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EL CUADERNO DE NOAH
MILAGROS
Noah se presenta (anciano, enfermo, en una residencia…) como un hombre normal pero que quiere
contar su vida porque ha amado a alguien por encima de todo y de todos.
Todos los días coge un cuaderno que lee a alguien todos los días. Es amigo de las enfermeras. Es como
una terapia que todos esperan que funcione, aunque el único que realmente tiene esperanzas es él. Oye
llorar a esa persona, mientras que las enfermeras ya se han acostumbrado al “ruido” y no les llama la
atención. Antes de leer, reza (se confiesa un firme creyente).
FANTASMAS
Cambio de narrador.
Principio de octubre de 1946. Noah Calhoum (31 años). Se nos cuenta cómo está sentado en el porche
de su casa colonial (rodeado de hectáreas de tierra) después de un duro día de trabajo. La casa fue
comprada por Noah cuando volvió de la guerra (tras su restauración, salió en el periódico).
Siempre hacía lo mismo después del trabajo: se duchaba, se sentaba y tocaba la guitarra recordando a
su padre.
Tiene una perra de caza llamada Clem, a la cual le falta una pata debido a un accidente.
Noah no ha salido con ninguna mujer en años, porque no le atrae ninguna.
Lee un libro de Walt Whitman. Este autor le recuerda a su pueblo: New Bern; aunque estuvo fuera de
él 14 años, es su pueblo y lo quiere. Conoce a mucha gente allí, aunque actualmente su mejor amigo es
Gus, un negro de 70 años que vivía al final de la calle. Gus tenía mujer, hijos y nietos, pero se veían un par
de noches por semana.
El año anterior había muerto el padre de Noah (su madre murió de gripe cuando él tenía dos años),
por lo que se sentía algo solo.
Se había enamorado una sola vez, pero fue de esos amores que dejan huella. Esa historia empezó en
1932, después de la graduación. Vio a sus amigos Fin y Sarah en la feria hablando con una desconocida
que le pareció preciosa. La chica estaba pasando el verano en New Bern con su familia porque su padre
trabajaba para R.J. Reynolds. A partir de esa noche, Noah y ella se vieron todos los días, salvo los
domingos cuando él iba a misa. Noah terminaba sus tareas lo antes posible para pasar el máximo tiempo
posible con ella. Le enseñaba a pescar y a hacer cosas que él solía hacer y ella desconocía. También Noah
aprendió a bailar el vals y el charlestón.
Esa noche de baile Noah la acompañó a su casa y la besó por primera vez (en el porche). Días después
la llevó a la casa en la que actualmente vive Noah, pero entonces estaba en ruinas. Le contó su sueño de
ser el dueño algún día. Aquella noche ambos perdieron la virginidad. Tres semanas después ella se
marchó.
Un día en que Noah le contó a Gus sobre este amor, él le dijo que ese era su fantasma, que en ese
momento entendía su comportamiento. Para Noah todo lo que había en su pueblo le recordaba a ella y lo
que habían vivido juntos.
Una noche recordó que su padre le dijo que el primer amor te cambia la vida y en ese momento
entendió lo que quería decir. Esa misma noche a 150km de distancia (Raleigh), ella se preguntaba si había
tomado la decisión correcta. Le dijo a Lon que tenía que hacer un viaje cerca de la costa a ver tiendas de
antigüedades y, de paso, descansar de los preparativos de la boda.
Cuando llegó a New Bern, se alojó en un hotel, deshizo el equipaje y se fue de tiendas (necesitaba
pruebas tangibles). Al volver, telefoneó a Lon.
Su historia con él empezó en 1942, durante la Segunda Guerra Mundial, cuando ella trabajaba como
voluntaria en un hospital del centro. Lon se le presentó en una fiesta de Navidad y era todo lo que sus
padres siempre habían querido para ella (especialmente en cuanto a la clase social a la que pertenecía).
Ella, conforme él se comportaba con ella, lo queriendo poco a poco. Todo esto lo recordaba en el hotel de
New Bern, por lo que se sentía culpable de estar allí.
De todas formas, se arregló para ir a ver a Noah. Primero se puso un vestido bastante elegante, pero
se lo cambió por otro más sencillo (y se soltó el recogido). Le costó un poco salir de su habitación: estaba
nerviosa (le temblaban las manos) y tenía dudas. Sacó del bolso un recorte de periódico y encontró la
razón por la que estaba allí.
Ese mismo día Noah trabajó como de costumbre, aunque, debido al calor, terminó algo antes y decidió
irse a pescar. Siempre que pescaba reflexionaba sobre su vida. Recordó cuando era pequeño y
tartamudeaba, lo cual le llevó a dejar de hablar cuando tenía 5 años. En la escuela lo tomaron por
retrasado y los maestros querían que se fuera de la escuela. Sin embargo, su padre no lo sacó y por las
tardes se lo llevaba al aserradero para que le ayudar a apilar madera. Mientras trabajaban, su padre le
contaba cosas hasta que Noah empezó a hablar otra vez, aunque no muy bien. Por ello, su padre decidió
enseñarle a hablar leyendo libros de poesía. Al cabo de un año dejó de tartamudear. Aunque no por ello
dejó de ir al aserradero con su padre.
Le gustaba acampar, ir en canoa, pasar tiempo a solas con la naturaleza, como los poetas. También le
gustaba el deporte: competía en atletismo, aunque no compartía sus ratos libres con sus compañeros de
equipo. Tuvo algún romance en el instituto, pero nada importante hasta que llegó Allie, después de la
graduación.
(Allie es la chica a la que hemos llamado “ella”)
Allie tenía que mentir a sus padres para salir con Noah porque no era de la misma clase social que
ellos. Aunque ella dijo que siempre estarían juntos, cuando su padre terminó el trabajo que fue a hacer,
se fueron de allí.
Allie no respondió ninguna de las cartas que Noah le mandó. Al poco tiempo, Noah decidió marcharse
de New Bern (eran los tiempos de la Depresión). Trabajó seis meses en Norfolk en un astillero; después
fue a New Jersey; y acabó en una chatarrería de un judío llamado Morris Goldman, el cual estaba
convencido de que habría una guerra en Europa y Estados Unidos se vería implicada. Goldman admiraba a
Noah en muchos sentidos, pero, según él, le faltaba ser judío para ser perfecto.
Aunque trabajaba duro, todas las noches pensaba en Allie, a quien escribía una vez al mes sin recibir
respuesta. Decidió dejar de escribirle, pero no podía olvidarse de ella. Tres años después decidió ir a
Winston-Salem a buscarla, pero había cambiado de domicilio y no pudo conseguir la dirección actual.
Noah siguió trabajando con Goldman durante ocho años: llegó a ser encargado y Goldman le cedió una
parte del negocio si este fuera vendido (durante la guerra recibió el dinero).
Noah tuvo algunas relaciones con mujeres, sobre todo con una camarera de un restaurante, con la que
estuvo dos años. Pero con ninguna sintió lo mismo que con Allie. La chica sabía que, hiciera lo que hiciera,
él estaba enamorado de Allie. Con el tiempo ella se fue con otro chico, con el que se casó más tarde.
Mientras estuvo en New Jersey, visitaba a su padre en Navidad y hacían lo que solían hacer en otros
tiempos: pescar, acampar…
En 1941, cuando tenía 26 años, estalló la guerra y decidió alistarse. Estuvo tres años en el norte de
África y en Europa. Mientras luchaba y veía morir a sus compañeros, él seguía pensando en Allie y en que
ella le protegía.
Cuando recibió el dinero del señor Goldman, decidió volver a New Bern y comprar la casa de sus
sueños. Su padre tosía mucho: al mes murió de neumonía. Noah le llevaba flores con regularidad y todas
las noches dedicaba un rato a recordarlo y a dedicarle una oración de agradecimiento por todo lo que le
había enseñado.
Cuando acabó de pescar y volvió a casa, se encontró a su vecina Martha Shaw, que le llevaba galletas y
pan casero para agradecerle su ayuda. Ella era viuda y Noah le ayudaba a reparar su casa cuando era
necesario. Luego, montó en su furgoneta y fue a casa de Gus. Luego fue con una de sus hijas a comprar.
Allie seguía mirando el recorte del periódico. Tres semanas antes, desayunando, su padre le mostró el
artículo. Ella se quedó sin palabras. Fue cuando decidió ir a verlo. Los días previos al viaje mostró una
conducta extraña, pero todos lo atribuían a la boda.
La boda era con mucha pompa, incluso embajadores, senadores, gobernadores… A veces ella quería
huir con Lon y casarse en secreto pero sabía que él no querría.
Allie se animó y montó en su coche. Durante el trayecto fue recordando aquel verano: fue como si
nada hubiera cambiado. Recordó cómo se enamoró de Noah, dos años mayor que ella, aunque él siempre
había aparentado más edad. Lo que más recordaba de él era su voz y cómo había leído para ella mientras
ella estaba tumbada en la hierba. Entre poema y poema hablaban de sus sueños y de hacerlos realidad,
hablaban de por qué había elegido ese poema… Allie recuerda también cómo la acompañó a casa cogidos
de la mano.
Cuando vio la casa, los distinguió sentado en el porche. Paró el coche y Noah se acercó a ella muy
lentamente, pero se paró en seco al verla bajar del coche. Se quedaron mirándose uno al otro fijamente:
Allie tenía 29 años y estaba prometida; era una mujer de alta sociedad. Noah tenía 31 y era un soñador al
que le había visitado su fantasma.
EL REENCUENTRO
Ninguno de los dos se movían contemplándose y pensando… Allie creía que sería más fácil; recordó el
verano que pasaron juntos y contempló el buen aspecto de Noah. Por fin ella rompió el silencio y le
saludó. Allie, al oír su voz, se emocionó tanto que se sintió otra vez con quince años.
Se acercaron y se abrazaron con fuerza, como si los catorce años que los habían separado no
existieran. Estuvieron largo rato así hasta que ella se separó y vio los cambios que el tiempo había dejado
en Noah. Allie dejó escapar una lagrimilla y se disculpó por ello.
Noah quiso saber cómo lo había encontrado y Allie le enseñó el recorte del periódico. Luego le
preguntó por lo que la había llevado allí. Allie no sabía cómo decirle que estaba prometida. El hecho de
que un mapache chillara y Clementine (Clem), la perra de Noah, ladrara, le dio tiempo para pensar
mientras hablaban del animal y su patita rota (un accidente; su dueño no la quería). Luego elogió el
trabajo de Noah con la casa. Noah se dio cuenta de que Allie estaba preocupada y le propuso dar un
paseo como en los viejos tiempos. Allie le preguntó si tenía que avisar a alguien y él negó.
Fueron paseando cogidos de la mano, pero Allie se soltó y se adelantó un par de pasos. Noah seguía
viendo en ella todo lo que le enamoró hacía catorce años. Él la veía como un poema viviente. Allie le
preguntó por el tiempo que llevaba en la casa y él le contó que estuvo en la guerra. Después de esto, ella
le dijo que se iba a casar. Le habló de Lon (Lon Hammond). Noah quiso saber si la trataba bien, si ella le
quería. Allie le preguntó por su padre y luego le preguntó por la poesía: es el único que le ha leído poesía.
Luego Noah se interesó por Lon: ella le dijo que no estaba en el pueblo, que había venido sola y que no le
había dicho que iba a ver a Noah. Él le dijo que, si no estaba segura, no diera ese paso porque era muy
importante. Luego Allie reconoció que debía haberle escrito.
Después la invitó a quedarse a cenar unos cangrejos que había pescado. Ella aceptó y se dio cuenta de
que estaba perdiendo el nerviosismo del principio.
Mientras Noah cogía los cangrejos en el embarcadero, Allie tocó la mecedora del padre de Noah y
buscó una tabla en la que aquel verano escribieron “Noah quiere a Allie” dentro de un corazón. Llegaron a
la casa y, mientras Noah guardaba la compra y preparaba los cangrejos, Allie dio una vuelta por la casa. Al
salir de la cocina, Allie notaba cómo Noah la estaba mirando y eso le gustaba. Le preguntó por la reforma
de la casa (un año, con ayuda): estaba admirada. Luego Allie le ayudó con las verduras y después se
salieron al porche a tomar té mientras se hacían los cangrejos.
Allie se interesó por su trabajo y Noah le habló de Morris Goldman. Luego Allie recordó la primera
noche que vio esa casa y cómo sus padres le riñeron cuando llegó a casa porque él no era de su clase
social. Allie le dijo que no había dejado de pensar en él desde entonces, por lo que Noah le preguntó por
qué no le había escrito, por qué no había respondido a todas sus cartas (le escribió durante dos años).
Entonces llegaron a la conclusión de que la madre de Allie no le dio las cartas. Luego Noah preguntó cómo
era Lon y ella le contó que todas sus amigas le envidiaban. Por un momento, Allie llegó a pensar que no
quería a Lon sino a Noah porque sentía cosquilleos cuando él se le acercaba.
Los cangrejos tardaban en estar listos, por lo que siguió la conversación. Noah quiso saber el motivo de
su visita y luego le preguntó si aún seguía pintando. Allie respondió que quería verle y que desde la
universidad no pintaba (su madre no quería que se dedicara a eso). Entonces Noah le enseñó el cuadro
del comedor, el cuadro que ella le regaló. Allie dijo que lo pintó pensando en Noah y en lo que sentía por
él aquel verano. Por un momento, se quedaron mirándose uno al otro, pero entonces sonó el reloj de
cocina anunciando que los cangrejos ya estaban listos para comer.
Pusieron la mesa y Noah le dejó una camisa suya para que no se manchara; también tuvo que
enseñarle a comer cangrejo. Allie recordó con la camisa su primera cita porque Noah le dejó su chaqueta
para que no tuviera frío. Habían quedado con Fin y Sarah y Fin quería que Noah agarrara de la mano a
Allie pero él no estaba seguro de que fuera adecuado. Allie le dijo que era tímido y él dijo que era
prudente. Luego Allie preguntó por Fin y Noah le contó que había muerto en la guerra. En el fondo se
sentía culpable porque, cuando fue a despedirse de él al banco donde trabajaba, quiso alistarse también.
Se contaron también lo que habían hecho en estos años sin verse (Noah: los trabajos, la guerra y la
reparación de la casa; Allie: universidad, voluntariado en el hospital en tiempos de guerra, asociaciones
benéficas), pero ninguno habló de relaciones sentimentales.
Al hablarse con tanta confianza y hablar de sentimientos, Allie echó esto de menos con Lon, ya que él
no hablaba así ni de estos temas; era como el padre de Allie.
Se había hecho de noche y volvieron al porche con una taza de té y una manta para Allie. Noah notaba
que se estaba volviendo a enamorar de ella. Allie pidió a Noah que le hablara y este le leyó poesía. Allie
recordó sus tiempos de universidad en los que había asistido a recitales de poesía pero dejó de ir porque
ninguno lo hacía ni le hacía sentir como cuando Noah leía poesía.
Allie analizó, en un momento de silencio, cómo era Lon: muy dedicado a su trabajo. Mientras Noah
recordaba cada segundo pasado con Allie esa noche. Recordaba también aquel verano y sentía la
necesidad de volver hacerle el amor a Allie, pero ahora no podía porque estaba prometida. Cuando se
rompió el silencio, Allie comentó que se tendría que ir puesto que era muy tarde.
Noah la acompañó al coche y le dijo que podía quedarse la camisa. Allie se metió en el coche antes de
que surgiera un posible beso entre ellos. Noah le preguntó si se verían al día siguiente y ella contestó que
le gustaría. Noah le dijo que a mediodía la llevaría al sitio perfecto. Allie arrancó el coche y se fue. En eso
llegó Clem y se acercó a su amo, el cual se recordó que estaba prometida. Y dejó caer unas lágrimas.
LLAMADAS TELEFÓNICAS
Lon había llamado a Allie al hotel tres veces y no estaba. El gerente le había dicho que salió a las seis y
que no la había vuelto a ver. Lon estuvo dándole vueltas a lo que estaba sucediendo… Estaba solo en el
despacho puesto que siempre se quedaba después de que se hubieran ido los demás para poder preparar
bien sus casos.
Lo que le preocupaba no era el caso que llevaba entre manos, sino algo relacionado con Allie, pero no
llegaba a descubrir qué. Estuvo dándole vueltas a lo que había dicho. Lon recordó lo que le dijo a Allie
después de un par de citas: que no estaba preparado para algo más serio. Entonces Allie, sin perder la
compostura, le dijo que lo que le pasaba era que tenía miedo a que alguien llenara el vacío que había
dejado su padre en su vida. A partir de entonces, su relación fue en serio. Y ya llevaban cuatro años de
noviazgo (no habían tenido relaciones sexuales porque Allie no había querido).
Entonces le vino a la mente New Bern. Recordaba que la madre de Allie había mencionado alguna vez
de pasada una relación que Allie tuvo con un muchacho de allí. En ese momento le surgieron algunas
dudas sobre si estaba con él. Decidió hacer cualquier cosa para no perderla. Volvió a llamar al hotel y
siguió sin obtener respuesta.
AGUAS TURBULENTAS
Allie llegó a casa de Noah y este le dijo que, como arreciaba tormenta con posibilidad de rayos, sería
mejor no ir, pero Allie no tuvo miedo y salieron en canoa. Ella no quería ver el paisaje, sino a Noah, que
tenía la musculatura muy desarrollada. Estuvo reflexionando sobre la personalidad compleja y
contradictoria, a la vez que sencilla de Noah.
Como llevaba mucho tiempo callada, Noah la devolvió a la realidad preguntándole en qué pensaba:
“en cosas bonitas”.
Allie le preguntó qué es lo que más recordaba de aquel verano y Noah le dijo que todo, porque era así.
Dijo que era la clase de verano que todo el mundo debería vivir. Luego Allie pensó en cómo era Noah, tan
diferente de la mayoría de los hombres, sobre todo de Lon (no entendía sus cuadros y no la animaba a
pintar). Pero también pensó en la vida cómoda y acomodada que viviría con su prometido.
Llegaron al lugar al que iban y Noah pidió a Allie que cerrara los ojos.
CISNES Y TORMENTAS
Pasaron por debajo de la rama de un árbol y descubrieron un lago lleno de cisnes y de gansos. Allie
pensó que era maravilloso y acarició a un cisne. En eso oyeron un trueno y decidieron volver. Empezó a
llover: al principio poquito pero luego más y más fuerte, con truenos y rayos.
Ambos, al verse mojados, sintieron una excitación tremenda. Allie llegó a pensar que se había vuelto a
enamorar de Noah (o quizá nunca lo había dejado de estar). Al entrar en la casa, Noah fue a por ropa seca
para Allie. Se cambiaron de ropa y Noah encendió el fuego de la chimenea. Allie pidió una copa y Noah
fue a por ella.
Mientras hablaban, Noah evitaba cualquier tema peliagudo. Pero Allie, no. Le recordó una tormenta
que vieron aquel verano y cómo Noah se mantenía igual que entonces, aunque más maduro. Ella se
acercó a él (estaban sentados en la alfombra frente al fuego), entrelazó su brazo con el de Noah y apoyó
su cabeza en su hombro. Noah le preguntó qué recordaba ella de aquel verano y Allie contestó que hacer
el amor con él: fue el primero. Ella le contó que estaba nerviosa y luego hablaron de lo tímido que era
Noah (no quería interponerse entre ella y su novio de la ciudad, era prudente….). Noah le dijo que le
hubiera gustado que hubiera leído sus cartas. Allie le confesó que le había escrito una docena de cartas
pero no las envió por miedo a que lo que ella sentía no fuera tan fuerte como lo que sentía Noah.
Allie le contó cómo se sintió después de aquel verano, pensando en por qué no le escribía o le llamaba.
Le dijo que, cada vez que conocía a un chico, lo comparaba con él. Y cada vez que su amor por Noah se
reavivaba, le escribía una carta que nunca mandaba. Noah le dio que siempre la había querido y la seguía
queriendo.
Noah tenía que hacer muchos esfuerzos por controlar todo lo que sentía hacia Allie. Por eso aprovechó
que se apagaba el fuego para echarle más leña (ya que ella se había arrimado más a él). Ella se acercó otra
vez a él y se acariciaba el pecho por debajo de la camisa. Luego le confesó que había sido el primero y el
único. Allie recordó que ya se habían abrazado así cuando se despidieron aquel verano, el día en que
Noah le entregó una carta de despedida.
Al final, ambos sucumbieron al deseo. Pasaron toda la tarde y la noche uno en los brazos del otro,
manteniendo relaciones, leyendo poemas, mirando al fuego…
EN LOS TRIBUNALES
Lon pidió al juez un aplazamiento del juicio hasta el lunes próximo porque debía ocuparse de un
asunto personal de vital importancia. El juez aceptó y Lon cogió su coche para dirigirse hacia New Bern.
EN LA ENCRUCIJADA
Allie no sabía qué hacer. Quería tomar la decisión adecuada y la que no hiriera a nadie. Noah le dijo
todo lo que la amaba y que no podría vivir sin ella. Le pidió varias veces que se quedara con él.
Llegó el momento de irse: Allie recogió sus cosas de la casa y se dirigió al coche. Se volvieron a besar.
Noah la cogió de la mano y Allie tuvo que soltarse para poder irse. Si no se iba en ese momento, no se
veía capaz de hacerlo más tarde. Se fue llorando. Ella dijo adiós con la mano y sin volver la vista atrás. Se
fue tan repentinamente como había llegado.