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Supuestos de las grandes escuelas filosóficas

La expresión “Grandes Escuelas Filosóficas” es un concepto muy amplio que ha


sido utilizado en el tiempo para poder agrupar a célebres filósofos de acuerdo
rasgos comunes en su manera de pensar o de proceder en relación con la filosofía,
ordenados en lo que llamamos corrientes del pensamiento. Dichos actores datan
desde la edad antigua hasta la edad contemporánea.

Para analizar los supuestos de estas corrientes filosóficas, estudiaremos a sus


principales representantes y principios que los caracterizan:

Materialismo:

Para el materialismo no sólo lo real es material, sino que la causa de todas las cosas
de la naturaleza y del "alma" humana se explican exclusivamente a partir de la
materia y los movimientos de esa materia en el espacio. Materialista es toda aquella
doctrina que afirma que toda causalidad ha de ser remitida exclusivamente a un
principio o entidad material, es decir, que la única causa de las cosas es la materia.

Las cuatro formas elementales de materialismo son:

1. El materialismo metafísico: Es aquella teoría que afirma que no existe más


substancia que la materia. Sus primeros defensores fueron Demócrito y Leucipo
(S. V – IV a.C.), para los cuales el universo deriva causalmente y está compuesto
de infinitos átomos regidos por leyes necesarias producto de los choques de esos
átomos entre sí en el espacio vacío. Todos los seres de la naturaleza se explican
por combinación de átomos y vacío y su heterogeneidad depende de la diversidad
atómica en cuanto al número, la forma, la magnitud y la posición. El atomismo de
Demócrito está presente en la filosofía de Epicuro y Lucrecio, así como en las
teorías del sensismo o en las del biólogo alemán Ernst Haeckel.

Demócrito Leucipo

2. El materialismo metódico: Hobbes (1588-1679) utilizó el materialismo como


método genético para explicar la realidad, es decir, para analizar cómo se genera
algo a partir de sus componentes materiales (corpóreos). En su tratado De corpore,
que era una parte de una trilogía filosófica, Hobbes afirma que el único objeto de
conocimiento es lo corporal, pues sólo lo que actúa (movimiento) o sufre la acción
de otro puede denominarse real. Ni siquiera el alma o el espíritu se sustrae a esta
concepción materialista y mecanicista del universo: todo se reduce a cuerpos en
movimiento y el conocimiento deriva de la sensación: encuentro de dos cuerpos (el
percipiente y lo percibido) que se hallan en movimiento.
Hobbes

3. El materialismo práctico o moral: Es toda aquella doctrina según la cual los


fines últimos a los que se dirige el hombre, aquello que le traerá la felicidad o el
bienestar se basa u obtiene a través de bienes materiales (corpóreos). Así, pueden
denominarse como tales las prácticas que tienen como guías de la conducta el
placer, la salud e incluso la riqueza. El hedonismo ético
de Epicuro (341-270) se incluye dentro de esta
corriente y se halla íntimamente unido a su teoría
materialista del universo, aunque, por otra parte,
proponía como compensación un sabio cálculo entre
los placeres, así como un prudente autodominio como
condición indispensable para alcanzar el goce, el
placer. El utilitarismo moral de J. Bentham (1748-1832)
sigue los principios básicos de la búsqueda de placer,
pero entendiendo éste como aquello que conduce a la
Epicuro felicidad al mayor número posible de personas dentro
de una comunidad. Dentro de esta corriente encontramos también a J.S. Mill (1806-
1873).

4. El materialismo psicofísico: Es aquella doctrina que afirma que cualquier


actividad espiritual humana depende de una causa material, que puede ser
entendida en términos de actividad nerviosa o cerebral (fisiología). Desde la
concepción del Hombre máquina de La Mettrie, hasta la obra de David Hartley,
Joseph Priestley o Holbach, este tipo de materialismo hace derivar toda función
humana de la actividad orgánica, eliminando, por lo tanto, cualquier tipo de dualismo
que le otorgue al alma o al espíritu una existencia separada, real, e independiente
del cuerpo. Con Huxley y Cllifford, la conciencia y sus estados se convierten en
epifenómenos de los procesos orgánicos (nervisosos), que sin embargo, no pueden
operar sobre aquello que los ha generado, de la misma manera que la sombre de
un objeto nada puede sobre el objeto que la produce.

El materialismo dialéctico y el materialismo histórico.

Por materialismo dialéctico se entiende la concepción del mundo mantenida por


Engels (1820-1895) y seguida por numerosos filósofos comunistas, según la cual
sólo existe una realidad material que posee un carácter dialéctico, esto es: la causa
de sus cambios y movimientos tiene lugar por la lucha de contrarios inherente a la
propia materia y su continua contradicción. Ahora bien,
los cambios que se producen en ese universo material,
del cual la conciencia es un epifenómeno, obedecen a
tres leyes universales: 1) la ley de la unidad y lucha de
contrarios, a partir de la cual se produce todo
movimiento y cambio (evolución) en la naturaleza así
como su diversificación en multiplicidad de seres; 2) la
ley de transición de la cantidad y la calidad y viceversa
y 3) la ley de la negación de la negación, que es una
síntesis en la que se selecciona lo mejor y más útil a la
Engels par que se produce un desarrollo hacia una nueva
manera de ser.

El materialismo de Engels es una teoría evolucionista que, tomando elementos de


la dialéctica hegeliana, deduce resultados orientados hacia lo mejor: un verdadero
progreso, cuyo motor es la contradicción y cuyos cambios cuantitativos surgen de
cambios cualitativos. El materialismo histórico, término elaborado por Engels para
denominar el pensamiento de Karl Marx (1818-1883), es una ciencia social de
carácter científico que afirma que la causa determinante de toda realidad histórica
y social se fundamenta en su estructura económica. En palabras de Engels, Marx
ha probado que " hasta el presente toda la historia ha sido la historia de la lucha de
clases; que estas clases sociales en lucha las unas con las otras son siempre el
producto de las relaciones de producción y de cambio, en una palabra, de las
relaciones económicas de su época, y que así, en cada momento, la estructura
económica de la sociedad constituye el fundamento real por el cual deben explicarse
en última instancia toda la superestructura de las instituciones jurídicas y políticas,
así como de las concepciones religiosas, filosóficas y de otra naturaleza de todo
período histórico. Con ello el idealismo ha sido expulsado de su último refugio, la
concepción de la historia, y se ha dado una concepción materialista de la historia"
El materialismo dialéctico y el histórico de Marx y Engels fue desarrollado por
Vladímir Ilich Lenin en su obra Materialismo y empiriocriticismo, en la que despliega
una dura crítica a las filosofías idealistas de Mach, Avenarius, Pearson y otros.

Fuente:
http://concurso.cnice.mec.es/cnice2006/material003/Recursos%20Materiales/Term
inos/Materialismo.pdf

Realismo:

Es el nombre que se le da a cierta forma filosófica de pensar inaugurada por Platón


y Aristóteles, desarrollada y refinada en la Edad Media y que sobrevive en el
momento actual.

La Filosofía Realista se opone a las doctrinas fundamentales del idealismo y el


materialismo metafísico, al relativismo ético y al subjetivismo epistemológico.
Mantiene que la filosofía es una ciencia por sí misma, un conjunto sistematizado de
conocimiento verdadero, y que sus principios y sus juicios se basan en evidencia
objetiva a disposición de cualquier observador.

1. Aún cuando los filósofos realistas puedan estar en desacuerdo en algunos


temas específicos prácticos o en la aplicación de los principios realistas sobre
algún problema particular, todos los filósofos realistas concuerdan en tres
tesis básicas : Existe un mundo verdadero, un mundo constituido por seres
sustanciales relacionados entre sí, quienes existen independientemente de
los deseos y las opiniones humanas, un mundo que el hombre no ha hecho
o construido.
2. Las sustancias y las relaciones que son parte de este mundo con una
existencia real pueden ser conocidas por la mente humana, tal y como son
en sí mismas. La verdad es la correspondencia entre la mente y la cosa, y la
certidumbre es posible; el criterio de veracidad lo es la evidencia objetiva, en
cualquier forma que se presente ante la mente conocedora
3. Tal conocimiento puede constituir una guía fuerte e inmutable para la acción
individual y social y resulta, de hecho, la única guía confiable para el
comportamiento humano, individual y social.

Cualquier teoría realista, en cualquier campo del conocimiento, deberá evaluarse a


partir de los datos originales de la experiencia, conforme se adquieren, ya sea
mediante los sentidos o mediante la razón. De esta manera, toda disciplina realista
resulta radicalmente empírica.

Las principales disciplinas de la filosofía realista son:

La Metafísica Realista: que es el estudio del ser o la primera filosofía, que examina
el hecho de la existencia que descubre la razón en cada dato empírico, de cualquier
tipo. Aquí se incluye las subdisciplinas de la ontología (estudio del ser como tal), la

cosmología (estudio de los seres materiales), la antropología filosófica (estudio de


los seres animados, incluyendo al hombre) y la teodicea (el estudio filosófico de
Dios o de la Causa Primera).

La Epistemología Realista y La Lógica: en relación al estudio del conocimiento


humano y de cómo, mediante conceptos y otras representaciones mentales,
conocemos objetos extramentales y de cómo deben conjugarse los conceptos en
proposiciones y argumentos, si van a ser el instrumento del conocimiento verdadero,
en cualquier campo.

La Ética Realista: que se refiere al estudio del bien humano y de aquéllos actos
requeridos por la naturaleza humana para su perfeccionamiento, incluyendo los
hábitos del libre albedrío o virtudes, que deberán ser desarrolladas para producir
dichos actos, así como el bien común de todos los individuos, que es la culminación
de la acción relacional, incluyendo las estructuras de colaboración de hábitos y
decisiones, que se necesitan para alcanzar estas metas. La ética, en su carácter de
filosofía aplicada, incluye las sub-disciplinas de la estética, la filosofía política, la
filosofía social, la jurisprudencia, la filosofía de la educación, la filosofía de la historia
y la filosofía de la religión.

LA INFLUENCIA DE PLATÓN: La Filosofía Realista le debe a Platón el acierto de


separar entre la facultad de sentir, mediante la cual aprehendemos algo que se
encuentra en cambio permanente respecto a nosotros, y la facultad de razonar,
mediante la cual aprehendemos algo que es inmutable. Este conocimiento es
alcanzado mediante conceptos o ideas, que son universales, inmutables e
invisibles. Los conceptos y las ideas resultan muy diferentes de las cosas
materiales, que son individuales, cambiantes y visibles.

Platón pensó que el universo en que vivimos es


independiente de nosotros, no hecho por nosotros, y
que permanece, a pesar de cualquier cosa que
podamos pensar o desear. Más aún, que el universo es
muy complejo y que probablemente incluya muchas
cosas, sobre las que no tengamos conocimiento
alguno. El hombre es un ser compuesto, con un cuerpo

Platón material y con algo que lo mueve y lo anima, a lo que


él llamó el alma o la psique. El cuerpo y las otras cosas están en un estado constante
de cambio y son la mezcla de dos componentes: algo vago e indefinido, de donde
emergen, y una forma definida que los hace ser lo que son.
LA INFLUENCIA DE ARISTÓTELES: Platón dejó muchas cuestiones filosóficas sin
plantear y sus teorías no son claras. Le tocó a su pupilo Aristóteles (384-332 A.C.)
el siguiente desarrollo sistemático del pensamiento filosófico realista.

Aristóteles no aceptaba muchas de las doctrinas de


Platón y se dedicó a componer muchos de los
errores de éste. Aristóteles sistematizó la filosofía y
construyó una visión comprensiva del mundo que
resulta sobresaliente.

Utilizó el conocimiento científico de su tiempo,


mucho de este, resultado de sus propias
investigaciones y análisis, lo que lo llevó a una
filosofía con un sólido cimiento empírico.
Aristóteles
La escuela Aristotélica sobrevivió hasta el Siglo III D.C. Entonces, la filosofía Griega
empezó a declinar, una vez que se separaba de los principios que firmemente había

plantado Aristóteles. Cierta revisión del Platonismo, llamada Neo-Platonismo,


empezó a tomar su lugar. Aún peor, algunas escuelas filosóficas nuevas, como el
Estoicismo y el Epicureanismo, empezaron a atraer estudiantes. Estas nuevas
escuelas eventualmente desembocaron en un escepticismo filosófico que
acompañó el derrumbe cultural de Grecia y del Imperio Romano.

LA INFLUENCIA DE SANTO TOMÁS DE AQUINO: Por muchos años el trabajo y


el pensamiento de Aristóteles se perdió para el mundo occidental. Sin embargo,
durante el Siglo XII, sus trabajos empezaron a permear en Europa occidental y el
valor de la filosofía de Aristóteles fue reconocida
por algunos estudiantes del Cristianismo, de ese
periodo, particularmente Alberto El Grande y
Santo Tomás de Aquino.

Fue Santo Tomás quien finalmente tuvo éxito en


trabajar sobre una síntesis realista mas
comprensiva y penetrante, basándose en los
Santo Tomás de Aquino
principios de Aristóteles. Sus trabajos forman parte de los grandes clásicos de la
filosofía realista.

No obstante, existen problemas en la gran síntesis desarrollada por Santo Tomás.


Su trabajo está comprometido con algunas observaciones científicas que ahora
sabemos que son falsas. Su subordinación ante la teología Católica ha producido
muchos problemas. La filosofía social de Santo Tomás, contiene nociones, que para
los estándares actuales, resultan inaceptables, como es la defensa de la esclavitud.
Haciendo esto a un lado, la síntesis Tomista se mantiene como un gran logro en la
historia de la filosofía.

Desafortunadamente, en lugar de corregir los errores y defectos del sistema de


santo Tomás de Aquino, los filósofos que vinieron después de él, empezaron a ir
dentro de modos no-realistas de pensamiento. Sus teorías trajeron un declinamiento
del realismo y proporcionaron las bases para lo que sería conocido como filosofía
“moderna”, un movimiento que ha conducido hacia el caos intelectual que el día de
hoy vemos que nos rodea.

Fuente:

http://www.conductitlan.net/seminarios/realismo_filosofico.pdf

Racionalismo:

Es una corriente filosófica que surgió en el siglo XVII en la Europa continental y cuyo
máximo exponente es Renné Descartes. Aunque encontramos ya desde los
comienzos de la filosofía occidental rasgos racionalistas (metafísicos) en
Parménides (él, si recordamos, afirmaba la plena racionalidad del mundo y de esa
afirmación derivaba la NO existencia de movimiento [flecha-diana]). Cabe destacar
también el racionalismo gnoseológico de Platón (aunque él no creía que solo por
medio de las ideas se pudiera alcanzar el conocimiento, así que no coincidía del
todo con los preceptos racionalistas), posteriormente hacen diversas aportaciones
Leibniz, Spinoza o Pascal y, por supuesto, el racionalismo de Descartes quien creía
que la geometría representaba el ideal de todas las ciencias. También mantenía
que solo por medio de la razón se podían descubrir certezas universales, es decir,
verdades evidentes en si mismas. Descartes defendía que estas verdades eran
innatas (aquí está la relación con Platón y su Reminiscencia). Las obras de
Descartes en las que expone sus argumentos son “El discurso del método” y
“Meditaciones metafísicas”.

Existen cuatro (4) tipos de Racionalismo: todos


ellos incluyen en sus preceptos que la única fuente
de conocimiento válido es la razón.

1. Racionalismo epistemológico o
gnoseológico que se entiende como la corriente
opuesta al empirismo surgido en las islas
británicas.
Renné Descartes 2. Racionalismo metafísico que afirma que
la realidad es de carácter racional y está gobernada por un principio
inteligible, accesible al pensamiento humano. También se le llama
Racionalismo platónico (en el que el mundo de las ideas sería el mundo
inteligible creado por la razón por medio de la dialéctica). También se le llama
Racionalismo hegeliano (en el que la realidad coincide en último término con
la autorrealización de la razón o Espíritu). Hegel es el que llevará a cabo el
desarrollo histórico más importante en el racionalismo durante el siglo XIX
dentro del idealismo alemán. Se opone al irracionalismo.
3. Racionalismo psicológico, que sería el tercer tipo según el cual la razón
(entendida como pensamiento) es superior a la emoción y a la voluntad. Esta
corriente se opone al emotivismo.
4. Racionalismo religioso que niega el Teísmo (que exige que la religión sea
revelada al creyente) explicando racionalmente aquellos fenómenos
considerados milagrosos. (Por tanto los racionalistas religiosos creen que los
principios religiosos son evidentes en si o innatos).
Las características principales del racionalismo son:

 Plena confianza en la razón humana a la que otorgan un valor extremo


sosteniendo que es la única facultad susceptible de alcanzar el conocimiento
ya que dicen que los sentidos nos engañan.
 Los racionalistas defienden que la mente humana posee ideas innatas. En
Descartes las ideas innatas y en particular la de Dios (Res Divina) garantiza
y es el pilar desde el que construir con plena certeza todos los saberes, a
partir de ellas por medio de un método se obtienen las demás.
 Este método es de carácter matemático, es el deductivo, que persigue la
unificación de todas las ciencias (creando una Mathesis Universalis). Esta
ciencia sería universal y racional, válida para todo hombre.
 El racionalismo basa la metafísica en la idea de substancia (aquello que
existe en sí mismo) aunque no todos los racionalistas admitieron la existencia
de las tres substancias propuestas por Descartes que son: La Res infinita
(que se identificaría con Dios) la Res cógitans (que es el pensamiento del yo)
y la Res extensa (que es lo material).
 De esta premisa se deriva un dualismo mecanicista que concibe el mundo
como una gran máquina (sin finalidad alguna) que se explica por choques de
materia en el espacio y atracciones de fuerzas invisibles explicadas con la
física.

Fuente

http://miguelangel.begueria.es/wp/wp-content/uploads/2009/04/racionalismo.pdf

Empirismo:

Es la corriente filosófica que afirma que el origen y el valor de nuestros


conocimientos dependen de la experiencia. Entendido de esta manera, tanto
Aristóteles, como Tomás de Aquino o Bacon pertenecerían a esta corriente. Pero
bajo el rótulo de empirismo inglés se engloba el pensamiento desarrollado por los
filósofos británicos, Hobbes, Locke, Berkeley y Hume, durante los siglos XVII y XVIII,
opuesto al racionalismo. Esta época histórica coincide con una etapa de grandes
cambios políticos y sociales. Surge en este momento
la reivindicación de ciertos derechos individuales de
carácter universal, así como el interés por la
participación en las decisiones políticas que
representa la idea de la democracia. Tanto una como
otra cuestión van a reflejarse en las obras de los
empiristas ingleses, y muy en particular de los dos
autores que se tratarán en este tema. Inglaterra vive
en estos momentos el nacimiento de la monarquía
Locke parlamentaria y la lucha por la libertad política
individual, frente al despotismo monárquico, y por la libertad de culto, frente al
extremismo puritano. La actitud empírica reside, en
líneas generales: - En un método de pensamiento que
reivindica el carácter fáctico del conocimiento: la
experiencia es la fuente, criterio de validez y límite del
saber (desconfianza de todo aquello que no venga
avalado por la experiencia). En líneas generales, los
presupuestos básicos del empirismo respecto a la
fuente, los límites y la posibilidad del conocimiento son
los siguientes: * la realidad exterior ha de estudiarse a Berkeley
través de los datos de la experiencia, tal y como éstos se presentan a nuestra mente.

* no hay ningún conocimiento innato o a priori. * todo conocimiento es experiencia


o se deriva de la experiencia, que se nos da mediante una colección de impresiones
sueltas e inconexas que luego se enlazarán mediante leyes de conexión, cuyo
origen empírico debe ser explicado. - Como método de conocimiento, el empirismo
busca en la observación inmediata los datos del conocimiento, que conectará
mediante la inducción. - Reivindicación de la Física (saber inductivo) como modelo
del saber (la deducción queda confinada al ámbito de la matemática.
David Hume consideraba que el saber debía ser ante
todo una guía para la vida práctica. Su identificación
del conocimiento válido con aquel reductible a la
experiencia le llevó a la crítica a la metafísica, a la
religión y a todo tipo de saber supersticioso o
intolerante.

A. LA CIENCIA DEL HOMBRE: El estudio de la moral


Hume en Hume aparece inserto dentro de su pretensión de
desarrollar una ciencia del hombre que se hace
imprescindible, puesto que todas las ciencias (lógica, estética, política...) guardan
alguna relación con la naturaleza humana. Ella serviría de fundamento para las
demás ciencias. El desarrollo de dicha ciencia ha de seguir el método experimental.
Esta pretensión se refleja en A Treatise of Human Nature: Being an Attempt to
introduce the experimental Method of Reasoning into Moral Subjects. (1739–40)

La intención de Hume es extender los métodos de la ciencia newtoniana a la misma


naturaleza humana, aplicando el método inductivo desde el estudio de los procesos
psicológicos humanos y el comportamiento moral. Descubrimos así en Hume tanto
su faceta como filósofo del conocimiento, interesado en establecer los límites del
conocimiento humano, como otra faceta de filósofo moral interesado en descubrir
los principios que gobiernan nuestros juicios morales.

B. EL PROBLEMA DEL CONOCIMIENTO

1. LOS ELEMENTOS DEL CONOCIMIENTO

Hume no estaba satisfecho con la manera en que Locke utilizaba el término "idea"
para referirse a todo aquello que conocemos, por eso divide los contenidos del
conocimiento en dos clases: - Impresiones: conocimiento por medio de los sentidos.
- Ideas: representaciones o copias de las impresiones en el pensamiento (más
débiles, menos vivas). Todas nuestras ideas proceden de las impresiones. Surgen
por debilitación de las impresiones.
2. FACULTADES DEL CONOCIMIENTO:

- La imaginación es la facultad que asocia las ideas según tres leyes de asociación:
* semejanza, * contigüidad en el tiempo y en el espacio * causa y efecto - La
memoria es la otra facultad mediante la cual las impresiones reaparecen en la mente
como ideas, pero ésta preserva el orden y la forma de las impresiones originales,
mientras que la imaginación lo trastoca libremente.

3. TIPOS DE CONOCIMIENTO

- Conocimiento de hechos: basado en la experiencia, en las impresiones.

- Relaciones de ideas: formuladas en proposiciones analíticas y necesarias.


(ejemplo, "el todo es mayor que la parte", este es un razonamiento que se basa en
la relación entre las ideas de todo y parte. Prescindiendo de que haya en la realidad
“todos” y “partes”, esta proposición será siempre verdadera. La relación entre estas
ideas es, en cuanto tal, independiente de los hechos). * incluyen proposiciones
lógicas y matemáticas * cabe certeza * cuidado: aunque todas las ideas proceden
de la experiencia, la relación entre estas ideas es independiente de los hechos.

4. RADICALIZACIÓN DE LAS TESIS EMPIRISTAS

Las impresiones como criterio de certeza y límite del conocimiento: * Criterio de


certeza: una idea es cierta si podemos señalar la impresión de la que procede. *
Límite del conocimiento: caemos en el error cuando nuestras ideas no se basan en
impresiones.

5. LA IDEA DE CAUSA.

5.1. Si aplicamos el criterio anterior al conocimiento factual de hechos nos damos


cuenta de que, en sentido estricto, éste queda reducido a: * nuestras impresiones
actuales * nuestros recuerdos (ideas) actuales de impresiones pasadas. Si nuestro
conocimiento se reduce a impresiones de hechos no podemos tener impresiones
de futuro. Nuestra certeza acerca de lo que ocurrirá en el futuro se basa en
inferencias causales.

5.2. Crítica a la idea de conexión necesaria * Concebimos la relación entre causa y


efecto como una conexión necesaria. * Tal conexión no es necesaria sino fruto del
hábito, de la costumbre de haber observado en el pasado que siempre que sucedió
lo primero, sucedió también lo segundo.

6. CONOCIMIENTO Y CREENCIA

De los hechos que trascienden nuestra experiencia actual o la memoria no tenemos


conocimiento sino creencia (basada en el hábito). Pero la creencia es suficiente
para la vida práctica.

Fuente:

http://aav-
sofia.weebly.com/uploads/9/8/0/3/9803920/la_corriente_empirista_eng.pdf

Idialismo:

Por idealismo podemos entender fundamentalmente dos cosas: un idealismo de los

ideales y un idealismo de las ideas.

El primero se refiere a la esfera de la praxis, abarcando tanto presupuestos éticos


como políticos en el sentido de "situación ideal" En este último caso, el idealismo se
convierte en utopismo.

El idealismo de las ideas posee una índole más filosófica que el anterior, y hace
referencia a toda doctrina que afirma que el sujeto (la conciencia, el "yo", la mente,
o el espíritu) es el punto de partida y el origen de toda reflexión sobre el mundo.
Esto quiere decir que la realidad no es conocida por sí misma y que conocer no es
adecuar el pensamiento a las cosas, a lo "dado". Antes bien, es la propia realidad
la que ha de inferirse de las "ideas" y representaciones que tenemos sobre ella. Es
el sujeto es punto de partida de todo conocimiento, aquel que otorga sentido e,
incluso, "construye" o crea la realidad.

El idealismo de las ideas afecta, por lo tanto, tanto a aspectos gnoseológicos


(pregunta por el conocimiento, su origen y sus límites) como metafísicos (pregunta
por el "ser" de aquello que conocemos). Lo que sea el ser va a identificarse con lo
que auténticamente puedo conocer de él. El ser es lo cognoscible con evidencia y
se identifica con lo dado o contenido en la conciencia, aunque esto no implica
necesariamente que todo idealismo reduzca el ser a un contenido de conciencia o
que postule que el sujeto "construye" o produce toda realidad.

Tipos generales de idealismo.

1. Si la conciencia o el sujeto se considera como algo real o como una entidad


psíquica e individual, nos hallamos frente a un idealismo subjetivo o psicológico. Es
la conciencia individual la dadora de ser, y éste último se reduce a lo percibido por
mí. La entidad del ser es psicológica al igual que la actividad de la conciencia. Dentro
del idealismo subjetivo podemos encuadrar tres corrientes:

A. El idealismo del filósofo empirista G. Berkeley (1685-1753):. El ser de las "cosas"


se agota en su ser percibido, es decir: identifica "ser" con "ser percibido"

B. La rehabilitación por parte del empiriocriticismo del idealismo de Berkeley,


representado por la filosofía de Avenarius.

C. La filosofía gnoseológica de la inmanencia desarrollada desde finales del siglo


XIX, cuyos máximos exponentes serían Wilhelm Schuppe, Max Kaufmann,
Schubert-Soldern, Martin Keibel e incluso el propio Mach y Avenarius.

2. Tomando como criterio de distinción el tipo de conciencia, podemos considerar


otra forma de idealismo distinta a la anterior, el idealismo objetivo o lógico-
trascendental, para el cual, la conciencia se concibe desde un punto de vista ideal
y general, no real e individual. La conciencia no es una entidad empírica o
psicológica, sino un sistema de estructuras lógicas, un sujeto general e, incluso,
universal. A esta corriente pertenecen:

A. El idealismo trascendental de Kant (1724-1804), para el que el conocimiento es


fruto de una síntesis entre lo dado al sujeto cognoscente (un material desordenado
y caótico) y lo aportado o "puesto" por ese mismo sujeto en el acto de conocer:
ciertos esquemas previos (formas puras a priori), a través de los cuales se organiza
y estructura ese material. La universalidad y necesidad de las leyes que observamos
en las matemáticas, la lógica y en la naturaleza provienen de la estructura
cognoscitiva del sujeto. Es el sujeto el que impone sus leyes, no la realidad exterior.

B. Actualmente se entiende por idealismo a la corriente filosófica denominada


idealismo alemán, representada por Fichte (1762-1814), Schelling (775-1854) y
Hegel (1770-1831) que fue continuada por otros filósofos como Schopenhauer y
Bradley. Surgida como una transformación del pensamiento kantiano, el idealismo
alemán sostiene que el mundo es el producto de una Idea o Razón Absoluta (infinita
y universal), de carácter histórico, cuyo despliegue en el tiempo constituye lo que
llamamos mundo, historia, hombre y los productos de la humanidad.

C. La fenomenología de Edmund Husserl (1859-1938) también puede ser incluida


en esta forma de idealismo. El yo, la conciencia, ocupa un lugar central en su
doctrina y es el punto de partida de su filosofía. El yo puro se obtiene como una
depuración realizada a través de la reducción trascendental. La conciencia pura no
es una "realidad" o una "substancia", sino que es "pura inteligibilidad".

D. Así mismo, puede considerarse perteneciente a esta clase de idealismo a la


Escuela de Marburgo, de orientación neokantiana, cuyos principales representantes
son Hermann Cohen (su fundador), Paul Natorp y Ernst Cassirer.

De todas formas, estas corrientes no agotan el sentido del idealismo. Así,


Heimsoeth postula que la primera actitud idealista en la historia de la filosofía surge
en el cristianismo, fundamentalmente con la figura de San Agustín (354-43), el
primero que reivindica la interioridad, la intimidad como punto de partida de todo
conocimiento.

Para Etienne Gilson, sin embargo, el primer filósofo idealista es René Descartes
(1596-1650), cuyo idealismo sólo puede ser considerado como algo provisional; un
punto de partida, no de llegada, ya que, al final, defiende un realismo metafísico,
garantizado por Dios, y al margen de la conciencia empírica objetiva: existe una
realidad externa, la res extensa, y una res infinita o Dios.

Así mismo, podemos considerar como idealista la tesis que afirma que son las ideas
las que determinan de manera radical los procesos históricos. Denominado
idealismo histórico, este postulado ha sido defendido por autores como Hegel o
Augusto Comte (el padre del Positivismo). Frente a esta tendencia se alzará el
materialismo histórico de Karl Marx, para el cual las ideas pertenecen a una
"superestructura" que está condicionada por la estructura económica de la
sociedad, su verdadera base real, y no a la inversa.

Fuente:

http://concurso.cnice.mec.es/cnice2006/material003/Recursos%20Materiales/Term
inos/Idealismo.pdf

Positivismo:

La instancia antifilosófica más consistente de la modernidad procede de una


interpretación ideológica de las ciencias que tomó el nombre de positivismo. El
pensamiento de su fundador, Auguste Comte, influyó en gran medida en la visión
del mundo que prevaleció en las naciones industrializadas y desarrolladas en buena
parte del siglo XIX y, desde ellas, se extendió a otros países. Durante el siglo
siguiente, esta doctrina fue reformulada de modo más preciso y sutil por el
neopositivismo. Aunque algunas de las tesis centrales del positivismo y del
neopositivismo han sido abandonadas, otros aspectos —particularmente su
cientificismo y la negación de la metafísica— no están superados: siguen presentes,
aunque no tanto en el ámbito de la filosofía académica como en la enseñanza de
las ciencias, en el mundo cultural en general y en los medios de comunicación.

Características generales

Con el término “positivismo” se suele indicar una corriente de pensamiento de


carácter filosófico-cultural, dominante en Europa durante buena parte del siglo XIX,
particularmente en Francia, Inglaterra, Alemania e Italia. El movimiento alcanzó
también Estados Unidos y América latina. Debe su nombre a Saint-Simon —que lo
usó por primera vez en el Cathéchisme des industriels, publicado en 1823—, pero
fue precisado y popularizado, sobre todo, por Auguste Comte (1798-1857), que es
considerado el padre del positivismo.

El término “positivo” tiene distintas acepciones. Significa lo que tiene su origen en


un acto institucional, divino o humano, que ha sido establecido; se opone, por tanto,
a natural, estable o eterno y, en este sentido, se habla, por ejemplo, de derecho
positivo, o de religión positiva. Según otra acepción, que sigue más de cerca la
etimología (positum = “lo dado”, “el dato”), significa lo dado en la experiencia y, en
consecuencia, lo directamente accesible a todos. Comte asume este segundo
significado: para él, positivo indica, sobre todo, lo que es “real” (opuesto a ficticio o
abstracto, o quimérico), lo observable, lo que puede controlarse experimentalmente,
de manera que se sustrae a toda duda, es decir, lo “cierto”. En una tercera acepción,
positivo significa también “fecundo”, “eficaz”, “útil”. Este significado es aceptado
también por Comte: positivo es lo útil, lo utilizable en beneficio del hombre, sobre
todo, a través del dominio de la naturaleza. Finalmente, para el fundador del
positivismo, el término positivo incluye el significado de “orgánico”, es decir, aquello
que se puede relacionar en un conjunto dotado de unidad, de sistematicidad.

Suelen distinguirse el positivismo científico y el filosófico. El primero sería un modo


de entender la ciencia, que se limita a afirmar que el conocimiento científico debe
atenerse exclusivamente a los “hechos” o fenómenos observables, a su descripción
y a la formulación de las leyes que los relacionan. Esta modalidad del positivismo
no niega la metafísica, al menos explícitamente. El positivismo filosófico, en cambio,
niega a priori la metafísica, al considerar que los hechos empíricos puros son la
única base del conocimiento, vanificando la pretensión de ir más allá de lo empírico.

«Todo lo que no es estrictamente reducible al simple enunciado de un hecho


particular o general, no puede tener ningún sentido real o inteligible» [Comte 1965:
54].

Esta versión se centra principalmente en la doctrina de Comte, que marca el inicio


de lo que propiamente se entiende por positivismo: el sistema que considera objeto
de conocimiento únicamente los hechos de experiencia y sus conexiones; se debe
abandonar, por tanto, la pretensión ilusoria de alcanzar la realidad en su esencia y
en sus causas reales. El objeto de la ciencia no será ya la investigación de la causa,
sino la determinación de las leyes invariables a las que están sometidas las
realidades naturales. El positivismo limita el saber al estudio matemático de los
fenómenos sensibles [Comte 1973: 188-189].

Por otra parte, el conocimiento de las leyes no tiene otro sentido que hacer posible
la previsión racional de los hechos futuros, permitiendo el dominio sobre las cosas:
conocer para prever y dominar. El propio Comte hace notar la filiación baconiana de
estas ideas, al recordar la identificación que estableció el filósofo inglés entre ciencia
y poder (scientia et potentia in unum coincidunt). La especulación positiva no
pretende ser contemplación de la verdad, visión de las cosas, sino posesión de la
ley de sucesión de los fenómenos para dominar el curso de los acontecimientos
naturales. El único valor de la ciencia consiste, entonces, en proporcionar la base
teórica para la acción del hombre sobre las cosas. En el positivismo, el conocimiento
científico ha quedado reducido a técnica, a instrumento de poder [Comte 1973: 76-
77].

Comte entendió la nueva ciencia como la forma más prometedora de acceso a la


realidad y como la mejor apuesta a favor del progreso humano. Su capacidad de
previsión la convertía en instrumento perfecto para el dominio racional del universo
y de la sociedad. El positivismo llegó al extremo de ver en la ciencia un sustitutivo
de la filosofía y de la religión, un saber absoluto, capaz de resolver todos los
problemas y de liberar de todas las miserias humanas: la ciencia venía a ser la
religión de los tiempos modernos.

Esta corriente de pensamiento se desarrolló en el siglo XIX, cuando las ciencias


experimentales —separadas ya de la filosofía— habían alcanzado un desarrollo
antes no imaginado. En matemáticas pueden citarse las aportaciones de Cauchy,
Weierstrass, Dedekind y Cantor; en geometría, las de Riemann, Bolilla, Lobachevski
y Klein; en física los logros de Faraday, Maxwell, Helmholtz, Joule y Clausius; en
química, los trabajos de Mendeléiev y von Liebig; en biología, los de Bernard,
Pasteur y Koch. En Europa, la revolución industrial estaba cambiando radicalmente
el modo de vivir. Era una época en la que aumentó enormemente la producción y la
riqueza, creció la red de intercambios comerciales, y la medicina se mostraba capaz
de vencer enfermedades que, hasta entonces, habían angustiado a la humanidad.

Para muchos de los filósofos e intelectuales del siglo XIX, la física newtoniana era
la forma definitiva de la ciencia y, por eso, la imagen verdadera del mundo. Se
pensaba que el desarrollo científico iba a consistir en su aplicación a los diferentes
ámbitos (incluido el humano). Toda la realidad parecía estar regulada por leyes
mecánicas, de tal modo que, conociéndolas, se podría determinar con precisión el
pasado y el futuro. El éxito de la ciencia newtoniana —interpretado
ideológicamente— acabó por transmutar lo que en realidad era un método válido
(mecánica) en una filosofía mecanicista. El positivismo hizo suya esta visión
mecanicista y determinista de la realidad, y difundió la idea de un progreso humano
y social imposible de detener, pues la ciencia disponía —a su entender— de los
instrumentos capaces de solucionar todos los problemas.

El positivismo comtiano

La variedad fe actitudes y de planteamientos que se acaban de describir,


constituyen el humus en el que nace el positivismo comtiano. Su contexto es
primordialmente el enciclopédico, con una extremada valoración de la ciencia y con
grandes preocupaciones de reforma social.

Auguste Comte (1798-1857) nació en Montpellier. Estudió en L’École Polytecnique


de París, prestando particular atención a las Matemáticas. Posteriormente trabajó
como secretario y colaborador de Saint-Simon, con el que completó su formación
científica y filosófica. Comenzó a tomar forma entonces en él la idea de una
reconstrucción moral e intelectual de la sociedad, por medio de la ciencia y de la
técnica. En 1822 escribió el Plan des travaux scientifiques nécessaires pour
réorganiser la societé, obra que se reeditó de nuevo con el título de Système de
politique positive. Comenzó a dar clases a un grupo de discípulos, actividad que
hubo de interrumpir en varias ocasiones debido a crisis nerviosas. Fruto de estas
lecciones es el Cours de philosophie positive, del que publicará posteriormente un
sumario con el título de Discours sur l’esprit positif.

El encuentro con Clotilde de Vaux en 1845 inauguró una nueva etapa de su


pensamiento en la que imprime un carácter religioso a su filosofía, desarrollando el
proyecto de una nueva religión. La última fase del pensamiento de Comte está
expuesta en el Discours sur l’ensemble du positivisme (1848) y, sobre todo, en el
Système de politique positive ou Traité de sociologie instituant la religion de
l’Humanité (1851-1854).

Toda su doctrina se apoya en la conocida ley de los tres estadios, según la cual, el
desarrollo humano individual, la historia y la evolución de cada uno de los saberes
atraviesa necesariamente tres estadios: el teológico o ficticio, el metafísico o
abstracto y el científico o positivo.

El primer estadio responde a la necesidad de dar una explicación a los eventos y


fenómenos. Inicialmente, el hombre atribuyó el curso de los fenómenos a la acción
de causas trascendentes. En el estadio metafísico, se sustituyen las causas
trascendentes por entidades y esencias, inmanentes a los fenómenos y abstractas.
Finalmente, llega el estadio positivo, en el que se abandona la pretensión de lograr
una explicación última de la naturaleza, para atenerse a los hechos y a la
formulación de las leyes que los coordinan. Comte afirma explícitamente que la
teología sirvió como punto de apoyo para el esfuerzo humano de comprender, y
como programa inicial de la praxis que llevará progresivamente a lo largo de la
historia, hacia el dominio científico-tecnológico de la naturaleza. Es segundo estadio
es, en realidad, transitorio, mero puente de paso hacia el estadio científico-positivo,
que es el definitivo [Comte 1973: lec 1]. Una vez que la humanidad ha alcanzado
este último estadio, la religión y la metafísica tradicionales pierden cualquier valor
cognoscitivo, y quedan sustituidas totalmente en esta función por la ciencia, aunque
la religión continúa existiendo para satisfacer una exigencia puramente sentimental.

Esta ley fundamental del progreso individual, cultural y social contiene la crítica a la
religión y a la metafísica, la declaración de su positivismo y la propuesta de un nuevo
sistema de las ciencias.
Omitimos aquí la valoración crítica de la ley en cuanto tal y de las descripciones de
detalle de cada uno de los estadios, para exponer brevemente la concepción
positivista de la ciencia y la vertiente sociológico-política del positivismo comtiano.

Según Comte, el método científico se caracteriza por prescindir de la búsqueda de


causas reales. Las ciencias se limitan a establecer relaciones entre los fenómenos
observables y a encontrar las leyes que los relacionan, con la finalidad de prever los
hechos futuros, logrando así el dominio de la naturaleza.

Para Comte no hay más conocimiento que el científico-positivo. En su clasificación


de las ciencias, el criterio fundamental es la exclusión de todas las disciplinas que
pretendan ir más allá de los hechos. Quedan fuera del saber la teología, la
metafísica y la moral, aunque esta última la resuelve en la sociología. El elenco
comtiano de las ciencias se reduce a seis. En orden de complejidad creciente son:
Matemáticas, Astronomía, Física, Química, Biología y Física social, después
llamada Sociología. La Sociología ocupa un puesto fundamental y culminante, pues
Comte pensaba que en establecerse de esta ciencia con el método positivo, tendría
como resultado el orden social. La tesis política de Comte es clara: la unidad y la
paz social a través de la unidad del método [Comte 1973: lec 1]. Consideraba que
el método positivo era la fuerza capas de realizar la unidad espiritual entre los
hombres.

En la visión comtiana, el hombre queda reducido a un ser natural, que responde a


las leyes universales en gran parte previsibles. En consecuencia, el poder político
debe estar en manos de los científicos y, concretamente, de las personas que
conocen las leyes que forman la ciencia más alta, la Sociología o Física social.
Concibe así un estado regulador y planificador. Pero, al advertir que un tal
sometimiento de la libertad individual a la autoridad sólo es posible por motivos
religiosos, introduce la exigencia de religiosidad. Comte, que había declarado
superada la religión con el advenimiento del estadio metafísico y, más aún, del
positivo, recurre a ella nuevamente en la época científica como instrumento
necesario para la reforma sociológica. En su etapa final, Comte propone la
Humanidad concebida como un todo, bajo el nombre de “Gran Ser” (Grand Étre)
como objeto de culto en la nueva religión positivista.

Cabe preguntarse finalmente por el lugar de la filosofía en el cuadro comtiano de


los saberes. A la filosofía corresponde, según Comte, promover el “espíritu
científico”, controlando que todos los trabajos queden dentro de este espíritu. Al
comienzo de su Curso de Filosofía positiva, Comte afirma que esta filosofía no es
más que una enciclopedia de todas las ciencias, el sistema de los conocimientos
universales y científicos ofrecidos en una sola visión total. Quien esté interesado en
una exposición más detallada de la vida, obras y pensamiento de este autor, puede
consultar la voz correspondiente (Auguste Comte).

El neopositivismo

En el siglo XX, la visión cientificista propia del positivismo fue reformulada por el
Círculo de Viena con los recursos de la lógica matemática y de la filosofía del
lenguaje. Su precedente más inmediato está en la tradición empirista de Ernst Mach
(1838-1916). La epistemología de este autor considera que la ciencia se refiere sólo
a los fenómenos tal como se presentan en la experiencia, de tal modo que pretender
alcanzar una realidad más allá sería una aspiración “metafísica” imposible de
realizar. La perspectiva de Mach, además de fenomenista, es instrumentalista, al
afirmar que la ciencia tiene como único objetivo la “economía de pensamiento”, es
decir, la formulación de teorías que no pueden considerarse verdaderas o falsas,
sino solamente útiles con vistas a la predicción.

En 1895 se creó en la Universidad de Viena una cátedra de Filosofía de las ciencias


inductivas para Mach, quien la ocupó hasta 1901. Desde allí se extendió la influencia
de la filosofía empirista y anti-metafísica centrada en el estudio del conocimiento
científico. En 1922 ocupó esta cátedra Moritz Schlick (1882-1936). Su prestigio e
influencia hicieron que se viera rodeado de filósofos y científicos de tendencia
empirista y anti-metafísica, que darían vida a lo que se llamó el Círculo de Viena
(Die Wiener Kreis). Entre los exponentes principales se encontraban, además de
Schlick, Rudolf Carnap (1891-1970), Otto Neurath (1882-1945), Hans Hahn (1879-
1934) y Kurt Gödel (1906-1978). Otros autores importantes –Karl Raimund Popper
y Ludwidg Wittgenstein- frecuentaron el Círculo sin formar parte del movimiento.

En 1929 publicaron su manifiesto programático, que tenía como título La visión


científica del mundo (Die Wissenschaftliche Weltanffassung). Este proyecto
continuaba, en el siglo XX, el espíritu de la Ilustración y de la Enciclopedia. Su
objetivo primordial era unificar todo el saber siguiendo el método y el lenguaje de la
física (fisicalismo). En la línea del positivismo de Comte, afirmaron que todo
conocimiento válido se reducía al que proporcionan las ciencias experimentales, y
que éstas se limitaban a relacionar los fenómenos observables, sin traspasar el
ámbito de lo positivamente dado por la experiencia. No había cabida para un
conocimiento “metafísico” que vaya más allá de la observación experimental.

La pretensión de validez exclusiva de las ciencias empíricas la fundamentaban,


siguiendo a Mach, en el criterio empirista de significado: una afirmación acerca de
los hechos sólo tiene significado (o sentido) si existe algún procedimiento empírico
para comprobarlo. Por tanto, si un enunciado es empíricamente verificable,
entonces tiene sentido; si no lo es, se trata de un aserto sin sentido, del que ni
siquiera puede decirse que sea verdadero o falso, puesto que es un enunciado mal
construido. En consecuencia, los enunciados metafísicos como ¿existe Dios?, ¿qué
es la libertad?, ¿existen normas morales que derivan de la naturaleza?, serían
pseudo-proposiciones, puesto que es irracional formular preguntas que no pueden
ser contestadas con los métodos experimentales. La metafísica sería simplemente
expresión de actitudes emotivas, útil quizá para la expresión de sentimientos
subjetivos, pero incapaz de afirmaciones verdaderamente objetivas y racionales.

Para el neopositivismo, la totalidad de la realidad es estudiada por las ciencias. La


función de la filosofía se limita a aclarar el sentido de las proposiciones (enunciados)
o sea, al análisis lógico mediante el cual se delimita qué proposiciones tienen
sentido y cuáles no lo tienen (criterio de demarcación, que se reduce al criterio
empirista de significado y, en definitiva, al principio de verificación empírica).
Los fundadores del Círculo de Viena estaban convencidos de que la metafísica y la
teología llevaban a perderse en pseudos-problemas. Esta convicción no era un
resultado, sino la hipótesis fundamental de su trabajo. Partieron de un intento anti-
metafísico programático.

Se trata de una nueva modalidad del cientificismo. Mientras en el antiguo


positivismo la negación de la metafísica y de Dios se veía como resultado de un
progresivo avance de las ciencias, que serían capaces de llegar en el futuro a
resolver todos los problemas, teóricos y prácticos, en el neopositivismo
(desmoronada ya la fe optimista en las capacidades de la ciencia), se afirma de un
modo más cauto y sutil que existen problemas carentes de sentido y se restringe el
campo de los problemas “dotados de sentido” a los que la ciencia puede de hecho,
al menos en principio, afrontar y resolver. Con esta perspectiva, ya no tiene sentido
esforzarse por demostrar que Dios no existe; el nuevo positivismo se dispensa de
argumentar el discurso metafísico y teológico, porque afirma que el problema de
Dios ni siquiera existe como problema cognoscitivamente sensato, aunque pueda
aparecer como emotivamente importante. De este modo se ha terminado por negar
a la filosofía el derecho a tener problemas cognoscitivos verdaderamente suyos y
se ha limitado su función a la de reflexionar sobre los elementos de conocimiento
que proporcionan las ciencias [Agazzi 1983: 113-116].

El principio de verificación empírica —todo conocimiento válido ha de apoyarse, en


última instancia, en enunciados acerca de los hechos observacionales— como
criterio de significado es contradictorio. En efecto, si toda proposición debe ser
empíricamente verificable para poder poseer un significado, hay que reconocer que
el principio de verificación mismo no es verificable empíricamente. Él mismo es un
enunciado sin sentido.

Además, el principio de verificación empírica no es aplicable ni siquiera en las


ciencias, pues todo concepto o magnitud científica, todo enunciado, incluso los que
describen los fenómenos más sencillos, contienen conceptos teóricos que no
pueden reducirse a una simple colección de observaciones. Nunca se llega a
obtener una base empírica donde la observación esté completamente separada de
una actividad intelectual de comprensión, construcción e interpretación. Cuando se
dice: hoy, a las 12.00 la temperatura era de 25 ºC, esa afirmación se refiere a la
experimentación, pero no es un simple resultado de relacionar entre sí percepciones
subjetivas o datos de observación. Comporta medias, escalas, acuerdos,
estipulaciones, etc. Si se admitiese en la práctica el principio de verificación
empírica, habría que eliminar de las ciencias todas las construcciones teóricas.
Además, la verificación sensible no es un proceso aislado, sino que supone una
estimación global de una serie de pruebas múltiples y heterogéneas en relación con
una teoría completa.

En realidad, el criterio empirista de significado estaba destinado a eliminar la


metafísica, pero para conseguirlo se establecieron unas exigencias que ni siquiera
podían ser satisfechas por los enunciados de las ciencias experimentales. De ahí
que Popper afirmase con razón que «los positivistas, con sus ansias de aniquilar la
metafísica, aniquilan junto con ella la ciencia natural» [Popper 1977: 36]. En efecto
la filosofía de la ciencia del siglo XX fue poniendo de relieve, progresivamente, la
solidaridad de una teoría científica con una visión metafísica del mundo, aunque en
ocasiones no se tratase de una metafísica propiamente dicha, sino de pre-
concepciones de carácter sociológico, psicológico, etc. (paradigmas de Kuhn,
conocimiento “personal” no verbalizado de Polanyi, “hipótesis analíticas” de Quine,
etc.). Sin este encuadramiento meta-físico previo no podrían entenderse el sentido
de la ciencia, ni sus reglas, ni su intento de dar una explicación de los fenómenos
[Sanguineti 1988: 33-34].

El Círculo de Viena como tal se disolvió en 1938 por circunstancias políticas. Sus
miembros marcharon a Estados Unidos e Inglaterra, donde existían movimientos
filosóficos que entroncaron fácilmente con esta filosofía. Las ideas del Weiner Kreis
han ejercido un influjo notable, también después de su disolución. Aunque algunas
de sus tesis filosóficas han sido abandonadas (criterio empirista de significado,
fisicalismo), no ha sucedido lo mismo con la perspectiva filosófica —cientificista y
empirista— que subyace en su planteamiento.

Reacciones al positivismo
En los apartados anteriores nos hemos referido a la difusión del positivismo.
Efectivamente, el siglo XIX estuvo fuertemente marcado por esta corriente de
pensamiento, pero fue también escenario de fuertes reacciones críticas, tanto por
parte de exponentes de la ciencia como de la filosofía. Algunos científicos
advirtieron que, aunque el método físico-matemático era un instrumento
cognoscitivo muy capaz, existían también otros acercamientos válidos a la
naturaleza. Cauchy —matemático que en 1821 logró la formulación exacta de la
teoría del límite—, en el Prólogo de su obra más famosa afirma que el cálculo no lo
es todo y que sería un error pensar que todas las pruebas válidas han de basarse
en ecuaciones integrales y diferenciales.

«Hasta ahora nadie ha utilizado el cálculo para demostrar la existencia de Luis XIV;
y sin embargo, todos los que están en su sano juicio admitirán que su existencia es
tan cierta como el teorema de Pitágoras [...]. Lo que he dicho refiriéndome a un
acontecimiento histórico, se puede aplicar igualmente bien a una cantidad de
cuestiones religiosas, éticas y políticas. Por tanto, debemos seguir convencidos de
que hay otras verdades además de las de la geometría, y otras realidades además
de las de los objetos sensibles. Por consiguiente, cultivemos con fervor las ciencias
matemáticas sin desear llevarlas más allá de su ámbito propio y no imaginemos que
se pueden abordar los problemas de la historia con fórmulas matemáticas o que se
pueden confirmar los principios morales mediante teoremas de álgebra y de
cálculo» [Cauchy 1821: VI-VII].

Otro autor que merece mencionarse es Émile Meyerson (1859-1933). Estudió


Química y, como otros muchos científicos de su época, llegó a la filosofía llevado
por la necesidad de reflexionar críticamente sobre las teorías de la ciencia.
Estudiando las condiciones psicológicas y lógicas requeridas para el ejercicio de la
ciencia, descubrió que ésta no puede desprenderse de preocupaciones ontológicas
y explicativas: hay una filosofía rudimentaria presupuestas en el mismo ejercicio de
la ciencia. En polémica con Comte y con Mach, afirmó que la ciencia no sólo
describe sino que explica los fenómenos, buscando su causa real.
Desde el área filosófica, la fenomenología y las filosofías existencialistas, ya en el
siglo XX, hicieron fuertes críticas al positivismo, denunciando con acierto la
deshumanización provocada por las tecno-ciencias. Entre las voces que se
levantaron para poner de manifiesto la necesidad de superar el cientificismo, quizá
la más eficaz fue la de Husserl (1859-1938) que abogó para reconducir las ciencias
a una instancia superior, al sujeto. En su conocida obra La crisis de las ciencias
europeas —escrita entre 1935 y 1938, pero publicada póstuma en 1954—, señaló
con claridad las consecuencias de entender las ciencias como sustitutivo de la
sabiduría [Husserl 2000]. Tuvo también impacto la crítica de Heidegger [Heidegger
2001a, Heidegger 2001b].

El espiritualismo francés (Maine de Biran y Felix Ravaisson) constituyó otra fuente


de críticas al positivismo materialista. Émile Boutroux (1845-1921), aún aceptando
la clasificación de las ciencias de Comte, insistió en que cada ciencia revela un
orden de la realidad que es imposible reducir a los demás órdenes. La materia
inorgánica, el mundo orgánico y el hombre son órdenes distintos de realidad, cada
uno de ellos no puede explicarse basándose en los anteriores, ya que contiene
elementos originarios, nuevos; la vida, por ejemplo, no se reduce a su composición
físico-química.

También en ámbito francés fue significativa en este sentido la enseñanza de Henri


Bergson (1859-1941). Él mostró que, junto al conocimiento científico, había lugar
para otro tipo de conocimiento —la filosofía— que, con sus instrumentos propios,
podía alcanzar la realidad íntima y absoluta de las cosas. Él tuvo el mérito de
conducir al descubrimiento de la espiritualidad a toda una generación que vivía
inmersa en el racionalismo, positivismo y materialismo dominantes en aquellos años
en la Sorbona.

Permanencia del cientificismo

Las afirmaciones de la filosofía de Comte no son defendidas hoy por casi nadie.
Pero, en general, la crítica clásica a su doctrina se ha movido más bien en aspectos
accidentales (impugnación de los acentos místicos de sus expresiones, confianza
pueril en el estado de la ciencia en el siglo XIX, error del determinismo físico,
elucubraciones fantasiosas de su último período, etc.). Es cierto que actualmente el
positivismo, tal como fue formulado por Comte, goza de poca credibilidad entre los
especialistas y puede considerarse superado debido al desarrollo de los estudios
históricos y de algunas reflexiones de la filosofía de la ciencia contemporánea.

Pero si prestamos atención a la raíz del positivismo, es decir, al cientificismo que


lleva a la absolutización de la ciencia y a la negación de la metafísica del ser,
podemos decir que en esto el positivismo no está superado. Con otros nombres y
ropajes diversos, continúa como actitud de fondo en muchos ámbitos de la cultura
y en muchos sectores educativos, científicos, políticos y del derecho. Sigue teniendo
vigencia como perspectiva, como mentalidad, aún entre personas que no son
conscientes de haber adoptado este punto de mira. «Aún cuando muchos han
certificado su muerte, el positivismo, curiosamente, está aún vivo, no tanto si se le
considera en sí mismo –como una doctrina coherente-, pero sí en cuanto imbuido y
disuelto en la estructura de la ciencia, y lo que es más importante, en la visión
científica del mundo» [Skolimowski 1979: 35].

En este sentido, la difusión y penetración del positivismo es mucho mayor de lo que


podemos imaginar. Sanguineti lo expresa de modo sintético:

«La entrada del punto positivista en las ciencias occidentales, en la físico-química,


en la biología, en las ciencias humanas, es un hecho notorio y de enormes
proporciones, y constituye además un proceso que todavía sigue en curso, de cuyo
alcance practico y moral quizá no nos damos cuenta perfectamente. En cuanto a la
eficacia universal de su influjo, basta considerar que si el área de influencia de los
filósofos se restringe en cierto modo a los que se dedican a estudiarlos por motivos
profesionales o de otra índole, la filosofía positivista llega a todos pacíficamente, a
través de la enseñanza de las ciencias en los estudios básicos, medios y superiores,
alcanzando una penetración de la que pocas doctrinas podrían gloriarse. Se
consigue así un efecto de connaturalización con ese método, que en buena parte
explica la resistencia de muchos ante la consideración metafísica y moral en las
ciencias, aún cuando en la vida ordinaria no hubiesen descartado tal rectitud natural
del ejercicio de nuestra inteligencia» [Sanguineti 1977: 34-35].
Puede decirse que en el momento actual, el positivismo —al menos su carácter
cientificista y su exclusión de la metafísica— constituye muchas veces una especie
de “atmósfera” filosófica dominante, que parece penetrar en el siglo XXI con aires
de triunfo, no obstante los problemas antropológicos que ha creado en el mundo el
nuevo naturalismo tecnológico sin límites éticos.

Mencionamos a continuación algunas manifestaciones de la mentalidad positivista


en la actualidad. En primer lugar, la consideración de la ciencia como saber
fundamental acerca del mundo aunque, a veces, quienes lo sostienen, critiquen los
excesos del cientificismo de otras épocas. Quizá no se ponen en la ciencia las
esperanzas ingenuas de otros tiempos, pero se piensa que la ciencia es el estilo de
pensamiento más seguro y provechoso, mientras que las certezas morales,
filosóficas, religiosas se consideran frágiles y discutibles.

La falta de interés por las cuestiones últimas y fundamentales de la vida —el abdicar
de la vocación especulativa— es también una actitud propiciada por el positivismo,
que prohíbe preguntarse por la naturaleza y el sentido de las cosas, de la vida y del
hombre. El talante positivista ha llevado a formar técnicos que manipulan la realidad,
desentendiéndose del significado, promoviendo en el hombre y en la sociedad
actitudes unilaterales (la exactitud, la precisión, el cálculo, el automatismo), y
sofocando cualidades más importantes, más exquisitamente humanas (visión
sapiencial, búsqueda de causas, actitud contemplativa).

Al erigir la ciencia como conocimiento total, que no admite instancias superiores, la


fe queda recluida al ámbito privado; se admite como componente a-racional de la
existencia singular, como opción espiritual sin relación con el mundo de la verdad y
sin relevancia en la esfera pública. Ésta es, quizá, una secuela del positivismo
especialmente presente en la sociedad actual.

La herencia del positivismo hace también que, al haberse eliminado la metafísica,


aparezcan como sustitutos de lo que va más allá del dato la construcción racional o
social. Es lo que se pone de manifiesto en las diferentes formas de constructivismo
y de convencionalismo.

Fuente:
http://www.philosophica.info/voces/positivismo/Positivismo.html

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