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La Dulce Danzante y su Cielo Verde

¡Aleluya!, se avecina la lluvia, las nubes están grises, los arboles celebran y la
tierra se saborea. La tenue luz del sol se deja colar sutilmente por la ventana,
despidiéndose de lo que fue su gran temporada de derroche, cierro los ojos
brevemente para disfrutar del aroma a bosque y esta me traslada de inmediato a
un lugar muy especial. De pronto, como por arte de magia me encontraba sentado
y a la vez escondido detrás de unos árboles, en un escenario natural, con mucho
pasto, muy fresco y húmedo, la extensión era del tamaño de un campo de futbol, y
en el medio de este se dejaba ver a lo lejos una figura de una mujer, muy alegre,
cantando y danzando al ritmo de la música de las múltiples especies de aves que
se encontraban allí y en sus brazos, su pareja predilecta, su primogénito de
apenas 10 meses de edad. Iban y venían, sonreían y añoraban, aquella dama con
un vestido blanco, larga cabellera negra y de gestos nobles, junto a árboles
frondosos de todo tipo a su alrededor, con hojas multicolores que llegaban al suelo
al ritmo de sus susurros melodiosos, flores coquetas de todos los tipos, de todos
los colores y de todos los aromas y con dos montañas muy altas al fondo, todos
éramos testigos de aquel espectáculo, era como una alabanza colectiva a la
suprema felicidad.

Su nombre era Artemisa y el de su nobel acompañante era Soterios, era muy


amante de todo tipo de artes y oficios; y se esmeraba para retribuirle a la
naturaleza por todo el esplendor que rebotaba cada mañana y cada atardecer en
sus ojos de perla. Cuando se acercaba a la esquina del campo donde se
amontonaban todos los árboles frutales, es decir, donde me encontraba
escondido, ella acostumbraba, en todos los atardeceres, a manera de culto,
acostarse en medio de todos ellos, árboles de níspero, de lechosa, de naranja, de
durazno, de mango, de banana, dejaban caer sus largas cabelleras, actuaban
como sus protectores, los cuales todos amontonados solo dejaban pasar un
sigiloso rayo de sol sobre el rostro de aquella pacífica mujer y en el pecho,
dormido de tanto, su pequeño hijo.

Era la Dulce Danzante y su Cielo Verde, en su paraíso lleno de músicas, ramas


abrazándose y ruido de un viento que irrumpe y reconforta a la vez con su olor a
jazmín.

Cuando se hastiaba de la otra selva, de aquella bulliciosa y de metal, venia aquí,


con su suave voz y encendía hasta la última caverna con su sublimidad, libros de
poetas regados por doquier, tazas de te, y dulces de coco y un sinfín de
recuerdos. Y a ello, se le sumaban mariposas de lentos abanicos. Aquello parecía
una Pintura hecha por Monet, ¡Oh Monet! Si tuvieseis presente aquí, con el ángulo
que tengo ahora mismo, no dudarías un segundo en volver a crear una de tus
grandes obras de arte paisajístico.

Una tarde de estas, interrumpe la figura de una criatura muy baja de estatura, de
vestidos rojos y medias azules, con larga barba canosa y mal genio, más aún
cuando tropezó con el pié de nuestra dulce danzante haciéndola despertar de un
brinco, coloca al bebé a un lado en una manta, aún dormido, y esta se dispone a
enfocar bien su mirada y con cara de asombro trata de entender lo que estaba
visualizando.

- ¡No lo puedo creer!, ¡Eres un Brownie! – Exclama Artemisa


- ¿Un Brownei?, como te atreves a llamarme como a un dulce? – Pregunta la
Criatura con voz gruñona.

En ese preciso momento se levanta Soterios y al ver aquella imagen surreal


abraza a su Madre y se esconde detrás de ella.

- Tranquilo mi Soterios, él solo es un Brownie -le explica la madre mientras le


pasaba la mano por la cabeza para calmarlo- este es un tipo de Duende
doméstico, que ayudan en los quehaceres a los cansados trabajadores ya
dormidos; suelen ir desnudos o con ropas harapientas, cuando adoptan una
casa tienen gran sentido de responsabilidad, cuidando de ella y de sus
habitantes; pero si los dueños del lugar le regalan prendas nuevas se
ofenden y abandonan el sitio. ¿Tu no vendrás huyendo de la ciudad porque
te quisieron dar una mejor imagen?- Pregunta con comicidad aquella culta
mujer.

Dicho esto, el incomodado Brownie da media vuelta y cuando este trata de


marcharse, Artemisa lo toma del brazo, agachada junto a Soterios y le propone:

- Está bien pequeño amigo amante de la Ciudad, yo lo dejaré ir, pero con una
sola condición…
- ¿Cuál?-Pregunta el Duende obstinado.
- De que me expliques ¿el por qué un apasionado por el ruido de los
automóviles, de la contaminación, de los grandes edificios y más aún, de la
ropa, anda paseando por estos escenarios?-Interroga la Dulce Danzante.
- Yo no estoy paseando, yo solo estoy tomando un atajo hacia la próxima
ciudad y ¡si!, me he ido de la otra porque me ofendieron regalándome unos
piches trapos! – Exclama el Duende ya harto de seguir conversando.
- Pero nosotros no vemos que hayas rechazado la vestimenta…..pero bueno,
en fin – continua Artemisa – yo le ruego a que se quede a contemplar y a
compartir en este extraordinario paraíso….
Estimado Brownei, al mismo tiempo que canto junto a mi Soterios, todas las
mañanas y todas las tardes, en este esplendido lugar, pronuncio el verbo
del futuro, he colgado mis botas pesadas junto a mis telas cansadas, en el
armario de mi casa a miles de kilómetros de aquí, con flores en las manos
busco el camino hacia el porvenir y espero con ansias, el despertar del
radiante gran Sol. He renunciado a las apariencias y a los falsos rostros de
papel con sus promesas vacías y a la habitación llena de objetos
decorativos y sus perfumes. He roto las cadenas del licor insípido que
embriaga de vergüenza, me he desecho de las vestiduras que me hacían
parecer importante y ahora visto de forma sencilla y a la vez estrafalaria. He
llegado aquí, a este lugar, abrazando y besando y amando cada rincón de
la naturaleza y encontré precisamente aquí la prosa que está incrustada en
las estrellas, y la poesía que está en el tesoro que se encuentra en el fondo
del gran océano.

¡Estimado Brownie!, la felicidad no se encuentra en alimentos artificiales, en


ascensores ni en Televisores….¡Estimado Brownie! La felicidad no está en
los trajes de marca, en el club de moda, en una cuenta bancaria o en el fino
hablar de las personas. La Felicidad es mi Soterios, son mis plantas, es mi
bosque, es mi canto y el canto de las aves, es el cálido abrazo del viento y
el dulce aroma de las flores…..¡Estimado Brownie! Si le dieran a escoger
entre preservar la vida en el planeta o un reloj de marca, escoja por favor la
primera opción, aunque esta lleve más tiempo, esfuerzo y amor que la
segunda.

El duende interrumpió:

- Pero ¿Que haremos con el hecho de que las flores se marchitan, las plagas
asechan y el comején acaba hasta con el árbol más esplendido de todos?,
y ¿Qué hay de los animales salvajes? Y que hay de solo comer frutas y
solo vivir y trabajar por y para los demás…

En ese momento, Soterios le toma un dedo de la mano al duende y le da un beso


en la mejilla….

Y en seguida el Brownie:

¡Está bien! Me han convencido!, me quedo, pero dígale a su esposo que


deje de estar escondido en los arbustos, ¡y que salga a ayudar! que desde que
llegué lo vi allí husmeando y que se una a nosotros porque necesitamos el apoyo
en esta gran tarea que usted ha decidido emprender!
Román, 18/05/16

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