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Cuando las banderas blancas pierden su valor

Javier A. García

Si, en efecto, en cualquier litigio bélico, la bandera blanca posee gran contenido histórico;
a la hora de pedir clemencia y el posterior pare a las hostilidades; lo mismo sucede con el
arrojo de la toalla en el boxeo. Cuando el castigo, la injusticia y la impunidad azotan al
hombre del pueblo histórico; mexicano, sonorense, latinoamericano, la cólera sobrepasa
la conciencia de clase, ya que esta es insuficiente, cuando se ha parado a fumar tabaco en
los huecos de la esterilidad.

Y es ahí precisamente cuando la taciturnidad, la inmovilidad y el sosiego se rompen y el


caos inconsciente, pero siempre rebelde, se manifiesta en son del ahora, del ya basta, del
ni un paso atrás y dos para adelante; a las consecuencias hay que juzgarlas por las
impertinencias que son causa directa de estas mismas.

La conciencia de clase, aquí, en estas condiciones; la solidaridad de los hombres con sus
semejantes en el plano socio-económico hace su presencia en una forma de conciencia-
inconciencia.

La solidaridad de los hombres con su clase social se vuelve tangible, se manifiesta vía
acción —lo más concreto que puede haber— pero sin el conocimiento de ello mismo;
pero bien, no es hora aun de reducir a la agitación social y sentarla en un pupitre para
impartirle clases de conciencia social, de clase; es hora de que las condiciones para la
metamorfosis real se cimienten, de que las condiciones abstractas se levanten y caminen
por los canales de la concreción.

Pero no hay que adelantarnos. Se es consciente cuando se manifiesta, cuando se revela,


cuando se desobedece a lo establecido y sistemático en el plano SOCIEDAD. Se es
consciente cuando los hombres se congregan por un objeto común, cuando la solidaridad
y la empatía van de la mano.
En el mismo fenómeno, se es consciente-inconsciente, un choque dialectico desalentador,
cuando la misma congregación pierde la visión y los raciocinios que la pusieron de pie;
cuando la inteligencia y la planeación de la unión para lo venidero se escasea.

A la conciencia-inconciencia hay que dejarla que camine, que se desarrolle y se movilice


por los arroyos que le plazca; que los hombres manifestantes la pateen a la dirección que
dictamine su libre albedrío; cuando las cenizas que de estas queden y formen cimientos
potenciales, los análisis sobraran, obra de a los que nos compete el tópico.

Cada acción y circunstancia consiente-inconsciente es un bloque en el largo cimiento de


los prolegómenos transformadores y revolucionarios. No hay que ni imaginar un 1811 ni
un 1815, no esperemos ver otra, más, tierra quemada.

Mas sin embargo, no somos nadie para criticar la historia potencial, que es posible y que
no es posible; nadie somos para juzgar las voluntades de los hombres agitados,
enfrascados en tormentas caóticas porque cuando hay inconciencia en la conciencia la
historia se levanta abstractamente, en bloques, en solo bloques que detonaran en el
porvenir.

Cuando el sol se impacta en las ondeantes banderas blancas se oscurece la tierra que
sostiene las astas de las mismas; pierden su razón de ser. La tierra de los hombres de pies
descalzos se tiñe de negrura pues las telas hipócritas y albinas son incapaces de someter la
rabia y el poder de la libertad que cae de arriba y que nos pertenece.

Que cae en forma de ráfagas, que vierte, de fuerza y que nos muestra el método feroz y
voraz de lo que hay que hacer y del cómo se debe hacer. Nos da el ejemplo; del de arriba
para los de abajo, del de arriba para los que tienen que estar arriba.

Sin rodeos, por lo que escribimos hoy y por lo que escribiremos siempre.

Las banderas blancas que no son blancas se destejen paulatinamente; las telas viejas y
maltratadas buscan congregare en costuras de otros tintes, de otros colores.
Sí, es lógico pero hay que decirlo, la conciencia-inconciencia es la erosión que está detrás
del derrumbe de las banderas blancas.

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