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TEMA: La familia de Nazaret

El Hijo de Dios vino con los hombres a caminar y vivir la vida de los humanos, y como todos, a
ser parte de una familia

Sigue la fiesta, sigue la alegría del pueblo cristiano. Vive con gozo la llegada del Hijo de Dios
para habitar entre los hombres. Conmemora el día feliz: hace dos mil diez años que Emmanuel
--Dios-con-nosotros-- se quedó en la vida y en la historia de la humanidad.

“Queriendo Dios, infinitamente sabio y misericordioso, llevar a cabo la redención del mundo,
al llegar la plenitud de los tiempos envió a su Hijo, nacido de mujer, para que recibiéramos la
adopción de hijos” (Gálatas 4, 5). “El cual, por nosotros los hombres y por nuestra salvación,
descendió de los cielos y por obra del Espíritu Santo se encarnó de la Virgen María (Símbolo
Constantinopolitano).

El Hijo de Dios vino con los hombres a caminar y vivir la vida de los humanos, y como todos, a
ser parte de una familia.

Los muy afortunados pastores corrieron, llegaron, vieron al Niño envuelto en pañales y
recostado en un pesebre; más no solo, sino con la dulce presencia de la Madre y la fiel
protección de José. Así también lo encontraron los magos, los peregrinos de Oriente. Y así
vieron muchos años a Jesús en una casa, en un hogar, con María y José.

La liturgia todavía navideña en este domingo de infraoctava, dispone el culto divino del pueblo
cristiano en forma de una profunda adoración a Cristo, Dios misericordioso, omnipotente, y
especial devoción por la relación con el Hijo; y también a José, por el privilegio de ser el Padre
ante los hombres.

Y el culto lleva a la plegaria a Cristo, porque de él vienen todos los dones de naturaleza, de
gracia y de gloria; porque es el único mediador: todo viene del Padre por el Hijo. Por él vienen
la vida verdadera, el perdón, la gracia.

Y el pueblo cristiano, desde lejos, desde siempre, ha buscado el rostro de la Madre María, ha
aprendido y ha disfrutado de ese recurso de acudir a la Madre para alcanzar los dones del Hijo.
“Ruega por nosotros”, le dice, y son incontables las advocaciones, las imágenes, los nombres,
todos a una sola mujer “causa de nuestra alegría”, porque trajo a Cristo. Sienten confianza y
acuden porque se sienten hijos también.

Cerca del trono de la gracia está José, y muchos han experimentado que es valiosa su
intercesión.

Virtudes de la familia de Nazaret

Allí están, allí se muestran las virtudes; muchas, porque las inspira el amor.

Muchas se pueden ver; hay en todo la presencia de Dios, todo es perfecto; si en todo está la
mano de Dios, allí en esa casa, en ese hogar, su serenidad, su silencio, es una convivencia
amable, de oración, de servicio, de sencillez, de sacrificio, en relación con los demás para hacer
el bien. La obediencia, el espíritu de servicio, el amor al trabajo, todo brilla allí. Allí está el
modelo para todas las familias.
“Iglesia doméstica”,

El Concilio Vaticano II (1962-1965) en un capítulo extenso plantea para los cristianos de estos
tiempos la dignidad del matrimonio y de la familia. “Pretende iluminar y fortalecer a los
cristianos y a todos los hombres que se esfuerzan por garantizar y promover la intrínseca
dignidad del estado matrimonial y su valor eximio” (Gaudium et Spes 47).

“Fundada por el Creador y en posesión de sus propias leyes, la íntima comunidad conyugal de
vida y amor se establece sobre la alianza de los cónyuges, es decir, sobre su consentimiento
personal e irrevocable”.

Allí empieza la sociedad, con el consentimiento libre, y así nace una sociedad, una institución
confirmada por la ley divina.Lo mismo que la Iglesia, las fuerzas que sustentan influir y
modificar la sociedad prestan atención primordial a la familia. Consolidar a la familia es dar
fuerza a la sociedad.

El bienestar de la persona y de la sociedad humana y cristiana, está estrechamente ligado a la


prosperidad de la comunidad conyugal y familiar.

La fe cristiana es la levadura para una buena familia

Cuando el padre y la madre viven en fe cristiana, viven el amor a Dios, se aman con auténtico,
profundo amor; esto se derrama como de abundante fuente, en la educación, en la
transmisión de valores. Los primeros son los más importantes, los que quedan como cimientos
en el edificio de cada uno de los hijos.

La palabra del Concilio Vaticano II insiste: “Gracias precisamente a los padres que precederán
con el ejemplo y la oración en familia, los hijos, y aun los demás que viven en el círculo
familiar, encontrarán más fácilmente el camino del sentido humano, de la salvación y de la
santidad” (Gaudium et Spes 48).

Los grandes ideales en la mente, primero conocerlos y ponerlos en práctica. Allí es donde se
hacen los grandes hombres. En la familia de veras cristiana hay cohesión, solidez interna,
principios firmes y seguros con un sentido claro del principio de autoridad.

El amor al padre y a la madre, concretado en el cumplimiento de las propias obligaciones hacia


ellos, es la mejor garantía para contar con la bendición de Dios, porque es una relación que
nace del mismo ser.

La segunda lectura del apóstol San Pablo a los colosenses, es un conjunto de enseñanzas,
consejos: “puesto que Dios los ha elegido a ustedes, es decir el matrimonio, el privilegio de ser
padres de familia es verdadera vocación, es un llamado a la santidad, a santificarse y ser
instrumentos en la mano de Dios en la educación de los hijos, para el tiempo y para su destino
eterno”.

San Pablo aconseja: “Sean comprensivos, humildes, afables y pacientes. Lograrán frutos
abundantes los padres de familia que vivan estas cuatro virtudes: comprensión, humildad,
afabilidad y, sobre todo, paciencia”.
Problemas en la familia

De nuevo el Concilio: “La actual situación socio-económica, psicológica y política es origen de


fuertes perturbaciones para la familia. La dignidad de esta institución no brilla en todas partes
con el mismo esplendor, puesto que está oscurecida por la poligamia, la epidemia del divorcio,
el llamado amor libre y otras deformaciones; es más, el amor matrimonial queda
frecuentemente profanado por el egoísmo, el hedonismo y los usos ilícitos contra la
generación. La familia, como el mundo, también está sometida a unos cambios rápidos y
profundos que amenazan destruirla, aunque no lo conseguirán” (Gaudium et Spes 58).

Y en la misma línea de análisis de los tiempos actuales, apuntan algunas de las causas:
“Aparecen discrepancias en las familias, debidas ya al peso de las condiciones demográficas,
económicas y sociales, ya a los conflictos que surgen entre las generaciones que se van
sucediendo, ya a las nuevas relaciones sociales entre los dos sexos” (Gaudium et Spes 8).

Amor y unión

Es este el resumen de una familia cristiana. Los padres de familia son los cooperadores del
amor de Dios creador, y por lo mismo deben cumplir responsablemente en el deber de
procreación de los hijos y luego educarlos cristianamente, con autoridad amorosa y vigilante,
con diálogo, comprensión y amistad sincera.

Y a los hijos corresponde una obediencia razonable y por amor, y esto manifestado en
“agradecimiento, piedad filial, confianza, asistencia en las dificultades y en la soledad de la
ancianidad, y cooperación alegre y generosa al bien común familiar como miembros vivos de la
familia.

En el hogar de Nazaret está el modelo.

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