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LAUDATO SI: Cuidar también la CASA interior

CLAUDIA: Ecología es una palabra de importancia ascendente. Oikos significa la vida en CASA, el lugar donde el ser
humano habita. La CASA es tan importante como el vestido y la comida. Dan sentido a la vida. La CASA está en función
del que vive en ella. De ella depende el bienestar del que la habita, con sentido de reciprocidad. La CASA devuelve a su
morador lo que él pone en ella. Desorden y suciedad si la tiene desordenada y sucia. Orden y limpieza si la mantiene
limpia y ordenada.

SOFÍA: Aún sin darse cuenta, el ser humano tiene dos CASAS, una del cuerpo y otra del alma. La CASA de su cuerpo es su
alma, con capacidad espiritual. Tienen la transparencia afectiva que les pone su morador. Dichoso quien tiene, por
transparente, CASA acogedora. Quien ama, hace de su corazón la CASA de Jesús a Quien ama. Así, quien es amado, sabe
que tiene CASA en el corazón de quien lo ama. Si ecología es la vida en CASA, ¿qué limpia es la ecología de mi corazón?
¿Me interesa como mi verdadera CASA?

MIREYA: Cultivando mi CASA, estoy aceptando la invitación del papa Francisco de cuidar la CASA común, sabiendo que
“la ecología estudia las relaciones entre los organismos vivientes y el ambiente donde se desarrollan” (138). Y así
entiendo la “mirada integral e integradora” (141), no como el hecho de juntar fragmentos, sino como el arte de
acometer distintos puntos de vista del todo, sobre la base de que todo punto de vista es la vista de un punto en el todo.

. Dios tiene su CASA en la vida. La interioridad no tiene nada que ver con los rincones, sino con la
dimensión profunda que tiene la vida. “Recia cosa sería que solo en los rincones se pudiese hacer oración”
(Fundaciones 5,16). La mística verdadera consiste en descubrir que Dios está en el corazón de la vida,
con sus dolores y gozos, sus jaleos y trajines.

2. Ya sabéis que Dios está en todas partes. Pues claro está que adonde está el rey, allí dicen está la corte. En fin, que
adonde está Dios, es el cielo. Sin duda lo podéis creer que adonde está Su Majestad está toda la gloria. Pues mirad que
dice San Agustín que le buscaba en muchas partes y que le vino a hallar dentro de sí mismo. ¿Pensáis que importa poco
para un alma derramada entender esta verdad y ver que no ha menester para hablar con su Padre Eterno ir al cielo, ni
para regalarse con El, ni ha menester hablar a voces? Por paso que hable, está tan cerca que nos oirá. Ni ha menester
alas para ir a buscarle, sino ponerse en soledad y mirarle dentro de sí y no extrañarse de tan buen huésped; sino con
gran humildad hablarle como a padre, pedirle como a padre, contarle sus trabajos, pedirle remedio para ellos,
entendiendo que no es digna de ser su hija. (CP 28,2)

MARTHA: Mi CASA está en mi corazón. Yo soy el corazón de mi CASA. Esta constatación despierta en mí la inquietud de
dedicarle tiempo, de conocerla cada día mejor, de poner en ella un toque permanente de elegancia y sencillez. Crece mi
interés de que, por amorosa, mi CASA sea acogedora. La realidad ambiental y el contexto humano son inseparables. “La
relación de cada persona consigo misma genera un determinado modo de relacionarse con los demás y con el
ambiente” (141), no menos que con Dios, del cual depende mi relación de amor con todo.

 Vengo aquí, mi Señor a olvidar las prisas de mi vida. Ahora solo importas Tú, dale tu paz a mi alma.
 Vengo aquí, mi Señor, a encontrarme con tu paz que me serena. Ahora solo importas Tú, dale tu paz a mi alma.
 Vengo aquí, mi Señor, a que en mí lo transformes todo en nuevo. Ahora solo importas Tú, dale tu paz a mi alma.
 Con mi pequeño candil contemplo tu vida en mí, contemplo tu amor, Señor. Tú eres mi centro. No quiero que mi
vida gire en torno a ningún otro centro. Pongo en ti mis ojos.
 Yo sé que tú nunca me faltas, que tu vida me mana por dentro. Sé tú, Dios mío, mi acompañador. Estoy ante ti,
estoy contigo. Deseo gustar el don de tu presencia. Acojo tu amor. A los que estén duros y resecos, les daré tu
ternura. A los que hayan perdido la alegría de vivir, les ofreceré tu música, Señor.

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