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Miguel Hidalgo y Costilla, Semblanza1

Miguel Gregorio Antonio Ignacio Hidalgo y Costilla Gallaga nació el 8 de mayo de


1753 en la hacienda de San Diego Corralejo, en Pénjamo, Guanajuato. Segundo
hijo del primer matrimonio de su padre, realizó sus primeros estudios en el Colegio
jesuita de San Francisco Javier de Valladolid junto con su hermano Joaquin, hasta
que los miembros de la Compañía de Jesús son expulsados en junio de 1767, por
lo que prosigue sus estudios en el Colegio de San Nicolás donde se prepara para
obtener el grado de bachiller en Artes (1770) y en Teología (1773), ambos avalados
por la Real y Pontificia Universidad de México.

Hidalgo destacó por su gran capacidad por lo que pronto se hizo catedrático del
Colegio de San Nicolás, del que también fue rector y tesorero hasta 1792.

En 1803 asumió el vacante puesto de párroco en el pueblo de Dolores. Durante su


estancia en esta parroquia conoció más de cerca a la gente de su feligresía, y
padeció, junto con los pobladores las medidas económicas que tomó la corona para
solventar sus interminables gastos de guerra. Y fue en ese contexto en el conoció
sobre el motín de Aranjuez, las abdicaciones sucesivas de Carlos IV y Fernando
VII, el nombramiento de José Bonaparte como “Rey de las Españas”, los
levantamientos patrióticos del 2 de mayo en Madrid y la formación de juntas en
todos los reinos peninsulares.

Para este tiempo Hidalgo estaba bien asentado como párroco del pueblo de
Dolores, y había entablado amistad con la familia Allende, en San Miguel el Grande,
y con Miguel Domínguez, corregidor de Querétaro, a quienes frecuentaba mucho.
Las noticias de lo ocurrido en la Península y en la ciudad de México en 1808 -
incluyendo lo expuesto por Primo de Verdad y Talamantes- así como sobre la
conspiración de Valladolid en 1809, se convirtieron en tema recurrente entre éstos

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Preparada en base a las notas dispuestas para el programa radiofónico sobre el 104 aniversario luctuoso de
Miguel Hidalgo y Costilla. Graciela Fabián, Departamento de proyectos históricos, INEHRM, con la asistencia
de investigación de Joaquín Espinosa, programa Jóvenes investigadores, INEHRM, 2015.

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hombres notables hasta integrar un nuevo plan para activar un movimiento
autonomista, esta vez sostenido por las armas.

Ante el punto sin retorno que implicó el descubrimiento de sus planes, Hidalgo e
Ignacio Allende tomaron la iniciativa de lanzarse a la conquista de sus planes. Y
aunque el proyecto era muy general -formar una junta de gobierno integrada por
americanos- la idea de justicia estaba bien arraigada entre los distintos
componentes sociales, lo que hizo que se sumaran a la rebelión pueblos enteros
que poco a poco fueron impulsando una radicalización en la postura de Hidalgo
quien fue dejando atrás la idea de una autonomía para imaginar y construir la
independencia del reino.

Más allá de los episodios de Guanajuato y Guadalajara –en los que se destacaban
matanzas de peninsulares- más temprano que tarde Hidalgo entró en conflicto con
los otros líderes, sobre todo con Allende -militar de carrera-, quien pretendía hacer
las cosas “más ordenada y menos violentamente” pero, sobre todo, pretendía
apenas reivindicar los postulados autonomistas del Ayuntamiento de México en
1808 y mantenerse fiel a Fernando VII y a la madre patria: lo que había que cambiar
era el gobierno de los españoles por el de los americanos notables.

Mientas tanto la guerra continuaba y, a pesar del creciente y enorme número del
ejercito insurgente de 1810, las derrotas militares pronto hicieron mella en el ánimo
de las mayorías y acentuaron las diferencias entre Hidalgo y los líderes militares
que lo acompañaban.

Después de la cruel derrota de Puente de Calderón, el movimiento declinó de


manera sustantiva pues muchos murieron, y otros tantos se dieron a la fuga.

Una semana después, una junta despojó a Hidalgo del mando militar, y aunque el
comandante realista José de la Cruz le ofreció la amnistía de las Cortes el 28 de
febrero de 1811, Hidalgo y los demás jefes decidieron seguir hacia el norte para
concertar el auxilio de los estadounidenses a su causa, llegando en marzo a Saltillo.
Pero el 21 de ese mes, en Acatita de Baján, fueron sorprendidos y, tras la muerte
de alrededor de cuarenta insurgentes, fueron capturados.

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Inmediatamente fueron enviarlos a Chihuahua, a donde llegaron un mes después.
Ahí se le siguió proceso a Hidalgo desde el 6 de mayo, interrogándolo en repetidas
ocasiones entre el 7 y el 9 del mismo mes, por el juez civil Ángel Abella. El 7 de
junio se declararon concluidos los juicios militares, aplicados a él, Ignacio Allende,
Ignacio Aldama, Mariano Jiménez y Mariano Abasolo. Luego, el día 10, comenzó
su juicio inquisitorial, abierto muchos años atrás por denuncias de libertinaje y
lectura de libros prohibidos. El 14 del mismo mes, fue el turno de la causa
eclesiástica.

El 29 de julio le fue aplicada la degradación sacerdotal, y al día siguiente fue


fusilado. Su cabeza y la de Allende, Aldama y Jiménez fueron enviadas a la ciudad
de Guanajuato para ser expuestas en las cuatro esquinas de la alhóndiga de
Granaditas según el gobierno, para que no fuera olvidado el castigo que recibirían
los que intentaran emular Hidalgo y su locura insurgente.

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