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Infarto de miocardio

En el infarto de miocardio (IM) o parada cardíaca, la circulación coronaria se bloquea y las células
musculares cardíacas mueren por falta de oxígeno. El tejido afectado degenera entonces, creando
un área no funcional conocida como un infarto. Los ataques cardíacos se deben más a menudo a
enfermedad arterial coronaria grave. Las consecuencias dependen de la localización y naturaleza
del bloqueo circulatorio. Si se produce cerca de la base de una de las arterias coronarias, la lesión
será generalizada y el corazón dejará probablemente de latir. Si el bloqueo afecta a una de las
ramas arteriales más pequeñas, el individuo puede superar la crisis inmediata, pero existen
múltiples complicaciones potenciales, todas ellas poco agradables. A medida que se forma tejido
cicatricial en el área dañada, el latido cardíaco puede volverse irregular y menos efectivo como
una bomba, y otros vasos pueden verse ocluidos, lo que crea problemas cardiovasculares
adicionales como la angina.

Los infartos de miocardio se asocian más frecuentemente a bloqueos fijos, tales como los que se
aprecian en la EAC. Cuando la crisis se produce a causa de la formación de un trombo (coágulo fijo)
sobre una placa, esta enfermedad se conoce como trombosis coronaria. Un vaso ya estenosado
por la formación de una placa también puede verse ocluido por un espasmo repentino del
músculo liso de la pared vascular. El paciente sufre entonces un dolor intenso similar a un ataque
de angina, pero que persiste incluso en reposo.

Aproximadamente el 25% de los pacientes con un IM fallecen antes de recibir asistencia médica, y
el 65% de los fallecimientos por IM entre personas de menos de 50 años de edad se producen en
la primera hora posterior al infarto inicial. Los objetivos del tratamiento son limitar el tamaño del
infarto y evitar complicaciones adicionales al evitar contracciones irregulares, mejorar la
circulación con vasodilatadores, proporcionar oxígeno adicional, reducir la carga de trabajo
cardíaca y, si es posible, eliminar la causa de la obstrucción circulatoria. Los anticoagulantes
ayudan a impedir la formación de trombos adicionales. Resulta de ayuda tomar ácido
acetilsalicílico precozmente en el curso del IM, mientras que las enzimas para disolver coágulos
pueden reducir la extensión de la lesión si se las administra dentro de las 6 horas posteriores a la
aparición de un IM.

Cada año se producen unos 1,3 millones de IM en EE. UU. y la mitad de las víctimas fallecen en el
primer año posterior al suceso. Se han identificado varios factores que aumentan el riesgo de un
ataque cardíaco. Entre ellos se incluyen el tabaquismo, la hipertensión arterial, la
hipercolesterolemia, la diabetes y la obesidad. También hay factores hereditarios que pueden
predisponer a los individuos a una enfermedad arterial coronaria. La presencia de dos factores de
riesgo incrementa el riesgo más del doble, de forma que la eliminación de cuantos factores de
riesgo sea posible mejorará las probabilidades de evitar o sobrevivir a un ataque cardíaco. Por
ejemplo, un cambio de los hábitos alimentarios para limitar el colesterol en la dieta, el ejercicio
para disminuir el peso y la búsqueda de tratamiento para la hipertensión arterial son pasos
relativamente fáciles en la dirección correcta, y sus beneficios resultan considerables.
Neumonía: Trastorno causado por una infección de los lóbulos pulmonares y que se
caracteriza por una merma de la función respiratoria como consecuencia de la salida de
líquido a los alvéolos y/o de la hinchazón y la constricción de los bronquíolos respiratorios.

Infección de las vías respiratorias inferiores causada por diversos virus, hongos o
protozoarios, pero con mayor frecuencia por la bacteria Streptococcus pneumoniae.
Causa el llenado de los alveolos con líquido y leucocitos muertos y el engrosamiento de la
membrana respiratoria, lo que interfiere con el intercambio gaseoso y causa hipoxemia. Es
especialmente peligrosa para lactantes, personas de edad avanzada y con sistemas
inmunodeprimidos, como los pacientes con sida y leucemia.

La neumonía es un tipo de infección respiratoria aguda que afecta a los pulmones. Éstos
están formados por pequeños sacos, llamados alvéolos, que —en las personas sanas— se
llenan de aire al respirar. Los alvéolos de los enfermos de neumonía están llenos de pus y
líquido, lo que hace dolorosa la respiración y limita la absorción de oxígeno.

La neumonía es la principal causa individual de mortalidad infantil en todo el mundo. Se


calcula que la neumonía mató a unos 922 000 niños menores de 5 años en 2015, lo que
supone el 15% de todas las defunciones de niños menores de 5 años en todo el mundo. La
neumonía afecta a niños —y a sus familias— de todo el mundo, pero su prevalencia es
mayor en el África subsahariana y Asia meridional. Pueden estar protegidos mediante
intervenciones sencillas y tratados con medicación y cuidados de costo bajo y tecnología
sencilla.

Causas

Diversos agentes infecciosos —virus, bacterias y hongos— causan neumonía, siendo los
más comunes los siguientes:

 Streptococcus pneumoniae: la causa más común de neumonía bacteriana en niños;


 Haemophilus influenzae de tipo b (Hib): la segunda causa más común de neumonía
bacteriana;
 El virus sincitial respiratorio es la causa más frecuente de neumomía vírica.
 Pneumocystis jiroveci es una causa importante de neumonía en niños menores de
seis meses con VIH/SIDA, responsable de al menos uno de cada cuatro
fallecimientos de lactantes seropositivos al VIH.

Transmisión

La neumonía puede propagarse por diversas vías. Los virus y bacterias presentes
comúnmente en la nariz o garganta de los niños, pueden infectar los pulmones al
inhalarse. También pueden propagarse por vía aérea, en gotículas producidas en tosidos o
estornudos. Además, la neumonía puede propagarse por medio de la sangre, sobre todo
en el parto y en el período inmediatamente posterior. Se necesita investigar más sobre los
diversos agentes patógenos que causan la neumonía y sobre sus modos de transmisión, ya
que esta información es fundamental para el tratamiento y la prevención de la
enfermedad.

Formas de presentación

Los síntomas de la neumonía vírica y los de la bacteriana son similares, si bien los de la
neumonía vírica pueden ser más numerosos que los de la bacteriana.

En menores de 5 años con tos y/o dificultad para respirar, acompañadas o no de fiebre, la
neumonía se diagnostica por la presencia de taquipnea (respiración rápida) o tiraje
subcostal (depresión o retracción de la parte inferior del tórax durante la inspiración,
cuando en las personas sanas el tórax se produce una expansión). Las sibilancias son más
frecuentes en las infecciones víricas.

Los lactantes con afectación muy grave pueden ser incapaces de comer o beber, y pueden
presentar pérdida de consciencia, hipotermia y convulsiones.

Factores de riesgo

La mayoría de los niños sanos pueden combatir la infección mediante sus defensas
naturales, pero los niños inmunodeprimidos presentan un mayor riesgo de contraer
neumonía. El sistema inmunitario del niño puede debilitarse por malnutrición o
desnutrición, sobre todo en lactantes no alimentados exclusivamente con leche materna.

La presencia previa de enfermedades como sarampión o infecciones de VIH asintomáticas


también aumentan el riesgo de que un niño contraiga neumonía.

Los factores ambientales siguientes también aumentan la susceptibilidad de los niños a la


neumonía:

 la contaminación del aire interior ocasionada por el uso de biomasa (como leña o
excrementos) como combustible para cocinar o calentar el hogar;
 vivir en hogares hacinados;
 el consumo de tabaco por los padres.

Tratamiento

La neumonía causada por bacterias puede tratarse con antibióticos. El antibiótico de


elección es la amoxicilina en comprimidos dispersables. La mayoría de los casos de
neumonía requieren antibióticos por vía oral los cuales suelen recetarse en centros de
salud. Estos casos también pueden ser diagnosticados y tratados con antibióticos orales
baratos a nivel comunitario por los trabajadores de salud comunitarios capacitados. Se
recomienda la hospitalización solamente en los casos graves.

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