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El regreso del Amado, parte VII

Apóstol Sergio Enríquez O.


Séptimo servicio devocional
Guatemala, 18 de mayo del Año de la Reconciliación

En el pasado muchos personajes en la Biblia no entendieron la muerte, resurrección y regreso


del Señor Jesucristo, por ello, entendemos a la luz de la Palabra que debemos preparar
nuestro corazón para la pronta venida del Señor.

Para esperar la parousía del Señor debemos ser pacientes, para ello debemos fortalecer
nuestro corazón: “Fortalezcan su corazón y sean valientes todos los que esperan en el Señor”
Salmos 31:25 Biblia Latinoamericana. Nuestro corazón se fortalece al enamorarnos del
Señor.

Se fortalece el corazón por la gracia (Heb. 13:9) y por el Espíritu Santo (1 Tes. 3:13). Por el
ser humilde, y algo importante que debemos entender es que alguien humilde, no se refiere a
que es pobre (económicamente) o está en decadencia, sino que es un corazón falto de orgullo
y altivez. Una de las formas en que nos humillamos es aceptando y respetando la autoridad
sobre nosotros, lo que nos hace comprender que demuestra obediencia es una persona
humilde.

Otras formas de fortalecer nuestro corazón entonces es esperando la venida del Señor. “Oh
Señor, Tú has oído el deseo de los humildes; Tú fortalecerás su corazón e inclinarás tu oído”.
Salmos 10:17 LBA.

En el versículo de Salmos 31:25, vemos claramente que los valientes esperan en el Señor,
ellos son aquellas personas que alcanzaron un fortalecimiento en el corazón a causa de
enfrentar cualquier cosa, porque tiene la certeza que la mejor herencia que se puede obtener
es Dios. “Mi carne y mi corazón pueden desfallecer, pero Dios es la fortaleza de mi corazón y
mi porción para siempre”. Salmo 73:26.

Por último no podemos olvidar que el gozo y alimento espiritual fortalecen el corazón. El pan y
vino, los cuales son representados a través de la Santa Cena y encontramos esta figura en Sal.
104:5 “y vino que alegra el corazón del hombre, para que haga brillar con aceite su rostro, y
alimento que fortalece el corazón del hombre”. El vino es el único jugo que en la Biblia se le
llama sangre y es figura de la sangre de Cristo.

La sangre de Cristo tiene poder y anhelamos fervientemente que nuestro corazón sea
fortalecido para permanecer hasta la venida de nuestro amado Señor Jesucristo.

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