Está en la página 1de 39

ANATOMÍA DE LA GASTRITIS

Dramaturgia: Itzel Lara

Dirección: Paola Koot

INTRODUCCIÓN:

LA MUJER sentada. En medio de la lluvia. Sólo la cubre un pequeño, muy pequeño paraguas.

LA MUJER: Las vacas son compañeras del hombre. No son sus mejores amigos,
para eso tienen al perro, pero se les quiere más que a los sapos. A las vacas se
les da nombre propio, se les conoce, se les habla: Ven vaca, ven. Las vacas
prefieren los nombres cortos, los que saben a suspiros. Las vacas son
predecibles, conocemos sus orígenes, sus hábitos, sus manías. Las vacas
disfrutan el pasto, la lluvia con granizo y el cantar de los gallos. Las vacas saben
cosas. Saben cuándo es el momento de bajar o subir a los pastizales. Saben
cuándo dar leche, cuando llorar. Las vacas viven en casa, cubiertas de pasto, de
paja, en sus establos. Felices. Hasta que envejecen, luego, se les venden. Rara
vez una vaca es sacrificada por su dueño. Rara vez.

Oscuro

CAPÍTULO 1

“INNANICION”

ESCENA 1

En la cocina. EL VEGETARIANO pica una cebolla. LA MUJER de pie.

EL VEGETARIANO: El gato no come


LA MUJER: Lo sé. Lo veo. El plato está INTACTO.

EL VEGETARIANO: Será que hace frio

LA MUJER: Imposible. Es persa.

EL VEGETARIANO: Entonces te extraña

LA MUJER: No. Nunca me quiso. Al contrario.

EL VEGETARIANO: Uno extraña también a quién odia

LA MUJER: Yo te extraño.

EL VEGETARIANO: Pero tú me quieres

LA MUJER: Cómo saberlo

EL VEGETARIANO: Tus ojos me lo dicen

LA MUJER: Traigo lentes de contacto

EL VEGETARIANO: Con razón el pestañeo

LA MUJER: Es incómodo

EL VEGETARIANO: Quítatelos

LA MUJER: Si me los quito, no veo.

EL VEGETARIANO: Siempre has sido medio cegatona.

LA MUJER: Me voy

EL VEGETARIANO deja de picar la cebolla. Se queda detenido.

EL VEGETARIANO: Es estrés.

LA MUJER: Hago yoga

EL VEGETARIANO: El gato
LA MUJER: ¿Estrés?

EL VEGETARIANO: Eso dijo el veterinario

LA MUJER: Imposible. Siempre fue tranquilo, algo estúpido también.

EL VEGETARIANO: Si no come, muere

LA MUJER: ¿Te lo dijo el veterinario?

EL VEGETARIANO: Sí.

LA MUJER: ¿Desde cuándo lo sabes?

EL VEGETARIANO: Apenas unos días

LA MUJER: ¿Y hasta ahorita me dices?

EL VEGETARIANO: Lo intenté, pero mi llamada era interminablemente trasferida


a buzón. En la mañana, buzón; en la tarde, buzón; en la noche, buzón; en la
madrugada ¿adivina qué? Buzón. Comienzo a pensar que mi relación con el
buzón es más seria y constante que la que alguna vez tuve contigo, que la que
alguna vez he tenido con alguien.

LA MUJER se sienta en el banco, al lado de EL VEGETARIANO que pica con más ahínco la
cebolla.

LA MUJER: ¿Cuánto…? ¿Cuánto tiempo le dio?

EL VEGETARIANO: Unos cuantos días apenas.

LA MUJER: Es… terrible. Una desgracia. No sé si voy a poder con eso.

EL VEGETARIANO: Lo sé

LA MUJER: No, no se tiene que enterar, no lo soportaría.

EL VEGETARIANO: Lo sé

LA MUJER: Por nada del mundo debe saberlo.


EL VEGETARIANO: Lo sé

LA MUJER: Maullaría sin consuelo día y noche. Todo el tiempo

EL VEGETARIANO: Tres días con sus noches a lo mucho. No le queda tanto.

LA MUJER: Dios mío.

EL VEGETARIANO parece estar a punto de flaquear. A punto del llanto. LA MUJER se levanta
como para abrazarlo. Se contiene.

EL VEGETARIANO: Es la cebolla

LA MUJER se separa de EL VEGETARIANO que continúa picando.

LA MUJER: Sí, el olor es demasiado.

EL VEGETARIANO: Es abrumador

LA MUJER: ¿Quieres…? ¿Quieres un poco de agua?

EL VEGETARIANO: Sí.

LA MUJER saca de su bolso una botella, se la ofrece.

EL VEGETARIANO: Aquí hay agua, no tenías que sacar esa botella.

LA MUJER: Si tenía… Es mi botella, no tu agua. Yo te ofrecí a ti agua. Tomarla de


aquí sería abusivo.

EL VEGETARIANO: Tomarla de tu botella sería mendigar.

LA MUJER: Entonces no tomes nada.

EL VEGETARIANO: Perfecto

LA MUJER: Y… ¿Dónde está?

EL VEGETARIANO: Afuera, toma el sol. Cada día desde hace cinco años toma el
sol... ¿Cómo puedes…? Tu egoísmo es apabullante. Lo entiendo, entiendo
perfectamente porque está como está. El estrés, su estrés es inversamente
proporcional a la cantidad de pelos que tira las 24 horas del día, los 365 días del
año. Su vida es un martirio.

LA MUJER: No traigo reloj. Me lo robaron. Olvidé que el gato toma el sol a las dos
en punto. No a las doce porque está muy débil, no a las tres porque simplemente
lo ciega. A las dos es perfecto. Mi reloj lo hubiera previsto. Mi memoria no.

EL VEGETARIANO: “Tu reloj”. El elemento del que pende el sentido de tu


existencia.

LA MUJER: Voy afuera. Quiero verlo antes de irme. Después me marcho.

LA MUJER se levanta. Da unos pasos, decidida. Luego se detiene en seco.

LA MUJER: No puedo. No sé qué decirle. No puedo mirarle a los ojos. Me paralizo

EL VEGETARIANO: Sólo… sólo dile adiós, de lejos. Sin acercarte. Tal vez no
soporte un coraje más.

LA MUJER: Entonces mejor no le digo nada. Simplemente me voy.

EL VEGETARIANO: Bien. Si puedes vivir con eso

LA MUJER: Puedo.

LA MUJER avanza otros pasos. Se regresa y se sienta de nuevo en el banco.

LA MUJER: No puedo

EL VEGETARIANO: Lo sé

LA MUJER: ¿Por qué me metiste en esto?

EL VEGETARIANO: Porque la carga es demasiado fuerte para uno. Con dos…

LA MUJER: Eres vil

EL VEGETARIANO: Vil era un cumplido

LA MUJER: En el tiempo verbal está la respuesta


EL VEGETARIANO: Él necesita verte. Le daría descanso, quizá un poco de
consuelo

LA MUJER: No lo creo, su odio es demasiado grande. Él y yo sabemos cuánto

EL VEGETARIANO: Te sorprendería ver que ya no puede ni moverse.

LA MUJER. Exageras. Está afuera. ¿Lo llevaste afuera?

EL VEGETARIANO: Sí

LA MUJER: ¿Lo cargaste?

EL VEGETARIANO: Sí

LA MUJER: Tu alergia…

EL VEGETARIANO: Esperará. Ante un moribundo uno pierde toda oposición.

LA MUJER: Es noble. Es tan diferente a todo tú

EL VEGETARIANO: Es sentido común

LA MUJER: Si ya está tan mal… yo preferiría…

EL VEGETARIANO: Él quiere verte.

LA MUJER: ¿Cómo lo sabes?

EL VEGETARIANO: Porque… porque su último maullido fue revelador. Había algo


en esa forma de miauuuu, miauuuuu seguido de un ligero miau. Sin ronroneos.
Quiere verte. No hay duda.

LA MUJER: Pero ¿para qué? La última vez fue escabrosa

EL VEGETARIANO: La última vez nos…le abandonabas. La última vez había


maletas, mudanza, ruido. Llanto.

LA MUJER: Era tuyo… el llanto

EL VEGETARIANO: La cebolla. Picaba cebolla


LA MUJER: Sí, claro, hacías ensalada de cebolla.

EL VEGETARIANO: Ayuda en la circulación. Tú no la comes. Es evidente.

LA MUJER: Y tú comes bastante. Se huele.

EL VEGETARIANO: Si vas ahora y le das una pequeña caricia en su cabeza, si le


acaricias un poco los bigotes. Si tomas su garra entre tus manos… a lo mejor es
menos difícil la transición.

LA MUJER: No hay transición. Uno se muere y se muere. No hay más allá. No hay
una luz a la que seguir, no hay arcángeles tocando para uno. No hay demonios
con trinchetes esperando. Acechando. Dios… está muerto.

EL VEGETARIANO deja de picar. Se limpia las manos en el delantal que trae. Se cruza de brazos.
Mira atentamente a LA MUJER.

LA MUJER: Voy, pero no le agarro nada ni le acaricio nada. Sólo… me despido de


lejos. Un leve: Adiós.

EL VEGETARIANO: Con eso tendrá.

LA MUJER: De ahí salgo. No podría regresar. Ya sabes, me despido y luego,


salgo. Si ve que regreso… pierde efecto. Pierde todo sentido.

EL VEGETARIANO: Eso explica tu abandono. Odias el sinsentido.

LA MUJER: Y el olor a cebolla. Salgo. Adiós

EL VEGETARIANO: Utilizas la misma palabra de despedida para el gato y para


mí.

LA MUJER: Me voy.

LA MUJER sale. EL VEGETARIANO se acerca un poco a la ventana. Luego continúa picando la


cebolla.

ESCENA 2
EL VEGETARIANO se lava las manos. Aparece LA MUJER. Luce demacrada. Se sienta sin decir
palabra. EL VEGETARIANO con toda la calma del mundo se seca sus manos. Luego repara en LA
MUJER.

EL VEGETARIANO: Regresaste

LA MUJER: Él… él me rasguñó. Mira.

EL VEGETARIANO: Un rasguño perfecto. Hermoso. Y la profundidad…

LA MUJER: Lo hizo con maña

EL VEGETARIANO: …

LA MUJER: Lo miré, pasé casi de largo y dije: Adiós. Luego maulló… Fue un
maullido corto y profundo. Una especie de cuchillada por la espalda. Una
cuchillada rápida y mortal. Regresé. Tenemos cuentas pendientes, pensé.
Tenemos un asunto que aclarar, él y yo. Cómo si no supiera con quien trataba. Lo
volvió a hacer: Maulló. Me agaché y ahí estaba de nuevo, ese ruido fantasmal. Lo
acaricié. La primera vez que acaricio a un gato. Empezó a ronronear. Tomo su
cabeza entre mis manos y pienso: Tiene estrés, la enfermedad del siglo XXI. Lo
compadezco. Acto seguido, me rasguña.

EL VEGETARIANO: Justo como lo imaginé. Ni más ni menos.

LA MUJER: ¿Sabías que me rasguñaría?

EL VEGETARIANO: Lo supuse. Yo lo hubiera hecho. En el fondo somos muy


iguales.

LA MUJER: Ni tan en el fondo

EL VEGETARIANO: Eso no explica tu regreso. Regresaste, implica que no saliste,


si no saliste, entonces:

a. Se te olvidó tu bolso. Pero tienes el bolso en la mano


b. Te salió sangre y quieres alcohol. Pero ese implicaría tocar tu mano y
prefieres desangrarte a que toque de nuevo tu mano.
c. El gato sufrió las consecuencias de tal acto y estás preocupada.

LA MUJER se queda callada.

LA MUJER: C

EL VEGETARIANO: ¿Qué? No oí

LA MUJER: C

EL VEGETARIANO: Dijiste… ¿B? ¿Traigo el alcohol?

LA MUJER: C, C. Dije C

EL VEGETARIANO: No

LA MUJER: Sí. C, una desastrosa y desafortunada letra C

EL VEGETARIANO: ¿Está…?

LA MUJER: Sí, lo está

EL VEGETARIANO se acerca hacia la ventana. Luego parece que llora. Ya no mira a LA MUJER.

EL VEGETARIANO: Tenía unos días más… ¿No pudiste dejarle ni eso? ¿Tenías
que aniquilarlo?

LA MUJER: Él… él empezó

EL VEGETARIANO: Un gato no empieza. Un gato se defiende.

LA MUJER: Yo jamás podría… era mío. Lo sabes. Me lo regaló…

EL VEGETARIANO: Tu padre, antes de morir. ¿Cuántas veces lo vas a repetir?


Igual no lo querías. No querías a tu padre, no querías a su gato.

LA MUJER: Sí… sí quería a mi padre. Todo mundo quiere a su padre. Yo soy


parte del mundo. El gato no me quería a mí. Quién sabe cuántas cosas le habrá
dicho mi padre para que me tuviera tanto odio. Quién sabe porque no puede
olvidar… ese maldito gato
EL VEGETARIANO: Lo pateabas, lo dejabas afuera, le dabas café. Se hizo adicto
al café, al expreso, no al descafeinado. Odiaba el descafeinado. Se te olvidaba
darle de comer. Se te olvidó aquí. Nos dejaste aquí.

LA MUJER: No lo olvidé, te lo regalé, te lo di de regalo. Sal, por favor. Sal por él.
Tráelo.

EL VEGETARIANO: ¿Y ya para qué?

LA MUJER: No… no creo… es decir… me parece que respira. Un poco pero


respira.

EL VEGETARIANO se yergue.

EL VEGETARIANO: ¿Está… agonizando?

LA MUJER: Creo… no estoy muy segura.

EL VEGETARIANO: Agoniza y tú te sientas aquí a hablar de tu padre. ¿Hablas de


tu padre mientras el gato agoniza?

LA MUJER: Hablo del gato que me regaló mi padre mientras agonizaba

EL VEGETARIANO: Pasó seis meses sin problemas, tenía estrés pero comía,
tomaba el sol, me hacía estornudar. Estaba superando tu abandono. Y en dos
minutos lo dejas agonizando. Cambió de “moribundo” a “agonizante”. De más a
menos. Pérdida, no ganancia.

LA MUJER: Ve, anda. A lo mejor se puede hacer algo

EL VEGETARIANO: Se puede sacrificar. Es lo más digno si lo piensas. Igual le


quedaban unos días… pero le quedaban. Ahora los días son horas.

LA MUJER: Minutos tal vez. Sal, anda, mételo. Que coma algo. No podría
sacrificarlo. No.

EL VEGETARIANO sale. LA MUJER se queda sentada, se rasca el brazo con desesperación.


Luego se acerca al lavabo y se enjuaga. Le duele. Aparece EL VEGETARIANO con el gato en sus
manos. Lo deja al lado del plato de comida del gato. Los dos miran silenciosamente durante un
rato muy largo, pero el gato ni se inmuta, está ahí acostado, como si el plato no existiera.

LA MUJER: ¿Qué? ¿Qué pasa?

EL VEGETARIANO: Es congruente con su dolor. Está agonizando

LA MUJER: No puedo verlo. No…

EL VEGETARIANO: Me pediste que lo metiera. Tienes que verlo.

LA MUJER: No, llama a un veterinario

EL VEGETARIANO: ¿Al mismo que lo había desahuciado?

LA MUJER: No, a otro. Llama a uno bueno

EL VEGETARIANO: Ese era el mejor.

LA MUJER: No lo creo. Un gato no… no se muere de estrés.

EL VEGETARIANO: Pues si lo iba a hacer, ya no lo hará. No te preocupes. Éste


gato morirá de tu golpiza, no de su estrés

LA MUJER: Cállate.

LA MUJER se voltea. No quiere ver al gato. EL VEGETARIANO regresa a picar su cebolla.

LA MUJER. ¿Qué haces?

EL VEGETARIANO: Lo mío.

LA MUJER: ¿Cómo puedes picar tu cebolla mientras el gato agoniza?

EL VEGETARIANO: Como pude picarla mientras estaba desahuciado

LA MUJER: Eres un insensible

EL VEGETARIANO: Y tú una asesina de gatos

LA MUJER: Si no hubiera estado tan débil… una patada no le hubiera hecho


nada. Si hubiera olvidado nuestro asunto. Si no me hubiera rasguñado…
EL VEGETARIANO: Si no te hubieras ido… si no lo hubieras rechazado cinco
años… si no fueras una ingrata.

LA MUJER: Me voy

EL VEGETARIANO: Lo sé

LA MUJER: No era mi intención

EL VEGETARIANO: Lo sé

LA MUJER: Enójate

EL VEGETARIANO: No

LA MUJER: Golpéame

EL VEGETARIANO: No

LA MUJER: Grítame

EL VEGETARIANO: No

LA MUJER: Ódiame, ódiame para siempre

EL VEGETARIANO: No

LA MUJER: Por favor… deja que me marche

EL VEGETARIANO: Nada te detiene

LA MUJER: Por favor

EL VEGETARIANO: No

LA MUJER: Entonces trae un veterinario

EL VEGETARIANO: Está A G O N I Z A N D O. Respeta

LA MUJER: No seas cruel. Deja al menos que vaya por ayuda, que salga por
alguien y nos diga qué tiene.
EL VEGETARIANO: Ya sabemos lo que tiene.

LA MUJER se sienta, resignada. EL VEGETARIANO continúa picando la cebolla. Sin mirarla.

EL VEGETARIANO: El gato no come.

El gato tirado en el suelo, junto a su plato de comida. EL VEGETARIANO pica con más calma su
cebolla. LA MUJER tiene la mirada perdida.

CAPÍTULO 2

“INSUFICIENCIA”

ESCENA 1

Una sala de hospital. LA MUJER llega con RECEPCIONISTA. Afuera, llueve.

LA MUJER: Afuera llueve

RECEPCIONISTA: Se oye

LA MUJER: Vengo a ver a mi padre

RECEPCIONISTA: La visita terminó hace dos minutos

LA MUJER: Vengo de lejos

RECEPCIONISTA: La visita terminó hace dos minutos con tres segundos

LA MUJER: Mi padre agoniza

RECEPCIONISTA: Lo sé

LA MUJER: ¿Lo sabe? No le he dicho el nombre de mi padre

LA RECEPCIONISTA señala el letrero que está recargado en su escritorio

RECEPCIONISTA: Enfermos terminales.


LA MUJER: Puede ser mi última oportunidad.

RECEPCIONISTA: Pudo, pudo ser. Ya no lo sabremos, hoy…

LA MUJER: Afuera llueve. La lluvia genera tráfico, ruido, claxon. Retraso. La lluvia
es la madre del retraso.

RECEPCIONISTA: Le voy a pedir que se marche: Márchese.

LA MUJER: Voy a ver a mi padre

RECEPCIONISTA: Mañana… si aún se puede

LA MUJER: Pedí permiso en el trabajo. Me lo dieron. Salí temprano. No comí. No


había desayunado. Me arde el estómago. Agarré el carro. Vine directo hasta acá.
Voy a ver a mi padre

LA RECEPCIONISTA: Mañana

LA MUJER: Exijo ver a mi padre

LA RECEPCIONISTA: Mañana

LA MUJER: Quítese

LA RECEPCIONISTA toca un silbato. Aparece un policía y se lleva a la MUJER.

ESCENA 2

LA MUJER en un columpio, se columpia.

LA MUJER: Me duelen los pies. En la mañana, me duelen los pies. Si camino más
de dos cuadras. Me duelen. Tengo una uña enterrada, dijo el doctor. Dijo que la
tenía y que me la sacara. Sáquesela, me dijo. Yo me paré. Agarré mi bolso, mis
cosas. Luego me fui. Me fui con mi uña. Mi uña está enterrada, como mi padre. Mi
padre y mi uña enterrados. Los dos. Juntos. ( Se agarra su corazón) Aquí. Y no puedo
caminar.

ESCENA 3
LA MUJER en el consultorio. De frente. A su lado un maniquí del cuerpo humano.

LA MUJER: El mal de la rana: Éste mal se debe, según la creencia popular, a que
el animal, en éste caso la vaca, ha sido forzado a hacer algo que no deseaba o
porque se le ha dado un disgusto.

LA MUJER empieza a señalar lo que describe en el maniquí.

Tomé usted a su vaca. Mírela fijamente. De arriba abajo. De nuevo, de arriba


abajo. Deténgase en los ojos, ¿están hinchados? Ponga palomita. ¿Le lloran?

Ponga palomita. Mire atentamente su boca. Está inflamada. Palomita. El ano, las
mamas… paloma, paloma. ¿Se le forma una vejiga debajo de la lengua? Paloma.

¿Se pone triste? ¿No come? ¿Escuchó? ¿Se pone triste? ¿No come?

Silencio.

LA MUJER: Se pone triste. No come. No estoy preparada.

CAPÍTULO 3

“ANTIÁCIDO”

ESCENA 1

LA MUJER en la cocina, frente al gato. El gato toma café del plato que tiene en el suelo.

LA MUJER: Mónica y yo crecimos juntas. Me la presentó mi padre. Yo tenía tres


años. Ella meses. A ti, con trabajos te conozco, ni siquiera tienes nombre, tanto
querías al viejo bulto de mi padre y mira, ni siquiera te puso nombre. Por mí,
muérete. ¿Oíste? Anda, alcánzalo ¿quieres que te ayude? Deja de mirarme así.

Ya olvídalo ¿Oíste? Deja de mirarme. Tú no eres nadie para mirarme. Si tanto


odio me tienes, muérete.
A Mónica le gusta el pasto verde fuerte. No le gusta el pasto verde- café. Mónica
tiene una canción favorita: Lucy in the sky... A Mónica le gustan los Churumbeles.
Los escucha y mastica más rápido. Mónica sabe todo de mí y yo sé todo de ella.
Mónica es mi mejor amiga. Salimos en las mañanas, caminamos. De regreso nos
ponemos a tomar el sol. Nos gusta el sol. Cuando Mónica cumplió cinco años, le
hice un pastel. No le dimos a nadie. No le dimos a papá, no le dimos al capataz ni
al hombre que llega en las madrugadas por las vacas para llevarlas al cielo de las
vacas. Mónica pidió un deseo de cumpleaños, pero creo que no se le cumplió.

Mónica mi mejor amiga, sabe muchas cosas que yo no.

ESCENA 2

LA MUJER y EL VEGETARIANO comen en la casa.

EL VEGETARIANO: ¿Vives sola?

LA MUJER: Sí… no… bueno… con un gato

EL VEGETARIANO: ¿Con un gato?

LA MUJER: Sí

EL VEGETARIANO: Soy alérgico. Es de nacimiento

LA MUJER: Lo siento, no sabía

EL VEGETARIANO: No hay cuidado. Es comprensible. No se me nota… ¿Y


dónde está…? El gato

LA MUJER: No lo sé… es difícil saberlo. Casi nunca viene.

EL VEGETARIANO: Le gustará el aire, los espacios abiertos…

LA MUJER: Agorafobia. El gato tiene agorafobia. Es agorafóbico... pero su odio


hacia mí, es más grande
EL VEGETARIANO: Lo siento, no sabía

LA MUJER: No hay cuidado. Es comprensible. No se me nota.

Continúan comiendo en silencio. A lo lejos, se oye un maullido.

EL VEGETARIANO: ¿Quieres vivir conmigo?

LA MUJER: Eres vegetariano. ¿Cómo no querría?

LA MUJER y el VEGETARIANO siguen comiendo en silencio.

CAPÍTULO 4

“IRRITACIÓN”

ESCENA 1

LA MUJER sentada en un banco. En su mano una paleta de dulce.

LA MUJER: Estábamos dormidas, hacía frío. Ese día habíamos corrido mucho,
habíamos estado en el campo, Mónica y yo.

Aparece una vaca

LA MUJER: Mónica está nerviosa. No quiere comer. Ya está vieja, dice mi padre.

No quiere comer y tiene las mamas hinchadas. Ya no da leche. Lo que dice mi


padre es verdad. La verdad la ha creado mi padre. Son las cinco de la mañana. El
señor del sombrero había llegado unos minutos antes. Shhh… la niña duerme,
dice mi padre y yo me despierto. Mónica se iba y no pensaban decírmelo. Las
mejores amigas nunca se separan. Digo: Las mejores amigas nunca se separan, y
me levanto para irme con ella. Quería irme con ella al fin del mundo. Al mundo de
la leche, el queso, el pasto y las vacas. Quería irme con ella. Mi padre, EL
HOMBRE, el señor establo, el hacendado, el primero muerto que vieja, el cállese,
no sea marica, si no salió macho, no salga marica; mi padre me da una bofetada.
Uno no llora por una vaca, me dice y me encierra en la casa. Mónica se va al cielo
de las vacas. El cielo de las vacas tiene acceso restringido.

ESCENA 2

LA MUJER frente a una cama. La cama tiene al PADRE acostado en ella.

LA MUJER: El cielo de las vacas tiene acceso restringido

PADRE: ¿Qué?

LA MUJER: El cielo de las vacas tiene acceso restringido

PADRE: Déjate de babosadas

LA MUJER: Deberías comer

PADRE: Debería estar de pie, sonreír, caminar por el establo. Debería tener un
establo. Otro. El mismo. El que perdí.

Tengo la boca inflamada. No tengo hambre. Estoy lleno de tristeza. Muchas


gracias por tu visita. Vuelve pronto.

EL PADRE se voltea. LA MUJER de pie.

LA MUJER: No voy a volver. Me quedo, por lo tanto, no puedo volver. Puedo


quedarme. Me quedo. Tienes que comer. Si no comes, te mueres. No te puedes
morir porque si te mueres por no comer, entonces morirás sufriendo. Lo dijo el
doctor: Si no come, morirá sufriendo. Tú no puedes sufrir, no sabes. Sabes darlo,
no recibirlo. No sabes resistir, dejarlo pasar, hacerlo pasar y que se quede. Que no
se marche. Me quedo y vas a comer. Come.

LA MUJER le extiende el plato con comida. Un gran pedazo de carne. EL PADRE no voltea.

EL PADRE: Es carne, carne. Me muero de tristeza. Me ahogo de tristeza…

EL PADRE empieza a toser, luego vomita en el suelo.


EL PADRE: Vomito tristeza. La tristeza apesta. Quiero a mi gato. Trae a mi gato.

Limpia esto. Trae a mi gato. Limpia esto.

EL PADRE con la mirada perdida. LA MUJER sostiene el plato en su mano.

ESCENA 3

LA MUJER busca en el jardín.

LA MUJER: Gato… gato… Gato ven. Gato.

Se oyen maullidos a lo lejos

LA MUJER: Infeliz. Maldito gato infeliz. Deberías olvidar el camino de regreso.

¿Oíste? Olvídalo. Has de cuenta que nunca existió. Que no existe. Tú no existes.
No para mí. Eres feo, eres chico, eres peludo y chillón. Te aborrezco. Muérete.
Muérete. Vete y que te coma un perro. Uno grande. Vete y que te muerda, que te
saque sangre, que te oiga maullar de dolor. Maúlla fuerte para que te oiga, maúlla
fuerte para que me avises que te mueres y que sufres. Si tanto lo querías deberías
de estar muerto. Lo sabes ¿verdad? Pero te gusta castigarme, sentarte ahí, frente
a mí y recordármelo todo el tiempo. Sabes que deberías de estar muerto, que es
tu obligación estar muerto y por eso no te apareces por acá, porque no puedes
con la culpa. La culpa de respirar y comer y maullar. Deberías estar muerto como
él. Como el viejo apestoso que se entiesa, que se pudre sin ti, sin ti, su gato.
Muérete, pero muérete pronto.

La espera me enferma.

CAPÍTULO 5

“ARDOR”
ESCENA 1

LA MUJER en la cocina. El VEGETARIANO con cuchillo en mano, pica una


cebolla. Ella le ayuda a cocinar.

EL VEGETARIANO: Estimula el apetito; regulariza las funciones estomacales; es


diurética, ergo, es depurativa del organismo. La cebolla alivia las afecciones
respiratorias y cuando digo todas, quiero decir tos, catarro, resfriado, gripe,
bronquitis, pero la bronquitis sólo si nos la preparamos- la cebolla, no la bronquitis
con un jugo de limón y miel. La miel es importante. El jugo de un limón y dos
cucharadas de miel. Se mezcla todo, se sirve caliente. Tómese caliente y ya está.
Asunto arreglado. No estornudos, no moco, no nariz roja, no pañuelos. Árboles
contentos. Oxígeno. Vida. La cebolla es vida.

Las maravillas de la cebolla cruda. La cebolla cruda y la cocida, por supuesto.

Adiós al estreñimiento, bienvenida la desinfección. Coma cebolla cruda y protéjase


de las enfermedades infecciosas. Combata la caspa. Esa nievecita juguetona que
salta y salta por su cabello. Coma cebolla y eliminé el polvo blanco. Caspa. La
caspa ahuyenta al amor, la cebolla lo atrae. Friccione la cabeza con el jugo de la
cebolla. Evite la caída del pelo. Larga y hermosa cabellera, resplandeciente.
Cabellera llena de vitaminas, sales minerales, azufre. Sufre, al azufre. Fósforo,
hierro, calcio, sodio, magnesio. Señor diabético: incorpore el uso de la cebolla y
taraannnn, depure su sangre, desinféctela, elimine esas pequeñas imperfecciones
sanguíneas, tórnela más limpia y pura. Más resistente. Rejuvenezca su cutis y
llore. La cebolla ante todo, es la fuente del llanto.

EL VEGETARIANO pica con más fuerza su cebolla.

ESCENA 2

LA MUJER termina de ponerle AL PADRE suero.

LA MUJER: Deberías comer algo


EL PADRE: No, no quiero. Vete. Déjame solo. Vete

LA MUJER: No por repetirlo hasta el cansancio se va a hacer realidad mi partida.


No me voy. Me quedo.

EL PADRE: Hasta el cansancio te lo digo: Vete

LA MUJER le termina de acomodar el suero.

LA MUJER: Listo. Al menos así, comerás por las venas

EL PADRE: Mi boca está hinchada. Mis mamas y mi ano. No sabía que tenía

mamas. Las mamas son de viejas, le dije al doctor, pero el doctor dijo que de

viejas y de viejos. Yo tengo y las tengo hinchadas. Un hombre con mamas no

merece comer. Un hombre con mamas hinchadas, merece morir. Vete. Estoy

cansado

LA MUJER: Te pondrás bien, regresarás a tus cosas, a tu vida, a la rutina. Te

pondrás bien. Es cuestión de tiempo.

EL PADRE: Tiempo es lo que me sobra Y no lo quiero. Vete. Quiero morir, respeta

la voluntad de un viejo

LA MUJER se queda parada y lo mira fijamente.

ESCENA 3

LA MUJER en la cocina. El refrigerador abierto. LA MUJER lo deshiela. En su mano un


desarmador. LA MUJER golpea con fuerza la hielera para quitar los bloques de hielo. EL
VEGETARIANO la mira, sentado en una silla.

LA MUJER: Te dije que lo teníamos que hacer cada dos meses. Llegaste, pusiste

tus cosas en la sala. Te dije: sala, comedor, cocina. Cocina, refrigerador. El

refrigerador es viejo y se tiene que descongelar una vez cada dos meses Tú te
quisiste hacer cargo. Nadie te lo pidió, es lo mío, el refrigerador y yo tenemos una

relación “especial” dijiste “relación especial” y luego guardaste tu leche. Dos litros.

Los litros se enfriaron. Es un pacto, dijiste. Ahora está atascado. Enormes

cantidades de hielo. ENORMES. No se salen. Estorban. El refrigerador zumba, la

espalda me duele. El hielo no se rompe. Los pactos tampoco.

EL VEGETARIANO: El refrigerador se descongela dejándolo desconectado. No se

golpea, no se le ofende. A un refrigerador nunca se le ofende. Desconéctalo,

duérmete. Mañana estará listo. Listo. Sin dolor de espalda, sin zumbidos.

LA MUJER: No. Las cosas no se dejan, se arreglan. El refrigerador se descongela

y si no quiere descongelarse, se le golpea. Para que entienda. Él no manda. Los

pactos no se rompen. Me voy, te dejo

EL VEGETARIANO: Pero ésta es tu casa

LA MUJER: No, ya no. El gato te quiere. Quédate

LA MUJER sigue pegándole al refrigerador. EL VEGETARIANO la mira

ESCENA 4

LA MUJER sentada en una mesa con un plato. La mesa en medio de un

matadero. Pedazos de carne colgados. LA MUJER parte un trozo de carne de su

plato. Lo come mientras habla.

LA MUJER: Era mi cumpleaños. El número 13. Mi padre y yo habíamos pactado

que a los 13 me enseñaría su trabajo. Me enseñaría de lo que vivía y por lo que

casi nunca estaba. Tenía que ser algo bueno. Mi padre dijo que era importante,
que a los trece años ya se es un adulto. Dijo que no a los quince porque a los

quince, las viejas se hacen viejas matrimoniadas. Y yo no era una vieja. Yo era el

hijo de mi padre y cumplía 13. Me levantó temprano, me compró unas botas. Unas

azules, un chaleco, un sombrero. Nos fuimos. Vamos a mi trabajo, dijo y fuimos.

Buenos días patrón; mi hija, la futura dueña de todo.

Eran muchas. Sus cuerpos acomodados en fila. Esperando. Sus ojos pequeños,

viéndome. Había silencio. Mi padre fue a arreglar unos papeles. Me dejó ahí. Con

ellas. Ellas me miraban. Yo las miraba. Un hombre llegó, el de siempre. El

hombre del sombrero. El hombre abrió la puerta, las jaló. El hombre no notó mi

presencia. Ellas se fueron con el hombre, yo también. Yo no entré. El cielo de las

vacas tiene acceso restringido.

LA MUJER deja de comer.

CAPÍTULO 6

“INFLAMACIÓN”

ESCENA 1

LA MUJER de pie, frente a su PADRE. El PADRE débil, tiene suero y oxígeno.

EL PADRE: Tienes que hacerlo

LA MUJER: No

EL PADRE: Soy tu padre


LA MUJER: No

EL PADRE: Si no es por compasión, será porque te lo ordeno

LA MUJER: Ni por lo uno, ni por lo otro

EL PADRE: ¿No me ves? Ya ni respiro por mí mismo. Hazlo

LA MUJER: No. Sería convertirme en ti y no me gusta cómo eres

EL PADRE: No digas tonterías. Yo nunca he matado a nadie

LA MUJER: Mataste a muchas, durante muchos años. Si digo que un río de

sangre corrió, sería corto

EL PADRE: ¿Maté a muchas? ¿De qué hablas? No tengo tiempo de oírte, sólo de

morir. Mátame, mátame ya.

LA MUJER: No y no. Yo decido sobre mí

EL PADRE: Y yo sobre mí. Mátame

LA MUJER: Si tan sólo comieras…. El doctor dijo que comieras. Si come, se salva,

si no come, muere, lenta y dolorosamente. Entonces come

EL PADRE: No tengo hambre. No quiero nada, no quiero pan, no quiero leche, no

quiero carne. Me da asco la carne. Quiero morir y quiero que tú me mates.

Desconéctame. Quita el oxígeno

LA MUJER: Para tener depresión, hablas bastante, hablas de más.

EL PADRE: Yo hago con mi depresión lo que se me antoje y si quiero hablar y

enojarme y gritar, lo hago. Y si quiero maldecir mis mamás hinchadas, grandes,

gigantes, las maldigo: Malditas mamás, malditos. Y si quiero maldecir a mi boca, a


esta boca que ya no es una boca, que es un algo, un montón de cosas, de grasa,

de espanto, de ridiculez, de ridiculez y de chiste, la maldigo: Maldita boca. Y si

quiero odiar a mi ano, decirle que lo odio por cerrarse, por hincharse, por ser

absurdo, lo odio. Lo odio y me odio y odio a las vacas con sus estúpidas

enfermedades. Esta enfermedad es estúpida, como las vacas. Ahora mátame. Te

lo ordeno

LA MUJER: Bien merecido te lo tienes. Todo, tu boca, tus mamas, tu ano, tu

tristeza, tu disgusto, tu odio. No seré yo quien te libre, me voy. Te quedas tú con

tus maldiciones y con tus rencores

LA MUJER sale. EL PADRE se queda.

EL PADRE: Lo vas a hacer, si no ahora, mañana. Soy tu padre y no puedes

ignorarme. Vas a regresar y lo vas a hacer. Vas a regresar.

EL PADRE se recuesta. Sólo se oye el sonido de los aparatos que tiene

conectados

ESCENA 2

EL VEGETARIANO y LA MUJER comen una ensalada.

EL VEGETARIANO: Los doctores no saben. Yo no lo creo. No me lo creo. Te ves

bien. Estás sana. No. No me lo creo

LA MUJER: Metió un enorme tubo en mi boca, el tubo llevaba una cámara. La

cámara me mostró tal cual soy. Soy una delgada y roja tripa irritada sin flora

intestinal. Esa soy.


EL VEGETARIANO: No comes cerdo, no comes res. No comes nada

LA MUJER: Como verduras, vegetales

EL VEGETARIANO: Cebolla no

LA MUJER: …

EL VEGETARIANO: No tomes café, deja el café. Dámelo. Yo me lo tomo

LA MUJER: Tú no, eres nervioso.

EL VEGETARIANO: No vamos a tirarlo

LA MUJER: Dáselo al gato, le gusta

EL VEGETARIANO: Los gatos no toman café, toman leche de vaca

LA MUJER: Éste no. Dale el café

EL VEGETARIANO: Lo he visto maullar por leche, por café no

LA MUJER: Va a tomar el café y punto. Mi padre le daba leche, pero mi padre

está muerto. Yo estoy viva y le doy café.

LA MUJER se para y sirve el café en el plato del gato. Regresa a su lugar.

LA MUJER: ¿Ya descongelaste el refrigerador?

EL VEGETARIANO lo piensa unos segundos

EL VEGETARIANO: Ya

LA MUJER: Que bueno. Es viejo, tenemos que ayudarle

EL VEGETARIANO: No está vivo, no respira, no se mueve, no te habla. El

refrigerador no está vivo. Deja de hablar de él como si lo escucharas, como si

fuera tu amigo o como si lo sacaras a pasear. Déjalo. Al refrigerador se le respeta,


pero no se le concede inteligencia.

LA MUJER: El refrigerador es estúpido. Eso se sabe

EL VEGETARIANO: No estoy de acuerdo con el café del gato. Los gatos son

sensibles, puede afectarlo. Hacer algo con sus nervios

LA MUJER: Al gato nada, salvo la muerte de mi padre, le afecta. Ese gato no tiene

sentimientos.

EL VEGETARIANO: El gato no tiene sentimientos, pero el refrigerador es viejo y

tenemos que ayudarle

LA MUJER: Sí

EL VEGETARIANO: Tenemos un problema

LA MUJER: Tú lo tienes, yo sólo soy una delgada y roja tripa irritada sin flora

intestinal. Esa soy.

Continúan comiendo. Aparece el gato, toma el café de su plato.

ESCENA 3

LA MUJER acostada en el pasto, mira al cielo, a su lado, Mónica.

LA MUJER: ¿Cuántas nubes crees que hay Mónica? Yo creo que pocas, como

cien. Creo que son pocas y que se van cambiando de aquí, para allá, que cambian

de forma y que a veces están tristes y otras contentas. Cuando llueve, tristes,

cuando hay sol, contentas, cuando alguien se muere, de luto. Luego anochece.

Deberías comer… ¿por qué no comes? Papá dice que si no comes, te van a llevar

a otro lugar y nunca nos vamos a volver a ver. Papá no dice que nunca, dice que
un tiempo, pero no es cierto. Cuando las vacas se van, ya no regresan. ¿Te

acuerdas de Flor? ¿Esa vaca gorda enamorada del gallo? No tuvo vaquitas y papá

le llamó al señor del sombrero para que viniera por ella. Nunca regresó. Papá dijo

que se la llevaba para hacerle hijos, para que fuera mamá. No lo creo. Si Flor

hubiera tenido hijos, papá los hubiera traído. No quiero que te lleven.

Las mejores amigas nunca se separan. Come… anda, come un poco.

LA MUJER le da de comer pasto, pero la vaca no abre la boca.

CAPÍTULO 7

“La cebolla”

ESCENA 1

LA MUJER maletas en mano, frente al VEGETARIANO. EL VEGETARIANO pica

cebolla

LA MUJER: Las llaves

EL VEGETARIANO: Quédatelas, yo tengo un juego

LA MUJER: No, no voy a regresar. No las quiero

EL VEGETARIANO: ¿Te vas porque no descongelé el refrigerador?

LA MUJER: Sí

EL VEGETARIANO: Compro otro, uno nuevo, que no se descongele

LA MUJER: No

EL VEGETARIANO: Vi unos, baratos


LA MUJER: No es sólo el refrigerador, son otras cosas

EL VEGETARIANO: Dime cuáles

LA MUJER: No

EL VEGETARIANO: ¿Y el gato? ¿Qué le digo al gato?

LA MUJER: Nada, ni me va a notar

EL VEGETARIANO: Es tu casa, debería irme yo

LA MUJER: Ahora es tuya, yo te la doy

EL VEGETARIANO: ¿Por qué?

LA MUJER: Porque mi padre la dejó para que viviera el gato aquí. Yo no quiero al

gato, tú sí

EL VEGETARIANO: ¿Y mi alergia?

LA MUJER: Ya llevas dos años aquí, y nunca has estornudado. El gato te

quiere….

EL VEGETARIANO: No te vayas. No podríamos con todo, el gato y yo… te

extrañaríamos

LA MUJER: Tú sí… él…

EL VEGETARIANO: Por favor

LA MUJER: No llores

EL VEGETARIANO: No lloro, es la cebolla

LA MUJER: Me marcho. Gracias

EL VEGETARIANO: Te quiero
LA MUJER: Lo sé

EL VEGETARIANO: Tu padre no querría esto

LA MUJER: Mi padre no quería esto ni nada, ni a nadie, sólo a su gato

EL VEGETARIANO: No me quiero quedar si tú no te quedas. Vámonos, lo

dejamos aquí

LA MUJER: No puedes y lo sabes

EL VEGETARIANO: Sí, sí puedo. Vamos

Se oye el maullido en el patio. El VEGETARIANO deja de picar, saca comida

EL VEGETARIANO: Le dejo un poco de comida y nos vamos….

EL VEGETARIANO sirve un poco en el plato, luego más, luego un poco más.

Mientras habla, se mueve de aquí para allá

EL VEGETARIANO: No sé cuánto dejarle, se lo puede acabar en un rato… Pero si

le dejo poco, no comerá en días. Morirá…No sabe cazar ratas, sólo toma leche,

café… deja pienso…. Podemos dejarle un poco hoy, calcular el tiempo y regresar

mañana cuando él esté tomando el sol, ponerle un poco más, para dos días, luego

regresar al tercero y de nuevo… así, cada vez más espaciado, hasta que entienda

que debe de comer carne, ratas, ratones, moscas. Será tardado pero podremos…

EL VEGETARIANO voltea a ver a la MUJER, pero ella ya se ha marchado. EL

VEGETARIANO deja el plato en el suelo. Empieza a llorar.

EL VEGETARIANO: No te vayas.

ESCENA 2
LA MUJER con las ropas de un carnicero. Atrás de un mostrador de carne.

LA MUJER: Mi padre no regresó. Tuvo trabajo, se le olvidó que me había llevado.

Las vacas comenzaron a entrar a un cuarto. A uno pequeño, yo me quedé afuera,

me subí a un bote. Mis piernas estiradas, los pies levantados, apoyados en su

punta. Una pasó. Tarde en reconocerla, ella estaba nerviosa, sudaba. Era Rosita,

la que seguía a Mónica a todos lados, al fin del mundo. El señor del sombrero la

colgó con ayuda de otro. La colgó de una pata, le puso un lazo en su cuello.

Rosita se orinó. El señor iba a apretar, a apretar fuerte, pero Rosita se jalaba, se

movía, lloraba. Sí, Rosita lloraba, se puede llorar sin lágrimas. Rosita golpeó al

señor con su quijada, el señor se enojó. Agarró con más fuerza el lazo, dio un

estirón, uno corto, fuerte. Las patas de Rosita se movían, se estiraban, como si

quisiera alcanzar la vida, su vida. No la alcanzó. Rosita se quedó ahí, colgada.

Mirándome. Mi padre me tomó por la cintura, se asomó por la ventana y vio a

Rosita colgada. Mi padre me golpeó, me dio una cachetada, no andes viendo

cosas que no. Me pegó de nuevo, para asegurarse que había entendido. Me dejó

ahí y él se fue enojado. Hice enojar a mi padre. Hice enojar a mi padre mientras

Rosita me miraba sin vida. Rosita quería a Mónica. Rosita seguía a Mónica a

todos lados, la seguía al fin del mundo.

ESCENA 3

LA MUJER mira por la ventana. Su PADRE demacrado, se queja del dolor.

EL PADRE: Ten compasión, estoy sufriendo


LA MUJER: Tu sentido de compasión es muy extraño

EL PADRE: Por favor, te lo ruego, ahora te lo ruego

LA MUJER: Padre, no puedo, no puedo matarte

EL PADRE: Mírame, ya no soy un hombre, ni siquiera un humano. Mátame

LA MUJER: ¿Por qué?

EL PADRE: Porque sufro y eres mi hija. Me lo debes, si no saliste hombre,

compórtate como tal.

LA MUJER: A Mónica… ¿quién la mató?

EL PADRE: ¿Mónica? ¿Quién diablos es Mónica?

LA MUJER: Mi vaca, mi vaca se llamaba Mónica, le gustaba Lucy in the sky

EL PADRE: ¿Tu vaca? ¿Esa vaca vieja?

LA MUJER: No era una vaca vieja, era mi amiga y tú te la llevaste

EL PADRE: Estaba vieja y enferma, no quería comer

LA MUJER: Tenía tristeza

EL PADRE: Las vacas no tienen tristeza

LA MUJER. Tú la tienes

EL PADRE: Yo soy tu padre.

LA MUJER: ¿Quién la mató?

EL PADRE: No sé, qué voy a saber, cómo voy a recordarlo. Alguno, el empleado

del turno

LA MUJER: No debiste padre, no debiste.


EL PADRE: De eso comías, te comías esa carne, te gustaba, siempre pedías el

pedazo más grande de carne. Te comiste a tu Lucy al día siguiente y ni siquiera te

quejaste… Ahora no me vengas con tus cosas

LA MUJER: Mónica, no Lucy, Mónica… y cállate, cállate. Me da asco

EL PADRE: Perdón “Mónica” te comiste a tu Mónica, y pediste más, repetiste

plato. Era la fiesta del pueblo y repetiste plato. Te gustaba, mucho y está bien,

teníamos el mejor ganado

LA MUJER: Te odio y odio todo lo que eres. Odio tu rancho y odio tus caballos,

odio a tu gato. A tu gato lo odio más que a nadie, lo odio más que a todo, casi

tanto como a ti

EL PADRE: A buena hora me vienes a decir que me odias. Me importa un bledo tu

odio

LA MUJER: Colgar, te puedo colgar

EL PADRE: ¿Qué? Estás loca, desconecta el oxígeno, apaga esa máquina y

déjame.

LA MUJER: Te pongo un lazo en tu pie, digamos éste

EL PADRE: ¿Para qué traes un lazo en tu bolsa?

LA MUJER: Te lo amarró ¿cuál pie te gusta más? ¿El izquierdo o el derecho?

Ahh, no importa ¿Cualquiera no?

LA MUJER le amarra el lazo en el pie

EL PADRE: Estás loca. Desconecta eso y vete


LA MUJER. Luego te podemos colgar… No, no podemos. No soy tan fuerte. Los

vegetarianos somos débiles, padre. Me parece que porque nos falta un algo que

tiene la carne… miedo será… Discúlpame padre, colgado no será…. Pero

podemos en su lugar, a modo de compensación, tú sabes, amarrarlo a la cama…

LA MUJER amarra el lazo a la cama

EL PADRE: No, no así no. Sólo desconecta, sólo desconecta

LA MUJER: No me lo parece. No se te da gusto con nada, si lo he de hacer, yo

escojo la forma

EL PADRE: Deja de jugar

LA MUJER: Jugar, no. No estamos jugando. Anda, coopera, levántate, te voy a

poner esto en el cuello

EL PADRE: No, en el cuello no. Déjame morir bien, con dignidad. Desconecta

LA MUJER: Pon esto ahí, padre. Ponlo y cállate. Es así o no es

EL PADRE empieza a toser, largo rato. Luego mira a LA MUJER. Ella le señala el

lazo. EL PADRE resignado se deja meter la cabeza.

EL PADRE: Mi gato, cuida a mi gato

LA MUJER lo acomoda. El PADRE cierra los ojos. El gato los mira.

LA MUJER: Y tú, deja de mirarme.

ESCENA 3

LA MUJER en medio de la lluvia, se tapa con un pequeño, pequeño paraguas.

LA MUJER: No me gusta la cebolla, te apesta la boca, te cala la garganta. No


puedes hablar, sudas a cebolla. Es blanca y tiene lágrimas. La cebolla suda

lágrimas. Soy vegetariana, lo soy por tristeza y no por convicción. Aborrezco la

carne. La carne y la cebolla.

Viví con un hombre cebolla. Desayunaba cebolla, comía cebolla, cenaba cebolla,

lloraba todo el tiempo. La cebolla es la fuente del llanto, viví con la fuente del llanto

y nunca lloré. El hombre cebolla me quería, pero quería más a mi gato. El gato al

que odiaba casi tanto como a mi padre. Un día el refrigerador se llenó de hielo. No

lo descongelaba, dijo que lo haría pero no lo hizo. Lo dejé. Dejé al hombre cebolla

y ni así lloré.

ESCENA 5

LA MUJER sentada. EL VEGETARIANO pica más cebolla. El gato agoniza junto a

su plato.

LA MUJER: Dale café

EL VEGETARIANO: No quiere ni eso. Está perdido. Resígnate

LA MUJER: Si tan sólo se quisiera morir, pero no.

EL VEGETARIANO: Nadie quiere no vivir

LA MUJER: Tú no sabes, tú sólo picas cebolla

EL VEGETARIANO: Te puedes marchar, pasaremos por esto solos, el gato y yo

LA MUJER: No, no pueden pasar por esto solos. Tú eres débil y él es necio

EL VEGETARIANO: Mira, es un refrigerador nuevo

LA MUJER: Lo sé
EL VEGETARIANO: Nunca se deshiela

LA MUJER: Lo sé, yo tengo uno

EL VEGETARIANO: Regresa

LA MUJER: No

EL VEGETARIANO: Él ya va a morir, no tendrás que verlo

LA MUJER: No se puede morir. No debe

EL VEGETARIANO: Pensé que eso era lo que querías, que muriera

LA MUJER: Yo también, pero no. La vida es un misterio

EL VEGETARIANO: ¿Lo quieres?

LA MUJER: No lo creo

EL VEGETARIANO: ¿A mí?

LA MUJER: Sí, supongo

EL VEGETARIANO: Gato, gato…

El gato no se mueve

LA MUJER: ¿Ya se murió?

EL VEGETARIANO: No, pero en cualquier instante

LA MUJER: Lo maté. Otra vez

EL VEGETARIANO: Uno no mata dos veces, aunque sean gatos. Sólo se les

puede matar una

LA MUJER: Sí

EL VEGETARIANO: No lo mataste, aún


LA MUJER: Asesina de gatos, así me llamaste

EL VEGETARIANO: Uno llama a las personas de muchas maneras, no todas son

ciertas. A mí me dijeron una vez mariquita

LA MUJER: Es verdad

EL VEGETARIANO: Te quiero, el gato también, a su manera. No te vayas, no de

nuevo. Espera, lo enterramos, junto a tu padre. Limpiamos todo, compramos un

perro.

LA MUJER: Eres alérgico

EL VEGETARIANO: A los gatos, no a los perros

LA MUJER: No quiero que se muera. No lo quiero. Me duele el estómago

EL VEGETARIANO: Tu gastritis

LA MUJER: Sí, eso

EL VEGETARIANO: Toma un antiácido

LA MUJER: Los antiácidos ya no funcionan, por eso te dejé

EL VEGETARIANO: Pensé que había sido por el refrigerador

LA MUJER: Y por el antiácido

EL VEGETARIANO: Nunca me pediste un antiácido, si era por eso, no te hubieras

marchado. Tengo una caja completa en la cochera

LA MUJER: No entiendes nada. El gato muere, me arde el estómago, y no me

sirve tu antiácido.

EL VEGETARIANO: Ah… es una metáfora


LA MUJER: Ahora ya no

EL VEGETARIANO: Nunca me gustó la poesía. Aquí están las consecuencias

LA MUJER: No es tu culpa. Si lo pensamos es culpa toda de mi padre, o no. Tal

vez es culpa del padre de mi padre o del abuelo del padre de mi padre que

compró un establo y unas vacas. Tal vez todo esto sea culpa de las vacas y no de

mi padre, tal vez sea culpa de las vacas que parecen humanos, que sonríen y que

lloran sin lágrimas, se puede llorar sin lágrimas y sin cebolla. Es culpa de las

vacas, de las que se dan a querer, de las que buscan amigas, de Mónica por ser

Mónica, de no ser vegetariana de nacimiento, de mi gusto por la carne, del mal de

la rana, del enojo de Mónica, del señor del sombrero; de haber hecho enojar a mi

padre. De que un enojo te pegue lo que nada más se le debe pegar a las vacas,

de que un enojo te contagie de la tristeza de las vacas. La tristeza de las vacas es

letal, más letal que la tristeza de los humanos. La tristeza de las vacas es una

enfermedad hereditaria en mi familia. La tuvo mi padre, la tengo yo, la tiene el

gato. El gato es de la familia, puesto así, el gato es el único inocente en todo esto.

Nació gato y se muere de estrés, se muere de estrés y de la tristeza de la vaca

EL VEGETARIANO: ¿Las vacas se ponen tristes?

LA MUJER: Las vacas sudan lágrimas y respiran tristeza. Luego se les mata

EL VEGETARIANO: ¿Te sientes triste como una vaca?

LA MUJER: No me siento, soy, soy triste como Mónica, como Flor y como Rosa.

Soy triste por Mónica, por Flor y por Rosa. Triste como mi padre y sus mamas
hinchadas, triste como éste gato que me odia y al que odio. Y tú eres vegetariano

y tienes cebolla

EL VEGETARIANO: Soy vegetariano y tengo cebolla. Ya acabé de picar, de picar

la cebolla.

EL VEGETARIANO se acerca al gato, lo acaricia.

EL VEGETARIANO: Su corazón casi no late. Es un tic…tac…tic…tac… muy lento,

casi imperceptible. Es el final.

LA MUJER se levanta del banco, se agacha junto a su gato. Empieza a llorar.

EL VEGETARIANO: Piqué mucha cebolla, la cantidad exacta, a la medida de tu

llanto. Soy vegetariano y tengo cebolla. Tengo la cebolla justa para tu tristeza. La

cebolla es la fuente del llanto. El llanto es el antídoto para la gastritis. Por salud,

ahora nunca me dejarás.

LA MUJER llora desconsolada por su gato.

OSCURO.

También podría gustarte