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Esto vino a comenzar entre la década de los años 50-60 con la administración
de sales de litio para tratar y prevenir trastornos de humor y a aparición de los
primeros antipsicóticos como tratamiento base de la esquizofrenia (Uruchurtu,
2010). Esta disciplina ha dado grandes avances, por ello actualmente los
psiquiatras cuentan con una amplia variedad de psicofármacos clasificados dentro
de las siguientes categorías: antidepresivos como los tricíclicos o inhibidores de la
recaptación de serotonina; estabilizadores del ánimo o eutimizantes como las sales
de litio o anticonvulsivos; ansiolíticos o sedentes como la benzodiacepina o los
barbitúricos; y por último neurolépticos como antipsicóticos típicos o atípicos.
Estas categorías se dieron para buscar de emplear el que mejor le convenga al
caso que estarían tratando.
Pero está claro que esto no significaría que todos los profesionales de la salud
mental estén de acuerdo con prescribir el uso de dicho fármacos, pues desde su
desarrollo ha habido fuertes resistencias sobre el empleo de los mismos, los cuales
se pueden ver presentes incluso en la actualidad. Esto se debería al uso sin
prescripción médica, abuso de la sustancia pero principalmente a los efectos
colaterales que estos pueden acarrear, los cuales se describirán a continuación
junto con una explicación de cada uno de los mismos:
Entre las consideraciones que hay que tomar en cuanto a ello se encuentra que
la cantidad para que se produzca el efecto estabilizador que estos pueden brindar y
la necesaria para la intoxicación es angosta, haciendo que sea necesario que se
lleve un control de los mismos a través de análisis de sangre en el que se verifique
su nivel. Igualmente puede originar cualquiera de los siguientes efectos
secundarios: diarreas, acné, temblores, pérdida de cabello, doble visión, aumento
de peso, sed, retención de líquidos, fatiga entre otros.
El tercer tipo de medicamento a exponer son los ansiolíticos o sedantes, estos
fármacos pueden ser las benzodiacepinas (como diazepam y lorazepam),
barbitúricos, sedantes de corta acción (como zolpidem y eszopiclone), y
buspirona. Estos han sido uno de los grupos de fármacos más recetados en gran
parte de países desarrollados, siendo su uso principal es el tratamiento a corto
plazo del insomnio y de los trastornos de ansiedad.
Este tipo de psicofármaco son agentes depresores por lo que ejercen su efecto
sobre el sistema nervioso, induciendo una decadencia en el nivel de actividad del
individuo. Generalmente actúan sobre la hormona GABA, potenciando su acción
inhibitoria. López et al. (2010) explica que:
Debido a que, muchas personas pueden venir a la consulta con una concepción
errónea sobre lo que es una enfermedad mental, al punto que llegan a
estigmatizarla, seria deber del especialista explicarle tanto al propio individuo,
como de los familiares sobre la enfermedad en general y sobre el cuido que se
debe tener. Y aunque ciertamente, la medicación de un paciente es función del
psiquiatra sería de gran ayuda que se trabajara con un equipo multidisciplinario,
siendo relevante que el paciente asita a psicoterapia, puesto a que el medicamento
por sí solo no va a producir resultados realmente significativos. Ya que, puede ser
necesario que este pueda desarrollar recursos como las estrategias de
afrontamiento de estrés o resolución de problemas y mejorar las habilidades para
la vida.
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