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A BSTR AC T: In this article I explore in a comparative way the musical, cultural and political
practices of “Andean musical” groups of Buenos Aires (Argentina) and Puno (Peru), with the
aim to analyse how the performance allows the agents to generate feelings/emotions and
beliefs linked to an Andean community imaginary. This imaginary produces tensions that are
solved and lead into different ways: the religious in Puno and the politics in Buenos Aires. In-
stead of symbolizing or reflecting the “Andean world” in a complete way, these practices con-
stitute reflexives and conscious performances that lead to the invention of new courses and
identities for the musicians of these countries.
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R E SUM E N: En este artículo exploro de manera comparativa las prácticas musicales, culturales
y políticas de conjuntos de “música andina” de Puno (Perú) y Buenos Aires (Argentina), con
el objetivo de indagar cómo la performance permite a los sujetos generar determinados senti-
mientos/emociones y creencias vinculados con un imaginario andino comunitario. Este imagi-
nario produce tensiones que se resuelven y vehiculizan de distinta manera: desde lo religioso
en Puno y desde lo político en Buenos Aires. Estas prácticas, antes que simbolizar o reflejar de
manera totalizadora “el mundo andino”, se conforman como performances reflexivas y con-
cientizadoras de los procesos que conducen a la invención de nuevos rumbos e identidades
para los músicos de dichos países.
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Introducción
El presente trabajo tiene como objetivo explorar en las prácticas musicales,
culturales y políticas de grupos de “música andina,” en tanto modos de vivir
y adaptarse al contexto globalizado y a las nuevas problemáticas que surgen
en este proceso de resignificación de viejas tradiciones. Para ello propongo
“[L]os pitu como los siku están asociados en particular al ritual más im-
portante del año durante el cual se practican ofrendas a la divinidad de
la tierra, la Pachamama, y a las fuerzas tutelares, los Apu o “señores de
las montañas,” para que favorezcan en cantidad y en calidad las cosechas
futuras” (2007, 161).
Debido a su larga trayectoria, los guías suelen ser hombres de mayor edad
que el resto. La destreza musical se condice con una diferencia etárea y
étnica o cultural. Esta última es propia de las formaciones porteñas. En
aquellas integradas por personas descendientes de bolivianos, peruanos y
argentinos, los dos primeros serán privilegiados, mientras que en aquellas
formadas por descendientes de argentinos, se priorizará la destreza musi-
cal. Asimismo, observamos que en los conjuntos porteños, mujeres y hom-
bres comparten la ejecución y el baile, sin embargo, hasta el momento no
ha habido una guía o líder mujer. En los conjuntos puneños, sólo los hom-
bres ejecutan siku mientras las mujeres sólo bailan. Por eso, todas estas
diferenciaciones jerárquicas y reglas entendidas en términos instrumen-
tales, tienen como valor principal una “disciplina” que les permite contin-
uar en el tiempo, “por disciplina entendemos el amor propio. No quieres
que te ofendan, no quieres que te insulten, ni que te griten, te portas bien y
contribuís (. . .) es un sentido muy altruista” (Clever, sikuri de Puno).
Tanto en Puno como en Buenos Aires, el respeto hacia los “roles musi-
cales” en la formación y sus compromisos como tales, requieren por parte
de los guías una innovación continua sobre el repertorio, el ritmo y el uso
de las voces musicales sumado a un uso de la “energía”, “amor” y habilidad
por la música. Generalmente, es la persona que debe transmitir en gestos
y palabras aquello que él considera como la música que representa a su
formación. Sus insistencias en el ritmo, el “soplar bien la caña,” las “acen-
tuaciones,” “el repiqueteo,” el “alargar la nota” y otras cuestiones definidas
como propias de las músicas andinas, le imprimen respeto, admiración y
solidaridad por parte de los tocadores.12 Un ejemplo de estos valores reside
en cómo un guía en Buenos Aires me expresaba durante un ensayo: “cuesta
el vibrato”—el cual definió como “alargar la nota”—“el vibrato y la vida rá-
pida, efímera, actual no son compatibles,” agregó. La homología entre lo
social y lo musical construida entre el hecho de que “hoy todo es rápido”
y el tiempo que supone “alargar la nota” es contundente como dimensión
simbólica construida a partir de la reflexión social y musical.
Los guías son un puente mediador entre un mundo andino idealizado
y un presente de creatividad e innovación. Asimismo, son formadores de
legitimidades étnico-culturales definidas dentro de un imaginario social
utópico, a partir del cual comunican e imprimen un lenguaje musical,
sonoro, y corporal particular. En suma, es esta experiencia dialógica y co-
munitaria la que promueve dicha articulación de lenguajes, constituyén-
dose en un tipo de “práctica utópica andina.” Nos interesa puntualmente
cómo este tipo de prácticas producen sentidos y emociones vinculados al
“comunitarismo.”
Estos patrones sostenidos en el tiempo a través de la música, han depos-
itado en ella un tipo de sonoridad que nos remite a lo sensorial y lo emo-
cional. Como menciona Citro, “De alguna manera, es como si las músicas
Conclusiones
El campo de la etnomusicología vinculado a los estudios antropológicos
puede aportarnos importantes herramientas de análisis teórico y met-
odológico para comprender algunas situaciones que suceden en nuestras
etnografías, no sólo musicales. He considerado aquí algunas nociones que
puedan contribuir a comprender que estas prácticas interculturales musi-
cales no son residuos de antepasados ni cuerpos petrificados, sino claras ev-
idencias de nuevas interacciones y relaciones sociales en el contexto global.
En este sentido, hemos reflexionado acerca de los lenguajes corporales
tanto en la ronda musical como en la construcción de emoción e identidad
cultural y social. Asimismo hemos profundizado acerca de las prácticas de
creencias de los conjuntos de Puno y de cómo permean sus performances,
al tiempo que en Buenos Aires, son encuentros de discusión y debate. En
efecto, abordamos de qué modo algunas prácticas de ambas ciudades se
articulan y son comunes, mientras otras se proyectan y, a veces, mutan.
Para diferenciar los distintos sentidos y concepciones que para los sikuris
significa “hacer música andina” en la actualidad, he recurrido al término
de “imaginario comunitario andino,” concepto central que entra en tensión
con los modos de accionar de cada conjunto, desde el aspecto religioso al
político. Ambos son “experienciados” como sentidos que el “cuerpo emo-
cional andino” construye y que les permite a los conjuntos de ambas ciu-
dades, visualizar un supuesto comunitarismo grupal.
Finalmente, decimos que las performances musicales—y en concreto
las andinas—son tipos de comunicación particulares, con una intenciona-
lidad, motivaciones, sintonizaciones, energías y usos del cuerpo que difi-
eren de otras prácticas sociales y culturales convencionales. Los tocadores
eligen individualmente un tipo de performance que los contiene grupal-
mente, sea a partir de una construcción de “persona,” un impulso contra-
hegemónico y/o el placer de participar activamente en la construcción de
un mundo distinto.
Notas
1. Este trabajo ha sido realizado en parte con subsidios de la UBA (UBACYT
F821) y de la Agencia Nacional de Promoción de la Ciencia y la Tecnología
(PICT00273) otorgados a Silvia Citro.
2. Esta investigación doctoral abarca un período de trabajo de campo en Buenos
Aires desde el año 2006 a la actualidad. A esto se suma mi experiencia como sikuri
en esta ciudad durante el período 1997–2003. Durante los últimos dos años realicé
viajes a Perú, ensayando con algunos grupos de baile de los ensambles de sikuris,
ya que mi condición de mujer no me permitía ejecutar instrumentos de viento.
Asimismo, durante mi etapa de sikuri, realicé sucesivos viajes con conjuntos a
espacios sagrados y lugares comunes propios de las prácticas musicales andinas
en Bolivia y Perú. Mi nueva inserción como antropóloga en grupos musicales de
Buenos Aires implicó una reflexión de mis propias categorías acerca de la música
andina forjadas en el mismo campo. Este proceso me permitió el inicio de nuevas
relaciones intersubjetivas y una profundización de conversaciones pendientes con
líderes musicales. La apertura general de los grupos enlazó propuestas de trabajo
en conjunto, encuentros y ceremonias compartidas, dando lugar a provechosos
intercambios sobre aspectos político ideológicos y socioculturales. En cambio, al
no poder insertarme como mujer dentro de la ronda sikuri de los ensambles pune-
ños, mi participación y colaboración fue desde los grupos de baile, atravesando un
distinto y rico trabajo de campo desde un análisis de género y del cuerpo que se
dificultaba con los ensambles. Así y todo, las relaciones interpersonales con éstos
fueron igualmente fluidas y, a pesar de la distancia cultural entre Perú y Argen-
tina, los sikuris y bailarinas compartieron conmigo su celebración anual, con sus
ritmos musicales y sus modos de festejo. En estos, pude comprender la estrechez
de los lazos parentales y comunitarios y el fuerte compromiso con las tradiciones
locales, aspectos difíciles de sostener para las personas migradas a Buenos Aires
y, sin embargo, de gran peso en las narrativas y discursos del imaginario andino
bonaerense.
3. Véase Podhajcer 2005 a y b acerca de los procesos migratorios y su relación
con la música y la construcción de identidad en el contexto de la reinvención de una
fiesta católico popular, abordada en mi investigación de licenciatura en antropología.
4. Así se denomina a los presidentes de los suyus o territorios de asentamiento
de una comunidad.
5. El primero se realiza en Buenos Aires y en Puno, el segundo sólo en Puno.
Se trata de rituales enmarcados en la época de cosecha, el período Qapaj Raymi
(Baumann 1996, 24).
6. Véase Podhajcer y Mennelli 2009a, basado en un estudio comparativo entre
la Virgen de la Candelaria en Puno y la Pachamama en Humahuaca, pueblo ubicado
al norte de Argentina.
7. Estas culturas, de origen aymara y queshwa se hallan vigentes en el imagi-
nario social peruano. Particularmente, los diseños Moche con sikus son dibujados
en los bombos y estandartes de conjuntos de Puno y Buenos Aires.
8. Jjaktasiña irampi arcampi—“estar de acuerdo la ira y el arka” en voz aymara-,
es un instrumento bipolar íntegro, “un aerófono de soplo, de filo o flauta, sin canal
de insuflación, longitudinal, en juego, tubos principales cerrados y en forma de
balsa, sin corte en bisel, en escalera, con o sin resonadores, resonadores cerrados
o abiertos, forma trapezoidal o rectangular y tubos principales dispuestos en una
fila” (Valencia Chacón 2006, 58). Como explica el autor, gran parte de los sikus
presentan una “hilera principal”, que consiste en cañas que terminan en nudos
o tapones, con los que se afinan las cañas—a diferencia de la “hilera secundaria”,
compuesta por cañas abiertas que funcionan como resonadores—. Esta última está
afinada en la octava alta de la “hilera principal”—es decir, produce los armónicos de
esta hilera-, constituyendo las relaciones interválicas de los sonidos que muestra el
dibujo. Entre ira y arka se compone la escala diatónica (formada por tonos y semito-
nos), propia del siku bipolar.
9. La referencia a “mayor” o “siete” refiere a que el ira siempre tiene una caña
más, aunque no necesariamente siete cañas. Como veremos, la cantidad de las mis-
mas varía acorde al tamaño dentro de la familia de instrumentos.
10. Según Langevin (1990, 121), “tropa es a menudo un término genérico que de-
scribe a (. . .) un número ideal (y a menudo real) de flautistas en el grupo”. Si bien
en Puno encontramos referencias similares, en Buenos Aires, “tropa” designa al
grupo de instrumentos (sin número fijo, aunque más de doce) compuesto por las
tres voces mencionadas.
11. Turino menciona que “[D] durante una interpretación, los conjuntos de si-
kuris [de Conima] tienen dos guías—uno ejecuta la ira y el otro el arka—que for-
man una unidad binaria. Uno de estos, sin embargo, sirve como guía principal del
conjunto en los roles que describiremos más adelante. Los otros tipos de conjuntos
[de Puno], tienen un solo guía” (1998, 77). Los conjuntos del Depto. de Puno se car-
acterizan por constituirse en “instituciones musicales”, por lo cual los guías tienen
un rol complejo que se inserta en una red de otras instituciones y autoridades del
Perú. En Buenos Aires, el rol del guía está explicitado pero no asume todas las re-
sponsabilidades concernientes al grupo.
12. Por otra parte, estas instancias performáticas que luego analizaremos, con-
struyen memoria y son marcos constitutivos de un tipo de etnicidad relacionada
con procesos históricos pre y poscoloniales.
13. Concepto propuesto por Milton Singer (1972, en Turner 1988, 23). Dejando
de lado los análisis estructuralistas, Singer se centró en los sistemas simbólicos y en
la vida sociocultural, ampliando su concepto de performance a todas aquellas uni-
dades de observación desarrolladas en un tiempo delimitado por un principio y un
fin—pautados culturalmente-, un programa de actividades, una audiencia, un con-
junto de performers, una ocasión especial y un lugar determinado de realización.
14. Parto de la idea de un cuerpo socialmente construido y constitutivo de una
agencia individual y social, conformada en situaciones de empatía y reciprocidad
que dan lugar a un entramado de relaciones sociales y performances elaboradas.
15. Este corporativismo le permite al conjunto “salvar las pifiadas” individuales o
de la pareja, que consisten en “alargar las notas” o “acortarlas”—soplidos de cañas
específicos a cada melodía que se está ejecutando-. Este manejo del sonido musical
reside justamente en la unidad sonora espesa que logra concretar el conjunto.
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