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CARTA A UN EX MISIONERO
por el élder Charles A. Didier
del Primer Quórum de los Setenta
evangelio avanza en las ciudades de su antigua misión; Sión se establece. Bien, buen
siervo y fiel. Compartamos este gozo juntos."
Encontramos primero a uno de sus compañeros y le preguntamos por usted. Su
voz titubeó y parecía avergonzado, pero al fin nos informó que usted trabajaba en
una estación de servicio y que probablemente no vendría a las conferencias... o tal
vez ni las escucharía. Como se dice en la Iglesia, usted no estaba "activo", es decir
que ya no estaba viviendo los principios que nos había predicado años atrás.
Inmediatamente quisimos verlo. Pasamos por la estación de servicio, nos detuvimos
y lo buscamos; al vernos, y sabiendo quienes éramos, usted titubeó. Vi el pánico en
su cara y sonreí tristemente al ver que usted trataba desesperadamente de ocultar
un cigarrillo que ya le quemaba los dedos. Nos dimos la mano, preguntamos por su
esposa, sus hijos, su vida y su futuro. Algo andaba mal... usted lo sabía y nosotros
también. Nos separamos. Dimos una última mirada y un último adiós.
Hoy estoy otra vez en Salt Lake City y escribo esta carta con la esperanza de
alcanzarlo. No sé dónde está usted. Pasé por la estación de servicio pero ya no estaba
allí.
Hermano mío, ¿dónde estás?
Espero que no se moleste si he recordado algunos de los momentos que, según
usted decía, eran los mejores de su vida. ¿Por qué no lo son ahora? ¿Por qué los
mejores tienen que ser siempre los del pasado, en lugar de los del futuro? El
Evangelio de Jesucristo no se compone de recuerdos; es un evangelio que al vivirlo
hoy, sabemos dónde estaremos mañana. Alma lo dijo con estas palabras:
"Porgue he aquí, esta vida es cuando el hombre debe prepararse para
comparecer ante Dios; sí, el día de esta vida es el día en que el hombre debe ejecutar
su obra.
Y como os dije antes, ya que habéis tenido tantos testimonios, os ruego, por
tanto, que no demoréis el día de vuestro arrepentimiento hasta el fin, porque
después de este día de vida, que se nos da para prepararnos para la eternidad, he
aquí que si no mejoramos nuestro tiempo durante esta vida, entonces viene la noche
de tinieblas en la cual no se puede hacer nada. " (Alma 34:32-33.)
Querido élder, usted dijo en una conferencia que las madres dan cuerpos a los
espíritus, pero que los misioneros pueden dar la oportunidad de vida eterna a la
gente; ese día yo anoté eso en mi libro, junto con su testimonio. Las palabras del
Salvador también están anotadas para que no olvidemos que por su sacrificio
podemos arrepentirnos de nuestros errores. ¿No lo dijo El a los nefitas?
"He aquí; yo soy la ley y la luz. Mirad hacia mí, perseverad hasta el fin, y viviréis;
porque al que perseverare hasta el fin, le daré la vida eterna.
He aquí; os he dado los mandamientos; guardad, pues, mis mandamientos. Y ésta
es la ley y los profetas, porgue ellos en verdad testificaron de mí."(3 Nefi 15:9-10.)
Usted les ha abierto la puerta a muchos, ¿por qué la cierra para sí mismo? ¿Me
permite poner mi pie en su puerta como usted lo hizo en la mía? Alargue su mano
Conferencia General Octubre 1977
mientras hay tiempo y permítanos decirle que lo amamos. Su obispo lo espera, sus
maestros orientadores lo pueden ayudar, sus compañeros de misión no lo olvidan;
pero, más que eso, nosotros lo necesitamos. Venga a vernos; lo esperamos con los
brazos abiertos.
Es tiempo de terminar, pero debe saber que lo que usted fue, puede serlo otra
vez. Que mi testimonio le ayude como el suyo me ayudó. Yo sé por el poder del
Espíritu Santo que revela todo, lo sé en mi mente y en mi corazón, que Dios vive, que
Jesús es el Cristo, nuestro Redentor, y que hoy tenemos un Profeta viviente, el
presidente Spencer W. Kimball; y sé que siguiendo su consejo podemos acercarnos a
nuestro Padre Celestial y arrepentirnos de nuestros pecados. Pido que otra vez
entienda esto y que decida otra vez ser Su discípulo. En el nombre de Jesucristo.
Amén.