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Toxicomanías y Psicoanálisis- Las Narcosis del Deseo

Le Poulichet

Cap 1: Teorías y Tóxicos


“La toxicomanía esta curiosa de entidad, ya que suscita imá genes que fijan el pensamiento en el
interior de ciertos clichés o que detienen sus desplazamientos para fijar algunas significaciones

¿Cuá les serían entonces esas condiciones necesarias para un abordaje de las toxicomanías? Eso es
necesario pensarlo sobretodo teniendo en cuenta que muchos tratamientos o dispositivos de
abordaje provocan borramiento de la subjetividad.

A su vez es importante hacer referencia a que el borramiento de la subjetividad (que proviene de


una imagen preestablecida y un precepto acerca de los conductas y los clichés de las toxicomanía,
generando así un programa de pasos que todos pueden seguir por igual) en estos tratamientos
como pasa en las CT y en NA es lo má s elegido. El toxicó mano se dispone a este borramiento ¿Por
qué se disponen a este borramiento?

El psa tiene como ob de estudio, como ob de tto al sujeto ¿Qué pasa cuando hay una predisposició n
a este borramiento del sujeto, al borramiento de la subjetividad? Las toxicomanías son entonces un
desafío a los má rgenes del psicoaná lisis. La posició n del analista tiene que ver con privarse de la
certidumbre sobre la toxicomanía (que implica el enigma y la interrogació n). Esto a su vez implica
una interrogació n y una invitació n a repensar el trabajo analítico que tiene que ver con los mitos
acerca de en qué consiste un aná lisis. Freud y Lacan plantean que el trabajo analítico está
estrechamente vinculado a la invenció n, a lo creativo con el fin de poder tratar singularidades y no
sistematizar la técnica. ¿En qué condiciones se puede fundar una clínica/teoría psicoanalítica de las
toxicomanías? El psa se encuentra frente al desafío de pensar qué es lo posible.

El autor destaca que en pos de contestar estas preguntas y encontrar un abordaje de las
toxicomanías, se destaca cierta prisa por concluir de parte del psicoaná lisis y de otras nuevas
teorías dentro de la psicología. La toxicomanía precipita un saber y una prisa por concluir. En el
propó sito de las investigaciones, se trata de una tentativa de fijar el objeto de estudio para todas las
disciplinas, como si los saberes constituidos en cada una de ellas no pudieran fundar cada uno su
especificidad.

Le Poulichet hace referencia a que la toxicomanía como entidad precipita un saber:

 Presente en cada uno de los discursos


 Una relació n del toxicó mano con esos saberes
 Necesidad de establecer una verdad sobre las toxicomanías (teorías). El psa lo que intenta
es ver con có mo eso se manifiesta en el sujeto en particular, se trata de hacer con eso, no
teorizar.
Ejes centrales en lo que teoriza Le Poulichet en este capítulo:

 Farmakon: Es como se va a referir Le Poulichet cuando habla del tó xico. Escritura y tó xico.
Dos figuras de suplemento y suplencia
 Ambigü edad del farmakon
 La toxicomanía como entidad. Clisés vs rasos clínicos. Catá logo de conductas vs recurrencias
clínicas
 Enigma del tó xico: interrogació n a la clinica psa (má rgenes del psa)
 Lugar del analista: Posiciones. Privarse de la certidumbre sobre “la toxicomanía” (entidad) y
a la vez complejizar el pensamiento sobre el trabajo analítico. El trabajo analítico está
ampliamente ligado a una no sistematizació n de la clínica psa.
 Teoría psa y su potencia para “desarmar las trampas de la rigidizació n de una técnica
(pensar que hay solo una forma de abordaje) y la indigencia de un pensamiento
comportamentalista (hacer nosotros un catalogo de conductas del toxicó mano”.

Escritura y tó xico

“La esencia del farmakon consiste en que, porque tiene esencia estable, ni carácter propia. No es
una sustancia en ninguno de los sentidos de este término metafísico. Ni físico, ni químico ni
alquímico. Esta no sustancia farmacéutica no se deja manipular con plena seguridad. Ni en su ser,
del que carece, ni en sus efectos que a cada momento pueden variar de sentido”.

Esta definició n del farmakon es lo contrario al intento que hacen casi todos los discursos por darle a
la sustancia, al tó xico, esa categoría o esa sustancializació n que en realidad no tiene. A su vez, hace
referencia a poder preguntarnos qué es la sustancia por fuera del sentido, del uso que le pueda dar
cada sujeto. A su vez, se intenta muchas veces captar la esencia de una sustancia en basa a sus
efectos. Y la frase nos refleja que estos pueden variar. Una misma persona puede tomar alcohol para
librarse de un problema y otra puede hacerlo para animarse a hacer algo. La sustancia es la misma.
No tiene esencia ni cará cter en si misma. El efecto en cada momento en un mismo sujeto o en
distintos, es diverso y cambia.

La escritura y el tó xico pueden ser dos figuras del farmakon. Estas desfiguras de suplemento y
suplencia que Le Poulichet grafica en el texto el tó xico son, citando a Plató n “ora venenos, ora
remedios”. Esta es la ambigü edad del tó xico. Refiere a que la a escritura pone el texto en letargo
(cuando yo escribo, el texto está por venir. En la medida en la que escribo, el texto se va
desarrollando pero de todas formas la escritura no es el texto en sí) y sustituye la amnesis por la
hipomnésis. Es decir, no necesito tener presente todo el texto porque la escritura es lo que hace
referencia al texto, que queda el letargo. El medicamento entonces hace a la veces de suplente físico
de lo psíquico ausente. Ambos tienen la funció n de lo suplente. La escritura como suplencia del
texto en letargo en el medicamento como suplencia física de algo que está en falta en lo psíquico.
¿Qué sería eso psíquico ausente? En principio, lo que sabemos que ese medicamento o ese tó xico es
suplente, es tapó n FISICO de sencillamente algo ausente en primer lugar en lo psíquico. Es
importante abstenerse de llenarlo de contenido. El aná lisis es poder descubrir que falta. Que la
falta, es. El neuró tico tiende a tratar de llenar, con una presencia, con algo la falta constituyente del
ser.

Esto se puede relacionar con el texto de Pablo Ramos que dice: “Escribir es, entre otras cosas,
civilizar el dolor”. Cuando Pablo Ramos habla de esto refiere a hacer lazo, de hacer con el dolor
(intoxicarse también), es un recurso para hacer con el dolor, un recurso que hace lazo con eso, la
toxicomanía es otro recurso para aliviar el dolor, pero no es un medio para hacer lazo. Cuando el
recurso es el tó xico, en lugar de hacer lazo, tiene el efecto contrario. Las verdaderas toxicomanías
perturban el vínculo con el otro, el lazo. Pareciera que los otros no tuvieran un lugar.

Cuando se escribe, en cambio hay un otro, la escritura va dirigida a otro. Son entonces dos figuras
de la suplencia muy distintas. En las palabras está la clave, se ocupa un espacio faltante, se llena un
hueco, se tapa un hoyo. Pablo Ramos habla de un agujero en el alma y del consumo como una forma
de aumentar el hueco y la dosis de tó xico (“hasta que el agujero se haga cadá ver”).

A. Una psicologización secundaria de los conceptos psicoanalíticos

1. De la pasió n a la farmacodependencia.

Intentos de teorizació n psa de las toxicomanías (herederas del discurso médico)

 Discípulos de Freud intentaron fundar una clínica de las toxicomanías alejada de la


concepció n médica pero cayeron en el olvido (Ej, Gross, 1935).
 Francia (1950) C. Durand "encuentro entre ciertos organizaciones de personalidad
neuró ticas con una sustancia que engendre in toxicomanía. Como un "virus" que hace
eclosió n cuando "encuentra terreno propicio Principio de la noció n de farmacodependencia
interacció n entre una sustancia medicamento) y un organismo. Dependencia fisioló gica
duplicada por una dependencia psicoló gica Reducció n y racionalizació n del trastorno.
(Positivismo).
 Francia (1970) Síntesis psicosocioló gica dependencia física dependencia psíquica +
contexto socioeconó mico y cultural toxico"

A falta de rigor conceptual dos tendencias se han afirmado entre los psicoanalistas la toxicomanía
como variante de una patología ya conocida o como organizació n psicopatoló gica autó noma EJ
Bergeret adolescencia inconclusa y prolongada "Esas personalidades inmaduras indecisas, ansiosas
insatisfechas son las victimas fá ciles y propicias de las toxicomanías". "Es entonces la debilidad del
yo inmaduro la que sensibiliza para el efecto placer de la droga, lo que tengo que ofrecer ahí es una
pró tesis para que el yo se pueda sostener. Le poulichet plantea que el toxicó mano tiene a la
sustancia como esa pró tesis. Tanto terapeuta como toxicamano organizan sus saberes en torno a la
figura del toxico. Ambos comparten la creencia en la omnipotencia de la sustancia.

Le Poulichet dice entonces que “la toxicomanía” no pre existe a los dispositivos que la revelan y la
caracterizan ¿Qué es la toxicomanía como entidad si no el toxicó mano? ¿Có mo pensarla fuera de
cada sujeto? Ademá s hay que poder diferenciar la toxicomanía del consumo del tó xico y ademá s las
distintas toxicomanías que son diferentes para individuos que consumen incluso las mismas
sustancias. Podemos tener un toxicó mano que presentan estructuras psíquicas diferentes aunque
operen al farmakon. El toxico lo que hace es narcotizar, el gran problema es que es un recurso muy
eficaz para tapar la angustia. La toxicomanía es muy eficaz en cuanto a tapar la angustia, no te
enfrenta a la elaboració n, el toxico es mucho mas eficaz que la propuesta de un aná lisis en lo
inmediato, a largo plaza la falta sigue estando en el mismo lugar. El aná lisis permite un
posicionamiento distinto frente a esa falta que lo angustia. El toxico no permite la elaboració n.

2. Síntesis psicosocioló gicas

Las síntesis psicosocioló gicas se sostienen en la idea del “flagelo” de la las drogas y tienden a regirse
por lo espectacular y la visibilidad del fenó meno. Se construyen estas síntesis a fin de paliar la
indeterminació n del fenó meno. Se le agrega un contexto socioeconó mico y cultural designado como
toxico a la previa idea de la dependencia fisioló gica y dependencia psíquica del discurso médico.

Desde el psicoaná lisis, Le Poulichet habla de la sociedad en su conjunto y có mo las condiciones de


vida actuales traen consigo una “inorganizació n” de la personalidad segú n un modo pre
determinado. La sociedad de consumo apuntala de manera directa el individuo segú n un modo que
es del narcisismo primitivamente secundario.

B- La herencia de los venenos del espíritu

La Ambigü edad del tó xico

El farmakon encierra en si mismo a su propio contrario. Por ejemplo el opio, es la vez estimulante y
sedante. Una misma sustancia puede dar efectos hasta contrarios. En el discurso de los
toxicó manos, la reversibilidad del tó xico se escucha permanentemente. Como por ejemplo con la
cocaína, la excitació n y luego el bajó n. Hay algo de esta ambigü edad que deviene en la predilecció n
por la misma por parte del sujeto. Contiene los contrarios.

Con la psicofarmacología moderna se formalizó la doble faz del farmakon. El psicotró pico que cura
la psicosis y el mismo psicotró pico veneno que engendra la toxicomanía. Un médico puede recetarle
a alguien una medicació n para dormir y luego querer retirá rsela porque si no la toma no duerme. Y
el psicotró pico es el mismo ¿Qué es lo que cambió ?

Es el acto de la prescripció n médica el que le da identidad a la sustancia y el que traza la línea de


separació n entre remedio y veneno. Las intervenciones y discursos que condenan al médico (el de
la sustancia y el valor del tó xico) a una lucha imaginaria con el mal por extirpar (virus).

Al momento de abordar a alguien con esta problemá tica, es necesario poder quitar prejuicios acerca
de la medicació n en sí y su valor, porque muchas veces acercarse a la medicació n es algo que se
necesita para respirar, para poder continuar con su vida. Lo que cambia, lo que en que algo pueda
ser entendido como un veneno o como un remedio muchas veces tiene que ver con la prescripció n
médica porque si en un caso alguien toma un medicamento porque siente angustia y otra lo que
toma es alcohol, la percepció n sobre esa persona cambia en base a nuestros prejuicios. Pero para
ambas personas, la funció n es la misma. Calmar el dolor.

La cuestió n no termina en calmar el dolor. Si bien muchas veces es necesario para poder posibilitar
un tratamiento, para que un tto sea una condició n posible, es interesante no generalizar en ningú n
sentido. En este sentido es un desafío para la clínica psa misma, y ademá s es preciso el repensar
continuamente la experiencia clínica misma. La toxicomanía no solo contempla el tó xico sino no
poder dejarlo, que se aumente la dependencia o la dosis del mismo en el tiempo. Vivir condicionado
a tener que tomarlo para aliviar síntomas y no descubrir las causas del dolor o del sufrimiento que
se intenta aplacar con el tó xico. En este sentido no podemos hacer afirmaciones (esto esta bien esto
esta mal) ni generalizaciones. Las certezas se van desarmando conforme se interrogan los
estereotipos y generalizaciones con respecto a la toxicomanía en la clínica y tto.

Pensar a los toxicó manos como organismos de los que habría que extirpar el tó xico genera entonces
un efecto de desobjetivació n. Esto no es un uso exclusivo de las prácticas médicas. También la
psicología o varias teorías psicoló gicas entran en este sistema de pensamiento acerca del farmakon
tomando a la psiquis como un ó rgano. La omnipotencia de la sustancia hace que sea también la
solució n para todo dolor (siempre a mano la birome y la lapicera). Hay una relació n de
especulariedad entre el toxicó mano y el médico. El toxicó mano, al creer también en la sustancia
opta por dos tipos de intervenció n: la extirpació n o el encierro. El farmakon es el mismo,
precisamente porque no tiene identidad. Puede tener todas las variantes y contrarios justamente
por eso.

Los médicos, algunas teorías psicoló gicas pueden darle a la sustancia ese lugar, el psicoaná lisis no.
El psa tiene como objeto de estudio al sujeto y tiene que estar atento a no quedar preso de esos
discursos.

La circularidad del tó xico

Desprender el espíritu del tó xico que se organiza en discursos y parece constituir una teoría.
También la concepció n de la terapia como “pró tesis psíquica”. Un saber sobre un circuito má gico
entre lo interno y lo interno y sobre un ó rgano de la psique: este ú ltimo podría recibir una
medicació n, una automedicació n, o una autointoxicació n involuntaria, como en la locura.
¿Consistirá el espíritu del tó xico má s precisamente en una reversibilidad particular entre lo interno
y lo externo, lo psíquico y lo fisioló gico?

“No se puede en la farmacia distinguir el remedio del veneno, el bien del mal, lo verdadero de lo
falso, el adentro del afuera, lo vital de lo moral, lo primero de lo segundo, etc. Pensando en esta
reversibilidad original, el farmakon es el mismo, precisamente, porque CARECE DE IDENTIDAD”

En el discurso de pacientes toxicó manos, se consagra má s bien cierta funcionalidad y una urgencia
del uso del tó xico. El ideal médico converge con cierto ideal de las toxicomanías, en tanto ellas
procuran una sedació n posible del dolor y, en particular, del dolor de existir.

La noció n de reversibilidad esencial porque se presenta como la anulació n de un corte: no entre el


cuerpo y el espíritu, sino entre el organismo y el lenguaje.

Esta creencia en la omnipotencia del farmakon-sustancia que trata a la psique como si fuera un
ó rgano, puede aparecer como una tentativa de eliminar al sujeto que es precisamente asunto del
psicoaná lisis. (Hay que estar muy atento de no quedar preso de esos discursos porque iría en
contra del asunto=sujeto)
Una cosa es tratar a la toxicomanía como una entidad y otra es hablar de las toxicomanías.

Lo primero suscita imá genes que fijan el pensamiento en el interior de criterios clisés. o que
detienen sus desplazamientos para fijar algunas significaciones. (fija representaciones, imá genes
que se tienen sobre esa entidad.) Comparació n con diagnó stico: si yo digo LA neurosis, fijo
definiciones y tengo un clisé. Yo no puedo pensar la estructura en la singularidad de casos. Cuando
hablo de singularidad de casos hablo de “histéricas”. Si hablo de una entidad hablo de HISTÉ RICA.

Cuando hablamos de UNA toxicomanía se piensa que valor tiene esa toxicomanía para UN sujeto.
No se piensa como LA toxicomanía.

Es al mismo tiempo soporte de transmisió n de mensajes ideoló gicos morales, políticos retomados
por los medios de comunicació n. (Son todos delincuentes…)

La Toxicomanía como teoría

Un imperativo de representació n del drogado: para constituirse entidades de esta índole tienen que
anudarse a ciertas determinaciones sociales y medico-legales. Se traza una figura psicosocial del
drogado, figura espectacular y escandalosa que nutre la imagen social del flagelo. Parece erigirse un
imperativo de representació n del drogado.

La normalizació n de los discursos de individuos toxicó manos que presentan, en el lugar de su


demanda, una queja que de algú n modo prolonga la queja social de que son objeto. Ellos hacen suyo
este discurso estereotipado acerca de los peligros de la droga, con lo que realizan una forma de
autoscopia espectacular y denunciadora. En un puesto de objetos, esperan nuestro mensaje, que
por lo mismo vendría a duplicar esa captura. (Los toxicó manos no cumplen con sus promesas,
enciérreme en un centro. Libéreme de esto, de este flagelo)

Constituir un saber sobre el toxicó mano en el campo de la clínica a partir de esos discursos me
parece por lo tanto poco pertinente.

Toxicomanía como entidad: Clisés vs rasgos clínicos. Catá logo de conductas vs recurrencias clínicas

-Clichés: tiene que ver con la identificació n con el soy adicto.

-Rasgo clínico: que es lo que para ese sujeto significa ser adicto. Esto apela a la cadena de
significantes y a los rasgos del sujeto que construyen lo que ese sujeto en particular vive como ser
adicto. El psicoanalista esta doblemente convocado a cuestionar la significació n del “soy adicto” no
solo por lo que representa para el sujeto sino para desplazar significaciones clichés que vienen de lo
social.

Lo que el toxicó mano espera cuando nos viene a ver tiene que ver con que nosotros restituyamos
esa falta en ser, que podamos reconocerlos como adictos, que uno confirme ese ú nico lugar en el
que han encontrado esa respuesta a esa falta en ser. Vienen a buscar que obturemos la falta en ser.
Lo que vamos a hacer es confirmar la falta en ser para que la pregunta sea ¿Qué soy para el otro que
no sea un adicto?
Le Poulichet dice que una cosa es referirse a la toxicomanía como entidad y otra cosa es hablar de
las toxicomanías. La toxicomanía como entidad, suscita imá genes que fijan el pensamiento en el
interior de ciertos clichés. Es decir que uno escucha “toxicomanía” y se vienen a la mente toda una
serie de imá genes que tienen que ver con ese cliché, con eso que se tiene armado como lo que “es”
la toxicomanía o que detienen sus desplazamiento permitiendo nuevas significaciones. Pensar a la
toxicomanía como algo a definir de forma fija detiene el desplazamiento hacia nuevas
significaciones. Con los distintos dx pasa lo mismo cuando son tomados como entidades como por
ejemplo “La neurosis” o “La histeria”.

Pensarlo como entidad es al mismo tiempo soporte o canal de transmisió n de mensajes ideoló gicos
“los adictos son todos delincuentes”, morales, políticos y se promueven muchas veces a través de
los medios de comunicació n.

 Identificació n al significante “Soy Adicto”

Esta es la expresió n con la que al presentarse un sujeto, pretende escabullirse. Tiene que ver con
que el sujeto no habla de él como sujeto sino que hace referencia a la representació n fija y social
que se tiene como lo que un adicto es y por lo tanto la subjetividad escapa. Cuando se dice “Soy” se
escapa la verdad de la estructura que tiene precisamente que ver con que al sujeto le falta el “SER”.
Como eso le falta, se identifica con significantes que de alguna manera cree que lo representan para
otros. Esas identificaciones que hacemos a lo largo de la vida (Soy el hijo de… soy miembro de… soy
estudiante de…) Todos esos soy, son un intento de dar respuesta a esa falta. Ademá s, como ninguno
de esos completa, es posible ser varias cosas. Es posible el desplazamiento.

Ahora, cuando eso queda fijo en un significante, se impide la posibilidad de ser varias cosas. Hay
una alienació n, una identificació n masiva en el “soy adicto” (como si eso colmara al ser) a un
significante que le viene del discurso médico-legal, es el sujeto de la referencia social. De un
discurso donde decirse adicto o toxicó mano no es diferente de lo que ello quiere decir para las
ciencias médicas o el derecho penal. Es por eso que no se puede anudar a otras representaciones.
En el soy adicto encuentra una respuesta a la falta en ser (divisió n subjetiva) (que es para el otro) y
por lo tanto el sujeto se presta al borramiento de la subjetividad que implican por ejemplo todos
con programas de pasos. Esa ilusió n de ser algo en el sentido de lo que completa, no es algo
exclusivo de las toxicomanías. Lo que si es exclusivo de las mismas es que queda fijado a ese “soy
adicto” a esa identificació n masiva a un ste que tiene como referente a lo social y no a otros
significantes.

Esta identificació n es a un ste que funciona como signo, no como un ste que representa a un sujeto
para otro ste. Es por eso que no hay un desplazamiento (No es como decir “soy tímido” que remite a
la las representaciones y a otros stes de la cadena del sujeto de stes del sujeto) lo cual dificulta
poder interrogar eso. Hay una consistencia en el ser en base a ese signo. No es desplazamiento, es
una fijació n apuntalada al significante social de lo que soy adicto significa. Y nada má s que eso (no
remite a una multiplicidad de significaciones). La identificació n al ste soy adicto es que le da un
lugar, lo que le permite ser al sujeto en lo social, una respuesta a su falta en ser, a lo que es para el
otro. Es una respuesta que lo aliena.
El adicto aparece entonces en vez de sombra del sujeto consumidor. Es un individuo que se
presenta alienado por la referencia social. Lo que resulta interesante es pensar que en esa
identificació n a lo que responde es a la demanda social de la época: SER UN CONSUMIDOR. Es el
imperativo categó rico del consumo. La diferencia entre el adicto y el consumidor es que el adicto
para los otros es esa identificació n como signo. El consumidor puede ser de acuerdo al espacio
social en el que está cualquier cosa para otro (vecino, amigo, psicó logo) pero el adicto para otro es
eso, adicto.

El conocimiento engendrados por algunos psicó logos y psiquiatras al tto de la psique como ó rgano
infectado por alguna sustancia no es de la misma índole que el enunciado de los sujetos que se
reconocen como “soy adicto”. Es decir ¿No hacemos lo mismo que hacen ellos al tratarlos cuando lo
ú nico que los hace existir ante nosotros es que son adictos? ¿No realizamos un borramiento de su
subjetividad en su relació n con el lenguaje para consagrar la omnipotencia de la sustancia? ¿No nos
resuelve también a nosotros la pregunta por la falta en ser? ¿No es mucho má s có modo que tener
que crear un dispositivo y pensar en un tto posible para ese sujeto singular?

No solo es má s có modo sino que si se trata de un neuró tico, también le resuelve su propia divisió n
subjetiva. Ademá s, si ponemos a un paciente en un programa y este recae, no fracasa el programa,
lo que fracasa es el paciente y por lo tanto no nos interpela subjetivamente a nosotros como
quienes construyen el tratamiento.

Lugar del analista y clínica desde el Psicoanálisis:

 Interrogar las condiciones para aun abordaje y teoría de las toxicomanías.


 Pensar en rasgos clínicos, en datos clínicos que salen de la praxis, son el resultado de
muchos añ os de trabajo con toxicó manos.
 Primeras cuestiones para fundar un discurso psicoanalítico sobre las toxicomanías
 Necesidad de recortarlas de los discursos previos
 Evitar la precipitació n-prisa por concluir (Analista como mediador entre el px y la
sustancia) hay un pedido implícito a operar como mediadores entre el sujeto y el toxico.
Satisfacció n directa vs elaboració n psíquica (lo ofrece el aná lisis). Cuando a la especularidad
con el discurso médico: la sustancia como ú nica solució n para el dolor.
 Preguntamos por los sujetos que nos ocupan (soy adicto en lugar del sujeto del icc).
Labilidad de las identificaciones (se confunden con abulia). Los toxicó manos se prestan a
ese borramiento de los discursos. Identificació n masiva al significante soy adicto. Necesidad
de propiciar los rasgos (stes).
 Son los acontecimientos y los decires en transferencia que pueden fundar una clínica psa de
las toxicomanías. Del cliché al rasgo clínico

CAP 2: Del cuerpo engendrado por la operación del farmakon.

Má s allá de la toxicomanía: la operació n del farmakon, es decir, la especificidad del acto que
precisamente crea una toxicomanía.
A- El miembro fantasma
Es comú n que algunos autores mencionen un ‘síndrome de la falta’ para calificar diferentes
síntomas somá ticos ocasionados por los primeros tiempos de una abstinencia. Una vez superadas
las dificultades del “destete físico” por lo general se propone a los toxicó manos una forma de
“destete psicoló gico”. La abstinencia, sin embargo, es lo que no se puede aceptar sin discusió n: no
forzosamente engendra el corte deseado. Realizar esta intervenció n segú n la cual el sujeto sería
separado de aquello que con demasiada rapidez se denomina su objeto para producir el estado de
abstinencia en cuestió n, plantea algunas interrogaciones. Parece que la clínica de la abstinencia
daría la posibilidad de someter a examen ese modelo clá sico en que un organismo es separado de
un cuerpo extrañ o, o un sujeto, de un objeto. (entendiendo que los primeros recuperará n su
integridad después de ser separados).
Si el farmakon parece prestar un cuerpo, su ausencia evoca una forma de mutilació n. En efecto, los
discursos sobre la abstinencia se organizan bajo la referencia a una falta que cobra la figura de una
lesió n.
Esta evocació n de un miembro fantasma, como un ó rgano ausente que empero produce dolor,
designa, sin duda, una forma de paradoja situada en el centro de ese cuestionamiento sobre la
abstinencia.

Lo alucinatorio y el dolor.
El dolor característico de esta formació n que se asemeja a un miembro fantasma suscita, para
empezar, alguna cuestiones. Se revela como en negativo y se presenta como la afecció n principal
engendrada para la abstinencia. Causa queja que se desenvuelve como el límite de lo psíquico y lo
somá tico.
El tó xico ausente crea la figura de un miembro o de un ó rgano doloroso.
El cará cter alucinatorio es una formació n que no posee el valor ni la consistencia del fantasma.
Aquel efecto fantasma parece pertenecer má s bien al registro de lo alucinatorio. Indica la
presencia de una dimensión alucinatoria en la abstinencia.

Ficción de una satisfacción alucinatoria. Freud califica de alucinatorio el modo de satisfacció n


primaria del deseo. Lo alucinatorio representa la característica de la vivencia de satisfacció n
cuando es reactivada la imagen mnémica del objeto deseado. Se trata de un modo de satisfacció n
inmediato, que inviste directamente al sistema perceptivo.
Esta imagen de un estado primero, prototipo del dormir y del sueñ o, cobra un valor de modelo para
pensar algo diverso de la alucinació n psicó tica propiamente dicha. La alucinació n no implica
psicosis.

Ese modo de satisfacció n alucinatoria caracterizaría una investidura libidinal en que el yo y el otro
no se diferencian. Si ese estado hipotético de la libido no se puede mantener, es porque desde el
comienzo el individuo se encuentra inmerso en un bañ o de lenguaje, en un mundo simbó lico que
introduce las alternancias de la presencia y ausencia. Ese modo alucinatorio e inmediato de la
satisfacció n se opone a la temporalidad en la que se ordena toda cadena significante.
Una errancia sonámbula. Es sin duda una forma de desvalimiento la que se manifiesta cuando
falta el tó xico, como sin el cuerpo, en lugar de modelarse en las cadenas significantes, demandara la
restitució n de un ó rgano que ligara las excitaciones. Estas ultimas suscitan un desvalimiento que da
testimonio de un aumento intolerable de las tensiones. El tó xico reaparece como para restaurar una
protecció n frente a acontecimientos o pensamientos que de repente se viven amenazadores,
susceptibles de provocar el terror o el espanto.

Como si el farmakon introdujera el orden de una real inmediatez, es la dimensió n de la ausencia la


que resulta excluida. Ademá s, este farmakon tendría un poder de borradura o de disolució n de las
representaciones como un filtro de olvido.
La operación del farmakon pone al cuerpo al abrigo de toda diferencia: el día y la noche del
cuerpo no son más que una superficie continua, y todo efecto de ruptura resulta anulado.

B- EL tratamiento del dolor


El circuito del dolor
Freud dice cuando la tensió n provocada por la insatisfacció n de una moció n pulsional se hace
insoportablemente grande, otros medios de defensa deben intervenir entonces, ahí menciona la
acció n de los tó xicos.
En duelo y melancolía enuncia la idea de que en la manía se cancelen por vía tó xica unos gastos de
represió n. (perspectiva de cancelació n tó xica en donde esperá bamos hallar una represió n de las
representaciones)
Cuando se revela el agujero o la falta constitutiva de la relació n del sujeto con sus objetos, el dolor
puede presentarse como una respuesta inmediata que engendra un repliegue narcisista.
El tratamiento del dolor
Esta funció n del dolor que surge como má s allá del principio de placer, acaso interviene en la
abstinencia. En efecto, se puede percibir el imperativo del tratamiento de un dolor a través de los
discursos de los pacientes toxicó manos.
La palabra parece ocupada por una presencia alucinatoria del cuerpo, y dice la urgencia de una
sedació n del dolor para restablecer una forma de homeostasis. La abstinencia implica
efectivamente el retorno del dolor consciente, que por lo demá s no carece de relació n con el estado
de desvalimiento ligado a la efracció n. Pero, aunque el cuerpo vuelva en cierto modo, bajo la forma
de los límites y de los puntos de resistencia que lo dibujan en negativo, estos pacientes no
forzosamente consienten en hacerse cargo de él, en la diferencia, toda vez que interviene una
actividad alucinatoria como para negar la confrontació n con esos límites. La respuesta a
semejante demanda solo podría ser de naturaleza ortopédica. El especialista sería requerido
para tratar la psique como si fuera un ó rgano intoxicado.
Las quejas de estos pacientes evocan así una forma de mutilació n. Cuando ya no se ejerce la acció n
del farmakon, resurge ese dolor narcisista que intenta ligar las excitaciones. Es que la operació n del
farmakon representa una cancelació n tó xica del dolor y una restauració n de un objeto alucinatorio.
Una cancelació n tó xica regularía la homeostasis de un aparato psíquico, es decir, una forma de goce,
má s allá de una dialéctica de la necesidad, del deseo, de la demanda y de la falta.
En suma, este circuito del tratamiento del dolor narcisista no recurre al rodeo del Otro. Se trata de
un dispositivo de urgencia que se presenta en una dimensió n esencialmente econó mica.
Esta cancelació n tó xica mencionada por Freud admite ser concebida, bajo esa referencia, como una
sustracció n a la percepció n y al dolor por el recurso a una formació n alucinatoria.

C- El principio del farmakon operante en las toxicomanías


Lo propio de la operació n del farmakon sería establecer las condiciones de una percepció n y de una
satisfacció n alucinatorias, así como producir una cancelació n tó xica del dolor.
Mientras que los discursos sobre la toxicomanía presentan a esta como una autodestrucció n, vemos
surgir la perspectiva de una operació n esencialmente conservadora que protege a una forma de
narcisismo.

Tres formas de reversibilidad:


-Una reversibilidad entre lo psíquico y lo orgá nico se oye en el deslizamiento registrable a través de
los discursos de los pacientes.
-Otra sería entre un afuera y adentro. Ciertos elementos del mundo exterior son presentados como
prolongaciones del yo y, a la inversa, los pensamientos pueden encontrarse manifestados por los
elementos exteriores.
-Estas dos primeras formas implican una tercera, relativa a una forma de desaparició n del sujeto.
La operació n del farmakon permitiría neutralizar lo que cobra valor de una amenaza.
La operació n del farmakon es lo que dispone las condiciones de la desaparició n de un sujeto en la
medida en que este ú ltimo se debate con algo intolerable que lo deja librado al espanto. Que algo se
haya constituido como un intolerable que no pueda ser asumido dentro de una realidad simbó lica
sería una condició n fundamental para que se sostenga una operació n del farmakon. Realiza sin
duda una forma particular de repliegue narcisista y la dimensió n misma de la alteridad resulta
neutralizada por este dispositivo, cuando no se muestra desfallecente. Quien desaparece durante la
operació n del farmakon no constituye ya al otro como su interlocutor. Ademá s su percepció n
dispone un campo continuo en el ue una cosa se conjuga con su contraria y toda diferencia se
reabsorbe en la reversibilidad. Esta operación elimina de algún modo cualquier posibilidad de
surgimiento de un efecto de sujeto.

Operación del farmakon y uso de droga La operació n del farmakon en sí misma no esconde
ningú n sentido preciso: la clínica muestra que se inscribe en el caso de los toxicó manos, en destinos
diferentes. Si esta operació n realiza una particular suspensió n del sujeto porque lo coloca en un
dispositivo que lo anula, ello no quiere decir que todos los toxicó manos se borren por las mismas
razones y en las mismas condiciones.
No es indiferente que un sujeto pase a borrarse en un dispositivo en un momento preciso de su
historia.

Un cuerpo que no se habría perdido.


Desde el momento en que la funcionalidad de semejante pró tesis entra en perspectiva, parece
neutralizada toda la dimensió n del engendramiento del cuerpo pulsional por la falta. Nada del
cuerpo se pierde ni se elabora simbó licamente cuando se lo concibe en el orden de una
suplementariedad real.
Para el individuo capturado en un dispositivo de toxicomanía, la modificació n de las condiciones
espacio-temporales dentro de las que se concibe el cuerpo de la vigilia parece deconstruir el
espacio especular mismo. Y es sin duda dentro de la relació n con una ló gica especular como es
posible situar las coyunturas de la continuidad y de la discontinuidad.
Se dispondría de un cuerpo en la realidad para tratarlo y administrar directamente su goce.
Disponer de su propio cuerpo en la operació n del farmakon trae consigo un efecto de desaparició n
del sujeto, como si tener su propio cuerpo equivaliera a abolirse como sujeto. Al inventar su propio
exceso fuera de todo marco simbó lico, el cuerpo quedaría librado a lo alucinatorio.

-IDENTIFICACIÓN MASIVA AL SIGNIFICANTE SOY ADICTO DEL SUJETO DE LA REFERENCIA


SOCIAL.
Soy adicto es la expresió n con que al presentarse un sujeto pretende escabullirse. No estoy
hablando de mí como sujeto, sino que estoy haciendo referencia a la representació n fija DE SOY UN
ADICTO.
Al hacer consistente un ser como respuesta que intenta desconocer una verdad de la estructura “al
sujeto le falta ser”. No existe un “yo soy” que colme al sujeto. (como falta ser se la pasa
identificá ndose con objetos que de alguna manera cree que lo representan para otros)
Alienació n a un significante que le viene del discurso médico-legal (sujeto de la referencia social).
Sujeto éste que especulariza los discursos. Donde decirse adicto o toxicó mano no es diferente de lo
que ello quiere para las ciencias médicas o el derecho penal (enfermo-delincuente). (CUANDO UN
TOXICÓ MANO DICE SOY ADICTO NO ESTÁ DICIENDO NADA DISTINTO QUE EL DISCURSO MÉ DICO
Y JURÍDICO)
Encuentra consistencia del ser, una respuesta a esa falta.
Sujeto identificado a un significante que funciona como signo; es decir que intenta apuntalar
apuntala su univocidad aparente, congelando un ser.
Ser algo de lo que completa, no es algo exclusivo de las toxicomanías, pero sí que queda fijada. Tiene
como referente a lo social, no a otros significantes.

El sujeto cuando se identifica a este soy adicto está identificado a un significante que funciona como
signo. No hay desplazamiento. No es que soy adicto puede remitir a una multiplicidad de
significaciones: SOY ADICTO SIGNIFICA LO QUE SIGNIFICA A LA REPRESENTACIÓ N SOCIAL. es
fijació n. No permite la singularidad.
Soy analista como signo; no permite mi singularidad ni mi deseo de ser analista. No se puede ser
UNA ANALISTA. Si no, determinado por la referencia social que son LOS DISCURSOS DOMINANTES.
Al adicto le da una respuesta a su falta en ser. Pero de una manera, no fallida, y entonces necesito
identificarme a otras cosas. sino una rta que lo aliena, no permite ningú n otro tipo de
desplazamiento. Como si fuera eso y solo eso.

*SUJETO DE LA REFERENCIA SOCIAL: es, ya se trate de una referencia má s mediá tica, un cuadro
nosoló gico, o de una tipificació n penal, un sujeto histó ricamente determinado por los ideales y la
moral de una época. El adicto aparece entonces el en vez de sombra del sujeto consumidor. Es un
individuo en tanto que indiviso que se presenta alienado a la demanda del otro social. Soy adicto lo
ubica por un lado con relació n al có digo penal como DELINCUENTE y por otro lado en relació n a la
terminología médica como ENFERMO.

*DEMANDA DEL OTRO SOCIAL: SER CONSUMIDOR. Identificació n masiva a ese significante que le
da el ser y le permite responder a esa demanda. La referencia social, por el momento histó rico que
tiene que ver con el consumismo y el capitalismo es la demanda de consumir como imperativo
categó rico.
Esa es la diferencia entre ADICTO y CONSUMIDOR: para el adicto, la identificació n al soy adicto es el
tema de su existencia en el espacio social. ¿Qué es para los otros? un adicto.
En el caso del consumidor, no ha hecho de su existencia en el espacio social, esa identificació n con
lo social: puede ser “un amigo” “un psicó logo”, etc de acuerdo al espacio social en el que esté.
Dependiendo qué otro.

-EL PODER OBJETIVANTE DE LA DROGA. ¿El conocimiento engendrado por alguno médicos,
psiquiatras y psicó logos, respecto del tratamiento de la psique como un ó rgano infectado por una
sustancia, no es de la misma índole que el enunciado de ciertos sujetos que se reconocen en el ‘soy
adicto’? Tantos unos como otros -adictos y los que lo tratan- ¿no se ven atrapados en una tentativa
de anulació n de la subjetividad en su relació n con el lenguaje, para consagrar la omnipotencia a la
sustancia?
Cuando lo ú nico que vemos de ellos, lo ú nico que los hace existir para nosotros es en tanto adictos.
Borramos también al quedarnos alienados por el “es un adicto”. Cuando no consideramos algo de lo
singular.
¿No nos resuelve a nosotros también la pregunta por la subjetividad, por la falta en ser? Tenemos
todo resuelto si está enfrente un adicto y yo ya tengo congeladas las representaciones y el modo de
tratarlo. Es má s có modo que tener que preguntarme por la singularidad, por el caso que no entra en
el estereotipo y requiera la creació n de un dispositivo específico para ese sujeto.
Es má s có mo sobre todo si el que lo trata es un neuró tico, le resuelve la divisió n subjetiva. El no
saber qué hacer con ese sujeto en particular. POR EJ: COMO ANALISTA APLICAR UN PROGRAMA NO
ME INTERPELA EN MI SUBJETIVIDAD, APLICAR UN PROGRAMA ES SIMPLEMENTE ENCARGARME
DE QUE ESE PROGRAMA SE CUMPLA.
Y si fracasa el tratamiento, lo que fracasa es el paciente, no ese tratamiento, porque es para todos
igual. Esa persona “no se ajusta”.

Cuando tratamos a las toxicomanías como entidad, creamos esos clisés y estereotipos. Eso fija
significaciones- hace signos y tiene ese efecto de subjetivació n.

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