÍNEZ, G.,
^^^ Asi, ZEHR, H., Changing Lenses: A New Focus for Crime and Jusnce, cit. Cfr.,
La mediación reparadora, cit., pág. 89 y ss.
VARONA MARTÍNEZ, G., La mediación reparadora ..., cit., pág. 99.
2°' BIANCHI, H., Justice as Sanctuary. Toward a new System of Crime Control, 1994,
^" Así, FATIC, A., Punishment and Restorative Crime Handling. A Social Theory of
; Bloomington: Indiana University Press, págs. 58 y 70. Cfr., VARONA MARTÍNEZ,
G., La mediación reparadora, cit., pág. 309 y ss. Trust, cit., 1995, pág. 238. Cfr., VARONA MARTÍNEZ, G., La mediación reparado-
20« Op. cit., pág. 149. Cfr., VARONA MARTÍNEZ, G., La mediación reparadora, cit., ra, cit., pág. 101.
™ Cfr., VARONA MARTÍNEZ, G., citando a BOTTOMS (La mediación reparadora,
pág. 310.
^os» Cfr., PÉREZ SANZBERRO, G., Reparación y conciliación, cit., pág. 25 y ss. cit., pág. 101). _ _„._^ ;,.. _, ,. :. , --,
1148 ANTONIO GAKCIA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 1149
formalismos y exigencias utilitaristas. Una justicia que busca en la Penal, la relación entre orden social y sistema legal, el rol de la víctima, las
confrontación infractor I víctima mecanismos eficaces de comunicación expectativas de los protagonistas del suceso delictivo, con las importantes
implicaciones políticocriminales, procesales y orgánicas que las mismas conllevan.
e interacción hábiles para generar actitudes positivas recíprocas de los
implicados. Todo ello, además, meáiaxíteprocedimientos desformalizados
a) E n relación al infractor, se atribuyen a los procedimiento de
flexibles, operativos que facilitan la negociación, el tratamiento del
conflicto («crime handling») y su solución satisfactoria, sin perjuicio de conciliación y reparación efectos muy positivos, que derivan del enfren-
un elemental control que garantice los derechos fundamentales de los tamiento directo del delincuente con las consecuencias de su conducta y
implicados. • de su confrontación personal e inmediata con la («su») víctima. Mientras
.en el proceso penal el infractor se halla ante u n a instancia ajena al
:• Poco tiene q^ue ver, por tanto, este nuevo paradigma con la imagen hecho, distante, que diluye la realidad del daño y neutraliza a la víctima
sesgada que algunos ofrecen del mismo, presentándole como esperpéntico —fortalecido, además, por un a estrategia de defensa— en sistemas de
«arreglo privado» o mera «composición» que salda un crimen por la vía conciliación y reparación, por el contrario, el delincuente ha de enfren-
reparadora más antigua de la humanidad: el pago de una cantidad de tarse, sin mediación alguna, a su hecho, constatando de forma directa y
dinero. Evidentemente, no se t r a t a de eso. Quienes propugnan este a través de su contacto con la víctima las consecuencias reales de aquél.
nuevo p a r a d i g m a advierten que el mismo potencia el sustrato Ello genera actitudes positivas del infractor, le responsabiliza y predis-
interpersonal del conflicto criminal, la dimensión histórica, real y pone a comprometerse en la reparación del daño causado, y a participar
concreta de éste, con toda su complejidad, confiando en la capacidad de activamente en la solución del conflicto que causó^".
los individuos implicados para resolverlo al margen de la intervención
El nuevo paradigma, de este modo, abandona la concepción
siempre estigmatizante —pero formalista e inefectiva— del sistema y
patologizadora del delincuente propia de la teoría de la diversidad y de
sus instancias oficiales. Pero advierten, también, que conciliación,
los modelos clínico— correccionalistas, operando con un a imagen más
mediación, etc., son fórmulas respetuosas de las garantías constitucio-
h u m a n a y racional del infractor, como sujeto capaz de reconocer las
nales del infractor, compatibles con las exigencias de la prevención
consecuencias de su conducta y de participar en la búsqueda de respues-
general y libres del distanciamiento y puro simbolismo que condicionan
tas y soluciones de los problemas sin necesidad de fórmulas represivas
la intervención del sistema legal. Coinciden, además, todos los estudio-
y estigmatizantes^^^. •-,•- ........^..^ ,,,., ,,„^-^. .
sos de aquellas, en que el efecto pacificador de las relaciones sociales que
generan, deriva precisamente de su comprobada idoneidad para satis- Por el contrario, la justicia tradicional despersonaliza el conflicto delictivo,
facer las pretensiones de todas las personas afectadas, incidiendo en las •'' distancia artificialmente autor y víctima; y propicia la indiferencia y la insolidaridad del
7'" infractor respecto a aquella y a la comunidad^^^ Porque su intervención en el
propias claves y raíces del problema, y en las actitudes de los implicados.
'"' conflicto es técnica y formalista. Porque su orientación represiva la obliga a
¡Conciliación y mediación, por tanto, no pueden confundirse con una conformarse con la imposición del castigo al culpable, sin reclamar de éste cambio
simple reparación civil del daño o resarcimiento económicol^^^. Ni con de actitudes, abriendo una brecha en el binomio natural delincuente-víctima que
esa simbólica ineficaz reprimenda al infractor, quien excusándose . •. incomunica a ambos protagonistas y les enfrenta.
simplemente ante su víctima —con u n poco comprometido «lo siento», La Justicia «restaurativa» es, paradójicamente, más exigente respecto al infrac-
.."i" tor. Pues no se contenta con que éste cumpla el castigo merecido, ni siquiera con
«perdón»— saldaría su deuda con la ley, obteniendo, sin más, todas las •'¡^ que repare el mal que causó a su víctima, y a la comunidad. Pretende, además —
indulgencias del sistema («vete en paz... y no vuelvas a hacerlo»), como y sobre todo— que se involucre activa y responsablemente en la búsqueda
caricaturizan los detractores de la mediación-conciliación, perversa e negociada de una solución válida, que se implique. Que asuma la realidad del daño
•^H. ocasionado y su propia responsabilidad. Que se comprometa en la solución del
injustamente, a este nuevo modelo de solución de conflictos.
,GG -SÉq ,.ín .pxnú'úamo aoínsrafii;;«íi RIJR
Este nuevo paradigma (aún no concluso del que sólo tenemos trazos fragmen-
tarios e inconexos) obligará a redefinir las funciones convencionales del Derecho KiifiHírfo'), ííj:T.ínn>vakKn::Tíñ..ímtDü.,i<.ny.íiiYTa.>i3.s3-v,»&£»iKt»a>'ffia»frí>b B'^ÍEd 'AJíiaox,
2" Cfr., PÉREZ SANZBERRO, G., Reparación y conciliación, cit., pág. 216 y ss.
Vid. por todos, TRENCZEK, Th., Táter-Opfer-Ausgleich. Grundgedanken und 215 Cfr., PÉREZ SANZBERRO, G., Reparación y conciliación, cit., pág. 217.
Mindeststandards, en: Zeitschrift für Rechtspolitik, 1992, pág. 131 y ss. 216 Así, GIMÉNEZ SALINAS, E., La conciliación víctima-delincuente, cit., pág. 350.
I
4
• • J. U U ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 1151
conflicto, sin eludir uno (daño) u otra (responsabilidad) con perniciosas técnicas de
tít neutralización o autojustificación.
j-¡! El lógico cambio de actitudes que reclama la mediación-conciliación, por otro
,90p la japonesa, se conocen también fórmulas solemnes y simbólicas de autoflagelación
mora/áe\ infractor^^", difíciles de interpretar si se prescinde de un riguroso análisis
lado, constituye el necesario punto de partida de cualquier proceso 'resocial/zado/'. 'íogi histórico-antropológico. Estos y otros pronunciamientos semejantes son desafortu-
Pues resulta impensable que el Infractor pueda reconciliarse con la Ley y el Derecho, oaii.' nados. Parten de una imagen degradante del infractor y le someten a ceremonias de
si antes no lo hizo con su propia víctima... Si la ignoró, si la dio la espalda. Si no fue humillación y autocensura incompatibles con su dignidad de persona.
siquiera capaz de reconocer el mal que la causó asumiendo su responsabilidad y Ocultan un impropio y riguroso afán moralizante. Lejos de contribuir a discutibles
', -ofreciéndola una satisfacción personal. rieri objetivos expiacionistas o de ejemplaridad, supuestamente «purificadores», gene-
• :• • Qmü'Sviv^a' ran subculturas criminales, producen marginación, excluyen. Y, desde luego, beben
en fuentes y modelos «sui generis» que exigirían un análisis más cuidadoso atento
El alto contenido pedagógico de los procedimientos de conciliación, en
al marco histórico de aquellos y a las muy distintas realidades antropológicas que
todo caso, no constituyen una genuina terapia o tratamiento impuesto representan.
desde el exterior. Es consecuencia natural de la percepción directa del
daño causado, del proceso de comunicación autor-víctima, y del cambio b) La conciliación devuelve a la víctima un rol activo y dinámico en la
de actitudes en el infractor y disposición a reparar el mal ocasionado que
respuesta al delito. El procedimiento penal la cosifica, la instrumentaliza,
aquel suele generar^". Pero, desde luego, la libre asunción por el
convirtiéndola en objeto pasivo y fungible. La conciliación atiende mejor
infractor de su responsabilidad —^y el consiguiente y positivo cambio de
a las necesidades reales de la víctima, materiales y morales, y evita la
actitudes que se espera del mismo— no puede ir acompañado de
perniciosa victimización «secundaria». Facilita la efectiva reparación
inadmisibles ceremonias degradantes de reprobación, que harían de tal
del daño (reparación no necesariamente económica o pecuniaria) y pone
reconocimiento un sucedáneo anacrónico de la histórica «picota». Porque
en marcha un positivo mecanismo de comunicación recíproca entre
en aras de un positivo cambio actitudinal o motivacional no sería lícito
infractor y víctima que mejora incluso las actitudes de esta última y
humillar ni menospreciar al infractor, ni exigirle manifestaciones de
propicia la correcta solución del conflicto^^\
autodenigración. Riesgo éste en el que incurren, por cierto, algunas
propuestas maximalistas bien intencionadas, pero incompatibles con la Los modelos de conciliación, mediación y reparación, al rescatar la
imagen moral que nuestra cultura debe profesar del hombre delincuen- d i m e n s i ó n interpersonal del conflicto (el formalismo jurídic o
te. ••• --í '•'••' •:''v'.^üXiiá i e c a J r ' * sobredimensiona su relevancia 'simbólica') h a n sabido conectar con las
expectativas y exigencias de la víctima. La confrontación delincuente-
Como es sabido, la muy rígida moral socialista ortodoxa reclamaba el desprecio
víctima y el proceso activo de comunicación e interacción que aquélla
universalúQ\ delincuente^'^. En otro sentido, ciertas concepciones modernas que se
autodenominan «comunitaristas» sugieren con particular énfasis su pública repro- desencadena resulta muy satisfactorio para el gran perdedor del suceso
bación, censura o condena moral, su «vergíjenza»^'^ Yen culturas orientales, como criminal: tanto desde un punto de vista material, como simbólico e
incluso emocional. Porque la experiencia empírica ha demostrado que la
í Í©ÜnO»5iée)|.tHí-Si*tt;0tílMMtíi^ROSG
217
víctima, a menudo, espera no ya el castigo justo y la reparación
Cfr., PÉEEZ SANZBEREO, G., Reparación y conciliación, cit., págs. 216 y 217 (y económica del mal padecido, sino un a 'explicación' personal, u n a 'satis-
bibliografía citada por la autora). Negando que los sistemas de mediación y facción' de «su» delincuente. Y, sobre todo, u n marco o escenario que la
conciliación persigan directamente fines pedagógicos: GIMÉNEZ SALINAS, E., La permita expresar y comunicar la realidad emocional, vivencias, tensio-
conciliación víctima-delincuente, cit., págs. 359 a 361 (ni metas reeducativas, ni el
arrepentimiento del infractor, entendido en términos moralizadores). nes (vergüenza, cólera, aflicción, etc.) asociadas a t a n severa experien-
218
Sobre conocidos lemas oficiales, como «desprecio universal» (del delincuente), cia: sentirse escuchada y entendida. ¡Todo lo que no puede encontrar en
«aislamiento», «lucha social», Vid., KAISER, G., Criminología. Una Introducción a u n a Justicia convencional que sustituyó hace tiempo el 'ritualismo
219 sus fundamentos científicos, cit., pág. 55.
Vid. BRAITHWAITE, J., Crime, Shame and Social Control, cit. El autor, cierta-
mente, habla de una «vergüenza reintegrativa» como forma de «control comunita-
rio», que no estigmatiza porque tiene una duración temporal limitada, a la que pone No en vano, algunas formulaciones modernas beben en fuentes orientales, concre-
fin el perdón y unos esfuerzos para mantener los lazos del respeto durante este tamente de la culturajaponesa. Cfr., ZEHR, H., ChangingLenses: ANew Focus for
período finito de sufrimiento. Cfr., VARONA MARTÍNEZ, G., La mediación Crime and justice, cit.. Cr., VARONA MARTÍNEZ, G., La mediación reparadora,
reparadora, cit., pág. 77. iv-qkm-
cit., pág. 99.
Vid. PÉREZ SANBERRO, G., Reparación y concihación, cit., págs. 218 y 219.
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1152 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 1153
expresivo' por la 'eficacia administrativa'^^^l Hasta el punto de que, ¥ Que el procedimiento de conciliación signifique la suspensión —o el archivo-
probablemente, la reiterada demanda social de un progresivo rigor de! proceso penal, evitando una eventual condena; oque, simplemente, atenúe ésta,
punitivo se deba referir más a éste déficit emocional que a un genuino son opciones distintas que presuponen, a su vez, la elección de uno u otro modelo
deseo de venganza^^^. de conciliación^^^.
Los procedimientos de mediación, conciliación y reparación han En todo caso, mediación, conciliación y reparación mejoran ante la
'repersonalizado' el conflicto criminal, han recuperado su faz h u m a na y opinión pública la deteriorada imagen de la Justicia; y suscitan —de la
real. Lo que, sin duda, explica dos datos empíricamente constatados: que víctima, y del ciudadano, en general— actitudes positivas hacia el
suelen mejorar las actitudes de la propia víctima respecto al («su») sistema legal. El tratamiento personalizado del conflicto delictivo, la
delincuente y la percepción de aquella del sistema legaP^^; y que un flexibilidad, el lenguaje y modo en que éste se aborda, el muy elevado
porcentaje significativo de víctimas están dispuestas a someterse volun- porcentaje de éxito que suele conseguirse con estos procedimientos
tariamente a sistemas de mediación y conciliación, estimando 'ex post'
desformalizados y la percepción social satisfactoria que merecen a pesar
satisfactoria la experiencia^^®.
de su todavía insuficiente rodaje e implantación, explican el doble
El cambio de actitudes de la víctima respecto a «su» delincuente es otra impacto favorable citado y las expectativas de futuro que concitantes.
consecuencia, positiva, sin duda, del proceso de comunicación e interacción
delincuente— víctima, de ínondas raíces psicológicas y considerable trascendencia. d) Desde un punto de vista sociaZj' comunitario, la conciliación parece
'JílC. La confrontación directa y personal humaniza\x\?í vivencia traumática y la hace más acreditar ventajas notables, con relación al conflicto concreto, y a las
comprensible, más asumible, liberada la víctima de estereotipos e imágenes relaciones sociales, en general. La razón probablemente reside en que
/ f-. interesadas que radicalizarían y potenciarían aquélla. Que la víctima descubra y estos procedimientos no formalizados abordan los conflictos «desde
compruebe, de forma inmediata, directa y personal, que el infractor—no «el» sino
«su» infractor— no es el enemigo sin cara, «el» otro, sino uno más, «como» los otros dentro», confiando en los propios implicados, en lugar de imponer
—y le pueda asociar a personas próximas, de su entorno, de la comunidad— soluciones, de modo coactivo, y con criterios normativos, externos. ¡No
devuelve al crimen su dimensión doméstica, interpersonal, humana y comunitaria. tratan de que triunfe la «fuerza victoriosa del Derecho», ni de doblegar
Y facilita actitudes positivas de conciliación. al «culpable», sino de comprometer a las partes en la búsqueda de u na
f.. ••'¡Hf • • < . / * . . / x A ^ * 3 c t • ¡ k i . i a . í i X: **J -
«iaM*«¥í}-i»!FtWi-B/IOTarf»l solución negociada, de la reparación del daño, producto de un a libre y
c) En cuanto a XB^ Administración de Justicia, los programas de sincera asunción de responsabilidad por el hecho criminal! La interven-
conciliación y mediación determinan un giro cualitativo del rol de los ción del sistema legal, por el contrario, no está en condiciones de
operadores del sistema legal en relación a las personas implicadas y al restañar la herida que el crimen abrió en el tejido comunitario. No
hecho delictivo, ya que prima la dimensión conflictiva e interpersonal de pacifica, ni resuelve conflictos, ni aporta soluciones reales a éstos; a
éste sobre su significado normativo. Ello permite articular u na respues- menudo, los potencia y exacerba aún más, crispando las ya tensas
ta flexible y singularizada, caso a caso, que pondere la complejidad de la relaciones interpersonales y sociales, y encareciendo el turbio clima
realidad social, y, desde luego, descargar a los Tribunales de asuntos social. La implacable intervención coactiva del sistema legal, por su
poco importantes que agobian la cotidiana tarea jurisdiccionaP^®. formalismo y condicionantes estructurales recuerda —si vale la metáfo-
ra— el paso arroUador del «caballo de Atila». Y no es capaz de implicar
• •'•hmx^Q'^fsvui^ fíñ. ......
a la sociedad, ni de incidir positivamente en las actitudes de los
protagonistas del suceso criminal. Zanja simbólicamente un conflicto.
2^2 Así, CHRISTIE, N., La industria del control del delito. 1993, cit., pág. 156 y ss. Cfr., Pero no lo resuelve realmente. Declara el triunfo de la ley y la victoria
VARONA MARTÍNEZ, G., La mediación reparadora, cit., pág. 89.
del Derecho. Absuelve o condena a los litigantes solemnemente, ritual-
223 Cfr. VARONA MARTÍNEZ, G., La mediación reparadora, cit., pág. 89.
22* Vid. GIMÉNEZ SALINAS, E., La conciliación víctima-delincuente, cit., pág. 353 y mente. Pero no consigue la paz. ,. ^ , .,„.,.
ss.
225
Vid. GIMÉNEZ SALINAS, E., La conciliación víctima-delincuente, cit., pág. 361,
quien subraya cómo en Alemania el 80% de las víctimas propuestas para media- n ^r .Jfld t na m¿
22'^ Cfr. PÉREZ SANZBERRO, G., Reparación y conciliación, cit., págs. 219 y 220.
ción-conciliación aceptaron.
228 Vid. GIMÉNEZ SALINAS, E., La conciliación víctima-delincuente, cit., pág. 359 y
226 Cfr. PÉREZ SANZBERRO, G., Reparación y conciliación, cit., pág. 221.
i
1154 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 1155
í%' Es lógico, entonces, que por extensión, los mecanismos capaces de resolver En cuanto a la entidad [gravedad) de las infracciones sometidas a estos
satisfactoriamente conflictos concretos, produzcan, también, un saludable efecto procedimientos parece necesaria —y por razones distintas— una doble exclusión o
pacificador en las relaciones sociales^^^. Y que mejoren el «clima soclal»^^". reserva. De una parte, es preciso descartar de la esfera de acción de los mismos las
infracciones de especial gravedad. Motivos de prevención general no permiten
sustraer éstas del enjuiciamiento convencional o someterlas al libre juego de fuerzas
3'. Presupuestos de la mediación son: la existencia de u n a víctima de la negociación, el pacto y el arreglo entre los litigantes.
personal o individualizable; u n a particular entidad de la infracción; el Lo que no significa, sin embargo, que conciliación, mediación y reparación hiayan
reconocimiento del hecho; y la participación voluntaria del autor y la de reservarse para bagatelas e infracciones de mínima gravedad. Pues entonces,
víctima en el intento de conciliación^^^ como se advirtió, se extenderían desmesuradamente las redes del control social,
para alcanzar, sin justificación alguna, conflictos que podrían incluso resolverse a
^. La exigencia de u n a víctima personal e individualizada se explica través de institutos civiles.
porque la conciliación persigue u n impacto psicológico que reclama la .. • Por último, el común sometimiento de autor y iw///775(aceptación mutua) a estas
2''" - fórmulas de solución de conflictos —próximas, desde luego, al arbitraje privado— no
comunicación interpersonal: no se t r a t a de u n a mera negociación sobre 2^'"'''i las convierte, sin más, en mecanismos privados, al socaire de la autonomía de la
daños materiales, sustanciable con el representante legal o apoderado voluntad. Sería una ligereza, unafrivolidad,desconocerque mediación, conciliación
de terceros, incluidas personas jurídicas. ,,r ^ nhRih «íírfé'mvR'l y reparación requieren inevitablemente un efectivo control público estatal que defina
el marco de las mismas, sus límites objetivos, subjetivos, formales y estructurales.
Que se exija u n a particular gravedad de la infracción tiene sentido Y que garantice un proceso justo, evitando posibles abusos^^^.
para evitar se extiendan desmedidamente las redes del control social a
supuestos que, en otro caso, darían lugar al archivo de las actuaciones El Derecho comparado ofrece u n a muestra rica e inabarcable de
o se saldarían con la mera reparación civil del daño. Programas y Proyectos de mediación-conciliación-reparación. Difiere,
Tanto la constancia del hecho atribuible a u n a persona concreta (lo eso sí, el marco jurídico general de los mismos, la relación de cada
que no equivale a u n a confesión formal) como la participación voluntaria Programa o Proyecto con el sistema legal y los tribunales de justicia, los
en el procedimiento de mediación de autor y víctima son consecuencias principios que les inspira, el rol y funciones del mediador, sus mecanis-
de las garantías procesales (presunción de inocencia, derecho a u n juicio mos de financiación, etc^^^.
justo, etc.). Obviamente, el procedimiento de mediación no puede Programas y proyectos de conciliación, mediación y reparación existen, por
instrumentarse en aras de la investigación judicial ni, convertirse en un ' ejemplo, en los Estados Unidos, Canadá, Reino Unido, Nueva Zelanda, Lovaina
medio intimidatorio o coartada para arrancar subrepticiamente la . : V (Bélgica), Francia, Italia, Finlandia, Noruega, Alemania, Austria, Japón, Brasil,
';;"; • Sudáfrica, etc^^^.
confesión del infractor.
"'; r^/'' En España, la Comunidad de Cataluña2^^ la de Madrid2='^ País Vasco^^^ y
La exigencia de una víctimapersona/e/nc//V/dua/izadaexc\uye conceptualmente '"'"^^' Valencianas^** conocen programas de esta orientación. Todo hace esperar que la Ley
del ámbito de la mediación-conciliación los (mal) llamados «delitos sin víctima» o
ñi delitos con víctima «anónima» o «colectiva» (vg. los delitos contra intereses
jj: generales o «difusos»), ya que no cabe instrumentar proceso de comunicación
¡nterpersonal alguno —con el impacto que se espera del mismo en el marco 2^2 Cfr., VARONA MARTÍNEZ, G., La mediación reparadora, cit., pag. 723.
actitudinal y motivacional de los implicados —con abstracciones o entelequias ^33 Cfr., VARONA MARTÍNEZ, G., La mediación reparadora, cit., pág. 398 y ss.
jurídicas que sólo de una manera simbólica pueden sustituir o representar a la ^3" Cfr., VARONA MARTÍNEZ, G., La mediación reparadora, cit., pág. 398 y ss.
víctima real. ^^^ Sobre el modelo catalán, que parte de la Ley 11/1985, de Protección de Menores, y
rírjfíoHaiií- ÍÍÍÍTÜS UÍVÁPVV) O-'Í^J'JÁ b h Hsítíiü su evaluación, vid. VARONA MARTÍNEZ, G., La mediación reparadora, cit., pág.
448 y ss. Desde Mayo de 1990 al mismo mes de 1996, se h a n sometido a este
procedimiento de mediación 3.600 casos. H a n participado 3.415 menores y 2.071
víctimas, de las cuales un 52% eran entidades públicas o privadas. Las infracciones,
en su mayoría, constituían robos con fuerza o intimidación, lesiones y daños. E n un
^^^ Sobre el problema, vid., PÉREZ SANZBERRO, G., Reparación y conciliación, cit.,
83% de casos el proceso de mediación concluyó, de forma positiva, siendo tres meses
págs. 221 a.223.
la duración media de cada procedimiento.
^^^ Es u n hecho cierto y comprobado que estos procedimientos mejoran el «clima
^^•5 Cfr., VARONA MARTÍNEZ, G., La mediación reparadora, cit., pág. 456 y ss.
social», cfr., GIMÉNEZ SALINAS, E., La conciliación víctima-delincuente, cit., pág-
^3'' Cfr., VARONA MARTÍNEZ, G., La mediación reparadora, cit., pág. 458 y ss.
355.
23* Cfr., VARONA MARTÍNEZ, G., La mediación reparadora, cit., pág. 461 y ss.
231 Cfr., PÉREZ SANZBERRO, G., Reparación y conciliación, cit., pág. 226 y ss.
1156 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 1157
ge Orgánica de la Justicia Juvenil^^'' y el muy decidido apoyo que estos Programas e o en el ofrecimiento de excusas, satisfacciones, disculpas, etc., por parte del
of iniciativas han encontrado en Asociaciones y Oficinas de Ayuda a las Víctimas, infractor.
S6 Fiscalías y otros sectores sociales sensibilizados con los problemas de la Justicia
ns. criminal contribuyan a la progresiva y definitiva implantación de los mismos.
5'. El rol del mediador.
4'. El procedimiento conciliatorio: sus fases. El «modus operandi» de Es fundamental porque impulsa el acuerdo entre las partes y garan-
los diversos modelos de mediación y conciliación admiten, desde un tiza la buena marcha del procedimiento conciliatorio. Neutral respecto
punto de vista «procedimental», numerosas variantes y matices diferen- a las partes, pero activo, debe acreditar el mediador capacidad y
ciales24o. conocimientos especializados (pedagógico-sociales, psicológicos y jurídi-
••.jxt'c- -- Eri una primera fase se procede a la selección de los casos que pueden
cos) para dirigir aquéP*^
someterse a conciliación. La decisión suele corresponder, según los diversos Para la opinión mayoritaña, pedagogos y trabajadores sociales, entre otros, se
sistemas, al juez, fiscal o incluso, a los llamados «asistentes judiciales». En algunos hallarían especialmente capacitados para tales tareas, si bien la praxis demuestra
proyectos se involucra, también, a la policía. la necesidad de revisar los métodos tradicionales y formas de organización de sus
En un segundo momento, los responsables de la labor mediadora (pedagogo, respectivas áreas. „,, ,; _ ,^.,,. _,, , , , ,- , „ ,.
trabajador social, psicólogo, etc.) entran en contacto con el autor y la víctima para
sondear las actitudes y disposición de ambas partes en orden a la consecución de
un acuerdo. En general, la praxis constata porcentajes muy significativos a favor de Mediación, conciliación y reparación son algunas de las muchas
la conciliación tanto en autores como en víctimas. formas de abordar los conflictos. Pero existen, naturalmente, otras.
La tercera fase articula el tratamiento comunicativo y constructivo de una Otras «formas» y muy diferentes «estilos». •^. ..„,.„, ..,..,^... „-_-
situación de conflicto interpersonal. El diálogo entre autor y víctima permite el
;¡ análisis común del hecho y sus consecuencias, así como la exteriorización por La mediación, en definitiva, es u n procedimiento o técnica que pone
ambos de la percepción y sentimientos relativos al suceso criminal, sus respectivos la solución de u n conflicto en manos de las partes implicadas en el mismo
puntos de vista y valoraciones personales divergentes, etc. Constituye, pues, la con la ayuda de u n tercero o extraño imparcial que carece de capacidad
mediación un marco idóneo para eliminar prejuicios, temores y sentimientos nega-
tivos y, por el contrario, un estímulo para el entendimiento recíproco, la tolerancia y
de decisión^*^. ,,;^^ , .-¿¿,
la mutua comprensión.
Se trata, pues, de u n a fórmula «trilateral» basada en la negociación
, La comunicación personal autor-víctima cierra el paso a las nocivas estrategias
que dirige u n tercero imparcial cuyo rol y funciones difiere tanto de las
de autojustificación con las que el infractor suele tratar de legitimar su comportamien-
to delictivo. Y satisface, además, la dimensión emocional y relacional de los de u n arbitro como de las del Juez, modalidadades de cierta semejanza
conflictos interpersonales, dando a la víctima la oportunidad de exteriorizar sus estructural. El mediador interviene pero no decide ni resuelve.
vivencias respecto al hecho delictivo, sin las limitaciones y condicionamientos
Atendiendo al número y calidad de los intervinientes (en la solución del conflicto),
propios del proceso penal; y recibir una satisfacción personal de «su» infractor,
según BLACK^''^ pueden distinguirse tres clases o formas de actuación del control
seguida de un concreto compromiso en orden a la reparación del daño, causado por
social (respuesta a la desviación): unilaterales, bilaterales y trilaterales.
el mismo.
¿/nilateralesseñan, por ejemplo, la murmuración («juicio informal inadsentia»),
La conciliación concluyeQ.uB.nuo las partes llegan a u n acuerdo sobre el modo de
la tolerancia, el ostracismo^''^ la crítica, la evitación y, sobretodo, la autodefensa (vg.
afrontar las consecuencias del delito y éste se hace efectivo. Los porcentajes de éxito
ajuste de cuentas, etc.)^''^
son muy elevados, una vez que autor y víctima se manifiestan decididos a participar
en el procedimiento conciliatorio. La reparación no debe identificarse con el resar- q or<')Ufi (ííí.E
ÍJ U
cimiento civil. Cabe una reparación simbólica, también, consistente en prestaciones
personales (no monetaria) a favor de la víctima, de otras víctimas, o de la comunidad;
^"1 Sobre la figura y rol del mediador, vid. PÉREZ SANZBERRO, G., Reparación y
conciliación, cit., pág. 258 y ss.; VARONA MARTÍNEZ, G., La mediación reparado-
i'd riif «;»i.oijo 8Bt ab ,a«fiíf:h: ra, cit., pág. 701 y ss.
^*2 Cfr., VARONA MARTÍNEZ, G., La mediación reparadora, cit., pág. 131, que recoge
^^^ Debe observarse que el Proyecto de Ley Orgánica de la Justicia Juvenil se varias definiciones clásicas (Schiffrin, Singer, Oyhanarte, etc.).
autodefine deliberadamente «sancionadora y educativa», no «penal». La ley con- ^"3 Cfr., VARONA MARTÍNEZ, G., La mediación reparadora, cit., pág. 131 y ss.
templa de forma expresa la conciliación y la mediación. ^** La tolerancia tiene gran arraigo en la cultura holandesa y componentes muy
2*° Vid. PÉEEZ SANZBEREO, G., Eeparación y conciliación, cit., pág. 240 y ss.; variados (pragmatismo, autocontrol moral, modus vivendi civilizado, etc.). Cfr.,
VARONA MARTÍNEZ, G., La mediación reparadora, cit., pág. 371 y ss. (nota 149). VARONA MARTÍNEZ, G., La mediación reparadora, cit., pág. 132, citando a
1158 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 1159
me Como bilateralescdloúa citar la negociación o el duelo.
obliga a centrar la mirada en la propia existencia. El poder terapéutico no es
Trilaterales, por último, podrían dar lugar a once categorías de terceros: de
naturaleza /775A£%7a/(negociadores y curanderos), parciales {\v\\oxm3.x\\QS, aboga- represivo, sus operadores (psicólogos, psiquiatras, trabajadores sociales, pedago-
dos, consejeros, aliados, subrogados, etc.) e imparciales respecto a los litigantes gos, etc.) multiplican su presencia, incrementándose correlativamente el número y
(pacificadores, mediadores, arbitros, jueces, etc.), quienes, a su vez, despliegan una clase de problemas que se estiman apropiados para la intervención de éstos. El
-.1: actividad y asumen un rol diferente. estilo «compensatorio» es usual en contextos de sólidas raíces colectivas y
comunitarias, que ensalzan valores como armonía, conformidad y pertenencia al
ai Así, por ejemplo, los pacificadores buscan la conciliación, la superación del
grupo. Mitiga el riesgo de la venganza y de la estigmatización del infractor al
V
conflicto, sin ahondar en la causa y contenido de éste: les interesa sólo su buen fin.
orientarse hacia la reparación, si bien en las sociedades modernas suele convertirse
Tal función pacificadora puede tener un sustrato o fundamento amistoso u orienta-
••lí en una mera indemnización o resarcimiento económico. El estilo «conciliatorio», por
ción cnminalizadora-represiva^''l Por el contrario, los ^<árbitroS'^ proponen una
último, adecuado a las comunidades pequeñas, homogéneas y bien integradas (no
solución al conflicto, pero carecen de capacidad para ejecutarla. En cuanto a los
es el caso de la sociedad actual) busca restaurar la armonía de las partes implicadas
^<mediadores», no imponen el acuerdo a las partes del conflicto, pero lo promueven,
as en el conflicto, basándose precisamente en las relaciones interpersonales^*".
lo facilitan, lo impulsan. La mediación es una suerte de «negociación supervisa-
Bit; Formas 'sui generiá de mediación existen, incluso —como demuestran los
sus oi,^t.rv#ü%i^jJ^i^H^*#l:í*«»WOM•*ePf70^»|)p.5f gfl#P 30t iseívaí ab bBtjigs. estudios sobre/7/¿/A5//5/77¿>/7ciA/775//k7—en las culturas indígenas^'^\ en determinadas
minorías étnicas occidentales^^^ y en sistemas de justicia popular^^^ Lo que revela
Pero cabe hablar, también, de «estilos» de control social: el penal, el que estos procedimientos informales de solución de conflictos son universales, y
terapéutico, el compensatorio y el conciliatorio^*^. carecen de concretas claves o referencias temporales y espaciales. Operan, unas
veces, en el seno del propio sistema estatal, contando con su reconocimiento. Otras,
Cada estilo, por cierto, tiene su propia lógica y su propio lenguaje; y al margen del mismo^^". '. " - • - - • — J X . «
la concreta utilización de uno u otro depende no sólo de las característi- :N-.; ffírwbai.,. , ,...,.. .,..., -.«,...-,.
cas del conflicto, sino de cada contexto cultural y sociaP*^. 6'. Balance del paradigma integrador. -^^^^«"'^^^"«'^* *^ "»"fe*
j El estilo «penal», por no abordar el conflicto en sus raíces, aporta una respuesta Los procedimientos de conciliación ofrecen, pues, un balance muy
,. drástica poco efectiva, aunque sea inevitable en sociedades individualistas que
conocen índices muy elevados de victimización de extraños, personas, a su vez, de
positivo (especialmente en ciertos ámbitos como la delincuencia de
base escasamente homogénea y con miníma relación y confianza en posibles jóvenes y menores), pero no están libres de ciertas objeciones y reservas.
,.,.^: terceros mediadores. El estilo «terapéutico» prolifera en contextos de creciente
En primer lugar, conviene advertir que no existe un único modelo de
individualismo, porque la movilidad disminuye los lazos familiares y el aislamiento
conciliación, sino un sinfín de modelos y submodelos conciliatorios. Que
-"¡'swrt'íá f>"t'r.*)í--s'nK p-b|-),-i_
falta, pues, un preciso marco teórico e incluso u n a clara afinidad
ií'fáíq;:9n9iv:'tí¿íi~í.t • ideológica y político-criminal como fundamento común a todos ellos.
Nacen, además, en el mundo anglosajón y son fieles, por tanto, al
- SWAANINGEN y ZAITCH. El ostracismo o marginación activa del infractor por la
sociedad, es típico de ciertas culturas o subculturas. Cfr., VARONA MARTÍNEZ, pragmatismo de un sistema de justicia comunicativo y dialogal sui
G., op. cit., pág. 131. generis. Cuentan, todavía, con escaso rodaje y notables indefiniciones,
Tomarse la justicia por la propia mano, las represalias, ajustes de cuentas, los por tratars e de u n nuevo paradigma del que sólo podemos aún detectar
llamados «delitos de autoajmda» son manifestaciones «unilaterales» frecuentes en rasgos fragmentarios y perfiles. Existe un razonable consenso científico
situaciones de «escasez de oferta de Derecho» («stateless locations»), donde el
individuo se siente desprotegido jurídicamente o abandonado a su suerte por el respecto a los objetivos de la conciliación y expectativas que generan
Estado —que no quiere intervenir en conflictos concretos, como si fuesen domésti- estos procedimientos: no existe tal consenso, sin embargo, respecto a los
cos, internos y ajenos al mismo— de modo que el afectado busca el respaldo de su supuestos que pueden someterse a los mismos (qué delitos, qué
subcultura o acude a la autodefensa. Cfr., VARONA MARTÍNEZ, G., La mediación
reparadora, cit., págs. 132 y 133. • i i í D l O a . I B S í í t ODÍi. •i'ilñSJri riíii. U^.'r; nr> -3b
246
Vid. citando ejemplos de BLACK, VARONA MARTÍNEZ, G., La mediación repara- \'-ri¡ '•>* '!"• nV ÍV h.' ÍUi'S "i í'iU?
dora, cit., págs. 134 y 135 (notas 349 y 350). 250
247 Cfr. VARONA MARTÍNEZ, G., La mediación reparadora, cit., págs. 138 y 139,
Cfr. VARONA MARTÍNEZ, G., La mediación reparadora, cit., págs. 134 y 135.
248 citando a HORWITZ y BLACK.
Cfr., VARONA MARTÍNEZ, G., La mediación reparadora, cit., pág. 136 y ss. 251
siguiendo la clasificación de BLACK. Cfr., VARONA MARTÍNEZ, G., La mediación reparadora, cit., pág. 580 y ss.
252
Cfr., VARONA MARTÍNEZ, G., La mediación reparadora, cit., pág. 618 y ss.
Cfr. VARONA MARTÍNEZ, G., La mediación reparadora, cit., pág. 136, siguiendo 253
Cfr., VARONA MARTÍNEZ, G., La mediación reparadora, cit., pág. 640 y ss.
a BLACK. 254
Cfr., VARONA MARTÍNEZ, G., La mediación reparadora, cit., pág. 571.
•"^Pf
infractores, qué víctimas, etc.), ni u na evaluación empírica fiable de los Antes bien, exige un a comunicación interpersonal fecunda autor-vícti-
resultados obtenidos. ma, la implicación seria y convencida de ambas en el proceso de
negociación, un positivo cambio de actitudes, fruto de la confrontación
Los procedimientos de conciliación pretenden articular u na respues-
directa y personal con el hecho delictivo y sus consecuencias y de la libre
taprogresista al delito, no represiva, desinstitucionalizada, informal, al
asunción de responsabilidades. ¡Sus objetivos no son, pues, precisamen-
margen del sistema, evitando el efecto estigmatizante que, no ya la pena,
te modestos!^^®.
sino el propio proceso legal lleva consigo. Ahora bien, no se pueden
ocultar los riesgos y recelos que genera u n modelo de respuesta al delito Los procedimientos conciliatorios, por último, aún pretendiendo
de corte —o, al menos, apariencia— privatista. Sabido es que el tránsito aportar soluciones flexibles e informales, distan mucho de la imagen
de la arcaica justicia privada al modelo actual de justicia pública frivola y superficial que algunos ofrecen de los mismos. Requieren u n a
(solución institucional y formalizada de los conflictos) supuso un incues- infraestructura adecuada y dotación de personal y medios suficiente
tionable progreso histórico, porque solo así se puede asegurar el control (mediador, profesionales que intervienen en el proceso). La consecución
racional de las soluciones de los conflictos, la igualdad y ciertas garan- del acuerdo reparatorio exige tiempo y esfuerzos, contactos exploratorios
tías elementales. Por el contrario, la experiencia había puesto de previos, aproximación, diálogo, comunicación y negociación entre las
manifiesto que cuando se concibe el crimen como problema «doméstico», partes, etc. Quiere ello decir que el éxito de estas fórmulas de mediación
interno, y su solución como cuestión privada o privativa de los directa- y reparación sustitutivas del control social formal depende en gran
mente implicados nadie puede impedir el rigor desmedido, la vehemen- medida de su correcto equipamiento. Y de que no se frustren las
cia e incluso la irracionalidad de la respuesta, ni es fácil establecer legítimas expectativas que concitan por asumir, improvisada o precipi-
mecanismos de control que aseguren el trato semejante de conflictos tadamente, cometidos para los que aún no se encuentran preparadas.
equivalentes (igualdad) y determinadas garantías^^^ del individuo que Una percepción social negativa de la efectividad de estos procedimientos
constituyen hoy día patrimonio cultural de la humanidad. E n una conciliatorios les condenaría al descrédito, dado que el problema crimi-
sociedad plural, conflictiva y desigual, por otra parte, las soluciones nal no admite ensayos ni experimentos. Y el fracaso de este nuevo
privadas no suelen restablecer el equilibrio real entre los implicados. modelo significaría el fracaso de u n a esperanza que no supo adminis-
Dicho de otro modo, no negocia ni pacta quien quiere, sino quien puede. trarse con realismo. Procede, pues, generalizar este sistema de solución
Con el riesgo de que al socaire de la libertad y la autonomía aparezcan de conflictos con prudencia, de forma progresiva, una vez que se
nuevas formas de dominación, de imposición. li'ci-íCTÜrfnn y «nr compruebe su eficacia y se cuente con los medios necesarios para
ampliar su ámbito de acción.
Los procedimientos de conciliación pretenden sustituir la devastadora
intervención del sistema legal o arbitrar, en su defecto, u na respuesta
menos agresiva, en ningún caso moralizadora. Sin embargo, existe el
peligro de que no siempre contribuyan a un a intervención mínima,
aséptica y poco invasiva. E n primer lugar, porque si estos procedimien-
tos conciliatorios se generalizan como fórmulas sustitutivas del sistema
legal incluso para resolver pequeños conflictos, entonces sólo se consigue
u n a desmedida extensión de las redes del control social, eso sí, a través
de mecanismos más sutiles y flexibles. En segundo lugar, porque la ^^^ Es cierto, como afirma SCHNEIDER, H.J., que la conciliación no consiste sólo en
conciliación no es un mero acuerdo formal reparatorio o indemnizatorio. «pagar y excusarse» (Viktimologie, en Handwórterbuch der Kriminologie, de
SIEVERTS-SCHNEIDER, 1991, Walter de Gruyter, pág. 418); ahora bien, la
"íii-írCTi"MJ conciliación no puede convertirse en una ceremonia de purificación de males
individuales y colectivos, ni en u n a terapia simbólica sobre el cuerpo social herido
^^^ Sobre el problema que los modelos conciliatorios suscitan en orden a la efectiva por el delito (en este sentido: TAMARIT, J., La reparación a la víctima en el Derecho
vigencia de las garantías constitucionales, vid. PÉREZ SANZBERRO, G., Repara- Penal, Barcelona, 1994, pág. 183); también, PÉREZ SANZBERRO, G., Reparación
ción y conciliación, cit., pág. 500 y ss. y conciliación, cit., pág. 523.
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PROBLEMAS DE LA CRIMINOLOGÍA EN
LA ACTUALIDAD
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Capítulo XXV:
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Problemas y tendencias de la Criminología
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Pero de un análisis crítico y objetivo de las teorías de la criminalidad las tendencias y orientaciones que pueden reputarse dominantes. Y las
mencionadas parece inferirse, en segundo lugar, otro dato: que nuestros respuestas actuales a tres interrogantes que subyacen a la secular
conocimientos actuales sobre el delito, el delincuente, la víctima y el contienda doctrinal: ¿es el delincuente u n a persona distinta del indivi-
control de la criminalidad son todavía escasos, fragmentarios e insegu- duo que cumple las leyes, anormal en algún sentido?; ¿es la criminalidad
ros. Es decir, que sabemos aún muy poco del hecho criminal y de sus un fenómeno patológico?; ¿cuál debe ser la actitud de la sociedad ante el
protagonistas. Que, como manifestaba LANGE hace unos años: el crimen?
crimen sigue siendo hoy un acertijo'^. El secular enfrentamiento de iííjíHoq^
i>j \4- r,'-! C " u " - i|L.
teorías y modelos recomienda a todo científico u na actitud de moderada
reserva y escepticismo. Carecemos de un núcleo de conocimientos
definitivamente asegurados sobre el delito. El saber sobre el hombre y 2. T E N D E N C I A S Y O R I E N T A C I O N E S D E LA M O D E R N A
la sociedad es siempre relativo, parcial, provisional. La experiencia ha CRIMINOLOGÍA
demostrado, por ejemplo, que las brillantes teorías monocausales de
antaño carecían de todo fundamento, siquiera porque el hombre y su Aun a riesgo de incurrir en inevitables simplificaciones e inexactitu-
conducta responden a claves mucho más complejas, enigmáticas aveces. des, puede afirmarse que se acusan, como dominantes, las siguientes
De lo que debieran tomar nota también quienes propugnan pretenciosos tendencias y orientaciones en la Criminología contemporánea:
esquemas sistémicos y totalizadores de cualquier signo^, desconociendo
o menospreciando los esfuerzos de quienes les precedieron, como si a) Cabe apreciar, en primer lugar, u n movimiento que reivindica
tuvieran el monopolio de la ciencia o ésta exigiera empezar siempre de l e g í t i m a m e n t e m a y o r e s cotas de autonomía p a r a las ciencias
cero. criminológicas. Mayores cuotas de autonomía frente al Derecho Penal.
La moderna Sociología criminal, por ejemplo, se presenta como un a
La creciente «problematización» y «relativización» del concepto teoría radical y absoluta de la desviación: como u na teoría crítica del
criminológico de «delito» y de la propia «reacción social» son un claro control social®. El problema, pues, no es tanto u n problema «orgánico»,
exponente del realismo que en nuestros días caracteriza a la escarmen- profesional, como ideológico, sustantivo. .•.;,•.:•,
tada doctrina criminológica. Realismo del que se hace eco el mismo •n, Se cuestionael papel tradicionalmente «auxiliar» asignado al sabercriminológico,
lenguaje de ésta, no t a n ambicioso y grandilocuente, al sustituir térmi- rfi: al servicio del Derecho Penal, que encontraba en las valoraciones legales —no
nos de las ciencias exactas, como el de «causa», por otros menos K« cuestionadas— una pauta segura y firme. Esta pretensión de autonomía corre
simplistas... (factor, correlación, conexión, covariante, etc.), en conso- paralela, naturalmente, con un significativo desplazamiento del centro de gravedad
nancia con las exigencias de un paradigma científico distinto: el que de las investigaciones y problemas hacia la Sociología, hacia las ciencias sociales,
los sistemas sociales (terreno, por otra parte, nada pacífico en nuestros días).
reclaman las ciencias sociales y las ciencias de la conducta.
Parece, pues, que es el momento adecuado para recapitular, para b) E n segundo lugar, puede constatarse un claro rechazo hacia lo que
hacer balance. ''ínuq Is oHoBffioJBi» aoía,sí.'9 eup ab f!0;a9';qraí s' ÍIXÍS podríamos denominar abreviadamente modelo positivista de Ciencia
Criminológica (causal-explicativo). Y sobre la caracterización de ésta
Veamos cuál es el resultado de la confrontación teórica de los dos
como mera disciplina «académica» y «descriptiva». Al igual que en el
modelos criminológicos fundamentales: el tradicional (positivista) y el
que se autodenomina «crítico». Cuáles son los esquemas y postulados.
f) El creciente protagonismo de la víctima es otra de las constantes de g) Una sexta característica muy acusada en el moderno pensamiento
la moderna Criminología. La víctima h a dejado de ser un mero objeto, criminológico es la relativización y problematización del concepto de
pasivo y fungible, ajeno a la dinámica del crimen y a cualquier programa «delito» (se prefiere hablar del «comportamiento desviado»), e, igual-
de prevención del mismo, para definir progresivamente su rol en la mente, el hecho de que se cuestione la propia reacción social y su
Criminología, en la Política Criminal y en el sistema legal (Derecho incidencia supuestamente favorable desde el punto de vista de la
Penal, Derecho Procesal, etc.). Los pioneros de la Victimología llamaron prevención general y de la prevención especial. Ya no se aceptan, sin
la atención sobre la inescindible unidad del binomio «delincuente»- discusión —como antes— el concepto de delito y las instituciones del
«víctima» y los mecanismo de interacción existentes, sin duda alguna, control del mismo ^^.
entre los dos miembros del mismo, sobre las diversas formas de partici-
pación (inconsciente) de la víctima en su propia victimización; sobre la La problematización del concepto de «delito»" trasciende el dato
vulnerabilidad específica o riesgo de victimización que exhiben ciertos histórico, fácilmente constatable y constatado, de la circunstancialidad
individuos y colectivos, por razones personales, psicológicas, sociológi- y aleatoriedad de algunas figuras penales. La denuncia es mucho más
cas, situacionales, etc.; sobre la incidencia en el proceso psicológico de profunda. Se trata, en puridad, de u n a grieta que h a n abierto en el
deliberación del infractor (técnicas de neutralización) que tienen las edificio lógico y monolítico tradicional las modernas concepciones de las
diversas clases de víctima y la correlación que existe entre algunas de «subculturas», del «conflicto», del «psicoanálisis» y del labeling approach.
éstas (víctimas colectivas, despersonalizadas) y determinadas manifes- Con ellas se degrada el principio de «culpabilidad», que fundamenta el
taciones de la criminalidad de nuestro tiempo (los mal llamados «delitos propio ilícito penal; se critica y cuestiona la legitimidad de las definicio-
sin víctima»: delitos contra intereses generales o supraindividuales, nes legales, presuntamente dirigidas a la protección de intereses gene-
delitos de «cuello blanco», etc.). Investigaciones victimológicas más rales; y se desmitifican dogmas como el de la «igualdad» ante la ley,
recientes parecer perseguir tres objetivos prioritarios: prevencionistas, invocando la actuación altamente selectiva de los mecanismos e instan-
asistenciales y de mejora del sistema. Esto es, se t r a t a de prevenir el cias del control social y del control penal. El concepto tradicional de
crimen operando no ya sobre el infractor potencial exclusivamente, a «delito» se relativiza. Deviene «problemático».
través de un contraestímulo psicológico (vg., la pena), sino, también,
Los autores más críticos se refieren a la «lotería penal» y al delito como mera
sobre la víctima potencial o colectivos sociales que exhiben un elevado «etiqueta», destacando que la ilicitud penal no es la «cualidad negativa» inherente
riesgo de victimización. En segundo lugar, interesa diseñar programas a un comportamiento, sino una valoración social «atribuida» al mismo, y que el
realistas y eficaces para compensar los perjuicios que el delito ocasiona castigo no es la consecuencia lógica de una conducta contraria a la ley, sino el
a la víctima (victimización primaria), evitando, en todo caso, los adicio- resultado, incluso caprichoso, de la actuación selectiva de las instituciones y
procesos de criminalización. La etiqueta de «delincuente», para los partidarios de la
nales que el propio sistema legal suele añadir durante la investigación teoría del labeling, no es más que un «bien negativo»; bien negativo que la sociedad
y el proceso a los padecimientos de aquella (victimización secundaria). distribuye con arreglo a los mismos criterios con que reparte los otros bienes
La víctima, por último, se h a manifestado como un excelente informador «positivos»; el 5/s/¿/5social, el rol, etc.^^ Esta crítica desmitificadora termina por
y control del grado de efectividad del sistema legal y del funcionamiento censurar la metáfora clásica que veía en el Código Penal el «mínimo ético»
indispensable y que establecía el conocido correlato entre los preceptos de aquél y
de éste. Puede ofrecer datos valiosos sobre diversas variables de la
criminalidad real que no captan las estadísticas oficiales («encuestas de
victimización»). Pero además, las actitudes de la víctima hacia los
agentes del sistema legal (Policía, Jueces, Abogados, etc.) —y el modo en
que percibe la actuación de éstos— no sólo es u n buen test para verificar
la confianza del ciudadano en el sistema y mejorar el comportamiento de tiene de positivo el labeling approach, vid. KAISER, G., Criminología, cit., págs. 24
éste, sino un auténtico indicador de la cooperación—imprescindible, por y 88 y ss. págs. 24 y ss.
13
Sobre el problema, cfr. GAECÍA-PABLOS, A., El actual saber, cit., pág. 14.
cierto— que puede esperar el sistema legal de quienes tienen en sus 14
Sobre el tema, cfr. KAISER, G., Criminología, cit., pág. 24 y ss.
manos (denuncia) la propia puesta en marcha del sistema. 15
Ponderando la aportación valiosa del labeling approach, vid. BARATTA, A.,
Criminología libérale, cit., pág. 33. Del mismo, Criminología y dogmática penal, cit.,
pág. 33, nota 30.
1172 . ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA , TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 1173
(, el Decálogo'*^. En tal contexto es lógica la supremacía del paradigma de conflicto Estas reflexiones críticas, muy positivas, conducen sólo a una minoría radical a
sobre el/¿//7c/b/7a/propio de la Criminología tradicional^, M , i k „ , i ;•(»;•• propugnar la «no injerencia penaP^ del Estado, la «teoría y praxis de la calma» o el
denominado «catecismo de la no intervención»^^. El pensamiento mayoritario sigue
Pero la propia reacción social también se cuestiona y problematiza en siendo consciente de que la pena —hoy por hoy— es una «amarga necesidad», pero
ha comprendido la necesidad histórica de enfrentarse al problema humano y social
la moderna Criminología, (¿^¡(^1^1 a del castigo con realismo, sin prejuicios ni metáforas sublimes. La idea de que una
f P a r a la Criminología tradicional no era un hecho desconocido el sociedad moderna debe ir renunciando progresivamente a la pena, sustituyéndola
por otros controles sociales menos destructivos y estigmatizadores, gana día a día
eventual impacto negativo de la pena. Pero se concebía como mal terreno^'*.
aislado, circunstancial, y, en todo caso, incomparable con el efecto
bienhechor (por razones de prevención general y especial) atribuido a la h) En séptimo lugar, creo puede resaltarse la preferencia temática del
reacción social, que, en sí misma, no se discutía^®. En las investigaciones actual pensamiento criminológico por ciertas formas de delincuencia y
criminológicas contemporáneas parece concluirse todo lo contrario, criminalidad. Formas inevitablemente unidas a los modos de vida y
operándose un importante proceso clarificador y desmitificador. En signos de nuestro tiempo y, por ello, no analizadas por la Criminología
cuanto a la incidencia de la pena en el hombre concreto que la experimen- tradicional (como puede serla llamada «criminalidad del bienestar», del
ta, resulta obvio que aquélla no resocializa, sino que estigmatiza. Que, «progreso», de la «sociedad de consumo» o «del ocio»). O bien, manifesta-
a menudo, es más el hecho de haber sufrido u na «pena» —y no el haber ciones delictivas que responden a la sugestiva «criminalidad expresiva»,
cometido el delito— lo que descalifica socialmente al individuo. Por otra objeto de análisis preferente por parte de la moderna Criminología.
parte, contemplado el problema desde un a perspectiva «social», no es
extraño que los sectores doctrinales más avanzados afirmen que la Esta estudia, por ejemplo, con más interés el crimen de los poderosos^^ que el
llamado «crimen utilitario» o convencional. O el «delito sin víctima»^*' que el atentado
reacción social no resuelve los conflictos, sino que los exacerba, los contra el patrimonio. La obsesión casi romántica por la «desviación expresiva»^^
mantiene y acentúa, potenciando la desviación^^; y que la actuación conduce a un análisis interesado de los nuevos tipos sociales «desviados» o
selectiva de los procesos de criminalización genera, a su vez, las etiologías «marginados», de ciertas minorías^^ Lógicamente, a los sectores doctrinales más
positivistas que pretenden combatirse, perpetuando al desviado en su radicales, preocupa más el problema de las drogas que el de la protección del
condición o rol de taP°. Los trabajos, ya numerosos, sobre la denominada
«desviación secundaria» d e m u e s t r a n h a s t a qué punto el penado
interioriza y asume el estigma de la pena, identificándose en lo sucesivo
^2 Así, E. M. SCHUR, Radical non intervention, Englewood Cliffs, N. J. Prentice Hall,
con el «rol» (delincuente) que se le asigna^\
1973.
^^ A la «teoría y práctica de la calma» se refería, en términos caricaturescos,
GOULDNER cñ-. J. YOUNG, Criminología de la clase obrera, cit., pág. 99.
^* Cfr., GARCÍA-PABLOS, A., El actual saber, cit., pág. 42.
^^ Vid. Los crímenes de los poderosos, por F. PEARCE, Nueva Criminología, siglo XXI,
i« Sobre el problema, y refiriéndose a las obras de WÜRTENBEEGER, von WEBER, 1980; ANIYAR DE CASTRO, L., La realidad contra los mitos, reflexiones críticas
LANGE y otros, vid. KAISER, G. Criminología cit., pág. 24; véase la nota 108 de este en criminología, Maracaibo, 1982, págs. 123 y 153.
mismo capítulo. ^® Sobre el denominado «crimen sin víctima», vid. J. YOUNG, Criminalidad de la clase
^' Invocando la supremacía del «paradigma del conflicto», de base existencial, vid. obrera, cit., pág. 98 y nota 20. También: I. TAYLOR, J. YOUNG y P. WALTON,
Criminología crítica, cit. (Introducción), pág. 17; vid. infra, nota 108 matizando las Criminología crítica en Gran Bretaña, cit., pág. 34.
justas críticas al modelo de consenso. pl niodofí*^ ' Sobre la denominada «desviación expresiva» que la Criminología califica de
1» Cfr. GARCÍA-PABLOS, A., El actual saber, cit., pág. 14 y ss. «antiutilitaria» (de la teoría de la desviación) y su tendencia a sustituir el enfoque
^^ En este sentido, J. YOUNG, Criminología de la clase obrera, en: Criminología científico y empírico del conocimiento por la búsqueda «intuitiva» del significado de
crítica, cit., pág. 95. los fenómenos, cfr. I. TAYLOR, J. YOUNG y P. WALTON, Criminología crítica en
^° Así, J. YOUNG, Criminología de la clase obrera, cit., págs. 95 y 96. Gran Bretaña, cit., págs. 34 y ss.
^^ Sobre la «desviación secundaria», vid. BERGALLI, R., La recaída en el delito, cit., ^* La teoría de la desviación pone el acento en el análisis significativo de ciertos tipos
páginas 267 y ss. También, con completa indicación bibliográfica, BARATTA, A., sociales «desviados» minoritarios: cool cats, beats, swingers, hippies, acid heads,
Criminología y dogmática penal. Pasado y futuro del modelo integral de la Ciencia drop-oufs, etc. Cfr. I. TAYLOR, J. YOUNG y P. WALTON, Criminología crítica en
Penal, en: Papers, Revista de Sociología, núm. 13 (1980), pág. 23 y nota 30. Gran Bretaña, cit., pág. 33.
1174 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 1175
patrimonio; más el fenómeno social de la prostitución, que la problemática de los función de sucedáneo, de coartada de decisiones ideológicas; y en una crítica
)9 0<- delitos contra la vida; más los cuadros psicopáticos y esquizofrénicos, que las sistemática del statuquo, particularmente acusada en las corrientes sociológicas3^
'•"•"" neurosis e histerias^^. . , „ , , .. ,.,., Tal actitud crítica, por otra parte, puede entenderse como reacción frente a la
denunciada «función legitimadora» del saber criminológico tradicional, que, ampa-
rándose en su supuesta neutralidad y cientifismo, vino a reforzar el statu quo,
La criminalidad de los poderosos, la criminalidad de la ganancia legitimando el sistema de definiciones y valoraciones legales oficiales con el
(sobre todo, la figura del «delincuente de cuello blanco»), o con abuso de respaldo «ontológico» de su empirismo^^. Es más, el giro sociológico y el sesgo
cargo público, la denominada «criminalidad desconocida u olvidada», la político de las modernas orientaciones son una respuesta o rechazo contundentes
de la «sociedad de consumo», el delito «masa», son manifestaciones a los planteamientos abstractos y ahistóricos de la Criminología tradicional. Pues
delictivas objeto de examen preferente en las más modernas investiga- ésta decía perseguir un examen «objetivo», que negaba toda significación al
comportamiento desviado; y, sobre todo, desdeñaba el análisis de la sociedad
ciones'30 global, enfocando el significado «subjetivo» de la desviación con un detallismo
microscópico^''.
i) Lógicamente, la elección de esta temática y el interés que la misma
Es lógico, pues, que la moderna criminología, se inserte en el marco de una
revela, descubre u n a clara actitud de crítica política hacia el modelo de «teoría social» y en unas concretas coordenadas históricas y locales. Que se
la sociedad capitalista, y u n a preocupación muy acentuada en los presente, en sus formulaciones más progresivas, como una teoría radical de la
sectores doctrinales radicales por comprometerse en la transformación desviación o como una «teoría crítica del control sociaP'. fif«;:iB:'f#M a í § í ^ ^
de las estructuras sociales; más aun incluso que por la mera búsqueda
de la verdad y la ampliación de conocimientos ^\ j) E n los últimos decenios se constata, también, u n prudente escepti-
cismo en cuanto a la posibilidad de explicar científicamente el compor-
Esta «polarización» producida en las ciencias criminológicas es con-
tamiento desviado, y de controlarlo de forma eficaz. Los planteamientos
secuencia inevitable de la problematización del concepto de «delito» y del
clásicos, simplistas y esterotipados se han problematizado, resaltando
«control» del mismo; y de la enfatización en los últimos decenios del
las más modernas investigaciones la complejidad del tema y la necesi-
análisis crítico de la «práctica» y la «política» como objetivos preferentes
dad de un a experiencia más dinámica e interaccionista.
de la Criminología, que conducen a propugnar un cambio profundo de las
relaciones sociales^^. El esquema tradicional, predisposición-medio ambiente, se ha visto
En nombre de una Criminología «sin intereses» —según fórmula de SACK^^—
superado desde los años cincuenta^**. Lo mismo que los pretenciosos
se incurre, a veces, en excesos sectarios, cumpliendo el empirismo una pobre paradigmas «causalistas». Porque en el propio mundo empírico ya no se
busca la «certeza», sino la «probabilidad». Se resalta la neutralidad y
ambivalencia de todo «dato» —necesitado siempre de un a teoría, de u n a
^ ^ Rinica fál ob Bo'üotíq x fihoaJ' ai A interpretación—, apuntándose la doctrina a explicaciones mucho más
"I riMTTriV T .A^ aiT^rr TTTíir^ complejas del fenómeno criminal. E n ciertos sectores, incluso, cunde el
Sobre el tema, gráficamente, J. YOUNG, Criminología de la clase obrera, cit., págs.
97 y 98, quien resalta el «antiutilitarismo», «romanticismo» y «voyeurismo» de la
teoría de la desviación partidaria más de lo «expresivo» y «significativo» que de lo
útil y práctico. I. TAYLOR, J. YOUNG y P. WALTON advierten cómo la teoría de
la desviación hace revivir la tradición romántica que ve en los marginados 34 Cfr. KAISER, G., Criminología, cit., págs. 158 y 159.
(«lumpen-burguesía» o «lumpen-proletariado») seres existencialmente superiores, 35 Según B ARATTA, el saber criminológico sirvió para dar un fundamento «ontológico»
más puros y auténticos (Criminología crítica en Gran Bretaña, cit., pág. 35). y «naturalista» a la tarea de construcción conceptual y sistematización que llevaba
Sobre la «delincuencia de cuello blanco» y la llamada por VÉRSELE «cifras a cabo la dogmática partiendo de las decisiones y valoraciones de la ley positiva
doradas» de la delincuencia, vid. ANIYAR DE CASTRO, L., La realidad contra los (Criminología y dogmática penal, cit., página 15).
mitos, reflexiones críticas en criminología, Maracaibo, 1982, pág. 18. En este sentido crítico, vid. I. TAYLOR, J. YOUNG y P. WALTON, Criminología
La «politización» de la filosofía social es uno de los signos más destacados de nuestro crítica en Gran Bretaña, cit., pág. 24.
tiempo según se recoge en la Introducción de la obra tantas veces citada: Criminología En este sentido («acceder a u n a teoría social de la conducta desviada»), en nuestra
Crítica (pág. 15). Ponderando las ventajas e inconvenientes de tal politización, doctrina: GROSSO GALVÁN, M., Nueva Criminología y Dogmática jurídico-penal,
KAISER, G., Criminología, cit., página 158. en: CPCr (1980), número 10, pág. 73. Resaltando la función «crítica» de la moderna
Cfr. KAISER, G., Criminología, cit., pág. 158. Criminología, BARATTA, A., Criminología y dogmática penal, cit., págs. 26 y 27.
Cfr. KAISER, G., Criminología, cit., pág. 158. Cfr. KAISER, G., Criminología, cit., pág. 152.
T
1176 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 1177
pesimismo, hasta el punto de que algún autor afirma que estamos agentes de indudable relevancia en la dinámica delictiva: el medio físico,
llegando al nivel cero en el conocimiento criminológico, y que el delito el medio ambiental, la víctima, el propio penado, etc., como h a n puesto
sigue siendo hoy un enigma, u n acertijo^^ ,,,gg, ^^^^^^^^^^ Bbeionunab de relieve las teorías espaciales y ambientalistas, la Victimología y los
Las corrientes radicales no imputan a la sociedad —y a sus estructuras— la programas sustitutivos de la pena privativa de libertad. Por otra parte,
causalidad del comportamiento desviado, sino que renuncian, incluso, a los esque- el perfeccionamiento del control social formal no es ninguna panacea:
mas «etiológicos». Aunque no sea una tendencia mayoritaria, sí puede constatarse leyes más severas, más Policías, más jueces, más sentencias... significa
en estos sectores una sustitución de las teorías de la «criminalidad» (etiológicas) por
más reclusos, pero no necesariamente menos delitos. Diseñar y poner en
lasdela«criminalizaclón»(interaccionistasydefinitoriales).Enelrestodeladoctrina
parecen imponerse concepciones «plurifactoriales» que renuncian, en todo caso, a
práctica programas de prevención (primaria; secundaria o terciaria) es
una explicación «causal» del complejo y pluridimensional fenómeno delictivo"". uno de los objetivos de la actual Criminología.
1) En cuanto a la lucha —mejor control— contra la criminalidad,
k) La Criminología «positivista», tradicional, respondía al modelo también cabe anotar u n cierto cuerpo de doctrina mayoritariamente
causal-explicativo, etiológico;'esto es, prima en la misma el objetivo de compartido por el pensamiento criminológico contemporáneo. •,,g^-|. ^^
explicar científicamente el delito. La moderna Criminología acusa un
interés muy significativo por SMprevención: le preocupa no sólo por qué Pues, en principio, sólo desde la teoría oficialista de los «rudimentos»
se produce el crimen, sino cómo evitarlo. P a r a la Criminología tradicio- o de la «desviación ideológica», se ve en el «crimen» u n a consecuencia
nal, individualista, el crimen debía atribuirse a alguna patología o histórica y accidental, inherente a determinadas estructuras
disfunción en la persona del hombre delincuente. De tal premisa socioeconómicas (las de la sociedad capitalista), extirpable, por comple-
(diversidad del delincuente) deriva su correccionalismo, la importancia to, cuando se instaure u n nuevo orden (socialistas)^\
de su enfoque clínico y el papel secundario que se otorga a los programas Una acentuación, t a n simplista y utópica, de lo «estructural» no es
de prevención, que se limitan a intervenir en la persona del infractor o compartida por el pensamiento criminológico occidental. Se piensa, por
en perfeccionar la operatividad de las agencias del control social. La el contrario, que si determinadas estructuras tienen un innegable efecto
moderna Criminología acentúa la importancia de la prevención del «criminógeno» (las capitalistas, sin duda), de algún modo todo modelo
delito. Parte de la «selectividad» de éste (el crimen escoge su víctima, el social genera su propia y específica delincuencia. El crimen, como
lugar, el tiempo y las circunstancias más propicias para aparecer en la fenómeno social, es inseparable del hombre; es la otra cara inevitable de
forma concreta en que lo hace) y de la posibiHdad comprobada de la convivencia. No se puede eliminar, ni siquiera es legítimo y deseable
neutralizarlo anticipadamente. Pero no al estilo convencional (operando hacerlo, porque sólo la «paz de los cementerios» (o de las estadísticas
en el proceso de deliberación del infractor potencial, contramotivándole falsas) de u n a sociedad intransigente y uniforme es capaz de terminar
o disuadiéndole con la amenaza de la pena; ni perfeccionando las con el comportamiento «desviado»*^. La utopía, en este campo, desconoce
técnicas del control social), sino poniendo en práctica la información que la libertad tiene su precio. Es más, que u n alto nivel delictivo puede
acumulada por la experiencia empírica y los conocimientos actuales. La ser «índice del bienestar», del mismo modo que existe u n a criminalidad
pena, en cuanto contraestímulo «psicológico», es u n a estrategia insufi- específica del «desarrollo y de la abundancia». Que hay que aceptar un
ciente para contrarrestar los factores criminógenos de naturaleza social. budges des crimes constante o incluso en aumento». Que la lucha mas
Su eficacia, incluso, con relación a los factores estrictamente individua- eficaz contra la delincuencia implica u n control social más intenso, de
les y psicológicos es muy inferior a la que suele suponerse. Prevenir el forma que si el modelo utópico es u n todo cerrado que no quiere saber de
crimen incidiendo sólo en el infractor potencial —y en la forma critica- «conflictos» y «problemas», se concebirá al «desviado» como algo patoló-
da— supone desconocer la posibilidad de hacerlo sobre otros muchos
« Cfr. GÓPPINGER, H., Criminología, cit., págs. 36 y ss.; KAISER, G., Criminología,
3^ Sin compartir tal pesimismo, KAISER, G., Criminología, cit., pág. 161 cit., páginas 48 y ss.
« Cfr. GÓPPINGER, H., Criminología, cit., págs. 54 y ss. Cfr. GARCÍA-PABLOS, A., El actual saber, cit., pág. 2 1 .
1178 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA
Por ello, incluso desde las posturas más radicales de la Criminología crítica se
gico ajeno al sistema y se potenciarán las instancias del control social ha revisado el rechazo indiscriminado de las estadísticas oficiales. Éstas—se dirá—
hasta límites asfixiantes, próximos al terror*^. proporcionan un cuadro «borroso, pero útil» del grado de respeto por la propiedad
y del alcance de la desorganización social y el conflicto en la sociedad en cuestión,
Considero, pues, mayoritaria la tesis de quienes propugnan un control racional aunque deban analizarse con cautela, porque, en definitiva, son «el resultado final
(--' • de la criminalidad, manteniendo a ésta dentro de cuotas que hagan tolerable la del despliegue de las instituciones de control social por los poderosos» y nunca
395 convivencia. Y, sobretodo, un control «racional» que vaya sustituyendo progresiva- captarán «el significado del delito para el agente, ni mucho menos el contexto
fiali rnente la pena por otros instrumentos y resortes menos estigmatizadores. s'fÁ\ etiológico del acto»''^. _ . .•. . _,- . , JS*.
m) En la actual Criminología se aprecia también —y ello en el ámbito De las más recientes investigaciones sobre «estadística criminal» y
metodológico y en el instrumental— u na contemplación crítica y mati- «delincuencia registrada»*®; y sobre el «campo oscuro» de la criminali-
zada de las estadísticas oficiales sobre el delito. Se trata, probablemente, dad*^ y la «cifra negra», se desprende de forma meridiana la complejidad
de u na orientación conciliadora, realista, que aparece como síntesis final del problema. Realizar e interpretar u n a estadística es cometido prác-
de un a polémica tensa y conflictiva. De u n a postura equidistante entre ticamente reservado a los especialistas. ^^, . ,
la fascinación por el dato de la Criminología positivista y el rechazo
Por otra parte, principios o postulados como el de la «normalidad» del
indiscriminado del empirismo tradicional de la llamada teoría de la
delito, la «ubicuidad» y «funcionalidad» del comportamiento desviado y
desviación.
la «cifra negra», obligan a un a lectura e interpretación mucho más
Esta última criticó severamente el pseudocientifismo con que la Administración cautelosa y modesta de las estadísticas oficiales, sin las pretensiones y
tradicional arropaba sus decisiones ideológicas, acudiendo a la coartada deslum-
simplismos de otros tiempos, y a completar éstas, en todo caso, con otras
brante de las estadísticas. Para J. I. KITSUSE y A. V. CICOUREL''^ por ejemplo, las
estadísticas oficiales de la criminalidad son «imposturas» que, en el mejor de los prospecciones y análisis expresivos que reflejaran algo más que la
casos, nos ofrecen un cómputo cuantitativo de quienes han resultado, de hecho, insuficiente faceta «cuantitativa» del crimen^".
etiquetados; y, en el peor, según J. DOUGLAS, no hacen sino refrendar y confirmar
mistificaciones del Estado, que encubren la inexistencia de norma generalizada
E n todo caso, el interés que despierta la «criminalidad oculta» —no
alguna capaz de generar esas cifras con algún significado*'^. _^ ___ . • ,„..,„ «registrada» pero «real»— explica el éxito de determinadas técnicas de
estimación de las mismas («encuestas de victimización», «informes de
Sin embargo, el rechazo global de las estadísticas descalifica absur- autodenuncia») cada vez más sofisticados y fiables.
damente al teórico de la desviación para participar en la controversia n) Como balance final, puede afirmarse, con KAISER^^, que el
sobre el significado de la tasa de la criminalidad, su aumento o descenso pensamiento criminológico se h a hecho más dinámico e interaccionista
y su consiguiente control; o para investigar cualquier problema, com- en sus conceptos fundamentales, enfoques e investigación empírica.
parativamente, dentro de unas coordenadas temporales o culturales; y Que dicha tendencia puede constatarse por la mayor integración de una
le deja desprovisto de todo dispositivo conceptual en la discusión sobre problemática que afecta a las relaciones víctima-delincuente, el campo
las tasas de «criminalidad» extraoficial o de la criminalidad de los oscuro, y la denuncia, los modelos de actuación de la Policía y los
poderosos. Curioso sociólogo industrial —se ha advertido irónicamen- problemas de selección en el procedimiento penal. Pero que también
te*®— sería el que rechazara las cifras sobre huelgas, alegando que no
son sino pruebas de etiquetamiento y reacción social. ,j .-A)
i i p i ^ t t f í s ' ^ '^''
ideas sociológicas básicas, como socialización y control social, han fronteras, quiere presentarse como u n a teoría absoluta y radical de la
enriquecido la discusión criminológica. Como contrapartida, sin embar- ¿esviación^^. |?,e 'oy:.,iJiii^ríBq^,-eib'MÍf,'v);^ 'Atj-.Mj^^a.r- Í-.E/U i^w,;^y;o-
go, se h a n vuelto poco seguros el pronóstico criminal y los medios de Durante mucho tiempo se concibió el crimen como mero conflicto individual con
terapia. Y h a n tenido efecto correctivo la posible autodinámica de las la norma, propio de una minoría asocial y desviada. El delincuente era el «otro», una
predicciones sociales (las llamadas selffulfillingprophecy) y los procesos persona distinta de las demás, en términos cualitativos, un producto ajeno a la propia
de estigmatización, así como la defectuosa eficacia de la terapia jurídico- sociedad y externo a la misma; procedente, desde luego, de las clases de más baja
extracción social^'*. Las causas del comportamiento criminal se buscaron siempre en
criminal. Con el autor, hay que reconocer que el pensamiento
determinados factores individuales biofísicos''^ o biopsíquicos, sin que sea necesario
criminológico se ha hecho más rico, amplio, variado, dinámico, socioló- recordar ahora el conocido estereotipo lombrosiano de delincuente. El crimen
gico y político. Y que ha progresado notablemente en los últimos lustros aparecía, naturalmente, como comportamiento disfuncional, nocivo, patológico —
a pesar de que la persona del delincuente haya pasado a u n segundo fruto, incluso, de la propia «patología social»^^— que la sociedad tenía que extirpar
plano en la investigación criminológica, y las investigaciones sobre el como cuestión de supervivencia.
Hoy día, sin embargo, se piensa de un modo bien distinto. La delincuencia de
«campo oscuro» de la criminalidad y los «procesos de selección funda- cuello blanco, la de tráfico, la problematización creciente del campo oscuro de la
menten u n a comprensible actitud de escepticismo y relativización. criminalidad y el incremento de la criminalidad juvenil, evidencian que cada vez es
mayor el número de ciudadanos «normales» que trasgreden la norma". El crimen
'• • •qnTO') feb <'bfibfÍBnoi*:)ri:üb- •/ ^•bíihumáu» ñl .oíiíob se caracteriza como comportamiento desviado, pero «normal»: la otra cara de la ley,
la sombra inevitable de la convivencia humana. Un fenómeno social —un «problema
social» según el significado que cobra este término en Ovcharchyn-Dewitt y otros
3 . CRIMINOLOGÍ A «POSITIVISTA» VERSUS CRIMINO- teóricos de las ciencias sociales— más que individual, mayoritario y esparcido en
LOGÍA «CRÍTICA»^2 í^'Yí^i^ «,,u.« todas las capas de la pirámide social (ubicuo); unido inseparablemente a las
estructuras de cada forma de sociedad y capaz de cumplir, incluso, importantes
funciones en el equilibrio y desarrollo de aquélla. Hasta el punto de que algún autor
Las tendencias de la actual Criminología reseñadas en el apartado ha recordado que cada sociedad suele tener «la delincuencia que necesita y
anterior son el precipitado o síntesis de u n abierto enfrentamiento de merece»^**. Por otra parte, es difícil cuestionar en nuestros días que el único objetivo
concepciones ideológicas. Concepciones del hombre, de la Sociedad, del racional y posible, desde un punto de vista de política criminal, no es aniquilar la
delincuencia, sino controlarla y someterla a índices tolerables.
Derecho, t a n irreconciliables y antagónicas que demuestran la existen-
cia de u n a profunda crisis de valores. Vivimos momentos de crisis, es cliGivaab •'••':
itj '(H -••'fy
decir, de cambio.
Se h a experimentado u n giro importante en las concepciones tradi-
cionales sobre el crimen, que coincide con la crisis de los presupuestos
ideológicos y de los valores de la llamada «sociedad del Derecho y el Matizando el trasfondo ideológico y criminológico que subyace a la imprecisa teoría
Orden». Asistimos al declive de la Criminología tradicional, que era una de la «desviación», y en términos muy críticos: LÓPEZ-REY, M., Criminología, II
(Criminalidad y planificación de la política criminal), Madrid (Aguilar), 1978, págs.
Criminología volcada hacia el delincuente y sometida al sistema o marco
12 y ss.
legal positivo; Criminología que cede, poco a poco, ante u n a nueva ^^ Cfi-. GARCÍA-PABLOS, A., El actual saber jurídlco-penal y criminológico, en:
concepción del saber, celoso de su propia autonomía frente al sistema Revista de la Facultad de Derecho de la Universidad Complutense de Madrid. n.°
legal; que no se resigna a desempeñar el papel meramente auxiliar de 63. págs. 9 y ss. Cñ-. ANIYAR DE CASTRO, L., Conocimiento y orden social:
los modelos integradores y correccionales y que, en su idealismo sin criminología como legitimación y criminología de la liberación, Universidad de
Zulia, 1981, pág. 15.
55
Sobre las teorías biológicas, en general, vid. LÓPEZ REY, M., La Criminalidad, u n
estudio analítico, Madrid (Tecnos), 1976, págs. 205 y ss.
66
Sobre patología social y delito, vid. LÓPEZ REY, M., La Criminalidad, cit., págs.
Sobre el problema, más detalladamente vid. GÁECÍA-PABLOS, A. La normalidad 166 y ss.
del delito y el delincuente, en: Estudios de Derecho Penal en homenaje al profesor Cfr. KAISER, G., Criminología, cit., págs. 152 y 153. Cada vez son más los
Luis Jiménez de Asúa, Revista de la Facultad de Derecho de la Universidad ciudadanos «normales» que trasgreden la norma.
Complutense, Monográfico, n.° 11 (1986), páginas 325 a 346. Así, SCHUR. en: Abweichendes Verhalten. I (1975). Frankñirt, pág. 73.
1182 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 1183
P e r o v e a m o s cómo p u e d e n c o n t r a p o n e r s e los dos modelos tiempo «real» tendría significado «causal», situándose en los trauma s o
criminológicos cuyas directrices acabo de apuntar, y el estado actual de privaciones del pasado del individuo, que operan repetidamente sobre
la polémica. , ^. f^^,^^ WpmUnmé^ bpitnk'ñ oHóurri sinfinía'-" su futuro. El tiempo «presente», sin embargo, sólo importaría en cuanto
A) La Criminología tradicional parte de tres postulados: el de la portador de unas circunstancias que desencadenan las «predisposicio-
diversidad del delincuente (el delincuente es, cualitativamente, un nes» del sujeto. De este modo, al presente se le concede u na importancia
ciudadano distinto, responde a un determinado prototipo, es un sujeto tangencial, a lo sumo; mientras que la explicación del crimen se
asocial, que pertenece a u n a minoría), el del carácter patológico del individualiza y proyecta en la historia pretérita del agente mirado como
crimen (éste tiene siempre u n impacto negativo en el cuerpo social) y el ser solitario, h a s t a el punto de que la opción del individuo dentro del
del paradigma etiológico (la fimción científica consiste en indagar las mundo social se reduce a propensiones fijas, psicológicas, fisiológicas o
causas del comportamiento criminal). Profesa, además, desde un punto genéticas, y la desviación se convierte en producto de tales «esencias»,
de vista ideológico, un a «imagen consensual» del orden social, que se careciendo de todo significado fuera de u na estructura psíquica o
autodefine como un todo armónico, monolítico, unitario, previamente somática atomizada.
dado en virtud de un a especie de pacto social, de llamativo acuerdo sobre Por ello mismo, la Criminología tradicional conduce a u n notorio
las definiciones de lo «convencional» y de lo «desviado», sólo cuestionado divorcio entre el «agente» y su «víctima». Aquél se encuentra impulsado
por u n a minoría rebelde y hostil a dichos valores generales e por sus tendencias esenciales, mientras la víctima es el primer átomo
incuestionados. La «desviación», en consecuencia, es el comportamiento social con el que, accidentalmente, choca. Pero nada puede pretender
anormal de un grupo marginado, que opera en los confines de la sociedad «racionalmente» el desviado de su víctima, pues queda descartada de
y se identifica con sus más bajos estratos. Pero ni el «delito», ni la antemano la hipótesis de cualquier posible «conflicto» entre ambos''\
«reacción social» tienen carácter problemático''^. .^ ¡g ^^g asnobnuí
Finalmente, el «correccionalismo» de la Criminología tradicional
La Criminología tradicional contempla al sujeto desviado como pro- obliga a ésta a exaltar el cientifismo de los análisis «causales» del
ducto patológico de un a insuficiente socialización, que le deja ñiera del comportamiento desviado y el carácter terapéutico y bienhechor de la
consenso y le relega al mundo de lo asocial. Por ello, el comportamiento reacción social.
del «desviado» carece de sentido —ninguna persona «normal» lo com-
prendería—, no procediendo de u na «opción» genuina y válida del La reacción social pretende y consigue u n efecto terapéutico y bien-
mismo, sino fatalmente impuesto a aquél, que se verá impelido a su hechor en el desviado. Porque se prescribe «científicamente» y pondera
desviación*^". como resultado de un a evaluación neutra sin condicionamiento alguno®^.
Sintetizando, puede afirmarse que los presupuestos ideológicos de la Criminología
Por otra parte, el denominado «paradigma etiológico» positivista tradicional se resumen en seis principios:
acentúa la importancia de la «socialización primaria» en el momento de 1) El delito significa un daño incuestionable para la sociedad. El delincuente es
explicar el propio comportamiento desviado y sus raíces últimas. La un factor negativo y disfuncional en el sistema social. Portante, el comportamiento
desviación estaría determinada, fundamentalmente, por factores que delictivo representa el «mal», la sociedad, el «bien».
2) Principio de culpabilidad.—El hecho punible es la expresión de una actitud
operan desde el pasado remoto del individuo, trazándose con ello una interior reprobable del sujeto, quien pudiendo y debiendo ajusfar su conducta a las
brecha muy significativa entre el tiempo real y el tiempo presente. El exigencias de la norma jurídica infringe, conscientemente, los valores sociales que
aquélla tutela.
9-Kfp8 es
^^ Cfr. YOUNG, Criminología de la clase obrera, en: Criminología crítica, por I-
TAYLOR, P. WALTON y J. YOUNG, Editores, Siglo XXI, págs. 91 y ss. Sobre el
modelo consensual», por oposición al de «conflicto» de la moderna criminología», vid. ^^ Cfr. GARCÍA-PABLOS, A., El actual saber, cit., págs. 10 y ss.
SZABO, D., Criminología y política en materia criminal. Siglo XXI. Edit., 1980, "^^ Cfr. YOUNG, op. cit., pág. 93. Eesaltando la función «real» de la «reacción social»,
págs. 44 y ss. reproduciendo y consolidando el sistema, a través de las «everday theories», vid.
™ Cfr. YOUNG. op. cit., págs. 91 y ss. ANIYAR DE CASTRO, L., op. cit., págs. 16 y 17.
1184 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 1185
O
3) Principio de legitimidad.—El Estado, como expresión de la sociedad, se se está desplazando de perspectivas jurisdiccionales —de la pena— a los controles
encuentra legitimado para reprimir ia criminalidad. Tal represión se lleva a cabo a sociales y al campo previo de la prevención: del delincuente potencial a las
jL través de las instancias oficiales de control del Derecho Penal (legislación. Policía, relaciones sociales criminógenas. El propio Derecho acusa también este giro hacia
^ Magistratura, instituciones penitenciarias), instancias que interpretan fielmente el lo social. De una contemplación tradicional estática como «ordenamiento», es decir,
sentido comunitario y representan la legítima y necesaria reacción social, dirigida al como conjunto de normas, se ha pasado hoy día a una perspectiva atenta más a la J
rechazo y condena del comportamiento desviado individual y a la reafirmación de los dinámica de los sistemas sociales, concibiéndose como complejo de estrategias, •
valores y normas sociales. mecanismos y controles sociales. Y, por ello, frente a un Derecho Penal clásico que
4) Principio de igualdad.—El Derecho Penal es igual para todos. La reacción mira sólo al pasado y agota las relaciones individuales entre autor y víctima, se
penal se aplica de igual manera a todos los autores de delitos. propugna en nuestros días un Derecho Penal que mire al futuro e incida positivamen-
5) Principio del interés social y del delito natural.—El núcleo central de los delitos te en aquéllos: no un Derecho Penal autónomo y monopolizador de la respuesta del
previstos en todos los códigos, entraña, por definición, un atentado insoportable a Estado al crimen, sino un Derecho Penal inserto en el Derecho de planificación
las condiciones esenciales de la existencia de cualquier sociedad. El ordenamiento social, que arbitre los mecanismos de compensación de ese doloroso accidente
penal protege intereses comunes a todos los ciudadanos, aceptados socialmente social que es el delito.
como tales. Solamente una parte muy reducida de los hechos penales tipificados en
los Códigos responde a la conveniencia de determinados grupos políticos o
Algo semejante ha sucedido con la Criminología. La moderna
económicos, o se orienta a la consolidación de ciertas estructuras (delitos «artificia-
les»). Criminología h a ampliado y redefinido su propio objeto, buscando la
6) Principio de ia prevención.—La pena no tiene exclusivamente la función de independencia del mismo fi'ente a las definiciones legales y ampliando
«retribuir», sino también la de «prevenir» el crimen. Es un resorte justo y eficaz. su centro de investigación a los controles sociales, procesos de selección,
Como sanción abstracta prevista en la ley, persigue crear una correcta y adecuada etc.; ha problematizado el propio concepto de delito y el de la reacción
«contramotivación» al comportamiento delictivo. Pero, como sanción concreta,
ejercita una función «resocializadora» del delincuente'*^
social; y reclama para sí no una fimción puramente auxiliar y legitimadora
del sistema oficial®^ sino u n a fiínción crítica, en el marco del análisis del
B) La moderna Criminología, sin embargo, no puede ser ajena a las comportamiento desviado, abandonando los esquemas causales y
actuales concepciones metodológicas, que se h a n ido imponiendo en positivistas de otros tiempos. Quiere ser no u n a disciplina académica, de
otros sectores del saber científico, como consecuencia, fiíndamentalmen- profesores, sometida a la dogmática positivista, refugiada en las estadís-
te, del auge de las ciencias sociales. ticas oficiales y en los siempre equívocos «datos», sino un a teoría social
de la desviación, científica, crítica, autónoma e interdisciplinaria.
Ya en el ámbito penal se ha experimentado un giro estructural, sociológico: un
giro hacia lo concreto^". En la «teoría de las normas», por ejemplo, concebida La moderna Criminología parte, por ello, de otros postulados. Por de
tradicionalmente como teoría de la estructura, origen e Interpretación de éstas, la pronto, sustituye la imagen consensual del orden social de la Criminología
cibernética y el funcionalismo han puesto el acento más en la dinámica de la norma
«positivista» por un a visión «plural» del mismo.
que en la norma misma; en su proceso de concreción a la realidad en el marco de
los sistemas sociales, en lugar de apelar a la interpretación de la norma, entendida Como se ha dicho^"*: mientras el criminólogo ortodoxo ha tendido a caracterizar
como operación lógico-formal de subsunción. También en la teoría de la pena se ha el orden social como consensual y monolítico, con una minoría de individuos en los
experimentado una evolución paralela hacia lo real, hacia el hombre concreto. Hoy márgenes de la sociedad, el teórico de la desviación sostiene la existencia de una
no interesa tanto la pena como consecuencia jurídica de un hecho pasado, inserta diversidad de valores ubicados en la plétora de subculturas que existen en el seno
en la teoría de las normas, sino como control social y pieza maestra de una política de una sociedad industrial. El orden social, en esta nueva concepción, aparece,
social que mira al futuro. No preocupan tanto, por ello, sus fines abstractos, su pues, como una «colección de ghetos normativos, que tratan de abrirse paso a
fundamentación teórica, como sus efectos, sus limites, su proceso de ejecución e empellones para conseguir su espacio social», aunque sólo uno de ellos consiga
individualización, su Incidencia real en el hombre concreto y su posible sustitución finalmente Imponer a los demás sus propios valores. Se propugna, en consecuencia,
por otros controles sociales menos estigmatizadores. Esto es, el centro de gravedad como modus v/Vend/para esta sociedad estructuralmente antagónica y estratificada
^^ Así, BAEATTA, A., Criminología y dogmática penaL Pasado y futuro del modelo '^^ Sobre la función «legitimadora» de la Criminología tradicional, cfr. ANIYAR DE
integral de la ciencia penal, en Papers. Eevista de Sociología publicada por la CASTRO, L., op. cit., págs. 9 y ss. y 21 y ss., quien resalta cómo la Criminología
Universidad de Barcelona (1980), núm. 13, págs. 17 y ss. tradicional aporta al sistema oficial ese «touch of science» que le legitima y refuerza.
64 Cfr. GARCÍA-PABLOS, A., El actual saber, cit., págs. 33 y ss. ^^ TAYLOR, WALTON, YOUNG, Criminología crítica, cit., pág. 22.
I
1186 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 1187
'ie*' una «cultura de la civilidad», que permita y tolere la diversidad esencial de los grupos mientras la desviación t r a t a de resolver los conflictos sociales, la
que la componen: una especie de «contrato social» integrado al servicio de la reacción los mantiene y exacerba, los acentúa. El control estatal del
íii: «diversidad» y la «coexistencia»^^. ^ , — ,,,— — .-
.fi'í;"\i'^'iíhí 'í'.teK;
comportamiento desviado es intrínsecamente irracional en su modo de
operar y, de hecho, produce el impacto contrario al realmente deseado.
E n este marco, la desviación tiene u n sentido bien diferente. Pierde,
En primer lugar, porque lejos de eliminar el crimen, de prevenirlo y de resocializar
naturalmente, su significado «patológico» tradicional, desde el momento
al delincuente, no suele hacer otra cosa que estigmatizar al desviado, potenciar la
en que en u n a sociedad pluralista todas las personas están potencial- desviación y fijar al agente en su «status» de «desviado». Pero, además —y sobre
mente «desviadas»^^, todas experimentan «impulsos desviados». Cada todo—, porque la selección de «chivos expiatorios» que llevan a cabo los mecanis-
vez son más los ciudadanos «normales» que infringen las normas mos e instancias criminalizadoras es claramente arbitraria y discriminatoria. Operan
según falsos prejuicios positivistas, olvidando que el comportamiento desviado se
penales . áfeí'édf'ííWrtSí^Ti'ríoiíQfltóifeiiaüp vlfiteoa encuentra en todos los tramos y sectores de la estructura social (principio de la
En último término —se piensa por el sector más radical— la desviación no puede «ubicuidad» del crimen) y que el estereotipo criminal que así se genera —como
entenderse como inherente al comportamiento realizado. No tiene un sustrato Individuo perteneciente a los estratos sociales menos dotados— poco tiene que ver
«real», «ontológico», sino «definitorial». No es la «cualidad» (negativa) que «perte- con la tendencia «real» al crimen. Con el ulterior inconveniente de que de este modo
nece» a ciertas acciones (delitos), sino la que se «atribuye» a las mismas a través se engendran, paradójicamente, las etiologías positivistas que se querían atacar, y
de ciertos mecanismos y procedimientos sociales de «definición» y «selección»''''. los mecanismos de control social se dirigirán de forma preferente a las personas que
Delincuente no es todo aquel (cualquiera que) que infringe la ley, sino sólo aquél que ostenten las características del estereotipo criminal mencionado, creándose un
es etiquetado como tal por las instancias criminalizadoras y adquiere dicho sfafus. Inadmisible «círculo vicioso»^^.
f Pero, en definitiva, una persona como las otras, normal. No responde a ningún
prototipo, determinado cualitativamente, ni a un sector minoritario o anormal de la
' población^\
En la moderna teoría de la desviación, el tiempo presente y la
socialización diferencial del «desviado» desplazan del centro de investi-
!',•» id ffi ^ l > iT» crv' í",j-» í-\
gación al examen de la socialización «primaria» y al de las «causas»
Si la Criminología moderna relativiza y «problematiza» el concepto de
delito^^, puede afirmarse, también que problematiza la propia «reacción determinantes del comportamiento desviado. El tiempo presente pasa a
social». Esta deja de ser incuestionable. Antes bien, se considera que un primer plano. El pasado del agente, su propio cuerpo, se desvanece.
Su conciencia de sí mismo, por el contrario, adquiere u n a gran continui-
-• "Tíji/íá ,j;'»i."m .f5"jf'títa«jíj ,nói'jBfva')b s i eb dad con su medio ambiente subcultural. Porque el desviado es un
'Úvií'if ut J * ^ f^'W'iii* »•* individuo racional y consciente, libre de todo determinismo físico o
«^ Cfr. YOUNG op. cit. pág. 94. ' ' psíquico por acontecimientos pretéritos y enclavado en u n a subcultura
88 Cfr. YOUNG op. cit. pág. 94. '•>" f'^^'-
«9 Cfr. KAISER, G., Criminología, cit., pág. 152; TIEDEMANN, K., Estado actual y homogénea y normativamente coherente. No posee ningún rasgo «esen-
tendencias de la ciencia jurídico-penal y de la Criminología en la República Federal cial» que le predisponga a la desviación, sino que su comportamiento es
Alemana en CPCr, núm. 14 (1981), pág. 275, insistiendo en la «cifra negra» como teleológico, abierto a todas las posibilidades y no puede reducirse a
expresión de la «normalidad» y «ubicuidad» del crimen. Sobre la «criminalidad meros procesos somáticos o subconscientes.
desconocida», cfr. LÓPEZ REY, M., La Criminalidad cit., págs. 33 y ss.
™ Cfr. GARCÍA-PABLOS, A., El actual saber, cit., pág. 14 y nota 20. Sobre la conexión En consecuencia, más que la socialización imperfecta o el concepto de «desor-
del pensamiento de DORADO MONTERO con las teorías criminológicas de la ganización social» importará destacar la diferente socialización de los individuos,
«criminalización», vid. COBO DEL ROSAL-BACIGALUPO, Desarrollo histórico de que dependerá de su proximidad o pertenencia a una determinada organización
la Criminología en España; en CPCr, n.- 11, (1980), págs. 34 y 35. social normativa, dentro de la pluralidad de organizaciones que componen la
^^ De algún modo, estas ideas se mantuvieron ya, entre nosotros, por DORADO sociedad^''.
MONTERO y SALILLAS, como h a n d e m o s t r a d o COBO DEL ROSAL y
BACIGALUPO (op. cit., págs. 34 y 39).
'^ Como gráficam^ente afirma RÜTHER, W. (la criminalidad... a través de las defini-
ciones sociales..., CPCr, 1979 (8), pág. 53): «No hay criminalidad como existe un
trozo de hierro, pues éste se presenta como un objeto físico, independiente de la
valoracióny la descripción..., la criminalidad, en cambio, existe preponderadámente, '^ Cfr. YOUNG, op. cit., págs. 94 a 96; ANIYAR DE CASTRO, L., op. cit., págs. 15 y
en los presupuestos normativos y valorativos de los miembros de la sociedad...»- ss.
ANIYAR DE CASTRO, L., op cit., pág. 6. '•* Cfr. YOUNG, op. cit., pág. 96. <:.,,,.-.,,.,,..«,». . . , = . .
1188 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGL^ 1189
En la moderna Criminología el delincuente cede su protagonismo a 1 presenciamos, pues, la sustitución de las teorías de la «criminalidad»
conducta desviada, a la socialización y a los controles sociales''^, y i adicionales por las de la «criminalización» de las metodologías
esquemas «fimcionalistas» de la Criminología ortodoxa a los del «conflict iutera'ccionistas**
de la teoría de la desviación y de la subcultura, desplazándose el centro H * A ello han contribuido, ante todo, las ciencias sociales, destacando las funciones
g r a v e d a d desde t e s i s biológico-criminales a perspectiva «reales» que cumple el crimen; el modo de operar de los mecanismos
psicológicocriminales, sociopsiquiátricas y sociológico-criminales^**. Se or sociopedagógicos de aprendizaje e interiorización de las normas y la «efectiva»
fesa una concepción idealista y romántica del universo social. Se exalta I desigualdad del ciudadano en los procesos sociales. Esa desigualdad que permitió
afirmar, con amarga ironía, aANATOLE FRANGE: «La ley penal, en su majestuosa
imagen del hombre «bueno», la «autenticidad» de las subculturas igualdad, prohibe por igual al rico como al pobre robar pan para alimentarse, pedir
reniega de las estadísticas oficiales; y, al destacarse el carácter arbitrario limosna para comer, o dormir bajo el puente»^^.
y criminógeno de la propia reacción social, se predica el catecismo de la no
intervención; la no injerencia del Estado; en definitiva, la teoría y praxis de
la calma, propias de una auténtica «cultura psicodélica».
Por otra parte, la moderna Criminología traslada su centro de investigación del 4. GESTACIÓN D E LA CRISIS: LA R E V I S I Ó N D E LOS P O S -
.',Í;, denominado crimen utilitario o convencional a la «desviación expresiva»: interesa
.;. más el consumo de marihuana que el hurto; la prostitución que el homicidio; la
TULADOS CRIMINOLÓGICOS TRADICIONALES
psicopatía y la esquizofrenia que la neurosis y la histeria, poniéndose el acento,
como gesto de altruismo, en el crimen «sin víctima»^' ^ '**. Pero este cambio esencial de las concepciones criminológicas, prece-
dido naturalmente de un a correlativa «relativización» en el mundo de los
De este modo, la moderna Criminología propugna un método «intui- valores, es fi'uto de un lento proceso y de aportaciones científicas de muy
tivo» con el que pueda comprenderse el contenido y autenticidad de las diverso origen y procedencia^^; aportaciones que, debidamente coordina-
respectivas subculturas; y al propio hombre, cuya imagen más cabal — das, han ido desmoronando, poco a poco, los pilares sobre los que se
se dirá en u n a actitud verdaderamente romántica— se encuentra en los cimentaba el majestuoso edificio de la Criminología «tradicional». Pien-
confines y márgenes del mundo sociaF®. Idealismo, pues, relativismo, so, concretamente, en la Sociología, en la Psicología, el Psicoanálisis, en
sociologismo, antiutilitarismo, serán características inseparables de las ciencias penitenciarias, etc. Pero veamos el significado de algunas de
u n a nueva actitud criminológica, que terminará por superar no ya los ellas^* y cómo contribuyen a la imagen más dinámica e interaccionista
esquemas naturalistas —monocausales o plurifactoriales— sino el de la Criminología actuad': OV' i-ji.)3 ^ C^i.Tlb tb ,0}
propio «paradigma etiológico», esto es, la preocupación de indagar las
'I I
«causas» del crimen^°.
•'•i'.brii (i o í i , i . i i t ' í i . r i i i i ' ! >' h if'í 1 'TI'
Sobre la contraposición: teorías de la criminalidad-teorías de la criminalización,
•'s Cfr. KAISEE, G., Criminología, cit., págs. 157 y 160. Resaltando, también, la cfr., NAUCKE, W., Las relaciones entre la Criminología y la política criminal, .en:
1. o progresiva menor incidencia del examen de la personalidad del delincuente, j^ CPCr, n.^ S (1978), pág. 95 y ss. ANIYAR DE CASTRO, L., op. cit., pág. 5 y ss.
' - TIEDEMANN, K., Estado actual cit., pág. 276. Una concepción de la Criminología. J3 Cfr. GARCÍA-PABLOS, A., El actual saber, cit., pág. 16.
como «teoría crítica del control social» en ANIYAR DE CASTRO, L., op. cit., pág- 48- Así, por ejemplo, la importancia de la «cifra negra» o de la «desigual» aplicación
'*' Así, KAISER, G., Criminología, cit., pág. 154. efectiva de la ley penal o de la delincuencia «no convencional», se destacan por
" Cfr. GARCÍA-PABLOS, A., El saber actual, cit., págs. 34 y 35. Con razón lamenta J-iOPEZ REY, sin necesidad de compartir las premisas ideológicas y metodológicas
LÓPEZ REY, el olvido tradicional por parte de los «criminólogos» de concre o •le la denominada «criminología crítica» (vid. La Criminalidad, cit., págs. 33 y ss.;
sectores de la delincuencia afirmando que en cierto sentido aquéllos se ocupan 8^ y Criminología, II, págs. 10 y ss. y 230 y ss., respectivamente).
crimen menos aún que los juristas (Criminología, cit., II, págs. 9 y 10). , ^ Muchas de estas tesis son de clara procedencia marxista. Tal vez por ello cobra
''^ De particular interés, sobre la criminalidad no convencional, cñ"., B E R I B I sentido la paradoja resaltada por LÓPEZ REY: que precisamente en países
IPIÑA, A., La Criminología comparada y su aportación a la política criminal- Comunistas no sean aceptadas por la doctrina oficial (concretamente, respecto a la
reflexión tercermundista; en CPCr, 10 (1980), pág. 102. ' •:''•-<:':' 8o ''^oría de la desviación, vid. Criminología, cit., II, pág. 13).
™ YOUNG, op. cit., págs. 96 y 97. Como advierte G. KAISER (Criminología, cit., pág. 160), refiriéndose a las carác-
80 Cñ-. RÜTHER, W., La criminalidad, cit., págs. 51 a 53. = C' . í ' ter:isticas de la Criminología actual.
•rrarr ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 1191
a) Las teorías funcionalistas, en primer lugar, h a n cuestionad
esencialmente, el principio «clásico» del «bien y del mal», afirmando n ' gji una sociedad pluralista, como la actual, altamente estratificada y
las causas de la desviación no deben buscarse en la patología social ni antagónica, no existe un único código normativo, sino u n a multiplicidad
la patología individual: el crimen no es un comportamiento «patológico ¿e subórdenes axiológicos, todos ellos legítimos, que el individuo
sino un comportamiento «normal», «mayoritario» e «inherente» a tori ' interioriza, además, a través de los mismos mecanismos de socialización
estructura social sana, intacta, y en buen estado de funcionamiento E y aprendizaje que explican la interiorización y asunción de los valores
más, un comportamiento que cumple importantes funciones en la mayoritarios del grupo por los ciudadanos no desviados. Como, por otro
estabilidad y evolución de aquélla, por su naturaleza innovadora lado, queda fuera del poder la decisión del individuo —y, por tanto, de
siempre que no rebase ciertos límites (teoría de la anomia)^^. gu «responsabilidad moral—, el hecho de participar o no en u n a u otra
determinada subcultura, aprendiendo el correspondiente sistema de
Es cieWo que las teorías funcionalistas no siempre ofrecen una explicación valores o los modelos de comportamiento desviado y técnicas de neutra-
satisfactoria del complejo fenómeno criminal, sobre todo en el caso de determinadas
manifestaciones singulares del mismo, que se comprenden mejor a la luz de otros lización alternativas^'' a los criterios oficiales, resultarían desmentidos
esquemas teóricos. Como toda «macroteoría» no pueden evitar ciertas dosis de los presupuestos de la ficticia concepción normativa de la culpabilidad.
-fíC abstracción y ambigüedad, arropadas con formulaciones descarnadas y con un
Las teorías subculturales están llamadas a explicar, fundamentalmente, ciertas
criptolenguaje equivoco y enigmático. El neutralismo sociológico, por otra parte, al
prescindir a menudo de toda referencia a «valores», corre el riesgo de presentar formas concretas de la criminalidad (de los grupos marginales, minorías, jóvenes,
como «normal» cualquier conducta desviada; e incluso de no poder explicar el etc.); de la llamada «desviación expresiva», ante todo. No parece satisfactoria la
cambio social. La estrecha conexión de la criminalidad con las estructuras sociales generalización de sus postulados mas allá del ámbito específico al que deben
''" no siempre aclara el porqué ni el para qué de la función «integradora» que aquélla, circunscribirse. Ahora bien, en éste son insustituibles. ¡Cómo puede desconocerse,
i.-ff sin duda, cumple; ni es viable, apr/orí, determinar la relación existente entre una por ejemplo, que en el mundo de las subculturas la desviación no se explica por una
, 1 determinada estructura social y la desviación inherente a la misma''^ Ahora bien, la supuesta ausencia o derrumbamiento de valores, sino porque el desviado proyecta
existencia de la desviación a partir de procesos sociales ordinarios, cotidianos, en y afirma los suyos propios a través de su conducta irregular! ¡Y que la subcultura es
el marco de un orden social «intacto» —no anémico— es una aportación decisiva del una cultura de «recambio»—una reacción negativa a la cultura oficial, o una evasión
" * funcionalismo (normalidad, funcionalidad y ubicuidad del crimen). Y, aunque las positiva frente a ésta— con la que el desviado compensa su falta de participación en
ií concepciones funcionalistas no son excluyentes (no prejuzgan la eventual relevan- la misma; en definitiva: un mecanismo sustitutivoP^ Aunque de aquí no pueda
j, fi cia, en el caso concreto, de otros factores de la desviación), constituyen, a mi juicio, desprenderse, sin más, la legitimidad de todas las subculturas ni el tratamiento de
• un valioso punto de partida. Fundamentalmente, si se admite que la criminalidad no las mismas, su recta comprensión obliga a considerar, como punto de partida, estas
es sólo un enfrentamiento individual y aislado con la norma, sino un fenómeno social, explicaciones analizadas, ^laaats.sji'f ¡fiQía^e'i^íWíSOij^c^rjeiQtgCS:
complejo, dinámico y colectivo. >• ;,M%t~-:rM«,í}'ft
c) Las conce^pcionespsicoanalíticas de la criminalidad®^, por otro lado,
b) Las teorías de las subculturas criminales'^ \ por su parte, han han contribuido eficazmente a minar el soporte mismo del principio de
dirigido sus críticas al principio de «culpabilidad»*^^ «legitimidad» sobre el que descansaba la ideología penal tradicional.
Según estas teorías.
.3.i5.J.í¿/áT^vnJíí"; Pues, en efecto, sostienen que la reacción penal no cumple la función real
de eliminar la criminalidad, sino la de satisfacer ciertas necesidades
con r o ™ i ó ? r ' " ' ' ' P ^ " ^ ^ T ' " ' ° ""' ^ O í ^ ^ O ^OEENO y SALILLAS ü " :;b oiabm'tq ísb fiisnegiv sú .obo) shiB .obBiiiwí nsfí KA^.
B A C I c l m f o n / ' ^ "TI"' '°'^° ^"'^° '^"°^^^í"' -^fr. COBO DEL ROSAL-
DURMM^d Tr , ' ' ° " ' ° ' "*•' P ' ^ " " ^ 34 ^ 39. En cuanto a la tesis de
1937 ¿ á f ^ i ^ Pf M ' P P ^ Í L ^ ^ ' ' ^ ^ " ' ^'-' "^^*°^° sociológico Santiago de Chile,
imputabilidad a la luz de la teoría de las subculturas y la psiquiatría alternativa»,
en Derecho Penal y Ciencias Sociales, Barcelona, 1982 (ed. S. Mir), págs. 191 y ss.;
criminalidad N n . . ; p / ^^í P^^'" ^^ ^ ^^'^ «• LAMNEK, Teorías de la
A. GARCÍA-PABLOS, El actual saber, cit., pág. 17 y nota 35; S. LAMNEK, Teorías
r. n. UUFWNGER, Criminología, cit., págs. 44 y sigs de la criminalidad, Siglo XXI, edit., 1980, págs. 26 y ss.
Sobre tales «técnicas de neutralización», cfr. A. BARATTA, refiriéndose a las
«"ente' t T " f ' ' ' . T ° " * ^ " '^ ^^ pensLiento de SALILLAS un
aportaciones de G. M. SYKES y D. MATZA (en Criminología libérale e ideología
della difesa sociale, extracto de «La Questione crimínale», núm. 1, 1975, Bolonia,
sociales; y que el comportamiento desviado es, por tanto, útil, necesa • , ¿»^ al poner de manifiesto que la desviación y la criminalidad no son
inextirpable, dados los cometidos que desempeña. El crimen se di ' ^' ritidades ontológicas preconstituidas —cualidades negativas de la
realiza u n a «función liberadora» y «consolidadora». La sociedad nece "•T cción criminal en sí, inherentes a la misma—, sino etiquetas que
del no integrado, para descargar sobre él —con independencia de 1 ^ determinados procesos de definición y selección, a l t a m e n t e
méritos reales del delincuente— su agresividad y frustraciones («caT jigcriininatorios, por cierto, colocan a ciertos sujetos, de forma muy
sociedad tiene la delincuencia que necesita y merece»). Aquél ^ desigual y a través de complejos mecanismos de interacción, que siguen
desviado— no es más que la víctima fungible y aleatoria, manipulad los mismos criterios de distribución de los restantes bienes sociales
de pseudorracionalizaciones de fenómenos que subyacen en la psiqu' positivos: el «rol», el «status»; y sin que el concreto comportamiento del
h u m a n a y en la «sociedad sancionadora». Con ello, pues, es evidente qup estigmatizado explique el desencadenamiento de aquellos procesos, ni
estos mecanismos de «proyección» y «expiación» (la proyección de la merezca la etiqueta recibida^''. Dado, pues, que la reacción social desem-
culpa y del mal en el chivo expiatorio), contradicen el fundamento ético peña una función «constitutiva» y «configuradora» de la propia crimina-
y la finalidad preventiva de la función penaP^. lidad''**; que la «minoría» criminal no es sino el resultado de unos procesos
de definición y selección —oficiales y no oficiales— claramente desigua-
íifinaio La rica gama de teorías psicoanalíticas han problematizado la reflexión científica
les (el crimen es un comportamiento «mayoritario», pero las chances de
..iH sobre el fenómeno criminal. Pienso, sin embargo, que las más divulgadas —como
sí i por ejemplo, las del llamado «control interior'''' y otras afines— son paradójicamente llegar a ser «etiquetados» se distribuyen de forma muy discriminatoria
•¡3 las de menor interés para los fines de este trabajo. Bien porque no aporten y selectiva), la negación del principio de «igualdad» se halla en la propia
. :;• explicaciones del crimen privativas del psicoanálisis, bien porque puedan dirigirse a esencia de la metodología del labeling approach^^.
rifi! las mismas las objeciones que estimo válidas con relación a otras teorías. Prefiero
f,íü resaltar, por ello, como aportación básica del Psicoanálisis el examen de la Una radical sustitución —como pretende el labeling approach—ÚQ las teorías de
39 «psicología de la sociedad sancionadora», y de la «función estabilizadora» del la «criminalidad» por las de la «criminalización» no se comparte por la doctrina
•iGi crimen y su castigo. En todo caso, soy consciente de las críticas que suelen criminológica mayoritaria, porque probablemente empobrecería la investigación
íiB formularse a aquél. Pues, aunque demuestre que la sociedad necesita al no científica. En efecto, el labeling approach no contempla, siquiera, la «desviación
f?bí integrado, y haya propiciado una actitud crítica y humanitaria al desenmascarar lo primaria». No ofrece respuesta al problema de la desviación misma, desde una
eb que de irracional y arbitrario hay en ei castigo, deja sin explicar convincentemente perspectiva etiológica. Ni se preocupa por problemas básicos, como los del control
"Si por qué funcionan de hecho, cómo lo hacen —en la forma en que lo hacen— los y prevención del delito o la resocialización del delincuente. Parece interesada, tan
concretos procesos de proyección y selección. Y trata por igual, sin distingos, sólo por describir y criticar la acción del control penal y de sus instancias
cualquiera de las formas de manifestación de la criminalidad. En el pensamiento criminalizadoras, prescindiendo de toda referencia valorativa y matizada al muy
sacro y mágico de la Antigüedad, era el «destino» o la «fatalidad» quienes decidían distinto significado de los hechos que desencadenan aquél. No obstante, y a pesar
"^ el envío de la «víctima» al desierto; en la Criminología «tradicional», el desvalor de una imagen tan desesperanzadora, el labeling approach covX\ene un principio de
•^" ontológico de su «acción»; o la propia «personalidad» patológica y diferencial del investigación válido y una poderosa y fecunda instancia crítica. Ha provocado la
.lí:; autor (en el positivismo criminológico). El Psicoanálisis no da contestación alguna*. irreversible ampliación del objeto de investigación criminológica, tradicionalmente
circunscrito a la persona del delincuente, demostrando que no se puede prescindir
ya del análisis de la propia reacción social (aunque no se quiera atribuir a ésta el valor
' d) Las teorías del etiquetamiento^^ o de la reacción social (labeling
approach) h a n refutado, ante todo, la vigencia del principio de «igaal-
.S8 Y 38 i-:í,íiq ,.Jb j-ímaioaimh
«constitutivo» que pretende el labeling approach). Que no tiay «criminalidad» siri comportamientos desviados. Todo lo contrario: que la pena no resocializa,
jg^^,, «criminalización». Y, sobre todo, ha denunciado con rigor y acierto la actuación
sino que estigmatiza; no limpia, sino mancha (¡como tantas veces se
altamente selectiva del control social penal, evidenciando la afectiva desigualdad
real del ciudadano ante la ley^°°. recordó a los expiacionistas!). Y que, a menudo, es más el hecho de haber
cumplido u na pena que la propia comisión del delito lo que implica el
e) Las teorías de la criminalidad que, orientadas sobre la base del mayor demérito a los ojos de la sociedad. Que debía ser ésta, en puridad
conflicto^°\ se desarrollan a partir del labeling approach h a n atacado y no el delincuente, la necesitada de resocializacióni°^.
duramente el principio de los intereses sociales y del delito natural, al En definitiva, pues, y a modo de síntesis, puede afirmarse que las
localizar las variables del proceso de definición en las relaciones de poder teorías funcionalistas, subculturales y psicoanalíticas; las teorías de la
de los grupos sociales, tomando en cuenta la «estratificación social» y los reacción social y las investigaciones empíricas realizadas en los últimos
«conflictos de intereses». En efecto, en tales relaciones h a n pretendido años sobre la efectividad del Derecho Penal y sus consecuencias (pena
encontrar estas teorías no ya la base de la desigual distribución de los privativa de libertad, reincidencia, desviación secundaria, etc.) han
«status» de criminal, sino también la de la desigual distribución entre los contribuido decisivamente a la crisis de los pilares ideológicos de la
diversos grupos sociales del poder de definición, del cual aquellos Criminología tradicional, desmitificando algunos de ellos y poniendo de
«status» y las propias «definiciones» legales dependen. Según esto, en el relieve, en todo caso, la necesidad de replantear sobre nuevas bases y a
origen de los procesos de criminalización «primaria» (creación de la ley) la luz de nuestros conocimientos actuales los problemas básicos de la
y «secundaria» (aplicación de la misma), no habría intereses generales, cuestión criminal.
fundamentales para todos los ciudadanos y para la sociedad misma, sino
intereses de los grupos en conflicto que detentan el poder («políticos» lo „itn1 T I, jii'- r . M tila'), lU^Tif-ii i
Esto no significa necesariamente que el «paradigma del conflicto» se acepta b) Crisis del principio de diversidad del delincuente, que ve en éste una persona
unánimemente por el pensamiento criminológico contemporáneo, pero sí que haya distinta de los demás ciudadanos «normales», desde un punto de vista cualitativo,
ganado terreno frente al «funcionalista» de la Criminología «ortodoxa». Porque la y le identifica con los sectores sociales de más baja extracción. Hoy, por el contrario,
• • : ) ( " '
moderna Criminología no cree ya en esa supuesta armonía entre el sistema oficial la «problematización» del concepto de delito expresa la evidencia de que el crimen
y los valores éticos de la comunidad que se pensó aportaba la teoría convencional no descansa, en general, en ningún defecto genéticamente prefijado de la persona-
del delito y su configuración como claro correlato a las infracciones del Decálogo lidad, sino que es la sociedad estatalmente organizada la que determina qué
Antes bien, las actuales investigaciones empíricas parecen demostrar todo lo comportamiento nocivo para la misma debe ser enjuiciado como delito^"^. De modo
contrario: que el tipo de legitimación que obtiene el sistema de Derecho penal por que toda teoría del crimen presupone, de algún modo, una teoría de la
medio de las valoraciones y de las actitudes de la opinión pública no es ni total ni criminalización"". Esmás,laexperienciadiariademuestraquecadavezsonmáslos
homogénea con respecto a los diversos grupos sociales. Y que dicha legitimación ciudadanos socialmente integrados —«normales»— que infringen la legalidad.
dista mucho de ser un consenso válido basado en el conocimiento real de la Prueba de ello son los índices de delincuencia de tráfico, la delincuencia juvenil, la
H '1.
actuación efectiva del sistema y en su valoración racional. Por el contrario, como ha de cuello blanco, la elevada cifra negra de ciertos crímenes, etc."\
demostrado POPITZ'°^ suele asentarse en una «ausencia de conocimiento» y en c) Crisis del carácter necesariamente «patológico» y «disfuncional» de la
imágenes parcialmente ficticias del sistema. La denominada «teoría expresiva» del desviación. La contraposición clásica: delincuente-sociedad, o si se prefiere, de los
Derecho penal, portante —propia más de la ideología de la defensa social—, merece principios del «mal y del bien», respectivamente, también se halla cuestionada. Sin
actualmente una clara reacción crítica^"". necesidad de aceptar, sin más, posiciones funcionalistas"^ ni postulados de la
•JlDti \ i teoría de la desviación, con su romántica llamada a la criminalidad «expresiva» o al
.08/33 OÍM i significado de ciertas minorías"^ lo cierto es que hoy es ampliamente compartida la
'",' -i tesis de que el comportamiento desviado —y su control— dan claridad a la norma
y contribuyen de forma positiva a la estabilidad sociaf ^''. Carece de sentido cualquier
'. ífiiítfítrií
declaración, indiscriminada y sin matizar, de guerra contra toda conducta
H. POPITZ, «Über die Práventivwirkung des Nichtwissens. Dunkelfeldziffer,
Norm und Strafe», en Recht und Staat, fascículo 350, Tübingen, 1968, págs. 17 y ss.
108
Cfr. A. BARATTA, Criminología y dogmática penal, cit., pág. 44. Personalmente
estimo que ni el modelo «consensual» ni el modelo de «conflicto» —en sus
formulaciones más radicales— se avienen a la realidad. por los diversos subgrupos sociales (vg., estudiantes, policías, delincuentes etcéte-
Los teóricos del «consenso» desconocen los evidentes conflictos que dinamizan unas ra) —algunos son ya clásicos en la materia (entre otros muchos los de: SELLIN y
79? veces, perturban, otras, el orden social. Y, sobre todo: pretenden legitimar un WOLFGANG, NORMANDEAU, AKMAN-NORMANDEAU y TURNEE, EOSSI y
determinado orden social en abstracto desentendiéndose y despreciando toda otros, CULLEN-LINK y POLANZI, THOMAS-CAGE y FOSTER, KVALSETH,
valoración sobre su funcionamiento efectivo. Por ello, cuando apelan a un consenso SANCHÍS y GAEEIDO, etc.)— llega a la conclusión de que existe evidencia
tácito de la comunidad respecto a los valores y definiciones del sistema, afirman que empírica a favor del modelo de consenso. A su juicio, de esta resulta: 1) Existe un
se t r a t a de una verdad parcial. Si existe dicho consenso —que, como veremos, amplio acuerdo sobre las definiciones de delito, sin que las variables: sexo, edad,
parece que existe— dicho consenso hace referencia a los valores nominales del clase social o residencia alteren significativamente el mismo; 2) Contra lo que
sistema, a sus fundamentos axiológicos, sin que, por tanto, deba desprenderse del suponen los teóricos del conflicto, los sujetos menos severos en la imposición de
mismo legitimación alguna respecto al concreto modo de funcionar de aquel. Pues penas y respuesta al crimen son las clases sociales más elevadas, esto es: quienes
entre las declaraciones formales del sistema y su concreta vigencia práctica se tienen superiores niveles educativos, sociales y económicos; 3) Los delincuentes
producen desviaciones relevantes: sea o no sea consciente de ello la comunidad. La tienen idénticas —o muy parecidas— actitudes respecto al crimen que los no
puntualización de POPITZ parece irrefutable . delincuentes.
Por su parte, los teóricos del conflicto confunden la merecida crítica del funciona- Sobre el problema del alcance de la teoría de la «configurabilidad» del delito, vid. G.
miento del sistema social con la supuesta inexistencia de consenso alguno en torno KAISEE Criminología, cit., pág. 24. i.ywiuü¡M wiijps ,;
lio
a ciertos valores y definiciones. E n lo que tampoco creo les asista por completo la Así, G. KAISEE, Criminología cit., pág. 24.
111 Así, G. KAISEE, Criminología cit., pág. 152.
razón ya que la experiencia empírica parece demostrar que la mayoría de la
112
sociedad comparte determinadas definiciones básicas sobre la conducta delictiva y Sobre el significado de las concepciones funcionalistas, cfr. A. BARATTA, Crimina-
la desviada, consenso —pienso yo— perfectamente compatible con una conciencia hdad y dogmática penal, cit., pág. 20; A. GARCÍA-PABLOS, El actual saber, cit.,
crítica sobre el grado de vigencia y aplicación fiel de tales definiciones a la realidad. págs. 16 y 17 y bibliografía allí citada; M. GROSSO GALVÁN, Nueva criminología,
Con relación a las mencionadas investigaciones empíricas, véase SCHNEIDER, H- cit., págs. 57 y ss. E n general, sobre las tesis de DURKHEIM y MERTON, vid. H.
J., Kriminologie, cit., pág. 449 y ss. (que cita los trabajos, entre otros; de G E A E M E GÓPPINGER, Criminología, cit., págs. 41 y ss.; R. BERGALLI, La recaída en el
NEWMAJSÍ, CH. W. THOMAS, E. J. CAGE, S. C. FOSTER, etc.) y G A E R I D O delito, cit., págs, 185 y ss.
113
GENOVES, V., en: Psicología social y sistema penal, cit., págs. 45 y ss. («Relación Cfr. J. YOUNG, P. WALTON e I. TAYLOR, Criminología crítica en Gran Bretaña,
entre la sociedad y el sistema legal», págs. 48 y ss.). GARRIDO GENO VÉS, después cit., págs. 33 a 35. : OIWSJXÍCD ÍB saB"!-,' ;B;n9j
114
de revisar los trabajos existentes sobre la percepción de las conductas criminales Por todos, G. KAISEE, Criminología, cit., pág. 56. • oí*fííy mliín lab i: «9 i
^^wT
1198 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 1199
«innovadora». El crimen, en definitiva, es un comportamiento «normal», la otra cara No en vano se ha reconocido que la Criminología crítica vive aún su
inevitable de la convivencia. Su completa erradicación no es posible sin imponer un infancia"^. Como tampoco se puede ignorar que, a diferencia de lo que
,on£ sistema de terror.
sucedía con la Criminología «correccionalista», la más moderna «teoría
nsfi d) Principio de ubicuidad ÚG\ crimen. Frente al estereotipo de delincuente
•sm elaborado por el positivismo, parece hoy obvio, por el contrario, que el delito es un de la desviación», por ejemplo, h a producido escasos manuales como
sup comportamiento localizable en cualquier segmento de la pirámide social y no indicaciones valiosas para u na lucha práctica y eficaz contra el delito^^^
ObOí privativo ni específico, desde luego, de las clases sociales menos privilegiadas. Otra y que sirviera de base a u na praxis coherente y de orientación a u n a
Si í cosa muy distinta es que las personas de hecho estigmatizadas, etiquetadas como compleja acción policial. A veces el análisis teórico conduce a u n no
20! t «delincuentes», pertenezcan preferentemente a aquéllas, como consecuencia de la
.bst conocida actuación selectiva de los mecanismos e instituciones del control social. El intervencionismo que deja demasiados problemas sin resolver, o a u n a
Rl ,li. delito es «ubicuo»"^ porque la infracción de la ley lo es también. Precisamente esta llamada angustiosa a la reforma de las estructuras que tarda demasiado
contradicción, constatable en todos los países y sistemas, explica los esfuerzos de en llegar.
Si e la moderna Criminología por examinar la criminaiidad de ios poderosos, de las
ifi!Ú(¡,ri,tn'!!'ifi;-sJíu"'"
clases privilegiadas, denunciando la vigencia meramente formal del principio de
igualdad. Se trata, de algún modo, de restablecer el principio de «igualdad de
oportunidades» y de ampliar el círculo de personas tradicionalmente afectadas por
el Derecho penal"^. De ahí el auge e interés de las investigaciones sobre la
denominada «delincuencia de cueiiobianco»''^'^. 6. V A L O R A C I Ó N F I N A L
, 1 e) Estos nuevos postulados implican, por su parte, la profunda revisión de
principios básicos para la Criminología tradicional de corte positivista. Del principio Parece obvio poner fin a esta obra con u n a s sucintas reflexiones sobre
de culpabilidad, de igualdad ante la ley, de legitimidad del castigo, de los intereses el problema criminal y las tendencias de la moderna Criminología.
generales, de prevención y resocialización. Las modernas orientaciones antes
expuestas (teorías del conflicto, de las subculturas, funcionalistas, psicoanalíticas, 1. Desde el punto de vista metodológico, se consolida definitivamente
interaccionistas y del iabeiing approacii, etc.), han desmitificado, unas veces, el empirismo y la interdisciplinariedad de la Criminología como ciencia.
desmoronado, otras, viejos principios y convicciones, trazando una drástica frontera Dicho principio metodológico se proyecta sobre todos los ámbitos de ésta:
, , ' entre el «deber ser» y la amarga realidad. Será necesario replantear, desde nuevas sobre el causal-explicativo (elaboración de modelos teóricos), sobre el
s perspectivas y partiendo de un saber interdisciplinario y totalizador, los problemas
";•" de siempre.
preventivo y sobre el estrictamente operativo (intervención en el proble-
ma criminal y el infractor mismo).
No obstante, sería ingenuo desconocer el carácter fundamentalmente Elpluralismo metodológico es otra de las señales de identidad de esta
«sectorial» de muchas de las investigaciones que se enmarcan en la joven disciplina. Se trata, en definitiva, de u n a consecuencia de su
denominada «Criminología crítica» o «Nueva Criminología»: la ausen- naturaleza interdisciplinaria, al propio tiempo, expresión y garantía del
cia, en definitiva, de u n sistema completo, del que, desde luego, no progreso científico y de la conocida interdependencia «objeto»-«método».
carecía la represiva y mitificadora Criminología positivista.
2. Descendiendo al terreno más concreto de las técnicas de investiga-
ción, asistimos al éxito clamoroso de los métodos cuantitativos, y en
•ii"r-iE.ní,fií:ríVi>i Rf.ak'e;"ííí:,'.^ci.1 a j /
particular, de las encuestas sociales que siguen causando fascinación. Lo
Sobre la «ubicuidad» del crimen como comportamiento «mayoritario», vid. F. SACK, que se comprende, por el giro «social» de la ciencia criminológica, y
«Neuen Perspektiven in der Kriminalsoziologie», en F. SACK y R. KÓNIG (edit.),
porque estos métodos cuantitativos h a n significado, tradicionalmente,
Kriminalsoziologie, Frankfurt a. M., pág. 463.
Así, refiriéndose a la finalidad real del concepto de «delincuente de cuello blanco», el test más representativo del cientifismo. Todavía no ha llegado el
G. KAISER, Criminología, cit., pág. 211. momento de los métodos y técnicas más «finos», cualitativos.
Sobre la «delincuencia de cuello blanco» en Latinoamérica, vid. L. ANIYAR DE
CASTRO. «El delito de cuello blanco en América Latina. Elementos para una
investigación comparada», en: La realidad contra los mitos, cit., págs. 153 y ss. En .T,,í,9j,di.u:j. ' uí'i'Jj t«a.i>f.
general, una reseña bibliográfica sobre el problema en A. GARCÍA-PABLOS,
Maquinaciones para alterar el precio de las cosas, cit., pág. 222 nota 9. Sobre este 118 Criminología crítica, cit. (Introducción), pág. 19.
tema, véase el capitulo IV, y nota 5, de la obra Estudios Penales (Barcelona, Bosch. 119 J. YOUNG, «Criminología de la clase obrera», cit., pág. 98. El autor utiliza el
1984) del autor citado. " ^^ término «voyeurismo» para caracterizar a la «teoría de la desviación»
f
1200 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 1201
3. El paradigma «causal-explicativo» de ciencia, del que eran fiel patibles con los conocimientos científicos actuales que conducirían
exponente las «ciencias del dato», las otrora «ciencias exactas», ha ^ además a u na política criminal de injustificable y desmedido rigor.
entrado en fi-anca crisis. También la Criminología, por tanto, ha bajado
6. La víctima del delito ha cobrado en las últimas décadas, u n lógico
el listón convencional de sus exigencias como disciplina científica. El
y merecido protagonismo escénico. Ya no es el personaje olvidado del
saber y la experiencia criminológica se apartan por ello de la seguridad
drama criminal —mero objeto pasivo, fungible, aleatorio, que por
y certeza que el paradigma de ciencia exigía en otros tiempos, tanto en
fatalidad experimenta las consecuencias del delito— sino u n protagonis-
lo que se refiere a la explicación científica del crimen, como a su
prevención o intervención en el mismo. En consecuencia, entre el ta activo, dinámico, en la escena del delito. Asistimos, pues, al
desarrollo de las teorías criminológicas y la seguridad del conocimiento «redescubrimiento» de la misma. El nuevo rol de la víctima tiene su
empírico existe en la actualidad un significativo abismo. Los esquemas expresión o correlato metodológico en el auge de ciertas encuestas
«monocausales» han sido sustituidos por planteamientos plurifactoriales sociales (encuestas de victimización) que aportan u na valiosísima infor-
más relativizadores y modestos; y la explicación causal por «teorías», mación sobre determinadas variables del crimen real u oculto al que no
«hipótesis», «relaciones», «conexiones», «covariantes», términos más tiene acceso el aparato estadístico oficial. Pero también en otros ámbitos
aptos para analizar los fenómenos de las ciencias h u m a n as y sociales y dimensiones: en el estrictamente etiológico (interacción delincuente-
que solo garantizan unos saberes mínimos. La ciencia criminológica, víctima y contribución de ésta al proceso de autovictimización), en el
cada vez más social, dinámica e interaccionista, es, por utilizar una preventivo, político-social (reparación, programas de ayuda a la víctima,
denominación ya convencional, una ciencia «blanda». e t c . ) , en el procesal, etc. ...No obstante, y al propio tiempo, se h a cobrado
conciencia de los riesgos y excesos a que puede conducir, en materia
4. El crimen, para la moderna criminología, pierde sus connotaciones político-criminal, una desmedida participación de la víctima: nada más
patológicas, y se contempla como «problema» social y comunitario con preocupante para la proporcionalidad de la respuesta al delito— y para
todas sus consecuencias e implicaciones. No es por tanto, un tumor ni el irrenunciable marco de garantías en la que ésta debe insertarse —que
u n a epidemia, u na lacra; ni u na cifi:'a o guarismo, ni elfi:-íosupuesto de una política criminal fiel a los solo dictados de la víctima del delito—.
hecho de la n o r m a jurídico-penal. Es, a n t e s bien, u n conflicto
7. El giro sociológico de la moderna Criminología se h a traducido en
interpersonal, un doloroso problema social y comunitario de todos, de la
una ampliación, enriquecimiento y progresiva problematización de su
comunidad, que nace en la comunidad y debe resolverse por ella. El
objeto. Muestra de tal evolución es el éxito que ha obtenido la teoría del
crimen, en consecuencia, rescata su dimensión humana, interpersonal,
control social hasta el punto de que conocidos sectores doctrinales
doméstica. En términos estadísticos —estadísticos, no valorativos— se
definen la Criminología como teoría radical de la desviación y el control
t r a t a de un fenómeno «normal», cotidiano, esto es, arroja un volumen social. No obstante, el mayor desarrollo y elaboración teórica correspon-
constante y su presencia inexorable trasciende variables temporales o de al llamado control social «informal», ya que una de las metas del
espaciales. ^ÍULUÍ^ tó ojuj.í3tijíi:)j«5j'
pensamiento utópico y radical consiste precisamente en sustituir el
5. La moderna criminología empírica parte del postulado de la control social formal por otros controles informales y proactivos capaces
«normalidad» del delincuente. La rancia teoría de la «diversidad» ha de resolver efectivamente los conflictos, sin el elevado coste social y
quedado definitivamente desterrada, como vestigio de u na etapa efecto estigmatizador atribuido a l a s agencias oficiales del sistema legal.
precientífica henchida de dogmas y prejuicios insostenibles. El infrac-
8 . La moderna Criminología empírica contempla con mayor realismo
tor, por tanto, se convierte en delincuente porque delinque, no a la
el hecho delictivo viendo en el mismo no u n mero reto simbólico o
inversa; esto es, no delinque porque reúna ciertas características que le
enfrentamiento formal entre infractor y Estado, sino un suceso concreto
predestinen fatal e inexorablemente al delito. El delincuente es, en todo
e histórico, u n conflicto interpersonal que tiene lugar bajo específicas
caso, un hombre de su tiempo, uno más, como los otros hombres. En
coordenadas temporales y espaciales, en un escenario y en u n a sociedad
consecuencia, su dignidad de persona, pugna con ciertos clichés y
determinada que profesa cierta escala de valores, oficiales o subterrá-
esteorotipos de infractor («enfermo», «loco», «endiablado», «enemigo del
neos. El crimen, en definitiva, no es un fenómeno casual, o fortuito,
pueblo», «menor o inválido», «víctima», «animal peligroso», etc..) incom-
caprichoso, sino altamente selectivo, que no en vano, como demuestran
1202 ANTONIO GAECÍA-PABLOS DE MOLINA
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 1203
las estadísticas, se concentra significativamente en torno a muy preci- solo sería posible acudiendo a técnicas de control alternativo, pero con
sas variables personales, espaciales, temporales, etc. El duelo, por tanto, ello, nos adentraríamos en el peligroso mundo de la utopía. De la utopía
d e l i n c u e n t e ^ c t i m a ofrece u n a imagen ficticia de la realidad criminal, que no se aviene a aceptar la experiencia; que agudiza, ciertamente, la
ya que desconoce la necesaria mediación de la comunidad, y el marco o conciencia del problema y relativiza la realidad, pero termina exhortan-
escenario histórico donde dicho conflicto interpersonal acaece. do —y sólo exhortando—, a u n a mejora del mundo que tarda demasiado
9. La elaboración de modelos teóricos explicativos del crimen como en llegar o no llega nunca. El pensamiento utópico, sin duda, es
objetivo obsesivo de la ciencia criminológica, ha pasado a un segundo importante motor del progreso, pero cuando no quiere saber de proble-
plano, cobrando creciente interés, por el contrario, el diseño de progra- mas, crea entorno a si mismo un mundo rígido y de terror, elevando a
mas de prevención del delito, de intervención positiva en la persona del tensiones asfixiantes el impacto de las instancias del control social. No
infractor, y de respuesta pacificadora y solución de los conflictos sociales. es difícil captar las actitudes y conciencia jurídica del ciudadano diri-
Prima, pues, la prevención y la intervención en el problema criminal giendo atentamente los procesos de socialización. De este modo, se
sobre la explicación de éste. En todo caso, los modelos teóricos explica- reduce, drásticamente, el riesgo de desviación, y las tasas de criminali-
tivos devienen progresivamente más complejos e integrados. Se abando- dad. Sin embargo, se paga por ello u n elevadísimo precio, el de la libertad
n a n las explicaciones monocausales y los esquemas pretendidamente conduciendo, además, este proceso, a u n modelo general de sociedad
generalizadores, de validez universal, buscándose por el contrario uniforme y uniformada no deseable.
explicaciones ad hoc, específicas para grupos o familias de delitos 12. La teoría —y la praxis— de la prevención del delito cobra
(diversificación versus generalización). El indiscutible giro sociológico progresivo interés. Pero la prevención rectamente entendida, en un
de los modelos explicativos actuales no permite prescindir del soporte o sentido etiológico, que atiende a las raíces ííltimas del problema que el
entramado biológico y psicológico del comportamiento humano. crimen exterioriza (prevención primaria), no en el sentido puramente
10. Se reivindica, acertadamente, por la doctrina la función práctica disuasorio, intimidatorio, cuasipolicial, ni como mer a estrategia
del saber científico, y en concreto, de la experiencia criminológica, en el obstaculizadora, que aplaza o desplaza la manifestación criminal. La
sentido más profundo (Welzeliano), de este término. Porque el saber vasta experiencia acumulada a lo largo de los últimos decenios, apunta
científico no se agota en u na mera elaboración teórica, academicista. hacia un nuevo modelo de prevención, a medio o largo plazo; positiva, no
Nace del análisis empírico la realidad concreta y está llamado, por intimidatoria, basada, pues, en prestaciones sociales; pluridireccional,
vocación, a volcarse de nuevo sobre dicha realidad para explicarla, y de fuerte componente comunitario. La genuina prevención en conse-
comprenderla y transformarla en interés del hombre. La objetividad, cuencia exige u n sincero compromiso de la comunidad; la implicación
distancia y neutralidad del investigador no contradice la función social solidaria de ésta, movilizando todos sus resortes y efectivos en aras a la
de la Ciencia. S'-iffffr o •; solución del problema criminal. =""^'"
11. Admitido el postulado de la normalidad del crimen, fenómeno 13. Resocialización y tratamiento son conceptos que h a n recibido toda
consustancial a la convivencia h u m a n a —«la otra cara de ésta»—, suerte de reproches y descalificaciones, no siempre justificados.
inextirpable, forzoso es renunciar a trasnochados prejuicios y ambicio- A quienes condenan dogmáticamente cualquier intervención en el
sas metas político criminales. Carecen de sentido las «cruzadas» contra infractor, alegando su ilegitimidad, conviene advertir que las revolucio-
el delito, y los vanos intentos de erradicarlo de la faz de la tierra, nes tardan mucho en llegar —o no llegan nunca— y mientras, no es justo
«extirparlo» definitivamente. Antes bien u n a sociedad más libre, racio- abandonar a su suerte a la población reclusa, sin esperanza, ni otra
nal y tolerante, debe asumir una dosis mayor de comportamiento expectativa que el cumplimiento de la pena. El nihilismo, la teoría y
desviado del consenso general, como hecho que pertenece a la sociología praxis de la no intervención, ofrece u na engañosa faz de progreso y
de la normalidad. No existe, por tanto, otro objetivo legítimo y viable que humanismo. Sin embargo, la historia demuestra que utópicos y radica-
el de un control racional y razonable de la criminalidad, con el menor les solo siembran la semilla del progreso y del cambio social; pero éste,
coste social posible. La paz de un a sociedad sin crimen es la paz de los el progreso, se construye día a día y a pie de obra por los reformadores
cementerios o de las estadísticas falsas. Eliminar por completo el delito que se comprometen con la realidad y la transforman.
1204 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 1205
k La supuesta inefectividad de todo tratamiento es otra falacia que Pero, carecemos, aun de respuestas alternativas válidas y eficaces. El
alimenta, eso sí, la virtualidad de conocidas «profecías» y círculos incipiente y poco definido modelo de «justicia restaurativa» concita
viciosos. Pero tiene que enfrentarse a la evidencia científico empírica con justificadas esperanzas. Ahora bien, es imprescindible, para su progre-
escaso éxito. Cabe cuestionar, desde luego, la viabilidad de u n determi- siva consolidación, depurar, previa verificación empírica, el mismo. En
nado tratamiento rehabilitador, o la de cualquier intervención en ciertos primer lugar, sus presupuestos, pues ni razones de prevención general
casos o grupos de infractores. Pero negar, de antemano, la posibilidad de permiten la aplicación de éstas fórmulas sustitutivas del enjuiciamiento
llevar a cabo un impacto positivo y bienhechor en la población reclusa, convencional a delitos de especial gravedad (quiebra, pues, la pretendi-
científicamente programado, es tanto como negar la realidad diaria. da aplicación universal de tales procedimientos), ni tendría sentido
Ahora bien, el ideal resocializador sigue siendo aún muy ambiguo e circunscribirla a conflictos de importancia nimia, como si se t r a t a r a de
impreciso. La polémica doctrinal y normativa antes referida pone al una mera reparación del daño o conciliación civil. Otros muchos parti-
descubierto la existencia de demasiados interrogantes sobre la meta culares, relevantes de estos modelos demuestran la ambigüedad e
final, los objetivos intermedios, los procedimientos y los mismos límites indefinición de los mismos, sólo superable con el tiempo, y u na actitud
de tan ambiciosos programas. Afortunadamente, la investigación empí- realista, que someta al análisis empírico la evaluación de los resultados
rica y la praxis clínica h a n despejado ya muchas incógnitas sobre el que en cada caso unas y otras opciones deparen (relación de estos
tratamiento del infractor. Hoy la ciencia puede delimitar, con mayor procedimientos con el sistema legal convencional, grado de autonomía
precisión, el contenido de la intervención, lo que es —y lo que no es— el orgánica y funcional de los mismos, perfil y rol del mediador, concreto
procedimiento de intervención en el conflicto, e t c . ) .
tratamiento; sus objetivos y estrategias, según las características de
cada caso o grupo de casos; las técnicas concretas de intervención Otros modelos radicales, de corte abolicionista, basados en u na
recomendables; los resultados que cabe esperar de las mismas, sus justicia participativa, lega, comunitaria, orientada más a la reparación
perspectivas, etc. El ideal resocializador dejará de ser un mito o un lema del daño que al castigo, carecen todavía de la virtualidad indispensable
vacío de contenido cuando, después del oportuno debate científico, se que exige por imperativos del realismo, el problema criminal.
alcance un elemental consenso en torno, al menos, a tres cuestiones
15. Por último, en el control racional del crimen corresponde al
básicas: qué objetivos concretos se pueden perseguir con relación a cada
Derecho Penal u n papel secundario, subsidiario, conforme al principio
grupo o subgrupo de infractores, qué medios y técnicas de intervención
de la llamada intervención mínima. Contra lo que pudiera parecer, el
se estiman en cada caso idóneos y eficaces y qué límites no debe superar
crimen es un fenómeno altamente selectivo, escoge el espacio físico, el
jamás cualquier suerte de intervención.
momento, la víctima más propicia. Su estructura, fenomenología y
14. Una respuesta cualitativamente satisfactoria al problema crimi- dinámica dista mucho del azar, de la casualidad. Por ello, los poderes
nal debiera perseguir como objetivos la efectiva solución del conflicto que públicos deben abordar el problema criminal científicamente, aprove-
el delito exterioriza (resolver el conflicto no exclusivamente castigar al chando la valiosa información que hoy suministran diversas disciplinas
culpable del mismo), la conciliación de las partes implicadas en el empíricas. Y sobre todo, servirse de los medios más adecuados y eficaces
mismo, y la pacificación de las relaciones sociales generales y del propio que impliquen el menor coste social. Buscar en las prohibiciones penales
clima social. Todo ello, desde luego, con el menor coste social posible. la solución al problema del crimen es u n a ingenuidad. Considerar al
Derecho Penal la respuesta natural, primaria y más eficaz, un a absurda
• El modelo clásico de justicia penal se halla en crisis. Castiga al
crueldad propia del despotismo no ilustrado. Antes bien, desde un punto
culpable, o procura, al menos, hacerlo, pero no resuelve los conflictos.
de vista político criminal, el control racional de la delincuencia reclama
Hace caer el peso y las iras de la Ley, e impone la fuerza victoriosa del
el previo desarrollo de u n a justa y eficaz política social que incida a
Derecho, pero no es capaz de conciliar a las partes enfrentadas ni de
tiempo en los factores que favorecen y configuran el crimen y busque la
pacificar unas relaciones sociales. La imagen simbólica de u n a diosa
instauración de un a sociedad más sana. Una sociedad que al enfrentarse
sorda, muda y ciega, que ciñe o empuña espada, refleja, sin duda, la
a sus conflictos y contradicciones eduque a sus miembros más en el
percepción social negativa del actual modelo de justicia criminal.
respeto a los bienes jurídicos, en la solidaridad y en la tolerancia de la
1206 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA
M i . > A N E X O S ESTADÍSTICOS !
'i\ • u ífi'Ti''- •? ( ^ ' ti ^í) aQji^|||íio^_|ija^'ír^i
t ' t í ' I 8< j ! " ' ! J í n - o'lij!» í o l ) : Como orientación para el lector, se aportan a continuación unas
breves explicaciones acerca del contenido y estructura de las distintas
t)"íuiw-5 u Í; ,,,( qf'i ';< í'> «oo 9! !, ,' estadísticas.'>• 'Í»Í '.WÍTOÍÍ BOJ' "ÍK « Í Í 1*»»,^ ua.-na. v^firtCM^cü^f»,-»
'••0Í3K„Uf •', i -lOÍ .1 .
íi-qn • J > ' b c ' H ' i ' ^ í n A J*- ••¡-fi - >xi-' -. L) lob ÁTIÍ.-K; ' E n los anexos incluidos a continuación se puede apreciar claramente u n a diferen-
- '"/>! .'.. ,1 ,fi ? t ^ íjf a b Í H I . . r • '/'i f i ,-ii < / r " y ' > ' f ,(^»
cia en los criterios de selección, sobre todo en las estadísticas policiales y peniten-
J ciarlas. Su puesta al día se h a visto dificultada por la carencia de cifras relativas
' ) ' j i i ' ; . ji 1 • >i 'wíjiío'i .i) i- /; 1 if "•' ) ' ', f í . ' 1 íf. ,''>b < t
.;; a algún año y los cambios introducidos por las fuentes consultadas en su
I, <r?"'!0'fi ;0.jííf";>i .1 i i ' j V ' l t j i - . i ' t ' * t í . ' . i . f ' ^/-^ I i'l ' < » elaboración. Todo ello h a venido, en parte, motivado por la entrada en vigor de u n
• ,.¡ü'j'ii j>K Uí ' j ; í u ' , ' ' ' " I I " ' ! i Ti • '• . i( jbúOií);rtxj nuevo Código Penal en mayo de 1996. Por otro lado, no se h a tenido acceso a las
' !' i"., o '"' ''.f ' í- .; .n.niil . ».; • Ji» i. "'•< ^i -..t^^^ífíro-j ' últimas estadísticas judiciales, lo que h a impedido su revisión. La revisión y
actualización de este Anexo h a sido llevada a cabo por D- Carmen Ocaña Díaz-
' Ropero, Profesora del departamento de Derecho penal de la U.C.M.
1208 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 1209
significarse que las variaciones censales acaecidas a lo largo de los años
ofrece u n panorama exhaustivo del tráfico de drogas, con indicadores
no han supuesto en ningún caso un salto de categoría. El cuadro
fiables que permiten contemplar el desarrollo de este sector de la
siguiente a las cintas por ciudades y delitos recoge los mismos datos
referidos a todo el territorio nacional. ,r íjue el Derecha criminalidad. ...i.,^.^.__:
del sujeto en el tiempo correspondiente, lo que en función del sexo o edad En segundo lugar, debe advertirse que el Estado, en tanto el resto de
hubiera podido arrojar mayores datos. Se echa en falta, asimismo, una CCAA* no poseen plenas competencias a estos efectos, distribuye la
mayor atención a los datos en la formación del individuo. población penitenciaria, entre otras variables, atendiendo al número de
plazas disponibles en cada una de las comunidades.
Finalmente, la última tabla recoge la criminalidad sancionada en
Juzgados de lo Penal y Audiencias Provinciales en el año 1992, dividido por En el análisis de las cifras correspondientes a los años 1996 y
provincias. Han sido seccionadas algunas categorías delictivas por la siguientes h a n de apreciarse, los efectos que produjo la entrada en vigor
insignificancia de los datos, en alguna ocasión, o por su ambigüedad, en del Código Penal de 1995.
otros (v. gr., no queda especificado en la fuente si el apartado concursos está Así, cuando, para esta tercera edición, se h a n pretendido actualizar
o no incluido ya eri^los anteriores, por lo que se desconocía si su naturaleza los datos estadísticos, no h a sido posible la obtención de las cifras
lo es como plus o aliud). Tampoco se especifica si entre los delitos contra la
relativas al periodo que abarca los años 1995-1997, debido, entre otras
propiedad quedan comprendidas las defraudaciones, j . ,^
razones, a los desajustes que produjo la aplicación del nuevo texto que
supuso, además, u n a alteración en el método y la adaptación forzosa a
la nueva realidad penitenciaria. Por ello, se recogen en la última parte
J n . - ESTADÍSTICAS PENITENCIARIAS^ llíiifciáfalfeíriaft'fef» del anexo las cifras resultantes referidas a periodos anuales y no
semestrales. No obstante, y dado el interés que puede presentar la
En orden a un correcto análisis de los datos que configuran el anexo
evolución, apreciándose un aumento progresivo de reclusos, se incluyen
estadístico III deben tenerse en cuenta las siguientes orientaciones:
las cifras absolutas de la población penitenciaria diferenciándose por
La Comunidad Autónoma catalana, en primer lugar, inició el sexos y apareciendo por primera vez la cuantificación de reclusos
traspaso de competencias en m a t e r i a de administración penitencia- penados con acuerdo al Código Penal derogado y al vigente.
ria, en aplicación del art. 11.1 de L'Estatut d'Autonomia de Catalunya,
LO 4/1979, de 18 de diciembre, en el año 1984, teniendo hoy plenas
facultades a este respecto, fecha en la que, coherentemente, las
instancias estatales centrales dejaron de ofrecer datos sobre la
evolución penitenciaria en aquella comunidad. Así pues, las cifras
sobre la evolución penitenciaria que se incluyen a nivel nacional,
deberán completarse con las tablas correspondientes a la Comunidad
catalana, p a r a obtener u n a visión de conjunto del total del Estado
español.
Fuentes utilizadas para la elaboración de este apartado: tablas n.-1 a 23, Justidata,
n° 9, Centre d'Estudis Jurídica i Formació Especialitzada, Generalitat de Catalunya,
Departament de Justicia, enero 1995 (salvo las tablas 22 y 23, que corresponden al
n° 10, de la citada publicación); las tablas 24 a 32, proceden del Informe General 1993,
Secretaría de Estado de Asuntos Penitenciarios, Ministerio del Interior, Madrid,
1996; las tablas n- 33 a 35 y 37 se han obtenido de la página web de la Dirección
General de Instituciones Penitenciarias en Internet (http://www.mir.es/instpeni/
* Pese a que tres de ellas contemplan también en sus Estatutos de Autonomía
cifras.htm; por último, el cuadro n° 36, se ha extraído de Justidata, cit., n° 15,
competencias en materia penitenciaria, nos referimos a Navarra, Andalucía y País
noviembre, 1997.
Vasco.
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Anexo Estadístico I
ihuí.f. I >'.J1JIÍ) ishcíofirsimíiq non/5Ídoq"í;í éh gB'toírtHtte
ESTADÍSTICAS POLICIALES
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^
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 1215
, SWI ¥'"i
Km2. (Total Provincia): 21.657
Habitantes Totales: 647.654 1992 1993 %
0
TOTAL
1 o'^b'AVMy\^,>i oxasiA Com. Distrito:
3 DETENCIONES
^BlAí^um aATaa i
Com. Locales: —, 1.546 1.733 12,1
Ptos. Fronterizos: ? j 1
) I ; : JVÍ
1 1
TOTAL DELITOS 5.495 5.049 -8,12 30,86 30,12 5.049 6.998 38,60 30,12 26,25
TOTAL DELITOS +" - - ••' ^
TOTAL FALTAS í "* ' ^^^^ 2.846 2.756 -3,16 28,22 32,04 2.756 4.737 71,88 32,04 40,55
TOTAL FALTAS
TOTAL INFRACCIONES 8.341 7.805 -6,43 29,96 30,80 7.805 11.735 50,35 30,80 32,02
TOTAL INFRACCIONES ' ' !
1218 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 1219
Restantes delitos 4.765 4.649 -2,4 54,0 50,1 TOTAL FALTAS 6.813 7.665 12,51 20,53 19,87
TOTAL DELITOS 18.722 16.877 -9,8 28,1 25,4 22.516 23.022 2,25 22,13 21,69
TOTAL INFRACCIONES
1220 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 1221
100,0
Km2. (Total Provincia): 5.014 í£T.t :{BÍMiuo'rt.
Habitantes Totales: 745.944 1995 [996 % ' é««l , i, pni Í Í I ^ Í J í i . J " - -'•• VisisSoTí
TOTAL
Com. Distrito: — ~ . ~ i —' Km2. (Total Provincia): 7.733
Com. Locales: ~"-£,l> i 4 DETENCIONES 4.075 4.104 0,71 Habitantes Totales: 4.690.996 ¡992 1993 %
Ptos. Fronterizos: i 23
TOTAL
Com Distrito: _.
. .,.^_^ ^ ^ • j , j . . - —.y-. -
Com Locales: , 23 DETENCIONES 39.721 43.494 9,5
DELITOS CONOCIDOS % ESCLARECIDOS Ptos Fronterizos: í t 0
100,00 100,00
Km2. (Total Provincia): 7.733 Km2. (Total Provincia): 7.733
Habitantes Totales: 4.690.996 1994 1995 % Habitantes Totales: 4.690.996 1995 1996 %
TOTAL TOTAL
Com. Distrito: 12 Com. Distrito: ;,j-, . g Q^I2
Com. Locales: *^'?Í?I 23 DETENCIONES 41.049 37.998 -7,43 Com. Locales: I 23 DETENCIONES 37.998 37.410 -1,55
Ptos. Fronterizos: ._ _!_ I Ptos. Fronterizos: C ' ' Í^W-I
Restantes robos intimidación 11.407 11.402 -0,04 27,53 29,19 Restantes robos intimidación 11.402 12.306 7,93 29,19 24,67
Robos con fuerza 19.275 19.672 2,06 17,34 18,07 Robos con fuerza 19.672 21.152 7,52 18,07 19,64
Sustracción en vehículos 20.533 22.134 7,80 12,05 11,82 Sustracción en vehículos 22.134 23.743 7,27 11,82 10,42
Defraudaciones 4.057 4.236 4,41 67,12 64,90 Defraudaciones 4.236 3.873 -8,57 64,90 63,75
Sustracción de vehículos 10.757 10.113 -5,99 14,84 16,69 Sustracción de vehículos 10.113 13.203 30,55 16,69 15,25
Homicidios 125 121 -3,20 92,80 95,04 Homicidios 121 74 -38,84 95,04 97,30
Violaciones 210 225 7,14 78,10 85,33 Violaciones 225 131 -41,78 85,33 80,15
Detenciones ilegales 71 93 30,99 69,01 79,57 Detenciones ilegales 93 85 -8,60 79,57 72,94.
Tirones 3.268 2.960 -9,42 23,87 16,66 Tirones 2.960 2.960 0,00 16,66 17,67
Restantes delitos 40.765 42.261 3,67 47,76 45,29 Restantes delitos 42.261 36.104 -14,57 45,29 47,46
TOTAL DELITOS j^ , T^t 110.85 113.493 2,4 30,77 30,12 TOTAL DELITOS 113.493 113.854 0,32 30,12 28,30
TOTAL FALTAS 90.282 82.563 -8,55 15,79 17,59 TOTAL FALTAS 82.563 93.746 13,54 17,59 18,89
TOTAL INFRACCIONES 201.067 196.056 -2,49 24,04 24,84 TOTAL INFRACCIONES 196.056 207.600 5,89 24,84 24,05
1224 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 1225
BILBAO BILBAO
í, ^ > i VttKÍccans ^ÍÍiíU!^í^S?«ÍÍ^'f 'y,í>
ai.ii
i£.l
1992 1993 ??»i
1994 1995 %
£1,1 3fii
TOTAL % tmi TOTAL
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DETENCIONES 2.631 3.255 j;.j|.... ; Mr.í íííe
DETENCIONES 2.559 1.494 -41,62
•'•¡o, ( RUsñshiai j 23,7
l»T,ü «bfitausl j !£.£
t'i^Ú ;>.'i':?« < sbMn«H i <dviaiMbgírMi»s) lAZ í
nfi íaíU>qi% í Té, I ! 2 0 f í D 3 i A J 3 e .:J' 1 eOai30«0; DELITOS CONOCIDOS % ESCURECIDOS
<!0,ü • \ riíiV j iZ.I 1- •• ' : í .
i-i\0 ítí"fi
rdlío 1 ííi roíi ü1t s-üflffliSA
j r ü s A ! ! ¿tj. -m 1994 1995 % ¡994 1995
DELITOS CONOCIDOS % ESCURECIDOS
44 10 -77,27 43,18 30,00
1992 1993 % 1992 1993 Robos intimidación en Bancos
378 52 -86,24 21,43 19,23
83 70 -15,7 36,1 Restantes robos intimidación
Robos intimidación en Bancos 42,9
1.238 238 -80,78 13,57 9,66
Restantes robos intimidación 644 381 -40,8 25,9 24,9 Robos con fuerza
1.510 157 -89,60 5,89 5,10
3.225 2.259 -29,9 12,9 12,9 Sustracción en vehículos
Robos con fuerza
275 88 -68,00 53,09 57,95
2.662 2.380 -10,6 3,5 5,1 Defraudaciones
Sustracción en vehículos , „ , t ^ r t « „ ^ „
304 37 -87,83 16,78 29,73
368 346 -6,0 60,9 Sustracción de vehículos
Defraudaciones 51,7
5 0 -100,00 100,00 -
Sustracción de vehículos 847 508 -40,0 20,4 20,7 Homicidios
14 5 -64,29 71,43 100,00
Homicidios 15 12 -20,0 80,0 75,0 Violaciones
3 2 -33,33 66,67 100,00
Violaciones 21 19 -9,5 80,9 47,4 Detenciones ilegales
91 9 -90,11 15,38 0,00
Detenciones ilegales 9 4 -55,6 66,7 50^0 Tirones
2.235 786 -64,83 47,25 56,36
Tirones 173 162 -6,4 9,8 8,0 Restantes delitos
Robos con fuerza 238 18 -92,44 9,66 Km2. (Total Provincia): 5.289
27,78
Habitantes Totales: 530.281
TOTAL
1992 1993 %
Sustracción en veliículos 157 10 -93,63 5,10 0,00 Com. Distrito: 0
Restantes delitos 786 136 -82,70 56,36 70,Sf Restantes robos intimidación 961 255 -29,4 98,2 42,3
PE-yp^CIOlifS ! 4'»«
ISi»
) '.?S€LAi.
\
Habitantes Totales: 530.281 1994 1995 % Habitantes Totales: 530.281 1995 1996 %
TOTAL TOTAL
Com. Distrito: O Com. Distrito: O
. ,,- . «i.
^,ú* •-. í'> '. i.ií.1
DELITOS CONOCIDOS % ESCLARECIDOS — - : •• — ' — — DELITOS CONOCIDOS % ESCLARECIDOS
'. ( 1995 1996 % 1995 1996
1994 1995 % 1994 1995
Robos intimidación en Bancos 7 7 0,00 128,57 85,71 Robos intimidación en Bancos 7 20 185,71 85,71 55,00
Restantes robos intimidación 246 229 -6,91 35,37 38,86 Restantes robos intimidación 229 301 31,44 38,86 34,88
Robos con fuerza 1.368 1.358 -0,73 16,74 15,76 Robos con fuerza 1.358 1.510 11,19 15,76 21,13
Sustracción en vehículos 1.373 1.341 -2,33 6,41 6,94 Sustracción en vehículos 1.341 1.497 11,63 6,94 10,15
Defraudaciones 160 135 -15,62 55,63 58,15 Defraudaciones 135 125 -7,41 68,15 74,40
Sustracción de vehículos 529 520 -1,70 13,42 16,73 Sustracción de vehículos 520 553 6,35 16,73 24,59
Detenciones ilegales 2 3 50,00 50,00 66,67 Detenciones ilegales 3 2 -33,33 66,67 100,00
Tirones 128 119 -7,03 17,97 24,37 Tirénes 119 191 60,50 24,37 55,50
Restantes delitos 902 819 -9,20 50,44 47,13 Restantes delitos 819 721 -11,97 47,13 49,79
TOTAL DELITOS i , ; i 5 , 4.732 4.550 -3,85 22,44 22,24 TOTAL DELITOS 4.550 4.929 8,33 22,24 26,19
TOTAL FALTAS 7.478 7.101 -5,04 19,23 30,31 TOTAL FALTAS 7.101 7.322 3,11 30,31 31,44
12.210 1.651 -4,58 20,48 27,16 TOTAL INFRACCIONES 11.651 12.251 5,15 27,16 29,33
TOTAL INFRACCIONES
1230 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 1231
¿f \ d?9! ^DCI. ; i
-flfll i" " \ '
1994 1995 % 1994 1995
|T.?Slj W 0 - 0,0 0,0
^^^.'> L\W' DELITOS CONOCIDOS % ESCLARECIDOS Robos intimidación en Bancos 0
Tirones 107 64 -40,2 49,5 39,1 2.957 3.073 3,92 46,53 47,45
TOTAL DELITOS
Restantes delitos 830 1.043 25,7 77,3 74,7
2.338 1.761 -24,68 33,49 39,13
TOTAL FALTAS •
TOTAL DELITOS + ''^ ' 2.860 2.89! 1,1 43,0 44,3
5.295 40,77 44,41
TOTAL INFRACCIONES 4.834 -8,71
1232 ANTONIO GARCÍA-PABLOS DE MOLINA TRATADO DE CRIMINOLOGÍA 1233
3.073 3.187 3,71 47,45 40,51 Tirones 1.523 1.390 -8,7 5,7 7,7
TOTAL DELITOS i '"^ ' i ' '*
It
.i.t,
\
% INFRACCIONES/PROVINCIAL (1993)
GUADALAJARA % INFRACCIONES/PROVINCIAL (1996) MADRID
Madrid 76,1
Guadalajara 100.0 •íí^l Alcalá de Henares 3,3
Coslada-S. Femado de H. 2,4
ft?,£ Leganés 2,3
Fuenlabrada 2.3
Alcorcen 2,2
Alcobendas-S.S. de los Reyes 2,0
;••«'. i
Móstoles 1,9
Torrejón de Ardoz 1,9
Getafe 1,6
« Parla 1,3
Pozuelo de Alarcón .;. 1.2
Majadahonda 0.9
Aranjuez 0,6
"i'i"
;-C'í. T „«,»k*r 100,0
Kin2. (Total Provincia): 12.190
Habitantes Totales: 1995 1996 sí ¿pe i
149.067
TOTAL % (
Com. Distrito: 0 Km2. (Total Provincia): 7.995
Com. Locales: £, i 0 DETENCIONES 338 353 4,44 Habitantes Totales: 5.030.958 1992 1993 %
Ptos. Fronterizos:
TOTAL
• 0 Com. Distrito: 22
Com. Locales: 13 DETENCIONES 38.258 42.368 10,7
; zootaiRAjaia-á» i aooooi^i DELITOS CONOCIDOS % ESCLARECIDOS Ptos. Fronterizos: ? O