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Universidad Academia de Humanismo Cristiano.

Escuela de Gobierno y Gestión Pública.

Administración Pública.

“Tránsito de la razón natural a la razón subjetiva”

Curso: Subjetividad y razón en el mundo moderno.

Unidad: I, Paradigma de la razón natural o paradigma ontológico.

Fecha: 27/09/2019.

Estudiante: Ariel Campos Delgado; Administración Publica.

Docente: Valeria Cabrera.


Introducción

En el presente trabajo evaluado, responderé y desarrollaré dos planteamientos a resolver


seguido, cada uno, de preguntas las cuales dejaran en evidencia el conocimiento
interiorizado proveniente de la lectura de distintos textos y de las clases presenciales, pero
que su objeto y esencia es medir lo comprendido referente al paradigma de la razón natural
y su tránsito a la razón subjetiva. Además, la manera de desarrollar y responder cada una de
las cuestiones, mencionadas al comienzo, tiene por formato el uso de una estructura
argumentativa, es decir, una introducción, desarrollo y conclusión.

Preguntas a responder:

1-Identificar y explicar los desplazamientos que sufre “la razón natural” en los momentos
fundacionales del pensamiento occidental: paso del mito al logos/giro antropológico. ¿Por
qué estos momentos pueden considerarse pre-subjetivos?

2-Identificar y explicar los momentos clave del argumento cartesiano en el Discurso del
método que abren paso a la configuración de la subjetividad moderna. ¿Por qué a partir de
estos planteamientos se genera un tránsito de la razón natural a la razón subjetiva?
Desarrollo
1- Para comenzar a hablar de razón natural se hace necesario saber que se entiende por cada
uno de estos conceptos; Razón, es la facultad de discurrir, es decir, la aptitud para inventar,
idear o pensar algo; Natural, es lo perteneciente o relativo a la naturaleza o conforme a la
cualidad o propiedad de las cosas (Ambos conceptos extraídos desde la RAE). Entonces
podemos decir que razón natural es la capacidad y característica inmanente del ser humano
de pensar e idear cuestiones, es decir, es parte de su ser o naturaleza. Analizando un
periodo histórico-filosófico, encontramos que la razón natural, en su forma primera o
inicial, era la forma o manera única de interpretar y explicar el mundo, lo que ocurría, sus
fenómenos, es decir, la cosmovisión de todos los fenómenos, en especial los naturales, eran
explicados desde esta razón natural. Para circunscribir este periodo y dejar en evidencia la
cuestión planteada anteriormente nos referiremos a un personaje ilustrativo para ello:
Salomón, Rey de Israel (965-928 a.C).

Salomón, además, es claro ejemplo de lo que precede a la concepción del “logos”, que es el
Mito. En este periodo, bajo la circunscripción del personaje mencionado, la imagen del
sabio no es aquel que lleva consigo una gran acumulación de conocimientos y experiencias,
sino que el ser sabio proviene de “una suerte de comunicación con las divinidades o lo
divino”. Para mejor comprensión de lo anterior me remitiré a lo escrito por un gran filósofo
chileno en su texto “Breve Historia de la Filosofía”:

“La sabiduría consiste, en último término, en una relación entre dos voluntades: la
Voluntad de Dios que es confidencia y don, y la voluntad humana, la del sabio, atenta a la
palabra y a los signos de aquella otra Voluntad” (Humberto Giannini, Catalonia 2005, p.
13).

En síntesis esta razón natural, en principio, está íntimamente relacionada con el “mito” que
en términos simples es tender a divinizar todo lo que nosotros entendemos como
fenómenos naturales. Digo en principio dado que esta cuestión tiene su tránsito y evolución
a lo que posteriormente será el “logos”. Esta evolución es un proceso en que el saber ya no
depende de la iniciativa de un Dios, sino de una pregunta que se dirige directamente a las
cosas (ontológico) y, en ese preguntar, es donde podemos encontrar este concepto llamado
o conocido como “logos”:

“preguntar supone que las cosas pueden mostrarse en su verdad, revelar lo que son desde
ellas mismas (…) el primer interrogado fue el Cosmos” (Breve Historia de la Filosofía,
Humberto Giannini, Catalonia 2005, p.16).

Lo anterior citado es meridano ejemplo de lo que refiere al logos. Ese “logos” se evidencia
específicamente en la búsqueda del “Arje”, es decir, del principio, un origen. Ello es lo que
incita a los primeros filósofos del periodo “cosmológico” a preguntarse el porqué de ciertos
fenómenos. Thales propone como el ‘Arje’ el agua, Anaximandro lo infinito e
indeterminado, Anaxímenes el aire, Heráclito decía que éste está en el movimiento y es un
incipiente atisbo de lo que más tarde “cristalizara” Hegel con su Idealismo- Dialectico, y
más tarde Marx brindándole un cimiento científico con el “Materialismo-Dialectico”.

En síntesis este paso del mito al logos es esta búsqueda del arje (principio) que intenta dar
una explicación racional a los diversos fenómenos (naturales), es decir, se trata de
comprender la naturaleza a través de una base racional y no divina.

Para terminar de explicar lo que antecede a la razón subjetiva, es decir, la razón natural, me
remitiré al “giro antropológico” que, para efectos de síntesis, se “formaliza” con Sócrates.
Sócrates y Platón son fiel reflejo de este nuevo giro y evolución en lo referente a la “razón
natural” (Para efectos de cumplir con lo máximo de las planas por respuesta seré breve y
concreto en adelante). Este giro antropológico no es más que “la preocupación por el
hombre”. Surge la necesidad de comprender la vida humana, tanto en sí misma, sus
relaciones con dios, y la de unos con otros (entre individuos), en un mundo donde prolifera
la vida ciudadana. En Sócrates y Platón, surge la necesidad de preparar (teórica y
prácticamente) a las generaciones y ciudadanos para enfrentar un nuevo tipo de vida
(ciudades-estados): asambleas, tribunales, gobiernos etc... Sócrates enfrenta a aquellos que
“emulan ser sabios”, es decir, los sofistas. Para estos (sofistas) el discurso es útil en la
medida en que persuade, es decir, pura retórica. Ante ello Sócrates busca la verdad y,
también, la verdadera sabiduría para crear sujetos íntegros y no vanos. ¿Cómo? A través de
la “Mayéutica”, es decir, hacer parir la verdad a través del dialogo, específicamente en las
preguntas de uno sobre el otro para “engendrar” el conocimiento. Platón es empedernido en
querer que los gobernantes sean los mejores, ya que son los que dirigen al pueblo, por tanto
mediante la separación del mundo sensible (apariencia de la realidad) del mundo inteligible
(lo real, consiste en recordar lo que ya sabe nuestro espíritu) busca en este último “la idea
del bien” que debe ser conocida por los gobernantes (a través de la dialéctica) para dirigir a
los ciudadanos hacia “la luz” (verdad) y sacarlos de las sombras, es decir, de la caverna. Lo
anterior es lo que refiere a este giro antropológico.

Todo lo anterior es pre-subjetivo dado que es un proceso progresivo en donde cada vez se
avanza hacia cuestiones más “particulares”, es decir, primero, las respuestas se encuentran
en lo divino, en los dioses (mito). Posteriormente, se busca dar respuestas racionales a los
fenómenos naturales buscando un principio, el “arje”. Finalmente el giro antropológico nos
acerca al estudio de nuestro ser, es decir, la preocupación por el ser humano. Así nos
acercamos cada vez más hasta llegar, con Decart, a la razón subjetiva anclada en la
“racionalidad”. En síntesis lo pre-subjetivo, es decir, la razón natural no está en el
individuo, sino externo a él, esta fuera del sujeto, en lo contemplativo. Es pre-subjetivo,
porque damos un uso a la razón, pero no seguida de un método, y menos buscamos las
respuestas, “una verdad”, de lo externo a partir del sujeto, del individuo, es decir y más bien
dicho, a través del pensamiento como sí lo evidenciaremos en el discurso del método de
Decart. En fin, lo pre-subjetivo tiende a lo “ontológico”. Lo subjetivo a lo epistemológico.
2-Decart desde pequeño fue educado en instituciones de elite, es decir, la mejor educación.
Y le aseguraban que por medio de ellas se podía adquirir un conocimiento diáfano y seguro
de todo cuanto es útil para la vida. Al concluir su proceso educativo y académico fue
entonces en donde se percató que estaba lleno de dudas, en efecto se sentía ignorante. Así
las cosas, se dedicó a viajar, a conocer y fue entonces donde se agudizaron las dudas de
todo el conocimiento interiorizado dado que lo que en su ciudad se concebía como verdad,
por ejemplo las costumbres, en otros pueblos y países no lo eran, y es ahí en donde su
avidez por distinguir lo verdadero de lo falso se cristaliza. Se hallaba en Alemania en el
contexto de la guerra de los treinta años, además nada lo animaba a compartir en el ámbito
social, por tanto permanecía el día entero solo, en casa, al lado de una estufa entregado a
sus pensamientos. En uno de sus primeros pensamientos dice lo siguiente:

“(…) no hay tanta perfección en las obras compuestas de varios trozos y hechas por las
manos de muchos maestros como en aquellas en que uno solo ha trabajado” (Discurso del
Método, Descartes, Editorial Gredos. p. 109).

En esta cita encontramos un atisbo del trabajo que realiza en su método. Nos remitiremos a
otra cita para aclarar y explicar lo que más adelante expondremos, que será su método:

“(…) opiniones, a las que hasta entonces había dado mi crédito, no podría yo hacer nada
mejor que emprender de una vez la labor de suprimirlas, para sustituirlas luego por otras
mejores o por las mismas, cuando las hubiere ajustado al nivel de la razón. (…) por este
medio, conseguiría dirigir mi vida mucho mejor que si me contentaste con edificar sobre
cimientos viejos y me apoyase solamente en los principios que había aprendido siendo
joven, sin haber examinado nunca si eran o no verdaderos” (Discurso del Método,
Descartes, Editorial Gredos. p. 111).

En esta cita encontramos cuestiones muy interesantes como suprimir cuestiones que no
estén ajustadas a su razón, es decir, todo aquello que no sea concebido desde el uso de su
propia razón no tendría por qué ser interiorizado como una verdad, en efecto acá
vislumbramos lo referente a la duda y posteriormente el cogito ergo sum.

“Eliminó”, o más bien, se abstuvo de considerar como verdadero todo aquello que le
produjera la más mínima duda, dado que esta conlleva en sí un desuso de la razón porque
previamente interiorizo algo de lo cual no estaba seguro o que no fue producto del uso de la
propia razón:

“(…) Deseando yo (…) ocuparme tan solo de indagar la verdad, pensé que debía hacer lo
contrario y rechazar como absolutamente falso todo aquello en que pudiera imaginar la
menor duda, con el fin de ver si, después de hecho esto, no quedaría en mi creencia algo
que fuera enteramente indudable” (Discurso del Método, Descartes, Editorial Gredos. p.
123).
Lo anterior, fue lo que lo llevo a crear un método, propio, que le permitiese el conocimiento
de todas las cosas de la que fuese capaz, es decir, un método que lo acercara a la
certidumbre y la verdad y lo alejara de la incertidumbre y la duda. Así establece cuatro
preceptos imprescindibles para su método:

A) No admitir como verdadero alguna cosa, sin que antes se presente claramente y de
manera evidente que lo es.

B) Dividir cada una de las dificultades, para examinarlas, en tantas partes sean necesarias
para comprenderlas y solucionarlas.

C) Conducir ordenadamente los pensamientos, comenzando por lo más simple y fácil, e ir


progresivamente, ordenadamente ascendiendo en el nivel de complejidad hasta los más
compuestos.

D) Hacer en todos los pensamientos y pasos una “retroalimentación”, es decir, una revisión
integral y general para llegar a estar seguro de no omitir nada. (Los cuatro preceptos
explícitamente están expuestos en: Discurso del método, Descartes, Editorial Gredos.
P.114).

En síntesis el método expuesto ayudara a llegar a contemplar las verdades por el uso de la
propia razón, guiada por un método: el deductivo, es decir, desde lo simple que es general a
lo específico que es particular. En palabras de Decart (en cuanto al uso del método):

“(…) Acostumbrar mi espíritu a saciarse de verdades y a no contentarse con falsas


razones” (Discurso del Método, Descartes, Editorial Gredos. p. 114).

En su avidez por desprenderse de todo lo interiorizado, de toda duda, llega a pensar que
todo es falso dado que todas las cosas que habían entrado hasta ese momento en su espíritu
revestían ese carácter, pero ante esa cuestión llega a la siguiente reflexión:

“Pero advertí luego que, queriendo yo pensar, de esa suerte, que todo es falso, era
necesario que yo, que lo pensaba, fuese alguna cosa; y observando que esta verdad: yo
pienso, luego soy, era tan firme y segura (…) juzgue que podía recibirla, sin escrúpulo,
como el primer principio de la filosofía que andaba buscando” (Discurso del Método,
Descartes, Editorial Gredos. p. 124).

Es ahí en donde reside el cogito ergo sum, y aquel “primer principio de la filosofía” no es
más que el principio del racionalismo, es decir, es aquí en donde se evidencia la razón
subjetiva. De este modo podemos concluir que estos planteamientos generan un tránsito de
la razón natural a la subjetiva porque se busca una respuesta o verdad en el ser racional, es
decir, en el pensamiento. La razón subjetiva no es más que dirigir la razón por un método
correcto que genere conocimiento objetivo, es decir, separar al sujeto del objeto. Si en la
razón natural el conocimiento surge de la contemplación, acá surge desde el sujeto,
particularmente del pensamiento, es decir, por uso de la razón guiada por un método
adecuado.

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