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desconocida/?fbclid=IwAR1JGpsOmTlLzcqge6QINwFMqs3Jokft7jpkVUaaSWwuRHqbzyuqFD85DFA
Fidel Castro recibiendo el avión con los primeros 139 niños provenientes de Ucrania
En 1990, el gobierno cubano liderado por Fidel Castro decidió dar una mano a la las víctimas
habilitando la localidad de Tarará -antiguo balneario de la burguesía- como una verdadera
ciudad-hospital. Más de 26.000 infantes recibieron tratamientos integrales a base de
melagenina y pilotrofina, para así facilitar la pigmentación de su piel y el crecimiento del
cabello. Los médicos cubanos Julio Medina, coordinador durante años del Programa; y Omar
García, investigador del Centro de Protección e Higiene de las Radiaciones, dividieron a los
pacientes en cuatro grupos, lo que implicaba estar desde 45 días a varios meses en la isla, para
aquellos casos más graves.
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Por Gustavo Veiga
Fidel Castro recibiendo a los chicos de Chernobyl a su llegada a Cuba para tratarse, en una foto de Granma.
Chernobyl es por estos días una tragedia que ha vuelto hecha ficción. La
miniserie de HBO y Sky revive la amenaza del holocausto nuclear, pero como en
toda construcción de sentido, recorta y pega, cuenta una verdad a medias.
Afuera quedaron muchas historias como las de Aleksander Savchenko y Román
Gerus, dos niños ucranianos –hoy adultos– que fueron víctimas del desastre que
desparramó radioactividad sobre 142 mil kilómetros cuadrados de territorio
europeo. Pero sus casos, a diferencia de los miles de muertos, las estadísticas
sobre la contaminación que perdura y los héroes anónimos que presenta la
producción televisiva, serían dignos de otra película. Para su escenografía
natural deberían elegirse las playas de Tarará, muy próximas a La Habana y
donde el 29 de abril de 1990 comenzó una epopeya solidaria que tiene escasa
prensa. Unos 23 mil chicos afectados por el escape nuclear llegaron a Cuba para
rehabilitarse mediante un tratamiento gratuito. Aleksander y Román estaban
entre ellos. El primero se quedó a vivir en la isla y tuvo una hija. El segundo
recuerda cómo disfrutó cada uno de sus tres viajes de rehabilitación a 9.458
kilómetros de su país.
LEER MÁSMacri:una tardía reacción | Siete horas después del apagón el Presidente se refirió
al tema a través de Twitter
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eléctrico
Con precisión quirúrgica, los cubanos llevan mensuradas sus propias cifras de
Chernobyl, con las que se involucraron de manera directa. Se trata de 26.114
ucranianos, bielorrusos y rusos que viajaron a tratarse en el complejo de Tarará.
Los datos son del Ministerio de Salud. De ese número, 23 mil eran niños. El
gobierno de Fidel Castro los alojó en un conjunto de edificaciones que hasta la
década del 50 había servido de balneario a la casta civil y militar que respaldaba
al dictador Fulgencio Batista. Su entorno es de ensueño. Playas de fina arena
blanca, mar de color turquesa que encandila y pequeñas palmeras mecidas por
el viento caribeño. Ese fue el recibidor donde Cuba acogió, atendió, curó y
despidió a esos chicos afectados por el accidente del reactor construido por la
Unión Soviética.
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La isla tiene una tradición inalterable de ayuda humanitaria que jóvenes como
Aleksander y Boris reconocen. No solo la recibieron los niños de Chernobyl.
También los que sufrieron el terremoto de Armenia en 1988 y hasta “los
brasileños que manipularon una fuente radioactiva de Cesio 137 en la ciudad de
Goiânia, otro accidente nuclear que contaminó a cientos de personas en 1987,
un año después de Chernobyl y del cual no se habla”, completa Elizalde.
Gerus fue entrevistado por la cadena BBC y recuerda que viajó tres veces a la
isla. “No era como estar en un hospital. Hasta los niños más enfermos la
pasaban bien”, cuenta. Cuando se trató la primera vez a los 12 años estuvo seis
meses. Cuando regresó con 14 permaneció tres meses y a los 15 volvió por 45
días. “Cada vez fue diferente, pero todas ellas las disfruté. Es algo que recuerdo
con cariño. Quiero regresar a Cuba con mi familia para mostrarles la isla”, dice
agradecido.
Fidel Castro enfundado en su clásico uniforme verde olivo recibió a esos chicos
al pie del avión. En las fotos que se conservan de aquel momento se percibe la
incredulidad y la sorpresa de esos niños rubios de ojos celestes y rasgos eslavos.
Juventud Rebelde en su edición del 31 de marzo de 1990 tituló: “Carta a Fidel en
nombre de padres de Chernóbil” y “Para pequeños príncipes se tiende la mano
amiga”. Hoy los hijos de aquellos menores en los 90 son esperados en la isla
para tratarse bajo el nuevo convenio de cooperación con Ucrania. Porque las
secuelas de una catástrofe atómica como la que describe la miniserie dirigida
por el sueco Johan Renck y guionada por el estadounidense Craig Mazin
perduran en las generaciones siguientes.