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J.J. Rousseau1
Rousseau explica que en el hombre existe una libertad natural que es ejemplificada
en la familia, la cual a pesar de ser la más antigua y natural sociedad, no por ello deja de
ser determinantemente una asociación. Explica Rousseau que después del período natural
en el que los padres están ligados a los hijos por la necesidad, puede existir un tránsito a
una asociación para permanecer unidos, lo cual ya implica una convención 5 que está
sustentada por un beneficio: “Esta libertad común es consecuencia de la naturaleza
humana. Su principal ley es velar por su propia conservación, sus primeros cuidados son
los que se debe a su persona”. 6 La familia –afirma Rousseau-, es el modelo básico de
cualquier sociedad política y transpolariza el papel de los padres al de los jefes de Estado,
y el de los hijos al del pueblo. Es una unión que modifica a la libertad por una utilidad.
5
“Si continúan unidos, no es ya forzosa y naturalmente, sino voluntariamente, y la familia misma, no
subsiste más que por convención”. Ibíd., p. 4.
6
Ibídem.
7
Refiriéndose a Grotio, afirma: “Su constante manera de razonar es la de establecer siempre el hecho como
fuente del derecho”. Ibídem. A este respecto, también dice de Aristóteles: “Aristóteles tenía razón, sólo que
tomaba el efecto por la causa”. Ibídem.
8
Ibíd., p. 4-5.
En este tenor, Rousseau va a argumentar contra las ideas que llevan al plano de la
metafísica y lo necesario aquello que se legitima en las sociedades. Del supuesto derecho
del más fuerte que somete al débil, va a impugnar que la fuerza es sólo una potencia física
que no lleva a ninguna obligación moral para someterse a ella. 9 Si lo que existe es la
obediencia a la fuerza entonces no hay manera de que exista el deber; así, a la fuerza no
se le obedece sino a los poderes legítimos: “El más fuerte no lo es jamás bastante para ser
siempre el amo o señor, si no transforma en derecho y la obediencia en deber”. 10
También argumenta en contra de la esclavitud al afirmar que aun el esclavo enajena o
cede absolutamente su libertad a un amo, sino que más bien la vende, al menos a cambio
de su subsistencia. No le es posible al hombre –porque no le es natural- someterse sin
nada a cambio; esto le resulta inverosímil a Rousseau y dice: “Renunciar a su libertad es
renunciar a su condición humana, a los derechos de humanidad y aun a sus deberes”. 11 Las
guerras que hacen esclavos actúen ilegítimamente, pues las guerras no son entre
hombres, sino entre Estados y la conquista no obedece a ninguna ley sino únicamente a la
fuerza. El derecho niega a la esclavitud y viceversa. 12
Rousseau cree que podría suceder que la libertad natural se viera afectada cuando
los obstáculos que se le presentan fueran insuperables dentro de ese estado natural, y
tuviera que buscar otra forma de preservarse a sí mismo. Como al ser humano le es
imposible aumentar sus propias fuerzas individuales, sólo le queda reunir y añadir la de los
otros para dirigirlas a favor de la conservación de todos. Esta fuerza, o cúmulo de fuerzas
está sustentada o tiene su principal herramienta precisamente en la libertad y el poder de
cada uno de los que participan en ella. Sin embargo, aparece una aparente contradicción:
Esta libertad cedida en el consenso con los otros podría llevar al perjuicio y enajenación de
lo propio. J.J. Rousseau cree superar esto con la siguiente fórmula:
9
Irónicamente se pregunta al respecto: “¿Si un bandido me sorprende en una selva, estaré, no solamente
por la fuerza, sino aun pudiendo evitarlo, obligado en conciencia a entregarle mi bolsa? Ibíd., p. 5.
10
Ibídem.
11
Ibíd., p. 6.
12
“Así, desde cualquier punto de vista que se consideren las cosas, el derecho de esclavitud es nulo, no
solamente porque es ilegítimo sino porque es absurdo y no significa nada. Las palabras esclavo y derecho,
son contradictorias y se excluyen mutuamente”. Ibídem.
“Encontrar una forma de asociación que defienda y
proteja con la fuerza común la persona y los bienes de
cada asociado, y por la cual cada uno, uniéndose a
todos, no obedezca sino a sí mismo y pertenezca tan
libre como antes”. Tal es el problema fundamental
cuya solución da el Contrato Social.13
13
Ibíd., p. 9.
14
Ibídem.
15
“(…) sus facultades se ejercitan y desarrollan, sus ideas se extienden, sus sentimientos se ennoblecen, su
alma entera se eleva a tal punto que, si los abusos de esta nueva condición no le desagradecen a menudo
hasta colocarle en situación inferior a la que estaba, debería de bendecir sin cesar el dichoso instante en que
la quitó para siempre y en que, de animal estúpido y limitado, se convirtió en un ser inteligente, en
hombre”. Ibíd., p. 12.
Rousseau aclara entonces que así como la libertad natural está limitada por las
fuerzas individuales, del mismo modo la libertad civil tiene su restricción y está
determinada por la voluntad general. A esta voluntad civil y natural, Rousseau agrega otro
tipo de libertad: la moral.
16
Ibídem.
natural o civil, pero creo que prácticamente eso no es posible o quizá nunca se ha dado
elección de este tipo. Lo que sí pienso es que no es posible un desdoblamiento en la
libertad del hombre de acuerdo al estado en el que se encuentra. El individuo asociado no
deja sus inclinaciones en pos de la recta razón, ni olvida sus inclinaciones porque piensa
que los demás hacen lo mismo a su favor. El punto central de mi opinión es que no existe
una dicotomía en el hombre, independientemente de si sea posible o no un estado
natural, sino que siempre se está en pugna e incertidumbre en cuanto se refiere a las
propias acciones o a la libertad.
No cabe duda que lo que afirma Rousseau acerca de que justamente la libertad
está constituida en la obediencia a la ley; sin embargo, esto supone una elección a la que
libremente se apegó el individuo y que en el ejercicio de ésta, se colma y se cumple la
libertad en sí mismo. Es innegable la sabiduría que esta afirmación encierra; lo que pongo
en duda es la posibilidad de tal elección. ¿Cuándo elegimos realmente sujetarnos a la
voluntad general? Y la esencia de esa sujeción implica a fortiori algo: confianza. ¿Cuándo
sabemos que confiamos en que los otros están dispuestos a enajenar su libertad por el
bienestar de todos? Quizá de lo que hablaba Rousseau, de ese tránsito de lo natural a lo
civil, es algo de todos los días y por ello de una decisión continua por dejarnos guiar por
nuestra recta razón antes que de los egoístas intereses; quizá permanecer en sociedad
implique inexorablemente una elección tácita, pero consciente, que cada individuo se
hace cada vez, y las acciones desenmascaran la elección tomada de antemano;
probablemente cada individuo y sociedad conviva de continuo entre su estado natural y
civil, entre la confianza y la desconfianza en los otros, entre el control y el descontrol de sí
mismo. Lo que no debe faltar, entonces, es la continua oportunidad de inquirirnos,
-individual y socialmente-, y preguntarnos sobre nuestras posibilidades y la elección
esencial que hacemos sobre ellas, porque siempre será necesario recordar y volver sobre
esa elección en la que hemos enajenado nuestra libertad. Y en este sentido, J. J. Rousseau
tiene toda la razón, es más, no creo que exista verdadera libertad en el estado natural,
sino, como él afirma, esclavitud. Sólo la determinación de nuestra libertad por el otro nos
delimita a nosotros mismos; y en esa delimitación nos conformamos como hombres,
hombres más libres.
Bibliografía.
Rousseau, Juan Jacobo (1994), El contrato social o Principios de derecho político, México:
Porrúa.