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Noventaicuatro años más tarde (desde 1919 al 2013), los pentecostales peruanos serían
principalmente, producto de constantes escisiones internas de las Asambleas de Dios
A pesar de los varios intentos "nativizadores" como los describe J. B. Kessler en A Study of the
older Protestant missions and Churches in Peru and Chile1, los pentecostalismos quedarán
estructurados en su sistema constitutivo (creencias, ritos, organización, normas éticas y prácticas)
por el modelo de la Denominación Madre, ADD, acuñado y asegurado por los misioneros
fundadores durante los primeros 43 años de su historia.
"la primera Junta Directiva de las ADD en el Perú, conformada por elementos nacionales (a
excepción de uno, el misionero W. Erikson), se eligió, recién, en 1962" 2. Es decir que, ni siquiera
desde 1939, año en que se organiza oficialmente como "Asambleas de Dios del Perú", los líderes
nacionales pudieron conducirla con autonomía.
La peruanización de los pentecostalismos fue subsidiaria, por eso, de una lucha por la autonomía,
más que de una búsqueda por responder a las necesidades y demandas de la población nacional.
En esa lucha, gran parte de las energías las gastó en 1) la gestión de un poder local, 2) el desarrollo
de un liderazgo medianamente cultivado para el recambio y 3) la búsqueda de un sistema de
organización propio y de talante nacional. Otra parte de sus energías, las libró en la batalla por
incrementar su membresía quizá como un modo de probarse a sí mismo la validez de su
emancipación, tras el signo de una evangelización intensiva
Desde entonces el Pentecostalismo se mantuvo en conflicto abierto con los otros detentores del
poder de lo religioso: los catolicismos y protestantismos de carácter e intencionalidad
modernizantes y las instancias "mágico religiosas" (hechicería y algunas prácticas del catolicismo
cultural) que sí competían la misma población objeto de misión: los inmigrantes pobres del país,
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generalmente de origen andino-amazónico.
Debido a ello, el conflicto por el injerto de lo pentecostal en el Campo Religioso Peruano, estuvo
marcado, fundamentalmente, por relaciones de progresivo rechazo, relativa asimilación y profundo
distanciamiento ideológico (entendido como sistema cultural) respecto de los catolicismos de nueva
cristiandad, catolicismos modernizadores y los de promoción social 3.
Hasta 1950 la casi totalidad de formaciones religiosas pentecostales (17 de ellas), surgieron del seno
de las Asambleas de Dios del Perú. A partir de 1949 hasta 1990, otras 38 "denominaciones" 4
pentecostales no asambleístas que llegaron de otros países y continentes, han sido el resultado de la
pentecostalización de iglesias protestantes (mal llamadas iglesias "históricas" y "de misión"), o bien
son el producto de una mutua influencia con el movimiento carismático católico que irrumpió en los
años 60s.
nuevos grupos pentecostales, según como fueron estableciéndose en la historia nacional, nos queda
un espectro de lo pentecostal que seguiría más o menos el siguiente flujo:
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Ahora bien, de todas estas, las primeras dos de la lista constituyen el 70% de la población
pentecostal en el Perú7. El 30 % restante, es cubierto por las otras cinco de la lista. Se estima que
la Población Protestante del Perú llega, actualmente (2013), al 13 % de una población de
30 millones de habitantes, de donde los pentecostales excluyendo a los números 5, 6 y 7
de la lista, serían el 80%, aproximadamente.
Según la encuesta del Instituto de Opinión Pública (IOP) de la PUCP, el pueblo creyente es de 91%;
el porcentaje de no-creyentes es de 4.23% y el de indiferentes de 4.72%.
Entre los creyentes, 79.2% son católicos (menos de lo reporta el Censo del 2007); 12.8%
(ligeramente igual al Censo del 2007) son evangélicos o pentecostales; 3.7% en conjunto son
adventistas, Testigos de Jehová, Mormones o Israelitas del Nuevo Pacto Universal y otros
3.19% se reconocen creyentes pero no pertenecen a ninguna religión 8.
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22. Comunidad Cristiana del Espíritu Santo
23. Iglesia Internacional de la Gracia de Dios
24. Comunidad Cristiana Kairós (origen católico)
28. Red IMPACT-Perú que dirige el Apóstol Samuel Arboleda desde el Centro
Apostólico y Misionero Ríos de Agua Viva (alberga más de 100 iglesias)
expandiéndose en varios países de AL
29. Comunidad Cristiana El Redentor en Los Olivos, más una 60 iglesias
independientes afiliadas a esta red apostólica.
30. Red del Apóstol-Evangelista Marcelino Salazar con sus escuelas ministeriales
(De Profetas, De Evangelistas, De Guerra Espiritual) y su Facultad Apostólica
Davar,
31. Red del Apóstol Harold Caballeros en el Perú
32. Red del Apóstol Eliú Castillo en el Perú
33. Red del Apóstol Guillermo Maldonado en el Perú
34. Red del Apóstol José Arias
35. Red del Apóstol Javier Loayza (Metodista Pentecostal)
36. Red del Apóstol Alberto Santana (Metodista Pentecostal)
37. Red Independiente “De Gracia Recibisteis” del Apóstol José Racchumí Torres
y la Comunidad Cristiana “Los amigos de Jesús”)
38. Diversidad de redes apostólicas afiliadas bajo “cobertura” de otros ministerios
foráneos (Ap. Aquiles Azar, Ricardo Di Rocco, entre otros)
39. Otras redes independientes
Cada sujeto emergente pretende por su lado afirmar, construir o reconstruir su identidad social.
El mecanismo usado en casi todos los casos es el de la religión como mediación para la
construcción de su identidad. Pero hay formas más complejas de la vida religiosa cuando se cruzan
universos simbólicos, tradiciones y etnicidades. Estoy pensando solo en las tres partes de una
misma trenza: El Pentecostalismo indígena, negro y femenino
A nivel doctrinal y de las prácticas evangelizadoras, se han dado también cambios relativamente
consecuentes con los cambios en la sociedad peruana. Esto se expresa en la predicación que es el
lugar común para la teología narrativa pentecostal
Situación diferente fue la de las décadas de los 50 y 60s, si miramos más atrás. Lo que se vivía allí
era producto de una migración masiva e intensiva de la gente del campo a las ciudades. Por aquel
entonces, los migrantes se encontraban como errabundos, perdidos, y desprotegidos en las grandes
ciudades, entonces en proceso de industrialización. Predominaban en esta época mensajes sobre el
éxodo bíblico, la peregrinación de los creyentes rumbo a la nueva tierra prometida. El mensaje del
retorno de Cristo a la tierra era visto en relación con la esperanza popular de una vida nueva. La
vendida de Cristo y el establecimiento de su reino futuro era
inminente. En cualquier momento (como ladrón en la noche) vendría para instalar su reino en la
Tierra y coronaría a sus fieles seguidores. La consecuencia de esta visión para la misión de la
iglesia se traducía en una predicación compulsiva o agresiva y la respuesta del potencial pueblo
creyente fue masiva. De hecho, el mayor crecimiento de los evangélicos (especialmente
pentecostales) se dio inmediatamente después de los años 60 y los convertidos eran mayormente
andinos migrantes. Crecimiento que se mantuvo más o menos sostenidamente hasta los años 90 y
luego declinó.
Hoy, en el inicio del Siglo XXI, las cosas han virado 180 grados. Ahora no se predica mucho sobre
la Segunda Venida de Cristo. Hay un desplazamiento de la parousía y una reinterpretación del
Reino de Dios, cifrado en la Vida Victoriosa hoy y aquí de los creyentes.
Junto con el cambio en la sensación de prosperidad en las nuevas condiciones de vida de los
peruanos, se ha producido también un cambio en la predicación post pentecostal. Hoy se predica
más una escatología realizada (C.H. Dodd) y entre los neo apostólicos (a quienes prefiero llamar
genéricamente Post-Pentecostales) la escatología predominante es la preterista. Los más radicales
predican que Cristo no resucitó y que por lo mismo no habrá una Segunda Venida. Él ha entregado
las llaves de su reino a sus discípulos convertidos ahora en apóstoles, por lo que corresponde a éstos
instalar su Reino en la tierra, hoy y aquí. Algo así como un deísmo post-pentecostal.
Naturalmente la reacción evangélica no se hizo esperar. Esta escatología está siendo rechazada por
la mayoría de los pentecostales e iglesias evangélicas protestantes, aunque su influencia en muchas
de ellas está ganando terreno. Un preterismo intermedio, enseña que Cristo sí resucitó, y aunque no
vendrá, sus creyentes se unirán con él al final de la historia.
Por otra parte las formas orgánicas de asociación están cambiando. Se está diluyendo la
organización eclesiástica, se va debilitando la membresía y la participación democrática en las
iglesias es incipiente. El denominacionalismo está llegando a su fin y las congregaciones se
relacionan mediante redes sociales orgánicas, pero masificadas y despersonalidas. El centro
aglutinador ya no es la ortodoxia (la sana doctrina), ni la unidad visible de la iglesia, sino el carisma
y la unción en un plano espiritual. Los que viven en el carisma son los que detentan el poder y las
masas se aglutinan en torno a ella y sus poseedores. Lo que moviliza a los fieles no es el “más
allá”, ni los bienes celestiales o simbólicos de salvación. Son los poderes terrenos lo que se buscan
y el reino de Dios se ha de cifrar en formas alternativas de gobierno. El poder
Por los años 80, tiempo de grandes convulsiones en AL y en particular del Perú, debido al
terrorismo promovido por Sendero Luminoso y el Movimiento Revolucionario Túpac Amaru, los
predicadores pentecostales tenían en la boca la Segunda venida de Cristo.
Los mensajes dominicales giraban en torno al tema del juicio final, la resurrección y la Parousía
(Retorno triunfante de Cristo por su iglesia). Posturas dispensacionalistas y milenaristas exponían
con gran vigor mensajes de esperanza para el sufrido pueblo peruano. Como se entenderá, era una
reacción obvia frente a un Estado convulsionado o amenazado de muerte. Se vivía un ambiente
psicológico muy parecido al que viven los norteamericanos con el 11 de septiembre. La vida no
valía nada y no había seguridad ni siquiera en las ciudades más resguardadas. Los terrores del
infierno y el temor a la muerte eran como los motivadores o detonantes para las conversiones entre
los candidatos a pentecostales.
Hoy, en el inicio del Siglo XXI, las cosas han virado 180 grados. Ahora no se predica mucho sobre
la Segunda Venida de Cristo. Hay un desplazamiento de la parousía y una reinterpretación del
Reino de Dios, cifrado en la Vida Victoriosa hoy y aquí de los creyentes.
Junto con el cambio en la sensación de prosperidad en las nuevas condiciones de vida de los
peruanos, se ha producido también un cambio en la predicación post pentecostal. Hoy se predica
más una escatología realizada (C.H. Dodd) y entre los neo apostólicos (a quienes prefiero llamar
genéricamente Post-Pentecostales) la escatología predominante es la preterista. Los más radicales
predican que Cristo no resucitó y que por lo mismo no habrá una Segunda Venida. Él ha entregado
las llaves de su reino a sus discípulos convertidos ahora en apóstoles, por lo que corresponde a éstos
instalar su Reino en la tierra, hoy y aquí. Algo así como un deísmo post-pentecostal.
Naturalmente la reacción evangélica no se hizo esperar. Esta escatología está siendo rechazada por
la mayoría de los pentecostales e iglesias evangélicas protestantes, aunque su influencia en muchas
de ellas está ganando terreno. Un preterismo intermedio, enseña que Cristo sí resucitó, y aunque no
vendrá, sus creyentes se unirán con él al final de la historia.
Por otra parte las formas orgánicas de asociación están cambiando. Se está diluyendo la
organización eclesiástica, se va debilitando la membresía y la participación democrática en las
iglesias es incipiente. El denominacionalismo está llegando a su fin y las congregaciones se
relacionan mediante redes sociales orgánicas, pero masificadas y despersonalidas. El centro
aglutinador ya no es la ortodoxia (la sana doctrina), ni la unidad visible de la iglesia, sino el carisma
y la unción en un plano espiritual. Los que viven en el carisma son los que detentan el poder y las
masas se aglutinan en torno a ella y sus poseedores. Lo que moviliza a los fieles no es el “más
allá”, ni los bienes celestiales o simbólicos de salvación. Son los poderes terrenos lo que se buscan
y el reino de Dios se ha de cifrar en formas alternativas de gobierno. El poder político es el nuevo
campo de misión, pero solo como mediación para instalar y visibilizar el Reino teocrático11. Los
10 Luis Orellana - Bernardo Campos (Editores) Ecumenismo del Espíritu. Pentecostalismo, Unidad y Misión.
Lima, Perú: FPL, 2012:24-25
11
cristianos están llamados a incidir en la sociedad y por ello deben agruparse o bien en partidos
confesionales o bien en frentes políticos. La ciudad debe ser conquistada en todos sus ámbitos
(teoría de los 7 montes) y para ello es necesaria, no una lucha ideológica como en los 70s, sino una
Guerra Espiritual en los mismos cauces y con las mismas armas del sistema neoliberal. Con el
mismo objetivo, pero a diferencia de la teología latinoamericana de la liberación, una teología de la
prosperidad busca erradicar activamente la pobreza con un empresariado evangélico emergente y
cada vez más pujante y agresivo. No son pocos los líderes de las nuevas iglesias o comunidades
cristianas (muchos de ellos pentecostales) los que incursionan en los negocios multinivel
(networking) integrando así las nuevas capas sociales medias del país.
Con ello se ha abierto el camino para la construcción de una teología pública entre los evangélicos
y los pentecostales de América Latina. Se hará necesario entonces acudir a nuevos marcos teóricos
para interpretar la relación entre la religión y la política, o el uso público de la religión 12 en relación
con una teología pragmática. Para ello debemos encontrar nuevas formas de comunicación y de
racionalidad que permitan a los pentecostales el ejercicio de su ciudadanía terrestre y la
acomodación de su lenguaje carismático en el punto medio entre la verdad de la fe y los nuevos
consensos sociales (Habermas) en este mundo globalizado y empequeñecido, propiedad de unos,
aspiración de todos.
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