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Análisis estético

Miguel Ángel Mancilla Hernández

Materia: Estética
Imparte: Dr. Antonio Outón

Primer artista
Grant Achatz

Obra: Chicken leg, Kombu, Shishito, Lily

Grant Achatz es uno de los mejores chefs del mundo; su restaurant Alinea ha
obtenido tres estrellas Michelin en diversas ediciones; por ello, su restaurant se encuentra
en la lista de los mejores cincuenta restaurants del mundo; sin embargo, se entiende que la
faceta de gastrónomo es indisoluble de la de artista.

Los platillos de Achatz no son sólo comida; sus platillos son una experiencia
performática, sinestésica, escénica y lúdica; esto se entiende mucho mejor a partir de lo que
le sucedió a Achatz hace algunos años, cuando recién obtuvo la primer estrella Michelin,
para ese momento todo iba bien; las personas acudían, las críticas lo alentaban y su cocina
había llegado a un ritmo y un entendimiento que cuesta conseguir, sin embargo un día fue a
probar la comida y pidió que se salara más, a lo que sus cocineros, antes de hacer caso, la
probaron, entonces Achatz advirtió su pérdida, ya que no le hacía ni un milígramo de sal; al
ir al doctor fue diagnosticado con cáncer de lengua, por lo que incluso llegó a considerar
cerrar el negocio; pasó por una depresión y dejó a cargo a su Souz Chef. El tratamiento
propuesto por los médicos era invasivo y prometía salvar la vida pero no el sentido del
gusto; por suerte, tiempo después fue contactado por un grupo de médicos universitarios,
quienes habían desarrollado un nuevo tratamiento para el cáncer de lengua, este tratamiento
era experimental, pero prometía no ser tan invasivo, salvar la vida y muy posiblemente el
sentido del gusto: Achatz confío en ellos y se sometió a su tratamiento: le cortaron algunos
centímetros de lengua, pero, después de algunos meses, comenzó a sentir el sabor de lo que
comía. Emocionado, fue a su restaurant y se dirigió a la sal; la probó, y sintió levemente su
sabor. A partir de ese momento Achatz regresó a la cocina para nunca más dejarla. Reunió
a su equipo y comenzó con la renovación de Alinea: para empezar se cambió todo el menú.
La especialidad de Achatz es cocina molecular, por lo que los sabores se suelen sintetizar
para ser transportados a una forma no convencional.

Perder el sentido del gusto, aunque fuese temporalmente, le permitió enfocarse en


los otros sentidos. Achatz dice “Comprendí que no debía cocinar con el gusto, si no con la
mente”. Para mí este es el momento en que Achatz incursiona en el arte transdiciplinario,
cuando decide que cada platillo pasará por la mente y no solo por el gusto. Al pensar un
platillo Achatz busca relaciones sinestésicas que involucren al cliente como comensal y
espectador de una obra de arte que sorprende y satisface cada uno de los sentidos, entonces
la comida se convierte en una experiencia más completa, compleja y, paradójicamente,
sencilla.

Cuando Achatz dice “Lo importante para mí es que el comensal tenga un momento
de fascinación, que sienta que ha descubierto algo”, pienso en Gadamer y en su elemento
lúdico del arte, en el que dice “El espectador es, claramente, algo más
que un mero observador que contempla lo que ocurre ante él; en tanto que participa en el ju
ego,  es  parte  de  él.
Segundo artista

Felipe Ehrenberg

Llegué a Ehrenberg porque él llegó a mí; lamento profundamente que haya sido
para mí motivo de vergüenza y para él un muy seguro enojo; por ello mismo siento que
tengo una deuda con él y con su obra. En fin. Por razones que prefiero no contar se murió y
yo no le entregué el trabajo que él deseaba. Así que comencé a buscar más sobre su
persona. Y una maestra con la que tuve una amistad generosa me comentó la posibilidad de
pedir una copia del libro Manchuria, libro homenaje a Ehrenberg que editó, coordinó o
patrocinó la edición la pasada secretaria de cultura, Cristina Faesler. Yo acudía a clases de
creación literaria en el departamento vecino de la Secretaría, y me era bastante cotidiano
encontrarme con Faesler en las escaleras o verla pasar a un costado, dentro de su
camioneta. Un día entré al edificio y me la encontré al inicio de las escaleras. Le pedí un
minuto de su tiempo y le conté mi patética historia con Ehrenberg y mis ganas de redimir
mi ignorancia. Justifiqué la petición del libro como material para una investigación que
tuviera por resultado una obra transdisciplinaria en homenaje a Felipe. Me regaló el libro a
la semana. Desde ese entonces el libro con la cara sonriente de Ehrenberg permaneció en
mi librero por tres años hasta ahora, que me permito un respiro y un clavado en la obra de
este artista que mejor sería llamar como él se definía: neólogo. –No vaya ser que me jale las
patas más feo de lo que ya merezco-.

¿Pero qué es un neólogo? Felipe lo describe así: “Un activista de la cultura,


entendiéndolo como alguien que incide de manera determinante en el desarrollo de ésta sin
ceñirse a encasillamientos preestablecidos (…) yo diría que los neólogos debemos ser
vistos y cobijados como agentes catalizadores, como estímulos a la imaginación, como
antídotos a la estulticia, al conformismo y a la falta de imaginación”. Su postura, como se
puede entender, fue la transgresión de lo preestablecido, sea el canon del arte o sea el
comportamiento social.

Como bien señala Burriaud, “La actividad artística constituye un juego donde las
formas, las modalidades y las funciones evolucionan según las épocas y los contextos
sociales, y no tiene una esencia inmutable.[CITATION Bou08 \p 9 \l 3082 ]”. El arte teórico,
neológico y conceptual de Ehrenberg cobra sentido como obra concreta y relacional. Así lo
vemos en la obra que analizo: La Poubelle.

Acerca de esta obra el texto escrito por César Martínez explica insuperablemente de
lo que se trata:
“Durante la estancia de Ehrenberg en Londres (1966-1974), el servicio de
limpia de esta gran ansiudad organizó una huelga de varios días, dejando
insólitos rastros de basura que de a poco fueron creciendo como un monstruo
sin límites. Ante aquel hecho, la reacción del creActivista consistió en ir
delimitando con líneas de grafiti los bordes de basura que la huelga fue
generando. Una vez levantada la huelga, los señalamientos línea quedaron
visibles como huellas urbanas de la incongruencia burocrática, y del
desacuerdo, trazos del olvido y de la basura: límites que son (de)limitaciones.
Por otro lado, el resultado de la acción era mucho mayor que los trazos de los
que se valía: apuntaba a la posibilidad de una movilización urbana. La
irregularidad de las marcas de grafiti, su curva temblorosa, era útil como señal
visible para denunciar un modo de organización política y administrativa y
poner el arte al servicio de la comunidad.” [CITATION Mar07 \p 67 \l 3082 ]

En Ehrenberg no es la materia lo que prima, sino el concepto; la verdadera materia


de la obra es una idea. Uno puede encontrar belleza en cosas que son absolutamente
conceptuales. Siempre hay una belleza en lo conceptual.

Tercer artista
Ángela Gurría

La obra de Gurría tiene una constante reiteración de temas y figuras que la


representan, como la muerte representada con la calavera, hecha en cristal, luego en
cantera, luego en mármol, luego en hierro forjado y pintado a dos colores: blanco y negro.
O bien a la mariposa, como representación simbólica de la metamorfosis, del cambio de la
materia y de su plasticidad.

Toda la obra que expuso recientemente el Museo Morelense de Arte


Contemporáneo “Juan Soriano” bajo el nombre “Espiral perfecta” me impresionó; así que
hablaré un poco de todas. Al inicio, la Gurría que te recibía era una escultura en cantera de
unas montañas que se entrelazan en formato apaisajado, es decir en forma de rectángulo, de
modo que la vista desde la que se percibe es la misma con que uno observaría una película.
El detalle con que está cortada la piedra es tan preciso que uno pensaría que Gurría, además
de artista fue la inventora de un láser que corta con precisión quirúrgica; es aquí, a partir de
este punto, desde dónde uno, como espectador, se pregunta —y lo hará durante toda la
exposición— cómo pudo conseguir la perfección milimétrica, cómo pudo dar flexibilidad a
algo tan duro, tan sólido y áspero como la piedra, luego el acero, el mármol, el cristal, y
finalmente, los minerales que emparentan al cuarzo. Todas sus esculturas forman curvas o
figuras redondas que se contrastan o matizan con líneas rectas y precisas, tanto, que uno
pensaría que tienen filo, y que basta deslizar el dedo sobre una recta para verter, a modo de
ritual, un poco de sangre sobre la escultura. La técnica como recurso escultórico para lograr
una metáfora plástica, eso fue lo que me impresionó de Gurría y su estética.

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