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Empleamos las siguientes abreviaturas:
D1S{ discurso del narrador
D^í discurso mixto o subjetivo
DIL, discurso indirecto libre; DILa, discurso indirecto libre, reproducción del habla; Dilb, discurso
indirecto libre, reproducción del pensamiento.
DDL, discurso directo libre. DE) discurso directo. DI,discurso indirecto.
Las citas y números de páginas entre paréntesis, corresponden a la edición: María Luisa Bombal,
La Amortajada (Buenos Aires, Ed. Andina y Coedición Orbe, Chile, 1971). La obra se publicó
por primera vez en Argentina bajo el sello de Sur (1938). Fue traducida al inglés y publicada en
Nueva York por Farrar & Strauss (1948).
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JORGE LUIS BORGES, 'La Amortajada», reseña en Revista Sur 8, N.° 47, (1938).
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LUCÍA GUERRA, p. 79, ha testimoniado una expresión de la autora en entrevista personal de oc-
tubre de 1977, al definir a su protagonista de este modo: «Una mujer que contempla a otra mujer y
siente compasión por lo que le ocurrió en vida y sólo comprende en la muerte.»
* Hemos definido el discurso indirecto libre —recurso estilístico— como «una forma del dis-
curso caracterizada estructuralmente por generarse a partir del discurso indirecto, con la omisión de
verbos introductores y nexos. Esta transformación (según la terminología de Chomsky) tiene una
gran importancia en el campo estilístico porque abre nuevos caminos a la expresión. (El discurso in-
directo libre en la novela argentina) tesis doctoral, The Catholic University of America, Washington,
DC, 1968, publicada en Porto Alegre en 1975).
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CEDOMlL GoiC, en «La Amortajada», El Cronista, Chile, 25-XI-1976, p. 5, habla de «una
narración de primer grado asentada por un narrador básico, ajeno al mundo narrativo y separado del
personaje protagónico, pero que guarda una distancia mínima con él, puesto que se identifica con el
punto de vista de la amortajada.» Ni Guerra, ni Goic emplean el tecnicismo discurso mixto que in-
tegra los llamados medios contextúales, pero ambos evidentemente se están refiriendo a lo mismo.
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Vuelve el verano y, con él, Ricardo al fundo vecino, para pasar sus va-
caciones. Ella ha ido hasta allí; pero le informan que llagó cansado y está
durmiendo. A la noche siguiente, sueña, y en su temor, llega caminando
a la escalera y cae al vacío. A consecuencia de ello, pierde la criatura.
Cambio de discurso. Vuelve el narrador, que da cuenta del cobarde
abandono de Ricardo. Cada uno siguió un camino diferente. Ahora está
ahí y se atreve a mirarla.
La pregunta en discurso indirecto libre, danza en el aire: «¿Era preci-
so morir, para saber ciertas cosas?» (44). Luego, un discurso mixto, y de
éste, al monólogo interior: «¡Ah, Dios mío, Dios mío! ¿Es preciso morir
para saber?» (45).
Un espacio en blanco, recurso tipográfico frecuente en la autora, se-
para un diálogo irreal. Alguien la llama a caminar por callejuelas de cés-
ped. Pero luego se siente tendida boca arriba en el lecho.
Después entra su padre, ya anciano. En seguida, Alicia, la hermana
que ha sufrido el desdén del marido, la muerte de su hijo, y que está re-
zando junto a ella. Evoca los años de niñez y el convento donde se edu-
caron, cuando Sor Marta apagaba las luces del largo dormitorio. Aflora
un pensamiento acerca de Dios y del sentido de Dios que tenía cuando
niña. Nunca le había gustado mirar un crucifijo:
Salvo una muerta, nadie sabe ni sabrá jamás cuánto lo han hecho su-
frir esas numerosas efigies de su mujer, rayos por donde ella se evade
a pesar de su vigilancia. <No entrega acaso un poco de su belleza en cada
retrato? ¿No existe acaso en cada uno de ellos una posibilidad de co-
municación? (56)
Vuelve el monólogo interior D D y aquí se funden el pensamiento de
la madre y el del hijo, en estilística ambigüedad. La frase final, un voca-
tivo, coloca las palabras en boca de Ana María: «¡Oh Alberto, mi pobre
hijo!»
Otro espacio y otra escena. Aparece Fernando. Un hombre moreno y
enjuto está a su lado. El pensamiento de Ana María se expresa en DIL:
«¡Que se vaya. No quiero oírlo!» En cambio, Fernando se comunica en
diálogo interior. El medio contextual es un discurso directo libre, DDL:
Ana María, levántate! Levántate! Levántate para quitarme día a día
la vida y la alegría. Pero levántate, levántate! (56).
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Prolepsis temporal o anticipación. Ver. G. GENETTE, p. 105,
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Toda anacronía constituye en relación al relato en que se inserta un relato temporalmente se-
cundario, subordinado al primero en una especie de sintaxis narrativa. Para éste y otros aspectos de
la analepsis ver GÉRARDGENETTE, pp. 90-105.
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Hemos estudiado el DIL en El discurso indirecto libre en la novela argentina (Porto Alegre;
Pontificia Universidade Católica de Rio Grande do Sul, 1975).
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Coincidimos con el enfoque de Dorrit Cohn para el «monólogo narrado», especialmente el
lírico, al cual se ajusta La Amortajada. Véase «Narrated Monologue», Comparative Lkerature, 118
(Spring, 1966), 97-112. Véase también su interesante obra Transparent Minds. Narrative Modes For
Presenting Consciousness in Fiction (Princeton, Princeton University Press, 1978).
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Las palabras del marido se van deslizando también en DIL, esta vez,
ya no pensado sino hablado, DILa, pero a través del recuerdo de Ana
María.
Hay un paralelismo contrastivo en el motivo del ramo de azahares con
su simbólica sinestesia, «que alentaba una azucarada fragancia» y el del fi-
nal de este fragmento. Ella, recién casada, el escuchar al marido enamo-
rado evocarla sonriendo en la época del noviazgo, recuerda que mientras
tejía se enredaba «un borrascoso pensamiento» y un hombre que no po-
día olvidar, el de su primer amor, Ricardo. La economía verbal está cen-
trada aquí en la imagen del ramo de azahares y en su «malsano aroma que
la adormecía». La hipálage «malsano» va a anticipar su infelicidad:
«¿Cómo decir que se había casado por despecho?» (94).
Sobreviene la incomprensión. Antonio la engaña muchas veces. La es-
cena de la chinela azul merece destacarse12. Antonio regresa de una cace-
ría. Ella, demorada, contempla, cerca de la puerta, el dormitorio en de-
sorden. Antonio, creyéndose solo, se acerca al velador y tropieza con una
chinela de cuero azul:
Y entonces —oh entonces— ella vio y nunca pudo olvidarlo —bru-
talmente, con rabia, casi la arrojó lejos de mí, de un puntapié (101).
Se produce para esa mujer un despertar cruel. Comprende que ha sido
sólo una de las múltiples pasiones de Antonio. Interesa en ese recuerdo
la situación y el juego polifónico de las distintas voces en contraste con
su dolor 13 :
Era una mañana de sol... Contra los vidrios empavonados de la ven-
tana, golpeaban en multitudes las libélulas. Del jardín subían los gritos
de los niños persiguiéndose con la manguera de regar.
Tener que peinarse, que hablar, ordenar y sonreír.
¿La señora está triste con un tiempo tan lindo?
¡Mamá, ven a jugar con nosotros... ¿Qué te pasa?
¿Por qué estás siempre de mal humor, Ana María?
Tener que peinarse, que hablar, ordenar y sonreír (103).
El color azul le impresiona sobremanera: «Los cipreses se recortaban inmóviles sobre el cielo
azul; el estanque era una lámina de metal azul; la casa alargada una sombra aterciopelada y azul. [Lo
subrayado es nuestro] Quietos, los bosques enmudecían como petrificados bajo el hechizo de la no-
che, de esa noche azul de plenilunio» (p. 36). Azul es también la alfombra que ella cuidaba tanto y
que sus hijos llamaban «playa».
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MIKHAIL BAKHTIN, crítico ruso postformalista, ha hecho la distinción entre la novela mono-
lógica (representada por el único punto de vista del autor), y la novela dialógica o polifónica, donde
existen personajes que se oponen a la ideología del propio autor y asumen sus propios discursos. Bakh-
tin aborda también del problema de la narración representada (DIL). Véase La poétique de Dos-
toievsky, (París, Seuil, 1970)
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«Cuarto de alojados», dice el texto en un claro chilenismo.
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EDENIA GUILLERMO, JUANA AMELIA HERNÁNDEZ, 'La Amortajada», en Quince novelas his-
panoamericanas (Nueva York, Las Américas Publishing, 1971), p . 103.
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Revista Ercilla, 17 de enero de 1940 apud. LUCÍA GUERRA CUNNINGHAN, op. cit., p. 76 («Ma-
ría Luisa Bombal quiere ser actriz, vivió en el Sur, le gusta el misterio y escribe novelas»).