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Esta fue la visión de la semejanza de la gloria de Jehová.

Y cuando yo la vi, me postré sobre mi


rostro, y oí la voz de uno que hablaba.

Ezequiel 1:28b

Por lo general nuestra reacción ante los eventos históricos del Antiguo Testamento es de deleite
ante la grandeza de Jehová, y dicha reacción suele ir acompañada de un "que tremendo lo que
hizo Dios!" o algo parecido.

Con el profeta Ezequiel no es distinto, de hecho en su libro vemos desde el primer capítulo que
comienza a narrar las visiones que Jehová le ha dado el "privilegio" de contemplar, aún cuando
es algo tan indescriptible y ajeno a todo lo visto. Aún cuando no hay palabras para expresarlo
Ezequiel se las "arregla" y nos describe no cualquier cosa, sino la "semejanza de la gloria de
Dios".

¿Cuando fue la última vez que te deleitaste en Jehová? ¿cuando fue la última vez que te
detuviste a pensar en Su grandeza?

Si avanzamos en el texto veremos que ya en el capítulo tres se nos menciona una declaración con
respecto al tema:

Bendita sea la gloria de Jehová desde su lugar (Ez. 3:12b)

Si bien no se nos dan detalles con respecto a la identidad del emisor, ciertamente ¡no fue
Ezequiel!. Claramente no sólo nosotros adoramos a Dios, hay un ejército celestial que también se
deleita en Su Creador.

Para terminar sólo puedo añadir que una contemplación de la gloria de Dios, sólo nos puede
llevar a quedar perplejos ante semejante grandeza. Esto no es una emoción que dura lo que dura
la reunión del domingo, es algo que nos invita a adorar. La reacción del profeta ante tal
majestuosidad expresada en sus palabras fue:

...y me senté donde ellos estaban sentados, y allí permanecí siete días atónito entre ellos. (Ez.
3:15)

Si tu contemplación de Dios no produce "algo" en ti que te lleve a adorarlo, quizás sea sólo una
imaginación no basada en Su revelación a través de Su palabra.

Que tengan un buen día en Cristo.

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