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CLÍO AL RESCATE DE MARTE, O LA PERTINENCIA DE

LOS ESTUDIOS EN HISTORIA MILITAR EN COLOMBIA.

Luis Alfredo De la Peña Jiménez - Universidad Nacional de Colombia

“La contradicción que socava al mundo moderno es el antagonismo

entre las virtudes militares, que toda vida necesita, y la actual conjuntura

tecnológica, que vuelve catastrófico su ejercicio.

Sin virtudes militares esta sociedad se pudre; con virtudes militares

esta sociedad se suicida” Nicolás Gómez Dávila (EI, 90e).1

Los estudios de historia e historiografía militar en Colombia son prácticamente


huérfanos, esto quizá por la reticencia a su estudio por parte de la academia debido a
prejuicios infundados, algo paradójico en un país que ha marcado su historia por los
conflictos armados y donde la historia militar puede sacar un valioso aporte para la
construcción de una sociedad mejor, o aunque sea, menos mala. La estructura de este
texto está dividida en cinco partes, comenzando por adoptar una definición de historia
militar que abarque la relación de la historia y de los hombres con la guerra; una segunda
parte tratará de describir y explicar los principales planteamientos de la historia militar,
su desarrollo como corriente historiográfica y la mención de algunos de los principales
historiadores militares, denominados como tales; a continuación se enunciaran los
principales problemas que esta disciplina posee, el desinterés por parte del mundo
académico por parte de los estudios de la guerra, la particularización endémica de quienes
se dedican a estos estudios y la gran aceptación y divulgación de los temas militares
debido al interés del común de la población; El uso y el abuso de los conflictos armados
del pasado, tanto por el grueso de la población como por las mismas élites militares y

Gómez Dávila, Nicolás. Escolios escogidos; prólogo y edición de Juan Arana. Valencina, Sevilla:
colección “Los papeles del sitio”, 2007. 205 p. 20 cm. p. 45
políticas, es el tema a tratar en la cuarta parte de esta introducción; finalizando con las
nuevas perspectivas y posibilidades que este campo historiográfico ofrece desde un plano
general global , hasta las particularidades del caso colombiano.

Todo esto con el objetivo de ofrecer alguna respuesta o claridad al cuestionamiento


central de este evento. ¿Para qué la historia militar? ¿Para qué su aplicación a los estudios
históricos en Colombia? ¿Cuáles son sus principales problemas y herramientas de
análisis? ¿Cuál es la agenda de la historia militar en el país? Son algunas de las
inquietudes que rondan este texto y tratarán de ser contestadas a lo largo del mismo. No
sobra decir que esta argumentación no es más que un somero intento por decantar
brevemente un vasto debate de la relación entre guerra e historia a través de la
historiografía militar. Al igual que el de las alternativas y campos de aplicación de la
historia militar, sobre todo para la historia nacional.

Definiciones de la historia militar.

No hay claridad ni un consenso sobre la definición de historia militar. En este ejercicio


adoptaré la definición más amplia de los historiadores Stephen Morillo y Michael
Pavkovic, en la que la historia militar es definida, por supuesto, como la historia de las
guerras y la “guerra” (entendida particularmente como la realización de operaciones
militares) en general. Pero los relatos de éstas, o incluso el análisis de los patrones de los
principios de la guerra ilustrados por estas campañas y batallas, a veces llamado el "arte"
o la "ciencia" de la guerra, pueden definirse de muchas maneras. El historiador puede
mirar una guerra en términos de cómo se ajusta a los objetivos políticos más grandes de
un líder nacional, lo que las estrategias de los líderes que se ajustan a sus objetivos más
grandes, cómo y qué tan bien esas estrategias fueron ejecutadas, o lo que los resultados
de la guerra fueron, es decir, historias de guerras particulares y de la guerra forman parte
de los temas más extensos de la historia militar en todas sus manifestaciones y efectos
complejos. El enfoque en muchos de estos niveles podría estar en el funcionamiento de
las decisiones de quienes comandan ejércitos, la experiencia de las personas
(combatientes) lejos del proceso de la toma de decisiones, pero cerca de la acción
generada por estas, o el mundo de las ideas, creencias e ideologías, incluyendo las
creencias religiosas y prácticas, que dieron forma a los planes, decisiones y acciones de
los individuos y grupos que participan en los conflictos armados.2

Por lo tanto, hay que llegar a una definición amplia de la historia militar que no abarque
sólo la historia de la guerra y las guerras, sino que incluya cualquier estudio histórico en
el que el personal militar de todo tipo, la guerra (la forma en que los conflictos militares
son en realidad desarrollados en tierra, mar, y en el aire), las instituciones militares, y sus
varias intersecciones con la política, la economía, la sociedad, la naturaleza y la cultura
forman el foco o el tema de la obra. Las implicaciones obvias de una definición tan
amplia es que muchas obras sobre historia militar también podrían clasificarse de
diversas maneras, como de historia política, económica, intelectual, institucional, o de
historia social o cultural. De hecho, la mejor historia, militar o de otra naturaleza, cruza
necesariamente muchos de estos límites académicos abstractos a fin de presentar una
visión del pasado tan rica e integral como sea posible. En la práctica, la historia militar se
ha beneficiado de los avances metodológicos y conocimientos derivados de otras
corrientes de la historia, así como de campos académicos diferentes, pero relacionados,
como la antropología, la sociología y la crítica literaria.3

Desarrollo y problemas de la corriente historiográfica:

Hay dos características esenciales en los estudios de historia militar, el rostro inmutable
de la guerra y la naturaleza trágica de su persistencia a través del tiempo. A pesar de la
supuesta novedad de la hoy llamada “guerra contra el terrorismo” y del escándalo público
que suscitan las guerras de este nuevo milenio, sobre todo desde que se cruzó la frontera
que el teórico prusiano Karl von Clausewitz expuso entre guerra total (máximo de
esfuerzos y resultados, resultados aceptables) y guerra absoluta (mínimo esfuerzo,
máximos resultado) con el inicio de la guerra nuclear en 1945 en Hiroshima, los

Morillo, Stephen y Pavkovic, Michael F. What is Military History? Cambridge, Polity Press, 2006.
143 p. p. 3
3

Morillo, Pavkovic. p. 5
conflictos de la época actual todavía pueden comprenderse gracias a un riguroso estudio
del pasado.

Traigo a colación en el título a Clío, musa de la Historia, quien inspirara las descripciones
de los primeros historiadores; y a Marte, dios de la guerra y una de las divinidades más
importantes del panteón grecolatino. Tanto Clío como Marte son figuras preponderantes
en los orígenes de la historiografía antigua en Grecia y Roma, aunque este periodo de la
historia cuenta con unos elementos narrativos que integran muchísimas acepciones de la
naturaleza humana, todas dignas de ser contadas y que en gran parte gran cantidad de
ellas han llegado hasta nuestros días, lo que interesó y atrajo por su relevancia a los
principales historiadores grecolatinos fue la guerra, Tucídides en su obra dice que hace un
recuento sobre la guerra del Peloponeso, porque nunca había pasado algo antes que fuera
digno de ser escrito como él lo hizo, Polibio expone las guerras púnicas y las Guerras
Macedónicas (de las que él fue víctima) como los eventos que forjaron la república
romana, su expansión y su posterior hegemonía. Y así mismo Tito Livio, Heródoto, Dión
Casio, Flavio Josefo, Jenofonte, (aunque específicamente Flavio Vegecio y Eneas el
táctico) y gran parte de los autores del mundo antiguo, que dieron origen y forma a la
historia como disciplina, tuvieron de las guerras y las confrontaciones armadas su materia
prima.

Gracias a la naturaleza cambiante del ámbito universitario, que se dedicó durante muchos
años a análisis evenemencial de guerras, campañas y sucesiones, los estudios de clase
social, género y raza desplazaron a la historia militar de las universidades. De acuerdo
con este nuevo énfasis, era políticamente más correcto estudiar la lucha de las mujeres
contra la opresión del patriarcado, el padecimiento del racismo por las minorías o la
privatización de las oportunidades para las capas bajas de la población, que profundizar
en las descarnadas descripciones que hace John Keegan del horror que miles de soldados
anónimos vivieron en Agincourt, Waterloo o el Somme, el drama de la soldadesca
compuesta por mujeres niños y ancianos que acompaña a los ejércitos y que a veces
pasan más penurias que los mismos combatientes y las vicisitudes de la gente del campo
que ve arrasadas sus tierras trabajadas por los ejércitos que desfilan como plagas.4 La

4
historiografía militar es a veces incluida o mal clasificada al integrarse al limitarse a
analizar algunos aspectos muy particulares vistos desde una perspectiva historiográfica
social o política. Los estudios más actuales sobre historia militar sobre todo los llevados a
cabo por los participantes en el debate de “La Revolución Militar” que buscaba entender
el cambio técnico, táctico y estratégico, que la implementación de la pólvora causó en los
conflictos mundiales a partir del siglo XV. Este debate (que más adelante se profundizará
en él) generó toda una nueva dimensión en el modo de entender históricamente la guerra,
entendiendo a ésta no simplemente como la concatenación de hechos de armas, de
ganadores y de perdedores sino ampliando la perspectiva al campo del análisis
económico como Geoffrey Parker; el análisis de la sicología del combatiente, como John
Keegan; el papel de la geografía en los conflictos armado como Jeremy Black; la
importancia de la ideología y el condicionamiento mental de los ejércitos como John
Lynn e incluso el uso de las fuentes orales para reconstruir los conflictos como Richard
Holmes.5

Superado el paradigma positivista de la historia, hacer estudios sobre batallas y grandes


hombres se convirtió en un tabú para los historiadores, por lo anteriormente explicado,
tomando la disciplina otros caminos y objetos de estudio. Aun así estas nuevas
perspectivas ayudarían a entender mejor el proceder de estas figuras notables y la
importancia histórica de los conflictos. Churchill también decía que las batallas eran los
signos de puntuación de la historia, pero no se debe analizar la historia militar como una
mera historia evenemencial. Si bien es cierto, parafraseando a Marc Bloch en quizá una
de sus citas más conocidas, repetida casi como un mantra por los historiadores, en la que
define a la historia como el cambio de los hombres en el tiempo, las batallas deben ser
vistas como catalizadoras de este cambio. Catalizadoras profundamente marcadas por
quienes generan este cambio: hombres y mujeres, famosos y desconocidos, encumbrados
a los altares de la gloria o muertos en el total anonimato, que han sido protagonistas y
testigos de acontecimientos que potencian para bien o mal todas las dimensiones de la

Davis Hanson, Víctor. Guerra: el origen de todo; traducción de Laura Vidal. Madrid. Turner, 2011.
327 p.; 22 cm. p.25
5

Holmes, Richard y Marix, Evans Martin, eds. Campos de batalla: los conflictos más decisivos de
la historia; traducción de Joan Solé. Barcelona: Ariel, 2007. 654 p. : il., mapas ; 25 cm.
naturaleza humana, pues el odio irracional, la generosidad más pura, el honor y la
cobardía, alcanzan su máxima expresión en los campos de batalla.

Uso y abuso de los hechos de armas y el pasado:

Los integrantes de las fuerzas armadas utilizan a la historia militar como pasado práctico.
Es un componente fundamental en la profesionalización de las armas, la formación en
historia militar. Los oficiales de las fuerzas armadas en prácticamente todos los países del
mundo, no siendo Colombia la excepción, utilizan el conocimiento que se tiene de las
guerras pasadas como parte fundamental, tanto teórica como práctica de su formación
disciplinar. Se utiliza el análisis de campañas anteriores, de disposiciones estratégicas y
de avances tácticos para contribuir a la formación de los nuevos elementos de la
oficialidad y darles las herramientas necesarias para poner en práctica sus habilidades en
caso de utilizarlas en una situación práctica, basándose en ejemplos históricos. En el caso
colombiano, la formación de la oficialidad ha girado en torno del estudio de las campañas
y batallas de grandes generales de la historia como Alejandro Magno, Julio César,
Napoleón y por supuesto Bolívar. El desarrollo de estos análisis históricos busca poner en
práctica lo aprendido en otros campos de la formación militar y aplicarlos en las mismas
condiciones históricas en las que se desarrolló tal o cual campaña, sea la del Ejército
Libertador en 1819 o la campaña de Rusia de la Grand Armeé en 1812.6

Siendo este quizá uno de los usos más prácticos del pasado, sobre todo del pasado de los
conflictos armados, la utilización y pertinencia de la historia militar sale a la vista, pero a
la vez plantea ciertas inquietudes, es cierto que estas obras usadas en la formación de los
oficiales de las fuerzas armadas están dirigidas a un público especializado, con un
vocabulario técnico y con unos propósitos claramente definidos. Pero ¿qué ocurre cuando
este conocimiento científico-militar queda ahí y se transmuta en algo diferente cuando

Tal es el caso de textos como: Escuela Superior de Guerra. Algunas tareas sobre historia militar,
formuladas a base de la campaña de Napoleón en Rusia- 1812 y tomadas de los cursos de historia militar
desarrollados en la Escuela Superior de Guerra. Bogotá: Estado Mayor General, 1942. 98 p.: il. ; 22 cm.;
Flórez Álvarez, Leónidas. Introducción a la historia militar: conferencias elementales para los alféreces,
1946-1953 / Bogotá: Imprenta del Comando General de las Fuerzas Armadas, 1953. 160 p. il., planos; 16
cm. Y Gutiérrez Arias, Eduardo. Catorce lecciones de historia militar. Bogotá: Ejercito Nacional. Escuela
Militar de Cadetes General José Maria Cordova, 1992. 131 p. il., mapas; 22 cm.
algunos visos de éste llegan a un público más amplio? Colombia tiene en el principal
centro de instrucción del Ejército – la Escuela de oficiales José María Córdova – la sede
de la Academia Colombiana de Historia Militar, pero de nada sirve que los militares con
trabajos relevantes a la historia circulen eternamente sus avances en el conocimiento si
este no trasciende las rejas de los batallones.

Aun así, en medio de todo, el estamento militar colombiano nunca ha tenido un papel tan
predominante en el devenir histórico del país, ni sufre de una saturación propagandística
como sí ha ocurrido en otras experiencias vecinas como Perú y los países del sur del
continente, en Estados Unidos o Inglaterra, o en Turquía y algunos otros países de
Medio Oriente. Así mismo, el país pocas veces ha sido partícipe de conflictos
internacionales que exacerben patrióticamente el militarismo. Es difícil ver a un
colombiano enfrentándose verbalmente con un peruano por Leticia, cosa distinta pasaría
entre este último y un chileno por las consecuencias de la Guerra del Pacífico. Basta
poner videos en Youtube sobre cualquier batalla de importancia que haya involucrado a
naciones en disputa, para que estas luchas vuelvan a encarnizarse en los comentarios:
franceses, ingleses y españoles aún pelean por Trafalgar, mexicanos y estadounidenses
aun sufren por El Álamo, y ni que decir de lo que pasa cuando turcos y griegos se
enfrentan por los videos que tratan sobre la caída de Constantinopla en 1453.

Perspectivas globales de la historia y la historiografía militar:

Ante todo, hay que entender teóricamente los principales postulados acerca de la
naturaleza de la guerra y la estructura y desarrollo de ésta a través de la historia de la
humanidad. La guerra es un modo violento en el que se relacionan los grupos sociales. Es
la forma de relación entre individuos o grupos caracterizada por el uso intencionado de la
violencia. Aparece en la historia como un «estado» que atraviesa la vida de los pueblos,
no como un «orden» en el que se está. Se trata, pues, de un «estado de guerra» que, al
contrario de un «orden de paz» ni debe durar ni debe permanecer abierto, antes bien, es
necesario que sea prontamente clausurado.7

Baquer, Miguel. ¿A qué denominamos guerra? Madrid, Ministerio de defensa, 2001. 359 p. 13
Ahora bien, la historia de la guerra, como aún otras corrientes de la disciplina se reduce al
carácter y desarrollo occidental de la misma. En la historia de Occidente, la evolución
tipológica de la guerra se ha producido en líneas generales, de acuerdo con este orden
cronológico. 1) “la guerra primitiva” o mejor tribal avanza hacia “la guerra vecinal”
desde la prehistoria hasta que los hombres empiezan a hacerse cargo de la agricultura, la
cerámica, la domesticación de los animales, el desarrollo de la escritura, y sobre todo la
fundición de los metales. 2) “La guerra imperial” reemplaza a la “guerra vecinal” y se
desarrolla a través de las grandes civilizaciones fluviales y se convierte en el modelo de
guerra en el Mediterráneo durante toda la antigüedad. 3) “La guerra señorial” aplicada a
la Edad Media, atraviesa durante este periodo cronológico una larga transición. 4) “la
guerra nacional” será el desenlace bélico entre comunidades que se adelantará desde el
Renacimiento, pasando por la Reforma en pos de la constitución de los estados
nacionales. Estas naciones se aprietan entre sí, para vivir aglomeradas las épocas de la
Revolución haciendo gala de un irresistible espíritu defensivo por los intereses
nacionales. Y finalmente 5) “La guerra de liberación” que imprimirá su carácter a la
mayor parte de los acontecimientos de la historia contemporánea y que se extiende por
círculos que van desde el gran núcleo de irradiación de la especulación teórica sobre la
guerra total (en especial los planteamientos de Clausewitz) hacia las regiones del mundo
que aún tenían pendiente la consolidación de sus experiencias nacionales.8

Teniendo claro el desarrollo y las transformaciones que la guerra ha sufrido a lo largo de


la historia, Un debate central de la historia militar a lo largo de estos últimos 30 años ha
sido el de la “Revolución Militar” o las profundas transformaciones que el modo de hacer
la guerra sufrió con la llegada de la pólvora y las armas de fuego desde el siglo XIV y
durante gran parte de la edad moderna, el autor que mejor refleja los resultados y
conclusiones de este debate es el inglés Geoffrey Parker, quizá el discípulo más avanzado
del reconocido historiador John Elliot y quien en dos obras fundamentales de la
historiografía militar, Historia de la Guerra y La revolución militar: las innovaciones
militares y el apogeo de Occidente, 1500-1800 9 Exponen resumidamente los factores
8

Baquer, p. 87
9
que han permitido el predominio de la práctica occidental de la guerra desde la Edad
moderna hasta hoy: una combinación de innovación e imitación técnica que permite
ventajas tácticas en el enfrentamiento, una férrea disciplina y especialización de los
combatientes, así tradición militar agresiva, más la extraordinaria capacidad para
responder con rapidez a los retos que la guerra impone y servirse de recursos más
económicos que humanos para triunfar. Claramente, este modo occidental de hacer la
guerra y su ventaja militar han sido – y son – puestos en entredicho a través del tiempo,
sobre todo al enfrentarse con modelos distintos de enfrentar los conflictos armados.

Aun así, muchos autores de este debate por cuestiones de tiempo y espacio, reconocen
que un gran vacío en este desarrollo historiográfico ha consistido en la ausencia del
análisis de estos otros modelos no occidentales de hacer la guerra, lográndose en los
últimos años avances en China, Japón e India. Para Latinoamérica, los esfuerzos por
captar las condiciones y características de la guerra y los estamentos e instituciones que
en ella intervienen, han sido de parte de historiadores no propiamente militares, sino en
gran parte pertenecientes a otras corrientes, pero interesados en el papel jugado por la
guerra y las fuerzas armadas en la configuración histórica del continente. 10 Se podrían
resumir los planteamientos de estos autores en lo que respecta al periodo de la
dominación colonial (los estudios prehispánicos son aun difusos y escasos) y la
consolidación del estado nación en Latinoamérica, incluyendo claro está a Colombia, en
tres momentos. El primero relacionado con la crisis política y económica de finales del
siglo XVIII que obligó a la monarquía borbónica a crear el ejército hispanoamericano con
el fin de proteger la integridad de sus territorios ante la intervención de potencias
extranjeras, teniendo como gran novedad la incorporación de la sociedad civil al ejercicio
de las armas. El segundo momento incluye las guerras civiles que desencadenaron la
fragmentación de los territorios hispanoamericanos en estados independientes y, por

Véase Parker, Geoffrey, (ed.) Historia de la Guerra, traducción de José Luis Gil Aristu Madrid,
Ediciones Akal. 544 p. Y: Parker, Geoffrey. La revolución militar: las innovaciones militares y el apogeo de
Occidente, 1500-1800; traducción castellana de Alberto Piris y José Luis Gil Aristu. Madrid: Alianza
Editorial, 2002 318 p. il. mapas; 23 cm.
10

Véase: Marchena Fernández, Juan. Ejército y milicias en el mundo colonial americano. Madrid:
Editorial Mapfre, 1992. 323 p. 23 cm. Y: Ortiz Escamilla, Juan (coord.) Fuerzas militares en Iberoamérica
siglos XVIII y XIX / México: El Colegio de México, 2005. 474 p. 23 cm.
último, el momento de la integración de las distintas corporaciones bajo los liderazgos de
quienes pretendieron controlar los nuevos estados independientes, o los caudillos locales
que fungieron como operadores políticos de los grandes jefes militares.

Para el siglo XX, el historiador francés recientemente fallecido, François Chevallier


describe cómo la institución militar en América Latina fue analizada en la configuración
política y social de los países que componen el continente, siguiendo particularmente los
lineamientos hechos por los americanistas estadounidenses y franceses, entre los cuales
hay autores como Mcallister, Rouquié, Johnson o Lambert. Llegando a la conclusión de
que historiográficamente el estamento militar en Latinoamérica ha sido estudiado bajo
dos perspectivas. La primera, que analiza el militarismo y el caudillismo como las causas
de la inestabilidad política y como un obstáculo del progreso hacia el amplio camino
hacia la democracia; y la segunda. Una visión más “realista” que considera las
intervenciones militares sólo como la consecuencia de graves tensiones sociales o
políticas y no la verdadera razón de las rupturas con la democracia.11

Perspectivas de la historia y la historiografía militar en Colombia:

Ahora bien para el caso colombiano es urgentemente pertinente el estudio de la


originalidad de la práctica de la guerra en el territorio nacional. Condicionada esta por las
estructuras geográficas y sociales que a lo largo de la historia han conformado al país, es
menester preguntarse por qué desde la Conquista en la primera mitad del siglo XVI y
hasta las guerras de independencia el territorio nacional no sufrió ningún conflicto
armado de importancia, pero en los dos siglos de historia republicana, este pueblo se ha
desangrado en guerra en casi un centenar de guerras intestinas, siendo la más prolongada
el actual conflicto que vivimos y que data desde la década de los 60 en el siglo pasado. Es
obvio que estos análisis son duros y espinosos, pero aquí recae la valentía del historiador
de la que Hobsbawm habla, en la que no debe legitimar ningún discurso político o
ideológico del pasado y tratar de acercarse lo más posible a una realidad histórica pasada.

11

Chevalier, Francois. América Latina, de la independencia a nuestros días; traducción de María


Laura Rieu. Barcelona: Editorial Labor, 1979. Descripción física: xvi, 504 p. p. 188
La máxima de Clausewitz que expone que la guerra es la continuación de la política por
otros medios es posible analizarla para la historia contemporánea colombiana como lo
expone el profesor César Ayala en sus clases, donde dice que en Colombia, la guerra es la
continuación de la política por otros medios, cuando ya no es viable el proyecto político
de la Regeneración con el Olimpo Radical, se desata la guerra de 1885, cuando no es
posible la integración de una tercera fuerza o de otros partidos distintos a los tradicionales
en la historia política del siglo XX, se fundan los movimientos guerrilleros. Otro proceso
a analizar es la construcción de la identidad nacional a través de los conflictos, la
cohesión nacional que se vivió durante el conflicto amazónico de 1932 es un proceso que
no ha merecido el suficiente interés por ninguna corriente historiográfica, así como el
papel del estamento militar, la memoria y la formación ciudadana en esta coyuntura del
bicentenario y sus hechos de armas, son puntos esenciales en la construcción de una
agenda de la historia militar en el país, a veces se sabe quienes pero no como ni por que
se pelearon las guerras en este país.

***

Después de todos estor argumentos y hecho el planteamiento tanto de la pertinencia de la


historia militar como corriente historiográfica, así como de sus desarrollos, problemas y
perspectivas es necesario establecer ciertas conclusiones. La primera de ellas giraría en
torno a la misma pertinencia y naturaleza de los avances y discusiones que se generan
sobre la historia militar en general. Otro argumento de importante validez es la ruptura
con el axioma clásico de Karl von Clausewitz que se refería a la guerra y a la política, y
una tercera conclusión (aparte de otras hipótesis y argumentos brindados a lo largo de
esta exposición) se fundamenta en la necesidad y pertinencia del estudio de la historia
militar y sus diversos componentes por los profesionales en la disciplina histórica.

Lo que se discute por los historiadores militares es importante no sólo desde


la perspectiva que busca evitar el enfoque eurocentrista. Sino también porque, desde el
enfoque cultural, se llega a la conclusión de que no sólo las formas de la guerra, sino
incluso sus principios fundamentales, fueron objeto de variedad y cambio. Esto desafía la
suposición básica de la igualdad o similitud, al menos, hasta ahora de la historia militar
subyacente, un supuesto que permite la lectura de listas de estos dos enfoques de carácter
general y en particular los estudios de casos a otros períodos y episodios; una inferencia
intelectualmente perezosa que alentó a estudiar lo que era “bien conocido” y las lecciones
globales que se suponía se podían enseñar. Esta hipótesis también tolera la falta de
tratamiento de largos períodos de tiempo (sobre todo la Edad Media) y de gran parte del
mundo, en particular el África subsahariana, Asia oriental y sudoriental y obviamente
América Latina. Quitar, sin embargo, el sentido de que la historia militar es una cuestión
de encontrar temas comunes o “lecciones” entre Salamina y Trafalgar, o Alejandro
Magno y Wellington, sólo hace que surjan enfoques más difíciles, enfoques, que en
efecto, puede que digan algo nuevo acerca de la guerra.

El papel controvertido del pasado en la historia militar no es una cuestión abstracta, en


particular en situaciones de crisis cuando las lecciones del pasado supuestamente se han
desplegado fundamentando opciones políticas particulares, y no menos importante, a fin
de provocar y estimular el apoyo público. El papel del análisis de este pasado no se limita
a la historia militar. Por lo tanto, hechos como los juicios de Nüremberg y la conferencia
de Yalta jugaron un papel importante en el mobiliario mental de los estadounidenses y
británicos encargados de formular posteriores políticas: sobre todo en la guerra de
Vietnam, la crisis de Suez y en la Guerra de las Malvinas. Del mismo modo, la política
del contexto actual en el que se mueven los historiadores militares afecta seriamente sus
planteamientos. Un ejemplo es la oposición de Saburo Ienaga, autor de The Pacific War,
1931–1945: A Critical Perspective on Japan’s Role in World War II (libro publicado en
1968) a la política norteamericana en la guerra de Vietnam y, en concreto, del apoyo de
Japón a Estados Unidos, por el papel hostil que este último tuvo hacia la política
japonesa en la década de 1930.12

Ahora, en cuanto a la segunda conclusión y respondiendo a la pregunta sobre la


naturaleza de la guerra, materia prima de la historia militar, John Keegan, quizá uno de
los historiadores militares más respetados, nos dice que es a nivel cultural que la
definición de la guerra de Clausewitz muestra su defecto. Y no es extraño, pues a todos

12

Black, Jeremy. Rethinking military history. Nueva York, Routledge Books, 2004, 272 p. p. 241
nos cuesta extrapolarnos lo suficiente de nuestra propia cultura para percibir como ésta
nos configura como individuos. Para la población del mundo occidental moderno, con su
sumisión al credo del individualismo, la dificultad es tan irreductible como para los
hombres de otras épocas, Clausewitz era un hombre de su época, un hijo del siglo de las
luces, contemporáneo del Sturm und Drang, reformista e intelectual activo, crítico de su
sociedad, creyente en la necesidad de la acción y el cambio. Agudo observador del
presente y fiel admirador del futuro, pero lo que no alcanzó a concebir fue lo arraigado
que estaba en su propio pasado, el pasado de la clase de oficiales profesionales del estado
centralista europeo. Si su mente hubiese dispuesto de otra dimensión intelectual – y es
evidente que poseía una mentalidad fuera de lo común – había sido capaz de percibir que
la guerra implica mucho más que la política y que siempre es una expresión de cultura,
muchas veces ésta determina las formas y modelos culturales y en algunas sociedades, la
cultura en si.13

¿Que ha hecho la reciente historiografía militar en cuanto a esta pregunta? Claramente


generar dudas respecto a la convicción de que la pregunta sea fácil de contestar o de que
la guerra tenga una única naturaleza. Además ha arrojado incertidumbre respecto a la idea
de que el hombre está condenado a hacer la guerra o que los asuntos mundiales haya que
solucionarlos en último extremo recurriendo a la violencia. La historia escrita del mundo
es en su mayoría una historia de la guerra, pues los estados en que vivimos fueron
creados casi todos por derecho de conquista, lucha por la independencia o contienda civil,
además, los grandes estadistas de la historia escrita han sido en su gran mayoría
partidarios de la violencia o en su defecto guerreros; conocían los usos de la violencia y
la aplicaban sin inhibiciones para alcanzar sus fines.

Volviendo al epígrafe que encabeza esta ponencia, podríamos analizar la conclusión del
escolio de Gómez Dávila a través de lo que Arnold Toynbee dice sobre el militarismo,
Toynbee en su ciclópea obra Estudio de la Historia, en la parte dedicada a la guerra y la
civilización, comenta que es difícil que cualquier persona que tenga ideas medianamente

13

Keegan, John. Historia de la guerra. Traducción de Francisco Martín Arribas. Barcelona: Editorial
Planeta, 1995. 499 p. il.; 23 cm. p. 31.
maduras pueda discutir la afirmación de que el militarismo, es suicida; pero si esta
afirmación es casi un axioma, no es menos cierto que es menos probable que nos ofrezca
una salida para el conflicto moral presentado por la institución de la guerra; y , en efecto,
el término «militarismo» en sí infiere que esta forma suicida e inicua de emplear la fuerza
militar es no sólo la única posible, sino además una perversión – para la que habría que
generar un término especial – de una institución respecto a la cual, aun cuando se acepte
que conduce a un monstruoso abuso, no queda por ello demostrado ipso facto que sea
esencialmente nefasta.14

Con esto quiero entrar en contraposición con quienes aseveran que estudiar los conflictos
armados y hacer historia militar es en parte una apología a la misma guerra. A un nivel
más profundo, se necesita rexaminar cuales son las fuerzas que han confluido para
devaluar la idea misma de la historia militar, de la comprensión de la guerra. Debemos
poner en cuestión la fe bienintencionada pero ingenua, de que con suficiente dinero,
educación o buenos propósitos seremos capaces de cambiar la naturaleza humana, de tal
manera que los conflictos, como por decreto, se convertirán en una cosa del pasado. Esta
clase de pensamiento recalcitrante académico, si es consensuado por la élite universitaria,
puede muy bien iniciar nuevas guerras. En última instancia, estudiar las guerras recuerda
que nunca seremos dioses, sino simples mortales. Eso significa que siempre habrá
quienes prefieran la guerra a la paz; y que otros hombres y mujeres, posiblemente mas
poderosos y numerosos, tendrán la obligación de detenerlos, siendo esta la principal
pertinencia de la historia militar.15

14

Toynbee, Arnold J. Guerra y civilización; traductor Jorge Zamalea. Madrid: Alianza Editorial,
1976. 170 p. 18 cm. p. 22
15

Davis Hanson, Víctor. Guerra: el origen de todo; traducción de Laura Vidal. Madrid. Turner, 2011.
327 p.; 22 cm. p.49
BIBLIOGRAFÍA:

 Baquer, Miguel. ¿A qué denominamos guerra? Madrid, Ministerio de defensa,


2001. 359 p.

 Black, Jeremy. Rethinking military history. Nueva York, Routledge Books, 2004,
272 p.

 Chevalier, Francois. América Latina, de la independencia a nuestros días;


traducción de María Laura Rieu. Barcelona: Editorial Labor, 1979. Descripción
física: xvi, 504 p.

 Davis Hanson, Víctor. Guerra: el origen de todo; traducción de Laura Vidal.


Madrid. Turner, 2011. 327 p.; 22 cm.

 Escuela Superior de Guerra. Algunas tareas sobre historia militar, formuladas a


base de la campaña de Napoleón en Rusia- 1812 y tomadas de los cursos de
historia militar desarrollados en la Escuela Superior de Guerra. Bogotá: Estado
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