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Comentario

Las colonias se diferenciaron mucho entre sí. En algunas, los gobernadores los
nombraban las compañías; en otras, los propietarios, y hasta las había que tenían cierto
autogobierno. En general, se tendió a crear un sistema administrativo semejante al de las
compañías comerciales: una asamblea electiva (que actuaba como cámara legislativa),
un Gobernador y un Consejo. El Gobernador y los consejeros eran nombrados por la
Corona y los derechos de los colonos se expresaban en las asambleas de su propia
elección. En algunos casos, las asambleas llegaban a tener la facultad de aprobar el
mismo sueldo del gobernador. El primer distanciamiento entre las colonias del norte y
las del sur surgió antes de mediar el siglo XVII, con motivo de la guerra civil inglesa.
La victoria de los puritanos de Cromwell, que defendían la causa parlamentaria, fue
celebrada en Nueva Inglaterra como un triunfo propio, mientras que en Virginia la
noticia de que habían decapitado al rey Carlos I (1649) fue acogida con verdadero
horror. El período parlamentario aminoró luego la presión metropolitana sobre las
colonias, que pudieron funcionar con mayor autonomía, pero la restauración
monárquica volvió a acentuar el control metropolitano en 1684, mediante la creación
del Dominio de Nueva Inglaterra (desde Pennsylvania hasta el norte), que sería
administrado por un Gobernador nombrado por el Rey. La Revolución Gloriosa dio al
traste con el intento y los colonos promovieron un levantamiento para deponer al
gobernador Edmundo Andros. Posteriormente fue acentuándose el poder realengo.
Mayores diferencias surgieron de sus estructuras sociales y económicas. En las
septentrionales, la sociedad y cultura puritanas impidieron la inmigración de siervos y la
traída de esclavos. El crecimiento poblacional fue vegetativo o consecuencia de la
llegada de nuevos correligionarios. Afortunadamente, la abundancia de tierras de cultivo
originó una disminución de la edad apropiada para contraer matrimonio, lo que incidió
en el aumento demográfico. En las meridionales, siguieron trayéndose emigrantes que
pagaban su pasaje con el trabajo y muchos esclavos para las plantaciones tabaqueras.
También llegaron al sur muchos delincuentes, a los que se conmutó la pena de muerte a
cambio de pasar a América. En el período comprendido entre 1660 a 1700 se dieron
4.500 de estas indulgencias. La configuración económica de las colonias marcó
igualmente contrastes esenciales. En el norte, predominó la pesca y el comercio
peletero, apoyada en una pequeña agricultura de subsistencia. En el centro, la
producción de cereales y ganado. En el sur, predominó la producción agrícola
comercializable. El tabaco fue su gran renglón exportador. En 1619 se remitieron a
Inglaterra 60.000 libras, en 1628, 500.000, en 1675, 9.000.000 y en 1700, 15.000.000.
Procedía casi exclusivamente de Virginia y Maryland.
Las colonias contaban ya con 60 a 70.000 habitantes hacia 1660, divididos por partes
aproximadamente iguales entre las del norte y las del sur. En 1700, habían aumentado a
unos 250.000 habitantes: 92.000 en las colonias del norte, 53.000 en las del centro y
104.000 en las del sur. Unos 25.000 de ellos eran negros y se ubicaban principalmente
en las colonias del sur.
Pese a sus diferencias internas, las colonias inglesas formaron un conjunto que se
distinguía de las españolas y francesas. Es difícil caracterizarlas globalmente, aunque el
problema es inevitable. Fundamentalmente, se singularizaron de las demás por haberse
establecido en un tiempo y en un espacio diferentes y por gentes de cultura también
diferente. Generalizando sus peculiaridades respecto a las colonias españolas, con todo
el peligro que este tipo de simplificaciones supone, podríamos decir que son las
siguientes:
1. Los primeros colonos ingleses fueron hombres plenamente modernos, por los que
había pasado ya el Renacimiento, la Reforma y el Capitalismo, mientras que los
primeros colonos españoles llevaban un fuerte bagaje medieval (con todo lo que esto
representa), ya que emigraron a fines del siglo XV v comienzos del XVI.
2. Los colonos ingleses se establecieron en territorios relativamente pequeños v de
clima continental, semejante al europeo, mientras que los españoles cubrieron enormes
espacios de la América tropical e intertropical, en los cuales era difícil la comunicación.
Los primeros se afincaron principalmente en zonas litorales y los segundos en las
interiores.
3. Los españoles ocuparon todas las zonas donde se había desarrollado la agricultura
intensiva en la América precolombina y existían, por consiguiente, grandes
concentraciones demográficas y altas culturas. Los ingleses ocuparon zonas marginales
de la América agrícola, en las que abundaban culturas cazadoras, recolectoras o de
agricultores rudimentarios, con potenciales demográficos menores.
4. Los emigrantes ingleses eran, generalmente, personas perseguidas o marginadas por
sus creencias. Iban a América para no volver. A los españoles perseguidos por sus
creencias no les dejaban ir a América. Los emigrantes españoles eran siempre católicos
y pensaban regresar a la Península, y ricos, si era posible.
5. El colono inglés tenía como promedio unos 30 años. Estaba casado y emigraba con su
familia. A veces, estas familias llevaban representantes de tres generaciones (abuelos,
padres y nietos). El español tenía un promedio de 20 años y era soltero. Hasta épocas
tardías no emigraron familias españolas, y ello por interés de la Corona. De ahí la
predisposición del español hacia el mestizaje, cosa que no sucedió en angloamérica.
6. Los colonos españoles proyectaron una economía minera, apoyada por agricultura y
ganadería y tuvieron un régimen más autosuficiente que el de los ingleses, totalmente
vinculado a su metrópoli. Los colonos españoles exportaban metales preciosos a cambio
de artículos suntuarios, los ingleses exportaban productos agrícolas o salazones para
procurarse elementos esenciales.
7. Los colonos españoles utilizaron la abundante mano de obra indígena, mediante el
trabajo obligatorio, en la producción minera y agropecuaria. Los ingleses emplearon
preferentemente la esclava.
8. Los colonos españoles incrustaron sus ciudades dentro de los pueblos indígenas.
Cada ciudad surgía como una frontera con los indios, y su entorno era un área
intermedia de mestización. Los ingleses practicaron una colonización de barrido,
exterminando o expulsando a los indios, lo que originó una frontera definida de avance
continuo.
9. Los españoles planificaron una colonización como extensión de su metrópoli.
Hicieron nuevas Españas en las que, desde los primeros momentos, crearon sus aparatos
burocráticos, sus colegios, universidades, imprentas, etc. Los ingleses planificaron
colonias agrícolas de compañías comerciales. Cuando dichas colonias evolucionaron,
construyeron por sí mismas sus instituciones culturales.
10. Los españoles procuraron la españolización de los indios (lengua, religión y
cultura), mientras que los ingleses los excluyeron de la civilización colonial.

Colonización inglesa

Comentario

Una larga serie de descubridores, contrabandistas, piratas, corsarios y colonizadores


frustrados, fueron preparando el asentamiento definitivo de Inglaterra en el Nuevo
Continente.
Entre sus descubridores más notables destacaron Martín Frobisher y Davis, relacionados
con la "Sociedad de Comerciantes Aventureros para el descubrimiento de Tierras
nuevas", fundada por Sebastián Gaboto en 1551, después de trasladarse de España a
Inglaterra. La Sociedad creyó las fantasías anotadas en el mapa de Nicolás Zeno (1558),
realizado sobre relatos reales y ficticios de diversos descubrimientos que apuntaban la
posible existencia de un estrecho interoceánico en América septentrional, situado entre
un rosario de islas dibujadas al oeste de Irlanda. En busca de dicho paso zarpó de
Inglaterra, en 1576, el capitán Frobisher con tres naves. Alcanzó la bahía que lleva su
nombre donde tomó posesión, hizo exploraciones y realizó intercambios con los
esquimales. Al año siguiente, efectuó otro viaje en el que capturó una familia esquimal
y encontró un mineral parecido al oro. Volvió asegurando haber descubierto el Estrecho
de Magallanes boreal. A las supuestas minas de oro se envió, en 1578, una expedición
de 15 naves. Los colonos pasaron muchas penalidades durante la travesía a causa de los
icebergs y confirmaron que el oro de Frobisher era simplemente pirita oscura. Este
fracaso apagó durante algún tiempo el entusiasmo por los viajes, hasta que fueron
reanudados por John Davis, comisionado por la Sociedad de Comerciantes Aventureros
para encontrar el paso. Salió de Portsmouth en 1583 con dos naves, y franqueó el
estrecho que lleva su nombre entre Groenlandia y la Tierra de Baffin, alcanzando luego
los 66° 40' de latitud norte. En 1586 y 1587 realizó otras dos expediciones. Durante la
última de ellas subió hasta los 72° 12` (proximidades de Upernivik).
Maestro de los contrabandistas ingleses fue John Hawkins, a quien se debe el hallazgo
de varias cosas importantes, como el desabastecimiento de esclavos y de manufacturas
europeas en las colonias españolas y la corrupción de sus autoridades. Inició sus
correrías en 1562, robando 300 esclavos en Guinea y vendiéndolos en Santo Domingo.
En su segundo viaje de 1564 llevó ya cuatro buques, entre ellos uno de la marina real
(Jesus of Lubeck), pues Isabel I decidió entrar en el negocio del contrabando poniendo
su parte. Hawkins robó otros 400 esclavos en Guinea y los vendió en la isla Margarita y
en el puerto de la Borburata, donde perfiló ya su futuro sistema operativo, que fue el
siguiente: arribaba a un puerto español y solicitaba a su gobernador permiso para
reparar sus navíos averiados y para aprovisionarse de víveres. El gobernador negaba la
autorización, naturalmente, y Hawkins le amenazaba con tomar la ciudad, disparando
algunos cañones como argumento de convicción. El gobernador cedía y Hawkins le
comunicaba entonces que como no tenía dinero en efectivo se veía precisado a vender
los negros que transportaba, único elemento de valor con que contaba, para procurarse
así lo que necesitaba. Hasta se permitía pagar los derechos reales con más negros. Este
procedimiento era a veces puramente formal, pues las autoridades españolas se avenían
fácilmente a negociar, una vez que habían salvado su honor. La verdad es que Hawkins
vendía los negros a bajo precio, sin posible competencia, ya que los conseguía gratis,
robándolos a los traficantes. Eran precios de asalto, como ha dicho el historiador Mota.
Hawkins completó su periplo contrabandista en Curazao, Riohacha y Santa Marta, y
regresó a Inglaterra. Isabel I le nombró Caballero. El contrabandista escogió como
cimera de su escudo la figura de un negro cautivo. De la escuela del maestro Hawkins
surgieron muchos discípulos, entre los que destacó John Lowell, que hizo otro viaje con
contrabando a la costa venezolana en 1566, llevando un joven aprendiz llamado Francis
Drake. Incluso aparecieron competidores franceses, como Jean Bontemps, Pierre de
Barca, etc.
Peor resultó el tercer viaje de Hawkins realizado en 1567. Tras robar 450 esclavos en
Guinea y Senegal, se dirigió al Caribe. Contrabandeó esclavos, hierro, lienzos y otras
mercaderías -iba ampliando el negocio- en la isla Margarita, la Borburata, Riohacha y
Santa Marta. Sorprendido luego por un huracán, tuvo que buscar un buen puerto para
reparar sus naves. Una de ellas, el Jesus of Lubeck, tenía 700 toneladas y sólo podía
arreglarse en Veracruz, dado su enorme porte. Se dirigió allí, entrando en el puerto con
subterfugios (se hizo pasar por una armada española). A los tres días apareció la flota
española, con la que trabó un combate desafortunado, perdiendo todos sus barcos
excepto tres: el Minion, en el que logró salvar la vida, el Judith, que mandaba el joven
Francis Drake, y un patache.
En cuanto a la piratería inglesa, se activó a partir de 1568, año en que la reina Isabel I
soltó sus "perros del mar" contra los barcos y posesiones de Felipe II, defensor del
Catolicismo y martillo de protestantes. La gran piratería duró veinte años, al cabo de los
cuales Inglaterra entró formalmente en guerra con España, situación que transformó a
sus "perros del mar" en auténticos corsarios hasta 1604, cuando volvió a firmarse la paz.
Muchos fueron los piratas y corsarios afamados de estos años, como Cavendish,
Cumberland, Richard Hawkins, Shirley, Parker, etc. El más notable fue sin duda Francis
Drake, que constituyó una verdadera pesadilla para las plazas costeras del Caribe.
Realizó su primer viaje a América, en 1566, como contrabandista a las órdenes de John
Lowell y el segundo, en 1567, bajo el mando del propio Hawkins, salvando el pellejo
milagrosamente en el desastre de Veracruz. En 1570 y 1571, hizo algunas expediciones
por su cuenta y, en 1572, intentó apoderarse en Panamá de la plata que venía del Perú.
Su primer viaje realmente importante fue el de 1577, que culminó con la vuelta al
mundo. Se proyectó como una operación de hostigamiento a las plazas españolas del
Pacífico. Drake partió con una flotilla de cuatro barcos que fue perdiendo por el camino
y llegó al Pacífico con sólo uno, el Pelican, que rebautizó como Golden Hind, en honor
al dueño de la embarcación, Mr. Christopher Hatton, cuya cimera era una cierva (hind)
saltando. Subió por la costa chilena, sembrando el pánico en las indefensas poblaciones
y mercantes. Era la primera vez que un pirata irrumpía en aquellas costas. Drake robó
en Arica barras de plata del tamaño de ladrillos, entró en El Callao confundido por un
buque español y capturó en la costa quiteña un mercante que se dirigía a Panamá con 13
cofres reales de plata, 80 libras de oro, 26 toneladas de plata sin acuñar y otras joyas y
objetos de valor por unos 360.000 pesos. En su ruta hacia Nueva España apresó otros
navíos, uno de ellos el mercante Nuestra Señora de la Concepción, que transportaba
desde Acapulco a Panamá un valioso cargamento procedente de Filipinas. A bordo del
mismo iban dos pilotos del famoso Galeón de Manila, Sánchez Colchero y Martín
Aguirre, con un buen conjunto de cartas de navegación para las travesías por el Pacífico.
Fueron las primeras que tuvieron los ingleses. Drake decidió entonces continuar su viaje
completando la vuelta al mundo, en vez de regresar al Estrecho de Magallanes, donde
los españoles le estarían esperando con toda seguridad. Pasó ante Acapulco y subió por
la costa mexicana hasta California, donde recaló en una ensenada que llamó la Nueva
Albión (quizá San Francisco o Bodega) para reparar su nave y prepararse para la
travesía transpacífica. Partió de allí el 23 de julio de 1579, cruzando el Océano y
alcanzando las islas Marianas. Desde allí prosiguió la vuelta al mundo. Ancló en
Plymouth el 26 de septiembre de 1580, casi tres años después de haber zarpado de dicho
puerto, con un botín valorado en 250.000 libras, suma superior al presupuesto anual del
Parlamento británico. Isabel I le armó caballero en su propio barco. Drake se convirtió
luego en un hombre honorable. Compró la abadía de Buckland por 3.400 libras, en
1581; fue nombrado alcalde de Plymouth y hasta representó a una villa de Cornualles en
el Parlamento. En 1586, efectuó una gran expedición al Caribe. Asaltó y saqueó Santo
Domingo y Cartagena. Finalmente puso rumbo a Virginia, para ayudar a los colonos de
Raleigh. Destruyó San Agustín y volvió a Europa a tiempo para tomar parte en la
victoria inglesa contra la Invencible (1588). Al año siguiente, pretendió tomar La
Coruña y Lisboa y en 1595 dirigió, junto con John Hawkins, la mayor operación de
castigo a las colonias españolas del Caribe. Esta armada, compuesta de 27 barcos y
2.500 hombres, fracasó en su intento de tomar San Juan de Puerto Rico, donde murió
Hawkins, y luego en el de apoderarse de Panamá, atravesando el istmo desde Nombre
de Dios. Drake enfermó de disentería y murió frente a Portobelo, el 28 de enero de
1596. Otros piratas ingleses que surcaron el Pacífico fueron Cavendish y Richard
Hawkins. El primero de ellos dio igualmente la vuelta al mundo (1586-88) y capturó el
galeón de Manila. El segundo hostilizó la costa chilena y fue apresado en Atacames en
1594, siendo enviado a España.
La gran figura inglesa de los intentos de colonización en la centuria decimosexta fue
Walter Raleigh. Corsario, empresario, poeta, músico, cortesano y escritor, fue en
realidad el último gran pirata del Renacimiento. Nació en el seno de una familia hidalga
y estudió leyes en Oxford, pasando luego a Londres como cortesano, convirtiéndose en
favorito de la Reina Virgen. Su interés por América le vino por vía familiar, ya que su
hermano de padre, Humphrey Gílbert, había realizado varios viajes a Indias e intentado
colonizar en Terranova el año 1582. Raleigh organizó, en 1584, una expedición a
América bajo la dirección de los capitanes Arthur Barlow y Philiph Amydas. Llegaron a
una isla llamada Roanoka o Roanoke (Carolina del Norte), donde fueron bien recibidos
por los indios. Los ingleses volvieron contando maravillas del sitio y Raleigh bautizó el
lugar como Virginia, en honor a su soberana, que seguía sin contraer matrimonio. Isabel
I correspondió a tal gentileza nombrando Sir a Raleigh, quien puso manos a la tarea de
colonizar Virginia. Preparó siete buques con 100 hombres, a las órdenes de Richard
Greenville y Raph Lane, y los mandó a Roanoke. Al cabo de unos meses, las relaciones
entre los ingleses y los indios eran francamente tirantes. Lane decidió entonces invitar a
un banquete a los caciques principales y a los postres quemó la casa donde les dio el
ágape, con sus invitados dentro. Los indios empezaron a atacar a los ingleses y la
situación se volvió imposible. Afortunadamente, apareció de pronto Francis Drake, que
regresaba de una de sus correrías, y los colonos le pidieron que les repatriara a
Inglaterra. De este intento colonizador quedaron dos cosas importantes, que fueron el
tabaco y las patatas, ambas introducidas por los repatriados. El incansable Raleigh
persistió en su proyecto y, en 1587, mandó otro grupo de colonos con John White.
Nuevamente arribaron a Roanoke, donde levantaron sus viviendas y permanecieron un
tiempo, volviendo luego a su patria. Raleigh se casó entonces con Elizabeth
Thockmorton, una dama de honor de Isabel I, lo que indignó a ésta, que mandó encerrar
al matrimonio en la Torre de Londres. Logró salir mas tarde, pero no pudo contar ya con
el favor real. En 1595, Raleigh se dirigió a la Guayana, pues supo que su gobernador,
don Antonio de Berrío, estaba reclutando tropas para buscar El Dorado. El inglés arribó
a Trinidad y capturó la ciudad de San José de Oruña, donde estaba Berrío. Le sometió
entonces a un intenso interrogatorio sobre el asunto de El Dorado. El Gobernador estaba
enloquecido por el mito y le contó todo con pelos y detalles, encantado de encontrar
alguien que le escuchara. Raleigh se creyó todas las tonterías que le dijo Berrío,
convirtiéndose desde entonces en doradista crónico. Como le pareció que la empresa era
demasiado importante, regresó a Londres para buscar los refuerzos adecuados. Allí
escribió su famoso libro "Discovery of the large, rich and beautiful Empire of Guaiana,
with a relation of the Great and Golden city of Manoa (which the Spaniards call El
Dorado)", en el que recogió todos sus datos sobre el mito. En 1616, logró permiso del
rey Jacobo I para establecer una colonia en la Guayana. El monarca le prohibió realizar
piraterías, ya que había firmado la paz con España. Raleigh salió en 1617 con 14 naves
y 2.000 soldados. Se dirigió a San José de Oruña, en la isla Trinidad, desde donde
dispuso un plan para apoderarse de Guayana. Su lugarteniente Keymis asaltó Santo
Tomé, pero los ingleses no pudieron sostenerse en la plaza a causa de las guerrillas
españolas. Tras perder 250 hombres (entre ellos el propio hijo de Raleigh) y algunos
meses buscando El Dorado, Keymis regresó fracasado a Trinidad. Raleigh abandonó la
empresa y volvió a Inglaterra en 1618. El monarca inglés mandó ahorcarle por pirata.

Comentario

Franceses e ingleses intentaron varias veces establecer colonias en América durante el


siglo XVI, sin conseguirlo. En la centuria siguiente lo lograron plenamente, con claves
importantes en Norteamérica, como la Nueva Francia y las Trece Colonias. Fundaron,
además, colonias en el Caribe, donde encontraron otros rivales, los holandeses. El Mar
Caribe se volvió durante dicha centuria en el punto de encuentro de los contrabandistas,
bucaneros y filibusteros de todos los países de Europa occidental, configurando así su
carácter internacional.

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