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RECURSOS ESCUELA SABÁTICA

Comentarios de la Lección
II Trimestre de 2011
Vestidos de gracia
Vestiduras figuradas en la Biblia

Lección 4
23 de Abril de 2011

La túnica de colores
1
Gilberto G. Theiss

“Y amaba Israel a José más que a todos sus hijos, porque lo había tenido en su vejez; y
le hizo una túnica de diversos colores” (Génesis 37:3).

El significado exacto de la túnica de variados colores hecha por Jacob y ofrecida a José
es incierto. En el hebreo, la expresión para túnica es ketonet passim, que significa túnica
larga de mangas o un sacón de mangas largas con franjas. La idea de túnica con varie-
dad de colores proviene de la Septuaginta con las palabras kiton poikilon que significa
túnica de varios colores.

Aunque los colores de la túnica tienen un significado incierto, podemos entender que la
túnica tomada de manera integral representaba sublimidad. Al ofrecerle esta vestidura a
su hijo José, estaba poniendo sobre él una preferencia aparte de la dada a los demás.
La ira desenfrenada de los hermanos de José demuestra la tamaña grandeza y la pro-
funda dimensión del significado de esta túnica. No era una ropa cualquiera y el que la
vestía estaba dotado con alguna responsabilidad especial.

Como ya hemos mencionado, aunque no sepamos el significado preciso de los colores,


podemos deducir el valor y la importancia de una vestidura así aún a pesar del tiempo.
Podrían representar en un contexto espiritual las vestiduras de Cristo que, al ser usadas
por la fe, nos hacen especiales y acrecentar en nosotros una dimensión de valor inesti-
mable. Así como los hermanos de José se enfurecieron al ver esa túnica, de igual mane-
ra, Satanás, al ver en nosotros las vestiduras de la justicia de Cristo cubriéndonos, se
enfurece y de manera implacable nos persigue (2 Timoteo 3:12; 1 Pedro 5:7, 8). Sin em-
bargo, el Señor, así como con José, garantizándole su protección, así también permane-
cerá con nosotros mientras nosotros permanezcamos en Él.

Lecturas adicionales

“En la providencia de Dios, la pluma inspirada no dejó sin mencionar los pecados y erro-
res de los hombres buenos. Tanto el pecado como el juicio divino son traídos a la luz.

Gilberto G. Theiss, oriundo del estado de Paraná, en Brasil, es miembro de la Iglesia Adventista desde el
1

año 1996. Durante varios años fue colportor e Instructor Bíblico en la ciudad de Guaxupé, en el estado de
Minas Gerais, y ahora es coordinador del curso básico de actualización teológica para líderes de la iglesia
en www.altoclamor.com, además de autor de varios libros.
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Por causa de su transgresión, Jacob tuvo que huir como un fugitivo de su propio hogar,
servir a un duro amo por veinte años, y tener que aceptar un matrimonio fraudulento con
Lea. Sus diez hijos lo engañaron como él había engañado a su padre y por muchos años
tuvo que sufrir la supuesta muerte de José. Aunque durante todos estos años había sido
un recipiente del favor divino, debía cosechar lo que había sembrado; ni el tiempo ni el
arrepentimiento podían cambiar la vil cizaña en grano dorado. Por eso es de la mayor
importancia que tanto en palabras como en acciones nos movamos con la más estricta
integridad, porque, ‘Todo lo que el hombre sembrare, eso también segará’” (Signs of the
Times, 17 de abril, 1879).

“A cualquier lugar donde seamos llamados por la providencia de Dios, podemos esperar
confiadamente que Dios será nuestro ayudador. No debemos ser un juguete de las cir-
cunstancias, sino colocarnos por encima de ellas...”

“Cuando seamos colocados en una posición difícil, y encontremos a nuestro alrededor


cosas que no nos agradan, que prueban nuestra paciencia y nuestra fe, no debemos
hundirnos en la impotencia, sino aferrarnos más firmemente de Dios, y probar que no es-
tamos fijando nuestros afectos en las cosas de la tierra, sino en las cosas de arriba; que
estamos contemplando a Jesús, el autor y consumador de nuestra fe. Jesús debe ser el
principio y el fin, el primero y el último. Él debe ser nuestra fortaleza en todo tiempo de
prueba” (Nuestra elevada vocación, p. 341).

El comienzo de un desastre familiar


Génesis 24 y 29:21-30

En el tiempo de Jacob, la práctica de la poligamia era algo muy común entre los pueblos.
Jacob, así como otros patriarcas, siguió los pasos de este estilo de vida mundano.

Hay mucho debate en nuestros días respecto del relativismo y sus implicancias en la
iglesia. Pero lo curioso es que, en rigor de verdad, el relativismo no es un comportamien-
to exclusivo de nuestro tiempo. En toda la historia de la iglesia, desde la entrada del pe-
cado en el mundo, el relativismo siempre ha existido. Una evidencia de esto es el tipo de
matrimonio existente en los tiempos bíblicos. Esta clase de conducta basada en el relati-
vismo fue capaz de enredar hasta algunos de los escogidos de Dios. Es obvio que, con
el tiempo, Jacob se arrepintió de este pecado, pero eso no quita el hecho de que él hab-
ía estado involucrado muy estrechamente con el mundo. Probablemente, así como no-
sotros, Jacob debió haber pasado por el proceso del arrepentimiento, sólo cuando perci-
bió las graves consecuencias de sus actos. Y las consecuencias fueron tan drásticas
que alcanzaron a otras generaciones.

Pero por lo menos alguien en esa familia presentó un testimonio de lo que Dios realmen-
te desea para la raza humana. José reconstruyó lo que otros en su familia habían con-
seguido destruir.

Así, estas historias nos sirven de ejemplo en la actualidad. El relativismo ha hecho que
muchos jóvenes, e incluso adultos, crean que las relaciones sexuales en el ámbito del
matrimonio luego del casamiento es un mito. Creen que lo más importante es el amor y
el respeto. Sin embargo, cuando se topen con las terribles consecuencias, verán que
han actuado y pensado de manera equivocada.

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Lecturas adicionales

“El rumbo incorrecto tomado por Jacob y Rebeca no produjo buenos resultados; sólo
aportaron desconfianza, envidia y venganza. Madre e hijo deberían haber esperado que
el Señor cumpliera sus designios, a su manera y a su tiempo, en vez de intentar provo-
car los eventos previstos con la ayuda del engaño. Si Esaú hubiera recibido la bendición
que le era concedida al primogénito, su prosperidad podría haber venido únicamente de
Dios, y Él podría haberle concedido prosperidad o adversidad según su curso de acción.
Si él hubiera amado y reverenciado a Dios, así como el justo Abel, habría sido aceptado
y bendecido. Si, como el impío Caín, no hubiera tenido respeto por Dios, ni a sus man-
damientos, sería rechazado por Él, tal como lo fue Caín. Si los actos de Jacob hubieran
sido justos, la próspera mano de Dios hubiera estado con él, aún cuando no recibiera las
bendiciones y privilegios concedidos generalmente a los primogénitos. Rebeca se arre-
pintió amargamente del mal consejo dado a Jacob, pues eso fue lo que lo separó de ella
para siempre. Jacob fue obligado a huir para escapar de la ira de Esaú, y su madre
jamás volvió a ver su rostro. Isaac vivió muchos años después de darle la bendición a
Jacob, y se convenció, por el rumbo de la vida de sus dos hijos, que la bendición le per-
tenecía por derecho” (Signs of the Times, 17 de abril de 1879).

“[Jacob] no se sentía feliz con sus casamientos, aunque sus esposas eran hermanas.
Formalizó un contrato matrimonial con Labán teniendo en vista a su hija Raquel, a quien
amaba. Después de servir siete años por ésta, Labán lo engañó y le dio en cambio a
Lea. Cuando se dio cuenta de que lo habían engañado, y que Lea había desempeñado
su parte en la estafa, no la pudo amar. Su tío quería conservar los fieles servicios de Ja-
cob por un tiempo más prolongado, y por eso lo engañó dándole a Lea en lugar de Ra-
quel. Jacob reprendió a Labán por tratar con tanta liviandad sus afectos al darle a Lea, a
quien no amaba. El padre rogó a Jacob que no la repudiara, pues en ese tiempo esto se
consideraba una tremenda desgracia, no solo para la esposa sino para toda la familia.
Jacob se vio en una situación muy difícil, pero decidió finalmente conservar a Lea y ca-
sarse también con su hermana. Aquélla recibió mucho menos amor que Raquel, por su-
puesto” (La historia de la redención, pp. 90-92).

“Labán entendía el mal de la poligamia, aunque fue solo por su ardid por lo que Jacob
había tomado dos esposas. Bien sabía que debido a los celos de Lea y Raquel ellas en-
tregaron sus siervas a Jacob, lo que complicó la relación de la familia y aumentó la des-
dicha de sus hijas. Y ahora cuando sus hijas viajaban a una gran distancia de él, y ellas
habían decidido separarse enteramente de la casa de su padre, Labán trató de preser-
var en todo lo posible la felicidad de ellas. Labán no estaba dispuesto a que Jacob atra-
jera todavía mayor desdicha sobre sí mismo y sobre Lea y Raquel tomando otras espo-
sas” (Comentario bíblico adventista, tomo 1, p. 1109).

José y sus hermanos


Génesis 34; 37:5-11

La actitud de José no era en sí el problema, creo que los errores de Jacob y los celos de
sus hermanos revelan el algo grado de inmadurez y falta de conversión que había entre
ellos. José aún era un muchacho ingenuo y sincero. Sus actitudes podrían ser muy bien
encaradas como algo natural de un joven que aún tenía mucho que aprender. Sin em-
bargo, toda la agitación e ira que surgieron en aquella familia revelan cuánto estaban
distanciados de Dios.

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Elena G. de White, en Mente, carácter y personalidad, tomo 1, enseña que Dios usa el
tiempo y nuestras experiencias para transformar nuestras vidas. Esto fue crucial para
Jacob, sus hijos y José pues, a través de la historia, vemos cómo Dios obrá en sus vidas
llevándolos a una verdadera conversión. Al final, toda la familia fue salvada de las des-
orientaciones y turbulencias que marcaron sus errores, celos e ira.

La vida de estos hombres es un grandioso ejemplo que puede enseñarnos lecciones


preciosas. El pecado, por más mínimo que sea, trae grandes consecuencias. Algunas de
ellas pueden ser irreparables y llevar a una vida a la perdición, como fue el caso de Luci-
fer.

Lectura adicional

“El hombre puede moldear las circunstancias, pero nunca debe permitir que ellas le
amolden a él. Debemos valernos de las circunstancias como de instrumentos para obrar.
Debemos dominarlas, y no consentir en que nos dominen” (El ministerio de curación, p.
399).

“Los hombres de poder son a menudo los que encontraron oposición, impedimentos y
estorbos. Poniendo sus energías en acción, los obstáculos que encuentran les resultan
en beneficios positivos. Aprenden a fiar en sus esfuerzos. El conflicto y la perplejidad
piden que se ejerza confianza en Dios, y aquella firmeza que desarrolla poder” (Obreros
evangélicos, p. 309).

“Cada persona puede ser exactamente lo que haya escogido. El carácter no se obtiene
recibiendo determinada educación. No se obtiene amasando riqueza o ganando honores
mundanos. No se obtiene haciendo que otros peleen la batalla de la vida por nosotros.
Debe buscárselo, debe trabajarse en procura de él, hay que pelear por él; y requiere un
propósito, una voluntad, una determinación. Formar un carácter que Dios pueda aprobar
requerirá un esfuerzo perseverante. Exigirá una resistencia continua a los poderes de las
tinieblas... el tener nuestros nombres conservados en el libro de la vida. ¿No vale mucho
más la pena tener nuestros nombres registrados en ese libro, inmortalizados entre los
ángeles celestiales, que oírlos celebrar en alabanza a través de toda la tierra? (En luga-
res celestiales, p. 47).

“En el tiempo de gracia que se nos concede aquí, cada uno de nosotros está constru-
yendo un edificio que deberá pasar por la inspección del Juez de toda la tierra. Esta
obra es la edificación de nuestros caracteres. Cada acto de nuestra vida es una piedra
en ese edificio, cada una de nuestras facultades es un obrero, cada golpe que se da lo
es para el bien o para el mal. Las palabras de inspiración nos advierten que seamos cui-
dadosos cómo construimos, para ver que nuestro fundamento es seguro. Si construi-
mos sobre la roca sólida, obras puras, nobles y derechas, la estructura se levantará
hermosa y simétrica, un templo adecuado para la morada interna del Espíritu Santo”.
(Youth's Instructor, 10 de junio, 1897; citado en Dios nos cuida, p. 164).

La túnica de varios colores


Génesis 37:3, 4

Como ya se ha mencionado con anterioridad, el significado exacto de la túnica de varios


colores hecha por Jacob y ofrecida a José es incierto. En hebreo, la palabra para túnica
es ketonet passim, que significa túnica larga o sacón con mangas y francas. La idea de
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túnica con variedad de colores probablemente provenga de la Septuaginta (LXX) con las
palabras kitona pikilon que significa túnica de varios colores.

Aunque los colores de la túnica tengan un significado incierto, podemos entender que
poseía un valor histórico importante o un significado de primacía para aquella familia. Al
ofrecerle esta vestidura a su hijo José, estaba poniendo sobre él una preferencia sobre
los demás. La ira de los hermanos de José indica el valor dado a esta vestimenta. No
era una ropa cualquiera, y el que la vestía era dotado de una responsabilidad y valor es-
pecial.

Con respecto a José, él no tuvo la culpa de recibir una túnica con un valor tan inestima-
ble, pues en rigor de verdad, la culpa fue de Jacob por demostrar visiblemente una elec-
ción por José. Esta actitud imprudente llevó a los hermanos a perseguir a José, a punto
tal de querer matarlo. Elena G. de White confirma esta idea al decir que Jacob fue im-
prudente al expresar su amor por José regalándole una túnica de hermosos colores. Es-
to fue un error, porque los hermanos se vieron privados del gran amor y valor que su pa-
dre le daba a José.

De cualquier manera, corresponde aquí un comentario adverso de esta realidad, pero


que se hace necesario. José no demostró desear la túnica, pero su valor inestimable
hizo sucumbir el amor de sus hermanos. Tal vez algunos de ellos desearon también este
manto y eso pudo haber hecho que la situación se volviera muy desagradable. Tal vez
habría estado en juego la supremacía en la familia. Como en todo y en cualquier contex-
to, el deseo excesivo del poder y la primacía puede llevar a las personas a hacer cual-
quier cosa por obtenerlo, aún a costa de la vida de alguien más. Pero para nosotros, que
somos cristianos, este tipo de envidia debe ser aniquilado y abandonado. Recordemos
que “la aflicción y la adversidad pueden ocasionar pesar; pero es la prosperidad la que
resulta más peligrosa para la vida espiritual” (Profetas y reyes, p. 43).

Lectura adicional

“Jacob manifestó su amor por José en forma imprudente, regalándole una túnica de
hermosos colores. Esto incrementó el odio de sus hermanos contra él, considerando que
les había robado los afectos de su padre y los había privado de su confianza y amor. No
veían que era su propia mala conducta la que traía vergüenza y desgracia a su padre,
quien centraba sus afectos en José debido a su pureza y excelencia de carácter” (Signs
of the Times, 18 de diciembre, 1879).

“El peligro acecha en medio de la prosperidad. A través de los siglos, las riquezas y los
honores han hecho peligrar la humildad y la espiritualidad. No es la copa vacía la que
nos cuesta llevar; es la que rebosa la que debe ser llevada con cuidado. La aflicción y la
adversidad pueden ocasionar pesar; pero es la prosperidad la que resulta más peligrosa
para la vida espiritual. A menos que el súbdito humano esté constantemente sometido a
la voluntad de Dios, a menos que esté santificado por la verdad, la prosperidad desper-
tará la inclinación natural a la presunción” (Profetas y reyes, p. 43).

“Los hombres pueden aspirar al renombre. Pueden desear poseer un nombre grande.
Para algunos la suma de su ambición consiste en la posesión de casas, terrenos y
abundancia de dinero, las cosas que los harán grandes a la vista del mundo. Desean co-
locarse en un lugar desde el cual puedan mirar hacia abajo con un aire de superioridad a
los que son pobres. Todo esto es construir sobre la arena, y su casa caerá de improviso.
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La superioridad en la escala social no constituye la verdadera grandeza. Lo que no au-
menta el valor del alma no tiene verdadero valor en sí mismo. Lo único que vale la pena
alcanzar es la grandeza de alma a la vista del cielo. Quizá nunca conozcáis la verdadera
y elevada naturaleza de vuestro trabajo. Solo podéis medir el valor de vuestro propio ser
por el de la vida que fue dada para salvar a todos los que quieran recibirla” (En lugares
celestiales, p. 173).

Le quitaron la túnica
Génesis 37:12-32

Es impresionante cómo esta bendita túnica marcó una diferencia notable en el compor-
tamiento de los hermanos de José. Inmediatamente, cuando lo vieron con esa ropa, sus
emociones afloraron de la peor manera. Recordaron el valor que el padre había excedi-
do al darle a José una importancia en detrimento de cualquiera de ellos. Pronto la ira los
consumió de tal modo que Satanás los instigó a matar a su propio hermano. De no ser
por la intervención divina para que José fuera arrojado en un pozo, seguramente habría
terminado descuartizado por sus propios hermanos.

De igual modo, Satanás pretende hacer con nosotros, lo mismo que intento hacer con
José: devorarnos como un león, ese es su mayor deseo y el resultado de sus más des-
esperados y denonados esfuerzos. Son las vestiduras de Cristo y su poder maravilloso
lo que nos proteja de sus garras.

Otra verdad relevante es que el odio y la ira se iniciaron con Satanás. El es el origen de
todo mal sentimiento. Elena G. de White considera que “El espíritu de odio y de vengan-
za tuvo origen en Satanás, y lo llevó a dar muerte al Hijo de Dios. Quienquiera que abri-
gue malicia u odio, abriga el mismo espíritu; y su fruto será la muerte. En el pensamiento
vengativo yace latente la mala acción, así como la planta yace en la semilla” (El discurso
maestro de Jesucristo, p. 51).

También acota que “la ley de Dios toma en cuenta los celos, la envidia, el odio, la malig-
nidad, la venganza, la concupiscencia y la ambición que agitan el alma, pero que no han
hallado expresión en acciones externas porque ha faltado la oportunidad aunque no la
voluntad. Y se demandará cuenta de esas emociones pecaminosas en el día cuando
‘Dios traerá toda obra a juicio, juntamente con toda cosa encubierta, sea buena o sea
mala’ (Eclesiastés 12:14)” (Mensajes selectos, tomo 1, p. 254).

Lecturas adicionales

“José se aproximó sin sospechar el peligro, contento de haberlos hallado; pero en vez
del esperado saludo, se vio objeto de miradas iracundas y vengadoras que le aterraron.
Le asieron y le quitaron sus vestiduras. Los vituperios y las amenazas revelaban una in-
tención funesta. No atendieron a sus súplicas. Se encontró a merced del poder de aque-
llos hombres encolerizados. Llevándolo brutalmente a una cisterna profunda, le echaron
adentro; y después de haberse asegurado de que no podría escapar, lo dejaron allí para
que pereciese de hambre, mientras que ellos ‘sentáronse a comer pan’”.

“Pero algunos de ellos estaban inquietos; no sentían la satisfacción que habían espera-
do de su venganza. Pronto vieron acercarse una compañía de viajeros. Eran ismaelitas
procedentes del otro lado del Jordán, que con especias y otras mercancías se dirigían a
Egipto. Entonces Judá propuso vender a su hermano a estos mercaderes paganos, en
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vez de dejarlo allí para que muriera. Al obrar así, le apartarían de su camino, y no se
mancharían con su sangre; pues, dijo Judá: ‘Nuestro hermano es nuestra carne’. Todos
estuvieron de acuerdo con este propósito y sacaron pronto a José de la cisterna” (Pa-
triarcas y profetas, pp. 211, 212).

La túnica de tu hijo
Génesis 37:27:36

Como ya hemos visto en esta semana, la túnica ofrecida a José poseía un valor espe-
cial. Los demás hijos de Jacob tramaron matarlo, pero Judá –creo que orientado por
Dios– sugirió que fuera vendido a los ismaelitas. Ahora, con la túnica toda ensangrenta-
da, manchada con la sangre de un cabrito, la llevaron a su padre con la sugerencia de
que “tu hijo” había sido devorado por algún animal feroz.

En las palabras de una persona podemos descubrir muchas verdades o mentiras. Al de-
cir “tu hijo”, estaban, en cierto modo, rechazándolo como hermano. Otra lección intere-
sante que podemos encontrar en este relato es que la sangre manchando la túnica ¿no
podría representar la sangre de Cristo que intervendría a favor de José en cualquier cir-
cunstancia? Aunque esta interpretación no tenga un respaldo bíblico, podríamos hacer
una alusión de una predeterminación inconsciente sugerida por la propia artimaña de los
hermanos de José. Un sacrificio hecho para intermediar o dar respaldo a la mentira de la
muerte de José a manos de un animal salvaje, redundando en una señal de protección
de y salvación de parte de Dios. Esto podría reforzar la idea de que, si confiamos en
Dios, Él siempre transformará el mal en bien. ¿No es esto impresionante?

¡Qué lecciones importantes aprendemos durante esta semana! El pecado es tan pode-
roso que puede generar desavenencias, intrigas, ira y hasta muerte aún dentro del círcu-
lo familiar. Un día me enteré de una historia que se extendió por toda la parte sur del es-
tado brasileño de Minas: un muchacho había asesinado a su propio hermano por un real
(moneda del Brasil). El amor de muchos parece estar helándose en vez de enfriándose.
La experiencia de José se repite día a día, especialmente en la vida de los que aún no
han sido transformados por el poder de Dios.

Lectura adicional

“José consideró como la mayor calamidad que podría haberle ocurrido el ser vendido en
Egipto; pero entonces vio la necesidad de confiar en Dios como nunca lo había hecho
cuando estaba protegido por el amor de su padre. José llevó a Dios consigo a Egipto, y
este hecho quedó de manifiesto por su comportamiento alegre, a pesar de su tristeza.
Como el arca del Señor trajo descanso y prosperidad a Israel, así también este joven
temeroso y amante de Dios fue una bendición en Egipto. Este hecho se hizo patente de
una manera tan señalada que Potifar, en cuya casa servía, atribuyó todas sus bendicio-
nes a este esclavo que había comprado, y lo convirtió más en un hijo que en un siervo.
Es el propósito de Dios que los que le aman y honran también sean honrados, y que la
gloria que se le da a Dios a través de ellos, se refleje sobre éstos mismos” (Recibiréis
poder, p. 258).

“La religión de José conservó su dulce carácter y su grande y ardiente simpatía por la
humanidad, a pesar de todas sus aflicciones. Hay quienes se tornan ásperos, poco ge-
nerosos, ceñudos y descorteses en sus palabras y comportamiento, si piensan que no
se los ha tratado con justicia. Se hunden desanimados, rencorosos, odiando a los de-
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más. Pero José era cristiano. No bien ingresa a la vida de la prisión, pone todo el es-
plendor de sus principios cristianos en ejercicio activo; comienza a hacerse útil a los de-
más. Se informa de las dificultades de sus compañeros de prisión. Es alegre, porque es
un caballero cristiano. Dios lo preparaba bajo esta disciplina para un puesto de gran
responsabilidad, honor y utilidad, y él estaba deseoso de aprender; recibió bondadosa-
mente las lecciones que el Señor le enseñaba. Aprendió a llevar el yugo en su juventud.
Aprendió a gobernar aprendiendo primero la obediencia él mismo. Se humilló, y el Se-
ñor lo exaltó a un honor especial” (Hijos e hijas de Dios, p. 322).

“El papel que desempeñó José en las escenas de la oscura prisión fue lo que lo elevó fi-
nalmente a la prosperidad y el honor. Dios tenía el propósito de que se fogueara por
medio de las tentaciones, la adversidad y las penalidades, a fin de prepararlo para ocu-
par un puesto encumbrado” (Comentario bíblico adventista, tomo 1, p. 1111).

Gilberto G. Theiss

Traducción: Rolando D. Chuquimia


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