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Podemos decir que el proyecto filosófico del pensador holandés de origen judío Baruch
Spinoza (1632-1677) se adscribe perfectamente a la corriente racionalista por las siguientes
tres características generales:
En primer lugar, su filosofía subraya el carácter modélico del conocimiento causal. Para
Spinoza, el conocimiento de las causas es paradigmático en la medida en que constituye el
modelo de conocimiento verdadero: sólo cuando damos razón de las causas para explicar los
efectos estamos ofreciendo un modelo para entender, en un siguiente paso, la reducción de
toda causalidad a la causalidad inmanente. O dicho en otras palabras: sólo en la medida en
que hacemos de la búsqueda de los nexos que explican la realidad la máxima que guíe nuestro
comportamiento filosófico entederemos que todos ellos son, en última instancia, la expresión
de una necesidad racional absoluta, que Spinoza identifica con Dios. Ahora bien, en ningún
momento debe entenderse a Dios como creador del mundo, ni como voluntad, sino como
sustancia única, como necesidad absoluta, eterna, impersonal del que provienen los infinitos
atributos y los infinitos modos que constituyen el mundo. El conocimiento de Dios es por
tanto el supuesto indispensable para el conocimiento de todas las cosas. En este sentido, para
Spinoza el conocimiento causal, aunque eminentemente influido por la ciencia moderna, debe
subordinarse en todo momento a la comprensión de que nada puede existir fuera de Dios, de
que Dios y mundo son una y la misma cosa en virtud de su orden necesario, por lo que
quedan excluidas las causas finales y las consideraciones teleológicas.
De las dos primeras características se deduce, en tercer lugar, el carácter paradigmático del
método matemático. Spinoza se propone construir un sistema filosófico more geométrico, es
decir, un sistema que tome como modelo el procedimiento deductivo de las matemáticas,
concretamente el propuesto por el método deductivo-geométrico euclidiano. En rigor, la
naturaleza de las figuras geométricas expresa un orden necesario de las cosas que puede ser
aplicado a la realidad. Ofrece un modelo para conocer verdaderamente el mundo, describe
una auténtica norma de la verdad, ya que al partir de un primer principio del que se deducen
demostrativamente todos los demás se está garantizando la correspondencia entre el orden de
las ideas y el orden de lo real. Pensemos, por ejemplo, en la naturaleza del triángulo, y en el
hecho de que todos los teoremas concernientes al mismo procedan de forma rigurosa de su
definicón matemática. Pues bien, el hecho de que no puedan no proceder, esto es, el hecho de
que no sean contingentes sino necesarios implica para Spinoza que el orden geométrico
expresa, igual que Dios, la sustancia misma de las cosas. De hecho, es su perfecta analogía:
las cosas derivan necesariamente de la esencia de Dios, al igual que los teoremas proceden
necesariamente de la esencia de las figuras geométricas